Mavrakis - Trotskismo
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SOBRE EL TROTSKISMO Problemas de la teoría y la historia
KOSTAS MAVRAKIS
Texto original en griego
Traducción del griego al inglés por John McGreal
Traducción al español por Graciela Isnardi
© Librairie François Maspero 1973
Traducción al ingles © Routledge & Kegan Paul Ltd 1976
Índice
Introducción .................................................................................................................................... 1
1. Puntos de referencia biográficos ................................................................................................. 5
2. Un dogmatismo atemporal ........................................................................................................ 12
3. La incapacidad para el análisis concreto ................................................................................... 35
4. Un antiburocratismo burocrático .............................................................................................. 47
5. Degeneración revisionista o revolución cultural ....................................................................... 85
6. Stalin y Trotsky frente a la revolución china .......................................................................... 109
7. La derrota de los comunistas griegos ...................................................................................... 137
8. Conclusión: Los rasgos fundamentales del trotskismo ........................................................... 155
Anexo I: Itinerario político de Chen Tu-siu ................................................................................ 160
Anexo II: Los sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotsky ...................... 162
Anexo III. Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y
Bujarin............................................................................................................................. 176
Notas ........................................................................................................................................... 200
Sobre el Trotskismo 1
Introducción
Trotsky y sus epígonos negaron siempre la existencia del ―trotskismo‖. Se dicen fieles discípulos
de Lenin. Según ellos, los ―stalinistas‖ forjaron ese término para designar una pretendida teoría
propia de Trotsky, con el fin de hacerla blanco de sus ataques, dirigidos en realidad contra la
revolución en la URSS y en el mundo. Trotsky adujo que su concepción de la revolución
permanente está sacada de Marx y que Lenin se asoció ―tácitamente‖ a ella en sus Tesis de abril.
Ciertos trotskistas o trotskizantes, especialmente Isaac Deutscher y Alfred Rosmer, afirmaron
que no había ninguna diferencia entre la revolución permanente de su maestro ideológico y la
revolución ininterrumpida por etapas de Mao. El mismo Trotsky declaró:
―Nunca pretendí y no pretendo crear una doctrina particular. En teoría, soy un alumno de
Marx. En lo que concierne o los métodos de la revolución, he pasado por la escuela de Lenin‖1.
Parecería que la defensa del trotskismo implica su negación y el desconocimiento del aporte
teórico de Lenin. Sin embargo, en las negativas de Trotsky hay una parte de verdad. Deutscher
ha insistido en su adhesión al ―marxismo clásico‖. Mostraremos luego que se trata de un
eufemismo, que designa una tentativa a la vez dogmática y empírica, ya que la impotencia
teórica que denota el dogmatismo conduce a los que lo sufren a volcarse al empirismo. Bujarin
dijo de Trotsky que ―era excelente… para trazar perspectivas revolucionarias generales‖. En
efecto, allí se detienen sus talentos de ―teórico‖. Contrariamente a Lenin y a Mao, nunca supo
analizar una coyuntura en su especificidad, determinar la contradicción principal y la consigna
principal. Al no haber deducido las leyes de la revolución en una formación social, aplicando en
la práctica de la lucha de clases los principios universales del materialismo histórico, su
contribución a esta ciencia es nula. Sus pocas ―ideas‖ originales, por lo demás, no son suyas, ya
que sobre todo ha vulgarizado las de otros. Más aún, no daba pruebas de gran discernimiento al
elegirlas, como veremos en el caso de la ―acumulación socialista primitiva‖. Incluso sus más
cálidos partidarios se encuentran en dificultades cuando se les pregunta cuáles son los conceptos
que ha producido.
Por todas estas razones, se puede hablar del trotskismo como corriente ideológica, pero
difícilmente como cuerpo de doctrina, y de ninguna manera como ―guía para la acción‖. Las
palinodias de Trotsky sobre el tema de la ―reacción termidoriana‖ ilustran perfectamente su total
impotencia teórica. En cuanto a los trotskistas de hoy, practican el dogmatismo de un
dogmatismo. En la época de la revolución cultural del pensamiento de Mao Tsetung, tercera
etapa del marxismo, son fósiles de una era terminada, marxistas de la primera etapa. Daría lo
mismo decir que no son marxistas en absoluto.
Los propagandistas burgueses y los ideólogos trotskistas están casados bajo el régimen de
comunidad de bienes. Los primeros aportan a los segundos sus oficinas de investigación y
documentación. Las obras de kremlino y pekinología, las publicaciones del consulado general de
los Estados Unidos en Hong Kong, son las principales fuentes de las diatribas trotskistas contra
los países socialistas2. Por su parte, los trotskistas son importantes proveedores de hipótesis
―teóricas‖, de esquemas y de falsificaciones históricas que permiten atacar a Stalin y la China
Popular desde un punto de vista aparentemente de ―izquierda‖, lo que es un gran recurso para
algunos periodistas que quieren parecer esclarecidos. Se trata de una ―armonía preestablecida‖,
no de una colusión deliberada. Por razones diferentes, unos y otros propagan la idea de que los
partidos comunistas no eran más que títeres manipulados por Moscú y Stalin, la fuente de todo el
Sobre el Trotskismo 2
mal.
Uno de los argumentos más curiosos de los apologistas de Trotsky consiste en comparar al
hombre espiritual y brillante escritor que era su ídolo, con el autodidacta Stalin, de estilo pesado
y sin atractivos, para concluir que el segundo no podía tener razón contra el primero. Como si la
solidez en la ciencia marxista-leninista fuera una cuestión de talento literario. Esta idea corre
como un hilo negro a través de todas las páginas de la biografía de Trotsky por Isaac Deutscher.
Este subraya con insistencia que Stalin no se había impuesto como teórico antes de 1924. Ahora
bien, desde este punto de vista, era Bujarin quien gozaba de mayor prestigio, después de Lenin.
¿Significa que tuvo razón al sostener a los kulaks, al lanzar la consigna ―enriquézcanse‖, al
pregonar la construcción del socialismo ―a pasos de tortuga‖? Semejante lógica roza a veces lo
grotesco; por ejemplo, cuando Deutscher declara que Chen Tu-hsiu era un ―teórico‖ muy
superior a Mao3.
Los publicistas burgueses razonan de la misma manera. El anarco-trotskizante Cadar
reprocha a Mao ser un ―primario‖. Su pensamiento no es ―refinado‖. El hecho de que autores tan
―sofisticados‖ como Althusser, Gluksmann4 o Sollers tengan a Mao en tan alta estima le parece
incomprensible. L. Blanco declara que Mao no es ―un pensador profundo‖, sino un ―mediocre
teórico‖5. Es cierto que, para él, ser un ―pensador‖ es ser un ―contemplativo‖ (p. 135).
Comprueba que Mao ha sabido ―liberarse del dogma y ver la realidad tal cual era‖, pero no se le
ocurre la idea de que se necesitan lentes teóricas singularmente poderosas para ―ver la realidad
tal cual es‖, además de la capacidad de dirigir las luchas de las masas que transforman
revolucionariamente esta realidad (para conocer el gusto de una pera, hay que transformarla
comiéndola). Lo que no alcanzan a concebir estos autores, lo mismo que Trotsky, es la relación
de la teoría y la práctica y la forma concreta de esa relación: la línea de masas. ¿Acaso Trotsky
no ha tenido la pretensión de juzgar a los revolucionarios del mundo entero desde su escritorio de
Prinkipo o de Coyoacán sin siquiera dirigir, como Stalin, una verdadera internacional implantada
en las masas?
El resultado (sus artículos) si bien tiene a veces el brillo del vidrio, tiene también su
fragilidad.
Al tener estilo y una vasta cultura, tenía la convicción de que sus ideas eran tan profundas y
sólidas como brillantemente formuladas. Muy a menudo, en él, la comparación representa el
papel de razón, y la retórica el de pensamiento concreto. De manera que se puede decir que fue
víctima tanto de sus puntos fuertes como de sus debilidades, al darle los primeros la ilusión de
poseer los poderes que justamente le faltaban: los del estratega político y el teórico. Mao ha
dicho: ―Cuando más superior se cree uno, más mediocres son los resultados‖. Los que se
acercaron a Trotsky notaron su ambición, su orgullo, incluso su arrogancia. Se colocaba muy por
encima del resto de la humanidad, no concediendo más que una sola excepción, y aun esto sólo
durante el período que fue desde 1917 a 1924. En sus escritos, Trotsky tiene el buen gusto de no
insistir sobre la buena opinión que tiene de sí mismo. Por el contrario, no nos oculta el desprecio
que siente por los dirigentes bolcheviques más eminentes. Un día habrá que reunir una antología
de los textos en los cuales condena, denigra, ridiculiza a sus adversarios comunistas o a sus
camaradas de combate. El polemista hará que los otros se rían de sus víctimas, pero finalmente
también se reirán de él.
No usaremos las mismas armas. Someteremos sus tesis a un examen crítico severo, pero
equitativo. Compilar un voluminoso muestrario de tonterías con extractos de sus libros es fácil y
es grande la tentación de silenciar los méritos que adquirió en la medida en que aceptaba la
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dirección de Lenin durante los cinco primeros años de la revolución: en general, los otros
revisionistas proceden así. Nosotros preferimos tomar en su totalidad el fenómeno Trotsky, ya
que después de todo está vivo, pese a todos los exorcismos.
Es claro que Trotsky estaba dotado de grandes talentos. Publicista brillante, orador lleno de
verba, organizador del Ejército Rojo, prestó eminentes servicios a la revolución en cuanto se
integró al partido bolchevique. El reverso de la medalla era su extremo Individualismo, su
orgullo, su arrogancia y el hecho de que el rigor de su pensamiento fuera el del abogado, no el
del teórico que recibe su fuerza de su relación con las masas y de su capacidad para dirigirlas.
Sus obras más conocidas, El nuevo curso, La revolución desfigurada, La revolución permanente,
son alegatos pro domo suo hábiles y brillantes, pero de interés limitado, ya que demuestran a lo
sumo que algunas de las críticas que se le dirigieron no eran fundadas. En efecto, no todo lo que
dijo en su polémica con Stalin era falso. Pero, ya lo veremos, se equivocó en lo esencial. Su rival
tenía una ventaja decisiva sobre él, ventaja que se impone evidentemente cuando se comparan
sus contribuciones al debate: era un leninista, un dirigente revolucionario de la segunda etapa del
marxismo. Trotsky era un revolucionario ―clásico‖ sobreviviente en un mundo post-clásico,
como lo dijo su biógrafo.
Estas viejas controversias no representarían más que un interés puramente histórico si los
trotskistas no buscaran en ellas una parte de su argumentación. En la medida en que ejercen
cierta influencia en el movimiento estudiantil y prosperan sobre la confusión ideológica que
reina en él, y la mantienen, confrontar los grandes temas de su propaganda con los hechos es una
obra de salubridad. Esos grandes temas parten de ―principios teóricos‖ cuyos títulos científicos
vamos a examinar, es decir, la aptitud para pensar la realidad con miras a su transformación.
Además, movilizan ejemplos de la historia del movimiento obrero. Los trotskistas, al no haber
asumido nunca la dirección autónoma de revolución victoriosa en los 40 años de existencia de
sus organismos a escala internacional pueden apoyarse sobre experiencias ejemplares de
aplicación de sus principios. Por consiguiente, la argumentación está fundada sobre la crítica de
la experiencia de los otros.
Veremos que en cada caso, su versión de la historia es un esquema bastante alejado de la
realidad. Son incontables los libros en los cuales Trotsky, sus discípulos y aquellos sobre los
cuales influyeron, acusan (a menudo con razón) a los historiadores ―stalinistas‖ de haber
falsificado la historia. ¿Hay que asombrarse si ellos mismos la falsifican todavía más en su
literatura apologética?6
Desde hace demasiado tiempo, la mentira y la invectiva han ocupado el lugar de la
refutación del trotskismo. Las obras históricas soviéticas presentan una versión expurgada y
unilateral de los hechos, que es inutilizable ante un público con acceso a informaciones
complementarias, incluso contradictorias. La historia de la URSS de Aragon está, desde este
punto de vista, por debajo de todas. Basta mencionar la manera audaz como escamotea la
polémica sobre la revolución china en 1927. Ahora bien, es importante clarificar estos
especialmente en el movimiento de la juventud, sector importante del movimiento popular
revolucionario.
En efecto, la degeneración oportunista de numerosos partidos comunistas, especialmente en
América Latina y en Europa a partir de 1945, y luego la adopción de las tesis revisionistas del
XX Congreso del PCUS contribuyeron a dar un ―nuevo aliento‖ al trotskismo. De
contrarrevolucionario que era (en el período 1929-1945), tiende a encarnar de modo
revolucionarista la rebeldía de la pequeña burguesía intelectual. Es así como se explica la
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progresión constante y general de los movimientos trotskistas desde 1960. Los ataques sin
principios de Jruschov contra la persona de Stalin y la ausencia de autocrítica científica del
PCUS dieron a los trotskistas la posibilidad de presentar las apreciaciones de su ―profeta‖ sobre
la URSS de los años veinte o treinta como predicciones de su evolución en los años cincuenta o
sesenta. Así pueden justificar retrospectivamente su actitud en tiempos de Stalin, engañando a
los jóvenes que tienen conocimientos históricos sumarios y por lo tanto son susceptibles de ser
seducidos por esquemas explicativos que tienen el mérito de la simplicidad, si no del rigor.
Aprovechando esta coyuntura favorable proclaman intrépidamente que ―el `trotskismo' (...)
ha vuelto a ser la piedra de toque (...) de todos los movimientos revolucionarios
contemporáneos‖7.
La aparición del libro de Léo Figuères El trotskismo, ese antileninismo8, muestra que el
PCF está ahora obligado a reconocer esta nueva situación. La enfrenta con sus métodos
habituales. Léo Figuères intitula un capítulo de su libro: ―Trotsky populista‖, pero se cuida muy
bien de atraer la atención del lector sobre el hecho de que esta ―primera parte de la vida
militante‖ de Trotsky de la que habla se sitúa en la época en que éste tenía menos de 19 años.
Refiriéndose a la guerra de España, nuestro autor pone en la cuenta del trotskismo los pecados
del POUM, mientras el jefe de la IV Internacional había ridiculizado a la gente del POUM como
―centristas impotentes‖9. Finalmente, Léo Figuères atribuye a Trotsky una opinión que siempre
combatió, a saber, que la burocracia es una ―nueva clase‖. Estas pocas deshonestidades
subalternas (omitimos algunas, todavía mejores) muestran perfectamente, que ese libro no puede
convencer más que a los ignorantes o a los que están convencidos de antemano. Criticando al
trotskismo desde un punto de vista de derecha, contribuye a darle una aureola de izquierda que
no merece.
El objeto de nuestro libro no es hacer el balance del papel histórico de Stalin o de Trotsky y
de su movimiento. Nos proponemos solamente:
1. Extraer lo que creemos que es la esencia del trotskismo a fin de mostrar en qué se opone
al leninismo, en qué es antidialéctico y anticientífico y por consiguiente no revolucionario,
cuando no contrarrevolucionario.
2. Disipar las leyendas y los mitos de su argumentación pretendidamente histórica,
mostrando que los hechos la contradicen, o dicho de otro modo, el análisis científico de la lucha
de clases en el período en cuestión.
Damos la razón a Stalin sólo en los límites del debate que lo opuso a Trotsky. La crítica del
segundo se encuentra en los escritos del primero, pero la recíproca no es cierta. Ahora bien,
ninguna refutación de Trotsky puede ser concluyente a menos que se le asocie una crítica de
Stalin. Esta última requiere los conceptos producidos por Mao Tsetung. Gracias a él y a la
revolución cultural, hoy es posible sobrepasar el ―stalinismo‖ y por consiguiente, arreglar
definitivamente la cuenta del trotskismo en el plano teórico y práctico.
Más allá del punto de partida que es la refutación del trotskismo, sucede que las preguntas
son más que las respuestas. Advertimos de esto al lector, para que no caiga en error inducido por
el tono a veces demasiado seguro de estas páginas. Nuestra finalidad ha sido hacer avanzar el
debate, no cerrarlo.
Sobre el Trotskismo 5
1. Puntos de referencia biográficos
Esta cronología aporta detalles sobre ciertos puntos no tratados en las páginas siguientes y ofrece
un marco de referencia para ayudar a comprenderlos. Todo aquello que no era indispensable para
esta finalidad ha sido omitido.
26 de octubre de 1879: Nacimiento de Lev Davídovich Bronstein.
1897: Comienzo de la actividad militante en Odesa.
1898: Arresto. Influido por el populismo durante un momento, se hace marxista después de haber
leído en la cárcel la obra de Lenin El desarrollo del capitalismo en Rusia.
1902: Huye de su lugar de deportación en Siberia y llega a Londres.
Julio de 1903: Segundo Congreso del Partido Socialdemócrata Ruso, que termina con una
escisión. Trotsky toma partido por el ala oportunista, que en adelante se llamará de los
mencheviques (minoritarios) contra Lenin y los bolcheviques (mayoritarios).
1904: Trotsky llega a Munich y encuentra al teórico socialdemócrata alemán de origen ruso
Parvus. Trotsky tomará de él los elementos de su teoría de la revolución permanente.
9 de enero de 1905: Domingo sangriento. Las ―fuerzas del orden‖ tiran contra una manifestación
pacífica conducida por el sacerdote Gapón.
Febrero de 1905: Trotsky llega a Kiev; poco después, va a San Petersburgo.
Octubre de 1905: Huelga general en Petersburgo. Los obreros forman un soviet (consejo) de
delegados, y Trotsky es elegido presidente del mismo. Asustado, el zar publica un
―Manifiesto‖ donde promete una constitución, libertades civiles y sufragio universal, pero
no tiene ninguna intención de cumplir su palabra.
3 de diciembre de 1905: La policía detiene a todos los miembros del soviet. En represalia, los
obreros de Moscú, dirigidos por los bolcheviques, se rebelan. Después de diez días de
combates en las barricadas, son aplastados por el ejército. Muchos otros levantamientos.
Los socialdemócratas boicotean las elecciones de la Duma.
19 septiembre-2 noviembre 1906: Proceso del soviet de Petersburgo. Los acusados son
condenados a deportación perpetua.
Febrero de 1907: Trotsky huye antes de que el convoy de prisioneros llegue a destino.
Abril de 1907: El III Congreso del Partido Socialdemócrata se reúne en Londres. Trotsky niega
la seriedad de las divergencias que oponen a bolcheviques y mencheviques. Adopta la
actitud de un conciliador ―por encima de las riñas‖, pero se une a los mencheviques para
atacar a Lenin a propósito de las actividades de guerrilla de los comandos bolcheviques,
especialmente en el Cáucaso, bajo la dirección de Stalin. Trotsky se establece en Viena y
se ocupa sobre todo del periodismo.
Octubre de 1908: Trotsky publica el primer número de Pravda.
Enero de 1910: Los dirigentes bolcheviques y mencheviques se reúnen en París y deciden: 1.
Sobre el Trotskismo 6
excluir a los ―otzovistas‖ (boicoteadores de la Duma) que condenaban toda actividad
legal y a los ―liquidadores‖, adversarios del trabajo clandestino; 2. Disolver sus
organizaciones y fusionarlas. Sin embargo, los mencheviques violan el acuerdo
enseguida. Rehúsan excluir a los liquidadores y mantienen separada a su organización.
Lenin, al contrarío, respeta sus compromisos. Trotsky, en su Pravda, se abstiene de
condenar la actitud secesionista de los mencheviques. Sea cual fuere su profesión de fe,
lo importante para él no es la unidad, sino su posición de árbitro entre los dos campos.
Enero de 1912: Conferencia de Praga de los bolcheviques, que deciden romper con los
mencheviques. Trotsky los denuncia con violencia. Su cólera se hace extrema cuando, en
abril de 1912, los bolcheviques hacen aparecer en Petersburgo un diario llamado Pravda,
cuyo jefe de redacción es Stalin. Después de haberlos amenazado con ―tomar otras
medidas‖ si este diario no cambia de nombre, renuncia él mismo a continuar la
publicación de su Pravda.
Agosto de 1912: Por iniciativa de Trotsky, los mencheviques, los liquidadores, los bolcheviques
de izquierda (u otzovistas), el Bund judío y el grupo de Trotsky se reúnen en una
conferencia en Viena y forman lo que se conoce como ―el Bloque de Agosto‖. El objeto
de esta maniobra es arrojar sobre Lenin la responsabilidad de la escisión. El Bloque de
Agosto se disolvería muy rápidamente.
Abril de 1913: Carta de Trotsky al dirigente menchevique Chkeidzé en la cual declara: ―Todo el
leninismo en este momento está fundado sobre la mentira y la falsificación y lleva en sí el
germen de su propia descomposición‖.
5 de agosto de 1914: Estalla la Primera Guerra Mundial. Los partidos socialdemócratas
[comunistas] de las potencias beligerantes, con excepción de los bolcheviques, traicionan
los compromisos que habían asumido en el Congreso de la II Internacional, votan los
créditos de guerra, se pronuncian por la ―defensa nacional‖ y la ―unión sagrada‖.
Septiembre de 1915: Trotsky, en París, se transforma, junto con Martov, en jefe de redacción de
Naché Slovo. En ese diario, defiende su consigna: ―Ni victoria, ni derrota‖, que se opone
al derrotismo revolucionario o ―transformación de la guerra imperialista en guerra civil‖
de Lenin. Este último respondía que los partidarios de la consigna ―ni victoria, ni derrota‖
se colocan en realidad del lado de la burguesía y de los oportunistas, ya que ―no creen‖ en
la posibilidad de acciones revolucionarias internacionales de la clase obrera contra sus
respectivos gobiernos y no quieren contribuir al desarrollo de sus acciones.
Septiembre de 1915: Conferencia de Zimmerwald (Suiza), que reúne a los socialistas opuestos a
la guerra (mayoría de pacifistas). El manifiesto adoptado al final de la conferencia resulta
conforme a la posición centralista de Trotsky.
Abril de 1916: La policía francesa prohíbe Naché Slovo.
30 de octubre de 1916: Trotsky es expulsado en dirección a España, se dirige a los Estados
Unidos.
8/5 de marzo de 1917 (21/28 de marzo): El pueblo derroca al zarismo. La burguesía le roba su
victoria e instaura un gobierno provisional presidido por el príncipe Lvov. El soviet de
los diputados obreros y soldados dominados por los socialistas revolucionarios y los
Sobre el Trotskismo 7
mencheviques le cede el poder.
16 (29) de abril: Lenin vuelve a Petrogrado. Publica sus Tesis de abril.
17 (30) de mayo: Trotsky vuelve a Petrogrado.
3 (16) de julio: Manifestaciones armadas que exigen todo el poder para los Soviets. Los
bolcheviques, desbordados por las masas, consiguen a duras penas impedir que la
manifestación se transforme en insurrección. La represión se abate sobre los
bolcheviques. Se prohíbe Pravda. Se lanza una orden de arresto contra Lenin, que se
esconde. Trotsky exige con insistencia que Lenin se constituya prisionero, pero por
supuesto su Historia de la revolución rusa no dice una palabra sobre esta controversia,
23 de julio (6 de agosto): Trotsky es detenido.
26 de julio (3 de agosto): VI Congreso del partido bolchevique. Stalin presenta el informe
político del Comité Central. El Congreso admite en el partido a la organización
―Interdistrict‖ de Trotsky. Este último es elegido para el Comité Central.
24 de agosto (6 de septiembre): El general Kornilov trata de tomar el poder pero las tropas que
lanza contra Petrogrado, ganadas por la propaganda bolchevique, se pasan del lado del
pueblo.
4 (17) de septiembre: Trotsky es liberado.
9 (22) de septiembre: Los bolcheviques obtienen mayoría en el Soviet de Petrogrado; el Comité
Central bolchevique decide la preparación inmediata de la insurrección. Trotsky se
opone, insistiendo para que se espere hasta el II Congreso de los Soviets. Este hecho es
silenciado por Trotsky en su historia de la revolución rusa en la cual, sin embargo,
desmenuza minuciosamente cada error de Stalin o de otros dirigentes bolcheviques.
17 (30) de octubre: Zinoviev y Kamenev, hostiles a la insurrección revelan la decisión del
Comité Central a ese respecto en el diario de Gorki Novaïa Jizn.
24 de octubre (6 de noviembre): Lenin llega a Petrogrado y se dirige al Instituto Smolny, sede
del Soviet y cuartel general de la insurrección que dirige ayudado por Trotsky y Antonov
Ovseienko, miembros del centro militar revolucionario del partido bolchevique. En la
noche del 24 al 25 son ocupados todos los puntos estratégicos de la capital.
25 de octubre (7 de noviembre): El llamado redactado por Lenin ―A los ciudadanos de Rusia‖
anuncia la destitución del gobierno provisional y la toma del poder por el Soviet de
Petrogrado. El II Congreso de los Soviets se reúne esa noche. Los dos tercios de los
delegados son bolcheviques.
2 (15) de diciembre: Apertura de las negociaciones de paz de Brest-Litovsk entre los
representantes de las potencias centrales y los del gobierno soviético, encabezados por
Trotsky, comisario de Asuntos Extranjeros.
2 (15) de diciembre: Decreto sobre la creación del Ejército Rojo.
28 de enero (10 de febrero de 1918): Los soviéticos (que aplican el plan de Trotsky) rompen los
parlamentos declarando que van a desmovilizar pero sin firmar la paz.
Sobre el Trotskismo 8
1º (13) de febrero: Adopción del calendario gregoriano.
18 de febrero: Los alemanes atraviesan el frente y avanzan hacia la capital sin encontrar
resistencia.
23 de febrero: El nuevo Ejército Rojo detiene provisoriamente a los alemanes ante Pskov y
Narva (―Día del Ejército Rojo‖).
24 de febrero: Trotsky renuncia a su puesto de comisario de Asuntos Extranjeros.
3 de marzo: Firma en Brest-Litovsk del nuevo diktat alemán.
13 de marzo: Trotsky es nombrado comisario de Guerra.
25 de mayo: A instigación de Francia, la legión checoslovaca y los guardias blancos se apoderan
de Siberia y avanzan hasta Kazán. Los japoneses y los norteamericanos desembarcan en
Vladivostok, los ingleses toman Bakú y Arcángel.
11 de noviembre: Fin de la guerra mundial.
2/7 de marzo de 1919: I Congreso de la Internacional Comunista.
Noviembre: Derrota de los ejércitos blancos de Yudénich (bajo Petrogrado) y de Denikin (en
Ucrania).
24 de abril: Derrota de los blancos en Siberia.
Enero de 1920: Los polacos, sostenidos por los anglofranceses, atacan la Rusia soviética y se
apoderan de Kiev.
21 de julio-6 de agosto: II Congreso de la Internacional.
12 de octubre: Tratado de paz con Polonia.
Noviembre: Derrota de Wrangel y fin de la guerra civil.
2/17 de marzo de 1921: Levantamiento en Kronstadt.
8/16 de marzo: X Congreso del Partido. Adopción de la NEP, interdicción de las fracciones.
Trotsky es derrotado en la cuestión de los sindicatos.
22 de junio-12 de julio: III Congreso de la Internacional.
3 de abril de 1922: Stalin es elegido secretario general.
26 de mayo: Lenin sufre su primer ataque.
16 de diciembre: Segundo ataque de Lenin.
25 de diciembre: ―Testamento‖ de Lenin.
Enero-marzo de 1923: Últimos artículos de Lenin.
15 de octubre: Carta de 46 opositores que critican la política económica y la ausencia de
democracia en el partido. Trotsky los inspira entre bambalinas.
7 de noviembre: Apertura de un debate público sobre la carta de los 46.
Diciembre: Publicación de El nuevo curso de Trotsky. Ataca a la ―vieja guardia‖ bolchevique,
Sobre el Trotskismo 9
cuya degeneración burocrática teme y, apela a la juventud. Zinoviev pide que Trotsky sea
excluido del Partido y detenido. Stalin se opone categóricamente.
16/18 de enero de 1924: La XIII Conferencia del Partido condena a Trotsky y a los 46.
21 de enero: Muerte de Lenin.
Octubre: Trotsky publica Las lecciones de octubre. En este texto trata, recordando sus pasados
errores, de desacreditar a Zinoviev y a Kamenev que, junto con Stalin, están a la cabeza
del Partido. Consigue sobre todo que se levante una serie de escudos contra él: ―debate
literario‖.
15 de enero de 1925: Trotsky renuncia al comisariato de Guerra. Kamenev trata de que Stalin
abandone el secretariado general proponiendo que reemplace a Trotsky.
27/29 de abril: XIV Conferencia del Partido. Primera divergencia entre Stalin por una parte, que
afirma la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, y Zinoviev y Kamenev
por otra parte que niegan esa posibilidad. Durante el verano los zinovievistas polemizan
contra los bujarinistas, a los que acusan de defender a los kulaks. Stalin sostiene a
Bujarin, pero rechaza su consigna de ―enriquézcanse‖ dirigida a los campesinos. Bujarin
hace su autocrítica en este punto.
18/31 de diciembre: XIV Congreso: Zinoviev y Kamenev son de derrotados. Trotsky no toma la
palabra. Desinteresado de la política desde un año atrás, ni siquiera se había dado cuenta
del nacimiento de una nueva oposición.
Abril de 1926: Zinoviev y Kamenev forman con Trotsky la nueva oposición unificada.
14/23 de julio: Trotsky presenta ante el Comité Central el programa de la oposición. Zinoviev
pierde su lugar en el Buró Político.
23/26 de octubre: Trotsky y Kamenev son excluidos del Buró Político. Bujarin reemplaza a
Zinoviev a la cabeza de la Internacional.
31 de marzo de 1927: Trotsky ataca la política china del Buró Político,
Julio: ―Declaración Clemençeau‖ de Trotsky. Anuncia que en caso de guerra la oposición se
esforzará por tomar el poder para asegurar mejor la defensa del país.
27 de septiembre: Trotsky es excluido del Comité Ejecutivo de la Internacional.
21/28 de octubre: Trotsky y Zinoviev son excluidos del Comité Central.
7 de noviembre: La oposición trata de participar en las manifestaciones oficiales con sus propias
consignas: ―Golpee al kulak, al NEP-man y al burócrata‖, ―Aplique el testamento de
Lenin‖, ―Salvaguarde la unidad bolchevique‖.
15 de noviembre: Trotsky y Zinoviev son excluidos del Partido.
2/19 de diciembre: XV Congreso. El programa de la oposición había sido firmado por 6.000
miembros solamente, sobre 725.000. Zinoviev y Kamenev reconocen que sus posiciones
eran ―erróneas y antileninistas‖.
17 de enero de 1928: Trotsky es exilado en Alma-Ata. Como los kulaks rehúsan entregar trigo a
Sobre el Trotskismo 10
los precios fijados, el hambre se hace sentir cada vez más en las ciudades.
6/11 de abril: El Comité Central llama a la lucha contra el peligro kulak. Ordena la requisición de
las existencias de trigo. Comienzo de la orientación antiderechista..
Septiembre: Discurso de Kuibichev sobre la aceleración de la industrialización. Los derechistas
de Moscú son eliminados. Bujarin critica el giro a la izquierda en Notas de un
economista.
10 de febrero de 1929: Trotsky exilado de la URSS. Se instala en las islas de los Príncipes, cerca
de Constantinopla.
16/23 de abril: El Comité Central condena la desviación de derecha.
23/25 de abril: La XVI Conferencia del Partido adopta el primer Plan Quinquenal.
24 de octubre: Desplome de Wall Street. Comienzo de la gran depresión.
10/17 de noviembre: Bujarin es excluido del Buró Político. Hace su autocrítica.
27 de diciembre: Stalin lanza un llamado para la aceleración de la colectivización y la
liquidación de los kulaks como clase.
1930: Trotsky publica La revolución desfigurada y La revolución permanente. Hace aparecer el
primer número del Boletín de la oposición.
1931/1932: Trotsky advierte contra el ascenso del nazismo y critica la táctica del Partido
Comunista alemán.
30 de enero de 1933: Hitler al poder.
15/18 de enero de 1935: Primer proceso de Zinoviev y de Kamenev, acusados de complicidad en
el asesinato de Kirov. Trotsky publica El Estado obrero, Termidor y bonapartismo.
Junio: Expulsado de Francia, Trotsky es admitido en Noruega.
Febrero de 1936: Publicación de La revolución traicionada.
Junio: Victoria del Frente Popular en Francia.
17 de julio: Comienzo de la guerra civil española.
19/24 de agosto: Primer proceso de Moscú. Zinoviev y Kamenev son condenados a muerte.
Septiembre: La URSS aporta su apoyo a la España republicana.
27 de septiembre: Yezhov reemplaza a Yagoda a la cabeza de la N. K. V. D.
Noviembre: El III Congreso extraordinario de los Soviets adopta una nueva constitución, la ―más
democrática del mundo‖.
9 de enero de 1937: Trotsky llega a México
23/30 de enero: Proceso de Piatikov y de Radek
3 de marzo: Stalin presenta ante el Comité Central su informe ―para una formación
bolchevique‖.
Sobre el Trotskismo 11
11 de junio: Comunicado que anuncia la ejecución de Tujachevsky y otros jefes del Ejército
Rojo.
2/13 de marzo de 1938: Proceso de Bujarin y de Rykov.
3 de septiembre: Conferencia de fundación de la IV Internacional.
30 de setiembre: Acuerdos de Munich.
Diciembre: Yezhov reemplazado por Beria. Fin de la Gran Purga.
28 de febrero de 1939: Fin de la guerra de España.
22 de agosto: Pacto germano-soviético.
Septiembre de 1939/agosto de 1940: Trotsky escribe En defensa del marxismo.
Mayo-junio de 1940: Los alemanes invaden a Francia.
20 de agosto: Asesinato de Trotsky en su residencia de Coyoacán, por un presunto agente de los
servicios especiales soviéticos.
Sobre el Trotskismo 12
2. Un dogmatismo atemporal
La teoría “original” de Trotsky
En mayo de 1904, Trotsky acababa de ser excluido del comité de redacción de Iskra, a instancias
de Plejanov. Sin embargo, continuó colaborando en el diario menchevique. En esta época, se
dirigió a Munich, donde encontró al socialdemócrata ruso Helfand, cuyo seudónimo periodístico
era Parvus. Se quedó con él hasta febrero de 1905, y sufrió intensamente su influencia. Como él,
reservando su simpatía por los mencheviques, pretendió el papel de árbitro, de juez, de
pacificador entre las dos fracciones del partido socialdemócrata ruso, y por ello se mantuvo
apartado de una y otra. La ―teoría‖ de la revolución permanente se debe, en sus rasgos generales,
a Parvus. Es él quien primero expuso algunas de las ideas que estructuran el pensamiento
trotskista hasta nuestros días.
En una serie de artículos titulados ―Guerra y revolución‖, Parvus afirmaba que el Estado
nacional, cuyo nacimiento correspondía a las necesidades del capitalismo industrial, estaba ya
superado. El desarrollo de un mercado mundial hacía estallar esta compartimentación,
acentuando la interdependencia de las naciones.
Al comienzo de la revolución de 1905, Parvus escribió un prefacio al libro de Trotsky
Nuestras tareas políticas, donde afirmaba: ―El gobierno revolucionario provisorio de Rusia será
un gobierno de democracia obrera (...) Como el partido socialdemócrata está a la cabeza del
movimiento revolucionario (...) ese gobierno será socialdemócrata (...) un gobierno coherente
con una mayoría socialdemócrata‖.
Trotsky extrajo naturalmente la conclusión de que semejante gobierno no podría sino hacer
una política específicamente socialdemócrata, y se comprometió inmediatamente en el camino de
las transformaciones socialistas. En esto, se oponía a los mencheviques quienes, argumentando el
carácter democrático burgués de la revolución sostenían a la gran burguesía liberal que buscaba
un compromiso con el zarismo, pero también a los bolcheviques quienes, distinguiendo la etapa
democrática de la etapa socialista, estimaban que el proletariado debía movilizar al campesinado
para tomar la dirección de la revolución democrática y cumplir radicalmente sus tareas, lo que no
implicaba en modo alguno que la socialdemocracia fuera mayoritaria en el gobierno instaurado
de resultas de una victoria del pueblo1.
A primera vista, se puede tener la impresión de que las tesis de Trotsky son de izquierda, las
de Martov de derecha y las de Lenin de centro, pero los extremos se tocan y Martov coincide con
Trotsky en más de un aspecto. Como veremos más adelante, Lenin consagró un artículo a refutar
ideas de Trotsky que Martov había adoptado.
Trotsky, el tribuno elocuente, fue aceptado a la cabeza del Soviet de Petrogrado por los
mencheviques y los bolcheviques, precisamente porque no representaba más que a sí mismo y no
los molestaba para continuar su política. Esto es tan cierto que unos y otros, aun polemizando
mucho entre ellos, rara vez se preocuparon por refutar sus concepciones.
Antes de pasar a la discusión de la ―revolución permanente‖ a partir de un análisis de la
situación concreta en 1905, recordemos que Trotsky no se jactará por mucho tiempo de haber
sido discípulo de Parvus. En 1914, este último se revelará como social-chovinista, y como si
fuera poco, comerciante en cañones y especulador deshonesto. Por eso, Trotsky hacía remontar
Sobre el Trotskismo 13
su teoría hasta Marx, aunque no se haya atrevido a negar su deuda con Parvus.
Es cierto que Marx usa el término ―revolución permanente‖, especialmente en La lucha de
clases en Francia, pero lo que dice se sitúa a tal nivel de generalidad que no es posible apoyarse
en él para otorgar las palmas de la ortodoxia, sea a Parvus y Trotsky, sea a Lenin y Mao. Unos y
otros están de acuerdo con Marx, y divergen entre ellos. Marx, por lo demás, tenía conciencia del
carácter y abstracto de su definición de la revolución permanente, ya que se disculpa por no
poder desarrollarla a falta de lugar2. Sólo a partir de 1905 aparece una diferenciación sobre este
concepto entre los que se dicen marxistas. De todas maneras, la referencia a Marx es engañosa,
ya que lo tratado en los pasajes donde aparecen las palabras ―declaración de la revolución en
permanencia‖ hace pensar más bien en la revolución cultural en China que en la táctica
preconizada en 1905 por Trotsky. Este último menciona explícitamente a Lassalle, quien había
deducido de los acontecimientos de 1848-49 ―esta lección irrefutable: ninguna lucha en Europa
puede tener éxito si, desde el principio, no se afirma como puramente socialista‖3. Si Parvus es el
padre de la teoría trotskista, Lassalle es el abuelo. La noción de revolución permanente propia de
Parvus y Trotsky era una tentativa de responder a los problemas que planteaba la revolución de
1905. A continuación, nos dedicaremos a estudiar la situación concreta en ese momento.
De la revolución democrática a la revolución socialista
(Resumen de las páginas 16 a 24 del folleto ¿Qué hacer? No. 3, cf. bibliografía, p. 322.)
En 1905, la revolución inminente debía cumplir tareas democrático burguesas, es decir,
barrer el Estado zarista y su base social, la propiedad feudal, que frenaban el desarrollo del
capitalismo. La burguesía, sin embargo, no podía dirigir esa revolución, dada su alianza con los
terratenientes y su penetración en el aparato del Estado, al que iba transformando gradualmente
desde el interior. De donde esta paradoja aparente: la burguesía no tenía interés en la revolución
burguesa; inevitablemente, preferiría el compromiso con el zarismo. Sin embargo, en el campo,
la burguesía rural no había alcanzado toda su expansión, limitada por las relaciones feudales.
Todas las categorías de campesinos que empezaban a diferenciarse tenían todavía un interés
común en derrocar el zarismo.
De manera que el proletariado y el campesinado eran en ese momento las fuerzas
revolucionarias principales. Una alianza entre estas dos clases era necesaria para abatir al
zarismo de manera revolucionaria. El proletariado debía dirigir esa alianza: sólo él tenía la
capacidad de organización que hacía posible y necesaria su hegemonía. Dirigir la revolución,
para el proletariado, significaba: adiestrar al campesinado, apoyarse en la iniciativa
revolucionaria de las masas campesinas, impedir que la burguesía conquistara la dirección del
movimiento campesino y lo quebrara por una reforma agraria incompleta y burocrática
(decretada desde arriba). La consigna de dictadura democrática revolucionaria del proletariado y
el campesinado traducía esta alianza y, al garantizar la consecuencia de la revolución (su carácter
radical), instauraría las condiciones que prepararían la revolución socialista. Esta consigna hacía
posible la de los bolcheviques en un gobierno revolucionario provisorio que ejercería esa
dictadura. ¿Qué partidos compondrían de manera durable ese gobierno? Esta precisa cuestión
perdió su sentido después del fracaso de la revolución y la aparición de una nueva disposición de
las fuerzas de clase. Este punto es esencial. La consigna ―dictadura democrática revolucionaria
Sobre el Trotskismo 14
del proletariado y del campesinado‖ correspondía adecuadamente a la situación objetiva de la
revolución de 1905. Traducía con entera precisión la tarea del momento del proletariado:
organizar a los campesinos para la conquista de su dictadura común. No daba lugar a ningún
―enigma‖ (Trotsky). Una consigna responde a las tareas del momento. La de los bolcheviques en
1905 era, como toda consigna, un instrumento de agitación y propaganda; mostraba a los obreros
el camino principal que debía tomar el curso revolucionario: la organización de los campesinos
para la conquista del poder democrático consecuente; orientaba la revolución proletaria, liberaba
la iniciativa campesina. Trotsky, en cambio, proponía al proletariado que tomara el poder del
Estado y luego se sirviera de él para agitar a los campesinos.
―Numerosas capas de las masas trabajadoras, sobre todo en el campo, sólo serán llevadas a
la revolución y organizadas políticamente después de que el proletariado de las ciudades,
vanguardia de la revolución, haya tomado en sus manos el timón del Estado‖ (citado en La
revolución permanente, Ed. de Minuit, p. 298).
En 1917, la segunda revolución triunfa en plena guerra imperialista. Esta había acelerado el
desarrollo social. El capitalismo se había transformado en capitalismo monopolista de Estado. En
el campo, el proceso de diferenciación había progresado. La reforma agraria zarista (Stolypina)
había fortalecido a la burguesía rural. La guerra había unido a obreros y campesinos
uniformados. Son los soldados rebelados quienes derrocaron al gobierno zarista. La revolución
de febrero del 17 condujo a la instauración de un doble poder. Por una parte, el gobierno
provisorio representante de la burguesía republicana imperialista; por otra parte, los soviets.
Éstos diferían de los soviets inventados por las masas en 1905 porque:
1. Tenían armas.
2. Como Rusia estaba en guerra, había soviets de soldados (especialmente de campesinos
conscriptos).
Lenin explica en sus Tesis de abril que la situación revolucionaria presenta rasgos en
relación con la de 1905. La dictadura democrática se ha realizado en los soviets, aunque de
manera incompleta, ya que su poder coexiste con el de la burguesía imperialista. La tarea del
momento es hacer pasar todo el poder a los soviets. Esta es la consigna más avanzada de la
democracia revolucionaria. Concretamente, esta democracia debe resolver el problema agrario
(tarea idéntica en su principio de 1905 a 1917) y tareas ya socialistas en las ciudades. La guerra
imperialista actualiza estas tareas del socialismo. La revolución de 1917 fue entonces una
revolución proletaria que debía comprometerse en el camino del socialismo después de haber
realizado las tareas democráticas.
Trotsky reescribe la historia. Aísla dos momentos: 1905 y 1917; descuida el período que los
separa (un episodio sin duda inútil para su demostración); y la historia del bolcheviquismo se
transforma en esto: en 1905, según él, Lenin formula ―una hipótesis‖: dictadura revolucionaria
democrática del proletariado y del campesinado. Esta hipótesis reposaba sobre una ―incógnita‖:
el papel político del campesinado. Octubre de 1917 reduce la incógnita, la hipótesis de Lenin
(que encaraba la posibilidad de un partido campesino con mayoría en el gobierno revolucionario)
resulta invalidada, ¡ya que es la dictadura del proletariado solo lo que ha triunfado! Por el
contrario, el ―pronóstico‖ de Trotsky se ha confirmado.
Octubre de 1917 no invalida julio de 1905. En ese momento, la consigna leninista era justa
porque correspondía a las tareas del momento, porque era un instrumento adecuado de agitación
y propaganda. En 1917, la nueva consigna leninista era justa, porque correspondía a las nuevas
tareas del momento (guerra, diferenciación en el agro, desarrollo del capital monopolista,
Sobre el Trotskismo 15
desarrollo práctico actual que produjo esa forma concreta imprevisible del doble poder). La
construcción de Trotsky supone la identidad de las condiciones de 1905 y 1917: en efecto, para
encontrar en 1917 la confirmación de lo que decía en 1905, Trotsky necesita suponer que nada
ha cambiado entre los dos momentos. Tal es el fundamento de la abstracción trotskista.
Consecuencia: Trotsky se ve obligado a falsificar el sentido de los textos de Lenin de 1917. Este
último decía, en efecto, que la dictadura democrática se había realizado de algún modo en 1917
(en forma de soviets). Trotsky finge creer que, si la dictadura democrática se ha realizado, es en
la forma del régimen imperialista de Kerensky.
―Si la dictadura democrática no se hubiera realizado entre nosotros más que bajo la forma
del régimen de Kerensky, que estaba al servicio de Lloyd George y de Clemençeau, nos
veríamos forzados a comprobar que la historia se ha burlado cruelmente de la consigna
estratégica bolchevique‖4.
Es falso. Lenin consideraba la forma soviética como realización de la dictadura democrática.
Es en vano que Trotsky trate de cubrir la teoría leninista con su manto, apoyándose en la
aparente coincidencia de su consigna de 1905 con la de Lenin en 1917. Lenin no vacilaba en
describir la consigna: ―¡Todo el poder a los Soviets!‖, no como la del socialismo, sino la de la
―democracia revolucionaria avanzada‖; no se permitía jugar con las palabras y las abstracciones.
La dictadura del proletariado no era una abstracción para él y no vacilaba, después de la
revolución, en explicar en qué el Estado soviético era un Estado obrero y campesino.
Según Trotsky y sus epígonos, la ―revolución permanente‖ no es una querella pasada. Su
importancia radica en su valor actual. Teoría general formada a partir de las lecciones de
octubre, constituiría el camino universal del bolchevismo. Las ―revoluciones coloniales‖, China
ayer, Vietnam hoy, lo muestran nítidamente. Los trotskistas han adquirido una asombrosa
facilidad teórica para reducir las experiencias específicas a la aplicación de la teoría de la
revolución permanente. Esta ―facilidad‖ debe ser explicada: está en el contenido mismo de la
teoría. Se formó reduciendo las modificaciones concretas de la situación rusa; se desarrolla de la
misma manera.
Tomemos el ejemplo de China: durante cerca de veinte años, el Partido Comunista de China
moviliza a las masas con las consignas de nueva democracia, de lucha contra el imperialismo, el
feudalismo, el capitalismo burocrático. La victoria de esta democracia de nuevo tipo que realiza
la revolución agraria radical bajo la dirección del proletariado abre el camino al socialismo. Fue
necesario, para llegar a esta victoria, distinguir exactamente las etapas de la revolución: la etapa
burguesa en su fondo económico, la etapa socialista. Preparar en la primera las condiciones de la
segunda. Todo esto supone una dirección firme de la lucha, que en todo momento sepa ganar,
por sus consignas, el mayor número posible de aliados, y, aislar al enemigo principal. Los
trotskistas contemplarán el resultado –la China socialista– y harán la aguda observación
siguiente: la revolución no se ha detenido, se ha desarrollado continuamente. En una palabra, se
trata evidentemente de una revolución permanente. Durante veinte años, la consigna ―stalinista‖
era insuficiente; comportaba, como dice Trotsky a propósito de la consigna leninista de dictadura
democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado, una incógnita ―algebraica‖. Su
solución es la ―aritmética‖, la revolución socialista. Quien puede lo más puede lo menos. Cuando
se haya hecho la revolución socialista (el máximo), se habrá hecho al mismo tiempo la
revolución democrática (el mínimo). Del hecho de que la revolución democrática se transforma,
en una etapa determinada, en revolución socialista, los trotskistas deducen que la revolución
social es primero democrática. Este jueguito de reciprocidad exalta su revolucionarismo.
Sobre el Trotskismo 16
Evidentemente, es vicioso, ya que hay que preparar la etapa en la que la revolución se
transforma, lo que supone que las etapas se distinguen. Es una condición particular para liberar la
iniciativa de los campesinos.
En los países dominados por el imperialismo, la revolución agraria es una tarea primordial.
El proceso de subordinación de la clase de los terratenientes al imperialismo da un sentido
concreto y nuevo a la tesis: la cuestión agraria es, en el fondo, una cuestión nacional. La
revolución democrática es en el fondo una revolución nacional. Estratégicamente, el ejemplo
vietnamita lo atestigua de manera notable: el enemigo principal de una revolución democrática
consecuente es el imperialismo. Un imperialismo concreto, el norteamericano, actualmente en
Vietnam. La primera etapa de la revolución ininterrumpida es entonces nacional democrática.
Atacando al mismo enemigo que la revolución proletaria mundial, forma parte de ella. Esto
asegura mejores condiciones a la necesaria dirección por parte del proletariado, sin la cual la
revolución nacional democrática no será consecuente y no podrá transformarse en revolución
socialista. Esta dirección necesaria no es inevitable, como lo muestra la victoria de la revolución
nacional no democrática en Egipto o Argelia. Trotsky excluía toda posibilidad de una victoria
revolucionaria nacional dirigida por la democracia pequeño burguesa5. La vida desmiente el
formalismo trotskista.
La dirección proletaria supone la liberación de la iniciativa revolucionaria de los campesinos
que parten a la conquista del poder – y no después de la toma del poder por los obreros (tesis de
Trotsky). Esta dirección supone métodos de organización de los campesinos para la conquista del
poder. Trotsky, al negar la capacidad de organización de los campesinos en un ―partido
independiente‖, excluía la posibilidad de organizarlos para la toma del poder. Reconocer
claramente esta condición es admitir la composición democrática revolucionaria del poder por
conquistar. Los trotskistas no pueden reconocer la necesidad (la justeza) de un gobierno
democrático (tesis del F. N. L.) nacido sobre las ruinas del aparato del viejo Estado, feudal y
colonial, o neocolonial. Reconocer la necesidad de inventar formas de dirección que liberen la
iniciativa de las masas campesinas es hacer posible la guerra popular y su infinita capacidad de
creación revolucionaria.
¿Lenin se convirtió al trotskismo?
Al definir la orientación general de la lucha, el objetivo al cual deben tender todos los esfuerzos
de los socialdemócratas, Lenin declara en Dos tácticas:
―La fuerza capaz de obtener una `victoria decisiva sobre el zarismo' no puede ser más que el
pueblo, es decir, el proletariado y el campesinado. (...) La `victoria decisiva' (...) es la dictadura
democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado‖.
Esta dictadura tendrá como tarea realizar ―las transformaciones absoluta e inmediatamente
necesarias al proletariado y al campesinado‖, es decir, el ―programa mínimo‖ del Partido.
―Sin embargo –agrega Lenin–, no será evidentemente una dictadura socialista, sino una
dictadura democrática. No podrá (antes de que la revolución haya franqueado diversas etapas
intermedias) tocar los fundamentos del capitalismo‖6.
¿Qué dice Trotsky sobre este tema?
―El solo hecho de que los representantes del proletariado entren en el gobierno, no como
rehenes impotentes, sino como fuerza dirigente, destruye la frontera entre programa mínimo y
Sobre el Trotskismo 17
máximo, es decir, pone el colectivismo a la orden del día. (...) Por esta razón, no puede tratarse
de una forma especial de la dictadura del proletariado en la revolución burguesa, de una
dictadura democrática (o del proletariado y el campesinado)…‖7.
Algunas páginas antes, había subrayado:
―Todo el problema se reduce a esta pregunta: ¿quién determinará el contenido de la política
gubernamental, quién formará en su seno una mayoría sólida?‖8
Por eso Lenin pudo atribuirle con cierta verosimilitud la consigna: ―No el zar, sino un
gobierno obrero‖, que resume bastante bien su posición9.
Explicando la resolución del III Congreso del POSDR, Lenin declara, al contrario:
―Sólo se habla de gobierno revolucionario provisorio, y de ninguna otra cosa; es decir que
no se trata en absoluto, por ejemplo, de la `conquista del poder' en general, etc., ya que la
situación política de Rusia no pone para nada semejantes cuestiones en la orden del día. Al
contrario, el pueblo entero ha inscrito en la orden del día el derrocamiento de la autocracia y la
convocatoria de la Asamblea Constituyente (...) Los congresos del Partido deben intentar
resolver no los problemas planteados con razón o sin ella por tal o cual autor, sino los que tienen
una seria importancia política, dadas las condiciones de la hora‖10
.
En cuanto a la participación de los socialdemócratas en el gobierno revolucionario
provisorio, el III Congreso sólo había decidido que se la podría admitir ―en función de la de
fuerzas y de otros factores imposibles de determinar de antemano con precisión‖11
.
Es evidente que Lenin no estaba en absoluto inclinado a hacer ―pronósticos‖ y planes
quiméricos. Su única preocupación era formular consignas que respondieran a las tareas de la
hora, indicando ―lo esencial, lo general‖.
Más tarde, Trotsky explicará;
―Me oponía a la fórmula `dictadura democrática del proletariado y el campesinado', ya que a
mi entender tenía el defecto de dejar en suspenso esta cuestión: ¿a cuál de las dos clases
pertenecerá la dictadura real?‖12
Esta afirmación es exacta si Trotsky entiende por ello que Lenin no fijaba de antemano la
composición del gobierno ―que debería ejercer la dictadura democrática‖...13
. Pero es falsa si
insinúa que Lenin no hablaba del papel hegemónico de la clase obrera. En Dos tácticas, el jefe
bolchevique se había expresado más de una vez sobre este tema:
―Nuestra intención es dirigir (…) no sólo al proletariado organizado por el Partido
socialdemócrata, sino también a esa pequeña burguesía susceptible de marchar a nuestro lado‖14
.
Y también: ―Es necesario que el proletariado sea bastante fuerte y consciente para elevar al
campesinado a la conciencia revolucionaria, para dirigir su ofensiva y realizar así, por sí mismo,
una democracia proletaria consecuente‖15
.
Con todo, aclaraba en contra de Martov que retomaba una idea de Trotsky, que ―es
absolutamente imposible reducir la cuestión de la dictadura de las clases revolucionarias a la
cuestión de la mayoría en tal o cual gobierno revolucionario‖16
.
Las críticas de Trotsky, por consiguiente, están desprovistas de todo fundamento. Al fijar
como perspectiva un gobierno socialdemócrata homogéneo, sobrestima el nivel de conciencia
política de los trabajadores rusos, subestimando al mismo tiempo el potencial revolucionario de
las masas campesinas que en 1905 aún no estaba diferenciada.
En abril de 1917 la situación es profundamente diferente. Lenin comprueba ―la
profundización del abismo entre los obreros agrícolas y los campesinos pobres por un lado y los
terratenientes por otro lado‖17
. Insiste sobre la lucha por la preponderancia en el seno de los
Sobre el Trotskismo 18
soviets de diputados, de los obreros, los asalariados agrícolas, los campesinos y los soldados‖18
.
Si la fórmula de ―dictadura democrática‖ está envejecida en ese momento, es por dos
razones:
1. En cierta forma, se ha realizado en los soviets: ―El soviet de los diputados obreros y
soldados es la dictadura del proletariado y de los soldados; estos últimos son en su mayoría
campesinos. Se trata entonces de la dictadura del proletariado y el campesinado‖19
.
2. Éstos, bajo la dirección de la pequeña burguesía, cedieron el poder al gobierno provisorio,
es decir, a la burguesía.
En la coyuntura política particular de 1917, era necesario atacar ante todo a los
representantes políticos de esa pequeña burguesía, ya que ella engañaba a las masas y
consolidaba el reinado de la burguesía imperialista. Se sabe, que Stalin generalizó ese caso
particular, mientras que Mao ha seguido el principio contrario (y general) de ganar las fuerzas
intermedias aislando a los reaccionarios irreductibles.
Los trotskistas afirman que Lenin se habría aliado ―tácitamente‖, en abril de 1917, al punto
de vista de Trotsky20
.
Lenin les infligió por anticipado varias severas desmentidas, como la que está fechada
justamente en abril de 1917:
―El trotskismo dice: `No el zar, sino un gobierno obrero'. Es falso. La pequeña burguesía
existe, no se puede no tenerla en cuenta. Pero se compone de dos partes. La parte pobre marcha
con la clase obrera‖21
.
Y también esta otra, que data de 1918: ―Todo ha pasado exactamente como lo habíamos
previsto. El curso de la revolución ha confirmado la exactitud de nuestro razonamiento. Primero
[el subrayado es nuestro – K. M.] se hizo con `todo' el campesinado contra la monarquía, contra
los grandes terratenientes, contra la Edad Media [y de ese modo fue democrático-burguesa].
Luego [el subrayado es nuestro – K. M] marchó con el campesino pobre, con el semiproletario,
con todos los explotados, contra el capitalismo, y así se volvió socialista‖22
.
Ya se ve qué crédito conviene acordar a la leyenda propagada por los trotskistas, según la
cual Lenin se habría convertido al trotskismo en 1917 y habría reconocido que se había
equivocado al distinguir la etapa democrática y la etapa socialista. Acabamos de mostrar que no
hubo tal cosa. Por eso los trotskistas, tratando de conferir cierta verosimilitud a su tesis, están
obligados a ir aún más lejos en el camino de la falsificación y fabricar un Lenin que niega la
―interpretación‖ de una de las etapas en la otra. Es lo que hace Isaac Deutscher para mayor
edificación de sus lectores:
―Su política (la de Lenin) estaba sólidamente fundada en el principio de que la revolución
rusa se atendría a sus objetivos antifeudales‖23
.
Si uno se toma el trabajo de verificar, comprueba que Lenin dijo exactamente lo contrario en
Dos tácticas de la socialdemocracia:
―La dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado (...) tiene un
pasado y un futuro. Su pasado es la autocracia, la esclavitud, la monarquía, los privilegios (...) Su
futuro es la lucha contra la propiedad privada, es la lucha del asalariado contra el patrón, la lucha
por el socialismo‖24
.
Habiendo insinuado en el espíritu de sus lectores poco inclinados a sospechar una primera
falsedad, Deutscher les hará admitir mucho más fácilmente la segunda (la que importa), que
aparentemente se desprende de aquél.
―En 1917 (...), Lenin cambió de opinión. En lo esencial, la tesis de la revolución permanente
Sobre el Trotskismo 19
(por supuesto, no su denominación un poco libresca) fue adoptada por el Partido‖25
.
De manera que para dar la razón a Trotsky hay que imputar a Lenin un grosero error
oportunista en 1905, lo que permite falsificar en sentido contrario sus posiciones de 1917.
Admiramos ese ―por supuesto‖, que dispensa a Deutscher de explicarnos por qué Lenin no
habría adoptado la denominación de ―revolución permanente‖ si era cierto que respondía a un
concepto científico. ¿Tendría miedo Lenin de los términos marxistas, de los libros marxistas?
Todos estos contrasentidos y sinsentidos trotskistas se encuentran resumidos en una breve
nota de Ernest Mandel:
―De 1905 a 1917, el partido bolchevique fue educado en la óptica de la dictadura de los
obreros y campesinos, es decir, en el espíritu de una fórmula que veía la posibilidad de una
coalición entre partido obrero y partido campesino... Sólo en 1919 (Lenin) comprendió que
Trotsky tenía razón cuando preveía, ya en 1905, que el problema agrario no podría ser resuelto
más que en el contexto de la dictadura del proletariado y de la socialización de la economía
rusa‖26
.
Lenin refutó esta interpretación de su línea política de 1905 mostrando que no se puede
reducir el problema de las alianzas de clases al de las alianzas entre partidos, lo que derrumbaba
la objeción de Trotsky según la cual no podía haber un partido campesino independiente. ―Una
`coalición' de clases, decía Lenin, no implica de ningún modo la existencia (...) de un partido en
general. Es mezclar el problema de las clases y el de los partidos. (…) La experiencia de la
revolución rusa (muestra claramente) que la `coalición' del campesinado y del proletariado se ha
realizado decenas y centenares de veces en las formas más diversas cuando no existía `ningún
partido autónomo poderoso' del campesinado...‖27
.
Mandel hubiera podido discutir este argumento de Lenin. Le parece más hábil silenciarlo
esperando que sus lectores no lo descubrirán en la voluminosa obra de Lenin. En efecto, Mandel
no pretende solamente que la política de Lenin era errónea, sino que falsifica esta política
afirmando que suponía una coalición entre partidos. Mandel repite además la vieja confusión
trotskista entre socialismo y dictadura del proletariado, entre el carácter (el contenido social) de
las etapas y la naturaleza de clase del poder. Esto le permite concluir que, desde las Tesis de
abril, no había mejor trotskista que Lenin.
Trotsky y el campesinado
Trotsky, en su pretensión de ser mejor leninista que Lenin, negó con vehemencia haber querido
―saltar por encima del campesinado‖, o haber subestimado su potencial revolucionario. Acusó a
Lenin de haberlo criticado sobre este punto sin haber leído sus obras. En realidad, en el capítulo
de Balance y perspectivas consagrado a las relaciones entre el proletariado en el poder y el
campesinado, manifiesta abiertamente su desprecio por este último29
. Lo prueban algunas citas:
―Numerosos sectores de las masas laboriosas, en particular en el campo, serán arrastradas a
la revolución y se organizarán políticamente sólo después de que la vanguardia de la revolución,
el proletariado urbano, esté al timón del Estado. La agitación y la organización revolucionaria
serán entonces conducidas con la ayuda de los recursos del Estado‖ (pp. 202-203).
―En tal situación, creada por la transferencia del poder al proletariado, al campesinado sólo
le resta alinearse junto al régimen de la democracia obrera. Poco importará que el campesinado
lo haga con un grado de conciencia no más elevado que cuando sostiene el régimen burgués‖ (p.
Sobre el Trotskismo 20
205).
Aludiendo a la política leninista, escribía también:
―Se propone ahora completar esta restricción política por una verdadera `garantía'
antisocialista, imponiendo al proletariado un colaborador: el mujik‖30
.
En efecto, según Lenin, ―el proletariado no puede vencer (...) más que si la masa campesina
se alía a (su) lucha revolucionaria‖31
.
Subrayamos ante todo que el capítulo del cual hemos extraído las dos primeras citas se
titula: ―El proletariado en el poder y el campesinado‖ (el subrayado es nuestro). Trotsky no dijo
nada sobre la alianza del proletariado y el campesinado con miras a tomar el poder.
Podemos resumir como sigue las ideas de Trotsky antes de 1917 sobre el tema que nos
ocupa:
– El proletariado emancipa al campesinado y realiza en su seno un trabajo de agitación y de
organización después de haber tomado el poder.
Para Lenin, al contrario, la movilización revolucionaria del campesinado es una condición
de la victoria.
– El campesinado se alía con el proletariado casi con tanto fatalismo e ignorancia de sus
propios intereses como cuando sostiene un régimen reaccionario.
Según Lenin, ―si los amos del régimen burgués cuentan con la falta de conciencia y los
prejuicios del campesinado, si se apoyan en ellos, el proletariado no puede hacer lo mismo‖32
.
– Para Trotsky no es cuestión de hacer concesiones al campesinado para que las
contradicciones entre él y el proletariado resulten secundarias, ya que de hecho no distingue la
etapa democrática y la etapa socialista de la revolución33
. Más aún, considera que el tránsito a
esta última supone un conflicto entre las dos clases.
La definición que da Lenin de la dictadura del proletariado hará evidente hasta qué punto es
antileninista esta posición:
―La dictadura del proletariado es una forma particular de la alianza de clase entre el
proletariado, vanguardia de los trabajadores, y las numerosas capas no proletarias de los
trabajadores (pequeña burguesía, pequeños propietarios, campesinado, intelectuales, etc.) (...)
dirigida contra el capital (...) para la instauración y la consolidación del socialismo‖34
.
En un país como Rusia, las ―capas no proletarias‖ de los trabajadores eran principalmente
las vastas masas campesinas. En Rusia, la dictadura del proletariado era, por consiguiente, para
Lenin, una forma particular de la alianza de clases entre el proletariado y los campesinos
trabajadores, y es sabido que antes de su muerte una de sus preocupaciones principales era el
mantenimiento de esa alianza. Al contrario, esto es lo que Trotsky escribía en 1922 en el prefacio
de su libro 1905:
―Para asegurar su victoria, la vanguardia proletaria debe, desde su ascenso al poder,
enfrentar radicalmente no sólo la propiedad feudal, sino también la propiedad burguesa. De ello
resultarán conflictos no sólo con todos los agrupamientos de la burguesía, sino también con
vastas masas campesinas con ayuda de las cuales el proletariado conquistó el poder‖.
Rechazando esta hermosa perspectiva, Bujarin hace a Trotsky la siguiente objeción:
―La cuestión colonial, de la cual depende la suerte del capitalismo, para nosotros,
bolcheviques, no es, finalmente, más que la cuestión de la alianza entre el proletariado industrial
europeo y norteamericano y el campesinado de las colonias.
―Las dos cuestiones no son, por supuesto, idénticas; sin embargo, es cierto que la cuestión
colonial, es, en sus bases sociales, una cuestión campesina. La clase obrera, al apoyar los
Sobre el Trotskismo 21
levantamientos por medio de los cuales los campesinos socavan la sociedad capitalista, asegura
al mismo tiempo su hegemonía sobre el movimiento campesino colonial (...).
―Si el conflicto entre el proletariado y el campesinado es inevitable, lo será también después
de la victoria mundial del proletariado. El campesinado constituye la aplastante mayoría de los
habitantes del globo. Si el proletariado no tuviera medios para ejercer una influencia
preponderante sobre esa mayoría, la revolución internacional sucumbiría o debería postergarse
hasta que la mayoría de los habitantes del planeta fueran elementos proletarios‖35
.
La teoría marxista-leninista había previsto, y la experiencia lo confirmó, que era posible que
el proletariado estableciera una alianza duradera bajo su dirección con los campesinos pobres y
los campesinos medios de la capa inferior. En China, la solución correcta de las contradicciones
secundarias con la masa de los campesinos fue facilitada por el hecho de que esta última vio
cómo las condiciones materiales de su existencia mejoraban después de la liberación y en todas
las etapas de la construcción del socialismo.
Por lo demás, todas las revoluciones que condujeron a la instauración de la dictadura del
proletariado triunfaron en países donde la mayoría campesina no poseía la tierra. El desprecio de
Trotsky por el campesinado y su concepción fetichista de la clase obrera lo llevaron a dar
pruebas de una total incomprensión de los caminos particulares de la revolución china, en la que,
sin embargo, se había interesado en la época en la cual podía encontrar en ella argumentos contra
Stalin y Bujarin.
Por el hecho de que ésta se desarrollaba en el campo, fue ciego a esa gran lucha del mayor
cambio revolucionario de todos los tiempos, destinado a marcar profundamente la segunda mitad
de nuestro siglo.
El socialismo en un solo país
Trotsky, mientras se declaraba formalmente de acuerdo con Lenin sobre la ley del desarrollo
desigual, no aceptó nunca todas sus consecuencias. Éstas son especialmente las siguientes:
1. Al estallar guerras entre los países imperialistas por el reparto del mundo, la revolución
podrá triunfar primero en un país relativamente atrasado (el eslabón débil) como Rusia, gracias a
la alianza del proletariado y el campesinado, y mantenerse especialmente a raíz de las violentas
contradicciones que oponen a sus enemigos.
2. Esta revolución no será necesariamente el preludio inmediato de la revolución mundial,
sino que ésta proseguirá como comenzó, por medio de nuevas victorias en países particulares
(allí donde el capitalismo sea débil) durante un largo período, histórico. La maduración desigual
de las condiciones de una explosión revolucionaria excluye la posibilidad de que se produzca
simultáneamente en todos los países.
Desde 1906, Trotsky estimaba que una revolución en Rusia significaría una intervención de
las potencias europeas, especialmente de Alemania y de Austria-Hungría. Esa guerra conduciría
ineluctablemente a una revolución en esos países, y progresivamente, al triunfo del socialismo en
el mundo36
. Ese mecanismo es uno de los aspectos de la permanencia de la revolución.
Que ésta desborde en seguida las fronteras de Rusia, es necesario también en otro sentido.
Para Trotsky, la revolución será mundial o no será. En efecto, en un país predominantemente
agrario, sucumbirá muy pronto si permanece aislada, bajo los ataques de la intervención exterior
o de la contrarrevolución interior37
.
Sobre el Trotskismo 22
―Sin la ayuda directa de los Estados europeos en los que el proletariado haya tomado el
poder, la clase obrera de Rusia no podrá permanecer en el poder y transformar su dominación
pasajera en una dictadura socialista durable‖38
.
Y más adelante: ―Librada a sí misma, la clase obrera de Rusia será inevitablemente
aplastada por la contrarrevolución en el momento en que el campesinado le dé la espalda. El otro
término de la alternativa será unir el destino de su reinado político y por consiguiente el de toda
la revolución rusa, con el destino de la revolución socialista en Europa‖39
.
Trotsky no cree en la posibilidad de mantener un poder obrero en Rusia sin ayuda exterior,
especialmente porque está convencido de que la lógica de su acción revolucionaria llevará al
proletariado a entrar en conflicto con el campesinado40
.
Trotsky volvió sobre este tema en 1917, en su folleto Programa de paz (reeditado en 1924
en 1917). Declaraba en él que ―una revolución victoriosa en Rusia o en Inglaterra es
inconcebible sin revolución en Alemania e inversamente‖.
Para que no hubiera ambigüedades, precisaba además: ―No hay ninguna esperanza de que la
Rusia revolucionaria, por ejemplo, pueda enfrentar a la Europa conservadora‖41
.
En 1926, recordará todavía su posición de octubre de 1917: ―Para nosotros estaba claro que
la victoria de la revolución proletaria es imposible sin la revolución mundial internacional‖42
.
En el curso de los dos años que siguieron a la toma del poder, Lenin pudo temer que la
intervención extranjera aplastara la joven república soviética43
. Más tarde, cambió de opinión
sobre sus temores y sus dudas, mientras que Zinoviev hizo de ellos un dogma cinco años más
tarde, cuando su controversia con Stalin sobre la posibilidad de edificar el socialismo en un solo
país. En cuanto a Trotsky, dio pruebas de una notable obstinación en el error. En 1922, no
hablaba de un próximo aplastamiento ―inevitable‖ del poder proletario a falta de una revolución
en Europa, pero en forma más prudente expresaba la misma idea:
―Los intereses contradictorios que dominan la situación de un gobierno obrero, en un país
retardatario en donde la inmensa mayoría de la población está compuesta por campesinos, no
podían desembocar en una solución más que en el plano internacional, en la arena de una
revolución proletaria mundial‖44
.
En el mismo año, Trotsky escribía, en el posfacio a su folleto Programa de paz: ―El
verdadero impulso de la economía socialista en Rusia sólo será posible después de la victoria del
proletariado en los principales países de Europa‖.
Como la historia ha resuelto la cuestión, los comentarios son superfluos – tanto más cuanto
que Trotsky mismo hizo el mejor posible en 1939, en su Programa de transición, donde se lee:
―La estatización de los medios de producción, condición necesaria del desarrollo socialista, ha
abierto la posibilidad de un crecimiento rápido de las fuerzas productivas‖.
Es que Trotsky, aún estando muy orgulloso de sus ―pronósticos‖, no dejó de modificar su
concepción de la revolución permanente. 1905, 1917, 1922, 1929, 1939: estas fechas marcan no
las etapas de un conocimiento más profundo de las leyes de la revolución, sino las contorsiones
de un ―teórico‖ que se esfuerza por mantener en pie algo de su socavado sistema, derrotado,
reducido a polvo por adversarios sin modales y por acontecimientos sin piedad.
Cuando, a comienzos de 1925, estalló la controversia sobre el socialismo en un solo país
entre Zinoviev y Kamenev por una parte y Stalin y Bujarin por otra, Trotsky se mantuvo
apartado. Incluso parece que durante un año no se dio cuenta de nada. Él mismo declaró más
tarde que se sorprendió por el formidable conflicto que opuso la mayoría y la minoría en el XIV
Congreso en diciembre de 1925. Desconfiaba de Zinoviev, que había sido el más virulento de sus
Sobre el Trotskismo 23
adversarios y al cual consideraba como el jefe del ala derecha. No creía en la seriedad de sus
divergencias con Stalin. Sin embargo, la argumentación de Zinoviev coincidía en cierta medida
con la suya (excepto en la cuestión de la alianza con el campesinado), y por eso Stalin la había
refutado de antemano durante el debate llamado ―literario‖ a fines de 1924.
Frente a Trotsky, que afirmaba que ―la salvación (del Estado proletario) reside únicamente
en la victoria del proletariado de los países avanzados‖, Stalin concluyó que, según su
adversario, ―a nuestra revolución no le queda más que una sola perspectiva: vegetar en medio de
sus propias contradicciones y pudrirse de pie en espera de la revolución mundial‖.
Opondrá ―esta permanente ausencia de perspectiva‖ a las concepciones de Lenin
concernientes a la construcción del socialismo en un solo país. Lenin decía especialmente:
―Desde ahora, el socialismo no es más una cuestión de futuro lejano, o una especie de visión
abstracta (...); por difícil que sea esta tarea, por nueva que sea (...), por numerosas que sean las
dificultades que nos suscite – la cumpliremos, todos juntos, y cueste lo que cueste, no mañana,
sino en varios años, de manera que la Rusia de la NEP se transforme en una Rusia socialista‖45
.
Lenin también decía: ―El poder del estado sobre todos los principales medios de producción,
el poder del Estado en manos del proletariado, la alianza de ese proletariado con los millones y
millones de campesinos pobres y miserables, la dirección segura de ese campesinado por ese
proletariado, ¿no es eso todo lo que se necesita para poder, con la cooperación, que antes
tratábamos de mercantil y que en ciertos aspectos tenemos derecho a tratar hoy, bajo la NEP, de
la misma manera, no es eso todo lo que se necesita para construir la sociedad socialista integral?
No es todavía la construcción de la sociedad socialista, pero es todo lo que es necesario y
suficiente para construirla‖46
.
En el mismo artículo se lee esta frase: ―Cuando la población está agrupada al máximo en las
cooperativas, el socialismo se realiza por sí mismo‖.
Trotsky se esforzó por interpretar este texto en un sentido favorable a sus tesis. Según él,
cuando Lenin dice: ―Tenemos todo lo que es necesario y suficiente para construir el socialismo‖,
se refiere a las premisas políticas. Además habría que resolver el problema de la cultura faltante
al pueblo ruso. Ahora bien, la cultura supone ―cierta clase material‖. Por consiguiente,
necesitamos (hace decir Trotsky a Lenin) que el proletariado europeo victorioso venga en nuestra
ayuda con su técnica superior47
.
Se trata de una interpretación personal, que nada autoriza. De hecho, Lenin está muy lejos
de negar en su artículo que el pueblo ruso pudiera elevar el nivel de su cultura y su técnica por sí
mismo; de lo contrario hubiera escrito: ―todo lo que es necesario, pero no suficiente…‖.
Durante la vida de Lenin, Trotsky se cuidó muy bien de comenzar una polémica sobre este
tema. Cuando ésta estalló, en 1925, entre Zinoviev por una parte y Stalin y Bujarin por otra,
Stalin pudo aportar la prueba de que su opinión era rigurosamente conforme a las concepciones
de Lenin. En De la cooperación, éste definió lo que para él era el socialismo:
―El régimen de los cooperativistas civilizados, cuando los medios de producción pertenecen
a la sociedad y el proletariado como clase ha triunfado de la burguesía, es el régimen
socialista‖48
.
Parece que Stalin entendía por ―construcción hasta el fin de la sociedad socialista‖
fundamentalmente la misma cosa, a saber, ―la victoria (...) sobre los elementos capitalistas de
nuestra economía‖ en el sentido estricto (relacionado con la propiedad privada de los medios de
producción). Por lo general, Zinoviev no atribuía otra significación a la victoria ―definitiva‖ del
socialismo, ni Trotsky a la ―realización de la construcción del socialismo‖ del cual negaban el
Sobre el Trotskismo 24
hecho de que fuera posible en un solo país. Contra ellos, Stalin afirma la posibilidad de construir
en la URSS ―la sociedad socialista integral‖, retomando la fórmula de Lenin. Sin embargo, niega
que esa victoria pueda ser ―definitiva‖, es decir, garantizada contra una intervención exterior,
mientras el proletariado no haya tomado el poder ―aunque más no sea en algunos países‖49
.
Zinoviev, en El leninismo, realiza pases mágicos con las citas de Lenin. No distingue la
victoria definitiva del socialismo en tanto implica la abolición de las clases, la del Estado y el
tránsito al comunismo por una parte, del socialismo en tanto que ―tránsito de la pequeña
economía mercantil individual aislada a la gran economía colectiva‖, como dice Lenin, por otra
parte. El jefe bolchevique no decía que la primera fuese posible sin la victoria mundial de la
revolución, pero sostenía que se puede edificar el socialismo en el segundo sentido en un solo
país, ya que para él Rusia no poseía ―todo lo que es necesario para construir la sociedad
socialista integral‖, que definía como ―los soviets más la electrificación en todo el país‖ o ―el
régimen de los cooperativistas‖.
Según Ernest Mandel, ―todo lo que Trotsky ha afirmado (...) es que una sociedad socialista,
cumplida, es decir, sin clases, sin comercio, sin moneda ni Estado, no podrá nunca realizarse en
las fronteras de un solo país‖50
. Hemos visto que, hasta en 1918, Trotsky niega ―que la Rusia
revolucionaria pueda enfrentar a la Europa conservadora‖; más tarde, no cree posible la
socialización de los medios de producción y el impulso de una economía socialista en un solo
país. Sólo después de 1929 la experiencia histórica lo obliga a acercarse a veces a la posición que
le atribuye Mandel. Incluso entonces, es sencillamente falso que eso sea ―todo lo que Trotsky ha
afirmado‖. Aportaremos todavía otras pruebas.
Si uno se coloca en el marco de esta controversia (1925-26) es posible concluir:
1. que la posición de Stalin, en gran medida, era conforme a la visión de Lenin;
2. que fue confirmada por la práctica cuando los kulaks y los nepman fueron liquidados
como clase después de 1928 y en consecuencia se realizaron progresos enormes en los planos
económico y cultural;
3. que Stalin fue más allá que Lenin y se equivocó al afirmar que la victoria del proletariado
en algunos países bastaría para que se pudiera hablar de una victoria definitiva del socialismo51
.
En su libro La revolución permanente (1928-1931), Trotsky vuelve a batirse en retirada.
Establece su línea de defensa en las posiciones que Zinoviev le había preparado de antemano.
Entonces se conforma con negar que la construcción del socialismo pueda ser acabada en un
solo país. Los acontecimientos iban a demostrar su error muy pronto, ya que está claro, dado el
contexto, que su ―socialismo acabado‖ era idéntico al ―socialismo integral‖ de Lenin, es decir, a
esa medida de socialismo realizada bajo Stalin. Veamos entonces lo que Trotsky escribe en el
momento en que el primer plan quinquenal está ya en vías de realización:
―Si uno se propone construir la sociedad socialista en el interior de los límites nacionales,
esto significa que pese a triunfos temporales, se frenan las fuerzas productivas, incluso en
relación con el capitalismo. Es una utopía reaccionaria querer crear en el marco nacional un
sistema armonioso y suficiente compuesto de todas las ramas económicas sin tener en cuenta las
condiciones geográficas, históricas y culturales del país que forma parte de la unidad mundial.
Si, pese a eso, los creadores y partidarios de esta doctrina participan en la lucha revolucionaria
internacional (con éxito o sin él, es otro problema), es porque en su calidad de eclécticos
incorregibles, unen de manera puramente mecánica un internacionalismo abstracto y un
socialismo nacional utópico y reaccionario‖52
.
Que se juzgue: los planes quinquenales ¿frenaron las fuerzas productivas incluso en relación
Sobre el Trotskismo 25
con el capitalismo? ¿Las condiciones geográficas, históricas y culturales impidieron la creación
en el marco nacional de un sistema armonioso y suficiente compuesto de todas las ramas
económicas?... Los autores trotskistas nunca nos dieron su opinión sobre ese ―pronóstico‖ de su
maestro. Lo más curioso en el pasaje que acabamos de citar es que nos ofrece un ejemplo
espectacular de los giros completos cuyo secreto tenía Trotsky, el inflexible censor de los
zigzags stalinianos. Declara aquí que los dirigentes soviéticos son utopistas reaccionarios en el
plano internacional. Algunos años más tarde, afirmará lo contrario. El Estado obrero degenerado
que sería el Estado soviético presentaría un doble carácter: progresista en el plano interior, ya
que mantiene las relaciones socialistas de producción y desarrolla las fuerzas productivas;
reaccionario en el plano internacional, ya que traiciona sistemáticamente todas las luchas
revolucionarias.
En La revolución permanente, Trotsky ha formulado otro ―pronóstico‖ muy embarazoso
para sus discípulos, que siguen denunciando los efectos perniciosos del socialismo en un solo
país: ―La teoría de la integración del kulak en el socialismo y la teoría de la `neutralización' de la
burguesía mundial son (...) inseparables de la teoría del socialismo en un solo país. Se sostienen
y se hunden juntas‖53
.
Consideramos que los trotskistas contemporáneos están más calificados que nosotros para
comentar este texto que entregamos a su meditación.
Sin embargo, sería necesario hacer notar un curioso argumento de Trotsky en esta nueva
controversia. Pravda había escrito que ―la victoria definitiva del socialismo, asegurada contra la
intervención del entorno capitalista‖ (exige) ―efectivamente el triunfo de la revolución proletaria
en varios países avanzados‖, y pretende demostrar que es absurdo, ya que si era posible construir
el socialismo en la URSS, su victoria definitiva en ese país e incluso en el mundo estaría
asegurada ―ipso facto‖. Esto porque ―el ejemplo de un país atrasado que, por sus propios medios,
consiguiera establecer una poderosa sociedad socialista en el espacio de varios `planes
quinquenales' asestaría el golpe de gracia al capitalismo mundial y reduciría al mínimo, casi a
cero, los gastos de la revolución proletaria mundial‖54
.
Reconoceremos aquí la argumentación de Jruschov. Cuando la URSS haya alcanzado a los
Estados Unidos en la producción ―per capíta‖ de bienes de consumo, los pueblos del mundo
elegirán el socialismo y votarán en consecuencia. La única diferencia es que Jruschov creía
posible alcanzar a los Estados Unidos, dado el ritmo de crecimiento más rápido de la URSS,
mientras que Trotsky no lo creía. Pero el lazo entre la causa (éxito económico de la URSS) y el
efecto (revolución proletaria más o menos pacífica en el mundo) es idéntico en los dos. Esta
coincidencia remite a un fundamento teórico común. Los dos ignoran que el desarrollo de las
contradicciones en las totalidades parciales que son las formaciones sociales concretas, se
explica fundamentalmente por la acción de causas internas y no por influencias exteriores55
.
En efecto, el trotskismo se caracteriza especialmente por la tendencia a atribuir una
significación indebida a la unidad del mercado mundial que sería la base objetiva del
internacionalismo proletario. Uno de los obstáculos para la edificación del socialismo en un solo
país sería la presión de las mercancías baratas producidas en los países capitalistas avanzados; la
capacidad del capitalismo para subordinar a sí mismo todos los otros modos de producción,
incluso el modo de producción socialista si su base técnica de partida está insuficientemente
desarrollada.
―Cuando formulábamos el pronóstico teórico de la revolución de Octubre, estábamos muy
lejos de pretender que el proletariado ruso, después de haber conquistado el poder del Estado,
Sobre el Trotskismo 26
haría salir al antiguo imperio de los zares del circulo de la economía mundial‖56
.
Sin embargo, eso fue lo que sucedió. Durante varios decenios, la URSS ha vivido en una
semiautarquía. El desarrollo industrial impetuoso de la URSS durante los años treinta, en el
mismo momento de la gran depresión, muestra, que la economía de un país bajo la dictadura del
proletariado, en el cual los medios de producción y el comercio exterior están nacionalizados, no
sufre las consecuencias de las fluctuaciones cíclicas del mercado mundial, y ya no está regido
por la ley económica del capitalismo (la del provecho máximo), sino que se desarrolla conforme
a su propia ley fundamental.
En Los problemas económicos del socialismo en la URSS (p. 27), Stalin subraya que a
continuación de la Segunda Guerra Mundial apareció el campo socialista, ―de manera que
tenemos ahora dos mercados mundiales paralelos que se oponen el uno al otro‖.
El monopolio del comercio exterior detentado por el poder proletario impide al capitalismo
apoderarse de la producción de un país que construye el socialismo y disolver de ese modo las
relaciones de producción nacientes a favor de su superioridad técnica momentánea.
El internacionalismo de Trotsky no es en realidad más que su negativa a reconocer las
discontinuidades del espacio sociológico mundial: formaciones sociales distintas,
particularidades nacionales, desigualdades en el desarrollo de las condiciones objetivas y
subjetivas de la revolución y finalmente posibilidad de un mercado socialista relativamente
separado, contemporáneo del mercado capitalista.
Sin embargo, en el plano práctico y considerando sólo las perspectivas inmediatas, en
apariencia estaban de acuerdo con Stalin en que la construcción de las bases económicas del
socialismo en la URSS no podía estar subordinada a las vicisitudes de las luchas proletarias en
los países capitalistas avanzados. De manera que se podría creer que su polémica era de mala fe,
dirigida contra sus intenciones. De hecho, no hay tal cosa. La industrialización, tal como la
concebía Trotsky, no era más que una ―medida de urgencia mientras se esperaba una revolución
internacional que salvara la situación‖57
, de donde su carácter vago y abstracto. Esto es tanto más
verdadero cuanto consideraba como imposible ―el impulso de la economía socialista en Rusia‖
antes de ―la victoria del proletariado en los principales países de Europa‖, como acabamos de ver
(p. 36).
Trotsky y sus discípulos han presentado la tesis del socialismo en un solo país como una
manifestación de estrechez, incluso de mesianismo nacional (Trotsky dirigía reproches análogos
al partido bolchevique antes de 1917), y aun como procedente de la deliberada voluntad de
traicionar la revolución mundial. La lectura de Stalin no corrobora esta acusación. Nos
contentaremos con una sola cita:
―Si es exacta la tesis de que la victoria definitiva del socialismo en el primer país liberado es
imposible sin los esfuerzos conjugados de los proletarios de varios países, no es menos exacto
que el desarrollo de la revolución mundial será tanto más rápido y profundo cuanto más eficaz
sea la ayuda aportada por el primer país socialista a los obreros y masas laboriosas de todos los
otros países‖58
.
¡Justo después, cita un texto extraído de A propósito de la consigna de los Estados Unidos
de Europa, donde Lenin preconizaba una intervención armada del primer Estado socialista para
ayudar a los pueblos contra sus opresores! Los revisionistas y los trotskistas se unieron para
esconder estos aspectos del pensamiento de Lenin y de Stalin, de los cuales lo menos que puede
decirse es que invalidan la idea que se tiene ordinariamente del socialismo en un solo país.
Por supuesto, Stalin, que cometió tantos errores en la construcción del socialismo en la
Sobre el Trotskismo 27
URSS, no está exento de reproches en tanto que dirigente de la Internacional. Seamos más
precisos: no siempre supo combinar correctamente el refuerzo del bastión socialista y el apoyo a
los pueblos revolucionarios. Tratamos este problema más adelante. Determinar en qué
consistieron los errores de Stalin en este aspecto exige pesquisas, investigaciones históricas. La
respuesta a este tipo de preguntas no está en ningún modo ligada al examen de la tesis sobre el
socialismo en un solo país, de la cual mostramos de manera suficiente que era compatible como
tal (en el plano de la teoría) con el internacionalismo más audaz y más intransigente. Por lo
demás, es notable que Stalin, que fue su promotor, ―se haya mostrado luego bastante prudente y
reservado para reconocerla‖59
, dado que había sido retomada por Bujarin, quien la relacionó con
su concepción de la construcción del socialismo ―a paso de tortuga‖. Stalin, al contrario, pronto
sabrá poner el acento sobre el primer término de la fórmula: ―socialismo en un solo país‖, la
víspera del asalto contra los kulaks y del primer plan quinquenal.
La tesis según la cual sería posible ―construir hasta el final la sociedad socialista‖ contando
con las solas fuerzas de la URSS fue explícitamente presentada por Stalin como necesaria con
miras a alentar al pueblo para que se comprometiera en esa construcción. Por consiguiente, tenía
para él un valor práctico.
El proceso de restauración del capitalismo en la URSS y la revolución cultural china nos han
conducido a más rigor en nuestra concepción de la marcha hacia el comunismo. Como se sabe,
para Marx éste comporta dos planos: la fase inferior se caracteriza por el principio: ―De cada uno
según sus capacidades, a cada uno según su trabajo‖. Por consiguiente, subsiste aún cierta
desigualdad, y el derecho burgués que es su corolario.
―En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la esclavizante
subordinación de los individuos a la división del trabajo y con ella el antagonismo entre el
trabajo intelectual y el trabajo manual, cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino
la primera necesidad de la existencia; cuando, con el desarrollo en todo sentido de los individuos,
las fuerzas productivas se acrecienten y todas las fuentes de la riqueza colectiva manen con
abundancia, sólo entonces podrá ser totalmente superado el estrecho horizonte del derecho
burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada uno según sus capacidades, a
cada uno según sus necesidades!‖60
En ese momento, el Estado se habrá debilitado, las clases sociales habrán desaparecido, así
como las tres desigualdades fundamentales legadas por el capitalismo: las diferencias entre el
trabajo manual y el trabajo intelectual, entre la ciudad y el campo, entre la agricultura y la
industria. Una profunda transformación de la mentalidad, de las costumbres y de la ideología
habrá extirpado el egoísmo y el individualismo.
Es seguro que el tránsito a la fase superior del socialismo, el comunismo, no podrá darse
sino a escala mundial después de la eliminación del cerco capitalista. Esta cuestión (diferente de
la debatida en los años 20) debe relacionarse con la problemática de la lucha de clases después
de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción. Trotsky (igual que Stalin)
apenas la sospechaba, y de manera muy confusa.
Si bien hemos dado la razón a este último sobre la posibilidad de construir el socialismo en
un solo país, no podríamos seguirlo cuando encara, en su informe al XVIII Congreso (1939), el
tránsito al comunismo en un solo país. Incluso afirma que el Estado subsistirá ―en el período del
comunismo‖ ―si el cerco capitalista no ha sido liquidado‖. En 1946, Stalin reiteró esta tesis,
según la cual ―el comunismo en un solo país es perfectamente concebible, especialmente en un
país como la Unión Soviética‖61
. En este punto, Mao ha expresado un punto de vista
Sobre el Trotskismo 28
diametralmente opuesto: el tránsito al comunismo, dijo, no podrá realizarse más que en varias
generaciones, cuando sea eliminada ―la división del trabajo que está en la base de la división en
clases‖ (Engels) y por consiguiente el Estado se haya ―extinguido‖ (Engels).
En Los problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin enuncia las tres
condiciones que deberán realizarse para preparar el tránsito al comunismo:
– crecimiento continuo de la producción dando primacía a los medios de producción;
– sustitución de la circulación de mercaderías por un sistema de intercambio de productos, lo
que llevará la propiedad koljosiana a nivel de propiedad nacional (los koljós no podrán ya vender
en el mercado sus excedentes, sino que ―recibirán del Estado productos en cantidad mucho
mayor‖);
– impulso cultural, de manera que los miembros de la sociedad ―no estén sujetos en virtud
de la división del trabajo a una sola profesión para toda su vida‖. Para esto, será necesario
―reducir la jornada de trabajo (...), mejorar las condiciones de habitat, duplicar por lo menos (…)
el salario real de los obreros‖62
.
Bajo la dictadura del proletariado, las dos últimas condiciones se reducen de hecho a la
primera. En una palabra, para pasar al comunismo, basta con aumentar la producción (!).
En lo que concierne a la eliminación de las tres diferencias legadas por el capitalismo, Stalin
interpreta con bastante libertad la doctrina de Marx y Engels. Por ejemplo, se lee en su última
obra:
―El terreno propicio para la oposición entre la ciudad y el campo, entre la industria y la
agricultura, ya está liquidado por nuestro régimen socialista actual.
―Esto no quiere decir, por supuesto, que la supresión de la oposición entre la ciudad y el
campo deba conducir a la `declinación de las grandes ciudades' (ver Engels, Anti-Dühring). No
sólo las grandes ciudades no perecerán, sino que surgirán otras nuevas...‖63
.
Stalin cita a Engels para contradecirlo. En efecto, esto es lo que se lee en Anti-Dühring:
―Por cierto, la civilización nos ha dejado, con las grandes ciudades, una herencia que
necesitará mucho tiempo y trabajo para ser eliminada. Pero habrá que eliminarlas, y serán
eliminadas...‖64
.
De hecho, Stalin niega que sea posible hacer desaparecer ―todas‖ las diferencias entre la
industria y la agricultura, entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, y esto porque no
concibe que pueda suprimirse la división del trabajo. Declara: ―La diferencia esencial entre el
trabajo intelectual y el trabajo manual, en cuanto al nivel cultural y técnico, desaparecerá con
toda seguridad. Pero cierta diferencia, aunque sea insignificante, permanecerá, aunque más no
fuera porque las condiciones de trabajo del personal de dirección de las empresas no son
idénticas a las condiciones de trabajo de los obreros‖65
.
Incluso si el nivel cultural y técnico de los obreros fuera muy elevado, ¿se puede considerar
como ―insignificante‖ la diferencia mantenida entre el personal de dirección y los obreros?
Con tales concepciones, a Stalin le era imposible preparar las condiciones del tránsito a la
fase superior del comunismo, como lo hacen actualmente los chinos. Sin embargo, Stalin
abordaba este problema con un mínimo de seriedad, lo que no es justamente el caso de los
dirigentes soviéticos actuales, quienes, desde el XXII Congreso (1961) bajo Jruschov, se jactan
de construir en grande el comunismo. Se sabe que en 1957, Molotov, el último de los
―stalinistas‖, se opuso a la tesis de que la construcción del socialismo en la URSS estaba
cumplida, enunciada por Stalin desde 1936 en su informe sobre el proyecto de Constitución. Hoy
los chinos insisten en la necesidad que tiene un pueblo que quiere construir el socialismo, de
Sobre el Trotskismo 29
contar ante todo con sus propias fuerzas. Se podría considerar esta fórmula como una forma del
―socialismo en un solo país‖, del que los chinos hablan sólo rara vez. En cierto sentido, cumple
la misma función: ―Uno se compromete y después veremos‖66
. Se cuenta con uno mismo y no
con los otros. Es cierto que los chinos colocan la realización integral del socialismo más lejos
que Stalin en 1926. ―En cinco o diez generaciones, incluso más‖, escribieron. En efecto, saben
como Lenin que la estatización de los medios de producción no basta.
Mao Tsetung definió recientemente, con la claridad y el rigor que lo distinguen, la posición
marxista-leninista sobre este tema. Plantea correctamente el problema, y de ese modo pone punto
final a una vieja controversia:
―Hemos conquistado grandes victorias. Pero, la clase derrotada seguirá haciendo forcejeos.
Esa gente existe todavía, y también esa clase. Por eso, no podemos hablar de victoria final. No
podemos hacerlo incluso en los próximos decenios (…) La victoria final de un país socialista no
sólo requiere los esfuerzos de su propio proletariado y de sus amplias masas populares, sino que
depende, además, del triunfo de la revolución mundial y de la abolición del sistema de
explotación del hombre por el hombre en todo el globo terrestre, o sea, la emancipación de toda
la humanidad‖67
.
Ya en 1962 Mao había dicho: ―Los próximos 50 ó 100 años más o menos, a partir de hoy,
serán una gran época de cambio radical del sistema social en el mundo, una época que
estremecerá la tierra, una época con la que ninguna otra época histórica anterior podrá
compararse. Viviendo en ella, debemos estar listos para librar grandes luchas que tendrán
muchas características diferentes a las formas de lucha del pasado‖68
.
Al final del camino de su vida, el viejo luchador, que acaba de obtener su mayor victoria,
devela ante nuestros ojos la perspectiva tonante y centelleante de las futuras tempestades
revolucionarias. Una vez más, nos invita a abandonar nuestras ilusiones, a prepararnos para la
lucha. En la llama de los combates se forjarán nuevas vanguardias, y de su práctica surgirán
mayores avances del marxismo-leninismo. Este llamado y este mensaje se dirigen al mundo
entero. China es una parte del movimiento revolucionario internacional al mismo tiempo que su
principal base roja. Ahora bien, los chinos consideran que la tesis de Stalin sobre la posibilidad
de edificar el socialismo en un solo país es una contribución importante al desarrollo del
marxismo-leninismo. ¿Se necesita otra prueba de que la adhesión a esta tesis no implica la
oposición a las revoluciones en el mundo?
¿Revolución permanente o revolución ininterrumpida por etapas?
Durante una conferencia-debate sobre la crisis del movimiento comunista internacional, que
reunía a Pierre Cot, Lelio Basso, Isaac Deutscher y Jaçques Vergès, una respuesta de este último
a un oyente que lo interrogaba sobre la ―revolución permanente‖ en China tuvo el mérito de
enfurecer a Pierre Frank69
, quien se arrojó sobre la tribuna, desorbitado, con la cara púrpura,
echando espuma por la boca. Después de él, Deutscher explicó serenamente que había
examinado muy de cerca la concepción china y la del trotskismo sobre la revolución permanente
y que había recurrido a sus ―lupas teóricas‖ más poderosas, sin descubrir con todo la menor
diferencia entre las dos70
.
No es necesario, creemos, tener lupas de gran ―aumento‖ para percibir la oposición entre
ciertos aspectos de estas dos teorías, a menos que se sufra una miopía intelectual muy marcada.
Sobre el Trotskismo 30
Mostramos antes que Lenin no se había vuelto ―tácitamente‖ trotskista en 1917. Ahora vamos a
examinar las divergencias entre la revolución ininterrumpida de los chinos y la revolución
permanente de Trotsky.
Comparando estos dos conceptos, mostraremos que se distinguen, que incluso se oponen.
Por eso los designamos con términos diferentes, y rechazamos las chicanas filológicas que no
tienen utilidad por lo que se refiere al hecho de que la lengua china no posee más que una
expresión para los dos conceptos71
, o bien el hecho de que en ruso una sola palabra se traduce a
veces como ―etapas‖ y otras veces como ―fases‖. (Los trotskistas quieren hablar de ―fases‖, pero
no de ―etapas‖.) Por nuestra parte, vamos a ceñirnos al principio lógico elemental enunciado por
Pascal cuando dijo: ―Nunca discuto sobre el nombre, siempre que me adviertan sobre el sentido
que se le da‖.
En sus traducciones en lenguas extranjeras, los chinos siempre cuidan de utilizar la
expresión ―revolución ininterrumpida‖ (por etapas) para impedir cualquier confusión con las
concepciones de Trotsky.
1. Este último ha escrito: ―Es absurdo decir que no se puede saltar por encima de las etapas.
El curso vivo de los acontecimientos históricos salta siempre por encima de las etapas, que son el
resultado de un análisis teórico de la evolución tomada en su totalidad...‖72
.
Previó que ―la tercera revolución china (…) no tendrá período `democrático'. (...) Estará
obligada a abolir (desde el comienzo) la propiedad burguesa en la ciudad y en el campo‖73
.
Al contrario, Mao afirma que la revolución, al mismo tiempo, es ininterrumpida y pasa por
etapas determinadas. No se puede ni saltear éstas ni comenzar las tareas de una etapa antes que
las de la precedente estén cumplidas.
―El conjunto del movimiento revolucionario chino, dirigido por el Partido Comunista,
abarca dos etapas: la revolución democrática y la revolución socialista. (...) Sólo después de
haber acabado la primera se puede pasar al cumplimiento de la segunda. La revolución
democrática es la preparación necesaria de la revolución socialista, y la revolución socialista es
el desenlace lógico de la revolución democrática‖74
.
Mao subraya que hay que comprender al mismo tiempo ―la diferencia y la relación‖ entre
estas dos etapas. Los trotskistas veían la relación pero no la diferencia, mientras que los
oportunistas de derecha chinos (Chen Tu-hsiu) veían la diferencia pero no la relación.
Bajo la dirección del Partido Comunista, el pueblo chino cumplirá de manera consecuente y
radical las tareas de la etapa democrática, asegurando por eso mismo el tránsito sin interrupción
(el transcrecimiento, decía Lenin) de la revolución a la etapa socialista.
2. Los desplazamientos de la contradicción principal son el fundamento objetivo de la
diferencia entre las etapas. A cada una de ellas corresponde otro sistema de alianza de clases. En
el curso de la revolución democrática, el Partido del proletariado, apoyándose en las masas
básicas de obreros y campesinos75
y reagrupando bajo su dirección todas las fuerzas susceptibles
de ser unidas (especialmente la pequeña burguesía y una parte de la burguesía nacional), llevó
hasta el fin el combate contra el imperialismo, el capital burocrático y comprador y el
feudalismo. Esta etapa se prolongó más allá de la liberación de China (1949) hasta el
cumplimiento de la reforma agraria (1952); la contradicción principal fue entonces la que opuso
a la clase obrera con la burguesía. La revolución entró en la etapa socialista, durante la cual el
proletariado está aliado principalmente con los campesinos pobres y medios de la capa inferior.
Para Trotsky, la contradicción principal sigue siendo la misma durante todo el período de
transición del capitalismo al socialismo: es la contradicción capital-trabajo.
Sobre el Trotskismo 31
De esto se sigue que, para él, la burguesía constituye, frente a los trabajadores, una sola
masa reaccionaria, siempre y en todas partes. Esto, al ser cierto para el mundo entero, lo es
también para China.
Los comunistas chinos han sabido distinguir dos grupos en la burguesía de su país. Uno
comprendía el capital burocrático (las cuatro grandes familias que controlaban el aparato del
Estado) y la burguesía compradora que servía de intermediaria entre los monopolios
internacionales y el mercado chino. Este grupo era el instrumento del imperialismo y el aliado de
los terratenientes. El otro estaba constituido por la burguesía media o nacional, que presentaba un
carácter revolucionario por una parte y tendencia al compromiso con el enemigo, por otra. El
imperialismo, el feudalismo y el capital burocrático la oprimían y sofocaban. Tenía un vital
interés en la eliminación de las relaciones semifeudales en el campo, lo que ampliaría el
mercado, y en la independencia nacional, que la libraría del dumping imperialista. De allí que en
ciertos momentos y en cierta medida pudiera participar en la revolución. Como, por lo demás,
era una clase explotadora, conservaba los lazos con el imperialismo y el feudalismo y era política
y económicamente débil, existía el riesgo de que se pasara a la contrarrevolución, especialmente
después de un período de recrudecimiento de las luchas populares (por ejemplo, en 1927-31).
Incluso cuando era una aliada del proletariado, seguía siendo indecisa y vacilante, de donde
la necesidad de seguir con ella una política de unidad y de lucha, es decir, de criticarla para
llevarla a mostrarse más firme en el combate antimperialista. Dado que China era un país
atrasado, fue necesario mantener en el plano económico un frente único con la burguesía
nacional después de la victoria de la revolución. En la dictadura democrático-popular instaurada
entonces, esa clase formaba parte del pueblo76
. La contradicción entre ésta y la clase obrera que
seguía explotando presentaba, además de un componente antagónico, un componente no
antagónico. Esto significa que, en las condiciones concretas de China, esta contradicción podía
resolverse pacíficamente por una política de unión, de crítica y de educación77
.
Es lo que se hizo. Después de un período de transición bastante largo, la burguesía nacional
dejó de existir como clase en 1966.
Apenas es necesario aclarar que para los trotskistas toda alianza con una fracción de la
burguesía, cualesquiera que fuesen las condiciones concretas, es una abominable traición a los
principios, lo mismo que la fórmula ―dictadura democrática del popular‖.
Trotsky había aprendido junto a Lenin que las etapas de una revolución se distinguen por la
naturaleza de las transformaciones económico-sociales que están a la orden del día en ella, no
por la del poder político. En Rusia, la etapa democrática va desde febrero de 1917 hasta julio de
1918. Trotsky mismo reconoce que el período que va de noviembre de 1917 a julio de 1918 era
democrático78
.
Los trotskistas de hoy han olvidado todo esto. Ernest Mandel no comprende que la etapa
democrática en China haya podido prolongarse hasta 1952, aunque el poder instaurado en 1949
fuera en esencia una dictadura del proletariado, ya que éste debía concluir las transformaciones
democráticas antes de pasar a las medidas socialistas.
3. Según Trotsky, ―en un país donde el proletariado llega al poder como consecuencia de
una revolución democrática, la suerte ulterior de la dictadura y del socialismo dependerá menos,
al fin de cuentas, de las fuerzas productivas nacionales que del desarrollo de la revolución
socialista internacional‖79
. La razón de esto es la división mundial del trabajo, la dependencia de
la industria soviética con respecto a la técnica extranjera, la dependencia de las fuerzas
productivas de los países avanzados con respecto a las materias primas asiáticas‖80
.
Sobre el Trotskismo 32
Como lo hemos demostrado, Trotsky estaba convencido de que la dictadura del proletariado
en un país económicamente atrasado sería aplastada a breve plazo por la intervención extranjera
y la contrarrevolución interior a menos que tuviera una ayuda proveniente del proletariado
victorioso de uno o varios países avanzados. Desde hace cuarenta años, la historia desmiente
cada día ese pronóstico de Trotsky, que por lo demás fue presentado como ―es así‖, sin
explicación del cómo ni el porqué.
Los chinos conciben de manera totalmente distinta la solidaridad entre su revolución y la
revolución mundial.
a) En la época en que todavía estaban en la etapa democrática y de liberación nacional,
tenían aguda conciencia de esa teoría desarrollada por Lenin y Stalin, según la cual, después de
la Revolución de Octubre, ―el movimiento de liberación de las naciones oprimidas forma parte
integrante de la revolución socialista mundial‖;
– porque tienen un enemigo común, el imperialismo;
– porque la dirección del proletariado, que se ejerce a través del Partido Comunista,
garantiza el tránsito a la revolución socialista después de la victoria de la revolución
democrática;
– porque la conquista de la independencia económica y, con más razón, la edificación de una
economía socialista, exigen relaciones de ayuda mutua y de solidaridad con el campo socialista.
b) Las luchas revolucionarias en el mundo socavan las retaguardias del imperialismo, son
uno de los factores que le impiden atacar exclusivamente a los países socialistas, y contribuyen a
su derrota cuando se arriesga a hacerlo. Los comunistas chinos han indicado que las vastas
regiones de Asia, África y América Latina dominados por el imperialismo son el punto nodal
donde convergen las contradicciones del mundo contemporáneo, la zona de tempestad donde los
pueblos revolucionarios han conseguido numerosas victorias desde 1945, donde los ejércitos de
milicianos están implantados en las masas y se refuerzan progresivamente, donde la guerra del
pueblo tiene, en las actuales circunstancias, el máximo de posibilidades de triunfar. Recordaron
lo que decía Stalin en 1925:
―Los países coloniales constituyen la retaguardia principal del imperialismo. Condicionar
esta retaguardia de manera revolucionaria debe inevitablemente minar el imperialismo, no sólo
en el sentido de que se verá privado de su retaguardia, sino también en el sentido de que la
revolución del Oriente debe, inevitablemente, representar un papel decisivo en la intensificación
de la crisis revolucionaria de Occidente‖81
.
La teoría de Lin Piao sobre el cerco de las ciudades del mundo (países imperialistas) por los
campos del mundo (países dominados) no significa otra cosa.
Desde 1963, los chinos han declarado: ―Estamos persuadidos (...) de que (...) llegará el día
en que se librara un gran combate en Europa Occidental y en América del Norte, cuna del
capitalismo y centro nervioso del imperialismo. No hay duda de que en ese momento Europa
Occidental y América del Norte se transformarán en el punto de convergencia de la lucha
política mundial, el punto de convergencia de las contradicciones del mundo‖82
.
En 1967-1968, los signos anunciadores de este gran combate por venir se precisaron. La
rebelión de la juventud, el despertar revolucionario de amplias masas en las mismas metrópolis
imperialistas, son fenómenos nuevos, universales, que marcan la entrada del mundo en una
nueva época histórica. Los comunistas chinos percibieron inmediatamente la significación de las
grandes luchas y les aportaron un interés entusiasta.
Sobre el Trotskismo 33
El internacionalismo de Trotsky tiene como fundamento la unidad del marxismo mundial, de
lo cual deduce la necesaria supremacía de los países capitalistas avanzados. Si admite que la
cadena imperialista puede romperse en su eslabón más débil, no puede ser más que a título de
preludio inmediato a la revolución en los países más desarrollados, so pena de fracaso. Su teoría
es, por consiguiente, la del eslabón más fuerte83
. Sobre esta base, formula un voto piadoso: le
gustaría que la revolución triunfara pronto en esos países; si no, todo estará perdido.
Los chinos no piensan que todo esté perdido si esa revolución tarda en llegar. Saben que la
historia no nos pregunta nuestras preferencias y que en general progresa por el lado malo84
. Su
internacionalismo está fundado sobre la estructuración del sistema de las relaciones
internacionales por la lucha política de clases a escala mundial… Muestran que existen cuatro
contradicciones fundamentales, todas igualmente importantes, que forman un sistema (cada una
está presente en las otras tres). Estas contradicciones oponen:
a) las naciones oprimidas al imperialismo y al socialimperialismo;
b) el proletariado a la burguesía de los países capitalistas y revisionistas;
c) los imperialistas entre sí y éstos al socialimperialismo;
d) los países socialistas a los países imperialistas y socialimperialistas.
Por el momento, la primera es la más explosiva.
Trotsky acordaba un exorbitante privilegio a los proletariados de los países capitalistas
avanzados en su concepción de la revolución mundial. Nunca comprendió las leyes de la
revolución en los países coloniales y semicoloniales, ni admitió que pudieran estar durante
mucho tiempo a la vanguardia de las luchas.
Los comunistas chinos saben que son los pueblos de los países capitalistas avanzados
quienes darán el golpe de gracia al imperialismo. Saben también que la victoria definitiva del
socialismo y el avance al comunismo no se harán más que a escala mundial, pero no podrían
admitir fórmulas como ésta:
―La revolución proletaria no puede mantenerse en los marcos nacionales más que en forma
de régimen provisorio... Su salvación reside únicamente en la victoria del proletariado de los
países avanzados‖85
.
Incluso estarían tentados de invertir la fórmula: la salvación de los países avanzados
depende de la victoria de los pueblos oprimidos dominados por el imperialismo. Marx ya había
efectuado esta inversión. El 10 de diciembre de 1869, escribió a Engels:
―Durante mucho tiempo creí que sería posible derrocar el régimen irlandés por el ascenso de
la clase obrera inglesa... Pero un estudio más profundo me ha convencido de lo contrario. La
clase obrera inglesa nunca hará nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca debe aplicarse
en Irlanda‖86
.
4. Según Mao Tsetung, las contradicciones son el motor de la historia. Dijo: ―La ley de la
unidad de los contrarios es la ley fundamental del universo. Esta ley tiene validez universal, tanto
para la naturaleza y la sociedad humana como para el pensamiento del hombre. Los lados
opuestos de una contradicción forman una unidad y a la vez luchan entre sí, lo cual produce el
movimiento y el cambio de las cosas‖87
.
Como ya lo había indicado Lenin en una nota donde criticaba a Bujarin, no hay que
confundir contradicciones y antagonismos. Las primeras subsistirán en la sociedad comunista.
Según Mao, el desarrollo de esas contradicciones y su solución darán lugar a cambios
cualitativos bruscos, es decir, revoluciones. El proceso revolucionario se proseguirá
Sobre el Trotskismo 34
indefinidamente. No habrá fin de la historia. Trotsky ignora totalmente este aspecto de la teoría
de la revolución ininterrumpida que se desprende de la naturaleza dialéctica de lo real.
En el debate citado al comienzo de este capítulo, Vergès no tuvo tiempo de explicarse de
manera tan precisa, ya que el presidente lo autorizó a decir una sola frase como respuesta a Frank
y a Deutscher. Su réplica fue: ―¡Los marxista-leninistas no son los `Monsieur Jourdain' del
trotskismo!‖
En efecto, al no tener este último ninguna influencia sobre la realidad, a consecuencia de su
pecado original, que es estar separado de las masas, sus partidarios se consuelan explicando las
victorias de los otros por una aplicación inconsciente de la única doctrina revolucionaria: la suya.
No hacen la revolución, pero se preocupan mucho por calificar a los demás. Cuando aprueban a
los marxistas-leninistas, es porque éstos hacen trotskismo sin saberlo. ¿Cómo dar cuenta del
escándalo lógico que constituyen los éxitos de sus adversarios si no es atribuyéndolos a la oculta
influencia de sus ideas? ―Ya que estos misterios se nos escapan, finjamos organizarlos‖, se dicen,
a la manera de Fígaro.
Sobre el Trotskismo 35
3. La incapacidad para el análisis concreto
La incapacidad para el análisis concreto, que afectó a Trotsky a lo largo de toda su vida
militante, resultaba de su incomprensión de la dialéctica materialista, aún más grave en él que en
Bujarin, aunque menos flagrante, ya que, prudentemente, sólo hizo raras incursiones en las altas
esferas de la filosofía marxista. Cuando se aventuró en ella, especialmente durante su polémica
contra Burnham, el resultado no superó el nivel elemental. Denigra la lógica formal, pero ignora
los avances de la lógica simbólica desde Hilbert, Péano y Russell. Se imagina que admitir la
dialéctica supone el rechazo del principio de identidad, o que se lo encierre en tareas elementales
y subalternas. Para él, ―la relación entre la dialéctica y la lógica formal es parecida a la que existe
entre las matemáticas superiores y las inferiores‖1. Además, la lógica formal sería inaplicable,
aun aproximativamente, a fenómenos que presentaran cambios cuantitativos apreciables. Tendría
muchas dificultades para explicarnos cómo las matemáticas (fundadas sobre el principio de
identidad y de no contradicción) pueden aplicarse a transformaciones físicas fulgurantes como
las que intervienen en el momento de una explosión nuclear. De hecho, Trotsky confunda la
lógica aristotélica con las consecuencias metafísicas que de ella extraen abusivamente ciertos
filósofos, al negar el movimiento y el cambio. Conoce tan poco lo que es la dialéctica, que se
imagina que el modo de exposición de Marx en El capital sería un vano artificio surgido de la
pedantería filosófica. Llega a lamentar que el creador de la teoría del valor haya sido no ―el
doctor en filosofía Marx‖ sino ―el tornero Bebel‖ quien ―la habría formulado de una manera más
popular, simple y directa‖2.
Cuando razona como político, Trotsky es más serio aunque su concepción del materialismo
no es menos esquemática. Allana las instancias de la formación social (económica, jurídico-
política, ideológica) y no ve ni cómo se articulan estas instancias, ni cómo las contradicciones
que les son propias pueden converger y fusionarse, ni que las contradicciones se desplazan, al
poder una contradicción secundaria transformarse en principal de manera provisoria y en una
etapa dada, dejando en segundo plano la contradicción principal en el marco de un período
histórico más vasto3. Por eso, se le escapa en general la necesidad de los rodeos de la lucha
revolucionaria, y aun cuando en principio los admite no puede comprender su naturaleza e
implicancias.
Es Mao Tsetung quien ha sistematizado esta lógica dialéctica y producido sus conceptos,
pero ya se encuentran en los escritos de Lenin modelos de análisis concreto que conducen a la
definición de una estrategia y una táctica científicas: cfr. por ejemplo, Dos tácticas de la
socialdemocracia rusa. Trotsky, al contrario, aunque según sus propias palabras ―haya pasado
por la escuela de Lenin‖, fue aplazado por la historia en la materia más importante: la ciencia
política. Lenin le dirige una crítica fundamental al decir de él que ―en todas sus tesis, encara la
cuestión‖ desde el ángulo del ―principio general‖4.
Con algunos ejemplos, pondremos en evidencia más particularmente esta incapacidad de
elevarse a lo concreto del pensamiento, que no es lo empírico inmediato ni los principios
abstractos aislados de la práctica.
Sobre el Trotskismo 36
Brest-Litovsk
Se sabe que en 1917 los bolcheviques tomaron el poder inscribiendo en sus banderas esta triple
consigna:
―Paz para el pueblo, pan para los trabajadores, tierra para los campesinos‖.
Sin embargo, la paz que reclamaban era ―sin anexiones ni indemnizaciones‖. Ahora bien, los
alemanes no lo entendían así.
Desde antes de octubre, los soldados rusos habían empezado a ―votar por la paz con sus
suelas‖. Se desertaba de las trincheras del frente. Lenin, por consiguiente, se encontró frente a
este problema: cómo, sin ejército, asegurar la supervivencia del poder proletario en el momento
en que el imperialismo alemán se preparaba para el asalto. Optó por aceptar las condiciones
alemanas, por desastrosas que fueron, entregando espacio para ganar tiempo. Entonces quedó en
minoría en el Comité Central, frente a una coalición que dirigida por Bujarin, partidario de la
guerra revolucionaria; por otra parte, Trotsky, cuyo punto de vista (que se impuso
momentáneamente) se resumía en la consigna: ―Ni guerra ni paz‖, o, más precisamente:
interrumpimos la guerra, pero no firmamos la paz – desmovilicemos el ejército‖.
Era una jugada de póker fundada en tres postulados, que se revelaron falsos los tres:
– La actitud del gobierno soviético incitaría al proletariado alemán a rebelarse antes del
ataque de las tropas del Kaiser.
– El poder bolchevique no podría mantenerse en Rusia a menos que recibiera una ayuda de
los proletariados victoriosos en los países de Europa occidental:
―La única salida para la situación actual es actuar sobre el proletariado alemán en sentido
revolucionario‖.
– Finalmente, tercer postulado, el formulado en enero de 1918 en una carta a Lenin:
―Vamos a declarar que ponemos fin a las negociaciones de Brest-Litovsk, pero no
firmaremos la paz. No estarán en condiciones de lanzar una ofensiva contra nosotros [La
cursiva es nuestra – K. M.].
Los hechos le infligieron un pronto desmentido, que costó caro a Rusia. En suma, Trotsky
era incapaz de analizar la situación concreta.
Al volatilizarse el ejército que los enfrentaba, a los alemanes les bastaba con tomar el tren
para ir a Petrogrado. Es lo que hicieron. Fue necesario detenerlos aceptando precipitadamente
sus nuevas condiciones, mucho más onerosas que las precedentes. Sin embargo, al firmar la paz,
el gobierno soviético obtuvo un respiro gracias al cual organizó un ―ejército nuevo, donde
entraron en gran número los campesinos animados por el deseo de defender las tierras
expropiadas‖ (Bujarin).
Algunos meses más tarde, las consecuencias de la paz de Brest-Litovsk habían desaparecido.
Retrospectivamente, la posición de Lenin nos parece obvia, y la de Trotsky absurda. Incluso
si se trata de una ilusión óptica, en estas graves circunstancias, cuando se jugaba el futuro de la
revolución, el formalismo trotskista en partir de los principios y, no de la realidad, condujo a
errores en toda la línea. Estos principios, por lo demás, eran los de la revolución permanente, que
pueden resumirse en esta fórmula: ―Para el proletariado ruso es imposible mantenerse en el poder
a menos que lo ayude el triunfo de la revolución en Occidente‖. Para Trotsky, la contradicción
principal es siempre la contradicción fundamental de toda nuestra época, a saber, la que opone el
capital al trabajo. Para él, por consiguiente, la alternativa era: revolución mundial o derrota
mundial del proletariado. Por el contrario, Lenin veía que, en la coyuntura de comienzos de
Sobre el Trotskismo 37
1918, la contradicción principal era la que oponía la necesidad de mantener el poder soviético
con la imposibilidad de hacer que la mayoría campesina combatiera por su defensa. La
alternativa, por consiguiente, era la paz inmediata a cualquier precio (plazo indispensable para
los bolcheviques) o la destrucción de su poder. Aferrarse resueltamente al primer término era la
condición de todo éxito ulterior.
Planificación administrativa o economía política
Las mismas carencias –el dogmatismo abstracto y la incapacidad para el análisis concreto– se
manifestaron aún más claramente en Trotsky en cuanto estuvo confrontado con los problemas
económicos, muy prosaicos quizá, pero decisivos en cuanto a la supervivencia del poder de los
soviets. Mejor armado que nadie para asegurar la aplicación de la línea adoptada por Lenin y el
Comité Central, se tornaba peligroso cuando intentaba resolver por sí mismo los problemas.
Durante la guerra civil, y luego como comisario de Transportes, Trotsky dio pruebas de una
notable capacidad de organizador y de jefe. Combatió eficazmente el desorden y la negligencia,
inspirando en sus subordinados la energía que lo animaba a él, y arreglando así, en poco tiempo,
situaciones muy peligrosas. Sin embargo, no por eso se puede concluir, como lo hacen sus
discípulos, que era capaz de calzar las botas de Lenin. Éste le reprochará en su ―Testamento‖ su
exagerada admiración ―por el aspecto puramente administrativo de las cosas‖5. Esta crítica, en la
pluma de Lenin, tiene una significación precisa que remite a una insuficiencia redhibitoria de
quien es su objeto. Lenin explicita su pensamiento sobre este punto cuando dirige el mismo
reproche a Piatakov, ―dotado (…) de capacidades eminentes‖, pero que ―se deja arrastrar
demasiado por las prácticas de administración y por el aspecto administrativo de las cosas como
para que se pueda confiar en él en torno a un problema político serio”6.
En otros términos, ―dejarse arrastrar por las prácticas de administración‖ quiere decir
pretender resolver todos los problemas que se plantean al nivel central más elevado sin tener en
cuenta las repercusiones de tal o cual decisión en el campo de la lucha de clases, sus efectos en
cuanto al fortalecimiento o debilitamiento del poder proletario.
Se puede verificar cuánta razón tenía Lenin si se consideran algunas posiciones adoptadas
por Trotsky en cuestiones de la reconstrucción económica de la URSS después de la introducción
de la NEP.
En la época del ―comunismo de guerra‖, había preconizado la militarización del trabajo, lo
que sin duda correspondía a una necesidad en las condiciones de ese período. Pero, mientras
Lenin había calificado al ―comunismo de guerra‖ de ―error necesario‖ (es decir, impuesto por las
circunstancias), pero error al fin, en el sentido de que no se podía deducir de él una norma
universal aplicable a una de las etapas de la transición al socialismo, y también en el sentido de
que había que abandonar esa política en cuanto fuera posible, Trotsky había mantenido y
generalizado sus concepciones en el X Congreso, el que había proclamado la nueva política
económica7. Según Trotsky, el trabajo forzado ―alcanzaría su más alto grado de intensidad
durante la transición del capitalismo al socialismo‖8. La militarización del trabajo, decía, ―es la
base del socialismo‖. No vacilaba en asimilar este trabajo forzado al de los esclavos y a la corvea
de los siervos9.
Como había puesto en marcha los transportes durante la campaña de Polonia usando
métodos autoritarios, incluso burocráticos, Trotsky, ebrio de su éxito, pretendió erigir en regla lo
Sobre el Trotskismo 38
que no era más que un expediente con miras a enfrentar una situación crítica. Amenazó con
―sacudir‖ a los dirigentes electos de los distintos sindicatos, como lo había hecho con los de los
transportes. Dicho de otro modo, quería reemplazar a esos dirigentes electos por otros,
nombrados por el Estado. Se atrajo una resuelta respuesta de Lenin, pero se negó a dejarse
convencer y llevó la ceguera y la obstinación hasta comenzar una lucha de fracciones contra el
Comité Central. Durante esa controversia, Lenin mostró que Trotsky ―olvidaba el abc del
marxismo‖ al querer mantener el debate en el terreno ―económico‖.
―La política no puede dejar de tener primacía sobre la economía. (...) Sin una posición
política justa, una clase dada no puede mantener su dominio, y en consecuencia, no puede
tampoco satisfacer su función en la producción‖.
Ahora bien, ―el error político que tiene su expresión en la política conducente a `sacudir', la
cual impregna de punta a punta todo el programa de Trotsky (...) conduce a la caída de la
dictadura del proletariado‖10
.
En una palabra, no se trata de hacer administración económica, sino economía política, que
puede ser económicamente fructífera sólo en la medida en que no comporte errores políticos.
Son esas luchas recientes que Lenin recordaba cuando escribía su carta al Comité Central
sobre la admiración de Trotsky por el aspecto administrativo de las cosas. Le reprochaba ser
incapaz de analizar concreta y dialécticamente la conyuntura de la lucha de clases en toda su
amplitud y en toda su complejidad, con la intención de definir las tareas del momento.
Durante la controversia sobre la planificación bajo la NEP, Lenin había podido comprobar
además que el método de pensamiento de Trotsky consistía en deducir de los principios más
generales del socialismo las ―soluciones‖ para los problemas económicos planteados por la vida
sin ninguna mediación entre los dos niveles (sin análisis teórico concreto), lo que a veces
produce la impresión de que salta de una cosa a otra que no tiene ninguna relación con la
primera.
Lenin, por el contrario, sabía que en la situación de carencia total y de semibarbarie de la
Rusia de 1921, donde la pequeña producción campesina era ampliamente predominante, un ―plan
entero, completo, verdadero, es actualmente para nosotros una utopía burocrática‖11
. En el
capítulo siguiente, veremos cómo Lenin supo determinar, contra Trotsky, el eslabón que había
que tomar para atraer toda la cadena – dicho de otro modo, cómo había que hacer para levantar
una economía rusa exhausta después de ocho años de guerra exterior y civil a fin de crear las
premisas de una planificación efectiva.
La planificación y la NEP12
En Nuevo curso (enero de 1924), Trotsky describe lo que debe ser una economía socialista
planificada. Luego introduce lo que llama una ―complicación‖, a saber, la existencia del
mercado. Para superarla, plantea cierto número de exigencias secundarias.
Ahora bien, la esencia misma de la NEP, tal cual fue definida por Lenin, comprende un trámite y
una deducción exactamente inversos a los de Trotsky, a saber:
1. Que la ―complicación‖ de Trotsky es su determinación principal. Es el mercado lo que
constituye el centro de gravedad de la unidad a realizar entre la industria y la agricultura; es por
él como debe hacerse la realización del excedente de la agricultura; es para el mercado
campesino y en función de él que trabaja la industria.
Sobre el Trotskismo 39
2. Que sistemáticamente, la planificación –estrictamente, la determinación principal del
modo de producción socialista– no entra en cuenta en este estadio más que a título de
determinación secundaria.
¿Cómo fundar una verdadera planificación estatal centralizada sobre un inmenso mercado
campesino privado, disperso, que se desarrolla y reacciona espontáneamente sobre la base de las
leyes del capitalismo? Trotsky esquiva la dificultad con una nueva exigencia abstracta:
―Un conocimiento exacto de las condiciones del mercado y de las previsiones
económicamente justas‖.
Esta exigencia es abstracta.
1. Porque Trotsky no da los medios de realizarla, al menos parcialmente: es el problema de
la ―dictadura de las finanzas‖ que estudiaremos más adelante.
2. Porque, incluso si se dan algunos medios realistas, el mínimo de conocimientos y de
previsiones, sin los cuales una planificación no es más que una broma o una utopía, exige un
cambio radical de la estructura de la producción y del mercado agrícolas (cambio que
históricamente tomó la forma de la colectivización de 1929).
Ahora bien, Trotsky no encara en 1924 la colectivización y el abandono de la NEP. Piensa
que, mediante algunas correcciones y algunas ―modificaciones necesarias‖, será posible que la
economía estatal se adapte al mercado campesino a medida que éste se desarrolle. No explica
cómo obtener este resultado.
Trotsky pasa de la definición deductiva del modo de producción socialista al puro y simple
problema de la ―aplicación‖ –concebida, además, de manera ultramodesta: algunas mejoras de
detalle, una adaptación progresiva– y liquida así toda la ciencia leninista de la estrategia y de la
táctica. Aniquila las fases, estadios, momentos y desplazamientos sucesivos de las
contradicciones, de donde el carácter atemporal de su análisis.
El carácter abstracto de su razonamiento se manifiesta además en que no toma en
consideración las condiciones concretas del ―momento actual‖, la ausencia de análisis en niveles
e instancias – al considerar la contradicción principal estricta como la contradicción principal de
hecho, y los instrumentos de la práctica social como adecuados a su objeto.
Trotsky exige, desde 1922-23, una planificación centralizada: ¿pero quién va a planificar?
No un aparato de Estado ideal, no un Gosplan ideal, sino ese aparato burocrático heredado del
zarismo cuya crítica despiadada hace Lenin.
Cuando el aparato del Estado es todavía, en buena medida, solidario con el Estado anterior
de la formación social, no puede ser el eslabón principal de la ofensiva económica del poder de
los soviets.
Un ejemplo significativo del método de Trotsky es la posición que adoptó en la cuestión de
la ―dictadura de las finanzas o dictadura de la industria‖.
En 1923 y 1924, se desarrolló un conflicto entre el Gosplan y el comisariado del pueblo de
las Finanzas (Narkomfin). El primero exigía que se reconociera la subordinación de las finanzas
a la planificación industrial, es decir, el poder de fijar la política de créditos a la industria no en
función de los imperativos de una sana política monetaria, sino en función de las necesidades del
desarrollo industrial. Por su parte, el Narkomfin defendía su autonomía.
Estrictamente, la posición del Gosplan era la única justa para una economía socialista. Pero
la NEP no es el socialismo; no es más que una fase preliminar que prepara las condiciones de la
ofensiva por venir. Dejando jugar al mercado en condiciones casi normales, el poder soviético
Sobre el Trotskismo 40
reanima el proceso espontáneo de acumulación interrumpido por la guerra; prepara además, de la
misma manera, la base elemental de informes sin los cuales un plan es imposible.
En tanto que herramienta principal del mercado, la moneda representa, a este nivel, un papel
decisivo. Su estabilización aparece como un objetivo fundamental, al cual los otros se
subordinan, como el objetivo final en relación con las condiciones preliminares.
Ahora bien, Trotsky sostiene enteramente las reivindicaciones del Gosplan, no da ninguna
importancia al problema de la moneda, y se contenta con afirmar sin ninguna justificación que la
estabilización de la moneda depende de la dictadura de la industria.
Aquí se trasluce toda la actitud de la oposición trotskista: una actitud de todo o nada, que
plantea en principio que, si no se ponen inmediatamente las contradicciones fundamentales del
socialismo y sus determinaciones fundamentales a la orden del día, todo el resto no es más que
empirismo sin principios.
Al refutar la línea trotskista en su informe del 3 de abril de 1925 en la sesión del ejecutivo
ampliado, Bujarin exclamaba: ―Pedir la dictadura de la industria sobre las finanzas, es no ver que
la industria depende de las posibilidades agrícolas‖.
La inflación de 1923 –indispensable en ese momento para la realización del excedente
agrícola– debía normalmente inquietar al campesino privado e incitarlo al año siguiente, si la
situación no se estabilizaba, a conservar existencias de productos agrícolas más bien que una
moneda constantemente depreciada. Ahora bien, como la acumulación se hacía sobre la base del
mercado, podía encontrarse rápidamente comprometida. De manera general, era abstracto
reconocer el mercado como punto de unión de las dos economías, sin preocuparse de las
condiciones prácticas de su funcionamiento –en primer lugar, de la moneda–. Como además la
moneda se invertía, bajo el NEP, en el marco del mercado y del funcionamiento normal de la ley
del valor, con el papel de revelador bajo las grandes líneas de la estructura de producción, de
consumo y de reproducción, su depreciación hipotecaba pesadamente la preparación del trabajo
de planificación13
.
De hecho, lo que la oposición cuestionaba globalmente en nombre de un ―esquema general
del socialismo‖ en realidad riguroso, pero planteado como una ―exigencia previa de hecho‖
(nada puede hacerse sin acumulación centralizada y planificada por la industria), es el principio
mismo de un estadio reformista (en el sentido de no revolucionario), es decir, que no afectara lo
que es esencial en períodos largos y en una teoría general de los modos de producción. Ahora
bien, es justamente el principio de una fase reformista (con todos los aspectos incoherentes,
contradictorios, aparentemente sin principios, que semejante fase comporta) lo que es la gran
innovación teorizada por Lenin con el nombre de NEP – una fase de repliegue táctico que
prepara las condiciones necesarias de la ofensiva socialista por venir.
Es esta puesta en acción, a nivel de la NEP, de la ciencia leninista de la estrategia y de la
táctica, como puesta en evidencia de las contradicciones específicas de aquel estadio
(contradicciones que, en la NEP, no son las contradicciones principales de la fase, y aun menos
las del socialismo), lo que niega la demostración trotskista,
En todas las cuestiones de la actualidad política del momento, el trotskismo aparece como
un conjunto de exigencias radicales deducidas de un esquema general del modo de producción
socialista –sin consideración de los estadios y las fases– y un rechazo de toda medida parcial, así
como una negligencia sistemática para todo lo que se relacione con la realización práctica.
Sobre el Trotskismo 41
La característica principal del trotskismo es la ausencia de una teoría de las contradicciones,
de una teoría de las fases y los estadios, y en consecuencia la ausencia de una teoría de la
estrategia y de la táctica.
La “gran encrucijada” de 1929
Stalin se enfrentaba en 1928 con un problema concreto para cuya solución la teoría marxista no
ofrecía una fórmula lista. Los kulaks, únicos agricultores que disponían de excedentes
apreciables, almacenaban su grano y amenazaban dejar desprovistas a las ciudades, descontentos
al no poder obtener bastantes productos industriales por el precio que se les ofrecía. Por otra
parte, el desarrollo de la industria previsto por el primer plan quinquenal suponía el aumento de
la población urbana, y por consiguiente necesidades aumentadas en materia de provisión de
alimentos.
Este círculo vicioso tenía dos salidas: una consistía en aflojar las riendas a los kulaks,
ayudándolos a arruinar a los pequeños campesinos y a levantar grandes explotaciones capitalistas
de alta productividad. Trotsky y sus partidarios (especialmente Rakovsky) estaban absolutamente
convencidos de que Stalin se embarcaría en este camino. Se aferraron obstinadamente a este
pronóstico, incluso después del comienzo de la gran ofensiva contra los kulaks que intentaban
liquidarlos como clase. Sólo a comienzos de 1930 comenzaron a tomar en cuenta los cambios
históricos que se desarrollaban en la URSS. Incluso entonces, Trotsky consideraba que la
industrialización y la colectivización no eran más que una fase pasajera de la política de Stalin.
Precisamente porque éste no era el contrarrevolucionario que Trotsky pensaba, este camino –el
del desarrollo de las formas tradicionales del capitalismo– le estaba vedado.
El otro era el de la colectivización y la industrialización acelerada. Era necesario actuar
rápido, o de lo contrario las tensiones producidas por la lucha contra los kulaks podrían volverse
demasiado peligrosas. Los kulaks, en efecto, habían logrado unir a su alrededor a la mayoría de
los campesinos. Desencadenaban el terror blanco contra los cuadros comunistas y los
campesinos pobres que querían unirse a los koljoses. Había que quebrar esa resistencia
inmediatamente, o si no ella quebraría el poder proletario. Si los comunistas libraban contra los
kulaks una batalla de desgaste, serían ellos quienes se desgastarían, no sus enemigos. Era
necesaria una batalla de decisión rápida. La colectivización y la industrialización debían,
además, marchar a la par, incluso si inicialmente esto exigía sacrificios. La primera permitía
obtener excedentes mayores gracias a los cuales se podría invertir; la segunda proveería los
tractores y las máquinas agrícolas que hicieran atrayentes los koljoses y dieran una producción
aun más elevada.
Como lo hemos indicado, la línea seguida por Stalin en esta coyuntura se parecía en más de
un aspecto a la preconizada por Trotsky en 1924, lo que por lo demás no le daba la razón
retrospectivamente, como pretenden sus adeptos, cuyo pensamiento es tan intemporal como el de
su maestro, ya que las condiciones reunidas en 1929 no estaban dadas en 1924. Al comprobar
que Stalin ―plagiaba‖ su programa (Lenin había hecho otro tanto con el de los socialistas-
revolucionarios), Trotsky no concluyó que debía unirse al Comité Central, como lo hicieron
entonces miles de sus partidarios, sino que optó por un cambio completo en sus propias
concepciones. De ese modo, continuaba separándose de Stalin y preservaba su razón de ser en
tanto que jefe de la ―oposición‖. Condenó la liquidación de los kulaks y afirmó que los koljoses
Sobre el Trotskismo 42
no eran viables y se derrumbarían por sí mismos, ya que no disponían de maquinaria moderna.
Según él, fusionar pequeñas granjas con equipo primitivo equivalía a reunir barcas para hacer un
transatlántico. No veía que la simple cooperación y la división del trabajo manual bastaran para
asegurar a los koljoses una productividad superior. Entonces reclamó la disolución de los
sovjoses y de los koljoses como si fueran no rentables, incluso ficticios. Así, si bien es cierto que
el bloque de trotskistas y ―derechistas‖ del que habló Stalin no tuvo existencia organizada, no es
menos cierto que la crítica trotskista coincidía con las posiciones bujarinistas en su defensa de la
pequeña burguesía rural. Isaac Deutscher escribe que ―las diferencias entre bolcheviques de
derecha y de izquierda se esfumaban y desaparecían‖14
.
El mismo Deutscher está impresionado por ese rechazo de la revolución en el campo de
parte de Trotsky.
―Pensaba que la `transición del capitalismo al socialismo' debía progresar de manera
esencialmente evolutiva y pacífica. Cuando encaraba los problemas soviéticos interiores, el autor
de la `revolución permanente' era, en cierto sentido, un reformista‖15
.
Como todos los reformismos, el de Trotsky era al mismo tiempo utópico y reaccionario.
Utópico, porque una transformación gradual y pacífica de las estructuras siempre se ha revelado
imposible. Reaccionario, porque al perseguir esa utopía, se desembocaría en el mantenimiento
del statu quo.
Trotsky reprochó a la planificación soviética el querer ir demasiado rápido, el apuntar a
resultados máximos y no óptimos. De hecho, el ascenso del fascismo, con la amenaza de guerra
implícita en ello, imponía una industrialización acelerada. Era necesario avanzar a marchas
forzadas. Se jugaba la supervivencia del poder proletario. En un discurso pronunciado en 1931,
Stalin exclamaba:
―¡No, no es posible, camaradas! ¡No se debe disminuir el ritmo! Al contrario, hay que
aumentarlo en la medida de nuestras fuerzas y de nuestras posibilidades. A esto nos obliga el
compromiso que hemos tomado ante los obreros y los campesinos de la URSS. Esto exigen
nuestras obligaciones con la clase obrera del mundo entero. (...) Marchábamos 50 ó 100 años
detrás de los países más adelantados. En diez años, tenemos que ganar este terreno. O lo
hacemos o nos aplastan‖16
.
Diez años más tarde, los ejércitos de Hitler invadían la URSS.
La línea política adoptada en el momento del lanzamiento de los planes quinquenales y de la
colectivización acelerada condujo a grandes éxitos, pero comportaba aspectos negativos cuyos
efectos más perniciosos no son los que se hicieron sentir de inmediato. Mencionemos
brevemente algunos de los errores cometidos en este período;
– Importancia exagerada acordada a los estímulos materiales, ilustrada por el movimiento de
los stajanovistas. Estos obreros ganaban a menudo diez o quince veces más que sus camaradas.
– Enorme apertura del abanico de los salarios, en provecho de una pequeña capa de
privilegiados en la cumbre de la jerarquía, en contradicción total con los principios marxistas-
leninistas efectivamente aplicados hasta la muerte de Lenin.
– Carácter en gran parte forzado de la colectivización.
– Acento puesto unilateralmente en las condiciones técnicas y materiales del socialismo en
detrimento de las condiciones políticas e ideológicas (economismo).
Algunos de estos errores eran culpables; otros eran evitables, pero no fueron evitados en
razón de debilidades subjetivas de la dirección soviética; otros eran inevitables en ausencia de un
Sobre el Trotskismo 43
precedente histórico; otros, finalmente, eran necesarios, o dicho de otro modo, impuestos por las
condiciones objetivas17
.
La colectivización, por ejemplo, debía aparecer fatalmente a los ojos de los campesinos,
incluso los no kulaks, como una medida impuesta desde afuera, ya que las circunstancias
históricas no habían permitido que el Partido Comunista soviético tomara raíces en el seno del
campesinado, pero, para citar sólo un ejemplo, ―el pequeño malentendido con las koljosianas (...)
a propósito de sus vacas‖ del que habla Stalin18
, era evitable. Las campesinas a quienes se
obligaba a entregar sus vacas al koljós creyeron que carecerían de leche para sus hijos.
Finalmente, se debió dejar una vaca por casa. Mientras tanto, buena parte del plantel había sido
sacrificado.
Los errores cometidos durante esa lucha fueron combatidos con energía por las instancias
dirigentes del partido y del Estado. Incluso antes de la publicación del artículo de Stalin: ―Los
éxitos se nos suben a la cabeza‖, se habían enviado urgentes directivas que prohibían que los
campesinos pobres y medios fueran encarcelados por haberse rehusado a entrar en los koljoses.
Sin embargo, aunque el empleo masivo de la coerción haya sido el medio usado por los cuadros
locales que no se ajustaban a las instrucciones recibidas, hay que reconocer que estaban entre la
espada y la pared, presos entre la resistencia campesina y las exigencias del Centro, que había
fijado en 1929 una tasa de colectivización demasiado elevada para ser alcanzada en plazos
demasiado cortos19
. El resultado obtenido no era el buscado, porque el Comité Central stalinista
no aplicaba la línea de masas en la elaboración de su política. De esto se siguió que las directivas
emitidas por él sufrieran una desviación en la base, efecto de una situación concreta que no se
había tenido en cuenta. Sólo la línea de masas permite reducir al mínimo este tipo de error. Los
―selkor‖ (corresponsales de los pueblos) de los diarios, las peticiones personales o colectivas, el
sistema de vigilancia recíproca por los representantes del partido y los de los servicios policiales,
pese a su relativa eficacia en la lucha contra los abusos, no podían ser un sustituto válido del
control por las masas mismas.
Ciertas críticas formuladas por Trotsky en esta época coinciden formalmente con las
nuestras, pero se integran en su análisis de conjunto, que denuncia en el estado stalinista un
poder contrarrevolucionario y niega el carácter necesario de ciertos errores que se originaban en
condiciones objetivas desfavorables heredadas de los períodos precedentes. Una comparación
podrá aclarar nuestra intención: en 1922, Lenin rehusaba a los mencheviques el derecho a criticar
el régimen del comunismo de guerra, aunque el contenido de esta crítica fuera el mismo que el
que formulaban los bolcheviques. Cuando estos últimos adoptaron la NEP, sus adversarios
triunfaron:
―Nosotros siempre dijimos lo que ustedes dicen ahora. Permítannos que lo repitamos una
vez más‖, se jactan, y Lenin les responde: ―Permítannos por eso ponerlos contra la pared‖20
.
Es un poco, un poco bastante, la respuesta que Stalin dio a los trotskistas en los años 30. Ya
que sus críticas, incluso cuando contenían un elemento de verdad, eran entonces las de los
anticomunistas.
Por lo demás, podemos estar seguros de que, si hubieran tenido el poder, y en la hipótesis de
que hubieran elegido el camino del socialismo, no sólo hubieran cometido los mismos errores21
(Trotsky ya había construido de antemano su justificación ―teórica‖)22
, sino que se hubieran
mostrado inflexibles e implacables, llevando hasta las últimas consecuencias una política nefasta,
mientras que Stalin sabía detenerse a tiempo en una pendiente resbaladiza, porque no se sentía
obligado como Trotsky a fundar sobre principios eternos cada giro de timón en las tempestades
Sobre el Trotskismo 44
de la lucha de clases. Es curioso comprobar que los campos de trabajo forzado, los sacrificios
excesivos pedidos a los obreros (deben dar su sangre y sus nervios, decía Trotsky), la idea de
exprimir hasta el límite a los campesinos para extraer de ellos los fondos de inversión: todo está
teorizado a comienzos de los años 20 por Trotsky y sus amigos bajo el nombre absurdo de
―acumulación socialista primitiva‖.
La acumulación socialista primitiva y los problemas de la transición
Sobre este concepto, Deutscher declara: ―La historia marxista puede describir y analizar los
decenios stalinistas como la era de la acumulación socialista primitiva y hacerlo en términos
tomados de la exposición de esta idea por Trotsky en 1923‖23
.
La expresión ―acumulación socialista primitiva‖, forjada por Smirnov en tiempos del
comunismo de guerra y retomada por Bujarin en Teoría económica del período de transición
había sido calificada por Lenin de ―totalmente desdichada‖ y de ―copia de los términos utilizados
por los aprendices‖. Fue propagada por Trotsky en un contexto diferente a partir de 1922.
Preobrazensky hizo su teoría en La nueva economía, publicado en 1925.
Así es como este último autor justifica la pertinencia de su analogía: ―De la misma manera
que un mínimo determinado de medios previamente acumulados en forma de elementos
materiales de producción [el subrayado es nuestro – K. M] es necesario para el funcionamiento
de las manufacturas y a fortiori de las fábricas que utilizan una técnica fundada en el
maquinismo, es necesario cierto mínimo para que el complejo de la economía del Estado pueda
desarrollar todas sus ventajas económicas y echar sus nuevos cimientos técnicos‖24
.
Isaac Deutscher, al exponer las ideas de Trotsky sobre el mismo problema, define así la
acumulación primitiva según Marx: ―La fase inicial del desarrollo del capitalismo moderno
cuando la acumulación normal del capital no había comenzado o era aún demasiado débil para
permitir que la industria se extendiera a partir de sus propios recursos, es decir, de sus propias
utilidades. La burguesía, en sus comienzos, no retrocedió ante ningún medio violento
`extraeconómico' en sus esfuerzos para concentrar en sus manos los medios de producción”25
[El
subrayado es nuestro – K. M].
En 1922 Trotsky decía: ―El proletariado (...) está obligado a comprometerse en una fase que
puede ser calificada de acumulación socialista primitiva. No podemos conformarnos con utilizar
nuestro equipo industrial de antes de 1914. Fue destruido y debe ser reconstruido por medio de
un esfuerzo colosal de parte de nuestra mano de obra‖. Y: la clase obrera ―no puede avanzar
hacia el socialismo más que a través de los mayores sacrificios, tendiendo todas sus fuerzas y
dando su sangre y sus nervios‖26
.
Estas tres citas muestran que hay un grave error teórico en el origen de la comparación con
la acumulación primitiva de la que habla Marx. Éste dio la siguiente definición: ―La llamada
acumulación primitiva no es, por consiguiente, nada más que el proceso histórico de separación
del productor y sus medios de producción‖27
.
Antes, Marx insiste sobre el hecho de que: ―el dinero y la mercadería no son en sí mismos
(von Vornherein) capital, no más que los medios de producción y de subsistencia. Necesitan ser
transformados en capital‖28
.
Esta es una idea que vuelve constantemente en su magnum opus: ―El capital no es una cosa
sino una relación de producción entre personas mediatizadas por cosas‖29
. Marx da el ejemplo de
Sobre el Trotskismo 45
Mr. Peel, que había llevado de Inglaterra a Australia medios de producción por un valor de
50.000 libras y 3.000 personas de la clase obrera. Una vez llegado a su destino, se quedó sin un
servidor para hacerle la cama o alcanzarle un vaso de agua.
―Pobre señor Peel, concluye Marx, que había previsto todo, menos la exportación de las
relaciones de producción inglesas a Swan River‖30
.
Trotsky, Preobrazensky y Deutscher cometen el mismo error. No ven que la acumulación
primitiva no es más que el proceso de creación de las relaciones de producción capitalistas, y no
simplemente la acumulación de ―elementos materiales de la producción‖ (Preobrazensky) o de
―equipo industrial‖ (Trotsky). En autores que se enorgullecen de su ―marxismo clásico‖, el
traspié no carece de gracia.
Ahora resulta claro que la analogía histórica implicada en la expresión ―acumulación
socialista primitiva‖ es totalmente ilegítima.
No entra en nuestras intenciones discutir en detalle la teoría económica de Preobrazensky,
tampoco la expresión, sino el concepto. Bastará anotar que Trotsky se mostró menos consecuente
en este tema que Preobrazensky. Este último afirmaba que, en un país predominantemente
agrícola, la mayor parte de los fondos de inversión en el sector industrial socialista provendría de
los excedentes agrícolas y que la industrialización acelerada no podía realizarse más que por
medio de la transferencia de valor del campo a la ciudad. Era una forma de explotación de la que
es posible dudar que fuera compatible con la elevación del nivel de vida de los campesinos.
Trotsky, aun compartiendo fundamentalmente la oposición de Preobrazensky, temía que se lo
acusase de preconizar la explotación del campesinado y se abstuvo de reivindicarla. El concepto
de acumulación primitiva le servirá de nuevo una quincena de años más tarde en La revolución
traicionada.
Hemos mostrado que Trotsky y Preobrazensky no tienen una noción marxista de la
acumulación primitiva de capital. No nos asombremos si descubrimos que la acumulación
―socialista‖ primitiva de la que hablan no es precisamente socialista.
Por una parte, la socialización de la economía no puede asimilarse a la separación de los
productores de sus medios de producción, de los cuales se hacen propietarios colectivos por su
control sobre el poder del Estado. Por cierto, en la medida en que las unidades de producción
funcionan como empresas, reproducen la figura de la doble separación de los productores
inmediatos de sus medios de producción y de las unidades entre ellas, pero además de tratarse de
una problemática a la cual el profesor Bettelheim llegó sólo en sus últimos trabajos y que
Trotsky ni siquiera sospechaba, este último consideraba la tendencia a la acumulación primitiva
como una ley de la transición, cosa que el ejemplo chino desmiente.
Por otra parte, la asimilación de la acumulación primitiva de un pretendido socialismo con la
del capitalismo es significativa y legítima en cierto sentido. El modelo de edificación del
socialismo propuesto por Preobrazensky supone que se hará principalmente a partir de las
ciudades, gracias a los recursos liberados al mantener la pobreza en el campo y al contar con
técnicas y métodos de organización del trabajo que hayan dado resultados óptimos en los países
capitalistas avanzados, y copiados exactamente,
Esta especie de acumulación, o reproducción ampliada, reproduce al mismo tiempo las
relaciones de producción de tipo capitalista. Stalin, al igual que Preobrazensky, pensaba que era
necesario tomar un ―tributo‖ sobre los campesinos (cf. su informe al Comité Central de julio de
1928); del mismo modo que el teórico trotskista, identificaba pura y simplemente la construcción
del socialismo con el desarrollo de una gran industria moderna basada sobre unidades gigantes
Sobre el Trotskismo 46
de alta productividad. Esta concepción ―economicista‖ prevaleció durante largo tiempo, incluso,
en cierta medida, en China. Hoy es el patrimonio común de los trotskistas y los revisionistas, así
como un terreno de entendimiento entre ellos y los especialistas burgueses tradicionales.
Stalin y Trotsky identificaban la edificación del socialismo con el simple crecimiento de las
fuerzas productivas, reducidas a las máquinas, con el factor hombre eliminado. No veían que
después de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción todavía quedaba
por hacer lo esencial: revolucionar las relaciones de producción y todas las relaciones sociales
ligadas a ellas. Sospechaban aún menos la interacción dialéctica entre estas transformaciones y el
desarrollo de fuerzas productivas específicamente socialistas. El trabajo en cadena, la división de
tareas, la concepción de las máquinas, la organización capitalista de la producción, suponen una
mano de obra recalcitrante que se somete a disgusto y pasivamente a la esclavitud asalariada. El
taylorismo intenta obtener el máximo de los obreros, haciendo de ellos simples apéndices de la
máquina, desprovistos de voluntad. Las relaciones autoritarias en la fábrica, el tipo de disciplina
que reina en ella, el abismo entre trabajo intelectual y trabajo manual, son también condiciones
necesarias de la explotación. Al contrario, las fuerzas productivas propias del socialismo están
fundadas sobre la iniciativa y la creatividad de las masas, su entusiasmo, su ingenio, su
autodisciplina y su autoeducación. La carta de Anshan redactada por Mao en 1960 es el opuesto
de la Magnitogorsk, que se dio como ejemplo a la industria soviética en el momento del primer
plan quinquenal, porque esta última carta se inspiraba en la organización capitalista del trabajo.
La experiencia del Gran Salto Adelante y de la revolución cultural permitió aclarar las líneas
directrices de un modelo diferente. En China se aplica el principio maoísta: ―¡Empeñarse en la
revolución y promover la producción!‖. La creación de la ―base material del socialismo‖ está
subordinada a la destrucción de las relaciones sociales heredadas del capitalismo, que son
sustituidas por las relaciones socialistas. Éstas, a su vez, hacen surgir nuevas fuerzas productivas
propias del socialismo. Gracias a la comuna popular, a las pequeñas industrias rurales, a los
principios: ―caminar sobre las dos piernas‖ y ―apoyarse en las propias fuerzas‖, este proceso de
revolucionarización ideológica, política, económica, se desarrolla sobre una base muy amplia y
transforma al país entero31
. Los trabajadores chinos verifican conscientemente en su práctica esta
tesis enunciada antaño por Marx: ―De todas las fuerzas productivas, la más grande es la clase
revolucionaria misma‖.
Sobre el Trotskismo 47
4. Un antiburocratismo burocrático
La cuestión del centralismo democrático
Contrariamente a lo que se piensa a menudo, el centralismo democrático se refiere más a
cuestiones de elaboración de la línea y de dirección que a problemas de organización. Un partido
centralizado es necesario para unificar y coordinar todas las luchas populares, para centralizar y
sistematizar, previo estudio, las ideas justas de las masas, para movilizarlas alrededor de
consignas que respondan a las tareas del momento, para hacer continuamente el balance de la
experiencia adquirida en el conjunto de las luchas, para educar a las masas en el espíritu del
socialismo científico a fin de que prosigan la revolución hasta el fin. Ninguno de estos objetivos
puede alcanzarse si esta dirección no opera de manera democrática.
La posición de Trotsky sobre este tema ha variado mucho durante su vida. Se le ve oscilar
de un extremo al otro a causa de su incapacidad de captar el lazo dialéctico que une a esas
parejas de contrarios que son: la diferencia entre el partido y la clase y su fusión con ella; la
autoridad del centro y su control por parte de los militantes, la necesidad de reglas estatutarias y
el hecho de que éstas deban subordinarse a ―la oportunidad revolucionaria‖, como decía Lenin.
En un ensayo escrito en 1901, en Siberia, Trotsky exponía sus opiniones sobre la centralización
rigurosa que había que imponer al movimiento revolucionario: ―Si una de las organizaciones
locales (...) rehúsa reconocer los plenos poderes del Comité Central, éste tendrá la fuerza y el
derecho de no reconocerla. La separará del mundo revolucionario rompiendo sus lazos con
ella‖1.
En el II Congreso del POSDR, Trotsky apareció como ―el bastón de Lenin‖, a tal punto eran
violentas sus intervenciones contra los economistas. Éstos se quejaban de la actitud dictatorial y
jacobina de los iskristas. Él declaró que los estatutos del Partido deberían expresar ―la
desconfianza organizada de la dirección‖ con respecto a los miembros, manifestándose en forma
de un control que vigilara desde arriba sobre el Partido2.
Durante el congreso, Trotsky operó un giro de 180 grados y tomó el partido de los
mencheviques. A continuación atacó violentamente a Lenin en varios de sus escritos.
En el Informe de la delegación siberiana, hablaba de su ―centralismo desorganizador‖ (op.
cit., p. 49), de su ―egocentrismo‖ (p. 81), de su ―Wille zur Macht‖ (voluntad de poder, pp. 72 y
82), de la ―robespierrada caricaturesca‖ a la que se entregaba (p. 84), de que concebía el Comité
Central como el ―capataz de galeotes del centralismo‖ (p. 83). En el folleto Nuestras tareas
políticas, volcaba sobre él una carrada de injurias, calificándolo especialmente de ―jefe del ala
reaccionaria de nuestro partido‖. Además le dirigía críticas que Deutscher resumía así:
―Al afirmar que la ideología socialista era llevada al movimiento obrero desde afuera por
intelectuales burgueses, Lenin hacía la teoría de una `teocracia ortodoxa'. Su concepción de la
organización convenía a un partido que sustituiría a la clase obrera, actuaría como su mandatario,
en su nombre y por su cuenta, sin preocuparse de lo que los obreros sentían y pensaban‖3.
―Lenin es una caricatura odiosa de un Robespierre malévolo y moralmente repugnante.‖
Al tratar de combinar jacobinismo y marxismo, ―Lenin abandona virtualmente el socialismo
y se erige en jefe de un ala reaccionaria de la democracia burguesa”4.
Trotsky había tomado de Axelrod esta definición de Lenin.
Sobre el Trotskismo 48
Trotsky acusa a Lenin de querer sustituir el proletariado por el Partido, el Partido por el
Comité Central y finalmente el Comité Central por el dictador. El rechazo del ―sustitucionismo‖
deriva en él de su ―sociologismo‖, a saber, la idea de que las clases sociales pueden conducir
directamente una lucha política sin que su acción se vea mediatizada por los partidos. En
Balance y perspectivas escribía: ―La socialdemocracia encara la conquista del poder en tanto que
acción consciente de la clase revolucionaria‖. La dictadura del proletariado, había afirmado en el
II Congreso del POSDR, no será posible hasta el día en que la clase obrera y el Partido ―se hayan
vuelto casi idénticos‖. Esta concepción lo relaciona con la izquierda de la socialdemocracia
alemana, con la corriente luxemburguista5.
Trotsky combatirá el centralismo democrático de Lenin ―hasta el fin‖, es decir, hasta el
momento en que, volens nolens, se adherirá él mismo al partido bolchevique edificado por Lenin.
En él se hará la reputación de un inflexible campeón de la disciplina, excepto cuando, estando en
minoría, recurría a métodos fraccionales muchas veces denunciados como tales por Lenin. Es
una de las paradojas del trotskismo, que ataca el burocratismo con palabras, pero no lo supera.
En el poder, Trotsky pasa por ―el patriarca de los burócratas‖6. Severo censor de toda falta
contra la disciplina interior del Partido, ofició de procurador junto a Stalin pidiendo en el XI
Congreso (en 1922) la exclusión de los dirigentes de la ―oposición obrera‖. Dos años antes, había
hecho una campaña por la militarización de los sindicatos. En noviembre de 1920, propuso que
los sindicalistas electos fueran sustituidos por funcionarios del Estado. Por eso Lenin crítica en
Trotsky su tendencia a adoptar ―el punto de vista del administrador‖. Denuncia su formalismo
dogmático calificándolo de ―manía burocrática‖7. Declara que ―su política es una política de
maltrato burocrático de los sindicatos‖8.
El pensamiento de Trotsky sobre la cuestión de los sindicatos se reducía a esto: Los obreros
no necesitan una organización relativamente autónoma para defenderlos contra el Estado
soviético, ya que éste les pertenece. Lenin respondía que necesitaban tal organización ya que se
enfrentan no con un Estado obrero, sino con un Estado ―obrero-campesino‖ y, además,
“burocráticamente deformado”. Por eso, dice, a propósito del ―folleto programa‖ de Trotsky:
“El papel y las tareas de los sindicatos”:
―De la primera a la última línea, está impregnado por el espíritu de una política que intenta
`sacudir desde arriba'9, es decir, `destituir, cambiar, nombrar, licenciar' administrativamente a los
dirigentes electos de los sindicatos‖. Lenin se refiere de manera repetida a los ―excesos
burocráticos inútiles y nefastos del Tsektran‖10
a cuyo frente se encontraba Trotsky. En su
testamento, le reprochará ―pecar por exceso de seguridad y por un exagerado interés por el
aspecto puramente administrativo de las cosas‖.
De manera que el futuro enemigo de la burocracia se hizo tal al no poder ser el primer
burócrata11
. Su preocupación por la ―democracia‖ data del preciso momento en que se dio cuenta
de que se quedaba sin poder y sin influencia. Durante algunos años, permanece en el Buró
Político, pero completamente aislado. Será políticamente derrotado por Stalin12
pese a (o a causa
de) sus últimas maniobras sin principios. Un ejemplo ilustrará su estilo de trabajo.
Lenin, enfermo y a punto de sufrir otro ataque de apoplejía, había pedido a Trotsky que
denunciara a Stalin sobre el problema del chovinismo panruso y que defendiera las pequeñas
nacionalidades, especialmente a los georgianos; lo había puesto en guardia contra un
―compromiso podrido‖. Trotsky hizo exactamente lo contrario: abandonó a los georgianos y
aceptó ―un compromiso podrido‖ con Stalin. Isaac Deutscher explica el comportamiento de su
héroe en el XII Congreso hablando de su ―magnanimidad‖, de su ―desinterés‖ (selflessness) y de
Sobre el Trotskismo 49
su ―clemencia‖ (forgiveness)13
, pero ¿qué vienen a hacer la magnanimidad y la clemencia cuando
estaban en juego los principios marxistas y la suerte del comunismo? Se podría concluir que
Trotsky consideraba sus relaciones con los triunviros (Stalin, Zinoviev, Kamenev) como
relaciones privadas, y su conflicto con ellos como un conflicto de personas. Esto es tan cierto que
Trotsky explicará más tarde a sus partidarios su actitud conciliadora, la víspera y el día siguiente
de la muerte de Lenin, como si se debiera a la falta de divergencias políticas serias, al hecho de
que la actitud de la ―troika‖ dirigente le parecía ser una ―conspiración sin principios‖ contra su
persona. Necesitaba, antes de lanzar su gran ofensiva, encontrar pretextos políticos.
Entendía elegir su terreno, y su regateo con Stalin era una maniobra falsamente hábil.
Trotsky era un pésimo táctico, porque no había comprendido nada de la ciencia política de
Lenin, la de la ―coyuntura‖ del ―momento presente‖ que no es empirismo y olvido de los
principios, sino aplicación de estos últimos al análisis concreto de una situación concreta. Al no
tener teoría de la contradicción, no podía tener una de la estrategia y la táctica14
. Su sociologismo
le impedía concebir correctamente la naturaleza y el papel del Partido. Finalmente, su
intelectualismo y su vanidad le impidieron juzgar a Stalin en su justo valor15
. Por lo demás, no
hubiera podido resolverse a ocupar un lugar que no fuera el primero después de la muerte de
Lenin.
Durante un tiempo, Trotsky y sus partidarios reivindicarán la libertad de tendencias en el
Partido, siempre reconociendo formalmente la prohibición de fracciones pronunciada por el X
Congreso del PCUS con el acuerdo de Trotsky. En realidad, su concepción de lo que es una
tendencia era tal (grupo con sus jefes y su plataforma) que era imposible distinguirla de una
fracción16
. Por eso, la división en fracciones que combaten entre sí es una tradición en las
organizaciones trotskistas. Es una de las causas de su irremediable debilidad.
La unidad del Partido puede sobrevivir a la lucha de fracciones, pero no se acomoda a ella.
No se podrían conciliar las dos. Lenin pudo estimar, en determinadas circunstancias (no
siempre), que era preferible reabsorber por una lucha de principios, y sobre la base de la
experiencia, el tumor maligno que constituye una fracción, en lugar de amputarla, pero esto no lo
llevó nunca a reconocer las fracciones y acordarles derechos explícitamente. En Una vez más
acerca de los sindicatos, donde denuncia el funcionalismo de Trotsky, Lenin declara: ―El partido
se educa y se templa en la lucha contra una nueva enfermedad (en el sentido de que la habíamos
olvidado desde la Revolución de Octubre): las tendencias fraccionales. De hecho, es una vieja
enfermedad, cuyas recaídas son probablemente inevitables durante algunos años, pero cuya
curación puede y debe efectuarse ahora más rápida y fácilmente‖.
Los trotskistas creen que el centralismo democrático es un conjunto de reglas que deben
regir el funcionamiento interno de una organización marxista. No ven que no puede tratarse más
que de un caso particular de la línea de masas17
; que hay que poner a la política, y no a las
consideraciones de orden organizativo, al mando. Tienen tendencia a considerar la democracia
como un fin en sí. Incluso Trotsky llegó a considerar la autoridad como un fin en sí. De donde
las oscilaciones del autoritarismo al liberalismo y viceversa. En él, el liberalismo tenía su fuente,
en un profundo deseo de conciliación y de unidad sin principio que alternaba con una violencia
polémica igualmente sin principio.
Los panfletos con que fulminó a Lenin fracasaron. En cuanto a sus maniobras de ignorante
conciliador, estaban destinadas al fracaso. Nunca estuvo tan aislado como cuando se mostró más
conciliador.
Sobre el Trotskismo 50
En el curso de los años 30, Trotsky modificó una vez más su concepción puramente
administrativa del centralismo democrático. Admite entonces como legítimas las fracciones y la
lucha de fracciones en el Partido. Durante las luchas que desgarraron a la organización trotskista
norteamericana, propuso la aplicación de las garantías siguientes:
―1) No interdicción de las fracciones; 2) ninguna otra restricción a las actividades de las
fracciones más que las dictadas por la necesidad de la acción común‖18
.
Dado que pueden concluirse acuerdos entre partidos diferentes para realizar la unidad de
acción, es evidente que las fracciones según Trotsky pueden actuar como partidos próximos,
pero diferentes. De este modo, el centralismo resulta enteramente sacrificado a una concepción
burguesa de la democracia. Sería lo mismo decir que el centralismo democrático queda
aniquilado. Que los trotskistas pretendan invocar a Lenin en este punto prueba solamente que su
leninismo es una impostura. En efecto, siempre se atuvieron a la autorización de las fracciones a
la que Trotsky había terminado por aliarse. E. Germain, en su folleto De la burocracia, declara
por ejemplo:
―A partir del momento en que se prohibían las fracciones en el partido bolchevique, la
democracia interna no podía ya mantenerse‖19
.
Es significativo que este principio, previsto para evitar escisiones, nunca las haya impedido.
Se cuentan por decenas en las organizaciones trotskistas. Éstas, por lo común sectas de
intelectuales asilados de las masas, ignoran lo que es la ―línea de masas‖, forma desarrollada del
centralismo democrático. De esto se sigue que su ―centralismo‖ no está fundado en una línea
justa, y su ―democracia‖ no es más que liberalismo. La actitud de Trotsky hacia Burnham y
Schachtman ha mostrado a qué aberraciones puede conducir ese liberalismo. Cuando sus dos
discípulos norteamericanos declararon que la URSS no podía ser un ―Estado obrero‖, Trotsky
pidió que les fuera permitido actuar como una fracción organizada en el seno del SWP (Partido
Socialista de los Trabajadores):
―Si alguien propone (...) excluir al camarada Burnham, yo me opondré con energía‖20
.
Cuando la minoría organizó su ―convención nacional‖, Trotsky aconsejó a la mayoría no
servirse de ella como un pretexto para pronunciar exclusiones. Poco después, Burnham declaró
que ―de todas las tesis importantes relacionadas con el movimiento marxista en sus variantes
reformistas, leninistas, stalinistas o trotskistas, no hay ni una que yo pueda aceptar en sus formas
tradicionales. Las considero o falsas, o perimidas, o desprovistas de sentido‖, y agregaba: ―Desde
hace varios años, yo no tenía realmente lugar en un partido marxista‖21
.
Permitir que un contrarrevolucionario consciente efectúe un trabajo de zapa en una
organización que se quiere marxista ―revolucionaria‖, ¿no es liberalismo llevado a su último
grado de putrefacción? Si el rechazo de semejante liberalismo es ―burocratismo stalinista‖, se
comprende la generosidad con la cual los trotskistas distribuyen estos calificativos,
involuntariamente halagadores para los que son gratificados con ellos.
Acabamos de aludir a la línea de masas, forma desarrollada del centralismo democrático.
Mao Tsetung la define así:
―En todo el trabajo práctico de nuestro partido, toda dirección correcta está basada
necesariamente en el principio: `de las masas a las masas'. Esto significa recoger las ideas
(dispersas y no sistemáticas) de las masas y sintetizarlas (transformarlas, mediante el estudio, en
ideas sintetizadas y sistematizadas), para luego llevarlas a las masas, difundirlas y explicarlas, de
modo que las masas las hagan suyas, perseveren en ellas y las traduzcan en acción y comprobar
en la acción de las masas la justeza de esas ideas (...) Y así indefinidamente, de modo que las
Sobre el Trotskismo 51
ideas se tornan cada vez más justas, más vivas y más ricas de contenido. Tal es la teoría marxista
del conocimiento‖22
.
De este texto, y de todos los otros en los que Mao formula su concepción de la línea de
masas, surge que el centralismo democrático presenta una unidad contradictoria dialéctica: ―En
el seno del pueblo, la democracia es correlativa al centralismo, la libertad a la disciplina. Son dos
aspectos contradictorios de un todo único‖23
.
La diferencia entre dirigentes y dirigidos, entre los que elaboran la línea y lanzan las
consignas por una parte, y los que deben asimilarla y aplicarlas por otra parte, así como la
disciplina de los militantes con respecto a las instancias superiores constituyen uno de los polos
de la contradicción, y la democracia y la libertad son el otro.
Consideremos ahora la unidad de estos contrarios. Lo que legitima una dirección y funda su
autoridad, no es que haya sido elegida según las reglas, sino la justeza de su política. Ésta a su
vez depende de su capacidad de unirse con las masas, de alentar la crítica y la autocrítica, y de
aplicar las máximas: ―No calles nada de lo que sabes, no guardes para ti nada de lo que tienes
que decir‖, ―nadie es culpable por haber hablado, es el que escucha quien debe aprovechar‖. De
manera que la democracia está en el corazón del centralismo, y recíprocamente, ya que hay que
centralizar las ideas de las masas y ayudarlas en ―la realización de todas sus ideas justas en
función de las circunstancias‖24
. Por lo demás, un individuo o un grupo que quiera hacer la
revolución no puede alcanzar su objetivo más que en el marco de una actividad disciplinada. Esta
disciplina, por consiguiente, es la forma concreta de su libertad. Recíprocamente, si no son libres
de formular críticas y dar su punto de vista, esta disciplina se transforma en sumisión servil y
ciega, deja de ser revolucionaria y se transforma en lo contrario. Por eso, incluso en el Ejército
popular, la disciplina es inseparable de las tres democracias (política, económica, militar)25
.
El discurso de Mao Tsetung ante el Comité Central ampliado, del 30 de enero de 1962, está
esencialmente consagrado a la cuestión del centralismo democrático. Lo citaremos largamente a
causa de su interés intrínseco, pero también porque está inédita en francés.
―¿Qué es el centralismo? Primero que nada es la centralización de ideas correctas (...) Si no
hay democracia, si las ideas no vienen de las masas, es imposible establecer una buena línea‖. En
este sentido, ―nuestros órganos dirigentes sólo juegan el papel de planta de procesamiento para
fijar una buena línea y buenos métodos y políticas generales y específicos. Todo el mundo sabe
que una fábrica sin materia prima no puede producir. Si la materia prima no es adecuada en
calidad y cantidad no se puede terminar un buen producto. Sin democracia, no tenéis
comprensión de lo que pasa abajo, la situación será confusa, no podréis captar suficientes
opiniones de todas las partes, no hay comunicación entre los de arriba y los de abajo. Los altos
órganos dirigentes se basarán en material parcial e incorrecto para decidir los asuntos, así os será
difícil evitar ser subjetivos; será imposible alcanzar unidad de comprensión y unidad de acción, e
imposible alcanzar el verdadero centralismo‖. En efecto, dice Mao: ―Las ideas de la gente son
diferentes, y si su comprensión de las cosas carece de unidad, no se puede establecer el
centralismo‖.
―Ahora bien, existen algunos camaradas que tienen miedo de que las masas inicien
discusiones y propongan ideas que difieran de las de los líderes y de las organizaciones
dirigentes. Tan pronto se discuten los problemas, se suprime la actividad de las masas y no
permiten que los demás hablen. Esta es una actitud sumamente pésima. (...) Camaradas, somos
revolucionarios. Si en verdad hemos cometido errores (...), debemos buscar la opinión de las
masas y de los camaradas y llevar a cabo un autoexamen. Este tipo de examen debería repetirse
Sobre el Trotskismo 52
varias veces. Si una vez no es suficiente y la gente no está satisfecha, entonces debe hacerse por
segunda vez. Si aún no están satisfechos, debe hacerse por tercera vez hasta que no haya crítica
de nadie‖. En su discurso del 24 de setiembre de 1962 ante el Comité Central, Mao declaró: ―No
se espanten por haber cometido errores. Nosotros le permitimos a la gente cometer errores y,
después de haberlo hecho, también le permitimos corregirlos. No sean intolerantes; permitan que
la gente los corrija. Muchas camaradas los han corregido, lo cual es excelente. (...) Yo también
he cometido errores. Hablé de eso el año pasado. Ustedes deben dejarme a mí cometerlos y
corregirlos. Cuando los corrija, deben aceptarlo‖. En efecto, el 30 de enero Mao había dicho: ―El
12 de junio del año pasado (...) hablé de mis limitaciones y errores. (...) Cualquier error que haya
cometido el Comité Central debe ser mi responsabilidad directa; también comparto
indirectamente la culpa porque soy el Presidente del Comité Central‖.
La prensa dijo recientemente que después de la muerte de Mao la dirección de China sería
colectiva. Se presentó esto como una novedad. En realidad, se trata de un principio aplicable en
todos los niveles y que Mao recordaba en el discurso que acabamos de citar. ―...la dirección de
los comités del Partido es una dirección colectiva; el primer secretario no puede decidir
arbitrariamente los asuntos. (...) Por ejemplo, en la Comisión Permanente y el Buró Político
surgen a menudo este tipo de situaciones: cuando yo digo algo, no importa si es correcto o
incorrecto, siempre y cuando todo el mundo esté en desacuerdo conmigo, yo accederé a su punto
de vista porque son la mayoría‖26
.
La democracia por una parte, la dirección centralizada por otra, son medios para un fin que
es la elaboración y aplicación de una línea política justa. Mao nos dice: ―A veces parece que la
democracia fuera su fin, pero en realidad no es más que un medio‖27
.
¿Por qué hay que garantizar a la minoría el derecho a expresarse, a reservar su opinión, a
volver a poner los problemas sobre el tapete? Porque, nos dice Mao, ―la historia nos enseña que a
menudo lo que es nuevo y justo no lo acepta la mayoría de las personas y por lo tanto no puede
desarrollarse más que en la lucha, por caminos sinuosos‖28
.
El centralismo es un medio que debe usarse porque es indispensable por todas las razones
que hemos indicado al comienzo de este capítulo, pero también a fin de que el partido del
proletariado pueda actuar como un ejército en combate frente a un enemigo que dispone
igualmente de una dirección centralizada. Las infracciones a la disciplina del partido, por
ejemplo, sólo podrían ser juzgadas, en última instancia, en función de consideraciones ligadas a
la situación concreta. Mao Tsetung tenía razón al no aplicar ciertas directivas del Comité Central
de su partido cuando luchaba en las montañas de Chingkan. En lo que concierne tanto al respecto
de la democracia como al del centralismo, es la política quien, como en todo, debe estar al
mando. ¡Lenin expresa esta idea diciendo que la democracia formal debe estar subordinada a la
oportunidad revolucionaria‖!29
En el mismo texto, Una vez más acerca de los sindicatos, declara que ―las tomas de posición
fraccionales‖ e ―incluso la escisiones‖ se justifican ―si las divergencias son (...) extremadamente
profundas y si es imposible llegar de otro modo a corregir una orientación falsa de la política del
partido‖.
Sobre el Trotskismo 53
La edificación del partido
Como ya lo hemos indicado, en sus primeros escritos polémicos contra Lenin, Trotsky compartía
el punto de vista sociologista de Axelrod, Parvus y Rosa Luxemburgo30
. Se inclinaba a pensar
que el partido revolucionario se identificaba con los elementos conscientes del proletariado y, en
el límite, con la clase en tanto tal. Pensaba que ésta se vería llevada a hacer la revolución en
virtud de leyes que rigen el desarrollo de las condiciones sociales. Las condiciones de su
existencia obligarían al proletariado a perseguir conscientemente sus intereses objetivos. Así, el
papel del partido se limitaría a ―acortar y a facilitar el camino‖ del ―hecho objetivo‖ a ―su
conciencia objetiva‖31
. La vocación del partido era, con todo, coincidir con la clase. Por eso, de
acuerdo con los mencheviques, Trotsky estimaba que se podía ser miembro del partido sin
militar en él. También se oponía al ―sustitutismo‖ de Lenin, a quien acusaba de querer sustituir la
clase por el partido, el partido por el comité central y el comité central por el dictador. De hecho,
lo que le reprochaba era distinguir el partido de la clase y reconocerle una función dirigente.
Sobrestimando la ―espontaneidad‖ o ―autoactividad‖ de las masas, subestimando
correlativamente el papel de la dirección, no podía más que rechazar además la tesis de Lenin
según la cual el socialismo científico elaborado por intelectuales de origen burgués, pero que han
adoptado una posición de clase proletaria, resulta importado en el proletariado ―desde el exterior
de la esfera de relaciones entre obreros y patronos‖32
. Abandonada a sí misma, la clase obrera no
podría superar el nivel de las luchas reivindicativas, ni acceder a una conciencia de clase
proletaria revolucionaria.
Lenin tenía razón, pero insistía demasiado en una verdad parcial. En su polémica contra los
economistas, se había visto arrastrado a ―torcer la barra‖ en sentido opuesto para enderezarla. Lo
reconoció en el II Congreso del Partido (1903), corrigiendo así lo que pudiera haber de unilateral
en ciertas formulaciones de ¿Qué hacer?, especialmente la famosa cita de Kautsky33
.
En su folleto Brevemente sobre las discrepancias en el Partido, de mayo de 1905, Stalin
subrayó otro aspecto de la realidad considerado firme en ¿Qué hacer?. ―Lenin –escribe– afirma
categóricamente que la clase obrera está espontáneamente atraída por el socialismo y si no se
detiene largamente en esto, es porque estima que es superfluo demostrar algo que ya lo ha sido
bastante‖34
. Stalin iba incluso más lejos, ya que admitía que a la larga el movimiento espontáneo
del proletariado llegaría a la revolución, incluso sin la socialdemocracia35
. Se trata,
evidentemente, de una hipótesis de escuela. En efecto, la existencia de un movimiento proletario
suscita siempre la aparición de intelectuales marxistas. El materialismo dialéctico e histórico no
habría sido posible sin semejante movimiento.
Stalin volvió sobre esta cuestión en un artículo de gran vigor polémico publicado el 15 de
agosto de 1905 por Proletariatis Brdzola. Lenin resumió la parte central del mismo subrayando
―la manera notable‖ con que el autor planteaba ―el famoso problema de la introducción de la
conciencia desde el exterior‖. Stalin mostraba que: 1) la conciencia socialista corresponde a la
posición de clase del proletariado; 2) sólo los intelectuales socialdemócratas poseen los medios y
oportunidades necesarios ―para la elaboración científica de esta conciencia‖; 3) esos intelectuales
y el partido socialdemócrata la introducen en el movimiento obrero desde el exterior; 4) al hacer
su propaganda, el partido encuentra en el proletariado ―una aspiración instintiva al socialismo‖36
.
En todos sus escritos posteriores a la polémica contra los economistas, Lenin pondrá
constantemente el acento no ya sobre la tendencia espontánea (real) del proletariado a someterse
a la ideología dominante burguesa cuando los marxistas revolucionarios no la combaten, sino
Sobre el Trotskismo 54
sobre su tendencia espontánea (también real) a apropiarse de la teoría socialista y a lanzar su
propia iniciativa en la acción revolucionaria.
En cuanto estalla la revolución de 1905, subraya, ―la transición extremadamente rápida del
movimiento de una base puramente económica a una base política... pese a la falta (o la
insignificancia) de la acción socialdemócrata consciente‖. Exalta el instinto revolucionario
proletario, que se abre camino ―pese a los obstáculos‖ como ―las ideas retardatarias de ciertos
conductores‖37
. Considera altamente significativo el hecho de que los obreros de Moscú, en
diciembre de 1905, hayan estado adelantados en relación con el ―elemento consciente‖
representado por los socialdemócratas. Fueron los únicos que supieron lo que había que hacer.
Para Lenin, ―ésa es la gran adquisición histórica de la Revolución Rusa... El cambio de las
condiciones objetivas de la lucha, que imponía la necesidad de pasar de la huelga a la
insurrección, fue percibido por el proletariado mucho antes que por sus dirigentes. La práctica,
como siempre, se adelantó a la teoría‖38
. En la misma época, Lenin llegará a declarar que ―la
clase obrera es instintiva, espontánea, socialdemócrata‖39
.
En buena lógica, nuestros marxista-leninistas fosilizados que no juran más que sobre ¿Qué
hacer? (del cual, por lo demás, sólo retienen la célebre cita de Kautsky) deberían tachar a Lenin
y al mismo Stalin de ―espontaneísmo‖. La cosa sería divertida. Desgraciadamente no leen, si no
es algunos textos, y siempre los mismos.
Recordemos que después del movimiento de mayo-junio de 1968 en Francia, los trotskistas
y los marxista-leninistas fosilizados atacaron la ―línea de masas‖ de Mao y los que querían
aplicarla en su práctica, motejando a estos últimos con el nombre ridículo de ―Mao-spontes‖.
Invocaban la incapacidad de la clase obrera librada a sí misma para superar la conciencia
sindical. Según ellos, elaborar la línea recogiendo ideas justas de las masas en cuyas luchas se
participa antes de dirigirlas, significa prosternarse ante la espontaneidad necesariamente
burguesa (!) del proletariado. ¡Es espontaneísmo, economismo, reformismo! En cuanto a ellos,
estimaban que los intelectuales comunistas debían elaborar línea y programa partiendo de los
libros (clásicos del marxismo, estadísticas, etc.) y luego llamar a las masas a que siguieran esa
vanguardia autoproclamada.
Desde hace 40 años, las sectas trotskistas (cayendo en el error contrario al de Trotsky en
1904) realizan el mismo tipo de vanguardia, cuya noción fue criticada durante y después del
movimiento de mayo-junio, a tal punto que Ernest Mandel sintió la necesidad de prevenirse
contra la acusación de concebir el partido sobre ese modelo. ―No hay vanguardia
autoproclamada‖, nos dice, ya que ―la vanguardia debe conquistar su reconocimiento como
vanguardia‖40
. Podríamos replicarle: Pero sí, señor Mandel, hay una vanguardia autoproclamada.
En 1939, Trotsky, incluso reconociendo que la IV Internacional no estaba unida a las masas, se
consolaba diciendo: ―Nosotros, que somos la vanguardia...‖41
. De todas maneras, el teórico de la
IV Internacional se defiende de manera torpe. Esa vanguardia debe existir antes de ser
reconocida, o de lo contrario, ¿cómo podría conquistar su reconocimiento? Algunas páginas más
adelante, Mandel confirma nuestra interpretación de su pensamiento: ―El proletariado no
realizará nunca sus objetivos históricos si la educación, la formación y la prueba de la práctica
indispensable de una vanguardia proletaria, a través de la elaboración y la agitación alrededor de
un programa revolucionario, no han precedido el estallido de las luchas de masas‖42
. No es
posible ser más claro. La constitución de la vanguardia y la elaboración del programa deben
―preceder‖ a las luchas de masas y hacerse fuera de esas luchas. Lo mismo sucede con la
Sobre el Trotskismo 55
formación y la práctica (?) de esta curiosa ―vanguardia‖. Dirigentes y programas serían entonces
entregados el pueblo, al cual sólo le quedaría ―reconocerlos‖.
Habría que dar la razón a Mandel, y antes que a él a Trotsky, si se pudieran deducir las leyes
de la revolución en un país dado, a partir de verdades generales concernientes a su carácter
(democrático o socialista) y su finalidad última, si se pudiera elaborar la estrategia y la táctica a
partir de semejante deducción, es decir, en definitiva, sobre la base de un saber libresco: si se
pudiera conocer la coyuntura de la lucha de clases y responder a la pregunta ―¿cuáles son
nuestros enemigos, cuáles nuestros amigos?‖ a partir de datos estadísticos fundados sobre el ser
de clase y los intereses objetivos de tal o cual categoría social; si se pudiera elaborar, finalmente,
fuera de las masas y en lugar de ellas, el proyecto detallado de las transformaciones que deben
efectuarse en todas las esferas de la vida social43
.
Ahora bien, el ―análisis concreto de una situación concreta es el alma viva, la esencia misma
del marxismo‖. Para operar este análisis, hay que tener en cuenta la posición (y no solamente el
ser) de clase de las diferentes capas sociales, prestar especial atención a la actitud de los
elementos intermedios, flotantes, ya que no se puede obtener la victoria si la izquierda no se alía
con el centro. También hay que fundarse no sólo en las necesidades objetivas de las masas, tales
como nosotros las concebimos, quizás equivocadamente, sino también sobre sus deseos, lo que
es imposible sin investigación, la que supone que se esté unido a las masas. Si la respuesta a
todas estas preguntas concretas concernientes a las alianzas, las consignas, etc., pudiera ser dada
por la teoría, entonces programa y línea podrían ser elaborados sin salir de casa. Lenin no lo
creía así. A los que le reprochaban no haber definido a priori la línea estratégica y las tácticas
particulares, respondía: ―¡Como si se pudiera hacer la mayor revolución sabiendo de antemano
cómo se la conducirá a término! Como si ese saber se encontrara en los libros. No, nuestra
decisión no podía nacer más que de la experiencia de las masas‖44
.
Los fabricantes de programas harían bien en meditar también sobre estas palabras de Mao
Tsetung pronunciadas ante la reunión plenaria del Comité Central del 30 de enero de 1962: ―No
fue sino hasta el período de la Resistencia contra el Japón cuando pudimos formular una línea
general para el Partido y toda una serie de políticas concretas correspondientes a la situación
actual. Hasta que no reconocimos las leyes necesarias de la revolución democrática de ese
tiempo, no pudimos ser libres45
. Para entonces habíamos llevado la revolución durante más de 20
años. Durante muchos años anteriores estuvimos trabajando en la oscuridad‖. Más adelante, Mao
relata su conversación de 1960 con Edgar Snow. Éste ―quería que le dijera algo del plan de
construcción a largo plazo de China. Dije: No sé. El dijo: `Usted está siendo demasiado
prudente'. Dije: No es cuestión de ser prudente. Es sólo que de verdad no sé, simplemente no
hemos tenido experiencia, eso es todo‖46
.
Como marxistas, Lenin y Mao sabían que la práctica viene antes, la teoría después, incluso
si esta última contribuye luego a esclarecer la práctica. Por eso decía Mao: ―Un solo paso
adelante del movimiento real vale más que diez programas‖. La insurrección de los obreros de
París en junio de 1848 y la Comuna de París no debían nada o casi nada al marxismo, mientras
que éste les debe mucho. A la primera, la teoría de la revolución ininterrumpida y de la
interpretación de la etapa democrática a la etapa socialista; a la segunda, las formas concretas de
la ruptura del aparato del Estado y de la dictadura del proletariado47
.
Los soviets no estaban inscritos en el programa del partido bolchevique, y éste no había
lanzado esa consigna. Esa iniciativa histórica vino de las masas. Son ellas quienes inventaron esa
forma de organización y de poder. Lenin declara sobre este punto. ―Si el genio creador popular
Sobre el Trotskismo 56
de la Revolución Rusa (...) no hubiera creado los soviets en febrero de 1917, éstos no hubieran
podido jamás tomar el poder en Octubre. (...) El genio popular mismo, que había conocido la
dolorosa experiencia de 1905 y había aprendido de ella, fue el creador de esa forma del poder
proletario‖48
.
Se comprende ahora por qué en 1921 Lenin consideraba la traducción de ¿Que hacer? como
―no deseable‖. Exigía que, por lo menos, fuera acompañada de ―un buen comentario‖, ―para
evitar las falsas aplicaciones‖. A partir de 1907, en un nuevo prefacio, Lenin indicaba que ese
texto de 1902 contenía expresiones ―más o menos torpes e imprecisas‖, y que no debía ser
aislado ―de la situación determinada que le ha dado origen‖49
.
Stalin era mejor leninista que algunos antiespontaneístas de hoy cuando escribía: ―Lenin nos
ha enseñado no sólo a instruir a las masas, sino también a instruirnos junto a ellas. (...) La gente,
simplemente, está a veces más cerca de la verdad que ciertas instancias superiores‖.
Michael Lowy conoce este pasaje de Stalin, igual que el que citamos antes, pero se cuida
mucho de tenerlo en cuenta. Al contrario, cita otro (p. 190) y lo pone en evidencia con la
finalidad de oponer a Stalin y Lenin. Se trata de un pasaje en el que Stalin escribía: ―¡Tendamos
la mano y estrechémonos alrededor de los comités del partido! No debemos olvidar ni un
momento que sólo los comités del partido pueden dirigirnos dignamente; sólo ellos podrán
alumbrar la ruta que lleva a la `tierra prometida': ¡el mundo socialista!‖. Piense lo que piense
Lowy, no hay aquí ninguna contradicción. Se puede y se debe insistir a la vez sobre la iniciativa
histórica de las masas y sobre la dirección del partido. Es lo que hizo Lenin, ya que las dos son
necesarias para la victoria de la revolución.
Los verdaderos leninistas admiten con Mao que las ideas justas en política vienen de la
práctica de las masas en lucha, esclarecida a la luz de los principios generales del marxismo-
leninismo, cuyo portador es el partido.
Hay que estudiar sin perder de vista los problemas por resolver. Es la condición para
estudiar con provecho. Si no se combina la práctica con el estudio, la teoría no puede ser
verdaderamente asimilada. Los clásicos del marxismo, los datos estadísticos de la economía y la
sociología burguesas no bastan para comprender los problemas concretos que plantea la lucha de
clases en los distintos frentes en que se desarrolla. Los libros no son inútiles, pero la práctica
debe estar en la base.
―Nuestro método principal es aprender a combatir en el curso mismo de la guerra‖ nos dice
Mao, que retoma una verdad ya enunciada por Lenin en sus Cuadernos sobre la dialéctica de
Hegel: ―Para comprender, hay que comprender empíricamente, hay que estudiar, elevarse de lo
empírico a lo general. Para aprender a nadar, hay que meterse en el agua‖. Haciendo la
revolución se llegará a formular sus leyes, después de un gran número de errores y fracasos.
―Si se quiere conocer el sabor de una pera, hay que transformarla comiéndola‖, nos enseña
Mao. Para conocer la sociedad, hay que transformarla participando en las luchas revolucionarias
de las masas. Un momento importante de esta práctica es la investigación. En el Prefacio y
Epílogo a investigaciones rurales (t. II, pp. 7-12), Mao declara: ―Para los que no comprenden
más que la teoría, sin conocer nada de la situación real, es aún más necesario proceder a tales
investigaciones, so pena de no poder relacionar la teoría con la práctica. Quien no investiga, no
tiene derecho a opinar‖. Es claro que la investigación de que se trata no tiene nada que ver con la
de los sociólogos burgueses – que se autotitulan imparciales. El militante es objetivo en la exacta
medida de su parcialidad a favor del pueblo.
Sobre el Trotskismo 57
No se puede emprender la investigación a menos que se esté unido a las masas, que se esté
de su lado. ¿Se quiere conocer el estado espiritual de las masas? No se harán sondeos, sino que
se discutirá con representantes bien informados de esas masas sin esconder sus opiniones, sino al
contrario. Mao hacía propaganda antirreligiosa al mismo tiempo que investigaba el interés de los
campesinos por las prácticas supersticiosas. No hay investigación sin práctica. Es transformando
la realidad como se la conoce. Mao, al visitar Junán en enero de 1927, era un revolucionario que
tomaba partido audazmente por las líneas campesinas, pese a la actitud reticente, hasta hostil, de
los dirigentes de su partido. Al mismo tiempo, estaba animado por el deseo de estar en la escuela
de las masas, de transformarse en su humilde alumno. Sabía escuchar y no se ponía en maestro.
―Hay que comprender que las masas son los verdaderos héroes, mientras que nosotros somos a
menudo pueriles y ridículos. Sin comprender esto, no podremos adquirir ni los conocimientos
más elementales‖50
.
La línea de masas, es a la vez método de dirección y método de conocimiento, ya que ―sin
un conocimiento verdaderamente concreto de la situación real de las diferentes clases de la
sociedad (...), no puede haber dirección verdaderamente buena‖51
. Con la condición, sin
embargo, de no envilecerla resumiéndola en una idea simplista como ―las ideas justas vienen de
las masas‖ (vienen de la práctica, especialmente de la lucha de clases), lo que algunos
comprenden como si significara: las ideas de las masas son siempre justas. Por cierto, hay
siempre algo de justo en las ideas de las masas, incluso las falsas, pero si no se distinguen entre
las falsas y las correctas, si uno no se apoya en lo que es justo para combatir lo falso, se caerá en
el ―seguidismo‖ denunciado por Mao en su discurso ante una conferencia de cuadros de Shansí-
Suiyuan. En él, critica la política de izquierda, aparentemente adoptada por Liu Shao-chi durante
la reforma agraria. So pretexto de ―hacer todo lo que las masas quieren‖, había procedido a un
reparto estrictamente igualitario de la tierra y de los bienes de capital, olvidando que el blanco
único de la reforma agraria debía ser el sistema de explotación feudal. Mao le recordó que el
―partido debe dirigir a las masas, según las circunstancias, en la realización de todas las ideas
correctas de éstas, y educarlas para que corrijan toda idea errónea que abriguen‖52
.
Falsifican la enseñanza de Mao quienes pretenden apoyarse en ella para negar la necesidad
de una vanguardia, de un ―núcleo dirigente de todo el pueblo‖, según la fórmula de Mao que nos
parece preferible, ya que el núcleo está en el pueblo en lugar de estar por encima de él y ajeno a
él.
Contrariamente a lo que piensan los marxista-leninistas fosilizados, un movimiento
revolucionario puede orientarse correctamente incluso si no tiene un partido marxista a la cabeza.
Citamos el ejemplo del levantamiento de junio de 1848 y el de la Comuna, y podríamos agregar
el de Cuba. Mao declara que ―la dirección general dada a la revolución por los campesinos
pobres siempre fue justa‖53
. Del mismo modo, en ausencia de un partido comunista, la
revolución campesina se habría detenido, en el mejor de los casos, en la etapa democrático-
burguesa (reforma agraria) y no habría suprimido definitivamente la explotación y la opresión en
el campo. Sin la dirección del partido comunista revolucionario proletario armado con el
marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Tsetung, el proletariado no podrá liberarse, y al
mismo tiempo liberar a la humanidad entera: no podrá proseguir la lucha de manera consecuente,
es decir, hasta el fin, hasta la abolición de las clases v la sociedad comunista.
Los que invocan el ejemplo de Cuba para combatir esta verdad parten del postulado de que
este país es una dictadura del proletariado que constituye el socialismo. Nada es menos cierto.
Según Bettelheim, la transformación que Cuba ha conocido no es una ―verdadera revolución‖, no
Sobre el Trotskismo 58
más que las que se dieron en Guinea, en Argelia o en Egipto. Ni Cuba ni ninguno de esos países
ha escapado realmente a la dominación imperialista (o socialimperialista). Para eso, hubiera sido
necesario que el proletariado hubiera tomado el Poder y se hubiera comprometido en el camino
del socialismo, lo que no se ha producido54
. Sin embargo, admitámoslo por las necesidades de la
discusión. Admitamos también que en el futuro no tenga lugar ninguna involución, que la
izquierda del partido dirija a las masas en la lucha contra los dirigentes burocratizados que
siguen el camino capitalista y que de ese modo la construcción del socialismo se prosiga hasta el
fin. En ese caso, se podrá concluir que el partido en el Poder (cualesquiera que sean los orígenes
y los graves errores que haya cometido), se habrá transformado a través de la lucha en un
verdadero partido comunista proletario. Es casi una tautología.
El Diario del Pueblo publicó el 18 de septiembre de 1968 un artículo titulado ―Una
orientación victoriosa para los pueblos revolucionarios de todos los países‖, en el momento del
sexto aniversario del epígrafe ofrecido por el Presidente Mao ―a los amigos obreros del Japón‖:
―Si uno se empeña verdaderamente en combinar la verdad universal del marxismo-leninismo con
la práctica concreta de la revolución japonesa, ésta será por cierto victoriosa‖. El comentario del
Diario del Pueblo declara: ―El partido proletario de un país dado, mientras se atiene a la verdad
universal del marxismo-leninismo, debe partir de la realidad, ligarse estrechamente a las masas,
hacer continuamente el balance de la experiencia adquirida en la lucha, elaborar y aplicar con
toda independencia, la política y la táctica que corresponden a la realidad de ese país‖.
Para aquéllos que en Europa reivindican el pensamiento de Mao Tsetung, el problema se
plantea exactamente en estos términos: ¿partir de la realidad o partir de los libros? ¿Servirse de la
verdad universal del marxismo-leninismo para conocer la realidad a través de la práctica (―la
lucha‖) o servirse del marxismo-leninismo y hacerse la ilusión de plantear los problemas
concretos? En Francia, pero también en Bélgica, en Italia, en Alemania, algunas personas
querían partir de ¿Qué hacer?, no de la realidad.
En el mismo artículo, se dice en conclusión: ―Estamos firmemente convencidos de que un
auténtico partido revolucionario japonés, armado con el marxismo-leninismo, nacerá en las
llamas de la lucha revolucionaria‖.
El partido nacerá en las llamas de la lucha revolucionaria, no en las nubes de tabaco de una
sala donde se reúnen algunos jóvenes o no tan jóvenes pequeño burgueses deseosos de
autoproclamarse partido.
Conocemos la respuesta de los fosilizados. Es una respuesta de fosilizados: el Partido
Comunista de China se fundó de esta manera, por doce intelectuales que representaban a 57
miembros. Es olvidar un ―detalle‖: en la China de ese tiempo, no había ni partido ―obrero‖
burgués, ni sindicatos reformistas que engañaran a la mayor parte de la clase obrera. Se nos
concederá que el detalle tiene su importancia. Por lo demás, hay que ver exactamente qué era el
partido fundado en 1921. La mitad de los miembros fundadores traicionaron, la tendencia
anarquista era muy fuerte entre ellos, y de los que no degeneraron. Mao dijo: ―Sólo éramos un
puñado de jóvenes ardientes que querían hacer la revolución‖. Subraya que además esos jóvenes
eran ―ciegos‖, y siguieron siéndolo ―hasta el período de la guerra de resistencia contra el Japón‖.
―Si alguien les dice que había un camarada, por ejemplo un camarada del Comité Central, o bien
yo mismo, con un concepto claro de las leyes de la revolución china, sería jactancia. No lo crean,
ya que no fue así‖55
.
Poco importa que los maoístas sean originariamente un pequeño número. Se reforzarán si
trabajan efectivamente en fundirse con la clase obrera, si participan en sus luchas y no limitan su
Sobre el Trotskismo 59
actividad a hacer y difundir un diario. En cambio importa mucho, en las condiciones actuales,
que no pretendan ser el ―verdadero‖ partido comunista y no lancen llamados grandilocuentes
destinados a caer en el vacío, cuando todo el mundo sabe que no representan gran cosa; si no, los
trabajadores no los tomarán en serio. Como fueron ―pasados‖ por dos veces por las
organizaciones obreras tradicionales, piden que los maoístas hagan sus pruebas antes de
acordarle su confianza. Dicho de otro modo, para que la organización maoísta pueda
representarse como el núcleo dirigente de todo el pueblo, es necesario que lo sea realmente, ya
que los obreros conscientes (sobre todo ellos) no se dejarán sorprender por un bluff. Esto supone
que se reúnan ciertas condiciones.
1. proletarización de la organización y de su dirección;
2. implantación en la clase obrera, atestiguada por la capacidad efectiva de dirigir sus
luchas;
3. implantación en todas las otras clases y capas del pueblo, teniendo como criterio la
capacidad de movilizarlo y de unificar sus luchas en una perspectiva revolucionaria;
4. unificación de todos los revolucionarios proletarios, de todos los verdaderos maoístas, es
decir, de todos aquellos que son susceptibles de ser unidos.
Tal organización será capaz de dirigir el frente único de todas las clases y capas
revolucionarias. Habrá determinado, sobre la base de la práctica, el carácter de la etapa actual, la
contradicción principal, la línea general y el sistema de líneas políticas particulares. habrá
ayudado a las masas a elaborar programas particulares sobre diferentes aspectos de su condición
(trabajo, seguridad, alojamiento, transporte, etc.) y hará la síntesis en un programa para un
régimen popular. Será capaz de combinar el trabajo legal e ilegal, abierto y clandestino.
Dispondrá de una organización armada, aunque más no fuera embrionaria.
Entonces el pueblo tendrá las ―tres armas mágicas‖ que le garantizarán la victoria: el partido,
el frente único, el ejército. Esta etapa no se alcanzó en China hasta alrededor de 1927.
Está claro que la construcción del partido es una creación continua, la elaboración del
programa también, como se lo ve en los cambios constantes que aporta Lenin56
. Su fecha de
nacimiento oficial es una cuestión de ―oportunidad revolucionaria‖ que se debe apreciar a partir
de la situación concreta. Al enunciar las condiciones indicadas más arriba, pensábamos sobre
todo en Francia e Italia. El nacimiento prematuro del partido, dicho de otro modo, su aparición
en tanto que vanguardia autoproclamada que pretenda ser reconocida inmediatamente por sus
cualidades por los partidos hermanos y que cuente más con su ayuda que con sus propias fuerzas,
corre el riesgo de actuar como un antídoto, despreciando a los ojos de las masas la idea de un
partido marxista-leninista-maoísta y haciendo más difícil la gran alianza de todos los que
reivindican el pensamiento de Mao Tsetung.
Al contrario, la construcción prolongada de un partido con las características que indicamos
autoriza más flexibilidad en la elección (o el abandono) de diferentes formas de organización,
libera mejor la iniciativa de abajo, asegura la selección de los cuadros únicamente sobre la base
de sus éxitos en la práctica. Combinando los métodos legales e ilegales, oponiendo, cuando es
necesario, la violencia del pueblo a la violencia del poder, se educan los militantes, se atraen los
trabajadores más combativos, se rechazan los individualistas pequeño burgueses y los arribistas.
La eliminación de la sangre viciada, la incorporación de sangre fresca, desarrollan la
organización sobre una base proletaria, sana, que ofrece todas las garantías contra el peligro de
esclerosis, de degeneración oportunista y de burocratismo.
Sobre el Trotskismo 60
La crítica trotskista de la burocracia
Leyendo el folleto de E. Germain, alias Ernest Mandel, De la burocracia (Cuaderno Rojo No.
3), se puede comprobar que, en el capítulo engañosamente titulado ―La teoría trotskista de la
degeneración del Estado obrero soviético‖, se escamotean los conceptos de ―termidor‖ y
―bonapartismo‖, que sin embargo están en la base de esta teoría. En su lugar, se encuentran una
definición de la burocracia que se puede resumir así: una organización necesita dirigentes, un
aparato, funcionarios, y así se tienen ―burócratas en germen‖. Ese es el tipo. La diferencia
específica es ésta: de todos los dirigentes, son burócratas completos los que disgustan al señor
Germain. Se mencionan vagamente otros criterios, pero éste es el más seguro. Comparada con
las construcciones en equilibrio inestable de Trotsky, esta concepción de la burocracia presenta
tres ventajas y un defecto: es simple, flexible e irrefutable, pero no sirve para nada – o mejor,
sirve para todo, lo que viene a ser lo mismo.
Germain, es cierto, recoge una vieja idea de Trotsky – que éste había superado su modo. Se
trata de la caracterización como ―sustitutista‖ de la concepción leninista de un partido regido por
el centralismo democrático:
―Los métodos [de Lenin] conducen. . . a la organización del Partido a reemplazar al Partido
[en el sentido menchevique y vago del término – K. M.]; luego el Comité Central reemplaza a la
organización y, finalmente, el dictador reemplaza al Comité Central. . .‖57
.
Trotsky acusaba a Lenin de desconfiar de la clase obrera. Estimaba que ella podía intervenir
espontáneamente como tal en la arena política y que no podría tolerar la dirección de un partido
unido y centralizado, que actuara como su mandatario o su locum tenes58
.
Esta denuncia de ―sustitutismo‖ (calumniosa en lo que a Lenin concierne), tuvo una
descendencia triple: los que creían que el proletariado era incapaz de ser la clase dominante
adoptaron teorías de la ―nueva clase‖, del tipo Burnham o Djilas; los que pensaban lo contrario
formaron ciertas tendencias anarcotrotskistas, sentenciosas; la posición intermedia, la de los
trotskistas, fue que la burocracia es por cierto inherente a la división entre dirigentes y dirigidos,
pero que no existe un medio de atenuar sus efectos, a saber, la democracia obrera, es decir, como
ya hemos visto, ¡la autorización de las fracciones que reproducen la misma división!
Trotsky, sin embargo, no se había contentado con un análisis tan primario del fenómeno
burocrático, sino que había tratado de descubrir sus bases sociales, de dar una explicación en
términos de lucha de clases con una apariencia marxista. Hasta que Germain viene a trastornar la
―ciencia‖, los trotskistas calificaban la dictadura del proletariado bajo Stalin de Estado obrero
dirigido por una burocracia bonapartista. Esto apuntaba a rechazar el punto de vista marxista-
leninista, según el cual la burocracia está siempre al servicio de la clase dominante y controlada
por ella. Así es cómo Henri Weber justifica, según Trotsky, esta posición, en un folleto titulado
Movimiento obrero, stalinismo y burocracia:
―Puede suceder, con todo, que la burocracia de Estado se eleve por encima de las clases, se
erija en potencia autónoma e instaure temporalmente su propio poder incontrolado, que se ejerce
por medio de un hombre providencial todopoderoso‖59
.
A primera vista, esta tesis está conforme con el análisis del XVIII Brumario, de Marx, que
dice:
―Sólo bajo el segundo Bonaparte el Estado parece haberse independizado completamente‖60
.
De hecho, si parece que el estado es independiente, es porque en realidad no lo es. A
propósito de la ―casta burocrática‖ que gobierna Alemania en 1872, Engels nos dice, en
Sobre el Trotskismo 61
Contribución al problema de la vivienda, que el Estado parece planear por encima de las clases y
representar los intereses de la sociedad entera, pero que ―en realidad, el Estado tal como existe en
Alemania es también el producto necesario de la infraestructura de la cual surgió‖61
.
Volviendo sobre la cuestión del bonapartismo en La lucha de clases en Francia, Marx dice:
―El poder del Estado, que parecía estar tan por encima de la sociedad, era sin embargo el
mayor escándalo de esa sociedad. El bonapartismo es la forma más prostituida y a la vez la
última de ese poder del Estado. . . que la sociedad burguesa desarrollada se había finalmente
transformado en medio de esclavizar el Trabajo al Capital‖62
.
Está claro que, para Marx, la función del Estado bonapartista era ejercer la dictadura de la
burguesía y servir los intereses de esa clase. Mientras que, según Trotsky, el régimen
bonapartista-stalinista, aunque fuera ―el arma histórica de la clase obrera‖, oprime a esta última,
la roba en provecho de una minoría privilegiada, organiza la producción conforme a los intereses
de esa minoría y sigue, en el plano internacional, una política contrarrevolucionaria.
La analogía que Trotsky establece entre el ―Estado obrero stalinista‖ y el Imperio es,
además, artificial, e incluso absurda, ya que la naturaleza del aparato del Estado varía
radicalmente según las formaciones sociales históricamente determinadas, en las cuales funciona
como instrumento de perpetuación de las relaciones sociales, de dominación y de represión de
una clase por otra. Marx había ridiculizado por adelantado esta manera de enmascarar las
realidades contemporáneas bajo ―analogías históricas superficiales‖ en la cuales ―se olvida lo
principal‖.
―Dada la diferencia entre las condiciones materiales, económicas, de la lucha de clases en la
antigüedad y en los tiempos modernos, las formas políticas que se desprenden de ellas no pueden
tener entre ellas más parecido que el arzobispo de Canterbury y el sumo sacerdote Samuel‖63
.
Se tiene la impresión de que Trotsky era incapaz de pensar los problemas actuales de otro
modo que no sea a través de ―analogías históricas superficiales‖.
Incluso cuando lo aplica a gobiernos burgueses, Trotsky hace uso abusivo del término
bonapartismo. ¡Hace entrar en esta categoría no sólo el fascismo, sino también a los gobiernos
que llama ―prefascistas‖, como los de ―Doumergue y Flandin en Francia‖!64
Cuando en 1921 los mencheviques calificaron la NEP de ―Termidor soviético‖, asintió e
incluso se jactó de ello. Ahora bien, la comparación es absurda. Es normal que la burguesía, una
vez en el Poder, quiera detener la revolución para gozar en paz de sus conquistas. Los
termidorianos representaban a los nuevos especuladores y adquirientes de bienes nacionales que
no querían más trastornos. La Revolución de Octubre, al contrario, era la del proletariado, no la
de los ―nepmen‖ y los kulaks. Haciéndoles concesiones provisorias, el proletariado retrocedía
para saltar mejor. La NEP no era la consolidación de la adquisición de una clase de explotadores.
Era, por el contrario, un repliegue que permitía consolidar el Poder del proletariado, la clase más
explotada, cuya emancipación libera a toda la humanidad. A continuación, y hasta 1935, Trotsky
no dejó de prevenir contra el peligro de un Termidor, pero negó (contra algunos de sus
partidarios) que ya hubiera sucedido. Es apelando a esta analogía que él y sus amigos analizan
las luchas políticas durante todo ese período. Hasta 1928, consideraba termidorianos a Bujarin y
Rykov. En octubre de 1928, en la Carta a unos amigos, encara la posibilidad de que la etapa
termidoriana se haya salteado. ¡La URSS podría pasar directamente a un XVIII Brumario, con
Voroshilov y Budienny con las botas de Napoleón! Examinaba también la eventualidad de una
restauración del capitalismo cuya vía prepararía Stalin:
Sobre el Trotskismo 62
―La película de la revolución pasa hacía atrás y el papel de Stalin es el de un Kerensky al
revés‖.
Escribía esto en el mismo momento en que Stalin se preparaba a lanzar la campaña de
colectivización y los planes quinquenales. ¡Para un profeta (armado o no), era una triste hazaña!
En 1929, en una polémica con grupúsculos que lo reivindicaban, definió Termidor como una
contrarrevolución que necesitaba una guerra civil. Este peligro, por real que sea, no se ha
materializado todavía, concluía65
. En efecto, pensaba en esa época que ―Termidor. . . indica una
transferencia de poder de las masas a manos de otra clase‖66
.
Algunos años después, debía efectuar una ―revisión desgarradora‖ de todas sus
concepciones pasadas. Entonces se da cuenta de que Termidor sucedió en 1923, cuando Stalin
derrotó a la oposición de izquierda; como el gobierno de Stalin tenía carácter bonapartista, la
Unión Soviética vivía bajo el Consulado. Tal es el análisis presentado en el folleto El Estado
obrero, Termidor y bonapartista, en 1935.
De manera que Trotsky reconocía que desde 12 años atrás la URSS vivía bajo un gobierno
termidoriano sin que él se hubiera dado cuenta.
Las especulaciones sobre una comparación histórica torpe no podían menos que oscurecer
los problemas en lugar de plantearlos correctamente, ya que procedían, como se ha visto, de un
error teórico fundamental67
.
Más tarde, en el libro En defensa del marxismo, Trotsky reconocerá que la noción de casta
aplicada por él a la ―burocracia‖ soviética no tenía carácter científico y no era más que una
analogía histórica (¡una más!) que lo ayudaba a hacer, provisionalmente, ―sociología del
presente‖. El término de casta, dice, tiene el carácter de ―expediente‖ (make shift)68
.
Treinta años después, los trotskistas se han quedado en este ―concepto‖ no científico y
provisorio, que no designa ni una clase ni un instrumento de una clase: ―La burocracia, de sierva
de la sociedad (¿entera?), se ha transformado en ama‖. Califican también de burocracia los
aparatos de los partidos socialdemócratas y revisionistas, también en este caso sin dar a esta
palabra un contenido de clase, es decir, sin distinguir por una parte la naturaleza burocrática de
estos partidos, que se debe al hecho de que representan la ideología y los intereses burgueses en
el seno de la clase obrera; y por otra parte, las desviaciones burocráticas en un partido marxista-
leninista, que reflejan la lucha de clases en el partido, cuya ideología proletaria debe afirmarse
sin cesar69
. H. Weber ve en la burocracia obrera ―un subgrupo (privilegiado) del proletariado que
asume la dirección de las luchas sindicales y políticas‖ (p. 8). Para hablar de la burocracia,
Weber adopta un punto de vista funcionalista, no el punto de vista del análisis de clases marxista.
En el límite, la burocracia sería el producto de la división entre dirigentes y dirigidos. Su
existencia no estaría relacionada con una clase determinada: la burguesía. Siguiendo este
razonamiento hasta sus últimas consecuencias, se termina en la escuela Rizzi-Burnham, o en la
de Chaulieu y los anarcotrotskistas surgidos de ―Socialismo o barbarie‖.
La degeneración de Burnham y de Chaulieu-Cardan ilustra la imposibilidad en que se
encuentran los trotskistas de pensar hasta el fin su concepto de burocracia reivindicando a Marx
y a Lenin.
Para Lenin, al contrario, la burocracia y las tendencias al burocratismo están enraizadas en el
capitalismo y en la mentalidad burguesa y pequeño burguesa.
―Existe una tendencia pequeño burguesa que intenta transformar a los miembros de los
Soviets en parlamentarios, o, por otra parte, en burócratas”70
.
¿Cómo luchar contra esta tendencia?
Sobre el Trotskismo 63
―Aquellos de entre nosotros que están condenados a permanecer en los organismos centrales
continuarán mejorando el aparato y eliminando de él la burocracia. . . La ayuda principal viene y
vendrá de la base‖71
.
Se ve que Lenin habla de eliminar la burocracia sin suprimir el aparato y esto gracias a la
unión con las masas:
―La lucha contra la deformación burocrática de la organización soviética está garantizada
por la solidez de los lazos que unen los Soviets al `pueblo', es decir, a los trabajadores y a los
explotados. . .‖72
.
El burocratismo tiene una naturaleza de clase cuyo origen es triple durante la vida de Lenin:
1. El mantenimiento, en la administración del Estado, de burócratas zaristas en tanto que
especialistas necesarios por su ―conocimiento para gestionar‖.
2. Las supervivencias ideológicas del capitalismo (burocrático por naturaleza) entre las
masas e incluso los dirigentes, aunque fuesen revolucionarios.
3. El hecho de que las funciones económicas y administrativas de las primeras etapas de la
construcción del socialismo permanecen ligadas a la herencia de la sociedad anterior e inducen
una ideología correspondiente, conduce a un estilo burocrático de trabajo entre los cuadros.
La lucha contra el burocratismo es, por consiguiente, una lucha entre la ideología proletaria
y la ideología burguesa o pequeño burguesa. Es una lucha de clases. Para llevarla a buen
término, hay que liberar la iniciativa de las masas, a fin de que se eduquen en el plano político y
técnico, para que puedan prescindir de los ―especialistas‖ burgueses, para que la ―clase obrera
ejerza su dirección en todo‖.
―Nos importa que todos los trabajadores sin excepción participen en la administración del
Estado. Es una tarea extremadamente difícil. Pero el socialismo no puede ser instaurado por una
minoría, por el Partido. No puede serlo más que por decenas de millones de seres, cuando hayan
aprendido a hacerlo ellos mismos‖73
.
El proceso de degeneración revisionista y de restauración del capitalismo cuyos principales
agentes son los cuadros burocráticos ―seguidores del camino capitalista‖, tiene su raíz en el
desequilibrio entre la posesión del Poder por la clase obrera y su capacidad efectiva de ejercerlo,
especialmente en los campos económico y cultural. Para reducir este desequilibrio, hay que
conducir esta lucha de clases bajo el socialismo, cuya forma explosiva fue la revolución cultural.
Ahora bien, Trotsky, no más que Stalin, no comprendía lo que podía ser esta lucha de clases
después de la expropiación de los poseedores.
Para Trotsky, el peligro de la restauración del capitalismo provenía de la contradicción entre
las formas de propiedad y las normas burguesas de distribución, que en último término
privilegiaban a una capa superior74
. Estas mismas normas tienen por causa la penuria y la
necesidad de recurrir a estímulos materiales para desarrollar la producción industrial
(―acumulación primitiva‖). Ahora bien, todo reparto desigual necesita un gendarme. ―Ése es el
punto de partida de la burocracia soviética. `Sabe' a quién dar y a quién hace esperar‖. En la
hipótesis de que se mantuviera en el Poder, no dejaría de restaurar en su provecho la propiedad
privada de los medios de producción.
―No basta ser director de trust, hay que ser accionista‖75
.
Lo que precede está resumido en el esquema de abajo, donde las flechas simbolizan las
relaciones de causa a efecto.
Es cierto que los privilegios materiales contribuyen a la degeneración de los dirigentes (no
es la única causa) y a la penetración de una mentalidad burguesa amasada de egoísmo y
Sobre el Trotskismo 64
arribismo, incluso entre las grandes masas a las cuales los cuadros dan el mal ejemplo. El error
de Trotsky fue ver en esto la fuente única de las tendencias a la restauración del capitalismo, que
por lo demás definía como una revolución violenta que conferiría a los directores la posición de
accionistas.
Lo que sucede es que atribuía una importancia exclusiva a la forma jurídica superestructural
de las relaciones de producción, ignorando el problema de su contenido; por ejemplo, escribe:
―Sus dirigentes han traicionado la Revolución de Octubre, pero aún no lo han derrocado. La
revolución tiene una gran capacidad de resistencia, que coincide con las nuevas relaciones de
propiedad‖76
.
Sabemos hoy que el desarrollo del capitalismo (por ejemplo en la URSS) no se reduce a un
regreso a la propiedad privada individual de los medios de producción, que quizá sea su final,
pero que por el momento no es más que un aspecto no esencial. Al contrario, los trotskistas de
hoy que se atienen a las palabras del ―maestro‖, definen a la URSS como un Estado obrero. En lo
que concierne a China, su problemática sigue siendo la de Trotsky. Todo lo que este último dice
concerniente a la URSS les parece aplicable a fortiori [a güevo] a China. Al ser ésta todavía más
pobre que Rusia, la tendencia a la acumulación primitiva, por consiguiente al ―robo‖ de las
masas, debe manifestarse con más fuerza. De ese modo se desarrolla el mismo esquema. No sólo
éste está invalidado por los hechos, sino que además el concepto de ―acumulación socialista
primitiva‖ que se encuentra en su base no es un concepto marxista. Hemos mostrado en el
capítulo 3 que la analogía establecida de ese modo con la acumulación capitalista primitiva no
tiene sentido, ya que el capital es una relación de producción y no una cosa, no cierta cantidad de
dinero, máquinas y bienes. Además, esta analogía contribuye a falsear los problemas e incluso,
de manera paradójica, a justificar ciertos errores de Stalin, ya que éste, en lo esencial, aplicó el
esquema de Preobrazensky en la construcción de la base material del ―socialismo‖ en la URSS.
Lo que los trotskistas no comprenden es que en la medida en que hay ―acumulación
primitiva‖, ella no es socialista.
Hemos visto cuáles eran las raíces económicas de la burocracia según Trotsky. El
subdesarrollo y la pobreza hacen necesarias las desigualdades sociales y eso tanto más cuanto
engendran una fuerte tendencia a la acumulación primitiva. Los burócratas son los que saben
quién debe recibir y quién debe esperar. Imponen la disciplina del trabajo necesaria para un
crecimiento acelerado de la producción y justifican sus privilegios explotando el atraso cultural
del país.
Las raíces políticas de la burocracia son el reflujo revolucionario en Europa después de
1923; el cansancio de una clase obrera rusa diezmada y dispersa después de la guerra civil;
finalmente, los efectos corruptores específicos del poder77
.
Por todas esas razones, Trotsky considera que el fenómeno burocrático era en cierto modo
ineluctable. En efecto, surge de ―la inflexible necesidad de formar y mantener una minoría
privilegiada, en tanto no es posible asegurar la real igualdad‖78
. Por eso, ―las tendencias
burocráticas que sofocan el movimiento obrero deberán también manifestarse en todas partes
después de la revolución proletaria. Pero (…) cuanto más pobre es la sociedad nacida de la
revolución, más severamente debe manifestarse esa `ley' sin concesiones; más debe la burocracia
asumir formas brutales‖79
.
¿Qué haría un partido marxista si llegara a imponerse?
―Cambiaría, purificaría, domaría a la burocracia por el control de las masas‖80
.
Por consiguiente, paliativos más o menos, el reino de la burocracia subsistiría.
Sobre el Trotskismo 65
Trotsky define la dictadura del proletariado a nivel económico y no político: residiría por
entero en la estabilización de los medios de producción. Para él, la construcción del socialismo
no tiene relación con la lucha de clases; es únicamente una cuestión de desarrollo económico.
Esto surge claramente de este pasaje de La revolución traicionada, entre otros:
―Las formas soviéticas de la propiedad fundadas sobre las adquisiciones más recientes de la
técnica norteamericana y extendidas a todas las ramas de la economía darían ya el primer estadio
[etapa] del socialismo‖81
.
Esta concepción se funda en la confusión entre relaciones de propiedad y relaciones de
producción82
. En la medida en que la burocracia mantiene la propiedad colectiva de los medios
de producción, la URSS es un ―Estado obrero‖:
―La dictadura del proletariado ha encontrado su expresión desfigurada, pero incontestable,
en la dictadura de la burocracia‖83
.
Trotsky da cuenta de esta paradoja por medio de la comparación con el bonapartismo. En
1929, piensa todavía (pero ya no por mucho tiempo) que el campesinado será la base social del
bonapartismo, como para Napoleón III:
―El mujik enriquecido o el mujik que no quiere nada salvo enriquecerse (…) es el agente
natural de las tendencias bonapartistas‖84
.
―El problema de Termidor y el bonapartismo es en esencia el problema kulak‖85
.
Pero los hechos rehúsan obstinadamente a plegarse a sus esquemitas. Trotsky caracterizó
muy bien su propio destino al escribir que ―un intelectual pequeño burgués toma como
`herramientas' observaciones fugitivas y generalizaciones superficiales hasta que
acontecimientos mayores lo golpean en la cabeza‖86
.
La expropiación de los kulaks y la colectivización lo golpean en la cabeza y lo obligan a
modificar su análisis del ―bonapartismo stalinista‖, que se transforma entonces en una reacción
contra la presión del ambiente campesino y el cerco capitalista:
―La burocracia soviética está llamada a terminar con el antagonismo entre el proletariado y
el campesinado, entre el Estado obrero y el imperialismo mundial (…) el régimen `personal' de
Stalin (…) es, en último análisis, el producto de una viva lucha de clases entre el proletariado y
la burguesía… La función objetiva del `salvador' es salvaguardar las nuevas formas de propiedad
usurpando la función política de la clase dominante‖87
.
Trotsky afirma así que la burocracia se eleva por encima del pueblo practicando un juego de
péndulo entre las clases antagónicas ―en equilibrio‖. Tampoco aquí hay que pedirle que sea
coherente. En algunos de sus escritos, dice que el proletariado, ante la ofensiva burguesa, está
obligado a poner el Poder en manos de la burocracia; en otros, afirma que es esta última quien
favorece el ascenso de las fuerzas burguesas. Igualmente, Trotsky tampoco sabe muy bien si la
burocracia da rodeos para servir en última instancia al proletariado o para servir a la burguesía
(en el caso del verdadero bonapartismo no cabe ninguna duda). Admite dos variantes:
―Sobre las bases sociales del Estado soviético, el impulso económico y cultural debe socavar
las bases mismas de la dominación burocrática. Está claro que, en el caso de esta variante
histórica feliz, la burocracia no aparece más que como un instrumento –un instrumento malo y
costoso—del Estado socialista‖88
.
Esta tesis explica las esperanzas ingenuas puestas por los trotskistas de la IV Internacional y
por Isaac Deutscher en la ―democratización‖ después del XX Congreso. Elevación del nivel de
vida y del nivel cultural, ¿no es bastante, sobre la base de ―relaciones socialistas de propiedad‖,
para garantizar la marcha hacia la democracia proletaria y el verdadero socialismo? La idea de
Sobre el Trotskismo 66
que la cultura soviética no era quizá totalmente proletaria, no más que las relaciones de
producción reales, no les pasaba por la cabeza.
En La revolución traicionada, Trotsky precisa la otra variante hacia la cual se orientó cada
vez más hacia el final de su vida: si el partido revolucionario no derroca a la burocracia, lo hará
el partido contrarrevolucionario. Si ni uno ni otro se apodera del Poder, la burocracia restaurará
por sí misma el capitalismo en su propio beneficio.
―Inevitablemente tendrá que buscar apoyo en las relaciones de propiedad (…) Los
privilegios que no se pueden legar a los hijos pierden la mitad de su valor. Ahora bien, el derecho
de hacer testamento es inseparable del derecho de propiedad. No basta ser director de trust, hay
que ser accionista‖89
.
Sin embargo, en la misma obra, Trotsky sostiene que la burocracia es ―el instrumento de la
dictadura del proletariado‖ porque ―está obligado a defender la propiedad del estado, fuente de
su poder y de sus ingresos‖90
. ¿Está ―obligada‖ o no está ―obligada‖? El misterio sigue intacto.
Sea como sea, algunos años más tarde aparentemente se produce un nuevo deslizamiento en las
concepciones de Trotsky, ya que declara ―en la URSS, el derrocamiento de la burocracia es
indispensable para preservar la propiedad del Estado‖91
.
Trotsky se obstina por otra parte en hablar de una ―oligarquía bonapartista‖ al mismo tiempo
que de una ―contrarrevolución stalinista‖92
. Ahora bien, el bonapartismo, sea en su forma clásica
analizada por Marx o en su forma fascista, elimina los partidos y el personal político tradicional
de la burguesía, pero gobierna sirviendo los intereses de esa clase. El ―bonapartismo stalinista‖,
al contrario, aunque sea ―el arma histórica de la clase obrera‖, ―clase dominante‖ (sic), sirve a los
intereses del imperialismo, del cual es ―la agencia más preciosa‖93
y ―transforma el orden social
soviético en interés de una minoría privilegiada‖94
. Que entienda el que pueda.
Los frecuentes cambios de opinión de Trotsky sobre la naturaleza del gobierno soviético y
su permanente vaivén conceptual se explican por el hecho de que, mientras pone el dedo (pero
no la mirada) en problemas reales, se muestra incapaz de formularlos correctamente en términos
de contradicciones específicas de la transición al socialismo. Confunde las relaciones de
producción con las relaciones de propiedad, que son su expresión jurídica superestructural.
Aplastando las tres instancias de la formación social (nivel económico, jurídico-político,
ideológico-teórico), define la dictadura del proletariado por la propiedad estatal de los medios de
producción. Si así fuera, el modo de producción asiático, el de las civilizaciones más antiguas de
la Mesopotamia, de Egipto, de Grecia, del Perú, etc., habría sido socialista ―avant la lettre‖; el
Egipto actual sería una dictadura del proletariado95
. Trotsky no ve que, en un país en que el
estado dispone de los medios de producción, la cuestión decisiva es saber quién detenta el Poder.
Al tropezar con la paradoja de una ―dictadura del proletariado‖ en que éste sufre la dictadura,
sale del paso recurriendo tanto a una metáfora médica que subraya el carácter contingente del
fenómeno (¡está ―muy enferma‖ la dictadura!)96
, como a la analogía histórica ilegítima del
bonapartismo, que lo relaciona al contrario con una ―ley sociológica‖.
Ahora bien, bajo este régimen, el Estado está al servicio de la burguesía porque ésta domina
en el plano económico. El proletariado, al contrario, no puede detentar el poder económico más
que a condición de ejercer el poder político. Si pierde este poder, pierde todo.
Sobre este tema, existen textos de Lenin cuyo sentido perfectamente claro fue ocultado
durante medio siglo por las ideologías trotskista, stalinista y jruschovista. El dirigente
bolchevique había subrayado que la única diferencia entre el capitalismo de Estado en Alemania
y el instaurado en la Rusia de 1918 era que, en este último país, ―los obreros detentaban el poder
Sobre el Trotskismo 67
en el Estado‖. Según él, si se combina el capitalismo de Estado según el modelo alemán y ―el
Estado soviético, es decir, proletario…, se obtiene todo el conjunto de condiciones que da el
socialismo‖97
.
Las tendencias al burocratismo que se manifiestan en el seno del aparato del Estado
proletario, es decir, las tendencias de ciertos dirigentes a separarse de las masas, a comportarse
como grandes señores despóticos, a adjudicarse privilegios, reflejan la influencia persistente de
la ideología burguesa que tiende también a desviar la política económica, educativa e
internacional del Estado socialista. Entre los dirigentes que toman así el camino capitalista y los
revolucionarios consecuentes que quieren avanzar hacia el socialismo, se desarrolla una lucha, a
veces latente, a veces abierta, y a veces explosiva. Esta lucha entre las dos líneas, entre los dos
caminos, prosigue sin descanso a lo largo de todo el período de transición al socialismo. En todo
momento, los elementos camuflados de marxista-leninistas que siguen el camino capitalista
pueden usurpar el Poder, o sea, pueden hacer desviar el partido y el Estado en un sentido no
proletario. Esta desviación puede hacerse irreversible y conducir a la restauración del
capitalismo. Por eso, la contradicción principal después de la supresión de la propiedad privada
de los medios de producción es la que opone a las masas revolucionarias con los dirigentes
seguidores del camino capitalista. Si de aspecto principal, las primeras se transforman en aspecto
secundario de la contradicción, la naturaleza de clase del Estado cambia, lo que entraña la
usurpación del Poder por una nueva burguesía. El XX Congreso del PCUS marca un giro
semejante, cuyas causas son evidentemente anteriores.
La Gran Revolución Cultural Proletaria permitió resolver en la práctica y en la teoría el
problema que plantea la prosecución de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado,
liberando la iniciativa de las masas gracias a una amplia democracia, de manera que vigilen los
asuntos del Estado y derroquen a los dirigentes reaccionarios. Se sabe que su última etapa tuvo
por consigna: ―La clase obrera debe ejercer su dirección en todo‖, o dicho de otro modo, no sólo
en las fábricas (lo que ya entraña una lucha) sino también en las instituciones de enseñanza y los
organismos del Partido y del gobierno.
Ahora está claro que el análisis del gobierno soviético desarrollado por Trotsky y fundado
sobre los conceptos de ―centrismo burocrático‖, ―termidor‖, ―bonapartismo‖, no permitía de
ninguna manera sacar a la luz la lucha entre las dos líneas, y por consiguiente, deducir las leyes
del desarrollo de una formación social de transición al socialismo. De manera que todas sus
predicciones las desmintieron los hechos, una después de la otra. Sus epígonos no fueron más
felices. Concentraron el fuego de sus críticas sobre Stalin y colocaron sus esperanzas en Tito o
Jruschov, que les reservaron amargas decepciones. No comprendieron la Revolución Cultural, en
que las masas lucharon con los burócratas, porque hacía estallar en mil pedazos sus moldes
teóricos.
Trotsky y la URSS
A comienzos de la II Guerra Mundial, Trotsky acordó una larga entrevista al Saint Louis
Dispatch (10, 17, 24 de marzo de 1940), en que se le preguntaron si la dictadura del proletariado
significaría el abandono de los derechos civiles (Bill of Rights o Carta de Derechos) de los
Estados Unidos. Él dio la siguiente respuesta:
Sobre el Trotskismo 68
―El socialismo no tendría ningún valor si no aportara no sólo la inviolabilidad jurídica sino
también la plena salvaguardia de todos los intereses de la personalidad humana. El género
humano no toleraría una abominación totalitaria según el modelo del Kremlin. El régimen
político de la URSS no es una nueva sociedad, sino la peor caricatura de la antigua. Con el poder
de las técnicas y los métodos organizativos de los Estados Unidos, con el elevado bienestar que
la economía planificada aseguraría a todos los ciudadanos, el régimen socialista en este país
significaría, desde el comienzo, el desarrollo de la independencia, la iniciativa y el poder creador
de la personalidad humana‖98
.
Éste es un lenguaje adecuado para tranquilizar a los burgueses más conservadores de Saint
Louis (Missouri). No se trata más que de los ―intereses de la personalidad humana‖ (categoría
puramente individual), o del ―género humano‖, género humano que, por una vez unánime y sin
diferencias de clase, condena ―la abominación totalitaria‖, a saber, ―el régimen político de la
URSS‖. Éste, nos dice, no es una nueva sociedad (¡un régimen político que no es una sociedad!),
sino, ―la peor caricatura de la antigua‖. Dicho de otro modo, la dictadura del proletariado que
construye el socialismo es la peor caricatura del capitalismo, con persistencias feudales de la
Rusia zarista. Trotsky va más lejos que Sydney y Beatriz Webb, quienes, en el libro La
decadencia de la civilización capitalista (1923), ya no veían gran diferencia entre el bolchevismo
y el zarismo. Al final de su vida, el padre de la IV Internacional se encontraba con los
anticomunistas más desenfrenados. Abandonando los conceptos marxistas, usaba su lenguaje,
cuya función ideológica está perfectamente definida.
¿Por qué hablar de ―régimen totalitario‖, como lo hace no sólo en la citada entrevista, sino
también, y largamente, en La revolución traicionada (1936)? Para tener la posibilidad de
elevarse por encima de las clases y de confundir en la misma reprobación virtuosa a los Estados
fascistas y los Estados socialistas, ―fenómenos simétricos‖ que ―se parecen de manera
agobiante‖99
. Era halagar al imperialismo norteamericano, que en esa época se oponía a estos dos
tipos de Estado. Según Trotsky, por lo demás, a los Estados Unidos no les faltaba más que la
―economía planificada‖ para que ―todos los ciudadanos‖ gozaran del mayor bienestar. Notemos
que incluso los autores no marxistas como Herbert J. Spiro, o revisionistas como L. Goldmann
reconocen la función ideológica cumplida por la noción de ―régimen totalitario‖, especialmente
en la propaganda de la guerra fría después de 1945:
―Se hicieron tentativas (…) de construir lo que es el colmo de la contradicción: una
`ideología de la libertad'. (…) Se forjó todo un nuevo vocabulario conceptual, cuya clave era el
término `totalitario', que se considera que caracteriza y explica sistemas políticos tan diferentes
como los de la Alemania nazi y la Unión Soviética‖100
.
Hacia el fin de su vida, Trotsky se había aliado con esa ―ideología de la libertad‖, caballito
de batalla de la reacción en la posguerra. Desde 1936, asignaba como principal objetivo a la
revolución que debía derrocar ―al absolutismo burocrático‖, el de reestablecer las libertades,
especialmente las de los ―partidos soviéticos‖101
. Se encuentra en él el germen de esa propaganda
que amalgama fascismo y comunismo cuya expresión más delirante, porque es la más matter of
fact [cotidiana], es la que se encuentra en la introducción del Informe Racliffe sobre la seguridad
nacional de Gran Bretaña (1961). Lord Radcliffe declara:
―Con la finalidad de ser breves, seguimos el uso general y empleamos en toda la obra el
término `comunistas' también para los fascistas‖.
Por cierto, Trotsky no ha llevado la lógica de su posición hasta las últimas consecuencias.
Casi identificó fascismo y comunismo, pero no dio el paso. Los más brillantes de sus discípulos
Sobre el Trotskismo 69
(Rizzi, Burnham, Schachtmann) no tuvieron ese escrúpulo. Sin embargo, surge del artículo
escrito para refutar a Rizzi102
que Trotsky habría adoptado la teoría de este último si hubiera
vivido después de la II Guerra Mundial. Isaac Deutscher resume así el pasaje más significativo
de este texto:
―La puesta a prueba final para la clase obrera, el socialismo y el marxismo, era inminente:
venía con la II Guerra Mundial. Si la guerra no debía conducir a una revolución proletaria en el
occidente, entonces el lugar del capitalismo que se pudría sería, en efecto, ocupado por un nuevo
sistema de explotación burocrática y totalitaria. Y si las clases trabajadoras del occidente debían
apoderarse del Poder [como en Checoslovaquia – K. M.], pero que se mostraban incapaces de
conservarlo y lo abandonaban a una burocracia privilegiada, como lo habían hecho los
trabajadores rusos, entonces sería en efecto necesario admitir que las esperanzas que el marxismo
colocaba en el proletariado habían sido falsas. (…) Sería entonces necesario admitir [es Trotsky
quien habla – K. M.] retrospectivamente que la URSS había sido la precursora de un nuevo
sistema universal de explotación. (…) Si el proletariado debía efectivamente revelarse incapaz de
cumplir su misión (…), sólo habría que reconocer abiertamente que el programa socialista,
fundado sobre las contradicciones internas de la sociedad capitalista, se había disipado como un
sueño utópico‖103
.
Esto está claro, nos parece, y se hace aún más claro si se considera que, a lo largo de este
artículo, Trotsky emplea la expresión ―régimen totalitario‖ para designar por igual al capitalismo
monopolista de Estado y al ―bonapartismo stalinista‖. En estas condiciones, es posible
preguntarse por qué Trotsky llamó hasta el fin a defender incondicionalmente a la URSS. Hay
que ver cómo lo entendía… En un artículo póstumo publicado por Fourth International (octubre
1940), escribía:
―Contra el enemigo imperialista, defenderemos a la URSS con todas nuestras fuerzas. Pero
las conquistas de la Revolución de Octubre no servirán al pueblo más que si éste se muestra
capaz de tratar a la burocracia stalinista como trató antaño a la burocracia zarista y a la
burguesía‖.
¿No es tratar a la ―burocracia‖ como un enemigo de clase? ¿No es aplicar en la URSS el
―derrotismo revolucionario‖ de Lenin en 1914? ¿Dirigir las armas no contra el enemigo externo
sino contra los detentadores del Poder? O bien estas palabras eran sólo charla (lo eran) o bien
Trotsky preparaba el terreno para los futuros reclutadores del ejército Vlassov. Es en este
contexto que conviene replantear el epíteto de hitlero-trotskista, utilizado en ese tiempo por los
comunistas.
Durante la guerra de 1914, Lenin llamaba a los pueblos para que volvieran las armas que las
clases dominantes habían puesto en sus manos contra el poder de esas clases en sus propios
países. Cuando estalla la II Guerra Mundial, Trotsky invitaba a los pueblos de la Unión Soviética
a que ―trataran a la burocracia stalinista como antaño habían tratado a la burocracia zarista y a la
burguesía‖. Piense lo que piense J. J. Marie, es fundamentalmente la misma política104
. Parece
que Trotsky quería derrocar la burocracia con la intención (¡loable, por cierto, en tanto que
intención!) de defender mejor a la URSS, pero imaginar que fuera realizable en esa época el
acceso al poder de la oposición ―bolchevique-leninista‖ sería un delirio. La propaganda
trotskista, aunque tuviera una eficacia cualquiera, no podía más que estimular la oposición al
poder soviético y debilitar su capacidad de resistencia creando divisiones.
Los trotskistas de hoy no ven en la acusación de hitlero-trotskismo un caso típico de
calumnia stalinista ante el cual no tienen palabras bastantes fuertes para expresar su indignación.
Sobre el Trotskismo 70
Ahora bien, los métodos de amalgama de Trotsky eran idénticos a los de su gran enemigo. Luego
del atentado de Siqueiros, escribió una carta al procurador general de México en que acusaba a
todos los partidos comunistas de ser reservas de espías y asesinos a sueldo de la G. P. U.
Además, precisaba lo siguiente: ―…no excluyo la posibilidad de participación de la Gestapo (…)
en la tentativa de asesinato. Hasta cierto punto, la G. P. U. y la Gestapo están relacionadas entre
sí; es posible y probable que, en casos especiales, los mismos agentes estén a disposición de
ambas. (…) Es perfectamente posible que estas dos fuerzas policiales hayan cooperado en el
atentado contra mi persona‖105
. Conclusión: ¡es posible y probable que Siqueiros haya sido un
agente hitlero-stalinista; es posible y probable que los comunistas que aceptan trabajar para los
servicios soviéticos se pongan también a disposición de los servicios alemanes!
Antes dijimos que Trotsky casi había identificado el ―totalitarismo stalinista‖ y el nazismo,
pero a veces el matiz se hace imperceptible. En un artículo titulado ―La doble estrella: Hitler-
Stalin‖ (6 de diciembre de 1939), ¡pretende demostrar que Stalin es el satélite de Hitler! Un poco
más adelante, afirma que en España la finalidad de Stalin había sido ―probar a Londres y a París
que era capaz de eliminar la revolución proletaria de España y de Europa con mucho más
eficacia que Franco y sus aliados‖ (Hitler y Mussolini)106
.
En el momento en que ya había estallado la II Guerra Mundial, tomar como enemigo
principal al PCUS con Stalin a la cabeza, era colocarse del lado de la contrarrevolución. No
había un tercer camino. Merleau-Ponty, cuya simpatía por Trotsky no fue nunca desmentida,
comprobaba que cuando fue muerto, se acercaba el momento en que ―la vida política se le haría
imposible‖107
. Se puede lamentar que la piqueta del asesino haya impedido a la Historia que ella
misma presentara a Trotsky el veredicto de su último fracaso.
La cuestión de Stalin
Los trotskistas, relativamente poco seguros cuando disertan sobre la ―burocracia‖, se sienten, por
el contrario, muy fuertes en su denuncia de Stalin. Es más que un caballito de batalla, es una
razón de ser. A tal punto que necesitan tachar de ―stalinismo‖ a los mismos jruschovistas que
traicionaron el pensamiento del continuador de Lenin y ensuciaron su memoria. Obligados, en el
asunto de la ―casta bonapartista‖, a entregarse a peligrosos ejercicios de funambulismo
seudoteórico, tienen el recurso, en lo que concierne a las invectivas antistalinistas, de remitirse
en gran parte a los especialistas burgueses. Si nos atenemos a lo que declaran, Stalin sería (como
dicen los ingleses) ―el esqueleto en el armario‖ de los maoístas: una cruz que arrastran tratando
de disimularlo bajo los pliegues de su toga de teóricos o en el bolsillo de su overol de
seudoobreros. No se animarían a hablar de él. Que los trotskistas se tranquilicen, ¡hablarán! Son
los únicos que pueden enfrentar este problema desde un punto de vista proletario. Sobre todo,
son los únicos que pueden apoyarse en el pensamiento de Mao Tsetung y las enseñanzas de la
Revolución Cultural, mientras que los trotskistas siguen –en el mejor de los casos– prisioneros
en el horizonte ideológico que tienen en común con Stalin. En el mismo momento en que
pretenden criticarlo, no abandonan el terreno de su problemática, que la práctica revolucionaria
china ha permitido abandonar en más de un punto.
Stalin fue dirigente del movimiento comunista internacional durante cerca de 30 años.
Durante ese período, obtuvo grandes victorias y sufrió algunos fracasos, pero finalmente salió
considerablemente reforzado. De manera que Stalin ha sido blanco de ataques llenos de odio por
Sobre el Trotskismo 71
parte de los enemigos de clase, incluidos los trotskistas. Después de su muerte, los revisionistas
jruschovistas sólo pudieron desembarazarse de los molestos ―dogmas‖ del marxismo-leninismo
(es decir, de sus principios revolucionarios) después de dirigir contra él una campaña de
calumnias, eliminar casi completamente su nombre de los libros de historia y prohibir sus obras.
En esto vemos una presunción más en su favor. Ser atacado por el enemigo no es cosa mala, sino
buena. ¿Significa esto decir que Stalin no cometió errores nefastos para la construcción del
socialismo y para el progreso de la revolución mundial? Algunas personas estiman que la
adhesión al maoísmo implica la defensa de todo lo que Stalin haya podido decir o hacer, y de ese
modo dan armas a los trotskistas y jruschovistas. Incluso cuando admiten de labios afuera que
cometió errores, son más que discretos sobre la naturaleza de éstos y, por así decirlo, nunca los
mencionan. No es éste el punto de vista de los comunistas chinos, que en materia de maoísmo
nos parecen mejores maestros.
Éstos han declarado sin ambigüedades: ―Es necesario criticar, desde una posición justa y con
un método correcto, los errores efectivamente cometidos por Stalin‖. ―Al defender a Stalin, no
defendemos sus errores‖. Lo que no admitieron es el ―repudio total‖ y ―en bloque‖ de Stalin, que
terminaba por tratarlo como a un enemigo. Se rebelaron contra las injurias groseras que Jruschov
volcó contra el compañero de armas y sucesor de Lenin, calificándolo de ―asesino‖, ―criminal‖,
―bandido‖, ―garitero‖, ―déspota del tipo de Iván el Terrible‖, el ―más grande dictador de la
historia de Rusia‖, ―tonto‖, ―idiota‖108
. Mostraron que, calumniando a Stalin, Jruschov
calumniaba al mismo tiempo al PCUS, al pueblo de la Unión Soviética y al movimiento
comunista internacional. Además, ¿cómo se podría hablar de dictadura del proletariado cuando
reina un déspota del tipo de Iván el Terrible? Por lo demás, es evidente que Jruschov, al haber
participado en la dirección del Partido y del Estado en tiempos de Stalin, al haber sido el satélite
y el cómplice particularmente celoso del ―tirano‖, hubiera debido empezar por presentar una
autocrítica profunda en la cual explicara especialmente las bajas adulaciones dirigidas a su jefe,
que aparecen particularmente hipócritas a la luz de su ―cambio ulterior‖109
. No sólo nunca hizo
autocrítica, sino que se atribuyó, sin el menor pudor, méritos que pertenecían a Stalin (por
ejemplo, la bomba atómica y los cohetes). Este último, ya lo veremos, no temía reconocer a
veces que se había equivocado.
―El Partido Comunista de China siempre ha considerado que Stalin cometió en efecto
algunos errores. Estos tienen sus raíces gnoseológicas y socio-históricas. (…) Algunos fueron
errores de principio y otros cometidos en el trabajo práctico; algunos pudieron haberse evitado,
otros eran difíciles de evitar, en ausencia de un precedente que sirviera de ejemplo a la dictadura
del proletariado‖110
.
―Al resolver los problemas en las relaciones con los partidos y países hermanos, cometió
ciertos errores. Además, dio algunos malos consejos en el movimiento comunista
internacional‖111
. (En los capítulos sobre China y Grecia, damos algunos ejemplos.) Recordemos
simplemente que, según los chinos, la influencia de los errores de Stalin se ejerció en China ―a
fines de los años veinte, durante los años treinta, y luego, a principios y mediados de los años
cuarenta‖112
. Esto significa muchos años – tanto da decir a lo largo de la revolución china. ―Sin
embargo, en vista de que las ideas erróneas planteadas por Stalin fueron aceptadas y puestas en
práctica por ciertos camaradas chinos y que los mismos chinos debimos asumir la
responsabilidad por ello, nuestro Partido, en la lucha contra el oportunismo de `izquierda' y de
derecha, siempre se limitó a criticar a nuestros camaradas que habían cometido errores y nunca
echó la culpa a Stalin113
. No exigimos sino que los camaradas que habían cometido errores los
Sobre el Trotskismo 72
corrigiesen. En caso de que no lo hiciesen, se podía esperar que los comprendiesen gradualmente
a través de sus experiencias prácticas (…) En nuestra opinión, como se trata de contradicciones
en el seno del pueblo‖114
.
En los textos que consagraron a la cuestión de Stalin, los chinos indicaron que era un
revolucionario y no un contrarrevolucionario; que era un amigo, no un enemigo. Es una
respuesta de principio que liquida el problema en lo esencial, pero que no sustituye a una
investigación histórica profunda. Sólo la expansión de la lucha revolucionaria del pueblo
soviético creará las condiciones de semejante investigación, sin la cual no se puede disponer de
los elementos que se requieren para dar una respuesta definitiva sobre Stalin. Por eso, los chinos
dicen: ―El problema de Stalin es un problema de importancia mundial (…) A lo que parece, no se
podrá alcanzar en este siglo una conclusión definitiva sobre este problema. Sin embargo, en el
seno de la clase obrera internacional y de los pueblos revolucionarios, la mayoría sostiene en
realidad un criterio común; desaprueba la total negación de Stalin y venera su memoria más y
más. Lo mismo ocurre incluso en la Unión Soviética‖116
.
Éste es un hecho que algunas personas encuentran asombroso y que debería inducirlos a
reflexionar. Incluso los observadores occidentales se sintieron impresionados por los aplausos
que surgen espontáneamente en la URSS durante la proyección de viejos noticieros, cuando
aparece durante una fracción de segundo una imagen de Stalin que haya escapado a las tijeras del
censor117
. En las condiciones que actualmente reinan en la URSS hay que ver en esto verdaderas
manifestaciones políticas que reflejan un sentir muy extendido en la Unión Soviética, como se
puede comprobar discutiendo con la gente del pueblo. Su punto de vista difiere grandemente del
que priva entre los burócratas, tecnócratas y otros miembros privilegiados de la inteligentsia, que
frecuentan preferentemente los diarios extranjeros. En Georgia, la población se ha manifestado
con violencia contra la denuncia de Stalin en el XX Congreso. Como la policía se solidarizó con
ella se debió llamar a tropas no georgianas para reprimir los disturbios de manera sangrienta.
Una indicación suplementaria de la impopularidad de la denuncia de Stalin es el hecho de que
Jruschov no haya publicado su informe secreto al XX Congreso, mientras que lo comunicó bajo
cuerda a sus amigos del otro lado del Atlántico.
En el mundo entero, el florecimiento de las luchas revolucionarias está acompañado de un
nuevo interés hacia los escritos de Stalin. Claude Rov informa que un militante del Partido
Pantera Negra respondió a una de sus preguntas leyéndole pasajes de Los fundamentos del
leninismo, de Stalin, y del Libro Rojo, de Mao118
.
Como se verá mejor aún a continuación, los chinos critican todo lo que es criticable en
Stalin y subrayan que los revolucionarios desaprueban no la crítica sino el repudio total de este
dirigente del movimiento comunista internacional. Su argumentación gira alrededor de esta idea:
Stalin no era un enemigo, sino un gran revolucionario marxista-leninista, que por cierto cometió
errores, pero permaneció junto al pueblo en las opciones fundamentales: defensa de la dictadura
del proletariado, eliminación de los kulaks y los ―nepmen‖, construcción de una poderosa
economía socialista, apoyo a la revolución mundial, salvaguardia del marxismo-leninismo. Por
eso ―comparados sus méritos y sus errores, pesan más los primeros que los últimos‖119
.
El problema no es saber si se lo debe condenar o rehabilitar en bloque. Alrededor de este
problema se enfrentan en la URSS autores que son más bien polemistas que historiadores120
. Se
trata en cambio de hacer un balance de la experiencia histórica de la dictadura del proletariado en
la URSS y de apreciar sobre esa base el papel de su principal dirigente, procediendo de manera
analítica, cuidándose de rechazar todo so pretexto de que algunos errores fueron graves.
Sobre el Trotskismo 73
Mao Tsetung nos ha dado un ejemplo de este método analítico, que se niega a ―extraer
conclusiones simplistas, absolutamente afirmativas o absolutamente negativas‖:
―La línea de la dirección central durante el período comprendido entre la IV Sesión Plenaria
y la Reunión de Tsunyi, debe ser analizada en sus dos aspectos: por un lado, hay que indicar que
la táctica política, la táctica militar y la política de cuadros seguidas durante ese período por la
dirección central del Partido eran esencialmente erróneas, y, por el otro, es preciso señalar que en
problemas fundamentales como la oposición a Chiang Kai-shek y la necesidad de la revolución
agraria y de la lucha del Ejército Rojo, no había divergencias entre nosotros y aquellos
camaradas que cometieron errores‖121
.
Se ve que, desde mucho antes de escribir Sobre el tratamiento correcto de las
contradicciones en el seno del pueblo, Mao no confundía éstas con ―las contradicciones entre
nosotros y el enemigo‖. Al contrario, la crítica trotskista y jruschovista de Stalin sigue, en este
punto como en tantos otros, prisionera del marco ideológico que ha engendrado los errores de
este último.
Los trotskistas rechazan la apreciación que los chinos hacen de Stalin. Según ellos, hay que
hablar de sus ―crímenes‖, no de sus ―errores‖. El estado soviético, cuya cabeza era, sería
entonces un enemigo del proletariado. Pero los marxistas no conocen más que enemigos de clase.
Ahora bien, la burocracia no es una clase para los trotskistas. Entonces, se enredan en
contradicciones inextricables. Su embarazo se hace extremo cuando se ven obligados a reconocer
no sólo los éxitos en la construcción del socialismo, sino también la solidaridad activa que
relacionaba a la URSS en tiempos de Stalin con los movimientos revolucionarios del mundo,
todos ―stalinistas‖, como por casualidad. Por cierto, ya lo hemos dicho, se cometieron errores,
pero los trotskistas se niegan a admitir que es posible que decisiones cuyas consecuencias fueron
desastrosas no provengan de la mala voluntad.
Semejantes posiciones conducen a conclusiones absurdas. El Estado Mayor del Ejército
Rojo (incluido su jefe Tujachevsky): tres mariscales, 27 generales, 20.000 oficiales, fueron
ejecutados o deportados por connivencias con los hitleristas. Hoy sabemos que Stalin había
montado una maquinación y el presidente Benes había sido un cómplice inconsciente. Es él
quien comunicó a Stalin un informe elaborado por sus servicios secretos, en que se deducía la
traición de los dirigentes militares soviéticos. Los nazis estaban en el origen de estas
―informaciones‖, pero los checoslovacos las creían auténticas. León Blum declaró que había sido
informado de las relaciones entre Tujachevsky y los agentes hitleristas desde fines de 1936122
. Es
verosímil que el estadista francés tuviera las mismas fuentes de Stalin y les hubiera dado crédito
como él.
No se ve qué interés podían tener Stalin y la burocracia para liquidar, en vísperas de la
guerra, al comando del Ejército Rojo, ni por qué habrían dejado a éste en un estado de falta
general de preparación en el momento de la agresión hitlerista123
. Tales ejemplos carecen de
explicación si partimos de los intereses particulares de la burocracia o de la voluntad de poder de
Stalin. Es forzoso admitir que se trata de errores, que por lo demás el mismo Stalin reconoció en
cierta medida. Éste declaró, durante una recepción para festejar la victoria del 24 de mayo de
1945:
―Nuestro gobierno cometió muchos errores. Hubo, en los años 1941-1942, situaciones
desesperadas, cuando nuestro ejército debió batirse en retirada (…) Cualquier otro pueblo habría
dicho a su gobierno: `Ustedes no satisficieron nuestras expectativas, váyanse…' Pero el pueblo
ruso no hizo eso. (…) ¡Muchas gracias al pueblo ruso por esa confianza!‖124
.
Sobre el Trotskismo 74
Algunas personas no comprenden que al mismo tiempo se puede reconocer la gravedad de
los errores de Stalin y afirmar que son secundarios en relación con sus méritos. Para verlo con
más claridad, consideremos la actitud de Lenin con relación a Bebel y a Rosa Luxemburg. Esta
última criticó con virulencia a Lenin a propósito del centralismo democrático, tomando partido
de los mencheviques contra él. Después de la Revolución de Octubre, dirigió críticas injustas a
los bolcheviques por su política de acordar la autodeterminación a las naciones oprimidas del ex
imperio zarista y de distribuir las tierras a los campesinos. Por lo demás, cometió errores teóricos
de alguna consideración en la obra La acumulación del capital. Bebel, por su parte, a veces dio
pruebas de un oportunismo bastante repugnante. Se encuentran ecos de ese oportunismo en la
correspondencia de Marx y Engels concerniente a los programas de Gotha y de Erfurt. Sin
embargo, Lenin consideraba a los dos como ―grandes comunistas‖. Cuando, después de su
muerte, los revisionistas trataron de agrandarse rebajándolos, Lenin los apostrofó en estos
términos: ―Puede suceder que las águilas desciendan más bajo que las gallinas, pero nunca las
gallinas podrán elevarse tan alto como las águilas‖125
.
En efecto, cuando el proletariado de Berlín se rebeló en enero de 1919, los revisionistas
dirigieron la represión contrarrevolucionaria, mientras que Rosa Luxemburg se alineó de
inmediato junto a los trabajadores. A las órdenes del ministro socialdemócrata Noske, los
soldados asesinaron a ella y a Karl Liebknecht. Decir que, en Rosa, los méritos superaban a los
errores, es afirmar que se mantuvo del buen lado de la barricada durante las batallas decisivas.
No hay que razonar de otro modo cuando se trata de Stalin.
En la URSS, se llamó la denuncia de Stalin ―crítica del culto a la personalidad‖. No era más
que un eufemismo, cuya función era disimular, poner fuera de la vista los verdaderos problemas.
Lo que ha dañado a la URSS y al movimiento comunista internacional no es la exaltación a
ultranza de una personalidad. Llamar al estudio de Marx y Lenin, afirmar que eran gigantes del
pensamiento, nunca hizo mal, muy por el contrario. Lo que hay que incriminar en primer lugar
son los errores cometidos en la construcción del socialismo, en la resolución de las
contradicciones de la sociedad soviética y en las relaciones con los partidos y países hermanos.
Los jruschovistas se contentaron con criticar las violaciones de la legalidad socialista y al
principio de la dirección colegiada.
Incluso los revisionistas como Togliatti vieron los límites y el carácter equívoco de la
denuncia jruschovista de Stalin. Togliatti dijo:
―Nos limitamos en sustancia a denunciar, como causa de todos los males, los defectos
personales de Stalin. Nos quedamos en el campo del culto a la personalidad. Antes, todo el bien
se debía a las cualidades positivas, sobrehumanas, de un hombre. Actualmente, todos los males
se deben a los defectos excepcionales e incluso asombrosos de ese mismo hombre (…) Los
verdaderos problemas (que hacen a las causas que condujeron a la URSS) a cierta forma de
degeneración, se nos escapan‖126
.
Evitando caer en el culto de la personalidad a toda costa que denuncia Togliatti, debemos
cuidarnos del error inverso, que se podría llamar economista o sociologista – el que consiste en
buscar la explicación última de los errores de Stalin, como lo hacen los trotskistas, en el
subdesarrollo económico de la URSS en sus orígenes, en la destrucción y dispersión parciales de
su clase obrera a consecuencia de la guerra civil. China era aún menos desarrollada que Rusia y
su clase obrera menos numerosa. Los intereses particulares de la casta burocrática no bastan
tampoco para explicar el fenómeno. Stalin luchó a su modo contra los burócratas y los
representantes de la burguesía en la capa privilegiada soviética no pudieron usurpar todo el poder
Sobre el Trotskismo 75
hasta después de su muerte. El nudo de los errores de Stalin no se sitúa a nivel jurídico-político
(explicación jruschovista o togliattista), ni a nivel de la base socioeconómica (explicación
trotskista), sino a nivel ideológico-teórico. Después de la conquista del poder político y de la
socialización de los medios de producción, este nivel se transforma en el terreno estratégico
donde se decide todo. Va de suyo que las condiciones históricas y sociales en las cuales debió
actuar Stalin representaron un papel bastante determinante para hacer seguros algunos de sus
errores inevitables, mientras que otros no lo eran, en el sentido en que un dirigente como Lenin
no habría caído en ellos. En cuanto a mostrar cómo de fondo estos efectos en la superestructura
los determinó la base económica, no puede ser más que producto de investigaciones futuras que
las esquematizaciones trotskistas no podían suplir.
Sin embargo, es posible dar algunas indicaciones sobre el problema. Lenin centró
deliberadamente las fuerzas bolcheviques en las ciudades para organizar a la clase obrera. Ésta
proporcionó el grueso de las tropas que permitieron la toma del Poder. El reclutamiento en el
campo después de la victoria no podía atraer más que a campesinos acomodados, más instruidos
y ambiciosos. La implantación de células comunistas fue bastante rala en el campo. A punto tal,
que en el momento de la colectivización, fue necesario apoyarse en grupos de obreros enviados
al campo. Al estar el Partido, por razones históricas, más o menos aislado de la mayoría de la
población (los campesinos pobres y medios), sus dirigentes no podían aplicar correctamente el
centralismo democrático, la línea de masas, en el seno del pueblo y en el seno del Partido (una
cosa no va sin la otra). La situación en este sentido se agravó brutalmente en el momento de la
colectivización que fue, en gran medida, forzada. Ahora bien, sin línea de masas, no puede haber
dirección justa. Recordemos que, según Lenin, la caída del partido bolchevique era inevitable si
la alianza entre el proletariado y el campesinado se rompía. (Cf. supra, p. 39, nota del capítulo
34). La evolución ulterior del PCUS mostró que los temores de Lenin eran por demás fundados.
Los chinos establecieron claramente las causas inmediatas de los errores de Stalin. Dicen
que ―en la lucha tanto dentro como fuera del Partido, a veces y en algunos problemas, Stalin
confundió dos categorías de contradicciones de distinto carácter, esto es, contradicciones entre
los enemigos y nosotros y contradicciones en el seno del pueblo, y confundió los métodos
diferentes para resolverlas. En la labor de liquidar a los contrarrevolucionarios, efectuada bajo la
dirección de Stalin, se castigó con justicia a un gran número de contrarrevolucionarios que se lo
merecían; pero, al mismo tiempo, se sentenció equivocadamente a algunos inocentes y se
cometió en 1937 y 1938 el error de ampliar el radio de la represión‖127
.
Dado que, en efecto, Stalin cometió errores numerosos y graves, sería verdaderamente
paradójico que, entre los obreros que fueron al campo o a la muerte no hubiera militantes
auténticamente revolucionarios. ¿Es posible que éstos no manifestaran sus desacuerdos? Claro
que no, ya que la sumisión servil no es propia de un revolucionario. Por lo demás es
incontestable que nadie podía desarrollar una crítica sistemática de los errores de Stalin sin que
la represión se abatiera sobre él.
Sucedió incluso que personas que estaban lejos de ser enemigos y que nunca se habían
opuesto a Stalin, lo mismo hayan sido blanco de la represión. Se encuentra un ejemplo al
respecto en el número del 11 de noviembre de 1963 de Pekín Informa, en que Anna Louise
Strong relata sus tribulaciones en la URSS cuando en 1948 pidió autorización para ir a China, a
invitación del Presidente Mao Tsetung:
―Durante cinco meses, pedí mi visa de salida. Luego, en el momento en que llegaban amigos
chinos que asegurarían mi viaje, los rusos me detuvieron como `espía' y me expulsaron vía
Sobre el Trotskismo 76
Polonia. Durante mis cinco días de prisión, me pregunté dónde había puesto los pies. Nunca lo
supe‖.
Cuando hicieron el balance de la experiencia histórica de la dictadura del proletariado sobre
la base del pensamiento de Mao Tsetung, los comunistas chinos sacaron a la luz la otra fuente de
los errores de Stalin, cuyo ―defecto reside en que no reconoció en la teoría el hecho de que a lo
largo de todo el período histórico de la dictadura del proletariado, existen las clases y la lucha de
clases, y que no está definitivamente resuelta la cuestión de quién vencerá en la revolución; en
otras palabras, si todo esto no se soluciona en forma adecuada, existe la posibilidad de un retorno
de la burguesía‖128
.
En su informe presentado al VII Congreso de los Soviets, el 25 de noviembre de 1936, sobre
el proyecto de constitución de la URSS, Stalin declara: ―Todas las clases explotadoras han sido,
pues, suprimidas‖ y que entre la clase obrera, la clase campesina y los intelectuales, las
contradicciones económicas y políticas ―desaparecen, se borran‖129
. Por eso ―el proyecto de la
nueva Constitución de la U. R. S. S. parte de la premisa de que en la sociedad no hay ya clases
antagónicas; de que la sociedad se compone de dos clases amigas: la de los obreros y la de los
campesinos‖130
.
En el informe al XVIII Congreso del Partido Comunista (bolchevique), el 10 de marzo de
1939, Stalin dijo, categórico: ―La peculiaridad de la sociedad soviética actual (…) estriba en que
en ella no existen ya clases antagónicas, hostiles; las clases explotadoras han sido liquidadas, y
los obreros, los campesinos y los intelectuales que constituyen la sociedad soviética viven y
trabajan en colaboración fraternal‖131
.
En 1952, Stalin parece haber renunciado a su convicción según la cual la sociedad soviética
ofrecía la imagen de una armonía estable y acabada. En Los problemas económicos del
socialismo en la URSS escribió:
―Las nuevas relaciones de producción son la fuerza principal y decisiva que determina
precisamente el desarrollo continuo, y poderoso, de las fuerzas productivas (…) Claro que las
nuevas relaciones de producción no pueden ser ni son eternamente nuevas, comienzan a
envejecer y a entrar en contradicción con el continuo desarrollo de las fuerzas productivas‖.
Si se ignoraran esa contradicción, como lo hace Yaroshenko, ―las nuevas relaciones de
producción comienzan a perder el papel de motor principal de las fuerzas productivas y se
transforman en su freno‖132
.
Desgraciadamente, tales consideraciones, justas pero abstractas y por lo demás tardías, no
bastaban para desenmascarar a individuos como Jruschov, que ya habían usurpado el poder en
ciertos sectores. Es que las relaciones de producción de las que aquí habla Stalin no tienen
necesariamente un carácter de clase, ya que, tanto en la comunidad primitiva como en la futura
sociedad comunista, ―para producir, los seres humanos contraen determinados vínculos y
relaciones‖133
. De la misma manera, surge claramente del contexto que las contradicciones a las
que alude Stalin no tienen un carácter de clase.
El hecho de que Stalin ignorara las contradicciones que podían surgir en el seno del pueblo y
negara la persistencia de la lucha de clases en el socialismo, no impedía que estos dos tipos de
contradicciones existieran. De manera que se encontraba confrontado con una realidad que no
podía pensar científicamente. Sin embargo, tenía que enfrentar la dificultad de un modo u otro.
La solución que le dio surgía necesariamente de sus presupuestos. Dado que las contradicciones
no eran contradicciones entre el pueblo y sus enemigos de clase y tampoco contradicciones no
Sobre el Trotskismo 77
antagónicas en el seno del pueblo, no podían ser interiores a la sociedad soviética y debían
resultar del cerco capitalista.
En Por una formación bolchevique (3 de marzo de 1937), Stalin enuncia lo que le parece
obvio: ―Los Estados burgueses deben despachar hacia la Unión Soviética dos o tres veces más
saboteadores, espías, agentes de divergencia y asesinos de los que envían a cualquier Estado
burgués‖. Explica que ―los zinovievistas y los trotskistas... se han transformado en una agencia
de espionaje, provocación y terror de la Gestapo...‖134
.
―Restauración del capitalismo, liquidación de los koljoses y los sovjoses...
desmembramiento de la Unión Soviética, Ucrania entregada a los alemanes y la provincia
marítima a los japoneses... sabotaje, provocación, terrorismo individual contra los dirigentes
soviéticos, espionaje en provecho de las fuerzas fascistas nipo-alemanes, tal es la plataforma
política del trotskismo actual... Se comprende que semejante plataforma, los trotskistas no podían
menos que ocultarla al pueblo, a la clase obrera. Y no la ocultaban sólo a la clase obrera, sino
también a las masas de trotskistas, y no sólo a la masa de trotskistas, sino también al equipo
dirigente trotskista‖135
.
Queda por explicar, ya que prácticamente nadie estaba al corriente, ¿con quién podía contar
Trotsky para explicar semejante programa? Pero dejémoslo, ya que no estamos para una paradoja
más o menos. Más adelante, Stalin caracteriza a los trotskistas en general como ―una banda de
saboteadores, de agentes provocadores, de espías, de asesinos a sueldo de los servicios de
espionaje extranjeros‖136
.
Si estos criminales no son ni dirigentes trotskistas, ni miembros, ni siquiera simpatizantes,
¿en qué sentido se puede decir que son trotskistas? El texto que citamos nos deja con nuestra
perplejidad.
Stalin admite que los ―saboteadores trotskistas‖ son una pequeña cantidad en relación con
los bolcheviques y con las masas que los sostienen. ―Pero, dice, para construir la Dnieprostroi, se
necesitaron decenas de miles de obreros. Mientras que, para hacerla saltar, quizá sólo serían
necesarias algunas decenas de hombres‖137
.
Conclusión: ―Hay que hacer de modo que no haya en absoluto saboteadores trotskistas en
nuestras filas‖138
.
Como había subrayado además al principio del informe que ―el trabajo de sabotaje, de
espionaje y de provocación de los Estados extranjeros, incluidos los trotskistas (…) ha tocado
más o menos casi todas nuestras organizaciones, tanto económicas como administrativas y del
Partido‖139
, sus auditores debían entender su discurso como una exhortación a descubrir al o a los
saboteadores, asesinos, etc., que se disimulaban en su organización140
. No se trataba, por
supuesto, de dejar escapar ni uno concediéndole el beneficio de la duda, ya que sería demasiado
peligroso. Tampoco se trataba de juzgar a la gente por sus actos. Sería el colmo de la ingenuidad:
―Un verdadero saboteador debe mostrar, de vez en cuando, éxitos en su trabajo‖141
y ―los
saboteadores por lo común eligen, para su principal acto de sabotaje, no el tiempo de paz, sino la
víspera de guerra o el tiempo de guerra mismo‖142
.
Dicho de otro modo, si se tienen éxitos en el trabajo, es una prueba de que se es un
saboteador particularmente hábil y por lo mismo tanto más peligroso; más vale detenerse en
seguida, antes de tener tiempo de cometer el ―principal acto de sabotaje‖.
Al ser el enemigo un criminal de derecho común, era la policía quien se encargaba de él y le
hacía revelar por métodos firmemente persuasivos los nombres de los que lo había reclutado y de
los que él mismo había reclutado. Por este procedimiento de matemática simple, el número de
Sobre el Trotskismo 78
arrestos creció según una curva geométrica. Lo que significó ―ampliar el radio de la represión‖
no es un secreto para nadie. Incluso en vida de Stalin, las fuentes soviéticas oficiales contenían
indicaciones bastante claras sobre los campos de trabajos forzados. El ―código del trabajo
forzado‖ estaba disponible en su versión en inglés desde 1936, en Londres. En 1949, las
publicaciones soviéticas oficiales hablaron de 127.000 detenidos que quedaron en libertad
después de la terminación del canal de Moscú al Volga143
. Los yacimientos de hulla de Vorjuta,
de Karaganda, y Tuguska, empleaban generalmente este tipo de mano de obra. En cuanto a las
condiciones de arbitrariedad administrativa que presidía su ―reclutamiento‖, surgen claramente
de los mismos textos legislativos rusos. Éstos autorizan la deportación de ciudadanos soviéticos
durante la investigación, sin juicio y sin límite de tiempo144
.
En 1938, Stalin declaró en el informe ante el XVIII Congreso: ―No se puede afirmar que la
depuración se llevara a cabo sin serios errores. Por desgracia, hubo más errores de lo que se
hubiera podido suponer. Es indudable que no emplearemos más el método de la depuración en
masa‖145
.
Stalin tiene sin duda su mérito al hacer así su autocrítica, pero, además de caer en litote, se
refiere a la purga del partido de 1933-1936 y no a los arrestos masivos de 1936-1938. Sobre este
último punto, Stalin reconoció ciertos errores, implícitamente y por actos. Yezhov, que había
dirigido la purga de 1936-1938, fue detenido y su reemplazante, Beria, hizo liberar a numerosas
personas injustamente encarceladas.
Es así que, bajo Stalin, se redujo a una sola las diferentes contradicciones rigurosamente
analizadas por Mao Tsetung: la que oponía el pueblo soviético a los espías, saboteadores y
asesinos enviados por los países capitalistas. Para resolverla, también un solo método: la
represión policial. La base del partido y las grandes masas no intervenían en esta lucha más que
para aprobar las medidas tomadas146
.
Sin embargo, en uno de sus discursos Stalin se acercó a una clara inteligencia de las
contradicciones con las que se encontraba confrontado:
―No se puede decir que la política del Partido no haya tropezado con contradicciones. No
sólo la gente atrasada que evita siempre lo que es nuevo, sino también muchos miembros de
nuestro Partido, han tironeado de manera sistemática al Partido hacia atrás y se han esforzado por
todos los medios posibles para ponerlo en el camino capitalista `habitual' de desarrollo. Todas
estas maquinaciones de los trotskistas y los elementos de derecha dirigidos contra el Partido,
toda su `actividad' de sabotaje de las medidas de nuestro gobierno no tuvieron más que un solo
fin: hacer vana la política del Partido y frenar la obra de industrialización y colectivización‖147
.
Stalin admite aquí que debió luchar contra adversarios políticos y no solamente contra
criminales de derecho común, pero no extrae ninguna consecuencia teórica o práctica.
De todos modos, al ―ampliar el radio de la represión‖, se provocó un gran derroche de
recursos humanos que hace que suene raro el título de El hombre, el capital más precioso. En los
campos soviéticos, no se hacía nada para reeducar ideológicamente a los internos. Su función era
puramente represiva. Se usaba el derecho común para maltratar a los políticos y los más
irreductibles entre éstos a menudo eran ejecutados. Mediante la cual, Stalin podía proclamar ante
el XVIII Congreso ―la liquidación definitiva de los residuos de las clases explotadoras‖148
.
De manera que el Estado de dictadura del proletariado no se conservó más que para asegurar
la defensa del país contra los imperialistas:
―La explotación ha sido suprimida, ya no existen explotadores y no hay a quién aplastar (…)
En cuanto a nuestro Ejército, nuestros organismos punitivos y nuestro servicio de
Sobre el Trotskismo 79
contraespionaje, éstos no apuntan ya hacia el interior del país, sino hacia el exterior, contra los
enemigos exteriores‖149
.
Se puede decir, en consecuencia, que Stalin preparó el camino para la teoría del Estado de
todo el pueblo de Jruschov.
Por eso, este último se vio obligado a acusar a Stalin de un error exactamente inverso. En el
informe secreto ante el XX Congreso, Jruschov declaró:
―El informe de Stalin ante la plenaria de febrero-marzo del Comité Central en 1937 (…)
intentó justificar en el plano teórico la política de terror de masas, so pretexto de que cuanto más
se avanza hacia el socialismo, más debe intensificarse la lucha de clases‖150
.
En el libro antichino titulado La cuestión china, Garaudy invoca una vez más como una
verdad histórica esta leyenda inventada por Jruschov, pretendiendo con insolencia que una
consigna de Lin Piao ―se da (sic) por fundamento ideológico la pretendida `ley de Stalin', según
la cual la lucha de clases se agrava después de la toma del Poder y del advenimiento del
socialismo, en proporción al éxito obtenido‖. ―El creciente poder del estado soviético aumenta la
resistencia de los últimos residuos de las clases agonizantes‖, decía Stalin (Balance del primer
plan quinquenal, enero de 1933); y denuncia ―ese falso principio que causó tantos desastres en el
Partido y en el Estado en la Unión Soviética‖151
.
Garaudy comete aquí dos errores (para ser caritativos y no decir ―mentiras‖).
1. Nunca los chinos invocaron como fundamento ideológico la ―ley de Stalin‖, de la que
habla Garaudy.
2. Stalin no sólo dijo, no pareció decir, que la lucha de clases se agrava ―después del
advenimiento del socialismo en proporción al éxito obtenido‖. También dijo lo contrario.
La frase citada por Garaudy concierne a la situación justo después de la expropiación de los
kulaks y se refiere a los últimos (y por eso más violentos) sobresaltos de los residuos de esa clase
moribunda. Algunos años más tarde, ésta ya había expirado, según Stalin, así como las otras
clases explotadoras.
El informe al que Jruschov alude se titula Por una formación bolchevique y acabamos de
citarlo extensamente para mostrar que Stalin pensaba lo contrario de lo que le hace decir el
―teórico‖ del XX Congreso. En él se encuentra, es cierto, el siguiente pasaje:
―Cuanto más avancemos, más éxitos obtendremos y cuanto mayor sea la furia de los
residuos de las clases explotadoras derrotadas más rápidamente recurrirán a las formas de lucha
más aguda, más dañarán al Estado soviético, más se aferrarán a los procedimientos de lucha más
desesperados, como al último recurso de hombres destinados a su pérdida.
―No hay que perder de vista que los residuos de las clases deshechas en la URSS no están
solos. Se benefician con el apoyo directo de nuestros enemigos más allá de las fronteras de la
URSS‖152
.
¿Hay que concluir que Stalin se contradice? No lo creemos. Este pasaje concuerda
perfectamente con todos los otros que hemos citado, a condición de que se quiera colocarlo en el
conjunto del informe que le confiere su verdadera significación.
Según Stalin, liquidaron a las antiguas clases dominantes ―como clases‖, ya que se suprimió
la base económica de la explotación del hombre por el hombre. Los individuos que eran sus
agentes subsisten sin embargo en estado de ―residuos‖. Están sostenidos desde el exterior (cerco
capitalista). Al mismo tiempo, no tienen un papel autónomo, sino que constituyen una de las
―reservas‖ de saboteadores, asesinos, espías trotskistas (la otra reserva se recluta en el
extranjero). A principios de 1937, Stalin lanza un llamado con miras a la eliminación de todos
Sobre el Trotskismo 80
esos elementos criminales y un año más tarde (como acabamos de verlo), se cree en condiciones
de proclamar su ―liquidación definitiva‖.
De manera que una de las principales fuentes de lo que se ha convenido en llamar los errores
de Stalin no es, como lo dicen Jruschov y Garaudy, la creencia en el agravamiento de la lucha de
clases a medida que se refuerza el Estado socialista, sino exactamente lo contrario: el
desconocimiento de la lucha de clases y de las formas concretas que se reviste en el socialismo.
Por eso Stalin no ve enemigos que hay que derrotar política e ideológicamente con la
movilización revolucionaria de las masas, sino sólo espías, asesinos, saboteadores que
corresponden a la policía y a los tribunales. No podía impedir en esas condiciones que fueran
alcanzados falsos saboteadores que eran verdaderos comunistas, mientras que accedían a los
puestos claves del Estado falsos bolcheviques, que eran verdaderos arribistas del tipo de
Jruschov153
.
Se comprende ahora por qué Jruschov, sus acólitos y sus sucesores se vieron obligados a
atribuir a Stalin posiciones erróneas, exactamente inversas a las que efectivamente había
defendido.
No podían reconocer la lucha de clases en el socialismo, la posibilidad de la restauración
capitalista si las masas no están movilizadas para hacer la revolución y defender la dictadura del
proletariado, o reestablecerla en todos los sectores en que los dirigentes seguidores del camino
capitalista han usurpado el poder. ¿Podían mantenerse un solo día si se instaurara una amplia
democracia, si los 240 millones de soviéticos se transformaran en 240 millones de críticos? No
hay nada que los grandes señores revisionistas teman tanto como la revolución cultural. La
condena de los métodos de Stalin tiene por finalidad asegurar a la capa dirigente un mínimo de
seguridad y estabilidad. Al mismo tiempo, necesita propagar una ideología que afirme la
extinción de la lucha de clases para disfrazar el desmantelamiento de la dictadura del
proletariado y la restauración del capitalismo que ha efectuado. A fin de sentar sólidamente su
dictadura, la nueva burguesía como la antigua, necesitar pretender que su Estado representa el
interés general. En nombre de este último, se puede liquidar a los que se rebelan. Las masas son
desarmadas completamente en lo ideológico; el marxismo-leninismo pierde todo alcance
revolucionario práctico y de ese modo se asegura la perennidad del sistema. Tal es la función de
esta quimera teórica: ―el Estado de todo el pueblo‖.
Los revisionistas franceses deberían explicarnos cómo es que el Estado soviético de todo el
pueblo pudo invadir a Checoslovaquia. ¿No dijo Marx que un pueblo que oprime a otro no
podría ser libre?
Cuando se considera el conjunto de los errores de Stalin, uno se pregunta: ¿cómo fueron
posibles semejantes cosas, y bajo la dictadura del proletariado? La respuesta a esta pregunta
condiciona la que demos al problema de la degeneración de este poder en despotismo
jruschovista, en dictadura de una nueva burguesía.
Sobre este punto, igualmente, los comunistas chinos fueron muy claros. El revisionismo
jruschovista, que emprendió la restauración del capitalismo en la URSS, no salió íntegramente
armado del XX Congreso. Se había preparado el terreno bajo Stalin:
―Después del establecimiento de las relaciones de producción socialistas, la Unión Soviética
no llevó a cabo seriamente una revolución cultural proletaria. La ideología burguesa inundaba el
país en escala cada vez mayor, corrompía las mentes y desintegraba las relaciones de producción
socialistas de modo difícilmente perceptible. Después de la muerte de Stalin, el grupo
Sobre el Trotskismo 81
revisionista de Jruschov se tornó aún más desenfrenado en el modelar contrarrevolucionario de la
opinión pública‖.
El XX Congreso y la eliminación en junio de 1957 del pretendido ―grupo antipartido‖
fueron etapas decisivas de este proceso.
―Al poco tiempo subvirtió la dictadura del proletariado, dando un golpe de estilo `palaciego'
con el cual usurpó el Poder en el partido, las fuerzas armadas y el Gobierno‖154
.
La revolución cultural, que se desarrolla en el dominio de la superestructura, era impensable
en tiempos de Stalin, entre otras razones porque para él carecía de objeto. En El marxismo y los
problemas de la lingüística, planteó como un principio del materialismo histórico que la
superestructura desaparece con la base económica que la ha engendrado155
. Ahora bien, creía que
―se ha realizado en lo fundamental la primera fase del comunismo, el socialismo‖ en la URSS,
incluso antes de 1936, como lo declaró en el informe sobre el proyecto de constitución156
.
Ya que admitimos que Stalin cometió numerosos errores graves que contribuyeron a crear la
base del revisionismo jruschovista, ¿debemos reconocer coraje y lucidez a los que lo condenaron
públicamente mientras vivía? No lo creemos así, por las siguientes razones.
El proletariado no tenía necesidad de una denuncia moralizante de la que eran capaces los
burgueses, sino de un análisis científico revolucionario. Ahora bien, Trotsky compartía las
premisas teóricas de dónde surgían los errores de Stalin. ¿Cómo podría hacer una crítica válida?
Ambos reducían la construcción del socialismo al desarrollo de las fuerzas productivas
materiales; negaban que pudiera haber burguesía sin propiedad privada de los medios de
producción; ignoraban la diferencia entre la contradicción antagónica entre el pueblo y el
enemigo y la no antagónica en el seno del pueblo. Se situaban en el mismo terreno, planteaban
los mismos falsos problemas, sólo divergían en las respuestas. Para uno, el enemigo era la
―burocracia bonapartista‖; para el otro, los ―agentes enviados por el cerco capitalista‖.
En La revolución traicionada, Trotsky invoca numerosos hechos exactos relativos a los
procesos, los campos, etc., pero los hechos no hablan por sí mismos; si no, ¿qué necesidad habría
de una ciencia? Los anticomunistas decían las mismas ―verdades‖ que Trotsky y en ellos esas
―verdades‖ justificaban el anticomunismo. Ernest Mandel nos ha replicado, durante un debate,
que la diferencia residía en que los publicistas burgueses nunca criticaron la desigualdad. ¡Qué
ingenuidad! Arthur Koestler, entre otros, se indignó en El Yogi y Comisario a propósito de las
enormes disparidades de los ingresos en la URSS. Los voceros ideológicos de la reacción
siempre consideraron como buena ley reprochar a los revolucionarios por no conformar su
práctica a sus principios. Isaac Deutscher mismo reconoce que La revolución traicionada fue una
mina de argumentos para los ―sovietólogos y propagandistas de la guerra fría‖157
. Igual que estos
últimos, los trotskistas no pueden valerse de su lucidez precoz frente a Stalin, ya que les faltaban
las primeras condiciones (indisociables) de una crítica fundada: la práctica revolucionaria y una
teoría científica. Se puede decir lo mismo de las otras categorías de oponentes.
Horrorizados por la represión violenta y policial de toda opinión crítica, aun cuando se
refiera a las contradicciones en el seno del pueblo, numerosos intelectuales inestables y cuadros
desengañados denunciaron el ―stalinismo‖, pero cayeron más aquí del marxismo al adoptar un
punto de vista moralizante y humanista158
. Reclamaban una libertad por encima de las clases, por
consiguiente, de hecho, libertad para la burguesía de oprimir ideológica y políticamente a los
obreros. Merleau-Ponty se burlaba, a imitación de Trotsky, de los ―intelectuales en retiro‖, la
―liga de las esperanzas fallidas‖, pero exigía de ellos que trataran de ―trazar, pese a todo, un
camino para el humanismo de todos los hombres‖159
. En realidad, sólo el proletariado podrá, al
Sobre el Trotskismo 82
liberarse a sí mismo, liberar a toda la humanidad. No es abandonando la perspectiva de la
revolución y de la dictadura del proletariado que se podrá ―trazar un camino para el humanismo
de todos los hombres‖. El interés de ―todos los hombres‖ seguirá siendo un disfraz hipócrita de
los intereses burgueses, mientras que subsistan las clases y la sociedad no haya realizado el
tránsito a la fase superior del comunismo.
Si estos intelectuales traicionaron, no es de ningún modo por haber criticado tal política o a
tal dirigente, sino por haberse encontrado frente al pueblo del otro lado de las barricadas. No
todos tomaron conciencia de ese cambio de su posición de clase y la mayoría no lo quiso. Sin
embargo, era ineluctable, no sólo porque no existe un tercer camino, sino también por otra razón
que rara vez se sospecha: incluso los mejores de entre ellos, los que habían participado en la
lucha revolucionaria en puestos de responsabilidad, eran sólo funcionarios del Partido. Una vez
separados de ese aparato, se encontraban aislados de las masas, porque nunca habían estado
unidos a ellas. Era posible no seguir servilmente a Stalin en sus errores sin degenerar en enemigo
de clase, a condición de permanecer unido a las masas, aprender junto a ellas para servir al
pueblo y promover su interés fundamental, la revolución liberadora. Eso es lo que hicieron Mao
Tsetung y sus camaradas, que no siempre estuvieron de acuerdo con la dirección de su partido o
de Stalin. Mientras que se consagraban a rectificar en la práctica los errores de estos últimos, se
cuidaron de formular juicios definitivos y de pronunciar sobre ellos condenas públicas,
estimando que eso no podría más que suscitar la escisión y servir al enemigo sin ofrecer ninguna
utilidad para el pueblo.
Sin embargo, es cierto que bajo Stalin la posición de los intelectuales, incluso la de los que
se esforzaban por asimilar el materialismo dialéctico, no fue exactamente confortable. Por una
parte, percibían más o menos confusamente (a través de sus efectos) los errores de Stalin de que
acabamos de hablar. Por otra parte, eran más particularmente sensibles a ciertas desviaciones en
el plan de la política proletaria con respecto a las ciencias y la cultura que Stalin no había podido
evitar, por más grande marxista-leninista que fuese160
. Que se piense especialmente en las
ineptas críticas dirigidas contra la relatividad, la cibernética y la genética clásica después de
1945. En esa ocasión hubo una confusión entre las teorías científicas, inatacables como tales, y
las interpretaciones filosóficas que pretendían deducir de ellas los sabios y filósofos
reaccionarios deseosos de hacer pasar su carga idealista con una envoltura científica garantizada.
Stalin y Zhdanov cayeron en esa trampa que Lenin supo denunciar en Materialismo y
empiriocriticismo. Lysenko, que se beneficiaba con su apoyo aunque sus concepciones fueran de
lo más discutibles, pudo reducir a sus críticos a silencio durante la sesión extraordinaria de la
Academia de Ciencias Agrícolas de agosto de 1948, declarando que el Comité Central había
―examinado y aprobado‖ su informe (!). Después de la muerte de Stalin, Jruschov acudió
apresuradamente en su apoyo (especialmente en abril de 1957) y renovó las muestras de apoyo
oficial, que necesitaba enormemente después del costoso fracaso de las tentativas de sembrar,
conforme a sus consejos, trigo de invierno en Siberia.
Mitchurin y su discípulo Lysenko pretendían desarrollar la teoría de Darwin, pero su
doctrina era de hecho un avatar de lamarckismo. Concedían un lugar indebido a las explicaciones
finalistas y negaban la lucha por la vida en el seno de una misma especie (en particular vegetal).
Afirmaban sobre todo la herencia de los caracteres adquiridos bajo la influencia del medio
ambiente y rechazaron la diferencia entre el germen y el soma. Esta enseñanza no era
materialista dialéctica y se hicieron los avances de la ciencia siguiendo otro camino. Nuestro
conocimiento cada vez más profundo de los cromosomas y de los genes, los grandes
Sobre el Trotskismo 83
descubrimientos de la biología molecular, especialmente la del ADN, dejan entrever hoy la
posibilidad concreta de modificar según nuestras necesidades el patrimonio hereditario de las
especies. No se obliga a la naturaleza más que obedeciéndola.
Todavía en 1962, Garaudy alababa a Lysenko por haber planteado ―esa idea fecunda de
transportar el transformismo al plano experimental‖161
. En realidad, entre los ―trabajos‖ de
Lysenko y los futuros descubrimientos del transformismo experimental hay la misma relación
que entre las transmutaciones de elementos que pretendían realizar los alquimistas y las que
intervienen en una pila atómica o un acelerador de partículas.
A raíz de la controversia alrededor del mitchurinismo, sabios comunistas como Haldane (en
Inglaterra) o Prenant (en Francia) fueron alejados del Partido y en consecuencia degeneraron más
o menos.
En China, al contrario, el Comité Central nunca resolvió con su autoridad un debate entre
científicos que se refiera propiamente a su competencia y Mao Tsetung ha criticado a aquellos de
sus camaradas que ―en la labor científica y cultural, se inmiscuyen en asuntos en los cuales no
deberían intervenir‖162
.
Al intervenir en el debate de 1947, Zhdanov subrayó, con razón, la necesidad del punto de
vista de clase y del espíritu de partido en la filosofía. Desgraciadamente, al mismo tiempo no
previno de manera suficiente en contra de una lectura inmediatamente política (por consiguiente
simplista y no dialéctica) de las contribuciones a las ciencias y las artes, sin consideración de los
criterios propiamente científicos o estéticos. Fue en esa época que se extendió el concepto
erróneo que distinguía una ―ciencia burguesa‖ y una ―ciencia proletaria‖. Como si no fuera
evidente que las ciencias de la naturaleza tomadas en sí mismas pueden servir tanto a una como a
otra clase por igual, que ambas se interesan por igual en las leyes de la naturaleza a fin de
dominarla. En 1950, Stalin puso fin a sus errores enunciando, sobre el objeto de la lingüística,
esta verdad generalizable (a fortiori) para los objetos de otras ciencias:
―La lengua como medio de comunicación entre los hombres en la sociedad sirve igualmente
a todas las clases de la sociedad y manifiesta en este sentido una especie de indiferencia por las
clases. Pero (…) las clases están lejos de ser indiferentes hacia la lengua‖163
.
Recordó también que ―no hay ciencia que pueda desarrollarse y prosperar sin una lucha de
opiniones, sin libertad de crítica‖, porque ―esta regla (había sido) ignorada y pisoteada sin
cuidado‖164
.
Los trotskistas y los revisionistas se unieron para acusar a los comunistas chinos de ser
―stalinistas‖, no en el sentido en que esto es efectivamente cierto, sino por atribuirles la voluntad
de ―imponer a los demás partidos el orden, la ideología y la moral, las formas y método de
dirección, que florecieron en el período del culto a la personalidad‖165
. Ahora bien, la refutación
más radical de estos métodos se encuentra en la práctica del Partido Comunista de China y los
escritos de Mao, especialmente en el que se titula Sobre el tratamiento correcto de las
contradicciones en el seno del pueblo. Mao dice: ―Con el pueblo, por el contrario, se emplean
métodos democráticos y no coercitivos, es decir, se le garantiza su participación en las
actividades políticas‖, que así podrá educarse a sí mismo, que hay que resolver las divergencias
―empleando métodos democráticos – discusión, crítica, persuasión y educación‖, que es deseable
criticar inclusive al marxismo166
. Está claro que, en todos estos puntos, Mao toma la actitud
contraria en las concepciones y sobre todo en la práctica en vigor en épocas de Stalin. El
principio ―tratar la enfermedad para salvar al paciente‖ ¿no se opone acaso al de curar la
enfermedad matando al paciente, que fue tácitamente aplicado en tiempos de Stalin a raíz de la
Sobre el Trotskismo 84
confusión entre los métodos que pueden ser necesarios cuando hay desacuerdo entre camaradas o
hermanos de clase?
Cuando Mao escribe que ―frente a cualquier cosa, los comunistas tienen siempre que
preguntarse el porqué y utilizar su propia cabeza para examinar minuciosamente si corresponde a
la realidad y si está bien fundada; no deben en absoluto seguir ciegamente a otros ni preconizar
el servilismo‖167
, está enunciando un principio que parece totalmente nuevo a los que militaron
largo tiempo en partidos educados por Stalin. Piensen: ¡ejercer el espíritu de crítica con respecto
a las decisiones de las instancias dirigentes del Partido!
En una palabra, Stalin no aseguró la participación colectiva del pueblo en la actividad
política. La facilidad con la cual los jruschovistas usurparon el Poder no tiene otra explicación.
Mao Tsetung combatió siempre las tentativas de introducir en China las concepciones
soviéticas concernientes al ejército o el partido en su funcionamiento interno y sus relaciones con
las masas.
El Ejército Rojo soviético conocía la disciplina, pero no la democracia. Se instituyeron
privilegios materiales exorbitantes en beneficio de los oficiales, sobre todo los generales. Las
condecoraciones refulgentes, los uniformes recamados de oro, los redobles de tambor y otras
mascaradas contribuían a glorificar a los grados superiores y colocarlos por encima de los
soldados rasos. Se exaltaba el recuerdo de los estrategas del feudalismo zarista, los Suvarov,
Kutuzov, etc. Los factores que se consideraban esenciales eran el material militar y la
competencia técnica, no la conciencia política proletaria. Los militares no participaban en el
trabajo productivo. En esas condiciones, el Ejército Rojo se parecía demasiado a un ejército
burgués para corresponder a su concepto.
Durante diez años, bajo la influencia soviética, el Ejército Popular de Liberación chino se
conformó a este modelo, pero desde 1960 volvió a la tradición de Yenán para ser un verdadero
ejército del pueblo. Para ello, había que hacer lo opuesto a las concepciones que habían
prevalecido antes.
Stalin tenía tendencia a creer que, en la elaboración de la línea política, se debía partir de los
jefes para volver a los jefes. Mao coloca el acento de modo totalmente diferente: hay que partir
de las masas para volver a las masas. Lo que significa especialmente que el partido está bajo el
control de las masas y no lo contrario.
Para reforzar la vigilancia ante los actos clandestinos del enemigo, Stalin había instituido las
―relaciones ideológicas‖ y un sistema de vigilancia que, lejos de desenmascarar a los arribistas,
en los hechos les dio nuevas oportunidades para deshacerse de los ―intrusos‖ por medio de
chismes y soplonaje. Se supone que con tales medios, los individuos como Jruschov lograran
escalar a los altos niveles del Partido. Cuando Liu Shao-chi y su lugarteniente An Tse-wen
introdujeron estos métodos de Moscú en China en los años 1940, Mao se les opuso.
Con la Gran Revolución Cultural Proletaria, las novedosas enseñanzas de Mao arrasaron con
una máxima fuerza y claridad y se transformaron en un huracán que barrió las viejas ideas,
costumbres y fetiches. Esta revolución sin precedentes lanza los rayos de su ideología
emancipadora por todo el mundo. Ha cambiado profundamente nuestra concepción del
socialismo, que solía llevar la marca de la experiencia soviética con todos sus elementos
negativos sin someterla a ninguna crítica y que, en un sentido, antes no se podía criticar.
Sobre el Trotskismo 85
5. Degeneración revisionista o revolución cultural
La posición trotskista
Los discípulos de Trotsky quieren permanecerle fieles en el problema de la naturaleza de la
URSS y de los otros países revisionistas, como si nada hubiera cambiado en más de 30 años.
Ahora bien, su posición sobre este problema siempre fue extremadamente avergonzante, confusa,
contradictoria. Aún en 1929, Trotsky creía que la base social de Termidor, definido como
―contrarrevolución‖ y ―transferencia del poder a manos de otra clase‖ (cf. infra, p. 200) era el
kulak. El problema de Termidor y del bonapartismo, decía, es en esencia el problema del kulak.
Según él, ―el mujik enriquecido o que trata de enriquecerse (…) es el agente natural de las
tendencias bonapartistas‖. (Cf. supra, p. 140). Stalin, del cual Trotsky pensaba que iba a preparar
la restauración del capitalismo (―un Kerensky al revés‖), expropió a los kulaks contra todas las
contradicciones de nuestro ―profeta‖ y éste debió abandonar el método marxista de analizar el
contenido de clase de una política. Las clases en el sentido en que las entendía, no existían ya en
la URSS. Para su gran perplejidad, las tendencias bonapartistas se habían impuesto a la
desaparición de su ―agente natural‖, el kulak.
En La Internacional comunista después de Lenin, escrito en 1929, Trotsky todavía razonaba
a veces como un marxista. Declara que el ―aparato del partido‖ ―aterroriza al núcleo proletario
del partido‖ y se pregunta; ¿sería el terror de la dictadura del proletariado? No, ya que se dirige
contra el partido, contra los intereses del proletariado. ¿Es entonces la presión y el terror de otras
clases? Es evidentemente así, ya que no existe presión en el dominio social que se ejerza fuera de
las clases (ob. cit., p. 88).
Aparentemente, para Trotsky, después de 1929, la burguesía rural (los kulaks) que ejercía su
terror sobre el proletariado por intermedio del aparato del partido pierde el poder (no se sabe
cómo) y este último es ejercido por la burocracia en tanto que ―arma histórica de la clase obrera‖
(?!). Volviendo sobre este problema al fin de su vida, en La Cuarta Internacional y la URSS,
Trotsky reconoce que ―la burocracia (está) indisolublemente ligada a la clase económicamente
dominante‖1. Habría que agregar que la burguesía sigue siempre los intereses de esa clase. Pero
entonces, ¿qué dicen los trotskistas actuales? ¿Los obreros rusos serían hoy ―la clase
económicamente dominante‖? La cuestión es la siguiente: ¿cómo, en un país donde los medios
de producción están estatizados, podría el proletariado ser ―económicamente dominante‖ si no lo
es políticamente?
En una entrevista concedida poco antes de su muerte, Trotsky declaraba esto: ―Acusamos a
la banda dirigente de haberse transformado en una nueva aristocracia que oprime y roba a las
masas... La inmensa burocracia devora la parte del león de un ingreso nacional modesto‖2.
Las chinos hablan de una ―nueva burguesía‖; ¿por qué la expresión ―nueva aristocracia‖
(¿feudal?) sería más adecuada? ¿Cómo hay que calificar a un país industrializado donde una
(nueva) burguesía explota (o roba) a las masas, si no de capitalista? La respuesta de Trotsky y de
los trotskistas es que en rigor la burocracia no explota a los trabajadores, sino que los roba en
tanto es una capa parasitaria, como lo hace la Iglesia, por ejemplo. Pero ésta siempre formó parte
integrante de las clases poseedoras. Se sabe que hoy el Vaticano es una gran potencia capitalista,
lo mismo que antaño la Iglesia poseía más tierras que el rey y los nobles. La Iglesia, incluso
Sobre el Trotskismo 86
cuando no posea tierras ni capitales, explota a los trabajadores participando en la redistribución
de la plusvalía. Volvemos así a la cuestión planteada más arriba: ¿quién posee colectivamente los
medios de producción en la URSS, los trabajadores o bien lo que llamamos la nueva burguesía y
que los trotskistas llaman la burocracia? ¡Como una comparación no es razón, no se puede
considerar que Trotsky haya resuelto el problema comparando la burocracia a la Iglesia, a un
tumor o al lumpenproletariado!
En la primera conversación, Trotsky afirmó que ―la liquidación de la propiedad privada de
los medios de producción es la tarea histórica central de nuestra época y garantizará el
nacimiento de una sociedad nueva y más armoniosa‖3. Lo menos que se puede decir, es que se
hacía ilusiones y que esta ―garantía‖ no era tan segura. Si no, ¿cómo explicar que los obreros
polacos se hayan visto obligados a rebelarse contra la intensificación de su explotación y que
haya sido necesario ametrallarlos desde tanques y helicópteros para someterlos?
La esposa de Trotsky, Natalia Sedova, acabó adoptando una posición más clara y más
coherente que los partidarios dogmáticos de su difunto marido: consideraba al gobierno soviético
como ―un capitalismo de Estado‖4.
Los trotskistas niegan el carácter capitalista de los países de Europa del Este ligado a la
usurpación del poder por una burguesía de Estado que explota y oprime a los trabajadores.
Examinemos su argumentación, tal como está desarrollada en las tesis adoptadas por el XI
Congreso de la IV Internacional. Tomando como ejemplo a Yugoslavia, afirman que los
partidarios de la tesis según la cual el capitalismo estaría restaurado ahí, ―aplican (…)
concepciones reformistas al revés, puesto que no ha habido manifiestamente una
contrarrevolución social (…), ya que el partido en el Poder (…) sigue siendo el mismo‖5.
Es retomar un viejo argumento de Trotsky, negando (antes de admitirlo) que haya habido un
Termidor en la URSS6.
―Termidor, decía éste, no significa un período de reacción en general (…), indica una
transferencia del Poder a manos de otra clase. (…) Termidor fue una guerra civil en la cual los
sans-culottes fueron vencidos. ¿Alguien puede pensar (…) que el Poder puede pasar de las
manos del proletariado ruso a las de la burguesía por medios pacíficos?‖ Semejante concepción
de Termidor no es más que el reformismo con el traje al revés.
Algunos años más tarde, Trotsky debía demostrar exactamente lo contrario, a saber, que
Termidor significa un período de reacción en general…, y así sucesivamente.
Sea como sea, el argumento es verdaderamente curioso, argumento según el cual el partido
en el Poder sigue siendo el mismo después de depuraciones repetidas, masivas y feroces,
especialmente cuando la ruptura con el Cominform. Por lo demás, la historia ofrece el ejemplo
de numerosos partidos cuya naturaleza de clase ha cambiado en ausencia de toda depuración. En
cuanto a la necesidad de una contrarrevolución social (violenta), sin duda habría que admitirla
para que las antiguas clases poseedoras volvieran al Poder, no para que se formaran otras
nuevas.
Las tesis del IX Congreso prosiguen en estos términos:
―Para los marxistas, no hay capitalismo sin clase burguesa en el Poder, en el sentido
económico del término. No hay clase burguesa sin apropiación privada de los medios de
producción y del producto social excedente‖.
Ante todo es erróneo afirmar que ―no hay capitalismo sin clase burguesa en el Poder‖. Bajo
la NEP, el capitalismo subsistía, aunque la burguesía no estuviera en el Poder. Por otra parte, los
Sobre el Trotskismo 87
trotskistas dicen: ―en el sentido jurídico‖, ya que es únicamente en este sentido que la nueva
burguesía yugoslava no se apropió a título privado de los medios de producción.
Pero sobre todo, los trotskistas no ignoran que, además de la burguesía de Estado, existen en
ese país industriales que poseen empresas que emplean hasta 500 obreros, que el capitalismo se
desarrolla en el campo, que la especulación comercial y la especulación sobre tierras
(especialmente en las regiones turísticas) hacen furor, que el monopolio por parte del Estado del
comercio exterior fue abandonado para mejor provecho de los empresarios; en una palabra, que
Yugoslavia, como decía un periodista norteamericano, es ―el paraíso de la libre empresa‖.
Lanzarnos a un análisis de la política exterior de Yugoslavia nos llevaría demasiado lejos.
Una cosa es cierta: el gobierno estadounidense sabía lo que hacía cuando le acordó una ayuda
que ascendía a varios miles de millones de dólares.
Un artículo de Le Monde habla de ―la extraña alianza de los capitalistas extranjeros y la
autogestión en las empresas yugoslavas‖7. Extraña, en efecto, si se toma la ―autogestión‖ por
dinero contante y sonante. ¿Podría ser que la gestión capitalista y la gestión obrera hicieran
buenas amigas? No somos bastantes reformistas como para creerlo. En realidad, la ―autogestión‖
significa apenas más que la ―participación‖. Deja a los obreros sin defensa frente a los que
detentan el poder efectivo a nivel de la empresa y al del Estado, de donde la ola de huelgas (arma
última) que estalló en 1966 y 1967, como lo reconocen las tesis que criticamos.
Si los obreros fueran amos en las empresas, no harían huelga contra sí mismos. Si fueran los
amos del Estado, no se expatriarían por cientos de miles para venderse como esclavos
asalariados en los mercados de Alemania y Francia. Sólo una burguesía compradora puede
rematar las riquezas de un país abriendo ampliamente la puerta a las inversiones imperialistas a
las que se garantiza la transferencia de sus ganancias y la repatriación del capital.
En el círculo de Paul Yancovich, encontramos esta frase sublime: ―Los medios oficiales
estiman que no corresponde siquiera garantizar al inversionista extranjero contra los llamados
riesgos políticos, porque la empresa yugoslava ya es una empresa social y en consecuencia no se
puede nacionalizar‖. Dicho de otro modo, ahora que hicimos la revolución, nuestro país ofrece
una seguridad absoluta para la explotación capitalista. De una sola vez, los dirigentes yugoslavos
afirman y niegan el socialismo en su país. Este mismo argumento, que al dirigirse a los
inversionistas extranjeros constituye una confesión sin artificios, sirve también para engañar a
los obreros. Ante la menor reivindicación, nuestros ―ortodoxos‖ los apostrofan preguntándoles
qué más necesitan: ―¡El Estado les pertenece, las empresas les pertenecen!‖. Se puede contar con
los trotskistas para aplaudir esta mistificación. Sin embargo, deberían saber a qué atenerse sobre
el ―camino yugoslavo‖ hacia el ―socialismo‖, ese modelo original, no stalinista, etc. Se puede
caracterizar como una economía entregado enteramente a las leyes del mercado, es decir, a la
anarquía capitalista con crisis cíclica y un cortejo de quiebras y despidos. Hay 300.000
desocupados sobre 4 millones de asalariados no agrícolas. Los especuladores tienen rienda
suelta. El Estado exporta mano de obra e importa capitales a fin de que el pueblo sufra una doble
explotación a manos del capital imperialista, en el interior como en el exterior del país. Las
empresas emiten obligaciones para aumentar su capital. Los bancos convierten los depósitos de
los particulares en préstamos a las empresas y dan un interés del 7%. Sin embargo, los trotskistas
se rehúsan a extraer las conclusiones que imponen los hechos. Repiten: ―La clase obrera no ha
sido derrotada‖. Si no ha sido derrotada, entonces está en el Poder, ¿y cómo conciliar eso con
todo lo que sabemos de la sociedad yugoslava y de la política de Belgrado?
Sobre el Trotskismo 88
Después de haber calificado a los maoístas de reformistas, los trotskistas modifican un poco
su argumentación acusándolos de ―derrotismo‖. Gritan: ―Afirmar que el capitalismo ya se está
restaurando sin resistencia masiva del proletariado, es proclamar la derrota antes de librar la
batalla y dar pruebas de derrotismo‖8.
Sin duda es triste reconocer que hubo una derrota sin batalla, pero como decía Renan:
―Podría ser que la verdad fuera triste‖. Por ahora, son los trotskistas quienes propagan el espíritu
de capitulación. Distraen de la lucha por el Poder a los obreros yugoslavos, asegurándoles que
nunca lo han perdido.
La base social de la restauración capitalista
Durante todo el período de transición del capitalismo al socialismo, prosigue la lucha entre el
camino capitalista y el camino socialista. A cada momento y sobre cada problema, la dirección
del Partido y del Estado, la de las instancias subordinadas y hasta los individuos, se encuentran
ante la elección entre los dos caminos. La victoria del socialismo no está asegurada de una vez
para siempre; es el producto de un combate sin descanso, una creación continua. Todo
relajamiento de la vigilancia de los revolucionarios proletarios deja el campo libre a las
tendencias revisionistas y acarrea una involución.
La contradicción principal de todo este período es la que opone las masas revolucionarias
con los dirigentes seguidores del camino capitalista. Es una contradicción de clase.
Algunas personas no conciben la existencia de clases sin propiedad privada individual de los
medios de producción: no es un punto de vista marxista. Marx no identificó nunca relaciones de
producción y relaciones de propiedad. Las primeras siguen reproduciéndose después de la
estatización de los medios de producción. Por eso, ―Lenin tuvo que recordar a Bujarin que la
estatización no era la socialización‖9. La división entre clases conserva su base en las relaciones
de producción durante un largo período después de la toma del Poder por el proletariado, ya que,
como indicaron ―los fundadores del socialismo científico, la desaparición del capitalismo no (…)
coincide con la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción sino con la
desaparición del salario‖10
. Por ahora, ―toda afirmación sobre las clases también debe incluir una
afirmación sobre la lucha de clases‖11
. En otras palabras, el principal criterio de la pertenencia de
clase no es el ser, ni el origen, sino la posición de clase. Ahora bien, después de la expropiación
de los antiguos explotadores, subsisten ―elementos sociales caracterizados por su posición de
clase‖12
, que trabajan para la restauración del capitalismo y se crean otros nuevos. Estas fuerzas
sociales son:
a) Los antiguos explotadores, de los que Lenin decía que ―mucho después de la revolución,
conservan aún una serie de ventajas reales: (…) el dinero, (…), hábitos de organización y de
gestión, el conocimiento de todos los `secretos' de la administración‖.
b) Los nuevos elementos burgueses engendrados por el ambiente pequeño burgués. Lenin
hablaba del ―océano de la pequeña producción‖ que amenazaba con sumergir la economía
socialista antes de la terminación de la colectivización. Incluso después de ésta, el campesinado
permanece mucho tiempo aferrado a las formas individuales de la producción.
La persistencia de las relaciones comerciales combinadas con una organización inadecuada
de la distribución determina la aparición, en los intersticios del sistema socialista, de nuevos
elementos burgueses que se entregan a diversos tráficos y especulaciones.
Sobre el Trotskismo 89
c) Los cuadros dirigentes degenerados seguidores del camino capitalista. La mayoría de los
cuadros del Partido Comunista ocupan puestos de responsabilidad en el aparato del Estado. Estos
funcionarios pueden aislarse de las masas, sentirse superiores y volverse autoritarios. Pueden
degenerar orientándose hacia la promoción, prestigio personal y ventajas materiales que les
otorga su ―papel en la organización social del trabajo‖. Por las exigencias y la racionalidad de su
departamento ante problemas particulares y con el tiempo los deslices hacia categorías sociales
no proletarias, pueden perder de vista el conjunto: el que subordina todo a la marcha hacia el
socialismo, a la revolución.
Indicando las necesidades de la división técnica del trabajo, estas autoridades, so pretexto de
eficacia y de productividad, reprimen la iniciativa creadora de las masas en la producción. Se
esfuerzan por perpetuar la división entre cerebros que piensan sin trabajar y brazos que trabajan
sin pensar.
Las fuerzas sociales que hemos mencionado tienen aliados en el espíritu del pueblo:
costumbres, usos, hábitos, concepciones legadas por la sociedad capitalista. La expresión
concentrada, la esencia de esas supervivencias ideológicas, es el individualismo, el egoísmo, la
búsqueda de la ventaja personal.
Al decir esto, no reclamamos un suplemento de ―moralina‖ hacia la cual Marx no ocultaba
su desprecio. La consigna de la Revolución Cultural de ―combatir el egoísmo y criticar el
revisionismo‖ es una consigna de lucha ideológica cuyo alcance político es incontestable. El
egoísmo lleva a reproducir estructuras institucionales que perpetúan los privilegios y la
dominación de una minoría. Antes de la Revolución Cultural, muchos estudiantes chinos se
imaginaban que al ser ―letrados‖, serían llamados para funciones dirigentes. Consideraban su
carrera como la recompensa debida a su trabajo universitario y despreciaban a los que no habían
adquirido el mismo saber libresco. Así, el egoísmo y la ambición personal insuflan una nueva
vida a las concepciones heredadas del pasado, que se transforman en revisionismo cuando se
adornan con oropeles ―marxistas‖. La nueva burguesía en formación se apoya en esta ideología
para reorganizar la sociedad en función de sus intereses. Se puede concluir que es imposible
construir una economía y relaciones sociales auténticamente socialistas si no se crea un nuevo
hombre que ponga ante todo el interés colectivo. Se obtiene un resultado contrario si se pretende
estimular el ardor para el trabajo apoyándose en el espíritu de lucro y ampliando
desmesuradamente el abanico de los salarios, como se hizo en la URSS, lo que conduce a dividir
a los obreros y no a unirlos. De este modo, la ideología burguesa encuentra una nueva base
social. Sus avances disimulados destruyen las nacientes relaciones de producción socialistas.
No es posible luchar contra la ideología burguesa recurriendo sólo a medidas administrativas
y policiales. Éstas permiten suprimir únicamente su expresión abierta, pero en los hechos la
dejan marchar de modo subterráneo en el espíritu de las masas. La única arma eficaz es la
refutación marxista-leninista, apoyada con hechos y la participación de las masas en las luchas
ideológicas. En la URSS, so pretexto de ―dictadura‖, se prohibía prácticamente a las masas
ocuparse de política, criticar y derrocar a los malos dirigentes, lo que en los hechos facilitó la
transformación de la dictadura del proletariado en dictadura de la burguesía.
El pueblo educado en la ideología de la sumisión servil a las autoridades, agobiado por el
sentimiento de su impotencia, desviado de la cosa pública y de la política hacia la persecución de
intereses privados, siente la opresión, se resiste pasivamente a ella, pero no puede movilizarse
para combatirla de manera consecuente dada la ausencia de una vanguardia organizada. Es un
pueblo dividido, atomizado, como un montón de arena Además, como los dirigentes revisionistas
Sobre el Trotskismo 90
han desacreditado el comunismo a los ojos de las masas, éstas no tienen defensa ante la
propaganda reaccionaria difundida por el cerco capitalista y sus aliados del interior, disfrazados o
no.
Los dirigentes seguidores del camino capitalista que han triunfado sobre la dirección del
Partido expulsan de éste a los militantes fieles a la dictadura del proletariado. Toleran que bienes
colectivos sean desviados hacia fines especulativos, al mismo tiempo que intensifican la
explotación de la masa de los trabajadores en provecho de una pequeña capa de privilegiados.
Favorecen la acumulación del ahorro ofreciendo tasas de intereses elevados (por consiguiente,
rentas sin trabajo)13
, y lanzan reformas económicas que restauran el libre funcionamiento del
mercado, la autoridad y autonomía de los jefes de empresa, etc.
En la forma que tomó en Yugoslavia la restauración del capitalismo, sólo subsiste la
propiedad estatal de los principales medios de producción, pero las leyes de funcionamiento de la
economía son ahora las mismas leyes del modo de producción capitalista, tal como fueron
formuladas por Marx, Engels, Lenin:
– el mercado como regulador de toda la economía;
– la ley de los precios de producción de libre circulación de los capitales (compra y venta
libre de los medios de producción por las empresas);
– la ley de la ganancia como motor de la producción;
– la existencia de un ejército industrial de reserva (desocupación);
– las crisis económicas, los movimientos espontáneos de las inversiones.
En particular, la aparición de la desocupación (la supresión del derecho al trabajo) es la
prueba irrecusable de que los medios de producción están separados de los productores, de que el
proletario, o mejor aún, su fuerza de trabajo, volvió al estado de mercancía, juguete de las
fluctuaciones del mercado, que enriquece a los que la comandan (―enajenación‖). Mientras tanto,
la dictadura del proletariado dio lugar al ―Estado de todo el pueblo‖, transparente máscara de una
nueva opresión de clase. La burguesía siempre presentó su reino como el de la razón universal y
el interés general. La nueva burguesía de los países revisionistas no es una excepción.
Charles Bettelheim anuncia un libro sobre la restauración del poder de la burguesía en la
URSS, pero ya le debemos sobre este tema indicaciones precisas y luminosas que nos parece útil
presentar en forma abreviada.
La conquista del poder político por el proletariado abre sólo el camino a la eliminación de
las relaciones de producción capitalistas que siguen reproduciéndose en las empresas, incluso
estatizadas. En efecto, la ―empresa‖ tiene necesariamente un carácter capitalista a raíz del hecho
de que ―su estructura presenta la figura de una doble separación: la separación de los
trabajadores y sus medios de producción (que tiene como contrapartida la posesión de esos
medios por las empresas, es decir, de hecho por sus dirigentes) y la separación de las empresas
unas de otras‖14
, obstáculo para su socialización efectiva. Los dirigentes de la empresa compran
las fuerzas de trabajo necesarias para la ―valorización‖ (mis en valeur) de los medios de
producción. Pueden despedir a los obreros, cuyas relaciones con la empresa son de naturaleza
salarial. La reproducción de la separación de los trabajadores de sus medios de producción se
realiza además ―a través de relaciones ideológicas específicas: `autoridad' de la dirección,
organización jerárquica interna de la empresa, división social del trabajo que relaciona trabajo de
dirección y trabajo `intelectual' por una parte, trabajo de ejecución y trabajo manual por otra
parte‖. Las instituciones ideológicas (escuela, por ejemplo), que preparan a los trabajadores para
la vida en las ―empresas‖, reproducen también esas relaciones ideológicas y ―someten la división
Sobre el Trotskismo 91
técnica a la división social del trabajo‖15
. ―Finalmente, la reproducción de la separación de los
trabajadores y sus medios de producción también está asegurada por las relaciones políticas
interiores de la empresa: autoridad jurídica de la dirección, que puede apelar a medios de
represión, control operado `de arriba hacia abajo', y sanciones operadas de la misma manera‖.
La presencia de tales relaciones sociocapitalistas, y por consiguiente, la de los portadores de
esas relaciones, caracteriza la transición íntegra del capitalismo al socialismo. Pone la base social
de la restauración del capitalismo16
.
―El real alcance de la propiedad del Estado depende de las relaciones entre la masa de los
trabajadores y el aparato del Estado. Si éste está verdadera y concretamente dominado por los
trabajadores (en lugar de estar colocado por encima de ellos y dominarlos), la propiedad del
Estado es la forma jurídica de la propiedad social de los trabajadores; al contrario, si el aparato
del Estado... está dominado por un cuerpo de funcionarios y administradores..., ese cuerpo se
transforma efectivamente en propietario (en el sentido de una relación de producción) de los
medios de producción. Este cuerpo forma entonces una clase social (una burguesía de Estado) en
razón de la relación que existe entre él y los medios de producción, por una parte, y los
trabajadores por otra.
―Durante la transición hacia el socialismo, el domino de las relacionas de producción
socialista y la transformación, gracias a ese dominio, de las relaciones de apropiación real
(esencialmente las que se reproducen en el seno de las unidades económicas) depende de la
intervención de las otras instancias (ideológica y política) de la formación social sobre la
instancia económica‖17
.
La transición hacia el socialismo18
“exige una lucha constante contra la tendencia a la
separación de las funciones de control y dirección y de ejecución. Esta tendencia está inscrita en
las relaciones ideológicas que reproducen las instituciones (económicas, ideológicas e incluso
políticas) heredadas de las sociedades dominadas por los no trabajadores, ya que estas
instituciones no están, y en general no puede estar, `revolucionadas' inmediatamente y dirigidas
por los trabajadores‖.
―La reproducción a nivel de las empresas y de los diferentes aparatos políticos e ideológicos
de las antiguas relaciones sociales burguesas, significa que los agentes de la reproducción de esas
relaciones, que constituyen las fuerzas sociales burguesas, siempre están presentes bajo la
dictadura del proletariado, pese a la estatización de los medios de producción.
―Por lo demás, se hace necesaria la dictadura del proletariado, ya que la lucha de clases
prosigue. Una de las salidas posibles para esta lucha es el regreso al Poder, bajo formas no
inmediatamente perceptibles, de las fuerzas sociales burguesas. Se da tal situación cuando los
representantes de estas fuerzas toman la dirección del Estado y del partido dirigente; desde
entonces, el carácter de clase del Estado, de la propiedad estatal y de la planificación ya no es
proletario, sino burgués. En tal situación, el dominio de los productores sobre las condiciones de
existencia la cual en el momento de la toma del Poder por el proletariado se asegura de
inmediato por medio del aparato del Estado –mientras que espera verlo de otra forma, no
inmediatamente realizable, porque exige una transformación profunda de las relaciones
económicas, ideológicas y políticas– cesa completamente y se reemplaza por el de una clase
explotadora.
―Sobre la base de las relaciones económicas, ideológicas y políticas existentes, esta clase no
puede ser más que una burguesía. Ésta se presenta como una burguesía de Estado‖19
.
Sobre el Trotskismo 92
Las nuevas tesis de Ernest Mandel
En el número 45 de Quatrìeme Internationale, E. Mandel ha tratado de sentar sobre nuevas bases
las viejas teorías trotskistas concernientes a la naturaleza del Estado soviético, de manera que
den cuenta por una parte de los cambios sucedidos en la URSS y, por otra parte, del análisis que
hicieron de ellos los chinos y Charles Bettelheim.
Según Mandel, lo que distingue la propiedad nacionalizada de la propiedad privada es la
orientación de las inversiones.
En el primer caso, se deciden a nivel nacional; en el segundo, a nivel de la empresa. Y agrega:
―Todo lo demás se desprende de esto‖. Después de haber comprobado esta diferencia, plantea
que ―la planificación es (…) un conjunto de relaciones humanas de producción‖. ¿Es una
perogrullada? No, ya que esas relaciones son ―humanas‖ para no ser ―de clase‖. Todo lo demás
se desprende más bien de eso. El humanismo nunca es inocente. Habiéndose apoderado de ese
eslabón. Mandel atrae a sí toda la cadena. Con estas ―relaciones humanas de producción‖, forja
dos nuevos conceptos ―marxistas‖ (?): a) las ―relaciones de planificación‖; b) ―el modo de
producción socialista y planificado‖.
Una vez inventado ad hoc este modo de producción, Mandel lo califica de ―no capitalista‖. Se
sabe que los publicistas soviéticos preconizan para los ―nuevos países dependientes‖ (―en
realidad dominados por el imperialismo y el socialimperialismo‖) un camino ―no capitalista‖
cuyos ejemplos más acabados serían Egipto y Birmania, ya que en esos países el Estado detenta
la mayor parte de los medios de producción20
.
Como ellos, Mandel deja entender que ese nuevo ―modo de producción‖ sería el que predomina
en una sociedad ―de transición del capitalismo al socialismo‖. A propósito de la URSS, habla de
―planificación socialista‖, sin explicar en qué es socialista esa planificación y de ―propiedad
colectiva‖, cuidándose de precisar que es la de la burguesía de Estado.
Por cierto, Mandel reconoce que la ―burocracia‖ se apropia de una parte del producto social
excedente, pero se rehúsa a llamarla ―explotación burguesa‖. Es de presumir que si lo
presionaran, admitiría la explotación en la URSS, rechazando solamente el epíteto de
―burguesa‖21
. En el artículo, invoca las diferencias (reales) entre la manera en que funcionan y se
desarrollan, por ejemplo, la economía norteamericana y la economía soviética. Pero ni siquiera
trata de demostrar que, para determinar la naturaleza del Estado soviético, estas diferencias son
políticamente esenciales, desde un punto de vista de clase, punto de vista al cual renuncia cuando
habla de modo de producción. No basta que se decida la orientación de las inversiones a nivel de
Estado; es necesario que obedezcan a los intereses de la clase obrera y que toda la política
económica obedezca a los intereses proletarios presentes y a largo plazo (es decir, ―poner la
política al mando‖). Sin eso, no se pude hablar de transición hacia el socialismo.
Todo el razonamiento de Mandel se funda sobre la oposición entre un pretendido modo de
producción planificado y un pretendido modo de producción de mercancías coexistente en la
URSS. Según él, la lucha entre la dinámica del uno y el otro desembocará necesariamente en la
―revolución política‖ trotskista y en una contrarrevolución que aplastará ―la salvaje resistencia
del proletariado soviético‖. Así volvemos a encontrar, apenas rejuvenecidas, las tesis trotskistas
tradicionales, que ya hemos criticado. La tentativa de actualización de Mandel se derrumba a su
vez en cuanto nos rehusamos a aceptar los ―modos de producción‖ que ha inventado para las
necesidades de la causa. La introducción del plan no basta para eliminar las clases sociales, ni
Sobre el Trotskismo 93
para fundar relaciones de clase diferentes. Ahora bien, las relaciones de producción son
relaciones de clase22
. Esto basta para impedirnos hablar de un modo de producción planificado.
En su segunda carta a Sweezy, Bettelheim ya había indicado ―que puede existir una
`planificación' y un `plan' burgueses‖, que ―la contradicción real (la designada de modo
ideologista con la expresión `contradicción plan/mercado', la que señala su existencia al mismo
tiempo que la oculta), es la de la dominación o la no dominación de los productores sobre las
condiciones y los resultados de su actividad‖. De donde la cuestión fundamental no es que el
―mercado‖ o el ―plan‖ –por consiguiente también el ―Estado‖– domine la economía, sino la
naturaleza de clase que detenta el Poder23
.
Mandel cree plantear una pregunta muy embarazosa cuando interroga ―por medio de qué
cambios en las relaciones de producción y en el modo de producción se ha manifestado esta
restauración del capitalismo, esta contrarrevolución en la URSS‖. Los análisis de Bettelheim que
resumimos sugieren una respuesta perfectamente clara. La estatización de los principales medios
de producción por el proletariado en el poder es un primer paso necesario pero de ningún modo
suficiente para instaurar relaciones de producción socialistas. Las viejas relaciones de producción
continúan reproduciéndose a nivel de las empresas, hasta tanto éstas no hayan sido
revolucionadas. Como la ―instauración‖ se realizó a nivel de la superestructura jurídico-política,
la ―restauración‖ ha podido hacerse por la ―vía‖ de una ―usurpación‖ del poder político
conquistado en 1917 por la vanguardia del proletariado.
Algunos hechos que ilustran la restauración del capitalismo en la URSS:
La explotación legal y la especulación
Desde hace muchos años, la especulación en el campo comercial ha adquirido vastas
proporciones, y la prensa soviética se hace eco a veces de este problema cuando se trata de casos
particularmente escandalosas que hayan provocado la indignación pública. A menudo, los
directores de empresas estatales compran máquinas con sus propios ingresos para hacer trabajar
en ellas a obreros y vender el producto por su propia cuenta. Son capitalistas individuales en el
sentido clásico del término. La economía ―privada‖ se desarrolla también en el campo. En 1963,
las parcelas familiares de los koljosianos y sovjosianos en Kazajstán produjeron 8.740.000
quintales de papas, mientras que la ―economía pública‖ de los koljoses y sovjoses no produjo
más que 2.544.000 quintales... En el mismo año, el rendimiento en legumbres de las parcelas
privadas era casi el triple del de las ―granjas colectivas‖. Entonces, no es para asombrarse si los
campesinos consagran sólo 180 días por año a las tierras colectivas en Ucrania y 135 en Georgia,
para trabajar el resto del tiempo en sus lotes individuales24
. La prensa soviética reveló que
centenares de koljosianos se entregan cada día al comercio en mercados libres. Entre ellos,
algunos especuladores ―con gran experiencia‖ son capaces de recoger enormes ganancias.
Alquilan trenes enteros para transportar, por ejemplo, frutas del Cáucaso y de Asia central y
revenderlas a precios de oro en Moscú.
Los principales agentes de la restauración del capitalismo no son, sin embargo, los
especuladores, fenómeno marginal (y derivado) en un país donde los medios de producción son,
en lo esencial, propiedad del Estado, sino los ―propietarios colectivos del Estado‖, el conjunto de
Sobre el Trotskismo 94
los que asumen los puestos de dirección en el aparato, la ―burguesía burocrática‖25
, ―burguesía
de Estado‖26
que aprovecha su poder para enriquecerse a costa de los trabajadores27
.
―Según el libro La remuneración legítima de los koljoses, de Chapiekov, una investigación
realizada en 27 koljoses de Kazajstán demuestra que en 11 de ellos, el presidente cobra un
salario de 15 a 19 veces más alto que los simples miembros. En la República de Azerbaidján, el
presidente del koljós ―Obreros de Bakú‖ cobraba en 1965 un promedio de 1076 rublos por mes,
el jefe contable 766, mientras que los miembros cobraban apenas 38... Sea cual sea la cosecha,
los responsables y los especialistas cobran enteramente su salario, mientras que las primas en
especie que reciben en el año alcanzan a 5 ó 6 veces sus salarios mensuales. En el departamento
de Ivanovo, república de Rusia, el responsable del koljós ―Los comuneros‖ embolsó de una sola
vez una suma equivalente a un mes de salario de todos los miembros del koljós28
.
La reforma económica
Los economistas Liberman y Trapeznikov, desde 1962 hicieron proposiciones tendientes a una
reforma económica consistente en conferir mayor autonomía a las empresas en detrimento de la
planificación, a restaurar en buena medida el libre funcionamiento del mercado, a transformar la
ganancia en el criterio de éxito de la empresa, a interesar finalmente a la dirección y el personal.
Se adoptó la reforma en septiembre de 1965; su aplicación comenzó el 1º de enero de 1966 y se
generalizó durante 1969.
En L'Express del 28 de agosto de 1967 puede leerse: ―Las autoridades soviéticas decidieron
alentar el entusiasmo por la reforma económica autorizando la semana pasada la publicación de
un libro que elogia `la eficiencia norteamericana'. Tal es su título. El autor, Nicolas N.
Smeliakov, ingeniero y viceministro de Comercio Exterior, vivió en los Estados Unidos como
encargado de una misión comercial permanente‖.
Se comprenderá fácilmente que los ciudadanos soviéticos no desborden de entusiasmo por la
reforma económica si se consideran sus consecuencias:
– La reforma concede a los dirigentes de las empresas el derecho a modificar las escalas de
salarios, a fijar la parte de las ganancias que va a las primas y el reparto de éstas, por
consiguiente de beneficiar a unos en detrimento de otros, comenzando por sí mismas.
– Para obtener el máximo provecho, los jefes de empresas acrecientan la productividad
intensificando especialmente los ritmos.
– Obtienen el derecho de despedir de su fábrica a los obreros que de ese modo se hayan
transformado en supernumerarios.
– Para paliar la desocupación ―estructural‖ que resulta de esto, el Estado crea una oficina de
empleos llamada ―Oficina de administración para la utilización de la mano de obra‖.
Para los trabajadores, la reforma significa miseria y desocupación (o al menos, inestabilidad
en el empleo). Sólo una minoría privilegiada se encontrará enriquecida. De este modo, el abanico
de los ingresos, ya excesivamente amplio, se ampliará aún más. En efecto, ésa es la política
conscientemente aplicada desde 196429
. Los dirigentes soviéticos no lo ocultan y llegan hasta
encontrar ―justificaciones teóricas‖ para su política antiobrera. En sus tesis en ocasión del 50
aniversario de la Revolución de Octubre, el Comité Central declara:
―Toda nivelación en la distribución habría suprimido el interés de los trabajadores por los
frutos de su labor, así como su deseo de elevar su nivel profesional y cultural. En el régimen
Sobre el Trotskismo 95
soviético, el interés es lo que estimula en los individuos el deseo de elevar la productividad y de
desarrollar sus aptitudes y sus talentos‖30
.
Según Izvestia del 4 de marzo de 1966, la diferenciación de los salarios garantiza la
elevación de la productividad y se transforma, por consiguiente, en un elemento fundamental de
la construcción del comunismo31
.
O sea, ¡cuánto más grandes sean las desigualdades, cuanto más la gente actúe en función de
su interés individual, más se acerca el comunismo!
La reforma acarreará un alza de los precios y una dependencia mayor con respecto al mundo
capitalista. He aquí lo que dice un observador occidental:
―El precio del éxito de la reforma aún se está por pagar: la aceptación de cierto volumen de
inflación y de un deterioro sensible de los términos de intercambio con el exterior. Quizá los
dirigentes soviéticos juzguen que ese precio no es demasiado elevado cuando se trata de
estabilizar las relaciones económicas con el occidente, en un período en que se acentúa la
amenaza que viene del Este‖32
.
Se recuerda que en la época en que se escribieron estas líneas, el corresponsal de la agencia
soviética Novosti afirmaba en Le Monde que la URSS defendía la civilización occidental sobre el
Amor y el Ussuri.
La restauración del capitalismo en la URSS se advierte hoy a simple vista. Incluso los
ideólogos de la burguesía tienen conciencia de ello, a su manera, y se felicitan33
.
―La orientación general de las reformas, algunas medidas que las acompañan y sobre todo el
clima en que se cumplen, permiten pensar que no constituyen más que un primer paso en el
camino de modificaciones más profundas…. Un sistema de mercado y de planificación
constituye, en la etapa actual de desarrollo de las sociedades industriales, la única fórmula
posible, tanto en el este como en el oeste‖.
Se puede confiar en la oficina anticomunista especializada que publica Est-Ouest para
discernir lo que es válido tanto para el Este como para el Oeste capitalista.
La represión del pueblo
―El hombre está hecho de modo que en general no se deja explotar de buena gana; por eso hay
que obligarlo y oprimirlo‖34
.
Para mantener su poder y su control sobre los medios de producción, los nuevos
explotadores burgueses, con el grupo Brezhnev-Jruschov a la cabeza, se obligaron a recurrir a la
represión cada vez que el engaño se reveló insuficiente. Por eso fundaron un ―ministerio de
Orden Público de la URSS‖ en julio de 1966. En diciembre del mismo año, adoptaron una
―resolución para reforzar la disciplina del trabajo‖, que afirma la necesidad de una plena
utilización de las ―medidas administrativas previstas por la ley‖ y amplía las funciones ―de los
tribunales y la Corte Suprema de la URSS‖. O sea, los trabajadores que se rebelen contra la
―disciplina del trabajo‖, es decir, contra la explotación de que son objeto, serán castigados por
vía judicial o incluso administrativa.
A comienzos de 1969, se agregaron nuevas enmiendas a las leyes soviéticas: éstas
estipulaban que ―cualquiera que transgreda la política y el orden social soviético‖ y ―difunda
calumnias antisoviéticas‖ podría recibir una sentencia de tres años de cárcel. En enero de 1967,
un grupo de jóvenes soviéticos se manifestaron contra la introducción de estas nuevas cláusulas.
Dos de ellos fueron condenados a una pena de tres años, bajo inculpación de ―atentado al orden
Sobre el Trotskismo 96
público‖35
. Se sabe que los ciudadanos que protestaban contra la invasión de Checoslovaquia en
agosto de 1968 fueron castigados con largas penas de prisión.
Los opositores políticos por lo común son encerrados en campos de trabajo con presos
comunes, pero es muy frecuente que los internan en manicomios, donde les inyectan por la
fuerza drogas embrutecedoras. No considerar que el gobierno soviético sea el mejor posible es la
prueba de que no se está ―adaptado‖, es decir, no está en sus cabales.
La degeneración ideológica
El análisis de la sociedad soviética contenido en las notas que redactó hacia el fin de su vida el
célebre economista Eugène Vargas no va más allá de una descripción superficial de los
fenómenos, como para poder deducir las causas. Sus tentativas de explicación, fundadas en la
necesidad para la URSS, de una interrupción del desarrollo capitalista ruso en sus comienzos
para consagrar un enorme presupuesto a la defensa, no nos parecen convincentes. Sin embargo,
en estas notas están numerosas observaciones que verifican otros testimonios, como el de cuatro
estudiantes japoneses reproducido en el diario marxista-leninista belga Clartè (No. 110), que
confirman nuestro propio cuadro de la degeneración revisionista. He aquí lo que dice Vargas:
―Las relaciones que rigen la sociedad soviética favorecen a menudo el resurgimiento de
supervivencias o de actos amorales. Por una parte, la facilidad material y las comodidades
excesivas de las que goza la aristocracia burocrática del Partido a menudo provocan en los
privilegiados (…) la suficiencia y la arrogancia y a menudo la perversión. Éstas los llevan a
siempre querer más, a vender y apropiarse del material del Estado, a satisfacer sus pasiones
desbordadas que a veces los conducen al crimen‖.
Vargas deplora en las ―capas medias‖36
―la ausencia de espíritu verdaderamente democrático
y sentido cívico. Esto los lleva a retirarse al universo de los intereses privados, familiares, a
aspirar a una existencia de pequeño burgués. El ciudadano soviético común se reduce a
preocuparse, fuera del trabajo, de comprar el máximo de bienes de consumo, tener un hermoso
departamento, un terreno para su `dacha', un televisor, ropa, etc. Ahorra dinero y se jacta de ello
ante sus parientes y vecinos‖.
―En conjunto, los ciudadanos soviéticos no tienen la menor noción de lo que podría ser una
verdadera democracia soviética, ni de colectivismo, ni de las relaciones que de él resultarían (…)
La sociedad soviética, desde hace mucho, es autoritaria y se basa en el culto a las autoridades
(…) El poder del Estado pertenece siempre a la aristocracia burocrática del partido. La política
permanece disimulada entre las masas trabajadoras‖.
Se podrían multiplicar los ejemplos que muestran que el sentido común burgués pasa por
sentido común en el bloque prosoviético. El autor tuvo la oportunidad de discutir con una joven
arquitecta húngara que trabajaba en Francia, donde permaneció dos años. Era miembro del
Partido y se consideraba una comunista fiel. Hablando de su experiencia en las obras de
construcción francesas, decía que le chocaba la mala voluntad de los trabajadores. Ante nuestra
sugestión de que tal vez se trataba de una forma de resistencia a la explotación capitalista y por
eso mismo era loable desde el punto de vista proletario, replicó que más bien era pereza, madre
de todos los vicios – en Francia como en los países socialistas.
Los que han viajado a la URSS han podido observar numerosos hechos que conducen todos
a la misma conclusión: la ideología dominante es ahí la de la clase dominante, la burguesía del
Estado. K. S. Karol resumió muy bien algunos rasgos de esta ideología37
:
Sobre el Trotskismo 97
―Los valores de la clase dominante soviética no se distinguen gran cosa de los que
predominan en la burguesía occidental. La élite en el Poder en la URSS cree firmemente en la
necesidad de una división social del trabajo, en los métodos jerárquicos en el sector económico y
político y en todos los dogmas de la `promoción por el mérito'‖.
Por cierto, los dirigentes soviéticos ostentan una fidelidad al marxismo-leninismo que se
quiere intransigente, pero se les hace cada vez más difícil ponerse de acuerdo su práctica y su
ideología reales, profundamente conservadoras, con la exaltación de Lenin y de los orígenes
revolucionarios de su Estado. Se desenmascararon de una manera verdaderamente ridícula
cuando atribuyeron a Lenin la ―teoría‖ de Otto Bauer sobre los ―cinco factores sociales de la
fuerza‖, calificada por Lenin como degradación pequeño burguesa del marxismo. En el punto 14
de las ―Tesis para el centenario del nacimiento de Vladimir Ilich Lenin‖, publicadas el 23 de
diciembre de 1969 por el Comité Central de la URSS, se cometió este ―error‖ del cual habría que
decir más bien que es ―una revelación de una sinceridad excepcional‖.
El socialdemócrata austríaco Otto Bauer publicó en 1920 un panfleto en que acusaba al
―socialismo tiránico‖ bolchevique de ejercer la ―violencia sobre los factores sociales de la
fuerza‖. Hablando de esa teoría absurda, Lenin declaró ante el II Congreso de la Internacional:
―Tomen la variedad alemana del espíritu pequeño-burgués, y terminarán en la `teoría' según
la cual `los factores sociales de la fuerza' son el número, el grado de organización, el lugar que se
ocupa en el proceso de producción y repartición, la actividad, la instrucción. Si el asalariado del
campo, si el obrero de la ciudad ejercen la violencia revolucionaria contra el propietario rural o
el capitalista, no es de ningún modo la dictadura del proletariado... es violencia sobre los factores
sociales de la fuerza‖.
Un poco antes, Lenin subrayó: ―El libro de Bauer será útil, aunque sólo sea a título de
complemento de los manuales de comunismo. Tomen cualquier párrafo, cualquier razonamiento,
de Otto Bauer, y demuestren en qué consiste el menchevismo, cuáles con las raíces de las ideas
que tienen por efecto la acción práctica de los traidores del socialismo... Esta pregunta podría
hacerse con mucha utilidad en los exámenes probatorios del buen comunista. Si no pueden
responder, es que no son todavía comunistas, y es preferible que no se adhieran al Partido‖38
.
Vemos así que el ―error‖ de los dirigentes soviéticos no puede atribuirse a una laguna de su
erudición. De antemano, Lenin había explicado que se trataba de saber si se es comunista o no.
Al confundir las lucubraciones de un Otto Bauer con el pensamiento de Lenin, ellos mismos
aportaron la prueba de que no son capaces de distinguir una idea de ―socialtraidor‖ y una idea
leninista. Esto es significativo con respecto a los límites de su duplicidad. En vano se han
esforzado por disfrazar bajo los oropeles de un marxismo-leninismo libresco su ideología real.
Ésta les ha jugado una mala pasada, más reveladora que un lapsus freudiano, y esto justamente
en un texto destinado a presentarlos como los dignos herederos de Lenin.
El jefe bolchevique calificó a los partidos socialdemócratas como partidos obrero-burgueses:
obreros por su reclutamiento y su influencia electoral, burgueses por su dirección y su política.
Entonces, Mao Tsetung está en la recta línea del leninismo cuando declara: ―El ascenso del
revisionismo al Poder es el ascenso de la burguesía al Poder‖.
Sobre el Trotskismo 98
La Revolución Cultural
La degeneración revisionista, que desde hace mucho había alcanzado a las ―élites‖ soviéticas en
los medios culturales y políticos, se manifestó pública y oficialmente a partir del XX Congreso
(febrero de 1956), sobre todo en el frente ideológico, por el abandono de los principios marxista-
leninistas esenciales (tránsito parlamentario y pacífico al socialismo, condena de la guerra en
general, humanismo por encima de las clases, el Estado soviético proclamado en 1961 no ya
dictadura del proletariado sino ―Estado de todo el pueblo‖, etc.); luego en el campo de la política
internacional (―espíritu de Camp David‖ en 1959, retiro de expertos soviéticos de China en el
verano de 1960, etc.); finalmente, en el plano económico, con la reforma económica de 1965. En
1963, los soviéticos coronaron con éxito su campaña de muchos años para convencer a los
norteamericanos de que ya no eran una potencia revolucionaria. Al romper con China, dieron una
garantía adecuada para ganarse la confianza de sus interlocutores imperialistas, de donde el
tratado de Moscú39
. Eran signos de alarma que muy pronto conmovieron a los chinos. Siguió una
polémica que terminó en diciembre de 1962 cuando se ventilaron públicamente las
divergencias40
. No era posible equivocarse sobre el significado de clase del giro tomado por la
URSS durante ese período, pero era más difícil elucidar sus causas y captar rápidamente todo el
alcance político.
Sin embargo, desde septiembre de 1962, el Presidente Mao caracterizó de manera penetrante
el problema fundamental de la transición al comunismo:
―La sociedad socialista cubre una etapa histórica bastante larga. Durante la etapa histórica
del socialismo, aún existen clases, contradicciones de clase y lucha de clases; existe la lucha
entre el camino socialista y el capitalista, y existe el peligro de restauración capitalista‖.
¿Cómo prevenir semejante catástrofe, ya acaecida en la URSS? Lin Piao, en el informe ante
el IX Congreso, cita las palabras de Mao en una conversación de febrero de 196741
: ―En el
pasado libramos luchas en las zonas rurales, en los círculos culturales, y realizamos el
movimiento de educación socialista. Sin embargo, todo esto no pudo resolver el problema,
porque no habíamos encontrado una forma, un medio de movilizar a las amplias masas de
manera abierta, en todos los terrenos y de abajo arriba para exponer nuestro lado oscuro‖. Y
agrega: ―Ahora hemos encontrado tal forma, y ésta es la Gran Revolución Cultural Proletaria‖.
Mao dice que ésta es necesaria ―para consolidar la dictadura del proletariado, prevenir la
restauración del capitalismo y construir el socialismo‖.
Los blancos son ―aquellos dirigentes seguidores del camino capitalista dentro del Partido‖ y
ciertas ―autoridades académicas‖ que propagan la ideología burguesa43
.
Los métodos son:
– La movilización de las masas, porque está claro que ―sólo se puede adoptar el método de
dejar que las masas se liberen a sí misma, y no el de manejar todos los asuntos en su nombre‖44
.
– La crítica por medio del razonamiento, apoyada con hechos, en condiciones de ―amplia
democracia‖, gracias a la posibilidad efectiva que se da a todos de expresarse individual o
colectivamente mediante carteles, diarios, folletos o en voz alta, en los mítines-debates.
La lucha es principalmente ideológica. Las masas participan en ella usando las armas de la
crítica, y no la crítica de las armas. Es posible hacerlo así porque la revolución se desarrolla bajo
la dictadura del proletariado. Lo que está en juego, en lo inmediato, son las instituciones,
organismos y diversos aparatos usurpados por los dirigentes seguidores del camino capitalista.
Es una revolución en la superestructura, es decir, que el terreno se conforma de la instancia
Sobre el Trotskismo 99
jurídico-política y la instancia de la ideología. Para obtener una victoria duradera sobre la
ideología burguesa, hay que arrebatar la escuela, la prensa y los otros aparatos ideológicos del
Estado (formas en las que se realiza la ideología) a la dominación de los intelectuales
burgueses45
.
Al transformar la superestructura, la Revolución Cultural la pone al servicio de la
construcción de una base económica socialista, que crea las condiciones de una
revolucionarización de las empresas. A consecuencia, las relaciones de producción de tipo
capitalista ceden su lugar a las relaciones de producción socialista. Las fuerzas de producción
propias del socialismo, fundadas en la iniciativa, la creatividad y la ingeniosidad de las masas, se
liberan y toman impulso. Tal es el sentido de la consigna: ―empeñarse en la revolución y
promover la producción‖.
La Revolución Cultural realiza un profundo cambio de la totalidad social en todas sus
determinaciones, niveles e instancias. En particular, demuele los mecanismos que reproducen las
viejas relaciones sociales a nivel de los aparatos ideológicos del Estado: escolar, familiar,
cultural, de información, y los reemplaza con otros mecanismos que reproducen relaciones
socialistas. Transforma así la fisonomía moral del país y, finalmente, gracias a la acción
retroalimentaria de la superestructura, el modo de producción mismo, que las nacionalizaciones
no alcanzan a hacer socialista ya que las ―relaciones de producción capitalista continúan
reproduciéndose en las empresas‖ (Bettelheim).
Los más altos dirigentes seguidores del camino capitalista, como Liu Shao-chi, se apoyaban
en los agentes de la reproducción de las relaciones sociales burguesas a nivel de las empresas y
los aparatos políticos e ideológicos. Tomando una coyuntura favorable, se habrían apoderado del
poder central, lo que equivaldría a la restauración del capitalismo bajo una nueva forma. Para
apartar este peligro, para barrer los obstáculos que estos elementos burgueses ponían en el
camino del socialismo, era necesario que las masas se rebelaran contra ellos, les arrebataran los
poderes que habían usurpado, los criticaran y destruyeran su prestigio y autoridad moral. Durante
la lucha, las masas se educaron a sí mismas, elevaron el nivel de su conciencia política,
aprendieron a frustrar las maniobras de los enemigos que se disimulan entre ellas. Al mismo
tiempo, asimilaron el pensamiento de Mao Tsetung y dominaron su aplicación viva. Así se
crearon las condiciones para que se tradujera en la realidad la consigna de Mao: ―La clase obrera
debe dirigirlo todo‖.
Su puede distinguir tres etapas de la Revolución Cultural, a condición de no separarlas
estrictamente de manera cronológica ni hacer abstracción de las vicisitudes y contracorrientes
más o menos contingentes que sobrevinieron en su desarrollo histórico real:
– movilización y rebelión de las masas;
– toma del Poder, ―gran alianza‖, ―triple integración‖;
– ―lucha, crítica, transformación‖ durante la cual se opera la transformación del sistema de
gestión de las empresas, la entrada de la clase obrera en los aparatos e instituciones de la
superestructura, la consolidación y construcción del Partido rechazando todo lo que está alterado
y asimilar la sangre fresca ―con todas las puertas abiertas‖: bajo el control de las masas.
Mao desencadenó la Revolución Cultural porque tomó conciencia de que la contradicción
entre la línea proletaria y la línea burguesa no podía ni debía resolverse atrincherándose al
interior del Partido ni por medio de luchas en el aparato, sino sólo mediante la intervención de
las masas.
Sobre el Trotskismo 100
Así, éstas estaban llamadas a resolver un debate político en el seno del Partido, lo que era
contrario a las tradiciones y enfrentaba los hábitos de pensamiento de los cuadros apegados a
tales tradiciones. Las masas no podían liberarse si no estaba claro que los organismos del Partido
y la jerarquía no eran intocables. Por eso, la Decisión de Dieciséis Puntos declara46
:
―Los dirigentes de algunas escuelas, entidades y equipos de trabajo han organizado
contraataques a las masas que les criticaron en sus dazibaos. Han formulado incluso consignas
como `oponerse a los dirigentes de una entidad o de un equipo de trabajo es oponerse al Comité
Central del Partido, es oponerse al Partido y al socialismo, es contrarrevolución'. (…) Esto
constituye un error de orientación y de línea, y es absolutamente inadmisible‖.
La Decisión de Dieciséis Puntos deja entender claramente que los dirigentes de las
organizaciones del Partido y del Estado obtienen su autoridad únicamente de su relación con las
masas, relación que se manifiesta en el hecho de que ―se colocan a la vanguardia del movimiento
y se atreven a movilizar con audacia a las masas‖ y las animan ―a desenmascarar a los monstruos
de toda clase y también a criticar los defectos y errores en el propio trabajo de ellos‖47
. Como un
maravilloso papel de tornasol, el movimiento de masas reveló la verdadera posición de clase de
los cuadros y los obligó a tomar partido.
A nivel de la base económica, la Revolución Cultural impulsó la aplicación real y concreta
de las concepciones de Mao, que Liu Shao-chi y el dirigente de la economía Po Yi-po ocultaron
en el período anterior. Estas concepciones estaban ya inscritas claramente en la famosa carta de
la acería de Anchan redactada por Mao Tsetung en 196048
.
1. Poner la política al mando.
2. Reforzar el papel dirigente del Partido.
3. Lanzar movimientos de masas.
4. Hacer participar a los cuadros en el trabajo de producción y a los obreros en la gestión.
Reformar los reglamentos en lo que tienen de irracional. Obtener una cooperación estrecha entre
los cuadros, los trabajadores y los técnicos.
5. Alentar las innovaciones técnicas y realizar enérgicamente la revolución técnica.
Po Yi-po se oponía punto por punto a este programa. Al no poner la política proletaria al
mando, terminaba inevitablemente haciendo prevalecer la política burguesa. Para él, el criterio
del éxito debía ser la ganancia y los estímulos materiales debían comandar las labores de los
obreros. Proclamaba que el poder de decisión volvía al jefe único (el director) y pregonaba la
gestión de empresas por expertos. A menudo, estos últimos usaban su ―saber‖ para imponerse a
los obreros, no liberaban su iniciativa apelando a su experiencia práctica y a su ingenio para
promover la revolución técnica. Eran demasiado celosos de su autoridad y de su prestigio.
Tenían tendencia a copiar los métodos extranjeros. Los que sostenían esta política la justificaban
invocando los imperativos de ―la producción ante todo‖.
Las fábricas de máquinas-herramientas de Shanghai ofrecen un ejemplo de
revolucionarización conforme a los principios enunciados por el Presidente Mao.
Con la Revolución Cultural, ―los proletarios revolucionarios tomaron, en los hechos, el
poder de dirección en toda la fábrica, incluso el aspecto técnico. Destronaron a los peces gordos
técnicos burgueses. Se rompió con el modelo de la promoción individual (elevarse en la
jerarquía, unirse al cuerpo de `expertos', luchar por hacerse ingeniero) en provecho de la
investigación y la promoción colectiva‖. Estaban ―fundadas en el modelo de división del trabajo
concepción-ejecución, en que ―los ingenieros hacían funcionar la lengua y los obreros hacían
funcionar las manos‖; en una palabra, siempre se trataba de la concepción milenaria según la
Sobre el Trotskismo 101
cual ―los trabajadores intelectuales son dominadores y los trabajadores manuales son
dominados‖… ―Ahora, los obreros participan en la elaboración de los proyectos de
investigaciones y los técnicos en los trabajos manuales‖. Entre los jóvenes técnicos, 350
surgieron de la enseñanza superior y los obreros promovieron a alrededor de 250 de ellos49
. ―La
práctica ha probado que estos últimos eran mejores que los primeros (…) Sobre diez nuevos
tipos de máquinas rectificadoras de precisión fabricadas durante el primer semestre de 1968, se
fabricaron seis bajo la dirección de técnicos de origen obrero (…) Al no tener que sufrir el yugo
espiritual del renombre y el beneficio individual, y poseedores de una rica experiencia práctica,
numerosos técnicos de origen obrero se animan a barrer los mitos y las fórmulas estereotipadas
inadecuadas. Son ellos quienes están menos aferrados a las ideas conservadoras‖.
Los periodistas y sinólogos occidentales se creen obligados a elegir entre dos
interpretaciones de la Revolución Cultural. Ésta habría sido o bien espontánea o bien
manipulada. Mao Tsetung habría sido o bien un ―aprendiz de brujo‖ o bien un ―director de
orquesta tras bambalinas‖ maquiavélico. Las dos interpretaciones son falsas. Mao desencadenó y
dirigió la Revolución Cultural conforme su ―gran plan estratégico‖. Al mismo tiempo, fue un
movimiento surgido de la base que respondía a las aspiraciones profundas de las masas y
obedecía a una dinámica propia. Mao la hizo posible:
– al asegurarse el control del ejército desde 1960, revolucionando ese ejército, pilar de la
dictadura del proletariado y depurándolo de elementos dudosos como Lo Jui-ching (comienzo de
1966);
– al alentar a Yao Wen-yuan para que criticara la ―pieza histórica‖ de Wu Jan, dicho de otro
modo, enfrentarse con la ―camarilla‖ que controlaba la municipalidad y la prensa de Pekín (10 de
noviembre de 1965);
– al publicar la circular del 16 de mayo de 1966, que mediante el alcalde de Pekín, Peng
Chen, apuntaba a todos los otros ―individuos del tipo Jruschov‖ anidados en la dirección del
Partido.
En consecuencia, las masas fueron la fuerza motriz del movimiento y el papel del ―cuartel
general proletario‖ fue:
1. Dar la mayor publicidad a las iniciativas ejemplares de la base, tales como el primer
―dazibao marxista-leninista nacional‖, anunciado el 25 de mayo de 1966 y que criticaba al rector
de la Universidad de Pekín.
2. Sistematizar en forma de directivas políticas generales las lecciones de la experiencia del
movimiento de masas.
Por lo general, las autoridades centrales se abstenían de intervenir en los conflictos locales,
los que las masas debían resolver (salvo casos especiales como el de Wu Jan). Por esa razón, se
necesitaron casi tres años para que comités revolucionarios tomaran el Poder en todas las
provincias, con todo lo que ese retraso implicaba en problemas y desórdenes. Lo que no impide
que, a lo largo de la Revolución Cultural y en sus fases preliminares, Mao Tsetung haya sabido
maniobrar con habilidad y la clarividencia consumada del gran estratega o el gran práctico que
siempre ha sido.
En una palabra, la Revolución Cultural es un movimiento dirigido pero conforme a los
principios de la ―línea de masas‖.
La ―amplia democracia‖ que la caracterizó era real y tal como ningún pueblo del mundo
conoció jamás. Las organizaciones y grupos de Guardias Rojos y de rebeldes revolucionarios que
proliferaron desde el principio disponían gratuitamente de locales, del material necesario para la
Sobre el Trotskismo 102
difusión de sus ideas: papel, tinta, máquinas policopiadoras, altoparlantes e incluso transmisores-
receptores portátiles útiles para coordinar el desarrollo de una manifestación.
En las primeras etapas de la revolución, los grupos pudieron abusar de su libertad, ya que no
siempre respetaban la consigna de abstenerse de recurrir a la violencia. La policía no intervenía,
incluso cuando ciertos órganos dirigentes la llamaban en su auxilio.
Todos los dirigentes fueron criticados. No sólo el presidente de la República, Liu Shao-chi,
el secretario del Comité Central, Deng Xiao-ping y el jefe de propaganda, Tao Chu, sino también
el ministro de Relaciones Exteriores, Chen Yi; la esposa de Mao, Chang Ching; el primer
ministro, Chou En-lai, incluso Lin Piao y el mismo Mao. Los adversarios de este último en
general se han cuidado de tomarlo como blanco de sus ataques, a fin de engañar mejor a las
masas y evitar que los desacreditaran.
Los trotskistas pretendieron que el IX Congreso era prefabricado. Entonces, ¿cómo se puede
explicar que la única discusión sobre la elección de los candidatos al Comité Central haya
tardado nueve días, si Mao podía dictar a los delegados la lista de su conveniencia?
El Partido Comunista de China nunca fue monolítico. Un partido en que no hay
contradicciones es un partido muerto.
La amplia democracia de la que hablamos se basaba en un conjunto de principios políticos
formulados mucho antes por Mao Tsetung y aún son válidos. Se incorporaron explícitamente en
los nuevos estatutos del Partido.
La Decisión de 16 Puntos declara: ―Es normal que existen opiniones distintas entre las
masas populares. La contienda entre opiniones diferentes es inevitable, necesaria y provechosa
(…) Es inadmisible forzar a someterse a la minoría que sostiene puntos de vista diferentes. La
minoría debe ser protegida porque a veces la verdad está con ella. Incluso si la minoría tiene
puntos de vista equivocados, se le debe permitir defenderse y reservarse sus opiniones‖.
Concerniente a la resolución de las contradicciones en el seno del pueblo, Lin Piao recordó
en su informe: ―El Presidente Mao nos ha enseñado muchas veces: `Hay que ampliar el radio de
educación y disminuir el radio de ataque'‖ y ―aplicar la enseñanza de Marx de que sólo
emancipando a toda la humanidad puede el proletariado alcanzar su propia emancipación final‖.
En la lucha contra el enemigo, dice Lin Piao citando a Mao, ―Hay que conceder importancia a las
pruebas y a la investigación y el estudio; está estrictamente prohibido obtener confesiones
mediante coacción y fiarse de ellas‖. Y agrega: ―Tratar esta parte de las contradicciones entre
nosotros y el enemigo como contradicciones en el seno del pueblo favorece a la consolidación de
la dictadura del proletariado y a la desintegración del campo enemigo‖50
.
Según los trotskistas, ―el grupo de Liu ha tomado el control del aparato del Partido y ha
dejado a Mao de lado‖51
. Este último habría movilizado a los estudiantes ―en tanto que
instrumento para reestablecer su control sobre el país‖52
. Esta interpretación, tomada de la prensa
burguesa, la refutó Jean Daubier, quien pregunta especialmente: ¿cómo es que Mao, privado del
poder, pudo en el Comité Central de septiembre de 1962 hacer condenar como desviación
derechista la línea de Liu Shao-chi y de nuevo en 1964 la que Liu había aplicado ―a Tao Yuan y
publicar los 23 artículos que materializan esta condena‖?53
. Sólo es cierto que Mao, que disponía
de una pequeña mayoría en el Comité Central, veía la aplicación de su política contrabalanceada
por los representantes de la línea reaccionaria y los elementos conservadores.
Los trotskistas no llegaron tan lejos como los revisionistas en la explotación mentirosa de la
intervención del ejército en la Revolución Cultural. El informe de Livio Maïtan ya citado,
solamente hace notar, a propósito del papel representado por los militares en los ―comités
Sobre el Trotskismo 103
revolucionarios‖, que ―la estructura del ejército –aunque fuera la más democrática– no puede
―considerarse como un modelo de democracia proletaria para la sociedad en su conjunto‖54
. Este
galimatías no quiere decir nada:
1. Los chinos nunca dijeron que la estructura de su ejército fuera un modelo de democracia
para la sociedad en su conjunto.
2. La democracia no es una cuestión de ―estructura‖ sino de funcionamiento. Concierne a la
manera en que se toman las decisiones y a las relaciones entre los dirigentes y las masas. Hay
democracia cuando los dirigentes consultan y escuchan a las masas, cuando sus decisiones
corresponden a las necesidades y los deseos de las masas.
3. Hablar de ―un ejército – aunque fuera el más democrático‖, no tiene sentido. La diferencia
entre el Ejército Popular de Liberación (EPL) y los ejércitos burgueses no es de grado sino de
naturaleza. El EPL no es un ejército en el sentido ordinario del término, precisamente porque es
un ejército popular. La palabra ―ejército‖ debe comprenderse en sentido figurado. Es una
metáfora.
En el sentido convencional, un ejército es un instrumento que garantiza la sumisión de la
inmensa mayoría a una pequeña minoría. Es una organización separada del pueblo, parasitaria,
en la que reina una disciplina ciega y, por así decirlo, mecánica. El repetido adiestramiento es la
forma extrema de los métodos por medio de los cuales se transforman los reclutas en robots.
Aunque adultos, los soldados, e incluso los alumnos de ciertas escuelas superiores que dependen
de los ministerios del Ejército, no tienen los mismos derechos políticos que los otros ciudadanos.
Esta situación se debe a que es necesario que, llegado el caso, semejante ejército pueda
servir para masacrar al pueblo. (cf. la Comuna de París, las matanzas de 1927 en China, las de
1965 en Indonesia, etc.).
El ejército chino es diferente. Está estrechamente relacionado con el pueblo. Lejos de ser
parasitario, produce para sí mismo todo lo que necesita, crea granjas-piloto y dirige empresas
industriales de vanguardia. Es una tropa de élite, no sólo en el plano militar sino también en el
político. Ser admitido en él es un honor buscado por todos y concedido a los mejores. En ese
ejército, la disciplina es tanto más sólida cuanto que está fundada en las ―tres democracias‖, a
saber55
:
1. la democracia política: el derecho y el deber, de parte de los soldados, de criticar a los
oficiales, ya que la discusión política, la crítica y la autocrítica deben desenvolverse sin
preocupación por la jerarquía.
2. ―La democracia en lo económico requiere que se asegure a los representantes elegidos por
los soldados el derecho de auxiliar al mando de la compañía (pero sin pasar por encima de su
autoridad) en la administración de los víveres y la comida‖.
3. ―La democracia en lo militar requiere que se realice, en los períodos de adiestramiento,
una enseñanza mutua tanto entre los oficiales y soldados como entre los soldados mismos y que,
en los períodos de combate, las compañías celebren reuniones grandes y pequeñas en el frente
mismo. Bajo la dirección del mando de la compañía, hay que estimular a las masas de soldados a
discutir cómo atacar y tomar las posiciones enemigas y cómo cumplir otras tareas del combate‖.
Los oficiales comparten la vida de los soldados y no se benefician con ningún privilegio.
Como se suprimieron los signos aparentes de los grados desee 1964, puede suceder y sucede a
menudo que un oficial superior sea tomado por soldado raso. En este caso, no es necesario sacar
de su error al ―culpable‖ a menos que sea necesario para el cumplimiento de una tarea.
Sobre el Trotskismo 104
En enero de 1967, Mao lanzó un llamado al ejército para que defendiera a la izquierda. Es lo
que hizo en Jarbin, especialmente en el momento de la toma del poder por los revolucionarios
proletarios. Pero su intervención en la revolución cultural consistió principalmente en enviar
pequeños grupos de soldados no armados allí donde los rebeldes revolucionarios estaban
divididos en organizaciones rivales para ayudar a los militantes a estudiar el pensamiento de Mao
Tsetung a la luz de los problemas por resolver. Los soldados no representaban un papel de
árbitros, pese a su prestigio político. Contribuían, sobre todo, a una toma de conciencia,
organizando la discusión y el estudio sobre una base de principios, de manera de superar el
espíritu de fracción. El objetivo buscado era realizar la ―gran alianza‖ entre todas las
organizaciones revolucionarias, condición indispensable para organizar un ―comité
revolucionario‖ fundado sobre la ―triple integración‖, es decir, que reuniera a los responsables
surgidos: 1) de las organizaciones de rebeldes; 2) de los cuadros revolucionarios; y 3) del ejército
(o de la milicia popular). Las dos primeras categorías de responsables, así como los milicianos,
eran elegidos por voto secreto por las masas y revocables en cualquier momento por ellas.
Los trotskistas exorcizan al maoísmo presentándolo como un avatar del stalinismo. No es
fácil; de modo que deben reconocer por lo menos que ―las posiciones actuales de Mao no son
una copia pura y simple de la dictadura tiránica personal de Stalin‖. Una vez probada de este
modo su ―objetividad‖, se sienten mucho más cómodos para denunciar ―el culto ultrajante de
Mao‖, jugando, como todos los revisionistas, con el equívoco: culto de la personalidad =
revisionismo56
.
Sin embargo, están lejos de subestimar el papel de los dirigentes en la historia, como lo
atestiguan los textos de Trotsky en que demuestra que, sin Lenin, no habría habido Octubre de
1917. El pueblo chino, que conoce la historia de su revolución, sabe que Mao lo condujo de
victoria en victoria desde hace 50 años. Es normal que sienta por él un afecto y una veneración
profundos. A decir verdad, la expresión de estos sentimientos revista a veces formas excesivas y
folclóricas, pero es lo propio de los entusiasmos populares. China, por lo demás, tiene detrás
varios milenios del culto del ―hijo del cielo‖. Han quedado retos. Mao se quejó de esto a Edgar
Snow en diciembre de 1970. Durante la Revolución Cultural, intervino varias veces para
proscribir las fórmulas exageradas e incorrectas en el plano teórico. Ya no se lo califica de ―gran
dirigente, gran comandante en jefe, gran maestro y gran timonel‖. Ya no se proclama su
pensamiento como ―cumbre del marxismo-leninismo‖, lo que podría sugerir la idea de una
declinación ulterior. Finalmente, ya no se exhorta a la gente a colocarse ―bajo la autoridad
absoluta‖ de su pensamiento, ―ya que no existe autoridad absoluta, observó Mao, sino sólo
autoridades relativas‖.
Estas exageraciones eran, en general, producto de la ultraizquierda. Los ataques de que fue
objeto esta tendencia en 1971 fueron seguidos de una reducción en el número de efigies de Mao
en las ciudades chinas.
Es curioso encontrar en el artículo en que Edgar Snow relata su entrevista a Mao en 1965,
junto a observaciones críticas a propósito del ―culto a la personalidad‖ de Mao, un juicio
adecuado para alimentar este culto. Edgar Snow dice a su anfitrión que es el mayor hombre de
Estado chino y, además, un gran estratega, poeta y filósofo. Mao da una respuesta característica:
no se rebaja a la falsa humildad de rechazar las fórmulas halagadoras de su interlocutor sino que
le explica que sin duda él habría sido un simple maestro si no hubiera sido por la explotación y la
opresión del pueblo chino, ante las cuales no podía permanecer pasivo. Dicho de otro modo, la
revolución creó a Mao tanto como Mao creó a la revolución.
Sobre el Trotskismo 105
El maoísmo, ciencia de la revolución y tercera etapa del marxismo
A lo largo de este libro, hemos empleado el término de ―maoísmo‖ como sinónimo de
―pensamiento de Mao Tsetung‖, expresión que sólo tiene derecho de ciudadanía en China. ¿Por
qué es así y cuáles son nuestras razones para considerar el primer término como igualmente
correcto?
Sustentamos nuestra opinión en el hecho de que la relación entre el pensamiento de Mao y el
marxismo-leninismo es exactamente de la misma naturaleza que el que existe entre el
pensamiento de Lenin y el de Marx. Haciendo un balance de la práctica revolucionaria de su
tiempo, de la cual fue actor principal, Lenin desarrolló el marxismo permaneciendo fiel a su
verdad universal. Mao hizo lo mismo en nuestra época. Como todas las ciencias, el marxismo
progresa y se enriquece sin que los nuevos conocimientos destruyan lo adquirido en el período
precedente, que se integra en una síntesis más vasta57
. Esta historia es a la vez continua y
discontinua.
En una serie de artículos que celebraban el 90º aniversario de la Comuna de París en 1961,
los comunistas chinos plantearon una tesis que sostienen hoy más que nunca: la de las tres etapas
del marxismo. La primera, colocada bajo el signo de Marx y Engels, había sido marcada por la
Comuna; la segunda, la del leninismo, había culminado en la Revolución de Octubre; la tercera,
era la del pensamiento de Mao Tsetung y de la revolución china.
De la misma manera que el leninismo es el marxismo de la época de las guerras y
revoluciones, que se abre en 1914, el pensamiento de Mao es el marxismo-leninismo de nuestra
época, cuando el imperialismo marcha hacia su total derrumbe, cuando el socialismo marcha
hacia la victoria en el mundo entero. Mao Tsetung ha dirigido la revolución china; hizo el
balance de la experiencia revolucionaria desde hace medio siglo; extrajo lecciones de la
degeneración revisionista, especialmente en la URSS; desencadenó y dirigió la Revolución
Cultural para evitar a China un destino semejante. Al hacer esto, resolvió toda una serie de
problemas relativos especialmente a la teoría de la contradicción (dialéctica), la teoría del frente
único, la de la guerra popular, la de la lucha de clases durante la transición al socialismo y de las
contradicciones en el seno del pueblo. De ese modo, llevó el marxismo a un nivel más elevado.
Si los chinos no usan el término maoísmo, en nuestra opinión se debe a tres razones: 1) por
no acentuar la novedad del pensamiento de Mao en relación con el marxismo-leninismo, a fin de
no dar armas a la propaganda revisionista; 2) porque Mao está vivo, porque la modestia le
impide hablar a él mismo de maoísmo y porque él y sus camaradas prefieren que la adopción del
término se deje a la posteridad; 3) porque algunos aliados del movimiento comunista
internacional que están dispuestos a rendir homenaje al pensamiento de Mao Tsetung y a
inspirarse en él, tendrían por ahora ciertas reticencias para proclamarse maoístas, es decir, para
reconocerlo como el marxismo-leninismo de nuestra época. La referencia común al marxismo-
leninismo sin otra precisión ofrece un terreno de acuerdo más amplio y permite aislar mejor a los
revisionistas a escala mundial y dentro de cada partido.
Éstas son razones puramente tácticas. No invalidan en nada los argumentos teóricos que
acabamos de presentar. Sucede que en Europa no sólo no tenemos los mismos motivos tácticos
para adoptar el uso chino sino por el contrario la coyuntura de la lucha entre los dos caminos en
el seno de los movimientos que reivindican el pensamiento de Mao exige diferenciarse de los
marxista-leninistas momificados que no han comprendido nada de la contribución original de
Mao y sólo admiten despectivamente su validez universal, por consiguiente su aplicabilidad en
Sobre el Trotskismo 106
Europa y por eso rechazan el término de maoísmo. Por eso en Francia desde su nacimiento la
―Izquierda proletaria‖ lo adoptó58
.
No pretendemos de ninguna manera que se puedan encontrar en las obras de Mao recetas
para hacer la revolución en cualquier país. La actitud que se debe tener con respecto al maoísmo
es exactamente la que tuvo Mao con respecto al marxismo-leninismo, doctrina extranjera que
supo aclimatar en China. Hay que ―asimilarla y saber aplicarla, hay que asimilarla con el único
fin de aplicarla‖. Es imposible si uno se contenta con repetir las fórmulas estereotipadas en lugar
de hacer trabajar el propio cerebro. Como toda ciencia, el pensamiento de Mao es la
sistematización de una adquisición (en este caso, la de la experiencia revolucionaria de los
pueblos). La asimilación de esta adquisición y su aplicación viva son la condición de una
solución correcta de los nuevos problemas que se plantean, por consiguiente la condición de un
avance ulterior de la teoría.
¿Cómo definir la unidad del desarrollo orgánico y de la invariabilidad del marxismo? La
teoría marxista apunta a conocer el mundo para transformarlo; consigue conocerlo a través y por
medio de la transformación. Al penetrar en las masas, al hacerse fuerza material, transforma el
mundo y se transforma mientras tanto ella misma. No se puede asimilar la teoría más que
poniéndola en práctica. Por eso los marxólogos no comprenden nada de marxismo. Lo mismo
que el partido, no es más que un medio para liberar al pueblo. Transformarla en un fin es fijarla
como dogma, como especulación escolástica. No se puede desarrollar la teoría más que
aplicándola en los hechos, por consiguiente con éxito. Por cierto, el análisis de un fracaso es rico
en enseñanzas; los comunistas hacen continuamente el balance de sus experiencias, incluso de
sus fracasos, pero sólo las aplicaciones victoriosas, ejemplares, permiten verificar la validez de
una innovación teórica, es decir, de una nueva solución para los problemas siempre nuevos que
presenta la práctica. Para ir más allá del marxismo de cierta etapa, para hacerlo avanzar, hay que
haberlo asimilado antes a través de su aplicación en la revolución. Es lo que hicieron Lenin y
Mao. Por el contrario, Bernstein, Kautsky, Jruschov, Togliatti y otros Dubcek revisan lo
adquirido por la teoría a consecuencia de su negativa a aplicarla para hacer la revolución. So
pretexto de reconocer la realidad, se rehúsan a transformarla. Su política es el efecto de la
presión de la ideología burguesa que cada uno de nosotros, por lo demás, lleva en lo más
profundo de sí mismo. En los trotskistas, el dogmatismo, la tendencia a deducir de algunas
verdades generales la respuesta a todos los problemas, van a la par con el empirismo más chato y
la sumisión sin complejos a todos los fetiches de la ideología burguesa: individualismo,
liberalismo, culto del saber y la técnica, etc.
Cada capítulo de este libro aporta elementos de respuesta a la pregunta: ¿qué es el maoísmo?
No insistiremos en lo que sigue sobre su carácter democrático, no dogmático, no represivo.
El pensamiento de Mao Tsetung aporta a las masas los instrumentos conceptuales que les
permiten intervenir activamente en la política, tomar en manos propias el destino propio. Las
vivas luchas ideológicas que opusieron en China a diversas corrientes y diversas organizaciones
durante la Revolución Cultural, el hecho de que el IX Congreso no haya podido concluirse más
que después de tres semanas de debates, muestran bien que una referencia común al pensamiento
de Mao no significa para nada una uniformación de los chinos, que los pekinólogos presentan a
veces como una sociedad de hormigas, no de ―sujetos‖ humanos59
. Si se les creyera, un solo
hombre tendría en China derecho a pensar. Como si Mao no hubiera sido el teórico de las
contradicciones en el seno del pueblo, es decir, de la legitimidad de las divergencias de opinión
entre seres que persiguen los mismos fines últimos. En realidad, el maoísmo, lejos de dispensar a
Sobre el Trotskismo 107
los que se adhieren a él de pensar por sí mismos, les permite, por el contrario, hacerlo de manera
rigurosa. No les da un conjunto de recetas válidas en todas las situaciones sino que exige de ellos
que hagan ―trabajar la máquina‖ (el cerebro), que ―disequen uno o dos gorriones‖ (que analicen
concretamente los problemas después de investigar), en una palabra, que se atrevan a pensar,
hablar, actuar. Mao dice60
: ―Frente a cualquier cosa, los comunistas tienen siempre que
preguntarse el porqué y utilizar su propia cabeza para examinar minuciosamente si corresponde a
la realidad y si está bien fundada; no deben en absoluto seguir ciegamente a otros ni preconizar
el servilismo‖. En los países capitalistas, al contrario, la sumisión y la pasividad pasan por
sinónimos de civismo. Los gobernantes reivindican a la ―mayoría silenciosa‖… y hablan en su
lugar. Hacen todo lo posible para que siga siendo silenciosa, por sentimiento de impotencia y
resignación. Si es necesario, usan el terror policial para impedirle tomar la palabra invadiendo el
primer plano de la historia. ¡Imagínense, sería la revolución! De Gaulle, antes de inventar la
participación, comparaba al jefe de Estado con el capitán de un barco. Los ciudadanos eran los
pasajeros, que debían permanecer en sus camarotes y por supuesto no tenían nada que decir
sobre las maniobras. Incluso en la vida cotidiana, la gente común debe obedecer a sus superiores,
a los funcionarios, a la policía, a todo lo que está revestido de una autoridad cualquiera, sin
discutir, sin ―preguntarse el porqué‖. Una frase que vuelve a menudo en el habla popular es: ―No
trate de entender‖.
Y bien, Mao invita al pueblo no sólo a tratar de comprender, sino además a rechazar lo que
no es razonable. Proclamó: ―Se justifica la rebelión contra los reaccionarios‖. Esto es válido no
sólo para los países capitalistas sino también para China, cuyos dirigentes o cuadros pueden
degenerar y dejar de servir al pueblo. Para este último, apoderarse de la ciencia marxista-
leninista (el pensamiento de Mao Tsetung) es rechazar toda otra autoridad, es conquistar el
derecho a criticar toda otra autoridad desde un punto de vista proletario, es dominar la política, la
conducción de la lucha de clases, las leyes de la revolución ininterrumpida, es hacer la historia
conscientemente en lugar de soportarla. Aparece así que el pensamiento de Mao Tsetung, lejos
de ser ―represivo‖, como lo pretenden algunos espíritus amargados entre los intelectuales
―antiautoritarios‖, es de hecho liberador, del mismo modo que todas las formas de racionalidad.
Sin duda, se puede negar la calidad científica tanto del marxismo en general como del
maoísmo en particular. En ese caso, hay que refutarlos en el plano teórico y práctico. Lenin
refutó el menchevismo en una serie de escritos. Además, demostró la legitimidad de la
revolución socialista en Rusia en el curso mismo de hacerla, como aquel filósofo que demostraba
el movimiento en el curso mismo de andar.
Raymond Aron afirma ―no hay medida común entre la teoría según la cual las
contradicciones sociales llevan por sí mismas a una sociedad sin clases y una proposición
matemática o física‖61
. Se cuida mucho de explicar que el concepto de ―contradicciones sociales‖
remite, para un marxista, a la realidad social en su totalidad, de la cual son motores. Una vez que
se sabe eso, se hace evidente que si las contradicciones sociales llevan a la sociedad sin clases, lo
hacen ―por sí mismas‖ (a menos que se admita la intervención de un dios). El lector, dejado en la
ignorancia de esta explicación, se ve llevado, por medio de este procedimiento tan infalible como
subrepticio, a suponer que, según los marxistas, la revolución se haría sola y la sociedad iría al
comunismo por sí misma, sin que tuviéramos que intervenir para nada. Al ser el marxismo un
fatalismo, es decir, una superstición de las más primarias, ¿cómo podría pretender ser científico?
Al sugerir con su acostumbrada habilidad esta conclusión, Aron evita comprometerse
explicitándola, se contenta con comprobar que ―no hay medida común‖ entre una proposición
Sobre el Trotskismo 108
marxista ―y una proposición matemática o física‖. Tal vez sí, tal vez no. ¿Cómo hay que
entender ―medida común‖, ―en el sentido de‖? Lo que plantea Aron es evidente (con la evidencia
de una perogrullada) o falso, según se tomen estas fórmulas stricto o lato sensu. Es a favor de
esta neblina semántica que hace pasar como evidente una afirmación que, por lo menos, es
discutible.
Todas las ciencias difieren entre sí por su objeto, sus conceptos, sus métodos, pero todas
tienen ciertos rasgos comunes. Vamos a enumerar los que el materialismo histórico comparte con
las otras ciencias:
a) Enuncia de manera rigurosa un conjunto de verdades generales (leyes).
b) Los hechos conocidos no contradicen esas leyes.
c) Estas últimas permiten explicar los hechos por sus causas.
d) Permiten elaborar previsiones y por consiguiente someter a la prueba de la práctica las
hipótesis concernientes a los hechos nuevos.
De este último rasgo se sigue que la política (la conducción de la lucha de clases, la historia
en presente) es una verdadera ciencia experimental.
En el campo de las ciencias de la naturaleza, todos los seres humanos se interesan en
conocer la verdad objetiva, sea cual sea a qué clase pertenecen. No es lo mismo en el campo de
las ―ciencias sociales‖. Aquí, el mismo consenso no puede alcanzarse, ya que los intereses se
oponen. La burguesía, para sobrevivir, debe operar una verdadera ―represión‖ de las verdades
que la condenan. Por ejemplo, no puede admitir que su reino no es eterno, que los patrones
tienen necesidad de los obreros pero no los obreros de los patrones. En cuanto al proletariado, no
tiene intereses particulares que defender. Al emanciparse, emancipa a toda la humanidad. En este
sentido, es la ―clave universal‖. Sólo los intelectuales que se alineen de su lado podían descubrir
las leyes universales del desarrollo histórico que revelan al proletariado el camino de la victoria.
En una palabra, la clase obrera y los intelectuales revolucionarios que se han unido a su combate
se interesan en conocer y proclamar la verdad, mientras que la burguesía se interesa en ocultarla,
ocultándosela.
Dos notas para terminar.
De la misma manera en que la historia de las otras ciencias, la asimilación de la experiencia
del materialismo histórico es necesaria para ir más lejos, pero no aporta una garantía de éxito. La
verdad siempre es concreta.
Por otra parte, el que fracase una línea política no pone en duda la validez del materialismo
histórico, sino sólo la de esa línea. Aún habría que analizar, a partir de las enseñanzas de ese
fracaso, en qué la línea era errónea, ya que es posible que se dé cierto fracaso debido a la
correlación de las fuerzas en un momento determinado.
Sobre el Trotskismo 109
6. Stalin y Trotsky frente a la revolución china
Introducción
Al criticar la versión trotskista de la historia con dos ejemplos, China y Grecia, no pretendemos
de ninguna manera justificar la política internacional de Stalin. Éste cometió, en este aspecto,
errores numerosos y a veces graves. Pero los trotskistas, en su vehemencia polémica, van más
lejos. Su argumentación parte de postulados (presentados como conclusiones) que constituyen
una falsificación general de la historia y son, además, antimarxistas desde el punto de vista del
método. Son éstos, formulados brevemente:
a) Todos los partidos comunistas en el mundo estaban manipulados por Stalin como simples
marionetas desprovistos de voluntad propia.
b) Stalin les impuso deliberada y sistemáticamente una línea que conducía al fracaso,
incluso a su destrucción. Es el ―organizador de las derrotas‖.
c) Stalin actuaba así para salvaguardar la existencia de la URSS y porque los intereses de la
burocracia soviética eran los únicos que le importaban.
Esta última explicación es totalmente absurda. La más segura garantía de la seguridad en la
URSS era el fortalecimiento de los movimientos revolucionarios que socavaban las retaguardias
imperialistas. No se ve cómo la victoria de la revolución en China, en Alemania, en España o en
Grecia habría podido puesto en peligro a la URSS. Ésta, en tiempos de Stalin, inspiraba miedo y
odio a los reaccionarios, precisamente porque tenían razones para ver en ella la base roja de la
revolución mundial. Ya no es así actualmente y los anticomunistas que escribían en las paredes
―los bolches a Moscú‖ escriben hoy: ―Los bolches a lo de Mao‖. El director de orquesta mítico
tras bambalinas ha cambiado de albergue.
En cuanto a los dos primeros puntos, son necesarios para cargar la responsabilidad de todos
los fracasos sobre Stalin, pero los trotskistas nunca aportaron la más mínima prueba. Por lo
demás, una investigación, aunque tenga poca seriedad, revela una multitud de hechos que
invalidan las tesis trotskistas. Por ejemplo, cómo se puede considerar que Stalin sea responsable
de los errores cometidos por el Partido Comunista de China en el período 1928-1935 cuando se
sabe:
1. que un intercambio de mensajes entre las bases de Kiangsí y Moscú necesitaba de seis a
ocho meses;
2. que Stalin sostuvo las posiciones de Mao Tsetung cada vez que tuvo conocimiento de
ellas y no las de la dirección del Partido Comunista de China que se pretende que había
establecido;
3. que esta última aplicaba las directivas de la Comintern sólo cuando le convenía.
Nos hemos anticipado un poco para mostrar que nuestro fin es recordar hechos poco o mal
conocidos, gracias a los cuales se obtendrá una imagen más exacta y matizada de la historia que
la que ofrecen escritos orientados por sus afanes de polemizar con el stalinismo.
Es sólo después de haber barrido todo lo acumulado por 40 años de falsificaciones que
podremos emprender el estudio de la cuestiones verdaderamente interesantes, tales como el
contenido históricamente real del concepto del stalinismo; cómo la Internacional centrada en
Sobre el Trotskismo 110
Moscú contribuyó a la educación y a la unificación ideológica del movimiento comunista
internacional; las raíces históricas de la degeneración oportunista en ese movimiento, etc.
En el libro Fascismo y dictadura, Poulantzas afirma que la relación entre la política de la
Comintern y la URSS se establece por medio de una línea caracterizada por ―el economismo, la
ausencia de una línea de masas y el abandono del internacionalismo proletario‖1. Precisa que este
último rasgo ―aparece principalmente… en las tesis y la política concreta concerniente al
`problema nacional' y el `problema colonial'‖.
Subrayemos de paso que son justamente los partidos chino, yugoslavo, albanés y vietnamita
se interesan por estas tesis y esta política quienes menos parecen haberse molestado, puesto que
resultaron victoriosos. Se verá a continuación que el estudio de las relaciones entre la Comintern
y el partido chino no corrobora de ningún modo la opinión de Poulantzas. Por cierto, se puede
suponer, por ejemplo, que Stalin alentó la línea de unidad sin principios en el frente antijaponés
pregonada por Wang Ming; también se puede decir que la prensa de Moscú condenó el arresto de
Chiang Kai-shek en Sian como un complot inspirado por el Japón2; pero todo eso no basta para
deducir ―el abandono del internacionalismo proletario‖. No piensan así los chinos, que son los
mejores colocados que nadie como para saberlo. Todavía no tenemos los medios de determinar
la periodización de la lucha de clases en la URSS a partir de sus factores internos, pero
conocemos sus efectos en el plano de la política internacional. De ello surge que ―el proceso de
reconstitución de la burguesía soviética‖ ya en curso en tiempos de Stalin no pudo desembocar
en la usurpación del poder del Estado más que después de la muerte de éste.
Este capítulo tiene objetivos extremadamente limitados. No se debe buscar en él un estudio
sistemático de la historia del Partido Comunista de China durante la primera y la segunda guerra
civil revolucionaria. Tomando el ejemplo de los fracasos sufridos por la revolución china de
1927 a 1935, nos proponemos establecer los siguientes puntos:
1. Que las posiciones de Trotsky sobre China eran erróneas;
2. Que los trotskistas falsifican la historia de ese período en el marco de su propaganda, con
la intención de canonizar a Trotsky y de presentar a Stalin como la fuente de todos los males que
se abatieron sobre el movimiento comunista.
3. Que independientemente de los casos precisos de falsificación que vamos a demostrar con
documentos que nos apoyan, su interpretación de la historia procede de errores teóricos
fundamentales que pusimos en evidencia en los capítulos precedentes.
La crónica: Puntos de referencia (1926-1927)
El 1º de julio de 1926 se lanzó la expedición del Norte. Los ejércitos de Cantón progresaron
rápidamente, tomando Changsha el 12 de julio, acabando el 7 de octubre la conquista de la triple
ciudad de Wuhan y apoderándose, el 8 de noviembre, de Nanching.
El avance victorioso de los ejércitos nacionalistas estaba facilitado por la agitación
revolucionaria organizada por los comunistas en la retaguardia del enemigo. Las uniones
campesinas y los sindicatos surgían por todas partes y tomaban el Poder. Sólo en Hunan, donde
Mao Tsetung actuaba, las ligas campesinas contaban con un millón de miembros en noviembre
de 1926, dos millones en enero de 1927 y cinco millones en abril de ese año3.
La victoria de la revolución en el valle del Yangtsé significó enfrentamientos con los
imperialistas. Las cañoneras británicas bombardearon, el 7 de septiembre, a la población
Sobre el Trotskismo 111
desarmada de Wanhsien, y sus tropas tiraron sobre los manifestantes en Hankow. A raíz de estos
incidentes, los obreros de esta última ciudad ocuparon la concesión británica (enero de 1927).
Como algunos extranjeros murieron durante la toma de Nankín, los buques de guerra
norteamericanos y británicos bombardearon la ciudad el 24 de marzo.
Shanghai fue liberado en ese momento (23 de marzo), a raíz de un levantamiento obrero
dirigido por los comunistas, especialmente por Chou En-lai.
El 1º de marzo, Chiang Kai-shek pronunció un discurso en que atacaba violentamente al
gobierno del Kuomintang que se había instalado en Wuhan y que contenía veladas amenazas
hacia los comunistas. Wuhan replicó retirando a Chiang casi todos sus poderes especiales. Los
comunistas recibieron un lugar en la presidencia del consejo político y dos ministerios.
Asustados por la organización de una municipalidad dominada por los representantes de las
masas trabajadoras, que se apoyaba en 2.700 obreros armados, los banqueros y la burguesía
compradora de Shanghai llamaron en su ayuda a Chiang Kai-shek. Éste necesitaba dinero; le
dieron 45 millones de yuans. Con el acuerdo de las autoridades de la concesión francesa y de la
concesión anglonorteamericana, 5.000 fusiles y camiones fueron entregados a los miembros de
las bandas verde y roja que recibieron, además, autorización para atravesar las concesiones a fin
de asesinar a los trabajadores y los intelectuales revolucionarios. Las tropas de Chiang
organizaron matanzas similares en Cantón y en Nankín (12 de abril)4.
El gobierno de Wuhan despojó a Chiang Kai-shek de todas sus funciones y lo excluyó del
Kuomintang (17 de abril). Pero al día siguiente, Chiang instaló su propio gobierno en Nankín.
El 17 de mayo, el general Sia To-yen se rebeló contra el gobierno de Wuhan y se pronunció
por el de Nankín. Trató de apoderarse de Wuhan y fue derrotado por la movilización del pueblo
de la capital de Hopei y por la llegada de las tropas del general anticomunista Ye Ting. El 21 de
mayo, un general del gobierno de Wuhan desencadenó una sangrienta represión contra los
comunistas y los militantes obreros y campesinos de Changsá. A continuación, los arrestos y
matanzas de comunistas se multiplicaron en las regiones controladas por Wuhan. La ruptura
definitiva entre el Kuomintang de ―izquierda‖ y los comunistas se realizará el 16 de julio.
Borodin partió el 27 de julio y los comunistas perseguidos entrarán en la clandestinidad5.
El 1º de agosto tuvo lugar en Nanchang un levantamiento de la guarnición del Kuomintang
de izquierda comandada por comunistas (Chu Te, Ho Long, Te Ting). Estas tropas (300.000
elementos) se dirigieron hacia el sur, pero fueron dispersadas luego de duros combates en la
región de Swatow (27-30 de septiembre). Sólo algunos millares de soldados bajo Chu Te
escaparon. En abril de 1928, se unieron a las fuerzas que Mao Tsetung había conducido al monte
Chingkang después del fracaso del movimiento de la Cosecha de Otoño6.
Otros levantamientos condujeron a la creación de bases rojas ―soviéticas‖ más o menos
durables en las provincias de Kwangtung, Hopei, Shansí, etc.
El 11 de diciembre se desencadenó la insurrección de Cantón bajo la dirección de Ye Ting.
Ésta se beneficiaba con la complicidad de Ye Chen-ying (futuro mariscal del Ejército Popular de
Liberación o EPL) que comandaba el regimiento de instrucción y de una situación
momentáneamente muy favorable, ya que los conflictos entre dos generales nacionalistas habían
conducido a uno de ellos a desplegar sus tropas fuera de la ciudad, dejando a ésta desguarnecida.
Las fuerzas que participaban en la acción eran 2.000 guardias rojos, 200 elementos del
regimiento de instrucción y alrededor de 8.000 obreros y campesinos armados con fusiles
capturados de los depósitos militares; entre estos últimos, había dos mil obreros comunistas
liberados de la prisión. Dos días después, 50.000 hombres del Kuomintang intervinieron
Sobre el Trotskismo 112
inmediatamente y aplastaron a estas fuerzas. Un millar de insurrectos escaparon y ganaron las
zonas sovietizadas de Haifeng y Lufeng, otro estuvieron en el origen de las guerrillas en las
orillas del Yu Kiang7.
Según los trotskistas, la ―Comuna de Cantón‖ fue una ―insurrección suicida resuelta en
Moscú‖ por Stalin, que deseaba un comunicado de victoria para el XV Congreso. Nunca hubo
una prueba que apoyara esta afirmación. Está claro, ahora, que Moscú, por razones de distancia,
no podía decidir sobre operaciones particulares y debía contentarse con transmitir directivas
generales. Con respecto al fondo del problema, hay que considerar que aun levantamientos
destinados al fracaso valían tal vez más que la capitulación sin combate. La insurrección de la
Cosecha de Otoño también fue un fracaso, pero está en el origen de la larga marcha del Partido
Comunista de China hacia la victoria. Sin embargo, parece que el precio pagado en Cantón fue
demasiado elevado. De todos modos, los levantamientos en las ciudades procedían de una
estrategia errónea que atacaba al enemigo en su punto fuerte, cuando su punto débil estaba en el
campo. Esta crítica –la única justa– no pueden hacerla los trotskistas, ya que ellos también
pensaban que China debía liberarse partiendo de las ciudades.
Al rechazar este error, sobre la base de la experiencia, sin escuchar a los trotskistas, el
Partido Comunista superó los problemas en el período siguiente. Los comunistas ―no se
aterrorizaron, ni se sometieron ni se aniquilaron. Se rehicieron, enjugaron su sangre, enterraron a
sus camaradas y prosiguieron el combate‖. Los reveses de 1927, lejos de detener la marcha de la
historia, sembraron las semillas de las futuras victorias.
Como dijo Mao Tsetung: ―Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra
vez a luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, y él tampoco marchará jamás en
contra de ella‖.
Cómo Isaac Deutscher escribe la historia
Leemos en Prophet Unarmed, de Isaac Deutscher, la página 317: ―El Partido Comunista de
China, basado en pequeños círculos propagandísticos, tuvo su primer congreso recién en 1921.
Apenas lo había celebrado, cuando Moscú comenzó a urgirlo a buscar un acercamiento con el
Kuomintang‖ y en la página 319: en 1922, Maring ―dijo a Chen Tu-siu y a sus camaradas que la
Internacional Comunista les ordenaba firmemente que se adhieran al Kuomintang, sin considerar
consideraciones. Chen se sentía repugnancia en conformarse a esa instrucción, pero cuando
Maring invocó el principio de la disciplina internacional comunista, él y sus camaradas se
sometieron‖.
Por asombroso que parezca, las fuentes (¡incluso trotskistas!) contradicen esta versión de los
hechos. El representante de la Comintern, Maring (alias Sneevliet), que en los años 1930 se hizo
trotskista, dijo al historiador trotskista Harold Isaac que la mayoría del Comité Central, incluso
Chen Tu-siu, estaba de acuerdo con sus opiniones y que los que se opusieron, especialmente el
―izquierdista‖ del momento y futuro tránsfuga Chang Kuo-tao, lo habían hecho no por razones
de principio sino porque no creían que el Kuomintang pudiera transformarse en un movimiento
de masas en el cual fuera útil militar. Insistió en el hecho de que en ese momento no había
instrucciones precisas8. Su testimonio lo confirma Pável Mif, miembro de la oficina del Lejano
Oriente de la Comintern, según el cual las primeras instrucciones concernientes ―a la
coordinación de las actividades del Kuomintang y el reciente Partido Comunista de China‖ las
Sobre el Trotskismo 113
dio el Comité Ejecutivo de la Comintern en una comunicación especial fechada el 12 de enero de
19239.
Notemos que la estrategia de penetrar en un movimiento de masas no proletario pero
progresista ya la aplicó con gran éxito el mismo Sneevliet en las Indias holandesas, donde los
comunistas infiltraron la organización campesina Sarekat Islam. La táctica del frente único con
los movimientos nacionalistas revolucionarios de los países coloniales y semicoloniales,
adoptada por el II Congreso de la Internacional Comunista, se inspiró en esa experiencia. Fue
Lenin quien envió a Sneevliet por primera vez a China (1920). Este último, por lo demás, daba
gran importancia a que el Partido Comunista de China [PCCh] conservara su independencia
política y organizativa.
Ahora bien, en un texto que data de la época en que se justificaba ante las críticas que le
dirigía la dirección del PCCh, Chen Tu-siu nos dice que Maring urgió a los comunistas chinos
para que entraran en el Kuomintang porque éste ―no era un partido de la burguesía, sino un
partido comunista de diversas clases (…) Los cinco miembros del Comité Central del PCCh se
opusieron unánimemente a esa proposición, porque entrar en el Kuomintang era introducir
confusión en la organización de clase y trabar nuestra política independiente. Finalmente, el
delegado de la III Internacional preguntó categóricamente si el PCCh se conformaría a la
decisión de la Internacional‖10
.
Vemos ahora de dónde sacaba Deutscher sus informaciones. Dejaba de lado las fuentes
(incluso las trotskistas) que no llevaban bastante agua a su molino y elegía un testigo interesado
cuyo alegato pro domo apunta a descargar sus propios errores sobre la espalda de Stalin. A lo
largo de una exposición de varias páginas, Deutscher toma el testimonio de Chen como palabra
santa y tanto más cuanto lo considera un teórico más grande que Mao Tsetung11
.
He aquí lo que dice Chen: ―En cada etapa, expondrá francamente sus objeciones a la política
de Moscú; pero no mantenía sus posiciones. Cuando rechazaba éstas, se sometía a la autoridad
del Comintern y aplicaba la política de Moscú contra su mejor opinión‖.
¡Pobre Chen! Podría decir, con el poeta latino, Video meliora proboque, deteriora sequor
(veo el bien, lo apruebo, y hago el mal).
La realidad histórica es infinitamente más compleja que esta tesis apologética que los
trotskistas se transmiten de generación en generación, simplificándola y deformándola cada vez.
Se puede seguir esta degradación de la historia hacia la mitología comparando a Harold Isaacs
con Deutscher, y a éste con Broué. Fernando Claudin retoma servilmente esta leyenda
remitiendo a la ―Carta a los camaradas‖ de Chen Tu-siu, de la que dice que es ―¡de gran interés
humano e histórico‖12
.
Un investigador más serio y menos ingenuo (aunque aún más antistalinista), Dov Bing,
encontró más de una falsedad en este testimonio, con relación al cual la prudencia hubiera debido
ser obligatoria, dado su carácter interesado13
.
No existe ninguna prueba documental (anterior a 1929) que atestigüe que Chen Tu-siu
aceptó con repugnancia la adhesión al Kuomintang. Incluso, si fuera cierto, no se podría ver en
esto un signo de una posición de izquierda. En la Carta de Shanghai, los tres miembros de la
misión de la Comintern muestran que era por oportunismo por lo que Voitinsky y la derecha del
PCCh no querían que los comunistas entraran al gobierno de Cantón. Más precisamente, para
que no tuvieran que luchar contra el ala derecha del Kuomintang14
. Igualmente, es por ―espíritu
capitulador‖ que el representante del ejecutivo de la Comintern (de acuerdo a Borodin) propuso,
después del golpe del 20 de marzo de 1926, que los comunistas salieran del Kuomintang,
Sobre el Trotskismo 114
conforme a los deseos de Chiang Kai-shek15
. El dirigente más derechista del partido, Tang Ping-
chan, criticó la política de integración en el Kuomintang en la plenaria de noviembre de 1926 de
la Comintern. Sin embargo, fue el más celoso frenador del movimiento campesino, como
ministro de Agricultura del gobierno de Wuhan, en oposición a ciertas directivas de la
Comintern.
La política de trabajar en el seno del Kuomintang era en ese momento perfectamente justa
en el marco de la lucha contra el imperialismo y los militaristas. Dio un impulso colosal al
movimiento de masas en las ciudades y en el campo. Li Ta-chao y Mao Tsetung aplicaron con
entusiasmo esta política, por razones totalmente independientes de las instrucciones de la
Comintern. El segundo, incluso, habría estado sometido a vivas críticas por parte de algunos de
sus camaradas, como Li Li-san, que le reprochaban que diera demasiado importancia a la
cooperación con el Kuomintang16
.
Desde 1923, Chen Tu-siu negó que el campesinado chino, conformado según él por una
mitad de pequeños propietarios, pudiera aceptar el comunismo y fuera otra cosa que un aliado
vacilante e inclinado al compromiso con la reacción. Este ―desdén por el campesinado –nos dice
Stuart Schram– no caracterizaba en modo alguno la línea de la Comintern en esa época‖17
. La
directiva de 13 puntos, dirigida en mayo de 1923 al III Congreso del PCCh y redactada bajo la
dirección de Bujarin, afirmaba que el problema campesino debía ocupar una posición central en
la política de este partido.
Veremos a continuación que la desconfianza de Chen con respecto al movimiento
campesino y su negativa a impulsarlo y aceptar que se lo armara, eran diametralmente opuestas a
otras resoluciones precisas adoptadas por la Comintern. Los oportunistas de derecha del PCCh
aceptaban de la boca para fuera las recomendaciones de la Internacional y después actuaban en
sentido contrario, alentados por Voitinsky y Borodin18
. Presentarlos como revolucionarios
consecuentes y lúcidos, pero obedientes perinde ac cadaver, es una fábula que no resiste el
examen.
Trotsky y la revolución china
El mismo Deutscher se opone a una ―de las leyendas del trotskismo vulgar, que afirma que la
posición había luchado constantemente desde el principio contra la `traición de la revolución
china' por Stalin y Bujarin‖19
. Muestra que, hasta el 31 de marzo de 1927, Trotsky sólo había
criticado (incidentalmente y, por así decirlo, de paso) la política china de la Comintern con
respecto a un punto: la adhesión del PCCh al Kuomintang. Incluso, sólo lo había hecho en el
secreto del Buró Político.
Para saber si Trotsky tenía razón en este asunto, no hay que colocarse sólo en el punto de
vista de los principios. Hay que examinar los hechos, profundizar la especificidad de la situación
china en ese momento. Entre 1922 y 1927, los miembros del PCCh pasaron de 300 a cerca de 70
mil y los sindicatos controlados por ellos alcanzaron tres millones de adherentes. Penetraron de
arriba a abajo el aparato del Kuomintang. Chou En-lai ejercía las funciones de director político
adjunto de la Academia Militar de Wampoa20
, Mao Tsetung era miembro del Comité Central del
Kuomintang y director del Instituto Nacional para el Movimiento Obrero (escuela de cuadros).
Chen Tu-siu y Borodin eran los lugartenientes de Sun Yat-sen y luego de Wang Tsing-wei. Otros
dirigentes del Kuomintang estaban muy cerca de ellos, como Lio Cheng-kai, asesinado por los
Sobre el Trotskismo 115
derechistas por esa razón. El 80% de los comités del Kuomintang en el nivel de base y en el nivel
intermedio estaban controlados por los comunistas y el Kuomintang de izquierda. Al mismo
tiempo, los comunistas conservaban en la práctica la autonomía de su organización y hacían
propaganda con la mayor libertad. Hasta el regreso de Chiang Kai-shek, la burguesía media o
nacional representaba un papel objetivamente revolucionario, al mismo tiempo que seguía siendo
vacilante y dubitativa. El afán de sus intereses la incitaba a combatir al imperialismo y a sus
aliados: los señores de la guerra y la burguesía compradora. Las relaciones semifeudales en el
campo y las guerras entre militaristas reducían el mercado interno. La empresa imperialista
contribuía a anular toda posibilidad de expansión. ¡Es por eso que los comerciantes e industriales
chinos de Cantón y de Shanghai llegaron a financiar los comités de huelga de Hong Kong! De
modo que el frente único entre el Kuomintang y el PCCh era a la vez posible, necesario y
enormemente provechoso para el movimiento revolucionario y el PCCh. Esto no significa que
hubiera que mantenerlo tanto tiempo como se hizo, en detrimento de la acción revolucionaria
consecuente en el campo. Hablaremos de esta cuestión en la continuación de este capítulo. Por el
momento, podemos concluir que Trotsky estaba equivocado al condenar, a comienzos de 1924,
la alianza con el Kuomintang. Al hacerlo, se ponía en contradicción con las posiciones
defendidas por Lenin en el II Congreso de la Internacional Comunista. Lenin dijo:
―No cabe la menor duda de que todo movimiento nacional no puede ser sino un movimiento
democrático-burgués. (…) La Internacional Comunista debe sellar una alianza temporal con la
democracia burguesa de los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse con ella y
tiene que mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario incluso en
sus formas más embrionarias‖21
.
El argumento de Trotsky contra el ingreso de los comunistas en el Kuomintang era que, de
ese modo, sacrificaban su independencia política. ¡El criterio de esta independencia era para él el
hecho de tener un diario! El PCCh no tenía diario, pero disponía de varias publicaciones
periódicas. La independencia de estas últimas era tal que, en septiembre de 1926, el diario del
Partido Siang-tao declaró que la expedición del Norte no estaba propulsada por las masas y que
el gobierno del Kuomintang no representaba al pueblo, sino que era ―el órgano especial‖ de un
grupo de generales para servir sus ―fines personales‖22
.
En mayo de 1927, es decir, después de la ruptura con Chiang Kai-shek, Trotsky, haciendo
un giro completo en la VIII Sesión Plenaria de la Internacional, se cuidaba de preconizar el retiro
de los comunistas del Kuomintang23
. Se trata de un hecho poco conocido por los trotskistas y
Deutscher no lo menciona.
En abril de 1927, Trotsky se apodera de la cuestión china para transformarla en su caballito
de batalla en la lucha que libraba, junto con Zinoviev y Kamenev, contra el Buró Político. Hasta
entonces, no se había interesado en la cuestión china más que desde el punto de vista de los
intereses estatales de la URSS. En 1924, presidió una comisión que debía elaborar
recomendaciones al Buró Político acerca de la línea de la diplomacia soviética en China.
Presentó su informe el 25 de marzo. He aquí lo que dice Deutscher de él:
―La comisión de Trotsky contaba con el mantenimiento de la división en China y era como
si sus recomendaciones estuvieran calculadas para perpetuarla (…) No trataba de favorecer a la
revolución sino de asegurar todas las ventajas posibles para el gobierno soviético. Es así que la
comisión proponía que todas las dependencias diplomáticas soviéticas buscaran la realización de
un modus vivendi y de una división en esferas de influencia entre el gobierno de Chiang Kai-shek
en el sur y el de Chang Tso-lin en el norte (…) La comisión recomendaba a los enviados
Sobre el Trotskismo 116
soviéticos que prepararan a la opinión pública `cuidadosamente y con tacto' para semejante
arreglo, que probablemente iba a herir los sentimientos patrióticos en China‖24
.
Nos abstenemos de comentar este informe. Cada uno adivina lo que dirían de él los
trotskistas si no estuviera firmado por Trotsky, sino sólo por Stalin. Hagamos notar,
simplemente, que el primero criticaba a los otros mientras que él mismo no asumía ninguna
responsabilidad. Sus propuestas no corrían el riesgo de ser puestas a prueba y siempre podía
exclamar: ―¡Ah, si solamente me hubieran escuchado!‖. Lo que en cambio se puede discutir es su
análisis de las contradicciones de clase en China y su apreciación acerca de las fuerzas motrices
de la revolución en ese país.
Trotsky subestima evidentemente el potencial revolucionario de la clase campesina en
China. Declara que ―la clase de los grandes propietarios rurales casi no existe en China…‖ (sic).
―En consecuencia –agrega–, el peso específico del problema agrario es ahí mucho menor de lo
que lo era en la Rusia zarista‖ (!)25
. En la misma obra que, como se sabe, data de noviembre de
1929, cita uno de sus antiguos discursos en el que decía:
―La ciudad tiene la hegemonía en la sociedad contemporánea y sólo la ciudad es capaz de
ejercer esta hegemonía en la revolución burguesa‖. Y agregó en una nota: ―¿Los críticos
retardatarios de la revolución permanente están de acuerdo con esto? ¿Están listos a extender esta
verdad a los países del Oriente, a China, a la India, etc.? ¿Sí o no?‖26
.
¡No, señor Trotsky! El partido del proletariado asegura por cierto la hegemonía en el
movimiento revolucionario en el plano de la dirección económica y política, pero sus tropas más
numerosas así como algunos de sus dirigentes provienen del campesinado. Es en el agro que se
encuentra su campo de acción más prometedor, ya que ―la revolución es siempre más fuerte
donde la contrarrevolución es más débil‖ (Mao). Será cercando las ciudades desde el campo que
un día se liberará China. El campesinado pobre será la fuerza motriz principal de la revolución
china. El pronóstico de Trotsky era exactamente inverso. En julio de 1928, escribía:
―Sólo con una nueva ola ascendente del movimiento proletario se podrá hablar seriamente
de la perspectiva de una revolución agraria‖27
.
Las causas de los errores oportunistas de la dirección del PCCh
Hemos mostrado más arriba por qué la alianza con el Kuomintang correspondía a una política
justa, inclusive hasta la expedición del Norte. Antes del éxito de esta campaña, ni los comunistas
ni los elementos reaccionarios del Kuomintang estaban listos para la prueba de fuerza que
acordaban prever, dejándola para más tarde a fin de no dañar la lucha antiimperialista y porque
en ese momento el ala derecha de la burguesía media todavía no se había inclinado hacia el lado
de la reacción por razones objetivas. Pedir, como lo hacía Trotsky en abril de 1926, que los
comunistas se retiraran del Kuomintang no tenía ningún sentido y hubiera tenido consecuencias
desastrosas.
Una vez conquistada la victoria en el valle del Yangtzé, los jefes nacionalistas y los oficiales
de su ejército comenzaron a inquietarse por el impulso de las masas populares, en la medida en
que éste socavaba las bases de las relaciones sociales casi feudales en el campo y fortalecía
demasiado a los obreros para que la explotación capitalista pudiera proseguir normalmente en las
ciudades. De inmediato, comenzaron a tomar medidas de represión antipopulares. En cierto
sentido, se puede decir que la victoria (militar) de la revolución implicó su derrota (política). En
efecto, los tuchun (militaristas de la camarilla del Norte), al ver de qué lado soplaba el viento,
Sobre el Trotskismo 117
cambiaron de bando y se pasaron al lado del Kuomintang. Ahora bien, de los 56 militares que se
ubicaron de este modo, 51 eran terratenientes feudales.
En ese momento, el PCCh se encontró ante el dilema siguiente:
– o bien, mantener su alianza con el Kuomintang a toda costa, frenando el movimiento
revolucionario de las masas si fuera necesario;
– o bien, tomando conciencia de que se había franqueado irrevocablemente una nueva etapa
en el proceso revolucionario y de que la contradicción principal se había desplazado, dejando
junto al imperialismo y a los elementos feudales el ala derecha de la burguesía nacional, asumir
resueltamente la jefatura de las masas explotadas en rebelión28
.
Los dirigentes comunistas chinos (y en mucho menor medida la Comintern) se rehusaron a
ver que había que elegir. En la práctica, en general optaron por el primer partido, mientras que
las instrucciones de la Comintern les sugerían más tomar el segundo. La alianza con el
Kuomintang les había resultado demasiado bien para que no estuvieran tentados a prolongarla
todo lo posible. Tomando sus deseos por realidades y la fraseología ―revolucionaria‖ de ciertos
líderes de la izquierda del Kuomintang como dinero contante y sonante, pensaban que podrían
jugar a dos puntas y que terminarían por aislar a la nueva derecha que se había constituido
alrededor de Chiang Kai-shek. Para obtener ese resultado, contaban con la ―dinámica‖ de la
revolución. Creían en ella tanto más cuanto que, efectivamente, en el período precedente, los
líderes de la derecha habían sido aislados y derrotados29
. Por cierto, se daban cuenta de que, con
semejante perspectiva, deberían frenar la revolución agraria. Pero, pensaban, no era más que una
demora. Por lo demás, se les chocaban profundamente las historias que circulaban sobre los
―excesos‖ cometidos por los campesinos. Como decía Mao:
―Incluso personas bastante revolucionarias, cerrando los ojos e imaginándose lo que pasa en
el campo, se sienten desmoralizadas e incapaces de negar que aquello va `mal'‖.
Contra ellos, y no contra Stalin, escribió su informe sobre el movimiento campesino en la
provincia de Junán, en que demuestra que, desde un punto de vista revolucionario, las cosas iban,
por el contrario, ―muy bien‖. ―Casi todos los dirigentes comunistas creían las historias sobre los
`excesos' de los campesinos y declaraban que el mejor método para combatir la
contrarrevolución era ponerle un término‖30
. Entre los dirigentes del partido, había incluso
terratenientes rurales e hijos de terratenientes.
Chu le ha contado a Agnes Smedley que los dirigentes comunistas de la región de Tung-ku
fundaron otro partido ―comunista‖ porque ―estos intelectuales habían hecho todo por la
revolución‖ excepto ―distribuir sus tierras a quienes las trabajaban‖31
. La carta de Shanghai,
enviada por tres miembros de la misión de la Internacional Comunista el 17 de marzo de 1927,
subraya que las ―capas superiores del PCCh no están unidas a las masas‖, que miran con
superioridad a los obreros y campesinos y que ―niegan sus aspiraciones revolucionarias‖32
.
Para explicar los errores cometidos en esa época por la dirección del PCCh, hay que estudiar
ante todo el desarrollo de las contradicciones en china, en el Kuomintang y en el PCCh mismo.
Sólo sobre esa base se podría deducir la influencia de los representantes de la Comintern en
China y la de los consejos de Stalin. Éstos, por lo demás, estaban lejos de ser tan oportunistas
como la política seguida por el PCCh.
Sobre el Trotskismo 118
¿Stalin traicionó deliberadamente la revolución china?
Deutscher lo afirma sin rodeos: ―Stalin y Borodin se sentían autorizados a sacrificar a la
Revolución China en aras de lo que consideraban beneficios para la consolidación de la Unión
Soviética‖33
.
Esta tesis la retomaron los historiadores burgueses, de manera que hoy pasa por ―verdad
histórica‖.
Stalin, por cierto, cometió errores, ya que no podía conocer la situación concreta mejor que
los representantes de la Internacional en China ni los dirigentes comunistas chinos que se
encontraban en el lugar. Ahora bien, Mao Tsetung fue el único entre ellos que en esa época
analizó correctamente las contradicciones de clase en China, que mostró la enorme importancia
de la revolución en el campo, que preconizó una acción revolucionaria resuelta.
De todos modos, la dirección del Partido Comunista de China no aplicó ciertas instrucciones
justas del Kremlin y de Stalin sobre puntos importantes.
En noviembre de 1926, la VII Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo de la Comintern adoptó
una resolución sobre China que ponía el acento en la revolución campesina, al mismo tiempo que
afirmaba que era necesario sostener al Kuomintang. Declaraba especialmente:
―El proletariado debe elegir entre la perspectiva de formar un bloque con grandes capas de la
burguesía y la perspectiva de seguir consolidando su alianza con el campesinado. Si el
proletariado no formula un programa agrario radical, no podrá atraer al campesinado a la lucha
revolucionaria y perderá su hegemonía en el movimiento de liberación nacional‖34
.
Se adoptó esta resolución sobre la base de una serie de tesis que M. N. Roy (el líder
comunista indio) había sometido a Stalin.
―En ese tiempo, Stalin escuchaba atentamente cuando alguien trataba un tema sobre el que él
no sabía nada y una vez que había escuchado una buena exposición, la aceptaba rápidamente y
sin equívocos‖35
.
Ante la comisión china de la Internacional que elaboró la resolución antedicha, Stalin dio un
discurso; he aquí algunos pasajes:
―Sé que entre los miembros del Kuomintang e incluso entre los comunistas chinos, hay
quien no considera que sea posible desencadenar a la revolución en el campo, por temor a que, al
atraer al campesinado a la revolución, se socave el frente único antiimperialista. Es un profundo
error, camaradas. El frente antiimperialista en China será mucho más poderoso cuando el
campesinado chino se vea atraído más rápido y más a fondo a la revolución‖36
.
Ante la misma sesión plenaria, Stalin advirtió contra el fortalecimiento del ala derecha en el
ejército a medida que las victorias de la Expedición del Norte significaran la capitulación del
enemigo37
. En la misma sesión, el delegado ruso Petrov dijo:
―Es posible que después de que la victoria del gobierno de Cantón haya reforzado a la
derecha, la burguesía represente en ella un papel más importante y concluya un acuerdo con los
imperialistas‖38
.
Desde 1925, un alto funcionario de la Comintern había considerado que fuera probable que
la burguesía china ―instaurara una dictadura militar‖ para ―impedir el desarrollo de la lucha
revolucionaria del proletariado, el campesinado y la plebe urbana‖39
.
Por lo demás, Stalin cita un documento de la Internacional redactado un año y medio antes
del golpe de Estado de Chiang Kai-shek, en que se decía:
Sobre el Trotskismo 119
―Es necesario apuntar a armar a los obreros y los campesinos, hacia la transformación de los
comités campesinos locales en organismos efectivos de poder, provistos de una autodefensa
armada, etc.
―Es necesario que siempre y en todos partes el Partido Comunista se afirme como tal; la
política de semilegalidad voluntaria es inadmisible; el Partido Comunista no puede afirmarse
como un freno para el movimiento de masas‖40
.
Aquí debemos detenernos para hacer notar cuatro cosas:
1. Stalin no se da cuenta claramente de que la profundización de la rebelión campesina, si
los comunistas no se ponen al frente, sería fatal para la alianza con la dirección con el
Kuomintang. Por consiguiente, había que prepararse para esa ruptura y elegir el momento más
favorable.
2. Stalin se formaba una opinión sobre la base de los informes que le llegaban de fuentes
muy diversas. Como los opositores del PCCh a menudo estaban relegados en Moscú, estaban en
condiciones de ejercer influencia ahí y a veces tomaban la palabra ante el Comité Ejecutivo de la
Internacional. De manera general, la influencia de los dirigentes chinos sobre la línea de la
Comintern en China era mucho mayor que la influencia de la Comintern sobre la política del
PCCh41
.
3. La libertad de elección de la dirección del PCCh era mayor porque:
a) las directivas de la Internacional ponían exigencias contradictorias, como las que hemos
citado antes, a saber, permanecer en el Kuomintang al mismo tiempo que se armaba a los obreros
y los campesinos y se los incitaba a tomar el Poder.
b) los representantes del Comintern en China, Borodin, Voitinsky, luego Roy, concebían la
aplicación de esas directivas cada uno de una manera diferente.
4) El Comintern había prevenido contra el fortalecimiento de la derecha y el peligro de un
golpe de Estado militar al mismo tiempo que indicaba la única posibilidad: armar a los obreros y
a los campesinos.
En mayo de 27 en Moscú se conoció la obra Informe sobre una investigación del
movimiento campesino en Junán (Mao Tsetung, Obras escogidas, tomo 1), que produjo una
fuerte impresión42
. Se encuentra eco de ella en las Memorias de un revolucionario de Victor
Serge, que dice especialmente: ―El futuro jefe militar de China estaba cerca de nosotros (la
oposición `de izquierda') por sus ideas, pero permaneció en la línea oficial para recibir armas y
municiones‖43
. Serge no nos explica para qué servían exactamente esas armas y esas municiones.
¡Ciertamente, no para hacer la revolución, ya que Stalin estaba en contra y quería estrangularla a
cualquier precio!... Dicho eso, es simplemente absurdo hablar de un equipo militar que la URSS
haría llegar a Chingkangshan cuando se necesitaban seis meses para enviar allá, por redes
clandestinas, una simple carta44
.
En el prefacio de su selección de documentos sobre la cuestión china, Broué cita un artículo
publicado por Clarté en París el 15 de agosto de 1927, en que Victor Serge comenta el Informe
sobre una investigación del movimiento campesino en Junán. Broué hace un mérito para los
trotskistas del hecho de haber sabido distinguir a Mao Tsetung de los otros responsables chinos.
Presentar las cosas así y dejar entender que la oposición habría sido particularmente clarividente
en este sentido roza la impostura. Durante la VIII Sesión Plenaria del Ejecutivo de la
Internacional, en mayo de 1927, son los defensores de las ―tesis‖ de Stalin, a saber Bujarin y
Togliatti (Arcoli), quienes citan largamente el informe de Mao, mientras que Trotsky y Vuiovich
no lo mencionan45
. No es por casualidad. Stalin, que también se basa en las informaciones y
Sobre el Trotskismo 120
análisis de Mao, sostenía que con el giro de Chiang Kai-shek la lucha del pueblo chino había
entrado a una nueva fase, la de la revolución agraria antifeudal y antiimperialista. Esta
apreciación la rechazaba los trotsko-zinovievistas, mientras que la adoptaron los comunistas
chinos.
Durante la VIII Plenaria, Trotsky protestó que la oposición no proponía de ningún modo el
retiro de los comunistas del Kuomintang. Ahora bien, sus partidarios atribuyen el fracaso sufrido
por la revolución china en 1927 al hecho de que el PCCh había entrado en él y no se había
retirado a tiempo. La línea preconizada por Trotsky en las sesiones del 23 al 26 de mayo de ese
año merecería algunas explicaciones de su parte. Prefieren guardar un prudente silencio.
Las ―tesis‖ de Zinoviev que Trotsky defendía llegaban incluso a proclamar que ―es necesario
aportar la ayuda más enérgica en todos los aspectos a Han Kow (capital del Kuomintang de
izquierda) y organizar la defensa contra los Cavaignac a partir de allí‖.
Las divergencias en el VIII Plenaria giraban alrededor de la cuestión de saber si los
comunistas debían llamar a formar soviets de obreros, de campesinos y de soldados. Stalin
mostró que no era necesario en ese momento, ya que significaría la creación de un poder dual y
la puesta en marcha de un contragobierno destinado a derrocar al del Kuomintang de izquierda
en el que participaban los comunistas. Estas consecuencias, que se desprendían necesariamente
de semejante consigna, eran por lo demás totalmente incompatibles con la línea de fortalecer al
Kuomintang de izquierda que Trotsky y Zinoviev preconizaban simultáneamente, en una feliz
inconsciencia de las contradicciones en las que se enredaban.
En la resolución, tal como se modificó en comisión, se subrayaba que ―nuevas rupturas en el
frente nacional revolucionario son no sólo posibles sino inevitables (…) Tendremos nuevas
traiciones y nuevas derrotas parciales‖46
.
La única garantía (relativa) contra tales fracasos reside en esta ―directiva fundamental‖:
―desencadenar el movimiento de masas‖ de campesinos y obreros47
. Además, hay que crear
―unidades del ejército seguras‖ así como ―unidades compuestas de obreros y campesinos
revolucionarios‖48
.
En mayo de 1927, estalló una gran controversia en el seno del PCCh sobre la cuestión de
saber si había que sostener los proyectos del gobierno de Wuhan (Han Kow), que quería lanzar
una campaña militar contra Nankín (donde se encontraba Chiang Kai-shek) y Pekín. Roy, que
representaba a la Comintern desde la VII Asamblea Plenaria, propuso reconquistar los territorios
del sur de China controlados en ese momento por los dirigentes del ala derecha del Kuomintang.
Una vez obtenido este objetivo, sería posible cercar Nankín y Shanghai y derrotar a Chiang y al
imperialismo internacional. Pero, dice:
“Los líderes comunistas no querían aceptar mi alternativa [el subrayado es nuestro – K.
M.]. Decían que una negativa a sostener la segunda expedición del Norte sería equivalente a una
ruptura con la izquierda del Kuomintang49
. (…) Me referiré a esto en Moscú‖. La respuesta era
ambigua. Estaba a favor de hacer ambas cosas a la vez: poner en práctica el plan militar
(expedición del Norte) y desarrollar la revolución en los territorios del gobierno de Wuhan50
. Ya
a mediados de abril los miembros más representativos del Comité Central chino habían acogido
con reticencia las tesis del Comintern que les presentaba Roy51
.
Aquí se ve una vez más que los dirigentes del PCCh sabían, cuando querían, enfrentar a los
representantes del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. En cuanto a las instrucciones
de Stalin, siempre fueron letra muerta, cuando no iban en el sentido del oportunismo de derecha
de los dirigentes chinos.
Sobre el Trotskismo 121
El 1º de junio de 1927, Stalin envió un telegrama a Hankow en que decía especialmente52
:
―Estamos resueltamente por la toma efectiva de la tierra desde abajo. (…) Lo que
necesitamos no es la separación del movimiento obrero y campesino, sino sostenerlo por todos
los medios. (…) De otro modo, se perderá todo. (…) Hay que atraer al Comité Central del
Kuomintang, lo más que sea posible, a nuevos líderes campesinos y obreros de base. Su osada
voz hará resueltos a los viejos o los apartará. (…) Organicen, antes de que sea demasiado tarde,
su propio ejército seguro. Si no, no hay garantía contra los fracasos…‖.
Al recibir el telegrama, Roy cometió una imprudencia increíble: fue a mostrarlo a Wang
Ching-wei, lo que provocó la ruptura inmediata entre el gobierno de Wuhan y el PCCh, pese a
una declaración ultracapitulacionista de 11 puntos publicada por la dirección de éste, presa del
pánico. Los cálculos de Roy los explica de la manera más satisfactoria un autor perteneciente a la
izquierda del Kuomintang:
―Según la opinión de Roy, el Kuomintang de izquierda no podía sobrevivir más que en
alianza con los comunistas, porque de otro modo sería aplastado por los derechistas. Por
consiguiente, debía ser informado del cable de Stalin. Borodin, al contrario, se daba cuenta de
que el Kuomintang de izquierda (…) rompería inmediatamente sus relaciones con los comunistas
si tenía conocimiento de la resolución. (…) La mayoría de los comunistas chinos tomaba el lado
de Borodin, ya que opinaban, de la misma manera, que el tiempo de una acción a la luz del día
no había llegado…‖53
.
De manera que el enviado de Stalin, el ―izquierdista‖ Roy54
, precipitó la ruptura entre el
Kuomintang de izquierda y el PCCh en un momento en que este último no podía defenderse, a
causa de la política capitulacionista de su dirección en el período precedente.
Reléase ahora el relato de Deutscher y véase si está de acuerdo con los hechos y los
documentos que hemos citado. Aún hay que cuidarse de los procedimientos ―literarios‖
particularísimos con que Deutscher construye su relato, ya que no sólo elimina casi todos los
hechos molestos para su tesis, sino que altera un poco la cronología a fin de presentar los
acontecimientos de la manera más favorable a los análisis de Trotsky.
Hemos dicho que Deutscher omitía ―casi‖ todos los hechos que contradicen el ―esquema‖
trotskista. Es justamente a causa de ese ―casi‖ que no goza de olor de santidad entre sus
correligionarios.
Un estudio histórico profundo y científico de ese período queda todavía por hacerse.
La Comintern y el PCCh en el período 1928-1935
La resolución de la IX Sesión Plenaria de la Comintern (febrero de 1928) aconsejaba al PCCh
que se fijara como objetivo la ―victoria inicial en una o varias provincias‖ (ahí donde el
campesinado era fuerte), ya que el desarrollo desigual de la revolución impedía por el momento
apuntar a la victoria en el país. El VI Congreso del PCCh, que se reunió en el verano de 1928,
llegó a las mismas conclusiones. Sin embargo, a su regreso a China, la dirección del PCCh con
Li Li-san a la cabeza, adoptó posiciones diametralmente opuestas a los análisis de la Comintern.
En un artículo publicado en abril de 1930, Li Li-san afirma que era ―imposible obtener la victoria
en una o varias provincias sin relacionarla con el país entero‖55
. De la misma manera, según la
carta del Buró Político fechada el 11 de junio de 1930, dado que la ―crisis política fundamental
en China ha llegado al mismo grado de agudización en todas las regiones, un gran levantamiento
Sobre el Trotskismo 122
obrero en cualquier ciudad se amplificará hasta producir un maremoto revolucionario a escala
nacional‖ y se propagará en el mundo, sin lo cual la revolución en China estaría destinada al
fracaso56
. De hecho, Li Li-san nunca aceptó la idea del desarrollo desigual de la revolución y
tampoco la de un proceso que pasara por etapas determinadas. En el artículo de abril de 1930
mencionado antes, Li Li-san sostenía que ―es un error admitir que la revolución podrá comenzar
a transformarse en revolución socialista sólo después de su victoria en toda China‖. Pensaba que
esto era posible ―inmediatamente‖57
. Por eso fue criticado después de la IV Sesión Plenaria del
Comité Central (enero de 1931), por haber preconizado la organización de granjas colectivas y
otras ―medidas socialistas prematuras‖. Li Li-san, finalmente, subordinaba la victoria en ―una o
varias provincias‖ al éxito de la insurrección obrera en las ciudades principales.
En todos estos puntos, hay una manifiesta similitud entre las posiciones de Li y las de
Trotsky. Sin embargo, este último no dejó de denunciar que la dirección del PCCh se formaba de
simples ejecutores que obedecían al dedo y el ojo de Stalin58
.
En cartas dirigidas al Comité Central del PCCh a fines de 1928 y principios de 1929, Mao
Tsetung expresó ciertos desacuerdos con la línea política de la dirección. Esta última transmitió
esos documentos, junto con las respuestas que les había dado, a la sede del Comité Ejecutivo de
la Internacional en Moscú, contando con su aprobación. Fue decepcionada, ya que la respuesta
de la Comintern fechada el 7 de junio de 1929 sostiene las posiciones defendidas por Mao en su
carta del 25 de noviembre de 1928, y la respuesta del 26 de octubre de 1929 adopta las
posiciones de Mao en su carta del 5 de abril. Más precisamente, en la primera de esas misivas, la
Comintern aceptó prácticamente todo lo que Mao había escrito sobre el tema de los campesinos
ricos. Li Li-san preconizaba una alianza con estos últimos, ya que al oponerse a ellos se corría el
riesgo de separarse de los campesinos medios. Además, consideraba absurdo empezar por
repartir la tierra para colectivizarla luego. Como pensaba en una victoria rápida a escala nacional,
quería que se hiciese inmediatamente propaganda en favor de las granjas colectivas, esperando
que se tratara de atraer a los campesinos ricos a la lucha contra los señores de la guerra y los
imperialistas. La Comintern condenó inequívocamente toda idea de alianza con los campesinos
ricos y en su carta, Mao acusó a la dirección china de cometer errores. A raíz de esto, Mao
puntualizó su posición distinguiendo mejor a los campesinos acomodados (que cultivaban sus
tierras por sí mismos) y los pequeños propietarios rurales semifeudales. Estaba dispuesto a dejar
en paz a los primeros. Al contrario, Li Li-san endureció considerablemente su actitud con
respecto a todos los que empleaban mano de obra en sus tierras. Después de 1931, Mao entrará
en conflicto con la nueva dirección, ya que se oponía a la política de eliminación de los
campesinos acomodados. Eso explica el error de ciertos sinólogos norteamericanos que creyeron
que la carta de la Comintern aludía a la línea de Mao. M. Lucien Bianco estuvo mal inspirado
cuando las copió sin controlar su fuente. Escribe: ―Una de las primeras referencias a Mao que
aparece en los documentos de la Comintern es una carta dirigida en junio de 1929 por el Comité
Ejecutivo de la Internacional al Comité Central del partido chino. Critica de manera bastante
viva su política demasiado moderada con relación a los campesinos ricos: en una palabra, un
Mao sospechoso de tendencias kulakófilas...‖59
. En realidad el nombre de Mao no figura en el
documento del Comintern y éste enfrenta a la línea de la dirección del Partido Comunista de
China que también fue condenada en otros puntos.
Li Li-san no quería que el movimiento campesino se desarrollara hasta el punto de
transformarse en la fuerza principal de la revolución china. En uno de sus artículos declaró: ―Sin
el impulso de las huelgas de la clase obrera, sin insurrecciones armadas en las ciudades clave, no
Sobre el Trotskismo 123
podría haber éxito en una o varias provincias‖. Es una concepción gravemente errónea prever ―la
utilización de los pueblos para cercar las ciudades‖ y contar ―sólo con el Ejército Rojo para
ocupar las ciudades‖60
. Apuntando a la victoria a escala nacional, consideraba necesario ganar
previamente al pueblo en conjunto. Por eso preconizaba el abandono de las bases rojas y la
disolución del Ejército Rojo, cuyos hombres debían ser divididos en destacamentos móviles para
hacer propaganda en los pueblos.
La Comintern indicó con firmeza que debía consolidar la lucha de guerrillas y extenderla en
seguida, al mismo tiempo que combatía la actitud desconfiada con respecto al movimiento
campesino que se manifestaba en el seno del partido. Dando la razón a Mao, se pronunció contra
los soldados dispersos que actuarían como ―guerrilleros errantes‖. Había que reforzar el Ejército
Rojo de manera que ―en el futuro, según las políticas o militares, uno o varios centros políticos o
industriales puedan ser ocupados‖61
.
Vemos de este modo cómo el Comintern adopta las tesis de Mao sobre la guerra prolongada
y al cerco de las ciudades por el campo. En ese momento, por lo demás, Mao gozaba de gran
estima en Moscú. La nota necrológica que le consagró la International Press Correspondence en
marzo de 1930, basándose en una noticia falsa, es muy significativa a este respecto. Los elogios
que se le prodigan en este texto lo colocan implícitamente por encima de todos los chinos. Su
celebridad está atestiguada también por la pequeña poesía que inspiró un episodio de la guerra
civil china a Bertolt Brecht: Die Andere Seite (La otra parte), emocionante por su simplicidad y
su concisión totalmente chinas.
Más tarde, cuando la nueva dirección del PCCh se instaló en la base roja de Kiangsí y en
octubre de 1932 quitó a Mao el comando político del ejército, la influencia de éste,
preponderante en las organizaciones de base, se encontró socavada por una campaña insidiosa
que estaba dirigida contra él mientras apuntaba contra Lo Mai y su pretendida ―línea de grandes
campesinos‖. Mao contraatacó, y un resumen del discurso en el que reprochaba a los
―izquierdistas‖ (la dirección del partido) que subestimaran la fuerza del Kuomintang apareció en
la International Press Correspondence del 17 de noviembre de 193362
.
Un ex-comunista pasado al trotskismo, Li An, llamó a la dirección del grupo de Po Kou y
Wang Ming ―los estudiantes de regreso‖, a causa de su juventud y porque habían estudiado en
Moscú y habían vuelto sólo en 1930. Según Li An y la mayoría de los sinólogos
norteamericanos, estos ―veintiocho bolcheviques‖ habrían sido puestos en el sillón
(―nombrados‖, dice R. C. North) por Moscú, y habrían actuado conforme a las directivas de la
Comintern. La realidad es menos simple. Este grupo había accedido a la dirección durante la
sesión de enero de 1931 gracias a una alianza con el grupo de Li Li-san, muy criticado. Por lo
demás, es falso que los nuevos dirigentes hayan actuado como un bloque y no hayan tenido
política propia. Uno de ellos, Lo Fu, considerado un teórico eminente, expresó en 1933
desacuerdos con los otros sobre la cuestión de los campesinos acomodados y sobre el problema
de las relaciones con el pequeño capital. Como la etapa de la revolución que estaba en curso era
la democrático-burguesa, se oponía a que se luchara contra estas dos clases. Finalmente, los
hechos prueban que la línea del PCCh en ese período como en el precedente no siempre
correspondía a la opinión de Moscú. En efecto, después de la primera batalla de Shanghai, en
febrero de 1932, la Comintern se encontró de nuevo en desacuerdo con la línea del PCCh. Su
órgano, L'International communiste, publicó el 15 de marzo y el 1º de abril de 1932, dos
artículos sobre la guerra en China. En el primero, criticó el punto de vista de varios partidos
comunistas (entre ellos el partido chino) según el cual la agresión japonesa apuntaba a la
Sobre el Trotskismo 124
destrucción de la China soviética como primer paso antes de una invasión a la URSS. Su
consigna sobre el ataque japonés no concernía a la defensa del pueblo chino frente a los
imperialistas; no era: ―Fuera las manos de China‖, sino casi exclusivamente: ―Defiendan la
Unión Soviética‖63
. En el segundo artículo, el órgano de la Comintern daba muy duro al PCCh.
Declaraba que éste ―debe avivar las llamas de la guerra para hacer de ella una guerra de
liberación nacional de las masas trabajadoras (...) contra los delincuentes imperialistas y ante
todo el imperialismo japonés‖64
. Se desprende de esto que la Comintern, una vez más, se
alineaba del lado de Mao. También consideraba que el enemigo principal era el Japón. En
conclusión, podemos afirmar:
1. Que la línea política del PCCh entre 1928 y 1934 no era elaborada y decidida en Moscú y
que incluso llegó a suceder que los consejos de la Comintern fueran implícitamente rechazadas
en la acción.
2. Que decisiones de gran alcance como la de no cooperar con los generales rebeldes de
Fukien en noviembre de 1933 y la de adoptar una defensa estática durante la quinta campaña, se
tomaron sin consultar a Moscú65
. Consulta que, por lo demás, no era posible en plazos lo
bastante cortos, dado el aislamiento de la base roja de Kiangsí.
3. Que las posiciones del Comintern se apoyaban en las tesis de tal o cual dirigente chino
cuyos análisis parecían más convincentes. El Buró de la Internacional no tenía otras fuentes de
información.
4. Que la Comintern, en cuyo seno era preponderante la influencia de Stalin, dio pruebas de
mayor seguridad de juicio concerniente a la situación en China, que los mismos dirigentes
chinos, excepto Mao.
Cuando se disolvió la III Internacional, Mao Tsetung explicó que ―desde el VII Congreso
mundial de 1935, la Internacional Comunista no se había vuelto a inmiscuir en los problemas
internos del Partido Comunista de China, y sin embargo (éste) había hecho muy bien su trabajo,
a través de toda la Guerra Nacional Antijaponesa de Liberación‖66
. Esto no significa
evidentemente que la URSS carecía de política china. Hemos sugerido antes que la línea de
Wang Ming después de 1937, consistente en subordinar al Partido Comunista al poder de Chiang
Kai-shek so pretexto de un frente único, según todas las posibilidades, tenían el favor de Stalin.
Como por lo demás ciertos marxista-leninistas, al calor de la polémica contra el trotskismo
llegan a decir que la ofensiva comunista en 1947 llegaba después de ―veinte años... de trabajo
político que desarrollaba la línea política establecida por Stalin y la Internacional Comunista‖,
conviene citar lo que el mismo Mao dice sobre este tema el 30 de enero de 1962 ante una reunión
ampliada del Comité Central (7.000 participantes): ―Estos camaradas de la Comintern (que se
ocupaban de los asuntos chinos) no comprendían la sociedad, la nación o la revolución china.
Durante mucho tiempo, nosotros mismos no teníamos una clara inteligencia de la realidad china
objetiva, para no hablar de los camaradas extranjeros‖67
.
En otro discurso pronunciado ante el Comité Central el 24 de setiembre de 1962, Mao
declaró: ―En 1945, Stalin bloqueó la revolución china. Dijo que no podíamos vencer en una
guerra civil, sino que más bien debíamos cooperar con Chiang Kai-shek o, si no, la nación china
perecería. (...) Después de la victoria de la revolución, sospechó que China iba a ser una
Yugoslavia y yo un Tito. Luego, cuando fui a Moscú para firmar el tratado chino-soviético de
alianza y ayuda mutua, fue necesario luchar todavía. Él no quería firmar, pero después de dos
meses de negociaciones, terminó por firmar. ¿Cuándo empezó Stalin a creernos? Después de la
Sobre el Trotskismo 125
campaña para resistir a los Estados Unidos y defender a Corea, creyó que yo no era un Tito y que
no éramos una Yugoslavia‖68
.
Según los chinos, Stalin les dio consejos erróneos durante toda su revolución (cf. supra, pp.
131-132), pero no dieron más que muy pocas indicaciones sobre este punto. Mientras esperamos
que lo hagan, debemos atenernos a los hechos establecidos sobre pruebas documentales y no
suplirlos por la imaginación o la interpretación.
Trotsky y la revolución china después de 1927
Cuando leemos los escritos polémicos de Trotsky sobre la cuestión china, nos asombramos y
admiramos. El aplomo con el cual diserta sobre este lejano país, su audacia para erigirse en
portavoz de la Historia para fulminar condenas inapelables contra los que no comparten su
opinión, impresiona e incluso engañan. Se puede decir que este hombre no conoce la duda; para
él todo es simple y claro: el futuro, como el pasado, no tiene secretos. ¿Cómo discutir con un
―teórico‖ que, no contento con dominar los ―telescopios‖ y ―microscopios‖ de la ciencia marxista
pretende, además, poseer poderes de videncia extralúcida? Se enorgullece de haber indicado,
durante la Sesión Plenaria de mayo de 1927 del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista,
―que los levantamientos aventureros de Ho Lun y Ye Ting estaban inevitablemente condenados a
la derrota…‖69
.
Ahora bien, en mayo de 1927 ¡Ho Long y Ye Ting mismos se hubieran sentido muy
asombrados si les hubieran anunciado que tres meses más tarde se pondrían a la cabeza de un
levantamiento militar! Algunas páginas antes, Trotsky juega al pedante condescendiente:
―Recuerden, nos dice, que Shanghai y Cantón forman parte de la provincia del Kiangsu‖70
. Por
cierto, se puede ser un buen comunista y no haber mirado nunca en la vida un mapa de China
(aunque esto constituye un serio impedimento, aunque más no sea para comprender las
informaciones de la prensa), pero Trotsky pretende dar lecciones al movimiento comunista
internacional y dictar su línea política a los comunistas chinos, aunque ignora todo sobre su país.
En estos escritos sobre China, habla sobre todo con sus conocidos demonios. No se trata más que
de los mencheviques, de los Kerensky, de las diferentes fases de la revolución de 1917. Con el
tono categórico y perentorio que le es habitual, declara, por ejemplo:
―El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista determinó de antemano la victoria del
kerenskismo chino sobre el bolchevismo, la de los Miliukov chinos sobre los Kerensky, y la de
los imperialistas japoneses y británicos sobre los Miliukov chinos. En esto, y sólo en esto, reside
la significación de lo que sucedió en China durante 1925-1927‖71
.
En este pasaje, se capta en vivo la lógica (si así puede llamarse) de la argumentación de
Trotsky. Su único afán es echar la responsabilidad exclusiva de las derrotas de 1927 sobre Stalin,
y Bujarin, quienes, según él, traicionaron deliberadamente. Para conferir cierta verosimilitud a su
requisitoria, elabora un esquema fundado sobre recuerdos históricos y sin ninguna relación con la
lucha de clases en China. Trotsky ni siquiera comenzó a analizar la situación concreta en ese
país, cuyas particularidades negaba de hecho en relación con la Rusia de 1917. En la medida en
que admite las diferencias, esto es lo que dice de ellas:
―La tercera revolución china (…) no tendrá período `democrático', aunque éste debiera durar
sólo seis meses, como fue el caso de la Revolución de Octubre. (…) Estará obligada a operar
Sobre el Trotskismo 126
desde el principio los cambios más decisivos y abolir la propiedad burguesa en las ciudades y el
campo‖72
.
Según los comunistas chinos, la etapa de la revolución de nueva democracia termina en
1949 con la liberación del conjunto de China. El poder establecido en ese momento, aunque
fundada sobre una alianza de clases, en esencia ejerce la dictadura del proletariado. En cuanto al
período de las reformas democráticas, se extenderá desde 1948 (en las regiones liberadas) hasta
1952. En esta etapa, sólo se nacionaliza el capital burocrático y de la burguesía compradora, lo
que permite al Estado apoderarse de los ―sectores dominantes de la economía‖. La
transformación socialista del conjunto de la economía no comenzará hasta 1952.
En noviembre de 1929, Trotsky recoge telegramas publicados en Pravda que informaban
sobre un destacamento armado comunista de 20.000 hombres comandados por Chu Te. Este
nuevo suceso lo inquieta, ya que no cuadra con sus esquemitas elaborados desde su cuarto. De
manera que plantea preguntas, pero no para averiguar nada, ya que inmediatamente propone un
abanico de respuestas que presentan todas las ventajas de condenar a la Internacional Comunista
y a sus ―ejecutantes locales‖ del partido chino. Trotsky comienza por hacerse el ingenuo:
―¿La huelga general ha llevado al proletariado a la insurrección? Si ése es el caso, todo está
claro y en orden‖ (sic)73
.
Ahora bien, Trotsky sabe perfectamente que no es el caso y, por consiguiente, nada está ―en
orden‖. Dicho de otro modo: prohibición a los campesinos de rebelarse si no hay huelga general
en las ciudades:
―Esta insurrección, ¿tiene sus orígenes en la situación en China?‖
Esta idea de sentido común no se le ocurre, la rechaza, ya que no existen querellas con los
dirigentes comunistas chinos, sino solamente con Stalin:
―…¿o es más bien el efecto de las instrucciones concernientes al `tercer período'? La
rebelión de Chu Te parece una repetición de las campañas aventureras de Ho Lun y Ye Ting en
1927 y del levantamiento de Cantón, fijado de manera que coincidiera con la exclusión de la
oposición del partido comunista ruso. ¿Los comunistas chinos se levantaron a causa de la toma
por Chiang Kai-shek del ferrocarril transmanchuriano? (...) Si es así, nos preguntamos: ¿quién
dio ese consejo a los comunistas chinos? ¿Quién tiene la responsabilidad por su tránsito a la
guerra de guerrillas?‖74
Trotsky no acusa (no tiene ni la sombra de un principio de prueba), pero invita pérfidamente
a seguir su mirada para reconocer al culpable. El crimen de éste es muy grave, dadas sus
consecuencias:
―Pero ¿cuál es la perspectiva abierta por este levantamiento de los comunistas chinos hoy
aislados, en ausencia de guerra o revolución? La perspectiva de una derrota espantosa y de una
degeneración aventurera de los restos del partido comunista. Mientras tanto, hay que decirlo
abiertamente: los cálculos fundados sobre la aventura de la guerrilla corresponden enteramente a
la política stalinista‖75
.
Si la línea que siguieron los comunistas chinos, a saber, la lucha armada prolongada a partir
del campo, fuera el aventurerismo staliniano, ¿qué más natural que el que hayan considerado a
Stalin como un amigo, y a los trotskistas como sus enemigos? ¿Estos últimos no calificaron al
Ejército Rojo de ―movimiento de rebeldes errantes‖?76
Como Stalin había dicho en el XVI Congreso que los obreros y los campesinos chinos
habían creado un ejército rojo y un gobierno soviético, Trotsky declara que los campesinos
chinos quizá pueden ser ―perdonados‖ por llamar soviético a su movimiento y a sus bandas de
Sobre el Trotskismo 127
partidarios ―ejércitos rojos‖, pero que Stalin no puede serlo al limitarse ―a una generalización
cobarde y ambigua de las ilusiones del campesinado chino‖77
.
¡La creación de las primeras bases rojas, primicias de la victoria de los comunistas en China,
rebajada hasta la nada de una ilusión de campesinos atrasados! (¡Mao Tsetung era uno de ellos!)
Para Trotsky, ninguna duda es posible:
―La aparición de un gobierno soviético en estas circunstancias es absolutamente imposible.
No sólo los bolcheviques, sino también el gobierno o el semigobierno de Tseretelli no podía
aparecer más que sobre la base de las ciudades‖78
.
La base central del Kiangsí, donde efectivamente Mao Tsetung había establecido un
gobierno soviético, se extendía en ese momento sobre una superficie de 30.000 km2 y tenía una
población de cinco a seis millones de habitantes. Había además una quincena de bases más
pequeñas. Las tropas del Ejército Rojo que las defendían contaban, desde 1930, con 60 a 70.000
hombres79
.
Todo esto, según Trotsky, era ―absolutamente imposible‖. De la misma manera, el
―secretariado internacional provisorio de la oposición comunista‖ (trotskista) declaraba poco
después:
―Sólo la hegemonía del proletariado en los centros políticos e industriales decisivos del país
crea las condiciones indispensables tanto para el establecimiento del ejército rojo como para el
establecimiento del sistema soviético en el campo. Para el que no comprende esto, la revolución
es un libro cerrado. (…) [La tarea de los comunistas chinos] no consiste en tirar sus fuerzas en
los focos dispersos del levantamiento campesino, ya que su partido, poco numeroso y débil, no
podrá abarcarlo de todos modos (...) sino en concentrar sus fuerzas en las fábricas. (...) en
agrupar [a los obreros] para la lucha por las reivindicaciones económicas, por las consignas de
democracia y de revolución agraria‖80
.
Según este mismo texto, ―la clase independiente de los propietarios rurales en China no
existe en absoluto‖. Además, ―el campesinado medio en China es inexistente‖. Se deduce que la
lucha de clases en el campo ¡opone los campesinos pobres a los burgueses!81
En el Discurso pronunciado en una conferencia de cuadros de la región liberada del
Shansí-Suiyuan (1º de abril de 1948), Mao evalúa el porcentaje de campesinos medios en un
20% aproximadamente82
. Estimaciones más recientes y referidas al conjunto fijan este porcentaje
en el 30%83
. En el discurso que acabamos de citar, Mao subraya que ―los campesinos pobres y
los asalariados agrícolas deben aliarse con los campesinos medios (…) para constituir un sólido
frente único‖, que englobara el 92% de las familias de la población rural. Precisa:
―Durante la reforma agraria, no se toma y no debe tomarse como blanco más que el sistema
de explotación feudal practicado por la clase de los terratenientes y los campesinos ricos de viejo
tipo y no se deben afectar ni los intereses de la burguesía nacional ni los de las empresas
industriales y comerciales administradas por los terratenientes y los campesinos ricos‖84
.
William Hinton, autor del célebre Fanshen, mostró perfectamente en qué la línea de Liu
Shao-chi, llamada ―de los campesinos pobres y asalariados agrícolas‖, que trataba de realizar,
durante la reforma agraria, un reparto rigurosamente igualitario de la tierra y de expropiar el
material agrícola y, en general, el capital de los terratenientes y de los campesinos ricos, era ―de
izquierda‖ en apariencia, pero en realidad de derecha. Esta línea utópica y reaccionaria habría
podido llevar a un desastre si no hubiera sido corregida a tiempo por Mao Tsetung85
.
Precisamente porque los comunistas chinos supieron distinguir las etapas de la revolución,
pudieron continuarla sin interrupción. Una línea trotskista los hubiera llevado directamente a la
Sobre el Trotskismo 128
derrota, por la sencilla razón de que estaba fundada en un análisis radicalmente erróneo de la
lucha de clases en China, y por consiguiente era incapaz de responder a la pregunta fundamental:
¿Quiénes son nuestros enemigos y quiénes son nuestros amigos?
Los comunistas chinos lo verificaron, por así decirlo, de manera experimental. Después de la
derrota de la primera guerra civil revolucionaria de 1925-27, la dirección aplicó tres líneas
izquierdistas, que tenía a la cabeza primero a Chü Chiu-bai, luego a Li Li-san y finalmente a
Wang Ming. La línea impuesta por este último tuvo las consecuencias más nefastas (pérdida de
la base roja central de Kiangsí-Fukien y de 90% de las fuerzas acumuladas por los comunistas).
Aunque estos dirigentes fuesen hostiles a los trotskistas, sus concepciones políticas procedían
muy a menudo de postulados que tenían carácter trotskista. Que se juzgue.
Los putschistas de la primera línea ―izquierdista‖ afirmaban que la revolución china era
―permanente‖, es decir, confundían la revolución democrática y la revolución socialista. Aunque
la mayor parte de las tareas fijadas por las diferentes líneas de ―izquierdista‖ fuesen de carácter
democrático, sus campeones no distinguían claramente las dos etapas de la revolución y se
mostraban impacientes por ir más allá de la etapa democrática. Preconizaban la lucha contra la
burguesía en su conjunto, incluso la capa superior de la burguesía, y ponían el acento sobre la
lucha contra los campesinos acomodados. Se negaban a reconocer que el movimiento del ejército
rojo era un movimiento campesino dirigido por el proletariado. Su mirada estaba
permanentemente fija en las ciudades, y su objetivo prioritario era apoderarse de ellas.
Subordinaban el trabajo en el campo al trabajo en los centros urbanos, en lugar de hacer lo
contrario. De manera que el fracaso del segundo también hizo fracasar en gran medida al
primero. Al no ver que la revolución se desarrollaba de modo desigual tanto en China como en el
mundo, Li Li-san pensaba que las ciudades principales debían ponerse a la cabeza del
movimiento y transformarse en centros de una ola revolucionaria a escala que, a su vez, se
propagaría en el mundo, sin lo cual la revolución en China estaba destinada al fracaso. Cuando a
raíz de la agresión japonesa se hizo evidente que las capas intermedias y algunos grupos locales
de terratenientes, de grandes burgueses y de jefes militares modificaban su actitud y se
transformaban en aliados potenciales en la lucha contra el Japón, Wang Ming y la dirección del
partido se negaron a reconocer esta evolución, manteniendo una actitud sectaria de ―puertas
cerradas‖.
En todos estos puntos, Mao Tsetung adopta la actitud contraria a la de las líneas
―izquierdistas‖, que combatió todo lo que pudo. Desde la primera guerra revolucionaria, había
indicado –como también lo había hecho Stalin– que la tarea de la revolución china en esa etapa
era combatir el imperialismo y el feudalismo; la lucha de los campesinos por la tierra era el
contenido fundamental de ese combate86
.
Insistió en la necesidad de unir todas las fuerzas susceptibles de ser unidas, especialmente
las capas intermedias (campesinos medios, pequeña burguesía), pero también una fracción de la
burguesía nacional e incluso ciertos terratenientes patriotas después de la agresión japonesa.
Mostró que las fuerzas revolucionarias debían crear bases rojas en el campo donde el poder
reaccionario era más débil. Para esto, se debía contar con la guerrilla campesina, evitar los
combates decisivos, ―transformar las regiones rurales atrasadas en grandes fortalezas
revolucionarias desde el punto de vista militar, político, económico y cultural‖, y de ese modo
―hacer triunfar paso a paso, en una lucha prolongada, la revolución en toda China‖.
Sobre el Trotskismo 129
Durante la Conferencia de Tsunyi (enero de 1935) se adoptó la línea política justa de Mao
Tsetung y éste fue llevado a la cabeza del Partido. A partir de ese momento, no hubo más que
victorias,
A comienzos del mismo período (1927-35), el grupo capitulacionista del período precedente,
representado especialmente por Chen Tu-siu, había terminado por encontrarse con los trotskistas.
Como ellos, afirmaban que después de 1927 la burguesía había obtenido la victoria contra el
imperialismo y el feudalismo, y que así la revolución democrática burguesa había sido acabada.
El proletariado chino debería prepararse para hacer la revolución socialista en el futuro, y
mientras tanto limitarse a un movimiento legal centrado en la consigna de ―por una asamblea
constituyente‖.
Sentían el mayor desprecio por el Ejército Rojo y la guerrilla en general. El secretariado
internacional trotskista había declarado, en septiembre de 1930, que los destacamentos
campesinos estaban necesariamente ―ligados a una provincia determinada y eran incapaces de
realizar operaciones estratégicas centralizadas de gran envergadura‖. Un resonante desmentido
les fue infligido algunos años después por la Gran Marcha de 10.000 km, durante la cual cuatro
ejércitos de milicianos atravesaron una decena de provincias grandes como la mitad de Francia,
librando combates incesantes para encontrarse finalmente en Shensí.
En 1932, hablando del Ejército Rojo, Trotsky formula el pronóstico de que su victoria
eventual ―significaría una nueva derrota de los obreros‖ y daría ―el poder a una nueva camarilla
de la burguesía‖, de la misma manera que ―en la vieja China la victoria de la revolución
campesina se terminaba por la creación de una nueva dinastía‖. Lo que reprocha a este ejército es
el hecho de estar compuesto esencialmente de campesinos y de operar a partir del campo. Su
sociologismo le impide concebir que el Partido Comunista pueda asegurar una dirección
proletaria sobre el movimiento campesino87
.
Desde 1933, Trotsky y sus partidarios chinos denunciarán los llamados a un frente único
antijaponés lanzados por el Partido Comunista y se negarán a oponerse a la conquista progresiva
de China por Japón.
En un artículo publicado en febrero de 1933 en la revista La lucha de clases, Trotsky ataca
al Partido Comunista de China por la consigna de guerra revolucionaria nacional contra el
imperialismo japonés88
. Según su modo de ver, semejante consigna no puede servir más que a
los intereses de los imperialistas anglo-franco-norteamericanos. Por consiguiente, los comunistas
deberían abstenerse de participar en la resistencia contra el invasor japonés, a menos que éstos
atacaran también a la URSS.
Trotsky no ve que la diferencia entre grandes potencias imperialistas y pequeñas naciones da
a estas últimas el derecho a explotar las contradicciones entre los imperialismos para escapar a la
sujeción y la opresión directas. Por el contrario. Lenin, que denunciaba a los dos campos
imperialistas de la I Guerra Mundial como delincuentes internacionales con fines de conquista,
justificaba al mismo tiempo la resistencia de Serbia contra la cual la ―burguesía alemana
emprendió una guerra de rapiña para someterla y sofocar la revolución nacional de los Eslavos
del Sur‖89
.
En 1912, había saludado la victoria de los países balcánicos sobre el imperio turco, que
permitió la emancipación nacional de numerosas poblaciones, pese al hecho de que las partes en
conflicto eran monarquías más o menos sometidas a los diversos imperialismos90
.
Si esta defensa de la autodeterminación nacional estaba justificada antes de 1914, cuanto
más debía estarlo en China, cuando un poderoso Partido Comunista podía tomar la dirección de
Sobre el Trotskismo 130
la guerra de resistencia contra el Japón91
. Trotsky no comprende que una contradicción
secundaria pueda, en condiciones determinadas, transformarse en principal, y desplazar a
segundo plano la contradicción principal de la etapa precedente. Así, en China, durante la guerra
revolucionaria agraria de 1927 a 1936, la contradicción principal oponía el feudalismo a las
masas populares. En el período siguiente, las contradicciones se han desplazado, a raíz de la
invasión de China por el Japón. Este imperialismo y sus aliados chinos se encontraron en uno de
los polos de la contradicción principal, mientras que las masas populares ocupaban el otro polo.
Las contradicciones entre las clases de la nación china pasan de manera temporal a una posición
subordinada, de la misma manera que las que oponían el pueblo chino a los imperialistas anglo-
norteamericanos92
.
En una carta que los trotskistas dirigieron al gran escritor Lu Sin para ganarlo para sus
opiniones, el 3 de junio de 1936, escribían: ―El movimiento de los rojos por la conquista del país
ha fracasado. Pero los comunistas chinos que siguen ciegamente las órdenes de los burócratas de
Moscú acaban de adoptar una `nueva política'. Han operado un giro, han abandonado su política
de clase, han lanzado nuevas declaraciones y enviado delegados a negociar con los burócratas,
los políticos y los señores de la guerra, incluso los que habían asesinado a las masas, a fin de
formar un `frente único' con ellos. Replegaron su propio estandarte y confundieron el espíritu de
la gente, haciéndole pensar que todos esos burócratas, políticos y verdugos son revolucionarios
nacionales que resistirán al Japón. El resultado inevitable es que las masas revolucionarias serán
entregadas a esos verdugos para ulteriores matanzas. Todos los revolucionarios chinos se ponen
rojos de vergüenza ante estas pérfidas traiciones de los stalinistas‖.
Lu Sin, en una carta abierta, respondió, entre otras cosas: ―La `teoría' de ustedes es por cierto
más sublime que la de Mao Tsetung y otros: la de ustedes planea más alto en el cielo, la de ellos
se queda en la tierra. Pero por admirable que sea esa sublimidad, desgraciadamente es justamente
lo que los japoneses recibirán de buen grado. Por eso, temo que, cuando caiga desde lo alto del
cielo, aterrice en el lugar más repugnante del globo‖93
.
El testimonio del mismo Chen Tu-siu confirma el de Lu Sin. En noviembre de 1938,
escribió un ensayo, del cual dirigió un ejemplar a Trotsky. En él declaraba que ―los trotskistas,
por su arrogancia sectaria, su actitud puramente negativa hacia el maoísmo y su insensibilidad
ante las necesidades de la guerra contra el Japón se aislaban de la realidad política‖94
.
En el ―Programa de transición‖, Trotsky declaró que ―en el comienzo de la guerra chino-
japonesa, el Kremlin esclaviza otra vez el partido comunista a Chiang Kai-shek, sofocando en
germen la iniciativa revolucionaria del proletariado chino‖.
En 1949, en la revista de la IV Internacional, un dirigente de la sección china llamaba a
combatir a Mao Tsetung, que trataría de concluir un compromiso con la burguesía. En la misma
ocasión anunciaba el próximo triunfo del trotskismo en China95
.
Se podría creer que los trotskistas, dando pruebas del mínimo de realismo empírico
superficial del que son capaces, se habrían esforzado por extraer lecciones de su contundente
fracaso en el plano teórico y práctico en China. Se habría podido esperar que revisaran sus
apreciaciones, tantas veces desmentidas por los hechos. No es así. En su última obra, La
revolución inconclusa96
, Deutscher se plantea la pregunta de saber si la estrategia del asedio de
las ciudades desde el campo era un rasgo de genio ―o bien el último golpe de dados de un
aventurero desesperado. El éxito final de Mao podría hacernos inclinar por la primera hipótesis.
Pero en realidad (...) parece que es la segunda la que hay que aceptar (...). Fue necesario un
extraordinario conjunto de circunstancias y de felices coincidencias que Mao nunca previó y que
Sobre el Trotskismo 131
no podía prever para que su estrategia fuera coronada por el éxito. (...) En condiciones normales,
en nuestra época –y esto es válido también y sobre todo para la China subdesarrollada–, la
ciudad domina a tal punto el campo, económica, administrativa y militarmente, que toda
tentativa para llevar la revolución del campo a la ciudad está de antemano condenada al fracaso‖.
¡De manera que toda la experiencia del movimiento revolucionario mundial desde hace 40
años está viciada de nulidad por razones de principios! Es que la revolución no triunfa ―en
condiciones normales‖. Lenin mostró que se necesitaba un concurso de circunstancias
excepcionales, y Mao hizo lo mismo al explicar por qué se podían mantener bases rojas en
China, El papel del dirigente revolucionario consiste precisamente en extraer las leyes que rigen
esa ―excepción‖.
El desdén que demuestra por los maoístas no impide a Deutscher considerar el tránsito al
socialismo en China como uno de los ―triunfos póstumos de Trotsky‖97
. Pero, dada la firme
condena de este último contra el maoísmo como una perversión campesina del marxismo, ―dar a
entender que habría saludado la victoria de Mao como una confirmación de su pronóstico, es
acordarle triunfos proféticos a costa de su integridad intelectual‖98
.
La influencia de las interpretaciones trotskistas
Las tesis de los trotskistas sobre la revolución china, retomadas a gusto por los periodistas y los
historiadores burgueses, pasan por verdad a fuerza de repetidas. Tanto que nadie piensa ya en
pedir pruebas a esos celosos propagandistas que disfrazan su anticomunismo primario y visceral
con la apariencia de una erudición histórica de mala ley.
Hélène Carrère d'Encausse y Stuart Schram nos aseguran que Stalin ―sacrificó la revolución
china a la seguridad en las fronteras de Rusia‖, lo que es exactamente la interpretación
trotskista99
. Estos dos historiadores no se contentan con analizar hechos verificables, sino que se
entregan a un curioso psicoanálisis de Stalin, imputándole móviles ocultos e intenciones
contrarrevolucionarias, que serían muy difíciles de probar. Erigiendo el proceso de intención en
método de investigación histórica, escriben:
―En Asia, la política preconizada por Moscú a partir de 1947 fue una política de
levantamiento armado de los obreros y campesinos contra la burguesía local así como contra las
metrópolis. Semejante línea, por la cual el Partido Comunista y la minoría que lo seguía se
separaban de la lucha del conjunto de la nación por su independencia, no podía sino desembocar
en el fracaso. Para Stalin tenía la gran ventaja de que le permitía ser revolucionario e
intransigente en las palabras, sin correr mayor riesgo de ver amanecer en Asia una situación que
habría turbado su tranquilidad‖100
.
Los autores se entregan a la psicología especulativa al mismo tiempo que presentan una
versión simplista de la historia. El levantamiento del Telengana, por ejemplo, no se dirigía en
absoluto contra la burguesía india, sino contra una casta de terratenientes.
Se habrá notado que fingen criticar a Stalin desde el punto de vista de los intereses de la
revolución mundial. Al venir de ellos, semejante argumentación podría suscitar reacciones
irónicas, pero es hábil. Instigador de revoluciones, Stalin es al mismo tiempo un
contrarrevolucionario. Resulta agobiado por todas partes, haga lo que haga. Si da ―consejos de
prudencia‖, se lo acusa de querer ―detener‖ la revolución101
. Si llama al levantamiento, envía a
los comunistas a la matanza. Si no dice nada, se desinteresa del movimiento. Nada podría
Sobre el Trotskismo 132
invalidar esta ―lectura hermenéutica‖ de la historia en la que la interpretación a priori no sólo
asigna su sentido a ciertos hechos, sino que produce otros (los móviles de Stalin). Sin embargo,
debemos señalar ese extraño método que conduce un poco más adelante a los autores a tachar a
los chinos de racismo porque condenaron la intervención norteamericana en el Líbano en
1958102
.
Cuando especialistas tan eminentes escriben la historia así, uno se inclina a la indulgencia
ante la ligereza de ciertos teóricos trotskizantes que, al amparo de sus esquemas prefabricados,
ceden fácilmente a la tentación de escribir de ovni re scibili. De un artículo de Pierre Naville
(que también perpetró todo un libro sobre China), extraemos un pasaje del que se diría que fue
especialmente escrita para figurar aquí:
―Hasta 1945, Chiang Kai-shek maniobró a partir de sus bases de Yunan (Chungching). (...)
Mao y los comunistas se limitaron a proteger las fronteras móviles de sus bases del noroeste. Su
debilidad material impedía grandes operaciones ofensivas contra Manchuria y Pekín. (...) Por
otra parte, la URSS necesitaba la neutralidad del Japón para mantener el frente occidental contra
Alemania; disuadió a Mao de desencadenar operaciones que habrían podido llevar a las fuerzas
hasta el lago Baikal‖103
.
Semejante texto nos pone ante un exceso de riquezas, como decía Marx. Chungching es la
capital de Sezchuan y no de Yunan. Mao y los comunistas no se limitaron a proteger las fronteras
de sus bases del noroeste. Liberaron vastas regiones pobladas por noventa millones de personas.
Al final de la guerra, los japoneses no controlaban en China del norte más que las ciudades y las
principales vías de comunicación. Ejércitos comunistas con 900 mil elementos operaban en sus
retaguardias y les infligían fuertes pérdidas. Finalmente, la URSS sabía, desde el principio de la
guerra, gracias al célebre espía Sorge, que no tenía nada que temer por parte del Japón, al cual
los comunistas chinos daban bastante trabajo y que afrontaban un enemigo formidable en el
Pacífico. El automatismo consistente en ver por todas partes el dedo de Stalin sacrificando la
revolución a la seguridad de la URSS produce aquí el efecto de un verdadero tic. Para un espíritu
menos prevenido, los japoneses estarían tanto menos inclinados a abrir un nuevo frente en
Siberia cuanto sus retaguardias fueran más atacadas por los comunistas chinos, pero los
trotskistas tienen razones que la razón no conoce. ¿Por qué Stalin habría necesitado distraer a
Mao de una empresa para la cual no bastaban sus fuerzas? Naville se sentiría muy incómodo para
dar el menor indicio (no hablemos de una prueba) en apoyo de su afirmación según la cual la
URSS habría ―disuadido a Mao‖ de lanzar una ofensiva. No es un hecho conocido, sino un
―hecho‖ deducido. Stalin debe actuar así para estar conforme con la idea que de él se hace
Naville. Se puede aplicar a este último, como a todos los trotskistas, el irónico agregado de
Voltaire a la divisa de Pico de la Mirándola: ―de omni re scibili, et quibusdam aliis”. Pueden
discurrir de todas las cosas que pueden saberse, y aún de muchas otras.
Al redactar la primera versión de esta obra, consideramos superfluo comentar, incluso
irónicamente, La internacional comunista de Dominique Desanti (Payot, 1970). Pensábamos que
los críticos esclarecidos harían rápidamente justicia con esta compilación de anécdotas recogidas
no se sabe dónde. ¡Error! Diarios reputados como serios, hablaron bien de ella, y la experiencia
prueba, lamentablemente, que la ignorancia pretenciosa puede engañar, sobre todo si está asistida
por una pluma ágil y una hábil propaganda.
La pasión antistalinista que anima a la señora Desanti, unida a su exagerado gusto por las
pacientes investigaciones históricas, la transformaron en una víctima complacida de los
esquemas trotskistas. Sin querer insistir demasiado sobre su ignorancia, no es apartarnos de
Sobre el Trotskismo 133
nuestro propósito presentar algunas perlas de la mejor calidad, que curiosamente pasaron
desapercibidas para los sabios especialistas de la prensa burguesa,
Nuestra Clío no confunde quizás el Pireo con un hombre, como el mono de La Fontaine,
pero toma Wuhan por una provincia (p. 149) y el movimiento del 4 de mayo (1919), por una
organización. Ésta habría dispuesto de una revista, la Nueva Juventud, ―creada‖, parece, el
mismo día (p. 133). Sucede que esta revista aparecía desde 1915 y que contribuyó a la
penetración de las ideas revolucionarias en la juventud estudiantil, cuyas manifestaciones
antiimperialistas desencadenaron lo que se llamó el ―Movimiento del 4 de mayo‖, análogo, en
ciertos aspectos, al de mayo-junio de 1968.
Más adelante, la señora Desanti nos informa de que ―desde 1919, emigrados en Francia, los
chinos (…) habían formado un partido comunista. (…) Entre los fundadores del partido en exilio
se encontraban Chou En-lai y Chu Te‖ (p. 134). La verdad es un poco diferente. Fue en 1921
cuando se constituyó en París el ―Grupo de la juventud socialista china‖. Al año siguiente se
transformará en la ―sección del Partido Comunista de China en Francia‖. En cuanto a Chu Te,
dirigió al PCCh en Berlín, en 1922. No fue su fundador.
Según Desanti, ―Li Tao-chao‖ (sic) fue ―estrangulado por un jefe de banda que el
Kuomintang no desautorizará‖ (pp. 134-35). En realidad, Li Tao-chao fue detenido en los locales
de la embajada soviética en Pekín durante un allanamiento ordenado por el mariscal Chang Tso-
lin, amo de Manchuria desde 1911 y de Pekín en 1927. El mariscal no dependía en modo alguno
del Kuomintang y se parecía más bien a un jefe de Estado que a un jefe de banda.
Éstos son, por decirlo así, errores desinteresados. Hay otros que son menos inocentes. Éstos
últimos manifiestan la influencia de los trotskistas, principales proveedores de calumnias
antistalinistas desde hace 45 años. La señora Desanti escribe, por ejemplo: ―En la VII Sesión
Plenaria de la Internacional Comunista, el instigador de las revueltas agrarias chinas, Tang Ping-
shan, propondrá que el partido chino siga sosteniendo las huelgas campesinas. Un telegrama de
Stalin decidirá lo contrario‖ (p. 150). ¡Es raro que Stalin telegrafíe desde Moscú a una sesión
plenaria que se reúne en Moscú y en la cual participa! Además, no sólo Tang Ping-shan, notorio
derechista, no fue ―el instigador de las revueltas agrarias‖, sino que, en tanto que ministro de
Agricultura de Wang Tsin-wei, intervendrá después del sangriento episodio del 21 de mayo de
1927, en Changsha para disuadir de responder a las milicias campesinas. La señora Desanti
resume en estos términos un punto de la intervención de Trotsky ante la VIII Sesión Plenaria del
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista: ―¡Que se haga salir inmediatamente al Partido
Comunista de China del Kuomintang! ¿Qué se esperaba entonces de Chiang?‖ (p. 151). Si
nuestra historiadora se hubiera tomado el trabajo de leer el discurso de Trotsky, se habría dado
cuenta de que no se permite pedir el retiro de los comunistas del Kuomintang.
―Se necesita buena memoria después de haber mentido‖ (Corneille). La señora Desanti,
traicionada por la suya, se enreda en la cronología. A fines de mayo de 1927, no podía tratarse
más que de la alianza con el Kuomintang de izquierda hostil a Chiang.
Aunque la señora Desanti se haga eco fiel de las falsificaciones trotskistas, no se le puede
negar cierta originalidad, ya que las condimenta con datos de su propia invención. Éste, por
ejemplo: ―La Internacional que, por medio de Neumann, enviado especial de Stalin, había
desencadenado la insurrección (de Cantón) contra la opinión de los comunistas chinos, atribuirá
la responsabilidad de la insurrección a los chinos. Chen Tu-siu, presidente del partido, servirá de
chivo emisario. Como se defendía, fue excluido‖ (p. 156). No sólo nuestra autora no puede dar el
menor indicio de que la insurrección de Cantón haya sido decidida contra la opinión de los
Sobre el Trotskismo 134
comunistas chinos (la desafiamos a que lo haga), sino que además se equivoca groseramente en
cuanto a los hechos. Chen Tu-siu no fue relevado de sus funciones de secretario general del
partido (no era el presidente) y excluido del Comité Central después del 11 de diciembre de
1927, sino durante la sesión del Comité Central del 7 de agosto de 1927, es decir, cuatro meses
antes de la Comuna de Cantón. No podía hacérselo responsable de su fracaso, y nunca lo fue.
Una de las opiniones más extravagantes que se encuentran en el libro de la señora Desanti
concierne a Mao. Éste habría ―elaborado una acción totalmente nueva sin extraer nunca la teoría,
que establecerá sólo después de la victoria‖ (p. 156). ¡Hagamos notar simplemente que los cuatro
tomos de las Obras escogidas en que se encuentran consignados los resultados de este esfuerzo
de sistematización teórica no empiezan en 1949, sino que se terminan en esa fecha!
Que los críticos no hayan notado errores tan ―enormes‖ dice mucho sobre el prejuicio
favorable que conceden a los que atacan a Stalin.
El caso que vamos a examinar ahora debe colocarse aparte, ya que se trata de un periodista
honesto, tanto más fácilmente engañado por la versión trotskista de la historia cuanto ésta nunca
fue seriamente refutada.
Según Trotsky, ―el Comité Central del Partido Comunista de China servía sólo como un
mecanismo destinado a transmitir las instrucciones‖ de la Internacional104
. En La China de Mao,
K. S. Karol nos informa de que ―varios historiadores norteamericanos tratan de establecer que
todas las decisiones, incluso menores, del Partido Comunista de China las dictaba la
Comintern‖105
.
El autor no parece de ningún modo dudar que esos historiadores (lo mismo que Trotsky) no
estén animados por el mero amor de la verdad. El mismo tiene el mérito de la franqueza, ya que
no el del discernimiento. No nos oculta que, según él, ―el relato más imparcial del papel que
desempeñó la cuestión china en el conflicto entre los stalinistas y los trotskistas fue dado por
Isaac Deutscher (...) quien evitó glorificar la clarividencia de uno u otro de los
protagonistas…‖106
.
Abramos Prophet Unarmed en la página 330. Ahí se lee, sobre el tema de las intervenciones
de Trotsky en el debate sobre China, el siguiente juicio:
―Sus análisis de la situación eran claros como el cristal; sus pronósticos, sin error; sus
advertencias sonaban como una poderosa campana‖.
Correlativamente con esta glorificación ditirámbica de uno de los protagonistas, el otro
resulta literalmente arrastrado por el barro en ese relato altamente ―imparcial‖ que se apoya
únicamente en ―fuentes trotskistas‖ (Trotsky, Chen Tu-siu, Harold Isaacs), sin la menor tentativa
de crítica histórica.
Karol nos ofrece un refrito de esa mescolanza de viejas polémicas, condimentado, es cierto,
con un resumen original y bastante sorprendente de las posiciones de Stalin. Nos abstenemos de
discutir este último punto, ya que si bien estamos obligados a tener en cuenta su influencia como
periodista, no lo estamos en cuanto a tomarlo en serio como teórico.
Karol afirma que los chinos falsifican su propia historia, como lo habrían hecho los
soviéticos en tiempos de Stalin. Se interroga sobre los efectos que producirá la inevitable
desmaoización después de la muerte de Mao, cuando los chinos descubran su verdadero pasado.
A primera vista, Karol da muchas pruebas de esta falsificación, pero conviene mirar más de
cerca.
Por ejemplo, consagra un capítulo a sugerir la idea de que Chü Chiu-bai, a quien presenta
como un cripto-trotskista, desaprobaba en el fondo la estrategia maoísta de asedio de las
Sobre el Trotskismo 135
ciudades por el campo, y que por esa razón no siguió al Ejército Rojo durante la Gran Marcha,
sino que se retiró a Shanghai, donde retomó junto a Lu Sin un combate puramente cultural. Todo
esto para explicar que el Partido Comunista había ―decidido, simplemente, no hacerlo pasar a la
posteridad más que como crítico literario, amigo de Lu Sin y víctima del Kuomintang‖107
. Según
Karol, los comunistas chinos ocultan deliberadamente a las masas que Chü Chiu-bai había sido
un dirigente del Partido, e incluso su secretario general durante cerca de un año. Lo habrían
―limitado oficialmente al campo literario‖108
.
Es enteramente falso. Lo que dice Karol no corresponde a la historia tal como se la enseña
en China109
. Además él, que pretende enseñar la verdad a los chinos, se equivoca en lo que
concierne a la biografía de Chü Chiu-bai. Para demostrarlo, no podemos hacer nada mejor que
reproducir la nota que se le consagra a este último en la ―Resolución acerca de algunos
problemas de la historia de nuestro partido‖, publicada como apéndice a Nuestro estudio y la
situación actual, de Mao Tsetung, en la edición de 1965 de las Obras escogidas:
―Chü Chiu-bai: Viejo militante y uno de los primeros dirigentes del Partido Comunista de
China. Miembro del Comité Central desde el III al VI Congreso Nacional (1924-1928). Durante
la Primera Guerra Civil Revolucionaria, luchó enérgicamente contra la doctrina anticomunista y
antipopular de Dai Chi-tao, del ala derecha del Kuomintang, y contra el oportunismo de derecha
en el seno del Partido Comunista representado por Chen Tu-siu. Después de la traición del
Kuomintang, a raíz de la revolución de 1927, Chü Chiu-bai convocó al Comité Central a una
Conferencia extraordinaria, que se celebró el 7 de agosto, en la cual se puso fin al predominio del
chentusiuismo en el Partido. Pero desde el invierno de 1927 hasta la primavera de 1928 cometió
aventureramente errores `izquierdistas' desde la dirección del Comité Central. En septiembre de
1930, Chü Chiu-bai convocó una sesión plenaria del Comité Central (la tercera desde el VI
Congreso Nacional) durante la cual se desistió de la línea Li Li-san que tanto daño causaba al
Partido. En la siguiente sesión plenaria del Comité Central, celebrada en enero de 1931,
dogmático y sectario de `izquierda' atacaron a Chü Chiu-bai y lo separaron del Comité Central.
Desde entonces hasta 1933, se entregó a las actividades culturales revolucionarias en la ciudad
de Shanghai, en colaboración con Lu Sin. En 1933, llegó a la zona roja del Chiangsí donde fue
Comisario de Educación Nacional del Gobierno Democrático Central Obrero y Campesino.
Cuando el grueso de las fuerzas del Ejército Rojo inició la Gran Marcha, se quedó en la zona roja
de Chiangsí. Fue capturado por los chiangkaishistas en la zona guerrillera de la provincia de
Fukién, en marzo de 1935, y asesinado en junio del mismo año en Changting, Fukién‖110
.
Se ve hasta qué punto son gratuitas las especulaciones y las insinuaciones de Karol, quien no
se tomó la molestia de proceder a las verificaciones necesarias antes de imputar a los comunistas
chinos la decisión de transformar a un dirigente un poco ―izquierdista‖ del PCCh en un simple
crítico literario,
Nuestro periodista escribe un libro de 480 páginas, de las cuales 110 tratan de ―Su historia
tal como [los chinos] la ven hoy‖, a la cual se opone la Historia Verdadera. Acabamos de mostrar
su ignorancia de una y otra. La absorción de los esquemas trotskistas no criticados lo hace inepto
para el estudio, ya que engendra la ilusión euforizante de que puede pasarse sin él.
Según Karol, ―la gran debilidad del sistema histórico chino actual reside en que se aferra a
las falsificaciones de la historia del movimiento obrero impuestas por Stalin‖111
. Nos
preguntamos: ¿cómo los que copian las falsificaciones trotskistas podrían estar calificados para
denunciar las falsificaciones de Stalin?
Sobre el Trotskismo 136
Una nota para terminar. Acabamos de criticar un capítulo de un libro de Karol. El tono de
esta refutación puede haber parecido violento, habida cuenta de que este autor no está animado
por una opinión sistemáticamente antimaoísta, como lo atestiguan su luminosa exposición de la
política internacional china en Le Nouvel Observateur del 28 de septiembre de 1970 y la
conclusión de su último libro sobre Cuba.
Que se nos entienda: al querer ilustrar la influencia insidiosa de la historiografía trotskista y
antistalinista en general, no podíamos encontrar un ejemplo más claro de sus perjuicios que el de
un periodista cuya independencia de juicio y actitud progresista no ofrecen ninguna duda.
Engañado él mismo, contribuye a engañar a los demás. No se le puede imputar como un crimen,
cuando auténticos revolucionarios ligados a las masas como los que publican Lotta continua
vehiculan las mismas falsificaciones en un artículo titulado ―La Cina venti anni doppo‖ (15 de
octubre de 1970), en que no esconden su entusiasmo por la revolución cultural, cuyas enseñanzas
universales subrayan. Karol puede considerarse aún más en buena compañía política porque Jean
Baby retomó también la versión trotskista de la historia en su libro sobre la controversia chino-
soviética (pp. 251-252), pero admitió su error durante una conversación con el autor de estas
líneas.
Sobre el Trotskismo 137
7. La derrota de los comunistas griegos
La historia del movimiento comunista helénico en los últimos treinta años muestra de manera
impresionante que hay que buscar los factores internos que determinaron el predominio
constante de las tendencias oportunistas de la dirección, en lugar de recurrir a la explicación para
todo: Stalin. El Partido Comunista griego ―del interior‖ no reconoce ninguna autoridad al PCUS
y ha condenado la intervención en Checoslovaquia. Ahora bien, manifiestamente, Theodorakis
no necesita recibir órdenes del Kremlin o sufrir su influencia para ser un oportunista, él que tiene
cara para hablar del tránsito pacífico al socialismo y se opone a la lucha armada, remitiéndola a
las calendas griegas como ―último recurso‖, como si la hora del ―último recurso‖ no hubiera
sonado hace rato.
Se encontrarán aquí algunos textos extraídos de una obra en preparación sobre Grecia.
Comenzamos con la intervención británica en 1944.
Los comunistas griegos en la resistencia
En tres años (1941-1944), los comunistas griegos, poco numerosos, perseguidos, exterminados
ya antes de la guerra por el régimen fascista de Metaxas, habían conseguido organizar una
formidable fuerza militar (el ELAS) y liberar vastas regiones. En el momento en que el ocupante
se retira del país, el poder está al alcance de sus manos. No lo tomarán, intimidados por el
poderío británico, preocupados por evitar una prueba de fuerza, haciéndose ilusiones sobre la
sinceridad de las profesiones de fe democrática de los ingleses, conscientes de la inmensa
popularidad del ―Frente de Liberación Nacional‖ (EAM) que dirigen, piensan acceder al poder
por la vía ―normal‖, ancha y llana, y economizar la ―Larga Marcha‖ por el escarpado sendero de
la guerra prolongada; la vía ancha los conducirá al precipicio. ¡Así fue cómo firmaron el acuerdo
del Líbano, según cuyos términos algunas personalidades del EAM reciben carteras sin
importancia en el gabinete de Papandreu, y el de Caserta, que hacía del general inglés Scobie el
comandante en jefe de las fuerzas de resistencia!
La intervención británica en 1944
Los comunistas sabían –o debían saber– que el día de la liberación los ingleses se volverían
contra el pueblo griego para imponerle un ―orden‖ conforme a sus intereses. Entonces se
transformarían en el principal enemigo de esos aliados demasiado protectores. En una carta al
Buró Político del Partido Comunista, Aris Veloukhiotis, miembro del triunvirato que comandaba
el ELAS, escribía el 22 de septiembre de 1943, con respecto a los proyectos británicos:
―Si se salen con la suya, impondrán un régimen fascista con otro nombre. (...) Por el
momento, después de la pérdida de Italia y la evolución de las operaciones en la Unión Soviética,
están seguros de que los alemanes abandonarán Grecia por sí mismos; por consiguiente, si
desembarcan aquí será contra nosotros…”.
Aris, que había visto a los agentes de Londres en acción, había apreciado correctamente sus
objetivos. Sin embargo, ignoraba el telegrama de Churchill al general Ismey en septiembre de
1943, en el cual se dice:
Sobre el Trotskismo 138
―Si los alemanes evacúan Grecia, tendremos seguramente que estar en condiciones de enviar
a Atenas 5.000 soldados con vehículos blindados‖, ya que, según se lee en las Memorias del jefe
británico:
―Las probabilidades de que los alemanes evacuaran los Balcanes aumentaban, así como las
de un regreso del gobierno real con el apoyo de Gran Bretaña‖.
El 6 de agosto de 1944, Churchill escribía a Eden:
―O apoyamos a Papandreu, si es necesario por la fuerza, así como se convino, o nos
desinteresamos completamente de Grecia‖.
De la misma manera anota en sus Memorias en el mes de agosto:
―…Yo había pedido al jefe de estado mayor que preparara los detalles de una expedición
británica a Grecia para el caso en que la resistencia alemana se derrumbara en ese país; (...) era
extremadamente deseable atacar de improviso a fin de adelantarse al EAM. (...) La tardanza de
los alemanes para evacuar Atenas nos permitió consolidar la dirección de los asuntos griegos en
la víspera del golpe decisivo, y yo me sentía feliz de tener el gobierno griego en mis manos en
Italia‖.
¡Ahora bien, los comunistas participaban en lo que el mismo Churchill calificaba como un
gobierno fantoche! Sin embargo, no ignoraban las tratativas secretas del teniente neozelandés
Don Stot con las autoridades de ocupación alemanas. Sabían que numerosos colaboracionistas
eran agentes del Intelligence Service y asesinaban a los resistentes con su bendición. Uno de
ellos había escrito en su informe después de una operación: ―Nuestras pérdidas: un alemán‖ (!).
Como recompensa, será nombrado comandante adjunto de la escuela de cadetes de Atenas por el
general británico Scobie. Una documentación sobreabundante permite acusar al cuartel general
inglés en Medio Oriente de inteligencia con el enemigo con miras a preparar el aplastamiento de
la resistencia griega.
Para intervenir en Grecia, Churchill obtuvo vía libre de los Estados Unidos. Roosevelt le
escribió:
―No tengo ninguna objeción a que usted haga lo necesario para disponer de una fuerza
británica capaz de mantener el orden en Grecia cuando los alemanes evacúen ese país. Tampoco
tengo objeción a que el general Wilson utilice los aviones de transporte norteamericanos
disponibles en ese momento‖.
Los ingleses desembarcaron tropas en Grecia con extrema prudencia, ya que no querían
tropezar con los alemanes. Entre la llegada de unos y la partida de otros, hubo un intervalo de
varios días durante los cuales, pese a las aprensiones demostradas por los dirigentes
anglosajones, no hubo que deplorar ningún desorden si no fuera el hecho de que, por una vez, el
pueblo era el amo en su casa. Si creemos a Churchill, era un ―vacío‖ que había que llenar lo más
pronto posible, ya que el imperialismo le tiene horror. Como las primeras tropas británicas no
pasaban de seis mil hombres, el ELAS, que contaba con cincuenta mil en el ejército y cien mil en
las milicias populares (politophilaki), habría podido cercar a estos ―libertadores‖ tardíos y
mandarlos de vuelta a casa, como lo hará Tito. El EAM-ELAS, que había conquistado el poder
en octubre, no estaba de ningún modo obligado por la relación de fuerzas a devolverlo a los
ingleses y al títere Papandreu. Este último lo reconoció con asombro. Otro adversario del EAM-
ELAS, Pyremaglou (segundo de Servas, jefe del maquis EDES financiado por los ingleses),
declaró en el proceso a las brigadas de seguridad (ejército fantoche convocado por los alemanes
para combatir a los resistentes): ―De lo que estoy seguro es de que el EAM, pudiendo tomar el
poder tres días después de la liberación, se abstuvo sin embargo de hacerlo‖. Agreguemos que
Sobre el Trotskismo 139
incluso invitó al pueblo a reservar una acogida entusiasta a sus ―aliados‖ cuando éstos hicieron
su entrada en Atenas el 14 de octubre, en lugar de explicarle por qué habían venido con tanques
y cañones, y cuál era el enemigo al que apuntaban esas armas.
―Cuando vemos que otro tiene algo en las manos, debemos proceder a una investigación.
¿Qué tiene en las manos?, espadas. ¿Para qué sirven las espadas?, para matar. ¿A quién quiere
matar?, al pueblo. Cuando todo esto esté claro, hay que llevar más lejos la investigación –el
pueblo chino también tiene manos y puede tomar espadas; puede forjarlas si no las tiene– (...)
Algunos entre nosotros descuidan estas investigaciones y, búsquedas. Chen Tu-siu, por ejemplo,
no comprendía que se pudiera matar cuando uno tiene una espada en la mano. Algunos dirán: ésa
es una verdad trivial, ¿cómo un dirigente del Partido Comunista pudo ignorarla? Nunca se
sabe...‖1.
La izquierda griega pagó con ríos de sangre su ignorancia de esas ―verdades triviales‖.
Con las apariencias de una fingida cordialidad, los nuevos ocupantes forjan metódicamente
los lazos que devolverán al pueblo griego a la tutela extranjera. Los oficiales ingleses que
comandaban los campos donde estaban ―internados‖ los hombres de las brigadas de seguridad
les dejaban sus fusiles y los instruían en el manejo de armas modernas en previsión de utilizarlos
contra el ELAS. Éste, que los había capturado después de duros combates, había entregado su
custodia a los agregados militares ingleses, a pedido de estos últimos. Los colaboracionistas no
estaban inquietos. Los que habían asumido altas responsabilidades fueron confortablemente
albergados en la prisión Averoff para estar a cubierto de actos de venganza por parte de sus
víctimas, mientras esperaban días mejores. No se tocó a la policía y a la gendarmería, culpables
de tantos crímenes. En cambio, Papandreu y sus patrones estaban apurados por desarmar al
ELAS. Empresa difícil y arriesgada, que necesitaba un considerable refuerzo del cuerpo
expedicionario inglés, y por consiguiente ciertos plazos.
El 7 de noviembre, Churchill escribió a Eden:
―Dado el precio que hemos pagado por obtener de Rusia el tener las manos libres en Grecia,
no deberíamos vacilar en emplear las tropas británicas para sostener el gobierno real helénico de
Papandreu.
―Esto implica la intervención segura de esas tropas para impedir desórdenes. Papandreu
puede seguramente prohibir los diarios del EAM si provocan una huelga de prensa (?). La
brigada griega llegará pronto, espero, y no vacilará en abrir fuego. Necesitamos 8 ó 10.000
infantes más para mantener la capital y Salónica. Espero con toda seguridad un choque con el
EAM y no debemos esquivarlo, a condición de elegir bien nuestro terreno‖.
La brigada de la que Churchill habla estaba compuesta por soldados y oficiales de
convicciones realistas comprobadas, secuela de la purga monstruo efectuada por el general ―X‖
Ventiris en el ejército griego del Medio Oriente2. Esta brigada era por consiguiente un verdadero
cuerpo pretoriano cuyo envío a Grecia, dadas las circunstancias constituía una provocación. El
texto de Churchill que acabamos de citar no deja ninguna duda al respecto.
La brigada llegó el 10 de noviembre. El 13, Papandreu convocó a Othoneos (comandante en
jefe del futuro ejército griego) a la oficina del general Scobie. Éste pretendía dictar a Othoneos la
elección de sus oficiales de Estado Mayor. Se oponía particularmente a que Saraphis fuera el jefe
y quería imponer a Ventiris. Othoneos le negó derecho a inmiscuirse en la organización y
comando del ejército griego. Después de un intercambio de frases agridulces, Papandreu, que no
se tomó el trabajo de consultar a sus ministros, lo obligó a renunciar.
Sobre el Trotskismo 140
Esa fue la primera indicación clara de que los ingleses no querían la integración pacífica del
ELAS en el ejército nacional, sino su pura y simple eliminación. Se preparaban activamente para
la prueba de fuerza y transportaban a los traidores de las brigadas de seguridad a Italia, donde
inmediatamente los integraban a unidades de la brigada de montaña y los devolvían a Grecia
bajo este disfraz.
Después del fracaso de Othoneos, que había sido nombrado en su puesto por el Consejo de
Ministros, de manera unánime y removido bajo la presión británica, el EAM presentó a
Papandreu, el 27 de noviembre, un proyecto que preveía la creación de un cuerpo del ejército
nacional que comprendiera la brigada de montaña, la ―columna sagrada‖ (unidad compuesta de
oficiales realistas), de las unidades del EDES y una brigada del ELAS cuyos efectivos y
armamento serían iguales a los de las otras fuerzas reunidas. Papandreu encontró que esto era
―razonable‖ y dio su acuerdo; pero al día siguiente publicó un texto donde falsificaba totalmente
esta parte del trato. El EAM hizo entonces una última tentativa para encontrar una solución.
Propuso al Consejo de Ministros que el ELAS, el EDES y la brigada de montaña fueran disueltos
al mismo tiempo. Papandreu se negó y prodigó amenazas, declarando: ―Quiero creer que el
P.C.G. no empujará al país a la guerra civil‖. Según sus propias memorias, de ese día data mi
ruptura con el EAM. Al oponer una negativa constante a todos los planes que la izquierda le
sometía, hacía inevitable el enfrentamiento, conforme a las órdenes que recibía del embajador Sir
Reginald Leeper y del general Scobie. Este último lanzó una proclama en que intimaba al ELAS
a que se disolviera antes del 10 de diciembre, a raíz de la cual los ministros del EAM presentaron
su dimisión. El 2 de diciembre, Papandreu, que ya no era el jefe de gobierno de unión nacional y
no basaba su legitimidad más que en la confianza de un rey perjuro o en el apoyo de las tropas
extranjeras, tomó por su cuenta la declaración de Scobie y dio a la milicia popular la orden de
entregar sus armas a la policía de los fascistas y los traidores. Como lo hacía notar el órgano del
EAM, obedecer esta orden significaba entregar el pueblo a sus verdugos. El 3 de diciembre, el
EAM llama a una huelga general que será efectiva. Una enorme manifestación (autorizada)
recorre las calles. En el momento en que la multitud se acercaba al monumento al soldado
desconocido, la policía abrió fuego, dejando 28 muertos y más de cien heridos3.
―Según las declaraciones del periodista Leland Stow, transmitidas por radio New York, el
periodista norteamericano F. Fontor, corresponsal del Chicago Sun, habría tratado, algunas
semanas antes, dos veces, de alertar a la opinión pública mundial sobre lo que se tramaba. La
extrema derecha, afirmaba, trataría de provocar un choque sangriento, lo que permitiría a Scobie
proclamar la ley marcial. Dos veces, la censura británica le había impedido transmitir a su diario
esta advertencia‖4.
Al día siguiente, varios cientos de miles de ciudadanos asisten a las exequias de los muertos.
En el camino de vuelta, miembros de la organización ―X‖, de siniestra memoria, tiran sobre los
manifestantes, provocando nuevas víctimas. La calma que demuestra la multitud ante tales
provocaciones no impide a Scobie decretar la ley marcial ese mismo 4 de diciembre, e intimar al
ELAS la evacuación de Atenas en 48 horas. A partir de esto, la prueba de fuerza que Churchill
deseaba desde tanto tiempo atrás, está abierta. La milicia popular y pequeñas unidades del ELAS
atacan los puestos de policía y el refugio de la organización ―X‖. Los miembros de ésta serán
salvados in extremis por la intervención de tanques ingleses. En la tarde, Papandreu renuncia.
Scobie sondea a Sophoulis, y el EAM se apresura a declarar que sostendrá un gobierno formado
por el líder liberal. Esto prueba que, hasta último momento, la izquierda se aferró a la más
Sobre el Trotskismo 141
mínima posibilidad de un arreglo pacífico. Sin embargo, Sophoulis se declara incompetente, y
Leeper consigue que Papandreu retire su renuncia.
El 5 de diciembre, a las 4 de la mañana, Churchill telegrafía a Scobie:
―Tomo todas las medidas que juzgue útiles para asegurar el control de las calles y para
rodear a todos los grupos de perturbadores. El ELAS tratará, por supuesto, de llevar hacia
adelante a las mujeres y los niños en todos los lugares donde pueda haber tiroteo. Usted tendrá
que maniobrar hábilmente en esa circunstancia para evitar errores, pero no vacile en tirar sobre
cualquier hombre armado que trate de desafiar la autoridad británica en Atenas o la autoridad
helénica, por cuya cuenta actuamos. Lo mejor sería, naturalmente, que estas órdenes estuvieran
aseguradas por alguien del gobierno griego, y Leeper está pidiendo a Papandreu que permanezca
donde está para ayudarlo a usted. Sin embargo, no vacile en actuar como si se encontrara en una
ciudad conquistada donde se hubiera desencadenado una rebelión local” (subrayado por
Churchill)5.
Los ingleses disponen de alrededor de 35.000 hombres, frente a los 8.000 del ELAS,
apoyados por la milicia popular armada con viejos fusiles. El grueso de las tropas del ELAS se
encuentra en el norte de Grecia y no intervendrá en el conflicto. Sus jefes militares, Aris
Veloukhiotis y Zarpáis, recibirán la orden de atacar al ejército del EDES (en Epiro), que
liquidarán en algunos días. Sin embargo, la batalla decisiva se libra en la aglomeración Atenas-
Pireo, Saraphis dice en su libro que, destruidas las vías de comunicación, las tropas del ELAS no
podían llegar en tiempo útil a Atenas. Esta explicación no es suficiente. De hecho, la dirección
del EAM, obligada a luchar, no estaba de ningún modo decidida a hacerlo hasta el fin. El 8, el
10, el 14 y el 18 de diciembre, hace ofertas de paz muy conciliadoras a Scobie, ofertas que
tropiezan con la exigencia de capitulación pura y simple. Refiriéndose a estos ofrecimientos de
paz, Churchill telegrafió a Scobie: ―El objetivo es claro: derrotar al EAM. La cesación de los
combates le está subordinada‖. Sin embargo, en ese momento, el ELAS ha conquistado la
ventaja, comprimiendo a los británicos en un estrecho espacio que comprendía los alrededores de
la plaza Synagma y el ―barrio elegante‖ de Kolonaki.
El 11 de diciembre, el mariscal Alexander, acompañado de Macmillan (brazo derecho de
Eden) aterriza en el aeródromo de Helleniko. Telegrafía a Churchill que le parece indispensable
un arreglo negociado. Como respuesta, recibe la orden de hacer venir refuerzos de Italia. En el
preciso momento en que la contraofensiva de las Aredenas hace que los anglosajones pierdan
miles de prisioneros y un material considerable; en que Bruselas y quizás Amberes están
amenazados, 1.650 aviones de transporte (norteamericanos en su mayor parte) desembarcan
cerca de Atenas a dos nuevas divisiones británicas y varias unidades de infantería colonial.
―Estábamos comprometidos, escribe Churchill, en una lucha casa por casa contra
adversarios cuyos cuatro quintos estaban vestidos de civil. (...) Alexander reclamaba medidas
rigurosas contra los rebeldes, así como el permiso para bombardear ciertos barrios en el interior
de Atenas.
―El 12 de diciembre, el gabinete de guerra acordó total libertad de acción a Alexander en el
aspecto militar. La 4ª división británica llegó entonces e hizo que la balanza se inclinara en
nuestro favor‖.
Este optimismo era prematuro. En efecto, más adelante leemos:
15 de diciembre de 1944 Mariscal Alexander a Primer Ministro Si los rebeldes continúan
resistiendo con la misma intensidad que hasta el presente, temo verme obligado a enviar nuevos
Sobre el Trotskismo 142
refuerzos desde Italia para tener la certeza de poder limpiar el conjunto de la aglomeración
Atenas-El Pireo‖.
(¿17 de diciembre?) Primer Ministro a Mariscal Alexander La progresión del ELAS hacia
el centro de Atenas me parece un hecho muy grave y me gustaría saber si usted estima que con
los refuerzos que están llegando podemos mantener nuestras posiciones en el corazón de la
ciudad y batir al enemigo. ¿Usted tiene nuevos refuerzos en vista aparte de la 4ª división, el
regimiento de blindados y la última brigada de la 46ª división? ¿Corremos el riesgo de asistir a
una rendición en masa de las tropas británicas encerradas en la ciudad de Atenas?...‖.
21 de diciembre de 1944 Mariscal Alexander a Primer Ministro ―...Estimo que es posible
limpiar la aglomeración Atenas-El Pireo y mantenerla así, pero no venceremos de ese modo al
ELAS hasta el punto de obligarlo a capitular. No somos bastante fuertes para eso. Los alemanes,
durante su ocupación, mantuvieron de seis a siete divisiones en el continente, más cuatro en las
islas. Incluso así, no pudieron mantener constantemente abiertas sus líneas de comunicación, y
no estoy seguro de que encontremos una resistencia menos fuerte y menos resuelta que la que
ellos tuvieron que enfrentar‖.
El 24 de diciembre, Churchill toma el avión para Atenas, donde entra en un vehículo
blindado. Nombra regente al arzobispo Damaskinos, y para ganarse a la opinión pública,
organiza una mesa redonda a la cual son invitados los representantes del EAM. Estos aceptan
negociar en pie de igualdad con los políticos, algunos de los cuales son ex colaboracionistas,
mientras otros ignoran totalmente las nuevas realidades griegas, como ese general Plastiras que
los ingleses hicieron venir de la Costa Azul para ser primer ministro. Al mismo tiempo que no
plantea el retiro previo de las fuerzas extranjeras, el EAM hace proposiciones que significan en
sustancia el reparto del poder entre la izquierda y la derecha. Estas proposiciones son rechazadas
sin discusión por los compañeros de los ingleses, y los combates recomienzan.
Una vez más, el EAM se equivocó al creer que podía obtener una victoria política sin tener
que volcar todas sus fuerzas a la batalla militar. Frente a la aviación, a los blindados, a la
artillería británica, sus combatientes no disponían más que de armas livianas. Obtienen éxitos
iniciales, pero dispersan sus esfuerzos y no explotan a fondo sus ventajas para no dejar a los
ingleses tiempo de rehacerse y hacer llegar refuerzos. Sin embargo, su combatividad no
disminuye. Incluso consiguen capturar el cuartel general de la RAF, tomando cerca de 600
prisioneros. Desprovistos al principio de experiencia en el combate callejero, comienzan a
adquirirla, e inventan tácticas adecuadas para neutralizar la superioridad del enemigo en material
de guerra. Es el momento que elige el EAM-ELAS para dar la orden de evacuar Atenas.
El ELAS deja Atenas en la noche del 4 al 5 de enero de 1945. El 15 se realiza un armisticio.
El 12 de febrero, después de 10 días de negociaciones, el EAM-ELAS firma el acuerdo de
Varkiza, según cuyos términos debe entregar sus armas. En cambio, no obtiene ninguna garantía
seria concerniente a la salvaguardia de las libertades democráticas. Es una capitulación sin
principios. Entrega a los patriotas griegos atados de pies y manos a la venganza de los fascistas,
que al mismo tiempo que proclaman ―nación‖ y ―patria‖, han vendido diez veces a su país. De
ese modo se desmantela un ejército que el pueblo había construido con su sangre.
Semejante salida no había sido, en modo alguno, impuesta por la relación de fuerzas, como
se puede ver si se consideran los siguientes datos:
– La guerra proseguía en Europa y en el Lejano Oriente, y los ingleses no podían distraer
más que efectivos limitados para someter a Grecia.
Sobre el Trotskismo 143
– El ELAS conservaba intactas en la provincia fuerzas tan importantes que el mariscal
Alexander consideraba que no era posible asegurar el control de todo el país.
– La Unión Soviética y los comunistas en el mundo eran los aliados de las potencias
occidentales. La campaña de propaganda tendiente a preparar la opinión pública para una
cruzada anticomunista no se había lanzado todavía. De manera que la intervención británica fue
criticada por la prensa mundial. En la misma Inglaterra, fue condenada por la Conferencia de los
sindicatos, por enorme mayoría. El diputado Strinberg declaró en los Comunes:
―No estamos en presencia de una guerra civil. Por un lado combate la enorme mayoría del
pueblo griego, por el otro algunos Quislings y algunos realistas apoyados por las bayonetas
británicas‖.
Roosevelt debió advertir a Churchill de que su opinión pública no le permitía ―ubicarse
completamente a (su) lado en la presente coyuntura de Grecia‖. Su ministro de Relaciones
Exteriores, Stettinius, fue más lejos al pronunciarse en una declaración por una política de hands
off [de no meter mano]. En efecto, de manera abierta o solapada, los Estados Unidos se oponían a
la reconstitución de las bases coloniales o semicoloniales de las antiguas potencias aniquiladas,
con el objeto de suplantar a éstas.
El aislamiento de los imperialistas británicos, que ―ganaron demasiado pronto‖, no
significaba que fuera posible arrojarlos al mar inmediatamente. Una de las debilidades de los
comunistas griegos es que nunca concibieron sus tareas de combate como inscritas en el marco
de una guerra prolongada. Otro error, todavía más fundamental, es que subestimaron gravemente
el poder del pueblo y sobrestimaron el de los reaccionarios. No vieron, finalmente, que al perder
su ejército el pueblo perdía todo.
En su VIII Congreso, el Partido Comunista criticó los errores cometidos en el período de la
resistencia y la posguerra. Esta crítica acentúa unilateralmente los errores ―de izquierda‖ y pasa
rápidamente sobre los errores oportunistas de derecha. Esto condujo a Zissis Zographos,
miembro del Buró Político, a hablar de la ―derrota‖ de diciembre, que habría “obligado” al
EAM y al Partido Comunista a firmar el acuerdo de Varkiza6.
Después de Varkiza
La intervención británica fue una advertencia para los movimientos de resistencia de Europa
Occidental7. A la partida de los alemanes, deberán apartarse a fin de que nuevos representantes
de las potencias del dinero tomen el relevo y todo vuelva a estar en orden. Ese orden del que ya
se anunciaba que traería la tercera guerra mundial, después de haber engendrado la primera y la
segunda.
En Francia e Italia, los maquis entregan sus armas. El Partido Comunista Francés [PCF]
recibirá en cambio algunos lugares secundarios en el gobierno, de donde será expulsado por el
―socialista‖ Ramadier (el 4 de mayo de 1947) cuando la reacción ya no necesite ministros
―comunistas‖ para mantener la paz social, volver a Francia al trabajo y gestionar el
desencadenamiento de la guerra de Indochina.
En Grecia, Aris Veloukhiotis, que había advertido a su partido contra la voluntad de los
ingleses de aplastar al EAM-ELAS, trató de mantener el ejército popular, ya que ―sin un ejército
popular, nada tendrá el pueblo‖ (Mao). Excluido de su partido, abandonado por todos, erró algún
tiempo de montaña en montaña y terminó por caer en un oscuro combate. Según testimonios
Sobre el Trotskismo 144
recogidos por D. Eudes (Les Capétanios), Aris habría sido ―entregado‖ por los dirigentes del
Partido Comunista.
Al haber entregado las armas, las fuerzas de izquierda, y especialmente el Partido Comunista
griego, creyeron –no sin cierta ingenuidad– que en cambio se les otorgarían esos derechos
democráticos de los que el gobierno inglés se muestra tan respetuoso en su país. Los comunistas
llegaron incluso a contemplar seriamente la posibilidad de un tránsito pacífico a la democracia
popular y al socialismo.
Un artículo de Yannis Zevgos en la Revue communiste de agosto de 1945 anticipa la
argumentación de Jruschov en el XX Congreso, de modo que fue reproducido por la Izquierda
helénica, órgano del EDA, en el número de abril-mayo de 1966. El autor –miembro de la
dirección del Partido Comunista griego– atribuye una prodigiosa eficacia al ejemplo ofrecido por
la URSS que, dice, atrae a los pueblos como un ―enorme imán‖. Considera decisivos los cambios
sucedidos en las relaciones de fuerza en el interior como en el plano internacional, sin explicar
sin embargo –¡y con razón!– cómo esos cambios impedirían que los anticomunistas recurrieran a
la violencia en Grecia, como justamente estaban haciendo. Habla de una ―vía democrática
evolutiva hacia el socialismo‖ [el subrayado es nuestro] y recuerda que el partido bolchevique
tomó el Poder en Rusia ―cuando había conquistado la mayoría en el Congreso panruso de los
soviets, (...) es decir, la mayoría del pueblo ruso‖. La conquista de la mayoría es también el
objetivo que asigna a su partido, y como conclusión cita la consigna de la época: ―Unidad –
orden – calma – trabajo – reconstrucción – cultura‖.
El artículo de Zevgos no tiene en cuenta ni los principios marxista-leninistas ni la realidad
griega del momento,
El 5 de junio, los dirigentes de los partidos del centro, Sophoulis (primer ministro),
Kaphandaris, Tsouderos (el ex primer ministro del gobierno real en El Cairo) y Plastiras (el
sucesor momentáneo que los ingleses habían dado a Papandreu), firmaron una nota en la cual se
decía:
―El terror instaurado después de los acontecimientos de diciembre por la extrema derecha en
todo el país se amplía todos los días. Ha tomado un desarrollo y una extensión que hacen
imposible la vida de los ciudadanos no realistas y excluyen hasta la idea de que se pueda
proceder a un plebiscito libre o a elecciones. Las organizaciones terroristas de extrema derecha,
las más importantes armadas en parte por los alemanes y/o que habían colaborado con ellos, no
sólo no fueron ni desarmadas ni perseguidas, sino que hasta se aliaron abiertamente a los agentes
del orden con miras a sofocar completamente todo pensamiento democrático‖8.
Que los ―agentes del orden‖ tengan semejante actitud no es asombroso si se piensa que los
hombres de los batallones de seguridad se habían enrolado en la ―guardia nacional‖ (el futuro
ejército griego) cuyos oficiales habían sido elegidos por una comisión militar británica. En
cuanto a la policía y la gendarmería, siguieron siendo lo que habían sido en tiempos de Metaxas
y de la ocupación.
Otra manifestación del oportunismo del Partido Comunista griego se encuentra en la
resolución votada por el XII Plenario del Comité Central en junio de 1945. Este texto pide ―la
intervención inmediata de nuestros tres grandes amigos‖ para imponer en Grecia la aplicación de
los acuerdos de Yalta. Por cierto, éstos preveían la erradicación del fascismo, el castigo de los
colaboracionistas y garantizaban una evolución democrática de los países liberados, pero ¿había
que elevar a la categoría de amigo del pueblo griego a aquellos cuyos aviones habían ametrallado
Sobre el Trotskismo 145
los barrios de Atenas y cuyas tropas sometían a ese pueblo a una segunda ocupación para
asegurar el poder de sus explotadores?
En la misma sesión del Comité Central, Zachariadis declaraba que Grecia ―debería moverse
entre el polo europeobalcánico, con centro en Rusia, y el polo mediterráneo, con centro en
Inglaterra (...) conservando una especie de equilibrio entre los dos‖. Al proponer esta política de
péndulo, Zachariadis pretendía ser ―realista‖, pero ese nasserismo avant la lettre, ¿era acaso
compatible con la perspectiva de un próximo tránsito al socialismo, perspectiva que era la suya
en ese momento? Esta curiosa mezcla de oportunismo de derecha y oportunismo de izquierda es
propia de un empirismo pedestre. Se comprende ahora por qué la consigna del Partido citada por
Zevgos habla de todo excepto de la partida de los ingleses. En este punto, como en la cuestión de
las elecciones que se preparaban en un clima de terror, el Partido sólo renunció gradualmente a
sus ilusiones. Los hechos lo llevaron cada vez más a denunciar la ocupación inglesa y el terror
fascista.
Esto explica que en octubre de 1945, en el VII Congreso del Partido, cuando uno de sus
principales dirigentes, Partsalidis, insistió en la transición pacífica al socialismo, Zachariadis
subrayara que ésa era una simple posibilidad, que por lo demás disminuía cada día. En esas
circunstancias, era una posición apenas menos oportunista. .
―Durante el año que siguió a la firma del acuerdo de Varkiza, se contaron (…) 1.289
muertos, 6.671 heridos, 75.000 arrestos, 6.567 casos de pillaje, 572 ataques contra imprentas;
más de 100.000 demócratas fueron además objeto de diferentes medidas de represión‖9.
Junto al terror debido a las actividades de las bandas fascistas alentadas por las ―fuerzas del
orden‖, estaba la persecución oficial. Los acuerdos de Varkiza estipulaban que se concedía una
amnistía por los ―crímenes políticos‖ cometidos entre el 3 de diciembre de 1944 y el 12 de
febrero de 1945. En cambio, nada se oponía a que las autoridades persiguieran a los comunistas o
a los simpatizantes por hechos de resistencia, por ejemplo, muerte de soldados alemanes, o bien
por pretendidos crímenes de derecho común10
.
El ministro de Justicia Rentis declaraba, en diciembre de 1945: ―48.956 individuos son
objeto de persecución en tanto que miembros del EAM-ELAS. El número total de individuos
perseguidos, incluso las personas con arresto preventivo, supera, según nuestros cálculos, los
80.000‖11
.
En estas condiciones, se abrió la campaña para las elecciones del 31 de marzo de 1946,
impuestas por los británicos. El primer ministro y jefe del partido liberal Sophoulis declaró en su
primer discurso: ―Tengo que confesar que las condiciones requeridas por elecciones libres no
existen. Los informes que me llegan desde todas las regiones de Grecia prueban que sólo los
candidatos monárquicos pueden desplazarse con toda seguridad‖12
.
El Partido Comunista y un pequeño partido del centro boicotearon las elecciones. Sólo el
49% de los que tenían derecho participaron en el escrutinio, y el partido realista ganó con
611.000 votos sobre una población que superaba los 7 millones. ¡Los vencedores pretendieron
más tarde que la abstención no había superado el 15% de los empadronados!
Después de su victoria, los realistas estimaron que ya no tenían que cargar con las formas
democráticas, y agravaron aún más la persecución contra los militantes obreros. Así que se
apresuraron a expulsar a la dirección electa de la Confederación General de Trabajadores
griega13
y a reemplazarla por ―amarillos‖, encabezados por Makris, que había sido nombrado en
el mismo puesto por Metaxas. El hecho de que esté siempre bajo el control de los coroneles dice
mucho sobre la confianza que inspira a los patrones. Paradójicamente, los comunistas, que se
Sobre el Trotskismo 146
habían abstenido en las elecciones, no boicotearon el plebiscito del 19 de septiembre de 1946,
que volvió a colocar en el trono al rey Jorge II. Sin embargo, esa consulta se desarrolló bajo un
terror decuplicado y además fue fraudulenta: ―500.000 demócratas no estaban inscritos en los
padrones electorales, mientras que los realistas podían votar dos o tres veces‖14
.
Sin embargo, conviene matizar la imagen que acabamos de dar insistiendo en el hecho de
que los militares o la derecha no impusieron su dictadura en este período. Un mínimo de
democracia autorizaba a las clases y fracciones de clases del bloque para expresarse y rivalizar
libremente. Mientras que los realistas disponían de mayoría absoluta en la Cámara, el rey impuso
un gobierno de gran coalición con los liberales. El terror no golpeaba más que a los militantes de
base, y sobre todo en el campo. En las ciudades, la prensa era libre. Esta curiosa situación era
posible por el hecho de que los comunistas, en cierto modo, se habían aislado de la pequeña
burguesía, lo que daba cierta seguridad al poder burgués.
Zissis Zographos declara, en el artículo ya citado, después de haber criticado la consigna de
abstención lanzada por el Partido Comunista: ―La única política justa durante este período
hubiera sido participar en las elecciones (...) a fin de realizar las consignas principales: `¡Afuera
los ingleses, organizadores de la guerra civil!' (...) `¡Por un desarrollo democrático normal!' (…)
Entonces existía la posibilidad, para esa política, de triunfar (ya que tenía el apoyo de la mayoría
del pueblo griego y la relación de fuerzas en el plano internacional y en los Balcanes le era
favorable)‖.
En realidad, esa ―posibilidad‖ no existía. La represión y el terrorismo desencadenados por la
reacción mostraban que ésta no estaba de ningún modo dispuesta a ceder posiciones frente a las
fuerzas democráticas, incluso en la hipótesis (improbable, dada la ausencia de libertad) de su
victoria en las elecciones. La ―relación de fuerzas en el plano internacional y en los Balcanes‖,
favorable o no, no parecía tener ninguna influencia sobre la determinación del gobierno y de las
bandas fascistas de eliminar a los militantes de izquierda,
Pero lo mismo, el Partido Comunista griego habría debido participar en la campaña
electoral, al menos en las ciudades, no para desparramar ilusiones sobre la posibilidad de liberar
al pueblo por vía parlamentaria y pacífica, sino para hacer propaganda, manifestar su fuerza (en
las ciudades), demostrar su buena voluntad, arrojar así la responsabilidad de la guerra civil sobre
la reacción y convencer a los vacilantes15
.
Para apreciar mejor la política del Partido es instructiva una comparación con la línea del
Partido Comunista de China en el mismo período, pese a las diferencias entre las situaciones con
las cuales se enfrentaban los dos partidos. La experiencia china, como la de la revolución rusa,
comporta ciertas enseñanzas de validez universal.
A comienzos de 1946, durante las conversaciones con el Partido Comunista de China, los
representantes del Kuomintang le habían hecho esta honrada proposición: ―Entréguennos sus
tropas, y nosotros les daremos la libertad‖. Contrariamente a lo que hicieron los comunistas
griegos en Varkiza, los chinos se negaron, ya que habían notado que los partidos democráticos
burgueses en las regiones controladas por el Kuomintang no gozaban de libertad, aunque no
tuvieran ejército, o más bien porque no tenían ejército.
Después de la capitulación del Japón, el 14 de agosto de 1945, como el pueblo chino
aspiraba a la paz, el Partido Comunista de China había luchado con todas sus fuerzas para evitar
la guerra civil. Por eso firmó varios acuerdos con Chiang Kai-shek, en los cuales le hacía
costosas concesiones. Cuando Chiang violó esos acuerdos y atacó las regiones liberadas, asumió
ante todos la responsabilidad del estallido de la guerra civil. Al mismo tiempo que se
Sobre el Trotskismo 147
pronunciaban contra esta última, los comunistas no albergaban ninguna ilusión en cuanto a la
posibilidad de conjurarla de manera durable. En el discurso La situación y nuestra política (tomo
4), Mao se plantea únicamente esta pregunta: ―¿Podemos (...) circunscribir la guerra civil o
retardar su estallido a escala nacional?‖.
Responde por la afirmativa, y la principal razón que da es la presencia, en las regiones
liberadas, de un millón de soldados y, de más de dos millones de hombres en la milicia popular.
Sin embargo, concluye con estas palabras: ―Chiang Kai-Shek quiere desencadenar una
guerra civil a escala nacional y su política está bien determinada; nosotros debemos estar
preparados para esto. Sea cual fuere el lugar donde estalle esta guerra civil, debemos estar listos.
Para el caso en que llegara pronto, digamos mañana por la mañana, debemos estar listos
también‖.
En ese mismo discurso, se encuentra una frase que se diría dirigida a los comunistas griego
de 1944-45: ―Debemos conservar la mente clara, es decir, no creer en las `lindas palabras' de los
imperialistas, ni dejarnos intimidar por sus amenazas‖.
La guerra civil
Desde 1945 se habían formado grupos de autodefensa para hacer fracasar las operaciones de las
bandas fascistas. Por otra parte, centenares de militantes que huían de la represión policial se
escondían en las montañas. Frente al frenesí terrorista de la derecha, defenderse, contestar
inmediatamente, era una cuestión de vida o muerte.
Como dijo Bossuet, ―lo que una juiciosa previsión no pudo poner en la mente de los
hombres, un amo más imperioso, quiero decir la experiencia, los ha obligado a creerlo‖. En
febrero de 1946, el Comité Central decidió orientar al Partido hacia la preparación de la lucha
armada como respuesta a la ―guerra civil unilateral‖ desencadenada por la reacción. Esta
decisión no fue seguida de ninguna medida concreta y la ―Conferencia de Organización‖ que se
realizó el 16 y 17 de abril de 1946 ―asignó a los miembros del Partido tareas que no tenían nada
que ver con la lucha armada‖16
. Era una consecuencia de la actitud vacilante de los dirigentes
comunistas durante este período.
Participar libremente en la vida política legal, no podían; aventurarse decididamente en la
lucha armada, no se animaban. De modo que perdieron quince preciosos meses, sin consagrar el
grueso de los esfuerzos a su preparación. En lugar de eso, trataron de sentarse entre dos sillas,
con el resultado que era de prever.
Zographos enumera una serie de errores cometidos entonces por la dirección:
– A raíz de la ausencia de preparación política, ideológica y de organización, sólo una
porción –y de ningún modo la mayoría– del Partido se comprometió en la lucha. Al no haberse
constituido organizaciones clandestinas, el aparato del Partido se encontró desorganizado en las
ciudades cuando a fines de 1947 a su proscripción la siguió una ola de arrestos17
.
– ―La dirección del Partido no se preocupó de ningún modo de preservar y enviar en el
tiempo requerido a los destacamentos armados los cuadros militares del ELAS‖. Desde el verano
de 1946, centenares de ellos –entre ellos Saraphis y Bakirdzis– fueron deportados a las islas.
– Ningún trabajo político se emprendió en el ejército, mientras la situación en él era ―muy
favorable al movimiento popular‖ en 1946.
Sobre el Trotskismo 148
– La ausencia, durante un tiempo bastante largo, de un organismo militar encargado de
dirigir la lucha armada implicó, también la ―ausencia de un plan estratégico‖... ―Los
destacamentos que se formaban a partir de la primavera de 1946 decidían por sí mismos sobre las
fuerzas que pondrían en sus filas. Así, en 1947, muchos de ellos se negaron a aceptar en sus filas
a voluntarios, que se vieron obligados a volver a sus aldeas donde sólo podían ser arrestados‖.
La conclusión de Zographos es que, hablando estratégicamente, ―la derrota del ejército
democrático era (...) fatal‖. No se sabe por lo demás si, según él, esta ―fatalidad‖ resultaba o no
de los errores que señaló. Sea como sea, los que nos parecen más graves los pasa en silencio.
El Partido nunca concibió la lucha en la que se comprometía como una ―guerra prolongada‖.
Sus dirigentes se sentían impacientes y no tenían el valor de ver la fuerza del enemigo y su
propia debilidad. Caían en un error subjetivista inverso pero tan grave como el que los había
conducido a las sucesivas capitulaciones del Líbano, de Cazerta y de Varkiza. Frente a un
adversario muy superior en número y equipo militar, habrían debido, en una primera etapa,
limitarse a la guerrilla, y después, cuando hubieran estado en condiciones de aniquilar grandes
unidades, pasar a la guerra de movimientos y no dedicarse a las ciudades más que en la etapa
final. De manera general, no habían debido aceptado el combate más que a condición de
disponer de una superioridad local aplastante y no sacrificar nunca fuerzas por conservar un
territorio. Al acumular numerosas pequeñas victorias, habrían podido modificar gradualmente la
relación de fuerzas para desembocar en la gran victoria. Sólo una guerra prolongada permite
transformar la superioridad política (que surge de la conformidad de las consignas con las
necesidades del pueblo) en superioridad militar, gracias a la movilización de las masas para
sostener el ejército18
.
Los comunistas griegos hicieron exactamente lo contrario de todo esto. Su práctica es una
maravillosa lección por la negativa. Se ve en ella lo que los revolucionarios deben hacer si
quieren ir a una derrota rápida y definitiva.
Primero, en el plano político, la dirección del Partido no supo definir correctamente las
tareas revolucionarias y en consecuencia no supo responder científicamente a la pregunta:
―¿Quiénes son nuestros amigos y quiénes son nuestros enemigos?‖, a fin de reunir en un frente
amplio a todos aquellos que eran susceptibles de ser unidos. Zachariadis declaró en el II
Plenario:
―La revolución que se acerca tendrá carácter socialista y resolverá simultáneamente los
problemas democráticos burgueses que subsisten, como la dominación extranjera, la reforma
agraria, etc.‖19
. Saltando por encima de la etapa democrática antiimperialista, al pretender
instaurar inmediatamente la dictadura del proletariado, Zachariadis profundizaba la separación
que había aparecido al día siguiente de ―Diciembre‖ entre la clase obrera y la pequeña
burguesía20
. Esta línea se concretó en diciembre de 1947 con la constitución de un ―gobierno
provisorio de Grecia libre‖ donde no había más que comunistas,
Veamos ahora cómo fueron conducidas las operaciones militares. Éstas comenzaron con el
ataque al puesto de gendarmería de Litochoron (al pie del Olimpo), en la noche del 30 al 31 de
marzo de 1946. En ese momento había algunos cientos de maquis, que se transformaron en 2.500
dos o tres meses más tarde, y 8.000 a fines del año, cuando se creó el ejército democrático. Éste
contaba con 14.250 combatientes en abril de 1947 y 18.000 en noviembre. A continuación, y
hasta el verano de 1949, el ―Ejército Democrático‖ oscilará entre 20 y 25.000 hombres, a los que
hay que agregar diez mil reclutas del adiestramiento en las democracias populares vecinas. Los
efectivos del ejército nacional y de las otras fuerzas del orden se elevaban a 265.000 elementos.
Sobre el Trotskismo 149
Hasta 1948, el ―Ejército Democrático‖ [ED] efectuó una guerra de milicianos, lo que la
permitió hacer fracasar todas las operaciones de asedio lanzadas contra ella, resolver sus
problemas de aprovisionamiento y dispersarse por todas partes para ganar a la población y
reducir a la impotencia al enemigo. Después del traslado de la dirección del Partido a las
montañas y la formación, el 23 de diciembre de 1947, de un ―Gobierno provisorio de Grecia
libre‖, los maquis comenzaron a transformarse en un ejército regular que efectuaba una guerra
clásica. Se reagruparon en grandes unidades: batallones, luego brigadas, y finalmente divisiones.
A fines de 1941, el ED contaba con 8 divisiones. El 25 de diciembre de 1947, atacó la ciudad de
Konitsa, al pie del monte Grammos, pero debió retirarse después de seis días de combate. Sin
embargo, en los montes Vitsi y Grammos, en la frontera albano-yugoslava, estableció una base
permanente que defendió por una guerra de posiciones en el verano de 1948 y de nuevo en
agosto de 1949. Fue su última batalla. Frente a la artillería y a la aviación del enemigo, la
infantería ligera de las ―divisiones‖ del ED oponía la debilidad a la fuerza, obstinándose en
defender el terreno. En una batalla de desgaste, era el ED quien se desgastaba, fuera cual fuese la
excelencia de sus posiciones fortificadas. En diciembre y enero de 1949, el ED había atacado con
éxito las ciudades de Kardhitsa, de Naoussa y de Karpenissi, pero había fracasado, sufriendo
grandes pérdidas y ante Edesa y Florina. Varios miles de maquis participaban en cada una de sus
operaciones. En general, se veían obligados a retirarse después de algunos días, pero Karpenissi
quedó en sus manos desde el 21 de enero al 18 de febrero de 1949. Para lanzar las operaciones
prolongadas con grandes unidades, se necesitaban aprovisionamientos considerables. El ED
simplemente no estaba en condiciones de asegurar el transporte del mínimo de municiones
necesarias hacia Grecia del centro y del sur. Incluso el aprovisionamiento de víveres se hacía
difícil, debido a que los elementos gubernamentales habían evacuado los pobladores de las
regiones montañosas para ubicarlos en campos cerca de las ciudades. Semejante táctica era un
arma de doble filo, como lo demostró la experiencia de las ―aldeas estratégicas‖ en Vietnam.
Aún faltaba tiempo para que la cólera de los campesinos se transformara en rebelión activa. Esto
nos vuelve a traer al problema de la guerra prolongada. El ―Gobierno provisorio‖, al haber
perdido su base de Grammo-Vitsi, puso fin a la lucha armada en septiembre de 1949. A
principios de ese año, el general Markos había sido removido porque preconizaba la vuelta a una
táctica de guerrilla.
La resolución del V Plenario del Comité Central, en enero de 1949, dejaba entrever una
victoria final en el ejército mismo. Declaraba:
―Debemos aprender a tomar las plazas fuertes del enemigo. Debemos no sólo aprender a
tomar las ciudades, sino también a conservarlas‖.
Esto no necesita comentarios.
Además de los errores cometidos por la dirección del Partido, un acontecimiento exterior –la
traición de Tito– contribuyó a la rápida derrota del Ejército Democrático. Tito había prometido
una ayuda considerable a Zachariadis en 1946 y lo había urgido a lanzarse a la lucha armada, al
contrario de Stalin, que se mostraba escéptico en cuanto a las posibilidades de éxito de los
comunistas griegos. Después de su ruptura con el Cominform, Tito detuvo la ayuda y en julio de
1949 cerró completamente la frontera, lo que tuvo como efecto quitar al ED 4.000 elementos
acantonados en Yugoslavia, a los cuales hay que agregar los 2.500 maquis que se encontraban en
Bulgaria y los 2.500 que se batían en Macedonia oriental y en Tracia21
. El valle del Axios, entre
la frontera yugoslava y el golfo de Salónica, era fácil de conservar, y por consiguiente las tropas
que acabamos de mencionar sólo podían unirse, con el grueso del Ejército Democrático, en el
Sobre el Trotskismo 150
momento de la batalla decisiva, pasando por Yugoslavia. De modo que la traición de Tito
privaba al ED de un tercio de sus fuerzas22
. Sin embargo, el giro de Tito fue grave únicamente
porque la dirección del Partido no había sabido contar ante todo con sus propias fuerzas.
Los combatientes del ED, sufriendo hambre, faltos de municiones, enfrentaron con sus
pobres fusiles a tropas diez veces más numerosas, equipadas con un armamento norteamericano
ultramoderno. Bajo la lluvia de fuego, se batieron con una fuerza y una tenacidad dignas de
mejor suerte. ¡La prensa de Atenas les rindió un involuntario homenaje al preguntarse seriamente
si no estarían dopados o no sufrirían alguna enfermedad psíquica que los hacía luchar como
condenados...!
El ELAS y el ED, que continuaron un solo y mismo combate de liberación nacional, son los
herederos de una tradición varias veces centenaria. En el mundo entero, sólo el pueblo vietnamita
puede enorgullecerse de una tradición de lucha armada popular por la independencia y la libertad
semejante a ésta. Para nosotros, es un motivo de esperanzas en cuanto al futuro. Como lo dijo el
poeta Ritsos:
―Estos árboles no pueden conformarse con un cielo más estrecho‖.
Las responsabilidades de Stalin
¿Stalin es responsable de la derrota sufrida por los comunistas y los demócratas griegos a fines
de 1944 y comienzos de 1945? ¿El hecho de que haya ―vendido‖ al pueblo griego se inscribe en
una política de traición de la revolución mundial cuyo fundamento es la teoría del socialismo en
un solo país? Es una tesis generalmente admitida que pasa por verdad histórica establecida, a
fuerza de ser repetida por autores de los cuales unos son trotskistas, otros anticomunistas, y otros,
finalmente, deseosos de parecer imparciales al condenar al mismo tiempo a Churchill y a Stalin.
Vamos a demostrar que los errores cometidos por este último en esta ocasión no procedían de
una deliberada voluntad de impedir la expansión de la revolución mundial.
Primero examinemos los hechos.
Al acercarse su derrota, los alemanes maniobraron, para dividir a los aliados, incluso para
concluir una paz separada con los países occidentales a fin de proseguir por su parte la guerra
contra la URSS. Himmler hará ofertas claras en este sentido durante 1944, y en abril de 194523
.
En los últimos días de la guerra, Churchill dirigió ―al mariscal Montgomery (…) un telegrama en
que lo invitaba a no destruir el armamento capturado sino a juntarlo cuidadosamente a fin de
estar listo para actuar juntamente con las tropas alemanas vencidas contra un nuevo avance de
los rusos‖24
. El mariscal Auchinleck y el general Ismey recibieron instrucciones análogas. Los
anglosajones maniobraron para impedir que los rusos capturaran ejércitos alemanes y llegaron
hasta a cooperar con el gobierno Döentz‖. Ya aludimos a las sospechosas transacciones de los
agentes británicos con las autoridades enemigas en Grecia.
En estas condiciones importaba evitar cualquier conflicto que pudiera ofrecer el riesgo de
desembocar en una tercera guerra mundial antes de la terminación de la segunda, lo que
equivaldría a una victoria póstuma del nazismo. El peligro de semejante conflicto sobre el
reparto de los despojos había aparecido muy pronto, cuando en 1943 Churchill había
preconizado un desembarco en Grecia y cuando más tarde insistió para que el segundo frente no
se abriera en Normandía sino en el fondo del Adriático, con miras a una ofensiva en dirección a
Sobre el Trotskismo 151
Viena, que cortaría el camino de los rusos. Por consiguiente, se anticipaban dificultades entre
Gran Bretaña y la URSS a propósito de los Balcanes.
El 31 de mayo de 1944, sin embargo, Churchill hizo saber a Roosevelt que los soviéticos
estaban dispuestos a reconocer al Reino Unido un ―control preponderante‖, en Grecia, a cambio
de un ―control preponderante‖ en la URSS en Rumania, con la condición de que los Estados
Unidos ratificaran ese acuerdo. Esto se hará el 12 de junio. El 9 de octubre, Churchill va a Moscú
con Eden. Dijo a Stalin:
―Sus ejércitos se encuentran en Rumania y en Bulgaria. Tenemos intereses, misiones y
agentes en esos países. Evitemos chocar por cuestiones que no valen la pena (...) Mientras
traducían mis palabras, escribí sobre media hoja de papel:
Rumania:
Rusia – 90
Los otros – 10%
Grecia:
Gran Bretaña (de acuerdo con los Estados Unidos) – 90%
Rusia – 10%
Yugoslavia-50%
Hungría:-50%
Bulgaria:
Rusia – 75%
Los otros – 25%‖.
Según ChurchIll, Stalin habría expresado de inmediato su acuerdo. Al día siguiente, Eden y
Molotov se entendieron sobre los detalles. Evidentemente se trataba de un ―acuerdo entre
caballeros‖ que no figuraba en el protocolo de la conferencia.
El 12 de octubre, el primer ministro inglés dio a sus colegas las siguientes precisiones:
―El sistema de los porcentajes (…) intenta expresar el interés y los sentimientos con los
cuales los gobiernos británico y soviético abordarán los problemas de estos países, a fin de que
puedan intercambiar mutuamente sus puntos de vista de manera inteligible‖.
Notemos que este acuerdo no significaba que Stalin se comprometía a presionar a los
comunistas griegos para que no se opusieran a la intervención inglesa. Incluso los más ardientes
defensores de la tesis que discutimos no llegan a decir abiertamente eso. Por lo demás, el hecho
de que Tito no haya reconocido una influencia, de 50% a los ingleses, en Yugoslavia nunca fue
invocado por estos últimos como una ruptura del acuerdo por parte de Stalin.
Para evitar un conflicto peligroso, era necesario (y suficiente) que cada una de los países se
abstuviera de enviar tropas a un país colocado en la esfera de influencia del otro. ¿Se puede
reprochar a Stalin que se haya detenido en la frontera de Grecia y no haya hecho la guerra a los
anglosajones para liberar ese país? Hay que decidir; o bien se afirma que tal guerra era deseable
en ese contexto histórico en interés de la revolución, o bien no se condena a Stalin por haber
dado ―carta blanca‖ a los británicos en Grecia.
Es cierto que hizo más, ya que no se permitió criticarlos, nombró un embajador ante el
gobierno títere de Atenas incluso antes de la terminación de los combates en esa ciudad, etcétera.
Sobre este tema, la actitud de Stalin parece más discutible. Quizás estimaba que hacer estallar la
guerra fría can sus aliados antes del fin de la guerra caliente con sus enemigos no redundaría en
beneficio del campo socialista que comenzaba a formarse alrededor de la URSS. Sea como sea,
su aparente neutralidad implicaba obligaciones recíprocas por parte de los británicos, como surge
Sobre el Trotskismo 152
del mensaje enviado por Churchill a Roosevelt el 8 de marzo de 1945, en el que escribía, después
de haberse indignado virtuosamente por la manera como los rusos habían impuesto al rey Miguel
de Rumania un gobierno dominado por los comunistas.
―Estamos impedidos en nuestras protestas contra esta evolución por el hecho de que, para
tener libertad para salvar a Grecia, yo mismo y Eden reconocimos en Moscú, en octubre, que
Rusia tendría voz ampliamente preponderante en Rumania y en Bulgaria, mientras que nosotros
tomaríamos la dirección en Grecia. Stalin respetó estrictamente este acuerdo durante los 30 días
de combates contra los comunistas y el ELAS en la ciudad de Atenas, pese al hecho de que todo
esto le resultaba, a él como a los que lo rodeaban, muy desagradable‖.
Kedros, que cita este texto, comenta (p. 510): ―No es segura que Stalin haya sentido
verdaderamente los sentimientos que Churchill le atribuye‖.
¿Por qué este venenoso escepticismo y este proceso a la intención? Porque el 9 de febrero,
―cuando Churchill invitaba oficialmente a Stalin a enviar un observador soviético a Grecia,
Stalin responde, sarcástico, que eso le parece peligroso, ya que Churchill no ha permitido a nadie
más que a las fuerzas británicas entrar en Grecia. Sin embargo, agrega en seguida, en tono serio,
que tiene `completa confianza en la política británica en Grecia'‖25
.
No sería necesario subrayar que el ―tono serio‖ hace que la segunda observación sea más
sarcástica que la primera. En boca de Stalin, ―tener confianza‖ no puede significar, para el caso,
más que una sola cosa: no hacerse ilusiones, saber a qué atenerse con respecto a los objetivos y
la ausencia de escrúpulos del imperialismo inglés. Que Stettinius no lo haya entendido así prueba
solamente que presentaba esa mezcla de cinismo e ingenuidad tan frecuente en los
norteamericanos.
Esa misma fría lucidez que demuestra Stalin en su réplica a Churchill, lejos de justificarlo,
lo condena. No parece haber advertido a los comunistas griegos contra la mala jugada preparada
por los ingleses. Incluso es probable que la misión militar soviética lanzada en paracaídas en el
maquis el 26 de julio de 1944 haya aconsejado al PESA que participara en el gobierno de
Papandreu. Kedros hace las siguientes conjeturas:
―Es posible que hayan aconsejado la participación sin concesiones en el gobierno
Papandreu, `por el bien general de la causa aliada', pero con la promesa de la neutralidad
benévola del gobierno soviético para el caso en que los líderes del EAM se `arreglaran' solos‖.
Eso no bastaba. Era deber de Stalin comprometer a los dirigentes comunistas para prepararse
y preparar a las masas para oponer una resistencia feroz al retorno de la reacción en los furgones
ingleses, ya que esos dirigentes eran incapaces de comprenderlo solos. La explicación de su
silencio se encuentra en el mismo error que está en la raíz de los errores cometidos por Partido
Comunista griego: le faltó confianza en la fuerza de las masas populares y se dejó intimidar por
el aparente poderío del imperialismo británico. Stalin tampoco creía que el pueblo griego pudiera
triunfar contra un enemigo tan formidable. No quiso incitarlo a un combate sin esperanzas.
Notemos, sin embargo, que el oportunismo del Partido se había manifestado antes de que
hubiera la menor relación con la URSS, ya que desde agosto de 1943, Siantos declaraba que
―Grecia pertenece a una región de Europa donde los británicos asumen todas las
responsabilidades‖26
.
Hemos mostrado que el EAM-ELAS podía hacer fracasar una tentativa de intervención
extranjera, sobre todo si no dejaba que el enemigo le arrebatara la iniciativa. Y hemos mostrado
que el revés sufrido en diciembre era evitable y muy parcial. Incluso después, la victoria era
posible e incluso probable. La responsabilidad de los errores incumbe ante todo a la dirección del
Sobre el Trotskismo 153
Partido, a quien Aris Veloukhiotis había advertido debidamente. Por su parte, Stalin, que por lo
general no vacilaba en aconsejar a los partidos hermanos, perdió en este caso una ocasión de
hacer un gran favor a sus camaradas griegos.
Al mismo tiempo, en los países que la partición de facto tras la guerra dejaba en la zona de
influencia soviética, Stalin ayudó a las fuerzas populares a destruir el poder del capital y a
emprender la vía del socialismo27
. No es nuestro objeto discutir los métodos (finalmente
discutibles) que se emplearon según los países. Una cosa es cierta: los intereses imperialistas se
fueron eliminando radicalmente de toda Europa del Este. Hablar, como lo hace Kedros, de
―guiñada de Churchill a su compadre (sic) Stalin‖ es una formulación que conviene mejor a la
pasión del panfletista que a la serenidad de un historiador que quiere ser objetivo.
La teoría trotskista, según la cual los dirigentes comunistas eran títeres manipulados por
Stalin (y éste era un contrarrevolucionario), está invalidada por lo que pasó en China y en Grecia
al día siguiente de la guerra.
Si se da crédito a Djilas, Stalin habría expresado su punto de vista sobre el combate de los
comunistas chinos y griegos durante un encuentro con dirigentes yugoslavos, el 10 de febrero de
1948.
Stalin no estaba de acuerdo con el estallido de la lucha armada en Grecia, ya que en su
opinión no tenía ninguna probabilidad de éxito. Estimaba que había que ―detener el gasto‖
poniéndole fin lo más pronto posible.
Cuando alguien mencionó los éxitos que acababan de obtener los comunistas chinos, Stalin
dijo: ―Sí, los camaradas chinos triunfaron, pero la situación en Grecia es completamente distinta.
Los Estados Unidos están directamente comprometidos – el Estado más poderoso del mundo.
(...) Es cierto que nosotros también podemos cometer errores. Al término de la guerra con el
Japón invitamos a los camaradas chinos a concluir un modus vivendi con Chiang Kai-shek. Ellos
aceptaron en teoría, pero en los actos hicieron lo que les parecía cuando volvieron a su país:
juntaron sus fuerzas y atacaron. Se comprobó que ellos tenían razón y nosotros estábamos
equivocados. Pero Grecia es un caso diferente‖28
.
Aunque Stalin no creyera que los comunistas tuviesen probabilidades de triunfar, el campo
socialista no les retaceó su apoyo en el plano diplomático y material, esto último debidamente
comprobado por una comisión de investigación de la ONU.
En la misma época, la URSS sostenía la lucha armada de los campesinos de Telengana, en la
India, y el levantamiento comunista del Pabellón Blanco en Birmania, el que estalló en Madiun,
en Indonesia, las luchas de liberación nacional dirigidas por los comunistas en Malaysia y de
Vietnam. En lo que concierne a China, pese a las dudas iniciales de Stalin y a ciertos gestos
torpes (por ejemplo, el embajador de la URSS fue el único que siguió a Chiang Kai-shek en su
retirada a Cantón), la URSS aportó a los comunistas chinos un sostén político sin reservas. Es así
como un artículo de Bolchevik del 15 de diciembre de 1947, firmado por el especialista Jukov,
exalta ―al admirable Partido Comunista de China forjado en los combates‖.
En Francia y en Italia, los partidos comunistas habían cometido el mismo tipo de errores que
en Grecia, pero más graves. Pese a su papel preponderante en la resistencia, se colocaron a
remolque de la burguesía y entregaron sus armas en el momento de la victoria, a cambio de
algunos lugares secundarios en los ministerios. Lo primero que hicieron Togliatti y Thorez al
volver de Moscú fue entrar uno en el gobierno del mariscal monárquico Badoglio, el otro en el
de De Gaulle. Thorez impuso la consigna: ―¡Un solo Estado, una sola Policía, un solo Ejército!‖.
Ayudó a De Gaulle a ―cortar las uñas de los comunistas‖, y a retirarles ―los poderes que usurpan
Sobre el Trotskismo 154
y las armas que exhiben‖. Hizo un favor a los capitalistas al lanzar una campaña de producción y
al oponerse a las huelgas, que atribuía a ―los agentes de los trusts‖. En su entrevista al Times,
desparramó ilusiones sobre la posibilidad de un camino parlamentario hacia el socialismo29
.
Después de su alejamiento el poder, el PCF insiste en proclamarse ―partido del gobierno‖. En su
propaganda, pone en el mismo plano a Moscú, Londres y Washington.
¿Stalin fue responsable de la línea oportunista de los comunistas italianos y franceses? Los
trotskistas lo afirman, así como los opositores de derecha del grupo ―Unir‖, pero no aportan
ninguna prueba, ni siquiera indicios serios, en apoyo de lo que alegan. Esto no impide a los
segundos ser muy categóricos. Hablan de ―sumisión total y absoluta a las directivas
stalinianas‖30
, de la ―posición impuesta‖ a los dirigentes comunistas franceses, que sólo habrían
sido ―ejecutores‖31
. Sin embargo, la línea oportunista de estos últimos fue vigorosamente
criticada en la Conferencia de fundación del Cominform reunida en Szklariska Preba, del 22 al
27 de septiembre de 1947. Duclos, cediendo a la presión de Zhdanov y de Malenkov, debió
reconocer que hubo, de parte del PCF, ―oportunismo, legalismo e ilusiones parlamentarias‖.
Si las direcciones del Partido Comunista Francés (PCF) y del Partido Comunista de Italia
(PCI) no habían hecho más que obedecer a las directivas de Stalin, ¿por qué no invocaron, para
justificarse, los ―sabios consejos‖ a ellas prodigados por el ―genial‖ dirigente del proletariado
mundial? Esto les hubiera sido tanto más fácil cuanto la reunión se hacía a puertas cerradas. En
cierto momento, Duclos habría balbuceado que el PCF ―no podía hacer nada antes de que se
terminara la guerra contra los alemanes, para no comprometer las relaciones entre los rusos y los
norteamericanos‖, pero Dijlas le replicó que ―el sostén más eficaz para la URSS hubiera sido una
acción para reducir la influencia norteamericana sobre el pueblo. Durante la guerra contra los
alemanes, los griegos no vacilaron en oponerse a los ingleses, (...) los comunistas franceses se
han transformado en unos tristes representantes de la política de la URSS ante el pueblo francés,
sin embargo combativo‖32
. Por su parte, Kardelj recordó: ―Durante la guerra, (...) invitamos a los
camaradas italianos a estudiar nuestra experiencia y tomar el camino de la insurrección‖33
.
Para concluir, nos parece claro que el desarrollo de la lucha revolucionaria en Francia y en
Italia habría reforzado la seguridad de la URSS al impedir el reestablecimiento y la
consolidación de la estructura estatal burguesa en esos países minando las retaguardias
norteamericanas. Esto es lo que permitió a Djilas poner en ridículo la pretensión de Duclos de
haber renunciado a la revolución por preocupación por la seguridad de la URSS. Se sabe que en
esta circunstancia los yugoslavos hablaron totalmente de acuerdo con Italia y que Duclos no
pudo contestar nada.
En su autocrítica puramente formal, Duclos hace toda para eludir los verdaderos problemas.
Este discurso lo agobia más que las requisitorias frente a las cuales trata de justificarse: aporta la
prueba de que dirigentes que habían alcanzado ese grado de putrefacción ideológica no
necesitaban las directivas de Stalin para seguir una línea oportunista, para capitular ante la
presión de la burguesía.
Los trotskistas y todos los que se jactan de criticar a Stalin desde un punto de vista marxista,
llevan el maniqueísmo hasta ver en todas partes el dedo del Maligno entronizado en Moscú.
Sería la fuente de todo el mal en el movimiento obrero. Según ellos, los dirigentes oportunistas
no cometieron más que una sola falta: haber escuchado a Stalin. ―La serpiente me sedujo‖,
podrían decir. ¿En qué difiere esta manera de ver de la mitología del ―director de orquesta tras
bambalinas‖ de Carrefour?
Sobre el Trotskismo 155
8. Conclusión: Los rasgos fundamentales del trotskismo
Podemos ahora deducir los aspectos esenciales del trotskismo, que podríamos calificar de
―paraleninismo‖; tan sutil, aunque cargada de consecuencias, resulta a veces la divergencia que
lo separa del leninismo.
Al estudiar el proceso revolucionario desde el punto de vista de la diacronía, el trotskismo
pone el acento sobre la continuidad, sobre la posibilidad de quemar etapas:
―El curso vivo de los acontecimientos históricos salta siempre por encima de las etapas, que
son el resultado de una división teórica de la evolución tomada en su totalidad‖1, y también sobre
la interpenetración de las etapas, su ―telescopaje‖, ya que, según él, las transformaciones
socialistas están a la orden del día incluso antes de que las tareas de la revolución burguesa estén
cumplidas. Lenin, al contrario, como buen dialéctico, jerarquiza correctamente, acentuando la
discontinuidad.
―Es cierto que, en toda situación histórica concreta, se entrecruzan los elementos
pertenecientes al pasado y al porvenir: los dos caminos se confunden (…) Pero esto no nos
impide de ninguna manera distinguir desde el punto de vista lógico e histórico grandes fases de
desarrollo. ¿No oponemos toda la revolución burguesa a la revolución socialista? ¿No insistimos
todos sin reservas en la necesidad de distinguirlas rigurosamente entre ellas?‖2
Si no se lo hace, no se puede distinguir tampoco la contradicción principal de las
contradicciones secundarias, no se pueden determinar las alianzas de clases requeridas por las
tareas de la etapa, no se sabe por dónde pasa la línea de demarcación entre los amigos y los
enemigos, y por consiguiente no se puede aplicar una política correcta de frente único que
supone que se mantienen en segundo plano contradicciones que son objetivamente secundarias,
haciendo concesiones a los aliados; no se permite por consiguiente al proletariado tomar la
dirección del frente único, se lo aísla, se lo condena a la impotencia.
Al considerar la sociedad en la sincronía, y por así decirlo, en el espacio, Trotsky no ve más
que la continuidad, la unidad del mercado mundial. Se recuerda que ―la presión de las
mercancías baratas‖ producidas por los países capitalistas es uno de los factores que hacen
imposible la construcción del socialismo en un país relativamente atrasado como Rusia. Esta idea
se remonta a su primera obra importante:
―Uniendo a todos los países con su modo de producción y su comercio, el capitalismo ha
transformado al mundo entero en un solo organismo económico y político‖3.
Al presentar (en 1905) al mundo como ya unificado ―en un solo organismo económico y
político‖, Trotsky se ve llevado a descuidar las particularidades nacionales, las condiciones
concretas específicas (determinadas por la historia y la herencia cultural) de la lucha de clases y
la necesidad de deducir leyes propias de la revolución en cada país. Sobre todo exagera el papel
de las influencias exteriores sin ver que éstas no pueden actuar más que por medio de las fuerzas
interiores de cada una de las totalidades parciales, de esas formaciones sociales. Es así como
explica todas las derrotas sufridas por diferentes partidos comunistas entre las dos guerras por la
influencia nefasta de Stalin y de la III Internacional.
Mao Tsetung ha mostrado que las ―contradicciones inherentes a las cosas y a los fenómenos
son la causa fundamental de su desarrollo, mientras que su relación mutua y su acción recíproca
no constituyen más que sus causas secundarias; (...) las causas externas constituyen la condición
de los cambios, las causas internas son su base, (…) El huevo que ha recibido una cantidad
Sobre el Trotskismo 156
apropiada de calor se transforma en pollito, pero el calor no puede transformar una piedra en
pollito, ya que sus bases son diferentes, (...) es por medio de las causas internas que las causas
externas producen su efecto. En China, si la gran burguesía venció en 1927 al proletariado, fue
gracias al oportunismo que se manifestaba en el seno mismo del proletariado chino (en el interior
del Partido Comunista)‖4.
El acento puesto de manera unilateral sobre la continuidad, es en Trotsky el signo de su
incomprensión de la dialéctica marxista, que lo conduce a no percibir las implicaciones
esenciales de la ley del desarrollo desigual. Esta ley significa no sólo que las potencias y los
monopolios imperialistas crecen con ritmo desigual, sino también que en cada formación social,
la base económica y las superestructuras políticas e ideológicas evolucionan con un ritmo
desigual y por saltos, que estas instancias poseen una autonomía relativa y una temporalidad
propia, que en cada una de ellas las contradicciones y sus aspectos se desplazan (se transforman
en su contrario). La revolución estalla cuando la contradicción principal llega a una fase
explosiva. El desplazamiento de sus aspectos entraña una reestructuración de conjunto. Esta
contradicción es el punto nodal donde convergen todas las otras5. Que tal convergencia se
produzca en el sentido de la ruptura, se concibe que es raro y mucho más que sea en varios países
a la vez. Por eso, según Lenin, la victoria del proletariado en un solo país es el ―caso típico‖,
mientras que la revolución en varios países no puede ser más que una ―rara excepción‖.
En Balance y perspectivas, Trotsky profetiza la expansión de la revolución por toda Europa
cuando el proletariado ruso victorioso llame a sus hermanos del mundo entero para ―el último
asalto‖. Isaac Deutscher reconoce que el tenor de la argumentación de Trotsky sugiere que éste
apuntaba a la revolución europea como un proceso ―único y continuo‖ a partir de la verdad
general de que Europa estaba madura para el socialismo6, pero olvidaba la otra verdad, que ―la
historia no marca la misma hora en París, Roma, Londres y Moscú‖7. ¿Por qué es así? Sin duda
porque la humanidad no constituye un todo integrado, porque está dividida en formaciones
sociales distintas, pero también porque los niveles (o instancias) de tal formación (económico,
político, ideológico) nunca están ―a la misma hora‖. Para Trotsky, la sociedad posee una
estructura simple donde la contradicción principal de derecho (proletariado-burguesía) es
siempre y en todas partes principal durante todo el período de transición. Por eso no ve más que
la revolución mundial (y aún sub specie aeternitatis). La conciba como si se desarrollara en un
espacio-tiempo socio-histórico continuo y homogéneo. El trabajo subterráneo del ―viejo topo‖, la
estructura y las articulaciones de las capas que debe atravesar se le escapan en las alturas etéreas
donde se mantiene.
Los trotskistas ignoran la dialéctica del continuo y el discontinuo, necesaria para
comprender tanto la historia como la microfísica. Se erizan cuando oyen hablar de revolución
ininterrumpida, por etapas. Para ellos, eso es una contradicción en los términos. Se sabe que el
concepto de ―ruptura‖, tomado por Althusser a Bacholard fue inspirado a este último por el de
―discontinuidad‖ en física corpuscular. Si no se puede ni siquiera captar la universalidad de la
contradicción que ilustra la unidad y la oposición del continuo y el discontinuo en todas las
ciencias, ¿cómo se podría penetrar su especificidad, en el materialismo histórico?
Se ha visto perfectamente, durante la campaña que lanzaron en 1971 contra la política
internacional de China, que los trotskistas abordan los problemas de una manera metafísica
unilateral, en lo absoluto. No comprenden que un estado como Camboya, antes del
derrocamiento de Sihanouk, o Pakistán, pueda tener una doble naturaleza: progresista, porque
defiende su autonomía frente a las superpotencias; reaccionario porque oprime al pueblo. Para
Sobre el Trotskismo 157
ellos, los reaccionarios son reaccionarios, y no está permitido aplicarles políticas diferentes que
tomen en cuenta sus diferencias en el modo de aislar al enemigo principal del momento8.
La concepción que Trotsky se hace de la relación entre la teoría y la práctica es igualmente
no dialéctica. Para él la teoría prevé la práctica, y esa última aplica la teoría. Lenin, al contrario,
está constantemente atento a escuchar a las masas. Según él, el Partido debe proponerse la
realización de las tareas que el movimiento de masas ha puesto a la orden del día. Sólo la
práctica de las masas permitirá dar contenido concreto a las directivas generales que guían a la
vanguardia. Trotsky ha reprochado a la fórmula de Lenin: ―dictadura democrática revolucionaria
del proletariado y el campesinado‖ que sea algebraica (hay una incógnita; ¿cuál será el papel
político del campesinado?); él, por el contrario, no quiere saber mas que aritmética. Por eso el
término de ―pronóstico‖, que no se encuentra en los escritos de Lenin, es tan frecuente en los
suyos, donde ocupa a veces el lugar vacío de la ―consigna‖. Para él, todos los problemas están
resueltos de antemano sobre la base de los ―principios‖. La experiencia de la lucha de clases
invalida o confirma la solución. Es todo. El dogmatismo de Trotsky y su correlato, el empirismo,
están íntegros en esta oposición de la aritmética y el álgebra.
Trotsky toma al pie de la letra la fórmula de Lenin según la cual ―la teoría (...) es una guía
para la acción‖, desdeñando la mediación fundamental que Lenin no olvida nunca, a saber, ―el
análisis concreto de la situación concreta‖. La verdad universal del marxismo nos ayuda a
efectuar ese análisis; creer que podría suplantarlo es exactamente, una vez más, dogmatismo.
Ese dogmatismo está aislado de la práctica y desvía de la práctica. Ya hemos dado un
ejemplo típico: el de la hegemonía de la ciudad en la revolución burguesa, de la que hace un
axioma:
―¿Los críticos retardatarios de la revolución permanente (...) están listos para extender esta
verdad a los países del Oriente, a China, a la India, etc.? ¿Sí o no?‖9
¡Evidentemente no¡ El gran principio del que Trotsky estaba tan orgulloso se reveló tan
vano como una flecha que no se puede lanzar sobre el blanco. En un sentido, expresa una verdad
(la dominación del modo de producción capitalista), pero no podía, en su interpretación
dogmática, guiar la acción de los revolucionarios chinos más que hacia un punto muerto. Fue
necesario reemplazarlo por otro, el del asedio de las ciudades desde el campo, victoriosamente
aplicado por el Partido Comunista de China y los revolucionarios de Indochina.
Que no se nos objete que ―hegemonía de las ciudades‖ significa dirección de la clase obrera.
Los trotskistas chinos sacaron la conclusión de que debían dedicar sus fuerzas a la organización
del proletariado urbano, y Trotsky no lo entendía de otro modo. Para ellos era inconcebible que
el campesinado pudiera ser la fuerza motriz principal de la revolución china y que el proletariado
pudiera dirigirlo encuadrándolo en el campo, reeducándolo ideológicamente
La misma negativa a reconocer el futuro revolucionario de los campesinados coloniales y
semicoloniales condujo a Trotsky a formular en La IV Internacional y la URSS este pronóstico
desastrosamente falso: ―El centro de gravedad revolucionario ha pasado definitivamente al
Occidente‖. Trotsky no comprendió el inmenso alcance de las indicaciones de Marx sobre la
necesidad de combinar la revolución proletaria con la guerra de los campesinos, incluso en un
país tan industrializado como Alemania.
Después de su tardía unión con Lenin, persistió en subestimar el potencial revolucionario del
campesinado, en negarse a definir la línea política del Partido en función de la alianza necesaria
con ese campesinado y a formular consignas adecuadas para movilizarlo ampliamente.
Sobre el Trotskismo 158
De modo que los rasgos que distinguen al trotskismo tanto del marxismo como del
leninismo son ―desviaciones‖ que lo apartan no de dogmas petrificados a los que en apariencia
permanece fiel, sino de la realidad. Ya que si bien es cierto que en la acción política hay que
partir de la realidad ateniéndose firmemente a los principios, por lo mismo es cierto que es
imposible atenerse efectivamente a los principios a menos que se parta de la realidad.
Hemos dado algunas indicaciones a propósito del sociologismo de Trotsky, donde se
manifiesta la persistente influencia de Parvus. Esta desviación puede, al menos, revestir la
apariencia del marxismo. Trotsky se aparta completamente de él cuando da cuenta de
acontecimientos históricos por la psicología individual o colectiva. En Historia de la revolución
rusa, se trata continuamente de ―los sobresaltos de ideas y pasiones‖ y de ―los rápidos cambios
de opinión y humor de las masas‖. ―La dinámica de los acontecimientos revolucionarios, nos
enseña Trotsky, está directamente determinada por rápidas, intensivas y apasionadas
conversiones psicológicas de las clases‖10
. Más adelante, explica que Stalin y Kamenev
estuvieron de acuerdo en marzo de 1917, pese a ―la oposición de sus caracteres‖, porque sus
personalidades ―se complementaban mutuamente‖11
.
Los conceptos seudocientíficos del trotskismo, tales como el de ―Estado obrero‖ (¡donde la
clase obrera no está en el poder!), el de la ―casta burocrática‖, el de bonapartismo, el de
―Termidor‖, etc., engañan, porque son descriptivos y corresponden a las apariencias. Proveen a
los trotskistas de esquemitas cómodos, gracias a los cuales tienen respuesta para todo sin haber
estudiado nada. ¡Los trotskistas han comprendido, y por consiguiente no necesitan reflexionar!
Ése es el secreto de la estéril fecundidad de sus ideólogos.
¿Qué decir, en efecto, de los discípulos de Trotsky? Éste retomaba a propósito de sí mismo
la frase de Marx: (que citaba Heine) : ―He sembrado dientes de dragón y cosechado pulgas‖. Por
cierto, son más trotskistas que su maestro, y sus éxitos actuales no son menos brillantes (si se
puede decir) que los que obtuvieron bajo su dirección después de 1929. Pero su impotencia, 30
años después de su muerte, y su revolucionarismo fácil de gente que nunca hizo la revolución,
sino que ha socavado la de los otros (stalinistas, dicen), le inspirarían sin duda reflexiones
amargas y desilusionadas, a él, que escribió En defensa del marxismo: ―No es por casualidad que
la IV Internacional se llamó a sí misma el partido mundial de la revolución socialista‖.
Cinco años después del IX Congreso de la antedicha Internacional, esta definición conserva
todo su humor, o, si se prefiere, todo su involuntario patetismo.
Los trotskistas reaccionan con mucha vivacidad cuando uno se permite semejantes
reflexiones12
. Invocan las persecuciones que han sufrido. Ahora bien, los comunistas han tenido
víctimas por millones en todos los países del mundo. Esto no quita nada a la gravedad de sus
errores (Indonesia) y no agrega nada el mérito de una línea justa (China). Como las condiciones
objetivas favorables pueden ser aprovechadas tanto por los partidarios de la IV Internacional
como por los que éstos califican de ―stalinistas‖, la victoria debe ponerse en la cuenta de una
dirección correcta. Los trotskistas no pueden admitirlo. Se condenarían.
Sin embargo, su padre fundador escribió en 1937: ―La necesidad histórica acuciante de una
dirección revolucionaria asegura a la IV Internacional ritmos excepcionalmente rápidos de
desarrollo‖13
.
Trotsky no se equivocaba al establecer una relación entre el rápido desarrollo de la IV
Internacional y la necesidad de una dirección revolucionaria. Sus actuales discípulos nos
permiten razonar como él, mutatis mutandis y concluir, a raíz de la debilidad persistente de su
Sobre el Trotskismo 159
movimiento desde hace años, su incapacidad para ofrecer el tipo de dirección requerido por las
masas revolucionarias.
El drama del trotskismo fue, y sigue siendo, que en un mundo polarizado entre el campo de
la revolución y el de la contrarrevolución, no reconocen su lugar en ninguna parte. Al afirmar
que constituyen el polo de la revolución y al amalgamar a los ―stalinistas‖ y la reacción mundial,
realizan la repolarización deseada, pero, desgraciadamente, sólo en ideas. Como esta solución
para su problema está demasiado contrariada por los hechos, han llevado hasta la paranoia el arte
de ―salvar los fenómenos‖. Para ellos, los anticomunistas más rabiosos, Churchill, Truman,
McCarthy, eran ―stalinistas‖ justamente porque se oponían a la URSS, dándole así ―el aspecto
engañoso de un régimen revolucionario‖. Malraux, como dirigente gaullista, es un ―staliniano‖, y
tanto más culpable cuanto expresó una comprometedora simpatía por la desgraciada causa de
Trotsky14
.
De modo que los continuadores de este último, han sido acorralados contra la elección entre
una actividad que rara vez va más allá de una mascarada revolucionaria fútil y anodina, la
búsqueda desesperada de una tercera vía (Tito, Castro), y el puro y simple traslado al otro lado
de la barricada, so pretexto de realismo y de eficacia. Como esta última elección la realizaron
tanto organizaciones importantes (Ceilán) como numerosos grupos pequeños e individuos, no
puede atribuirse al azar, sino más bien a la conciencia del punto muerto que representa la
ortodoxia trotskista.
Encontraremos la confirmación de esto si estudiamos las diferentes encarnaciones o avatares
del trotskismo y sus desventuras. Aquí penetraríamos en el dominio del infratrotskismo, que ya
no merece una crítica teórica elevada, falto de ese mínimo de coherencia y de rigor que el padre
fundador había sabido conservar. Es el último círculo del infierno donde se agita monologando la
multitud confusa de los sectarios entregados a sus obsesiones.
Sobre el Trotskismo 160
Anexo I: Itinerario político de Chen Tu-siu
Como los trotskistas han presentado a Chen Tu-siu como un teórico mucho más profundo y sutil
que Mao Tsetung, nos ha parecido útil reunir aquí algunos pasajes que delinean su itinerario
ideológico, extraídos del libro de Y. C. Wang, Los intelectuales chinos y el Occidente1. De ellos
surge con bastante claridad que el oportunismo de su política tenía otras causas que no eran las
directivas de Stalin.
Hijo de mandarín, Chen fue decano de la universidad de Pekín. Desempeñó un importante
papel en el movimiento del 4 de Mayo en tanto que director de la revista, Nouvelle Jeunesse. En
1919 el filósofo y pedagogo norteamericano John Dewey realizó una gira de conferencias por
China. Inspirándose en su enseñanza, Chen Tu-siu escribió para el número de diciembre de
Nouvelle Jeunesse un artículo titulado ―La base para la realización de la democracia en China‖,
en que ―proponía un doble programa: autonomía administrativa local y nuevo sistema de
corporaciones. Pensaba que los dos eran posibles, ya que bajo la política tradicional de `laissez-
faire' había muchos cuerpos autónomos en el Estado chino. (…) A las corporaciones, deberían
adherirse tanto los empleadores como los asalariados, porque `excepto en algunas grandes
fábricas, sociedades ferroviarias y mineras (...), la condición de los patronos y la de los
asalariados difiere poco en China'. Uno de los principios generales con miras a la organización
de esos cuerpos autónomos era que en ellos `se pondría el acento en las necesidades prácticas de
los grupos afectados, más bien, que en los vastos problemas que confronta la nación'‖ (p. 311).
En otro artículo, Chen exhorta a los chinos a estudiar el cristianismo e incorporar ―a su
sangre la nobleza y grandeza de Jesucristo‖ (p. 312).
En mayo de 1919, Nouvelle Jeunesse publicó un número especial consagrado al marxismo...
―El espíritu que lo impregnaba era el de la desaprobación‖ (p. 316). ―Pero en mayo de 1920 sus
convicciones se habían modificado. Abandonando la democracia (burguesa) adhirió al
marxismo-leninismo‖ (p. 313).
En 1921, Chen Tu-siu fue elegido secretario general del Partido Comunista de China en el
momento de su fundición. Seguirá siéndolo hasta la reunión extraordinaria del Comité Central el
7 de agosto de 1927, cuando su línea oportunista fue criticada. En 1928 y 1929, atacó
públicamente al partido, lo que le acarreó su exclusión en agosto de 19292. Se unió entonces a
los trotskistas y en diciembre publicó su ―Carta a todos los miembros del Partido Comunista de
China‖.
Detenido en 1932 por las autoridades del Kuomintang, fue condenado a trece años de
prisión, pero fue liberado en 1937. Murió en 19423.
En 1940, Chen escribió en un artículo: ―Si Alemania y Rusia salen victoriosas (de la guerra),
la humanidad atravesará una edad de tinieblas por lo menos durante medio siglo. Sólo si se
preserva la democracia capitalista gracias a la victoria de Inglaterra, Francia y los Estados
Unidos, podrá haber un camino hacia la democracia proletaria‖. A los que se sentían chocados
por sus nuevas opiniones, Chen les respondió: ―Entre la llamada democracia proletaria y la
democracia capitalista hay sólo una diferencia de amplitud. No existe democracia proletaria con
otro contenido. Después de la Revolución de Octubre, los esfuerzos se hicieron para destruir la
sustancia de la democracia capitalista. Simplemente, se la reemplazó por un término abstracto:
democracia proletaria. El resultado fue el régimen stalinista actual en Rusia, que a su vez lo
imitan Italia y Alemania‖.
Sobre el Trotskismo 161
Y. C. Wang concluye en estos términos su retrato intelectual de Chen Tu-siu:
―Si se considera la vida de Chen en conjunto es difícil descubrir en ella cualquier convicción
profunda. Abrazó la `democracia y la ciencia' en 1919 cuando ya tenía 40 años. Sólo algunos
meses después, las abandonó por el comunismo. En tanto que líder del Partido, no podía estar de
acuerdo con la línea de la Comintern, pero se conformó a ella por `razones de disciplina'. Esas
razones desaparecieron en cuanto perdió su puesto de secretario general, ya que, contrariamente
a la práctica comunista del centralismo democrático (...), se puso a criticar a la práctica del Buró
Político. Por eso, lo expulsaron y ese revés lo orientó hacia la formación de una facción
trotskista. Después de salir de la cárcel en 1937, su actitud cambió una vez más. Trotsky y Lenin
cedieron el lugar de honor a la democracia occidental... ¿Cuáles son los factores que dan cuenta
de esta inconstancia? Es obvio que una razón era su superficialidad intelectual. Chen no
comprendió nunca las causas que apoyaba o combatía. (...) Debió pasar un año entre su
declaración en favor de la democracia y su tentativa para explicar su significado. Cuando por fin
apareció esta explicación, no era sino un refrito de las conferencias de Dewey con algunas
observaciones superficiales sobre el sistema de gremios y la democracia de las aldea de China.
Como hace poco mostró un autor4, aun cuando Chen estaba totalmente comprometido al
marxismo-leninismo, tenía una feliz ignorancia de las innumerables dificultades teóricas con las
que se enfrentaban Lenin y los otros marxistasa (pp. 319-320).
Sobre el Trotskismo 162
Anexo II: Los sindicatos, la situación actual y los errores del
camarada Trotsky31
Discurso que Lenin pronunció en una reunión conjunta de delegados comunistas al VIII
Congreso de Soviets, miembros comunistas del Consejo Central de Sindicatos de toda Rusia y
miembros comunistas del Consejo de Sindicatos de Moscú 30 de diciembre de 1920
Camaradas, ante todo debo pedir disculpas por apartarme del reglamento, pues para
participar en el debate tendría que haber escuchado el informe, el co-informe y las
intervenciones. Por desgracia, me siento tan mal que no estoy en condiciones de hacerlo. Pero
ayer pude leer los principales documentos publicados y preparar mis observaciones. El hecho de
apartarme del reglamento, les causara, naturalmente, algunos inconvenientes: al no haber
escuchado las otras intervenciones, puedo repetir lo que otros han dicho y dejar de lado lo que
debería tratar. Mas no puedo hacer otra cosa.
Mi material principal es el folleto del camarada Trotsky El papel y las tareas de los
sindicatos. Cuando comparo este folleto con las tesis que él presentó en el Comité Central, y lo
reviso cuidadosamente, me asombra la cantidad de errores teóricos y de evidentes inexactitudes
que contiene. ¿Cómo es posible que alguien, al iniciarse una gran discusión en el partido sobre
este problema, produzca algo tan lamentable en lugar de una exposición cuidadosamente
meditada? Permítanme examinar los puntos fundamentales que, a mi criterio, contienen los
principales errores teóricos básicos.
Los sindicatos no sólo son históricamente necesarios; son históricamente inevitables como
organización del proletariado industrial y, bajo la dictadura del proletariado, lo abarcan casi
íntegramente. Esto es fundamental, pero el camarada Trotsky lo olvida constantemente; no lo
valora ni lo toma como punto de partida, y esto, mientras trata de ―El papel y las tareas de los
sindicatos‖, un tema de alcance ilimitado.
De lo que he dicho se deduce que los sindicatos tienen un papel muy importante en cada
paso de la dictadura del proletariado. ¿Pero cuál es su papel? No bien profundizo este problema,
uno de los problemas fundamentales desde el punto de vista teórico, compruebo que su papel es
excepcional. Por una parte, los sindicatos, que abarcan a todos los obreros industriales, son una
organización de la clase dirigente, dominante, gobernante, que ha establecido ahora una
dictadura, y que, a través del Estado, ejerce la coerción. Pero no es una organización estatal, ni
una organización destinada a la coerción, sino a la educación. Es una organización destinada a
atraer y a educar; en realidad es una escuela: una escuela de gobierno, una escuela de
administración, una escuela de comunismo. Es un tipo de escuela muy singular, porque no hay
maestros o alumnos; es una combinación en extremo original de lo que hemos recibido
necesariamente del capitalismo y de lo que proviene de las filas de los destacamentos
revolucionarios avanzados, que podemos llamar la vanguardia revolucionaria del proletariado.
Hablar del papel de los sindicatos sin tener en cuenta estas verdades, significa caer
inevitablemente en una serie de inexactitudes.
Dentro del sistema de la dictadura del proletariado, los sindicatos están situados, si cabe
expresarse así, entre el partido y el gobierno. En el tránsito al socialismo la dictadura del
proletariado es inevitable, pero no la ejerce una organización que comprende a la totalidad de los
obreros industriales. ¿Por qué? La respuesta está en las tesis del II Congreso de la Internacional
Sobre el Trotskismo 163
Comunista acerca del papel de los partidos políticos en general. No me ocuparé de esto ahora. Lo
que sucede es que el partido, se puede decir, incorpora a la vanguardia del proletariado, y esta
vanguardia ejerce la dictadura del proletariado. No se puede ejercer la dictadura, ni se pueden
cumplir las funciones de gobierno sin una base como los sindicatos. Esas funciones, sin
embargo, deben realizarse a través de instituciones especiales que son, asimismo, de nuevo tipo,
a saber, los soviets. ¿Qué conclusiones prácticas hay que sacar de esta situación peculiar? Por
una parte, que los sindicatos son un vínculo entre la vanguardia y las masas, y con su labor
cotidiana, convencen a las masas, a las masas de la única clase capaz de llevarnos del capitalismo
al comunismo. Por la otra, los sindicatos son una ―reserva‖ del poder estatal. Eso son los
sindicatos durante el período de transición del capitalismo al comunismo. En general, esa
transición no se puede realizar sin la hegemonía de esa clase, que es la única clase que el
capitalismo ha adiestrado para la gran producción y que es la única que está desligada de los
intereses del pequeño propietario. Pero no se puede ejercer la dictadura del proletariado a través
de una organización que abarque a la totalidad de esa clase, porque en todos los países
capitalistas (y no sólo en nuestro país, uno de los más atrasados) el proletariado está aún tan
dividido, tan degradado y tan corrompido en algunas partes (por el imperialismo, en algunos
países) que una organización que englobe el conjunto del proletariado no puede ejercer
directamente la dictadura del proletariado. Sólo puede ejercerla la vanguardia, que concentra la
energía revolucionaria de la clase. El conjunto es algo así como un sistema de engranajes; tal es
el mecanismo básico de la dictadura del proletariado y la esencia de la transición del capitalismo
al comunismo. De esto sólo surge con evidencia que hay algo básicamente erróneo, en cuanto a
los principios, en el camarada Trotsky, cuando se refiere, en su primera tesis, a la ―confusión
ideológica‖, y habla de la existencia de una crisis, específica y particularmente en los sindicatos.
Si vamos a hablar de una crisis, sólo podemos hacerlo después de analizar la situación política.
Quien padece de ―confusión ideológica‖ es precisamente Trotsky, porque en este problema clave
del papel de los sindicatos, desde el punto de vista de la transición del capitalismo al comunismo,
ha perdido de vista el hecho de que nos encontramos aquí ante un complejo sistema de
engranajes que no puede ser simple, pues no se puede ejercer la dictadura del proletariado a
través del proletariado organizado en su totalidad. No puede funcionar sin una serie de ―correas
de transmisión‖ que van de la vanguardia a la masa de la clase avanzada, y de ésta a las masas
trabajadoras. En Rusia, estas masas son campesinas. En ninguna parte existen tales masas, pero
incluso en los países más adelantados existe una masa no proletaria o no completamente
proletaria. Esto, en sí mismo, basta para causar confusión ideológica. Pero es inútil que Trotsky
la adjudique a otros.
Cuando examino el papel de los sindicatos en la producción, compruebo que el error
fundamental de Trotsky consiste en que siempre habla sobre este problema ―en principio‖, sobre
un ―principio general‖. Todas sus tesis se basan en un ―principio general‖, un enfoque que es en
sí, básicamente erróneo, aparte de que el IX Congreso del partido dijo bastante y más que
bastante sobre el papel de los sindicatos en la produccióna, y aparte de que en sus propias tesis
Trotsky cita las declaraciones perfectamente claras de Lozovski y Tomski, que debían ser sus
―chicos de los golpes‖ –como se dice en alemán– y un pretexto para practicar sus dotes
polémicas. Resulta, después de todo, que no hay allí divergencias de principio, y que la elección
de Tomski y Lozovski, que escribieron lo que cita el propio Trotsky, fue por cierto, poco
acertada. Por mucho que busquemos, no encontraremos aquí ninguna divergencia seria de
principios. En general, el gran error del camarada Trotsky, su error de principio, consiste en que
Sobre el Trotskismo 164
al plantear en este momento una cuestión de ―principio‖, arrastra hacia atrás al partido y al poder
soviético. Gracias a Dios hemos terminado con los principios y hemos pasado a las tareas
prácticas. En el Smolni charlamos sobre los principios, y bastante más de la cuenta. Hoy, tres
años después, tenemos decretos sobre todos los aspectos del problema de la producción y sobre
muchos de sus componentes; pero ésta es la triste suerte de nuestros decretos: son firmados y
después nosotros mismos los echamos al olvido y no los cumplimos. Y mientras tanto, se
inventan argumentos sobre principios y sobre divergencias de principio. Citaré más adelante un
decreto relacionado con el papel de los sindicatos en la producciónb, un decreto que todos
nosotros, incluyéndome a mí mismo, lo confieso, hemos olvidado.
Las verdaderas divergencias, aparte de las que he enumerado, no tienen en realidad nada que
ver con los principios generales. Tuve que enumerar mis ―divergencias‖ con el camarada
Trotsky, porque con un tema tan amplio como ―el papel y las tareas de los sindicatos‖, él ha
incurrido, estoy seguro, en una serie de errores relacionados con la esencia de la dictadura del
proletariado. Pero, dejando esto de lado, cabe preguntar ¿por qué no podemos trabajar en
armonía, lo que nos es tan necesario? No podemos, a causa de nuestras divergencias sobre los
métodos de abordar a las masas, de ganar a las masas, de vincularnos con las masas. Este es el
fondo del asunto. Y esto hace de los sindicatos instituciones muy peculiares, creadas bajo el
capitalismo, que existen inevitablemente durante la transición del capitalismo al comunismo y
cuyo futuro es un interrogante. Todavía está lejano el momento en que los sindicatos realmente
sean cuestionables: corresponderá a nuestros nietos discutir tal cosa. Lo que ahora interesa es
cómo abordar a las masas, cómo ganarlas, cómo vincularnos con ellas y cómo asegurar la buena
marcha del intrincado sistema de transmisión (cómo realizar la dictadura del proletariado).
Obsérvese que cuando hablo del intrincado sistema de transmisión no me refiero a la maquinaria
de los soviets. Lo que pueda decirse respecto de lo intrincado del sistema de transmisión, es
capítulo aparte. Sólo he estado considerando, desde el punto de vista de los principios y en
abstracto, las relaciones entre las clases en la sociedad capitalista, en la cual hay un proletariado,
masas trabajadoras no proletarias, una pequeña burguesía y una burguesía. Esto solo, da lugar a
un sistema de transmisión extremadamente complicado, debido a lo que ha sido creado por el
capitalismo, al margen de cualquier burocracia en el aparato de gobierno soviético. Y ésta es la
cuestión principal que hay que considerar al analizar la dificultad de la ―tarea‖ de los sindicatos.
Permítanme que lo repita, las divergencias verdaderas no consisten en lo que cree el camarada
Trotsky, sino en el problema de cómo ganar a las masas, cómo abordarlas, cómo vincularse con
ellas. Debo decir que si hubiésemos hecho un estudio detallado, aunque fuese en pequeñas
proporciones, de nuestra propia experiencia y nuestra práctica habríamos podido evitar los
cientos de ―divergencias‖ y errores de principio completamente inútiles, de que está lleno este
folleto del camarada Trotsky. Algunas de sus tesis, por ejemplo, discuten el ―sindicalismo
soviético‖. ¡Como si tuviéramos pocos, se inventa un nuevo espantajo! ¿Y quién lo inventa? El
camarada Riazánov. Lo conozco desde hace más de veinte años. Ustedes lo conocen desde hace
menos tiempo, pero lo conocen bien por su trabajo. Ustedes saben muy bien que medir las
consignas no constituye una de sus virtudes, que las tiene sin duda. ¿Debemos entonces presentar
tesis para demostrar que el ―sindicalismo soviético‖ es precisamente algo que en alguna ocasión
dijo, no con mucho acierto, el camarada Riazánov? ¿Es serio esto? De ser así, terminaríamos
teniendo ―sindicalismo soviético‖, ―anti-conclusión-de-la-paz-soviética‖ y no sé cuántas cosas
más. No hay ni un solo punto sobre el que no se puede inventar un ―ismo‖ soviético. (Riazánov:
―antibrestismo soviético‖.) Exacto, ―antibrestismo soviético‖.
Sobre el Trotskismo 165
Y al tiempo que revela esta falta de seriedad, el mismo camarada Trotsky cae en un error.
Parece decir que en un Estado obrero no es asunto de los sindicatos defender los intereses
materiales y espirituales de la clase obrera. Esto es un error. El camarada Trotsky habla de un
―Estado obrero‖. Yo diría que esto es una abstracción. Era natural que en 1917 habláramos de un
Estado obrero, pero ahora es un error manifiesto decir: ―Puesto que éste es un Estado obrero en
el que no hay burguesía, ¿contra quién entonces hay que defender a la clase obrera, y para qué?‖
Se trata de que no es un Estado completamente obrero. Aquí es donde el camarada Trotsky
comete uno de sus errores fundamentales. Hemos pasado de los principios generales a la
discusión práctica y a los decretos, y se nos quiere arrastrar hacia atrás e impedir que abordemos
las tareas inmediatas. Eso no. En primer lugar, el nuestro no es, en realidad, un Estado obrero,
sino un Estado obrero y campesino. Y es mucho lo que de ello depende. (Bujarin: ―¿Qué tipo de
Estado? ¿Un Estado obrero y campesino?‖) El camarada Bujarin puede seguir gritando desde
atrás ―¿Qué tipo de Estado? ¿Un Estado obrero y campesino?‖ No me detendré para responderle.
Quien lo quiera, puede recordar el reciente Congreso de Soviets, y en eso estará la respuesta.
Pero eso no es todo. El programa de nuestro partido –documento que conoce muy bien el
autor de El abecé del comunismo– demuestra que el nuestro es un Estado obrero con una
deformación burocrática. Hemos tenido que colgarle – ¿cómo decirlo?– esta lamentable
etiqueta. Ahí tienen ustedes la realidad de la transición. Pues bien, ¿es justo decir que en un
Estado que ha asumido esa forma en la práctica, los sindicatos no tienen nada que defender, o
que podemos prescindir de ellos para defender los intereses materiales y espirituales del
proletariado organizado en su totalidad? No, este razonamiento es completamente erróneo desde
el punto de vista teórico. Nos lleva al terreno de las abstracciones o a un ideal que alcanzaremos
dentro de quince o veinte años, y no estoy tan seguro de que lo alcancemos incluso entonces. Lo
que en verdad tenemos ante nosotros es una realidad que conocemos bien, si no perdemos la
cabeza y no nos dejamos llevar por palabrería intelectual o razonamientos abstractos, o por lo
que puede parecer una ―teoría‖, pero que en realidad es un error, una falsa interpretación de las
particularidades de la transición. Tenemos ahora un Estado en el cual el proletariado organizado
en su totalidad debe defenderse, en tanto que nosotros, por nuestra parte, debemos utilizar esas
organizaciones obreras para defender a los obreros frente a su Estado y para que ellos defiendan
nuestro Estado. Ambas formas de defensa se logran a través de un peculiar entrelazamiento de
nuestras medidas estatales y de nuestro acuerdo o ―vinculación‖ con nuestros sindicatos.
De esta vinculación hablaré más adelante. Pero la palabra misma demuestra que es un error
inventar un enemigo personificado por el ―sindicalismo soviético‖, porque ―vinculación‖ entraña
la existencia de dos cosas diferentes que todavía no se han unido; ―vinculación‖ significa que
hay que saber utilizar las medidas del poder estatal para defender los intereses materiales y
espirituales del proletariado organizado en su totalidad frente a ese mismo poder estatal. Cuando
la vinculación haya producido vinculación e integración, nos reuniremos en un congreso para
discutir en forma práctica la experiencia real, en lugar de plantear ―divergencias‖ de principio o
razonamientos teóricos en abstracto. Es también erróneo el intento de descubrir divergencias de
principio con los camaradas Tomski y Lozovski, a quienes el camarada Trotsky trata como
―burócratas‖ sindicales (más adelante diré en cuál de las dos partes contrincantes hay tendencias
burocráticas). Todos sabemos que si bien al camarada Riazánov puede gustarle una consigna, e
inventa algunas que son casi una expresión de principios, no es éste uno de los muchos defectos
de Tomski. Creo, por lo tanto, que sería ir demasiado lejos desafiar al camarada Tomski a un
combate en torno de los principios por ese motivo (como lo ha hecho el camarada Trotsky).
Sobre el Trotskismo 166
Realmente me asombra esto. Se podía pensar que ya habíamos superado aquellos días en que
todos nos equivocamos bastante en cuanto a desacuerdos de grupos, desacuerdos teóricos y
varios otros (aunque, naturalmente, también hicimos algo útil). Es hora de que nos dejemos de
inventar y aumentar las divergencias de principio y pasemos a una labor práctica. Nunca me
enteré de que Tomski fuera un gran teórico o que pretendiera serlo; puede ser éste uno de sus
defectos, pero, de nuevo, ésa es otra cuestión. Tomski, que ha estado trabajando en buena
armonía con el movimiento sindical, debe reflejar, en su situación, esta complicada transición
(que lo haga consciente o inconscientemente es otro asunto y yo no digo que siempre lo haya
hecho conscientemente), de modo que si hay algo que perjudica a las masas y éstas no saben lo
que es, y él no sabe lo que es (aplausos, risas), pero lanza un grito, digo que esto no es un
defecto, sino un mérito suyo. Estoy bien seguro de que en Tomski hay muchos errores teóricos
parciales. Y si nos sentamos todos en torno de una misma mesa y nos ponemos a elaborar
atentamente resoluciones o tesis, las corregiremos a todas; podríamos incluso no molestarnos en
hacerlo, porque el trabajo de producción es más interesante que corregir discrepancias teóricas
mínimas.
Paso ahora a la ―democracia de la producción‖, diré que para Bujarin. Todos sabemos que
cada uno tiene sus pequeñas debilidades que hasta los grandes hombres tienen pequeñas
flaquezas, y esto vale también para Bujarin. Parece incapaz de resistir a cualquier expresión
rebuscada. Pareció experimentar un placer casi sensual al escribir la resolución sobre democracia
de la producción en la reunión plenaria del Comité Central del 7 de diciembre. Pero cuanto más
pienso en esta ―democracia de la producción‖, con más claridad veo que es algo incompleto y
teóricamente falso. No es más que un revoltijo. Tomando esto como ejemplo, permítanme repetir
una vez más, por lo menos en una reunión del partido: ―Camarada N. I. Bujarin, en bien de la
República, de la teoría y de usted mismo: menos extravagancias verbales‖. (Aplausos.) La
producción es indispensable. La democracia es una categoría propia de la esfera política
solamente. No se puede objetar el empleo de esta palabra en discursos o artículos. Un artículo
tiene en cuenta y expresa claramente una relación y nada más. Pero resulta muy extraño escuchar
como trata usted de convertir esto en una tesis, y ver que quiere hacer de ello una consigna que
una los ―conformes‖ y los que discrepan; resulta extraño oírle decir, como Trotsky, que el
partido tendrá que ―elegir entre dos tendencias‖. Me referiré por separado a si el partido debe
hacer alguna ―elección‖ y a quién hay que culpar por colocar al partido en la situación de tener
que ―elegir‖. Siendo así las cosas, decimos: ―En todo caso, procuren elegir menos consignas
como `democracia de la producción' que no originan más que confusión y son teóricamente
erróneas‖. Ni Trotsky ni Bujarin consideraron este término teóricamente y terminaron en una
confusión. La ―democracia de la producción‖ sugiere cosas que van mucho más allá del alcance
de las ideas que ambos sustentaban. Querían subrayar, centrar la atención en la producción. Una
cosa es subrayar algo en un artículo o discurso; pero es otra completamente distinta
transformarlo en una tesis y pedir al partido que elija, de modo que yo digo: voten en contra,
porque es una confusión. La producción es indispensable, la democracia no. La democracia de la
producción da lugar a una serie de ideas totalmente falsas. Hace muy poco se defendía la idea de
la dirección unipersonal [mando único]. No hay que hacer una mezcolanza de cosas y confundir
a la gente: cómo quieren que la gente sepa cuando quieren ustedes democracia, cuando dirección
unipersonal y cuando dictadura. Pero de ningún modo debemos renunciar a la dictadura. Oigo
detrás de mí a Bujarin que refunfuña: ―Muy justo‖. (Risas. Aplausos.)
Sobre el Trotskismo 167
Pero sigamos. Desde septiembre estamos hablando de pasar del principio de prioridad al de
igualación, y hablamos de ello en la resolución de la Conferencia general del partido, aprobada
por el Comité Centralc. El problema no es fácil, porque nos encontramos con que tenemos que
combinar la igualación con la prioridad, que son incompatibles. Pero después de todo, tenemos
algunos conocimientos del marxismo, y hemos aprendido cómo y cuándo pueden y deben
combinarse los contrarios; y lo más importante es que en los tres años y medio de nuestra
revolución prácticamente hemos combinado contrarios una y otra vez.
Es evidente que el problema exige reflexión y prudencia. Después de todo, ya hemos
discutido estos problemas de principio en esas deplorables reuniones plenarias del Comité
Centrald –de las que surgieron los grupos de siete y de ocho y el famoso ―grupo amortiguador‖
33
del camarada Bujarin–, y dejamos establecido que no era fácil pasar del principio de prioridad al
de igualación. Para cumplir la resolución de la Conferencia de septiembre, tendremos que
esforzarnos un poco. Después de todo, estos términos opuestos pueden combinarse de modo que
resulte una cacofonía o una sinfonía. Prioridad significa dar preferencia a una industria, de un
conjunto de industrias vitales, por ser de mayor urgencia. ¿Qué consecuencias se derivan de esa
preferencia? ¿Qué magnitud puede tener? Es un problema difícil, y debo decir que hará falta más
que celo para resolverlo; incluso puede exigir más que un esfuerzo heroico por parte de quien
está posiblemente dotado de excelentes cualidades y que haría maravillas en una tarea apropiada;
éste es un asunto muy peculiar y exige un enfoque correcto. De modo que si se va a plantear este
problema de la prioridad y la igualación, antes que nada debemos meditarlo con cuidado, y es
eso precisamente lo que no se observa en el trabajo del camarada Trotsky; mientras más avanza
en la revisión de sus tesis originales, más errores comete. He aquí lo que hallarnos en sus últimas
tesis:
―...En la esfera del consumo, es decir, de las condiciones de vida de los trabajadores, como
individuos, hay que seguir la línea de la igualación. En la esfera de la producción, el principio de
la prioridad seguirá siendo decisivo para nosotros durante mucho tiempo…‖ (tesis 41, p. 31 del
folleto de Trotsky).
Esto es un verdadero enredo teórico. Es absolutamente erróneo. Prioridad es preferencia,
pero no es nada sin preferencia en el consumo. Si toda la preferencia que logro es un octavo de
libra de pan por día, es probable que no me alegre mucho. La preferencia en la prioridad
significa también preferencia en el consumo. De otro modo la prioridad es un sueño, una
quimera, y después de todo, nosotros somos materialistas. Y los obreros también son
materialistas; si se dice trabajo de choque, ellos dicen, dennos pan y ropa y carne. Este es nuestro
criterio, y siempre lo ha sido, al discutir estos problemas cientos de veces con referencia a
diversas cuestiones concretas en el Consejo de Defensa, cuando alguno decía: ―Mi fábrica es de
choque‖, y reclamaba botas; y otro: ―Me dan las botas a mí, de lo contrario tus obreros de choque
no aguantarán, y toda tu prioridad se vendrá abajo‖.
Vemos pues, que el enfoque de la igualación y la prioridad en las tesis es totalmente
erróneo. Más aún, es un retroceso con respecto a lo que realmente se ha logrado y comprobado
en la práctica. No podemos admitirlo; no conducirá a nada bueno.
Está luego el problema de la ―vinculación‖. Lo mejor que se puede hacer ahora a propósito
de la vinculación es callarse. La palabra es plata, pero el silencio es oro. ¿Por qué? Porque en la
práctica ya hemos alcanzado la vinculación; no hay un solo Consejo económico provincial
importante, ni un departamento importante del CSEN, del Comisariato del Pueblo de Vías de
Comunicación, etc., donde algo no se haya vinculado en la práctica. ¿Pero son los resultados
Sobre el Trotskismo 168
todo lo que deberían ser? Ahí está la dificultad. Analicen la forma en que realmente se ha llevado
a cabo la vinculación y qué es lo que se ha conseguido. Hay un sinnúmero de decretos
implantando la vinculación de diversas instituciones. Pero aún no hemos hecho un estudio
sistemático de nuestra propia experiencia práctica; aun tenemos que investigar cuáles son los
verdaderos resultados de todo esto; aun tenemos que averiguar qué se ha logrado con cierto tipo
de vinculación en una industria determinada, qué ocurrió cuando un miembro cualquiera del
consejo sindical provincial ocupó cualquier cargo en el consejo económico provincial, cuantos
meses permaneció en él, etc. En lo que no hemos fallado es en inventar una divergencia de
principio sobre la vinculación y en cometer un error en el proceso –en eso somos maestros–; pero
no estuvimos a la altura de las cosas cuando se trató de analizar nuestra propia experiencia y
verificarla. Cuando realicemos congresos de soviets en los que además de comisiones que
estudien la aplicación de la ley sobre una mejor explotación agrícola en las diversas regiones
rurales, haya comisiones que estudien la vinculación, y sus resultados en la industria harinera de
la provincia de Sarátov, en la industria metalúrgica de Petrogrado, o en la industria bullera de la
cuenca del Dónets, etc., y cuando estas comisiones, después de reunir gran cantidad de
materiales, declaren: ―Hemos hecho un estudio de esto y lo otro‖, entonces diré: ―¡Ahora hemos
entrado en materia, por fin hemos crecido!‖ ¿Pero puede haber algo más erróneo y deplorable
que el hecho de que se nos presenten ―tesis‖ que establecen sutiles divergencias sobre el
principio de la vinculación después de estar aplicándola durante tres años? Emprendimos el
camino de la vinculación y estoy convencido de que era lo que debíamos hacer, pero aún no
hemos hecho un estudio adecuado de los resultados de nuestra experiencia. Por eso la única
táctica sensata sobre el problema de la vinculación es callar.
Hay que estudiar la experiencia práctica. He firmado decretos y disposiciones que contienen
instrucciones sobre la vinculación práctica, y la práctica es cien veces más importante que
cualquier teoría. Por eso, cuando oigo decir: ―Discutamos la `vinculación'‖, digo: ―Analicemos lo
que hemos hecho‖. No cabe duda que hemos cometido muchos errores. Bien puede ser que gran
parte de nuestros decretos deban ser modificados. Lo acepto, pues no estoy en lo más mínimo
prendado de los decretos. Pero en ese caso presenten propuestas prácticas referentes a lo que
realmente hay que modificar. Ese será un enfoque práctico. No será perder el tiempo. No nos
llevará a una burocrática proyectomanía. Pero advierto precisamente ese defecto en el folleto de
Trotsky, en el apartado VI: ―Conclusiones prácticas‖. Dice que un tercio o la mitad de los
miembros del Consejo Central de Sindicatos de toda Rusia y del Presidium del Consejo Superior
de Economía Nacional deben integrar ambos organismos, y la mitad o dos tercios los cuerpos
colegiados, etc. ¿Por qué? Por ninguna razón especial, simplemente ―a ojo‖. Es verdad, por
supuesto, que para establecer semejantes proporciones se calculó muchas veces ―a ojo‖, ¿pero
por qué es inevitable en los decretos? No estoy defendiendo todos los decretos como tales y no
pretendo que parezcan mejores de lo que en realidad son. Muy a menudo se calcula ―a ojo‖ para
establecer proporciones absolutamente arbitrarias, tales como la mitad o un tercio del total de los
miembros, etc. Cuando en un decreto se dice tal cosa, significa: prueben ustedes hacerlo así y
luego valuaremos los resultados de la ―prueba‖ de ustedes. Más adelante pondremos en orden los
resultados. Después de ordenarlos, avanzaremos. Estamos aplicando la vinculación y esperamos
hacerlo cada vez mejor, porque somos cada vez más eficientes y prácticos.
Pero parece que me he deslizado a la ―propaganda de la producción‖. Es inevitable. Es un
problema que tiene que ser tratado en cualquier discusión sobre el papel de los sindicatos en la
producción.
Sobre el Trotskismo 169
El próximo problema que trataré será, por lo tanto, el de la propaganda de la producción.
También ésta es una cuestión práctica y nosotros la enfocamos conforme a ello. Se han creado ya
organismos estatales para realizar propaganda de la producción. No sé si son buenos o malos;
hay que ponerlos a prueba y sobre este aspecto las ―tesis‖ son innecesarias.
Si hacemos un examen general del papel que les corresponde desempeñar a los sindicatos en
la producción, no es necesario, en lo que se refiere al problema de la democracia, ir más allá de
las prácticas democráticas corrientes. De nada servirán las frases tramposas tales como
―democracia de la producción‖ porque son falsas. Esto es lo primero. Lo segundo es la
propaganda de la producción. Los organismos existen. Las tesis de Trotsky se refieren a la
propaganda de la producción. Es completamente inútil, porque en este caso las ―tesis‖ son cosa
anticuada. No sabemos todavía si los organismos son buenos o malos. Pero podremos decirlo
después de probarlos en la práctica. Estudiemos el asunto y recojamos opiniones. Suponiendo,
digamos, que un congreso consta de diez comisiones compuestas de diez hombres cada una,
preguntemos: ―Ustedes se han ocupado de la propaganda de la producción, ¿no es así? ¿A qué
conclusiones han llegado?‖ Después de estudiar esto, recompensaremos a quien haya logrado
éxitos y descartaremos lo que demostró ser infructuoso. Contamos con alguna experiencia
práctica; no será mucha, pero existe; sin embargo se nos aparta de ella para hacernos retroceder a
estas ―tesis de principio‖. Más se parece a un movimiento ―reaccionario‖ que a ―sindicalismo‖.
Hay un tercer asunto, el de los premios. He aquí el papel y la tarea de los sindicatos en la
producción: distribución de los premios en especie. Hay un comienzo. Las cosas se han puesto
en marcha. Se han destinado para ese fin 500 mil puds de cereales y ya se distribuyeron ciento
setenta mil. Hasta qué punto bien, acertadamente, no lo puedo decir. El Consejo de Comisarios
del Pueblo fue informado de que no se hacía bien la distribución; resultaba ser un salario
adicional más que un premio. Esto fue señalado por funcionarios de los sindicatos y por el
Comisariato del Pueblo de Trabajo. Hemos designado una comisión para estudiar el asunto, pero
todavía no lo ha hecho. Se entregaron ciento setenta mil puds de trigo, pero hay que hacerlo de
manera que se recompense a quien haya demostrado el heroísmo, la eficiencia, el talento y el
gran celo del administrador, en una palabra todas las cualidades que alaba Trotsky. Pero ahora no
se trata de alabar esto en tesis, sino de proporcionar pan y carne. ¿No sería mejor, por ejemplo,
privar de carne a una categoría de obreros y dársela en forma de premios a los obreros señalados
como obreros ―de choque‖? No renunciamos a ese tipo de prioridad. Es una prioridad que
nosotros necesitamos. Estudiemos más profundamente nuestra experiencia en la aplicación de la
prioridad.
El cuarto punto son los tribunales disciplinarios. Espero que no se ofenda el camarada
Bujarin si digo que sin tribunales disciplinarios, el papel de los sindicatos en la producción, la
―democracia de la producción‖, son pura tontería. Pero lo cierto es que no hay nada de esto en la
tesis de ustedes. ―¡Qué pena!‖ es por lo tanto lo único que se puede decir sobre las tesis de
Trotsky y sobre la actitud de Bujarin, desde el punto de vista de los principios, de la teoría y la
práctica.
Me afirmo en esta conclusión cuando me digo: el de ustedes no es un enfoque marxista de la
cuestión, y esto al margen del hecho de que hay una serie de errores teóricos en las tesis. No es
un enfoque marxista del ―papel y las tareas de los sindicatos‖, porque no se puede abordar un
tema tan vasto sin meditar en los aspectos políticos peculiares de la situación actual. Al fin y al
cabo, el camarada Bujarin y yo dijimos en la resolución del IX Congreso del PCR sobre los
sindicatos, que la política es la expresión más concentrada de la economía.
Sobre el Trotskismo 170
Si analizamos la presente situación política, podríamos decir que estamos pasando por un
período de transición dentro de un período de transición. Toda la dictadura del proletariado es un
período de transición, pero ahora tenemos, se puede decir, un cúmulo de nuevos períodos de
transición: la desmovilización del ejército, la terminación de la guerra y la posibilidad de una
tregua pacífica mucho más prolongada que antes, de una transición más firme del frente de
guerra al frente de trabajo. Esto –y sólo esto–, ya provoca un cambio en la actitud de la clase
proletaria hacia la clase campesina. ¿Qué clase de cambio? Esto exige un examen más detenido,
pero nada parecido surge de las tesis de ustedes. Hasta que no lo hayamos estudiado más
profundamente, tenemos que aprender a esperar. El pueblo está más que cansado, gran cantidad
de reservas que debían haberse empleado para algunas industrias de prioridad, están ya agotadas;
la actitud del proletariado hacia el campesinado está sufriendo un cambio. El cansancio de la
guerra es tremendo y las necesidades han aumentado, pero no la producción, o por lo menos no
lo suficiente. Por otra parte, como lo señalé en mi informe al VIII Congreso de Soviets, nuestra
aplicación de la coerción fue acertada y fructuosa siempre que supimos basarla desde el
comienzo en la persuasióne. Debo decir que Trotsky y Bujarin no han tenido en cuenta para nada
tan importante consideración.
¿Hemos establecido una base de persuasión suficientemente amplia y sólida para todas estas
tareas nuevas de la producción? No, apenas hemos empezado a hacerlo, por cierto. Aún no
hemos logrado que las masas sean parte interesada. Ahora pregunto, ¿pueden las masas abordar
en seguida estas nuevas tareas? No, no pueden, porque si bien no se necesita una propaganda
especial sobre el problema, por ejemplo, de si hay que derrocar al terrateniente Wrangel o de si
es preciso no escatimar sacrificios para ese fin, no hemos hecho más que empezar a trabajar en
este problema del papel de los sindicatos en la producción, y me refiero al aspecto práctico del
asunto y no al problema ―de principio‖, los razonamientos sobre el ―sindicalismo soviético‖ y
demás tonterías; acabamos de crear el organismo de propaganda de la producción, pero todavía
no tenemos experiencia. Hemos implantado el pago de premios en especie, pero carecemos de
experiencia. Hemos creado los tribunales disciplinarios, pero aún no conocemos los resultados.
Sin embargo, desde el punto de vista político, lo crucial es la preparación de las masas. ¿Se ha
preparado el problema, estudiado, meditado, pesado y considerado desde este ángulo? No, lejos
de ello. Y éste es un error político básico, profundo y peligroso, porque si en algo hay que actuar
según la regla que dice: ―medir siete veces antes de cortar‖, es en este problema. Hallamos, en
cambio, que se ha empezado a cortar en serio sin haber medido una sola vez. Se nos dice que ―el
partido debe elegir entre dos tendencias‖, pero la falsa consigna de ―democracia de la
producción‖ fue inventada sin medir una sola vez.
Debemos procurar comprender el significado de esta consigna, sobre todo en la presente
situación política, cuando las masas se enfrentan en forma visible con prácticas burocráticas y
cuando el problema está en la orden del día. El camarada Trotsky dice en sus tesis que, en cuanto
al problema de la democracia obrera, corresponde al Congreso ―hacerlo constar por
unanimidad‖. Eso no es correcto. No basta con una constancia; una constancia fija lo que ha sido
bien pesado y medido, mientras que el problema de la democracia de la producción está muy
lejos de haber sido bien pesado, probado y comprobado. Piensen solamente cómo pueden
interpretar las masas esta consigna de ―democracia de la producción‖.
―Nosotros, los hombres de la base, que trabajamos con la masa, decimos que se necesita
sangre nueva, que hay que corregir las cosas y echar a los burócratas, y ustedes dan vueltas y
hablan de impulsar la producción y de ampliar la democracia para lograr éxitos en la producción;
Sobre el Trotskismo 171
nos negamos a impulsar la producción con ese personal burocrático en el consejo central y en
otros consejos que, queremos otro‖. No han dado ustedes a las masas la oportunidad de discutir
las cosas, de comprender y meditar; no han dejado que el partido adquiera nueva experiencia y
están ya actuando con premura, se exceden y adelantan fórmulas que son teóricamente falsas.
¡Piensen solamente cómo agrandarían ese error los funcionarios infundadamente entusiastas! Un
dirigente político es responsable no sólo de cómo dirige, sino también de los actos de quienes él
dirige. Puede desconocer lo que hacen, a menudo puede desear que no hubieran hecho algo, pero
la responsabilidad es suya.
Paso ahora a las reuniones plenarias del Comité Central del 9 de noviembre y del 7 de
diciembre, donde se manifestaron ya todos estos errores en la acción, antes que como categorías
lógicas, premisas y razonamientos teóricos. Esto llevó la confusión al Comité Central; es la
primera vez que ocurrió tal cosa en la historia de nuestro partido durante la revolución, y es
peligroso. Lo esencial fue que se produjo una división, surgió el grupo ―amortiguador‖ de
Bujarin, Preobrazhenski y Serebriákov, el grupo que hizo el mayor daño y causó la mayor
confusión.
Recordarán la historia del Departamento Político General del Comisariato del Pueblo de
Transporte34
y del Comité Central del Sindicato del Transporte. En la resolución del IX
Congreso del PCR, en abril de 1920, se decía que se creaba el Departamento Político General del
Comisariato del Pueblo de Transporte como institución ―temporal‖ y que “en el plazo más corto
posible” debía normalizarse la situación. En septiembre leían ustedes. ―Vuelta a la situación
normal‖f. En noviembre (9 de noviembre) se realizó la reunión plenaria y Trotsky presentó sus
tesis y sus ideas sobre el sindicalismo. Por excelentes que fuesen algunos de sus conceptos
respecto de la propaganda de la producción, había que decirle que todo eso no venía al caso,
estaba fuera de lugar y constituía un paso atrás; es algo de lo que el Comité Central [CC] del
partido no debía ocuparse actualmente. Dice Bujarin: ―Está muy bien‖. Es posible que esté muy
bien, pero eso no es una respuesta. Después de un acalorado debate se aprobó por diez votos
contra cuatro una resolución en la que se dice en forma correcta y cordial que el propio Comité
Central del Sindicato del Transporte ―ya ha comenzado a... reforzar y desarrollar los métodos de
la democracia proletaria dentro del sindicato‖. Se agrega que el Comité Central del Sindicato del
Transporte debe ―tomar parte activa en la labor general del Consejo Central de Sindicatos de
toda Rusia, pasando a integrarlo con los mismos derechos que los demás organismos sindicales‖.
¿Cuál es el quid de esta resolución del CC? Evidentemente es: ―Camaradas del Comité
Central del Sindicato del Transporte. Ustedes deben hacer algo más que aprobar mociones de
cumplir las resoluciones del Congreso y del CC; deben hacerlo realmente, para ayudar con su
trabajo a todos los sindicatos a borrar todo rastro de burocracia, favoritismo, arrogancia, actitud
de superioridad y alarde de ser más ricos y obtener más ayuda‖.
Después de esto pasamos a la labor práctica. Se constituyó una comisión y se dieron los
nombres de sus integrantes. Trotsky se retiró de ella, se negó a colaborar en la comisión y
desbarató su trabajo. ¿Cuáles fueron sus razones? Una sola: Lutovínov es propenso a jugar a la
oposición. Eso es cierto, y vale también para Osinski. Hablando francamente, no es un juego
agradable. ¿Pero es ésa una razón? Osinski estaba realizando un trabajo excelente en la campaña
de semillas. Lo que había que hacer era trabajar con él, a pesar de su ―campaña de oposición‖,
pues desbaratar el trabajo de una comisión es un proceder burocrático, no soviético, no socialista,
es desacertado y políticamente perjudicial. En momentos en que es necesario separar lo sano de
lo malsano en la ―oposición‖, ese proceder es triplemente desacertado y políticamente
Sobre el Trotskismo 172
perjudicial. Cuando Osinski realiza una ―campaña de oposición‖, le digo: ―es una campaña
perjudicial‖; pero cuando realiza la campaña de semillas, da gusto verlo. No niego que
Lutovínov, como Ischenko y Shliápnikov, comete un error con su ―campaña de oposición‖, pero
ése no es motivo para desbaratar el trabajo de una comisión.
¿Qué significaba en realidad esta comisión? Significaba pasar de los discursos intelectuales
sobre divergencias estériles a una labor práctica. Lo que debía discutir y tratar la comisión era la
propaganda de la producción, los premios, los tribunales disciplinarios. Fue entonces cuando el
camarada Bujarin, jefe del ―grupo amortiguador‖, con Preobrazhenski y Serebriákov, viendo que
el CC estaba peligrosamente dividido, se dedicó a crear un amortiguador tal que no encuentro un
término parlamentario adecuado para calificarlo. Si yo supiese dibujar caricaturas tan bien como
el camarada Bujarin, lo representaría como un hombre que vierte un balde de kerosene sobre las
llamas, con el siguiente epígrafe: ―Kerosene amortiguador‖. Bujarin quiso crear algo, y sin duda
sus intenciones eran en extremo sinceras y estaban íntegramente dentro del espíritu
―amortiguador‖. Pero el amortiguador no resultó; resultó que no tuvo en cuenta el momento
político, y, por añadidura, incurrió en algunos errores teóricos.
¿Era necesario llevar todas esas reyertas a una discusión amplia? ¿Valía la pena ocuparse de
semejante bagatela? ¿Valía la pena desperdiciar las pocas preciosas semanas anteriores al
congreso del partido? Podríamos haber empleado ese tiempo en analizar y estudiar el problema
de los premios, de los tribunales disciplinarios y de la vinculación. Estos son los problemas a los
que habríamos podido dar una solución práctica en la comisión del CC. Si el camarada Bujarin
quería crear un amortiguador y no deseaba encontrarse en la situación de quien ―iba a una
habitación y se encontró en otra‖, tendría que haber pedido que el camarada Trotsky
permaneciese en la comisión e insistido en ello. Si hubiese dicho y hecho eso, habríamos
emprendido el buen camino y la comisión habría examinado los aspectos prácticos de cosas
como la dirección unipersonal [mando único], la democracia, designaciones, etcétera.
Pero sigamos. En diciembre (sesión plenaria del 7 de diciembre) ya estábamos ante el
estallido de los dirigentes del transporte por agua, que agravó el conflicto, y como resultado
había entonces en el Comité Central ocho votos contra los siete nuestros. Bujarin escribió
apresuradamente la parte ―teórica‖ de la resolución de la sesión plenaria de diciembre, en un
esfuerzo por lograr una ―reconciliación‖ mediante la utilización de su ―amortiguador‖, pero claro
está, después del fracaso de la comisión, no podía resultar nada de esto.
¿En qué consistió el error del Departamento Político General del Comisariato del Pueblo de
Transporte y del Comité Central del Sindicato del Transporte? No consistió por cierto en haber
empleado la coerción; hay que reconocerles ese mérito. Su error consistió en que no supieron
pasar a tiempo y sin conflictos, como lo exigía el IX Congreso del PCR, al trabajo sindical
normal; no supieron adaptarse a los sindicatos y ayudarlos, entablando con ellos relaciones en
pie de igualdad. El heroísmo, el celo, etc., son los aspectos positivos de la experiencia militar; la
burocracia, la arrogancia, son los aspectos negativos de la experiencia de las peores ejemplos
militares. Las tesis de Trotsky, cualesquiera que sean sus intenciones, no tienden a hacer resaltar
lo mejor, sino lo peor de la experiencia militar. Hay que recordar que un dirigente político es
responsable no sólo de su propia política, sino también de las acciones de quienes él dirige.
Lo último que quería decirles –algo que ayer me reproché– es que pasé por completo por
alto las tesis del camarada Rudzutak, cuyo lado débil es que no habla en forma resonante; no es
un orador persuasivo ni elocuente. Es fácil que pase desapercibido. Ayer, al no poder asistir a la
reunión, repasé mis papeles y encontré un volante editado con motivo de la V Conferencia de
Sobre el Trotskismo 173
Sindicatos de toda Rusia, reunida del 2 al 6 de noviembre de 1921. Lleva por título: Las tareas
de los sindicatos en la producción. Permítanme que se los lea, no es largo.
A la V Conferencia de Sindicatos de toda Rusia Las tareas de los sindicatos en la producción
tesis del informe del camarada Rudzutak)
1. Inmediatamente después de la Revolución de Octubre, los sindicatos demostraron ser casi
los únicos organismos que, a la par que ejercían el control obrero, podían y debían emprender la
tarea de organizar y dirigir la producción. En esa primera época del poder soviético, no se había
establecido aún el aparato estatal para la dirección de la economía nacional, en tanto que el
sabotaje de los dueños de las empresas y del personal técnico superior enfrentó directamente a la
clase obrera con la tarea de defender la industria y de reestablecer el funcionamiento normal de
todo el aparato económico del país.
2. En el siguiente período de la labor del Consejo Superior de Economía Nacional, cuando
una parte considerable de esa labor consistía en liquidar las empresas privadas y organizar una
administración de Estado que las dirigiera, los sindicatos realizaron este trabajo a la par y junto
con los organismos estatales de dirección económica.
Esta función paralela se explicaba y justificaba por la debilidad de los organismos estatales;
históricamente estaba justificado por haberse establecido un pleno contacto entre los sindicatos y
los organismos de dirección económica.
3. El centro de gravedad en la dirección de la industria y la elaboración de un programa de
producción se trasladó a estos organismos, como resultado de su administración, de la extensión
gradual de su control sobre la producción y la dirección, y de la coordinación de las distintas
partes. En vista de esto, la labor de los sindicatos en la organización de la producción se redujo a
participar en los organismos colectivos de las direcciones generales, departamentos, centros y
direcciones de fábricas.
4. En este momento de nuevo volvemos a enfrentar directamente el problema de establecer
la más estrecha ligazón posible entre los organismos económicos de la república soviética y los
sindicatos, pues es necesario utilizar del modo más racional a cada trabajador e inducir al
conjunto de los productores a participar conscientemente en la producción, pues el aparato estatal
de dirección económica, al crecer en tamaño y complejidad, se ha convertido en una inmensa
máquina burocrática, desproporcionada con relación a la industria, e impulsa en forma inevitable
a los sindicatos a tomar parte directa en la organización de la producción, no sólo a través de sus
hombres en los organismos económicos, sino también como un todo organizado.
5. En tanto que el punto de partida del Consejo Superior de Economía Nacional para la
elaboración de un programa general de producción es la disponibilidad de los elementos
materiales para la producción (materias primas, combustible, estado de la maquinaria, etc.), los
sindicatos deben enfocar este problema desde el punto de vista de organizar el trabajo para las
tareas de la producción y para su mejor utilización. Por consiguiente, el programa general de
producción, en conjunto, y en partes, debe ser elaborado con la participación de los sindicatos,
a fin de combinar del mejor modo posible la utilización de los recursos materiales de la
producción y de la fuerza de trabajo.
6. Sólo si todos los que están ocupados en la producción participan conscientemente en el
establecimiento de una verdadera disciplina de trabajo, en la lucha contra los que desertan, etc.,
podrán cumplirse estas tareas. De nada servirán los métodos burocráticos y las órdenes; hay que
hacer comprender a todos los que participan en la producción que sus tareas en ella son
necesarias e importantes; que cada uno debe colaborar no sólo cumpliendo sus tareas sino
Sobre el Trotskismo 174
también participando conscientemente en la corrección de cualquier defecto técnico y de
organización en el ámbito de la producción.
Las tareas de los sindicatos en este aspecto son enormes. Deben enseñar a sus miembros en
cada taller y en cada fábrica a advertir y tener en cuenta todos los defectos en el
aprovechamiento de la mano de obra, derivados de un manejo inadecuado de los medios técnicos
o de una administración insatisfactoria. La suma de la experiencia adquirida en las distintas
empresas y en la producción en su conjunto debe ser utilizada para combatir el papeleo, las
prácticas burocráticas y la negligencia.
7. Con el fin de subrayar en forma especial la importancia de estas tareas de producción,
deben ocupar un lugar determinado en la labor corriente, en forma organizada. A medida que los
departamentos económicos de los sindicatos, que se están creando en cumplimiento de la
resolución del III Congreso de toda Rusia, extiendan sus actividades, deben explicar y definir
gradualmente el carácter de toda la labor sindical. Así, por ejemplo, en las actuales condiciones
sociales, en que toda la producción está encaminada para satisfacer las necesidades de los
trabajadores, el monto de los salarios y los premios deben guardar la más estrecha relación con
el grado de cumplimiento del plan de producción y depender de ello. Los premios en especie y el
pago de una parte del salario en especie deben convertirse gradualmente en un sistema de
abastecimiento de los obreros que dependa del nivel de la productividad del trabajo.
8. El trabajo sindical así planteado, pondrá fin, por una parte, a la existencia de organismos
paralelos (departamentos políticos, etc.), y, por la otra, reestablecerá los estrechos vínculos entre
las masas y los organismos de dirección económica.
9. Después del III Congreso los sindicatos no han logrado aplicar su programa de
participación en la construcción económica, debido, en primer lugar, a la situación de guerra, y
en segundo lugar, a su debilidad orgánica y a su desvinculación de la labor dirigente y práctica
de los organismos económicos.
10. En vista de ello, los sindicatos deben proponerse las siguientes tareas prácticas
inmediatas: a) la participación más activa en la solución de los problemas de producción y
dirección; b) participación directa, juntamente con los correspondientes organismos económicos,
en la constitución de organismos competentes de administración; c) estudio cuidadoso de los
distintos tipos de organismos de dirección y de su influencia en la producción; d) participación
obligatoria en la elaboración y realización de los planes económicos y de los programas de
producción; e) organización del trabajo de acuerdo con las prioridades económicas; f) desarrollo
de una amplia organización para la agitación y propaganda de la producción.
11. Los departamentos económicos de los sindicatos y de sus organizaciones deben
convertirse en realidad en palancas poderosas y ágiles de la participación sistemática de los
sindicatos en la organización de la producción.
12. En cuanto al asunto de proveer a los obreros en forma regular de las provisiones
esenciales, los sindicatos deben trasladar su influencia a los organismos de distribución del
Comisariato del Pueblo de Abastecimientos, tanto locales como centrales, tomando parte activa y
práctica y ejerciendo control en todos los organismos de distribución y prestando especial
atención a la actividad de las comisiones de abastecimiento obrero centrales y provinciales.
13. En vista de que los estrechos intereses departamentales de algunas administraciones
superiores, consejos centrales, etc., han elevado la llamada ―prioridad‖ a un estado de enorme
confusión, es preciso que en todas partes los sindicatos defiendan el verdadero equilibrio de las
Sobre el Trotskismo 175
prioridades económicas y revisen el sistema existente a fin de determinarlas según la real
importancia de las distintas industrias y la disponibilidad de recursos materiales en el país.
14. Es necesario prestar especial atención al llamado grupo modelo de fábricas, para
ayudarlas a dar el ejemplo mediante la organización de una dirección eficiente, la disciplina de
trabajo y las actividades sindicales.
15. En cuanto a la organización del trabajo, además del establecimiento de un sistema
armónico de escalas de salarios y de revisar las normas de producción, es preciso que los
sindicatos combatan con mano firme las distintas formas de deserción del trabajo (ausentismo,
falta de puntualidad, etc.). Los tribunales disciplinarios, que hasta ahora no han recibido la
atención debida, deben ser transformados en un medio eficaz de combatir las infracciones de la
disciplina de trabajo proletaria.
16. Debe confiarse a los departamentos económicos el cumplimiento de estas tareas
enumeradas, así como la confección de un plan práctico de propaganda de la producción y una
serie de medidas para mejorar la situación económica de los obreros. Por consiguiente es
necesario autorizar al departamento económico del Consejo Central de Sindicatos de toda Rusia
a convocar en breve una conferencia de departamentos económicos de toda Rusia, para discutir
los problemas prácticos de la construcción económica en conexión con la labor de los
organismos económicos del Estado.
Espero que ahora comprenderán por qué me he reprochado. Ahí tienen ustedes una
plataforma, y muy superior a la que escribió el camarada Trotsky después de mucho pensar y a la
que escribió el camarada Bujarin (resolución de la sesión plenaria del 7 de diciembre) sin haber
pensado nada. Todos nosotros, miembros del Comité Central que hemos estado alejados durante
muchos años del movimiento sindical, sacaremos provecho de la experiencia del camarada
Rudzutak, y esto también vale para el camarada Trotsky y el camarada Bujarin. Los sindicatos
han adoptado esta plataforma.
Todos nosotros olvidamos por completo los tribunales disciplinarios, pero la ―democracia de
la producción‖, sin premios en especie y sin tribunales disciplinarios, no son más que palabras.
Comparo las tesis de Rudzutak con las que Trotsky presentó en el Comité Central. Al final
de la quinta tesis leo:
―…es necesario proceder ahora mismo a la reorganización de los sindicatos, es decir, es
necesario ante todo realizar una selección de funcionarios desde este ángulo…‖.
¡He aquí un ejemplo de verdadero enfoque burocrático! ¡Trotsky y Krestinski seleccionando
a los ―funcionarios‖ sindicales!
Permítanme repetirlo: ahí tienen ustedes una explicación del error del Comité Central del
Sindicato del Transporte. No fue un error utilizar la coerción; eso es mérito suyo. Su error fue no
haber sabido hacer frente a las tareas generales de todos los sindicatos, no haber sabido actuar y
ayudar a todos los sindicatos a utilizar de modo más acertado, rápido y eficaz los tribunales
disciplinarios de camaradas. Cuando leí lo que dice en sus tesis el camarada Rudzutak sobre los
tribunales disciplinarios, pensé que debía existir un decreto sobre este asunto. Y en realidad
existe. Se trata de la Reglamentación de los tribunales disciplinarios obreros de camaradas,
dictada el 14 de noviembre de 1919 (Código, núm. 537).
El papel de los sindicatos en estos tribunales es muy importante. No sé hasta dónde son
buenos estos tribunales; si funcionan bien y si siempre funcionan. Un estudio de nuestra propia
Sobre el Trotskismo 176
experiencia práctica sería muchísimo más útil que todo lo que han escrito los camaradas Trotsky
y Bujarin.
Terminaré resumiendo todo lo que se refiere al problema. Debo decir que fue un gran error
llevar estas divergencias a una amplia discusión en el partido y al Congreso del Partido. Fue un
error político. Debimos hacer una discusión práctica en la comisión, y sólo allí, y habríamos
dado pasos adelante, pero ahora estamos retrocediendo, y durante varias semanas seguiremos
retrocediendo hacia tesis teóricas abstractas, en lugar de enfocar el problema en forma práctica.
Por lo que a mí se refiere, esto me tiene completamente harto y de buena gana me apartaría de
esto, independientemente de mi enfermedad. Estoy dispuesto a buscar refugio en cualquier parte.
En resumen: en las tesis de Trotsky y Bujarin hay una cantidad de errores teóricos:
contienen una serie de cosas que son errores de principio. Políticamente, todo el enfoque del
asunto carece en absoluto de tacto. Las ―tesis‖ del camarada Trotsky políticamente son
perjudiciales. La sustancia de su política es hostigamiento burocrático a los sindicatos. Y estoy
seguro de que el Congreso de nuestro partido la condenará y rechazará. (Clamorosos y
prolongados aplausos.)
Reimpreso del tomo 34 de las Obras completas de V. I. Lenin Madrid: Akal, 1978), pp. 287-
310. Publicado en 1921, en Petrogrado, como folleto. Se publica de acuerdo con el texto del
folleto, cotejado con la versión taquigráfica corregida por Lenin.
Anexo III. Una vez más acerca de los sindicatos, la situación
actual y los errores de Trotsky y Bujarina
La discusión dentro del partido y la lucha fraccionista, que es del tipo de las que tienen lugar
antes de un Congreso –antes y en relación con las próximas elecciones al X Congreso del PCR–
están que arden. La primera declaración fraccionista, a saber, la que hizo el camarada Trotsky en
nombre de ―una serie de trabajadores responsables‖, en su ―folleto plataforma‖ (El papel y las
tareas de los sindicatos, con un prólogo fechado el 25 de diciembre de 1920), fue seguida por
una declaración tajante (el lector podrá ver por lo que sigue que era merecidamente tajante) de la
organización de Petrogrado del PCR (Llamamiento al Partido, publicado el 6 de enero de 1921
en Petrográdskaia Pravdab y el 13 de enero, en el Órgano Central del Partido, Pravda de
Moscú). Luego, el Comité de Moscú se pronunció contra la organización de Petrogrado (en el
mismo número de Pravda). Aparecieron luego, publicadas por el buró del grupo del PCR en el
Consejo Central de sindicatos de toda Rusia el informe taquigráfico de la discusión realizada el
30 de diciembre de 1920 en una reunión del partido muy amplía e importante, a saber, la del
grupo del PCR en el VIII Congreso de Soviets. Lleva por título El papel de los sindicatos en la
producción (con un prólogo fechado el 6 de enero de 1921). Esto, por supuesto, no es de ningún
modo todo el material de la discusión. Casi en todas partes se celebran reuniones de partido para
discutir estas cuestiones. El 30 de diciembre de 1920c intervine en una reunión en condiciones en
que, como lo manifesté entonces, me ―apartaba del reglamento‖, en condiciones en que no podía
participar del debate ni escuchar a los oradores anteriores y subsiguientes. Trataré ahora de
compensar esto y de expresarme en forma más ―ordenada‖.
Sobre el Trotskismo 177
El peligro de las declaraciones fraccionistas para el partido
¿Constituye el folleto del camarada Trotsky El papel y las tareas de los sindicatos una
declaración fraccionista? ¿Al margen de su contenido, implica un peligro para el partido una
declaración de este tipo? Intentar ocultar este problema es hábito predilecto de los miembros del
Comité de Moscú (exceptuando al camarada Trotsky, por supuesto), que ven el fraccionismo de
los camaradas de Petrogrado, y del camarada Bujarin, quien, sin embargo, el 30 de diciembre de
1920 se vio obligado a hacer la siguiente declaración en nombre del ―grupo amortiguador‖:
―...cuando un tren parece encaminarse a un choque, no es malo tener un amortiguador‖ (p.
45 de las actas de la discusión del 30 de diciembre de 1920).
De modo que hay cierto peligro de choque. ¿Puede concebirse que miembros sensatos del
partido permanezcan indiferentes ante el problema de cómo, dónde y cuándo surgió ese peligro?
El folleto de Trotsky se inicia con la afirmación de que ―es fruto de un trabajo colectivo‖;
que en su compilación participó ―una serie de trabajadores responsables, principalmente de los
sindicatos (miembros del Presidium del CCS de toda Rusia, del CC del sindicato metalúrgico,
del Comité Central del Transporte y otros)‖, y que es un ―folleto plataforma‖. Y al final de la
tesis núm. 4 leemos que ―el próximo Congreso del Partido deberá elegir [el subrayado es de
Trotsky] entre las dos tendencias existentes en el movimiento sindical‖.
Si esto no es la formación de una fracción por parte de un miembro del CC, si esto no
significa ―encaminarse a un choque‖, que el camarada Bujarin o cualquiera de los que con él
coinciden expliquen al partido qué otro sentido pueden tener las palabras ―fraccionismo‖ y el
partido ―parece encaminarse a un choque‖. ¿¿Se puede imaginar una ceguera más monstruosa
que la de la gente ciega que quiere hacer de ―amortiguador‖ y cierra los ojos ante semejante
―peligro de choque‖??
Sólo piensen: después que el CC dedicó dos reuniones plenarias del CC (del 9 de noviembre
y del 7 de diciembre), a una discusión inusitadamente larga, detallada y apasionada del primer
proyecto de tesis del camarada Trotsky y de toda la política sindical que él propicia para el
partido, un miembro del CC, uno de los 19, forma un grupo fuera del CC y presenta su ―trabajo‖
―colectivo‖ como una ―plataforma‖, e invita al Congreso del partido a ¡¡―elegir entre dos
tendencias‖!! Eso, por otra parte, completamente al margen del hecho de que el camarada
Trotsky anunció el 25 de diciembre de 1920 que había dos tendencias y sólo dos, a pesar de que
el 9 de noviembre Bujarin actuó ya como ―amortiguador‖, revela claramente el verdadero papel
del grupo de Bujarin de cómplice del tipo peor y más perjudicial de fraccionismo. Pero yo
pregunto a cualquier miembro del partido: ¿no encuentran muy repentino ese ataque y esa
insistencia en ―elegir‖ entre dos tendencias dentro del movimiento sindical? ¿Qué otra cosa nos
queda sino permanecer mudos de asombro ante el hecho de que después de tres años de dictadura
proletaria pueda encontrarse aunque sólo sea un miembro del partido que ―arremeta‖ de ese
modo con el problema de las dos tendencias?
Tampoco es esto todo. Observen los ataques fraccionistas que abundan en este folleto. En la
primera tesis encontramos ya un ―gesto‖ de amenaza a ―ciertos trabajadores del movimiento
sindical‖ que han ―retrocedido a posiciones sindicalistas que, en principio, hace mucho fueron
liquidadas por el partido‖ (evidentemente, el partido está representado por uno solo de los 19
miembros del CC). La tesis 8 condena con grandilocuencia ―la tendencia conservadora gremial
que prevalece entre la capa dirigente de los funcionarios sindicales‖ ( ¡observen esa forma
realmente burocrática de centrar la atención en la ―capa dirigente‖). La tesis 11 se inicia con la
Sobre el Trotskismo 178
extraordinariamente hábil, concluyente, práctica... ¿cuál es la palabra más medida? ... ―alusión‖ a
que ―la mayoría de los dirigentes sindicales‖... sólo ―reconocen formalmente, es decir, de
palabra”, las resoluciones del IX Congreso del PCR.
¡Se ve que tenemos jueces muy autorizados que afirman que la mayoría (!!) de los dirigentes
sindicales sólo reconoce de palabra las resoluciones del partido!
La tesis 12 dice:
―…muchos dirigentes sindicales asumen una actitud cada vez más agresiva e intransigente
hacia la perspectiva de la vinculación... Entre ellos están los camaradas Tomski y Lozovski. Más
aún, al rehuir las nuevas tareas y métodos, muchos dirigentes sindicales se inclinan a cultivar en
su medio el espíritu del exclusivismo corporativo y la hostilidad hacia los nuevos trabajadores
que se incorporan a una determinada rama de la economía, fomentando en realidad con ello las
supervivencias del espíritu corporativo entre los obreros organizados‖.
Examine el lector estos argumentos con atención y medite en ellos. La abundancia de
―perlas‖ es asombrosa. Primero, ¡hay que valorar la declaración desde el punto de vista del
fraccionismo! Imagínense lo que habría dicho Trotsky y cómo lo habría dicho si Tomski hubiera
publicado una plataforma acusando a Trotsky y a ―muchos‖ trabajadores militares de cultivar el
espíritu burocrático, de fomentar las supervivencias del salvajismo, etc. ¿Cuál es el ―papel‖ de
Bujarin, Preobrazhenski, Serebriákov y demás, que no ven –categóricamente no advierten, no
advierten en absoluto– la agresividad y el fraccionismo de todo esto y se niegan a ver cuánto más
fraccionista es que la declaración de los camaradas de Petrogrado?
Segundo. Observen mejor el enfoque del asunto: muchos dirigentes sindicales ―se inclinan a
cultivar en su medio el espíritu‖... Es un enfoque totalmente burocrático. Todo consiste, pues, no
en el nivel de desarrollo y las condiciones de vida de las masas, de millones de hombres, sino en
el ―espíritu‖ que Tomski y Lozovski se inclinan a cultivar ―en su medio‖.
Tercero. Sin darse cuenta, el camarada Trotsky reveló la esencia de toda la controversia, que
con tanto celo eludieron y disimularon él y el ―amortiguador‖ Bujarin y compañía.
¿Cuál es la esencia de la cuestión? ¿El hecho de que muchos dirigentes sindicales no aceptan
las nuevas tareas y métodos y se inclinan a cultivar en su medio un espíritu de hostilidad hacia
los nuevos trabajadores?
¿O que las masas sindicalmente organizadas de trabajadores protestan con razón y
demuestran estar dispuestas inevitablemente a echar a los nuevos trabajadores que se niegan a
corregir los inútiles y perjudiciales excesos de la burocracia?
¿O que alguien se niega a comprender las ―nuevas tareas y métodos‖?
¿O que alguien está haciendo un torpe intento de ocultar la defensa de ciertos excesos
inútiles y perjudiciales de la burocracia con una sarta de palabras sobre las nuevas tareas y
métodos?
Esta es la esencia de la polémica que el lector debe tener en cuenta.
La democracia formal y el interés revolucionario
―La democracia obrera es ajena a los fetiches‖, escribe el camarada Trotsky en sus tesis, que son
el ―fruto de un trabajo colectivo‖. ―Lo único que le importa es el interés revolucionario‖ (tesis
23).
Sobre el Trotskismo 179
Con estas tesis el camarada Trotsky se ha metido en una desagradable historia. Lo que en
ellas hay de correcto, no es nuevo, y además, se vuelve contra él. Lo que hay de nuevo es
completamente erróneo.
He copiado las proposiciones correctas del camarada Trotsky. Se vuelven contra él, no sólo
respecto del punto de la tesis 23 (la Dirección Política del Comisariato de Transportes), sino
también respecto de los otros.
Según las normas de la democracia formal, Trotsky tenía derecho a presentar una
plataforma fraccionista incluso contra todo el CC. Eso es indiscutible. También es indiscutible
que el CC, con su resolución sobre libertad de discusión aprobada el 24 de diciembre de 1920,
sancionó ese derecho formal. Bujarin, el amortiguador, reconoce a Trotsky ese derecho formal,
pero se lo niega a la organización de Petrogrado, probablemente porque el 30 de diciembre de
1920, él mismo llegó al extremo de hablar de la ―sagrada consigna de la democracia obrera‖ (p.
45 de las actas taquigráficas)…
Bien, ¿y qué hay del interés revolucionario?
¿¿Podrá cualquier persona seria que no se haya dejado cegar por la egolatría fraccionista del
―Comité Central del Transporte‖ o de la fracción ―amortiguadora‖, podrá alguien que esté en su
sano juicio decir que semejante declaración sobre los sindicatos emitida por un tan destacado
dirigente como Trotsky promueve el interés revolucionario??
¿Se puede negar que, incluso si las ―nuevas tareas y métodos‖ de Trotsky fueran tan justos
como falsos son en realidad (de lo que hablaremos más adelante), su mismo enfoque sería
perjudicial para él mismo, para el partido, el movimiento sindical, la educación de millones de
miembros de los sindicatos y la república?
Parecería como si el bueno de Bujarin y su grupo se llamaran a sí mismos ―amortiguador‖
porque han resuelto decididamente no pensar en las obligaciones que implica ese nombre.
El peligro político de las divisiones en el movimiento sindical
Todos saben que a veces surgen grandes discrepancias de diferencias minúsculas, que
pueden parecer al principio completamente insignificantes. Una herida leve o un rasguño, como
los que todos han tenido durante su vida, puede llegar a ser muy peligroso e incluso fatal si se
infecta y si se produce una septicemia. Esto puede ocurrir en cualquier tipo de conflicto, incluso
de orden personal. Esto ocurre también en política.
Cualquier diferencia, incluso la más insignificante, puede llegar a ser políticamente
peligrosa si existe la posibilidad de que se transforme en una división, y me refiero al tipo de
división que llega a sacudir y destruir todo el edificio político, o que conduce, empleando la
metáfora del camarada Bujarin, a un choque.
Está claro que en un país que está bajo la dictadura del proletariado, una división en las filas
del proletariado o entre el partido proletario y la masa del proletariado no es sólo peligrosa, es
extremadamente peligrosa, en especial cuando el proletariado constituye una pequeña minoría de
la población. Y las divisiones en el movimiento sindical (que como traté de subrayar con fuerza
en mi discurso del 30 de diciembre de 1920, es un movimiento del proletariado casi totalmente
organizadod) significa precisamente una división en la masa del proletariado.
Por ello, cuando se ―destapó todo‖ en la V Conferencia de toda Rusia de Sindicatos el 2-6 de
noviembre de 1920 (y allí comenzó exactamente), y cuando inmediatamente después de la
Conferencia... no, me equivoco, durante esa Conferencia, ante el Buró Político se presentó muy
enojado el camarada Tomski y, con el total respaldo del camarada Rudzutak, el hombre más
moderado, comenzó a explicar que el camarada Trotsky había hablado en la Conferencia de
Sobre el Trotskismo 180
―sacudir‖ a los sindicatos, y que él, Tomski, se había opuesto; allí y en ese momento llegué a la
conclusión de que en el fondo de la controversia estaba la política (es decir, la política sindical
del partido) y que el camarada Trotsky con su política de ―sacudida‖ contra el camarada Tomski,
estaba totalmente equivocado. Pues, incluso si la política de la “sacudida” estuviera
parcialmente justificada por las ―nuevas tareas y métodos‖ (tesis 12 de Trotsky), en el momento
y en la situación presentes no puede tolerarse, porque implica la amenaza de una división.
Al camarada Trotsky le parece ahora que atribuirle la política de la ―sacudida desde arriba‖
es ―una parodia absoluta‖ (L. Trotsky, Respuesta a los camaradas de Petrogrado, en Pravda,
núm. 9, del 15 de enero de 1921). Pero ―sacudida‖ se ha convertido en una verdadera ―muletilla‖
no sólo porque después de ser lanzada por Trotsky en la V Conferencia de toda Rusia de
Sindicatos ―prendió‖, podría decirse, en todo el partido y los sindicatos. Lamentablemente sigue
siendo verdad incluso hoy, en el sentido más profundo, que resume solo todo el espíritu, toda la
tendencia del folleto plataforma El papel y las tareas de los sindicatos. El folleto plataforma del
camarada Trotsky está impregnado del espíritu de la política de la ―sacudida desde arriba‖. Basta
recordar la acusación hecha contra el camarada Tomski o ―muchos otros dirigentes sindicales‖
de que ¡―se inclinan a cultivar en su medio un espíritu de hostilidad hacia los nuevos
trabajadores‖!
Pero mientras que la V Conferencia de toda Rusia de Sindicatos (2-6 de noviembre de 1920)
sólo reveló los gérmenes de una atmósfera preñada de divisiones, la división dentro del Comité
Central del Transporte se convirtió en un hecho a principios de diciembre de 1920.
Este acontecimiento es fundamental y esencial para comprender la esencia política de
nuestras controversias, y los camaradas Trotsky y Bujarin se equivocan si piensan que será de
alguna ayuda silenciarlo. Silenciar en este caso, no produce un efecto ―amortiguador‖, sino que
enciende pasiones; pues el problema no sólo fue puesto en primer plano por los acontecimientos,
sino subrayado por el camarada Trotsky en su folleto plataforma. Es ese folleto precisamente, el
que plantea en forma reiterada en los pasajes que he citado y sobre todo en la tesis 12, el
problema de si el fondo del asunto no es que ―muchos dirigentes sindicales se inclinan a cultivar
en su medio un espíritu de hostilidad hacia los nuevos trabajadores‖, o que la ―hostilidad‖ de las
masas es legítima, en vista de ciertos excesos burocráticos inútiles y perjudiciales, por ejemplo,
en el Comité Central del Transporte.
El problema fue clara y correctamente planteado por el camarada Zinóviev, en su primer
discurso del 30 de diciembre de 1920, cuando dijo que habían sido ―los desenfrenados
partidarios de Trotsky‖ los que habían provocado una división. ¿Será quizá por eso que el
camarada Bujarin se refirió en forma ofensiva al discurso del camarada Zinóviev diciendo que
era ―puro jarabe de pico‖? Pero cualquier miembro del partido que lea las actas taquigráficas de
la discusión del 30 de diciembre de 1920 comprobará la injusticia de este reproche. Verá que es
el camarada Zinóviev quien cita los hechos y se apoya en ellos, y que son Trotsky y Bujarin
quienes se dejan llevar por una ―verbosidad‖ intelectual carente de realidad.
Cuando el camarada Zinóviev dijo: ―El Comité Central del Transporte tiene pies de barro y
ya se ha dividido en tres partes‖, el camarada Sosnovski lo interrumpió y dijo:
―Eso fue alentado por ustedes‖ (Actas taquigráficas, p. 15).
Esta es una acusación grave. Si llegara a comprobarse, no habría por cierto lugar para los
culpables de alentar una división, aunque más no fuera en un solo sindicato, ni en el CC, ni en el
PCR, ni en los sindicatos de nuestra república. Por fortuna la grave acusación fue lanzada
irreflexivamente por un camarada que, lamento decirlo, más de una vez se ―dejó llevar‖ por
Sobre el Trotskismo 181
polémicas irreflexivas con anterioridad. El camarada Sosnovski incluso se ha ingeniado para
meter ―una mosca en la miel‖ de sus artículos, por otra parte excelentes, por ejemplo, acerca de
la propaganda de la producción, y ello va en detrimento de todos sus valores. Algunas personas
(como el camarada Bujarin) están tan bien moldeadas que son incapaces de inyectar veneno en
sus ataques, incluso cuando la lucha se torna encarnizada; otras, no tan bien moldeadas, son
propensas a hacerlo, y lo hacen demasiado a menudo. Haría bien el camarada Sosnovski en tener
más cuidado e incluso pedir ayuda a sus amigos.
Pero, dirán algunos, la acusación existe, aunque haya sido hecha en forma irreflexiva,
desafortunada y evidentemente ―fraccionista‖. Cuando se trata de un asunto grave, es preferible
una verdad mal formulada que un ocultamiento.
Que el asunto es grave, es algo que está fuera de duda, pues, permítanme repetirlo, en esto
reside el nudo del asunto, en mayor medida de lo que por lo general se sospecha. Disponemos
por fortuna de datos suficientemente objetivos y concluyentes como para dar una respuesta de
fondo a lo que plantea el camarada Sosnovski.
En primer lugar, en la misma página de las actas taquigráficas está la declaración del
camarada Zinóviev, quien no sólo replicó al camarada Sosnovski ―¡no es cierto!‖, sino que se
refirió con precisión a hechos concluyentes. El camarada Zinóviev demostró que la acusación del
camarada Trotsky (hecha evidentemente, permítanme agregar, en un arranque de entusiasmo
fraccionista) era muy diferente de la del camarada Sosnovski; la acusación del camarada Trotsky
consistía en que la intervención del camarada Zinóviev en la conferencia de toda Rusia del PCR
de septiembre había ayudado a provocar o había provocado la división. (Esta acusación, dicho
sea entre paréntesis, es completamente insostenible, aunque más no sea porque el Comité Central
y el partido aprobaron en esencia la intervención de Zinóviev de septiembre, y hasta ahora nadie
la ha cuestionado formalmente.) ,
El camarada Zinóviev respondió que en la reunión del CC, el camarada Rudzutak había
utilizado las actas para demostrar que “muchos antes de cualquiera de mis discursos [de
Zinóviev] y de la Conferencia de toda Rusia, el problema [relativo a ciertos excesos burocráticos
en el Comité Central del Transporte, injustificables y perjudiciales] había sido analizado en
Siberia, en el Volga, en el norte y en el sur‖.
Es una exposición de hechos absolutamente precisa y clara. La hizo Zinóviev en su primer
discurso ante miles de los miembros más responsables del PCR, y los hechos por él presentados
no fueron refutados ni por el camarada Trotsky, que con posterioridad habló dos veces, ni por el
camarada Bujarin que también habló con posterioridad.
En segundo lugar, la resolución de la reunión plenaria del CC del PCR del 7 de diciembre de
1920, a propósito de la controversia entre los comunistas del Transporte por agua y el grupo
comunista en la conferencia del Comité Central del Transporte, que figura en las mismas actas
taquigráficas, fue una refutación de las acusaciones del camarada Sosnovski, aún más precisa y
autorizada. La parte de la resolución que se refiere al Comité Central del Transporte dice:
―En relación con la controversia entre el Comité Central del Transporte y los trabajadores
del transporte por agua, el CC resuelve: 1) Crear dentro del CCT unificado, una Sección de
transporte por agua; 2) Convocar, en febrero, un congreso de trabajadores ferroviarios y del
trasporte por agua, para realizar elecciones regulares a un nuevo CCT; 3) Autorizar al antiguo
CCT para continuar en sus funciones hasta entonces; 4) Suprimir inmediatamente la Sección
Política Central de Transporte por agua y la Sección Política Central de Transportes y transferir
todos sus fondos y recursos al sindicato sobre la base de una democracia normal‖.
Sobre el Trotskismo 182
Esto demuestra que, lejos de censurarlos, se considera que los trabajadores del transporte por
agua tienen razón en todo lo esencial. Sin embargo, ninguno de los miembros del CC que
suscribieron la plataforma común del 14 de enero de 1921 (excepto Kámenev) votó en favor de
la resolución. (Me refiero a la plataforma sobre El papel y las tareas de los sindicatos. Proyecto
de resolución del X Congreso del PCR presentada al CC por un grupo de miembros del CC y de
la comisión sindical. Entre quienes la suscribieron estaba Lozovski, miembro de la comisión
sindical, pero no del CC. Los otros eran: Tomski, Kalinin, Rudzutak, Zinóviev, Stalin, Lenin,
Kámenev, Petrovski y Artiom Serguéiev).
Esta resolución fue aprobada en contra de los miembros del CC antes enumerados, es decir,
en contra de nuestro grupo, porque nosotros nos oponíamos a que se permitiera continuar
temporalmente al antiguo Comité Central del Transporte. Debido a que nuestro triunfo era
seguro, Trotsky se vio obligado a votar por la resolución de Bujarin, pues de otro modo nuestra
resolución habría sido aprobada. El camarada Ríkov, que en noviembre estaba con Trotsky,
participó en el análisis de la controversia entre el Comité Central del Transporte y los
trabajadores del transporte por agua hecho por la comisión sindical y en diciembre, comprobó
que la razón la tenían los últimos.
Resumiendo: el 7 de diciembre la mayoría en el CC estaba compuesta por Trotsky, Bujarin,
Preobrazhenski, Serebriákov y otros miembros del CC que están fuera de toda sospecha de
parcialidad contra el Comité Central del Transporte. Sin embargo, la esencia de su resolución no
censura a los trabajadores del transporte por agua, sino al CCT, con la única salvedad de que se
opusieron a su disolución inmediata. Esto demuestra que la acusación de Sosnovski era
completamente inconsistente.
Para no dar lugar a confusión, debemos ocuparnos de otro punto. ¿En qué consistían esos
―ciertos excesos burocráticos injustificables y perjudiciales‖ a que me he referido repetidas
veces? ¿No será esta acusación infundada o exagerada?
Una vez más fue el camarada Zinóviev quien, en su primera intervención del 30 de
diciembre de 1920, dio la respuesta, que no podía ser más precisa. Leyó una frase de la circular
del camarada Zof del transporte por agua (del 3 de mayo de 1920)45
: ―desaparece la rutina de
comité‖. Con mucha razón el camarada Zinóviev dijo que eso era un error fundamental.
Constituye un ejemplo de los excesos burocráticos injustificables y perjudiciales y del ―sistema
de designaciones‖. Pero señaló en seguida que algunas de las personas designadas ―estaban lejos
de ser tan expertas y probadas‖ como el camarada Zof. He oído hablar del camarada Zof en el
CC como de un trabajador muy valioso, y mis observaciones en el Consejo de Defensa lo
confirman plenamente. A nadie se le ha pasado por la cabeza convertir a esos camaradas en
chivos emisarios o minar su autoridad (como sugiere el camarada Trotsky, sin razón alguna, en
la pág. 25 de su informe). No minan la autoridad de los ―designados‖ quienes tratan de corregir
sus errores, sino quienes tratan de defenderlos incluso cuando se equivocan.
Vemos por consiguiente que el peligro de división dentro del movimiento sindical no era
imaginario sino real. Y nos encontramos con que las diferencias existentes, en realidad se
reducían a reclamar que ciertos excesos burocráticos injustificables y perjudiciales y el sistema
de designaciones no fuesen defendidos o justificados, sino corregidos. Eso es todo.
Divergencias de principio
Puesto que existen divergencias de principio profundas y fundamentales –bien podrían
preguntarnos–, ¿no se justifican las declaraciones más violentas y más fraccionistas? ¿No se
Sobre el Trotskismo 183
puede justificar hasta una división, siempre que sea necesario imponer una idea completamente
nueva?
Creo que sí, siempre, por supuesto, que las divergencias sean en realidad muy profundas y
no haya otro modo de corregir una corriente equivocada en la política del partido o de la clase
obrera.
Pero sucede que no existen tales divergencias. El camarada Trotsky ha tratado de señalarlas
y no ha podido. Antes de la publicación de su folleto (25 de diciembre) era posible –y necesario–
ensayar un acercamiento conciliador (―un tal acercamiento queda descartado incluso en el caso
de que existan divergencias y tareas nuevas dudosas‖); pero después de su publicación, tuvimos
que decir: el camarada Trotsky está profundamente equivocado en lo que se refiere a todos sus
nuevos puntos.
Eso se hace evidente sobre todo si se comparan sus tesis con las de Rudzutak, que fueron
aprobadas por la V Conferencia de toda Rusia de Sindicatos (2-6 de noviembre). Cité estas
últimas en mi discurso del 30 de diciembre y en Pravda del 21 de eneroe. Son más completas y
correctas que las de Trotsky, y allí donde éste último difiere de Rudzutak, se equivoca.
Tomemos la célebre ―democracia de la producción‖, que el camarada Bujarin se apresuró a
incluir en la resolución del CC del 7 de diciembre. Sería por cierto ridículo sutilizar sobre este
término, torpe y artificiosamente intelectual (―adornos‖), si hubiese sido empleado en un
discurso o un artículo. ¡Pero, después de todo, los propios Trotsky y Bujarin se colocaron en una
posición ridícula al insistir en sus tesis precisamente en este término, que es el rasgo que
diferencia sus ―plataformas‖ de las tesis de Rudzutak aprobadas por los sindicatos!
El término es teóricamente erróneo. En última instancia, todo tipo de democracia, como
superestructura política en general (que tiene que existir mientras no se hayan abolido las clases
y no se haya instaurado una sociedad sin clases), está al servicio de la producción y en esencia
está determinada por las relaciones de producción en una sociedad dada. No tiene sentido, por lo
tanto, destacar la ―democracia de la producción‖, pues eso lleva a confusiones y no dice nada.
Eso, primero.
Segundo, si ustedes observan la explicación que da el propio Bujarin en la resolución de la
sesión plenaria del CC del 7 de diciembre, que él redactó, verán que dice: ―Por lo tanto, los
métodos de la democracia obrera deben ser los de la democracia, de la producción, que
significa...‖ ¡Observen ese ―que significa‖! Lo cierto es que Bujarin inicia su llamamiento a las
masas con un término tan exótico que debe explicarlo. Esto, a mi entender, es no democrático
desde el punto de vista democrático. Hay que escribir para las masas sin emplear términos que
necesiten una explicación. Esto es malo desde el punto de vista ―de la producción‖, porque se
pierde tiempo explicando términos innecesarios ―que significa –dice–, que todas las elecciones,
la presentación de candidatos, etc., deben realizarse teniendo en cuenta no sólo su firmeza
política sino también su capacidad práctica, su experiencia administrativa, sus condiciones de
dirigente, y su probada preocupación por los intereses materiales y espirituales de los
trabajadores‖.
El argumento es evidentemente artificial e incorrecto. Por lo pronto, la democracia es algo
más que ―elecciones, presentación y apoyo de candidatos, etc.‖ Por otra parte, no todas las
elecciones deben realizarse teniendo en cuenta la firmeza política y capacidad práctica. A
despecho de Trotsky, en una organización de varios millones de personas debe haber un cierto
porcentaje de solicitantes y burócratas (no podremos prescindir de buenos burócratas por muchos
años). Pero no hablamos de democracia de ―solicitantes‖ o de ―burócratas‖.
Sobre el Trotskismo 184
Tercero, es erróneo tener en cuenta sólo a los elegidos, a los organizadores, los
administradores, etc. Después de todo, constituyen una minoría de hombres destacados. Es a la
masa, al hombre común, a quien hay que tener en cuenta. Rudzutak lo dice en términos más
simples, más comprensibles, y teóricamente más correctos (tesis 6):
―...hay que hacer comprender a todos los que participan en la producción, que sus tareas en
ella son necesarias e importantes; que cada uno debe colaborar no sólo cumpliendo sus tareas,
sino también participando conscientemente en la corrección de cualquier defecto técnico y de
organización en el ámbito de la producción‖.
Cuarto, la ―democracia de la producción‖ es un término que se presta a falsas
interpretaciones. Se puede entender como negación de la dictadura y de la autoridad personal. Se
puede entender como suspensión de la democracia corriente o como un pretexto para burlarla.
Ambas interpretaciones son perjudiciales y para evitarlas habría que recurrir a largos
comentarios especiales.
La sencilla exposición de Rudzutak de esas mismas ideas es más acertada y más fácil. Esto
lo confirma indirectamente el paralelo que hace Trotsky de ―democracia militar‖ con su propia
expresión, en un artículo ―La democracia de la producción‖ publicado en Pravda del 11 de
enero, y que no refuta la inexactitud e inconveniencia de su expresión (pues elude toda la
cuestión y no compara sus tesis con las de Rudzutak). Felizmente, que yo recuerde, jamás hemos
tenido discusiones fraccionistas sobre esa clase de expresión.
La ―atmósfera de la producción‖ de Trotsky es aún más desafortunada, y tenía buenas
razones Zinóviev para reírse de ella. Esto enojó mucho a Trotsky que salió con este argumento:
―Tuvimos en un tiempo una atmósfera de guerra [...] Ahora necesitamos una atmósfera de
producción, y no sólo en la superficie, sino en lo profundo de la masa obrera. Debe traducirse en
un interés en la producción tan intenso y real, como el que existió antes en los frentes…‖. Bien,
de eso se trata: hay que llevar el mensaje ―a lo profundo de la masa obrera‖ con el lenguaje de las
tesis de Rudzutak, porque ―atmósfera de la producción‖ sólo merecerá una sonrisa o un
encogerse de hombros. La ―atmósfera de la producción‖ del camarada Trotsky tiene, en esencia,
el mismo significado que propaganda de la producción, pero hay que evitar semejantes
expresiones cuando la propaganda de la producción está dirigida a los obreros en general. Esta
expresión constituye un ejemplo de cómo no hay que realizarla entre las masas.
Política y economía. Dialéctica y eclecticismo
Es extraño tener que volver sobre problemas tan elementales, pero por desgracia, Trotsky y
Bujarin nos obligan a hacerlo. Ambos me reprocharon que ―sustituía‖ el problema o que mi
enfoque era ―político‖, mientras que el de ellos era ―económico‖. Bujarin lo dice incluso en sus
tesis y trató de ―colocarse por encima‖ de ambos bandos, como para decir que combinaba los
dos.
Es un error teórico imperdonable. Volví a repetir mi discurso que la política es expresión
concentrada de la economía, porque ya antes había oído reprochar mi enfoque ―político‖ de
manera absurda y totalmente inadmisible para un marxista. La política debe tener prioridad sobre
la economía. Razonar de otro modo es olvidar el abecé del marxismo.
Sobre el Trotskismo 185
¿Quizá mi apreciación política es errónea? Si piensan que sí, díganlo y demuéstrenlo. Pero
ustedes olvidan el abecé del marxismo cuando dicen (o dan a entender) que el enfoque político es
equivalente al ―económico‖ y que ustedes pueden abarcar ―lo uno y lo otro‖.
El enfoque político, en otras palabras, significa que la actitud equivocada hacia los
sindicatos liquidará el poder soviético y derribará la dictadura del proletariado. (En un país
campesino como Rusia, con toda seguridad el poder soviético se desmoronaría en el caso de
producirse una división entre los sindicatos y un partido que estuviera equivocado). Se puede (y
se debe) verificar la esencia de esta proposición, lo que significa examinar las verdades y los
errores del enfoque y tomar una decisión. Pero decir: yo ―aprecio‖ el enfoque político de ustedes
“pero” es solamente político y “también” necesitamos un enfoque ―económico‖, equivale a
decir: yo ―aprecio‖ la opinión de ustedes de que al dar semejante paso uno se expone a romperse
la cabeza, pero ustedes deben tener también en cuenta que es mejor estar bien alimentado y
vestido que desnudo y hambriento.
La insistencia de Bujarin por combinar el enfoque político con el económico lo ha hecho
caer en el eclecticismo teórico.
Trotsky y Bujarin aparentan estar preocupados por el aumento de la producción y nos
presentan como si a nosotros sólo nos interesara la democracia formal. Esto es falso, pues la
única formulación del problema (que el punto de vista marxista admite) es: sin un acertado
enfoque político del problema, la clase dada no podrá retener su dominación y por consiguiente,
tampoco podrá resolver su problema de producción.
Vayamos a un ejemplo concreto. Zinóviev dice: ―Cometen ustedes un error político al llevar
las cosas a una división en los sindicatos. Ya en enero de 1920 hablé y escribí sobre el aumento
de la producción, poniendo como ejemplo la construcción de baños públicos‖. Trotsky responde:
―Valiente cosa un folleto con el ejemplo de los baños públicos [p. 29], y `ni una sola palabra'
sobre las tareas de los sindicatos‖ [p. 22].
Eso es falso. El ejemplo de los baños públicos vale, perdonen el juego de palabras, diez
―atmósferas de producción‖ con un puñado de ―democracias de la producción‖ dentro de ellas.
Demuestra a las masas, al grueso de ellas, lo que tienen que hacer los sindicatos y lo hace en
forma sencilla y comprensible, mientras que todas esas ―atmósferas de producción‖ y
―democracias‖ es echar tierra a los ojos de las masas obreras y dificultar su comprensión.
El camarada Trotsky también me reprochó ―no haber dicho ni una palabra‖ (p. 66) sobre ―el
papel que deben cumplir –y cumplen– las palancas conocidas como aparato sindical‖.
Perdón, camarada Trotsky: al dar lectura a las tesis íntegras de Rudzutak y apoyarlas, hice
una declaración sobre el problema, más completa, sencilla, clara y más acertada que todas las
tesis suyas, su informe o co-informe y su contestación en el debate. Insisto en que los premios en
especie y los tribunales disciplinarios de compañeros significan muchísimo más para el
desarrollo económico, la dirección industrial y una mayor participación de los sindicatos en la
producción que las frases completamente abstractas (y por consiguiente vacías) sobre la
―democracia de la producción‖, la ―vinculación‖, etc.
Detrás del esfuerzo por exponer el punto de vista ―de la producción‖ (Trotsky) o por superar
el enfoque político unilateral y combinarlo con un enfoque económico (Bujarin), hallamos:
1) abandono del marxismo, expresado en la definición ecléctica, teóricamente incorrecta, de
la relación entre la política y la economía;
Sobre el Trotskismo 186
2) defensa u ocultamiento del error político que se expresa en la política de la sacudida,
presente en todo el folleto plataforma de Trotsky, y que, si no se reconoce y corrige, lleva a la
ruina de la dictadura del proletariado;
3) un paso atrás en cuestiones puramente económicas y de producción, y en el problema de
cómo aumentar la producción; en realidad, es dar un paso atrás, de las tesis prácticas de
Rudzutak, con sus tareas concretas, vitales y urgentes (desarrollen la propaganda de la
producción, aprendan a distribuir en debida forma los premios en especie y a emplear en forma
correcta la coerción, a través de tribunales disciplinarios de camaradas) a las tesis generales
petulantes, abstractas, ―vacías‖ y teóricamente erróneas, en las que se ignora todo lo práctico y
concreto.
Esa es la verdadera posición respecto de este problema de la política y la economía, de
Zinóviev y mía por una parte, y de Trotsky y Bujarin, por la otra.
No puedo, por consiguiente, dejar de sonreír al leer la objeción del camarada Trotsky en su
intervención del 30 de diciembre: ―Al cerrar el debate sobre la situación en el VIII Congreso de
Soviets, dijo el camarada Lenin que debíamos ocuparnos menos de la política y más de la
economía, pero, cuando llegamos al problema de los sindicatos, puso el acento en el aspecto
político del asunto‖ (p. 65). A Trotsky estas palabras le parecieron ―muy apropiadas‖. Sin
embargo, revelan en realidad una increíble confusión de ideas, una ―confusión ideológica‖ por
completa irremediable. Siempre he dicho, naturalmente, y seguiré diciéndolo, que debemos
ocuparnos más de economía y menos de política, pero para lograrlo, debemos librarnos,
evidentemente, de los peligros políticos y de los errores políticos. Los errores políticos del
camarada Trotsky, agravados por el camarada Bujarin, distraen la atención de nuestro partido de
las tareas económicas y del trabajo ―de producción‖, y por desgracia, nos hacen perder tiempo
corrigiéndolos, discutiendo la desviación sindicalista (que lleva a la ruina de la dictadura del
proletariado), objetando el enfoque incorrecto del movimiento sindical (que lleva a la ruina del
poder soviético), y debatiendo ―tesis‖ generales, en vez de dedicarnos a una discusión
―económica‖ práctica y concreta, sobre si fueron los obreros de los molinos harineros Sarátov,
los mineros del Donbás, los metalúrgicos de Petrogrado o algún otro grupo, quienes obtuvieron
los mejores resultados en la vinculación, en la distribución de premios en especie y en la
organización de tribunales de camaradas, sobre la base de las tesis de Rudzutak, aprobadas por la
V Conferencia de toda Rusia de Sindicatos, del 2-6 de noviembre.
Veamos cuál es el provecho de una ―discusión amplia‖. Volvemos a encontrar errores
políticos que distraen la atención de las tareas económicas. Yo estaba en contra de esa discusión
―amplia‖ y consideraba, y aún considero, que era un error –un error político– por parte del
camarada Trotsky, perturbar la labor de la comisión sindical, que debía realizar una discusión
práctica. Creo que el grupo amortiguador de Bujarin cometió el error político de no comprender
la función del amortiguador (y volvieron a reemplazar la dialéctica por el eclecticismo) pues,
desde el punto de vista del ―amortiguador‖, debieron haberse opuesto firmemente a toda
discusión amplia y reclamado que el asunto fuera trasladado a la comisión sindical. Esto fue lo
que ocurrió.
El 30 de diciembre, Bujarin llegó al extremo de afirmar que ―hemos proclamado la nueva y
sagrada consigna de la democracia obrera, que significa que los problemas no habrán de
discutirse más en la sala del consejo, dentro del gremio, o en reuniones pequeñas, sino que serán
llevados ante grandes asambleas. Insisto que al traer el problema sindical ante una asamblea tan
numerosa como ésta, no damos un paso atrás, sino adelante (p. 45). ¡Y este hombre ha acusado a
Sobre el Trotskismo 187
Zinóviev de charlar en vano y de exagerar la democracia! ¡Esto es charla vana y ―chapucería‖!
¡No ha comprendido en absoluto que la democracia debe estar subordinada al interés
revolucionario!
Trotsky se ha embarcado en lo mismo. Su acusación es que ―Lenin quiere, a toda costa,
desbaratar o archivar la discusión sobre la esencia del problema‖ (p. 65). Declara: ―En el CC
expuse claramente mis razones para negarme a trabajar en la comisión; mientras no se me
permita, al igual que a todos los demás camaradas, exponer plenamente estos problemas en la
prensa del partido, no espero que salga nada bueno de un análisis de estas cuestiones en círculo
reducido y por consiguiente del trabajo en la comisión‖ (p. 69).
¿Cuál fue el resultado? No había pasado un mes cuando Trotsky inició su ―discusión
amplia‖, el 25 de diciembre, y difícilmente encontrarán un miembro responsable del partido de
cada cien que no esté harto de la discusión y no haya comprendido su inutilidad (para no decir
algo peor). Porque Trotsky ha hecho perder tiempo al Partido en una discusión sobre palabras y
tesis malas, y se ha burlado de la discusión económica práctica en la comisión –calificándola de
análisis en un ―círculo reducido‖–, la cual debía estudiar y verificar la experiencia práctica y
proyectar sus enseñanzas para avanzar en el verdadero trabajo ―de producción‖, en lugar de
retroceder de la vibrante actividad a una gimnasia escolástica en todo tipo de ―atmósferas de
producción‖.
Tomen la célebre ―vinculación‖. Mi opinión, el 30 de diciembre, fue que no habláramos del
asunto, porque no habíamos estudiado nuestra propia experiencia práctica, y sin ello, toda
discusión degeneraría inevitablemente en palabras inútiles y distraería a las fuerzas del partido
del trabajo económico. Dije que lo que proponía Trotsky en sus tesis, a saber, que de un tercio a
la mitad y de la mitad a los dos tercios de los consejos económicos deberían estar compuestos
por representantes de los sindicatos, constituía una burocrática proyectomaníag.
Bujarin me echó esto en cara y, como veo en la página 49 de las Actas, resolvió
demostrarme amplia y minuciosamente que ―cuando la gente se reúne a discutir algo, no se debe
fingir ser sordomudo‖ (¡literalmente está escrito en la página citada!). También se enojó Trotsky,
y exclamó:
―Ruego a todos que tomen nota que en este día el camarada Lenin calificó esto de un mal
burocrático; me tomo la libertad de predecir que dentro de unos meses habremos aceptado para
guía y para tener en cuenta que el Consejo Central de Sindicatos de toda Rusia y el Consejo
Superior de Economía Nacional, el CC del Sindicato metalúrgico y el Departamento de metales,
etc., tendrán de la mitad a un tercio de miembros comunes‖ (p. 68).
Cuando leí eso, pedí al camarada Milituin (vicepresidente del Consejo Superior de
Economía Nacional) que me facilitara los informes impresos existentes sobre la vinculación. Me
dijo: ―Por qué no empezar de a poco a estudiar nuestra experiencia práctica; es tan
insoportablemente aburrido enfrascarse en una `charla general del partido' (expresión de Bujarin,
p. 47, que tiene todas las posibilidades de convertirse en una muletilla, como la célebre
`sacudida') sin ningún fin útil, sin hechos, e inventando discrepancias, definiciones y
`democracias de la producción'‖.
El camarada Milituin me envió varios libros, entre ellos el Informe del CSEN al VIII
Congreso de toda Rusia de Soviets (Moscú, 1920; el prólogo está fechado, el 19 de diciembre de
1920.) En la página 14 hay un cuadro sobre la participación de los obreros en los organismos de
dirección. Este es el cuadro (que abarca sólo parte de los Consejos de Economía Nacional
Sobre el Trotskismo 188
Provinciales y las empresas): De ellos Aparato de Total Obre- Empleados dirección y otros
Presidium del CSEN y Consejos de Economía
Nacional Provinciales Organismos colectivos de Direcciones Generales, Departamentos,
Centros y comisiones centrales Direcciones de fábrica colectivas e individuales
Podrá verse que el 61,6 por ciento, o sea, más cerca de dos tercios que de la mitad del
personal de los organismos de dirección, está ahora constituido por obreros. Y ello demuestra
que lo que escribió Trotsky al respecto en sus tesis, es un ejercicio de proyectomanía burocrática.
Hablar, discutir y escribir plataformas sobre ―de dos tercios a la mitad‖ o ―de la mitad a dos
tercios‖, es el tipo más inútil de ―charla general del partido‖, que distrae tiempo, atención y
recursos del trabajo de producción. Es politiquería vacía. Mientras tanto, mucho de bueno podría
haberse hecho en la comisión, donde hombres con experiencia se habrían negado a escribir tesis
sin un estudio previo de los hechos, pidiendo la opinión, digamos, de alrededor de una docena de
―funcionarios comunes‖ (de entre miles), comprobando sus impresiones y conclusiones con
datos estadísticos objetivos y tratando de obtener una guía práctica para el futuro: siendo esa
nuestra experiencia, seguimos adelante, o modificamos algo nuestro rumbo, nuestros métodos y
nuestro enfoque, y cómo: ¿hacemos un alto, para bien de la causa, y verificamos las cosas una y
otra vez, realizamos algunos cambios acá y allá, etc., etc.?
Camaradas, un verdadero ―administrador‖ (¡permítanme también hacer alusión a la
―propaganda de la producción‖¡), sabe muy bien que incluso en los países más adelantados, los
capitalistas y los organizadores de los trusts, demoran años –a veces diez y más– en estudiar y
verificar su experiencia práctica (y la ajena), empezando de nuevo y corrigiendo continuamente
las cosas para confeccionar un sistema de administración, seleccionar administradores
principales y los administradores subordinados, etc., adecuados para su tarea particular. Esa fue
la ley bajo el capitalismo, que en todo el mundo civilizado basó su labor económica en la
experiencia y costumbres seculares. Y nosotros, que estamos roturando tierra nueva, debemos
realizar esfuerzos prolongados y pacientes para reeducar a los hombres y modificar las viejas
costumbres que nos legó el capitalismo, pero esto sólo se puede lograr poco a poco. El enfoque
de Trotsky es completamente equivocado. En su discurso del 30 de diciembre exclamó: ―¿Tienen
o no nuestros obreros, los funcionarios del partido y de los sindicatos, una educación en el campo
de la producción? Yo digo que no‖ (p. 29). Es un enfoque ridículo. Es como preguntar si una
división tiene suficientes botas de fieltro, ¿sí o no? Puede decirse con seguridad que incluso
dentro de diez años tendremos que reconocer que todos nuestros funcionarios del partido y de los
sindicatos no tienen suficiente preparación para la producción, del mismo modo que no tendrán
suficiente preparación militar los trabajadores del Departamento de Guerra, de los sindicatos y
del partido. Pero hemos iniciado la preparación en el campo de la producción al lograr que unos
mil obreros y miembros y delegados de los sindicatos participen en la dirección y dirijan
empresas, comisiones centrales, otros organismos superiores. El principio fundamental que está
en la base de la ―preparación para la producción‖ –que es la preparación de nosotros mismos, de
los viejos militantes ilegales y periodistas profesionales–, consiste en que iniciemos un estudio
esmerado y minucioso de nuestra propia experiencia práctica, y enseñemos a los demás a
hacerlo, según la norma: ―medir siete veces antes de cortar‖. La regla fundamental y absoluta
que está en la base de la ―preparación para la producción‖ es la verificación sistemática,
cautelosa, práctica y concreta de lo que han hecho esas mil personas, y una corrección de su
trabajo aún más eficiente y cuidadosa, dando un paso adelante sólo cuando existan amplias
pruebas de la utilidad de un método dado, un sistema de dirección, armonía, selección de gente,
Sobre el Trotskismo 189
etc. Y es esta regla la que infringe el camarada Trotsky, con sus tesis y su enfoque. Todas sus
tesis, su folleto plataforma íntegro son tan erróneos que han desviado la atención y los recursos
del partido del trabajo práctico ―de producción‖ hacia un montón de palabras vacías.
Dialéctica y eclecticismo. “Escuela” y “aparato”
Entre las muchas excelentes cualidades del camarada Bujarin, figuran su capacidad teórica y su
interés por llegar a la raíz teórica de cualquier problema. Es una cualidad muy valiosa, pues es
imposible comprender bien un error cualquiera, y mucho menos uno político, si no se ahonda
hasta llegar a sus raíces teóricas que están en determinadas premisas básicas conscientemente
aceptadas por quien lo comete.
Obedeciendo a su inclinación a profundizar teóricamente los problemas, el camarada
Bujarin quiso trasladar la controversia al plano teórico, empezando a hacerlo el 30 de diciembre,
si no antes.
―Considero absolutamente legítimo –decía Bujarin el 30 de diciembre–, y completamente
indiscutible que no se puede ignorar ni el factor político ni el económico, y ésa es la esencia
teórica de lo que aquí se llama `grupo amortiguador' o su ideología‖ (p. 47).
La esencia de su error teórico consiste, en este caso, en la sustitución de la relación
dialéctica entre la política y la economía (que nos enseña el marxismo) por el eclecticismo. Su
actitud teórica es: ―por una y otra parte‖, ―lo uno y lo otro‖. Y esto es eclecticismo. La dialéctica
exige que se consideren todos los aspectos de las relaciones en su desarrollo concreto, y no un
remiendo de trozos y retazos. Demostré que así era con el ejemplo de la política y la economía.
El ejemplo del ―amortiguador‖ también lo pone en evidencia. Un amortiguador es necesario
y útil cuando el tren del partido se encamina hacia un desastre. Esto no se discute. Bujarin
planteó la tarea del ―amortiguador‖ eclécticamente, reuniendo cosas sueltas de Zinóviev y de
Trotsky. Como ―amortiguador‖, Bujarin debió determinar por sí mismo dónde, cuándo y cómo
cometió su error cada individuo o individuos, si era un error teórico, una falta de tacto político,
una declaración fraccionista, o una exageración, etc. Debió haber hecho eso y lanzarse con toda
violencia contra cada uno de esos errores. Pero no comprendió su tarea de ―amortiguador‖, y he
aquí una clara prueba de ello:
El grupo comunista del Buró de Petrogrado del CCT (CC del sindicato de trabajadores
ferroviarios y del transporte por agua), organización que simpatiza con Trotsky, declaró que, ―en
el problema fundamental del papel de los sindicatos en la producción, los camaradas Trotsky y
Bujarin sostienen criterios que son variedades de un mismo punto de vista‖. Editó, en forma de
folleto, el informe del camarada Bujarin en Petrogrado, el 3 de enero de 1921 (N. Bujarin, Las
tareas de los sindicatos, Petrogrado, 1921). En él se dice:
―La formulación original del camarada Trotsky era que debía cambiarse la dirección de los
sindicatos, y buscar los camaradas convenientes para que ocupen su lugar, etc. Anteriormente
había propiciado una `sacudida', pero ahora ha abandonado la idea y por lo tanto es absurdo
utilizarla como un argumento contra él‖ (p. 5).
Pasaré por alto las numerosas inexactitudes de esta exposición. (Trotsky empleó el término
―sacudida‖ en la V Conferencia de toda Rusia de sindicatos, 2-6 de noviembre. Habló de
―seleccionar la dirección‖ en el §5 de sus tesis, que presentó al CC el 8 de noviembre y que, por
otra parte, algunos de sus partidarios editaron como volante. Todo el folleto de Trotsky El papel
Sobre el Trotskismo 190
y las tareas de los sindicatos, del 25 de diciembre, revela la misma mentalidad, el mismo espíritu
que señalé antes. Cuándo y cómo ―abandonó‖ esa actitud, sigue siendo un misterio.) El tema que
ahora me ocupa es otro. Si el ―amortiguador‖ es un ecléctico, pasa por alto algunos errores y trae
a colación otros; no habla de ellos el 30 de diciembre de 1920 en Moscú, al dirigirse a miles de
funcionarios del PCR provenientes de toda Rusia; pero los trae a colación en Petrogrado, el 3 de
enero de 1921. Cuando el ―amortiguador‖ es un dialéctico, dirige todo el filo de su ataque contra
cada error que ve en cada una de las partes o en todas ellas. Y esto no lo hace Bujarin. Ni
siquiera trata de analizar el folleto de Trotsky desde el ángulo de la política de la ―sacudida‖.
Nada dice de ella, sencillamente. No es de extrañar que su actuación de amortiguador haya
hecho reír a todos.
Sigamos. En ese mismo discurso en Petrogrado (p. 7), dice Bujarin: ―El error del camarada
Trotsky consiste en que no defiende suficientemente el factor escuela de comunismo‖.
En la discusión del 30 de diciembre, Bujarin razonó así: ―El camarada Zinóviev ha dicho
que los sindicatos son una escuela de comunismo, y Trotsky dijo que son un aparato técnico y
administrativo para la dirección de la producción. No veo ninguna base lógica que demuestre el
error de una u otra proposición; ambas son justas, y también una combinación de las dos‖ (p. 48).
Igual cosa sostienen Bujarin y su ―grupo‖ o ―fracción‖ en su tesis 6: ― ... por una parte [los
sindicatos] son escuela de comunismo [...] y por la otra son –cada vez en mayor medida– parte
integrante del aparato económico y de la administración del Estado en general...‖ (Pravda, 16 de
enero).
Aquí es donde está el error teórico fundamental del camarada Bujarin, que consiste en
reemplazar la dialéctica marxista por el eclecticismo (muy popular entre los autores de diversos
sistemas filosóficos reaccionarios y ―de moda‖).
Cuando el camarada Bujarin habla de base ―lógica‖, todo su razonamiento demuestra que –
quizá en forma inconsciente– asume el punto de vista de la lógica formal o escolástica, y no el de
la lógica dialéctica o marxista. Explicaré esto con un pequeño ejemplo proporcionado por el
propio Bujarin. En la discusión del 30 de diciembre dijo:
―Camaradas, es posible que muchos de ustedes piensen que la actual controversia indica
algo así como: entran dos hombres y se desafían a definir el vaso que está junto al atril. Uno
dice: `es un cilindro de cristal, y ¡maldito sea quien diga lo contrario!'. El otro dice: `un vaso es
una vasija para beber, y ¡maldito sea quien diga lo contrario!'‖ (p. 46).
Podrá apreciar el lector que el ejemplo de Bujarin estaba destinado a darme una explicación
sencilla del daño que implican los juicios estrechos. Lo acepto agradecido, y con un sano espíritu
de reciprocidad doy una explicación sencilla de la diferencia entre la dialéctica y el eclecticismo.
Un vaso es, ciertamente, tanto un cilindro de cristal como una vasija para beber. Pero no son
éstas sus únicas propiedades, cualidades, o aspectos; los tiene en cantidad infinita, tiene una
cantidad infinita de interrelaciones e ―intermediaciones‖ con el resto del mundo. Un vaso es
también un objeto pesado que puede usarse como proyectil. Puede servir de pisapapeles, de
receptáculo para una mariposa cautiva, o ser un objeto de valor por la talla o los dibujos
artísticos, y nada tiene esto que ver con el hecho de que puede o no ser utilizado para beber, si es
de cristal, si es o no cilíndrico, etc., etc.
Por otra parte, si necesitara un vaso ahora mismo para beber, no tendría la menor
importancia que fuera perfectamente cilíndrico y que fuera realmente de cristal; lo que
importaría, sin embargo, sería que no estuviera agujereado en la base, o que no tuviera nada que
me lastimara los labios al beber, etc. Pero si yo no necesitara un vaso para beber, sino para un fin
Sobre el Trotskismo 191
para el que podría utilizar cualquier cilindro de vidrio, lo mismo me daría un vaso agujereado en
la base o no, etc.
La lógica formal, que es hasta donde llegan las escuelas (y deben llegar, con adecuados
compendios para los cursos inferiores), trata de definiciones formales, aborda lo que es más
corriente o evidente, y allí se detiene. Cuando se toma y combina al azar dos o más definiciones
diferentes (cilindro de cristal y una vasija para beber), obtenemos una definición ecléctica, que
denota los diferentes aspectos del objeto y nada más.
La lógica dialéctica exige que vayamos más adelante. Primero, para conocer realmente un
objeto, debemos considerar y examinar todos sus aspectos, sus conexiones e ―intermediaciones‖.
Esto es algo que no podemos pretender lograrlo nunca completamente, pero el principio de la
comprensión es la salvaguardia contra los errores y la inflexibilidad. Segundo, la lógica
dialéctica exige que el objeto sea tomado en su desarrollo, en su cambio, en su
―automovimiento‖ (como Hegel lo expresa a veces). Esto no se evidencia de inmediato
tratándose de un objeto como un vaso, pero tampoco éste permanece inmutable, y esto es
especialmente cierto en lo que se refiere a su utilidad, uso y conexión con el mundo que lo
circunda. Tercero, la ―definición‖ completa de un objeto, debe incluir toda la experiencia
humana como criterio de la verdad y como indicador práctico de su conexión con las necesidades
del hombre. Cuarto, la lógica dialéctica sostiene que ―la verdad siempre es concreta, nunca
abstracta‖, como gustaba decir el desaparecido Plejánov siguiendo a Hegel. (Entre paréntesis,
añadiré, para los jóvenes afiliados del partido, que no se puede pretender ser un comunista
auténtico, consciente, sin estudiar –y digo estudiar– todos los escritos filosóficos de Plejánov,
pues nada mejor se ha escrito sobre marxismo en ningún lugar del mundoh).
No he examinado, por supuesto, todo el concepto de lógica dialéctica, pero con lo dicho,
basta por ahora. Creo que podemos pasar del vaso a los sindicatos y a la plataforma de Trotsky.
―Por un lado, una escuela, y un aparato por el otro‖, dice Bujarin y lo escribe en sus tesis. El
error de Trotsky es que ―no defiende suficientemente el factor escuela de comunismo‖; el error
de Zinóviev es su indiferencia por el ―factor‖ aparato.
¿Por qué este razonamiento de Bujarin no es más que un eclecticismo inerte y vacío? Porque
no trata siquiera de hacer un análisis independiente, desde su propio punto de vista, ni del
desarrollo completo de la presente controversia (como lo exige incondicionalmente el marxismo,
es decir, la lógica dialéctica) ni de todo el enfoque de la cuestión, de todo el planteamiento –de
toda la orientación del planteamiento, si prefieren– de la cuestión, en este momento y en estas
circunstancias concretas. ¡No se advierte en Bujarin el menor intento de hacerlo! Su enfoque es
de una abstracción pura; no hace el menor intento de realizar un estudio concreto y toma trozos y
retazos de Zinóviev y de Trotsky. Eso es eclecticismo.
He aquí otro ejemplo para aclarar el panorama. No sé casi nada sobre los insurrectos y
revolucionarios de la China meridional (salvo dos o tres artículos de Sun Yat-sen y unos pocos
libros y artículos de periódicos que leí hace muchos años). Puesto que los levantamientos
existen, no es descabellado suponer que existe una controversia entre el chino No. 1, que dice
que el levantamiento es producto de la más aguda lucha de clases nacional, y el chino No. 2, que
afirma que la insurrección es un arte. Eso es todo lo que necesito para escribir tesis a la manera
de Bujarin: ―por una parte... por la otra‖. Uno no ha tenido en cuenta el ―factor‖ arte; el otro, el
―factor tirantez‖, etc. Porque no se hace un estudio concreto sobre esta controversia, esta
cuestión, este enfoque, etc., particulares, tenemos por resultado un eclecticismo muerto y vacío.
Sobre el Trotskismo 192
Por una parte, los sindicatos son una escuela y por la otra, un aparato: pero sucede que
también son una organización de trabajadores, una organización casi exclusiva de obreros
industriales, una organización por industriasi, etc., etc. Bujarin no hace el menor análisis propio,
no presenta asomo de evidencia para demostrar por qué debemos considerar los dos primeros
―aspectos‖ del problema u objeto, y no el tercero, el cuarto, el quinto, etc. Es por eso que las tesis
de su grupo son una burbuja de jabón ecléctica. Su planteamiento de la relación ―escuela-
aparato‖ es absolutamente ecléctico y equivocado.
La única forma de examinar el problema correctamente es pasar de las abstracciones vacías
a lo concreto, o sea, al actual tema de discusión. Ya sea que lo encaren ustedes en la forma que
tuvo en la V Conferencia de toda Rusia de Sindicatos o como la planteó y torció el propio
Trotsky en su folleto plataforma del 25 de diciembre, advertirán que todo su enfoque es
totalmente erróneo y que Trotsky escapó por la tangente. No ha comprendido que los sindicatos
pueden y deben considerarse como una escuela, tanto al plantear el problema del ―sindicalismo
soviético‖, como al hablar de propaganda de la producción en general, e incluso al considerar la
―vinculación‖ y la participación de los sindicatos en la dirección de la producción, como lo hace
Trotsky. Respecto de esto último, tal como está planteado en el folleto plataforma de Trotsky, el
error consiste en que no entiende que los sindicatos son una escuela de dirección técnica y
administrativa de la producción. En el contexto de la controversia no se puede decir: ―por una
parte, una escuela, y por la otra, algo distinto‖; de acuerdo con el enfoque de Trotsky, los
sindicatos, por donde se los mire, son una escuela. Son una escuela de unidad, de cohesión, de
dirección, de administración, donde se aprende a defender los intereses propios. En lugar de
hacer un esfuerzo por captar y corregir el error básico del camarada Trotsky, el camarada Bujarin
hace una pequeña corrección cómica: ―por una parte, por la otra‖.
Penetremos más en el problema. Veamos qué son los actuales sindicatos como ―aparato‖ de
dirección de la producción. Hemos visto, según datos incompletos, que alrededor de 900 obreros
–miembros y delegados de los sindicatos– dirigen la producción. Si multiplican este número por
diez, e incluso por cien –supongamos este ritmo increíble de ―avance‖ en un futuro inmediato, si
ello ayuda a aclarar el error básico de ustedes–, aún tendrán una muy pequeña proporción de
personas ocupadas en la dirección comparado con la masa de seis millones de miembros de los
sindicatos. Esto nos muestra con mayor claridad todavía que es completamente erróneo centrar la
atención en la ―capa dirigente‖, y hablar del papel de los sindicatos en la producción y de la
dirección de la producción, como lo hace Trotsky, olvidando que el 98,5 por ciento (6.000.000 -
90.000 = 5.910.000 = 98,5 por ciento del total) están estudiando y tendrán que seguir estudiando
durante mucho tiempo. No digan escuela y dirección, digan escuela de dirección.
En su alegato contra Zinóviev, el 30 de diciembre, a quien acusó, sin ningún fundamento y
en forma incorrecta, de negar el ―sistema de designación‖, es decir el derecho y el deber del CC
de hacer designaciones, el camarada Trotsky, inesperadamente, comete un desliz al hacer este
planteamiento opuesto muy peculiar: ―…Zinóviev tiende a sobreestimar el enfoque
propagandístico en cada cuestión práctica, olvidando que hay allí no solamente una fuente de
material para la agitación, sino también un problema que exige una solución administrativa‖ (p.
27).
Antes de explicar en detalle el posible enfoque administrativo del problema, diré que el error
fundamental del camarada Trotsky consiste en que trata (más bien, maltrata) los problemas que
él mismo plantea en su folleto plataforma como problemas administrativos siendo que éstos
podían y debían enfocarse sólo desde el ángulo de la propaganda.
Sobre el Trotskismo 193
En efecto. ¿Qué puntos buenos plantea Trotsky? Un punto indudablemente bueno y útil es
su propaganda de la producción, pero no figura en sus tesis, sino en sus discursos,
especialmente cuando olvida su desgraciada polémica con el ala supuestamente ―conservadora‖
de los dirigentes sindicales. Podría, sin duda, haber aportado (y estoy seguro que aportará)
mucho en la labor práctica de la comisión sindical, como orador y escritor y como miembro del
Buró de Propaganda de la Producción de toda Rusia. Sus ―tesis plataforma‖ fueron un error,
pues, a través de ellas, como un hilo rojo, se extiende el enfoque administrativo de la ―crisis‖ en
la organización sindical, de las ―dos tendencias‖ en los sindicatos, de la interpretación del
programa del PC de Rusia, del ―sindicalismo soviético‖ de la ―educación de la producción‖ y de
la ―vinculación‖. He enumerado todos los puntos principales de la ―plataforma‖ de Trotsky, y
resulta que todos son tópicos que, teniendo en cuenta el material de que disponía Trotsky, en este
momento sólo podían ser enfocados correctamente desde el ángulo de la propaganda.
El Estado es una esfera de coerción. Sería una locura renunciar a la coerción,
particularmente en la época de la dictadura del proletariado, de modo que el enfoque
administrativo y la ―dirección‖ son indispensables. El partido es el dirigente, la vanguardia del
proletariado, que gobierna directamente. La expulsión del partido, y no la coerción, es el medio
específico de que disponemos para influir sobre la vanguardia, y el medio para depurarla y
templarla. Los sindicatos son una reserva de poder estatal, una escuela de comunismo y una
escuela de gestión económica. En esta esfera, lo específico y fundamental no es la dirección sino
los “vínculos” “entre la dirección estatal central [y también local, naturalmente], la economía
nacional y las grandes masas de trabajadores [ver el programa del partido, §5 de la parte
económica, referente a los sindicatos]‖.
Todo el folleto plataforma de Trotsky revela un enfoque falso del problema y la
incomprensión de esta relación.
Supongamos que Trotsky hubiera enfocado en forma diferente el célebre problema de la
―vinculación‖ en relación con los demás temas de su plataforma, y que su folleto estuviese
dedicado por completo a una minuciosa investigación de, digamos, 90 de los 900 casos de
―vinculación‖ en que funcionarios y miembros de los sindicatos ocuparon simultáneamente
cargos electivos de dirección industrial en los sindicatos y en el CSEN. Supongamos que esos 90
casos hubiesen sido analizados junto con los resultados de una investigación estadística selectiva,
junto con los informes de los inspectores e instructores de la Inspección Obrera y Campesina y
de los correspondientes Comisariatos del Pueblo: supongamos que hubiesen sido analizados a la
luz de los datos suministrados por los organismos administrativos, de los resultados del trabajo,
de los avances de la producción, etc. Eso habría sido un enfoque administrativo correcto y habría
justificado plenamente la línea de la ―sacudida‖, que significa centrar la atención en las
remociones, traslados, designaciones y en los reclamos inmediatos que deben plantearse a la
―capa dirigente‖. Cuando el 3 de enero Bujarin dijo en su discurso, publicado por la gente del
Comité Central del Transporte de Petrogrado, que al principio Trotsky defendía la ―sacudida‖,
pero que ahora había abandonado la idea, cometió otro de sus errores eclécticos que es ridículo
desde el punto de vista práctico, y teóricamente inadmisible para un marxista. Encara el
problema en abstracto, no sabiendo (o no queriendo) entrar en materia. Mientras nosotros, el CC
del partido y todo el partido, dirijamos las cosas, es decir, gobernemos el Estado, jamás
prescindiremos, ni podemos prescindir, de la ―sacudida‖, o sea, de las remociones, los traslados,
las designaciones, los despidos, etc. Pero el folleto plataforma de Trotsky se ocupa de algo muy
distinto, y no plantea el ―problema práctico concreto‖. No fue esto lo que debatimos Zinóviev y
Sobre el Trotskismo 194
Trotsky, Bujarin y yo mismo, y en realidad todo el partido, sino las “tendencias dentro del
movimiento sindical‖ (final de la tesis 4 de Trotsky).
Esto, en esencia, es un problema político. Debido a la esencia del asunto –de este ―asunto‖
concreto, particular– es imposible corregir el error de Trotsky mediante pequeñas enmiendas y
aditamentos eclécticos, como ha estado tratando de hacer Bujarin, movido, indudablemente, por
los sentimientos e intenciones más humanos.
No cabe más que una respuesta.
Primero, hay que resolver en forma correcta el problema político de las ―tendencias dentro
del movimiento sindical‖, de la relación entre las clases, entre la política y la economía, del papel
específico del Estado, el partido y los sindicatos, como ―escuela‖ y aparato, etc.
Segundo, una vez adoptada la decisión política correcta, hay que llevar a cabo, o más bien,
llevar adelante sistemáticamente, con persistencia y paciencia durante largo tiempo, bajo el
auspicio y la dirección de una institución estatal, una campaña nacional diversificada de
propaganda de la producción.
Tercero, no hay que confundir los ―problemas prácticos concretos‖ con las cuestiones de
tendencias, que pertenecen propiamente al ámbito de la ―charla general del partido‖ y de las
amplias discusiones; hay que tratarlos como asuntos prácticos en las comisiones de trabajo, con
un examen de testigos y un estudio de minutas, informes y estadísticas. Y toda ―sacudida‖
necesaria debe realizarse sólo sobre esa base y en esas condiciones: sólo por decisión del
organismo soviético o de partido adecuado, o de ambos.
Pero Trotsky y Bujarin han hecho una mezcolanza de errores políticos en el enfoque, han
roto los vínculos intermedios, las correas de transmisión en el centro y han lanzado ataques
injustificables e inútiles a la ―gestión administrativa‖. Queda claro ahora dónde está la fuente
―teórica‖ del error – puesto que Bujarin reconoció esa fuente con su ejemplo del vaso. Su error
teórico –en este caso gnoseológico– consiste en la sustitución de la dialéctica por el eclecticismo.
Su enfoque ecléctico lo ha confundido y lo ha hecho desembocar en el sindicalismo. El error de
Trotsky consiste en su juicio unilateral, en su actitud compulsiva, la exageración y la
obstinación. Su plataforma dice que un vaso es una vasija para beber, pero sucede que este vaso
no tiene fondo.
Conclusión
Me falta examinar algunos puntos más que deben abordarse para impedir malentendidos.
En la tesis 6 de su ―plataforma‖ el camarada Trotsky cita el §5 de la parte económica del
Programa del PCR, que se refiere a los sindicatos. Dos páginas después, en su tesis 8, dice:
―... Al perder la antigua base de su existencia, la lucha económica de clases, los sindicatos
[...] [eso no es exacto, y es una exageración apresurada: los sindicatos ya no tienen que encarar la
lucha económica de clases, sino la lucha económica no de clases, que significa combatir las
deformaciones burocráticas del aparato soviético, defender los intereses materiales y espirituales
de las masas trabajadoras por vías y medios inaccesibles a ese aparato, etc. Esta es una lucha que
por desgracia tendrán que encarar durante largos años]. [...] Los sindicatos –dice Trotsky–, por
diferentes razones, aún no han logrado reunir las fuerzas necesarias y elaborar los métodos
necesarios que les permitan resolver la nueva tarea, la tarea de organizar la producción [la
Sobre el Trotskismo 195
cursiva es de Trotsky, p. 9, tesis 8], que les plantea la revolución proletaria y que formula nuestro
programa‖.
También es ésta una exageración apresurada que engendra un grave error. El programa no
contiene esa formulación ni plantea a los sindicatos la tarea de ―organizar la producción‖.
Examinemos las proposiciones del programa del partido en el mismo orden que están en el texto:
1) ―El aparato de organización [cualquiera] de la industria socializada debe apoyarse, sobre
todo [no exclusivamente] en los sindicatos‖. 2) ―Éstos deben liberarse en grado cada vez mayor,
del estrecho espíritu corporativo [¿cómo? bajo la dirección del partido y a través de la influencia,
educacional y de otro tipo, del proletariado sobre la masa no proletaria de trabajadores] y
convertirse en grandes asociaciones industriales, que abarquen a la mayoría, y eventualmente a
todos los trabajadores de una industria dada...‖.
Ésta es la primera parte de la sección del programa del partido relativa a los sindicatos.
Habrán observado ustedes que empieza por establecer ―condiciones‖ muy “severas” y que
exigen un esfuerzo prolongado para lo que sigue. Y lo que sigue es esto:
―.. Siendo los sindicatos de conformidad con las leyes de la República Soviética y la práctica
establecida, partícipes [observen qué planteamiento prudente: sólo partícipes] en todos los
órganos locales y centrales de dirección de la industria, deben llegar eventualmente a concentrar
realmente en sus manos toda la dirección de toda la economía nacional como un ente económico
único... [observen esto: deben llegar a concentrar realmente toda la dirección, no de ramas de la
industria ni del conjunto de la industria, sino de toda la economía nacional, y además como un
ente económico. En términos económicos, esta condición puede considerarse cumplida sólo
cuando los pequeños productores, tanto en la industria como en la agricultura, representen menos
de la mitad de la población y de la economía nacional] ...Al asegurar de este modo los sindicatos
[precisamente ―de este modo‖ que ayude a realizar todas las condiciones antes enunciadas]
vínculos indisolubles entre la dirección estatal central, la economía nacional y las grandes masas
de trabajadores, incorporarán a estas últimas [es decir, a las masas, a la mayoría de la población]
a la gestión económica directa en la medida más amplia posible. Al mismo tiempo, la
participación de los sindicatos en la gestión económica y su labor de incorporar a las amplias
masas a esta tarea, constituyen el principal medio de combatir la burocratización del aparato
económico del poder soviético, y hace posible establecer un verdadero control popular sobre los
resultados de la producción‖.
Nuevamente, en esta última frase, encontramos una expresión muy prudente: ―participación
en la gestión económica‖; y otra referencia a la incorporación de las amplias masas como medio
principal (pero no único) de combatir las prácticas burocráticas; por último, encontramos una
expresión extremadamente prudente: “hace posible” establecer un “control popular”, es decir
obrero y campesino, y no exclusivamente proletario.
Reducir esto a que el programa del partido ―formula‖ que la tarea de los sindicatos es
―organizar la producción‖ es evidentemente falso. Y si se insiste en este error, y se lo incluye en
las tesis de una plataforma, no se logrará otra cosa que una desviación anticomunista,
sindicalista.
Y a propósito, el camarada Trotsky dice en su tesis que ―en el último período no hemos
avanzado nada hacia el objetivo que plantea el programa, sino que en realidad, hemos
retrocedido‖ (p. 7, tesis 6). Es una afirmación sin fundamento y, creo, equivocada. No es una
prueba decir, como lo hizo Trotsky en el debate, que los ―propios‖ sindicatos lo reconocen. Ésa
no es una instancia definitiva para el partido y, hablando en general, sólo se puede probar con un
Sobre el Trotskismo 196
estudio serio y objetivo de un gran número de hechos. Además, incluso si se hubiese probado,
quedaría esta pregunta: ¿por qué hemos retrocedido? ¿Porque muchos dirigentes sindicales
―rehuyen las nuevas tareas y métodos‖, como lo cree Trotsky, o porque ―aún no hemos logrado
reunir las fuerzas necesarias y elaborar los métodos necesarios‖ para poner coto a ciertos excesos
burocráticos inútiles y perjudiciales, y corregirlos?
En relación con esto es oportuno referirse al reproche que me hizo el camarada Bujarin el 30
de diciembre (y que Trotsky repitió ayer, 24 de enero, en la discusión del grupo comunista en el
II Congreso de Obreros Mineros) de que habíamos ―abandonado la línea trazada por el IX
Congreso del Partido‖ (p. 46 de las Actas de la discusión del 30 de diciembre). Sostuvo que en el
IX Congreso yo había defendido la militarización del trabajo y que me había burlado de las
referencias a la democracia, y que ahora ―renunciaba‖ a todo eso. En su intervención final en el
debate del 30 de diciembre, el camarada Trotsky agregó a este reproche una mordacidad
especial: ―Lenin tiene en cuenta el hecho de que [...] en los sindicatos se está produciendo un
agrupamiento de camaradas de espíritu oposicionista‖ (p. 65); que yo encaro esto ―desde el
ángulo diplomático‖ (p. 69); y que existen ―maniobras dentro de los grupos de partido‖ (p. 70),
etc. Tal interpretación de las cosas es, naturalmente, muy satisfactoria para el camarada Trotsky
y peor que insatisfactoria para mí. Pero vayamos a los hechos.
En esa misma discusión del 30 de diciembre, Trotsky y Krestinski dejaron establecido que
―ya en el mes de julio [de 1920] el camarada Preobrazbenski propuso al CC que tomáramos un
nuevo rumbo con relación a la vida interna de nuestras organizaciones obreras‖ (p. 25). En
agosto, el camarada Zinóviev hizo un proyecto de carta, y el CC aprobó una carta del CC, sobre
la lucha contra la burocracia y la ampliación de la democracia. En septiembre, se llevó el
problema a una Conferencia de Partido cuyas resoluciones fueron apoyadas por el CC. En
diciembre, el problema de la lucha contra la burocracia fue planteada ante el VIII Congreso de
Soviets. Por consiguiente, todo el CC, todo el partido y toda la república obrera y campesina
reconocieron que el problema de la burocracia y del modo de combatir sus males estaba entre los
primeros puntos de la orden del día. ¿Se deduce de esto algún tipo de ―renuncia‖ al IX Congreso
del PCR? Por supuesto que no. Las resoluciones sobre la militarización del trabajo, etc., son
indiscutibles y no tengo la menor necesidad de retirar mis burlas respecto de las referencias a la
democracia por parte de quienes pusieron en tela de juicio esas resoluciones. Lo que se deduce es
que ampliaremos la democracia en las organizaciones obreras sin convertirla en un fetiche; que
prestaremos mucha más atención a la lucha contra las prácticas burocráticas; y que pondremos
especial celo en corregir todo inútil y perjudicial exceso burocrático, no importa quien lo señale.
Una última observación sobre el problema secundario de la prioridad y la igualación. En la
discusión del 30 de diciembre dije que la formulación de la tesis 41 del camarada Trotsky sobre
este punto era teóricamente falsa, pues entrañaba prioridad en la producción e igualación en el
consumo. Yo respondí que prioridad significaba preferencia y que eso no era nada si la
preferencia no existía también en el consumo. El camarada Trotsky me acusó de ser
―increíblemente olvidadizo‖ y de ―intimidar‖ (pp. 67 y, 68), y me extraña que no me haya
acusado también de hacer maniobras, juegos diplomáticos, etc. Él hizo concesiones a mi línea de
igualación, pero yo lo ataqué.
En realidad, a quienquiera le interesen los asuntos del partido, puede recurrir a indiscutibles
documentos del partido: la resolución de noviembre de la reunión plenaria del CC, punto 4, y el
folleto plataforma de Trotsky, tesis 41. Por muy ―olvidadizo‖ que yo sea y por excelente que sea
la memoria del camarada Trotsky, sigue siendo un hecho que la tesis 41 contiene un error
Sobre el Trotskismo 197
teórico, que no lo contiene la resolución del CC del 9 de noviembre. Dice la resolución: ―al
mismo tiempo que reconoce la necesidad de atenerse al principio de prioridad en la aplicación
del plan económico el CC, en total solidaridad con las resoluciones de la última Conferencia de
toda Rusia [de septiembre], estima necesario realizar un paso gradual, pero sostenido, hacia la
igualdad en la posición relativa de los diferentes grupos de obreros y de sus respectivos
sindicatos, al mismo tiempo que se fortalece la organización sindical general‖. Esto está
claramente dirigido contra el Comité Central del Transporte, y no es posible dar otra
interpretación al sentido exacto de la resolución. La prioridad sigue en pie. En el orden de
prioridades (con relación al cumplimiento del plan económico) sigue dándose preferencia a las
empresas, los sindicatos, los trusts y departamentos que estén en la lista de prioridades (en el
cumplimiento del plan económico), pero al mismo tiempo, la ―línea igualitaria‖ –defendida no
sólo por el ―camarada Lenin‖, sino que fue aprobada por la Conferencia del partido y por el CC,
es decir, por todo el partido–, exige claramente: continuar con el paso gradual, pero sostenido
hacia la igualación. Que el Comité Central del Transporte no cumplió esta resolución del CC
(noviembre) se deduce claramente de la resolución del CC de diciembre (por moción de Trotsky
y Bujarin), que contiene otra evocación de los ―principios de la democracia corriente‖. El error
teórico de la tesis 41 es que sostiene: igualación en el consumo, prioridad en la producción. Esto
es un absurdo económico, pues entraña una ruptura entre la producción y el consumo. No he
dicho –y jamás podría decirlo– nada parecido. Si una fábrica no es necesaria, hay que cerrarla.
Hay que cerrar todas las fábricas que no son absolutamente necesarias, y dar preferencia a las
que lo son. Hay que dar preferencia, por ejemplo, al transporte. Sin la menor duda. Pero no se
debe exagerar la preferencia, como sucedió en el caso del Comité Central del Transporte, que fue
lo que motivó que el partido (y no sólo Lenin) diera esta directiva: continuar con el paso
gradual, pero sostenido, hacia la igualdad. Y a nadie puede culpar Trotsky más que a sí mismo
por haber salido –después de la reunión plenaria de noviembre, que dio una solución clara y
teóricamente correcta–, con un folleto fraccionista sobre las dos ―tendencias‖ y propuesto, en su
tesis 41, una formulación que es errónea desde el punto de vista económico.
Hoy, 25 de enero, se cumple exactamente un mes de la declaración fraccionista del
camarada Trotsky. Es ahora evidente que ese pronunciamiento, inconveniente por la forma y
erróneo por su contenido, desvió al partido de su esfuerzo práctico en la economía y en la
producción, distrayéndolo en la rectificación de errores teóricos y políticos. Pero, como dice el
refrán, ―no hay mal que por bien no venga‖.
Se rumorea que se han dicho cosas terribles sobre las divergencias en el CC. No hay duda
que los mencheviques y los eseristas se escudan (y se escudaron) detrás de la oposición, y son
ellos quienes difunden rumores, formulaciones increíblemente malignas e invenciones de todo
tipo para desacreditar al partido, hacer malas interpretaciones de sus resoluciones, ahondar los
conflictos y perjudicar su trabajo. Es la treta política que emplea la burguesía, incluyendo a los
demócratas pequeño burgueses, los mencheviques y eseristas, quienes, por razones obvias, odian
–y no pueden dejar de odiar– a los bolcheviques. Todo miembro consciente del partido conoce
este método político de la burguesía y sabe lo que vale.
Las divergencias en el CC obligaron a recurrir al partido, y la discusión posterior reveló
claramente la naturaleza y el alcance de esas divergencias. Con eso se puso fin a los rumores y
las calumnias. El partido aprende las lecciones y se templa en la lucha contra el fraccionismo,
una enfermedad nueva (nueva en el sentido de que después de la Revolución de Octubre la
Sobre el Trotskismo 198
habíamos olvidado). En realidad, es una enfermedad vieja, con recaídas aparentemente
inevitables en los próximos años, pero de una curación más fácil, bien a la vista ahora.
El partido está aprendiendo a no exagerar las divergencias. Citaré al respecto la acertada
observación del camarada Trotsky a propósito del camarada Tomski: ―He dicho siempre –incluso
cuando la polémica con el camarada Tomski estaba en su apogeo– que para mí era
absolutamente claro que sólo personas con su experiencia y autoridad podían ser nuestros
dirigentes sindicales. Dije esto al grupo de partido de la V Conferencia de Sindicatos y lo repetí
en el teatro Zimin hace unos días. La lucha ideológica dentro del partido no significa aislamiento
mutuo sino influencia mutua‖j (p. 34 de las Actas de la discusión del 30 de diciembre).
Naturalmente, el partido aplicará este enfoque correcto al propio camarada Trotsky.
Durante la discusión, fueron el camarada Shliápnikov y su grupo, la llamada ―oposición
obrera‖, quienes manifestaron la más acusada tendencia sindicalista. Por ser ésta un alejamiento
evidente del comunismo y del partido, será necesario tenerlo en cuenta, discutirlo y hacer un
esfuerzo propagandístico especial para explicar el error de estas ideas y el peligro que entraña
cometer esos errores. El camarada Bujarin, que fue el artífice de la frase sindicalista
―candidaturas obligatorias‖ (de los sindicatos a los órganos de dirección), trata de justificarse en
el número de hoy de Pravda, pero mucho me temo que su defensa sea muy ineficaz y totalmente
equivocada. ¡Figúrense ustedes! Quiere que nos enteremos de que en otros puntos se ocupa del
papel del partido. ¡No faltaría más! De lo contrario, se trataría de algo más que un error, que
exige y admite una pequeña corrección: significaría apartarse del partido. Cuando se habla de
―candidaturas obligatorias‖ pero se olvida agregar a renglón seguido que no son obligatorias para
el partido, se incurre en una desviación sindicalista, y ello es inconciliable con el comunismo,
incompatible con el programa del PCR. Si se agrega: ―obligatorias, pero no para el partido‖, se
da a los obreros apartidistas la falsa idea de que sus derechos han sido ampliados, siendo que, en
realidad, no habrá ningún cambio. Cuanto más persista Bujarin en su alejamiento del comunismo
–un alejamiento que teóricamente es erróneo y políticamente falaz–, más deplorables serán los
frutos de su obstinación. No se puede sostener lo que es insostenible. El partido no objeta la
ampliación de los derechos de los obreros apartidistas en general, pero una pequeña reflexión
hará ver qué se puede y qué no se puede hacer en este sentido.
En la discusión dentro del grupo comunista del II Congreso de toda Rusia de Obreros
Mineros, la plataforma de Shliápnikov fue derrotada a pesar del apoyo que tuvo del camarada
Kiseliov, que goza de particular prestigio en ese sindicato: nuestra plataforma obtuvo 137 votos,
la de Shliápnikov 62 y la de Trotsky 8. La enfermedad sindicalista debe ser curada y lo será.
En este último mes, Petrogrado, Moscú y una serie de ciudades de provincia demostraron
que el partido había respondido a la discusión y que por aplastante mayoría había rechazado la
línea errónea del camarada Trotsky. Si bien en los ―sectores dirigentes‖ y ―en la periferia‖ hubo
cierta vacilación, en los comités e instituciones, los miembros de base del partido, la masa obrera
del partido se manifestó firmemente contra esa línea errónea.
El camarada Kámenev me informó que el camarada Trotsky había anunciado, en la
discusión en el distrito de Zamoskvorechie de la ciudad de Moscú, el 23 de enero, que retiraba su
plataforma y que, sobre la base de una plataforma nueva, se unía al grupo de Bujarin.
Lamentablemente, ni el 23 ni el 24 de enero oí decir al camarada Trotsky ni una sola palabra
sobre esto, cuando habló contra mí en el grupo comunista del Congreso de Obreros Mineros. No
sé si ello se debe a un nuevo cambio en la plataforma y las intenciones del camarada Trotsky, o a
alguna otra razón. De cualquier modo, su anuncio del 23 de enero demuestra que el partido, sin
Sobre el Trotskismo 199
haber llegado a reunir todas sus fuerzas, y con sólo el pronunciamiento de Petrogrado, Moscú y
una minoría de ciudades de provincia, corrigió rápidamente y con decisión el error del camarada
Trotsky.
Los enemigos del partido se regocijaron demasiado pronto. No pudieron –y nunca podrán–
beneficiarse con las divergencias, a veces inevitables, que existen en el partido, para
perjudicarlo, y para perjudicar a la dictadura del proletariado en Rusia.
25 de enero de 1921 Reimpreso de las Obras completas de V. I. Lenin (Madrid: Akal, 1978),
tomo 34. Publicado entre el 25 y 26 de enero de 1921, en folleto editado por la Sección de Prensa
del Soviet de Moscú de Diputados de Obreros, Campesinos y del Ejército Rojo. Firmado: N.
Lenin Se publica de acuerdo con el texto del folleto cotejado con el manuscrito.
Sobre el Trotskismo 200
Notas
Introducción
1. Cf. ―La Révolution défigurée, De la Révolution, Ed. de Minuit, p. 111. (Hay varias ediciones
en español: La revolución desfigurada).
2. Cf. por ejemplo el uso que hacen de ellas Pierre Broué en Le Parti bolchevique, Ed. de Minuit,
1963 y Livio Maitan en su informe sobre la revolución cultural en el IX Congreso de la IV
Internacional.
3. Cf. Anexo IV.
4. Cf. Le Discours de la guerre, L'Herne, 1967.
5. Cf. Les Origines de la révolution chinoise, Gallimerd, 1967, p. 133. (Los orígenes de la
revolución china, Ed. Tiempo Nuevo.)
6. Desde antes de la aparición de las ―Leçons d'Octobre‖ [Lecciones de octubre], en octubre de
1924, la revista Bolchevik, al criticar los artículos de Trotsky, hacía notar con razón: ―El
camarada Trotsky recuerda a los colaboradores permanentes de Lenin, los que constituyeron el
cuadro fundamental del bolchevismo, en la única medida en que es indispensable recordar sus
errores‖ (citado por P. e I. Sorlin, Lenin, Trotsky, Stalin, 1921-1927, Armand Colin, 1961).
7. Pierre Naville, Le Monde, 5 de abril de 1969.
8. Editions Sociales, 1969.
9. Fiquères se basa de una manera no crítica en la literatura antitrotskista de la época de Stalin.
Para este caso, su fuente es la recopilación Trotsky y el trotskismo publicado en 1937 por el
Partido Comunista Francés.
Capítulo 2: Un dogmatismo atemporal
1. Para que un partido ―dirija‖ un movimiento revolucionario, no es necesario que su autoridad
sea reconocida por sus aliados. Es necesario, y suficiente, que su línea sea consecuente, sus
consignas justas, conformes a los intereses y los deseos de las masas, y adecuadas para unir a
todos los que pueden unirse contra el enemigo principal. Así, sus aliados están obligados, en
cierta medida, a seguirlo. Cuando no lo hacen, se aíslan y declina su influencia, a raíz de que ese
partido practica hacia ellos una política de unidad y de lucha, sosteniéndolos en la medida en que
se oponen al enemigo común y criticándolos cuando se inclinan hacia un compromiso. Por
ejemplo, la política de frente antijaponés en China apuntaba menos a la unidad con Chiang Kai-
shek que a movilizar a las grandes masas alrededor de las consignas comunistas. Cf. Han Süyin,
Le déluge du matin, p. 389.
2. Cf. Die Klassenkämpfe in Frankreich, Karl Marx, Friedrich Engels, Werke, Dietz Verlag,
Berlín, 1964, B, 7, pp. 89-90. (Hay varias ediciones en español: La lucha de clases en Francia).
3. Cf. 1905, Librairie de L'Humanité, 1923, p. 55.
4. Trotsky, ―La Révolution permanente‖, De la révolution, París, Ed. de Minuit, 1963, p. 330.
(Hay varias ediciones en español: La revolución permanente.)
5. Cf. ―La Révolution permanente‖, ibíd., p. 347 y sig.
Sobre el Trotskismo 201
6. Lenin, Oeuvres complètes, t. IX, p. 51.
7. ―Results and Prospects‖, Permanent Revolution y Results and Prospects, Pioneer Publishers,
Nueva York, 1965, p. 212.
8. Ibíd., p. 201.
9. Según Trotsky, se trata del título de un folleto cuyo autor era Parvus. Cf. La Révolution
permanente, París, Gallimard, 1964, p. 155.
10. Oeuvres complètes, t. IX, p. 19. La cursiva es nuestra – K. M.
11. Ibíd., p. 18.
12. La Révolution permanente, pp. 36-37.
13. Según Lenin, esta fórmula no preveía ―más que una relación entre clases y no una institución
política que materializara esa relación, esa colaboración‖ (Oeuvres complètes, t. IX, p. 35).
14. Oeuvres complètes, t. IX, p. 41. Por pequeña burguesía, Lenin entiende los pequeños
productores independientes, por consiguiente, sobre todo, los campesinos arrendatarios.
15. Ibíd., t. XV, p. 55.
16. Ibíd., p. 400.
17. Oeuvres complètes, t. XXIV, p. 37.
18. Ibíd., p. 89.
19. 27 de abril de 1917. Oeuvres complètes, t. XXIV, p. 136.
20. Cf. Isaac Deutscher, Staline, Club du meilleur livre, 1961, p. 293. (Hay edición en español:
Stalin, Era.) Pierre Broué, Le Parti bolchevique, Ed. de Minuit, 1963, p. 83.
21. Oeuvres complètes, t. XXIV, p. 145.
22. Cf. Lenin, ―La revolución proletaria y el renegado Kautsky‖, Oeuvres choisies, t. III, pp.
145-146. (Hay varias ediciones en español.)
23. Staline, p. 293.
24. ―Dos tácticas de la socialdemocracia‖, Oeuvres complètes, t. IX, p. 81. (Hay varias ediciones
en español.)
25. ob. cit.
26. Ernest Mandel, Construire le parti révolutionnaire, suplemento de Rouge, 19, 167, pp. 18-
19.
27. Marzo de 1909. Oeuvres complètes, t. XV, p. 397.
28. Las transformaciones burguesas las puede realizar un poder feudal, como fue el caso cuando
la pretendida acumulación primitiva en Inglaterra y en Alemania bajo Bismarck, o la puede
realizar un poder proletario, como fue el caso de octubre de 1917 a julio de 1918 en Rusia y en
China de 1947 a 1952.
29. En numerosos pasajes del libro, lo califica de ―atrasado‖, ―primitivo‖, etc. Ahora bien, los
campesinos chinos no lo eran menos, y sin embargo Mao habla de ellos con la mayor
admiración, a causa de su espíritu revolucionario. ―El ojo del campesino ve justo‖, ha dicho. Si
juzgamos por el número de levantamientos campesinos en la segunda mitad del siglo XIX
(aproximadamente 500 por decenio), podemos concluir que los campesinos rusos eran
igualmente revolucionarios.
30. 1905, artículo ―Nos différends‖, Librairie de L'Humanité, 1923, p. 255.
31. ―Dos tácticas de la socialdemocracia…‖, Oeuvres, t. IX, p. 56.
32. Ibíd., t. XV, p. 400.
33. Trotsky distingue estas dos etapas ―en principio‖, ―en teoría‖, de la misma manera que
distingue el programa mínimo del programa máximo. Pero, fuera de que para él esa diferencia
Sobre el Trotskismo 202
desaparece en el momento de la toma del Poder (cf. más arriba, p. 39), ésta no se refleja en su
propaganda y la elección de sus consignas, y con razón. En su libro 1905, cita a Lasalle, que
había obtenido de los acontecimientos de 1848-49 ―la lección irrefutable de que ninguna lucha en
Europa puede tener éxito si desde el principio no está afirmada como puramente socialista‖
(1905, ob. cit, p. 55). La experiencia de las luchas revolucionarias desde el comienzo del siglo
justificaría más bien el axioma inverso.
34. Citado por Stalin en ―La Révolution d'Octobre et la tactique des communistes russes,
Cuestiones del leninismo, t. 1, Ed. Sociales, 1946, p. 91 (Hay edición en español.) Cf. también el
―testamento‖ de Lenin, donde se dice: ―Nuestro partido se apoya en dos clases; de manera que su
dislocación sería posible y su caída sería inevitable si no pudiera realizarse el acuerdo entre esas
dos clases‖, t. 36, p. 606.
35. ―Sur la théorie de la révolution permanente‖, Stalin contre Trotsky, París, Maspero, 1965, pp.
99, 101. Se ve que Bujarin y Stalin (cf infra p. 65) habían anticipado la estrategia del cerco de las
ciudades mundiales (potencias imperialistas) por los campos mundiales (países dominados) de
Lin Piao.
36. The Permanent Revolution y Results and Prospects, pp. 241, 247.
37. Ibíd., p. 247.
38. Ibíd., p. 237.
39. Ibíd., p. 247. La cursiva es nuestra – K. M.
40. Ver también supra, p. 58.
41. Citado por Stalin en ―La Révolution d'Octobre et la tactique des communistes russes‖, p. 96.
42. Discurso en la XIV Conferencia del PC de la URSS, número especial de Cahiers du
bolchevisme, dic. 1926, p. 207, citado por Léo Figuères Le trotskysme, cet antiléninisme, ob. cit.,
p. 160.
43. Al mismo tiempo, contaba con la victoria de la revolución proletaria en uno o varios países
de Europa. La derrota del Ejército Rojo ante Varsovia le hizo comprender que a partir de ese
momento la Unión Soviética debía contar ante todo con sus propias fuerzas.
44. Prefacio a 1905, ob. cit., p. 4.
45. ―Discurso en la Asamblea plenaria del soviet de Moscú‖, el 20 de noviembre de 1922, t. 33,
pp. 455-6.
46. Lenin, Oeuvres choisies, Ed. du Progrès, Moscú, t. III, p. 902. Se trata del artículo, ―De la
coopération‖, dictado el 4 de enero de 1923; el último y el más importante de los artículos en que
Lenin aborda el problema de la construcción del socialismo en la URSS.
47. L'internationale communiste après Lénine, Rieder, París, 1930, pp. 123-127.
48. Lenin, Oeuvres choisies, t. II, p. 904.
49. Cf. Cuestiones del leninismo, Nos. 277-278, p. 59.
50. Cf. Les Temps modernes, Nos. 277-278, p. 59.
51. Stalin se equivocó también al afirmar que la posibilidad de construir el socialismo en un solo
país siempre había sido admitida por el Partido.
52. La Révolution permanente, pp. 10-11.
53. Ibíd., p. 235.
54. Ibíd., p. 17.
55. Cf. infra, ―Les traits fondamentaux du trotskysme‖.
56. La Révolution permanente, p. 180. En L'Internationale communiste après Lénine, Trotsky
habla de la ―indisolubilidad de los lazos económicos y políticos que unen a los países
Sobre el Trotskismo 203
capitalistas‖, que estaría en la base de su tesis según la cual ―para salir de las contradicciones con
las que tropieza la dictadura del proletariado en un país atrasado rodeado por un mundo enemigo
capitalista, será necesario pasar a la arena de la revolución mundial‖, ob. cit., p. 133. Según él, el
proletariado victorioso no puede romper esos lazos, y el peligro para su poder proviene menos de
la amenaza de intervención militar que de la ―presión de las mercancías baratas‖; ―el tractor Ford
es tan peligroso como el cañón de Creusot‖, ibíd., p. 141.
57. Cf. Nicolas Krasso, ―Réponse a Ernest Mandel‖, Les Temps modernes, agosto-setiembre de
1969, Nos. 277, 278, p. 84 (Hay edición en español: Cuadernos de Pasado y Presente, No. 15).
58. Cuestiones del leninismo, p. 114. La crítica de Trotsky por N. Krasso tiene ideas interesantes,
pero el autor se queda –nos parece– bajo la influencia de ciertos prejuicios trotskistas. Es así
como escribe: ―Stalin ha apartado totalmente la posibilidad de revoluciones internacionales y ha
hecho de la construcción del socialismo en un solo país la tarea exclusiva‖ (Les Temps modernes,
junio-julio de 1969, p. 2207.) Krasso admira además la ―perspicacia intuitiva única‖ de la que da
pruebas Trotsky ―previendo el carácter de clase de las fuerzas que iban a hacer la revolución
rusa‖. Ya vimos lo que había que pensar sobre esto.
59. Cf. Giuliano Procacci, Staline contre Trotsky, ob. cit., p. 155.
60. K. Marx, Critíque du programme de Gotha (Hay varias ediciones en español: Critica del
programa de Gotha.) En su uso actual, ―comunismo‖ designa la fase superior, y ―socialismo‖ la
fase inferior.
61. Entrevista en el Sunday Times, 17 de septiembre de 1964, citada por Fernando Claudin en La
crise du Mouvement communiste, Maspero, 1972, t. II, p. 684 (Hay ediciones en español: La
crisis del movimiento comunista, Ruedo Ibérico). Claudin se equivoca al afirmar que Stalin no
había formulado esta tesis antes de 1946.
62. Les problèmes économiques du socialisme, Ed. Políticas del Estado, Moscú, 1952, reeditado
por Ed. Norman Béthune, París, pp. 72-74 (Hay varias ediciones en español: Problemas
económicos del socialismo en la URSS).
63. Ibíd., p. 23 ¡Hacemos notar que Stalin identifica la diferencia entre la ciudad y el campo con
la diferencia entre la agricultura y la industria! (ibíd.., p. 29).
64. Ed. Sociales, 1963, p. 336.
65. ob. cit., p. 31.
66. Napoleón, citado por Lenin, Oeuvres choisies, t. III, p. 912. El principio ―independencia y
autonomía, contar con sus propias fuerzas‖ es para los trotskistas una abominación. Ateniéndose
firmemente a él, los chinos han podido sentar las bases de un sistema industrial moderno y
desarrollar poderosamente su economía sin caer bajo la dependencia del imperialismo o del
socialimperialismo. Su país es el único en el mundo en el cual la deuda interior y exterior es
igual a cero.
67. Citado en Importantes documentos de la Gran Revolución Cultural Proletaria (Pekín:
Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1970).
68. Ibíd.
69. Dirigente francés de la Cuarta Internacional.
70. Este debate se desarrolló el 19 de febrero de 1964. Las intervenciones fueron publicadas por
Cahiers d'études socialistes, Nos. 52-53, enero de 1965.
71. Cf. Stuart Schram, Documents sur la théorie de la “Révolution permanente” en China,
Introduction, Mouton et Cie., París, 1963. Al contrario, Enrica Collotti-Pischei tiene razón al
conformarse con el uso de los traductores de Pekín que distinguen en las palabras lo que se
Sobre el Trotskismo 204
distingue por el sentido y titular su libro La Révolution ininterrompue, Juillard, 1964, dando así
primacía a la política sobra la filología.
72. La Révolution permanente, p. 180.
73. Los hechos desmintieron este ―pronóstico‖ de Trotsky.
74. La révolution chinoise et le Parti communiste chinois, Oeuvres choisies, t. 14 p. 353. (Hay
edición en español: La revolución china y el Partido Comunista de China, Edición en Lenguas
Extranjeras, Pekín).
75. En Mao Tsetung, este término incluye a los asalariados agrícolas, a los campesinos pobres
semipropietarios y a los campesinos medios.
76. Conjunto de las clases revolucionarias en una etapa dada.
77. Cf. Mao Tsetung, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo,
Pekín, 1965, p. 216.
78. Cf. infra, p. 194.
79. Cf. La révolution permanente, p. 233.
80. ibíd., p. 234.
81. Cf. Débat sur la ligne génerale du mouvement communiste international, Pekín, 1965, p. 216.
82. ibíd., pp. 215-216.
83. Si agregamos su subestimación del campesinado, encontraremos menos injusta la acusación
de menchevismo que le lanzó Stalin.
84. Cf. L. Althusser, Pour Marx, París, Maspero, 1965-1969, p. 96.
85. La Révolution permanente, ob. cit., p. 44.
86. Carta de Marx a Engels del 10 de diciembre de 1869, citada en Le Marxisme et l'Asie, p. 149.
87. Mao Tsetung, Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, p.
17.
Capítulo 3: La incapacidad para el análisis concreto
1. Cf. In Defense of Marxism, Merit Publishers, Nueva York, 1965, p. 49. (Hay varias ediciones
en español: En defensa del marxismo.)
2. Citado por Karl Korsch en ―Die alte Hegelsche Dialektik und die neue materialistiche
Wissenschaft‖, en Der Gegner, 1932.
3. La consideración de estos desplazamientos permite plantear correctamente el problema de la
periodización en historia.
4. Lenin, ―Los sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotsky‖, Obras
completas (Madrid: Akal, 1978), t. 34.
5. Cf. Lenin, Oeuvres complètes, t. XXXVI, p. 607.
6. Ibíd., pp. 607-608. El subrayado es nuestro – K. M.
7. Cf. Isaac Deutscher, The Prophet Armed, ob. cit., p. 497. (Hay edición en español: El profeta
armado, Era.)
8. Ibíd., p. 499.
9. Ibíd., p. 501.
10. Oeuvres choisies, t. III, pp. 634-636. En otra parte, Lenin dice: ―Trotsky cayó en una serie de
errores relacionados con la esencia misma de la cuestión de la dictadura del proletariado‖ (―Los
sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotsky‖).
Sobre el Trotskismo 205
11. Oeuvres complètes, t. XXXV, p. 489.
12. El párrafo siguiente es un resumen de la segunda parte de ―Consideraciones
cuasiepistemológicas‖. Introducción de R. Linhart a ―Documents des Cahiers marxistes
léninistes‖ (1965).
13. Entre las primeras medidas tomadas por el poder popular en China estuvieron las que se
dirigían a la creación de una moneda sana y a la estabilización de los precios. Estos resultados se
obtuvieron a partir de marzo de 1950.
14. The Prophet Outcast, p. 126. (Hay edición en español: El profeta desterrado, Era.)
15. Ibíd., p. 110. Según E. Mandel (Les Temps modernes, agosto-septiembre de 1969), la
oposición proponía, en lugar de la colectivización, un impuesto especial sobre los campesinos
ricos y la reducción de los gastos administrativos (!).
16. Cuestiones del leninismo, t. II, p. 38. Contrariamente a lo que afirma Poulantzas en Fascisme
et dictadure (p. 246), esta argumentación no implica la tesis de `la imposibilidad por mucho
tiempo de la revolución en Europa‖, sino sólo que no había que proceder como si su victoria
fuera segura. Según Stalin, no había que contar con ellas, sino actuar de manera que se pudiera
enfrentar la eventualidad menos favorable: la de una guerra próxima.
17. La proclamation programme des communistes bolcheviques, révolutionnaires soviétiques,
Ed. de l'Avenir, Lyon, 1969, considera todos los errores de Stalin como pertenecientes a esta
última categoría.
18. Cf. ―Discurso pronunciado ante el I Congreso de los koljosianos udarniks‖, 19 de febrero de
1933. Cuestiones del leninismo, t. II, p. 129.
19. Cf. Moshe Lewin, La paysannerie et le pouvoir soviétique, 1928-1930. Mouton, 1966, así
como Merle Fainsod, Smolensk à l'heure de Stalin, Fayard, 1967, obra que utiliza los archivos de
Smolensk que cubren el período 1917-1938. Ver especialmente, pp. 205-212, la carta de
Molotov y Stalin del 8 de mayo de 1933 (pp. 212-214), que condena ―los arrestos masivos e
inconsiderados en el campo‖ e ―Historie de la collectivisation‖, cap. 12.
20. Lenin en el XI Congreso, Oeuvres complètes, t. 33, p. 288, citado por R. Linhart, ―La NEP:
análisis de algunas características de la fase de transición soviética‖, Études de planification
socialiste, marzo de 1966, No. 3.
21. Es también la opinión de Deutscher, The Prophet Outcast, p. 108.
22. The Prophet Armed p. 515.
23. The Prophet Outcast, p. 101.
24. La nouvelle économíe, EDI, p. 131.
25. The Prophet Unarmed, p. 43. (Hay edición en español: El profeta desarmado, Era.)
26. Citado por Deutscher, ibíd., p. 44.
27. Das Kapital, Dietz Verlag, Berlín, 1961, t. 1, p. 753.
28. Ibíd., p. 752.
29. Ibíd., p. 806.
30. Ob. cit. Como Australia era en ese momento un continente virgen, los trabajadores
prefirieron instalarse como agricultores independientes en tierras que no pertenecían a nadie, en
lugar de someterse a la esclavitud asalariada al servicio de Mr. Peel.
31. Cf. Charles Bettelheim, ―Due tipi di accumulazione‖, Il Manifesto, mayo de 1970, No. 5.
Publicado en francés en Les Temps modernes, agosto-septiembre de 1970.
Sobre el Trotskismo 206
Capítulo 4: Un antiburocratismo burocrático
1. Citado en Trotsky, ―Informe de la delegación siberiana‖, Spartacus, enero-febrero 1970, p. 88.
2. I. Deutscher, the Prophet Armed, p. 76.
3. Ibíd., p. 90.
4. Ibíd., p. 92.
5. En 1906, ―Rosa identificaba prácticamente partidos y masas‖ (Irene Petit en Politique
aujourd'hui, sept. 1972). Cf. también Nicolas Krasso, ―El marxismo de Trotsky‖, Les Temps
modernes, junio-julio 1969. El pasaje citado antes, concerniente al sustitutismo se encuentra en
la p. 128 de Nos tâches politiques (Ed. Pierre Belfond, 1970). Sobre el espontaneísmo de
Trotsky, cf. ibíd., pp. 125, 188
6. Deutscher, ob. cit., p. 92.
7. ―Una vez más acerca de los sindicatos‖, Obras completas, t. 34, p. 639.
8. ―Los sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotsky‖, Obras completas, t.
34.
9. ―Una vez más acerca de los sindicatos‖, ob. cit.
10. Comisariado Central de Transportes.
11. En 1922 y 1923, rechazó las insistentes y reiteradas proposiciones de Lenin para que fuera
nombrado vicepresidente del Consejo de Comisarios del pueblo, y eso porque debía haber otros
dos: Rykov y Kamenev.
12. Desde el momento en que Trotsky entra en la oposición en el Comité Central con El nuevo
curso (fines de 1923) hasta su exilio (fines de 1927), él y sus partidarios tendrán la posibilidad de
publicar artículos y discursos en la prensa. Pese a eso, o quizá por eso, al final de ese período
estará totalmente desacreditado ante los militantes comunistas y la opinión pública. Las masas
tienen más juicio de lo que se cree y el talento de polemista no basta para hacer fuerte un
argumento que es débil.
13. Cf. The Prophet Unarmed, p. 91.
14. Cf. supra, ―La planificación en la NEP‖, p. 58.
15. Lenin no se equivocaba. En numerosos textos, se había expresado en términos sumamente
elogiosos con respecto a Stalin, ―el maravilloso georgiano‖, y en su testamento dice de él que es,
con Trotsky, el dirigente más eminente del Comité Central. Al contrario, este último consideraba
a su rival con desprecio, y hasta sus últimos días lo trató de ―opaca mediocridad‖. Cf. Deutscher,
Staline, p. 256.
16. En el XIII Congreso (mayo de 1924), Trotsky lo reconoció al declarar: ―El alegato según el
cual estoy a favor de una autorización de los grupos es incorrecto... Es imposible distinguir
fracciones y grupos‖.
17. En los textos de Mao, no se trata más que del ―centralismo democrático en el seno del
pueblo‖. Un corolario de esto es el control ejercido sobre el Partido Comunista por ―el pueblo
trabajador y las masas de miembros del Partido‖, así como por los otros ―partidos y agrupaciones
democráticos‖. ―Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo‖,
Obras escogidas, t. 5. pp. 7, 59.
18. ―En defensa del marxismo‖ (New York: Merit Publishers, 1965), p. 101.
19. Cahiers “Rouge”, #3 (París: Maspere, 1969), p. 35. El mismo E. Mandel repite en Actualités
de la théorie léniniste de l'organisation... (1971) que la interdicción de fracciones pronunciada
por el X Congreso a propuesta de Lenin ―fue un error‖. El hecho de que a partir de 1929, más o
Sobre el Trotskismo 207
menos, la interdicción de las fracciones sirve de pretexto para impedir la expresión de
divergencias de opinión quizá demuestra que Stalin estaba equivocado, no Lenin.
20. En defensa del marxismo, p. 97.
21. Ibíd., pp. 207, 211.
22. ―Algunas cuestiones sobre los métodos de dirección, Obras escogidas, t. 3, p. 119.
23. ―Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo‖, ob. cit., p. 123.
24. Mao Tsetung, OE, t. 4, p. 232
25. Cf. los capítulos 11, 12, 16, Citas del Presidente Mao Tsetung, la Decisión de 16 Puntos de
1966, así como los estatutos del Partido Comunista de China adoptados por el IX Congreso.
26. Mao Tsetung espontáneo (México: 2004): 30 de enero de 1962: ―Plática en una Conferencia
Central Ampliada de Trabajo‖ y 24 de septiembre de 1962: ―Discurso en el X Pleno del VIII
Comité Central‖.
27. Cf. Mao Tsetung, ―Sobre el tratamiento correcto...‖, p. 9.
28. Ibíd., p. 49.
29. Obras escogidas, t. 2, p. 638.
30. Nos tâches politiques, ob. cit., p. 128. Sin embargo, Rosa no siempre negó la necesidad de
una vanguardia organizada y de una dirección. En 1906, volverá particularmente sobre las
críticas que había dirigido a Lenin en 1904. No hay que olvidar tampoco que en 1919 fundará el
Partido Comunista Alemán y reclamará una Internacional que funcionará como partido
centralizado de la revolución mundial.
31. Nos tâches politiques, ob. cit., p. 128.
32. El Manifiesto Comunista recuerda ―esa parte de los ideólogos burgueses que, a fuerza de
trabajo, se han levantado hasta la inteligencia teórica del conjunto del movimiento histórico‖.
34. OC, t. 1, p. 96.
35. Ernest Mandel redescubrió solo esta idea del genial Stalin, que no ha leído, puesto que no lo
reconoce. Cf. ―Construire le parti revolutionnaire‖, suplemento de Rouge, #167, p. 5.
36. Stalin, Obras, t. 1, pp. 140-150; Lenin, OC, t. 9, pp. 398-401.
37. ibíd., t. 8, pp. 86-87.
38. ibíd., t. 11, p. 172.
39. ibíd., t. 10, p. 24.
40. ob. cit., suplemento de Rouge, #167, p. 11.
41. Citado por Yvan Craipeau, en Le Mouvement trotskyste en France, Syros, 1971, p. 196.
42. ibíd., p. 14. Mandel confunde la agitación que se hace alrededor de algunas consignas de
acción en dirección a un gran número y la propaganda que tiende a inculcar a muchas ideas a un
número más reducido, es decir, a educar políticamente a los elementos más avanzados de las
masas. Popularizar el programa (y los principios generales del marxismo-leninismo) es asunto de
la propaganda.
43. Esto es el programa. Redactar uno compuesto de generalidades más o menos vagas y
abstractas está al alcance de toda organización que quiera hacer creer que resolvió todos los
problemas. La línea política es el conjunto de tareas, medidas particulares, métodos de trabajo
para obtener objetivos a corto y mediano plazo. Una organización siempre tiene una, explícita o
implícita, que orienta su práctica. Un programa, al contrario, supone, para ser serio, que la
organización haya alcanzado cierto nivel de su desarrollo. Recordemos que Lenin se había
opuesto al programa redactado por Plejanov y adoptado por el II Congreso porque era demasiado
general.
Sobre el Trotskismo 208
44. Discurso ante el VIII Congreso, OC, t. 29, p. 152.
45. Alusión a la definición materialista de la libertad como conocimiento de la necesidad.
46. Véase la nota 26.
47. Sobre este punto, Mao ha corregido el Manifiesto Comunista, después de haber extraído las
lecciones de la Comuna.
48. OC, t. 27, p. 88.
49. Citado en Michael Lowy, La Théorie de la révolution chez le jeune Marx (París: Maspero,
1970), p. 188. Aunque trotskista, Lowy tiene debilidad por el espontaneísmo luxemburguista.
50. OE, t. 3, p. 9. Conviene evitar una interpretación unilateral de este pensamiento de Mao. Éste
no cree que el contacto directo con las masas y la experiencia inmediata sean la única fuente de
conocimiento de la realidad social. En efecto, algunas líneas antes dice: ―La burguesía china,
todavía en su infancia, no ha sabido hasta ahora ni sabrá jamás darnos datos relativamente
completos, o incluso un mínimo de información sobre la situación de la sociedad, lo que
consiguió hacer la burguesía de Europa, América o Japón; estamos forzados a recoger nosotros
mismos los materiales‖.
51. ibíd., p. 7.
52. OE, t. 4, pp. 242-243.
53. OE, t. 1, p. 32.
54. Cf. ―Remarques théoriques‖, Problèmes de planification, #14.
55. Véase la nota 26.
56. Después de la toma del Poder en octubre de 1917, Lenin aplicó el programa agrario de los
socialistas revolucionarios en lugar del suyo propio, cuando había pasado su vida estudiando los
problemas campesinos. Esto muestra bastante el valor totalmente relativo de un programa.
57. Nos tâches politiques, ob. cit., p. 128.
58. Isaac Deutscher, The Prophet Armed, pp. 93, 190, 470.
59. H. Weber, Mouvement ouvrier, stalinisme et bureaucratie, p. 15.
60. Editions Sociales, p. 104.
61. Cf. ―Zur Wohaungstrage‖, Carlos Marx y Federico Engels, Ausgewahlt schriften (Berlín:
Dietz Verlag, 1960), p. 574.
62. La guerra civil en Francia (Ed. Sociales), p. 41.
63. El XVIII Brumario..., p. 10.
64. The Prophet Unarmed, pp. 460, 462.
65. ibíd., pp. 54-55.
66. La défence de l'USSR et l'opposition.
67. En la introducción a la edición francesa de Stalin, Isaac Deutscher declara: ―A mi modo de
ver, las correspondencias rusas de las fases jacobina, termidoriana y bonapartista de la
Revolución fueron mezcladas de manera curiosa en el stalinismo‖. ¡―Curiouser and curiouser‖,
decía también Alicia!
68. In Defence of Marxism, p. 6.
69. Mao dice que hay que ―trazar una línea de demarcación... entre la revolución y la
contrarrevolución, entre Yenán y Sian. Algunos no saben que deben trazar esta línea de
demarcación. Por ejemplo, cuando combaten la burocracia, hablan de Yenán como si no hubiera
ahí `nada bueno' y no hacen ni la comparación ni la distinción entre la burocracia en Yenán y la
burocracia en Sian‖. Mao Tsetung, ―Métodos de trabajo de los comités del Partido‖, OE, t. 4, p.
39.
Sobre el Trotskismo 209
70. Lenin, ―Las tareas inmediatas de los soviets‖, OC, t. 2, p. 805.
71. Lenin, ―Sobre el impuesto en especie‖, OC, t. 3, pp. 722-733.
72. Lenin, ―Las tareas inmediatas...‖, pp. 806-807.
73. Lenin en el VII Congreso del PC (b) R, OC, t. 2, p. 730. Sobre la crítica marxista-leninista de
la burocracia y del burocratismo, cf. también Octobre, revista del círculo de sociología de la UJC
(M-L), #2.
74. A nuestro modo de ver, se trata de un factor, y no el más importante, ya que en China este
peligro de restauración era real antes de la revolución cultural, aunque el abanico de los ingresos
estuviera relativamente muy cerrado. Persiste pese al considerable progreso en el sentido de una
igualdad radical realizada a raíz de esa revolución.
75. La revolución traicionada, pp. 515-516, 605-606.
76. ibíd., p. 604.
77. Trotsky encontró esta última idea en un texto de Rakovsky, Les dangers professionnels du
pouvoir, título francés de la ―Carta a Valentinov‖, publicada en De la bureaucratie, Maspero,
1971.
78. La revolución traicionada, ob. cit., p. 480.
79. ibíd.
80. ―La Unión soviética y la IV Internacional‖, Politique de Trotsky, p. 319.
81. ob. cit., p. 483. La URSS y la RD de Alemania, por consiguiente. alcanzaron esta etapa.
82. Cf. Bettelheim, La transition vers l'économie socialiste, Maspero ed., 1969.
83. ―El Estado obrero, el Thermidor y el bonapartismo‖, Politique de Trotsky, p. 316.
84. ―La révolution défigurée‖, en De la révolution, p. 104.
85. ―Carta a Boris Souvarine‖, 25 de abril de 1929, Politique de Trotsky, p. 316.
86. In Defence of Marxism, p. 45.
87. ―El Estado obrero, el Thermidor y el bonapartismo‖, Classique “rouge”, #2, p. 39.
―Bonapartisme bourgeois ou bonapartisme soviétique‖, ibíd., pp. 25-26.
88. ―La Unión soviética y la IV Internacional‖, Politique de Trotsky, p. 319.
89. ob. cit., p. 605.
90. ibíd., p. 603.
91. In Defence of Marxism, p. 55.
92. Staline, p. 332.
93. In Defence of Marxism, p. 28.
94. Stalin, p. 332.
95. Sobre la naturaleza de las relaciones de producción y el poder del Estado en Egipto, leer los
magistrales análisis de Mahmud Hussein, La lucha de clases en Egipto de 1945 a 1958 (París:
Maspero, 1969), pp. 108-117, 163-186.
96. Para hacer comprender cómo la dictadura del proletariado puede subsistir cuando la clase
obrera ha perdido el poder, Trotsky compara semejante Estado a un automóvil accidentado que
sigue siendo un automóvil. Esta imagen no hace más que copiar el razonamiento de Kautsky,
para quien la democracia es democracia pese a las deformaciones que le hace sufrir la
dominación burguesa, y de Hegel, cuando explica que los Estados empíricos imperfectos
encarnan sin embargo la idea del Estado, lo mismo que ―el hombre más feo, el criminal, el
enfermo, el inválido, es lo mismo un hombre‖. Este ejemplo ilustra una vez más el carácter
metafísico (no dialéctico) del pensamiento de Trotsky. Sobre Kautsky inspirado en Hegel, cf.
Sobre el Trotskismo 210
Karl Korsch, Die materialistische Geschichtsauffassung, Europäische Verlagsanstalt, 1971, p.
76.
97. Cf. Lenin, Enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, OC, t. 27, pp. 353-355 y
también ―Sobre el impuesto en especie‖, p. 32. Nuestra atención fue atraída hacia las
implicaciones de estos textos, así como a otros puntos debatidos aquí, por M. Jaçques Rancière,
asistente en la facultad de Vincennes.
98. Cf. The Age of Permanent Revolution: A Trotsky Anthology (Nueva York: Dull Publishing
Co., 1964), compilado por Isaac Deutscher, p. 228.
99. Cf. De la revolution, p. 621. Trotsky no habla en este texto de hitlero-stalinismo, pero da lo
mismo.
100. Cf. Herbert J. Spiro, World Politics. The Global System (Homewood, Illinois: The Doresy
Press, 1966). Este autor sin duda alude a la obra de Hannah Arendt, The Origins of
Totalitarianism (Nueva York: Harcourt and Brace, 1951).
101. Cf. De la revolution, pp. 627-628. Lo hizo a sugerencia de Victor Serge, autor que antes de
su muerte se volvió abiertamente anticomunista y disimuladamente pronorteamericano.
102. ―L'URSS dans la guerre‖, reproducido en In Defence of Marxism.
103. Cf. The Prophet Outcast, pp. 467-468.
104. Cf. ―Le Trotskysme vu par un maoïste... ou la queue de Stalin‖, en La Vérité, abril de 1972.
105. Cf. Writings of Leon Trotsky (1939-40), p. 81.
106. Ibíd., p. 117.
107. Cf. M. Merleau-Ponty, Humanisme ou terreur (París: Gallimard, 1947), p. 165.
108. Se encontrarán referencias en Polémica acerca de la línea general del movimiento
comunista internacional (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965).
109. Los chinos citaron los discursos de Jruschov de la época de la gran purga de 1935-38 en los
que decía: ―Aniquilaremos a los enemigos, a todos ellos hasta el último, sin dejar indemne a
ninguno, y echaremos al viento sus cenizas‖. ―Hemos aniquilado un considerable número de
enemigos, pero todavía no a todos... Debemos tener muy presente las palabras del camarada
Stalin: mientras exista el cerco capitalista, los enemigos enviarán a nuestro país espías y
saboteadores‖.
110. Polémica acerca de la línea general..., pp. 127, 129.
111. Ibíd., p. 130.
112. Ibíd., p. 132.
113. Se trata de una posición de principio marxista-leninista diametralmente opuesta al
procedimiento constante de los trotskistas. Incluso un teórico como Lucien Goldmann tiene clara
conciencia de este principio metodológico, porque aborda los problemas del marxismo con un
mínimo de seriedad. ―Es en la estructura económica, social y psíquica del grupo que sufre la
influencia donde hay que buscar las causas principales de ésta‖ (Sciencies humaines et
philosophie [París: Genthier, 1966], pp. 97-100).
114. Polémica acerca de la línea general..., pp. 132-133.
115. En efecto, por una parte la teoría está relacionada con (es decir, regida por) la práctica (de
modo que una posición teórica correcta en relación con Stalin supone una práctica
revolucionaria); por otra parte, la investigación marxista ilumina el pasado a la luz del presente,
que revela sus tendencias ocultas, su sentido, su verdad. Como decía Mao: ―La anatomía del
hombre es la clave de la anatomía del mono‖. La investigación efectuada en el marco de la
Sobre el Trotskismo 211
revolución cultural por las masas chinas para juzgar correctamente el papel histórico de Liu
Shao-chi da un ejemplo de aplicación de este principio.
116. Polémica acerca de la línea general..., p. 125.
117. Cf. Henri Pierre, L'Express, 17 de mayo de 1965. Algunos amigos que fueron hace poco a la
URSS nos confirmaron este hecho. Fueron testigos de estas reacciones del público ruso. Si
Pravda censuró el nombre de Stalin al publicar el mensaje de felicitación chino en ocasión del 53
aniversario de la revolución de Octubre, fue evidentemente para impedir que el buen recuerdo de
Stalin que muestran los chinos no pueda serles acreditado por el pueblo soviético. (Cf. Le
Monde, 11 de noviembre de 1970.)
118. Cf. Le Monde, 25 de noviembre de 1969. Cf. también la declaración de Eldridge Cleaver en
The Black Panther, 8 de noviembre de 1969.
119. Polémica acerca de la línea general..., p. 130. Las obras de Stalin no siempre son rigurosas
en el plano científico. Se encuentran en ellos profundos avances del marxismo-leninismo junto a
errores graves. Sin embargo, uno de sus escritos puede considerarse un clásico: Los fundamentos
del leninismo. Es el único que se ha estudiado en China. Recordemos que Stalin impidió, como
jefe de redacción de Pravda, la publicación de las ―Cartas desde lejos‖, de Lenin, a excepción de
la primera. Es porque había adoptado, después de la revolución de febrero de 1917, una posición
―defensista‖. Stalin admitió, además, en Historia de la revolución rusa, de la que es coautor, que
se había opuesto a las Tesis de abril de Lenin durante unos diez días.
120. Cf. Roy Medvedev, Faut-il réhabiliter Staline? (París: Ed. du Seuil, 1969).
121. ―Nuestro estudio y la situación actual‖, t. 3, p. 170.
122. Cf. Deposición de Léon Blum en T. L., p. 1929, del informe oficial francés de la comisión
de investigación sobre los acontecimientos sucedidos en Francia de 1933 a 1945, citada por R.
Garaudy, Mésaventures de l'antimarxisme (París: Ed. Sociales, 1956), p. 83.
123. Sobre este último punto, cf. Generalmajor Pjotr Grigorenko, Der sowjetische
Zusammenbruch 1941 (Frankfurt-am-Main: Possev Verlag, 1969).
124. Citado en Isaac Deutscher, Stalin, p. 482.
125. Citado en Polémica acerca de la línea general..., p. 131.
126. Citado en M. Merleau-Ponty, Signes, pp. 374-375. Existen dos tipos de revisionismo: uno
social fascista, otro social liberal. Togliatti y en general el Partido Comunista de Ittalia
pertenecen a este último tipo.
127. Polémica acerca de la línea general..., p. 129.
128. Cf. Un gran documento histórico (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968), por las
redacciones de Hongqi y Renmin Ribao, 18 de mayo de 1967, pp. 24-25. La misma crítica se
dirige a Stalin en ―Acerca del falso comunismo de Jruschov y sus lecciones históricas para el
mundo‖, 14 de julio de 1964, en Polémica acerca de la línea general..., pp. 440-441.
129. Cf. Cuestiones del leninismo, t. 2, pp. 214, 216.
130. ibíd., pp. 219-220.
131. J. Stalin, Informe ante el XVIII Congreso del Partido acerca de la actividad del C. C. del P.
C. (b) de la U. R. S. S. (Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1951), p. 41.
132. José Stalin, Problemas económicos del socialismo en la URSS (Buenos Aires: Pasado y
Presente, 1976), p. 183.
133. Marx, citado en Stalin, ibíd., p. 184.
134. Cf. L'homme, le capital le plus précierux, seguido por Pour une formation bolchevik (París:
Ed. Sociales, 1948), p. 17. La ―suposición‖ de Stalin resulta menos evidente si se piensa que los
Sobre el Trotskismo 212
―espías, saboteadores, asesinos‖ y otros agentes de división evolucionan con menos facilidad en
un país socialista (porque el medio no les es favorable) y penetran en él con más dificultades.
135. ibíd., p. 13.
136. ibíd., pp. 18-19.
137. ibíd., p. 30.
138. ibíd.
139. ibíd., p. 12.
140. Cuando Mao afirma que existen todavía contrarrevolucionarios, tiene cuidado de agregar:
―Naturalmente, no en cada localidad ni en cada organización‖, ya que sabe que esta precisión no
es superflua. (Cf. ―Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo‖, p.
30.)
141. Pour une formation bolchevik, p. 27.
142. ibíd., p. 28.
143. Cf. Maurice Merleau-Ponty, ―L'URSS et les camps‖, Signes, enero de 1950, Gallimard,
1960, p. 331.
144. Cf. Recueil chronologique des lois et décrets du Présidium du Soviet suprême er
ordennences du gouvernement de la RFSSR au 1º mars 1940, t. 9, OGIZ, 1941, citado en M.
Maurice Merleau-Ponty, ibíd., p. 330.
145. Informe ante el XVIII Congreso, obra citada, p. 47.
146. En ―Acerca del falso comunismo de Jruschov y sus lecciones históricas para el mundo‖, los
chinos escribieron que Stalin ―no se apoyaba en la clase obrera y las masas en la lucha contra las
fuerzas capitalistas‖, p. 441.
147. Publicado en Scanteia, 13 de febrero de 1946 y citado en Merleau-Ponty, Humanismo y
terror, Gallimard, 1947, p. 75
148. Informe ante el XVIII Congreso, obra citada, p. 20.
149. ibíd., pp. 63-64.
150. Cf. Historia del Partido Comunista Francés, Ed. Unir, t. 3, Anexo, p. 244.
151. El problema chino (París: Seghers, 1967), p. 185. La pretendida ―ley de Stalin‖ tal como lo
formula Garaudy parece copiada de un pasaje de la introducción de La revolución permanente,
en que Trotsky declara que ―en una dictadura del proletariado aislada, las contradicciones
internas y externas se exacerban inevitablemente en proporción con los éxitos logrados‖ (La
revolución permanente, ob. cit., p. 9).
152. ob. cit., p. 27
153. Existe un grupo de marxista-leninista-stalinistas que sostiene firmemente que Stalin no
desconoció la continuación de la lucha de clases después de la expropiación de los poseedores.
Es una señal de fidelidad a la memoria del jefe soviético que los honra. Pero, para convencer,
hacen falta argumentos. Los suyos son más bien dificultosos. Invocan el silencio de los albaneses
sobre este error de Stalin; pero, no contentos con hacer hablar... a un silencio, pretenden acallar a
los chinos, que sí hablan. Si los escuchamos, los editoriales de los órganos centrales del Partido
Comunista de China se deben a gente que no tiene ninguna calidad para expresar el punto de
vista de su partido. Incluso si concedemos todo eso, no podríamos seguirlos en sus conclusiones;
necesitaríamos olvidarnos de leer, ya que los textos de Stalin son bastante elocuentes por sí
mismos.
154. Cf. Hongqi (Bandera Roja), #8, 1966, en La gran revolución cultural proletaria, IV (Pekín:
Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968), p. 4. Pekín Informa del 9 de marzo de 1970 reproduce
Sobre el Trotskismo 213
un artículo titulado ―Quién reeduca a quién‖, en que se critica al tratado de N. A. Kaïrov,
Pedagogía. El artículo de Pekín Informa cita indistintamente la edición antigua (1948) o la nueva
(1956) para mostrar que el contenido es revisionista y apunta a transformar la sociedad a imagen
de la burguesía de nuevo tipo que se reforzaba en la URSS ya antes de la muerte de Stalin. Éste
fue el último baluarte contra la usurpación del poder central por la burguesía burocrática del
Estado. El período que va del XXI al XXII Congreso debe considerarse como una fase de
consolidación del poder por la nueva burguesía. Se podría juzgar el valor de sus argumentos
cuando aparezca la gran obra en la que trabaja actualmente.
155. Cf. El marxismo y los problemas de la lingüística (Pekín: Ediciones en Lenguas
Extranjeras).
156. Cf. Cuestiones del leninismo, t. 2, p. 218.
157. The Prophet Outcast, p. 332.
158. Victor Serge escribía, por ejemplo: ―Defensa del hombre. Respeto del hombre, aunque sea
el último de los hombres. `Enemigo de clase', hijo o nieto de burgueses, no me importa...‖
(Mémoires d'un révolutionnarre (París: Ed. du Seuil, 1951), p. 305.
159. Signes, p. 327.
160. Caracterizar a Stalin como un ―gran marxista-leninista‖, después de todo lo que hemos
dicho sobre sus errores, puede parecer contradictorio, pero no lo es más que en el juicio de Lenin
sobre Bujarin ―teórico de los más notables y de altísimo valor‖, que ―nunca comprendió
enteramente la dialéctica‖, t. 36, p. 607.
161. Maurice Thorez y Roger Garaudy, ―Les tâches des philosophes communistes et la critique
des rreurs philosophiques‖, suplemento de Cahiers du Communisme, 1942, Nos. 7-8, p. 14.
162. ―Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo‖, p. 41.
163. Cf. El marxismo y los problemas de la lingüística, p. 30.
164. ibíd., p. 39.
165. Cf. ―Carta abierta del Comité Central del PCUS a las organizaciones del Partido y a todos
los comunistas de la Unión Soviética‖ (14 de julio de 1963), en Polémica acerca de la línea
general..., p. 571.
166. No son éstas palabras en el aire, si nos remitimos al testimonio del sociólogo sueco Jan
Myrdal, que escribió: ―Encontré mucha literatura anticomunista en las librerías chinas‖ (Jan
Myrdal, Chinese Journey [Londres: Chatto and Windus Ltd., 1965], p. 134).
167. Mao Tsetung, Obras escogidas, t. 3, pp. 46-47.
Capítulo 5: Degeneración revisionist o revolución cultural
1. Citado por D. Bensaid en Critiques de l'economie politique, Nos. 7-8, p. 136
2. ―The World Situation and Perspectives‖, in Writings of Leon Trotsky (1939-1940), p. 24.
3. ibíd., p. 3.
4. Leer sus declaraciones en el anexo del libro de Jaçques Roussel, Les enfants du prophète,
Spartacus, 1971.
5. Cf. Quatrième Internationale, mayo de 1969, No. 37, p. 26.
6. Cf. ―La défense de la URSS et l'opposition‖ (1929), citado en Politique de Trotsky, pp. 314-
315.
7. Paul Yankovitch, Le Monde, 11 agosto 1970, p. 11.
Sobre el Trotskismo 214
8. La ola de papel impreso trotskista crece, pero la ambigüedad y la confusión de sus posiciones
subsisten. Por ejemplo, los trotskistas bolivianos dicen que el ―sistema socialista‖ lo ―conforman
los Estados en que los trabajadores se han transformado en la fuerza dominante‖. Si están
―oprimidos y robados‖, ¿cómo pueden ser la ―fuerza dominante‖? Cf. Tesis política de la C. O.
B. y otros documentos, U. M. S. A., La Paz, 1970, p. 23.
9. Cf. Charles Bettelheim, ―Remarques théoriques‖, en Problèmes de planification, No. 14, p.
178. (Problemas de planificación, Fondo de Cultura Económica).
10. P. P. Rey, ―Sur l'articulation des modes de production‖, ibíd.., No. 13, p. 96.
11. Cf. Cahiers de la Gauche Prolétarienne, No. 2 (1970), p. 65.
12. Cf. ―La base sociale du révisionnisme‖, Cahiers marxistes léninistes, No. 14.
13. Esto es tanto más cierto cuanto que los precios son estables, por ejemplo en la URSS,
contrariamente a la inflación galopante que caracteriza a las economías occidentales.
14. ―Calcul économique, categories marchantes et formes de propriéte‖, Problèmes de
planification, No. 12, p. 8. (Cálculo económico y formas de propiedad, Siglo XXI).
15. Ibíd.., p. 13.
16. Ibíd.., p. 31.
17. ibíd., p. 73.
18. Ibíd.., p. 84.
19. Carta a Paul Sweezy, 18 febrero 1970, en Paul Sweezy y Charles Bettelheim, Lettres sur
quelques problèmes actuels du socialisme (París: Maspero, 1970), p. 60 (Algunos problemas
actuales del socialismo, Siglo XXI).
20. Cf. G. Kim, A. Kaufman, ―Le développment non capitaliste‖, La vie internationale,
diciembre de 1967, Moscú.
21. Según H. Weber, los privilegios de la burocracia ―provienen de la explotación del Estado y
no de relaciones de producción dadas‖ (ob. cit., p. 15). En otras palabras, la burocracia explota al
Estado y no a los trabajadores. Confesamos no comprender lo que esto significa desde un punto
de vista marxista. Pierre Naville defiende una tesis no menos paradójica. En la URSS habría
―explotación recíproca‖. Cf. Le salaire socialista ( París: Anthropos, 1970).
22. Cf. Jaçques Rancière, ―Sobre la teoría de la ideología y la política de Althusser‖, ob. cit., pp.
325-326, 354-355. Rancière refuta la diferencia que destaca Poulantzas entre ―relaciones de
producción‖ y ―relaciones sociales‖.
23. Sweezy y Bettelheim, Sobre la transición al socialismo, pp. 41-44.
24. K. S. Karol, Le Monde, 23 julio 1970.
25. Término que tomamos de Mahmoud Hussein en ―La restauración du capitalismo en URSS et
la rèvolution culturelle chinoise‖, anexo a La lutte des classes en Egypte, p. 365.
26. Término empleado por Bettelheim.
27. Citado en el folleto Les rèvisionistes soviétiques restaurent le capitalismo sur toute la ligne
en Unión soviétique (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968), p. 365.
28. ibíd., p. 22.
29. Cf. J. Pavleski, ―Project‖, mayo de 1969, artículo reimpreso en Problèmes èconomiques, 3
julio 1969.
30. Tesis del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Soviet News, No. 11,
julio de 167, p. 21.
31. Pavleski, ob. cit.
Sobre el Trotskismo 215
32. Consejero comercial de Francia en Moscú. Notes et études économiques, 28 marzo 1969;
artículo reimpreso en Problèmes économiques, 3 julio 1969.
33. Artículo de Est-Ouest, reimpreso en Problèmes économiques, 6 marzo 1969.
34. Cahiers de la Gauche Prolétarriene, 1970, No. 2, p. 66.
35. Les révisioinistes soviétiques restaurent le capitalisme, p. 61.
36. Le testament de Varga (París: Grasset, 1970), pp. 64-67.
37. Le Monde, 23 julio 1970.
38. Lenin, t. 31. p. 229. Cf. ―Une rèvèlation d'une sincèrite exceptionelle‖, Littèrature chinoise,
abril de 1970 y Le Monde.
39. Sobre la política internacional de la URSS, cf. Anexo II.
40. Sobre este tema, el mejor libro es el del llorado Jean Baby, La grande controverse sino-
soviétique (París: Grasset, 1966). Conserva toda su actualidad.
41. The Great Proletarian Cultural Revolution in China, p. 25.
42. ibíd., p. 3.
43. Joan Robinson, The Cultural Revolution in China, pp. 85-86.
44. Cf. Decisión de 16 puntos del Comité Central del Partido Comunista de China.
45. Sobre los ―Appareils idéologiques d'Etat‖, cf. L. Althusser, La Pensée, 1970, No. 151.
(Aparatos ideológicos del Estado, Nueva Visión). Cf. también ―Idéologie et forces productives‖,
Cahiers marxistes-léninistes, enero-febrero de 1967, No. 15. El concepto de aparato ideológico
del Estado la produjo J. Rancière en un texto inédito en francés.
46. ibíd., p. 90.
47. ibíd., p. 87.
48. Cf. Pekín Informa, 1970, No. 14.
49. Artículo del Wenhui Bao de Shanghai. Traducido en Cahiers de la Chine nouvelle, 22 julio
1968, No. 520 (especial); reimpreso en forma abreviada en 700 millions de Mao Tsetung, libro-
diario de L'Idiot international, No. 1.
50. The Great Proletarian Cultural Revolution in China, pp. 54, 57.
51. Intercontinental Press, 14 julio 1969, p. 702.
52. ibíd., p. 703.
53. Cf. Historie de la révolution culturelle prolétarriene en Chine (París: Maspero, 1970), pp.
253-255.
54. Intercontinental Press, 14 julio 1969, p. 713.
55. Mao Tsetung, Obras escogidas, t. 4, ―El movimiento democrático en el ejército‖, pp. 195-
196.
56. ―Résolution sur la révolution culturelle dur IX Congrès‖, p. 70. A los trotskistas les gusta el
―franglés‖. Es una manera de ser internacional. Por el momento, nos gustaría saber cómo
―posiciones‖ (tesis, análisis, apreciaciones) pueden ser la copia de una… dictadura (!).
57. Todo mundo sabe que las ecuaciones de Newton pueden considerarse como un caso
particular de las de Einstein, si se toman como datos velocidades netamente inferiores a las de la
luz y la ausencia de grandes masas próximas. Sólo ciertas hipótesis metafísicas fueron
eliminadas; el tiempo y el espacio ―sensoria Dei‖, vacíos absolutos y homogéneos.
58. Ver la conversación con Victor en Les Maos en France, de Michèle Mancaeux (París:
Gallimard, 1972). Conviene dar cuenta aquí de otra diferencia terminológica que se habrá notado
en este libro. Nosotros escribimos ―pensamiento de Mao Tsetung‖ y no ―pensamiento Mao
Tsetung‖. La segunda expresión, en uso de las publicaciones de Pekín, es curiosa. ¡En buen
Sobre el Trotskismo 216
francés, significaría que Mao es un pensamiento! Cuando preguntamos a los camaradas chinos el
porqué de esta innovación, nos contestan, un poco incómodos, que alguien en los servicios de
traducción debió creer que ―pensamiento Mao Tsetung‖ traducía más literalmente el giro chino.
Ahora bien, en chino no hay declinación ni genitivo. ¡Se nos concederá que modificar la sintaxis
francesa para hacerla más próxima a la del chino procede de una extraña concepción de la
fidelidad en materia de traducción!
59. Cf. el título del libro de Paloczi-Horwath, Mao Tsè-tung empéreur des fourmis bleues.
60. Mao Tsetung, Obras escogidas, t. 3, ―Rectifiquemos el estilo de trabajo en el Partido‖, p. 46.
61. Marxismes imaginaires (París: Gallimard, 1970), p. 42.
Capítulo 6: Stalin y Trotsky frente a la revolución china
1. La idea de los tres aspectos que definen la política de la Internacional según Poulantzas sin
duda se inspira en Merleau-Ponty, quien habla de ―los tres temas marxistas de la iniciativa de las
masas, el internacionalismo proletario y la construcción de las bases económicas‖, Humanismo et
terreur, pp. 140, 145.
2. Agnes Smedley, ―The great road. The life and time of Chu Teh‖, Monthly Review Press, 1956,
p. 353.
3. Éste es un ejemplo de los extremos polémicos de Trotsky: ―La expedición del Norte, que
dicho sea de paso, se reveló como una expedición contra el proletariado…‖ (Problems of the
Chinese revolution [Nueva York: Paragon Book Reprint Coop., 1966], p. 279.
4. Cf. Israel Epstein, From Opium War to Liberation [Pekín: New World Press, 1964], pp. 135-
136; Jaçques Guillermaz, Histoire du Parti communiste chinois [París: Payot, 1964], pp. 135-
136, 127-128. (Historia del Partido Comunista de China [Ed. Península]); Les sociétes secrètes
en Chine, recopilación de textos presentados por Jean Chesneaux [París: Julliard, 1965], pp. 237-
240.
5. Una parte del Kuomintang de izquierda permaneció fiel hasta el fin a la alianza con los
comunistas, especialmente la señora Soong Ching-ling, viuda de Sun Yat-sen, actualmente
vicepresidente de la República Popular China. Aún en 1965, el ―Kuomintang renovado‖ tenía 75
diputados en la Asamblea Nacional y tres ministros.
6. El 1º de agosto es el aniversario del Ejército Popular de Liberación. Trotsky denunció la
―política oportunista‖ de Holong y Yeh Ting y calificó su levantamiento de aventura aislada y de
―acción seudocomunista a la Majno‖ (jefe anarquista ucraniano).
7. Cf. J. Guillermaz, ob. cit., pp. 163-165 y R. C. North, Le communisme chinois, Hachette,
1966, pp. 99-104.
8. Por esa razón, es imposible que haya invocado la autoridad de la Internacional (lo que niega
haber hecho). Cf. Harold R. Isaacs, The tragedy of the Chinese revolution, edición revisada,
Stanford, California, 1951, p. 59. El documento que consigna las declaraciones de Sneevliet a
Harold Isaac lo publicó este último en The Chinese Quarterly, enero-marzo de 1971.
9. Cf. P. Mif. Heroic China, Nueva York, 1937, pp. 21-22. Además, hace nota que en esa época,
los comunistas habían empezado a entrar individualmente en el Kuomintang. Según Honrad
Brant, E. H. Carr y Stuart Schram, Maring habría actuado siguiendo su propia iniciativa y sólo
después habría obtenido la aprobación de la Comintern. (Cf. Stuart Schram, Mao Tsetung,
Penguin Books, 1967, p. 70).
Sobre el Trotskismo 217
10. La question chinoise dans l'Internationale communiste, textos presentados por P. Brouè
(París: EDI, 1965), pp. 295-296.
11. Cf. The prophet unarmed, p. 317. Sobre esta cuestión ver Anexo.
12. Fernando Claudin, La crise du mouvement communiste, ob. cit., t. 1, p. 325.
13. The Chinese Quarterly, octubre-diciembre de 1971.
14. La question chinoise dans l'Internationale communiste, p. 76 ; cf. también T. Mandalian,
ibíd., p. 288.
15. ibíd., p. 78.
16. Stuart Schram, Mao Tsetung, p. 78.
17. ibíd., p. 79.
18. Sobre este punto, están totalmente de acuerdo la Lettre de Shangai que los trotskistas invocan
sin haberla leído y el artículo de Mandalian ya citado.
19. ¡Dada la manera sumaria con que él mismo liquida ciertos problemas históricos, se puede
imaginar lo que debe ser ese ―trotskismo vulgar‖!
20. Considerando el gran número de eminente jefes militares comunistas surgidos de Wampoa, J.
Guillermaz la califica de ―primera escuela militar del Futuro Ejército Rojo chino‖, ob. cit., p. 88.
21. Hélène Carrère d'Encausse y Stuart Schram, Le Marxisme et l'Asie, 1853-1954 [París:
Armand Colin, 1965], pp. 207-208.
22. Cf. Conrad Brandt, Stalin's Failure in China, Cambridge, Mass., 1958, p. 104.
23. Cf. Problems of the Chinese revolution, p. 100.
24. The prophet unarmed, p. 322.
25. La revolución permanente, p. 190. En su segunda carta a Preobrajensky, dice: ―China no
tiene nobleza rural; tampoco clase campesina unida por una comunidad de intereses contra los
terratenientes. La revolución agraria en China está dirigida contra la burguesía urbana y rural‖.
Cf. La question chinoise dans l'Internationale communiste, presentada por P. Brouè, ob. cit., p.
328. (Hemos corregido la traducción – K. M.).
26. La revolución permanente, p. 145.
27. L. Trotsky, Problems of the Chinese revolution, p. 145. No insistimos en el hecho de que
Trotsky afirmó que la revolución china era una revolución por la autonomía aduanera, definición
absurda que debió abandonar luego. En efecto, Chiang Kai-shek obtuvo esta autonomía desde
1930 por medios muy poco revolucionarios.
28. En Análisis de clases de la sociedad china (marzo de 1926), Mao Tsetung previo este
desplazamiento. Escribió: ―Inevitablemente, se producirá pronto una división dentro de las clases
intermedias: algunos sectores se inclinarán hacia la izquierda para unirse a la revolución, y otros,
hacia la derecha para sumarse a la contrarrevolución‖ (Obras escogidas, t. 1, p. 11.).
29. En las elecciones al II Comité Central Ejecutivo del Kuomintang, la derecha sufrió una
derrota en enero de 1926 y en marzo del año siguiente se formó el gobierno del Kuomintang a
favor de Wang Ching-wei (el rival de Chiang Kai-shek), que se transformó en su presidente, y de
los comunistas, que obtuvieron los ministerios de Agricultura y de Trabajo.
30. Cf. M. N. Roy, Revolution and counter-revolution in China, Calcuta, 1946, p. 551.
31. Cf. Agnes Smedley, ob. cit., p. 242.
32. Los trotskistas cita a menudo la Lettre de Shangai, pero como siempre, dan pruebas de
ceguera total con respecto a todo lo que en esa carta no cuadra con sus esquemitas.
33. The prophet unarmed, p. 326.
Sobre el Trotskismo 218
34. Citado en Stalin, El marxismo y el problema nacional y colonial (París: Ed. Sociales, 1953),
p. 293. (Edición en español: Ed. Lautaro).
35. Roy, reportaje a R. C. Roy, citado por este último en Moscow and the Chinese Communists,
Stanford University Press, 1953.
36. Citado en Stalin, ob. cit., p. 294.
37. International Press Correspondence (23 diciembre 1926), citado en Shanti Swarup, A study
of the Chinese communist movement (Oxford: Clarendon Press, 1966), p. 37.
38. ob. cit., 30 diciembre 1926, p. 38.
39. Communist International, vol. II, Nos. 18-10, 1925, ibíd., p. 38.
40. ibíd., p. 295.
41. Al contrario, Trotsky repite incansablemente que la revolución china la aplastó ―la dirección
oportunista, no la que tenía su sede en Cantón, Shanghai y Wuhan, sino la que comandaba a
partir de Moscú‖. Cf. Problems of the Chinese revolution, p. 291.
42. Se publicó en Revolyutsionny Vostok, No. 2, 1927 y en otras publicaciones de la Comintern.
43. ob. cit., p. 240.
44. Cf. infra.
45. Pierre Naville también pretende que el informe de Mao, cuando apareció en Moscú ―sólo
encontró eco en la oposición de izquierda‖. Cf. su recopilación de artículos La classe ouvrìere et
le régimen gaulliste, editado por Études et documentation internacionales, 1964, p. 460.
46. Cf. Die Chinesische Frage auf dem 8 Plenum des Exekutive der Kommunistichen
Internationale, mayo de 1927 (Hamburgo-Berlín: Verlag Carl Hoym Nachf, 1928), p. 146.
47. ibíd., p. 147.
48. ibíd., p. 148.
49. También era la opinión de Borodin, quien defendió continuamente al ala derecha del Partido
Comunista de China.
50. M. N. Roy, Revolution and counter-revolution in China, pp. 548-549.
51. Cf. Conrad Brandt, Stalin's Failure…, pp. 119.120.
52. ibíd., pp. 306-307.
53. Tang Leang-li, The inner history of the Chinese revolution, Londres, 1930, p. 282, citado en
R. C. North, Moscow and Chinese Communism.
54. Lo calificamos así, con ironía, ya que él mismo consideraba que Mao era extremadamente
derechista (cf. Revolution and counter-revolution in China, p. 615).
55. Citado en Shanti Swarup, p. 207.
56. Hong-chi, 19 julio 1930, ibíd.
57. ibíd., p. 137.
58. También defienden esta tesis en sus obras los profesores Benjamín Schwartz y Robert C.
North. El sinólogo indio Shanti Swarup la refutó apoyándose en una rica documentación inédita.
En estas páginas, utilizamos el resultado de sus investigaciones.
59. Los orígenes de la revolución china, p. 122.
60. Hong-chi, 19 julio 1930, ibíd., p. 138.
61. Carta del Comité Ejecutivo de la Internacional del 23 de julio de 1930, citada en Shanti
Swarup, p. 215.
62. ibíd., p. 254.
63. Citado en Shanti Swarup, p. 224.
64. ibíd., p. 225.
Sobre el Trotskismo 219
65. Cf. John Gittings, El conflicto chino-soviético (Santiago: Universidad de Chile, 1969), p. 26.
No obstante, anotemos –en lo que concierne a la segunda de estas decisiones– la influencia
preponderante del consejero militar de la Internacional, Otto Braun, cuyos recuerdos salieron en
Horizont, Berlin-Est, 1969, Nos. 23-38.
66. Jiefang Ribao, 28 mayo 1934: amplios extractos traducidos en Mao Tsetung, presentado por
Stuart Schram, Armand Colin, 1963, p. 375.
67. Ver la nota 26, capítulo 4.
68. ibíd. Han Suyin ha oído ecos del discurso que citamos, lo que confirma su autenticidad. Cf.
Le déluge du matis, Stock, 1972, p. 559. Ver también, más adelante, el testimonio de Djilas.
69. Cf. ―The Chinese question after the Sixth Congress‖, 4 octubre 1928, en Problems of the
Chinese revolution, p. 219.
70. ibíd., pp. 216-217. Es como si se dijera que Lille y Marseille formaran parte del
departamento de Bouches-du-Rhône.
71. Cf. ―The Canton insurrection‖, en Problems of the Chinese revolution, p. 135.
72. Cf. The Canton insurrection, p. 133.
73. ―What is happening in China?‖, in Problems of the Chinese revolution, p. 233.
74. ibíd., p. 234.
75. ibíd., p. 235.
76. ―Resolución acerca de algunos problemas de la historia de nuestro partido‖, apéndice a Mao
Tsetung, Nuestro estudio y la situación actual (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1959),
p. 33.
77. ―Stalin and the Chinese revolution‖, 26 agosto 1930, en Problems of the Chinese revolution,
p. 304.
78. ibíd., pp. 304-305.
79. Cf. Guillermaz, pp. 181, 183.
80. Cf. ―Aux communists chinois et du monde entier‖, en La question chinoise dans
l'Internationale communiste, pp. 344-345. Según Trotsky (y sus partidarios chinos), ¡la consigna
política central debería ser la demanda de una Asamblea constituyente! En efecto, admitía que
era ―muy posible que China tuviera que atravesar una fase relativamente prolongada de
parlamentarismo, empezando con una asamblea constituyente‖. (Cf. La question chinoise…, p.
144).
81. ibíd., pp. 346-347.
82. ―Discurso pronunciado en una conferencia de cuadros de la región liberada de Shansí-
Suiyuan‖, Obras escogidas, t. 4, p. 244.
83. Siue Mou-kiao, Sou-Sing, Lin Tse-li, La transformation de l'économie nationale en Chine
(Pekín: Eiciones en Lenguas Exatranjeras, 1966), p. 105.
84. ob. cit., p. 247
85. William Hinton, China's continuing revolution (Londres: China Policy Study Group, 1969).
86. Stalin subrayó en varias oportunidades que el problema nacional es, de fondo, un problema
campesino. Cf. especialmente ―Sobre el problema nacional en Yugoslavia‖ (1925) en El
marxismo y el problema nacional y colonial, ob. cit., p. 228.
87. ―Leerte aux bolcheviks-léninistes chinois‖, en La lutte des classes, octubre de 1932.
88. Cf. Kang Sing, ―Die Entwickung der revolutionären Bewegung in Nicht-Rätechina und die
Aufgaben der Kommunistischen Partei‖, en Wang Ming-Kang Sing, Das revolutionäre China
Sobre el Trotskismo 220
von Heute, XIII Plenum des EKKI, diciembre de 1933 (Moscú-Leningrado:
Verlagsgenossenschaft Ausländischer Arbeiter in der U.d.S.S.R., 1934), p. 81.
89. Cf. Oeuvres complètes, t. 22, p. 22.
90. ibíd., t. 18, p. 407 y t. 19, p. 29.
91. Sobre el concepto de ―dirección‖, cf. supra, p. 23.
92. Cf. Mao Tsetung, ―Sobre la contradicción‖, Obras escogidas, t. 1, pp. 353-359.
93. Cf. Littérature chinoise, 1967, No. 1, pp. 82, 83, 85.
94. Deutscher, The prophet outcast, p. 424.
95. Así lo dijo Vergès en el debate precipitado y confirmado por Deutscher.
96. París, Robert Laffont, pp. 167-169.
97. The prophet outcast, p. 520.
98. Benjamin Schwartz, introducción a Problems of the Chinese revolution, p. iii. En el artículo
―Mao Tsetung and the revolución permanente‖, aparecido en 1962, Pierre Naville también
considera que la victoria de la revolución china se debió a una aplicación inconsciente de la
teoría de la revolución permanente (cf. recopilación de artículos La classes ouevrìere et le
régimen gaulliste, ob. cit.).
99. ob. cit. p. 85. Los sabios burgueses nos se sienten obligados a respetar las apariencias de
seriedad y objetividad académica cuando se trata de Stalin. En la página 314, para introducir
textos de este dirigente revolucionario, se encuentra esta frase: ―Extractos de los artículos y
discursos de Stalin para ilustrar [el subrayado es nuestro – K. M.] sus piruetas sobre la cuestión
china‖. Ingenuamente, los autores nos advierten sobre la intención que ha presidido la elección,
fragmentación, extracto y presentación de estos textos.
100. ibíd., pp. 94-95.
101. ibíd., p. 95.
102. ibíd., p. 108.
103. ob. cit., p. 468.
104. The Chinese revolution after the Sixth Congress, p. 221.
105. Cf. K. S. Karol, La Chine de Mao, Robert Laffont, 1966, p. 62.
106. ibíd., p. 64.
107. ob. cit., pp. 86-89.
108. loc. cit.
109. Aclaro, para los que no saben leer, que reprocho a Karol afirmaciones inexactas
concernientes a la manera en que los chinos enseñan su propia historia, contenidas en la primera
parte de su libro titulado ―Leer histoire telle qu'ils la voient aujourd'hii‖. J. J. Marie finge
comprender que para mí ―una versión de la historia es verdadera porque así se la enseña en
China‖ (!). Cf. La Verité, abril de 1972, p. 205.
110. Cf. Mao Tsetung, ―Resolución acerca de algunos problemas de la historia de nuestro
partido‖, apéndice a Mao Tsetung, Nuestro estudio y la situación actual (Pekín: Ediciones en
Lenguas Extranjeras, 1959), p. 112. Esta resolución no aparece en el tomo 3 de la edición en
español de las Obras escogidas después del comienzo de la Revolución Cultural, probablemente
a causa de ciertos pasajes que conciernen a Liu Shao-chi y, sin duda, porque durante la
Revolución Cultural, se reveló que Chü Chiu-bai traicionó antes de su muerte.
111. ob. cit., p. 153.
Sobre el Trotskismo 221
Capítulo 7: La derrota de los comunistas griegos
1. Mao Tsetung, Obras escogidas, t. 4, p. 11.
2. La ―X‖ era una organización financiada por los ingleses, pretendidamente destinada a la
resistencia, pero que colaboraba con los alemanes en la caza al comunismo. Su jefe era un
político fracasado, el coronel (actualmente general) Grivas, más tarde jefe del EOKA de Chipre
con el nombre de Dighenis.
3. Así relata Churchill este acontecimiento: ―…milicianos comunistas que se entregaban a una
manifestación prohibida, se enfrentaron con la policía y ése fue el comienzo de la guerra civil‖.
Es imposible decir más falsedades con menos palabras. No eran milicianos. Sólo una minoría era
comunista. La manifestación no estaba prohibida. La policía perpetró un cobarde atentado y todo
mundo se lava las manos, aunque fue premeditado. La guerra que comenzó no era una guerra
civil, ya que en lo esencial opondría la soldadesca inglesa al pueblo de Atenas.
4. A. Kédros, La résistence grecque (París: Robert Laffont, 1966), p. 488.
5. Papandreu está ahí para ayudar a Scobie a asesinar a sus compatriotas. Si no estuviera él,
estaría otro, poco importa. “Algún gobierno griego‖, dice Churchill. Este ―algún‖ dice todo lo
que se puede decir sobre la relación entre una potencia imperialista y los títeres que utiliza. El
mismo día, el primer ministro inglés escribía al embajador Leeper: ―De ahora en adelante,
Papandreu y usted mismo se conformarán a sus instrucciones‖ (las de Scobie). ¡Y Papandreu
tiene cara para jactarse en sus Memorias del papel que representó en esos tristes
acontecimientos!
6. Cf. ―La guerre civile en Grèce et ses leçons‖, La Nouvelle Revue Internationale, noviembre de
1964.
7. Hasta los nacionalistas chinos concibieron alguna esperanza de un Scobie norteamericano. Cf.
Mao Tsetung, Obras escogidas, t. 3, p. 230.
8. Citado en N. Svoronos, Histoire de la Grèce moderne, P. U. F., col. Que sais-je?, 1964, p.
118.
9. Z. Zographos, ob. cit., p. 100.
10. Citaremos un ejemplo del que obtuvimos conocimiento personal: acusaron a la viuda
francesa de un médico ejecutado por los alemanes de haber asesinado a dos personas y sólo
debió su salvación a su nacionalidad.
11. Citado en Darivas, ―De la résistence à la guerre civile en Grèce‖, en Recherches
internacionales à la lumière du marxisme, Nos. 44-45, 1964, p. 275.
12. ibíd., p. 273.
13. Las elecciones se desarrollaron bajo el control de representantes de los sindicatos ingleses.
14. Darivas, ob. cit., p. 273.
15. Parece que Stalin aconsejó participar en las elecciones. En 1950, Zachariadis reconoció que
la decisión de abstenerse era un error táctico.
16. Zographos, loc. cit.
17. Desde agosto de 1948, el número de personas detenidas y deportadas se elevaba a 70.000.
18. Estos principios de la guerra los desarrolló Mao Tsetung y se aplicaron victoriosamente en
China y en Vietnam.
19. Citado en Kousoulas, Revolution and defeat. The story of the Greek Communist Party,
Oxford University Press, 1965, p. 223.
Sobre el Trotskismo 222
20. ¡El EAM-ELAS cometió el error de llevar, al retirarse, millares de rehenes que no eran todos
enemigos de clase ni mucho menos! La justicia del ELAS a veces fue expeditiva en esos días.
Esos errores, agrandados por la propaganda adversa, contribuyeron a aislar a los comunistas.
Sobre todo sus aliados de las capas intermedias vacilantes por naturaleza perdieron la confianza
en ellos después de su derrota y tenían demasiado miedo a la represión monarca-fascista como
para continuar siguiéndolos.
21. Coronel J. C. Murray, ―The anti-bandit war‖, The guerrilla and how to fight him, Praeger,
1962, p. 74.
22. La noche del 4 al 5 de julio de 1949, tropas del gobierno griego pasaron por Yugoslavia de
acuerdo con las autoridades de ese país para cercar las posiciones del ED en Calmactsalan. En
una carta a Jean Casson publicada en France Nouvelle del 8 de octubre de 1949, el ministro de
Justicia del gobierno de la montaña griego cita hechos precisos que prueban la actividad hostil al
ED desplegada por los dirigentes yugoslavos. Cf. Laicos Dromos, No. 13, pp. 42-45.
23. Cf. De Gaulle: ―Hasta el fin, los últimos detentadores de la autoridad del Reich se esforzaron
por obtener algunos arreglos separados con los occidentales‖. (Mémoires de guerre, Plon, Poche,
―La Salut‖, pp. 205-206.
24. Gilbert Badia, Histoire de l'Allemagne contemporaine, Ed. Sociales, t. 2, p. 125. (Historia de
Alemania contemporánea, Ed. Futura).
25. Kédros, La résistence grecque, p. 51.
26. Citado en Tsaoucalas, La Grèce de l'indépendance aux colonels (París: Maspero, 1970), p.
73.
27. Atribuir la intervención británica en octubre de 1944 a la conferencia de Yalta, como se hace
con frecuencia, es una manifestación de ignorancia, ya que esta conferencia se reunió en febrero
de 1945 y tenía por objeto decidir la suerte de Alemania.
28. Milovan Djilas, Conversations with Stalin (Londres: Rupert Hart-Davis, 1962), pp. 164-165.
(Conversaciones con Stalin, Ed. Seix Barral).
29. 18 de noviembre de 1946, citado en Histoire du Parti communiste français (París: Ed.
Sociales, 1964), p. 486.
30. Cf. Histoire du Parti communiste français, Editions Unir, t. 2, p. 265.
31. ibíd., t. 3, p. 35.
32. Citado según el folleto Stalin contre la révisionisme, I, publicación ―Ligne rouge‖. Este
folleto reproduce las notas de Eugenio Reale, que acompañaba a Longo.
33. Ibíd., Los yugoslavos dirigieron críticas análogas a los comunistas griegos, en que les
reprochan por ser legalistas y por no prepararse para la toma del Poder.
Capítulo 8: Conclusión: Los rasgos fundamentales del trotskismo
1. La revolución permanente, p. 180.
2. Dos tácticas, ob. cit., pp. 81-82.
3. Prefacio al ―Discours au Jury‖, en F. Lassalle, junio de 1905; citado en Results and prospects,
ob. cit., p. 239.
4. Mao Tsetung, ―Sobre la contradicción‖, Obras escogidas, t. 1, pp. 335-337; cf. también L.
Althusser: ―Es la desigualdad interna lo que está primero y funda el papel de la desigualdad
Sobre el Trotskismo 223
externa y hasta los efectos que esta segunda desigualdad ejerce en el interior de las formaciones
sociales en presencia‖, Pour Marx (París: Maspero, 1965), p. 218.
5. Cf. Mao Tsetung, ob. cit y ―Sobre la dialéctica materialista‖ en Pour Marx, de L. Althusser,
que se apoya en Mao.
6. The prophet armed, p. 159.
7. Cf. Nicolas Krasso, ―Le marxismo de Trotsky‖, Les Temps modernes, No. 276, p. 2211.
8. Sobre este tema, nos permitimos remitir a nuestro artículo sobre ―La política internacional de
China‖, aparecido en el número 50 de Tel Quel, verano de 1972.
9. Cf. supra, p… (227-228 de la traducción).
10. Cf. Histoire de la révolution russe, Ed. du Seuil, 1950, p. 14.
11. ibíd., p. 276.
12. Cf. Quatrième Internationale, noviembre de 1964, pp. 61-63.
13. Cf. Bonapartisme bourgeois ou bonapartisme soviétique, Classique ―Rouge‖, No. 2, p. 16.
14. Cf. Maurice Merleau-Ponty, Signes, p. 315, en que cita a un trotskistas norteamericano.
Anexo I
1. Y. C. Yang, Chinese intellectuals and the West 1872-1949, The University of North Carolina
Press, 1966.
2. Un resumen de sus críticas se halla en Shanti Swarup, A study of the Chinese communist
movement, ob. cit., pp. 234-236.
3. Pierre Broué deja entender falsamente que murió en prisión. Cf. Le parti bolchevique, ob. cit.,
p. 438.
4. Cf. Benjamin Schwartz, Chinese communism and the rise of Mao, ob. cit., pp. 13-27.
Anexo II
a. En la orden del día del IX Congreso del partido se incluyeron problemas vinculados con las
tareas inmediatas de la construcción económica y con el movimiento sindical. El Congreso fijó
las tareas económicas más urgentes de la construcción socialista y señaló especialmente la
necesidad de que los sindicatos tuvieran activa participación en esa tarea. Esto se reflejó en las
resoluciones ―Las tareas inmediatas de la construcción económica‖ y ―Los sindicatos y su
organización‖.
b. Véase el tomo 34, p. 309 y el fin de este Anexo.
c. Se refiere a la resolución de la IX Conferencia de toda Rusia del PC (b) R sobre ―Las tareas
inmediatas de la organización del partido‖.
d. Se trata de las reuniones plenarias del Comité Central [CC] de noviembre y diciembre de
1920. Véanse los textos de las resoluciones aprobadas en esas reuniones en Pravda, núm. 255,
del 13-XI-1920 y núm. 281, del 14-XII-1920, y también el comunicado publicado en Izvestia del
CC del PCR32
, núm. 26, del 20-XII-1920.
e. Véase el tomo 34, pp. 228-229.
f. Véase Izvestia del CC del PCR, núm. 26, p. 2, resolución de la reunión plenaria de septiembre
del CC, punto 3: ―El CC considera además que ha mejorado considerablemente la grave
situación de los sindicatos del transporte que motivó la creación del Departamento Político
Sobre el Trotskismo 224
General del Comisariato del Pueblo de Transporte y la Dirección Política General del Transporte
por Agua35
como palancas transitorias para secundar y organizar el trabajo. Por consiguiente,
ahora se puede y se debe proceder a incorporar estas organizaciones en el sindicato como
organismos adjuntos al aparato sindical y fusionados con él‖.
31. En la sesión conjunta de los grupos del PC (b) R del VIII Congreso de toda Rusia de soviets,
del Consejo Central de Sindicatos de toda Rusia y del Consejo de Sindicatos de Moscú, realizada
el 30 de diciembre de 1920 en el Teatro Bolshoi de Moscú, Lenin hizo su primera intervención
ante los activistas del partido, durante la discusión del papel y las tareas de los sindicatos en la
construcción socialista.
La discusión fue impuesta al partido por Trotsky, quien el 3 de noviembre habló en la
reunión del grupo del PC (b) R de la V Conferencia de toda Rusia de Sindicatos, donde atacó la
línea del partido de impulsar la democracia en los sindicatos y llamó a ―apretar las tuercas del
comunismo de guerra‖.
Las divergencias habían surgido ―sobre los métodos de abordar a las masas, de ganar a las
masas, de vincularnos a las masas‖ (véase el tomo 34, p. 291 y el Anexo II). Las divergencias
que surgieron en el grupo, fueron transferidas para su discusión al pleno del CC del PC (b) R. No
obstante, hacia fines de diciembre, la discusión acerca de los sindicatos crece y desborda los
marcos del CC. El 24 de diciembre Trotsky interviene en una reunión conjunta de militantes del
movimiento sindical y de delegados al VIII Congreso de toda Rusia de Soviets. El 25 de
diciembre publica un folleto que marcó la formación de una fracción antipartidista. Eso hizo las
veces de señal para la acción de otros grupos antipartidistas: el ―amortiguador‖, el de la
―oposición obrera‖, el del ―centralismo democrático‖, etc.
Lenin estaba contra la discusión, considerando que ésta desviaría la atención y fuerzas del
partido de la solución de las tareas económicas urgentes dirigidas a luchar contra la ruina
económica y el hambre. Pero cuando los opositores iniciaron su campaña los combatió
enérgicamente, concentrando su ataque fundamental en los trotskistas, como fuerza principal de
los agrupamientos antipartidarios. En una serie de intervenciones posteriores, así como en los
artículos La crisis en el partido, Una vez más acerca de los sindicatos, la situación actual y los
errores de Trotsky y Bujarin (véase el tomo 34, pp. 319-329 y 350-388 y el Anexo III), Lenin
desentraño el verdadero sentido de la lucha dentro del partido, desenmascaró el carácter
fraccionista de las acciones de los oposicionistas, que minaban la unidad del partido y mostró el
daño de la discusión que éstos habían impuesto. Al mismo tiempo, Lenin planteó y desarrolló
una serie de importantísimas tesis de principio sobre el papel de los sindicatos en el sistema de la
dictadura del proletariado y sus tareas en la construcción socialista.
La discusión sobre los sindicatos insumió más de dos meses. Durante ella, la aplastante
mayoría de las organizaciones del partido aprobó la plataforma leninista. En todas las
organizaciones básicas del partido la oposición sufrió una derrota total. En el X Congreso del
partido, que se realizó desde el 8 hasta el 16 de marzo de 1921, se hizo un balance de la
discusión.
32. Izvestia del Comité Central del Partido Comunista de Rusia (de los bolcheviques): boletín de
información del CC que esclarecía los problemas de la vida del partido. Comenzó a editarse el 28
de mayo de 1919, de acuerdo con una resolución del VIII Congreso del PC (b) R. Sus primeros
números aparecieron como un suplemento semanal del periódico Pravda y desde octubre de
1920, se publicó como órgano independiente.
Sobre el Trotskismo 225
En 1929 Izvestia del CC del PC (b) R se transformó en la revista quincenal Partínnoe
Stroítelstvo (―Construcción del partido‖), que apareció hasta junio de 1946, y más tarde en la
revista quincenal Partínnaia Zhizn (―La vida del partido‖).
33. Grupo amortiguador: uno de los grupos fraccionistas antipartidistas que se formó durante la
discusión sindical (1920-1921). Encabezó el grupo N. Bujarin, integrándolo I. Larin, E. A.
Preobrazhenski, L. P. Serebriákov, G. I. Sokólnikov, V. N. Iákovleva y otros. Aparentando limar
las divergencias entre Lenin y Trotsky en cuanto al papel y las tareas de los sindicatos, este
grupo trataba de conciliar el leninismo con el trotskismo. En su papel de conciliador, Bujarin
defendía por todos los medios a Trotsky y atacaba a Lenin. Lenin hizo una caracterización muy
gráfica de la posición de Bujarin diciendo que ―lo representaría como un hombre que vierte un
balde de kerosene sobre las llamas‖ (véase el tomo 34, p. 304 y el Anexo II). El ―grupo
amortiguador‖ colaboró con la actividad fraccionista de Trotsky y causó gran daño al partido. En
los hechos, resultó cómplice del peor y más perjudicial fraccionismo; Lenin denominó a las tesis
de Bujarin y sus partidarios ―el colmo de la descomposición ideológica” (véase el tomo 34, p.
327). Al poco tiempo, Bujarin renunció a su plataforma y se plegó abiertamente a la posición de
Trotsky.
Lenin en el artículo La crisis en el partido y en el folleto Una vez más acerca de los
sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky y Bujarin (véase el tomo 34, pp. 319-331
y 350-388 y el Anexo II), así como en otros trabajos caracteriza al ―grupo amortiguador‖ y
evalúa sus puntos de vista antipartidistas.
34. Departamento Político General del Comisariato del Pueblo de Transporte: fue creado en
febrero de 1919 como organismo político provisional bajo la dirección inmediata del CC del PC
(b) R; en enero de 1920 fue reorganizado como Dirección Política General del Comisariato del
Pueblo de Transporte. Tomó medidas extraordinarias para rehabilitar el transporte que había sido
arruinado por la guerra imperialista y la guerra civil, para fortalecer el trabajo del partido y el
trabajo político entre los obreros del transporte, robustecer y estimular la actividad del sindicato
de los ferroviarios y transformarlo en un instrumento para el posterior desarrollo del transporte.
El Departamento Político General implantó la disciplina militar en los ferrocarriles,
subordinándolos totalmente al esfuerzo de guerra. Las medidas extraordinarias para el trabajo del
organismo permitieron salvar al transporte de la ruina, pero al mismo tiempo acentuaron el
burocratismo y generaron la tendencia a desvincularse de las masas, a dejar de lado los métodos
democráticos de trabajo en los sindicatos.
En 1920, al finalizar la guerra civil y pasar a la construcción pacífica, por resolución del
pleno del CC del PC (b) R del 7 de diciembre, el organismo fue suprimido.
35. Dirección Política General del Transporte por Agua adjunta al Comisariato del Pueblo de
Transporte: Se construyó en abril de 1920 como sección del Departamento Político General del
Comisariato del Pueblo de Transporte. Debía ejercer el control político del aparato técnico-
administrativo y dirigir el trabajo de educación política, con vistas al rápido reestablecimiento
del transporte por agua; luchar por elevar la productividad del trabajo y mejorar la disciplina de
trabajo. Fue suprimido en diciembre de 1920.
Anexo III
Sobre el Trotskismo 226
a. Lenin comenzó a escribir este folleto el 21 ó 22 de enero de 1921 en Gorka, donde estaba
descansando. El 22 de enero por la noche Lenin volvió a Moscú llevando consigo gran parte del
folleto, el que entregó a su secretario para que fuera copiado a máquina. El 25 de enero el trabajo
estuvo terminado y el mismo día se entregó a la imprenta. El 26 de enero, en las últimas horas de
la noche, los miembros del Comité Central del partido que partían hacia las localidades para
participar en la discusión sobre el papel y las tareas de los sindicatos, recibieron parte de los
ejemplares del folleto. El resto estuvo listo al día siguiente, 27 de enero.
b. Petrográdskaia Pravda: diario cuya publicación se inició el 2 de abril de 1918 como órgano
del Comité Central y del Comité de Petrogrado del PC (b) R. En enero de 1924 se le cambió el
nombre por el de Leningrádskaia Pravda con el que se sigue publicando hasta hoy.
c. Véase el tomo 34, p. 287 y el Anexo II.
d. Véase el tomo 34, p. 287-288 y el Anexo II.
f. Véase el tomo 34, pp. 306-308 y el Anexo II.
g. Véase el tomo 34, pp. 298-299 y el Anexo II.
h. A propósito, sería bueno, en primer lugar, que en la edición corriente de las Obras de
Plejánov, se incluyera uno o varios tomos especiales, con todos sus artículos filosóficos, con
índices detallados, etc., para que formaran parte de una serie de libros de texto sobre el
comunismo. En segundo lugar, creo que el Estado obrero debe exigir de los profesores de
filosofía el conocimiento de la exposición que Plejánov hace de la filosofía marxista y la
capacidad de transmitirlo a sus alumnos. Pero todo eso es apartarse de la ―propaganda‖ y entrar
en la ―administración‖.
i. A propósito, también en esto Trotsky incurre en un error. Cree que la función de un sindicato
industrial es controlar la producción. No es así. Cuando se dice que un sindicato es industrial,
ello significa que agrupa a obreros de una industria, cosa inevitable dado el nivel actual de la
tecnología y la cultura (en Rusia y en todas partes).
j. El 24 de diciembre de 1920 Trotsky habló en el ex teatro Zimin, sobre las tareas de los
sindicatos en la producción, ante una reunión conjunta de activistas del movimiento sindical y de
delegados al VIII Congreso de toda Rusia de Soviets, organizada por el Comité Central del
Sindicato Unificado de Trabajadores del Transporte Ferroviario y por Agua. Con esta
intervención se comenzó la discusión sobre los sindicatos abierta en el partido.
45. Circular de V. I. Zof del 3 de mayo de 1920: fue publicada ese mismo año en el Boletín de la
Dirección Regional de Marinsk del Transporte por Agua, núm. 5. En ella se decía: ―Y es así que
en la vida del transporte por agua se produce un gran cambio: los métodos artesanales, el espíritu
de comité, la falta de un sistema y la anarquía están desapareciendo: el transporte por agua se
convertirá en una empresa estatal, a cuyo frente estarán los comisarios políticos con los
correspondientes poderes. Se revocará la autoridad de los comités, sindicatos y delegados para
intervenir en los problemas técnicos y administrativos‖.
Esta circular era un modelo del formalismo administrativo y burocrático impuesto
reiteradamente por los dirigentes trotskistas del CC del Sindicato Unificado de Trabajadores
Ferroviarios y del Transporte por Agua, y revelaba fehacientemente que no comprendían el papel
de los sindicatos en la tarea de rehabilitar el transporte. Los sindicatos eran equiparados a los
comités del ejército ya caducos, se los subestimaba y se les prohibía que participaran en la tarea
de encaminar el funcionamiento del transporte por agua.