Max Scheler - El Pusto Del Hombre en El Cosmos Analisis
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Max Scheler – El Puesto del Hombre en el Cosmos
a) Cuáles son los grados del ser psicofísico del ser y sus características.
1. El estadio más bajo de la vida lo compone el impulso afectivo. Este se orienta
hacia la consecución de un placer sin objeto y la evitación de todo dolor, sin la
intervención del instinto o de alguna sensación, es pues, un movimiento de
acomodo al medio; la representación más exacta del impulso afectivo nos la
aportan las plantas cuando, evitando la oscuridad, crecen buscando la luz. El
impulso afectivo sin embargo, no es exclusivo de las plantas, ya que aparece tanto
en los animales como en los seres humanos para los que el impulso afectivo se
constituye como sujeto de la experiencia más primaria de la realidad.
2. El segundo estadio de la vida es lo que Scheler denomina instinto. El instinto se
despliega siguiendo un ritmo fijo y mecánico, es innato y hereditario y está al
servicio de la especie. Actúa como algo que está predispuesto en el animal, en
arreglo a la relación estimulo-respuesta, aunque no se debe confundir con las ideas
del autoadiestramiento ni del aprendizaje. Se puede especializar al instinto en una
forma de aprendizaje, pero este se da de acuerdo a los arreglos del medio y no a
la estructura interna del animal.
3. Como tercer estadio de la vida encontramos la memoria asociativa, lo que sería
el correlato psíquico del reflejo condicionado de Pavlov. La memoria asociativa
surge como consecuencia de la separación del sistema sensorial y del sistema
motor, razón por la cual no puede darse en la vida vegetal; gracias a la memoria
asociativa aparecen la adaptación y el aprendizaje, lo que supone una liberación
frente a la rigidez instintiva y una mayor plasticidad en el comportamiento. En este
nivel la conducta del ser vivo se modifica lenta y constantemente en función del
número de ensayos practicados, siempre en relación al comportamiento estimulo-
respuesta del ser vivo con el medio. Con la aparición de la memoria, y en relación
a la imitación, que se da en miembros de la misma especie, aparece también la
memoria de la especie, a la que conocemos como tradición. Donde las
generaciones presentes aprenden de las pasadas y pueden transmitirlo a las
futuras, dando oportunidad a que suceda el progreso.
4. La inteligencia práctica orgánicamente determinada es el último estadio de la
vida;
aunque con ella se abre la posibilidad de elección frente a diversos bienes,
obedece siempre a la satisfacción de un fin impulsivo. Funciona a partir de la
compresión súbita de un nexo objetivo en el entorno, lo que permite diseñar una
acción apropiada para la satisfacción del impulso. El ser vivo se conduce
inteligentemente cuando su conducta hace referencia a un sentido determinado,
entonces esta no depende de la relación estimulo-respuesta, ni del número de
ensayos practicados por el individuo o su especie; sino que su conducta se refiere
a una finalidad individual y que resulta súbita e impredecible frente a las
circunstancias del medio, sean estas como fueren.
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b) Qué relación hay entre el espíritu y el instinto.
Ser espíritu significa desvincularse existencialmente de su aspecto psicofísico.
Observamos que el animal se relaciona con su medio utilizando el instinto, nunca
es libre y percibe la realidad como un simple reino de centros de resistencias que
se oponen o favorecen a sus instintos; la independencia con respecto a lo orgánico
del espíritu permite al ser humano percibir la realidad externa como un mundo de
objetos y no como simples resistencias.
Mientras la percepción de la realidad depende de las necesidades orgánicas las
cosas son inapreciables como objetos y se percibe, en todo caso, su utilidad. Pero
el ser humano puede, gracias a la independencia del espíritu con respecto a lo
orgánico, percibir y conocer a las cosas como objetos dotados de una esencia
independiente del sujeto. Cuando el ser-así de algo es percibido, entonces recibe
una identidad, existe en sí porque su ser es independiente de las necesidades
orgánicas. La realidad o medio se transforma entonces en un mundo de objetos.
Un mundo sin espíritu sería un mundo de centros de resistencia.
La capacidad de objetivar del espíritu puede estar referida también al interior del
ser humano; y gracias a la posibilidad de objetivar su propia subjetividad, posee el
ser humano autoconciencia, Pese a que las plantas tienen vida, carecen de
conciencia, pues carecen de un sistema nervioso centralizado; su existencia es, por
tanto, extática. Los animales, en cambio, tienen conciencia. Pero sólo el ser
humano es consciente de sí mismo, es decir, tiene autoconciencia. Aquí debemos
retener una importante idea: lo que resulta ontológicamente decisivo para
diferenciar al ser humano de los animales no es la conciencia, sino la capacidad
de objetivar, la capacidad espiritual que el ser humano posee en la medida en que
es una esencia espiritual. Y ello se debe a que lo peculiar de la
autoconciencia es su carácter auto reflexivo, sin embargo, la objetivación no es
posible son las unidades más básicas del ser psicofísico del hombre.
En otras palabras, son sus necesidades orgánicas las que sitúan al hombre frente a
un mundo de resistencias y le mueven a satisfacer dichas necesidades, es el instinto
el que pone en movimiento al hombre, en su necesidad de conservar su vida y la
de su especie, para buscar los medios, dentro de todas esas cosas que en ese
momento no son más que resistencias, para satisfacer las necesidades de su
conservación, es entonces cuando el espíritu del hombre, no satisfecho con
simplemente llenar esas necesidades, se posiciona como espíritu y transforma esas
cosas-instrumentos en objetos con una esencia independiente de su utilidad y su
medio, y al encontrarse en un mundo de objetos es consciente de sí mismo, es
entonces autoconsciente, punto al que no podría llegar sin tener necesidades
orgánicas y un instinto que respondiera a los estímulos de su medio.
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c) Cuál es el puesto del hombre en el cosmos (relación con la divinidad).
Si bien el hombre se encuentra en un medio de resistencias y estímulos a sus
condiciones orgánicas y psicofísicas naturales y en este aspecto no es distinto al
resto de seres vivos que se encuentran en el cosmos, todo lo contrario, en este caso
el hombre se halla sumido dentro de los seres que pueblan el universo y no tiene
distinción particular, el hombre está al servicio de sus necesidades orgánicas y de
las necesidades y costumbres de su especie, y no encuentra su independencia ni
siquiera en su inteligencia o en su dominio sobre su medio.
Sumido en su medio, como las plantas y los animales, el nombre no se reconoce
como otro si lo vemos desde afuera, es necesario ver en el interior del hombre, lo
que sucede detrás de las repuestas automatizadas a los estímulos del medio y las
necesidades de su organismo. Es donde encontramos lo que le distingue del resto
de seres del cosmos. Su espíritu, que lo separa del resto de cosas, en tanto que las
hace objetos, no objetos para su satisfacción o a los que pueda dirigir sus impulsos,
sino objetos que poseen una identidad y una esencia que supera su ser cosa-
instrumento y lo elevan a una dimensión de ser-asi independientes de los impulsos
y necesidades del hombre. Esto hace que también el hombre se haga
independiente de los objetos y del mundo, que se encuentre a si mismo,
autoconsciente, fuera del mundo, como algo distinto de ese mundo.
Y es que, siendo consiente de sí mismo y siendo consiente del mundo; es decir,
encontrándose a sí mismo fuera e independiente del mundo, pierde su marco de
referencia, que en su situación psicofísica era movimiento-resistencia, estimulo-
respuesta o acción-finalidad enmarcadas dentro de sus necesidades orgánicas; en
su situación espiritual, en cambio, necesita encontrar una referencia, es decir,
comprender cuál es su necesidad espiritual, siendo su relación con el mundo sujeto-
objeto en la que conoce la identidad de la cosa-objeto, necesita resolver su
autoconciencia como una relación sujeto-sujeto y determinar un marco de
referencia para su propia identidad. Se remite aquí, a sí mismo, a Dios, Ser existente
por sí mismo, independiente de objetivación (como cualquier otra persona), y al
ser el la realidad ultima, da esa referencia y define la necesidad espiritual del
hombre a través de la correalización, el acto de colaboración e identificación
activa del hombre y Dios.
El hombre resuelve sus necesidades orgánicas en la relación con su medio,
conservando así su ser y el de su especie, pero en ese satisfacer sus necesidades se
encuentra a sí mismo, como espíritu, independiente del medio, modificando asi su
relación con este medios a una cuestión de identidad, lo que lo remite a nuevas
necesidades, necesidades de carácter espiritual, que se resuelven encontrando su
propia identidad en Dios, como espíritu absoluto, donde esta identidad no es
producto extático sino activo y constante de la vida del hombre espiritual, de la
persona.
Eddy Samuel Alvarez – USAC Guatemala
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