Museo Del Oro 50 Anos

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catalogo de 50 años museo del oro

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En estos cincuenta años el Museo del Oro ha rescatado la orfebrería precolombina y la ha convertido en uno de los símbolos de la identidad colombiana.

Pero no siempre fue así. El aprecio por el arte indígena surgió en un momento tardío de nuestra historia, cuando contribuyó a enfrentar las cruciales preguntas: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?

La historia del oro indígena forma entonces parte de nuestra propia historia ...

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50 ANOS

GE RENTE GEN ERAL

Fra nc isco J. Ortega

SUBCERENTE CE ERAL ADMIN ISTRA TI 0

jorge Sánchez O .

SUBCERENTE CULTURAL

Darío jaramillo A.

DIRECTORA M USEO DEL O RO

Clemenci a Pl azas U.

SUBDIREC TOR ADMINISTRATIVO

Ge ra rdo Ma rtí n Salas J.

SUBDIRECTORA TECNICA

Ana María Fa lche tt i M .

JEFE SECCION DIVULCACION

Roberto Lleras P.

JEFE SECCION RECISTRADURIA

Pat ricia C. de Pe rdo mo

JEfE SECCION M USEOLOCIA

Na ncy Sá nchez D.

DISEÑADORA C RAFICA

Lu cía Teresa Ru eda B.

ARQUEOLOCO

Eduardo Londoño L.

INVESTIGACI O N

Santiago Londoño Vélez Museo del Oro

ENSAYO

Santiago Londoño Vélez

PIES DE FOTO

Museo del Oro

FOTOGRA FIA

Ernesto Franco Banco de la Repúbli ca Jorge Nieto Gonzalo Correal Museo de Améri ca FAES

DIAGRAMACION

Museo del Oro

IMPRESION

Departamento Editorial Banco de la República

GUION-EXPOSICI O N

Museo del Oro

DI SEÑO Y MONTAJE

Luis Fernando Barriga Museología Museo del Oro

CURADU RIA

Vidal Antonio Rozo

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-SO·ANOS

BANCO DE LA REPUBLICA

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CONTENIDO

PROLOGO 5

SIGLOS DE AMNESIA -1500-1800 7

PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGIA COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX- 1800-1900

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LA CONCIENCIA DEL ORIGEN PRECOLOMBINO -1900-1939

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NACE EL MUSEO DEL ORO- 1939-1960 59

DIVULGAR E INVESTIGAR -1960-1989 71

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PROLOGO

lo que hemos sido, lo que hemos creído ser y lo que los demás creen que somos, han sido las cuestiones fundamentales para tratar de establecer esa instancia elusiva de nuestra identidad nacional y su evolución durante los últimos quinientos años. Con estas mismas preguntas se iniciaron en 1988las discusiones y el análisis del tema que debía tratar la exposición conmemorativa de los 50 años del Museo del Oro. Se decidió rastrear las preguntas a través de los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y XX, intentando comprender los antecedentes del marco sociopolítico de las primeras décadas de este siglo que hizo posible la fundación del Museo.

El oro, sagrado para los indígenas y codiciado por los conquistadores, condensa en el siglo XX, con la fundación del Museo del Oro, un creciente sentimiento de identificación nacional. De allí que la historia de la orfebrería precolombina a lo largo de estos cinco siglos sea el tema elegido para la exposición. Su desarrollo nos llevó a aproximarnos a la historia de la investigación arqueológica en Colombia, disciplina que nutre la labor divulgativa del Museo, y a observar el cambio gradual de actitud de la sociedad respecto a los objetos producidos por las culturas que dominaban nuestro territorio antes de la conquista.

El acto histórico de la fundación del Museo del Oro no tuvo un carácter distinto al de las demás decisiones tomadas por la Junta Directiva del Banco de la República. Entre el 30 de marzo y el22 de diciembre de 1939 se discutió el precio que se debía pagar por el poporo de las cuatro bolas, recipiente de oro de " hermosa factura", hasta decidir pagar el "doble de su precio en oro". Pero detrás de las escuetas líneas del acta está implícita la sólida intención de comprar para preservar y evitar la salida del país de las piezas indígenas de oro y plata. A la vez esto entrañaba la intención de exponerlo a los ojos de todos los colombianos y de los extranjeros que quisieran tener un mejor conocimiento de nuestra sociedad y nuestro pasado.

Desde el momento mismo de su fundación , el Museo del Oro ha contado con el decidido y fundamental apoyo de los sucesivos gerentes del Banco, quienes han posibilitado el crecimiento de su5 colecciones, la profundización de la investiga­ción, la descentralización de sus exhibiciones y, en consecueflcia, la ampliación de su alcance, influencia e impacto social.

la investigación histórica de los antecedentes que dieron posibilidad a la creación del Museo del Oro se le confió a Santiago londoño V. quien la plasmó en el ensayo que da cuerpo a este libro. El texto, además de contener varias claves para entender nuestra identidad, es un reconocimiento a la silenciosa y persistente labor de innumerables arqueólogos, antropólogos e historiadores.

El presente catálogo tiene dos niveles de lectura. El ensayo compendia la lite ratura existente sobre el tema, convirtiéndose en una referencia ideal para qu ienes desean introducirse en la historia de la ciencia social colombiana. Por su parte, e l material gráfico sigue la idea principal del texto, pero al igual que la exhibición, destaca solamente los hitos principales para dar al lector una visión de conjunto.

El Museo del Oro ha abierto un camino irreversible. Cada colombiano lo siente suyo, apropiándose y enorgulleciéndose también de su pasado indígena. El Museo seguirá en la vanguardia de los museos antropológicos, creciendo, tecnificándose, estimu­lando la investigación arqueológica y haciendo más sólida y firme la conciencia del pasado para comprender nuestra identidad prese nte y proyectarla al porvenir.

CLEMENCIA PLAZAS Directora

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SIGLOS DE A MNESIA Página ante. -1500-1800 L nor os gritones de. . -

1.

parecen 1 Nanno 1 pasmar el d a conquista El olor de

para los ind; oro sagrado codicia en llgenas generó

os europeos.

Desembarco d Ilustración d e Colón . su viaje publ~ la crónica de

lcada en 1493.

2.

Pregunta el 1 nca· ¿E . oro que co . s este el

mes? Re español: Este sponde el

oro comemos.

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3. " Quitaron el oro de los escudos y lo fundieron ", dibujo azteca.

(*) El autor agradece los comentarios y sugerencias de Clemencia Plazas, Ana María Falchetti, Arturo Vargas, Eduardo Londoño, Lu is Duque Gómez y Vidal Antonio Rozo. No obstante, el texto es de su exclusiva responsabilidad .

SIGLOS DE AMN ESIA - 1500-1800

"Que el Señor me dirija en su misericordia para que yo encuentre oro", escribió Cristóbal Colón en su diario durante el incierto navegar hacia el Nuevo Mundo. Este mismo deseo incesante mantuvo, durante más de tres mil días, a las huestes conquistadoras y coloniza­doras y a las arcas de la Corona española que, enterada de las riquezas de los nuevos dominios, se ocupó de asegurar su participación en los recursos que aprovechaban los naturales y en los tesoros que habían dejado sus antepasados.

La apropiación del "oro de los indios" ocasionó diversos y numerosos conflictos entre conquistadores, presidentes, arzobispos y curas doc­trineros. Los unos defendían el derecho de descubridores, y los otros, las incautaciones emprendidas para erradicar a toda costa la idolatría persistente de los salvajes.

Era una verdadera fiebre que se propaló en una época que la historia económica conoce como mercantilismo, durante la cual se pensaba que la riqueza de las naciones dependía de la acumulación de metales preciosos. El oro era lo precioso por excelencia, y se le asignó una capacidad de representación de todas las riquezas por sus caracterís­ticas propias, convirtiéndose en el símbolo de todo lo que podía codiciar el hombre.

Con las noticias de aquí y de allá, los conquistadores encendieron su im'aginación hasta construir el mito de El Dorado, en el que transfor­maron una ceremonia ritual de iniciación al cacicazgo, en un fabuloso territorio de extraordinaria riqueza aurífera. Fue así como la fantasía de su encuentro se convirtió en el principal estímulo que ayudó a vencer el temor a lo desconocido y a suavizar las incontables penurias de la conquista.

Una nueva mentalidad sobre los metales preciosos se impuso frente al pensamiento mágico aborigen. De una concepción mágica y reli­giosa, que entendía el oro como una manifestación tangible de la divinidad solar y su fuerza fecundante, símbolo de jeraquías sin valor intrínseco, equiparable al barro, se transitó con violencia a la idea del oro como sustancia de riqueza y poder material por sí misma. Y así, los primitivos pobladores desaparecieron sin poder entender la avidez acumuladora de los españoles, embriagados en una suerte de paraíso fundado en la ilimitada opción depredadora de botines prodigiosos.

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SIGLOS DE AMNESIA -1500-1800

4.

Con la arremetida de la conq uista, el oro fue perseguido, profanado y fundido por su valor material. Monedas co loniales, colección del Banco de la República .

Numerosas crónicas dan testimonio de la conquista de América y de la aventura de El Dorado. Por ejemplo, para el área muisca, se escribie­ron primero relaciones de conquista, vinculadas por lo general a una demanda de prebendas por parte de algún conquistador. Así tenemos el " Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada", atribuido a don Gonzalo jiménez de Quesada (c. 1547L la carta de los capitanes Lebrija y San Martín (1539) o la relación de Santa Marta y el Nuevo Reino atribuible al capitán Cardoso.

Luego, durante un largo siglo, un activo grupo de cronistas se da a la tarea de recoger de la tradición oral o de su propia experiencia, no sólo las anécdotas de la fiebre del oro, sino también descripciones de

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SIGLOS DE AMNESIA - 1500-1800

la vida y costumbres de los aborígenes. Dejan así mismo constancia de las piezas de orfebrería que hicieron soñar, batallar y morir a tantos europeos. Los cronistas fueron historiadores de oficio, como Oviedo (1548), Gómara (1552) y Herrera (1600); historiadores de afición, como Juan de Castellanos (1601 ), Juan Rodríguez Freyle (1636) o Lucas Fernández de Piedrahíta (1666); o miembros de las Ordenes religio­sas, como fray Pedro de Aguado (1581), fray Esteban de Asencio (1585) , fray Pedro Simón (1625) y fray Pedro de Mercado (1683). Algunos de ellos no dudaron en justificar el saqueo español, porque de lo contra­rio, según pensaban, aquellas riquezas habrían sido "oro para el diablo", al decir de Pedro Cieza de León.

Pero El Dorado como utopía geográfica se extinguió en las postrime­rías del siglo XVII al confrontarse el mito con la drástica realidad.

El mejor conocimiento relativo del continente dio al traste con la era de los conquistadores heroicos, hombres que a pesar de su cuna europea, consiguieron adquirir una identidad de americanos. Otrora convertidos en poderosos encomenderos, estaban ahora abocados al exterminio por haber exterminado a su vez a los indígenas agobiándo­los con tributos onerosos. Con los encomenderos e indígenas desapa­recían también los cronistas que habían cantado las hazañas de la conquista y descrito las sociedades prehispánicas.

Durante un siglo, un denso manto de silencio cubrió las raíces del pueblo sometido por la cruz y la espada. La crónica de fray Alonso de Zamora (1701) es la última que se ocupa de los muiscas y de su conquistador Jiménez de Quesada. En lo sucesivo apenas encontra­mos el libro geográfico de Basilio Vicente de Oviedo (1763) y las recomendaciones administrativas y políticas de Francisco Silvestre (1789). La época virreina! es de funcionarios asépticos que viven en América imitando a toda costa los faustos de las costumbres, gestos y maneras de la corte española. Lejos de ocuparse del ser americano, la obsesión fundamental es la "limpieza de sangre", en f!1edio de un acelerado proceso de mestizaje que conmovió los linajes e hizo sent ir amenazada la discriminatoria hidalguía de la minoría dominante. El pueblo, compuesto cada vez más por mestizos, se reconoce de ances­tros europeos, pero intenta borrar la vergüenza in confesable de te ner una madre americana.

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SIGLOS DE AMNESIA -1500-1800

5. La sociedad colonial despreciaba todo lo indígena. Los mestizos, también rechazados, trataban de identificarse con el europeo adoptando sus ropas y costumbres. Oleo del Museo de América de Madrid .

Si bien las obras de los cronistas se convirtieron en la memoria colec­tiva, ellas estuvieron confinadas en las bibliotecas por largos años, y sólo muy tardíamente fueron retomadas por los estudiosos, que en el siglo XIX comenzaron a leerlas y a depurar las exageraciones producto del asombro del descubrimiento.

En aquellos años, el pasado prehispánico fue apenas una superficial y fulgurante oportunidad de enriquecimiento fácil. Muchos arañaron la tierra, destruyeron vestigios, violaron tumbas, prosperaron o sucumbieron . Pero mientras el oro precolombino se fundía en los crisoles y brillaba en las alforjas extranjeras, para el recuerdo colectivo quedaba como única herencia la idolatría, la barbarie y la impureza racial y moral de los antepasados.

o DO P.ZZ

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SIGLOS DE AMNESIA - 1500-1800

Sa. Comparación del traje tradicional de un indígena peruano (izquierda) con el de un indio adinerado que viste imitando al español. Dibujo de Guamán Poma de Ayala , 1600.

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PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGI A COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX -1800-1900

Página anterior. El siglo XIX vería renacer la identidad americana al tiempo que Europa volcaba sus ojos sobre un con t inente que se independizaba. Recipiente quimbaya que sa l ió del país en el siglo pasado.

En el siglo XIX tiene lugar un redescubrimiento de América. El viejo mundo, interesado en mantener un modelo económico sustentado en la exportación de sus manufacturas y la importación de materias primas de ultramar, desarrolló un inusitado interés por las regiones inexploradas del planeta, y en particular por las del nuevo continente. Para ello contó con la activa participación de científicos muy impor­tantes y de acuciosos viajeros que registraron las características del medio geográfico, económico y humano.

Al mismo tiempo, en los nacientes países comenzó a surgir el interés por conocer sus propios recursos, sus hombres y su geografía. Es por ello que el XIX es el siglo en el cual América comienza a ser conocida y a conocerse a sí misma, a mirarse en el lente de la ciencia y a constituir, con las dificultades propias del proceso, una identidad particular independiente de Europa, tras el largo período de silencio colonial que subyugó una cultura previamente destruida. En medio de este proceso de redescubrimiento, surgió lentamente el interés por el pasado prehispánico.

Fue así como a finales del siglo XVII 1 bajo la influencia del espíritu renovador del despotismo ilustrado, · comenzaron a funcionar en América varios grupos científicos que se dieron a la tarea de explorar el territorio colonizado. De ellos hizo parte en la Nueva Granada la Expedición Botánica, cuyos miembros, aunque dedicados principal­mente al estudio del reino vegetal, al mismo tiempo que avanzaban en las investigaciones botánicas hicieron observaciones y recogieron vestigios de civilizaciones pasadas. Cabe recordar que en 1797 el sabio Caldas visitó a San Agustín .

El estatismo en todos los órdenes que recorría la vida neogranadina en el siglo XVII 1, se vio sacudido con las guerras de independencia. La búsqueda de la autonomía se basó en la crisis económi a y política incubada en la colonia, inscrita dentro del espíritu de la Ilustración, cuyos ideales se fundaban en el progreso, libertad, igualdad, y en el pensamiento racional , experimental y naturalista.

Tras la dominación española, los granadinos ascendieron al poder, hecho que se percibía como un reasumir los propios derechos, que la España conquistadora había usurpado, recuperando la libertad y la soberanía (1),

El problema interno que surgió con la independencia fue el de encon­trar las fo rmas apropiadas para la organización social , o en otros

6. la Exped ición Botán ica trajo a la Nueva Granada el estudio de las ciencias naturales y el interés por las an t igüedades indígenas surgido en Europa a f ines del siglo XVIII. El sab io Caldas visitó las ruinas de San Agustín en 1797.

(1) Javier O campo López " El proceso polít ico, militar y social de la Independencia", en : Manual de Historia de Colombia, tomo 11 , Bogotá, 1984, págs. 17 a 132.

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PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGIA COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX- 1800-1900

7. El naturalista alemán Alejandro de Humboldt fue el único sabio extranjero autorizado para visitar la Nueva Granada. En su libro

Sitios de las cordilleras (1810) publi có el primer grabado de la laguna de Guatavita, escenario de la ceremonia de El Dorado.

términos, quedó planteada la necesidad de fundar una identidad nacional tras el trastorno del orden colonial. Las disputas entre federa­listas y centralistas, que tanto costaron a la estabilidad nacional a lo largo del siglo XIX, fueron la expresión de tales dificultades.

En 1813, Alejandro de Humboldt, quien viajó por Colombia entre marzo y septiembre de 1801, publicó en París su obra Vista de las Cordilleras de los Andes y monumentos de los pueblos indígenas de América. Allí se representó, quizás por primera vez, la laguna de Guatavita, conocida desde la colonia por los estudiosos europeos por la fama de la leyenda de El Dorado. Asimismo, hizo reproducir en grabado varios ejemplos arqueológicos americanos. Humboldt no sólo se ocupó de la naturaleza, los fenómenos físicos y el paisaje, sino

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PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGIA COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX- 1800-1900

8. La Independencia obligó a los nuevos ciudadanos a construirse una identidad propia . Bolívar no se reconoce indio ni europeo, pero ot ros pensadores

admiraron el arte precolombino y empezaron a llamar a los antiguos indígenas nuestros antepasados.

"No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles".

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(2) Véase Alexander von Humbolpt, inspirador de una nueva ilustración en América, Berlín , 1988, págs. 14 y 18.

(3) Luis Duque Gómez Etnohistoria y arqueología, en : Historia Extensa de Colombia, vol. 1, Bogotá, 1965, pág. 79.

(4) /b id.

(5) Augusto Le Moyne, Viajes y estancias en la América del Sur ... , Bogotá , 1945.

PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGIA COLOMBIANA EN El SIGLO XIX -1800-1900

que también se vio enfrentado a la riqueza cultural de un pasado indígena que no ignoró en su obra, inaugurando de paso el gran interés que estas manifestaciones tendrían para otros estudiosos extranjeros a lo largo del siglo XIX y especialmente en las dos últimas décadas (2l .

Posteriormente, en 1822, el químico francés J. B. Boussi'ngault acom­pañado entre otros por Francisco Javier Matis, pintor de la Expedición Botánica, visitó a San Agustín, pero sin que este viaje produjera resultados científicos de interés. Como precedente cabe señalar tam­bién la fundación en 1824 de un Museo Nacional, y la de una Acade­mia Nacional que buscaba fomentar los estudios en distintas áreas (3l .

La búsqueda de tesoros arqueológicos que durante el proceso de independencia quedó relegada por los conflictos bélicos, se reanudó por aquellos años, cobrando especial vigor a partir de 1833, cuando una ley alteró la disposición colonial que hasta entonces establecía que los objetos valiosos descubiertos en sepulturas o templos anti­guos eran propiedad de las autoridades civiles y eclesiásticas, no propiamente por un sentido de protección del patrimonio cultural. A partir de la nueva medida, se confirieron también derechos de pro­piedad a los descubridores, incentivándose por este motivo la gua­quería (4l. A tal punto llegó esto, que la gran mayoría de los colombia­nos de entonces abrigaban la esperanza de encontrar tesoros, se mantenían atentos a las señales de los fuegos fatuos, y estaban siem­pre dispuestos a excavar un patio o a derribar un muro, según recordó el viajero francés Augusto Le Moyne (5l .

Ejemplo del grado de exotismo con que desde el exterior se miraba a veces el pasado prehispánico, es el estudio que publicó en París en 1835 M. de Paravey, con el título de Memoria sobre el origen japonés, árabe y vasco de la civilización de los pueblos del altiplano de Bogotá.

El primer documento escrito en el siglo XIX que sobrepasó el espíritu ávido de enriquecimiento fácil reinante y que muestra por primera vez una cierta conciencia dijéramos arqueológica y antropológica, se debe al neogranadino Manuel Vélez, quien fue un atento observador de las piezas arqueológicas localizadas en Cundinamarca y Antioquia, y reunió una colección de piezas que luego regaló a sus amistades o destinó al Museo Británico.

El documento es una carta dirigida por Vélez a Boussingault y luego difundida en agosto de 1847 en el Boletín de la Sociedad Geográfica

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PR ECURSORES DE LA ARQUEOLOGI A COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX -1800-1900

9. Las col umnas de El infi ern ito, en Vi lla de Leyva, convencieron a Manuel Vélez de la existencia de grandes civi lizaciones prehispánicas en nuestro país y de su capacidad para desarrollarse en el futuro (1847) .

de París. Años más tarde, en 1881, la carta fue divulgada en Colombia por Liborio Zerda, acompañada por varias xilografías de las piezas mencionadas por Vélez. En su carta, este autor daba cuenta de la e xistencia de unas ruinas cerca a Villa de Leyva, conocidas desde entonces como Ellnfiernito por las gentes de la región . Tales ruinas, compuestas por hileras de columnas monolíticas, le hicieron refle­xionar y concluir que " la nación que ha sabido trabajar estas piedras ha debido seguramente alcanzar cierto grado de civilización y de in teligencia" . Y más adelante agregó " He llegado a convencerme que estos países han sido habitados por pueblos más antiguos y más civilizados que los que encontraron los españoles en tiempos de la conquista" (6l .

Asimismo refirió que en 1833, año en que se dictó la ley antes citada " he visto sacar de uno de estos sepulcros (en Medellín) tres mil castellanos de oro en joyas muy curiosas. Es pues, presumible que antes del tiempo de la conquista de América por los españoles, habían existido ya en estas localidades pueblos poderosos y ricos, que causas difíciles de determinar habían debilitado o hecho desaparecer" (7l.

Vélez complementó sus testimonios con más evidencias de ent~rra­mientos con tesoros y utensilios, armas, cerámicas, momias y tejidos hallados en Santa Rosa y Gachantivá.

De esta primera descripción decimonónica, cabe destacar dos con­ceptos . Por primera vez se aceptó, luego de la Independencia, que los antepasados prehispánicos podían ser civilizados e inteligentes, auto ­res de objetos admirables, y no los salvajes y bárbaros que tuvieron que ser conquistados para la civilización y la religión católica. Por otra parte , se encuentra una valoración , aunque tímida, de la cultura mate rial y no sólo de las piezas de oro. El autor muestra aprecio por las pre ndas finas de algodón halladas en ciertas tumbas, por la talla de un se pulcro en roca viva, por una macana que luego fue enviada a In glaterra. El mismo Vélez adquiere para su colección, y no para desti nar a la fundición , figuras de oro y tumbaga, pero también text iles, objetos de barro, madera y hueso .

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(6) Citado por Liborio Zerda, en : Papel Periódico Ilust rado, año IV, No. 78, Bogotá , octubre de 1884, págs. 54 a 58.

(7) Vélez ci tado por Zerda , Op. Cit, pág. 55.

PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGIA COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX -1800-1900

10. Objetos que pertenecieron a Manuel Vélez. fotografía del Álbum de la Exposición Americana de Madrid, 1892.

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PRECURSORES DE LA ARQUEOLOGIA COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX -1800-1900

Esta conciencia incipiente y excepcional , iría a cobrar mayor presen­cia en la mentalidad nacional con el advenimiento del liberalismo radical. A partir de 1849 con el gobierno de José Hilario López, surgieron y se consolidaron nuevas ideas que giraban en torno al individualismo y a la soberanía del pueblo. En el terreno económico, la adscripción al modelo primario exportador favoreció un auge del comercio exterior de metales preciosos y de materias primas, obteni­das de la naturaleza sin mayores procesos de transformación. La nación parecía ya en camino a la civilización, y como señala Marco Palacios ''la idea, expuesta en sus términos más crudos, era exportar o perecer en medio de la barbarie. Ningún vocablo circula con más insistencia que aquel de civilización, !8l.

Ahora había que conocer el país, las riquezas que encerraban sus bosques, las costumbres de los habitantes regidos por una constitu­ción para ángeles. Se trataba de construir, después de la Independen­cia, una identidad, así fuera fragmentada en nueve Estados Soberanos. El primer paso lo había dado el coronel Joaquín Acosta, cuando en 1848 publicó su Compendio histórico del descubrimiento y coloniza­ción de la Nueva Granada, en el que adjuntó varias ilustraciones sobre piezas arqueológicas.

Poco después, la Comisión Corográfica retomando en cierto modo la experiencia de la obra mutisiana, apuntó a este propósito, inventa­riando las riquezas que podrían ser susceptibles de vincular al mer­cado mundial. Entre 1850 y 1859, el grupo de investigadores neogra­nadinos orientados por Agustín Codazzi integró el país a la moderni­dad y le hizo comprender "Las responsabilidades y la fortuna de la soberanía como hecho jurídico, humano, histórico y geográfico,, según señala Eugenio Barney Cabrera a propósito (9J.

La Comisión se ocupó no sólo de las costumbres, aspectos económi­cos y riquezas minerales, sino que también prestó atención a los restos de las culturas precolombinas que encontraron a su paso, dejando de ello testimonios gráficos. De las 212 láminas que hasta hoy se han podido identificar como su legado, se encuentran 25 que ilustran vestigios de las civilizaciones pasadas, principalmente objetos de cerámica, piedras grabadas o pintadas, piezas de oro y algunas escul­turas !10l. Estas manifestaciones quedaban pues, al mismo nivel de los tipos humanos, los recursos naturales, las prácticas agrícolas, la arqui­tectura o las panorámicas de las poblaciones. Es decir, se considera­ban ya como integrantes de un patrimonio común. El propio Codazzi

(8) Marco Palacios El café en Colombia, Bogotá, 1979, pág. 27.

(9) Eugen io Barney Cabrera " Arte documental e ilust ración gráfica", en : Historia del arte colombiano, tomo VI , Barcelona, 1977. Para una relación detallada sobre la Comisión Corográfica, véase " Codazzi y la Comisión Corográfica", de Gabriel Poveda Ramos, en : Revista Universidad Nacional de· Colombia, Medellín, 1988, págs. 58 y ss.

(10) Jaime Ardila y Camilo Lleras, Acuarelas de la Comisión Corográfica (catálogo), Bogotá, 1986.

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PRECURSORES DE LA AR UEOLOGIA COLOMBIANA EN El SIGLO XIX - 1800-1900

11. la Comisión Corográfica inventarió el potencial del nuevo país entre 1850 y 1859. " ldolos de los indios", acuarela de Henry Price perteneciente a la Biblioteca Nacional.

visitó a San Agustín en 1857, hizo un mapa de la localización de las esculturas e interpretó el lugar como destinado a peregrinaciones religiosas.

El ambiente, a diferencia del siglo XVIII, era propicio para la identifi­cación romántica con los indígenas prehispánicos, cuya vida y con­quista sirvió para inspirar creaciones literarias en el género de la tragedia histórica. En 1856 el intelectual neogranadino Felipe Pérez publicó las novelas Huayna Capac y Atahuallpa que aparecieron por entregas en un periódico capitalino. La zaga sobre los incas y su conquista se prolongó en 1857 con Los Pizarras, en uno de cuyos capítulos "el autor deja a Prescott el cuidado de hablar por él ", y con filma o Continuación de los Pizarras, entregada en 1858.

Este mismo año, Próspero Pereira Gamba, quien más tarde sería presi ­dente de la Sociedad Protectora de los Aborígenes de Colombia, publicó la novela Aquimen Zaque o la Conquista de Tunja . Así, el

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PRECURSORES DE LA AR UEOLOGIA COLOMBIANA EN EL SIGLO XIX -1800-1900

12. Estatua de San Agustín retratada por Manuel María Paz para la Comisión Corográfica. Original en el Fondo Cultural Cafetero (1857).

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(11 ) Anton io Curcio Al tamar Evolución de la novela en Co lombia, Bogotá, 1975.

(12) Duque Gómez, Op. Cit.

(13) Ezequiel Urico echea Antigüedades Neogranad inas, Bogotá, 1854, pág. 4.

(1 4) lbíd, pág. 3.

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imaginario colectivo comenzaba a recrear la tragedia de sus antepa­sados, y lo continuó haciendo, en las novelas de Jesús Rozo El último rey de los muiscas y Ana coa na de Temístocles Avella, fechadas en 1864 y 1865 !11 l.

Pero la obra más importante de la época, considerada hoy como precursora de los estudios arqueológicos en Colombia, fue la que publicó en Berlín en 1854 Ezequiel Uricoechea, con el título de Anti­güedades Neogranadinas, dedicada al estudio de los chibchas y algu­nos grupos del Valle del Ca u ca. Uricoechea nació en Bogotá en 1834 y se destacó inicialmente como filólogo. En su obra pionera de la arqueología, estudió la etnología chibcha, los usos, creencias, mitolo­gías, atuendos y formas de organización social. En particular, dedicó dos secciones a los tunjos de oro, e incluyó como anexo, tres capítulos de la Crónica del Perú de Fray Pedro Simón, donde se relata la leyenda de Guatavita.

Como señala Duque Gómez (12) , Uricoechea, inspirado en las ideas de los antropólogos europeos de su época, se esforzó por reivindi­car el valor de las culturas indígenas, y lamentó la pérdida de tesoros artísticos y monumentos que hubieran sido útiles para reconstruir el pasado y el origen del hombre americano: "No tenemos sino que , desconsolados, llorar la pérdida de hombres que un día pudieron haber hecho inmortales sus nombres i con ellos las obras de los indios i los monumentos que la ignorancia, el bigotismo, la envidia tal vez destruyó" (13) .

El estudio de tales antigüedades, con un fondo de tímidas ideas evolucionistas, le sirvió al autor para demostrar un concepto funda­mental en su obra: que nuestra " nacionalidad" estaba asentada en sus comienzos en un grupo humano con elevado avance tecnológ ico, evidenciado en el trabajo del orfebre y en los grandes monumentos, y que por lo tanto no había lugar a sostener la idea de la barbarie de los primitivos pobladores, heredada de los cronistas. Su tesis la restringió, eso sí, a las ' ' naciones" que poblaban la región andina, y excluyó de ella a los "nómadas" de las selvas tropicales: " Qué idea se tendría de Europa si sólo se visitasen los pequeños pueblecillos, qué de Fra ncia si sólo se viesen los paisanos de la baja Bretaña? Cuando tratamos de la civilización americana, no debemos juzgar ésta por la de los grupos o pueblos nomádicos que se encontraban en las selvas, pe ro sí por la que habían alcanzado los moradores de México, Cuzco y Bogotá" !14l.

Esta concepción según la cual nuestros orígenes se e ncue ntran en un pueblo remoto inteligente, que supo desarrollar un a cul tura mater ial

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13 y 14. Grabado y estrofa de la novela Akimen Zaque, donde Próspero Perei ra Gamba se identifica con los indígenas y llama bárbaros a los " feroces iberos" que aso laron las ci vil izaciones nat ivas.

AMoR, locuras, celos, ambiciones,' f guerra, i muerte i eslermin1o fiero, Lucha sagaz de pérfidas pasiones Inspiran hoi n1i cántico guerrero. Y o saco a luz antiguas tradiciones Del pueblo de Hunsa i del feroz Ibero Para 1 or"r el teájico destino QlÍe sobre Akímen i su e te

e intelectual apreciable (Uricoechea retomó de Paravey las similitu­des lingüísticas entre los chibchas y los japoneses), contradiciendo la imagen de barbarie, se encuentra en adelante, en casi todos los estudios decimonónicos sobre el tema adelantados en el país. No sólo se estaba valorizando a los u antiguos neogranadinos", sino también a sus descendientes, quienes no querían sentirse provenientes de una horda incivil, sino bien dotados por herencia, para erigir la civiliza­ción que requería el Olimpo Radical.

Cabe destacar los dos capítulos en los que Uricoechea estudió los tunjos de oro. En ellos identificó los sitios más comunes de hallazgos y analizó las técnicas de laboreo del oro: fundición, moldeado, fabrica­ción del alambre y unión de las partes. Por medio de análisis químicos de dos piezas, estableció la composición de la aleación utilizada, logrando cuantificar las proporciones de oro, plata y cobre, compa­rándola con la de los oros nativos estudiados por Boussingault en 1827. También especuló sobre el posible uso de los tunjos, llegando a la conclusión de que estaban destinados a la idolatría, e informó que desde 18261a Sociedad de Minas había sacado grandes cantidades de oro de las tumbas indíge nas (15).

(15) Uricoechea publicó posteriorme nte los siguientes e nsayos : " Les Chibchas de la Colomb ie", Congres ln ternationa/ des Sciences Geographiques, to mo 1, París, 1875, págs. 310 a 315; " Antiq uités Chi bchas de la Co lo mbie" , La Nature, París , 1877, págs. 359 a 362.

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15. Ezequiel Uricoechea realizó en sus Antigüedades neogranadinas (1854) el primer estudio de la orfebrería prehispánica colombiana.

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Entre los hallazgos más sonados en estos años, tenemos el que en 1856 hicieron Joaquín y Bernardino Tovar, cuando intentaban desaguar la laguna de Si echa. Entre las diversas piezas de oro se destaca una balsa de 268 gramos que reproduce la ceremonia de El Dorado (16l . Ocho años después, Agustín Codazzi, aprovechando los conocimientos adquiridos como director de la Comisión Corográfica, escribió unas páginas tituladas'' Antigüedades Indígenas", que fueron incluidas por Felipe Pérez en su Geografía Física i Política de los Estados Unidos de Colombia, editada en Bogotá entre 1862 y 1863. En ellas analiza princi­palmente el destino ritual de los monumentos agustinianos, y plantea de nuevo el sentido de civilización que conlleva la tecnología aurífera primitiva. Ya en 1860 el estudioso William Bollaert había publicado en Londres su obra Antiquarian, Ethnological and Other Researches in New Granada, Equator, Peru and Chile.

Con el establecimiento en 1865 del Instituto Nacional de Artes y Ciencias, debido a una ley que dispuso promover la investigación científica en distintos campos, incluyendo la arqueología, se origina­ron las primeras normas que buscaron proteger los monumentos patrios. A este Instituto quedó vinculado el Museo Nacional hasta 1867, cuando al crearse la Universidad Nacional se anexó a ella (17l.

Por la misma época se estableció en Medellín el gabinete fotográfico que habría de ser el más importante de Antioquia en todo el siglo XIX. Fue fundado por el químico bogotano Ricardo Wills y por los herma­nos Pastor y Vicente Restrepo. Este último, de gran relevancia para el tema que nos ocupa, nació en Medellín en 1837 y falleció en 1899; estudió química, mineralogía y geología en Europa, y en 1857 se encontraba en Freiberg (Sajonia) visitando minas y aprendiendo métodos metalúrgicos. Al año siguiente estableció en Medellín un laboratorio químico para fundición y ensayes, el cual perduró por 18 años, hasta 1876, cuando la guerra le impidió continuar actividades.

La fotografía de "Wills y Restrepo", como se llamó el establecimiento, popularizó las "tarjetas de visita" y su colección en álbumes. Los motivos no sólo fueron los corrientes retratos familiares y de persona­jes y políticos de la época, sino también las orquídeas nativas y los objetos de oro precolombino (18l. De estas populares tarjetas se des­taca una que representa un poporo quimbaya, pieza muy conocida y difundida a partir de entonces.

Diversos extranjeros se interesaron por recorrer el país en la segunda mitad del siglo XIX, y varios de ellos dejaron sus observaciones sobre

(16) lerda, Op. Cit . Ver el artículo " Reflexi ones sobre El Dorado y su descubrimiento" por los hermanos Tovar, en : La América (1) 76 : 303, Bogotá, abril 9 de 1873.

(17) Duque Gómez, Op. Cit. , págs. 79-80.

(1 8) Juan Luis Mejía " La fotografía en Antioquia", en : Historia de Antioquia, El Colombiano, No. 37, Medellín, enero 27 de 1887, pág. 288.

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(19) Sobre el viaje de Saffray puede co nsultarse Geografía Pintoresca de Colombia, Bogotá, 1984.

(20) José Pérez de Barradas, Orfebrería p rehispánica de Colombia, estilos Qu imbaya y otros. Mad rid , 1966, pág. 5.

(21) Ed uardo Posada, Apostillas a la historia de Colombia, Bogotá, 1978, pág. 416.

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la herencia precolombina ilustradas con grabados. En especia l, cabe recordar al médico fran cés Charles Saffray, quien viajó por la N ueva Granada en 1869. Sus memorias fueron publi cadas en la revi sta espe­cializada Le Tour du Monde entre 1872 y 1873. Observador atento, Saffray prestó interés a las ((antigüedades indígenas", y en su obra como hecho poco común, se encuentran varias xilografías que repro­ducen piezas cerámicas y objetos de oro como narigueras, pectorales y otros adornos (19).

Por su parte, en 1871 , el antioqueño Andrés Posada Arango presen tó en París a la Sociedad Antropológica un informe t itulado (( Ensayo Etnografico sobre los aborígenes del Estado Soberano de Antioquia", ilustrado con siete láminas de dibujos del natural , que represen taban 137 objetos indígenas pertenecientes a las colecciones privQdas de Leocadio María Arango, Vicente Restrepo, Manuel Uribe Angel , Gre­gario Gutiérrez González, Luis Restrepo y José M . Rest repo (20l.

Aparte de lo que significó que tan destacada asociación científica acogiera el tema, ello muestra también que entre ciertas personalida­des la colección de objetos prehispánicos era ya una práctica corriente y bien ponderada.

A partir de 1875, el interés de los científicos europeos por América cobró un notorio auge, a raíz de la celebración en Nancy, Francia, del Primer Congreso Internacional de Americanistas, en el cual Paul Broca presentó una ponencia titulada ((Acerca de dos series de crá­neos provenientes de antiguas sepulturas indígenas de Bogotá" . En 1877, el estudioso T. Leemans presentó en Luxemburgo, en el Segundo Congreso de Americanistas, una (( Descripción de algunas antigüedades americanas consultadas en el Real Museo Holandés de Antigüedades de Leyde".

Para 1877 la fotografía de objetos precolombinos se seguía pract i­cando para ciertos fines especiales. Según cuenta Eduardo Posada (21l,

el periódico bogotano El Zipa, sugirió como algo muy novedoso, fotografiar las estatuas de San Agustín. Y este m ismo año el viajero francés Edouard André llevó a su patria retratos de escul turas agusti­n ianas de las cuales mandó hacer réplicas en yeso, siendo exhibidas en una exposición de Invenciones Científi cas y luego donadas a las salas de El Trocadero.

Entre tanto, y al margen de consideraciones arqueo lógicas o etnográ­fi cas, grupos de guaqueros antioqueños avanzaban hacia el sur del Estado Soberano, de nuevo en pos de El Do rado. Desde muy tem-

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16. Numerosas piezas salieron del país en el siglo pasado, ingresando a las colecciones de los grandes museos europeos. Balsa muisca hallada en Siecha en 1856 y luego vendida a un museo alemán.

ANTI&ÜEOA~EES INDiGENAS COLOMBIA.

sene EXPOSICION DE J'MDRID.

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17. Poporo quimbaya con el cual se iniciaría en 1939 la colección del Museo del Oro, fotografiado en el siglo XIX cuando pertenecía a una colección particular.

(22) Testimonio de Jesús Antonio Arango, citado por Pérez de Barrad as, Op. Cit. , pág. 16.

(23) Citado por Duque Gómez, Op. Cit., pág. 80.

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prano la hoya del Quindío fue la reg1on más apetecida para estos menesteres. En efecto, ya para 1830 se fundó una colonia penal en Baquía, y diez años más tarde, en 1840, era de fama en sus alrededores la riqueza de las guacas que algunos desenterraban entre la selva.

El movimiento colonizador antioqueño hacia esta región adquirió mayor entidad con la fundación de Salento en 1865. A partir de entonces, surgieron otras poblaciones, algunas de ellas originalmente incentivadas por la ilusión del encuentro de tesoros indígenas, según el siguiente testimonio de uno de los fundadores de Armenia:

" Era constante encontrar familias enteras dedicadas a este oficio, que llevaban una vida por demás nómada; provistos de las herramientas necesarias, de víveres y algunos otros utensilios de cocina, acampaban en los lugares destinados de antemano para las excavaciones ... Vivían de ilusiones, que unas veces se convertían en preciosas realidades ante los tesoros encontrados y en ocasiones en voces de protesta y amargura, cuando pasaban los días, las semanas y aún los meses, y la pequeña caravana no había encontrado nada para compensar sus desvelos y preocupaciones" (22l . Las piezas iban generalmente a parar a Medellín a la fundición de la Casa de Moneda, para ser convertidas en lingotes.

Con la clausura del régimen liberal radical y la adopción de una nueva constitución centralista que consagró el carácter unitario de la nación, la Regeneración no se quiso quedar atrás respecto a los progresos en materia intelectual de los radicales. Mediante la Ley 54 de 1881, Rafael Núñez dispuso la creación de una Comisión Científica que continuara la tarea de la Expedición Botánica y de la Comisión Corográfica, con el objetivo particular de "coleccionar y clasificar todos los vegetales, rocas, minerales, objetos de cerámica, piedra y otros materiales que puedan contribuir al progreso de los estudios naturales y al esclarecimiento de cuestiones etnológicas relacionadas con la historia universal y con la especial de la república" (23) .

Este ambicioso proyecto, según Duque Gómez, es el primer antece­dente legislativo referido a la arqueología y a la etnología nacional. Pero fue apenas un antecedente que a la postre no cumplió su come­tido. Como director fue nombrado el ingeniero y geólogo José Carlos Manó, y como secretario el poeta Jorge lsaacs. Pronto el equipo se desintegró por desavenencias internas, e lsaacs decidió emprender solo el estudio del litoral Atlántico hasta la Guajira. En 1884 publi có en los " Anales de Instrucción Pública de los Estados Unidos de Colom-

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bia" (No. 45) su Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena, obra novedosa para la época, tanto porque abordó el estudio de los anti­guos pobladores de las regiones planas, como porque adoptó algunas ideas darwinistas y criticó las labores misionales de la iglesia. Los aspectos más innovadores del libro fueron duramente atacados por Miguel Antonio Caro y por el padre Rafael Celedón.

Mientras el escritor avanzaba en sus exploraciones que tanto molesta­ron a Caro, en Bogotá se empezaba a leer, recién reimpresa en 1881 , la edición de la Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada de Lucas Fernández de Piedrahíta. Al año siguiente, y durante tres consecutivos, el Papel Periódico Ilustrado publicó por entregas ((El Dorado" del médico Liborio Zerda, un estudio histórico, etnográfico y arqueológico de los primitivos pobladores de Colom­bia, según lo definió el autor, centrado principalmente en los chib­chas, e ilustrado con grabados de piezas de oro y cerámica. Para Zerda, numerosas naciones americanas habrían alcanzado la ((Edad de Bronce", y se enrumbaban hacia la ((Edad de Fierro", cuando la conquista europea irrumpió en ese proceso, aportando súbitamente la civilización: ((Muy sorprendente fue para los conquistadores el estado de civilización en que encontraron los pueblos de los incas, los mexicanos y los chibchas; y éstos nada hubieran tenido que admirar de sus dominadores, si el tiempo les hubiera dejado alcanzar la con­quista de este importante metal" (24).

Sin embargo, el9 de enero del mismo año de 1882, al restablecerse las relaciones con España, suspendidas desde la Independencia, el emba­jador don Carlos Holguín destacaba positivamente el aporte español a nuestra cultura, y estaba incluso dispuesto a olvidar las antiguas des­avenencias: (( En mí deben ver Vuestras Mercedes y la nación española al pueblo colombiano, que después de una ausencia de más de setenta años, debida a causas que no recuerda, vuelve al seno de la madre patria a estrecharla entre sus brazos, y a repetirle con efusión sincera que tiempo y distancia no han sido parte a disminuir su gratitud y amor filial. .. Durante todo este período, los colombianos hemos guardado intacto el depósito de la fe de nuestros mayores; hemos cultivado con cariñoso esmero las letras patrias y recordado con orgullo nacional las glorias castellanas" (25J.

Entre tanto, la guaquería seguía expandiéndose bajo el atractivo del rápido enriquecimiento a pesar de las frecuentes frustraciones. Y la colonización creció bajo tales incentivos: (( La mayor parte de la inmi-

(24) Zerda, Op. Cit.

(25) En Ignacio Arizmendi P. Presidentes de Colombia 1810-1990, Bogotá, 1989, pág. 181 .

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18. La co lonización ant ioqueña estimuló la guaquería en e l rico ter r ito rio de los antiguos qu imbayas. Actividad legal en ese entonces, la guaquería se asimilaba a la minería. Fo to de Benjamín de la Calle, CMV-FAES, M edellín .

gración antioque ña vino atraída por la fama de las guaquerías; más de dos mil guaqueros había por la época del año 1885, que se dedicaron a este oficio pero también al cultivo de la tierra" (23). Muchas tumbas resultaban pertenecer a (( indios pobres" . Grandes cantidades de tie­rra removida infructuosamente dieron al traste con doradas ilusiones. Muchos debieron entonces dedicarse a la agricultura. Aquella fiebre , según lo recuerda Luis Arango C. en sus memorias de guaquero, duró unos veinte años, entre la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX, tiempo durante el cual se excavaron las tumbas más fáciles de encontrar y las menos profundas.

Tal magni tud social alcanzó la guaquería en los actuales departamen­tos de Caldas, Quindío y Risaralda, que Manuel Uribe Angel en su Geografía General y Compendio Histórico del Estado Sober-ano de Antioquia en Colombia, editado en París en 1885, dedicó un capítulo completo a esta práctica, sus reglas, técnicas de excavación, los tipos de tumbas y las clases de objetos que en ellas se encontraban.

La historia de los sepulcros indígenas le pareció a Uribe Angel ((exi­gida rigurosamente", porque la incuria o ignorancia de los españoles ((dejaron perder casi toda la tradición referente a la vida anterior de estos pueblos" , y porque son '' los únicos documentos que nos pue-

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den guiar para describir, con alguna esperanza de buen éxito, lo relativo al estado social, moral y político de los aborígenes". Asi­mismo, Uribe reprodujo en inventario 90 piezas de oro, muchas de ellas de notable interés histórico y arqueológico.

Por fortuna no todo el oro de las guacas fue a dar a las fundiciones y a la Casa de Moneda. Algunos pocos aficionados, como vimos antes, se ocuparon de coleccionar piezas precolombinas a lo largo del siglo XIX, unos más eruditos, como Vicente Restrepo y su hijo Ernesto Restrepo Tirado; otros simples inversionistas,y otros, tal vez los menos, simples apasionados y con sensibilidad por los vestigios des­lumbrantes de un pretérito perdido en la noche de los tiempos.

Tal fue el caso del notable Museo de Leocadio María Arango de Medellín, r uya magnitud y valor fue de fama (26) . Don Leocadio nació en Mede ll ín en 1831 y falleció en la misma ciudad a los 87 años, durante gran parte de los cuales reunió su colección arqueológica. Como buen antioqueño, su principal actividad fue el comercio, y le cabe el parroquial mérito de haber llevado a la Villa de la Candelaria la primera máquina de coser. También como buen antioqueño, con­trajo nupcias en dos ocasiones y engendró un total de 20 hijos. Ideó un sistema de trueque mediante· agentes en los pueblos donde comerciaba, con quienes intercambiaba piezas arqueológicas por mercancías, incluyendo los cigarros que su primera esposa fabricaba en la casa .

Amigo de Manuel Uribe Angel y de Tulio Ospina, don Leocadio dedicó un horario riguroso al cuidado y catalogación de su Museo en los últimos años de vida, e incluso publicó en 1905 el catálogo de la colección, integrada entonces por 167 objetos de oro, 2 de plata, 2.219 cerámicas, unas quinientas muestras de oro nativo y numerosos ins­trumentos de piedra (27).

Aunque don Leocadio nunca llegó a saberlo, es interesante destacar que del rotal de 2.968 cerámicas que alcanzó a reunir, 1.500 eran falsificaóones elaboradas por varias generaciones de una familia anti­oqueña de apellido Alzate. Las cerámicas (( Alzate", envejecidas con barro, incluso alcanzaron a llegar a las colecciones arqueológicas de los principales museos del mundo, antes de ser denunciadas como falsas en 1920, y aún después siguieron siendo compradas por extran­jeros y nacionales ávidos de antigüedades indígenas. Las dimensiones de la falsificación, son un buen indicio de la mentalidad común desde aquel entonces, expresada por don Pascual Alzate, siendo ya anciano,

(26) Lo que sigue se basa en " Museo Leocadio María Arango" , en: Boletín del Instituto de Antropología, Universidad de Antioquia, vol. 11 , No. 7, Medellín, 1960, págs. 157 y SS .

(27) Catálogo del Museo del señor Leocadio María Arango de Medellín, Capital del departamento de Antioquia en la República de Colombia, Medellín, 1905. El viajero francés Pierre D' Espagnat visitó la colección en el siglo XIX, su testimonio se encuentra en : Recuerdos de la Nueva Granada, Bogotá, 1983, págs. 229 a 231 .

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(28) Luis Fernando Vélez, "Apuntes anecdóticos pa ra la historia de la cerámica Alzare", en: Colección Cerámica A lzare (catálogo), Un iversidad de Antioquia, M useo Universitario, Medellín, 1988.

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19. Diversos co leccionistas colombianos atesoraron conjuntos que formarían más ta rde la colección del Museo del Oro. Recipiente qu imbaya del Catá logo del Museo de Leocadio M ar ía A rango, de M edellín (1905).

20. Fa lsificaciones de cerámicas p reco lo mbinas, elaboradas en Antioqu ia ·desde med iad os del sig lo XIX, son prueba del in terés q ue existía entre los co leccion istas nacionales y extran jeros.

en 1966: " Si los muñecos hubieran sido de nosotros no habrían valido nada, pero siendo del indio valían mucho" (28) .

Poco antes de morir, don Leocadio estuvo a punto de negociar su colección con un museo de Washington. En 19221a Asamblea Departa­mental de Antioquia dispuso su compra, pero la falta de fondos lo impidió. En 1924 el gobierno de Pedro Nel Ospina la declaró reliquia histórica evitando su salida del país, no obstante lo cual Germán Ola no, cónsul en Nueva York, entabló negociaciones con una universidad de esa ciudad por US$ 180.000, pero fue imposible cerrar la transacción ante la eventual confiscación por parte del gobierno, como había sucedido con la colección de Heliodoro Restrepo de Manizales. Final­mente, las piezas de orfebrería fueron adquiridas por el Museo del Oro el 29 de enero de 1942. La biblioteca fue comprada por la Universidad

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de Antioquia, y la colección de cerámica por el gobierno departamen­tal , siendo entregada luego a la misma universidad.

Otras colecciones de fama, establecidas con base en la guaquería, fueron la de Santiago Vélez de Manizales, y la de Gonzalo Ramos Ruiz de Bogotá, formada esta última entre 1860 y 1890. Varias de las piezas de esta colección pasaron en 1882 a manos del señor Randall, diplo­mático norteamericano, las cuales luego se repartieron en museos de Londres, Berlín y Estados Unidos t29l .

Durante el decenio de los años ochenta del siglo pasado, el interés por el oro precolombino sobrepasó ampliamente los límites naciona­les. Estudiosos y coleccionistas norteamericanos y europeos dedica­ron sus esfuerzos y su dinero a analizar y coleccionar las piezas auríferas de las antiguas culturas americanas. En el caso particular de Colombia, los investigadores extranjeros le dedicaron numerosos estudios. Cabe mencionar entre ellos, al marqués de Nadaillac, quien en 1883 publicó en París el libro L'Amérique Préhistorique, y en 1885 un artículo sobre los antiguos pobladores de Colombia (30). Este mismo año, Bryce-Wright hizo un estudio descriptivo de las piezas de oro muiscas adquiridas por Lady Brassey de Bath en Londres, en un remate en la Casa Sotheby's; posteriormente fueron legadas al Has­tings Museum, de donde pasaron al City Museum de Birmigham en 1958 t31l. En 1886 E. T. Hamy dio a conocer sus Etudes Ethnographiques et Archéologiques sur I'Exposition Colonia/e et lndienne de Londres. Al año siguiente, George Kuntz publicó el ensayo Gold Ornaments from U 5. of Colombia.

En 1888 Langey y Junker publicaron en Leipzig un libro aún poco conocido en Colombia sobre El Dorado. Años más tarde, en 1897, C. H. Read dio a conocer en la revista del Instituto Antropológico de la Gran Bretaña un ensayo sobre el trabajo del oro entre los aborígenes colombianos.

Por la Ley 22 de 1888, el gobierno decidió, tras la muerte de Alberto Urdaneta, comprar su colección que contenía antigüedades indígenas, siendo destinada al Museo Nacional. Este mismo año salió a la luz la edición aumentada del libro de Vicente Restrepo Estudio sobre las minas de oro y plata en Colombia, cuya primera versión, impresa en 1885, había generado en Europa un vivo interés por el metal colombiano.

Dentro del período de la Regeneración, se dictó la Ley 89 de 1890, la cual buscó proteger a los abo rígenes colombianos del aniquilamiento a que estaban sometidos, pero le asignó a la iglesia las tareas de

(29) "Una admirable colección de objetos de arte indígena", El Gráfico, No. 980, Bogotá, 1930, pág . 194.

(30) Citado por Pérez de Barradas, Op. Cit., 1954. De bemos a este autor la co mpleta bibliografía aquí citada.

(31) Para un comentario sobre las colecciones extranjeras, puede consultarse el artículo de María Elvira Bonilla, " Oro co lombiano en manos extranjeras", Boletín Cultural y Bibliográfico, No. 3, Bogotá, 1985.

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(32) Roberto Pineda, "la reivindicación del indio en el pensami~nto social colombiano (1850-1950)", en : J. Arocha y N. de Friedemann (eds.) Un siglo de investigación social : antropología en Colombia, Bogotá, 1984, págs . 205-209.

(33) Antonio Cuervo, Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, Bogotá, 1891 .

(34) Vicente Restrepo, Los chibchas antes de la conquista española, Bogotá, 1895, pág. 127.

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((reducirlos" a la vida civilizada. Esta ley, aún vigente en 1990, conserva la vieja idea de unos indígenas salvajes y selváticos por oposición a otros que desde tiempos prehispánicos conocieron algún grado de civilización. Cabe recordar que todavía en 1907, Rafael Uribe Uribe propuso una legislación de ((reducción de salvajes" por medios reli­giosos, militares y lingüísticos (32) .

En 1892, al cumplirse 400 años del contacto entre América y Europa, tienen lugar varios acontecimientos significativos para la historia de la arqueología colombiana. Soledad Acosta de Samper, como lo había hecho en 1879 José María Gutiérrez de Alba, y como lo haría Eduardo Seler en 1894 y 1915, presentó una ponencia titulada ((Los aborígenes que poblaban los territorios que hoy forman la República de Colom­bia en la época del descubrimiento de América" en el Onceavo Congreso Internacional de Americanistas. Por su parte, el investiga­dor Antonio Cuervo había dado a conocer una colección de docu­mentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, desta­cándose los testimonios de los conquistadores sobre el oro y las sepulturas indígenas (33). Ernesto Restrepo Tirado publicó sus Estudios sobre los aborígenes de Colombia y el Ensayo etnográfico y arqueoló­gico de la provincia de los quimbayas, reeditado en 1912 y 1929. Su padre, Vicente Restrepo, dio a la imprenta en Bogotá, un opúsculo titulado ((Crítica a los trabajos arqueológicos del doctor José Domingo Duquesne", donde desmitificó con documentos y pruebas las diver­sas hipótesis que en 1795 el canónigo Duquesne había tejido y dado como verdaderas sobre los chibchas, las cuales fuerón ampliamente difundidas en el siglo pasado, y recogidas sin ningún reparo por Humboldt.

En 1892 dos importantes colecciones se perdieron para el patrimonio nacional. Una muy rica, de la cual se carece por completo de docu­mentación, fue adquirida por un tal míster Randall en Bogotá a Gon­zalo Ramos Ruiz. Se trataba de un conjunto de piezas chibchas que de Nueva York pasaron posteriormente al Museo de Berlín (34l .

La otra, fue el denominado Tesoro Quimbaya. Con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, España organizó una Exposición Histórico-Americana, invitando a participar en ella a los países hispánicos. Colombia nombró una comisión organizadora integrada por Vicente y Ernesto Restrepo Tirado, a cuyo cargo corrió la elaboración del catálogo de la muestra. Ernesto a su vez publicó en

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La Ilustración Española y Americana de Madrid, un breve artículo sobre la mencionada exposición.

A ella se remitieron fotos inéditas del Museo de Leocadio M. Arango y piezas de oro pertenecientes a las colecciones particulares de Vicente Restrepo y Nicolás Casas. Noventa y nueve objetos de los exhibidos, según el catálogo, constituían el llamado ((Tesoro Quimbaya". Este había sido descubierto en 1891, cerca al pueblo de Filandia, y adqui­rido por el gobierno del presidente Holguín, quien había sido el primer embajador ante la madre patria, con el fin de obsequiárselo a la reina regente María Cristina de Habsburgo, en reconocimiento por el laudo arbitral que había dictado a favor de Colombia en relación con una antigua disputa limítrofe con Venezuela. La reina remitió el obsequio al Museo Arqueológico de Madrid al año siguiente, de donde pasó en 1940 al Museo de América (35).

A la vez que fue una gran pérdida para el patrimonio cultural colom­biano, el regalo muestra también la alta valoración que ya tenía el oro precolombino, equiparable con las joyas dignas de una reina. El regalo tuvo como efecto también mostrar por primera vez ante el mundo el valioso legado cultural y artístico de los antepasados, con­quistados cuatrocientos años atrás: Por ejemplo, Eduard Seler en 1915 escribió a propósito: ((En lo que se refiere a orfebrería, ninguna colección del mundo puede medirse con aquella que se expuso en la sección colombiana de la exposición histórica de Madrid en 1892" (36).

El general Carlos Cuervo Márquez, quien había recorrido Tierraden­tro en 1887 estimulado por las crónicas del padre Simón, y a San Agustín en 1892, publicó en 1893 en Bogotá, bajo el título de Prehisto­ria y Viajes, los resultados de sus observaciones, complementadas con los informes y descripciones de Caldas, Codazzi y otros como Reiss y Stubel. Cuervo es considerado hoy como el primer colombiano que intentó estudiar e interpretar a San Agustín, en una época en que la región estaba cubierta de raíces y hojarasca. Le cabe también el mérito de haber sido en 1909-1920, el primero que describió con algún detalle las ruinas arqueológicas de los taironas (37).

Siendo vicepresidente de Colombia, Miguel Antonio Caro, posible­mente inspirado en el regalo del presidente Holguín a la madre patria, le obsequió al papa León XII úes ((patenas" de oro de 20 quilates cada una, encontradas en Machetá (38).

En 1895 aparece simultáneamente editada en la Imprenta de la Luz en Bogotá y en la de Garnier Hermanos de París, la obra de Vicente

(35) Eventuales discrepancias se presentan entre las versiones sobre el número de piezas realmente exhibidas. Ver : por ejemplo, Pérez de Barradas, Op. Cit., págs. 7 y 8. También Clemencia Plazas, "Tesoro Quimbaya y piezas de orfebrería relacionada" , Boletín Museo del Oro, mayo agosto de 1978, págs. 21 y SS .

(36) Eduard Seler, Cesammelte Abhandlungen, vol. 5, Berlín, 1915, pág. 71 .

(37) Véase el prólogo de Luis Duque Gómez a la tercera edición de la obra de Carlos Cuervo, Estudios arqueológicos y etnográficos, Bogotá, 1956.

(38) Vicente Restrepo, Op. Cit., pág. 227.

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21. Recipiente q uimbaya de hermosa figura femenina . British Museum, Londres.

22. Pectoral tairona q ue combina rasgos de hombre y de ave. Danish National M useum, Copen hague.

23. Colgante quimbaya conservado en el Museum für Vo lkerkunde (Ubersee), Bremen.

Restrepo Los Chibchas antes de la Conquista Española. En este libro, e l autor no sólo compendió todos sus conocimientos sobre la pre hi sto­ria de los chibchas, sino que emprendió una lectura críti ca rigurosa de todas las fuentes secundarias disponibles. Combatió las exageracio­nes y fantasías de cronistas y estudiosos precedentes, y en especial renovó sus críticas a Duquesne. Al mismo tiempo, rescató del olvido como fuentes históricas la crónica de Oviedo y los versos de Ju an de Castellanos. Cotejando versiones y sometiéndolas al escrutinio de la razón y de las pocas evidencias, trató, por así decirlo, de desmontar el mito del origen trazando sus verdaderas proporciones.

Restrepo valoró ampliamente las manifestaciones de la cultura mate­rial precolombina, desde los tejidos y los objetos de cerámica, tradi­cionalmente descartados, hasta las observaciones sobre las prácticas comerciales, funerarias y nupciales. Asimismo incluyó un A tlas Arqueológico, integrado por un catálogo de 135 piezas de su propia colección y de otras privadas y públicas. Por su parte, en 1897 el inglés C. H. Read publicó en la revista del Instituto de Antropología de Gran Bretaña el ensayo ((Aboriginal Goldsmith 's Work in Colombia" .

Con el libro de Vicente Restrepo se cierran los antecedentes de la arqueología colombiana en el siglo XIX. Las dos guerras civiles que asolaron el país en los años que quedaban de la centuria, paralizaron las actividades de los pocos estudiosos y en buena medida las de los

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24. Fotografía que muestra parte del Tesoro de los Quimbayas, encontrado en 1891 . Un año más tarde fue regalado por el gobierno colombiano a la reina regente de España.

25. Casco perteneciente al Tesoro de los Quimbayas hoy en el Museo de América de Madrid.

26. Recipiente del Tesoro de los Quimbayas. Museo de América, Madrid .

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27 y 28. Dibujos que ilustran las investigaciones del coronel Carlos Cuervo Márquez en San Agustín (1893).

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guaqueros, varios de los cuales debieron reemplazar la pala y el recatón por el fusil.

Así pues, a lo largo del siglo pasado se vivió lo que podría considerarse como el redescubrimiento de América. Extranjeros y nacionales con­tribuyeron a conocer el perfil de la patria y a establecer una primera aproximación a su origen cultural. En particular, y aunque en forma no masiva, comenzó a ocurrir un significativo cambio en la forma de pensar y valorar las piezas de oro precolombino y los demás vestigios de los antepasados. 1 nicialmente unos pocos científicos y viajeros tuvieron la oportunidad de ex!-Jiorar como rarezas los territorios anti­guamente poblados, encontrando rastros que consignaron en sus libretas de viaje. A mediados del siglo, un nuevo orden ideológico y político permitió empezar a valorarlas como manifestaciones civiliza­das e inteligentes y como parte del patrimonio nacional.

Las oportunidades de un enriquecimiento fácil y rápido estimularon la guaquería, término utilizado desde la conquista para designar la violación de tumbas indígenas, su saqueo y destrucción. Un nuevo Dorado parecía refulgir en el horizonte del sur de Antioquia, atra­yendo numerosos aventureros que antecedieron las oleadas coloni­zadoras. En esta época se iniciaron algunas importantes colecciones privadas de oro y cerámica que salvaron de los hornos de fundición valiosas piezas.

En I.Js dos últimos decenios del siglo, unos cuantos estudiosos nacio­nales y varios autores extranjeros se ocuparon de la orfebrería abori­gen desde un punto de vista científico. Se emprendió la revisión de las crónicas de Indias, trabajo conjugado con el análisis descriptivo de piezas y observaciones en el terreno. Gracias a estos esfuerzos se lograron crear los antecedentes intelectuales que permitirán, con una mentalidad mejor preparada, entrar al nuevo siglo a construir un saber antropológico y arqueológico, y a conservar y estudiar para el reconocimiento y el disfrute, los vestigios de un lejano pasado, bajo el acicate de su esplendor y la incógnita de su misterio.

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Página anterior. Durante los cuatro primeros decenios del presente siglo el arte, la educación y la investigación ensalzaron lo indígena como símbolo de nuestras raíces culturales. Colgantes taironas, Museo del Oro.

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EXCITACIO

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SC" publicarán documentos r monogr1fiar rtlat\\·,. p::Lo:.."'..do de nuestro paí:., desde los tiemp¡,.s prehistóricos h , los p_rc~cntcs, que cs tcn fundad os en hechos comprob:~.~ J

::.upnm~cndo lcrcndas mentirosas, r se rcproduc.ir.in tr.1N'· mcn~onns r fmgmcnto.s de .libros, qur.-. por .¡c r ediciond ~ .,. bd01::., n~ p~cdeu ser ~onoc1das del pliblico, ni scn·ir dcor~t· no de cs~d·~ .Y cnscuanza, ¡X'rquc <:s impu.;ible obtennlc La cnmp•lac•on de c-:.tos e-studio.; y rcproduccionl., c:a uo ;~~~.e volumen lo hará, sin duda alguna, \'i.lio.;o ~in~

." CuintdS familiils cuardan bajo Ua\·c p recio~.;ucon&· <~cnc•>ls de sus antepasados, que dejar-.í.n de estar escondidl5 SI encuc~tran n~cdios fáciles de hacerlas pubJiq.r," U~ estos ~ro\CIOS, abnr campo ;í trabajos desconocidos ó no cm· prend•doc; por falta de t.Stímulo, según la corri~ntc cientÍIÍ.Q modero;' <~e cnscJ1ar la verdad comprobada, hacer ptnctru ~n d publico el hábito de estudiar el pasado r el deseo dt •n\·esllgar las causas di! sucesos rccknks. tales son los fiae¡ con que. ~e ha fund ado el Bo/¡,•fín d~o· 1/istorin J . . lllli:Ut•ltlo. ~ trabaJa~ en t11n amplio y fecundo campo están llamados 110

solo los m1cmbros de número de la AC<ldcmia sino tod~~ colombianos que nmen la patria y que aspiren 'á no \i\-ir \i.dl de eg~fsmo sino de fundar algo para la por;teridf\d.

El Director del Boktíu se pemtite rog:"tr ;i todei ~' ·•mant~ de las glorias nacionales que le r.::mit,:,n sui estudt~ Y t rabajos ori{:inalcs 6 loe; que conserven sobr~ histotW nlC:iO· n11l, gcografia, etnología, ctoografia, biogr.1fia, etc, etc., coc e! fin tic darles publicidad.

Los trabajos que se envíen deben dirigirse al Dr. Pt­dro M. l bá11ez, Secretario de Ja Academia de Historia Nl· cional. Bogotá, apartado número 4~.

29. El Boletín de Historia y Antigüedades publicó desde su primer volumen (1902-1903) artículos sobre temas precolombinos en busca del origen de nuestra naciona lidad colombiana.

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(1) Tulio Ospina, " Discurso en la inauguración del Centro de Historia de An tioqu ia", en : Boletín de Historia y Antigüedades, vol. 2, 1904.

(2) Benjamín Reyes Archila, " Prehistoria ", en : Bole tín de Historia y Antigüedades, vo l. 4, 1906.

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En medio de un país que todavía no lograba salir del siglo XIX y se esforzaba en asumir definitivamente su condición republi cana, se registraron durante los tres primeros decenios del siglo XX algunos esfuerzos aislados de investigadores nacionales y extranjeros que mantuvieron vivo el interés por el pasado prehispánico.

En 1901 Arthur Baessler publicó en Berlín Goldene He/me aus Colum­bien. Theodor Koch Grunberg estuvo entre 1903 y 1905 estudiando la lengua y el arte de más de diez grupos indígenas. En el país, entre tanto, el Boletín de Historia y Antigüedades, órgano de la Academia Colombiana de Historia, divulgó en los primeros años del siglo un conjunto de trabajos arqueológicos e históricos que reflejaron bien la mentalidad de los estudiosos locales de entonces, caracterizada por una mezcla de datos empíricos con teorías de autores extranje~os y un amplio vuelo imaginativo, proclive a la interpretación especulativa.

El discurso que pronunció Tulio Ospina en la Academia de H istoria en 1904, es un buen ejemplo de tal actitud intelectual. Ospina postuló que el hombre americano era tan antiguo como el europeo, aventuró la hipótesis de que el territorio antioqueño fue un enorme lago, reportó supuestos hallazgos de habitaciones lacustres, y desarrolló un concepto de raza ligado a características morales transmisibles igual que los atributos físicos (1).

Al mismo tiempo, comenzaron a surgir las primeras preocupaciones por determinar y estudiar el origen. En efecto, ya en '1906 Benjamín Reyes postuló su teoría sobre la procedencia asiática del hombre americano, basado en su juicio sobre las similitudes de los rasgo s físicos de unos y otros (2),

Para entonces, ya la Ley 39 de 1903 había dispuesto la organización de los museos nacionales y la publicación de los catálogos de sus colec­ciones. En los años diez un puñado de importantes investigadores extranjeros se sumaron a los esfuerzos que venían haciendo los nacionales por avanzar en los estudios arqueológicos colombianos. Clements Robert Markham publicó en Londres en 191 2 " Th e Con­quest of New Granada" . Emile de Borghrave presentó ese año en el Congreso de Americanistas una " Description de trois p laques d 'or trouvées dans la Colombie" . Marshall Sevill e exploró la región de Tumaco en 1907 y 1910. Konrad Th. Preuss estudió a Sa n A gustín en 1913, describió parte de la estatuaria y los principales depósitos

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30 y 31. A principios del siglo XX llegaron al país los primeros profesionales de una joven disciplina: la arqueología. Excavaciones de Konrad Theodor Preuss en San Agustín , 1913.

arqueológicos en su clásico libro Arte monumental prehistórico, publicado en alemán en 1929 y en español en 1931. Por su parte, Paul Rivet, en asocio con Arsandaux y Créqui Monfort, dio a conocer entre 1914 y 1919 su ucontribution a l'étude de l'archéologie et de la métallurgie colombiennes", en la revista de la Sociedad de America­nistas de París, estudio que marcó el inicio del interés de Rivet por la antropología americana, y en particular por la metalurgia del oro.

Un paso trascendental en materia de protección a los objetos y monumentos de valor histórico y artístico se dio en 1918, después de muchos años de destrucción continuada. La Ley 48 declaró como l(pertenecientes al material de la historia patria" los monumentos precolombinos. También se prohibió "la destrucción, reparación,

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(3) Citado por Luis Duque Gómez, Etnohistoria y arqueología, en : Historia Extensa de Colombia, vol. 1, Bogotá, 1965, pág. 81.

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ornamentación y destino de estas reliquias sin previa autorización del Ministerio de Instrucción Pública" (3l.

Si bien fue la primera ley que específicamente quiso defender los vestigios arqueológicos y sirvió de base a la legislación subsiguiente, ya era mucho el daño perpetrado. Fue una disposición tardía porque el enorme auge que conoció la guaquería en los últimos años del siglo pasado ya venía declinando desde 1914, como lo confirma Luis Arango C. en sus Recuerdos de la guaquería en el Quindío, publicado en 1918. Bien documentado y ameno, en él se describen las prácticas de los buscadores de tesoros, las herramientas y la sabiduría práctica que desarrollaron para encontrar el oro indígena, actividad que a diferencia de hoy, no se consideraba ilegal. La obra que incluía refe-

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rencias a la misa negra, produjo la ira del cura de Armenia que logró hacer encarcelar al autor, quien fue juzgado y finalmente exone­rado (4). Tras largos años como guaquero, y ante el agotamiento rela­tivo de la actividad, Arango Cano optó por la agricultura y la escritura de sus recuerdos. No pudo dejar de lamentar que "los hallazgos encontrados por los guaqueros y destruidos por ellos quedaban per­didos para siempre. La causa es la poca afición de estudio de la arqueología y si dejamos acabar los datos de la antigua civilización qu indiana, quedamos a oscuras ... " (S) .

Una nueva ley, cuyo espíritu está aún vigente, prohibió en 1920 sacar del país sin permiso gubernamental los objetos de interés histórico, fueran de propiedad privada o pública. El cumplimiento de la disposi­ción se encomendó a la Academia de Historia, la que debía salvaguar­dar los " edificios y monumentos públicos, fortalezas, cuadros, escul­turas y ornamentos de los tiempos coloniales, monumentos preco­lombinos y cuantos objetos y documentos puedan interesar a la historia, etnografía, folclore y bellas artes" (6l .

Con el agotamiento de las mejores tierras para la guaquería y el desaceleramiento temporal de la destrucción arqueológica, se reanu­dó paralelamente el trabajo de los estudiosos. El país comenzaba en los años veinte una desconocida bonanza económica, gracias al café y a la naciente industria doméstica. Era como si la prosperidad material ofreciera un respiro y a la vez permitiera consolidar el interés ya despierto por conocer el origen . La pregunta fundamental que se hacían ahora los colombianos era por el futuro, y hubo que acud ir primero al pasado para responderla. Entre los autores que contribu­yeron a avanzar en esta d irección cabe recordar a Carlos Cuervo Márquez quien en 1920 publ icó la segunda edición de sus Estudios arqueológicos y etnográficos donde se ocupaba de Tierradentro y San Agustín , los Llanos, el poblamiento y las migraciones caribes, libro que despertó gran interés en los círculos europeos. Miguel Triana en su li bro de 1922 t it ulado La civilización chibcha, mostró una concien­cia nueva para estudiar el oro, entendiéndolo como un sín toma de cultura. Tri ana se ocupó también de las herramientas que desarrolla­ron para la o rfebrería, y opinó que eran la clave comercial de aquella cultura.

También en los años vei nte comenza ron a llegar al país las primeras misiones extranjeras de etnógrafos y arqu eólogos. Alden Mason,

(4) Priscilla Bucher de Uribe, Raíces de la arqueología en Colombia, M edellín, 1985, pág. 74.

(S) Luis Arango Cano, Recuerdos de la guaquería en el Quindío, Bogotá, 1924.

(6) Luis Duque Gómez, Op. Cit. , pág. 81 .

(7) Alden Mason, " Archaeological Researches in the Region of Santa Marta, Colombia", Gotemburgo, 1925. En 1936 publicó " Archaeology of Santa Marta, Colombia, the Tairona Culture" .

(8) Tales publicaciones fueron : " Note comp lémentaire sur la métallurgie sudaméricaine", }ournal de la Société des Americanistes, tomo XIII , París, 1921 .

" La métallurgie américaine". L'anthropologie, tomo XXXII I, París, 1923.

" L'orfévrerie précolombienne des Antilles, des Guyanes et du Vénézuela dans ses rapports avec l'orfévrerie des autres régions américaines", }ournal de la Société des Américanistes, tomo XV, París, 1923.

" L'o rfévrerie colombienne (techn ique, aire de distribution origi ne) Proceedings of the 21st internat ional Congress of americanists, La Haya, 1924.

" L'o rigi ne de lúindustrie del 'or en Amerique", De west indische Gids, tomo VIl , La Haya, 1925.

" Le travail de l'o r en Co lombie", IPEK, tomo 11 , Leipzig, 1926.

(9) Para ampliar sobre la vida de Rivet, ver Mi lcíades Chaves, Trayectoria de la antropología en Colombia, Bogotá, 1980, págs. 39 y SS .

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32 y 33. " la raza autóctona, modelada aquí por el troquel de la geografía y el clima" generó extensas discusiones de biología social entre autores

preocupados por el rumbo que debía darse al desarrollo del país, como don Migue l Triana en La civilización chibcha (1922) .

auspiciado por el Field Museum de Chicago, excavó en la Sierra Nevada de Santa Marta, siendo el primer arqueólogo que investigó la arqueología monumental de los taironas (7) ,

Pero en los años veinte el autor que más atención prestó a la orfebre­ría precolombina fue el francés Paul Rivet, en varias publicaciones en las que buscó establecer el origen de la metalurgia en América (B).

Rivet se graduó de médico en 1898, y en 1901 se encontraba en el Ecuador como miembro de una misión geodésica francesa. Pronto se interesó por la etnología y la antropología americanas, participó acti­vamente en la vida académica de París, y en 1926 fundó con Marcel Mauss el Instituto Etnológico francés (9).

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34. Paul Rivet -fotografiado aquí con su esposa- inició en 1914 una importante serie de estudios metalúrgicos sobre la orfebrería precolombina. Al huir de

Francia tras la ocupación Nazi vendría a Colombia a participar en la creación del Instituto Etnológico Nacional en 1941 .

El interés por el origen precolombino y la conciencia de su importan­da como raíz cultural , era ya un aire que hacía la atmósfera de la mentalidad colombiana en diferentes instancias. Las artes plásticas no estuvieron ausentes de este fenómeno, que en realidad representó en el ámbito de la vida cultural del país, una reacción renovadora temá­tica y formal, respecto a los valores decimonónicos que quiso mante­ner la generación del centenario.

" Los nuevos" y " Los bachués" rompieron definitivamente con los moldes antiguos e inauguraron el ingreso a la modernidad. En 1926 cuando el pintor Luis Alberto Acuña y el escultor Rómulo Rozo se encontraron en París con Picasso, éste les llamó la atención por la falta de influencia de la cultura indígena que acusaban sus obras. Acuña y Rozo se dedicaron entonces a estudiar el arte primitivo, y a su regreso

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(10) Lu is Alberto Acuña, en A lva ro M ed ina, " El movi m iento Bachué" , El Espectado r, M agazine Dominica l, Bogotá, agosto 21 de 1977, pág. 4.

(11 ) Duque, Op. Cit. , pág. 82.

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35. En 1939 se esta bleció el Servicio Arqueológico Nacional co n el apoyo del p res idente Ed uardo Sa ntos y po r in ic iativa del ant ropó logo Gregario Hernández de Al ba, su pr imer d irector.

a Colombia comenzaron a exhibir cuadros y esculturas inspiradas en los prehispánicos. Pronto los periódicos comenzaron a quejarse: " Estos escultores y pintores bachués nos están llenando de indios los salones" (10). Pero irremediablemente, según Acuña, " El bachuísmo era una tendencia que flotaba en el ambiente". Todavía en 1950, e l mismo pintor obtuvo un premio en el Salón Nacional de Arte con el cuadro " El Bautizo de Aquiminzaque".

Expresión del espíritu reinante aquellos años, en 1931 se expidió u na ley que ordenó fundar un museo especializado en arqueología y etnogra­fía, aunque la disposición nunca se cumplió. Por su parte, la Ley 103 fomentó la conservación de los monumentos de San Agustín, y declaró que los contenidos en las tumbas indígenas eran de utilidad púb lica. En 1936 se legisló sobre el ingreso de misiones científicas al país (n ).

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36. " Retablo de los dioses tutelares de los chibchas" de Luis Alberto Acuña. El indigenismo en el arte coincidió con la institucionalización de la antropología y con la fundación , en 1939, del Museo del Oro.

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37. Parte del grupo de p ro fesores de la Escuela Normal Superior. 1. Paul Rivet. 2. José Francisco Socarrás , rector. 3. Gu i llermo Nanett i, ministro de educació n. 4. Justus W .

Schotte lius, qu ien inició los cursos de antropología . S. Pablo Vi la. 6. Gerhard M assur. 7. Kurt Freudenthal. 8. Rudo lf Hommes. 9. Eliécer Silva Cel is .

La crisis del año 1929 marcó el fin de la hegemonía conservadora y el inicio de la república liberal con la llamada " Revolución en Marcha". Las reformas emprendidas incluyeron la modificación del sistema educativo. En este sentido se aprobó el estatuto orgánico de la Uni­versidad Nacional en 1935, y por la Ley 39 de 1936 se creó la Escuela Normal Superior, destinada a fortalecer las ciencias de la educación. Varios profesores europeos llegaron al país huyendo de la guerra y fueron acogidos en la Escuela. Pero al tiempo, y en oposición a las reformas, surgieron voces que llegaron a lamentarse de la mezcla indígena y negra que corría por las venas de los colombianos, lle­gando a considerar al indígena como uno de los elementos bárbaros de nuestra civilización: " La raza indígena ... segundo de los elementos

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(12) l aureano Gó mez, citado Chaves, Op. Cit., pág. 22.

(13) Sobre la Escuela puede consulta rse, Juan M anuel O spina, " La Escuela Normal Super ior, círculo que se cierra", en : Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. 21 No. 2, Bogotá, 1984.

(14) Lu is Alberto Acuña, El art e de los indios colombianos, Bogotá, 1935; " Escultura y orfebrería de los ind ios colombianos", Senderos, tomo IV, Bogotá, 1935, págs. 16-25 : " Introducción al estudio de la orfebrería indígena colombiana", págs. 1036-1040. Boletín de Historia y Antigüed~des, tomo XXIX, Bogotá, 1942, págs. 1036-1040.

(1 5) Duque Gómez, Tribus indígenas y sitios arqueológicos, en : Historia Extensa de Colombia, vol. 11 , Bogotá, 1967.

(1 6) Jaime Arocha y N ina de Friedemann, Un siglo de investigacion socia l, Bogotá, 1984. Ver también el artículo de B. M . Bagley y G. Silva luján en : Estudios Socia les, No. 4, págs. 7-36, Medellín, FA ES, 1989.

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bárbaros de nuestra civilización , ha transmitido a sus descendientes e l pavor de su vencimiento. En el rencor de la derrota, parece haberse refugiado en el disimulo taciturno y la cazurrería insincera y mali­ciosa" !12l .

En poco tiempo, la Escuela Normal Superior se convirtió en uno de los centros intelectuales más importantes del país !13l . Con ella, las distin­tas disciplinas humanísticas y entre ellas la antropología, adquirieron personalidad entre las ciencias en Colombia. Bajo el impulso de la Escuela se realizó un conjunto de trabajos de investigación por parte de diversos autores que representaron un decisivo avance.

Luis Alberto Acuña, al tiempo que mantuvo sus ideales pictóricos bachués, inició a partir de 1935 sus estudios ponderando el alto valor estético del arte indígena !14l. Gregorio Hernández de Alba inició desde 1936 una larga serie de estudios antropológicos y arqueológicos.

Entre los extranjeros que continuaban manteniendo vivo el interés por la arqueología del oro precolombino se destacó, entre otros, José Pérez de Barradas, quien empezó por entonces sus trabajos sobre orfebrería precolombina, cuya culminación sería los extensos volú­menes publicados por el Banco de la República en los años cincuenta sobre los estilos Calima, Tolima, Muisca y Quimbaya. Paul Bergsoe, a su vez, dio a conocer al público europeo dos análisis sobre la metalur­gia de los aborígenes colombianos. Asimismo, en 1936.se publicó para conocimiento de los contemporáneos, una nueva edición del libro pionero de Ezequiel Uricoechea. La primera expedición arqueológica con patrocinio oficial partió en 1937 a San Agustín , dirigida por Pérez de Barradas !15l.

El autor colombiano que más agitó en los años treinta y cuarenta el asunto de la identidad cultural probablemente fue Luis López de Mesa. Llamado "el guía de los que estudian el alma colombiana", López de Mesa representó con su pensamiento las tendencias opues­tas a las nuevas concepciones antropológicas que estaban tratando de afirmarse en nuestro medio. Desarrolló un argumento cuestionable según el cual los indígenas no habían podido producir cultura y sólo la independencia les habría abierto la posibilidad de una cultura real (16) .

Introducción a la historia de la cultura en Colombia (1930) , y De cómo se ha formado la nación colombiana (1934), fueron dos de sus obras más conocidas.

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LA CONCIENCIA DEL ORIGEN PRECOLOMBINO 1900-1939

38. Investigadores del Instituto Etnológico Nacional. Rogelio Velásquez, Vidal Antonio Rozo, Roberto Pineda Giralda, Padre Bedoya, Segundo Berna( , Luis Duque Gómez, José Rodríguez

Bermúdez, Joaquín Parra, Milcíades Chaves, Sergio Elías Ortiz, Víctor Bedoya. Sentados: Francisco Márquez Yáñez, Graciliano Arcila, Virginia Gutiérrez de Pineda, Sol Tax

(homenajeado), Alicia Dussán de Reichel, Gerardo Reichei-Dolmatoff, Carlos Angula Valdés, Thomas van der Hammen, julio César Cubillos.

En contraposición, en 1937 encontramos que Gregorio Hernández de Alba publicó unos "Cuentos de la Conquista", donde los protagonis­tas y héroes ya no eran los españoles sino los indígenas. Un año antes había fundado la Sociedad Colombiana de Estudios Arqueológicos y Etnográficos, y era un activo defensor del movimiento bachué.

En 1938 con motivo del cuarto centenario de la fundación de Bogotá, el mismo Hernández de Alba promovió una exposición arqueológica nacional. Esta muestra a la vez que fue la primera que el público capitalino pudo apreciar sobre las manifestaciones culturales preco­lombinas, expresó el grado de interés que ya entonces existía por la cerámica y la orfebrería, y sirvió de preámbulo a la creación del Museo del Oro de Banco de la República.

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LA CONCIENCIA DEL ORIGEN PRECOLOMBINO - 1900-1939

Así pues, durante los cuatro primeros decenios del siglo XX, la menta­lidad colombiana fue cobrando poco a poco conciencia de su origen . Para ello resultó definitivo tanto la contribución de los estudiosos extranjeros, como la de los investigadores nacionales que en cierto modo fueron continuadores de los precursores del siglo XIX.

Al iniciarse la década de los años treinta, un espíritu renovador instaló la modernidad en los distintos campos de la vida nacional , dejando atrás la generación del centenario. Gracias a los esfuerzos de los científicos vinculados a nuevas instituciones educativas como la Escuela Normal Superior, y a algunos artistas, el origen prehispánico adquirió su lugar definitivo como nuestra raíz cultural.

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Página anterior. Tres años antes de fundar el Museo del Oro en 1939, el Banco de la República salvó estas piezas de la fundición a la que eran sometidas tradicionalmente.

39. El Poporo Quimbaya, pieza No. 15 de la colección que hoy cuenta con 33.000, dio origen al Museo del Oro y reafirmó el propósito de conservar y divulgar el arte orfebre de los indígenas prehispánicos del país.

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(1 ) Acta del Comité Ejecutivo del Banco de la República, No. SOS del 30 de marzo de 1939.

(2) Acta de la Junta Directiva del Banco de la Repúbli ca, No. 1174 de mayo 17 de 1939.

(3) Revis ta Banco d e la Rep úbl ica, No. 173, Bogotá, 1942, pág. 142. La altura de la pieza es de 233 mm, y su diámetro máximo 11S mm.

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A raíz de la crisis en las finanzas públicas que desató la guerra con el Perú en 1932, el gobierno nacional solicitó a los ciudadanos aportar joyas y artículos de valor para financiar el conflicto. Varias piezas de oro indígena fueron recibidas entre las joyas que regalaron las fami­lias. Tales piezas, al parecer, fueron conservadas por su belleza y calidad técnica, aunque se ignora su actual paradero.

Fue el 24 de diciembre de 1936 cuando la agencia de compra de oro del Banco de la República en Honda adquirió, absteniéndose de enviar a la fundición , una pieza de oro precolombino de 13.3 gramos, por la suma de $19.95, objeto que fue remitido a la oficina central en Bogotá. En febrero y marzo del año siguiente, la misma agencia envió dos nuevas piezas que, con once que el Banco adquirió al señor Abraham González, se guardaron dentro de una caja de cartón en la caja fuerte del entonces Gerente, don julio Caro .

En marzo de 1939, el Comité Ejecutivo del Banco de la República recibió una nota del Ministerio de Educación, a cargo del doctor Alfonso Araújo, en la cual " se encarece al Banco que trate de com­prar, para conservarlos, los objetos de oro o plata de fabricación indígena y de época precolombina, los que el Ministerio compraría por su valor material , y presenta un jarrón de oro, de muy perfecta factura, que ofrece en venta la señora Magdalena Amador de Mal do­nado" (ll .

Este mismo ofrecimiento pasó por boca del gerente del Banco a consideración de la junta Directiva de la institución, ·con la nota del gobierno en que se solicitaba tratar de evitar la salida del país de objetos arqueológicos de oro!2l.

El jarrón de 777.70 gramos se negoció finalmente en la suma de$ 3.000 el 22 de diciembre de 1939. Con la adquisición de esta pieza, catalo­gada con el número 15 dentro de la actual colección, quedó fundado el Museo del Oro del Banco de la República, con la tarea inic ial de adquirir objetos de oro para conservarlos y evitar su salida al exterio r. El " jarrón indígena" o " botella quimbaya de oro fino " como se le conocía entonces, procedía de Pajarito, un lugar loca li zado entre Yarumal , Campamento y Angostura en el departamento de Anti­oquia. La pieza ya se conocía desde el siglo pasado, y había sido descrita y representada en la Geografía de Uribe Angel !3l

El m ismo año de 1939 se estableció el Servicio Arqueológico Nacional , con el apoyo del presidente Eduardo Santos, y por inic iativa de Gre-

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40. Las pr imeras p iezas se exhibieron en la sala de juntas del Banco de la República.

gorio Hernández de Alba, quien fue su primer director. El servicio funcionó adscrito a la sección de Bellas Artes del Ministerio de Educa­ción Nacional , el cual por entonces estuvo muy consciente de la trascendencia que para el país tenía la investigación etnológica !4l .

Para 1941 , siguiendo el principio de preservación, el Museo adquirió varias piezas a distintas personas, destacándose en especial, los 253 objetos muiscas de la colección de la librería y papelería bogotana El Mensajero. Por entonces, se sabe que Paul Rivet estimuló al presi­dente de la república para que se adquirieran colecciones a particula­res. Siguiendo esta política, en 1942 la colección de orfebrería de Leocadio Arango ingresó al Museo del Oro. Al año siguiente, fueron compradas 864 piezas pertenecientes a la colección de Santiago Vélez de Manizales.

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(4) Luis Duque Gómez, " El Inst ituto litnológico y el Servicio de Arque~logía en 1945", en : Boletín de Arqueología, No. 3, Bogotá, mayo-junio de 1945, págs. 209 y SS .

(5) Museo del Oro, Libro de visitantes, 1944, 1967.

(6) Gustavo Santos, El Museo del Oro, Bogotá, 1948.

(7) La primera publicación se ti tuló Estudios sobre orfebrería Chibcha.

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Ya desde principios de los años cuarenta, el Banco de la República comenzó a divulgar en su revista institucional , dedicada a estadística y economía, fotografías de las vitrinas del Museo albergado en la sala de juntas del Banco y de algunas de las piezas más importantes de la colección. En 1944, con un fondo proveniente principalmente de las colecciones particulares fundadas en el siglo pasado, se abr ieron las puertas del Museo del Oro a visitantes especiales en un salón bella­mente acondicionado y se editó el primer catálogo. La primera firma en el libro de visitantes corresponde al dictador Fulgencio Batista, fechada el 30 de octubre de 1944. En lo sucesivo, y hasta 1967, se registran las firmas de 538 personas, principalmente jefes de estado y ministros extranjeros, misiones diplomáticas, bancarias y militares, y diversos personajes destacados tales como el propio Rivec de quien se puede leer la siguiente nota: " Con mi entusiasta admiración por la magnífica obra científica y patriótica realizada por el Banco de la República" (5)

En esta primera etapa, los esfuerzos del Museo estuvieron orientados fundamentalmente a preservar de la destrucción y evitar la salida del país de las piezas de orfebrería, las cuales se exhibían como una deferencia muy especial con los personajes y visitantes ilustres del país.

En 1948 se realizó la segunda edición del catálogo del Museo. Allí se expresó la concepción vigente entonces sobre las piezas preco-lombina: ·

" El Museo del Oro es, sin lugar a dudas, la más extraord inaria atrac­ción de orden cultural que Bogotá pueda ofrecer a propios y extraños. Muy particularmente a extraños, a turistas que de lejanas tier ras vienen a visitarnos con la esperanza de encontrar aqu í cosas nue vas, exóticas, que en otras partes no hayan vi sto. A estas e speran zas res­ponde el Museo ... Cada vitrina ... es motivo de maravilla, de estupor, y la la vez, de intriga" (6).

A partir del mismo año, el Banco de la República comenzó a pat roci­nar la publicación de libros sobre arqueología y orfe bre ría !7l . Dos años antes, en 1946, se había dado inicio a la colecció n de ce rámica; la primera pieza fue adquirida a Luis Alberto Acuña por la suma de$ 500, y el primer lote importante fue comprado a Fe rn a ndo Restre po Vé lez el mismo año.

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41, 42, 43. A mediados de los años cuarenta, el Museo, en su elegante salón del edificio Pedro A. López, recibía a visitantes especiales.

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44. Visita de luz Marina Zuluaga, Miss Universo 1959, al Museo del Oro.

45. Visita del príncipe Felipe de Gran Bretaña a la nueva sede del Museo, ubicado desde 1959 en el edificio del Banco de la República.

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46. Visita del Arzobispo Makarios de Chipre, el 3 de noviembre de 1966.

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Para entonces, la institucionalización de las ciencias antropológicas y arqueológicas en Colombia era un hecho, así como el marcado inte­rés por el estudio del indígena y su problemática. Este desarrollo sin duda contribuyó a la evolución social generada por la Revolución en Marcha. La creación en 1941 del Instituto Etnológico Nacional marcó el inicio de los ((modernos estudios americanistas" en el país, como señala Duque Gómez (8J. Ya desde 1939 se dictaban cursos especiales de antropología en la Escuela Normal Superior, bajo la dirección del profesor alemán Justus W. Schottelius. Existían pues las bases suficien­tes para la fundación dell nstituto Etnológico, a lo cual contribuyeron Paul Rivet, José Francisco Socarrás como rector de la Escuela Normal Superior y Hernández de Alba como director del Servicio Arqueoló­gico Nacional.

Simultáneamente surgió como entidad privada el Instituto Indige­nista de Colombia, establecido por Gregorio Hernández de Alba, Juan Friede, Antonio García y Guillermo Hernández Rodríguez. Tal Instituto se anexó en 1947 a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional (9).

En 1945 se fusionó el servicio de arqueología con el Instituto Etnoló­gico, unificándose los esfuerzos de las dos instituciones. Bajo la nueva organización, que sería el origen del actual Instituto Colombiano de Antropología, se establecieron las secciones de museología, laborato­rio químico, lingüística y etnografía, arqueología, dibujo técnico y cartografía, fotografía, moldeo y reconstrucción de piezas arqueoló­gicas. Adicionalmente, se prestaba el servicio de vigilancia y adminis­tración de los parques arqueológicos. También en 1945 comenzó a publicarse, por parte qe la sección de extensión cultural del Ministe­rio de Educación, el Boletín de Arqueología (10)

La idea dominante en aquel entonces era la de una antropología general, que trataba de abarcar todos los campos y al tiempo buscaba atender la necesidad de rescatar, sin más dilaciones, los vestigios arqueológicos y abordar la problemática indígena que se vivía en el momento (11 l. Al mismo tiempo, varios investigadores nacionales como Luis Duque Gómez, Eliécer Silva Celis, Alicia Dussán y Blanca de Molina, entre otros, y extranjeros como John H. Rowe, Henri Lehman y Foster, se ocuparon sistemáticamente de la arqueología y la etnolo­gía colombianas. Los esfuerzos institucionales ya habían conseguido preservar centros regionales de interés prehistórico, y nuevos orga­nismos locales estaban dedicados al estudio e investigación, tal como puede apreciarse en la siguiente cronología:

(8) Luis Duque Gómez, Etnohistoria y arqueología, en : Historia Extensa de Colombia, vol. 1, tomo 1, Bogotá, 1965, pág. 82.

(9) Jaime Arocha y Nina de Friedemann, Un siglo de investigación socia l. Bogotá, págs. 39, 234 y 241 .

(10) Lu is Duque Gómez, " El Instituto Etnológico y el Servicio de Arqueología en 1945", Op. Cit., pág. 214.

(11) Arocha y Friedemann, Op. Cit., págs. 393 y SS .

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(12) Luis Duque Gómez, Balance de una tarea cultural, 1944-1952, Bogotá, págs. 14 a 16.

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47. Salón del Museo del Oro en el sótano del edificio de l Banco de la Repúbli ca (1959-1968).

1937 Parque Arqueológico de San Agustín 1943 Parque Arqueológico de Sogamoso 1943 Servicio Arqueológico Nacional 1945 Parque Arqueológico de Tierradentro 1946 Parque Arqueológico de Facatativá 1946 Instituto Etnológico del Cauca 1946 1 nstituto Etnológico del Magdalena 1947 1 nstituto Etnológico del Atlántico (12)

Muy vivas estaban todavía las enseñanzas de Rivet entre sus alumnos, convertidos ahora en continuadores de sus enseñanzas y laborando activamente en las investigaciones de campo, concentrándose en San Agustín, Tierradentro y el Valle del Cauca, así como el altiplano cundiboyacense y la costa caribeña. No existía un programa sistemá­tico de investigaciones y el criterio u olfato personal contaba mucho. Los esposos Reichei-Dolmatoff hicieron buenos aportes en la defini­ción de un esquema cronológico para la región Caribe. Varios arqueólogos nacionales y extranjeros avanzaron en la exploración de

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48. Estilo de exhibición de los años sesenta .

49. El director Luis Barriga del Diestro condujo el Museo durante los primeros 33 años.

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(13) Arocha y Fried emann, Op. Cit. , pág. 242.

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las prácticas funerarias, y se hicieron algunos avances en la excavación estratigráfica a pesar de no contar con métodos exactos de datación.

Con el advenimiento de la época de la violencia, las investigaciones arqueológicas, que ya habían cobrado significación, se desplazaron hacia la llanura Caribe y el litoral Pacífico, por tratars.e de zonas de menores conflictos. Se destacan entre 1950 y 1953 los estudios que emprendió Gerardo Reichei-Dolmatoff en la Sierra Nevada de Santa Marta.

En 1951 el investigador mexicano Carlos Margain publicó en Bogotá un Estudio inicial de las colecciones del Museo del Oro, el primer ensayo dedicado a las piezas albergadas en el Museo.

Al reorganizarse el Instituto Etnológico Nacional en 1953, surgió el Instituto Colombiano de Antropología, y más adelante comenzó a publicar importantes trabajos de la especialidad. Cabe recordar que Paul Rivet publicó la Revista de/Instituto Etnológico Nacional desde 1943, la cual. desde 1953 lleva el nombre de Revista Colombiana de Antropología.

El Instituto dictó cursos de antropología hasta 1964, cuando las Uni­versidades Nacional y de los Andes abrieron las primeras carreras profesionales. En 1952 ya había surgido la Sociedad Colombiana de Etnología, establecida por Gregario Hernández de Alba, Juan Friede, Luis Alberto Acuña, Ernesto Guhl, Luis Duque Gómez y Roberto Pineda Giralda, entre otros, con el propósito de continuar animando el estudio de la antropología y la etnografía (13). ·

A lo largo de todo este período se verificó un proceso de instituciona­lización de las ciencias del hombre, en particular de la antropología y sus ramas afines. La preocupación era contribuir a modernizar la sociedad, participando en la denuncia y solución de los problemas indígenas, pero sin olvidar los procesos históricos y el origen cultural.

Dentro de estos propósitos que hicieron parte ya de la mentalidad colectiva de un núcleo importante de estudiosos y funcionarios, la preservación de los vestigios del pasado cumplió un papel fundamen­tal. Los combates contra la destrucción de monumentos y la salida de piezas de oro al exterior, dieron sus frutos dentro de un proceso de recuperación de la identidad cultural, ahora por fin, con carácter irreversible.

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Página anterior. Cuello de recipiente fundido en oro de alta ley para ajustar sobre un calabazo, parte del Nuevo Tesoro Quimbaya. Museo del Oro.

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50. Con la inauguración de la sede actual, en 1968, el Museo del Oro fue reorganizado como un museo moderno, institución viva y activa al servicio de la cultura.

Al iniciarse la década de los años sesenta, el prest1g1o artístico y cultural del Museo del Oro lo había colocado como el primero de su género en el mundo.

Instalado desde 1959 en una sede construida en el sótano del nuevo edificio del Banco de la República, el Museo respondió a las expecta­tivas creadas llevando en 1963 su primera exposición internacional a la VIl Bienal de Arte de Sao Paulo. Su vocación por la divulgación de la arqueología lo condujo a consolidar la entonces pequeña biblioteca especializada que hoy cuenta con más de cinco mil volúmenes, y a comprar en 1966 la importante colección de cerámica que había pertenecido a Gonzalo Ramos Ruiz, de quien ya poseía la colección orfebre. Pero el proyecto fundamental de los años sesenta fue la modernización radical de un museo que ahora se debía al mundo.

Consciente el Banco de la República de la importancia de poner en contacto al público colombiano y extranjero con las raíces culturales

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51. En sus 50 años de existencia el Museo ha preservado el patrimonio cultural de los colombianos y lo ha divulgado con orgullo en el país y en el extranjero.

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52 a 56. Los montajes donde primaba el sentido artísti co dieron paso a vitrinas que combinan la estét ica con un contenido didácti co .

expresadas a través del oro precolombino, comenzó a trabajar en 1961 , con el decidido apoyo del gerente doctor Eduardo Arias Robledo, quien continuó la tradición iniciada por sus antecesores don julio Caro y el doctor Luis-Angel Arango, en la definición de los criterios básicos que deberían orientar el diseño y montaje de unas nuevas instalaciones para el Museo del Oro.

Con la asesoría del director del Museo desde sus inicios, Luis Barriga del Diestro, quien además consolidó la colección durante sus 33 años en el cargo, y del investigador Luis Duque Gómez, director entonces del Instituto Colombiano de Antropología, la firma de arquitectos Esguerra Sáenz Urdaneta Suárez Ltda., propuso que la orientación futura fuera la de " una institución organizada de acuerdo con los nuevos conceptos de lo que es el museo moderno, es decir, como una institución viva y activa al servicio de la cultura" P l.

Hasta aquella época el Museo abría sus puertas al público en horas de oficina. Las piezas de oro se presentaban en elegantes vitrinas, a manera de muestrario de la riqueza de los antepasados, sin ninguna referencia al contexto histórico y cultural en que surgieron .

De acuerdo con las nuevas directrices, en el proyecto arquitectónico se planeó construir dos grandes secciones, una destinada a la divulga­ción pública, y otra a la investigación científica. En la primera, se trataría de incorporar " la colección de orfebrería que posee el Banco de la República a una exposición que abarque todos los aspectos de la

(1) Esg ue rra Sáenz Urda ne ta Sa mpe r Ltda ., " Programa tenta tivo pa ra e l Museo d e l Oro", meca nografi ad o , Bogotá , 1961 .

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(2) lbíd .

(3) Luis Duque Gómez, Etnoh istor ia y A rqueología, en : Histor ia Extensa de Co lombia, vo l 1, Bogotá, 1965.

(4) Esguerra Sáenz Urdaneta Samper Ltda., " Informe de los datos obtenidos en el via je a M éxico ", mecanografiado, Bogotá, 1962.

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cultura precolombina y muestre el papel que ésta desempeña dentro de la cultura universal" (2).

Por primera vez se planeó también dar información no solo sobre los estilos artísticos, sino también sobre las técnicas metalúrgicas, temá­tica muy acorde con las investigaciones que adelantaban Antonio María Barriga Villalba (3) y algunos extranjeros como H. Arsandaux, Paul Rivet, Paul Bergsoe y William Root. Para refrendar y complemen­tar los planteamientos fundamentales, los arquitectos viajaron a México a finales de 1961. Allí se asesoraron del grupo de especialistas que preparaban el programa y diseño del Museo Nacional de Antro­pología (4).

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Las premisas que se acordaron para las salas de exhibición destinadas al público, fueron presentaciones de carácter didáctico y estético. Para ello se utilizarían todas las técnicas museológicas disponibles en el momento, tales como iluminación y grabaciones magnetofónicas con sonido y texto destinadas a resaltar la sala de "El Dorado". Se definió también la estructura organizativa de la entidad, y se dispuso implementar avances metodológicos en la clasificación y registro de piezas (5). Avanzada la construcción de la nueva sede, actuaron como asesores de la organización interna y los programas a desarrollar, la arqueóloga Alicia Dussán de Reichel, el arquitecto Alee Bright y el museólogo Vidal Antonio Rozo junto con el director Luis Barriga.

La inauguración oficial de las nuevas instalaciones del Museo del Oro tuvo lugar el22 de abril de 1968, aprovechando la Novena Reunión de la Asamblea de Gobernadores del BID. La primera muestra temporal presentada ese año fue "La leyenda de El Dorado", primera de una serie de exhibiciones sobre temas relacionados con orfebrería pre­hispánica y arqueología de Colombia. En los años siguientes, se inau­guraron, entre otras, las exposiciones El Oro en América, El Tráfico de Oro con España, y Mil Años de Historia Tairona. También en 1968 se inauguró en Manizales la primera exhibición auspiciada por el Museo fuera de Bogotá. Fueron presentadas al público 25 piezas de orfebre­ría quimbaya, muisca, calima y tairona, y la colección de cerámica indígena de Santiago Vélez que después adquirió el Museo del Banco Popular (6).

Entre tanto, durante el decenio del sesenta la arqueología colombiana alcanzó notables desarrollos debido a los investigadores antes nom­brados, y a otros profesionales como Gonzalo Correal, Julio César Cubillos y Carlos Angula Valdés. Los colombianos avanzaban en su metodología gracias a las nuevas técnicas de excavación y datación y al influjo del prolongado y serio trabajo de un grupo de estudiosos extranjeros, entre ellos, Sylvia Broadbent, Marianne Cardale, Ann Osborn, Warwick Bray, Thomas van der Hammen, Henning Bischof y Stanley Long. Se continuó con la investigación en diferentes regiones del país, como la sabana de Bogotá, la costa caribe, Tierradentro y San Agustín. Utilizando métodos de excavación por niveles estratigráficos en basureros, contribuyeron de manera significativa a fijar secuencias de cerámica y líticos (7) .

(5) Carlos Margain, " Memorando dirigido al doctor Eduardo Arias Robledo", mecanografiado, s.f.

(6) Museo del Oro, Exposición de 25 obras maestras de orfebrería prehispánica colombiana, Manizales, 1968.

(7) Gerardo Reichei-Dolmatoff, Arqueología de Colombia, Bogotá, 1986, pág. 21 .

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57. La Balsa Muisca, al igual que otras pie zas exhibidas e n e l Museo, ha ll egado a se r un símbolo de la ide ntidad colombiana.

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58. La balsa que re prese nta la ce re mo nia de El Do rado fue hall ada e n Pasea e n 1969, de nt ro de una cueva, jun to co n otras o fr e nd as de o ro y cerámica mu iscas.

A principios de 1969 tres campesinos que se encontraban cazando en los alrededores de Pasea, Cundinamarca, al ir tras el perro que los acompañaba, se internaron en una cueva donde encontraron dos cerámicas precolombinas y dos extraordinarias piezas de oro, una litera y una balsa que representa la ceremonia de El Dorado. Tuvieron el hallazgo en un gran misterio, y enterados los funcionarios del Museo del Oro de su existencia hicieron los trámites para adquirirlo gracias a la colaboración del párroco el padre Jaime Hincapié Santa­maría, quien incluso desde el púlpito se dio a la tarea de mostrar a todos los feligreses la importancia que representaba para la identidad nacional el conservar dentro de la colección del Banco de la Repú­blica estas piezas. Finalmente se logró adquirir este importante hallazgo el22 de abril de 1969, cuya pieza más significativa y conocida es la llamada balsa muisca, de 287.50 gramos de peso, 19.5 cm de largo, 10.1 cm de ancho y 10.2 cm de alto.

En 1970, el edificio del Museo recibió el premio de la IV Bienal Colombiana de Arquitectura. En aquella ocasión, el jurado declaró la obra como la de mayor significación para la arquitectura nacional , la cual ''se proyecta incluso fuera de los límites nacionales pues la fabulosa y ya mundialmente conocida colección del oro del Banco de la República, se encuentra ahora dentro de un ámbito digno, sobrio,

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bien concebido y bien ejecutado. Esta obra cumple además funciones culturales, didácticas y de divulgación, de extraordinario alcance para el público colombiano" (8l .

Como complemento a la nueva labor que iniciaba el Museo, en 1971 el Banco de la Repl.Jblica estableció la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, dedicada a apoyar y promover la explora­ción del patrimonio arqueológico colombiano, justo en una época en que la guaquería y la salida de piezas de oro hacia el exterior, afecta­ban notablemente la conservación y estudio del legado prehispánico.

Desde su creación hasta la fecha, la Fundación ha auspiciado en coordinación con el Instituto Colombiano de Antropología, más de ciento cincuenta investigaciones, y ha venido publicando desde 1978 una colección de monografías especializadas en arqueología colom­biana que hoy suman cuarenta, convirtiéndose en pilar fundamental para el progreso de la especialidad en Colombia.

Durante el decenio del setenta, se destaca también la puesta en marcha en el país de dos grandes proyectos de investigación arqueo­lógica, que al vincular estudiantes de distintas universidades se consti­tuyeron en valiosos promotores del entrenamiento en la disciplina. Procalima, una organización colombo-inglesa-suiza, se dio a la tarea de investigar los asentamientos prehispánicos y el desarrollo cultural en la hoya del río Calima. Por su parte, en 1976 se dio inicio al proyecto para estudiar y reconstruir en la Sierra Nevada de Santa Marta el sitio conocido como Buritaca 200, proyecto a cargo del Instituto Colom­biano de Antropología.

También el mencionado Instituto, junto con ell nstitut de Recherches Archéologiques Andines del C.N.R.S. de París, avanzan en el conoci­miento de los asentamientos y cronología en el poco explorado litoral pacífico colombiano. Otros proyectos de dimensiones regionales son las investigaciones del Alto Magdalena en zonas aledañas a San Agus­tín, llevadas a cabo por la Universidad Nacional, y el proyecto arqueo­lógico del bajo río San Jorge, del Museo del Oro. Se generaliza entonces un nuevo enfoque de la investigación, donde cada sitio arqueológico se estudia dentro de una perspectiva más amplia para aclarar así los patrones de los diversos asentamientos humanos. Esta tendencia recurre cada vez más a herramientas y disciplinas que permi ten mantener una visión integral , empleando, por ejemplo, la

(8) Acta del Jurado Calif icador de la IV Bienal Colombiana de Arquitectura, Bogotá, octubre 16 de 1970.

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59. Como complemento a las funciones d ivulgat ivas del Museo, desde 1972 la Fundación de 1 nvestigaciones Arqueológicas del Banco de

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la República ha f inanciado 150 proyectos y publ icado 40 monografías especiali zadas. Excavación de Gonzalo Correal en Tib itó.

interpretación de fotografías aéreas para la ubicación de sitios en un contexto regional; los estudios ambientales, para cor:nprender la inte­racción del hombre con su medio natural; los análisis integrados de cerámica y otros materiales arqueológicos que permiten reconocer y diferenciar a los grupos humanos que ocuparon dichas regiones a lo largo del tiempo y sus múltiples interacciones. El conocimiento cada vez mayor sobre las culturas prehispánicas, derivado de la intensifica­ción de la investigación arqueológica, ha mantenido el carácter dinámico de las exhibiciones del Museo del Oro, con la renovación constante de las muestras, partiendo de los datos actualizados.

Para 1977 llegó a las salas de la entidad la primera exposición intern a­cional, patrocinada por la Unesco, denominada " Oro y tex t iles de Perú", la cual fue el inicio de un fructífero intercambio internacio nal en materia de exposiciones de antiguas culturas, destacándose entre otras, las muestras de arqueología de Chile, M éxico y Perú, y los Tesoros de Kubán, procedentes del suroeste de la Unió n Soviéti ca.

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En abril de 1978 salió al público el primer número del Boletín del Museo del Oro, siendo director del Museo Luis Duque Gómez. El objetivo inicial de la publicación fue ''difundir entre el público en general y el grupo de especialistas las actividades más significativas propias de la institución en sus diferentes aspectos ... dar noticias breves sobre el programa de exposiciones, publicaciones especiali­zadas, primeros resultados de las exploraciones arqueológicas patro­cinadas por el Banco de la República, presentación sistemática de cada una de las piezas que se destacan dentro de la colección del Museo, notas bibliográficas, en fin, hacer partícipe al público intere­sado de lo que aquí se adquiere, expone e investiga en relación con este importante patrimonio cultural de la nación" (9l. Hoy el Boletín continúa cumpliendo ampliamente las funciones que le fueron asig­nadas desde su fundación , ofreciendo a los lectores una excelente calidad editorial y científica.

Con el inicio de la década de los años ochenta, la vida del Museo del Oro ha estado marcada por una política de descentralización, en virtud de la cual a partir de 1980 se establecieron los Museos Regiona­les que recogen las raíces prehispánicas de cada región:

Santa Marta, Oro Tairona, 1980 Manizales, Oro Quimbaya, 1981 Cartagena, Oro Sinú, 1982 Pasto, Oro Nariño, 1985 lpiales, Oro Nariño, 1985 Pereira, Oro Quimbaya Tardío, 1986 Armenia, Oro Quimbaya Clásico, 1986 Leticia, Etnografía Amazónica, 1988 Cali, Oro Calima, en preparación.

Con la apertura de estos museos comenzó a desarrollarse una nueva política cultural a nivel nacional. Se presentan ahora exhibiciones integradas a la sociedad regional de donde surgieron los artífices, mostrando cómo muchos de los elementos de la cultura material y mágica que produjeron aún sobreviven.

Un conjunto de actividades informales y de educación ha surgido alrededor del Museo del Oro, convirtiendo a los niños en uno de los objetivos principales de atención. En enero de 1987 se inició el pro­grama de cajas didácticas, integrado por más de cien cajas que contie-

(9) Boletín del Museo del Oro, año 1, No. 1, Bogotá, 1978.

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60. Hoy en día , con el sólido trabajo de numerosos arqueólogos, las vitrinas brindan información

61. Distintos aspectos de la vida cotidiana entre los muiscas . Maquetas artesanales elaboradas por Cecilia

siempre actualizada sobre el Vargas . contexto cultural de los objetos.

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62. Diorama explicativo de la fundición a la cera perdid a.

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63. Los zenúes adaptaron mediante canales la región inundable del bajo río San Jorge. Un libro infantil de la serie publicada por la Fundación de

Investigaciones Nacionales narra su vida, a partir de excavaciones realizadas por el equipo técnico del Museo del Oro.

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nen cada una réplicas de objetos arqueológicos y material didáctico para el profesor y sus alumnos. Las cajas tienen amplia circulación en colegios y escuelas del país, y a la fecha se estima que han tenido cerca de 35.000 usuarios por año, quienes han podido comprobar que el pasado del que provenimos prolonga su presencia y sentido en los objetos y en la historia que transmiten las cajas.

En la sede central en Bogotá, que para 1988 fue visitada por cerca de 350.000 personas, permanentemente se programan talleres infantiles de creatividad en torno a las piezas y a las culturas que las elaboraron. Muchos de ellos utilizan los libros infantiles sobre las culturas prehis­pánicas, editados por la Fundación de Investigaciones Arqueológicas del Banco de la República. El Museo ofrece cursos y conferencias especializados en apoyo a las exhibiciones permanentes y temporales y mantiene un activo programa de exposiciones internacionales en gira por distintos países del mundo. Hasta 1989, el Museo ha llegado a 82 ciudades de 48 países diferentes. Entre las exposiciones internacio­nales se destacan las realizadas en la Royal Academy en Londres, las presentadas en el American Museum of Natural History en Nueva York y en el Ermitage de Leningrado, así como las presentadas en la Galería de Bellas Artes de Pekín, en el Israel Museum de jerusalem y en la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa.

Uno de los más valiosos hallazgos de que se tenga noticia, por su importancia histórica y cultural, tuvo lugar en 1987, cuando se encon­tró en el valle del río Magdalena, el denominado "Nuevo Tesoro Quimbaya" . Las piezas de oro, correspondientes al período denomi­nado quimbaya clásico, fueron encontradas como ajuar funerario de varios personajes de importancia, en una tumba de pozo con cámara lateral, a una profundidad de seis metros, en un contexto cultural que corresponde a los siglos 1 a IX de nuestra era. Tras múltiples gestiones, trece de los catorce objetos de oro -pues uno de ellos salió al exterior ilegalmente- fueron adquiridos por el Museo, con lo cual se logró restituir, al menos parcialmente, el faltante histórico, cultural y arqueológico ocasionado por el regalo a España del Tesoro Quimbaya de 1892. El Nuevo Tesoro está integrado por cuatro poporos -uno de los cuales se considera muy especial por la belleza de la representa­ción de una figura femenina-, tres cascos, dos diademas en forma de plumería y cuatro tapas de recipientes fitomorfos. Además de su alta calidad estética y de su notable trabajo de orfebrería, estas piezas se

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constituyen en documentos invaluables para la comprensión del grupo quimbaya.

Por su parte, la investigación arqueológica ha cobrado un auge espe­cial en los años ochenta gracias a la continuación de los proyectos iniciados en el decenio del setenta, y al inicio de otros, como el del Valle de la Plata auspiciado por la Universidad de los Andes y la Universidad de Pittsburgh, y a la intensa labor de nuevas generaciones de profesionales. Cobran fuerza también las investigaciones en zonas geográficas poco trabajadas anteriormente, como los Llanos Orienta­les, la Amazonia, el Magdalena Medio y las Llanuras del Pacífico, muchas de ellas financiadas por la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales del Banco de la República.

Se impulsa además la arqueología de salvamento, llevada a cabo por investigadores del Instituto Colombiano de Antropología y por algu­nos particulares. Estos proyectos de rescate de información arqueoló­gica en sitios que serán destruidos por obras de ingeniería han con­tado con el apoyo financiero de entidades responsables de grandes hidroeléctricas y de explotaciones mineras, como Cerromatoso, Car­bocol, Ecopetrol y Corelca, entre otras.

En el decenio de los ochenta, las investigaciones arqueológicas se han enriquecido con el aporte cada vez mayor de la etnología: el conoci­miento de la cultura y el sistema de pensamiento y organización social de grupos indígenas actuales, ha permitido comprender mejor el pasado, y en ocasiones, las mismas comunidades indígenas han parti­cipado en la recuperación de su historia a través de la arqueología y el aporte de su tradición oral. Merecen destacarse los trabajos adelanta­dos con el apoyo de los U'wa (tunebos) de la Sierra Nevada del Cocuy y de los guambianos del Macizo Colombiano.

En materia de investigaciones sobre la orfebrería prehispánica se ha avanzado en el estudio de las técnicas metalúrgicas y sobre el signifi­cado y función mágico-religiosa de las piezas de oro, destacándose los estudios de Warwick Bray, Clemencia Plazas, Ana María Falchetti y Gerardo Reichei-Dolmatoff. Con el fin de atraer la atención de cientí­ficos extranjeros a la orfebrería prehispánica de Colombia, el Museo del Oro organizó un seminario sobre metalurgia americana en el marco del 45 Congreso de Americanistas celebrado en 1985 en la Universidad de los Andes en Bogotá. Este seminario se destacó por el

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64. Afiches que identifican los Museos Regionales. Santa Marta , oro tairona.

65. Manizales, oro quimbaya.

66. Cartagena, oro sinú.

67. Pasto, oro nariño.

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68. lp iales, oro nariño.

69. Pereira, oro quimbaya tardío.

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70. Armenia, oro quimbaya clásico.

71. Leticia, Museo del Hombre Amazónico.

72. Cali, o ro ca l ima, en preparación .

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73. Exposiciones del Museo del Oro en el extranjero : Lisboa, Fundación Calouste Gulbenkian , 1988.

74. Lima, Banco Central de Reserva del Perú , 1987.

75. Afiche de la exhibición del Museo del Oro en San Antonio, Texas.

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•' .!

CANADA

1. O ttawa 2. Montreal 3. Hamihon

EE.UU.

4. Nueva York S. Chicago 6. San Francisco 7. Los Angeles 8. Dalias 9. San Antonio

10. New Orleans 11. Tallahassee 12. lampa 13. Miami

MEXICO

14. Guadalajara 15. Ciudad de México

REPUBLICA DOMINICANA

16. Santo Domingo

PUERTO RICO

17. San Juan

GUATEMALA

18. Guatema la

76. Hasta 1989 e l Museo d e l Oro ha ll egado a 82 ci ud ades d e 48 países d ife re ntes.

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SALVADOR ARGENTINA

19. San Salvador 29. Córdoba 30. Buenos Aires

HONDURAS

20. Tegucigalpa BRASIL

31 . Sao Paulo NICARAGUA

21 . Managua PORTUGAL

COSTA RICA 32. Lisboa

22. San )osé ESPAÑA

PANAMA 33. Madrid 34. Barce lona

23. Pana m á 35. Bi lbao

VENEZUELA FRANCIA

24. Caracas 36. Mónaco 37. París

ECUADOR

25. Quito ITALIA

26. Guayaquil 38. Roma 39. Milán

PERU

27. Lima SUIZA

C HILE 40. Berna 41 . Basile a

28. Santiago 42. lunch

DIVULGAR E INVESTI GAR -1960-1989

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BELGICA AUSTRIA UNION SOVIETICA

43. Bruse las 56. Viena 67. Leningrado 68. Moscú

INGLATERRA YUGOSLAVIA ISRAEL

57. Zagreb 44. Lond res 69. Jerusalén 58. Be lgrado

59. Saraievo SUDAFRICA HOLANDA

45. Amsterdam GRECIA

70. Johannesburgo

60. Atenas INDIA

ALEMANIA OCCIDENTAL BULGARIA 71 . Nueva Delhi

46. Ha mbu rgo 47. Hanover 61 . Sofía 48. Frankfort

CHINA

RUMANIA 72. Pekín ALEMANIA ORIENTAL 73. Shangai

62. Buca rest 49. Gotha )APON so. Rostock DINAMARCA 51 . Leipzig 74. Tok io 52. Berlín 63. Copenhague 75. Osaka

POLONIA NORU EGA FILIPI NAS

53. Varsovia 64. O slo 76. Manila

CH ECOSLOVAQUIA SU ECIA AUSTRALIA

65. Estoco lmo 77. Bnsbane 54. Praga 78. Sydney

HUNGRIA FINLAN DIA 79. M e lbo urn e 80. Adela1da

SS. Budapest 66. He lsi nk i 81 . Fremant le

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alto nivel de los trabajos presentados, con enfoques desde diversas disciplinas. Entre ellos cabe recordar el de Heather Lechtman, direc­tora del Center for Materials Research in Archaeology and Ethnology del Instituto Tecnológico de Massachusetts, y el de Ellen G. Howe, restauradora de metales del Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

Así, durante los años ochenta se ha consolidado una arqueología colombiana con metodología propia, que ha avanzado en la defini­ción de las pautas de poblamiento, la estructura cronológica funda­mental y los principales desarrollos culturales, económicos y tecnoló­gicos de los precolombinos.

A lo largo de sus cincuenta años de existencia, bajo la dirección de Luis Barriga del Diestro (1939-1977), Luis Duque Gómez (1977-1983), María Elvira Bonilla (1983-1986) y Clemencia Plazas (desde 1987), el Museo del Oro ha sido un factor aglutinante de los estudiosos y el público en general en torno al pasado precolombino. En sus salas ha renacido el ayer de nuestros antecesores, se ha valorado, investigado, estudiado y enseñado, restituyendo los rastros heredados en recrea­ciones del medio natural y social.

Hoy el Museo es cada vez más una entidad viva, integrada a la comu­nidad, imagen de Colombia, fuente inagotable de conocimiento y deleite para las actuales y futuras generaciones, continuadora de un propósito que un puñado de estudiosos y aficionados inició en el siglo XIX.

La institución surgió hace cincuenta años, en un momento en que el espíritu nacional comenzaba a cobrar conciencia de sus raíces, con­tribuyendo así a la preservación de las más valiosas y significativas piezas que nos legaron nuestros antepasados. Desde entonces, sigue impulsando el conocimiento científico de ellas y la investigación sobre las sociedades que les dieron vida, y mantiene una incansable labor de educación y divulgación de un patrimonio fundamental en la construcción de la identidad colombiana.

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77. Poporo femenino del Nuevo Tesoro Quimbaya adquirido por el Museo en 1987.

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Contracarátula: Colgante de oro en forma de pez alado procedente de San Agustín , una de las adquisiciones recientes del Museo del Oro.

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Al ahondar cada vez más en nuestras raíces prehispánicas, los colombianos seguimos descubriendo el empuje de un pasado milenario y vigoroso que respalda nuestro presente y alimenta el futuro.

Este es el tema que presenta a sus visitantes el Museo.

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