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MeMorias de una niña viajera

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Edición a cargo de E. Rguez. Pérez

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La Terraza AzulNarrativa

Memorias de una

Niña ViajeraAsor

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Título original: Memorias de una niña viajeraPrimera Edición digital: Marzo 20172017, AsorQuedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o me-cánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.ISBN: 978-84-617-5741-1Depósito legal: * Pendiente, después de publicación en papel

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A la memoria de Alejandro

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Esta novela es una realidad ficcionada, la memoria siempre es una mentira, todos los días nos contamos el cuento de nuestra vida. Lo que pasó tal vez suce-dió, o así se recuerda.

Quizás no se llamaba Maria, acaso Julieta o Leonor.

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Me llamo Maria

y esta es la historia

que recuerdo de mi vida desde que tenía cinco años

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En el inicio

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Bogotá es una ciudad que nunca duerme, pero si ha de decirse que en algún momento despierta, podríamos contar que a las cinco de la mañana mi abuelita Flora se pone de pie y da de comer a las gallinas que tiene en la azotea, les abre la puerta a los perros y limpia su tienda. La tienda de mi abuelita tiene todo lo que uno pueda necesitar, desde leche, chocoramos, chocolatinas jet, hasta cerveza y refajo. En los años cincuenta mi abuelita llegaba a Las Lomas de la mano de mi papá con cuatro años y embarazada de mi tío Andrés. Al principio solo tenía una pieza, a la que después le fue sumando pisos, como todos los vecinos ladrillo a ladrillo. La tienda ocupa parte de la planta baja de la casa y el corral está en la azotea del último piso.

A las seis de la mañana se oyen en la cocina el traqueteo de los cacharros. Mi mamá asoma la cabeza por la ventana que da al patio y le grita a mi abuelita: - Doña Florita, vaya dándole un café a Juan y dígale que prepare la zorra para que no se les haga tarde a las chinitas y pierdan el bus…-

Justo después la voz de mi abuelita retumba por toda la casa.- Juansssss, apúrese… que las niñas pierden el bus para el colegiooooooo…-

Mi mamá nos levanta y nos mete de cabeza en la ducha de mango verde de plás-tico que ha instalado en el baño de nuestro apartamento en la primera planta. Nos peina con la pasión que la caracteriza y que me dejará un dolor de cabeza de una hora. Con el uniforme impecable del colegio, mi hermana Luchito y yo quedamos listas para salir. Al bajar las escaleras mi abuelita nos enchufa el biberón de batido de leche con guayaba. Somos muy grandes para seguir tomando biberon, yo ten-go cuatro años y mi hermanita dos, pero mi mamá es demasiado práctica, es una forma rápida de que nos tomemos el desayuno sin mancharnos.

Cuando salimos a la calle todavía es de noche, la ciudad se separa del cielo y el sol se levanta para dar paso a la mañana… llevo colgada en mi hombro mi cartera con mis cuadernos, me gusta llevarla cruzada sobre el pecho. Me gusta mucho mi cartera porque me caben muchas cosas; tres cuadernos, un libro, mis lápices de colores y la lonchera. Mi maestra en la escuela dice que los libros son tus me-jores amigos y que cuando te olvidas de ellos, no los lees, ni los llevas contigo, se ponen tan, tan tristes, que pueden hasta ponerse a llorar. Y que si eso pasara sería terrible, porque cada lágrima sería una letra y perderíamos su maravillosa historia. Pero a mí no me va a pasar eso, porque a mí me gustan mucho los libros.

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Mi tío Juan me lleva sólo siete años y sabe mucho de carros de balines. Al suyo se le puede cambiar la dirección, es muy rápido, tiene un plástico que nos echa por encima para evitar que nos salpiquen los charcos, o que el viento o la lluvia habitual en las mañanas nos manche o enferme. Mi mamá confía plenamente en la ingeniería de mi tío Juan. Bajamos a toda velocidad por la escarpada pendiente que va desde Las Lomas hasta la esquina del hospital La Hortua donde nos recoge el bus.

Cuando llegamos a la parada tenemos el corazón desbocado por la alegría, los ojos llorosos por el viento frío en la cara, felices y roncas de gritar de emoción mientras nuestro maravilloso carro vuela sobre el asfalto. Sin duda ese es el mo-mento que más nos gusta del día.

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Mi colegio huele a puré de Auyama, que es lo que comen los niños chi-quitos. Mi hermana Luchito odia todas las verduras, siempre lleva los bolsillos llenos de golosinas que le roba a mi abuelita Flora en la tienda. A ella no le gusta tanto el colegio como a mi, pero es que ella solo tiene tres años. Hoy después del recreo Luchito se ha escondido debajo de mi pupitre, como hace casi todos los días. Ella piensa que tiene que estar en todos los sitios donde estoy yo. A veces, no la aguanto, pero le prometí a mi mamá cuidar de ella. Oh¡ viene la profesora.- Maria, ¿Has visto a tu hermana?.- - No señorita, la ví en el recreo ¿No está en su clase?.-

Respondo mirándola con mi cara de inocente, como si no supiera que Luchito está sentada bajo mi pupitre, es una suerte que estén cerrados por delante y no se vea nada. - Bueno, si la ves; le dices que tiene que volver a su clase, que su profesora la está buscando.-- De acuerdo, profesora.-Ya en la buseta de vuelta a la casa le pregunto a mi hermana:- Oye, ¿Por qué no quieres ir a tu clase?.-- Porque hay un niño que me tira del pelo y me quiere pegar.- Me contesta con su cara de inocente. No, si en esta corta vida ya aprendí como dice mi abuelita Flora, que las mañas se aprenden muy rápido.- ¿Y tú no le dices nada?.- Le pregunto extrañada pues mi hermana se las trae.- No, me da miedo.- Dice con la boca chiquita. Después la abre todo lo que puede para meterse varios chicles al mismo tiempo.- Bueno, mañana me dices quién es.- Le digo, pues lo que más odio en el mundo es discutir con mi hermana.

En cuanto llegamos a la casa mi hermana Luchito se va corriendo por su pelota de fútbol y se pone jugar con mi tío Juan y el resto de niños vecinos.

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Desde que somos chiquitas mi tío Andrés siempre nos está consintiendo, nos lanza al aire hacia arriba y nos hace dar vueltas. Mis tíos Diego y Roque, nos cuentan cuentos, nos ayudan a colorear y nos enseñan a sumar con el ábaco. Como mi mamá siempre está muy ocupada entre todos nos cuidan. Les encanta presumir de sobrinas. A veces nos llevan a un restaurante de Las Lomas donde comemos caldo de papa con carne. Al terminar la sopa nos enseñan como se tie-nen que comer los huesos, hay que morderlos, abrirlos para chupar lo que está por dentro.

- Hay que aprovechar todo lo que nos dan las vacas chinitas.- Nos indica sonrien-do con un hueso en la boca mi tío Andrés. Luchito y yo, que a comer nadie nos gana, lo imitamos felices y no dejamos hueso en el plato.

Mi tío Andrés es muy simpático y todos los vecinos lo quieren mucho. Aprendió el oficio de joyero. Muchos vecinos se han casado con sus sortijas. Mi tía Hor-tensia, que adora su trabajo, le suele hacer muchos encargos. Su taller está en la segunda planta de la casa de mi abuelita Flora, al lado de la cocina donde mi mamá nos prepara los teteros por la mañana.

A Luchito y a mí nos encanta entrar en su taller cuando no está, tiene muchas herramientas, martillos, tijeras, máquinas de cortar y sujetar piedras. Lo tocamos todo, cogemos una piedra la ponemos en la máquina, la apretamos y vemos que sucede. Una vez quise hacer la misma prueba con mi lengua y acabamos en el hospital. Desde entonces no nos dejan. Cuando mi mamá nos encuentra dentro, nos regaña y ahí mismo nos va sacando:- ¡Niñas hijuemadres! ¿Cuántas veces les he dicho que no tienen que entrar en el taller del tío?.-

Mi tío Andrés, que nos permitiría ir a la luna si pudiera, cuando ella nos regaña nos pica el ojo sonriendo. Y nosotras a su señal ponemos cara de angelitos, que es otra de nuestras caras ensayadas para estos momentos. Mi mamá, que no es boba, se da cuenta de todo y ahí mismo también regaña a mi tío:- Vamos a ver Andrés, con tanta consentidera se va a dañar a estas chinitas.-

Mis otros tíos y mi abuelita sueltan la carcajada. Acabamos riéndonos todos. Para mi mamá mis tíos son como sus hermanos. Al igual que mi abuelita Flora, les

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insiste en que sean juiciosos y estudien mucho. Cuando no tiene reuniones fuera de la casa, le ayuda a Juan en sus tareas. Desde que mi papá no está, ella se porta como una especie de hermana mayor. Con el genio que tiene, no hay quien le lleve la contraria.

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Mi abuelita Flora tiene la azotea llena de gallinas. Yo creo que las tiene tan alto para que las gallinas no se escapen, pues las gallinas no son como las palo-mas y no saben volar en altura. Nuestras gallinas son muy buenas porque ponen huevos y a veces algunos se convierten en pollitos. Cuando mi abuelita Flora no está hablando con las vecinas o vendiendo en la tienda es porque está cocinando un sancocho. Siempre que estoy en la casa la ayudo. Me da miedo que me pegue un picotazo la gallina elegida ese día para el sancocho, pero por nada del mundo se lo diría porque a mi abuelita no le gustan los cobardes. Cuando aparece alguno de sus dos antiguos maridos, como eran cobardes, los echa a escobazos diciendo:

- Fuera de aquí, fuera de aquí, cobardes.-

Y mi abuelita tiene tanto genio, que por nada del mundo quiero que piense que soy una cobarde y ganarme mi escobazo. Por eso cuando ella elige la gallina más gorda del corral, me dice muy seria:

- Ponga atención chinita, que está gallina está muy buena y usted tiene que apren-der cómo se mata bien un animal de estos para que no sufra.-

Y acto seguido mi abuelita coge la cabeza de la gallina y suena un “CLICK-CLACK”. Cuando suelta la cabeza, ésta ya no se sostiene y la gallina se ha al cielo de los pollos.

Por eso, como no quiero que mi abuelita piense que soy una cobarde y no se hacer el “CLICK-CLACK” que me ha enseñado hoy, estuve practicando toda la tarde con los pollitos.

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Mi papá dice que uno no debe empezar nunca una pelea, pero que si a uno lo atacan, no le queda otra que defenderse. Si uno no se defiende, se la acaban montando todos los días. Pero claro, es que mi papá creció en Las Lomas como nosotras. Por hacerle caso, ahora mi mamá está furiosa con Luchito y conmigo.

Todo empezó cuando estaba en el patio del colegio esperando la fila para al co-lumpio y Luchito vino corriendo:- El niño ese me ha empujado.-- ¿El de siempre?.- Asintió.- ¿Y tú qué has hecho?.- Le respondí yo, contrariada, porque que ya casi me toca-ba montar en el columpio. Me tocó hacer fila para nada, pero ni modos.- Yo no le hice nada.- Respondió llorando, lo cual si es raro en nosotras, porque casi nunca lloramos. Así que entré en cólera y nos fuimos a buscarlo. El niño le sacaba dos cabezas a mi hermana y una a mí; era evidentemente un abusivo. No tuve tiempo de pensarlo cuando la piedra que le tiré ya estaba volando en direc-ción a su cabeza, con tan buena puntería que le dio de lleno. Luchito y yo nos fuimos corriendo de allí.

El director del colegio mandó a llamar a mi mamá y le dijo que la próxima vez nos expulsaba. Por más que le explique a mi mamá que ese niño era más grande que nosotras y siempre perseguía a molestar a Luchito, ella furibunda nos regañó igual:- Ustedes dos, que sea la última vez que me llaman del colegio por algo así.-- Era más grande que nosotras.- Volví a insistir.- Y siempre me está empujando y pegando.- Añadió Luchito.- Las chinitas no pueden dejar que se la monten, si no se defienden, los demás abusan.- Nos apoyó nuestro tío Andrés, que siempre que mi mamá nos regaña sufre como si le estuvieran arrancando pelos del bigote. Es que es un súper tío, el mejor del mundo. Nosotras le sonreímos con los pocos dientes que tenemos, pues ya estamos cambiando los dientes de leche.- Usted Andrés, se calla, que nadie le dio vela en este entierro. Siga así con la consentidera y acabará dañando a las chinitas.-

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Se lo dice tan berraca que mi tío Andrés se pone blanco y nos ponemos todos serios. - La próxima vez que alguien les haga algo se lo dicen a la maestra. No se tomen la justicia por su mano.¿Ustedes que se creen matones o qué?-

Mi mamá estaba tan furiosa que los ojos le cambiaban de color del rojo al verde y del verde al rojo. Es que tiene ojos de rana tayera y eso da mucho, pero que mucho miedo. Nosotras nos quedamos más calladas que una tumba y ella nos castigó una semana sin televisión encerradas en nuestro cuarto. Antes de irse a una reunión que tenía, nos dio el último regaño:- Solo las bestias actúan como ustedes, entre el pensamiento y la acción está la educación. Y si actúan sin educación, son iguales que bestias. Y no quiero hablar más de este tema.-

Ahora Luchito ha elegido ser un elefante, bestia de la selva, y yo una cabra, por-que echo de menos a Lupita, mi cabra. Es un juego nuevo para jugar en el cuarto, no le vamos a decir a nadie que jugamos a las bestias. Lo hacemos solo porque nos aburrimos aquí encerradas, porque si mi mamá se entera, nos arriesgamos a que otra vez le cambien los ojos de color y en vez de una semana nos encierre acá toda la vida.

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El pulpo está esperándome afuera de la casa, yo voy con mil ojos, ese pulpo maldito, no me deja jugar tranquila. Voy buscar flores al potrero, vuelvo cerca de la casa de mi abuelita para buscar una botella o algo que sirva de recipiente. Estoy colocando las flores, mientras tomo el sol apoyada en la ladera, el pulpo se acerca sigilosamente, con sus miles de patas, no alcanzo a escuchar más que la canción del viento acariciando la hierba. Pulpo maldito, mil veces maldito. El pulpo me agarra por la espalda y empieza a hacerme cosquillas por debajo de la ropa, estas cosquillas no me dan risa. Me agacho y le muerdo un tentáculo, mientras el pulpo se ha subido encima de mi cabeza, lanzó tres mordiscos más y corro a coger la escoba que está al lado de la puerta, él con sus patas viscosas me persigue, nunca vi un pulpo tan insistente, escondo la escoba detrás de mí, le sonrío, cuando está bien cerca, le doy un sopapo y luego otro. Toma tu plato de sopa pulpo, toma, toma, déjame tranquila hacer mi vida. Un chorro de sangre violeta le corre por la frente al pulpo. Sus ojos están llenos de terror. Yo sigo sonriendo, mientras que con mi mirada le prometo que la próxima vez tendrá más sopa.

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Me gusta mucho acompañar a mi abuelita Flora en la tienda, conoce la vida de todos los vecinos. A cada uno lo saluda con cariño y le pregunta por sus cosas. - Buenos días doña Toña ¿Cómo me le va?.-- Muy bien doña Florita, luchándola, pues qué otra cosa.-- Así es, que para atrás ni para tomar impulso¿Qué se le ofrece?.-- Deme un litro de leche para los niños y un aguardientico para mí.-- Tome pues, yo me tomo uno con usted, que hoy todavía no me estrené.-

Mi abuelita se toma el aguardiente y siguen hablando de sus cosas. En ese mo-mento entra Julián, el hijo mayor de doña Toña. Lleva un esparadrapo que le atraviesa toda la frente. Es igual de alto que mi tío Juan y van juntos a la escuela. - ¿Que le pasó Julián pues?- Le pregunta mi abuela.- No quiere decir nada.- Le responde doña Toña.- Mi tata dice que si puede comprar pan mamá.- Suelta mientras me mira con miedo de reojo y baja la cabeza.- Doña Florita, deme un pan. Vea pues, la juventud solo tiene secretos.-- Por algo será Toña, por algo será.-No, si cuando digo que mi abuelita Flora se las sabe todas, es porque se las sabe todas. Una vez se marchan los vecinos, me mira y después de un rato me pregun-ta:- Entonces qué María ¿Usted sabe qué le pasó a Julián?- - ¿Yo? ¿Por qué? No tengo ni idea.-- Mire no más el chichón que llevaba el pobre muchacho.-- ¿Pobre? Que no se las de, de tan pulpo pues y así se ahorra los chichones.-

Y me subo a mi casa a ver qué anda haciendo Luchito, que lleva mucho tiempo callada.

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Hoy nos vinieron a buscar al colegio las hermanas de mi mamá, que son muy elegantes: Zoe, Amalia y Hortensia. Mi mamá siempre va peinada de trenza y vestida con un buzo, bluejeans y una ruana. Pero mis tías no, tienen peinados muy quietos, vestidos de flores y son muy amables, nunca dicen groserías y nun-ca las vimos de mal genio. En cambio mi mamá tiene un carácter endemoniado, pero mis tías siempre que las vemos están sonrientes y de buen humor. Siempre nos regalan muchos vestidos y muñecas. Mi mamá solo nos los pone en ocasiones especiales, como cuando vamos a visitar a los abuelitos León y Lola.

A mí no me gustan demasiado los vestidos, tienes que tener mucho cuidado para no mancharte y no son cómodos para correr. Prefiero mil veces los overoles que nos cose mi mamá o las sudaderas del colegio. Nosotras siempre estamos llenas de barro, no paramos de correr y de jugar.

Las muñecas las tenemos colgadas de la pared, mi mamá no quiere que juguemos con muñecas, dice que no quiere que seamos unas “susanitas” y pensemos que el único objetivo de la mujer es estar bonita o tener hijos.

Susanita es un personaje que sale en el periódico, es una de las amigas de Mafalda. Susanita es la típica niña cursi y nosotras no hablamos con niñas así porque nos aburrimos enseguida. Nos gusta mucho Mafalda, aunque no entendemos porque odia la sopa. Si probara las sopas de mi abuelita Flora, cambiaría de opinión.

Tampoco nos importa mucho que mi mamá no nos deje jugar con muñecas, pues en cambio tenemos un armario lleno de disfraces que ella nos ha cosido; podemos disfrazarnos de piratas, vaqueros, indios y animales.

Mi mamá está ocupada estos días, tenía un viaje o algo así. Por eso debe de ser que han venido a recogernos nuestras tías. En el colegio las llamaron para que vinieran con una muda, porque tuve un “accidente”.

No me gusta tener “accidentes”, pero no lo puedo evitar. En las noches en la casa, solo lo sabe mamá, la abuelita Flora y Luchito. Pero hoy me pasó en mitad de la clase de matemáticas. La maestra me preguntó por mi papá y yo me quede calla-da, pero debajo de mi silla apareció el “accidente”.

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Ya en el carro, mi tía Zoe me ha preguntado:- ¿No pudo avisar que tenía que ir al baño, mijita?-- Es que es una meona.- Dijo Luchito, viendo que yo me quedaba callada. Mi tía Amalia me acaricia el pelo y añade:- Le puede pasar a cualquiera, a mí de grande casi me sucede una vez.-- Lo que no entiendo es porque tienen que bañar a la chinita con agua helada, mire no más como tiene los labios, amoratados. Yo lo que sí sé, es que le voy a decir a su mamá que no las puede seguir llevando a ese colegio de guaches. No señor, si fuera que no tienen otra opción, pero Lola le ha ofrecido en varias ocasiones que al ser sus nietas, tienen cupo en la Normal.-

Mis tres tías asienten y nos miran como miraba Gepetto en el cuento a Pinocho cuando se convierte en niño. Nosotras seguimos haciendo nuestra cara de tristes, porque sabemos que con nuestras tías siempre funciona. - Estas niñas tienen ganas de merendar ¿Si o qué?- - Sí, tía.- Digo por fin.- Bueno, pues como es viernes y su mamá no llega hasta la próxima semana, se van a quedar en mi casa.- Anuncia la tía Zoe.- !Biennnnn¡.- Gritamos las dos y les damos besos y abrazos a todas. Nos gus-ta mucho visitar a nuestros primos; Miguel tiene casi quince años y nos cuenta cuentos, nos entiende, siempre juega con nosotras y nos llevamos de perlas con él. Nuestra prima Zoe no juega con nosotras, pero se ríe de nuestras locuras, y cuando estamos haciendo mucho ruido, nos mira sonriendo mientras dice: - Vaya par de changuitas, mejor pónganse a pintar abanicos con Alma.- - ¿Los podemos vender?- Pregunta Luchito.- Claro que sí.- Nos responde Zoe y se sienta a ayudarnos. Nos ponemos juiciosas a la tarea. Si vendemos suficientes abanicos, quizás nos podamos comprar un triciclo como el que hemos visto en una tienda.

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Mi perro Bandido perdió un ojo por defenderme hoy. Luchito y yo había-mos ido de expedición científica por la casa abandonada subiendo la calle, en la zona sin pavimentar. Ella no quiso entrar, pero como yo no quería que ella pensa-ra que yo tenía más miedo que ella, yo sí entre. Estaba muy oscuro y Bandido em-pezó a la ladrar. De repente de todos los lados salieron gatos salvajes a atacarnos. Bandido se plantó delante de mí y peleó como valiente. Aun así me alcanzaron a rasguñar las piernas y la cara. Pero el que peor quedó fue Bandido, que se quedó tuerto. Cuando salí a la calle, Luchito ya no estaba en la puerta, se había asustado tanto que se había ido corriendo a la tienda. Mi abuelita estaba dándole un vaso de agua e intentando entender lo que Luchito le decía, pero se le trababa tanto la lengua, que no había forma:- Maria, maria, miauus malos, Bandido, allí….- - ¿Pero allí donde mija?-

No sé cuánto llevaban con la misma conversación, cuando aparecí con Bandido en brazos. Cuando me vio mi abuelita Flora llena de sangre, se echó la bendición, me dio un baño y me hizo las curas. No me quejé, ni recuerdo que me doliera, aunque mi mamá está toda preocupada por si acaso esos gatos malhechores me hayan pegado alguna enfermedad. Yo solo estoy pendiente de las heridas de mi maravilloso Bandido, porque es un super perro, si él no se queja, yo tampoco. Nunca nadie me defendió como él. Ahora después de sus curas y baño, la abue-lita le dio un hueso grande de res del sancocho. Mi abuelita dice que si no es por ese “chandoso” posiblemente no lo cuento. Pero yo no tengo ganas de contar nada, solo quiero acariciar el lomo de mi perro y demostrarle que él es lo que más quiero en este mundo.

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Hoy he estado cosiendo un gorro de tela para mi primito Ian que acaba de nacer. De tantas veces que he observado a mis papás ya he aprendido un poco. Primero le hecho la parte de la cabeza, después le puse una telita reforzada en la parte de delante para que lo proteja del sol.

Estaba concentrada haciéndolo en la puerta de la tienda mientras Luchito estaba jugando en el potrero de enfrente con los vecinos al fútbol. Los sábados por la mañana son tranquilos. De repente veo que por la loma sube mi abuelo Ángel, cargando en los hombros un triciclo rojo, dejo lo que estoy haciendo y bajo co-rriendo a saludarlo.

Cuando llega a la altura de la puerta de la tienda saluda a mi abuelita Flora qui-tándose el sombrero:- Buenos días.-- ¿Y ese triciclo?.- Le pregunta mi abuela. - Lo encontré y lo arreglé para las nietas.- Le responde él.

Estamos ya montando en el triciclo por la calle, yo pedaleo y Luchito se para de-trás, agarrada a mis hombros.Vamos a toda velocidad, es genial, todos los niños vecinos corren detrás de nosotras y piden turno para montar.

Mi abuelita Flora ha invitado a mi abuelito Ángel a una cerveza, mientras se ríen viéndonos correr de un lado para otro.- Ahora que no se rompan la cabeza.- Dice mi abuelita Flora, no muy convencida con el nuevo regalo.- Esas niñas son muy tercas, tienen la cabeza muy dura, no hay de qué preocupar-se.- Responde mi abuelito, contento de que su trabajo haya merecido la pena y le estemos dando tanto mate.

Por la noche hemos convencido a mi tío Roque para que nos suba el triciclo al cuarto. Mi mamá no nos deja montar dentro de la casa, pero cuando no mira lo hacemos. Con una cuerda lo hemos atado muy fuerte a la cama, para que por la noche mientras dormimos, nadie nos lo robe.

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Ahora me voy a poner el vestido de “bluejean” cuando yo quiera... Luchito en el cuarto no se acuerda, es pequeña, no se acuerda… Ella no se acuer-da. Dayami nos cuida a todos siempre, dice mi mamá. Dayami es fuerte, su cuer-po nada contra las aguas, ella es la diosa de los ríos, su cuerpo nos lleva a Luchito y a mí como dos plumas en sus brazos. Mi mamá dice que otra persona se aho-garía, pero no Dayami. Dayami, es la más fuerte del mundo. El tira les dijo a los militares:- Dejen quietas las cosas de la criada.- Y Luchito dijo:- Ella no es una criada, es una “pompañera”.-

Pero nadie le hizo caso. Yo le dije, Luchito cremallera, Luchito punto en boca, cierra la cremallera… Son tiras. Hay tres clases de tiras, los tiras-tiras, que son malos. Pero mi mamá a veces también dice que no tienen la culpa y les manda un café caliente con mi tío Juan. Los tiras-tiras, visten como normales y se hacen pasar por normales, pero cuando ya llevan más de dos horas de normales enfrente de la puerta de la casa, ya todos sabemos que son tiras. Después están los tiras-po-licías, que son como los tiras pero con disfraz de policía. Y hacen lo mismo pero con más ruido. Y por último los tiras-militares, que son militares pero colaboran con los otros dos tipos de tiras. Y hoy vinieron todos. Me muero de hambre, no sé qué hora es; mi mamá nos dio un tetero por la mañana y después se fue al mer-cado grande. El mercado grande queda en la plaza de Las Lomas. Es un mercado lleno de colores, frutas y muchas cosas. Una vez se perdió Luchito y mi mamá y mi abuelita pusieron caras de fantasma casi por una hora hasta que apareció. Las caras de fantasma son blancas y mudas. Esta mañana, yo le dije: - Mamá, mamá ¿Puedo ponerme el vestido de “bluejean”?-

Mi mamá dijo que no, que no estaba terminado, lo dejó doblado en la máquina de coser y me sacó la piedra. Yo me quería poner el vestido; no me importa que no tenga la cremallera en la espalda ¿Es que tienen que tener siempre cremalle-ra? ¿Por qué tengo que hacer siempre lo que ella quiere? Siempre con lo mismo. Todo el día dando órdenes.

Tengo hambre. En casa de Ña Charito huele a sancocho. Mi abuelita está en la puerta de la tienda. Tengo frío con este vestido de “bluejean”; a lo mejor las

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cremalleras son para el frío. Hoy mi abuelita no me ha dicho “Venga a por su ponimaltica” o “Tome una chocolatina Hit”... No, hoy están esos en la casa, des-ordenando. A lo mejor nos toca dormir con mi abuelita. La última vez que desa-pareció mi mamá nos tocó dormir con mi abuelita. El tira ese del sombrero negro, me cae remal. Antes me dijo que si quería un chicle. Y a mí me gustan los chicles, pero no los tiras.

- Ya puedes hacer lo que quieras, ya no vas a tener mamá.-

Y me dio otro chicle. Han roto todo el cuarto. Mi abuelita no dice nada, ni a qué hora comemos, ni nada. Yo cogí el vestido de “bluejean” sin cremallera; a mí no me importa que no tenga cremallera. Luchito está en la puerta de la tienda, aga-rrada a las faldas de mi abuela. Yo prefiero jugar en la loma, sentarme en el pasto y cantar.

Mientras cojo flores, puedo ver todo lo que está pasando. El camión verde del que se bajaron todos esos militares, sigue parado en la puerta de la casa. Los mi-litares están parados por toda la calle y en algunos tejados. Mi mamá ya sube del mercado con Juan, sube despacio, está esperando otro bebito. Ha visto a todos los señores tiras que la esperan, y cuando llega a la puerta donde la espera el tira del sombrero negro, este la agarra del brazo y la mete en la casa.

Me gusta mucho el vestido de “bluejean”, si no tuviera tanta hambre ¿Cuando comeremos?

Mi abuelita sigue en la puerta con Luchito. Hace tanto sol aquí, me gusta la tierra mojada y enterrar mis manos, está frío y húmedo. Fuera de la tierra hace sol, me gusta el sol.

Ahora que mi mamá se va, puedo ir donde yo quiera. Comeré todos los días co-cacola. Meten a mi mamá con un pañuelo negro en la cabeza en el camión. El camión se va, no sé qué hora es ¿Qué hora será? Tengo hambre. Voy a preguntarle a mi abuelita a qué hora comemos.

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Dayami es una amiga de mi mamá que ha venido a vivir con nosotros. Tie-ne un hermano y un amigo en la finca. A mi mamá no le gusta llamar a la finca por el nombre que tiene, pues dice que si dijera todo el tiempo que mi papá está en la cárcel, se pondría muy triste. Ella prefiere decir que está en la finca, como si es-tuviera de vacaciones. En la finca tenemos a mi papá y a otros compañeros suyos del sindicato. Mi mamá dice que desde que hicieron el sindicato no han parado los problemas, pero también dice que los sindicatos son muy importantes porque velan por los derechos de los trabajadores y sus familias. Y que la gente no en-tiende que los militares meten en la finca a cualquiera que le lleve la contraria al gobierno. Mi mamá y mi papá trabajaban en una fábrica que hacía pantalones de “bluejean”. Se conocieron porque unas monjitas daban clases nocturnas para que gente grande que no sabe aprenda a leer y mi mamá trabajaba ahí como maestra en sus ratos libres. Mi papá también colaboraba con otras tareas del grupo de las monjitas. Al principio se caían remal. Los dos tienen un carácter de los mil de-monios, aunque a mi papá no se le nota, porque es más callado y nunca levanta la voz, pero el carácter lo tiene. Mi mamá dice todo y hace ruido, no grita, ni mucho menos, pero es contundente. Así que un roto para un descosido, dice mi tía Zoe cuando nos lo cuenta.

Cuando montaron el sindicato en la fábrica los despidieron, porque no querían gente “subversiva”. Quieren gente con la cremallera cerrada y la cabeza aga-chada, nos cuenta Dayami. Así que con muchos otros compañeros decidieron montar la cooperativa Chaquetin. Una mini tienda, mini fábrica de chaquetas de cuero, al lado de la Plaza de Simón Bolívar. A nosotras nos encanta. La buseta del colegio nuevo nos deja en la esquina de la plaza. Cuando llegamos mi mamá nos invita a una ensalada de frutas y después podemos dormir en el piso de arriba sobre las cajas de retales, debajo de las mesas donde hacen los patrones. A veces ahí nos encontramos con Newton & Maya, los hijos de Rubén, el mejor amigo de mi papá. Rubén también está guardado en la finca. Su mamá se llama Euridice y también es maestra. Mi mamá los miércoles nos lleva a todos al cine y nos deja elegir la película. Siempre elegimos la misma de Pedrito Fernandez: “La mochila azul”. Ella nos pregunta cuál película queremos ver, va diciendo títulos y los cua-tro levantamos la mano. Pero solo hasta que dice la que nos gusta, no levantamos ni un dedo. Hace una semana ya que se llevaron a mi mamá. Dayami dice que estará bien, porque como espera un bebito no le harán nada. Hoy vinieron unos compañeros

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amigos de mi mamá y Dayami. Tomaron aguapanela y tinto que les sirvió mi abuelita. Le han dicho a Dayami que nos tendremos que ir unos días de la ciudad de vacaciones. Dayami es muy valiente y ha dicho que ella se encargaría de todo, que no se preocuparan, que ella nos protege a nosotras y a nuestra abuela.

Dayami sin duda es la mejor, tiene un pelo negro que le llega hasta la cintura, se hace una trenza larga y gorda como la cola de un caballo. Su pelo le brilla tanto como sus ojos y sus cejas. Cuando habla con los adultos es seria y habla poco. Cuando se queda a solas con nosotras, nos cuenta miles de leyendas indígenas. Ella es de una comunidad del Amazonas, cerca de la ciudad de Leticia. Nos can-ta canciones, mientras nos destrenza el pelo y nos lo cepilla. Nunca nos regaña, siempre nos escucha y nosotras la seguimos como a Bachué, la diosa serpiente que salió de las aguas y es la madre de todos.

Mi mamá dice que nosotras somos mestizas, mi abuelita Flora y mi abuelito León, descienden de familia indígena. Mi abuelita Guadalupe de familia criolla. Dayami dice que las personas somos como los animales. Dice que los perros por ejemplo, cuanto más chandosos, más fuertes son, más resistentes a las enferme-dades y con más carácter. Porque todos sus abuelos perros fueron unos supervi-vientes y ese instinto lo heredaron. Por eso mi perro Bandido me defendió como buen heredero de un largo linaje de perros chandosos y supervivientes que se las saben todas. Nos encanta ser mestizas, supervivientes y aprenderemos a sabér-noslas todas para que ningún tira ni nadie nos haga nunca daño.

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Ha nacido mi hermanita Tristana. Luchito le dice en su lengua de trapo Tis-tana, y así es como la llamamos todos. Nació cuando mi mamá estaba detenida y estuvo en la finca con ella. Ya por fin las dejaron libres.

Tan chiquita y Tista ya es muy famosa. Ha salido en todos los noticieros; toda la familia y los amigos de mis papás no hablan de otra cosa. Mis tíos Emir y Nicolas que son los hermanos mayores de mi mamá, han venido a conocerla, le han traído muchos regalos, pero lo que más aprecia mi mamá son los pañales desechables, porque no hay tiempo para lavar tanto trapo a mano. Ellos nos llaman todos los días cuando mi mamá no está y hablan con nosotras. Les confirmamos que con el sancocho de la abuelita Flora no hay quien pase hambre.Que nos encontramos de maravilla y nos vamos corriendo. No nos gusta hablar por teléfono cuando hay tantas cosas a las que jugar.

La primera vez que la vimos, estaba en brazos de mi mamá en la televisión. Es una bebé muy pequeña y muy negra. Bueno no es tan negra como el señor farma-céutico que es tan tan negro, que es azul. Pero es mucho más negra que Luchito y yo. Me gusta tener una hermana negra, mi mamá la llama “mi negrita” y le canta la canción de duerme duerme negrita, que originalmente es para un negrito, pero cuando mi mamá nos la canta, dice negrita. Incluso cuando nos la canta a nosotras que no somos negritas, sino desteñidas, pero no nos importa, porque nos encanta que nos la cante. Cuando mi mamá no está queremos que nos canten la canción de duerme negrita, pero ni mis tíos, ni mi abuelita se la saben y nosotras no nos acordamos bien de la letra.

Mi mamá dice que tenemos que cuidar mucho a Tistana, pues ha nacido asustada y parece que es verdad. Porque cada vez que ve mucho movimiento en la casa o un ruido estridente, Tistana se pone en huelga, como dice mi mamá y deja de respirar. En esos momentos dice mi mamá que tenemos que gritarle: “Tistana, respira, respira, respira” y abrir todas las ventanas de la casa, aunque haga frío o llueva. Y que si Tistana se pone un poco terca y sigue sin respirar y se empieza a poner morada, mi mamá ha dicho que un grande o yo, le demos una bofetada, que es lo que ha dicho un amigo médico que tenemos que hacer para que reaccione.

Anoche se asustó tanto que se puso morada morada y mi mamá le dio su remedio, después del “splash” de la cacheteada empezó a llorar y respirar. Y todos la

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besamos y le pedimos que no haga más huelga. Pero como todavía no nos en-tiende muy bien, no sé que tanto nos haga caso. Es muy chiquita y ya se le ve el genio y lo terca. Mi mamá dice que hay que quitarle la afición que ha cogido a las huelgas, que si no, en una de esas se nos muere.

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Mi mamá va enfundada en su ruana negra, sus bluejeans negros, un som-brero de campesino del que le cae su trenza negra por la espalda. No consigo ver-le la cara; es de noche. Va caminando sola por la calle; es un barrio de casas altas subiendo a El Salitre, se para, mira al reloj, un coche para a su lado. El conductor se baja y se va a la parte de atrás, abre el maletero y mi mamá se acuesta rápido dentro. El coche arranca calle abajo hasta la zona textil industrial. Yo lo sigo por el cielo en una de las escobas de mi abuelita Flora. Al llegar a una esquina, un coche rojo enciende dos veces las luces. Los dos coches paran, mi mamá se baja del maletero de uno y se mete en el maletero del otro. Este coche sigue hacia el sur. Una vez sale de la ciudad por la carretera de Villa de Leyva, en un desvío se para y un jeep verde sale de detrás de los árboles. Lo conduce Santino, un amigo de mis papás, mi mamá sale otra vez del maletero y se acuesta en el suelo del jeep bajo una cobija. Tengo mucha suerte, pues pocas mamás saben jugar tan bien al escondite como la mía. Estoy escuchando a lo lejos unas gallinas y que Dayami me está reclamando para desayunar.

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Dayami nos ha traído de paseo a casa de Doña Julia, es una casa chiquita, de cuatro cuartos en mitad de la montaña muy cerca de un río. Llegamos ayer por la tarde, no hay televisión, ni radio, ni teléfono… Cuando le preguntamos a Dayami qué podríamos hacer, ella dijo que jugaríamos al escondite, a rayuela, nadaríamos y nos contaría historias. Nos hizo un columpio con una cuerda y una tabla colgando de una rama del árbol que está enfrente de la casa. Ahí nos estu-vimos columpiando y trepando como monos toda la tarde hasta entrada la noche. Luchito se ha inventado muchas formas diferentes de montar en columpio: de pie, a la pata coja, colgando cabeza abajo, sentada y agarrada con una mano, con las dos manos sueltas, cantando canciones, gritando: “Racula” y haciendo manos de susto… Doña Julia nos miraba y se reía con Dayami desde las dos sillas en las que se sentaron en la puerta.

Esta madrugada oímos como un coche paraba al lado de la casa y la voz de mi mamá. Dayami nos había dicho que llegaría, pero que teníamos que esperar has-ta que ella descansara para irla a saludar. En la mañana desayunando le hemos preguntado cuándo podríamos saludarla y nos dijo que después del almuerzo, cuando despertara que había viajado toda la noche y tenía que recuperar energías.

- ¿Y Tistana?- Le pregunta Luchito con los ojos muy abiertos y un bigote enorme de leche alrededor de toda la boca.

- Tistana duerme pegada a la teta de tu mamá, bajo su ruana. Las dos tienen que descansar. Y ustedes; ¿Por qué no se alistan? Y vamos un rato a nadar al río.- Na-dar, río… son dos palabras maravillosas. Nos íbamos a poner a gritar cuando Da-yami se ha puesto dos dedos delante de los labios con esa mirada suya y hemos empezado a hacer gritos sin sonido y movimientos con ambas manos como nos ha enseñado a hacer muchas veces..

De camino al río, Dayami nos ha dicho que nos teníamos que ganar los regalos que nos había traído mi mamá. Nos ha echado carreras, hemos cogido leña para el fuego y ya en una zona del río que Doña Julia dijo que era la menos peligro-sa. Dayami se ha metido con las dos a nadar, nos lleva agarradas a su espalda y nos pide que pataleemos; nosotras movemos la patas por hacerle caso y porque el agua está muy fría. Dayami nada contra corriente y no tiene miedo de nada. Doña Julia dice que ningún cristiano de la zona se atreve a meterse en el agua en la época de lluvias, menos cuando baja el río enfurecido. Mira a Dayami como

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a una diosa mientras le dice:- Muchacha, usté si es muy recia, vea pues. Tiene mucha fuerza para que el río no le gane y cargando y todo con las chinitas.- - Doña Julia, una tiene que ser recia, que para boberías no hay tiempo.- Le respon-de Dayami con esa carcajada tan suya y nosotras nos reímos con ella. Para noso-tras ni Superman, ni MazingerZeta, ni nadie, nuestra verdadera y única heroína es Dayami, la más fuerte y valiente del mundo. Nuestra protectora.

Cuando llegamos a la casa, mi mamá está en la puerta con Tistana, que está senta-da en el suelo jugando con la tierra. Cuando nos ve se levanta y nosotras corremos a abrazarla. Ella se agacha para que la podamos abrazar mejor. Después besamos a Tistana y Luchito se sienta a jugar con ella en la tierra, cuando Tistana come tie-rra… Luchito la mira y hace lo mismo. Como no le gusta como sabe, a la siguiente vez que Tistana intenta volver a comer tierra, le da una palmada en la mano:- No, Tistana, eso sabe feo.-Tistana arranca a llorar y mi mamá le pregunta a Luchito porque está llorando y tienen la cara llena de tierra. Después de la explicación, le pide que vaya a por un balde de agua y les limpia la cara a las dos. Nos pide que ayudemos a preparar la comida a Doña Julia, mientras saca los regalos que nos trajo para dárnoslos des-pués de comer.

Mi mamá ha sacado un morral muy grande y ha dicho que el regalo de Luchito lo había cosido entero para ella, menos la cabeza, las manos y los zapatos, que los había comprado. Y que mi regalo, me lo mandaba Ivanna. Cuando ha sacado el “Tataso”, que es como le dice Luchito a los payasos, ella se ha puesto a gritar sin sonido, como una loca, moviendo los brazos como avión por toda la casa. Daya-mi ha soltado la carcajada y le ha dicho: - Ya no hay nadie durmiendo, puedes hacer ruido Lucha.-- Un Tataso, un tataso, un tataso … tan alto como mi mamá, tengo un tataso tan alto como mi mamá.-

Mientras Luchito gritaba, mi mamá ha sacado un oso blanco con una camiseta que pone “I Love You” del tamaño de Tistana. Tiene las orejas azules y unos ojos muy grandes. Cuando me lo da, lo abrazo y ya no quiero volver a soltarlo nunca más. Miro a Dayami que nos mira sonriendo y le pregunto a mi mamá:- ¿Y a Dayami no le trajiste regalo?.-

Mi mamá dice que no con la cabeza, mientras le pica el ojo a Dayami y las dos sueltan la carcajada. Yo por si acaso le voy a pintar un retrato de ella en traje de baño porque los superhéroes siempre van en trajes de baño.

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Mi mamá está un poco enferma. Dice que le duele todo el cuerpo; lleva unos días sin poderse mover de la cama. Dayami no está porque se fue a visitar a su familia. Por eso ahora yo me tengo que encargar de todo, pues mi abuelita está en la tienda y si a mi mamá se le ofrece algo, como un café o comida, tengo que bajar un piso y pedírsela en la tienda. También tengo que mantener a raya a Luchito para que no haga de las suyas, y vigilar que Tistana no se ponga en huel-ga, justo cuando mi mamá está durmiendo. Esto de ser la hermana mayor es muy aburrido, sobre todo porque a veces mi mamá me pide que baje a la tienda cuando yo estoy concentrada con mis cosas, y eso me molesta muchísimo.

Ahora tengo cuatro puntos en la nariz, porque hoy mi mamá me pidió un cafecito cuando yo estaba jugando a los disfraces con Luchito. Tenía puestos unos tacones suyos y al ir por el café, bajé las escaleras volando. Pero no me acuerdo de nada más, porque me duele mucho la cabeza.

Mientras que esperamos que nos devuelvan a mi tío Andrés, mi mamá me ha contado el resto. Llené toda la escalera de sangre y me llevaron corriendo a la farmacia. Cuando mi mamá le pidió al farmacéutico que revisara si se me había incrustado algo dentro de la nariz, él intento revisar con unas pinzas, con tan mala suerte que se le quedaron dentro. Mi mamá, que era la única que mantenía la san-gre fría, no se puso a madrearlo, si no que ahí mismo cogió un taxi al hospital. Me han sacado las pinzas, me han dado puntos; estoy bien. Pero como no tenemos dinero, mi tío Andrés paga con su sangre el recibo.

Cuando por fin sale mi tío Andrés, mi mamá lo invita a desayunar una ensalada de frutas y un sándwich, no vaya a ser que se desmaye de camino a la casa.

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Mi profesora en “La Normal” se llama Elvira y es muy simpática, pero ahora yo no tengo muchas ganas de hacer amigos, prefiero leer y ver que anda haciendo Luchito. Algunos días tengo “accidentes” y aunque no me regañan, sé que con seis años ya no puedes tener este tipo de “accidentes”. Dayami viene corriendo en buseta con un uniforme limpio y planchado. Y me trae mi tetero de guayaba. Al principio los otros niños se reían de mí, pero la profesora los regañó. Ahora solo me miran y hablan al oído.

Dayami aparece por la puerta y yo siento que veo un arco iris. Es muy incómodo estar con toda la ropa mojada, pero ni modos, no sé en qué momento se me esca-pó el chorrito. No sé en lo que estaba pensando, había vuelto al río con Dayami y Luchito, solo que ahora nosotras ya podíamos nadar solas. Cuando he escuchado unas risitas, he vuelto a la realidad y ahí estaba el charquito de casi todos los días.

Dayami me lleva a un baño que solo usan los maestros, me ayuda a cambiarme y después en un sitio donde nadie nos ve, deja que me acurruque en sus piernas y me tome el tetero. Sé que soy muy vieja también para tomar teteros, pero mi mamá siempre dice que es la mejor forma de no mancharse la ropa. Dayami me acaricia el pelo y me pregunta:- ¿Pero por qué le paso otra vez, chinita?.-Yo me encojo de hombros y tengo ganas de llorar, pero me aguanto y me tomo el tetero más rápido. Queda muy poco para que suene el timbre del recreo y se termine mi momento de felicidad. Cuando suena, me pongo rápido de pie para que nadie me vea tomando tetero en las rodillas de mi “niñera”.

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En el colegio, mi mejor amiga se llama Alba, tiene los ojos negros y el pelo crespo. Es muy tímida y buena gente. Jugamos juntas a saltar a la cuerda y nos tiramos por el rodadero. Ella siempre más juiciosa, se preocupa de no mancharse y mira mal a Luchito cuando dice groserías. Pero luego le da caramelos, así que ya se la tiene ganada, porque es muy fácil ganarse con dulces a mi hermana.

Hoy con mi clase fuimos a ver Pinocho en el cine. Como mi abuelita Lola trabaja en el colegio, ya le explico a mis maestras que Luchito se iba a empeñar en ir conmigo a todas partes y que era mejor dejar que estuviéramos juntas, no fuera a ser que se le ocurriera escaparse o cualquier travesura peor. Así que en el cine tengo a mi izquierda a Luchito comiéndose una colombina con las manos llenas de caramelo, y a mi derecha a Alba, que la oscuridad le da un poco de miedo. A mi también me da mucho miedo cuando Pinocho se convierte en burro o cuando se lo traga la ballena, pero tengo que estar concentrada para no tener ningún “ac-cidente”, porque Dayami no está y quiero terminar la película.

Gepeto, el papá humano de Pinocho, lo llama desde su barca y tengo miedo, porque yo creo que la ballena se lo quiere comer. Y dicho y hecho, se lo comió. En ese instante Luchito me agarra el brazo con todas sus fuerzas y me llena de caramelo. Alba se agarra al otro y se tapa los ojos mientras esconde la cabeza. En ese momento, escuchamos la voz de la profesora que nos dice:- Niñas, tranquilas, es solo una película y además si recuerdan que leímos esta historia en clase, todo termina bien.- Es cierto, le sonrío a Luchito y Alba, me zafo de las dos y me concentro en termi-nar de ver la película. Las dos se concentran y cuando salimos del cine, mi mamá nos está esperando con Tistana y mi tío Andrés. Nos vamos todos a merendar ensalada de frutas mientras llega la mamá de Alba a recogerla.

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Ahora que tenemos a Tistana, ya podemos jugar a muchas más cosas, por ejemplo a indios y vaqueros. Le ponemos a Tistana un sombrero de vaquero y la atamos a una de las patas de la cama, mientras Luchito y yo hacemos el baile de la lluvia a su alrededor, mientras le cantamos que le cortaremos la cabellera. Es cierto que Tistana solo tiene cinco cachumbos, pero igual se los cortamos. Hoy cuando mi mamá volvió de la cocina nos quitó las tijeras de la mano; ya le había-mos cortado el cachumbo más grande de arriba. - Niñas endiabladas, qué le están haciendo a la bebé.-Tistana suelta la carcajada y mi mamá nos mira a las tres, sonríe y nos dice más tranquila: - A las bebés no se les puede tocar esta parte de la cabeza, porque por ahí respiran. ¿Entienden? No vuelvan a cortarle el pelo, ni a tocarle la cabeza a su hermana.-

Nos hemos quedado pensando por qué las bebes respiran por la cabeza. Nosotras no sabemos mucho de bebés, porque a mi mamá no le gusta que juguemos con muñecas. Mis primas y tías deben de saber cómo es eso de los bebés y que respi-ren por la cabeza.

Al día siguiente en la escuela le preguntó a Alba:- ¿Tú sabías que las bebés respiran por la cabeza?-- Sí, mi hermanito además, como tiene cabeza pepino, mi mamá dice que tardará mucho en dejar de respirar por la cabeza.- Me responde Alba, mientras me cuenta que los huesos de la cabeza de los bebés no están cerrados como los de los niños, sino que tienen una pequeña grieta que la piel fina de la cabeza protege, porque es muy delicada. - ¿Y cómo sabes tanto?- Le pregunto sorprendida.- Porque mi mamá es médica y me lo ha contado todo con detalles y dibujos.-- ¿Y tú tienes muchas muñecas?- Le pregunto por si eso le ha servido para saber más cosas de bebés, como dice mi tía Hortensia.- No, solo tengo una de trapo, que duerme todo el día encima de mi almohada y me la cosió mi abuelita. Prefiero mis libros de estrellas.-- ¿Tienes libros de estrellas?.- Mis ojos no pueden estar más abiertos.- Sí, claro. Son muy bonitos y te dicen el nombre de cada estrella y a cuántos años luz están.- Dice Alba, hablando como si fuera una profesora.

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-¿Años luz?.- Le pregunto entusiasmada, quiero saberlo todo de las estrellas- Los años luz son una medida que te indica la longitud que recorre la luz en un año.-

Le he dicho a Alba que quiero que me cuente todo lo que sepa de las estrellas, porque la única que me hablaba de estrellas era Dayami. Y ya hace mucho que se fue a visitar a su familia y todavía no ha vuelto. Le he prometido a Alba que si ella me cuenta todo lo de las estrellas, yo le pido a mi mamá que le cosa un disfraz de india, para que juegue con nosotras y también aprenda a atar a su hermanito y cortarle la cabellera (con cuidado), en su casa.

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A mí papá primero lo tuvieron en La Modelo y después lo llevaron al pa-bellón de presos políticos de La Picota. En total en ese pabellón hay más de dos-cientos presos por sus ideas. Mi mamá, desde que estuvo detenida, va de reunión en reunión. Dice que es muy importante contactar a los familiares con abogados amigos. A veces las reuniones las hacen en la casa. Nos sorprende cuando afirma rotunda: - La información es poder.- Dice que nosotras hemos tenido suerte, que gracias a Tistana, nuestro angelito negro, ella está en libertad. Y por eso quiere ayudar a otras personas que no han tenido tanta suerte como nosotras. La gente lo pasa muy mal en la cárcel. En algunas reuniones, cuando mi mamá habla con compañeros pensando que estamos dormidas, les cuenta llorando que a mi papá lo “torturan” todos los días, que es algo así como pegar, pero con la diferencia de que la persona está atada y no se puede defender. Si supiera quién le pega a mi papá, le tiraría una piedra, como al abusivo del colegio. Pero mi mamá se pondría hecha una fiera, y además sería peligroso, porque los militares tienen metralletas. Mi mamá ya no le manda cafés al tira de la puerta de la casa, ni al de la esquina, ni al otro a la vuelta...es que hay tiras por todo el barrio. Aparte que no tenemos café para tanta gente, y si además le pegan a mi papá, pues ni se lo merecen.

Cuando Salvador viene a la casa le pregunto si se van a llevar otra vez a mi mamá. Él me dice que es difícil, porque la conoce mucha gente y ya ha salido en televisión muchas veces. Que eso en cierta forma la protege, porque si la detu-vieran sería un escándalo. Mi mamá aprovecha eso para ir a en la cabeza de las manifestaciones pidiendo que dejen libres a otros papás, mamás, tíos y primos de alguien… que no se puede tener a alguien detenido solo porque piense diferente.

Todos nuestros amigos que no están en la cárcel nos acompañan en esas manifes-taciones. Algunos cargan a Tistana en brazos, que cada vez que ve a un señor le dice “papá”, porque ya aprendió a hablar. A todos los señores que nos cruzamos, y se da cuenta que son amigos, les dice lo mismo y les tira los brazos. Así Tistana va de brazos en brazos. Y bueno, pues mejor, porque todavía no puede caminar y mi mamá todavía no está muy fuerte.

Cada dos domingos podemos ir con mi mamá a visitar a mi papá. También vienen mis tías y mi abuelita Flora. Esos domingos nos levantamos casi más temprano que para ir a la escuela, mi mamá nos baña muy bien y nos arregla mucho para

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que estemos bonitas.

La Picota es un edificio alto y feo. Cuando llegamos hace un día muy bonito con mucho sol. Vamos en la parte de atrás de una camioneta roja. Para poder entrar tenemos que pasar varias puertas de hierro. En cada puerta con cara de pocos amigos, están parados los señores vestidos de verde. Cuando pasamos nos miran de arriba a abajo.

En el primer edificio de ladrillos rojos tienen encerradas a las presas. Por sus ventanas las mujeres sacan sus pañuelos de colores y nos gritan cosas que por el viento no entendemos. Algunas lloran. Cuando le preguntamos a mi mamá, ella dice que es porque seguramente sus familias viven muy lejos y no tienen plata para irlas a visitar. Debe de ser muy duro que a uno no pueda salir y a uno no lo puedan ir a visitar.

Tres edificios más de ladrillos blancos como una colmena de ventanas; es donde están encerrados los presos. Cada colmena tiene un patio interno. El patio más grande es para los ladrones. Y otro patio pequeño es para los señores como mi papá, que no son ladrones, pero que piensan diferente al gobierno y por eso los tienen castigados.

Mi mamá va andando con los otros familiares de presos políticos. En la camione-ta roja solo vamos todos los niños, muy arreglados y bonitos para saludar a nues-tros papás. Mi tía Hortensia es la única que está con nosotros y lleva en brazos a Tistana. Luchito está sentada a su lado, porque es su tía favorita. Como siempre mi tía va muy chusca con su pelo corto pintado de rojo y un vestido verde de flo-res rosadas, precioso.

Cuando nos bajan de la camioneta entramos a los controles de la cárcel. Para las mujeres y niños, los controles los hacen mujeres policías. Tenemos que pasar de una en una; nos hacen quitarnos toda la ropa y te preguntan si tienes algo escon-dido ahí abajo. No entiendo qué podría esconder debajo de los calzones. Mi tía Hortensia ha salido de la inspección, llorando y despeinada. Le he preguntado, dándole la mano:-Tía ¿ A ti también te han preguntado si tenías algo escondido en los calzones?.-No ha dicho nada, pero se ha puesto a llorar sin parar. Mi mamá la ha consentido y le ha pedido que diera ejemplo, que estábamos nosotras delante. Aunque por lo verdes que tenía los ojos se notaba que estaba muerta de la piedra porque alguien hubiera hecho llorar a nuestra tía Hortensia.

Cuando hemos llegado al cuarto de mi papá, nos ha invitado a sentarnos en su cama. Ha mirado muchísimo a Tistana por todas partes, pues es la primera vez que la veía. Yo he aprovechado para aclararle a Tistana:- Tistana, este sí es tu papá, los otros señores no son tus papás.-

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Mi mamá le ha explicado que a todos los señores que Tistana ve con barba o bi-gote les dice papá. Mi papá se ha reído, y tomando en brazos a Tistana, hemos salido al patio. Todos los papás presos han preparado muchas actividades para que pasemos el día divertidos: hemos jugado, cantado, pintado... Después de co-mer todos juntos han empezado las actuaciones. Mi papá y Ruben han empezado a tocar canciones para todos. Como saben que mucha gente no se sabe la letra, han repartido unos cancioneros. De todas las canciones que cantamos esa tarde, mi favorita es:“ .... Gracias a la vida que me ha dado tantome ha dado la marcha de mis pies cansados: con ellos anduve ciudades y charcos,playas y desiertos, montañas y llanosy la casa tuya, tu calle y tu patio…”

Cae la tarde cuando nuestra camioneta roja traspasa todos los umbrales y va ca-mino de Bogotá. Oímos muchas sirenas y el conductor sintoniza la radio. Dicen que uno de los papás del pabellón de presos políticos se ha escapado. El conduc-tor sonríe levemente mientras pisa el acelerador para dejarnos cuanto antes en la Plaza de Simón Bolívar. Al llegar, nuestras mamás ya nos están esperando, y cada familia coge para su casa.

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Mi mamá, cuando llega del trabajo y está de buen humor, le gusta jugar “guache” con nosotras, se pone en el suelo a cuatro patas y mi hermana Luchito se sube a su grupa y empieza a gritar: “Arre, Arre”, que es como se le dice a los caballos para que galopen. Mi mamá relincha y nos hace cosquillas. No sucede todos los días porque a veces llega agotada. En esos días nos pide que le leamos un cuento después de preguntarnos: - ¿Se portaron bien hoy?-

Hoy nos pasó una cosa muy rara. Le estamos enseñando a Marcela y a Tistana, que son de la misma edad, a hacer sus necesidades en la bacinilla. Se llevan unos pocos meses, ya tienen más de un año en este planeta y tienen que aprender. Así que cuando piden, nosotras las sentamos a las dos y nos sentamos enfrente a vi-gilar que todo vaya bien.

Pero hoy, cuando Marcela se halevantado de la bacinilla, nos hemos puesto las cuatro a gritar: “Serpiente, Serpiente, serpiente” ,y hemos salido corriendo del cuarto cerrando la puerta. Y nuestro tío Andrés, que es el papá de Marcela, ha salido de su taller preocupado:- ¿Qué pasa, chinitas?.-Las cuatro abrazadas le mirábamos, hasta que Luchito ha dicho:- ¡Hay una serpiente en la bacinilla de Marce!.-Nuestro tío Andrés, que es muy valiente, nos ha pedido que lo lleváramos a ver y al llegar al cuarto nos hemos quedado todas en la puerta. Él se ha acercado a ver la bacinilla y ha soltado la carcajada:- Marce, has comido muchos dulces y tienes lombrices. Niñas, no es una serpien-te, es una lombriz. Si comen muchos dulces les saldrán muchas de éstas dentro del estómago también a ustedes.-

Nos hemos quedado sin habla. Luchito le ha devuelto a la abuelita Flora todos los chicles y caramelos que había tomados prestados para el día de hoy. La abuelita le ha tomado la fiebre y solo cuando ha hablado con mi mamá y el tío Andrés durante la comida se ha dado cuenta de la situación. Los tres se han estado riendo de lo lindo de nosotras y nuestro recién adquirido pánico a las lombrices.

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Mi abuelita Guadalupe fue maestra y fundó un colegio en Guachantivá, el pueblito de donde es mi mamá. Mi mamá heredó de la abuelita su carácter y también su pasión por la educación. Mi abuelita Lola, la segunda mujer de mi abuelito León, se hizo maestra cuando dejó de ser monja y se casó con mi abue-lito. Ya hacía rato que mi abuelita Guadalupe estaba en el cielo de las abuelitas cuando se conocieron.

Así que no es raro que me haya aprendido de memoria el poema de Rafael Pombo de las miles de veces que mi mamá me ha hecho repetírselo.

“La pobre viejecita” que viene a contar la historia de una abuelita muy quejicas, que no le falta de nada, pero todo lo que tiene no la hace feliz. Tantas veces lo he recitado que hasta Luchito dice todo el tiempo: - Pobre viejecita que no tenía nada que comer, nada más que hamburguesas, coca -cola, ponimalta y café.- Claro que Luchito ha cambiado un poco las comidas, por otras que a ella le gustan más.

Mi mamá es un hacha haciendo disfraces. Me ha construido unos anteojos con alambres, me ha cosido la falda, me ha hecho una peluca blanca con un gorro y cuatro madejas de lana. Mi abuelita Lola estaba muy contenta porque el disfraz quedó muy bien y no es comprado.

A mí ese poema no me gusta, me gusta más el de Rin Rin Renacuajo. Rin Rin es como nosotras, le gusta saltarse las normas. Mi mamá también se salta algunas normas, dice que si algunas normas no son justas para todo el mundo, hay que saltarlas o cambiarlas.

Pero la que se saltó todas las normas posibles esta vez fue Luchito. Cuando lla-maron en la entrega de premios a la niña que mejor había recitado “La pobre viejecita”: - Lucha Ruiz, primer premio.-Luchito subió y cogió el premio, cuando ni siquiera estaba disfrazada de pobre viejecita ni había recitado. Ella tampoco entiende muy bien que “Ruiz” no es nuestro apellido.

Mi abuelita Lola ha donado otro premio para la verdadera niña ganadora, porque no quería que Luchito montara un chispero delante de todo el colegio. Yo no sé como lo hace, tan chiquita y saliéndose siempre con la suya.

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Nos hemos venido a vivir una temporada con mi tía Hortensia. Mi mamá anda muy ocupada; mi tía dice que vendrá pronto. Tistana está con ella porque todavía tiene que tomar teta todo el tiempo. La casa de Kenedy es muy bonita y muy grande, ha pertenecido a nuestra familia durante muchos años. En la parte de abajo esta la entrada, la sala que da al patio, el lavadero de la ropa, la cocina, un baño y las escaleras que suben a nuestra habitación donde mi mamá mandó que llevaran nuestro camarote de madera. La cama de arriba es la mía y la de abajo de Luchito. Mi oso “I Love you” me cuida la cama mientras voy al colegio. Y el Ta-taso de Luchito duerme todo el día bajo las cobijas, hasta que ella llega corriendo del colegio y se lo lleva arrastrando a todos lados.

Mi parte favorita de la casa es la sala de la entrada, en los armarios encuentras ropa y zapatos que fueron de mi abuelita Guadalupe. Encontré un par de tacones rojos brillantes y me los puse enseguida. Al principio, me quedaban grandes, pero al caminar encogieron para quedarme como un guante. Mi tía Hortensia me ad-virtió que no tenía que tocar nada en la sala, y menos abrir los armarios. Dicen que la curiosidad mato al gato, pero como yo soy una niña, no me pasará nada. Al darme la vuelta para mirarme al espejo, todas las paredes han desapa-recido, ahora solo se ven lianas y enredaderas, el techo ha dado paso a un cielo encapotado que se ve más allá de las copas de los árboles. En la estantería, bajo la foto de mi abuelita Guadalupe, una pequeña orquesta de Chigüiros en miniatura se ha puesto a tocar un Vallenato. Me he pellizcado dos veces el brazo, para ver si estaba soñando, y me ha dolido, así que parece que todo es cierto. La casa de mis abuelitos en Kenedy es una selva y todos los animales se han puesto a bailar con-tentos. El señor tigre me ha invitado a bailar. Me da tanto susto, que lo he pisado como diez veces. A cada pisotón una disculpa, el señor tigre me sonríe con toda su dentadura y yo le sonrío por ser cortés. De la lámpara del techo que flota en el aire, diez monos titíes se la gozan, y entre carcajada y carcajada gritan: - Que se la coma, que se la coma.- Les diría algo si no estuviera concentrada en caerle bien al señor tigre, para no ser su próximo almuerzo. Una pantera negra baila con su amigo leopardo; noto la mirada ardiente de hambre de los dos en mi espalda y tengo la sensación de que no me podré saltar la siguiente comida. El abuelito León dice que los animales saben cuándo tienes miedo por tu olor. Controlo mis nervios y solo proyecto simpatia, aunque por dentro tenga miedo. Los animales huelen las emociones; por el olor conocen a los otros. Sonrío y sonrío sin parar. Bailo por toda la selva y el vestido que llevo puesto queda embarrado. Me voy a dormir con algún que otro despistado rasguño del señor tigre en los brazos.

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Desde que estamos en la casa de mi tía Hortensia, nos pasamos las tardes después de la escuela jugando con nuestra prima Alicia. Lleva siempre unos pre-ciosos vestidos a juego con la tía. Pero Alicia es muy simpática, educada y lo más importante le gustan las aventuras como a la que más. Es hija única, así que mi tía cuida todos los detalles de cada momento de su vida, como que toda su habitación sea toda rosada. Luchito y yo odiamos el color rosado, nos parece un color para niñas tontas, pero mi prima Alicia no es nada tonta. Sabe correr mucho, monta en nuestro triciclo e intenta por todos los medios no mancharse para que mi tía Hor-tensia no se ponga furibunda. Nos encanta jugar a los piratas, ella es la princesa que secuestramos, porque como no se puede disfrazar como nosotras, es el papel que le queda y más le pega. Buscamos el tesoro escondido, los fantasmas que lo guardan y sus misterios. También le ponemos un sombrero de vaquera, y junto con Tistana, les cantamos la danza de la lluvia, aunque ya no les decimos lo de la cabellera, porque las dos están muy peinaditas y si nos escucha mi tía Hortensia, nos fusila con la mirada. Ahora que vivimos con nuestra tía hemos descubierto que todas las tias tienen un carácter de los mil demonios, como mi mamá, solo que de visita no lo muestran. Cuando estamos corriendo las tres por toda la casa, a veces mi tía Hortensia regaña a Alicia diciendo:- Alicia, tienes que comportarte como una señorita.- Y nos manda a ver televisión. Como no queremos dejar sola a Alicia, nos sen-tamos con Tistana, que todavía no sabe andar, a ver Mazinger Zeta. Cuando mi tía Hortensia se va al mercado, nos quedamos con mi tío Pele. En ese momento aprovechamos para hacer travesuras, porque él siempre está concentrado leyendo el periódico, aunque a veces levanta la mirada y nos sonríe. A él no le importa que nos tomemos la casa, ni que corramos, son cosas normales de niñas. Cuando llega mi tía de vuelta, hasta Alicia esta despeinada. Por la noche, antes de irnos a dormir, pasa a visitarnos nuestro tío Leo y nos cuen-ta las historias de “Rácula”, que en realidad se dice “Drácula”, pero así es como le dice Luchito. La ventana de nuestro cuarto da al corredor que da al patio y desde ahí nuestro tío Leo hace todos los efectos especiales de la historia: - Por esta ventana entrará Rácula por la noche y les chupará la sangre… -Con unos colmillos de plástico puestos, moviendo las manos y acercándose a nosotras, que gritamos y gritamos, pidiendo que no, que por favor nos deje vivir y no nos chupe la sangre. Llega mi tía Hortensia y lo regaña:

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- No me ande asustando a las chinitas, que después no pueden dormir.- Las historias de Rácula de nuestro tío Leo son el mejor momento del día, pero lo cierto es que después nos morimos de miedo. Luchito se mete debajo de las co-bijas y abraza a su Tataso como si no hubiera nada más en el mundo. A veces me pide que duerma con ella, pero yo no me quiero mover ni medio centímentro de debajo de mis cobijas por si las moscas, no vaya a ser que Rácula esté ahí en ese momento y nos muerda. Me abrazo a mi oso y le pido que me cuide, que cuide a mis hermanas, a mi mamá y a mi papá allá en la finca. No sé si mi oso es tan fuerte para enfrentarse a los militares, pero en mi sueño mi oso es más alto que un edificio de de diez plantas y nos lleva a Luchito y a mí en cada hombro. Vamos a La Picota y de una patada tira todas las puertas, arranca los barrotes y les quita todas las metralletas a los militares y les dice que se porten bien. Todos los presos salen corriendo y sus familias los esperan en la puerta con ramos de flores.

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Cuando mi tía Hortensia tiene que hacer diligencias en el centro viene a cuidarnos Rogelia, que es una doña cascarrabias, despistada y además muy muy religiosa. Mi tío Pele dice que más que religiosa es de un grupo fanático y que es mejor ni sacarle el tema. Rogelia canta canciones de Dios mientras cocina y limpia la casa. Hoy estábamos pintando todas en la cocina en nuestros cuadernos, cuando la olla exprés ha empezado a pitar, y antes de que nos diéramos cuenta, todas las paredes, nosotras enteras y hasta nuestros cuadernos estaban llenos de mostaza. Luchito se había puesto todos sus sacos uno encima de otro, llevaba un total de siete sacos, y cuando la he metido en el lavadero de ropa para quitarle la mostaza, era imposible sacarle todos esos sacos mojados, así que he cogido unas tijeras y los he cortado todos. A Tistana le hemos limpiado la cara con un trapo mojado. Alicia se ha ido a bañar en su baño. Nosotras nos hemos quedado me-tidas en la pila de agua fría jugando a las ballenas. Rogelia ni se ha preocupado por nosotras porque no ha parado de limpiar toda la cocina. Hasta el techo estaba lleno de mostaza. Cuando han llegado mi mamá y mi tía han puesto el grito en el cielo:- ¿Pero aquí qué ha pasado?.- Mi mamá ya tiene los ojos cambiando de color. Mi tía, que no le cambian los ojos de color, pero gritando pregunta:-¿Y Alicia?.-- Se fue a su habitación, doña.- Responde Rogelia sin parar de limpiar. Mi mamá ha subido a revisar a Tistana. Antes nos pide que nos salgamos de esa pila y subamos a ponernos los pijamas. Le hacemos caso porque ya nos dejó de arder la piel bajo el chorro de agua fría. Por la noche han venido a visitarnos mi abuelito León y mi tío Leo. El abuelito nos ha estado contando cómo siembra sus hidrocultivos en la casa, cómo hace árboles frutales que den duraznos ácidos porque los injerta con ramas de limones. Yo le digo que quiero un árbol de esos para mí, porque me encanta el limón y el durazno. Él me promete que me lo va a plantar en su finca, y que cuando quiera lo puedo ir a visitar. Lo miro a los ojos para saber si es verdad, porque las navidades pasadas le había pedido un mono tití y me trajo una muñeca, cuando bien sabe que mi mamá no nos deja jugar con muñecas. Así que muy seria le digo:- Sí claro, como el mono tití, que todavía lo estoy esperando.- - Jajaja, es que Maria, los monos titis no son juguetes, y además en Bogotá hace mucho frío y el animalito se puede enfermar.- Me responde cambiando rápido de tema. Eso no lo había pensado, pero en la finca hace calor y hay árboles, así que le respondo: - Pues que viva en la finca en mi árbol de duraznos limoneros y lo iremos a visitar.- Porque la finca está en tierra caliente.

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Luchito sigue toda la conversación súper concentrada mientras se toma su tetero. Hoy está agotada y casi se está quedando dormida cuando mi mamá grita desde el piso de arriba:- No dejen que se duerman todavía, que las tengo que revisar y dar una pomada.-

Mi tío Leo aprovecha para ponerse de pie y mover los brazos a lado, y lado, y Luchito se pone a su lado corriendo y grita: - Rácula, Rácula, Rácula.-

Mientras mi mamá nos revisa las quemaduras y nos aplica concha de nácar por cara, brazos y piernas, mi tío Leo nos cuenta la historia de cuando Rácula se ena-moró de una muchacha en sueños y recorrió siete mares dormido en su ataúd has-ta encontrar la ciudad donde vivía. Pero cuando la encontró, ella estaba prometida y se iba a casar. Como él la quería mucho, ni le chupo la sangre ni nada, y le pidió que lo aceptará como padrino de boda.

Esta nueva historia de Rácula no nos ha gustado tanto, pero como el tío Leo estaba tan entusiasmado hemos aplaudido igual, hasta mi tía Hortensia lo ha felicitado, pero claro, es que ella es una romántica. Nosotras esperábamos que por lo menos le hubiera pinchado un dedo, alguito de sangre… Pobre Rácula: con el corazón roto y muerto de hambre.

A la mañana siguiente Rogelia no ha venido a trabajar. Cuando le hemos pregun-tado a mi mamá porqué, nos ha dicho que su niña estaba enferma y que tenía que cuidarla.

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Rogelia reza al lado de su niña que suda fiebre. Rogelia le pide al señor que la cure. El hermano Martín le ha dicho que se hará la voluntad del Señor. Rogelia llora y reza, el hermano Martín ha dicho que le ponga la Biblia en la cabeza y eso le quitará la fiebre. Rogelia abre la Biblia y se la pone en la cabeza a la niña. La doña de la casa en la que trabaja le ha dicho que lleve la niña al hospital a que la vea un médico. Pero el hermano Martín le ha dicho que los médicos tuercen los designios del Señor. Ella solo le hace caso al hermano Martín. Su niña apenas tiene dos años y no para de llorar; a su lado su vecina reza con ella. Las dos muje-res están más de dos días rezando. La niña dejó de llorar por la noche, cuando el Señor mandó un ángel rubio a buscarla y se la llevó cargada en los hombros por la ventana. Rogelia está muy contenta porque su hija vive ahora en un sitio donde no pasará dolores, trabajos ni tristezas. Ya no va a volver a trabajar en la casa de la doña; la doña no entiende los designios del todopoderoso, la doña será castigada. El padre Martín le ha conseguido otra casa donde trabajar, de gente de bien, gente piadosa como ella. Una vez termine el funeral de su niña se irá a vivir con ellos.

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Hoy estuve paseando con Salvador, un amigo de mis papás que es cura. Hemos estado hablando sobre la vida de Jesucristo. Me ha contado su vida, cómo se preocupaba por los pobres y era perseguido por los romanos al igual que papá, mamá y otros compañeros que son perseguidos por los militares. También a Jesu-cristo lo detuvieron, lo torturaron y al final lo ejecutaron en una cruz.

Hemos caminado por toda la Séptima hasta llegar a mi cafetería favorita, al lado del trabajo de mi mamá. Nos encanta porque hacen ensaladas de frutas con un de-licioso jugo de naranja recién exprimido. Como es un día especial, Salvador me invita a la ensalada especial que incluye una bola de helado de limón. Mientras nos sirven me sigue contando:- Siempre han existido hombres buenos que son incomprendidos por su tiempo. El poder siempre está en manos de personas con pocos escrúpulos que suelen ser casi siempre ricas y no quieren compartir con nadie sus riquezas. No piensan en el prójimo y en su sufrimiento.-- ¿Y cuántos siglos han pasado para que siga todo igual?.- Le digo desafiante. Él, que siempre nos tiene mucha paciencia, sonríe diciendo:- Sí María, han pasado muchos siglos, muchas guerras y las que quedan. Pero sí hay muchas cosas que han mejorado: por ejemplo antes, en todos los países del mundo los niños trabajaban y la gente no vivía más de treinta años.-- Mi papá dice que hay niños que hacen ladrillos de tierra desde que tienen tres años.- vuelvo a contestarle.- Sí, es cierto, pero ya quedan menos y muchas personas estamos en contra del trabajo infantil.- Me responde. - ¿Jesucristo también estaba en contra del trabajo infantil?.- A ver si se sabe esta respuesta. - No, en esa época todavía les quedaba mucho y el trabajo infantil era algo nor-mal. Tampoco se planteaban que los hombres y las mujeres son iguales.- - Pues qué mal.- Le digo muy indignada. - Bueno, Jesucristo sí decía: “Hay que respetar a todas las criaturas del Señor y honrarlas”.-- Bueno, por lo menos lo arreglo con eso.- Mi helado está increíble, me comería una montaña igual. Salvador me mira fijamente y sonríe, se toma dos cucharadas más de su ensalada de frutas y vuelve a la carga con más historias de Jesucristo:- Los Romanos habían conquistado Jerusalén, como tantas otras tierras, eran des-piadados, y una persona como Jesucristo, que lanzaba esas idea progresistas, era

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un estorbo para ellos. Por eso para muchos curas y amigos de tus papás, Jesucristo se considera como uno de los primeros revolucionarios de la historia del mundo. Su historia es una de las razones por las que me hice cura.-

Ya me estaba terminando mi ensalada de frutas, y como lamía y relamía la cucha-ra, Salvador me pregunto: - ¿Quieres tomar algo más Maria?.-- No, gracias.- Tal como imaginaba, después de esa iba la pregunta más impor-tante de todas.- Maria, después de lo que te he contado; ¿Qué piensas de bautizarte? Tus papás decidieron que crecieras lo suficiente para poder decidir si querías o no hacerlo. Dime, qué te parece la idea.-

Salvador me caía muy bien, le sonreí, la historia de Jesucristo ya me la habían contado miles de veces, otros amigos curas de mis padres me habían regalado cuentos. Mi tía Zoe me contaba otra versión en la que Jesucristo, cuál superhéroe, volaba y podía caminar por encima del agua. Dayami y mi mamá me contaban muchas historias, alternaban las historias de la creación indígena con cuentos de China o Vietnam. Así nos contaban cómo allí había niños que perdían a sus padres porque otros países, al igual que los Romanos, los querían conquistar y someter-los a su cultura y dominio.

Mi mamá cree en Dios, mi papá no, aunque respeta a Jesucristo como un perso-naje “histórico”, en el caso de que existiera. Dayami dice que hay muchos dioses y están en la tierra, en el fuego, en el aire y que los animales a su manera también son dioses. Solo los humanos somos incompletos y tenemos que aprender a respe-tar a los demás. Mis tías, mis tíos y mis abuelitas creen todos en Dios. Pero sobre todo mi abuelita Flora a la que acompañó muchos días a misa de ocho de la tarde, ella cree en Dios y por nada del mundo me gustaría que se pusiera triste, así que hacía mucho tiempo que yo ya había decidido bautizarme:

- Me cae bien Jesucristo, pero la única razón por la que me bautizo es por mi abuelita Flora. Ella se preocuparía mucho si no lo hiciera. No creo en Dios por-que no creo en lo que no pueda ver o tocar. Pero quiero hacer feliz a mi viejita.-

Salvador sonrió complacido y me acompañó en silencio hasta Chaquetin. Mi mamá estaba a punto de terminar su jornada. Me miraba extraño, como a veces me miran otros adultos. Yo ya estoy acostumbrada y no le doy importancia. En los tres años que lleva mi papá encerrado en la cárcel, ya escuché muchas con-versaciones que tienen los adultos cuando piensan que estás dormida o distraída. Nos han pasado muchas cosas y en muchas ocasiones los adultos me hablan como si yo tuviera la misma edad que ellos. Yo sé que no soy grande, pero tengo que estar pendiente de muchas cosas, tener cuidado y cuidar a mis hermanas. No me imagino cómo será la vida de otras niñas: mi vida es así. Sé muchas cosas y he aprendido a mentir y a ocultar muchas más.

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Mi mamá ha tomado un avión, se baja en un aeropuerto desde el que se avistan palmeras, hace mucho calor, no es como Bogotá. Tistana no está con ella, porque ahora ya toma biberón y mi tía Hortensia se lo da. Yo voy a pocos metros de mi mamá con una gabardina gris y unas gafas de sol. Como soy muy bajita nadie me ha pedido ni el billete ni el pasaporte; creo que es porque he conseguido hacerme invisible.

Dayami me explicó que uno se puede hacer invisible deseándolo con todas tus fuerzas. Y es el poder de tu mente, frente a la capacidad de los otros para obser-var. Ella dice que algunos compañeros de mis papás que están escondidos en la selva lo consiguen hacer para evitar que los detengan. Uno de ellos, Jaime, lo aprendió en Santa Marta de su abuelita, y aunque va un poco cojo, nunca lo han podido detener. Otra que se aprendió a hacerse invisible fue La Chiqui, que la po-día identificar por un lunar en la espalda. Cuando la paraban lo hacía desaparecer y aparecer en otra zona del cuerpo, para evitar que la identificaran.

Mi mamá no sabe hacerse invisible, pero tiene esa mirada suya que te puede man-dar a algo parecido al infierno. Con veinte años se fue de maestra al Amazonas. Un día, caminando por la selva, iba con botas altas cuando escuchó un siseo a sus espaldas. Ahí estaba enroscada, mirándola fijamente a los ojos, una serpiente de Cascabel. Mi mamá se quedó de piedra, pero le devolvió la mirada. Me imagino que sus ojos de rana tayera le cambiaron de color y la pobre serpiente se asustó tanto que, en vez de atacar, se desenroscó y cayó muerta. El guía indígena que iba con ella se encargó de contárselo a toda la selva. Gracias a eso, cuando los mili-tares quisieron pagarle a alguien para que la matara, nadie quiso hacerlo. Decían “Esa maldita mujer de la capital tiene que desaparecer”, pero ningún indígena ni campesino quiso. Decían que no se puede matar a quien es más fuerte que las serpientes. Y al final se pasó casi ocho meses haciendo trabajo comunitario, sin que nadie la molestara. Con la excepción de una detención de dos días por los militares, que se frustró cuando toda la población se levantó para que dejaran libre a su “maestra”. Como yo no sé mirar como mi mamá, ahí sigo con mi técnica de hacerme in-visible y la voy siguiendo a una distancia prudencial, porque ahora que no está Dayami para contarme todas las cosas, tengo que averiguar por mi propia cuenta que está sucediendo. Agarro mi triciclo rojo y sigo el taxi donde va mi mamá. Se para en un parque muy bonito, lleno de flores, y se va al estanque, sentándose en

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un banco a leer “Cien años de soledad”. Cuando no lleva media hora se acerca una mujer con el pelo crespo negro y sus dos hijas con eléctricos crespos y ove-roles de colores vivos, como los que yo llevo casi todos los días.

- ¿Le importa que tome asiento?.- Le pregunta la desconocida.- No, claro que no.- Responde mi mamá.- Yo también estoy leyendo el mismo libro.- Dice ella.- ¡Qué casualidad.- Mi mamá sonríe.

La doña se lo enseña y se pone a leer; las niñas ponen a flotar un barquito de papel en el estanque. Mi mamá deja su libro en el banco en medio de las dos, la doña pone su libro encima. Mi mamá mira al reloj, toma el libro de la doña, se levanta y se pone a caminar. Quiero decirle que ese no es su libro, pero si lo hago me va a descubrir, así que sigo siendo invisible y la vuelvo a seguir hasta el aeropuerto, el avión y la casa de Kenedy. Cuando llega a la casa, se toma un tinto en la cocina con mi tía Hortensia, en silencio, y sube a darnos un beso. Yo ya estoy acostada y mi triciclo rojo aparcado en el patio. Ha sido un día muy ajetreado para las dos.

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Hoy hemos ido a visitar a Salvador a su trabajo. Es un edificio donde traba-jan muchos curas como él. Mi mamá utiliza sus materiales en las clases de alfa-betización que da en Las Lomas. Hemos comido con él y después hemos dormido la siesta en Chaquetin. A la salida nos han recogidos Euridice, Santino y Ivanna. Hoy nos quedamos en su casa, que está en El Salitre y es muy bonita. Tenemos mucho espacio para jugar con Newton, Maya, Ian, Thais, Luchito y Tistana, que ya gatea. Empezamos a imaginar cómo construir una casa en el árbol del patio. Hacemos muchos planos en un papel y empezamos a buscar por toda la casa de Ivanna los materiales que usaremos.

Al pasar por la cocina, donde todos están ayudando a preparar la comida, escucho parte de una conversación:

- Pues parte de la tripulación del Freddy, que entró desde Vaupés a Ecuador.- In-dica Santino.- ¿Pidieron asilo?.- Ivanna está sacando más verduras de la nevera.- Sí, pidieron asilo, pero el gobierno Ecuatoriano los entregó y ya entraron en La Picota.- Responde furiosa mi mamá.- ¿A las mujeres también?.- Ivanna le está pasando verduras lavadas a Santino para que las vaya troceando.- Sí, Ivannita, a las mujeres también, con el problema de que en La Picota en el área femenina, no hay un pabellón para presas políticas.- Responde Santino cortando todas las verduras chiquitas, claramente preocupado. Me quedo mirán-dolos, pues mi mamá hace unos días nos dijo que era posible que mi papá saliera pronto de La Finca y no sé si esto es bueno o es malo. Mi mamá me mira como sabiendo lo que estoy pensando y añade.- A su papá lo vamos a sacar, él no ha hecho nada malo, aparte de educar y di-fundir información. Y eso no es un delito de cárcel, lo único de lo que lo pueden acusar es de “rebelión”, así que tiene que salir amnistiado.-- En Chaquetin solo se cosen chaquetas, es una cooperativa escuela sindicalista, nada más. Los trabajadores tienen derecho a aprender a defender sus derechos.- Sentencia firme Ivanna.

Santino suelta la carcajada molestando: - Gracias a los talleres en las empresas te conocimos, hermana monja. Después te enamoraste y colgaste lo hábitos.-

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Ivanna siguiendo con la broma, puntualiza:- Hay muchos compañeros curas que también han colgado los hábitos por irse al monte, porque los excomulgan o por amor. No soy la única. Mire no más a Gada que tuvo que volverse a España después de que la excomulgaron por hacerse revolucionaria.-

Mi mamá, de mejor humor, se ríe de lo lindo. Empieza a contarles como en su pueblo, en Gachantivá, tenían un cura que era un churro. Sus misas estaban siem-pre llenas, y para confesarse siempre había colas de más de una hora. Santino le toma el pelo diciéndole que gracias a eso ella todavía cree en Dios. Y ella, seria otra vez, vuelve a la carga con la historia de Jesucristo, después del padre Camilo Torres y porque fue un cura guerrillero… Como esa historia ya la escuché esta semana, vuelvo al jardin. Euridice nos ha empezado a ayudar a clavar las maderas que harán de escalones para subir a nuestra casita en el árbol.

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Mi profesora Elvira llamó a mi mamá hace un mes; le dijo que mejor no nos llevara más a la escuela. Porque mataron al papá de Alba cuando la llevó al colegio por la mañana. Mi mamá se lo estaba contando a mi tía Hortensia en la cocina y yo estaba escondida en las escaleras queriendo saber más. Alba, su mamá y su hermanito han decidido viajar a México. Allá vive el hermano mayor de la mamá de Alba, llegan a su casa y podrá encontrar trabajo como médica.

La siguiente semana después de la llamada, mi mamá ha sacado todo lo que tene-mos a la acera de la calle enfrente de la casa. Las cosas que teníamos en la casa de mi abuela Florita, las ha traído mi tío Andrés en una camioneta: el televisor, la plancha, ropa, las muñecas que nos regalaron nuestras tías y que mi mamá nunca dejó que las sacáremos de la caja… En menos de una hora ha montado un mer-cadillo, todos los vecinos pasan a chismosear y llevarse alguna cosita. Al final de la tarde ya lo habíamos vendido todo. Le he preguntado a mi mamá porque no vendíamos la biblioteca de mi papá y me ha respondido tajante: - No Maria, eso es lo único que no podemos vender.-

Ahora tiene una alcancía donde guarda todo el dinero del mercadillo, aparte del dinero que han puesto amigos y familia. Solo nos ha dicho que cuando salga papá y nos bauticemos posiblemente vayamos de vacaciones unos días a la playa.

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Salvador está en la iglesia vestido de blanco, con una bufanda de colores y en el escenario. Mi papá salió hace dos días de la cárcel, lleva un traje de cuadros café y pantalón de campana. Mi mamá un vestido azul. Tistana está sentada con sus padrinos, mi tío Andrés y mi tía Milagros. Mi abuelita Flora, a escondidas de mi mamá, le ha peinado los cachumbos con cerveza. Lleva un vestido azul con un osito; los volantes son de cuadros blancos y azules. Luchito lleva un vestido blanco de tul que le han comprado sus padrinos mi tía Hortensia y mi tío Pele. En una bolsa de plástico lleva el balón de fútbol que le han regalado si se aguanta con el vestido puesto todo el día. Mi vestido blanco me lo regalaron mis tías Amalia y Zoe. Mis padrinos Amaranta y Nicanor son buenos amigos de mis papás. Toda la familia va muy elegante, hasta mi abuelita Flora lleva un vestido de flores y pájaros en color granate y sonríe todo el tiempo. Mi abuelito León y los hermanos de mi mamá van con traje de sastre. Todas sus hermanas y la abuela Lola van con bonitos vestidos a juego. Todos los primos están estrenando ropa. Hoy nos bauti-zan a las tres, estamos rodeadas de casi toda la gente que conocemos. La iglesia está repleta.

Esa noche, en el salón de la casa de Kenedy, Salvador, ya vestido con unos blue-jeans y una camiseta, saca a bailar a mi tía Hortensia. Son los reyes de la pista, ya les pongan un twist, un vallenato o un rock and roll. Hoy miro a los animales disecados de mi abuelito que cuelgan de las paredes, están tristes porque no pue-den bailar, como lo hacemos cuando nos quedamos a solas. Mi prima Zoe baila conmigo y Luchito baila con Alicia. Tistana está en las piernas de mi abuelita Flora y le toca el pelo. Ella por su lado, le vuelve a retocar los cachumbos con la cerveza que se está tomando. Mi tío Leo baila con Renata un vallenato en mitad de la pista y mis papás se ponen a bailar por primera vez. Nadie más baila en ese momento porque todos los estamos mirando. Yo ni me acuerdo si alguna vez los vi tan felices o si alguna vez los vi bailar. Luchito se ha puesto a pegar patadas a su balón; debajo del vestido se ha puesto unos chores, arremangado el vestido con un nudo al lado. Mis primas Cayetana y Marcela han hecho una porteria con las macetas del patio. Todos los tíos que no bailan encabezados por mi tío Andrés, las animan mientras se pasan la pelota. Ya nadie se preocupa por estar elegante, ni por las macetas, ni por nada más, la fiesta se ha prendido y solo queremos bailar.

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Por primera vez en nuestra vida estamos los cinco juntos haciendo algo bo-nito: es el primer domingo que mi papá está libre. Hemos ido a la sesión matiné doble del cine del centro. Hemos visto “Sonrisas y Lágrimas” y “Evasión o Victo-ria”. Nos han encantado. En la primera una familia tiene que huir por la montañas de los alemanes, que los persiguen. En muchas cosas me recordaba a mi familia, porque realmente nadie en la familia había hecho nada malo. La segunda contaba cómo unos presos en un campo de concentración alemán son seleccionados para jugar un mundial de fútbol. Esa parte ha tenido aplaudiendo a Luchito en cada gol. Al final estos señores también ven la forma de huir y salvar su vida. Por lo que hemos hablado mientras comíamos pasta en un restaurante italiano al lado del cine, es que siempre ha habido señores un poco locos que les da por perseguir a cualquiera que no piense como ellos.

Es la primera vez en mi vida que estoy en un restaurante italiano. Me ha gusta-do tanto que mi mamá me ha dejado repetir un plato de pasta. Cuando iba casi a terminarlo porque estaba delicioso, mi mamá, riendo, ha dicho: - Como esta niña siga comiendo así, vamos a tener que quedarnos a lavar los platos, porque no vamos a tener suficiente dinero para pagar el saque que tiene.-

Al oírla, una lucecita se ha encendido en mi cabeza, que es como dice mi tío Leo que pasa cuando tienes una idea, y le he contestado: - Creo que cuando crezca voy a trabajar de lavaplatos en un restaurante como este, así podré comer todos los días pasta.- Luchito ha dicho: - Y yo también.- Mis papás se han reído. Cuando ha llegado el camarero con la cuenta, mi papá lo ha mirado serio y le ha dicho:- Las niñas quieren quedarse a trabajar con ustedes a cambio de más platos de pasta.- El camarero lo ha mirado serio, nos ha mirado de arriba abajo, sin sonreír; noso-tras asentíamos con fervor. Sin decir nada más ha contestado: -Eso lo tienen que hablar con la dueña, por ahora paguen la cuenta.- Mi papá ha pagado, y antes de irnos ha llegado la dueña, una señora grande y pelirroja, sonriendo mucho. Nos ha preguntado a Luchito y a mí: - ¿Ustedes son las que quieren aprender a hacer pasta, lavar platos y trabajar para mí?- Nosotras hemos gritado felices:- Sí, somos nosotras.- Ella tranquilamente nos ha respondido:- Pues aqui las espero dentro de quince años cuando tengan edad para trabajar.-

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Mi mamá se levantó muy temprano como siempre. A las cinco estaba preparando el café en la cocina y se ha tomado el primero con mi tía Hortensia, después se ha ido a comprar mogollas a la panadería de la esquina y ha vuelto co-rriendo. Ha despertado a mi papá, nos hemos ido de la casa en pijama por la puer-ta que está detrás del patio. Atravesamos dos callejones hasta la casa del abuelito de mi prima Alicia. Hemos entrado por la puerta de atrás. Nos han escondido en el desván. Al mediodía nos han subido la comida y dos colchones para dormir.

Mi mamá y mi papá están muy callados. Nos han dicho que leamos y hagamos tareas. Como no queremos molestarlos porque parecen tristes, nos ponemos a leer y a leer.

En la noche ha venido mi tío Leo y nos ha dicho que los militares ya se habían ido, pero que no sabían si todavía quedaba algún tira de paisano vigilando la casa. Han estado viendo distintas posibilidades y al final han optado porque nos vamos a ir en la madrugada a la casa de Ivanna en El Salitre. Mi abuelito León nos lleva en su Jeep aprovechando la oscuridad.

Cuando llegamos, Ivanna nos tiene preparadas dos habitaciones y nos dormimos enseguida. Al día siguiente seguimos construyendo la casa en el árbol con Ian y Thais. Mis papás están hablando en el jardín con Ivanna de lo que ha pasado en los últimos días. Ivanna hace bromas y le comenta a mi mamá:- No, usted si que tiene un ángel de la guarda súper piloso.-Mi mamá sonríe triste mientras dice: - Es mi mamá que desde el cielo nos está cuidando, y ella se las sabía todas.-

Así es como nos enteramos que cuando mi mamá fue a comprar mogollas, la doña panadera le avisó que acababan de parar, a la vuelta de la esquina, dos ca-miones llenos de militares y que estaban preguntando por nosotros. Mi papá ha dicho que tenemos que tener mucho cuidado, porque ya no lo pueden detener. Si lo encuentran, lo que hacen es borrarlo de la faz de la tierra y a nosotros con él.

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Agradecimientos

A todxs lxs hijxs de la guerra que condenados durante muchos años al ano-nimato y al silencio, les han arrebatado parte de su identidad. A todxs ellxs lxs animo a que cuenten su historia, esa será la herramienta más potente para construir la paz y no perder la memoria. Solo lxs que recuerdan aprenden para no repetir los mismos errores.

A la revista digital de sembradoras de Paz La13 y sus memoriantes, por ser ejemplo de valentía y recordarme lo importante que es la memoria.

A todas las redes que han trabajado incansablemente por la paz y los derechos humanos, dentro y fuera de Colombia.

A todas las redes sociales que hacen de mi barrio un espacio vivible desde hace más de veinte años: movimientos sociales, colectivos y vecinxs.

A todxs mis amigxs, a lxs que están, a lxs que estuvieron.

A todxs aquellxs que la vida les peso tanto, que por decisión propia decidie-ron marcharse antes de tiempo.

A toda mi familia, la biológica y la construida a lo largo de los años. Ellxs saben cada unx a quién me refiero.

A todxs mis animales, mi manada, que con su amor incondicional me atan a la tierra y mantienen mi cabeza despierta.

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Memorias de una Niña Viajera” empieza en 1979 con una niña de cinco años contando su historia en Bogotá la ciudad que nunca duerme.La per-secución política que llevará a su familia como a muchas otras a huir de Colombia para salvar su vida.Un viaje a través del tiempo por distintos lugares: Costa Rica, Paris, Maputo...

La memoria es una construcción compleja, es una mentira en si misma, cada vez que recordamos creamos una nueva ficción.La novela esta basada en hechos reales, pero personajes, nombres, luga-res, fueron cambiados para proteger la intimidad de las personas representadas.

El libro está escrito en el lenguaje coloquial de una niña y se va haciendo más complejo a la me-dida que ella va creciendo. Es un libro escrito con la intención se ser entendido y leído por niñxs desde los siete años. Si bien hay pasajes que lxs adultxs tutores, tendrán que decidir para que edad son adecuados. El libro es explícito en distintos tipos de situaciones.

El lenguaje estará plagado de “colombianismos” como cachumbos, tetero, pompis, berraca... qué no hemos querido uniformar y/o traducir porque por el contexto se puede deducir para lxs lectorxs de otras nacionalidades su significado.

Asor es una artista multidisciplinar que crea desde Madrid, pero que ha crecido entre Colombia, Mozambique, Costa Rica y España. Escritora e ilustradora, su trabajo está fuertemente influenciado por raíces afroamericanas y un particular imaginario femenino. Como resultado, la temática de su obra oscila entre un mundo de mujeres enclavado en un universo de animales y una naturaleza salvaje de carácter urbano y cosmopolita.Para ella todo su trabajo se enmarca en imágenes y retratos, unas veces los textos funcionan como fotografías para ser imaginadas por lxs lectores. Poesías que funcionan como mensajes en una botella, o acertijos. E ilustraciones con temáticas de sueños para imaginar el texto o mensaje escondido. Sus composiciones muestran visiones compactas que a menudo destilan influenciasliterarias y trasfondos familiares y políticos del alma de la autora. Por todo esto, su elemento diferenciador como artista “outsider” no proviene precisamente de una creación centrada en el detalle, sino de una visión del mundo fresca, a veces naif y en constante equilibrio con una cierta forma de desgarro. Sus intereses, siempre próximos a la cultura y los movimientos populares, le han llevado también a participar como agitadora cultural en espacios públicos donde converja el pensamiento libre, la música, el feminismo y la libertad. Con debilidad por sus raíces por todo lo relacionado con las culturas afro latinas.

Ebook con impuesto incluidos 10€, de los cuales 1€ de cada venta ira a apoyar el proyecto de revista electrónica de pacificadoras por la paz en Colombia: La13www.revistala13.com/