Material Taller 2

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Los decisores no científicos En la ciencia política el aprendiz de Maquiavelo suele terminar decepcionado. Sus afanes por convencer al Príncipe respecto de que hay ciertos cursos de acción mejores que otros y que la formación en ciencia política otorga una base para optar por un curso de acción desechando otro, suele encontrarse con la indiferencia o a veces la sorpresa de que el príncipe opta por un curso diferente, si no opuesto, y que, ¡¡lo peor de todo!! el político tiene un éxito. Rotundo. El político escucha “lo que quiere escuchar”, no lo que propone un pretendido (y pretencioso) científico social. Y en tal sentido sus brújulas continúan siendo la intuición o, simplemente “la corazonada”. Al respecto el modelo de acción de los funcionarios y políticos está muy distante de la acción científico-racional. Para aclarar este punto basta considerar el clásico trabajo de Robert Dahl y Charles Lindblom (1971) y la clasificación de estrategias de acción política. Las estrategias políticas son consideradas a nivel global y en base a modelos de acción. En el modelo racional los actores pueden calcular sus acciones siguiendo patrones estrictamente racionales. Este modelo encuentra enormes dificultades de aplicación, debido a las características de ciertas variables en la acción social y a problemas de información y de comunicación, por cuanto los hombres tienen diversos fines y deben negociar algunos para alcanzar otros (maximización del margen). Además, a medida que se aproxima para alcanzar un fin, disminuye la urgencia por alcanzarlo (los fines están sujetos a la disminución de su utilidad marginal). De esto se sigue que los márgenes se hallan en constante fluctuación. Por ello "es habitualmente imposible cuantificar el valor de cursos alternativos de acción en unidades comparables, pues no puede existir ninguna unidad fija y cuantificable de medida"(Dahl y Lindblom 1971: 106).

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Los decisores no cientficos En la ciencia poltica el aprendiz de Maquiavelo suele terminar decepcionado. Sus afanes por convencer al Prncipe respecto de que hay ciertos cursos de accin mejores que otros y que la formacin en ciencia poltica otorga una base para optar por un curso de accin desechando otro, suele encontrarse con la indiferencia o a veces la sorpresa de que el prncipe opta por un curso diferente, si no opuesto, y que, lo peor de todo!! el poltico tiene un xito. Rotundo. El poltico escucha lo que quiere escuchar, no lo que propone un pretendido (y pretencioso) cientfico social. Y en tal sentido sus brjulas continan siendo la intuicin o, simplemente la corazonada. Al respecto el modelo de accin de los funcionarios y polticos est muy distante de la accin cientfico-racional. Para aclarar este punto basta considerar el clsico trabajo de Robert Dahl y Charles Lindblom (1971) y la clasificacin de estrategias de accin poltica. Las estrategias polticas son consideradas a nivel global y en base a modelos de accin. En el modelo racional los actores pueden calcular sus acciones siguiendo patrones estrictamente racionales. Este modelo encuentra enormes dificultades de aplicacin, debido a las caractersticas de ciertas variables en la accin social y a problemas de informacin y de comunicacin, por cuanto los hombres tienen diversos fines y deben negociar algunos para alcanzar otros (maximizacin del margen). Adems, a medida que se aproxima para alcanzar un fin, disminuye la urgencia por alcanzarlo (los fines estn sujetos a la disminucin de su utilidad marginal). De esto se sigue que los mrgenes se hallan en constante fluctuacin. Por ello "es habitualmente imposible cuantificar el valor de cursos alternativos de accin en unidades comparables, pues no puede existir ninguna unidad fija y cuantificable de medida"(Dahl y Lindblom 1971: 106). Esto conduce a que se intensifique el problema de la informacin y de la comunicacin, en tanto no se puede cuantificar y "los hombres no pueden saber si prefieren una alternativa a otra hasta que han experimentado las dos. No obstante, a menudo la eleccin de una alternativa excluye la otra... por la falta de informacin fctica acerca de algunas consecuencias"(Ibidem: 106). Un segundo modelo de accin es el incrementalista y constituye "un mtodo de accin social que toma la realidad existente como una alternativa y compara las probables ganancias y prdidas de alternativas estrechamente vinculadas, o haciendo ajustes en la realidad existente, o haciendo ajustes ms grandes acerca de cuyas consecuencias se sabe aproximadamente tanto como respecto de las consecuencias de la realidad existente, o haciendo ambas a la vez"(Ibidem: 107). Este modelo de accin permite incluir en el anlisis de situaciones que ocurren cuando las consecuencias de alternativas, que tienen una relacin remota con la realidad, son en general ms difciles de predecir. Adems, la gente no puede prever cules son sus futuras necesidades. Un individuo tiene muchos fines y algunos estn en conflicto entre s. Por otra parte le permite al actor verificar los resultados de sus acciones; es reversible en el curso de accin seguido; permite al actor tanto la supervivencia como la alteracin continua de la organizacin operante y, segn los autores, ayuda a la racionalidad del electorado y a la poliarqua.Por otra parte, hay situaciones en que el riesgo no acarrea consecuencias peores que las que se perciben en la realidad existente, o el cambio en magnitudes pequeas no permite el alcance de fines los deseados. Como la realidad es demasiado indeseable, continuar con ella es tambin un riesgo alto. Por ello, en contraste con el modelo incrementalista, existe el modelo "utopista", que objeta la idea de remedar un viejo sistema. Segn Dahl y Lindblom el modelo ms funcional para los regmenes democrticos es el incrementalista y "es el sistema de cambio practicado en todas las poliarquas durables de Occidente"(Ibdem: 108). La cuestin es si el modelo incrementalista es siempre viable en los procesos de cambio poltico, en particular en el caso de consolidacin democrtica conflictual. En principio resulta difcil porque, como los mismos autores sealan, "un prerrequisito del incrementalismo racional en las acciones sociales lo constituye un considerable grado de acuerdo sobre los fines bsicos". Cules son los fines bsicos? Si un ejemplo de estos fines es la consolidacin de ciertas estructuras del rgimen democrtico instaurado, entonces en las consolidaciones democrticas conflictuales resultar poco probable que la oposicin use mtodos de accin incrementalistas. Sin embargo, un modo de aumentar la probabilidad de este tipo de estrategia, es que el actor acte en contextos con fuertes "amenazas potenciales". En este sentido puede que su accin sea cauta y gradual en razn del temor a sanciones mayores. Otro modelo de accin ha sido propuesto por Lindblom, (1959:79-99; 1965) inicialmente con el nombre de Muddling Through, y que se ha conocido como incrementalismo no estructurado. Este modelo hace referencia a las acciones que los actores llevan a cabo en condiciones de escasa informacin y que les condiciona para poder disear slo estrategias para "salir del paso". Los actores en realidad consideran pocas alternativas, y el nmero de medios a emplear es bastante escaso, los fines terminan adecundose a los medios y ms que existir soluciones polticas, en realidad existe un conjunto de decisiones a los problemas que cotidianamente emergen. Como veremos, este modelo puede ser de gran utilidad para explicar orientaciones de accin en el caso de los actores venezolanos. Una expresin representativa del contexto decisional de los polticos, es la del ex-presidente argentino Ral Alfonsn cuando, refirindose a su perodo de gobierno, declara: "muchas veces he tenido que tomar decisiones sin tener en mis manos la totalidad de los datos que me decan acerca de la necesidad de tomar determinada medida". Las situaciones caracterizadas por graves dificultades y en las que la desconfianza entre los miembros de la clase poltica provoca problemas del tipo "dilema del prisionero", aumentan las probabilidades de que los actores intenten slo "salir del paso". La necesidad de resolver situaciones de emergencia poltica induce a un clculo muy detenido sobre que los efectos de ciertas acciones, ocasionen altos costos.

Lo que puede y no puede el cientfico poltico Por todo lo anterior el cientfico poltico como tal no puede aplicar reglas de operacin derivadas de conocimientos tericos. No puede, como cientfico poltico, recomendar con certeza qu curso de accin seguir para obtener ciertos objetivos. No puede, como cientfico poltico, realizar la crtica de la sociedad, postulando la sociedad o la poltica verdadera para la realizacin humana. Pero el cientfico poltico s puede, en carcter de lder de opinin, fundamentar cierto tipo de reformas. Puede, aunque no es frecuente, persuadir a gobiernos y actores de oposicin respecto de la conveniencia de ciertas reformas. Puede sealar falencias y difundir ideas acordes (aunque no demostrables) con las teoras empricas. Siempre podr hacerlo valindose de su bagaje de conocimientos politolgicos, pero no como cientfico poltico. Pero qu puede hacer el cientfico poltico en carcter de tal? A diferencia de Panebianco, no creo que el politlogo pueda ni siquiera inferir, y por lo tanto recomendar, no hacer x si se quiere obtener y. Sin embargo coincido, a diferencia de la opinin de Pareto, que en ocasiones el conocimiento de la ciencia poltica puede ser relevante y puede incidir sobre el curso de los hechos. Pero adems del modo indirecto o sistmico con que el politlogo puede influir sobre el clima ideolgico de una poca, puede en carcter de cientista poltico contribuir a la toma de decisiones. El cientfico poltico s puede aportar en cuestiones como la reforma poltica, prestando atencin a antecedentes, reuniendo y sistematizando informacin, comparando entre casos similares al del pas de la reforma, para hipotetizar los posibles y probables impactos de ciertas reglas, informar sobre la incompatibilidad fctica entre cientos fines y normas establecidas. Adems debemos agregar las funciones que asignaba Weber a la ciencia social: lograr claridad, y explicitar de qu visin del mundo proviene su recomendacin prctica: se debe explicitar que al optar por esta postura se est sirviendo a este dios, en tanto que se ofende a este otro (1996:84). Todo ello en la medida en que primen en su accionar dos condiciones. La primera es actuar con modestia, es decir con un reconocimiento de los lmites de sus sugerencias e informacin. La segunda es actuar con conciencia respecto de los efectos que nuestras construcciones tericas pueden tener sobre los hechos y la reforma. Se trata de rechazar todo discurso pontificio a partir de la ciencia, y no caer, como ocurre por ejemplo a Pierre Bourdieu, en las trampas de la sacralizacin de la propia crtica. En verdad es poco lo que tenemos como cientficos polticos, pero arriesgamos perder todo si no reconocemos nuestros lmites.