Nota Babelia Lit Argentina

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RAQUEL GARZÓN U na cucharada y en- gullías el “mar”. Otra, para tejer “luna”… La sopa de letras ha sido siempre una mar- ca de infancia en Argentina, la primera página en blanco para todo cachorro de escri- tor. A esa tradición de invierno, que anima a imaginar mundos dis- tintos en cada plato, quizá haya que agradecerle el germen de una litera- tura cada vez más calidoscópica, que desconoce hoy poéticas hege- mónicas y que frente a los nombres de exportación del siglo XX (Arlt, Borges, Cortázar, Silvina Ocampo, Bioy, Sábato…), ya tiene músicas y geometrías narrativas hijas de otras influencias (las de Puig, Saer y Aira, por ejemplo). Diversidad parece ser el apellido de la ficción argentina de los años 2000. Existen, con todo, temas y preocupaciones que destacan los es- critores consultados y que permi- ten si no componer un mapa ex- haustivo (“no sé si es útil ni sensato pedirle a un insecto que se haga en- tomólogo”, advertirá Eduardo Ber- ti, finalista del Premio Herralde 2004 por Todos los Funes), sí deli- near un retrato hablado de la narra- tiva actual, rico en matices. “Lo que marca cierta diferencia es la recuperación de Argentina co- mo escenario. A fines de los ochen- ta, parte de mi generación situaba sus novelas en China, Grecia, Ma- laisia o en lugares inexistentes, embarcada en una excursión al exotismo. Casi todos los que perte- necíamos a la revista Babel —Alan Pauls, Daniel Guebel, yo mismo— hemos vuelto”, destaca el periodis- ta y escritor Martín Caparrós (Bue- nos Aires, 1957), premio Planeta de Argentina 2004 por su novela Valfierno, un thriller que recupera la vida de un argentino involucra- do en 1911 en el robo de La Gio- conda. ¿Por qué el regreso? “Quizá porque la patria nos hizo el favor de desaparecer”, ironiza, “y sentimos que de los restos, de los fragmentos vale la pena hacer literatura”. Sin grandes maestros Leer las señas de otras escrituras en la propia se parece bastante a mirar- se al espejo. “Con justicia se puede nombrar a escritores de trayectoria impecable que marcaron las últi- mas décadas: Aira, Saer, Griselda Gambaro, Juan Gelman, Abelardo Castillo, Héctor Tizón, Angélica Go- rodischer, entre otros. Sin embar- go, parece haber cedido el tiempo de los grandes maestros”, sostiene Liliana Bodoc (Santa Fe, 1958), una de las autoras más atípicas del panorama reciente. Su trilogía La saga de los confines (Norma) supo- ne no sólo una renovación de la épi- ca fantástica que la crítica ha desta- cado por su calidad, sino también un boom editorial. Sus guerras sin fin, duelos entre el Bien y el Mal y largos y esforzados viajes siguen un proyecto literario personalísimo: “Mi intento fue el de entrecruzar un género de raigambre europea con un imaginario americano”, en el que dialogan Tolkien y Ursula Le Guin con el Popol-Vuh y las leyen- das mapuches. Y parece que funcio- na: la primera novela de la saga, Los días del venado, aparecida en 2000, va por la 10ª edición, con 35.000 ejemplares vendidos; la se- gunda lleva 16.000 y la tercera (pu- blicada en 2004) vendió 5.000 en su primer mes de librerías, en un país donde colocar 3.000 ejempla- res construye un best seller. Literatura nada tímida a la hora de cruzar fronteras (rasgo que expli- ca la veta autobiográfica en libros co- mo Papá, de Federico Jeanmaire), en la ola de intercambios más recien- te destaca una relación más inme- diata entre la escritura y la crítica. Martín Kohan (Buenos Aires, 1967), narrador y profesor de Teoría Literaria, señala como un logro “que Aira, cuya primera novela es de 1975, haya dejado de ser el nuevo” en los congresos de literatura. Un ca- so similar, afirma, fue el de Marcelo Cohen, autor de los cuentos de La so- lución parcial (Páginas de Espu- ma), “otro gran escritor de la genera- ción intermedia”, cuya obra tardó demasiado en ser leída. “Desde hace unos tres años la Academia Argenti- na se ha hecho cargo del estudio de la narrativa que le es contemporá- nea”, señala Kohan, y suma a su pro- pio nombre los de Juan José Bece- rra (que acaba de publicar Miles de años, su tercera novela) y Gustavo Ferreira (El amparo), como ejem- plos de una línea que privilegia “el relieve del lenguaje, la intensidad, el riesgo y la reducción de la anécdo- ta”. En una lectura generacional, afirma, César Aira (1949) tiene casi todos los boletos de la rifa de las in- fluencias: “Ciertas peripecias, cier- tos disparates se construyen al estilo Aira; de él aprendimos también la velocidad narrativa”. Peronismo, dictadura y exilio Bucear en tonos y voces distintos de los ya transitados para contar el pa- sado es otra línea de fuerza de la nueva ficción argentina. En su cuar- ta novela, Dos veces junio (Norma), Kohan parte de una pregunta esca- lofriante (“¿a partir de qué edad se puede empezar a torturar a un ni- ño?”) y reflexiona desde la ficción sobre el horror de la dictadura mili- tar con la perspectiva de “quienes la vivieron pero no la protagoniza- ron”. Con un claro antecedente en Villa, de Luis Gusmán, el relato rompe con el tipo de representa- ción realista costumbrista, común en los autores que habían tocado an- tes el tema y muestra cómo interro- ga la joven ficción las cuestiones aún abiertas de la historia reciente. Tendencia que ha encontrado una espeluznante vuelta de tuerca en Auschwitz, de Gustavo Nielsen. La revisión se atreve con los mi- tos. Novelas recientes como La aven- tura de los bustos de Eva, de Carlos Gamerro, y La vida por Perón, de Daniel Guebel, se atreven con lo has- ta hace poco intocable: una relectu- ra del peronismo y sus figuras desde la parodia, la sátira o la farsa, con un tono desacralizado que se sitúa en los antípodas del usado, por ejem- plo, por Tomás Eloy Martínez en La novela de Perón (1985) o en Santa Evita (1995). En un país atravesado por tantos exilios no extraña una rica tradición de extrarradio. La lista de autores que escriben en argentino desde el extranjero es suculenta y en ella se encuentran estéticas tan diversas co- mo las de Juan José Saer (en París), Rodrigo Fresán (con sede en Barce- lona), Sergio Chejfec (afincado en Caracas, que acaba de publicar Los incompletos, sexto título de una op- ción literaria experimental a la que algunas voces auguran un impacto futuro similar al del Aira actual), An- drés Neuman (hispano-argentino en Granada) y Eduardo Berti (Bue- nos Aires, 1964), otro parisiense por adopción. Berti se enrola en la tradi- ción que trabaja en torno “al extraña- miento, a lo siniestro, a las epifanías cotidianas, al fantástico razonado” y percibe un clima de “reconsidera- ción y renovación” de la literatura ar- gentina leída en Europa, que hasta hace siete años no incluía nada de lo escrito después de los años ochenta. Del mestizaje al ‘corralito’ El reverso de salir de Argentina pa- ra contar es llegar para hacerse es- critor. Anna-Kazumi Stahl (Esta- dos Unidos, 1962) visitó Buenos Aires por primera vez en 1988, se enamoró de su vida cultural signa- da por el “intercambio dinámico” entre autores, periodistas y críti- cos. Desarmó las maletas definitiva- mente en 1995, se convirtió en una porteña de ojos rasgados con san- gre japonesa y alemana y comenzó a escribir en español del Río de la Plata. “La estrechez lingüística”, afirma, “despeja la tabla” y da clari- dad narrativa: se queda sólo con “lo fundamental de lo que se elabora escribiendo”. Sus historias inte- gran la tradición nipona y las voces literarias del sur de Estados Uni- dos (Faulkner, Welty, Capote…) con la música de esa ciudad que los nativos llaman Baires. Catástrofes naturales y Flores de un solo día (Seix Barral), señala, son hijos del mestizaje y narran “los encuentros entre culturas distintas, con la con- fusión y la riqueza que surge al entrar en el mundo del otro”, crean- do pares: Oriente-Occidente, Nor- te y Suramérica, hombre y mujer. Las novelas no son noticieros, pero la crisis de 2001 aún se deja v v L W l t l t Librería Clásica y Moderna, en Buenos Aires, con un escaparate de autores argentinos. Martín Ko- han reflexio- na sobre el horror de la dictadura militar con la perspecti- va de “quie- nes la vivie- ron pero no la protagoni- zaron” D La riqueza de un país de ficción Del thriller a la parodia, pasando por la experimentación más audaz, los narradores argentinos de hoy reescriben su histo- ria, cuestionan sus mitos y polemizan sobre los criterios de mercado. Martín Caparrós, Liliana Bodoc, Martín Kohan, Anna- Kazumi Stahl, Washington Cucurto y Marcelo Birmajer son algunos de los herederos de clásicos del siglo XX como Rober- to Arlt, Borges, Cortázar o Manuel Puig y de escritores consagrados como Juan José Saer, Héctor Tizón o César Aira. Carlos Ga- mero y Da- niel Guebel se atreven con lo an- tes intoca- ble: una re- lectura del peronismo desde la pa- rodia MAPA LITERARIO DE ARGENTINA 2 BABELIA EL PAÍS, SÁBADO 15 DE ENERO DE 2005

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  • RAQUEL GARZN

    Una cucharada y en-gullas el mar.Otra, para tejerluna La sopade letras ha sidosiempre una mar-ca de infancia en

    Argentina, la primera pgina enblanco para todo cachorro de escri-tor. A esa tradicin de invierno,que anima a imaginar mundos dis-tintos en cada plato, quiz haya queagradecerle el germen de una litera-tura cada vez ms calidoscpica,que desconoce hoy poticas hege-mnicas y que frente a los nombresde exportacin del siglo XX (Arlt,Borges, Cortzar, Silvina Ocampo,Bioy, Sbato), ya tiene msicas ygeometras narrativas hijas deotras influencias (las de Puig, Saery Aira, por ejemplo).

    Diversidad parece ser el apellidode la ficcin argentina de los aos2000. Existen, con todo, temas ypreocupaciones que destacan los es-critores consultados y que permi-ten si no componer un mapa ex-haustivo (no s si es til ni sensatopedirle a un insecto que se haga en-tomlogo, advertir Eduardo Ber-ti, finalista del Premio Herralde2004 por Todos los Funes), s deli-near un retrato hablado de la narra-tiva actual, rico en matices.

    Lo que marca cierta diferenciaes la recuperacin de Argentina co-mo escenario. A fines de los ochen-ta, parte de mi generacin situabasus novelas en China, Grecia, Ma-laisia o en lugares inexistentes,embarcada en una excursin alexotismo. Casi todos los que perte-necamos a la revista Babel AlanPauls, Daniel Guebel, yo mismohemos vuelto, destaca el periodis-ta y escritorMartn Caparrs (Bue-nos Aires, 1957), premio Planetade Argentina 2004 por su novelaValfierno, un thriller que recuperala vida de un argentino involucra-do en 1911 en el robo de La Gio-conda. Por qu el regreso? Quizporque la patria nos hizo el favor dedesaparecer, ironiza, y sentimosque de los restos, de los fragmentosvale la pena hacer literatura.

    Sin grandes maestrosLeer las seas de otras escrituras enla propia se parece bastante amirar-se al espejo. Con justicia se puedenombrar a escritores de trayectoriaimpecable que marcaron las lti-mas dcadas: Aira, Saer, GriseldaGambaro, Juan Gelman, AbelardoCastillo, Hctor Tizn, Anglica Go-rodischer, entre otros. Sin embar-go, parece haber cedido el tiempode los grandes maestros, sostieneLiliana Bodoc (Santa Fe, 1958),una de las autoras ms atpicas delpanorama reciente. Su triloga Lasaga de los confines (Norma) supo-ne no slo una renovacin de la pi-ca fantstica que la crtica ha desta-cado por su calidad, sino tambinun boom editorial. Sus guerras sinfin, duelos entre el Bien y el Mal ylargos y esforzados viajes siguen unproyecto literario personalsimo:Mi intento fue el de entrecruzar ungnero de raigambre europea conun imaginario americano, en el

    que dialogan Tolkien y Ursula LeGuin con el Popol-Vuh y las leyen-dasmapuches. Y parece que funcio-na: la primera novela de la saga,Los das del venado, aparecida en2000, va por la 10 edicin, con35.000 ejemplares vendidos; la se-gunda lleva 16.000 y la tercera (pu-blicada en 2004) vendi 5.000 ensu primer mes de libreras, en unpas donde colocar 3.000 ejempla-res construye un best seller.

    Literatura nada tmida a la horade cruzar fronteras (rasgo que expli-ca la veta autobiogrfica en libros co-mo Pap, de Federico Jeanmaire),en la ola de intercambiosms recien-te destaca una relacin ms inme-diata entre la escritura y la crtica.Martn Kohan (Buenos Aires,1967), narrador y profesor de TeoraLiteraria, seala como un logroque Aira, cuya primera novela es de1975, haya dejado de ser el nuevoen los congresos de literatura.Un ca-so similar, afirma, fue el de MarceloCohen, autor de los cuentos deLa so-lucin parcial (Pginas de Espu-ma), otro gran escritor de la genera-cin intermedia, cuya obra tarddemasiado en ser leda. Desde haceunos tres aos la AcademiaArgenti-na se ha hecho cargo del estudio dela narrativa que le es contempor-nea, sealaKohan, y suma a su pro-pio nombre los de Juan Jos Bece-rra (que acaba de publicar Miles deaos, su tercera novela) y GustavoFerreira (El amparo), como ejem-plos de una lnea que privilegia elrelieve del lenguaje, la intensidad, elriesgo y la reduccin de la ancdo-ta. En una lectura generacional,afirma, Csar Aira (1949) tiene casitodos los boletos de la rifa de las in-fluencias: Ciertas peripecias, cier-tos disparates se construyen al estiloAira; de l aprendimos tambin lavelocidad narrativa.

    Peronismo, dictadura y exilioBucear en tonos y voces distintos delos ya transitados para contar el pa-sado es otra lnea de fuerza de lanueva ficcin argentina. En su cuar-ta novela, Dos veces junio (Norma),Kohan parte de una pregunta esca-lofriante (a partir de qu edad sepuede empezar a torturar a un ni-o?) y reflexiona desde la ficcinsobre el horror de la dictaduramili-tar con la perspectiva de quienes lavivieron pero no la protagoniza-ron. Con un claro antecedente enVilla, de Luis Gusmn, el relatorompe con el tipo de representa-cin realista costumbrista, comnen los autores que haban tocado an-tes el tema y muestra cmo interro-ga la joven ficcin las cuestionesan abiertas de la historia reciente.Tendencia que ha encontrado unaespeluznante vuelta de tuerca enAuschwitz, de Gustavo Nielsen.

    La revisin se atreve con los mi-tos.Novelas recientes comoLaaven-tura de los bustos de Eva, de CarlosGamerro, y La vida por Pern, deDanielGuebel, se atreven con lo has-ta hace poco intocable: una relectu-ra del peronismo y sus figuras desdela parodia, la stira o la farsa, con untono desacralizado que se sita enlos antpodas del usado, por ejem-plo, por Toms EloyMartnez en Lanovela de Pern (1985) o en SantaEvita (1995).

    En un pas atravesado por tantosexilios no extraa una rica tradicinde extrarradio. La lista de autoresque escriben en argentino desde elextranjero es suculenta y en ella seencuentran estticas tan diversas co-mo las de Juan Jos Saer (en Pars),Rodrigo Fresn (con sede en Barce-lona), Sergio Chejfec (afincado enCaracas, que acaba de publicar Losincompletos, sexto ttulo de una op-cin literaria experimental a la que

    algunas voces auguran un impactofuturo similar al del Aira actual), An-drs Neuman (hispano-argentinoen Granada) y Eduardo Berti (Bue-nos Aires, 1964), otro parisiense poradopcin. Berti se enrola en la tradi-cinque trabaja en torno al extraa-miento, a lo siniestro, a las epifanascotidianas, al fantstico razonado ypercibe un clima de reconsidera-cin y renovacin de la literatura ar-gentina leda en Europa, que hastahace siete aos no inclua nada de loescrito despus de los aos ochenta.

    Del mestizaje al corralitoEl reverso de salir de Argentina pa-ra contar es llegar para hacerse es-critor. Anna-Kazumi Stahl (Esta-dos Unidos, 1962) visit BuenosAires por primera vez en 1988, seenamor de su vida cultural signa-da por el intercambio dinmicoentre autores, periodistas y crti-cos. Desarm lasmaletas definitiva-mente en 1995, se convirti en unaportea de ojos rasgados con san-gre japonesa y alemana y comenza escribir en espaol del Ro de laPlata. La estrechez lingstica,afirma, despeja la tabla y da clari-dad narrativa: se queda slo con lofundamental de lo que se elaboraescribiendo. Sus historias inte-gran la tradicin nipona y las vocesliterarias del sur de Estados Uni-dos (Faulkner, Welty, Capote)con la msica de esa ciudad que losnativos llaman Baires. Catstrofesnaturales y Flores de un solo da(Seix Barral), seala, son hijos delmestizaje y narran los encuentrosentre culturas distintas, con la con-fusin y la riqueza que surge alentrar en el mundo del otro, crean-do pares: Oriente-Occidente, Nor-te y Suramrica, hombre y mujer.

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    Librera Clsica y Moderna, en Buenos Aires, con un escaparate de autores argentinos.

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    La riqueza de un pas de ficcinDel thriller a la parodia, pasando por la experimentacin ms audaz, los narradores argentinos de hoy reescriben su histo-ria, cuestionan sus mitos y polemizan sobre los criterios de mercado. Martn Caparrs, Liliana Bodoc, Martn Kohan, Anna-Kazumi Stahl, Washington Cucurto y Marcelo Birmajer son algunos de los herederos de clsicos del siglo XX como Rober-to Arlt, Borges, Cortzar o Manuel Puig y de escritores consagrados como Juan Jos Saer, Hctor Tizn o Csar Aira.

    Carlos Ga-mero y Da-niel Guebelse atrevencon lo an-tes intoca-ble: una re-lectura delperonismodesde la pa-rodia

    MAPA LITERARIO DE ARGENTINA2 BABELIA EL PAS, SBADO 15 DE ENERO DE 2005

  • or en ellas. La cartografa de ciuda-des heridas por lamarginacinmo-nopoliz los argumentos de los 815originales que aspiraron en 2004al Premio Clarn de Novela. Lascicatrices tien el nimo de la fic-cin. Lamarcams profunda y du-radera es el cambio en la percep-cin de la ciudad y la incorporacinde la idea de peligro, que era algototalmente ausente, apunta Pablode Santis, periodista y escritor queviene imaginando ficciones para j-venes y adultos desde los aosochenta. Huella de esa ciudad enra-recida es, por ejemplo, la incorpora-cin del asesinato de un joven cuyopadre no ha pagado el rescate pedi-do por sus secuestradores, que Airaincluye en la trama de la recienteLas noches de Flores (Mondadori).

    Eco del derrumbe es, tambin,cierto efecto dej v: Se han reflo-tado temas que parecan anacrni-cos en los noventa, seala Leopol-do Brizuela (La Plata, 1963). Sehabla nuevamente de la relacinentre la realidad poltica y su repre-sentacin en la ficcin, del papeldel escritor en la crisis Hay en al-gunos casos mucho de moda, mu-cho de pose, mucho de culpa. Peroel cambio es, en s, positivo, sostie-ne el autor de Inglaterra, una fbu-la (Alfaguara), una novela en laque las tradiciones indgenas de laTierra del Fuego dialogan con el

    teatro de Shakespeare y la corte isa-belina.

    Otros ritmos estn sonando.Mientras editoriales medianas y pe-queas (Adriana Hidalgo, BeatrizViterbo, Alcin y Vox, entre otras)rescatan para lectores curiosos li-bros que las multinacionales noconsideran aptos para el paladardel gran pblico, la literatura argen-tina suma en los mrgenes acordestropicales. En las dos nouvelles queintegran Cosas de negros (Interzo-na), de Washington Cucurto (naci-do como Santiago Vega en 1973), ellenguaje oral de la inmigracin re-ciente (paraguayos, dominica-nos) recuerda que el obelisco tam-bin es Amrica Latina. Mi mayorinfluencia literaria es la cumbia,sostiene Cucurto, con un desparpa-jo que recuerda a Copi, cuando la al-ta cultura se rasga las vestiduras.

    El mercado mandaEn un contexto empobrecido por latataranieta de la primera crisis, elmercado (contra cuyas acciones yomisiones se lanzan dardos desdetiempo inmemorial) es una refe-rencia ineludible. Su peso se multi-plica cuando se lo vincula con la visi-bilidad de la obra. Martn Kohandispara: Siempre ha habido una es-critura de la convencin, pero hoysu promocin excesiva implica la in-visibilidad demuchos otros autores.

    Que los referentes de la joven litera-tura argentina seanMarcelo Birma-jer, Guillermo Martnez, FedericoAndahazi y Pablo de Santis que sipor algo se caracterizan es por notener nada de nuevo, nada audaz,nada distinto para decir y que en elmejor de los casos son buenos ejecu-tores de reglas de gnero me pareceuna injusticia literaria.

    Las rplicas tambin vienen conplvora: A m no me interesan laspolmicas, me interesan las histo-rias, resume Marcelo Birmajer(Buenos Aires, 1966), para quien losargumentos de Kohan suenan a losde una amante despechada. Nimi

    estilo ni mis relatos pretenden sermodernos. Cuento lasmismas histo-rias de amor que ya aparecan en laBiblia, afirma. Periodista, guionistade cine y autor entre otros de Nue-vas historias de hombres casados(Alfaguara), Birmajer sita desdeha-ce 20 aos sus ficciones en su barrio,el Once, y asume el judasmo comosu punto de partida para mirar elmundo.Ms all de Piglia, Saer, Ai-ra y Fogwill (queEspaa ha empeza-do a leer con dcadas de retraso),Birmajer es uno de los autores queha logrado cruzar el Atlntico y cu-yos libros junto a los de Pablo deSantis, GuillermoMartnez y Rober-to Fontanarrosa (escritores con losque reconoce cierta afinidad) se ha-llan con facilidad en las libreras es-paolas.

    Segundo round (De Santis-Ko-han): No creo que hoy existan pol-micas en el mbito literario. Existenataques personales, que luego se dis-frazan comopolmicas con algn in-grediente terico. El resentimientoes el cdigo samuri del escritor ar-gentino, define Pablo de Santis(BuenosAires, 1963), autor deEl ca-lgrafo de Voltaire (Destino), que sesuma a la lnea de la literatura deimaginacin, no realista. Siempreque se habla de poticas arriesga-das, apunta, vale recordar aquellode: Todo cambia en el mundo, me-nos los escritores de vanguardia.

    WINSTON MANRIQUE SABOGAL

    El nombre de Alan Paulshadejadode ser citado s-lo en gruposminoritariospara estar enbocademu-chos lectores y ser invitado a lasprincipales citas literarias delmundo de habla hispana. En Es-paa su nombre suena desde2003, cuando su novela El pasa-do obtuvo el Premio Herralde, yan ms desde el otoo pasado,con el ensayo El factor Borges(Anagrama).Adems es el respon-sable del suplemento culturalRa-dar del peridico Pgina/12, deBuenos Aires.

    PREGUNTA. Violencia, exi-lio, dictadura,miseria urbana ycorrupcin son temas que iden-tifican a las letras argentinas delosltimosaos. Debe la litera-tura saldar esas cuentas?

    RESPUESTA. Puede propo-nerse saldarlas, s, pero sabiendoque el resultado un balanceequilibrado y sensato, en el mejorde los casos slo conformar alos burcratas del departamentocontable.Antieconmica pordefi-nicin, la literatura aun la ar-gentinaes la prctica del desba-lance y el antisaldo. No est parasaldar ni soldar nada, sino msbienpara agrietar, dilatar, desfon-dar. Y para reabrir deudas cuandoel consenso asegura que estn sal-dadas. Slo as, negndose a dar-las por cerradas, podrnarrarlas ypensarlas a su manera. Es lo me-jor, loms eficaz y lomenos cnicoque puede hacer.

    P. Cules son las principa-les caractersticas de la literatu-ra argentina actual frente a lasde otros pases hispanos?

    R. No veo la literatura argenti-

    na como un todo homogneo. Laveo plural, atmica, cruzada pordialectos distintos. Un coro de vo-cesquedesafinanal unsono.Aun-que insistira enpropiedades clsi-cas y, curiosamente, casi todasnegativas: la distancia, el cultode la no pertenencia, el escepticis-mo, la desubicacin, la orfandad.

    P. Qugran escritor argen-tino ha influido ms en la nue-va generacin de autores con-temporneos de su pas?

    R. Nohablaradeuna figura in-

    fluyente. Hablarams bien de uncambio de atmsfera, de mentali-dad, en el que han intervenido es-critores ms o menos anmalos(Puig, Copi, Aira), pero tambinfactoreshistricos como la caduci-daddeciertos imperativospoltico-culturales, la crisis de la literaturacomo bastin de Alta Cultura, elavance de la cultura conceptual ola estetizacin de la existencia.

    P. Cul es el estado de loscrticos en Argentina?

    R. Los pocos crticos que so-

    breviven estn en el mundo aca-dmico o en la franja indecisaentre la prensa y el libro, la ur-gencia y la paciencia del ensa-yo. En los mediosmasivos no haycrticos literarios: slo firmasque, a sabiendas o no, ejecutanpolticaspremeditadas o espon-tneas, pero casi siempre indi-gentes de medios.Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) es autorde las novelas El pudor del porngrafo(Sudamericana), El coloquio (Emec),Wa-sabi (Alfaguara), y ensayos como La infan-cia de la risa (Planeta).

    Alan Pauls (Buenos Aires, 1959), en el Crculo de Bellas Artes de Madrid en 2003. ULY MARTN

    De izquierda a derecha, los escritores Martn Caparrs, Pablo de Santis, Anna-Kazumi Stahl y Eduardo Berti.

    Alan PaulsEn Argentina hay uncambio de atmsfera

    La crisis de2001 y laoralidad dela recienteinmigracinparaguaya ydominicanase deja oren las nue-vas novelas

    Marcelo Birmajer. MIGUEL GENER

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