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19 de febrero de 2011 • Número 41 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada TEMA DEL MES

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El sur es “profundo”, el norte es “bárbaro”. Desde los tiempos del imperio azteca, Aridoamérica era tierra de hijos de perra: chichimecas; paisaje áspero y gente ruda que no valía la pena conquistar. Desinterés compartido por los españoles, hasta que en Parral y otros parajes del norte encontraron plata y en los bárbaros la mano de obra a someter. Entonces los nómadas se hicieron guerreros. Los más temibles: los apaches, a quienes combatían rancheros fuereños atrincherados en colonias militares. Aniquilados los apaches, prosperaron las haciendas a costa de las colonias. Y los rancheros se rebelaron: de matar apaches pasaron a ser apaches. En 1910 se fueron a la revolución y encabezados por un forajido se volvieron los nuevos bárbaros del norte… En 2008 campesinos y rancheros de Chihuahua encabezados por una caravana de tractores, en su marcha Del Chamizal al Zócalo, nos recordaron que los “apaches” cambian de montura pero siguen ahí.

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19 de febrero de 2011 • Número 41

Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver

Suplemento informativo de La Jornada

TEMA D

EL MES

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La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Me-dios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300.Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 5355-6702. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo en trámite. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores.

Suplemento informativo de La Jornada 19 de febrero de 2011 • Número 41 • Año IV

ARIDOAMÉRICAEste Reino atraviesa la Sierra Madre (…) son infinitas las sierras y montañas en que se divide (…) Estas tierras nunca fueron de la dominación de Moctezuma ni de ningún otro cacique (…) Pero siendo los indios enemigos (…) roban las haciendas y quitan la

vida sin distinción de sexo (…) para su fin principal que es robar”Lope de Sierra Osorio, oidor de la Real Audiencia, 1678

Haciendo incesantemente la guerra a los enemigos declarados, se conseguirá castigarlos, contenerlos, intimidarlos hasta que

soliciten la paz; concedida ésta se les irá atrayendo suavemente a las dulzuras de la vida racional a nuestra forzosa dependencia

(…) por los medios de la treta o el comercio (…); rotas la paces por las veleidades del Indio (…) volveremos a la (…) dura guerra, alternándose esa y la paz (…) cuantas veces lo exijan los procedi-

mientos (…) de las Naciones Bárbaras” Bernardo de Gálvez, virrey de la Nueva España, 1783

Agobiados por las constantes amenazas y agresiones de los bárbaros (…) sólo Namiquipa (quedó) como único baluarte de la civilización.

De una solicitud enviada por colonos de Namiquipa a fines del siglo XIX

El sur es “profundo”, el norte es “bár-baro”. Desde los tiempos del imperio azteca, Aridoamérica era tierra de hijos de perra: chichimecas; paisaje áspero y

gente ruda que no valía la pena conquistar. Des-interés compartido por los españoles, hasta que en Parral y otros parajes del norte encontraron plata y en los bárbaros la mano de obra a someter. Entonces los nómadas se hicieron guerreros. Los más temibles: los apaches, a quienes combatían rancheros fuereños atrincherados en colonias mi-litares. Aniquilados los apaches, prosperaron las haciendas a costa de las colonias. Y los rancheros se rebelaron: de matar apaches pasaron a ser apa-ches. En 1910 se fueron a la revolución y enca-bezados por un forajido se volvieron los nuevos bárbaros del norte… Una y otra vez el septentrión insumiso se apersona en nuestra historia. En 2008 campesinos y rancheros de Chihuahua encabeza-dos por una caravana de tractores, en su marcha Del Chamizal al Zócalo, nos recordaron que los “apaches” cambian de montura pero siguen ahí.

Sin grandes ciudades y con escasa y desperdigada población, Aridoamérica era territorio de cazado-res, recolectores y agricultores precarios, a quie-nes los aztecas dejaron en paz y la conquista llegó tarde. Tarahumaras, pimas, pápagos, tepehua-nos, indios pueblo, eran etnias numerosas. Pero había también una legión de tribus más peque-ñas cuyos nombres –posiblemente postizos– dan fe de una pasmosa y hoy extraviada diversidad.

No levantaron grandes templos y se han olvi-dado sus lenguas, cantos y dioses. Pero hubo un tiempo en que la sierra, los valles y el desierto fueron de ellos y es de justicia dejar constancia de sus nombres, los verdaderos, cuando menos los que les pusieron los españoles: sus verdugos. Estaban los hijos de la tierra, los hijos de la sierra, los hijos de las piedras, los hijos del lodo; pero también los cabezas blancas, los cabezas de gua-cale, los del pellejo blanco, los manos prietas, los del pescado, los del sombrero, los cocoimes de tecolote, los enemigos del cerro, los malaflechas, los del hedor fiero, los desorejados, los cometu-nas, los comesacate, los colorados, los negritos, los salineros, los gavilanes; por ahí andaban los tuigare, que llaman palo, y los guacadome, que llaman gente de las nueces; sin olvidar a los to-bosos, los cocoimes, los osata, los jumanos, los cholotes, los babosarigames, los jojocomes, los chisos, los chimates, los otahuay, los cucubipi, los cacucot, los guamuchicat, los papacolani, los

bajopapay, los boomes, los cocosut, los ajames, los tuiniamare, los amotamancos, los cacuotao-mes, los mastajamezquite, los bamimamar, los cotomamar, los teimamar, los aymamare, los si-nibiles, los mopatutur, los totomonos, los opulas, los cocomaguacales, los bacopo, los pobas, los es-toyto, los subuitutilca, los esauqui, los cuicuigas, los trimomomos, los cusirbipicas, los pinanacas, los pinanuas, los lapagados, los mascagua, los opoli, los pocodomen, los panigan, los tuicuigan, los conquemartaxan, los tuidamoydan, los bala-yogiglas, los sunigugiglas, los satapayigliglas, los guazapayogiglas, los bobori, los popos, los duros y los utacas. Trascendieron un poco más a los registros históricos los grupos étnicos que inte-graban las huestes llamadas apaches: navajos, co-yoteros, chiricagües, tontos, gileños, mimbreños, faraones, mescaleros, llaneros y lipanes.

La minería impulsó la colonización: nacieron pueblos, se roturaron tierras y se establecieron pastizales a la vez que se buscaba concentrar y someter a los nómadas, que respondieron con in-surrecciones. Pero además del explicable enco-no de los originarios, serranías, desiertos, clima extremoso, lluvias erráticas y heladas frecuentes hacen de la región un ámbito arisco, y la agri-cultura de los españoles tuvo que refugiarse en estrechos valles donde sembraron maíz y trigo.

Se forjó ahí un tipo humano peculiar: los ran-cheros. Agricultores libres y autosuficientes que sobrevivieron a los apaches, a la deserción del capital y al abandono del gobierno. Los ranche-ros fueron muro de contención de los predadores que venían del norte, pero la paz significó para ellos el inicio de otra guerra igual de cruenta, ahora contra terratenientes como Luís Terrazas y sus socios del gobierno porfirista, que en vez de impulsar una agricultura farmer como la estado-unidense, apostaron por el latifundio.

Y algunos rancheros resistieron con las armas la expropiación de sus tierras pero otros tuvie-ron que migrar a las minas, a los aserraderos, a Estados Unidos… Los fusileros de San Andrés fueron primero los más reputados mata apaches. Más tarde resistieron a Terrazas y se enfrentaron con el gobernador Creel. En 1910 se fueron a la revolución con Pancho Villa.

Herederos de estos avanzados son los agricultores mestizos de Aridoamérica, cuya tradición de lucha se reanimó a mediados del pasado siglo, cuando dieron vida en Chihuahua a la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM). Y se han mantenido; en los 30 años recientes debie-ron enfrentar las políticas de ajuste estructural. Lu-cha de la que surgieron la Alianza Campesina del Noroeste (Alcano), el Frente Democrático Cam-pesino (FDC), el Barzón de Chihuahua y, más recientemente, Agrodinámica Nacional.

La etapa más reciente del movimiento campe-sino de Chihuahua resulta de la resistencia a la conversión neoliberal por la que el Estado mexi-cano se desafanó de sus compromisos con el fo-mento agropecuario. La lucha se desata entre 1982 y 1988, años en que el maíz y el frijol, que habían tenido precios garantizados por el gobierno, se devalúan 43 y 52 por ciento, respectivamente. A fines de 1985 y principios de 1986, los agricultores toman 69 bodegas de Conasupo y un mitin en Ciudad Cuauhtémoc congrega cinco mil airados labriegos. La batalla por los precios y la comercia-lización se extiende pronto al financiamiento y al

seguro agrícola, y a principios de los 90s se adentra en el debate sobre las nuevas reglas de juego que supone la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la definición de políticas compensatorias como Procampo.

El ascenso de la movilización agraria en Chihu-ahua, de la que son protagonistas destacados los pequeños productores campesinos que no dispo-nen de riego, coincide con el derrumbe produc-tivo de la agricultura temporalera del noroeste del estado, determinada por una combinación de sequías, heladas, erosión y plagas, con alza de costos, caída de precios y políticas públicas neoliberales. Y los campesinos se van.

Hace años, visité una de las bodegas que habían sido de Conasupo, por las que el FDC había lucha-do denodadamente y que había pasado a manos de los pequeños agricultores. Los ahora dueños me esperaban tomando el fresco y unas cervezas, fren-te a una bodega vacía. “Es que no ha llovido –me explicaron– y los que dependemos del temporal, nomás no levantamos cosecha”. “¿Y desde cuán-do no les llueve?”, pregunté. “Bueno: tiene como diez años que empezó la sequía –me contestaron–. Pero en una de estas vuelve a llover”. Los aferrados de la bodega eran gente mayor; los jóvenes se van.

Con una precipitación media anual de 423 mi-límetros en Chihuahua la única agua segura es la que viene de abajo, cuantimás que la que cae en la sierra escurre para Sonora donde llena las presas. La Sierra Tarahumara es demasiado fría y escarpada, el desierto árido en extremo y la sequía recurrente en las llanuras. Ahí, en las llanuras, es donde se siembra, pero para garantizar cosecha hace falta regar. No con aguas rodadas como las de los valles costeros del Pacífico, sino con el lí-quido extraído de pozos profundos. Y esa agua sale cara, pues demanda fuertes gastos en diesel o electricidad para las bombas. Además de que para ser competitivo con ese sistema de cultivo, se re-quieren campos extensos y fuertes inversiones, lo que saca de la jugada a los agricultores modestos.

Chihuahua vive un persistente proceso de des-campesinización cuyas causas son agroecológicas, económicas y de políticas públicas. El agronegocio prospera, sí, pero tiene problemas de fondo pues su competitividad depende del subsidio a los energé-ticos y la libre disponibilidad de aguas fósiles, con la perversa paradoja de que cuanto más barato es sacarlas, más rápido las depredan; en cambio los campesinos temporaleros resultan cada vez menos viables como productores de granos y sus estrate-gias ganadero-forrajero-frutícolas tienen que com-petir con la cercanía de Estados Unidos.

La tierra de Pancho Villa es aún el estado fronte-rizo más campesino, pero es también una entidad en histórica simbiosis con el país vecino. En Meso-américa es emblemática la resistencia de las comu-nidades del sureste profundo, en Aridoamérica en cambio el reto es desafiar la globalidad en su propio terreno. Los migrantes; la binacionalidad; las reme-sas; la maquila; el narco, y el intenso flujo transfron-terizo de personas y mercancías, pero también de información y valores, son fenómenos ancestrales o condiciones novedosas que llegaron para quedarse. Con ellos habrá que armar el rompecabezas de la utopía aridoamericana. Quién les manda.

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Luciano Concheiro Subcoordinador

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Este Reino atraviesa la Sierra Madre (…) son infinitas las sierras y montañas en que se divide (…) Estas tierras nunca fueron de la dominación de Moctezuma ni de ningún otro cacique (…) Pero siendo los indios enemigos (…) roban las haciendas y quitan la

vida sin distinción de sexo (…) para su fin principal que es robar”Lope de Sierra Osorio, oidor de la Real Audiencia, 1678

Haciendo incesantemente la guerra a los enemigos declarados, se conseguirá castigarlos, contenerlos, intimidarlos hasta que

soliciten la paz; concedida ésta se les irá atrayendo suavementea las dulzuras de la vida racional a nuestra forzosa dependencia

(…) por los medios de la treta o el comercio (…); rotas la paces por las veleidades del Indio (…) volveremos a la (…) dura guerra,alternándose esa y la paz (…) cuantas veces lo exijan los procedi-

mientos (…) de las Naciones Bárbaras” Bernardo de Gálvez, virrey de la Nueva España, 1783

Agobiados por las constantes amenazas y agresiones de los bárbaros (…) sólo Namiquipa (quedó) como único baluarte de la civilización.

De una solicitud enviada por colonos de Namiquipa a fines del siglo XIX

Este Reino atraviesa la Sierra Madre (…) son infinitas las sierras y montañas en que se divide (…) Estas tierras nunca fueron de la dominación de Moctezuma ni de ningún otro cacique (…) Pero siendo los indios enemigos (…) roban las haciendas y quitan la

vida sin distinción de sexo (…) para su fin principal que es robar”Lope de Sierra Osorio, oidor de la Real Audiencia, 1678

Haciendo incesantemente la guerra a los enemigos declarados, se conseguirá castigarlos, contenerlos, intimidarlos hasta que

soliciten la paz; concedida ésta se les irá atrayendo suavemente a las dulzuras de la vida racional a nuestra forzosa dependencia

(…) por los medios de la treta o el comercio (…); rotas la paces por las veleidades del Indio (…) volveremos a la (…) dura guerra, alternándose esa y la paz (…) cuantas veces lo exijan los procedi-

mientos (…) de las Naciones Bárbaras” Bernardo de Gálvez, virrey de la Nueva España, 1783

Agobiados por las constantes amenazas y agresiones de los bárbaros (…) sólo Namiquipa (quedó) como único baluarte de la civilización.

De una solicitud enviada por colonos de Namiquipa a fines del siglo XIX

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Juan Manuel Aurrecoechea

Las ideas que inspiran estas caricaturas –realizadas por dibujantes estadounidenses durante la Revolución mexicana– se remontan a los orígenes mismos de Méxi-co y de Estados Unidos; están en la génesis de las imá-

genes fronterizas que separan –y paradójicamente unen– lo mexicano y lo estadounidense.

La defi nición de las iden dades nacionales se ha construido en ambos lados de la frontera, pero la importancia económica, polí ca y cultural de las ideas estadounidenses sobre lo mexi-cano resulta proporcional al poder de los vecinos del norte. Los mexicanos tenemos que admi r que en la historia de nuestra relación ha sido más importante lo que piensan los gringos sobre nosotros que lo que nosotros pensamos sobre ellos. Y esto se ex-plica porque desde el porfi riato vivimos la hegemonía de lo que el historiador chicano Gilbert G. González –a quien debo muchas de las ideas que inspiran este texto– ha denominado cultura im-perial, misma que se defi ne en las úl mas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, cuando el capital acumulado durante la in-dustrialización norteamericana encuentra campo fér l al sur del Río Bravo: en los ferrocarriles, la minería, el petróleo, las planta-ciones trópicales y todo po de negocios agrícolas, industriales y comerciales. En esta perspec va, México es imaginado como una colonia del vecino del norte, como el pa o trasero que dibu-jan las caricaturas de Darling, Berryman y McCutcheon. Y la idea la comparten los estadounidenses y las élites mexicanas.

Si para los líderes del México porfi riano la modernización del país pasa por una polí ca de puertas abiertas al capital esta-dounidense, en el imaginario protestante anglosajón la reden-ción del país bárbaro que se ex ende al sur del Río Bravo sólo es posible mediante su americanización, es decir, mediante la adopción de los valores del modo de vida americano, mismo que incluye como elemento esencial el lugar social de los blan-cos y los morenos, de los indios y de los mes zos; en una pala-bra: la aceptación del racismo.

La inferiorización de los morenos –indios, mes zos y espa-ñoles– data de las primeras décadas del siglo XIX y se explica por la expansión estadounidense que culminó con la guerra de 1848 y la anexión de lo que hoy son los estados de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Para la americaniza-ción de los nuevos territorios estadounidenses era fundamen-tal suprimir –o por lo menos subordinar al máximo– todo ele-mento mexicano. Se construye entonces el estereo po racista que califi ca a los mexicanos como seres degradados, mezcla de dos razas de por sí degeneradas como españoles e indios, que heredan sólo lo peor de sus dos raíces. A par r de enton-ces se iden fi ca a los mexicanos como greasers (grasientos) o mixed-blood (sangre mezclada) y se les califi ca como seres que sólo sirven para desempeñar trabajos duros y rudimentarios, cuyas únicas virtudes son docilidad y servilismo.

Tras la guerra de 1848, muchos estadounidenses piensan que la anexión de los territorios ganados a México es sólo parte del largo proceso que da con nuidad a la expansión de las trece colonias originales; cuyo siguiente episodio sería la incorporación de todo el norte de México, el Caribe y Cen-troamérica y que sólo se detendría en la Patagonia. La idea anexionista prevalece hasta bien entrado el siglo XX, cuando William H. Ta , presidente de Estados Unidos entre 1909 y 1913, declara: “No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres si os equidistantes la exten-sión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Ca-nal de Panamá, y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho, en virtud de nuestra superioridad ra-cial, ya es nuestro moralmente.” Así lo cita Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de América La na (Siglo XXI Editores, México, 1971, p. 142).

Pero entonces aparece el problema de qué hacer con la gran can dad de indios y mes zos de toda índole, la nos, more-nos, negros y mulatos, que habitan los territorios ambiciona-dos. En razón de su número, parece imposible su extermina-ción o su reclusión en reservas, como se hizo con los indios norteamericanos. Voces tan infl uyentes como escandalizadas plantean que la incorporación de territorios habitados por mixed-blood, incapaces de conver rse en ciudadanos norte-americanos, acarreará más problemas que los réditos que re-portaría la anexión.

La respuesta al dilema aparece en los años setenta del siglo XIX, cuando se hace claro que fi jar límites nacionales entre Estados Unidos y México no impide la conquista del sur, incluso la facilita enormemente; se trata de instaurar una rígida frontera que per-mita el libre fl ujo de capitales e inversiones de la Unión Americana hacia México y que al mismo empo controle la explotación del trabajo mexicano en los dos países, despejando el problema que implicaría otorgar a los mexicanos los derechos de ciudadanía.

La frontera concebida como límite geográfi co y como construcción ideológica ins tucio-naliza así la inferioridad cultural del trabajo mexicano y la superioridad intrínseca del ca-pital estadounidense; establece el lugar de cada quien, tanto en el territorio norteame-ricano como en el mexicano. Esto es lo que está en el fondo de la cultura imperial que se desarrolla en los años del porfi riato y que prevalece y explica las relaciones entre Méxi-co y Estados Unidos hasta nuestros días.

Durante el porfi riato miles de viajeros, expe-dicionarios, periodistas, misioneros protes-tantes, empresarios, geógrafos, antropólo-gos, naturalistas y toda laya de aventureros estadounidenses cruzan la frontera y escri-ben y publican textos que, con la coartada de describir a México desde la autoridad incues- onable del tes go presencial, en realidad fi jan los argumentos de la cultura imperial

y establecen las fronteras entre lo mexicano y lo estadouni-dense. Sus escritos promueven en Estados Unidos la idea de México como cuerno de abundancia –como la erra de pla-ta, petróleo y otras generosas riquezas naturales, ansiosa de capitales y energías estadounidenses–, al mismo empo que caracterizan a los mexicanos como seres indolentes, confor-mistas, infan les, renuentes a toda idea de progreso. Prác- camente todos los cronistas estadounidenses del México

porfi riano explican al mexicano, al mes zo, al indio y al peón, en razón de su supuesta inferioridad racial, de su distancia del hombre blanco; coinciden en la idea de que el problema de México son los mexicanos y que la solución de México es su americanización. Coinciden también en que Estados Unidos ene el deber, casi religioso, de salvar a México de sí mismo;

es decir, se plantean la expansión del capital estadounidese y sus valores, como misión civilizadora y se autoasignan la re-dención de los bárbaros del sur. Todo lo cual no es más que una caricatura, pero una caricatura que resulta fatal, cruel y dolorosa para los mexicanos.

La caricatura del imaginario imperial se complica con el esta-llido de la Revolución mexicana, cuando el mexicano indolen-te se ha transformado en un rebelde, en un hombre que toma su des no en sus manos, y que lo hace por medio de las armas, desmoronando el sistema porfi riano que tan dócil había sido con Estados Unidos. Entonces el mexicano aparece en la cari-catura imperial como un ser criminal, cruel, sediento de sangre y de poder, irracional e ingobernable, como un infante terrible y un peligro para la civilización. Así dibujan los caricaturistas a revolucionarios y federales, a Huerta, Zapata, Villa, Carranza, Obregón y prác camente a todos los mexicanos involucrados en la Revolución. Y, como si de una película del oeste se trata-se, aparece entonces el Tío Sam con su fusil preparado y listo para aplacar a los insurrectos y devolverlos al lugar de la doci-lidad porfi riana.

John T. McCutcheon, “Nuestro vecino del sur”, Chicago Tribune, 28 de junio de 1916

DE FRONTERAS DE FRONTERAS Y CARICATURAS Y CARICATURAS

Cliff ord K. Berryman, “Ya he tenido sufi ciente con go”, Washington Star, 10 de marzo de 1916

Jay N. Darling, “Vergonzoso desperdicio”, Des Moines

Register, 19 de marzo de 1914

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Benjamín Carrera Chávez

Puede afirmarse que Chihuahua es el estado norteño con las mejores ventajas comparativas y competiti-vas para la producción pecuaria, o

por lo menos está entre los más privilegia-dos: cuenta con una importante extensión con vocación ganadera, de 17.8 millones de hectáreas, esto es 72 por ciento de la super-ficie total de la entidad y equivalente a 16.2 por ciento del agostadero nacional. Asimis-mo, con 12, es el estado con más puentes y/o cruces fronterizos hacia Estados Unidos, y es de los estados mexicanos que han logrado mantener el estatus zoosanitario requerido por el Departamento de Agricultura de Es-tados Unidos (USDA).

Es del dominio público que Chihuahua se especializa en la producción de carne bo-vina, pero de acuerdo con la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), en 2009 la producción de leche bovina representó 57 por ciento del total del valor de la producción pecuaria del estado, en comparación con la participación de 34.1 por ciento de la ganadería bovina de carne: ese año la porcicultura representó 2.2 por ciento; la ovinocultura, 1.1; las aves, 1.6, y el guajolote, 1.9 por ciento.

En conjunto, el valor de la producción de las actividades pecuarias chihuahuenses repre-senta 3.4 por ciento de valor de la producción pecuaria nacional. En leche bovina, con un aporte de 8.8 por ciento del total, y en carne bovina, con 5.4 por ciento del total, el estado ocupa el cuarto lugar en la producción na-cional. Destaca la producción de guajolote, que con 16.6 por ciento del total, se encuen-tra en el segundo lugar nacional.

En 2008, de acuerdo con los datos disponibles de la Sagarpa, Chihuahua tenía un hato bovi-no para carne de 1.54 millones de cabezas, esto es 5.2 por ciento del total nacional, con una tasa de crecimiento medio anual (TMCA) de 1999 a 2008 de 3.06 por ciento. En cuanto a bovinos para leche, se reportaban 246 mil ca-bezas, 10.5 por ciento del total nacional, y el re-baño ovino ascendía a 198 mil cabezas, apenas 2.6 por ciento del nacional, pero con una nota-ble TMCA de 1999 a 2008 de 26.4 por ciento.

Chihuahua es el número uno en la expor-tación de becerros en pie; aportó en prome-dio 40.1 por ciento del total de las ventas al exterior entre 2000 y 2009; incluso en 2008 llegó a 51.9 y en 2009 a 49.7 por ciento. No obstante, esta actividad presentó de 2000 a 2009 una TCMA de menos 1.73 por ciento,

es decir año con año se exportaron menos becerros en pie, lo que es una señal de que las cosas no están del todo bien.

Actualmente la producción pecuaria chihu-ahuense, como casi todas las agropecuarias a lo largo y ancho de México, atraviesa una problemática que afecta seriamente su com-petitividad y rentabilidad.

Los precios al productor se han desplomado significativamente: de 1981 a 2009 el precio real de la carne bovina en pie perdió 26.3 por ciento de su valor; es decir, los ganaderos han visto menguar su ingreso en más de una cuarta parte en este período. El precio de los porcinos cayó 28.9 por ciento y el de aves 29.5. Destaca el caso de la carne de borrego, la única que en este lapso aumentó, en un nada despreciable 15.3 por ciento.

Además ha habido un encarecimiento significa-tivo de los insumos. Por ejemplo, de 1993 a 2010, el precio del alimento balanceado para bovinos subió 491.2 por ciento; el del sorgo, 409.7; el de maíz, 390.9, y la alfalfa, 304 por ciento.

Estos factores explican el porqué de la pér-dida de rentabilidad y competitividad de la ganadería bovina de carne en el estado. Datos de Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) indican que esta actividad representaba en 1998 un relación beneficio-costo de 1.70, (apenas debajo de 1.73 que se te-nía para este sistema ganadero en Texas), pero en 2008 disminuyó a 1.32. Esto es, en sólo diez años la rentabilidad de la ganadería bovina de carne en Chihuahua declinó en 28.8 por ciento.

Otro indicador de la realidad de los ganaderos chihuahuenses está en el más reciente Censo Agrícola, Pecuario y Forestal, que muestra la pérdida de empleos en la actividad: en 1991, en el estado se contabilizaron 52 mil 880 uni-dades de producción con ganadería de carne, mientras que para 2007 la cifra fue 10.2 por ciento menor, de 47 mil 986.

Es innegable la ganadería es una actividad estratégica para el desarrollo de Chihuahua, por lo que es urgente diseñar un política pú-blica que le permita recuperar la competiti-vidad y rentabilidad. Doctor en economía agrícola por el Colegio de Posgraduados, e investigador-docente de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Esperanza Penagos B.

Las sociedades rancheras, nacidas al amparo de los gobiernos coloniales, fueron producto de la ocupación espontánea de áreas del territorio

nacional por población española o de origen mestizo. Este poblamiento fue fomentado por los diversos gobiernos coloniales y tuvo para establecer población hispánica o mes-tiza en zonas apartadas, de escasa densidad demográfica y poco atractivas para los inte-reses dominantes de la época colonial y del naciente México independiente.

Así entonces, las sociedades rancheras fue-ron entendidas como avanzadas de la co-lonización hispánica en regiones apartadas y se constituyeron en “puntos medulares de una civilización ladina, española y católica establecida en los confines de las haciendas, las misiones, encomiendas, presidios, minas y plantaciones” (Esteban Barragán, 1997).

Dichas poblaciones se instalaron –como se-ñala Barragán–, en las franjas pioneras de “un territorio en construcción”, donde tuvie-ron que arreglárselas para vivir y construir paulatinamente su derecho de posesión de la tierra. Esa ubicación territorial periférica se transformaría posteriormente a escala na-cional en el curso del siglo XIX, dado que muchas de las sociedades rancheras vieron la oportunidad de afianzarse al amparo de la venta de las antiguas haciendas y de los bie-nes expropiados a las corporaciones civiles y religiosas. En este contexto muchos de los rancheros con posesión precaria de la tierra pudieron adquirir terreno y ampliar lo que

ya tenían bajo el amparo de la legislación li-beral del siglo XIX, interesada en mejorar el estado de las arcas públicas.

Los estudiosos han intentado caracterizar a estas sociedades con base en estos grandes rasgos: aislamiento poblacional (dispersión poblacional), un acendrado individualismo y autonomía, por la configuración de su dinámica territorial y laboral propia basada en el cultivo del maíz y la producción de ga-nado mayor y por el intercambio comercial de los productos derivados de esta relación laboral. Esteban Barragán, estudioso de este tipo de sociedades, ha señalado como uno de sus pilares formativos más subrayados su organización productiva, basada en el culti-vo de maíz para la cría de ganado mayor y su relación laboral derivada, fincada en “el trabajo al partido”, por ende en la relación patrón-mediero-arrendatario.

En el noroeste de Chihuahua esta relación patrón-arrendatario-mediero es añeja y se afianzó desde la época colonial, en fechas posteriores a las reformas borbónicas que coadyuvaron en la constitución de formas embrionarias de propiedad privada junto al uso comunal de la tierra. En ese sentido, otra estudiosa de las sociedades rancheras del no-roeste de Chihuahua, Jane Dale Loyd (2001), ha manifestado cómo la mediería se institu-cionalizó muy tempranamente en la región, como una forma de auxilio y colaboración hacia los parientes menos afortunados. Así pues, el “trabajo al partido” en sus diversas modalidades, a medias, a la cuarta, etcétera, ha existido en la agricultura chihuahuense desde tiempos inmemoriales no sólo para el

trabajo agrícola, sino para la reproducción de ganado mayor y menor, o en la cosecha de maíz, papa u otros productos.

Por otra parte, las peculiaridades que señala-rá Esteban Barragán como rasgos incontras-tables de las sociedades rancheras, debemos de “relativizarlas” en el caso de las socieda-des del noroeste chihuahuense, dado que el “problema apache”, persistente por lo menos durante todo el siglo XIX, impidió que la mar-ginalidad, la ausencia de comunidad y el ais-lamiento poblacional existieran como señales características de este tipo de sociedad. Por el contrario, en las regiones norte y noroeste del estado las necesidades apremiantes de au-todefensa frente a las numerosas incursiones apaches provocaron la ruptura de esos rasgos de aislamiento e impusieron la obligación de la comunicación y organización de los ran-cheros como sus propios defensores: ellos tu-vieron que asumir necesariamente el peso de la guerra y la seguridad de sus pueblos, fami-lias y propiedades. Son numerosos los ejem-plos de formas de cooperación y la formación de milicias entre los labradores y dueños de los ranchos y comunidades que cabalgaban juntos en las praderas desde Casas Grandes, Temósachic, la Babicora, Namiquipa, Galea-na, hasta regiones del centro del estado.

Cabe señalar incluso que algunas de es-tas sociedades no sólo no desaparecie-ron bajo la amenaza apache, sino que se consolidaron bajo el gobierno de Benito Juárez, quien, a cambio de la prestación de servicios militares en contra de la apachería, pagó con tierras y con excepciones fiscales a gente sin tierra o con posesión precaria de la misma.

Estas experiencias fueron sin duda muy im-portantes en la configuración cultural de las sociedades rancheras del noroeste chi-huahuense, y muy probablemente el agudo sentido de propiedad de la tierra que persis-te en nuestros días, proceda fragmentaria-mente de ahí.

Por otra parte, estas sociedades ranche-ras fueron observadas en el “imaginario” del discurso político postrevolucionario nacional, como el modelo de productor agropecuario a seguir: una especie de pe-queño y mediano propietario autónomo, con iniciativa en el manejo productivo de sus recursos; un agricultor mecanizado y abierto a la tecnología cuando se trata de producción cerealera pero no para la acti-vidad ganadera. Este modelo de productor agropecuario, hoy también ha sido golpeado por la adopción de las políticas de ajuste en la agricultura mexicana. Salvo excepciones, tratándose de luchas de carácter episódico o de participación minoritaria en organizacio-nes campesinas y de productores rurales, la respuesta de este tipo de rancheros ha sido débil, culturalmente individualista, con es-caso o nulo compromiso comunitario, y con una frágil y dividida capacidad organizativa por parte de sus asociaciones ganaderas. Así encontramos hoy a estas sociedades ranche-ras en el noroeste de Chihuahua, con poca organización, sin respuesta colectiva y con liderazgos desgastados. Antropóloga del INAH, delegación Chihuahua

Chihuahua

SOCIEDADES RANCHERAS• Individualismo y liderazgos desgastados

Chihuahua

PROBLEMAS DE LA GANADERÍA

en las regiones norte y noroeste

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apremiantes de autodefensa

frente a las numerosas

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Lourdes Edith Rudiño

Autoridades y usuarios de agua del norte de la República (Tamauli-pas, Chihuahua, Coahuila y Nuevo León) trabajan en la elaboración

de un reglamento para ordenar y distribuir el uso del agua de la Cuenca del Río Bra-vo, y se prevé que el documento estará listo dentro de un año o un año y medio. Si esto se logra, pero sobre todo si los agricultores toman realmente conciencia y reducen ade-cuadamente su consumo de agua, podrán prevenirse conflictos con Estados Unidos (EU), como los que se vivieron en la primera mitad de la década 2000-09.

Jorge Luis López Martínez, presidente del Consejo Regional Agropecuario de Tamauli-pas, afirma lo anterior y reconoce que el con-flicto vivido durante el gobierno de Vicente Fox, cuando EU reclamó “pago de adeudos de agua” con base en el Tratado de Aguas México-Estados Unidos de 1944, se debió fundamentalmente a una sobreexplotación del recurso que ocurre en la agricultura de nuestro país, en particular en los escurri-mientos de la Cuenca del Río Conchos, en Chihuahua. La situación genera crónica-mente, a partir de 1995, un déficit de agua de unos 400 millones de metros cúbicos por año en la zona.

Por ello, es imperativo ordenar el uso del agua agrícola, por varias vías: una que ya está ocurriendo, la compra de derechos de concesiones por parte del gobierno federal (de la Comisión Nacional del Agua); dos, la reducción del consumo agrícola, y tres, pasos previsibles en el cambio de uso de suelo en zonas agrícolas del norte hacia la urbaniza-ción (lo cual implicará de facto un ahorro del líquido).

El Tratado de Distribución de Aguas Inter-nacionales de los Ríos Colorado y Tijuana y Bravo Desde Fort Quitman, Texas, Esta-dos Unidos de América, Hasta el Golfo de México, suscrito por México y EU el 3 de febrero de 1944, regula el uso y aprovecha-miento de las aguas internacionales de los ríos Bravo, Colorado y Tijuana y establece que nuestro país debe asignar como mínimo a su vecino del norte 431 millones 721 mil metros cúbicos anuales de los afluentes del Río Bravo. Esto representa una tercera parte

del agua que llega a la corriente principal de ese río procedente de los ríos Conchos, San Diego, San Rodrigo, Escondido, Sala-do y Arroyo las Vacas. La entrega de aguas se realiza por medio de las presas interna-cionales Amistad, de Coahuila, y Falcón, de Tamaulipas.

Por su parte, Estados Unidos debe asignar como mínimo a México mil 850 millones 234 mil metros cúbicos y como máximo 2 mil 96 millones 931 mil metros cúbicos de los afluentes del Río Colorado, por medio de la presa Imperial, ubicada en California, según el Tratado.

López Martínez –una de las voces más visi-bles cuando se dio el conflicto México-EU hace unos años–, subraya que el tratado es benéfico para nuestro país, pues por el lado de Baja California, recibimos más de cuatro veces la cantidad de agua que entregamos por el lado del norte-noreste. Por tanto e crí-tico prevenir nuevos problemas con EU que pudieran conducir a que este país exija una revisión del Tratado; se pondría en serio ries-go la agricultura de Baja California.

El Tratado funcionó adecuadamente hasta 1995, nunca hubo problemas y las entregas de agua fueron las determinadas en el conve-nio, explicó, pero en ese año se observó que había muchos aprovechamientos ilegales de agua en la Cuenca del Río Conchos, y la Conagua decidió regularizarlos con con-cesiones otorgadas temporalmente, mientras se buscaba una solución. Esas concesiones continúan vigentes, y el uso excesivo de agua allí evita que el agua de esta cuenca (que debe ser la principal oferente para las en-tregas a EU, según el Tratado) escurra hasta Tamaulipas.

Por ello al momento que Estados Unidos exigió en los primeros años de este siglo la entrega de agua que le correspondía de las presas Amistad y Falcón, se tomó recurso proveniente de afluentes diferentes a los comprometidos en el Tratado, afectando el abasto de agua para el riego de la agricultu-ra de los distritos de riego 025 del Bajo Río Bravo (Matamoros, Valle Hermoso y Río Bravo) y 026 Bajo Río San Juan (Camar-go, Díaz Ordaz y Distrito de Abasolo), de Tamaulipas.

El 026 ha sido el más afectado, y eso invo-lucra a más de 15 mil familias productoras de sorgo y hortalizas.

En la Cuenca del Conchos, donde hay una sobreexplotación clara, con muchos pozos que originalmente fueron abiertos de forma ilegal, la producción que se tiene es de nogal y maíz, sobre todo.

Desde 2002 hasta 2007 el conflicto inter-nacional fue candente. Comenta López Martínez que Vicente Fox en una visita a EU se reunió con el entonces secretario de Estado de ese país, Collin Powell, quien lo recibió con la pregunta “¿dónde está mi agua?” El argumento que dio México para posponer en ese entonces la entrega de agua era que en el norte mexicano había habi-do sequía, pero el verdadero motivo era la sobreexplotación.

La afectación sufrida por los distritos 025 y 026 motivó de parte de los agricultores y del propio gobierno de Tamaulipas una se-rie de acciones legales: demandas judiciales que prosperaron hasta la Suprema Corte de Justicia (algunas todavía en proceso) y una denuncia ante la Secretaría de la Función

Pública, así como apoyo de legisladores, y exigencia de parte del Senado de la Repúbli-ca al Ejecutivo a no modificar en los hechos el Tratado (dada la toma de agua de afluen-tes tributarios no considerados en el Trata-do para pagar agua a EU). Esto motivó el pago de indemnizaciones a los productores tamaulipecos.

De acuerdo con Jorge Luis López, ya la Co-nagua ha adquirido alrededor de cien millo-nes de agua de las concesiones que se dieron a partir de 1995 y ha clausurado así muchos pozos en Chihuahua; con ello, ha podido re-ducirse el déficit anual del recurso. “Se ha resuelto un 30 por ciento del problema”.

Sin embargo, es crucial el reglamento en que se está trabajando (y que se circuns-cribirá a la Ley Nacional de Aguas); en los próximos seis meses quienes elaboran el re-glamento –con la dirección de la Conagua– definirán con claridad una proyección del uso del agua en los distritos relacionados con el Tratado internacional en la parte norte-noreste, y dentro de un año o año y medio deberá estar listo el reglamento. La situación no es fácil pues implica mucha logística y de-finir a cuánta agua tiene derecho cada distri-to de riego. Lo más importante en esto será la toma de conciencia de los agricultores. Otra cosa que contribuirá a reducir el déficit del agua es la tendencia a urbanizar zonas agrícolas, considerando la escasez del agua en el norte de la República.

López Martínez señaló que el ordenamien-to y ahorro de agua implicaría un recorte en la producción agrícola de diez por ciento de los distritos relacionados con la Cuenca del Río Bravo, pero si no se ocurre esto, lo que sucederá es que el distrito 025 del Bajo Río Bravo será afectado con un recorte en su capacidad productiva de hasta 50 por ciento, y además resurgirían los conflictos del Tratado, lo cual no conviene de ninguna forma a México.

Recordó que el Tratado se mide por ciclos de cinco años, esto quiere decir que si en un año hay faltantes de agua en las entregas en-tre países, los pendientes pueden cumplirse en los años posteriores dentro de cada ciclo. El actual ciclo del Tratado es el número 30, que inició en marzo de 2009, cuando las pre-sas internacionales estaban llenas, al tope. “En estos cinco años (del ciclo 30) no vamos a tener problemas”, pero el reglamento será fundamental.

ORDENAR EL USO DEL AGUA EN EL NORTE, PRIORIDAD DE AGRICULTORES• Sobreexplotación en la Cuenca del Río Conchos propició conflictos con Estados Unidos• Productores tamaulipecos, los más vulnerables ante la falta del líquido

Es imperativo ordenar el

uso del agua agrícola, por

varias vías: una que ya está

ocurriendo, la compra de

derechos de concesiones

por parte del gobierno

federal; dos, la reducción

del consumo agrícola, y

tres, pasos previsibles en el

cambio de uso de suelo en

zonas agrícolas del norte

hacia la urbanización

El Tratado de Distribución de

Aguas Internacionales de los

Ríos Colorado y Tijuana y Bravo

Desde Fort Quitman, Texas,

Estados Unidos de América,

Hasta el Golfo de México,

suscrito por México y EU el 3

de febrero de 1944, regula el

uso y aprovechamiento de las

aguas internacionales de los

ríos Bravo, Colorado y Tijuana

y establece que nuestro país

debe asignar como mínimo a su

vecino del norte 431 millones

721 mil metros cúbicos anuales

de los afl uentes del Río Bravo

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Texas

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Cuenca del Río Bravo

Cuenca del Río Conchos

Río Bravo

Cuenca del Río Pecos

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Lourdes Edith Rudiño

La desaparición en los años 80s y 90s de instituciones que apoyaban al campo –la Conasupo, Agroasemex, Banrural, etcétera– derivó en un

verdadero quiebre para la sociedad rural de Chihuahua, una crisis que a la fecha persiste y que se expresa en una caída de los ingresos de los agricultores temporaleros y de pequeña escala; un desplome en la producción local de granos básicos; un “vaciamiento” de las comunidades rurales; una gran desesperanza de los jóvenes que no encuentran opción de empleo, y lo peor: una gran descomposición social por las tentaciones que se encuentran en actividades ilícitas y delincuenciales.

Miguel Colunga y Pedro Torres, miembros del Frente Democrático Campesino (FDC) de Chihuahua expresan muy claramente la situación, al hablar del frijol, uno de los cul-tivos emblemáticos de esta entidad del norte que ha sido especialmente golpeado y que incluso está en riesgo de dejar de cultivarse.

Dice Colunga: Todavía en los 80s la agricul-tura, sobre todo la de temporal, la indígena de alguna manera, se mantenía. En todas las comunidades y ejidos había bodegas llenas de maíz y frijol todos los años, desde antes de sembrar ya sabíamos a cómo íbamos a vender, teníamos crédito, asistencia técnica y una aseguradora; eso daba certidumbre y seguridad al productor. Las cosechas eran

suficientes, y la gente tenía también pequeña ganadería (…) la agricultura era el ingreso principal, le daba para sostenerse, para vivir.

“Pero la situación se fue complicando por-que desapareció el crédito, el seguro, el sis-tema de comercialización, eso generó incer-tidumbre en la gente, no sabía cómo iba a vender ni a dónde iba a entregar su cosecha. La agricultura ya no fue el principal interés de las familias, la gente se dispersó y empe-zó a emigrar; hubo ciudades que crecieron mucho con el asunto de las maquiladoras, como Juárez y la propia capital Chihuahua. El ingreso comenzó a provenir de las reme-sas desde Estados Unidos (EU) y de la mano de obra asalariada. Eso generó un desmante-lamiento que vació las comunidades rurales, muchas se quedaron solas. Cayó la produc-ción de frijol, de temporal; antes teníamos cosechas de hasta 150 mil toneladas anuales en el estado que fueron disminuyendo hasta llegar a 40 mil. Hubo gente que se fue y dejó la tierra a familiares o la rentó.

“Claro, hay otra agricultura en Chihuahua más agroindustrializada, tecnificada, de rie-go; por ella, Chihuahua está en los primeros lugares de México en algodón, en chile, en varias hortalizas. En este rubro se ubica tam-bién el nogal y la manzana. Entonces Chihu-ahua se ha polarizado más: por un lado una agricultura en decadencia, de granos básicos, maíz y frijol, en manos campesinas e indíge-nas, que se perdió, y otra que se sostuvo y no en muchos productores sino en pocos”.

Pedro Torres explica que el problema del frijol es que, si bien los productores han trabajado y se han esforzado por fortalecer su presencia en la cadena productiva, en el eslabón de la comercialización hay sólo un puñado de cin-co o seis empresas de alcance nacional que adquieren todo lo que acopian los coyotes en campo, y son éstas las que imponen los precios al productor y al consumidor. Los agriculto-res no logran influir en estas decisiones y por

años los precios recibidos han estado debajo de los costos de producción. Eso ocurre con la cosecha actual cuando el pago al productor ronda los siete pesos el kilo (contra nueve que en justicia, como mínimo, debería recibir el productor para cubrir costos y un 30 por ciento de utilidad), y al consumidor le llega el frijol a 16 pesos e incluso hay riesgo de que suba más, en cuanto los comercializadores tengan en sus manos toda la cosecha nacional.

La situación “ha venido deteriorando mu-cho la economía y la vida de los campesi-nos, creando una gran pobreza, hay un gran malestar social. Los propios campesinos deben dedicarse a otras actividades. Esto es origen de lo que estamos enfrentando en los últimos tiempos: inseguridad, narcotrá-fico, violencia… Nuestros gobiernos dicen que hacen mucho por los campesinos, pero no hacen lo que se requiere para equilibrar esos sistemas productivos, donde el agricul-tor debería tener un porcentaje de utilidad y el comerciante también, pero una ganancia moderada”, dice Torres, y Colunga comple-ta con la explicación de que los apoyos a la comercialización que hay para el frijol y que opera Apoyos y Servicios a la Comercializa-ción Agropecuaria (Aserca) son de alrededor de mil 500 pesos por tonelada pero quedan en manos de los comercializadores y en nada benefician a productor ni a consumidor. Hoy día los campesinos están haciendo una fuer-te lucha ante Aserca para que se modifique el esquema de subsidios.

Hace un año la cosecha de frijol de temporal de Chihuahua fue de 50 mil toneladas y ex-cepcionalmente fue bien pagada, a 10 pesos

el kilo. Eso estimuló las siembras y mejores prácticas productivas y hoy la cosecha (del ciclo primavera/verano 2010) alcanzó las 120 mil toneladas. Pero, advierte Colunga: “si los precios al productor se mantienen en siete pesos, para el 2011 no habrá cosecha de fri-jol. El productor no va a sembrar. Lo que se viene en esta tendencia es que los niveles de producción de frijol van a caer; va a haber mucho menos frijol, vamos a tener un pro-blema muy fuerte de desabasto. Eso nos va a crear un problema muy fuerte no sólo en el campo, también en las ciudades”.

El productor promedio de frijol de tempo-ral de Chihuahua tiene diez o 15 hectáreas como máximo, aunque la crisis ha motivado el rentismo y algunos ya siembran 20, 30 o incluso 50 hectáreas. El rendimiento que lograron en la más reciente cosecha fue de 800 kilos por hectárea y, según dice Pedro Torres, el costo por hectárea es de siete mil 200 pesos.

De acuerdo con Colunga, en los 80s-90s Chihuahua contaba con unos 120 mil pro-ductores y hoy sólo quedan 30 mil, de los cuales ocho mil 800 son pequeños frijoleros. Pedro Torres dice: “las comunidades que conozco se han vaciado en 50 por ciento de 1985 hacia acá. Yo vivo en una comunidad donde éramos arriba de 360 y hoy somos 150 habitantes. La gente se va a Estados Unidos, o a Chihuahua, a Cuahutémoc, a las ciuda-des muy grandes, a emplearse como jorna-leros o en otros trabajos. En mi familia so-mos ocho hermanos y todos tenemos tierra, quedamos tres en el rancho que trabajamos las tierras de todos; cuatro se fueron a EU y otro está en México pero no trabaja en el campo… La tierra no da. En la forma como producimos diez hectáreas no son suficien-tes para sostener una familia”.

Chihuahua

CAE LA PRODUCCIÓN CAMPESINA DE FRIJOL• Reducción de ingresos, migración y descomposición social

SALVAR AL CAMPO PARA SALVAR A LOS JÓVENES DEL NARCO Los jóvenes hijos de campesinos son tes gos en Chihuahua de cómo la ac vidad agrícola lejos de abonar al bienestar familiar lo des-capitaliza, pues “prác camente las remesas y otros ingresos están subsidiando al cam-po”. Ante ello y frente a una insufi ciente oferta de empleos en las ciudades y frenos cada vez mayores en el acceso a Estados Unidos, “se han vuelto caldo de cul vo para el crimen organizado. Muchos ya están invo-lucrados en ac vidades de narcotráfi co, en los grupos de distribuidores de drogas y en bandas de sicarios; son fácilmente coopta-dos”, afi rma Miguel Colunga, uno de los di-rigentes del Frente Democrá co Campesino (FDC) de Chihuahua.

“De allí la importancia de la frase ‘Salvemos al campo para salvar a México’”, afi rma, “pues si los muchachos tuvieran posibilida-des de estudiar, de tener empleo, cambiaría la situación”.

Pedro Torres, también del FDC, dice con cru-deza que la criminalidad está muy pero muy extendida: “Todo mundo ene alguien cerca-no, de su propia familia, que está involucra-

do en la situación de crimen. Si alguien dice que no, yo creo que está min endo. Es un fenómeno que percibo desde hace unos diez años. No es algo nuevo, pero desde que entró Felipe Calderón a la Presidencia, todo se ha hecho más evidente, todo se da a conocer”.

Para las organizaciones campesinas, la si-tuación es muy complicada y difi culta su ac vidad. Señala Colunga: ”No sabemos quién controla territorialmente los pue-blos, no sabemos si es la policía municipal o quién. Se han generado poderes alternos que vigilan entradas y salidas. Si alguien lle-ga en un vehículo que no es conocido en la región se inves ga quién es. Y no sabemos si quienes están inves gando son los cuer-pos policiacos o son los delincuentes (…) Como organización, sí nos afecta. Hemos tenido líderes en comunidades que han sido afectados por el crimen organizado. Hay lu-gares donde no puede uno entrar en cuanto se mete el sol.

“Hace días, en una asamblea hicimos una propuesta de acopiar mil toneladas de fri-

jol en bodegas y no hubo quien asumiera el compromiso de cuidar la bodega por miedo a extorsión, a secuestro o robo. Allí están las bodegas, los equipos para darle valor agre-gado, para limpiar y empacar el frijol, pero nadie se quiso responsabilizar por los ries-gos. La inseguridad ha crecido mucho”.

Pedro Torres dice: “Considero que las orga-nizaciones sociales estamos en bastante ries-go. Si nos metemos en la defensa de alguna persona, nos involucramos de alguna manera como persona o como organización social aun-que no estemos me dos en las ac vidades del narco. El mismo gobierno sufre descalabros. Hasta por confusión se puede dar el caso de que uno sea atacado. Y hay campesinos que son extorsionados. Estamos en riesgo.

“Los propios gobiernos son lo que han generado esta descomposición social, por las políticas cerradas que provocan la incertidumbre de mucha gente, que no tiene los recursos necesarios para man-tenerse en familia, y esto a todos nos ha alcanzado” (LER).

La agricultura ya no fue el

principal interés de las familias,

la gente se dispersó y empezó

a emigrar; hubo ciudades que

crecieron mucho con el asunto

de las maquiladoras, como Juárez

y la propia capital Chihuahua

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De acuerdo con Colunga, en

los 80s-90s Chihuahua contaba

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No valen coartadas sociales para justificar la barbarie, somos éti-camente responsables de nues-tros actos. Pero toda opción mo-

ral tiene contexto y hay circunstancias en que hacer el bien es una anomalía pues todo induce a delinquir. Los narcos y sus sicarios tienen una deuda con la sociedad, cierto, pero algo les debe también a ellos una so-ciedad que los acorraló en la desesperanza.

Un capo es un capo, pero un capo lúcido puede ser revelador. Tal es el caso de Marcos Camacho, Marcola, dirigente de la organiza-ción criminal brasileña Primer Comando de la Capital. Aquí fragmentos de una entrevis-ta que le hizo la televisora O Globo:(…)Soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante dé-cadas (…) El diagnóstico era obvio: migración rural, desigualdad de ingresos, villas miseria (…) ¿Qué hicieron? Nada (…) Nosotros sólo éramos visibles en los derrumbes de las villas (…)

Ahora somos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes están muriendo de miedo. Noso-tros somos el inicio tardío de su conciencia social.

(…)Nosotros somos una empresa moderna, rica. Ustedes son el Estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocrá-ticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes en tierra extraña. Nosotros no teme-mos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Ustedes nos transformaron en super stars del crimen (…) y somos ayudados por la pobla-ción (…) por miedo o por amor. Ustedes son odiados.(…)No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error. ¿Ya vieron el tamaño de las 560 villas miseria de Río? Solución (…) sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernan-te (…) de inmensa voluntad política, creci-miento económico, revolución en la educación (…) Tendría que haber una reforma radical del sistema penal (…) Y todo esto costaría bi-llones de dólares e implicaría un cambio pro-fundo en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.(…)(¿Qué hacer?) Les voy a dar una idea, aunque sea en contra de mí. Agarren a los “barones de

la cocaína” Hay diputados, senadores, empre-sarios, hay ex presidentes… ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército?(…) Ustedes sólo pueden llegar a tener algún éxito si desisten de defender la “normalidad”. No hay más normalidad (…) Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vi-vimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndeme, hermano, no hay solución.(…)Ustedes tienen miedo de morir, yo no (…) No-sotros somos hombres-bomba. En las villas miseria hay cien mil hombres-bomba (…) La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama. La muerte para nosotros es la co-mida diaria, arrojados a una fosa común (…)(…)Ustedes, intelectuales, ¿no hablan de lucha de clases, de ser marginal (…)? Entonces ¡llega-mos nosotros! (…) No hay más proletarios o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allá afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, desplomán-dose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Esto es otra lengua.

Están frente a una especie de post miseria Y la post miseria genera una nueva cultura asesina.

Brasil

MARCOLA: UN CAPO LÚCIDO

Víctor M. Quintana S.

Una primera etapa de este proceso, desde los 80s hasta mediados de los años dos mil, es la invasión si-lenciosa: la penetración del narco,

sobre todo por medio de los migrantes tempo-rales: los hacen adictos en Estados Unidos, y luego empiezan a utilizarlos de “burros”, dada la facilidad con la que hacen el trasiego en la frontera. Algunos se vuelven a asentar con es-tabilidad en los pueblos y comienzan a combi-nar los negocios abiertos –agricultura, comer-cio y ganadería– con la venta o transporte de

droga. En general, son gente del mismo pue-blo, tienen lazos de parentesco, amistad, com-padrazgo, etcétera. “Chorrean” algunos de sus beneficios, tienen compromisos, no son agre-sivos, aunque sí están identificados. Hay una sociedad que los tolera, que coexiste con ellos.

La segunda etapa es el “rompimiento del status quo”, hacia 2007: comienzan a llegar sujetos de fuera que, ya sin ataduras de re-des de parentesco, amistad o compadrazgo, combaten a los que estaban. Más o menos por entonces inicia el Operativo Conjunto Chihuahua ante la creciente presencia del

Ejército y la Policía Federal y se rompe el equilibrio que había. Empiezan las ejecucio-nes, los incendios de viviendas, los levanto-nes, los secuestros y las ejecuciones de po-bladores y funcionarios municipales.

Además de esto, los operativos del Ejército empiezan a generar numerosas violaciones a los derechos humanos: detenciones ilega-les, allanamientos de morada, robos, golpes, torturas y más.

La tercera etapa es la que ahora se vive: con-trol territorial del narco, con vigías a la entrada y salida de carreteras, “orejas” en gasolineras y equilibrio precario de fuerzas. En algunas partes se fueron los narcos de siempre y lle-garon otros; en otras aparentemente las cosas están en calma, pero luego son interrumpidas por una serie de ejecuciones o de incendios. No cesan los levantones ni los desaparecidos. Algunos de los impactos en la población: te-rror generalizado en las comunidades; aban-dono de pueblos enteros; reducción de las actividades económicas, sobre todo de las que requieren inversiones más cuantiosas, por te-mor a extorsiones y secuestros; minimización de la vida comunitaria, con supresión de re-uniones y de fiestas por el terror; afectación especial a las mujeres, viudas, huérfanos…

A decir de los habitantes de estos munici-pios, la situación ha afectado enormemente su vida cotidiana. Sin embargo, los impactos

en la actividad productiva, en la producción agropecuaria y en la economía de las fami-lias aún no los hemos podido ponderar.

En las tres décadas recientes ha habido una continua

escalada de la delincuencia organizada en la mayoría

de los municipios del oeste y noroeste de Chihuahua:

Cuauhtémoc, Guerrero, Bachíniva, Namiquipa, Gómez

Farías, Ignacio Zaragoza, Galeana, Buenaventura, Casas

Grandes, Nuevo Casas Grandes, Janos y Ascensión

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Jaime Peña Ramírez

En la frontera tamaulipeca tenemos alrededor de 250 mil hectáreas irri-gadas sumando los distritos de riego del Bajo Río San Juan y del Bajo Río

Bravo. Adheridos a la fuente vital compartida con el área del Valle de Texas, los agricultores han estado siempre en contacto con promoto-res de negocios ilícitos, propios de cualquier frontera entre países; sin embargo, hoy sufren los impactos de la guerra contra el narco y el trasiego de armas de norte a sur, así como la violencia que trae el intenso movimiento mi-gratorio de trabajadores del sur del país y de América. Además, en estos tiempos han surgi-do los nuevos negocios de tráfico y venta de pe-tróleo (gasolina robada a Pemex) y de cobro de derechos de piso y otras extorsiones (por ejem-plo, venta de seguridad ante los mismos extor-sionadores) comandados por unos personajes que la gente ha bautizado como las mañas.

Tal como se publica en los medios, los ilí-citos mencionados se cometen en todo el país, pero lo particular es que aquí se han dado cita todos ellos, porque el área se ha transformado en espacio de conflicto terri-torial dada su condición estratégica de paso aéreo, marítimo o terrestre. Los medios, por lo demás, fallan cuando afirman que el grue-so de las familias en este lugar se dedica a tales negocios. En las comunidades ejidales no invadidas físicamente por las actividades urbanas se pueden contar apenas los casos de familias dedicadas a lo ilegal. Tenemos, por el contrario, incontables viviendas-dormito-rio de trabajadoras de las maquiladoras –un poco menos que conmuters (trabajadores de Estados Unidos que viven del lado sur)– y predominan las viviendas de productores sobrevivientes en la agricultura, tanto traba-jadores como viejos o nuevos propietarios de los terrenos ejidales o de pequeña propiedad.

En el área se juega hoy, al parecer, el con-trol único regional de tantas jugosas pro-hibiciones: de armas, estupefacientes y de libre paso de trabajadores centroamericanos hacia el norte. Cada negocio tiene raíces profundas si consideramos que el poderoso vecino del norte es líder mundial en produc-ción y venta de armas y en consumo de estu-pefacientes y principal polo de atracción de fuerza de trabajo latinoamericana.

En tal entorno de negocios que prosperan por la prohibición y la ganancia, se desarro-llan las maquiladoras y los comercios lícitos, así como la agricultura del área dedicada a la producción de sorgo y maíz y, en pequeña es-cala, a la ocra (bombó, en la lengua regional) u otras hortalizas en el Bajo San Juan.

En las dos décadas recientes se han exten-dido las ciudades (cabeceras municipales) a la zona agrícola (Reynosa, Matamoros, Valle Hermoso y Río Bravo), así como las nuevas zonas industriales, maquiladoras en su gran mayoría, y se ha transformado esto en una región que tiende a unirse espacialmente, tal como su contraparte en Estados Unidos en los condados de Cameron e Hidalgo (con las ciudades de McAllen y Brownsville, gemelas de Reynosa y Matamoros). Al norte se ha de-sarrollado una agricultura de importancia

nacional (hortalizas, caña y frutales-cítricos) que va cambiando también los usos del suelo y el agua a actividades urbanas.

Durante la cosecha del sorgo en el 2010, los agricultores sobrevivientes del sur del Bravo enfrentaron, amén de las inundaciones provo-cadas por el huracán Alex, el bloqueo regional de camiones de carga y trilladoras provenien-tes del centro del país que siempre atienden la convocatoria de cosecha: las mañas cobraban una mochada por dejarlos entrar en el área, a la altura de San Fernando. Esto, junto con las lluvias, generó grandes tensiones porque además se prohibió la trilla nocturna y a los camiones cargados les impidieron estorbar en las entradas a las bodegas (recibas) por órde-nes de los narcos, porque les impedían la libre circulación de sus comandos en movimiento.

Los pobladores del área simpatizaron con pa-teros, pistoleros y contrabandistas de antaño; los glorificaron en los corridos que cantaban a hombres valientes enfrentados a policías, “defendiendo su derecho”. Las granadas, bazucas y armas de hoy matan a hombres va-lientes, calificados como daños colaterales. A partir de los 90s se acabaron los poquiteros(personajes que pasaban marihuana por el río en costales de poquitos kilos) y los héroes quedaron muy atrás: en aquellos tiempos cuando se liberó el alcohol en Estados Uni-dos y cuando las guerras mundial y de Corea demandaron estupefacientes para elevar la valentía y el placer del ejército de ese país.

Ahora la demanda es masiva y en el Bajo Bravo en lugar de héroes aparecieron los narcosatánicos en 1989 en el rancho Santa Elena, influidos ya por la globalización. Pos-teriormente, las mañas (del C del G o de los Zetas contratados y despedidos por aquél; no se sabe) involucran a la población civil en forma directa; pero todas las letras siembran adicciones entre los jóvenes porque la droga eventualmente se queda en frontera, como resultado del trastorno del comercio, deriva-do de los desacuerdos entre bandas. Los bár-baros de hoy están insertos materialmente en los aparatos de ambos Estados y comandados

por organismos multinacionales del delito; de esto no cabe duda; pero del lado sur del Bravo no se han puesto de acuerdo. Cada área delic-tiva tiene comandos mayores específicos que no quieren ceder su parcela de poder.

El riesgo de que los agricultores del sur del Bravo se involucren en las actividades ilíci-tas es grande. En todo el período del neolibe-ralismo han estado al margen de las fuentes de financiamiento del Estado, y están expues-tos a los vaivenes de los precios y de la natura-leza, así como a la demanda de fuerza de tra-bajo de las actividades industriales en uno y otro lado de la frontera. El mercado de tierras se ha desatado en los inicios del siglo y está distorsionado por la presencia de dinero fácil y por los rescoldos burocráticos de la Reforma Agraria, que dificultan cualquier trámite de regularización de la tenencia de la tierra. El cambio acelerado del uso del suelo rural a ur-bano constituye otro elemento especulativo de este mercado, tal vez el más importante.

En el arranque del nuevo ciclo agrícola en 2011, los agricultores vivieron algunas adver-sidades: la falta de mantenimiento oportuno de los canales y el robo de los discos de ace-ro para manipular la distribución del agua en las compuertas de los canales de riego (se vendían como fierro viejo a 200 pesos a un señor de Matamoros). El agua corría con lentitud lo cual influyó para pagar más a los encarecidos regadores (mil pesos el turno de 24 horas); aumentó la friega de los agriculto-res que personalmente se animaron a regar, y provocó, como siempre, un gran tiradero de agua que se agudizó por la falta de nivela-ción de tierras.

Sin embargo, lo más grave es que el agricul-tor corre el riesgo de caer en situaciones del crimen organizado ante los nuevos negocios: pipas (tanques) con productos de Pemex en las parcelas; cárceles instaladas en los ejidos del área, en cuyo caso, las comunidades se transforman en hoteles de familiares de con-victos; un tractorista se puede topar hasta con descabezados entre los surcos. En caso de comprar en Texas un tractor usado, equipos de siembra o trilla, los agricultores llegan a pagar dos veces los derechos: una vez legal-mente y una más, a unos pasos del puente internacional, que exigen las mañas. Los pe-queños negocios quedan así amenazados y la vida cotidiana se envenena día a día, mientras que los ilícitos siguen su marcha nocturna.

Los productores están organizados ahora bajo la presión de la violencia, tal como la que sufren hasta los policías municipales que sustituyeron a las guardias rurales ejidales creadas por Lázaro Cárdenas. Éstas tenían disciplina y máuseres –que eran las armas de mayor calibre en su tiempo–, mientras que los municipales que hoy cuidan los ejidos están materialmente desarmados frente a la nueva tecnología del narco con sus camione-tas y celulares. No hay manera de enfrentar-los. En cada ejido se habla, en voz baja, de zonas exclusivas de los narcos y de tienditaspara los adictos a las drogas; en algunos resal-tan construcciones elegantes y caprichosas que no corresponden a los pesos netos por hectárea que reciben los agricultores, ni a la cultura arquitectónica regional alejada de las columnas romanas o los estilos góticos.

Evidentemente la población vive atemorizada al presenciar el asesinato del candidato del par-tido oficial al gobierno estatal o del candidato a la presidencia municipal de Vallehermoso en las pasadas elecciones; o cuando se sabe que los poderosos llegan a cachetear públicamente a los presidentes municipales en funciones. Con todo ello, no sabemos qué pueda suceder cuan-do los campesinos sobrevivientes del área se decidan a declarar el alto a la violencia, hartos del asedio, la corrupción y el desamparo. Por lo pronto, siguen sembrando alimentos para el país: la violencia no ha logrado amogotarlos.

Tamaulipas

AGRICULTORES DEL BAJO RÍO BRAVO:¿AMOGOTADOS POR LA VIOLENCIA?

EL COSTO DE LOS CHICHARRONES DE CATÁNLos chicharrones de catán, puede decir-se, son alimento endémico del Bajo Bra-vo. Los catanes se quedaron a mitad de la evolución entre lagartos y peces; son una variante de los pejelagartos del sur, los cuales enen lunares negros en la cola y crecen poco o no los dejan crecer los veracruzanos; en el Bravo, los cata-nes llegan a medir más de dos metros si se les deja vivir unos cuantos años. Son animales carroñeros por lo que pueden convivir en un simple charco con todos los demás peces de escama, tales como las múl ples variedades de mojarras del área y con matalotes, bagres, besugos, robalos, robaletas, así como con ajo-lotes, anguilas, cangrejos y ranas. El río Bravo crece con las grandes avenidas y los catanes acostumbran ir en la punta de la ola cuando se desborda; al bajar las aguas, los catanes quedan aprisionados en las lagunas, lagunetas o esteros que deja la inundación; como no son agresi-vos con el hombre, a pesar de estar bien armados con sus hileras de dientes, son presa fácil de los hambrientos agriculto-res del área en empo de tormentas. Por este mo vo están hermanadas las ac -vidades primarias de la pesca y la agri-cultura en el área. Durante la bajada del agua del huracán Alex en 2010, una enor-me can dad de catanes se pescaron en los escurrimientos de los drenes, arroyos y esteros; se vendían de nuevo, como en los viejos empos, los deliciosos chicha-rrones de catán en el Empalme (lugar in-termedio entre Río Bravo y Matamoros, centro del área irrigada); incluso catanes vivos se vendían para crianza, sacrifi cio o devolución al Bravo. Por desgracia, como en los nuevos empos, las mañas cobra-ban una cuota por la pesca de catanes en los cuerpos de agua de Vallehermoso.

LOS LOCOS DE SAN FERNANDOLos habitantes de San Fernando, mu-nicipio límite sur de la región del Bajo Bravo, enen fama de locos (tal como los de Cadereyta, Nuevo León), pero se trata de locos bastante simpá cos que la gente misma reivindica con los chis-tes; en contraste, los locos que mataron a 72 migrantes en este municipio ni son del área, ni enen remedio al parecer. No hay manera de entenderlos puesto que las víc mas eran negocios vivien-tes; las razones del genocidio no han quedado claras y se deduce que la bru-tal masacre es resultado de dos factores combinados: confl ictos entre bandas criminales, y mentes enfermas por adic-ción, con gran infl uencia de ultradere-chistas de Arizona y Texas, capaces de sembrar, como amantes de la naturale-za, cocodrilos en el río Bravo para dete-ner la inmigración.

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Enrique Pérez Suárez

En 2005, el Valle de Okochochi, en el corazón de la Sierra Tarahuma-ra, y dos niños casi adolescentes nacidos allí, Evaristo y Luis Anto-

nio (Tony) Corpus Lerma, fueron filmados para algo que se convirtió luego en un largo-metraje de 87 minutos, Cochochi.

La película retrata el drama de los herma-nos por la pérdida del caballo de su abuelo, el cual tomaron sin permiso para realizar el encargo de atravesar la sierra y entregar unas medicinas. El filme, de 2007, da testimonio de la belleza de este lugar, pero también de las difíciles condiciones de vida de la gente, que carece de infraestructura y enfrenta al-tos índices de analfabetismo. Los dos chicos expresan en la historia caminos diferentes en sus aspiraciones: Evaristo desea seguir estudiando y lleva una vida bicultural como rarámuri que habla, lee y escribe español, mientras que Tony prefiere seguir en el ran-cho ligado a sus tradiciones y rechaza conti-nuar la escuela.

Cochochi (Cobija, en rarámuri) partió de una anécdota real de los niños, se filmó en rarámuri y se ha proyectado en muchos paí-ses de Europa, Asia y América; ha ganado varios premios, entre ellos los otorgados en el Festival de Toulouse, Francia, en el Pro-vidence Latin American Film Festival, el Festival de Toronto, el Festival de Valdivia, el Festival de Gijón, el Festival de Gramado y en el de Venecia. Los directores de la pelí-cula, el mexicano Israel Cárdenas, y su pa-reja, la dominicana Laura Amelia Guzmán, contestaron un cuestionario preparado por La Jornada del Campo.

P. ¿Por qué surge la idea de filmar Cochochi?R. Nos gusta mucho la manera en que nace Cochochi porque no fue un proyecto que lo planeáramos mucho, que ni siquiera lo vi-sualizamos como un largo al principio. Creo que en el proceso de irnos acercando a la sie-rra fuimos aterrizando ideas que poco a poco se convirtieron en la película.

“Pero más específicamente, Cochochi nace cuando conocemos a Evaristo y a Tony, los protagonistas de la película, en un viaje a la Sierra Tarahumara. Ellos estaban buscando un caballo de la familia que ha bían perdido y una manera de relacionarnos fue por medio de esa historia. En esos momentos teníamos una cámara pequeña de fotos digitales y con esa grabamos algunas pequeñas escenas que más bien eran como juegos, y la cámara se convirtió en una especie de juguete que nos

permitió relacionarnos y romper el hielo. Después de varios viajes y de enseñar lo que grabamos juntos, el proyecto fue creciendo hasta convertirse en lo que es Cochochi.”

P. ¿Cuál fue la experiencia de filmar Cochochi?R. Fue nuestra primera película y nos ha de-jado muchas cosas buenas, desde el hecho de conocer a los chicos y que nos permitie-ran conocer a sus familias y cultura, hasta la respuesta de alguna gente que nos motiva a seguir haciendo cosas.

“El rodaje fue lindo, creo que una expe-riencia difícil de olvidar, para nosotros los rodajes generalmente son muy intensos, uno comparte muchas cosas en un lapso relativa-mente corto, así que el trabajar con los chi-cos fue una experiencia especial, ya que por un lado estábamos trabajando pero por otro ellos nos recordaban que también todo podía ser un juego. Las relaciones del crew (equipo de filmación) con los chicos fue muy linda.

“Y profesionalmente ha sido un aprendiza-je que nos ha dejado oportunidad de seguir trabajando en este tipo de proyectos que bus-camos hacer.”

P. ¿Cochochi es una realidad desconocida por los mexicanos?R. Suponemos que para muchos sí, incluso para nosotros mismos la película es una ma-nera de acercarnos a conocer. Siento que a veces pensamos mucho antes de atrevernos a entablar una relación. Así que pensamos que la película es una manera de conocer, de tratar, de que no sea tan lejano todo este mundo. Ese fue el objetivo inicial del pro-yecto y esperamos que funcione con el paso del tiempo.

P. ¿Creen que Cochochi logró despertar conciencias en los mexicanos que vieron la película?R. Cochochi es un granito de arena que con-tribuye a que ese espíritu y conciencia no se pierda tan rápido. Es un pequeño esfuerzo que se concreta cuando el espectador es receptivo y trata de entender el tiempo y el ambiente que trascurren en la sierra. La pelí-cula se sigue proyectando en diversos lugares en diferentes formatos, en televisión, en fes-tivales pequeños, universidades y proyectos culturales. Eso nos gusta mucho ya que la película sigue su camino propio y va encon-trando a su público.

P. ¿Siguen teniendo comunicación con los protagonistas de la historia?R. Durante tres años tuvimos una comuni-cación bastante regular, viajamos a algunos festivales juntos, y cualquier viaje por la zona era buen pretexto para vernos. También ellos estaban estudiando en una escuela con la que tenemos muy buena relación y así podíamos llamar y hablar por teléfono con ellos. Pero ahora ellos han crecido y han decidido tra-bajar y generalmente lejos. La comunicación a distancia y la falta de señal en la sierra es algo complicado. Aun así, sabemos por cuáles zonas andan y qué andan haciendo, así que es-peramos cualquier momento para visitarlos de nuevo y verlos ya como unos jóvenes adultos.

P. ¿Cuál fue la impresión de la comunidad al ver Cochochi?R. Fue una noche muy linda, con mucho frío y tamales, al aire libre. La gente allá no re-acciona igual que una sala en algún festival. Son mucho más reservados, así que vieron la peli y al final muy discretamente se acerca-

ban y nos decía que si queríamos filmar de nuevo que usáramos su rancho o que nos prestaban a su burrita. ¡Vaya!, nos sentimos que éramos bienvenidos para regresar e in-cluso para filmar de nuevo. También tuvimos la oportunidad de proyectar la película en el festival de la radio en Guachochi, es un festi-val grandísimo, muy bello; ahí ha sido una de las mejores proyecciones que hemos tenido.

P. En la película se ve reflejado el lengua-je rarámuri, sus trajes típicos, sus paisajes. Pero llama la atención una imagen: Tony comiendo una sopa Maruchan, en un po-blado alejado, con pocos caminos. ¿En rea-lidad es lo que consume la gente por aque-llos lugares? ¿Por qué filmar esa imagen?R. Son cosas que están ahí muy presentes y también me intrigan; ¿cómo llegan las papi-tas, las sopas, los refrescos, las galletas, pero no llegan otras cosas más esenciales? Pero, bueno, tampoco lo pensamos mucho, son imágenes con las que uno estando allá, se va acostumbrando; ver desechos de ciudad en lugares tan remotos.

P. ¿Por qué el cine está volteando de nuevo al campo mexicano?R. Creemos que es una preocupación de muchos y se refleja de muchas maneras, una es el cine. Por otro lado, el campo mexicano es muy bello, y aun con todos sus problemas es muy digno de retratarse y re-gistrarlo para tratar de conservarlo de todas la maneras posibles.

P. ¿En su próxima película tratarán el tema rural?R. Nuestra segunda peli la filmamos en Re-pública Dominicana y trata la historia de un hombre que emigra de la ciudad al campo, a las zonas rurales. Yo creo que hay algo que nos atrae de estos lugares que van quedando aban-donados por las migraciones a las ciudades. Coordinador de Prensa y Comunicación ANEC

Título CDirección Laura Amelia Guzmán e Israel CárdenasProducción Pablo Cruz y Donald Ranvaud.Guión Laura A. Guzmán e Israel CárdenasMúsica Israel CárdenasFotogra a Laura A. Guzmán e Israel CárdenasReparto Luis Antonio Lerma (Tony), Evaris-to Corpus Lerma Torres (Evaristo), José Ig-nacio Torres Rodríguez (Nacho), José Ángel Torres Rodríguez (José Ángel), Luis Alfredo Villalobos Nevares (Luis), Cristóbal Neva-res (Cristóbal), Manuela Torres (Manuela), Luis Marcial Bernardino Torres (Marcial Bernardino), María Rosa Rodríguez (novia de Tony) y Silverio Villalobos (Silverio)País México Año 2007Género Drama Duración 87 minutos

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Laura Amelia Guzmán / www.zimbio.com

Israel Cárdenas / www.zimbio.com

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Víctor M. Quintana S.

El Chihuahua rural se ha movili-zado con intensidad y constancia desde los años 80s. A partir de 1985 y durante toda una década, las

luchas del Frente Democrático Campesino (FDC) manifiestan la resistencia de los pro-ductores temporaleros de maíz, frijol y avena, ante los impactos del ajuste estructural en el campo. Luchan para demandar el incremen-to de los precios de garantía de los granos básicos; por créditos al campo; en contra de la corrupción en el Banrural y en la Asegura-dora Nacional de la Agricutlura y Ganadería (Anagsa); por programas especiales de apoyo a los pequeños productores; contra las refor-mas al artículo 27 constitucional, y por la ex-clusión de la agricultura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

En 1992 aparece otro actor rural importante: la capas medias rurales, los productores me-dios e incluso grandes que luchan en torno al problema de las carteras vencidas con la ban-ca, la de desarrollo y la reprivatizada. Cons-tituyen un antecedente del movimiento El Barzón, y luego dos expresiones muy comba-tivas, actuantes hasta la fecha, de las dos prin-cipales ramas en que se divide El Barzón a escala nacional. Demandan la renegociación de los adeudos con la banca, evitan embargos y desalojos y exigen la reactivación del campo.

A partir del 2001, las movilizaciones rura-les en el estado de Chihuahua empiezan a adquirir características muy diferentes a las mostradas hasta ese momento. Hay que des-tacar: predominan los medianos e incluso los grandes productores de las zonas de riego

–los temporaleros no son los actores princi-pales–; casi todas las movilizaciones se rea-lizan con la concurrencia de organizaciones campesinas muy diversas: el FDC, El Bar-zón, la Confederación Nacional Campesina (CNC), Agrodinámica Nacional, Comité Pro Mejoramiento del Agro, entre otras.

Ahora bien, las luchas que los productores rurales chihuahuenses han llevado a cabo entre 2007 y 2011 pueden agruparse así:

La Comisión Federal de Electricidad (CFE) contra los agricultores y viceversa.El incremento de las tarifas eléctricas para riego por bombeo afectan duramente a Chi-huahua, donde hay más de 300 mil hectáreas irrigadas con esta modalidad. Desde 2001, los productores intensifican sus luchas. Hay fuer-tes movilizaciones en puentes internacionales y aduanas en la primavera y el verano de ese año. Aunque gracias a ellas se logra la apro-bación en la Cámara de Diputados de la Ley de Energía para el Campo, en 2002, de hecho ésta nunca se aplica. Las tarifas se disparan y

los productores volverán a la carga. La CFE iniciará campañas de cortes de energía, de confiscación de las instalaciones de los pro-ductores y éstos responderán con fuertes ac-ciones de reconecte, de tomas de oficinas, de detención de brigadas de la paraestatal. Las más fuertes movilizaciones se dan en el otoño de 2007 y en primavera-verano de 2008. Se logra la firma de un convenio con la Secre-taría de Gobernación, con la CFE y con el gobierno del estado, pero el problema no se ha resuelto y se revive cada vez que la paraes-tatal efectúa cortes o demanda productores.

Campañas nacionales relanzadas des-de la frontera. Los productores del Frente Democrático Campesino y de El Barzón Chihuahua han retomado las demandas y el plan de acción de la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País desde su experiencia y sus métodos muy particulares de lucha. El uno de enero de 2008 toman el puente in-ternacional para pedir la renegociación del TLCAN en materia agropecuaria y luego, con una caravana de tractores desde Ciudad Juárez hasta la Ciudad de México, lanzan el Movimiento Nacional de Resistencia Cam-pesina Villa-Zapata. Un año después, ante los estragos de la crisis alimentaria, los pro-ductores de estas dos organizaciones lanzan otro llamado a la lucha nacional por alimen-tos bien pagados a los productores y baratos para los consumidores, con el lema: “Vámo-nos a la bola para rescatar al campo”.

Uno y otro movimientos, por más enjun-dia que le ponen los agricultores norteños, causan revuelo algunos días y luego se van diluyendo entre negociaciones y desarticula-ciones rurales.

Desnudando la política alimentaria del go-bierno federal. En enero de 2007, ante la crisis de la tortilla; luego en 2009, ante la crisis ali-mentaria mundial, y de nuevo en 2010, tanto en enero como en diciembre, por lo menos, el con-junto de organizaciones de productores rurales de Chihuahua se han movilizado para presio-nar a la Secretaría de Agricultura en torno al ingreso objetivo del maíz y del frijol, así como de los apoyos a la comercialización. Las formas de lucha han sido toma de carreteras, casetas de peaje y oficinas públicas. En un contexto de alza de precio de los alimentos, los agricultores han demandado que los subsidios gubernamen-tales no se concentren en los más ricos, que no se apoye a los coyotes, que se cumplan los com-promisos de la agricultura por contrato, que se constituya una reserva estratégica de alimentos y que se apoye a los productores organizados.

En defensa del maíz nativo y criollo. Los productores del FDC y de El Barzón Chi-huahua, apoyados por Greenpeace y la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País emprenden primero que en otras partes del país la denuncia contra la siembra clandes-tina del maíz transgénico, la difusión de los perjuicios de los organismos genéticamente modificados, la promoción de acciones pe-nales contra los promotores de la siembra y el rechazo de las siembras experimentales. Cuando menos, logran que en el estado se apliquen las primeras sanciones a los agricul-tores que lo cultivan.

Con resultados diversos, tirándole a malos para los pequeños y medianos productores, las luchas de los agricultores chihuahuenses han sido constantes todos estos años. Sin embargo, no dejan de ser una expresión de la revuelta de los productores de Aridoamérica ante un mode-lo de agricultura concentrador y excluyente.

Chihuahua

LA MOVILIZACIÓN

RURAL (2007-2010)

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Las tarifas se disparan y los

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brigadas de la paraestatal

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Víctor M. Quintana S.

En menos de dos décadas y media de políticas económicas de ajuste estructural, apertura comercial y sequía, la agricultura chihuahuen-

se ha cambiado dramáticamente. Si antes, como en todo el país, se podía hablar de una “agricultura a dos velocidades” –la comer-cial, capitalizada y tecnificada, y la tempo-ralera, campesina, productora de alimentos básicos–, ahora se tendría que hablar de una con velocidad y otra en retroceso.

El peso específico de la agricultura de tempo-ral; su contribución al producto agrícola esta-tal, y su capacidad de generación de riqueza, y también de alimentos básicos, se han redu-cido casi a la mínima expresión. Han caído la superficie sembrada y la cosechada, así como el volumen de producción. Mientras, la agri-cultura de riego, a pesar de las crisis y sequías, ha aumentado su superficie sembrada y se mantiene a niveles más o menos estables en volumen y valor de la producción.

El perfil productivo de la agricultura chihu-ahuense se ha reorientado a los cultivos de mayor densidad de inversión por hectárea, a la explotación de los pocos nichos que le dan al estado sus condiciones geoclimáticas y las po-líticas económicas y comerciales: manzana, nuez, algodón, papa, chile y otras hortalizas.

El maíz se ha convertido en el cultivo de los extremos sociales: de los indígenas, quienes siguen sembrándolo para el autoconsumo, y de los productores más tecnificados, de riego, como los menonitas de la región de Cuauhté-moc y los mestizos de la Baja Babícora, que son los únicos que pueden realizar las gran-des inversiones para lograr altos rendimientos por hectárea. Esta transformación ha dispara-do la producción de maíz amarillo al punto que Chihuahua se ha convertido en el primer productor de esta variedad a escala nacional. Los datos son muy ilustrativos: entre el año 2000 y el 2009 la producción de maíz de tem-poral apenas si llegó a 200 mil toneladas en su mejor año, mientras que la de maíz de riego, que en el primer año apenas rebasó las 400 mil, en 2009 rondó el millón de toneladas.

Todo esto va conduciendo a una cada vez mayor concentración de la producción y de la propiedad de la tierra en el campo chi-huahuense. Los productores de temporal, campesinos todos ellos, van dejando sus tie-rras por la caída de rentabilidad y los malos años agrícolas: las arriendan, las dan “al par-tido” o, de plano, las dejan sin cultivar. Por su parte, los productores que han resistido la descapitalización, e incluso han logrado

capitalizarse mediante programas oficiales como Alianza para el Campo (hoy Activos Productivos), van concentrando por compra o arrendamiento las mejores tierras, van acapa-rando pozos y cuotas de riego y se pueden ir aprovechando mejor de los pocos subsidios gu-bernamentales que restan, como el relativo al ingreso-objetivo para los productores de maíz.

Este proceso, que ha cambiado con gran fuerza la base productiva del campo chihu-ahuense, ha inducido también cambios sig-nificativos y tal vez irreversibles en su socie-dad. Hay un real proceso de despoblamiento rural que, sin tomar en cuenta al municipio de Cuauhtémoc, muy urbanizado y diversi-ficado en su economía, hizo que entre 1980 y 2000 hubiera un decrecimiento de 26 mil 266 personas en las otras 12 municipalidades. Los pueblos y las rancherías de la región se están avejentando aceleradamente: salen los jóvenes de ambos sexos, sobre todo van a Es-tados Unidos y algunos a las maquiladoras. Y se quedan los viejos, las mujeres casadas ya mayores y los niños. Los campesinos que siguen sembrando la tierra, los productores organizados, tienen un promedio de edad que muy fácilmente supera los 50 años.

No es todo: la vida social y comunitaria languidecen. Se vacían los espacios de par-ticipación y vida en común. Las escuelas primarias de los más pequeños poblados han cerrado por falta de niños. Los chicos que quedan se reconcentran en centros es-colares que sirven a varias comunidades en

las cabeceras municipales. Ya no se forman equipos deportivos de jóvenes, sobre todo de béisbol, porque no hay suficientes jugadores. Los organismos pro mejoramiento de los eji-dos o de los pueblos ya casi no funcionan por falta de membresía. Las fiestas patronales o las festividades patrias apenas si se celebran porque las actividades recaen en los pocos y las pocas residentes en las comunidades.

Lo que sucede en el campo chihuahuense, como en el mexicano en general, es que la manera como fueron implementadas las polí-ticas de ajuste por parte del gobierno mexicano, desde 1982, hizo que se llenara de muertos el camino. Es decir, fue tan acelerado el cambio, tan abrupto, tan sin defensas o salvaguardas por parte del Estado a favor del medio rural, que la nueva forma de dominio en el campo vino a ser una subordinación desestructurante, como seña-la Blanca Rubio en su artículo “La fase agroa-limentaria global y su repercusión en el campo mexicano” (publicado en la revista Comercio Exterior, volumen 54, número 11, noviembre de 2004, p. 949). Desestructurante en el sentido que contribuyó poderosamente al grave debili-tamiento de las formas de producción familiar, intensificó la migración hacia Estados Unidos; despobló las comunidades reduciendo los lazos que les dan integridad e identidad y abrió in-mensos boquetes por donde el crimen organi-zado penetró al campo chihuahuense.

Hace poco más de 50 años, en el relato Luvina, del libro El llano en llamas, el genial escritor mexicano Juan Rulfo describía magistralmen-te un poblado rural barrido por las tolvaneras, poblado sólo por viejos y por espectros. Fue una obra fundadora del realismo mágico la-tinoamericano. Hoy, el campo chihuahuense es un espacio pletórico de Luvinas.

Desde 2003, David Lauer ha estado documentando aspectos del maíz nativo mexicano y del movimiento campesino. En colaboración con organizaciones no gubernamentales y comunidades indígenas ha producido exposiciones como “Pueblos de maíz”, “Alimento y espiritualidad” y “El maíz es la raíz” que siguen circulando por la República Mexicana como parte de la cam-paña permanente en defensa del maíz nativo

Los campesinos que siguen

sembrando la tierra, los

productores organizados, tienen

un promedio de edad que muy

fácilmente supera los 50 años

Los datos son muy ilustrativos:

entre el año 2000 y el 2009 la

producción de maíz de temporal

apenas si llegó a 200 mil toneladas

en su mejor año, mientras que la

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Chihuahua

EL FLORECIMIENTO

DE LUVINAS

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FRAUM BLAUM “LAS MUJERES FLORES”

Eunice Adorno

Fraum blaum es el tulo de este acercamiento a la vida y a las historias de un grupo de mujeres menonitas que me han abierto las puertas de sus hogares y sus vidas para fotografiar sus espa-cios ín mos y sus acontecimien-tos diarios, dentro de las comuni-dades de Nuevo Ideal, Durango, y La Honda, Zacatecas.

La complicidad mutua y las rela-ciones emocionales que llegan a formar entre ellas son parte de esta serie de imágenes en don-de aparecen instantes apacibles y alegres que nos distraen de la idea de la vida conservadora y rí-gida de estas mujeres.

Mirar a las mujeres menonitas es también ser mirada por ellas. Nuestro diálogo es en español o, a veces, en gestos signados por el alemán alto y bajo en el que

se comunican entre ellas, pero el verdadero punto de encuentro son los sen mientos humanos que compar mos entre las mu-jeres, enmarcado en este caso por la fotogra a: las pasiones, la amistad, los secretos, los place-res y la diversión. Fraum blaum, que en el alemán bajo significa “las mujeres fl ores”, es el referen-te más común en la vida de estas mujeres: las fl ores aparecen en sus ves dos, en sus objetos, en sus nombres y en sus jardines.

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Los menonitas instalados en México son el grupo que conserva con más pureza su religión. En otras nacio-nes donde están asentados han debi-

do modificar su organización teocrática por exigencias de los gobiernos. Cuando llegaron a México, particularmente a Chihuahua, en 1920, procedentes de Canadá, recibieron del presidente Álvaro Obregón un permiso que les otorgó “el derecho más amplio de ejercitar sus principios religiosos y practicar las reglas de su Iglesia, sin que se les moleste o restrinja de forma alguna”. El documento oficial fue fechado el 25 de febrero de 1921.

Además, el permiso ofrecía a estos menonitas –quienes traían de muy atrás una tradición colonizadora y agricultora– libertad para que fundaran sus propias escuelas, con sus propios maestros, “sin que el gobierno los obstruccio-ne en forma alguna” y el documento decía que esta comunidad podría disponer de sus bienes en la forma que estimara convenientes y “este gobierno no presentará objeción algu-na a que los miembros de su secta establezcan entre ellos mismos el régimen económico que voluntariamente se propongan adoptar”.

Los menonitas que llegaron a México en 1920 se impresionaron por las condiciones geográfi-cas y por la calidad de las tierras, y decidieron comprar y establecerse. Entre ellos estaban los más intransigentes en la defensa de su reli-gión, eran descendientes de los que en Prusia, Rusia y Canadá se negaron a aceptar cual-quier modificación en sus principios básicos.

El origen religioso de los menonitas data de muy atrás: del año de 1117, cuando en Lyon, Francia, se reunió un grupo de creyentes con tendencias reformistas bajo la dirección de un tal Petrus Waldnus. La secta fue conocida en los primeros años de su existencia bajo distintos nombres, y aunque en 1184 sus miembros fueron excomulgados por el papa, siguieron existiendo, reuniéndose y trasmitiendo el nuevo culto por generaciones. Con ligeras variantes, la secta formada por Waldnus se regía por los mismos principios que los actuales menonitas, y se con-sidera a aquellos pre-reformistas de Lyon como los originales fundadores del menonitismo.

A mediados del siglo XV se conocieron mu-chas subdivisiones de esta secta. Se llamaban “comunidades silenciosas” o “comunidades de la cruz” y estaban distribuidas en pequeñí-simos grupos por distintos países de Europa. Una de estas comunidades, establecida en el norte de Alemania (islas friesianas) a princi-pios del siglo XVI, convenció al sacerdote católico Menno Simons para que tomara a su cargo la dirección espiritual de su iglesia. Simons, contemporáneo de Lutero, abandonó la Iglesia católica, renunciando a su calidad sacerdotal en un famoso documento enviado al papa. Se convirtió en el líder de aquella co-munidad silenciosa y fijó definitivamente el dogma y los principios del culto y el rito. Fue tanta su influencia sobre la secta, que a partir de entonces se llamó menonitas a los discípu-los de Menno Simons.

Entonces cobró fuerza y se convirtió en una religión reformada –aunque ni Lutero vie-ra con buenos ojos el aislacionismo feroz del grupo–. Los discípulos de Menno, en Alemania, lograron la hegemonía sobre las otras comunidades dispersas y centralizaron el movimiento. Aunque todavía hoy existen menonitas derivados de otros grupos con-temporáneos, este de las islas friesianas fue el principal, y de él desciende un gran por-centaje de los menonitas del mundo.

Los de México, por ejemplo, tuvieron su origen en el norte de Alemania, y no obs-tante sus estancias en otros países durante 400 años, siguen conservando los rasgos fí-sicos, el idioma y ciertas costumbres de la región de que proceden.

Las persecuciones inquisitoriales fueron la causa primera de la vida trashumante de los menonitas. Del norte de Alemania, obligados por la presión de la intolerancia y la amenaza constante de esa primera Gestapo, emigraron a Prusia estableciéndose cerca de Danzig. Iniciaron ahí su carrera como agricultores y colonizadores, abriendo al cultivo enormes regiones vírgenes de Alemania oriental.

Prusia les dio asilo por un poco más de dos siglos, pero cuando se intentó asimilarlos a los patrones culturales nacionales, emigra-ron a Rusia, aprovechando una invitación de Catalina II. A partir de entonces empezaron a demostrar su intransigencia y su aislacio-nismo cultural. Se habían revelado ya como excelentes colonizadores y agricultores, pero a la par mostraban con absoluta claridad su decisión de conservar puras sus creencias, costumbres, técnicas y organización origina-les. Catalina II se vio precisada a otorgarles privilegios para que ellos aceptaran estable-cerse en Rusia. Desde 1786 iniciaron la co-

lonización de regiones despobladas recién arrebatadas a los turcos, principalmente a orillas del Mar Negro.

El gobierno británico, enterado de su situa-ción, les ofreció refugio en Canadá garanti-zándoles libertad para su organización social y religiosa. Se firmaron convenios y los pri-meros colonos se establecieron en Manitoba en 1874. Gozaron allí de muchos años de prosperidad. Pero al concluir la Primera Gue-rra Mundial, el gobierno de Canadá conside-ró necesaria la asimilación de estos grupos extranjeros y modificó el convenio ordenado para los menonitas para que se acogieran a la educación y el idioma oficiales. La amenaza del éxodo fue la respuesta menonita.

Aun ante esa perspectiva, el gobierno cana-diense no cedió. Muchos menonitas, puestos a elegir entre la riqueza creada y la seguridad de vivir, por una parte, y una nueva e incierta migración, decidieron quedarse. Están aún en Canadá y son considerados “escisionis-tas”. La mayoría prefirió vender sus propie-dades y abandonar el país. En busca de otro sitio enviaron delegados a varios países de América. Los que llegaron a México, impre-sionados por las tierras que podrían adquirir, sometieron su opinión a los directores de las colonias que habían decidido el éxodo y, aprobado el proyecto, presentaron una solici-tud al gobierno de México. El presidente Ál-varo Obregón juzgó conveniente esta coloni-zación y otorgó el permiso correspondiente.

Los principios menonitas son todos religio-sos. Es la religión la que norma sus actitudes y sus decisiones individuales y colectivas. Por tanto, esta sociedad constituye una ver-dadera teocracia. Su libro base es la Biblia pero presenta variantes. El bautizo, por ejemplo, se celebra después de la pubertad. Los caracteriza también su decidido pacifis-mo –observación puntual de la recomenda-ción bíblica “pondrás la otra mejilla”– y la decisión inviolable de no prestar juramento en ningún caso. Texto editado, tomado de Crónica de un país bárbaro, de Fernando Jordán, 5ª edici ón, Centro Librero La Prensa, Chihuahua, Chih., 1978.

LOS MENONITAS EN MÉXICO

María Guadalupe Ochoa Ávila

El conflicto. “Amo a otra mujer. Creo que es obra de Dios. Si esto es trabajo del diablo, lo siento mucho por mí. Pero ahora tengo que saber a

cuál mujer amar”. Con estas palabras Johan le confiesa a su padre el dilema al que se enfren-ta. El tema es universal, explorado en el arte por siglos y en todas las latitudes. Luz silencio-sa es una historia de infidelidad, de cuestio-namiento sobre el destino y el libre albedrío, con dos características principales: el lenguaje cinematográfico que utiliza y que está ubicado en un grupo cultural poco conocido: los me-nonitas de Cuauhtémoc, Chihuahua.

El estilo minimalista de Reygadas. La pelí-cula comienza con una transición entre las estrellas relucientes en la noche negra y un amanecer naranja-azulado, y con los sonidos de la fauna en eclosión, grillos, perros, gallos y cacatúas. El plano-secuencia anuncia el estilo de la fotografía, que hace lucir cielos y paisa-

jes. Recursos minimalistas: continuos planos generales que suelen cerrarse lentamente, po-cos contracampos, pocos acercamientos.

Los larguísimos planos dan la sensación de sen-cillez del lenguaje y una poética singular, que es subrayada con la banda sonora que remarca los sonidos ambientales. No obstante, esa “na-turalidad” es continuamente quebrantada con diálogos que cambian sin más de una plática sobre mecánica de autos a la fría confesión de adulterio; que interrumpe la acción dramática con silencios gratuitos, y que cambia el eje de la cámara para mostrarnos un cielo azul o la arquitectura de una casa o la vegetación cir-cundante. Mientras tanto, los objetos desapa-recen o aparecen y los personajes cambian de lugar, formando una colección de postales, de escenario exterior a la acción dramática.

Este estilo minimalista y naturalista que hace Reygadas lo impulsa a ahorrarse recur-sos dramáticos para trasladarlos a referencias etnográficas. Quizá pensando que el con-flicto elegido es más verosímil en una co-munidad social, regida moralmente por sus preceptos religiosos, el realizador elige situar –y hacer explícita su elección– en una comu-nidad menonita, logrando que varios de sus

miembros actúen en la película hablando su propio idioma: es la primera película rodada en versión original en plautdietsch.

La confusión etnográfica. La tradición hace que el uso de actores naturales situados en sus comunidades se refiera a sus propias cos-tumbres, sus propios problemas; sin embar-go, aquí la “exótica” comunidad menonita es utilizada en función del dilema moral del adulterio y sus consecuencias, no siguiendo los preceptos nativos sino los que le preocu-pan a Carlos Reygadas. Por supuesto que todo realizador puede discurrir sobre cual-

quier tema en cualquier lugar y con los ac-tores que le parezcan más adecuados, quizá lo cuestionable es no tomar en cuenta lo que una película puede hacer sobre la percep-ción de determinados grupos sociales. Buena parte de los críticos hacen énfasis y referen-cias a la historia y las costumbres menonitas.

La distancia entre los preceptos y las costumbres menonitas y los personajes de la película no es evidente para el público, que queda convencido que es una película con elementos más reales de los que están presentes. De principio es excep-cional que el adulterio en estos grupos cerrados se circunscriba a un problema individual o que las mujeres solas sean bien vistas –y menos aún una que se convierte en la amante de un hom-bre casado e hijo del pastor de la comunidad.

Los menonitas de Reygadas escuchan y can-tan en español No volveré; los niños saben francés, y algunas mujeres asisten a los entie-rros con escotes, maquilladas y con joyas. Y la comunidad no reprueba las faltas a los cáno-nes morales y es tolerante con el adulterio. La cultura menonita funciona de contexto, para poner de manera naturalista un problema moral, aunque el autor insista en recordarnos la pertenencia religiosa de los personajes.

LUZ SILENCIOSA

Título Luz silenciosaDirección Carlos ReygadasProducción Jaime Romandía y Carlos ReygadasGuión Carlos ReygadasSonido Raúl LocatelliFotogra a Alexis ZabéReparto Cornelio Wall, Maria Pankratz, Miriam ToewsPaíses México, Francia y Países BajosAño 2007 Género Arte Duración 142 minutos

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Lourdes Edith Rudiño

En el universo de conflictos que pre-senta el campo relacionado con la apertura comercial y los desequili-brios en las cadenas productivas,

hay honrosas excepciones de organizaciones campesinas con un alto perfil empresarial que afirman estar más que adaptadas a las circunstancias cambiantes del mercado. Es el caso de la Comercializadora Valle Her-moso, SA de CV (Covahesa), de Tamaulipas, que asocia a poco más de 800 productores, todos enfocados al sorgo (y algunos, muy pocos, al maíz amarillo), y beneficia con sus procesos comerciales y de crédito a más de tres mil. Esta agrupación operó 200 mil to-neladas de sorgo en 2010.

Adalberto Guevara, directivo de Covahesa, afirma que en términos generales el norte de la República es el que mejor ha logrado adap-tarse a la apertura del Tratado de Libre Comer-cio (TLCAN), si bien esto no es generalizado –en el propio Tamaulipas, hacia el centro y sur la liberalización de precios y acceso a im-portaciones de las dos décadas recientes han causado estragos porque la infraestructura de acopio es insuficiente–. Para Covahesa, la apertura significó en principio “sudor y lágri-mas”. Estados Unidos, particularmente Texas, es el principal productor de sorgo del mun-do, y México, el primer importador. “Pero así como hemos sufrido reveses económicos, como en 1996, cuando el mercado nos golpeó con bajos precios, también hemos tenido ex-periencias muy dulces, donde el mercado nos paga muy bien, como el 2008 o el momento actual. La clave está en la organización”.

Covahesa, ubicada precisamente en Valle Hermoso, se constituyó en noviembre de 1994, con la intención de que los campesi-nos afrontaran unidos la liberalización co-

mercial. Adalberto Guevara afirma que los productores recibieron capacitación, aseso-ría externa, información práctica del mane-jo de cobertura de mercados, y todo eso los ha preparado y los ha ayudado a adaptarse al mercado libre. Pero además, “en el norte del país hay una infraestructura instalada de acopio bajo techo para prácticamente toda la producción, y no batallamos por tener el sorgo a la intemperie, con pérdida de calidad (…) los almacenes son propie-dad en algunos casos de los productores y en otros de comercializadores, y mucho de organizaciones”.

Esta infraestructura, aunada a la fortaleza que tiene la organización en materia de ac-

ceso al crédito (de banca privada), permite a los miembros de Covahesa administrar sus cosechas. “Generalmente cuando salen la producción (del campo al mercado) , la pre-sión (a la baja) sobre los precios es muy fuerte, por eso hay que administrar las cosechas. Por ejemplo, en la cosecha tardía del Bajío les pa-garon el sorgo a dos mil 100 o do mil 150 pesos la tonelada. Nosotros decidimos guardarla de septiembre-octubre de 2010 para acá y hoy por hoy estamos vendiendo 500 pesos arriba”.

Adalberto Guevara destaca el hecho de que la organización ha contado ininterrumpi-damente con financiamiento para pignorar cosechas desde 1996/97, en principio con el extinto Banrural y “luego con la banca privada, a pesar de que somos una organiza-ción de ejidatarios”. La clave es que “nunca hemos quedado mal. Se puede ver nuestro historial con la banca, con paquetes de diez centímetros de ancho y en ninguno hay falta de pago. Eso es básico para cualquier organización. Tenemos créditos con Bana-mex, Bancomer, HSBC, Banco del Bajío y Ven por Más. Con la Financiera Rural tenemos cuatro años que no operamos; sus trámites y sus análisis no corresponden a la realidad del país; por ejemplo, nos piden que nuestros estados financieros estén au-ditados en tiempo y forma y muchas cosas más que dificultan el crédito. Yo les digo ‘ve el buró de crédito’ y luego me dices lo que quieras”. Otro factor clave de Covahesa es la agricultura por contrato, que realiza desde hace siete años, para garantizar la co-mercialización del sorgo y establecer alian-zas con los clientes.

Y, como quiera que sea, el clima les ha ju-gado bien. “Esta zona es de una superficie muy grande de temporal y dependemos más de los eventos climáticos que de otro tipo. En los diez años recientes, hemos tenido dos años malos y el resto tres o cuatro regulares y cinco o cuatro buenos. Los huracanes que llegan dejan húmeda la tierra y eso nos beneficia”.

Además de que los productores en cuestión tienen asegurados sus bienes y cultivos contra imprevistos climatológicos, y por eso lograron salir adelante luego de que el ciclón Emily en 2005 afectó la infraestructura campesina.

Tamaulipas es el principal estado productor de sorgo, con 2.6 millones de toneladas cose-chadas en el año agrícola 2009, de un total nacional de 6.1 millones.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. Las defi-ciencias-país en materia de infraestructura de caminos y transporte afectan a los socios de Covahesa. Los precios que recibe el productor de sorgo están en relación con los llamados “precios de indiferencia”, esto es los que se calculan con base al precio que tendría sorgo importado en los diversos centros de consu-mo, y como Valle Hermoso está muy distante de sus principales compradores-consumido-res en México (Nuevo León y Jalisco, princi-palmente, pero también Puebla y Veracruz), el cargo del flete y las deficiencias de caminos deben ser cubiertas por los productores.

También el rentismo es otro asunto pre-ocupante. El entrevistado considera que el principal reto hoy de Covahesa es “mantener a nuestros productores como productores. Esto, por el tamaño que tenemos, porque el promedio de tenencia de la tierra es de 70 hectáreas, cuando los que siguen hacia arriba son muy grandes. Y lo vemos en el acopio que hacemos. Hace siete años poco más de mil productores acopiamos 80 mil toneladas; fui-mos a conocer una cooperativa de sorgueros en Corpus Christi, Texas; ellos tenían el mis-mo volumen pero sólo eran 20 productores. Esa es una gran diferencia, y también vemos diferencias importantes con productores de nuestra propia región”.

Entonces –como es un hecho que aquí, como en muchas partes, el rentismo es un fenómeno que va en ascenso– hay gente que se desanima con la actividad agrícola y de-cide rentar. “Yo les digo (a los asociados de Covahesa): ‘prefiero que tú tomes en renta tierras, a que dejes tu tierra en otras manos. ¿Cómo podemos lograr que se mantengan como productores?, haciéndolos acceder al crédito y no sólo para la producción, sino para infraestructura, para mejora de bode-gas y maquinaria, para el proceso comercial; dándoles los insumos más baratos ”.

Con la Financiera Rural

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Jaime Peña Ramírez

El análisis de los procesos sociales fronterizos ha quedado a la mitad del Bravo, sin observar el área norte-sur como una sola región, tal como

resulta sugerente. La frontera en general se caracteriza por la presencia de dos lenguas en conflicto cuyo resultado es una lengua reprobable desde los amantes de Chakespeare o Cervantes en cada país; es espacio de con-vivencia y de conflicto en muchos sentidos, y tiene otros elementos generalizables.

Sin embargo, hay microregiones con ele-mentos de identidad que reflejan el todo fronterizo pero tienen además en común fac-tores naturales e históricos diferenciables del resto. Nos referimos a las llamadas ciudades gemelas conformadas por Ciudad Juárez-El Paso, Laredo-Nuevo Laredo y Tijuana-San Diego. Vemos a dos países compartiendo suelo, clima y agua como unidades interac-tuantes que no se explican la una sin la otra; en el aspecto cultural, que nos toca desarro-llar enseguida, tenemos semejante ley.

En tales microregiones la cultura fronteriza no puede verse sin la otredad, tal como el resto de las relaciones sociales del ser fronte-rizo; la raíz profunda de este fenómeno po-dría explicarse por el hecho de que aquello no era la frontera, sino parte de la nación, visto desde el inconsciente colectivo del sur, y que es una frontera por ganar, desde el enfoque del norte. Así, la memoria históri-ca de lo que “fue nuestro”, siempre latente, y los deseos de ganar fronteras, como parte del ser estadounidense, se conjugan como telón de fondo del escenario fronterizo. En la vida cotidiana, el norte avanza efectiva-mente sobre el sur siguiendo la pista al ca-pital, depositando la moderna basura o ven-diendo los alimentos básicos, y el sur, hacia el norte, ateniéndonos a la fuerza de trabajo, a ciertos productos agrícolas de lujo o a los estupefacientes. Mientras que la demografía empuja al norte, la economía empuja al sur. De cualquier manera, dice el populus en el Bajo Río Bravo: lo más bonito de Matamoros es Brownsville, y en consecuencia, lo más feo de Brownslville, Matamoros.

En la unidad regional hay dos lenguas: una de dominación, de orden, de mando, que no logra imponerse, y una dominada que no se abandona: aún más, exige respeto por el otro. La hegemonía tiene una simiente pedagógi-ca, de exigencia del “consenso activo de los dominados”, como pensaba Gramsci. Así, se genera una fusión-confusión de lenguas cuya expresión cultural es el enriquecimien-

to de una tercera, o el empobrecimiento de ambas, si el hecho es calificado por las buenas conciencias del centro de ambos paí-ses; sin embargo, cualquier “moda norteña” termina por imponerse en lo nacional, des-pués del escándalo. El mundo de las cosas y el consumo, las tecnologías de avanzada, las desgracias de la televisión, entran desde la frontera y no se quedan ahí, sino pasan al sur; esto da vida al gran comercio fronterizo de allende el Bravo o del Colorado. Nuestro país entero se transforma en frontera.

El mundo desarrollado exige fiesta perenne en el norte y por la frontera llegan los estu-pefacientes que la hacen posible; no es raro que la marihuana que dejó de sembrarse en Colombia destinada a Estados Unidos en los 80s haya sido sustituida de inmediato por pro-ducción mexicana para el exigente mercado; al igual, miles de trabajadores agrícolas tran-sitan por la frontera, buscando sobrevivir, exi-gidos por la ganancia. Aquí, gran parte de la explicación de una frontera abierta al mundo, cosmopolita, cobijo de razas latinoamerica-nas y mexicanas de todas las lenguas y colores; frontera que escandaliza, pero también atrae.

Una característica de la población de las áreas rurales es la continua movilidad de la fuerza de trabajo: la migración cíclica es una constante de la región, sólo en diciembre se observa el retorno programado. Existen pue-blos enteros abandonados aquí y allá, por el trabajo en California, Florida o Chicago, que suelen rehabitarse cuando la demanda de tra-bajadores disminuye, a partir de septiembre. El movimiento decembrino, además de cli-mático, es fenómeno religioso-cultural, tanto como resultado de cuestiones económicas; el casorio, padrinazgo o cualquier tipo de fiesta se programa para diciembre, con marrano, bo-rrego, cabrito o becerro sacrificado, o al me-nos fajitas de influencia norteña; tales fiestas son comunes en el sur y tienden a imponer-se del otro lado. La invitación es a la familia extensa, que llega a constituir un verdadero ejército hambriento a la hora de la cena. El asunto culinario, sensible a la globalización comandada por McDonalds y Kentucky, se ancla todavía en el maíz de los pequeños ta-

males norteños, de cerdo o de frijoles delicio-sos, el asado de puerco navideño o el cabrito –de Saltillo o Nuevo León?– en su caso y las tortillas de harina o de maíz como constantes, según el gusto, que venían de Arabia y del sur del continente; todo ello, sureño o norteño, dependiendo de donde se mire, superando las leyes que prohíben pasar el puente con ta-males de puerco o comida en general del sur, cuando el norte engorda al mundo entero.

En el Bajo Bravo una característica específica es el gran temor a los ciclones por los desas-tres que acarrean sus vientos e inundaciones, de tal modo que es trascendental saber cómo andan los pronósticos del tiempo para iniciar una plática; las sequías, las inundaciones y las heladas son recurrentes y contribuyen a formar una serie de temores y expectativas comunes. El antiguo temor al Bravo se ha su-perado parcialmente por las presas de alma-cenamiento construidas aguas arriba del área y forma parte de la historia regional que la distingue de otras áreas. Los viejos farmers de origen mexicano temen a los naguales, y los estadounidenses, a la invasión del sur, como parte del inconsciente colectivo, que alimen-ta el Estado bajo el pretexto de la seguridad nacional. El avance de la mancha café es ver-dad y la disminución de blancos es también demostrable, pero el temor se maneja como preocupación racista que suprime la aspira-ción al arco iris. Tal preocupación hay que ocultarla cuando viene la cosecha y la necesi-dad de trabajadores de cualquier color.

La frontera glorificó a los comerciantes exi-tosos, contrabandistas y pateros. Sin embar-go, los símbolos de valentía han perdido rai-ting como resultado de que tales actividades se han combiando con el narco y el tráfico de armas, los cuales son manejados ahora, en gran parte, por policías de ambos países, vinculados al crimen organizado. La música norteña que plasma las historias regionales (acordeón, que olvidaron por ahí los alema-nes constructores del ferrocarril, combinada con cuerdas de bajo sexto y percusión) es la sureña del otro lado. El bingo de lado norte y la lotería en el sur son una constante familiar. En recientes fechas de gran violencia, los jó-

venes del sur se van a los nuevos antros abier-tos en el otro lado y se quedan a dormir con familiares. Igualmente, se ve la prosperidad de nuevos restaurantes en el lado norteño en estos últimos años por el mismo motivo.

El hecho de tratarse de una región agríco-la de importancia nacional en ambos lados es un elemento fundamental de diferencia respecto a las otras microregiones; aunque la agricultura está en declive por la fuerza de la ciudad y la industria sobre ella, aún signa los tiempos de intensa actividad regional y de relativo estancamiento, conforme el ciclo agrícola se desenvuelve; la rama influye so-bre los espacios, experiencias y formas de or-ganización productiva y política de los habi-tantes del área. La práctica de la democracia en las asambleas ejidales, aunque debilitada por el estilo vertical y corporativo del Estado, ha servido para el avance de la participación en otros frentes, como la asamblea sindical o popular en las coolonias, cuando se realiza. Al norte del Bravo la experiencia democráti-ca se despliega también en las organizacio-nes de usuarios del agua y de productores; tienen presencia política en el Congreso por la vía de sus representantes, aunque también sufren de las promesas incumplidas.

La cultura del área es una síntesis de los todos nacionales, inclusive de influencias internacionales: se trata de un sincretismo específico y actuante; por lo demás, es pre-ciso distinguirla de las pautas estatales o del capital, para el análisis de lo que es. No se trata de analizar los engendros de la violenta subcultura del narco, cruzando el puente en estos momentos; se trata de recuperar una forma de percibir el mundo, de actuar en él conforme a tal percepción y de identificar las diferencias que hacen la unidad sin preten-der superarlas y de encontrar las coinciden-cias de una sola cultura con gobiernos dis-tintos y con problemas sorprendentemente parecidos si abundamos sobre su origen.

Algunas ideas de las planteadas en los textos de Jaime Peña que publicamos aquí fueron tomadas de El agua, espejo de los pueblos. Ensayos de ecología po-lí ca sobre la crisis del agua en México en el umbral del milenio, Plaza y Valdés, 2004, reimpreso en 2008 (coordinado por Jaime Peña); Agricultura y medio ambiente fronterizos. El Bajo Río Bravo, de Jaime Peña, Plaza y Valdés, 2008, y el ensayo “Vaivenes migratorios fron-terizos. El caso del ejido Sandoval de Matamoros, Tamaulipas”, del mismo autor, publicado en el libro coordinado por Ana María Aragonés y Blanca Rubio con el tulo de Nuevas causas de la migración en México en el contexto de la globalización. Tendencias y perspec- vas a inicios del nuevo siglo, Plaza y

Valdés-UNAM, DGAPA, 2009.

Tamaulipas

CULTURA FRONTERIZA EN EL BAJO RÍO BRAVO

En la vida cotidiana, el norte

avanza efectivamente sobre

el sur siguiendo la pista

al capital, depositando la

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los alimentos básicos, y el sur,

hacia el norte, ateniéndonos a

la fuerza de trabajo, a ciertos

productos agrícolas de lujo

o a los estupefacientes

Al norte del Bravo la experiencia

democrática se despliega

también en las organizaciones

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José Pedro Turuseachi

Nos hemos hecho daños muy grandes, muy fuertes y no lo re-conocemos. Justificamos que la humanidad necesita desarrollo y,

por el hecho de ser civilizados, imponemos leyes para dominar la vida de las diferentes especies existentes en el mundo. Nada con-tentos con eso, envenenamos y nos envene-namos a nosotros mismos, nuestra comida, el agua, la tierra, el aire. ¿Cómo vamos a jus-tificar que estamos haciendo buen trabajo si nuestra casa está destruida?

Hasta mediados del siglo XX, la agricultu-ra nos había mantenido en una relación de amistad, de armonía con la naturaleza. Las prácticas agrícolas industriales, sin embargo, se impusieron y proponen y disponen de avan-ces tecnológicos en su producción y no dan certeza a la alimentación del mundo, pues sa-bemos que sólo garantizan el mercado y brin-dan ganancias seguras a las grandes empresas.

A pesar de todos los avances tecnológicos y científicos, en las montañas y barrancas de la Sierra Tarahumara seguimos sembrando maíz en pequeña escala, en tierras que varían entre una y cinco hectáreas con rendimiento de 350 a 500 kilos por hectárea en años regu-lares y de 500 a mil en años buenos. Realmen-te la producción es muy baja comparada con el sistema industrial, pero mantiene unida a la familia en torno al cuidado de la tierra y el alimento. Además ayuda a combatir el colap-so climático porque no usamos agroquímicos ni productos del petróleo, ni deforestamos grandes extensiones para sembrar.

Se preguntarán: ¿Por qué siguen sembran-do? De la respuesta sencilla, “La gente nece-sita comer para poder vivir” derivan muchas cosas. Poder comer y vivir es la energía de la fa-milia, de todo un pueblo que hace enriquecer la cosmovisión, vivirla y transformarla en una cultura única existente en esta parte del mun-do. El cultivo del maíz nos une como cultura.

La agricultura es la herencia ancestral y jamás se debe dejar de hacer, es la base de

la economía cultural, por eso en el pueblo rarámuri desde muy temprana edad se tiene la responsabilidad de participar en las activi-dades de la familia y con ello uno obtiene el derecho a tener sus propios animales y criar-los, y con el tiempo son repartidos los terre-nos. Pero vemos que las prácticas familiares y culturales se realizan cada vez menos por toda la invasión de la vida moderna con sus aparentes comodidades.

Ya pocas organizaciones sociales le apuestan a que no se deje de sembrar y promueven tecnologías apropiadas y de menor costo para que los campesinos puedan seguir adelante en la producción de sus propios alimentos saludables. En Consultoría Técnica Comu-nitaria (Contec) unimos el conocimiento antiguo que se sigue practicando con los conocimientos nuevos para la agricultura sostenible. Escarbamos en la memoria de la gente para que, juntos, recordemos aque-llas prácticas que funcionaban para nuestros abuelos y abuelas, y las enriquecemos con lo que hemos aprendido en capacitaciones.

En esta región la agricultura tradicional está muy ligada culturalmente con el cuidado de los recursos naturales, con el agua, con la tierra. Debemos conocer el movimiento de la luna y del sol. Esto se hace con mucha sa-biduría y disciplina.

No aceptamos las semillas genéticamen-te mejoradas, consideramos que romper la dinámica de la reproducción natural atenta contra la sabiduría campesina y alimentaria y contra la economía cultural que por mu-chos siglos se ha mantenido. No podemos acabar con una historia milenaria por una biotecnología nueva que va a hacernos vivir artificialmente como si fuéramos extraños

en nuestra propia tierra. ¡Por eso, con orgu-llo seguiremos sembrando maíz! De todos colores, tamaños y sabores, hasta que nues-tros pies nos permitan caminar y hasta que la conciencia nos ayude a convencer a las na-ciones. Algún día dirán: “Ellos tenían razón, el dinero no llena la panza, sólo enloquece la mente humana”. Habitante de la Sierra Tarahumara

DEFENDER EL MAÍZ

Frente al desastre agroalimentario, medidas de emergencia y cambio de modelo Febrero de 2011

Frente al desastre agroalimentario, urgen medidas de emergencia y, sobre todo, un cambio del modelo agroalimentario neoliberal. Urge que el Ejecutivo Federal y el Congreso de la Unión asuman su responsabilidad y convoquen a una mesa de acuerdos de emergencia con las organizaciones campesinas. Las heladas en el norte y las afectaciones climatológicas en el centro y sur del país: gota que derrama el vaso del desastre de las políticas gubernamentales. Dependencia alimentaria creciente en el peor de los mundos: fuerte aumento de precios internacionales, cosecha de maíz de Sinaloa siniestrada y cero reservas públicas de alimentos. Las grandes corporaciones agroalimentarias: únicas ganadoras del desastre alimentario. Comprometidas la seguridad alimentaria de los mexicanos y la seguridad nacional. Hoy la agricultura campesina, temporalera, en pequeña y mediana escala, es la que puede y debe sacar a México del desastre agroalimentario.

Propuesta de medidas emergentes

1. Declaratoria de situación de emergencia agroalimentaria nacional por el Ejecutivo Federal. Si se niega a ello, el Congreso de la Unión deberá asumir esta responsabilidad a través de un decreto legislativo instruyendo al Ejecutivo Federal al respecto.

2. En el marco de dicha declaratoria de emergencia, establecer las siguientes medidas para enfrentar los siniestros agrícolas en el país e impulsar decididamente la producción campesina (granos básicos, café, hortalizas, frutales, forestaría comunitaria, etcétera) en 2011:

A. Un programa urgente de pagos y ayudas a los productores por los siniestros y de acciones integrales para las resiembras, rehabilitación de tierras y cultivos en todas las regiones agrícolas del país, NO SÓLO en Sinaloa. Especialmente se propone hacer mesas de concertación por sistema-producto.

B. Establecer políticas de aumento de la producción de alimentos que garanticen el abasto interno. Una producción principalmente de base campesina, con una combinación de precios aceptables y mayor inversión pública para mejorar el acceso al financiamiento, semillas y plantas adecuadas, fertilización, comercialización directa, etc.

C. Entrega anticipada de los apoyos del Procampo a más tardar el 31 de marzo a todos las y los beneficiarios del ciclo P-V y de Fomento Productivo del café.

D. Triplicar los fondeos de la banca de desarrollo para crédito de avío para el próximo ciclo P-V, con respecto a los canalizados en 2010, reduciendo las tasas de interés efectivas al productor en 50%, aumentando las garantías de dicha banca a los intermediarios y disminuyendo las garantías y otros requisitos a los productores organizados.

E. Reforzar una política de acceso a servicios financieros para la seguridad alimentaria y el combate a la pobreza a través de instituciones financieras sociales, adaptadas y de proximidad.

F. Programas de emergencia incluyendo empleo temporal para cultivos afectados como maíz, hortalizas, cítricos, café, plátano y otros.

G. Establecer un estricto control gubernamental de los precios de las semillas y fertilizantes al tiempo que se fortalecen los financiamientos y apoyos para las organizaciones económicas de productores a efecto de realizar compras consolidadas, producción local de insumos y una distribución oportuna entre sus asociados.

H. Atender urgentemente, los casos como el denunciado por UCIZONI en los que la combinación de desastres agrícolas del pasado agosto-septiembre combinados con las heladas en Sinaloa (principal proveedor de maíz de Oaxaca) puede derivar en una severa crisis alimentaria en el estado, de no actuarse oportunamente.

3. En el marco de la declaratoria de emergencia agroalimentaria nacional, adoptar medidas para el reforzamiento de los programas de ayuda alimentaria: Diconsa, Liconsa, Oportunidades, Comedores Populares, financiamiento y apoyos para multiplicar y generalizar mecanismos asociativos/cooperativos de abasto directo campesinos-consumidores, etc. Presionar al gobierno federal, a los gobiernos estatales y a los municipios para establecer urgentemente programas de ayuda alimentaria tales como comedores populares, servicio de comida caliente en las escuelas primarias públicas, etcétera.

1. Aprobar el derecho constitucional a la alimentación y la Ley de Planeación para la Seguridad Agroalimentaria y Nutricional. Decisión en manos del Senado.

Propuestas de medidas de cambio de modelo

2. Aprobar una ley para ordenar al ejecutivo federal a establecer una reserva estratégica alimentaria y un mecanismo de administración de las importaciones y exportaciones de productos agroalimentarios estratégicos para la seguridad alimentaria del país. Decisión en manos del Congreso de la Unión.

3. Aprobar una ley de emergencia alimentaria que impulse la producción campesina de alimentos para reducir la dependencia de las importaciones a no más del 15% del consumo nacional a la vez que se articule y fortalezca la diversidad de programas alimentarios a fin de eliminar la pobreza alimentaria y compensar los impactos en de la elevación de los precios en la economía popular. Decisión en manos del Congreso de la Unión.

4. Impulsar un nuevo modelo de agricultura, manejo de bosques y del territorio rural con base en las comunidades campesinas e indígenas auto-organizadas y con un enfoque de sustentabilidad y mitigación de los gases de efecto invernadero.

5. Impulsar la administración de la oferta y el manejo de reservas internacionales para estabilizar los precios al productor a niveles remunerativos y para el consumidor a niveles apropiados. Regulación internacional sobre las inversiones especulativas en las Bolsas de granos y otros productos agrícolas.

6. Moratoria a la utilización de tierras agrícolas y alimentos para la elaboración de agro combustibles y de la siembra de maíz, café y otros cultivos transgénicos en México y en el mundo.

Hacemos un llamado urgente y atento al Ejecutivo Federal y al Congreso de la Unión para establecer a una mesa de acuerdos con las organizaciones campesinas y a los sectores productivos para enfrentar el desastre agroalimentario con medidas de emergencia y de cambio de modelo. Hacemos un llamado a las organizaciones campesinas y de la sociedad civil para impulsar las medidas emergentes y de cambio de modelo agroalimentario antes enunciadas y a constituir un frente unitario frente al Ejecutivo Federal y el Congreso de la Unión.

Atentamente, ¡El hambre no espera! ¡Producción campesina sustentable para salir de la crisis alimentaria! ¡Salvemos al campo para salvar a México!

Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas, CONOC: AMUCSS – ANEC – CNOC – FDC – MAIZ – RED MOCAF www.conoc.org.mx [email protected]

No aceptamos las semillas

genéticamente mejoradas,

consideramos que romper la

dinámica de la reproducción

natural atenta contra la sabiduría

campesina y alimentaria y contra

la economía cultural que por

muchos siglos se ha mantenido

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Yolanda Massieu

Pese a lo negro del panorama que presenta el 2011, desde Tlaxcala nos llega una buena noticia respecto a la preservación de las variedades na-

tivas de maíz: el 13 de enero se aprobó en el Congreso Local la Ley Agrícola de Fomento y Protección al Maíz como Patrimonio Ori-ginario, en Diversificación Constante y Ali-mentario para el Estado de Tlaxcala.

El proceso comenzó desde 2007, cuando el grupo Vicente Guerrero (Premio AMER a la Mejor Experiencia de Desarrollo Rural Sustentable 2009) convocó a diversos actores involucrados e inició una labor de discusión y promoción para preservar las variedades criollas.

Explícitamente, la organización detectó como riesgos de pérdida de estas varieda-des la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la presencia de los maíces transgénicos. También observó que cuando los campe-sinos tlaxcaltecas no contaban con semilla propia, recurrían a los maíces híbridos de las tiendas de Diconsa. En Tlaxcala, el 70-75 por ciento del maíz que se siembra es criollo y el estado es centro de origen del maíz. Las principales variedades criollas que se encuentran en el estado son: arro-cillo, azul y blanco, bolita, cacahuacintle, chalqueño, palomero, ancho pozolero y elote cónico.

La ley aprobada tiene su origen en la ini-ciativa del grupo Vicente Guerrero, que fue impulsada además por varios ejidos tlaxcalte-cas y por académicos y contó con el apoyo de la diputada Ana Lilia Rivera. Estos actores han participado en las ferias del maíz que se realizan en Tlaxcala y estuvieron presentes en los foros organizados para la discusión del proyecto de ley.

El dictamen reconoce que en la riqueza ge-nética del maíz hay un “potencial para ge-nerar los maíces del futuro de México y del mundo ante el cambio climático”, así como la necesidad de “contar con una norma que identifique los problemas de la producción maicera en Tlaxcala y plantee soluciones jurídicas para mantener su calidad, perma-nencia y cuidado”. El documento conside-ra importante la diversificación constante del grano y plantea acciones concretas para cuidar la diversidad del maíz, por medio del cultivo de las variedades criollas en las par-celas campesinas. Específicamente, propone la creación de un “consejo estatal del maíz”, como una instancia en la que participen los productores, sus organizaciones, los ayunta-mientos, las dependencias federales y estata-les y las instituciones de educación superior e investigación vinculadas a la agricultura. Una de las funciones fundamentales de este organismo sería el constante monitoreo. También el dictamen establece la creación de un programa estatal de semillas de maíz criollo, el cual buscará el abastecimiento en condiciones de equidad. Su creación y funcionamiento serán facultad del gobierno estatal, al igual que la elaboración de un re-gistro de productores. Está contemplada la generación de fondos locales de semillas.

Durante el largo camino recorrido por or-ganizaciones campesinas y ambientalistas, investigadores y ciudadanos diversos para la regulación de los maíces transgénicos, a par-tir del primer descubrimiento de contamina-ción en 2001 en Oaxaca, la preservación de las variedades criollas o nativas ha sido plan-teada como un objetivo fundamental para la seguridad alimentaria de México y el mundo. El reconocimiento de que son los campesinos quienes preservan esta riqueza, que es parte fundamental de su cultura y la de todos los mexicanos, ha sido también una de las metas en este proceso. Ambas consideraciones son parte fundamental de la ley tlaxcalteca, por

lo que genera un fundado optimismo que la ley haya surgido de la iniciativa de una or-ganización campesina con trayectoria en la preservación de la riqueza genética del maíz.

Corresponde ahora al propio grupo Vicente Guerrero y a los campesinos tlaxcaltecas, junto con sus aliados: los académicos y la ciudadanía en general, así como las depen-dencias gubernamentales, vigilar el cum-plimiento de la nueva ley. Esta labor es más imperativa en el momento actual, dadas las presiones de las empresas trasnacionales para llegar a la siembra comercial de maíz transgénico. Aquí también hay buenas noti-cias, pues la Secretaría de Agricultura acaba de negar el permiso a la compañía Monsan-to para escalar sus pruebas experimentales a cien hectáreas en Sinaloa. La empresa ha impugnado la decisión, y alega que sólo con maíz transgénico se podrá recuperar la au-tosuficiencia alimentaria del país. Es decir, ignora completamente el potencial de los maíces criollos y el papel fundamental de la agricultura campesina en su preservación, justamente lo que reconoce la ley tlaxcalte-ca. Por lo pronto, no hay siembra pre-comer-cial autorizada de maíz transgénico en Si-naloa y los campesinos tlaxcaltecas cuentan con un instrumento jurídico para defender sus variedades y su producción.

LEY TAMBIÉN PARA EL MAÍZ DE MICHOACÁNUn paso más en favor del maíz ocurrió en Michoacán. Al iniciar febrero el Con-greso local aprobó por mayoría la Ley de Fomento y Protección del Maíz Crio-llo como Patrimonio Alimentario del Estado de Michoacán, cuya fi nalidad es proteger a las razas del maíz frente a las variedades transgénicas.

La ley fue propuesta e impulsada por el legislador Jaime Hinojosa Campa. Su texto señala que en Michoacán existen territorios que albergan algunas de las 60 razas originarias de México y sin em-bargo no hay un inventario confi able y completo. Dice que el maíz cubre 30 por ciento de la superfi cie sembrada de Michoacán e implica a casi 132 mil unidades de producción agrícola, y des-taca que el estado ocupa el cuarto lu-gar en la producción del grano a escala nacional.

Entre sus obje vos, la nueva ley men-ciona: "garan zar un nivel adecuado y efi ciente" de protección a la salud hu-mana, del medio ambiente y la diver-sidad biológica así como de sanidades animal, vegetal y acuícola “respecto de los efectos adversos que pudiera causarles la realización de ac vida-des con organismos gené camente modifi cados".

Otorga la categoría de “productores originarios y custodios” a los habitantes de las comunidades rurales e indígenas que histórica y culturalmente han pre-servado, de generación en generación, la producción del grano.

Con la aprobación de la ley, se autoriza también la realización del Inventario del Maíz y la creación del Fondo de Semillas de Maíz para fomentar, conservar y pro-teger los maíces originales de México y par cularmente de Michoacán.

La ley reconoce a Michoacán como uno de los estados de origen del maíz criollo y a éste como Patrimonio Alimentario.

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alimentaria de México y el mundo

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José Antonio Mendoza Zazueta

Una treintena de personajes de la academia, de organizaciones so-ciales y empresas, así como del ámbito gubernamental, preten-

den empujar propuestas que modifiquen las políticas públicas orientadas a enfrentar la pobreza rural. Este grupo comenzó a sesionar formalmente con tal propósito el 19 de enero pasado, en el marco de un proyecto denomi-nado Conocimiento y Cambio en Pobreza Rural y Desarrollo, que ejecuta Rimisp-Cen-tro Latinoamericano para el Desarrollo Rural en alianza con la Universidad Nacional Autó-noma de México (UNAM) y con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).

El reto no es poca cosa y el sentimiento es de urgencia: los datos más recientes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), contenidos en su Pano-rama social de América Latina (de diciembre de 2010), indican que en México 46 por cien-to de la población nacional sufre pobreza y pobreza extrema, con datos al 2008. Pero la estadística se dispara al considerar exclusi-vamente las zonas rurales, donde más de 60 por ciento de las personas son pobres y tres de cada diez viven en la indigencia, esto es sufren la peor y más inhumana de las caren-cias, la de los alimentos. Como dato compa-rativo, en el ámbito urbano uno de cada diez mexicanos padece hambre.

La iniciativa –que se ejecuta paralelamente en Colombia, Ecuador y El Salvador– ha sido asumida con gran compromiso por el rector de la UNAM, José Narro Robles, y por el secretario de Agricultura, Francisco Mayorga, el primero con el liderazgo del proyecto desde la perspectiva de la sociedad y el segundo desde el plano de la autoridad gubernamental. Y el coordinador general del proyecto en los cuatro países, Julio Berde-gué, que es investigador de Rimisp, con sede en Santiago, Chile, ha sido muy definitivo al afirmar ante el grupo de trabajo y ante la prensa misma que a pesar de los múltiples programas y estrategias aplicados en Améri-ca Latina, y particularmente en México, la pobreza rural no está retrocediendo con la velocidad que requieren las familias afecta-das y, en realidad, que requieren los países, pues si bien el problema es un asunto de dignidad y justicia social, “también es com-ponente y causa de otros problemas críticos en la región: la desesperanza, el sentido de exclusión que millones de jóvenes sufren, la violencia y los conflictos sociales y políticos”.

El objetivo del proyecto es generar un en-cuentro de voluntades de los personajes con-vocados –y que aceptaron participar–, porque son hombres y mujeres con capacidad de inci-

dir directa o indirectamente en la agenda del gobierno para el logro de políticas públicas enfocadas a la superación de la pobreza rural que sean realmente eficaces y de alto impac-to. En el grupo participan personalidades de la talla de Rolando Cordera Campos, profesor emérito de la UNAM y coordinador del Se-minario Universitario de la Cuestión Social; Heladio Ramírez, presidente de la Comisión de Desarrollo Rural de la Cámara de Senado-res; Roberto González Barrera, presidente del Grupo Maseca; Lorenzo Servitje, presidente honorario del Grupo Bimbo; Juan Carlos Cor-tés, presidente del Consejo Nacional Agrope-cuario (CNA); Isabel Cruz Hernández, direc-tora de la Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector Social (AMUCSS) y experta en micro finanzas y bancos rurales, y Julia Carabias, ex secretaria de Medio Am-biente, entre otros de igual valía.

Siendo objetivos, esta tarea de hacer confluir intereses y voluntades de un grupo tan diver-so como el que aquí menciono no es fácil, pues siendo la pobreza rural un fenómeno multidimensional, crónico y transgeneracio-nal, tiene múltiples facetas que han dado pie a diversas y variadas intervenciones públicas y al juego de diversos intereses no siempre complementarios entre sí y en algunos casos incluso contradictorios.

Ello se agudiza ahora, cuando las fuerzas políticas están confrontadas cada vez más en contiendas electorales y cuando la sociedad rural está en medio de las presiones gene-radas por la modernización, la sociedad de consumo y la situación global de volatilidad de precios y cambio climático, todo lo cual trastoca las estrategias tradicionales de traba-jo y vida y las necesidades y expectativas de la gente, propiciando con ello la emigración y el deterioro del tejido social y familiar, y peor, haciendo más tentador el acceso a las actividades ilícitas.

Pero la pobreza rural es de tal magnitud y complejidad que requiere soluciones que rebasan el ámbito gubernamental y además exige una participación ciudadana respon-sable y comprometida. El propio rector José Narro llamó al grupo a acometer una hazaña pues enfrentar la pobreza lo amerita de ver-dad, y así lo dijo literalmente.

Las evaluaciones y los estudios más recientes sobre pobreza rural, algunos elaborados por

organismos multilaterales, arrojan conclu-siones que llaman a la reflexión y a la tarea de ajustar las políticas públicas. Entre ellas está el que en México se gasta mucho y se obtiene poco; además no existe una correla-ción consecuente entre el incremento por-centual del gasto público y el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) primario; la agricultura es una valiosa plataforma, pero no puede por sí sola resolver la pobreza rural; los subsidios públicos al medio rural –casi 300 mil millones de pesos anuales en el Pro-grama Especial Concurrente para el Desa-rrollo Rural (PEC)– están más orientados a la provisión de apoyos a privados que al gasto en bienes públicos.

Y por último, la inclusión financiera y el acceso a servicios financieros integrales no están debidamente considerados en el gas-to público, a pesar de su innegable valor y pertinencia en la superación de la pobreza alimentaria (como resalta Isabel Cruz: los censos agropecuarios más recientes mues-tran que sólo seis por ciento de todos los pro-ductores del campo del país tienen acceso al crédito y apenas tres por ciento al servicio de ahorro).

Estas ideas estarán puestas sobre la mesa de discusión del grupo de trabajo conformado en el proyecto mencionado, y también esta-rán los indicadores estructurales de la pobla-ción rural pobre:

Según el padrón de beneficiarios de Opor-tunidades, la mayoría de estas personas ca-recen del activo tierra, y quienes sí tienen no pueden vivir de la agricultura, pues sus predios son reducidos y dependen del tem-poral. Asimismo, esta población muestra un fuerte rasgo étnico y una creciente propor-ción de hogares con jefatura femenina, altas tasas de dependencia alimentaria y bajos ni-veles de desarrollo humano. Está altamente expuesta a los riesgos y choques macroeco-nómicos y a las contingencias climatológi-cas, además de que los recursos naturales de su entorno están seriamente deteriorados. La población vive dispersa y en relativo ais-lamiento, enfrentando en consecuencia un difícil acceso a los mercados, a los servicios, incluso los de salud, y una muy deficiente conectividad.

Estamos hablando de micro regiones y mi-les de comunidades marginadas con empleo precario, estacional y con limitado acceso a la seguridad social, que irónicamente son receptoras de importantes volúmenes de di-nero fresco por medio de transferencias pú-blicas, remesas o la venta de sus productos y mano de obra, pero que no cuentan con la cultura financiera ni el acceso a los servicios financieros integrales que facilitan el ahorro preventivo o los micro seguros de vida para enfrentar las temporadas de menor actividad económica.

En fin, los datos, los diagnósticos allí están. Lo que esperamos es que el grupo de per-sonajes convocados se pongan de acuerdo e incidan efectivamente en una mejora de las condiciones de la población rural. Secretario técnico del Grupo de Trabajo en Pobreza Rural y Desarrollo

CONFLUENCIA DE VOLUNTADES PARA AFRONTAR LA POBREZA RURAL• Urgente, frenar la desesperanza juvenil, la violencia y la ilegalidad

Convocatoria: Proceso de admisión para la Especialización-Maestría y para el Doc-torado en Desarrollo Rural de la Univer-sidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Inició este 1º de febrero del 2011. Quien tenga interés en participar en el proceso de admisión, lo invitamos a que consulte los requisitos en la página elec-trónica: http://dcsh.xoc.uam.mx/desarro-llo/ Asimismo, les pedimos que tomen en cuenta las siguientes fechas: Recepción de documentos: Del 1º de febrero al 15 de abril (9:30 a 14:30 hrs.) Entrevistas: Del 30 de mayo al 24 de junio. Publica-ción de resultados: 1º de julio. Inicio de clases: 19 de septiembre. Mayores informes: Teléfono: 54837066 Correos electrónicos: [email protected], [email protected], [email protected] Skype: Posgrado_en_Desarrollo_Rural Facebook: Posgrado Des Rural Twitter: @DRURALUAMX htm

Diplomado Justicia y Pluralismo. V. Generación, 2011. Organiza: ENAH, UACM, UPN, UAM–I, UAEM, UACH, UNAM. Lugar: Instalaciones del Pro-grama México Nación Multicultural de la UNAM. Fecha: Del 17 de febrero al 6 de octubre de 2011. Informes: Claudia Gue-rrero, Tel. 56-16-00-20, Ext. 214. mx

VIII Encuentro del Movimiento Mexicano de Afectados por las Represas y en Defensa de los Ríos (Mapder). Organiza: MAPDER Lugar: Huitiupán, Chiapas.Fecha: Del 10 al 13 de marzo de 2011. In-formes: Gustavo Castro Soto: [email protected] /Javier Balderas: [email protected] /Teléfono: (967) 63-16-643

Libro: Para que sepan los que aún no nacen. Construcción de la historia de Milpa Alta. Autor: Iván Gomezcésar. Edi-tores: Universidad Autónoma de la Ciudad de México / Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología / Delegación Milpa Alta /

Curso Introductorio para la Profesio-nalización de las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). Organiza: Funda-ción Merced. Fecha: Inicia el 22 de marzo de 2011. Lugar: México, D.F. Informes: (55) 19-46-04-20 Ext. 424 con Patricia Galindo / formació[email protected] / www.fundacionmerced.org.mx

VIII Foro Mesoamericano de los Pueblos. Organiza: Comité Mesoameri-cano de los Pueblos. Lugar: Minatitlán, Veracruz, México. Fecha: Del 8 al 10 de abril de 2011. Informes: [email protected] / http://foromesoameri-cano.codigosur.net

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Federico Campbell Peña

El atardecer irrumpe detrás de Ar-mando Salgado, el fotógrafo de los Halcones, el 10 de junio de 1971; el de Genaro Vázquez Rojas alzado

en la sierra de Guerrero; el de los copreros guerrerenses; el del 3 de octubre de 1968 en Tlatelolco, un día después de la masacre.

Salgado fue el enviado de las revista Por qué?a Colombia para visitar los campamentos del Ejército de Liberación Nacional. Y es autor del libro Una vida de guerra, editado por Planeta y recientemente por el Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática. Fue colaborador de la extinta publicación Sucesos para todos y otras revis-tas de la época.

Desde 2000, Salgado decidió abandonar la Ciudad de México, su departamento en Lindavista, “ante la inviabilidad de las ur-bes”, comenta. Entonces fundó un rancho ecológico en Pilcaya, población al norte de Guerrero cercana a Ixtapan de la Sal, Esta-do de México.

Construido con esmero familiar con una plancha que durante el día capta la ener-gía solar y recoge el agua de lluvia para uso doméstico, el rancho ecológico ha compro-bado en una década su viabilidad para auto-consumo doméstico: tanto de energía como de alimentos orgánicos ajenos a cualquier pesticida. Todos los días soleados, un acu-mulador LTH colocado debajo de un por-tón convierte la luz solar en corriente eléc-trica para ser utilizada por la noche. No sólo satisface el consumo doméstico, “sino que evitamos a la Comisión Federal de Electri-cidad”, añade.

Entre sus animales –ninguno de los cuales ha sido sacrificado pues toda su comuna es vege-tariana– y sus árboles que dan limones, du-raznos, nísperos, papayas y aguacates, narra su aspiración a que este proyecto práctico co-tidiano sea seguido por otros. Es un camino que él denomina Desconcentraciones Urba-nas Amigos del Medio Ambiente (DUAMA).

DUAMA “es la expresión real de las comu-nas chinas, los kibutz en pequeña escala a nivel familiar, primer paso para trasladar a la familia de la ciudad al campo, pero no para fundar más planchas de asfalto, sino

para descongestionar las urbes poco a poco, diseminando comunidades autosuficientes y autosostenibles”, explica.

“DUAMA es una alternativa al caos urbano, a la violencia citadina, a vivir en las ciuda-des. Lo mejor es emigrar al campo pero no para fundar poblados, sino ranchos ecólógi-cos aislados, que no generen problemas sino soluciones a corto, mediano y largo plazos resolviendo el sostén de familias o comu-nas verdes sin detrimento de la naturaleza”, añade cuando ya la bóveda celeste cubre el rancho ecológico cual si estuviéramos en un observatorio astronómico.

Osvaldo Landavazo, Jorge L.Taddei y Víctor Herrera

Varias acciones y proyectos del agua en México son elementos de una política hídrica neoliberal que, invocando modernidad, arrasa al

campo y a las ciudades con fenómenos con-trapuestos de sequía-inundación y soslaya el avance de otras regiones (semi)áridas sobre la sostenibilidad hídrica basada en el ciclo natural. Con la tardanza de México en in-vestigar y aplicar la cosecha del agua de llu-via y su recarga masiva y almacenamiento subterráneo contra la evaporación o admi-nistración conjuntiva superficial-subterránea, para integrarlas con la conservación o restau-ración de suelos, acuíferos y ecosistemas, se gestan rezagos de 50 años en lo hídrico para zonas semiáridas y el país en su conjunto.

La cultura del agua en el México (semi)árido se impregnó en el siglo XX de conductas pro-pias de las zonas húmedas, causando estrés hídrico o presiones sobre las ciudades y el campo y debate sobre el tema, con decisio-nes y obras tradicionales que complican la problemática. Los proyectos que impone la autoridad no cubren restauración ambiental, ni conservación de agua o suelo y traen en común el derroche y la retórica del “nuevo modelo de desarrollo sustentable”, que sólo evidencia sustento económico para pocos.

Bajo tal enfoque en el país, zonas de aproxi-madamente 0.5 m de lluvia/año como So-nora y Nuevo León, alternan sequía con inundación y sucede igual en zonas seis ve-ces más lluviosas como Tabasco. Cada año,

presas del noroeste pierden por evaporación la mitad de su agua, lo que es evitable me-diante cuotas para recargar acuíferos. Se elude el uso de fosas en el campo, con las que otros países captan picos de inundación para recarga, y las presas no se acoplan para trasvasar a zonas secas. Instancias como el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) investigan y difunden las técnicas de captura, pero el gobierno tira el agua al mar con base en la ley.

Vivimos una política hídrica neoliberal que usa las tecnologías sólo para lucrar Con buena política hídrica no se combatiría la se-quía invadiendo a un campo indefenso con transgénicos, invernaderos y riegos eficien-tes, mientras productores consentidos sobre-explotan acuíferos costeros, ni se culparía a la luna o al cambio climático por la inunda-ción. El doble discurso sobre la escasez del agua de beber y de su calidad en la red favo-rece a corporaciones concesionarias de la pu-rificación del líquido con técnicas para me-dios contaminados y aniquila el presupuesto familiar, situando al país en el primer lugar en contaminación con basura plástica y en consumo de bebidas chatarra. Cabe destacar que la lucha ambiental mexicana es contra la injusticia y no contra tecnologías innovado-ras, pero a éstas se les debe dar uso marginal, sin colgarlas del neoliberalismo.

México sufre un retraso de medio siglo en lo hídrico. Desde los años 60s, en el su-roeste de Estados Unidos y en otros sitios se captura agua de tormentas y escurrimiento del campo y las ciudades, para recarga sub-

terránea extra. Un manejo conjuntivo me-joró hacia la administración conjuntiva porAlmacenamiento Subterráneo con Recupe-ración ASR o Aquifer Storage for Recovery, técnica que los inversionistas llaman aqui-fer banking, como perfección de la recarga artificial por absorción e inyección para conservar un mundo de agua, y que frena la subsidencia o hundimiento del suelo en el campo y en casos urbanos como el de la Ciudad de México.

Si emulamos la descripción del progreso por “olas”, para lo hídrico, una primera ola ha sido el uso de grandes presas hoy azolvadas y del agua subterránea que “sigue convir-tiendo desiertos en vergeles” con la revolu-

ción verde y sus fertilizantes inorgánicos. La segunda ola hídrica que complementa una embriaguez en México es el cúmulo de tec-nologías ajenas para purificar agua en me-dios contaminados, las del riego eficiente, las ahorradoras y las transgénicas del presumido viraje a la modernidad.

Es predecible la tercera ola mayor, como pena por no rescatar oportunidades pasadas en lo hídrico para administración conjuntiva y ASR propias. Si el neoliberalismo persis-te y no hay buen giro en la política hídrica del país, vemos a inversionistas mexicanos a corto plazo manejando azolve en presas y a corporaciones dueñas de los acuíferos. Urge reflexionar como se hace fuera del país, en juntas y congresos, sobre las implicaciones (económicas, jurídicas, sociales, etcétera) de las tres olas sobre el campo y sobre México.

Acción en ciudades bajo crisis hídrica: la co-secha familiar de lluvia y su recarga. La ac-ción hídrica para involucrar el mayor volumen sería rural y serrana, para beneficio de toda la cuenca. Por varias razones, la nueva conciencia hídrica de México debe surgir en las ciudades y poblados, y si es cierto que el agua de lluvia anual captada en un techo domiciliario limpio cubre la necesidad anual del hogar, se puede llevar a uso sanitario, y recargar parte al acuífe-ro con un jardín de lluvia o directamente.

Los ayuntamientos, además de captura en techos pueden abrir cisternas subterráneas o estanques en parques hundidos y zonas bajas, dar tratamiento biológico, y canalizar agua a sitios de recarga costeros contra la in-trusión salina. Familias e instituciones apli-carían así la sostenibilidad hídrica y el control productivo de inundación. Profesores investigadores de la División de Ingeniería de la Universidad de Sonora

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LAS CARAS DE LA SOSTENIBILIDAD HÍDRICA

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EL RANCHO ECOLÓGICO DE ARMANDO SALGADO• Fotografo lagendario, hoy ambientalista

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Antonio Turrent Fernández

El campo mexicano cuenta con los recursos (incluyendo tecno-logía pública) para la “seguridad alimentaria en maíz para todos”

y para aportar los maíces de especialidad requeridos por la pluricultural cocina mexi-cana. La tecnología transgénica no es nece-saria para logar estos objetivos, y más bien representa una amenaza, por lo cual debe evitarse su siembra.

El potencial. En los nueve millones de hec-táreas que cubre el agroecosistema de maíz, se puede producir 33 millones de toneladas anuales, mientras la producción actual es de 22 millones. El potencial del campo puede ampliarse a más de 50 millones de toneladas de maíz si se incorporan recursos del sur-su-reste susceptibles de aprovechamiento. Gue-rrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo cuen-tan con los siguientes recursos:

Agua dulce: Las dos terceras partes de los mil 530 kilómetros cúbicos, dotación anual de agua dulce del país, se infiltran o escurren mayormente al mar (cuencas del Papaloa-pan, Grijalva-Usumacinta, El Balsas, más centenas de ríos y arroyos que escurren al mar de forma directa).

Clima: Durante el ciclo otoño-invierno (OI), las temperaturas y radiación solar son ópti-mas para duplicar el rendimiento del maíz con respecto al primavera-verano (PV).

Tierra de labor: Cada año se cosecha 2.5 mi-llones de hectáreas de maíz en el ciclo PV, en su inmensa mayoría bajo temporal. Aun-que cercana al recurso agua dulce, esa tierra permanece ociosa durante el ciclo OI en que se ausenta la lluvia. Hay también una reser-va de nueve millones de hectáreas de tierras con vocación agrícola, que es subutilizada bajo el sistema de ganadería extensiva. El proyecto de Los Ríos (presentado por la Se-cretaría de Agricultura en 1988) preveía un millón de hectáreas bajo riego por derivación del sistema Grijalva-Usumacinta entre los es-tados de Tabasco y Campeche. Este proyecto permitiría el cultivo doble de un millón de

hectáreas, con arroz en el ciclo PV y maíz en el OI. Estas tierras formaban parte de la reserva de tierras de labor bajo uso ganadero extensivo. Infelizmente, no fue considerado prioritario este proyecto, el cual además –no es ocioso decirlo– prometía controlar las inundaciones actuales de Villahermosa.

Tecnología pública: Durante el período 1998-2001 el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) condujo el proyecto Granos del Sur que evaluó la potencialidad productiva de maíz bajo riego en el ciclo OI en el sur-sureste. La información está publicada en cuatro artículos científicos. Los resultados indican que el rendimiento pro-medio de la región, usando tecnología pública, es del orden de ocho toneladas por hectárea. El híbrido H-515 del INIFAP alcanzó 15 tone-ladas por hectárea en La Fraylesca, Chiapas.

Infraestructura requerida: La topografía ondu-lada y profundidad somera de los suelos predo-minantes, sugieren al riego presurizado como principal medio de distribución del agua a las parcelas. Este mecanismo es dependiente de energía eléctrica, así como de máquinas automatizadas-desplazables de riego. Son por tanto necesarias la interconexión eléctrica de las áreas bajo riego, así como la construcción nacional de tales máquinas. El país necesita los empleos para construir y mantener esa in-fraestructura, y cuenta con la ingeniería (hi-dráulica, interconexión eléctrica, electrónica y mecánica) y con los recursos humanos capa-citados que requiere esta empresa.

Seguridad alimentaria para todos. El acon-dicionamiento de cada millón de hectáreas con infraestructura, investigación, exten-sión, crédito y facilidades para la comercia-lización en el sur-sureste permitiría añadir ocho millones de toneladas a la producción nacional de maíz. El Estado mexicano po-dría añadir tres millones de hectáreas en esta región al cultivo del grano bajo riego en ci-clo OI en los próximos 15 años, con lo que se incrementaría el potencial de producción de maíz hasta 57 millones de toneladas anuales.

México es el centro de origen y diversifica-ción del maíz. Cuenta con 59 razas nativas que son resguardadas, aprovechadas y mejo-radas por 62 grupos étnicos que las cultivan en el 50 por ciento del agro-ecosistema mexi-cano de maíz. Hay por lo menos dos razones prácticas por las que las 59 razas nativas de maíz de México son insustituibles en el cam-po mexicano, mientras haya campesinos:

1.- Sólo en tres millones de hectáreas de los nueve millones sembrados con maíz cada año, hay condiciones óptimas para el cul-tivo del grano. En esta superficie prospera la agricultura empresarial, moderna y com-petitiva, cuyo paradigma es la agricultura

industrial. En los seis millones de hectá-reas restantes, las condiciones geográficas y edafoclimáticas distan de ser ideales. Ejemplos son la Sierra de Neblina (Sierra de Zongolica, Veracruz), en donde la baja radiación fotosintéticamente activa es el principal factor limitante; concurren una alta humedad relativa, lluvia que duplica la evaporación, suelos hiperácidos y topo-grafía abrupta. Hay además enfermedades endémicas del tallo, follaje y mazorca. So-lamente las razas nativas de maíz (olotón, tepecintle, comiteco y otras) prosperan en este agro-nicho, mientras los híbridos mo-dernos, producidos ya sea por el INIFAP, el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT), o los consor-cios multinacionales, fracasan consistente-mente. Un segundo extremo es la Meseta Semiárida del Norte, la que tiene una estre-cha ventana de crecimiento (110 días entre el inicio de lluvias y la primera helada), días calurosos con insolación intensa y sequías severas. Sólo las razas nativas precoces (có-nico norteño, conejo, breve de Padilla, boli-ta y otras) prosperan en este agro-nicho. En 60 años de mejoramiento genético de maíz en México, el éxito en desarrollar varieda-des o híbridos que compitan con las razas nativas bajo condiciones edafoclimáticas tan restrictivas ha sido muy limitado. La agricultura empresarial, confinada a tres millones de hectáreas, ya produce maíz muy cerca de su potencial. Pero sola no ga-rantiza la seguridad alimentaria para todos.

2.- La cocina mexicana ha sido recientemen-te reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como patrimonio intangible de la humanidad, e

implica unos 600 alimentos (platillos y be-bidas) a base de maíz nixtamalizado, entre ellos 300 tipos de tamales. Esta riqueza ali-menticia es pluricultural y está inexorable-mente vinculada a las 59 razas nativas de maíz. Sólo se puede hacer tortilla tlayuda a partir de la raza bolita. Se podría inten-tar hacer tlayudas a partir de algún híbrido blanco de Sinaloa, pero el producto sería de baja calidad, como ocurriría con la ma-nufactura de un vino fino a partir de una uva no especializada. Sólo se puede hacer totopos oaxaqueños con la raza zapalote chico, o la tortilla de maíz de máxima cali-dad con la raza pepitilla, o pozole a partir de la raza cacahuacintle y otras, pinole a partir de las razas chapalote y maíz azul, y la bebida alimenticia pozol y el tescalate con la raza tuxpeño. El tejuino, el cuitla-coche, los tlacoyos, etcétera, tienen su pro-pia especialidad. Cualquier amenaza que se cierna sobre las razas nativas de maíz atenta contra la seguridad alimentaria para todos y contra la viabilidad del uso pluri-cultural del maíz como alimento.

Ante todo esto, es imperativo impedir la penetración de maíces transgénicos en el campo mexicano. No es posible la coexis-tencia de maíz modificado genéticamente con las razas nativas del grano en México, sin que éstas acumulen irreversiblemente trans-genes y se amenace su integridad genética.

Bajo la hipótesis de liberación comercial de maíz transgénico en México, hay por lo me-nos cuatro factores que conducirían inexora-blemente a la acumulación progresiva e irre-versible de transgenes en las razas nativas del grano: 1) la biología reproductiva del maíz, 2) la dispersión incontrolada de los insertos transgénicos en el espacio cromosómico, 3) la segunda oleada de maíz transgénico adap-tado a parte del agroecosistema mexicano y 4) las prácticas de campo del Mejoramiento Genético Autóctono. No se sabe si el um-bral deletéreo de acumulación de transgenes fuera inferior a los 50 eventos transgénicos independientes disponibles en el mercado mundial de maíces transgénicos. Es inevita-ble que esos transgenes sean sustituidos por otros, y como basura, se acumularán irreversi-blemente en las razas nativas. Mis coautores y yo discutimos este tema en tres artículos cien-tíficos publicados en revistas mexicanas. Investigador del INIFAP y miembro de la Unión de Científi cos Comprometidos con la Sociedad, AC [email protected]

México es el centro de origen y

diversifi cación del maíz. Cuenta

con 59 razas nativas que son

resguardadas, aprovechadas

y mejoradas por 62 grupos

étnicos que las cultivan en

el 50 por ciento del agro-

ecosistema mexicano de maíz

MAICES NATIVOS

&

SEGURIDAD

ALIMENTARIA

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