Muralismo

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MURALISMO MEXICANO El Muralismo es un movimiento artístico iniciado en México a principios del siglo XX, creado por un grupo de intelectuales pintores mexicanos después de la revolución Mexicana, reforzado por la gran depresión y la primera guerra mundial. Famosos por su gran escala y su contenido político-social, mediante los murales, los artistas buscaron educar a las masas, generalmente iletradas, haciéndoles saber más sobre su cultura para apreciar sus orígenes. Los muralistas vivieron tres etapas primordiales: los veinte, los treinta y la comprendida desde los cuarenta hasta 1955. En cada periodo los temas y las técnicas fueron específicos y así el muralismo encontró una definición más clara como movimiento. Los muralistas mexicanos trabajaron sobre una superficie de hormigón (concreto) o sobre la fachada de un edificio, pero también les importó muchísimo la textura y los ángulos en los cuales plasmarían sus murales. La consistencia de sus temas radicaba en retratar la actualidad social y política del país vinculada con el viejo legado colonial. Cuando Álvaro Obregón llegó al poder muchos cambios fueron implementados. José Vasconcelos fue contratado por Álvaro Obregón como secretario de Educación Pública de México en 1921. Cuando Vasconcelos encontró que el 90% de la población era analfabeta, buscó una manera de enseñar a la gente mucho más sencilla de entender. José Vasconcelos patrocinó a Dr. Atl Gerardo Murillo, considerado el padre del muralismo e invitó a animados jóvenes artistas a unirse a su programa, como Roberto Montenegro, Ramón Alva, José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, entre otros. En 1923 el muralismo se volvió muy conocido dentro y fuera de México. “Los tres grandes” David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco continuaron pintando con los fondos del Departamento de Educación José Vasconcelos hasta que fue él 1

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MURALISMO MEXICANO

El Muralismo es un movimiento artístico iniciado en México a principios del siglo XX, creado por un grupo de intelectuales pintores mexicanos después de la revolución Mexicana, reforzado por la gran depresión y la primera guerra mundial. Famosos por su gran escala y su contenido político-social, mediante los murales, los artistas buscaron educar a las masas, generalmente iletradas, haciéndoles saber más sobre su cultura para apreciar sus orígenes.

Los muralistas vivieron tres etapas primordiales: los veinte, los treinta y la comprendida desde los cuarenta hasta 1955. En cada periodo los temas y las técnicas fueron específicos y así el muralismo encontró una definición más clara como movimiento. Los muralistas mexicanos trabajaron sobre una superficie de hormigón (concreto) o sobre la fachada de un edificio, pero también les importó muchísimo la textura y los ángulos en los cuales plasmarían sus murales. La consistencia de sus temas radicaba en retratar la actualidad social y política del país vinculada con el viejo legado colonial.

Cuando Álvaro Obregón llegó al poder muchos cambios fueron implementados. José Vasconcelos fue contratado por Álvaro Obregón como secretario de Educación Pública de México en 1921. Cuando Vasconcelos encontró que el 90% de la población era analfabeta, buscó una manera de enseñar a la gente mucho más sencilla de entender. José Vasconcelos patrocinó a Dr. Atl Gerardo Murillo, considerado el padre del muralismo e invitó a animados jóvenes artistas a unirse a su programa, como Roberto Montenegro, Ramón Alva, José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, entre otros.

En 1923 el muralismo se volvió muy conocido dentro y fuera de México. “Los tres grandes” David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco continuaron pintando con los fondos del Departamento de Educación José Vasconcelos hasta que fue él sustituido por José Manuel Puig Casauranc, quien continuó apoyando solamente a Diego Rivera.

El muralismo cambió en muchos la manera de pensar acerca de los indígenas mexicanos, destacando su cultura y la enseñanza de su historia, así como influyó en los artistas del momento, tanto nacionales como internacionales en escala y contenido, muchos incluían ahora problemas de relevancia social en sus pinturas y buscaban hacer su arte útil para el público, comunicando sus pensamientos acerca de la política de la izquierda, así como provocando conciencia social.

Obras Palacio Nacional: en el cubo de la escalera principal del Patio Central, a lo largo

del corredor norte y en un pequeño tramo del corredor oriente del primer piso del mismo patio, los murales pintados al fresco por Diego Rivera entre 1929 y 1935 abarcan 275 metros cuadrados con La Historia de México, El mundo de hoy y mañana y El antiguo mundo indígena.10 11

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Escuela Nacional Preparatoria: murales de Diego Rivera, José Clemente Orozco, Fermín Revueltas, Fernando Leal, Ramóm Alva.12

Oficinas centrales de la Secretaría de Educación Pública (SEP): murales de Diego Rivera, Adolfo Best, Cirilo Almeida Crespo, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro y Amado de la Cueva.13

Palacio de Bellas Artes: murales de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena, Rufino Tamayao, Manuel Rodríguez Lozano, Roberto Montenegro.14

Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec: murales de Juan O'Gorman, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena.15

Polyforum Cultural Siqueiros, La Marcha de la Humanidad pintada por David Alfaro Siqueiros entre 1966 y 1971 abarca 4.600 metros cuadrados. El interior, de forma octogonal se compone de 72 tableros de asbesto-cemento reforzados con bastidores de hierro, el techo es de fiberglas fundido en cuatro secciones, las escultopinturas fueron realizadas con láminas de acero recortadas, moldeadas y soldadas. El exterior, de forma dodecagonal, revestido con láminas de asbesto-cemento fue pintado con acrílico.11

UNAM: mural en mosaico de Juan O'Gorman en la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria.

Casino de la Selva: murales de Josep Renau, José Reyes Meza, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena, entre otros.

Escuela Preparatoria de Jalisco: murales de José Clemente Orozco. Suprema Corte de Justicia: murales de José Clemente Orozco.

NACIONALISMO MUSICAL

La música nacionalista en México tuvo en su periodo de mayor auge una connotación ideológica, política y social. El primer compositor nacionalista mexicano fue Manuel M. Ponce, le siguieron otras figuras como Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, quienes desde el Conservatorio Nacional de Música formaron una generación de músicos como José Pablo Moncayo, Blas Galindo, Daniel Ayala y Salvador Contreras, los que, juntos, formaron el Grupo de los Cuatro.

Manuel M.Ponce (1882-1948)Manuel María Ponce Cuéllar nació en Fresnillo, Zacatecas, aunque vivió su infancia en la ciudad de Aguascalientes.Compositor controvertido, se dedicó a crear una obra musical basada en temas del folclore mexicano, combinándolos con el estilo romántico europeo de su época.Compuso para varios instrumentos, especialmente la guitarra gracias a la amistad que sostuvo con el guitarrista español Andrés Segovia. Fue el primer compositor mexicano cuya música tuvo proyección internacional, y su nombre fue ampliamente conocido en el extranjero.Entre sus obras de corte nacionalista se encuentran: Balada mexicana, Scherzino maya, Rapsodia mexicana y el poema sinfónico Chapultepec por citar

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algunas.Murió en 1948 y su cuerpo fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México.

Carlos Chávez (1899-1978)Carlos Chávez nació en Popotla cercanías de la Ciudad de México, 13 de junio de 1899, fue un compositor, director de orquesta, profesor y periodista mexicano. Su música estuvo influenciada por la culturas nativas de México. De sus seis sinfonías, la segunda, llamada Sinfonía India, que utiliza instrumentos de percusión Yaqui, es quizás la más popular de este compositor a nivel mundial. Chávez fue, además de compositor, hombre público, funcionario, educador y político. Con Carlos Chávez se consolida definitivamente el movimiento musical nacionalista de México.Murió en la Ciudad de México, el 2 de agosto de 1978.

José Pablo Moncayo (1912-1958)José Pablo Moncayo nació en Guadalajara, Jalisco, México, el 29 de junio de 1912.Estudia en el Conservatorio Nacional de Música en 1929 ahí fue discípulo de Carlos Chávez y Candelario Huízar.

En 1935 forma el «Grupo de los Cuatro» con Blas Galindo, Salvador Contreras y Daniel Ayala para difundir sus obras las cuales reflejan el espíritu nacionalista de México.

Su composición, más famosa, El Huapango, está basado en tres sones provenientes de la rica tradición musical del Estado de Veracruz. «El Siquisiri», «El Balajú» y «El Gavilancito», y es una de las piezas más emblemáticas dentro de la música mexicana de concierto y una de las más conocidas en el mundo. Murió en la Ciudad de México el 16 de junio de 1958.

Silvestre Revueltas (1899-1940)Silvestre Revueltas nació en Santiago Papasquiaro, Durango 31 de diciembre de 1899, fue un destacado compositor de la primera mitad del siglo XX de música sinfónica, violinista y director de orquesta mexicano.

La música de Revueltas ha despertado el interés musicológico internacional, fenómeno que se observó sólo hasta 50 años después de su muerte. Las diferentes investigaciones están perfilando a un compositor cuya importancia lo coloca dentro de las creaciones más originales de la música del siglo XX. De acuerdo a diversos autores se trata del único compositor de genio que ha tenido México. Incluso Peter Garland, uno de sus principales estudiosos, lo considera el mejor compositor surgido en América.

Compuso música para películas, de cámara, canciones y algunos otros trabajos. Su música orquestal incluye poemas sinfónicos; el más conocido es Sensemayá en 1938, basado en el poema de Nicolás Guillén. Su lenguaje musical es tonal pero en ocasiones disonante, con vitalidad rítmica, y con frecuencia con un sabor distintivamente mexicano.

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Murió en la ciudad de México el 5 de octubre de 1940 a causa de neumonía a la edad de 40 años, el mismo día del estreno de su ballet El renacuajo paseador, compuesto siete años antes.Sus restos se conservan en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en la Ciudad de México.

Salvador Contreras Sánchez (1910-1982)José Avelino Salvador Contreras Sánchez nació en Cuerámaro, Guanajuato, el 10 de noviembre de 1910; aunque, por razones desconocidas, el mismo Contreras muchas veces sostuvo que había sido en el 1912. Escribió preferentemente para orquesta, aunque también abordó la música de cámara y compuso para instrumentos solistas. Fue, sobre todo, un compositor de música instrumental, dominado por la idea de considerar a la música como un arte autónomo e independiente de cualquier otro medio de expresión. Su estilo musical reveló, desde sus inicios, una fuerte influencia del neoclacisismostravinskiano y de las sonoridades revueltianas, así como rasgos de corte impresionista, características que se mantuvieron en gran parte de su obra.

Produjo una obra amplia y sólida, intima, profundamente nacional, con grandes posibilidades expresivas que van desde los cantos simples a la grandilocuencia orquestal. Al igual que sus compañeros del Grupo de los Cuatro, representa el agotamiento de las tendencias nacionalistas en la música mexicana. Entre sus obras más representativas, están la Sonata para violín y violoncello (1933), Cuarteto de cuerdas No. 2 (1936), Música para Orquesta Sinfónica (1940), Provincianas (ballet) (1950), Dos piezas dodecofónicas (1966), Siete preludios para piano (1971), Tres movimientos para guitarra (1963).

Se encontraba componiendo su 4ºta Sinfonía y un Homenaje a Diego Rivera, para orquesta y narrador sobre textos de su hermano Guillermo Contreras, cuando después de una penosa y larga enfermedad, lo sorprende la muerte en la ciudad de México, el 7 de noviembre de 1982, dejando inconclusas estas dos obras.

Salvador Contreras sigue siendo un compositor cuya producción permanece mayoritariamente archivada, un creador que espera, como muchos, el paso del tiempo y de la historia para que su música sea debidamente valorada.

NOVELA REVOLUCIONARIA

Merced a la Revolución Mexicana, el país sufrió cambios políticos y económicos. En literatura, los nombres de Mariano Azuela, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Nellie Campobello, Rafael F. Muñoz, Mauricio Magdaleno, Gregorio López y Fuentes y Francisco L. Urquizo le conceden una fisonomía distinta a las letras nacionales. Si a finales del siglo XIX e inicios del XX prevalecía el espíritu afrancesado, con el movimiento armado de inmediato comienzan las repercusiones culturales. Los mexicanos dejan de ver como modelo al continente europeo y comienzan la búsqueda de temas y tratamientos mexicanos. Muy pronto arranca la literatura de la Revolución con Los de abajo (1915), de Mariano Azuela. Obra fundamental que supera los valores del siglo XIX: es una propuesta

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con características nacionales. Su personaje principal, Demetrio Macías, quedará dentro de la literatura mexicana como una metáfora del futuro fracaso del movimiento, de su parálisis y muerte: “Y al pie de una resquebrajadura enorme y suntuosa como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil...”. El ciclo parece cerrarse cuando surgen no sólo las parodias como la de Jorge Ibargüengoitia, Los relámpagos de agosto, sino también las críticas a los resultados del movimiento revolucionario de 1910, ya en manos de una burguesía ávida de riquezas y con un partido dictatorial: La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes.

A la novela inicial, Los de abajo, obra de gran empuje, le siguen otras basadas en la realidad inmediata. Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz y José Vasconcelos escriben obras memorables. Los narradores son protagonistas, hombres y mujeres que participan del movimiento armado. Son, pues, autobiográficas.

La novela de la Revolución tuvo sus antecedentes en algunas obras aparecidas a fines del siglo XIX o a principios del actual. Se incluyen al respecto La bola (1887), de Emilio Rabasa; Tomóchic (1892), de Heriberto Frías; La parcela (1898), de José López Portillo y Rojas, y una pieza de teatro de Federico Gamboa, La venganza de la gleba (1905). Pero si tales son las obras precursoras, otras muy curiosas fueron, además de la base histórica, las causas de la aparición del género. Mariano Azuela había publicado desde 1915 su novela Los de abajo en un oscuro folletón de El Paso, Texas, y nadie había advertido con suficiente publicidad su significación y su importancia hasta que en 1924 y en el curso de una polémica relacionada con el asunto, Francisco Monterde, notable hombre de letras, señaló la existencia de aquella obra que recurría por primera vez al tema de la Revolución. Años más tarde, interesados nuestros novelistas en la veta tan rica que se les proponía, comenzaron a publicar, casi ininterrumpidamente desde 1928 hasta una década más tarde, una abundante serie de obras narrativas a las que vino a denominarse ‘novelas de la Revolución’.

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