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E xamen NÚMERO 154 / AÑO XVIII / NOVIEMBRE 2007 Número 154 Noviembre 2007 DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA Revolución! Friedrich Katz entrevista Santiago Portilla Macario Schettino Mauricio y Fernando Ortiz Proal También escriben: Shlomo Ben-Ami Laura Cerna Bernardo Domínguez C. Francisco Gil Villegas Carlos Martínez Ulloa Ernesto Ottone Francisco Rojas ¡Vive la Examen Portada.indd 1 11/16/07 4:34:42 PM

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ExamenNÚMERO 154 / AÑO XVIII / NOVIEMBRE 2007

Núm

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oviembre 2007

DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA

Revolución!

Friedrich Katz entrevista

Santiago PortillaMacario Schettino

Mauricio y Fernando Ortiz Proal

También escriben:Shlomo Ben-Ami

Laura CernaBernardo Domínguez C.

Francisco Gil VillegasCarlos Martínez Ulloa

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154 Noviembre de 2007

4 Los trenes rigurosamente olvidados11 En Europa y Estados Unidos lo prefieren

SoNia MoraleS

12 Revolución en el transporte urbanoroberto reMeS tello de MeNeSeS

14 Hacia la era post petróleo HuMberto lira Mora

16 Chiapas, el último de los estados20 2007: PRI en ascenso electoral

elíaS CHávez

22 Una reforma perfectible FraNCiSCo rojaS

24 El formato del informeSaMuel PalMa

26 Ruta de las reformas electoralesCéSar duarte

28 La crisis viene del norteberNardo doMíNguez CereCereS

estados

RefoRma del estado

economía

medio ambiente

RepoRtaje

Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes rangel Presidenta del Comité Ejecutivo Nacional

Jesús Murillo Karam Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional

Heriberto M. Galindo Quiñones Coordinador del Comité Nacional Editorial

y de Divulgación

Miguel lópez azuara Director General

Joel Hernández santiago Director Editorial

[email protected]

elías chávez y García Jefe de Información

alberto salamanca Cultura

María luisa lópez Jóvenes

sergio a. ruiz carreraDirección de Arte

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daniel González Corrección

carlos Guerrero Guilló Coordinador Técnico y Enlace Administrativo

Jorge Hernández castilloAsistente

Comité Nacional Editorial y de Divulgación del CEN del PRI: Insurgentes Norte No. 59, Colonia Buenavista, Edificio 1, Tercer Piso,

México D.F., Delegación Cuauhtémoc, C.P. 06359.n

Teléfonos: 01 (55) 5729-9600 extensiones 2663, 1302 y 1304 e-mail: [email protected]

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Revistas Ilustradas.n

Autorización como correspondencia de Segunda Clase, publicación periódica, registro No. 010-0190, características 228731209, del

Servicio Postal Mexicano, ISSN: 0188-2450.n

Derechos de reproducción reservados. Prohibida la reproducción parcial o total sin la previa autorización, por escrito, de la Dirección General. Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los

autores. n

Impresa en Litolasser – Privada de Aquiles Serdán No. 28 Azcapot-zalco, D.F. El tiraje de este número de Examen es de 10,000 ejemplares.

Noviembre de 2007. México.n

Distribuida por: DIFESA Distribuidora de Fondos Editoriales S.A. de C.V.

Amado Paniagua No. 43, Col. Moctezuma 1a. Sección, México, D.F. C.P. 15500 Tel. 5784-6110 e-mail:[email protected]

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contenido

32 Friedrich Katz: La Revolución no ha muerto36 La historia, para indagar la verdad

joel HerNáNdez SaNtiago

38 La Revolución de 1910-1911. Pueblo en armasSaNtiago Portilla

45 La Revolución que no fueMaCario SCHettiNo

48 Defi nir la RevoluciónMauriCio Y FerNaNdo ortiz Proal

52 De Adolfo Suárez a los políticos joSeFiNa MartíNez del álaMo

60 Un nuevo contrato social para América Latina erNeSto ottoNe

62 El Tratado de Lisboa FraNCiSCo gil villegaS M.

64 Ambicioso pacto con IránSHloMo beN-aMi

66 Refl exiones, recuerdos y un peso perdidoraFael CardoNa

70 3Mujeres3 laura CerNa lara

72 A ti, ¿cómo te pinta el futuro?CriStiNa galiNdo

76 El México de GreenspanCarloS MatíNez ulloa

78 Un domingo en el Museo del EstanquilloMariaNa berlaNga

80 “Voces inocentes”aNdréS de luNa

especial

inteRnacional

ciUdad

GÉneRo

jÓVenes

libRos

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PORTADA: Foto / ÓSCar garCía

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El inconfundible pitido del tren dejó de oírse paulatinamente cuando su vocación de transportar pasajeros y carga quedó sólo en lo segundo. Incluso para mucha gente los trenes, sobre todo de pasajeros, ya no existen. En la ciudad de México se cerró la estación de Buenavista (inaugurada en la época del presidente López Mateos) y con ese hecho pareció terminar toda una época de nostalgia que venía desde el porfiriato.

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Caminar por la zona de Buenavista, en el Distrito Federal, evoca el constante movi-miento de pasajeros, el eco en los pasillos que llevaban a los andenes para abordar el tren. Hoy son trabajadores quienes llenan el

espacio que en poco tiempo se convertirá en estación del servicio de pasajeros El Suburbano, que traerá y lleva-rá gente de Buenavista a Cuautitlán en la primera etapa de un gran proyecto que deberá empezar a operar en el primer semestre de 2009 y agilizar el transporte entre la capital del país y el Estado de México.

El resto de la República tampoco se beneficia aún del servicio de pasajeros, mientras que el de carga dis-minuyó. De los más de 20 mil kilómetros de líneas fé-rreas que había a principios del siglo pasado, 16 mil 942 se concesionaron a la iniciativa privada durante los sexe-nios de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox, en un proceso que arrancó en 1994 y que dejó cuatro regiones ferroca-rrileras en manos privadas y sólo dos, en la zona sur, a cargo del gobierno.

Poco a poco las imágenes con las máquinas exhalan-do vapor quedaron solamente en la pintura de José María Velasco (El puente de Metlac), en las caricaturas de Abel Quezada (pasajeros despidiéndose por las ventanillas) y, por supuesto, en las canciones de la Revolución (cuando me dicen/ que ya se va el tren/…), en los anuncios de los primeros años de la televisión (Este es el trenecito del cho-colate Express...) y en las películas en las que no falta la escena del amor que se va o que llega en tren. Las imáge-nes melancólicas pueden ir más atrás porque el tren llegó para incluir a México en la revolución industrial que ya se había establecido en Europa.

En 1837 se otorgó la primera concesión para un tren y en 1873 se inauguró la vía del Puerto de Veracruz a la ciu-dad de México, sumando los primeros 572 kilómetros de vías ferroviarias, escribe Salvador Zarco, director del Mu-seo de los Ferrocarrileros ubicado en la antigua estación de la Villa de Guadalupe, en el Distrito Federal, abierto ape-nas el año pasado. Durante años, el museo más conocido fue el que aún se localiza en Puebla.

Caminos de hierroLa economía del país se desarrolló en torno de los ca-minos de hierro. El gran auge se lo dio Porfirio Díaz, aunque siempre le han reprochado que otorgó las conce-siones, sobre todo, a capital extranjero, preferentemente estadounidense.

“Los estudios sobre el tema han comprobado que era la única posibilidad de que se construyera un sistema de transporte moderno, dadas las condiciones de la épo-ca. No había alternativa de recursos nacionales suficien-tes ni instituciones para organizar ese capital y dedicarlo a construir empresas. Se dudaba por la poca rentabilidad

de los más de 20 mil kilómetros de líneas férreas que había a principios del siglo pasado, 16 mil 942 se concesionaron a la iniciativa privada durante los sexenios de ernesto Zedillo y de Vicente Fox

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de las empresas ferroviarias en los primeros años”, señala la investigadora de El Colegio de México, Sandra Kuntz, quien publicó el libro Ferrocarriles y obras públicas, y el artículo Ferrocarriles Nacionales de México. La gran em-presa, que forma parte del libro Empresas y grupos empre-sariales en América Latina, España y Portugal, entre otros título sobre el tema.

Durante el porfiriato se consiguió industrializar el país –dice Kuntz– con vías férreas que propiciaron un mercado de exportación, fortalecieron el intercambio de mercancías al interior del país y favorecieron “la movilidad de la sociedad, el desarrollo de pautas modernas de rela-ción, de integración”, además de que atrajeron corrientes migratorias internas y hacia Estados Unidos. Las estacio-nes permitieron el surgimiento de grandes ciudades que crecieron y se fortalecieron por el flujo de trenes.

Sin embargo, advierte la investi-gadora, en 1907, en el mismo gobier-no de Díaz, el secretario de Hacien-da, José Yves Limantour, decidió que 50% de “las principales líneas fuera adquirido en un paquete accionario por el gobierno, para evitar que esas líneas se fusionaran y convirtieran en una gran empresa extranjera y en un monopolio. Eran, sobre todo, de norteamericanos y en menor medi-da de ingleses y belgas. A este plan se le llamo la mexicanización de los ferrocarriles, no era una nacionalización”, pues la adminis-tración quedó en manos de particulares.

Trenes reVoluCionariosAl estallar la Revolución, los trenes fueron prácticamente un arma estratégica. Así como permitían el traslado de revolucionarios, también los federales los utilizaban para transportar armamento. Muchas veces eran para ello más convenientes que el uso del caballo. De ahí surgieron mu-chas canciones en torno del tren (Cuando dice el conduc-tor.../ piensan que soy militar/ yo soy puro garrotero…).

La investigadora explica que Pancho Villa llenaba los trenes de gente y de armamento, y amarraba la máquina a las vías para levantarlas conforme pasaba el ferrocarril.

El uso de los trenes durante la Revolución hizo que se cuestionara su función. En 1915, Venustiano Carran-za los “confiscó”, es decir no los mexicanizó como Díaz ni los nacionalizó como años después Lázaro Cárdenas. “Sin pago alguno, sin cambio en la propiedad, la admi-nistración privada pasó al Estado”. No fue sino hasta 1926 cuando la dirección regresó a las empresas privadas, a las que se seguía pagando por decisión de Limantour. Esa deuda perduró hasta los años cincuenta.

En opinión de la investigadora, a partir del papel

que jugaron los ferrocarriles en la Revolución, “el gobier-no ejerció una interferencia permanente, subordinándo-los a una lógica distinta a la que los había movido en el siglo anterior: la económica y comercial de las empresas privadas, que les había dado la centralidad en la econo-mía mexicana.

“Ahora se subordinaba a la lógica de la constitución del Estado Revolucionario”, a su ideología y propósitos, al tiempo que surgía un sindicato de trabajadores “muy po-deroso que se alió primero a Obregón y luego a los otros líderes revolucionarios”.

Marginados del proyecto de expansión carrete-ro que promovieron Obregón y Calles, los ferrocarri-les, que habían sufrido destrucción, “cierto deterioro y obsolescencia porque el equipo se había ido haciendo viejo, no recibieron la inversión que necesitaban para

rehabilitarse en el momento en que otros sistemas ferroviarios en el mundo se estaban modernizando”. Solamente se impulsó fuertemente el sistema carretero, sin tomar en cuenta que ambos deben ser “in-versiones paralelas y complemen-tarias”.

La especialista explica que, además de no inyectárseles apoyos, se les impuso un interés de 10% para pagar la deuda del país. Así se fue “medrando y minando la fortaleza

de los ferrocarriles como empresa”.

la naCionaliZaCiónEl 28 de junio de 1937, por decreto del presidente Láza-ro Cárdenas, surgió como empresa nacionalizada Ferro-carriles Nacionales de México, con una administración obrera que la sumergió “en una lógica más corporativa, más sindical que empresarial, y en una cierta subordi-nación de los ferrocarriles a los propósitos del proyecto gubernamental”.

La política de marginación siguió, pues “no se les abastecía de los recursos que necesitaban para mantener el equipo en forma o para modernizarlo, y tampoco se construían líneas nuevas en cantidad suficiente para mantenerlo a la altura de las necesi-dades del país”.

La investigadora deslinda: en un análisis del mo-vimiento obrero, el movimiento ferrocarrilero de los años cincuenta jugó un papel fundamental, pero, “des-de el punto de vista de una racionalidad económica, el movimiento probablemente contribuyó a que (el ferro-carril) fuera marginado como el medio de transporte preferido por el sistema”. Los políticos se hicieron en-tonces camioneros.

además de no inyectárseles apoyos, se les impuso un

interés de 10% para pagar la deuda del país. así se fue

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Salvador Zarco, exlíder de la Sección 15 del sindicato de trabajadores ferrocarrileros, también admite que la des-composición paulatina del sistema ferroviario se debió tan-to a la falta de apoyo y modernización de su infraestructura como a la insuficiente construcción de vías nuevas, pese a que se contaba con personal capacitado. Da un ejemplo: en 1944, los obreros del taller de Acámbaro, Guanajuato, “construyeron íntegramente dos locomotoras de vapor, de-mostrando el grado de desarrollo tecnológico”.

Expone otro ejemplo de la falta de apoyo: mientras que en Europa existen vías de ida y de vuelta, en México siempre se operó con una sola, lo que implica pérdidas en los tiempos que se invierten en los entronques para hacer los cruces de trenes.

Respecto del tren de pasajeros, Zarco agrega que se fueron cancelando paulatinamente con el argumento de que no eran rentables, siendo que en todos los países de Europa y de Asia este sistema está subvencionado por los gobiernos, pues de otra manera no se puede operar.

CanCelaCiones“Cuando era pequeña viajaba en tren y me contaban que eran los mismos vagones de la época de la Revolución”, cuenta la investigadora Sandra Kuntz.

En la década de los sesenta se intentó modernizar el sistema de trenes de pasajeros dotándolos de servicios integrales para viajes largos que perduraron todavía has-ta los años ochenta. Así, los que iban de Hermosillo a Guadalajara o del Distrito Federal a Monterrey contaban con carros dormitorios que incluían todos los servicios, además de vagones para comedor e incluso de descanso o entretenimiento. Todo se canceló. El último que operó fue el llamado “Tren bala” que hacía el recorrido de Bue-navista a Querétaro en tres horas.

Al sur de la ciudad, el que corría a Cuernavaca se canceló “porque su pitido matutino molestaba los oídos de los vecinos”, dice Salvador Zarco, entrevistado en las instalaciones del museo, a dos cuadras de la Villa de Gua-dalupe. Ahí se lee:

1º. De septiembre de 1907 Estación Guadalupe-Hi-dalgo, y ahí exhiben el libro que conforma el “Proyecto del Primer camino de Hierro de La República desde El puerto de Veracruz a la Capital de México. México. Im-preso por Ignacio Cumplido. Calle de los Rebeldes No. 2. 1837”.

El pasado 30 de septiembre Zarco participó en una conferencia en el Distrito Federal, invitado por la fundación Fiedrich Ebert Stiftunn, de Alemania. También participó el diputado alemán Martín Burkert, quien contó a la audien-

cia que allá corren 30 mil kilómetros de líneas férreas.“Se sorprendió (Burkert) cuando narré que, al ha-

cerse la privatización, el entonces director de los Ferro-carriles Nacionales de México, Luis de Pablo, argumentó que el tren debía tener solamente vocación de transporte de carga”, refiere el ex líder sindical, quien insiste en la importancia de interrelacionar los diferentes sistemas de transporte de carga: aéreo, carretero y ferrocarril, y al mismo tiempo atender la demanda de pasajeros.

Con tristeza relata la forma en que fueron vendien-do los ferrocarriles a partir del decreto del Presidente Ernesto Zedillo: cambió el carácter de la industria ferro-viaria de “estratégica y reservada al Estado mexicano, a prioritaria, lo que posibilitó su privatización”.

Fueron debilitando al sindicato, dice, primero en su columna vertebral, que eran los trabajadores de talleres, después a los de vías. “Los dejaban hacer lo que quisieran, llegar tarde, faltar, y nadie les levantaba actas. Al final fueron corriendo a la gente”.

Sin embargo, el sindicato ferrocarrilero sigue exis-tiendo, aunque ahora trabaja para alguna de las seis compañías ferroviarias. La mayor parte del personal fue jubilado o liquidado. “En esos años, en las colonias don-de vivíamos la mayoría, se veían entrar muebles nuevos, coches último modelo; con el paso de los años fueron sa-liendo y ahora la gente ya no tiene dinero”.

Los más capacitados fueron recontratados por las compañías que adquirieron las concesiones, explica Ber-nardo Ayala, subdirector de Relaciones Gubernamentales para la Operación de la empresa Ferrocarriles Mexicanos que da servicio al norte del país.

las ConCesionesLas concesiones otorgadas en los últimos 13 años (“hoy ya no hay”, se lee en la página de internet donde se publi-can las convocatorias para las licitaciones) beneficiaron principalmente a cuatro empresas:

Ferrocarril Mexicano (Ferromex), empresa que tie-ne el mayor número de kilómetros de vías y abarca cinco divisiones: Centro de México, Guadalajara, Monterrey, Hermosillo y Chihuahua. Esta última es la única donde subsiste el servicio de pasajeros, sobre todo hacia la sierra Tarahumara, identificado como “el económico” y que to-davía está subvencionado por el gobierno. También apo-yan el servicio de tren turístico exprés –paquetes– que la mayoría de las veces traslada a turistas estadounidenses, explica su titular, José Luis Cárdenas, y el servicio princi-pal de carga de “El Chepe”.

Otras importantes rutas de Ferromex son la Ojinga-

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Topolobampo y la de Nacozari, que atiende principal-mente los puertos de Manzanillo y Mazatlán.

Se trata de “poco más de 8 mil kilómetros de vías; más de 6 mil trabajadores o empleados; una flota de más de 12 mil carros de ferrocarril y más de 500 locomotoras” desde que empezó a trabajar este servicio, en febrero de 1998, explica Bernardo Ayala.

Aclara que la concesión incluye “vías, talleres, estacio-nes, puentes, es decir, bienes del dominio público de la Fe-deración, que es la infraestructura ferroviaria y sus inmue-bles”, pero el resto del equipo, trenes, locomotoras, se obtu-vieron inicialmente a través de una operación de compra venta al gobierno y con el paso de los años ellos lo han ido modernizando a partir de fuertes inversiones de capital.

Los propietarios de Ferromex son Grupo Méxi-co S.A. de C.V., encabezado por Germán Larrea, quien posee 74% de las acciones, y la empresa estadounidense Union Pacific, dueña del resto del porcentaje accionario.

Las otras concesiones, por 50 años prorrogables a otros 50, fueron para Kansas City Southern, Ferrosur y

el de Zona Metropolitana, también llamado Terminal Ferroviaria del Valle de México. El gobierno mexicano retiene todavía las líneas del Istmo de Tehuantepec y Chiapas-Mayab.

Todas estas líneas cubren sólo la ruta que les corres-ponde. Para traer mercancía desde el norte a la Ciudad de México, Ferromex debe entroncar en Huehuetoca o en Lechería con la Terminal del Valle de México. A su vez, Ferrosur llega únicamente a Teotihuacán, mientras que el Chiapas-Mayab va hasta Coatzacoalcos, Veracruz.

Esta última ha sido seleccionada por los inmigrantes centroamericanos para cruzar ilegalmente por México y llegar a Estados Unidos. Por lo menos en este año, varios han sido los casos documentados por la prensa mexicana en que centroamericanos se han aventurado, muchas ve-ces pagando cara su osadía.

Les llaman los “sin papeles” y a su penuria de viaje tienen que sumar las arbitrariedades de algunos agentes de Migración mexicanos o de policías que se colocan al lado de las vías para atraparlos y deportarlos.

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Por tratarse de trenes de carga, tienen que viajar en los vagones cerrados, con poca o nula ventilación, lo que ha provocado la muerte por asfixia de varios. En otros casos han quedado mutilados al caer, por accidente o cansancio, a las vías del tren cuando viajan colgados y escondidos en la parte baja del tren.

Los abusos contra ellos han sido tantos que en mayo pasado la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem) pidió a los gobiernos municipales de Tultitlán, Cuautitlán, Izcalli y Coacalco que retiraran a la policía de las zonas de vías de ferrocarril para evitar abu-sos de los uniformados contra los migrantes, que vienen principalmente de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.

Aunque oficialmente el tren Chiapas-Mayab está en manos del gobierno federal, hasta el 27 de julio pasado lo operaba la empresa estadounidense Genesee & Wyoming Inc. (GWI), según información del periódico El Universal. La compañía suspendió los transportes y los indocumen-tados se quedaron varados en esa zona sureste por falta de dinero, alimentos y agua, lo que se convirtió en un proble-ma para las autoridades, por lo que, a partir de agosto, el gobierno federal reactivó los servicios de esa línea ferro-viaria mediante un acuerdo con Ferrocarriles del Istmo de Tehuantepec (FIT), recontratando trabajadores de la extin-ta Ferrocarriles Nacionales de México (Ferronales).

Sí, el ferrocarril pasa de ser el héroe de las películas al villano.

esperanZa renaCidaEn el museo de la Villa funciona un cine-club de largo-metrajes y documentales que se han ido adquiriendo y rescatando: son más de 300, informa Salvador Zarco.

A su vez, la investigadora del Colegio de México reitera que es necesario impulsar el transporte ferrovia-rio, para lo cual –coincidiendo con Ayala– explica que el gobierno debe invertir en infraestructura, sobre todo de vías.

“La experiencia internacional nos muestra que el sistema ferroviario debe ser parte integral de un sistema de transporte moderno, complementario de los otros sis-temas, y que puede ser rentable si se le moderniza y se le pone a la altura de las necesidades; no es una inversión perdida. Eso es lo que demuestran los sistemas en Europa y Japón, incluso en Sudamérica, donde se les impulsa más que en México”, afirma Sandra Kuntz.

Le parece una anomalía que en México el servicio de pasajeros esté estancado y casi desaparecido, que el tren “se use tan parcialmente y ni siquiera se disponga de lí-neas de alcance nacional en las que se puedan transportar pasajeros. Hay sistemas regionales que conducen carga y se complementan a nivel regional, pero no hay líneas na-cionales de pasajeros, como hace 100 años”.

“Todos los países lo utilizan (al tren) para el trans-

porte de pasajeros. Quizás habría que hacer un tren bala para viajar a Querétaro o a Guadalajara. Debería inda-garse qué están haciendo las empresas privadas con el sistema, si lo van a modernizar, si lo van a hacer integral, complementario de los otros, y habría que ver qué va a pasar”, subraya la investigadora en su cubículo de El Co-legio de México.

A pesar del desdén gubernamental por los ferroca-rriles y de los años de retraso, los ferrocarriles mexica-nos sí se modernizaron. Dejaron atrás las máquinas de vapor y pasaron a las máquinas diesel y eléctricas. Hoy las modernas locomotoras apostadas a un lado de la Fe-ria de Chapultepec ya no ostentan las tradicionales siglas “FNM”. Sólo dicen: “República Mexicana”.

En el corto tiempo, la esperanza para el servicio de pasajeros es que el gobierno federal y las autoridades del Distrito Federal y del Estado de México concluyan el Tren Suburbano en todas sus etapas.a

Periodista y Catedrática

la experiencia internacional nos muestra que el sistema ferroviario debe ser parte integral de un sistema de transporte moderno.

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Mientras que en México el transporte ferroviario de pasajeros prácticamente ha desaparecido, en muchas de las principales ciudades europeas y de

Estados Unidos es el más solicitado por miles de usuarios.En Europa, modernos trenes conectan sus principales

ciudades con las poblaciones cercanas. De ahí el nombre de servicio de “cercanías”, en Madrid, España. La estación Atocha de Madrid –principal de entronque con el metro– recibe ríos de pasajeros que se transportan a Toledo, Alcalá de Henares, Aranjuez, San Lorenzo del Escorial o Segovia.

El gobierno español estableció en 1941 la Red Na-cional de los Ferrocarriles Españoles (Renfe), paraestatal que tuvo entre sus primeros propósitos rehabilitar las lí-neas dañadas durante la Guerra Civil. A partir de los años setenta, Renfe, que durante décadas recibió subvenciones gubernamentales, tuvo como prioridad lograr su rentabili-dad económica, y en 2005 se dividió en dos: ADIF, gestora de infraestructuras ferroviarias, y Renfe Operadora, encar-gada de la explotación de los ferrocarriles.

Renfe ha ido creciendo y modernizándose. Después del atentado del 11 de marzo de 2004 en Atocha, busca desconcentrar a otras estaciones los entronques de llega-das y salidas, para prevenir atentados y para agilizar los servicios de pasajeros.

Otro servicio ferroviario español es el Regional, que abarca ciudades más lejanas a Madrid, como Guadalaja-ra, Sevilla, Zaragoza, Barcelona o San Sebastián; también se aborda en Atocha. Se cuenta también con las llamadas Grandes Líneas y las de Alta Velocidad (AVE), además de los servicios de transporte de mercancías.

En Francia, alrededor de París opera un servicio de trenes moderno y rápido que entronca con estaciones del metro y de autobuses. De acuerdo con la embajada francesa en México, la firma Sociedad Nacional de Ferrocarriles hace circular a diario 118 convoyes, ahorrando 50% de tiempo entre París y 21 estaciones del este francés. Pero también atiende otras ciudades europeas, como Frankfurt, adonde los trenes llegan en tres horas y 50 minutos, contra seis horas y 15 minutos que hacían antes. Mannheim, Munich, Basi-lea, Zurich y Luxemburgo son otras ciudades beneficiadas por los avances tecnológicos en velocidad ferroviaria.

En mayo pasado se puso en marcha el proyecto para unir París y Estrasburgo mediante un tren de gran velo-cidad (TGV) que realizará el trayecto en dos horas con 20 minutos, a 320 kilómetros por hora, en lo que llaman líneas de alta velocidad para transporte comercial. La ve-locidad para el transporte de pasajeros será menor. Este tren del este europeo, que opera la Sociedad Nacional de Ferrocarriles, prevé atender a 11.5 millones de viajeros al año por lo menos hasta 2010, 65% más que el actual nú-mero de usuarios.

Alemania cuenta también con una importante red fe-rroviaria. 30 mil kilómetros de vías férreas para un país que es casi del tamaño de Chihuahua. Además, las dos princi-pales compañías europeas de Francia y Alemania se fusio-naron y sus trenes en los trayectos París-Stuttgart-Munich circulan ahora en dos sentidos, es decir por distintas vías de ida y de vuelta, no como en México donde sólo hay una vía para ambos sentidos, lo que obliga a utilizar entronques.

En Estados Unidos, el desarrollo del transporte ferro-viario se centró en el servicio comercial y económico, más que en el de pasajeros. En 1827 inició la construcción de su primera vía de ferrocarril, y el 4 de julio de 1828 comen-zaron las operaciones entre Baltimore y Ohio. A casi dos siglos, el servicio ferroviario de transporte de mercancías se mantiene como una de las principales opciones.

Por su parte, el servicio de pasajeros se complemen-ta con las rutas tranviarias y con el subterráneo, o metro, como se le conoce en México. Pero sólo los turistas pueden comprar pases especiales para viajeros internacionales. Los estadounidenses y los canadienses que viajan todos los días, tienen que pagar precios normales para abordar alguna de las más de 20 lí-neas férreas que cruzan el territorio estadounidense de norte a sur o de este a oeste. Todas cuentan con la tecnología más avanzada en la industria.

Por el corredor nores-te de Estados Unidos, entre Boston y Washington, circula desde enero del año 2000 un tren que durante la totalidad del recorrido es remolcado por locomotoras eléctricas. Además, el 11 de diciembre pasado se inició el servicio comercial de los nuevos tre-nes eléctricos Acela, capaces de circular a 150 millas por hora –240 kilómetros por hora–, por lo que podrían con-siderarse los primeros trenes de alta velocidad en Estados Unidos. Alstom y Bombardier han fabricado ya 20 trenes Acela Express, con dos cabezas motrices extremas, trac-ción eléctrica y seis coches basculantes intermedios.

En Oriente, los países del Pacífico no se quedan atrás. Japón cuenta con trenes bala de la más avanzada tecnolo-gía que conectan sus principales ciudades, como Osaka, Kyoto y Nagoya, con Tokio. Ofrecen, en plan turístico, lo que llaman Viaje Shinkansen, un recorrido por varias lo-caciones para conocer toda su milenaria cultura.

Las altas velocidades europeas, estadounidenses y japonesas contrastan con las mexicanas. Por ejemplo, el tren suburbano mexicano, se prevé en el proyecto, co-rrerá a 130 kilómetros por hora. a

(S. M.)

En Europa y Estados Unidos lo prefieren

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medio ambiente

RobeRto Remes tello de meneses¿Se puede hacer algo para mejorar la calidad de vida cuando se tienen

tiempos crecientes de traslado de la casa al trabajo? ¿Cuando la distancia del empleo obliga a tener al menos

una comida fuera de casa, con el consecuente impacto en el bolsillo?

Revolución en el transporte urbano

No podemos revertir el crecimiento de las ciudades en México y en el mundo, pero sí podemos hacer mucho para mejorar la forma en la que se vive en ellas. Como un muy mal ejemplo, la ciudad de México ha

vivido distintas etapas que sólo presagian lo que ocurrirá en otras ciudades: la historia comienza con el crecimien-to de la mancha central, luego con el de las manchas ur-banas más cercanas, después con el apetito feroz de una metrópoli que se va comiendo pueblos y suburbios, has-ta que termina siendo un monstruo megalopolitano con capacidad de interacción en un radio de más de 100 ki-lómetros. Ya lo vivimos en el Distrito Federal; se empieza a vivir en Monterrey y Guadalajara; Puebla y Toluca se apresuran, lo mismo que Juárez y Tijuana.

Y si bien no podemos revertir el crecimiento de las ciudades del país, lo que esperamos ver revertido es el deterioro de la calidad de vida. ¿Se puede hacer algo para mejorar la calidad de vida cuando se tienen tiempos crecientes de traslado de la casa al trabajo? ¿Cuando la distancia del empleo obliga a tener al menos una comi-da fuera de casa, con el consecuente impacto en el bol-sillo? ¿Cuando las áreas verdes son sustituidas por gri-ses? ¿Cuando la convivencia social queda desplazada por fenómenos urbanos como la delincuencia, el estrés, los centros comerciales y la tendencia al individualismo?

Las ciudades con más de 1 millón de habitantes representan 35% de la población, mientras que para el año 2020 tendrán casi 50%. Esto significa que de ma-

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nera creciente las políticas sociales necesitarán abordar temas de infraestructura y servicios urbanos como una prioridad, y deberán haber satisfecho otros problemas, como la desnutrición y la falta de acceso a los servicios básicos de salud. Los habitantes de estas grandes ciuda-des harán viajes de más de cinco kilómetros todos los días y destinarán más de una hora diaria a su traslado. En muchos casos estaremos hablando de más de 10 ki-lómetros por viaje –como ya ocurre en las zonas metro-politanas de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla y Toluca– y de más de dos horas destinadas al transporte cada día, llegando a los extremos que hoy tenemos con quienes habitan en las zonas más apartadas, que pueden llegar a destinar más de cinco horas a hacer traslados que en conjunto superan los 100 kilómetros diarios.

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La revolución en la calidad de vida de los habitantes de las grandes ciudades pasa por inversiones muy fuertes y crecientes en el transporte. Esto significa que debere-mos sustituir la lógica de una mancha urbana casi única por la interacción de centros urbanos productivos me-jor comunicados.

Para llegar a esto veo dos puntos importantes:

1. A escala nacional, el gobierno federal, con interven-ción de la Cámara de Diputados, deberá establecer un fondo que vaya más allá del Fondo Metropolitano esta-blecido desde 2006: orientado a la infraestructura para el transporte de pasajeros, que desarrolle trenes suburba-nos para las ciudades con más de 1 millón de habitantes, que aporte recursos para que los gobiernos locales lleven a cabo obras de metro y trenes ligeros en estas ciudades, y que otorgue financiamiento para proyectos de corredo-res confinados de autobús (BRT). La Federación también deberá otorgar apoyo técnico a estados y municipios para planes integrales de transporte.2. En las localidades, los gobiernos municipales y esta-tales deberán establecer métodos ágiles de coordinación

metropolitana y planes de transporte con horizontes de corto, mediano y largo plazos, incorporando soluciones mixtas con trenes suburbanos, metro, tren ligero y BRT. Las haciendas públicas locales deberán buscar la forma de financiar estas obras y su operación mediante una mez-cla de elementos, como impuestos locales, transferencias federales, una buena ingeniería de costos y tarifas, ganan-cias por plusvalía, entre otros instrumentos.

En los próximos años deberemos ver un salto cuantita-tivo y cualitativo en la infraestructura para el transporte urbano. Hoy la ciudad de México cuenta con aproxima-damente 234 kilómetros de transporte masivo (201 de metro, 13 de tren ligero y 20 de metrobús), pero en los próximos años esta cantidad podría elevarse más allá de los 500 kilómetros. El gobierno local ha prometido una decena de líneas de metrobús (BRT) que en conjunto so-brepasarían los 200 kilómetros, aunados a 23 kilómetros de la línea 12 del metro y a 27 kilómetros de Suburbano. También el Estado de México está planteando una red BRT que en principio abarcaría al menos tres líneas y 50 kilómetros de longitud. Están en puerta los trenes subur-banos a Chalco y Ecatepec. En menos de seis años se ha-brá casi triplicado la red de transporte masivo de la Zona Metropolitana del Valle de México.

La única forma de mantener este ritmo y lograr los mismos efectos en las grandes ciudades del país es con apoyo del gobierno federal. En un principio podrían aprovecharse, como hasta ahora, recursos del Fondo Me-tropolitano así como del Fondo de Infraestructura de Ba-nobras. No obstante, tarde o temprano tendrá que crearse un fondo específico.

Estarán pendientes los trenes suburbanos de una de-cena de ciudades que ya cuentan con el derecho de vía. En el mediano plazo estos trenes deberán crecer para convertirse en trenes regionales, aunque esa, ciertamen-te, ya es otra historia, y una historia más será cuando esos trenes regionales se entrelacen en una red nacional. a

Político y Escritorwww.megablogolis.com.mx

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Es difícil que hoy día se ponga en duda el lu-gar preeminente que en la agenda global tie-ne el cambio climático. Hay una aceptación casi generalizada de los gobiernos naciona-les y de la comunidad internacional sobre los

riesgos que representa el calentamiento global origina-do por la actividad humana, principalmente por el uso de combustibles de origen fósil, como los derivados del petróleo.

En la Unión Europea día a día ganan terreno las po-líticas que favorecen metas mayores para reducir la emi-sión de gases efecto invernadero comprometidas confor-me al Protocolo de Kyoto. Estas políticas hablan de una reducción de emisiones totales de 30%; cuando se refie-ren a bióxido de carbono las reducciones propuestas son de 20%, en ambos casos para el año 2020.

En paralelo, estos países impulsan con vigor el uso de energías renovables para limitar e incluso sustituir el

uso de las no renovables. Los cálculos que resultan pro-ponen llegar en 2020 a 20% en el uso de las renovables respecto del total.

Este nivel de interés creciente que se observa en la Unión Europea está ausente por lo menos en términos de políticas públicas de aplicación real en los dos países responsables de las mayores emisiones: Estados Unidos y China. En el caso de Estados Unidos ni siquiera es sus-criptor del Protocolo de Kyoto, mientras que China vol-tea la vista hacia otro lugar insistiendo en que no pueden los países en desarrollo, y China es uno de ellos, asumir compromisos que originalmente corresponden a los paí-ses industrializados.

No obstante, en los Estados Unidos una resolución emitida el 2 de abril de 2007 por la Suprema Corte ha obli-gado a la EPA (agencia para la protección del ambiente) a asumir sus atribuciones en la regulación de emisiones de gases efecto invernadero, que se había negado a ejer-

Hacia la era post-petróleo14

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HumbeRto liRa moRa

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“el mundo atraviesa una gran transformación en la que el cambio climático pasó a ocupar el centro de la política nacional y global”.

cer con el argumento de no tener competencia para ello. En este juicio fueron muy significativos los argumentos de Massachussets ante el más alto tribunal norteamerica-no, donde planteó “los daños reales é inminentes” que la omisión regulatoria crónica de la EPA estaba causando a la población.

El Instituto de la Tierra de la Universidad de Colum-bia, uno de los centros más prestigiados en estos temas, ha puntualizado: “El mundo atraviesa una gran transfor-mación política en la que el cambio climático pasó a ocu-par el centro de la política nacional y global”.

Lo cierto es que en todas las latitudes se ha conclui-do que es necesario atender con urgencia la ejecución de medidas que contengan o mitiguen los efectos del cambio climático.

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No existen consensos de aceptación universal sobre las medidas adecuadas para alcanzar esos objetivos, pero en todos los casos se habla de un cambio de mo-delo en el que el principio está marcado: aceptar que el principio del fin de la era del petróleo ya llegó y que deben realizarse todos los esfuerzos posibles para transitar, por una ruta nueva y desconocida, a las energías limpias.

En nuestro país, donde el petróleo ha sido un puntal de desarrollo, se observan incipientes intentos para cons-truir las rutas hacia las energías limpias. No obstante, en el balance nacional de energía el lugar de éstas es muy modesto. Por ello cobra importancia puntualizar algunos de los aspectos que los especialistas subrayan de los es-cenarios previsibles en esa transición donde las energías renovables ocuparán lugares centrales.

Hoy día, y con mayor énfasis en los próximos años, los fenómenos de la transición energética están y estarán caracterizados por los siguientes hechos:

1. La transición energética de la “era del petróleo” a la “era post-petróleo” se ha iniciado y los signos son evidentes.2. La “era del petróleo” concluirá no por su agota-

miento, sino por los efectos que su utilización tiene en el calentamiento global y en el cambio climático.3. La transición energética es un proceso muy com-plejo y largo, influido por componentes muy diver-sos, entre otros los ideológicos y los políticos.4. El crecimiento de la producción y uso de las ener-gías renovables requerirá una batería de incentivos regulatorios que en un primer paso propicien y fo-menten su uso en mezcla con “energías sucias” (por ejemplo, etanol con gasolinas) antes de que se migre definitivamente a las energías limpias.5. La sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables no será espectacular. El aumen-to en el uso de combustibles limpios será gradual pero muy consistente.6. La alternativa “maíz alimento” o “maíz biomasa” es en el fondo falsa. No debiera haber discusión: en México el maíz es alimento. El tema ya está politiza-do y así seguirá. Habrá sin embargo un elemento a discutir: expandir la frontera agrícola para cultivar maíz transgénico con fines energéticos.7. La industria azucarera, sin perder su vocación original, eventualmente migrará estacionalmente a los biocombustibles. La Ley vetada por el gobierno federal y que está de regreso en el Congreso de la Unión lo debe propiciar. En la producción de bio-combustibles habrá aprovechamiento intensivo de otros cultivos adicionales al maíz y la caña: sorgo, remolacha, soya e incluso cítricos.8. El mercado de etanol tardará en existir en el país. Los productores nacionales de este biocombustible tendrán sus oportunidades iniciales en el de los Es-tados Unidos.9. La regulación de la producción y comercialización de biocombustibles debe sustentarse en el sector energético y no en el agrícola.10. Promover políticas restrictivas en sectores de acti-vidad “sucios” ambientalmente (transporte, industria con uso intensivo de energéticos fósiles, etcétera), que serán compensadas con incentivos ad hoc. a

Político mexicano

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Capital del travestismo político, Chiapas vive una supuesta alternancia en la que Juan Sabines Guerrero, temeroso de una crisis de ingobernabilidad que lo obligue a dejar la gubernatura, recurre a la represión

y a prácticas antidemocráticas de siempre.Terminar el periodo gubernamental de seis años es

normal en otros estados del país, pero no en Chiapas, donde la inestabilidad política llegó a producir un go-bernador interino de otro gobernador interino de otro interino.

A punto de cumplir su primer año como gober-nador, Sabines ha polarizado a la sociedad chiapaneca en dos grandes bandos: los que lo elogian por su su-puesta “habilidad política” y los que, además de con-siderarlo autoritario y antidemocrático, lo acusan de defraudar las expectativas que creó como candidato de la alianza que encabezaron los partidos de la Revo-lución Democrática (PRD), del Trabajo (PT) y Con-vergencia (PC).

Todavía hace año y medio, Sabines militaba en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Era presi-dente municipal de Tuxtla Gutiérrez, la ciudad capital donde desplazó del ayuntamiento al Partido Acción Na-cional (PAN) en las elecciones municipales de 2004.

Posteriormente, en 2006, el entonces gobernador Pablo Salazar Mendiguchía intentó revivir la alianza encabezada por el PAN y el PRD que en el año 2000 lo hizo triunfar. Con esa coalición, Salazar Mendiguchía calculaba influir en la sucesión.

“En Chiapas prácticamente no hay división de poderes. El legislador número uno es el gobernador. El verdadero poder

es el de Sabines Guerrero”, dicen los opositores.

CHIAPASel último de los estados

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Pero una alianza PAN-PRD como la que seis años antes llevó al poder a Salazar era ahora inimaginable debido a la confrontación de esos partidos en el ámbito nacional: se encontraban en plena lucha por la Presi-dencia de la República. Ante esa realidad, el goberna-dor y su delfín, Sabines, desplegaron artes de travestis-mo político.

Primero, Sabines buscó la candidatura a goberna-dor por el PRI. No la logró y decidió renunciar a ese partido y aceptar la postulación del PRD, tutelado y apoyado por el gobernador Salazar.

Los cuatro contendientes de los otros partidos cali-ficaron el proceso como una “elección de Estado”. Acu-saron al gobernador Salazar de intervenir ante el Comité Nacional del PRD y ante Andrés Manuel López Obra-dor para que los precandidatos Emilio Zabadúa, Rubén Velásquez y Rutilio Escandón dejaran el paso libre a la candidatura de Juan Sabines.

Actualmente, algunos funcionarios de origen priís-ta se han integrado al PRD o han formado grupos en el gobierno del estado para apoyar a Sabines y obtener un lugar en el presupuesto.

En el proceso de elección de su candidato a gober-nador, la alianza PRI-PVEM tuvo siete precandidatos. De ellos uno fue escogido en un encuentro estatal en Tuxtla, pero la reunión derivó en un enfrentamiento en el que participaron grupos encabezados por Roberto Al-bores Guillén y Jesús Orantes. Agredieron al grupo de José Antonio Aguilar Bodegas, que había sido designa-do candidato de unidad.

Los opositores a la candidatura de Aguilar Bode-gas efectuaron protestas y marchas que debilitaron a su candidato.

Hace siete años, cuando inició su mandato, Pablo Salazar se enfrentó a una Cámara de Diputados domi-nada casi en dos terceras partes por el PRI.

El domingo 7 de octubre se eligieron en Chiapas 118 presidentes municipales y 40 diputados locales en 24 distritos estatales. Contendieron siete partidos (PAN, PRI, PRD, PVEM, PT, PC, Panal) en diversas modalida-des de alianzas, tanto distritales como municipales.

Las coaliciones son puramente para arribar al po-der. Parecería que en Chiapas ya no existen partidos de izquierda, de centro o de derecha. Y los chiapanecos temen que la nueva Legislatura, elegida el pasado 7 de octubre, siga el camino de la docilidad, ahora con Juan Sabines como antes con Pablo Salazar.

“En Chiapas prácticamente no hay división de po-deres. El legislador número uno es el gobernador. El verdadero poder es el de Sabines Guerrero”, dicen los opositores.

Mientras tanto, como sucedió a lo largo del siglo XX, Chiapas sigue ocupando casi siempre el último lu-gar entre las entidades federativas. Tiene la proporción más alta de analfabetas, 23%, y de adultos sin primaria completa, 60%. En el año 2000 apenas uno de cada cinco de sus habitantes disponía de agua entubada, electrici-dad y drenaje dentro de su vivienda. En ese año, 75% de su población ocupada, tres de cada cuatro, ganaba dos salarios mínimos o menos, la proporción más alta de trabajadores mal remunerados entre todas las entidades federativas de la República.

Sin embargo, Chiapas no es un estado pobre en recursos naturales. Produce aproximadamente 31 mil barriles de petróleo diarios; aporta 15% del gas húme-do y 30% de la electricidad de origen hidráulico. 40%

Chiapas no es un estado pobre en recursos naturales. Produce aproximadamente 31 mil barriles de petróleo diarios; aporta 15% del gas húmedo y 30% de la electricidad de origen hidráulico. 40% del agua del país se encuentra en esta entidad.

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del agua del país se encuentra en esta entidad. Pero esta riqueza no ha sido bastante para acelerar su creci-miento ni para mejorar sus condiciones de vida.

El costo del transporte en Chiapas es 20% ma-yor que el promedio nacional y 45% más alto que en el norte del país. Y la actividad económica preponde-rante, que emplea casi la mitad de la población, es la agricultura, en ocasiones limitada al autoconsumo y la mera subsistencia. Aun dentro del estado el transporte de productos agrícolas resulta a veces prohibitivo. En Palenque, por ejemplo, las frutas y hortalizas que con-sumen los visitantes provienen del centro del país.

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Pero las dificultades geográficas constituyen también una riqueza potencial del estado. La sucesión de cade-nas montañosas, altiplanos y valles origina una gran variedad de microclimas que pueden ser aprovechados por una agricultura moderna y diversificada. A los cul-tivos tradicionales, como maíz, frijol, café, caña de azú-car, habría que agregar otros que ya se practican pero que podrían aprovecharse mejor, como palma africana, marañón, mamey, macadamia, papaya, mango, melón y algunos más.

Sus recursos acuíferos, sus paisajes naturales y sus sitios arqueológicos forman una reserva de primer or-den para todo tipo de desarrollos turísticos.

El estado cuenta con 260 kilómetros de costas, 5 mil 616 kilómetros cuadrados de mar territorial y más de 78 mil hectáreas de sistemas estuarinos, lo que le da innumerables oportunidades para el desarrollo de la pesca y la acuacultura.

Pero estas riquezas potenciales no se han materia-lizado. Lo que predomina y pesa sobre la población son las difíciles condiciones de vida y, aún más, la desespe-ranza de que la situación cambie para mejor en el corto o el mediano plazo.

En un estudio sobre la pobreza en Chiapas, elabora-do por el sociólogo y filosofo Arturo Cantú, se establece que, de continuar las dotaciones de servicios al ritmo re-gistrado entre 1970 y 1990, en las regiones predominan-temente indígenas se necesitarían 141 años para alcanzar los servicios básicos, la Región Selva necesitaría 123 años para obtenerlos, y el municipio de Chalchihuitán, el más pobre del estado, tardaría 217 años en tener acceso a los mismos servicios (agua, drenaje, electricidad, vivienda de materiales durables, educación a los niños en edad esco-lar). Se trata de cifras evidentemente desproporcionadas, absurdas, si no fueran reales.

Esto explica, por lo menos en parte, la rebelión de 1994. Lo cierto es que con la guerrilla zapatista todo mundo ha sacado ventaja, menos los zapatistas. Integran-tes de organizaciones no gubernamentales, comerciantes,

En Chiapas todos los partidos

están fragmentados y sufren fuertes

pugnas intestinas. las elecciones

se dan en un contexto de imposiciones,

descomposiciones y recomposiciones,

hechos de violencia y desalojos

de campesinos e indígenas

de sus tierras.

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transportistas, hoteleros, periodistas, funcionarios, políti-cos y un amplio etcétera son los principales beneficiados del conflicto que estalló en el Año Nuevo de 1994.

Sea como sea, en la entidad persiste el fantasma de la inestabilidad. El riesgo aumenta porque, siendo Chia-pas la puerta de México con América Central, en los úl-timos años se han incrementado los peligros que traen consigo los flujos humanos movidos por la pobreza y la necesidad.

En esas migraciones, con frecuencia desordenadas, narcotraficantes y bandas de delincuentes organizados encuentran espacio para medrar. Chiapas es la frontera sur más importante del territorio mexicano y su vulne-rabilidad, por ser región de pobreza, es un asunto de seguridad nacional.

Chiapas ha sido uno de los estados con más gober-nadores interinos o sustitutos, y es una de las entidades donde mejor florece el oportunismo.

Hace tres años, Juan Sabines ganó la alcaldía de Tuxtla con 67% de los votos y recuperó para el PRI una plaza que durante nueve años dominó el PAN. Tan con-tundente fue el triunfo que desde ese momento muchos vieron a Sabines con posibilidades de ser candidato del PRI a gobernador.

Dos años después, Salazar Mendiguchía alentó a Sabines para que renunciara al PRI y lo impuso como su sucesor en el gobierno de Chiapas, postulado por la alianza PRD-PT y Convergencia.

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Por otra parte, en el PRI, el senador Antonio Aguilar Bodegas, con arraigo y conocedor a fondo de los pro-blemas del estado, era considerado por muchos como el “candidato natural” y la figura política más importante de Chiapas después del gobernador.

Y por eso el resultado fue casi un empate: 46.98% de los votos para Sabines y 46.55% para Aguilar Bodegas.

Este resultado tan cerrado se ha convertido en una pesadilla para Sabines. Sabe que prácticamente la mitad de los chiapanecos está en su contra. Teme que la ingo-bernabilidad le estalle en cualquier momento.

Por lo pronto, en Chiapas todos los partidos están fragmentados y sufren fuertes pugnas intestinas. Las elecciones se dan en un contexto de imposiciones, des-composiciones y recomposiciones, hechos de violencia y desalojos de campesinos e indígenas de sus tierras. La represión que antes el PRD condenaba, ahora la practica de la mano del gobernador Sabines.

El ex candidato a la alcaldía de Tuxtla Gutiérrez, Bayardo Robles, asegura que el gobernador le ofreció un cargo en su gabinete a cambio de reconocer el supuesto triunfo de Jaime Valls en los comicios del 7 de octubre. Relató que Sabines lo citó en la Casa de Gobierno cuatro

días antes de la elección. “Me ofreció una posición den-tro del gobierno del estado para que me quedara en paz. Me la ofreció directamente el gobernador”.

La coalición PRD-PT-Convergencia-PVEM, enca-bezada por Valls, obtuvo 51 mil 634 votos, seguida del candidato del PRI, Robles, con 45 mil 325.

Pero Robles afirma que “existen anomalías en más de 60% de las casillas instaladas en Tuxtla. Por eso exi-gimos anular la elección”.

A todo lo anterior se suman los conflictos derivados del huracán Stan: Más de 28 municipios afectados por el meteoro no sólo no tienen resueltos los problemas de vivienda y el desazolve de los ríos, sino que se encuen-tran incomunicados: carecen de puentes y las carreteras están bloqueadas por derrumbes.

En las comunidades Benito Juárez y Jocoté de Mo-tozintla, y entre La Grandeza y Bellavista, las obras de reconstrucción están casi paralizadas, en tanto que las comunidades de Pavencul y Niquivil, de Tapachula y Motozintla, sufren constantes derrumbes. En la misma situación están los tramos carreteros entre Comalapa-Motozintla-Huixtla.

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Por otro lado, habitantes del ejido Jesús Carranza, de Suchiate, mantuvieron tomadas las oficinas del go-bierno del estado en Tapachula para exigir solución a sus demandas. El representante de los damnificados, Rodolfo Hernández, acusó de amenazas al subsecre-tario de Gobierno en la región Costa, José Domingo Guillén Ramos. “Ojalá no tengas algún detallito por-que todo llega a su cauce y el vaso se puede derramar”, le dijo.

Lo único que exigen los afectados es la entrega de materiales para la reconstrucción de las viviendas afec-tadas por el huracán, toda vez que desde abril les en-tregaron el cemento pero aún no les dan el molde de bloques para construir las paredes de las viviendas.

El presidente de la Cámara Nacional de la Indus-tria de la Transformación (Canacintra) en esa localidad, Abel Ruiz Méndez, dijo que los destrozos que dejó Stan, junto con el olvido y la marginación, han provocado la peor crisis económica en la frontera sur, al grado de que en menos de 10 meses ha desaparecido cerca de la mi-tad de la industria en las regiones de la Costa, Sierra y Frontera Sur.

Lo cierto es que la entidad sufre, además de las ca-tástrofes naturales, una ola de violencia generada y pro-movida desde las estructuras del poder político. Cam-bian los partidos y cambian las personas en el gobierno estatal y en los municipales, pero la práctica de gobierno sigue siendo la misma. a

Periodista

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estados

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De las 15 elecciones efectuadas este 2007 en 14 entidades de la República, sobresale el resultado en Yucatán, donde el PRI ganó la gubernatura al PAN. Es en este año el único caso en que un partido arrebata a

otro una gubernatura pues PAN y PRD conservaron Baja California y Michoacán, respectivamente.

El PRI recuperó posiciones, avanzó y se consolidó como primera fuerza política territorial en el país; inicia-rá 2008 gobernando 18 entidades federativas y 20 capita-les estatales, y con mayoría en más congresos locales.

En la última jornada electoral del año, celebrada el 11 de noviembre en cuatro estados de la República –Pue-bla, Tamaulipas, Michoacán y Tlaxcala–, logró avances e inclusive victorias contundentes.

TamauliPas: Obtuvo la totalidad de los distritos elec-torales en disputa y la mayoría de las presidencias mu-nicipales, entre ellas las de Ciudad Victoria, Reynosa, Tampico, Matamoros, Nuevo Laredo, Ciudad Madero y Altamira. Resultados preliminares indicaban que habría ganado 34 de los 43 municipios del estado. En cuanto a la elección de 19 diputados de mayoría relativa, ganó en 17 distritos locales, cuatro de ellos en coalición con el Parti-do Verde Ecologista de México (PVEM) y en dos más en coalición con el Partido Nueva Alianza (Panal). PuEbla: Otro triunfo contundente. Ganó la capital del estado, la mayoría de los municipios y, según las primeras informaciones, 25 distritos de los 26 en disputa. Por pri-mera vez en su historia, la ciudad de Puebla será gober-nada por una mujer, Blanca Alcalá Ruiz, quien duplicó la cantidad de votos obtenida por su más cercano con-trincante, el panista Antonio Sánchez Díaz de Rivera. En el caso del Congreso del estado, la coalición PRI-PVEM aventaja en 24 de los 26 distritos locales. El Congreso del estado estaría dominado una vez más por el PRI. miChoaCán: El PRI recuperó en forma clara la capital, Morelia, que estaba en poder del PAN. TlaxCala: En una cerrada contienda, según con los pri-meros resultados, la candidata de la coalición Siglo XXI, formada por el PRI y el PVEM, Lorena Cuéllar Cisneros, derrotó en la capital del estado al panista Adolfo Escobar.

Al iniciarse el calendario electoral de 2007, el PRI en-frentó, el 20 de mayo, su primer gran reto electoral del año:

YuCaTán: En una elección estratégica para el priís-mo, Ivonne Ortega ganó con un amplio margen el gobierno de la entidad. Además, el PRI triunfó en 60 municipios y obtuvo 10 de las 15 diputaciones de ma-yoría, con lo que se constituyó en la primera fuerza política del estado. Chihuahua: El 1 de julio, el PRI logró un importante reposicionamiento: obtuvo la mayoría en el Congreso de Chihuahua y triunfó en 47 de 67 municipios, entre los que sobresalen Ciudad Juárez, Delicias, Cuauhtémoc, Al-dama y Belisario Domínguez.Durango: Mantuvo la mayoría absoluta en el Congre-so y triunfó en 27 de los 39 municipios. zaCaTECas: Ganó 26 de los 58 ayuntamientos, además de que incrementó su presencia en el Congreso.aguasCaliEnTEs: El 5 de agosto obtuvo un triunfo contundente. Recuperó la capital del estado que durante 12 años estuvo en poder del PAN. Además logró 11 de las 18 diputaciones, con lo que se convirtió en mayoría.oaxaCa: El 5 de agosto, en la elección de diputados lo-cales, logró mayoría absoluta al ganar 25 de 25 distritos, con lo que recuperó 7 que estaban en poder de la oposi-ción. El 7 de octubre, en la elección de ayuntamientos, obtuvo 87 de los 151 municipios en contienda.vEraCruz: El 2 de septiembre, recuperó importantes ciudades, entre ellas el puerto de Veracruz, que desde hacía 12 años estaba en poder de la oposición. En total obtuvo 155 de 212 gobiernos municipales y logró mayo-ría absoluta en el Congreso al ganar 28 de 30 distritos electorales.sinaloa: El 14 de octubre, se consolidó como la pri-mera fuerza política en la entidad al ganar 16 de las 18 presidencias municipales, y 18 de 24 distritos electorales en disputa. En Culiacán obtuvo una ventaja de tres a uno, y recuperó Mazatlán después de 12 años.

Los resultados electorales de 2007 colocan al PRI como la primera fuerza política del país en el actual escenario de multiplicidad y cerrada competencia electoral. a

(E.Ch.)

El PrI se ha convertido en el gran ganador en los procesos electorales de este año.Sergio Sarmiento

2007: PRI en ascenso electoral

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La Reforma Electoral responde a la inquietud política agudizada con el desarrollo y el apretado resultado de la pasada contienda electoral.

La reciente reforma aprobada por el Congreso forma parte del extraordinario esfuerzo desa-rrollado en torno al proyecto de Reforma del Estado, en el cual se escucharon todas las opi-niones posibles en diversos foros que tuvieron

lugar en distintas partes del país, lo que desvirtúa la fala-cia de que fue una reforma cocinada en “lo oscurito” y sin atender a la sociedad.

La Reforma Electoral responde a la inquietud política agudizada con el desarrollo y el apretado resultado de la pasada contienda electoral. Resultó evidente que el anda-miaje institucional creado en 1996 había quedado rebasa-do por las circunstancias y que no podíamos arriesgarnos a concurrir al proceso electoral de 2009, ni a los subsecuen-tes, con disposiciones legales insuficientes y aparatos insti-tucionales desacreditados ante buena parte de la sociedad,

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Una reforma perfectible

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lo que podía agravar la desconfianza de cuando menos dos de los grandes partidos nacionales. No hay que olvidar que un tercio de la población todavía cree que la elección fue fraudulenta o, por lo menos, inequitativa.

La Reforma Electoral aprobada por las dos cámaras contiene avances que modernizan y llenan lagunas de la legislación de 1996. Responde a demandas largamente sentidas por la población, como son el costo y la dura-ción de las campañas, la falta de instrumentos del Ins-tituto Federal Electoral (IFE) para regular los procesos electorales desde las precampañas y de elementos para vigilar y sancionar la actuación de los actores en dichos procesos, la falta de regulación de la relación con los medios y la inequidad en su uso electoral, y la necesi-dad de escalonar tanto el nombramiento de los conse-jeros como el de los integrantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial, para evitar la pérdida de experiencia acumulada, entre otros.

En ese contexto hay que ubicar la reforma lograda, en una encomiable demostración de concertación polí-tica en el Congreso, y destacar los avances logrados, así como algunas insuficiencias.

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Al reducir el periodo de las precampañas y las campa-ñas intermedias y presidenciales, así como modificar las reglas para el financiamiento de los partidos, al no hacerlo depender del número de los mismos partidos, sino ligarlo a un porcentaje del salario mínimo del Distrito Federal, entre otros, se estima que el erario obtendrá un ahorro de más de 3 mil 300 millones de pesos entre los años 2008 y 2012, en vez del proceso escalatorio que se venía observando. Seguramente que el ahorro será mayor, ya que al reducirse los tiempos de campaña, el IFE tendrá que ajustar su presupuesto de operación.

Sin duda, lo que más revuelo causó fue el capítulo de la relación de los partidos con los medios. Fue meritoria la actitud firme y solidaria mostrada por los principales partidos y la prevalencia de un poder soberano, como es el Legislativo, frente a poderes fácticos que se habían eri-gido en los reguladores del accionar político nacional y que, incluso hace poco, doblegaron a figuras de la más alta investidura posible.

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Han sido muy difundidas la manera como el IFE maneja-rá los tiempos oficiales y fiscales, la prohibición a los par-tidos y personas físicas o morales para contratar publici-dad, las facultades del árbitro para sancionar o parar la difusión de “campañas negras”, etcétera. Esperemos que las leyes secundarias hagan las precisiones correspon-dientes para asegurar que no se afecte en lo más mínimo la libertad de expresión.

Respecto de la estructura del IFE, hay que mencio-nar el nombramiento escalonado de los consejeros, la designación del secretario ejecutivo con el voto de las dos terceras partes de los propios consejeros y la intro-ducción de la figura del contralor, nombrado por el Se-nado de la República mediante mayoría calificada, con base en ternas propuestas por instituciones de enseñaza superior.

El nombramiento escalonado de los integrantes del Tribunal Electoral, el mecanismo de sustitución de algu-no de ellos en caso de ausencia y el reparto de responsa-bilidades entre las diversas salas, subsana también insufi-ciencias de la anterior ley.

Sumamente importante son los “dientes” de que se dota al IFE en materia de fiscalización, al eliminarse el se-creto bancario, fiscal y fiduciario, que en el pasado impe-día conocer las transacciones financieras entre partidos y particulares. Asimismo, la facultad del IFE para impedir y sancionar “las campañas negras” y la intervención inde-bida de terceros en los procesos electorales.

También significativa es la prohibición para que los consejeros, el secretario ejecutivo y el contralor puedan ocupar cargos antes de dos años después de dejar el puesto, en aquellos poderes cuyos procesos hubieran sancionado. Esto evitará la repetición de casos de consejeros que salta-ban automáticamente del ente a las cámaras, por ejemplo.

Debe señalarse que la nueva ley subsana huecos que permitieron en el pasado la intervención de organizacio-nes gremiales y la afiliación corporativa en la formación de partidos políticos; y también prevé la recuperación de bienes de partidos que pierdan su registro, que se había convertido en lucrativo negocio familiar.

La compactación de las elecciones para disminuir el número de procesos, agobiante en muchos casos, permitirá que la energía de los partidos se dirija hacia el mejoramiento de su cultura política y de la población en general al elevar la calidad de su actuar, así como a lograr mayores y mejores acuerdos en un clima político más distendido.

De otro, el nombramiento de un Presidente provi-sional por parte del Congreso, en caso de que la elección fuera declarada inválida y se acercara la fecha del cambio constitucional, y la posibilidad de solicitar el recuento de votos cuando la diferencia sea mínima, vienen a darle tranquilidad y certidumbre al proceso electoral.

Las protestas en defensa de la libertad de expresión han mostrado ser falaces e interesadas. La opinión pú-blica está al tanto de lo que se esconde detrás de dichas campañas. Sin embargo, la presión continuó, porque se apostaba a romper el frente de los congresos estatales y a tratar de impedir la aprobación constitucional por esa vía. Toca a los partidos y a la ciudadanía respaldar a los legisladores para tornar equitativas las contiendas electorales.

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Las reformas, como la electoral, tienen que irse ajus-tando a los cambios que marca la realidad; todas las an-teriores respondieron a necesidades de la coyuntura y del contexto político existentes, y los cambios que se efectua-ron, incluyendo el de los consejeros, no provocaron de-sastre alguno. Ahora no tiene por qué ser diferente.

Sin embargo, es lógico que sea perfectible y que en el futuro los legisladores aborden temas como la reelección, la segunda vuelta y otros, para poder hablar de reformas de cuarta generación.

Algunos han señalado que para evitar la crítica de que los partidos quieren amedrentar a los consejeros, hubiera sido mejor que la terna para nombrar al contralor la propu-siera el mismo IFE y lo nombrara la Cámara de Diputados.

Un aspecto que ha causado confusión en algunos es la facultad que se le otorga al IFE de organizar procesos electorales estatales, pero el articulado establece claramen-te que lo haría únicamente a solicitud de las mismas auto-ridades locales. De todas maneras, habría que cuidar que en las leyes secundarias no se deslice ningún precepto que pusiera en duda la soberanía de los estados y municipios.

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Habrá que modificar las formas de hacer política y cuidar la calidad de los mensajes de los partidos, para que éstos no se conviertan en spots insustanciales que demeriten la calidad de la actividad política, y para que no suceda lo de un partido minoritario que, para llenar su tiempo, repitió incesantemente la canción que lo distingue, por que no tenía nada que comunicar.

El IFE sería el avocado a cuidar que los partidos dis-pusieran de tiempos para difundir sus plataformas, su opinión sobre asuntos de interés nacional, o para abordar problemas que atañen a toda la sociedad y que no pueden tratarse ni en el tiempo disponible ni a través de spots.

Así también, la Cámara de Diputados tendrá que ser muy cuidadosa y proceder con toda transparencia e im-parcialidad en el nombramiento de los nuevos consejeros del IFE, para quitar del panorama las acusaciones de que se actuó por venganza o revanchismo y que se quiere un árbitro a modo.

En resumen: la reforma significa un avance que im-pulsará una cultura política moderna y sustantiva; mos-tró que pueden conseguirse acuerdos cuando va de por medio el interés nacional; hizo patente que el PRI vuelve a ser el motor o catalizador de todas las reformas políticas que han tenido lugar, desde Reyes Heroles a la fecha; y fortaleció las instituciones nacionales al hacer prevalecer al Congreso frente a los poderes fácticos. a

Presidente de la Fundación Colosio

El formatodel informesamuel palma

Desde la Constitución de 1824 se esta-bleció la práctica del informe de go-bierno como instrumento vertebral de la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo y factor decisivo en la ta-

rea de control que ejerce el segundo sobre el primero. Su permanencia hasta nuestros días muestra que la naturaleza del informe de gobierno tiene importan-cia fundamental, al tiempo que la controversia sobre la forma de cumplirlo da cuenta del rezago en que ha caído respecto de las transformaciones observadas por nuestro sistema político y de la demanda porque éstas se vean reflejadas en el propio régimen de Esta-do y de gobierno.

Los sucesos que dan cuenta de la transformación democrática de México han propiciado la evolución del régimen presidencial hacia una interacción más compleja con el Congreso de la Unión, situación que a su vez es consecuente con una composición inten-samente plural del propio poder Legislativo, como lo demuestra el hecho que desde 1997 ningún partido ha alcanzado la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

El caso es que la relación entre los poderes Eje-cutivo y Legislativo se plantea en medio de un dile-ma: los mecanismos y prácticas que se han venido observando requieren un proceso de evolución, y, a la vez, la posibilidad de entablar la vinculación, in-tercambio, equilibrio y control que las circunstancias reclaman del Legislativo para con el Ejecutivo, difí-cilmente se pueden lograr al margen de una reforma legislativa. De ahí que el tema de modificar el for-mato del informe no sea sólo la actualización de un procedimiento, sino que se requiere que esté inscrito en la dimensión macro de la Reforma del Estado.

La paradoja en la que nos encontramos es que no hay duda de la importancia del informe de go-bierno, pero en esa misma medida tampoco se ca-rece de convicción respecto de la necesidad de mo-dificar y actualizar su práctica. Para completar las contradicciones que enfrentamos cabe mencionar el hecho de que se cuenta con cerca de 30 iniciativas

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provenientes de distintos partidos y legisladores sobre esa materia. La pregunta obvia es: ¿Por qué no se han reformado las disposiciones que regulan su contenido y su protocolo? La respuesta a ese interrogante habrá que ubicarla en un proceso de negociación política que no ha sabido dar la importancia debida al tema, y que sólo en las vísperas de la apertura del primer periodo ordinario de sesiones del Congreso cobró su mayor pro-tagonismo y visibilidad.

En un régimen presidencial como el nuestro, la posibilidad de orientar y dar sentido estratégico a la

agenda legislativa depende en mucho de la perspectiva que tenga el Poder Ejecutivo, no en vano la capacidad de iniciativa y de veto que tiene el Presidente respecto de las leyes aprobadas por el Poder Legislativo, además de la influencia indudable que ejerce sobre su grupo parlamentario, grupo que cuenta con el mayor peso en el Congreso.

En consecuencia, no puede menos que llamar la atención el que la materia del informe de gobierno haya pretendido resolverse con el tiempo en contra, especialmente cuando se trata de un asunto previsible por encontrarse claramente inscrito en el calendario político del país.

No hay duda, lo que hoy se puede llamar “la crisis del informe” tiene dos causas, una estructural y otra estratégica; la estructural se refiere a la ruptura de la equidad en la lucha por el poder en las elecciones del año 2006 por la vía de la intervención del gobierno foxista y la alteración que ello generó en el clima de re-laciones entre algunas fuerzas políticas; la otra se rela-ciona con la falta de previsión del gobierno actual para desahogar de manera oportuna las posibles reformas sobre la práctica del informe.

Para el propósito de alcanzar una nueva etapa en la vida de la República en la cual se fortalezca la gobernabilidad así como el régimen democrático con pluralidad de partidos, es imprescindible ubicar las modificaciones necesarias al informe de gobierno en la perspectiva de una profunda actualización del régimen presidencial, de modo de generar una dinámica de diá-logo, concertación, debate y acuerdo que beneficie al

país en su conjunto.Puede verse el informe de gobierno como un sim-

ple acto protocolario, pero más allá de ello debe visua-lizarse como una pieza clave en el proceso de control del Poder Legislativo respecto del Ejecutivo, y como una oportunidad valiosa para detonar un intercambio de puntos de vista entre poderes, que pueda conducir a la identificación de prioridades que den lugar a la cons-trucción de consensos básicos, de modo que coadyuve a depurar y ordenar la agenda del Estado, al tiempo que impulse propuestas de solución.

Se requiere superar la cultura del informe como expresión de pleitesía al Presidente, pero también su opuesto consistente en denostar o repudiar al jefe del Estado y del Gobierno, pues ambas actitudes son noci-vas. En vez de ello se precisa de un diseño de informe gubernamental que fortalezca la relación entre dos po-deres y que, además, enriquezca el buen funcionamien-to del régimen político. a

Diputado Federal (PRI)

los sucesos que dan cuenta de la transformación democrática de méxico han propiciado la evolución del régimen presidencial hacia una interacción más compleja con el congreso de la unión.

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Ruta de las reformas electoralesLas reformas electorales que se han realizado en

México han tenido como objetivos centrales cambiar, cuantitativa y cualitativamente, la de-mocracia en el país, determinar el papel de las instituciones y fomentar entre la ciudadanía la

participación en los procesos político-electorales.En cada uno de estos momentos históricos ha sido

necesario diagnosticar el problema central del sistema electoral y, a partir de ahí, diseñar un esquema electoral que se adecue a los cambios político-sociales.

Para consolidar el sistema electoral, tal y como lo conocemos en la actualidad, ha sido necesario realizar reformas, las cuales podemos enumerar de la siguiente forma:

1977. Considerada la primera gran reforma, promovió la institucionalización de los partidos políticos y su de-finición como entidades de interés público, permitiendo su participación en las elecciones estatales y municipales. Además, estableció la obligación de las legislaturas loca-les de crear diputados de minoría y se introdujo el princi-pio de representación proporcional para la conformación tanto del Congreso de la Unión como de los ayuntamien-tos en los municipios con más de 300 mil habitantes. Las adecuaciones aprobadas se aplicaron en 1979 y durante tres procesos electorales, con las cuales la Cámara de Diputados pasó de tener 237 diputados a 400.

1983. El sexenio de Miguel de la Madrid inició con una reforma municipalista, en 1983, de donde se destacan: la facultad reglamentaria, la libertad para el manejo de la hacienda municipal y el establecimiento del principio de representación proporcional en todos los ayuntamientos del país, independientemente del número de habitantes del municipio.

1986. La reforma de ese año permitió que se incrementa-ra a 500 el número de diputados, 300 de mayoría relativa y 200 de representación proporcional. Se estableció tam-bién la “cláusula de gobernabilidad”, a través de la cual el

partido con mayor presencia en la competencia obten-dría el número de escaños de representación proporcio-nal suficiente para que, sumados éstos a los ganados a través de los 300 distritos de mayoría, obtuviera la mayo-ría absoluta de la Cámara de Diputados. Adicionalmente se establecía que ningún partido podría obtener más de 70% de la representación y que si el partido más grande tenía entre 50.2 y 70%, obtendría un porcentaje idéntico de representación

1989-1990. La reforma de este periodo permite el sur-gimiento del Instituto Federal Electoral (IFE) en susti-tución de la Comisión Federal Electoral. Se conservó la “cláusula de gobernabilidad” para la conformación de la Cámara de Diputados.

1993. Se realiza la reforma política del Distrito Federal, que permite a los ciudadanos elegir a sus autoridades y su Asamblea Legislativa, para lo cual se modificó el artículo 122 de nuestra Carta Magna. Ese mismo año se realiza una reforma integral al artículo 130, en la que se recono-ce la personalidad jurídica de las agrupaciones religiosas llamadas Iglesias y se otorga el voto activo a los minis-tros del culto, y se deroga la “cláusula de gobernabilidad”. Asimismo, cada entidad federativa elegiría tres senadores de mayoría, con lo que el Senado pasó de tener 64 a 96 escaños. Se le da autonomía al Tribunal Federal Electoral y se establece un sistema de medios de impugnación; se dispone el financiamiento público regulado para los par-tidos políticos, se sustituye a los consejeros magistrados por consejeros ciudadanos en la dirección del máximo órgano electoral.

1994. Se crea la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), dependiente de la Pro-curaduría General de la República (PGR).

1996. La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sustituye al Trife. Los magistrados que lo integran son nombrados por el voto

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césar duarte

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en cada uno de estos momentos históricos ha sido necesario diagnosticar el problema central del sistema electoral y, a partir de ahí, diseñar un esquema electoral que se adecue a los cambios político-sociales.

aprobatorio de dos tercios del Senado, a propuesta de la Suprema Corte de Justicia, y se le integra como par-te del Poder Judicial de la Federación. Con la reforma al artículo 105 constitucional se permitió dar procedencia a la acción de inconstitucionalidad contra leyes electorales federales y locales aprobadas por las cámaras que presu-miblemente no se apeguen a lo establecido en la Consti-tución. Asimismo se reforma el artículo 116 y con ello se estipula que en cada estado deben establecerse tribunales que realicen el control de la legalidad de los actos en la materia, y el TEPJF puede revisar la constitucionalidad de los actos o resoluciones de las autoridades competen-tes de las entidades federativas para organizar y calificar los comicios locales, o resolver las controversias que du-rante ellos surjan. Por otra parte, en los artículos 41 y 99 se estableció que todo acto de las autoridades electorales

federales estaría, por fin, sujeto al control de la legalidad y de la constitucionalidad por parte del TEPJF.

2007. Por último, la reforma recién aprobada represen-ta una disminución significativa del gasto en campañas electorales; nueva fórmula de financiamiento público; re-ducción en tiempos de campañas, regulación de precam-pañas; más facultades y atribuciones de las autoridades electorales federales; mayor fiscalización de partidos y campañas, prohibición de publicidad pagada por actores ajenos a partidos y candidatos; se prohíbe la propaganda negativa que denigre a instituciones, partidos políticos o personas; los sistemas estatales electorales se ajustarán a la norma constitucional; se establecen con precisión las causales de nulidad de las elecciones. a

Diputado Federal (PRI)

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economía

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roDe nuevo, las familias mexicanas se encuen-

tran endeudadas. Su ingreso mensual em-pieza a ser absorbido casi en su totalidad por pagos de hipotecas, mínimos de las tarjetas de crédito y demás obligaciones de

abonos periódicos. Esto en el mejor de los casos, pues en muchos otros

el incumplimiento en el pago puntual ya empieza a ma-nifestarse, amén de aquellos que desde hace seis meses simplemente se dejaron de cumplir. En el extremo están quienes utilizan la tarjeta de crédito para pagar los mí-nimos de las otras, cosa que está sucediendo con tal fre-cuencia que, lejos de resolver los problemas de liquidez, los agravará en el corto plazo.

Sin embargo, bancos y empresas que han visto cre-cer sus ingresos y ganancias otorgando crédito de ma-nera agresiva, no parecen muy preocupados; incluso no sólo continúan ofreciéndolo, sino que han diversificado

las maneras de aprobarlo (disponiendo de cantidades adicionales a ser pagadas semanal o quincenalmente, a través de hipotecas sobre la plusvalía inmobiliaria y la fatídica compra a plazos sin intereses) con la pretensión de aumentar la tendencia al consumo de las ya de por sí endeudadas familias y mantener, así, los niveles de creci-miento en ventas y utilidades que tradicionalmente exi-gen los inversionistas en las acciones de sus empresas.

A bancos, empresas e inversionistas no les conviene reconocer el nivel de saturación que existe en el endeu-damiento de las familias; sin embargo, ellas, que cierran el círculo de la actividad económica, sí lo resienten. Al gobierno, más preocupado en mantener las expectati-vas positivas sobre la estabilidad macroeconómica de nuestro país, tampoco le interesa hacer consciente el desaliento. ¿A quién, entonces, le corresponde alertar a la sociedad? Al Banco de México, y debe hacerlo sin ambigüedades.

¿Es posible para la

economía mexicana

crecer mientras la

estadounidense se

desacelera o entra en

recesión? sí, aunque

de manera ficticia.

Bernardo domínguez CereCeres

La cri is viene del norte

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Los dos motores de la economía mexicana son el con-sumo y las manufacturas. Las perspectivas del primero son, al menos desde la prudencia, de pronóstico conser-vador. Por otro lado, las manufacturas dependen, para su crecimiento, de las exportaciones a Estados Unidos, cuya economía aún no sabemos si entrará en un periodo de recesión o, al menos, en uno de crecimiento inferior a 2%, lo cual, en cualquier caso, impactará fuertemente en nuestro país.

Si a esto agregamos que casi una quinta parte de los nuevos empleos son temporales y que las posiciones en valores de renta fija y variable en manos de extranjeros serán repatriados para cubrir las necesidades de liquidez de sus casas matrices en porcentaje considerable, el esce-nario es poco favorable para continuar la fiesta del con-sumo sustentado en el crédito.

Las actividades monopólicas y oligopólicas (públi-cas y privadas) resentirán menos el impacto, pues sus balances son razonablemente buenos, y su posición de liquidez, robusta. El riesgo es para los agentes económi-cos comunes, que constituyen la mayoría de las empresas y que son los principales empleadores en el país; aquellos que padecen la competencia desleal de los extremos de la actividad económica: la informalidad y el monopolio; aquellos que han visto alargar el ciclo de caja de sus nego-cios y disminuir sus ventas en los últimos meses. A ellos, a quienes aun las instituciones financieras no atienden (en nuestro país es relativamente fácil obtener créditos por menos de 50 mil o más de 1 millón de pesos; sin em-bargo, en medio se encuentra la mayoría de las empresas) y para quienes la principal competencia son el dólar ba-rato y la fayuca. ¿Quién, desde el Estado mexicano, puede ayudar a mitigar esta situación? El Banco de México, pro-moviendo el alza en las tasas de interés para incentivar las compras de contado, favoreciendo con ello a las micro y pequeñas empresas.

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¿Es posible para la economía mexicana crecer mientras la estadounidense se desacelera o entra en recesión? Sí, aunque de manera ficticia, pues sería un crecimiento sus-tentado en un consumo no respaldado por el aumento en la producción, sino en el endeudamiento; ello elevaría las presiones inflacionarias en el mediano plazo y compro-metería la estabilidad financiera de las familias mexica-nas. Nuestro banco central debe evitar a toda costa que esto suceda.

Y es que, en la actualidad, los bancos centrales jue-gan un papel fundamental en el desempeño económico global, ya que pueden incidir en los ciclos económicos haciéndolos menos pronunciados. En particular, la Re-serva Federal estadounidense se ha convertido, de hecho, en el gran dictador de la política monetaria mundial, in-cidiendo de manera contundente en el valor de los ac-tivos financieros, las expectativas de tasas de interés, el valor esperado de las monedas y el flujo de dinero en el sistema financiero internacional.

La explicación es sencilla: la economía mundial es como un gran avión con asientos de diversas clases y colo-res, pero una sola turbina: el consumo estadounidense. La moneda en que se mantienen la mayoría de reservas y aho-rros es el dólar, y el tamaño del mercado bursátil estadouni-dense no tiene comparación. Todo lo anterior se encuentra apoyado, desde luego, por la actividad y dinamismo de las grandes empresas trasnacionales de los Estados Unidos, que contribuyen enormemente al Producto Interno Bruto (PIB) de los países donde operan, cuando, en realidad, su producción debería ser contabilizada por la economía esta-dounidense. Es por ello que lo sucedido en Estados Unidos y lo dictado por su banco central en términos de política monetaria, así como su impacto en la economía mundial, inciden de manera contundente en nuestro país.

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Tradicionalmente, la Reserva Federal ha sido muy rápi-da y agresiva para bajar las tasas de interés y, de manera poco afortunada, muy lenta para subirlas. Lo anterior, al menos en los últimos 25 años, ha ocasionado tres burbu-jas financieras de graves consecuencias para los ahorra-dores e inversionistas en todo el mundo: el desplome de los valores bursátiles a finales de la década de los ochenta; la drástica caída de las compañías “punto com” de finales de los noventa, y, ahora, el desplome en el valor de los títulos bursátiles respaldados por hipotecas.

El origen de estas crisis se explica, en su mayor par-te, por la obstinada conducta de la Reserva Federal de mantener irresponsablemente bajas las tasas de interés por periodos demasiado largos en épocas de expansión económica; esto ocasiona un crecimiento económico ficticio sustentado en la especulación y disociado de la generación de empleos. Sin embargo, este fenómeno se debe también al nivel de sofisticación y excesos cometi-dos por los bancos comerciales, de inversiones y fondos de todo tipo (privados, de cobertura, et al), quienes han puesto en jaque a los supervisores y reguladores banca-

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rios y bursátiles mediante el diseño de complejos instru-mentos financieros de alto riesgo, colocados con califi-caciones crediticias laxas y radicados en corporaciones creadas ex profeso en paraísos fiscales.

Haber permitido la expansión del crédito hipote-cario en Estados Unidos provocó una expansión inmo-biliaria en el mundo sustentada en bajas tasas de interés. Esto derivó en el incremento irracional del precio del metro cuadrado habitable y en la colocación de hipote-cas en sujetos de baja calificación crediticia (sub prime), las cuales fueron empaquetadas y colocadas en bonos a través de los mercados bursátiles, utilizando estructuras corporativas fuera del balance de los bancos, que poste-riormente sirvieron como garantía para obtener liquidez y continuar el ciclo tantas veces como fuera posible; una es-pecie de bicicleta girando en una cuer-da sinfín. Se diseñaron hipotecas tan versátiles y se revaluaron de tal forma las propiedades que una enorme canti-dad de personas adquirieron propieda-des como inversión, financiadas casi al 100% o, en muchos casos, aumentada la hipoteca sobre la plusvalía del inmueble habitado, para con ello financiar los en-ganches de las nuevas adquisiciones.

Hoy los inmuebles valen 30% me-nos; los pagos mensuales de todas las propiedades adquiridas están aumentan-do por la estructura creciente y la mane-ra en que fueron firmados los contratos, y se tienen, en el mundo desarrollado, 18 meses de inventarios de inmuebles nue-vos y sin vender (la cantidad más alta en la historia reciente). Los créditos hipo-tecarios en falta están creciendo vertigi-nosamente y, lo que es peor, no se tiene calculada la magnitud del hoyo finan-ciero que los bancos y fondos deberán enfrentar, pues al haberlos colocado fuera de balance, los reguladores no los pueden cuantificar. Ante este panorama, puede pre-verse una grave crisis de liquidez en el mundo. Actual-mente el nivel de desconfianza en el mercado de dinero global ha hecho subir considerablemente la tasa en que los bancos le prestan a otros bancos y, en muchos casos, unos sospechan de la solvencia de otros. La Reserva Fe-deral, el banco central europeo y el banco central inglés han inyectado cantidades importantes de recursos que, al parecer, han sido insuficientes. Las bolsas de valores han empezado a ajustarse y el valor real de los activos finan-cieros es una gran incógnita en estos momentos.

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Es evidente que hoy deben imperar la prudencia y la sen-satez. En la economía familiar, para empezar: ahora que vienen los bonos y los aguinaldos de fin de año, bien val-dría la pena posponer gastos suntuarios o no indispensa-bles, limitar el consumo, intentar consolidar las finanzas pagando aquellos créditos onerosos (como tarjetas de crédito y adeudos en abonos semanales) e intentando ahorrar un poco.

Para el gobierno es fundamental gestionar líneas de crédito contingentes ante los organismos financieros in-ternacionales, prever la liquidez y el costo de las impor-taciones necesarias para el funcionamiento de la econo-

mía y hacer un esfuerzo para disminuir el enorme e injustificado gasto corriente.

Pero por sobre todas las cosas es necesario que el banco central actúe anticipadamente desincentivando la ex-pansión del crédito, frenando el creci-miento de la inflación (que, por cierto, en este sexenio se ha desbordado, no en la canasta básica, pero sí en todo lo de-más) y previniendo cualquier situación de iliquidez en pesos y dólares. Esta ins-titución cuenta con los recursos mate-riales y, sobre todo, humanos para evitar que la crisis que viene nos afecte más de lo estrictamente inevitable.

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En la década de los setenta la crisis fi-nanciera afectó al gobierno; la de la si-guiente década impactó al gobierno y a las empresas mexicanas. Posteriormente, a finales de 1994, la crisis acabó con el patrimonio de personas, empresas y go-bierno. Hoy podemos caer en el error de pensar que por estar razonablemente

bien en las finanzas públicas, gozar de cierta estabilidad y tener abultadas y costosas reservas nada nos puede pasar. Hoy somos más vulnerables a lo que sucede fuera del país, por lo que no hay nada más alejado de la rea-lidad que dicha presunción. Por ello es capital entender que hay épocas de soltar velas, y otras de arriarlas. El secreto es saber interpretar los vientos que vienen para tomar decisiones oportunas, y hacer sentir a tripula-ción y pasajeros que contamos con buenos navegantes al frente. a

“Vive en la ciudad de México donde intenta conformar empresas y ejercer la crítica”.

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Joel Hernández Santiago

Lo dice con mucho orgullo: el único país del que no ha tenido que huir es México. El doc-tor Friedrich Katz llegó aquí a los 13 años luego de un largo recorrido que abarcó Ale-mania, Francia y Estados Unidos, perseguido

por la guerra desde su lugar de origen, Viena (Austria, 1927), hasta llegar aquí, donde vivió su adolescencia, donde se hizo joven y se formó historiador, historia-dor de lo mexicano, por supuesto, y de la Revolución, notablemente.

Era 1940 y de inmediato se percató de la intensidad cultural e histórica del país que le recibía en tiempos de don Lázaro Cárdenas, cuando la Revolución se expresa-ba triunfante y cuando el mexicanismo estaba a flor de piel. Estudió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, obtuvo su licenciatura en 1948 en el Wagner

College de Nueva York y dos títulos doctorales: uno de la Universidad de Viena en 1954 y otro de la Universidad Humboldt de Berlín en 1962.

Su obra mexicana está compuesta de muchos en-sayos y, por supuesto, títulos que ya son clásicos de la historia mexicana: La servidumbre agraria en México en la época porfiriana (1980), La Guerra Secreta en México (1982), Pancho Villa (1998).

Desde 1971 enseña en la Universidad de Chicago, en donde dirige el Centro de Estudios Mexicanos Friedrich Katz. Recibió el Águila Azteca por su relevante aporta-ción al conocimiento de la historia de un país que tiene muy pocos secretos para él.

La entrevista se llevó a cabo el jueves 8 de noviem-bre, unos días antes del homenaje nacional que se le brin-dó en México.

FriedricH Katz:

La Revolución no ha muerto

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Joel Hernández Santiago.- De tiem-po en tiempo, a los mexicanos nos da por preguntarnos –y preguntar a otros– sobre la existencia o no de la Revolución Mexicana. Con mucha frecuencia las respuestas contienen una alta dosis de ideología, digamos que de la ideología del historiador: ¿Se vale trabajar con prejuicios la his-toria? ¿Se vale ideologizarla? ¿El his-toriador trabaja con sus prejuicios o debe someter esos prejuicios a la prue-ba de la verdad? Doctor Friedrich Katz .- Mira, no creo que la historia deba mostrarse a base de ideas o de ideologías. La historia es la búsqueda de la verdad. Ahora, cualquier historiador tiene ciertas ideas, una cierta ideología de la cual hay que desligarse de cierto modo, pero lo importante para un historiador, cuando hace una afirma-ción, es decir, primero, en qué basa esa afirmación. En otras palabras, las notas que uno hace no son simple-mente cosas coincidentales, sino que hay que decir “en qué documento me basé”, “este documento se puede creer”, “es creíble”, “de aquí viene”...

Te voy a dar como ejemplo algo que para mí fue muy importante: el asesinato de Pancho Villa. En gene-ral se decían dos cosas: unos decían que Villa había sido asesinado por el gobierno, y esa idea se basaba en el hecho de que el gobierno de Obre-gón y Calles tenía razón de temer a Villa porque Villa era muy amigo de De la Huerta...

JHS.- Y lo había apoyado de alguna manera... FK.- Sí. Fue De la huerta quien lo asistió, y en caso de que estallara una Revolución delahuertista, Villa iba a juntarse con De la Huerta. Esto, sin embargo, no era una prueba final. Por otra parte, los asesinos, Jesús Sa-las Barraza y otros, dijeron que ha-bían organizado el asesinato, y hasta su muerte declararon que habían ac-tuado por iniciativa propia.

Sin embargo, en mis primeros escritos yo dije que había una posibi-

lidad, digo, una probabilidad de que el gobierno lo hubiera hecho, pero pruebas finales no tenemos. Después empecé a indagar en los documentos que hasta entonces no habían sido accesibles, y había uno: lo más im-portante que encontré fue una carta de Jesús Salas Barraza, escrita 10 días antes del asesinato de Villa, a Joaquín Amaro, quien en aquel entonces era muy cercano a Calles y después iba a ser su secretario de la Defensa. Ahí Salas Barraza dijo que se preparaba para matar a Villa, ‘a ese asesino’, como lo llamaba.

Encontré una copia de esa carta en el archivo de Calles; obviamente, por lo menos los dos sabían del plan, no lo sabotearon; al contrario, el mis-mo día de julio en que se iba a asesi-nar a Villa, la guarnición de Parral se fue a practicar el desfile del 16 de septiembre, pero se fue a un pueblo donde no se podía desfilar porque era muy montañoso. Esta eviden-cia ya se conocía pero, junto con la carta de Salas Barraza, indica por lo menos la complicidad. Después en-contré otra carta: un informe en los papeles del FBI, de uno de los princi-pales agentes del FBI, bastante cerca-no a Obregón y Calles, que afirmaba que al tener la noticia del asesinato de Villa, Calles decía que la última condición para el reconocimiento del gobierno de México por Estados Unidos se había cumplido.

JHS.- Es decir que para llegar al reco-nocimiento de Estados Unidos se tenía que contar con la muerte de Villa.FK.- El asesinato de Villa. Eso implica, primero, que Calles estaba convenci-do de que, para ser reconocido, había que matar a Villa, y, segundo, por lo menos abre la posibilidad de que al-guien en el gobierno estadounidense le haya dicho a los mexicanos: “pues maten a Villa y entonces México será un Estado estable”. Pero esto no indi-ca quién pudo haber dicho esto, pudo ser un oficial de menor o de mayor escala, o pudo ser el Presidente o un consejero, no lo sabemos.

Por eso una parte dice que “es muy probable que el gobierno haya sido cómplice en el asesinato”, al menos es posible, pero no tenemos pruebas de que el gobierno estado-unidense también estuviera invo-lucrado, y creo que lo que hay que hacer como historiador es tomar al lector en serio, decirle: “aquí están las pruebas”, y, como en un proceso, “ustedes deben convencerse a sí mis-mos si esas pruebas son válidas o no” y mi opinión es que las probabilida-des son verdades.

JHS.- Si no hay pruebas concluyentes, es obligación, entonces, aportar las probabilidades, ¿no es así?FK.- En muchos casos lo que tenemos es una probabilidad y no de absoluta seguridad. Segundo, lo que obviamen-te ayuda a corregir a los historiadores es que, como en cualquier sociedad libre, otras personas, otros investiga-dores miren la misma evidencia, los mismos hechos que un historiador analiza y, si pueden, cómo es concebi-da. Como ocurre en la medicina o en la física: si toda una serie de autores se critican mutuamente, puede surgir si no la certidumbre por lo menos la probabilidad de encontrar la verdad. Lo importante es la libertad de inves-tigación, cuando hay una ideología oficial ya la cosa se hace más difícil.

JHS.- El 20 de noviembre de 1910 se inicia la Revolución pero, como le co-mentaba, algunos historiadores, como Ramón Eduardo Ruiz, el de La gran rebelión, dicen que no, que fue una simple rebelión. ¿Existió de veras una Revolución Mexicana?, o, ¿qué fue lo que pasó?FK.- Mira hay muchas definiciones de revolución. Sin embargo, lo que en mi opinión pasa en cualquier revolución, o debe pasar –eso fue el hecho de la Revolución Francesa, por ejemplo–, es que haya primero un gran movi-miento popular, que seguramente fue el caso de México. Ya desde antes se habían sublevado muchos, no en todo el territorio y no ocurría lo mismo en

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todo el país. En ninguna revolución se puede hablar de una sublevación total. Pero hubo movimientos en prácticamente todos los estados, y en algunos eran muy fuertes, como en Chihuahua, Durango o Morelos, y en otros más débiles, como en Oaxaca o en Chiapas, en aquel entonces; en otros se llegó tarde, como en Yucatán; y en otros, muy poco, como en Jalisco o el Bajío. Sin embargo, fue un movi-miento muy popular, muy fuerte. Y también tiene que haber cambios.

JHS.- ¿Cuál es la particularidad de esos cambios, doctor?FK.- Ninguna revolución en el mun-do, ni la francesa ni otra, obtiene los cambios que los que empezaron la revolución quisieron inicialmente. Los franceses proclamaron los de-rechos universales del hombre, la democracia, la igualdad social… ¿Se realizaron?, no, pero sí cambió com-pletamente, no sólo la estructura del poder, sino la estructura social.

JHS.- ¿Y qué cambió en México?FK.- En México sí hubo un tremen-do cambio en el campo, por ejem-plo. El cambio fue empezando ya con Obregón: el reparto de las tie-rras fue limitado, pero reconoció la Reforma Agraria zapatista, y en Chi-huahua, en los centros donde hubo la Revolución, empezó a repartir las tierras. Finalmente, bajo Cárdenas, hubo un enorme reparto de la tie-rra, se eliminó el poder de los tra-dicionales latifundistas mexicanos. En ese sentido, sí hubo un cambio profundo en lo social.

En lo político vino la no reelec-ción. La democracia es otra cosa; hubo épocas de democracia y épocas de falta de democracia. Aquí el ideal se realizó, obviamente hasta cierto punto durante la época de Madero. Yo veo la época de Cárdenas como una época democrática, y ya después de 1940 la democracia se va debili-tando, debilitando y debilitando.

JHS.- ¿De veras cambió el país por la

revolución o fue una consecuencia na-tural del envejecimiento del antiguo régimen, como dijo Francois-Xavier Guerra: se envejeció y había la necesi-dad del cambio? Le reitero: ¿De veras sirvió la Revolución para cambiar la situación del país o era un proceso que tenía que ocurrir naturalmente?FK.- Bueno, yo no creo que el proce-so de eliminación de la clase terrate-niente fuera un proceso que tenía que ocurrir. De hecho, si tomas América del Sur, en grandes partes siguen vi-gentes los antiguos terratenientes, en Argentina y en otras partes. Ya no tie-nen el mismo poder que antes porque todos esos países se han industriali-zado y porque la agricultura no jue-ga el mismo papel, pero si tomamos Centroamérica, El Salvador, etcétera, ahí los terratenientes jugaron un pa-pel muy importante, y para mí una de las más certeras explicaciones del por qué en los años sesenta, setenta y ochenta en muchos países de Améri-ca del Sur hubo dictaduras militares y no la hubo en México fue que la Re-volución Mexicana eliminó a la vieja clase terrateniente.

JHS.- Pero hay una clase industrial muy poderosa…FK.- La burguesía industrial finan-ciera es una clase mucho más flexible que los latifundistas, y la diferencia es palpable: para un latifundista, lo que quiere el campesinado es tierra, y eso significa entonces que la existencia misma del latifundista está en peligro; un obrero lo que quiere, ante todo, es aumento de salario, mejores condicio-nes, y eso todavía no amenaza la exis-tencia misma del industrial o del ban-quero. Entonces esas clases son mucho más flexibles que los latifundistas. Ha-ber eliminado a la clase latifundista, no completamente pero debilitándola de manera decisiva, cambió completa-mente la faz de México.

JHS.- ¿Y qué hay del asunto político?FK.- El aspecto político que para mí es muy importante es el de la No Re-elección. Aunque durante muchos

años un mismo partido gobernó, el Presidente en turno sabía que des-pués de seis años iba a salir y que no lo castigarían. A ningún presidente, hasta ahora, se le ha castigado por cosas que hizo, y sí, por ejemplo, Díaz Ordaz pagó un precio indirec-to: tuvo que vivir fuera de México mucho tiempo. Era sumamente im-popular en el país, es decir, no podía haber un dictador de por vida y esto por lo menos fue un factor que de-bilitó la capacidad represiva de cual-quier gobierno.

JHS.- Una vez concluida la Revo-lución armada en 1920, cuando ya Obregón llega al gobierno y se estabi-liza un poco la situación, ¿hacia dón-de giró la reconstrucción del país? Y aquí retomo lo que dijo usted antes: no siempre las revoluciones concluyen en lo que se proponen los iniciadores del movimiento, ¿qué pasó luego?FK.- Bueno, hay mucha gente que dice que lo que se reconstituyó fue el antiguo Estado porfirista y no cam-bió nada. Pero mira: es un hecho que una nueva clase surgió, surgieron millonarios de la Revolución. Obre-gón mismo era millonario, pues ha-bía ganado mucho dinero vendiendo garbanzo a Estados Unidos, pero una cosa no hay que olvidar: lo que sí cambio fue el hecho de que la Re-volución había movilizado a decenas de millares de personas, estas perso-nas estaban armadas y los dirigentes revolucionarios tuvieron que contar con ellas.

Te voy a dar algunos ejemplos: uno de los problemas principales que tuvo que afrontar Obregón cuan-do asumió el poder era el de contar con un enorme ejército de 200 mil revolucionarios, de más de 200 mil hombres creo, pero el Estado no te-nía los medios para soportarlo, no podía pagarle a todos esos soldados, no los necesitaba, entonces Obregón tuvo que licenciar a una gran parte del ejercito…

Eso significaba que muchos ge-nerales, oficiales ambiciosos, no es-

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tuvieran de acuerdo. Hubo todo una serie de sublevaciones militares en las épocas de Obregón y de Calles. Para contrarrestar esas sublevacio-nes, Obregón y Calles tuvieron que movilizar grupos populares, agraris-tas y sindicatos; y esos grupos que-rían recompensas: en el caso de los agraristas, tierras; en el caso de los sindicatos, mejoras sindicales. El resultado es que, en contraste con la época del porfiriato, en los años veinte y treinta grupos populares jugaron un papel importante en la historia del país pues tuvieron que ser incorporados al poder y por lo menos hasta 1940 no eran completa-mente subordinados.JHS.- ¿Surge ahí el corporativismo?FK.- Pienso, por ejemplo, que en la

época de Cárdenas había una genuina alianza entre sindicatos, entre orga-nizaciones campesinas y el gobierno, lo que más tarde se transformaría en cooptación y en dominio de sus gru-pos por parte del gobierno, así que la gran diferencia es la incorporación de importantes grupos populares, por una parte, y enorme concesiones a es-tos grupos hasta 1940, por otra.

JHS.- Y de vuelta a la intermina-ble pregunta que ya había planteado Stanley Ross en su libro colectivo: ¿Ha muerto la Revolución Mexicana? ¿Murió ya la Revolución Mexicana?FK.- Bueno, cuando se habla de que murió la Revolución, siem-pre deben seguir otras preguntas: ¿Para quién murió? Y, ¿para quién no murió?

Los gobiernos, creo que desde 1940, abandonaron ya muchos de los aspectos y muchas de las deman-das de la Revolución. Por lo menos

hasta 1968 la democracia fue más y más perseguida; los créditos a los eji-datarios ya no se dieron como antes, lo que resultó en una miseria en el campo; los sindicatos fueron más y más subordinados al gobierno. Tene-mos entonces una tendencia, como dijo Cosío Villegas, a que gran parte murió oficialmente en la actuación de muchos gobiernos revoluciona-rios después de Cárdenas, aunque en la política externa todavía quedó un grado bastante grande de inde-pendencia frente a Estados Unidos, pero aquí algo muy importante: en la mentalidad popular la Revolución nunca murió.JHS.- ¿Y cómo se expresa esa no muerte de la Revolución Mexicana en la mentalidad popular?

FK.- Es un hecho para mí muy impre-sionante esto: yo viví el 68 en México. Fui profesor visitante de la UNAM en aquel entonces y lo que los estudiantes pedían en gran parte era la realización de las demandas de la Constitución del 17: la democracia, la apertura… Es de-cir que en la mente de los estudiantes la Revolución seguía vigente, también en los movimientos populares. Por ejemplo, en la gran huelga de ferroca-rriles siguió vigente la Revolución, en una serie de movimientos campesinos siguió vigente la Revolución y hoy día para mí es un hecho característico que aquí la Revolución Mexicana se dife-rencia de otras. Si ves la Revolución Rusa pues hoy día no es una coinci-dencia que el nombre de Leningrado se haya cambiado por San Petersbur-go, que todos los nombres de los revo-lucionarios rusos han sido erradicado de los nombres de las ciudades, pero en México yo no veo a nadie cambian-do la avenida Madero por la avenida

Porfirio Díaz, o la avenida Francisco Villa por Victoriano Huerta.

Esto sigue vigente y no es una cosa meramente simbólica, hay una infinidad de organizaciones en México, desde el EZLN, el PRD o el PRI, que dicen: “somos herederos de Villa, de Zapata, de los revoluciona-rios que sean o no lo sean”, eso indica una tremenda legitimidad de la Re-volución y que en la mente popular no ha muerto.

JHS.-Y sin embargo, doctor, el hecho mismo de que todavía hoy se insista en exigir el cumplimiento de las rei-vindicaciones revolucionarias, como es el caso de lo que mencionó usted antes, de los estudiantes del 68, o la gente común, la de a pie, digo, que aún aspira al cumplimiento de los preceptos revolucionarios y las rei-vindicaciones de las que se habló en la Revolución ¿quiere esto decir que el movimiento revolucionario fue un fracaso?FK.- Cuando se habla de éxito o de fracaso primero hay que ver un pro-blema generacional: si en 1940 hu-biera preguntado a un mexicano o a muchos mexicanos si fue un fracaso o no la Revolución, creo que la mayoría hubiera dicho que no; habían tenido tierras, habían nacionalizado el petró-leo, los obreros habían conseguido de-rechos sociales que no tenían antes.

Hoy día yo no llamaría a la Re-volución un fracaso, pero lo que pasa es que hay una desigualdad social tre-menda, y en ese sentido México no es mejor que otros países de Améri-ca Latina, en ese sentido hay un paso atrás; sin embargo, la idea, la tradi-ción de la Revolución sigue vigente, lo que finalmente obligó a los gobiernos, desde el 68, a liberalizar al país, a dar más cabida a los movimientos popu-lares, a las democracias, aquí enton-ces la tradición revolucionaria sí tuvo una influencia decisiva. Obviamente, estoy convencido de que sí se puede hablar de una Revolución. a

Periodista y [email protected]

“Somos herederos de Villa, de zapata, de los revolucionarios que sean o no lo sean”, eso indica una tremenda legitimidad de la revolución y que en la mente popular no ha muerto.

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Joel Hernández Santiago.- Hace tiempo se preguntó a un grupo de historiadores: “Historia, ¿para qué?”, lo cual po-dría sonar muy utilitario… o quizá debemos decir “Histo-ria, ¿por qué?”. En fin, ¿para qué sirve la historia?

Doctor Friedrich Katz.- Usted dijo que, por una parte –y eso no lo necesito repetir–, es un problema utilitario. Por ejemplo, si los actuales gobernantes de Estados Unidos hubieran primero estudiado la historia de la guerra de Vietnam, no hubieran invadido a Irak. Si hubieran estu-diado la historia de Irak, el hecho de que ahí hay todo una serie de comunidades que luchan entre sí, que siempre estaban opuestas unas a otras, hubieran sabido que esa idea de que todos los iraquíes saludarían a los americanos con flores era una idiotez completa.

Entonces, es una ilustración muy clara de cómo no es-tudiar el pasado lleva a uno a ignorar la realidad. Pero eso no es todo el sentido de la historia, hay un sentido aún más importante: yo creo que la identidad nacional del pueblo, de cualquier pueblo, su conciencia nacional, necesita de la historia. No es, por ejemplo, una coincidencia que cuando dentro del imperio austrohúngaro, los checos descubrieron su pasado, el iniciador del movimiento independista checo Tomas Masaryk fuera un historiador, y fue el primer Presi-dente de la República checoslovaca, es decir, para el renaci-miento de la conciencia nacional checa, la historia fue su-mamente importante. Y lo mismo ocurre en México: para la conciencia nacional, para la identidad nacional, para que la gente sepa por qué son mexicanos y qué es México, no basta la cultura, que ya es muy importante, no bastan las costum-bres, se necesita un sentido de la historia de México.

JHS.- Pero por otra parte podría ocurrir que se nos llena de rencores la vida pensando en que en el pasado ocurrieron

La historia, para indagar

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cosas que pudieron haberse solucionado de otra manera, o los caminos que pudieron haberse tomado y no se tomaron, ¿no surge ahí un poco de resentimiento en el ser humano cuando reconoce en el pasado los errores cometidos?

FK.- Claro que sí, es inevitable que esto surja, pero debe-mos ver también que si no lo hace… Mira, por ejemplo, voy a tomar la historia europea: el antisemitismo fue un prejuicio tremendo, y sólo explicándolo, explicando sus orígenes, quién fue responsable de esto, qué fue el nazismo, por ejemplo, y por qué utilizó esto, pueden transformarse y eliminarse los prejuicios, puede llegarse a la verdad.

La gente nunca vive en un vacío completo del pasa-do, tiene sus tradiciones, a veces buenas, a veces malas, pero aquí la historia tiene un papel muy importante: el de tratar de llegar a la verdad. Ahora, la verdad no siempre es confortable, no siempre es algo que se forme de arre-pentimientos, pero por lo menos explica los motivos por los que se dieron esos hechos.

JHS.- ¿Quiénes escriben la historia, doctor? ¿Quién decide un día hurgar en el pasado, como los investigadores, como los detectives del pasado o como los periodistas del pasa-do…? ¿Qué mueve a una persona a hacer esto? ¿Por qué lo hace? ¿Usted por qué lo hace?

FK.- Obviamente, hay aquí toda una serie de factores. Primero, hay un elemento común con cualquier cientí-fico: indagar la verdad, resolver problemas, eso es lo que hace alguien que se mete a estudiar problemas biológi-cos, problemas de física… Pero en cuanto a la historia hay también factores de evidencia personal, si me toma a mí por ejemplo, en cierto sentido fui lo que podría decir-se una víctima de la historia.

A la edad de seis años vivíamos en Alemania. Mi padre era periodista y además éramos judíos. Vienen los nazis. Mi padre había escrito artículos satíricos contra Hitler. Tuvimos que huir. Fuimos a Francia, nos queda-mos ahí cinco años pero a los franceses no les gustaban los refugiados y nos expulsaron. Fuimos a Estados Uni-dos pero sólo nos dieron visa de turistas y tuvimos que salir. Finalmente llegamos a México. Es decir, para mí como niño, simplemente haber vivido todo esto ya signi-ficaba hacerme preguntas.

JHS.- Naturalmente, tratar de entender qué pasaba

FK.- Exactamente, eso es lo primero. Lo segundo fue que, obviamente, al llegar a México me empezó a fascinar la historia de este país. Para entender al país empecé aún de niño a leer sobre la historia de México en la escuela. Yo estuve en el Colegio Franco-Mexicano; ahí aprendíamos muy poco de la historia de México, prácticamente nada, y esto fue un impulso doble para mí, para leer obras de mexicanos, desde Martín Luis Guzmán, Mariano Azuela en las novelas; Luis Chávez Orozco como historiador… y esto me hizo estar más y más fascinado por la historia de México. Además, en mi caso, llegué como niño al México de Cárdenas, y en ese México la Revolución Mexicana todavía estaba muy viva.

La mayoría de la gente que llegaba a nuestra casa había vivido la Revolución y había tenido la impresión de que la Revolución había triunfado: porque se había re-partido la tierra, porque se había nacionalizado el petró-leo, porque los obreros tenían muchos más derechos de los que habían tenido antes de la Revolución, así que para mi todo esto fue un factor de suma importancia. a

(J. H. S.)

la verdad

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¿Cuál es el origen profundo de la movilización in-surreccional de 1910? Aparentemente es conse-cuencia de la lucha política, pues el gobierno de Porfirio Díaz se negó en las elecciones de ese año, en las que probablemente se habría reelegido al Pre-

sidente, a que fueran electos libremente representantes de la oposición como diputados. Pero además de esas razo-nes, los organizadores de esa lucha se beneficiaron de una corriente de opinión generalizada que deseaba el cambio. A su convocatoria para la lucha electoral respondieron principalmente sectores sociales de las ciudades mayores y otras poblaciones relativamente importantes en el país. Los dirigentes de los clubes antirreeleccionistas fueron, si bien con algunas excepciones, personas ilustradas y de posición social media y alta. Eso explica que para Francisco I. Ma-dero el levantamiento ocurriría primero y, sobre todo, en ciudades importantes.

Pero esto no fue así, y en el proceso de insurrección se advierte una participación de signo contrario, en que los actores fueron más bien población rural, de sectores populares. Si bien la jerarquía general se mantuvo entre los primeros líderes políticos y lo mismo puede decirse de casi todas las estatales, aparecieron jefes militares de extracción popular, o cuando menos rural, con dominio local; en el caso de Chihuahua, con una coordinación efectiva desde el principio. Los soldados revolucionarios fueron en su mayoría campesinos, rancheros, mineros y peones ferrocarrileros.

¿Cómo se puede explicar esta nueva participación, que en última instancia decidió la posibilidad de la rebelión armada? Por un lado, cabe la posibilidad de que a pesar de la poca participación en la etapa política de sectores rura-les y populares, también hubieran sido sensibilizados por la previa campaña antirreeleccionista y por la represión en las elecciones; pero es difícil pensar que las banderas electora-les y la represión de un movimiento ajeno fueran motivos suficientes para que se levantaran en armas. Una razón más

profunda puede encontrarse en el modelo porfiriano de modernización sin democratización.

El dinamismo económico durante el porfiriato tuvo repercusiones importantes en la estructura social: aparecie-ron nuevos grupos sociales, como el de los ferrocarrileros, peones y operadores; otros crecieron, como el de los mi-neros y, en menor escala, el de los obreros industriales, así como los sectores medios, administradores, profesionales y empleados; otros se fortalecieron, como los hacendados, los exportadores y los extranjeros capitalistas; otros más fueron debilitados, como los campesinos de comunidades cuyas tierras pasaron a ser propiedad privada, y aun dis-persados en dos sentidos: forzados a emigrar por la falta de tierra y ocupación, y aniquilados o deportados cuando presentaron resistencia a los proyectos modernizadores.

La negación, en lo político, de la bandera original an-tirreeleccionista del propio Porfirio Díaz llevó al abuso de la ley para justificar la permanencia del presidente y los go-bernadores en el poder. La monopolización del poder fue causa y efecto de una concentración paralela de la riqueza. Además, impidió que los sectores sociales afectados nega-tivamente por el desarrollo porfiriano tuvieran representa-ción política en la toma de decisiones.

En los primeros años del siglo XX ocurrió una de-clinación paulatina en los precios de los productos que México exportaba. La caída de mayores consecuencias fue la del precio de la plata. Entre 1907 y 1908 hubo una crisis financiera internacional. En México se redujo la ac-tividad minera y disminuyó el ritmo de construcción de ferrocarriles, a lo que se añadieron malas cosechas y esca-sez de alimentos. Aumentó el flujo de migración de mano de obra al norte del país y al sur de Estados Unidos, pero la crisis había afectado las posibilidades de empleo tam-bién en esas regiones. Las tensiones sociales se hicieron más agudas, pero no tenían vías de expresión política.

También algunos sectores beneficiados por el desarro-llo encontraron cerradas las puertas al poder, ya fuera por

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Pueblo en armas[ la revolución de 1910 - 1911 ]

si bien la jerarquía general se mantuvo entre los primeros líderes políticos y lo mismo puede decirse de casi todas las estatales, aparecieron jefes militares de extracción popular, o cuando menos rural, con dominio local.

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sus ideas políticas o por tener intereses encontrados con los de grupos hegemónicos. Fue el caso de personas de la clase media y aun de medianos y grandes propietarios. La educación y posibilidades de estos sectores, sobre todo en las poblaciones importantes, los hacía más conscientes de la necesidad de organizarse políticamente. Esto explica el éxito, primero, del reyismo (movimiento que seguía a Ber-nardo Reyes) y, después, del antirreeleccionismo en la lucha electoral. Por su parte, las condiciones sociopolíticas del de-sarrollo en el porfiriato explican la respuesta que motivó el llamado a las armas entre sectores rurales y populares. Estas características se expresaron en cada caso según la dinámica socioeconómica y política estatal o regional.

En Chihuahua, por ejemplo, el acoso desde finales del siglo XIX del clan gobernante Terrazas-Creel sobre tierras de comunidades independientes (sobre todo de colonias militares) y la pérdida de derechos municipales, determi-naron la resistencia de los afectados por la política estatal, su participación en clubes antirreeleccio-nistas durante 1909-1910 y su coordina-ción efectiva, a pesar de divisiones internas, para la insurrección en 1910-1911. La diri-gencia política en la entidad estuvo a cargo de Abraham González, administrador de empresas que pertenecía a una familia po-líticamente importante en el estado.

La respuesta inmediata del régimen a la insurrección fue insuficiente. Militarmente, ante los bro-tes en Chihuahua de los primeros tres días de noviembre, se pensó en la ciudad de México que las autoridades loca-les, con el auxilio de hacendados y comerciantes, podrían reclutar fuerzas para contener a los rebeldes. Los primeros triunfos de Pancho Villa y Pascual Orozco, y la incapacidad general de las autoridades locales para levantar su propia defensa, obligaron pronto a enviar fuerza federal adicional.

Porfirio Díaz aceptó la iniciativa de un grupo de chi-huahuenses, entre los que se encontraba un pariente de Abraham González, para negociar con los insurrectos y terminar políticamente el conflicto. El intento no prospe-ró por las exigencias de los rebeldes y porque los hombres fuertes del estado, Enrique C. Creel y Alberto Terrazas, se opusieron a la conciliación. Creel era secretario de Relacio-nes Exteriores y gobernador constitucional de Chihuahua. Aunque ausente, Terrazas era el heredero del mayor poder económico en la entidad. Convencieron al Presidente de que sería mejor usar la fuerza para acabar con los grupos alzados y así escarmentarlos. Terrazas fue nombrado go-bernador interino en sustitución de José María Sánchez, de quien se sospechó que había consentido la misión del grupo conciliador.

Por su entrenamiento, la capacidad de combate de los soldados federales era mucho mayor que la de los in-surgentes. Éstos tuvieron a su favor una moral de combate más elevada y, sobre todo, el apoyo de una buena parte de la población civil. Entre febrero y abril de 1911 se multi-plicaron los grupos rebeldes; en el último mes hubo ac-ciones en 18 estados. El ejército no fue suficiente siquiera para mandar refuerzos a todos los lugares donde prendió la rebelión. Además, en varias regiones se dio un proceso de concentración de grupos rebeldes y de amenazas a po-blaciones cada vez más importantes, incluidas las capitales de algunos estados. Desde marzo, la iniciativa estaba de-finitivamente en manos de los insurgentes y los federales estaban a la defensiva. El ejército porfirista se había mostra-do en las fiestas del Centenario muy bien pertrechado, con armamento moderno, alemán y francés, como uno de los símbolos de la estabilidad y la modernización. En aquella ocasión también desfilaron contingentes de policía rural en

trajes de gala. Las dos fuerzas eran un pilar importante del sistema, que cumplían con eficacia la tarea de enfrentar las resistencias sociales al proyecto de desarrollo.

El ejército no era grande ni estaba todo tan bien equi-pado como los que desfilaron en el Centenario. De hecho, su número había disminuido durante el porfiriato, aunque a cambio se le había incluido en el proceso de moderni-zación, dotándolo de armamento y mejorando su sistema educativo; fue el primer paso importante hacia la profesio-nalización de las fuerzas armadas. El régimen era civilista, no militarista, a pesar de que Díaz había ganado su pres-tigio como militar. Sin embargo, su ejército fue suficiente para los retos que se presentaron antes de 1910, siempre circunscritos a una zona o región determinada. Sus limita-ciones se hicieron patentes sólo frente a una insurrección de sectores sociales que hasta entonces habían sido pací-ficos. Esta debilidad relativa frente al movimiento armado antirreeleccionista fue un estímulo para la proliferación de grupos rebeldes.

El gobierno se puso a la defensiva también política-mente. El 1 de abril Díaz anunció ante el Congreso medidas que retomaban las banderas principales de los antirreelec-cionistas: restablecimiento, en la Constitución, del principio

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la capacidad de combate de los federales era mayor que la de los insurgentes. Éstos tuvieron a su favor

una moral de combate más elevada y el apoyo de una buena parte de la población.

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de no reelección, reforma de las leyes electorales y fraccio-namiento de grandes propiedades agrarias. El desprestigio del régimen era tal que todos estos gestos de avenencia fue-ron interpretados como signos de debilidad y sus efectos fueron contrarios a la pacificación.

Entre abril y mayo de 1911 se multiplicaron más acele-radamente las zonas en conflicto. También se hizo estable el dominio rebelde de algunas regiones. Las poblaciones ocu-padas eran crecientemente importantes. En todas fueron destituidas las autoridades políticas y se sustituyeron con personas cuando menos afines al movimiento. El dominio territorial de los federales se redujo considerablemente. En algunos estados sólo retuvieron la capital; en los que había más actividad, el campo quedó prácticamente en poder in-surgente. Es la imagen de una crisis político-militar.

Los elementos mencionados como componentes de la crisis se circunscribieron a México. Pero hubo otro, de carácter externo, fundamental para la insurrección: la ve-cindad de Estados Unidos, por la actividad de los rebeldes en la frontera de ese país con el nuestro.

Entre 1900 y 1910 se duplicó el número de mexica-nos que vivían en Estados Unidos, principalmente en el sur. Una buena parte de esa emigración era estacional, por lo que constantemente había mexicanos que cruzaban en ambos sentidos la línea fronteriza. A ese movimiento labo-ral se agregó uno político, de perseguidos por el gobierno porfirista.

A finales de 1903, los dirigentes del Partido Liberal Mexicano se vieron forzados al exilio. Desde allá lanzaron un programa de reformas y convocaron a un levantamien-to armado para luchar por ellas. En 1907 se instalaron en Los Ángeles, California, y a los pocos meses fueron encar-celados por 18 meses. Poco después de obtener su libertad fueron metidos otras vez en prisión, de donde salieron el 3 de agosto de 1910, menos de cuatro meses antes de la insu-rrección antirreeleccionista.

La prensa que los liberales sostuvieron tenazmente, con cortas interrupciones, difundió, tanto en ambos lados de la frontera como en muchos lugares de México, una ideología combativa que denunciaba en tonos sombríos las injusticias del régimen y proclamaba la necesidad de combatir a la tiranía. El número de expatriados en Estados Unidos aumentó considerablemente en 1910 con los anti-rreeleccionistas que huían de la represión desatada a raíz de la lucha electoral. Éstos se concentraron en San Antonio, Texas, a donde también llegó Francisco I. Madero después de fugarse de San Luis Potosí. El mercado de armas estado-unidense era muy extenso, sobre todo en la frontera, donde era común la posesión de armas personales y los agentes de las fábricas viajaban continuamente de ciudad en ciudad y

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de pueblo en pueblo. La libertad de ese comercio ha-cia fácil adquirir pertrechos discretamente. Los anti-rreeleccionistas aprovecharon esa facilidad y llevaron a México armas y parque de contrabando. ste era el origen del arsenal de los hermanos Serdán en Puebla. También hicieron una campaña de reclutamiento en las poblaciones fronterizas estadounidenses.

Cuando los porfiristas descubrieron el proyecto subversivo, solicitaron de inmediato a las autorida-des estadounidenses la aprehensión de las cabezas visibles bajo el cargo de violación a las leyes de neu-tralidad. Las pruebas, aparentemente irrefutables, eran el Plan de San Luis Potosí y una proclama que lo acompañaba, en la que se invitaba al ejército a unirse a la rebelión. Sin embargo, las gestiones no tuvieron la respuesta que esperaba el gobierno mexicano. El Departamento de Estado hizo ver al embajador en Washington que en ese país había libertad total de expresión y que las ideas políticas, no importaba cuáles fueran, podían difundirse por todos los me-dios. Lo único que se podía hacer era vigilar para evitar que se formaran grupos armados en territorio estadounidense para invadir el país vecino.

Conforme se acercaba el 20 de noviembre, fe-cha fijada para estallar el movimiento, Madero se fue a la zona de El Paso, Texas, para estar más cerca de los hechos en Chihuahua. Ahí fue detectado en febrero, por lo que se vio forzado a internarse en te-rritorio mexicano. Este hecho fue un incentivo para la aparición de nuevos grupos insurgentes en varios puntos del país.

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Descontando a Madero, los principales organizadores antirreeleccionistas en Estados Unidos permanecieron li-bres durante la insurrección, sin necesidad de esconderse. Abiertamente, hacían una propaganda intensa. Clandesti-namente, hacían acopio de armas y parque, contrabando de lo mismo y reclutamiento. Hubo algunos casos de aprehen-siones, por violación a la neutralidad, de soldados y jefes rebeldes sorprendidos en flagrante contrabando o armados en compañía del lado estadounidense. Pero se trataba de una justicia aplicada siempre de manera individual. Des-pués de algunas diligencias se podía salir generalmente con una fianza, aunque hubo quienes no pudieron pagarla. Este procedimiento se amparó siempre en los estatutos de neu-tralidad norteamericanos, que no podían usarse en contra de los derechos individuales básicos.

Esta neutralidad del gobierno estadounidense no se aplicaba sólo por afán de apego a la legalidad. Internamen-te pesaban la opinión pública, que favorecía la insurrección, y una situación política en que la mayoría en el Congreso era demócrata, siendo republicano el Presidente, William H. Taft. En relación con Porfirio Díaz, se había enfriado el aprecio que se le tenía, por algunas decisiones que afecta-ron intereses de Estados Unidos.

Por su parte, los antirreeleccionistas no se limitaron en aquel país a la propaganda y al fomento clandestino de la sublevación. Casi desde el principio nombraron un repre-sentante en Washington que promoviera su causa ante el gobierno y el cuerpo diplomático. Respaldaban su posición con un respeto total por las propiedades estadounidenses en el teatro de operaciones. Aunque nunca fueron recibidos oficialmente por autoridades estadounidenses, sí llegaron a ganarse su confianza cuando el fin de Porfirio Díaz estaba próximo.

Con informes de los cónsules norteamericanos en México, recibidos por el Departamento de Estado en febre-ro, en los que se decía que el proceso de insurrección estaba en marcha y que había un descontento general, el Presiden-te Taft decidió movilizar en los primeros días de marzo a 20 mil soldados en la frontera, previendo la posibilidad de una intervención para proteger a los estadounidenses en Méxi-co y sus propiedades. Esto provocó un gran impacto en México, sobre todo en las esferas oficiales. A partir de ese momento, la posible intervención fue un temor constante, lo que contribuyó a que el gobierno buscara una salida ne-gociada a la crisis.

Simultáneamente a la movilización de la tropa de Es-tados Unidos, se envió un cuestionario a los cónsules en México pidiéndoles información sobre número de revolu-cionarios y soldados porfiristas, número de norteamerica-nos y valor de sus propiedades susceptibles de ser destrui-das, y capacidad de éstos para defenderse de las turbas hos-tiles mientras llegaba auxilio de su país. De las respuestas puede hacerse la siguiente síntesis: prácticamente en todas partes existía un descontento generalizado que de un mo-mento a otro podría derivar en brotes armados; donde ya

los había, los insurrectos cobraban fuerza y los soldados go-biernistas perdían terreno; con muy pocas excepciones, los norteamericanos no habían sufrido perjuicios en las zonas de conflicto, además de la suspensión de algunas de sus ac-tividades, y lo más importante: casi unánimemente los cón-sules pensaban que una intervención del ejército estado-unidense sería lo peor para los intereses norteamericanos, pues consideraban que si ocurriera, los bandos mexicanos olvidarían sus diferencias para combatir la invasión; aña-dían que en cuanto ésta se iniciara se desatarían asesinatos en masa de norteamericanos y destrucción de sus propie-dades. Entonces se decidió en Washington no intervenir en México militarmente, aunque sin hacerlo público.

Las posibilidades de organización en la frontera nor-teamericana, la simpatía general hacia los exiliados e insur-gentes y la actitud de las autoridades entre la neutralidad y la intervención, dieron un margen de acción a los rebeldes sin el cual su lucha hubiera sido, cuando menos, mucho más difícil.

En mayo los contingentes federales más importantes estaban concentrados en algunas de las principales ciu-dades, a la defensiva, con el movimiento revolucionario en plena efervescencia. Su destrucción era cuestión de poco tiempo. El 10 de mayo fue tomada Ciudad Juárez, Chihuahua, por la fuerza mejor organizada y pertrecha-da de los insurrectos, al mando de Francisco I. Madero. Agua Prieta, Sonora, fue ocupada al día siguiente por abandono de la tropa federal asediada. Estas poblaciones fronterizas dieron, con sus aduanas, elementos nuevos de financiamiento y mejores condiciones para adquirir armas en Estados Unidos. El 15, después de una semana de asedio y combates intensos, cayó Torreón, Coahuila, que era un centro ferrocarrilero estratégico. En el sur, el 14 fueron ocupadas Chilpancingo e Iguala, Guerrero, sin combatir, y el 19, en Xalitla fueron sorprendidos y captu-rados con toda su impedimenta y armas los 500 federales que antes habían burlado el sitio de Chilpancingo. Tam-bién el 19 cayó Cuautla, Morelos. Varios gobernadores escribieron a Porfirio Díaz sobre el poco control que te-nían de sus estados: el de Puebla, uno de los recién nom-brados, solicitó que se le aceptara la renuncia.

Los sectores sociales privilegiados, a los que el gobier-no solicitó que aportaran hombres y armas para su defen-sa, no respondieron sino mínimamente. También muchos entre los favorecidos por el régimen estaban desencantados del gobierno y pensaban que era conveniente un cambio para romper el monopolio del poder en los tres órdenes gubernamentales: federal, estatal y local. El apoyo a los in-surrectos casi era generalizado y por lo común eran bien recibidos o aceptados en las poblaciones o zonas que llega-ron a controlar.

Una razón para que esto fuera así la ha señalado Friedrich Katz, quizás el conocedor más acucioso del fenómeno revolucionario en todo el mundo. Sobre este momento de la Revolución Mexicana, dice que “ésta fue fo

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una sociedad civil en reacción contra una dictadura, con las normas de aquélla en vigor… en esta fase de la Revo-lución no hubo pillaje, muertes ni brutalidad masivas”.

Estos hechos militares y sociales tuvieron sus corres-pondientes políticos en el cambio de gabinete en la segun-da quincena de marzo y en el reconocimiento que hizo el Presidente de las demandas revolucionarias el 1 de abril, como ya se mencionó. Los ofrecimientos de su discurso fueron seguidos, a los pocos días, de una misión discreta y extraoficial para entablar contactos con los dirigentes an-tirreeleccionistas y explorar las posibilidades de negociar el fin de la insurrección. Fueron primero a Washington a entrevistarse con el doctor Francisco Vázquez Gómez, re-presentante del gobierno provisional insurgente en esa ciu-dad, quien los escuchó con frialdad y los encaminó hacia Madero. El 20 de abril llegaron a El Paso, Texas. La ciudad contigua del lado mexicano, Ciudad Juárez, se encontraba asediada; la tropa al mando de Madero había completado el cerco el día anterior y se aprestaba para el ataque.

Por negociación de Vázquez Gómez con el embajador de México en Washington, se acordó una tregua para enta-blar pláticas de paz. Al cabo de unos días, en los que Made-ro vaciló ante la exigencia de que renunciaran el Presidente y el Vicepresidente, cedió frente a los enviados oficiosos del gobierno. Entonces se nombró a un representante oficial, con autorización plena para pactar con delegados de la in-surrección, el magistrado Francisco Carvajal, quien llegó a Ciudad Juárez el 2 de mayo. Pero a última hora Madero cambió de nuevo su decisión presionado por sus principa-les colaboradores y sus propias dudas. Carvajal no estaba facultado para tratar la renuncia presidencial, por lo que se rompió la negociación el 4 de mayo.

El día 7, sin embargo, el peso de la expansión del mo-vimiento armado a casi todo el país hizo que Porfirio Díaz reconociera en un manifiesto la posibilidad de su retiro, lo que significó una nueva base para dialogar. Pero antes de que se reanudaran formalmente las pláticas, los solda-dos revolucionarios iniciaron espontáneamente el ataque a Ciudad Juárez el día 8; Madero no pudo evitarlo y tuvo que ordenar el ataque general. La plaza fue rendida dos días después, con las consecuencias y en la situación ya expues-ta. El 21 de mayo el Presidente aceptó renunciar en un lapso de 10 días, pero lo hizo el 25, cuando ya su casa era ape-dreada por manifestantes que exigían a gritos la renuncia. Seis días después se embarcó en Veracruz rumbo a Europa. Así terminó una época que nueve meses antes había sido celebrada como la consagración en México del progreso y de la estabilidad política. Ese final del porfiriato fue tam-bién el comienzo de la Revolución Mexicana.

La insurrección antirreeleccionista y la caída de Por-firio Díaz se deben, en síntesis, a la concurrencia de los siguientes elementos diversos: Un desarrollo económico y político esencialmente concentrador de la riqueza y el po-der; una contradicción entre el dinamismo económico y el

anquilosamiento político –modernización sin democrati-zación-; una escisión en dos de los grupos políticos domi-nantes que disputaban la sucesión del viejo Porfirio Díaz, reyistas y corralistas; una inclinación en la sociedad hacia el cambio en el poder, en forma de participación civil en la es-fera urbana y de sectores sociales medios y ricos; la acción de una personalidad activa y unificadora de las tendencias relativamente moderadas al cambio, Francisco I. Madero; la organización de un partido político nacional de oposi-ción para las elecciones de 1910, el Partido Nacional An-tirreeleccionista; la incapacidad del sistema de poder para reconocer el peso político y social de la oposición, demos-trada en la represión y el fraude; la participación nacional reprimida en sus objetivos electorales, lo que provocó el de-rrumbe de la legitimidad porfiriana ante una porción signi-ficativa de la sociedad. La combinación de estos elementos produjo una crisis política entendida como conciencia de la necesidad de un cambio político fuera de los marcos insti-tucionales, en sectores amplios de la sociedad.

La crisis política derivó en crisis político-militar por la conjunción de los siguientes aspectos: Una voluntad de rebelión entre los antirreeleccionistas, que fue puesta en acción aprovechando la organización política previa para conseguir el compromiso con la insurrección y el acopio de armas; el régimen no advirtió pronto los extensos efectos de su intransigencia, por lo que sólo tardíamente intentó ganar la iniciativa a los insurrectos; el movimiento se amplió geo-gráfica y socialmente al campo y a sectores populares debi-do a la situación socioeconómica originada en el modelo de desarrollo porfiriano y al alcance ideológico del antirreelec-cionismo; la frontera norteamericana fue un espacio social y políticamente favorable para la propaganda, acopio de armas y reclutamiento de los rebeldes, de gran importancia para el movimiento; el ejército federal no estaba preparado para enfrentar un movimiento disperso geográficamente, y esa debilidad relativa se hizo cada vez mayor; las medidas políticas del gobierno para contener los levantamientos, ce-rradas primero al diálogo y conciliatorias por fuerza más tarde, fueron inútiles; la proliferación de grupos insurrectos en casi todo el país y el paso de los más importantes de una guerra de guerrillas a una de posiciones, hizo creciente la debilidad relativa del ejército, que fue obligado a replegarse a las ciudades más importantes. Por último, la destrucción inminente del ejército federal fue evitada con la renuncia de Porfirio Díaz, que perdió su poder personal a cambio de conservar lo que todavía se sostenía en pie del sistema. a

Síntesis del libro Una sociedad en armas; insurrección antirreeleccionis-ta en México, 1910-1911, publicado por El Colegio de México en 1995. Una versión más extensa se publicó en la revista Estudios Políticos, de la UNAM, Vol. 2, jul-sept 1983, No. 3. La ofrecemos a nuestros lectores por ser un estudio muy relevante sobre el primer momento de la Revolución Mexicana.

Es doctor en historia por El Colegio de México

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La Revolución Mexicana, tal y como la ima-gina la mayoría de los mexicanos, no existió nunca. Se trata de un concepto construido a través de la interpretación selectiva, y ofi-ciosa, de lo ocurrido en México durante el

primer tercio del siglo XX. Esta selección e interpreta-ción permitió al régimen creado por Lázaro Cárdenas dotarse de una legitimidad muy profunda, puesto que se tuvo la capacidad de construir una explicación muy fácil de aceptar para los mexicanos de entonces. La Revolución, en esta versión, sería la reacción natural de un pueblo oprimido por las élites a través del dic-tador Díaz. Así, por comparación con Porfirio, tanto Juárez como los revolucionarios elevaban su estatura, y no podían, los segundos, ser sino continuadores de la obra liberal. Que el régimen revolucionario fuera cualquier cosa menos liberal no parecía tener mucha importancia.

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Lázaro Cárdenas, el hombre más importante del si-glo XX en México, crea el régimen de la Revolución haciendo uso de la mitología del Nacionalismo Revo-lucionario, en proceso desde Álvaro Obregón, y de la estructura básica del Partido Nacional Revolucionario, fundado por Plutarco Elías Calles, pero les da a ambas una nueva forma que permite mantener como piedra angular del sistema al Presidente de la República, que será el hombre fuerte de la tradición nacional. La cons-trucción, realizada entre 1935 y 1938, es un prodigio de control político, de movilización y atemperamiento, de una gran mano izquierda.

La Revolución que no fue

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El régimen mantendrá el control prácticamente absoluto del país por medio siglo. Comparado con otros regímenes del mismo corte creados en otros países, el mexicano es el más exitoso. Porque el éxito de un ré-gimen político es su longevidad. Si, en cambio, quisié-ramos medir el desempeño haciendo uso de variables económicas, sociales o de desarrollo político, la evalua-ción sería diametralmente opuesta. México fue, en el siglo XX, un fracaso en todo sentido: no tuvimos más crecimiento económico que otros, ni mejorías sociales significativas, ni hubo construcción de ciudadanía.

Es claro que estas frases, dichas de manera seca, pueden sonar excesivas. No lo son. Los grandes contra-ejemplos que normalmente se utilizan no alcanzan a debilitar el argumento. Por ejemplo, el famoso “mila-gro económico” de la posguerra, que permitió a México crecer a 3% anual por habitante, no es más que reflejo de lo ocurrido en el resto del mundo entre 1946 y 1971. De hecho, el crecimiento promedio mundial en ese pe-riodo es precisamente el mismo. Otro caso citado con frecuencia es el del Instituto Mexicano del Seguro So-cial, que se presenta como ejemplo de la política social del régimen. El IMSS, desde su creación, tenía serias deficiencias financieras que nunca fueron corregidas, porque su objetivo no era la salud o la seguridad social, sino ser parte del abanico de instrumentos del control corporativo. Hacia el cierre del siglo, el sistema de salud en México no era mejor que el de otros países latinoa-mericanos, y el sistema de pensiones estaba en quiebra a pesar de la relativa juventud de la población nacional.

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a méxico le falta una izquierda moderna,

si quiere verse en términos geométricos.

ese espacio es natural para alguno

de los partidos revolucionarios.

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El caso de la educación pública es todavía peor. México no logra, durante el siglo XX, mejores cifras en analfabetismo o cobertura educativa que otros países latinoamericanos. Para inicios del siglo XXI, cuando ocurren las primeras mediciones de la calidad edu-cativa, nos damos cuenta de que dos terceras partes de los jóvenes que terminan la secundaria no pueden más que seguir instrucciones simples. El tamaño del fracaso educativo eclipsa cualquier otra deficiencia del régimen.

Lo ocurrido en el siglo XX, como quiera que sea, es pasado. De poco serviría asignar responsabilidades hoy acerca de ese régimen. Pero serviría todavía me-nos seguir ignorando el tamaño del fracaso, porque eso nos impediría tomar la decisión más importante para el México del siglo XXI: deshacernos del mito de la Revo-lución Mexicana. Aunque las características estructurales del régimen prácticamente desaparecieron hacia 1997, el elemento cultural fundante, el Nacionalismo Revolucio-nario, sigue apareciendo en diversas áreas de la vida na-cional. Y sigue impidiendo que México avance.

La revisión crítica del siglo XX, que implica la de la Revolución Mexicana con mayúsculas, es indispen-sable para el México del siglo XXI. En consecuencia, no habrá futuro para el partido político que se rehúse a esta crítica. Porque esta revisión ocurrirá de cualquier manera. No se trata de la posición de una persona, sino de los resultados obtenidos por diversos historia-dores extranjeros desde mediados de los ochenta, y de un amplio grupo de jóvenes historiadores mexicanos poco después. Más aún, la crítica al mito revoluciona-rio es conocimiento común de las nuevas generacio-nes, a las que nunca alcanzó siquiera una parte de los “éxitos” revolucionarios.

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En las condiciones políticas actuales, la visión críti-ca de la Revolución está siendo apropiada, con razón o sin ella, por el único partido grande que no se de-clara revolucionario. De acuerdo con la encuesta de Consulta-Mitofsky publicada en octubre de 2006, Po-sicionamiento y valor de los partidos políticos al final del sexenio de Fox, 60% de los jóvenes menores de 30 años votaría por el PAN en la siguiente elección (p.15). Aunque en los siguientes meses ha habido una recupe-ración del PRI, ha sido más bien a costa del PRD que del PAN. De octubre de 2006 a junio de 2007, los vo-tantes probables y muy probables por el PAN bajaron de 54 a 52%, mientras que el PRI pasó de 36 a 43%. El PRD, por su parte, cayó de 34 a 28%, aportando tres de cada cuatro votos nuevos del PRI. (Mitofsky/Roy

Campos, Posicionamiento y fortaleza de los partidos políticos, julio 2007, p.8).

Es decir que los partidos “de la Revolución” están compitiendo entre sí por menos de la mitad de los vo-tantes, situación que puede agravarse, dado el perfil poblacional y las intenciones de voto de los jóvenes.

Por otra parte, el nuevo marco normativo elec-toral incentiva la evolución del sistema político hacia el bipartidismo, algo razonable en un régimen presi-dencial. En un par de procesos electorales federales es muy posible que desaparezcan varios de los parti-dos pequeños, suerte que también puede correr uno de los dos partidos revolucionarios si su votación cae por debajo de 20%. En otras palabras, no sólo hay una tendencia de los votantes que abandonan la idea de la Revolución, más marcada en los jóvenes, sino que hay también una nueva reglamentación que va a penalizar muy seriamente a los partidos que se rezaguen.

Siguiendo la argumentación, el futuro de los par-tidos políticos está en alejarse de la idea mítica de la Revolución. Esto no implica abandonar las ideas que, en el discurso, impulsaba ese régimen. Implica aban-donar las prácticas de aquel régimen, el populismo y corporativismo que tenía sentido en los años treinta, pero no hoy; implica modernizar las ideas, porque no cabe duda que la pobreza sigue siendo lacerante, la desigualdad obscena, la discriminación patente, pero debe quedar claro que ninguna de ellas se redujo, ni se reducirá, con las prácticas y políticas del régimen de la Revolución.

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Dicho de otra manera, esos postulados de justicia, de in-clusión y de igualdad que el régimen tanto mencionaba, siguen vigentes. Pero hay que proponerlos y argumentar-los en la lógica de este siglo. A México le falta una iz-quierda moderna, si quiere verse en términos geométri-cos. Ese espacio es natural para alguno de los partidos revolucionarios. Pero, como hemos visto, no hay espacio más que para una propuesta de este tipo.

¿Cuál de los dos partidos de la Revolución será más capaz de una revisión crítica? ¿Cuál podrá modernizar su propuesta y sus prácticas primero? Eso sólo lo saben quienes participan en ellos. Lo que es claro es que el pri-mero que lo logre será la opción que sobreviva en Méxi-co. Y a este país le hace falta esa opción. a

Investigador del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. Autor de Cien años de confusión:

México en el siglo XX, Edit. Taurus, 2007, pp 526.www.macario.com.mx

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La diversidad y el pluralismo operante –que no la simple pluralidad– son elementos inequívocos no sólo de las democracias

modernas, sino de las propias organizaciones partidarias.

Definir la Revolución

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Los recientes resultados electorales han resu-citado el ánimo y la energía priístas. Y es que si bien la pérdida de la Presidencia de la Re-pública en el año 2000 fue un duro revés que cimbró toda la estructura del Revolucionario

Institucional, los resultados de la elección constitucio-nal de 2006 fueron aún más complejos. Pero hoy día el horizonte se ve más claro para nuestro partido. La recu-peración es cierta, pero su naturaleza y las razones que la explican deben ser objeto de reflexión y análisis.

El repunte electoral pudiera ser un espejismo si no se acompasan las victorias en las urnas con una profun-da transformación orgánica y de ideario. Esto último es fundamental ya que, para consolidar cualquier avance electoral, el PRI debe reconciliarse plenamente con la política, y la política solamente se reencuentra en vir-tud de las ideas. Y en el mundo de las ideas, en última instancia son los principios y valores que las nutren los promotores insustituibles de las transformaciones y los cambios sociales.

La diversidad y el pluralismo operante –que no la simple pluralidad– son elementos inequívocos no sólo de las democracias modernas, sino de las propias or-ganizaciones partidarias. Al interior de los partidos el debate es esencial y, por fortuna, no todos pensamos igual. Estas diferencias se ven superadas mediante la re-gla de la mayoría y la vocación de unidad en torno de lo fundamental, lo que deriva en posiciones institucio-nales que le imprimen integralidad y eficacia al sistema de partidos. El problema es determinar qué es lo funda-mental para cada colectividad política.

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En este sentido, el PRI está obligado a definir con clari-dad la oferta política con la que saldrá al mercado elec-toral de 2012, imprimiéndole los tonos y matices que demandan tanto las bases del partido como la nueva sociedad mexicana. El PRI tiene que precisar una ruta social sin atavismos ni apuestas, consciente de su pasa-do pero con la vista puesta en el futuro. Y para ello el primer paso, difícil, es reconocer la realidad del partido. Para muchos priístas nuestra organización se aprecia inmóvil, distraída por asuntos secundarios y, en cierta forma, perdida frente a lo importante y urgente. Se ve un PRI anquilosado, ensimismado y con la prioridad de preservar los acuerdos internos que le brindan elemen-tal gobernabilidad y cohesión.

Lo anterior es importante reconocerlo, negarlo se-ría irresponsable. Y el autodiagnóstico y la admisión

son los primeros escalones en el camino para resarcir la credibilidad ciudadana en la propuesta tricolor.

El PRI también se percibe burocratizado y con poca disponibilidad para encabezar el debate de los principa-les temas nacionales e internacionales. Se ve un partido reactivo que, seguramente por estrategia, no está dis-puesto a correr el riesgo de asumirse como promotor de aquello en lo que cree y por lo que lucha. El PRI opera como un colectivo político que, gracias a su experiencia y a la de sus militantes, dicta el ritmo de la agenda legis-lativa, pero no necesariamente la establece.

El PRI presenta una disociación entre su doctrina y su ejercicio. No quedan claras las causas de la institu-ción, que son, en última instancia, las anclas del voto. Y estas afirmaciones no llevan destinatario alguno. Este no es un problema de personalidades o dirigencias, es una cuestión de esencia y estructura. El PRI obliga a sus jerarcas a privilegiar una actitud cautelosa; de otra manera, el equilibrio político corre graves riesgos de romperse y colapsar.

Esa realidad que en primera instancia percibe la gente, los votantes, sin perjuicio de los recientes resul-tados, ha distanciado al PRI de un amplio espectro de la sociedad. Y si bien con motivo de los últimos resultados comiciales pudiéramos considerar que en este momento el PRI va en una espiral de ascenso, este fenómeno pu-diera obedecer más a factores externos, tales como los malos gobiernos de la derecha y la esquizofrenia políti-ca de la que se dice la izquierda, que a virtudes propias. Ello hace a los sufragios frágiles y, sobre todo, volátiles.

Es innegable que el PRI siempre ha sido un insti-tuto político sui generis. Su origen fue producto de un pacto político entre los diversos jefes revolucionarios que, paradójicamente, llevó al establecimiento de un orden sexenal. No deja de ser curioso que la voluntad de muchos diera lugar al gobierno de uno solo.

Y es en este punto donde vale la pena reflexionar sobre el ideario revolucionario. ¿Dónde quedaron los postulados, los anhelos y las esperanzas de los hombres y mujeres que consumaron la Revolución Mexicana? La respuesta a esta pregunta es probablemente el más valioso tesoro y orgullo priísta. Todas esas esperanzas quedaron plasmadas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos vigente desde 1917. La re-volución social de principios del siglo pasado concluyó, en palabras de Georges Ripert, con una “revolución jurí-dica”. Ese es el gran éxito del ideario revolucionario, el haberse transformado en norma jurídica fundamental.

Pero ahora, ¿qué sigue para el partido político

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que se comprometió a resguar-dar ese tesoro? El camino es muy largo, pero el sentido ya es otro. Las ideas revolucionarias son una realidad. Hoy tenemos un Estado social bajo la forma de una República representa-tiva, democrática y federal. Se reconocen los derechos de los grupos vulnerables y la ley les ofrece garantías. Día a día se intentan conciliar los principios sociales de nuestra Carta Magna con una economía de mercado propia de un mundo abierto.

En este contexto se hace necesario socializar la agenda política del PRI para nutrirla de las aspiracio-nes comunitarias. Se debe construir un ideario conci-so y entendible. El abuso del discurso revolucionario y su tradicional ajuste sexenal terminó por aniquilar su sentido y peso ante las nuevas generaciones. El ro-llo revolucionario ya no vende, no vende porque no se cree y no se cree porque ya es obsoleto. Las nuevas generaciones –e incluso las viejas– ubican a México en espacios diversos a los lugares comunes del discurso revolucionario.

En la actualidad, conceptos como libertad, igualdad y democracia pasaron de ser ideales a realidades imper-fectas. Hoy la gente habla de transparencia, honestidad y eficacia. Las diferencias entre liberales y conservado-res, revolucionarios y científicos, izquierda y derecha, son cada día más difíciles de percibir en una sociedad conjuntamente preocupada por encontrar herramientas objetivas que permitan combatir eficientemente la po-breza, la marginación, la inseguridad y nuestro rezago como país en el concierto de las naciones. Dar respuesta clara a esas inquietudes es el reto y debe ser el nuevo ideario del PRI.

En la actualidad los mexicanos exigen definiciones claras acerca de la dirección y el sentido de las políti-cas públicas que ofertan los partidos y constituyen el eje de las propuestas. El desencanto ciudadano se da, entre otros motivos, por la incapacidad de los políticos de representar las genuinas preocupaciones de todos aquellos que exigen más y mejores resultados. El siste-

ma político está en crisis, y ante esta lacerante realidad los parti-dos tienen que renovar sus pro-puestas y materializarlas a través de compromisos concretos.

Las preocupaciones han cambiado, la modernidad nos impone nuevos y difíciles retos: conciliar desarrollo con justi-cia, crecimiento con progreso y libertad con igualdad. En este nuevo escenario, el PRI está obligado a definir su propuesta ratificando su decisión de con-

solidar un Estado nacional donde priven la democracia y la justicia social en el sentido más amplio y acabado de ambos términos.

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Vivimos una mutación de los ideales colectivos que se consagraron en la Constitución Federal. Sin embar-go, las nuevas generaciones de anhelos no han encon-trado espacio en el orden normativo nacional. Y hoy corremos el riesgo de que la revolución tecnológica e informática, para el caso de México, concluya como una vana perturbación política, si no logramos regular sus conceptos, procesos y fines. Temas como genética, bioética, derecho a la intimidad, diversidad, desarrollo sustentable, justicia moderna y economía solidaria, en-tre otros, son aspectos de la nueva agenda política que demanda la sociedad.

El PRI no debe permanecer distante, ni por comi-sión ni por omisión, a estas cuestiones, pues los mexi-canos esperan definiciones al respecto y los partidos triunfadores serán los que se las brinden.

Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es: como partido, ¿estamos dispuestos a sumarnos al ritmo de la sociedad?, o bien, vamos a seguir esperando que la rea-lidad se ajuste a nuestros tiempos, eso sí, con sombrero y fusil en mano. a

Mauricio Ortiz Proal es Diputado Federal de la LX Legislatura del H. Congreso de la Unión por el Partido Revolucionario Institucional.

[email protected] Ortiz Proal es profesor en la Facultad de Derecho

de la UNAM. [email protected]

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En 1980, Adolfo Suárez concedió a Josefina Mar-tínez del Álamo una entrevista que se salía de lo habitual. Fue una conversación tan franca que sus consejeros decidieron vetarla. “Un presiden-te no puede ser tan sincero”, dijeron.

En ese año, Suárez era el Presidente del Gobierno. Llevaba cuatro años gobernando y las múltiples críticas le tenían acorralado. La inflación se disparaba, el desempleo aumentaba, las autonomías de doble velocidad desperta-ban los agravios comparativos. Todos sus actos y decla-raciones pasaban por la criba de los prejuicios políticos. La derecha española no le perdonaba la ruptura con el régimen anterior. La izquierda lo acusaba de no imponer la ruptura con el régimen anterior. Dentro de su partido le crecían los traidores. La prensa, la gran mayoría de la prensa, estrenó, ¡por fin!, su libertad de expresión hacien-do verdadera leña de un Presidente a punto de caer.

Pero Suárez, a muchas trancas y barrancas, intenta-ba la convivencia de todos, el respeto entre las corrientes opuestas, la aceptación “sin ira” de unas normas nuevas y de un nuevo futuro. Estaba practicando el diálogo sin patentes ni micrófonos.

Hoy todo son parabienes y medallas para esa figura tristemente quebrada. Como advertía Mihura, sólo nues-tras desgracias nos hacen perdonar nuestros éxitos. Pero bastaría con consultar las hemerotecas para dejarnos he-lados los aplausos.

Por aquellas fechas –julio de 1980–, Suárez estaba a punto de perder su confianza en Abril Martorell; algunos militares manifestaban ya ostensiblemente su descon-tento. El político más popular era quizá Francisco Fer-nández Ordóñez; y el Presidente huía de la prensa –ex-

Josefina Martínez del ÁlaMo

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De Adolfo Suárez

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ceptuando la revista Hola– casi al grito de “va de retro”... Pero muchos de nosotros soñábamos con conseguir esa entrevista imposible.

Es la una de la madrugada. Adolfo Suárez acaba de volver de la cena ofrecida en el palacio del Gobier-no. Ha llevado un día muy movido: tedeum, recepcio-nes, investiduras... Está cansado. Marcelino Oreja se acerca a recordarle que mañana se tendrá que levantar a las siete.

Cuando nos dejan solos, el presidente se vuelve ha-cia mí:

“¿Ve cómo por fin hablamos?... Yo cumplo lo que prometo. Podía usted confiar.”

–Nunca lo dudé. Siempre pensé que haríamos esta entrevista.

–¿Sí?.... –me mira fijamente, sorprendido– ¡Pues es toda una prueba de fe!

No sonríe. Parece asombrado de que alguien confíe en su palabra. Conecto la grabadora. Abro el cuaderno con las cien preguntas preparadas, y lo miro... Pero en vista de su gesto agotado, intento alguna conversación re-lajada para que olvide su prevención hacia la prensa.

–¿Sabe por qué quería entrevistarlo? Creo que es us-ted el gran desconocido. Los españoles no sabemos nada de Adolfo Suárez persona. Cómo se siente, cómo piensa.

–Yo soy el primer convencido de ello. No. No me conocen.

–Pues tienen derecho a conocerle. Si le votan, y si se ponen en sus manos, necesitan saber con quién se juegan el porvenir.

–Sí. Ellos tienen derecho, y yo tengo la obligación de explicarme. Estoy de acuerdo. Y voy a procurar reme-diar ese desconocimiento, a darles una respuesta. Quiero utilizar más los medios de comunicación. La televisión sobre todo... porque en televisión soy responsable de lo que digo, pero no soy responsable de lo que dicen que he dicho... Tengo muchísimo miedo de cómo escriben des-pués las cosas que he dicho.

“soy reacio a las entrevistas”–¿Por eso evita usted hablar con la prensa?–Es que soy muy reacio a las entrevistas... Muy reacio.

Recuerdo que en el avión he presenciado cómo un periodista increpaba muy indignado al presidente por alguna información no recibida. Y cómo Adolfo Suárez endureció la mirada, borró la sonrisa, enseñó unos dien-tes afilados y calló al ofendido.

–Quizás el problema es también nuestro, de la pren-sa. Últimamente parece que algunos nos sentimos dema-siado inclinados a ser protagonistas.

–Sí. Yo noto ese afán de protagonismo. Algunos pe-riodistas me preguntan sobre un tema político para tratar de convencerme de sus posturas. Entonces les digo: ¿Us-tedes, qué quieren: saber mi opinión o convencerme de la suya?... Porque si vienen a hacerme una entrevista, les interesará conocer mi criterio, supongo. Y tendrían que escucharlo libre de prejuicios. Después, ustedes lo estu-dian, se informan y, si no les gusta, lo critican... Después, todo lo que ustedes quieran.

“Pero sólo se tienen presentes a ellos mismos. Escri-ben para ellos mismos... Los comentarios políticos suelen ser mensajes que no entiende casi nadie. De ahí que la prensa tenga cada vez menos lectores. De ahí que los po-líticos estén cada día más separados del pueblo... Porque han acabado todos cociéndose en la gran cloaca madri-leña... Y molesta mucho que yo hable de una gran cloaca madrileña. ¡Pero es verdad! No existe la preocupación de sobrevolar por encima. Nadie intenta hacer una crítica objetiva de las actuaciones políticas, con independencia del partido que realiza la acción.

“La prensa persigue intereses concretos, políticos o personales, del político que le informa. Defiende las conveniencias de alguien que instrumentaliza a ese pe-riodista. Y los periodistas se han convertido en correas de transmisión de los intereses de grupos determinados. Hay excepciones, desde luego. Pero, por desgracia, esa es la tónica general.

“Esta tarde les decía a unos periodistas: ¿Pero cómo es posible que tengan ustedes el más mínimo respeto a una persona que les cuenta lo que ha ocurrido, lo que se ha tratado en un consejo de ministros o en alguna re-unión de naturaleza totalmente reservada? ¡Para mí, ese señor se habría acabado! Porque no me ofrecería ningu-na imagen de seriedad ni de responsabilidad ni de nada.

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Pero ustedes colocan a esa persona en la punta de lanza de la popularidad... quizá por pagarle el precio de una in-formación... Eso es deleznable... Y se está dando mucho en la política española.”

–Supongo que tiene usted razón. Aunque yo no soy ninguna experta.

–¡No... no! Yo tampoco soy un experto. Simple-mente observo una realidad que me parece muy grave porque nadie intenta remediarla. No se entrevé ningún síntoma de corrección. Y la gente se está apartando de todo. De todo.

“...Y noto, además, que algunos periodistas no inten-tan obtener los datos necesarios para hacer una informa-ción exacta. He hablado de autonomías con un grupo de periodistas. Y les he dicho: ¿ustedes se dan cuenta de que han desprestigiado totalmente el estatuto gallego? Les pregunto: ¿lo ha leído alguno de ustedes? Y no... ¿Y han leído ustedes el título octavo de la Constitución?... Y no.”

esos que opinan y no saben–Y es más: me reuní con los intelectuales gallegos que habían criticado el Estatuto de Galicia. Los he llamado reservadamente. Los he invitado a almorzar. He ido con el estatuto y lo he puesto encima de la mesa: “Señores, vamos a mirar, artículo por artículo, dónde está la ofen-sa a Galicia...”. ¡Y me confesaron que no lo habían leído! Cuando todos ellos se habían manifestado públicamente en contra... Sólo porque Alfonso Guerra había dicho que aquello era una ofensa a Galicia. Y Fraga había dicho que aquello era una ofensa a Galicia... Así que funcionaban simplemente por el ruido del tam-tam de la selva. Yo re-pito a menudo que en España está ocurriendo un fenó-meno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro... casi nunca pasan por la reflexión previa.

“Pero es un hecho que está ahí; que sucede. Y luchar contra ello es muy difícil... Yo he intentado combatirlo mu-chas veces... ¡Y así me va! Soy un hombre absolutamente desprestigiado. Sé que he llegado a unos niveles de despres-tigio bastante notables... he sufrido una enorme erosión.”

–¿Y por qué no intenta arreglarlo? Debe tener una solución.

“...es verdad que he cometido errores. no hay persona que no los cometa. pero la mayoría de las veces, no tanto por lo que me acusan: excesiva concentración de poder. al revés: mi error ha sido no ejercer el poder que legítimamente me corresponde.”

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–Sí. Pero la tiene utilizando los mismos procedimien-tos, y no me gusta. No quiero convertirme en un hombre que busca sectores que lo cuiden, que lo mimen... ¡En ab-soluto, no va conmigo! Yo sólo digo que me juzguen por mis obras. ¡Dios mío... que no son todas deleznables!

La hora, el vacío del salón, el silencio... El Presidente se ha vuelto de perfil y mira a un punto perdido en la cris-talera del salón. Baja la voz casi hasta el murmullo. A veces inclina la cabeza y la balancea lentamente. Fuma y se pasa la mano por la frente... mientras, enlaza los pensamientos hilvanados con alguna pausa. Sólo cuando el ensimisma-miento amenaza con prolongar su silencio, yo intervengo, apenas, con alguna frase corta, como dándole el pie para que avance en su monólogo. Nada más. Y la voz de Adolfo Suárez continúa al margen de mi presencia.

–Desde luego, 80% de lo que se escribe de mí no responde a la realidad... ¿Y qué voy a hacer? ¿Usted sabe lo que supone pasarse el día rectificando? ¡Es horrible! “Quién calla, otorga, Presidente”, suelen decir los perio-distas. Pero ustedes comprenderán que si alguien inventa una cosa, y la prensa la recibe como noticia, no la con-trasta y sí la publica, yo no puedo dedicarme a desmen-tirla... Me faltarían horas para eso.

–Cuando se ocupa un primer puesto, se reciben más críticas que parabienes.

–Sí –admite en voz baja–. Es verdad. Parto de esa base y la acepto. Pero también es verdad que no se puede luchar contra la irreflexión. Es muy difícil que una perso-na asuma sus propios defectos. Y cuando se los dice al-guien que además es Presidente del Gobierno, creen que está buscando unos niveles importantes de aprobación personal.

“No se le puede advertir a nadie: usted se equivoca porque no lee; usted se equivoca porque no estudia; no se informa de los hechos... Decir eso es muy grave.”

–A cualquiera le resulta difícil de aceptar ¿no?–Nadie lo admite casi nunca. Consideran que es una

ofensa personal. Y aumenta todavía el grado de irritación contra mí. He llegado a la conclusión de que es mejor ca-llar. Y es lo que suelo hacer.

La voz es ya un susurro. El gesto y el tono son de fatalidad.

“Yo sé que me he equivocado en muchas cosas. Pero el resultado final es favorable. Si creyera que es cierto 80% de lo que dicen de mí, tendría que corregirme. Pero de tantas acusaciones, sólo 30% tiene alguna base real... Es verdad que he cometido errores. No hay persona que no los cometa. Pero la mayoría de las veces, no tanto por lo que me acusan: excesiva concentración de poder. Al re-vés: mi error ha sido no ejercer el poder que legítima-mente me corresponde.”

–No crea. Quizá los políticos y la prensa le acusen de excesiva concentración de poderes. Pero la gente de la calle se queja de lo contrario: de que no lo ejerce.

–Pues ésa es una acusación cierta. Sobre todo este último año... Y tenía razones para obrar así. Aunque qui-zás eran justificaciones personales, porque a la vista del resultado no pueden ser justificaciones institucionales...

“Lo que ocurrió es que hice una delegación de po-der y durante siete u ocho meses, en algunos aspectos, no he tenido los hilos de la información. Los he conservado en política exterior, en seguridad ciudadana... pero se me han escapado otros, fundamentalmente en el Parlamento. Ahora los estoy recuperando a marchas forzadas. Reco-nozco que he cometido un error grave que quiero corre-gir... Que no sé si seré capaz de corregir... Bueno, ¡estoy seguro que lo corregiré! Tal vez tengo excesiva confianza en mí mismo. Y eso no es bueno...”

–¿Por qué? Estar dispuesto a superar errores y cir-cunstancias adversas es una buena cosa.

–Yo creo estar especialmente dotado para eso... cuan-do me siento acosado, salgo hacia delante. Pero no es tan bueno. Lo deseable sería mantener siempre el mismo ni-vel de exigencia personal... Tengo muchos defectos... Mu-chos. Pero soy consciente de ellos y lucho por corregirlos, no crea. Pero los asumo –sonríe–, sé mis limitaciones, y conozco también mis posibilidades. Combinando ambas cosas se obtiene un producto más o menos aceptable... visto lo que abunda en la clase política española y en la internacional.

–¿En la internacional también?–Pues verá... Al principio, en mis primeros contac-

tos internacionales, me impresionaba conocer a aquellos políticos que siempre había admirado...

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–Y se deslumbró.–¡No...! –niega lentamente con la cabeza– No me

deslumbré. En absoluto. Al revés: fui creciéndome yo mismo. Y empecé a sentir una gran preocupación por el destino del mundo en función de las personas que lo di-rigen... Al final he llegado a la conclusión de que los polí-ticos son hombres como los demás. En el fondo, las cuali-dades que verdaderamente cuentan son las humanas.

“Un político no puede ser un hombre frío. Su pri-mera obligación es no convertirse en un autómata. Tiene que recordar que cada una de sus decisiones afecta a seres humanos. A unos beneficia y a otros perjudica. Y debe recordar siempre a los perjudicados... Gracias a Dios, yo no lo he olvidado nunca. Pero se sufre porque no puedes tomar decisiones satisfactorias en el corto plazo para to-dos los españoles. Aunque esperas que sean positivas en el futuro y asumes el riesgo... Hay personas que no ven a los gobernados uno a uno... Yo los sigo viendo. ¡Les veo hasta las caras!”

“Otro requisito indispensable en un político es la capacidad para aceptar los hechos tal y como vienen, y saber seguir hacia delante. Nunca puede sentirse depri-mido. Tiene que continuar luchando. Confiar en lo que siempre ha defendido y en los objetivos programados a largo plazo... Pasar por encima de las coyunturas. Porque a veces las circunstancias pueden desvirtuar el destino histórico de un país. Y es preferible decir sí a la Historia que a la coyuntura. Yo lucho, intento luchar contra esas coyunturas.”

–Supondrá una gran tensión... Como nadar contra corriente.

–Sí –baja más la voz–. Una tensión tremenda... hay que estar dispuesto a aceptar un grado enorme de im-popularidad –como en una confesión hecha a sí mismo, arrastra las palabras–. Pero yo estoy dispuesto a eso. Lo estuve desde el primer día en que fui Presidente.

“Hubo una primera época en que el ambiente jugaba a mi favor. Y yo no opino, como muchos, que el pueblo español estaba pidiendo a gritos libertad. En absoluto, El ansia de libertad lo sentían sólo aquellas personas para las que su ausencia era como la falta de aire para respirar.

Pero el pueblo español, en general, ya tenía unas cotas de libertad que consideraba más o menos aceptables... Se pusieron detrás de mí y se volcaron en el referéndum de 1976, porque yo los alejaba del peligro de una con-frontación a la muerte de Franco. No me apoyaban por ilusiones y anhelos de libertades, sino por miedo a esa confrontación, porque yo los apartaba de los cuernos de ese toro...

“Cuando en 1977 se consolida la democracia y las leyes reconocen libertades nuevas, pero también traen aparejadas responsabilidades individuales y colectivas, empieza lo que llaman el desencanto... ¡El desencanto! Yo no creo que el pueblo español haya estado encanta-do jamás. La Historia no le ha dado motivos casi nunca. Tuvimos que aprender que los problemas reales de un país exigen que todos arrimemos el hombro, exigen un altísimo sentido de corresponsabilidad. Y sin embargo, los políticos no transmitimos esa imagen de esfuerzo co-mún... La clase política le estamos dando un espectáculo terrible al pueblo español.”

–Bueno, yo escucho a la gente, ¿sabe?, y cada día se siente menos representada por sus políticos. Tienen la sensación de que en el Parlamento sólo se juega a hacer política de partidos... Y no se refieren sólo a usted, sino a la clase política en general.

–... Y yo también. Yo también.Balancea la cabeza afirmativamente. Su voz es ahora

un murmullo casi indescifrable.“Es verdad. Somos todos. Somos los políticos. Los

profesionales de la administración... La imagen que ofre-cemos es terrible... Vivimos una crisis profunda que no es, en absoluto, achacable al sistema político. Pero la de-mocracia exige a todos una responsabilidad permanen-te. Si nosotros fuéramos capaces de transmitir al pueblo ese sentido de responsabilidad, si lo tuviéramos perfec-tamente informado, el pueblo español asumiría todo lo que supone la soberanía ciudadana. Pero le hemos hecho creer que la democracia iba a resolver todos los grandes males que pueden existir en España... Y no era cierto. La democracia es sólo un sistema de convivencia. El menos malo de los que existen.”

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Se ha hecho el silencio. Por fin, Adolfo Suárez está solo con su pensamiento.

–Señor Suárez, usted ha hablado de actuar siempre con perspectivas históricas, de sacrificar el presente en aras del futuro... ¿Espera también encontrar su compen-sación en la Historia?

–No. Yo no tengo vocación de estar en la Historia. Además, creo que ya estaré, aunque sólo ocupe una línea. Pero eso no compensa... Hoy, ahora, tengo la satisfacción de seguir haciendo lo que debo hacer... Y no siempre ha sido así... Mi mayor preocupación actual es la conviven-cia. La democracia puede ser más o menos buena, pero lleva en sí altos niveles de perfeccionamiento. Y la perfec-ción máxima consiste en la convivencia perfecta. Hay que crear las condiciones necesarias para que los españoles convivan por encima de sus ideas políticas; que las ideo-logías no dañen las relaciones de amistad, de vecindad.

“Sé que es un objetivo posible; estoy convencido. Y si lo conseguimos, habremos hecho una labor histórica de primera magnitud. Por fin habríamos acabado con todas las previsiones de enfrentamientos históricos. La transi-ción española dará un ejemplo al mundo.

“El símbolo, para mí, es que sean amigos personas de partidos diferentes, pero amigos. Que por la maña-na puedan ir a votar juntos, y después sigan charlando y discrepen, pero civilizadamente. Que no traslademos al país nuestro rencor personal. Que no ahondemos con diferencias políticas las diferencias regionales y econó-micas que ya existen. Diferencias que, además, tampoco son insalvables... ese es mi auténtico objetivo. Esa sería mi compensación.”

–Pero como usted ya forma parte de la Historia... ¿Qué le gustaría que escribieran en esa línea que a usted le corresponde?

–Creo que la Historia de esta época sólo será objeti-va cuando pase mucho tiempo. Pero ahora, de inmediato, se verá afectada por las propias posiciones personales. Yo escucho y leo muchas cosas que se han escrito en los úl-timos cuatro años... ¡Y hay una cantidad de inexactitudes y de errores de perspectiva!... Cualquiera sabe lo que dirá la Historia dentro de 30 o 40 años... Por lo menos, pienso

que no podrá decir que yo perseguí mis intereses. Admi-tirá que luché, sobre todo, por lograr esa convivencia; que intenté conciliar los intereses y los principios..., y en caso de duda, me incliné siempre por los principios.

–¿Qué pesa más: las insatisfacciones o las alegrías?–Es muy difícil de calcular. Los hechos no son tan

simples. Si examino una situación y pienso que algunas cosas van por el camino que pretendía... entonces tengo una alegría enorme. Tuve una gran satisfacción en el año 76, y la he tenido con algunos textos legales que han sa-lido como queríamos, y con esa convivencia que, pese a todo, se está dando en el Parlamento...

“Insatisfacciones... muchas. Ingratitudes, más bien diría que muchísimas... Bueno, ingratitud no es la palabra exacta, aunque las he recibido. Lo malo es la incompren-sión. ¿Usted sabe las cosas que han dicho de mí? Perso-nalmente me afecta poco lo que digan... pero me preocu-po por mis hijos. Por si un día llegan a creer que su padre era todo eso que se escribe en la prensa...”

–¿La incomprensión le ha resultado insoportable al-guna vez?

–Sí. Me ha producido ratos amargos, cansancios. Ha habido momentos terribles.

–Y los superó...–Pero resisto. Yo suelo decir que me he empeñado en

un combate de boxeo en el que no estoy dispuesto a pegar un solo golpe. Quiero ganar el combate en el round 15 por agotamiento del contrario... ¡Así que debo tener una gran capacidad de aguante!...

“Es una imagen que refleja bien mi postura. Si en mis decisiones públicas hubiera un pequeño ingredien-te personal, el más mínimo, derivado de las ofensas que he recibido, en ese mismo instante me marcharía. Porque estaría cometiendo los mismos errores que se han come-tido históricamente. Caería en las equivocaciones de esos políticos que, por razones personales, llevaron a España a enfrentamientos muy graves. A veces cuesta un gran es-fuerzo mantener esta actitud... A mí me han estado insul-tando de una forma tremenda... Y yo he seguido saludan-do con el mismo gesto, con la misma intención, hasta con el mismo afecto, a la persona que me insultaba...”

“insatisfacciones... muchas. ingratitudes, más bien diría

que muchísimas... bueno, ingratitud no es

la palabra exacta, aunque las he recibido. lo malo es

la incomprensión”.

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–Pues eso tiene su mérito.–Eso es tener un cierto sentido de responsabilidad

–de nuevo su voz se vuelve hacia sí mismo–... de respon-sabilidad histórica... que la da el cargo. Yo he sido siempre un hombre responsable. Y también me influye la ilusión que conservo. La ilusión de que es posible conseguir lo que me había propuesto. Los políticos se rinden, a me-nudo, porque no ponen todo el esfuerzo necesario para alcanzar la meta, porque priman los objetivos de corto plazo. Pero yo todavía tengo una enorme ilusión. La mis-ma que tuve toda mi vida.

–¿Toda su vida?... ¿Cuándo pensó que sería jefe de Gobierno?

–Siempre. Lo comentaba incluso con los amigos.–¡Qué curioso!... Es raro que se cumplan los sueños.–Sí. Pero eso satisface el primer año. Después no

te llena lo suficiente, porque entran en juego otras cosas más importantes. Se me acusa de ser un hombre ambicio-so... Pero, ¿es que nadie se ha parado a pensar que ya se han cumplido todas mis ambiciones personales? Todas. No me falta ni una... ¿Y usted cree que el poder, por sí mismo, satisface a quienes lo poseen?

–Pues si no satisface, por lo menos apasiona, ¿no?–Desde luego es apasionante... apasionante.Su afirmación queda flotando en el aire.“...Y no digo que el poder no satisfaga, lo que quie-

ro explicar es que por sí mismo no puede justificarse. El poder sólo se justifica en función del cumplimiento de unos objetivos, por supuesto no personales. Además, yo no he disfrutado las compensaciones personales que el poder comporta. Nadie puede negar que soy un hom-bre volcado en mi trabajo; no se me ve en cocteles ni en cenas ni en ninguna de esas facetas agradables de la vida pública... Paso el día estudiando documentos, le-yendo expedientes, analizando acontecimientos. Des-pacho los asuntos urgentes... Recibo visitas, me entre-visto con economistas, con especialistas en los temas que me preocupan. Procuro hablar con las personas que tienen una opinión diferente a la mía para ahondar en sus razones... Son muchos deberes. Mi primera obliga-ción es convencer. Tengo un partido político que apoya mi gestión. Y no puedo decir: esto se hace así porque yo

“...y no digo que el poder no satisfaga, lo que quiero explicar es que por sí mismo no puede justificarse. el poder sólo se justifica en función del cumplimiento de unos objetivos, por supuesto no personales...“

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lo he decidido. Vivo convenciendo... Ni siquiera estoy demasiado tiempo sentado. Me levanto y paseo muy a menudo. Necesito moverme.”

“soy un hoMbre inquieto”–¿Por qué? ¿Por una constante tensión nerviosa?

–Bueno, yo soy un hombre inquieto, vital... Pero me domino muy bien.

Lo observo. La mirada, directa. El apretón de manos, firme. Las palabras, ahora que ha vuelto de su mundo in-terior, decididas. Es un hombre segurísimo, convencido.

“Lo he pasado muy mal. Pero cuando uno ha sido cocinero antes que fraile, y ha conocido muchas situacio-nes, aprende a dominarse.”

De nuevo vienen a advertirle de la hora. Les preocu-pa mucho el programa de mañana: “Presidente, tiene que madrugar...”

–Si está cansado lo dejamos, señor Suárez.Se pasa la mano por los ojos.–Estoy un poco cansado... Sí.–Seguiremos en otro momento, ¿no? En realidad,

me quedan por hacerle todas las preguntas....–Por supuesto –me tranquiliza–. Además, ya he-

mos quedado en que esta entrevista la haremos en varias ocasiones.

Un día después, en el vuelo de vuelta a Madrid, lo miro mientras habla con los periodistas. Tiene algo de pez escurridizo. Con la cara de frente, los ojos miran de perfil. Parece inmóvil, pero se escapa.

En cambio, la noche anterior, el cansancio, el silen-cio y la soledad sacaron a flote otro hombre agotado. Me faltó preguntarle si al final de la jornada siempre repasa los buenos y los malos momentos, si reflexiona y si hace autocrítica.

Todavía en el avión, en un momento de distracción general, me promete bajito: “Seguiremos hablando. Ha-brá otra ocasión”.

Sin embargo, la ocasión no se presentó o sus adjun-tos la impidieron. A saber. No obstante las insistencias de mis idas y llamadas a La Moncloa. Y cuando yo, por compromiso y deferencia, le envié la trascripción de la conversación mantenida en la madrugada de Lima, sus

consejeros dilucidaron y discreparon si se debería o no publicar. A pesar de Josep Meliá o del apoyo de Chencho Arias, triunfó el no, “porque el Presidente no puede ser tan sincero”.

Pero el hecho es que lo había sido. Demasiado sincero. Y la entrevista quedó encerrada en un cajón y en mi “debe” indignado. Ahora, releída con la sere-nidad sabia que dan los años, reconozco que un Pre-sidente no podía ser públicamente tan sincero. Pero ahora también, cuando le llueven los homenajes y las nostalgias, creo que es bueno que quienes lo critica-ban tanto, de los que se dolía o todos los demás que apenas lo han conocido, sepan cómo pensaba y cómo se sentía.

Por aquella época, y al final de algún segundo en-cuentro, Adolfo Suárez, todavía Presidente, me dijo: “Es usted la única persona en España con la que estoy en deu-da. Le debo una entrevista”.

–Y si no, publico ésta.–Y si no, en su día, publica ésta...Dos meses después dimitió.

palabras para la historiaQuien habla en esta entrevista es un hombre de Estado a ratos amargo, harto de encajar golpes, atacado con una saña desmedida, desengañado con la clase política y duro con la prensa. Una insoportable tensión polí-tica y emocional que vuelca en una conversación sin ataduras. Tanta sinceridad, por lo visto, pareció incon-veniente a algunos de sus consejeros, que pidieron que se archivara la entrevista. Pero, cuando se cumple el 75 aniversario del hombre que lideró la transición, cree-mos que no hay mayor homenaje que la publicación de estas confesiones. El lector va a sentir una cierta nostal-gia ante un Presidente que asegura no tener “vocación de estar en la Historia”, pero que levanta el vuelo por encima de sectarismos y políticas chusqueras. Suárez se sitúa en la “Historia”, porque, como él mismo dice, no le interesa “la coyuntura”, sino los principios. Y sus palabras pueden enseñarnos mucho en estos tiempos de “coyuntura”. a

©Periódico ABC. España. 23 de septiembre de 2007.

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60 Las cifras de los últimos años parecen indicar que, después de muchos avatares, América Latina ha entrado en un ciclo que nos entrega resultados económicos y sociales más positi-vos que aquellos que marcaron los tres prime-

ros años del siglo XXI.El Estudio Económico de América Latina y el Caribe

2005-2006 de la CEPAL1 preveía que la región crecería en 2006 alrededor de 5%, completando de ese modo cua-tro años de expansión económica consecutiva. A ello hay que sumar que la tasa de desempleo cayó a 9.1% a fines de 2005 y esta tendencia continuaría por debajo de 9% en el primer semestre de 2006. Si bien es el nivel más bajo desde mediados de los noventa, en 2006 había todavía en la región 18 millones de personas desempleadas.

Por otra parte, otras estimaciones de la CEPAL indi-caban que el número de personas que se encontraban en 2005 en situación de pobreza en la región ascendía a 213 millones, de las cuales 88 millones estarían en situación de pobreza extrema o indigencia. Dichas cifras equivalen respectivamente a 40.6% y 16.8% de la población latinoa-mericana y caribeña.

Este nuevo ciclo ha permitido un respiro y en él influyen fuertemente un escenario externo favorable, las bajas de las tasas de interés y la revaloración tem-poral de las materias primas causada por la eclosión de fenómenos nuevos, como son la enorme demanda de economías gigantescas como China e India.

Pero sería miope cantar victoria; este respiro sólo será útil si América Latina es capaz de atesorar esta bonanza pasajera a través de cambios sistémicos que abarquen la economía, la política y la situación social, que marquen una situación distinta para enfrentar los ciclos negativos haciéndolas definitivamente menos vulnerables.

Pese a esta mejor situación, el panorama latino-americano no deja de ser preocupante pues a la fragi-lidad económica y social la acompaña una fuerte fra-gilidad política y hasta de cierta desafección al sistema democrático, resurgimientos de atmósferas sociales que pueden minar los sistemas de negociación de los conflictos y favorecer las ofertas populistas de origen corporativo, de reacciones identitarias antimodernas de distinto signo, que se caracterizan por ser simplistas, esencialistas y unilaterales y no captan la necesidad de apreciar el mestizaje cultural de la región, que permite entender nuestra identidad de una manera no estática ni dogmática, sino asumir su continua transformación e historicidad.

La aguda percepción de injusticia social, de que quie-nes pagan las crisis son “los de abajo”, la visión en varios países de las elites políticas como elites corruptas y de la globalización como una conspiración de los países ricos para explotar a la región es una realidad que se refleja en el incremento de posiciones nacionalistas y extremas, como asimismo en el descrédito de muchos de los gobernantes en la opinión pública, en el desprestigio de los partidos po-líticos y en la extrema volatilidad del voto.

Existe una demanda ciudadana que pide más Estado,

ernesto ottone

Un nuevo contrato social para América Latina

1 Estudio económico de América Latina y el Caribe 2005-2006. Julio de 2006.

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más institucionalidad, más sistemas de justicia y de segu-ridad ciudadana, más gestión pública. La extrema debi-lidad de la oferta pública en muchos países frente a esta demanda genera un vacío que puede frustrar el desarro-llo y dar inicio a un nuevo ciclo de populismos, ya sean de izquierda o derecha, integrista identitario o modernis-ta autoritario, en donde una sociedad civil que busca, en la mejor tradición gramsciana, articularse con el Estado sea reemplazada por una sociedad incivil que lleve a la paralización del esfuerzo de desarrollo o a procesos de sociedad con un nivel de conflicto insostenible.2

Se hace indispensable el desarrollo de sistemas po-líticos que permitan capturar la diversidad, pero que generen cohesión social, reglas del juego respetadas y transparentes. Reivindicación de lo público y de un sis-tema democrático fuerte, lo que sólo puede ser fruto de un sistema político con gran capacidad de agregación y con una vocación a la vez de integración al mundo y de reducción de las múltiples manifestaciones de las desigualdades.

Es en este contexto donde han surgido reflexiones que apuntan a orientar políticas para el logro de una ma-yor cohesión social, que se presenta con una doble faz, medio y fin de las políticas públicas.

La cohesión social debe considerar a nuestro juicio dos aspectos: uno, de los hechos objetivos que existen al interior de nuestras sociedades, y otro de las percepcio-nes, el sentido de pertenencia que los miembros de la so-ciedad tienen. Es decir, a los aspectos más o menos clási-cos del bienestar les debe agregar el estar bien, el sentirse parte.

En este sentido la cohesión social se constituye por la relación entre los mecanismos de reinclusión/exclu-sión social, por un lado, y las respuestas, percepciones y disposiciones de la ciudadanía al funcionamiento de dichos mecanismos.

Sin reconocimiento del otro y sin sentido de perte-nencia no es posible imaginar acuerdos que sean percibi-dos por todas las partes como legítimos y, por ende, que puedan ser perdurables.

En consecuencia, la cohesión social supone en su base un “contrato social” en el cual distintos actores que comparten un sentido de pertenencia y reconocimiento mutuo “han negociado” sus “contribuciones diferencia-das” en vistas a hacer realidad los derechos sociales de todos los miembros de esa comunidad.

Dicho contrato deberá precisar cuántos y cuáles de-rechos pueden ser garantizados, expandiendo su exigibi-lidad; con qué gradualidad y qué estructura de riesgo está la sociedad dispuesta a asumirlos como responsabilidad colectiva y determinar qué pacto fiscal puede sustentar dichos acuerdos, en el cual todos los actores se sientan de alguna manera beneficiarios.

Como dice la CEPAL, “un pacto social centra-do en la protección representa la culminación de un acuerdo en el que los derechos sociales se consideran como horizonte normativo y las desigualdades y res-tricciones presupuestarias como limitaciones que es necesario enfrentar.

“Un pacto social estructurado en torno a la protec-ción tiene tanto aspectos sustantivos como procesales. Los primeros se refieren a los contenidos y se relacionan con garantías irreductibles, formas concretas de solida-ridad y transferencias, progresividad de la cobertura, prestaciones de calidad y expansión de acceso. Un pacto social de protección debe regirse por principios de uni-versalidad, solidaridad y eficiencia. Esto no significa que todo beneficio sea universalizable, sino que la sociedad establece, a partir de un diálogo entre los agentes sociales, los estándares de calidad y cobertura que deben garanti-zarse a todos sus miembros. Además, junto con contener reglas claras y explícitas y normas sobre gestión, un pacto social debe adherir a criterios de estabilidad macroeco-nómica vinculada a la socialización de beneficios y sacri-ficios. Sólo una economía con una estructura productiva estable y vigorosa que incorpore a vastos segmentos de la población y se rija por un principio de transferencias solidarias, que apunte a universalizar la protección social y el desarrollo de capacidades y oportunidades permitirá conciliar las dos caras del desarrollo: el crecimiento y la equidad.

“Los aspectos procesales de un pacto social se refie-ren a cómo se convoca al pacto, quiénes participan, cuáles son los procedimientos de deliberación y representación, cómo se fiscalizan los acuerdos y se controla su aplica-ción, y cómo desempeña el Estado su papel regulador.”3

A partir de considerar estos aspectos y desarrollar po-líticas públicas dirigidas hacia y con los actores sociales, que aseguren altos niveles de cohesión social y niveles bá-sicos de consumo político, se podría pensar en un contrato social que encarne un compromiso entre sociedad civil y el Estado, para la América Latina del siglo XXI. a

Secretario Ejecutivo Adjunto a.i. de la CEPAL2 Algunos de estos conceptos fueron expuestos por Manuel Castells en el Seminario Globalización, Estado y Ciudadanía, organizado por University of Southern Califormia (Center on Public Diplomacy) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 28-30 octubre 2005, Los Ángeles, California, Estados Unidos.

3 CEPAL, La protección social de cara al futuro: Acceso, financiamiento y solidaridad. Síntesis. Febrero de 2006.

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Los dirigentes de la Unión Europea llegaron el 19 de octubre a un acuerdo para dar vida al Tratado de Lisboa, que será firmado el próxi-mo 13 de diciembre por los 27 miembros que actualmente pertenecen a la UE. El nuevo tex-

to sustituye a la fallida Constitución y reforma los dos Tratados actuales, el de la Comunidad Europea y el de la Unión Europea. Se trata, pues, de un verdadero “tratado constitucional”, único en su género, que contribuirá a so-lidificar aún más los rasgos de integración y de supraes-tatalidad de la Unión Europea.

Tal acuerdo sólo pudo lograrse después de intensas y complicadas negociaciones para satisfacer las reticen-

cias de varios miembros, principalmente Italia y Polonia, y todavía deberá someterse a la ratificación de los 27 Es-tados miembros, en algunos casos mediante el espinoso recurso del referéndum, dado que las instituciones co-munitarias no siempre han sido populares entre electora-dos escépticos y nacionalistas. No obstante, se espera que el nuevo orden constitucional de la UE entre en vigor a principios de 2009.

Entre las principales “reformas estructurales” que in-cluye el flamante Tratado de Lisboa se encuentran las si-guientes: la creación de un Presidente estable de la Unión Europea, elegido por un periodo de dos años y medio y con posibilidad de reelección por una sola vez; la creación del

francisco Gil villeGas M.

El Tratado de Lisboa

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nuevo cargo de Alto Representante de la Unión para Asun-tos Exteriores y la Política de Seguridad, que será al mismo tiempo el Vicepresidente de la Comisión Europea; desapare-ce el veto en 40 ámbitos de acción suplementaria, incluidos el asilo, la inmigración y la cooperación policiaca y judicial; aumenta de manera notable el poder de decisión y colegis-lación del Parlamento Europeo, que constará de 750 eurodi-putados más el Presidente; desaparece la Carta Europea de Derechos Fundamentales que tantos obstáculos generó para que fuera aprobada en el fallido proyecto de Constitución de hace dos años; Reino Unido y Polonia consiguieron im-portantes aclaraciones y restricciones para la aplicación de la Carta dentro de sus respectivos territorios; se da un claro reconocimiento a la iniciativa popular, pues ahora 1 millón de ciudadanos europeos podrán pedir a la Comisión que proponga una medida legislativa; y además de éstas y otras importantes modificaciones, la UE tendrá personalidad ju-rídica única, y se reconocerá expresamente la posibilidad de que sus Estados miembros puedan abandonar la Unión cuando así convenga a sus intereses.

El significado esencial de todas estas modificacio-nes reside en los importantes pasos que se han dado para consolidar las características de integración supraestatal de la Unión Europea, más allá de cuestiones puramente comerciales y económicas, en una dirección que cada vez apunta más al establecimiento de una especie de flexible Unión de Estados con claros rasgos confederados. Para los principales dirigentes europeos, esto implica la pre-sencia de un actor internacional europeo cada vez más poderoso y con “mayor músculo” para intervenir y de-terminar las decisiones internacionales en un mundo globalizado, pero también todavía dividido en regiones y bloques de poder con fuerte competencia entre sí.

Para muchos analistas que hace apenas dos años consideraban que los alcances de la integración europea ya habían llegado a límites insuperables después de la im-plantación del Euro, la ampliación de 15 a 27 miembros, y el fracaso de la ratificación de la Constitución Euro-pea para ir más allá de lo ya logrado, la cristalización del nuevo “tratado constitucional” de Lisboa debe explicarse en buena medida por el cambio de liderazgos europeos, especialmente en Francia y Gran Bretaña, donde tanto Sarkozy como Gordon Brown le han dado un nuevo im-pulso a los ambiciosos planes de una mayor y sólida inte-gración europea para que ésta tenga un mejor y más ven-tajoso peso específico en el equilibrio de las relaciones internacionales contemporáneas, demasiado inclinado, desde por lo menos hace una década, hacia Estados Uni-dos, y por lo menos desde el inicio del siglo XXI hacia el nuevo potencial político y económico exhibido, esgrimi-do y pavoneado por la República Popular China.

¿Qué significa este fortalecimiento de la Unión Euro-pea para México, además de constituir un exitoso modelo de integración económica y política de dimensiones plane-tarias, capaz de superar todos los obstáculos que se le fueron presentando desde hace exactamente medio siglo, cuando se firmó en 1957 el Tratado de Roma, de dimensiones que ahora se antojan relativamente modestas, aun cuando ha-yan sido tan históricamente significativas y cruciales?

Ante todo, que debemos contar, para la planeación de nuestra estrategia internacional y de política exterior, con un protagónico actor que, además de China, repre-sentará un importante contrapeso al poder hasta ahora hegemónico de Estados Unidos. Por supuesto que no sólo la biología, sino también la geopolítica es destino, es-pecialmente en las relaciones internacionales, y por ello Estados Unidos nunca dejará de ser parte constituyente y primordial de nuestra historia y de una realidad definida en términos orteguianos como “yo soy yo y mi circuns-tancia representada por mi vecindad con mi poderoso vecino del norte”. Pero una vez reconocida la dimensión ineluctable de semejante circunstancia, conviene mirar más allá de ella, hacia la aparición, configuración y con-solidación de nuevos epicentros de poder internacional representados en los albores del siglo XXI por China y la fortalecida Unión Europea. Sobre todo cuando tenemos un espléndido tratado de quinta generación firmado y ra-tificado en el año 2000 con esta última, y que la desastro-sa política exterior del gobierno de Vicente Fox no supo sacarle el provecho debido, por limitarse a pensar nada más en Estados Unidos, Cuba y Venezuela.

Ese valioso tratado, negociado, firmado y ratificado en el gobierno de Ernesto Zedillo, ha sido lamentable-mente desaprovechado por México en lo que va del pre-sente siglo, no así por nuestra contraparte europea, pero lo que indudablemente debe hacer la actual cancillería, a cargo de diplomáticos profesionales y muy bien forma-dos e informados, a diferencia de los improvisados y dile-tantes cancilleres del gobierno foxista, es desempolvarlo y releerlo con mucha atención en todos sus detalles, a fin de imprimirle a nuestras relaciones exteriores una nueva y provechosa dimensión.

Tenemos un invaluable instrumento firmado y rati-ficado con la UE que va más allá de las relaciones comer-ciales y económicas. Desde 2001 hemos tenido abando-nado un flamante y lujoso vehículo al que, con una acei-tada y una encerada, podríamos darle un muy ventajoso uso en la nueva autopista de la Unión Europea que segu-ramente empezará a funcionar de manera deslumbrante el próximo año y que está reservada a automóviles de lujo de gran velocidad. a

Investigador de El Colegio de México

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El espectro de un Irán nuclear obsesiona a árabes y a israelíes por igual, pero Estados Unidos e Israel son la fuerza impulsora de las medidas encaminadas a poner coto a las ambiciones nucleares de Irán. En el triángulo

Estados Unidos-Irán-Israel radica la clave del problema y su posible solución.

Aunque en 1979 la revolución islámica del ayatola Jomeini desbarató la antigua alianza de Israel con Irán, los dos países siguieron manteniendo relaciones con la aprobación de Estados Unidos. El caso Irán-Contra del decenio de 1980, en el que Israel proporcionó armas a la República Islámica en su guerra contra Irak, es un buen ejemplo de ello. Israel e Irán, dos potencias no árabes en un medio árabe hostil, compartían intereses fundamen-tales que la revolución islámica no podía cambiar.

Durante el gobierno de Yitzhak Rabin, a comienzos de 1990, fue cuando Israel e Irán entraron en un conflicto a las claras, debido al cambio del marco estratégico des-pués de la victoria de Estados Unidos en la primera gue-rra del Golfo y del hundimiento de la Unión Soviética. El proceso de paz árabe-israelí, patrocinado por Estados Unidos, que produjo una serie de logros impresionantes –la Conferencia de Paz de Madrid, los Acuerdos de Oslo, el Acuerdo de Paz de Israel con Jordania, casi un acerca-miento a Siria y mejoras de la opinión sobre Israel en Es-tados árabes desde Marruecos hasta Qatar–, fue la peor pesadilla de un Irán cada vez más aislado.

En aquella encrucijada fue en la que Israel e Irán, dos potencias que rivalizaban por la hegemonía en un Oriente Medio en rápida transformación, optaron por materializar su competencia estratégica en términos ideológicos. Entonces el conflicto había pasado a en-frentar a Israel, faro de democracia que luchaba contra la expansión de un imperio oscurantista chiita, con un Irán que optó por proteger su revolución movilizando a las masas árabes en el nombre de valores islámicos y contra unos gobernantes que habían traicionado a los desposeídos palestinos.

shloMo ben-aMi

Ambicioso pacto con IránEstados Unidos e Israel son la fuerza impulsora de las medidas encaminadas a poner coto a las ambiciones nucleares de Irán. En el triángulo Estados Unidos-Irán-Israel radica la clave del problema y su posible solución.

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El recurso de los mullahs, más enemigos de la re-conciliación israelí-árabe que de Israel en sí, a una in-cendiaria retórica panislámica y antijudía va encami-nado a poner fin al aislamiento de Irán y a presentar sus ambiciones regionales a una luz aceptable para las masas sunitas. En un Oriente Medio árabe, Irán es el enemigo natural; en un mundo islámico, Irán es un di-rigente en potencia.

Irónicamente, Irán ha sido el principal partidario de la democracia árabe, porque la forma mejor de socavar los regímenes vigentes es fomentar movimientos islamis-tas con base popular, como Hezbolá en Líbano, los Her-manos Musulmanes en Egipto, Hamas en Palestina y la mayoría chiita en Irak.

Yitzhak Rabin pensaba que una paz israelí-árabe podía prevenir la aparición de un Irán nuclear, pero aho-ra su pesadilla parece acercarse rápidamente. Irán, como potencia enemiga del status quo, no persigue capacidades nucleares para destruir a Israel, sino para obtener presti-gio e influencia en un marco hostil y como escudo para su desafío al orden regional.

Pero Israel tiene toda clase de motivos para estar preocupado, pues un Irán nuclear socavaría la promesa del sionismo de lograr un refugio judío –la razón funda-mental para la propia estrategia de “ambigüedad nuclear” por parte de Israel– y envalentonaría a sus enemigos en toda la región. También desencadenaría una prolifera-ción nuclear incontrolada en esa región, encabezada por Arabia Saudita y Egipto.

Un ataque militar contra las instalaciones nucleares iraníes es demasiado peligroso y sus resultados incier-tos y, por severas que fueran las sanciones económicas, podrían no poner de rodillas a Irán. Tampoco está claro que la división en la capa dirigente iraní entre los puristas revolucionarios y los que tienen una mentalidad de clase mercantil vaya a propiciar un cambio de régimen en un futuro próximo. Ser radical no necesariamente significa ser irracional, y el Irán revolucionario ha dado pruebas frecuentes de su pragmatismo.

En la ecuación Estados Unidos-Irán fueron aqué-llos y no éste los que aplicaron una rígida diplomacia ideológica. Irán respaldó a Estados Unidos durante la primera guerra del Golfo, pero quedó fuera de la Con-ferencia de Paz de Madrid. Irán apoyó también a Esta-dos Unidos en su guerra para deponer a los talibanes en Afganistán y, cuando las fuerzas estadounidenses derrotaron al ejército de Saddam Hussein, en la pri-mavera de 2003, los cercados iraníes propusieron un ambicioso pacto que colocara todos los asuntos polé-micos sobre la mesa, desde la cuestión nuclear hasta Israel, desde Hezbolá hasta Hamas. Además, los ira-níes prometieron dejar de obstruir el proceso de paz israelí-árabe.

Pero la altanería neoconservadora –“no hablamos con el Mal”– descartó una respuesta pragmática a la ini-ciativa de Irán.

El estado de ánimo de Irán cambió cuando toda la estrategia de Estados Unidos en Oriente Medio se había ido a pique, pero el ambicioso pacto sigue siendo la única vía viable para salir del atolladero. Sin embar-go, no se lograría mediante un régimen de sanciones, inevitablemente imperfecto, o el recurso de Estados Unidos a la lógica de guerra fría con vistas a doblar el espinazo de Irán arrastrándolo a una ruinosa carrera de armamentos. La cada vez mayor influencia regional de Irán no se debe a su gasto militar, que es muy infe-rior al de sus enemigos, sino a su desafío a los Estados Unidos y a Israel mediante una astuta utilización del poder blando.

No hay forma mejor de socavar la estrategia regio-nal de desestabilización por parte de Irán que una paz árabe-israelí completa, acompañada de inversiones en gran escala en desarrollo humano y seguida de un siste-ma de paz y seguridad con patrocinio internacional en un Oriente Medio libre –en forma verificable– de arma-mento nuclear, incluido Israel. a

Project Syndicate, 2007Ex ministro israelí de Asuntos Exteriores.

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ciudad

Si no recuerdo mal mi primer contacto con Vi-cente Fox fue telefónico. Eran los primeros me-ses de 1999 y yo conducía un noticiario matuti-no en Radio Mil. Cuando uno comienza al aire a las seis de la mañana la única forma de quitarse

la angustia es la señal del productor con la confirmación de la entrevista acordada desde el día anterior.

“Tienes en la línea al gobernador de Guanajuato”, me dijo imperativa María Teresa Calderón, la productora y coordinadora de información. Yo no había pedido ni pactado la plática, pero a esas horas nada se discute.

Las presentaciones del caso:–Hola, dígame.–Quiero decirles a todos que es muy importante

trabajar por México, por un México ganador, victorioso; que debemos sacudirnos al PRI; tenemos que hacer valer la democracia...

Fox hablaba como una metralleta. Tenía pocas ideas pero las expresaba de distintas maneras en una infinita cascada de experto en mercadotecnia. Su verbo era una mezcla de incendio y oferta comercial de saldos y mer-cancías rebajadas. Su velocidad impedía las interrupcio-nes, y en verdad nada se le podía contradecir. Partía de verdades sencillas, de cosas sabidas, de frases hechas.

–¿Cree usted que podrá ganar la candidatura del PAN? –le pregunté por decir algo.

–Mira, si esos cuates no vienen conmigo yo voy solo; cada día somos más, cada día hay más mexicanos decidi-dos a dar la batalla por este maravilloso país...

Y por ahí se fue.–Gracias por su tiempo –le dije.–Gracias a ti, y todos pónganse a trabajar, ya son

más de las siete. Ándale, mano, ponte a trabajar –me contestó.

Ya no pude decirle que mi trabajo era precisamente ése: hablar con él hasta ver llegar el salvífico momento de decir: “...vamos a unos comerciales”.

Fox fue, con toda obviedad sea dicho, un fenómeno de los medios. Pero también de la indolencia en el ejerci-cio del poder. No lo afirmo pero lo planteo como –dicen los sociólogos– una hipótesis de trabajo: parte del res-cate “clintoniano” de la economía mexicana producido por los “errores de diciembre” implicaba, además de las condiciones económicas y financieras, cambios políticos intensos. O al menos tan superficiales y formales como para parecer profundos.

Para llevarlos a cabo eran necesarios dos bloques. El salinismo privatizador y un presidente contradicto-rio y desnacionalizado. Lo segundo fue perfectamente encarnado por Ernesto Zedillo. La primera parte del binomio ya estaba lograda: un Partido Acción Nacio-nal despojado de toda carga doctrinaria y debidamente asociado con la gradual entrega del poder: Baja Cali-fornia, Guanajuato, Chihuahua, Jalisco, Querétaro; y un partido dominante –el PRI– al cual se le iban retirando apoyos y posibilidades de organización. Seis comités nacionales retirados al hilo por un “pitcher” con la serie mundial vendida.

Y en medio de todo eso una perfecta imagen de la novedad nacional. Un candidato con botas; cinturones con su nombre en la hebilla; abierto, atrabancado, mezcla de Pepe El Toro y Og Mandino; producto de la autoayu-da y la Coca-Cola; bonachón, padre voluntario de tres huérfanos, hijo respetuoso y amigo de sus amigos, tantos como para formar un partido “civil” capaz de reunir mi-llones y millones en una campaña de recolección cuyos montos y destinos jamás conoceremos a pesar de las tar-días y rencorosas infidencias de Lino Korrodi.

Los empresarios lo veían como uno de los suyos, no por el éxito económico, sino por su capacidad de endo-sarle al gobierno sus monumentales errores. Sus botas, sembradíos de legumbres, empacadoras y demás nego-cios en la barriga del Fobaproa. Detrás viene el arriero, pensaba como todos los de su clase.

Fox hablaba como una metralleta. Tenía pocas ideas pero las expresaba de distintas maneras en una infinita cascada de experto en mercadotecnia. Su verbo era una mezcla de incendio y oferta comercial de saldos y mercancías rebajadas.

Rafael CaRdona

Reflexiones, recuerdos y un peso perdido

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Meses después, cuando ya la campaña era una rea-lidad, yo dirigía un periódico abiertamente orientado a promover la candidatura de Francisco Labastida. En el nombre del equilibrio informativo (cuya veracidad no se creía nadie, ni yo ni él), se organizó un desayuno con el candidato “revelación”.

“Tiene que ser a las siete de la mañana”, me dijo Mar-ta Sahagún por teléfono. Y fue a las siete de la mañana.

Me encontré con Fox en el vestíbulo y me sorpren-dió su empaque. Firme la voz, enormes las manos. Ancha espalda y piernas de jinete. Un ranchero fuerte. Fuimos a la mesa.

El mesero le preguntó. Vicente Fox le dijo: “Nada, ya desayuné”.

La supuesta entrevista se convirtió en impruden-te discusión por parte mía. “No le creo nada”, le dije. O algo así. La reunión se acabó antes de lo imaginado y por la noche usé una de sus frases de siempre para cabecear la nota principal. Una foto y un compromiso cumplido.

–Durán le va a ganar a Montiel –me aseguró duran-te esa áspera charla.

–No le gana –le dije. –¿Apuestas?–Le apuesto lo que vale su candidato: un peso.–Va.Nunca me pagó.Llegaron los hechos de todos sabidos. Fox llegó a

la Presidencia en medio del alborozo de una incons-ciencia colectiva. Solamente una multitud con el ce-rebro debidamente enjabonado por la propaganda y la televisión pudo no sólo perdonarle el “hoy, hoy, hoy”, sino hallar en esa torpe exhibición de estrechez y ter-quedad la luz revelada, el camino de Damasco de la democracia de tepalcate cuyas consecuencias sufrimos hasta ahora.

La cantaleta de nuestro arribo a la democracia te-nía el mismo tono de los anuncios de la televisión. Todo sonaba tan falso y tan prefabricado como para no dar demasiado crédito. No se podía poner en manos de un improvisado una transformación nacional de esa imagi-naria magnitud ni se podían soltar los controles de un país tan complejo así nada más. Pero se pudo.

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Un candidato con botas; cinturones con su nombre en la hebilla; abierto,

atrabancado, mezcla de Pepe el Toro y og Mandino; producto de la autoayuda y la Coca-Cola; bonachón,

padre voluntario, hijo respetuoso y amigo de sus amigos.

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“Piensas como dinosaurio”, me decían muchos de quie-nes hoy claman por la sorpresa de saberlo corrupto apenas hoy. Quizá quienes creen eso conciben la corrupción nada más como un problema de pesos y centavos. Hubo pecados mayores y el famoso rancho no es uno de los peores.

La irresponsabilidad, los subsidios energéticos al capital, la entrega de las potestades constitucionales en manos de quien pasara por la calle; la truculencia del desafuero, la confusión entre un país y una empresa; la embestida contra todas las formas, la obsequiosidad con la Iglesia para lograr –inútilmente– un reconocimiento matrimonial; la desfachatez, el orgullo de la ignorancia, el desdén por la cultura; la biblioteca vacía, en fin, tantas cosas de tanta vergüenza nacional; la mentira, la rapaci-dad, los sainetes internacionales...

En fin, la lista es larga y estos hechos de los días cercanos no hacen sino prolongar el catálogo de los desfiguros.

–¿Quieres ir a una gira con Fox? –me dijo Julio Der-bez, entonces director general de Vértigo–. Nos invitan, pero yo no puedo ir.

–Voy.Fox había dejado detrás tres directores de Comu-

nicación Social. Marta, Elizondo y un ejemplar de an-tología: Ortiz, un pícaro de siete suelas que terminó ha-ciendo mancuerna comercial con Elizondo y reventó en poco tiempo cuando quiso manejar la campaña de Felipe Calderón.

Cuando ya íbamos cerca de Monterrey, Rubén Agui-lar, a quien se debía esa actitud de apertura y acercamien-to con los medios, me invitó a cambiarme de asiento. Me fui a sentar frente al Presidente.

Eran los días de la aprobación del presupuesto y Fox me quiso explicar, a 7 mil metros de altura, cómo se ha-cen las cuentas nacionales. Emborronó varias tarjetas, garrapateó algunas cifras y me dio interpretaciones in-comprensibles. Le pedí los apuntes (aun los conservo). Y me dedicó sus bocetos: “Rafael, gracias por venir. Fox”.

Pero en ese tiempo se discutía la grave circunstancia del desafuero de Andrés López. “Políticamente peligrosa y jurídicamente incorrecta”, dije de esa actitud. Fox nada

respondió. Por esos días se había planteado una reunión de López con el Presidente. Fue a la postre la tarde de los 15 minutos.

–Usted se vio bien cuando rechazó la reunión con López en torno de aquellos videos escandalosos de Ahu-mada. Le hubiera dado certificación presidencial al com-plot con sólo escuchar la especie. Pero ahora, ¿no ve la trampa? La primera celada fue de López, pero ésta es de Creel. Del éxito del desafuero depende la candidatura de Santiago. ¿No lo ve usted así?

–Yo veo a un secretario de Gobernación trabajando...–Sí, para él, no para usted... Además, ¿qué va usted a

hacer con López cuando lo vea?Fox abrió enormes los ojos y, como si no quisiera

escuchas indiscretas, nada más juntó las manos a la altura del pecho e hizo como si tuviera en ellas una muleta de torero. Las movió de un lado al otro.

–Pues cuidado, quien torea y no se tira a matar no es torero.

Llegamos a Monterrey y en aquella ocasión, un ani-versario de la Coparmex, los patrones le exigieron que detuviera a López a como diera lugar, dentro de la ley.

Lo demás ya todos lo sabemos. El desafuero alzó a López; Espino recomendó echarse para atrás y lograron los dos efectos previsibles. Fortalecer al enemigo y hacer el ridículo.

De regreso al aeropuerto, ya entrada la tarde, el Es-tado Mayor tenía un avión pequeño dispuesto para el Presidente. La última etapa del viaje se suspendía. Fox iba a regresar a Guanajuato. La gira terminaba ahí.

–Mira, salgo del DF y siento como si atravesara una cortina de frío, de esas como las de los refrigeradores. Allá se quedan los problemas, México es mucho más, más que todo eso de la ciudad. Por eso ya me voy al rancho. Es viernes –explicó–, entonces yo me voy a mi casa, ¿sabes? Tequilita, caballito...

Juntó las manos otra vez, pero ahora como si sujeta-ra una brida a la altura de su hebilla. “¡Caballito!”

–Qué tengan buen viaje.El Grumann se alejó con el ranchero feliz a bordo. a

Periodista

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eran los días de la aprobación del presupuesto y fox me quiso explicar, a 7 mil metros de altura, cómo se hacen las cuentas nacionales. emborronó varias tarjetas, garrapateó algunas cifras y me dio interpretaciones incomprensibles.

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CelestúnYUCATÁN

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género

Historias diferentes, biografías y motivos distintos confluyen en una realidad con-tundente: las mujeres en la historia con-temporánea tenemos cada día mayor vi-sibilidad. 3 mujeres, 3, son ejemplos re-

presentativos que mueven a la reflexión por los diversos espacios geográficos en que se desenvuelven y porque generacionalmente trascienden de manera significativa hasta nuestro siglo.

Las imágenes de Frida tejen historias. En este año del centenario de su nacimiento, en la búsqueda de la huella de su vida, el encuentro con el arte y la ideología dan un profundo sentido a nuestra identidad cultural nacional. Herencia y retos para futuras generaciones de mujeres y artistas.

El interés por esa apasionante vida nos traslada ha-cia el altar de muertos que en este año se ha expuesto en honor de la pintora en La Fortaleza del Indio Fernández. Un viaje, un breve asomo por las ventanas de su vida, esa que supera toda imaginación. “Pies para qué los quiero, si tengo alas para volar”, confirma esa profunda voluntad y rebeldía. Frida es pasión, fuerza para superar todas las adversidades: enfermedades, accidentes. Dan un vuelco a su existencia y con ello la visión para crear un catálo-go inmenso de emociones y abismos. Su pintura es color. Retratos que no temen expresar por fuera los dolores que los habitan por dentro.

En mismo espacio que recorremos se recrea la ri-queza de su existencia. Sus vínculos afectivos, que van desde León Trostky, héroe de la Revolución de Octubre, exiliado del régimen de Stalin; Diego Rivera, su gran amor, y Tina Modotti, su amiga fotógrafa.

Militante de la vida. Comprometida con ideales y causas populares, participa junto con Diego Rivera en múltiples actividades políticas: en el Partido Comunista Mexicano, en marchas, manifestaciones, revistas críticas. La historia de Frida, influida por la Revolución Mexica-na, nos refleja esa personalidad combativa que desde la infancia observó con realismo la lucha zapatista. Des-pués, su ingreso a las juventudes comunistas.

Su vida, su obra, han sido ampliamente exhibidas en este aniversario de su nacimiento. “Cada quien su Fri-da” es un caso. Puesta en escena de Ofelia Medina, da vuelta al mundo, y conocer esa óptica de Frida es una aproximación a su atormentada, mística y festiva intimi-dad. Todavía está en nuestra piel. Películas, exposiciones, eventos singulares se han llevado a cabo en La Casa Azul, ahí desde donde Rivera, Bretón y Trotsky planeaban so-bre política. Hoy es escenografía que se trasforma para albergar distintas expresiones artísticas.

La Fridamanía se expande por distintos territorios, como ya lo ha dicho la escritora Adela Fernández.

Abanico de experiencias creativas, voluntad, compromiso social y trabajo, son algunas de las apor-taciones de Frida a la participación de las mujeres en el ámbito público. Hoy vemos esas pinceladas firmes en otras destacadas mujeres que en este año han obte-nido reconocimientos y triunfos, como Doris Lessing y Cristina Kirchner.

La deuda con el destino se cumplió. A los 87 años de edad, la feminista Doris Lessing, ex militante el Par-tido Comunista Británico y luchadora contra el colonia-lismo y la hegemonía blanca, obtiene el Premio Nobel de Literatura.

3 mujeres 3, son ejemplos representativos que mueven a la reflexión por los diversos espacios geográficos en que se desenvuelven y porque generacionalmente trascienden de manera significativa hasta nuestro siglo.

Laura Cerna Lara

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La autora de Canta la hier-ba, El sueño más dulce, El amor de nuevo, Memorias de una su-perviviente, El cuaderno dorado, entre otros títulos, nos atrapa. Caudal de temas de los últimos 70 años: la igualdad de género, la desigualdad racial, la super-vivencia humana, un mejor futuro para la humanidad, las distancias entre el primer y el tercer mundos. Pluma escrutadora. Heredera del legado de Virginia Woolf, Les-sing, undécima mujer que recibe el Nobel de Literatura, se dice “encantada y no sorprendida” por el galardón.

Con una falda de mezclilla, blusa a cuadros, chaleco y una trenza, la mujer de izquierda, rebelde, dos veces divorciada, recibe la noticia más “glamorosa” de su vida. Sin euforia, con mirada transparente, sentada en las es-caleras de su casa y con un vaso de ginebra en la mano, medita, platica sobre la nueva condecoración.

Su constante vocación por ejercer de manera libre sus opiniones resulta incómoda para quienes aspiran al poder y violentan los derechos humanos. Por eso ella misma decía: “Hay algo abrasivo en mí porque a menudo hago enfurecer a la gente”.

Llaman la atención datos de su biografía. Su forma-ción autodidacta desarrollada, al igual que Virginia Woolf y Caterina Albert, a través de la disciplina de la lectura y no por la vía de la formación académica tradicional. Esas historias de muchas mujeres que, por distintas razones, no accedían a la educación.

Desde hace 30 años, Doris Lessing fue menciona-da para recibir el premio que otorga la Academia Sueca. Ahora esta institución la describe como “narradora épica de la experiencia femenina que, con escepticismo, ardor y poder visionario, ha examinado con minuciosidad una civilización dividida”.

Fiel a su visión crítica, aguda, al recibir el Premio Prínci-pe de Asturias de las Letras, en 2001, Doris Lessing señaló:

“Durante siglos se respetaron y se apreciaron la lec-tura, los libros, la cultura literaria. La lectura era –y sigue siendo en lo que llamamos el tercer mundo– una especie de educación paralela que todo el mundo poseía o aspi-raba a poseer. Les leían a las monjas y monjes en sus con-ventos y monasterios, a los aristócratas durante la comi-da, a las mujeres en los telares o mientras hacían costura, y a la gente humilde”. En Gran Bretaña, hasta hace poco, los sindicatos y movimientos obreros luchaban por tener bibliotecas, y quizás el mejor ejemplo del omnipresente amor a la lectura es el de los trabajadores de las fábricas

de tabaco y cigarros de Cuba, cuyos sindicatos exigían que se leyera a los trabajadores mientras realizaban su labor. Los mismos trabajadores es-cogían los textos, e incluían la política y la historia, las nove-las y la poesía.”

En este recorrido de las ideas y los días significativos para el avance de las mujeres, es fundamental destacar en el ejercicio de la política el triunfo de la senadora Cristina Fernández Kirchner como Presidenta electa de Argenti-na, acontecimiento que entusiasma y anima, a la vez que nos hace reflexionar sobre diversos aspectos de un debate en el feminismo: ¿cuerpo de mujer garantiza conciencia de género?

Cristina Fernández Kirchner llega a la Presidencia con todo el poder del peronismo, mayoría en el Congreso, en el Senado y una ventaja de 20 puntos frente a su rival inmediata, Elisa Carrió. En su primer discurso, Cristina asume un compromiso especial frente a sus compañeras de género, consciente de ser una de las mujeres que en los últimos años han conquistado el poder, como Angela Merkel, en Alemania; Michelle Bachelet, en Chile, y Ellen Johnson-Sirleaf, en Liberia; Cristina reconoce una am-plia e importante participación femenina en el proceso electoral que la lleva a ser la primera mujer Presidenta de Argentina por la vía del voto.

Cristina cuenta con una vasta trayectoria política, que ejerce desde 1987 de manera cercana a su esposo. In-cluso es una de las pioneras en el poder Legislativo. Sin embargo, su triunfo es visto, probablemente bajo la lupa de la misoginia, como una reelección. Tendremos que es-perar resultados de una mujer que rompe esquemas: sóli-da en su formación académica y con un excesivo cuidado de su imagen física. También está el reto de cumplir una de sus propuestas: en el cierre de su campaña señaló que “tenemos que ir por los sueños que faltan”, refiriéndose a la necesidad de fortalecer los temas de trabajo, educación y salud para los argentinos, una sociedad que en el pasado reciente ha atravesado por grandes problemas políticos y económicos. La agenda pendiente, los temas de género, serán estratégicos para el avance democrático en su país. Su pueblo espera resultados sin maquillaje.

Breves apuntes. Tres expresiones de mujeres, tres, que en este siglo XXI están presentes a través de su obra, la palabra y la activa participación en el ámbito de la cul-tura y de la política a escala internacional. a

Comunicóloga

Tres expresiones de mujeres, tres, que en este siglo XXI están presentes

a través de su obra, la palabra y la activa participación en el ámbito

de la cultura y de la política a escala internacional.

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jóvenes

Tienes toda una vida por delante”. ¿Cuántas ve-ces has escuchado esa frase en boca de tus fa-miliares o de tus maestros? Hablar de juventud implica siempre una perspectiva hacia el fu-turo: todo está por hacer. Nuestra cabeza está

llena de proyectos, pero aún nos aguarda un camino, que imaginamos largo, para alcanzar nuestras metas. ¿Qué va a pasar con nosotros a la vuelta de los años? ¿A qué nos en-frentaremos el día de mañana? ¿Lograremos nuestros ob-jetivos? ¿A dónde nos dirigimos? Si te fijas, para responder a estas preguntas nos imaginamos el futuro, pero también nos indican el presente, donde ahora nos encontramos.

Existe una gran cantidad de investigaciones especiali-zadas en el tema de la juventud. Éstas estudian cada uno de los procesos que se experimentan en ese largo periodo de crecimiento y cambio que va del fin de la infancia (cerca de los 12 años) al inicio de la edad adulta (aproximadamente a los 30 años). Sin embargo, consideramos que todo ello debe complementarse con la opinión de los jóvenes, pues no so-mos un mero objeto de estudio. Por ello, en este breve texto te queremos presentar algunas impresiones de chavos como tú acerca de distintos aspectos relacionados con el futuro y su planeación. La idea es compartir algunos puntos de vista que quizá puedan serte útiles para definir tu propia opinión.

Un primer acercamientoEn México, los jóvenes formamos 20% de la población na-cional. Es un sector muy amplio que se caracteriza por ser heterogéneo, diverso y plural. Este texto es una pequeña parte de una investigación más grande para la cual se han realizado hasta el momento cerca de 400 entrevistas. ¿Poco para un grupo de más de 20 millones de individuos? Cier-to, pero buscamos que los grupos fueran representativos tanto de las diferentes edades y géneros como de los nive-les socioeconómicos y educativos, y de las distintas regio-nes del país. Procuramos también que las preguntas fueran abiertas, para sentirnos en confianza y recibir todas las opi-niones sin tergiversarlas. Te vas a encontrar más adelante algunas expresiones en los propios términos de los entre-vistados, como cuando platicas con tus amigos. Sabiendo eso, podemos iniciar con este primer acercamiento.

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A ti, ¿cómo te pinta el futuro?¿Qué va a pasar con nosotros a la vuelta de los años? ¿Lograremos nuestros objetivos? ¿A dónde nos dirigimos?

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imáGenes del fUtUro–¿El futuro? Pues sí, creo que sí pienso en eso. (...) Se me hace que es como un examen para el que más vale que te prepares, porque no hay segunda vuelta ni extraordinarios, y ahí sí está todo lo que tú quieres de por medio. Fernando, 25 años.

La gran mayoría de los entrevistados sí piensa en su futu-ro (cerca de 92%) y pareciera que en general experimenta un sentimiento de preocupación y angustia. Cuando les pedimos que lo califiquen de alguna manera, casi todos usan palabras como: difícil, cañón, incierto, duro, acele-rado, canijo, exigente, trabajoso, negro. Sólo unos cuantos miran al futuro con optimismo y esperanza (12% de los entrevistados). De estas palabras puede deducirse que el panorama no parece fácil ni sencillo. Muchas de las opi-niones coinciden en imaginar el futuro como un camino lleno de obstáculos y retos, una carrera en la que hay que responder con rapidez y agilidad, estar muy pendientes de cada movimiento, de no desviarse, porque los errores, los tropiezos, pueden tener consecuencias muy graves. El mayor desasosiego puede observarse entre los jóvenes de escasos recursos y entre aquellos que ya son padres de familia o que contribuyen a la economía familiar. Sin em-bargo, y a pesar de las dificultades que se observan, existe un sentimiento general de que “no hay de otra” y de que debe hacerse todo lo posible para salir adelante.

las dificUltades –Pues, más que nada, creo que son las cosas que estamos viviendo, que en general la situación está difícil para todos, sin importar la edad.José Luis, 19 años.

–Bueno, es que no se trata nada más de decir “yo quiero esto”, también está el rollo de que se pueda, porque yo pue-do decir muchas cosas, pero que realmente tenga el chance de hacerlas, es otra cosa. Falta que tengas todo lo que se necesita para lograr tus sueños, y si no eres millonario, en eso te puedes pasar toda tu vida.Paty, 16 años.

Así pues, todo parece indicar que habrá que superar grandes retos, ajustarnos a las exigencias de los tiempos para alcanzar nuestros objetivos. Cuando se les pregunta cuáles son esas dificultades, se exponen distintos factores relacionados en su mayor parte con la problemática de la sociedad actual. Así, puede decirse que lo que se interpone entre nuestras expec-tativas y el éxito son a) las circunstancias, y b) nuestra capaci-dad de acción y decisión, percibida como pequeña, restringi-da. A continuación se presentan algunos de estos factores.

somos mUchos–Mira, yo con dedicarme a lo que estudié, ya me sentiría realizada.Mónica, 23 años.

–Tú llegas y crees que vas muy bien preparado, traes todos tus papeles, vas bien arreglado, te sientes muy seguro, hasta llegas muy temprano para que no se te atraviese nada, y te encuentras con una cola como de ochenta que están igual que tú: esperando.Mario, 25 años.

En sus propios términos, el principal obstáculo al que los jóvenes se tienen que enfrentar, ahora mismo, sin ir más lejos, es la falta de oportunidades de crecimiento y desarrollo real. En un amplio sector existe la idea de que son pocos los puestos de trabajo y muchos los aspirantes. Aquellos jóvenes que estudian en universidades privadas consideran que tienen mayores posibilidades de obtener los puestos que desean. Muchos de los estudiantes de universidades privadas dicen que se sienten satisfechos con el sólo hecho de ejercer la carrera que estudiaron.

Cuando se les pregunta cuál podría ser la vía más cer-tera para obtener un buen trabajo, los entrevistados expre-san su confianza en: a) las relaciones públicas (“palancas y contactos”); b) el apoyo de su familia para lograrlo (es-pecialmente cuando los profesionistas pueden establecer su propio negocio, consultorio, bufete, despacho, etcétera); c) la preparación académica y los méritos escolares; d) los años de experiencia profesional; e) tener mayor prepara-ción que el común de los aspirantes; f) la suerte.

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aquellos jóvenes que estudian en universidades privadas consideran

que tienen mayores posibilidades de obtener los puestos que desean.

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Acerca de la formación académica, predomina la opinión de que los estudios de posgrado y especialización aumentan las posibilidades de obtener mejores oportuni-dades de desarrollo profesional; sin embargo, entre los jóvenes que han cursado dichos estudios hay quienes afirman que han sido rechazados en algunas empresas con el argumento de que están sobrecapacitados.

–Las empresas buscan personal menos capacitado porque le pagan menos pero le exigen igual.Uriel, 27 años.

Otro de los aspectos planteados como dificultad para sortear la distancia entre lo que se desea y la posibilidad de lograrlo es que, en muchos casos, no se enfrentan di-rectamente con la realidad hasta el momento en que ter-minan o abandonan sus estudios. Este fenómeno puede observarse en muchos casos de jóvenes que habitan en áreas urbanas. Para aquellos que viven en zonas rurales, el fenómeno es más o menos parecido, pero el contraste se da entre el ámbito del campo y el de la ciudad (dentro o fuera del país).

–Entonces sí, ahí está la realidad y eso es otra cosa, porque antes todos están para tu bien: los papás, los amigos, la familia, hasta los maestros. Pero después ya no. Ya cuando te enfrentas a la calle y a tener que buscar trabajo, cuando te enfrentas a que vas a tener que ajustarte a lo que diga tu jefe, la cosa cambia, se pone cañón, y nadie te prepara para ese paquete.Karina, 21 años.

la importancia de hacer planes–Pues yo creo que es como eso que dicen de que los planes sirven para hacer reír a Dios.Laura, 17 años.–Yo creo que el punto no son los planes, sino que los lleves a cabo, porque puedes hacer muy bien tus planes, hasta con colorcitos y todo, pero si se quedan en el papel, no sirven de nada.Viridiana, 24 años.

Muchos de los entrevistados dudaron largo rato antes de hablar sobre sus planes para el futuro, bien sea por falta de claridad, porque no lo habían pensado dete-nidamente o por considerar que las circunstancias les impedirían concretarlos. De ello se puede deducir que los jóvenes consideran más o menos remotas las posibi-lidades de realizar sus sueños. Conforme la edad de los entrevistados es mayor, especialmente en el grupo cuya edad oscila entre 22 y 29 años, es mayor la decisión y precisión de sus objetivos. También puede observarse que aquellos que muestran mayor determinación son los jóvenes que:

1) Cuentan con el apoyo de su familia o piensan con-tinuar con la actividad familiar, lo cual nos hace pensar que la familia sigue siendo un símbolo de estabilidad.

2) Han enfrentado ya situaciones laborales que los hacen sentirse más aptos para desempeñarse fuera del ámbito escolar o familiar, o han obtenido notables logros académicos y reconocimientos a su labor.

3) Han definido de manera muy específica sus obje-tivos (especialmente aquellos que optan por seguir estu-diando una maestría o especialización).

En los casos de mayor indefinición se ubica la mayoría de los jóvenes de menor edad (12 a 18 años). A una perspec-tiva de menos de cinco años, la gran mayoría considera que su futuro será seguir en la escuela, estudiar y “echarle muchas ganas para salir adelante”.

¡Y lo qUe falta!¿Qué te parece? ¿Estás de acuerdo con estas opiniones? ¿Qué tanto coinciden con tu manera de pensar? No cabe duda de que los jóvenes somos todo un rollo, y aún faltan muchos factores por mencionar. Ojalá que estos puntos te sirvan para la reflexión, porque en los siguientes números todavía tendremos un buen para platicar. a

Periodista

en sus propios términos, el principal obstáculo al que los jóvenes se tienen que enfrentar, ahora mismo, sin ir más lejos, es la falta de oportunidades de crecimiento y desarrollo real.

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Latinoamérica es una región que reclama cono-cer con precisión. La atención es obligada no sólo por la cercanía geográfica, sino también por los intereses estadounidenses históricos (vested interests) y los recursos estratégicos que

se obtienen de estos países. Para Alan Greenspan, lo más destacable de los gobiernos latinoamericanos en la histo-ria reciente es su inexplicable tendencia por aceptar go-biernos populistas, y para ello resalta los años de 1993-94 en los que la inflación en Brasil alcanzó el 5,000% anual; el peronismo argentino con resultados similares y la eta-pa actual de Venezuela, la que se sostiene sólo gracias a los históricamente altos precios del petróleo. Menciona también episodios relevantes a sus propósitos ocurridos en Chile, Perú y, por supuesto, México.

En cuanto a la economía mexicana, señala que durante el siglo XX su im-portancia económica pasó de represen-tar un tercio a un cuarto del ingreso per cápita de los estadounidenses, mientras que el de los argentinos era superior al ingreso de los alemanes al inicio del Si-glo XX y casi tres cuartos del de los esta-dounidenses. Una situación diferente de la actual, causada por el arribo al poder de gobiernos populistas.

Populismo para Greenspan signi-fica acceder a las demandas de las ma-yorías sin primero averiguar si se tienen los recursos para cumplir. Una caracte-rística adicional de las economías latinoamericanas es la muy desigual distribución de la riqueza, práctica que se arrastra como consecuencia de tres siglos de colonialis-mo español y portugués, y que persiste a través de los sis-temas de privilegio con los que se opera en estos países, propiciando la corrupción como práctica generalizada de gobierno.

Así, las ofertas de tierra, educación, seguridad social, empleo y justicia distributiva, escasamente se atienden, porque nunca van precedidas por un método para prime-ro crear la riqueza y después distribuirla. Esta es la gran diferencia, argumenta Greenspan, con la filosofía y la ética capitalista en donde sólo el sacrificio, el trabajo y el ahorro pueden conducir eventualmente a la abundancia.

Las raíces del populismo en México las localiza en la administración de Lázaro Cárdenas, quien inexplicable-mente, según su recuento, ha sido juzgado por los mexi-canos como el Presidente más popular del siglo XX. Su

popularidad fue producto del aprovechamiento del sen-timiento antiimperialista para expropiar los activos de la Standard Oil y la Royal Dutch Shell en 1938. La influencia de Cárdenas perdura hasta la fecha, lo cual casi llevó a la elección de Cuauhtémoc Cárdenas, su hijo, a la Presiden-cia en 1988. Sin embargo, ese mismo sentimiento popu-lista ha sido el causante, en última instancia, de la falta de asistencia extranjera en la exploración y explotación de petróleo en aguas profundas, la que está llevando al país al agotamiento de sus reservas y a una situación crítica de sus finanzas, dada su dependencia en la exportación de petróleo del monopolio estatal Petróleos Mexicanos. Esta misma tendencia política, casi convierte en Presidente en 2006 a Andrés Manuel López Obrador, quien perdió los

comicios por una diferencia mínima ante el candidato de derecha del PAN.

¿Es posible que México le dé la es-palda al populismo de manera definiti-va? Greenspan contesta que para ese fin México tendría que seguir apoyando el surgimiento de una nueva clase de tec-nólogos educados en los Estados Uni-dos, para que insistan en la creación de verdaderas economías de mercado y en la aplicación de los principios y los mé-todos capitalistas de producción. Señala que él ha tenido el privilegio de tratar a funcionarios mexicanos que poseen una notable capacidad personal y han esta-do empeñados en revertir el populismo

y aplicar las modernas tesis del mercado. Entre ellos se encuentran Pedro Aspe, Guillermo Ortiz, José Ángel Gu-rría, Francisco Gil Díaz e inclusive Ernesto Zedillo, quien llegó a ser electo como Presidente del país.

Reconoce, no obstante, que la aplicación de las polí-ticas macroeconómicas de estos funcionarios públicos no ha llegado a producir resultados tangibles que se reflejen en un crecimiento satisfactorio y sistemático del Produc-to Nacional Bruto y del ingreso per cápita.

En suma: es importante que México y Latinoamé-rica entiendan la diferencia entre populismo y demo-cracia: el populismo económico no es la extensión de la democracia a la economía, ni el populismo unido a los derechos económicos puede definirse como la democra-cia liberal. Un sistema en donde 51% le impone sus deci-siones al 49% restante de la población tiene por finalidad la tiranía. Por ello, se requiere que la sociedad garantice la libertad de acción de los individuos para que sean és-

El México de Greenspancarlos martínez Ulloa

libros

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tos quienes tomen la mejor decisión de cómo quieren ser gobernados y se mantengan inafectados los derechos de las minorías. Hasta aquí Greenspan y su recuento sobre el México populista de nuestros días.

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Tradicionalmente, en Estados Unidos existen más re-publicanos que demócratas, y este hecho obedece a una lógica simplista: siendo el Grand Old Party un partido de blancos, anglosajones, protestantes, ricos y conserva-dores, políticamente hablando, no obstante el innegable progreso registrado por ese el país en el siglo XX, aún representan a un partido en minoría. Para acceder al po-der tienen que argumentar el derecho de las minorías y buscar sus triunfos electorales a base de proponer candi-datos carismáticos y con muchos recursos para obtener los votos necesarios.

Sin embargo, en cuanto a su política exterior, se pre-sentan como liberales y pugnan por lo que no hacen en casa: comerciar en condiciones ventajosas, sin trabas para ello, con pocas regulaciones y con gobiernos dispuestos a conceder ventajas a cambio de concesiones. Toda su po-lítica exterior se ha basado en la aplicación de estos prin-cipios: no buscan amigos, sino mercados que abastecer, materias primas que obtener y aliados que los apoyen en su política de expansión global.

La mayor parte de las tesis expresadas por Greens-pan en su The Age of Turbulence proviene de estos prin-cipios. Republicano fiel a su doctrina, realizó su gestión a la cabeza de la Fed con la mira de preservar al sistema capitalista en su más genuina y primaria concepción. Para ello ignora la realidad de los otros países e inclusive las historias de éxito del mundo moderno, como China, Corea del Sur, Chile, Brasil, etcétera, en donde los gobier-nos han jugado un papel clave y central. Inclusive, evita mencionar que instituciones de cuño keynesiano, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hayan entrado en el descrédito precisamente porque no respondieron al reclamo original de promover la recons-trucción y el desarrollo de las naciones por igual. En su lugar, han operado como guardianes de los intereses de las metrópolis y promovido la estabilidad y el equilibrio de los precios a costa de clausurar las posibilidades de crecimiento económico. Y este esquema favorece invaria-blemente el comercio con los países desarrollados, la con-tinuidad del sistema de pagos y el endeudamiento como método para financiar los desequilibrios comerciales.

Desde la época de Bush padre, Greenspan fue uno de los más sólidos promulgadores del Tratado de Libre Co-mercio de Norteamérica y posteriormente del Consenso de Washington, por medio del cual se fijaron las reglas para el avance de los países que buscaban desarrollarse. Los principios fundamentales de dicho “consenso” busca-ban promulgar la apertura de las fronteras para permitir

el flujo irrestricto tanto de mercancías como de recursos financieros, eliminar la propiedad del Estado en todo tipo de empresas, actualizar los precios de los bienes y servi-cios públicos, y permitir que sea el mercado el que dicte las pautas de qué producir, cuánto producir y a qué precios.

Desde 1982 y como producto de la crisis económica de ese año, los gobiernos sucesivos de México han adopta-do y aplicado este recetario de manera puntual, indepen-dientemente del partido político que representen. Tanto así que hoy es uno de los países más abiertos del orbe, con el mayor número de tratados comerciales. Sin embargo, es también un país que escasamente crece por debajo de la media mundial. Con frecuencia, sus funcionarios reci-ben reconocimientos internacionales por los avances para lograr una estructura económica moderna y por implan-tar reformas conceptualizadas como estructurales. Y, sin embargo, la economía simplemente no se logra reactivar y mucho menos se retoman las tasas de crecimiento del PIB que le fueron características durante la etapa que Greens-pan califica como la de mayor populismo histórico: 1940-80. En ese periodo, México creció a una tasa promedio de 6%, sorprendiendo con ello a propios y extraños, en lo que entonces se calificó como el milagro mexicano. Por con-traste, ahora escasamente se supera el crecimiento de la población sin que se logren crear expectativas reales de un crecimiento más acelerado.

En este entorno, los pronósticos sociales y políticos no pueden ser menos favorables. En palabras del histo-riador Héctor Aguilar Camín, “...la política del país no parece llevar a ninguna parte. La inercia del atraso pesa más que el impulso de la modernidad”(entrevista en La Compañía No. 36).

En octubre de 2007, Robert Laughlin, premio Nobel de Física 1998, en una visita a nuestro país comentó que “...las leyes importantes que conocemos son, sin excep-ción, descubrimientos azarosos y no deducciones. Esto es compatible con la experiencia cotidiana”. (Reforma, 20 de Octubre de 2007). Y es precisamente ese azar el que ha permitido que el país sobreviva, gracias a la existencia de petróleo y sus elevados precios; las remesas de los mexica-nos en el exterior, y los ingresos por turismo, por virtud a una geografía que no escogimos pero que sí explotamos. Así, no es la aplicación de los principios económicos orto-doxos de los discípulos de Greenspan lo que ha mantenido a México en marcha, si bien lenta, sino fenómenos fortui-tos de validez temporal. Por ello es poca la utilidad que puede derivarse de las enseñanzas del libro de Greenspan, salvo la certeza de que tantas generalidades en el análisis de los países difícilmente podrán llevar a la adopción de medidas que propicien un mayor nivel de bienestar. a

The Age Of Turbulence, Alan Greenspan, Ed. Penguin Press

Economista y Articulista

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cultura

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Localizado en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, en Isabel La Católica 26, para ser exactos, el Museo del Estanquillo, Colecciones de Carlos Monsiváis, va perfilan-do su propia personalidad a partir de su ubi-

cación: en medio de monumentales edificios coloniales y en contraesquina de la solemnidad de la iglesia de La Profesa, tiene al lado una tienda de discos Mixup y fren-te a él se pueden leer perfectamente las siglas rojas de la cadena de comida rápida Kentucky Fried Chicken. Si tomamos en cuenta que uno de los principales objetivos de este novedoso museo es dar cuenta de los cambios y transformaciones que ha sufrido nuestra controversial urbe, podemos decir que la propuesta museográfica co-mienza desde la calle.

El día de mi visita es un domingo de octubre. Ya para finales de julio alrededor de 100 mil personas habían lle-gado hasta este espacio. Yo vengo a saciar mi curiosidad un tanto tardíamente, al igual que la llamada moderni-dad en América Latina, si es que podemos decir que ésta llegó alguna vez. Pero para tener una experiencia cultu-ral nunca es tarde, sobre todo cuando esa experiencia se sacude de la formalidad y el acartonamiento que en ocasiones caracterizan a esa Cultura, con mayúscula, ha-ciéndola aparecer como un ente frío y lejano, solamente accesible para los estudiosos y conocedores.

El Museo del Estanquillo es todo lo contrario. No por el hecho de que podamos encontrar uno parecido en cada esquina (como sería el caso de un estanquillo común y co-rriente), pero sí porque resulta necesario, cotidiano e infor-mal. Porque aquí podemos hallar un sinfín de curiosidades, tan útiles como sorprendentes cuando se trata de pensar a la Ciudad de México como un escenario donde el choque entre lo tradicional y lo nuevo, lo fácil y lo complicado, da pauta para crear todo un abanico de expresiones creativas.

Consta de cuatro pisos y una planta baja. Entrando por el pasillo que nos conduce a las escaleras y al eleva-dor, hay un muro con letras grandes que esgrimen las siguientes frases:

Un domingo en el Museo del Estanquillo

mariana BerlanGa

Aquí podemos hallar un sinfín de curiosidades, tan útiles como sorprendentes cuando se trata de pensar a la ciudad de México como un escenario donde el choque entre lo tradicional y lo nuevo, lo fácil y lo complicado, da pauta para crear todo un abanico de expresiones creativas.

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¿En dónde se localiza la esencia de una ciudad? No hay respuestas unívocas, y menos tratándose de México, tan en perpetua expansión.

Desde ese momento caigo en la cuenta de que este no es un museo convencional, porque quien escribe sobre una pared está transgrediendo los límites de lo formal; en lo personal, me recuerda más a los grafiteros que a los curadores de una recomendada exposición.

Debo decir que para realizar mi recorrido por este particular museo me seducen más las escaleras grises que el ultramoderno elevador. Veo con sorpresa que los visi-tantes nos dividimos así: la mitad preferimos subir a pie; la otra, por el ascensor.

En el primer piso me encuentro con una exposición de los dibujos de Julio Ruelas, zacatecano obsesionado lo mismo por el amor que por la muerte. Se trata de una pe-queña muestra en la que el humor negro está presente en todo momento. Me detengo en el detalle de tres dibujos a lápiz de hombres jóvenes, así como en dos imágenes que describen, de manera poco peculiar, la vida de la prostitu-ción, la caricaturización de ese mundo infernal: Un noc-támbulo y Carmen. Pero además de los dibujos de Julio Ruelas están las fotografías de Juan Crisóstomo Méndez y Agustín Jiménez Espinoza. Veo piernas de mujeres en diferentes posiciones: cruzadas, reposando, modelando, desnudas, con medias, exhibiendo lo mismo zapatos de varias épocas que la desnudez sin depilar.

El tono irreverente me entusiasma y subo al segundo piso, en donde me encuentro con que la sala está cerrada

debido a un proceso de desmontaje. Sin perder ni un gra-mo de curiosidad me dirijo hasta el piso tres, dedicado en esta ocasión a Frida Kalho y Diego Rivera. Cuadros, ob-jetos, libros, cuentan la historia de la controversial pareja de artistas. La atmósfera de la sala es cálida, dando por momentos la impresión de ser más un aula o una habita-ción que la sala de un museo.

Hay estantes con libros, sillas y una mesa para talleres. Junto a mí, un padre de familia explica a sus dos niños quiénes fueron Diego y Frida. Al lado de la escalera me encuentro con una pequeña sala de video, en ésta se puede ver el documental El amor amoroso de una pareja dispar. De esa manera me impregno por completo del aroma de la familia Rivera Kalho, al pun-to de crearme un conflicto el amor y la lealtad que ella le tuvo a él.

Por último, en el cuarto piso está la terraza, tal vez el lugar más placentero del Museo del Estanquillo. Aquí, uno puede mirar desde arriba el Centro, específicamen-te las calles de Isabel La Católica y Madero. Hay mesi-tas para tomar un refresco y hacer como si la vida en la Ciudad de México fuera sólo eso: un instante mismo de contemplación y gozo.

Por último está la tiendita de los souvenirs. En este caso, comprar la libretita, la taza o el lápiz del museo im-plica llevarse un pedacito del Estanquillo, o lo que es lo mismo, de este peculiar museo en el que sus objetos están tan a la mano. a

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La guerra es una las peores realidades del mun-do, un aspecto que marca un hito en “la his-toria universal de la infamia”, para decirlo en términos de Jorge Luis Borges. Luis Mandoki, en su filme Voces inocentes (México, 2005), tra-

tó de establecer una mirada sobre el conflicto bélico en El Salvador, violencia atroz que duraría 12 años de sangre y fuego. Los hechos tienen como eje a un pequeño, Chava, de 11 años, que vive con su madre y dos hermanos en un pueblo de ese país centroamericano. Desde el principio está marcada la situación desfavorable de esa familia, a la que el padre abandona para irse a trabajar a Estados Unidos.

Disparos por doquier, desvelos ante los tiroteos y pe-ligro a toda hora ante un ejército nacional que ataca de manera inmisericorde. Mandoki observa y pone en claro la fragilidad de una población civil que sufría los embates de un combate desigual entre los militares, los guerrille-ros y una sociedad mísera y desprotegida. La película se inscribe en el melodrama, género dramático que conoce el realizador de Gaby (1987), White Palace (1991), Cuan-do un hombre ama a una mujer (1994), Mensaje en una botella (1998) o Mirada de ángel (2000), sin olvidar su do-cumental de propaganda política El señor López (2006).

El problema esencial de Voces inocentes es la búsque-da de un tono que sea compatible con el asunto tratado y las obsesiones del realizador. Por ejemplo, Andrei Tarko-vski logró en La infancia de Iván (1962) la mejor cinta acerca de la guerra y la niñez a través de una película car-gada de un lirismo trágico. En cambio, valga esta compa-ración desmesurada, incluye golpes sentimentaloides que demeritan el propósito de Voces inocentes; dos de ellos son por demás discutibles: en uno, los pequeños juegan a las luciérnagas y lanzan al aire figuras de papel que se ele-van con todo y el fuego que está encendido en su interior. Ante algo semejante el ejército hubiera intervenido de inmediato. Tampoco es creíble que un grupo de infantes desafíen el toque de queda para irse a “atrapar estrellas” con la mano. La cursilería, que es la causa misma de los

trabajos de Luis Mandoki, pero en este caso específico se pasó de la raya.

Un aspecto que debe destacarse es la buena reali-zación de Mandoki. El oficio fílmico aprendido en Ho-llywood es notorio, sobre todo en el uso adecuado de to-mas generales con grúa o el logro de una narración fluida. Aunque, el pequeño Chava está un tanto sobreactuado y los actores nacionales están muy poco convincentes, entre ellos José María Yázpik, como guerrillero, o una hierática Ofelia Medina en el papel de abuela justiciera.

Si pudiera darse una síntesis de Voces inocentes lo primero que saldría a la luz es la ingenuidad del filme, una ilustración bien intencionada de la guerra salvadore-ña (antes ya lo había hecho Oliver Stone, en 1985, con Sal-vador). Aunque en descarga de Mandoki también habría que mencionar que un gran cineasta como el inglés Ken Loach fracasó con La canción de Carla (1996), referida al conflicto en Nicaragua.

La guerra es un tema por demás complejo que exige como elementos la verosimilitud y un mensaje diáfano de aquello que pretende. En Voces inocentes las cosas es-tán enunciadas y todo parece obvio, pero ese “final feliz”, para llamarlo de algún modo, cuando un guerrillero salva de último minuto a Chava, es como de película del Viejo Oeste; peor aún es el anuncio de que el niño salvó la vida al salir de su país e internarse en los Estados Unidos. ¿Será acaso ésta una alegoría de la biografía de Mandoki? a

Escritor, comunicador, crítico cinematográfico

“Voces inocentes”

andrés de lUna

si pudiera darse una síntesis de Voces inocentes lo primero que saldría a la luz es la ingenuidad del filme, una ilustración bien intencionada de la guerra salvadoreña

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CHOLULApuebla

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