NO. 66 Mercados orgánicos

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TEMA DEL MES 16 de marzo 2013 • Número 66 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada

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Podríamos decir que los tianguis orgánicos locales son espacios de encuentro entre pequeños productores locales, cuyos productos son “amigables” con el entorno natural, y consumidores responsables, quienes basan sus decisiones de compra en “otros” valores. Son espacios de intercambio de saberes y sabores. Representan una opción a la hora de decidir cómo y qué producir, cómo y qué consumir. Estos mercados empezaron a surgir en México en 2001, pero han crecido rápidamente. Hablamos de que en 2003 existían cuatro tianguis orgánicos (Chapingo, Xalapa, Guadalajara y Oaxaca) y ya para el 2012 sumaron más de 30, en diferentes lugares en todo el país, desde Baja California Sur hasta Quintana Roo.

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TEMA DEL MES

16 de marzo 2013 • Número 66

Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver

Suplemento informativo de La Jornada

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La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Me-dios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300.Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 5355-6702. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.

Suplemento informativo de La Jornada 16 de marzo de 2013 • Número 66 • Año VI

Hace mucho que los campesinos mexicanos co-sechan café, pero no es sino hasta los 90s del pasa-do siglo que comienzan a cultivar un café propia-mente campesino. Es gracias al manejo biológico –conocido como orgánico– que las huertas del grano aromático se transforman en verdaderas milpas: policutivos ecológicos y sustentables que enorgullecen a los productores. Va la historia.

En 1989 se cancelan los acuerdos económicos de la Organización Internacional del Café (OIC) que fijaban cuotas de exportación y mantenían estables las cotizaciones. Al año siguiente los precios se derrumban. Al mismo tiempo el Ins-tituto Mexicano del Café (Inmecafé), que daba anticipos y compraba cosechas, se repliega aban-donando a su suerte a los pequeños productores.

Por décadas, el Inmecafé había fomentado el es-tablecimiento de huertas, de modo que cuando caen los precios y se retira de la comercializa-ción, cientos de miles de familias son llevadas a la ruina por un mercado desmecatado donde los coyotes hacen su agosto. Para sobrevivir, los pe-queños productores necesitan mejores precios que sólo se consiguen ofertando grandes volú-menes. Entonces los caficultores se organizan.

Sin organización no hay paraíso. Ya antes ha-bía convergencias cafetaleras regionales y para acopiar el grano el Instituto había formado pe-queños grupos de productores, pero ahora la cosa es de vida o muerte y las organizaciones se multiplican, expanden y desarrollan nuevas habilidades. Lo primero es encontrar mercados más favorables consolidando la oferta y mejo-rando la calidad. Y de eso se ocupan los agrupa-mientos debutantes.

Paradigmático ejemplo es la Coordinadora Es-tatal de Productores de Café de Oaxaca (CEP-CO), formada en 1989 y que diez años después aglutina medio centenar de organizaciones locales y regionales. Durante los 90s la Coordi-nadora acopia un promedio de 50 mil quintales anuales que procesa y comercializa principal-mente en el mercado externo con compradores que, debido a la calidad y regularidad de las entregas, pagan más de lo que cotiza la bolsa de Nueva York.

Pese a la sobreoferta, la abrupta liberación de reservas y la especulación que desde 1989 ha-bían tumbado los precios, a mediados de los 90s las cotizaciones se recuperan un poco y la Coordinadora va de gane. Pero desde 1998 caen de nuevo en picada, hasta que en 2002 llegan a 50 dólares el quintal de café, la mitad de lo que en promedio cuesta producirlo, y tanto CEP-CO como sus socios son empujados de nuevo al borde del abismo.

En 1989 el control campesino de algunos es-labones de la cadena agro comercial salvó a los pequeños caficultores del naufragio. Pero ante los precios ruinosos de los últimos 90s ya no basta vender directamente a los grandes compradores. Para acceder a un mejor nicho de mercado no es suficiente apropiarse organi-zadamente del proceso productivo tal cual se venía practicando, era necesario transformarlo radicalmente, revolucionarlo. Si se quería con-seguir otros y mejores compradores, había que cosechar otro y mejor café.

Antes de emprender la gran conversión, los caficultores descubrieron que en Europa ha-bía consumidores organizados y socialmente comprometidos que estaban dispuestos a pagar más por el aromático si éste provenía de coope-rativas que comercializaban sin intermediarios. Desde fines de los 80s algunas organizaciones, como la oaxaqueña Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI) y la chiapaneca Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla (Ismam), vendían a los precios ga-rantizados y superiores a los de bolsa, del llama-do Comercio Justo, y CEPCO se relacionó de manera marginal con este mercado desde 1990.

Pero al término de los 90s se volvió vital acce-der a un nicho que pagaba más del doble de los 50 dólares en que se cotizaba el quintal en el mercado convencional. Sólo que los cafeteros conscientes de Europa no se conformaban con que el aromático de sus infusiones fuera coo-perativo, también querían que fuera orgánico.

Justos y orgánicos. A fines del pasado siglo, los caficultores mexicanos producían mayormente en huertas de montaña preservando la vegeta-ción original y sólo sustituyendo por cafetos algunas plantas arbustivas, otras eran policul-tivos con especies introducidas y otras más mo-nocultivos bajo sombra, generalmente del árbol llamado Inga. Contados –y nunca campesinos– eran los cafetales a pleno sol. De los pequeños, pocos fertilizaban y menos después de 1988, cuando cayeron los precios, y el Inmecafé, que antes proporcionaba insumos, se ausentó. Así, sin saberlo, los campesinos estaban cultivando un café que era “orgánico pasivo” o “natural”.

Pero la ausencia de agroquímicos no basta, para que el aromático califique como ecológico es necesaria mucha dedicación y un manejo ade-cuado de la huerta. En 1989 la mudanza había consistido en vender por medio de CEPCO en vez de al Inmecafé, pero ahora había que cam-biar las prácticas agrícolas y con ellas el uso del tiempo y la organización de la vida familiar. Porque sostener o aumentar los rendimientos de la huerta manteniendo la sombra diversifi-cada y suprimiendo agroquímicos, demanda re-novar, abonar y podar acuciosamente un cafe-tal que antes se cuidaba casi solo. Supone tratar al cafetal como se trata a una milpa.

Del saldo rojo al saldo negro. Si, sería traba-joso, pero es que no había de otra. A fines de los 90s CEPCO manejaba principalmente café convencional y perdía dinero al tiempo que mermaban los ingresos de sus socios.

En 1999 la Coordinadora operó 50 mil quintales de grano convencional con un precio de compra superior al de venta y una pérdida de más de un millón de pesos, y 15 mil quintales de orgánico,

operación en la que ganó casi 300 mil pesos. Re-sultado: un saldo rojo de casi un millón en una operación de 67 millones. En 2000 operó me-nos café convencional: unos 40 mil quintales, y aun así tuvo pérdidas por casi tres millones de pesos, y más orgánico: 18 mil quintales, en cuya venta ganó más de medio millón, esta vez el sal-do rojo fue de dos millones y medio de pesos. En un intento de reducir las pérdidas, en 2001 CEPCO acopió y vendió casi 18 mil quintales de orgánico, pero sólo 15 mil de convencional, con lo que redujo la pérdida total a sólo 200 mil pesos. Pero reducir operaciones es insostenible, pues una parte de los gastos es fija y si se mueve menos café, el costo unitario aumenta. Así, en tres años la empresa asociativa perdió casi cua-tro millones de pesos.

La CEPCO se salvó in extremis porque desde 1993 –y sobre todo después de 1996, cuando em-pezaron a caer los precios– había impulsado la gradual conversión de sus socios al manejo or-gánico del cafetal. La mudanza ocupa tres años, de modo que para el arranque del siglo XXI la mayor parte de su grano ya está libre de agroquí-micos y en 2002 opera diez mil quintales de café convencional, del que la mitad está en transición a orgánico, perdiendo 270 mil pesos; pero tam-bién 20 mil de orgánico certificado, con casi tres millones y medio de ganancia. Así, por primera vez en cuatro años, la empresa tiene saldo negro.

De la misma manera en que el café orgánico –vendido en Comercio Justo a un promedio de 130 dólares el quintal, cuando en bolsa el grano se cotizaba en 50 dólares– salvaba a CEPCO de la ruina, la comercialización organizada, certificada como ecológica y equitativa ponía a los socios “orgánicos” de la Coordinadora en franca ventaja. El cálculo es arbitrario pues el campesino no contabiliza su trabajo como cos-to, pero si le ponemos precio a toda la inver-sión, resulta que en esos años el productor libre perdía por quintal 260 pesos, el asociado que vendía café convencional perdía 220, mientras que el socio con café certificado ganaba 430.

¿El fin de los dinosaurios? Al alba del milenio robustas y multitudinarias organizaciones de pequeños productores de café operaban en es-tados del sureste. CEPCO aglutinaba a 50 orga-nizaciones locales y 20 mil socios, e integraban la Coordinadora de Organizaciones de Produc-tores de Café de Chiapas (Coopcafé) 15 mil ca-ficultores de 32 organizaciones. La oaxaqueña operaba financiamiento, beneficiado y comer-cialización, y la chiapaneca sólo algunos servi-cios como asesoría técnica, pero ambas fueron decisivas para decenas de agrupaciones locales y regionales que sin sus gestiones no hubieran podido sobrevivir a la retirada del Estado y la desregulación del mercado. Y es que gracias a ellas se amplió del Mercado Justo y decenas de miles de productores se hicieron “orgánicos”.

Pero las organizaciones locales que crecieron a su sombra han embarnecido y ya no las necesi-tan tanto pues ahora se estilan los cafés selectos de especialidad y para esto la concentración y cercanía de los socios es una ventaja. El jurá-sico va quedando atrás y quizá ya no es tiempo de grandes saurios. Pero los recordaremos como eran: grandes, fuertes, hermosos...

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COMITÉ EDITORIAL

Armando Bartra Coordinador

Luciano Concheiro Subcoordinador

Enrique Pérez S.Lourdes E. RudiñoHernán García Crespo

CONSEJO EDITORIAL

Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

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BUZÓN DEL CAMPOTe invitamos a que nos envíes tus opiniones, comentarios y dudas a

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Rita Schwentesius Rindermann y Víctor Flores, de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos ([email protected],

[email protected]) fueron coeditores en este número del suplemento.

CAFÉ ORGÁNICO

DE CÓMO LAS HUERTAS SE

HICIERON MILPAS

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TIANGUIS ORGÁNICOS, ALTERNATIVA A LA CRISIS ALIMENTARIARocío García Bustamante

Vivimos una crisis civilizatoria resul-tado de un proceso histórico de explo-

tación y uso del ser humano y la naturaleza, enmarcada en una sociedad regida por las relaciones de intercambio. Podemos ver que la pobreza ha crecido en los 30 años recientes: en 1980 afectaba a 41 por ciento de la población de América Latina y en 2000 al 44 por ciento, y dentro de éstos el 64 por ciento son habitantes de zonas rurales, en donde, se calcula, vi-ven alrededor de 125 millones de pequeños productores.

Hemos visto cómo los pequeños productores no pueden competir en los mercados internacionales que ahora han llegado hasta ellos con precios muy bajos; son orillados a migrar, sobre todo los jóvenes, en busca de trabajo, y son “utilizados” como obreros agrícolas con con-diciones de trabajo muchas veces denigrantes. Una de las consecuen-cias de las migraciones es el aumen-to del número de mujeres al frente de los hogares.

Al mismo tiempo, los pequeños productores se convierten en con-sumidores de los productos de las agro empresas en que trabajan, y van perdiendo autonomía. Van cambiando también sus hábitos de alimentación y consumo en el medio rural, pero también en las ciudades, en donde se homoge-nizan los alimentos. Prevalecen productos industrializados que muchas veces contienen insumos de dudosa calidad nutritiva.

Asimismo, se ha dado una “artifi-cialización” de los sistemas agríco-las en busca de la productividad; la sobreexplotación de los recursos, y la contaminación, degradación y el cambio del uso del suelo da-ñan gravemente los ecosistemas y se rebasa el límite que permite la durabilidad de los recursos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 25 por ciento de las emisiones de CO2, que des-encadena el efecto invernadero y el cambio climático, provienen de este tipo de agricultura, que llama-mos convencional.

Los monopolios en el sector de alimentos crecen cada vez más. En su más reciente informe, In-termon Oxfam estima que 70 por ciento de las transacciones de ali-

mentos en el mundo está en ma-nos de menos de 500 empresas.

En general, no se promueve el consumo local y regional de ali-mentos y nos alejan de la sobera-nía alimentaria. “La dependen-cia alimentaria del país aumenta dramáticamente; de cada cien gramos que consumimos, 42 por ciento provienen del extranjero. El 70 por ciento de los 18 millones de mexicanos que padecen pobre-za por hambre vive en el campo; en sólo tres años aumentó en ocho millones el número de ellos por el alza del precio de los alimentos” (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2011/06/12/162130837).

Como consecuencia a todo esto, los consumidores ven cada vez más limitadas sus opciones de compra, no tienen derecho a saber y decidir entre lo que consumen y lo que quisieran consumir, dado el acaparamiento de alimentos por los grandes agro negocios. Además de que los precios de los productos se mantienen al alza.

Tianguis orgánicos locales, pro-puestas. Como resultado de estas políticas económicas, muchos

campesinos buscaron alternativas, una es la producción orgánica. El número de pequeños productores orgánicos en México ha aumenta-do considerablemente. Pasó de 12 mil 847 en 2006 a 124 mil 965 en 2008, de los cuales 82 por ciento son indígenas, según el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Rural Integral (CIIDRI, 2008). Estos datos ilus-tran cómo el sector social en Méxi-co puede ser semilla en la búsque-da de alternativas de alimentación.

Así, los mercados orgánicos lo-cales nacen como respuesta a la

necesidad de buscar canales de comercialización de pequeños productores, que brinden el valor agregado con que cuentan sus pro-ductos, y de buscar brindar a la po-blación alimentos sanos, seguros, cercanos y soberanos.

Actualmente, el mercado interno de los productos orgánicos se en-cuentra en una etapa incipiente, ya que sólo 15 por ciento de la producción orgánica se consume dentro de México y sólo el 5 por ciento se vende como orgánico (el resto se vende como si fuera convencional).

No obstante, a diferencia de hace diez años, hay un mayor número de iniciativas, entre ellas funda-mentalmente los tianguis y mer-cados orgánicos locales que se encuentran en varias ciudades del país. Estos mercados están apoya-dos por productores y consumido-res comprometidos y en muchos casos existen también vínculos con universidades y organizaciones no gubernamentales. “A diferencia del sector orgánico convencional, los tianguis y mercados orgánicos están enfocados a la venta de pro-ductos que, además de ser orgáni-cos, se producen localmente

ACLARACIÓN: En el número 60 (septiembre 2012) de La Jornada del Campo, ¿Pueblos o Urbanizaciones?, en la página

18 atribuimos la imagen de “Rosa Rua Nahuelquir y Atilio Curiñanco” a Avkin Pivke Mapu-Komunikación MapuChe.

El crédito correcto de esta imagen es de Sebastián Hacher. Ofrecemos una disculpa al autor y a nuestros lectores.

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por pequeños productores”, de acuerdo con Manuel Ángel Gó-mez Cruz (La agricultura orgánica en México. Producción, comerciali-zación y certificación de la agricul-tura orgánica en América Latina.CIESTAAM-UACH. 2007).

Podríamos decir que los tianguis orgánicos locales son espacios de encuentro entre pequeños produc-tores locales, cuyos productos son “amigables” con el entorno natural, y consumidores responsables, quie-nes basan sus decisiones de compra en “otros” valores. Son espacios de intercambio de saberes y sabores. Representan una opción a la hora de decidir cómo y qué producir, cómo y qué consumir.

Estos mercados empezaron a sur-gir en México en 2001, pero han crecido rápidamente. Hablamos de que en 2003 existían cuatro tian-guis orgánicos (Chapingo, Xalapa, Guadalajara y Oaxaca) y ya para el 2012 sumaron más de 30, en dife-

rentes lugares en todo el país, desde Baja California Sur hasta Quinta-na Roo.

Entre los objetivos principales de los tianguis y mercados or-gánicos locales están: organizar y coordinar la producción y el consumo directo de productos orgánicos, ofrecer alimentos sa-nos a precios justos tanto para los productores como para los con-sumidores, conectar a la pobla-ción de la ciudad con el campo, apoyar el fomento y desarrollo de una alimentación sana bajo un modelo de producción sus-tentable, promover la filosofía de la agricultura orgánica, esti-mular y promover el consumo regional, así como sensibilizar al consumidor en temas agríco-las, ambientales y sociales (www.mercadosorganicos.org.mx)

Estos mercados han sido impulsa-dos por la sociedad civil, produc-tores, consumidores académicos, promotores, y un sinnúmero de actores cuyo interés gira alrededor de los alimentos sanos, seguros, cercanos y soberanos, en medio de una sociedad fragmentada en la búsqueda del trabajo en con-junto, por algo que nos toca a to-dos, “los alimentos”; pero no cual-quier alimento, sino los alimentos que fueron producidos bajo “otra lógica”, la lógica de diferentes re-laciones con la naturaleza y con el ser humano. Ahora es tarea de todos nutrir estas alternativas en la búsqueda de “otros” mundos posibles.

ALGO MÁS QUE VENDER ALIMENTOS SANOSMiguel A. Escalona Tianguis Agroecológico Xalapa y Mercado Bioregional Coatl (Coatepec)

A primera vista, el mundo parece una multitud de soledades amuchadas, todos contra todos, sálvese

quien pueda, pero el sentido común, el sentido comu-nitario, es un bichito duro de matar. La esperanza

todavía tiene quien la espera, alentada por las voces que resuenan desde nuestro origen común y nuestros

asombrosos espacios de encuentro. Eduardo Galeano, 2009

Un día por la mañana en cualquiera de los tianguis y/o merca-dos orgánicos que

hay en el país, si llegamos un poco antes de la hora en que abrirá formalmente sus puer-tas, podremos ver la llegada de mujeres y hombres que muy seguro pasaron buena parte de la noche preparando lo que comerciarán (pan recién hor-neado, empanadas de pulpa de frutas, yogur, etcétera), o que se levantaron muy temprano para realizar la cosecha de las hortalizas que ofrecerán. Casi siempre llegan acompañados por alguien de la familia, y mientras van acomodando sus productos, empiezan a saludar y conversar con sus compañe-ros, preguntando sobre la fa-milia, sobre cómo les ha ido en la semana, y empiezan a ver lo que podrán intercambiar entre ellos al final de la jornada.

También temprano llegan las personas que cada semana van por sus alimentos, ellos tam-bién acompañados por algún miembro de su familia o un

amigo; saludan, abrazan, hacen bromas y reciben con gusto las pruebas que le son ofrecidas, que siempre irán acompañadas de una pequeña historia sobre cómo fueron elaborados los productos.

Conforme transcurre el tiempo, veremos que el bullicio se incre-menta, reflejo de que más gente va llegando; no será raro ver un grupo de niños correr por las instalaciones del mercado. Si alguien llega por primera vez, no sabrá si son hijos de algún productor o de algún consumi-dor, pero sí será evidente que no habrá ninguna tensión por su seguridad, porque todo mundo los cuidará como si fueran de su propia familia. No será raro de repente escuchar –ya sea por el micrófono del aparato de sonido que a lo largo del día estará reproduciendo música, o simplemente por gritos, eso sí, muy fuertes– una invitación para acercarse al lugar en don-de se organizará una charla, un taller o un video sobre temas re-lacionados con la producción y el consumo de alimentos sanos, o sobre un tema vigente en la opinión pública, por ejemplo la prohibición al cultivo de ali-mentos transgénicos.

Los talleres son algo que uno no puede perderse cuando va

a un tianguis: son sin lugar a dudas la expresión del trabajo colaborativo entre productores y consumidores. Así, un fin de se-mana podremos ver a una pro-ductora compartiendo de ma-nera muy práctica la forma en que se elaboran pomadas con plantas medicinales, y al otro seguro escucharemos o traba-jaremos con una consumidora que nos compartirá la forma de elaborar un deshidratador case-ro para prolongar la vida útil de parte de nuestros alimentos.

Toda esta narración tiene la finalidad de compartir con el lector la opinión de que los tian-guis y/o mercados orgánicos son más que espacios de compra y venta de productos saludables, son sin duda lugares donde se recupera el sentido comunitario que las formas actuales de con-sumo se han encargado de ir eli-minando de nuestra vida. Y por ello estamos convencidos sobre la importancia de ampliar estos espacios en muchas partes del país, nuestra propuesta es que al haber más tianguis y mercados orgánicos, podremos contar con más espacios para una vida co-munitaria, donde se recupere el sentido de los alimentos como un bien común y no como una mercancía, en donde la convi-vencia, la confianza y el apoyo mutuo sean las bases para un cambio social comunitario.

Los monopolios en el

sector de alimentos

crecen cada vez más. En

su más reciente informe,

Intermon Oxfam estima

que 70 por ciento de

las transacciones de

alimentos en el mundo

está en manos de menos

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Los talleres son algo

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COMIDA SANA VS COMIDA CHATARRA. AGROECOLOGÍA VS AGRICULTURA INDUSTRIALLuis Eduardo Pérez Llamas

Los alimentos no lo son todo;pero sin una alimentación adecuada

todo lo demás será inútilJensen, Bernard, My Sistem, 1980.

El capitalismo, que tiene como funda-mento la explota-ción del trabajo, lo

mismo devasta la ecología que la salud de la gente. Para el caso de la agricultura, y con la promesa de acabar con el hambre, implemen-tó –primero– la Revolución Verde, se siguió con la biotecnología y hoy insiste en los transgénicos. Proceso que se complementa –a nivel de la alimentación– con la fast food y la comida chatarra, con la promo-ción del consumo masivo de dro-gas, alcohol y tabaco y con el uso indiscriminado de medicamentos farmacéuticos, lo mismo que con el propio fomento del consumo de alimentos transgénicos.

La proliferación de tóxicos en los alimentos, en el aire, el agua y la tierra ha conducido a enfermeda-des crónico-degenerativas a buena parte de la población mundial. Por ejemplo, el 9 de septiembre de 2011 Asa Cristina Laurell escri-bió en La Jornada que: “las cua-tro enfermedades no trasmisibles (ENT) más comunes –cáncer, diabetes, males cardiovasculares y de pulmón crónicos– representan 60 por ciento del total de las de-funciones mundiales”.

Otro reporte aparecido el 21 de septiembre de 2012 señaló: “En América, indicaron la Organiza-ción Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), tres de cada cuatro personas padecen una de estas enfermedades. Unos 4.45 millones de personas mueren al año por causa de alguna de ellas, lo cual representa casi 75 por cien-to del total de defunciones en la región. De esta cifra, 1.5 millones de personas mueren antes de cum-plir 70 años”. En el caso de Méxi-co cifras recientes señalan que 35 millones de personas mayores de 20 años viven con riesgo de sufrir un infarto. El 7 de agosto del 2012, Salomón Chertorivski –aún como secretario de Salud del gobierno federal– declaró que las enfer-medades de larga duración como diabetes, hipertensión arterial y colesterol elevado –a las que ha-bría que añadir el cáncer– provo-can 75 de cada 100 muertes en el país. Pero quizá, lo más alarmante a resaltar es que el 73 por ciento de los mexicanos sufren de sobrepe-so y obesidad, problema que está relacionado con la mayoría de las enfermedades crónico-degenerati-vas, de acuerdo con los recientes señalamientos de Mauricio Her-nández Ávila, del Instituto Nacio-nal de Salud Pública.

Vinculado a esto, recordemos lo que ha venido señalando Alejandro Cal-villo, director de El Poder del Con-sumidor, que durante el sexenio de Felipe Calderón murieron 500 mil personas de diabetes y que, si esta ten-dencia se mantiene, morirán 700 mil en el sexenio de Peña Nieto. Por ello, como señaló Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salva-dor Zubirán”, frente al bombardeo de comida chatarra –y demás– lo menos que los mexicanos podemos hacer para consumir comida sana es recu-perar la dieta tradicional de maíz, frijol, verduras, frutas y un poco de carne, que “va (más) en armonía con el genoma del mexicano” (La Jorna-da del Campo, 20/10/12).

Cabe recordar que es por medio de los alimentos que se satisface la necesidad más elemental, no sólo en términos de nuestra economía, sino también desde el punto de vista de nuestra salud. Reproduci-mos nuestra fisiología por la vía de los alimentos porque de ellos de-penden las estructuras tisulares y celulares del cuerpo.

La comida sana se construye metódicamente por medio de un conjunto o sistema de alimentos y no a partir de alimentos sueltos –por más sanos que sean– y mu-cho menos a partir de que un ali-mento que contenga anti oxidan-tes o alguna cualidad maravillosa. Siguiendo la máxima hipocrática

de que “para que el alimento sea tu medicina”, al elegir tal o cual conjunto de alimentos, es necesa-rio considerar las condiciones cli-máticas, pues la comida que con-sideramos sana para los costeños no puede ser la misma que para los esquimales. Lo mismo cabe se-ñalar respecto de la constitución física o la edad de las personas y su actividad física. No podemos alimentar de la misma manera a un niño que a un anciano, a un labriego que a una secretaria.

Bien dice el proverbio popular que somos lo que comemos, y es mejor que lo hagamos con relación a es-tos referentes ambientales, físicos, laborales, etcétera.

Desde una de las perspectivas de la medicina natural, la salud es el estado natural del cuerpo; por ello la insistencia en el término natural y la invitación al regreso a una vida natural frente a lo artificioso de la gran industria de alimentos capita-lista que busca sustituir la agricul-tura por el laboratorio. Podemos decir que los alimentos tienen una ecología interna, lo cual queda destruido a partir de la elaboración química sintética del laboratorio de la industria capitalista de alimen-tos. Incluso desde el simple hecho de la refinación de los alimentos; por ello también la insistencia en lo integral de los alimentos, justa-mente por su ecología interna y por la integración equilibrada de sus componentes nutrimentales.

Y qué decir de los términos orgá-nico o ecológico frente a la deser-tificación de los suelos o frente a la muerte de su microbiología a par-tir del uso indiscriminado de agro tóxicos y de barbechos inadecua-dos y excesivos. No son términos redundantes sino precisos frente a la devastación de la ecología, de la biodiversidad, de todos los organismos vivos que lleva a cabo el depredador sistema moderno de producción capitalista.

Por supuesto que no estamos invi-tando a que todo mundo se ponga a dieta –en el muy mal entendi-do significado de la palabra–. En todo caso retomemos el sentido original de la palabra griega diaita –de acuerdo con Hipócrates–, que significa forma o estilo de vida. En ese sentido sí sería bueno que adoptáramos una nueva forma de vida naturalista y ecológica frente al muy destructivo modo de vida capitalista. FO

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16 de marzo de 2013 7

LA DIMENSIÓN DE GÉNERO EN LOS MERCADOS ORGÁNICOSAlma Angélica Fuertes Jara

En 2009 la coordi-nación de la Red Mexicana de Mercados Orgá-

nicos impulsó el desarrollo de un diagnóstico sobre la dimensión de género en la organización de los mercados. Con este fin, durante abril y mayo de ese año se realiza-ron tres talleres y una serie de en-trevistas en los mercados de La Es-tación y Xochimilco, de Oaxaca, Oaxaca, y dos del Mercado Coatl, de Coatepec, Veracruz.

Este diagnóstico apuntaba a un doble propósito: analizar críti-camente las relaciones de género que se viven en los mercados y re-conocer factores –asociados a las dimensiones de género– que in-fluyeron en “historias de éxito” de productoras participantes en mer-cados orgánicos. El primer propó-sito se siguió en la celebración de tres talleres participativos con du-ración de ocho horas cada uno y el segundo con entrevistas abiertas semi dirigidas a seis productoras.

Los talleres se orientaron a la revi-sión de los mensajes sobre lo que significa ser hombre y mujer que justifican relaciones no equitativas o –en su contradicción con las rela-ciones vividas– generan dolor o ca-recen de sentido. (Tales mensajes se recuperan mediante técnicas de introspección y se promueve una discusión colectiva sobre cómo influyen en nuestras actuales per-cepciones y relaciones cotidianas.)

Las mujeres estuvieron más dis-puestas a hablar de sí mismas y los hombres realizaron ejercicios más abstractos. Por ello, y porque la mayoría de las participantes fue-ron mujeres, hubo más materiales para discutir sobre la feminidad.

Como resultado de los talleres, en Oaxaca no surgieron fuertes críticas a las relaciones intragené-ricas, pues en la práctica hombres y mujeres estaban satisfechos con una forma relativamente tradicio-nal de organizar el trabajo. En el mercado de Coatepec, se habló de la necesidad de cambiar las formas de ejercicio del liderazgo y fortale-cer la participación de las mujeres en espacios de planeación y con-ducción. Asimismo se hizo eviden-te que se requiere una actividad más profunda de sensibilización para remover los estereotipos de género y las prácticas de domina-ción, que son parte de la problemá-tica interna del mercado.

Un tema presente en todos los ca-sos es la sobrecarga de trabajo de las vendedoras, pues son responsables de varias tareas en sus vidas coti-dianas además del mercado, tareas que asumen solas por lo que están cansadas y estresadas, a veces in-cluso enfermas. Se propuso que el mercado estimule la participación de parejas, hijas, hijos y otros fami-liares. Ello, entendiendo que las estructuras familiares son diversas y que en ellas se dirime la distribu-ción de las tareas, pero intentando educar y educarse en la correspon-sabilidad y la solidaridad.

Asimismo, la presencia de los niños y las niñas en el mercado es actual-

mente asumida como un problema de sus madres que los llevan. Sin embargo se discutió y afirmó que es un derecho de madres y padres el convivir con sus hijos e hijas mien-tras trabajan, al menos en estos es-pacios que intentan ser alternativos. Por esta razón debe contarse en los mercados con espacios amables para el cuidado y esparcimiento de los hijos mientras los adultos traba-jan. Se habló de que lo sustentable es que sean espacios familiares en donde se asume el bienestar de los y las niñas como un interés colectivo.

La idea planteada en dos merca-dos fue que tal enfoque familiar fuera propuesto y ofrecido tam-

bién a las personas que compran, invitándoles a que asistan al mer-cado en familia, ofreciendo ac-tividades recreativas para todos y todas, ya que los mercados son también espacios de convivencia, intercambio y aprendizaje.

Las entrevistas fueron un ejerci-cio profundo y conmovedor, cuya riqueza no es posible expresar en este espacio. Sin embargo, es claro que en ellas se dio cuenta de histo-rias en las que –con muy diversos contextos– se mezclan factores de educación, personalidad, formas diversas de apoyo familiar y opor-tunidades emergentes (crédito, ventas, capacitaciones, etcétera) que permitieron a las mujeres cre-cer en sus actividades productivas y comerciales. Pero las mismas tensiones que salieron a la luz en los talleres, tales como los arreglos de género que penalizan la ini-ciativa femenina para emprender proyectos personales y las sobre-cargas de trabajo de las mujeres en edad reproductiva, fueron obs-táculos que estas mujeres exitosas debieron sortear con dosis impor-tantes de perseverancia y valentía.

Tras el ejercicio de diagnóstico, una conclusión de quienes partici-pamos en él es que esta perspec-tiva es capaz de aportar visiones nuevas a la comprensión de los problemas habituales de los mer-cados; sin embargo, debe fortale-cerse la capacitación y sensibili-zación para rendir mejores frutos. La comprensión crítica sobre el género y el ejercicio de formas de igualdad puede fortalecer los va-lores agregados de los productos ofertados y mejorar las formas de justicia en el comercio. FO

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PONEDORAS ESTRESADAS O GALLINAS CONTENTASVerónica Alcántara Tianguis Orgánico Chapingo, Estado de México

El tremendo au-mento en el pre-cio de huevo en el segundo semestre

de 2012, achacado a problemas sa-nitarios, no es más que la demos-tración de la fragilidad de los sis-temas industriales de producción, en este caso el avícola.

Son frágiles y de alto riesgo, consumidores de energía; su po-sibilidad de producción radica en la alta extracción de recursos, así como en las más aberrantes con-diciones de hacinamiento de las aves: apenas de 20 x 20 centíme-tros, enjauladas toda su vida, más o menos de un año; en tres niveles como mínimo, o en piso donde las condiciones no son mejores. Nosotros decimos viviendo en el metro, comiendo, durmiendo, de-fecando, etcétera.

¿Cómo sobrevivir a al estrés que esto produce? Pues con la adición de tranquilizantes y antibióticos de por vida en los alimentos, que genera efectos residuales en su car-ne y en los huevos, con afectación sobre todos aquellos que los consu-men. Sus efectos en la salud están a la vista; siendo el huevo una de las fuentes de proteína de origen animal más baratas, su consumo es generalizado sobre todo en las po-blaciones de más escasos recursos.

Actualmente la concentración de la producción en zonas muy espe-cíficas como Tepatitlán, Jalisco, corresponde a intereses económi-cos apoyados desde los organismos gubernamentales, no a criterios

técnicos o de bienestar animal, y mucho menos de las poblaciones, ya que ni el crecimiento en em-pleos justifica esta situación.

Se busca también con esta “emer-gencia sanitaria” el gran incre-mento en los insumos para este tipo de producciones, esto es el gas, la electricidad, así como la escasez e importación de granos para la elaboración de concentra-dos para su alimentación. Otro aspecto a considerar son los gastos de distribución hacia una zona tan lejana al Distrito Federal, princi-pal consumidor, ya que el costo de la gasolina y el pago de peaje se incrementó sólo el año pasado en más de 20 por ciento.

¿Qué hacer ante esta situación?, ¿Freír o no freír un huevo? La crianza, no la producción de ga-llinas ponedoras, no es de mayor complicación, aunque sí de gran constancia y trabajo, tal cual lo hacían nuestras abuelas en sus traspatios. La buena noticia es que este conocimiento tradicional ha sido retomado por la agroecolo-gía, dando bases para esta crianza con más conocimiento de causa y como hábilmente lo hacían ellas.

Las opciones de producción orgá-nica implican un sistema donde las excretas puedan ser compos-teadas, y con esta composta se fer-tilicen y siembren granos y forrajes para alimentar a las gallinas, así como para regenerar ecosistemas con la inclusión de árboles de rá-pido crecimiento, como acacias y otras leguminosas en pasillos,

formando bancos de corte fijado-res de nitrógeno. En combinación con los pastos o gramíneas, con los cuales podrán “pastorear” estas ga-llinas –que por supuesto estarían en libertad, con pequeños alber-gues nocturnos con sus nidales–, la suplementación con maíz o gra-nos de la región, así como las po-sibilidades de harinas de lombriz, larvas, insectos y germinados, no implica más que mucho trabajo para ello. Tenemos un país de des-empleados, en su mayoría jóvenes, a los cuales les resultaría fabuloso capacitarse en estas técnicas, don-de el aprendizaje va más allá de un empleo; es un trabajo creador y recreador de las formas en que la

naturaleza nos enseña la nobleza de la producción de alimentos con bajos consumos de energía –o de la que no cuesta, como la del sol–, el manejo de temperaturas por lo alto o bajo de un techo, la eficien-cia en el uso del agua y rescate de ésta en los rocíos matinales o reco-lecta en las lluvias.

La venta o intercambio se puede dar a niveles locales con la garan-tía del huevo fresco con traslados no mayores a los 50 kilómetros (en muchos países de cien millas, esto es 160 kilómetros). Para esto, la Red de Tianguis y Mercados Orgánicos es una opción en la distribución, y lo serán muchas otras organizaciones

que vayan surgiendo de mercados locales donde exista una gran de-manda que no siempre es cubierta.

Esta forma de vida implica políti-cas de capacitación, de cambio en el sistema de valores y de reconocer a quien con esfuerzo y dedicación genera alimentos y no los produce “industrialmente”, con todo lo que esto representa: la recuperación de tierras, el no intoxicarlas con in-sumos químicos. Reconocer esto hoy es darle valor al trabajo de los campesinos que vamos por la vía orgánica. Sería un gran paso para la autosuficiencia alimentaria y la sustentabilidad iniciar a los jóve-nes en estas prácticas, de manera lúdica y gozosa, sabiendo que son de gran valor y que la cosecha no es inmediata. A lo mejor esos apo-yos de Oportunidades se ofrecen para mientras se cosecha y se em-pieza una crianza en trabajos de este tipo (a lo más, un año).

De continuar con los sistemas ali-mentarios degradantes de los re-cursos naturales, con la forma en que consumimos, estamos en el mayor riesgo de extinción. El cán-cer, la diabetes, la hipertensión y los problemas de sobrepeso no son más que el resultado de estos siste-mas de producción.

La última reflexión en este tema hoy es sobre la importación del huevo. Para “reparar” los efectos de la emergencia sanitaria esta im-portación sólo ha dado el tiro de gracia a las pequeños y medianos productores, con el efecto al con-sumidor de la pésima calidad del producto. ¿Cómo pagamos estas importaciones? ¿Será acaso con las concesiones de minas al aire libre o los productos, por cierto no renovables, que de ellas se obtie-nen? Es decir que ahora cambia-mos huevos (de gallina) por mine-rales preciados.

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POR UNA PRODUCCIÓN ALIM ENTARIA LIBRE DE VENENOSFernando Bejarano Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM) www.rapam.org

Ir al tianguis orgánico de Chapingo es una experiencia placente-ra, no sólo por la sa-

tisfacción que da saber que con lo mucho o poco que compremos se está apoyando a productores loca-les y organizaciones que no usan agrotóxicos –con lo cual como consumidores evitamos un riesgo a la salud–, sino porque el mercado local es un espacio de diálogo y en-cuentro entre productores y consu-midores; un lugar donde se inter-cambian no sólo mercancías, sino también abrazos e información, del cómo se elabora el producto que compramos, las recetas para comer y curarnos, y donde siempre

encontramos alguna novedad por las frutas y hortalizas de la tempo-rada, distintos preparados de pavo, y por el café, atole, tamal de mole o de hongos, quesadillas, conejo, queso u otro tentempié que poda-mos comer en el lugar.

Comer y comprar se vuelve en este contexto un acto cultural más que un acto mercantil; va-loramos de otro modo lo que se nos ofrece en el tianguis orgánico porque sabemos del trabajo fami-liar y colectivo que hay detrás de cada producto; y porque nuestra elección de compra es también una elección política, es un voto económico con el que podemos

decidir a quién queremos apoyar y qué riesgos evitar para proteger nuestra salud y la naturaleza. Ello, en contrapartida a la agricultura industrial contaminante donde la oferta de alimentos está domina-da por la especulación financiera y las cadenas trasnacionales de distribución.

En la Red de Acción sobre Pla-guicidas y Alternativas en México (RAPAM) nos dedicamos a dar información crítica sobre las sus-tancias químicas que se usan para el control de plagas, llámense in-secticidas, herbicidas o fungicidas. No para que estos agrotóxicos se usen “de manera adecuada”, como recomienda la industria de los plaguicidas químicos y la norma-tiva vigente, de modo que sigamos aceptándolos como algo inevita-ble y “normal”; nuestra finalidad es que se dejen de usar cada vez más con el apoyo de políticas pú-blicas que promuevan alternativas agroecológicas al control de plagas.

Nos interesa promover la reforma del régimen regulatorio domi-nante para que se prevengan los riesgos a la salud y el ambiente, más que apostar a pretendidos controles que en la realidad no funcionan y que benefician más a los que lucran con el uso de las sustancias químicas tóxicas. Que-remos una agricultura y ganadería sin venenos para beneficio de los consumidores y productores.

Los agrotóxicos pueden dañar la salud humana y animal no sólo por una intoxicación inmediata sino a largo plazo, en pequeñas dosis, provocando cáncer, daños reproductivos, alteraciones hormo-nales, además de afectar a peces y matar a insectos benéficos y polini-

zadores como las abejas. Es así que en RAPAM estamos en campaña para informar qué son los plaguici-das altamente peligrosos, qué cri-terios los definen y cuáles se usan en México, incluso los que están prohibidos en otros países. Ahora exigimos que la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sani-tarios (Cofepris) cancele el registro del insecticida endosulfán, como lo han hecho ya más de 90 países, y cumpla así con el compromiso gubernamental de su eliminación mundial establecido por el Conve-nio de Estocolmo sobre Contami-nantes Orgánicos Persistentes.

Las alternativas para dejar de usar agrotóxicos existen. Por ejemplo, en nuestra publicación Enemigos naturales de las plagas agrícolas del maíz y otros cultivos, escrita por el doctor Fernando Bahena, del Instituto Nacional de Inves-tigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), podemos conocer en detalle a 20 insectos benéficos, tanto aquellos que se alimentan de otros insectos en el caso de los depredadores, o que ponen sus huevecillos en el cuer-po de insectos plaga en el caso de los parasitoides, que son nativos en las parcelas campesinas de México y Mesoamérica. El co-nocimiento de estos diminutos y coloridos insectos benéficos, de sus hábitos y ciclo de vida es un saber a potenciar en los producto-res locales, en lugar del uso de los plaguicidas químicos que matan a estos aliados naturales.

Otro ejemplo de alternativas a los plaguicidas químicos lo tenemos en los dos tomos de Plantas contra plagas, elaborados por el doctor Cesáreo Rodríguez, del Colegio de Postgraduados, en coedición con RAPAM, donde se dan a co-nocer las propiedades y prácticas de control de insectos y hongos usando plantas como el ajo, taba-co, chile, epazote y hierba de la cucaracha, que han sido validadas por la práctica campesina y la ex-perimentación científica. Además de tener un uso culinario, muchas de estas plantas son consideradas “malezas” indeseables, como la hi-guerilla, cuando pueden ser –con la dosis y el manejo adecuado– un recurso útil y económico para ela-borar insumos alternativos tran-sitorios en estrategias de control agroecológico de plagas.

Quisiéramos que hubiera más tianguis orgánicos en todas las ciudades y municipios pero para ello debemos pasar de ser consu-midores pasivos a consumidores conscientes y ciudadanos organi-zados que exigen una política que apoye la soberanía alimentaria.

Evento: Segunda Feria del Maíz y la Milpa. Organiza: Centro Demostrativo Agroeco-lógico Las Tórtolas. Fecha, lugar y horario: 17 de marzo de 2013. Explanada de la Pre-sidencia Municipal de Cocotit-lán, Estado de México. De las 10:00 a las 16:00 horas.

Libro: Los pueblos indíge-nas de la Huasteca y el se-midesierto queretano: Atlas etnográfi co. Coordinadores: Julieta Valle Esquivel, Diego Prieto Hernández y Beatriz Utrilla Sarmiento. Editado por: Instituto Nacional de Antropo-logía e Historia, Instituto Na-cional de Lenguas Indígenas, Universidad Autónoma de Querétaro e Instituto Quereta-no de la Cultura y las Artes.

Libro: La crisis alimentaria mundial. Impacto sobre el campo mexicano. Coordi-nadora: Blanca Rubio. Edita-do por: Miguel Ángel Porrúa, UNAM – Instituto de Investi-gaciones Sociales, DGAPA.

Libro: Género y migración (Volúmenes I y II). Coordina-doras: Esperanza Tuñón Pa-blos y Martha Luz Rojas Wie-ser. Editado por: ECOSUR, El Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de Michoacán y CIESAS.

Libro: Hambre / Carnaval. Autor: Armando Bartra. Edita-do por: Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco.

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TIANGUIS ORGÁNICOS: ESPACIOS DE VINCULACIÓN CAMPO-CIUDADGiselle Buchán Kuri Tianguis Bosque de Agua, Metepec, Estado de México

La distancia que en las décadas recien-tes se ha creado en-tre las realidades del

campo y la ciudad ha generado un abismo cultural, educativo, econó-mico, social, político, organizacio-nal y hasta ambiental.

En las ciudades se ha perdido el conocimiento tradicional de

nuestra vinculación como seres vivos con la tierra; la procedencia de los alimentos es desconocida, así como los tiempos de desarrollo de las especies que nos alimentan, sus requerimientos, el trabajo que implica y la estacionalidad que va entre la siembra y la cosecha.

El campesino desconoce estas carencias que existen en las ciu-

dades; creen que allí toda la gente sabe diferenciar las verduras que crecen sobre el suelo de las que lo hacen debajo del suelo, que las semillas de cada cultivo son dis-tintas y que saben distinguir una hierba silvestre de una medicinal.

El consumidor cree que todos los campesinos reciben el dinero que merecen por su trabajo, y compra

diez kilos de zanahoria en 15 pesos creyendo que es una gran oferta, sin imaginar que es al productor a quien se perjudica con un pre-cio tan bajo. Hasta que un día se pregunta el porqué de la pobreza en el campo.

El productor, al momento de en-frentarse a la comercialización de sus productos, se encuentra con intermediarios que ofrecen pre-cios extremadamente bajos por la compra de sus cultivos, y en oca-siones prefiere regalarlos o dejar que se pudran en el campo. Cuan-do el productor desea comercia-lizar directamente en tiendas especializadas o al consumidor es problemático introducirse al mercado, ya que debe contar con certificaciones o requerimientos específicos que impiden la ven-ta artesanal; si su producción es orgánica, debe vender al mismo precio que la producción conven-cional, y en general, si no cuenta con certificado, no podrá venderla como orgánica.

Los tianguis y mercados orgáni-cos resuelven la necesidad del pe-queño productor de introducirse al mercado local y regional y de obtener un precio justo por sus productos y su trabajo de todo el ciclo de cultivo. Además, dan la oportunidad de rescatar la heren-

cia ancestral que ha existido en los tianguis de Mesoamérica, donde se vive una mezcla de las tradicio-nes mercantiles entre los pueblos y ciudades.

En los tianguis orgánicos se vive un intercambio cultural, en don-de participan actores de comu-nidades indígenas, campesinas y ciudades; conviven personas de to-das edades e intereses; se recrean las relaciones entre productores y consumidores; se comunican sus problemas y dificultades, sus co-nocimientos y saberes, sus gustos y preferencias. Entre con-

LA PRODUCCIÓN ORGÁNICA EN MÉXICORita Schwentesius Rindermann, Laura Gómez Tovar, Manuel Ángel Gómez Cruz IISEHMER, CIIDRI, Universidad Autónoma Chapingo [email protected]

A finales de la década de los 80s la demanda por los productos orgánicos –los cuales están libres de residuos tóxicos, organismos genéti-camente modificados, aguas negras y radia-

ciones– empezó a crecer dramáticamente en los países desarrollados. Esta demanda, que está basada en una creciente conciencia sobre la importancia del cuidado de la salud y la protección del medio ambiente, no se podía satisfacer solamente con la producción de los mismos países consumidores, sobre todo en el caso de café y frutas tropicales. Ante ello, muchos países en de-sarrollo respondieron con la producción orgánica y su exportación.

En México el desarrollo de la agricultura orgánica inició en los años 60s con agentes extranjeros conec-tándose con diferentes actores mexicanos, solicitándoles la producción de determinados productos orgánicos. Así comenzó su cultivo, principalmente en áreas donde in-sumos de síntesis química no eran empleados. Este fue el caso de las regiones indígenas y áreas de agricultura tradicional en los estados de Chiapas y Oaxaca, donde se empezó la producción de café orgánico.

Posteriormente, compañías comercializadoras de Estados Unidos influenciaron el cambio a la producción orgánica en la zona norte del país, ofreciendo a empresas y pro-

ductores privados financiamiento y comercialización, a cambio de productos orgánicos.

A principios del siglo XXI, la agricultura orgánica se ha convertido en uno de los rubros más exitosos del sector agrícola mexicano. De hecho, a diferencia de los otros ramos agropecuarios del país, el orgánico ha crecido di-námicamente, a pesar de la crisis económica. Por ejem-plo, la superficie orgánica registró entre 1996 y 2012 un crecimiento anual superior a 19 por ciento y el empleo aumentó 17 por ciento por año, mientras que las divisas generadas subieron en 28 por ciento.

Como resultado de este crecimiento tan rápido, hasta 2012 más de 169 mil productores mexicanos estaban cul-tivando 512 mil 246 hectáreas de una manera orgánica. Alrededor de la mitad de esta producción es café, seguido en términos de importancia por hierbas, hortalizas, cacao y otras frutas.

A pesar de que el crecimiento del sector orgánico repre-senta un avance en la lucha para lograr un sistema ali-mentario más sostenible, en México se mantiene la da-ñina situación del monocultivo, y la agricultura orgánica está dirigida casi exclusivamente a la exportación. Según estimaciones propias, 85 por ciento de la producción se exporta principalmente a Estados Unidos, Alemania, Ho-landa, Japón, Inglaterra, Suiza y Canadá, entre otros. Así, en el ámbito internacional, a México se le cataloga como productor-exportador orgánico y no como consumidor.

México. Evolución de la Producción Orgánica, 1996-2012

1996 1998 2000 2004-2005 2007-2008 2012 TMAC*

Agricultura 21,265 45,000 85,676 292,459 326,436 351,904 19.17

Recolección -- 30,000 32,000 35,000 46,208 56,000 4.56

Ganadería -- 5,000 17,126 15,233 6,049 15,000 8.16

Apicultura -- 20,000 30,000 35,000 37,477 89,342 11.28

Total 21,265 54,457 102,802 307,692 378,693 512,246 22.00

Productores 13,176 27,914 33,587 83,174 128,862 169,570 17.31

*Tasa media anual de crecimiento Fuente: CIIDRI, 2012.

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EL PORQUÉ DE LA CERTIFICACIÓN PARTICIPATIVARita Schwentesius Rindermann, Laura Gómez Tovar, Manuel Ángel Gómez Cruz y Erin Nelson IISEHMER, CIIDRI, Universidad Autónoma Chapingo [email protected]

En los años 80s empezó a crecer rá-p i d a m e n t e

el mercado orgánico a escala mundial. México ha sido parte de este proceso, en primer lugar como exportador de productos (en particular el café, y más re-cientemente aguacate y cítricos). Gracias a ello, la rama de orgáni-cos es una de las más dinámicas del sector agrícola.

A pesar de que sólo 15 por cien-to de la producción orgánica se destina al mercado interno, éste también se ha fortalecido desde la última década del siglo XX. Qui-zás el actor más importante en el movimiento orgánico local ha sido la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos (REDAC), creada en 2004 con cuatro merca-dos (Guadalajara, Xalapa, Oaxaca y Chapingo). En 2013, la Red aglu-tina a 28 mercados consolidados y nueve en construcción, los cuales no son solamente puntos de com-pra-venta, sino también fomentan la producción y el consumo de productos orgánicos locales, con-tribuyen al desarrollo económico y bienestar de pequeños produc-tores, y promueven la conciencia hacia el medio ambiente y la sa-lud, entre otras cosas.

Dada esta misión amplia, y tam-bién el hecho de que la mayoría de los productores de la Red son de muy pequeña escala, se ha buscado una alternativa a la cer-tificación orgánica por agencia de carácter comercial, pues ésta implica altos costos y burocracia, y por tanto es inaccesible para muchos productores. La alterna-tiva que se encontró es la Certi-ficación Participativa o Sistema Participativo de Garantía (SPG).

Esta forma de certificación está basada en relaciones de confianza y en la participación activa y colectiva de producto-res y consumidores; además, minimiza los trámites burocrá-ticos y los costos por la visita en campo (inspección) y se toman decisiones de manera colectiva. Más aún, los actores a nivel local tienen la libertad de adaptar el sistema a su contexto; toda la do-cumentación está disponible al público. Finalmente, el proceso implica aprendizaje por parte de todos los actores involucrados, trabajo voluntario y recursos donados.

El número de mercados orgá-nicos locales en México está creciendo rápidamente gracias a productores y consumidores comprometidos; sin embargo, cada mercado enfrenta retos sig-nificantes, muchos de ellos co-munes. Uno de los retos princi-pales es la lucha para conseguir los recursos necesarios para el funcionamiento básico del mer-cado. Por ejemplo, muchas ini-ciativas han sufrido por falta de

un espacio en donde el mercado se pueda llevar a cabo cada se-mana. De hecho, en algunos ca-sos han tenido que cerrarse por un tiempo por falta del espacio adecuado.

La carencia de financiamiento no sólo dificulta el funciona-miento diario de los mercados orgánicos, sino también impide las posibilidades de ofrecer ca-pacitación y educación sobre la agricultura orgánica, siendo éste uno de los principales temas de interés de la Red.

El crecimiento de la Red Mexi-cana de Tianguis y Mercados Orgánicos demuestra que hay un nivel de interés creciente por parte de productores y consumi-dores mexicanos con respeto al desarrollo de un sistema agroa-limentario más sostenible. Los mercados orgánicos están am-pliando el movimiento orgánico en México y a la vez aseguran que no se pierdan las raíces filo-sóficas y holísticas, bajo un enfo-que de sostenibilidad ambiental, económica y social.

sumidores crean amistad, comparten recetas, hablan de sa-lud y bienestar. Entre productores surge la posibilidad de intercam-biar experiencias sobre lo que enfrentan en el campo, la forma de controlar plagas, la mejora de sus productos y hacen trueque de semillas y plantas.

Para el consumidor, el tianguis orgánico es un espacio donde encuentra alimentos frescos y limpios; conoce los procesos pro-ductivos; tiene acceso a semillas y plantas, y tiene la oportunidad de participar en el proceso de Certi-ficación Participativa, en donde conoce a las personas que siem-bran, cultivan y hacen posible el alimentarse sanamente. Además vuelve a la tierra, conoce los pro-cesos productivos y valora el traba-jo que el productor realiza.

Por medio de la Certificación Par-ticipativa, se crean lazos de con-fianza en donde el productor sabe que la alimentación de la familia del consumidor depende de que sus métodos de producción sean honestos y transparentes, de su éti-ca y del abasto del producto.

En los tianguis y mercados orgáni-cos existe una gran diversidad de especies que no se encuentran en los supermercados; el consumidor tiene acceso a introducir más pro-ductos a su alimentación; conoce especies que desconocía; com-prende que es importante consu-mir los frutos de cada estación; se relaciona de manera distinta con insectos pues comprende que su presencia algunas veces es parte de ser orgánico; valora desde otro punto la calidad de las verduras: en lugar de buscar la perfección en la forma, valora el sabor, la frescura y los nutrientes que encuentra pues los ve reflejados en su salud.

Para muchos consumidores, el tianguis es un refugio para per-sonas con alimentación especial como celiacos, vegetarianos, diabé-

ticos, alérgicos a ciertos alimentos y con afecciones del sistema nervioso o inmunológico, ya que es un privi-legio encontrar alimentos limpios y con ingredientes naturales.

En el caso del productor, el tian-guis orgánico le da la oportunidad de mantener sus sistemas produc-tivos y hacerlos sustentables a lo largo del tiempo, ya que logra, en el mejor de los casos, cubrir y re-cuperar sus costos de producción y continuar su vida en el campo.

El consumidor comprende que está pagando un precio justo ya que el costo del producto sostiene los costos de producción de cada alimento; que al apoyar con su consumo impulsa la economía local, regional y familiar dando oportunidad al productor de que-darse en su tierra, trabajarla y vivir de ella, evitando la emigración y la pérdida de la diversidad de es-pecies y de cultura en el campo.

El tianguis orgánico, además de acercar al productor y al consu-midor, vincula a diversas organi-zaciones ambientalistas y sociales; participan empresas, universida-des, estudiantes, investigadores, profesionistas, tiendas y en algu-nos casos instituciones de gobier-no, y consolida la unión social y de intereses, resultando ser un espa-cio de intercambio de ideas.

El tianguis orgánico trasciende como un espacio de rescate del valor cultural y culinario que tie-ne nuestro país y fortalece las re-laciones que nos hacen vivir como una sociedad con una gran rique-za ancestral. El tianguis orgánico promueve un estilo de vida que lleva a la sustentabilidad, y que de-sarrolla la clara conciencia de que nos necesitamos unos a otros para hacer crecer las economías locales de México y que requerimos gene-rar acciones basadas en el consu-mo responsable, en la protección del ambiente y la responsabilidad con la salud humana. FO

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Chiapas

ELABORANDO NUESTRAS PROPIAS NORMAS CERTIFICACIÓN AGROECOLÓGICA PARTICIPATIVAGabriela Ortiz

El tianguis Red Co-mida Sana y Cer-cana de San Cris-tóbal de las Casas

hace tiempo decidió dirigir sus esfuerzos hacia una producción agroecológica. Ésta enfatiza la diversidad y la sustentabilidad de las parcelas. Durante por lo menos cinco años hemos reflexionado sobre el proceso de Certificación Participativa; hemos elaborado nuestras propias normas y procedi-mientos basándonos en los saberes de las personas productoras y téc-nicas, en los principios agroecoló-gicos y de sustentabilidad, y en las condiciones ambientales y socia-les de la región. Probablemente so-mos el primer mercado que inclu-ye a los y las consumidoras en la construcción de sus lineamientos, y a los que estamos haciendo un gran esfuerzo para ofrecer segui-miento técnico a sus participantes.

Hace año y medio comenza-mos la certificación de las y los productores agropecuarios con el fin de ofrecer calidad y sus-tentabilidad social, ambiental y económica de los productos; para contribuir a la construcción de una agricultura ecológica, demo-

crática, inclusiva y accesible para todas las personas productoras y consumidoras; para crear estruc-turas por medio de las cuales dis-tintos actores de la Red Comida Sana y Cercana podamos apoyar-nos en la lucha por una vida dig-na en armonía con la naturaleza y por la soberanía alimentaria.

Las personas involucradas hemos aprendido un montón de cosas, pero a lo largo del proceso han surgido las preguntas: ¿en realidad qué es?, y ¿para qué estamos cer-tificando? El diccionario dice que es asegurar, señalar con certeza la verdad de un hecho. La certi-ficación participativa, según la

definición de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos, AC, “es un sistema que garantiza, fortalece y da validez e integridad orgánica a los alimentos” (www.tianguisorganicos.org.mx). Enton-ces, hablamos de un sistema que certifica el producto de un traba-jo. Los productores agroecológicos

tienen la tarea de cuidar el manejo del agua, trabajar el suelo apro-piadamente, mantener su parcela biodiversa y con plantas locales, manejar adecuadamente las pla-gas, usar de forma sustentable los bosques y la leña, mantener un cuidado ambiental, pagar salarios y dar capacitación adecuada a sus trabajadores, tener equidad en la toma de decisiones, apoyar a su comunidad y ofrecer precios justos tanto para personas campesinas como para consumidoras. Aunque los lineamientos que establecen esta forma de producir y que pre-tenden darle certeza fueron elabo-rados por los mismos productores y consumidores, son procesos no siempre fáciles ni sencillos, requie-ren tiempo y mucho trabajo. Hay consumidores que dudan de la calidad de estos productos y piden garantías sin comprender la reali-dad en que se producen.

¿Por qué se exige tanto al pro-ductor y nada o muy poco al consumidor? Son pocos los con-sumidores responsables, al me-nos con el funcionamiento del Tianguis (traer sus bolsas, no usar plásticos, re-usar material). ¿Por qué no les exigimos a es-

Chiapas

LA CONSTRUCCIÓN DE EXPERIENCIAS DESDE LO LOCAL: EL CASO DEL TIANGUIS DE PRODUCTOS NATURALES Y ORGÁNICOS EL HUACALERORosa E. Hernández C., Raúl Cuevas G., Manuel Figueroa Y. El Colegio de la Frontera Sur www.ecosur.mx/redisa/criis

El Soconusco, Chiapas, es una de las zonas más ricas en diversi-

dad de cultivos. Sin embargo, esa condición se ve amenazada por el uso intensivo de agroquímicos, ya que ponen en peligro no sólo la prosperidad de los cultivos sino también la salud de sus pobladores.

Por esta razón, en 2007 personal de la unidad Tapachula de El Cole-gio de la Frontera Sur (Ecosur), en coordinación con el doctor William Gamboa (†), el Centro Agroecológi-co San Francisco de Asís (CASFA) y la Universidad Autónoma de Chia-pas, se mostraron interesados por impulsar en la región un espacio de encuentro entre productores y con-sumidores en torno a la producción orgánica. Todo esto inició con una encuesta a los habitantes de Tapa-chula para conocer su opinión acer-ca de la instalación de un tianguis o mercado orgánico. Posteriormente se adhirieron al grupo promotor, o

apoyaron a los productores a parti-cipar en el proyecto, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Pro-tegidas, el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario 60 de Ciudad Hidalgo y la Unión Inter-nacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Por la estrecha colaboración entre académicos de Ecosur con grupos organizados, se invitó a participar a

productores y productoras de distin-tos ejidos del municipio de Cacahoa-tán, Tuxtla Chico y Tapachula. Así, poco a poco se unieron los produc-tores de la cooperativa de ecoturis-mo Pak al Tsix A o Mariposas Alas de Agua del Águila; productores de Alpujarras, Benito Juárez el Plan, Fracción Bella Vista, Faja de Oro, Rosario Ixtal; la organización Kay kab, Santa Rosalía, y la organización de productos lácteos La Pomarroza.

Los primeros años el Tianguis, denominado El Huacalero, se establecía de manera itinerante y no contaba con una fecha deter-minada. Esta etapa de inicio fue difícil, sin embargo la persistencia de los participantes ha rendido frutos y ahora se mantiene esta-ble durante tres días a la semana: miércoles, sábados y domingos.

El Tianguis se ha convertido en un espacio donde los consumidores pueden conversar bajo el cobijo de una hermosa ceiba, conocer a las

y los productores que comparten de esta manera parte de su cultu-ra de la etnia mam. Además, los consumidores pueden aprender o reaprender a comer plantas comes-tibles que habían quedado en el ol-vido en la ciudad, o adquirir frutas y alimentos producidos con esfuerzo

en las comunidades y transportados con mucho cuidado y esmero.

Al igual que los otros tianguis y mercados de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos, AC (REDAC), en El Huacalero se garantiza la calidad me-

El Tianguis se ha

convertido en un espacio

donde los consumidores

pueden conversar

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tas personas y al productor sí? ¿No deberíamos ser todos los que compramos en el tianguis co-productores y co-consumidores? ¿De dónde nace la necesidad de la certificación? Ciertamente de las personas consumidoras y no de las productoras. ¿Será por esta razón que muy pocos productores exhiben su certificado? ¿Hemos logrado que éste sea un “plus” para el productor, un reconoci-miento a su trabajo y a la calidad de su producto?

Las exigencias de consumidores y hasta de otros productores pueden llevar a que el proceso de certifi-cación participativa no se haga ya en un ámbito de confianza, no se haga con el objetivo princi-pal de mejorar la producción y se convierta en un mero proceso de validación y cumplimiento de normas. En este caso se debe re-considerar cómo re-aprehender los ideales agroecológicos, dialo-gar más sobre el tipo de participa-

ción a la que nos comprometemos y que realmente se intercambien conocimientos.

El Tianguis es un espacio de in-tercambio social, económico y de saberes. Los productos que se ofrecen son agroecológicos y pro-cesados artesanales. Comida Sana y Cercana es un circuito corto de comercialización que ofrece prin-cipalmente productos locales mi-nimizando el gasto de energía de transporte, contribuye a la econo-mía local, los productores y consu-midores encuentran en él elemen-tos importantes que les dan buen vivir. Si este proyecto cumple una función ecológica tan importante al cuidar la madre Tierra, si lo que se ofrece es tan importante para el planeta y las personas, ¿por qué como consumidores les exigimos tanto y damos tan poco?

Provocando aún más la reflexión, pregunto ¿qué tiempo estamos dis-puestos a dar y esperar para una real transformación agroecológica?, ¿cómo podemos medir su impacto social?, ¿cómo podemos promover la participación activa de las y los diferentes actores? Qué estructuras debemos estar construyendo para apoyarnos? ¿Certificación o reco-nocimiento participativo? Mucho qué reflexionar, mucho qué cons-truir, mucha tela de dónde cortar.

*Este artículo no necesariamente reflejan el sentir de todas las per-sonas involucradas en Comida Sana y Cercana.

diante el Comité de Certi-ficación Orgánica Participativa, en el cual participan productores, consumidores, académicos y alia-dos de instituciones que avalan el sistema de trabajo.

A la fecha las y los integrantes del Tianguis han fortalecido diversas capacidades mediante procesos largos de capacitación, tanto en aspectos sociales como ambien-tales, que propician la diversifi-cación productiva, el cuidado del ambiente y el trabajo organizado.

Este camino recorrido brinda la oportunidad para que los acadé-micos construyan en colectivo propuestas de investigación apli-cada para resolver problemáticas, y abre espacios para que estudian-tes y consumidores vayan recono-ciendo la importancia de la pro-ducción orgánica en la región y el beneficio para la salud.

Uno de los resultados de esta cola-boración, y derivado de proyectos de investigación aplicada, es la propuesta de la integración de es-tos grupos en una red de agroeco-turismo de la región del Tacaná, la cual ofrece distintos servicios basados en su quehacer cotidiano como es la agricultura y sus rique-

zas naturales y culturales. Enton-ces los visitantes pueden trasladar-se a las comunidades y visitar por ejemplo, el centro experimental de hongos en Alpujarras. Además, realizar recorridos en los senderos del mariposario y la cascada de la Sirena con el grupo Pak al Tsix A´, conocer las prácticas agroecoló-gicas para el cultivo de las horta-lizas y la milpa en Benito Juárez el Plan, o bien conocer las prin-cipales actividades del cultivo de plantas ornamentales en Fracción Bellavista, entre otras actividades en las faldas del volcán Tacaná.

La propuesta de red fortalece la s relaciones que ya existen entre comunidades y promueve los vín-culos con Guatemala. Por ejemplo, se han realizado reuniones entre productores de El Huacalero y To-niná o Trigales, una comunidad en el Volcán Tacaná pero del lado de Guatemala, para compartir sus ex-periencias en torno a la producción orgánica de hortalizas y flores.

Como podemos ver, construir procesos entre productoras, pro-ductores y académicos en torno a la agricultura orgánica es un reto e implica paciencia para caminar juntos, pasito a pasito para poder lograr resultados a largo plazo.

Chiapas

ENCUENTRO DE PRODUCTORES Y CONSUMIDORESRed Comida Sana y Cercana, San Cristóbal de las Casas, Chiapas

El tianguis de Red Comida Sana y Cer-cana, que se instala dos veces a la semana

en calle Chiapa de Corzo 19, en San Cristóbal de las Casas, es un espacio abierto a con-sumidores y productores para intercambiar ideas sobre el con-sumo responsable, la alimenta-ción saludable y otros temas del bien común y buen vivir. Según muchos de los consumidores actuales, el tianguis es mucho más que un mercado. No sólo ofrece a los consumidores la oportunidad de comprar comi-da cultivada localmente y sin agroquímicos; también les abre la oportunidad de tomar un rol activo en las actividades de la Red Comida Sana y Cercana. Los consumidores están invita-dos a tomar talleres, ir a eventos y participar de primera mano en las visitas de certificación a las parcelas de los productores.

Ante la preocupación de pro-ductores sobre las ventas en el tianguis, Lulú Pérez, miembro de la Red y participante desde el inicio de esta experiencia, hace siete años, y Hannah Reid, coo-perante del instituto ambiental canadiense Falls Brook Center, realizaron un exhaustivo estu-dio para entender el alcance del ambiente económico y social del tianguis, por medio de una serie de encuestas y entrevistas. Durante cuatro meses, Reid entrevistó a más de 300 perso-nas, incluyendo productores, consumidores actuales y consu-midores en lugares de la compe-tencia. Un objetivo clave del es-tudio era identificar los tipos de consumidores que el tianguis

atrae, además de sus motivos, opiniones y sugerencias, y los intereses de consumidores que no acuden al tianguis.

Los resultados del estudio mos-traron que 84 por ciento de consumidores actuales entre-vistados vienen al tianguis en la búsqueda de comida agroecoló-gica, sana y fresca; les atrae su sabor y los precios, y sólo el dos por ciento busca que los alimen-tos estén certificados. También, para muchos consumidores ac-tuales, comprar en el tianguis representa un acto de consumo responsable. El ocho por ciento de los consumidores actuales entrevistados dijeron que vi-nieron al tianguis para apoyar a productores locales. Un con-sumidor expresó: “me gusta te-ner una relación más de cerca con la gente que produce lo que como”. El tianguis tiene una red de clientes frecuentes que hacen todas sus compras aquí y sólo van a otro lugar por produc-tos que no están ofrecidos en el tianguis.

Respecto de los consumidores de lugares de competencia (que a veces fueron difíciles de abor-dar, dado que en los supermer-cados literalmente corrieron al entrevistador), la mayoría co-mentó que busca comida fresca cuando van de compras y les gusta comprar a productores locales. En muchos casos, los consumidores convencionales entrevistados no sabían de la existencia del tianguis y subra-yaron la necesidad de más di-fusión, no sólo sobre el tianguis mismo, sino sobre los conceptos fundamentales de la comida

agroecológica. En algunos ba-rrios de San Cristóbal, más de la mitad de los entrevistados con-fundieron el concepto de comi-da agroecológica con natural o local, a veces declarando que toda la comida de los mercados locales era agroecológica.

El estudio también reveló que el tianguis ofrece a sus consu-midores una forma económica de comer sano. En una com-paración entre varios produc-tos del tianguis y los mismos en tiendas naturistas u orgáni-cas, resultó que en promedio, el tianguis tiene precios 15 por ciento más bajos.

Los datos de este y otros elemen-tos del estudio fueron presen-tados a los tianguistas de Red Comida Sana y Cercana a prin-cipios de diciembre 2012. Como siempre, los asistentes fueron invitados a hacer preguntas y comentarios y tomar un rol ac-tivo en planear las acciones fu-turas de la Red, considerando la nueva información aprendida del estudio. Así, expresaron: “es importante resaltar a los consu-midores que nuestros productos valen un poco más pero cues-tan menos al no pagar al doctor para curarnos”. También resal-tar “el tiempo que se invierte para producir de esta forma”, que “los precios son estables y no van conforme la oferta y la demanda” y que “nosotras y no-sotros estamos organizados, da-mos tiempo que a veces no ven”. Señalaron: “nos gusta ofrecer lo que producimos y ojalá todas las personas pudieran acceder a es-tos productos, pero el problema no son los precios sino lo poco que gana la gente de los barrios en San Cristóbal”. También di-jeron: “al igual que los consu-midores, nos gustaría tener un espacio más amplio, con música y donde puedan estar nuestros hijos e hijas”.

Las expresiones de consumi-dores y productores da cuenta que el tianguis es un espacio de encuentro, no sólo físico, sino de motivaciones, intereses y hasta de vibraciones, aunque falta mucha educación a consu-midores para que reconozcan la calidad y los beneficios que se ofrece con estos productos en el tianguis de Comida Sana y Cercana.

Para más información sobre el estudio, mande un correo a [email protected] o visite el sitio en http://redcomidasanaycercana.codigosur.net/

La certifi cación

participativa, según la

defi nición de la Red

Mexicana de Tianguis y

Mercados Orgánicos,

AC, “es un sistema que

garantiza, fortalece y

da validez e integridad

orgánica a los alimentos”

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Chiapas

PALABRAS QUE BAJAN DEL TACANÁ: TIANGUIS EL HUACALEROValentina Vaca López, Rosa Elba Hernández Cruz. El Colegio de la Frontera Sur

En todas las comu-nidades aledañas a la reserva de la biósfera del Volcán

Tacaná, en el Soconusco, existe un hermoso paisaje; olores matutinos de hierba mojada y tortillas recién hechas, y cantos de gallos, gallinas y patos que también se levantan temprano, pero sobre todo hay risas de niños que corren y juegan en las casas antes de ir a la escuela. Sin embargo, observamos también que en la vida de cada una (o) de estos campesinos hay dificultad para te-ner comida en la mesa, conseguir educación para sus hijos y contar con servicios de salud que asegu-ren calidad de vida a la familia. Te-ner ingresos para comprar lo más básico no es nada fácil.

¿Qué voces hay detrás de las me-sas de quienes ofrecen los produc-tos en el Tianguis de Productos Naturales y Orgánicos El Huaca-lero? Para responder, nos gustaría compartir la palabra de algunas productoras del Tianguis, donde cada una lo toma como una segun-da familia, un espacio donde aca-démicos y consumidores llegamos a formar lazos de amistad. Hoy, más que un medio de ganar dine-ro, el Tianguis es una forma de ser, sentir, ser tomada (o) en cuenta y ayudar más en casa. Compartamos pues la voz que va del “no se pue-de” al “ya estamos trabajando”.

En principio la motivación de las productoras fue vender, pero tam-bién existía interés de aprender y trabajar.

“Doña Clara nos dijo que fui-mos invitadas a un tianguis (...) dijo: miren, José lleva a vender el guineo de seda que ya ven que ese de por sí siempre lo te-nemos acá, dijo ella (...) Enton-ces yo dije, es una oportunidad, tal vez tener otro ingreso pues, depende lo que le mandáramos, ella nos entregaba 60 pesos, 70 pesos, y nos decía miren les vendí esta f lor, ella se iba, los llevaba, y ya en la tarde veía-mos que fue lo se había vendido

(...) eso me motivó y al mismo tiempo decir, bueno si es cosa que aquí puede uno aprender algo, otra cosa, algo que uno no sepa” (Productora, Alpujarras 11/11/12).

El proyecto significó un reto para todos, y ha dejado diferentes enseñanzas:

“Yo de por sí me gustó vender de chiquita (...) Fui y me gustó, por-que convive uno con otras perso-

nas, y por estar en el tianguis nos dieron los talleres, donde convive uno más con la gente, ya aprende uno más, va uno despertándose más, porque cuando uno está aquí la verdad uno no sabe nada, pero ya estando ahí ya va uno apren-diendo otras cosas y así, y siempre iba yo a los talleres” (Productora, Benito Juárez, 20/11/12).

Todas (os) han participado en pro-cesos de capacitación, como es el caso del diplomado de fortaleci-

miento y alternativas productivas sustentables para el desarrollo co-munitario, donde el conocimiento local y el conocimiento técnico se combinan, dando paso a cambios productivos.

“A partir de que fuimos a los ta-lleres aprendimos (...) cómo ir sembrando plantas medicinales o revuelto con la siembra para que no entre la plaga, porque allá en la milpa tenemos lo que es hier-babuena, tomillo, orégano lo tenemos sembrado ya en el terre-no, epazote (...) a hacer el abono orgánico, y las gallinas, pero lo que pasa es que no nos alcanza el recurso para hacer un buen ga-llinero, si tuviéramos dinero, qué tiempo lo hubiéramos hecho (...) pero como los chamacos estudian (...) Cómo tratar a las personas, o cómo vamos a hablar, que am-bos nos vamos ayudando, toda la familia con todos los hijos para colaborar en la cocina (...) que no debemos usar mucho el aluminio, las ollas de aluminio, pero casi nosotros siempre utilizamos

Jalisco

EL MERCADO AGROECOLÓGICO EL JILOTE Y LAS ECOFIESTAS EN JALISCO Jaime Morales Hernández

El Mercado Agroecológico El Jilote nació en Jalisco en 2011 con la participación del Círcu-lo de Producción y Consumo Responsable, la Red de Alternativas Sustentables Agropecua-

rias, el Colectivo Ecologista Jalisco y diversos agriculto-res y consumidores ecológicos.

Desde la perspectiva de los mercados agroecológicos, los alimentos constituyen un vínculo fundamental en la articulación de los movimientos urbanos y rurales en torno a la soberanía alimentaria, que es una plataforma común para los esfuerzos ciudadanos hacia un país más justo y digno.

Dentro de sus distintas actividades, El Jilote realizó a lo largo de 2012 las “ecofiestas” agroecológicas, concebidas como eventos de convivencia entre los agricultores eco-lógicos y los consumidores urbanos, con el objetivo de abrir espacios de comercio justo. Se organizaron cinco ecofiestas en distintas granjas de agricultura ecológi-ca aledañas a la zona metropolitana de Guadalajara y acudieron cerca de mil 500 personas, tanto de origen

rural como urbano, interesadas en aprender más sobre la agroecología y el consumo sustentable por medio de talleres, recorridos de campo y actividades lúdicas, ade-más de asistir a ferias con productos y alimentos ecoló-gicos, Este tipo de eventos se inscribe en una creciente tendencia nacional y global hacia la construcción ciuda-dana de alternativas a la agricultura industrial y al con-sumo globalizante.

Las ecofiestas agroecológicas en Jalisco han tenido una gran respuesta social y nos enseñan que los movi-mientos de consumidores responsables son una contra-parte fundamental de la agricultura sustentable campe-sina. Apoyar y participar activamente en las ecofiestas es un paso adelante hacia el fortalecimiento de la agricul-tura ecológica y el comercio justo en el estado. En este contexto, nuestro desafío como ciudadanas y ciudadanos radica en la articulación de la demandas de comercio justo de los agricultores, con las iniciativas de consu-mo responsable de habitantes urbanos, para continuar avanzando en la construcción de nuestra soberanía ali-mentaria.

Más que un medio de

ganar dinero, el Tianguis

es una forma de ser,

sentir, ser tomada (o)

en cuenta y ayudar más

en casa. Compartamos

pues la voz que va del

“no se puede” al “ya

estamos trabajando”

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Jalisco

EZEQUIEL MACÍAS: DE LA AGRICULTURA CONVENCIONAL A LA AGROECOLOGÍACírculo de Producción y Consumo Responsables, Guadalajara, Jalisco

Ezequiel Macías es agricultor orgánico. Siem-bra maíz, frijol

y calabaza, y su historia es la de muchos campesinos del país que han transitado de la agricultura convencional, sustentada en pla-guicidas y fertilizantes químicos, a la agricultura orgánica. Dicho proceso no es nada fácil, pero este productor ha sabido recorrer un camino lleno de altibajos.

Sus abuelos practicaron duran-te toda su vida la agricultura natural. Tenían de todo: calaba-za, maíz, fríjol, carne y animales en abundancia. Según recuer-da Ezequiel, a la edad de seis o siete años fue cuando comenzó el cambio hacia lo que ahora llamamos la “agricultura con-vencional”, lo cual poco a poco llevó a desarticular el equilibrio natural en el campo. La tierra se hizo adicta a las sustancias químicas, y los agricultores, por facilidad, se dejaron llevar. Des-pués de todo, lo que se trataba de impulsar era “tecnología y pro-greso”. Poco a poco, los insumos necesarios para la producción agrícola aumentaron costos; dis-minuyó la presencia de especies vegetales y animales en la parce-la; se contaminaron los cuerpos de agua. Con todo esto, se generó así una escasez de ciertos produc-tos y empezaba la decadencia del campo. Durante los años 90s, comenzó el caos y la desintegra-ción del núcleo familiar. Algunos hermanos de Ezequiel buscaron salir de México para intentar sub-sistir de una u otra manera.

Así como sus abuelos y padres, Ezequiel nunca dejó de trabajar la tierra; sin embargo, lo hacía con los insumos químicos que trajo la Revolución Verde. Los ingresos generados a partir de su labor agrícola eran escasos, por lo cual Ezequiel buscó alterna-tivas para poder quedarse en su lugar de origen, la ex Hacienda de Zapotlanejo, en el municipio de Juanacatlán, Jalisco. Es por ello que se preparó y estudió: “Nací en el surco y como debía estudiar, estudié en el Conalep: técnico en máquinas de com-bustión interna, con especiali-dad en hidráulica”, menciona el productor.

Casado y con dos hijos, Eze-quiel buscó generar un ingreso que pudiera satisfacer las necesi-dades de su familia y que la agri-cultura convencional por sí sola no le podía brindar. Fue así que decidió tomar un empleo en una

empresa automotriz ubicada en el complejo industrial de El Sal-to, Jalisco. “En la empresa apren-dí mucho: que a los dueños no les importaba el desperdicio de las materias primas y mucho menos los obreros: se iba uno y querían entrar diez”, afirma Ezequiel.

Fue alrededor de 1989 cuando llegó el punto de quiebre para el productor. Por un lado, una prolongada sequía tuvo un efec-to contundente en la producción de su parcela, que de por sí ya había sido literalmente asesina-da a puñaladas de plaguicidas y fertilizantes químicos. Al mismo tiempo, Ezequiel decidió retirar-se de la empresa en la que trabajó varios años de su vida y que no lo valoraba como persona. “Cuan-do renuncié, mi jefe me dijo: ‘¿A dónde vas? ¿Vas a otra empresa? ¿Vienes por tu carta de recomen-dación?’. Le contesté: ‘La carta no la necesito. Los huizaches, mezquites y aradores no saben de cartas”, comparte el productor.

Fue entonces cuando Ezequiel Macías emprendió una profun-da reflexión que cambió su vida para siempre. “Más que estudiar, había que recordar. ¿Dónde chin-gados me equivoqué? Nomás ha-bía que acordarse de los ciclos de las estrellas, la luna y las nubes”, menciona el productor. Así, em-prendió el camino, en ese enton-ces de manera solitaria, hacía la agricultura orgánica. Sustituyó los químicos por la composta y

las lombrices. También decidió sustituir las variedades híbridas de maíz por el maíz criollo, sem-brado por comunidades locales o por comunidades indígenas de otras regiones de México.

Después de “hacer tierra” había que “hacer comunidad”. Para ello, Ezequiel se vinculó con el Colectivo Ecologista Jalisco, AC y comenzó a dar talleres sobre los riesgos que existen al traba-jar y manipular agroquímicos, y a proponer y buscar alternativas y técnicas más naturales para in-corporar a la parcela. Asimismo, a iniciativa de la organización civil, surgió la idea de crear es-pacios de comercialización para pequeños productores alterna-

tivos y orgánicos. Así nació el proyecto de la Ecotienda (www.ecotienda.com.mx) y el Tian-guis del Círculo de Producción y Consumo Responsable (www.circulodeproduccion.org) primer tianguis de su tipo en el país. Los inicios del Círculo fueron difíciles. Al comienzo no había ni producción ni demanda de productos orgánicos. El Círculo se formó solamente con dos pro-ductores, uno de ellos Ezequiel. Los consumidores eran escasos, pero poco a poco la conciencia de un consumo responsable hizo crecer la demanda de productos orgánicos y que fueran amables con el medio ambiente. En la ac-tualidad el Círculo cuenta con 14 miembros y una amplia oferta de productos que van desde tortillas y lechugas, hasta goma de mas-car producida por comunidades mayas con técnicas ancestrales. Ezequiel es el líder moral de di-cho espacio de comercialización desde hace más de 15 años.

Hoy día Ezequiel, además de producir tortillas de maíz con nopal, linaza y cilantro, ofrece talleres de capacitación a distin-tos productores que desean in-cursionar en la agricultura orgá-nica. También es miembro de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias (RASA), lo cual le permite intervenir en distintos encuentros campesinos, y ha par-ticipado de manera activa en la creación del Mercado Agroeco-lógico El Jilote. Asimismo, conti-núa su colaboración con la Eco-tienda, el Círculo de Producción y el Colectivo Ecologista Jalisco.

Por si fuera poco, Ezequiel Ma-cías es autor de La cosecha de la esperanza, manual realizado con el apoyo de la Fundación Produ-ce Jalisco.

más el de barro (...) también el recoger el plástico, que no se tire, no se queme, separamos la basura” (Productora, Benito Juá-rez, 13/11/12).

En cinco años de trabajo del T ianguis, los logros podrían pa-recer pocos, pero dentro de los hogares de algunas productoras se observan de manera constante estos escenarios:

“Ahora sí que ellos están conten-tos también porque yo voy, y ya regreso y les digo: saben que mis hijitos ya esto gané, o esto vendí y ya traigo el dinero, pues ya ellos se contentan, pues ya les traigo su yogur y su bolsa de fruta, de manzanas, porque la manzana no lo podemos tener acá. (...) En-tonces ya es una ayuda más para mi esposo también para pagar las cooperaciones que acá están estu-diando pues hay muchas coopera-ciones y ya tenemos con qué pa-garlas” (Productora, Alpujarras, 26/10/12).

“Mi esposo dice: qué bueno que empezaste a vender, si no, hoy no sufrimos, este año no sufrimos como hemos sufrido otros años. Luego yo veo que mis hermanos les da gusto de saber, ¿qué llevaste ayer a vender?, pues fíjate que ya no llevé lo mismo (...) pues fíjate que llevé tal cosa, ¿y lo vendiste?, sí, todo se vendió, gracias a Dios. (..) Yo de mi mismo producto he vivido, de lo que he sacado he pa-sado mi día, yo le digo a mis cuña-das: ¡sigamos!, ¡pero siembren! (...) Mi esposo, él casi no se dedica a sembrar, pero cuando ya me ve ha-ciendo, él va y me apoya, es más, es de la decisión de cosechar y no de sembrar, y yo no, yo le insisto que vamos a hacer esto o vamos a hacer el otro” (Productora, Alpuja-rras, 30/10/12).

La experiencia ha dado frutos, es-peramos que el Tianguis se conso-lide cuando se dispongan los pro-ductos de la canasta básica, y los ingresos sean más sólidos para cada una de las familias que participan arduamente. Pero ¿qué pasa con las demás familias agricultoras de México? ¿Existe un camino para reactivar la economía del campo? Ésta es la mirada de un productor:

“Las dependencias primero que se pusieran en lugar del productor, o sea las necesidades que hay y transmitírselas al gobierno, aun-que muchas lo han hecho, pero el gobierno también tiene que en-tender que la situación de acá (...) Son gente que no se dan cuenta de cómo vive el productor a veces, se necesita de eso, y ambos serían, las dependencias y el gobierno (...) este apoyo debería de ser con un acercamiento al productor direc-to, y decir, si tienes una necesidad, yo te ayudo, no te voy a ayudar con dinero, pero te voy a ayudar con un material” (Productor, El Águila, 30/11/12). FO

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Guanajuato

TIANGUIS ORGÁNICO, NATURAL Y ARTESANAL EN SAN MIGUEL DE ALLENDETianguis Orgánico de San Miguel Allende, Guanajuato

El Tianguis Orgá-nico, Natural y Artesanal de San Miguel de Allen-

de (Tosma) nace de la necesidad de promover la producción or-gánica local. En esta ciudad de Guanajuato se identificaban pro-ductores que realizaban prácticas de agricultura orgánica y de con-servación; lo lamentable era que muy pocos de ellos podían vender sus productos, o si los vendían, no cubrían los gastos de producción.

Ante ello, en 2010 se comenzó a organizar el Tosma, con la inten-ción de que los productores locales pudieran vender sus productos a un mejor precio y directamente para beneficio del cliente consumidor.

El 7 de agosto de ese mismo año inició operaciones el Tosma, pro-moviendo a los agricultores y ar-tesanos locales, ganadería de tras-patio, procesadores de productos naturales, técnicas de cultivo orgá-nico, ecotecnias, comida regional, organizaciones impulsoras de de-sarrollo social y proyectos produc-tivos, entre otros. Al comienzo de este proyecto, Tosma apoyó a 54 productores locales y regionales, acondicionando desde el inicio del Tianguis estructuras adecua-das para la venta de productos.

A lo largo de estos dos años y medio de trabajo se han tenido aciertos y desaciertos, productores vinieron y se fueron, pero ahora podemos decir que el Tianguis cuenta con 60 productores estables, y 20 por ciento de ellos tienen la “Garantía Tosma”, otorgada por el Comité Local de Certificación Participa-tiva (CLCP). Este comité realiza visitas participativas a las unidades de producción, en donde se verifi-ca que los métodos de producción o procesamiento sean amigables con el medio ambiente. El Comi-té está integrado por especialistas, productores agrícolas, productores pecuarios, procesadores, técnicos en producción orgánica y, lo más importante, siempre se invita a consumidores interesados en co-nocer las unidades de producción.

Para Tosma, nuestros consumido-res son parte importante del tian-guis, pues su gusto y opinión son del interés de los productores para mejorar sus productos a cultivar, criar o elaborar. En las visitas de acompañamiento, los consumido-res siempre se verán agradecidos de que en las unidades de produc-ción se realicen prácticas orgáni-cas y han criticado fuertemente cuando algún productor no cum-ple con los mínimos requisitos

para la Certificación Participativa. Esto es de gran ayuda para que el productor empiece a mejorar su producción por medio de ca-pacitaciones e información sobre el tema. Para todo esto existe un comité de consumidores, el cual siempre tendrá una participación importante dentro de Tosma.

Dentro del tianguis se realizan actividades para fomentar la creatividad. Entre otras, están la música, las artes plásticas, las artes circenses, la danza folclóri-ca y yoga. En la parte educativa, Tosma ha promovido talleres y pláticas sobre agricultura orgáni-ca, agricultura de conservación, ganadería de conservación, cons-trucción de obras de conservación de suelo y agua, entre otras.

Asimismo, Tosma impulsa cursos para niños. Les ofrece mensual-mente talleres de manualidades; allí se proponen cuestiones artísti-cas y de activación física. También de forma externa se trabaja con centros educativos de la ciudad, promoviendo actividades que ten-gan relación con la conservación del medio ambiente y con el reci-claje, y se promueve en las escuelas la creación de huertos escolares. Esto, con el apoyo de técnicos en agricultura orgánica y consumido-res interesados en aportar su tiem-po y esfuerzo de manera gratuita para establecer este programa.

Gracias al impulso de las unidades de producción en el escaparate

Tosma, los productores se han vis-to obligados a formar una figura asociativa que les permita estable-cer acuerdos con hoteles y restau-rantes, mismos que están mostran-do interés en incluir en su carta platillos con productos orgánicos. Ahora la Sociedad Cooperativa de Comercialización y Agroturismo Cuna Verde, SC de RL de CV se

ha constituido para poder tener ventas a gran escala y poder expe-dir facturas por esas ventas.

Otro logro del impulso de los productores es haber constitui-do la Sociedad Cooperativa de Producción de Bienes y Servicios Kúrate, SC de RL de CV, en la cual se producirán y procesaran plantas con beneficios nutritivos y para la salud. En esta cooperativa participan agricultores, ingenieros agrónomos, procesadores, quími-cos, zootecnistas, administradores y mercadólogos, gente que tiene relación con Tosma. Estos espe-cialistas aseguraran la viabilidad de los proyectos.

Otro proyecto que está por ini-ciar es el establecimiento de una tienda de productos orgánicos, donde se conseguirán insumos

a un precio razonable, lo que ayudará a que los productores o procesadores puedan certificar su producto. También se vende-rán artículos con el sello Tosma, como bolsas, camisetas, gorras y mandiles. Los recursos obtenidos de estos artículos serán destinados para el mejoramiento del Tian-guis en las estructuras; equipos en beneficio de la buena adminis-tración; promoción de producto-res; promoción de Tosma; apoyo a grupos de comunidades con capacitación; materiales; genera-ción de empleos, y apoyo a otras organizaciones con visión huma-na. Todo esto en beneficio de los productores y de nuestra ciudad.

El Tianguis Orgánico, Natural y Artesanal de San Miguel de Allen-de está abierto a recibirles. Podrán encontrar vegetales orgánicos, pro-ductos de recolección silvestre, pro-ductos elaborados con ingredientes orgánicos, productos elaborados de forma artesanal, carnes de anima-les criados pensando el bienestar animal, pescados con permisos de pesca otorgados por la Secretaría de Medio Ambiente, artesanías y artes amigables con la ecología. Además de encontrar esta gran variedad de productos, podrá delei-tarse desayunando en un ambiente especial y con precios accesibles. Nos encontramos dentro de las ins-talaciones del Hotel Rosewood de San Miguel, entrando por la calle Ancha de San Antonio número 32, colonia Centro, en San Miguel de Allende, Guanajuato.

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San Luis Potosí

PRODUCTOS ORGÁNICOS PARA EL DESARROLLO Y LA INTEGRACIÓN PRODUCTIVARamón Jarquin Gálvez [email protected]

Como resultado del VIII Encuentro Nacional de Es-cuelas Campesi-

nas, desarrollado en 2010 en San Luis Potosí, con el fin de establecer un intercambio agrícola entre pro-ductores de piloncillo, café, miel milipona, vainilla y artesanías del estado, se creó la Red Huasteca, misma que discutió su problemáti-ca y acordó crear un mercado orgá-nico en las instalaciones del Cen-tro Ceremonial de Tamaletom, en el municipio de Tancanhuitz.

Desagraciadamente, los desastres ocasionados por la sequía y un incendio forestal que devastó el centro ceremonial en 2011, impi-dieron implementar la propuesta en ese tiempo.

Por otra parte, desde 2009 la Facul-tad de Agronomía de la Universi-dad Autónoma de SLP (UASLP) en la zona Altiplano del estado ha de-sarrollado proyectos para la produc-ción de nopal orgánico y sus deri-vados, en conjunto con productores

y estudiantes. Esto permitió esta-blecer un sistema de Certificación Participativa para productores de nopal, tuna, maíz, frijol, calabaza, queso de cabra y de miel de abeja, y surgió la iniciativa de establecer de igual forma un tianguis orgánico en la ciudad de Matehuala.

Lo anterior ha promovido un in-tercambio de productos de ambas regiones desde 2010, incursionan-do en el Tianguis Orgánico de San Miguel de Allende, Guanajuato, perteneciente a la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgáni-cos, AC (REDAC). Estos produc-

tos son acreditados y certificados por parte de asambleas participa-tivas. Posteriormente, basados en la experiencia de San Miguel de Allende, se justificó ofertar los pro-ductos certificados y en proceso de ello a precios justos en la ciudad de San Luis Potosí, dando mayor oportunidad de continuidad a los procesos de comercialización y cercanía entre productores y con-sumidores del estado.

A iniciativa de estudiantes del Pro-grama Educativo de Ingeniería Agroecológica de la UASLP, y bajo la supervisión la Facultad mencio-

nada, se llevó a discusión en cada uno de los sitios de producción de la Huasteca y el Altiplano Potosino la idea de formar un mercado de productos naturales y orgánicos en San Luis Potosí. Así, con el total respaldo de los productores, nació el Mercado Macuilli Teotzin, bajo tres principios fundamentales:

1.- Ofertar productos orgánicos certificados, o naturales que consideren la protección del am-biente mediante la producción agroecológica, la inocuidad ali-mentaria y el beneficio social.

2.- Que los productos sean de ori-gen potosino en no menos del 80 por ciento.

3.- Que sean comercializados direc-tamente por los productores en no menos del 90 por ciento del total de los productos ofrecidos.

De esta forma, se garantiza la producción ambientalmente jus-ta, se busca el empoderamiento de las y los productores y el desarrollo local, y se brinda la oportunidad para que los habitantes del campo y la ciudad se beneficien de dicha interacción, ofreciendo precios razonables y productos sanos. Ma-cuilli Toetzin busca ofrecer un espacio en la capital de San Luis Potosí, para la comercialización directa productor-consumidor de productos sanos e inocuos, ambientalmente amigables y so-cialmente justos, a precios acce-sibles al consumidor. Así como

ofrecer espacios alternativos para los estudiantes de la Facultad de Agronomía para la realización de estancias en el sector productivo y servicio social.

El concepto “Mercado Mauilli Teotzin” incluyó de origen un local para la venta de productos perecederos y una cochera para que con cierta periodicidad los productores-proveedores pudiesen interactuar directamente con los consumidores en un día de tian-guis que permitiera también ofre-cer productos perecederos.

El mercado Macuilli Teotzin abrió sus puertas en enero del 2012.

El respaldo académico de la Facultad de Agronomía de la UASLP, la cual forma parte de la REDAC desde 2008, ha permitido desarrollar un sistema participati-vo de garantía en San Luis Potosí, en el cual intervienen académi-cos, productores y consumidores que –apegados estrictamente a las leyes vigentes en México en mate-ria de producción orgánica, nor-madas por la Secretaría de Agri-cultura, y los lineamientos para la producción orgánica avalados por Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimen-taria (Senasica)– han avanzado en la Certificación Participativa de algunos de los ofertantes y está abriendo posibilidades a aquellos pequeños productores que tengan las condiciones para lograr el reco-nocimiento a su esfuerzo.

Se garantiza la producción

ambientalmente justa, se

busca el empoderamiento

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CHAPINGO: PRODUCCIÓN LOCAL PARA EL CONSUMO LOCALVanessa Ramírez Ríos y Rosa Emilia Ramírez Guzmán Coordinadoras del Tianguis Orgánico Chapingo [email protected]

El Tianguis Orgá-nico Chapingo es un proyecto que comenzó el

17 de noviembre de 2003, a partir de una idea en común de consu-midores, investigadores y produc-tores, con muchas expectativas, y que ha dado pie a innumera-bles satisfacciones para todos los involucrados.

Durante esta década de trabajo se ha conformado de manera so-lidaria un grupo de personas que, además de producir alimentos sa-nos a precios justos, se preocupan por consumir responsablemente y ser coherentes en sus acciones al promover la agricultura orgánica.

La mayoría de los productos que se pueden encontrar en el Tian-guis provienen de pequeños pro-ductores de la región, quienes en este tiempo también han mejora-do sus técnicas de producción lo-grando diversificar sus huertos. La

retroalimentación en estos casos es muy evidente.

La actividad económica del Tian-guis ha generado aproximadamen-te 40 fuentes de empleo perma-nentes por año y de ello dependen al menos 30 familias de pequeños productores (con un promedio de cinco integrantes cada una). Ade-más las empresas familiares abas-tecen a otro tipo de negocios del mismo giro, principalmente tien-das, restaurantes y cafeterías orgá-nicas, por lo que la generación de empleos tiene un mayor alcance.

El Tianguis Orgánico Chapingo satisface las necesidades de sus con-sumidores, quienes pueden encon-

trar: gran variedad de hortalizas; carne de pavo en distintas presen-taciones; carne de res cerdo, conejo y codorniz; productos lácteos; miel y sus derivados; café; detergentes biodegradables; conservas; merme-ladas; panadería integral; hongos seta; especias y tés frescos; tortillas, y artesanías, entre otros. Y para co-mer rico, ahí mismo tenemos tlaco-yos, tamales de distintos guisados, tostadas de setas, atole, etcétera.

La garantía de calidad de cada uno de los productos que se exponen y expenden es validada por la Certi-ficación Participativa otorgada por medio del Comité de Certificación Participativa, mismo que es una de las fortalezas que sustenta la calidad de los productos que promueve el Tianguis Orgánico Chapingo.

En estos años de crecimiento del Tianguis se ha impulsado la agri-cultura orgánica local y el contac-to directo productor-consumidor.

Para ello se han desarrollado también actividades didácticas y culturales, que se realizan en ta-lleres de enseñanza para niños, jóvenes y adultos sobre el cuidado del medio ambiente, elaboración de alimentos e insumos orgánicos. Asimismo, proyecciones de videos, conferencias e intercambio de experiencias; esto, enfocado a la educación ambiental y promoción del consumidor, la preservación de la cultura y la diversificación de la canasta orgánica de consumo.

Este dinamismo crece gracias a la visita semanal de más de cien mil familias que comparten con noso-tros este proyecto.

Muchos retos tenemos por delan-te, enriquecer la oferta, fortalecer el proceso de crecimiento, involu-crar aún más a los consumidores y productores… Los esperamos to-dos los sábados a partir de las 10:00 horas y hasta las 15:00.

RECHAZO A PROYECTOS DEPREDADORES DE LA NATURALEZA Y LOS PUEBLOSMás de 200 inves gadores, maestros, beca-rios, estudiantes, miembros de comunidades y de organizaciones no-gubernamentales expresaron su rechazo a los proyectos na-cionales e internacionales de minería a cie-lo abierto y de introducción de maíz y soya transgénicos, así como a los megaproyectos hidráulicos, turís cos y de energía, entre otros, pues atentan contra el patrimonio biocultural, al depredar la riqueza biológica y arrasar con la iden dad, conocimiento y valores culturales del México profundo.

En la “Declaración de Oaxaca 2013”, diri-gida al presidente Enrique Peña Nieto, los signantes, asistentes al Segundo Encuentro Nacional de la Red de Etnoecología y Patri-monio Biocultural, realizado el pasado 27 de enero en la ciudad de Oaxaca, detallan que México ocupa el segundo si o mundial en riqueza biocultural, después de Indonesia y exigen, “el pleno reconocimiento del patri-monio amenazado, la consulta libre, previa

e informada a las comunidades locales, y la suspensión de todos aquellos procesos y mecanismos nacionales e internacionales que amenazan su existencia”. Piden respues-ta vías polí cas públicas, normas y progra-mas gubernamentales.

Destaca la diversidad de ins tuciones de la cual provienen los fi rmantes. Entre otros están Eckart Boege, (INAH), Víctor M. Tole-do (UNAM), Rafael Ortega Paczka (UACH), David Pájaro Huertas (Colpos), Agus n Ávila Romo (UNICH), Mindahi Bas da (UAM-Ler-ma), Benjamín Or z Espejel (UIbero Puebla), Narciso Barrera Bassols (UAT). He aquí la de-claración completa:

¡No al despojo de los territorios bioculturales!

C. Presidente Enrique Peña-Nieto:

Los avances de la inves gación cien fi ca han mostrado que en el mundo existe una coin-cidencia geográfi ca entre la diversidad bioló-gica, la diversidad lingüís ca y la agrodiver-sidad. A esto se le ha denominado riqueza o Patrimonio Biocultural. En el concierto de

las naciones México ocupa el segundo si o en riqueza biocultural, después de Indone-sia y por delante de India, Brasil y Australia. Sin embargo, este patrimonio se encuentra severamente amenazado por proyectos que ejecutan agencias nacionales e internaciona-les, los cuales depredan tanto a las culturas originarias representadas por los pueblos indígenas y campesinos, como a la riqueza biológica silvestre y cul vada.

Estos proyectos de expoliación de la natu-raleza también arrasan iden dades, cono-cimientos, valores y prác cas culturales de las regiones del México profundo. Especial-mente depredadores son los proyectos de minería a cielo abierto, la introducción del maíz y soya transgénicos, los megaproyectos hidráulicos, turís cos, urbanos y de energía, así como muchas de las acciones de conser-vación exclusivamente biológica y los pro-gramas internacionales sobre reservorios y captura de carbono y los de pago por ser-vicios ambientales. Todo lo anterior cancela los derechos de las comunidades y habitan-tes locales al manejo soberano de sus terri-torios y recursos. Ello afecta la vigencia de sus saberes y conocimientos, así como sus

capacidades de autogobierno y autodefen-sa, la autosufi ciencia alimentaria y, en fi n, su derecho a una vida digna y de calidad.

Por lo anterior, los abajo fi rmantes, inves -gadores, maestros, becarios, estudiantes, miembros de comunidades y de organizacio-nes no-gubernamentales, asistentes todos al Segundo Encuentro Nacional de la Red de Etnoecología y Patrimonio Biocultural, exigimos:

El pleno reconocimiento del patrimonio amenazado, la consulta libre, previa e in-formada a las comunidades locales, y la sus-pensión de todos aquellos procesos y me-canismos nacionales e internacionales que amenazan su existencia. Lo anterior debería expresarse en un compromiso explícito de polí cas públicas, norma vas, programas de acción gubernamental y una polí ca de inves gación cien fi ca, tecnológica y cultu-ral dirigida a defender, proteger y potenciar el Patrimonio Biocultural del país. Estamos convencidos de que lo anterior cons tuye una acción estratégica para enfrentar y re-montar la crisis actual, y para lograr la res-tauración verdadera de la nación. ”.

La actividad económica

del Tianguis ha generado

aproximadamente 40

fuentes de empleo

permanentes por año

y de ello dependen al

menos 30 familias de

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Venezuela

HUGO CHÁVEZ Y LAS UTOPÍAS CAMPESINDIASMaría del Sol Atencio y Gabriel Hernández García ENAH

Uno de los grandes pro-yectos históricos del go-bierno de Hugo Chávez fue la erradicación del

latifundio agrario, con un plan basado en la profundización y am-pliación de las condiciones para garantizar la seguridad y soberanía alimentarias. A partir de la pro-mulgación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario en 2001, se ha buscado asegurar el acceso de los alimentos a la población por medio de la regulación, el seguimiento y la evaluación de políticas en mate-ria de comercio, industria, merca-deo y distribución de alimentos.

Esta política agraria ha tenido, entre la población venezolana, una aceptación de casi 80 por ciento a lo largo de 14 años de gobierno, pero a la vez provocó la movilización de las fuerzas opo-

sitoras provenientes, por supues-to, de la oligarquía y la derecha política que vieron afectados sus privilegios sobre miles de hec-táreas de tierras en condiciones improductivas. La política de re-partición paulatina de tierra a los campesinos y a los afrodescen-dientes, y sobre todo la restitu-ción de los territorios ancestrales arrebatados en tantos años de co-lonialismo e imperialismo a los pueblos indígenas, fue uno de los motivos que llevó a la oposición a llevar a cabo un golpe de Estado en abril del 2002.

En los años del gobierno chavis-ta, se recuperaron más de seis millones de hectáreas de tierras en manos del llamado latifundio improductivo, las cuales fueron convertidas en unidades de pro-ducción social, principalmente

cooperativas rurales. La meta del gobierno chavista a mediano y lar-go plazos era reconstruir la capa-cidad productiva del campesinado venezolano, para así avanzar hacia el autoabastecimiento nacional y la ruptura de la dependencia ali-mentaria a las grandes corpora-ciones trasnacionales. Y más allá de ello, inspirado en los ideales bolivarianos, generar excedentes para apoyar solidariamente a otros países latinoamericanos que no hubieran desarrollado su capaci-dad de autoabasto.

Como la historia nos lo ha mos-trado, todo proceso revoluciona-rio es perfectible y lo que ocurre en Venezuela no es la excepción. A pesar de que en amplios secto-res de la izquierda venezolana se asumía que las transformaciones agrarias impulsadas por Chávez

significaban un profundo avan-ce en el programa de la justicia social, era para todos sabido que en el seno de la revolución boliva-riana se expresaba una profunda contradicción y que dichas trans-formaciones no podrían ser mate-rializadas al interior de los límites del capitalismo. La revolución popular y el chavismo navegaron en el arte político de administrar esta contradicción estructural; al respecto, señaló Alan Woods: “La distribución de la tierra es una vieja aspiración de los pobres en el campo venezolano. Los cam-pesinos desean trabajar la tierra y mejorar su nivel de vida. Pero esta aspiración justificada se enfrenta a la feroz resistencia de los grandes terratenientes, que, junto con los banqueros y los grandes capitalis-tas, constituyen la piedra angular de la oligarquía venezolana. En Venezuela no es posible ningún avance real hasta que se haya roto el poder de esta oligarquía. Esa es la importancia real de la revolu-ción agraria”. (La revolución agra-ria en Venezuela, 2005).

Para ciertos sectores de la izquier-da, estos avances eran considera-dos como modestos y reformistas, mientras que simultáneamente, la derecha acusaba al Estado de adoptar medidas comunistas e invadir el sacrosanto e inherente derecho a la propiedad privada. El chavismo regularmente avan-zó en medio de estos dos fuegos, pero siempre de la mano de un pueblo que supo cómo organizar-se, aprovechando el carisma de un dirigente nacional cercano a las causas populares.

Apenas en 2010, con el objetivo de fortalecer la producción del cam-pesinado, el gobierno de Hugo Chávez creó la Gran Misión Agro-Venezuela, cuyo objetivo ha sido fortalecer la producción nacional y la actividad agraria en el país, por medio del apoyo técnico, fi-nanciero y logístico destinado a los sujetos rurales. Pero más que “un programa social”, se trata de un proceso que incluye a quienes históricamente fueron excluidos y que da voz a los que siempre

fueron callados. Según la postura oficial: “Esta misión surge en el contexto de los efectos del cambio climático y del desarrollo de las fuerzas productivas en Venezue-la; con ella se busca otorgar a los productores agrarios los medios y la tecnología necesaria para ter-minar con la dependencia a las trasnacionales y los grandes capi-tales, logrando un cambio del mo-delo de producción capitalista en el campo por un modelo de pro-ducción social y con conciencia ambiental”.

Por otro lado, en lo que respec-ta a los derechos históricamente negados de los pueblos indígenas venezolanos, es digno de mencio-narse que en 1999 se reconoció por primera vez en la historia de Venezuela su carácter multiétnico y pluricultural, incluyéndose en la Constitución Bolivariana de ese año un capítulo dedicado a los de-rechos de estos pueblos. En 2001 entró en vigor la Ley Orgánica de Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos Indígenas y en 2005 la Ley Orgá-nica de Pueblos y Comunidades Indígenas, que ampliaron el mar-co de los derechos humanos a los pueblos originarios, según lo reco-noció el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA, http://www.iwgia.org).

Pero la gran resistencia de los latifundistas del país al proceso revolucionario se ha expresado en feroces e incesantes ataques a los pueblos indígenas organizados. Un ejemplo de esta situación es el caso del líder de la resistencia del pue-blo yukpa, Sabino Romero, quien luego de arduas luchas por los te-rritorios ancestrales de su pueblo, fue asesinado el pasado 3 de marzo por los grandes terratenientes del estado de Zulia, quienes detentan el poder económico y político de la región. Este hecho, que no es aislado, significa un gran reto para el gobierno venidero y que amerita la seria atención del Ministerio del Poder Popular para los Pueblos In-dígenas, las autoridades judiciales y el gobierno nacional.

En el futuro escenario de un go-bierno chavista ya sin Chávez, corresponde a quienes conducen el proceso revolucionario y sobre todo a los amplios sectores popu-lares que se han convertido en su-jetos de su propia historia, profun-dizar el proceso de transformación y depurar las contradicciones que podrían poner en riesgo las con-quistas innegables que ha logrado el socialismo bolivariano. La mo-neda está en el aire: la producción y reproducción de la vida o la im-posición de la muerte que deja a su paso el mundo capitalista.

Hugo Chávez creó la Gran

Misión AgroVenezuela,

cuyo objetivo ha sido

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LAS PLUMAS DE DON BLASRosario Cobo

A sus más de 60 años, Blas Soto, campesino náhuatl de San Miguel Tzina-capan, fundador de la

Cooperativa de café y pimienta Tosepan Titataniske en la sierra nororiental de Puebla, inventó un peculiar y muy efectivo sistema or-gánico a base de plumas de gallina para mejorar el cultivo de maíz.

Don Blas siembra media hectá-rea y después de experimentar durante siete años ha logrado quintuplicar su producción. Y aunque la parcelita es rentada pa-rece no preocuparle que un día de estos el dueño ya no se la quiera alquilar. Porque él no tiene prisa: “Yo diría que toda la cosa orgánica lleva su tiempo –dice–. No es fácil pedirle cambios a la tierra”.

“�Yo tengo 35 años en la Tosepan, y por acá estamos batallando des-de sus principios”. Así empieza la charla con don Blas, que en 1978 formó la Cooperativa Local de San Miguel Tzinacapan, la primera de la Tosepan, y ayudó a construir la red de tiendas de abasto nacidas de la lucha por bajar el precio del azú-car, que los tenderos encarecían.

Más tarde participó en el sistema de abasto Conasupo-Coplamar. Pero el proyecto tenía enemigos y en 1994, siendo presidente del Consejo Comunitario del almacén de Cuetzalan, fue acusado injusta-mente de fraude y encarcelado en el Centro de Rehabilitación Social (Cereso) de Puebla, donde estuvo preso a partir del 13 de diciembre de 1994 y durante cuatro años y tres meses, hasta que el 12 de mar-zo de 1999 lo declararon inocente y lo dejaron ir, así nomás, sin darle siquiera una disculpa. En la cárcel, don Blas ayudaba a otros presos a estudiar primaria y secundaria, y se inscribió en un taller literario. “Ahí fue que le hallé el gusto a escribir”, cuenta. Y ya encarrerado participó en recuperar la historia de la comunidad, escribirla en ná-huatl y luego traducirla al español.

Don Blas hacía milpa pero no sembraba café. Hasta que su espo-sa, que venía de familia cafetalera, lo animó a poner una huerta. En 1985 empezó con media hectárea de café y pimienta. Después se ex-tendió un poco más, hasta llegar a tres hectáreas que hoy trabaja.

En cuanto al maíz, igual que mu-chos campesinos sin tierras pro-pias adecuadas para milpa, don Blas renta una pequeña parcela.

“Siempre he trabajado media hec-tárea para el gasto de la familia –cuenta–. Antes usaba fertilizante, porque, si no, la tierra no respon-día. Pero no le metía nada de her-bicida, porque yo hacía milpa y el matayerbas acaba con el frijol, con

la calabacita, con los quelites... En 2004 en la Tosepan empezamos con lo del café orgánico. Y yo le apliqué la idea también a la mil-pa... En ese entonces usábamos mucho excremento de chivo y pulpa de café, y con eso empecé… Pero que la tierra que tenga cam-bios lleva su tiempo. En el maíz el cambio no se da luego luego, so-bre todo porque por acá estábamos impuestos a echarle fertilizante en la milpa y no es fácil cambiar esa costumbre. Yo, por ejemplo, rento un terreno que antes se trabajó con hartos herbicidas y me costó trabajo mejorarlo.

“Aquí –dice don Blas enseñando un cuaderno– escribí la historia de cómo le fui haciendo... Como dos años le eché fertilizante quí-mico, pero en 2005, cuando empe-zamos con esa curiosidad del café orgánico, le puse a la milpa todo lo que le echaba a la huerta... Ese año apenas saqué ocho bultos de maíz (cerca de 400 kilos). Pero no me desanimé y seguí trabajando con estiércol y pulpa de café. En el 2006 coseché un poco más, 12 bultos (600 kilos), y en el siguiente año ya fueron 16 bultos (800 kilos) los que levanté...

“En el 2008 se me ocurrió ponerle guano de murciélago en lugar de excremento de chivo. Por aquí hay muchas cavernas y yo y un sobrino nos fuimos a traer el guano, mis-mo que le eché en la siembra, an-tes de la labra y la terrada Y tam-bién le eché pulpa de café, porque le seguía yo confiando a la pulpa.

“Mi papá, que todavía vivía, me decía: ‘No pierdas tu tiempo, al fin que ni es tuya la tierra’. Pero yo seguí, y esa vez saqué 20 bul-tos (850 kilos). Y el otro año volví a sembrar igual.

“En el 2010 me quiero detener tantito –dice don Blas–, porque ese año hubo un cambio. A raíz de un convivio familiar se mata-ron pollos en la casa… Había mu-cha pluma y, sin pensarlo mucho, agarré las plumas y se las eché al cafetal... Como a los dos meses vi todo verde, muy verde, y me dije ¿qué pasó aquí? Entonces me di cuenta de que la pluma estaba quedando como masa… como que se estaba derritiendo. Y pen-sé: si le vino bien al cafetal, qué tal que le sirva a la milpa… Y fue entonces cuando se me ocurrió venir a las pollerías de Cuetzalan. ‘¿Qué le hacen a las plumas?’, pre-gunté, ‘Pues las tiramos a la basu-ra’, dijeron. ‘¿Y si me las regalan?’, tanteé yo… ‘Bueno, sí, pero vie-nes por ellas temprano –dijeron– porque a las seis de la mañana las tiramos’.

“Así le hice. Eché hartas plumas, que son muy olorosas; tanto que ese día se apilaban los zopilotes en el cielo. Y para mí, que sí hubo un cambio: las plantas crecieron verdes y se dio la mazorca grande. Ese año saqué 42 bultos (2.1 tone-ladas)… Y, como dicen los chavos, ‘me sentí realizado’.

“En el 2011 seguí con lo de las plu-mas. Y en el 2012, como la tierra ya estaba bien nutrida, ya no le puse pluma a la siembra, solo le eché la micorriza, el abono orgánico que me dio la Tosepan. Y ya van dos años que cosecho más de 40 bultos en mi media hectárea�, concluye muy ufano don Blas.

�Aquí, en la Tosepan nos capa-citamos buscando alternativas agroecológicas para dejar los agroquímicos –explica Leonar-do Durán, asesor de la organi-zación–. Pero no damos recetas, proponemos alternativas. Blas, por ejemplo, escoge lo que le sirve, lo que puede entender; no se cierra: usa las plumas pero también la micorriza. De las enseñanzas de la Tosepan toma algunas cosas. Capta los principios y él solo en-cuentra nuevas salidas. A mí me parece muy interesante esto de las plumas, porque cuando hablamos de abonos orgánicos se dice que las plumas y los cabellos tardan mucho en descomponerse, y por eso casi no se usan para compos-tear, de modo que a nosotros no se nos hubiera ocurrido. Pero por eso, porque el proceso es lento, en la tercera siembra Blas no usó más abono orgánico, porque las plumas tardan tanto en descom-ponerse que van dejando poco a poco el nitrógeno”.

Don Blas no se contiene e inte-rrumpe: “En estos tres años mu-chos han visto los cambios en la milpa, y ahora ya venden la pluma a 30 pesos el costal, cuando antes la regalaban. Mi compadre me dijo: guarda el secreto. Pero no, yo quiero que todos conozcan lo que hice. Para la otra cosecha ya se me ocurrió licuar la pluma de pollo con un poco de excremento de vacas y cáscara de huevo. De esa aquí no se ha hablado, pero dicen que tiene muchos nutrientes. Voy a probar y ya les contaré”.

Sorprende que don Blas, que ren-ta la tierra, esté experimentando. “Los campesinos que rentan para sembrar milpa –explica el ase-sor– no tienen interés en abonos orgánicos, aplican fertilizantes y otros químicos para cosechar mu-cho maíz y rápido”. Blas, igual que quienes siguen su ejemplo, tiene fe. Tiene la esperanza de mejorar las tierras cansadas.

Don Blas concluye la plática: “Esto lleva su tiempo, en mi parcela no sólo fueron las plu-mas, también todo el trabajo que le metí. El primer año no logré nada y no me desanimé. Hay que ser necio. Recuerdo que un maestro nos decía: ‘ocupen los se-sos, porque, si no, se les vuelven mierda’. Y yo me lo grabé bien, por eso siempre estoy rebuscando ideas nuevas”.

Don Blas siembra media

hectárea y después de

experimentar durante

siete años ha logrado

quintuplicar su

producción. Y aunque

la parcelita es rentada

parece no preocuparle

que un día de estos

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quiera alquilar