Navidad – textos

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ALGUNOS TEXTOS PARA LA NAVIDAD La sorpresa Florentino Ulibarri 2 Dicen que se ve distinto José María R. Olaizola 2 No me gusta esperar J. Debruyne 3 Encarnación Ignacio Iglesias 3 Debilidad de Dios Miguel Ángel Mesa 4 Dios que ha de venir Karl Rahner 5-6 Oración de Nochebuena Karl Rahner 7 Espíritu de Navidad Leonardo Boff 7-8 Navidad (Fragmentos de meditaciones) Karl Rahner 9-10 Meditación sobre el misterio de Navidad Marc Leclerc 11- 12 Salmo a la encarnación de Dios José María Mardones 13- 14 Profesión de fe de Adviento José Enrique Galarreta 15 Dios hecho hombre Jean-Paul Sartre 16 1

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ALGUNOS TEXTOS PARA LA NAVIDAD

La sorpresa Florentino Ulibarri 2Dicen que se ve distinto José María R. Olaizola 2No me gusta esperar J. Debruyne 3Encarnación Ignacio Iglesias 3Debilidad de Dios Miguel Ángel Mesa 4Dios que ha de venir Karl Rahner 5-6Oración de Nochebuena Karl Rahner 7Espíritu de Navidad Leonardo Boff 7-8Navidad (Fragmentos de meditaciones) Karl Rahner 9-10Meditación sobre el misterio de Navidad Marc Leclerc 11-12Salmo a la encarnación de Dios José María Mardones 13-14Profesión de fe de Adviento José Enrique Galarreta 15Dios hecho hombre Jean-Paul Sartre 16

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LA SORPRESA

Llega de día, llega de noche.Se le espera por la puerta,llega por la ventana,Le buscamos con alegría,llega con su cruz.Estamos en guardia,nos llama de dentro.Rastreamos huellas,llega por senderos nuevos.Llega en abundanciay todavía más en la pobreza.

Llega cuando triunfamosy nos acompaña en los fracasos.Llega cuando es deseadoy se presenta cuando no se le espera.

Llega en el silencioy en el áspero y abrasador viento.Llega también en la multitud y el ruido.Llega para dormirnosy para despertarnos.llega a través de todas las caras que encontramosa lo largo del día en nuestro camino.

Llega en el desierto de manantiales inciertos,en las estepas de desconocidos pozos,en los bosques frondosos en que nos perdemos,en las altas cumbres que hollamos, y en los valles que nos dan vértigo.

Llega a cada instante.Llega en cada lugar.Allí donde estamos, está.

Fiel a tu palabraya estás esperándonos.

Florentino Ulibarri

DICEN QUE SE VE DISTINTO

Dicen por ahí que si hay Dios está lejos,que el amor no funciona, que la paz es un sueño,que la guerra es eterna, y que el fuerte es el dueño,que silencia al cobardey domina al pequeño

Pero un ángel ha dicho que está cerca de mí quien cambia todo esto, tan frágil y tan grande, tan débil y tan nuestro. Dicen que está en las calles, que hay que reconocerloen esta misma carne, desnudo como un verso, que quien llega a encontrarlo ve desvanecerse el miedo, ve que se secan las lágrimas, ve nueva vida en lo yermo.

Dicen por ahí que si hay Dios está lejos, pero tú y yo sabemos, que está cerca, en tu hermano,… y está en ti muy adentro.

José María R. Olaizola

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NO ME GUSTA ESPERAR

No me gustar esperar en las colas. No me gusta esperar mi turno. No me gusta esperar el tren. No me gusta esperar antes de juzgar. No me gusta esperar el momento oportuno. No me gusta esperar otro día más. No me gusta esperar porque no tengo tiempo y yo vivo nada más que el instante del ahora.

Pues tú lo sabes muy bien, todo está hecho para evitar la espera: los abonos de los medios de transportes públicos y los autoservicios, los créditos de los bancos y los expendedores automáticos, las fotos digitales, los tele-fax y las terminales de los ordenadores, la televisión y la radio.

No tengo la necesidad de esperar a las noticias: ellas mismas me preceden. Sin embargo tú, Dios, has elegido hacerte esperar durante todo el tiempo de un Adviento. Porque tú has convertido la espera en el espacio de la conversión, en el cara a cara con todo lo que está escondido. La espera, solo la espera, la espera de la espera, la intimidad con la espera que está en nosotros, porque sólo la espera llama la atención y sólo la atención es capaz de amar.

J. Debruyne (Écoute, Seigneur, ma prière)ENCARNACIÓN

A mi medida.¡Tan débil como yo, tan pobre y solo!Tan cansado, Señor, y tan dolidodel dolor de los hombres!Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4,34)y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7,37)

Tú, que eres la fuerza y la verdad,la vida y el camino; y hablas el lenguaje de todo lo que existe, de todos lo que somos.

Sacias la sed, la nuestra y la del campo, sentado junto al pozo de los hombres.Arrimas tu hombro cansado a mi cansancioy me alargas la mano cuando la fe vacilay siento que me hundo.

Tú, que aprendes lo que sabes, y aprendes a llorar y a reír como nosotros

Tú, Dios, Tú, hombre,Tú, mujer, Tú, anciano,Tú, niño y joven, Tú, siervo voluntario,siervo últimosiervo de todos... Tú, nuestro. ¡Tú, nosotros! (Ignacio Iglesias)

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DEBILIDAD DE DIOS1

Queremos tener fuerza, poder,influencia para acabar con tanto dolor,tanta injusticia, tanta muerte;pero somos abatidos por los vientos y las brisaspor la noche y sus tinieblas,por el miedo y la distancia.

Queremos alumbrar esperanza,soñamos con un mundo mejor,deseamos abatir a los poderosos,derrotar nuestro egoísmo,y no tenemos fuerzapara alzar la voz,para ser y compartir,para no consumirnos, para derramarnos.

¡Nos hace falta la fuerza de tu debilidad,buen Dios nuestro!

La fuerza de un Niño necesitado,que se deja alumbrar, querer, abrazar,alimentar, moldear.La debilidad de tu Palabrapara hacerla verdad en nuestra vida.Fuerza y debilidad. Fragilidad y profecía.Noche, y sin embargocada día vuelve a amanecer.

La Palabra se hizo carne…Tú en carne, en debilidad,como uno cualquiera.La transcendencia condensadahasta asumir con gozo la inmanencia,transmitiendo a todo el universola definitiva luz de su transparencia.Misterio diáfanoy oculto de la Encarnación.El ser humano no se deifica:Dios es el que se fundecon la materia, con lo humano,se revela en la más profunda,en la más plena e intensa humanidad.

Seremos más divinoscuanto más nos humanicemos.

1 Texto de Miguel Ángel Mesa

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DIOS QUE HA DE VENIR2

Mira, otra vez es adviento en el año de tu Iglesia, Dios mío. Otra vez rezamos las oraciones de la expectación y de la constancia, los cantos de la esperanza y de la promesa. Y otra vez toda miseria y toda expectación y todo aguardar lleno de fe se aglomeran en la palabra: ¡ven!

Extraña oración: Ya has venido, pusiste tu tienda de campaña entre nosotros, has participado de nuestra vida con sus pequeñas alegrías, con su larga rutina y su amargo fin. ¿Podíamos invitarte con nuestro “ven” a algo más que a eso? Penetraste tanto en nuestra vulgaridad que ya casi no te podemos distinguir de los demás hombres. Dios, que te llamaste hijo del hombre, ¿podías acercarte más a nosotros mediante tu venida? Y, sin embargo, oramos: ven. Y esta palabra nos sale del corazón como en otro tiempo a los patriarcas, reyes y profetas que veían tu día solamente desde lejos y lo bendecían.

¿Celebramos solamente el adviento o siempre es adviento? Pero ¿es que en verdad has venido ya? Tú, a quien querríamos como Dios fuerte, padre del futuro, príncipe de la paz, luz de la verdad y dicha eterna. En las primeras páginas de la Sagrada Escritura ya está prometida tu venida y, sin embargo, en su última página, a la cual nunca deber ser agregada otra, se encuentra la oración: ¡Ven, Señor, Jesús!

¿Eres Tú el eterno adviento que siempre debe estar en camino, pero que jamás llegará, en forma tal que sea la plenitud de la espera? ¿Eres Tú el lejano inalcanzable a cuyo encuentro peregrinan todos los tiempos, todas las generaciones, las ansias todas de los corazones, por esas calles que nunca terminan? ¿Eres solamente el lejano horizonte que rodea la tierra de nuestras acciones y padecimientos, y que siempre permanece lejos a donde quiera que uno marche? ¿Eres tan sólo el hoy eterno que está igualmente cerca y lejos de todo, y que encierra en sí los tiempos y todos los cambios, indiferentemente? ¿O es que no quieres venir de ningún modo porque todavía posees lo que nosotros fuimos ayer, y hoy ya no somos, o porque te adelantaste ya al más lejano futuro nuestro desde toda la eternidad?

Tú te retiras siempre a los abismos inconmensurables y los llenas con tu realidad, esa realidad que está a una distancia doblemente mayor que el camino que, con pies sangrantes, hemos recorrido en pos de tu eternidad.

Y no sabemos si la humanidad ha logrado acercarse a ti, desde que, hace miles y miles de años, comenzó su aventura más dulce y temible: buscarte a ti. Y no sabemos si en nuestra vida hemos logrado acercarnos más a ti, o si, toda cercanía conquistada no es sino la amargura con que tu distancia embriaga nuestra alma. Y no sabemos si estamos condenados a estar siempre lejos de ti, porque en tu infinitud estás siempre cerca de nosotros, y no tienes deseos de venir. Señor, si es así, lo comprendemos, pues estás presente en todo y no existe sitio alguno al que hayas de venir.

Me dices que has venido ya en realidad: que tu nombre es Jesús, hijo de María, y que yo ya sabía en qué sitio y tiempo podría encontrarte. Señor, perdóname, pero este venir tuyo se debe llamar más bien un partir. Te has escondido en forma de siervo y te has encontrado como uno de nosotros, y Tú, Dios recóndito, penetraste como un cualquiera, inadvertidamente, en nuestras filas y has marchado con nosotros, los que

2 RANHER Karl, Oraciones de Vida.

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propiamente estamos siempre de camino y nunca acabamos de llegar, porque todo cuanto alcanzamos solamente sirve para que consigamos lo último: el final. Estamos llamando: ven; Tú, el que nunca va, porque tu vida no tiene ocaso y tu realidad no conoce fin; ven Tú mismo porque nosotros solamente renovamos cada día el camino hacia el fin.

Te llamamos porque desesperamos de nosotros mismos; sobre todo cuando, tranquilos y presos en nuestra finitud, nos juzgamos sabios. Hemos llamado a tu infinitud y hemos esperado una vida interminable fiados en la venida de tu infinitud. Porque nosotros los hombres, al menos aquellos a quienes Tú has regalado la última sabiduría de esta vida, comprendimos la inutilidad de lo que pretendíamos: huir de nuestra propia existencia con nuestro propio esfuerzo, azuzados por la asfixiante angustia de nuestra impotencia e inconstancia, por medios siempre nuevos, y así ser poseedores de lo eterno. Y porque no nos podemos ayudar, porque no podemos librarnos de nosotros mismos, hemos conjurado sobre nosotros tu plenitud de vida, tu realidad y tu verdad, y hemos apelado a tu sabiduría y justicia, a tu misericordia y bondad, para que Tú mismo vinieras y arrancaras las cercas de nuestra limitación, para que hicieras riqueza de la pobreza, para que convirtieras nuestro tiempo en eternidad.

Y nos has prometido que vendrías y viniste. Pero ¿cómo viniste y qué hiciste? Tomaste una vida humana y la hiciste tuya, en todo igual a nosotros: naciste de mujer, padeciste bajo Poncio Pilato, fuiste crucificado, muerto y sepultado. Tú has alcanzado aquello de lo que huimos […]. Hiciste nuestra vida, vida tuya, tal como nuestra vida es. La dejaste correr tal como la nuestra corre sobre esta tierra […]

En este mundo existe un solo tiempo: tu adviento. Y cuando este último tiempo llegue a su término ya no existirá el tiempo, sino Tú en tu eternidad.

Si las obras son las que maduran, y no es el tiempo el que hace durar las cosas y las realidades; si una nueva realidad hace surgir una nueva época, con tu encarnación ha despuntado una nueva y última época. Pues ¿qué podía ya venir que este tiempo no lleve en su seno? ¿Que nosotros lleguemos a ser partícipes de ti? Sí, pero esto ha tenido lugar ya, porque Tú te dignaste participar de nuestra naturaleza. Se dice que Tú vendrás de nuevo. Es cierto. Pero propiamente no se trata de “volver de nuevo”, pues Tú nunca nos abandonaste en tu naturaleza humana, que escogiste como tuya eternamente. Se trata sólo de que, cada vez que vienes realmente, se manifieste con mayor claridad que se ha transformado el corazón de las cosas; que se han transformado porque tú las has tomado en tu corazón.

Señor, debes venir más y más, para que se manifieste con claridad lo que ha sucedido en el fondo de todos los seres, para que se deshaga en el interior de cada uno toda falsedad, pues nuestra finitud ha quedado ya liberada desde que tú la has tomado para ti, infundiéndole vida. Mira, Tú vienes. Esto no es el pasado ni el futuro, sino el presente que se va llenando a sí mismo. La hora de tu venida siempre está presente y, si alguna vez llega a su término, también nosotros nos daremos cuente de que Tú realmente has venido. Haz que viva esta hora de tu venida, y así viva en ti, ¡oh Dios que has de venir! Amén.

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ORACIÓN DE NOCHEBUENA3

¡Oh Dios!, eterno misterio de nuestra vida; por el nacimiento de tu Propia Palabra de amor en nuestra carne has plantado la majestad eternamente joven de tu vida en nuestra propia existencia y has hecho que se manifieste victoriosamente. Concédenos en la experiencia de la decepción de nuestra vida la fe de que tu amor, que eres Tú mismo y que Tú has dado, sea la eterna juventud de nuestra verdadera vida.

ESPÍRITU DE NAVIDAD

Un joven de unos 20 a 22 años, de nombre José (viejo sólo para los apócrifos, escritos 300 años después de los evangelios), que vivía en Nazaret, en el norte de Palestina, tuvo que desplazarse al Sur, a Belén, a fin de registrarse en un censo.

Llevaba a su esposa María, ya embarazada de nueve meses. Llegando al lugar, María entró en dolores de parto. José buscó en las posadas de los alrededores y explicó su urgencia. Pero todos decían: «no hay sitio». No tuvo otra alternativa que buscar un rincón que fuera mínimamente seguro.

Encontró una gruta en la que los animales se protegían contra el frío de aquella época del año. Allí, en una gruta. María dio a luz a un niño, llamado primero Enmanuel y más tarde Jesús. Y he ahí que ocurrió algo sorprendente, algo realmente lleno de magia, un factor que siempre da encanto a la historia, que no se rige por los cánones fríos de la racionalidad, sino por lo imprevisto y lo imponderable. Por eso la historia tiene sabor...

He aquí que irrumpió una claridad inmensa, algo así como una estrella que planeó sobre aquella gruta. La vaquita que mugía bajito y el asno que rebuznaba se quedaron inmóviles. Fuera, las hojas que arrastraba el viento, se paralizaron. Las aguas del río, que corrían, se estancaron. Las ovejas que bebían, quedaron inertes. El pastor que había levantado el cayado hacia lo alto, quedó como petrificado. Un profundo silencio y una paz serenísima se apoderaron de toda la naturaleza.

Fue en ese exacto momento en que vino a este mundo el divino Niño. Inmediatamente después, se oyeron voces del cielo, captadas por los que estaban atentos: «Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a todas las personas de buena voluntad».

El impacto de este acontecimiento fue tan grande que nunca más ha podido ser olvidado. Dos mil años después todavía es recordado y celebrado, de una u otra forma, en todo el mundo. Es la magia de la Navidad.

Ha sido secularizada por el Papá Noel, y ha entrado en el mercado con los regalos de Santa Claus. Pero nadie ha conseguido todavía destruir el espíritu de la Navidad. Se trata de un aura bienhechora que es preciso conservar, pues nos hace más humanos.

3 RAHNER Karl, Oraciones de vida.

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¿Cuál es ese espíritu?

Primero, que Dios es principalmente una Criatura, y no sobre todo Creador y Juez severo. Una Criatura no amenaza a nadie. Es sólo vida, inocencia y ternura. Más que ayudar a otros, necesita ser ayudada y acogida. Si imagináramos a Dios así, no tendríamos que temer. Llenémonos de confianza.

Segundo: el ser humano, por malo que sea, debe esconder un valor muy grande, si Dios ha querido ser uno de ellos. Bien me dijo un día un esquizoide: «Cada vez que nace una criatura, es la prueba de que Dios todavía cree en la humanidad». Dios creyó tanto, que quiso nacer criatura frágil, con los bracitos enfajados, para no amenazar a nadie.

Finalmente, la Criatura divina nos recuerda lo que somos en la profundidad de nuestro ser: una eterna criatura. Crecemos y envejecemos. Pero guardamos allá dentro la criatura que nunca dejamos de ser. La criatura representa la creencia de que es posible un mundo diferente, de inocencia, de mirada sin malicia y de pura alegría de vivir. ¿Podríamos vivir sin ese sueño? ¡Divino Infante: ¡realiza en nosotros este destino!¡No dejes que muera en nosotros la esperanza!¡No olvides que fuiste, como nosotros, un niño!¡Nace de nuevo en nosotros como una Criatura!

(Leonardo Boff)

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NAVIDAD (fragmentos de meditaciones)

En este día, en esta santa noche, se trata del Niño, del único Niño. Del Hijo de Dios que se hizo hombre, de su nacimiento. Todo lo demás o vive de ello o bien muere y se convierte en ilusión. Navidad quiere decir: Él ha llegado, ha hecho clara la noche. Ha hecho de la noche de nuestra oscuridad, de nuestra ignorancia, de la noche de nuestra angustia y desesperación una noche de Dios, una santa noche. Eso quiere decir Navidad. El momento en que sucedió, realmente y por todos los tiempos, debe seguir siendo realidad, a través de esta fiesta, en nuestro corazón y en nuestro espíritu.

Si decimos con fe decidida, escueta y, por encima de todo, valiente: “Es Navidad”, entonces estamos diciendo que en el mundo y en mi vida ha irrumpido un hecho que ha transformado todo eso que llamamos mundo y vida nuestra, que ha acabado con el “nada nuevo bajo el sol” del orador antiguo y con el cruel eterno retorno del filósofo moderno; hecho por el cual nuestra noche, la terrible, fría y desierta noche, puesto que el cuerpo y el espíritu esperan morirse de frío, ha llegado a ser la noche de Dios, la santa noche.

El Señor está aquí. El Señor de la creación y de mi vida. Ese Dios no mira ya, desde el eterno “todo en uno y de una vez” de su eternidad, el eterno cambio de mi vida destrozada. La eternidad se hace tiempo, el Hijo se hace hombre, la eterna razón del mundo, lo que da sentido a toda realidad, se hace carne, humano. Y, por ello, se transforman el tiempo y la vida del hombre, Porque Dios mismo se ha hecho hombre. No en cuanto que hubiera dejado de ser el mismo Verbo eterno de Dios con toda su gloria y felicidad incomprensible. Pero se ha hecho verdaderamente hombre. Y ahora a él mismo le interesa este mundo y su destino. Ahora no es sólo su obra, sino un trozo de él mismo.

Desde este momento está él también sobre la tierra, y las cosas no le son a él más propicias que a nosotros. No se le otorga ninguna concesión especial, sino que comparte la misma suerte con todos nosotros: hambre, fatiga, enemistad, la amargura de la muerte y de una muerte miserable. Y lo más inverosímil es que la infinitud de Dios reciba y acepte la limitación humana, que la felicidad suprema reciba la tristeza de la tierra, la vida y la muerte. Pero sólo ella, esa oscura luz de la fe, hace nuestras noches claras, ella sola hace las noches santas.

Cuando decimos: “Es Navidad”, afirmamos que Dios ha dicho al mundo su última, su más profunda y bella palabra en el Verbo hecho carne; una palabra que ya no se puede retirar, porque es la obra definitiva de Dios, porque es Dios mismo en el mundo. Y esta palabra dice: “Te amo, a ti, mundo, a ti, hombre o mujer”. Es una palabra completamente inesperada, inverosímil.

Y ahora reina una silenciosa tranquilidad en el mundo, y todo el ruido, que se llama orgullosamente historia del mundo y propia vida, es sólo el ardid del eterno amor, que quiere hacer posible una libre respuesta del hombre a su última palabra.

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Desde el centro vital de la realidad, que es el Verbo hecho carne, todo tiende, con la inflexibilidad del amor, hacia Dios, sin que ante Él tenga que quedar el mundo reducido a cenizas por el ardiente fuego de su santidad y justicia. Todo tiempo queda abrazado por la eternidad, por esa eternidad que se convirtió en tiempo. Toda lágrima queda ya enjugada en lo más íntimo, porque Dios mismo la ha llorado y la ha enjugado en sus propios ojos. Toda esperanza está ya en posesión, porque Dios es ya poseído por el mundo.

Navidad es la fiesta en la que se celebra, no un acontecimiento pasado que ocurrió una vez y pasó, sino algo presente que es, al mismo tiempo, comienzo de un futuro eterno que se nos acerca. Es la fiesta del nacimiento de la eterna juventud. Nos ha nacido un niño. Pero no es un niño que comienza ya a morir en el momento en que empieza a vivir. Es el niño en el que se injerta definitiva y triunfalmente... la eterna juventud de Dios.

KARL RAHNER S.J. (Friburgo de Brisgovia - Alemania, 1904 – Innsbruck - Austria, 1984),

Meditaciones breves (páginas 13-20)

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MEDITACIÓN SOBRE EL MISTERIO DE LA NAVIDAD.

En aquellos días un decreto de César Augusto ordenó que se hiciera el censo de toda la tierra. Para obedecer a la Administración imperial, una joven pareja se encamina, a pie, por la montaña y la llanura, desde Galilea hasta Belén, atravesando la hostil Samaria. Cuatro días de viaje, en condiciones difíciles. A causa de su pobreza, no tienen dinero para facilitar las cosas y los contactos, el hombre lleva a su espalda su pobre equipaje, lleva de la mano a su joven esposa, en cinta de casi nueve meses. ¿Quién desearía viajar en estas condiciones, si no estuviera azuzado por la apremiante necesidad? Nadie les conoce; ¿quién les querrá ayudar? La joven, poco más que una niña, teme por el niño que lleva en su vientre: ningún médico aceptaría que una parturienta tuviera que caminar en esas condiciones. Los riesgos son enormes, en cuanto a las fatigas y a los sufrimientos. Luego se rumorea que ni siquiera están legalmente casados; ¿De dónde, de quién procede este niño? El pobrecito parece que ya tiene su destino marcado del todo. Además, estos pobres tienen pretensiones exorbitantes: El hombre pretende ser de la casa de David y quiere que se le reconozca como tal. Naturalmente, en mil años, el destino de las familias puede cambiar, algunos descendientes puede que vivan en la opulencia, mientras que otros se mueren en la miseria. Mientras tanto ¿quién los conoce?

Paso a paso, también han de ir avanzando por el camino de piedras desiguales, que molestan y hieren los pies cansados, sobre todo los de la joven en cinta, quien lleva al niño que ya se mueve. Al comienzo, bajando de las colinas de Galilea, andaba bastante bien todavía. Pero después vino la hostilidad de los samaritanos, en estos parajes desiertos, el agua que escasea, además de la comida, finalmente la parada en el pozo de Jacob, ya exhaustos… Después de tres días, que no son sino una pesadilla sin fin, llegan a la montaña de Judea. Allí se trata de ascender, tanto, más de mil metros en un solo día, estando en el estado que están…

Al atardecer del cuarto día, ven finalmente los muros de Belén, que resaltan, negros, sobre un cielo estrellado. Retoman la esperanza, quizás llegarán a tiempo para poder preparar bien el parto. Seguramente haya quien los acoja, quien comparta sus penas y alegría. ¿No es el país de José, donde se encuentran todos sus primos lejanos, que le harán sitio? Pero, ha pasado tanto tiempo…

Llegados a la ciudad un poco antes del toque de queda, preguntan alrededor dónde se podrían alojar, con la señora que está a punto de dar a luz. Los envían hacia la pobre posada, donde se alojan los viajeros sin recursos. Finalmente podrán pararse, sentarse, beber y comer algo, después por la noche acostarse, rehacer las fuerzas un poco, que están en las últimas… Pero he aquí otra desilusión, peor que todas las anteriores: no hay ninguno que se apiade de ellos, “no hay lugar para ellos en la posada”. Para todos los demás, sí; pero no para estos míseros, ¿a qué vienen? No hay ningún sitio para dar a luz… Nuevamente empiezan a caminar, saliendo de la ciudad hostil. Ahí están en los campos de las proximidades; pero la noche es fría en la montaña, ¿dónde refugiarse? Cuando están a punto de desesperar, he ahí junto al callejón una pequeña choza abierta, con el pesebre para los animales. Son más acogedores que los hombres, cuyo corazón estaba cerrado. En el mismo momento en que estaban a punto de caerse en el

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camino, he ahí el refugio preparado para ellos. Están en casa, en medio a los pobres pastores despreciados por todos, viviendo sólo entre sus ovejas.

Exhaustos se acuestan y se duermen pronto. Pero en medio de la noche, se despiertan; la oscura choza ve lucir un débil, misteriosa luz. María sabe que ha llegado la hora; con la ayuda de José, trae al mundo a su niño y lo recuesta en el pesebre. La oscuridad de la noche irradia y los pastores llegan desde sus campos, envueltos en una gran luz. “la noche se ilumina como el día…” En el fondo de la desesperación ha nacido la Esperanza del mundo. (Marc Leclerc)

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SALMO A LA ENCARNACIÓN DE DIOS

Suenen las trompetas en todos los rincones del cosmos.Proclamen la gran noticia: Dios ha venido al mundo.Resuenen hasta temblar las entrañas del universo:Dios se ha hecho hombre, pobre ser humano.El Dios grande, terrible, creador y juzgador deje paso,que ya entra el Dios humanado, hecho debilidad, carne, acogida y compasión.Un Dios-hombre conocedor de sudores, cansancio y desconcierto, angustias, penas y alegrías.

Te adoramos Dios humanado, Jesús de nuestras vidas.

Entonen cantos celestiales los coros angélicos,suenen todas las cuerdas de los violines del mundo,porque tenemos un Dios cercano que camina con nosotrosy ama con corazón humano, capacidad infinita y perdón de madre tierna.

Nos gozamos de tener este Dios cercano y amoroso.

Brinque gozosa y feliz la realidad entera,hasta la subpartícula atómica más elemental,porque todo lo existente ha sido transfigurado.La materia aspira hacia lo divinoporque Dios ha visitado a la humanidad y la ha asumido dentro de su Misterio.Todo tiene ya la marca de lo divino.Hermanos, nada es profano; todo es sagrado,y lo más sagrado de la tierra es el ser humano.

En ti, Jesús, somos hermanos de todos y lo asumimos todo Bailen las mozas agarradas a los quarksen una danza universal y gozosa, fraterna y solidaria,porque Dios ya recorre la realidad todacon su dinamismo secreto y profundo,como el motor impulsor de todos los seres,igual que el Viento del Espíritu que nos hincha las velas de todos los sueños.

Contigo Señor, soñamos y deseamos hoy un mundo nuevo

Alégrense los pobres y sufrientes, los oprimidos y las víctimas,los abandonados y miserables,

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porque ya no están solos,porque Dios se bajó hasta ellosy puso su morada predilecta en medio de su miseria.Nos mira a los ojos desde los rostros implorantesy nos llama benditos cuando la compasiónnos mueve a entregar algo de nosotros mismos.

Danos, Señor, compasión solidaria esta Navidad y todos los días de nuestra vida.

Alabado seas mi Señor, cercano, tierno, amorosoUno mi voz al universo, la materia y la antimateria,lo viviente y lo consciente,para cantarte el Hosanna más universal.Te adoro desde lo más íntimo del corazóndonde tú anidas y me hablas, quedito a veces, tonante, otras,de los dolores de este mundo belloy de los hombres, tus hijos muy queridosNo me pides nada,imploras mi ayuda a la tarea de tu Espíritude llevar a Plenitud tu Encarnación solidaria.

Aquí estamos, Jesús amado, ábrenos el corazón para darte lo mejor de nosotros.

Gracias mil, Señor del Pesebre,por tu venida continua a nuestras vidasen los rostros y vicisitudes del mundo,por tu encarnación diaria y universal, Navidad perpetua, regalo impagable de tu búsqueda sin término,persecución divina del pequeño corazón humano.

Danos sensibilidad para percibir tu presencia misteriosa y realy abrirte nuestras vidas.

Te adoramos, Niño divino, secreto máximo del cosmos,clave velada de su existencia, canción divina del universo,comunicación al mundo del Dios Trino.Ahora eres nuestro Hermano,Primicia de la Creación Plena y Futuro de nuestro destino.

Te alabamos, te adoramos y te entregamos nuestras vidas.

(José María Mardones)

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PROFESIÓN DE FE DE ADVIENTO Yo creo en un niño pobreque nació de noche en una cuadra,arropado sólo por el amor de sus padresy la bondad de la gente más sencilla.

Yo creo en un hombre sin importanciaaustero, fiel, compasivo y valiente,que hablaba con Dios como con su madre,que hablaba de Dios como de su madre,contando, llanamente, cuentos sencillos,y por eso molestó a tanta gente que al final lo mataron, lo mataron los poderosos, los santos, los sagrados.

Yo creo que está vivo, más que nadie,y que en él, más que en nadie,podemos conocer a Diosy sabemos vivir mejor.

Y doy gracias al Padreporque Él nos regaló este Niñoque nos ha cambiado la vida,y nos ha dado sentido y esperanza.

Yo creo en ese niño pobre,y me gustaría parecerme a Él.

(José Enrique Galarreta)

Dios nos visita.Dios se acerca.Dios acampa.Dios se pone de nuestro lado.Dios se hace de nuestra raza.Dios se hace hombrepara que nos hagamos “divinos”

Parece increíble.¡Jamás se nos hubiera ocurrido algo igual!Dios nos sorprendey va más allá de lo imaginable:“porque para Dios nada hay imposible”.

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DIOS HECHO HOMBRE

[Tomado de la obra “Barjona” de Jean Paul Sartre. Durante el otoño de 1940, los Nazis lo capturaron y lo deportaron a un campo de concentración alemán. Justo antes de Navidad, un jesuita prisionero como él, Paul Feller, le convenció para que escribiera una obra de teatro sobre la Navidad para los cristianos de lengua francesa, que estaban presos. Sartre, bautizado como católico, en esa época ya era ateo convencido. Escribir una obra de teatro cristiana iba contra sus principios, pero como gesto de solidaridad con sus conciudadanos presos, escribió “Barjona”, obra escénica en seis cuadros.]

La Virgen está pálida y mira al niño. Habría que pintar sobre su rostro ese asombro ansioso que sólo una vez ha aparecido en una cara humana. Pues Cristo es su hijo, carne de su carne y fruto de sus entrañas. Lo ha llevado durante nueve meses y le va a dar el pecho y su leche se convertirá en la sangre de Dios. Y, por momentos, la tentación es tan fuerte que se olvida que es Dios. Lo aprieta entre sus brazos y le dice: ¡mi pequeñín!

Pero en otros momentos se cohíbe y piensa: Dios está ahí y se llena de temor religioso a causa de este Dios mudo, de este niño asombroso. Pues todas las madres quedan en suspenso por momentos ante esa porción rebelde de su carne que es su hijo y se sienten desubicadas ante esa nueva vida que ha brotado con su vida y les habitan pensamientos extraños. Pero ningún niño ha sido tan cruel y tan rápidamente arrancado a su madre, pues es Dios y supera sin duda alguna lo que ella puede imaginar. Y es una prueba muy dura para una madre avergonzarse de sí misma y de su condición humana ante su hijo.

Pero pienso que también hay otros momentos, rápidos y fugaces, en los que siente a la vez que Cristo es su hijo, su pequeño, y que es Dios. Lo mira y piensa: Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí, tiene mis ojos, y esta forma de su boca es la misma que la mía. Se me parece. Es Dios y se parece a mí”. Y ninguna mujer ha tenido a Dios así para ella sola. Un Dios muy pequeñito que puede tomarse en brazos y cubrir de besos, un Dios calentito que sonríe y que respira, un Dios que puede tocarse y que vive.

Y si yo fuera pintor, en esos momentos pintaría a María e intentaría mostrar el aspecto de radiante ternura y timidez con el que adelanta el dedo para tocar la dulce pielcita de este niño-Dios cuyo peso siente sobre sus rodillas y que le sonríe.

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