Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemático y los soportes muebles en la...

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7 ANTIQVITAS - 2015 - N.º 27 (pp. 7-29) ISSN: 1133-6609 - M.H.M. Priego de Córdoba Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemático y los soportes muebles en la cuenca alta del Guadalquivir. Las pinturas del Cerro Jabalcón (Zújar, Granada) y sus relaciones con las de Tajos de Lillo (Loja, Granada) JAVIER CARRASCO RUS * FRANCISCO MARTÍNEZ SEVILLA ** JUAN ANTONIO PACHÓN ROMERO *** JESÚS GÁMIZ JIMÉNEZ **** Universidad de Granada RESUMEN Se estudian las pinturas rupestres esquemáticas del Cerro Jabalcón de Zújar (Granada), un área geográfica poco conocida en este tipo de manifestaciones. Considerándose la posible existencia de dos momentos cronológicos en estas manifesta- ciones prehistóricas. Al tiempo que se aportan nuevos soportes muebles, procedentes de necrópolis en cuevas del Neolítico Antiguo, en parte relacionados con la secuencia cultural de tales depicciones. PALABRAS CLAVE: Arte esquemático, cerámica cardial, decoración simbólica, ocre, Neolítico, Granada. ABSTRACT We study the schematic cave paintings of Cerro Jabalcón (Baza, Granada), a geographical area not well known in this type of expression cultural. We considered the possible existence of two chronological moments in these prehistoric manifesta- tions. Also, we contribute with new, from necropolis in cave the Early Neolithic, partly related to the cultural sequence of these settlements. KEY WORDS: Schematic art, cardium pottery, decorate symbolic, ochre, Neolithic, Granada. * Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada, [email protected] ** Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada, [email protected] *** [email protected] **** [email protected] INTRODUCCIÓN En los últimos años se ha incrementado notablemente el inventario de pinturas rupestres esquemáticas en la pro- vincia de Granada. De igual forma, el cómputo de soportes muebles, totalmente necesarios para la reafirmación cro- nológica de estas manifestaciones prehistóricas, también ha tenido –aunque más lentamente– un mejor conocimien- to en esta área geográfica. Haciéndose un balance general de estos descubrimientos, comprobamos cómo Sierra Ha- rana, entorno montañoso no lejano a El Jabalcón aquí es- tudiado, ha proporcionado recientemente nuevos hallazgos

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We study the schematic cave paintings of Cerro Jabalcón (Baza, Granada), a geographical area not well known in this type of expression cultural. We considered the possible existence of two chronological moments in these prehistoric manifestations.Also, we contribute with new, from necropolis in cave the Early Neolithic, partly related to the cultural sequence of these settlements.

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  • 7Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta delANTIQVITAS - 2015 - N. 27 (pp. 7-29) ISSN: 1133-6609 - M.H.M. Priego de Crdoba

    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del Guadalquivir.

    Las pinturas del Cerro Jabalcn (Zjar, Granada) y sus relaciones con las de

    Tajos de Lillo (Loja, Granada)JAVIER CARRASCO RUS*

    FRANCISCO MARTNEZ SEVILLA**JUAN ANTONIO PACHN ROMERO***

    JESS GMIZ JIMNEZ****Universidad de Granada

    RESUMENSe estudian las pinturas rupestres esquemticas del Cerro Jabalcn de Zjar (Granada), un rea geogrfica poco conocida en este tipo de manifestaciones. Considerndose la posible existencia de dos momentos cronolgicos en estas manifesta-ciones prehistricas. Al tiempo que se aportan nuevos soportes muebles, procedentes de necrpolis en cuevas del Neoltico Antiguo, en parte relacionados con la secuencia cultural de tales depicciones.

    PALABRAS CLAVE: Arte esquemtico, cermica cardial, decoracin simblica, ocre, Neoltico, Granada.

    ABSTRACTWe study the schematic cave paintings of Cerro Jabalcn (Baza, Granada), a geographical area not well known in this type of expression cultural. We considered the possible existence of two chronological moments in these prehistoric manifesta-tions. Also, we contribute with new, from necropolis in cave the Early Neolithic, partly related to the cultural sequence of these settlements.

    KEY WORDS: Schematic art, cardium pottery, decorate symbolic, ochre, Neolithic, Granada.

    * Departamento de Prehistoria y Arqueologa. Universidad de Granada, [email protected]** Departamento de Prehistoria y Arqueologa. Universidad de Granada, [email protected]*** [email protected]**** [email protected]

    INTRODUCCIN

    En los ltimos aos se ha incrementado notablemente el inventario de pinturas rupestres esquemticas en la pro-vincia de Granada. De igual forma, el cmputo de soportes muebles, totalmente necesarios para la reafirmacin cro-

    nolgica de estas manifestaciones prehistricas, tambin ha tenido aunque ms lentamente un mejor conocimien-to en esta rea geogrfica. Hacindose un balance general de estos descubrimientos, comprobamos cmo Sierra Ha-rana, entorno montaoso no lejano a El Jabalcn aqu es-tudiado, ha proporcionado recientemente nuevos hallazgos

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    rupestres (Fernndez Ruiz, 2009a, 2009b; Fernndez Ruiz y Spanedda, 2013). stos, unidos a los conocidos desde antiguo por parte de Obermaier (1939), Breuil (1933-1935), Spahni (1957), Garca Snchez y Pellicer Cataln (1959), Carrasco Rus et al. (1982 y 1985), Ruiz Nieto et al., (1986), etc., configuran junto a su conjunto de cuevas, algunas paradigmticas como Carigela, Ventanas, Agua de Prado Negro, Pagarecio, uno de los ncleos con arte rupestre, mejor relacionados con el poblamiento neoltico de la regin. En el grupo de Mocln, al margen de las pros-pecciones antiguas de Garca Snchez y Pellicer Cataln (1959), Garca Snchez y Carrasco Rus (1975), Carrasco Rus y Pastor Muoz (1980), Carrasco Rus et al., (1982, 1983, 1985, 2004a, 2004b, 2006), Crdenas Berenguel et al. (1989), Riquelme Cantal (1999), Riquelme Cantal y Gonzlez Ros (1991), etc., las investigaciones sobre este tipo de manifestaciones prehistricas no ha tenido igual xito, no habindose producido nuevos hallazgos, posible-mente por falta de prospecciones ms intensas, aunque no dudamos de su existencia. En Sierra Elvira, despus del descubrimiento del abrigo de El Piorno (Carrasco Rus et al., 1982), bien relacionado con el asentamiento Neoltico Antiguo de La Molaina en Pinos Puente (Carrasco Rus et al., 2011a, 2011b), no se han sealado nuevas pinturas. Sin embargo, muy prximos a este ncleo, en las vecinas Sierras de Colomera, hemos detectado en los ltimos aos la presencia de mltiples abrigos con esquematismos, al-gunos de gran inters, que no se han publicado por desco-nocerse el posible poblamiento prehistrico que las reali-zara y, en ltimo caso, por publicitarlas innecesariamente, ya que en algn caso han sufrido graves deterioros por parte de desaprensivos.

    Tambin se ha conocido un nuevo e importante ncleo de arte rupestre en la Tierra de Loja, habindose documen-tado abrigos importantes en los Tajos de Lillo (Martnez Garca, 2013) en Las Minas y en el Tajo de las Zorreras an sin publicar, localizados en los rebordes montaosos de Sierra Gorda/Sierra de Loja, bien relacionados con un intenso poblamiento neoltico en los poljs y vegas prxi-mos a ellos (Carrasco Rus et al., 2010a). Por ltimo, el descubrimiento de abrigos con pinturas en las estribacio-nes de Sierra Nevada, como el de Arroyo de Huenes en Monachil (Fernndez Ruiz, 2006; Fernndez Ruiz y Muiz Lpez, 2006), abren nuevas perspectivas para el estudio de las manifestaciones esquemticas en las estribaciones de esta regin montaosa, escasamente conocida al respecto y, por lo dems, necesitada de novedades interpretativas.

    En relacin con los soportes muebles, verdadera piedra de toque para la contrastacin cronolgica de estas depic-ciones rupestres, al margen del inventario que realizamos previamente (Carrasco Rus et al., 2006), no se ha docu-mentado mucho ms. Sin embargo, la revisin de algunos de ellos, incluidos en la citada publicacin, procedentes de Sima del Conejo y Sima del Carburero de Alhama (Carrasco Rus et al., 2010a), as como otro indito de sumo inters (Carrasco Rus et al., 2011a), procedente de las excavacio-nes arqueolgicas efectuadas en la necrpolis de Cueva

    de Malalmuerzo en los aos ochenta (Carrin Mndez y Contreras Corts, 1979, 1981, 1983), han abierto nuevas perspectivas para el estudio iconolgico de ciertos esque-matismos rupestres.

    Una reflexin sobre las nuevas pinturas esquemticas de El Jabalcn, sus relaciones con las de Tajos de Lillo, ltimo conjunto pictrico conocido en la provincia de Gra-nada, junto a su contrastacin con los soportes muebles procedentes de registros funerarios de cuevas en similares mbitos geogrficos, centrarn el grueso de esta inves-tigacin, al margen de otros comentarios de ms amplio espectro.

    EL ABRIGO DEL CERRO JABALCNLos esquematismos rupestres de este abrigo son, des-

    de el siglo pasado, sobradamente conocidos por miembros del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Gra-nada, aunque nunca fueron objeto de publicacin alguna. En ocasiones han sido sesgadamente referenciados (Mar-tnez Garca, 2004, 2006, 2009, 2013), incluyndose su posible estudio cientfico en un Proyecto de Investigacin1, relacionado con el poblamiento prehistrico acaecido en las Altiplanicies de Baza, pero que nunca se concluy ni fue parcialmente dado a conocer, por lo que a nivel cientfico no existen datos precisos sobre ellos. Aunque, en realidad, las depicciones esquemticas de este abrigo s son amplia-mente conocidas en las redes sociales, habiendo sido obje-to de innumerables referencias, interpretaciones y estudios de aficionados, senderistas, ecologistas, etc.

    La importancia de este abrigo, al margen de la bondad de sus esquematismos, reside en su localizacin geogrfi-ca, pues rellena en esta regin del NE granadino un espacio vaco de estas investigaciones. Manifestaciones de simila-res caractersticas, slo de forma aislada, eran conocidas en un abrigo en las sierras de Huscar, algo alejado del entorno geogrfico que estudiamos (Breuil, 1933-35; Cas-taeda Navarro y Carrasco Rus, 1979) y en una cueva, an ms distante, en Puebla de Don Fadrique (Cueva de las Grajas o Coto de la Zarza), situada tambin en el ex-tremo NE de la provincia de Granada, donde a principios del siglo pasado se document un cprido aislado de ti-pologa controvertida (Breuil, 1914:243; Breuil y Motos, 1915:332-336; Cabr Motos, 1915:219-220; Beltrn Llo-ris, 1968:254; Dams, 1984:fig. 200; Carrasco Rus et al., 2004b). Adems, el inters del abrigo que presentamos, al margen de lo ya expuesto, reside entre los ya conoci-dos de la provincia en acoger uno de los mayores con-juntos conocidos de esquematismos. Con independencia de que sus depicciones pudieran presentar una problem-tica secuencia neoltica, siempre desde visualizaciones e interpretaciones actuales, que no dejan de ser parciales, personales y muy posiblemente incorrectas. Pero, inten-tando ofrecer una contextualizacin cronocultural aproxi-mada, asumimos puntualmente un tipo de reflexiones de las que no somos muy partidarios, aunque la investigacin en general s ha sobrevivido a sus expensas. Tradicional-

    1) Dirigido por Andrs M. Adroher Auroux.

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    mente nos ha interesado el poblamiento responsable de estas manifestaciones artsticas, pues la interpretacin de sus contenidos simblicos, al margen de farragosas descripciones y discursos poco apropiados, entrara en la actuali-dad, como antes lo fue y podra serlo en el futuro, en el mbito de serviles, va-cuas e innecesarias elucubraciones.

    ENTORNO GEOLGICO/GEOGRFICO Y SITUACIN

    La provincia de Granada se proyec-ta al nordeste, entre las provincias de Almera, Murcia y Albacete, a partir de un amplio pednculo: las altiplanicies de Baza y Huscar. Se trata de una extensa, elevada y horizontal planicie, cuya acu-sada sequedad implica su incorporacin a una de las reas subdesrticas y este-parias mayores de la Pennsula, la que se extiende por todo el sudeste espaol entre el Mediterrneo y las Subbticas y desde La Sagra hasta el Cabo de Gata. La altiplanicie forma parte de la gran ruta natural que se in-sina longitudinalmente en el interior de las Cordilleras B-ticas: la Depresin Penibtica o Surco Intrabtico (Hoya de Ronda, Hoya de Antequera, Depresin de Granada, Hoya de Guadix y Hoya de Huscar). Forma una depresin relati-va de 3.478 Km2, unos 30 Km de anchura y una longitud de casi 70, a la que rodea un cinturn de sierras, las de Cazor-la y La Sagra al NO, la de Baza al SO y las de las Estancias, Mara y Topares al E, con una altitud media por encima de los 900 m., se trata de una de las altiplanicies ms eleva-das de Espaa. Junto con la cuenca de Guadix, constituye una de las zonas con mayores contrastes paisajsticos de Andaluca, donde los relieves llanos estn circundados por grandes sistemas montaosos que le confieren un carc-ter cerrado, de donde deriva el nombre de hoya, utilizado popularmente tanto para la zona de Baza como para la de Guadix. La diferencia paisajstica ms notable entre ambas es su contrastada coloracin, con rojos vivos en la de Guadix y tonos ms blan-quecinos en la de Baza. Los sedimen-tos ms antiguos, que se reconocen en estas hoyas, corresponden al Mioceno Inferior, hace unos veinte millones de aos; sin embargo, su historia evolutiva nos lleva hasta tiempos relativamente recientes del Pleistoceno Superior, hace diez o doce mil aos. Es a partir del Vi-llafranquiense, hace unos 3 millones de aos, cuando empiezan a individualizar-se las actuales hoyas de Baza y Guadix, conformndose zonas lacustres y dep-sitos fluviales, con aportes sedimenta-rios procedentes de sus reas monta-osas prximas, en funcin de procesos deposicionales que cesaron a finales del

    Pleistoceno Superior, comenzando un perodo caracteriza-do por la erosin. El resultado fue un caracterstico paisaje de crcavas, encajonamiento de ramblas y ros de la zona, hasta adquirir la configuracin actual.

    El Cerro de Jabalcn con sus 1.488 metros de altitud resalta a modo de un gran monte-isla, presidiendo el paisaje semidesrtico de la Hoya de Baza (Fig. 1). Localizado en el municipio de Zjar, constituye una mole caliza dolomtica y una composicin geolgica diferenciada de los terrenos que lo circundan, suponiendo una parte desgajada de la sie-rra caliza de Baza. En la actualidad, su cara norte ofrece un paisaje de pinares, fruto de las repoblaciones del siglo XIX, mientras que en el pie de monte, en su cara sur, se encuen-tra la localidad de Zjar. De sus laderas surgen aguas terma-les que, histricamente, han sido recogidas y aprovechadas en los Baos de Zjar, mientras que rodeando el cerro por su parte noroeste se encuentra el embalse del Negratn.

    Fig. 1: Mapa de localizacin de los abrigos con pinturas rupestres del Jabalcn y Tajos del Lillo.

    Fig. 2: Modelo 3D del Cerro del Jabalcn con situacin del abrigo.

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    Los esquematismos se ubican en la falda este del macizo rocoso, concretamente en un abrigo formado en las calizas y dolomas jursicas en contacto con el pie de monte (Fig. 2). Se localiza en la coordenadas UTM Huso 30 X: 571.075,01 m, Y: 4.158.153,39 m, geogrficamente en la base de un frente rocoso de unos 100 m de altura, en la parte central del Cerro de Jabalcn, con una orienta-cin hacia Levante. Siendo su referencia la carretera que asciende hacia la ermita de Ntra. Sra. de la Cabeza, a unos 4 km antes de la misma, en el margen derecho y a escasos 50 m de la carretera. La morfologa del abrigo es bastante abierta, con una anchura de 13 m en la parte ms exterior y una profundidad de unos 4 m (Fig. 3). Los esquemas de-pictados se encuentran en la zona ms profunda del abri-go, distribuidas entre el techo y la zona media de la pared. Segn la degradacin del abrigo, es posible que no se haya conservado la totalidad del conjunto pictrico original.

    LOS ICONOS DEL CERRO JABALCN. ALGUNAS REFLEXIONES INTRODUCTORIAS

    Extraamente, este abrigo tan referenciado no ha teni-

    do suficiente atractivo para unos profesionales del arte rupestre esquemtico que, despus del tiempo trascurri-do desde su descubrimiento, no se han atrevido a estu-diar sus caractersticas formales ni su significacin en el contexto arqueolgico de los altiplanos de Baza y Huscar. Es evidente que su soledad, en un mbito geogrfico ar-queolgicamente desconocido, no ha ofrecido demasiados

    atractivos para su encuadre cronocultu-ral ni para otro tipo de estudios. Desde este punto de vista, ha sido ms factible seguir y copiar modelos de poblamien-to ya esbozados por la investigacin en otras reas geogrficas ms atractivas respecto de las manifestaciones es-quemticas, principalmente en ciertos ambientes geogrficos de las Sierras Subbticas.

    Han transcurrido casi cuarenta aos desde que en esas sierras intentamos poner nombres, apellidos y fecha de nacimiento a las manifestaciones ru-pestres postpaleoliticas (Carrasco Rus et al., 1982, 1985). Para ello, al margen de nuestras propias experiencias de campo y algunas observaciones intere-santes, debidas principalmente a Breuil y a investigadores como Spahni, Garca Snchez y Pellicer Cataln, experimen-tados en el poblamiento prehistrico de algunas geografas granadinas ricas en manifestaciones esquemticas, como Sierra Harana y Mocln, intentamos es-tablecer una relacin formal entre el arte rupestre esquemtico y el primer pobla-miento neoltico documentado en las amplias Sierras Subbticas andaluzas. Recordemos que este tipo de manifes-taciones prehistricas, de dos a cuatro

    dcadas atrs, por no remontarnos a tiempos anteriores, eran consideradas dentro del caracterstico difusionismo de la poca como un producto tpicamente oriental, llega-do a las costas del sudeste desde ambientes orientales de Prximo Oriente, junto con la parafernalia de la metalur-gia, extendindose posteriormente al resto de la Pennsula (Acosta, 1968). Hiptesis que se haba justificado con so-portes muebles, principalmente cermicos, en su mayora descontextualizados y de claro matiz oriental que, bsica-mente, hacan alusin a contextos de la Edad del Bronce. A ellos se unieron otros vestigios peninsulares, descontex-tualizados, dudosos y mal caracterizados, todo muy propio de un tiempo no demasiado lejano. En una poca donde los estilos, los semis, los parece ser, las evoluciones, etc., se emplearon para hacer aparecer en un ltimo momento al fenmeno esquemtico, en un continuo proceso degene-rativo, iniciado en los realistas y bellos esquemas paleolti-cos, hasta llegar a l a travs de etapas intermedias como las propiamente levantinas, tal como explica la abundante produccin bibliogrfica realizada. Estos aspectos estils-ticos y otras caractersticas fueron criticados por nuestra parte, proponiendo otras alternativas, en nuestra opinin ms innovadoras y novedosas (Castaeda Navarro y Ca-rrasco Rus, 1979; Martin de Guzmn, 1983). Opciones que no tuvieron ulterior trascendencia, ya que la profundizacin en la lectura e interpretacin del hermenutico discurso es-quemtico no dejo de ser en todo tiempo una quimera de difcil, por no decir imposible solucin.

    Las interpretaciones que sobre el esquematismo se

    Fig. 3: Planta y alzado del abrigo del Jabalcn con ubicacin de los moti-vos esquemticos.

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    han realizado y siguen realizndose, siempre sobre forma-lismos, no dejan de constituir en su mayora obviedades de escasa entidad, an ms de relieve cuando se han in-tentado aplicar a la estricta praxis arqueolgica, a partir de reflexiones extradas de generalidades de cariz anglosajn, escasamente contrastadas por los registros arqueolgicos locales. Que los esquemas pictricos se localicen en los extraplanos, abrigos y dems concavidades que ofrecen los sistemas montaosos es normal y obvio, como ni-cos y naturales soportes ptreos que ofrece la naturaleza susceptibles de pintar y grabar al aire libre; lo que no sera posible en el interior de La Mancha o en el valle del Guadal-quivir, ni por supuesto en el centro de La Vega de Granada. Que las localizaciones de los abrigos aparezcan formando ejes longitudinales sobre ciertos cauces de ros, no deja de ser otra obviedad, relacionada ms que nada con la diversa distancia de aquellos a sistemas montaosos apropiados y al grado de ocupacin prehistrica que debieron tener sus hinterlands inmediatos. Asimismo, es otra realidad que las pinturas ocupen las paredes de los abrigos con una cierta disposicin horizontal, vertical o ambigua, como tambin se ha denominado (Martnez Garca, 2006). En nuestra opinin, salvo excepciones muy concretas, las disposiciones pictricas estn relacionadas o condiciona-das por las propias configuraciones internas de las pare-des, su factibilidad para ser depictadas, o incluso por la propia creatividad, captacin del espacio o incluso por la iniciativa del artista para la realizacin y organizacin de los esquemas. En otro sentido, que en ciertos abrigos se com-prueben, o no, reutilizaciones a lo largo de un tiempo que nunca podremos cuantificar, tambin entra dentro de la lgica arqueolgica. Pues a lo largo del tiempo, los esque-mas se inventan, se toman, retoman y se hacen propios, como actualmente ocurre, especialmente en lo relacionado con ciertos aspectos de la investigacin prehistrica.

    Hemos sealado de forma rpida y somera algunos as-pectos que materialmente pueden afectar o condicionar la distribucin espacial de los abrigos, organizacin interna de los esquemas en sus interiores, etc., condicionantes sin mayor transcendencia, que no deberan afectar a la po-sibilidad de una posterior lectura interna y conceptual de los iconos esquemticos. Tras los aos transcurridos des-pus de los acercamientos previos, seguimos sin captar ni comprender, desde las lecturas particularizadas de los esquemas plasmados en estos abrigos, junto con algunas de las circunstancias materiales ya comentadas, ciertos as-pectos trascendentales que debieron afectar a las primeras sociedades neolticas, como los cambios en sus estructu-ras sociales y econmicas o la desarticulacin de su espa-cio territorial, etc. Todo sustentado, al margen de lecturas conceptuales particularizadas, en modelos anglosajones generalistas sobre aspectos del Neoltico de escasa o nula aplicacin a la dinmica particular de sus primeras pobla-ciones, en los entornos regionales en que nos situamos. Aunque, como indica J. Martnez Garca (2013) El campo de investigacin de la pintura rupestre esquemtica (PRE) est sometido a un debate abierto en el que la discusin conceptual de su organizacin interna y temtica, unida a su distribucin espacial, aporta un caudal de datos de enorme inters, que enriquece el conocimiento sobre el

    fenmeno esquemtico desde numerosas perspectivas.Aplicando estas supuestas perspectivas al estudio de

    los iconos del abrigo de El Jabalcn, comprobamos biblio-grficamente que lo nico relevante que de l se conoce es su amplio grado de visibilidad, en relacin con los en-tornos inmediatos (Martnez Garca, 2009, 2013). Derivado de su situacin en altura, sobre un gran paisaje abierto de llanura que nunca superara los 180o de visibilidad. Incidi-mos en este aspecto, porque un alto porcentaje de los abri-gos que hemos prospectado o descubierto en las Sierras Subbticas pueden tener este grado de visibilidad, aunque en algunos casos con menor profundidad de campo, por estar inmersos entre grandes elevaciones montaosas. Desde este punto de vista, no consideramos este abrigo como algo especialmente relevante para comprender la articulacin de las primeras poblaciones productoras, ni desde nuestra perspectiva hay nada que as lo indique. En este caso, quin articula el abrigo de El Jabalcn? y qu se articula y en base a qu? Las dudas se centran sobre las poblaciones que lo podan visionar en el radio frontal de 180o y, por el contrario, a las que no lo hacan en el radio contrario.

    Otra cuestin concierne a la estructuracin que presen-tan los esquemas pictricos en el interior del abrigo, pues al parecer puede ofrecer datos sobre estructuras sociales y cronolgicas. J. Martnez Garca en diferentes trabajos (2004, 2006, etc.), de manera reiterativa y confusa distin-gue, a partir de la distribucin de los esquematismos, entre paneles ambiguos, horizontales y verticales, para de-rivar de ah el conocimiento estructural de la sociedad que los realiz y, por ende, su cronologa relativa. Un rpido anlisis de la disposicin que presentan las pinturas en El Jabalcn se comprueba la dificultad de esta hiptesis y la subjetividad de su apreciacin, condicionada bsicamen-te por la configuracin y el tipo de soporte en que fueron plasmadas; por lo que estas observaciones no garantizan conclusiones sobre el tipo de sociedad igualitaria o no que las gest. Posiblemente, su anlisis tendra mejores funda-mentos en el estudio de otras manifestaciones pictricas, como las levantinas de cariz narrativo. Pero, en un esfuerzo sin sentido de comprensin, de las tres preconfiguraciones factibles de escoger para clasificar el panel de Jabalcn, el ambiguo fue el elegido: pues los motivos depictados no son numerosos, sin agrupaciones horizontales o vertica-les manifiestas, y recurren a motivos en este caso de an-tropomorfos; es decir: todo muy propio de una sociedad igualitaria.

    Siguiendo este esquema, tambin plantea la cronologa de esos paneles ambiguos como los ms antiguos de la serie (Martnez Garca, 2004), aunque los horizontales tambin pueden tener este status, de antropomorfos y zo-omorfos los temas mejor representados, siendo los pri-meros, con algunas matizaciones, los que encontramos en El Jabalcn. A ese grupo de ambiguos el citado autor adjudica una cronologa entre el V-IV milenio a.C., aunque en un ltimo trabajo (Martnez Garca, 2013) ampla sus reflexiones, como luego comprobaremos.

    El abrigo de Jabalcn documenta grficamente una se-rie de esquemas que, en trminos semiticos, correspon-dera grosso-modo al significante. Sin embargo, somos

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    reacios a considerarnos capacitados para efectuar reflexio-nes al respecto y, an menos, sobre su significado. Aun-que el papel resista una barbaridad y, bibliogrficamente, se pueda comprobar que cualquiera est capacitado para escudriar y desvelar el mundo oculto de estos esquemas y relacionarlos con modelos de poblamiento que se desco-nocen o retoman como propios. En ocasiones, el que no existieran excesivos datos que pudieran relacionarse con las autoras de las depicciones, tampoco ha importado en exceso. Pues a estos artistas prehistricos se les trasla-daba desde mbitos lejanos o, en su defecto, se ofreca una retahla, no importaba su ndole, de noticias, hallazgos, etc., sin contextualizar, ni saber su procedencia (lejana o prxima) y sin conocer su etiologa, pero que de algn modo cumpla la funcin de poblamiento. Se seguan parmetros y modelos que en su momento avanzbamos sobre la conjuncin y relacin poblamiento neoltico/arte rupestre esquemtico en las Sierras Subbticas (Carrasco et al., 1982 y 1985), pero con un gran desconocimiento de los mismos. Todo evidenciaba la nica intencin de pa-trimonializar los abrigos, describirlos ad usum privatum y relacionarlos con un poblamiento hacedor que se descono-ca, hasta su plasmacin en trabajos acientficos, dentro de la peor tradicin en este tipo de investigaciones.

    Pero el mundo del esquematismo y la abstraccin re-sulta muy atractivo para todo aquel que se le aproxima, pues su hermetismo y silencio permite todo tipo de elucu-braciones, en las que cualquiera tiene derecho a participar y satisfacer su ego de historiador del arte, de prehistoria-dor o de simple especialista. Aunque la cuestin es ms compleja y requiere otro tipo de formacin y experiencias que las que en la actualidad se tienen, o se utilizan para este remedo de investigaciones. Sera arduo describir los profundos modelos y postulaciones con que las diversas escuelas, a lo largo de la historia, especialmente desde el psicoanlisis y la semitica, se han aproximado al mundo de la abstraccin con fundamentos serios y complejos, un tanto inalcanzables para los tericos prehistoriadores es-pecialistas del esquematismo. Aspecto en el que no habra que obviar lo trabajos de un artista y terico del arte como Kandinsky, cuyas lecturas constituiran un buen inicio de partida para una mnima aproximacin terica al mundo de la abstraccin, de la que evidentemente se carece, pero que no se aora dado el cariz de lo que se escribe.

    Hace aos, ya se indicaba, que el fenmeno del es-quema, en los iconos pictricos rupestres, presentaba para gran nmero de prehistoriadores y tericos del arte una dicotoma entre inaccesible y atrayente respecto de la conciencia sobre la importancia que este problema re-viste, como signo de una cultura y la falta de un rigor metodolgico que contara con unos mnimos instrumen-tos conceptuales, o que ofreciera, al menos, una lnea de trabajo coherente en el anlisis de las referencias cultura-les de lo esquemtico. Es decir, la posibilidad de poseer unas tcnicas intelectuales, de suficiente entidad cientfi-ca, que consintieran utilizar el ingente material emprico de las pinturas esquemticas rupestres, superando las meras clasificaciones y catlogos de series tipolgicas, a las que estamos acostumbrados (Castaeda Navarro y Carrasco Rus, 1979). El propio Breuil ya era consciente de

    la limitacin de estos criterios, cuando escriba que no es cientfico generalizar la interpretacin de un motivo deter-minado en un tambin determinado abrigo, hasta el punto de aplicarlo a todos los motivos similares que aparecen en los abrigos espaoles (Breuil, 1933-35). Tecnicismos que trataban de paliar, de alguna forma, la imposibilidad de interpretar significados con seguridad. Esta tradicin fue seguida posteriormente por mltiples especialistas, abundando en los mismos resortes tipolgicos e identifi-cando las figuras-esquema a partir de un cuadro de posi-bles tipos, realizado a priori con smiles que se basaban en representaciones mentales actuales. Reconocemos el meritorio trabajo de clasificacin de tales tipos, aunque podamos poner en tela de juicio el personalismo visual del intrprete y la relatividad de estos signos de delicada valo-racin (Spahni, 1957).

    Estas breves reflexiones, en parte junto a otras emiti-das hace aos (Castaeda Navarro y Carrasco Rus, 1979; Carrasco Rus et al., 1982) nos servirn como postura ini-cial, en un intento por abordar el significante y significado de los esquematismos expresados en el abrigo de El Jabal-cn Siendo coherentes con lo anteriormente expresado de-beramos ser escuetos en estos aspectos, ya que desde el inicio hemos postulado nuestra impericia para este tipo de elucubraciones. Sin embargo, como existe alguna referen-cia bibliogrfica reciente, debida a un especialista en este tipo de manifestaciones, intentaremos cuestionar algunos puntos relacionados que consideramos controvertidos. En primer lugar, la observacin de que el panel del Jabalcn, justificando su modernidad respecto de los del Abrigo de Matacabras y Tajos de Lillo aparece compuesto por se-ries de antropomorfos con los brazos abiertos (Martnez Garca, 2009:217). Sin considerar ahora el matiz cronol-gico que se ofrece para estas pinturas, efectivamente se observan en el panel, dado el bajo ndice de abstraccin de sus esquemas, una mayora que podran aludir a repre-sentaciones antropomrficas. Aunque el grado de apertura de los brazos abiertos en relacin con los que los pre-sentan cerrados, en alto, bajados, etc., constituye un matiz que no alcanzamos a vislumbrar ni comprender, ni an menos a cuantificar cronolgicamente. Pero la cuestin de los esquemas representados se complica, si los visua-lizamos siguiendo similares esquemas simples como los propuestos para distinguir el grueso de los antropomorfos. Desde esta perspectiva, pueden responder a parmetros ms complejos, apareciendo asimismo puntos, rayas, un posible idoliforme, etc., junto a posibles reutilizaciones del panel como soporte ptreo, que no sabemos si se produ-jeron en un tiempo corto o largo. Aunque como se com-probar, dependiendo siempre de la particular visin que se obtenga de los esquemas y de su interpretacin ms o menos coherente. A tenor de las posibilidades, carencias o particulares intereses cientficos de cada cual, como en la actualidad, y en realidad, se sigue efectuando en este tipo de investigaciones.

    Inicialmente, hemos plasmado en una figura general los esquemas pictricos desarrollados en el abrigo de El Jabalcn, a partir de fotografas tomadas con una cmara digital de alta resolucin. No se han realizado calcos di-recto y, por tanto, no han sido objeto de ningn tipo de

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    agresin, limpieza, etc., por agua u otro tipo de lquidos. Posteriormente, las imgenes obtenidas fueron elabora-das con un programa de tratamiento de imgenes Adobe Photoshop CS5 y en algunas imgenes tambin se ha uti-lizado el software ImagenJ con el plugin Dstretch (http://www.dstretch.com) en el Departamento de Prehistoria y Arqueologa de la Universidad de Granada. Los resultados obtenidos se muestran en la Figura 4. Aunque, considera-mos que en el futuro este abrigo ofrecer resultados ms completos, especialmente cuando su estudio sea abordado por cientficos ms concienzudos, de mayor cualificacin profesional y con una adecuada financiacin.

    Del conjunto fotografiado solo analizaremos algunos esquemas de los denominados estereotipados, entre los ms tradicionales del arte rupestre esquemtico y otros que no lo son, junto a la posible incorporacin de algunos ms novedosos que pueden dificultar a priori la cronologa de estas pinturas. Tampoco describiremos o proporciona-remos medidas, etc. de los esquemas, que daran lugar a interminables y farragosos listados con apreciaciones per-sonales sin mayor validez alguna que solo serviran para ocupar espacio. En este aspecto, consideramos que el muestrario grfico ofertado (Figs. 4-5) es suficientemente fiable y real, para evitar meras descripciones y no impedir una rpida aprehensin con cualquier acercamiento. De igual forma, tampoco intentaremos una lectura conjunta e interpretativa de los esquemas representados, ya que el hombre puede engendrar ideas abstractas y formalizarlas en concreciones diversificadas, proyectndolas en forma de esquemas, smbolos, etc. Es lo que Leach denominaba mentefactos que sirven de representacin de las ideas

    metafsicas y de su estado mental (Leach, 1978), orga-nizados en conjuntos estructurados que condicionan una informacin codificada. Desde estas consideraciones asu-mimos el esquema rupestre como uno de los lenguajes, no verbales y artsticos, que el hombre utiliz para informar acerca de sus inquietudes y visin del mundo, con la cola-boracin de unos cdigos iconogrficos, obviamente con-vencionales (Castaeda Navarro y Carrasco Rus, 1979). As, dejaremos de lado el problema de las interpretaciones de los esquemas, llenos de una ambigedad paliativa de la teorizacin de este fenmeno, por lo que tendremos solo en cuenta algunos smbolos con los que el artista prehis-trico trat de captar los esquemas esenciales de las ideas y de los sentimientos. Los arquetipos de Jung, o los re-manentes arcaicos de Freud, estaran bien contrastados en el panel, aunque no son universales en cuanto a su ex-presin, sino dependientes del contexto donde se forman.

    Al hilo de las reflexiones de J. Martnez sobre el carc-ter casi monogrfico de lo antropomrfico en El Jabalcn, indicar en el plano mental que el uso de la figura humana supone una idea preconcebida. La repeticin sistemtica de este esquema tiene un sentido de concrecin de la especie y, por ello, busca las mnimas connotaciones icnicas que conducen mentalmente a la idea real que representar. Pero esos antropomorfos, en relacin con el tradicional listado tipolgico que acogen estos esquemas y sus posibilida-des cronolgicas comparativas frente a los representados en otros mbitos y abrigos, comprobamos por el registro arqueolgico la inoperancia de encuadrarlos en el tipo que ambiguamente describe como de brazos abiertos, ms modernos por esta disposicin, en relacin a los que los

    Fig. 4: Calco digital de los esquematismos del abrigo del Jabalcn.

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    presentan por ejemplo en alto o en forma de doble Y. Cuestin que habremos de debatir.

    Partimos de un hecho contrastado: que en este panel se pueden distinguir, o hacer referencia, a esquemas antro-pomrficos y restos de ellos. Adems, se evidencia una po-sible superposicin de esquemas, unos en rojo claro, que en una escala temporal local corresponderan con los ms antiguos y otros, en rojo oscuro, que cuando coinciden con los anteriores se les superponen. Al margen de que los esquemas antropomrficos representados responden a diversas tipologas, unas ms frecuentes que otras, junto a la aparicin de algunos puntos de gran tamao intercala-dos entre los anteriores y la presencia de alguna huella di-gital plasmada por el autor de las pinturas (Fig. 4:5). Todo desarrollado en un ambiguo panel, de escasa capacidad espacial. Por lo que, antes de ocuparnos de la problemtica de los seudotipos, coloraciones, superposiciones, etc., que en cierta forma constituyen meras especulaciones y elucubraciones generalmente utilizadas ad usum privatum, efectuaremos algunas reflexiones al respecto.

    Es evidente la escasa consistencia que tiene seleccio-nar, a travs de escalas cromticas y de superposiciones ya de por s ambiguas, prototipos que indiquen la evolucin en el tiempo de estas figuraciones grficas. Qu posibili-dad de verificacin real tiene la correspondencia colores-fecha, sin caer y esto es frecuente en un anlisis basado en la especulacin y la hiptesis? Sobre todo, cuando se piensa en las mltiples decoloraciones que sufren los pig-mentos en los abrigos, por muy diversas razones ambien-

    tales o por la subjetividad de las mismas apreciaciones. Aun cuando estos colores se hayan seleccionado cronol-gicamente, en base a correlaciones con materiales de una cultura determinada, aparecidos cerca de los abrigos, la inexactitud sigue siendo patente por lo relativo contando con una tabla de correspondencias de las identificacio-nes. Por otra parte, con qu fundamento puede hablarse de posibles relaciones entre los colores visibles de las pinturas y sus fechas de aparicin? Mientras, respecto de las superposiciones, cul es el baremo que especifica y distingue, en tableros fechables, unas pinturas de otras?

    Ya en su poca, el propio Hernndez-Pacheco comen-taba: Deducir de tales encuentros conclusiones respecto de la edad de las pinturas rupestres inmediatas, es en ex-tremo aventurado y aunque algunos prehistoriadores es-paoles y extranjeros hacen con frecuencia deducciones de esta ndole, yo, por mi parte, no hago otra sino que las cuevas de la Araa sirvieron de refugio a los hombres de la poca de la piedra pulimentada, sin ms consecuencias en relacin con las pinturas rupestres que all existen (Her-nndez-Pacheco, 1924).

    Sin ms especificaciones al respecto, podemos indicar que estas reflexiones marcan nuestras pautas a seguir, en el intento de abordar los esquematismos de El Jabalcn, especialmente desde una exigua perspectiva cronolgi-ca. Recordemos que, uno de los principales atractivos de estos silenciosos iconos ha sido el cuadro de sus data-ciones, as como el origen de las pinturas estudiadas. No olvidemos en este aspecto que Breuil, Cabr, Hernndez-

    Fig. 5: Fotografa del panel con pinturas esquemticas del Jabalcn retocadas con el software ImagenJ.

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    Pacheco, Burkitt, Werner y Obermaier fueron los primeros que iniciaron la ardua tarea de poner en claro la existencia, extensin, causas y cronologa de este arte esquemtico (Acosta Martnez, 1968). Es decir, obtener datos crono-lgicos de estos esquematismos es lo que ha ocupado y preocupado a los arquelogos de campo, por encima de las preocupaciones de los denominados especialistas de la abstraccin, al menos en los ltimos cien aos.

    En relacin con los iconos del abrigo de El Jabalcn, se ha insistido en el carcter casi monogrfico de la represen-tacin de antropomorfos. Situacin de la que no dudamos, pues no menos de diecisiete de esos esquemas se pueden contemplar tras la observacin y lectura particularizada de su panel, que metodolgicamente hemos subdividido en tres apartados de izquierda a derecha (AC) (Figs. 4-5). Todas las pinturas, dentro de lo aleatorio y ambiguo del tema, estn ejecutadas con trazo grueso y denso, realiza-das posiblemente con los dedos, de los que queda algn tipo de huella en el mismo panel. De todas maneras, el uso de un pincel para su realizacin tampoco se descarta, ni consideramos que su utilizacin pueda dar motivos a una especulacin sobre su cronologa.

    A. Se sita en el extremo izquierdo del abrigo y es el que ms complejidad de esquemas contiene. No menos de once, referidos a antropomorfos con brazos abiertos, extendidos y doble Y, etc. Alguno en actitud de idoliza-cin, junto a tres gruesos puntos y algunos restos de tra-zos horizontales. A destacar en este conjunto, la presencia de una pequea mancha que se puede corresponder con una huella digital del autor de los iconos y la presencia de una figura central que consideramos controvertida, ya que puede hacer alusin, en nuestra exclusiva opinin, a un complejo antropomorfo, o a un til cuya observacin no ha sido determinante. Lo que s existe es una clara su-perposicin de esquemas en rojo oscuro, sobre otros en rojo claro.

    B. Ms hacia la derecha, aparece un conjunto de es-quemas de los que, entre restos y figuras completas, siete pueden corresponder a antropomorfos, casi todos de bra-zos cados, a veces en actitud de idolizacin o de golon-drina, junto con manchas, informes y barras, en posicin vertical y horizontal.

    C. Ocupa el final del abrigo, por su extremo derecho, conteniendo algunas manchas informes en rojo oscuro y claro que se les superponen, junto a alguna barra vertical inclinada y otra horizontal.

    De tan somera descripcin de los esquemas observa-dos directamente, que no debe interferir posteriores pro-puestas con lecturas de mayor alcance, se pueden obtener algunas conclusiones ms elementales respecto a su sig-nificante, que a su significado. En relacin con los exiguos comentarios emitidos por J. Martnez Garca, que servirn como punto de partida para algunas escuetas reflexiones sobre los puntos expuestos con anterioridad.

    As, hemos comprobado el carcter monogrfico de lo antropomrfico en el panel, pero con matizaciones en cuanto a los tipos representados; esencialmente, cuando se utilizan aleatoriamente para extraer de ellos considera-ciones de matiz cronolgico. En este aspecto, J. Martnez Garca, al reflexionar sobre la cronologa de los esquemas

    y abstracciones propuestas de Tajos de Lillo, adscribe al-gn tipo de sus esquemas antropomrficos, junto a los denominados meandriformes/serpentiformes simples y dobles a su Modelo Antiguo de PRE (Pintura rupestre esquemtica), sin que sepamos por qu. Los tipos antro-pomrficos sealados como antiguos seran los caracteri-zados con brazos en alto o similares, tradicionalmente denominados en doble Y. Para reafirmar y realzar su po-sible y susceptible antigedad, frente a otras consideracio-nes en las que no entraremos por falta de contrastacin en la praxis arqueolgica, realiza algn comentario que tiene significado cronolgico, en relacin con los esquemas de El Jabalcn. En concreto, cuando insina, como algo retar-datario, que los antropomorfos de este panel son de brazos abiertos. Por lo que sera cuestionable el grado de apertura que deberan tener para definir tal status.

    Por otro lado, si se consideran abiertos solo los que presentan los brazos en alto, o tambin los que los pre-sentan cados, cul es el parmetro de antigedad? Si se observan los esquemas antropomrficos de El Jabal-cn, se aprecia una cierta unidad, por lo que no se po-dran extraer de ellos excesivas precisiones cronolgicas de carcter general. Sin embargo, en un nivel local ms restrictivo, tenindose en cuenta la superposicin de es-quemas visualizados en el panel, podramos avanzar otro tipo de reflexiones cronolgicas ms polmicas y ajusta-das. En primer lugar, comprobamos la existencia de dos tipos de coloraciones superpuestas, que afectan a los dife-rentes esquemas propuestos. En teora, los depictados en rojo claro estn infrapuestos a los que se presentan en un rojo ms oscuro, posiblemente menos degradado. Desde esta secuencia, es evidente que los cuatro antropomorfos que cabe considerar ms antiguos, presentan la tipologa clsica, con brazos extendidos o cados, lgicamente siem-pre abiertos. Por encima, los de coloracin rojo oscuro, en algunos casos con similar tipologa que los anteriores y otras veces, con brazos en alto en forma de doble Y, junto a otros, que aleatoriamente denominamos en pro-ceso de idolizacin, por habrsele aadido debajo de sus brazos, en forma de golondrina, dos puntos a modo de ojos o pechos que recuerdan esquemas idolicos. Este tipo de antropomorfos tampoco son de extraar en ciertos pa-neles andaluces, por lo que pensamos, dentro de su po-sible evolucin respecto de los que no los presentan, que no tenemos parmetros fiables para adjudicarles concretos esquemas temporales respeto de los anteriores. Solamen-te indicar, al margen de nuestras reflexiones sobre listas tipolgicas, coloraciones, superposiciones, etc., que los antropomorfos con disposicin de brazos en alto en doble Y no son los ms antiguos en este panel, por lo que su tipologa en general no debe considerarse paradigma de antigedad. Sin embargo, entre los esquemas de El Jabal-cn, existe uno a priori antropomrfico, que puede tener otro tipo de lectura. Nos referimos al sealado con el n 11 (Fig. 4), que pudiese entrar entre los que denominamos idolizantes, en golondrina, etc. Por su silueta, con cier-ta dosis de imaginacin y de elucubracin, como siempre ocurre con este tipo de visualizaciones e interpretaciones, pudiese corresponder con una representacin ms funcio-nal que antropomrfica, que aqu no especificaremos.

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    En este punto tendramos que fijar algn tipo de cro-nologa general, para los esquemas depictados del abrigo. Desde finales de los aos setenta e inicios de los ochenta, siempre hemos intentado relacionar, con mayor o menor xito, esquematismos rupestres/poblamiento prehistrico (Carrasco Rus y Pastor Muoz, 1980; Carrasco Rus et al., 1982, 1985, etc.). Desde esta opcin, fcilmente podra-mos establecer un bosquejo general sobre el poblamiento prehistrico en los altiplanos granadinos, englobando las depicciones estudiadas. Pero, quizs no fuese coherente, ms que nada por el desconocimiento que en la actuali-dad tenemos de los registros arqueolgicos de esta zona y cualquier mnima aproximacin, en relacin con Jabalcn, sera irreal e irrelevante para la investigacin. Sin embargo, se comprueba reiteradamente, que gran parte de los espe-cialistas en arte rupestre de la Alta Andaluca, no solo se han considerado capacitados para descifrar la hermenu-tica de los smbolos rupestres, sino tambin para poder diagnosticar autoras. La norma general en la publicacin de estas investigaciones contempla un itinerario marcado por la situacin, descripcin, interpretacin, poblamiento prehistrico y conclusiones. No importa lo que al respecto se escriba, basta aceptar que quienes realizaron las pintu-ras pudieron desplazarse 35, 40, 50 e incluso ms kilme-tros hasta ellas, y as justificar su autora. Tampoco impor-tara demasiado que los registros arqueolgicos, prximos o lejanos, correspondan a una u otra cultura. Slo interesa para estos especialistas que el lector de sus trabajos, ge-neralmente desinformado, compruebe sus conocimien-tos del territorio donde aparecen los iconos pictricos. Estos supuestos, mnimamente se pueden contrastar en un reciente trabajo realizado sobre los esquematismos de un abrigo en el trmino de Nvar, Granada (Soria Lerma et al., 2009), que referenciamos slo por ser de los ms recientes publicados en la provincia de Granada.

    Podemos indicar que no tenemos, ni conocemos, ni tampoco existen registros arqueolgicos que puedan re-lacionarse, aproximarse u ofertar datos para intentar una aproximacin cronolgica a los esquemas de El Jabalcn. Cabe especular sobre el poblamiento prehistrico de Sierra Harana, a unos cincuenta kilmetros de distancia, donde se localizan algunas de las cuevas neolticas ms emblemti-cas de Andaluca (Carrasco Rus et al., 2010b). Aunque no parecera correcto, pues no consideramos que esas pobla-ciones se desplazasen a El Jabalcn para depictar, pudien-do hacerlo en excelentes soportes calizos de sus entornos inmediatos. De igual forma, podramos avanzar algunos de los resultados que estamos obteniendo de nuestras inves-tigaciones sobre enclaves neolticos de Sierra de Baza, con Cueva de la Pastora como eje central de su poblamiento prehistrico. Alejada del abrigo unos treinta kilmetros, tenemos de ella algunas dataciones absolutas del Neoltico Antiguo y Medio, que tampoco consideramos asumibles para este refugio. No porque no puedan englobarse en esta cronologa, que es lo ms factible, sino porque considera-mos que estas sierras y Cueva de La Pastora, en concreto, siguen constituyendo entornos suficientemente alejados como para relacionar a estos niveles con El Jabalcn.

    Los autores de sus pinturas debieron establecerse en las laderas bajas de este enclave, en un radio de distancia

    no ms all de cinco kilmetros de su permetro montao-so. Hbitat que en la actualidad estar colmatado, desapa-recido o sumergido bajo las aguas del Negratn. Es muy posible que puedan existir, en tan amplio y extenso aflora-miento montaoso, ms abrigos con esquemas y cuevas tapadas o colmatadas, que debieron tener usos funerarios por las poblaciones que debieron asentarse en las zonas bajas que rodean dicho afloramiento. Entornos ideales para el establecimiento de pequeas comunidades durante el Neoltico Antiguo, como surgencias naturales de agua y un gran rio como el Guadiana Menor, tierras feraces en sus proximidades y relieves rocosos con abrigos para depictar, junto a grietas y cavidades para enterrar.

    Podemos sugerir, al margen de la inexistencia de re-gistros arqueolgicos reconocidos en las proximidades de El Jabalcn, la ausencia de soportes muebles locales que pudiesen aportar patrones cronolgicos fiables para sus depicciones, como siempre hemos propugnado sobre el carcter antiguo del fenmeno rupestre esquemtico en las Sierras Subbticas. As, lo hemos considerado del Neoltico Antiguo, con ciertas pervivencias de algunos de sus arquetipos en periodos posteriores, nunca ms all del Neoltico Medio, solo para esquematismos depictados so-bre paneles rocosos al aire libre. En el caso que nos ocupa, la cronologa de los esquemas de El Jabalcn sin gran pre-cisin, pueden perfectamente entrar en el hiatus temporal del VI-V milenio a.C. Cronologa que no sera asumible en su tramo moderno, si la figura sealada como dudosa (Fig. 4:11) no fuese un antropomorfo sino un til concreto, que no identificamos. Entonces, las actividades pictricas en este abrigo posiblemente llegaran hasta finales del IV mi-lenio a.C., lo que tendra una difcil y controvertida lectura arqueolgica.

    SOPORTES MUEBLES Y ESQUEMATISMOS EN TAJOS DE LILLO Y EL JABALCN

    Los soportes muebles constituyen los nicos argu-mentos que, en la actualidad y en el futuro, pueden ofrecer datos de cierta relevancia para la precisin de las icono-logas y cronologas de los esquematismos rupestres. En este sentido, indicaremos algunos soportes muebles que en los ltimos aos hemos valorado, en algunos casos con interpretaciones novedosas y avaladas con datacio-nes absolutas. Soportes muebles que han sido publica-dos como simples registros arqueolgicos, relacionados con el poblamiento neoltico en ciertos mbitos locales de las Sierras Subbticas, pero no respecto de algunas de las problemticas concretas, ya sealadas, que presenta el esquematismo rupestre. Una nueva consideracin, en relacin con los esquematismos de Tajos de Lillo, podra aportar alguna precisin a los de El Jabalcn. Sin olvidar que, en la actualidad, son los ms antiguos documentados en territorio andaluz.

    Quizs, uno de los soportes ms conocidos y versio-nado por nuestra parte (Carrasco Rus et al., 1982, 1985, 2006, etc.) corresponda a un gran fragmento de borde y cuerpo de vasija, con una compleja decoracin en la que se alternan algunos motivos incisos con esquemas antropo-mrficos, realizados con el borde de una pequea concha

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    Fig. 6: Soportes cermicos con representaciones antropomorfas: 1.Sima del Conejo (Alhama de Granada); 2.a, b y c. Cueva de los Murcilagos (Zuheros, Crdoba) 3. Sima del Carburero (Alhama de Granada).

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    de cardium edule. El fragmento cermico procede de Sima del Conejo (Alhama, Granada), habiendo sido objeto, l-timamente, de una revisin ms profunda (Carrasco Rus et al., 2010a). En la actualidad, este fragmento con un an-tropomorfo de los denominados macro-esquemticos (Fig. 6:1), sus posibles relaciones con otro de esquemas incisos similares procedente de Sima del Carburero, en las proxi-midades de Sima del Conejo y la obtencin de algunas da-tas absolutas que pueden reafirmar su antigedad dentro del Neoltico, como ya habamos propuesto, adquiere una relevancia impensable hace unos aos.

    Las versiones vertidas sobre el fragmento requeriran una monografa, no slo por el esquema propuesto, sino por la tcnica empleada en su realizacin. Nuestra inca-pacidad para observar un motivo simblico o una posible abstraccin, y ahora ms que nunca, siempre nos ha hecho dudar del significante y significado de la expresada deco-racin. Sobre la tcnica, hemos hablado de una decoracin elaborada con tcnicas de incisin, posteriormente por im-presin y finalmente tras la observacin con lupa binocu-lar, concluamos su elaboracin por impresin con concha de cardium edule. Del esquema reflejado, desde los aos ochenta lo relacionbamos con un motivo radiado, un cua-drpedo, un soliforme, etc. Recientemente (Carrasco Rus et al., 2010a), con excesivas dudas, volvamos a comparar-lo con esquemas antropomrficos, expresados en algunas vasijas del rea levantina con decoracin cardial, proce-dentes de contextos funerarios y descritas como orantes. Destacando en este aspecto las recuperaciones de Cova de lOr y Sarsa (Mart Oliver y Hernndez Prez, 1988; Mart Oliver, 2006) y su reflejo en ciertas depicciones macroes-quematicas, presentes en un reducido grupo de abrigos levantinos, sobre los que no insistiremos por ser sobra-damente conocidos. Finalmente, de forma no definitiva, el esquema de esta vasija de El Conejo poda representar un incompleto antropomorfo con parte del cuerpo relleno de mltiples impresiones y brazos en alto, configurados por impresiones paralelas, que se cierran sobre la cabeza su-jetando un sol. De igual forma, apostbamos en principio por una cronologa del Neoltico Antiguo y Medio, aunque con ms posibilidades para el primero de estos periodos, precisndose en la segunda mitad del VI milenio a.C. Aun-que, posteriormente, tras la aparicin de este fragmento con decoracin cardial la datacin podra subirse hasta la primera mitad de este milenio (Carrasco et al., 2010:257). Cuestiones estilsticas y cronolgicas que an intentare-mos matizar.

    El esquema representado en la vasija de El Conejo, re-afirmara su carcter macro-esquemtico por adscribirlo a un tipo de icono tradicional en bibliografa, aunque no deberamos inclinarnos por las etiquetas en este tipo de abstracciones. Efectivamente, el icono representado co-rresponde a parte del tren superior de un antropomorfo de la citada tipologa, con brazos en alto manteniendo en-tre ellos un soliforme radiado, aunque J. Martnez Garca ltimamente haya indicado que este fragmento presen-ta una decoracin reticulada difcilmente asociable a los elementos del repertorio esquemtico (Martnez Garca, 2013:98). Iconologa que, en relacin con sus posibles similitudes con los levantinos, requiere algn breve co-

    mentario ms tipolgico que de significado. Pero antes de realizarlo, hemos de referenciar otro soporte cermico con esquemas antropomrficos similares, pero realizados con tcnicas de incisin, inmerso en los ltimos aos en cierta polmica. El fragmento cermico fue localizado en El Carburero (Fig. 6:3), sima muy prxima a la de El Conejo, y su motivo decorativo ya fue descrito por los descubrido-res (Mengibar Silva et al., 1981: Fig. 5, 6) como dos cr-culos de los que parten incisiones cortas, que muy bien pueden estar relacionados con otros de la pintura rupestre esquemtica (Mengbar Silva et al., 1981:62-63). Poste-riormente, nosotros los interpretamos como soles radia-dos (Carrasco Rus et al., 1982, 1985, etc.), asociados con esquemas rupestres de las Sierras Subbticas. En aos posteriores fuimos reafirmando nuestras primeras apre-ciaciones (Carrasco Rus et al., 2006). Como recientemente ha indicado J. Martnez, as han navegado por la biblio-grafa desde entonces, aunque l lo considera un oculado facial (Martnez Garca, 2013:98); siguiendo posiblemente otra interpretacin posterior a la nuestra, que incida sobre su carcter ineludible de oculado (Molina Expsito et al., 1999). En la actualidad, seguimos insistiendo sobre los motivos soliformes presentes en los fragmentos de sima de El Conejo y Carburero, aunque en esta ocasin, consi-derndose que forman parte de esquemas ms complejos que los inicialmente propuestos.

    El hecho de lo fragmentario de las vasijas, haba con-dicionado nuestra inicial visin de los esquemas expre-sados en ellas. Una interpretacin parcial que justificaba, en los inicios de los aos ochenta, la indicacin de que el fragmento de El Conejo constitua un esquema deco-rativo que, en definitiva, se nos escapa (Carrasco Rus et al., 1985). Argumento igualmente justificado por el des-conocimiento que, por entonces, se tena de lo que, pos-teriormente, se denomin arte macro-esquemtico. Desde nuestra perspectiva actual, los esquemas representados en estas cermicas granadinas responden a una iconologa de antropomorfos sosteniendo soles. Aunque el caso de El Carburero puede plantear alguna duda, ms que nada por la impresin que puede ofrecer la distribucin de los soles bajo una estrecha faja horizontal que, a priori, puede dar la impresin de cejas, especialmente a partir de otra vertical ms corta que la compartimenta. Puede simular un entrecejo o incluso nariz, pero en realidad sirve para separar los dos factibles antropomorfos que sostienen los soliformes: el anterior, elaborado con impresiones cardia-les y, ste, con incisiones rellenas de pasta roja. Una fi-guracin que responde a esquemas que podran entrar en lo macro-esquemtico y otra no tanto, aunque se intuye, siempre en nuestra opinin, una mayor correspondencia con lo estrictamente esquemtico, si es que estamos su-ficientemente capacitados para realizar este tipo de distin-ciones estilsticas.

    Estos esquemas antropomrficos, especialmente el procedente de El Conejo, tiene las mejores similitudes con otros localizados en el espacio levantino, aunque con con-cretas matizaciones de fcil visualizacin y ms difcil in-terpretacin. La relacin de soportes muebles recogidos en cuevas levantinas, como Or, Rates Penades y Sarsa, en su mayora sin estratigrafa y en nuestra opinin de tipo fune-

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    rario, ofrecen similares esquemas antropomrficos con los propuestos en las simas granadinas, que han sido exce-lentemente recogidos en trabajos relativamente recientes (Mart Oliver y Hernndez Prez, 1988; Mart Oliver, 2006), por lo que huelga ofrecer un exhaustivo listado sobre ellos. De igual forma, los paneles en cuevas con similares es-quemas depictados, aunque reducidos, son sobradamente conocidos e interpretados a partir de las investigaciones de M. Hernndez y su equipo. Sin embargo, dentro de las estrechas similitudes observadas entre los esquemas levantinos y granadinos, se comprueba de forma global, sin particularizar, diferencias que consideramos bsicas, especialmente en cuanto a su significado, que evidente-mente no podramos abordar, salvo aportar algn simple comentario sobre ello.

    En primer lugar, los antropomorfos levantinos presen-tan en su gran mayora cabezas, configuradas de formas diversas, apuntadas, triangulares, redondeadas, etc. Sin embargo, los dos esquemas andaluces y algn que otro ms, han sido representados de forma acfala. En segun-do lugar, los levantinos tienen todos los brazos en alto, a veces distinguindose manos y dedos, libres, sin sostener ningn elemento. Por el contrario, en los andaluces, una similar composicin de brazos en alto, sostienen o captu-ran soles radiados con las manos, sin diferenciarse en el conjunto configurado. Estas figuraciones en el Levante fue-ron denominadas orantes, correspondiendo a manifesta-ciones que, dentro del paradigmtico modelo dual, seran obra de los neolticos puros y, desde esta ptica, llegadas desde Oriente. Una vez establecidos en el rea levantina, reflejaran sus inquietudes y aoranzas con los brazos en alto y con depicciones difciles de interpretar, si aceptamos que se trata de un arte conceptual, pero siempre relacio-nados con ritos agrarios y de domesticacin (Hernndez Prez, 2000). Por nuestra parte, sin entrar en la herme-nutica de estas figuraciones, volviendo a aceptar nuestra incapacidad para interpretar significado en esquemas y abstracciones, indicaramos que los significantes expresa-dos en los soportes granadinos y con ciertas dudas, en el supuesto, dolo descrito en fragmentos cermicos de Los Murcilagos de Zuheros (Gaviln Ceballos y Vera Rodr-guez, 1993), con similar diseo que los anteriores, quizs cronolgicamente ms evolucionado, hacen alusin a una estrecha relacin del hombre con el sol (Fig.6:2a-c). Cues-tin generadora de una amplia bibliografa interpretativa sobre la que no vamos a insistir, ya que en cierta forma fue escuetamente reflejada en un antiguo trabajo (Castaeda Navarro y Carrasco Rus, 1979). La nueva lectura de estos soportes, al margen de sus posibles tipologas, enlaza con problemticas relacionadas con otros procedentes de simi-lares contextos funerarios. Asimismo, su supuesta relacin con los esquematismos y propuestas interpretativas de los Tajos de Lillo, as como con las dataciones absolutas lo-cales que pudisemos aportar para todo este conjunto de manifestaciones artsticas y, por extensin, para las de El Jabalcn, junto con algn que otro soporte mueble apare-cido en ambientes granadinos cercanos, pueden ayudar a la comprensin de algunos aspectos estilsticos y cronol-gicos relacionados con esta investigacin.

    Tajos de Lillo, en Sierra de Loja, es el ltimo abrigo

    dado a conocer en la provincia de Granada con esquema-tismos rupestres (Martnez Garca, 2013). No vamos a in-cidir en l, ya que la metodologa empleada para su estudio tcnico nos parece correcta y sobrada de medios. Tampo-co en sus descripciones tipolgicas, sin demasiada tras-cendencia, aunque el conjunto estudiado es importante por su gran tamao y por la gran cantidad de esquematismos que contiene. En relacin con ellos, solamente comentare-mos algunos de los aspectos crono-culturales propuestos por su investigador, que pueden alcanzar en el futuro algn tipo de relevancia.

    En cuanto al poblamiento prehistrico que el autor asocia a estas pinturas, solamente indicar que sigue taxa-tivamente nuestras propuestas, relativamente antiguas (Carrasco Rus y Pachn Romero, 2009), sin posibilidad de haber conocido las ms recientes (Carrasco Rus et al., 2014). Desde antiguo, conocamos sobradamente los abri-gos de Tajos de Lillo, pero nunca los relacionamos con las simas de Sierra Gorda, por considerar a estas aunque cer-canas fuera del mbito de aquellos abrigos. Tampoco con el pequeo enclave que excavamos en Cueva del Coquino (Navarrete Enciso et al., 1987-88), lo mismo que con cue-vas como La Raja (Gamir Sandoval, 1960) o Las Maravillas mencionada por Breuil pero nunca localizada (Carrasco Rus et al., 2010a), ni con alguna otra tambin aludida por el autor, de la que se desconocen sus registros arqueol-gicos, incluso ms tardos de lo que l puede considerar. Sin embargo, ms prximo a Tajo de Lillo y ms relacio-nado con ellos, obvia El Manzanil (Gmiz Jimnez, 1998) y Covacha de La Presa (Carrasco Rus et al., 1977) con registros entre el Neoltico Final/Argar, lo que a priori no encajaba con la posible cronologa de estas pinturas. Para el investigador fue ms fcil relacionarlas con el esquema general propuesto, por nuestra parte, sobre el poblamiento neoltico de la zona, sin considerar que todas estas cuevas y simas respondan a un patrn funerario. Pero, como les adjudicbamos cronologas antiguas ambiguas, del Neo-ltico Antiguo con pervivencias en el Medio, por no rom-per desde un primer momento y de forma drstica con las consideradas para sus registros por parte de Pellicer, Na-varrete, Mengbar, etc., que las hacan corresponder ma-yormente con el Neoltico Medio/Final de cuevas e incluso posterior, el investigador acept esta en teora cronolo-ga antigua. Que, volvemos a insistir, era ambigua y poco aplicable en concreto a las pinturas de Tajos de Lillo. A su vez, para sustentarla, repiti las cronologas absolutas obtenidas en ciertos enclaves en cuevas y al aire libre que, aunque no prximos, ya se incluyeron y comentaron en nuestros trabajos (Carrasco y Pachn, 2009); pese a que nosotros, a grandes rasgos las utilizamos para sustentar el posible poblamiento neoltico documentado en el Subb-tico, en vez de justificar dataciones concretas de abrigos con esquematismos, a veces localizados a excesivos kil-metros de distancia de donde se obtuvieron las dataciones y sin una aparente relacin entre ellos.

    El trasfondo de la cuestin es otro bien distinto. Los esquemas de Tajos de Lillo tendran una relacin ms plau-sible con el poblamiento desarrollado en los entornos del Alcaudique, al pie de los escarpes donde se localizan sus abrigos, que con las necrpolis en simas de Sierra Gor-

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    da/Loja. Pero, como los registros arqueolgicos de este mal llamado llano no han sido estudiados, ni por supuesto sistematizados, ha sido ms fcil relacionar las pinturas con nuestras propuestas de poblamiento en Sierra Gorda. Lo que ha propiciado en J. Martnez argumentar ambiguas cronologas, como nosotros, pero para otro tipo de regis-tros menos abstractos. Es decir, del Neoltico Antiguo y Medio y, a continuacin, descubrir la existencia de PRE en pleno VI milenio BC, a juzgar por las fechas calibradas que se estn obteniendo para algunos contextos neolti-cos antiguos (Martnez Garca, 2013). Algo que en poco o nada tienen que ver con los Tajos de Lillo, aunque la ambi-gedad del VI-V milenio BC, en la actualidad, y desde hace bastantes aos, no deja de constituir una obviedad, pues siempre hemos considerado que en las Sierras Subbticas corresponden mayoritariamente a esta cronologa. Aunque parece ser que es en los abrigos de Tajos de Lillo cuando se descubre el VI milenio BC como cronologa paradigmtica, a la vez que una subyacente relacin de sus esquemas con ciertas depicciones del rea levantina, en un intento del au-tor por justificar esta datacin. Situacin extraa, pues has-ta esta investigacin fechaba sus considerados esquemas antiguos a lo largo del V-IV milenio BC, aunque ya com-probaba unos evidentes contactos entre el grupo andaluz y el levantino (Martnez Garca, 2004), que desconocemos y nos parecen muy dudosas. En esta ocasin, para justificar estos contactos levantinos y la posible antigedad de es-tas pinturas, introduce parmetros igualmente personales y no justificados. As, incide sobre la presencia en estos abrigos de una temtica reducida que gira alrededor de los serpentiformes/meandriformes y los antropomorfos en doble Y, un abrigo grande con una importante concen-tracin de figuras de gran uniformidad (Martnez Garca, 2006:96). En efecto, el contenido de los Tajos de Lillo con figuras serpentiformes y/o meandriformes y numerosos antropomorfos en doble Y nos orientan claramente hacia contextos antiguos de la PRE (Martnez Garca, 2006:99). No se comprende la finalidad del autor para empezar a separar con claridad los elementos ms antiguos del siste-ma esquemtico, al realzar y aislar la antigedad de este tipo de esquemas y no la de otros en Tajos de Lillo cuando se comprueba que al menos se han depictado veinticinco antropomorfos con tipologas diferenciadas que acogeran de cinco a ocho figuraciones en paneles considerados f-siles y estables. Aunque podra intuirse solo porque este tipo de antropomorfos en Y, doble Y, o con brazos en alto junto con meandriformes, serpentiformes etc. podran tener, a partir de los soportes cermicos levantinos y es-quemas similares representados en algunos de sus abri-gos, un sustento crono-cultural en un rea geogrfica, en teora antigua, por encima de otras depicciones como las de El Jabalcn con antropomorfos considerados de brazos abiertos Pero estas relaciones crono-culturales suprarre-gionales entre esquematismos y abstracciones, a partir de apreciaciones ad usum privatum, sin dataciones absolutas, ni soportes muebles que las sustenten, son de muy difcil contrastacin y credibilidad. Trataremos de comprobarlo con el actual registro arqueolgico de Sierra Gorda y reas adyacentes.

    Pero, antes, consideramos que el introducir como pa-

    rmetro de antigedad esquemas abstractos meandrifor-mes y serpentiformes, de clara raz paleoltica, como as lo indican sus representaciones en iconos parietales de esta ndole, asocindolos con antropomorfos esquemticos, para definir concretos horizontes cronolgicos, no tiene contenido cronolgico alguno. De igual forma, si se rela-cionan con puntos, trazos, lneas quebradas, etc. y otras abstracciones difciles de precisar, que tradicionalmente forman parte junto a las bellas y realistas depicciones de los iconos paleolticos, y que de alguna forma son retomadas o perviven entre las panoplias de los esquemas neolticos. Asimismo, los antropomorfos citados presentan una gran ambigedad tipo-cronolgica, siendo muy frecuentes, sin gran trascendencia tipolgica entre las depicciones esque-mticas. Por lo que en Tajos de Lillo deducimos que, unos y otros, no constituyen, como refleja el autor, parmetros de antigedad, ni representan una sociedad estable, ni en transformacin, ni influyen en su sedentarizacin, ni en el proceso de consolidacin de sus estrategias agropecua-rias. Ni en concreto consideramos que stas se produzcan en el contexto de los cambios socio-econmicos que pro-voca todo el complejo proceso de neolitizacin (Martnez Garca, 2013:101). En definitiva, en estas sui generis apre-ciaciones del autor, junto a otras en las que no entraremos, solo comprobamos lecturas particularizadas de tipo social, especialmente estereotipadas, entresacadas de generalida-des que poco aportan sobre la hermenutica de los esque-mas representados en estos abrigos y, an menos, sobre sus verdaderas cronologas.

    Acercndonos a estas ltimas y al posible poblamien-to hacedor de estas pinturas, iniciemos nuestro anlisis sobre ficticios supuestos que nos conduciran a ficticios resultados. Ya se ha indicado que las factibles poblacio-nes verosmilmente relacionables con las pinturas de Tajos de Lillo no son, en nuestra opinin, las que conformaron las necrpolis de Sima Rica, Carburero, Conejo, LJ11, y an menos las de Molinos y complejo Agua/Mujer. Pero, como el autor ha considerado ms probable esta relacin, posiblemente por desconocimiento del poblamiento neo-ltico de los entornos feraces del valle de Arroyo Alcaudi-que, intentaremos sintticamente analizarla con novedosas aportaciones, a partir de dataciones absolutas y soportes muebles.

    Recientemente hemos concluido una investigacin so-bre registros arqueolgicos de la sima LJ11, en el contex-to general del poblamiento neoltico en Sierra de Loja/Alha-ma (Carrasco et al., 2014). En esta ocasin no hemos sido tan ambiguos por falta de datos ms concluyentes, como ocurri en ocasiones anteriores (Carrasco Rus y Pachn Romero, 2009; Carrasco Rus et al., 2010a). Aunque nues-tras cronologas del VI y parte del V milenio AC, para datar los conjuntos funerarios de estas sierras, parece ser que tuvieron xito, especialmente en lo concerniente a Tajos de Lillo (Martnez Garca, 2013). Tampoco en este aspec-to debera tener excesiva importancia, pues en ese amplio hiatus cronolgico de mil o mil quinientos aos, es normal que tuviese cabida la realizacin de las citadas pinturas. As, tras el estudio de los registros funerarios de LJ11 y un conocimiento ms profundo de los del resto de simas y cuevas localizadas en Sierra de Loja/Alhama, hemos con-

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    Fig. 7: Soportes cermicos y ptreos con motivos antropomrficos: 1 y 4.Sima LJ-11 (Alhama de Granada); 2 y 3. Cueva del Agua (Prado Negro, Granada) y 5. Complejo del Humo 6 (La Cala del Moral, Mlaga).

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    siderado, especialmente por anlisis comparativos, por-centajes de impresas antiguas y dataciones por AMS, que todos ellos pueden entrar o corresponder a un Neoltico Antiguo Epicardial, con una cronologa aproximada entre 5500/5000 AC. No sabemos si esta cronologa ms pre-cisa puede corresponderse con el estado fosilizado de los paneles de Tajos de Lillo, o si la sociedad neoltica re-presentada en ellos ha alcanzado la estabilidad o no, como propugna su investigador. Evidentemente, quinientos aos no son mil quinientos, ni dos mil (VI-V milenio AC), como sustenta el difuso hiatus temporal propuesto para ellas con los que fijar situaciones sociales y cronolgicas. En este aspecto, es posible que una aproximacin a la tipologa de los esquemas antropomrficos depictados en sus abrigos, en relacin con los documentados en los soportes muebles de estas simas, pueda aportar ms precisiones. Incidimos en los temas antropomrficos como posibles parmetros de antigedad, porque otros tipos de esquemas, en el caso que nos ocupa, no los proporcionaran. As, se comprue-ba la inexistencia en Tajos de Lillo de zoomorfos y soles, arquetipos que junto a otros, como pueden ser ciertos ti-pos de antropomorfos, podran en origen ser considerados antiguos. El resto de los esquemas propuestos en sus pa-neles, no dejan de constituir abstracciones intemporales de difcil o imposible filiacin. No es que antropomorfos, zoomorfos y soles en soportes muebles constituyan o defi-nan parmetros cronolgicos vlidos, para todo tipo de si-milares depicciones en los mltiples abrigos donde pueden aparecer; pues hay que considerar que los soportes mue-bles solo ofrecen aproximaciones cronolgicas, cuando son conocidas sus procedencias, a ser posible de contex-tos estratigrficos o registros arqueolgicos definidos y en similares entornos de los abrigos cotejados, etc. Aunque, en definitiva, un soporte mueble puede tener una cronolo-ga absoluta o relativa en s mismo, pero no es aplicable a la generalidad de sus posibles rplicas depictadas en abri-gos a lo largo y ancho del territorio. Desde esta opcin, aunque los esquemas del abrigo de El Jabalcn pudiesen tener mejores contrastaciones con los antropomorfos de los soportes cermicos conocidos, es evidente que la leja-na espacial entre unos y otros dificulta una mayor preci-sin cronolgica de sus relaciones internas. Cuestin que nos aparece ms asequible entre esquemas de Tajo de Lillo y soportes de los entornos de Sierra de Loja/Alhama, por la relativa proximidad existente entre ellos, en un similar ambiente, aunque muy posiblemente no haya tal relacin por cronologa interna e iconologa.

    S queda comprobada la existencia de una amplia va-riedad de esquemas antropomrficos en Tajos de Lillo, de los que su investigador destac especialmente los configu-rados en Y, doble Y y de brazos en alto, como para-digmas de antigedad, haciendo mencin a registros cer-micos de Sierra de Loja/Alhama. Sin embargo, no existen entre los soportes documentados en sus simas y cuevas, ni en Andaluca, ni en el resto de la Pennsula, uno slo con similares esquemas que recuerden esta iconologa. Recordemos que, de estas simas, en nuestra opinin, al menos proceden cuatro soportes muebles cermicos con esquemas de antropomorfos, junto a los tres o cuatro? de Cueva del Agua de Prado Negro en Iznalloz, Granada

    (Navarrete Enciso, 1977; Navarrete Enciso y Capel Mart-nez, 1977), el grabado en soporte ptreo del Complejo del Humo en Cala del Moral, Mlaga (Ramos Fernndez, 2004) y posiblemente el denominado oculado de Cueva de los Murcilagos de Zuheros, Crdoba (Gaviln Ceballos y Vera Rodrguez, 1993), conforman el mayor conjunto conocido dentro y fuera de Andaluca (Fig. 7). En su mayora proce-dentes de contextos antiguos, si exceptuamos con excesi-vas dudas el oculado de Murcilagos, que creemos algo posterior. Soportes sobre los que haremos algn cometa-rio, en orden a sus cronologas, relaciones con Tajos de Lillo y, en general, con el esquematismo rupestre. Ya que, posiblemente, junto a ciertas representaciones de zoomor-fos y soles en cermica, representan hoy los arquetipos en soportes cermicos ms antiguos conocidos del registro arqueolgico.

    El antropomorfo de brazos en alto con sol entre las ma-nos de Sima del Conejo, representa, por iconologa y tcni-cas empleadas para su decoracin, un esquema muy nove-doso en el territorio andaluz. Pudo haberse relacionado con los denominados macro-esquemticos levantinos, pero tambin ofrece acusadas divergencias, marcadas por su diferenciada iconologa y por la tecnologa empleada para la elaboracin de su pasta cermica, de procedencia clara-mente autctona. Su cronologa puede plantear problemas, aunque por el registro arqueolgico de donde procede, as como por las dataciones por AMS obtenidas de conjuntos prximos y similares, podran confirmar una franja crono-lgica entre el 5500/5000 AC.; aunque, si hubiese apareci-do asociado a registros cermicos con mayor incidencia de las cermicas impresas antiguas, junto a otro tipo de dataciones absolutas, nos inclinaramos a ofrecer para este soporte una cronologa superior. Su iconologa abre nuevas perspectivas para una mejor comprensin de los denominados soportes oculados, como el caso concreto del soporte procedente de El Carburero, realizado con r-pidas incisiones rellenas de pasta roja. Aqu se comprueba una similar composicin, ms esquemtico que el anterior, pero esta vez, con dos trazados incompletos, sosteniendo tambin sendos soles radiados entre los brazos. Esquemas referidos a brazos que han sido tambin visionados, sin excesivos argumentos, como lgrimas cadas de los ojos; por lo que deberamos indicar que este tipo de esquemas no aparecen ni en depicciones parietales de oculados, ni en soportes muebles conocidos. Pero, al margen de constituir con el representado en Conejo un esquema similar y nove-doso de antropomorfo/soliforme, entre ellos se abre otro tipo de problemticas, ms de cronologa y autora. Como cul de ellos tendra superior cronologa, si se realizaron en similar o distinto contexto cultural, si por los mismos o diferentes artistas.

    En relacin con la cronologa individual que pueden presentar entre s ambos fragmentos no podramos ser muy precisos, ya que los dos entraran con similares ar-gumentos en lo que denominamos Epicardial, entre el 5500/5000 AC. Desde un punto de vista tcnico, sera posible ofrecer una superior cronologa al impreso cardial procedente de El Conejo; sin embargo, no podemos olvi-dar que decoraciones de este tipo e incisas, con mayores o menores porcentajes, pudieron convivir especialmente

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    en la segunda mitad del VI milenio AC. Con las siguientes propuestas no tendramos argumentos suficientes para responder y, de hacerlo, plantearamos una mera elucu-bracin, pues ambos fragmentos son de factura local. Para tipologistas sera muy sugerente plantear un esquema evo-lutivo crono-tipolgico, partiendo del soporte cardial de El Conejo, pasando por el inciso relleno de pasta roja de El Carburero y finalizando en los motivos con incisiones sim-ples, propuestos como oculados, procedentes de Cueva de los Murcilagos de Zuheros (Gaviln Ceballos y Vera Rodrguez, 1993). Pero es algo que, en la actualidad, no podemos proponer por circunstancias obvias. Del oculado mencionado de Zuheros, consideramos que, al margen de tener una reconstruccin ligeramente forzada, los dos cr-culos concntricos considerados como ojos no responden a la tipologa conocida. Lo mismo que tampoco con los considerados soliformes y, menos an, unos y otros con los brazos pareados sostenindolos, que solo responden a los esquemas propuestos para los antropomorfos del Co-nejo y Carburero. En resumen, son propuestas diferencia-das, impuestas exclusivamente por el estado fragmentario de las vasijas donde aparecen representados. Mientras que la dudosa cronologa que, dentro del contexto funerario de Zuheros pudiese tener este soporte, por diversos motivos respondera ms al V que VI milenio AC.

    Otros antropomorfos, que pueden tener relacin con los depictados en Tajos de Lillo y El Jabalcn, estn pre-sentes en un soporte de LJ11 (Fig. 7:1 y 4), sima prxima a las del Conejo y Carburero y, al menos, en tres de Cueva del Agua de Prado Negro y posiblemente en un soporte en piedra, procedente del Complejo del Humo. Tipolgi-camente, corresponden con los que tradicionalmente han sido denominados tpicos de brazos cados, con cabeza marcada y otro tipo de parafernalias. Posiblemente, sus variantes son las ms representadas en los paneles con esquematismos rupestres. Los dos documentados en el Panel II de Los Tajos de Lillo (Martnez Garca, 2013:Fig. 5) pudiesen, con cierta cautela, relacionarse con los esque-mas de este tipo de antropomorfos, de igual forma y con matices, a algunos del abrigo de El Jabalcn. Lo que no quiere decir que presenten idntica cronologa, o se adap-ten perfectamente a los representados en los soportes, que a continuacin sealaremos. De LJ11, proviene uno de los ms conocidos e interesantes en este tipo de estudios. Ms que nada, por formar conjunto con un zoomorfo, posi-blemente cnido, conocerse el contexto cermico de donde proviene y existir algunas dataciones absolutas con o sin publicacin que grosso modo nos conducen a la segunda mitad del VI milenio AC. Este antropomorfo est realizado con finas acanaladuras pintadas de rojo y con l comproba-mos, cmo ya con esta cronologa relativamente antigua, en LJ11 se decoraban cermicas con motivos simblicos y tcnicas cardiales, incisas y acanaladas. Lo que no es de extraar, pues los registros cermicos de donde proceden estos soportes reflejan mayoritariamente, junto a otras, ex-ceptundose las cardiales, estas tcnicas decorativas.

    En Sierra Harana, Cueva del Agua de Prado Negro ha proporcionado algunos de los ms paradigmticos so-portes con antropomorfos de este tipo. Quizs, los ms conocidos, son los representados en dos fragmentos ce-

    rmicos, posiblemente de un mismo vaso. Aunque estn incompletos, uno refleja perfectamente las caractersti-cas del antropomorfo clsico (Fig. 7:2); por el contrario, el segundo tiene las piernas abiertas, posiblemente en V (Fig. 7:3). Por nuestra parte, con cierta elucubracin de la que no somos muy partidarios, estos dos antropomorfos formaran con otros, una escena ms compleja en la que se alternaran esquemas masculinos y femeninos. Junto a estos, en alguna ocasin hemos sealado algn que otro antropomorfo procedente de esta cueva, de los posible-mente denominados arboriformes o de otro tipo, que en esta ocasin no sealaremos con el fin de no rarificar el tema que desarrollamos. Sin embargo, se documenta en la misma cueva otro antropomorfo que, en cierta forma, ha pasado desapercibido por la investigacin y que, aunque con una iconologa diferenciada, puede tambin adaptarse al esquema antropomrfico que describimos (Fig. 8:1). Es-tos tres soportes fueron decorados con tcnicas antiguas de impresin no cardial, no existiendo de los registros funerarios de donde se obtuvieron dataciones absolutas. Sin embargo, no tendramos ninguna clase de dudas, por el conocimiento que a travs de los aos hemos tenido de ellos, de adjudicarle una cronologa, incluso superior al 5500 AC.

    Por ltimo, este tipo de antropomorfo puede tambin estar reflejado, como hemos sealado, grabado a buril en un soporte ptreo procedente del Complejo del Humo (Fig. 7:5), en esta ocasin portando un posible penacho o tocado. Aunque, se ha sealado una secuencia estrati-grfica para esta raja de ocupacin funeraria, nosotros, por variados motivos de los que ya hemos expuesto al-gunos (Carrasco Rus et al., 2009), no lo consideraremos as. Pero, conocindose los registros de donde provienen, su cronologa sobrepasara con cierta seguridad una fecha por encima del 5500 AC., propia de un Neoltico Antiguo sensu stricto.

    Por ltimo, de LJ11 procede otro soporte con la presencia de un antropomorfo menos tpico (Fig. 7:4), complejizando an ms este tipo de esquemas con sus convivencias y pervivencias en un horizonte del Neoltico Antiguo de la de Sierra de Loja/Alhama. Corresponde a lo que en el argot especializado se denomina arboriforme, conteniendo parte de las piernas y cuerpo con brazos ra-mificados. Todo el conjunto es de gran tamao y, siempre desde nuestra particular percepcin, muy esquemtico y visible. Son escasos los abrigos con paneles donde apa-recen reflejados este tipo de antropomorfos, generalmen-te tardos y en algn caso fuera del boom esquemtico. La presencia de este antropomorfo en un contexto del Neoltico Epicardial abre nuevas perspectivas, en orden a la consideracin de sus orgenes antiguos, poco conoci-dos en este caso. No tiene representacin en El Jabalcn ni en Tajos de Lillo. Finalmente, hemos de hacer mencin a dos arquetipos de esquemas, de origen antiguo, como son zoomorfos y soles, extraamente sin representacin en estos ltimos abrigos. La presencia de concretos es-quemas de estos tipos, a veces relacionados con antro-pomorfos de los denominados clsicos y algn que otro soliforme, dentro de la precariedad, podra ofrecer algn plus de antigedad a ciertas abstracciones asociadas a

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    J. CARRASCO RUS, F. MARTNEZ SEVILLA, J. A. PACHN ROMERO y J. GMIZ JIMNEZ

    Fig. 8: Soportes cermicos con motivos antropomorfos y zoomorfos: 1 y 2.Cueva del Agua (Prado Negro, Granada) 2. Cueva de Malalmuerzo (Mocln, Granada).

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    Nuevas aportaciones para el conocimiento del arte rupestre esquemtico y los soportes muebles en la cuenca alta del

    ellos, cuestin que no sucede en el caso de los abrigos comentados.

    Zoomorfos y soliformes, en el registro arqueolgico actual, tienen una buena representacin en soportes y abrigos. De los segundos, no es necesario detallarlos, pues son abundantes y variados. Slo referenciar algn caso que podramos considerar antiguo, en relacin con ciertos soportes con cpridos caractersticos, que puede ofrecer algn tipo de perspectivas acordes con su investigacin crono-tipolgica. Son frecuentes los soportes con solifor-mes, mejor documentados en el Neoltico Antiguo que en posteriores perodos, incluso del Cobre que no dejan de constituir un revival de los anteriores. Al respeto, en Anda-luca solo mencionar decoraciones en soportes cermicos elaborados con tcnicas impresas cardiales o con instru-mento, procedentes de registros funerarios antiguos de cuevas, como Carigela, Ventanas, Agua de Prado Negro, Malalmuerzo, Complejo del Humo, Botijos, etc. Realizados con otras tcnicas, como la incisin, el acanalado, pinta-dos, etc. son muy frecuentes y no es necesario referenciar-los, pues al margen de algunas novedades y revisiones han sido recientemente recogidos (Carrasco Rus et al., 2006). Algunos de los soportes de las cuevas mencionadas pue-den ofrecer cronologas de la primera parte del VI milenio AC, aunque sus esquemas no suelen estar bien reflejados en los paneles depictados conocidos, por lo que es com-plicado establecer entre unos y otros buenas relaciones cronolgicas. Aunque los soliformes, no dejan de ser un arquetipo entre los esquematismos depictados.

    Los soportes cermicos con cpridos esquemticos son ms escasos que los anteriores, pero, como se ha indicado, en casos concretos relacionados con ciertos abrigos, pueden ofrecer un mayor inters. Recientemente hemos documentado esquemas de cpridos en no menos de treinta abrigos andaluces (Carrasco Rus et al., 2004a, 2004b). Sin embargo en este aspecto, por el inters que siempre nos ha causado, solamente insistiremos en dos de ellos y sobre dos soportes que, por iconologa y posible-mente por cronologa, consideramos muy relacionados en-tre s, aunque, como comprobaremos, con ciertas dudas.

    En relacin con la depiccin de cpridos y su represen-tacin por diversas tcnicas en soportes cermicos y p-treos, en varias ocasiones hemos sealado que la imagen de este cuadrpedo es la que mejor representa, a lo largo del tiempo, la intemporalidad y continuidad desde momen-tos paleolticos hasta otros neolticos. En los ltimos aos, hemos documentado dos cpridos sobre soportes cermi-cos, uno con cierta polmica, pues en un primer momen-to fue dado a conocer como procedente de EL Canjorro Jan (Carrasco Rus et al., 2004a, 2004b, 2006), cuando en realidad proviene de Cueva del Agua de Prado Negro, Granada2. El segundo, se document en las excavaciones realizadas en Cueva de Malalmuerzo de Mocln, Granada (Carrin Mndez y Contreras Corts, 1979, 1981, 1983), siendo inicialmente publicado por nosotros (Carrasco Rus et al., 2011). Sin lugar a dudas, estos dos soportes en el registro actual, son los ms importantes y sugerentes del

    2) La informacin y fotografa de este fragmento la proporcion un aficionado en los aos ochenta, como procedente de los entornos de El Canjorro. Muy posteriormente comprobamos que proceda de Cueva del Agua de Prado Negro.

    territorio andaluz, por proceder de registros arqueolgicos conocidos, ser los ms completos y posiblemente anti-guos, existir alguna data absoluta relacionada con uno de ellos y estar las cuevas, de donde se extrajeron, prximas o en los mismos entornos que los abrigos con similares depicciones de cpridos.

    El soporte con cprido de Cueva del Agua (Fig. 8:3), procede de un similar contexto arqueolgico que los c-lebres antropomorfos, igualmente realizado con tcnica de impresin antigua no cardial y una cronologa, como ya se indic, incluso superior al 5500 AC. Respecto al de Cueva de Malalmuerzo (Fig. 8:2), realizado por impresio-nes con una pequea matriz de dientes muy finos. Aunque existen dataciones absolutas por AMS, entre el 5500-5000 AC, sobre registros de esta cueva con funcionalidad fune-raria, consideramos que este soporte puede sobrepasar la cronologa apuntada. Es decir, dos soportes que podemos considerar antiguos y, como todos los procedentes de cue-vas funerarias, que son la mayora, sin una gran precisin cronolgica. Quizs, al margen de su posible antigedad, destaca la iconologa especfica de los cpr