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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año LII, número 14 (2.661) Ciudad del Vaticano 3 de abril de 2020 Despertar la solidaridad y la esperanza

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L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año LII, número 14 (2.661) Ciudad del Vaticano 3 de abril de 2020

Despertar lasolidaridad y la

esp eranza

L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Ciudad del Vaticanoredazione.spagnola.or@sp c.va

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 3 de abril de 2020, número 14

Unidos al llamamiento del secretario general de la ONU sobre el cese del fuego global

Que se detengantodas las guerras

Francisco desea además medidas adecuadas para evitar tragedias en las cárceles

Ángelus

El llamamiento del secretario generalde las Naciones Unidas por un «cesedel fuego total», dirigido a contras-tar «la actual emergencia por el CO-VID-19», fue relazado por el PapaFrancisco en el Ángelus del 29 demarzo, recitado como en las semanaspasadas desde la Biblioteca privadadel Palacio aspotólico vaticano. Pre-cedentemente el Pontífice comentadocomo suele hacerlo el Evangelio deldía, se detuvo sobre el episodio de laresurrección de Lázaro propuesto pa-ra el quinto domingo de Cuaresma.

Queridos hermanos y hermanas,¡buenos días!

El Evangelio de este quintodomingo de Cuaresma es elde la Resurrección de Láza-ro (cf. Juan 11, 1-45). Lázaro

era el hermano de Marta y María;eran muy amigos de Jesús. CuandoJesús llegó a Betania, Lázaro llevabaya cuatro días muerto; Marta corrióal encuentro del Maestro y le dijo:«Señor, si hubieras estado aquí, nohabría muerto mi hermano» (v. 21).Jesús le responde: «Tu hermano re-sucitará» (v. 23); y añade: «Yo soy laresurrección. El que cree en mí, aun-que muera, vivirá» (v. 25). Jesús semuestra como el Señor de la vida, elque es capaz de dar vida incluso alos muertos. Entonces llegan Maríay otras personas, todas con lágrimas,y entonces Jesús – dice el Evangelio– «se conmovió interiormente y [...]se echó a llorar» (vv. 33, 35). Con es-ta amargura en su corazón, fue al se-pulcro, agradeció al Padre que siem-pre le escucha, hizo abrir la tumba ygritó en voz alta: «¡Lázaro, sal fue-ra!». (v. 43). Y Lázaro sale «atadode pies a manos con vendas, y en-vuelto el rostro en un sudario» (v.44). Aquí sentimos claramente queDios es vida y da vida, pero asumeel drama de la muerte. Jesús podríahaber evitado la muerte de su amigoLázaro, pero quería hacer suyo nues-tro dolor por la muerte de nuestrosseres queridos y, sobre todo, queríamostrar el dominio de Dios sobre lamuerte. En este pasaje del Evangeliovemos que la fe del hombre y la om-nipotencia de Dios, el amor de Dios,se buscan y, finalmente, se encuen-

tran. Es como un doble camino: lafe del hombre y la omnipotencia delamor de Dios se buscan y finalmen-te se encuentran. Lo vemos en elgrito de Marta y María y todos no-sotros con ellas: “¡Si hubieras estadoaquí!...”. Y la respuesta de Dios noes un discurso, no, la respuesta deDios al problema de la muerte es Je-sús: “Yo soy la resurrección y la vi-da... ¡Tened fe! En medio del llantosigue teniendo fe, aunque la muerteparezca haber vencido. ¡Quitad lapiedra de vuestro corazón! Que laPalabra de Dios devuelva la vida adonde hay muerte”. También hoynos repite Jesús: “Quitad la piedra”:Dios no nos ha creado para la tum-ba, nos ha creado para la vida, bella,buena, alegre. Pero «por envidia deldiablo entró la muerte en el mundo»(Sabiduría 2, 24), dice el libro de laSabiduría, Y Jesucristo ha venido aliberarnos de sus lazos. Por lo tanto,estamos llamados a quitar las pie-dras de todo lo que sabe a muerte:por ejemplo, la hipocresía con laque vivimos la fe es la muerte; la crí-tica destructiva a los demás es lamuerte; la ofensa, la calumnia, es lamuerte; la marginación de los po-bres es la muerte. El Señor nos pideque quitemos estas piedras de nues-tros corazones, y la vida volverá aflorecer a nuestro alrededor. Cristovive, y quien lo acoge y se adhiere aÉl entra en contacto con la vida. SinCristo, o fuera de Cristo, no sólo nohay vida, sino que se recae en lamuerte.

La resurrección de Lázaro es tam-bién un signo de la regeneración quetiene lugar en el creyente a través

del Bautismo, con plena inserción enel Misterio Pascual de Cristo. A tra-vés de la acción y el poder del Espí-ritu Santo, el cristiano es una perso-na que camina en la vida como unanueva criatura: una criatura para lavida y que camina hacia la vida.

Que la Virgen María nos ayude aser tan compasivos como su Hijo Je-sús, que hizo suyo nuestro dolor.Que cada uno de nosotros esté cercade los que están en la prueba, con-virtiéndose para ellos en un reflejodel amor y la ternura de Dios, quelibera de la muerte y supera la vida.

Al término de la oración mariana, elPapa relanzó el llamamiento deAntónio Guterres y ha dirigido unpensamiento «a todas las personas quepadecen la vulnerabilidad de serobligados a vivir en grupo: casas dereposo, casermas... carceles».

Queridos hermanos y hermanas:

En los últimos días, el Secreta-rio General de las NacionesUnidas ha lanzado un llama-

miento para un “alto el fuego globale inmediato en todos los rinconesdel mundo”, recordando la actualemergencia del COVID-19, que noconoce fronteras. Un llamamiento aun cese del fuego total. Me sumo alos que han aceptado este llama-miento e invito a todos a darle se-guimiento deteniendo todas las for-mas de hostilidades bélicas, fomen-tando la creación de corredores parala ayuda humanitaria, la apertura ala diplomacia y la atención a los quese encuentran en una situación másvulnerable. Que nuestro compromiso

conjunto contra la pandemia puedallevar a todos a reconocer nuestranecesidad de fortalecer los lazos fra-ternales como miembros de una fa-milia. En particular, debería desper-tar en los responsables de las nacio-nes y otros actores involucrados uncompromiso renovado para superarlas rivalidades. ¡Los conflictos no seresuelven con la guerra! Es necesariosuperar los antagonismos y contras-tes a través del diálogo y la búsque-da constructiva de la paz. En estemomento quiero pensar de maneraespecial en todas las personas quesufren la vulnerabilidad de verseobligadas a vivir en grupo: asilos,cuarteles... En particular quieromencionar a las personas en prisión.He leído un memorándum oficial dela Comisión de Derechos Humanosque habla del problema del hacina-miento en las prisiones, que podríaconvertirse en una tragedia. Hagoun llamamiento a las autoridades pa-ra que sean sensibles ante este graveproblema y tomen las medidas nece-sarias para evitar futuras tragedias.

A todos vosotros os deseo unbuen domingo. Por favor, no os ol-vidéis de rezar por mí; yo lo hagopor vosotros. Buen almuerzo yadiós.

número 14, viernes 3 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 3

La adoración eucarísitica y la bendición «Urbi et Orbi» del Papa en el atrio de la Basílica vaticana

En oración por la humanidaddas. Nos encontramos asustados y perdidos. Aligual que a los discípulos del Evangelio, nos sor-prendió una tormenta inesperada y furiosa. Nosdimos cuenta de que estábamos en la misma bar-ca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismotiempo, importantes y necesarios, todos llamadosa remar juntos, todos necesitados de confortarnosmutuamente. En esta barca, estamos todos. Comoesos discípulos, que hablan con una única voz ycon angustia dicen: “p erecemos” (cf. v. 38), tam-bién nosotros descubrimos que no podemos se-guir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo jun-tos.

Es fácil identificarnos con esta historia, lo difí-cil es entender la actitud de Jesús. Mientras losdiscípulos, lógicamente, estaban alarmados y de-sesperados, Él permanecía en popa, en la parte dela barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? Apesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo,confiado en el Padre —es la única vez en el Evan-gelio que Jesús aparece durmiendo—. Después deque lo despertaran y que calmara el viento y lasaguas, se dirigió a los discípulos con un tono dereproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no te-néis fe?» (v. 40). Tratemos de entenderlo. ¿Enqué consiste la falta de fe de los discípulos que secontrapone a la confianza de Jesús? Ellos no ha-bían dejado de creer en Él; de hecho, lo invoca-ron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿note importa que perezcamos?» (v. 38). No te im-porta: pensaron que Jesús se desinteresaba deellos, que no les prestaba atención. Entre noso-tros, en nuestras familias, lo que más duele escuando escuchamos decir: “¿Es que no te impor-to?”. Es una frase que lastima y desata tormentasen el corazón. También habrá sacudido a Jesús,porque a Él le importamos más que a nadie. Dehecho, una vez invocado, salva a sus discípulosdesconfiados.

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabili-dad y deja al descubierto esas falsas y superfluasseguridades con las que habíamos construidonuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas yprioridades. Nos muestra cómo habíamos dejadodormido y abandonado lo que alimenta, sostieney da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.La tempestad pone al descubierto todos los inten-tos de encajonar y olvidar lo que nutrió el almade nuestros pueblos; todas esas tentativas de anes-tesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapa-ces de apelar a nuestras raíces y evocar la memo-ria de nuestros ancianos, privándonos así de la in-munidad necesaria para hacerle frente a la adver-sidad.

Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esosestereotipos con los que disfrazábamos nuestrosegos siempre pretenciosos de querer aparentar; ydejó al descubierto, una vez más, esa (bendita)pertenencia común de la que no podemos ni que-remos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirigea todos. En nuestro mundo, que Tú amas másque nosotros, hemos avanzado rápidamente, sin-tiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciososde ganancias, nos hemos dejado absorber por lomaterial y trastornar por la prisa. No nos hemosdetenido ante tus llamadas, no nos hemos desper-tado ante guerras e injusticias del mundo, no he-mos escuchado el grito de los pobres y de nuestroplaneta gravemente enfermo. Hemos continuadoimperturbables, pensando en mantenernos siem-pre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientrasestamos en mares agitados, te suplicamos: “D es-pierta, Señor”.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».Señor, nos diriges una llamada, una llamada a lafe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino irhacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuenatu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a míde todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomareste tiempo de prueba como un momento de elec-ción. No es el momento de tu juicio, sino denuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo quecuenta verdaderamente y lo que pasa, para sepa-rar lo que es necesario de lo que no lo es. Es eltiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti,Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tan-tos compañeros de viaje que son ejemplares, pues,ante el miedo, han reaccionado dando la propiavida. Es la fuerza operante del Espíritu derrama-da y plasmada en valientes y generosas entregas.Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar ymostrar cómo nuestras vidas están tejidas y soste-nidas por personas comunes —corrientemente ol-vidadas— que no aparecen en portadas de diariosy de revistas, ni en las grandes pasarelas del últi-mo show pero, sin lugar a dudas, están escribien-do hoy los acontecimientos decisivos de nuestrahistoria: médicos, enfermeros y enfermeras, encar-gados de reponer los productos en los supermer-cados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas,fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, reli-giosas y tantos pero tantos otros que comprendie-ron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento,donde se mide el verdadero desarrollo de nuestrospueblos, descubrimos y experimentamos la ora-ción sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno»(Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra pa-ciencia e infunde esperanza, cuidándose de nosembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántospadres, madres, abuelos y abuelas, docentesmuestran a nuestros niños, con gestos pequeños ycotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisisreadaptando rutinas, levantando miradas e impul-sando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecene interceden por el bien de todos. La oración y elservicio silencioso son nuestras armas vencedoras.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».El comienzo de la fe es saber que necesitamos lasalvación. No somos autosuficientes; solos nos

hundimos. Necesitamos al Señor como los anti-guos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a labarca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros te-mores, para que los venza. Al igual que los discí-pulos, experimentaremos que, con Él a bordo, nose naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios:convertir en algo bueno todo lo que nos sucede,incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tor-mentas, porque con Dios la vida nunca muere.

El Señor nos interpela y, en medio de nuestratormenta, nos invita a despertar y a activar esa so-lidaridad y esperanza capaz de dar solidez, con-tención y sentido a estas horas donde todo parecenaufragar. El Señor se despierta para despertar yavivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: ensu Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón:en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos unaesperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abra-zados para que nadie ni nada nos separe de suamor redentor. En medio del aislamiento dondeestamos sufriendo la falta de los afectos y de losencuentros, experimentando la carencia de tantascosas, escuchemos una vez más el anuncio quenos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. ElSeñor nos interpela desde su Cruz a reencontrarla vida que nos espera, a mirar a aquellos que nosreclaman, a potenciar, reconocer e incentivar lagracia que nos habita. No apaguemos la llamahumeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y de-jemos que reavive la esperanza.

Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todaslas contrariedades del tiempo presente, abando-nando por un instante nuestro afán de omnipo-tencia y posesión para darle espacio a la creativi-dad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Esanimarse a motivar espacios donde todos puedansentirse convocados y permitir nuevas formas dehospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. Ensu Cruz hemos sido salvados para hospedar la es-peranza y dejar que sea ella quien fortalezca ysostenga todas las medidas y caminos posiblesque nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar alSeñor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerzade la fe, que libera del miedo y da esperanza.

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar,que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde megustaría confiarlos a todos al Señor, a través de laintercesión de la Virgen, salud de su pueblo, es-trella del mar tempestuoso. Desde esta columnataque abraza a Roma y al mundo, descienda sobrevosotros, como un abrazo consolador, la bendi-ción de Dios. Señor, bendice al mundo, da saluda los cuerpos y consuela los corazones. Nos pidesque no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil ytenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandonesa merced de la tormenta. Repites de nuevo: «Notengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto conPedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio,porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).

También a través de «los brazos»simbólicos del columnato de san Pedro, elobispo de Roma se extiende en abrazar acada hombre y mujer en este tiempodramático de pandemía. A las 18 delviernes 27 de marzo, en el atrio de labasílica vaticana, el Papa Francisco guíaun momento extraordinario de oración aDios, en comunión espiritual con loscristianos de cada denominación, todos loscreyentes y los hombres de buena voluntad.

«A l atardecer» (Mc 4,35).Así comienza el Evan-gelio que hemos escu-chado. Desde hace al-

gunas semanas parece que todo se haoscurecido. Densas tinieblas han cubier-to nuestras plazas, calles y ciudades; sefueron adueñando de nuestras vidas lle-nando todo de un silencio que ensorde-ce y un vacío desolador que paraliza to-do a su paso: se palpita en el aire, sesiente en los gestos, lo dicen las mira-

número 14, viernes 3 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO páginas 4/5

Mensaje para la Jornada mundial de oración por las vocaciones

En las tempestades de la vida Jesús nos tiende la mano«Las palabras de la vocación» es el tema de la 57ª jornada de oración porlas vocaciones que se celebrará el 3 de mayo próximo, cuarto domingo dePascua. Publicamos a continuación el texto del mensaje escrito para la ocasiónpor el Papa Francisco.

Queridos hermanos y hermanas:

El 4 de agosto del año pasado, en el 160 aniversario de la muertedel santo Cura de Ars, quise ofrecer una Carta a los sacerdotes,que por la llamada que el Señor les hizo, gastan la vida cada díaal servicio del Pueblo de Dios. En esa ocasión, elegí cuatro pala-

bras clave —dolor, gratitud, ánimo y alabanza— para agradecer a los sacer-dotes y apoyar su ministerio. Considero que hoy, en esta 57 JornadaMundial de Oración por las Vocaciones, esas palabras se pueden retomary dirigir a todo el Pueblo de Dios, a la luz de un pasaje evangélico quenos cuenta la singular experiencia de Jesús y Pedro durante una noche detempestad, en el lago de Tiberíades (cf. Mt 14,22-33). Después de la mul-tiplicación de los panes, que había entusiasmado a la multitud, Jesús or-denó a los suyos que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla,mientras Él despedía a la gente. La imagen de esta travesía en el lagoevoca de algún modo el viaje de nuestra existencia. En efecto, la barca denuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un felizdesembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades delmar, aunque también anhela recibir del timonel un cambio de direcciónque la ponga finalmente en el rumbo adecuado. Pero, a veces puede per-derse, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro lu-minoso que la conduce al puerto seguro, o ser desafiada por los vientoscontrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores. También su-cede así en el corazón de los discípulos. Ellos, que están llamados a se-guir al Maestro de Nazaret, deben decidirse a pasar a la otra orilla, apos-tando valientemente por abandonar sus propias seguridades e ir tras lashuellas del Señor. Esta aventura no es pacífica: llega la noche, sopla elviento contrario, la barca es sacudida por las olas, y el miedo de no lo-grarlo y de no estar a la altura de la llamada amenaza con hundirlos.

Pero el Evangelio nos dice que, en la aventura de este viaje difícil, noestamos solos. El Señor, casi anticipando la aurora en medio de la noche,caminó sobre las aguas agitadas y alcanzó a los discípulos, invitó a Pedroa ir a su encuentro sobre las aguas, lo salvó cuando lo vio hundirse y, fi-nalmente, subió a la barca e hizo calmar el viento.

Así pues, la primera palabra de la vocación es gratitud. Navegar en ladirección correcta no es una tarea confiada sólo a nuestros propios esfuer-zos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos. Nuestrarealización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado ma-temático de lo que decidimos dentro de un “yo” aislado; al contrario, sonante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto. Es el Señorquien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca ynos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuandonos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos,mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los esco-llos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre lasaguas agitadas.

Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino anuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudi-da en medio de la tempestad. «La vocación, más que una elección nues-tra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor» (Carta a los sacerdotes,4 agosto 2019); por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuandonuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios ennuestra vida.

Cuando los discípulos vieron que Jesús se acercaba caminando sobrelas aguas, pensaron que se trataba de un fantasma y tuvieron miedo. Peroenseguida Jesús los tranquilizó con una palabra que siempre debe acom-pañar nuestra vida y nuestro camino vocacional: «¡Ánimo, soy yo, no ten-gáis miedo!» (v. 27). Esta es precisamente la segunda palabra que deseodaros: ánimo. Lo que a menudo nos impide caminar, crecer, escoger elcamino que el Señor nos señala son los fantasmas que se agitan en nues-tro corazón. Cuando estamos llamados a dejar nuestra orilla segura yabrazar un estado de vida —como el matrimonio, el orden sacerdotal, lavida consagrada—, la primera reacción la representa frecuentemente el

“fantasma de la incredulidad”: No es posible que esta vocación sea paramí; ¿será realmente el camino acertado? ¿El Señor me pide esto justo amí? Y, poco a poco, crecen en nosotros todos esos argumentos, justifica-ciones y cálculos que nos hacen perder el impulso, que nos confunden ynos dejan paralizados en el punto de partida: creemos que nos equivoca-mos, que no estamos a la altura, que simplemente vimos un fantasma quetenemos que ahuyentar.

El Señor sabe que una opción fundamental de vida —como la de casar-se o consagrarse de manera especial a su servicio— requiere valentía. Élconoce las preguntas, las dudas y las dificultades que agitan la barca denuestro corazón, y por eso nos asegura: “No tengas miedo, ¡yo estoy con-tigo!”. La fe en su presencia, que nos viene al encuentro y nos acompaña,aun cuando el mar está agitado, nos libera de esa acedia que ya tuve laoportunidad de definir como «tristeza dulzona» (Carta a los sacerdotes, 4agosto 2019), es decir, ese desaliento interior que nos bloquea y no nosdeja gustar la belleza de la vocación.

En la Carta a los sacerdotes hablé también del dolor, pero aquí quisieratraducir de otro modo esta palabra y referirme a la fatiga. Toda vocaciónimplica un compromiso. El Señor nos llama porque quiere que seamoscomo Pedro, capaces de “caminar sobre las aguas”, es decir, que tomemoslas riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio, en losmodos concretos y cotidianos que Él nos muestra, y especialmente en lasdistintas formas de vocación laical, presbiteral y de vida consagrada. Peronosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, almismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores.

Si dejamos que nos abrume la idea de la responsabilidad que nos espe-ra —en la vida matrimonial o en el ministerio sacerdotal— o las adversida-des que se presentarán, entonces apartaremos la mirada de Jesús rápida-mente y, como Pedro, correremos el riesgo de hundirnos. Al contrario, apesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al en-cuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades. En efecto,Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan conhundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación conalegría y entusiasmo.

Finalmente, cuando Jesús subió a la barca, el viento cesó y las olas secalmaron. Es una hermosa imagen de lo que el Señor obra en nuestra vi-da y en los tumultos de la historia, de manera especial cuando atravesa-mos la tempestad: Él ordena que los vientos contrarios cesen y que lasfuerzas del mal, del miedo y de la resignación no tengan más poder sobren o s o t ro s .

En la vocación específica que estamos llamados a vivir, estos vientospueden agotarnos. Pienso en los que asumen tareas importantes en la so-ciedad civil, en los esposos que —no sin razón— me gusta llamar “los va-lientes”, y especialmente en quienes abrazan la vida consagrada y el sa-cerdocio. Conozco vuestras fatigas, las soledades que a veces abrumanvuestro corazón, el riesgo de la rutina que poco a poco apaga el fuego ar-diente de la llamada, el peso de la incertidumbre y de la precariedad denuestro tiempo, el miedo al futuro. Ánimo, ¡no tengáis miedo! Jesús estáa nuestro lado y, si lo reconocemos como el único Señor de nuestra vida,Él nos tiende la mano y nos sujeta para salvarnos.

Y entonces, aun en medio del oleaje, nuestra vida se abre a la alaban-za. Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una in-vitación a cultivar la actitud interior de la Bienaventurada Virgen María.Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe susmiedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vidaun eterno canto de alabanza al Señor.

Queridos hermanos: Particularmente en esta Jornada, como también enla acción pastoral ordinaria de nuestras comunidades, deseo que la Iglesiarecorra este camino al servicio de las vocaciones abriendo brechas en elcorazón de los fieles, para que cada uno pueda descubrir con gratitud lallamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle “sí”, vencer lafatiga con la fe en Cristo y, finalmente, ofrecer la propia vida como uncántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero. Que laVirgen María nos acompañe e interceda por nosotros.

Roma, San Juan de Letrán,8 de marzo de 2020,

II Domingo de Cuaresma.

página 6 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 3 de abril de 2020, número 14

Las homilías del PontíficeMisa en Santa Marta

Cuando la gente tiene hambre

Entre las consecuencias de la pandemia seencuentra el espectro del hambre: y esprecisamente para aquellos que están ex-perimentando situaciones de pobreza ca-

da vez más extremas —y para los sacerdotes y reli-giosos que no deben tener miedo de permaneceren esta hora dramática en medio de su pueblo pa-ra llevar a Cristo— para los que el Papa Franciscoofreció, el sábado 28 de marzo por la mañana, lamisa celebrada en la capilla de la Casa SantaMarta.

«En estos días, en algunas partes del mundo,se han evidenciado las consecuencias, algunasconsecuencias, de la pandemia, una de las cualeses el hambre», dijo, de forma espontánea, al co-mienzo de la celebración transmitida en directoen vídeo. «La gente está empezando a ver perso-nas que tiene hambre», insistió el obispo de Ro-ma, «porque no pueden trabajar, no tienen untrabajo fijo, y por muchas circunstancias. Ya esta-mos empezando a ver el “después” que vendrámás tarde, pero comienza ahora». En particular«recemos por las familias que empiezan a sentir lanecesidad a causa de la pandemia», añadió el Pa-pa, que dio más fuerza a su oración con los ver-sos del Salmo 18 (5-7), leídos como antífona a laentrada: «Las olas de la muerte me envolvían, meespantaban las trombas de Belial, los lazos delseol me rodeaban, me aguardaban los cepos de laMuerte. Clamé a Yahveh en mi angustia, a miDios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo,resonó mi llamada en sus oídos».

«Y cada uno volvió a su casa»: de la última ex-presión del Evangelio de Juan (7, 40-53) propues-ta por la liturgia Francisco tomó ejemplo para sumeditación. «Después de la discusión y todo esto,todos volvieron a sus convicciones», dijo. Pero elEvangelio afirma que «hay una brecha en la gen-te: la gente que sigue a Jesús lo escucha», señalóel Pontífice, hasta el punto de que «no se dancuenta de cuánto tiempo pasan escuchándolo: lapalabra de Jesús entra en sus corazones». Porotra parte, sin embargo, está «el grupo de Docto-res de la Ley que, a priori, rechazan a Jesús por-que obra según la Ley, según ellos».

Hay «dos grupos de personas», entonces. Está«el pueblo que ama a Jesús, lo sigue; y el grupode intelectuales de la Ley, los líderes de Israel, loslíderes del pueblo». Y «esto queda claro cuandolos guardias volvieron a los jefes de los sacerdotesy les dijeron: ‘¿Por qué no lo han traído aquí?’Los guardias respondieron: ‘¡Nunca un hombreha hablado así!’. Pero los fariseos les respondie-ron: ‘¿Se han dejado engañar también ustedes?¿Alguno de los líderes o fariseos creía en él? Peroesta gente, que no conoce la Ley, está maldita».

«Este grupo de doctores de la Ley, la élite,siente desprecio por Jesús», comentó Francisco.Pero «también tienen desprecio por el pueblo,‘esa gente’ que es ignorante, que no sabe nada».Y así «el fiel pueblo santo de Dios cree en Jesús,lo sigue». Mientras «este pequeño grupo de eli-tes, los doctores de la Ley, se separan del puebloy no reciben a Jesús». Y uno se pregunta «porqué», considerando que «estos eran ilustres, inte-ligentes, habían estudiado». El hecho es que «te-nían un gran defecto: habían perdido la memoriade su pertenencia a un pueblo».

Para los que están asustados

“Oremos hoy por tantas personasque no logran reaccionar: que es-tán asustadas por esta pandemia.Que el Señor las ayude a levan-

tarse, a reaccionar por el bien de toda la socie-dad, de toda la comunidad”. El obispo de Romarelanzó en la celebración matutina de la misa en

la capilla de la Casa Santa Marta –también con laadoración y la bendición eucarística- el vigor espi-ritual del momento de oración con el que el vier-nes pasado, en la plaza de San Pedro, abrazó atoda la humanidad.

Un hilo ininterrumpido que el Papa teje sin ce-sar para estar junto al pueblo y animarlo. Un hilode oración y caridad que el Papa continúa relan-zando, pidiendo a los cristianos y hombres debuena voluntad que no se echen atrás, ahora másque nunca.

Y es precisamente por eso que, en la mañanadel lunes 30 de marzo, el Papa ofreció una misapara la gente asustada por la pandemia. Apoyan-do su oración también con el versículo 2 del Sal-mo 56, leído como antífona de entrada: “Ten pie-dad de mí, Señor, porque soy pisoteado; todo eldía estoy oprimido por mis enemigos”.

En su homilía, después, el Pontífice propusouna meditación surgida de la escucha de la Pala-bra de Dios propuesta por la liturgia - un pasajetomado del libro del profeta Daniel (13, 1-9. 15-17.19-30. 33-62) y un pasaje del Evangelio de Juan(8, 1-11) - cuyos protagonistas son dos mujeres.

Francisco comenzó su homilía repitiendo losversos del Salmo Responsorial que acaba de pro-clamar: “El Señor es mi pastor, nada me falta. Enverdes pastos me hace reposar. Me conduce afuentes tranquilas y allí reparo mis fuerzas. Meguía por cañadas seguras haciendo honor a sunombre. Aunque fuese por valle tenebroso, nin-gún mal temería, pues tú vienes conmigo, tu varay tu cayado me sosiegan” (Salmo 23, 1-4).

Precisamente esta, señaló Francisco “es la expe-riencia de estas dos mujeres, cuya historia leímosen las dos Lecturas. Una mujer inocente, falsa-mente acusada, calumniada, y una mujer pecado-ra. Ambas condenadas a muerte”. Y agregó: “Lainocente y la pecadora”. También apuntó el Pon-tífice que “algunos Padres de la Iglesia vieron enestas mujeres una figura de la Iglesia: santa, perocon hijos pecadores. Decían en una hermosa ex-presión latina: ‘La Iglesia es la casta meretriz’, lasanta con los hijos pecadores”

Las Escrituras nos muestran que ambas mujeres“estaban desesperadas, humanamente desespera-das”, continuó Francisco. Pero también nos mues-tra que “Susana confía en Dios. También hay dosgrupos de personas, de hombres; ambos al servi-cio de la Iglesia: los jueces y los maestros de laLey”. En realidad, añadió el Pontífice, “no eranclérigos, pero estaban al servicio de la Iglesia, enel tribunal y en la enseñanza de la Ley”.

“Los primeros, los que acusaron a Susana, erancorruptos: el juez corrupto, la figura emblemáticade la historia”. También en el Evangelio, “Jesúsretoma, en la parábola de la viuda insistente, aljuez corrupto que no creía en Dios y no se preo-cupaba por los demás. Los corruptos. Los docto-res de la ley no eran corruptos, sino hipócritas”.

Y así, “para estas mujeres, -una cayó en manosde hipócritas y la otra en manos de corruptos- nohabía salida”. Precisamente los versículos del sal-mo 22 indican la vía de salida: “Aunque fuese porvalle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vie-nes conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan”.

número 14, viernes 3 de abril de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 7

Finalmente, explicó el Papa, “ambas mujeres ibanpor un valle tenebroso, estaban allí: un valle tene-broso, hacia la muerte. La primera confía explíci-tamente en Dios y el Señor interviene. La segun-da, pobrecita, sabe que es culpable, afeada suconducta ante de todo el pueblo —porque el pue-blo estaba presente en ambas situaciones—, elEvangelio no lo dice, pero seguramente rezaba ensu interior, pedía ayuda”.

“¿Qué hace el Señor con esta gente?”, se pre-guntó Francisco. “Salva a la mujer inocente, lehace justicia. Perdona a la mujer pecadora. A losjueces corruptos los condena; a los hipócritas losayuda a convertirse, y ante el pueblo dice: ‘Sí, ¿deverdad? El primero de vosotros que esté sin peca-dos, que tire la primera piedra’ y uno tras otro sevan”, relata el Evangelio. Con una anotación:“Tiene algo de ironía, el Apóstol Juan, aquí:‘Ellos, al oír estas palabras, se fueron retirandouno tras otro, comenzando por los más viejos’”.

En sustancia, dijo el Papa, “les deja un poco detiempo para que se arrepientan”, mientras que “alos corruptos no los perdona, simplemente por-que los corruptos son incapaces de pedir perdón,ha ido más allá. Se ha cansado, no es capaz”.Porque, explicó Francisco, “la corrupción tambiénle ha quitado la capacidad que todos tenemos deavergonzarnos, de pedir perdón. No, el corruptoestá seguro, sigue adelante, destruye, explota a lagente, como a esta mujer, todo, todo... sigue ade-

cadores. La Iglesia es la madre de todos. Agra-dezcamos a Dios que no somos corruptos, que so-mos pecadores”. Y pidió que cada uno de noso-tros, mirando cómo actúa Jesús en estos casos,“confíe en la misericordia de Dios”. Y que rece,“confiando en la misericordia de Dios, pida elperdón. ‘Porque Dios me guía por cañadas segu-ras haciendo honor a su nombre. Aunque pasepor un valle tenebroso, el valle del pecado, nin-gún mal temería, pues tú vienes conmigo, tu varay tu cayado me sosiegan’”.

Por las personas sin hogar

La serpiente no es ciertamente un animalsimpático: siempre se asocia con el mal.Incluso en la revelación, la serpiente es elanimal que usa el diablo para inducir al

pecado. En el Apocalipsis se llama, al diablo, “laantigua serpiente”, la que desde el principiomuerde, envenena, destruye, mata. De ahí no sepuede salir. Si quieres salir como alguien que pro-pone cosas bellas, éstas son fantasía: las creemosy así pecamos. Esto es lo que le pasó al pueblo deIsrael: no pudieron soportar el viaje. Estaban can-sados. Y el pueblo habló contra Dios y contraMoisés. Siempre es la misma música, ¿no? “¿Porqué nos sacaste de Egipto? ¿Para hacernos moriren este desierto? Porque aquí no hay pan ni aguay estamos hartos de este alimento ligero, el maná”. (Cf. Nm. 21, 4-5) Y la imaginación –lo hemos

No se entiende. Lógicamente, no se entiende,porque esto es una profecía, es un anuncio de loque va a pasar. Porque también hemos escuchadocomo una profecía cercana, en el Evangelio:“Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre,entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nadapor propia iniciativa”. (Juan. 8, 28) Jesús levanta-do: en la cruz. Moisés hace una serpiente y lo le-vanta. Jesús será levantado, como la serpiente, pa-ra dar la salvación. Pero el núcleo de la profecíaes precisamente que Jesús se hizo pecado por no-sotros. No ha pecado: se ha hecho pecado. Comodice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros peca-dos en su propio cuerpo”. (Cf. 1 Pt 2, 24) Ycuando miramos al crucificado, pensamos en elSeñor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos de-tenemos antes de llegar al centro de esa verdad:en este momento, Tú pareces el mayor pecador,Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí mis-mo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a símismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tor-mento, está la venganza de los doctores de la Ley,de los que no querían a Jesús: todo esto es ver-dad. Pero la verdad que viene de Dios es que Élvino al mundo para tomar nuestros pecados sobresí mismo hasta el punto de convertirse en pecado.Todo pecado. Nuestros pecados están ahí.

Debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijobajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de laredención. En Jesús hecho pecado vemos la de-

rrota total de Cristo. No finge morir, no finge su-frir, solo, abandonado... “Padre, ¿por qué me hasabandonado?”.(Cf. Mt 27, 46; Mc 15, 34) Una ser-piente: Yo soy levantado como una serpiente, co-mo lo que es todo pecado.

No es fácil entender esto y, si pensamos, nuncallegaremos a una conclusión. Sólo, contemplar,rezar y dar gracias."

Oración la comunión espiritual:Las personas que no pueden recibir la comu-

nión hacen ahora la comunión espiritual.Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamen-

te en el cielo y en el Santísimo Sacramento delAltar. Te amo sobre todas las cosas y deseo viva-mente recibirte dentro de mi alma, pero no pu-diendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven almenos espiritualmente a mi corazón. Y como siya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del to-do a Ti. Señor, no permitas que jamás me apartede Ti.

Amén.

lante. Se pone en el lugar de Dios”. Y el Señor“resp onde” a estas mujeres, añadió el Pontíficeconcluyendo su meditación: “A Susana la liberade estos corruptos, la hace seguir adelante”. Y ala otra mujer, que fue sorprendida en adulterio ledice: “Tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvasa pecar”. Con una diferencia, señaló el Pontífice:“En el primer caso, el pueblo alaba al Señor; enel segundo caso, el pueblo aprende. Aprende có-mo es la misericordia de Dios”.

“Cada uno de nosotros tiene sus propias histo-rias”, afirmó el Pontífice concluyendo su medita-ción. “Cada uno de nosotros tiene sus propios pe-cados”, agregó. Y señaló: “Y si no se los recuerda,que piense un poco: los encontrará”. Franciscotambién apuntó: “Agradece a Dios si los encuen-tras, porque si nos los encuentras, eres un corrup-to. Todos tenemos nuestros pecados. Miremos alSeñor que hace justicia pero es tan misericordio-so”. Por eso, añadió el Papa, “nos avergoncemosde estar en la Iglesia: avergoncémonos de ser pe-

leído en los días pasados– siempre va a Egipto:“Pero, allí estábamos bien, comíamos bien …”. Ytambién, parece que el Señor no podía soportar ala gente en este momento. Se enfadó: la ira deDios se ve a veces... Y entonces el Señor envióentre el pueblo serpientes abrasadoras que mor-dían a la gente y morían. “Murieron muchosisraelitas” (Nm. 21, 5) En ese momento, la ser-piente es siempre la imagen del mal: el pueblo veen la serpiente el pecado, ve en la serpiente loque ha hecho el mal. Y se acerca a Moisés y le di-ce: “Hemos pecado por haber hablado contra elSeñor y contra ti. Intercede ante el Señor paraque aparte de nosotros las serpientes”. (Nm. 21, 7)Se arrepiente. Esta es la historia en el desierto.Moisés oró por el pueblo y el Señor le dijo aMoisés: “Hazte una serpiente abrasadora y ponlasobre un mástil. Todo el que haya sido mordido yla mire, vivirá”. (Nm. 21, 8)

Me hace pensar: ¿pero no es esto idolatría? Ahíestá la serpiente, ahí, un ídolo, que me da salud...

página 8 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 3 de abril de 2020, número 14

En la audiencia general el Pontífice retoma las catequesis sobre las Bienaventuranzas

En las pruebas de la vida un camino de purificación

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy leemos juntos la siguiente Biena-venturanza, que promete la visión deDios y tiene como condición la pure-za de corazón. Dice un salmo: “D ice

de ti mi corazón: 'Busca su rostro'. Sí, Yahvé ,turostro busco. No me ocultes tu rostro” (27, 8-9).Este lenguaje manifiesta la sed de una relaciónpersonal con Dios, no mecánica, no un poco nu-blada, no: personal, que el libro de Job tambiénexpresa como signo de una relación sincera. Diceasí el libro de Job: “Yo te conocía sólo de oídas,mas ahora te han visto mis ojos” (Job 42, 5).Ymuchas veces pienso que este es el camino de lavida, en nuestra relación con Dios. Conocemos aDios de oídas, pero con nuestra experienciaavanzamos, avanzamos, avanzamos y al final loconocemos directamente, si somos fieles... Y estaes la madurez del Espíritu.

¿Cómo llegar a esta intimidad, a conocer aDios con los ojos? Se puede pensar, por ejem-plo, en los discípulos de Emaús, que tienen alSeñor Jesús a su lado, “pero sus ojos estaban re-tenidos para que no le conocieran” (Lucas 24,16). El Señor les abrirá los ojos al final de un ca-mino que culmina con la fracción del pan y quehabía empezado con un reproche: "¡Oh, insensa-

tos y tardos de corazón para creer todo lo quedijeron los profetas!” Es el reproche del principio(Lucas 24, 25). Este es el origen de su ceguera: elcorazón insensato y tardo. Y cuando el corazónes insensato y tardo, no se ven las cosas. Se venlas cosas como nubladas. Aquí reside la sabidu-ría de esta Bienaventuranza: para contemplar, esnecesario entrar dentro de nosotros mismos y ha-cer espacio a Dios porque, como dice San Agus-tín, “Dios es más interior que lo más íntimomío” (‘interior intimo meo’: Confesiones, III, 6,11). Para ver a Dios no basta con cambiar de ga-fas o de punto de vista, o cambiar a los autoresteológicos que enseñen el camino: ¡hay que libe-rar el corazón de sus engaños! Este es el únicocamino. Es una madurez decisiva: cuando nosdamos cuenta de que nuestro peor enemigo seesconde a menudo en nuestro corazón. La bata-lla más noble es contra los engaños internos quegeneran nuestros pecados. Porque los pecadoscambian la visión interior, cambian la valoraciónde las cosas, muestran cosas que no son verdade-ras, o al menos que non son tan verdaderas.

Por lo tanto, es importante entender qué es la“pureza de corazón”. Para hacerlo debemos re-cordar que para la Biblia el corazón no consistesólo en los sentimientos, sino que es el lugar más

esto, veo esto y está mal” : reconocer la partemala, la parte que está nublada por el mal - paraaprender el arte de dejarse siempre adiestrar yguiar por el Espíritu Santo. El camino del cora-zón enfermo, del corazón pecador, del corazónque no puede ver bien las cosas, porque está enel pecado, a la plenitud de la luz del corazón esobra del Espíritu Santo. Él es quien nos guía pa-ra recorrer este camino. Y así, a través de este ca-mino del corazón, llegamos a “ver a Dios”.

En esta visión beatífica hay una dimensión fu-tura, escatológica, como en todas las Bienaventu-ranzas: es la alegría del Reino de los Cielos haciael que vamos. Pero existe también la otra dimen-sión: ver a Dios significa comprender los desig-nios de la Providencia en lo que nos sucede, re-conocer su presencia en los sacramentos, su pre-sencia en los hermanos, especialmente en los po-bres y los que sufren, y reconocerlo allí donde semanifiesta (cf. Catecismo de la Iglesia Católica,2519).

Esta Bienaventuranza es un poco el fruto delas precedentes: si hemos escuchado la sed delbien que habita en nosotros y somos conscientesde que vivimos de misericordia, comienza un ca-mino de liberación que dura toda la vida y noslleva al Cielo. Es un trabajo serio, un trabajo quehace el Espíritu Santo si le damos espacio paraque lo haga, si estamos abiertos a la acción delEspíritu Santo. Por eso podemos decir que esuna obra de Dios en nosotros - en las pruebas yen las purificaciones de la vida – y esta obra deDios y del Espíritu Santo lleva a una gran ale-gría, a una paz verdadera. No tengamos miedo,abramos las puertas de nuestro corazón al Espíri-tu Santo para que nos purifique y nos hagaavanzar por este camino hacia la alegría plena.

Al final de la catequesis, antes de recitar el "Paternoster" e impartir la bendición apostólica, elPontífice saludó a los fieles que lo seguían a travésde los medios de comunicación.

Saludo cordialmente a los fieles de lenguaespañola, que siguen esta catequesis a tra-vés de los medios de comunicación social.

Pidamos al Señor que nos conceda pureza y sen-cillez de corazón para descubrir su Providenciaen los sucesos de la vida cotidiana. Y tengamospresentes, en estos momentos de prueba y oscu-ridad, a todos nuestros hermanos y hermanasque sufren, y a quienes los ayudan y acompañancon amor y generosidad. Que Dios los bendiga.

íntimo del ser humano, el espaciointerior donde una persona es ellamisma. Esto, según la mentalidadbíblica.

El propio Evangelio de Mateodice: “Si la luz que hay en ti esoscuridad, ¡qué oscuridad habrá!”(6, 23). Esta “luz” es la mirada delcorazón, la perspectiva, la síntesis,el punto desde el que se lee la rea-lidad (cf. Evangelii gaudium, 143).

¿Pero qué significa corazón “pu-ro ”? El puro de corazón vive en lapresencia del Señor, conservandoen el corazón lo que es digno dela relación con Él; sólo así poseeuna vida “unificada”, lineal, notortuosa sino simple.

El corazón purificado es, por lotanto, el resultado de un procesoque implica una liberación y unarenuncia. El puro de corazón nonace así, ha vivido una simplifica-ción interior, aprendiendo a negarel mal dentro de sí, algo que en laBiblia se llama circuncisión del co-razón (cf. Deuteronomio 10, 16;30:6; Ezequiel 44, 9; Jeremías 4,4). Esta purificación interior impli-ca el reconocimiento de esa partedel corazón que está bajo el influ-jo del mal: -“Sabe, Padre, siento

Publicamos, a continua-ción, el texto de la cate-quesis pronunciada porel Papa en la audienciageneral del miércoles porla mañana, 1 de abril,en la biblioteca privadadel Palacio ApostólicoVaticano, sin la presen-cia de fieles, como medi-da de prevención antela emergencia del coro-navirus. Retomando elciclo de reflexiones sobrelas Bienaventuranzas, elPontífice se detuvo en lasiguiente: “Bienaventu-rados los limpios de co-razón, porque ellos ve-rán a Dios” (Mateo 5,8).