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MOULIAN EMPARANZA, TOMAS 1 . Sistemas de partidos y régimen político entre 1932-1973. Seminario: Sistema electoral y Congreso Nacional. Santiago, Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Revista de Ciencia Política, edición especial, septiembre de 1988. Pp. 32-41 2 . En las páginas que siguen intentaré leer la historia de los partidos políticos en su compleja relación con el régimen de gobierno y con el sistema electoral existente en Chile, esbozando algunas hipótesis que permitan entender por qué el sistema político chileno consigue legitimidad, eficacia y gobernabilidad pese a sus especiales características, y qué relación tienen las reformas de las leyes electorales de los años sesenta y particularmente los cambios en el sistema de partidos. 1. SISTEMA DE PARTIDOS ENTRE 1932 Y 1933 La primera hipótesis se refiere a la discontinuidad del sistema de partidos chilenos y a la fundación entre 1932 y 1933 de uno nuevo, estructuralmente diferente del existente durante el régimen parlamentario. El sistema de partidos de la fase parlamentaria se "cerraba", por decirlo así, en los partidos Radical y Demócrata. Esto significaba que la izquierda del sistema -para usar términos convencionales- era de partidos con carácter socialdemócrata: uno de base popular -como era el Partido Demócrata-, pero en proceso de descomposición política en los años 32-33; el otro era un típico partido de ideología estatista y policlasista que había ido derivando del liberalismo, tipo Enrique Mac-Iver, hacía concepciones reformistas. Este Partido Radical se caracterizaba por una gran estabilidad electoral, quizás al de mejor performance en este terreno durante el período, puesto que se mantuvo siempre cerca del quinto del electorado. Si sacamos el promedio de sus resultados electorales entre 1900 y 1965, se sitúa alrededor de un 1 Tomás Moulián E.: Sociólogo. M.A. Sociología, Universidad de Lovaina. Ph D. (c) Sociología e Historia Política, Universidad de París. Investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO. 2 Selección y digitalización del original por la profesora Ximena Rojas Valdés, para uso exclusivo de los alumnos del curso IHT0106 Temas de Historia de Chile y América siglo XX. 1

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MOULIAN EMPARANZA, TOMAS1. Sistemas de partidos y régimen político entre 1932-1973. Seminario: Sistema electoral y Congreso Nacional. Santiago, Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Revista de Ciencia Política, edición especial, septiembre de 1988. Pp. 32-412.

En las páginas que siguen intentaré leer la historia de los partidos políticos en su compleja relación con el régimen de gobierno y con el sistema electoral existente en Chile, esbozando algunas hipótesis que permitan entender por qué el sistema político chileno consigue legitimidad, eficacia y gobernabilidad pese a sus especiales características, y qué relación tienen las reformas de las leyes electorales de los años sesenta y particularmente los cambios en el sistema de partidos.

1. SISTEMA DE PARTIDOS ENTRE 1932 Y 1933La primera hipótesis se refiere a la discontinuidad del sistema de partidos chilenos y a la

fundación entre 1932 y 1933 de uno nuevo, estructuralmente diferente del existente durante el régimen parlamentario.

El sistema de partidos de la fase parlamentaria se "cerraba", por decirlo así, en los partidos Radical y Demócrata. Esto significaba que la izquierda del sistema -para usar términos convencionales- era de partidos con carácter socialdemócrata: uno de base popular -como era el Partido Demócrata-, pero en proceso de descomposición política en los años 32-33; el otro era un típico partido de ideología estatista y policlasista que había ido derivando del liberalismo, tipo Enrique Mac-Iver, hacía concepciones reformistas. Este Partido Radical se caracterizaba por una gran estabilidad electoral, quizás al de mejor performance en este terreno durante el período, puesto que se mantuvo siempre cerca del quinto del electorado. Si sacamos el promedio de sus resultados electorales entre 1900 y 1965, se sitúa alrededor de un 17,5, pese a las importantes caídas de 1953 y 1965, donde bajó a un 13. Sin embargo, lo importante es rescatar que en la fase parlamentaria los Partidos Radical y Demócrata era los centrales del sistema. Dentro de esa estructura la izquierda estaba constituida por los dos partidos ya descritos.

¿En qué consiste la transformación estructural que se produjo entre los años 1932 y 1933? El sistema de partidos empieza a limitar a la izquierda con partidos políticos marxistas que tienen un proyecto socialista. Es indispensable llamar la atención en el hecho de que la fase de estabilización de la democracia chilena, es contemporánea con la fase de emergencia electoral de este tipo de partidos que algunos dentistas políticos, como Giovani Sartori, han llamado "antisistema". Para el caso chileno, los hechos demuestran que esa calificación era inapropiada, puesto que su auge electoral no imposibilita, sino más bien favorece la estabilidad democrática.

Esta transformación estructural consiste en que, a partir de 1932-1933, estos partidos que se auto definen como marxistas y que tienen un proyecto futuro de socialismo, empiezan a tener significación electoral en el sistema de partidos. Como se sabe, el cambio no consiste en la fundación de una izquierda socialista ya que el Partido Obrero Socialista había sido fundado en 1912. Este era efectivamente un partido antisistema, el cual no logró en la práctica conseguir representación parlamentaria. Sólo consiguió algunos diputados en acuerdo con la Alianza Liberal

1 Tomás Moulián E.: Sociólogo. M.A. Sociología, Universidad de Lovaina. Ph D. (c) Sociología e Historia Política, Universidad de París. Investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO.2 Selección y digitalización del original por la profesora Ximena Rojas Valdés, para uso exclusivo de los alumnos del curso IHT0106 Temas de Historia de Chile y América siglo XX.

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de la época, permitiendo a Luis Emilio Recabarren salir elegido diputado por el norte. Pero fuera de esas excepciones, conseguidas después de 1918, el Partido Obrero Socialista prácticamente no tienerepresentación electoral y no logra reproducir en el terreno político la hegemonía que tenía en el terreno sindical. Por lo tanto, es un partido que en el interior del sistema de negociación política del llamado Estado de Compromiso Oligárquico, no tenía ninguna participación.

El Partido Comunista, por otra parte, fue fundado en 1922 diez años antes de la transformación del sistema de 1932-33. Sin embargo, desde 1927 hasta 1932-33, siguiendo los dictados de la Tercera Internacional, éste adopta una línea que sus propios historiadores han llamado ultraizquierdista. En los albores de la gran crisis del capitalismo mundial, el Partido Comunista sostiene la tesis de que es posible una revolución obrero-campesina y que no es un error estratégico tirar salvavidas a los partidos burgueses o pequeño burgueses. Es entonces un partido sin aliados en el sistema político, al margen del proceso de reformas que se inicia con Arturo Alessandri y que continúa, de un modo autoritario, con Carlos Ibáñez del Campo.

Hay un hecho muy representativo de esa visión de la política, contada por Elias Laferte en sus Memorias. La dirección comunista le pide que vaya a hablar con los jefes de la República Socialista, para indicar las condiciones que ponía el Partido Comunista para apoyarla. Dichas exigencias eran que el gobierno aceptase armar al pueblo y formar el Soviet de obreros campesinos y estudiantes. Como es obvio, ese partido vivía en el mundo de la ilusión política, porque la llamada República Socialista cayó a los pocos días. Estaba en la fase que sus historiadores han llamado ultraizquierdista, con escasísima significación electoral en el sistema político chileno. En 1931 Elias Laferte es candidato y no saca el 1 de los votos y el año 32 vuelve a insistir, obteniendo sólo alrededor del 1,5. Pero en las elecciones de 1932, Marmaduque Grove ya había obtenido el 18 de los sufragios. El fenómeno del grovismo resitúa electoralmente a la izquierda y es por eso que podemos hablar, a partir de los años 32-33, de una transformación del sistema de partidos previamente existente. En 1933 se funda el Partido Socialista y los comunistas cambian de línea. De este modo se estructura un nuevo sistema de partidos, cuya distancia ideológica entre los extremos es muy diferente a la que existía en el parlamentarismo.

En las elecciones parlamentarias posteriores, los partidos socialistas (que eran tres en ese momento, porque no se habían unificado todavía) sacan el 5,6 de los votos, sin lograr reproducir el fenómeno de liderazgo grovista. La transformación estructural del sistema de partidos se consagra con el viraje estratégico del Partido Comunista en su Novena Conferencia, donde abandona la línea de la revolución inmediata y asume la línea etapista y de tránsito gradual al socialismo, definiendo como la tarea de los partidos obreros generar las precondiciones para el tránsito al socialismo. La principal de éstas es que exista desarrollo capitalista en la sociedad chilena, tesis muy antigua y clásica del marxismo. Entonces, el Partido Comunista, a partir de 1933, realiza este viraje estratégico que lo lleva el año 1956 a estar perfectamente acomodado en la línea del XX Congreso del PC.

El nuevo sistema de partidos es, como se ha dicho, diferente estructuralmente del anterior. Es más bien triádico -que no es lo mismo que un sistema de tres tercios-, cuyos extremos son polares y con uno o dos partidos en el medio, de los cuales uno es predominante.

Este sistema triádico existió en la historia electoral chilena, sólo en las elecciones presidenciales de 1970, puesto que dicha estructura implica que cada uno de tres contendores se reparten equitativamente la votación; además significa un sistema donde la repartición es aproximadamente de un tercio de cada uno de los contendores. Entonces, lo que había en Chile era

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una estructura triádica o tripartita, en la cual el partido intermedio hegemónico hasta la década de los sesenta era el P. Radical, reemplazado después por el Partido Demócrata Cristiano. Los partidos intermedios -nombre que prefiero al de colectividades de centro, ya que éstos en ocasiones no son céntricos y se sitúan en el espectro político más cerca o más lejos de los polos- enfrentan, dada la estructura del sistema, una situación de bilateralidad. Esto significa que pueden recibir ofertas de cada uno de los polos o generar expectativas en ellos. En esas condiciones el sistema será más o menos flexible, según tengamos o no un centro flexible.

Esta es la nueva estructura que a partir del año 33 empieza a tener el sistema de partidos. Por esta razón se puede hablar de la hipótesis de la discontinuidad, siendo el sistema de partidos de la época parlamentaria un sistema diferente. Pese a la descontextualización que esta afirmación significa -porque hasta la irrupción de Arturo Alessandri existe un sistema de notables con escasa participación de masas-, hay de todos modos una gran transformación.

Además es necesario insistir, para entender el sentido del cambio, que la institucionalización política de los sectores populares, a través de los partidos de izquierda, es un factor de estabilidad de la democracia chilena y no un factor de perturbación de su estabilidad política, por lo menos hasta cierta época de su desarrollo. Es muy posible que el sistema político chileno no hubiese tenido la estabilidad que tuvo si las oportunidades políticas a los partidos de izquierda hubiesen sido más escasas, porque el hecho de existir oportunidades altas permite su incorporación al sistema político y su integración. Al decir esto estoy señalando un punto metodológico, intentando un análisis no valorice de los sistemas políticos. Al margen de los juicios de valor y de la importancia subjetiva que los actores asignen a ellos en sus decisiones, es necesario ver a los sistemas políticos como un conjunto de oportunidades, que al ser percibidas como equitativas aumentan la propensión a participar. Esta proposición sería obvia si no fuera porque la mayoría de los discursos políticos la niegan. Los partidos son asociaciones de poder, cuya acción es racional con arreglo a fines y valores. Tratarlas conceptualmente como asociaciones altruistas y benéficas hace incomprensible el análisis de los sistemas políticos.En síntesis, mi primera hipótesis sostiene que en el período 1932-33 se constituye un nuevo sistema de partidos estructuralmente diferente del oro y que tiene como seña de identidad un sistema triádico con dos polos; uno de los cuales se define como marxista y socialista, y con partidos intermedios que pueblan el espacio entre los extremos.

2. TRADICIÓN MIILTIPART1DISTALa segunda hipótesis señala un elemento de continuidad de esta nueva estructura respecto de la

anterior. Consiste en la permanencia de la tradición multipartidaria del sistema político chileno, el cual surge con más de dos partidos, puesto que la mayor parte de los historiadores ubica su inicio justamente en la fractura que se produce en el gobierno de Montt. Allí se quiebra la fuerza gubernamental entre conservadores y nacionales o montt-varistas, colectividades nuevas que se agregan al Partido Liberal. A fines del siglo pasado adopta su organización definitiva el Partido Radical, cuya fundación es difícil de ubicar con precisión, justamente por surgir sin una dirección unificada. El Partido Demócrata nace también a fines del siglo. Con la guerra civil del 91 se divide el Partido Liberal en dos fracciones: el Partido Liberal y Partido Liberal Democrático. En 191 surge el Partido Obrero Socialista, que representaba un fenómeno nuevo, pese a que no era un partido competitivo electoralmente. Como resultado de la crisis ocurrida entre 1924-1932 se produce un

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multipartidismo exacerbado con cuatro partidos liberales, que se unifican un poco después, y tres partidos socialistas, que también se unifican al poco tiempo.

Este rápido resumen permite dar cuenta de que el multipartidismo ha sido un dato permanente del sistema político chileno. Si analizamos el número de partidos que obtuvo representación, no sólo los que compitieron en las elecciones de diputados entre 1937 y 1973, veremos que casi siempre son más de seis: diez en 1937, doce en1941, 1945 y 1949, en 1961 y 1965, siete; en 1969, cinco; y en el momento de máxima concentración política, en 1973, diez.

Entonces, la segunda hipótesis es que el multipartidismo es una realidad invariable del sistema político chileno. ¿Qué relación tiene ese rasgo con la existencia de un sistema proporcional? Al contrario de lo que se pensó, influidos por el enfoque unívoco que impuso Duverger, no resulta fácil conferirle a la existencia de un régimen electoral proporcional a la paternidad del régimen multipartidario chileno. Existen algunas influencias pero también hay elementos históricos; los partidos son entes, más bien organismos históricos, cargados de significación de vida y de peso pasional, que apelan a sentimientos, que interpelan a la memoria, a los cuales se adhiere por tradición familiar o contra ella. No es elegante compararlos con los clubes deportivos, pero existe un fuerte "amor a la camiseta", tienen algo de secta religiosa, en el sentido que proporcionan sentimientos de pertenencia y de comunidad, una fe secular que otorga sentido a la vida. El sueño del pragmatismo político en Chile es uno de los menos realizables; no ha habido nunca en la historia política de Chile ese tipo de actitud política. La lectura de Gonzalo Vial permite revivir las pasiones despertadas por la ley de cementerios civiles a fines del siglo pasado.

En síntesis, el multipartidismo pertenece a la tradición política chilena y no sólo es resultado de la existencia de un sistema proporcional. Pero no basta decir que hubo multipartidismo en Chile para entender la estructura de partidos y el funcionamiento del régimen político, ya que se trataba de un multipartidismo proporcional o multipartidismo equilibrado.

3. MULTIPARTIDISMO PROPORCIONAL O EQUILIBRADO: 1932-1973En la historia electoral chilena, desde 1933 para adelante, no hay ningún partido mayoritario en

votación popular, que saque más del 50 de los sufragios. Hay solamente uno mayoritario en escaños en la Cámara de Diputados y que lo hubiese sido en el Senado, de no haber existido la elección por segmentos. Ese fue el Partido Demócrata Cristiano en el año 1965. En todos los otros casos nos encontramos con que la distancia entre el primer y segundo partido fue muy estrecha y que los partidos chicos movilizaban una parte significativa del electorado. Por ejemplo, en 1932 encontramos que siendo el Conservador el primer partido, su distancia con el segundo, el Partido Radical, no llegaba al 2 de los votos, y los partidos chicos acumulaban un 29,2 de la votación. Si tomamos la elección de 1973 nos encontramos con que el primer partido es el Conservador y el segundo el Liberal, con un 24 de los votos cada uno, de modo que la distancia entre el primero y el segundo es igual a cero. En 1941 hay una gran distancia relativa entre el primer y el segundo partido, el-primero es el Radical que tiene un 29,9% de los votos y el segundo es el Conservador que obtiene un 21,8%. Esa es la distancia mayor hasta 1965. Fuera de las elecciones de 1965, donde la Democracia Cristiana se convierte en partido mayoritario, distanciándose del segundo por más del 20%, en circunstancias que siempre la distancia fue menor al 8%. Entonces nos encontramos con un sistema de partidos en que la primera fuerza representa casi siempre entre un 20 y un 30% de los votos, y donde el segundo partido es muy cercano, con el agravante que hay límites

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coalicionales, porque se trata de un sistema de polos en que todos los partidos no son entre sí coaligables.

Lo que ocurre desde 1938 -al ser elegido Pedro Aguirre Cerda- hasta la elección de Frei, es un período que podemos llamar de lata propensión coalicional. Un indicador es la duración de las coaliciones de centro-izquierda, que resisten más que en ninguna otra parte del mundo. Hay alta propensión coaliciona! también durante el gobierno de Gabriel González Videla y después de la expulsión de los comunistas del gobierno; lo mismo sucede en el gobierno de Ibáñez y en el de Alessandri. Sin embargo, casi ninguno de esos gobiernos logra un soporte mayoritario estable; con excepción del gobierno de Alessandri, sobre todo después de la constitución del Frente Democrático en 1961-62. Entonces la estructura del campo de fuerzas era un elemento que dificultaba la constitución de mayorías en el sistema político chileno, porque la distancia entre los dos primeros partidos era pequeña, no alcanzando a un 3% promedio.

Se trataba entonces de un sistema de votación dispersa, donde no sólo había poca distancia entre los dos primeros partidos, sino además las agrupaciones pequeñas conseguían controlar una significativa porción del electorado, lo que afectaba al funcionamiento del sistema, porque aunque había propensión coalicional es difícil formar mayorías de gobierno que fueran estables en un sistema triádico, con polos no coaligables y con dispersión de la votación. Ese es otro dato relacionado con el multipartidismo del sistema político chileno, que resulta básico para su funcionamiento.

4. UNA GRAN POLARIDADLa cuarta hipótesis señala que la polaridad constituye una característica inherente al sistema políticochileno, desde la transformación estructural del año 1933 a la cual me he referido. La polaridad se define como la distancia ideológica existente entre los extremos, para usar la expresión de Sartori. En Chile esta distancia es máxima porque el proyecto de los polos es antagónico, especialmente el de futuro, la "ucronía". Es decir, las concepciones de sociedad de conservadores y de comunistas no son compatibles. Pero lo interesante es que el sistema era estable y gobernable, aun sin consenso de fines y solamente con un consenso normativo. Esa realidad demuestra la vigencia de un gran caudal de virtudes políticas. Que un sistema así históricamente organizado haya soportado cuarenta años es una gran duración porque los ciclos históricos chilenos son cortos. El portaliano es un ciclo corto pese a la imagen que se ha querido crear de él, porque ya está en crisis en el gobierno de Montt. Entonces los cuarenta años de democracia estable representan un ciclo largo y no un ciclo corto.

La polaridad es un elemento inherente a este sistema, pero la polarización no. La primera surge con el sistema de partidos y no puede terminar mientras persista su carácter triádico con polos y partidos intermedios. Pero la polarización es un fenómeno que se sitúa históricamente en la década de los sesenta. No es que antes no hubiera motivos para una polarización. Hay que ubicarse en la sociedad chilena de 1938, donde el triunfo de Pedro Aguirre Cerda adquirió una significación y un sentido tan importante como el triunfo de Allende en 1973. Este era un país agrario y Pedro Aguirre Cerda no sólo era masón, sino como agravante estaba aliado con partidos de izquierda. Sin embargo el sistema político se estabiliza en esas condiciones. Estamos frente a un fenómeno históricamente muy interesante de analizar y de comprender. ¿Por qué en esa época había polaridad y no polarización, pese a que las coaliciones de centro-izquierda eligen tres presidentes y en 1946 a uno, apoyado por el Partido Comunista? Habían razones suficientes para que la derecha dijera que ese no

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era un sistema equitativo de oportunidades políticas porque permanentemente perdía la elección más importante, dada su incapacidad de atraer al centro existente. Con justa razón podía preguntarse ¿qué estoy haciendo en este sistema político? Aunque de amor a la democracia estuvieran plagados los discursos políticos y aunque este factor tuviera influencia, ninguna fuerza política puede permanecer mucho tiempo dentro de un sistema que no protege los intereses de los grupos que representa. Lo que se necesita saber, entonces es la razón por lo cual permanece en el sistema, pese a las sucesivas pérdidas en las elecciones.En realidad permanecía porque el sistema era efectivamente un sistema de oportunidades políticas

y porque el presidencialismo chileno estaba lejos de ser, -como –afirma Bernardino Bravo, "monocrático". El Presidente de la República dependía de la mayoría que era capaz de constituir con los partidos políticos. No hay polaridad, pese a que la derecha pierde tres elecciones, debido a las siguientes razones: por el enorme poder parlamentario que tenía la derecha; por el rol moderador del centro radical y por el rol moderador del Partido Liberal que era en el polo bipartidario de derecha y el partido capaz de colaborar con el radicalismo en el esfuerzo de flexibilizar y distensionar el sistema político. Otro motivo de su derrota es la falta de confianza de la derecha y de las clases dominantes en las experiencias de intervención militar, lo que representaba el riesgo de que reapareciera el Ibáñez “bonapartista” o, peor aun, el populista Grove. Por último, pierde también debido a la política modernizadora realizada por las coaliciones de centro-izquierda.

5. POLARIZACIÓN EN LOS AÑOS 60La última hipótesis tiene que ver con la polarización desarrollada en la década del sesenta. Para

explicar esa dinámica, aunque sea someramente, se analizarán tres factores: el aumento decisivo de la participación electoral, que tiene que ver con modificaciones en las leyes electorales; los fermentos de radicalización existentes en cada uno de los polos -la izquierda y la derecha- y el proceso de doble centrifugación que realiza el centro político hegemónico, representado en la Democracia Cristiana.

Voy a señalar rápidamente algunos datos sobre la participación electoral. Tienen razón quienes dicen que el sistema político chileno conservó rasgos oligárquicos hasta bastante avanzada la década del sesenta y quizás esa es también una de sus razones de estabilidad. Los vicios de representación del sistema electoral chileno eran flagrantes y conocidos. A Pedro Aguirre Cerda lo eligieron aproximadamente 478.000 inscritos, por lo tanto no gana por la irrupción popular, sino por un realineamiento del electorado por los pactos políticos entre partidos. Pero en la década de los sesenta tenemos un fenómeno diferente, un crecimiento electoral absolutamente espectacular, cualquiera sean los parámetros con los cuales se mida. He aquí algunos datos:

En las elecciones de 1957 había 1 millón 500 mil inscritos, y en las elecciones parlamentarias de 1973 existían 4 millones 500 mil: un crecimiento de más de un 300% del electorado. Hay un crecimiento explosivo en un sistema electoral que aumenta poco entre el 1925 y 1952, pese a que en esta última techa se manifiesta la presencia de las mujeres. En 1925 había 302.000 inscritos y en 1949, antes de la presencia femenina, habían 500.000, es decir el ritmo de crecimiento era lento y muy controlado. Al contrario, en la década del sesenta hay una explosión significativa. Hay cifras que manifiestan que en 1912, de la población elegible hay un 10% inscritos; en 1952 hay un 35% y se llega recién al 70% en 1964; mientras que en 1970 tenemos un 80% de la población adulta -en edad y condiciones de votar- inscrita. El sistema de crecimiento lento se ha transformado en un

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sistema de crecimiento rápido. Se trata de un gran cambio, que corresponde a transformaciones de la sociedad, pero influyen también las reformas electorales del 58 y del 62, realizadas al final del gobierno de Ibáñez como simbólica venganza -pienso yo- contra el nombramiento por la derecha de Jorge Alessandri como candidato a la presidencia. En esas reformas se consiguen cosas tan importantes como la introducción de la cédula única y se introduce la obligatoriedad del voto, pero con sanciones ineficientes para los que no se inscribían y no votaban. Esas penas solamente vienen a hacerse efectivas en las reformas electorales del año 62, que perfeccionan la norma que ya estaba vigente, introduciendo sanciones más efectivas. Por ejemplo, los bancos no permiten el cobro de un cheque sin presentar el certificado de inscripción electoral. Es curioso observar también las transformaciones en las leyes electorales durante el gobierno de Alessandri. Este aprueba dos tipos de reformas, una que impide los pactos electorales en forma definitiva, incluso para senadores, y otra que aumenta las dificultades y limitaciones en la participación de independientes. Interesante paradoja, una de las múltiples de la política chilena.

Además de este acelerado crecimiento de la población electoral ocurrida durante la década del sesenta, tiene lugar otro fenómeno que colabora con la polarización total del sistema: se trata del aumento de la radicalidad de cada uno de los polos. Ella ocurre, atención, no sólo en la izquierda, donde es muy fácil percibirla, sino también ocurre en la derecha.

Quiero distinguir esta radicalizaciones autónomas en el interior de los polos, de otro factor que analizaré más adelante: el doble efecto centrífugo del centro demócratacristiano.1) La radicalizacíón de la derecha tiene que ver con la desastrosa derrota electoral de 1965, en los comicios parlamentarios. De ella se deriva la fundación en 1966 del Partido Nacional, donde aparecen fusionados los dirigentes tradicionales de la derecha con nuevos actores políticos, el nacionalismo que es distinto en su origen histórico. Basta recordar que Jorge Prat fue ministro de Hacienda de Carlos Ibáñez y fundador del Banco del Estado; que Sergio Qnofre Jaipa participó, junto a su Partido Nacional de entonces, en el Bloque de Saneamiento Democrático que derogó la Ley de Defensa de la Democracia y realizó la reforma electoral de 1958. La constitución del Partido Nacional de 1966 implica la formación de un nuevo partido, diferente de los anteriores y donde aparece la pretensión de renovar la política tradicional de la derecha. En el discurso de ese partido, especialmente durante la campaña de Alessandri, se desarrolla la tesis sobre incompatibilidades entre desarrollo económico capitalista y democracia de masas con un sufragio universal generalizado. De este modo se erosiona, desde la derecha, la legitimidad valórica de la democracia.2) Un proceso de radicalización similar ocurre en la izquierda -aunque no causado por el Partido Comunista-, la cual no corresponde a la década de los sesenta. Se necesita en este campo hacer un análisis histórico objetivo, ya que esa colectividad siempre fue partidaria de las alianzas más amplias posibles y del papel de las "burguesías nacionales" en las coaliciones democratizadoras, aunque también era marxista-leninista y tenía un adhesión edípica a la unión Soviética. Este partido no participó activamente en el proceso radicalizador, el cual tuvo su centro en el Partido Socialista.

Influyeron en ese proceso la Revolución Cubana y, especialmente, la derrota del año 64, momento en que la izquierda creía firmemente que triunfaba. Esa esperanza define su política entre 1958 y 1964 y controla los efectos del surgimiento en el socialismo de la tesis de la combinación de formas de lucha. El triunfo de Frei desarrolla la idea, entre un sector de la izquierda, de que se estaba frente a una impasse de carácter estratégico. Era necesario por tanto empezar a prepararse para la aplicación de "nuevas formas de lucha". El sistema político es cuestionado como campo equitativo de oportunidades políticas.

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3) El tercer factor es la doble centrifugación realizada por la Democracia Cristiana, como partido mayoritario y fuerza gobernante. Ese proceso significa que la acción del gobierno y del partido empujan a los polos sobre su propio eje, esto es a la izquierda hacia la izquierda y a la derecha hacia la derecha, produciéndose una acentuación de la radicalización y, simultáneamente, un aislamiento del partido intermedio.

A diferencia de 1964, la derecha en 1970 no está dispuesta a elegir el mal menor. Era sabido que a tres bandas Allende podía ganar, pero por el efecto centrífugo provocado por la Democracia Cristiana, la derecha prefiere la carta propia. Ese efecto centrífugo que desplaza a la derecha sobre su mismo eje es la realización de la reforma agraria, la cual produjo un abismo entre la derecha y el centro que las separó radicalmente. En todas las elecciones -con la excepción de 1958- la derecha había perdido jugando la carta propia. El triunfo de Alessandri fue posible porque había cinco candidatos y aun así estuvo a punto de ganar Allende. En 1970 la derecha, en vez de intentar negociar con la Democracia Cristiana un candidato aceptable, se lanza sola con Alessandri. No estaba dispuesta a hacer opciones de mal menor y quería tener la oportunidad de intentar nuevamente la aplicación de su propia fórmula de desarrollo, ahora en la situación de un mercado latinoamericano mucho más integrado. La Democracia Cristiana realiza otra centrifugación, en este caso hacia la izquierda. Cuando Frei realiza la reforma agraria le plantea un desafío a la izquierda dentro de un sistema competitivo, donde las diferenciaciones son importantes, puesto que opera como un mercado político. La lógica diferenciación en el interior de un sistema competitivo, en un espectro tan sobresaturado como era la estructura partidaria chilena, empuja a la izquierda hacia la izquierda, aun sin que la Democracia Cristiana quiera hacerlo. Lo que sucede es que ella fue efectivamente la continuadora de las reformas antioligárquicas del período de los frentes populares, entrando a disputarle a la izquierda el campo polar y asumiendo parte de sus banderas.La polarización que se desarrolla entre 1964 y 1970 tiene relación con los tres factores señalados. Sin embargo, el sistema político, aun tensionado por un proceso de antagonización y conflictos crecientes, no estaba en una situación de crisis activa. Los mecanismos reguladores funcionaban, también las reglas del juego político, y ninguna fuerza importante desarrollaba una estrategia destinada a quebrantarlas. Se apostaba a las elecciones y no al "coup d'Etat" o a la insurrección.

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