Misión eucarística en Perú - El Granito De...

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En Filipinas Congreso Eucarístico Internacional Asamblea UNER En Argentina, contagiamos la fe Lectura sugerida Siete pilares para la felicidad Misión eucarística en Perú

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En FilipinasCongreso EucarísticoInternacional

Asamblea UNEREn Argentina,contagiamos la fe

Lectura sugeridaSiete pilarespara la felicidad

Misión eucarísticaen Perú

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Editorial: Alegría y belleza contagiosas

Clausura del Sínodo sobre la Familia

Proceso de Canonización del beato Manuel González

Presentación del 51º Congreso Eucarístico Internacional

La liturgia, encuentro con Cristo

Partícula para eucaristizarnos

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Misión de la FER en Perú

Asamblea Nacional de la FER en Argentina

Formación carismática

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Cartelera recomendada

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

8Estudio de una gracia atribuida al beato Manuel González

28 Cordialmente,una carta para ti

La heroicidad oculta

24Formación carismática Las dimensiones

de todo catequistaRevista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: P. 7-1958

En portada: La alegría de compartir la fe, de dar y recibir, en la misión que la FER realizó en Perú en el mes de agosto.

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EDITORIAL

Alegría y belleza contagiosas

H emos comenzado un nuevo curso y la Delegación General de la UNER, como todos los años, nos ofrece las pautas pa-

ra la formación carismática de los próximos meses. Haciéndose eco de palabras del papa Francisco y teniendo como fondo el Año de la Misericordia que en breve iniciaremos, el lema de este curso nos invita a «contagiar la alegría y la belleza de la fe».

Ante todo debemos notar la primera pala-bra de este sugerente lema. «Contagiar», se-gún el Diccionario de la Real Academia Espa-ñola significa «transmitir una enfermedad a alguien» o «adquirir por contagio una enfer-medad». Si bien aclara que se utiliza en sen-tido figurado, como en el caso de nuestro le-ma, a nadie escapa que el contagio implica, fundamentalmente, que tenemos algo que es posible transmitir a otro. Y transmitir no so-lo de palabra sino que es posible que el con-tagiado experimente lo mismo que estamos experimentando nosotros.

Llegados a este punto es interesante caer en la cuenta de la importancia y el peso de las palabras siguientes del lema. Nuestro anhelo durante este curso no es simplemente trans-mitir la fe tal como podría hacerse desde una clase de catecismo o incluso en un aula de teología. Nuestro objetivo es mucho más am-bicioso y alentador. Deseamos contagiar algo bello y alegre.

Afirmaba Benedicto XVI que «la fe es un asentimiento con el que nuestra mente y nues-tro corazón dicen su “sí” a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este “sí” transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de significado, la hace nueva, rica de alegría y de esperanza fiable» (Catequesis, 24/10/2012).

Nuestra fe no es una serie de preceptos que creer ni, muchos menos, una lista de obliga-ciones que cumplir. Nuestra fe es, ante todo y sobre todo, un regalo de Dios que nos capa-cita para la respuesta a su amor. Y en este don se nos da a sí mismo, plenificándonos y lle-nando de sentido, de alegría y de belleza nues-tras vidas.

El lema de este año, más allá del compro-miso que implica, conlleva en primer lugar un sereno examen de conciencia que nos permi-ta responder: ¿somos conscientes de que la fe llena nuestra vida de alegría y belleza? Porque solo en la medida en que la respuesta a esta pregunta sea afirmativa podremos ser trans-misores –es decir, contagiar– la fe verdadera.

En consonancia con el lema, el objetivo del año nos da pistas indispensables: «Renovar la ilusión por una catequesis eucaristizadora que llegue al corazón del mundo». Los miem-bros de la Familia Eucarística Reparadora he-mos recibido un don especial. Nuestro mun-do muchas veces vive en tinieblas porque no ha visto aún que la luz verdadera se irradia en el mundo desde cada partícula de Pan Con-sagrado. Dios se ha quedado entre nosotros hasta el fin de los tiempos.

¿Necesitamos algo más para ser felices? Porque nada, absolutamente nada, («ni muer-te ni vida, ni criatura alguna, dirá san Pablo, podrán apartarnos del amor de Dios» (Rm 8,38-39). El corazón del mundo muchas veces gime de dolor, de tristeza, de soledad. Dios ha sembrado en nosotros la semilla de la fe, de la alegría, de la compañía, de la compasión. ¡Renovemos nuestra ilusión para hacer de es-te mundo un sitio cada vez más habitable, más lleno de la presencia del amor de Dios! «

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C iertamente, no pueden darse respuestas precipitadas y me-nos aún «a la carta». Durante

las tres semanas que ha durado, se ha expuesto, se ha escuchado, se ha re-flexionado, se ha discutido y se han entregado propuestas.

Ahora es necesario un período de paciente espera hasta que el santo pa-dre publique el documento que reco-ja este valioso trabajo.

Discurso del papaLa víspera de la clausura, el sábado 24, el papa dirigió a los padres sino-dales un importante discurso. Tras agradecer su trabajo, compartió la pre-gunta que él se había planteado: «¿Qué significará para la Iglesia concluir es-te Sínodo dedicado a la familia?». Y a continuación concretó lo que no significa y lo que sí significa. Estas fue-ron sus palabras:

«No significa haber concluido con todos los temas inherentes a la fami-lia, sino que ha tratado de iluminar-los con la luz del Evangelio, de la Tra-dición y de la historia milenaria de la Iglesia, infundiendo en ellos el gozo

de la esperanza sin caer en la cómo-da repetición de lo que es indiscuti-ble o ya se ha dicho. No significa que se hayan encontrado soluciones ex-haustivas a todas las dificultades y du-das que desafían y amenazan a la fa-milia, sino que se han puesto dichas dificultades y dudas a la luz de la fe, se han examinado atentamente, se han afrontado sin miedo y sin escon-der la cabeza bajo tierra.

Significa haber instado a todos a comprender la importancia de la ins-titución de la familia y del matrimo-nio entre un hombre y una mujer, fun-dada sobre la unidad y la indisolubi-lidad, y apreciarla como la base fun-damental de la sociedad y de la vida humana.

Significa haber escuchado y he-cho escuchar las voces de las familias y de los pastores de la Iglesia que han venido a Roma de todas partes del mundo trayendo sobre sus hombros las cargas y las esperanzas, la riqueza y los desafíos de las familias.

Significa haber dado prueba de la vivacidad de la Iglesia católica, que no tiene miedo de sacudir las con-

ciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos discutiendo animadamen-te y con franqueza sobre la familia. Significa haber tratado de ver y leer la realidad o, mejor dicho, las realidades de hoy con los ojos de Dios, para en-cender e iluminar con la llama de la fe los corazones de los hombres, en un momento histórico de desaliento y de crisis social, económica, moral y de predominio de la negatividad.

Significa haber dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue sien-do para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere adoctrinarlo en piedras muertas pa-ra lanzarlas contra los demás.

Significa haber puesto al descu-bierto a los corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso den-tro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones pa-ra sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y su-perficialidad, los casos difíciles y las familias heridas.

Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de es-píritu y de los pecadores en busca de perdón, y no solo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los jus-tos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores.

Significa haber intentado abrir los horizontes para superar toda herme-néutica conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difun-dir la libertad de los hijos de Dios, pa-

Clausura del Sínodo sobre la Familia

Caminarjuntos conapertura de corazónEl 25 de octubre el papa Francisco presidió en la basílica de San Pedro la concelebración eucarística con la que clausuraba el Sínodo sobre la familia, acontecimiento eclesial del que los medios de comunicación se hicieron eco ampliamente. Con la familia como referente, esta asamblea abordó múltiples temas que la afectan y sobre los que urge abrir nuevos caminos que, en fidelidad al proyecto de amor que Dios le confió, den respuesta a los desafíos que el momento actual plantea.

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ra transmitir la belleza de la novedad cristiana, a veces cubierta por la he-rrumbre de un lenguaje arcaico o sim-plemente incomprensible».

Propuesta de solucionesLuego afrontó las divergencias que surgieron al proponer soluciones: «En el curso de este Sínodo, las distintas opiniones que se han expresado libre-mente han enriquecido y animado sin duda el diálogo, ofreciendo una ima-gen viva de una Iglesia que no utiliza módulos impresos, sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua viva para refrescar los corazones resecos.

Y –más allá de las cuestiones dog-máticas claramente definidas por el Magisterio de la Iglesia– hemos vis-to también que lo que parece normal para un obispo de un continente, pue-de resultar extraño, casi como un es-cándalo para el obispo de otro conti-nente; lo que se considera violación

de un derecho en una sociedad, pue-de ser un precepto obvio e intangible en otra; lo que para algunos es liber-tad de conciencia, para otros puede parecer simplemente confusión. En realidad, las culturas son muy dife-rentes entre sí y todo principio gene-ral –como he dicho, las cuestiones dogmáticas bien definidas por el Ma-gisterio de la Iglesia–, todo principio general necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado.

El Sínodo de 1985 habló de la in-culturación como “una íntima trans-formación de los auténticos valores culturales por su integración en el cris-tianismo y la radicación del cristia-nismo en todas las culturas humanas”. La inculturación no debilita los valo-res verdaderos, sino que muestra su verdadera fuerza y su autenticidad, porque se adaptan sin mutarse, es más, transforman pacíficamente y gradual-mente las diversas culturas.

Hemos visto, también a través de la riqueza de nuestra diversidad, que el desafío que tenemos ante nosotros es siempre el mismo: anunciar el Evan-gelio al hombre de hoy, defendiendo a la familia de todos los ataques ideo-lógicos e individualistas.

Y, sin caer nunca en el peligro del relativismo o de demonizar a los otros, hemos tratado de abrazar plena y va-lientemente la bondad y la misericor-dia de Dios, que sobrepasa nuestros cálculos humanos y que no quiere más que “todos los hombres se sal-ven” (1 Tm 2,4), para introducir y vi-vir este Sínodo en el contexto del Año extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está llamada a vivir.

La experiencia del Sínodo tam-bién nos ha hecho comprender me-jor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las fórmulas si-

no la gratuidad del amor de Dios y de su perdón.

Esto no significa en modo alguno disminuir la importancia de las fór-mulas: son necesarias; la importan-cia de las leyes y de los mandamien-tos divinos, sino exaltar la grandeza del verdadero Dios que no nos trata según nuestros méritos, ni tampoco conforme a nuestras obras, sino úni-camente según la generosidad sin lí-mites de su misericordia.

Significa superar las tentaciones constantes del hermano mayor y de los obreros celosos. Más aún, signi-fica valorar más las leyes y los man-damientos, creados para el hombre y no al contrario. El primer deber de la Iglesia no es distribuir condenas, sino proclamar la misericordia de Dios, llamar a la conversión y con-ducir a todos los hombres a la salva-ción del Señor».

Caminar juntosPor último, se hizo eco de las sabias reflexiones de sus predecesores. Y concluyó recordando al verdadero protagonista y artífice del Sínodo: el Espíritu Santo, el único capaz de re-conducir para caminar juntos.

«El beato Pablo VI decía con es-pléndidas palabras: “Podemos pen-sar que nuestro pecado o alejamien-to de Dios enciende en él una llama de amor más intenso, un deseo de de-volvernos y reinsertarnos en su plan de salvación. En Cristo, Dios se reve-la infinitamente bueno. Dios es bue-no. Y no solo en sí mismo; Dios es –digámoslo llorando– bueno con no-sotros. Él nos ama, busca, piensa, co-noce, inspira y espera. Él será feliz –si puede decirse así– el día en que no-sotros queramos regresar y decir: Se-ñor, en tu bondad, perdóname. He aquí, pues, que nuestro arrepentimien-to se convierte en la alegría de Dios”.

También san Juan Pablo II dijo que “la Iglesia vive una vida auténti-ca cuando profesa y proclama la mi-sericordia y cuando acerca a los hom-

bres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es deposita-ria y dispensadora”.

Y el papa Benedicto XVI decía: “La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios. Todo lo que la Igle-sia dice y realiza manifiesta la miseri-cordia que Dios tiene para con el hom-bre. Cuando la Iglesia debe recordar una verdad olvidada, o un bien trai-cionado, lo hace siempre impulsada por el amor misericordioso, para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia”.

En este sentido, y mediante este tiempo de gracia que la Iglesia ha vi-vido, hablado y discutido sobre la fa-milia, nos sentimos enriquecidos mu-tuamente; y muchos de nosotros he-mos experimentado la acción del Es-píritu Santo, que es el verdadero pro-tagonista y artífice del Sínodo.

Para la Iglesia, en realidad, con-cluir el Sínodo significa volver verda-deramente a caminar juntos para lle-var a todas las partes del mundo y a cada situación la luz del Evangelio, el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios».

De tú a túEn la homilía de la Eucaristía que pre-sidió el día 25 ofreció una profunda reflexión sobre el pasaje evangélico que se proclamó: la curación del cie-go Bartimeo (Mc 10,46-52):

«El Evangelio de hoy nos remite directamente a la primera Lectura: así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, tam-bién Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús que acababa de salir de Jericó. A pesar de que apenas había emprendido el camino más im-portante, el que va hacia Jerusalén, se detiene para responder al grito de Bar-timeo. Se deja interpelar por su peti-ción, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, si-no que quiere encontrarlo personal-mente. No le da indicaciones ni res-

puestas, pero le hace una pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”.

Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pre-gunta, hecha de tú a tú, directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quie-re un coloquio con cada uno de no-sotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios. Después de la curación, el Señor dice a aquel hombre: “Tu fe te ha salvado”. Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que noso-tros creemos en nosotros mismos.

Hay un detalle interesante. Jesús pide a sus discípulos que vayan y lla-men a Bartimeo. Ellos se dirigen al ciego con dos expresiones, que solo Jesús utiliza en el resto del Evangelio. Primero le dicen: “¡Ánimo!”, una pa-labra que literalmente significa “ten confianza, anímate”. En efecto, solo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves. La segunda expresión es “¡levántate!”, como Jesús había dicho a tantos enfermos, llevándolos de la mano y curándolos. Los suyos no ha-cen más que repetir las palabras alen-tadoras y liberadoras de Jesús, guián-dolo hacia él directamente, sin ser-mones. Los discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, espe-cialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compa-siva que salva. Cuando el grito de la humanidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay otra res-puesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su cora-zón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de

Así definió el papa el rol de la familia

Formar a las nuevas generaciones para que vivan seriamente el amor, no con

la pretensión individualista basada solo en el placer y en el usar y tirar, sino para que crean nuevamente en el amor autén-tico, fértil y perpetuo, como la única ma-nera de salir de sí mismos; para abrirse al otro, para ahuyentar la soledad, para vivir la voluntad de Dios; para realizarse plenamente, para comprender que el ma-trimonio es el espacio en el cual se ma-nifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hom-bre de amar en serio, y para valorar los cursos prematrimoniales como oportu-nidad para profundizar el sentido cristia-no del sacramento del matrimonio.

Andar hacia los demás, porque una Iglesia cerrada en sí misma es una

Iglesia muerta. Una Iglesia que no sale de su propio recinto para buscar, para acoger y guiar a todos hacía Cristo es una Iglesia que traiciona su misión y su vocación.

Manifestar y difundir la misericordia de Dios a las familias necesitadas, a

las personas abandonadas; a los ancianos olvidados; a los hijos heridos por la sepa-ración de sus padres, a las familias pobres que luchan por sobrevivir, a los pecado-res que llaman a nuestra puerta y a los alejados, a los diversamente capacitados, a todos los que se sienten lacerados en el alma y en el cuerpo, a las parejas des-garradas por el dolor, la enfermedad, la muerte o la persecución.

I luminar las conciencias, a menudo ase-diadas por dinámicas nocivas y sutiles,

que pretenden incluso ocupar el lugar de Dios creador. Estas dinámicas deben de ser desenmascaradas y combatidas en el pleno respeto de la dignidad de toda persona humana. También debe ganar y reconstruir con humildad la confianza en la Iglesia, seriamente disminuida a causa de las conductas y los pecados de sus pro-pios hijos. Por desgracia, el antitestimo-nio y los escándalos en la Iglesia cometi-dos por algunos clérigos han afectado a su credibilidad y han oscurecido el fulgor de su mensaje de salvación.

Laborar para apoyar y animar a las fami-lias sanas, las familias fieles, las familias

numerosas que, no obstante las dificulta-

des de cada día, dan cotidianamente un gran testimonio de fidelidad a los manda-mientos del Señor y a las enseñanzas de la Iglesia.

Idear una pastoral familiar renovada que se base en el Evangelio y respete las di-

ferencias culturales. Una pastoral capaz de transmitir la Buena Noticia con un lenguaje atractivo y alegre, y que quite el miedo del corazón de los jóvenes pa-ra que asuman compromisos definitivos. Una pastoral que preste particular aten-ción a los hijos, que son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Una pastoral innovadora que consiga una preparación adecuada para el sacramento del matrimonio y abandone la práctica actual que a menudo se preocupa más por las apariencias y las formalidades que por educar a un compromiso que dure toda la vida.

Amar incondicionalmente a todas las familias y, en particular, a las que pa-

san dificultades. Ninguna familia debe sentirse sola o excluida del amor o del amparo de la Iglesia. El verdadero escán-dalo es el miedo a amar y manifestar con-cretamente este amor.

En este momento de desaliento, el Sínodo ha mirado la realidad con los ojos de Dios

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En los últimos días ha llegado a nuestra redacción la noticia de que se ha comenzado a estudiar en Roma una gracia atribuida a nuestro querido don Manuel. Hemos entrevistado al P. Javier Carnerero, o.ss.t., postulador de la Causa de Canonización del beato Manuel para que nos informe con mayor detalle.

Estimado P. Javier: ¿qué debe estudiarse para que una persona sea declarada san-ta por la Iglesia?El estudio previo de la vida, virtudes y fama de santidad de un siervo de Dios, debe ser completado con el de las gracias que, obradas por Dios, se atribuyen a su particular intercesión. Con esto, la Igle-sia manifiesta que el juicio humano so-bre una persona es limitado. Ser santo es algo cualitativamente superior a haber sido un gran hombre; es gozar perpetua-mente de la presencia y del amor de Dios. Esta plenitud de la caridad es precisa-mente la que nos impulsa a confiar en su intercesión.

La razón última de los milagros la en-contramos en los signos que el Señor ha-cía en medio de su pueblo, para confir-marlo en la fe; para llamarlo a la conver-sión; para mostrar su misericordia infi-nita. Esta acción de Dios continúa y la Iglesia estudia el milagro con la certeza de que el Señor, hoy como ayer, confir-ma la palabra de sus discípulos con seña-les y prodigios. De ese modo, si para de-clarar a don Manuel González beato se requirió la constatación de un milagro atribuido a su intercesión, la aprobación de un nuevo milagro consentiría, si Dios es así servido, su próxima canonización.

Proceso de Canonización

Se estudia en Roma una gracia atribuida al beato Manuel González

Muchas son las gracias que se atri-buyen a la intercesión del beato Ma-nuel. Muchas de ellas se publican en la Hoja Informativa trimestral. No to-das, desgraciadamente, son aptas pa-ra su estudio, que requiere unas con-diciones concretas, pero su número ya es en sí una muestra de la confianza de sus devotos en su ayuda y protección.

Hablar de santos nos lleva a pensar en milagros y en gracias especiales que se obran por la intercesión de una persona. ¿Cómo se pueden verificar estos hechos?Cuando se presenta una gracia que por su importancia y valor puede me-recer el estudio, lo primero que se ha-ce es recabar la documentación nece-saria, los testigos, etc. Esta informa-ción se presenta ante el Tribunal nom-brado por el obispo para poder reco-ger, con las debidas garantías proce-sales, todos esos datos. El proceso se envía a Roma que, a su vez, verifica si se han cumplido todas las formalida-des y si lo recogido es suficiente y dig-no de fe. A conclusión de esta fase, se reúne y ordena el material en un do-sier que se presenta, primero, a dos peritos (en el caso de una curación, a dos médicos especialistas en la pato-logía específica). Ellos muestran el estado de la cuestión y la relevancia del caso, así como algunas cuestiones que deban ser aclaradas. Hecho esto, puede presentarse a las consultas de la Congregación para las Causas de los Santos, para su juicio definitivo.

La primera de las consultas es la de los especialistas en el evento ex-traordinario. Si la gracia es una cura-

ción, serán médicos los que valorarán si puede ser explicada por el decurso normal de la enfermedad o de las te-rapias aplicadas, o si, por el contrario, tal explicación no es posible según su leal saber o entender. Valoran también otros elementos técnicos importan-tes, como que la curación sea total, in-mediata y duradera. El técnico, es de-cir el médico, no puede aseverar que lo ocurrido es un milagro, pero sí de-cir que no tiene explicación humana.

Después, se presenta la gracia a una consulta de teólogos que valoran el caso desde otra perspectiva, es de-cir, en su calidad de signo divino, in-cidiendo en la invocación al santo, en su efecto causal sobre la gracia recibi-da y en que el estupor de lo contem-plado lleve a una gracia espiritual que va más allá del evento extraordinario en sí. Solo después del éxito de estas consultas, la causa se propone a la con-gregación ordinaria de los cardenales y obispos que conforman el Dicaste-rio encargado de las causas de los san-tos. Su voto será finalmente presen-tado al santo padre que es, en defini-tiva, el único que puede aprobar con su suprema potestad que este evento sea verdaderamente un milagro.

¿En qué fase se encuentra el proceso de nuestro querido beato Manuel González?En este momento, una gracia presen-tada hace varios años y que ha reco-rrido un esmerado proceso de eva-luación, ha pasado el juicio de la co-misión médica y se espera que pueda ser propuesta a los consultores teólo-gos; es un pequeño paso en su estu-

dio. Todos deseamos que Dios quie-ra servirse de esta gracia para confir-mar la palabra que anunció su siervo don Manuel. Sería la prueba demos-trable de la maravillosa obra del Se-ñor en la vida del obispo de los Sagra-rios abandonados. En el testimonio de su vida santa, la Familia Eucarísti-ca Reparadora ha aprendido a con-templar el amor infinito de Jesús Sa-cramentado por la humanidad. Este misterio (milagro que solo se perci-be con la fe) nos interpela y nos mue-ve, como movió al beato Manuel Gon-zález, a una vida de entrega. Es de ahí de donde nacen las gracias y la fecun-didad evangélica.

Esta noticia nos llena de alegría y se-guramente hace brotar una pregun-ta: ¿Qué debemos hacer ahora?Es sencillo, seguir cooperando a la construcción del Reino y llevando a la oración todas las intenciones que abriga nuestro corazón, presentándo-las, por intercesión del beato Manuel, ante el trono de la Divina Misericor-dia, para que manifieste en su Iglesia su omnipotencia y su infinita bondad.

misericordia. Hoy es tiempo de misericordia.

Algunas tentacionesPero hay algunas tentaciones pa-ra los que siguen a Jesús. El Evan-gelio de hoy destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se de-tiene, como hace Jesús. Siguen ca-minando, pasan de largo como si nada hubiera sucedido. Si Barti-meo era ciego, ellos son sordos: aquel problema no es problema suyo. Este puede ser nuestro ries-go: ante continuos apuros, es me-jor seguir adelante, sin preocupar-se. De esta manera, estamos con Jesús como aquellos discípulos, pero no pensamos como Jesús. Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierde la maravilla, la gratitud y el entusias-mo, y se corre el peligro de con-vertirse en habituales de la gracia.

Podemos hablar de él y traba-jar para él, pero vivir lejos de su corazón, que está orientado a quien está herido. Esta es la tentación: una “espiritualidad del espejismo”. Podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente hay, sino lo que a nosotros nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicar-se en la vida de la gente permane-ce árida y, en lugar de oasis, crea otros desiertos.

Hay una segunda tentación, la de caer en una fe de mapa. Pode-mos caminar con el pueblo de Dios,

pero tenemos nuestra hoja de ru-ta, donde entra todo: sabemos dón-de ir y cuánto tiempo se tarda; to-dos deben respetar nuestro ritmo y cualquier inconveniente nos mo-lesta. Corremos el riesgo de hacer-nos como aquellos “muchos” del Evangelio, que pierden la pacien-cia y reprochan a Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los ni-ños, ahora al mendigo ciego: quien molesta o no tiene categoría, ha de ser excluido. Jesús, por el contra-rio, quiere incluir, especialmente a quienes están relegados al mar-gen y le gritan. Estos, como Barti-meo, tienen fe, porque saberse ne-cesitados de salvación es el mejor modo para encontrar a Jesús.

Y, al final, Bartimeo se puso a seguir a Jesús en el camino. No so-lo recupera la vista, sino que se une a la comunidad de los que ca-minan con Jesús. Queridos her-manos sinodales, hemos camina-do juntos. Les doy las gracias por el camino que hemos compartido con la mirada puesta en el Señor y en los hermanos, en busca de las sendas que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia.

Sigamos por el camino que el Señor desea. Pidámosle a él una mirada sana y salvada, que sabe difundir luz porque recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el pesimismo y por el pecado, bus-quemos y veamos la gloria de Dios que resplandece en el hom-bre viviente». 

Ana Mª Fernández, m.e.n.

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E n la presentación tomaron la pa-labra el arzobispo de Cebú, mons. José S. Palma, el arzobispo Pie-

ro Marini, presidente del Comité pa-ra los Congresos Eucarísticos Inter-nacionales y el P. Vittore Boccardi, s.s.s., miembro de dicho comité.

El arzobispo Palma recordó la im-portancia de la elección de Asia y de Filipinas para la celebración del Con-greso. «En los últimos años –dijo– Asia es el continente que se ha con-vertido en uno de los grandes moto-res del crecimiento mundial desde el punto de vista económico y social.

Desde el punto de vista religioso, sin embargo, sigue siendo un continen-te que tiene que ser evangelizado... donde la Iglesia católica es una pe-queña minoría; a pesar de ser el con-tinente donde Jesús nació, vivió, mu-rió y resucitó. El 51° Congreso Euca-rístico podría convertirse en un espe-jo de la Iglesia asiática en el sentido de que reflejaría cómo la Iglesia Ca-tólica lleva a cabo su tarea de evange-lización. Al igual que a los anteriores Congresos, asistirán representantes de las diversas Iglesias y multitud de peregrinos de todo el mundo».

El Congreso contará con la pre-sencia de 20 cardenales, 50 obispos de otros países y, al menos, 100 obis-pos filipinos que se reúnen para la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal en enero de 2016 . Hasta el 21 de octubre de 2015, se habían registrado 8.345 peregrinos proce-dentes de 57 naciones. «También contamos –dijo mons. Palma– con 5.000 voluntarios y con 600 familias que se han brindado a acoger a los peregrinos».

CelebraciónEl evento estará dividido en dos par-tes. En primer lugar se realizará un Simposio Teológico (del 20 al 22 de enero) y posteriormente el Congre-so propiamente dicho (del 24 al 31 de enero). Los temas básicos para las reflexiones durante el Simposio Teo-lógico son: «La virtud cristiana de la esperanza»; «La Eucaristía en el Evan-gelio de San Juan»; «Liturgia e In-culturación»; «La Historia del No-vus Ordo»; «Evangelizar el mundo secular» y «Un Catecismo de la Eu-caristía dominical». Durante el Con-greso, los temas serán: «Cristo nues-tra esperanza de gloria»; «La espe-ranza cristiana»; «La Eucaristía co-mo la celebración del misterio pas-cual»; «La Eucaristía como Misión»; «La misión como diálogo»; «La Eu-caristía y el diálogo con las culturas»; «La Eucaristía y el diálogo con los pobres»; «La Eucaristía y el diálogo con otras religiones» y «La Eucaris-tía y María».

Por su parte, el arzobispo Marini refiriéndose al tema del Congreso afir-

mó que «el anuncio evangélico y la fe en el Señor Jesús profesada por las comunidades cristianas son impor-tantes y necesarios para Asia, pero de-ben presentarse según la modalidad del diálogo que ha marcado la activi-dad de las Iglesias particulares del con-tinente en las últimas tres décadas. Efectivamente, este programa de diá-logo con las culturas, las tradiciones religiosas y con las muchedumbres pobres, de forma completamente na-tural y evidente, constituye la trama de reflexiones pastorales contenidas en el texto base. El documento reite-ra que la Eucaristía es la fuente y la cumbre de la misión de la Iglesia e identifica el valor añadido que ofre-ce la celebración de la Eucaristía pa-ra una misión comprometida en ha-cer crecer esas semillas de diálogo, de reconciliación, de paz y de futuro de las cuales Asia está sedienta».

«Por lo tanto, el Congreso Eu-carístico que tendrá lugar en Ce-bú –añadió– nos servirá para re-cordar que la misión es un inter-cambio de dones entre el que anuncia y el que recibe el men-saje evangélico. El Congresos Eucarístico irá a la ciudad que es la cuna del cristia-nismo en Oriente para dar y recibir, para evangelizar y ser evangelizado, para hablar pero tam-bién para escuchar. En ese contexto humano, la celebración del misterio eucarístico se mezcla con la experien-cia de la pobreza, del do-lor y el sufrimiento, y continúa construyendo comunidades deseosas de co-

mer el Pan del reino de Dios». A mo-do de conclusión el P. Boccardi pun-tualizó que el evento de Cebú, junto con las Jornadas Mundiales de la Ju-ventud, de la Familia, etc. se convier-te en «un recurso extraordinario pa-ra dar testimonio, a través de su cele-bración, de que la Eucaristía no es so-lo fuente de vida de la Iglesia, sino también el lugar de su proyección en el mundo. Cada Iglesia particular que celebra la Eucaristía, en cualquier par-te del mundo, está llamada ahora a mostrar la madurez de la entrega a los demás, de la escucha mutua, de la dis-ponibilidad y de la colaboración con-creta para que la comunidad de los

fieles se convierta en la casa de Dios y de los hermanos en medio de las ca-sas de las personas. Así se podrá vivir ese diálogo de la vida que es el pun-to de partida para un testimonio go-zoso del Evangelio.Fuente: Servicio Informativo Vaticano

El 27 de octubre fue presentado en la Sala de Prensa del Vaticano el 51º Congreso Eucarístico Internacional que se celebrará en Cebú (Filipinas) del 24 al 31 de enero de 2016 y cuyo tema es «Cristo en vosotros, esperanza de la gloria».

Qué implica un Congreso Eucarístico InternacionalEl Congreso Eucarístico Internacional es una statio –una especie de parada durante el viaje– donde una Iglesia par-ticular se recoge para celebrar la Euca-ristía, rendirle homenaje y orar en pre-sencia del Señor en el sacramento de su amor. A este sagrado acontecimiento, la comunidad cristiana elegida invita a las comunidades cristianas de su misma re-gión, junto con las Iglesias particulares de todo el mundo, porque el Congreso Eucarístico Internacional es un aconte-cimiento de toda la Iglesia universal. Pa-ra la celebración del Congreso, el Ritual exige que la celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el centro de toda actividad que se desarrolle de modo que todo se refiera a ella.

Mediante momentos de catequesis, celebraciones de la Palabra, encuen-

tros de oración y asambleas plenarias, se favorece una comprensión cada vez más profunda del misterio eucarístico. Para estas y para las demás actividades vinculadas al desarrollo del Congreso, se prepara un programa preciso con el fin de articular claramente los temas pa-ra las celebraciones, los encuentros, las procesiones, la oración y la adoración ante el Santísimo Sacramento expuesto en iglesias o capillas previamente esta-blecidas.

Todo el Congreso, en su desarrollo, debe poner de manifiesto una eclesio-logía eucarística orientada hacia la co-munión, comprometiéndose a llegar a todos, especialmente a cuantos se encuentran en los márgenes de la socie-dad, para que haya un solo rebaño bajo un solo pastor, Jesucristo (cf. Jn 10,16).

Presentación del 51º Congreso Eucarístico Internacional

Cristo en vosotros, esperanza de la gloria

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A firmaba el beato Manuel Gon-zález: «Yo no puedo pensar qué sería un cristianismo sin Euca-

ristía. ¡Como si se pudiera vivir sin comer!» (OO.CC. I, n. 47) . Cierta-mente esta frase resume bien el pen-samiento central de nuestro fundador sobre el misterio de la fe: él habla de «vivir la misa» conjugándose así, ma-ravillosamente, el antiguo axioma lex credendi, lex orandi con la lex vivendi.

«Vivir la Misa es conocerla a fon-do; estimarla en su valor; tomar por norma de conducta lo que Jesús ha-ce en ella». Un anhelo desarrollado

por extenso y escrito: «¡Si viviése-mos nuestras misas!». Y lo resume así: «Y este conocer, estimar, imitar y gozar mi Misa, tan metido en mi pensar, querer, sentir y obrar de cada día y de cada hora y en cada ocupa-ción, que se pueda decir perennemen-te: Está en Misa; esto es, está vivien-do su Misa» (OO.CC. III, n. 5284).

«Esto es el centro» diría él. Y an-te tanto descentramiento y desorien-tación «es menester orientarnos bien» para no perder el centro de la vida personal, de la piedad, del culto, de la actividad de la inteligencia, del cora-

zón. «Ese centro no es ni puede ser otro que la Misa y la Comunión, o sea, el Sacrificio y su participación; por el primero, que es el acto central y esencial de la religión, damos gra-cias a Dios, unidos por la gracia a su Hijo Sacrificado, la mayor gloria, y por la segunda recibimos por medio de su Hijo Sacramentado la mayor gracia» (OO.CC. II, n. 2731). Note-mos aquí, como también en la obra En busca del Escondido, la recepción de la doctrina de san Pío X sobre la comunión diaria y sobre el concepto «participación»; con su prolonga-ción durante la jornada santificada por la Eucaristía: «Marías, ¡gozad to-do el día de vuestra Comunión de ca-da mañana!» ; Comunión que es con-figuración con la misma entrega obla-tiva del Señor en la actio litúrgica: «¡Señor, que yo entienda lo bueno y

lo necesario de mi cruz!» (OO.CC. II, n. 2860). Es el sentido de la expe-riencia tabórica.

La misma celebración la concibe como escuela: «Después de saber a Jesús, ¿queda algo más que apren-der?» (OO.CC. I, n. 1235). Habría que recordar aquí que la misma actio celebrativa nos va enseñando, nos va haciendo crecer en el conocimiento del Señor para que más conociéndo-lo lo amemos más y más de cerca, es decir, lo sigamos mejor. Esta es la di-námica de la alianza. Un pacto, una relación que nos llena, es más, nos plenifica. Así lo expresa él hablando de los ritos conclusivos de la celebra-ción: «¡Con cuánta razón la palabra con la que más frecuentemente mi Madre la Iglesia en su Liturgia define el fruto de la Comunión es esta: har-tura! ¿Qué otra cosa significan las fór-mulas oracionales de las postcomu-niones de la Misa?» (OO.CC. I, n. 1236). Esta hartura por la que somos plenificados en la liturgia supera afa-nes, inquietudes, tristezas, desespe-ración, recelos, rutina y frialdad.

Solo una perla manuelina con res-pecto a superar escrúpulos jansenis-tas para los que dicen: «¿Cómo voy a comulgar todos los días con tantos defectos? –Procure usted que cada Comunión suya sea un punto y apar-te y no un guión de sus defectos dia-rios» (OO.CC. II, n. 2729). La viven-cia auténtica de la liturgia lleva a la configuración con lo celebrado y, por ende, a la continua conversión.

Una palabra solo, y esta breve, so-bre la concelebración (que él tanto añora en su obra Arte y liturgia). He-

mos de pensar que, aunque hable de ello con naturalidad, estamos en una época en la que en el Rito romano no se había restablecido aún. Lo mismo habría que decir del sacerdocio real: cuando no se hablaba corrientemen-te del sacerdocio común de todos los bautizados, el beato Manuel, profun-dizando en la obra de Cristo, Sacer-dote y Víctima en la cruz, dice que en la actio: «el ministro que celebra, la Iglesia que ofrece y los fieles que asis-ten debidamente son cosacerdotes y covíctimas. Cada cual, en su medida y a su modo, sacerdotes son que ofre-cen y se ofrecen; sacrifican a Cristo y se sacrifican con Él, y con Cristo, ala-ban, agradecen, expían e interceden» (OO.CC. I, n. 167). Todo esto ten-drá carta de ciudadanía tras el Con-cilio Vaticano II.

Un aspecto muy interesante de es-te segundo capítulo sobre el misterio sacramental es el culto eucarístico fuera de la Misa. En efecto, el culto a la Eucaristía es una constante en la vi-da del fundador de la Obra reparado-ra. Y lo es con fidelidad o, lo que es lo mismo, con fe y perseverancia. Co-mo ya hemos dicho, con unas carac-terísticas múltiples en las que sobre-salen la compañía (estar con) y la re-paración (por ellos y en lugar de ellos). Pero también es oración de latría, de intercesión y, sobre todo, experiencia de amor: ese sería el significado de la expresión «Corazón Eucarístico», refiriéndose a la relación de Jesús con nosotros. Un amor que se expresa en confidencia con el bendito Enmanuel.

En la exposición litúrgica breve o prolongada o en la visita al Sagrario

se expresa nuestra fe en la Presencia: «El Maestro está aquí» (Jn 11,28). Un Maestro que elocuente y miste-riosamente «enseña en el silencio». Concibe la adoración como escuela «de hablar callando», como expe-riencia de intimidad con «el entrega-do», con aquel que en el sacramen-to es pura donación. Por lo tanto, la auténtica adoración se expresa con una vida de entrega: «¡el estado de hostia!» (OO.CC. I, n. 317). Si en el Tabor se aprende a escuchar según el mandato del Padre, en el Calvario se aprende a entregarse con el Hijo. Es el Espíritu, en la nube del Tabor o ex-halado en el Calvario, el que es invo-cado en cada actio sacramental de la Iglesia, para que nos convirtamos en discípulos como Juan. Este fue discí-pulo oblato en el Calvario, lo fue –co-mo oyente– en el Tabor.

Como fruto granado de la espiri-tualidad eucarística del fundador, ¡có-mo habrían ser de modélicas nuestras adoraciones al Sacramento! En la le-tra ritual y en el sentido espiritual. Habla el beato Manuel de la lectura de la Palabra: el santo Evangelio, leí-do, a ser posible, ante el Sacramento. El mejor libro de meditación ante el Sagrario es el Evangelio, ¿no está en uno y otro vivo, real y palpitante de amor el mismo Jesucristo? Sobran co-mentarios. Leyendo Sembrando gra-

Continuamos ofreciendo en las páginas de El Granito la ponencia sobre la espiritualidad litúrgica del beato Manuel González. En esta ocasión, presentamos el segundo y tercer punto, que llevan por título «El misterio eucarístico (Calvario/Tabor)» y «La sacramentalidad en la Iglesia» respectivamente.

Apuntes sobre Espiritualidad litúrgicaen el beato Manuel González García (III)

La liturgia, encuentro con Cristo

Desarrollo del temaSu espiritualidad litúrgica la intentaremos desarrollar –tras una introducción– en los siguientes puntos:Introducción

– A cincuenta años del Concilio Vaticano II (2015)– El Movimiento litúrgico en España

(Montserrat 1915)– Pléyade de santos

1. Espiritualidad litúrgica– Opus Trinitatis/liturgia terrena y liturgia celeste– Promoción de una educación litúrgica y fomento de

la vida espiritual– Actio liturgica

2. El misterio eucarístico (Calvario / Tabor)– Cristo como Kyrios –el Amo– y

Cordero –Hostia– La celebración y la concelebración– El culto a la Eucaristía

3. La sacramentalidad en la Iglesia– Participación activa en los sagrados misterios

4. El Oficio Divino o Liturgia de las Horas– Psallite sapienter– Música

5. El Año Litúrgico– El Cronocrator o el Amo del tiempo– El Corazón de Cristo: misericordia desgranada

6. El arte sagrado o Lex agendi– Gaudí, «amigo de la liturgia»– El arte-yedra– Polos celebrativos

7. Corolario– Las consecuencias: Lex vivendi o «apertura

de puertas»– Caminos por recorrer: La ekklesia y la Palabra– Per Matrem Inmaculatam in Ecclesia Catholica

El beato Manuel percibe la celebración también como una escuela litúrgica

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nos de mostaza o Cartilla del catequis-ta cabal se pueden encontrar algunas pepitas preciosas para mejorar estos apuntes sobre la espiritualidad litúr-gica. De todo un florilegio elijo esta sentencia de la obra Oremos en el Sa-grario como se oraba en el Evangelio: «Bien meditado, el Evangelio es to-do él una oración» (OO.CC. I, n. 898).

Aquí vemos una neta diferencia con las prácticas de su época: es el pa-so de la devoción a la liturgia. En es-te ámbito, nuestro padre subraya la importancia del silencio, donde se ha-cen elocuentes la proclamación de la Palabra y el gesto sacramental.

Por último, ante el inminente Año de la misericordia (2016), recorde-mos que en la espiritualidad manue-lina la adoración es fuente de miseri-cordia divina. En el sacramento, Je-sús «¿qué hace y qué dice?»: «me mira siempre… con un cariño omni-potente… El Corazón de Jesús está siempre mirándome» (OO.CC. I, n. 400). No es una mirada de repro-che ni de condena, es una mirada des-de su Corazón a nuestro corazón, pa-rafraseando al beato J. H. Newman.

La sacramentalidad en la IglesiaLa vida espiritual supone la partici-pación activa en los sagrados miste-rios y la vivencia de los siete sacra-mentos. Los sacramentos los vivimos como medios de santificación. Son la correspondencia visible de la vida mística.

En efecto, para nuestra santifica-ción, para la santidad del pueblo san-to de Dios, Cristo elige a hombres de ese pueblo: es el ministerio sacramen-tal. Hombres para dar a Jesús y darse con Él; para actualizar la oblación de Jesús y entregarse con Él; para hacer presente a Jesús ante los hombres. Es-tas intenciones del Rosario sacerdo-tal de Manuel González sintetizan bien la vida del presbítero: hombres que rezan, transmiten la misericordia di-vina en la absolución de nuestros pe-cados, que celebran –en palabras del

fundador– «los sagrados Misterios, o rezan su breviario» (OO.CC. II, n. 2477). El ministro es alguien que «ha-ble, obre y proceda como sacerdote», que desde que «ha sido consagrado» todo lo suyo no es «del hombre, sino de Jesús» (OO.CC. II, n. 2448).

En su obra Artes para ser apóstol o en Lo que puede un cura hoy se expo-nen los rasgos que delinean la misión del ministro de Cristo Sacerdote: hombre de oración. «La oración del sacerdote es la oración de la Iglesia… la oración del sacerdote es la oración de Jesucristo» (OO.CC. II, nn. 1651-1652); hombre de la entrega pro eis. Y ello, para que los demás cristianos sean santos, sean auténticos. Es decir, sean lo que tienen que ser por su Bau-tismo. Esa es la misión de la que par-ticipamos los ministros. Preocupados por cada uno, no por la cantidad sino por la calidad.

«Ser santo es lo mismo que ser fiel». Conocedor el Señor de cuál es nuestro barro no se nos pide más que una coherencia mínima: «A más fi-

delidad en el cumplimiento del pro-pio deber, más santidad». Y añade una máxima lapidaria: «Hay dos fi-delidades, o mejor, dos modos para ejecutarla: la fidelidad de no caer nun-ca y la fidelidad de levantarse siem-pre… [esta] segunda la han tenido todos los santos y es la que los ha he-cho santos. La finalidad de nuestras vidas es ser hostias divinizadas» (OO.CC. II, n. 3094).

Desde este altísimo ideal el fun-dador desciende a los pequeños de-talles de la liturgia humana que ex-presan un corazón grande y agrade-cido y son expresión de la sacramen-talidad celebrativa. Dice así: «Apren-ded bien que al Maestro, aunque es-té callado… le duelen las descorte-sías de rúbricas desatendidas y las gro-serías de altares y ornamentos descui-dados, y de modales inmodestos, de oraciones masculladas, de genuflexio-nes y posturas ridículas» . Esto po-dría haber sido escrito ayer por la tar-de para ser dirigido a nosotros.

Manuel Glez. López-Corps, Pbro.

«Cristo crucificado». Marko Rupnik. Capilla del Colegio Mayor San Pablo, Madrid (España).

Los que más saben de teologíason los que más firmemente creen

y más lealmente se unen y aman a Jesús (Cartilla del catequista cabal, p. 24)

Partícula para Eucaristizarnos

«C ontaba el maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica de valor ines-timable por la que había pagado una fortuna en

una subasta pública. La vasija había sido usada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.

Cuando un discípulo preguntó al maestro qué repre-sentaba aquella vasija, el maestro le dijo: “A ti mismo”. El discípulo le pidió que se explicara, y el maestro pro-siguió: “Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maes-tros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasi-ja en la que lo guardas”» (Anónimo).

Hay una sabiduría que nos hace personas altaneras, aquella por la que miramos por «encima del hombro» o por la que pretendemos rebajar a los demás; pero hay otra que expresa una realidad distinta. Es la que descri-be la Palabra de Dios, la que nos ayuda a centrarnos ple-namente en Él.

El apóstol Santiago pregunta en su carta: «¿Quién es el sabio y entendido entre vosotros?», y esta pregunta no la hace porque esté buscando al sabio o al que más entiende, más bien lo hace para afirmar que el que tiene sabiduría la mostrará mediante una vida íntegra, «la sa-biduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de bue-nos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (St 3,17-18).

Lo que más atraía de Jesús a la gente era la sabiduría de su corazón y la fuerza sanadora de sus manos. La pa-labra de Jesús no era la de un doctor de la ley o la de un profesor que transmite sus conocimientos, sino la de un sabio que comunica su experiencia de Dios y enseña a

vivir en el amor; y tampoco la de un dirigente que man-da, sino de un hombre que difunde la vida, alivia el do-lor del que sufre y restaura lo que está enfermo.

«Enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesi-dades de las personas a las que anuncia, de manera com-prensible y significativa» (papa Francisco, 4/3/2015). La sabiduría que nos enseña Jesús es la que nos lleva a la intimidad que vivió María a los pies de Él, porque «a Je-sús no se le puede conocer desde fuera; hay que entrar en contacto con Él» (íb.).

Él es nuestro maestro y es Él quien puede transfor-mar nuestra vida, por eso debemos dejar que Jesús nos enseñe lo verdaderamente importante, como la alegría de vivir, la misericordia, la gratuidad, el trabajo sin can-sancio de crear un mundo más justo y fraterno, la pre-sencia amorosa y cercana de Dios nuestro Padre.

La sabiduría de Jesús nos enseña a vivir de una ma-nera nueva, no de una doctrina. Es la que nace y crece en el encuentro con Él. «¡Si supiéramos la diferencia que hay entre sabios de biblioteca y sabios de Sagrario!» (Bto. Manuel González, OO.CC. I, n. 564).

Nuestra vida depende de muchos factores. Pero el camino de la plenitud depende, sobre todo, de nuestro amor y docilidad a quien es el único Maestro, el que tie-ne palabras de vida.

Decía el beato Manuel González: «La practica pas-toral se estudia oficialmente en un curso de Teología. El gran principio pastoral es: que el mejor, más hábil, más fecundo, más querido y más útil pastor será el que más y mejor ame a los hombres por Dios.

El amor, ese es el grande, el único maestro de Teolo-gía espiritual» ( J. Campos Giles, El Obispo del Sagrario abandonado, 6ª ed., p. 321).

Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.

Noviembre 2015

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Hna. Mª Nadine: ¿Puedes compartir con nosotros cómo podemos traba-jar en la FER para sensibilizarnos ca-da vez más en la urgencia de hacer propia la necesidad del hermano?Como miembros de la FER estamos llamados, en este Año de la Miseri-cordia, a contagiar la alegría y la be-lleza de la fe. Una fe que, desde nues-tro carisma, nos dice que quien ora ante el Sagrario, quien comulga, quien participa frecuentemente o incluso a diario del Sacrificio Eucarístico, ex-perimenta el amor inmenso de Dios y se siente llamado a decírselo al hom-bre de hoy, en especial «preocupán-dose de los más abandonados espiri-

tual o materialmente: los ignorantes, pobres, débiles, los que sufren, los marginados, como identificados con Cristo pobre y abandonado, especial-mente de los que padecen la pobreza mayor: no poseer a Jesucristo» (Es-tatutos UNER, n. 15). Y esto con pa-labras y obras. Necesitamos abrir los ojos de la fe y nuestro corazón a la realidad del sufrimiento que nos lle-ga por miles de medios hoy en día, pues como decían los medievales «ubi amor ibi oculus», donde hay amor hay ojos, que proyectan su luz sobre la realidad.

Desde el Fondo Solidario, tene-mos la posibilidad de hacer realidad

esta ocupación de misericordia con hermanos concretos, de tocar «la car-ne sufriente de los demás» y proyec-tar esa luz de la ternura a través de los Proyectos con Rostros que presenta-mos año tras año. No sé cómo deci-ros para haceros sensibles porque ¡ya lo sois! Solo falta decidirse a trabajar y colaborar. Y ello es cuestión de res-puesta personal al carisma que se nos ha dado y de sentido de pertenencia a la FER en cada centro o grupo. No tienen que contárnoslo desde fuera.

¿Podrías compartir alguna experien-cia que haya sido especialmente sig-nificativa para ti?

El «Haz propia la necesidad del her-mano» no es un simple slogan, sino una urgencia entrañable, que cuando se palpa de cerca, no hace más que con suavidad y firmeza cuestionarte e impulsarte a buscar los cauces y las respuestas de un amor por Amor, que aunque limitado solo es posible si res-pondes unida al Señor Jesús.

Cada persona que llama a nuestra puerta ha ido dejando una huella de fraternidad en mí, cada rostro es una experiencia especialmente significa-tiva, porque vives la impotencia de la necesidad muy marcada por la injus-ticia, a la par del gozo por la genero-sidad de los colaboradores, la confian-za de quien se reconoce necesitado, la confianza de saber que Jesús Euca-ristía está y nos fortalece –en medio de la paradoja– impulsándonos a ser sus manos, pies y voz en favor de nues-tros hermanos.

Parafraseando a don Manuel (en su sueño sacerdotal), diría que el Fon-do Solidario quiere ser para el hom-bre abandonado y olvidado de hoy: «defensa contra el abandono y la in-gratitud; pies que sirven y hacen pre-sente a Jesús Eucaristía donde lo de-sean; manos para dar ayuda en su Nombre aun a los que no lo quieren;

boca para hablar de Él y consolar por Él y gritar a favor de Él cuando se em-peñen en no oírlo... hasta que lo oi-gan y lo sigan...» (OO.CC. I, n. 18). En definitiva dar y buscar compañía a Jesús Eucaristía presente en cada rostro de nuestros hermanos más des-favorecidos.

Mi experiencia significativa es go-zar de la dulzura al recordar cada ros-tro que vuelve a sonreír, a creer, a con-fiar; es estar despierta y alerta porque son muchos los que esperan nuestra respuesta; sin saber cómo, son mu-chos nombres y rostros que te hacen salir y disfrutar de la vida, te ayudan a crecer en fe, esperanza y caridad ver-daderas. Recibes más que das, caes en la cuenta de que debes seguir ade-lante siempre, porque lo que una tie-ne le falta a los pobres.

¿Encuentras que esta misión que te han encomendado responde y te ayu-da en la vivencia de nuestro carisma eucarístico–reparador?Sí y, en consonancia, recuerdo –co-mo llamada y exigencia– las palabras de san Juan Pablo II, en su exhorta-ción Dominicae Coenae, que afirma-ba que el misterio eucarístico impul-sa al amor a todos los hombres: «El

auténtico sentido de la Eucaristía se convierte de por sí en escuela de amor activo al prójimo. Si nuestro culto eu-carístico es auténtico, debe hacer au-mentar en nosotros la conciencia de la dignidad de todo hombre. Asimis-mo, debemos hacernos particular-mente sensibles a todo sufrimiento y miseria, a toda injusticia y ofensa, bus-cando el modo de repararlos de ma-nera eficaz» (n. 6).

Agradezco a Dios y a la Congre-gación esta oportunidad de formar parte tan directa de esta red de ami-gos del Fondo Solidario porque, al fi-nal, todos nos necesitamos, nada ha-cemos solos, crece la solidaridad en-tre todos. Sí, necesitamos salir y re-conocer en el mundo el rostro del Abandonado en los abandonados y desfavorecidos y actuar en consecuen-cia, como Jesús de Nazaret.

Es una manera de vivir la voca-ción reparadora, porque nos inserta en la obra redentora y liberadora de Cristo que por su Misterio Pascual, del que participamos, ha querido res-tablecer la imagen de Dios impresa en el hombre y construir la civiliza-ción del amor. Esto no es posible des-de el intimismo; sino que supone vi-vir en el día a día la fe y el carisma co-mo don, decisión y exigencia, abrien-do pasos a una mejor relación de aco-gida de la realidad del otro y de mi-rar más allá de mis circunstancias y abrirme a los demás y a sus necesida-des, porque la participación en el sa-crificio eucarístico nos urge a reco-nocer en todo hombre, especialmen-te en el pobre, a un hermano, más aún cuando este es víctima de la injusti-cia y el desamor.

Mª del Carmen Ruiz, m.e.n.

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

«A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura» (EG 30).

Queridísimo D. Manuel: Tú nunca tuviste la tentación de ser cristiano «manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor». Al contrario, te acercaste a todos los abandonados que encontrabas para darles una respuesta concreta de cercanía y amor. La FER, estimulada por tu ejemplo, quiere dar una respuesta común, como fruto de su amor a Jesús abandonado, a través del Fondo Solidario, que nos da la posibilidad de

responder como hiciste tú. Te pedimos intercedas por nosotros para que nuestro amor, como el tuyo, sea cada vez más comprometido y concreto. Entrevistamos hoy a la hermana Mª Nadine, que está al frente del Fondo Solidario para que nos ayude a integrar cada vez más en nuestra vida esta dimensión del amor tan necesaria en la vivencia de nuestro carisma eucarístico–reparador.

Así pensaba el beato Manuel«Trabajemos, sembremos en la tierra que pisamos y en nombre de Dios, trabajé-mosla por Él y reguémosla con los sudores de nuestra constancia, con las lágrimas de nuestras oraciones, abonémosla con el calor de la caridad, de nuestras limosnas, cooperaciones y sacrificios... y la cosecha vendrá... cosecha llena de paz y pan para todos» (OO.CC. II, n. 2825).

«¿Hay en la tierra quien represente más al vivo y hasta más auténticamente a Je-sús abandonado que los niños abandonados? ¿Verdad que Él se sentiría desagraviado de los abandonos de sus Sagrarios viéndose acogido y acompañado en esos chicuelos para los que el mundo no tiene más que puntapiés?» (OO.CC. II, n. 2821).

Todos nos necesitamos

Beneficiarios del proyecto «Sembrando vida y esperanza, todos construimos el Reino» para la evangelización, dignificación y reconstrucción de espacios de acogida (Huancayo). Especial ayuda brindó la parroquia Ntra. Sra. de Guadalupe de Cáceres.

Hna. Mª Nadine.

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N unca pensé que iba a estar en Perú y no me faltaron razones para quedarme en el último momento. Pero fui y viví una experiencia única. Todo lo que hicimos

y vivimos me pareció importante, pero me gustó sobre to-do estar con los niños, jugar con ellos y hacerme amigo de cada uno. Se me quedaron las caras de los niños del Hogar Santa Teresita cuando descubrieron que cada uno tenía su regalito. Guardo con cariño las tarjetas que nos hicieron de despedida con sus fotos. La frase «Gracias padrino por mi regalo. Te quiero mucho, vuelve pronto», mantiene fuerte el recuerdo de aquellos días. También la acogida de las fami-lias, su cariño y sencillez, que nos hicieron sentirnos en casa. Gracias por la oportunidad que me brindaron.

Antonio Romero

E n la retaguardia estuvieron Belén, Cristina y Marta, que por inoportunos motivos no pu-dieron cumplir su deseo de viajar. Sí lo hici-

mos los siguientes: Eduardo, sacerdote de la Dió-cesis de Madrid; las hermanas Mª Antonia y Mª Ele-na; y los jóvenes José María, Tere, Antonio, Isabel, María y Jacobo, quien firma estas líneas. En suma, una comunidad, un verdadero equipo unido don-de siempre reinó un ambiente alegre y de compro-miso. ¿Nuestra labor? Llevar el Evangelio «donde falte la esperanza, simplemente por no saber de Ti», como dice la canción.

Para ello conocimos la realidad de los lugares donde desarrollamos la misión: los poblados de

En noviembre del año pasado, impulsados por las Misioneras Eucarísticas de Nazaret de Málaga y acogidos por la misma congregación en Lima y Huancayo, un grupo de jóvenes decidimos emprender un camino a lo profundo. Nueve meses después, doce de ellos tuvimos la suerte de hacer realidad un grupo misionero que trabajó en Perú, en pos del conocimiento de la Palabra de Dios, en favor del enriquecimiento de la sociedad a través de los valores humanos.

Misión de la FER en Perú

Shicuy y San José de Quero, funda-mentalmente, aunque también Bella Vista, Ranra, Ricardo Palma, Chaqui-cocha... y las capitales Lima y Huan-cayo, visitando casas particulares, lle-vando la catequesis a los colegios, compartiendo en centros de acogida, jugando con niños, acompañando a adultos, celebrando misa –también bautismos y comuniones– donde se nos pidió hacerlo, exponiendo, ¡có-mo no!, al Santísimo en Adoración eucarística; etc. En definitiva, acu-diendo donde se nos requirió, hacien-do cuanto estuvo en nuestra mano.

En las mañanas, la prioridad era acercarse a los niños, a los que trata-mos en todos los cursos escolares, es-to es, desde los tres años hasta los 17. Nos decía una profesora de un cen-tro que son niños oprimidos, conse-cuencia de las dificultades que vivió tiempo atrás el país. ¡Pero eran ale-gres! ¡Daba gusto estar con ellos, ha-blar de la confianza, del respeto, de Dios y de nuestras familias!

Ya de tarde, los volvíamos a con-vocar y, entre canto, juego y baile, aca-

baron dominando el Padrenuestro y el Avemaría, rezábamos al Ángel de la Guarda y terminábamos en Misa to-dos juntos, contentos por lo realiza-do, y repitiendo día tras día. Lástima que solo haya sacerdote para ellos una vez al año. También los adultos que-rían de nosotros, y para ellos había reuniones, también catequesis y, có-mo no, la Eucaristía, en la que nos acompañaban.

Ejemplos de vidaY así, en ese estar con la gente, cono-cimos personas y situaciones que ya están en nosotros, de las que comen-tamos dos: Aurelia, quien desde su pobreza material demostró lo que nos decían las hermanas de Huancayo: «irá al Cielo con zapatos puestos». Hay días que no tiene para ella, nos decían, pero un día se presentó con «kiwis para los misioneros». El otro caso al que hacemos referencia es el de Lidia, madre de familia a quien sorprendió la viudez hace apenas unos meses. Trabajadora por contagio y obligación, desde la chacra ha conse-

guido destinar a sus hijos mayores a Lima para estudiar carrera universi-taria (Paola, su mayor, ya trabaja en su tesis) y tiene a su chico en la escue-la, que apenas tiene once primaveras. Una frase que nos dijo: «seremos po-bres, pero hay que vivir bien». Bien conoce Lidia a quiénes quiere Dios en su Reino.

Lo que aquí contamos es una rá-pida panorámica de lo vivido duran-te el mes de agosto en plenos Andes, a casi cuatro mil metros de altura, donde las estrellas están a un salto y las nubes te rodean, donde las tem-peraturas bajan de cero en la noche y el sol quema de día, donde nos aco-gieron corazones abiertos, entrega-dos, para que llenemos el nuestro con sus nombres, donde se unieron familias nazarenas, donde Dios qui-so que fuésemos y donde volvere-mos cuando Él quiera, porque no hay nada que llene más que dar la vi-da por los demás, nada más hermo-so que desprenderse de lo tangible y descubrir la esencia.

Jacobo Herrera

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Con el corazón lleno de nombres

En primera persona - Testimonios - En primera persona - Testimonios - En primera persona - Testimonios - En primera persona - Testimonios-

E n Perú nuestra misión, que tanto tiempo nos ha llevado preparar, parecía que nunca llegaría y ahora,

ya nos quedan solo recuerdos (¡que son muchos!). Mirando hacia atrás, ya no te acuerdas tanto del frío que hacía por la noche, de la sopa que no te gustó o de lo fino que era el colchón donde dormías; ahora eso son anécdotas divertidas.

A cambio de esto, te quedan graba-das en la mente otras muchas imágenes: el abrazo de un niño, un «gracias» de la señora con la que has estado hablando, un paisaje en concreto o alguna frase de esas

personas a las que en algún momento he-mos considerado incultas.

No son pocas las cosas que hemos aprendido allí; y no solo como cultura ge-neral (que también es genial saber cómo ordeñar una vaca), sino aprendizaje para la vida: lecciones de sencillez, de humil-dad, de perdón y de agradecimiento.

Por supuesto, un camino que habría sido casi imposible sin la ayuda de unos corazones que, desde el otro lado del char-co, luchan a diario por llevar a Dios a los sitios más recónditos del Perú: las Misio-neras Eucarísticas de Nazaret. ¡Tanto las

limeñas como las huancaínas! Quizás ellas sean una de las mejores partes de mi viaje a Perú. Siempre atentas, disponibles y agra-decidas. Desde aquí, un «gracias» a todas ellas por su labor diaria y por habernos hecho más fácil nuestra misión este vera-no. Ya algunas voces nos advirtieron que a pesar de llevar nuestras maletas llenas de ropa, regalos, medicinas y material esco-lar, estas volverían, aunque vacías de cosas materiales, llenas de recuerdos y vivencias inolvidables. Ahora, desde nuestras casas entendemos cuánta razón llevaban.

Isabel Romero

En Shiquy volvimos a la niñez disfrutando de la sencillez y alegría de los niños.

La familia Quispe-Alaya, que nos acogió, nos ofreció la oportunidad de acercarnos a su vida y costumbres.

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N o hay palabras que puedan descri-bir tanto sentimiento, que puedan describir lo que ha significado en-

contrarse con Dios en los ojos, en la ter-nura, en las palabras que nos ha dedicado cada niño, cada joven, cada adulto que nos ha abierto las puertas de su corazón, que nos ha acogido como un hermano, que nos han escuchado. Hemos vivido la experiencia de compartir con gente de otro país, con otras costumbres muy distintas a las nuestras, desde la forma en que visten, la forma de trabajar sus gana-dos, sus tierras, su concepto de familia, su variedad gastronómica.

El vivir esta experiencia me ha hecho entrar en el movimiento del latido del co-razón de Dios, el Dios de todos, el Dios Amor, vivo y presente en la Eucaristía, para dar lo mejor que cada uno tenemos dentro de nosotros, que ha sido dado co-mo don, para compartirlo y multiplicar-lo; para recibir aún más de lo que hemos podido dar o enseñar, acoger a cada uno que se ha acercado con una sonrisa, con un plato de comida, con un cubo para que pudiésemos asearnos, o con el hecho de vigilar durante la noche alrededor de nuestro lugar de estancia para velar por nuestra seguridad.

Vibrar al ritmo del amor, de ese amor que solo puede venir de Él, me ha enseña-do que en lo más pequeño, en lo sencillo, inmersos en los Andes peruanos, alejados de toda civilización, ruido de coches o de cualquier tecnología que en nuestra vida tanta importancia damos, está Él, espe-rando a ser acogido, esperando a ser abra-zado, esperando a ser escuchado, esperan-do para jugar. Nos estaba esperando. Esta experiencia misionera me ha enseñado que no con tener más se es más feliz, me ha enseñado a saber apreciar y saber va-lorar cada detalle, cada gesto, cada ofre-cimiento. Es increíble cómo una persona que está pasando necesidad hace su ma-yor esfuerzo para comprar unas frutas pa-ra nosotros que llegábamos. Es increíble cómo sin conocernos, nos han acogido en su comunidad como uno más, dán-donos tanto cariño, preocupándose por nosotros, por que estuviéramos bien. Es en esos gestos donde vemos el amor que

Dios nos tiene. Íbamos con la incertidum-bre del ¿qué pasará?, ¿cómo será?, ¿cómo estaremos? Pero Dios ha estado grande con nosotros y nos ha cuidado cada día. A nosotros y a nuestros padres, que estaban a miles de kilómetros sin noticias, con la incertidumbre de saber cómo estábamos, pero con la confianza en Él.

Hay tantos momentos que hemos compartido entre nosotros y con cada persona que Dios ha puesto en nuestro camino, momentos que aún siguen vi-brando y no cesarán de latir en nuestros corazones por más que pase el tiempo; corazones que vienen cargados de ros-tros, de nombres, de abrazos, de risas, de «¿cuándo vuelves?», de miradas, de encuentro en la oración, en la Eucaristía. Momentos que nos han hecho crecer co-mo personas, que nos han hecho crecer como grupo.

Agradecer a cada una de las herma-nas Misioneras Eucarísticas de Nazaret que ha hecho posible esta misión, las her-manas de Lima y Huancayo que nos han acogido y tratado tan bien, a las hermanas María Antonia y María Elena, que han estado con nosotros, guiándonos, acom-pañándonos cada día, compartiendo con nosotros esta experiencia; agradecer a cada uno del grupo misionero «Sal de tu

tierra», a Tere, Isabel, Jacobo, José María, Antonio, por darse en cada catequesis, por llevar el mensaje, por hacer y crear la-zos de fraternidad, por ayudarme a crecer; y gracias al P. Eduardo, por haber acerca-do a cada hermano peruano más a Dios a través del Bautismo, de la Eucaristía, de cada bendición… Gracias le doy al Señor por haberme elegido para esta misión.

María Rojas

S on alegres, generosos, cálidos, pero, por encima de todo, son gente entre-gada. Te dan todo lo que tienen, lo

que no tienen y lo que les falta. Te dan lo material y lo espiritual, lo que sale de sí, lo más humano, todo, se lo pidas o no, ahí están, te lo han dado.

Son enseñanzas continuas las que im-parten desde su acción, pues son más de hacer que de hablar, mas cuando hablan, ¡cómo hablan! Son gente vivida, trabaja-da, con historias que llegan, que llenan.

Son gente que comparte, que no pi-den más que su familia esté bien y no les roben sus animales. Son grandes maestros de lo sencillo, y sin darse cuenta están im-partiendo continua lección: la lección de los humildes. Estar con ellos fue un regalo.

Jacobo Herrera

D esde niña soñé con irme de misio-nes cuando fuera mayor; y aunque el sueño se adelantó porque no es-

taba en mis planes cercanos, desde que vi la oportunidad de irme a Perú tuve claro que era un regalo de Dios.

No todo fue fácil al principio. Fueron muchos meses de preparación por fuera y por dentro. Todo iba resolviéndose po-co a poco a pesar de algunas dificultades encontradas en el camino. ¡Por fin llegó la hora de marchar! Los nervios, la ilusión, el miedo, la alegría hacían un popurrí de sensaciones en mí pero podían más las ga-nas de llegar allí y la alegría. ¡Siempre en estas cosas ganará la alegría!

Como dice el salmo, el Señor estuvo grande con nosotros ¡y estamos alegres! (estuvimos, fuimos y estamos alegres). ¡Y es que no es para menos que estar ale-gres y felices! Él se hizo presente en lo pequeño, en los niños, en los ancianos,

en los que menos tienen pero más te dan. Millones de anécdotas y vivencias que contar llenas de un Dios vivo presente entre nosotros y en los pueblos por don-de íbamos.

La acogida, la sonrisa, el amor llaman-do a nuestro corazón constantemente en cada situación que nos encontrábamos. Frío, mucho frío, pero el corazón caliente y rebosando de amor.

Es cierto que no había grandes igle-sias, ni tampoco gran formación, pero sí había algo que mueve montañas y era una gran fe en Papá Dios por todos los rincones.

«Dios es amor»: Esa frase sencilla era lo que más resonaba en todos lados; en los coches, en el mercado, en las escuelas... Por todos los sitios estaba escrito a modo de recordatorio algo tan sencillo que tam-bién decimos aquí pero no con tanta clari-dad como lo ven allí. Simplemente «Dios

es amor». Y es que con esa frase sencilla y todo lo que conlleva conocían a lo más grande, y nosotros conocimos mejor a lo más grande viendo los rostros más senci-llos y pequeños.

Me gustaría animar a los jóvenes y no tan jóvenes a que vivan una experiencia de misión, son muchas las posibilida-des que nos dan desde muchas congre-gaciones y desde las diócesis y es una experiencia en la que recoges más que siembras.

Cuando te encuentras con el herma-no y vives tu fe con personas tan distintas a ti, es enriquecedor y lleno de vida. Abres tu corazón, se llena de rostros, de nom-bres, que te acompañaran para siempre.

El Señor se compartió y repartió para quedarse con nosotros vivo y presente y lo hemos visto en cada acontecimiento vivido en esta misión de Perú.

Tere García

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En San José de Quero nuestro mundo se llenó de color y pudimos compartirlo.

En la escuela infantil de Bella Vista era fácil amar a los niños y disfrutar de su inocencia.

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R ealmente el hotel Los Ganaderos se inundó de Marías y Discípu-los de San Juan de los diferentes

centros del país: Catamarca, Córdo-ba, Rosario, Santa Fe, Santiago del Es-tero y Tucumán, totalizando 180 per-sonas. Estuvieron presentes las Misio-neras Eucarísticas, Misioneras Euca-rísticas Seglares y tres Hermanas de la Cruz de Santiago del Estero (Visita-ción de Jesús, María de la Eucaristía, y Amalia de Jesús). Se contó, asimismo, con la presencia de los presbíteros: Henry Ventura (Tucumán), Mario Boggetti (Santiago del Estero) y Pablo Birro (Rosario), encargados de las ce-lebraciones litúrgicas.

Fue notoria la presencia de nume-rosos miembros de la Juventud Euca-

rística Reparadora y hasta la asisten-cia de niños de la RIE.

Un programa ambiciosoEl programa fue muy nutrido, abar-cando diversos temas centrados en los objetivos de renovar el carisma y misión eucarística del beato Manuel y redescubrir la acción eucarístico–social en torno a su figura.

Uno de los ponentes principales fue el P. Henry Ventura que nos com-partió su experiencia personal de tra-bajo en Tucumán.

La Hna. Mª Liliana habló sobre santos y beatos latinoamericanos en relación a la acción social. Los miem-bros de la diócesis de Santa Fe pre-sentaron las cuatro compañías y la

Hna. Mª Laura, la doctrina social en el beato Manuel.

Con la claridad, calidez y espíritu eucarístico que le es propio, la Hna. Mª Antonia desarrolló temas como la acción eucarístico–social, el perfil misionero de la FER y la charla de cie-rre del encuentro.

Fueron casi tres días de compar-tir y densos, en el sentido de que el tiempo se fue como estirando para poder desarrollar todas las activida-des litúrgicas, incluidas la Misa dia-ria, el rezo de laudes, horas santas, así como el rezo del rosario meditado.

Un párrafo especial merece la rea-lización, el sábado por la noche, de la recreación, donde los distintos cen-tros presentaron una fantásticas ga-ma de actividades, desde sketch sobre las reuniones de la UNER, hasta es-pectáculos del folklore argentino del más alto nivel. Todo ello en medio de un clima de animación muy especial que era particularmente motivado por la juventud de Santiago del Este-ro, a la que nos sumábamos todos.

Ideas y entusiasmoEn resumen, nos llevamos de este en-cuentro la alegría de haber participa-do y un montón de ideas para poder llevar a cabo en los diversos centros de todo el país: actividades concretas de acción social, no olvidar el espíri-tu misionero y salir de nuestros nú-cleos para compartir la alegría de ser cristianos y de acompañar a Jesús en el Sagrario.

Agradecemos a Dios por haber podido participar y a los organizado-res que nos brindaron esta hermosa oportunidad de compartir como FER estos momentos inolvidables.

Elly Cordiviola (UNER Santo Tomé)

C on mucha alegría pude asistir a la XI Convivencia Nacional, VI Asamblea Nacional FER, ya que,

de mis 27 años formando parte de es-ta hermosa familia, esta fue la prime-ra vez que participo de una. En ella me encontré con unión, alegría y a mi que-rido Jesús Eucaristía acompañado por mucha juventud que apuesta a vivir cerca de Él. Además pude rejuvenecer y revitalizar mi espíritu eucarístico–reparador al estar en contacto frater-no con los demás miembros FER de la Argentina, quienes nos mostramos en un cálido encuentro de amor euca-rístico. El espíritu de familia envolvió el encuentro y, como somos una fami-lia muy especial, contamos con las Mi-sioneras Eucarísticas de Nazaret, quie-nes estuvieron con nosotros brindán-donos su cariño y simpatía.

También contamos con la partici-pación de sacerdotes que acompañan los grupos de los distintos centros FER del país. Nuestro centro (Rosa-rio) contó con la participación del P. Pablo Birro, quien nos acompaña día a día con su presencia y oración. Ade-más hace un valioso trabajo con la JER mostrándose como un verdade-ro pastor que apuesta y da la vida por

sus ovejas. La presencia de los consa-grados fue muy valiosa, como por ejemplo la participación de las Her-manas de la Cruz, quienes trabajan en el centro de la provincia de San-tiago del Estero. Ellas llenaron nues-tro encuentro de sencillez pero tam-bién de música y alegría.

Fue muy emocionante compartir esta asamblea con la Hna. Mª Anto-nia Moreno, ya que al venir al país pu-do ver el fruto de su siembra. Ella jun-to a otras jóvenes religiosas MEN lle-garon un día a nuestro país para de-mostrarnos que una vida para la Eu-caristía llena de gozo el alma. Para mí fue muy especial porque ella me edu-có y encaminó en la fe. Quisiera apro-vechar este medio para agradecerle los consejos y charlas que nos brin-dó durante los días que estuvo con nosotros. Hoy ya se pueden ver los frutos de su presencia en la Asamblea.

Asimismo fue un gozo muy gran-de cuando mi hija menor, Trinidad, hizo su ofrenda JER. Me llenó de di-cha ver su emoción por querer dar una respuesta de amor al Corazón Eu-carístico de Jesús. Además, el que re-cibiera la insignia de manos de la Hna. Mª Antonia, quien fue para mí instru-mento de Dios para que hoy toda mi familia forme parte de la FER.

Lo que más me impactó de la Asam-blea fue la adoración eucarística cuan-do el P. Henry fue llevando a Jesús Eucaristía cerca de nosotros. ¡Podía-mos ver a Jesús cara a cara, lográba-mos verlo sonreír por ver a tantos co-razones que lo aman! Parecía que nos abrazaba y así iba revitalizándonos con su amor. Fue pasando entre la gente y cuando estuvo frente a mí pu-de agradecerle por concederme el don de darme cuenta de su presencia eu-carística y por permitirme participar de tan hermoso encuentro a pesar de mi salud. En ese momento también recordé a mi querido Bto. Manuel González diciendo: «Corazón de mi Jesús, quiero vivir confiado y alegre porque Tú cuidas de mí».

Mirta Liliana Maldonado de Benítez (UNER Rosario)

Asamblea Nacional de la FER en Argentina

Dios está aquíEntre los días 25 al 27 de septiembre de 2015, se desarrolló en San Pedro Colalao, una pequeña villa cerca de la ciudad de San Miguel de Tucumán, la XI Asamblea Nacional de la Familia Eucarística Reparadora de la República Argentina. Contó con la asistencia de la Delegada para América Latina, Hna. Mª Antonia Moreno, y la Delegada Nacional, Hna. Mª Liliana García.

Alegría y fraternidad«Con mucha alegría viví los días de la asamblea, donde se vio la fraternidad y unión de toda la Familia Eucarísti-ca, renovando nuestra entrega a Jesús Eucaristía. Tomando nuevos impul-sos para la misión eucarístico–social de anunciar a todos que Jesús los es-pera en el Sagrario pero, sobre todo, mostrar lo felices que somos a su lado teniendo trato íntimo con Él».

María Belén Méndez, m.e.s.n.

Jesús nos da fuerzas«Desde hace ya 15 años estoy en este ca-risma, el cual me cambió en muchas cosas. No puedo expresar con palabras lo que siento, la emoción es muy grande. He visto que tengo ese motor que sigue marchando. A veces va lento por las circunstancias de la vida, pero cuando estoy frente a Jesús Eu-caristía, parece tomar velocidad. Sigo ro-gando para poder continuar sorprendién-dome con estas emociones tremendas».

Mary (UNER La Pelada)

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Formación carismática

E l catequista ha de tener clara su identidad y su vocación (ser), al igual que tiene que formarse en

conocimientos y tener clara la doctri-na de la Iglesia (saber), y también es-tar actualizado en metodología y téc-nicas (saber hacer). Un buen cate-quista es aquel que vive en perfecta coherencia estos tres pilares de su ha-cer catequesis, dando especial impor-tancia a la dimensión del ser que es la que le configura como persona llama-da por el Señor a transmitir la fe.

Una vocaciónEl ser catequista es una vocación y co-mo tal exige una respuesta generosa del llamado para ir configurando su propia identidad con la del que lla-ma. Así pues, el catequista comienza a ejercer su ministerio en la comuni-dad en el momento en el que busca profundizar en su vida espiritual y ac-tualiza constantemente su encuentro con Cristo.

La vocación del catequista fue be-llamente comentada por el papa Fran-cisco en el encuentro de catequistas que se celebró en Roma con motivo

del Año de la fe, cuando dijo: «Se tra-ta de estar en la presencia del Señor, de dejarse mirar por Él. Y les pregun-to: ¿Cómo están ustedes en la presen-cia del Señor? Cuando vas a la Igle-sia, miras el Sagrario, ¿qué hacéis? Sin palabras… Pero yo hablo y hablo, pienso, medito, siento… ¡Muy bien! Pero ¿te dejas mirar por el Señor? De-jarse mirar por el Señor. Él nos mira y esta es una manera de rezar. ¿Te de-jas mirar por el Señor? ¿Cómo se ha-ce? Miras el Sagrario y te dejas mi-rar… Así de sencillo. Es un poco abu-rrido, me duermo… ¡Duérmete, duér-mete! De todas formas Él te mirará, igualmente te mirará. Pero tienes la certeza de que Él te mira. Y esto es mucho más importante que el título de catequista: forma parte del “ser” catequista. Esto caldea el corazón, mantiene encendido el fuego de la amistad con el Señor, te hace sentir que verdaderamente te mira, está cer-ca de ti y te ama» (27/9/2013).

La catequesis es el catequistaEstas palabras del papa Francisco pa-recen salidas de la pluma de don Ma-nuel González cuando, en las prime-ra páginas de Cartilla del catequista cabal, invita a los catequistas a ser ca-tequistas de verdad, catequistas vo-cacionados y les invita a priorizar la dimensión del ser: «Dadme un cate-quista con vocación, ya sea por de-

ber, ya por caridad, con la prepara-ción intelectual adecuada, que trate primero con el Corazón de Jesús en el Sagrario lo que va a tratar después con los niños y que, sobre todo, ame a estos con el amor que se saca del Sa-grario, dadme un catequista así y no me digáis ya que ese catequista no puede enseñar, no puede cumplir su oficio, porque le falta material docen-te como cuadro murales, proyeccio-nes cinematográficas, valiosos pre-mios, jiras atrayentes…» (p. 17).

Tres principios pedagógicosEl obispo de la Eucaristía continúa animando a los catequistas a ser maes-tros de fe con tres refranes populares que resumen a la perfección otras tres convicciones del ser evangelizador: vida interior y coherencia, atención a los destinatarios y testimonio.

Nadie da lo que no tiene. El cate-quista está llamado a vivir intensa-mente la oración, para llenarse de Dios y así darle a conocer, a gustar y a amar.

No hay que pedir peras al olmo. Aquellos que se dedican a educar a los niños han de recordar siempre que los niños son niños y que han de presentar la doctrina, no en tono de sermón, sino conectando con el al-ma del niño.

Ojos que no ven, corazón no quie-bran. Los niños han de ver el conte-nido de la catequesis presentado de

Las dimensiones de todo catequistamanera testimonial, desde el Evange-lio y la vida misma de Jesús pasando por la vida del catequista.

Si la vocación del catequista nos recuerda la importancia de cuidar su ser, identidad y misión, don Manuel no olvida el fin último de la cateque-sis, que es procurar el encuentro con Cristo: «Poner los niños tan cerca

de Jesús que aprendan de Él, en el Evangelio y en el Sagrario, todo el ca-tecismo, no ya de memoria, sino de conocimiento, de cariño y de imita-ción» (p. 25).

A esto ha de dirigirse todo el ha-cer de la catequesis como nos dice el DGC: «el fin definitivo de la cateque-sis es poner a uno no solo en contac-

to sino en comunión, en intimidad con Jesucristo» (DGC 80).

Trabajemos y oremos para que, como Familia Eucarística Reparado-ra, ahondemos en este curso, al releer el texto de don Manuel, en aquello que es constitutivo de nuestra voca-ción: conocerlo y darlo a conocer.

Sergio Pérez Baena , Pbro.

Cuando hablamos de la formación de los catequistas, el Directorio General para la Catequesis (DGC) distingue tres dimensiones que están llamadas a vivirse armónicamente: el ser, el saber y el saber hacer. Estas dimensiones pueden aplicarse a cualquier agente de pastoral o evangelizador que se toma en serio su misión y busca formarse.

El ser catequista es una vocación y, como tal,

exige del llamado una respuesta generosa

Se debe presentar la doctrina conectando con el alma del niño

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E ste amor misericordioso, esen-cia de las entrañas del Padre, ma-nifestado en su Hijo, refleja la

multiforme manera de amar que tie-ne Dios. Misericordia significa: com-pasión hacia los necesitados, fideli-dad de Dios a la Alianza y a sus pro-mesas, obra salvífica en Cristo, Cor-dero Inmolado, entrañas interiores de verdadero Padre, ternura en abundan-cia, capacidad de perdonar siempre, disposición para ayudar al pobre y al enfermo,...

Hoy, en la Adoración Eucarística, nos postramos a los pies de quien nos ha liberado de la oscuridad del peca-do, de quien ha roto las cadenas de la muerte, de quien ha vencido para siempre al diablo, de quien ha ido de-lante de nosotros a prepararnos sitio en la morada eterna. Le decimos con el salmista: «Que tu misericordia, Se-ñor, venga sobre nosotros como lo es-peramos de ti» (Sal 33,22). Y tam-

bién: «Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres» (Sal 107,31).

Hoy, con la mirada puesta en Je-sús Eucaristía, rostro misericordioso del Padre, adoramos a quien nos ali-menta como Pan de vida, nos lleva a la plenitud humana, nos hace gozar de su amistad íntima, nos envía a ser sus testigos en medio de los hombres, nos compromete a ser continuadores de su misión, nos enseña a amar co-mo Él amó: amar sirviendo a pobres, excluidos, enfermos, sufrientes, mar-ginados,... porque el servir amando es signo distintivo de la misericordia. Todo en Jesús habla de misericordia. Todo Él manifiesta compasión, en-trañabilidad, donación sin límites.

«Misericordia, Dios mío, miseri-cordia, que mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad» (Sal 57,2).

Oración inicialOh Padre compasivo y bondadoso, que enviaste a tu Hijo como Salvador, que revelas tu omnipotencia sobre to-do en tu perdón y tu misericordia, si-gue llamando a la puerta de tantos que te han cerrado su corazón y muéstra-

te cercano, providente, sencillo, san-to y misericordiosos con todos los que te buscan con sincero corazón. PNSJ.

Escuchamos la palabraJesús de Nazaret, con su palabra, sus gestos y su Persona, nos revela la mi-sericordia de Dios:«¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucris-to. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad» (1 Jn 5,5-7).

Un amor que salvaGracias al infinito amor del Padre ha-cia la humanidad, amor sin límites y eterno, la misericordia es superior al juicio: hemos sido salvados por la Pa-sión y Muerte de Jesús, en el madero de la Cruz, y por su victoria gloriosa: la Resurrección. Jesús ha derramado hasta la última gota de su Sangre pa-ra darnos vida, su Vida. El Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, des-cendió sobre los apóstoles y los dis-cípulos, en compañía de María, en Pentecostés: «se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó to-da la casa donde se encontraban sen-tados [...]. Se llenaron todos del Es-píritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse» (Hch 2, 2.4).

«Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos

ha hecho revivir con Cristo –estáis sal-vados por pura gracia–». (Ef 2,4-5).

Esta remisión de nuestros peca-dos se logró a precio de la sangre de Cristo, Dios hecho hombre, a precio de su Corazón traspasado por la lan-zada del soldado, Corazón del que brotó sangre y agua (cf. Jn 19,34), Co-razón que manifiesta el carácter ilimi-tado de ese amor misericordioso del Padre en favor de los hombres, dan-do muerte a la muerte con la muerte de su Hijo: «Ya sabéis que fuisteis li-

berados de vuestra conducta inútil, heredad de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con la Sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin man-cha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los último tiempos por vosotros» (1 Pe 1,18-20).

Escuchemos al beato ManuelD. Manuel González, cuando con-templa el triunfo de la Cruz y se di-

rige a los sacerdotes, pone en boca de Jesucristo estas palabras que ex-presan la infinita misericordia del Hijo, dando la vida por toda la hu-manidad y quedándose con noso-tros en la Eucaristía para siempre, para que participemos de su Vida divina: «Yo no he reinado en la tie-rra más que así. La cruz llevada por mí y los míos es la única que puede destrozar a esos enemigos. Las pa-siones, la soberbia, la lujuria, la pe-reza, no tienen más enemigo serio

La misericordia es la forma más bella y honda que tiene Dios de amarnos. La misericordia es la esencia de Dios. Es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro: Jesús de Nazaret es el Enviado del Padre, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Salvador de la Humanidad, quien nos revela quién es el Padre. Dios es Amor. Amor que salva, redime, cura, libera, transforma, nos hace partícipes de su vida divina.

Letanías a Cristo ReyRespondemos: Señor, ten misericordia de nosotros.

u Señor, ten misericordia de nosotros.u Cristo, ten misericordia de nosotros.u Cristo, óyenos.u Cristo, escúchanos. u Dios, Padre celestial.u Dios, Hijo, Redentor del mundo.u Dios, Espíritu Santo.u Trinidad Santa, un solo Dios.u Jesús Rey, verdadero Dios y verdadero hombre.u Jesús, Rey de cielo y tierra.u Jesús, Rey, Principio y Fin de todo lo creado.u Jesús, Rey, reinando en todos los corazones.u Jesús, Rey, esposo fiel de nuestras almas.u Jesucristo, Rey del Universo y Salvador de todos.u Jesucristo, Rey del Universo y Sumo Sacerdote.u Jesucristo, Rey y Maestro de toda Sabiduría.u Jesucristo, Rey y Señor, Soberano de todo.u Jesucristo, Rey y Pontífice entre el Padre y la

Humanidad.

u Jesucristo, Rey y Juez sumamente Misericordioso.u Jesucristo, Rey de la Gloria e impronta del amor del

Padre.u Jesucristo, Rey invencible y pacientísimo.u Jesucristo, Rey coronado de espinas.u Jesucristo, Rey que mueres dando la vida por todos.u Jesucristo, Rey Crucificado entre dos malhechores.u Jesucristo, Rey gloriosamente resucitado.u Jesucristo, Rey de amor en el Santísimo Sacramento.u Jesucristo, Rey de paz que siembras comunión en la

Iglesia.u Jesucristo, Rey de perdón que intercedes por los

pecadores.u Jesucristo, Rey de consuelo que alivias el sufrimiento

de muchos.u Jesucristo, Rey que lavas los pies a los tuyos

haciéndote Esclavo.u Jesucristo, Rey del Universo, que eres Señor de la

historia.

V. Bendecid a vuestro pueblo, oh Jesús Rey: gobernadnos y protegednos.R. Vivid y reinad en nuestros corazones y en los corazones de todos los hombres.

Sal 33,22

como lo esperamos de tiQue tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros

El servir amando a los más necesitados

es el signo distintivo de la misericordia

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Cordialmente, una carta para ti

Estimado lector: Estarás de acuerdo conmigo en que casi todas las audiencias generales del papa Francisco tienen un carácter entrañable, familiar, pese a la enorme multitud que acude a la Plaza de San Pedro. Sin embargo, es cierto que pocas audiencias se pueden comparar a aquella del pasado verano en la que se centró en la enfermedad.

D estacó entonces que cuando llega la enfermedad la familia sufre intensamente esa situa-

ción adversa. Incluso dijo que mu-chos padres sufren el dolor del hijo con mayor intensidad que si se trata-ra de un dolor propio.

Por la anterior circunstancia ase-guró el santo padre que «la familia ha sido siempre el hospital más cercano, porque aún hoy, en muchas partes del mundo, el hospital es un privilegio para pocos, y a menudo está distan-te». Con razón considera a la familia como el «hospital más cercano».

Jesús y los enfermosSeguidamente, el papa hizo referen-cia a los Evangelios. Afirmó que en ellos encontramos muchas páginas que relatan los encuentros de Jesús con los enfermos. «Él se presenta pú-blicamente –recordó– como alguien que lucha contra la enfermedad y que vino para sanar al hombre de todo mal: el mal del espíritu y el mal del cuerpo».

Jesús nunca rehusó el contacto con los enfermos, jamás pasó de largo a su lado, jamás se negó a curarlos cuan-do salían a su encuentro. Todo lo con-trario, la curación del enfermo era pa-

La heroicidad ocultara Él algo prioritario, algo más impor-tante que la ley, incluso más impor-tante que una ley tan sagrada para los judíos como era la de respetar el des-canso del sábado. En este sentido, hi-zo referencia el pontífice a lo que na-rra san Marcos sobre la curación del hombre que tenía una mano seca. Pe-se a que aquel día era sábado, Jesús obró el milagro en presencia de los fariseos, lo que le acarreó su odio.

Encuentro con la cananeaOtro claro ejemplo de que Cristo ja-más se negó a curar a los enfermos –recordó el papa Francisco– lo tene-mos en el episodio de la mujer cana-nea. Se trata de una mujer pagana, que no pertenecía al pueblo de Israel, la que le suplica que cure a su hija. En un principio Jesús se resiste y le dice: «No es bueno tomar el pan de los hi-jos y arrojarlo a los perrillos». Ella le contesta: «Cierto, Señor, pero tam-bién los perrillos comen de las miga-jas que caen de la mesa de sus amos». Ante tanta humildad y tanta fe, Jesús cura a la hija de la mujer cananea.

Hay otros muchos Evangelios, apreciado lector, que narran curacio-nes de enfermos, lo que pone de ma-nifiesto que Jesús jamás rehusó el con-tacto con los que padecían alguna en-fermedad, jamás se negó a curarlos cuando se le acercaban y se lo pedían con fe. Es más, manda a sus discípu-los que hagan lo mismo y les otorga el poder de curar enfermos.

No olvidó el papa Francisco el im-portante papel de la educación para que la familia se sienta unida y con fuerzas ante la enfermedad. Hay que educar a niños y jóvenes para que sean solidarios cuando llegue la en-fermedad de algún familiar. «Y pien-

so –destacó el papa– cuán importan-te es educar a los hijos desde peque-ños en la solidaridad en el momento de la enfermedad».

La educación en la solidaridad, ante la enfermedad de un familiar, ha-rá que desaparezca esa frecuente fal-ta de sensibilidad ante el dolor ajeno, ante la enfermedad de los demás. Esa falta de sensibilidad –precisó el san-to padre– «hace que los jóvenes es-tén anestesiados respecto al sufrimien-to de los demás». Hay, pues, que «edu-car a los hijos y a los nietos en la com-prensión de esta cercanía en la enfer-medad en la familia».

Los verdaderos héroesAntes de finalizar esta audiencia el pa-pa Francisco hizo una hermosa y en-trañable referencia a lo que él llama la

«heroicidad oculta», es decir, a esa heroicidad que tiene lugar en el seno de la familia y que los de fuera desco-nocen. Con ese tono afectuoso, cer-cano y familiar que tanto le caracteri-za recordó a la mujer o al hombre que acude al trabajo agotado, cansado y, al preguntarle qué le sucede, responde: «He dormido solo dos horas porque en casa hacemos turnos para estar cer-ca del niño, de la niña, del enfermo, del abuelo, de la abuela». Esta es, ami-go lector, la verdadera, la auténtica, heroicidad. Esa heroicidad que no en-tiende de aplausos ni de medallas… Es la heroicidad de quienes aman a su familia y se entregan a ella hasta llegar al sacrificio, sin esperar ni pedir nada a cambio. Es la heroicidad oculta.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

«Santa Isabel de Hungría curando a un enfermo». Lucas Valdés (1715). Museo de Bellas Artes. Sevilla (España).

y de verdad que mi cruz, es de-cir, la cruz llevada a ejemplo mío y con la gracia mía... Sacerdote mío, compañero de la cruz, ¿caes ahora en la causa de tus desen-cantos y desilusiones, tus desma-yos y quejas, tus tinieblas y de-sorientaciones...?

Insensiblemente te dejas llevar del espíritu humano que no quie-re la cruz, que odia a muerte y te empeñas en trabajar sin cruz, en triunfar sin cruz... y ¡lo que es peor, en glorificarme a mí y santificarte a ti sin cruz...!

No olvides nunca que desde el Calvario y desde el Altar de tu Mi-sa gané y doy la mayor gloria a mi Padre y la mayor gracia a los hom-bres, y en el Calvario y en el Altar, ¡fíjate, sacerdote mío!, ¡estoy en cruz!

¡Qué contento quedaría yo en tus Misas si de cada una de ellas sacaras ganas de estar en tu cruz un poquito mejor que el día ante-rior!» (OO.CC. I, n. 599).

«Los dominios del Rey de la infinita misericordia. Un alma ha venido a decirme: “En medio de la enorme angustia que me pro-ducen mis pecados, peligros y fla-quezas, tengo un gran consuelo: el de poder ofrecer al Corazón de Jesús los dominios más extensos para que ejerza su reinado. ¿No es sobre la miseria en donde se ejer-cita la misericordia?, y ¿no es infi-nita la de nuestro Rey crucificado y sacramentado Jesús?

Pues no es vano ni infundado mi consuelo cuando desde el océa-no del barro y aun del cieno en que me sumergen mis miserias, exclamo: ¡Rey de infinita miseri-

cordia, ven a reinar en la infinita miseria mía!».

Traslado aquí ese grito de es-peranza y de consuelo para que encuentre eco y repetición en mu-chas almas que viven bajo el peso de la desconfianza y bajo la perse-cución del miedo ¡porque tienen muchas miserias!

Andad, andad con ellas al Sa-grario y presentadlas como domi-nios suyos al Rey de la misericor-dia infinita que allí os espera» (OO.CC. II, nn. 3065-3066).

«Mis propiedades: Tengo cua-tro cosas sobre las que puedo po-ner el mi de la propiedad más ri-gurosa: mi Crucifijo, mi Sagrario, mi amor propio y mi barro.

¡Corazón de mi Jesús, que yo me acabe de enterar de lo que me estás diciendo muerto en mi Cru-cifijo y callado en mi Sagrario!

¡Ah! ¡Si mi amor propio aca-bara de enterarse! ¡Él, tan vivo y tan charlatán!

¡Corazón de Jesús, en vista de los malos ratos que te da y me da ese charlatán inquieto, yo quiero renunciar con gusto a la propie-dad de mi amor propio; me bas-ta la propiedad de las miserias de mi barro! ¿No son estas las que me aseguran la propiedad y la po-sesión del Amor misericordioso entronizado en mi Crucifijo y en mi Sagrario?» (OO.CC. II, nn. 3272-7273).

Oración finalOh Dios, Padre de la misericor-dia, que constituiste a tu Hijo Rey del Universo, vencedor del peca-do y de la muerte, haz que su Rei-no nos alcance, para que poda-mos experimentar que, gracias a la acción del Espíritu, su vida y verdad, su bendición y amor, su justicia y paz, su ternura y salva-ción llenan por completo toda la tierra. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

Ofrezcamos a Dios nuestras miserias

para que él pueda ejercer su misericordia

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PREFIERO EL PARAÍSOCon mirada eucarística

E s normal al conocimiento y sen-timiento humano el distinguir y diferenciar, también en las cues-

tiones elevadas de la santidad. Así no es extraño escuchar expresiones del tipo «nuestro santo patrón», «el san-to de mi devoción» o contemplar es-cenas en donde cada cual se acerca a rezar a la imagen preferida o simple-mente recordar las advocaciones in-numerables con que se llama a la Vir-gen o al mismísimo Cristo. Mi Santo, mi Virgen, mi Cristo. Y evidentemen-te el «mío» es mucho más interesan-te que el de los otros, que el de los de-más. Esto, humanamente hablando, es así.

Todos los santos son igualesAunque por poco que lo pensemos, sabemos que no es así. Todos los san-tos son iguales a los ojos de Dios, que es lo único que importa, inclui-dos los santos anónimos cuya me-moria celebramos todos los años el día primero del mes de noviembre. También los santos conocidos obe-decen a modas, a circunstancias es-

pecíficas, a tiempos determinados y pasan a ser venerados en más o en menos según las épocas, según la geografía, hasta según los medios de comunicación como sucede hoy en día. La importancia de la santidad, el ranking de la santidad –dicho con palabras actuales– únicamente la es-tablecemos los humanos. Para Dios todos los santos están en el mismo altar y gozando al unísono eterna-mente de su presencia.

La diferenciación es cosa inheren-te a la limitación de la razón humana; la igualdad absoluta es una pertenen-cia a la infinitud de Dios.

El único sacerdote filipensePensando en estas cosas, sabemos que el pasado día 15 de octubre hemos celebrado la fiesta de Santa Teresa, nuestra santa de Ávila, española y uni-versal, Doctora de la Iglesia. Como bien sabéis, nació por el año de 1515 y a lo largo de todo el presente año, el 2015, hemos conmemorado los quinientos años de su nacimiento. Por tal motivo han tenido lugar numero-sísimos actos que nos han recordado la inmensidad, la grandeza y la locu-ra divina de nuestra santa. En Espa-ña ha sido todo un acontecimiento.

Al lado de nuestra casa de Alba-cete, donde vivimos, sin bajarnos de la acera, nos tropezamos con un tem-

plo que tiene escrito en su frontispi-cio, en letras mayúsculas: «Esta es la Casa de Dios. Iglesia de San Feli-pe Neri». Evidentemente Felipe Ne-ri no es el propietario, sino el santo al que está dedicada esta iglesia o ca-sa de Dios. También Felipe Neri, co-mo Teresa de Jesús, nació el año 1515, cumpliéndose por lo tanto, así mis-mo en el presente año, los quinien-tos años de su nacimiento. A san Fe-lipe Neri se le conoce como el Após-tol de Roma y es patrón de Italia. Fi-lippo Romolo Neri, san Felipe Ne-ri, nació en Florencia, fue un hom-bre comprometido y eucarístico, un santo contemplativo en la acción que nos recuerda en muchos aspectos al Apóstol de la Eucaristía, el beato Ma-nuel González García. Suponemos que en su ciudad natal, también en Italia, habrá tenido actos de recono-cimiento. Reconocimiento humano, claro.

Aquí en Albacete todos los actos los ha presidido el padre Jesús, el úni-co sacerdote filipense que queda en Albacete. Nos invitó a merendar en el salón anexo a la iglesia y nos mos-tró escritos de Felipe Neri colgados en las paredes. Y eso fue todo. Nos invitó a merendar el padre Jesús, que vive en la absoluta pobreza, que vis-te camisa y pantalón humildes, que dice Misa todos los días y lee sus ho-milías con cariñoso esfuerzo, que vi-sita a los enfermos y necesitados, que da una palabra de aliento a todo el mundo, que está dispuesto para to-do aquel que lo solicite, que vive la alegría elemental del Evangelio, que huele a oveja, como quiere el papa

Francisco, y como puso en práctica durante toda su vida el mismísimo Felipe Neri.

La fuerza viene de la EucaristíaFelipe Neri conoció personalmente a Ignacio de Loyola, cuya intercesión pidió para irse de misionero a Asia, si bien su destino Dios se lo tenía reser-vado en Roma. En esta ciudad aten-dió a niños desamparados, a pobres e indigentes, a peregrinos sin techo, a enfermos sin recursos, llegando a fun-dar la Confraternidad de la Santísima Trinidad, conocida como la Cofradía de los Pobres. Nos recuerda a Manuel González, arcipreste de Huelva.

En una Roma en plena Contrarre-forma, con una jerarquía eclesiástica relajada, acompañado de seglares, vi-sitaba las iglesias, predicando las raí-ces evangélicas de la pobreza y el amor, haciéndole compañía a Jesús Sacra-mentado. Nos recuerda a las Marías de Manuel González.

Por si hubiera alguna duda sobre de dónde le venía la fuerza, la alegría de vivir, estableció la adoración de las cuarenta horas. Durante cuarenta ho-ras, en los templos de Roma, se expo-nía el Santísimo, la Sagrada Hostia bien visible en el altar mayor para que fuera adorada por los fieles, estable-ciendo los turnos pertinentes. Após-tol de Roma, Apóstol de la Eucaris-tía, es lo mismo.

Y por si fuera poco, fue calumnia-do y perseguido, como Manuel Gon-zález tuvo su noche oscura. También fue fundador, como lo sería Manuel González, fundador del Oratorio, en-cuentro del hombre con Dios, el Dios

de todos, su particular Paraíso. Por eso cuando el papa Sixto V le propu-so hacerlo cardenal, Felipe Neri, con humildad y respeto, con sonrisa abier-

ta contestó: «Prefiero el Paraíso». Bien sabía él de dónde le venía la fuer-za de su respuesta.

Lucrecio y Teresa, matrimonio UNER

Prefiero el ParaísoAcabamos de celebrar la Solemnidad de Todos los Santos. Nos gusta especialmente esta fecha no solo porque vayamos al cementerio donde reposan los restos de nuestros seres queridos, no solo porque escuchemos la Misa entre el silencio de los sepulcros, sino también porque nos ponemos en presencia de todos los santos, incluso de los que no sabemos que lo son.

En la santidad,la igualdad absoluta es una pertenencia

a la infinitud de Dios

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«San Felipe Neri». Guercino (1656). Museo di Stato di San Marino.

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Lectura sugerida

Siete pilarespara la felicidad

Autor: Notker Wolf

Año: 2015Páginas: 196Tamaño: 13,6 x 21 cm

Editorial: Narcea

Precio: 15,60 €

U n hombre apasionado por la ciudad de Roma, lugar donde reside, aunque por razón de

su cargo ha visitado numerosos paí-ses. Le encanta la música y toca va-rios instrumentos, entre ellos, la gui-tarra eléctrica en un grupo de rock. Ya han editado varios CDs, todos ellos con contenidos cristiano y di-rigido especialmente a los jóvenes. Es autor de varios libros, muchos de ellos traducidos en diversos idiomas. Traemos a las páginas de El Granito su última obra: Siete pilares para la felicidad.

Un deseo universalEn los nueve capítulos de su obra abundan expresiones sencillas, llenas de vida, ejemplos traídos de lo coti-diano, anécdotas que ilustran los con-tenidos más profundos, expresados con la sabiduría que brota de la sen-cillez y la transparencia, de la lógica y la experiencia, del estudio y el tra-

to con el hombre y con Dios.Este monje benedictino nos alien-

ta con la afirmación de que el deseo de cualquier persona es alcanzar la fe-licidad, pero este objetivo no es fácil, de ahí que nos brinde unos consejos con los que se pueden poner las ba-ses para conseguir la meta deseada. Son los siete pilares, como punto de apoyo en la vida verdadera, para po-der edificar con acierto. Son las clási-cas tres virtudes teologales (fe, espe-ranza y caridad) y las cuatro cardina-les (fortaleza, justicia, prudencia y templanza) presentadas de una for-ma muy actual, acudiendo a situacio-nes cotidianas, ejemplificando su buen y mal uso.

Y puesto que la felicidad tiene que ver con el sentido, el P. Wolf nos dice que «se puede ser feliz solo cuando encuentro sentido y para ello he de ponerme en camino, necesito visión de las cosas. La comodidad, el soñar despierto, ese dulce no hacer nada, no conduce a la felicidad. Esta es al-go más que un bienestar, más que un sentimiento. La felicidad pide rela-ción, requiere comunión, es apertu-ra a algo más grande. La felicidad es un regalo. Tengo que tener cierta ca-pacidad de percepción».

El autor manifiesta en su obra que el miedo mata la felicidad y la liber-tad. «Es necesario conocer, ser cons-cientes de la propia identidad, saber

quién soy» y las virtudes forman par-te del conocimiento humano de la fe-licidad. La virtud no considerada co-mo un esfuerzo continuo que nos ha-ce sudar, sino más bien se trata de cua-lidades del alma, de la recta concien-cia, del sentido de responsabilidad.

Virtud y felicidadLa virtud une y es hermana de la hu-mildad. No nos hacen esclavos sino que capacitan nuestra libertad. Solo aquel que vive virtuosamente puede llegar a ser con el tiempo una perso-na feliz.

Al leer este libro nos encontramos con la certeza de que las siete virtudes son los pilares sólidos de la casa de la felicidad, una casa donde hay vida, donde moran la entrega y la alegría.

Mª del Valle Camino, m.e.n.

Notker Wolf, natural de Babiera, Alemania (1940) es benedictino y doctor en Filosofía. Como abad primado de la confederación benedictina, es representante de todos los monasterios y abadías del mundo de la Orden de San Benito.

Auto-conocernospara ser felices

Cartelera recomendada

D irigida por Philippe de Chau-veron , cuenta con un reparto coral encabezado por el actor

francés Christian Clavier junto a ac-trices de la talla de Chantal Lauby y Élodie Fontan, además de un varia-do grupo de actores noveles de los que seguro oiremos hablar en los próxi-mos años.

Una vez más, el tema del choque de culturas vuelve a ser utilizado co-mo leitmotiv en una película que lle-gó en un momento en el que la xeno-fobia y el racismo aumentaban a pa-sos agigantados en Francia. Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? es un canto a la multiculturalidad que llega direc-tamente al corazón. Una situación quizás exagerada la de esta familia, pero llevada a escena con imagina-ción, humor y mucha hondura.

En Dios mío, ¿pero qué te hemos he-cho? conocemos a la familia Verneuil: a Claude y Marie, un matrimonio ca-tólico y padres de cuatro hijas, a las que han inculcado sus valores y cos-tumbres. Algo que no ha sido tarea

fácil teniendo que pasar tres malos tragos: el matrimonio de su hija ma-yor con un musulmán, seguido por el de su segunda hija con un judío y el de la tercera con un chino.

Para sonreír y reflexionarAunque intentan aceptarlo, no pier-den la esperanza de que su cuarta hi-ja pueda casarse por la Iglesia. El op-timismo de los Verneuil aumenta cuan-do la joven conoce a un muchacho católico con el que comenzará a salir. ¿Conseguirán los Verneuil que al fin una de sus hijas prolongue sus tradi-ciones?

La película está repleta de gran-des conversaciones y escenas hilaran-tes, sobre todo en las comidas fami-liares, momentos irresistibles e inol-vidables.

Pero no solo nos hace reír, sino que también nos hace reflexionar y debatir, pues como toda buena come-dia lleva un mensaje serio en el fon-do, y aquí se trata de la sencillez bí-blica. La religiosidad recorre el film de principio a fin de una manera cla-ra de percibir pero a la vez exige de-jar a un lado los prejuicios para com-prenderla y disfrutarla.

Avalada por más de 12 millones de espectadores que han ido a verla en las salas francesas, sin duda algu-na es una comedia que no defrauda y permite pasar un buen rato en su bu-taca frente a la pantalla.

José Manuel Bacallado

¿A la cuartava la vencida?

No hay nada como una buena comedia para conseguir que olvidemos todos los problemas que podamos tener, y Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? tiene todos los ingredientes necesarios para que desconectemos y pasemos 90 minutos de buen humor, sin parar de reír.

Ficha técnicaNombre: Dios mío, ¿pero qué te

hemos hecho?Duración: 97 minutos

Año: 2014País: Francia

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AgendaNoviembre

Viaje del papa a África

Del 25 al 30 de noviembre el papa Francisco realizará un via-je apostólicos a tres países africanos:

25-27: Kenia27-29: Uganda29-30: República Centroafricana

En su viaje, el santo padre se encontrará con las autorida-des, los obispos, los sacerdotes, los religiosos, seminaristas y los jóvenes de cada país. También habrá celebraciones ecumé-nicas e interreligiosas y visitará un campo de refugiados.

Himno para el Jubileo

El Año de la Misericordia ya tiene himno, que se abre con las pala-

bras del lema del Jubileo: Misericordes sicut Pater (Mise-

ricordiosos como el Padre). Los autores, Paul Inwood (música) y el padre jesuita Eugenio Costa (letra), han cedido los derechos de la obra al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nue-va Evangelización para faci-

litar su difusión en toda la Iglesia. La grabación se ha rea-

lizado en la Capilla Musical Pon-tificia, dirigida por el maestro

mons. Massimo Palombella, y ha sido editada por Radio Vaticano.

Intenciones del papa para el mes de noviembre

Universal: Para que nos abramos al encuentro personal y al diálogo con todos, también con quienes piensan distinto de nosotros.

Por la Evangelización: Para que los pastores de la Iglesia, con profundo amor por su rebaño, acompañen su camino y ani-men su esperanza.

Asuntosde familia

6Viernes

1Domingo

8Domingo

20Viernes

22Domingo

25Miércoles

15Domingo

16Lunes

3434

Iglesia: Solemnidad de Todos los Santos. El papa Francisco celebra la Eucaristía en el Cementerio de Roma

FER: En 1935, el beato Manuel González, en la Semana Pro Seminario de Toledo, da una conferencia sobre: «El decrecimiento de las vocaciones sacerdotales y sus causas»

FER: Aniversario de la fundación de la Revista El Granito de Arena por el beato Manuel González, en 1907

Iglesia: El papa Francisco visita a la Iglesia evangélica y luterana de Roma

FER: En 1908, el beato Manuel González, en la III Semana Social de Sevilla, da su célebre conferencia sobre: «Acción social del Párroco»

FER: En 1927, el beato Manuel González entroniza el Sagrado Corazón de Jesús en la diócesis de Málaga, sobre la fachada del seminario.

Iglesia: Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

Iglesia: Hasta el lunes 30, viaje apostólico del papa Francisco a Kenia, Uganda y República Centroafricana

Bodas de diamanteDies Natalis Beato Manuel González

Su felicidad eterna es continuación

de su gozo terreno por haber descubierto

que Dios mora entre nosotros en cada Sagrario

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