MONASTERIO DE SAN PEDRO DE...

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MONASTERIO DE SAN PEDRO DE ESLONZA, DESTIERRO Y ABANDONO DE UN PATRIMONIO CON ALMA Salvo honrosas excepciones, esta es la realidad que se repite una y otra vez La historia de cualquier monasterio se fraguó a la sombra de una pequeña ermita y con un sinfín de rezos y letanías. Después los reyes de la época lo fueron “amueblando” con riquezas de todo tipo. Y siguió creciendo y creciendo, a veces no de muy buenos modos, hasta que la desamortización de Mendizábal lo dejó abandonado a su suerte. Aves de rapiña, entonces, se colaron por las rendijas de las puertas sin llaves y ventanas sin cristales y, en su huida, dejaron, tan sólo, el polvo de sus zapatos. Siguió corriendo el tiempo en su contra hasta que los habitantes más cercanos al palpitar de sus piedras, despertando con los tañidos de sus últimos recuerdos, se afanaron en correr las cortinas de sus ojos. Fue inútil: solo encontraron unas tierras estériles o llenas de zarzas, muñones pétreos sin orden ni concierto, una soledad desconcertante, mil pecados entre la fría niebla yruinas. ¡Solo ruinas! El Monasterio de San Pedro de Eslonza (en Santa Olaja de Eslonza, León) fue fundado por el rey García I de León, en el año 912, teniendo como cimientos el habitáculo de una ermita dedicada al mártir San Vicente Levita. El lugar escogido para su alumbramiento se hallaba en el corazón de un valle conocido por Elisonáia (Eslonza), en medio de los ríos Porma y Esla (sin olvidarnos del cercano y pequeño río Moro). De titularidad benedictina, y a pesar de la des- trucción sufrida por las huestes de Almanzor en el año 988, fue el segundo monasterio más im- portante de la provincia de León, después del de San Benito de Sahagún. Y logró alcanzar tanta importancia gracias a la infanta Urraca de Zamo- ra que lo volvió a reedificar en el año 1109. Sus propiedades se extendían por toda la provincia de León y limítrofes debido a las múltiples herencias o donaciones recibidas por cientos de temerosos arrepentidos. Quiero decir que, en aquellos tiempos, era muy corriente que los creyentes, al final de sus días, cedieran a los monasterios sus más importantes posesiones, para recibir, a cambio, las oraciones y misas de los monjes a favor de que sus “pecaminosas” almas alcanzaran la paz del cielo. La creencia de la intervención divina era más que evidente. El monasterio, así, se fue haciendo grande” en todos los aspectos. Tanto que en el siglo XVI, una nueva reforma y ampliación de las depen- dencias lo llevarían a su máximo esplendor. En aquellas obras intervinieron dos excelentes ar- quitectos: Juan de Badajoz el Viejo (también es- cultor renacentista, insigne entallador y maestro mayor de la Catedral de León) y fray Pedro Mar- tínez de Cardeña (monje benedictino encargado de finalizar la iglesia, que se consagró final- mente en el año 1719). El monasterio disponía de grandes edifi- caciones, entre las que destacaban su iglesia (con fachada barroca), el claustro (con proporciones muy similares al de San Marcos, de León), una torre (contigua a la iglesia, para las campanas y el reloj), el refectorio (cubierto con bóvedas rebajadas de ladrillos), la cocina y la bodega. Arriba: grabado de fray Benito Jerónimo Feijoo realizado por Moreno Tejada en el siglo XVIII (perteneciente al archivo privado de G.F.C.). Abajo: detalle del cuadro de Jovellanos, pintado por Francisco de Goya

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MONASTERIO DE SAN PEDRO DE ESLONZA, DESTIERRO Y ABANDONO DE UN PATRIMONIO CON ALMA

Salvo honrosas excepciones, esta es la realidad que se repite una y otra vez La historia de cualquier monasterio se fraguó a la sombra de una pequeña ermita y con un sinfín de rezos y letanías.

Después los reyes de la época lo fueron “amueblando” con riquezas de todo tipo. Y siguió creciendo y creciendo, a veces no

de muy buenos modos, hasta que la desamortización de Mendizábal lo dejó abandonado a su suerte. Aves de rapiña,

entonces, se colaron por las rendijas de las puertas sin llaves y ventanas sin cristales y, en su huida, dejaron, tan sólo, el

polvo de sus zapatos. Siguió corriendo el tiempo en su contra hasta que los habitantes más cercanos al palpitar de sus

piedras, despertando con los tañidos de sus últimos recuerdos, se afanaron en correr las cortinas de sus ojos. Fue inútil:

solo encontraron unas tierras estériles o llenas de zarzas, muñones pétreos sin orden ni concierto, una soledad

desconcertante, mil pecados entre la fría niebla y… ruinas. ¡Solo ruinas!

El Monasterio de San Pedro de Eslonza (en Santa Olaja de Eslonza, León) fue fundado por el

rey García I de León, en el año 912, teniendo

como cimientos el habitáculo de una ermita

dedicada al mártir San Vicente Levita. El lugar escogido para su alumbramiento se hallaba en el

corazón de un valle conocido por Elisonáia

(Eslonza), en medio de los ríos Porma y Esla (sin olvidarnos del cercano y pequeño río Moro). De

titularidad benedictina, y a pesar de la des-

trucción sufrida por las huestes de Almanzor en el año 988, fue el segundo monasterio más im-

portante de la provincia de León, después del de

San Benito de Sahagún. Y logró alcanzar tanta

importancia gracias a la infanta Urraca de Zamo-ra que lo volvió a reedificar en el año 1109.

Sus propiedades se extendían por toda la

provincia de León y limítrofes debido a las múltiples herencias o donaciones recibidas por

cientos de temerosos arrepentidos. Quiero decir

que, en aquellos tiempos, era muy corriente que los creyentes, al final de sus días, cedieran a los

monasterios sus más importantes posesiones,

para recibir, a cambio, las oraciones y misas de

los monjes a favor de que sus “pecaminosas” almas alcanzaran la paz del cielo. La creencia de

la intervención divina era más que evidente. El

monasterio, así, se fue haciendo “grande” en todos los aspectos. Tanto que en el siglo XVI,

una nueva reforma y ampliación de las depen-

dencias lo llevarían a su máximo esplendor. En

aquellas obras intervinieron dos excelentes ar-quitectos: Juan de Badajoz el Viejo (también es-

cultor renacentista, insigne entallador y maestro

mayor de la Catedral de León) y fray Pedro Mar-tínez de Cardeña (monje benedictino encargado

de finalizar la iglesia, que se consagró final-

mente en el año 1719). El monasterio disponía de grandes edifi-

caciones, entre las que destacaban su iglesia (con

fachada barroca), el claustro (con proporciones

muy similares al de San Marcos, de León), una torre (contigua a la iglesia, para las campanas y

el reloj), el refectorio (cubierto con bóvedas

rebajadas de ladrillos), la cocina y la bodega.

Arriba: grabado de fray Benito Jerónimo Feijoo

realizado por Moreno Tejada en el siglo XVIII

(perteneciente al archivo privado de G.F.C.). Abajo:

detalle del cuadro de Jovellanos, pintado por Francisco

de Goya

Como es lógico, disponía de los aposentos o

celdas para los monjes y para los invitados

esporádicos. Entre estos últimos cabe destacar la presencia de dos de los mayores ilustrados

españoles de su época: fray Benito Jerónimo

Feijoo (en 1698, donde impartió clases en el denominado –entonces− Colegio de Pasantes y

aprovechó para escribir una buena parte de su

obra “Teatro Crítico Español”) y Gaspar

Melchor de Jovellanos (en 1795, ejerciendo el cargo de pasante).

La decadencia de este monasterio se inició

con la desamortización de Mendizábal, en el año 1836. Y con ella, como una plaga, apareció el

saqueo y la destrucción. Los restos se subastaron

al mejor postor (40.000 reales de vellón abonó

por él D. Juan Francisco Calderón) y llegó al siglo XX… con heridas de muerte.

AMBIENTACIÓN LITERARIA, HISTORIA

DE DOS FOTOGRAFÍAS Y ALGO MÁS.

Un buen día, bajando de otro de los

monasterios de la zona (San Miguel de Escalada), descubrí el palpitar de estas piedras.

Entré en su corazón y la nostalgia se apoderó del

mío. No supe por qué, pero un escalofrío

recorrió mi piel viendo aquellos huesos descarnados, condenados a dormir a la

intemperie. De repente, un grajo, ese bicho negro

que tanto abunda en León, surcó el cielo y rompió el silencio con su graznido de muerte.

¿Iglesia, claustro, bodegas, establos…? No. Allí

solo hallé un reguero de sangre que vomitaban

las piedras heridas por el arma que carga la

indiferencia. Frío y sudor. Sudor frío que llevan las pesadillas a las puertas del miedo. ¿Miedo a

qué? ¿Por qué? ¿Cuándo?

Años más tarde, todavía, buscando voz a las dudas, encontré una respuesta al ver dos

imágenes (fotografías) realizadas por el Marqués

de Santa María del Villar: miedo a que las

piedras cuenten la maldad de los hombres, antes de que se acerque la verdad más pura a llenar las

horas vacías de interminables preguntas. ¿Por

qué una familia rica, asturiana para más señas, vendió al mejor postor (un obispo) el patrimonio

de un pueblo por 100.000 jodidas pesetas? ¿Por

qué una parte de ese mismo pueblo colaboró en

el “despiece de tan bonito trofeo” para subirlo a unas camionetas antes de que la cuarta luna

llorara de desconsuelo? ¿Por qué, ante semejante

escarnio, la lluvia, los ríos cercanos, la nieve y las lágrimas de los pájaros no enterraron bajo el

agua tanta desdicha? ¿Por qué?

Es comprensible que los monjes, alguno de ellos, confundieran la justicia con la venganza (y

llevaran a la horca, frente a la iglesia, a más de

un inocente). Entiendo que los lugareños y

vecinos de éstos y los de más allá estuvieran “cabreados” por llenar, durante años, las arcas

del monasterio con sus sudores y las cocinas con

los frutos de su esfuerzo. Bien. ¿Y qué? ¿Con qué derecho se viste de lujo un hogar dejando sin

combinación (y sin bragas) a otro más pobre?

1ª Fotografía del Marqués de Santa María del Villar, izquierda, publicada en la revista “La Estrella del

Mar” en el año 1937. Derecha: mismo ángulo, de G. Fdez. Castañón, 2011

Que alguien me responda cuanto antes

porque, con sinceridad, creo que las imágenes hablan a gritos pidiendo justicia: si el pasado se

hubiera olvidado, y si, a mediados del siglo XX,

se hubieran instalado nuevos techos a todo el recinto monacal, se habría conseguido mantener

en pie la historia de un pueblo.

¿Y ahora qué? De poseer un jardín, allí, en

cuanto la primavera se llena de rosas para embellecer las tardes con revoloteos de bellas

mariposas, solo quedan espinas. Y, en cuanto el

invierno busca una disculpa para encender el fuego de los braseros, allí solo quedan cenizas de

un árbol caído. ¡Qué pena!

* * *

En mayo de 2011, no sin grandes esfuerzos,

y procedente de Santander, conseguí que me enviaran el artículo original, con dos fotografías,

que, en el año 1937, Diego Quiroga y Losada

−Marqués de Santa María del Villar− publicó en

la revista “La Estrella del Mar”. Entonces, el monasterio seguía teniendo algo de “vida” a

pesar de que las ruinas eran patentes. Hoy…

Hoy, a este lugar, se le considera… (que cada lector diga lo que piense y añada un adjetivo

para corroborar su enfado).

Y el enfado continúa, ha de continuar necesariamente viendo otras siete imágenes

escalofriantes. Un antes y un después de lo que

era y ahora no es; de la grandeza que fue y de lo que queda de aquello (nada). Nada más que

vergüenza para propios y extraños; para ricos y

pobres; para los que expoliaron y ahora ven en

sus hogares unas piedras que, a sus ojos, les queman los dedos. Vergüenza para los

gobernantes que consintieron y para los que,

todavía (los de mayor poder), no hacen nada para remediar lo remediable. ¿A qué esperan?

2ª Fotografía del Marqués de Santa María del Villar, arriba, publicada en la revista “La Estrella del

Mar” en el año 1937. Abajo: mismo ángulo, de G. Fdez. Castañón, 2011

Vista aérea del Monasterio de San Pedro de Eslonza (1946). Fotografía realizada por la Academia Básica del Aire y cedida por la Biblioteca Pública de León (de su base de datos “Conocer aquel León")

Arriba, a la izquierda, portada de la iglesia (y algo más) hacia 1935, y a la derecha, manteniendo la misma perspectiva, los restos que quedan en la actualidad. Abajo, a la izquierda, una parte del claustro: cuatro naves con cinco arcos de medio punto cada una y diez en la superior y galería con bóvedas ojivales, y a la derecha, desde el mismo ángulo, el cielo por montera, y por adornos… zarzas (fotografía realizada en el verano de 2011)

Primerísimo primer plano de los restos del Monasterio de San Pedro de Eslonza (imagen publicada en un periódico nacional −1953−, perteneciente al archivo de G.F.C.). Obsérvese como,

todavía, existían cuatro de las cinco imágenes (alguna de ellas “decapitada”), y obsérvese, a la derecha, una blanquísima columna (entrada al convento) perteneciente a la antigua ciudad de

Lancia. Bajo estas líneas, una nueva fotografía muestra una zona del interior, en la que se veían tres columnas estriadas (hoy en el crucero de la iglesia de Renueva) con sus arcos todavía en pie.

HORA DE GRITAR LA VERDAD

En el año 1931 el monasterio de San Pedro

de Eslonza es declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional. O lo que lo mismo, para que

se entienda: en el año 1931 el Estado Español

(Ministerio de Instrucciones Pública y Bellas Artes) “protege” a este monasterio –es un su-

poner− de los dientes afilados de los predadores.

Por una extraña circunstancia (política y re-

ligión se unen de nuevo para…), en el año 1947, el entonces obispo de León, don Luis Almarcha

Hernández, compra a la familia propietaria del

monasterio (familia Estrada), por 100.000 pese-tas (que al parecer no pagó) la fachada barroca

de la iglesia, la fachada renacentista aledaña, la

puerta renacentista de entrada al claustro, varios

arcos también renacentistas y alguna otra “cosilla” (que los que “dicen saber” indican que

–unas vidrieras− se perdieron por el camino).

Durante los años 1947 a 1948, con el bene-plácito de la autoridad competente, se desmon-

taron, piedra a piedra, las fachadas y arcos y, con

ellos, se hizo otra iglesia en la ciudad de León: la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva.

Primera y única pregunta: ¿para qué cojones

(con perdón) sirvió la declaración de Monu-

mento Histórico Artístico Nacional a este mo-nasterio que SOLO, después de sus propietarios

−por supuesto−, correspondía a los vecinos del

pueblo de Santa Olaja de Eslonza? La respuesta es así de objetiva: para NADA.

Fachada (cuerpo central) correspondiente al monasterio

de San Pedro de Eslonza, hoy incrustada en la iglesia de

San Juan y San Pedro de Renueva (León)

Portada renacentista, realizada para el monasterio de

San Pedro de Eslonza por el arquitecto Juan de

Badajoz. Entonces comunicaba la iglesia con el claustro,

estando situada cerca del presbiterio, en la pared del

mediodía. Hoy es la segunda puerta de entrada de la

iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva (León)

Portada renacentista (el rosetón no formaba parte de

ella), del siglo XVI y estilo dórico, del monasterio de San

Pedro de Eslonza. Situada a la derecha de la fachada

principal de su iglesia, hoy se encuentra en el lateral

izquierdo de la iglesia de San Juan y San Pedro de

Renueva (León), totalmente olvidada (necesita una

urgente restauración), maltratada, sin uso, sin gracia

Portada de la Sala Capitular, hoy en la fachada

izquierda de la Iglesia de Renueva (León). Puesta allí sin

ningún sentido, condenada a la indiferencia.

Esta lápida fundacional se encontraba encima de

la portada renacentista (imagen superior derecha de la

página anterior). Su texto, traducido, es el siguiente:

“AÑO DE 1547, DÍA 9 DEL MES DE ABRIL, DIEGO

LUCIO ABAD Y JUAN DE BADAJOZ, ARQUI-

TECTO, ERIGIERON ESTE EDIFICIO DESDE SUS

MISMOS CIMIENTOS”. Hoy se encuentra en el lado

opuesto de dicha portada (en el interior, arriba) de la

iglesia de Renueva. Menos mal que la tienen a oscuras

porque, en su nuevo emplazamiento, la mentira, además

de evidente, es una clara denuncia de… ¿su expoliación?

Entre el primero y segundo cuerpo de la fachada

principal se encuentra esta cartela, cuyo texto no tuvo

en cuenta el obispo Almarcha (referente a la pulcritud).

Dice así: “LA FAMA DE UNA OBRA SE DISTINGUE

POR LA PULCRITUD Y EL ARQUITECTO. ERIGI-

DA EL AÑO DE 1711. ARQUITECTO PEDRO MAR-

TÍNEZ. FRAY ANTONIO TOBAR.”

El obispo Almarcha, para unos el máximo

preservador de las ruinas del monasterio de San

Pedro de Eslonza; para otros −entre los que me encuentro, como es obvio− el gran destructor del

mismo, cumplió sus sueños con la realización de

la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva, y con ellos… pudo colocar en la torre derecha de

la misma su tarjeta de… ¿humildad? (el escudo

de “su reinado” en la tierra que, al menos para

mí, chirría de manera vergonzante). Esta iglesia –en mi opinión− es contranatural; es el máximo

exponente de un cúmulo de grandes pecados

(expoliación, soberbia, avaricia y… alguno más). Pecados graves, en cualquier caso, que,

“matando” a toda una comarca (Eslonza),

dejaron huérfanos de su patrimonio a los vecinos

de Santa Olaja de Eslonza. El obispo Almarcha no leyó el contenido de

este cuarteto, y si lo leyó no hizo caso alguno:

NADIE PASE A AQUESTA CASA QUE NO JURE POR SU VIDA

SER MARÍA CONCEVIDA

SIN PECADO ORIGINAL Una inscripción con la que se encontraban

las personas que accedían por la portería del

monasterio de San Pedro de Eslonza, esculpida

sobre un pequeño arco que daba al claustro. Cuarteto atribuido al abad Fray Plácido (abad del

monasterio durante el período 1601-1604).

En fin, el obispo Almarcha no tuvo en cuenta la importancia del monumento y, en vez

de reparar los daños in situ (tenía poder para

ello), lo que hizo –en mi modesta opinión− fue usar su poder (mucho poder) para dejar tirado en

la cuneta la declaración estatal de “Monumento

Histórico Artístico Nacional” (¡que ya es poder!)

y cumplir, así, con “su capricho” mundano: hacer “su” gran obra y llenarla de “sus” escudi-

tos para ¿glorificar “su” reinado en la tierra?

(pecador). Lo que hizo, duela a quien duela, fue destruir el monumento de San Pedro de Eslonza

por completo, arruinarlo definitivamente al

ubicar una gran parte de él en un lugar ajeno a su

nacimiento. Lo que hizo fue acelerar las ruinas del MONUMENTO (la iglesia de Renueva, que

yo sepa, no lo es) y convertir, a cambio, un lugar

con encanto y mucha historia, en un pedregal con zarzas donde los “roedores” siguieron

acechando su exquisito “queso” para llevárselo a

sus oscuras guaridas.

PATRIMONIO DEL MONASTERIO:

¿QUIÉN LO VENDIÓ? ¿DÓNDE ESTÁ?

Las hornacinas (cinco en total) de la portada barroca del monasterio de San Pedro de Eslonza

están vacías. Sus esculturas se fueron “perdien-

do” con el transcurrir de los días.

Imagen del apóstol San Pedro, hoy en la torre de la

iglesia de Villanueva del Condado, “condenado” a mirar

de forma permanente el tejado de la propia iglesia

Arriba, o en el segundo cuerpo de la portada

de la iglesia, a la izquierda, se encontraba la

imagen de San Bernardo (derribada y destruida, siendo sus restos robados). En el centro se

ubicaba la imagen del apóstol San Pedro (hoy

puesta en un “nicho” sin gracia, arriba, en la torre de la iglesia de Villanueva del Condado). Y

a la derecha tenía su trono San Benito (en

propiedad particular, en Mansilla de las Mulas).

En las dos hornacinas inferiores se encon-traban las imágenes del mártir San Adriano, a la

izquierda, y de Santa Natalia (su esposa), a la

derecha. Ambas en paradero desconocido. Lo anteriormente expuesto es lo más llama-

tivo, porque, a decir verdad, y se tiene constancia

de ello, el declive del patrimonio se inició en el

mismo momento en el que se empezó a cumplir la Desamortización de Mendizábal: los propios

monjes se llevaron todo cuanto pudieron con-

sigo: libros, cuadros, objetos singulares, etc. Una segunda parte de su destrucción se inició con las

sucesivas ventas del recinto y las herencias

correspondientes: todos querían desprenderse de aquellos objetos que tuvieran valor o que signi-

ficaran una importante fuente de ingresos. La

tercera etapa de su destrucción masiva se debió a

los continuos robos y saqueos. Quien más o quien menos de los lugareños –y de eso también

hay constancia− se llevó un trocito de columna,

una hornacina, un capitel o, simple-mente, un

montón de piedras para su casa. Ni que decir

tiene que todavía hay libros o pergaminos de este

monasterio en viviendas particulares. Los grandes objetos, aquellos de más valor

(cuadros, vidrieras, esculturas, relicarios, el reloj

de la torre, el púlpito, el coro…) están repartidos por toda la provincia de León, incluso llegaron

hasta Madrid. Resultado: cerca de treinta pobla-

ciones (que se sepa) tienen en su poder alguno de

los objetos de este monasterio. Son las siguientes (relacionadas en el libro “San Pedro de Eslonza”,

de Aurelio Calvo): Mellanzos, Santa Olaja,

Villarmún, Palazuelo de Eslonza, Villafañe, Cifuente, León (Colegio de las Carbajalas y

Museo Arqueológico Provincial), Madrid (Igle-

sia Parroquial de San Martín), Villamañán, Se-

cos, Villarratel, Villanueva, Vega de Infanzones, Mellanzos, Castrillo del Porma, Villimez,

Villabúrbula, Puente Villarente, San Felismo,

Valdesogas de Arriba, Mansilla de las Mulas, Villafalé, Valdabasta, Villanueva del Condado y

Nava de los Caballeros.

¿Expoliación, robo, destierro o adquisición legal? Que cada cual llame por su nombre lo que

tiene en su poder. Lo que es evidente es que el

patrimonio del monasterio de San Pedro de

Eslonza, una gran parte de él, desapareció de forma ilegal (irregular, si se prefiere);

desapareció (en algún caso) para siempre. Aquel

que existe, todavía, ¿qué se puede hacer con él?

El pueblo de Palazuelo de Eslonza dispone de varios

objetos procedentes del monasterio, entre ellos, este

cuadro, “El Cristo”. Una excelente copia antigua del

Cristo de Velázquez

FRAY BENITO JERÓNIMO FEIJOO,

LOS GUZMANES, UNA COPLA, LA

NEVERA Y LA HORCA Quiero volver a insistir sobre la importancia

de este monasterio con dos nombres propios

(Fray Benito Jerónimo Feijoo y Pedro Núñez de Guzmán), una canción popular y dos edificios

“singulares”: la nevera y la horca.

Sobre Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) ya hablé en otro apartado de este artículo;

en esta ocasión, en concreto, lo haré porque en

su obra “Teatro Crítico Universal (9 volúmenes, 1726-1740) hace referencia a su estancia en el

monasterio de San Pedro de Eslonza. Y lo hago,

rescatando dos de sus textos. El primero, muy

curioso, se refiere a la “Racionalidad de los brutos”, publicado en el tomo III, discurso 9,

capítulo VI. Dice así:

Finalmente (dejando otros muchos argumentos) probaré la racionalidad de los

brutos con una acción observada en algunos,

que aunque no es de las comunes, por ser también singular la prueba, merece tener aquí

lugar. Aristóteles en los Problemas dice que el

acto de contar, o numerar, es tan privativo del

hombre, que ningún otro animal es capaz de él; en que da bastantemente a entender, que este

acto pide proceder de principio racional. Sin

embargo, se han visto brutos que cuentan los

días de la semana, y observan su curso, y serie.

En nuestro Colegio de San Pedro de Exlonza,

distante tres leguas de la Ciudad de León, hubo en mi tiempo un pollino que apenas hacía otra

jornada que una cada semana los Jueves,

montado de un criado que llevaba las cartas del Colegio a la Estafeta de aquella Capital. El buen

pollino no estaba bien con este paseo; y

llegando el día Jueves indefectiblemente se

escapaba de la caballeriza, y se ocultaba cuanto podía para excusar la jornada, lo que nunca

hacía otro algún día de la semana. En que

también era admirable la sagacidad, y maña de que usaba para abrir la puerta, precisando en

fin a que la noche antes del Jueves se le cerrase

con llave.

En “Cartas eruditas y curiosas”, tomo I, carta vigésima, relativa a “Remedios de la

memoria”, Fray Benito Jerónimo Feijoo vuelve a

nombrar el monasterio y alrededores (Mansilla de las Mulas) de la siguiente forma:

Estando en nuestro Colegio, de Pasantía,

de San Pedro de Exlonza, ocurrió quejarme de lo mucho que padecía de fluxiones reumáticas,

en una conversación, en que se hallaba presente

un Cirujano de Mansilla, Lugar poco distante de

aquel Monasterio, el cual, oyéndolo, ofreció enviarme unas píldoras capitales, que componía,

o tenía el Boticario de aquel Lugar, y las había

experimentado admirables para confortar la cabeza. Acepté el remedio, y le usé por tres

veces, tomando ciertas dosis de las píldoras al

tiempo de acostarme. Eran purgantes; pero además de este efecto, experimentaba el de que

la mayor parte del siguiente día tenía duplicadas

fuerzas mi Memoria. No trate de inquirir la

composición de las píldoras, pareciéndome, que no valía esta pena un beneficio de tan corta

duración, que aun no se extendía a veinticuatro

horas, después de tomado el medicamento; y para muy repetido tenía el inconveniente de la

purgación.

Por otra parte, se hace necesario nombrar,

aunque de forma muy breve, la importancia del monasterio debido a los enterramientos que en él

se hacían. Así, pongo de ejemplo lo encontrado

sobre la familia Núñez de Guzmán y, más en concreto, sobre Pedro Núñez de Guzmán (señor

de Guzmán, Aviados y Boñar). En la colección

de Velázquez, tomo VI, se lee lo siguiente: “…los Guzmanes y Señores de Toral y de

Boñar… Aquí tenían estos señores una Cassa y

Castillo fuerte, del qual derribó el Rey don

Pedro, quando cercó en él a Pero Núñez de Guzmán, el qual se le dió sobre su palabra y

después le atenazó y quitó la cabeza. Está este

Cavallero en San Pedro de Eslonza…”.

En el libro “San Pedro de Eslonza”, de

Aurelio Calvo, encuentro también lo que sigue:

“…Ramiro Núñez de Guzmán, clavero de Calatrava, dejó a este Monasterio el palacio de

Villafañe y otras heredades porque le sepultasen

en la capilla de Nuestra Señora según habían hecho con sus padres y hermanos”.

En cuanto a las coplas o canciones

populares que hacían, para bien o para mal,

referencia al Monasterio he de decir que he encontrado varias. Una de las más curiosas, la

que se cantaba, al parecer, con demasiada

frecuencia, era ésta:

Somos del Valle de Eslonza

y vasallos del Convento

donde nos dan el sustento

y predican la verdad.

Nos enseñan el trabajo

y a ser “mu” buenos cristianos

y a tratarnos como hermanos

con respeto y caridad.

Por último, en este caso por ser otro tipo de

curiosidades que manifiestan la importancia, la tradición o la cultura de este monasterio, me

referiré a la confirmación o existencia de una

horca/patíbulo frente a la iglesia, como quedó

dicho (los monjes tenían jurisdicción propia y, por lo tanto, potestad para juzgar y condenar), y

me referiré a la “nevera” (edificio para guardar

la nieve durante el invierno y utilizarla durante el verano) que, en este caso, según me informó

Carlos Cueto del Río, los monjes se servían de

ella únicamente para “alimentar” a un manantial cercano durante la época estival. De ambas

cuestiones (horca y nevera) daré cuenta en el

texto, que copio de forma literal, del libro de

Aurelio Calvo, ya mencionado en varias ocasiones. Dice así: “La nevera, toda de piedra

‘que se hizo, según reza un Libro de Cuentas,

fuera, junto a la horca, amplia y muy capaz, que llevará, dice, ocho mil arrobas de nieve’.”

Interesante, sin duda, la confirmación de estos

datos.

AGRADECIMIENTO PÚBLICO

Este artículo no

sería el mismo sin la información y las

explicaciones in situ

que recibí de una persona conocedora,

amante y defensora de

la historia de este

monasterio. No sería lo mismo sin las palabras

que escuché de viva

voz de Carlos Cueto del Río (en la fotografía).

COLOFÓN

Antes de dar por finalizado este trabajo,

consideré oportuno ponerme en contacto con el ayuntamiento de Gradefes, municipio al que

corresponden las ruinas del monasterio de San

Pedro de Eslonza, con el fin de conocer su futuro más inmediato. Su alcaldesa, Ana Isabel Ferreras

Díez, me demostró ser otra persona defensora de

lo que queda del monasterio y, con determinada

pasión, me informó de lo siguiente: 1º El ayuntamiento de Gradefes, mediante

donación (diciembre de 2010), ha obtenido la

titularidad de la parcela del monasterio. 2º Este ayuntamiento ha firmado un conve-

nio de colaboración con la Fundación Masaveu

Petterson, por la que recibe de esta entidad

30.000 €, que se emplearán para el vallado de la parcela y la realización de Becas para el Estudio

Histórico del Edificio, para el Estudio arqueoló-

gico y para acometer la planimetría del mismo. 3º El ayuntamiento de Gradefes, tras

presentar un proyecto al Ministerio de Cultura a

cargo del 1% cultural, recibe de Fomento 176.000 € que servirán para ejecutar la

excavación arqueológica de la antigua Iglesia y

de la totalidad del Claustro, además de la

consolidación propia de las ruinas.

Recibo con entusiasmo estas explicaciones,

porque parece que algo, por fin, se va a hacer para que no sigan chirriando tanta pasividad y

desamparo frente a lo que queda (más bien poco)

del monasterio de San Pedro de Eslonza. Un monasterio por el que han pasado grandes hom-

bres de las letras y del arte. Esta circunstancia,

en otras provincias, sería motivo más que sufí-

ciente para no dejarlo morir. Las ruinas claman al cielo, pero no es menos cierto que todavía

sería peor no tenerlas. Convendría −según mi

parecer− que una parte de su rico patrimonio desperdigado se reuniera en un aula o museo

permanente. Que volvieran, en definitiva, todos

los cuadros, esculturas, relicarios, libros, etc.

(todo aquello posible) a un lugar de dominio público para que el pueblo, único propietario de

la cultura y de la historia, pudiera beneficiarse de

ello. ¡Tienen que volver al pueblo! Los políticos tienen que conseguirlo. No es difícil. Es cuestión

de buena voluntad. No se puede ni se debe per-

mitir un segundo más esa ausencia. Y es que, ya que el “cuerpo total” de este monasterio es impo-

sible recuperarlo, al menos se debe conseguir un

trozo de su “alma” para que perdure, entre noso-

tros, por los siglos de los siglos. Si nos llama-mos, y somos, racionales, no es mucho pedir.

© GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN