No. 12 - Tecnología

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http://laplumaenlapiedra.blogspot.com/ Julio 2012 No. 12 La Primer Ley dice: un robot Ningún ser humano. Ésta es la esencia del punto de vista robótico sobre la vida. no puede causar daño a un ser humano o, mediante la inacción, permitir que un ser humano sufra daño. Un robot no hace distinciones.

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Revista cultural de distribución gratuita por internet. No. 12 - julio 2012

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Julio 2012 No. 12

La Primer Ley dice: un robot Ningún ser humano. Ésta es la esencia del punto de vista robótico sobre la vida. no puede causar daño a un ser hum

ano o, mediante la inacción, perm

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Portada: Leonardo Da Vinci, Tornillo sin fin, dibujo.

Cita: Isaac Asimov, “Intuición femenina”.

Derechos Reservados. La pluma en la piedra , Toluca, México, No. 12, julio 2012.

La pluma en la piedra es una publicación mensual e independiente de distribución

gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas

son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse

citando la fuente.

La pluma en la piedra

Agradece a las Tecnologías de la Información y Comunicación, que permiten

que esta publicación pueda ser editada y distribuida cada mes. Así mismo, les

damos las gracias a todos los colaboradores, lectores, fanáticos y al equipo

editorial, por no ser robots (aún) y seguir paso a paso lo que ocurre con esta

pluma (quien se pregunta si no será momento de actualizarse y mejor llamarse:

“El iPad en la piedra”).

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Escribieron este número:

Jesús Iván Hernández del Prado

Alejandra C. L.

Karina Posadas Torrijos

Marco Antonio M. Medina

Moreliana Negrete

3

Fotógrafo

Juan Javier Pineda Tovar

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4

Galería

Magueyes en el municipio de Esperanza, Puebla. Juan Javier Pineda Tovar

21

¡ M a t e r i a l t ó x i c o !

41

Los muertos no cuentan cuentos Marco Antonio M. Medina

La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

Alejandra C. L.

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29

Creación literaria

Artículos y ensayos

Advertencia 1955 Jesús Iván Hernández del Prado

Hace tan sólo diez años...

Alejandra C. L.

Amor y progreso Karina Posadas Torrijos

Yo todavía me acuerdo...

Moreliana Negrete

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19

Editorial

5

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“ Bienvenidos al ¡futuro!”, eso le diríamos a nuestro padres, si por alguna

cuestión mística los encontráramos parados en el marco de la puerta, en su

versión más joven. Mirarían con asombro todos los artilugios de nuestra vida

diaria. No es que ellos no gozaran del paso de la modernidad, pero imaginar

siquiera alguno de todos los gadgets con los que ahora se cuentan, no eran más que una

fantasía.

Es, entonces, que viene la doceava edición de La pluma en la piedra con algunas

reflexiones sobre el cambio que ha producido la tecnología en nuestra vida diaria; no le

hago esperar más, querido lector, y le presento nuestras cibercolaboraciones versión 2012:

con Advertencia 1955 se presenta Jesús Iván Hernández del Prado; con Hace tan sólo diez

años…, Alejandra C. L.; con Amor y progreso, Karina Posadas Torrijos; y con Yo todavía me

acuerdo…, Moreliana Negrete.

En La Galería, haciendo gala de la fotografía digital, Juan Javier Pineda Tovar nos

comparte Magueyes en el municipio de Esperanza, Puebla, con un fondo del Popocatépetl.

Y en la sección más concurrida del lugar, se pueden leer los estrenos de Los muertos no

cuentan cuentos de Marco Antonio M. Medina y la sexta entrega de La maldición de Roma de

Alejandra C. L.

Así, cual caída vertiginosa, nos acercamos al número 13 de esta eximia publicación,

agradeciendo de antemano sus lecturas a lo largo de este año por cumplir. Por ello, los

invitamos a que envíen sus colaboraciones para la edición de agosto, cuyo tema girará en

torno al trabajo de la escritura. Queremos saber cómo han vivido esta experiencia cada uno

de todos los colaboradores que nos han dado el privilegio de leerlos, y también de todos

aquellos quienes tienen sus palabras guardadas en el tintero.

Sin más por el momento, disfruten desde su computador más sofisticado La pluma en

la piedra 12

La pluma en la piedra

5

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Por Jesús Iván Hernández del Prado

Advertencias 1955

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I. Angustia

‘V’ es un sujeto (como) cualquiera. Tal

vez tiene 20 años, tal vez estudia

Filosofía, eso es lo de menos. Esta noche, ‘V’

se ha quedado solo. La TV lleva seduciéndole

con esas líneas de colores desde la mañana, ha

caído presa del sonido de risas grabadas y del

sabor de la cafeína y de los sándwiches que

alguien abandonó antier en el refrigerador; lo

que ha visto hoy ha variado mucho, desde un

programa infantil donde la caja musical le

incitaba a aplaudir eufóricamente al identificar

un cuadrado, hasta este último documental en

el que se ha quedado admirado de cómo una

sola máquina puede producir al día más de

cinco mil pelotas de golf. Los ojos a estas

alturas ya no le dan para más, sus inútiles

lágrimas no han acabado de humectarle las

retinas, apenas se distinguen sus pupilas cafés

entre esas esferillas rojas y éstas, a su vez,

desaparecen entre esa ovalada cara repleta de

gestos irreconocibles. Sus labios cuelgan, como

clamando por otro trozo de pizza o que alguien

tenga piedad de cerrarlos de una vez y por

todas, lo que pase primero. Repentinamente, el

tono musical de un mensaje recibido lo ha

asustado, al fin, después de tanto tiempo, y muy

involuntariamente, ha abandonado el sillón.

Trata de espabilar y, tallándose los ojos, busca

su celular, no sin tropezar en la oscuridad con

los muebles. Lee el mensaje y al momento ha

despertado por completo, en su cara se adivina

incertidumbre, preocupación. Pero no es el

texto en el pequeño artefacto lo que le ha

molestado. “¿Qué pasó?” Se pregunta

inútilmente después de haber pasado horas en

el sillón.

‘V’, como todos en algún momento, se

interrogó en ese instante acerca de su ‘hacer’.

La clásica paradoja que a todos nos ha

acechado alguna vez: ¿A caso la tecnología nos

está ‘cosificando’? ¿Dónde quedamos nosotros

como humanos ante tanta técnica? Y es que

esta imagen, la de ‘V’, puede ser la más

cotidiana y donde más cuenta nos damos de

que la tecnología, incluso por encima de la

ciencia, ha invadido no sólo el lugar en el que

vivimos fácticamente, sino que además

amenaza el lugar en el que

habitamos ontológicamente. Nos

planteamos entonces, hasta aquí, la primera y

clásica paradoja: El hombre ante la

máquina, la esencia ante la cosa, natura ante

cultura. Pues, es fácil identificar que

la esencia que nos adviene está muy lejos de la

tecnología a la que acatamos ciegamente.

Hay una total divergencia entre sabernos

como hombres, entre nuestra conciencia

de ser, y nuestro (sobre)uso de aparatos.

Pero sigamos con la breve historia de ‘V’,

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veamos cómo es que alguien normal, como él,

lo pasa en estos casos.

Lo normal sería que ‘V’, como muchas

otras veces, se dijera en voz baja: “¿Y? Ya qué.

Ya acabaron los comerciales” y regresara en ese

momento al sillón, a recostarse entre la

oscuridad y seguir contemplando las figuras

borrosas que emanan de la pantalla, escuchar

los gritos de la gente que vive ahí dentro

esperando a que ‘V’ coja su celular de nueva

cuenta para llamarle a la rubia y contestar el

crucigrama de una vez, intentar hasta caer

dormido, no sería la primera vez. Pero no, hoy

fue diferente, la luz azul del televisor apenas

alcanza a iluminar una figura más que triste,

ahora ‘V’ ha dejado de plantearse esa inútil

paradoja. Se sabe víctima de sí mismo, de nadie

más, ya no culpa a la TV o a sus padres por

dejar que ésta lo educase. Hoy ‘V’ ha podido

separarse un poco de pensar que hay un gran

ente detrás de todo que le obliga a consumir, a

sentarse, a cosificarse y demás. Se ha dado

cuenta de que el hecho de lamentarse por ser

un ‘número más’ o un ‘esclavo del sistema’ o un

‘vigilado por el panóptico’ no arreglará su

devoción a los aparatos que adquiere según

llega su beca mensual. Hay algo más ahora, algo

que lo lleva a no sentirse cómodo nunca más

con su situación. Desecha esa primera paradoja

y va a otro lugar. Ahora se sabe a sí mismo y

esto lo ha logrado con sólo cuestionarse. Pues

no basta sólo con un pensamiento calculador,

más bien, se requiere un pensamiento reflexivo,

como nos lo harán saber en adelante algunos

pensadores como Martin Heidegger.

Aún así, ‘V’ aún está lejos de sentirse bien

otra vez, en este momento preferiría el

tormento de sus ojos sin parpadear frente al

televisor que sentirse como ahora, pues al

preguntarse por cómo es que debe ser su

interrelación con el mundo fáctico, no ha

podido dejar de lado esa arropadora palabra:

Serenidad.

II. Arraigo

‘V’ ha podido reconocer esta

sensación, algunos daneses le dirían

angustia. Y no es para menos, se ha quedado

perplejo otra vez frente al televisor, sólo que

ahora ya no lo observa atentamente, se ha

quedado pensando en ese texto que leyó alguna

vez, “ese de un alemán que dicen que era nazi”,

se repetía mientras trataba de recordar, sus ojos

otra vez no parpadeaban. Una vez más el

celular lo asustó. Otro mensaje. “¿Vas a venir

para el fin de semana?”, interrogaba el pequeño

gadget negro. ‘V’ golpeándose levemente la

frente exclamó: “¡Es su cumpleaños!”. ‘V’

creció en un pueblo a las afueras de la ciudad

en la que ahora vivía para poder estudiar en la

Universidad. Al leer el mensaje, la angustia en la

que estaba se incrementó aún más y recordó al

fin qué texto buscaba: Gelassenheit de Heidegger,

donde éste toca el concepto de Vaterland o

“Tierra Natal”.

Esta Tierra Natal, lejos del precepto de

identidad nazi, se refiere más bien a ese lugar en

Jesús Iván Hernández del Prado

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9

el que se habita, en Heidegger, habitar y vivir

no es la misma situación, el habitar siempre

tendrá parámetros distintos, no ulteriores, pero,

de algún modo, ese concepto tiene

connotaciones más ontológicas, habitar es en

gran medida, ser. En Vaterland es donde el

Dasein adquiere su mundanidad, entendida ésta

como la condición de posibilidad del mundo.

Vayamos por partes.

El Dasein heideggeriano siempre estará

representado como posibilidad de ser-en-el-

mundo, y eso es lo que hace que el hombre

mismo sea esa posibilidad. Dasein es el camino

entre lo que puede y será el hombre. Debido a

estas consideraciones ontológicas, este Dasein

tiende a habitar en un lugar, más que a sólo

‘estar’ o ‘vivir’, debe ser. Por tanto, necesita un

lugar en el cual habitar perceptiblemente. Casi

automáticamente nos vendrá la conclusión a la

cabeza: según Heidegger, el hombre habita en

la morada del ser que es el lenguaje, cierto, pero

no olvidemos que él siempre refirió su

pensamiento hacia una ontología de la

facticidad, entonces, el Dasein necesita un lugar

para habitar de modo fáctico, esto es el mundo.

El mundo, de acuerdo con Heidegger, es el

espacio donde el Dasein se desenvuelve, al que

le da sentido. El mundo es semántico y por lo

tanto, cada ente que hay en él, conocido como

ser-a-la-mano, tiene una relación con el Dasein

y así éste construye su mundo. Esto a su vez

tiene alguna similitud con el ‘espacio lógico’ de

Wittgenstein, donde la totalidad del caso es el

mundo. Así en Heidegger, se podría decir que

la totalidad de lo ente es el mundo. Pero hay

algo que hace que el mundo sea mundo, y esto

es la mundanidad. La mundanidad es la esencia

del mundo, es lo que posibilita su facticidad.

Así, la existencia del mundo no es permitida

por otra cosa que no sea su esencia: la

mundanidad. Pero entonces, esta esencia del

mundo debe tener un referente existente… ese

referente es la Tierra Natal: Vaterland.

Y por sobre todo, hay algo que siempre

nos remite a Vaterland: el arraigo. Y eso

precisamente es lo que ‘V’ ha recordado, pues

ese arraigo es, con todas sus letras, tener raíz en

un lugar, ahí, donde el Dasein es, he ahí la

angustia de ‘V’, pues se da cuenta de que está

ahora lejos de Vaterland, del lugar donde puede

ser. Heidegger expresa su preocupación por lo

que sucede entonces: “¿Hay todavía tierra natal

de fecundas raíces sobre cuyo suelo pueda el

hombre asentarse y tener así arraigo?”1.

Y es que lejos de la etiqueta de

“retrógrada” que puede tener Heidegger en la

frente, su preocupación por los alcances de la

técnica se fundamenta en que ésta, amenaza

seriamente al ser del hombre y a su relación con

el mundo y con su tierra natal: “Nos tornamos

más pensativos y preguntamos: ¿qué sucede

aquí, lo mismo entre los que fueron expulsados

de su tierra natal que entre los que

permanecieron en ella? Respuesta: el arraigo del

Advertencias 1955

1 Martin Heidegger, Serenidad, p. 20.

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hombre de hoy está amenazado en su ser más

íntimo”2. Ésta amenaza corre a cargo de la

técnica y de su lenguaje, pues para el hombre, se

vuelve más próximo el televisor que el cielo de

Vaterland.

III. Serenidad

V olviendo con ‘V’, luego de recordar

nostálgicamente la tierra natal, buscó el

texto que alguna vez tuvo entre sus manos, lo

encontró entre un pila polvorienta de libros

viejos, debajo de Hesse y a la derecha de De

Montaigne, lo limpió y trató de releer esas

páginas ahora amarillas, entonces se dio cuenta

de que no era suficiente esa vaga denuncia

contra la técnica. Aún así, previendo que para el

fin de semana tenía que volver para festejar el

cumpleaños de su hermano, se enfundó en su

abrigo, tomó ese pequeño texto y salió. Las

calles estaban frías, las nubes anunciaban lluvia,

él sólo refunfuñó y tomó el camión al centro

comercial, al subir, los rostros de las personas,

tan desdibujados, le llamaban algo la atención.

“Así no se ve la gente en la TV”, pensó. Se

sentó solo y, leyendo lo que ahora con tanto

recelo protegía, reparó en que, según Heidegger,

hay dos tipos de pensamiento: el calculador y el

reflexivo. El primero, pensó, “sería encaminado

a construir y mejorar cosas como este camión”;

el segundo… tal vez sería el que estaba

practicando en ese momento.

Para Heidegger, el pensamiento

calculador se ocupa de la ciencia, calcula, pero

no se detiene a pensar qué está calculando o

para qué lo está calculando, hasta aquí parece

que la denuncia de siempre nos salta otra vez a

la vista, es una molestia: “¡La ciencia y los

objetos tecnológicos nos cosifican!”. ¿Cómo

podríamos hacerle caso a un sujeto que veía los

juegos de fútbol por TV? Dejemos de pensar

que la Filosofía es el muro de los lamentos

donde todas nuestras quejas se disfrazan de

posmodernismo. Pues según Heidegger:

Sería necio arremeter ciegamente contra el

mundo técnico. Sería miope querer condenar

el mundo técnico como obra del diablo.

Dependemos de los objetos técnicos; nos

desafían incluso a su constante

perfeccionamiento. Sin darnos cuenta, sin

embargo, nos encontramos tan atados a los

objetos técnicos que caemos en relación de

servidumbre con ellos.3

La diferencia recae en el segundo tipo de

pensamiento, que no sólo interroga por el

estudio científico y la finalidad tecnológica, más

aún: busca el sentido de lo que la ciencia

descubre y de lo que la tecnología inventa, todo

esto sin hacer aspavientos de denuncias

anteriores. Dice Heidegger, sin embargo, que

podemos usar esos objetos técnicos, pero al

mismo tiempo mantenernos libres de ellos para

poder dejarlos, desembarazarnos de ellos, no

depender de objetos, sólo usarlos. Esto supone

una actitud de “sí y no” al mundo

tecnocientífico. Decir ‘sí’ para que sean lo que

Jesús Iván Hernández del Prado

2 Ibíd., p. 21. 3 Ibíd., p. 26.

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de verdad siempre han tenido que ser, una

ayuda, un instrumento; decir ‘no’ para que su

sobre uso no devaste lo que tenemos de más

propio: nuestro ser. No olvidemos que el

lenguaje técnico destruye al lenguaje poético,

donde habita el hombre. El punto es usar los

objetos técnicos, no depender de ellos. Se debe

olvidar ver a los objetos únicamente desde una

perspectiva técnica, para así ver que han sido

fabricados por el hombre y que sin nuestro uso,

no sólo pierden sentido sino que carecen por

completo de él, dejan de ser seres-a-la-mano,

son únicamente intramundanos y sólo nuestro

uso moderado los hace tener sentido. A ésta

interrelación de uso-desembarazamiento de los

objetos, Heidegger la bautiza: “Quisiera

denominar esta actitud que dice simultáne

amente <<sí>> y <<no>> al mundo técnico

con una antigua palabra: Serenidad

(Gelassenheit) para con las cosas”4.

Gelassenheit se traduce al español como

Serenidad, pero la realidad es que no hay una

traducción más apegada al sentido original; en

inglés, por ejemplo, sí la hay, Gelassenheit tiene

un sentido de “Realesement”, que es como

soltar o dejar algo, y es ésta precisamente la

actitud que busca Heidegger para con los

objetos técnicos.

Como podemos ver, el reclamo en este

texto de Heidegger de 1955 no iba hacia la

supuesta cosificación del hombre, más bien,

hacia el hecho de que el hombre no estaba

preparado para lo que se avecinaba: una era

donde se tendría que confiar en la Serenidad y

convivir más, que servir a los objetos técnicos.

¿Se logró?

IV. Vuelta a la Angustia

‘V’ llegó al centro comercial, ahora

llovía, vio una tienda de electrónica

y entró para elegir un regalo de cumpleaños

para su hermano. Al salir se dirigió de nuevo a

su pequeño apartamento. Llegó. Empacó

algunas pocas cosas: la chamarra rota que nunca

faltaba, unos jeans arrugados… y el regalo aún

seguía sin ser envuelto. ‘V’ seguía meditando

detenidamente sobre el breve texto que leyó

camino al centro comercial, se miró de nueva

cuenta y vio que había cambiado muy poco con

respecto al sujeto que había estado sentado

frente al televisor toda la mañana, la tarde y

parte de la noche. El camión de vuelta a su

tierra natal salía en poco tiempo, pero parecía

no importarle mucho, él se sentía igual o peor

que cuando leyó, sobresaltado, el mensaje que lo

invitaba a volver a casa. “¿Y ahora qué?”. Seguía

en la misma angustia.

Camino a casa, encendió el iPod nuevo.

Por sus oídos escurría el sonido de los

sintetizadores de Kraftwerk. Su hermano se

quedaría otra vez sin regalo de cumpleaños.

Advertencias 1955

4 Ibíd., p. 28.

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12

S iempre me he sorprendido como ha

evolucionado la tecnología en

menos de diez años. Si mi yo de 14

años estuviera ubicado en esta

época, apuesto a que creería que todos los

aparatos son sacados de una novela de ciencia

ficción.

Y es que cuando era niña, nadie se

imaginaba que habría “chicharitos” para llamar

a la gente y preguntarles si ya venían llegando, o

ver a la gente por la calle escuchando música

desde un aparato que almacena más de 1000

canciones, o que habría máquinas capaces de

hacer un rápido trabajo.

Siento que fui de las últimas generaciones

en usar máquina de escribir. De aquellas que

colocabas un papel y comenzabas a apretar las

teclas duras, y si no tenías cuidado podías

machucarte un dedo. Pero eso no era todo con

las máquinas de escribir, sino que también uno

debía tener mucho cuidado de no equivocarse

porque si pasaba, tenías que volver a usar otra

hoja, ya que el corrector no ayudaba de mucho.

También uno debía moverle manualmente a la

regla para que los márgenes, indicados en la

escuela, fueran los correspondientes. Todo un

lío las máquinas de escribir y por eso quien

tenía computadora, era considerado más

rápido.

Sin embargo, las computadoras no eran

como las monerías de hoy. Recuerdo que

cuando me compraron mi primera

computadora en la secundaria, para sustituir a la

obsoleta máquina de escribir, ésta apenas tenía

para almacenar los trabajos y uno que otro

juego. Si le cargaba música, se volvía muy lenta,

así que me conformaba con colocarle los cd’s…

Lo cual me lleva a otro recuerdo lejano

de infancia. La época de los casetes. Siempre he

dicho que quien no grabó un casete con las

canciones que más le gustaban de la radio, no

tuvo infancia (al menos en mi generación). La

idea de escuchar casetes era simple: era una

manera de fugarte del mundo mientras viajabas

o para estar en paz contigo mismo en la

tranquilidad de tu cuarto; o al menos así lo veía

yo. Poco después vinieron los Compact Disc

(así les decíamos en la secundaria) y tener uno

original era una novedad, porque no eran

fáciles de conseguir y menos el aparatito donde

se reproducían, así que cuando tuve mi primer

estéreo me puse feliz y comencé a pedir

prestados cd’s por todos lados para saber cómo

se escuchaban. Por supuesto que poco después,

yo compré los míos y, más adelante, me

compré una grabadora para mi cuarto.

Sin embargo, todavía no estaban los

MP3. Además, hace diez años, ¿quién se iba a

Por Alejandra C. L.

Hace tan sólo diez años...

Page 13: No. 12 - Tecnología

13

imaginar que en un disco podían caber como

200 canciones si uno reducía los bites de las

mismas? Era impensable creer que un disco

podía durar más de 75 minutos. Por eso,

cuando esto sucedió dos años después, todos se

sorprendían de ver un MP3 en los famosos

discman con la capacidad suficiente para

reproducirlos. Poco después llegó el iPod y el

celular con música. Y bueno, el resto ya se lo

saben.

Continuando con la historia de las

computadoras, esas que eran impensables para

la vida cotidiana hace veinte años, así como los

videojuegos (aunque ya comenzaban sus

pininos), recuerdo que de niña…

¡Los padres no necesitaban una televisión

con consola para controlarnos! Bastaba un

cuento, una muñeca o un trompo y ya tenían

para que nos entretuviéramos todo el día, sin

temor a ser molestados. Y hacía escenas para

ambientar los juegos con cajas de cereal, con

juguetes, hierbas… en fin, lo que se me

ocurriera.

Yo conocí los videojuegos ya casi

llegando a la adolescencia, o al menos los de rol

(que admito, son los más emocionantes),

puesto que las versiones anteriores no me

agradaban mucho y aparte, no había dinero

para tener una consola, por lo que mi infancia

pasó desapercibida de ellos.

Finalmente, diré que ahora que trabajo

desde una computadora, me pregunto cómo le

hacían antes. Para mí es impensable no realizar

mis actividades sin una PC: el cómo se diseñan

las portadas, las planas de los periódicos, subir

correcciones, etcétera.

Supongo que de alguna forma, la vida

tecnológica nos ha hecho la vida más fácil,

aunque al mismo tiempo más… ociosos.

Hace tan sólo diez años...

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14

“ Con su exclusivo test de personalidad,

Parship.com duplica las posibilidades de

encontrarte un buen candidato”1. Se

puede leer en el periódico y continúa:

Como punto a su favor, esta página de

solteros afirma que Parship.com.mx

permite que centenares de personas se

conozcan a través de la red. […] Su eficacia

como casamenteros, explican, es debida al

exclusivo test de personalidad que tiene la

agencia online líder en la búsqueda de

pareja en Europa. Éste valora distintos

aspectos para ofrecer a sus miembros

perfiles afines […] Por ello, para formar

parte del club de solteros en línea, lo

primero es hacer el test que indaga el

porqué se desea un compañero o

compañera, la forma de relacionarse con

las parejas anteriores o cómo se imaginaría

esa vida. Una vez terminado el “examen” e

inscrito en Parship, se presentan a los

posibles prospectos, cada una con su

respectivo grado de compatibilidad.2

En la actualidad, ya no es sorpresa encontrar

este tipo de notas periodísticas, pues uno de los

grandes logros de la tecnología ha sido el de

deshacer las distancias físicas que separan a las

personas. Así, dentro de las maravillas del

internet, no sólo se encuentra una apertura a la

información y a la comunicación, entre otras

cosas, también encontramos estas redes sociales

que ofrecen la oportunidad de ampliar nuestras

relaciones humanas con objetivos tan

específicos como los descritos en la nota

anterior: encontrar personas para establecer una

relación “amorosa”.

Si bien, la tecnología debería ser un

medio para facilitarle la vida al hombre,

también es cierto que gracias a ella el abismo

de la geografía se ha acrecentado con su

desarrollo, pues “no es ya la naturaleza quien

separa al hombre del hombre, sino el hombre

mismo”3.

Se podría suponer que la tecnología es

sinónimo de modernidad y la modernidad es

sinónimo de progreso, un progreso que se mide

con base en la adquisición de bienes materiales.

Sin embargo, como menciona Cosío Villegas, el

avance de una sociedad no puede medirse a

partir de objetos que ayudan a tener una

cotidianidad sin preocupaciones tan elementales

como lo es la alimentación, más bien, el criterio

para definir dicho progreso sería “el grado en el

cual los hombres conviven entre sí”4.

Por Karina Posadas Torrijos

Amor y progreso

3 Daniel Cosío Villegas, "Los problemas de América" en El ensayo mexicano moderno de José Luis Martínez, UNAM-UC, México, 1988, p. 236. 4 Ibidem, p. 231.

1 María Salamero, “Los nuevos ‘celestinos’ de la red”, El Universal, Computación, 19 de febrero de 2008, versión en línea: http://www.eluniversal.com.mx/articulos/45423.html, consultada el 3 de diciembre de 2008 a las 9:30pm. 2 Idem.

Page 15: No. 12 - Tecnología

15

Sin embargo, varios son los factores que

evitan la convivencia entre los hombres. Uno es

el medio geográfico al que se le ha encontrado

una solución con el desarrollo de los medios de

comunicación, pero también está la distancia

económica, que hace inaccesible para la mayoría

la adquisición de bienes materiales y la

posibilidad de llegar a las esferas altas por

medio de la educación, gracias a que son nulas

las oportunidades para mejorar su calidad de

vida.

El avance de la tecnología ha cubierto las

necesidades primordiales del hombre, pero,

también es el que ha definido una ruptura en el

trato humano directo, descubriendo que gracias

a los pasos agigantados con los que se ha

avanzado, se han descuidado la satisfacción de

las necesidades de pertenencia, de amor y de

estima. Explico esto a continuación.

Abraham Maslow propone que las

personas comienzan su desarrollo con

necesidades básicas similares a los instintos

animales: “Conforme maduran y se satisfacen

sus necesidades de orden inferior, las personas

desarrollan motivaciones más exclusivamente

humanas”5. Dichas necesidades las divide en

cinco niveles, los cuatro primeros pertenecen a

un orden inferior y el último, a una motivación

de autorrealización.

En el primer nivel se encuentran las

necesidades fisiológicas que no son otra cosa

que las necesidades primordiales de comida,

agua, sueño y sexo, que permiten al hombre

sobrevivir. Actualmente, éstas han dejado de

ser un motivo de preocupación entre las

personas, pues se han logrado satisfacer al

grado de llegar al exceso. Estos cuatro rubros

han encontrado un lugar en el mundo de los

negocios, siendo aprovechados por unos

cuantos para adquirir una mejor posición

económica, al vender productos destinados al

consumo básico.

El segundo nivel pertenece a las

necesidades de seguridad, donde “la motivación

predominante de la persona es garantizar una

situación segura”6. Si bien, en nuestros días y en

el mundo en el que vivimos resulta muy difícil

satisfacer completamente dicha necesidad, la

mano del capitalismo la ha vuelto rentable. La

seguridad se vende a los millones de personas

para proteger los muchos o pocos bienes

materiales que han logrado adquirir, aunque no

sea una garantía de inmunidad ante el peligro

social de la delincuencia, sí llega a tranquilizar a

las personas y logra aliviar sus miedos.

El tercer nivel se refiere a las necesidades

de pertenencia y amor, el rubro con mayor

posibilidad de comercio. Aquí, el individuo

busca amar y ser amado. Es en este nivel, como

menciona Maslow, donde se obedece a un

impulso más humano, ese que es propio de

seres pensantes con ganas de alguna clase de

Amor y progreso

5 Susan C. Cloninger, Teorías de la personalidad, 3a ed., Pearson Educación, México, 2003, p. 445. 6 Ibidem, p. 447.

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16

afecto, aunque no sea tan fácil satisfacerlo por

el creciente distanciamiento social. Esto,

también, ha encontrando un buen lugar dentro

del ámbito comercial.

En seguida se encuentra el cuarto estrato

que comprende las necesidades de estima,

donde la motivación del individuo es el auto

respeto y el reconocimiento por parte de los

demás, resultado de las habilidades y logros que

posee la persona; y, por último, está la

autorrealización, la cual se concreta únicamente

cuando se cumplen las necesidades anteriores,

pues la satisfacción personal radica en la

explotación de los potenciales propios que tiene

cada individuo.

Regresando a la cita del inicio, en el

vertiginoso desarrollo del ser humano y los

esquemas sociales que se han desarrollado, para

que el modo de vida que ahora se tiene

prevalezca, algunas personas (muchas o quizás

pocas) no han podido satisfacer aquellas

necesidades posicionadas antes de la

autorrealización. En un mundo donde todavía

hay quienes sufren hambre, no tendría por qué

sorprendernos que, con mayor razón, existan

deficiencias para satisfacer el nivel afectivo,

pues aquel mecanismo consumista bajo el que

gran parte de las personas han crecido y el cual

busca alargar un estado placentero, con

frecuencia es confundido el amor con el

instinto sexual, resultando una mezcla extraña

entre humanismo y animalidad. A fin de

cuentas, no sería lucrativo la venta del amor por

lo que es: una constante dualidad entre felicidad

y tragedia.

“¿Qué lugar tiene el amor en un mundo

como el nuestro?”7. Contestación: es la

mercancía más rentable de un mundo regido

por la oferta y la demanda, su sentido se ha

trastocado y confundido, se ha creado un vacío

en los siempre insatisfechos humanos, para que

siempre regresen a consumir artificios con la

promesa de un amor verdadero.

Pero no hay más culpable por esta

soledad y desapego que las personas mismas,

pues en cuanto un individuo ha visto cumplidas

sus preocupaciones primordiales, se ha

dedicado a ocupar su tiempo en quehaceres

improductivos y aislantes. Recordamos,

nuevamente, la cita de Cosío Villegas: “no es ya

la naturaleza quien separa al hombre del

hombre, sino el hombre mismo”, así el hombre

inventa la televisión, pasa horas frente a ella y

olvida que a su alrededor hay personas de carne

y hueso que viven de manera igual o distinta a

él; inventa el transporte particular para evitar el

contacto con sus semejantes, alargando la

distancia entre él y los otros; y qué decir de la

computadora y el internet que acrecentan aún

más el pozo de la soledad.

La dificultad de entablar relaciones

humanas lo ha llevado a aprovechar los avances

científicos en su favor como un medio de

Karina Posadas Torrijos

7 Octavio Paz, “La llama doble” en Ideas y costumbres II. Obras completas, FCE, México, 2006, p.306.

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17

justificar las fallas dentro del sistema social,

degradando el sentido del amor que suele

confundirse fácilmente con el sexo y que

únicamente vulgariza al erotismo.

Para tener presente la diferencia entre

sexualidad, amor y erotismos, rescataremos la

manera en que Octavio Paz los distingue:

La sexualidad es animal; el erotismo es

humano. Es un fenómeno que se

manifiesta dentro de una sociedad y que

consiste, esencialmente, en desviar o

cambiar el impulso sexual reproductor y

transformarlo en una representación. El

amor, a su vez, también es ceremonia y

representación pero es algo más: una

purificación […] que transforma al sujeto y

al objeto del encuentro erótico en personas

únicas. El amor es la metáfora final de la

sexualidad. Su piedra de fundación es la

libertad: el misterio de la persona.8

La función que ha venido cumpliendo la

computadora y el internet en la vida de las

personas es, además del alejamiento de los seres

reales que hay a su alrededor, la de menguar la

carga de soledad en la que se ha inmerso cada

vez más.

La actuación de las personas frente a las

demás es un constante juego de apariencias que

buscan evitar la crítica ajena. El uso de

máscaras en la vida cotidiana tiene que ver con

un afán de simulación y disimulación: aparentar

lo que no somos, lo que quizás queremos ser o,

simplemente, pasar sin que alguien más se fije

en nosotros y evitar la opiniones hirientes que

los otros pudieran expresar de nuestra persona.

En pocas palabras: “Simular es inventar o,

mejor, aparentar y así eludir nuestra condición.

La disimulación exige mayor sutileza: el que

disimula no representa, sino que quiere hacerse

invisible, pasar inadvertido —sin renunciar a su

ser—”9.

Sin embargo, no siempre buscamos una

disimulación, queremos, de alguna u otra

manera, ser aceptados por todos los que nos

rodean y ante la imposibilidad de ello,

recurrimos a la computadora como una de las

máscaras más versátiles que ha inventado la

tecnología, capaz de volver realidad los deseos

de las personas, aunque sea sólo en apariencia.

Tal necesidad de aceptación crece

vertiginosamente cuando nos encontramos

frente a una persona que es el objeto de nuestro

amor. El miedo de no ser correspondidos por

ella, nos lleva a experimentar un rotundo

fracaso que motiva el cese de nuevos intentos y,

al venderse ideales de apariencia, resulta muy

conveniente un mundo virtual donde cualquier

fantasía pueda cumplirse, facilitando el contacto

con los otros, sin llegar a situaciones donde nos

veamos expuestos e imposibilitados para

defendernos.

Es posible que en páginas de internet

como la mencionada al principio, el amor logre

Amor y progreso

8 Ibidem, p. 276. 9 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, 3ª ed., FCE, México, 2002, p. 46.

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18

cumplir las características que le son propias: la

exclusividad entre los amantes sin que sea

involucrada un tercero, la correspondencia

mutua, la transgresión al superar los obstáculos

que separan a los enamorados y la libertad de

elegir a la otra persona y aceptar estar bajo su

dominio.

Pero en principio y a la larga no dejan de

ser enlaces fríos y sistemáticos, pues a pesar de

que se despliegue una lista de prospectos

amorosos, se pierde el sentido de destino y

predestinación que une a dos personas. Es

verdad que del otro lado de la computadora hay

otra persona que atiende nuestro llamado, pero

al no conocerla físicamente, nuestra mente es

libre de imaginarla como quiera, atribuyéndole

las características que nos gustaría que el otro

tuviera, siendo más que una realidad, un ideal

intangible:

Todos hemos vivido y asistido a esta

aurora del acontecimiento amoroso, pues el

amor, como vivencia cotidiana, se

demuestra no sólo por esta interrelación

que establece entre seres distintos, sino

también por procesos íntimos que

evidencia una realidad visible.10

El amor necesita una realidad de la cual

aferrarse y de dos seres palpitantes que se miren

frente a frente sin una máquina de por medio.

Los titubeos de los primeros contactos

enriquecen los elementos que conforman la

pasión amorosa: “el descubrimiento de la

persona amada, generalmente una desconocida;

la atracción física y espiritual; el obstáculo que

se interpone entre los amantes; la búsqueda de

la reciprocidad; en fin, el acto de elegir a una

persona entre todas las que nos rodean”11.

Por otra parte, el sentido del amor como

una carencia, mantiene la noción de que los

individuos son seres incompletos que necesitan

su otra mitad para alcanzar una plenitud,

llenándolo de atributos y fines que no le

corresponden. Este pensamiento, quizás, es el

causante de que las personas fracasen en sus

contactos reales, rehusando el lado trágico que

involucra al amor, y recurriendo a opciones más

sencillas para mitigar sus ansias de afecto.

La decadencia del amor es sólo un reflejo

de la sociedad en el que todos estamos

inmersos. No puede existir el progreso de un

conjunto si el individuo no logra la plenitud

individual por la vía adecuada, por el simple

impulso que lo caracteriza como ser humano y

que la modernidad lo ha ido deshumanizando

con la misma celeridad de los avances

tecnológicos.

Karina Posadas Torrijos

10 Carlos Gurméndez, Estudios sobre el amor, Anthropos, Barcelona, 1994, p. 10. 11 Octavio Paz, La llama doble, p. 227.

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19

...c uando no tenía computadora

ni internet. Mi mamá me

dejaba salir a la calle a jugar con mis vecinos.

Andábamos en bici o nos dejábamos ir en la

Avalancha. Así me rompí una pierna.

… de cuando los Chetos costaban $1.50.

… que el equivalente a la alta definición

era tener una tele a colores con control remoto

y no las de blanco y negro con una perilla para

sintonizar el canal.

… que, cuando se iba la luz, mis papás

me contaban sus aventuras juveniles. Ahora

tenemos la tele portátil que se puede conectar a

la corriente del coche.

… que mi papá siempre dejaba sus

casetes en todas partes, por si en cualquier

momento se le antojaba escuchar música.

…de cuando encontré un disco de

acetato y sólo tenía 5 canciones.

…que las caricaturas del canal 5 eran

varias y se transmitían de 7 de la mañana a 8 de

la noche.

… que no había telenovelas para niños.

… que yo no veía videos musicales

porque no tenía televisión de paga.

… que me ponía de malas cuando

prestaba mis VHS y no rebobinaban la cinta.

… de cuando tenías que andar cargando

tus trabajos de la escuela en disquetes (mínimo

cinco).

… cuando salieron los tamagochi y todos

los niños de la escuela llevaban uno.

…que los primeros celulares eran

gordotes y sólo servían para realizar llamadas.

… que cuando tuvimos nuestro primer

microondas, compramos una caja de 50 bolsas

de palomitas para ver si sí servía.

… lo divertido que era enviar una carta

por correo tradicional y lo emocionante que era

esperar la respuesta.

… de mis walkman.

…cuando entregaba mis tareas en

máquina de escribir.

… de la cámara fotográfica Kodak, con

los rollos chistosos, que mi mamá tiró al agua.

… que tenías que pensar muy bien qué

fotos ibas a tomar para no desperdiciar el rollo.

… de los cines grandotes con matiné.

… cuando salieron unos lentes para ver

en 3D algunas caricaturas de la tele y que,

cuando te los ponías, se veía exactamente igual.

… que las muñecas de juguete no tenían

que moverse ni hacer sonidos para que fueran

divertidas.

… que yo siempre quise un gameboy.

… que me tenía que memorizar los

cumpleaños de todos para que no se me

olvidaran.

Por Moreliana Negrete

Yo todavía me acuerdo...

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La Galería

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La Galería

21

Magueyes en el municipio de Esperanza, Puebla. Juan Javier Pineda Tovar.

Fotografía digital a color.

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[Drama de Leerse en Mini Actos]

I.

-D esde esta altura puede verse casi todo el centro del valle, —dijo—. Como ves, no es

muy grande. Ese es el Cerro de la Teresona, nunca debes ir allá, porque espantan. Ese

de en medio es el cerro del Calvario, tampoco vayas, ahí roban. Y ese terreno pelado era el parque

de los Venados, ahí matan.

—Veo que no hay muchos lugares a donde ir por aquí.

—Ya te acostumbrarás, como todos. Lo mejor es que no salgas de aquí si no es para irte a tu

casa.

—¿Y la pintura?

—No es pintura. Es mural. Lo pintó un güey de Tenancingo.

—¿Así que ustedes vienen seguido acá arriba?

—De vez en cuando. No nos dejan subir cuando hay niebla.

—Supongo que alguien podría resbalar por aquí con toda esa niebla. ¿Nunca ha pasado?

—Una vez. Hace casi un año.

—Desde aquí no parece una caída mortal.

—No fue desde aquí. Este acantilado puede dividirse en tres partes, en dos de ellas la caída

no es fatal. Para la tercera sólo hay boleto de ida.

—¿La vieron?

—Sí. Salió en el Metro. Hijos de la chingada. De todo hacen carne, ya sabes: "Buscaba la

verdad y encontró la muerte". Era de…

—…de filosofía. Yo también lo leí.

—[…]

—Mira, cayó por ahí, entre esas piedras afiladas. Dijeron que se había tirado sola, pero el

caso es que llevaba la mochila. ¿Te das cuenta? Por ahí, un poco a la derecha, ves, bueno por ahí

subimos el otro día, ¿y sabes qué encontramos? Pues nada menos que un libro.

—¿De qué?

—Una Historia de la alquimia. Una vulgar edición del Fondo de Cultura. Le faltaban hojas,

donde venían las ilustraciones, ¿no te parece curioso?

Por Marco Antonio M. Medina

Los muertos no cuentan cuentos

23

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Los muertos no cuentan cuentos...

—Yo también me aventaría si tuviera que leer algo así.

—Pero, no entiendes, es que no lo estaba leyendo. Alcanzó a agarrarse de él cuando la

aventaron.

—Si vienes en la noche con nosotros te enseño las páginas que le faltaban al libro…

—[…]

—¿Qué tal “Licenciada en Suicidio”?

II.

-H ay quien dice que cada vez que cometemos un acto prohibido, se abre una puerta oculta

en nuestra mente o algo así. Lo que la gente llama magia o brujería no es sino la

manifestación de los pensamientos del espíritu, como los sueños.

—¿Dónde leíste eso?

—Por ahí.

—Y tú ¿has cruzado esa puerta?

Empezaron a fumar desde temprano. Iban directo. Ya se habían saltado a Bunbury y Héroes,

iban en Chavela y San Pascual. Pink Floyd aguardaba. Algo se dijo de Homero y unas aladas

palabras. No quería volver sobre el tema, pero el alcohol era demasiado guarro para entretenerse

mucho en él y había que hablar de algo.

—Y bueno, ¿no me ibas a enseñar los dibujos?

El silencio fue incómodo. Les cayó como sandía en ayunas. Alguno pasó los ojos por el piso

asqueroso. Alguien dijo que iba al baño. Dos salieron a masturbarse mutuamente en la oscuridad.

Luego vino la historia de rigor.

—No son dibujos. Son símbolos. ¿Qué sabes del exilio de los judíos en Babilonia en el siglo

V antes de Cristo? Sabes que la próxima semana entregamos el ensayo sobre el Gilgamesh, y quiero

discutir la influencia del pensamiento judío en el texto literario, qué te parece

—Bueno, me parece que estás forzando el...

—Piénsalo. ¡La cacería sagrada del oscuro Enkidú a través de los bosques del Líbano! ¡La fe

en la existencia de una flor ultraterrena que devuelve la vida a los muertos! ¿No es el tema cristiano

del fruto prohibido y la traición? La puta sabia, la deshonra y la expulsión. ¿Qué te parece?

—Es un tema difícil y realmente no he leído sobre...

—¡He pensado que tú podrías ayudarme! Creo que es algo muy tuyo.

—No, lo que pasa es que...

24

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—Quiero que me ayudes a buscar un libro que no encuentro. Aparece en el catálogo de la

biblioteca, pero debe estar mal acomodado por ahí. ¿Qué tal el lunes en la tarde?

Come on/now/I hear you’re feeling down/I can ease your pain/get you on your feet again/…/

III.

-P or aquí. Mira, el libro no lo encuentro donde debería estar. Alguien debió dejarlo en otro

lado. Ahora ven, por acá está el libro que trae la referencia... este: "Simbología esotérica

del arte Oriental antiguo". Las páginas centrales, donde dice: "el sincretismo religioso entre el

paganismo babilónico y la tradición cabalística del éxodo..." más adelante. "... el mito fundacional

judío halló en Babilonia el sustrato ideal que más tarde daría origen al Pentateuco; por primera vez

la idea de Dios se unió a la idea del Libro ... "

—Bueno, pienso que la escritura de la Biblia es incluso anterior a...

—No pienses. No has comprendido. La traducción podría ser deficiente. No estamos

hablando de la simple escritura de un libro. Mira esto: "Una de las sectas heréticas más radicales

rompió con los preceptos de la tradición judeo-cabalística. Fueron condenados por sostener la

creencia en un único Dios-Libro. Es posible que algunos hayan llegado hasta el archipiélago griego,

donde habrían excavado galerías subterráneas que terminarían convirtiéndose en el mito del..."

—¡Pero es que toda la tradición cabalística tiene fundamento en el libro como Dios! ¡Sólo

estamos perdiendo el tiempo!

—No entiendes nada. Para la cábala el Libro-Dios es una metáfora. No así para esta tradición

secreta. ¡Pero para probarlo necesito encontrar el libro!

—Ese libro no existe. Estás mintiendo, dijiste que aparecía en el catálogo, pero he agotado

todas las posibles coincidencias y no hay nada. Es mentira.

[...]

—Bueno, es verdad que mentí sobre lo del catálogo. ¡Pero te digo que el libro existe y está

aquí! ¡Porque...! Porque…

—Vamos, ¿ahora qué vas a inventar?

—Porque yo lo soñé… ¡Es verdad! ¡El libro está aquí! …y necesito que tú lo

encuentres por mí.

—¿Qué tengo yo que ver con tus sueños?

—Los símbolos arcanos hablan de una flor ultraterrena que devuelve la vida a los muertos.

El hacha de doble filo es en realidad un libro abierto ¿comprendes? ¡Esa flor es El Libro! Una flor

dorada... pero para traerla del más allá hace falta una llave, un código. Esa llave es lo que

25

Marco Antonio M. Medina

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Los muertos no cuentan cuentos...

conocemos hoy día como un código genético... ¡y tú tienes ese código!

—¡Estás enloqueciendo! Maldito nazi. Has visto demasiadas películas. Yo me largo.

—¡Espera! Dijiste que tu abuelo tenía sangre judía... ¡entonces tienes una llave! En mis

sueños yo encontraba una de las llaves y ahora te he encontrado a ti. ¡Sólo tú puedes traer ese libro!

—Y déjame adivinar, ¿no está por aquí, verdad?

—No. Pero puedo llevarte hasta la entrada...

[…]

IV.

-A hora relájate. No pienses. Concéntrate en dormir, sólo en dormir.

—Necesito saber cómo es tu libro...

—No. Lo sabrás cuando lo encuentres. Yo te guiaré a través de los cuartos, por medio de los

símbolos que iré trazando a tu alrededor mientras sueñas.

—Sigo pensando que deberías ser tú quien se meta en tus propios sueños...

—Quédate tranquilo y respira. La noche apenas comienza y los caminos de la muerte son

intrincados.

—¿Cómo reconoceré el sendero que lleva a la Ciudad?

—Con el tiempo. Con el tiempo todos los caminos se convierten en el único camino. Sólo

dime una cosa, ¿te asustan los perros? El sendero que lleva a la Ciudad de los Muertos está

guardado por el espíritu del Señor de los perros. Es inofensivo para los condenados, pero con los

intrusos suele ser muy celoso y voluble. Si lo encuentras, prosigue firme y no temas. Disuadirte de

tu propósito es su trabajo.

—Silencio. Con este primer símbolo te serán revelados los caminos que conducen a la última

morada.

V.

L os primeros rayos del sol pasaron por entre las persianas. El olor de los libros se hacía más

intenso conforme avanzaba la luz del día. Estaba soñando que un perro lo olía, recargando

contra su costado el hocico duro. Era uno de los conserjes de la biblioteca que lo estaba picando

con su escoba.

—¿Y usté qué? ¿No tiene casa o qué? ¿Quién chingás le dio permiso de quedarse a dormir

aquí? ¡Órale, órale! ¡A rayar el piso de su casa, escuincle cabrón este! …inches chavos, me cai.

Vio la losa emborronada con un gis nacarado. Todavía alcanzaban a distinguirse círculos y

26

Page 27: No. 12 - Tecnología

cuadrados superpuestos. Su mareo le hacía ver el conjunto de trazos como los engranes de una

maquinaria cósmica que conservara aún la inercia de su impulso ancestral. Había algunos libros

botados de sus estantes.

VI.

E n la noche hablaron aparte. La música no era buena, y no había dinero para tomar mezcal.

—Es importante que trates de recordar los detalles. ¡Qué fue lo que viste!

—Todavía me duele la cabeza. Vi…

Que las puertas de la Casa de la Muerte son dos Por una se llega a ver lo que hay dentro La

otra es sólida y tiene echado cerrojo Los que aquí entren háganse acompañar del perro que cuida los

caminos y no crean en nada de lo ahí vean pues mucha es la magia y muy dañosa la hechicería en esta

morada

—¡Sigue!

Soñé que estaba muerto y era el sueño más hermoso de mi vida Porque yo sabía que estaba

muerto y mi espíritu flotaba sobre el mármol de las losas Recuerdo que sonreía porque era feliz

—¡Demonios, no! ¡Pero dime, estabas realmente muerto o te veías muerto a ti mismo! ¡Si te

veías significa que entonces no estabas dentro!

Luego desperté y supe que estaba vivo y quise regresar Pero cuando llegué otra vez las puertas

estaban cerradas y yo quería entrar porque quería estar muerto Pero no podía Sólo podía ver adentro

porque por esa puerta se podía ver pero no pasar

—¡Aaah que su puta madre! [...] ¿Estás seguro que tu abuelo realmente era judío? A lo mejor

sólo era otro asqueroso polaco... Habrá que probar otra vez.

—Pero esta vez iré solo. Ya conozco el camino.

VII.

E ra muy temprano. Recuerdo que la mañana estaba helada y la niebla volvía a cerrarlo todo a

la vista. Las flores del camino a la cima estaban negras y maceradas por el hielo. Cuando

llegué, él ya había traspasado la baranda de piedra. La vigilancia mal pagada no se atrevía con este

clima. Necesité acercarme mucho para saber que esperaba de pie justo al borde del acantilado. No

alcanzaba a verle los ojos. Su voz resonó terriblemente impersonal, amplificada como un eco por el

vacío a nuestro alrededor. Esto fue lo último que me dijo:

Las murallas que rodean esta Ciudad son infinitas y cíclicas pues no hay modo de entrar por

voluntad en ella Pero en la noche del banquete de los muertos de entre ellas se verá levantarse las

27

Marco Antonio M. Medina

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Los muertos no cuentan cuentos...

dobles puertas y será la entrada Para los convidados al banquete bastará una llave sola pues ella les

hará pasar y no volver Pero el que se llegue en cuerpo hasta aquí y quiera volverse procure una

segunda llave y distinta a la primera

—Entonces, ¡lo trajiste! ¡Déjame verlo!

pero el tiempo que allí se entre es poco y recuérdese bien esto Que las puertas vuelven a cerrarse

sin aviso y mudan su cerradura con cada amanecer El que quede sin salir para entonces será cautivo

por siempre entre estos muros y escuchará aullar a los perros que a lo lejos lamentarán a coro su

miserable suerte

Aullidos y ladridos lejanos empezaron abajo. Venían en camino.

—¡Date prisa! ¡Baja de ahí! ¡Detesto a esos cochinos perros! ¡Aviéntame el libro!

Tenía que traerlo de regreso a como diera lugar. Pero cuando dio el primer paso hacia atrás,

me heló el espanto, si eso aún fuera posible. Yo juraba que no habría más terreno bajo sus pies y lo

vi flotar entre la niebla como un fantasma. Algunas piedras rodaron cuesta abajo, enfureciendo a

los perros.

Entonces brinqué la baranda manoteando a ciegas, como si creyera posible apartar de mí esa

cortina de niebla pegajosa. Resbalé una vez y de milagro hubo más piedra bajo mis zapatos. Quedé

completamente paralizado. Él me habló una vez más:

…soñé que estaba muerto y era el sueño más hermoso

—¡Dame la mano! ¡Apúrate! —le grité. No me escuchaba.

Soñé con un libro perdido... en Él está escrito todo lo que es Ha sido y será En él estábamos tú y

yo Y estaba escrito este día Pero sus páginas fueron redactadas por la mano de un hombre muerto y

por lo tanto Pertenece a la Biblioteca de los Muertos Y hay sólo una forma de traerlo a este mundo

Aquí está el libro que me pediste

—¡Imbécil! ¡NOOOO!

No pude moverme más. El largo tiempo que pasó hasta escuchar el primer impacto, no lo

puedo explicar. Debe ser un fallo del cerebro. Fue un golpe solo. Un solo crujir como de rocas o de

huesos o de ramas verdes.

El libro quedó en mis manos. Menos algunas páginas sueltas que siguieron flotando aún

mucho tiempo después de que uno de los vigilantes lograra quitarme de encima el montón de

perros enloquecidos que ya empezaban a arrancarme la ropa.

Ayer tuve otra vez el sueño de los cuartos.

— FIN —

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Por Alejandra C. L.

La maldición de Roma

6

El odio de María

P or las noches, el carruaje caminaba en la estepa antes de llegar a un pequeño pueblo y

los integrantes del Equipo Balzac dormían plácidamente. En extrañas ocasiones el

carruaje volaba, pero eso sólo sucedía cuando Xavier tenía un sueño tranquilo y

ligero. María lo descubrió en la tercera noche fuera de la ciudad, al levantarse después

de soñar el encuentro de dos días antes. Contempló, con sorpresa, que el carruaje estaba muy por

arriba del suelo, después de distinguir unas cuantas nubes que estaban cerca de la ventana.

—Resulta que lo hicimos así porque cualquier bandolero puede interceptarnos y llevarse

nuestro carruaje y, entonces, ¿cómo llegaremos ante Ella?—, anunció Xavier en el desayuno

después de que María les hubiera dicho lo descubierto.

Si bien, a veces, al levantarse Victoria, quien era la primera en hacerlo, descendía el carruaje

lentamente al suelo, era extraña la vez que conducía Xavier, y eso si llegaban a un pueblo, porque la

sombra del chico no contestaba ante las preguntas que le hacían.

Al quinto día, mientras veían por la ventana todos los muchachos y Martha estaba detrás de

la cortina, en un silencio sepulcral se escuchó un leve pitido que provenía de la ballesta, oculta

debajo del asiento donde estaba Adela.

—¿Qué es eso? —preguntó asustada María.

—La ballesta —sonrió Adela, se agachó y la sacó. Todos voltearon a verla y distinguieron

como el rubí producía un pequeño resplandor con cada pip- pip.

—¿Por qué chilla? —inquirió Xavier—. ¿Es que acaso está viva y le duele algo o qué?

—Si sabes de la ballesta, tienes que entender por qué silba —espetó Adela.

—Bueno —dijo una voz débil detrás de las cortinas—, I don’t know, ser bueno que tú explicar

algo.

—Martha tiene razón —apoyó Xavier—, ex...

—La ballesta chilla cuando una bruja está en un lugar determinado. —Interrumpió Adela

para empezar a explicar, todos estaban mirando la ballesta, con excepción de Xavier que le dirigía

miradas de odio a Adela.

—Me gusta su sonido —mencionó Iván—, parece una musiquita muy bonita y

tranquilizadora, ¿por qué suena así?

29

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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

—Por la acción que comete cada hechicero. Veréis —siguió explicando Adela—, aquí hay

tres hechiceras y dos magos...

—¿Vos no sois hechicera? —interrumpió Iván con su tono más dulce.

—No quiero hablar de eso —susurró Adela entre dientes, molesta porque le habían cortado

la inspiración.

—Vos seguid —la animó María—, no importa...

—María, no seáis amable —espetó Adela.

—Bueno, ¿explicar por qué ballesta silba armoniosamente o no? —dijo irritada Martha desde

su rincón.

—Como tanto insistís —murmuró molesta Adela, suspiró y continuó acaloradamente—:

Suena armoniosamente cuando el mago es bueno. Cuando es un hechicero malo, su sonido es muy

molesto y chirriante. Igual suena bajo cuando el hechicero o mago es débil, y al ser poderoso el

contrincante —suspiró de nuevo— el ruido aumenta. Si es malo el contrincante, bueno, he sabido

de personas que se han quedado sordas por el sonido chirriante que emite ante estos hechiceros.

No me imagino cómo sonará cuando estemos frente a Amelia.

Al sexto día llegaron a una aldea donde la ballesta empezó a emitir un sonido chirriante, bajo

pero molesto. María, quien estaba como todos los demás desperezándose y observando con rencor

en el cuadernillo de los elegidos como la silueta de Martha se había unido ya a ellos, gritó:

—¡Una cabalista de Amelia en la aldea más próxima!

—Igual no lo es —anunció Victoria mientras el cuarto se transformaba en el comedor de seis

sillas—, hay muchas cosas que debéis aprender María.

—Puede que mi prima tenga razón —dijo Xavier mientras acomodaba los platos y

cubiertos—. La ballesta tiene la capacidad de indicarnos si hay una bruja. Son malas y todas sirven a

Amelia, ¿no?

—No todas —dijo Martha, Xavier volteó a verla embelasadamente—, algunas trabajan por

cuenta propia.

—Eso sólo lo sabe una persona que trabaja para Ella —acusó María.

—Cuando vivirse mucho tiempo con A-me-lia, poder saber cosas que ningún elegido saber

—espetó Martha.

—¡Bravo, pronunciasteis Amelia! —aplaudió Xavier, la abrazó y le dio un beso en la frente.

Martha se sonrojó—. Espero y os acostumbréis pronto a pronunciarlo diario, en cada comida, en

cada cena, hasta cuando os bañéis sería necesario para perderle el miedo al nombre.

30

Page 31: No. 12 - Tecnología

Alejandra C. L.

—It is not funny —rió Martha algo apenada—, no gran avance.

—¿Qué no lo es? —Xavier estaba intrigado—. Vamos, para alguien que sufrió mucho con

Amelia es un gran avance perderle el miedo al nombre, luego seguirá a la persona...

—Xavier —reprendía Victoria, pero el chico seguía hablando sobre cómo se tenía que perder

el miedo a la oscuridad en persona, Martha se sonrojaba más, mientras el chico la seguía

abrazando—. Xavier...

—Mande —exclamó él.

—Ya déjala y come —mandó Victoria.

—Ah, claro —Xavier volteó a ver a Martha—. ¿No querréis sentaros conmigo damisela?

—Bueno —contestó apenada Martha.

Mientras desayunaban, no se escuchó más sonido que el ruido de platos y cucharas, pero el

sonido de la ballesta pitaba cada vez más fuerte.

—¿Cómo se sabe que una bruja sirve a Amelia? —preguntó María después de un tiempo.

—Cuando sólo los elegidos la ven y los del poblado no —contestó Victoria.

—Es como un espectro, ¿no? —inquirió Adela—. Los del pueblo pueden percibir algo, pero

no lo ven hasta que una adivina llega y ve al ente, ¿no?

—Algo parecido —dijo Xavier.

—¿Y si vemos? A lo mejor hay algo que nos lleve con la bruja fea —sugirió Iván.

—En eso tenéis razón, hermanito —apoyó María.

—Bueno, ya que tanto insistís… —suspiró Victoria—. Bien, para saber si es una bruja de

Amelia, primero tienen que ver si en la aldea hay antecedentes de alguna extraña leyenda misteriosa.

María, has leído muchos libros de esta colonia de España, ¿no? —La niña asintió con un gesto de la

cabeza—. Eso ayudará. Vamos a quedarnos en este lugar un día. Si no hay bruja, nos vamos, ¿están

de acuerdo?

—Sí —asintieron los niños.

—Xavier, salid a manejar el carruaje —indicó Victoria— y buscad una posada para

hospedarnos. Ahora, al llegar a lo que se haya cedido como nuestro cuarto, salid y preguntad si los

aldeanos han percibido algo extraño, si ha habido un asesinato, algún robo, algo relacionado. María,

vos relacionaréis estos hechos con alguna leyenda que hayáis leído.

Xavier salió y comenzó a andar el carruaje. Unos instantes después se detuvo y el chico entró

enojado a la habitación. “¡Cómo se atreven!”, decía para sí mismo.

—What happen? —preguntó Martha agobiada.

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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

—Nada —espetó Xavier preocupado—. Sí hay lugar, pero me lo dieron sólo porque soy…

—Xavier trataba de decirlo pero le costaba trabajo.

—Ya veo —sonrió Victoria—, os lo dieron gratis, ¿cierto?

—No, sólo me bajaron la cuota —murmuró Xavier entre dientes.

—Hubiera sido gratis —suspiró Iván con dolor.

—Mejor ya vamos —dijo María que estaba ansiosa por descubrir leyendas.

—El carruaje se queda aquí —suspiró Xavier—, se lo llevarán a la cochera de la posada.

Inmediatamente todos bajaron y se metieron a lo que sería su habitación, después de que

Xavier pagará la cuota a una señorita de no más de 25 años con ojos color miel, que no dejaba de

verlo embelesadoramente. Pasados cinco minutos de haber entrado al cuarto, Iván se puso a saltar

en la cama; Martha, Adela y María platicaban sobre pre-romances; Xavier, de vez en cuando

mientras jugaba con Iván, volteaba a ver a Martha. Victoria en cambio vislumbraba por la ventana

el poblado.

—Antes de irse, ¿queréis comer algo? —preguntó con una sonrisa.

Los niños saltaron de alegría, tanto que no se apresuraron a preparar la mesa, ni nada. Sin

embargo, al poco rato ya todos estaban comiendo a lo largo de una. Instantes antes, Martha había

invitado a María que se sentará junto a ella, sin embargo, María, con la repulsión que le tenía a

Martha, se fue a sentar junto a su hermano y Xavier tomó el lugar que Martha le había reservado a

la más pequeña, lo cual hizo que la chica se ruborizará por lo acontecido en la mañana.

—La verdad no sé por qué os ponéis de mil colores —le dijo Xavier mientras ya estaban

comiendo—. Allá en Britania hay chicos más bonitos que yo.

—No tomarlo mal, pero ser por la mañana —dijo Martha después de abrir los ojos muy

grandes—. Further, there is no one in Britain to be compared with you —terminó.

—Ay, Martha, realmente me encantas —suspiró Xavier.

Martha se puso roja como un jitomate cuando todos los demás voltearon a verla. Por el

contrario, Xavier anunció que no había razón para que lo hiciera, porque seguramente había

recibido más galanterías por parte de su gente. Martha se ponía cada vez más colorada.

—Qué vergüenza debe estar pasando la pobre chica —le susurró Adela a María.

María los contempló, mientras platicaban, con odio. Desde que habían salido de la ciudad,

Martha siempre se llevaba el centro de atención: cantaba canciones irlandesas con tonos muy

movidos, que a veces los hacían levantarse de sus asientos y bailaban entre sí, cambiando de pareja

a cada instante en donde, por supuesto, María no participaba. Había veces que en las noches,

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cuando querían estar en vela, era la que más historias contaba, aún cuando María se llevaba el

crédito en eso porque a Martha no se le entendía, ya que siempre juntaba palabras en inglés y en

español.

Iván comenzó a reírse, porque Martha cada vez se ponía más colorada.

—Quieres que sea vuestra novia —dijo sarcásticamente el niño.

—¡Vas a ver condenado! —gritó Xavier sonrojado y se abalanzó sobre él.

Iván gritó y todos comenzaron a reírse por el comportamiento, sin embargo, Victoria

le puso fin.

—¿Cuándo no vamos a tener momentos así tía? —dijo tristemente María.

—Hay veces que nos harán falta, pero nunca se aloquen —dijo severamente Victoria.

—Mi mamá ya chochea —susurró Xavier.

Todos se empezaron a reír.

—Que falta de respeto es esa —anunció enojada Victoria—, por eso ahora vos vais a ir con

la tendera de la posada a preguntarle si no hay sucesos extraños. ¡Y no pongáis pretextos de que os

vaya a hacer algo! —añadió al ver la cara que ponía Xavier.

—Ahora sí que os castigaron —dijo burlonamente Iván.

Xavier lo miró repulsivamente.

—Mamá, ¿puede el bebé venir conmigo? —dijo alegremente.

—¡No soy un bebé, tengo siete años, cumplo ocho en mayo! —gritó Iván consternado.

—Eso depende —contestó Victoria dubitativamente.

—Así verá lo que se siente ser observado —Xavier volteó a ver al niño con malevolencia—.

Sois muy atractivo para vuestra edad, ¿lo sabíais?

Iván se encogió en su silla abochornado.

—Está bien, que vaya con vos —dijo tajantemente Victoria.

Iván palideció ante tal determinación de su tía, que María intercedió por él.

—Vamos, él no tiene la culpa de lo que hizo… —no terminó la frase porque Victoria la miró

con aversión.

—Vais con Martha a buscar por el pueblo —ordenó.

—¿No puedo ir con vos o con Adela? —repuso María angustiada por la orden de su tía.

—No, Adela dijo que quería venir conmigo —terminó Victoria.

María volteó a ver a Adela con odio, quien se le quedó viendo con cara de “No es cierto,

pero ya ni modo”.

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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

María suspiró. No había más remedio, debía cruzar el poblado con la compañía de Martha.

¡Qué coraje!

* * * * *

—Os lo voy a repetir otra vez: ¿Vos habréis visto algún espectro o algo inusual por aquí?

La muchacha suspiró de nuevo.

—Si quiere que lo llevé por el pueblo, con gusto lo haré.

—Yo creo que sería una buena idea —susurró Iván.

—No, Iván, ¿y si nos hace algo? Recuerda que es diez años más grande que nosotros

—susurró Xavier tan bajo, que sólo el niño lo pudo escuchar. Luego se dirigió a la tendera de

nuevo—: lo siento, pero únicamente quiero saber si hay algo de malo por aquí.

—¿Para qué lo queréis saber? ¿Acaso sois de la Santa Inquisición o algo así? —dijo la mujer

con un reprimido bostezo.

—¿Por qué a mí? —pensó Xavier, mientras se golpeaba la frente con su puño derecho.

* * * * *

María y Martha se habían detenido a preguntar a los transeúntes. Mientras que Martha les

preguntaba a los jovenzuelos, de donde nunca sacaba información, María lo hacía con las personas

mayores de diferentes sexos. Cuando se sentaron en el pórtico de la iglesia, María ya tenía reunida

información que diferenciaba un poco, pero todo llegaba a la misma conclusión: desde que había

llegado a la ciudad una muchacha rubia con ojos color miel, todas las noches desaparecían las

personas que tenían algo pendiente con un familiar o que guardaban sus sentimientos de rencor

hacia alguien.

—Mi hijo, el mayor, tuvo una disputa hace un mes conmigo por el maíz —le dijo un mestizo

con la piel indígena y el semblante español—, tres días después no supimos nada de él.

Así, con esa información recabada, decidieron irse, no sin antes comprar algo de comer

porque la caminata las había cansado. María, al ver a Martha preguntarles a chicos, se preguntaba

con odio cómo podía haber sido elegida. Seguramente los entregaría porque, ¿acaso no dijo que

servía a Amelia? Sentía cómo su enojo, por estar con ella que al terminar de decir nothing después de

hablar con un chico entre la edad de ellas dos, crecía como un extraño placer. Así que decidió no

hablarle por más que le preguntara Martha, medio en español medio en inglés, qué había

encontrado, siempre tenía una respuesta amarga. Cuando compraron algo de comer, Martha le

sonrió dándole parte de los bizcochos que acababa de comprar.

—Gracias —dijo María apenada, pues no sabía si recibirlos, pero recordó que su madre le

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había dicho que nunca regresará el presente de alguien por más malo que se viera. Si era comida

menos, porque Dios castigaba al que lo hiciera.

—Yo creo que ser hora de irnos —sonrió Martha, mientras la iglesia tocaba las campanas

anunciando las seis menos cuarto.

—Sí, tenéis razón —suspiró María viendo el reloj y comiendo un bizcocho—, empieza a

anochecer.

Caminaron rápidamente hacia la posada en silencio, sin dirigirse una sola palabra. Al llegar a

la posada, vieron cómo Xavier todavía trataba de sacarle algo a la tendera.

—¿Irnos? —sonrió Martha, ofreciéndole un pan.

—¡Por fin! —gritó con júbilo Xavier, agarrando el bizcocho que le había ofrecido Martha.

A continuación se retiraron, no sin antes percatarse que la muchacha veía, con una sonrisa

malévola, a María con especial énfasis. María nunca la había observado bien, hasta ese momento.

Era muy parecida a las descripciones dadas por los aldeanos.

Al entrar al cuarto, se percataron que Victoria y Adela aún no habían llegado. Xavier les

platicó lo que había sucedido con la muchacha y María les platicó a Xavier e Iván lo que descubrió.

—Pues para atraparla tendremos que recurrir a uno de nuestros más profundos odios —dijo

Xavier pensativo—. Hay que ver… diremos nuestros odios y veremos cuál es el más fuerte y a ese

lo ponemos como carnada. Empezaré yo —suspiró—. Odio a mi padre que ya se murió. ¡Qué

bueno! Se lo merece por dejar a mi madre sólo porque era bruja y decía que yo era hijo del

demonio. También odio a alguien que me hizo algo muy malo a los siete años de edad y fue la

causa de que estuviera encerrado en mi casa durante mi niñez.

—Ir yo —sonrió Martha—. Yo creer no odiar a nadie.

—¿Qué? —espetaron conmocionados los otros tres.

—No, nadie —dijo Martha con tranquilidad.

—Oh, vamos Martha, tan siquiera debes de odiar a Amelia —anunció Xavier dulcemente.

—Bueno, sí odiar Amelia, por ella no tener padre y mi mamá estar en libertad condicional y

no poder hacer nada de hechizos o la quemarán —sollozó con rabia—. Cómo yo querer tenerla

aquí, matarla con mis propias manos. Ojalá pudrirse ella en infierno cuando vayamos a matarla.

—Eso sí que es odio —señaló Iván— no como yo que odio a José, porque se queja a cada

rato del edificio escolar. ¡A veces me dan ganas de estrangularlo para ver si así ya no habla!

—terminó el niño entre dientes.

—¿Y vos, María? —inquirió Xavier después que Iván hubiese terminado—. ¿A quién odiáis?

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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

—Yo… —María titubeó al recordar cómo Martha le había ofrecido bizcochos en la catedral,

pero… ¡Había matado a su padre!

—Yo odio a vos —dijo una voz detrás de Xavier.

Todos voltearon. Al parecer Victoria y Adela acababan de llegar.

—Y creo que es muy obvio, ¿no? —sonrió Adela perversamente.

—Sí, ya sé por qué —murmuró Xavier enojado—. Yo también os odio.

—¿Por qué la discusión de saber a quién se odia? —preguntó interesada Victoria.

María le contó lo que había descubierto.

—Ya veo. Pero no creo que sea una bruja de Amelia —dijo Victoria dubitativamente.

—Una mujer que alimentarse del odio deber serlo —anunció Martha—. Siempre ellas buscar

quién darles energías. El odio causar fuerzas malignas.

—Bueno en eso tenéis razón —sonrió Victoria.

—Una vez más, la inglesa se lleva el crédito —susurró María con odio, después que Martha

recibiera ovaciones de Adela, Iván y Xavier.

A continuación, comenzaron a acomodar las camas antes de que la poca luz que recibían se

acabara. Iván comenzó a tener ataques de pánico, pues como el cuarto estaba muy oscuro y tenía

un extraño olor a humedad, decía que si no iba a ver fantasmas.

—Si hubiera, ya se aparecería, ¿no? —trató de tranquilizarlo Xavier, pero el niño tuvo más

miedo.

María, con una sonrisa, le dijo que se acostará con ella, así no tendría miedo. El niño aceptó.

La chiquilla pensaba que pronto todo acabaría, en su otra vida no recordaría nada, sin embargo, el

tan sólo pensar que estaría tres años con Martha, le causaba más rencor. “Ojalá sea la primera en

morir”, pensó antes de acostarse.

No supo si fue un ruido. Lo más extraño era que estaba despierta de un momento a otro, era

como sí apenas acabará de cerrar los ojos y en otro instante los hubiera abierto, sintiendo algo

pesado encima de ella. Quiso decir: “Iván, haceos a un lado”, pero de su boca no salió ningún

sonido, sintió algo de pavor cuando escuchó: “¿La odiáis verdad? Mató a vuestro padre y le deseáis

la muerte”.

Trató de gritar pero no pudo. Sí odiaba a Martha, pero lo que más deseaba en ese instante era

quitarse esa carga. “Vendréis porque la Doña quiere veros”.

A María eso le inquietó.

—¿Por qué demonios me quiere a mí? ¿Por qué no se lleva a la inglesa? ¿Es su sirviente no?

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—espetó por fin María con furia, despertando a los demás.

—¿Qué…? —Iván gritó al ver que a los pies de la cama había una figura humana alta. La

sombra de la noche la hacía ver como un espectro.

—Lumina —dijo Xavier mientras juntaba sus manos para que saliera una luz.

Distinguieron a la chica de la posada.

—¿Vos? —interrogó Adela intrigada desde su camastro.

Ella comenzó a reírse, debilitando con aquella risa a María, quien se desmayó.

—¡No llevártela! —gritó con determinación Martha, cuando la bruja se colocó a María en los

hombros.

—¿La vais a defender aún cuando sois la persona que ella más odia? —sonrió la cabalista.

—Sé que me odia desde un principio, pues por un accidente en el que yo estuve involucrada

su padre murió —dijo Martha en inglés— pero eso no significa que la dejé morir, pues yo ya le he

perdonado todo el odio que tiene contra mí. No tiene nada de malo hacerlo, yo también odio a

vuestra Señora por haber matado al mío, sin embargo, lo que Ella hizo nunca se lo perdonaré.

María es una buena chica que guarda un gran aprecio y un gran corazón, eso lo sé. Por eso no voy a

dejar que os la llevéis.

—Sois una pobre ingenua —dijo la bruja con desprecio y, con un movimiento de la mano,

voló a Martha azotándola en la pared.

—¡Martha! —gritó Xavier abalanzándose sobre la bruja.

Sin embargo, el efecto de la luz se había acabado y no sabía dónde estaba.

—Se ha ido y con ella… mi hermana —anunció Iván con un hilo de voz, mientras con la

mirada fija contemplaba la ventana donde las cortinas ondeaban con el aire.

* * * * *

—¡Levantaos, arriba todos! —exclamó Victoria al correr la cortinas.

—¡Mamá! ¡Pero si todavía no ha salido el sol! —bostezó Xavier al ver por la ventana el cielo

oscuro y se echó la cobija encima.

—María no va a esperar hasta que quieras levantaros —dijo Iván con voz trémula medio

levantado, con la misma mirada fija de la noche anterior.

—Yo pensé que todo había sido un mal sueño —anunció Xavier confundido mientras se

levantaba.

—Por eso no he dormido —dijo Iván tristemente.

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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

—Vamos, hay que irnos —dijo Victoria—. No tiendan las camas —ordenó al ver que Adela

y Martha comenzaban a hacerlo—, tenemos prisa.

Xavier bajó rápidamente por el carruaje y, ya que la posadera no estaba, lo sacó sin

problemas. Cuando los otros cuatro habían bajado con las maletas y la ropa nueva que habían

comprado Adela y Victoria en la aldea, Xavier ya estaba listo.

—No puede estar lejos de aquí —murmuró Adela pensativamente al ver como la ballesta

pitaba cada vez más rápido.

—Es la posadera, miraba raro a María ayer —dijo Xavier desde su asiento de cochero, una

vez que el carruaje se hubiese movido.

—¡Claro que es la posadera, estúpido! —ladró Adela.

—Well, mujer ser como decir aldeanos —confirmó Martha—. ¿No verla cuando Xavier

hacer hechizo? She was!

—Tenía que apoyarlo su novia —murmuró Adela con rencor.

—¡Ahí esta María! —exclamó Xavier con un grito de temor, sin hacer caso de lo dicho por la

pelirroja—. ¡Está muerta! —gimió.

Todos hicieron una exclamación de sorpresa, Iván palideció y sin que el carruaje terminara de

pararse, el niño, de un salto, salió aún cuando Victoria trató de impedírselo.

María comenzó a moverse momentos antes de que Iván llegara a ella. A su alrededor había

muchos cuerpos inconscientes. Estaban en lo que parecía ser un criadero de ganado, donde la cerca

era de madera y, en lugar de toros y vacas, había cuerpos amontonados entre sí.

—María, hermana, ¿estáis bien? —dijo Iván cuando estaba cerca de María y ella terminará de

levantarse.

—¿Qué hago aquí? —se preguntó confundida.

—Os trajo la bruja —dijo Iván con temor, en tanto buscaba que no le hubiera hecho nada

malo.

—No recuerdo nada, salvo… —María abrió los ojos asustada, recordó: “Vendréis porque la

Doña quiere veros”—. Sí, a la única que quiere es a mí. ¡Amelia únicamente me quiere a mí!

—zarandeó a Iván asustada—, pero ¿por qué?

—Porque sois la única que la completará —sonrió la bruja desde su rincón, sentada en una

esquina de la cerca. Ágilmente bajó para estar con María—. Qué contenta se pondrá cuando sepa

que yo maté a todos y le llevé la persona que más quiere.

—No lo entiendo —dijo María con odio—, pero no voy a dejar que matéis a mis amigos.

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—Bueno, no creo que os preocupéis por la inglesa —e inmediatamente la bruja se abalanzó

sobre Martha que, al igual que los otros, corrían a socorrer a María—. ¿Qué me decís ahora?

—No la vais a matar —anunció María con más odio al ver cómo la bruja abrazaba a Martha

del cuello y la chiquilla respiraba con dificultad.

—¿Acaso no querréis que muera? —sonrió la bruja perversamente.

—La única que la va a matar soy yo —dijo María con más odio, pues ya había descubierto el

punto débil de la bruja—. Ella tal vez mató a mi padre, pero todos tenemos derecho a perdonar y

ser perdonados. Ella por algo fue elegida y lo admito, tendré que aguantarla por tres años hasta que

lleguemos con Amelia, pero aún así sé que le faltan muchas cosas por vivir y por lo menos, me

conformo con imaginar su muerte, torturándola una y otra vez, al menos en mis pensamientos,

donde yo soy la que la mato y vos… no me vais a quitar ese privilegio. —Con cada palabra que

decía María, la bruja se empequeñecía hasta parecer una niña de tres años.

—¡Tarde o temprano sufriréis el más terrible de los suplicios y le pediréis disculpas a esta

chiquilla! —dijo segundos antes de que una saeta la alcanzará.

—Mientras eso pasa, prefiero seguir torturando a Martha en mi mente —sonrió María en el

instante que la flecha atravesaba a la bruja.

—Nunca imaginé que esa aversión por Martha fuera el más terrible odio de los seis —dijo

Xavier sorprendido, cuando caminaban hacia el carruaje.

—Pues ya veis, esa aversión nos salvó —sonrió María—. Sobre todo de que no me llevarán

con Ame… —calló, porque no quería revelar que siempre se la querían llevar.

Sin embargo, Xavier adivinó y le sonrió, haciendo que María se ruborizará un poco.

—Gracias por salvarme —le dijo Martha amigablemente—, but for that I had to know tú

odiarme y querer matar.

—Al menos me quité una carga de encima, ya no sabía qué hacer —sonrió María—, pero no

creo que nos llevemos bien aún, en lo que nos queda del viaje —terminó con ira al final.

—Yo creer que sí —dijo Martha contenta, dándole una palmadita en el hombro.

Mientras caminaban, se fueron percatando cómo las personas que habían estado

inconscientes, se levantaban confundidas. Un muchacho de 19 años de edad, con un semblante

español y piel indígena, al que María reconoció, gritó contento:

—¡No había qué reclamar, toda la cuenta estaba bien!

—Ahora estas personas estarán bien consigo mismas y con sus semejantes —sonrió María al

subir al carruaje—. ¿El hechizo se acabó una vez que la maté?

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La maldición de Roma. Capítulo 6. El odio de María

—El odio es difícil de comprender, pero una vez que estuvieron lejos de sus casas, pensaron

en cuánta falta les hacía estar con los demás —sonrió Victoria.

—Yo digo que eso es malo —dijo Xavier confundido.

—Es verdad, uno se daña a sí mismo y jamás podrá ser feliz. El odio os lleva a realizar cosas

que no tienen caso. Aprender a perdonar es una virtud y si os odian, no mostréis lo mismo, ruega

porque esa persona encuentre el camino de la luz —concluyó su madre.

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Sé parte de esta publicación en línea.

El tema de agosto es:

El trabajo de escribir

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desde cualquier perspectiva. Se sugiere que no rebase las 10 cuartillas. En caso de incluir

citas textuales, no olvidar señalar la fuente bibliográfica.

También puedes colaborar en:

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deberá incluir una ficha con el nombre del artista, el título y la información técnica de la obra.

- La sección favorita de todos, Creación literaria. Comparte un escrito de creación artística en

cualquier género literario en formato Word. Se sugiere que no rebase las 10 cuartillas. En caso

de querer publicar alguna obra de mayor extensión, enviarla por entregas o un fragmento de la

misma. En caso de contar con una dirección electrónica en donde se pueda leer íntegra la obra,

incluirla en los datos.

Todos los materiales deberán ser enviados a más tardar el 30 de julio de 2012 a la siguiente

dirección:

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Yo a veces v o m i t o…

literatura.

Edición Fecha de

publicación Temática

No. 13 6 de agosto de

2012 El trabajo de escribir

No. 14 3 de septiembre

de 2012 Violencia

No. 15 1 de octubre de

2012

Comunicaciones. Los lenguajes y las

lenguas.

*Junto con los documentos enviados, los

autores podrán anexar una reseña biográfica que

no rebase las 5 líneas.

*El equipo editorial se reserva el derecho de

publicar un escrito de mayor extensión de

acuerdo a la disponibilidad del espacio

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y sintácticamente por el Departamento de

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* La pluma en la piedra es una revista virtual

completamente gratuita, cuyo objetivo es la

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que ningún material enviado será utilizado para

alguna cosa distinta a lo propuesto por esta

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esta publicación.

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La Primer Ley dice: un robot Ningún ser humano. Ésta es la esencia del punto de vista robótico sobre la vida. no puede causar daño a un ser hum

ano o, mediante la inacción, perm

itir que un ser humano sufra daño. U

n ro

bot n

o hac

e dist

incio

nes.