Mi Primer Concierto

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Felisberto Hernndez
(Uruguay, 1902-1964)Mi primer concierto

El da de mi primer concierto tuve sufrimientos extraos y algn conocimiento imprevisto de m mismo. Me haba levantado a las seis de la maana. Esto era contrario a mi costumbre, ya que de noche no slo tocaba en un caf sino que tardaba en dormirme. Y algunas noches al llegar a mi pieza y encontrarme con un pequeo piano negro que pareca un sarcfago, no poda acostarme y entonces sala a caminar. As me haba ocurrido la noche antes del concierto. Sin embargo, al otro da me encerr desde muy temprano en un teatro vaco. Era ms bien pequeo y la baranda de la tertulia estaba hecha de columnas de latn pintadas de blanco. All sera el concierto. Ya estaba en el escenario el piano; era viejo, negro y lo rodeaban papeles rojos y dorados: representaban una sala. Por algunos agujeros entraban rayos de sol empolvados y en el techo el aire inflaba telas de araa. Yo tena desconfianza de m, y aquella maana me puse a repasar el programa como el que cuenta su dinero porque sospecha que en la noche lo han robado. Pronto me di cuenta que yo no posea todo lo que pensaba. La primera sospecha la haba tenido unos das antes; fue en el momento de comprometer mi palabra con los dueos del teatro; me vino un calor extrao al estmago y tuve el presentimiento de un peligro inmediato. Reaccion yendo a estudiar enseguida; pero como tena varios das por delante, pronto empec a calcular con el mismo error de siempre lo que podra hacer con el tiempo que me quedaba. Slo en la maana del concierto me di cuentas de todas las concesiones que me haca cuando estudiaba y que ahora, no slo no haba llegado a lo que quera, sino que no lo alcanzara ni con un ao ms de estudio. Pero donde ms sufra, era en la memoria. En cualquier pasaje que se me ocurriera comprobar si poda hacer lentamente todas las notas, me encontraba con que en ningn caso las recordaba. Estaba desesperado y me fui a la calle. A la vuelta de una esquina me encontr con un carro que tena a los costados dos grandes carteles con mi nombre en letras inmensas. Aquello me descompuso ms. Si las letras hubieran sido ms chicas, tal vez mi compromiso hubiera sido menor; entonces volv al teatro, trat de estar sereno y pensar en lo que hara. Me haba sentado en la platea y miraba el escenario, donde el piano estaba solo y me esperaba con su negra tapa levantada. A poca distancia de mi asiento estaba las butacas donde acostumbraban a sentarse dos hermanos mos; y detrs de ellos se sentaba una familia que haba criticado, horrorizada, un concierto en que haban tomado parte muchachas de all; en pleno escenario las muchachas se agarraban la cabeza y despus se retiraban del piano buscando la salida; parecan gallinas asustadas. Fue en el instante de recordar eso, cuando a m se me ocurri por primera vez ensayar la presentacin de un concierto en lo que l tuviera de teatral. Primero revis bien todo el teatro para estar seguro de que nadie me vera y enseguida empec a ensayar la cruzada del escenario; iba desde la puerta del decorado hasta el piano. La primera vez entr tan ligero como un repartidor apurado que va a dejar la carne encima de una mesa. sa no era la manera de resolver las cosas. Yo tendra que entrar con la lentitud del que va a dar el concierto vigesimocuarto de la decimonovena temporada; casi con aburrimiento; y no deba lanzarme cuando mi vanidad estuviera asustada; deba dar la impresin de llevar con descuido, algo propio, misterioso, elaborado en una vida desconocida. Empec a entrar lentamente; supuse con bastante fuerza la presencia del pblico y me encontr con que no poda caminar bien y que al poner atencin en mis pasos yo no saba cmo caminaba yo; entonces trat de pasear distrados por otro lado que no fuera el escenario y de copiarme mis propios pasos. Algunas veces pude sorprenderme descuidado; pero aun cuando llevaba el cuerpo flojo y quera ser natural, experimentaba distintas maneras de andar: mova las caderas como un torero, o iba duro como si llevara una bandeja cargada, o me inclinaba hacia los lados como un boxeador.
Despus me encontr con otra dificultad grande: las manos. Ya me haba parecido feo que algunos concertistas, en el momento de saludar al pblico, dejaran colgar y balancearse los brazos, como si fueran pndulos. Ensay caminar llevndolos al mismo ritmo que los pasos; pero eso resultaba mejor para una parada militar. Entonces se me ocurri algo que por mucho tiempo cre novedoso; entrara tomndome el puo izquierdo con la mano derecha, como si fuera abrochndome un gemelo. (Aos despus un actor me dijo que aquello era una vulgaridad y que la llamaban la pose del bailarn; entonces, rindose, imit los pasos de una danza y alternativamente se iba tomando el puo izquierdo con la mano derecha y despus el puo derecho con la mano izquierda.)
Ese da almorc apenas y pas toda la tarde en el escenario. A la nochecita vino el electricista y combinamos las penumbras de la sala y la escena. Despus me prob el smoking que me haba regalado un amigo; era muy chico y me dej inmovilizado; con l hubiera tenido que dar por intiles todos los ensayos de naturalidad y soltura; adems, en cualquier momento poda romprseme. Por fin decid utilizar mi traje de calle; todo tendra ms naturalidad; claro que tampoco me pareca bien lo que fuera demasiado familiar; yo hubiera querido levantar , al mismo tiempo, algo extrao; pero yo estaba muy cansado y senta en las axilas las lastimaduras que me haba dejado el smoking. Entonces me fui a esperar la hora del concierto en la penumbra de la platea. Apenas me quedaba un instante quieto me volva el empecinamiento de querer recordar las notas de un pasaje cualquiera; era intil que tratara de desecharlo; el nico alivio consista en ir a buscar la msica y fijarme en las notas.
Un rato antes del concierto llegaron los dos hermanos amigos mos y el afinador. Les dije que me esperaran un momento y me encerr en el camarn, porque si no hubiese terminado el pasaje que repasaba no hubiera tenido un instante de tranquilidad. Despus, cuando hablara con ellos, tendra la atencin ocupada y no empezara a recordar ningn otro pasaje. Todava no haba nadie en la sala. Uno de ellos se asom a la puerta del decorado y mir el piano negro como si se tratara de un fretro. Y despus todos me hablaban tan bajo como si yo fuera el deudo ms allegado al muerto. Cuando empez a entrar la gente, hicimos pequeos agujeros en el decorado y mirbamos al pblico un poco agachados y como desde una trinchera. A veces el piano, como un gran can, impeda ver una zona grande de la platea. Yo iba a ver un poco por los agujeros de los otros como un oficial que les fuera dando rdenes. Deseaba que hubiera poca gente porque as el desastre se comentara menos; adems habra un promedio menor de entendidos. Y todava tendra en mi favor todo lo que haba ensayado en escena para la gente que no pudiera juzgar directamente la msica. Y aun los que encendieran poco, dudaran. Entonces empec a envalentonarme y a decirles a mis amigos:
Parece mentira! La indiferencia que hay para estas cosas! Cuntos sacrificios intiles!
Despus empez a venir ms gente y yo me sent aflojar; pero me frotaba las manos y les deca:
Menos mal, menos mal.
Pareca que ellos tambin tuvieran miedo. Entonces yo, en un momento dado, hice como que recin me daba cuenta que ellos podran estar preocupados y empec a hablarles subiendo la voz:
Pero, dganme una cosa... Ustedes estn preocupados por m? Ustedes creen que es la primera vez que me presento en pblico y que voy a ir al piano como si fuera a un instrumento de tortura? Ya lo vern! Hasta ahora me call la boca. Pero esperaba esta noche para despus decirles, a esas profesoras que charlan, cmo un pianista de caf yo haba ido contratado a tocar en un caf puede dar conciertos; porque ellas no saben que puede ocurrir lo contrario, que en este pas un pianista de concierto tenga que ir a tocar a un caf.
Aunque mi voz no se oa desde la sala, ellos trataron de calmarme.
Ya era la hora; mand tocar la campana y le ped a mis amigos que se fueran a la platea. Antes de irse me dijeron que vendran al final y me transmitiran los comentarios. Di orden al electricista de dejar la sala en penumbra; hice memoria de los pasos, me tom el gemelo del puo izquierdo con la mano derecha y me met en el escenario como si entrara en el resplandor prximo a un incendio. Aunque miraba mis pasos desde arriba, desde mis ojos, era ms fuerte la suposicin con que me representaba mi manera de caminar vista desde la platea, y me rodeaban pensamientos como pajarracos que volaran obstaculizndome el camino; pero yo caminaba con fuerza y trataba de ver cmo mis pasos cruzaban el escenario.
Haba llegado a la silla y todava no aparecan los primeros aplausos. Al fin llegaron y tuve que inclinarme a saludar interrumpiendo el movimiento con que haba empezado a sentarme. A pesar de este pequeo contratiempo trat de seguir desarrollando mi programa. Mir al pblico de una manera ms bien general y distrada; pero alcanc a ver en la penumbra el color blancuzco de las caras como si hubieran sido de cscaras de huevo. Y encima del terciopelo de la baranda hecha de columnitas de latn pintadas de blanco vi sembrados muchos pares de manos. Entonces yo puse las mas en el piano, dej escapar acordes repetidos velozmente y enseguida me volv a quedar quieto. Despus, y segn mi programa, deba mirar unos instantes el teclado como para concentrar el pensamiento y esperar la llegada de la musa o del espritu del autor. Era el de Bach y deba estar muy lejano. Pero sigui entrando gente y tuve que cortar la comunicacin. Aquel inesperado descanso me reconfort; volv a mirar a la sala y pens que estaba en un mundo posible. Sin embargo, al pasar unos instantes sent que me iba a alcanzar aquel miedo que haba dejado atrs haca un rato. Trat de recordar las teclas que intervenan en los primeros acordes; pero enseguida tuve el presentimiento de que por ese camino me encontrara con algn acorde olvidado. Entonces me decid a atacar la primera nota. Era una tecla negra; puse el dedo encima de ella y antes de bajarla tuve tiempo de darme cuenta que todo iba a empezar, que estaba preparado y que no deba demorar ms. El pblico hizo un silencio como el vaco que se siente antes del accidente que se ve venir. Son la primera nota y pareca que hubiera cado una piedra en un estanque. Al darme cuenta que aquello haba ocurrido sent como una seal que me ofusc y solt un acorde con la mano abierta que son como una cachetada. Segu trabado en la accin de los primeros compases. De pronto me inclin sobre el piano, lo apagu bruscamente y empec a picotear un piansimoen los agudos. Despus de este efecto se me ocurri improvisar otros. Meta las manos en la masa sonora y la moldeaba como si trabajara con una materia plstica y caliente; a veces me detena modificando el tiempo de rigor y ensayaba dar otra forma a la masa; pero cuando vea que estaba a punto de enfriarse, apresuraba el movimiento y la volva a encontrar caliente. Yo me senta en la cmara de una mago. No saba qu sustancias haba mezclado l para levantar este fuego; pero yo me apresuraba a obedecer apenas l me sugera una forma. De pronto caa en un tiempo lento y y la llama permaneca serena. Entonces yo levantaba la cabeza inclinada hacia un lado y tena la actitud de estar hincado en un reclinatorio. Las miradas del pblico me daban sobre la mejilla derecha y pareca que me levantaran ampollas. Apenas termin estallaron los aplausos. Yo me levant a saludar con parsimonia, pero tena una gran alegra. Cuando me volv a sentar segua viendo las columnitas de la tertulia y las manos aplaudiendo.
Todo ocurra sin novedad hasta que llegu a una Cajita de Msica. Yo haba corrido la silla un poco hacia los agudos para estar ms cmodo; y las primeras notas empezaron a caer como gotas al principio de una lluvia. Estaba seguro que aquella pieza no iba ms mal que las anteriores. Pero de pronto sent en la sala murmullos y hasta cre haber odo risas. Empec a contraerme como un gusano, a desconfiar de mis medios y a entorpecerlos. Tambin cre haber visto moverse una sombra alargada sobre el piso del escenario. Cuando pude echar una mirada fugaz me encontr con que realmente haba una sombra; pero estaba quieta. Segu tocando y seguan en la sala los murmullos. Aunque no miraba, ahora vea que la sombra haca movimientos. No iba a pensar en nada monstruoso; ni siquiera en que alguien quisiera hacerme una broma. En un pasaje relativamente fcil vi que la sombra mova un largo brazo. Entonces mir y ya no estaba ms. Volv a mirar enseguida y vi un gato negro. Yo estaba por terminar la pieza y la gente aument el murmullo y las risas. Me di cuenta que el gato se estaba lavando la cara. Qu hara con l? Lo llevara para adentro? Me pareci ridculo. Termin, aplaudieron y al pararme a saludar sent que el gato me rozaba los pantalones. Yo me inclinaba y sonrea. Me sent y se me ocurri acariciarlo. Pas el tiempo prudente antes de iniciar la obra siguiente y no saba qu hacer con el gato. Me pareca ridculo perseguirlo por el escenario y ante el pblico. Entonces me decid a tocar con l al lado; pero no poda imaginar, como antes, ninguna forma que pudiera realizar o correr detrs de ninguna idea: pensaba demasiado en el gato. Despus pens en algo que me llen de temor. En la mitad de la obra haba unos pasajes en que yo deba dar zarpazos con la mano izquierda; era del lado del gato y no sera difcil que l tambin saltara sobre el teclado. Pero antes de llegar all me haba hecho esta reflexin: Si el gato salta, le echarn las culpas a l de mi mala ejecucin. Entonces me decid a arriesgarme y a hacer locuras. El gato no salt; pero yo termin la pieza y con ella la primera parte del concierto. En medio de los aplausos mir todo el escenario; pero el gato no estaba.
Mis amigos, en vez de esperar el final, vinieron a verme en el intervalo y me contaron los elogios de la familia que se sentaba detrs de ellos y que tanto haba criticado en el concierto anterior. Tambin haban hablado con otros y haban resuelto darme un pequeo lunch despus del concierto.
Todo termin muy bien y me pidieron dos piezas fuera del programa. A la salida y entre un montn de gente, sent que una muchacha deca: Cajita de Msica, es l.