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Matar a un Ruiseñor Harper Lee

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MataraunRuiseñor

HarperLee

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PRIMERAPARTE

1

Cuandoseacercabaalostreceaños,mihermanoJemsufrióunapeligrosafractura del brazo, a la altura del codo.Cuando sanó, y sus temores de quejamás podríaVolver a jugar fútbol semitigaron, raras veces se acordaba deaquelpercance.Elbrazoizquierdolequedóalgomáscortoqueelderecho;siestaba de pie o andaba, el dorso de la mano formaba ángulo recto con elcuerpo,elpulgarrozabaelmuslo.AJemnopodíapreocuparlemenos,contaldequepudierapasarychutar.

Cuando hubieron transcurrido años suficientes para examinarlos conmiradaretrospectiva,avecesdiscutíamoslosacontecimientosquecondujeronaaquelaccidente.YosostengoqueEwellsfuelacausaprimeradetodoello,peroJem,queteníacuatroañosmásqueyo,decíaqueaquelloempezómuchoantes.AfirmabaqueempezóelveranoqueDillvinoavernos,cuandonoshizoconcebirporprimeravezlaideadehacersaliraBooRadley.

Yo replicaba que, puestos a mirar las cosas con tanta perspectiva, todoempezó en realidad con Andrew Jackson. Si el general Jackson no hubieraperseguidoalosindioscreekvallearriba,SimonFinchnuncahubierallegadoaAlabama.¿Dóndeestaríamosnosotrosentonces?

Como no teníamos ya edad para terminarla discusión a puñetazos,decidimosconsultaraAtticus.Nuestropadredijoqueambosteníamosrazón.

SiendodelSur,constituíaunmotivodevergüenzaparaalgunosmiembrosdelafamiliaelhechodequenoconstaraquehabíamostenidoantepasadosenuno de los dos bandos de la Batalla de Hastings. No teníamos más que aSimonFinch,unboticarioypeleterodeCornwall,cuyapiedadsólocedíaelpuestoasutacañería.EnInglaterra,aSimonleirritabalapersecucióndelossedicentesmetodistasamanosdesushermanosmásliberales,ycomoSimonsedabaelnombredemetodista,surcóelAtlánticohastaFiladelfia,deahípasóa Jamaica, de ahí aMobile y de ahí subió a Saint Stephens. Teniendo bienpresenteslasestrictasnormasdeJohnWesleysobreelusodemuchaspalabrasalvenderyalcomprar,SimonamasóunabuenasumaejerciendolaMedicina,pero en este empeño fue desdichado por haber cedido a la tensión de haceralgoquenofueraparalamayorgloriadeDios,comoporejemplo,acumularoroyotrasriquezas.Así,habiendoolvidadolodichoporsumaestroacercadela posesión de instrumentos humanos, compró tres esclavos y con su ayudafundóunaheredadaorillasdelríoAlabama,aunascuarentamillasmásarriba

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deSaintStephens.Volvió aSaintStephensuna solavez, abuscar esposa, ycon ésta estableció una dinastía que empezó con un buen número de hijas.Simonvivióhastaunaedadimpresionanteymuriórico.

EracostumbrequeloshombresdelafamiliasequedaranenlahaciendadeSimon,Desembarcadero de Finch, y se ganasen la vida con el algodón. Lapropiedad se bastaba a símisma.Aunquemodesto si se comparaba con losimperiosquelorodeaban,elDesembarcaderoproducíatodoloqueserequiereparavivir,exceptoelhielo, laharinade trigoy lasprendasdevestir,que leproporcionabanlasembarcacionesfluvialesdeMobile.

SimonhabríamiradoconrabiaimponentelosdisturbiosentreelNorteyelSur,pueséstosdejaronasusdescendientesdespojadosdetodomenosdesustierras; a pesar de lo cual la tradición de vivir en ellas continuó inalterablehasta bien entrado el siglo XX, cuando mi padre, Atticus Finch, se fue aMontgomery a aprender leyes, y su hermano menor a Boston a estudiarMedicina. Su hermana Alexandra fue la Finch que se quedó en elDesembarcadero. Se casó con un hombre taciturno que se pasaba lamayorparte del tiempo tendido en una hamaca, junto al río, preguntándose si lasredesdepescartendríanyasupresa.

Cuando mi padre fue admitido en el Colegio de Abogados, regresó aMaycombysepusoaejercersucarrera.Maycomb,aunasveintemillasalestedelDesembarcaderodeFinch,eralacapitaldelcondadodesumismonombre.La oficina deAtticus en el edificio del juzgado contenía pocomás que unapercha para sombreros, un tablero de damas, una escupidera y un impolutoCódigodeAlabama.SusdosprimerosclientesfueronlasdosúltimaspersonasdelcondadodeMaycombquemurieronenlahorca.Atticusleshabíapedidocon insistencia que aceptasen la generosidad del Estado al concederles lagracia de la vida si se declaraban culpables, confesándose autores de unhomicidioensegundogrado,peroerandosHaverford,unnombrequeenelcondado de Maycomb es sinónimo de borrico. Los Haverford habíandespachado al herrero más importante de Maycomb por un malentendidosuscitado por la supuesta retención de una yegua. Fueron lo suficienteprudentespararealizarlafaenadelantedetrestestigosyseempeñaronenque'elhijodemalamadreselohabíabuscado'yqueelloeradefensasobradaparacualquiera. Se obstinaron en declararse no culpables de asesinato en primergrado, demodo queAtticus pudo hacer poca cosa por sus clientes, exceptoestar presente cuando los ejecutaron, ocasión que señaló, probablemente, elcomienzo de la profunda antipatía que sentía mi padre por el cultivo delDerechoCriminal.

Durante los primeros cinco años enMaycomb,Atticus practicómás quenadalaeconomía;luego,porespaciodeotrosvariosañosempleósusingresosenlaeducacióndesuhermano.JohnHaleFinchteníadiezañosmenosquemi

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padre, y decidió estudiar Medicina en una época en que no valía la penacultivaralgodón.PeroenseguidaquetuvoatíoJackbienencauzado,Atticuscosechó unos ingresos razonables del ejercicio de la abogacía. Le gustabaMaycomb, había nacido y se había criado en aquel condado; conocía a susconciudadanos, y gracias a la laboriosidad de Simon Finch, Atticus estabaemparentado por sangre o por casamiento con casi todas las familias de laciudad.

Maycomberaunapoblaciónantigua,perocuandoyolaconocíporprimeravez era, además, una población antigua y fatigada.En los días lluviosos lascallesseconvertíanenunbarrizalrojo;lahierbacrecíaenlasaceras,y,enlaplaza,eledificiodeljuzgadoparecíadesplomarse.Detodasmaneras,entonceshacíamáscalor;unperronegro sufría enundíadeverano;unasmulasqueestabanenloshuesos,enganchadasaloscarrosHoover,espantabanmoscasalasofocantesombradelasencinasdelaplaza.Alasnuevedelamañana,loscuellosdurosdeloshombresperdíansutersura.Lasdamassebañabanantesdelmediodía,despuésdelasiestadelastres...yalatardecerestabanyacomopastelillosblandosconincrustacionesdesudorytalcofino.

Entonces la gente semovía despacio. Cruzaba cachazudamente la plaza,entraba y salía de las tiendas con paso calmoso, se tomaba su tiempo paratodo.Eldíateníaveinticuatrohoras,peroparecíamáslargo.Nadieteníaprisa,porquenohabíaadondeir,nadaquecomprar,nidineroconquécomprarlo,ninadaqueverfueradeloslímitesdelcondadodeMaycomb.Sinembargo,eraunaépocadevagooptimismoparaalgunaspersonas:alcondadodeMaycombseledijoquenohabladetemeranada,másqueasimismo.

Vivíamosenlamayorcalleresidencialdelapoblación,Aticcus,Jemyyo,ademásdeCalpurnia,nuestracocinera.Jemyyohallábamosanuestropadreplenamente satisfactorio: jugaba con nosotros, nos leía y nos trataba con undespegocortés.

Calpurnia, en cambio, era otra cosa distinta. Era toda ángulos y huesos,miopeybizca;teníalamanoanchacomounmaderodecama,ydosvecesmásdura.Siempremeordenabaquesalieradelacocina,ymepreguntabaporquénopodíaportarmetanbiencomoJem,aunsabiendoqueéleramayor,ymellamaba cuando yo no estaba dispuesta a Volver a casa. Nuestras batallasresultaban épicas y con un solo final. Calpurnia vencía siempre,principalmente porque Atticus siempre se ponía de su parte. Estaba connosotrosdesdequenacióJem,yyosentíasutiránicapresenciadesdequemealcanzabalamemoria.

Nuestramadremuriócuandoyoteníadosaños,demodoquenonotabasuausencia.EraunaGraham,deMontgomery.Atticuslaconociólaprimeravezque le eligieron para la legislatura del Estado. Era entonces un hombre

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maduro;ella teníaquinceañosmenos. Jemfueel frutode suprimerañodematrimonio;cuatroañosdespuésnacíyo,ydosañosmástardemamámuriódeunataquecardíacorepentino.Decíanqueeracosacorrienteensufamilia.Yono laechédemenos,perocreo,que Jem, sí.La recordabaclaramente;aveces,amitaddeunjuegodabaunprolongadosuspiro,yluegosemarchabaajugarsolodetrásdelacochera.Cuandoestabaasí,yoteníaelbuencriteriodenomolestarle.

Cuando yo estaba a punto de cumplir seis años y Jem se acercaba a losdiez, nuestros límites deverano (dentrodel alcancede la vozdeCalpurnia)eran la casa demistressHenryLafayetteDubose, dos puertas al norte de lanuestra, y la Mansión Radley, tres puertas hacia el sur. Jamás sentimos latentacióndetraspasarlos.LaMansiónRadleylahabitabaunentedesconocido,lameradescripcióndelcualnoshacíaportarbiendurantedíassinfin.MistressDuboseeraelmismísimoinfierno.

AquelveranovinoDill.

Unamañanatemprano,cuandoempezábamosnuestrajornadadejuegosenel patio trasero, Jem y yo oímos algo allí al lado, en el tramo de colesforrajeras demissRachelHaverford. Fuimos hasta la valía de alambre paraversieraunperrito—lacaza—ratonesdemissRachelhabíadetenerlos—yenlugardeelloencontramosaunsujetoquenosmiraba.Sentadoenelsuelonoalzabamuchomásquelascoles.Lemiramosfijamentehastaquehabló.

—Eh,tú—contestóJem,amablemente.

—SoyCharlesBakerHarry—dijoelotro—.Séleer.

—¿Yqué?—dijeyo.

—Hepensadonadamásqueosgustaría saberque sé leer.Si tenéis algoqueseaprecisoleer,yopuedoencargarme...

—¿Cuántosañostienes?—lepreguntóJem—.¿Cuatroymedio?

—Voyporlossiete.

—Entonces,noteufanes—replicóJem,señalándomeconelpulgar—.AhíScoutleedesdequenació,ynisiquierahaempezadoairalaescuela.Estásmuycanijoparaandarhacialossieteaños.

—Soypequeño,perosoymayor—dijoelforastero.

Jemseechóelcabelloatrásparamirarlemejor.

—¿Porquénopasasaeste lado,CharlesBakerHarry?—dijo—.¡Señor,quénombre!

—Noesmás curioso que el tuyo.TíaRachel dice que te llamas Jeremy

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AtticusFinch.

Jeremypusomaltalante.

—Yo soybastante alto para estar a tono conmi nombre—replicó—:Eltuyoesmáslargoquetú.Apuestoaquetieneunpiemásquetú.

—La genteme llamaDill—dijoDill, haciendo esfuerzos por pasar pordebajodelavalía.

—Te irá mejor si pasas por encima, y no por debajo —le dije—. ¿Dedóndehasvenido?

DilleradeMeridian,Mississippi,pasabaelveranoconsutía,missRachel,yenadelantepasaríatodoslosveranosenMaycomb.Sufamiliaeraoriginariadenuestrocondado,sumadretrabajabaparaunfotógrafoenMeridian,yhabíapresentadoelretratodeDillenunconcursodeniñosguapos,ganandocincodólares.Estedineroselodioaél,yaDilllesirvióparairveintevecesalcine.

—Aquí no hay exposiciones de retratos, excepto los de Jesús, en eljuzgado,aveces—explicóJem—.¿Vistealgunavezalgobueno?

DillhabíavistoDrácula,declaraciónqueimpulsóaJemamirarleconunprincipioderespeto.

—Cuéntanosla—ledijo.

Dill era una curiosidad. Llevaba pantalones cortos azules de hiloabrochados a la camisa, tenía el cabello blanco como nieve y pegado a lacabeza lomismoquesi fueraplumóndepato.Meaventajabaenunaño,enedad,peroyoeraungiganteasulado.Mientrasnosrelatabalaviejahistoria,susojosazulesseiluminabanyseoscurecían;teníaunarisarepentinayfeliz,ysolíatirarsedeunmechóndecabelloquelecaíasobreelcentrodelafrente.

CuandoDillhubodejadoaDráculahechopolvoyJemdijoquelapelículaparecíamejorqueellibro,yolepreguntéalvecinodóndeestabasupadre.

—Nonosdicesnadadeél.

—Notengo.

—¿Hamuerto?

—No...

—Entonces,sinohamuerto,lotienes,¿verdad?

Dill se sonrojó, y Jem me dijo que me callase, signo seguro de que,después de estudiarle, le había hallado aceptable. Desde aquel momento elverano transcurrió en una diversión que llenaba todos nuestros días. Taldiversión cotidiana consistía en mejorar nuestra caseta, sostenida por dos

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cinamomos gemelos gigantes del patio trasero, en promover alborotos y enrepasarnuestra listadedramasbasadosen lasobrasdeOliverOptic,VíctorAppletonyEdgarRiceBurroughs.ParaesteasuntofueunasuertecontarconDill,elcualrepresentabalospapelesqueantesmeasignabanamí:elmonodeTarzán,místerCrabtreeenTheRoverBoys,místerDamonenTomSwift.Deestemodo llegamos a considerar aDill como a unMerlín de bolsillo, cuyacabeza estaba llena de planes excéntricos, extrañas ambiciones y fantasíasraras.

Peroafinalesdeagostonuestrorepertoriosehablavueltososoacopiadeinnumerables reproducciones, y entonces fue cuandoDill nosdio la ideadehacersaliraBooRadley.

La Mansión Radley le fascinaba. A despecho de todas nuestrasadvertenciasyexplicaciones, leatraíacomola lunaatraeelagua,perono leatraíamásalládelpostedelafaroladelaesquina,aunadistanciaprudencialde lapuertade losRadley.Allí sequedaba, rodeandoelgruesoposteconelbrazo,mirandoyhaciendoconjeturas.

La Mansión Radley se combaba en una cerrada curva al otro lado denuestracasa.Andandohaciaelsur,unosehallabadecaraalporchedondelaacera hacía un recodo y corría junto a la finca. La casa era baja, con unespaciosoporcheypersianasverdes; enotro tiempohabía sidoblanca,perohaciamuchoquehablatomadoeltonooscuro,gris—pizarroso,delpatioquela rodeaba.Unas tablasconsumidaspor la lluviadescendíansobre losalerosde lagalería;unos roblescerrabanelpasoa los rayosdel sol.Los restosdeuna talanquera formaban como una guardia de borrachos en el patio de lafachada—un patio 'barrido' que no se barría jamás—, en el que crecían enabundanciala'hierbajohnson'yel'tabacodeconejo'.

Dentrode lacasavivíaun fantasmamaligno.Lagentedecíaqueexistía,peroJemyyonolohabíamosvistonunca.Decíanquesalíadenoche,despuésdeponerselaluna,yespiabaporlasventanas.Cuandolasazaleasdelagentese helaban, en una noche fría, era porque el fantasma les había echado elaliento.TodoslospequeñosdelitosfurtivoscometidosenMaycomberanobrasuya.Enunaocasión, laciudadvivióaterrorizadaporunaseriedemórbidosacontecimientos: encontrabanpollosyanimalescaserosmutilados,yaunqueelculpableeraAddie,'elloco',quienconeltiemposesuicidóahogándoseenelRemansodeBarker,lagenteseguíafijandolamiradaenlaMansiónRadley,resistiéndose adesechar susprimeras sospechas.UnnegronohabríapasadopordelantedelaMansiónRadleydenoche,puesesseguroquecruzaríahastala acera opuesta y no cesaría de silbarmientras caminaba. Los patios de laescueladeMaycomblindabanconlapartetraseradelafincaRadley;desdeelgallinero de los Radley, altos nogales de la variedad llamada allí 'pecani'dejabancaersusfrutosdentrodelpatio,perolosniñosnotocabanniunasola

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deaquellasnueces:lasnuecesdeRadleylehabríanmatadoauno.UnapelotaquefueseapararalpatiodelosRadleyeraunapelotaperdida,ynosehablabamásdelasunto.

La desgracia de aquella casa empezó muchos años antes de quenaciésemosJemyyo.LosRadley,bienrecibidosentodaspartesdelaciudad,se encerraban en su casa, gusto imperdonable en Maycomb. No iban a laiglesia, la diversión principal deMaycomb, sino que celebraban el culto encasa. Mistress Radley pocas veces o nunca cruzaba la calle para gozar deldescanso del café de media mañana con las vecinas, y ciertamente jamásintervinoenningúncírculomisional.MísterRadleyibaalaciudadtodaslasmañanasalasoncetreintayvolvíaprestamentealasdoce, trayendoavecesuna bolsa de papel pardo que los vecinos suponían que contenía lasprovisionesdelafamilia.JamássupecómoseganabalavidaelviejoRadley—Jemdecíaque 'compraba algodón' unamanera finadedecir quenohacíanada—,aunquemísterRadleyysuesposavivíanallíconsusdoshijosdesdemuchoantesdeloquelagentepodíarecordar.

Los domingos, las persianas y las puertas de la casa de los Radleypermanecían cerradas, otro detalle ajeno a los usos deMaycomb, donde laspuertascerradassignificabanenfermedadotiempofrío,únicamente.Detodoslosdías, losdomingoseran lospreferidospara irdevisita,por la tarde.Lasseñoras llevaban corsés; los hombres, chaquetas, y los niños zapatos. Perosubir los peldaños de la fachada de los Radley y gritar: '¡Eh!' una tarde dedomingo,eracosaquelosvecinosnohacíannunca.LacasadelosRadleynoteníapuertasvidrieras.UnavezpreguntéaAtticussilashabíatenidoalgunavez;Atticusmedijoquesí,peroantesdenaceryo.

Según la leyenda de la vecindad, cuando el joven Radley estaba en laadolescencia trabó relación con algunos Cuninghams, de Oíd Sarum, unenormeyconfusoclanquevivíaenlapartenortedelcondado,yformaronlacosamásaproximadaaunabandaquesehayavistojamásenMaycomb.Susactividadesnoeranmuchas,perosílassuficientesparaquelaciudadhablasedeellosylesadvirtieranpúblicamentedesdetrespúlpitos:selesveíaporlosalrededores de la barbería; los domingos marchaban con el autobús aAbbottsvilleyseibanalcine;frecuentabanlosbailesyelinfiernodejuegodelcondado,alaorilladelrío:laPosadayCampamentoPesqueroGotadeRocío;hacíanexperimentosconwhiskydecontrabando.EnMaycombnadietuvoelcoraje suficiente para informar amíster Radley de que su hijo iba enmalacompañía.

Una noche, llevados por un consumo excesivo de licor fuerte, losmuchachos corrieron por la plaza en un automóvil pequeño que les habíanprestado,seresistieronadejarsedetenerporelancianoalguacildeMaycomb,místerConner,yleencerraronenelpabellónexteriordeledificiodeljuzgado.

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Laciudaddecidióquehabíaquehaceralgo.MísterConnerdijoqueloshabíareconocidoa todos, sin faltaruno,yestaba resueltoydeterminadoaquenoescaparande aquélla.Demodoque losmuchachos tuvieronquepresentarseanteel juez,acusadosdeconductadesordenada,alteraciónde la tranquilidadpública, asalto y violencia, y de usar un lenguaje insultante e inmoral enpresenciadeunahembra.EljuezlepreguntóamísterConnerporquéincluíalaúltimaacusación,yéstecontestóqueblasfemabanconvoz tan fuertequeestaba segurode que todas las damasdeMaycomb les habíanoído.El juezdecidió enviarlos a la escuela industrial de Maycomb, adonde enviaban aveces a otros muchachos con el solo objeto de procurarles alimento y unalberguedecente:laescuelaindustrialnoeraunacárcel,niunadeshonra.PeromísterRadleycreyóquesiloera.SieljuezponíaenlibertadaArthur,místerRadleyseencargaríadequenodiesenuncamotivosdequeja.SabiendoquelapalabrademísterRadleyeraunaescritura,eljuezaceptóconplacer.

Los otros muchachos estuvieron en la escuela industrial y recibieron lamejorenseñanzasecundariaquesepodíarecibirenelEstado;coneltiempo,uno de ellos se abrió paso hasta la escuela de ingenieros de Autburn. LaspuertasdelacasadelosRadleysecerraronlosdíasdeentresemanalomismoquelosdomingos,yalhijodemísterRadleynoseleviodurantequinceaños.

Perovinoundía,queJemapenasrecordaba,enquevariaspersonas—peroJemno—vieronyoyeronaBooRadley.MihermanodecíaqueAtticusnuncahablabamuchode losRadley.Siél lepreguntabaalgo,Atticusse limitabaacontestarle que se ocupase de sus propios asuntos y dejase que los Radleycuidasendelosdeellos,queestabanensuderecho;perocuandollegóeldíaaquel,decíaJem,Atticusmeneólacabezaydijo:

—Hummm,hummm,hummm.

Asípues, Jemrecibió lamayorpartede los informesqueposeíademissStephanieCrawford,unaarpíadelavecindadquedecíaconocertodoelcaso.Según miss Stephanie, Boo estaba sentado en la sala recortando unasilustracionesdeTheMaycombTribuneparapegarlasensuálbum.Supadreentróenelcuarto.CuandomísterRadleypasópordelante,Boolehundiólastijerasen lapierna, las sacó, se las limpióen lospantalonesyseentregódenuevoasuocupación.

MistressRadleysaliócorriendoalacalleysepusoagritarqueArthurlesestabamatandoa todos,perocuandollegóelsheriffencontróaBoosentadotodavíaenlasalarecortandolaTríbune.Teníaentoncestreintaytresaños.

Miss Stephanie contaba que cuando le indicaron que una temporada enTuscabosaquizáremediaríaaBoo,místerRadleydijoqueningúnRadleyiríajamásaunasilo.Boonoestabaloco,loqueocurríaeraqueenocasionesteníaelgeniovivo.Estababienquese leencerrase,concediómísterRadley,pero

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insistióenquenoseleacusaradenada;noerauncriminal.Elsheriffnotuvoelvalordemeterloenuncalabozoencompañíadenegros,conlocualBoofueencerradoenlossótanosdeledificiodeljuzgado.

ElnuevopasodeBoodesdelossótanosasucasaquedabamuynebulosoen el recuerdo de Jem. Miss Stephanie dijo que alguno del concejo de laciudadhabíaadvertidoamísterRadleyquesinosellevabaaBoo,éstemoriríadelreúmaqueleproduciría lahumedad.Porotraparte,Boonopodíaseguirviviendosiempredelamunificenciadelcondado.

Nadie sabía qué forma de intimidación empleó míster Radley paramanteneraBoofueradelavista,peroJemsefigurabaqueleteníaencadenadoalacamalamayorpartedeltiempo.Atticusdijoqueno,quenoeraeso,quehabíaotrasmanerasdeconvertiralaspersonasenfantasmas.

MimemoriarecogíaávidamentelaimagendemistressRadleyabriendodetarde en tarde la puerta de la fachada para salir hasta la orilla del porche aregar sus cannas. En cambio Jem y yo velamos a míster Radley yendo yviniendo de la ciudad. Era un hombre delgado y correoso con unos ojosincoloros,tanincolorosquenoreflejabanlaluz.Teníaunospómulosagudosyla boca grande, con el labio superior delgado y el inferior carnoso. MissStephanie Crawford decía que era tan recto que tomaba la palabra de Dioscomosuúnicaley,ynosotroslacreíamos,porquemísterRadleyandabatiesocomounabaqueta.

Jamás nos hablaba. Cuando pasaba, bajábamos los ojos al suelo ydecíamos:

—Buenosdías,señor.

Yél,enrespuesta,tosía.

El hijomayor demíster Radley vivía en Pensacola; tenía a su casa porNavidad,yeraunadelaspocaspersonasalasqueveíamosentrarysalirdelavivienda.DesdeeldíaenquemísterRadleysellevóaArthuracasa,lagentedijoqueaquellamansiónhabíamuerto.

Perovinoeldía enqueAtticusnosdijoquenoscastigaría seriamente sihacíamos el menor ruido en el patio, y comisionó a Calpurnia para que lesustituyeseensuausencia,sidesobedecíamoslaorden.MísterRadleyestabaagonizando.

Se tomósu tiempoparamorir.Acadaextremode la fincade losRadleycolocaron caballetes de madera, cubrieron la acera de paja y desviaron eltráfico hacia la calle trasera. Cada vez que visitaba al enfermo, el doctorReynoldsaparcabaelcochedelantedenuestracasa,yluegoseguíaapie.Jemyyonosarrastramosporelpatiodíasydías.Mfinalquitaronloscaballetes,y

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nosotrosnosplantamosamirardesdeelporchede la fachadacuandomísterRadleyhizosuúltimoviajepordelantedenuestracasa.

—Allávaelhombremás ruinaquienDiospusoalientoenelcuerpo—murmuróCalpurnia,escupiendomeditativamentealpatio.

Nosotros la miramos sorprendidos, porque Calpurnia raras veces hacíacomentariossobrelamaneradeserdelaspersonasblancas.

Los vecinos pensaban que cuandomísterRadley bajara al sepulcro,Boosaldría,peroloquevieronfueotracosa.ElhermanomayordeBooregresódePensacolayocupóelpuestodemísterRadley.Laúnicadiferenciaquehabíaentre él y su padre era la edad. Jem decía que míster Nathan también'compraba algodón'. Sin embargo, míster Nathan nos dirigía la palabra, aldarnoslosbuenosdías,yavecesloveíamosregresardelapoblaciónconunarevistaenlamano.

Cuantomás hablábamos aDill de losRadley,más quería saber; cuantosmás ratos pasaba de pie abrazando el poste de la farola, más intrigado sesentía.

—Megustaríasaberquéhaceallídentro—solíamurmurar—.Pareceque,almenos,habríadeasomarlacabezaalapuerta.

—Sale, no cabe duda, cuando es negra noche —decía Jem—. MissStephanie dijo que una vez se despertó a medianoche y le vio mirándolafijamenteatravésdelaventana...Dijoqueeracomosi laestuviesemirandounacalavera.¿Notehasdespertadonuncadenocheylehasoído,Dill?Andaasí...—YJemarrastrólospiesporlagravilla—.¿PorquétefigurasquemissRachelcierracontantaprecauciónporlasnoches?Muchasmañanashevistosushuellasennuestropatio,yunanocheleoíarañarlapuertavidrieradelapartedeatrás,perocuandoAtticusllegóallíyasehabíamarchado.

—¿Quéfiguradebedetener?—dijoDill.

Jem lehizounadescripción aceptabledeBoo.A juzgarpor suspisadas,Boomedíaunosseispiesymediodeestatura;comíaardillascrudasy todoslosgatosquepodíacoger,porestoteníalasmanosmanchadasdesangre...(Siunosecomeunanimalcrudo,nopuedelimpiarsejamáslasangre).Porsucaracorríaunacicatrizformandounalíneaquebrada;losdientesquelequedabanestaban amarillos y podridos; tenía los ojos salientes, y la mayor parte deltiempobabeada.

—Probemos de hacerle salir —dijo Dill—. Me gustaría ver qué figuratiene.

Jem contestó que si Dill quería que lematasen, le bastaba con ir allá yllamaralapuerta.

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Nuestra primera incursión se produjo únicamente porque Dill apostó ElFantasmaGriscontradosTomSwiftdeJemaqueéstenollegaríahastamásalládelapuertadelpatiodelosRadley.Jemnohabíarechazadoundesafíoentodasuvida.

Jem lopensó tresdíasenteros.Supongoqueamabaelhonormásquesupropiacabeza,porqueDilllehizocederfácilmente.

—Tienesmiedo—ledijoelprimerdía.

—Notengomiedo,sinorespeto—replicóél.

AldíasiguienteDilldijo:

—Tienesdemasiadomiedoparaponernisiquieraeldedogordodelpieenelpatiodelafachada.

Jem dijo que se figuraba que no, que había pasado por delante de laMansiónRadleytodoslosdíasdeclasedesuvida.

—Siemprecorriendo—dijeyo.

PeroDilllecazóeltercerdía,aldecirlequelagentedeMeridiannoera,en verdad, tan miedosa como la de Maycomb, y que jamás había vistopersonastanmedrosascomolasdenuestraciudad.

Estobastóparaque Jem fuesehasta la esquina,donde separó, arrimadocontra el poste de la luz, contemplando la puerta del patio suspendidaestúpidamentedesugoznedemanufacturacasera.

Comoenquetehasgrabadobienenlamemoriaquenosmataráatodossindejar a uno, Dill Harry—dijo Jem cuando nos reunimos con él—. Nomeeches las culpas cuando Boo te saque los ojos. Recuerda que tú lo hasempezado.

—Siguesteniendomiedo—murmuróDillconmuchapaciencia.JemquisoqueDillsupiesedeunavezparasiemprequenoteníamiedoanada.

—Loquesucedeesquenosemeocurreunamaneradehacerlesalirsinquenoscoja.

Además,Jemhabíadepensarensuhermanita.

Cuando pronunció estas palabras, supe que sí teníamiedo. Jem tambiénhabíadepensarensuhermanitaaquellavezqueyoleretéaquesaltaradesdeeltejadodecasa.

—Simematase,¿quéseríadeti?—mepreguntó.

Luegosaltó,aterrizósinelmenordaño,ysusentidodelaresponsabilidadleabandonó...hastaencontrarseconelretodelaMansiónRadley.

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—¿Huirás corriendo de un desafío? —le preguntó Dill—. Si es así,entonces...

—Uno ha de pensar bien estas cosas, Dill —contestó Jem—. Déjamepensarunminuto...Esunacosaasícomohacersalirunatortuga...

—¿Cómosehaceeso?—inquirióDill.

—Poniéndoleunacerillaencendidadebajo.

YoledijeaJemquesiprendíafuegoalacasadelosRadleyselocontaríaapapá.

Dill dijo que el encender una cerilla debajo de una tortuga era una cosaodiosa.

—Noesodiosa;sirvesimplementeparaconvencerla...Noeslomismoquesilaasarasenelfuego—refunfuñóJem.

—¿Ycómosabesquelacerillanolahacesufrir?

—Lastortugasnosientennada,estúpido—replicóJem.

—Hassidotortugaalgunavez,¿eh?

— ¡Cielo santo, Dill! Ea, déjame pensar... Me figuro que podríamosamansarle...

Jem se quedó pensando tan largo rato que Dill hizo una pequeñaconcesión:

—SisubesalláytocaslacasanodiréquehashuidoanteunretoytedaréigualmenteElfantasmaGris.

AJemseleiluminóelsemblante.

—¿Tocarlacasa?¿Nadamás?

—Dillasintióconlacabeza.

—¿Seguroqueesoestodo,di?Noquieroquetepongasachillarunacosadiferentealminutomismoqueregrese.

—Sí, esto es todo—contestó Dill—. Cuando te vea en el patio, saldráprobablemente a perseguirte; entonces Scout y yo saltaremos sobre él y lesujetaremoshastaquepodamosdecirlequenovamosahacerleningúndaño.

Abandonamos la esquina, cruzamos la calle lateral que desembocabadelantedelacasadelosRadleyynosparamosenlapuertadelpatio.

—Bien, adelante—dijo Dill—. Scout y yo te seguiremos pisándote lostalones.

—Yavoy,nomedesprisa—respondióJem.

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Fuehastalaesquinadelafinca,regresóluego,estudiandoelterreno,comosi decidiera la mejor manera de entrar. Arrugaba la frente y se rascaba lacabeza.

Yomereídeélensondemofa.

Jemabriólapuertadeunempujón,corrióhaciauncostadodelacasa,dioungolpealaparedconlapalmadelamanoyregresóvelozmente,dejándonosatrás, sin esperar para ver si su correría había tenido éxito. Dill y yo leseguimos inmediatamente. A salvo en nuestro porche, jadeando sin aliento,miramosatrás.

Laviejacasacontinuabaigual,caídayenferma,peromientrasmirábamoscalle abajo nos pareció ver que una persiana interior se movía. ¡Zas! Unmovimientoleve,casiinvisible,ylacasacontinuósilenciosa.

2

Dillnosdejóenseptiembre,pararegresaraMeridian.Leacompañamosalautobús de las cinco, y sin él me sentí desdichada hasta que pensé quetranscurridaunasemanaempezaríaairalaescuela.Entodamividajamásheesperado otra cosa con tanto anhelo. Las horas del invierno me habíansorprendidoenlacasetadelosárboles,mirandohaciaelpatiodelaescuela,espiandolasmultitudesdechiquillosconunanteojodedosaumentosqueJemmehabía dado, aprendiendo sus juegos, siguiendo la chaqueta encarnadadeJementreelgirarde loscorrosde la 'gallinaciega'compartiendoensecretosusdesdichasysuspequeñasvictorias.Ansiabareunirmeconellos.

Jem condescendió en llevarme a la escuela el primer día, tarea quegentilmente hacen los padres de uno, pero Atticus había dicho que a mihermanoleencantaríaenseñarmemiclase.Creoqueenestatransacciónalgúndinerocambiódemanos,porquemientrasdoblábamosal trote laesquinademásalládelaMansiónRadley,oíuntintineonadafamiliarenlosbolsillosdeJem.Yaenloslímitesdelpatiodelaescuela,cuandodisminuimoslamarchaynospusimosalpaso,éltuvobuencuidadodeexplicarmequedurantelashorasde clase no debía molestarle. No me acercaría para pedirle querepresentásemosuncapítulodeTarzányelhombrede lashormigas,niparasonrojarleconreferenciasasuvidaprivada,nitampocoandaríatrasélduranteel descanso del mediodía. Yo me quedaría con los del primer grado y élpermaneceríaconlosdelquinto.Enresumen,teníaquedejarleenpaz.

—¿Quieresdecirqueyanopodremosjugarmás?—lepregunté.

—Encasaharemos lomismodesiempre—mecontestó—,pero túverás

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quelaescuelaesdiferente.

Lo era, en verdad. Antes de que terminase la primera mañana, missCarolineFisher,nuestramaestra,mearrastróhacialapartedelanteradelasalaymepegóenlapalmadelamanoconsuregla;luegomehizoquedardepieenelrincónhastaelmediodía.

Miss Caroline no pasaba de los veintiún años. Tenía el cabello pardo—rojizobrillante,lasmejillasrosadasysepintabaconesmaltecarmesílasuñas.Llevaba también zapatos de tacón alto y un vestido a rayas encamadas yblancas.Teníaelaspectoyelperfumedeunagotadementa.Sealojabaalotroladodelacalle,unapuertamásabajoquenosotros,enelcuartodelanterodelpisosuperiordemissMaudieAtkinson.CuandomissMaudienoslapresentó,Jemvivióenlalunadurantedías.

MissCarolineescribiósunombreenlapizarraydijo:

—EstodicequesoymissCarolineFisher.SoydelnortedeAlabama,delcondadodeWinston.

La clasemurmuró con aprensión, temiendo que poseyera algunas de laspeculiaridades propias de aquella región. (CuandoAlabama se separó de laUnión,el11deenerode1861,elCondadodeWinstonseseparódeAlabama,ytodoslosniñosdeMaycomblosabían).AlabamadelNorteestaballenademagnates de los licores, fabricantes de whisky, republicanos, profesores ypersonassinabolengo.

MissCarolineempezóeldíaleyéndonosunahistoriasobrelosgatos.Losgatossosteníanlargasconversacionesunosconotros,llevabanunostrajecitosmonosyvivíanenunacasacalentitadebajodelaestufadelacocina.PoreltiempoenquelaSeñoraGatallamabaalatiendapidiendounenvíoderatonesdechocolatemalteados,laclaseestabaenagitacióncomouncestodegusanos.MissCaroline parecía no darse cuenta de que los andrajosos alumnos de laprimeraclase, concamisasde trapoy faldasde telade saco,muchosde loscuales habían cortado algodón y cebado puercos desde que supieron andar,eran inmunesa la literaturade imaginación.MissCaroline llegóal finaldelcuentoyexclamó:

—Oh,¡québien!¿Nohasidobonito?

Luegofuealapizarrayescribióelalfabetoconenormesletrasmayúsculasdeimprenta.Despuéssevolvióhacialaclaseypreguntó:

—¿Sabealgunoloqueson?

Casitodoelmundolosabía.lamayoríadelprimergradoestabaallídesdeelañoanterior,pornohaberpodidopasaralsegundo.

Supongoquemeescogióamíporqueconocíaminombre.Mientrasyoleía

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el alfabeto una leve arruga apareció entre sus cejas, y después de habermehecho leer gran parte deMis PrimerasLecturas y los datos delmercado deBolsadelTheMobileRegisterenvozalta,descubrióqueyoeraletradaymemiró con algo más que un leve desagrado. Miss Caroline me pidió que ledijese a mi padre que no me enseñase nada más, pues ello podía serincompatibleconlasclases.

—¿Enseñarme?—exclamé sorprendida—Mi padre no me ha enseñadonada,missCaroline.Atticusnotienetiempoparaenseñarmenada.¡Caramba!,porlanocheestátancansadoquenohaceotracosaquesentarseenlasalayleer.

—Sino te enseñóél, ¿quiénha sido?—preguntómissCarolinedebuentalante—.Algunohabrásido.TúnonacisteleyendoTheMobileRegister.

—Jemdice que sí. Jem leyó un libro en el que yo era unaBullfinch enlugardeunaFinch,MissCarolinepensó,porlovisto,quementía.

—Nonosdejemosarrastrarpor la imaginación,queridamía—dijo—.Yahoradileatupadrequenoteenseñenadamás.Esmejorempezaraestudiarcon unamente fresca. Dile que de ahora en adelanteme encargo yo y quetratarédecorregirelmal...

—¿Señora...?

—Tupadrenosabeenseñar.Ahorapuedessentarte.

Murmuré que lo sentía yme retirémeditandomi crimen.Yo no aprendíintencionalmentea leer,pero,nosécómo,mehabíaencenagadoilícitamenteen los periódicos diarios. En las largas horas en el templo... ¿Fue entoncescuando aprendí? No podía recordar una época en que no supiera leer loshimnos. Ahora queme veía obligada a pensar en ello, el leer era cosa quesabía,naturalmente, lomismoqueel abrocharme lasposaderasdemipelelesinmiraratrás,oelterminarhaciendodoslazosconunamarañadecordonesde zapato. No podía recordar cuándo las líneas de encima del dedo enmovimientodeAtticussesepararonenpalabras;sólosabíaquelascontemplétodaslasveladasquerecordaba,escuchandolasnoticiasdeldía,losproyectosque había que elevar a Leyes, los diarios de Lorenzo Dow..., todo lo queAtticus estuviera leyendo cuando yo trepaba a su regazo cada noche.Hastaque temí perderlo, jamás me embelesó el leer. A uno no le embelesa elrespirar.

ComprendíquehabíadisgustadoamissCaroline,demodoquedejélacosacomo estaba y me puse a mirar por la ventana hasta el descanso, en cuyomomentoJemmesacódelanidadadealumnosdelprimergrado,enelpatiodelaescuela.Jemmepreguntóquétalmedesenvolvía.Yoseloexpliqué.

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—Si no tuviera que quedarme, memarcharía, Jem, esamaldita señoritadicequeAtticusmehaenseñadoaleeryquedebedejardeenseñarme...

—No te apures, Scout—me reconfortó él—. Nuestro maestro dice quemissCarolineestáintroduciendounanuevamaneradeenseñar.LaaprendióenlaUniversidad.Prontolaadoptarántodoslosgrados.Segúnesteestilounonohade aprendermuchode los libros.Es como, por ejemplo, si quieres sabercosasdelasvacas,vasyordeñasuna,—¿comprendes?

—SíJem,peroyonoquieroestudiarvacas,yo...

Claroque sí.Unohade saber de las vacas, formanunagranparte de lavidadelCondadodeMaycomb.

Mecontentépreguntándolesihabíaperdidolacabeza.

—Sólotratodeexplicartelanuevaformaquehanimplantadoparaenseñaralprimergrado,tozuda.EselSistemaDecimaldeDewey.

Comonohabíadiscutidonunca lassentenciasdeJem,novimotivoparaempezarahora.ElSistemaDecimaldeDeweyconsistía,enparte,enquemissCaroline nos presentara cartulinas en las que había impresas palabras: 'el','gato', 'ratón' 'hombre'y 'tú'.Noparecíaqueesperaseningúncomentariopornuestra parte, y la clase recibía aquellas revelaciones impresionistas ensilencio.Yomeaburría,porlocualempecéunacartaaDill.MissCarolinemesorprendió escribiendo y me ordenó que dijese a mi padre que dejara deenseñarme.

—Además—dijo—,en el primergradono escribimos,hacemos letradeimprenta.Noaprenderásaescribirhastaqueestéseneltercergrado.

DeestoteníalaculpaCalpurnia.EllomelibrabadeVolverlalocalosdíaslluviosos, supongo.Meordenabaescribirelalfabetoen lapartedearribadeuna tablilla y copiar luegoun capítulo de laBiblia debajo.Si reproducía sucaligrafía satisfactoriamente, me recompensaba con un sándwich de pan,manteca y azúcar. La pedagogía de Calpurnia estaba libre desentimentalismos; raras veces la dejaba complacida, y raras veces mepremiaba.

—Los que van a almorzar a casa que levanten la mano miss Caroline,despertandominuevoresentimientocontraCalpurnia.

Los chiquillos de la población la levantaron, y ella nos recorrió con lamirada.

Losquetraiganelalmuerzoqueloponganencimadelamesa.

Fiambreras aparecieron por arte de encantamiento, y en el techobailotearonreflejosmetálicos.MissCarolineibadeunextremoaotrodelas

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hileras,mirando y hurgando los recipientes del almuerzo, asintiendo con lacabeza si su contenido legustaba, arrugandounpocoel ceñoanteotros.SeparóenlamesadeWalterCunningham.

—¿Dóndeestáeltuyo?—lepreguntó.

LacaradeWalterCunninghampregonabaatodoslosdelprimergradoquetenía lombrices. Su falta de zapatos nos explicaba además cómo las habíacogido. Las lombrices se cogían andando descalzo por los corrales y losrevolcaderosdeloscerdos.SiWalterhubiesetenidozapatosloshabríallevadoel primer día de clase y luego los hubiera dejado hastamitad del invierno.Llevaba,esosí,unacamisalimpiayunmonopulcramenteremendado.

—¿Hasolvidadoelalmuerzoestamañana?—preguntómissCaroline.

Walter fijó lamiradaal frente.Viqueensuflacamandíbularesaltabadeprontoelbultodeunmúsculo.

—¿Lohasolvidadoestamañana?—insistiómissCaroline.

LamandíbuladeWaltersemovióotravez.

—Sí,señora—murmuróporfin.

MissCarolinefueasumesayabrióelmonedero.

—Aquítienesuncuartodedólar—ledijoaWalter—.Hoyveteacomeralapoblación.Mañanapodrásdevolvérmelo.

Waltermoviólacabezanegativamente.

—No,gracias,señora—tartajeóenvozbaja.

LaimpacienciaseacentuabaenlavozdemissCaroline.

—Vamos,Walter,cógelo.

Waltermeneólacabezadenuevo.

Cuandolameneabaporterceravez,alguiensusurró:

—Veycuéntaselo,Scout.

Yomevolvíyvialamayorpartedelosmuchachosdelaciudadyatodala delegación del autobús mirándome. Miss Caroline y yo habíamosconferenciado ya dos veces, y los otros me miraban con la inocentecertidumbredequelafamiliaridadtraeconsigolacomprensión.

YomelevantégenerosamenteenayudadeWalter.

—Oh...,missCaroline...

—¿Quéhay,JeanLouise?

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—MissCaroline,esunCunningham.

Ymesentédenuevo.

—¿Quéhay,JeanLouise?

Yopensabahaberpuestolascosassuficientementeenclaro.Paratodoslosdemás lo eran de sobras: Walter Cunningham estaba sentado allí, dejandoreposarlacabeza.Nohabíaolvidadoelalmuerzo,nolotenía.Noloteníahoy,nilotendríamañana,nipasado.Entodasuvidaprobablementenohablavistonuncatrescuartosdedólarjuntos.

Hiceotratentativa.

—WalteresunCunningham,missCaroline.

—Perdona,pero,¿quéquieresdecir,JeanLouise?

—No tiene nada de particular, señorita; dentro de poco tiempo conoceráustedatodalagentedelcondado.LosCunninghamjamáscogennadaquenopuedandevolver,niqueseansellos.Jamás tomannadadenadie,searreglanconloquetienen.Notienenmucho,peropasanconello.

Mi conocimiento especial de la tribuCunningnam—es decir, de una desus ramas—lodebíaa losacontecimientosdel inviernopasado.ElpadredeWaltereraclientedeAtticus.Unanoche,despuésdeunaáridaconversaciónen nuestra sala de estar sobre su apuro, y antes de marcharse, místerCunninghamdijo:

—MísterFinch,nosécuándoestaréencondicionesdepagarle.

—Esto ha de ser lo último que debe preocuparle, Walter —respondióAtticus.

CuandolepreguntéaJemcuáleraelapuroenqueseencontrabaWalteryJemmedijoqueeraeldetenercogidoslosdedosenunatrampa,preguntéaAtticussimísterCunninghamllegaríaapagarnosalgunavez.

—Endinerono—respondióAtticus—,peronohabrátranscurridounañosinquehayapagado.Fíjate.

Nosfijamos.Unamañana,Jemyyoencontramosunacargadeleñaparalaestufa en el patio trasero. Más tarde apareció en las escaleras de la parteposteriorunsacodenueces.ConlaNavidadllegóunacajadezarzaparrillayacebo. Aquella primavera, cuando encontramos un saco lleno de nabos,AtticusdijoquemísterCunninghamlehabíapagadoconcreces.

—¿Porquétepagadeestemodo?—pregunté.

—Porqueesdelúnicomodoquepuedepagarme.Notienedinero.

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—¿Somospobresnosotros,Atticus?

Mipadremoviólacabezaafirmativamente.

—Ciertamente,losomos.

Jemarrugólanariz.

—¿SomostanpobrescomolosCunningham?

—Noexactamente.LosCunninghamsongentedelcampo,labradores,ylacrisislesafectamás.

Atticusdecíaqueloshombresdeprofesionesliberaleseranpobresporquelo eran los campesinos. Como el Condado de Maycomb era un terrenoagrícola, las monedas de cinco y de diez centavos llegaban con muchadificultad a los bolsillos demédicos, dentistas y abogados. La amortizaciónerasolamenteunode losmalesquesufríamísterCunningham.Losacresnovinculadoslosteníahipotecadoshastaeltope,yelpocodineroquereuníaselo llevaban los intereses. Si la lengua no se le iba por mal camino, místerCunninghampodríaconseguirunempleodelGobierno,perosuscamposiríana la ruina silos abandonaba, y él prefería pasar hambre para conservar loscampos y votar de acuerdo con su parecer. Atticus decía que místerCunninghamveníadeunacastadehombrestestarudos.

Como los Cunningham no tenían dinero para pagar a un abogado, nospagabanconloquepodían.

—¿NosabíaisqueeldoctorReynoldstrabajaenlasmismascondiciones?—decía Atticus—. A ciertas personas les cobra una medida de patatas porayudar a un niño a venir al mundo. Miss Scout, si me prestas atención teexplicaréloqueesunavinculación.AveceslasdefinicionesdeJemresultanbastanteexactas.

Si hubiese podido explicar estas cosas a miss Caroline, me hubieraahorrado algunas molestias, y miss Caroline la mortificación subsiguiente,pero no entraba en mis posibilidades el explicar las cosas tan bien comoAtticus,demodoquedije:

—Leestállenandodevergüenza,missCaroline.Walternotieneencasauncuartodedólarparatraérseloluego,yustednonecesitaleñaparalaestufa.

MissCarolinesequedótiesacomounpalo,luegomecogióporelcuellodelvestidoymeremolcóhaciasumesa.

—Jean Louise, esta mañana ya empiezo a estar cansada de ti—dijo—.Cadadíatemetesenmalterreno,queridamía.Abrelamano.

Yopenséqueibaaescupirmeenella,queeraelúnicomotivoporelcualcualquier persona deMaycomb levantaba la mano: era ésta unamanera de

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sellarloscontratosoralesconsagradasporeltiempo.Preguntándomequétratohabríamos hecho, volví lamirada hacia la clase en busca de una respuesta,pero los otros me miraron a su vez desorientados. Miss Caroline cogió laregla.mediomediadocenadegolpecitosrápidosymedijoquemequedaradepie en el rincón.Cuando por fin se dieron cuenta de quemissCarolinemehabíapegado,todalaclaseestallóenunatempestadderisas.

CuandomissCarolinelesamenazóconunasuertesimilar,elprimergradoestallóotravez,ysóloimperóunaseriedadrígidacuandocayósobreelloslasombrademissBlount.MissBlount,quehabíanacidoenMaycombytodavíanoestabainiciadaenlosmisteriosdelSistemaDecimal,aparecióenlapuertaconlasmanosenlascaderasyanunció:

—Sioigootrosonidoenestasala, lepegofuegocontodoslosqueestándentro. ¡Miss Caroline, con este alboroto, el sexto grado no puedeconcentrarseenlaspirámides!

Miestanciaenelrincónfuecorta.Salvadaporlacampana,missCarolinecontemplócómolaclasesalíaenfilaparaelalmuerzo.Comofuilaúltimaensalir, la vi desplomarse en el sillón y hundir la cabeza entre los brazos. Sihubiesetenidounaconductamásamistosaconmigo,lahubieracompadecido.Eraunamujercitapreciosa.

3

El cazar aWalterCunningham por el patiome causó cierto placer, perocuando le frotaba la nariz contra el polvo se acercó Jem y me dijo que ledejase.

—Eresmásfuertequeél—medijo.

—Peroéltiene,casi,tantosañoscomotú—repliqué—.Porsuculpamehepuestoenmalterreno.

—Suéltale,Scout.¿Porqué?

—Notraíaalmuerzo—respondí,yacontinuaciónexpliquécómomehabíamezcladoconlosproblemasdietéticosdeWalter.

Waltersehabía levantadoyestabadepie,escuchándonoscalladamenteaJemyamí.Tenía lospuñosalgo levantados, comosi esperaseunasaltodenosotrosdos.Yodiunapatadaenelsuelo,mirándole,parahacerlemarchar,pero Jem levantó la mano y me detuvo. Luego examinó aWalter con aireespeculativo.

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—¿TupapáesmísterCunningham,deOídSarum?—preguntó.

Walter movió la cabeza asintiendo. Daba la sensación de que le habíancriado con pescado; sus ojos, tan azules como los de Dill Harry, aparecíanrodeados de un círculo rojo y acuosos.No tenía nada de color en el rostro,exceptoenlapuntade lanariz,queeradeunrosadohúmedo.Ymanoseabalastirasdesumono,tirandonerviosamentedelashebillasmetálicas.

Desúbito,Jemlesonrió.

—Ven a casa a comer con nosotros, Walter —le dijo—. Nos alegrarátenerteennuestracompañía.

LacaradeWalterseiluminó,peroluegoseensombreció.Jemdijo:

—Tupapáesamigodelnuestro.EsaScoutestáloca;yanosepelearámáscontigo.

—Noestoytansegura—repliqué.MeirritabaqueJemmedispensasetanliberalmente de mis obligaciones, pero los preciosos minutos del mediodíatranscurrían sin cesar—. No, Walter, no Volveré a arremeter contra ti. ¿Tegustanlasalubiasconmanteca?NuestraCalesunacocineraestupenda.

Walter se quedó donde estaba, mordiéndose el labio. Jem y yoabandonamos lapartida.Estábamoscercade laMansiónRadleycuandonosgritó:

—¡Eh!¡Voyconvosotros!

Cuandonosalcanzó,Jemsepusoaconversarplacenteramenteconél.

—Aquíviveunbicho raro—dijo cordialmente, señalando la casade losRadley—.¿Nohasoídohablarnuncadeél,Walter?

—Yalocreo—contestóelotro—.Porpocomueroelprimerañoquevinealaescuelaycomínueces...Lagentedicequelasenvenenóylaspusoenlapartedelavalíaquedaalpatiodelaescuela.

AhoraqueWalteryyoandábamosasulado,parecíaqueJemletemíamuypocoaBooRadley.Lociertoesquesepusojactancioso.

—Unavezsubíhastalacasa—dijo.

—Nadiequehayaidounavezhastalacasadeberíadespuésecharacorrercuandopasapordelantedeella—dijeyo,mirandoalasnubesdelcielo.

—¿Yquiénechaacorrer,señoritaRemilgada?

—Tú,cuandonovanadiecontigo.

Cuando llegamos a las escaleras de nuestra vivienda, Walter habíaolvidado ya que fuese un Cunningham. Jem corrió a la cocina a pedir a

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Calpurnia que pusiera un plato más; teníamos invitados. Atticus saludó aWalter e inició una conversación sobre cosechas que ni Jem ni yo pudimosseguir.

—Sinohepodidopasardelprimergrado,místerFinch,esporquetodaslasprimaveras he tenido que quedarme con papá para ayudarle a cortarmatas;peroahorahayotroencasayamayorparaeltrabajodelcampo.

—¿Habéispagadounamedidadepatatasporél?—pregunté,peroAtticusmereprendiómoviendolacabeza.

Mientras Walter amontonaba alimento en su plato, él y Atticusconversaban como dos hombres, dejándonos maravillados a Jem y a mí.AtticusperorabasobrelosproblemasdelcampocuandoWalterleinterrumpióparapreguntarsi teníamosmelazaenlacasa.AtticusllamóaCalpurnia,queregresó trayendo el jarro de jarabe y se quedó hasta que Walter se huboservido. Walter derramó jarabe sobre las hortalizas y la carne con manogenerosa.Yprobablementeselohabríaechadotambiénenlalechesiyonolehubiesepreguntadoquédiabloshacía.

La salsera de plata tintineó cuando él puso otra vez el jarro en ella, yWaltersellevórápidamentelasmanosalregazo.Luegobajólacabeza.

Atticusmereprendiódenuevomoviendolasuya.

—¡Perosihallegadoalextremodeahogarlacomidaenjarabe!—protesté—.Loquehaderramadoportodaspartes...

EntoncesCalpurniarequiriómipresenciaenlacocina.

Estabafuriosa,ycuandoocurríaasísugramáticasevolvíadesarticulada.Estando tranquila, la tenía tan buena como cualquier persona deMaycomb.AtticusdecíaqueCalpurniaestabamásinstruidaquelamayoríadegentedecolor.

Cuando me miraba con sus ojos bizcos, las pequeñas arrugas que losrodeabansehacíanmásprofundas.

—Haypersonasquenocomencomonosotros—susurróairada—,peronohasdesertúquienlascritiqueenlamesacuandosedaestecaso.Aquelchicoes tu invitado,ysiquierecomer losmanteles ledejasquese loscoma,¿meoyes?

—Noesuninvitado,Cal,essolamenteunCunningham...

—¡Cierralaboca!Noimportaquiénsea,todoelqueponeelpieenestacasaestuinvitado,¡ynoquierasquetecojahaciendocomentariossobresusmaneras como si tú fueras tan alta y poderosa! Tus familiares quizá seanmejoresque losCunningham,pero susméritosno cuentanparanada con el

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modoque tú tienesde rebajarlos... ¡Ysino sabesportartedebidamenteparacomerenlamesa,tesientasaquíycomesenlacocina!—concluyóCalpurnia,estropeandobastantelaspalabras.

Luego,conuncachetequemeescocióbastante,memandócruzarlapuertaque conducía al comedor.Retirémi plato y terminé la comida en la cocina,agradeciendo con todo que me ahorrasen la humillación de continuar anteellos.ACalpurnialedijequeesperase,quelepasaríacuentas:unodeaquellosdías,cuandoellanomirase,saldríaymeahogaríaenelRemansodeBarker,yentonces a ella lemolestaría.Además, añadí, yame había creado conflictosunavezaqueldía:mehabíaenseñadoaescribir,ytodoeraculpasuya.

—Bastadealboroto—replicóCalpumia.

JemyWalterregresaronalaescuelaantesqueyo;elquedarmeatrásparaadvertir a Atticus de las iniquidades de Calpurnia valía bien una carrerasolitariapordelantedelaMansiónRadley.

—Seacomofuere,aJemlequieremásqueamí—terminé,eindiquéquedebíadespedirlasinpérdidadetiempo.

—¿HasconsideradoalgunavezqueJemnoledanilamitaddedisgustosquetú?—LavozdeAtticuseraduracomoelpedernal—.Notengointencióndedeshacermedeella,niahoraninunca.NopodríamosarreglarnosniunsolodíasinCal,¿lohaspensadoalgunavez?PiensaenlomuchoqueCalhaceporti,yobedécela,¿meoyes?

Regresé a la escuela odiando profundamente a Calpurnia, hasta que unalarido repentino disipó mis resentimientos. Al levantar la vista vi a missCarolinedepieenmediodelasala,inundadosurostroporelmásvivohorror.Alparecersehabíareanimadobastanteparaperseverarensuprofesión.

—¡Estávivo!—chillaba..............

La población masculina de la clase corrió como un solo hombre en suauxilio. ¡Señor,penséyo, la asustaun ratón!LittleChuckLittle,queposeíaunapacienciafenomenalparatodoslosseresvivientes,dijo:

—¿Hacia qué parte ha ido, miss Caroline? Díganos adónde ha ido, ¡deprisa!D.C...—leordenóaunchicoqueestabadetrás—,D.C.,cierralapuertaylecogeremos.Rápido,señorita,¿adóndehaido?

Miss Caroline señaló con un índice tembloroso, no el suelo ni el techo,sinoaunindividuogruesoaquienyonoconocía.LafazdeLittleChucksecontrajo,ypreguntódulcemente:

—¿Quieredeciréste,señorita?Sí,estávivo.¿Lahaasustadoconalgo?

MissCarolinedijodesesperada:

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—Enelprecisomomentoenquepasabaporahí,elbichohasalidodesucabello...,hasalidodesucabello,nimásnimenos...

LittleChucksonrióconanchasonrisa.

—No es preciso tenerlemiedo a un piojo, señorita. ¿No ha visto nuncaninguno? Vamos, no tenga miedo; vuélvase a su mesa, sencillamente, yenséñenosalgomás.

LittleChuckLittleeraotromiembrodelapoblaciónescolarquenosabíadedónde le llegaría lacomidasiguiente,peroerauncaballeronato.Puso lamanodebajo del cododemissCaroline y la acompañóhasta la punta de lasala.

—Vamos,nose incomode,señorita—decía—.Nohaymotivopara tenermiedodeunpiojo.Voyabuscarleunpocodeaguafría.

El huésped del piojo no manifestó el más leve interés por el furor quehabíadespertado.Rebuscópor el cabello, encimade su frente, localizóa suinvitadoyloaplastóentreelpulgaryelíndice.

Miss Caroline seguía la maniobra entre fascinada y horrorizada. LittleChuck le trajo agua en un vaso de papel, y ella la bebió agradecida.Al finrecobrólavoz.

—¿Cómotellamas,hijo?—preguntócariñosamente.

Eldelpiojoparpadeó.

¿Quién,yo?

MissCarolinehizounsignoafirmativo.

—BurnsEwell.

MisCarolineexaminóellibrodeasistencia.

—Aquí tengo un Ewell, pero no dice el primer nombre... ¿Querrásdecírmelo,letraporletra?

—Noséhacerlo.EncasamellamanBurris.

—Bien,Burris—dijomissCaroline—.Creoqueserámejordejarte libreparaelrestodelatarde.Quieroquetevayasacasaytelaveselcabello.

Enseguidasacóungruesolibrodeuncajón,hojeósuspáginasyleyóunmomento.

—Unbuenremediocaseropara...Burris,quieroque tevayasacasay lelaveselcabellocon jabónde lejía.Cuandolohayashecho,frótate lacabezaconpetróleo.

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—¿Paraqué,señorita?

—Paralibrartede...pues...delospiojos.Yaves,Burris,losotrospodríancogerlostambién,ytúnoloquieres,¿verdadqueno?

Elniño sepusoenpie.Erael serhumanomás sucioquehevistoenmivida.Teníaelcuellogrisoscuro,losdorsosdelasmanosorinientosyelnegrode las uñas penetraba hasta lo vivo. Miró a miss Caroline por un espaciolimpio,de laanchuradeunpuño,que lequedabaen lacara.Nadiesehabíafijadoenél,probablemente,porquemissCarolineyyohabíamosdivertidoalaclaselamayorpartedelamañana.

—Y,Burris—añadiólamaestra—,hazelfavordebañarteantesdeVolvermañana.

Elchicosoltóunacarcajadagrosera.

—No es usted quien me echa, señorita —replicó con tosco lenguajedialectal—.Estabaapuntodemarcharme;yahecumplidomitiempoporesteaño.

MissCarolinepareciódesorientada.

—¿Quéquieresdecirconesto?

Elchiconorespondió.Soltóunbrevebufidodedesprecio.

Unodelosmiembrosdemásedaddelaclase,contestó:

—EsunEwell,señorita—yyomepreguntésiestaexplicacióntendríatanpocoéxitocomomitentativa.PeromissCarolineparecíadispuestaaescuchar—.Toda la escuela está llena de ellos.Vienen el primer día de cada año, yluegosemarchan.Laencargadadelaasistencialoshaceveniramenazándoloscon el sheriff peroha abandonado el empeñodehacerlos continuar.Calculaquehacumplidoconlaleyanotandosusnombresenlalistayobligándolesavenirelprimerdía.Sedapordescontadoqueel restodelañose lespondráfalta...

—Pero, ¿y sus padres? —preguntó miss Caroline, auténticamentepreocupada.

—No tienen madre —le respondió el chico—, y su padre es muypendenciero.

ElrecitalhabíahalagadoaBurrisEwell.

—Hace ya tres años que vengo el primer día al primer grado —dijo,expansionándose—.Calculoquesisoylistoesteañomepasaránalsegundo...

MisCarolinedijo:

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—Haz el favor de sentarte,Burris—y en elmismomomento en que lodijo,yocomprendíquehabíacometidounserioerror.Lacondescendenciadelmuchachoseinflamóencólera.

—Pruebeustedaobligarme,señorita.

LittleChuckLittlesepusoenpie.

—Déjelequesevaya,señorita—dijo—.Esunruin,unruinendurecido.Escapazdecualquierbarbaridad,yaquíhayniñospequeños.

Littleeraunodeloshombrecitosmásdiminutos,perocuandoBurrisEwellsevolvióhaciaél,sudiestravolóhaciaelbolsillo.

Cuidado con lo que haces, Burris—le dijo—. Temataría con lamismarapidezconquetemiro.Ahoraveteacasa.

Burrispareció tenerlemiedoaunniñode lamitaddesuestatura,ymissCarolineaprovechósuindecisión.

—Burris,veteacasa.Sinotevasllamaréaladirectora—dijo—.Detodosmodos,tendréquedarpartedeesto.

Elmuchachosoltóunbufidoysedirigiócabizbajohacialapuerta.

Cuandoestuvofueradesualcance,sevolvióygritó:

—¡Départeyreviente!¡Todavíanohanacidoningunapuercamaestraquepuedaobligarmeahacernada!¡Ustednomehaceiraningunaparte,señorita!¡Recuérdelobien,nomehacemarcharaningunaparte!

Aguardó hasta que estuvo seguro de que miss Caroline lloraba y luegosalióconpasotorpedeledificio.

Pronto estuvimos apiñados todos alrededor de la mesa de la maestratratandodeconsolarladediversosmodos...Eraunmalvadodeverdad..., ungolpebajo...'Ustednohavenidoaenseñaragentecomoésa'...EnMaycombla gente no se porta así, miss Caroline, de veras que no'... 'Vamos, no seatormenteseñorita.''MissCaroline.¿porquénonosleeuncuento?Aquéldelgatohasidorealmentebonitoestamañana'.

MissCarolinesonrió,selimpiólanariz,ydijo:

—Gracias,preciosidades—nosdispersó—,abrióunlibroydesconcertóalprimergradoconunalarganarraciónsobreunsapoquevivíaenunsalón.

CuandopasépordelantedelaMansiónRadleyporcuartavezaqueldía—dosdeellasatodogalope—,mihumorsombríohabíaaumentadohastaestaratonoconlacasa.Siel restodelañoescolar resultaba tancargadodedramascomoelprimerdía,quizáfueseunpocodivertido,perolaperspectivadepasarnuevemesesabsteniéndomedeleeryescribirmehizopensarenmarcharme.

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Mediada la tarde, había completado yamis planes de viaje.Al competirconJemcorriendoporlaaceraparairalencuentrodeAtticus,queregresabaacasadespuésdeltrabajo,yonomelancéconexceso.TeníamoslacostumbredecorreralencuentrodeAtticusdesdeelmomentoenqueleveíamosdoblarlaesquinadelaoficinadeCorreos,alláenladistancia.Atticusparecíahaberolvidado que al mediodía yo me había enajenado su predilección; no secansabadehacermepreguntassobrelaescuela.Yorespondíconmonosílabos,yélnoinsistió.

Quizá Calpurnia, percibiera que había tenido un día triste. permitió quemirasecómopreparabaunacena.

Cierralosojosyabrelabocaytedaréunasorpresa—medijo.

No hacía buñuelos amenudo, pues aseguraba que no tenía tiempo, perohoyestandoJemyyoenlaescuela,habíasidoparaellaundíadepocoajetreo.Ysabíaquelosbuñuelosmegustabanmucho.

—Teheechadodemenos—dijo—.Alrededordelasdoslacasaestabatansolitariaquehetenidoqueponerlaradio...

—¿Porqué?Jemyyonuncaestamosencasa,amenosquellueva.

—Yalosé—contestó—,perounodelosdossiempreestáalalcancedemivoz. Me pregunto cuántas horas del día me paso llamándoos. Bien —dijolevantándosedelasilladelacocina—,yaeshoradeprepararunacaceroladebuñuelos,mefiguro.Ahoraveteydéjameponerlacenaenlamesa.

Calpurnia se inclinó y me besó. Yo salí corriendo, preguntándome quémudanzaseoperóenella.Habíaqueridohacer laspacesconmigo,heahíelcaso.Siemprefuedemasiadoduraconmigo.Alfinhablavistoelerrordesuproceder pendenciero, y lo lamentaba, pero era demasiado obstinada paraconfesarlo.Yoestabacansadadelosdelitoscometidosaqueldía.

Después de cenar, Atticus se sentó, con el periódico en la mano, y mellamó:

—Scout,¿estásapuntoparaleer?

ElSeñormeenviabamásdeloquepodíaresistir,ymefuialporchedelafachada.Atticusmesiguió.

—¿Tepasaalgo,Scout?

Yoledijequenomeencontrabamuybienyque,siélestabadeacuerdo,pensabanoVolvermásalaescuela.

Atticus se sentó en lamecedora y cruzó las piernas. Sus dedos fueron amanosear el reloj de bolsillo; decía que sólo de este modo podía pensar.Aguardóenamistososilencio,yyotratédereforzarmiposición.

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—Túnofuistealaescuelaytedesenvuelvesperfectamente;portanto,yotambién quiero quedarme en casa. Puedes enseñarme tú, lo mismo que elabuelitoosenseñóatiyatíoJack.

—No,nopuedo—respondióAtticus—.Además,siteretuvieraencasameencerraríanenelcalabozo...Unadosisdemagnesiaestanoche,ymañanaalaescuela.

—Laverdadesquenomeencuentrobien.

—Melofiguraba.¿Quétepasa,pues?

Trocitoatrozo,leexpliquélosinfortuniosdeldía:

—...Y ha dicho que tú me lo enseñaste todo mal, de modo que ya nopodremosVolveraleer;nunca.Porfavor,nomemandesmásallá,porfavor,señor.

Atticussepusoenpieyanduvohastaelextremodelporche.Cuandohubocompletadoelexamendelaenredaderaregresóhaciamí.

—En primer lugar—dijo—, si sabes aprender una treta sencilla, Scout,convivirásmuchomejor con toda clase de personas.Uno no comprende deverasaunapersonahastaqueconsideralascosasdesdesupuntodevista...

—¿Quédice,señor?

Hastaque semeteenelpellejodelotroyandapor ahí comosi fueraelotro.

Atticus dijo que yo había aprendido muchas cosas aquel día, y missCarolineotrasvarias,porsuparte.Unaconcretamente:habíaaprendidoanoquererdaralgoaunCunningham;perosiWalteryyohubiésemosmiradoelcaso con sus ojos, habríamos visto que fue una equivocación honrada. NopodíamosesperarqueseenterasedetodaslaspeculiaridadesdeMaycombenundía,ynopodíamoshacerlaresponsablecuandonoconocíabienelterreno.

—Quemecuelguen—repliqué—,yonoconocíaelterrenoenelsentidodeque no había de leer aquello, y ella me ha hecho responsable... Escucha,Atticus,¡noesprecisoquevayaalaescuela!—Unpensamientorepentinomellenaba de entusiasmo—. Burris sólo va a la escuela el primer día. Laencargadadelaasistenciadaporcumplidalaleyhabiendoinscritosunombreenlalista...

—Túnopuedeshacereso,Scout—contestóAtticus—.Aveces,encasosespeciales, es mejor doblar un poco la vara de la ley. En tu caso la leypermanecerígida.Tútienesqueiralaescuela.

—Noséporquéhedeiryoyélno.

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—Entonces,escucha.

AtticusdijoquelosEwellhabíansidolavergüenzadeMaycombdurantetres generaciones. No recordaba que ninguno de ellos hubiese hecho unajornada de trabajo honrado.Dijo que unaNavidad, cuando fuera a llevar elárbol al vertedero, me llevaría con él y me enseñaría dónde vivían. Eranpersonas,perovivíancomoanimales.

—Puedeniralaescuelasiemprequequieran,siemprequemuestrenelmáslevesíntomadeestardispuestosarecibirunaeducación—dijoAtticus—.Haymediospararetenerlosenlaescuelaporlafuerza,peroesunanecedadobligaragentecomolosEwellaunambientenuevo...

—Simañanayonofuesealaescuela,túmeobligarías.

—Dejemos la cuestión en estepunto—replicóAtticus secamente—.Tú,missScoutFinch,pertenecesaltipocorrientedepersonas.Debesobedecerlaley.

DijoluegoquelosEwelleranmiembrosdeunasociedadcerrada,formadaporlosEwell.Enciertascircunstanciaslaspersonascorrientes,conmuybuencriterio,lesconcedíanciertosprivilegiosporelsimplerecursodehacerselasciegasantealgunasdesusactividades.Porejemplo,noestabanobligadosairalaescuela.Otracosa,amísterBobEwell,elpadredeBurris,selepermitíaquecazaseytendiesetrampasentiempodeveda.

—Estoesmalo,Atticus—dije—.EnelCondadodeMaycom,elcazarenveda era un delito contra la ley, una felonía mayúscula a los ojos delpopulacho.

—Vacontralaley,escierto—dijomipadre—,yesmalo,enverdad;perocuandounhombresegastaloqueledalaBeneficenciaenwhisky,sushijossuelen llorar sufriendo los dolores del hambre. No conozco a ningúnterrateniente de estos alrededores que quiera hacer pagar a los hijos la cazaquemataelpadre.

—MísterEwellnodeberíaobrarasí...

—Naturalmente que no, pero jamás cambiará de manera de ser. ¿Vas acargarturepulsasobreloshijos?

—No,señor—murmuré,presentandolaúltimaresistencia—.Perosisigoyendoalaescuela,nopodremosleeryamás...

—Estotemolesta,¿verdad?

—Sí,señor.

CuandoAtticusmemiró,viensucaralaexpresiónquesiempremehacíaesperaralgo.

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—¿Sabesloqueesuncompromiso?—preguntó.

—¿Doblarlavaradelaley?

—No, es un acuerdo al que se llega por mutuas concesiones. Es comosigue —dijo—. Si reconoces la necesidad de ir a la escuela, seguiremosleyendotodaslasnochescomolohemoshechosiempre.¿Teconviene?

—¡Sí,señor!

—Loconsideraremos sellado sin la formalidadhabitual—dijoAtticus alverquemepreparabaparaescupir.

Cuandoabríalapuertavidrieradelafachada,Atticusdijo:

—Ah,depaso,Scout,esmejorquenodigasnadaenlaescueladenuestroconvenio.

—¿Porquéno?

—Metemoquenuestrasactividadesseríanmiradasconprofundarepulsaporlasautoridadesmásenteradas.

Jem y yo estábamos habituados al lenguaje de 'testamento y últimavoluntad'demipadre,y teníamospermisopara interrumpirlepidiéndoleunaaclaraciónentodomomento,sinoentendíamosloquenosdecía.

—¿Qué,señor?

—Yonuncafuialaescuela—dijo—,perotengolaimpresióndequesiledijeseamissCarolinequeleemostodaslasnoches,latomaríaconmigo,ynoquisieraquemepersiguieseamí.

Aquella noche Atticus nos tuvo en vilo, leyéndonos con aire gravecolumnasdeletraimpresasobreunhombrequesinningúnmotivodiscerniblesehabíasentadoenlapuntadeunastadebandera,locualfuerazónsuficienteparaqueJemsepasasetodoeldomingosiguienteencimadelacasetadelosárboles. Allí estuvo desde el desayuno hasta la puesta del sol y habríacontinuadoporlanochesiAtticusnolehubiesecortadoelaprovisionamiento.Yomehabíapasadolamayorpartedeldíasubiendoybajando,haciendolosencargosquemeordenaba,proveyéndolode literatura,alimentoyagua,y lellevabamantasparalanochecuandoAtticusmedijoque,sinolehacíaeso,Jembajaría.Atticustuvorazón.

4

El resto de mis días en la escuela no fueron más propicios que los

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primeros. Consistieron, ciertamente, en un proyecto interminable que setransformólentamenteenunaUnidad,porlacualelEstadodeAlabamagastómillas de cartulina y de lápices de colores en un bien intencionado, peroinfructuosoesfuerzoporinculcarmeDinámicadeGrupo.Haciaelfinaldemiprimeraño,loqueJemllamabaelSistemaDecimaldeDeweydominabatodalaescuela,demodoquenotuveocasióndecompararloconotrastécnicasdeenseñanza.Loúnicoquepodíahacereramiraramialrededor:Atticusymitío,que tuvieron laescuelaencasa, losabían todo;almenos, loqueunonosabíalosabíaelotro.Másaún,yonopodíadejardepensarenquemipadrehabíapertenecidoduranteañosalalegislaturadelEstado,elegidocadavezsinoposición, aun ignorando las regulaciones que mis maestras considerabanesenciales para la formación de un buen Espíritu Ciudadano. Jem, educadosobreunabasemitadDecimalmitadDunceap,parecíafuncionarconeficaciasolo o en grupo, pero Jem no servía como ejemplo; ningún sistema devigilanciaideadoporelhombrehabríapodidoimpedirlequecogieralibros.Encuantoamí,nosabíanadamásqueloquerecogíaleyendolarevistaTimeytodoloque,encasa,caíaenmismanos,peroamedidaqueibaavanzandoconmarcha penosa y tarda por la noria del sistema escolar del Condado deMaycomb,nopodíaevitarlaimpresióndequemeestafabanalgo.Nosabíaenqué fundaba mi creencia, pero me resistía a pensar que el Estado quisieraregalarmeúnicamentedoceañosdeaburrimientoinalterado.

Mientrastranscurríaelaño,comosalíadelaescuelatreintaminutosantesque Jem, que se quedaba hasta las tres, pasaba por delante de la mansiónRadley tan de prisa como podía, sin pararme hasta haber llegado al refugioseguro del porche de nuestra fachada. Una tarde, cuando pasaba corriendo,algoatrajomimirada,ylaatrajodetalmodoqueinspiréprofundamente,mirécondetenciónamialrededor,yretrocedí.

EnelextremodelafincadelosRadleycrecíandosencinas;susraícesseextendíanhastalaorilladelcamino,accidentandoelsuelo.Enunodeaquellosárboleshabíaunacosaquemellamólaatención.

De una cavidad nudosa del tronco, a la altura demis ojos precisamente,salíaunahojadepapel de estaño, quemehacíaguiños a la luzdel sol.Mepusedepuntillas,miréotravez,rápidamente,amialrededor,metílamanoenelagujero,ysaquédospastillasdegomademascarsinsuenvolturaexterior.

Miprimerimpulsofueponérmelasenlabocalomásprontoposible,perorecordédóndeestaba.Corríacasa,yenelporcheexaminéelbotín.Lagomaparecíabuena.Lashusmeéylesencontrébuenolor.Laslamíyesperéunrato.Alverquenomemoría,melasembutíenlaboca.Era'Wrigley'sDoubleMint'auténtico.

Cuando Jem llegó a casa me preguntó cómo había conseguido aquellas

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pastillas.Yoledijequelashabíaencontrado.

—Nocomaslascosasqueencuentres,Scout.

—Estanoestabaenelsuelo,estabaenunárbol.

Jemrefunfuñó.

—Pues estaba —aseguré—. Salía de aquel árbol de allá, el que seencuentraviniendodelaescuela.

—¡Escúpelasenseguida!

Lasescupí.Detodosmodosyaperdíanelsabor.

—Todalatardequelasmascoytodavíanomehemuerto,nisiquieramesientomal.

Jemdioenelsueloconelpie.

— ¿No sabes que no tienes que tocar siquiera aquellos árboles? ¡Si lostocasmorirás!

—¡Unaveztútocastelacasa!

—¡Aquelloeradiferente!Veagargarizar...Enseguida,¿meoyes?

—Deningúnmodo;sememarcharíaelsabordelaboca.

—¡NolohagasyselodiréaCalpurnia!

Para no arriesgarme a un altercado con Calpurnia, hice lo que Jem memandaba.Pornoséquérazón,miprimerañodeescuelahabíaintroducidoungrancambioennuestrasrelaciones;latiranía,lafaltadeequidadylamaníadeCalpurnia de mezclarse en mis asuntos se habían reducido a unos ligerosmurmullos de desaprobación general. Por mi parte, a veces, me tomabamuchasmolestiasparanoprovocaría.

Elveranoestabaencamino;Jemyyoloesperábamosconimpaciencia.Elveranoeranuestramejorestación:eradormirencatresenelporche trasero,cerrado con cristales, o probar de dormir en la caseta de los árboles; erainfinidaddecosasbuenasparacomer;eraunmillardecoloresenunpaisajereseco;pero,lomásimportante,elveranoeraDill.

Elúltimodíadeclaselasautoridadesnossoltaronmástemprano,yJemyyofuimosacasajuntos.

CalculoqueDillllegarámañana—dije.

—Probablementepasado—dijoJem—.EnMississippi lossueltanundíamástarde.

CuandollegamosalasencinasdelaMansiónRadley,levantéeldedopara

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señalar por centésima vez la cavidad donde había encontrado la goma demascar, tratando de convencer a Jem de que la había hallado allí, y me viseñalandootrahojadepapeldeestaño.

—¡Loveo,Scout!Loveo...

Jemmiróa todaspartes, levantó lamanoycongestovivosepusoenelbolsillo un paquetito diminuto y brillante. Corrimos a casa y en el porchefijamos la mirada en una cajita recubierta de trozos de papel de estañorecogido de las envolturas de la goma demascar. Era una cajita de las quecontienenanillosdeboda,deterciopelomoradoconuncierrediminuto.Jemabrióelcierre.Dentrohabíadosmonedas frotadasypulidas,unaencimadeotra.Jemlasexaminó.

Cabezasde indio—dijo—.Milnovecientos seis,y,Scout,unaesdemilnovecientos.Sonantiguasdeverdad.

—Milnovecientos—repetí—.Oye...

Cállateunminuto,estoypensando.

—Jem,¿teparecequealgunotienesuesconditeallí?

—No,exceptonosotros,nadiepasamuchoporallíamenosqueseaalgunapersonamayor...

—Las personas mayores no tienen escondites. ¿Te parece que debemosguardarlas,Jem?

—Noséquépodríamoshacer,Scout.¿Aquiénse lasdevolveríamos?Séconcertezaquenadiepasaporallí...Cecilpasaporlacallededetrásydaunrodeoporelinteriordelaciudadparairacasa.

Cecil Jacobs,quevivíaenelextremomásalejadodenuestracalle,en lacasavecinaa laoficinadeCorreos,andabaun totaldeunamillapordíadeclaseparaevitar laMansiónRadleyya laancianamistressHenryLafayetteDubose, dos puertas más allá, calle arriba, de la nuestra; la opinión de losvecinos sostenía unánime quemistressDubose era la ancianamás ruin quehabíaexistido.JemnoqueríapasarpordelantedesucasasinteneraAtticusasulado.

—¿Quésuponesquedebemoshacer,Jem?

Los autores de un hallazgo eran dueños de la cosa, sólo hasta que otrodemostrasesusderechos.Elcortardetardeentardeunacamelia,elbeberuntrago de leche caliente de la vaca de miss Maudie Atkinson en un día deverano,elestirarelbrazohacialasuvas 'scuppernong'deotroformabapartedenuestraeducaciónética,peroconeldineroeradiferente.

—¿Sabes qué? —dijo Jem—. Las guardaremos hasta que empiece la

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escuela,entoncesiremosporlasclasesypreguntaremosatodossisonsuyas.Haychicosquevienenconelautobús...,quizáunohabíadecogerlasalsalirhoydelaescuelaysehaolvidado.Estasmonedassondealguien,yalosabes.¿Novescómolashanfrotado?Lasahorraban.

—Si,pero,¿cómoesposiblequenadieguardasedelmismomodolagomademascar?Túsabesquelagomanodura.

—Nolosé,Scout.Perolasmonedastienenimportanciaparaalguien...

—¿Porquécausa,Jem...?

—Pues, mira, cabezas indias... vienen de los indios. Tienen una magiapoderosadeverdad,ledanbuenasuerteauno.Noescosaasícomodarpollofrito cuando uno no lo espera sino larga vida y buena salud, y aprobar losexámenesdecadaseissemanas...,sí,paraalgunapersonatienenmuchovalor.Lasguardaréenmibaúl.

Antesdeirseasucuarto,JemmirólargoratolaMansiónRadley.Parecíaestarpensandootravez.

Dosdíasdespués llegóDill conun resplandordegloria: había subido altren sin que le acompañara nadie, desde Meridian hasta el Empalme deMaycomb (un nombre honorífico: el Empalme de Maycomb estaba en elCondadodeAbbott)dondehabíaidoabuscarlemissRachelconelúnicotaxidelaciudad;habíacomidoenelrestaurante,yviobajardeltrenenBaySaintLouisadosgemelosenganchadoselunoconelotro,ysesostuvoensustrecesobre estos cuentos, despreciando todas las amenazas. Había desechado losabominables pantalones azules, cortos, que se abrochaban en la camisa, yllevabaunosdeverdadconcinturón;eraalgomásrecio,nomásaltoydecíaquehabíavistoasupadre.ElpadredeDilleramásaltoqueelnuestro,llevabaunabarbanegra(enpunta)yerapresidentedelos'FerrocarrilesL.&N.'.

—Ayudéunratoalmaquinista—dijoDill,bostezando.

—Acaerse le ayudasteDill.Cállate—replicó Jem—. ¿Aqué jugaremoshoy?

—ATom,SamyDick—respondióDill—.Vámonosalpatiodelantero.

Dill quería jugar a Los Rover porque eran tres papeles responsables.Evidentementeestabacansadodesernuestroprimeractor.

—Estoyhastiadadeellos—dije.EstabahastiadaderepresentarelpapeldeTom Rover, que de súbito perdía la memoria en mitad de una película yquedaba eliminado de la escena hasta que le encontraban en Alaska—.Invéntanosuna,Jem—pedí.

—Estoycansadodeinventar.

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Era nuestro primer día de libertad y estábamos cansados todos. Yo mepreguntéquénostraeríaelverano.

Habíamos bajado al patio delantero, donde Dill se quedó mirando calleabajo,contemplandolafunestafazdelaMansiónRadley.

—Huelo la muerte —dijo con énfasis—. Lo digo de veras —insistiócuandoyoledijequesecallase.

—¿Quieresdecirquecuandomuerealguientúlonotasporelolor?

—No,quierodecirquepuedooleraunapersonayadivinarsivaamorir.Me loenseñóunaseñorita—Dillse inclinóymeolfateó—.Jean...Louise...Finch,túmorirásdentrodetresdías.

—Dill,sinotecallastedoyungolpequetedoblolaspiernas.Yahoralodigoenserio...

Callaos—refunfuñóJem—.Osportáiscomosicreyeseisenfuegosfatuos.

—Ytúteportascomosinocreyeses—repliqué.

—¿Quéesunfuegofatuo?—preguntóDill.

—¿Nohasidodenocheporuncaminosolitarioynohaspasadojuntoaunlugar maldito?—le preguntó Jem—. Un fuego fatuo es un espíritu que nopuedesubiralcielo,estácondenadoarevolcarseporcaminossolitarios,ysiunopasaporencimadeél,cuandosemuereseconvierteenotrofuegofatuo,yandaporahídenochesorbiéndoleelresuelloalagente...

—¿Cómosehaceparanopasarporencimadeuno?

—De ningún modo—contestó Jem—. A veces se tienden cubriendo elcamino de una parte a otra, pero si al ir a cruzar por encima de uno dices:'Ángel del destino, vida para elmuerto; sal demi camino, nome sorbas elaliento',conellohacesquenopuedaenvolverteelespíritu...

—No creas ni una palabra de lo que dice, Dill—aconsejé—. Calpurniaaseguraqueesosoncuentosdenegros.

Jemmemiróconceñotorvo,perodijo:

—Bien,¿vamosajugaraalgoono?

—Podemosrodarconelneumático—propuse.

—Yosoydemasiadoalto—objetóJemconunsuspiro.

—Túpuedesempujar.

Corríalpatiotrasero,saquédedebajodelacasetaunneumáticoviejodecocheylohicerodarhastaelpatiodelafachada.

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—Yoprimero—dije.

Dill objetó que el primero había de ser él, que hacía poco que habíallegado.

Jemarbitró;mepremió con el primer empujón, pero concediendo aDillunacarreramás.Yomedobléenelinteriordelacubierta.

Hastaque lodemostró,nocomprendíqueJemestabaofendidoporque lecontradije en lo de los fuegos fatuos, y que esperaba pacientemente laoportunidad de recompensarme. Lo hizo empujando la cubierta acera abajocon toda la fuerza de su cuerpo. Tierra, cielo y casas se confundían en unapaletaloca;mezumbabanlosoídos,measfixiaba.Nopodíasacarlasmanospara parar; las tenía empotradas entre el pecho y las rodillas. Sólo podíaconfiarenqueJemnospasaradelantealaruedayamí,oqueunaelevacióndelaaceramedetuviese.Oíaamihermanodetrás,persiguiendolacubiertaygritando.

Lacubierta saltaba sobre lagravilla, sedesvióatravesando la calleymedespidiócomouncorchocontraelsuelo.Cegadaymareada,mequedétendidasobreelcemento,sacudiendolacabezaparaponerlafirmeygolpeándomelosoídos,paraquecesarandezumbarme,cuandooílavozdeJem:

—¡Scout,márchatedeahí;ven!

LevantélacabezayviallídelantelospeldañosdelaMansiónRadley.Mequedéhelada.

— ¡Ven, Scout, ¡no te quedes tendida ahí!—gritaba Jem—. ¡Levántate!¿Esquenopuedes?

Yomepuseenpie,temblandocomosimederritiese.

— ¡Coge la cubierta!—aullaba Jem—. ¡Tráetela! ¿No te queda nada desentido?

Cuando estuve en condiciones de navegar, corrí hacia ellos a toda lavelocidadquepudieronllevarmelaspiernas.

—¿Porquénolahastraído?—preguntóJem.

—¿Porquénovasabuscarlatú?—chillé.

Sequedócallado.

—Ve, no estámuchomás allá de la puerta. ¡Caramba!, si una vez hastatocastelacasa,¿noteacuerdas?

Jemmedirigióunamiradafuriosa,nopodíanegarse;echóacorreraceraabajo, cruzó la entrada del patio con pie cauteloso y luego entró como unaflechayrecobrólacubierta.

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—¿Lo ves? —clamaba con cara de reproche y de triunfo—. No tieneimportancia. Te lo juro, Scout, a veces te portas tanto como una niña, quemortificas.

Teníamásimportanciadelaqueélsuponía,perodecidínodecírselo.

Calpurniaaparecióenlapuertaygritó:

—¡Eslahoradelalimonada!¡Entradtodosylibraosdeesesolabrasadorantesqueosaséisvivos!

Lalimonadaamitaddelamañanaeraunritodelverano.Calpurniapusounjarrónytresvasosenelporche,yluegofueaocuparsedesusasuntos.Elhaber perdido el magnánimo favor de Jem no me inquietaba de un modoespecial.Lalimonadaledevolveríaelbuenhumor.

Jemapurósusegundovasoysediounapalmadaenelpecho.

—Ya sé a qué jugaremos —anunció—. A una cosa nueva, a una cosadistinta.

—¿Aqué?—preguntóDill.

—ABooRadley.

AvecesJemteníalafrentedecristal:habíaideadoaqueljuegoparadarmeaentenderqueno temíaa losRadleybajoningunaformanicarácter,yparahacercontrastarsutemerarioheroísmoconmicobardía.

—¿ABooRadley?¿Cómo?—preguntóDill.

—Tú,Scout,podríassermistressRadley...—dijoJem.

—Loharésiquiero.Nocreoque...

—¿Cuentoschinos?—dijoDill—.¿Todavíatienesmiedo?

—Alomejorsaledenoche,cuandotodosdormimos...—dije.

Jemsilbó:

—Scout,¿cómosabráloquehacemos?Además,nocreoquecontinúeahí.Murióhaceañosylemetieronenlachimenea.

Dilldijo:

—Jem,siScouttienemiedo,túyyojugaremos,yellaquemire.YoestabaperfectamenteseguradequeBooRadleyestabadentrodeaquellacasa,perono podía probarlo, y consideré mejor tener la boca cerrada, pues de locontrariomehabríanacusadodecreerenfuegosfatuos,fenómenoalqueeracompletamenteinmune,durantelashorasdeldía.

Jemdistribuyólospapeles:yoeramistressRadley,ytodoloquehabíade

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hacer era salir a barrer el porche.Dill era el viejomísterRadley: caminabaaceraarribayabajo,ycuandoJemledecíaalgo,éltosía.Naturalmente,JemeraBoo:bajabalasescalerasdelapuertadecasaydevezencuandochillabayaullaba.

Amedidaqueavanzabaelveranoprogresabanuestrojuego.Lopulíamosylosperfeccionábamos,añadiendodiálogoytramahastaquecompusimosunapequeñaobrateatralenlaqueintroducíamoscambiostodoslosdías.

Dill era elvillanode losvillanos: sabía identificarse concualquierpapelque le asignaran, y parecer alto si la estatura formaba parte de la maldadrequerida. Yo representaba de mala gana el papel de diversas damas queentrabanenelargumento.Nuncameparecióqueaquello fuese tandivertidocomoTarzán,y aquelveranoactué conunaansiedadalgomásque ligera, apesardelasseguridadesquemedabaJemdequeBooRadleyhabíamuertoyCalpurniaencasaduranteeldía,yporlanocheAtticustambién.

Jemeraunhéroenato.

Habíamoscompuestounpequeñodramatriste, tejidocontrozosyretalesdehabladuríasyleyendasdelavecindad:mistressRadleyhabíasidohermosahastaquesecasóconmísterRadleyyperdiótodosudinero.Perdióademáslamayoría de dientes, el cabello y el índice de lamano derecha (esto era unaaportacióndeDill:Booselohabíaarrancadodeunmordiscounanoche,alnoencontrargatosyardillasquecomer);sepasabael tiemposentadaenlasalallorandocasisiempre,mientrasBoocercenabapocoapocotodoelmobiliariodelacasa.

Nosotros éramos también los muchachos que se encontraban en apuros;paravariar,yohacíadejuezdepaz;DillsellevabaaJemyleembutíadebajodelasescaleras,pinchándoleconlaescobaderetama.Jemreaparecíacuandoeraprecisoenlospersonajesdesheriff,devariaspersonasdelaciudadydemiss StephanieCrawford, la cual sabía contarmás cosas de losRadley queningunaotrapersonadeMaycomb.

CuandollegabaelmomentoderepresentarlaescenadeBoo,Jementrabaahurtadillasenlacocina,cogíalastijerasdelamáquinadecoseraprovechandoel momento en que Calpurnia estaba de espaldas, y luego se sentaba en lamecedora y recortaba periódicos. Dill pasaba por delante, le saludabatosiendo, y Jem simulaba que le clavaba las tijeras.Desde donde yo estabaparecíareal.

CuandomísterNathanRadleypasabapornuestroladoensuviajediarioala ciudad, nosotros nos quedábamos quietos y callados hasta que se habíaperdidodevista,ynospreguntábamosluegoquénosharíasisospechasealgo.Nuestrasactividadesseinterrumpíancuandoaparecíaalgúnvecino,yunavez

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viamissMaudieAtkinsonmirándonosdesdeelotroladodelacalle,paradasamediaalturalastijerasdepodar.

UndíaestábamostanocupadosrepresentandoelcapítuloXXV,libroIIdeLa familia de un solo hombre, que no vimos aAtticus plantado en la aceracontemplándonosalmismotiempoquesegolpeabalarodillaconunarevistaarrollada.Elsolindicabaqueeranlasdocedelmediodía.

—¿Quéestáisrepresentando?—preguntó.

—Nada—contestóJem.

La evasivademihermanome indicóque aquel juego eraun secreto, demodoqueguardésilencio.

—¿Pues qué haces con esas tijeras? ¿Por qué haces pedazos de eseperiódico?Sieseldehoytedaréunapaliza.

—Nada.

—Nada,¿qué?—dijoAtticus.

—Nada,señor.

—Dame las tijeras —ordenó Atticus—. No son cosas con las que sejuegue.¿TieneesoalgoqueverconlosRadley,acaso?

—No,señor—contestóJem,poniéndosecolorado.

—Esperoqueno—dijosecamente,ypenetróenlacasa.

—Jem...

—¡Cállate!Sehaidoalasaladeestar,ydesdeallípuedeoírnos.

Asalvoenelpatio,DillpreguntóaJemsipodíamosjugarmás.

—Nolosé.Atticusnohadichoqueno...

—Jem—dijeyo—,detodosmodos,Atticusestáenterado.

—No,noloestá.Siloestuvieralohabríadicho.

Yono estaba tan segura, pero Jemmedijo que yo era una niña, que lasniñassiempreseimaginancosas,locualdamotivoaquelasotraspersonaslasodientanto,yquesiempezabaaportarmecomounaniñapodíamarcharmeyaybuscaraotrosconquienesjugar.

—Está bien, vosotros continuad, pues—dije—. Veréis lo que pasa. LallegadadeAtticusfuelasegundacausadequequisieraabandonareljuego.Laprimera venía del día que rodé dentro del patio delantero de los Radley. Atravésdelosmeneosdecabeza,delosesfuerzospordominarlasnáuseasydelosgritos de Jem,hablaoídootro son, tanbajoqueno lohabría podidooír

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desdelaacera.Dentrodelacasa,alguienreía.

5

Comosabíaqueocurriría,afuerzadeimportunarconseguídoblegaraJem,y con gran aliviomío, dejamos la representación durante algún tiempo. Sinembargo, Jem seguía sosteniendo que Atticus no había dicho que nopudiésemos jugar a aquello y, por tanto, podíamos; y si alguna vezAtticusdecíaquenopodíamos,Jemhabíaideadoyalamaneradesalvarelobstáculo:sencillamente,cambiaríalosnombresdelospersonajes,yentoncesnopodríanacusarnosderepresentarnada.

Dill manifestó una conformidad entusiasta con este plan de acción. Detodosmodos, Dill se estaba poniendomuy pesado; siempre seguía a Jem atodas partes. A principios de verano me pidió que me casase con él, perodespuésloolvidópronto.Estableciósusderechossobremí,dijoqueyoeralaúnicachicaalaqueamaríaensuvida,yluegomeabandonó.Lediunpardepalizas, pero fue inútil, sólo sirvió para arrimarle más a Jem. Pasaban díasenteros los dos juntos en la caseta, trazando planes y conjeturas, y sólomellamabancuandonecesitabanuntercerpersonaje.Peroduranteuntiempomemantuve apartada de sus proyectosmás aventurados, y a riesgo de quemellamasen'niñita'pasélamayorpartedeatardeceresrestantesdeaquelveranosentadaconmissMaudieAtkinsonenelporchedelafachadadesucasa.

A Jem y amí nos había gustado siempre la libertad que nos dabamissMaudiedeentraracorrerporsupatio,con taldequenonosacercásemosasusazaleas,peronuestrarelaciónconMaudienoquedabadefinidaclaramente.HastaqueJemyDillmeexcluyerondesusplanes,ellanoeramásqueotraseñoradelavecindad,sibienrelativamentebenigna.

EltratadotácitoqueteníamosconmissMaudieeraquepodíamosjugarensu jardín, comernos sus scuppernongs, si no saltábamos sobre el árbol, yexplorar el vasto terreno trasero, cláusulas tan generosas que raras veces ledirigíamos la palabra (¡tan gran cuidado poníamos enmantener el delicadoequilibrio de nuestras relaciones!), pero Jem y Dill, con su conducta, meacercaronmásamissMaudie.

Miss Maudie tenía odio a su casa: el tiempo pasado dentro de ella eratiempoperdido.Eraviuda,unadamacamaleónquetrabajabaensusparterresde flores con sombrero viejo de paja ymono de hombre, pero después delbañode las cinco aparecía en el porchey reinaba sobre toda la calle con elmagisteriodesubelleza.

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Amaba todo loque crece en esta tierra deDios, hasta lasmalashierbas.Conunaexcepción.Siencontrabaunahojadehierbanutgrassenelpatio,allíserealizabalasegundaBatalladelMarne:seabatíasobreellaconuntubodehojalatay lasometíaaunasrociadas,pordebajo,deunasustanciavenenosaquedecíaqueteníapoderparamatarnosatodossinonosapartábamosdeallí.

—¿Por qué no la arranca usted, y basta? —le pregunté después depresenciarunaprolongadacampañacontraunahojaquenoteníatrespulgadasdealtura.

—¿Arrancarla,niña,arrancarla?—Levantóeldobladocapulloyapretósudiminutotalloconelpulgar.Deltallosalieronunosgranosmicroscópicos—.Diablos,unvástagodenutgrasspuedearruinar todounpatio.Mira.Cuandollegaelotoño,estoseseca,¡yelvientolodesparramaportodoelCondadodeMaycomb!—LavozdemissMaudieasimilabaaquelhechoaunapestedelAntiguoTestamento.

Para una habitante deMaycomb tenía unmodo de hablar vivo, cortado.Nos llamaba a todos por nuestros nombres, y cuando sonreía dejaba aldescubierto dos diminutas abrazaderas de oro sujetas a sus caninos.Cuandoexpresélaadmiraciónquemecausabanylaesperanzadequeconeltiempoyotambiénlasllevaría,medijo:

—Mira—yconunchasquidodelalenguahizosalirfueraelpuente,gestocordialqueafirmónuestraamistad.

LabenevolenciademissMaudieseextendíaaJemyaDill,cuandoéstos,descansabandesusempresas:todoscosechábamoslosbeneficiosdeuntalentoquehastaentoncesmissMaudienoshabíaescondido.Detodalavecindad,erala que hacia los mejores pasteles. Cuando le hubimos concedido nuestraconfianza,cadavezqueutilizabaelhornohacíaunpastelgrandeyotrostrespequeños,ynosllamabadesdeelotroladodelacalle:

—¡JemFinch,ScoutFinch,CharlesBakerHarry,venidacá!

Nuestraprestezahallabasiemprerecompensa.

En verano los crepúsculos son largos y pacíficos. Muy a menudo missMaudieyyoestábamossentadasyensilencioensuporche,mirandocómoamedidaqueseponíaelsolelcielopasabadelamarilloalrosa,contemplandolas bandadas de golondrinas que cruzaban en vuelo bajo sobre los terrenosvecinosydesaparecíandetrásdelostejadosdeledificioescuela.

—MissMaudie—ledijeunatarde—,¿ustedcreequeBooRadleytodavíavive?

—Se llama Arthur, y vive —respondió. Se mecía pausadamente en suenormesillónderoble—.¿Notaselaromademismimosas?Estatardeparece

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elalientodelosángeles.

—Sí.¿Cómolosabe?

—¿Elqué,niña?

—QueBoo...místerArthurtodavíavive.

—Vayapreguntamorbosa.Séquevive,JeanLouise,porquetodavíanohevistoquelosacarandifunto.

—Quizámurióylometieronenlachimenea.

—¿Dedóndehassacadosemejanteidea?

—Jemdijoquecreíaquelohabíanhechoasí.

—Sss—sss—sss.JemcadadíaseasemejamásaJackFinch.

MissMaudieconocíaa tíoJackFinch,elhermanodeAtticus,desdequeambos eran niños. Tenían la misma edad, poco más o menos, y se habíancriado juntos en el Desembarcadero de Finch.MissMaudie era hija de unterrateniente vecino, el doctor Frank Buford. El doctor Buford tenía laprofesióndemédico,juntoconunaprofundaobsesiónportodoloquecrecíasobreelsuelo,demodoquesequedópobre.TíoJacklimitósupasiónporloscultivosalasmacetasdesusventanasdeNashvilleysehizorico.AtíoJackloveíamostodaslasNavidades,ytodaslasNavidadeslegritabaamissMaudiedesde el otro lado de la calle, que fuera a casarse con él. Miss Maudie legritabaenrespuesta:

—¡Grita un pocomás fuerte, Jack Finch, y te oirán desde la oficina deCorreos;yonoteheoídotodavía!

AJemyamí,estamaneradepedirlamanodeunadamanosparecióunpoco rara, pero, en verdad, tío Jack era más bien raro. Decía que estabatratando sin éxito de sacar de quicio amissMaudie, que lo intentaba desdehacía cuarenta años, que él era la última persona con quien miss Maudiepensaría en casarse, pero la primera que se le habría ocurrido para buscarcamorra,yqueconellalamejordefensaeraunataquedecidido,todolocualnosotrosloentendíamosclaramente.

—ArthurRadleynosemuevededentrodelacasa,nohayotracosa—dijomissMaudie—. ¿No te quedarías dentro de tu casa si no tuvieras ganas desalir?

—Sí,peroyoquerríasalir.¿Cómoesqueélnoquiere?

MissMaudieentornólosojos.

Conocesestahistoriatanbiencomoyo.

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—Sin embargo, jamás me han dicho la causa. Nadie me ha explicadonuncaelmotivo.

MissMaudiesearreglóelpuentedeladentadura.

—YasabesqueelviejomísterRadleyera,enreligión,unbautistaestricto.Unodeesosquellaman'lavadoresdepies'.

—Tambiénloesusted,¿verdad?

—Notengolaconchatanpura.Yosoybautista,asecas.

—¿Nocreentodosustedesenesodelavarlospies?

—Sí,creemos.Encasa,enlabañera.

—Peronosotrosnopodemoscomulgarcontodosustedes...

Decidiendo,por lovisto,queeramás fácildefinir el carácterde la sectabautistaprimitivadeladoctrinadelacomuniónlimitada,missMaudiedijo:

—Los 'lavapiés' creen que todo placer es pecado. ¿No sabias que unsábadovinieronunoscuantosde loscampos,pasaronporaquídelanteymedijeronqueyoymisfloresiríamosalinfierno?

—¿Susflorestambién?

—Si, señora. Arderían en mi compañía. Opinaban que paso demasiadotiempoenel aire libredeDiosynoel suficientedentrodecasa, leyendo laBiblia.

MiconfianzaenelEvangeliodelospúlpitosdisminuyóante lavisióndemiss Maudie cociéndose en estofado en varios infiernos protestantes. Muycierto,missMaudieteníaenlacabezaunalenguacáustica,ynoandabaporlavecindadhaciendobuenasobrascomomissStephanieCrawford.Peroalpasoquenadieque tuvieraunapizcadebuensentidose fiabademissStephanie,JemyyoteníamosmuchafeenmissMaudie.Nuncanosdelató,jamásjugóalgato y al ratón connosotros, no le interesabanada en absoluto nuestra vidaprivada. Era una amiga. Cómo una criatura tan razonable pudiera vivir enpeligrodetormentoeternoeraunacosaincomprensible.

—Eso no es verdad, miss Maudie. Usted, es la señora más buena queconozco.

MissMaudiesonrió.

—Gracias,señorita.Elcasoesquelos'lavapiés'creenquelasmujeresson,pordefinición,unpecado.InterpretanlaBiblialiteralmente,yasabes.

—¿AcasomísterArthursequedaencasaporesto,paraestaralejadodelasmujeres?

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—Notengoidea.

—Noloentiendo.ParecequesimísterArthurdeseaseiralcielosaldríaalporche,porlomenos.AtticusdicequeDiosamaalaspersonascomocadaunoseamaasímismo...

MissMaudiedejódemecerseysuvozseendureció.

—Eresdemasiado jovenparaentenderlo—dijo—,peroaveces laBibliaenmanosdeunhombredeterminadoespeorqueunabotelladewhiskyenlasde...,oh,detupadre.

Mequedépasmada.

—Atticus no bebe whisky —repliqué—. No ha bebido una gota en suvida...,aunquesí,sílabebió.Dicequeunavezbebióynolegustó.

MissMaudiesepusoareír.

—No hablaba de tu padre —dijo—. Lo que quería expresar es que siAtticus Finch bebiese hasta emborracharse no sería tan cruel como ciertoshombresenplenalucidez.Sencillamente,hayhombrestan...tanocupadosenacongojarse por el otro mundo que no han aprendido a vivir en éste, y notienesmásquemirarcalleabajoparaverlosresultados.

—¿Ustedcreequesonciertas todasestascosasquedicendeB...místerArthur?

—¿Quécosas?

Yoselasexpliqué.

—Las tres cuartas partes de eso ha salido de la gente de color y la otracuarta parte de Stephanie Crawford —aseguró miss Maudie, ceñuda—.StephanieCrawfordllegóaexplicarmequeunavezsedespertóenmitaddelanoche y le sorprendió mirándola por la ventana. Yo le contesté '¿Y tú quéhiciste,Stephanie?¿Apartarteunpocoenlacamaydejarlesitio?'Estolecerrólabocaporunrato.

No lo dudaba. La voz de miss Maudie bastaba para hacer callar acualquiera.

—No,niña—prosiguió—.Aquéllaesunacasa triste.RecuerdoaArthurcuando eramuchacho. Siempremehablaba amablemente.Tan amablementecomosabía,pocoimportaloquedijeralagentedeél.

—¿Sefiguraustedqueestáloco?

MissMaudiemoviólacabeza:

—Sinoloestá,aestashorasdeberíaestarlo.Nuncasabemosdeverdadlas

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cosas que les pasan a las personas.No sabemos lo que sucede en las casas,detrásdelaspuertascerradas,quésecretos...

Atticusnonoshacenadadentrodecasa,a Jemyamí,quenonoshagaigualmenteenelpatio—dije,creyéndomeeneldeberdedefenderamipadre.

—Bondadosa niña, yo desenmarañaba un hilo, no pensaba en tu padre;peroahoraquepiensoquierodeciresto:AtticusFincheselmismoencasaqueporlascallespúblicas.¿Tegustaríallevarteacasaunpoundcake?

Amímegustómucho.

Alamañanasiguiente,cuandomedesperté,encontréaJemyaDillenelpatio trasero absortos en animada conversación. Cuando me acerqué, medijeroncomodecostumbrequememarchase.

—No quiero. Este patio es tanmío como tuyo, Jem Finch. Tengo tantoderechocomotúajugarenél.

DillyJemsejuntaronparaconferenciar.

—Sitequedastendrásquehacerloquetedigamos—advirtióDill.

—Vaa... ya —repliqué—, ¿quién se ha vuelto de súbito tan alto ypoderoso?

—Sinodicesqueharásloquetedigamos,notediremosnada—continuóDill.

— ¡Te portas como si durante la noche hubieses crecido tres pulgadas!Muybien,¿dequésetrata?

Jemdijoplácidamente:

—VamosaentregarunanotaaBooRadley.

—Pero,¿cómo?

Yo trataba de vencer el terror que crecía automáticamente enmí.Estabamuybien quemissMaudie dijese lo que se le antojara; eramayor y estabamuytranquilaensuporche.Ennuestrocaso,eradiferente.

Muysencillo,Jemcolocaríalanotaenlapuntadeunacañadepescarylametería a través de la ventana. Si se acercaba alguien, Dill tocaría lacampanilla.

Dill levantó la mano derecha. Tenía en ella la campanilla de plata queusabamimadreparaanunciarlahoradelacomida.

—Yo daré un rodeo hasta el costado de la casa—dijo Jem—.Ayer nosfijamosy desde la otra parte de la calle vimos que hayuna persiana suelta.Creoquequizápodrédejarlaenelalféizar,almenos.

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—Jem...

—¡Ahoraestásmetidaenelasuntoynopuedessalirte!¡Continuarásconnosotros,missPriss!

—Bien,bien,peronoquierovigilar,Jem,alguienestaba...

—Sí,vigilarás;túvigilarás,lapartedeatrásdelafincayDillvigilaráladedelanteylacalle,ysivienealguientocarálacampanilla.¿Estáclaro?

—Deacuerdo,pues.¿Quéleescribiréis?

—Lepedimosmuycortésmentequesalgaalgunavezynoscuenteloquehace ahí dentro; le decimos que no le haremos ningún daño y que lecompraremosunmantecado—explicóDill.

—¡Oshabéisvueltolocoslosdos;nosmatará!

Dilldijo:

—Ha sido ideamía.Me figuro que si saliese y se sentase un ratito connosotrosquizásesentiríamejor.

—¿Cómosabesquenosesienteagusto?

—Mira, ¿cómo te sentirías tú si hubieses estado un siglo encerrado sincomerotracosaquegatos?Apuestoaquelehacrecidounabarbahastaaquí...

—¿Cómoladetupapá?

—Papá no lleva barba; papá...—Dill se interrumpió, como tratando derecordar.

—¡Eh,eh!¡Tecogí!—exclamé—.Túdijistequeantesdequeteviniesesconeltrentupadrellevabaunabarbanegra...

—¡Sitedalomismo,selaafeitóelveranopasado!¡Sí,ytengolacartaqueloprueba;ademásmeenviódosdólares!

—¡Sigue,sigue...,mefiguroquehastateenvióununiformedelaPolicíaMontada! ¡Esto! Pero no llegó, ¿verdad que no? Sigue contándolas gordas,hijito...

Dill Harry sabia contar las mentiras más gordas que yo oí. Entre otrascosas,habíasubidoaunavióncorreodiecisieteveces,habíaestadoenNuevaEscocia, había visto un elefante, y su abuelito era el brigadier general JoeWheelery,además,ledejólaespada.

Callaos—ordenó Jem.Y se escabulló hacia la parte superior de la casa,para regresar con una caña amarilla de bambú—. ¿Calculáis que ésta serábastantelargaparallegardesdelaacera?

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—El que ha sido bastante valiente para subir a tocar la casa no deberíaemplearunacañadepescar—dije—.¿Porquénoderribasagolpeslapuertadelafachada?

—Esto... es... diferente —replicó Jem—. ¿Cuántas veces habré dedecírtelo?

Dill sacó un trozo de papel del bolsillo y se lo dio a Jem. Los tres nosencaminamosconcautelahaciaelviejoedificio.Dillsequedójuntoalfaroldelaesquinadelafachadadelafinca;Jemyyoorillamoslaaceraparalelamentealacaralateraldelacasa.

YocaminabadetrásdeJemymequedéenunsitioquemepermitieseveralotroladodelacurva.

—Tododespejado—dije—.Niunalmaalavista.

JemmiróaceraarribaaDill,quienasintióconlacabeza.

Entonces colocó la nota en la punta de la caña de pescar, inclinó ésta atravésdelpatioylaempujóhacialaventanaquehabíaescogido.Alacañalefaltabanvariaspulgadasdelongitud,yJemseinclinabatodoloquepodía.Alverletantoratohaciendomovimientosparameterla,abandonémipuestoyfuihastaél.

—Nopuedosacarlodelacaña—murmuró—,ysilosaconologrodejarloallí.Vuelveatupuestodelfondodelacalle,Scout.

Regreséalláymiréalotroladodelacurva,hacialacalledesierta.DevezencuandovolvíalavistahaciaJem,queseguíaprobandocongranpacienciadedejarlanotaenelalféizardelaventana.ElpapelrevoloteabahaciaelsueloyJemvolvíaautilizarlohacialaventana,hastaquesemeocurrióquesiBooRadleyllegabaarecibirlonopodríaleerlo.Estabamirandocalleabajocuandosonólacampanilla.

Levantandoelhombro,corríhaciaelotroladoparaenfrentarmeconBooRadleyysusensangrentadoscolmillos,peroenvezdeello,viaDilltocandolacampanillacontodasufuerzadelantedelacaradeAtticus.

Jemteníaunairetantrastornadoqueyonotuvevalorparadecirlequeyaselohabíaadvertido.Bajabaconpasotardo,arrastrandolacañatrasdesíporlaacera.

Atticusdijo:

—Bastadetocarlacampanilla.

Dill cogió el badajo. En el silencio que siguió,me dieron ganas de queempezaraatocarladenuevo.Atticusseechóelsombreroparaatrásysepusolasmanosenlascaderas.

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—Jem,¿quéhacías?—preguntó.

—Nada,señor.

—Nomevengasconeso.Dímelo.

—Yoprobaba...,nosotrosprobábamosdedarunacosaamísterRadley.

—¿Quéprobabasadarle?

—Unacartanadamás.

—Déjameverla.

Jemleentregóunpedazodepapelsucio.Atticuslocogióytratódeleerlo.

—¿ParaquéqueréisquesalgamísterRadley?

—Hemospensadoquequizádisfrutaríaconnuestracompañía—dijoDill—,perosequedósinvozantelamiradaqueledirigióAtticus.

—Hijo—mipadresedirigíaaJem—.Voyadecirteunacosa,yteladiréunasolavez:dejadeatormentaraesehombre.Ylomismoosdigoavosotrosdos.

Lo que hiciera míster Radley era asunto suyo propio. Si quería salir,saldría. Si quería quedarse dentro de su propia casa tenía el derecho dehacerlo, libre de las atenciones de los niños curiosos, que era una manerabenignadecalificaralosdiablilloscomonosotros.¿NosgustaríamuchoqueAtticus irrumpiese, sin llamar, en nuestros cuartos por la noche? Nosotrosestábamos haciendo esto precisamente con míster Radley. Lo que místerRadleyhacíapodíaparecernossingularanosotros,peroaélnoseloparecía.Por lo demás, ¿no se nos había ocurrido que la manera educada decomunicarseconotrosereralapuertadelacalleynoporunaventanalateral?Y, por último, haríamos el favor de mantenernos apartados de aquella casahastaquenosinvitaranaentrar;haríamoselfavordenojugaraunjuegodeborricoscomoélhabíavistoenciertomomento,ninosburlaríamosdenadiedeaquellacalle,nidetodalaciudad...

—Nonosburlábamosdeél,nonosreíamosdeél—dijoJem—.Sólo...

—Sí,estoeraloquehacíais,¿verdad?

—¿Burlarnos?

—No—dijo Atticus—, poner la historia de su vida de manifiesto paraedificacióndelavecindad.

Jempareciócrecerseunpoco.

—¡Yonohedichoquehiciéramostalcosa;yonolohedicho!

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Atticussonriódeunamaneraseca.

—Acabas de decírmelo—replicó—.Desde estemismomomento ponéisfinaestastonterías,todosycadauno.

Jemlemiróboquiabierto.

—Túquieresserabogado,¿verdad?

Nuestropadre tenía los labiosapretados,comosidesearamantenerlosenlínea.

Jem decidió que sería inútil buscar escapatorias y se quedó callado.Cuando Atticus entró en casa a buscar un legajo que olvidó llevarse a laoficinapor lamañana, Jemsediocuentapor findeque lehabíanaplastadoconlatretajurídicamásviejaqueregistranlosanales.Aguardóarespetuosadistanciade las escalerasde la fachada,vio cómoAtticus salíade casay seencaminabahacialaciudad,ycuandonuestropadrenopodíaoírlelegritó:

—¡Pensabaquequeríaserabogado,peroahoranoestoytanseguro!

6

—Sí—contestónuestropadre,cuandoJemlepreguntósipodíamosirconDillasentamosa laorilladelestanquedepecesdemissRachel,puestoqueaquéllaeralaúltimanochequeDillpasabaenMaycomb—.Dileadiós,enminombre,yqueelveranopróximoleveremos.

Saltamos la pared baja que separaba el patio demiss Rachel de nuestropaseo de entrada. Jem se anunció con un silbido y Dill respondió en laoscuridad.

—Niunsoplodeaire—dijoJem—.Miraallá.—Señalabahaciaeleste.UnalunagigantescaselevantabadetrásdelosnogalespecandemissMaudie—.Conaquelloparecequehagamáscalor.

—¿Tienes una cruz esta noche? —preguntó Dill, sin levantar la vista.Estabaconfeccionandouncigarrilloconpapeldeperiódicoycuerda.

—No, solamente la dama. No enciendas eso, Dill, apestarás todo esteextremodelaciudad.

EnMaycomb la luna teníaunadama.Unadamasentadaanteel tocador,peinándoseelcabello.

—Te echaremos de menos, muchacho —dije yo—. ¿Te parece quedebemosguardamosdemísterAvery?

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MísterAveryestabaalojadoalotroladodelacalle,enfrentedelacasademistresHenryLafayetteDubose.Apartederecogerlascolectasenlabandejadelacuestaciónlosdomingos,místerAverysesentabaenelporchetodaslasnoches hasta las nueve y estornudaba. Una noche tuvimos el privilegio depresenciar una actuación suya que por lo visto había sido positivamente laúltima,puesnovolvióarepetirlaentodoeltiempoqueleobservamos.Jemyyohabíamosbajado lasescalerasdecasademissRachelunanoche,cuandoDillnosdetuvo.

—¡Recontra!Miradalláyseñalabaalotroladodelacalle.Alprincipionovimos nadamás que un porche delantero cubierto de enredaderas, pero unainspecciónmás detenida nos reveló un arco de agua que surgía de entre lashojasy sederramabaenel circuloamarillode la luzde lacalle.Había,nospareció,unadistanciadediezpiesdesdeelmanantialhastaelpuntodecaída.JemdijoquemísterAveryapuntabamal;Dillquedebíadebeberseungalónaldía, y la competición que siguió para determinar distancias relativas yrespectivas hazañas sólo sirviópara queyovolviera a sentirme arrinconada,dadoqueenaquelterrenocarecíadeaptitudes.

Dillsedesperezó,bostezóydijoenuntonodemasiadoindiferente:

—Yaséloqueharemos;salgamosadarunpaseo.

Amímesonóuntantoequívoco.EnMaycombnadiesalíaadarunpaseonadamás.

—¿Adónde,Dill?

Dillseñalóconlacabezaendirecciónsur.

Jemdijo:

—Perfectamente—ycuandoyoprotesté,medijodulcemente—:

Noesprecisoquevengas,ÁngeldeMayo.

—Ytúnoesprecisoquevayas.Recuerda...

Jem no era persona que se parase en derrotas pretéritas: parecía que elúnicomensajequerecogiódeAtticusfueunapenetraciónespecialparaelartedelosinterrogatorios.

—Mira,Scout, noharemosnada, sólo iremoshasta el farol de la calle yregresaremos.

Anduvimos calladamente acera abajo, escuchando con oído atento lasmecedorasdelosporchesquegemíanbajoelpesodelosvecinos,ylossuavesmurmullosnocturnosdelaspersonasmayoresdenuestracalle.DecuandoencuandooíamoslascarcajadasdemissStephanieCrawford.

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—¿Qué?—dijoDill.

—Deacuerdo—contestóDill—.¿Porquénotevasacasa,Scout?

—¿Quévaisahacer?

Simplemente,DillyJemiríanaespiarporlaventanadelapersianasueltaparaversipodíanecharunvistazoaBooRadley,ysiyonoqueríairconellospodíaVolvermedirectamenteacasaytenermibocazacerrada,estoeratodo.

—Pero,ennombrede los santosmontes,¿porquéhabéisesperadohastaestanoche?

Porquedenochenadiepodíaverles,porqueAtticusestaríatanenfrascadoenalgúnlibroquenooiríanilavenidadelotromundo,porquesiBooRadieylosmatabasequedaríansin ira laescuelaynosin lasvacaciones,yporqueeramásfácilverelinteriordeunacasaoscuraenlashorasdeoscuridadqueduranteeldía,¿locomprendía?

—¡Scout,telodigoporúltimavez,cierralabocaoveteacasa;alSeñorledeclaroquecadadíatevuelvesmáscomolaschicas!

Conestonotuveotraopciónqueladeunirmeaellos.PensamosqueseríamejorpasarpordebajodelaaltavalíadealambredelfondodelafincadelosRadley:corríamosmenosriesgodeservistos.Lavalíaencerrabaunextensojardínyunaestrechacasitaexteriordemadera.

JemlevantóelalambreeindicóaDillquepasarapordebajo.Luegoseguíyo, y levanté el alambrepara Jem.Laprueba era duray arriesgadaparamihermano.

—No hagáis ningún ruido —susurró—. No os metáis en una hilera decoles;seríalopeordetodo:despertaríanhastaalosmuertos.

Con este pensamiento en la cabeza, yo daba quizá un paso porminuto.Caminémásdeprisacuandovia Jemmuyadelante,haciendoseñasbajo laluzdelaluna.Llegamosalapuertaquedividíaeljardíndelpatiotrasero.Jemlatocó.Lapuertalanzóungraznido.

—Escupeenella—susurróDill.

—Noshasmetidoenuna trampa, Jem—murmuré—.Nopodremos salirdeaquífácilmente.

—Sssiit.Escupe,Scout.

Escupimos hasta quedamos secos, y Jem abrió la puerta con cautela,empujándolaaunladoapoyadacontralavalía.Estábamosenelpatiotrasero.

Laparteposteriorde lacasade losRadleyeramenosacoge.doraque lafachada: un destartalado porche ocupaba toda la anchura del edificio; había

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dospuertasydosventanasoscurasentrelaspuertas.Enlugardecolumna,untosco soporte sostenía un extremo del tejado. En un rincón del porchedescansaba una vieja estufa Franklin; encima, un espejo de percha desombrerosreflejabalaluzdelaluna,conunbrilloaterrador.

—Arr—dijoJem,levantandoelpie.

—¿Teenredas?

—Gallinas—dijoenunaliento.

Quetendríamosqueesquivarlonovistodesdetodaslasdireccionesquedóconfirmado cuando Dill, que iba adelante, pronunció en un susurro un'Diii...ooooss'.Avanzamos lentamente hacia el costado de la casa, dando unrodeohasta laventanaque teníaunapersianacolgante.ElalféizareravariaspulgadasmásaltoqueJem.

—Te echaré una mano para subir —le dijo a Dill en un murmullo—.Espera,detodosmodos.

Jemsecogiólamuñecaizquierdaconunamano,ymimuñecaderechaconlaotra;yomeasí lamuñecaizquierda,yconlaotramanoagarré lamuñecaderecha de Jem; nos agachamos, y Dill se sentó en aquella silla. Lelevantamos,yélsecogióalalféizardelaventana.

—Dateprisa—dijoJem—.Nopodemosresistirmuchomás.

Dillmedioungolpeenelhombro,ylebajamosalsuelo.

—¿Quéhasvisto?

—Nada.Cortinas.Sinembargo,hayunalucecitapequeñaenalgunaparte,muyadentro.

—Marchémonosdeaquí—indicóJem—.Volvamosadarelrodeohacialapartedeatrás.Sssittt—meadvirtió,puesyomedisponíaaprotestar.

—Probemosenlaventanatrasera.

—Dill,no—dije.

Dill se paró y dejó que Jem pasara adelante. Cuando puso el pie en elpeldañodelfinal,ésterechinó.Jemsequedóinmóvil, luegofuecargandosupesopaulatinamente.Elpeldañoguardó silencio. Jemse saltódospeldaños,pusoelpieenelporche,subióconesfuerzoysetambaleóunrato.Alrecobrarelequilibrio,sepusoderodillas,searrastróhastalaventana,levantólacabezaymiróalinterior.

Entonces yo vi la sombra. Era la sombra de un hombre que llevaba elsombrero puesto. Primero creía que era un árbol, pero no soplaba apenasviento,ylostroncosdelosárbolesnoandan.Elporchetraseroestababañado

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porlaluzdelaluna,ylasombra,secacomounatostada,avanzócruzandoelporcheendirecciónaJem.

ElsegundoenverlafueDill.Ysecubriólacaraconlasmanos.

CuandolasombracruzóelcuerpodeJem,Jemlavio.Sellevólasmanosalacabezaysequedórígido.

LasombrasedetuvodetrásdeJem,acosadeunpie.Subrazoseapartódelcostado,descendióyquedóinmóvil.Luego,lasombrasevolvió,cruzódenuevoelcuerpodeJem,sedeslizóporlolargodelporcheydesaparecióporelcostadodelacasa,marchándosecomohabíavenido.

Jemsaltófueradelporcheygalopóhacianosotros.Abriólapuertadeuntirón,nosempujóaDillyamí,quelacruzamosconpiealado,ynosdirigiópormediodesiseosentredoshilerasdecolesforrajerasquesemecíanalaire,amitaddelashileras,tropecéymecaí.Enestemomento,elestampidodeunaescopetaconmoviólavecindad.

DillyJemseecharonamilado.ElalientodeJemsenotabaentrecortado.

—¡Refugiaosenelpatiodelaescuela!¡Deprisa,Scout!

Jem levantó el alambre del fondo; Dill y yo rodamos por debajo, yestábamosamitadde caminodel abrigodel roble solitariodel patio escolarcuandopercibimosqueJemnoibaconnosotros.Retrocedimosalacarrerayle encontramos debatiéndose en la valía, librándose a patadas de lospantalonesparasoltarse.Corrióhaciaelrobleencalzoncillos.

Yaasalvodetrásdeltronco,Dillyyonosdejamosganarporunaespeciedeatontamiento,perolamentedeJemgalopaba.

—HemosdeVolveracasa,notaránquenoestamos.

Cruzamoselpatiocorriendo,reptamospordebajode lavalía,pasandoalpradodetrásdenuestracasa,trepamospornuestrocercadoyestuvimosenlasescalerasde laparteposterior sinqueJemnoshubieraconcedidounapausaparadescansar.

Yaconlarespiraciónnormal,lostresnosdirigimoscontodalanaturalidadque supimosalpatiode la fachada.Almirar calle abajo,vimosuncorrodevecinosdelantedelapuertadelavalíadelosRadley.

—Será mejor que bajemos allá —dijo Jem—. Si no hacemos acto depresencialesllamarálaatención.

Míster Nathan Radley estaba de pie al otro lado de la puerta, con unaescopetacruzadasobreelbrazo.AtticusestabadepiealladodemissMaudieydemissStephanieCrawford.MissRachelymísterAveryseencontrabanapocadistancia.Ningunonosviollegar.

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Nosmetimosenelcorro,al ladodemissMaudie,quevolvió lavistaentornosuyo.

—¿Dóndeestabais?¿Nohabéisoídoelestampido?

—¿Quéhapasado?—preguntóJem.

—MísterRadleyhadisparadocontraunnegroensubancaldecoles.

—¡Oh!¿Lehadado?

—No—contestómissStephanie—.Hadisparadoalaire.Delsusto lehavuelto blanco, de todasmaneras.Dice que si alguien ve por ahí a un negroblanco,aquélserá.Dicequetieneelotrocañóncargadoesperandoqueseoigaotro ruidoenelbancal,yque lapróximaveznoapuntaráalaire, seaperro,negro,o...¡JemFinch!

—¿Qué,señora?—preguntóJem.

Atticustomólapalabra.

—¿Dóndeestántuspantalones,hijo?

—¿Pantalones,señor?

—Pantalones,sí.

Era inútil. Allí, en calzoncillos, delante deDios y de todo elmundo.Ysuspiré:

—Eh...¡MísterFinch!

A la claridad de la lámpara de la calle, pude ver que Dill estabaimaginando una: sus ojos se debilitaron, su gordinflona faz de querubín sepusomásredonda.

—¿Quéhay,Dill?—inquirióAtticus.

—Pues...selosheganado—dijocontonovago.

—¿Seloshasganado?¿Cómo?

LamanodeDill fue enbuscade la nuca, subiópor la cabezay frotó lafrente.

—Estábamos jugandoal 'pókerdesnudo' allá arriba, junto al estanquedelospeces—dijo.

Jemyyonostranquilizamos.Losvecinosparecíanconvencidos:todossepusieronserios.Pero¿quéerael'pókerdesnudo'?

Notuvimosocasióndeaveriguado:missRachelsedisparócomolasirenadenuestrosbomberos.

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—¡Bue...eeenJeeee...sús,DillHarry!¿Jugandojuntoamiestanque?¡Yoteenseñaréel'pókerdesnudo',señorito!

AtticussalvóaDilldeundespedazamientoinmediato.

—¡Unminutonadamás,missRachel!—dijo—.Nohabíaoídonuncaquehicieranunacosaasí,hastaestedía.¿Jugabaisalosnaipes,lostres?

JemdevolvióaciegaslapelotalanzadaporDill.

—No,señor,sóloconcerillas.

Yoadmiréamihermano.Lascerillaseranpeligrosas,perolosnaipeseranfatales.

—Jem,Scout—dijoAtticus—, no quieroVolver a oír nombrar el pókerbajoningunaforma.VeteacasadeDillycogelospantalones,Jem.Resolvedlacuestiónvosotrosmismos.

—Noteapures,Dill—dijoJemmientrasandábamosporlaacera—,notezumbará. Atticus la convencerá con buenas palabras. Has sabido pensar deprisa,chico.Escucha...,¿nooyes?

NosparamosyoímoslavozdeAtticus.

—...Noesuncasoserio...,todospasanporello,missRachel...

Dill se tranquilizó,pero Jemyyo,no.Quedabael problemadeque Jemhabíadepresentarunospantalonesporlamañana.

—Tedaríaunosmíos—dijoDillcuandollegamosalasescalerasdemissRachel.

Jemcontestóquenopodríaponérselos,peroquemuchasgracias,detodosmodos.Nosdijimosadiós,yDillentróen lacasa.Evidentemente,seacordódequeestábamosprometidos,porque retrocediócorriendoymebesóa todaprisadelantedeJem.

—¡Escribidme!¿Meoís?—nosgritó,anuestraespalda.

Aunque Jem hubiese llevado los pantalones puestos y sin novedad,tampoco habríamos dormido mucho. Todos los sonidos nocturnos queescuchaba desdemi catre en el porche trasero llegaban con triple aumento,todaslaspisadassobrelagravillaeranBooRadleyquebuscabasuvenganza,todos los negros que pasaban riendo en la noche eranBooRadley suelto ypersiguiéndonos;losinsectosquechocabancontraloscristaleseranlosdedosdementesdeBooRadleycortandoelalambreapedazos;loscinamomoseranseresmalignos,quenosrondabanalerta.FlotéentreelsueñoylavigiliahastaqueoímurmuraraJem.

—¿Duermes,Tres—Ojos?

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—Ssssittt.Atticushaapagadolaluz.

AlamurienteluzdelalunaviqueJembajabalospiesalsuelo.

—¿Estásloco?

—Voyporellos—dijo.

Yomesentémuyerguida.

—Nopuedes—dije—.Notelopermitiré.

—Tengoqueir—replicóél,peleandoparaponerselacamisa.

—Ve,yyodespertaréaAtticus.

—Despiértaleytemato.

Lecogíylehicetenderamiladoenelcatre.Quiserazonarconél.

—MísterNathanlosencontraráporlamañana,Jem.Sabequelosperdistetú.CuandoselosenseñeaAtticuspasaremosunmalrato,peronohabráotracosa.Vuélvetealacama.

—Losé,precisamente—respondióJem—.Porestovoyabuscarlos.

Yoempezabaasentirmemareada.¡Irsesoloallá!...RecordabalodemissStephanie, míster Nathan tenía el otro cañón cargado esperando el primerruidonuevoqueoyese,fueseperro,negro,o...Jemlosabíamejorqueyo.

Estabadesesperada.

—Mira,Jem,novalelapena.Unapalizaduele,peronodura.Tepegaránuntiroalacabeza,Jem.Porfavor...

Mihermanoexpulsóelalientocongranpaciencia.

—Yo...Mira,estoesasíScout—murmuró—.Desdequetengomemoria,Atticusnomehapegado.Yquieroquecontinúedelmismomodo.

Estoeraunafantasía.ParecíaqueAtticusnosamenazabadíasí,díano.

—Quieresdecirquenuncatehacogidoennada.

—Quizá sea eso, pero... quieroque las cosas sigande estemodo,Scout.Debemosresolverloestanoche.

Supongoque fue entonces cuando Jemyyoempezamosa separamos.Aveces no le entendía, pero mis períodos de desorientación duraban poco.Aquelloestabafuerademialcance.

—Porfavor—supliqué—¿nopuedespensarlounminutoalmenos...?¿Túsoloenaquellugar...?

—¡Cállate!

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—EstonoacabaráenqueAtticusnovuelvaadirigirtemáslapalabra,nicosaasí...Ledespertaré,Jem, te lo juroque ledespertaré...—Jemmecogióporelcuellodelpijama,tirandoconfuerza—.Entonces,irécontigo...—dijemedioasfixiada.

—No,novendrás,haríasruido.

Fueinútil.Abríelcerrojodelapuertatraseraylosujetémientrasélbajabasigilosamente las escaleras. Debían de ser las dos. La luna se ponía y lassombrasdeloslistonesdemaderadelasventanassedisolvíanenunaborrosanada.ElblancofaldóndelacamisadeJembajabaysubíacomounpequeñofantasma bailarín que quisiera escapar de la mañana que se acercaba. Unadébilbrisacorríayrefrescabalasgotasdesudorquecorríanpormiscostados.

Jem salió por la parte trasera, cruzó el prado y el patio de la escuela, ycalculéqueestaríarodeandolavalía,almenossehabíaencaminadoenaquelladirección. Todavía necesitabamás tiempo, demanera que no había llegadoaúnelmomentodeinquietarse.Esperéhastaquetalmomentohubollegadoyagucé el oído esperando el disparo de la escopeta demísterRadley. Luego,creípercibirunoschasquidosenlacalleposterior.Eraunacreenciaanhelante.

DespuésoítoseraAtticus.Contuveelaliento.Aveces,cuandohacíamosunaperegrinaciónamedianochealcuartodebaño,leencontrábamosleyendo.Decíaquecon frecuenciasedespertabadurante lanoche,comprobabacómoestábamosyseponíaaleerhastadormirse.Yoaguardéconvencidadequesuluz se encendía, esforzando la vista para verla inundar el vestíbulo. La luzcontinuóapagada,yyovolvíarespirar.

Los rondadores nocturnos se habían retirado, pero cuando se agitaba elviento,loscinamomosmadurostamborileabansobreeltejado,ylaoscuridadparecíatodavíamásdesoladaconlosladridosdelosperrosenlalejanía.

AhíestabaJemregresando.Sucamisablancaasomósobrelavallatrasera;pocoapocosehizomayor.Jemsubiólasescaleras,pasóelcerrojotrasélysesentóensucatre.Sindecirpalabra,levantólospantalones.Luegosetendióyduranteunratooíquesucatretemblaba.Prontosequedóquieto.Novolvíaoírquesemoviese.

7

Jemestuvohurañoysilenciosotodaunasemana.ComoAtticusmehabíaaconsejadoenciertaocasión,probéametermeensupellejoyhacercomosifueraél:sihubieseidosolaalaMansiónRadleyalasdosdelamadrugada,latardesiguientesehabríaefectuadomientierro.Enconsecuencia,dejéenpaza

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Jemyprocurénofastidiarle.

Empezaronlasclases.Elsegundogradofuetanmalocomoelprimero,yaunpeor;seguíanpasándolecartulinaspordelantedelasnaricesaunaynoladejaban leer ni escribir. Los progresos demiss Caroline, en la puerta de allado, podían calcularse por la frecuencia de las carcajadas; no obstante, lapandilladecostumbrehabíafalladolaspruebasotravez,repetíaelgradoyleservíaparamantenerelorden.LoúnicoqueteníadebuenoelsegundogradoeraqueyosalíatantardecomoJem,yhabitualmente,alastres,nosíbamosacasajuntos.

Una tarde, mientras cruzábamos el patio de la escuela en dirección anuestracasa,Jemdijodepronto:

—Hayunacosaquenotehabíaexplicado.

Comoéstaeralaprimerafrasequepronunciabaenvariosdías,lealenté:

—¿Sobrequé?

—Sobreaquellanoche.

Nuncamehascontadonadadeaquellanoche—dije.

Jemdespreciómispalabrasconunademán,comosiespantaramosquitos.Guardósilenciounrato,yluego,dijo:

Cuando volví a buscar los pantalones... Bueno, al quitármelos quedaronhechosunlío,detalmodoquenopodíandesenredarse...Cuandovolvíallá...—Jeminspiróprofundamente—.Cuandovolvíalláestabandobladossobrelavalla...,comosimeesperasen.

¿Sobrelavalla...?

—Y otra cosa... —Jem había bajado la voz—. Te lo enseñaré cuandolleguemosacasa.Loshabíancosido.Nocomosilohubierahechounamujer,sino como si hubiera probado de coserlos yo. Todo en serpentina. Es casicomosi...

—....alguiensupieraquetúvolveríasporellos.

Jemseestremeció.

Comosialguienhubieseleídomipensamiento...,comosialguienhubiesepodidoadivinarloqueharía.Nadiepuedeintuirloquevoyahacer,amenosquemeconozcan,¿verdadqueno,Scout?

LapreguntadeJemeraunasúplica.Yoletranquilicé.

—Nadie puede adivinar lo que vas a hacer amenos que viva en la casacontigo,yaunasí,avecesyonoséadivinarlo.

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Estábamospasandopor laveradenuestroárbol.Ensucavidadhabíaunovillodebramantegris.

—Nolocojas,Jem—pedí—.Estosirvedeescondrijoaalgunapersona.

—Nolocreo,Scout.

— ¡Sí! Alguno por el estilo deWalter Cunningham baja aquí todos losrecreosyescondecosas,yllegamosnosotrosyselasquitamos.Oye,dejemoseso ahí y esperemos un par de días. Si entonces todavía está, nos lollevaremos.¿Deacuerdo?

—Deacuerdo.quizátengasrazón—dijoJem—.Puedeserelescondrijodealgúnchiquillo...Escondelascosasdelosquesonmayoresqueél.Yasabes,sóloencontramoscosascuandofuncionalaescuela.

—Sí—respondí—,peroesqueenveranonuncapasamosporaquí.

Nosfuimosacasa.Lamañanasiguienteelbramantecontinuabadondeyolohabíadejado.Eltercerdía,comotodavíaseguíaallí,Jemselometióenelbolsillo. En adelante consideramos que todo lo que encontrábamos en elagujeronospertenecía.

Elsegundogradoerafatídico,peroJemmeaseguróquecuantomayormehiciesemejorseríalaescuela,queélhabíaempezadodelmismomodo,yquehastaqueunono llegabaal sextogradonoaprendíanadadevalor.El sextogradopareciógustarledesdeelprincipio.pasóporunbrevePeríodoEgipcioquemedesconcertó:continuamentetratabadeandarapasolento,levantandounbrazoadelanteyotroatrás,yasentandounpiedetrásdelotro.Declarabaquelosegipciosandabandeestemodo,yoledijequesieraasínoveíacómopodíanhacernada,peroJemreplicóquehabíanhechomásquelosamericanosen todasuhistoria;que inventaronelpapelhigiénicoyelembalsamamientoperpetuo, y me preguntó dónde estaríamos hoy en día si no los hubieseinventado. Atticus me dijo que borrase los adjetivos y me atuviese a loshechos.

EnAlabamadelSurnohayestacionesbiendefinidas;elveranoflotaaladerivadentrodelotoño,yalotoñoavecesnolesigueelinvierno,sinoqueseconvierteenunavagaprimaveraquesefundeotravezenverano.Aquelotoñofuelargo,apenasbastantefrescoparaponerseunachaqueta ligera.Jemyyorecorríamos nuestra órbita una templada tarde de octubre cuando nuestroagujeronosdetuvodenuevo.Estavezhabíadentrounacosablanca.

Jem permitió que yo hiciera los honores: saqué dos pequeñas imágenesesculpidas en jabón. Una era la figura de un muchacho, la otra llevaba unvestidotosco.

Sin tiempoparaacordarmedequenoexisteesodelmaldeojo, soltéun

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chillidoylasarrojéalsuelo.

Jemlasrecogióvivamente.

—¿Quétepasa?—gritó.Ylimpiólasfiguras,librándolasdelrojopolvo—.Sonbuenas—dijo.

Ybajólamanoparaqueyolasviese.Eranunasminiaturascasiperfectasde dos chiquillos. El muchacho llevaba pantalón corto; los mechones decabellolellegabanhastalascejas.YomiréaJem.Unapuntadepelocastañoyestiradolecaíahaciaadelante.Hastaentoncesnomehabíafijadonunca.

Jemmirólafiguritadeniña,luegoamí.Lamuñequitallevabacerquillos.Yotambién.

—Estossomosnosotros—dijo.

—¿Quiénloshizo?¿Telofiguras?

—¿Aquiénconocemosporaquíquetalle?—preguntóél.

—AmísterAvery.

—AmísterAverylegustanynadamás.Quierodecirlastallas.

MísterAverysalíaaunpromediodeunpalodeleñadeestufaporsemana;loadelgazabahastaconvertirloenunpalilloyluegolomascaba.

—EstáelviejoenamoradodemissStephanieCrawford—indiqué.

—Esculpe,escierto,peroviveenelcampo.¿Cuándosehabríafijadoparanadaennosotros?

—QuizásesientaenelporcheynosmiraanosotrosenvezdefijarseenmissStephanie.Siyoestuvieraensulugar,loharía.

Jem me miró tan largo rato que yo le pregunté qué le pasaba, pero noconseguíotracosaqueun'nada,Scout',comorespuesta.Cuandonosfuimosacasa,Jempusolosmuñecosensubaúl.

Menosdedossemanasdespuésencontramosunpaqueteenterodegomademascar,quesaboreamosaplacer,pueselhechodequetodolodelaMansiónRadleyeravenenosehabíadeslizadofueradelamemoriadeJem.

Lasemanasiguienteelagujeroconteníaunamedalladeslucida.JemselaenseñóaAtticus,quiendijoqueerauna 'medalladedeletreo'.Antesdequenosotros naciésemos, el condado de Maycomb celebraba competiciones deortografíayconcedíamedallasalosvencedores.Atticusafirmóquelahabríaperdidoalgunoyquesihabíamospreguntadoporahí.Jemmediounacozdecamellocuandoquisedecirdónde laencontramos. JempreguntóentoncessiAtticusrecordabaaalgunoquehubieseganadouna,peroéstedijoqueno.

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Nuestro premio mayor apareció cuatro días más tarde. Era un reloj debolsillo,quenofuncionaba,sujetoaunacadena,conuncuchillodealuminio.

—¿Teparecequeesoroblanco,Jem?

—Nolosé.LoenseñaréaAtticus.

Atticusdijoquesihubieransidonuevos,reloj,cuchilloycadena,habríanvalidoprobablementeunosdiezdólares.

—¿Hashechountruequeconalgunoenlaescuela?—preguntó.

—¡Oh,no,señor!—Jemsacóelrelojdesuabuelo,queAtticusledejaballevarunavezporsemanaacondicióndeque tuvieracuidado.Losdíasquellevaba el reloj, Jem andaba como pisando huevos—. Atticus, si no tienesinconveniente,prefierollevaréste.Quizápuedarepararlo.

Cuandoelrelojnuevodesplazóaldelabuelo,yelllevarloseconvirtióenunapenosatareacotidiana,Jemyanosintiómáslanecesidaddeconsultarlahoracadacincominutos.

Hizocon la reparaciónunbuen trabajo: sólo le sobraronunmuelleyunpardepiezaspequeñas,peroelrelojnoquisomarchar.

—Aaah—suspiró—,nofuncionaránunca.¡Scout!

—¿Qué?

—¿Teparecequedeberíamosescribirunacartaaquienseaquenosdejaestascosas?

—Esoestaríamuybien,Jem;podemosdarlelasgracias...¿Quémalhayenello?

Jemsecogíalasorejasmeneandolacabezadeunladoparaotro.

—Noloentiendo,deverasquenoloentiendo;noséporqué,Scout...—Ymirando en dirección a la sala, no sé por qué se me ocurre la idea deexplicárseloaAtticus...,perono,creoqueno.

—Yoselodiréporti.

—No,Scout,nolohagas.¡Scout!

—¿Quéee?

Todalatardehabíaestadoapuntodedecirmeunacosa,sucaraseanimabaysevolvíahaciamí,luegocambiabadeidea.Ycambiódenuevo.

—Oh,nada.

—Vamos,escribamoslacarta.—Ylepuseunpapelyunlápizdebajodelanariz.

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—Deacuerdo.Queridoseñor...

—¿Cómosabesqueesunhombre?ApuestoaqueesmissMaudie;hacemuchotiempoquelopienso.

—Bah, miss Maudie no sabe mascar goma... —Jem sonrióinesperadamente—.Yasabes,aveceshablaconmuchafinura.Undíaleofrecíun pedazo y dijo que no, gracias, que... la goma demascar se le pegaba alpaladaryladejabasinpalabras—dijoJemmidiendolassuyas—.¿Noesdecirunacosafina?

—Sí, a veces sabe decir cosas agradables. De todos modos, tampocoquerríaunrelojyunacadena.

—Queridoseñor—dijoJem—.Agradecemosel...no,agradecemostodoloquehapuestoenelárbolparanosotros.Sinceramentesuyos,JeremyAtticusFinch.

—Sifirmasdeestemodonosabráquiéneres.

Jemborróelnombreyescribió:'JemFinch'.Yofirmédebajo:'JeanLouiseFinch(Scout)'.Jempusoelbilletedentrodeunsobre.

A la mañana siguiente, cuando íbamos a la escuela, Jem echó a correrdelantedemíyseparójuntoalárbol.Cuandolevantólavistaladirigióhaciamí,yviquesevolvíaintensamentepálido.

—¡Scout!

Yocorríhastaél.

Alguienhabíallenadoelagujeroconcemento.

—No llores ahora, Scout... no llores ahora, no te apures... —ibamurmurandoJem,caminodelaescuela.

Cuandovolvimosacasapara lacomida,Jemengullósuración,corrióalporcheysequedóplantadoenlasescaleras.Yoleseguí.

—Nohapasado—medijo.

Aldíasiguiente,Jemsepusootravezdevigilanciayfuerecompensado.

—¿Quétal,místerNathan?—saludó.

—Buenosdías,JemyScout—respondiómísterRadleysinpararse.

MísterRadley—dijoJem.MísterRadleygirósobresustalones—.MísterRadley,¿pusoustedcementoenelagujerodeaquelárboldealláabajo?

—Si—respondió—.Lotapé.

—¿Porquélohizo,señor?

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—Elárbolestámuriendo.Cuandolosárbolesestánenfermosselosllenadecemento.Deberíassaberlo,Jem.

Jemnodijonadamássobreelasuntohastamuyavanzadalatarde.Cuandopasamos junto al árbol dio una palmada meditabundo en el cemento, y sequedósumidoenprofundasmeditaciones.Parecíaponersedemalhumorpormomentos,yenconsecuenciayoguardélasdistancias.

Comodecostumbre,aquellatardeencontramosaAtticusqueregresabadeltrabajo.CuandoestuvimosennuestrasescalerasJemdijo:

—Atticus,miraelárbolaquel,teloruego.

—¿Quéárbol,hijo?

—El que está en la esquina de la finca de los Radley, viniendo de laescuela.

—Sí.

—¿Seestámuriendo?

—No,caramba,hijo,nolocreo.Fíjateenlashojas,estánverdesylozanas,nohaymanchaspardasporningunaparte...

—¿Nisiquieraestáenfermo?

—Aquélárbolestátansanocomotú,Jem.¿Porqué?

—MísterNathanRadleyhadichoqueseestámuriendo.

—Bien, quizá sí. Estoy seguro de que míster Radley sabe más de susárbolesquenosotros.

Atticusnosdejóenelporche.Jemseapoyóaunacolumnarascándoseloshombroscontraella.

—¿Tienes picores, Jem? —le pregunté tan finamente como supe—.Entremos—dije.

—Dentrodeunrato.

Permanecióallíhastacaer lanoche,yyo leesperé.Cuandoentramosencasaviquehabíallorado.

8

Por motivos inescrutables para los profetas más experimentados delcondadodeMaycomb,aquelaño,elotoñoseconvirtióeninvierno.Tuvimos

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dossemanasdeltiempomásfríodesde1885,segúndijoAtticus.MísterAverydijo que estaba escrito en la Piedra de Rosetta que cuando los niñosdesobedeciesenasuspadres,fumasencigarrillosysehicieranlaguerraunosaotros,lasestacionescambiarían:aJemyamínoscargaban,pues,conelpesode contribuir a las aberraciones de la Naturaleza, causando con ello ladesdichadenuestrosvecinosynuestrapropiaincomodidad.

LaancianamistressRadleymurióaquelinvierno,perosumuertenocausóapenas ni la más leve alteración: los vecinos la veían raras veces, exceptocuandoregabasuscannas.JemyyodedujimosqueBoosehabíacebadoconellaporfin,perocuandoAtticusregresódecasadelosRadleydijo,congrandesencantonuestro,quehabíamuertoporcausasnaturales.

—Pregúntaselo—susurróJem.

—Pregúntaselotú;túereselmayor.

—Poresotienesquepreguntárselotú.

—Atticus—dije—,¿hasvistoamísterArthur?

Atticusasomóunacaraseveraporelcostadodelpapel,mirándome.

—No.

Jem me indicó que no hiciera más preguntas. Dijo que Atticus estabatodavía un poco quisquilloso en relación a nosotros y los Radley y que nodaría buenos resultados el insistir. Jem sospechaba queAtticus pensaba quenuestras actividades de aquella noche no se limitaron únicamente al 'pókerdesnudo'.Noteníaningunabasefirmeparaestasospecha,decíaquesetratabasolamentedeunacorazonada.

Alamañanasiguiente,aldespertar,miréporlaventanayestuveapuntodemorirdeespanto.MisalaridossacaronaAtticusdelcuartodebañoamedioafeitar.

—¡Elmundoestállegandoasufin,Atticus!¡Hazalgo,porfavor...!

Learrastréhastalaventanayseñalé.

—No,notermina—contestó—.Estánevando.

Jem preguntó a Atticus si aquello persistiría. Jem tampoco había vistonuncanieve,perosabíaloqueera.AtticuscontestóquedenievenosabíamásqueelmismoJem.

—Noobstante,creoquesilaatmósferasiguehúmedaasí,seconvertiráenlluvia.

Sonó el teléfono y Atticus dejó la mesa del desayuno para acudir a lallamada.

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—EraEulaMay—dijo al regreso—.Cito sus palabras: 'Como no habíanevadoenMaycombdesde1885,hoynohabráclases'.

EulaMay era la telefonista en jefe deMaycomb. Le habían confiado lamisión de comunicar anuncios públicos, invitaciones de boda, poner enmarchalasirenadeincendios,ydarinstruccionesparaprimerascurascuandoeldoctorReynoldsestabaausente.

CuandoporfinAtticusnosllamóalordenynosmandóquefijásemoslavistaenelplatoenlugardemirarporlasventanasJempreguntó:

—¿Cómosehaceunmuñecodenieve?

—No tengo la menor idea —respondió Atticus—. No quiero que osdesilusionéis, pero dudo que haya nieve bastante para hacer ni siquiera unabola.

Calpurnia entró y dijo que le parecía que estaba cuajando. Cuandocorrimos al patio trasero, lo encontramos cubierto de una delgada capa denievefangosa.

—No debemos pisarla —dijo Jem—. Mira, a cada paso que das, laestropeas.

Miré atrás, a mis pisadas, Jem dijo que si esperábamos a que hubieranevado un poco más, la podríamos amontonar para hacer un muñeco. Yosaquélalenguaycogíuncopoplano.Quemaba.

—¡Jem,estácaliente!

—No, no está caliente, está tan fría que quema. Y no la comas, que lamalgastas.Dejaquecaigaalsuelo.

—Peroyoquieroandarporella.

—Yaséloqueharemos:podemosirapisarlaenelpatiodemissMaudie.

Jemavanzóasaltoscruzandoelpatiodelafachada.Yoseguísushuellas.Cuando estábamos en la acera delante de la casa de miss Maudie, se nosacercómísterAvery.Tenía la cara encarnaday el estómagoabultadodebajodelcinturón.

—¿Veisloquehabéishecho?—nosdijo—.EnMaycombnohabíanevadodesdeMaricastaña.Son losniñosmaloscomovosotros losculpablesdequecambienlasestaciones.

YomepreguntésimísterAverysabíaconcuántoafánhabíamosesperadoel verano pasado que repitiera su representación, y reflexioné que si eraaquella la paga que recibíamos, había que reconocerle ciertas ventajas alpecado. No me pregunté de dónde sacaba míster Avery sus estadísticas

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meteorológicas:veníandirectamentedelaPiedradeRosetta.

—¡JemFinch,eh,JemFinch!

—MissMaudietellama,Jem.

—Quedaoslosdosenelcentrodelpatio.Cercadelporchehayunascosasplantadasdebajodelanieve.¡Nolaspiséis!

—¡Bien!—gritóJem—.¡Quéhermosaes!¿Verdad,missMaudie?

— ¡Hermosas mis patas! ¡Si esta noche hiela se me llevará todas lasazaleas!

ElviejosombrerodesoldemissMaudiecentelleabadecristalesdenieve.Ladamaseinclinabasobreunospequeñosarbustos,envolviéndolosensacosdearpillera.Jemlepreguntóporquélohacía.

—Paraconservarleselcalor—respondió.

—¿Cómopuedenconservarelcalorlasflores?Notienencirculación.

—Nosabríacontestaraestapregunta,JemFinch.Todoloqueséesquesiesta noche hiela, estas plantas se helarán, de modo que hay que cubrirlas.¿Resultaclaro?

—Sí.¡MissMaudie!

—Di,señor.

—Scoutyyo,¿podríamospedirleprestadaunapocadesunieve?

—¡Cielobenditolleváoslatoda!Debajodelacasahayuncestoviejoparamelocotones, podéis transportarla en él.—MissMaudie entornó los ojos—.JemFinch,¿quévaisahacerconminieve?

—Usted verá —contestó Jem, y nos pusimos a transportar (fangosaoperación)todalanievequepudimosdelpatiodemissMaudiealnuestro.

—¿Quéharemos,Jem?—pregunté.

—Yaverás—dijo—.Ahoracogeelcestoyllevatodalanievequepuedasdel patio trasero al delantero. Al regresar sigue tus propias pisadas, sinembargo—meadvirtió.

—¿Haremosunniñodenieve,Jem?

—No,unhombredeverdad.Ahorahemosdetrabajardefirme.

Jemcorrióalpatiotrasero,sacólaazadaysepusoacavarafanosamentedetrás de la pila de leña, depositando a un lado todos los gusanos queencontraba.Luegoentróenlacasa,regresóconelcanastodelaropa,lollenódetierraylatransportóalpatiodelantero.

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Cuando tuvimos cinco canastos de tierra y dos de nieve, Jem dijo queestábamoslistosparaempezar.

—¿Noteparecequeestoesunrevoltijo?—lepregunté.

—Ahoraloparece,perodespuésnoloparecerá—afirmó.

Jem reunió una brazada de tierra que transformó a palmadas en unmontículo;añadióotracantidadyotra,hastaquehuboconstruidountorso.

—Jem,nohabíaoídohablardeunmuñecodenievenegro—ledije.

—Noseránegromuchorato—refunfuñóél.

Del patio trasero se proveyó de unas ramas de melocotonero cortó lasramitasylasdoblóenformadehuesosquehabríaquecubrirdetierra.

—ParecemissStephanieCrawfordconlasmanosenlascaderas—dije—.Gordaenelmedioyconunosbracitosdiminutos.

—Se los harémayores—Jem derramó agua sobre la estatua de barro yañadió más tierra. La contempló pensativamente un momento, y luego leformóunagranbarrigadebajodelacintura.Entoncesmemiróconunosojoscentelleantes—.MísterAverytieneunafiguraasícomounmuñecodenieve,¿verdad?

Acontinuacióncogiónieveysepusoadistribuirlasobreelmonigote.Amísólomepermitióquecubrieselaespalda,reservándoselaspartespúdicasparasí.Pocoapoco,místerAverysevolvióblanco.

Empleando pedacitos de leña por ojos, nariz, boca y botones, JemconsiguióquemísterAverytuvieseunairemalhumorado.Unpalocompletóelcuadro.Despuésretrocedióunospasosparacontemplarsucreación.

—Eshermoso,Jem—dijo—.Parececomosifueraahablarleauno.

—¿Verdadquesí?—dijoél,ingenuamente.

No supimos aguardar a que Atticus viniese a comer; le llamamos y ledijimosqueleteníamospreparadaunagransorpresa.Pareciópasmadocuandoviounagranpartedelanievedelpatiotraseroeneldelafachada,perodijoquehabíamoshechountrabajomásquesuperior.

—Nosabíacómotelasarreglaríasparaconstruirlo—ledijoaJem—,perodesde hoy en adelante ya nome inquietaré por lo que pueda ser de ti, hijo:siempreencontrarásunrecurso.

AJemselepusieronlasorejasencarnadasdesatisfacciónantesemejantecumplido,perolevantólosojosvivamentecuandovioqueAtticusretrocedíaunos pasos. Atticus miró un rato la figura ladeando la cabeza. Sonrióse, yluegosoltólacarcajada.

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—Hijo, ya sé lo que serás: ingeniero, abogado, o pintor de retratos.Hasmontado un libelo aquí en el patio de la fachada.Hemos de disfrazar a esesujeto.

EnseguidasugirióqueJemlerebajaseunpocolabarriga,trocaseelbastónporunaescobaylepusieradelantal.

Jem explicó que si lo hacía, el muñeco de nieve se pondría fangoso ydejaríadeserunmuñecodenieve.

—Nomeimportaloquehagas,contalquehagasalgo—respondióAtticus—.Nopuedesandarporahífabricandocaricaturasdelosvecinos.

—Noesunacaricatura—replicóJem—.Simplemente,seleparece.

—EsposiblequemísterAverynopensaselomismo.

—¡Yalotengo!exclamóJem.Cruzólacallecorriendo,desaparecióenelpatiotraserodemissMaudieyregresótriunfante.Colocóelsombrerodesolde la dama en la cabeza delmuñecoy le embutió las tijeras de podar en lacurvadelbrazo.Atticusdijoquedeestemodoestaríabien.

MissMaudieabriólapuertadelafachadaysalióalporche.Nosmiróunmomentodesdeelotroladodelacalle,ydeprontosonrió.

—JemFinch—gritó—.¡Sodemonio,devuélvemeelsombrero,señorito!

JemmiróaAtticus,quemoviólacabezanegativamente.

—Sólo lo dice para armar jaleo —explicó—. En realidad estáimpresionadaportus...triunfos.

Atticus fue hasta la acera demissMaudie, donde se enfrascaron en unaconversaciónabundanteenademanes,delacuallaúnicafrasequecogífue...

—...¡Levantando un mamarracho en el patio! ¡Atticus, nunca sabráseducarlos!

Por lanochedejódenevar, la temperaturadescendió, y al anochecer lasprediccionesmáshorrendasdemísterAveryseconfirmaron.Calpurniahacíacrepitar todos los hogares de la casa, pero teníamos frío. Cuando AtticusregresóaquellanochedijoquenonosescapábamosdelmaltiempoypreguntóaCalpurniasiqueríaquedarseapasarlanocheconnosotros.Calpurniaechóuna mirada a los altos techos y a las largas ventanas y dijo que creía queencontraríamejortemperaturaensucasa.Atticuslallevóenelcoche.

Antesdeirmeadormir,Atticuspusomáscarbónenelfuegodemicuarto.Dijoqueel termómetro señalabadieciséisgrados,queera lanochemás fríaque recordaba y que el muñeco de nieve se habla helado y vueltocompletamentesólido.

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Unosminutosdespués,amiparecer,medespertóalguienquemesacudía.TeníaextendidosobremielabrigodeAtticus.

—¿Yaesdemañana?

—Levántate, niña. —Atticus me presentaba el albornoz y el abrigo—.Ponteelvestidoprimero—medijo.

Jem estaba al lado deAtticus, atontado y despeinado.Con unamano secerrabaelcuellodelabrigo;laotralateníametidaenelbolsillo.Parecíahaberengordadodeunmodoraro.

Corre,cariño—dijoAtticus—.Aquítienesloszapatosyloscalcetines.

Yomelospuseconaireestúpido.

—¿Esdemañana?

—No,espocomásdelauna.Dateprisaahora.

Porfinseadentróenmimentelaideadequeocurríaalgomalo.

—¿Quépasa?

Peroentoncesyanofueprecisoquemelodijeran.Delmismomodoquelos pájaros saben adónde irse cuando llueve, yo sabía cuándo ocurría algoanormalennuestracalle.Unossonidosblandos,comodetafetán,ylosdelaspisadasapagadasyrápidasmellenarondeunespantoirremediable.

—¿Enquécasaes?

—EnlademissMaudie,cariño—respondióAtticusdulcemente.

En lapuertade la fachadavimos lasventanasdemissMaudiearrojandollamas.Paraconfirmar loqueveíamos, lasirenade incendiosgimióen tonocada vez más agudo, subiendo toda la escala hasta una nota elevada. ytemblorosa,queseprolongócomeunlargoalarido.

—Notieneremedio,¿verdad?—gimióJem.

—Creo que no —Atticus—. Ahora escuchad los dos. Bajad y situaosdelante de laMansiónRadley.Manteneos apartados, ¿meoís? ¿Veis de quépartesoplaelviento?

—Oh—dijo Jem—.Atticus, ¿teparecequedeberíamosempezar a sacarlosmuebles?

—Todavíano, hijo.Haced loqueosmando.Corredya.CuidadeScout,¿meoyes?Nolapierdasdevista.

Atticusnosempujóypartimoshacialapuertadeentradadelpatiotraserode los Radley. Desde allí vimos cómo la calle se llenaba de hombres y de

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cochesmientraselfuegodevorabacalladamentelacasademissMaudie.

—¿Por qué no se dan prisa?... ¿Por qué no se dan prisa?—murmurabaJem.

Prontovimoselmotivo.Elviejocamióndelosbomberos,averiadoporelfrío, llegaba de la ciudad empujado por un tropel de hombres. Cuandohubieronempalmadolamangueraaunabocaderiego,elaguasalióconfuria,salpicandolacalle.

—Oooh,Señor,Jem...

Jemmerodeóconelbrazo.

Cállate,Scout.Todavíanoeselmomentodeinquietarse.Cuandoloseateavisaré.

Los hombres deMaycomb, en todos los grados de vestido y desvestido,sacabanmueblesdelacasademissMaudieylosllevabanaunpatiodelotrolado de la calle.Vi aAtticus transportando la pesadamecedora de roble, ypensé que obrabamuy cuerdamente al salvar lo quemissMaudie apreciabamás.

A veces oíamos gritos. Entonces apareció la faz demísterAvery en unaventanadelpiso.MísterAveryempujóelcolchónfueradelaventanayarrojómuebleshastaqueloshombreslegritaron:

—¡Bajedeahí,Dick!¡Lasescalerasseestánderrumbando!¡Salgadeahí,místerAvery!

MísterAverysedispusoasaltarporlaventana.

—Estásitiado,Scout...—dijoJemconvozentrecortada—.Oh,Diosmío...

Míster Avery se encontraba en un grave aprieto. Yo escondí la cabezadebajodelbrazodeJem,ynovolvíamirarhastaquemihermanogritó:

—¡Sehaliberado,Scout!¡Estáasalvo!

LevantélavistaparaveramísterAverycruzandoelporchedelpiso.Pasólaspiernasporencimadelabarandaysedeslizabaporunacolumna,peroenaquelmomentoresbaló.Cayó,dioungritoyfueachocarcontralosarbustosdemissMaudie.

DeprontoadvertíqueloshombresseapartabandelacasademissMaudiey venían calle abajo en nuestra dirección. Ya no transportabanmuebles. Elfuegohabíaganadoelsegundopisoysehabíaabiertopasohastaeltejado;losmarcosdelasventanasaparecíannegrossobreuncentrodecolornaranjavivo.

—Jem,pareceunacalabaza...

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—¡Mira,Scout!

DenuestracasaydelademissRachelsalíaunamasadehumoqueparecíalanieblaenlaorilladeunrío,yloshombresestirabanlasmanguerashacialosedificios.DetrásdenosotroselcamióndebomberosdeAbbottsville lanzabasucuchillodoblandolacurvayseparódelantedenuestracasa.

—Aquellibro...—dijeyo.

—¿Cuál?—preguntóJem.

—AquelTomSwift,noeramío,eradeDill...

—Noteapures,Scout,noesmomentode inquietarse todavía—dijoJem—.Miraallá—indicó,señalando.

Atticusseencontrabaenmediodeungrupodevecinos,conlasmanosenlosbolsillos.Podríahaberestadosiguiendounpartidodefútbol.MissMaudiesehallabaasulado.

—Miraallí,éltodavíanoestápreocupado—hizonotarJem.

—¿Cómonoestáarribadeunadelascasas?

—Esdemasiadoviejo;seromperíaelcuello.

—¿Creesquedeberíamoshacerlesacarnuestrascosas?

—Nolefastidiemos,élsabrácuandodebahacerse—replicómihermano.

ElcochebombadeincendiosdeAbbottsvilleempezóaarrojaraguasobrenuestra casa; un hombre subido al tejado iba indican do los sitios que lanecesitabanmás.Yovi cómonuestromuñecodenieve sevolvíanegroy sedesmoronaba; el sombrero de miss Maudie quedó encima del montón. NopudeverlastijerasdePodar.ConelcalorquedespedíanentrelacasademissMaudie,lademissRachelylanuestra,loshombreshacíaratoquesehabíanquitadolosabrigosyalbornoces.Trabajabanconlaschaquetasdelospijamasylascamisasdedormirembutidosdentrodelospantalones,peroyoempecéanotar queme helaba poco a poco, inmóvil allí. Jem trataba de darme calor,perosubrazonoerasuficiente.MeliberédelmismoymesubílasmanosaloshombrosBailandounpoco,recobrélasensibilidaddelospies.

OtrocamióncontraincendiosaparecióyseparódelantedelacasademissStephanie Crawford. No había boca de riego para otra manguera, y loshombrestratabandeempaparlacasaconextintoresdemano.

El tejado de zinc demissMaudie cerraba el paso a las llamas.Con unaespeciede rugido, el edificio sedesplomó;de todaspartes salíanchorrosdefuego,seguidosdeunrevoloteodemantasdeloshombresdelostejadosdelascasasadyacentes,golpeandocentellasytrozosdemaderaencendidos.

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Habíallegadolaauroracuandoloshombresempezaronadesfilar,primerodeunoenuno,luegoengrupos.Empujando,llevaronotravezelcamióndebomberosdeMaycombalinteriordelaciudad;eldeAbbottsvillesemarchó,yeltercerosequedó.AldíasiguientedescubrimosquehabíavenidodeClark,aunassetentamillasdedistancia.

Jem y yo nos deslizamos al otro lado de la calle.MissMaudie tenía lamirada fija en el agujero negro, humeante, de su patio, y Atticusmovió lacabezaparadecirnosquemissMaudienoqueríahablar.Atticusnosacompañóacasa,apoyándoseennuestroshombrosparacruzarlaheladacalle.Nosdijoque,porlopronto,missMaudieviviríaconmissStephanie.

—¿Algunoquierechocolatecaliente?—nospreguntó.

Cuando Atticus encendió el fuego en la estufa de la cocina, sentí unescalofrío.

Mientrasbebíamoselchocolate,notéqueAtticusmemiraba,primeroconcuriosidad,luegoconairesevero.

—Pensabaqueoshabíaordenadoa Jemya ti quenoanduvieraisdeunladoparaotro—dijo.

—¡Sinonosmovimos!Estuvimosquietosallí...

—Entonces,¿dequiénesesamanta?

—¿Manta?

—Sí,señorita,manta.Noesnuestra.

Yomemiréymevisujetandounamantapardade lanaquemeenvolvíaloshombros,alamaneradelasmujeresindias.

—Nolosé,Atticus,señor...Yo...

Me volví hacia Jem en busca de una respuesta, pero Jem todavía estabamás pasmado que yo. Dijo que no sabía cómo había llegado allí; nosotroshicimosexactamente loqueAtticusnosordenó,nosplantamosdelantede lapuerta de los Radley, apartados de todo elmundo, no nosmovimos ni unapulgada...Jemseinterrumpió.

—MísterNathanestabaenelfuego—balbuceó—,yolevi,yolevi,estabaarrastrandoaquelcolchón...Atticus,juroque...

—Estábien,hijo—Atticussonrióconlentasonrisa—.Parecequeanochetodoelmundoestuvo fueradecasa,másomenos rato. Jem,en ladespensahaypapeldeembalaje.Veabuscarloyenvolveremos...

—¡Atticus,no,señor!

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Jemparecíahacerperdido lacabeza.Sepusoaventilarnuestrossecretossinningunaconsideraciónpormiseguridad,yaquenoporlasuyapropia,sinomitirnada,niagujerodelárbol,nipantalones,ninadaenabsoluto.

—...MísterNathan puso cemento en aquel árbol,Atticus, y lo hizo paraquenopudiéramosencontrarmáscosas...Elotroestáloco,calculo,talcomodice la gente, pero, Atticus, juro por Dios que jamás nos ha hecho ningúndaño, jamás nos ha hecho el menor mal, aquella noche podía cortarme lagarganta de parte a parte, y lo que hizo en cambio fue remendarme lospantalones...,nuncanoshahechoningúndaño,Atticus...

Atticusdijo:

—Bueno, hijo—con tal dulzura que yome sentí grandemente animada.Eraobvioquenohabíaentendidoniunapalabrade loquehabíadichoJem,pues todo su comentario se redujo a—: Tienes razón. Será mejor que nosguardemosestoylamantaparanosotros.Algúndía,quizá,Scoutpodrádarlelasgraciasporhaberlaabrigado.

—¿Darlasgracias?¿Aquién?—pregunté.

—ABooRadley.Estabas tanembebidamirandoel fuegoqueno tedistecuentacuandoélteabrigóconlamanta.

ElestómagosemedisolvióenaguayestuveapuntodevomitarcuandoJemlevantólamantayseacercóamí.

—¡Seescabullófueradelacasa,diounrodeo...sepresentóalacallada,ysevolviódelmismomodo!

Atticusdijoentonoseco:

—Nodejesqueestoteinspirenuevashazañas,Jeremy.

Jemarrugólafrente.

—No pienso hacerle nada. —Pero yo vi cómo el destello de nuevasaventurasabandonabasusojos—.Piensanadamás,Scout—medijo—,quesitehubiesesvueltolehabríasvisto.

Calpurnianosdespertóalmediodía.Atticushabíadichoqueaqueldíanoeranecesarioquefuésemosalaescuela;despuésdeunanochesindormir,nohabríamos aprendido nada. Calpurnia nos dijo que probásemos a limpiar elpatiodelafachada.

ElsombrerodemissMaudieestabasuspendidodentrodeunadelgadacapadehielo,lomismoqueuninsectoenámbar,ytuvimosquecavarlatierraenbuscadelastijerasdepodar.EncontramosamissMaudieensupatiotrasero,contemplandolasheladasychamuscadasazaleas.

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—Ledevolvemossuscosas,missMaudie—dijoJem—.Lohemossentidomuchísimo.

MissMaudievolviólavista,ylasombradesuantiguasonrisacruzóporsucara.

—Siempredeseéunacasamáspequeña,JemFinch.Deestemodotendrémáspatio.¡Fíjatenadamás,ahoradispondrédemásespacioparamisazaleas!

—¿No está apenada, miss Maudie?—pregunté yo, sorprendida. Atticusdecíaquelacasaeracasitodoloquetenía.

—¿Apenada,niña?¡Sileteníaodioaaquellaviejacuadradevacas!Sinofueraporquemehabríanencerrado,semeocurriócienveceslaideadepegarlefuegoyomisma.

—Pero...

—Noteinquietespormí,JeanLouiseFinch.Hayrecursosquetúignoras.Vaya,meconstruiréunacasapequeña, tomaréunpardehuéspedesy...Diosbendito,tendréelpatiomáshermosodeAlabama.¡EsosBellingrathpareceránmíseros,cuandoyoestéenmarcha!

Jemyyonosmiramos.

—¿Cómoempezóelfuego,missMaudie?—preguntóél.

—Nolosé,Jem.Fueprobablementeelpetróleodelacocina.Anochetuveelfuegoencendidoparamistiestosdeplantas.Mehandichoquetuvisteunacompañíainesperadaanoche,missJeanLouise.

—¿Cómolosabe?

—Atticusmelohacontadoalmarcharseasutrabajoestamañana.Sihededecirtelaverdad,mehubieragustadoestarcontigo.Yademás,habríatenidoelbuensentidosuficienteparavolverme.

MissMaudiemedejabapasmada.Apesardehaberperdidolamayoríadesus intereses, y teniendo su amado patio hecho una calamidad, seguíatomándoseuninterésanimadoycordialporlosasuntosdeJemymíos.

Sindudaviomiperplejidad,puesdijo:

—Loúnicoquemeatormentabaanocheeraelpeligroylaconmociónqueoriginó el incendio. Todo este barrio corrió el riesgo de desaparecer.MísterAveryestaráencamaunasemana;tienefiebredeverdad.Esdemasiadoviejopara hacer cosas así, y yo se lo dije. En cuanto tenga lasmanos limpias yStephanieCrawford no estémirando, le haré un pastel. Esa Stephanie andadetrásdemirecetadesdehacetreintaaños,ysisefiguraqueseladirésóloporquevivoconella,seequivocaporcompleto.

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YomedijequesimissMaudieabandonabaelpuntilloyse laexplicaba,missStephanienosabríaaplicarla.MissMaudieme lahabíadejadoverunavez;entreotrascosas,larecetaexigíaunatazadeazúcar.

Aúneradedía.Elaireestabatanfríoyquietoqueoíamoselchasquido,losrocesy loschirridosdelrelojdel juzgadoantesdedar lahora.MissMaudieteníalanarizdeuncolorqueyonohabíavistonunca,yquiseinformarme.

—Estoyaquífueradesdelasseis—medijo—.Aestashorasdeberíaestarhelada.

Levantólasmanos.Unentretejidodelíneassurcabasuspalmas,suciasdetierraydesangreseca.

—Selashaarruinado—dijoJem—.¿Porquénobuscaunnegro?

—Nohabíaningúnacentode sacrificio en suvoz cuandoañadió—:OaScoutyamí;nosotrospodemosayudarle.

—Muchasgracias,señor,perotenéistrabajosobradoporvuestraparte—contestómissMaudie,señalandonuestropatio.

—¿Se refiere al muñeco?—pregunté—. ¡Caramba!, podemos levantarlodenuevoenunperiquete.

MissMaudiememirófijamente,ysuslabiossemovieronensilencio.Derepente se llevó lasmanos a la cabezay lanzóun '¡Uuuu—piii!'.Cuando ladejamosseguíariendo.

Jem declaró que no sabía lo que le pasaba a miss Maudie, que era sumaneradeser.

9

—¡Puedesretirartuspalabras,simplemente!

Este mandato, dado por mí a Cecil Jacobs, señaló el comienzo de untiempomás bien ingrato para Jemy paramí.Yo tenía los puños cerrados yestabaapuntodedispararme.Atticusmehabíaprometidoquesiseenterabadequemepeleabaalgunaotravez,mezurraría;erademasiadomayorymuycrecidaparacosastaninfantiles,ycuantoantesaprendieraacontenerme,tantomejorseríaparatodoelmundo.Peroprontoloolvidé.

CecilJacobstuvolaculpadequeloolvidara.HabíapregonadoenelpatiodelaescuelaqueelpapádeScoutFinchdefendíanigros.Yolenegué,peroseloexpliquéaJem.

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—¿Quéqueríadecirconesto?—lepregunté.

—Nada—contestóJem—.PregúntaseloaAtticus;élteloexplicará.

—Atticus,¿túdefiendesnigros?—preguntéamipadreaquellanoche.

Claroquesí,Ynodigasnigros,Scout.Esgrosero.

—Esloquedicetodoelmundoenlaescuela.

—Desdehoylodirántodosmenosuna...

—Bien,sinoquieresquemehagamayorhablandodeestemodo,¿porquémemandasalaescuela?

Mi padrememiró con dulzura y con un brillo divertido en los ojos. Apesar de nuestro pacto, mi campaña por eludir la escuela había continuadobajounauotraformadesdelaprimeradosisdiariaquetuvequesoportardeella:elcomienzodelseptiembreanteriortrajoconsigoaccesosdeabatimiento,vértigos y ligeras dolencias gástricas. Llegué al extremo de pagar cincocentavosporelprivilegioderestregarmicabezaconladelhijodelacocinerademissRachel,quepadecíaunherpefenomenal.Peronosemecontagió.

Sinembargo,ahoraroíaotrohueso.

—¿Todoslosabogadosdefiendennnn...negros,Atticus?—

—Naturalmentequesí,Scout.

—Entonces,¿porquédecíaCecilquetúdefiendesnigros?Lodecíaconelmismotonoquesituvierasunadestilería.

Atticussuspiró.

—Simplemente, estoy defendiendo a un negro: se llama TomRobinson.Viveenelpequeñocampamentoquehaymásalládelvaciaderodelaciudad.EsmiembrodelaiglesiadeCalpurnia,yéstaconocebienasufamilia.Diceque son personas de conducta intachable. Scout, tú no eres bastante mayortodavíaparaentenderciertascosas,peroporlaciudadsehahabladomuchoyen tono airadodequeyonodeberíaponermucho interés endefender a esehombre. Es un caso peculiar... No se presentará a juicio hasta la sesión delverano.JohnTaylortuvolabondaddeconcedernosunaplazamiento...

—Sinodebesdefenderle,¿porquéledefiendes?

—Porvariosmotivos—contestóAtticus—.Peroelprincipalesquesinole defendiese no podría caminar por la ciudad con la cabeza alta, no podríaordenarosaJemyatiquehicieseisestoaquello.

—¿Quieres decir que si no defendieses a ese hombre, Jem y yo nodeberíamosobedecerte?

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—Estoes,pocomásomenos.

—¿Porqué?

—Porquenopodríapedirosquemeobedecieseisnuncamás.Mira,Scout,porlamismaíndoledesutrabajo,cadaabogadotopadurantesuvidaconuncasoque le afectapersonalmente.Este es elmío,me figuro.Esposiblequeoigascosasfeasenlaescuela:perohazunacosapormí,siquieres:levantalacabezaynolevanteslospuños.Sealoquefuereloquetedigan,nopermitasquetehaganperderlosnervios.Procuralucharconelcerebroparavariar...Esuncambioexcelente,aunquetucerebroseresistaaaprender.

—¿Ganaremoseljuicio,Atticus?

—No,cariño.

—Entoncescomo...

—Simplemente, el hecho de que hayamos perdido cien años antes deempezarnoesmotivoparaquenointentemosvencer—respondióAtticus.

—HablascomoelprimoIkeFinch—dije.ElprimolkeFincheraelúnicoveterano confederado superviviente del condado deMaycomb. Llevaba unabarbaalogeneralHood,delacualestabadesmesuradamenteufano.Atticus,Jemyyoíbamosavisitarlealmenosunavezalaño,yyoteníaquebesarle.Erahorrible.JemyyoescuchábamosrespetuosamentecómoAtticusyprimoIkerecomponíanlaguerra.

—Telodigo,Atticus—solíaexclamarelprimoIke—,elCompromisodeMissourifueloquenosderrotó,perosihubiesedevivirotraveztodoaquello,daría los mismos pasos para ir allá y los mismos para Volver, lo mismoexactamente que hice entonces, y además, esta vez les barreríamos...Ahorabien,en1864,cuandoStonewallJacksonvinoallá...,perdonadme,chiquillos.ElviejoBlueLeighestabaenelcieloentonces,Diosdépazasusantafrente...

—Venacá,Scout—dijoAtticus.Yomeacurruquéensuregazoypuselacabezadebajodesubarbilla.Elmerodeóconelbrazoymemeciódulcemente—.Esta vez es distinto—dijo—.Esta vez no luchamos contra los yanquis,luchamos contra nuestros amigos. Pero tenlo presente, pormuymal que seponganlascosas,siguensiendonuestrosamigos,yésteesnuestrohogar.

Contodoestoenlamente,aldíasiguientemeenfrentéconCecilJacobsenelpatiodelaescuela.

—¿Retirarásloquedijiste,muchacho?

—¡Tendrásqueobligarmeprimero!—chillóél—.¡Mispadresdicenquetupadreeraunacalamidadyqueaquelnegrodeberíacolgardeldepósitodeagua!

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Yo le asestéungolpe, y recordando loqueAtticusmehabíadicho, dejécaer los puños a los costados y me marché. El grito de: '¡Scout es unaco...barde!',retumbabaenmisoídos.Eralaprimeravezqueabandonabaunapelea.

No sé cómo, pero sime hubiese peleado con Cecil habría traicionado aAtticus.Yeran tanpocas lasvecesqueAtticusnospedíaa Jemyamíquehiciésemos algo por él que podía tolerar muy bien, en su honor, que mellamasen cobarde. Me sentía singularmente noble por haberme acordado atiempo, y continué siendo noble durante tres semanas. Entonces llegó laNavidad,yestallóeldesastre.

Jem y yo esperábamos la Navidad con sentimientos contradictorios. ElladobuenonosloproporcionabaelárbolytíoJackFinch.Todoslosaños,lavíspera de Navidad íbamos al Empalme deMaycomb a esperar a tío Jack,quienpasabaunasemanaconnosotros.

El reversode lamedallaponíaaldescubierto las facciones intransigentesdetíaAlexandraydeFrancis.

SupongoquedeberíaincluiratíoJimmy,elmaridodetíaAlexandra,perocomonomehablóunapalabraentodalavida,exceptounavezquemedijo:'Apártatedelavalla',nuncavimotivoalgunoparatomarnotadesupresencia.Tampoco la tomaba tía Alexandra.Mucho tiempo atrás, en un arranque debuena amistad, mi tía y tío Jimmy tuvieron un hijo llamadoHenry, el cualabandonósuhogartanprontocomofuehumanamenteposible,secasóytuvopor hijo a Francis. Todas las Navidades, Henry y su esposa depositaban aFrancisencasadelosabuelos,yluegoelloscontinuabanentregándoseasuspropiosplaceres.

El mucho suspirar no valía para inducir a Atticus a dejarnos pasar laNavidadencasa.Desdequepuedorecordar,todaslasNavidadesnosíbamosal Desembarcadero de Finch. El hecho de que mi tiíta fuese una buenacocinera compensaba en algo el tener que pasar una fiesta religiosa conFrancisHancock.Teníaunañomásqueyo,yleevitabaporprincipio;aélledivertía todo lo que yo desaprobaba, y le disgustaban mis ingenuasdiversiones.

TíaAlexandraerahermanadeAtticus,perocuandoJemmehablóderobosytruequesdeniños,decidíquealnacerlahabíancambiadoyqueacasomisabuelosrecibieronunaCrawfordenlugardeunaFinch.Simimentehubiesealbergado los simbolismos místicos relativos a las montañas que parecíanobsesionarajuecesyabogados,atíaAlexandralahubieraasimiladoalMonteEverest:durantelosprimerosañosdemivida,fuefríaydistante.

CuandotíoJacksaltódel trenlavísperadeNavidad,hubimosdeesperar

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que el mozo le entregase dos largos paquetes. A Jem y a mí siempre nosparecíachocantecuandotíoJackbesabaaAtticusenlamejilla;eranlosdosúnicoshombresquehabíamosvistojamásquesebesasen.TíoJackestrechólamanoaJem,yamímelevantóenalto,aunquenoasuficientealtura:tíoJackeramás bajo queAtticus; era el benjamín de la familia, más joven que tíaAlexandra.Ély la tía separecían,pero tío Jackhacíamejorusode sucara:nosotrosnuncamirábamosconrecelosuafiladanarizysubarbilla.

Era uno de los pocos hombres de ciencia que jamásme causaron terror,probablementeporquenuncaadoptaba losairesdemédico.SiemprequenosprestabaalgúnpequeñoservicioprofesionalaJemyamí, talcomoarrancarunaastilladeunpie,nosexplicabaaldetalleloqueibaahacer,nosdabaunaideaaproximadadelomuchoquedoleríaynosdescribíaelusodelaspinzasquehubiesedeemplear.UnaNavidad,asomabayoporlasesquinasllevandounaastillaretorcidaenelpie,sinpermitirquesemacercarsenadie.CuandomecogiótíoJack,metuvoriendotodoelrato,hablándomedeunpredicadoral cual le fastidiaba tanto ir la iglesia que todos los días se plantaba en lapuerta del templo, en bata y fumando una pipa turca, pronunciaba unossermonesdecincominutosa los transeúntesquedeseabanauxilioespiritual.Yo le interrumpíparapedirlequecuandofueseasacar laastillameavisase,pero élme presentó un pedacito demadera ensangrentada cogido con unaspinzas y dijo que me lo había arrancado mientras yo estaba riendo, y queaquelloseconocíaporelnombrederelatividad.

—¿Quéhayenaquellospaquetes?—lepregunté,señalandolosdoslargosenvoltoriosqueelmozolehabíaentregado.

—Nadaqueteimporte—respondióél.

Jemdijo:

—¿Cómoestá'RoseAylmer'?

'RoseAylmer'eralagatadetíoJack.Eraunahermosahembraamarilla,ytío Jackdecíaque eraunade las pocasmujeres a las quepodía soportar demodo permanente. Tío Jack se llevó la mano al bolsillo y sacó unasfotografías.Nosotroslasadmiramos.

—Estáengordando—dije.

—Creoquesí.Secometodoslosdedosyorejasquequedandedesechoenelhospital.

—¡Oh,vayahistoriamaldita!—exclamé.

—¿Cómodices?

Atticuslerecomendó:

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—Nolehagascaso,Jack.Pretendeimpresionarte.Caldicequedesdehaceunasemanasueltapalabrotascontodadesenvoltura.

TíoJackenarcólascejasynodijonada.Yoobrabaimpulsadaporlavagateoría —aparte del atractivo innato que tienen tales palabras— de que siAtticusdescubríaquelashabíaaprendidoenlaescuela,nomeobligaríaair.

Perodurantelacena,cuandolepedíquemepasaseelmalditojamón,tíoJackmeseñalóconeldedoymedijo:

—Vendespuésaverme,señorita.

Terminadalacena,tíoJacksefuealasalaysesentó.Conunapalmadaenlosmuslosmeindicóquefueraasentarmeasuregazo.Amímegustabasuaroma:eracomounabotelladealcohol conalgoagradablementedulce.TíoJackmeapartóloscerquillosymemiró.

—Te pareces más a Atticus que a tu madre —dijo—. Además, estáscreciendotantoquetesalesunpocodetuspantalones.

—Yocreoquemevanmuybien.

—Tegustanlaspalabrastalescomo'maldito'y'diablo',¿verdad?

Contestéquemeparecíaquesí.

—Pues a mí no —replicó él—, no, a menos que las motive unaprovocaciónextrema.Estaréaquíunasemana,ymientrasduremiestancianoquiero oír palabras por el estilo. Si continúas diciendo cosas así, Scout, teverásenunconflicto.Túquieresllegarserunadama,¿verdad?

Yodijequenoteníaunempeñoespecial.

Claroquesilotienes.Ahoravamosaverelárbol.

Estuvimosadornándolohastalahoradeacostarnos,yaquellanochesoñéenlosdoslargospaquetesparaJemyparamí.AmañanasiguienteJemyyocorrimosabuscarlos:procedíandeAtticus,quienhabíaescritoatíoJackquenoslocomprase,conteníanloquehabíamospedido.

—Noapuntéisdentrodecasa—ordenóAtticusviendoqueJemlohacíaauncuadrodelapared.

—Habrásdeenseñarlesatirar—dijotíoJack.

—Estatareatecorrespondeati—contestóAtticus—.Yonohiceotracosaqueinclinarmeanteloinevitable.

Atticus tuvoqueemplear lavozqueusabaenel juzgadoparaapartamosdel árbol. Se negó a permitirnos que nos llevásemos los rifles alDesembarcadero (yo había empezado ya a pensar en dispararle un tiro a

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Francis)ydecíaquecomodiésemosunpasoenfalsonosloquitaríaporunabuenatemporada.

ElDesembarcaderodeFinchconsistíaentrescientossesentaseisescalonesque descendían por una escarpadura y terminaba en un pontón dedesembarque.Muchomásabajodelrío,alotroladodelaescarpadura,habíavestigios de un desembarcadero donde los negros de los Finch habíanembarcadobalas y otros productos, y descargadobloques de hielo, harina yazúcar, equipo para la granja y prendas femeninas. De la orilla del ríoarrancabauncaminodedosroderasqueseperdíaentrelososcurosárboles.Alfinal del camino había una casa blanca de dos plantas con porches querodeabanelpisoylaplantabaja.Ensuancianidad,nuestroantepasadoSimonFinch, la había construido para complacer a su fastidiosa esposa, pero losporcheslequitabantodoparecidoconlascasascorrientesdeaquellaépoca.LadistribucióninternadelacasadelosFinchdabatestimoniodelainocenciadeSimonydelaconfianzaabsolutaconquemirabaasusretoños.

En el piso había seis dormitorios, cuatro para las ocho hijas, uno paraWelcome Finch, el único hijo varón, y uno para los parientes que fueran avisitarles.Muysencillo,peroaloscuartosdelashijassólosepodíasubirporunaescalera;aldeWelcomeydeloshuéspedessóloporotra.Laescaleradelashijasempezabaeneldormitoriodesuspadresenlaplantabaja,demodoqueSimonsabíasiemprelashorasdelasidasyvenidasnocturnasdesushijas.

Habíaunacocinaseparadadelrestodelacasa,aunqueunidaaellaporunaescalerillademadera;enelpatio traseroexistíaunacampanaolvidadaen lapuntadeunapértiga,utilizadaparallamaralosquetrabajabanenloscampos,o como señal de alarma; en el tejadohabía unagalería de las que llamaban'paseodeviuda',aunquenopaseóporahíviudaalguna;desdeaquellagaleríaSimonvigilabaasuvigilante,espiabalasembarcacionesfluvialesyobservabalasvidasdelospropietariosvecinos.

Adornaba lacasa la leyendaderigorsobre losyanquis:enciertaocasiónuna hembra Finch, recién prometida, se puso su equipo completo de noviaparasalvarlodelosasaltantesdelavecindadyseapuntalócontralapuertadelaescaleradelashijas,perolarociarondeaguay,finalmente,laatropellaron.

Cuando llegamos al Desembarcadero, tía Alexandra besó a tío Jack,Francisbesóa tíoJack, tíoJimmyestrechólamanoensilencioa tíoJack,yJemyyodimosnuestrosregalosaFrancis,yélnosdiounosuyo.Jemsesintiómayorygravitóalrededorde losadultos,dejándome la tareadeentreteneranuestroprimo.Francisteníaochoañosysepeinabaelcabellohaciaatrás.

¿QuétehatraídolaNavidad?—lepreguntémuycortés.

—Loquehabíapedido—dijo.Francishabíapedidounpardepantalones

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hastalarodilla,unacarteradecuero,cincocamisasyunlazoparaelcuello.

—Está muy bien—mentí—. A Jem y a mí nos regalaron rifles de airecomprimido,yaJemunequipodequímica.

Unodejuguete,supongo.

—No,unodeverdad.Mefabricarátintainvisible,yyoescribiréaDillconella.

Francismepreguntóquéutilidadreportaríaelhacerloasí.

—¡Vaya!¿Noveslacaraquepondrácuandorecibaunacartamíaquenodicenada?SeVolverálelo.

ElhablarconFrancismedabalasensacióndehundirmelentamentehaciaelfondodelocéano.Eraelchicomásaburridoquehabíaconocidoenmivida.ComovivíaenMobilenopodíadelatarmealasautoridadesdelaescuela,perose lasarreglabaparaexplicar todo loquesabíaa tíaAlexandra, lacuala suvezlodescargabasobreAtticus,quienoloolvidaba,omepasabaunarepulsafenomenal.segúnledabaelantojo.PerolaúnicavezqueoíaAtticushablarentonoenojadoaalguien,fueunavezqueleSorprendídiciendo:

—¡Hermana,medesenvuelvoconelloslomejorquepuedo!

Discutíanalgorelacionadoconelhechodequeyoanduvieraconmono.

En lo tocanteamimododevestir, tíaAlexandraeraunafanática.Yonopodíaconfiarenmodoalgunoenquemeconvertiríaenunadama,sillevabapantalones;ycuandodijequeconfaldanopodíahacernada,mereplicóquenosememandabaquehiciesecosasqueexigiesenpantalones.TíaAlexandranoconcebíaotraconductapormipartequeladejugarconcocinitas,juegodeté, y llevar el collarete de 'Añade—una—perla' queme regaló cuando nací;másaún,yohabíadeserunrayodesolen lavidasolitariademipadre.Yoindiquéqueunapodíaserigualmenteunrayodesolconpantalones,perotiítadijoqueunadebíaportarsecomounrayodesol,queyohabíanacidobuena,pero cada año me volvía progresivamente peor. Me ofendió en missentimientos y me dejó con los dientes dispuestos a morder en cualquierinstante, mas cuando consulté a Atticus sobre ello, me contestó que en lafamiliaexistíanyasuficientesrayosdesolyquesiguieraocupándomedemisasuntos,queaélnoleimportabaquefueracomoera.

En la comida de Navidad, me senté a una mesita del comedor; Jem yFrancis se sentaron con los adultos a la mesa grande. Tiíta había seguidoaislándomemuchodespuésdequeJemyFrancishicieranméritosparapasarala mesa grande. Yo me preguntaba menudo qué se figuraba que haría,¿levantarmeytiraralgo?Avecessemeocurríapedirlequemedejasesentaralamesagrandeunasolavez,yledemostraríalocivilizadaquesabíaser;alfin

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alcabo,encasacomíatodoslosdíassinpercancesdeconsideración.Cuandosupliqué a Atticus que pusiera en juego su influenciame dijo que no teníaninguna; éramos invitados y nos sentábamos donde ella nosmandaba. Dijotambiénque tíaAlexandranocomprendíamuchoa lasniñas,puesnohabíatenidoninguna.

Pero su habilidad de cocinera lo compensaba todo: tres clases de carne,hortalizasdeveranodelosestantesdesudespensa;melocotónenalmíbar,dosclasesdepastelesyambrosíaconstituíaunacomidadeNavidadbiendecente.Despuéslosadultospasaronalasalaysesentaronuntantoaturdidos.Jemsetendióenelsuelo,yyosalíalpatioposterior.

—Ponteelabrigo—medijoAtticusconvozdesueño,demodoquenoleoí.

Francissesentóamiladoenlasescaleras.

—Estahasidolamejor—comenté.

—Laabuelaesunacocineramaravillosa—afirmóFrancis—.Menseñaráaguisar.

—Losmuchachosnoguisan—yme reí al imaginarmeaFrancis conundelantal.

—La abuela dice que todos los hombres deberían aprender, y ser muyatentos con sus esposas y servirlas cuando no se encuentran bien—dijomiprimo.

—YonoquieroqueDillmesirva—contesté—.Prefieroservirleyoaél.

—¿Dill?

—Sí.Nodigasnadadeellotodavía,peronoscasaremostanprontocomoseamosbastantemayores.Elveranopasadomepidiórelaciones.

Francissoltóunsonidodespectivo.

—¿Qué tiene de malo aquel chico? —pregunté—. No es cosa que teimportenada.

—¿QuieresdeciraquelenanitoqueabueladicequepasatodoslosveranosconmissRachel?

—Exactamente,ésequierodecir.

—Sétodoloquehaydeél—dijoFrancis.

—¿Quéhay?

—Laabueladicequenotienecasa...

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—Hadetenerla,viveenMeridian.

—...Simplemente,selopasandeunparienteaotro,ymissRahelloacogetodoslosveranos.

—¡Francis,esonoesverdad!

Francismesonrió.

—Aveces eres extremadamente estúpida, JeanLouise.De todosmodos,supongoquenolopuedesremediar.

—¿Quéquieresdecir?

—Si tíoAtticusdejaque teacompañesconperrossindueño,élesquienmanda,comodicemiabuela;portanto,túnotieneslaculpa.MefiguroquenoesculpatuyaquetíoAtticusseaademásunama—negros,peroaquíestoyyoparadecirtequeellomortificadeverasalrestodelafamilia...

—Francis,¿quédiablosquieresdecir?

—Lo que he dicho nada más. La abuela dice que ya era bastantelamentablequedejasequeoscrieiscomosalvajes,peroahoraquesehavueltounama—negrosnopodrápasarnuncamáspor lascallesdeMaycomb.Estáarruinandoalafamilia,estoesloquehace.

Francis se levantó y echó a correr escalerilla abajo en dirección la viejacocina.Fuefácilcogerleporelcuello.Yoleordenéqueretiraseenseguidalodicho.

Élsesoltódeuntirónysemetióvelozmentedentrodelacocina,gritando:

—¡Ama—negros!

Cuandounoacechalapresa,esmejorquesetomesutiempo.

Nodigasnada,ytansegurocomosaleelsol,lapresasentirácuriosidadysaldrá.Francisaparecióenlapuertadelacocina.

—¿Todavíaestásenojada,JeanLouise?—preguntótanteandoelterreno.

—Novalelapenamencionarlo—contesté.

Francissalióalaescalerilla.

Luego:

—¿Vasaretirarlodicho,Fra...aancis?

Perohabíasacadoelarmademasiadopronto.Francisretrocediódisparadohacialacocina,conlocualyomeretiréhastalasescaleras.Sabíaesperarconcalma. Llevaba sentada quizá uno quince minutos cuando oí la voz de tíaAlexandra:

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—¿DóndeestáFrancis?

—Abajoenlacocina.

—Sabequenotienepermisoparajugarallí.

Francissalióalapuertaygritó:

—¡Abuela,ellamehametidoaquídentroynoquieredejarmesalir!

—¿Quésignificatodoeso,JeanLouise?

YofijelamiradaentíaAlexandra.

—Nolehemetidoallídentro,tiíta,nitampocolesujeto.

—Si,sí—gritóFrancis—,¡nomedejasalir!

—¿Oshabéispeleado?

—¡JeanLouisesehaenfadadoconmigo,abuela!—gritoFrancis.

—¡Francis,saldeahí!JeanLouise,siteoigounapalabramásselodiréatupadre.¿Noteheoídodecir'diablos'haceunrato?

—Amí,no.

—Meparecíaquesí.Serámejorquenolooigamás.

TíaAlexandraeraunaespía—conversaciones.Apenashubodesaparecidodelavista,Francissalióconlacabezaerguidaysonriendo.

—Nohagaseltontoconmigo—dijo.

Y saltó al patio, conservando la distancia, y se puso a dar patadas a lasmatasdehierba,volviéndosedevezencuandoparasorreírme.Jemaparecióenelporche,nosmiróysefue.Francis trepóalamimosa,bajó,sepusolasmanosenlosbolsillosyempezóadeambularporelpatio.

—¡Ah!—exclamó.

Yolepreguntéquiéncreíaser.¿TíoJack?Franciscontestóquerecordabaquemehabíaadvertido:teníaqueestarsentadaallíprecisamenteydejarleenpaz.

—Yonotemolesto—ledije.

Francismemiróconminuciosaatención,dedujoquemehabíandominadolobastanteysepusoacanturrearenvozbaja:

—Ama—negros...

Estavezmepartíelnudillohastaelhuesosobresusdientes.Inutilizadalaizquierda,arremetíconlamanoderecha,peronopormuchorato.TíoJackmesujetólosbrazosaloscostadosymedijo:

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—¡Quieta!

Tía Alexandra auxilió a Francis, secándole las lágrimas con el pañuelo,frotándole el cabello, dándole palmaditas en lamejilla. Al oír los gritos deFrancis,Atticus,JemytíoJimmyhabíansalidoalporchetrasero.

—¿Quiénhaempezado?—preguntótíoJack.

Francisyyonosseñalamoselunoalotro.

—¡Abuela—gimióél—,mehallamadoramerayhasaltadosobremí!

—¿Escierto,Scout?—preguntótíoJack.

—Mefiguroquesí.

CuandotíoJackinclinólacabezaparamirarme,teníaunacaracomoladetíaAlexandra.

—¿Nosabesquetedijequesiusabasesaspalabrasteencontraríasenunconflicto?Quédateahí.

Yo estaba especulando entre si me quedaba allí o echaba a correr, perocontinuéindecisaunossegundosdemás:mevolvíaparahuir,perotíoJackfuemásrápido,ymeencontrémirandounahormigadiminutaqueluchabaentrelahierbaconunamigajadepan.

—¡Nohablaréconustedentodamivida!¡Leodioyledesprecioydeseoquemueramañana!

LadeclaraciónparecióanimaratíoJackmásqueningunaotracosa.Corría buscar consuelo enAtticus, pero élmedijo que yomismahabía traído latormentayqueyaerahoradequenosmarchásemosacasa.Subí al asientotraserodelcochesindespedirmelenadie;encasacorríamicuartoycerrélapuerta de golpe. Jem quiso decirme alguna cosa agradable, pero no se lopermití.

Cuandoinspeccionélosdestrozossólovisieteuochoseñalesencarnadas,y estaba meditando sobre la relatividad cuando alguien llamó a la puerta.PreguntéquiéneraycontestótíoJack.

—¡Váyase!

TíoJackcontestóquesihablabadeaquelmodomepegaríaotravez,conlocualmecallé.Cuandoentróenelcuarto,retrocedíhastaunrincónylevolvíalaespalda.

—Scout—dijo——,¿todavíameodias?

—Váyase,señor,seloruego.

—¿Cómo?Nocreíaquemeguardases resentimientoporaquel lío—dijo

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—.Medesilusionas;tútelobuscaste,ylosabes.

—¡Queno!

Cariño,nopuedesirporahíllamandoalagente...

—Ustednoesjusto—leinterrumpí—,ustednoesjusto.

LascejasdetíoJackseenarcaron.

—¿Nosoyjusto?¿Porquéno?

—Ustedesagradabledeveras,tíoJack,ycreoquelequierohastadespuésdehaberhecholoquehizo,peroustednocomprendemuchoalosniños.

TíoJacksellevólasmanosalascaderasymemiró.

—¿Y por qué no comprendo a los niños, señorita Jean Louise? Unaconducta como la tuya requería poca comprensión. Fue turbulenta,desordenadayabusiva...

—¿Me dará la oportunidad de explicárselo? No me propongo serrespondona,sólotratodeexplicárselo.

Tío Jack se sentó en la cama. Sus cejas se juntaron, y mirándome pordebajodeellas,medijo:

—Sigue.

Yomellenélospulmonesdeaire.

—Bien,enprimerlugar,ustednosedetuvoadarmeunaoportunidadparaexplicarmiversióndelcaso;ustedsecontentóarrojándosecontramí.CuandoJem y yo nos peleamos, Atticus no detiene solamente a escuchar cómo locuentaJem:meescuchamítambién;yensegundolugar,ustedmedijoquenoemplearaaquellaspalabrasmásqueencasodeprovocaciónextrema,Francismeprovocóbastanteparapartirlelacalabaza...

TíoJackserascólacabeza.

—¿Cuálestuversióndelcaso,Scout?

—Francis le llamó una cosa fea a Atticus, y yo no estaba dispuesta aconsentírselo.

—¿Quécosalellamó?

—Ama—negros.Noestoymuyseguradeloquesignifique,perodelmodoquelodijoFrancis...Ahoralediréunacosa,tíoJack,queme...juroanteDiossisoycapazdeestarsentadaallíylepermitoquedigaalgodeAtticus...

—¿Esolellamó?

—Síseñor,selollamó,ymuchomás.DijoqueAtticusseríalaruinadela

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familiayquedejabaqueJemyyofuésemosunossalvajes...

PorlaexpresióndelacaradetíoJack,penséquemelacargaríaotravez.Perocuandodijo:

—Nosocuparemosdeesto—comprendíquequienselaibaacargarseríaFrancis—.Medalaideadeirmealláestamismanoche.

—Seloruego,señor,déjelo.Seloruego.

—Notengointencióndedejarlo—dijo—.Alexandradebesaberlo.Laideade...Esperahastaquelehayaechadomanoaesemuchacho...

—TíoJack,prométameunacosa,porfavor.PrométamequenolediránadaaAtticus.Me...mepidióunavezquenopermitiesequenadaqueoyeraacercade él me hiciese perder la cabeza, y preferiría que se imaginase quepeleábamosporalgunaotracosa.prométamelo,porfavor...

—NomegustaqueFrancissequedesincastigoporunacosaasí...

—No se quedó. ¿Le parece que podría vendarme lamano? Todavíamesangraunpoco.

Claro que te la vendaré, niña. No conozco ninguna mano que pudieravendarmásagusto.¿Quieresveniracá?

Tío Jack se inclinó en una galante reverencia indicándome el cuarto debaño.Mientraslimpiabayvendabamisnudillos,meentreteníaconunrelatosobre un anciano caballero, miope y ridículo, que tenía un gato llamado'Hodge'yquecuandoibaalaciudadcontabatodaslasgrietasdelaacera.

—Ya está—dijo—. Tendrás una cicatriz nada femenina en el dedo delanillodeboda.

—Gracias,señor.¡TíoJack!

—Señorita...

—¿Quéesunaramera?

TíoJacksesumergióenotrolargocuentosobreunprimerministroviejoquesesentabaen laCámarade losComunesy levantabaunaplumaalaire,soplando, y probaba demantenerla en vuelo,mientras todos los demás a sualrededorperdíanlacabeza.Mefiguroquetratabadecontestaramipregunta,peroyonoleveíaningúnsentido.

Más tarde, cuando yo debía estar en la cama, fui hasta el vestíbulo parabeberuntragodeagua,yoíaAtticusyatíoJackenlasala:

—Nomecasarénunca,Atticus.

—¿Porqué?

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—Podríatenerhijos.

—Hasdeaprendermucho,Jack—dijoAtticus.

—Losé.Tuhijamehadadolaprimeralecciónestatarde.Mehadichoqueno comprendíamucho a los niños ymeha explicadopor qué.Teníamucharazón.Mehaexplicadocómodebítratarla;oh,querido,cuántolamentohabersaltadosobreella.

Atticusserío.

—Se lo ganó, de modo que no sientas demasiado remordimiento. Yoaguardéconelalmaenunhilo,creyendoquetíoJackexplicaríaaAtticusmiversióndelcaso.Peronoselaexplicó.Selimitóamurmurar:

—El uso que hace de invectivas de cuarto de aseo no deja sitio para laimaginación. Pero no sabe el sentido de la mitad de lo que dice; me hapreguntadoquéeraunaramera...

—¿Selohasdicho?

—No,lehehabladodelordMelbourne.

— ¡Jack! Por la bondad divina, cuando un niño te pregunte algo,contéstale. Los niños son niños, pero sorprenden una evasiva con mayorprestezaquelosadultos,ylasevasivassolamentesivenparaatontarles.No—murmuró mi padre—, esta tarde has tenido la respuesta acertada, pero losmotivoseranequivocados.Ellenguajefeoesunafaseporlaquepasantodoslosniños,quedesaparececuandosedancuentadequeconlasmalaspalabrasno llaman la atención. En cambio, la testarudez no desaparece. Scout ha deaprenderaconservarlacalma,yhadeaprenderpronto,conloquelereservanlospróximosmeses.Detodosmodos,vaprogresando.Jemsehacemayor,yella sigueahoraunpoco suejemplo.Todo loquenecesita esque la ayudenalgunavez.

—Atticus,túnuncalehaspuestolamanoencima.

—Loconfieso.Hastaahorahepodidoseguiradelanteconamenazas,nadamás.Jack,Scoutmeobedecelomejorquesabe.Lamitaddelasvecesnollegaalameta,perolointenta.

—EstanoeslasolucióndijotíoJack.

—No,lasoluciónesqueellasabequeyoconozcoquelointenta.Heahíloque importa. Lo queme atormenta es que ella y Jem tendrán que soportarpronto algunas cosas desagradables.No temo que Jemno sepa conservar lacalma,peroScout,cuandoestáenjuegosuorgullo,searrojasobreunoconlamismarapidezquelavista...

YoesperéparaversitíoJackrompíasupromesa.Todavíanolohizo.

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—Atticus, ¿será muy grave el caso? No has tenido mucha ocasión dehablarmedeél.

—Podría haber sido peor, Jack. Lo único que tenemos es palabra de unnegrocontraladelosEwell.Laspruebassereducenalode'lohiciste;nolohice'.NosepuedeesperarqueelJuradoacepte lapalabradeTomRobinsoncontraladelosEwell¿ConocesalosEwell?

TíoJackdijoquesí;losrecordaba.Yselosdescribió;peroAtticusdijo:

—Tequedasatrasadoenunageneración.Sinembargo,losEwellactualessonigual.

—¿Quéharás,pues?

—Antes de terminar, me propongo destrozar un poco el tímpano alJurado...De todosmodos,creoqueunaapelaciónnosdaráunaprobabilidadrazonable.Enesteestadionopuedoadivinarlo,enverdad,Jack.Yasabes,yoconfiaba terminarmi vida sin un caso de esta índole, pero John Taylormeseñalóconeldedoydijo:'Ustedeselhombre'.

—Apartaddemíesecáliz,¿eh?

—Exacto.Pero,¿creesquedeotromodopodríaVolveramiraralacaraamishijos?Túsabes lomismoqueyo loquehadeocurrir,yesperoyruegoqueJemyScoutatraviesenlapruebasinamargura,ysobretodo,sincontraerlaenfermedadcorrientedeMaycomb.Elmotivodequepersonasrazonablesseponganadelirarcomodementesencuantosurgealgorelacionadoconunnegroescosaquenopretendocomprender...ConfíonadamásenqueJemyScout acudirán amí para resolver sus dudas en lugar de prestar oídos a lapoblación.Esperoquetendránbastanteconfianzaenmí...¡JeanLouise!

Lacabezamediounsalto.Laasoméporlaesquina.

¡Señor!

—Vetealacama.

Meescabullíhaciamicuartoymeacosté.TíoJackhabíasidounpríncipedeloshombresalnotraicionarme.PeronosupeimaginarmecómoseenteróAtticusdequeestabaescuchando,ysóloalcabodemuchosañoscomprendíquequeríaqueoyesetodaslaspalabrasquedijo.

10

Atticus estaba débil; se acercaba a los cincuenta. Cuando Jem y yo le

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preguntábamos por qué era tan viejo, nos respondía que había empezado avivir tarde, lo cual nosotros lo reflejábamos sobre sus habilidades y suvirilidad. Atticus era mucho más viejo que los padres de nuestroscondiscípulos,yJemyyonopodíamosreplicarnadacuandoloscompañerosrespectivosdeclasecomenzaban'Mipadre...'

Jem estaba loco por el fútbol. Atticus no se cansaba nunca jugar deguardameta,perocuandoJemqueríadisputarlelapelota,Atticussolíadecir:

—Soydemasiadoviejoparaesto,hijo.

Atticus no hacía nada; trabajaba en una oficina, no en una droguería.AtticusnoconducíauncamiónvolqueteacuentadelCondado,noerasheriffno cultivaba tierras, no trabajaba en un garaje, ni hacía nada que pudieradespertarlaadmiracióndenadie.

Aparte de lo dicho, llevaba gafas.Estaba casi ciego del ojo izquierdo, ydecía que los ojos izquierdos eran lamaldición tribal de los Finch.Cuandoqueríaverbienalgunacosa,volvíalacabezaymirabaconelojoderecho.

No hacia las mismas cosas que los padres de nuestros compañeros declase:jamásibadecaza,nojugabapóker,nipescaba,nibebía,nifumaba.Sesentabaenlasalayleía.

Con esos atributos, no obstante, no quedaba tan olvidado comonosotroshabríamos deseado: aquel año en la escuela zumbaban las conversacionesacercadequenuestropadredefendíaTomRobinson,yningunadeellasteníauntonolaudatorio.DespuésdemialtercadoconCecilJacobs,conmotivodelcualme comprometí a una política de cobardía, corrió la voz de que ScoutFinch no se pelearía más, ya que su padre no se lo permitía. Esto no eraabsolutamenteexacto:yono lucharíaenpúblicoporAtticus,pero la familiaeraunterrenoparticular.Lucharíaconcualquieradesdeprimodetercergradoparaarribacon losdientesy lasuñas.FrancisHancock,porejemplo, estabaenteradodeello.

Cuandonosregalólosriflesdeairecomprimido,Atticusquisoenseñarnosatirar.TíoJacknosinstruyóenlosrudimentosdetaldeporte,ynosdijoqueaAtticusnoleinteresabanlasarmas.AtticusledijoundíaaJem:

—Preferiríaquedisparaseiscontrabotesvacíosenelpatiotrasero,peroséqueperseguiréisalospájaros.Matadtodoslosarrendajosazulesquequeráis,sipodéisdarles,perorecordadquematarunruiseñorespecado.

AquéllafuelaúnicavezqueleoídeciraAtticusqueéstaoaquellaacciónfuesenpecado,e—interroguéamissMaudiesobreelcaso.

—Tu padre tiene razónme respondió—.Los ruiseñores no se dedican aotracosaqueacantarparaalegrarnos.Nodevoranlosfrutosdeloshuertos,no

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anidanenlosarconesdelmaíz,nohacennadamásquederramarelcorazón,cantandoparanuestrodeleite.Poresoespecadomatarunruiseñor.

—MissMaudie,ésteesunbarrioviejo,¿verdad?

—Existedesdehacemásañosquelamismaciudad.

—No,quierodecirquelagentedenuestracalleesvieja.Jemyyosomoslosúnicosniñosquehayporaquí.MistressDuboseseacercamuchoaloscienaños,missRachelesvieja,ytambiénlosonustedyAtticus.

—YonodiríaquealoscincuentaseaunomuyviejoreplicómissMaudieconaspereza—.Todavíanomellevanenunsillónderuedas,¿verdadqueno?Yatupadretampoco.PerodebodecirquelaProvidenciatuvolabondaddequemaraquelmausoleoantiguoqueeramicasa,ysoydemasiadoviejaparaVolver a levantarla... Quizá tengas razón, Jean Louise, éste es un barrio degentesosegada.Tújamáshastratadomuchocongentejoven,¿verdadqueno?

—Si,enlaescuela.

—Quiero decir personas que sean mayores y jóvenes. Eres afortunada,debessaberlo.TúyJemhabéisdisfrutadodelbeneficiodelaedaddetupadre.Siélhubiesetenidotreintaaños,habríashalladounavidamuydistinta.

—Habríasidodistinta,sinduda.Atticusnosabehacernada...

—Te sorprendería—dijo missMaudie—. Aún queda mucha vida en sucuerpo.

—¿Quésabehacer?

—Puessaberedactaruntestamentodecualquieracontalminuciosidadquenadiepuedebuscarlepelos.

—Bah...

—¿YnosabíasqueeselmejorjugadordeajedrezdeestaPoblación?Mira,abajoenelDesembarcadero,cuandoéramoschicosaún,AtticusFinchvencíaatodosloscontrincantesdeambasorillasdelrío.

—BuenDios,missMaudie,Jemyyoleganamostodaslaspartidas.

—Ya es hora, pues, de que sepáis que ganáis porque os deja. ¿estabaisenteradadequesabetocarelarpajudía?

Estamodestahabilidadhizoque todavíamesintieramásavergonzadademipadre.

—Pues...—dijomiinterlocutora.

—¿Puesqué,missMaudie?

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—Puesnada.Nada...;parecequecontodoestodeberíasestarorgullosadeél. No todo el mundo sabe tocar un arpa judía. ahora no estorbes a loscarpinteros.Yoestaréconmisazaleasnopodrévigilarte.Podríaherirtealgúnmadero.

Me fui al patio posterior y encontré a Jemdisparando contra unbote dehojalata,cosaqueparecíaestúpida,con tantosarrendajosazulescomohabíapor allí. Volvía al patio de la fachada y durante dos horas me atareélevantando, a un costadodel porcheun complicadoparapeto, consistente enunacubiertadecocheunacajadenavajas,elcanastodelaropa,lassillasdelporcheunabanderadelosEE.UU.queJemhabíaencontradoenunacajaderosetasdemaíz,yquemeregaló.

Cuando Atticus llegó a casa para la comida, me encontró acurrucadadetrás,apuntandoalotroladodelacalle.

—¿Contraquévasadisparar?

—ContralapartetraserademissMaudie.

Atticus se volvió y viomi abundante blancodoblado sobre los arbustos.Echándoseelsombrerohaciaatrás,cruzólacalle.

— ¡Maudie gritó—, creo conveniente advertirte! ¡Corres considerablepeligro!

MissMaudieseirguióyvolviólavistahaciamí,exclamando:

—Atticus,eresundemoniodelinfierno.

Alregresar,Atticusmeordenóquelevantaseelcampamento.

—Nopermitasquevuelvaasorprendertenuncaapuntandonadieconesaarma—medijo.

Yodeseéquemipadrefueseundemoniodelinfierno.SondeéaCalpurniasobre la cuestión que me preocupaba. —¿Míster Finch? Vaya, sabe hacerinfinidaddecosas.

¿Comoporejemplo?—pregunté.Calpurniaserascólacabeza.

—Pues,noloséexactamente—contestó.

Jem subrayó la fase cuando preguntó a Atticus si jugaría por losmetodistas, y éste contestó que si jugara se rompería el cuello, que erademasiado viejo para aquellas cosas. Los metodistas trataban de pagar lahipoteca que pesaba sobre su templo, y habían retado a los bautistas a unpartidodefútbol.Todoslospadresdelaciudadjugaban,excepto,alparecer,Atticus.Jemdijoquenoiríasiquiera,peroeraincapazderesistirsealfútbolencualquiera de sus formas, y permaneciómalhumorado en las líneas laterales

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conAtticusyconmigoviendoalpadredeCecilJacobsmarcartantosparalosbautistas.

Unsábado,Jemyyodecidimossalirdeexploraciónconnuestrosriflesdeairecomprimidoparaversiencontrábamosunconejoounaardilla.Habíamosido quizá unas quinientas yardas más allá de la Mansión Radley cuandoadvertí que Jem miraba sesgadamente calle abajo. Había vuelto la cabezahacíaunladoymirabaporelrabillodelojo.

—¿Quéestásmirando?

—Aquelperroviejodealláabajo—dijo.

—Eselviejo'TimJohnson',¿verdad?

—Si.

'Tim Johnson' era propiedad de míster Harry Johnson, que guiaba elautobúsdeMobileyvivíaenelextremomeridionaldelaciudad.'Tim'eraunperroperdiguero,colordehígado,elmimadodeMaycomb.

—¿Quéhace?

—Nolosé,Scout.Serámejorquenosvayamosacasa.

—Bah,Jem,estamosenfebrero.

—Nomeimporta,seloexplicaréaCalpurnia.

Nosprecipitamoshaciacasaycorrimosalacocina.

Cal—dijoJem—,¿podríassaliralaaceraunminuto?

—¿Para qué, Jem?Yo no puedo salir a la acera cada vez que túme lopides.

—Hayunperroalláabajoquelepasaalgo.

Calpurniasuspiró.

—Ahoranopuedovendarlaspatasdeningúnperro.Enelcuartodebañohaygasa:veabuscarlayhazlotúmismo.

Jemmeneólacabeza.

—Estáenfermo,Cal.Lepasaalgoraro.

—¿Quéhace?¿Pruebademorderselacola?

—No,haceasí...—Jemhizounosmovimientosdedegluciónparecidosalosdeunacarpa,encogióloshombrosydoblóeltorso—.Andadeestemodo,perocomosinolohicieraadrede.

—¿Meestáscontandouncuento,Jem?—lavozdeCalpurniaseendureció.

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NoCal,juroqueno.

—¿Corría?

—No,sóloavivaelpaso,aunquetanpocoqueapenassenota.Vienehaciaestaparte.

CalpurniaselavólasmanosysalióalpatiodetrásdeJem.

—Noveoningúnperro—dijo.

Nos siguió hasta más allá de la Mansión Radley y miró hacia dondeseñalabaJem.TimJohnsonnoeramuchomásqueunamanchadistante,peroestabamás cercadenosotros.Andabadeunmodo raro, como si tuviera laspiernasdelanterasmás cortasque las traseras.Mehacíapensar enun cocheencalladoenunarenal.

—Sehavueltopatituerto—dijoJem.

Calpurniamiróconojosmuyabiertos,luegonoscogióporloshombrosynos hizo regresar corriendo a casa. Cerró la puerta de madera detrás denosotros,cogióelteléfonoygritó:

—¡Póngame con la oficina de míster Finch!—al cabo de un momentogritaba:¡MísterFinch!SoyCal.JuroporDiosqueuntrechoabajodelacallehayunperrorabioso...Vienehaciaacá,sí,señor...,es...místerFinch,declaroquees...elviejo'TimJohnson',si,señor...,si,señor..,si...

Colgó,ycuandoprobamosdepreguntarlequéhabíadichoAtticus,moviólacabeza.Hizosonarelsoportedelteléfonoydijo:

—MissEulaMay,heterminadodehablarconmísterFinch;leruegoquenomeconectemás...Escuche,missEulaMay,¿podríallamaramissRachelyamissStephanieCrawfordya todos losdeestacalleque tengan teléfonoydecirlesquevienehaciaacáunperrorabioso?¡Seloruego,señora!Calpurniaescuchó unos momentos. Ya sé que estamos en febrero, miss May, peroreconozcounperrorabiosoconsóloverlo.Porfavor,señora,deseprisa.

LuegopreguntóaJem:

—¿TienenteléfonolosRadley?

Jemconsultóellistínydijoqueno.

—Detodosmodos,nosaldrán,Cal.

—Nomeimporta,voyaavisarles.

Ycorrióalporchedelafachada,seguidadeJemydemí,quelepisábamoslostalones.

—¡Vosotrosquedaosencasa!—gritó.

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LosvecinoshabíanrecibidoelmensajedeCalpurnia;todaslaspuertasquequedabandentrodellímitedenuestravisiónestabacerradasherméticamente.Novimosnirastrode'TimJohnson'.ConlamiradaseguimosaCalpurnia,quecorrióhacialaMansiónRadleylevantándoselafaldayeldelantalporencimadelasrodillas.Despuésdesubirlasescalerasdelafachada,golpeóconfurialapuerta.Noobtuvorespuesta,yentoncesgritó:

—¡MísterNathan,místerArthur,vieneunperrorabioso!¡Vieneunperrorabioso!

—Tendríaquedarlavueltayentrarpordetrás—dijeyo.

Jemmoviólacabezanegativamente.

—Ahorayaeslomismo.

Calpurniagolpeólapuertaenvano.Nadieagradeciósumensaje,yparecióquenolohabíaoídonadie.

MientrasCalpumia venía como una flecha hacia el portal trasero, por elpaseodeentradaasomóun 'Ford'negro.AtticusymísterHeckTatesaltarondelcoche.

Míster Heck Tate era el sheriff del Condado deMaycomb. Era tan altocomo Atticus, pero más delgado. Tenía la nariz larga, llevaba botas conojalitosbrillantesdemetal,pantalonesdemontarychaquetadeleñador.Desucinturónasomabaunahileradebalas.Empuñabaunpesadorifle.CuandoélyAtticusllegaronalporche,Jemabriólapuerta.

—Quédatedentro,hijo—dijoAtticus—.¿DóndeestáCal?

—Yadeberíaestarahoraallí—contestóCalpurnia,señalandocalleabajo.

—Nocorre,¿verdadqueno?—preguntómísterTate.

—No,señor,estáenlafasedelosestremecimientos,místerHeck.

—¿Salimosasuencuentro,Heck?—preguntóAtticus.

—Será mejor que aguardemos, míster Finch. Generalmente siempreavanzanen línea recta,peronoesposibleasegurarlo.Acasosiga lacurva...,confíoenqueno lohaga,puesenestecasometeríadirectamentedentrodelpatiotraserodelosRadley.Esperemosunminuto.

—NocreoquesemetaenelpatiotraserodelosRadley—replicóAtticus—.Lavalíaledetendría.Probablementeseguirálacalle...

Yocreíaque losperros rabiosossacabanespumapor laboca,galopaban,dabansaltosysearrojabansobre lagargantade lagente,yque todoesto lohacíanenagosto.Si'TimJohnson'hubieseactuadosegúnestemodelo,hubieraestadomenosasustada.

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No hay otra cosa más muerta que una calle desierta, aguardando. Losárbolesestabaninmóviles,losruiseñorescallados,loscarpinterosdelacasademissMaudiehabíandesaparecido.OíquemísterTateestornudabayluegosesonabalanariz.Levilevantarelarmahastaelángulodelcodo.VilacarademissStephanieCrawfordenmarcadaenelcristaldelaventanadesupuertadelafachada.MissMaudieapareció,ysequedóasulado.Atticusapoyóunpieenun travesañodeuna sillay se frotó lentamenteun ladodelmuslo con lamano.

—Allíestá—dijoconvozpausada.

'TimJohnson'aparecióalavista,andandoaciegasporelbordeinteriordelacurvaparalelaalacasadelosRadley.

—Míralo —susurró Jem—. Míster Heck decía que caminaban en línearecta.Esenisiquierasabeseguirladelacalle.

—Parecemásenfermoqueotracosa—dijeyo.

—Dejaqueselepongaalgodelanteyselanzaráhaciaelloderechamente.

MísterTatesellevólamanoalafrenteyseinclinóadelante.

—Lehacogido,nocabeduda,místerFinch.

'TimJohnson'avanzabaapasodecaracol,perono jugabaniolfateabaelfollaje;parecíahaberse señaladouna trayectoriadeterminada, impulsadoporunafuerzainvisiblequelehacíaavanzarlentamentehacianosotros.Levimosestremecersecomoelcaballoqueexpulsalasmoscas;suquijadaseabríaysecerraba;parecíasinconciencia,comosialgo leempujasepocoapocohacianosotros.

—Estábuscandounlugardondemorir—dijoJem.

MísterTatesevolvió.

—Estámuy lejos todavíade lamuerte, Jem; todavíanohaentradoen lafaseaguda.

'TimJohnson'llegóalacallelateralquecorríapordelantedelaMansiónRadley. Lo que quedaba de su pobre entendimiento le hizo pararse yconsiderar, al parecer, qué camino tomaría. Dio unos pasos indecisos y sedetuvodelantede lapuertadelpatiode losRadley; luego tratódeVolverse,peroleresultabadifícil.

Atticusdijo.

—Estáatiro,Heck.Esmejorqueledéahora,antesdequebajeporlacallelateral,Dios sabequiénpuedehaber alotro ladode la esquina.Vetedentro,Cal.

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Calpurniaabriólapuertavidriera,pasóelcerrojotrassíysequedóconelmangoenlamano.Tratabadetaparnoslavistaconsucuerpo,peroJemyyomirábamospordebajodesusbrazos.

Cójalo, míster Finch—míster Tate ofrecía el rifle a Atticus; Jem y yoestuvimosapuntodedesmayamos.

—Nopierdatiempo,Heck—replicóAtticus—.Adelante.

—MísterFinch,hayqueresolverlatareadeunsolotiro.

Atticusmoviólacabezaconvehemencia.

—¡Nosequedeahíparado,Heck!Elperronoleesperarátodoeldía...

—¡PoramordeDios,místerFinch,veadóndeestá!¡SiyerroeltirometolabaladentrodelacasadelosRadley!¡Yonosoytanbuentirador!¡Austedleconsta!

—Yyonohedisparadounarmadesdehacetreintaaños...

MísterTatecasiarrojóelrifleaAtticus.

—Mesentiríamuysatisfechosiladisparaseahora—dijo.

Como en una bruma, Jemy yo observamos a nuestro padre cogiendo elrifleysaliendohastaelcentrodelacalle.Andabadeprisa,peroamísemeantojó que se movía como un nadador debajo del agua: el tiempo parecíaarrastrarseconunalentituddesesperante.

CuandoAtticusselevantólasgafas,Calpumiamurmuró:

—DulceJesús,ayúdale—ysellevólasmanosalasmejillas.

Atticussesubiólasgafasalafrente,peroseledeslizaronabajo.Entonceslasdejócaeralsuelo.Enelsilencio,oíelruidodelgolpe.Atticusserestrególosojosylabarbilla;levimosparpadearvivamente.

DelantedelapuertadelosRadley,'TimJohnson'habíapuestoenjuegoelpoco entendimiento que le quedaba. Había dadomedia vuelta por fin, paraseguirlatrayectoriaprimera,subiendopornuestracalle.Diounpardepasosadelante, luego se paró y levantó la cabeza. Vimos que su cuerpo se poníarígido.

Conmovimientos rápidos que parecían simultáneos, lamano de Atticusdio un tirón a la bola del extremo de una palanca almismo tiempo que seapoyabaelarmaenelhombro.

Elriflerugió. 'TimJohnson'diounsalto,sedesplomóycayóenlaaceraformandounmontónpardoyblanco.Nosupoloquelehabíaherido.

Míster Tate saltó del porche y corrió hacia laMansión Radley. Se paró

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delantedelperro,seagachó,volvióseysediounosgolpecitosconelíndiceenlafrente,encimadelojoizquierdo.

—¡Hadesviadounpocohacialaderecha,místerFinch!—gritó.

—Siempremeocurría—respondióAtticus—.Si hubiesepodido elegir amigustohabríacogidounaescopeta.

Se inclinó, recogió las gafas, trituró las lentes rotas con el tacón hastaconvertirlasenpolvo,fuehastadondeestabamísterTateysequedómirandoa'TimJohnson'.

Laspuertasseabrieronuna trasotra,y losvecinos fuerondando,pocoapoco, señales de vida.MissMaudie bajó las escaleras en compañía demissStephanieCrawford.

Jem estaba paralizado. Yo le pellizqué para ponerle en marcha, perocuandoAtticusvioquenosacercábamos,nosgritó:

—Quedaosdondeestáis!

CuandomísterTateyAtticusregresaronalpatio,elprimerosonreía.

—Mandaré a Zeebo que lo recoja—dijo—. No lo ha olvidado mucho,místerFinch.Dicenqueunonopierdenunca la habilidad.Atticusguardabasilencio.

—¡Atticus!—dijoJem.

—¿Qué?

—Nada.

—¡LohevistoFinch'Untiro'!

Atticusgirósobresustalonesyseencontrócaraacaraconmis,Maudie.Semiraronsindecirnada,yAtticussubióalcochedesheriff.

—Venacá—ledijoaJem—.Noosacerquéisalperro,¿comprendes?Noosacerquéisaél;estanpeligrosomuertocomovivo.

—Sí,señor—respondióJem—.Atticus...

—¿Quéhijo?

—Nada.

—¿Quétepasa,muchacho,nosabeshablar?—dijomísterTatesonriendoaJem—.¿Nosabíasquetupadre...?

Cállate,Heck—ordenóAtticus—.Volvamosalaciudad.

Cuandosehubieronmarchado,Jemyyonosfuimosalasescalerasdelafachada demiss Stephanie y nos sentamos aguardando a que llegaseZeebo

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conelcamióndelabasura.

Jemcontinuabamudoyconfuso.MissStephanieCrawforddijo:

—¿Eh?,¿eh?,¿eh?¿Quiénhabríapensadoenquepodíarabiarunperroenfebrero?Quizánoestabarabioso,quizásóloestabalocoynadamás.NomegustaríaverlacaradeHarryJohnsoncuandoregresedelviajeaMobileyseencuentreconqueAtticusFinchhamatadoasuperro.Loquepasaesqueenalgunapartehuboalgoquelepusodemalhumor...

MisMaudiedijoquemissStephaniecantaríaotracancióndistintasi 'TimJohnson'todavíaestuvierasubiendocallearriba,queprontosabríansirabiabaono,porqueenviaríanlacabezaaMontgomery.

Jemrecobró,aunqueconfusamente,elusodelapalabra.

—¿Lehasvisto,Scout?,¿lehasvistoplantadoallá?...Yderepentesehaquedadotantranquilo,yparecíaqueelarmaformabapartedesupersona...yconaquellarapidez,comosi...Yotengoqueapuntardiezminutosparahacerblancoenalgo...

MissMaudiesonrióconmalicia.

—Veamos,señoritaJeanLouise—dijo—,¿todavíapiensasquetupadrenosabehacernada?¿Todavíateavergüenzasdeél?

—No—dijetímidamente.

—Elotrodíaolvidéqueademásdetocarelarpajudía,AtticusFincheraensustiemposeltiradormáscerterodelCondadodeMaycomb.

—Tiradorcertero...—repitióJem.

—Asílohedicho,JemFinch.Supongoqueahoracambiaréisdetonada.Lamismísima idea..., ¿no sabíais que cuando eramuchacho le apodabanFinch'UnTiro'?Caramba,alláabajoenelDesembarcadero,cuandosehacíamayor,si tiraba quince tiros y mataba catorce tórtolas se quejaba de malgastarmuniciones.

—Nuncanoshabíacontadonadadeesto—murmuróJem.

—Nooshabíacontadonada,¿verdadqueno?

—No,señora.

—Mesorprendequeahoranuncasalgadecaza—dije.

—Quizáyopuedaexplicároslo—contestómissMaudie—.Porencimadetodo, vuestro padre es, en el fondo del corazón, un hombre educado. Unahabilidad sobresaliente es un don deDios...; ah, claro, uno ha de ejercitarlaparahacerlaperfecta,peroeltirarnoescomotocarelpiano,uotracosaporel

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estilo.YocreoquequizádejóelarmacuandocomprendióqueDioslehabíaconcedidounaventajapocoequitativasobrelamayoríadeseresvivientes.Mefiguroquedecidiónodispararhastaquesevieraenlaobligacióndehacerlo,yhoysehavisto.

—Parecequedeberíaestarorgullosodeello—dije.

—Laspersonasqueestánensuscabalesnoseenorgullecendesustalentos—respondiómissMaudie.

Entonces vimos llegar el camión de Zeebo. De la parte trasera delvehículo, Zeebo sacó una horca, recogió el perro con gesto vivo, lo arrojósobre la caja del camión y luego derramó un líquido de un bidón sobre elpuntoenquehabíacaído'Tim',asícomoporlosalrededores.

—Duranteunratonoosacerquéisporaquí—nosgritó.

CuandonosfuimosacasaledijeaJemqueellunestendríamosdeverdadalgodequehablarenlaescuela.

—Nodigasunapalabradeello,Scout—mepidió.

—¿Qué?Yalocreoqueladiré.NotodostienenunpadrequeseaelmejortiradordelCondadodeMaycomb.

—Me figuro que si quisiera que lo supiéramos nos lo habría dicho —replicóJem—.Siestuvieraorgullosodeello,noslohubieraexplicado.

—Quizáselefuedelamemoria—objeté.

—No, Scout, es una cosa que tú no comprenderías. Atticus es viejo deveras, pero a mí no me importaría que no supiera hacer nada..., no meimportaría que no supiera hacermaldita cosa.—Jem cogió una piedra y laarrojócontralacochera.Echandoacorrertrasella,megritó—:¡Atticusesuncaballero,lomismoqueyo!

11

Cuandoéramospequeños,Jemyyoconfinábamosnuestrasactividadesalapartesurdelbarrio,perocuandoestuvebienadelantadaenelsegundogradode la escuela y el atormentar a Boo Radley fue cosa pretérita, el sectorcomercialdeMaycombnosatrajoconfrecuenciacallearriba,hastamásalládelafincademistressHenryLafayetteDubose.Eraimposibleiralaciudadsinpasarpordelantedesucasa,amenosquequisiéramosdarunrodeodeunamilla.Losencuentrosdepocamontaquehabíatenidopreviamenteconaquellaseñoranomedejaronganasparaotros;peroJemdecíaquealgunavez tenía

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quehacermemayor.

Dejandoaparteunacriadanegradeserviciopermanente,mistressDubosevivía sola, dos puertas más arriba de la nuestra, en una casa con unasempinadasescalerasenlafachadayunpasilloreducido.Eramuyanciana;sepasabalamayorpartedeldíaenlacama,yelrestoenunsillónderuedas.Serumoreabaquellevabaunapistolaescondidaentresusnumerosasbufandasyenvolturas.

Jemyyo la odiábamos.Si estaba en el porche al pasar, nos escudriñabacon unamirada airada, nos sometía a despiadados interrogatorios acerca denuestra conducta, ynoshacía tristes presagios relativos a loquevaldríamoscuando fuésemos mayores, los cuales podían resumirse siempre en que novaldríamos para nada. Hacía tiempo que abandonamos la idea de pasar pordelantedesucasayendoporlaaceraopuesta;aquellosóloservíaparaqueellalevantaselavozhaciendopartícipesatodoslosvecinosdesusimprecaciones.

Nopodíamoshacernadaqueleagradase.Silasaludabalomásrisueñaquesabíaconun:

—Hola,mistressDubose—recibíaporrespuesta:

— ¡No me digas hola, a mí, niña fea! ¡Debes decirme, buenas tardes,mistressDubose!

Era malvada. Una vez oyó a Jem refiriéndose a nuestro padre con elnombrede'Atticus'ysureacciónfueapoplética.Ademásdeserlosmocososmasrespondonesyantipáticosquepasabanporallí,tuvimosqueescucharqueera una pena que nuestro padre, después de lamuerte demamá, no hubieravueltoacasarse.Damamásencantadoraquenuestramadrenohabíaexistido,decíaella,ydestrozabaelcorazónverqueAtticusFinchpermitíaquesushijoscrecierancomounossalvajes.Yonorecordabaanuestramadre,peroJemsí—a vecesme hablaba de ella—, y cuandomistress Dubose nos disparó sumensaje,sepusolívido.

Despuésdehaber sobrevividoa lospeligrosdeBooRadley,deunperrorabiosoyaotrosterrores,JemdecidióqueeraunacobardíapararsedelantedelasescalerasdelafachadademissRachelyesperar,ydecretóquehabíamosde correr hasta la esquina de la oficina de Correos yendo al encuentro deAtticuscuandoregresabadeltrabajo.Innumerablestardes,AtticusencontrabaaJemfuriosoporalgoquehabíadichomistressDubosemientraspasábamos.

—El remedio está en la calma, hijo —solía contestar Atticus. Es unaseñoraancianayestáenferma.Limítateaconservarlacabezaaltayaportartecomouncaballero.Tedigaloquetedigatudeberconsisteennopermitirquetehagaperderlosestribos.

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Jemreplicabaquenodebíadeestarmuyenfermacuandogritabadeaquelmodo.Cuandollegábamoslostresalaalturadesucasa,Atticussequitabaelsombreroconunareverencia,lehacíaunademánafectuosoylasaludaba:

—¡Buenosdías,mistressDubose!Estamañanapareceusteduncuadro.

JamásleoídeciraAtticusquéclasedecuadro.Luegolecomunicabalasnoticiasdeljuzgado,ydecíaqueledeseabadetodocorazónunbuendíaparamañana.Enseguidaseponíaelsombrerodenuevo,mesubíaaloshombrosenpresencia de la vieja y nos íbamos a casa bajo la luz del crepúsculo.Huboocasionescomoéstasenquepenséquemipadre,queodiabalasarmasynohabíaestadoenningunaguerra,eraelhombremásvalientequehabíaexistido.

Aldía siguiente al de sudecimosegundo cumpleaños, a Jemquemaba eldinero en el bolsillo, y a primera hora de la tarde nos dirigimos hacia laciudad. Jem pensaba que tendría bastante para comprarse una máquina devapordeminiatura,yunbastónparamí,deesosquesevolteanenlosdesfiles.

Hacíamuchotiempoquepuseyoelojoenaquellavarademando.EstabaenlatiendadeV.J.Elmore,teníaincrustadoscequinesylentejuelas,ycostabadiecisiete centavos. En aquella época ardía en mi la ambición de hacermemayorydesfilarconmibastóndelantedelabandadelInstitutodelCondadodeMaycomb.Habiendodesarrolladomihabilidadhastaelpuntodelanzarunpalo al aire y faltarme poco para cogerlo en la bajada, habíamotivado queCalpurnia nome dejase entrar en casa cada vez queme veía con uno en lamano. Yo pensaba que vencería el inconveniente si tenía un bastoncito deverdad,yconsiderabaqueJemeramuygenerosoalcomprarmeuno.

Cuandopasamospordelante,mistressDuboseestabaensuporche.

—¿Adóndevaisvosotrosdosaestashorasdeldía?—nosgritó—.Ahacernovillos, supongo. ¡Llamaréaldirectory se lodiré!—llevó lasmanosa lasruedasyejecutóungiroperfecto.

—Oh,essábado,mistressDubose—contestóJem.

—Importapocoqueseasábado—dijo,conoscurosentido—.Megustaríasabersivuestropadreestáenteradodedóndeosencontráis.

—Mistress Dubose, nosotros hemos ido a la ciudad solos desde queéramosasí—Jemseinclinóparaseñalarconlapalmadelamanounaalturadeunosdospiessobrelaacera.

— ¡Nomemientas!—chilló—. Jeremy Finch,Maudie Atkinsonme hadichoqueestamañana ledestrozaste laparra scuppernongs. ¡Se lodiráa tupadre y entonces desearás no haber visto nunca la luz del día! ¡Si no temandanal reformatorioantesde lasemanapróxima,esqueyonome llamoDubose!

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Jem, que no se había acercado al árbol demissMaudie desde el veranopasado,yquesabíaque,siselohubierahecho,missMaudienoselodiríaaAtticus,seencerróenunanegativaabsoluta.

— ¡No me contradigas! —bramó mistress Dubose—. Y tú —dijo,señalándomeconundedoartrítico—,¿quéhacesconesemono?¡Deberíasirconvestidoycamisola,señorita!Teharásmayorsirviendomesa,sialguiennotehacecambiardecamino...UnaFinchsirviendomesasenel 'CaféO.K..'...,¡ja!,¡ja!

Yoestabaaterrorizada.El'CaféO.K."eraunafatídicainstitucióndelacaranortedelaplaza.MecogíalbrazodeJem,peroélmehizosoltarleconunasacudida.

—Ven, Scout —susurró—. No le hagas ningún caso; levanta bien lacabeza,nadamás,yséuncaballero.

PeromistressDubosenosretuvo.

¡No solamente una Finch sirviendo mesas, sino uno en el juzgadodefendiendonegros!

Jemsepusorígido.EldisparodemistressDubosehabíahechoblanco,yellalocomprendía.

—Si, ¿verdad? ¿Es qué ha terminado este mundo cuando un Finch serevuelvecontralosquelehanformado?¡Yooslodiré!

—Aquí se llevó lamanoa laboca.Al retirarla, colgabadeellaun largohilo plateado de saliva—. ¡Vuestro padre no vale más que los negros y lacanallaporloscualestrabaja!

Jem se había puesto escarlata. Le tiré de la manga, y mientrascaminábamos por la acera nos siguió una filípica acerca de la degeneraciónmoral de nuestra familia, cuya premisa más considerable era que, de todosmodos,lamitaddelosFinchestabanenasilo;aunquesinuestramadrevivieranohabríamosllegadoatalestado.

No estuve segura de qué era lo que le ofendía más a Jem, pero lasalusiones al estado mental de la familia provocaron en mí un vivoresentimientocontramistressDubose.Mehabíaacostumbradocasiaescucharinsultos dirigidos contraAtticus, pero aquel era el primero que venía de unadulto.ExceptoporsuscomentariosconrespectoaAtticus,elataquedemissDuboseeracosatrillada.Laatmósferatraíaunainsinuacióndelverano;enlassombras hacía fresco, pero el sol era caliente, lo cual significaba que seacercabanlosbuenostiempos:sinescuelayconDill.

Jemsecomprósumáquinadevapor,yfuimosalatiendadeElmorepormibastón. A Jem no le causó placer alguno la adquisición; se la metió en el

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bolsilloyderegresoacasacaminósilenciosamenteamilado.PorelcaminolefaltópocoparaquetocaraconelbastónamísterLinkDeas,quienmedijo:

—¡Tencuidadoahora,Scout!—cuandonosupecogerloalvuelo.

Al llegarcercade lacasademistressDubose,elbastónestabasucioporhaberlorecogidodelsuelotantasveces.

En años posteriores, repetidamente me pregunté cuál fue el motivo queimpulsóaJem,porquécausaquebróelmandatode'Séuncaballeronadamás,hijo', y la fase de presuntuosa rectitud en que había entrado recientemente.ProbablementetuvoqueescuchartantastonteríascomoyomismaporelhechodequeAtticusdefendieraeneljuzgadoalosnegros,yyodabapordescontadoque se dominaría los nervios; mi hermano tenía un temperamentonaturalmentetranquiloyseinflamabadespacio.Alasazónsinembargo,creíque la única explicación de su conducta consistía en admitir que, por unosminutos,simplemente,sevolviólocoderabia.

Jem hizo lo que hubiese hecho yo con toda tranquilidad de no habermeencontradobajolaprohibicióndeAtticus,lacualincluíaamientender,elnopelearmeconviejashorribles.ApenallegamosdelantedelapuertademistressDubose,mearrebatóelbastónyascendiendolasescalerasconfuriasalvaje,semetióenelpatiotraserodelaanciana,olvidandotodoloqueAtticusnosdijosiempre,olvidandoquemistressDubosellevabaunapistolaescondidadebajodesusmanteletas,olvidandoquesimistressDuboseerrabael tiro,sucriadaJessieprobablementeacertaría.

No empezó a calmarse hasta que hubo cortado las puntas de todas lasplantas de camelia que mistress Dubose poseía, hasta que el suelo quedóalfombradodecapullosverdesydehojas.Entoncesdoblóelbastónsobre larodilla,lopartióendosyloarrojóalsuelo.

Enaquelmomentoyoestabayadandoalaridos. Jemme tiródelcabello,dijoquenoleimportaba,queVolveríaahacerlosiselepresentabaocasiónyquesinomecallabamearrancaríatodosloscabellosdelacabeza.Yonomecallé y él me dio una patada. Perdí el equilibrio y caí de bruces. Jem melevantó con aire brusco, pero tenía una expresión como si lo lamentase.Nohabíanadaquedecir.

Aquella tarde no se nos antojó ir al encuentro de Atticus, de regreso alhogar. Rondamos huraños por la cocina hasta que Calpurnia nos echó. Poralgún arte demagia, Calpurnia parecía enterada de todo. Calpurnia fue unafuente de alivio menos que satisfactoria, pero le dio a Jem un panecillocalienteconmantequilla,queélpartióendos,dándomelamitadamí.Aquellosabíaaalgodón.

Nosfuimosalasala.Yocogíunarevistadefútbol,encontréunretratode

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DixieHowell,loenseñéaJemydije:

—Estesepareceati.

Fue la cosamás agradable que seme ocurrió decirle, pero no sirvió denada. Jem se sentó junto a las ventanas, acurrucado en una mecedora,esperandoconelceñoadusto.Laluzdeldíaseapagaba.

Dos edades geológicas más tarde, oímos las suelas de los zapatos deAtticus arañando las escaleras de la fachada. La puerta vidriera se cerró degolpe,hubounapausa(Atticusestabadelantedelaperchadelvestíbulo)yleoímosllamar:

—¡Jem!—suvozeracomoelvientodelinvierno.

Atticusencendiólaluzdeltechodelasalaynosencontróallí,inmóviles,petrificados. En unamano llevabami bastón, cuya sucia borla se arrastrabaporlaalfombra.Entoncesextendiólaotramano;conteníahinchadoscapullosdecamelia.

—Jem—dijo—,¿ereselresponsabledeesto?

—Sí,señor.

—¿Porquélohashecho?

Jemrespondióenvozbaja:

—Ellahadichoquedefendíaanegrosycanallas.

—¿Lohashechoporqueellahadichoestaspalabras?

LoslabiosdeJemsemovieron,perosu'Sí,señor'resultóinaudible.

—Hijo,nodudoquetuscontemporáneostehanfastidiadomuchoacausade que yo defienda a los nigros, como vosotros decís, pero hacer una cosacomoéstaaunadamaanciananotieneexcusa.Teaconsejoencarecidamenteque vayas a hablar con mistress Dubose —dijo Atticus—. Después vendirectamenteacasa.

Jemnosemovió.

—Hedichoquevayas.

Yoquisesalirdelasala,detrásdeJem.

—Venacá—meordenóAtticus.Yoretrocedí.

Atticus cogió el Bobile Press y se sentó en lamecedora que Jem habíadejadovacía.Pormivida,nocomprendíacómopodíaseguirsentadoallíconaquellasangrefríacuandosuúnicohijovaróncorríaelconsiderableriesgodemorir asesinado por una antigualla del Ejército Confederado. Por supuesto,

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Jemmehacíaenfadartantoavecesquehabríasidocapazdematarleyo,perosimirábamoslarealidaddesnuda,éleratodoloquetenía.Atticusniparecíadarsecuentadeeso,osisedaba,noleimporta.

Portalmotivoleodié,perocuandounoestáenapurossecansafácilmente;prontomehalléescondidaensuregazo,ylosbrazosdemipadremerodearon.

—Eresdemasiadomayorparamecerte—medijo.

—A ti no te importa lo que le pase —dije yo—. Le has enviado tantranquiloaquelepeguenuntiro,cuandotodoloquehahechohasidosalirentudefensa.

Atticusmeempujólacabezadebajodesubarbilla,diciendo:

—Todavía no es tiempo de inquietarse. Jamás creía que Jem perdiese lacabezaporeseasunto;pensabaquemecrearíasmásproblemastú.

Yocontestéquenoveíaporquéhabíamosdeconservarlacalma,alfinyalcabo;enlaescuelanoconocíaanadiequetuvieraqueconservarlacalmapornada.

—Scout—dijoAtticus—,cuandollegueelveranotendrásqueconservarlacalmaantecosasmuchopeores...Noesequitativopara tiyparaJem, lo sé,peroaveceshemosde tomar lascosasdelmejormodoposible,ydelmodoquenoscomportemoscuandoesténenjuegolasapuestas...Bien,todoloquepuedodecir esquecuando túy Jemseáismayores,quizáVolveréis, lavistahacíaestaépocaconciertacompasiónyconelconvencimientodequenoostraicioné. Este caso, el caso de Tom Robinson, es algo que entra hasta laesenciamisma de la conciencia de un hombre... Scout, yo no podría ir a laiglesiayadoraraDiossinoprobaradeayudaraaquelhombre.

—Atticus,esposiblequeteequivoques...

—¿Cómoeseso?

—Mira, parece que muchos creen que tienen razón ellos y que tú teequivocas...

—Tienen derecho a creerlo, ciertamente, y tienen derecho a que serespetenenabsolutosusopiniones—contestóAtticus—,peroantesdepodervivirconotraspersonastengoquevivirconmigomismo.Laúnicacosaquenoserigeporlaregladelamayoríaeslaconcienciadeuno.

CuandoJemregresómeencontrótodavíaenelregazodemipadre.

—¿Qué, hijo? —preguntó Atticus. Y se puso de pie. Yo procedí a unreconocimientosecretodeJem.Parecíacontinuartododeunapieza,peroteníauna expresión rara en el rostro. Quizá la vieja le había dado una dosis decalomelanos.

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—Lehelimpiadoelpatioyhedichoquemepesaba(aunquenomepesa)yque trabajaríaen su jardín todos los sábadospara tratardehacer renacer lasplantas.

—Nohabíaporquédecirquetepesabasinotepesa—dijoAtticus—.Esviejayestáenferma,Jem.Noselapuedehacerresponsabledeloquediceyhace.Porsupuesto,hubierapreferidoquemelohubiesedichoamíantesqueaninguno de vosotros dos, pero no siempre podemos ver cumplidos nuestrosdeseos.

Jemparecíafascinadoporunarosadelaalfombra.

—Atticus—dijo—,quierequevayaaleerle.

—¿Aleerle?

—Sí, señor. Quiere que vaya todas las tardes al salir de la escuela, ytambiénlossábados,yleleaenaltavozdurantedoshoras.

¿Debohacerlo,Atticus?

—Ciertamente.

—Peroquierequelohagaduranteunmes.

—Entoncesloharásduranteunmes.

Jempusolapuntadelpiedelicadamenteenelcentrode larosayapretó.Porfin,dijo:

—Atticus,enlaaceraestámuybienperodentro...dentroestáoscuroydahormigueos.Haysombrasycosaseneltecho...

Atticussonrióconunasonrisafea.

—Esodeberíaexcitartuimaginación.Figúrate,simplemente,queestásenlacasadelosRadley.

Ellunessiguienteporlatarde,JemyyosubimoslasempinadasescalerasdelacasademistresDuboseyrecorrimoselpasilloabierto.Jem,armadoconIvanhoeyrepletodesuperioresconocimientos,llamóalasegundapuertadelaizquierda.

—¡MistressDubose!—gritó.

Jessieabriólapuertademaderaycorrióelcerrojodeladecristales.

—¿ErestúJemFinch?—dijo—.Teacompañatuhermana.Nosési...

—Hazlesentraralosdos—ordenómistressDubose.

Jessienoshizopasarysefuealacocina.

Un olor opresivo vino a nuestro encuentro apenas cruzamos umbral, un

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olor que había percibido muchas veces en casas grises consumidas por lalluvia,dondehay lámparasdepetróleo, cazosdeaguay sábanasdomésticassin pasar por la colada. Un olor que siempre me dio miedo y me puso enguardia,recelosa.

En el ángulo del cuarto había una cama de latón; y en la camamistressDubose. Yome pregunté si la había puesto allí la acción de Jem, y por unmomentome inspiró pena.Yacía debajo de una pila de colchas y tenía unaexpresióncasiamistosa.

Junto a la cama había un lavabo con una losa demármol; sobre la losahabíaunacucharilla,unajeringaencamadaparalosoídos.unacajadealgodónhidrófilo y un despertador de acero que se sostenía sobre tres patillaspequeñas.

—¿Demodoque tehas traídoa tu suciahermanita?—fueel saludoquenosdedicó.

Jemcontestósosegadamente:

—Mihermananoessucia,yyonoletemoausted—peroadvertíqueletemblabanlasrodillas.

Esperabaunrosariodeimproperios,máslaviejaselimitódecir:

—Puedesempezaraleer,Jeremy.

JemseacomodóenunasillaconasientodecañayabrióIvanhoe.Yomeacerquéotraymesentéasulado.

—Acercaos—ordenómistressDubose—.Poneosalladodelacama.

Nosotros movimos las sillas adelante. Era la vez que había estado máscercadelavieja,yloqueanhelabamáseraretirarlasilladenuevo.

Aquellamujererahorrible.Tenía lacaradelcolordeunafundasuciadealmohada, y en los ángulos de su boca brillaba la humedad, que descendíapausadamente, comounglaciar, por losprofundos surcosque encerraban subarbilla.Lasmanchasvioláceasdelaancianidadmoteabansusmejillas,ysuspálidosojosostentabanunaspupilasnegras,pequeñascomopuntasdeaguja.Tenía lasmanosnudosas,y lascrecidascutículascubríanbuenapartede lasuñas. Su encía inferior no quedaba escondida, y el labio superior lo teníasaliente;de tiempoen tiempo retraíael labio inferiorhacia laencía superiorarrastrando la barbilla en el movimiento. Esto hacía que la humedaddescendiesemásdeprisa.

Nomirémásdelopreciso,JemabriódenuevoIvanhoeysepusoaleer.Probéaseguirle,peroleíademasiadoaprisa.Cuandollegabaaunapalabraqueno conocía se la saltaba, pero mistress Dubose le pescaba y se la hacía

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deletrear. Jem leyó durante veinte minutos quizá; entretanto yo estuvecontemplandolacampanadelachimenea,manchadadehollín,ymirandoporlaventanayhaciatodaspartes,conelfindetenerlavistaapartadadelavieja.A medida que mi hermano seguía leyendo, advertí que las correcciones demistressDuboseibansiendomenos,ymásespaciadas,yqueJemhastahabíadejadounafrasesuspendidaenelaire.MistressDubosenoescuchaba.

Entoncesvolvílavistahacialacama.

AlgolehabíapasadoamistressDubose.Yacíatendidadeespaldas,conlascolchas subidas hasta la barbilla. Sólo se le veían la cabeza y los hombros.Unacabezaquesemovíalentamentedeunladoparaotro.Detardeentardeabríaporcompletolaboca,yyoveíasulenguaondulandolevemente.Sobrelos labios se le acumulaban cintas de saliva, la anciana las echaba hacia elinterior de la boca y abría los labios de nuevo. La boca parecía tener unaexistencia suya particular. Trabajaba por separado e independientemente delrestodelorganismo,afuerayadentro,lomismoqueelagujerodeunaalmejaen la marca baja. De vez en cuando producía un sonido de 'Pt', cual unasustanciaviscosacuandoempiezaahervir.

YotiréaJemdelamanga.

Elmemiró.Luegomiróalacama.Lacabezadelaviejacontinuabaconsumovimientooscilatorioendirecciónanosotros.Jempreguntó:

—MistressDubose,¿seencuentrabien?

Ellanoleoyó.

El despertador se puso a tocar y nos dejó tiesos de espanto. Unminutodespués,conlosnerviostodavíaestremecidos,Jemyyoestábamosenlaaceracamino de casa. No habíamos huido, nos envió Jessie: antes de que lacampana del despertador parase había entrado en el cuarto y nos habíadespedido.

—Fuera—nosdijo—,idosacasa.Enlapuerta,Jemseparóindeciso.

—EslahoradelamedicinaexplicóJessie.

Mientras lapuerta secerrabadetrásdenosotros, lavi andar rápidamentehacialacamademistressDubose.

Eran solamente las tres cuarenta y cinco cuando llegamos a casa, por loque Jemyyo salimos al patio traserohastaque llegóhorade ir a esperar aAtticus.Nuestropadrenostraíadoslápicesamarillosparamíyunarevistadefútbol para Jem, lo cual era supongo, una recompensa muda por nuestraprimerasesióncotidianaconmistressDubose.Jemleexplicócómohabíaido.

—¿Habéistenidomuchomiedo?—preguntóAtticus.

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—No,señor—respondióJem—,peroesmuydesagradable.Sufreataques,oalgoporelestilo.Escupemucho.

—No puede evitarlo. Cuando las personas están enfermas, a veces notienenunaspectoagradable.

—Amímehadadomiedo—dijeyo.

Atticusmemiróporencimadelasgafas.

—NoesprecisoqueacompañesaJem,yalosabes.

LatardesiguienteencasademistressDubosefuelomismoquelaanterior,y lo mismo fue la otra, hasta que gradualmente quedó establecido unprograma:todoempezabanormal;esdecir,mistressDuboseacosabaunratoaJemconsustemasfavoritos;suscameliasylasinclinacionesdeama—negrosdenuestropadre;Pocoapocoibaquedándosecalladay,luego,seolvidabadenosotros.Después sonaba el despertador, Jessie nos empujaba fuera, y restodeldíanospertenecíaporentero.

—Atticuspreguntéunatarde——,¿quéesexactamenteunama—negros?

Atticusteníalacaraseria.

—¿Tehallamadoalguienconesapalabra?

—No, señor, mistress Dubose te lo llama a ti. Todas las tardes seentusiasmadándoteesenombre.Francisme lodijoamí laNavidadpasada,entoncesfuelaprimeravezquelooí.

¿Poresoarremetistecontraél?—preguntóAtticus.

—Sí,señor...

Entonces,¿cómomepreguntasquésignifica?

YotratédeexplicaraAtticusquenofuetantoloquedecíaFranciscomosuformadedecirloloquemepusofuriosa.

Eralomismoquesihubiesedicho'narizmocosa'uotracosaparecida.

Scout —dijo Atticus, ama—negros es simplemente una de esasexpresiones que no significan nada; igual que nariz mocosa. Es difícil deexplicar; la gente ignorante y peleona la emplea cuando se figura que unofavorecealosnegrosmásqueaellayporencimadeella.Sehadeslizadoenel uso de algunas personas, como nosotros mismos, cuando necesitan unapalabravulgaryfeparaponerleunaetiquetaauno.

—Demodoquetúnoeresrealmenteunama—negros,¿verdadqueno?

Claroquelosoy.Hagoloquepuedoporamaratodoelmundo...Avecesmeencuentroenunasituacióndifícil...Niña,noesuninsultoqueaunoleden

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unnombrequeaotroleparecemalo.Elloledemuestraaunolomíseraqueesaquella persona, y no le hiere. Por lo tanto, deja que mistress Dubose seensañecontigo.Lapobretienebastantesproblemasparasí.

Unmes después, una tarde, Jem se iba abriendo camino a través de sirWalter'Scout',comoéllellamaba,ymistressDuboselecorregíaacadafrase,cuandollamaronalapuerta.

—¡Entre!—chillólaanciana.

Atticusentró.SeacercóalacamaycogiólamanodemistressDubose.

—Veníadelaoficinaynohevistoalosniños—dijo—.Hepensadoquequizáestaríanaquí.

Místress Dubose le sonrió. Por mi vida que no sabía imaginarme cómopodíadirigirlapalabraamipadrecuandoparecíaodiarletanto.

—¿Sabequéhoraes,Atticus?—lepreguntó.

—Lascincoycincominutosexactamente.Eldespertadorestápuestoparalascincoymedia.Quieroquesefije.

DesúbitomedicuentadequecadadíahabíamospasadounratomásencasademistressDubose, que el despertador tocabaunpocomás tarde cadadía, y que la anciana estaba sumida por completo en uno de sus ataquescuando sonabaeldespertador.Aqueldíahabíabuscadopelea a Jemdurantedos horas sin la idea de sufrir un ataque, y yome sentía irremediablementecogidaenlatrampa.Eldespertadoreralaseñaldenuestraliberación;siundíanosonaba,¿quéharíamos?

—SemeantojaqueaJemlequedanpocosdíasdelectura—dijoAtticus.

—Sólounasemanamás—replicólaanciana—,únicamenteparaestarbiensegura...

Jemsepusoenpie.

—Pero...

Atticus levantó lamanoy Jem se calló.De regreso a casa, Jemprotestóquesóloteníaqueleerduranteunmes,queelmeshabíapasadoyqueaquellonoerajusto.

—Sólounasemanamás,hijo—ledijoAtticus.

—No—replicóJem.

—Sí—insistióAtticus.

Lasemanasiguiente fuimosacasademistressDubose todos losdías.Eldespertadorhabíacesadodesonar,perolaviejanosdejabaenlibertadconun

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'Yabastará'tanavanzadalatardequecuandoregresábamosAtticussolíaestaren casa leyendo el periódico. Aunque los ataques habían desaparecido, entodos los aspectos mistress Dubose seguía siendo la misma de siempre:cuando sir Walter Scott se enzarzaba en largas descripciones de fosos ycastillos,ellaseaburríaylatomabaconnosotros.

—Jeremy Finch, te dije que habrías de vivir para lamentar habermedestrozadolascamelias.Ahorayalolamentas,¿verdad?

Jemrespondíaquelosentíadeveras.

—Pensabasquepodríasmatarmi"Nievede laMontaña', ¿verdad?Bien,Jessie dice que las puntas vuelven a crecer. La próxima vez sabrás hacer eltrabajomásperfecto,¿verdadquesí?Laarrancarásderaíz,¿noescierto?

Jemcontestabaque,ciertamente,loharíaasí.

—¡Nomehables enmurmullos,muchacho!Levanta la cabezaydi: 'Sí,señora'.Nocreoquetengasánimoparalevantarla,embargo,siendotupadreloquees.

LabarbilladeJemselevantaba,ymihermanomirabaamistressDuboseconunacaralibrederesentimiento.Alolargolassemanashabíacultivadounaexpresióneducadadepersonaquesienteinterés,peroqueviveenotraesfera,expresión que presentaba a la anciana en respuesta a sus invenciones másescalofriantes.

Alfinalllegóeldía.Unatarde,mistressDubosedijo:

Conestobastará.—Pero añadió:Yhemos terminado.—Buendías a losdos.

Habíamos terminado. Acera abajo, corríamos, saltábamos gritábamos enunarrebatodeprofundoalivio.

Aquella primavera fue buena: los días se hicieron más largos nosconcedieron más tiempo para jugar. La mente de Jem está ocupadaprincipalmenteporlasestadísticasvitalesdetodosloscolegialesdelanaciónenteraque jugabanal fútbol.Atticusno leía todas lasnoches laspáginasdedeportedelosperiódicos.juzgarporlosjugadoresenperspectiva,ningunodecuyosnombressabíamospronunciar.AlabamapodríadisputardenuevoaquelañolaRoseBowe.AtticusestabaamitaddelartículodeWindySeaton,unanoche,cuandosonóelteléfono.

Después de contestar a la llamada, Atticus fue hasta la percha delvestíbulo.

MevoyunratoacasademistressDubose—nosdijo—.Notardaré.

Peroestuvofuerahastadespuésdelahoradeirmealacama.Deregreso,

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traíaunacajadebombones.Sesentóenlasalaydejólacajaenelsuelo,alladodelasilla.

—¿Quéquería?—preguntóJem.

HacíamásdeunmesquenohabíamosvistoamistressDubose.Cuandopasábamosyanoestabaenelporche.

—Hamuerto, hijo—respondióAtticus—.Ahora ya no sufre.Ha estadoenfermamuchísimotiempo.Hijo,¿sabíaslacausadesusataques?

Jemmoviólacabezanegativamente.

—MistressDuboseeraunaconsumidorademorfina—explicóAtticus—.La había tomado durante años para calmar el dolor. El médico la habíahabituadoaello.Habríapasadoelrestodelavidasirviéndosedeladroga,yhabríamuertosinsufrirtanto,perolerepugnabademasiado...

—¿Señor?—dijoJem.

Atticusprosiguió:

—Poco antes de su arranque me llamó para redactar el testamento. Eldoctor Reynolds le había dicho que le quedaban pocos meses. Sus asuntosfinancierosestabanenordenperfecto,peroelladijo:'Todavíaquedaunacosaporordenar'.

—¿Quéera?—preguntóJem,perplejo.

—Dijoqueibaadejarestemundosintenerqueestaragradecidaanadienia nada. Jem, cuando uno está enfermo como lo estaba ella, tiene derecho atomar loqueseaparahacermás llevaderossusmales;peromistressDubosenolocreíaasí.Dijoqueantesdemorirqueríaquitarsedelamorfina,ylohizo.

—¿Quieres decir que esto era lo que provocaba aquellos ataques? —preguntóJem.

—Sí,eraesto.Lamayorpartedel tiempoque tú le leíasdudoqueoyeseuna sola palabra de las que pronunciabas. Todo su cuerpo y toda sumenteconcentrabanlaatencióneneldespertador.Sinohubiesescaídoensusmanos,yo te habríamandado que fueses a leerle, de todosmodos. Acaso la hayasdistraídounpoco.Nohabíaotromotivo...

—¿Hamuertolibre?—preguntóJem.

—Comoelairedelasmontañas—respondióAtticus—.Haconservadoelconocimientocasihastaelfinal.—Atticussonrió—.conocimientoylasganasdepelear.Haseguidodesaprobandocordialmentemiconducta,ymehadichoque probablementeme pasaría el resto demi vida depositando fianzas parasacartedecárcel.HamandadoaJessiequetepreparaseestacaja...

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Atticus se inclinó, recogió la caja del suelo y la entregó a Jem. Jem laabrió. Dentro, rodeada de almohadillas de algodón húmedo, había unacamelia,blanca,perfecta,comodecera.Erauna'NievedelaMontaña'.

AJemcasiselesaltabanlosojosdelacara.

— ¡Demonio infernal de vieja! ¡Demonio infernal de vieja! —chilló,arrojandolacameliaalsuelo—¿Porquénopuededejarmeenpaz?

En un abrir y cerrar de ojos, Atticus estuvo de pie delante Jem. Mihermanohundióelrostroenlapecheradelacamisanuestropadre.

—Sssiittt—le dijo—.Yo creo que ha sido sumanera de decirte 'Ahoratodo está como es debido, Jem, todo está en orden'.Ya sabes, era una grandama.

—¿Una dama? —Jem levantó la cabeza. Tenía la cara encarnada—.¿Despuésdetodasaquellascosasquedecíadeti,unadama?

—Loera.Teníasuspuntosdevistapropiossobrelascosasmuydiferentesde los míos, quizá... Hijo, ya te dije que aunque tú no hubieses perdido lacabezatehabríamandadoquefuesesaleerle.Queríaqueviesesunacosadeaquella mujer, quería que vieses lo que es la verdadera bravura, en vez dehacerte la idea de que la bravura la encarna un hombre con un arma en lamano.Unoesvalientecuando,sabiendoquehaperdidoyaantesdeempezar,empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase.Unovencerarasveces,peroalgunavezvence.MistressDubosevenció;todassusnoventay ocho libras triunfaron. Desde su punto de vista, ha muerto sin quedarobligadaanadanianadie.Eralapersonamásvalientequeheconocidoenmivida.

Jem tomó la caja de bombones y la echó al fuego. Luego recogió lacamelia, y cuando me fui a la cama le vi acariciando los blancos pétalos.Atticusestabaleyendoelperiódico.

****

SEGUNDAPARTE

12

Jemteníadoceaños.Erainconsciente,tornadizo;sehacíadifícilvivirconél. Tenía un apetito espantoso, y me ordenó tantas veces que dejase defastidiarlequeconsultéaAtticus.

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—¿Calculasquetienelasolitaria?

Atticusdijoqueno,queJemestabacreciendo.Debíatenerpacienciaconélymolestarlelomenosposible.

Este cambio de Jem se había producido en cuestión de unas semanas.MistressDubosetodavíanosehabíaenfriadoensusepultura...y,sinembargo,Jemparecíahaberagradecidoyalosuficientemicompañíadurantelosdíasenquefuealeerle.Delanochealamañana,alparecer,Jemhabíaadquiridounjuegoextrañodevaloresytratabadeimponérmelosamí:variasvecesllegóalextremodedecirmeloquedebíahacer.Despuésdeunaltercado,rugió:

— ¡Ya sería hora que empezases a ser una muchacha y a portartedebidamente!

YoestalléenlágrimasycorríabuscarconsueloenCalpurnia.

—NoteacongojesmuchopormísterJem...—empezóella.

—¿Mís...terJem?

—Sí,ahorayavieneaser,pocomásomenos,místerJem.

Noestanmayor—dijeyo—.Todoloquenecesitaesalgunoqueledéunapaliza,peroyonosoybastantefuerte.

Niña—respondióCalpurnia—,simísterJemestácreciendo,yonopuedoremediarlo.Ahoraquerráestarmuchosratossolo,haciendotodoloquehacenlosmuchachos, demodo que cuando tengas necesidad de compañía puedesentrarenlacocina.Aquídentroencontraremosinfinidaddecosasquehacer.

Elprincipiodeaquelveranosepresentabaprometedor:Jempodíahacerloquequisiera;yomepasaríaeldíaconCalpurnia,hastaquellegaseDill.Ellaparecía contenta de verme cuando aparecía por la cocina, y al observarlaempecéapensarqueelsermujerrequeríaciertahabilidad.

PerollegóelveranosinqueDillhubiesellegado.Recibídeélunacartayuna fotografía. La carta decía que tenía un padre nuevo, cuyo retrato meacompañaba, y que tendría que quedarse en Meridian porque proyectabanconstruir unbotedepesca.Sunuevopadre era abogadocomoAtticus, peromuchomásjoven.Teníaunacaraagradable,porlocualmealegróqueDilllohubieracapturado,peroquedéabatida.Dillterminabadiciendoquemeamaríaeternamente y que no me preocupase; él vendría a buscarme para casarseconmigo tan pronto como tuviese dinero suficiente, y, por tanto, que leescribiera.

El hecho de tener novio permanente me compensaba muy poco de suausencia.Jamásmehabíadetenidoapensarlo,peroelveranoeraDilljuntoalestanque de peces fumando cordeles, sus ojos animados por complicados

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planesparahacersaliraBooRadley;elveranoeralaprontitudconqueDilllevantabaelbrazoymebesabacuandoJemnoestabamirando,lasañoranzasquecadaunodenosotrosnotabaavecesqueelotrosentía.Conélvidaeraunadulcerutina;sinél,lavidaerainsoportable.Mesentídesdichadadurantedosdías.

Comosiestonofuesebastante,convocaronlalegislaturadelEstadoparauna sesión de urgencia y Atticus estuvo ausente un par de semanas. ElgobernadoransiabaarrancarunoscuantospercebesdelbarcodelEstado;habíaunashuelgasestacionariasenBirmingham;lascolasdelpancrecíancadadíaenlasciudades,lagentedelcamposeempobrecía.PeroestosacontecimientosencontrabanaunadistanciatremendadelmundodeJemymío.

Una mañana nos sorprendió ver en el Montgomery Advertiser unacaricaturaconelpie: 'Finch,deMaycom'.PresentabaaAtticusconpantalóncorto y los pies descalzos, encadenado a una mesa escritorio: estabaescribiendodiligentementemientrasunaschicasdeaspectofrívololegritaban:¡Oye,tú!'.

—Esto es un elogio—explicó Jem—. Atticus pasa el tiempo haciendocosasquesinadielashicieraquedaríanporhacer.

¿Eh?

Además de otras características recientemente adquiridas, había asumidounaireenloquecedordehombreenterado.

—Ah,Scout,cosastalescomoreorganizarelsistemadeimpuestosdeloscondados, y por el estilo. Para la mayoría de hombres son cuestionesextremadamenteáridas.

—¿Cómolosabes?

—Oh,veteydéjameenpaz.Estoyleyendoelperiódico.

Jemviocumplidosudeseo.Yomefuialacocina.

Mientraslesquitabalavainaalosguisantes,Calpurniadijodepronto:

—¿Quéharéconvosotrosestedomingoalahoradeiralaiglesia?

—Nada, me figuro. —Calpurnia entornó los ojos y yo adiviné lo quepasaba por sumente—.Cal—le dije—, ya sabes que nos portaremos bien.Haceañosquenohemoshechonadamaloenlaiglesia.

Evidentemente, Calpurnia se acordaba de un domingo de lluvia en queestábamos a la vez sin padre y sin maestro. Abandonada a sus propiasiniciativas,laclaseatóaEuniceAnnSimpsonaunasillaylapusoenelcuartode la caldera de la calefacción. Luego nos olvidamos de ella y subimos entropelaltemplo,yestábamosescuchandomuycalladoselsermóncuandode

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lostubosdelradiadorsalióunruidoespantosodeporrazos,persistiendohastaque alguno fue a investigar y trajo a Eunice Ann diciendo que no queríarepresentarmás el papel de Shadrach... Jem Finch dijo que si Eunice teníabastantefenosequemaría,peroallíabajohacíamuchocalor.

—Además,Cal, ésta no es la primera vez queAtticus nos deja solos—protesté.

—Sí,perosiempreseaseguradequevuestramaestraestaráallí.Estavezno he oído que lo dijera; me figuro que lo habrá olvidado.—Calpurnia serascólacabeza.Deprontosonrió—.¿Osgustaría,amísterJemyati,veniraltemploconmigo,mañana?

—¿Deveras?

—¿Quémedices?—inquirióellaconunasonrisa.

SiCalpurniamehabíabañadosinmiramientosenotrasocasiones,nohabíasido nada comparado con la inspección de la maniobra habitual de aquelsábadoporlanoche.Mehizoenjabonartodoelcuerpodosveces,pusoaguanuevaenlabañeraparacadaaclarado;mehundiólacabezaenlapila,ymelalavó con jabón Octagon y jabón de Castilla. A Jem le había concedido suconfianzaduranteaños,peroaquellanocheinvadiósusdominios,provocandounestallido:

¿Acasoenestacasanadiepuedetomarunbañosinquetodalafamiliaestémirando?

A lamañana siguiente empezó la tareamás tempranoquede costumbre,para 'repasarnuestras ropas'.CuandoCalpurnia sequedabaapasar lanochecon nosotros dormía en un catre plegable, en la cocina; aquella mañana elcatre estaba cubierto con nuestros vestidos domingueros. Había almidonadotanto elmío que, cuandome sentaba, el vestido quedaba en alto, comounatienda.Mehizo poner las enaguas yme rodeó la cintura conuna faja colorrosa.Yfrotómiszapatosdecharolconunpanecillo fríohastaquesevio lacaraenellos.

—ParececomosifuéramosaunMartesdeCarnaval—dijoJem—.¿Aquévienetodoeso,Calpurnia?

—No quiero que nadie diga que no cuido de mis niños —murmuróCalpurnia—.MísterJem,deningúnmodopuedesllevaresacorbataconaqueltraje.Esverde.

—¿Cuálvamejor?

—Laazul.¿Nolasdistingues?

—¡Eh,eh!—gritéyo—.Jemesciegoparaloscolores.

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Jemsepusoencarnadoderabia,peroCalpurniadijo:

—Vamos,dejadlolosdos.Vaisaira'PrimeraCompra'conlasonrisaenlacara.

La'PrimeraCompraAfricanM.E.Church'estabaenlosQuarters,fueradelos límites meridionales de la ciudad, al otro lado de los caminos de lasaserradoras.Eraunantiguoedificiodemadera,cuyapinturasedesconchaba,el único templo deMaycomb con campanario y campana, llamado 'PrimeraCompra'porquelapagaronconsusprimerasgananciaslosesclavosliberados.Losnegroscelebrabancultoenellatodoslosdomingos,ylosblancosibanajugarallílosdíasdetrabajo.

Elpatioeradearcilladuracomoladrillo,lomismoqueelcementerioquehabíaallado.Simoríaalguienduranteunperiodoseco,cubríanelcadáverconpedazos de hielo hasta que la lluvia ablandaba la tierra. Unas cuantassepulturas del cementerio estaban cubiertas con losas sepulcrales que sedesmijaban;lasmásnuevaspresentabanelcontornoseñaladoconcristalesdebrillantes colores y botellas de 'Coca—Cola' rotas. Los pararrayos queguardaban algunas tumbas denotaban muertos que tenían un descansoinquieto;enlascabecerasdelastumbasdelosniñosseveíancabosdeciriosconsumidos.Erauncementeriodichoso.

Al entrar en el patio de la iglesia nos dio la bienvenida el olor cálido,agridulce, de negro limpio: loción de Corazones de Amor mezclada conasafética,rapé,ColoniaHoyt,tabacodemascar,mentaytalcolila.

CuandonosvieronaJemyamíencompañíadeCalpurnia, loshombresretrocedieronunospasosysequitaronlossombreros;lasmujerescruzaronlosbrazos sobre la cintura, gestos cotidianos de respetuosa atención. Yseparándoseendosfilasnosdejaronunestrechosenderohastalapuertadelaiglesia.CalpurniacaminabaentreJemyyo,respondiendoalossaludosdesusvecinos,vestidosconropasdecoloresllamativos.

—¿Quésepropone,missCal?—preguntóunavozdetrásdenosotros.

Las manos de Calpurnia corrieron a posarse en nuestros hombros, ynosotros nos paramos y miramos a nuestro alrededor; detrás, de pie en elsendero.habíaunamujernegrayalta.Cargabaelpesodelcuerposobreunapiernayapoyabaelcodoizquierdoenlacurvadelacadera,señalándonosconla palma de lamano cara arriba. Tenía la cabeza como una bala, unos ojosrarosenformadealmendra,lanarizrectaylabocadibujandounarcoindio.Parecíamedirsietepiesdeestatura.

SentíquelamanodeCalpurniasemeclavabaenelhombro.

—¿Quéquieres,Lula?—preguntóconunosacentosquenolehabíaoído

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emplearjamás.Hablabaconvozcalmosaydespectiva.

—Quierosaberporquétraesniñosblancosaunaiglesianegra—dijoconlenguajedialectal.

—Son mis acompañantes —contestó Calpurnia. Otra vez me parecióextrañasuvoz:hablabacomolosdemásnegros.

—Si,ycreoquetúereslacompañíaquehayencasadelosFinchdurantelasemana.

Unmurmulloseextendióporlamultitud.

—Noteasustes—mesusurróCalpurnia,aunquelasrosasdesusombrerotemblabandeindignación.

CuandoLulavinohacianosotrosporelsendero,Calpurniadijo:

—Páratedondeestás,negra.

Lulasedetuvo,peroreplicó:

—Notienesobligaciónalgunadetraerniñosblancosaquí:ellostienensuiglesia, nosotros tenemos lanuestra.Esnuestra iglesia, ¿verdadque sí,missCal?

—EselmismoDios,¿verdadquesí?—replicóCalpurnia.

Jemintervino:

—Vámonosacasa,Cal;nonosquierenaquí...

Yoestuvedeacuerdo:nonosqueríanallí.Másbienqueverlo,percibíquela masa de gente se nos acercaba. Parecían apiñarse hacia nosotros, perocuando levanté lamirada haciaCalpurnia vi una expresión divertida en susojos.Cuandomefijédenuevoenelsendero,Lulahabíadesaparecido.Ensulugarhabíaunsólidomurodegentedecolor.

Unnegrosaliódelamuchedumbre.EraZeebo,elquerecogíalabasura.

—MísterJem—dijo—,estamoscontentísimosdetenerlesaustedesaquí.No haga ningún caso aLula, está hoymuy susceptible porque el reverendoSykes la amenazó con purificarla. Es una camorrista de toda la vida, tieneideas extravagantes y maneras altaneras...; todos estamos contentísimos detenerlosaustedesaquí.

Con esto Calpurnia nos dirigió hacia la puerta del templo, donde elreverendoSykesnossaludóynosacompañóhastaelprimerbanco.

Elinteriorde'PrimeraCompra'estabasintechoysinpintar.Alolargodesusparedescolgaban,deunossoportesdebronce,unaslámparasdepetróleo,apagadas; los bancos eran de pino. Detrás del tosco púlpito de roble una

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bandera de seda de un rosa descolorido proclamaba: 'Dios es Amor', únicoadornodeltemplo,siseexceptuabaunhuecograbadodelcuadrodeHuntLaLuz del Mundo. No había signo alguno de piano, órgano, programas deiglesia... La impedimenta eclesiástica familiar que veíamos todos losdomingos.Dentrosereflejabaunaluzvaga,conunfrescorhúmedodisipadopor la aglomeración de fieles. En cada asiento había un abanico barato decartón presentando un abigarrado Jardín deGetsemaní, regalo de 'FerreteríaTyndalCo.'('Nombreustedloquequiera,nosotroslovendemos').

Calpurnianosempujóhaciaelfinalde lafila,ysesentóentreJemyyo.Buscó en el bolso, sacó el pañuelo y desató el duro nudo de monedafraccionariaqueteníaenunapunta.MediounamonedadediezcentavosamíyotraaJem.

—Nosotrostenemosdineronuestro—susurrómihermano.

—Guardadlo—respondióCalpurnia—,soismisinvitados...

La cara de Jemmanifestóunabreve indecisión acercadel valor éticoderetenersumonedapropia,perosucortesíainnatavenció,ysepusolamonedadediezcentavosenelbolsillo.Yoseguísuejemplosinningúnescrúpulodeconciencia.

—Cal—murmuré—,¿dóndeestánloslibrosdeloshimnos?

—Notenemos—mecontestó.

—¿Puescómo...?

—Ssssitt—meordenó.

ElreverendoSykesestabadepiedetrásdelpúlpito,miraalacongregaciónparaimponersilencio.Eraunhombrebajo,recio,conuntrajenegro,corbatanegra,camisablancayunacadenaderelojdeoroquebrillabaalaluzdelasventanastranslúcidas.

—Hermanos y hermanas —dijo—, nos alegra particularmente tenercompañía nueva entre nosotros esta mañana: Miss y míster Finch. Todosconocéisasupadre.Peroantesdeempezarleeréunasnoticias.—ElreverendoSykes revolvió unos papeles, escogió uno y lo sostuvo con el brazo bienestirado—. LaMissionary Society se reúne en casa de la hermana AnnetteReeveselmartespróximo.Traedlalabordecostura.—Enotropapelleyó—:TodosestáisenteradosdelproblemaqueafectaalhermanoTomRobinson.Hasido un miembro fiel de 'Primera Compra' desde era un muchacho. LarecaudaciónqueserecojahoyylostresdomingosveniderosladestinamosaHelen,suesposa,paraayudarleencasa.

YolediuncodazoaJem.

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—EsteeselTomqueAtticus...

—¡Ssstt!

Me volví aCalpurnia, perome hizo callar antes de que abriese la boca.Mortificada,fijémiatenciónenelreverendoSykes,queparecíaesperaraqueyomeapaciguase.

—Elmaestrodemúsicatengalabondaddedirigirnosenelprimerhimno—dijo.

Zeebose levantódesubancoyvinoalpasillocentral,parándosedelantede nosotros, de cara a la congregación. Llevaba un libro de himnos muydestrozado.Loabrióydijo.

—Cantaremosel númerodos sesentay tres.Aquello erademasiadoparamí.

—¿Cómovamosacantarsinohaylibrosdehimnos?Calpurniamurmuró,sonriendo:

—Cállate,niña;dentrodeunminutoloverás.

Zeeboseaclarólagargantayleyóconunavozqueeracomoelretumbardeunaartilleríadistante:

—Hayunpaísalotroladodelrío.

Milagrosamente conjuntadas, un centenar de voces cantaron las palabrasdeZeebo.Laúltimasílaba,prolongadaenunroncoybajoacorde,fueseguidaporlavozdeZeebo:

—Quenosotrosllamamoseternamentedelicioso.

Lamúsica se levantó de nuevo a nuestro alrededor; la última nota vibrólargamente,yZeebolaunióconelversosiguiente:

—Ysólollegamosaaquellaorillaporlaleydelafe.

Lacongregacióntitubeó,Zeeborepitióelversoconcuidado,ylocantaron.Enelcoro,Zeebocerróellibro,locualeraunaseñalparaquelacongregaciónsiguieraadelantesinsuayuda.

Acontinuacióndelasnotasmurientesde'Jubileo',Zeebodijo:

—Enaquellejanopaísdedeliciaseternas,alotroladodelríoluminoso.

Verso por verso, las voces siguieron con sencilla armonía hasta que elhimnoterminóenunmelancólicomurmullo.

YomiréaJem,queestabamirandoaZeeboporelrabillodelojo.Tampocoyoloconsiderabaposible;peroamboslohabíamosoído.

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EntonceselreverendoSykessuplicóalSeñorquebendijesealosenfermosy a los que sufrían, acto que no se diferenciaba de los hábitos de nuestraiglesia, excepto que el reverendo Sykes solicitó la atención de laDivinidadhaciavarioscasosconcretos.

En su sermón, el reverendo denunció sin tapujos el pecado, explicóausteramenteellemadelapareddesuespalda;advirtióasurebañocontralosmales de las bebidas fuertes, del juego y de mujeres ajenas. Loscontrabandistas de licores causaban sobrados contratiempos en losQuarters,pero lasmujeres eran peores. Comome había pasado con frecuencia enmipropio templo,otravezmeenfrentabacon ladoctrinade la Impurezade lasMujeresqueparecíapreocuparatodoslosclérigos.

Jemyyohabíamosoídoelmismosermónundomingoyotro,conunasolavariante. El reverendo Sykes utilizaba su Púlpito con más libertad paraexpresar sus opiniones sobre los alejamientos individuales de la gracia: JimHardy había estado ausente de la iglesia durante cinco domingos, sinencontrarseenfermo;ConstanceJacksonteníaquevigilarsucomportamiento:estabaengravepeligroporpelearseconsusvecinas;habíalevantadoelúnicomurodeodiodelahistoriadelosQuarters.

ElreverendoSykesconcluyósusermón.Puestodepiealladodeunamesaenfrentedelpúlpito,reclamóeltributodelamañana,unprocedimientoqueaJemyamínosresultabaextraño.Unotrasotro,losfielesdesfilarondejandocaermonedasdecincoydediezcentavosenuncazoesmaltadodecafé.Jemyyoseguimoselejemplo,yrecibimosuntierno:

—Muchas gracias, muchas gracias —mientras nuestras monedastintineaban.

Congransorpresanuestra,elreverendoSykesvacióelcazosobrelamesayrastrillólasmonedashacialapalmadesumano.Luegoseirguióydijo:

—Estonoesbastante,hemosdereunirdiezdólares.—Lacongregaciónseagitó—.Todossabéisparaqué:Helennopuededejarasushijospara irseatrabajarmientrasTomestá en la cárcel.Si todosdandiez centavosmás, lostendremos...—ElreverendoSykeshizounaseñalconlamanoyordenóconvozfuerteaalgunosdelfondodelaiglesia—:Alec,cierralaspuertas.Deaquínonadiehastaquetengamosdiezdólares.

Calpurniahurgóensubolsoysacóunmonederodecueroajado.

—No,Cal—susurróJem,cuandoella leentregabaunbrillantecuartodedólar—,podemosponernuestrasmonedas.Damelatuya,Scout.

Laatmósferaempezabaacargarse,ypenséqueelreverendoSykesqueríaarrancar a su rebaño la cantidad requerida bañándolos en sudor. Se oía el

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chasquear de los abanicos, los pies restregaban el suelo, losmascadores detabacosufríanloindecible.

ElreverendoSykesmedejópasmadadiciendo:

—CarlosRichardson,notehevistosubirporestepasillotodavía.

Unhombredelgado,conpantalonescaqui,subióydepositóunamoneda.De los fieles se levantó unmurmullo de aprobación. Entonces el reverendoSykesdijo:

—Quieroquetodoslosquenotenéishijoshagáisunsacrificioydeisdiezcentavosporcabeza.Deestemodoreuniremoslopreciso.

Lenta,penosamente,serecogieronlosdiezdólares.Lapuertaseabrióyunchorrodeairetibionosreanimóatodos.Zeeboleyó,versoporverso,EnlastempestuosasorillasdelJordán,yelserviciosedioporconcluido.

Quería quedarme a explorar, peroCalpurniame empujó hacia el pasillo,delante de ella. En la puerta del templo, mientras Cal estuvo hablando conZeeboysufamilia,JemyyocharlamosconelreverendoSykes.Yoreventabadedeseosdehacerpreguntas,perodeterminéqueesperaríaydejaríaquemelascontestaseCalpurnia.

—Hemos tenido una satisfacción especial al verles aquí —dijo elreverendoSykes—.Estaiglesianotienemejoramigoqueelpadredeustedes.

Micuriosidadestalló.

—¿PorquérecaudabandineroparalaesposadeTomRobinson?

—¿No ha oído el motivo?—preguntó el reverendo—. Helen tiene trespequeñuelosynopuedeiratrabajar...

—¿Cómonoselosllevaconsigo,reverendo?—pregunté.

Era costumbre que los negros que trabajaban en el campoy tenían hijospequeños los dejasen en cualquier sombra mientras ellos trabajaban;generalmente los niños estaban sentados a la sombra entre dos hileras dealgodón.Alosqueporedadnopodíanestarsentados,lasmadreslosllevabanatadosalaespaldaalestilodelasmujeresindias,olosteníanensacos.

ElreverendoSykesvaciló.

—Paradecirlelaverdad,missJeanLouise,Helenencuentradificultadenhallartrabajoestosdías...Cuandolleguelatemporadadelarecolección,creoquemísterLinkDeaslaaceptará.

—¿Porquénoloencuentra,reverendo?

Antes de que él pudiera contestar, sentía la mano de Calpurnia en mi

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hombro.Bajosupresión,dije:

—Ledamoslasgraciasporhabernosdejadovenir.

Jemrepitiólafrase,yemprendimoselcaminodenuestracasa.

—Cal, ya sé que TomRobinson está en el calabozo y que ha cometidoalgúnterribledelito,pero,¿porquénoquierencontrataraHelenlosblancos?—pregunté.

CalpurniacaminabaentreJemyyoconsuvestidodeveladebarcoysusombrerodetubo.

—EsacausadeloquelagentedicequehahechoTom—contestó—.Lagentenodeseatenernadaqueverconningunodefamilia.

—Pero,¿quéhizo,Cal?

Calpurniasuspiró.

—ElviejomísterBobEwellleacusódehabervioladoasuhijaylehizodeteneryencerrarenlacárcel...

—¿Míster Ewell?—Mimemoria se puso enmarcha—. ¿Tiene algo queverconaquellosEwellquevienenelprimerdíadeclaseyluegosemarchanacasa?Caramba,Atticusdijoqueeran labasuramás sucia; jamáshabíaoídohablaraAtticusdenadiecomohablabadelosEwell.Dijo...

—Sí,aquéllosson.

—Puesbien, sienMaycomb todoelmundosabequéclasedegente sonlosEwelldeberíancontrataraHelendemuybuenagana...¿Yquéesviolar,Cal?

—EsunacosaqueselatendrásquepreguntaramísterFinch—contestó—.El sabrá explicártela mejor que yo. ¿Tenéis hambre? El reverendo haprolongadomuchoelservicioestamañana;porlogeneralnoestanaburrido.

—Es lo mismo que nuestro predicador —dijo Jem—. Pero, ¿por quécantáisloshimnosdeaquellamanera?

—¿Versoporverso?—preguntóCalpurnia.

—¿Asílollaman?

—Sí, lo llaman verso por verso. Se hace de este modo desde que yorecuerdo.

Jem dijo que parecía que podían ahorrar el dinero de las cuestacionesduranteunañoeinvertirlocomprandounoscuantoslibrosdehimnos.

Calpurniasepusoareíryexplicó:

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—Noserviríadenada.Nosabenleer.

—¿Nosabenleer?—pregunté—¿Todaaquellagentenosabeleer?

—Esta es la verdad —afirmó Calpurnia, apoyando las palabras con unmovimiento de cabeza—. En 'Primera Compra' no hay más que cuatropersonasquesepanleer...Yosoyunadeellas.

—¿Dóndefuistealaescuela,Cal?—inquirióJem.

—Enningunaparte.Veamosahora...,¿quiénmeenseñóloquesé?LatíademissMaudieAtkinson,laancianamissBuford.

—¿Tanviejaeres?

—Soy más vieja que míster Finch, incluso. —Calpurnia sonrió—. Sinembargo,noséconcertezacuánviejasoy.Unaveznospusimosarememorar,tratando de adivinar los años que tenía... Sólo recuerdo unos años más delpasadoqueél,demodoquenosoymuchomásvieja,sobretodoteniendoencuentaelhechodequeloshombresnorecuerdantanbiencomolasmujeres.

—¿Cuándoestucumpleaños,Cal?

—LocelebroporNavidad,deestemodounoseacuerdamásfácilmente...Notengounverdaderocumpleaños.

—Pero, Cal —protestó Jem—, no pareces tan vieja como Atticus, nimuchomenos.

—Lagentedecolornoacusalaedadtanpronto—explicóella.

—Acasoseaporquenosabenleer.Cal,¿aZeeboleenseñastetú?

—Sí,místerJem.Cuandoéleraniño,nisiquierahabíaescuela.Detodosmodoslehiceaprender.

ZeeboeraelhijomayordeCalpurnia.Sialgunavezmehubiesedetenidoapensarlo,habríasabidoqueCalpurniaestabaensusañosmaduros:Zeeboteníahijosalamitaddelcrecimiento;peroesquenuncalohabíapensado.

—¿Leenseñasteconunabecedario,comonosotros?—pregunté.

—No,lehacíaaprenderunapáginadelaBibliacadadía,yhabíaunlibroconelquemissBufordmeenseñóamí...Apuestoaquenosabéisdedóndelosaqué—dijo.

No,nolosabíamos.

—VuestroabueloFinchmeloregaló—dijoCalpurnia.

—¿Eras del Desembarcadero? —preguntó Jem—. Nunca nos lo habíascontado.

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—Lo soy, en efecto, míster Jem. Me crie allá abajo, entre la MansiónBufordyelDesembarcadero.HepasadomisdíastrabajandoparalosFinchopara losBuford, yme trasladé aMaycomb cuando se casaron tu papá y tumamá.

—¿Quélibroera,Cal?

—LosComentarios,deBlackstone.

Jemsequedódeunapieza.

—¿QuieresdecirqueenseñasteaZeeboconaquello?

—Puessí,señor,místerJem.—Calpurniasellevólosdedosalabocacongesto tímido—.Eran losúnicos librosque tenía.TuabuelodecíaquemísterBlackstoneescribíauninglésexcelente.

—Heahíporquénohablascomoelrestodeellos—dijoJem.

—¿Elrestodecuáles?

—Delagentedecolor.Peroenlaiglesia,Cal,hablabascomolosdemás...

Jamás se me había ocurrido pensar que Calpurnia llevase una modestadoblevida.Laideadequetuvieseunaexistenciaapartefueradenuestracasa,eranuevaparamí,pornohablardelhechodequedominaradosidiomas.

—Cal—le pregunté—, ¿por qué hablas el lenguaje negro con... con tugente,sabiendoquenoestábien?

—Pues,enprimerlugar,yosoynegra...

—Esto no significa que debas hablar de aquel modo, sabiéndolo hacermejor—objetóJem.

Calpurnia se ladeó el sombrero y se rascó la cabeza; luego se calócuidadosamentesobrelasorejas.

—Esmuydifícil explicarlo—dijo—.Supónque túyScouthablaseis encasaellenguajenegro;estaríafueradelugar,¿noesverdad?Pues,¿quéseríasiyohablaselenguajeblancoconmigente,enlaiglesia,yconmisvecinos?PensaríanquemehabíadadolapretensióndeaventajaraMoisés.

—Pero,Cal,túsabesquenoesasí—protesté.

—Noesnecesarioqueunoexpliquetodoloquesabe.Noesfemenino...Y,ensegundolugar,alagentenolegustaestarencompañíadeunapersonaquesepamásqueellos.Lesdeprime.Notransformaríaaninguno,hablandobien;es preciso que sean ellos mismos los que quieran aprender, y cuando noquieren,unonopuedehacerotracosaquetener labocacerrada,ohablarsumismoidioma.

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—Cal,¿puedoiravertealgunavez?

Ellamemiró.

—¿Iravenme,cariño?Mevestodoslosdías.

—Ir a verte a tu casa—dije—. ¿Alguna vez después del trabajoAtticuspodríapasarabuscarme?

—Siemprequequieras—contestó—.Terecibiremosconmuchogusto.

Estábamosenlaacera,delantedelaMansiónRadley.

—Miraaquelporchedeallá—dijoJem.

Yo miré hacia la Mansión Radley, esperando que vería a su ocupantefantasmatomandoelsolenlamecedora.Peroestabavacía.

—Quierodecirnuestroporche—puntualizóJem.

Miré calle abajo. Enamorada de símisma, erguida, sin soltar prenda, tíaAlexandra estaba sentada en una mecedora, exactamente igual que si sehubierasentadoallítodoslosdíasdesuvida.

13

—Pon mi maleta en el dormitorio de la fachada, Calpurnia —fue loprimeroquedijotíaAlexandra.Ylosegundoquedijo,fue:

—JeanLouise,dejaderascartelacabeza.

CalpurniacogiólapesadamaletadetíaAlexandrayabriólapuerta.

—Yolallevaré—dijoJem—.Ylallevó.Despuésoíquelamaletaheríaelsuelodeldormitorioconungolpesordo.Unruidorevestidodelacualidaddeunasordapermanencia.

—¿Havenidodevisita,tiíta?—pregunté.

Tía Alexandra salía pocas veces del Desembarcadero para venir avisitarnos, y viajaba con toda pompa. Tenía un 'Buik' cuadrado, verdebrillante,yunchofernegro,ambosconservadosenunestadodelimpiezapocosaludable,peroaqueldíanolosveíaporningunaparte.

—¿Nooslodijovuestropadre?—preguntó.

Jemyyomovimoslacabezanegativamente.

—Probablementeseleolvidó.Nohallegadotodavía,¿verdad?

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—No, generalmente no regresa hasta muy entrada la tarde—respondióJem.

—Bien,vuestropadreyyodecidimosqueyaerahoradequepasaraalgúnratoconvosotros.

EnMaycomb'unrato'significabaunperíododetiempoquepodíaoscilarentretresdíasytreintaaños.Jemyyonosmiramos.

—AhoraJemcrecemuchoytútambién—medijo—.Decidimosquealosdososconveníarecibiralgunainfluenciafemenina.Nopasaránmuchosaños,JeanLouise,sinqueteinteresenlosvestidosylosmuchachos...

Yo habría podido replicar con varias respuestas: 'Cal es una mujer','Pasaránmuchosañosantesdequemeinteresenlosmuchachos','Losvestidosnomeinteresaránnunca'.Peroguardésilencio.

—¿YtíoJimmy?—preguntóJem—¿Vendrátambién?

—Oh, no, él se queda en el Desembarcadero. Conservará la finca enmarcha.

Enelmismomomentoenquedije:

—¿No le echará usted demenos?—comprendí que no era una preguntacontacto.QuetíoJimmyestuvierapresenteoausentenoimplicabaunagrandiferencia; tío Jimmy nunca decía nada. Tía Alexandra pasó por alto lapregunta.

Nosemeocurrióningunaotracosaquedecirle.Lociertoesquenuncaseme ocurría nada que decirle, y me senté pensando en conversacionespretéritas, y penosas, que habíamos sostenido: '¿Cómo estás, Jean Louise?','Perfectamente,gracias,señora,¿cómoestáusted?', 'Muybien,gracias.¿Quéhas hecho todo este tiempo?', '¿No haces nada?', 'No', 'Tendrás amigos,ciertamente','Sí','Bien,¿puesquéhacéistodosjuntos?','Nada'.

Eraevidentequetiítamecreíaenextremoobtusa,porqueunavezoíqueledecíaaAtticusqueyoeratardadecomprensión.

Detrás de todo aquello había una historia, pero yo no quería que tíaAlexandralasacaseafloteenaquelmomento:aqueldíaeradomingo,yenelDía del Señor tía Alexandra semostraba positivamente irritable.Me figuroquesedebíaasucorséde losdomingos.Noeragorda,aunquesímaciza,yescogía prendasprotectoras que elevasen su seno a una altura devértigo, leredujeranlacintura,pusieranderelievelaparteposteriorylograrandarideadequeenotrotiempotíaAlexandrafueunafiguritadeadorno.Desdetodoslospuntosdevista,eraunacosaestupenda.

El resto de la tarde transcurrió en medio de la suave melancolía que

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desciendecuandosepresentanlosparientes,perolatristezasedisipócuandooímosentraruncocheenelpaseo.EraAtticusqueregresabadeMontgomery.Jem, olvidando su dignidad, corrió conmigo a su encuentro. Él le cogió lacarteraymaleta,yosaltéasusbrazos,percibísubesovagoyseco,yledije:

—¿Metraesunlibro?¿Sabesquetiítaestáaquí?

Atticusrespondióaambaspreguntasafirmativamente.

—¿Tegustaríaquevinieseavivirconnosotros?

Yo dije que me gustaría mucho, lo cual era una mentira, per uno debementir en ciertas circunstancias... y en todas las ocasiones en que no puedemodificarlascircunstancias.

—Hemos creído que hacía tiempo que vosotros, los pequeños,necesitabais...Ea, lacosaestáasí,Scout—dijoAtticus—,tu tíamehaceunfavoramilomismoqueavosotros.Yonopuedoestaraquítodoeldía,yelveranovaasermuycaluroso.

—Sí,señor—respondí,sinhaberentendidoniunapalabradelodicho.Noobstante,semeantojabaquelaaparicióndetíaAlexandraenlaescenanoeratantoobradeAtticuscomodeellamisma.Tiíta tenía lamaníadesentenciarquéera'lomejorparalafamilia',ysupongoqueelveniravivirconnosotrosentrabaenestacategoría.

Maycomb ledio labienvenida.MissMaudieAtkinsonpreparóunpasteltan cargado de licor que me embriagó; miss Stephanie Crawford le hacíalargasvisitas,queconsistíanprincipalmenteenquemissStephaniemovía lacabezaparadecir:'Oh,oh,oh'.MissRachel,ladelapuertadeallado,reteníaatíaAlexandraatomarelcaféporlastardes,ymísterNathanRadleyllegóalextremodesubiralporchedelafachadaydecirlequesealegrabadeverla.

Cuandoestuvodefinitivamenteacomodadaconnosotrosylavidarecobrósuritmocotidiano,pareciócomosi tíaAlexandrahubiesevividosiempreennuestra casa. Los refrescos con que obsequiaba a la SociedadMisionera sesumaron a su reputación como anfitriona. (No permitía que Calpurniapreparase lasgolosinas requeridasparaque laSociedadaguantase los largosinformes sobre losCristianosde arroz).Se afilió alClubdeEscribientes deMaycombypasóaserlasecretariadelmismo.Paratodaslasreuniones,queconstituían la vida social del condado, tía Alexandra era uno de los pocosejemplares que quedaban de su especie: tenía modales de yate fluvial y deinternadodeseñoritas;encuantosalíaarelucirlamoralencualquieradesusformas,ellaladefendía;habíanacidoencasoacusativo;eraunamurmuradoraincurable. Cuando tía Alexandra fue a la escuela, la expresión 'dudar de símismo' no se encontraba en ningún libro de texto; por lo tanto, ignoraba susignificado.Nuncaseaburría,yencuantoseleofrecíalamenoroportunidad

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ejercitabasusprerrogativasreales:componía,aconsejaba,preveníayadvertía.

Jamás dejaba escapar la ocasión de señalar los defectos de otros grupostribales,paramayorgloriadelnuestro,costumbrequeJemmásbienledivertíaqueleenojaba.

—Tiíta debería tener cuidado con lo que dice; sacar al sol los trapitossucios de lamayoría de personas deMaycomb, y resulta que son parientesnuestros.

Al subrayar el aspecto moral del suicidio de Sam Merriweather, tíaAlexandradijoqueeradebidoaunatendenciamórbidadelafamilia.Siaunachica de dieciséis años se le escapaba una risita en el coro de la iglesia, tíaAlexandradecía:

—Eso viene a demostraros, simplemente, que todas las mujeres de lafamiliaPenfieldsontraviesas.

Según parecía, en Maycomb todo el mundo tenía una tendencia a labebida,tendenciaaljuego,tendenciaruin,tendenciaridícula.

En una ocasión en que tiíta nos aseguraba que la tendencia de missStephanie Crawford a ocuparse de los asuntos de las otras personas erahereditaria,Atticusdijo:

—Hermana,si teparasapensarlo,nuestrageneraciónes laprimeradelafamiliaFinchenquenosecasanprimosconprimos.¿DiríastúquelosFinchtienenunatendenciaincestuosa?

Tiíta dijo que no, que de ahí venía que tuviésemos los pies las manospequeños.

Nunca comprendí que le preocupase tanto la herencia.De ninguna partehabía recogido yo la idea de que eran personas excelentes aquéllas queobrabanlomejorquesabíansegúnelcriterioqueposeían,perotíaAlexandraalimentaba la creencia, que expresaba de unmodo indirecto, de que cuantomástiempohabíaestadoasentadaunadeterminadafamiliaenelmismotrozodeterrenotantomásdistinguidayexcelenteera.

—Deestemodo,losEwellsonunagenteexcelente—decíaJem.

La tribu que formaban Burris Ewell y su hermandad vivía en elmismopedazodeterrenoymedrabaalimentándosedeldinerodelaBeneficenciadelcondadodesdehacíatresgeneraciones.

La teoría de tía Alexandra tenía algo, no obstante, que la respaldaba.Maycomb era una ciudad antigua. Estaba veinte mil millas al este delDesembarcaderodeFinch,absurdamentetierraadentroparaunapoblacióntanantigua. Pero Maycomb habría estado enclavada más cerca del río si no

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hubiesesidoporeltalentodespiertodeunSinkfield,queenlosalboresdelahistoria regentabaunaposadaen laconjuncióndedoscaminosdecabras, laúnica taberna del territorio. Sinkfield, que no era patriota, proporcionaba ysuministrabamuniciones a los indios y a los colonos por igual, sin saber niimportarle si formabanpartedel territoriodeAlabamaode lanacióncreek,con tal que el negocio se diera bien. Y el negocio era excelente cuando elgobernador William Wyat Bibb, con el propósito de promover la pazdoméstica del condado recién formado, envió un equipo de inspectores alocalizar el centro exacto para establecer allí la sede del Gobierno. Losinspectores,huéspedessuyos,explicaronaSinkfieldqueseencontrabaenloslímites territorialesdelcondadodeMaycomb,y leenseñaronel lugardondeprobablementeseerigiría lacapitaldelmismo.SiSinkfieldnohubiesedadoungolpeaudazparasalvarsusintereses,Maycombhabríaestadoenclavadoenmediode laCiénagadeWinston,un lugar totalmentedesprovistode interés.En cambioMaycomb creció y se extendió a partir de su eje, la Taberna deSinkfield, porque éste, una noche, redujo a sus huéspedes a lamiopía de laborrachera,lesindujoasacarsusmapasyplanos,yatrazarunacurvaaquíyañadiruntrocitoallí,hastasituarelcentrodelcondadoenelpuntoqueaélleconvenía.Aldíasiguienteleshizorecogerelequipajeylosenvióarmadosdesusplanosydecincocuartosdegalóndelicor:dosporcabeza,yunoparaelgobernador.

Como la primera razón de su existencia fue la de servir de sede para elGobierno,Maycombseahorródesdeunprincipio,elaspectosucioymíseroquedistinguíaalamayoríadelaspoblacionesdeAlabamadesucategoría.Yaenelprincipiotuvoedificiossólidos,unodeellosparaeljuzgado,unascallesgenerosamente anchas. La proporción de profesiones liberales era muyelevada en Maycomb: uno podía ir allá a que le arrancasen un diente, lereparasen el carromato, le auscultasen el corazón, le guardasen el dinero, lesalvasenelalma,oaqueelveterinariolecuraselasmulas.Perolasabiduríade largo alcance de la maniobra de Sinkfield puede someterse a discusión.Sinkfield situó la ciudad demasiado lejos del únicomedio de transporte deaquellosdías—laembarcaciónfluvial—yunhombredelextremonortedelcondado necesitaba dos días de viaje para ir a proveerse de géneros en lastiendas de Maycomb. En consecuencia, la población conservó las mismasdimensionesporespaciodeuncentenardeaños,constituyendounaislaenunmarcuadriculadodecamposdealgodónyarboledas.

AunqueMaycombquedóignoradodurantelaGuerradeSecesión,laleydeReconstrucción y la ruina económica la obligaron a crecer. Creció haciadentro.Raramenteseestablecíanallípersonasforasteras:lasmismasfamiliasse unían en casamiento con otras mismas familias, hasta que todos losmiembros de la comunidad tuvieron una ligera semejanza. De cuando encuando alguno regresaba de Montgomery o de Mobile con una pareja

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forastera,peroelresultadosólocausabaunaligeraondulaciónenlatranquilacorriente del parecido de las familias. Todo ello seguía igual; poco más omenos,durantemisprimerosaños.

EnMaycombexistíaciertamenteunsistemadecastas;peroparamimododepensarfuncionabandeestemodo:sepodíapredecirquelosciudadanosmásantiguos, la presentegeneraciónde losmoradoresquehabíanvivido codo acododuranteañosyaños,serelacionaríanyseuniríanentresí;tenderíanalasactitudesadmitidas,alosrasgosgeneralesdelcarácteryhastaalosgestosquehabíanrepetidoencadageneraciónyqueeltiempohabíarefinado.Asípues,las sentencias: 'Ningún Crawford se ocupa de asuntos'. 'De cada tresMerriweather uno es enfermizo', 'La verdad no se halla en casa de losDelafield','TodoslosBufordcaminandeestemodo',eransimplesguíasdelavidacotidiana.NuncaseaceptabaunchequedeunDelafieldsinunadiscretaconsulta previa al Banco; miss Maudie Atkinson tenía los hombros caídosporqueeraunaBuford;simistressGraceMerriweathersorbíaGinebra,noeracosainusitada:sumadrehacíalomismo.

TíaAlexandraencajabaenelmundodeMaycomblomismoquelamanoen el guante, pero jamás en el mundo de Jem y mío. Me pregunté tan amenudo cómo era posible que fuese hermana de Atticus y de tío Jack quereavivéenmimentelashistorias,recordadasamedias,detruequesyraícesdemandrágora,inventadasporJemmuchotiempoatrás.

Durante su primer mes de estancia, todo esto fueron especulacionesabstractas,puesteníapocacosaquedecirnosaJemyamí,ysólolaveíamosalas horas de comer y por la noche, antes irnos a la cama. Era verano ypasábamos el tiempo al aire libre. Naturalmente, algunas tardes, al entrarcorriendo a beber un trago de agua, encontraba la sala de estar invadida dedamas deMaycomb que bebían, susurraban y se abanicaban, y amí semeordenaba:

—JeanLouise,venahablarconestasseñoras.

Cuandoyo aparecía en el umbral, tiíta tenía una cara como si lamentasehaberme llamado; por lo general yo iba llena de salpicaduras de barro, ocubiertadearena....

—Habla con tu prima Lily—me dijo una tarde, cuando me tuvo en elvestíbulo,cogidaenlatrampa.

—¿Conquién?—pregunté.

—ContuprimaLilyBrooke—dijotíaAlexandra.

—¿Lilyesprimanuestra?Nolosabía.

TíaAlexandraselascompusoparasonreírdeunmodoquetransmitíauna

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suave petición de excusas a prima Lily y una fuerte reprimenda amí.Mástarde, cuando Lily Brooke se hubomarchado, nos declaró a Jem y ami lolamentablequeeraquenuestropadrehubieraolvidadohablarnosdelafamiliae inculcarnoselorgullodeserunosFinch.Acontinuaciónsalióde lasalayregresóconunlibrodecubiertasmoradasconunasletrasimpresasenoroquedecían:MeditacionesdeJoshuaS.StaClair.

—Tu primo escribió este libro —dijo tía Alexandra—. Era un hombrenotable.

Jemexaminóelpequeñovolumen.

—¿EselprimoJoshuaqueestuvoencerradotantotiempo?

—¿Cómoestásenteradodeeso?—preguntóasuveztíaAlexandra.

—Caramba,AtticusdijoqueenlaUniversidadlesuspendieronytratódepegarleun tiroalpresidentedel tribunal.DijoqueelprimoJoshuaafirmabaqueelpresidentenoeraotracosaqueunbuscacloacasyqueintentódispararcontraélconunaviejapistoladepedernal, sóloqueelarma leestallóen lamano.Atticusdiceque a la familia le costóquinientosdólares el sacarledeaquellío...

TíaAlexandraestabainmóvil,depieytiesacomounacigüeña.

—Bastaya—dijo—.Luegohablaremosdeesto.

Antesdelahoradeacostarme,estabayoenelcuartodeJemtratandodequemeprestaseun libro, cuandoAtticusdiounosgolpecitos en la puerta yentró. Sentóse en el borde de la camade Jem, nosmirómuy serio, y luegosonrió.

—Errr... hummm...—comenzó.Había empezado a adquirir la costumbredepreludiaralgunasdelascosasquedecíaconunossonidosguturales,porlocualyopensabaquequizáalfinsehacíaviejo,aunqueteníaelmismoaspectodesiempre—.Nosécómodecirloexactamente—anunció.

—Puesdiloynadamás—replicóJem—.¿Hemoshechoalgo?

Nuestropadreseestrujabalosdedos.

—No;sóloqueríaexplicarteque...tutíaAlexandramehapedido...Hijo,túsabesqueeresunFinch,¿verdad?

—Estomehandicho.—Jemmirabaporelrabillodelojo.Suvozsubiódetonosinquelapudieradominar—.Atticus,¿quépasa?

Atticuscruzólaspiernasylosbrazos.

—Estoytratandodeexplicartelasrealidadesdelavida.

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EldisgustodeJemfueenaumento.

Conozcotodasesassandeces—dijo.

Atticussepusosúbitamenteserio.Consuvozdeabogado,sin lasombradeunainflexión,dijo:

—Tu tíamehapedidoqueprobasede inculcarosa tiya JeanLouise laideadequenodescendéisdegentevulgar,dequesoiselproductodevariasgeneracionesdepersonasdebuenacrianza...Atticusse interrumpióparavercómoyo localizabaunaniguahuidiza enmipierna—.Debuena crianza—continuó, cuando la hube encontrado y escarbado—, y que debéis tratar dehacerhonoravuestronombre...Mehapedidoqueosdigaquedebéistratardeportaroscomoladamitayelpequeñocaballeroquesois.QuierequeoshabledenuestrafamiliaydeloquehasignificadoparaelCondadodeMaycombenel transcursodelosaños,conelfindequetengáis ideadequiénessoisyossintáisimpulsadosaobrarenconsecuencia—concluyódeuntirón.

Jem y yo nos miramos atónitos; luegomiramos a Atticus quien parecíamolestarleelcuellodelacamisa.Peronolecontestamosnada.

Unmomentodespuésyocogíunpeinede lamesadel tocadorJemymepuseafrotarsuspúascontraelbordelamesa.

—Acabaconeseruido—ordenóAtticus.

Subrusquedadmehirió.Elpeineestabaamitaddesucarrera;lodejéconungolpe.Notéquellorabasinmotivoalguno,peronopudereprimirme.Aquélnoeramipadre.Mipadrejamásconcebíatalespensamientos.Mipadrenuncahablabadeaquellamanera,Fuesecomofuere,tíaAlexandralehabíaasignadoaquelpapel.AtravésdelaslágrimasviaJemplantadoenunsimilarestanqueaislamiento;teníalacabezainclinadahaciaunlado.

Aunque no sabía a dónde ir, me volví para marcharme y topé con lachaqueta de Atticus. Hundí la cabeza en ella y escuché pequeños ruidosinternosqueseproducíandetrásdeladelgadatelaazul:eltic—tacdelrelojdebolsillo, el leve crepitar de la camisa almidonada, el sonido suave de larespiracióndemipadre.

—Teroncaelestómago—ledije.

—Losé—respondió.

—Teconvienetomarunpocodeaguacarbónica.

—Latomaré—prometió.

—Atticus,estamaneradeprocederytodasestascosas,¿vanacambiarlasituación?Quierodecir,¿vasa...?

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Sentísumanodetrásdemicabeza.

—Noteinquietespornada—medijo—.Noestiempodeinquietarse.

Aloírestaspalabrascomprendíquehabíavueltoconnosotros.Lasangredemispiernasempezóacirculardenuevoylevantécabeza.

—¿Quieresdeverasquehagamostodasesascosas?YonopuedorecordartodoloquesedaporsupuestoquelosFinchdeberíanhacer...

—Noquieroquerecuerdesnada.Olvídalo.

Atticusseencaminóhacia lapuertaysaliódelcuarto,cerrandolapuertatrasde sí.Estuvoapuntode cerrarla con reciogolpe, pero sedominóen elúltimo momento y la cerró suavemente. Mientras Jem y yo mirábamosfijamente en aquella dirección, puerta se abrió denuevoyAtticus asomó lacabeza.Teníalascejaslevantadas,yselehabíandeslizadolasgafas.

Cada día me vuelvo más como el primo Joshua, ¿verdad? ¿Creéis queacabarécostándolequinientosdólaresalafamilia?

Ahora comprendo su intención, pero es queAtticus sólo era un hombre.Paraesaclasedetrabajoseprecisaunamujer.

14

Aunque a tía Alexandra no la oímos hablar más de la familia Finch,escuchamos sobradamente a toda la población. Los sábados, armados connuestrasmonedasdediezcentavos,cuandoJemmepermitíaacompañarle(porentoncesmanifestabaunapositivaalergiaamipresencia,estandoenpúblico),avanzábamosserpenteandoentrelassudorosasturbasreunidasenlasaceras,ya veces escuchábamos: 'Ahí van sus hijos', o 'Allá hay unos Finch'. AlVolvernosparaenfrentarnosconnuestrosacusadores,sóloveíamosunpardegranjeros estudiando las bolsas para edemas del escaparate de la DrogueríaMayco,OadosregordetascampesinasconsombrerodepajasentadasenuncarroHoover.

—A juzgar por lo que se preocupan quienes rigen este condado puedenandar sueltos y violar el campo entero—fue la oscura observación con quetopamoscuandounflacoyarrugadocaballerosecruzóconnosotros.LocualmerecordóqueteníaquehacerunapreguntaaAtticus.

—¿Quéesviolar?—lepreguntéaquellanoche.

Atticusmemiródesdedetrásdelperiódico.Estabaensusillónjuntoalaventana. Al hacemos mayores, Jem y yo considerábamos un acto de

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generosidadconcederletreintaminutosdespuésdecenar.

Elsuspiróydijoqueviolareraconocercarnalmenteaunahembraporlafuerzaysinconsentimiento.

—Bien, si todo acaba en esto, ¿cómo cortó Calpurnia la conversacióncuandolepreguntéquéera?

Atticuspareciópensativo.

—¿Yesoaquéviene?

—Aque aquel día, alVolver de la iglesia, pregunté aCalpurnia qué eraviolaryellamedijoquetelopreguntaseati,peromehabíaolvidado,yahoratelopregunto.

Mipadreteníaelperiódicoenelregazo.

—Repítelo,teloruego.

Yo le expliquécon tododetallenuestra idaa la iglesia conCalpurnia.AAtticuspareciógustarle,perotíaAlexandra,queestabasentadaenunrincóncosiendoensilencio,dejósulaborynosmirófijamente.

—¿AqueldomingoregresabaislostresdeltemplodeCalpurnia?

—Sí,ellanosllevó—contestóJem.

Yorecordéalgo.

—Sí,ymeprometióquepodríairasucasaalgunatarde.Atticus,sinohayinconveniente, iré el próximo domingo, ¿me dejas? Cal dijo que vendría abuscarme,sitúestabasfueraconelcoche.

—Nopuedesir.

Lo había dicho tíaAlexandra.Yo, pasmada,me volví en redondo, luegogirédenuevolacarahaciaAtticusatiempoparasorprenderlarápidamiradaqueledirigió,peroerademasiadotarde.

—¡Noselohepreguntadoausted!—exclamé.

Con todoy ser unhombre alto,Atticus sabía sentarse y levantarse de lasilla con más rapidez que ninguna otra persona que yo conociese. Ahoraestabadepie.

—Pideperdónatutía—medijo.

—Noselohepreguntadoaella,telopreguntabaati...

Atticusladeólacabezaymeclavóenlaparedconsuojobueno.Suvozsonómortalmenteamenazadora.

—Losiento,tiíta—murmuré.

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—Vamos, pues—dijo él—. Que quede esto bien claro: tú harás lo queCalpurnia temande,harás loqueyo temande,ymientras tu tíaestéenestacasa,harásloqueellatemande.¿Comprendes?

Yolocomprendí,reflexionéunmomentoydedujequelaúnicamaneraqueteníaderetirarmeconunrestodedignidadconsistíaenirmealcuartodebaño,donde estuve el rato suficiente para hacerles creer que mi marcha habíarespondido a una necesidad. De regreso me entretuve en el vestíbulo paraescucharunaacaloradadiscusiónqueteníalugarenlasala.PorlarendijadelapuertapudeveraJemenelsofáconunarevistadefútboldelantedelacara,moviendolacabezacomosisuspáginascontuvieranuninteresantepartidodetenis.

Debeshaceralgoconrespectoaella—estabadiciendomitía.Hasdejadoquelascosascontinuaranasídemasiadotiempo,Atticus,demasiadotiempo.

Noveoningúnmalenpermitirlequevayaallá.Calcuidarátanbiendeellacomocuidaaquí.

¿Quiénerala'ella'delacualestabahablando?Elcorazónsemeencogió:era yo. Sentí que las almidonadas paredes de una penitenciaría modelo secerraban sobre mí, y por segunda vez en mi vida pensé en huir.Inmediatamente.

—Atticus,noestámaltenerelcorazóntierno.Túeresunhombresencillo,perotienestambiénunahijaenquienpensar.Unahijaquesehacemayor.

—Enesoestoypensando.

—Ynotratesdeeludirelproblema.Tendrásqueafrontarlomásprontoomástarde,ylomismodaqueseaestanoche.Ahoranolanecesitamos.

Atticusreplicóconvozsosegada:

—Alexandra, Calpumia no saldrá de esta casa hasta que ella quiera. Túpuedes pensar de otromodo, pero yo no hubiera podido desenvolverme sinCalpurnia todos estos años. Es un miembro fiel de esta familia, y,simplemente, tendrás que aceptar las cosas como están. Por lo demás,hermana, no quiero que te estrujes cerebro por nosotros; no tienes motivoalguno para hacerlo. Seguimos necesitando a Cal como nunca la hayamosnecesitado.

—Pero.Atticus...

—Por otra parte, no creo que los niños hayan perdido nada por que loshaya criado ella. Si alguna diferencia hay, Calpurnia ha sidomás dura conellos, en algunos aspectos, de lo que habría sido unamadre... Jamás les hadejado pasar nada sin castigo, nunca les ha consentido un malcomportamiento, como suelen hacer las niñeras de color. Ha tratado de

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educarlossegúnsuspropiasluces,yconstequelastienemuybuenas...Yotracosa:losniñoslaquieren.

Yo respiré de nuevo. No era de mí, era de Calpurnia de quién estabanhablando.Vueltaalavida,entréenlasala.Atticussehabíaparapetadodetrásdesuperiódico,y tíaAlexandraatormentabasu labor.Punk,punk,punk, suagujarompíaeltensocírculo.Seinterrumpióypusolatelamástirante:punk,punk,punk.TíaAlexandraestabafuriosa.

Jemsepusoenpieypisó laalfombraconpaso tardo,haciéndomeseñasparaque le siguiera.Mecondujoasucuartoycerré lapuerta.Tenía lacaraseria.

—Sehanpeleado,Scout.

Jem y yo nos peleábamos mucho aquellos días, pero no había visto nisabidoquenadiesepeleaseconAtticus.Noerauncuadroreconfortante.

—Scout,procuranohacerenfadaratiíta,¿oyes?

ComolasobservacionesdeAtticusmeescocíanaún,nosupeverel tonodesúplicadelaspalabrasdeJem.Ericéelpelodenuevo.

—¿Estástratandodedecirmeloquedebohacer?

—No, loquehay...Atticus tienemuchas cosas en la cabeza actualmentesinnecesidaddequenosotrosledemosdisgustos.

—¿Quecosas?—Atticusnoparecíatenernadaespecialenlacabeza.

—ElcasoesedeTomRobinsonledaunasinquietudesdemuerte...

YodijequeAtticusnose inquietabapornada.Porotraparte, el casononoscausabamolestiasmásquevezporsemana,yentoncestodavíanodurabamucho.

—Estoesporquenopuedesretenernadaenlamente,salvouncortorato—dijoJem—.Conlagentemayoresdistinto;nosotros...

Aquellos días su enloquecedora superioridad se hacía insoportable. Noqueríahacerotracosaqueleerymarcharsesolo.Sinembargo,todoloqueleíame lopasaba,peroconestadiferencia:antesme lopasabaporquecreíaquemegustaría;ahora,paraquemeedificaseymeinstruyese.

—¡Tresmilrecanastos,Jem!¿Quiéntefigurasser?

—Ahoralodigoenserio,Scout;sihacesenfadaranuestratía,yo...yotezurraré.

Conestoperdílosestribos.

—¡Somalditomamarracho,temataré!

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Jemestabasentadoenlacamayfuefácilcogerleporelcabellodeencimadelafrenteydescargarleungolpeenlaboca.Elmediouncachete,yointentéotro puñetazo con la izquierda, pero uno suyo en el estómagome envió alsuelo con los brazos y las piernas extendidos. El golpe me dejó casi sinrespiración, pero no importaba, porque veía que Jem estaba luchando,respondíaamiataque.Todavíaéramosiguales.

— ¡Ahora no te sientes tan alto y poderoso! ¿Verdad que no? —gritévolviendoalataque.

Jemcontinuabaenlacama,porlocualnopudeplantarmesólidamenteenelsuelo,ymearrojécontraélcontodalafuerzaquepude,golpeando,tirando,pellizcando,arañando.Loquehabíaempezadocomounapeleaterminóenunalboroto.EstábamostodavíaluchandocuandoAtticusnosseparó.

—Bastaya—dijo—.Ahora,losdosinmediatamentealacama.

—¡Hala!—ledijeaJem.Leenviabanalacamaalamismahoraqueyo.

—¿Quiénhaempezado?—preguntóAtticus,conresignación.

—Jem.Quería decirme lo quedebohacer.Yono tengoqueobedecerle ,¿verdadqueno?

Atticussonrió.

—Dejémoslo así: tú obedecerás a Jem siempre que él pueda obligarte aobedecerle.¿Teparecejusto?

TíaAlexandraestabapresente,aunquecallada,ycuandobajóalvestíbuloconAtticusoímosquedecía:

—...Precisamenteunadelascosasdequetehabíahablado—unafrasequevolvióaunirnosdenuevo.

Nuestroscuartossecomunicaban;mientrascerrabalapuertaentreambos,Jemdijo:

—Buenasnoches,Scout.

—Buenas noches —murmuré cruzando la habitación a tientas paraencenderlaluz.

Alpasarjuntoalacamapiséunobjetocálido,elásticoymásbienblando.Noeraexactamentecomoelcauchoduro,ytuvelasensacióndequeaquelloestabavivo.Además,oíquesemovía.

Encendí la luzymiréalsuelocontiguoa lacama.Fuese loquefuere, loquepiséhabíadesaparecido.LlaméalapuertadeJem.

—¿Qué?—mecontestó.

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—¿Quétactotieneunaserpiente?

—Untactoáspero.Frío.Polvoriento.¿Porqué?

—Creoquehayunadebajodemicama.¿Puedesveniraverlo?

—¿Estásdeguasa?—Jemabriólapuerta.Ibaconpantalóndepijama.Yoadvertí, no sin satisfacción, que sus labios conservaban la huella de misnudillos. Cuando vio que hablaba en serio dijo—: Si te figuras que voy aponerlacaraenelsueloalalcancedeunaserpiente,teequivocas.Esperaunminuto—ysefuealacocinaabuscarunaescoba—.Serámejorquetesubasalacama—dijoentonces.

—¿Suponesquesehamarchadodeverdad?—pregunté.

Aquelloeraunacontecimiento.Nuestrascasasnoteníanbodegas,estabanconstruidasdesillaresdepiedrahastaciertaalturasobreelsuelo,ylaentradadereptilesnoeracosadesconocidaperotampocofrecuente.LaexcusademissRachel Haverford para tomarse un vaso de whisky puro todas las mañanasconsistíaenquejamáspodíavencerelsustodehaberencontradounaserpientedecascabelarrolladaenelarmariodesudormitorio,cuandofueciertodíaacolgarsunegligé.

Jemmetiólaescobaenunmovimientodetanteo.Yomiréporencimadelospiesde lacamaparaversisalíaalgunaserpiente.Nosalióninguna.Jemdiounescobazomásadentro.

—¿Gruñenlasserpientes?

—Noesunaserpiente—dijoJem—.Esunapersona.

Desúbitosaliódisparadodedebajodelacamaunpaquetepardoysucio.Cuandoapareció,JemlevantólaescobaynoacertóalacabezadeDillporunapulgada.

—Diostodopoderoso—lavozdeJemteníaunacentoreverente.

NosquedamosmirandocómoDillsalíapocoapoco.Estabaencogidoenunapretadofardo.Sepusoenpie,desencogióloshombros,hizogirarlospiesdentrodeloscalcetinesquelellegabanaltobilloy,restauradalacirculación,dijo:

—Hola.

JemvolvióadirigirseaDios.Yomehabíaquedadosinpalabra.

—Estoyapuntodedesfallecer—dijoDill—.¿Tenéisalgodecomida?

Fuia lacocinacomounasonámbula.Le traje lecheymediacaceroladetortasdemaízquehabíansobradodelacena.Dilllasdevoró,mascandoconlosdientesdedelante,comoteníaporcostumbre.Porfinrecobrélavoz.

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—¿Cómohasllegadohastaaquí?

Por una ruta complicada. Reanimado por el alimento, Dill recitó lasiguiente narración: después de haber sido encadenado por su nuevo padre,queleodiaba,yabandonadoenelsótanoparaquemuriese(enMeridianhabíasótanos),ydespuésdeconservarlavidagraciasauncampesinoquealpasarporallíoyósusgritosdesocorroylellevó,ensecreto,guisantescrudosdeloscampos (el buen hombre metió una medida entera, vaina por vaina, por elrespiradero),Dillseliberóarrancandolascadenasdelapared.Todavíaconlasmuñecasesposadas,sealejósinrumbodosmillasmásalládeMeridian,dondedescubrióunpequeñocircodeanimalesyfuecontratadoinmediatamenteparalavar el camello. Viajó con el circo por todo el Mississippi, hasta que suinfaliblesentidodeorientaciónleindicóqueestabaenelCondadodeAbbott,Alabama,enfrentemismodeMaycomb,peroalotroladodelrío.Elrestodelcaminolorecorrióapie.

—¿Cómohasllegadohastaaquí?—insistióJem.

Habíacogidotrecedólaresdelmonederodesumadre,subidoaltrendelasnueve deMeridian y saltado en el Empalme deMaycomb.Había recorridodiezuoncedelasmillasqueleseparabandenuestraciudadandandoporentrematorrales por miedo a que las autoridades estuvieran buscándole, y habíasalvado el resto del camino colgándose del cierre trasero de un vagón delalgodón.Calculabaquehabía estadounasdoshorasdebajode la cama;noshabíaoídoenelcomedor,yeltintineodeplatosytenedoresestuvoapuntodeVolverle loco. Pensaba que Jem y yo no nos acostaríamos nunca. Tomó enconsideración la idea de presentarse y ayudarme a pegar a Jem, pues habíacrecidomuchomás,perocomprendióquemísterFinchinterrumpiríaprontolapelea, y pensó que sería mejor que continuase donde estaba. Se hallabarendido,suciocomonosepodíaimaginar,peroencasa.

—No deben de saber que estás aquí ——dijo Jem—. Si te estuvieranbuscandonoshabríamosenterado...

—Me figuro que todavía buscan por todos los cines deMeridian—Dillsonrió.

—Deberías comunicar a tu padre dónde te encuentras —indicó Jem—.Deberíasdecirlequeestásaquí...

LosojosdeDillrevolotearonhaciaJem,yéstebajólossuyosalsuelo.Enseguidaselevantóyrompióelcódigoinalteradodenuestrainfancia.Saliódeldormitorioybajóalvestíbulo.

—Atticus—suvozdistante—,¿puedesveniracáunmomentoseñor?

Debajo de la suciedad surcada por el sudor, la cara de Dill se volvió

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blanca.Yomesentíenferma.Atticusestabaenelumbral.

Luego,entróhastaelcentrodelahabitaciónysequedóplantadoconlasmanosenlosbolsillos,mirandoaDill.

Alfinalencontrélavoz.

—Todovabien,Dill.Cuandoquierequeteenteresdealgo,lodice—Dillme miró—. Quiero decir que todo marcha bien —añadí—. Ya sabes queAtticusnotemolestará;yasabequenoletienesmiedo.

—Notengomiedo...—musitóDill.

—Sólohambre,apostaría—lavozdeAtticusteníasuagradabletonosecohabitual—.Scout,podemosproporcionarlealgomequeunacaceroladetortasfríasdemaíz, ¿verdad?Ahora le llenáis la barriga a ese sujetoy cuandoyovuelvaveremosloquepodemoshacer.

— ¡Míster Finch, no avise a tía Rachel, nome haga regresar allá, se loruego,señor!¡Meescaparíaotravez...!

Bah, hijo—respondió Atticus—, Nadie te obligará a ir a ninguna partemásquealacamatemprano.VoysóloadecirleamissRachelqueestáisaquíyapreguntarlesipuedespasarlanocheconnosotros...,porqueatitegustaría,¿noescierto?YporamordeDios,devuelvealcondadolapartedesueloquele pertenece; la erosión es bastante considerable ya sin que la aumentemosnosotros.

Dillsequedómirandofijamentelafigurademipadre,queretiraba.

—Procura ser gracioso —dije yo—. Quiere decir que tomes un baño.¿Ves?Yatehedichoquenotemolestaría.

Jemestaba enpie enun ángulodel cuarto, con la cara de traidor que lecorrespondía.

—Teníaquedecírselo,Dill—dijo—.Nopuedeshuira trescientasmillasdedistanciasinquetumadrelosepa.

Ledejamossincontestación.

Dill comía, y comía, y comía.Nohabía comidodesde lanoche anterior.Gastó todo el dinero comprando el billete, subió al tren como en muchasocasionesanterioresycharlótranquilamenteconelrevisor,paraquienDilleraunafigurafamiliar,peronotuvolaosadíaparainvocarlanormadelosniñoscuandohacenunviajelargo:siunohaperdidoeldinero,elrevisorleprestaelnecesario para comer, y luego, al final del trayecto, el padre del niño se lodevuelve.

Dillhabíadespejadolossobrantesde lacenayestaba tendiendoelbrazo

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haciaunbotede tocinoconhabichuelasde ladespensacuandoestallóenelvestíbuloel '¡Duul—ceJeesús!'demissRachel.Dill seestremeciócomounconejo.

Luego soportó con fortaleza sus: 'Espera cuando te tenga en casa', 'Tufamiliasevuelvelocadeinquietud','EstásaliendoentitodolodelosHarris';sonrióantesu'Mefiguroquepuedesquedarteunanoche',ydevolvióelabrazoquealfinalleconcedieron.

Atticussesubiólasgafasysefrotóelrostro.

—Vuestropadreestácansado—dijotíaAlexandra;susprimeraspalabrasdurante horas, parecía. Había estado presente, pero muda de sorpresa, mefiguro,lamayorpartedeltiempo—.Ahora,niños,debéisirosalacama.

Losdejamosenelcomedor,Atticustodavíarestregándoselacara.

—Pasamosdeviolenciasaalborotosyafugas—leoímosexclamarriendo—.Veremosloquenostraenlasdoshorassiguientes.

Como parecía que las cosas habían salido bastante bien, Dill y yodecidimosmostramoscortesesconJem.Además,Dillhabíadedormirconél,porlotantodabalomismoquelehablase.

Yomepuseelpijama,leíunratoydeprontomeviincapazdecontinuarconlosojosabiertos.DillyJemestabancallados;cuandoapaguélalámparade noche no se veía la raya de luz debajo de la puerta del cuarto de mihermano.

Debídedormirmuchoratoporque,cuandomedespertaronconunligerogolpe,enelcuartohabíalaclaridadindecisadelalunaalponerse.

—Dejasitio,Scout.

—Élsecreyóeneldeberdehacerlodeaquelmodo—murmuréyo—.Noleguardesrencor.

Dillsemetióenlacama,amilado.

—No se lo guardo —dijo—. Sólo que quería dormir contigo. ¿Estásdespierta?

Enaquelmomentoloestaba,aunqueperezosamente.

—¿Porquélohiciste?

Nohuborespuesta.

—He preguntado por qué te fugaste. ¿Aquel hombre era de verdad tanaborreciblecomodecías?

—No...

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—¿Noconstruisteelbotecomomeescribíascuandoestabasfuera?

—Éldijoqueloconstruiríamos,nadamás.Peronoloconstruimos.

Meincorporésobreelcodo,contemplandolasiluetadeDill.

—Esonoesmotivoparahuir.Losmayoresnoseponenahacerloquehanprometidonilamitaddelasveces...

—Noeraeso;él...ellosnoseinteresabanpormí,simplemente.

Aquéleraelmotivomásextravaganteparafugarsequehubieraescuchadoenmivida.

—¿Cómoocurrió?

—Estabanausentescontinuamente,yhastacuandoseencontrabanencasaseibanauncuartosolos.

—¿Quéhacenallídentro?

—Nada,estarsentadosyleer,únicamente...,peronomequeríanconellos.

Empujélaalmohadahacialacabeceraymesenté.

—¿Sabesunacosa?Yoestabadispuestaahuirestanochequelosteníaatodos aquí.Uno no los quiere siempre a todos a su alrededor,Dill...—Dillrespiróconaquellarespiraciónsuyadehombredepaciencia,queeracasiunsuspiro—.Atticusestáfueratodoeldíayaveceslamitaddelanoche,ysevaalalegislaturaynoséadóndemás.Unonolosquiereasualrededortodoeltiempo,Dill,nopodríashacernadasiestuvieran.

—Noeseso.

AmedidaqueDill se explicó,me sorprendí, preguntándomequé sería lavidasiJemfuesediferente,inclusodecomoeraahora;quéharíayosiAtticusnosintieselanecesidaddemipresencia,ayudayconsejo.Diantre,nopodríapasarniundíasinmí.Ni lamismaCalpurniasabríadesenvolversesiyonoestuvieraallí.Menecesitaban.

—Dill, tú nome lo explicas bien; tus familiares no podrían pasar sin ti.Seránmezquinoscontigoynadamás.Tediré loquedebeshacer respectoaello...

LavozdeDillprosiguióenlaoscuridad:

—Lacuestiónes...Loquetratodedecirtees...queselopasanmuchísimomejor sinmí;nopuedoayudarlesennada.Nosonmezquinos.Mecomprantodoloquequiero,peroesaquellode 'ahoraque tienes loquepedíasveteajugar conello'. 'Tienesuncuarto llenodecosas'. 'Como tehecompradoeselibrovea leerlo'.—Dill tratódedarprofundidadasuvoz—. 'Túnoeresun

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muchacho.Losmuchachossalenyjueganalbéisbolconotros,nosequedanporlacasafastidiandoasuspadres'.—Dillhablódenuevoconsuvozpropia—.Oh,nosonmezquindades.Tebesanyteabrazanaldartelasbuenasnochesylosbuenosdíasyaldespedirte,ytedicenqueteaman...Scout,compremosunniño.

—¿Dónde?

Dillhabíaoídodecirquehabíaunhombrequeteníaunbotequellevabaafuerza de remos a una isla de niebla donde estaban los niños pequeños; sepodíapediruno...

—Esto es unamentira. Tiíta dice queDios los baja por la chimenea.Almenosestoesloquecreoquedijo.—Porunavezlapronunciacióndetiítanohabíasidodemasiadoclara.

—Bah,noesasí.Lagentesacaniñoselunodelotro.Perohayesehombre,además... ese hombre que tiene una infinidad de niños esperando que lesdespierten;éllesdavidaconunsoplo...

Dill estaba disparado otra vez. Por su cabeza soñadora flotaban cosashermosas.Podíaleerdoslibrosmientrasyoleíauno,peropreferíalamagiadesuspropias invenciones.Sabíasumaryrestarmásdeprisaqueel rayo,peroprefería sumundo entre dos luces, unmundo en el que los niños dormían,esperandoquefueranabuscarloscomoliriosmatutinos.Hablando,hablandosedormíaasimismo,ymearrastrabaamiconél,peroenlaquietuddesuislade niebla se levantó la imagen confusa de una casa gris con unas puertaspardas,tristes.

—¿Dill?

—¿Mmmm?

—¿PorquénosehafugadonuncaBooRadley?¿Telofiguras?

Dillexhalóunlargosuspiroysevolviódeespaldasamí.

—Quizánotengaadondehuir...

15

Después de muchas llamadas telefónicas, de mucho argüir a favor delacusadoydeunalargacartadesumadreperdonandosedecidióqueDillpodíaquedarse.Vivimosjuntosunasemanadepaz.Pocamásquedabaporlovisto.Sobrenosotrossecerníaunapesadilla.

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Empezóunanochedespuésdecenar.Dillhabíaterminado;TíaAlexandraestaba en su sillóndel ángulo,Atticus en el suyo; Jemyyo, sentados en elsuelo, leyendo. Había sido una semana plácida: yo había obedecido a tiíta;Jem, a pesar de haber crecido en exceso para la choza del árbol, nos habíaayudadoaDillyamíaconstruirunanuevaescaleradecuerdaparasubiraella;DillhabíadadoconunplanapruebadefracasosparahacersaliraBooRadley sin que nosotros arriesgásemos nada (formaríamos una senda detrocitosdelimóndesdelapuertatraserahastaelporchedelafachada,yéllosseguiría,lomismoqueunahormiga).Oímosunosgolpecitosalapuerta;JemabrióydijoqueeramísterHeckTate.

—Bien,pídelequeentre—contestóAtticus.

—Se lo he dicho ya. Hay unos hombres fuera, en el patio: quieren quesalgas.

EnMaycomb, los hombres adultos sólo se quedaban en el patio por dosmotivos:defuncionesypolítica.Yomepreguntéquiénhabríamuerto.JemyyosalimosalapuertadelafachadaperoAtticusnosgritóquevolviésemosaentraracasa.

Jemapagólaslucesdelasaladeestaryaplastólanarizcontralapersianadeunaventana.TíaAlexandraprotestó.

—Unsegundonadamás,tiíta,veamosquiénesson—dijoél.

Dill y yo ocupamos otra ventana. Un tropel de hombres estaban de pierodeandoaAtticus.Parecíaquetodoshablabanalavez.

—...Trasladarlemañana al calabozodel condado—decíamisTate—.Yonobuscoalborotos,peronopuedogarantizarqueloshaya...

—No sea tonto, Heck —replicó Atticus—. Estamos en Maycomb.—...dichoquesóloestabaintranquilo.

—Heck, hemos conseguido un aplazamiento del caso únicamente paraaseguramos de que no haya motivo de inquietud. Hoy es sábado —decíaAtticus—. El juicio se celebrará probablemente el lunes. Puede guardarlotodavíaunanoche,¿verdad?NocreoqueningunapersonadeMaycombquieraindisponermeconuncliente,conlodifícilesqueestánlostiempos.

HubounmurmulloderegocijoquemuriósúbitamentecuandomísterLinkDeasdijo:

—Nadiedeporaquítramanada,sonlamanadadeOldSarumlosquemepreocupan...¿Nopodríaisconseguir...?,¿cómosellama,Heck?

—Uncambiodesededel jurado—contestómísterTate—.Noservirádemucho,¿verdadqueno?

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Atticus pronunció unas palabras inaudibles.Yome volví hacia Jem, quemehizocallarconunademán.

—...Además —estaba diciendo Atticus—, usted no le tiene miedo a laturbaaquella,¿verdadqueno?

—...Sécómoseportancuandoestánsaturadosdelicor.

—Habitualmente,endomingonobeben;pasanlamayorpartedeldíaenlaiglesia...—dijoAtticus.

—Detodosmodos,éstaesunaocasiónespecial—indicóuno...

ElmurmulloyelzumbidodelaconversacióncontinuóhastaquetiítadijoquesiJemnoencendíalaslucesdelasaladeshonraríaalafamilia.Jemnolaoyó.

—...No comprendo cómo se metió en esto desde un principio—estabadiciendo míster Link Deas—. Con este caso puede perderlo todo, Atticus.Todoselodigo.

—¿Locreeasí,deveras?

Aquéllaeralapreguntapeligrosa,enbocadeAtticus.

'¿Creesdeverasquequieresjugaresapiezaahí,Scout?'Bam,bam,bam,yel tablero quedaba limpio de fichas mías. '¿Lo crees así de veras, hijo?Entoncesleeesto'.YJemluchabatodoelrestodelaveladaconlosdiscursosdeHenryW.Gray.

—Link,esposiblequeaquelmuchachovayaalasillaeléctrica,peronoiráhasta que se haya dicho la verdad.—La voz de Atticus era tranquila—.Yustedsabecuáleslaverdad.

Delgrupodehombresse levantóunmurmulloquesehizomásominosocuandoAtticusretrocedióhacialaescaleradelafachadayloshombresseleacercaron.

DerepenteJemgritó:

—¡Atticus,elteléfonoestállamando!

Loshombrestitubearon,sorprendidos.Erangentealacualveíamostodoslos días: comerciantes, granjeros que vivían en la población; estaba allí eldoctorReynolds;ytambiénestabaMísterAvery.

—Bien,contestatú,hijo—gritóAtticus.

Los hombres se dispersaron riendo.CuandoAtticus encendió la lámparadeltechodelasalaencontróaJemjuntoalaventanamuypálido,exceptoporlahuellaencarnadaquelapersianahabíadejadoensunariz.

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—¿Cómodiablosestáistodossentadosaoscuras?—preguntó.

Jem le siguió con la mirada mientras él se iba a su sillón y cogía elperiódicodelanoche.AvecespiensoqueAtticussometíatodaslascrisisdesuvidaaunatranquilaevaluacióndetrásdeMobileRegister,TheBirminghamNewsyTheMontgomeryAdvertiser.

Jemseleacercó.

—Veníanporti,¿verdad?Queríanhacertedaño,¿noescierto?

AtticusbajóelperiódicoymiróaJem.

¿Quéhasestadoleyendo?—preguntó.Luegodijodulcemente—:No,hijo,ésoseranamigosnuestros.

—¿Noeranuna...banda?—Jemestabamirandoporelrabillodelojo.

Atticustratódesofocarunasonrisa,peronoloconsiguió.

—No,enMaycombnotenemosbandasnitonteríasdeesaclase.JamásheoídohablardeningunabandaenMaycomb.

—ElKuKluxKlanpersiguióaalgunoscatólicos,tiempoatrás.

—Tampoco había oído hablar de católicos en Maycomb Atticus—. Teestásconfundiendoconalgunaotracosa.Tiempoatrás,hacia1920,habíaunKlan,peromásquenadaeraunaorganizaciónpolítica.Porlodemás,apenasencontrabanaquién asustar.Unanochedesfilaronpordelantede la casademíster Levy, pero éste se limitó a plantarse en su porche y decirles que lascosashabíantomadouncarizdivertido,puesélmismoleshabíavendidolassábanas que les cubrían. Sam les llenó de vergüenza hasta tal punto que semarcharon.

La familia Levy llenaba todos los requisitos para ser gente excelente:obrabanlomejorquepodíansegúnelcriterioqueposeían,yhabíanvividoenelmismopedazodeterrenodurantecincogeneraciones.

—ElKuKluxKlanhadesaparecido—añadióAtticus.Noreviviránunca.

YoacompañéaDillacasayregreséatiempoparaoírqueAtticusdecía:

...EnfavordelasmujeresdelSurcomoelprimero,peronoparasosteneruna comedia política a costa de vidas humanas—declaración que me hizosospecharquehabíanvueltoapelearse.

BusquéaJemyleencontréensucuarto,tendidoenlacamaysumidoenprofundasreflexiones.

—¿Hanvueltoalasandadas?—lepregunté.

—Algo por el estilo. Ella no quiere dejarle en paz con respecto a Tom

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Robinson.CasihadichoqueAtticusdeshonrabaa la familia.Scout..., estoyasustado.

—¿Asustadodequé?

—AsustadoporAtticus.Seríaposiblequealguienlehicieraalgomalo.—Jemprefirióencerrarseenelmisterio;todoloquecontestóamispreguntasfuequememarchaseyledejaratranquilo.

Eldíasiguienteeradomingo.Enelintervaloentrelaescueladominicalylafunciónreligiosa,duranteelcual lacongregaciónestirabalaspiernas,viaAtticusdepieenelpatioconotroapiñamientodehombres.ComomísterTateestaba presente, me pregunté si se habría convertido, pues jamás iba a laiglesia. Hasta míster Underwood estaba allí. A míster Underwood no leinteresaba ninguna organización que no fuera The Maycomb Tribune,periódicodelcualeraelúnicopropietario,directoreimpresor.Sepasabalosdías delante de la linotipia, donde se refrescaba de vez en cuando bebiendosorbos de una jarra de aguardiente que nunca faltaba. Raras veces sepreocupabaderecogernoticias:lagenteselasllevabaallí.SedecíaqueideabaporsímismotodaslasedicionesdeTheMaycombTribuneylasescribíaenlalinotipia.Yeraadmisible.AlgoimportantehabíadeocurrirparaquesalieraalacallemísterUnderwood.

AlcancéaAtticusenlapuerta,alentrar,ymedijoquehabíantrasladadoaTomRobinsonalacárceldeMaycomb.Dijotambién,másparasímismoqueamí,quesilehubiesentenidoallídesdeelprincipionosehabríaproducidoelmenor revuelo.Levicómosesituabaensuasientode la tercera filay leoícantarenvozbajayprofunda 'Máscerca,miDios,deTi',unpocorezagadodel resto de nosotros.Nunca se sentaba con tíaAlexandra, Jemy yo.En laiglesialegustabaestarsolo.

La presencia de tía Alexandra hacía más irritante la paz ficticia queimperaba los domingos. Inmediatamente después de comer, Atticus solíaescapar a suoficina, donde le encontrábamos, si algunavez íbamos averle,arrellanado en su sillón giratorio, leyendo. TíaAlexandra se preparaba paraunasiestadeunpardehorasynosamenazabaseveramenteporsiosábamoshacer el menor ruido en el patio, pues los vecinos estaban descansando.Llegadoyaalaancianidad,Jemsehabíahabituadoaretirarseasucuartoconun montón de revistas deportivas. Con todo ello, Dill y yo pasábamos losdomingosrondandoporelprado.

Comoendomingoestabaprohibidodisparar,DillyyodábamospatadasalapelotadefútboldeJem,locualnoeranadadivertido.DillpreguntósimegustaríaquetratásemosdeecharunaojeadaaBooRadley.Yocontestéquenocreía que estuviese bien ir a molestarle, y me pasé el resto de la tardeinformándolede losacontecimientosdel inviernoanterior.Le impresionaron

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considerablemente.

Nos separamos a la hora de cenar, y después de la comida Jem y yoestábamossentadospasando laveladade lamanerahabitual,cuandoAtticushizoalgoquenosllamólaatención:entróenlasaladeestartrayendounlargocordóneléctricopreparadoparaempalmarlo.Enelextremodelcordónhabíaunalámpara.

—Salgounrato—dijo—.Cuandoregrese,vosotrosyaestaréislacama,demodoqueosdoylasbuenasnochesahora.

Dichoesto,sepusoelsombreroysalióporlapuertatrasera.

Cogeelcoche—dijoJem.

Nuestro padre tenía algunas peculiaridades: una era que nunca comíapostres;otra,quelegustabaandar.Desdequepuedorecordar,hubosiempreenlacocheraun'Chevrolet'enexcelenteestado,yAtticushizomuchasmillasenviajesprofesionales,peroenMaycombibayveníaapiedelaoficinacuatrovecesaldíacubriendounasdosmillas.Decíaqueelúnicoejercicioquehacíaeraandar.EnMaycomb,siunosalíaadarunpaseosinunobjetivoconcretoen la mente, era acertado creer que su mente era incapaz de un objetivoconcreto.

Unratodespués,di lasbuenasnochesami tíayamihermano,yestabaensimismada en la lectura de un libro cuando oía a Jem ajetreado en lahabitación.Losruidosquehacíaalacostarseerantanfamiliaresquellaméalapuerta.

—¿Porquénotevasalacama?

—Me voy un rato al centro de la ciudad. Se estaba cambiando lospantalones.

—¿Cómo?¡Sisoncasilasdiez,Jem!

Yalosabía,peroapesardetodosemarchaba.

—Entoncesmevoycontigo.Sidicesqueno,quetúnovas,iréigual,¿meoyes?

Jemvioquetendríaquepelearseconmigoparahacermequedarencasa,demodoquecedióconpocagalantería.

Mevestírápidamente.Esperamoshastaquelaluzdenuestratíaseapagó,ybajamoscalladamente lasescalerasde laparteposterior.Aquellanochenohabíaluna.

—Dillquerrávenirconnosotros—susurré.

—Claroquequerrá—dijoJemlúgubremente.

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Saltamos la pared del paseo, cruzamos el patio lateral demissRachel yfuimos a la ventanadeDill. Jem imitó el cantode la perdiz.La fazdeDillaparecióen lapersiana,desapareció,ycincominutosdespués supropietarioabría y se deslizaba al exterior. Viejo combatiente, no dijo nada hasta queestuvimosenlaacera.

—¿Quépasa?

—AJemlehadadolafiebredeiraecharvistazosporahí.—UnadolenciaqueCalpumiadecíaque,asuedad,cogíantodoslosmuchachos.

—Simplemente, he sentido el impulso —dijo Jem—. El impulso,simplemente.

PasamospordelantedelacasademissDubose,desiertaydestrozada,conlas camelias creciendoentremalashierbas,hasta la esquinade laoficinadeCorreoshabíaotrasochocasas.

Lacarasurdelaplazaestabadesierta.Encadaesquinaerizabansuspúasarbustos gigantes de 'monkey—puzzle', y entre ellos, bajo la luz de laslámparasdelacalle,brillabaunlarguerodehierrodondeataranimales.Enelcuartodeaseo,deljuzgadoseveíaunaluz;portodolodemás,aquellafachadadel edificio estaba oscura.Un gran cuadrado de almacenes rodeaba la plazadeljuzgado;muyalinteriordeellosardíanunaslucestímidas.

Cuandoempezóaejercersucarrera,Atticusteníalaoficinaeneledificiodel juzgado,perodespuésdevariosañosdeactuaciónse trasladóaun lugarmástranquilo,eneledificiodelBancodeMaycomb.Aldoblarlaesquinadelaplaza,vimoselcocheaparcadodelantedelBanco.

—Estáalládentro—dijoJem.

Peronoestaba.Asuoficinasellegabaporunlargopasillo.MirandohaciaelfondodelmismodeberíamoshabervistoAtticusFinch,Abogadoenletraspequeñas y serias resaltando contra la luz de detrás de la puerta. Estabaoscuro.

Jem examinó con la mirada la puerta del Banco para asegurarse. Hizorodarlaempuñadura.Lapuertaestabacerrada.

—Subamoscallearriba.QuizáestévisitandoamísterUnderwood.

Míster Underwood no sólo dirigía la oficina de TheMaycomb Tribune,sinoquevivía en ella.Es decir, sobre ella.Las noticias del juzgadoyde lacárcellasrecogía,simplemente,mirandoporlaventanadelpiso.Eledificiodelaoficinadelperiódicoseencontrabaenelángulonoroestedelaplaza;parallegarallíteníaquepasarpordelantedelacárcel.

La cárcel de Maycomb era el edificio más venerable y aborrecible del

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condado. Atticus decía que era tal como el primo Joshua St. Clair habríapodidodiseñarla.Ciertamente,aquellohabía salidode la fantasíadealguno.Muyfuerade lugarenunapoblaciónde tiendasde fachadascuadradasydecasasdeinclinadostejados,lacárceldeMaycomberaunahumoradagóticaenminiatura,deunaceldadeanchoydosdealto,completadaporunosdiminutossótanos y unos contrafuertes salientes. Realzaban la fantasía del edificio sufachada de ladrillo rojo y las gruesas barras de hierro de sus ventanasmonacales. No se levantaba sobre ningún monte solitario, sino que estabaenclavadaentrelaferreteríadeTyndalylaoficinadeTheMaycombTribune.Lacárcel eraelúnicomotivodeconversacióndeMaycomb: susdetractoresdecíanqueteníaelaspectodeunretretevictoriano;susdefensoresafirmabanquedabaa laciudadunaspectosólido,respetable, interesante,yqueningúnforasterosospecharíanuncaqueestaballenadenegros.

Mientras subíamos por la acera, vimos una luz solitaria encendida en ladistancia.

—Eschocante—dijoJem—,lacárcelnotieneningunaluzexterior.

—Parececomosiestuvieseencimadelapuerta—dijoDill.

Un largo cordón eléctrico descendía entre las barras de una ventana delsegundo piso y por el costado del edificio. A la luz lámpara sin pantalla,Atticusestabasentado,recostadocontralapuertadelafachada.Sesentabaenuna silla de su oficina y sin prestar atención a los insectos nocturnos quedanzabansobresucabeza.

Yoechéacorrer,peroJemmecogió.

—Novayas—medijo—;esposiblequeno legustase.Estábienyno lepasanada.Volvámonosacasa.Sóloqueríasaberdóndeseencontraba.

EstábamossiguiendounatajoatravésdelaplazacuandoentraronenellacuatrocochespolvorientosprocedentesdelacarreteradeMeridian,avanzandolentamenteenhilera.Dieronlavueltaalaplaza,dejaronatráseledificiodelBancoysepararondelantedelacárcel.

No saltó nadie. Nosotros vimos que Atticus miraba por encima delperiódico. Lo cerró, lo dobló pausadamente, lo dejó caer en su regazo y seechóelsombreroatrás.Parecíaquelesestabaesperando.

—Venid—susurróJem.Volvimosacruzarrápidaysigilosamentelaplazay lacallehastaencontrarnosenelhuecode lapuertade 'JitneyJungle'. Jemmiróaceraarriba.—Podemosacercarnosmás—dijo.Entoncescorrimoshastalapuertadela'FerreteríaTyndal',suficientementepróxima,yalmismotiempodiscreta.

Varios hombres bajaron de los coches en grupos de uno y de dos. Las

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sombrastomabancuerpoamedidaquelaluzponíaderelievemacizasfigurasmoviéndose en dirección a la puerta de la cárcel. Atticus continuó dondeestaba.Loshombresloescondíananuestravista.

—¿Estáahídentro,Finch?—dijouno.

—Síestá—oímosquecontestabaAtticus—,yduerme.Noledespertéis.

Enobedienciaamipadre,seprodujoentoncesloquemástardecomprendíque era un aspecto tristemente cómico de una situación nada divertida;aquelloshombreshablaroncasiensusurros.

—Ya sabe lo que queremos—dijo otro—.Apártese de la puerta,místerFinch.

—Puededarmediavueltayregresaracasa,Walter—dijoAtticusconairecampechano—.HeckTateestáporestosalrededores.

— ¡Como el diablo está!—exclamó otro—. La patrulla de Heck se hainternadotantoenlosbosquesquenoVolveráasalirhastamañana.

—¿Deveras?¿Yporqué?

—Losinvitaronacazaragachadizas—fuelalacónicarespuesta—.¿Noselehabíaocurridopensareneso,místerFinch?

—Silohabíapensado,peronolocreía.Bien,pues—lavozdemipadrecontinuabainalterada—,estocambialasituación,¿verdad?

—Sí,lacambia—dijootravoz.Supropietarioeraunamerasombra.

—¿Locreeasídeveras?

Era la segunda vez en dos días que oía lamisma pregunta de labios deAtticus,yellosignificabaquealgunoperderíaunapiezadeltablero.Aquelloerademasiadobuenoparanoverlodecerca.ApartándomedeJemcorrítandeprisacomopudehaciaAtticus.

Jemsoltóunchillidoeintentócogerme,peroyolesllevabadelanteraaélyaDill.Meabrípasoentreoscurosymalolientescuerposysalíderepentealcírculodeluz.

—¡Hoo...la,Atticus!

Me figuraba que le daría una excelente sorpresa, pero su cara mató mialegría.Undestellodemiedoinconfundibledesaparecíaenaquelmomentodesus ojos, pero volvió de nuevo cuando Jem y Dill penetraron dentro delespaciodeluz.

Senotabaenelaireelolorawhiskybaratoyapocilga,ycuandoechéunamiradaamialrededorviqueaquelloshombreseranextraños.Noeranlosque

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había visto la noche anterior. Una acalorada turbación me invadióinstantáneamente: había saltado con aire de triunfo en un corro de personasquenoconocía.

Atticusselevantódelasilla,perosemovíadespacio,comoanciano.Dejóel periódico con mucho cuidado, arreglando pliegues con dedos perezosos.Unosdedosquetemblabanunpoco.

—Veteacasa,Jem—dijo—.LlévateaScoutyaDillacasa.

Estábamos acostumbrados a una pronta, si bien no siempre gustosa,sumisiónalosmandatosdeAtticus,peroporlaactituddeJemseveíaquenopensabamoverse.

—Veteacasa,digo.

Jemmovió la cabeza, negándose.Cuando los puños deAtticus subieronhasta las caderas, los de Jem le imitaron, y mientras padre e hijo seenfrentabanviqueseparecíanmuypoco:elsuavecabellocastañodeJem,ysusojos, tambiéncastaños,sucaraovaladaysusbienproporcionadasorejaseran de nuestra madre, formando un contraste raro con el pelo canoso deAtticus y sus rasgos angulosos; aunque en cierto sentido eran iguales. Elmutuodesafíolosasemejaba.

—Hijo,hedichoquetevayasacasa.

Jemmoviólacabezaenunsignonegativo.

—Yoleenviaréallá—dijounhombrecorpulento,cogiendobrutalmenteaJem por el cuello de la camisa y haciéndole perder casi el contacto con elsuelodeuntirón.

— ¡No le toque!—Y con tremenda presteza di una patada al forastero.Comoibaconlospiesdescalzos,mesorprendióverleretrocedersufriendoundolor auténtico. Me había propuesto darle en la espinilla, pero apuntédemasiadoalto.

—Basta ya, Scout. —Atticus me puso la mano en el hombro. No despatadasalagente.No...—insistiómientrasyoqueríajustificarme.

—NadieatropellaráaJemdeesemodo—protesté.

—Está bien, míster Finch, sáquelos de aquí —refunfuño. Tiene quincesegundosparaecharlesdeaquí.

Depie, enmediodeaquellaextraña reunión,Atticus intentabaconseguirqueJemleobedeciese.

—Nome iré—fue la firme respuesta que dio Jem a las amenazas, losrequerimientosy,porúltimoal:

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—Porfavor,Jem,llévalosacasa—deAtticus.

Yomecansabayaunpocodetodoaquello,perocomprendíaqueJemteníasus motivos particulares para portarse como se portaba, en vista de lasperspectivasqueleaguardabanencuantoAtticusletuvieraencasa.Paseéunamiradaporlaturba.Eraunanochedeverano,apesardelocuallamayoríadeaquelloshombresvestíanmonoycamisasazulesabrochadashastaelcuello.Me figuré que tendrían un temperamento frío, pues no llevaban lasmangassubidas, sino abrochadas en la muñeca. Algunos llevaban sombrero,firmemente calado hasta las orejas. Eran gente de aire huraño y ojossomnolientos; parecían poco habituados a estar levantados hastamuy tarde.De nuevo busqué una cara familiar, y en el centro del semicírculo encontréuna.

—Hola,místerCunningham.

Porlovisto,elhombrenomeoyó.

—Hola,místerCunningham.¿Cómomarchasuamortización?EstababienenteradadelosasuntoslegalesdemísterCunningham;unavez,Atticusmeloshabíaexplicadoaldetalle.Elhombre,deaventajadaestatura,pasólospulgarespordebajodelostirantesdesumono.Parecíaincómodo;seaclarólagargantayapartólamirada.Miamistososaludohabíacaídoenelvacío.

Míster Cunningham no llevaba sombrero; tenía la mitad superior de lafrentemuyblanca,encontrasteconlacara,requemadaporelsol,locualmehizo pensar que la mayoría de días si lo llevaba. Entonces movió los pies,protegidosporgruesoszapatosdetrabajo.

—¿Nomerecuerda,místerCunningham?SoyJeanLouiseFinch.UnavezustednostrajocastañasdeIndias,¿seacuerda?Yoempezabaaexperimentarlasensaciónderidículoqueleinvadeaunocuandounconocidodecasualidadseniegaareconocerle—;VoyalaescuelaconWalter—empecédenuevo—.Eshijodeusted;¿verdad?¿Verdadqueloes,señor?

MísterCunninghamsedignóhacerunlevemovimientoafirmativoconlacabeza.Despuésdetodo,mereconocía.

Estáenmigrado—dije—yseportamuybien.Esunbuenmuchacho—añadí—,unmuchachobuenodeverdad.Unaveznos lo llevamosacomeracasa.Quizá lehayahabladodemí;unavez lepegué,peroélnomeguardórencoryseportómuybien.Dígaleholapormí,¿querráhacerlo?

Atticusdecíaqueparasercortéshabíaquehablaralaspersonasdeloqueles interesaba, no de lo que pudiera interesarnos a nosotros. MísterCunningham no manifestó el menor interés por su hijo; en consecuenciaabordéeltemadesuvinculaciónunavezmás,enundesesperadoesfuerzopor

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hacerlesentircomoensucasa.

—Lasvinculacionessonmalas—leestabaaconsejando,cuandoempecéadarmecuentapocoapocodequemedirigíaatodalareunión.Todosaquelloshombresmemiraban, algunos, con la boca abierta.Atticus había dejado deimportunar a Jem; ambos estaban de pie al lado de Dill. De tan atentos,parecíanfascinados.HastaelmismoAtticusteníalabocaentreabierta,actitudqueciertaocasiónnosdijoeragrosera.Nuestrasmiradasseencontraron,ylacerró.

'Mira, Atticus, estaba diciendo a míster Cunningham que lasamortizacionessonmalasytodoeso,peroquetúdijistequenoseapurase,queaveces senecesitamuchodinero...Queentre losdos recorreríais el caminopreciso... —Me estaba quedando sin palabras, preguntándome qué idiotezhabía cometido.Las vinculaciones parecíanun temabuenoúnicamente paraconversacionesdesaladeestar.

Empecé a sentir que el sudor se acumulaba en los bordes de cuello; eracapazderesistirlo todomenosunpuñadodegentecon lamiradafijaenmí.Todosestabanperfectamenteinmóviles.

—¿Quépasa?—pregunté.

Atticusnodijonada.Miré ami alrededory levanté lavistahaciamísterCunningham, cuyo rostro estaba igualmente impasible. Entonces hizo unacosasingular.Sepusoencuclillasymecogióporamboshombros.

—Lediréquemehasdicho'hola',damita—prometió.

Luegoselevantódenuevoyagitósuenormezarpa.

—Vámonos—gritó—.Enmarcha,muchachos.

Lomismoquehabíanvenido,deunoenunoydedosendos,loshombresretrocedieron con paso tardo hacia sus destartalados coches. Las puertas secerraron,losmotorestosieron,yunossegundosdespuéshabíandesaparecido.

YomevolvíhaciaAtticus,perosehabíaidohastalacárcelyseapoyabaenlaparedconlacarapegadaaella.Meacerquéytirédesumanga.

—Podemosirnosacasaahora?

Atticusmovió lacabezaasintiendo, se sacóelpañuelo, se lopasópor lacaraysesonóconestrépito.

—¿Míster Finch?—Una voz baja y ronca sonó en la oscuridad ¿Se hanmarchado?

Atticusretrocedióunospasosylevantólavista.

—Sehanmarchado—contestó—.Duermeunpoco,Tom.notemolestarán

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más.

Desdeotradirección,unavozrasgóvivamentelanoche.

—Puedespregonarmuybienqueno.Tehetenidoprotegidotodoelrato,Atticus.

MísterUnderwoodyunaescopetadedoscañonesasomabanporlaventanaencimadelaoficinadeTheMaycombTribune.

Había pasado hacía mucho la hora de acostarme y me iba sintiendocompletamente cansada; parecía que Atticus y míster Underwood seguiríanhablando todo el resto de la noche, míster Underwood desde su ventana yAtticusconlacabezalevantadahaciaél.PorfinAtticusregresó,desconectólaluzdeencimadelapuertadelacárcel,yrecogiólasilla.

—¿Puedollevársela,místerFinch?—preguntóDill.Nohabíapronunciadoniunasolapalabraentodoelrato.

—Naturalmente;gracias,hijo.

Andandohacialaoficina,Dillyyonosencontramoscaminandoalmismopaso detrás de Atticus y Jem. Con lamolestia de la silla, Dill andabamásdespacio.AtticusyJemibanunbuentrechomásadelante,yyopresumíqueAtticusregañabaairadamenteaJempornohabersemarchadoacasa,peromeequivoqué.Cuandopasabanpordebajodeunfaroldelacalle,Atticuslevantólamanoylapasó,comodandomasaje,porlacabezadeJem;únicogestodeafectoquesolíapermitirse.

16

Jemmeoyóyasomólacabezaporlapuertadecomunicación.Mientrasseacercabaamicama, la luzdeAtticus seencendió.Permanecimos inmóvilesdonde nos encontrábamos hasta que se apagó; le oímos revolverse, yesperamoshastaquesequedóquietodenuevo.

Jemmellevóasucuartoymepusoenlacama,asulado.

—Pruebadedormirte—dijo—.Esposiblequemañanaterminetodo.

Habíamos entrado silenciosamente, para no despertar a tía Alexandra.Atticus había parado el motor en el paseo y seguido hasta la cochera;habíamosentradoporlapuertaposteriorynoshabíamosidoanuestroscuartossin decir una palabra.Yo estabamuy cansada yme sumergí ya en el sueñocuando el recuerdo de Atticus doblando calmosamente el periódico yechándoseel sombreroatrás se convirtió enAtticusdepieenmediodeuna

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calledesiertayanhelante,subiéndoselasgafasalafrente.Mimenteregistróelimpactodelsignificadoplenodelosacontecimientosdeaquellanocheymepuseallorar.Jemseportóestupendamentebienconmigo;porunaveznomerecordóquelaspersonasqueseacercanalosnueveañosnohacenesascosas.

Aquellamañana todo elmundo tuvo un apetitomenguado excepto Jem,quedespachólindamentetreshuevos.Atticusmirabaconfrancaadmiración;tía Alexandra bebía el café a sorbitos, emitiendo oleadas de reproche. Losniños que de noche se marchaban en secreto eran una desgracia para lafamilia. Atticus replicó que se alegraba de que sus desgracias hubiesenaparecidolacárcel,perotiítarepuso:

—Tonterías,místerUnderwoodestuvovigilandotodoelrato.

—Pues eso fue chocante enBraxton—contóAtticus—.Desprecia a losnegros;noquiereveraningunocerca.

Según la opinión corriente de la ciudad, míster Underwood era unhombrecito vehemente ymal hablado, a quien su padre, en un arranque dehumorismo, puso el nombre de Braxton Bragg; y míster Braxton se habíaesforzadosiempretodoloposibleenhacerhonoratalnombre.Atticusdecíaqueeldarnombresdegeneralesconfederadosalaspersonasconvertíapocoapocoaéstasenbebedoresempedernidos.

CalpurniaestabasirviendomáscaféatíaAlexandra,ycontestómoviendola cabeza negativamente a unamiradamía que yo consideraba suplicante ysubyugadora.

—Eres demasiado joven todavía—me dijo—.Cuando ya no lo seas, teavisaré.—Yorepliquéque lesentaríabienamiestómago—.Deacuerdo—contestó, cogiendo una taza del aparador. Después de echar en ella unacucharadadecafé,lallenóhastaelbordedeleche.Yoledilasgraciassacandolalenguadespectivamentealrecibirymirarlataza,ylevantélosojosatiempoparaadvertirelceñodereprochedetiíta.PerolociertoesqueelladestinabaelceñoaAtticus.

TíaAlexandraaguardóaqueCalpurniaestuvieraenlacocina,yentoncesdijo:

—Nohablesdeestemododelantedeellos.

—¿Dequémodoydelantedequién?—preguntóél.

—De este modo delante de Calpurnia. Has dicho delante de ella queBraxtonUnderwooddespreciaalosnegros.

—Bah,estoysegurodequeCalpurnialosabía.TodoMaycomblosabe.

Poraquellosdíasempezabaanotaruncambiosutil enmipadre,cambio

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quesemanifestabacuandohablabacon tíaAlexandra.Lohacíaconun tonolevemente zaheridor, nunca con franca irritación.En suvozhubouna ligerarigidezalañadir:

—Todo lo que puede decirse en esta mesa puede decirse delante deCalpurnia.Ellasabeloquerepresentaparaestafamilia.

—Nocreoqueseaunabuenacostumbre,Atticus.Lesdaánimo.Todo loquesucedeenestaciudadsesabeenlosQuartersantesdelapuestadesol.

Mipadredejóelcuchillo.

—Noconozconingunaleyquedigaquenopuedenhablar.Perosinosotrosno les diésemos tanto de qué hablar quizá estarían callados. ¿Por qué no tebebeselcafé,Scout?

Yoestabajugandoconlacucharilla.

—Pensaba que míster Cunningham, era amigo nuestro. Hace muchotiempotúmedijistequeloera.

—Ylosiguesiendo.

—Peroanochequeríahacertedaño.

Atticusdejóeltenedoralladodelcuchilloyapartóelplato.

—Fundamentalmente, míster Cunningham es un buen hombre—dijo—;tienenadamássuspequeñastaras,comotodosnosotros.Jemtomólapalabra.

—No digas que eso sea una pequeña tara.Anoche, al llegar allá, habríasidocapazdematarte.

—Es posible queme hubiese causado alguna pequeña lesión—convinoAtticus—, pero, hijo, cuando seas mayor entenderás un poco mejor a laspersonas.Una turba, sea laque fuere, está compuesta siempreporpersonas.AnochemísterCunninghamformabapartedeunaturba,pero,contodo,seguíasiendo un hombre. Todas las turbas de todas las ciudades pequeñas del Surestáncompuestassiempredepersonasaquienesunoconoce...Aunqueestonohablemuchoenfavordeellas,¿verdadqueno?

—Yodiríaqueno—contestóJem.

—Y resulta que seprecisóunaniñadeocho añosparahacer recordar elbuensentido,¿noescierto?—dijoAtticus—.Ellomuestraunacosa:queesposible detener a una cuadrilla, simplemente porque continúan siendo sereshumanos. Hummm, quizá necesitamos una fuerza de policía compuesta porniños...Anochevosotros,chiquillos,conseguisteisqueWalterCunninghamsepusieradentrodemipellejoporunminuto.Conestobastó.

Confié enque, cuando fuesemayor, Jementenderíaunpocomejor a las

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personas;yonolasentenderíanunca.

—ElprimerdíaqueWalterCunninghamvuelvaalaescuelaserátambiénelúltimo—afirmé.

—No le tocarás—dijoAtticus llanamente—.No quiero que ninguno devosotros dos guarde el menor resentimiento por lo de anoche, pase lo quepase.

—Yaves,¿verdad?—intervinotíaAlexandra—loqueresultadecosasasí.Nodigasquenotelohabíaadvertido.

Atticuscontestóquenuncalodiría,apartólasillayselevantó.

—Nosesperaundíadetrabajo;porlotantodispensadme.Jem,noquieroqueni túniScoutvayáis al centrode la ciudadduranteeldíadehoy,os loruego.

CuandoAtticus hubo salido,Dill vino saltando por el vestíbulo hasta elcomedor.

—Estamañanalanoticiahacorridoportodalaciudad—anunció—.Todoshablandecómopusimosenfugaauncentenardesujetosnadamásqueconlasmanosdesnudas...

TíaAlexandraleimpusosilencioconlamirada.

—Noeranuncentenardehombres—dijo—,ninadiepusoenfugaanadie.EransimplementeunpuñadodeesosCunningham,borrachosyalborotados.

—Bah,tiíta,eslamaneradehablardeDill,nohayotracosa—dijoJem—almismotiempoquenosindicabaconunaseñaquelesiguiéramos.

—Hoy quedaos todos en el patio—ordenó tía Alexandra, mientras nosencaminábamoshaciaelporchedelafachada.

Eldíaparecíaunsábado.Lagentedelextremosurdelcondadopasabapordelantedenuestracasaenunariadapausada,perocontinua.

MísterDolphusRaymondpasódandobandazossobresu'purasangre'.

—¿Noveiscómosesostienesobrelasilla?—murmuróJem—.¿Cómoesposiblequeunoaguanteunaborracheraqueempiezaantesdelasochodelamañana?

Por delante de nosotros desfiló traqueteando una carreta cargada deseñoras. Llevaban unos bonetes de algodón para protegerse del sol y unosvestidos con mangas largas. Guiaba la carreta un hombre con sombrero delana.

—Allávanunosmennonitas—ledijoJemaDill—.Nousanbotones.—

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Vivíanenelinteriordelosbosques,realizabanlamayoríadesustransaccionesenlaotraorilladelrío,yrarasvecesveníanaMaycomb—.Todostienenlosojos azules—explicaba Jem—, y en cuanto se han casado ya no se afeitanmás.Asusesposaslesgustaqueleshagancosquillasconlabarba.

MísterXBillupspasó,caballeroenunamula.

—Esunhombre chocante—dijo Jem—.Xno es una inicial, es todo sunombre. Una vez estuvo en el juzgado y le preguntaron cómo se llamaba.Contestó:'XBillups'.ElescribientelepidióquedijeralasletrasyélcontestóX.LepreguntódenuevoyélvolvióacontestarX.ContinuaronasíhastaqueescribióunaXenunahojadepapelylasostuvoenlamanoparaquetodoslovieran.Entonces lepreguntaronendóndehabíasacadoesenombreyéldijoquesuspadreslehabíaninscritodeestemodocuandonació.

Mientraselcondadodesfilabaporallí,JemlecontabaaDill lahistoriaylas características generales de las figuras más destacadas: Míster TensawJonesvotabalacandidaturadelosprohibicionistasabsolutos;enprivado,missEmily Davis tomaba rapé; a míster Jake Síade le salían ahora los tercerosdientes.

Entonces apareció un carromato lleno de ciudadanos de carasinusitadamente serias.Cuando señalaban el patio demissMaudieAtkinson,encendidoenunallamaradadefloresdeverano,missMaudieenpersonasalióalporche.MissMaudieteníaundetallecurioso:suporcheestabademasiadolejos de nosotros para que distinguiésemos claramente su fisonomía, perosiempreadivinábamossuestadodehumorporlaposturadesucuerpo.Ahoraestaba con los brazos en jarras, los hombros ligeramente caídos y la cabezainclinada a un lado; sus gafas centelleaban bajo la luz del sol. Nosotroscomprendimosquesonreíaconlamalignidadmásabsoluta.

Elqueguiabaelcarromatoaminoróelpasodelasmulas,yunamujerdevozestridentegritó:

—'¡Elquevinoenvanidadpartióentinieblas!'

—'¡Un corazón contento proporciona un semblante alegre!' —contestómissMaudie.

Mientraselcarreteroapresurabaelpasodesusmulas,yosupuseque los'lavapiés' pensarían que el diablo estaba citado con las Escrituras para suspropiosfines.ElmotivodequeestuvierandisconformesconelpatiodemissMaudieeraunmisterio;unmisteriomásimpenetrableparamíporelhechodeque, para ser una persona que pasaba todas las horas diurnas fuera de casa,missMaudiedemostrabaundominioformidabledelaEscritura.

—¿Iráaljuzgadoestamañana?—preguntóJem.

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Noshabíamosacercadoallá.

—No—respondió ella—. Esta mañana no tengo nada que hacer en eljuzgado.

—¿Noiráaverquépasa?—inquirióDill.

—No. Ir aver aunpobrediabloque tiene lavidaen juegoesmorboso.Fijaosentodaesagente;pareceuncarnavalromano.

—Tienen que juzgarle públicamente,missMaudie—dije yo—. Si no lohicierannoseríajusto.

—Medoycuentaperfectamente—replicóella—.Peronoporqueeljuicioseapúblicoestoyobligadaair,¿verdadqueno?

MissStephanieCrawfordpasabaporallí.Llevabasombreroyguantes.

—Hummm,hummm,hummm—dijo—.Miracuántagente...UnapensaríaquehadehablarWilliamJenningsBryan.

—¿Ytúadóndevas,Stephanie?—inquiriómissMaudie.

—Al'JitneyJungle'

MissMaudiedijoqueentodasuvidahabíavistoamissStephanieyendoal'JitneyJungle'consombrero.

—Bueno—contestómissStephanie—,hepensadoquetantodaqueasomelacabezaeneljuzgado,paraverquéseproponeAtticus.

—Valelapenaqueteaseguresdequenotecitaparacomparecer.

Nosotros lepedimosqueaclaraseel sentidodesu frase,yella respondióquemissStephanieparecíatanenteradadelcasoquenoestaríademásquelallamasenadeclarar...

Continuaron rondando por allí hasta elmediodía, cuandoAtticus vino acomer y dijo que habían pasado lamañana eligiendo el jurado.Después decomernosdetuvimosarecogeraDillynosfuimosalaciudad.

Eraunafiestadegala.Enelpostedeamarrenoexistíasitioparaatarniunanimalmás;debajodetodoslosárbolesposibleshabíamulasycarrosparados.Laplazadedelantedeledificiodel juzgadoestabacubiertadegentesentadasobre periódicos, comiendobollos con jarabe y empujándolos gaznate abajocon leche caliente traída en jarros de fruta. Algunosmordisqueaban tajadasfríasdepolloydecerdo.Losmáspudientesregabanelalimentocon'Coca—Cola' de la tienda, bebida en vasos abombados. Unos niños de cara suciacorreteabanporentrelamultitud,ylosrorrosalmorzabanenlospechosdesusmadres.

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Enunrincónapartadodelaplaza,losnegrosestabansentadosensilencio,consumiendosardinasygalletas'craker'entrelosaromas,máspenetrantes,del'Nehi—Cola'.MísterDulphusRaymondestabaconellos.

—Mira,Jem—dijoDill—,bebedeunabolsa.

Parecía,enefecto,que lohacíaasí:dospajasamarillasdescendíandesubocahastalasprofundidadesdeunabolsadepapelmarrón.

—Nolohabíavistohacernuncaanadie—murmuróDill—.¿Cómohaceparaquenoseleviertaloquehayaallídentro?

Jemsoltóunarisita.

—Allídentro tieneunabotellade 'Coca—Cola' llenadewhisky.Lohaceasíparanoalarmara las señoras.Leveráschupando toda la tarde; luegosemarcharáunratoallenarlaotravez.

—¿Porquéestásentadoconlagentedecolor?

—Siemprelohaceasí.Losquieremásqueanosotros,mefiguro.Vivesoloalláabajo,cercadel límitedelcondado.Tieneunamujernegrayunmontóndehijosmestizos.Telosenseñaré,silosvemos.

—Notieneairedechusma—aseguróDill.

—Noloes;alláabajoposeetodaunariberadelrío,y,comopropina,vienedeunafamiliaantiguadeverdad.

—Entonces,¿cómoobradeestemodo?

—Es su estilo, sencillamente —contestó Jem—. Dicen que no suposobreponersealodelaboda.Teníaquecasarseconunade...delasseñoritasSpender,creo.Ibanacelebrarunabodaestupenda,peronopudoser...Despuésdel ensayo, la novia subió a su cuarto y se destrozó la cabeza con unaescopeta.Apretóelgatilloconlosdedosdelpie.

—¿Llegaronasaberelmotivo?

—No,nadieseenteróbiendelacausa,exceptomísterDolphus.Dicenquefueporquesupolodelamujernegra;élcalculabaquepodíacontinuarconlanegra y además casarse. Desde entonces siempre ha estado más o menosborracho. Ya sabes, a pesar todo siempre ha sido muy bueno con aquellospequeños...

—Jem—preguntéyo—,¿quéesunniñomestizo?

—Mitad blanco y mitad de color. Tú lo has visto, Scout. Tú conoces aaquel chico de cabello rojo y ensortijado que reparte para la droguería. Esmitadblanco.Sonunacosatristedeveras.

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—¿Triste?¿Cómoeseso?

—Nopertenecenaningunaparte.Lagentedecolornolosquiereporquesonmitadblancos;losblancosnolosquierenconellosporquesondecolor,demodo que son una cosa intermedia, ni blancos ni negros. Por esto místerDolphusdeahíhaenviadodosalnorte,dondeestono les importa.Allíhayuno.

Un niño pequeño, cogido de la mano de una mujer negra, venía, hacianosotros. Para mis ojos era perfectamente negro: tenía un hermoso colorchocolateconunasnaricesanchasyunosdientespreciosos.Avecesseponíaasaltargozosamente,ylamujernegraletirabadelamanoparahacerleparar.

Jemesperóhastaquehubieronpasado.

—Aquélesunodelospequeñosqueosdecía—explicó.

—¿Cómo lo conoces? —preguntó Dill—. A mí me ha parecidocompletamentenegro.

—Avecesno seconoce, amenosqueuno lo sepadeantemano.PeroesmitadRaymond,nocabeduda.

—¿Cómopuedesadivinarlo?—preguntéyo.

—Yatelohedicho,Scout,esprecisosaberquiénesson.

—Ea,¿cómoconocesquenosotrosnosomosnegros?

—TíoJackFinchdicequeenrealidadnolosabemos.Dicequeportodoloquehapodidoseguirde la ideade losantepasadosdeFinch,nosotrosno losomos;peroporloquesabe,tambiénseríaposiblequehubiésemossalidodeEtiopíaenlostiemposdelAntiguoTestamento.

—Bien, si salimosdurante elAntiguoTestamento hace tantísimo tiempoqueyanoimporta.

—Esto es lo que yo pensaba—contestó Jem—, pero en estas tierras encuantounotieneunagotadesangrenegra,todoélesnegro.Eh,mirad...

Una señal invisible había motivado que los que comían en la plaza selevantasen y desparramaran pedazos de papel de periódicos, de celofana ypapel de envolver. Los hijos corrían hacia sus madres, los de pecho erancolocadossobrelascaderasyloshombres,conlossombrerosmanchadosdesudor, reunían a sus familias y las hacían cruzar en rebaño las puertas deljuzgado.Enel rincónmásapartadode laplaza, losnegrosymísterDolphusRaymond se pusieron en pie y se limpiaron de polvo los pantalones. Entreellos había pocas mujeres y pocos niños, lo cual parecía disipar el airedominguero. Los negros aguardaron pacientemente en las puertas, detrás delasfamiliasblancas.

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—Entremos—dijoDill.

—No,serámejorqueesperemosaqueentrelagente.AAtticusquizánolegustasevernos—dijoJem.

EledificiodeljuzgadodelCondadodeMaycomblerecordabaunpocoauno, y en un aspecto, Arlington: las columnas de cemento armado quesosteníanel tejadode laparte sur erandemasiado reciaspara su leve carga.Lascolumnaserantodoloquequedóenpiecuandoeledificioprimitivoardióen1856.Alrededordeellasconstruyeronunedificionuevo.Seríamejordecirque lo construyeron a pesar de ellas. Exceptuando el porchemeridional, eledificio del juzgado del Condado de Maycomb era de estilo victorianoprimitivo,yvistodesdeelnortepresentabauncuadroinofensivo.Noobstante,desdeelotrolado,lascolumnasestilorenacimientogriegocontrastabanconlatorredel reloj, del sigloXIX,quealbergabaunaparatoherrumbrosoypocodignodeconfianza;unaperspectivaindicadoradequehubounagenteresueltaaconservartodorestomaterialdelpasado.

Parallegaralasaladelosjuicios,enelsegundopiso,habíaquepasarpordelantedevariasmadriguerasprivadasdesol: ladelasesorde impuestos, ladelrecaudadordeéstos,ladelescribientedelcondado,ladeldistrito;eljuezdeinstrucciónvivíaenunasratonerasfrescasyoscurasqueolíanalibrosderegistro en descomposiciónmezclados con cemento húmedo y orina rancia.Duranteeldíaeraprecisoencenderlasluces;enlosásperosmaderosdelsuelohabía siempre una capa de polvo. Los habitantes de aquellas oficinas erancriaturasadaptadasasumedioambiente:hombrecillosdecaragrisalosqueleparecíanohabertocadonuncaelairenielsol.

Sabíamosquehabríaunabuenamasadegente,peronohabíamospensadoencontrar las multitudes que llenaban el pasillo del primer piso. Me viseparada de Jem y de Dill, perome abrí paso hacia la pared de la caja deescalera,sabiendoque,antesodespués,Jembajaríaabuscarme.Deprontomehallé enmedio del Club de losOciosos y procuré pasar lomás inadvertidaposible.ElClubde losOciososeraungrupodeancianosdecamisablanca,pantalones caqui y tirantes, que se habían pasado la vida sin hacer nada ydejaban transcurrir ahora sus días crepusculares dedicados a la mismaocupación en los bancos de pino de debajo las encinas de la plaza.Críticosminuciososdelosnegociosdeljuzgado.Atticusdecíaque,afuerzadelargosañosdeobservaciónsabían tantas leyescomoelJuezDecano.Normalmenteeran únicos espectadores de los juicios, y hoy parecían quejosos de que sehubiera alterado su confortable rutina. Cuando hablaron, sus voces meparecieronporcasualidadrevestidasdeimportancia.Laconversaciónteníaportemaamipadre.

...Sefiguraquesabeloquehace—dijouno.

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—Oooh,yonodiríaeso—opusootro—.AtticusFinchesunhombremuydocumentado,unhombrequesabeestudiarlaleyafondo.

—Sí,estudiamucho,esloúnicoquehace.—ElClubsoltóunarisita.

—Permíteme que te diga una cosa, Billy —intervino un tercero—. Túsabesqueeltribunalleencargóladefensadeesenegro.

—Sí,peroAtticusseproponedefenderle.Estoesloquenogustadelcaso.

Heahíunanoticia;unanoticiaquearrojaunaluzdistintasobrelascosas:Atticusteníaquedefenderalnegro,tantosilegustabacomosino.Meparecióraro que no nos hubiese dicho nada de ello; lo habríamos podido utilizarmuchasvecesparadefenderleydefendemos.'Estáobligado,heahílarazóndeque lo haga', habría significado menos peleas y menos alborotos. Pero,¿explicaba esto la actitud de la ciudad? El tribunal designó a Atticus paradefenderalnegro.Atticusseproponíadefenderle.Heahíloquenolesgustabadelcaso.Realmente,unasequedabaconfundida.

Los negros, después de esperar que subiesen los blancos, empezaron aentrar.

—Eh, un minuto nada más—dijo un miembro del Club, levantando subastón—.Noempiecenasubirestasescalerashastadentrodeunmomento.

ElClubiniciósuapiñadaascensióntopandoconJemyDillquebajabanabuscarme.Losdosmuchachospasaronporentrelosviejos,yJemmegritó:

—¡Ven,Scout,noquedaniunasientolibre!Tendremosqueestardepie.¡Y ahora, mira!—exclamó irritado, cuando los negros se lanzaron en aludescaleras arriba. Los viejos que les precedían ocuparían la mayor parte delespacioparaestardepie.No teníamos suerte,y todoeraporculpamía,meinformóJem.Nosquedamosdepiemalhumoradosjuntoalapared.

—¿Nopuedenentrar?

ElreverendoSykesnosestabamirando,conelnegrosombreroenlamano.

—Hola,reverendo—respondióJem—.No,esaScoutnoslohadesbaratotodo.

—Bien, veamos lo que podemos hacer. —El reverendo Sykes se abriócaminoescalerasarriba.Unosmomentosdespuésestabaderegreso—.Abajonohayningúnasiento.¿Lesparecequehabríainconvenienteenqueviniesenalagaleríaconmigo?

—No,diantre—exclamóJem.

Muy gozosos subimos con gran presteza delante del reverendo hacia elpiso de la sala del juzgado. Allí trepamos por una escalera cubierta y

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esperamos en la puerta. El reverendo Sykes llegó resollando detrás denosotros, y nos condujo suavemente entre los negros de la galería. Cuatrohombresselevantaronynoscedieronsusasientosdeprimerafila.

Lagaleríadelagentedecolorocupabatresparedesdelasaladeljuzgado,como una especie de terraza de segundo piso, y desde ella podíamos verlotodo.

El juradoestabasentadohacia la izquierda,bajounasaltasventanas.Susmiembros,tostadosporelsolyflacos,parecíantodoscampesinos,aunqueestoeranatural:loshombresdelaciudadrarasvecessesentabanenlosbancosdeljurado;olosrecusaban,oseexcusaban.UnoodosdeljuradoteníanunlejanoairedeCunninghambienvestidos.Enaquellafasedeljuicioestabansentadosmuyerguidosyatentos.

El fiscal del distrito y otro hombre, Atticus y Tom Robinson estabansentadosaunasmesas,deespaldasanosotros.Enlamesadelfiscalhabíaunlibromarrónyvariastablillasamarillas.Atticusteníalacabezadescubierta.

Dentro de la baranda que separaba a los espectadores del tribunal, lostestigos estaban sentados en unas sillas con asientos de cuero de vaca.Tambiénellosnosdabanlaespalda.

El juezTaylorestabaen lapresidencia, conel airedeun tiburónviejoysomnoliento,mientrassupezpilotoescribíarápidamentemásabajoyenfrentede él. El juezTaylor tenía el aspecto de lamayoría de jueces que he visto:afable, con el cabello blanco, la cara ligeramente rubicunda; era un hombreque gobernaba su tribunal con una falta de formulismo alarmante; a veceslevantabalospieshastalamesa,amenudoselimpiabalasuñasconlanavajade bolsillo. Durante las largas declaraciones de los juicios de faltas,especialmentedespuésdecomer,dabalaimpresióndeestardormitando,unaimpresiónquesedesvaneciódefinitivamenteyparasiempreenunaocasiónenqueunabogadoempujóunapiladelibrosintencionalmente,haciéndoloscaeralsuelo,enundesesperadoesfuerzopordespertarle.Sinabrirlosojos,eljuezTaylormurmuró:

—MísterWhitley,repítalounavezmásylecostaráciendólares.

Eraunprofundoconocedordelaley,yaunqueparecíatomarsesuempleoconindiferencia,enrealidadgobernabaconmanofuertetodosloscasosqueselepresentaban.Sólounavezsevioal juezTaylorenunpuntomuertoeneljuzgado,yfueporcausadelosCunningham.OldSarum,elreducidoterrenoenqueserevolcaban,estabapobladopordosfamilias,separadasydistintasalprincipio, pero que por desgracia llevaban el mismo apellido. LosCunningham se casaron con los Coningham con tal frecuencia que laortografíadelapellidollegóaserunacuestiónacadémica...,académicahasta

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que un Cunningham disputó a un Coningham unos títulos de propiedad yacudió al juzgado. Durante una controversia sobre la cuestión, JerusCunningham declaró que su madre escribía Cunningham en documentos ypapeles, pero en realidad era una Coningham, pues escribía mal, leía muypoco,yporlastardes,cuandosesentabaenlagaleríadelafachada,teníalacostumbredefijarlamiradaalolejos.DespuésdenuevehorasdeescucharlasexcentricidadesdeloshabitantesdeOldSarum,eljuezTaylorechóelcasodeljuzgado.Cuandolepreguntaronconquéfundamento,eljuezTaylorcontestó:'Connivenciaentrelaspartes',ydeclaróquelepedíaaDiosqueloslitigantesse sintieran satisfechos con haber podido decir en público cada cual lo queteníaquedecir.Nohabíanpretendidootracosadesdeelprimermomento.

EljuezTaylorteníaunacostumbreinteresante.Permitíaquesefumaseensu sala, aunque él no fumaba, a veces, si uno era afortunado, disfrutaba delprivilegio de verle poniéndose un cigarro largo y reseco en la boca ymascándolopocoapoco.Trocitoatrozo,elapagadocigarrodesaparecía,parareaparecerunashorasmástardeenformadeunamasalisayaplanada,cuyaesencia había ido amezclarse con los jugos digestivos del juezTaylor.Unavez le pregunté a Atticus cómo podía sufrir mistress Taylor el besar a sumarido,peroAtticuscontestóquenosebesabanmucho.

Elestradodelos testigossehallabaa laderechadel juezTaylor.CuandollegamosanuestrosasientosloocupabayamísterHeckTate.

17

—Jem—pregunté—,¿estánlosEwellsentadosalláabajo?

—Cállate—contestó—.MísterHeckTateestáprestandodeclaración.

MísterTatesehabíavestidoparalasolemnidad.Llevabauntrajecorriente,que,enciertomodo,lehaciaparecerseatodoslosdemáshombres.Susbotasaltas,suchaquetadecueroysucinturónrepletodebalashabíandesaparecido.Desde aquelmomento dejó de causarme espanto. Sentado en la silla de lostestigos, tenía el cuerpo inclinado adelante, las manos enlazadas entre lasrodillas,yescuchabaatentamentealfiscaldeldistrito.

Alfiscal,untalmísterGilmer,noleconocíamosbien.EradeAbbottsville;le veíamos únicamente cuando se convocaba el tribunal, y no en todas lasocasiones, porque a Jem y amí los asuntos del juzgado nos interesanmuypoco.Hombrecalvoydecaralisa,suedadpodíaoscilarentreloscuarentaylossesentaaños.Aunqueseencontrabadeespaldasanosotros,sabíamosquetenía un ojo ligeramente desviado, defecto del que sacaba ventaja: parecía

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estarmirandoaunapersona, cuandoen realidadno era así, yde estemodoatormentabaalosmiembrosdeljuradoyalostestigos.Eljurado,creyéndoseobservadominuciosamente,fijabalaatención;ylomismohacíaeltestigo,conigualconvencimiento.

...Consuspropiaspalabras,místerTate—estabadiciendomísterGilmer.

—Pues bien —contestó míster Tate, manoseando sus gafas y como sihablaraasusrodillas—,mellamaron...

—¿Podríaexplicárseloaljurado,místerTate?Gracias.¿Quiénlellamó?

MísterTatecontinuó:

—VinoabuscarmeBob...MísterBobEwell,eldeallá,unanoche...

¿Quénoche,señor?

—Fuelanochedelveintiunodenoviembre.SalíaenaquelmomentodelaoficinacuandoBob...MísterEwellllegó,muyexcitadoelhombre,ymedijoquefueseasucasaenseguida,queunnegrohabíavioladoasuhija...

—¿Acudióusted?

—Enefecto.Subíalcocheymefuiallátodolodeprisaquepude.

—¿Yquéencontró?

—Encontré a lamuchacha tendida en el suelo en el centro cuarto de lafachada;elquehayaladerechaentrando.Lahabíagolpeadodelolindo,peroyolapuseenpie;ellase lavólacaraenuncubodeunrincónydijoquesesentíabien.LepreguntéquiénlahabíaatacadoymedijoquehabíasidoTomRobinson.

El juezTaylor, queparecía absorto en susuñas, levantó lavista como siesperaseunaobjeción;peroAtticuscontinuócallado.

—...Lepreguntésilahabíagolpeadodeaquelmodo,yellarespondióquesí. En consecuencia, me fui a casa de Robinson y lo llevé allá. Ella leidentificócomoelagresor,yyoentonceslodetuve.Estoestodoloquehubo.

—Gracias—dijomísterGilmer.

—¿Algunapregunta,Atticus?—inquirióeljuez.

—Sí—respondiómipadre.Estabasentadodetrásdesumesa;teníalasilladesviadahaciaun lado, laspiernascruzadasyunbrazodescansadosobreelrespaldo de la silla—. ¿Llamó a un médico sheriff? ¿Llamó alguien a unmédico?—preguntóAtticus.

—No,señor—contestómísterTate.

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—¿Nollamaronaunmédico?

—No,señor—repitiómísterTate.

—¿Porquéno?—LavozdeAtticusteníauntonocortante.

—Le diré por qué no lo llamé. No era necesario, míster Finch. A lamuchacha la habían aporreado de unmodo terrible.Algo había pasado, eraobvio.

—¿Peronollamóaunmédico?¿Mientrasustedestuvoallí,llamóalguienaalguno,fueabuscarlo,olellevóalamuchacha?

—No,señor...

—Ha contestado la pregunta tres veces, Atticus. No llamó médico —advirtióeljuez.

Atticusdijo:

—Queríaasegurarmebien,señorjuez.—Yeljuezsonrió.

Lamano de Jem, que reposaba sobre la baranda de la galería, se crispóalrededordesuapoyo.Mihermanocontuvorepentinamentelarespiración.Almirarabajoynoverunareaccióncorrespondiente,mepreguntésiJemqueríamostrarseteatral.Dillmirabasosegadamente,ylomismoelreverendoSykes,sentadoaunlado.

—¿Dequésetrata?—inquirí,sinobtenermásqueunseco:

—Ssshhitt!

—Sheriff —estaba diciendo Atticus—, usted afirma que la habíanaporreadodeunmodoterrible.¿Dequémanera?

—Pues...

—Describasuslesiones,nadamás,Heck.

—Pues, lehabíangolpeadoen lacabeza,por todaspartes.Ensusbrazosaparecían ya unosmorados; aquello había tenido lugar unos treintaminutosantes...

—¿Cómolosabe?

MísterTatesonrió.

—Losiento,esloqueellosmedijeron.Seacomofuere,cuandolleguéalláestaballenademagulladuras,yseleponíaunojoamoratado.

—¿Quéojo?

MísterTatesepasólamanoporelcabello.

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—Veamos—dijo.LuegomiróaAtticuscomosiconsiderasepuerilaquellapregunta.

—¿Nopuederecordarlo?—insistióAtticus.

MísterTateseñalóaunapersonainvisible,aunascincopulgadasdelantedeél,ydijo:

—Elizquierdo.

—Espere unminuto, sheriff—dijoAtticus—. ¿Era el izquierdomirandode cara a usted, o el izquierdo mirando en la misma dirección que ustedmiraba?

—Ah, si —puntualizó míster Tate—, con esto resulta que era el ojoderechodelachica.Sí,erasuojoderecho,místerFinch.Ahoralorecuerdo,teníatodoaquelladodelacarahinchado...

Míster Tate parpadeó otra vez, como si acabara de hacerle comprenderclaramente alguna cosa. Luego volvió la cabeza y miró a Tom Robinson.Comoporinstinto,TomRobinsonlevantólacabeza.

—TambiénAtticushabíavistoalgocontodaclaridad,yellofuecausadequesepusieraenpie.

—Sheriff,repita,porfavor,loquehadicho.

—Hedichoqueerasuojoderecho.

—No... —Atticus se acercó a la mesa del escribiente del juzgado y seinclinó sobre la mano que escribía con furia. Esta se paró, echó atrás elcuadernodetaquígrafo,yelescribientedijo:

—MísterFinch,ahorarecuerdoquelajoventeníahinchadoeseladodelacara.

AtticuslevantólavistahaciamísterTate.

—¿Quélado,unavezmás,Heck?

—El ladoderechomísterFinch, pero tenía otrasmagulladuras... ¿Quierequelehabledeellas?

Atticusparecíaapuntodehacerotrapregunta,perolopensómejorydijo:

—Sí,¿cuáleseranlasotraslesiones?

MientrasmísterTatecontestaba,AtticussevolvióymiróaTomRobinsoncomoparadecirlequeaquelloeraalgoenlocualnohabíanconfiado.

—...Tenía los brazos llenos de cardenales, yme enseñó el cuello. En lagargantaseleveíanhuellasdigitalesbienclaras...

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—¿Todoalrededor?¿Inclusoenlanuca?

—Yodiríaquetodoalrededor,místerFinch.

—¿Deveras?

—Sí,señor,lamuchachateníaelcuellodelgado,cualquierahabríapodidorodearlocon...

—Porfavor,sherifflimíteseacontestarsíonoalapregunta—dijoAtticussecamente.YmísterTatesequedócallado.

Atticus se sentó e hizo un signo de cabeza al fiscal del distrito, el cualmoviólasuyanegativamentemirandoaljuez,quiendirigióunainclinacióndela suya a míster Tate, que se levantó muy tieso y bajó del estrado de lostestigos.

Abajo, las cabezas sevolvieron, lospies restregaron el suelo, los rostrosfueronsubidosaloshombrosyunoscuantoschiquillossalierondeestampidade la sala. Detrás, los negros susurraban en voz baja entre ellos. Dillpreguntaba al reverendo Sykes a qué venía todo aquello, pero el reverendocontestóquenolosabía.Hastaelmomentotodosedesenvolvíadeunmodocompletamentesoso:nadiehabíaatronadoelaire,nohubodiscusionesentrefiscalyabogado,nohabíadrama;todoslospresentesparecíanprofundamentedesilusionados. Atticus procedía con aire amistoso, como si estuvieraenzarzado en una disputa de poca monta. Con infinita habilidad en calmarmaresturbulentos,eracapazdeconseguirqueuncasodeviolaciónresultasetanáridocomounsermón.Demimentehabíahuidoelterroralwhiskybaratoyaoloresdeestablo,aloshombresceñudosdeojossomnolientolavozroncapreguntandoenlanoche:'¿MísterFinch?¿Sehamarchado?'Conlaluzdeldíasehabíadisipadonuestrapesadilla;todosaldríabien.

TodoslosespectadoresestabantansosegadoscomoeljuezTaylor,exceptoJem.Mihermano tenía los labioscurvadosenunamediasonrisacargadadeintención,losojosalegres,ydijoalgoacercadecorroborarlaspruebasquemediolaseguridaddequeestabapresumiendo.

—...RobertE.LeeEwell!

Respondiendo a la voz estentórea de escribiente, un hombrecitojactancioso como un gallo de pelea se levantó, y correteó hacia el estrado,mientras la nuca se le ponía encarnada al escuchar su nombre. Cuando sevolvióparaprestarjuramento,vimosqueteníalacaratanencarnadacomoelpescuezo.Vimos,además,quenoteníaningunasemejanzaconsutocayo.Desu frente se levantaba una greña de cabello hirsuto, recién lavado; tenía lanariz estrecha, puntiaguda y brillante; no tenía barbilla digna de mención:parecíaformarpartedesumoviblecuello.

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—...yqueDiosmeayude—cacareó.

Todas lasciudadesde lacategoríadeMaycombteníanfamiliascomolosEwell.Ningunafluctuacióneconómicacambiabasuniveldevida;gentecomolos Ewell vivían en calidad de huéspedes del condado en la prosperidad lomismoqueenlashondonadasdeunadepresión.Ningúnagentedelordeneracapazde sujetar a sunumerosadescendencia en la escuela;ningún sanitariopodía librarla de sus defectos congénitos, gusanos diversos y enfermedadesendémicasenlosambientessucios.

LosEwelldeMaycombvivíandetrásdelvaciaderodelaciudad,enloqueenotrotiempofueunachozadenegros.Lasparedesdetablasdemaderadelachozaestaban suplidas conplanchasonduladasdehierro; el tejado, cubiertocon botes de hojalata aplanados a martillazos, de modo que únicamente suforma indicaba su destino primitivo; era cuadrada, con cuatro cuartospequeñísimos que se abrían en un vestíbulo alargado, y descansaba sobrecuatroelevacionesdepiedracaliza.Lasventanaseranmerosespaciosabiertosde las paredes, y en verano las cubrían con pedazos grasientos de estopilla,con el fin de cerrar el paso a los bichos que se nutrían de los desechos deMaycomb.

Pero estos bichos no celebraban grandes banquetes, pues los Ewellprocedíanaunrepasodiariodelvaciadero,ylosfrutosdesuspesquisas(losquenoaprovechabanparacomer)hacíanqueeltrozodeterrenoquerodeabalacabañaparecieselacasadejuguetesdeunniñodemente:loquepasabaporvalíaerantrozosderamasdeárboles,escobasymangosdeaperos,todoellocoronado con herrumbrosas cabezas de martillo, palas, hachas y azadas deescardar, sujetadas con trozos de alambre espinoso. Encerrado dentro deaquella barricada había un patio sucio que contenía los restos de un 'FordModelo—T' (a trozos), un sillón desechado de dentista, una nevera antigua,ademásdeotrosobjetosmenores:zapatosviejos,destrozadasradiosdemesa,marcosdecuadrosyjarrosdefrutas,debajodeloscualesunasgallinasflacascolornaranjapicoteabanconfiadamente.

Sinembargo,habíaunrincóndelpatioquemaravillabaatodoMaycomb.En fila, junto a la valía había seis jarros de lavabo, con el esmaltedesconchado,queconteníanunosgeraniosde col rojovivo, cuidados con lamisma ternura que si hubiesen pertenecido a miss Maudie Atkinson,suponiendo quemissMaudie se hubiese dignado admitir un geranio en susdominios.LagentedecíaquepertenecíanaMayellaEwell.

Nadiesabíaconseguridadcuántosniñoshabíaenlacasa.Undecíanseis,otros nueve; cuando alguno pasaba por allí, en las ventanas, siempre habíavarios pequeñuelos con la cara sucia. Pero nadie tenía ocasión de pasar,exceptoporNavidad,cuandolasiglesiasrepartíancestosdeprovisiones,yel

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alcalde de Maycomb nos rogaba que tuviésemos la bondad de ayudar alencargado la limpieza yendo a arrojar al vaciadero los árboles y la basuranuestrascasas.

LaNavidadanterior,alcumplirconloqueelalcaldehabíapedido,Atticusnos llevóconsigo.De lacarreterapartíahaciavaciaderouncaminode tierraqueibaaterminarenunapequeñacolonianegra,aunasquinientasyardasmásalládelosEwell.Eraprecisoretrocederhacialacarretera,ocontinuarhastaelfinaldelcaminoydarlavuelta;lamayoríadepersonasibaadarladelantedelospatiosdelafachadadelosnegros.Enelatardecerheladodediciembre,suscabañas aparecían limpias, cuidadas con una cinta pálida de humo azul quesalíaporlachimeneaylosumbralesdeuncolorámbarluminosoacausadelfuego que ardía en el interior. Allí se percibían aromas deliciosos: pollo ytocinofriéndose, tersoscomoelairedelatardecer; Jemyyoolimosqueallíguisabanardilla,perosenecesitabaunantiguocampesinocomoAtticusparaidentificarlazarigüeyayelconejo;aromastodosquesedesvanecieroncuandopasamospordelantedelaresidenciadelosEwell.

Loúnicoqueposeíaelhombrecitodelestradode los testigossusceptiblede darle alguna ventaja sobre sus vecinos más cercanos, era que si lerestregabanconjabóndesosadentrodeaguamuycaliente, lesaldría lapielblanca.

—¿MísterRobertEwell?—preguntómísterGilmer.

—Eseesminombre,capitán—contestóél,pronunciandohorrorosamenteelinglés.

La espalda demísterGilmer se puso un tanto rígida y yo le compadecí.Quizáconvendríaqueaclaraseundetalle.Heoídodecirque loshijosde losabogados,alverasuspadresenelcalordeunadiscusión,seformanunaideaequivocada:creenqueelabogadodelapartecontrariaesunenemigopersonaldesupadre,sufrenvivotormento,ysellevanunasorpresatremendaalver,amenudo, a sus padres saliendo del brazo de sus atormentadores en cuandollega el primer descanso. En el caso de Jem y mío, esto no era cierto. Norecibíamosheridaalgunaalverquenuestropadreganabaoperdía.Lamentono poder ofrecer ninguna versión teatral en lo tocante a este punto; si lohiciera, faltaría a la verdad.No obstante, en las ocasiones en que el debatetomabauncarizmásacrimoniosoqueprofesional,sabíamosnotarlo,peroestoocurríacuandoobservábamosaotrosabogadosquenoerannuestropadre.EntodamividanohabíaoídoqueAtticus levantase lavoz, excepto si hablabacon un testigo sordo.MísterGilmer hacía su trabajo, lomismo queAtticushacíaelsuyo.Además,místerEwelleraeltestigodeGilmer,yéstenoteníaporquémostrarsegroseroconnadie,ymenosconél.

—¿EsustedelpadredeMayellaEwell?—lepreguntóacontinuación.

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Larespuestaconsistióenun:

—Vaya,sinolosoy,yanopuedotomarmedidassobreelasunto:sumadrehamuerto.

EljuezTaylorseagitó.Volvióselentamenteensusillóngiratorioydirigióunamiradabenignaaltestigo.

—¿EsustedelpadredeMayellaEwell?—preguntódeunmodoquehizoque,abajo,lasrisasparasensúbitamente.

—Sí,señor—dijomísterEwell,conairemanso.

EljuezTaylorprosiguióconsuacentodebenevolencia.

—¿EséstalaprimeravezqueseencuentraanteunTribunal?Norecuerdohaberlevistonuncaaquí—yanteelcabezazoafirmativodeltestigo,continuó—:Vamos a dejar una cosa bien sentada.Mientras yo esté sentado aquí nohabrá en esta sala ninguna nueva especulación obscena sobre ningún tema.¿Quedaentendido?

Míster Ewell movió la cabeza afirmativamente, pero no creo que leentendiese.EljuezTaylordijoconunsuspiro:

—¿Quiereseguir,místerGilmer?

—Gracias, señor. Míster Ewell, ¿querría contarnos, por favor, con suspropiaspalabras,¿quépasóelanochecerdelveintiunodeNoviembre?

Jem sonrió y se echó el cabello atrás. 'Con sus propias palabras' era lamarcadefábricademísterGilmer.Nosotrosnospreguntábamosamenudo,dequiéntemíaquefuesenlaspalabrasqueeltestigopodíaemplear.

—Pueslanochedelveintiunodenoviembre,yoveníadelbosqueconunacargadeleñay,apenashabíallegadoalavalla,cuandooíaMayellachillandodentrodelacasacomouncerdoapaleado...

Aquí,eljuezTaylormiróvivamentealtestigoydecidió,sinduda,quesusespeculacionesestabandesprovistasdemalaintención,porqueseapaciguóyvolvióatomarunairesomnoliento.

—¿Quéhoraera,místerEwell?

—Momentos antes de ponerse el sol. Bien, iba diciendo que Mayellachillaba como para sacar a Jesús de...—otramirada de la presidencia hizocallaramísterEwell.

—¿Sí?¿Gritaba?—preguntómísterGilmer.

MísterEwelimiróconfusoaljuez.

—Sí,ycomoMayellaarmabaaquelcondenadoalboroto,dejécaerlacarga

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ycorrícuantopude,peromeenredéenlavallay,cuandopudesoltarmecorríhacialaventanayvi...—lacarademísterEwellsepusoescarlata.Levantandoelíndice,señalTomRobinson—,¡...viaquelnegrodeallámaltratandoamilMayella!

LasaladelTribunaldeljuezTayloreratantranquilaquepocasocasionestenía él que utilizar el mazo, pero ahora estuvo golpeando la mesa cincominutos largos.Atticus estaba junto al asiento diciéndole algo;místerHeckTate, en su calidad de primer oficial del condado, se plantó en medio delpasilloparaapaciguaralaatestadasala.Detrásdenosotros,lagentedecolordejóoírunsofocadogruñidodeenojo.

El reverendoSykes se inclinó por encima demí y deDill para tirar delcodoaJem.

—Míster Jem—dijo—, serámejor que lleve amiss JeanLouise a casa.¿Meoye?,místerJem?

Jemvolviólacabeza.

—Scout,veteacasa.Dill,túyScoutmarchaosacasa.

—Primero tienes que obligarme —contesté, recordando la benditasentenciadeAtticus.

Jem me miró frunciendo el ceño con furor, luego, le dijo al reverendoSykes:

Creoqueesigual,reverendo;Scoutnoloentiende.

Yomesentímortalmenteofendida.

—Síqueloentiendo,ymuybien.

—Bah,cállate.Noloentiende,reverendo;todavíanotienenueveaños.

LosnegrosojosdelreverendoSykesmanifestabanansiedad.

—¿SabemísterFinchqueestáisaquí?EstonoesadecuadoparamisJeanLouise,niparaustedes,muchachos.

Jemmoviólacabeza.

—Aquítanlejosnopuedevernos.Nohayinconveniente,reverendo.

Comprendí que Jem ganaría, porque ahora nada le convencería demarcharse.Dillyyoestábamosasalvo,porunrato...Desdedondesehallaba,Atticuspodíavernos,simirabaennuestradirección.

Mientrasel juezTaylordabaconelmazo,místerEwell inspeccionabasuobra, cómodamente instaladoenel sillónde los testigos.Conuna sola frasehabíaconvertidoaungrupoalegrequesaliódemeriendaenunaturbatensa,

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murmurante, hipnotizada poco a poco por los golpes delmazo, que perdíanintensidad,hastaqueelúnicosonidoqueseoyóenlasalafueundébilpinc—pinc—pinc.Lomismoquesieljuezhubiesegolpeadolamesaconunlápiz.

Dueñounavezmásde la sala, el juezTaylor se recostó en el sillón.Deprontose leviocansado; suedadsemanifestaba,yyomeacordéde loquehabía dicho Atticus: él y mistress Taylor no se besaban mucho; debía deacercarsealossetentaaños.

—Sehapresentadolapeticióndequedespejemosestasaladeespectadores—dijoentonces—,oalmenosdemujeresyniños;unapeticiónqueporahoraserádenegada.Porlogeneral,lagenteveloquedeseaveryoyeloquedeseaescuchar, y tiene el derecho de someter a sus hijos a ello; pero puedoasegurarles una cosa: o reciben ustedes lo que vean y oigan en silencio, oabandonaránlasala;aunquenolaabandonaránhastaquetodoesehormiguerohumano se presente ante mí acusado de desacato. Míster Ewell, ustedmantendrásudeclaracióndentrodeloslímitesdellenguajeinglésycristiano,siesposible.Continué,místerGilmer.

MísterEwellmehacíapensarenunsordomudo.Estabaseguradequenohabía oído nunca las palabras que el juez Taylor le dirigió —su boca lasconfiguraba trabajosamente en silencio—, pero su cara revelaba que lasconsiderabaimportantes.Deelladesapareciólacomplacencia,substituidaporuna terca seriedad que no engañó al juez; todo el rato que míster Ewellcontinuóenelestrado,eljueztuvolosojosfijosenél,comosilodesafiaraadarunpasoenfalso.

MísterGilmeryAtticussemiraron.Atticussehabíasentadodenuevo,supuñodescansabaenlamejilla;nopodíamosverlelacara.MísterGilmerteníaunaexpresiónmásbiendesesperada.

UnapreguntadeljuezTaylorlesosegó.

—Míster Eweil, ¿vio usted al acusado teniendo relación sexual con suhija?

—Sí,señor,lovi.

Losespectadoresguardaronsilencio,peroelacusadodijoalgo.Atticuslesusurróunaspalabras,yTomRobinsonsecalló.

—¿Diceustedqueestabajuntoalaventana?—preguntómísterGilmer.

—Sí,señor.

—¿Aquédistanciaquedadelsuelo?

—Aunostrespies.

—¿Veíabientodoelcuarto?

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—Sí,señor.

—¿Quéaspectotenía?

—Estabatodorevuelto,lomismoquesihubieratenidolugarunapelea.

—¿Quéhizoustedcuandovioalacusado?

—Corríadar lavueltaa lacasaparaentrar,peroél saliócorriendounosmomentosantesdequeyollegasealapuerta.Viquiénera,perfectamente.Yoestaba demasiado alarmado, pensando en Mayella, para perseguirle. Entrécorriendoenlacasaylaencontrétendidaenelsuelogimiendo...

—Entonces,¿quéhizousted?

—Fui a buscar a Tate, corriendo todo lo que pude. Sabía quién era, sinlugaradudas,vivíaallá abajoenaquel avisperodenegros,y todos losdíaspasabapordelantedecasa.Juez,desdehacequinceañospidoalcondadoquelimpieaquellamadriguera;sonunpeligroparaelqueviveporlascercanías,ademásdequedesvalorizanmipropiedad...

—Gracias,místerEwell—dijoprecipitadamentemísterGilmer.

El testigodescendióa todaprisadelestradoytopódemanosabocaconAtticus,quesehabíalevantadoparainterrogarle.EljuezTaylorpermitióquelasalasoltaselacarcajada.

Unminutonadamás,señordijoAtticusdelmejortalante.¿Puedohacerleunpardepreguntas?

MísterEwellretrocedióhastalasilladelostestigos,seacomodóydirigióaAtticusunamiradadevivorecelo;expresióncorrienteentrelostestigosdelCondado de Maycomb cuando se enfrentaban con el abogado de la partecontraria.

—Míster Ewell empezó Atticus, la gente corrió mucho aquella noche.Veamos, usted corrióhacia la casa, corrióhacia la ventana, entró en la casacorriendo, corrió adonde estaba Mayella, corrió a buscar a míster Tate.¿Durantetodasesascarreras,nocorrióabuscaraunmédico?

—Nohabíanecesidad.Yohabíavistoloocurrido.

—Perohayunacosaquenoentiendo—dijoAtticus—.¿NolepreocupabaaustedelestadodeMayella?

—Muchomepreocupaba—respondiómísterEwell—.Habíavistoalautordelmal.

—No,merefieroasuestadofísico.¿Noseleocurrióquelanaturalezadesuslesionesrequeríacuidadosmédicosinmediatos?

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—¿Qué?

—¿Noconsideróquedebíacontarconunmédicoinmediatamente?

Eltestigocontestóquenoselehabíaocurrido;entodalavidajamáshabíallamado a unmédico para ninguno de los suyos, y si lo hubiese llamado lehabríacostadocincodólares.

—¿Esoestodo?—terminópreguntando.

—Todavíano—contestóAtticusconnaturalidad—.MísterEwell,ustedhaoídoladeclaracióndelsheriff¿verdad?

—¿Aquévieneeso?

—UstedestabaenlasalacuandomísterHeckTateocupabaelestrado,¿noescierto?Ustedhaoídotodoloqueélhadicho,¿verdad?

MísterEwellconsiderólacuestióncontodocuidadoypareciódecidirquelapreguntanoencerrabapeligro.

—Sí—contestó.

—¿EstádeacuerdoconladescripciónquenoshahechodelaslesionesdeMayella?

—¿Quésignificaeso?

Atticusmiróasualrededor,ymísterGilmersonrió.MísterEwellpareciódeterminadoanopermitirqueladefensapasaraunratoagradable.

—Míster Tate ha declarado que la hija de usted tenía el ojo derechomorado,quelahabíangolpeadoen...

—Ah,sí—declaróeltestigo—.EstoydeacuerdocontodoloquehadichoTate.

¿De verdad? —preguntó Atticus afablemente—. Sólo quiero estar bienseguro—entoncesseacercóalescribiente,ledijoalgo,yelotronosentretuvounosminutosleyendoladeclaracióndeMísterTatecomosisetrataradedatosdelmercadodeBolsa:

—...unojoamoratado,erael izquierdo,ahsí,conestoresultaqueeraelojoderechodelachica,síerasuojoderecho,místerFinch;ahoralorecuerdo,teníaaquellado—aquívolviólapágina—delacarahinchado.Sheriffrepitaporfavor,loquehadicho.Hedichoqueerasuojoderecho...

—Gracias,Bert—dijoAtticus—.Lahaoídounavezmás,místerEwell.¿Tienealgoqueañadir?¿Estádeacuerdoconelsheriff?

—De acuerdo conTate. Tenía el ojomorado y la habían apaleado de lolindo.

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Elhombrecitoparecíahaberolvidadolahumillaciónqueanteriormentelehabíahechosufrir lapresidencia.Empezabaanotarsecon todaclaridadqueconsideraba a Atticus un adversario fácil. Parecía ponerse encarnado denuevo;hinchabaelpechoyseconvertíaunavezmásenungallitodepeleaderojasplumas.

—MísterEwell,¡ustedsabeleeryescribir?

MísterGilmerinterrumpió:

—Protesto—dijo—.Noséverquérelacióntieneconelcasolainstruccióndeltestigo;esirrelevante,sintrascendencia.

EljuezTaylorsedisponíaadeciralgo,peroAtticusseadelantó:

—Señorjuez,siautorizalapreguntayotramás,prontoloverá.

—Estábien,veamos—contestóeljuezTaylor—,peroasegúresedequeloveamos,Atticus.Denegadalaprotesta.

MísterGilmerparecíatancuriosocomotodoslosdemásverquérelaciónteníaelestadoculturaldemísterEwellconelcaso.

—Repetirélapregunta—dijomipadre—.¿Sabeustedleeryescribir?

—Muyciertoquesí.

—¿Quiereescribirsunombreyenseñárnoslo?

—Muy cierto que sí ¿Cómo se figura que firmo los cheques de laBeneficencia?

Míster Ewell buscaba la simpatía de sus conciudadanos. Los susurros yrisitasqueseoíanabajosereferían,sinduda,aloraroqueeraaquelhombre.

Yomeponíanerviosa.Atticusparecíasaberloqueestabahaciendo,peroamísemeantojóquehabíasalidoapescarranassinllevarfarol.Nunca,nuncajamásenuninterrogatorio,hagaspreguntaauntestigosinsaberdeantemanocuál es la respuesta;heahíunaxiomaqueyohabíaasimilado juntocon losalimentos de mi niñez. Hazla, y a menudo obtendrás una respuesta que noesperas,unarespuestaquepuedeecharaperdertucaso.

Atticuspusolamanoenelbolsillointeriorysacóunsobre.Luego,deotrobolsillodelachaqueta,sacólaestilográfica.Semovíacondesenvoltura,ysehabíasituadodemodoqueelJuradoleviesebien.Desenroscóelcapuchóndelaplumaylodejósuavementesobrelamesa.Sacudióunpocolaplumaylaentregó,juntoconelsobre,altestigo.

—¿Quiereescribirnossunombre?—preguntó—.Concalma,queelJuradopuedavercómolohace.

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MísterEwellescribióenelreversodelsobreylevantólosojoscomplacidopara ver que el juez Taylor le estaba mirando fijamente, cual si fuera unagardeniaaromáticaenplenafloraciónenelestradodelostestigos,yparaveramísterGilmerensumesa,mitadsentado,mitaddepie.TambiénelJuradoleestabaobservando;unodesusmiembrosseinclinabaadelanteconlasmanossobrelabarandilla.

—¿Taninteresantehasido?—preguntóél.

—Ustedeszurdo,místerEwell—dijoeljuezTaylor.

MísterEwellsevolvióenojadohaciaeljuezydijoquenoveíaquéteníaqueverelserzurdoconloquesediscutía,queéleraunhombretemerosodeDios y que Atticus Finch se burlaba de él con engaños. Los abogadosmarrulleroscomoAtticusFinchleengañabancontinuamenteconsusmañosastretas.Élhabíaexplicadoloqueocurrió,lodiríaunaymilveces...ylodijo.Nada de lo que le preguntóAtticus después alteró su versión: que él habíamiradoporlaventana,luegoelnegrohuyócorriendo,luegoélcorrióabuscaralsheriff.PorfinAtticusledespidió.

MísterGilmerlehizounapreguntamás.

—En relación a lo de escribir con la mano izquierda, míster Ewell, ¿esustedambidextro?

—Séusarunamanotanbiencomolaotra.Unamanotanbiencomolaotra—repitió,mirandofuriosohacialamesadeladefensa.

Jem parecía estar sufriendo un ataque silencioso. Estaba golpeandoblandamentelabarandadelagalería,yendeterminadomomento,murmuró:

—Lehemoscazado.

Yono lo creía así;Atticus estaba tratandodedemostrar, semeantojaba,quequienhabíadadolapalizaaMayellapudohabersidoMísterEwell.Hastaaquí lo comprendía bien. Si ella tenía morado el ojo derecho y la habíanpegadoprincipalmenteenlamitadderechadelacara,ellotendíaamanifestarque el que la pegó era zurdo. Sherlock Holmes y Jem Finch estarían deacuerdo. Pero era muy fácil que Tom Robinson también fuese zurdo. LomismoquemísterHeckTate,meimaginéaunapersonasituadafrenteamí,repaséuna rápidapantomimaenmimente,y concluíqueeraposiblequeelnegrohubiesesujetadoaMayellacon lamanoderecha,pegándolaalmismotiempo con la izquierda. Bajé la vista hacia Tom. Estaba de espaldas anosotros,peropudenotarsusanchoshombrosysucuello,reciocomoeldeuntoro.Podíahaberlohechoperfectamente.YmedijequeJemestabaechandolascuentasdelalechera.

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18

Peroalguienestabaretumbandodenuevo.¡MayellaVioletEwell...!

Unamuchachajovenseencaminóhaciaelestradodelostestigos.Mientraslevantabalamanoyjurabadecirlaverdad,todalaverdadynadamásquelaverdad,yqueDios laayudase,parecía tenerunaspectoun tantofrágil,perocuandosesentódecaraanosotrosenelsillóndelostestigosseconvirtióenloque era: una muchacha de cuerpo macizo, acostumbrada a los trabajospenosos.EnelCondadodeMaycomberafácildistinguiralosquesebañabancon frecuencia de los que se lavaban una vez al año:míster Ewell tenía unaspectoescaldado,comosiunlavadointempestivolehubiesedespojadodelascapasprotectorasdesuciedad;sucutisparecíamuysensiblealoselementos.Mayella,encambio,teníaelairedeesforzarseenconservarselimpia,yyomeacordédelafiladegeraniosdelpatiodelosEwell.

Míster Gilmer pidió a Mayella que contase al Jurado, con sus propiaspalabras, lo que había ocurrido al atardecer del veintiuno de noviembre delañoanterior,consuspropiaspalabras,selorogaba.

Mayellacontinuósentadaensilencio.

—¿Dóndeestabaustedalatardecerdeaqueldía?—empezómísterGilmercontodapaciencia.

—Enelporche.

—¿Enquéporche?

—Notenemosmásqueuno,eldelafachada.

—¿Quéhacíaustedenelporche?

—Nada.

EljuezTaylorintervino:

—Explíquenos lo que ocurrió, simplemente. Puede hacerlo, ¿verdad quesí?

Mayellalemiróconojosmuyabiertosyestallóenllanto.Secubriólacaracon lasmanos y se puso a sollozar. El juez Taylor la dejó llorar un rato, yluego,ledijo:

—Bastaporelmomento.Notemaaningunode lospresentes,con taldequediga laverdad.Todoestoausted le resultaextraño, losé,perono tienequeavergonzarsedenadanitemernada.¿Quéesloqueleasusta?

Mayelladijoalgodetrásdelasmanos.

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—¿Quéera?—preguntóeljuez.

—El—sollozólamuchacha,señalandoaAtticus.

—MísterFinch?

Mayellamoviólacabezavigorosamente,afirmando:

—No quiero que haga conmigo como ha hecho con papá, a quien haprobadodehacerpasarporzurdo...

El juezTaylor se rascó el blanco y espeso cabello. Era obvio que no sehabíaenfrentadonuncaconunproblemadeaquellaclase.

—¿Cuántosañostieneusted?—preguntó.

—Diecinueveymedio—dijoMayella.

EljuezTaylorcarraspeóparaaclararselavozytrató,aunquesinéxito,dehablarcontonosapaciguadores.

—MísterFinchnotieneelpropósitodeasustarla—dijo—,ysilotuviera,aquí estoy yo para impedírselo. Para esto y para otras cosas estoy sentadoaquí.Ahoraustedyaesunachicamayor,enderecepueselcuerpoycuéntenosla...,cuéntenosloquelepasó.Sabecontarlo,¿verdadquesí?

YolesusurréaJem:

—¿Tienebuensentidoesachica?

Jemmirabaoblicuamentehaciaelestradodelostestigos.

—Nosabríadecirlotodavía—contestó—.Tieneelsentidosuficienteparaconseguirqueeljuezlacompadezca,peropodríasernadamás...Ah,nosé,nosé.

Apaciguada,MayelladirigióunaúltimamiradadeterroraAtticusydijoamísterGilmer:

—Pues,señor,yoestabaenelporchey...yllegóély,veausted,habíaenelpatiounarmarioviejoquepapáhabíatraídoconelfindepartirloparaleña...Papámehabíadichoquelopartieseyomientrasélestabaenelbosque,peroyonomesentíabastantefuerte,yenestoélpasóporallí...

—¿Quiénenese'él'?

MayellaseñalóaTomRobinson.

Habrédepedirlequeseamásexplícita,porfavor—dijomísterGilmer—.Elescribientenopuedeanotarlosgestossuficientementebien.

—Aquéldeallá—dijolamuchacha—.Robinson.

¿Quépasóentonces?

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—Yo dije: 'Ven acá, negro, y hazme pedazos de ese armario, tengo unamonedaparati'.Élpodíahacerlofácilmente,enverdadquepodía.Elentróenelpatio,yyoentréencasaparairabuscar loscincocentavos,perovolví lacabezayantesdequemedieracuenta,élsemehabíaechadoencima.Habíasubidocorriendotrasdemí,deahíloquehabíahecho.Mecogióporelcuellomaldiciéndomeydiciendopalabras feas...Yo luchéygrité,peroélme teníaporelcuello.Megolpeóunayotravez...

Míster Gilmer aguardó a que Mayella recobrase la compostura. Lamuchacha había retorcido el pañuelo hasta convertirlo en soga mojada desudor: cuando lo desplegó para secarse la cara era una masa de arrugasproducidas por susmanos calientes.Mayella esperaba quemísterGilmer lehicieseotrapregunta,peroalverquenoselahacía,dijo:

—...meechóalsuelo,metapólabocayseaprovechódemí.

—Usted,¿gritaba?—preguntómísterGilmer—.¿Gritabayseresistía?

—Yalocreoquesí;gritabatodoloquepodía,dabapatadasygritabacontodamifuerza.

—¿Quésucedióentonces?

—No lo recuerdodemasiadobien, perode loprimeroquemedi cuenta,luego,fuedequepapáestabaenelcuartopreguntandoavocesquiénlohabíahecho,quiénhabía sido.EntoncescasimedesmayéydespuésviquemísterTatemelevantabadelsueloymeacompañabahastaelcubodelagua.

Alparecer,lanarraciónhabíadadoconfianzaaMayella,aunquenoeraunaconfianza desvergonzada como la de su padre. Mayella tenía una audaciafurtiva,eracomoungatoconlamiradafijaylacolaenroscada.

—¿Diceustedqueluchóconélcontodalaenergíaquepudo?¿Combatióconlasuñasylosdientes?—preguntómísterGilmer.

—Enverdadquesí—contestóMayella.

—¿Estáseguradequeélseaprovechódeustedhastaelmayorextremo?

La faz de la muchacha se contrajo: yo temí que se pondría a llorar denuevo.Peroenvezdellorar,respondió:

—Hizoloquesehabíapropuestohacer.

MísterGilmer rindió tributo al calor del día secándose la cabeza con lamano.

—Bastaporelmomento—dijoplacenteramente—,peronosemuevadeahí. Espero que ese gran malvado de míster Finch quiera hacerle algunaspreguntas.

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—El Estado no ha de predisponer a la testigo contra el defensor delacusado —murmuró, minucioso, el juez Taylor—, al menos no en estemomento.

Atticussepusodepiesonriendo,peroenlugardeacercarsealestradodelos testigos, se desabrochó la chaqueta y hundió los pulgares en el chaleco;luegocruzó la sala caminandodespaciohasta lasventanas.Miróal exterior,sinqueparecieseinteresarleespecialmenteloqueveía;enseguidaretrocedióy se encaminóhacia el estradode los testigos.Pormi experienciade largosaños, pude adivinar que trataba de llegar a una decisión sobre algún puntodeterminado.

—Miss Mayella —dijo sonriendo—, durante un rato no trataré deasustarla;todavíano.Conozcámonosbien,nadamás.¿Cuántosañostiene?

—Hedichoqueteníadiecinueve;selohedichoalseñorjuez.

—Mayellaindicóalapresidenciaconunmovimientoresentidodecabeza—.

—Silohadicho,silohadicho,señorita.Tendráquesertoleranteconmigo,miss Mayella; voy entrando en años y no tengo tan buena memoria comosolía.Esposiblequelepreguntealgunascosasquehadichoya,peroustedmeresponderá,¿verdadquesí?Bien.

Yo no sabía ver nada en la expresión de lamuchacha que justificase lapresunción de Atticus de que se había conquistado su franca y entusiastacolaboración.Mayellalemirabafuriosa.

—Nocontestaréaunasolapalabrasuyamientrasustedsigaburlándosedemí—replicó.

—¿Señorita?—inquirióAtticus,pasmado.

—Mientrasustedsigahaciendoburlademí.

EljuezTaylorintervinodiciendo:

—MísterFinchnoseburladeusted.¿Quélepasa?

MayellamiróaAtticusconlospárpadosbajos,perocontestóaljuez:

—Mientras me llame señorita y diga miss Mayella. No admito estedescaro,ynoestoyaquíparasoportarlo.

Atticus reanudóelpaseohacia laventanayel juezTaylor se encargóderesolverelincidente.EljuezTaylornoteníaunafiguraquemoviesenuncaacompasión,apesardelocualsentípenaporél,mientrastratabadeexplicar:

—Esteesel estilodemísterFinch, sencillamente.Haceañosyañosquetrabajamos juntoseneste juzgado,ymísterFinch semuestra siemprecortés

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con todo elmundo.No trata de burlarse de usted, sino de ser cortés. Es sumaneradeproceder—eljuezserecostóenelsillón—.Atticus,sigamosconelprocedimiento,Yqueconsteenelescritoquenadiehatratadocondescaroalatestigo.

Yomepreguntésialguien lahabía llamado 'señorita'o 'missMayella'entoda su vida; probablemente no, pues a ella le ofendía la cortesía habitual.¿Quédiablosdevidallevaba?Prontoloaverigüé.

—Usted dice que tiene diecinueve años,—empezó de nuevo Atticus—.¿Cuántos hermanos 'y hermanas tiene?—preguntó almismo tiempo que seapartabadelasventanas.

—Siete—contestó ella—. Y yome pregunté si todos eran igual que elejemplarquehabíavistoenlaescuela.

—¿Esustedlamayor?¿Lademásedad?

—Si.

—¿Cuántotiempohacequehamuertosumadre?

—Nolosé;muchotiempo.

—¿Haidoalgunavezalaescuela?

—Leoyescribotanbiencomopapá.

—¿Cuántotiempofuealaescuela?

—Dosaños...,tresaños...Nolosé.

Lenta,peroclaramente,empecéaverlatramadelinterrogatorio.Conunaspreguntas que míster Gilmer no consideró bastante intrascendentes oinmaterialesparaprotestardeellas,AtticusestabalevantandososegadamenteanteelJuradoelcuadrodevidadefamiliadelosEwell.ElJuradoseenteródelos hechos siguientes: el cheque de la Beneficencia que recibían los Ewelldistaba mucho de bastar para alimentar a la familia, existiendo, además, lafundadasospechadeque,detodosmodos,papálogastabaenbebida;avecespasabafueradecasadíasenterosremojándoseelgaznate,yvolvíaenfermo;eltiemporaramenteestabalobastantefríopararequerirzapatos,perocuandoloestabaunopodíahacérselosmuyelegantesconpedazosdecubiertasviejasdecoche; la familia traía el agua en cubos de un manantial que nacía en unextremodelvaciadero(losalrededoresdelmanantialloslimpiabandebasura),yenlotocantealalimpieza,cadaunodabadesímismo:elquequeríalavarsehabíadetraerseelagua;losniñosmenoresestabanresfriadoscontinuamenteysufríanpicorescrónicos;habíaunaseñoraqueibaalláalgunaqueotravezypreguntabaaMayellaporquénoasistíana laescuela; la tal señoraanotó larespuesta: condosmiembrosde la familia que sabían leer y escribir, no era

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precisoquelosdemásaprendiesen;papálosnecesitabaencasa.

—Miss Mayella —dijo Atticus, a despecho de sí mismo— siendo unamuchachadediecinueveaños,usteddebedeteneramigos.¿Quiénessonsusamigos?

—¿Amigos?

—Sí, ¿no conoce a nadie de su edad, o mayor, o más joven? Amigoscorrientes,sencillamente.

La hostilidad de Mayella, que había descendido hasta una neutralidadrefunfuñante,seinflamódenuevo.

—¿Otravezmofándosedemí,místerFinch?

Atticusdejóquelapreguntadelachicasirvieraderespuestaalasuya.

—¿Amaustedasupadre,missMayella?—inquirióluego.

—Amarle...,¿quéquieredecir?

—Quierodecir si se porta bien conusted, si es unhombre conquien seconvivesindificultad.

—Seportatolerablemente,exceptocuando...

—¿Exceptocuándo?

Mayella miró a su padre, sentado en una silla que inclinaba hacia labaranda.Elirguióelcuerpoyesperólarespuesta.

—Exceptonada—respondióella—.Hedichoqueseportatolerablemente.

MísterEwellserecostóotravezenlasilla.

—¿Exceptocuandobebe?—preguntóAtticuscontaldulzuraqueMayellamoviólacabezaasintiendo.

—¿Semetealgunavezconusted?

¿Quéquieredecir?

Cuandoestá...irritado,¿lahapegadoalgunavez?

Mayellamiróasualrededor,bajólavistahaciaelescribienteylalevantóhaciaeljuez.

—Respondaalapregunta,missMayella—ordenóeljuez.

—Mipadrenomehatocadounpelodelacabezaentodalavida—declaróellaconfuerza—.Nuncamehatocado.

AAtticusselehabíandeslizadounpocolasgafas,yvolvióasubírselas.

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—Hemos tenidounaconversación interesanteparaconocemosbien,missMayella;ahoracreoserámejorquenosocupemosdelcasopresente.UstedhadichoquepidióaTomRobinsonqueentraraapartirleun...,¿quéeraaquello?

—Unarmarioropero,unarmarioviejoconuncostadollenodecajones.

—¿ConocíaustedbienaTomRobinson?

—¿Quéquieredecir?

—Quierodecirsiustedsabíaquiénera,dóndevivía.

Mayellaasintió.

—Sabíaquiénera,pasabapordelantedenuestracasatodoslosdías.

—¿Eraaquéllalaprimeravezqueustedlepedíaquepasaseotroladodelavalla?

LapreguntahizodarunlevesaltoaMayella.Atticusestabarealizandosulentaperegrinaciónhacia lasventanas, como lahabía realizado todoel rato:hacíaunapreguntay, luego,miraba fuera, esperando la respuesta.Novioelsalto involuntario de lamuchacha, perome pareció que sabía que se habíamovido.Entoncessevolvióyenarcólascejas.

—¿Era...?—empezódenuevo.

—Si,loera.

—¿Nolehabíapedidonunca,anteriormente,queentraseenelcercado?

Ahoraellaestabapreparada.

—No,ciertamentequeno.

Con un no, hay bastante—le dijo serenamente Atticus—. ¿No le habíapedidonuncaanteriormentequelehiciesealgúntrabajoextraordinario?

—Esposiblequesí—concedióMayella—.Habíaporallívariosnegros.

—¿Puederecordaralgunaotraocasión?

—No.

—Muy bien; pasemos ahora a lo que ocurrió. Usted ha dicho que TomRobinsonestabadetráscuandoustedsevolvió,¿noescierto?

—Sí.

—Ustedhadichoque lacogióporelcuellomaldiciendoypronunciandopalabrasfeas,¿noescierto?

—Sí,escierto.

LamemoriadeAtticussehabíavueltomuyfiel.

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—Ustedhadicho: 'Meechóal suelo,me tapó labocayseaprovechódemí’,¿escierto?

—Esoesloquehedicho.

—¿Recuerdasilepegóenlacara?

Latestigovaciló.

—Ustedparecemuyseguradequeéllaasfixiaba.Todoaqueltiempoustedseresistíaluchando,recuérdelo.Usted'dabapatadasygritabatanfuertecomopodía'.¿Recuerdasilepegabaenlacara?

Mayellaseguíacallada.Parecíaestartratandodeponeralgoenclaroparasí misma. Por un momento pensé que estaba empleando la estratagema demíster Heck Tate ymía de imaginar que teníamos una persona delante. EnseguidadirigióunamiradaamísterGilmer.

—Esunapregunta sencilla,missMayella, demodoque lo intentaréotravez. ¿Recuerda si le pegó en la cara?—la voz deAtticus había perdido suacentoagradable;ahorahablabaensutonoprofesional,áridoeindiferente—.¿Recuerdasilepegóenlacara?

—No,norecuerdosimepegó.Quierodecirquesilorecuerdo;mepegó.

—¿Larespuestadeustedeslaúltimafrase?

—¿Eh?Sí,mepegó...,no,nolorecuerdo,nolorecuerdo...¡Todoocurriótandeprisa!

EljuezTaylormiróseveramenteaMayella.

—Nollore,joven—empezó.

PeroAtticusdijo:

—Déjela llorar, si le gusta, señor juez. Tenemos todo el tiempo que seprecise.

MayelladiounbufidoairadoymiróaAtticus.

—Contestaré todas laspreguntasque tengaquehacerme...Póngameaquíarribaymófesedemí,¿quiere?Contestarétodaslaspreguntasquemehaga...

—Esto está muy bien—dijo Atticus—. Quedan sólo unas cuantas más.Paranoseraburrido,missMayella,ustedhadeclaradoqueelacusadolepegó,lacogióporelcuello, laasfixiabayseaprovechódeusted.Quieroqueestéseguradesiacusaalverdaderoculpable.¿Quiereidentificaralhombrequelavioló?

—Sí,quiero,esaquéldeallá.

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Atticussevolvióhaciaelacusado.

—Póngase en pie, Tom. Deje que miss Mayella le mire larga ydetenidamente.¿Esésteelhombre,missMayella?

Los hombros poderosos de Tom Robinson se dibujaban debajo de ladelgadacamisa.Elnegro sepusodepieypermaneciócon lamanoderechaapoyadaenelrespaldodelasilla.Parecíasufrirunaextrañafaltadeequilibrio,aunque ello no venía de la manera de estar de pie. El brazo izquierdo lecolgaba,muerto,sobreelcostado,yloteníaunasbuenasdocepulgadasmáscortoqueelderecho,terminadoenunamanopequeña,encogida,yhastadesdeunpuntotandistantecomolagaleríapudeverquenopodíautilizarla.

—Scout—dijoJem—.¡Mira!¡Reverendo,esmanco!

ElreverendoSykesseinclinóylesusurróaJem:

—Se la cogió en una desmotadora de algodón (en la demísterDolphusRaymond) cuando eramuchacho... Parecía que iba amorir desangrado..., lamáquinadesprendiótodoslosmúsculosdeloshuesos...

—¿Eséseelhombrequelaviolóausted?

—Muyciertamente,loes.

LapreguntasiguientedeAtticusconstódeunasolapalabra:

—¿Cómo?

Mayellaestabarabiosa.

—No sé cómo lo hizo, pero lo hizo...He dicho que todo ocurrió tan deprisaqueyo...

—Veamos,consideremosestoconcalma...—empezóAtticus.PeromísterGilmer le interrumpió con una protesta: Atticus se entretenía en cosasirrelevantes, sin importancia, pero estaba intimidando con la mirada a latestigo.

EljuezTaylorsoltólacarcajadainstantáneamente.

—Oh,siéntese,Horace,nohacecosaparecida.EntodocasolatestigoeslaqueestáintimidandoconlamiradaaAtticus.

EljuezTayloreralaúnicapersonadelasalaquereía.

—Veamos —dijo Atticus—, usted, miss Mayella, ha declarado que elacusadolaasfixiabaylepegaba;nohadichoquesehubiesedeslizadodetrásdeustedylahubiesedejadosinsentidodeungolpe,sinoqueustedsevolvióyallí estaba él... —Atticus se encontraba detrás de su mesa y acentuó suspalabraspegando losnudillos sobre lamadera—. ¿Desea reconsiderar algún

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puntodesusdeclaraciones?

—¿Quierequedigaalgoquenoocurrió?

—No,señorita,quieroquedigaalgoquesíleocurrió.Cuéntenosunavezmás,porfavor,¿quésucedió?

—Hecontadoyaloquesucedió.

—Ustedhadeclaradoquesevolvióyallíestabaél.¿Entonceslacogióporelcuello?

—Sí.

—¿Luegolesoltóelcuelloylagolpeó?

—Yahedichoquesí.

—¿Lepusomoradoelojoizquierdoconungolpedelpuñoderecho?

—Yomeagachéy...yelpuñovinocomounaexhalación.esloquepasó.Meagaché,yvinootravez—porfinMayellahabíavistolaluz.

—Ahora,depronto,ustedseexpresadeunmodomuyconcretosobreestepunto.Haceunratonolorecordabademasiadobien,¿verdadqueno?

—Hedichoquemehabíagolpeado.

—Deacuerdo.El la cogiópor el cuello, lagolpeóy, luego lavioló. ¿Esasí?

—Esasímuyciertamente.

—Ustedesunamuchachafuerte,¿quéhacía?,¿estarallínadamás?

—Lehedichoquegritabayluchaba—replicólatestigo.

Atticus levantó el brazo y se quitó las gafas, volvió el ojo bueno, elderecho,hacialatestigoylasometióaundiluviodepreguntas.EljuezTaylorintervinodiciendo:

—Unapreguntacadavez,Atticus.Déocasiónalatestigodecontestar.

—Muybien,¿porquénoechóacorrer?

—Lointenté...

—¿Lointentó?¿Quiénseloimpidió?

—Yo...,élmearrojóalsuelo.Estoesloquehizo,mearrojóalsueloyseechósobremí.

—¿Ustedestabachillandocontinuamente?

—Ciertamentequesí.

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—Entonces,¿cómonolaoyeronlosotroshijos?¿Dóndeestaban?¿Enelvaciadero?

Nohuborespuesta.

—¿Dóndeestaban?...¿Cómonoloshicieronacudiratodaprisalosgritosdeusted?Elvaciaderoestámáscercaqueelbosque,¿noesverdad?

Ningunarespuesta.

— ¿O no chilló usted hasta que vio a su padre en la ventana? Hastaentoncesnoseacordódechillar,¿verdad?

Ningunarespuesta.

—¿Quiénlediolapaliza?¿TomRobinsonosupadredeusted?

Sinrespuesta.

—¿Qué vio su padre en la ventana, el delito de violación, o la mejordefensaparaelmismo?¿Porquénodicelaverdad,niña?¿NofueBobEwellelquelapegó?

CuandoAtticussealejódeMayellateníaunaspectocomosiledolieraelestómago,perolacaradelatestigoeraunamezcladeterrorydefuria.Atticussesentóconairefatigado.

Desúbito,Mayellarecobróelusodelapalabra.

—Tengoquedecirunacosa—dijo.

—¿Quiereexplicarnosloqueocurrió?pidióAtticus.

Peroellanooyóeltonodecompasióndesuspalabras.

—Tengoquedecirunacosa,yluegonodirénadamás.Aquelnegrodealláse aprovechó de mí. y si ustedes, distinguidos y elegantes caballeros, noquieren hacer nada por remediarlo, es que son un puñado de cobardeshediondos, cobardes hediondos todos ustedes. Sus elegantes modales nosignifican nada; su 'señorita' y su 'missMayella' no significan nada, místerFinch...

Entoncesestallóenlágrimasdeverdad.Sushombrossemovíansacudidosporenojadossollozos.Ehizohonorasupalabra.Nocontestóaningunaotrapregunta, ni cuandomíster Gilmer intentó ponerla de nuevo en vereda.Mefiguroque sinohubiese sido tanpobree ignorante, el juezTaylor lahabríarecluidoenlacárcelporeldesprecioconquehabíatratadoatodalasala.Detodosmodos, Atticus la había herido de una determinada forma que yo nocomprendía claramente; pero lo hizo sin sentir el menor placer. Se quedósentadoconlacabezainclinada;yjamáshevistoanadiefijarunamiradadeodiotanprofundocomolaqueledirigióMayellacuandobajódelestrado.

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Cuando míster Gilmer anunció al juez Taylor que el fiscal del Estadodescansaba,eljuezcontestó:

—Yaeshoradequedescansemostodos.Nosconcederemosdiezminutos.

AtticusymísterGilmerseencontrarondelantedelapresidencia,sedijeronalgo en voz baja y salieron de la sala por una puerta que había detrás delestrado de los testigos, lo cual fue una señal para que todos nosdesencogiésemos.Yodescubríquehabíaestadosentadaenelbordedellargobancoyteníalaspiernasunpocodormidas.Jemsepusodepieybostezó,Dillsiguió, ejemplo, y el reverendo Sykes se secó la cara en el sombrero. Latemperaturaeradeunosdulcesnoventagrados',nosdijo.

MísterBraxtonUnderwood,quehabíaestado todoel ratocalladoenunasillareservadaparalaPrensa,absorbiendodeclaracionesconlaesponjadesucerebro,permitióquesusojoscaústicosrondaranunmomentopor lagaleríadelosnegros,ynosvio.Diounbufidoydesviólamirada.

—Jem—dijeyo—,místerUnderwoodnoshavisto.

Esigual.NoselodiráaAtticus,sólolopondráenlasnotasdesociedaddelaTribune.

Luego se volvió hacia Dill, explicándole, supongo, los puntos másdelicados del juicio: pero yo no fui capaz más que de preguntarme cuálesserían.NohabíahabidolargasdiscusionesentreAtticusymísterGilmersobreningúnpunto;místerGilmerparecíallevarlaacusacióncasiconrenuencia;alos testigos loshabíanconducidode lariendacomoaborriquitos,conpocasprotestas.PeroAtticusnoshabíadichoenciertaocasiónqueenlasaladeljuezTaylor el abogadoque se limitara a construir sudefensa estrictamente sobrelasdeclaracionesacababarecibiendoinstruccionesestrictasdelapresidencia.YmeespecificóqueestoqueríadecirquepormásqueeljuezTaylorpudieradar la sensación de perezoso y de actuar durmiendo, raras veces se dejabadesencaminar.AtticusdecíaqueeljuezTayloreraunbuenjuez.

Poco después, regresó el juez y se acomodó en su sillón giratorio. Enseguida sacó un cigarro del bolsillo de la chaqueta y lo examinóminuciosamente.

—Aveces venimos a observarle—expliqué—.Ahora tiene tarea para elrestodelatarde.Fíjate—sinadvertirqueleobservabandesdearriba,eljuezTaylor se desembarazó de la punta cortada, echó el resto con movimientoexpertohacialoslabiosehizo: '¡Fluck!',yacertótanbienenunaescupideraqueoímoselchapoteodelagua.

—Apuesto a que escupiendo bolitas de papel mascado era imbatible—murmuróDill.

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Porlocomún,undescansosignificabaunéxodogeneral;encambioaqueldía la genteno semovía.Hasta losOciosos, quenohabían conseguidoqueotroshombresmásjóvenessintieranvergüenzaylescedieranlosasientos,sehabíanquedadodepie, arrimados a lasparedes.Me figuroquemísterHeckhabíareservadoelcuartodeaseoparalosempleadosdelJuzgado.

AtticusymísterGilmervolvierontambién,yel juezTaylormirósurelojdebolsillo.

—Prontodaránlascuatro—dijo—.Afirmaciónintrigante,porqueelrelojdel edificio tenía que haber dado las campanadas de la hora al menos dosveces.Yonolashabíaoído,nihabíapercibidosusvibraciones.

—¿Procuraremosdejarloresueltoestatarde?¿QuélepareceAtticus?

—Creoquepodremos—contestómipadre.

—¿Cuántostestigostiene?

—Uno.

—Puesllámelo.

19

Thomas Robinson cruzó el brazo derecho hacia el otro costado, pasó lamano debajo del izquierdo y lo levantó.Guio el brazo hacia la Biblia, y lamano izquierda, que era como de goma, buscó el contacto de la oscuraencuadernación.Mientraslevantabaladerecha,lamanoinútilsedeslizófuerade laBiblia y fue a golpear lamesa del escribiente. Estaba intentándolo denuevocuandoeljuezTaylormurmuró:

—Yabasta,Tom.

Tompronuncióeljuramentoyfueasentarseenlasilladelostestigos.Contodarapidez,Atticus le introdujoaexplicarnosqueteníaveinticincoañosdeedad;estabacasadoyteníatreshijos;sehabíavistoenapurosconlajusticiaanteriormente: en una ocasión hubo de cumplir treinta días por conductadesordenada.

—Muy desordenada hubo de ser—dijo Atticus—. ¿En qué consistió eldesorden?

—Mepeleéconotrohombre,queríadarmeunacuchillada.

—¿Loconsiguió?

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—Sí, señor, un poco, no lo bastante para hacerme daño—contestóTomconsuinglésdialectaldenegro—.Yaveusted,yo....

—Tommovióelhombroizquierdo.

Sí—respondióAtticus—.¿Lescondenaronalosdos?

—Sí,señor.Yotuvequecumplircondenaporquenopudepagarlamulta.Elotropudopagarlamultaquelepusieron.

Dill se inclinó por delante demí y preguntó a Jem qué estaba haciendoAtticus.JemcontestóqueAtticusestabademostrandoalJuradoqueTomnoteníanadaqueocultar.

—¿ConocíaustedaMayellaVioletEwell?—preguntóAtticus.

—Sí,señor,pasabapordelantedesucasatodoslosdíasyendoyviniendodelcampo.

—¿Delcampodequién?

—RecojoalgodónparamísterLinkDeas.

—¿Estabacosechandoalgodónennoviembre?

—No,señor,enotoñoe invierno trabajoensupatio.Trabajofijoparaéltodoelaño;tienemuchosnogalesyotrascosas.

—Dice usted que pasaba por delante de la casa de los Ewell para ir yVolverdeltrabajo.¿Nosepuedeirporotrocamino?

—No,señor;queyosepa,ningunomás.

—Tom,¿lehablabaalgunavezlamuchacha?

—Puessí, señor, alpasar,yomequitabael sombrero,yundíamepidióqueentraseenelcercadoehiciesepedazosunarmario.

—¿Cuándolepidióquepartieseel...elarmario?

—Fuelaprimaverapasada,místerFinch.Lorecuerdoporqueeralaépocadepartirleña,yyollevabaunaazada.Yoledijequenoteníamásqueaquellaazada, y me contestó que ella tenía un hacha. Me dio el hacha y yo hicepedazoselarmario.Entoncesmedijo:'Mefiguroquedebodarleunamonedade cinco centavos, ¿verdad?' Y yo le dije: 'No, señorita, no le cobro nada'.Entoncesme fui a casa.MísterFinch, estoera laprimaveradel añopasado,hacemásdeunaño.

—¿Entróenlafincaotrasveces?

—Sí,señor.

—¿Cuándo?

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—Pues,muchasveces.

El juezTaylorcogió instintivamenteelmazo,perodejócaer lamano.Elmurmullolevantadodebajodenosotrosmuriósinquehubieradeintervenir.

—¿Enquécircunstancias?

—¿Quéquieredecir,señor?

—¿Porquéentróenelcercadomuchasveces?

LafrentedeTomRobinsonseserenó.

—Ellamelopedía,señor.Porlovisto,siemprequeyopasabaporallíteníaalgúnpequeñotrabajoqueencargarme:partirleña,traerleagua...Ellaregabatodoslosdíasaquellasfloresrojas...

—¿Lepagabasusservicios?

—No,señor;despuésdehabermeofrecidounamonedaelprimerdía,no.Yo lohacíamuycontento;parecíaquemísterEwell no la ayudabaennada,comotampocolospequeños,yyosabíaquenopodíaahorrardinero.

—¿Dóndeestabanlosotroshijos?

—Siempre estaban por los alrededores, por la finca. Algunos mirabancómotrabajaba;otrossalíanalaventana.

—¿SolíahablarconustedmissMayella?

—Si,señor,hablabaconmigo.

Mientras Tom Robinson prestaba declaración se me ocurrió Pensar queMayellaEwelldebíadeserlapersonamássolitariadelmundo.Eraaúnmássolitaria que Boo Radley, que no había salido de casa en veinticinco años.CuandoAtticus le preguntó si tenía amigos, pareció que ella no entendía loquequeríadecir;luegopensóqueseburlaba.EraunsertantristecomoloqueJemllamabaunniñomestizo:losblancosnoqueríancontactoconellaporquevivíaentrecerdos;losnegrosnoqueríancontactoconellaporqueerablanca.NopodíavivircomomísterDolphusRaymond,queprefería lacompañíadelosnegros,porquenoposeíatodaunaorilladelríonipertenecíaaunafamiliaantigua y distinguida.De losEwell nadie decía: 'Es su estilo, simplemente',MaycomblesregalabacestosdeNavidad,dinerodeBeneficencia...yeldorsodelamano.TomRobinsonera,probablemente,laúnicapersonaquelahabíatratadojamásconafecto.Noobstante,elladijoquelahabíaforzado,ycuandoélsepusodepielemirócomosifueseelpolvoquepisabansuszapatos.

Atticusinterrumpiómismeditaciones.

—¿EntróalgunavezenlapropiedaddelosEwell,pusoelpieenlafincadelosEwellsinunainvitaciónexpresadeunodeellos?

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—No,señor,místerFinch,nuncalohice.

Atticusdecíaavecesquelamaneradeadivinarsiuntestigomentíaodecíalaverdadconsistíaenescuchar,másbienqueemirar.Yoapliqué laprueba:Tom negó tres veces de un solo tirón, pero sosegadamente, sin asomo degimoteoensuvoz;ymesorprendícreyéndole,apesardequehubiesenegadodemasiado.Parecíaunnegrorespetable,yunnegrorespetablejamásentraríaenelpatiodenadieporsupropiadecisión.

—Tom, ¿qué le sucedió la tarde del veintiuno de noviembre del añopasado?

Abajo, los espectadores inspiraron profundamente, todos a una, einclinaron el cuerpo adelante. Detrás de nosotros, los negros hicieron lomismo.

Tom tenía el color del terciopelo negro, pero no brillante, sino deterciopeloblanco.El blancode losojosbrillantes enmediode su cara, y alhablarveíamosdestellosdesusdientes.Sinohubieseestadomutilado,habríasidounhermosoejemplardehombre.

—MísterFinch—dijo—, aquella tarde volvía a casa como costumbre, ycuandopasépordelantedeladelosEwell,missMayellaestabaenelporche,como ella mismo ha dicho. Parecía haber un gran silencio, pero yo nocomprendía bien por qué. Estaba estudiando el porqué, mientras ibacaminando, cuando ellame dijo que entrase y la ayudase unminuto. Bien,entré en el cercado y me puse a mirar si había leña que partir, pero no vininguna,yellamedijo:'No,tengounpocodetrabajoyparatidentrodecasa.Laviejapuertaestáfueradesusgoznesyelotoñoseacercagrandespasos'.Yoledije:'¿Tieneustedundestornillador,missMayella?'Ellacontestóquesi,teníauno.Bien,subílasescalerasyellameindicóconelademánqueentrase;yoentréenelcuartode la fachadayexaminé lapuerta.Dije: 'MisMayella,esta puerta está perfectamente bien'. Lamoví adelante y atrás, y los goznesestaban bien. Entonces ella cerró la puerta antemis propias narices.MísterFinch,yomeestabapreguntandocómohabíatantosilencio,ydeprontomedicuenta de que no había ni un solo niño en la casa; no había ni uno, y lepreguntéamissMayella:¿Dondeestánlosniños?'

LapieldeterciopelonegrodeTomhabíaempezadoabrillar:elacusadosepasólamanoporlacara.

Dije:'¿Dóndeestánlosniños?'—continuó—,yellamedijo(estabariendo,o lo parecía), ella me dijo que se habían ido todos a la ciudad a comprarmantecados.Me dijo: 'Me ha costado un año bisiesto el reunir lasmonedassuficientes,peroloheconseguido.Estántodosenlaciudad'.

LaincomodidaddeTomnoveníadelsudor.

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—¿Quédijoustedentonces,Tom?—preguntóAtticus.

—Dijealgoasícomo:'Caramba,hahechoustedmuybien,missMayella,invitándoles'.Y ella dijo: '¿Lo crees así?'No creo que entendiese lo que yoestaba pensando; yo quería decir que había hecho bien ahorrando de aquelmodoparadarlesungusto.

—Lecomprendo,Tom.Siga—dijoAtticus.

—Bien...yodijequeseríamejorquecontinuasemicamino,quenopodíaserle útil, pero ella dijo que si; yo le pregunté en qué, y ella me dijo quesubieseenaquellasilladealláy lealcanzaseunacajaquehabíaencimadelarmario.

—¿Noeraelmismoarmarioqueustedpartió?—preguntóAtticus?

Eltestigosonrió.

—No, señor,otro.Casi tanaltocomoel techo.Asípues,hice loquemepedía,yestaba levantandoelbrazoparaalcanzar lacajacuando,sinquemehubiera dado cuenta, ellame... me había abrazado las piernas; seme habíaabrazadoa laspiernas,místerFinch.Measustó tantoquebajédeunsaltoytumbélasilla;aquéllafuelaúnicacosa,elúnicomueblequequedófueradesitioenelcuartocuandomemarché,místerFinch.LojuroanteDios.

—¿Quépasóluegoqueustedhubovolcadolasilla?

TomRobinsonhabía llegadoaunpuntomuerto.MiróaAtticus, luegoalJurado,luegoamísterUnderwood,sentadoalotroladodelasala.

—Tom,ustedhajuradodecirtodalaverdad.¿Quieredecirla?

Tomsepasólamanoporlabocacongestonervioso.

—¿Quéocurriódespuésdeaquello?

—Contestelapregunta—dijoeljuezTaylor.Unterciodesucigarrohabíadesaparecido.

—MísterFinch,alsaltardelasillamevolvíyellasemeechoencima.

—¿Seleechóencima?¿Violentamente?

—No,señor,me...meabrazó.Meabrazóporlacintura.

EstavezelmazodeljuezTaylorseabatióconestrépito,almismotiempoqueseencendíanlaslucesdelasala.Laoscuridadnohabíallegadotodavía,pero el sol se había apartado de las ventanas. El juez Taylor restableciórápidamenteelorden.

—¿Quéhizoluegolamuchacha?

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Eltestigoestiróelcuellocondificultad.

—Sepusodepuntillasymebesóenunladodelacara.Dijoquenohabíabesadonuncaaunhombreadultoyquelomismodabaquebesaseaunnegro.Dijoqueloquelehiciesesupadrenoimportaba.Dijo:'Devuélvemeelbeso,negro'.Yodije:'MissMayella,déjemesalirdeaquí',yprobédeecharacorrer,peroeseapuntalabadeespaldasenlapuertayhubieratenidoqueempujarla.No tenía intención de hacerle ningún daño, míster Finch, y le dije que medejasepasar,peroenelmomentoenquese lodecía,místerEwellsepusoagritarporlaventana.

—¿Quédijo?

TomRobinsoncerrólosojos,apretandolospárpados.

—Decía:'¡Soputamaldita,temataré'

—¿Quépasóentonces?

—MísterFinch,yocorrítandeprisaquenoséloquepasó.

—Tom,¿ustednoviolóaMayellaEwell?

—No,señor.

—¿Nolehizoningúndañoenningúnsentido?

—No,señor.

—¿Seresistióasusrequerimientos?

—Lo intenté,místerFinch. Intenté resistir sin portarmemal con ella, noqueríaempujarlanihacerleningúndaño.

Amísemeantojóque,asumanera,TomteníatanbuenosmodalescomoAtticus. Hasta que mi padre me lo explicó más tarde, no comprendí lodelicadodelcasoenqueseencontrabaTom:bajoningunacircunstanciahabríaosado pegar a unamujer blanca, cierto de que si lo hacía no viviríamuchotiempo;porelloaprovechólaprimeraoportunidadparahuircorriendo:signosegurodeculpabilidad.

Tom,retrocedaunavezmásamísterEwell—dijoAtticus.¿Ledijoalgoausted?

—Nada en absoluto, señor.Es posible que luegodijera algo, pero yo noestabaallí...

—Con esto basta —dijo Atticus—. ¿Qué oyó usted? ¿A quién estabahablandoél?

—MísterFinch,élestabahablandoymirandoamissMayella.

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—¿Entoncesustedechóacorrer?

—Esoesloquehice,señor.

—¿Porquécorrió?

—Teníamiedo,señor.

—¿Porquéteníamiedo?

—MísterFinch,siustedfuesenegro,comoyo,tambiénlohabríatenido.

Atticus se sentó. Míster Gilmer se encaminaba hacia el estrado de lostestigos,peroantesdequellegaseallí,místerLinkDeasselevantódeentrelosespectadoresyanunció:

—Quiero nadamás que todos ustedes sepan una cosa desde estemismomomento.Esemuchachohatrabajadoochoañosparamíynomehadadonielmáspequeñodisgusto.Unasombra.

—¡Cierrelaboca,señor!—eljuezTaylorestabaperfectamentedespiertoy rugiendo. Tenía, además, la cara encarnada. Por milagro, el cigarro noconstituíaelmenorestorboparasupalabra—.¡LinkDeas—gritó—,si tieneustedalgoquedecirpuededecirlobajojuramentoyenelmomentoadecuadoperohastaentoncessalgadeestasala!¿Meoye?Salgadeestasala,señor,¿meoye?¡QuemecuelguensitengoqueVolveraocuparmedeestecaso!

LosojosdeljuezTaylorlanzabanpuñalescontraAtticus,comoretándoleaquedijeraalgo,peroAtticushabíabajadolacabezayreíasobresuregazo.Yorecordé un comentario que había hecho acerca de que las observaciones excátedradeljuezTaylorsalíanavecesdeloslímitesdeldeber,peroquepocosabogados Protestaban por ellas. Miré a Jem, pero éste movió la cabezanegativamente.

—EstonoeslomismoquesiselevantaseunmiembrodelJuradoytomasela palabra—dijo—. Pienso que entonces sería diferente,Míster Link no hahechootracosaquealterarelorden,oalgoporelestilo.

El juez Taylor ordenó al escribiente que suprimiera todo lo que hubieseescrito, sihabíaescritoalgo,despuésde 'MísterFinch, siusted fuesenegro,como yo, también lo habría tenido', y dijo al Jurado que pasara por alto lainterrupción. Fijó la mirada con recelo hacia el fondo del pasillo central yesperó, supongo, queMísterLinkDeas semarchase definitivamente.Luegodijo:

—Adelante,místerGilmer.

—¿Le impusieron treinta días por conducta desordenada, Robinson?—preguntómísterGilmer.

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—Sí,señor.

—¿Quéaspectoteníaelnegrocuandoustedlodejó?

—Elmepegó,místerGilmer.

—Peroaustedlocondenaron,¿verdad?

Atticuslevantólacabeza.

—Fue un delito de mala conducta y figura en los archivos, juez—meparecióquesuvozdenotabacansancio.

—Eltestigodeberesponder,apesardetodo—replicóel juezTaylorconidénticafatiga.

—Sí,señor,mepusierontreintadías.

YocomprendíquemísterGilmerqueríasinceramentehacernotaralJuradoque todapersonaquehubierasufridocondenaporconductadesordenadaeramuy fácil que hubiese albergado en su pecho el propósito de atropellar aMayellaEwell,queeraelúnicoargumentoqueleinteresaba.Argumentosdetalespeciesiempreproducíanimpresión.

—Robinson, usted se desenvuelve sobradamente bien para desmenuzararmariosypartirleñaconunamano,¿verdad?

—Sí,señor,esocreo.

—¿Esbastantefuerteparacortarlelarespiraciónaunamujeryarrojarlaalsuelo?

—Esonolohehechonunca,señor.

—¿Peroesbastantefuerteparahacerlo?

Creoquesí,señor.

—Hacíamuchotiempoqueteníaelojopuestoenesajoven¿verdadquesí,muchacho?

—No,señor,nuncalahabíamirado.

—Entonces, era usted terriblemente cortés al partir tantas cosas ytransportartantospesosporella,¿noescierto?

—Sencillamente,tratabadeayudarla,señor.

—Era usted extraordinariamente generoso, porque después de la jornadacorrienteteníacosasquehacerencasa,¿verdad?

—Sí,señor.

—¿Porquénolashacía,enlugardepreocuparsedelasdeEwell?

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—Hacíalasunasylasotras,señor.

—Debíadeestarmuyocupado.¿Porqué?

—¿Quéquieredecireseporqué,señor?

—¿Porquéteníatantoafánporhacerlastareasdeaquellamujer?

Tomtitubeóbuscandounarespuesta.

—Comodije,parecíaquenohabíanadiequelaayudase...

—¿ConmísterEwellysieteniñosenlacasa,muchacho?

—Bien,yodijequeparecíacomosinolaayudasennada...

—Muchacho,¿ustedseentreteníapartiendoleñayhaciendotodosaquellostrabajosporpurabondad?

—Procurabaayudarla,comohedicho.

MísterGilmersonrióalJurado.

—Por lo visto es usted un sujeto muy bueno. ¿Hacía todo aquello sinpensarencobrarniunpenique?

—Sí, señor. Ellame dabamucha compasión, parecía ponermás empeñoquetodoslosdemás...

—¿A usted le daba compasión ella; a usted le daba compasión ella?—místerGilmerparecíadispuestoaelevarsehastaeltecho.

Eltestigocomprendiósuerroryserevolviódesazonadoenlasilla.Peroelmalestabahecho.Debajodenosotros,larespuestadeTomRobinsonnogustóanadie.MísterGilmerhizounalargapausaparadejarquefuesepenetrando.

—He ahí que usted pasó por delante de la casa, como de costumbre, elveintiunodenoviembrepasado—dijoluego—,yellalepidióqueentraseylehiciesepedazosunarmario.

—No,señor.

—¡Niegaquepasarapordelantedelacasa?

—No,señor;elladijoqueteníaquehacerlealgodentrodelacasa...

—Elladicequelepidióquelepartieseunarmario,¿noeseso?

—No,señor,noloes.

—Entonces,¿usteddicequemiente,muchacho?

Atticussehabíapuestodepie,peroTomRobinsonnolenecesitó.

—Yonodigoquemienta,místerGilmer,digoqueestáenunaconfusión.

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—¿MísterEwellnolehizohuircorriendodelacasa,muchacho?

—No,señor,nolocreo.

—Nolocreo...¿Quéquieredecirconeso?

—Quierodecirquenomequedéelratosuficienteparaquemehicierahuircorriendo.

—Esmuyfrancosobreestepunto.¿Porquéhuyótandeprisa?

—Hedichoqueteníamiedo,señor.

—Siteníalaconciencialimpia,¿porquéteníamiedo?

—Comohedichoantes,noeraconvenienteparaunnegroencontrarseenun...compromisocomoaquél.

—Peroustednoestabaenuncompromiso;ustedhadeclaradoqueresistíalas insinuaciones de miss Ewell. ¿Tenía tanto miedo de que ella le hiciesealgúndaño,quecorrió,siendounvarónfornidocomoes?

—No,señor,teníamiedodevermeenelJuzgado,comomeveoahora.

—¿Miedo de que le detuvieran? ¿Miedo de tener que enfrentarse con loquehizo?

—No,señor;miedodetenerqueenfrentarmeconloquenohice.

—¿Semuestradescaradoconmigo,muchacho?

—No,señor;nomehepropuestoserlo.

Esto fue todo lo que oí del interrogatorio a que procediómísterGilmer,porqueJemmeobligóasacarfueraaDill.Pornoséquémotivo,Dillsehabíapuestoallorarynopodíadejarlo;calladamentealprincipio,peroluegovariaspersonasdelagaleríaoyeronsussollozos.Jemdijoquesinomeibaconél,meobligaría,ycomoelreverendoSykestambiéninsistióenquesaliera,asílohice.

—¿Notesientesbien?—lepreguntédespués.

Dillprocuródominarsemientrasbajábamoscorriendolasescaleras.EnelpeldañosuperiorestabamísterLinkDeas.

—¿Ocurrealgo,Scout?—preguntócuandopasamosporsuvera.

—No, señor —contesté volviendo la cabeza—. Dill está enfermo...Vámonosallá,debajodelosárboles—ledijeaDill—.calorsetehapuestoenelcuerpo,mefiguro.

Escogimosunaencinaynossentamosdebajo.

—Esquenopodíasufriraaquelhombre—explicóDill.

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—¿Aquién,aTom?

—Al viejo aquél demísterGilmer que le trataba de aquelmodo, que lehablabadeunamaneratanodiosa...

—Essumisión,Dill.Mira,sinotuviésemosfiscales...Bueno,podríamostenerabogadosdefensores,calculo.

Dillsuspirópacientemente.

—Sétodasesascosas,Scout.Erasumaneradehablarloquemehadadonáuseas;mehapuestomalodeveras.

—Tienequeobrardeaquelmodo,Dill,estabainte...

—Noobrabaasícuando...

—Dill,aquélloseranlostestigossuyos.

—Ea, míster Finch no se portaba igual con Mayella y el viejo Ewellcuandolosinterrogaba.¡Eltonoconqueaquelhombrellamabacontinuamente'muchacho'alnegroysemofabadeél,volvíalavistahaciaelJuradocadavezquecontestaba...!

—Bien,Dillalfinyalcabonoesmásqueunnegro.

—Nomeimportauncomino.Noesjusto,seacomofuereesjustotratarlosdeaquelmodo...

—Es el estilo demísterGilmer,Dill; a todos los trata así. Tú no le hasvistoensañarsedeverasconalguno todavía.Vaya,cuandomira,amísemeantojabaquehoymísterGilmernoponíanilamitaddeesfuerzo.Atodoslostratandeaquelmodo;lamayoríadeabogados,quierodecir.

—MísterFinchnolohace.

—Atticus no sigue la regla general, Dill, él es... —Estaba tratando debuscaren lamemoriaunafraseagudademissMaudieAtkinson.Yala tenía—:Atticuseslomismoenlasaladeljuzgadoqueenlavíapública.

—Noesestoloquequierodecir—objetóDill.

—Sé lo que quieres decir, muchacho —exclamó una voz detrás denosotros. Pensábamos que había salido del tronco detrás de nosotros.PertenecíaamísterDolphusRaymond—.Noesquetengaselcutisdemasiadofino,essencillamentequetedaasco,¿verdad?

20

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—Dalavueltayvenacá,hijo,tengoalgoquetesosegaráelestómago.

Como míster Dolphus Raymond era un hombre malo, accedimos suinvitaciónconrecelo,peroseguíaDill.NoséporquémotivonocreíaqueaAtticus le gustase que nos hiciésemos amigos míster Raymond, y sabíaperfectamentequeatíaAlexandranolegustaría.

—Toma—dijo,ofreciendoaDillsubolsadepapelconlas4pajas—.Bebeunbuensorbo;estotesosegará.

Dilldiounachupadaalaspajas,sonrió,yluegochupóunlargorato.

— ¡Eh, eh! —exclamó míster Raymond, visiblemente complacido decorromperaunchiquillo.

—Dill,tencuidadoahora—leavisé.

Dillsoltólaspajasysonrió.

—Scout,noesotracosaque'Coca—Cola'.

MísterRaymondsesentó,apoyandoelcuerpoeneltronco.Hastaentonceshabíaestadotendidoenlahierba.

—Vosotros, chiquillos, no me delataréis ahora, ¿verdad que no? Si lodescubrieseisarruinaríaismireputación.

—¿Quieredecirquetodoloquebebedeesabolsaes'Coca—Cola'¿'Coca—Cola'ynadamás?

—Sí,señorita—asintiómísterRaymond.Megustabaelolorquedespedía:oloracuero,caballosysemillasdealgodón.Llevabalasúnicasbotasinglesasdemontarquehabíavistoenmivida—.Esloúnicoquebebolamayorpartedeltiempo.

—¿Entonces usted únicamente finge que está medio...? Le pido perdón,señor.—Mecontuveatiempo—.Nopretendíaser...—MísterRaymondsoltóuna risita, sinmostrarse nada ofendido, y yo intenté formular una preguntadiscreta—:¿Porquéobradeesemodo?

—Bah...,oh,sí,¿queréisdecirporquéfinjo?Esmuysencillo—contestó—. A ciertas personas no les... gusta mi manera de vivir. Bien, yo podríamandarlesaldiablo,sinolesgustanomeimporta.Quesinolesgustanomeimporta,lodigo,enefecto,peronolasmandoaldiablo,¿comprendéis?...

Dillyyocontestamosalunísono:

—No,señor.

—Yo procuro proporcionarles una explicación, ya lo veis. La gente sesiente satisfecha sipuedeencontrarunaexplicación.Si cuandovengoaesta

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ciudad,queesmuyraramente,muydetardeentarde,mebamboleounpocoybebodeesabolsa,lagentepuededecirqueDolphusRaymondesunesclavodelwhisky,yporestonocambiadeconducta.Noesdueñodesímismo,poresovivecomovive.

—Peronoestábien,místerRaymond,quesefinjamásmalodeloqueyaes.

—Noestábien,peroalagenteleresultamuyútil.Diciéndoloensecreto,miss Finch, yo no soy un gran bebedor, pero ya ves que los demás nunca,nunca sabrían comprender que vivo como vivo porque es de lamanera quequierovivir.

Yo tenía la convicción de que no debía estar allí escuchando a aquelhombrepecaminosoqueteníahijosmestizosynoleimportabaquelagentelosupiera, pero le encontraba fascinador. Jamás había topado con un ser quedeliberadamente quisiera desacreditarse a sí mismo. Pero, ¿cómo nos habíaconfiadosusecretomásescondido?Lepreguntélacausa.

—Porquevosotrossoisniñosypodéiscomprenderlo—dijo—,yporqueheoído a ése...—Y con un ademán de cabeza indicó a Dill—. Las cosas delmundo no le han pervertido el instinto todavía. Deja que se haga un pocomayor y ya no sentirá asco ni llorará. Quizá se le antoje que las cosas noestán...deltodobien,digamos,peronollorará;cuandotengaunosañosmás,yano.

—¿Llorarporqué,místerRaymond?—LamasculinidaddeDillempezabaadarfedevida.

Llorarporelinfiernopuroysimpleenqueunaspersonashundenaotras...sin detenerse a pensarlo tan sólo.Llorar por el infierno en que los hombresblancoshundenalosdecolor,sinpensarquetambiénsonpersonas.

—Atticus dice que estafar a un hombre de color es diez veces peor queestafaraunblanco—murmuró—.Dicequeeslopeorquesepuedehacer.

—Nocreoque losea—replicómísterRaymond—.MissJeanLouise, túnosabesquetupadrenoesunhombrecorriente,tardarásunosañostodavíaenpenetrante de este hecho; no has visto aún bastantemundo.Nohas visto nisiquieraestaciudad,perotodoloquetienesquehaceresVolveraentrareneledificiodeljuzgado.

Lo cual me recordó que nos estábamos perdiendo casi todo elinterrogatoriodelacusadoporpartedemísterGilmer.Levantélosojoshaciaelsolyviquesehundíarápidamentedetrásdelostejadosdelosalmacenesdelaparteoestedelaplaza.Entredosfuegos,nosabíasobrecuálsaltar:simísterRaymond,oelTribunaldelQuintoDistritoJudicial.

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—Ven,Dill—dije—.¿Tesientesbienahora?

—Si. Encantado de haberle conocido,míster Raymond, y gracias por labebida;hasidoungranremedio.

Retrocedimos a toda prisa hacia el edificio del juzgado, subimos lasescaleras corriendo y nos abrimos paso avanzando junto a la baranda de lagalería.ElreverendoSykesnoshabíaguardadolosasientos.

Lasalaestabacallada;unavezmásmepreguntédóndeestaríanlosniñosdepecho.ElcigarrodeljuezTayloreraunamanchapardaenelcentrodesuboca;místerGilmerestabaescribiendoenunodeloscuadernosamarillosdesumesa,tratandodeaventajaralescribientedeljuzgado,cuyamanosemovíarápidamente.

—Truenos—murmuré—,noslohemosperdido.

AtticusestabaalamitaddesudiscursoalJurado.Sindudahabíasacadode su cartera, que reposaba al lado de la silla, unos papeles, pues ahora losteníasobrelamesa.TomRobinsonestabajugueteandoconellos.

—...Ausenciade todapruebacorroborativa, estehombreha sidoacusadode un delito capital y en estos momentos se le juzga, del fallo depende suvida...

DiuncodazoaJem.

—¿Cuántoratollevahablando?

—Ha hecho un repaso de las pruebas, nada más —susurró Jem—,ganaremos.Noveoningunaposibilidaddequenoganemos.Hainvertidoenellocincominutos.Lohapresentadotodotanclaroysencillocomo...comosiyotelohubieseexplicadoati.Hastatulohabríasentendido.

—¿MísterGilmerleha...?

—Ssstt.Nadanuevo;locorriente.Ahoracállate.

Otra vez miramos abajo. Atticus hablaba con soltura, con mismanaturalidadindiferentequecuandodictabaunacarta.Paseabaarribayabajo,despacio,delantedelJurado,ylosmiembrosdeésteparecíanatentos: teníanlascabezas levantadasyseguíanaAtticusconunaexpresiónqueparecíadeaprecio.MefiguroquesedebíaaqueAtticusnohablabaconvoztonante.

Atticusseinterrumpióyluegohizounacosaquenosolíahacer.Sequitóelrelojylacadenaylosdejóencimadelamesa,diciendo:

—Conelpermisodelasala...

EljuezTaylorasintióconlacabeza,yentoncesAtticushizoalgoquenolehe visto hacer nunca antes ni después, ni en público ni en privado: se

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desabrochóelchalecoyelcuellodelacamisa,seaflojólacorbataysequitólachaqueta.Jamásseaflojabaniunaprendaderopahastaquesedesnudabaparaacostarse,yparaJemyparamíaquelloeracomosiestuvieradelantedenosotrosdesnudo.Mihermanoyyonosmiramoshorrorizados.

Atticussepusolasmanosenlosbolsillos,ymientrasseacercabadenuevoalJuradovielbotóndeorodelcuellodesucamisaylaspuntasdesulápizydesuplumacentellandoalaluz.

—Caballeros—dijo,Jemyyonosvolvimosamirar:Atticushabríapodidodecir del mismo modo: 'Scout'. Su voz había perdido la aridez, el tonoindiferente,yhablabaconelJuradocomosifueseungrupodehombresenlaesquinadelaoficinadeCorreos.

—Caballeros—ibadiciendo—,serébreve,peroquerríaempleareltiempoque me queda con ustedes para recordarles que este caso no ofrecedificultades,norequiereuntamizadominuciosodehechoscomplicados,perosí exige que ustedes estén seguros, más allá de toda duda razonable, de laculpabilidaddelacusado.Paraempezar,diréqueestecasonodebíahabersidollevadoanteuntribunal.Esuncasotansimplecomoloblancoylonegro.

'LaacusaciónnohapresentadonilamásmínimapruebamédicadequeelcrimenqueseatribuyeaTomRobinsontuvieralugarjamás.Envezdeelloseha apoyado en las declaraciones de dos testigos cuyo testimonio no sólo haquedado en grave entredicho al interrogarles la defensa, sino que ha sidollanamente rechazado por el acusado. El acusado no es culpable, pero hayalguienenestasalaqueloes.

'No tengoenel corazónotra cosaquepenapor la testigoprincipalde laacusación, peromi piedad no llega hasta el punto de admitir que ponga enjuegolavidadeunhombre,cosaqueellahahechoenunesfuerzoporlibrarsedesupropiaculpa.

'He dicho culpa, caballeros, porque la culpa fue lo que la impulsó. Latestigo no ha cometido ningún delito; simplemente, ha roto un código denuestrasociedad,rígidoysancionadoporeltiempo,uncódigotanseveroquetodoelquelodespreciaesexpulsadodenuestromediocomoinadecuadoparavivir en nuestra compañía. La testigo es víctima de una pobreza y unaignoranciacrueles,peronopuedocompadecerla:esblanca.Ellaconocíabienla enormidad de su delito, pero como sus deseos eran más fuertes que elcódigoqueestaba rompiendo,persistióen romperlo.Persistió,y su reacciónsubsiguiente pertenece a una especie que todos hemos visto en una u otraocasión.Hizounacosaquetodoslosniñoshanhecho:tratódeapartardesílapruebade sudelito.Peroeneste casono se tratabadeunniñoescondiendocontrabandorobado:quisoherirasuvíctima;sentíalanecesidaddeapartarlodesi;habíaquequitarlodesupresencia,deestemundo.Ellahabíadedestruir

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lapruebadesucrimen.

'¿Cuál era la prueba de su crimen? Tom Robinson, un ser humano. Latestigo había de alejar de sí a Tom Robinson. Tom Robinson le recordaríatodoslosdíasloquehabíahecho.Pero¿quéhizo?Tentaraunnegro.

'Ellaesblanca,ytentóaunnegro.Hizounacosaqueennuestrasociedadno tieneexplicación:besóaunhombrenegro.Noun tío anciano, sinoaunnegrojovenyvigoroso.Ningúncódigoleimportabaantesdequebrarlo,peroluegocayósobreellaconfuerza.

'Supadre lovio,y el acusadohadichocuáles fueron suspalabras. ¿Quéhizosupadre?Nolosabemos,perohaypruebascircunstancialesqueindicanqueMayella Ewell fue golpeada salvajemente por una persona que pegabacasi exclusivamente con la izquierda. Sabemos en parte lo que hizo místerEwell: hizo lo que todo hombre blanco respetable, perseverante y temerosoDios habría hecho en aquellas circunstancias: firmó una denuncia, sin dudacon la mano izquierda, y aquí está Tom Robinson sentado ante ustedes,habiendoprestadojuramentoconlaúnicamanobuenaqueposee,laderecha.

'Yunnegro tan callado, humilde, respetable, que cometió la inexcusabletemeridad de 'sentir pena' por una mujer blanca, ha tenido que poner supalabracontraladedospersonasblancas.Nonecesitorecordarlesaustedeselmodocómoéstassehanpresentadoyconducidoenelestrado;lohanvistoporsímismos.Lostestigosdelaacusación,exceptuandoalsheriffdelCondadodeMaycomb,sehanpresentadoanteustedes,caballeros,anteestetribunal,conlacínicaconfianzadequenadiedudaríadetestimonio,confiadosenqueustedes,caballeros,compartirconelloslapresunción(lamalvadapresunción)dequetodoslosnegrosmienten,dequetodoslosnegrossonfundamentalmenteseresinmorales, que no se puede dejar con el espíritu tranquilo, a ningún negrocercadenuestrasmujeres, unapresunciónqueuno asocia conmentesde sucalibre.

'Locual,caballeros,sabemosqueesunamentiratannegracomolapieldeTom Robinson, una mentira que no tengo que hacer resaltar ante ustedes.Ustedessabenlaverdad,ylaverdadesquealgunosnegrosmienten,algunosnegrossoninmorales,algunosnegrosnomerecenlaconfianzadeestarcercadelasmujeres...blancasonegras.Peroéstaesunaverdadqueseaplicaatodalaespeciehumanaynoaunarazaparticulardehombres.Nohayenestasalaunasolapersonaquejamáshayadejadodedecirunamentira,quenuncahayacometido una acción inmoral, y no hay un hombre vivo que siempre hayamiradoaunamujersindeseo.

Atticushizounapausay sacóelpañuelo.Luego sequitó lasgafasy laslimpió.Nosotrosvimosotracosa 'nueva':nuncalehabíamosvistosudar;eraunodeesoshombrescuyosrostrosjamástranspiran,yencambioahoratenía

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lapielhúmeda.

'Unacosamás,caballeros,antesdequetermine.ThomasJeffersondijounavezquetodosloshombressoncreadosigual,unafrasequealosyanquisyalmundofemeninode la ramaejecutivadeWashington lesgustasoltarnos.Enesteañodegraciade1935ciertaspersonastiendenautilizaresafraseenunsentidoliteral,aplicándolaatodaslassituaciones.Elejemplomásridículoquesemeocurreesque laspersonasquerigen laeducaciónpúblicafavorecenalos vagos y tontos junto con los laboriosos; como todos los hombres soncreadosiguales,lesdirángravementeloseducadores,losniñosquesequedanatrássufren terriblessentimientosde inferioridad.Sabemosqueno todos loshombres son creados iguales en el sentido que algunas personas querríanhacemos creer; unos son más listos que otros, unos tienen mayoresoportunidades porque les vienen de nacimiento, unos hombres ganan másdineroqueotros,unasmujeresguisanmejorqueotras,algunaspersonasnacenmuchomejordotadasqueeltérminomediodelossereshumanos.

'Perohayunacosaenestepaísantelacualtodosloshombressoncreadosiguales; hay una institución humana que hace a un pobre el igual de unRockefeller,aunestúpidoel igualdeunEinstein,yalhombre ignorante,eligual de un director de colegio. Esta institución, caballeros, es un tribunal.PuedeserelTribunalSupremodeEstadosUnidos,oelJuzgadodeInstrucciónmás humilde del país, o este honorable tribunal que ustedes componen.Nuestrostribunalestienensusdefectos,comolostienentodaslasinstitucioneshumanas,peroenestepaísnuestrostribunalessonlosgrandesniveladores,yparanuestrostribunalestodosloshombreshannacidoiguales.

'No soy un idealista que crea firmemente en la integridad de nuestrostribunalesnidelsistemadejurado;estonoesparamíunacosaideal,esunarealidadvivienteyoperante.Caballeros,untribunalnoesmejorquecadaunodeustedes,losqueestánsentadosdelantedemíenesteJurado.Larectituddeun tribunal llegaúnicamentehastadonde llega la rectitudde su Jurado,y larectitud de un Jurado llega sólo hasta donde llega la de los hombres que locomponen. Confío en que ustedes, caballeros, repasarán sin pasión lasdeclaraciones que han escuchado, tomarán una decisión y devolverán estehombreasufamilia.EnnombreDios,cumplanconsudeber.

La voz deAtticus había descendido, ymientras se volvía de espaldas alJuradodijoalgoquenoentendí.Lodijomásparamismoquealtribunal.

—¿Quéhadicho?—lepreguntéaJem,dándoleuncodazo.

—'EnnombredeDios,creedle',esocreoquehadicho.

DilllevantóelbrazosúbitamentepordelantedemíydiotirónaJem.

—¡Miradallá!

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Seguimos la dirección de su índice con el corazón abatido. Calpurniaavanzabaporelpasillocentral,yendodirectamenteadondeestabaAtticus.

21

Calpurnia se detuvo tímidamente ante la baranda y esperó a que el JuezTaylorsefijaseenella.Llevabaundelantalnuevoyunsobreenlamano.

EljuezTaylorlavioydijo:

—EsCalpurnia,¿verdad?

—Sí señor—respondió ella—. ¿Tendría la bondad de dejarme entregarestanotaamísterFinch?Notienenadaquevercon...coneljuicio.

EljuezTaylormoviólacabezaafirmativamente,yAtticuscogióelsobre.Loabrió,leyósucontenidoydijo:

—Juezyo...Estanotaesdemihermana.Dicequemishijosfaltandecasa,nohanaparecidoporallídesdeelmediodía...Yo...,¿podríausted...?

—Sédóndeestán,Atticus.—EramísterUnderwoodelquehabíahablado—.Estánenlagaleríadelosdecolor;hanestadoallídesdelaunaydieciochominutosdelatarde.

Nuestropadresevolvióylevantólamirada.

—¡Jem,bajadeahí!—llamó.

Luegodijoalgoaljuez,quenooímos.NosotrospasamosalotroladodelreverendoSykesynosdirigimoshacialacajadeescalera.

Abajo,Atticus y Calpurnia se reunieron con nosotros. Calpurnia parecíairritada;encambio,Atticusparecíaagotado.Jemsaltabadeentusiasmo.

—Hemosganado,¿verdadquesí?

—No tengo idea —contestó secamente Atticus—. ¿Habéis estado aquítodalatarde?MarchaosacasaconCalpurnia,cenad...yquedaosallá.

—Oh,Atticus,déjanosVolver—suplicóJem—.Déjanosoírelveredicto,porfavor;porfavor.

—ElJuradopuedesaliryVolveraentraralcabodeunminuto,escosaquenosabemos...Perotodosadivinamosqueestabacediendo—.Bien,habéisoídotodoloquesehadicho,tantodaqueoigáiselresto.Osdiréloqueharemos:cuandohayáiscenadopodéisregresar(comeddespacio,eh,noperderéisnadaimportante), Y si el Jurado todavía está deliberando, podréis esperar con

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nosotros.Peroconfíoenqueantesdequeregreséishabráterminadotodo.

—¿Creesqueleabsolverántandeprisa?—preguntóJem.

Atticusabriólabocaparacontestar,perolacerróenseguidaynosdejó.

YorogabaaDiosqueelreverendoSykesnosguardaselosasientos,perodejé de rezar cuando recordé que mientras el Jurado estaba deliberando lagente se levantaba y salía a riadas; hoy habrían invadido las droguerías, el'caféO.K.'yelhotel,esdecir,amenosquetambiénsehubiesentraídolacena.

Calpurnianoshizodesfilarhaciacasa:

—...Despellejaré a todos y cada uno en vivo. ¡Pensar, Dios mío, quevosotros,niños,habéisescuchadotodasaquellascosas!MísterJem,¿nosabellevara suhermanaaunsitiomejorquea juicio? ¡Cuando losepa,nocabeduda,missAlexandratendráunataquedeparálisis!Noestábienquelosniñosoigan...—Las luces de la calle estaban encendidas; cuando pasábamos pordebajo de ellas vimos por un momento el indignado perfil de Calpurnia_.Míster Jem, yo pensaba que empezaba a tener la cabeza encima de loshombros...¡Quéidea,Señor;essuhermanita!¡Quéidea,Señor!Deberíaestarperfectamente avergonzado de sí mismo... ¿Es que no tiene nada de buensentido?

Yo rebosaba de gozo. En tan poco rato habían pasado tantas cosas quecomprendíaquenecesitaríaañosenterosparaclasificarlas,yahoraahíestabaCalpurniarevolcandoporelsueloasuadoradoJem...¿Quénuevasmaravillastraeríalavelada?

Jemsereía.

—¿Noquieresqueteloexpliquemos,Cal?

— ¡Cierre la boca, señor! Cuando debería bajar la cabeza avergonzado,continúa riendo...Calpurnia sacó a relucir una serie amenazas enmohecidas,quesuscitaronpocosremordimientosenJem,ysubióatodaprisalasescalerasdelafachadaconsuclásico—:¡SimísterFinchnoledejamolidoagolpes,loharéyo!...¡Entreenesacasa,señor!

Jementrósonriendo,yCalpurniaconsintió,conunmovimientomudo,queDillsequedaseacenar.

—Ahora os vais todos a ver amissRachel y le decís dónde estabais—ordenó—.Andadesesperada,buscándoosportodaspartes;tencuidadodequemañanaporlamañanaloprimeroquehaganoseaembarcarteparaMeridian.

TíaAlexandra salió a nuestro encuentro y por poco se desmaya cuandoCalpurnialedijodóndeestábamos.MefiguroquesedioporofendidacuandoleexplicamosqueAtticushabíadichoquepodíamosVolverallá,puesdurante

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todalacenanopronuncióniunapalabra.Selimitóareordenarelalimentoensuplato,mirándolotristementemientrasCalpurnianosservíaaJem,aDillyamí con actitud airada. Mientras iba llenando las tazas de leche y sacabaensaladadepatatasconjamón,repetíaenvariosgradosdeapasionamiento:

—Deberíaisavergonzarosdevosotrosmismos.—Sumandatofinalfueun—.¡Yahoracomeddespacio!

El reverendo Sykes nos había guardado el puesto. Nos sorprendiócomprobarquehabíamosestadoausentescercadeunahora,ynossorprendióigualmente encontrar la sala del tribunal exactamente como la habíamosdejado,consóloalgunoscambiosdepoca importancia:el recintodelJuradoestaba vacío; el acusado estaba afuera; también el juez Taylor había salido,peroreapareciócuandonossentábamos.

—Apenassehamovidonadie—dijoJem.

—LagentesehaagitadounpococuandohasalidoelJurado—explicóelreverendoSykes—.Losdeahíabajohantraídolacenaasusmujeres,yellashanalimentadoalospequeños.

—¿Cuántoratohacequeestánfuera?—preguntóJem.

—Unos treintaminutos.MísterFinchymísterGilmerhandichoalgunascosas,yeljuezTaylorhadirigidolapalabraalJurado.

—¿Cómohaestado?—inquirióJem.

—¿Qué ha dicho? Ah, lo ha hecho muy bien. No me quejo nada enabsoluto;hademostradogransentidodelaequidad.Hadicho,másomenos:'SicreéisestohabéisdeVolverconunveredicto,perosicreéislootro,habéisdeVolverconotro'.Yocreoqueseinclinabaunpocodenuestraparte...—ElreverendoSykesserascólacabeza.

Jemsonrió.

—Él no tiene que inclinarse de ninguna parte, reverendo, pero no seinquiete: hemos ganado—dijo con aire de persona enterada—.No veo queningúnJuradopuedacondenarsobrelabasedeloquehemosoído...

—No esté tan confiado,míster Jem, no he visto nunca a ningún Juradodecidirseenfavordeunnegropasandoporencimadeunblanco...

Pero Jem recusó las palabras del reverendo Sykes, y nos sometió a unextensorepasodelaspruebas,mezcladasconsusideasacercadelaleysobrela violación: no era violación si ella consentía, aunque había de tenerdieciocho años—en Alabama, al menos— y Mayella tenía diecinueve. Alparecer,unateníaquedarpatadasygritar,teníaquesersometidaporlafuerzabrutayamarradaalsuelo,yerapreferibletodavíaqueladejasensinsentidode

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ungolpe.Siuna teníamenosdedieciochoaños,nohabíadepasarpor todoesto.

—MísterJem—protestóelreverendoSykes—,noesdebuenacrianzaquelasseñoritasjóvenesescuchenestascosas...

—Bah,Scoutnosabedeloqueestamoshablando—dijoJem_.Scout,estoesdemasiadodepersonamayorparati,¿verdad?

—Muyenverdadqueno;entiendotodaslaspalabrasquedices.

—Quizátuveunacentodemasiadoconvincente,porqueJemsecallóynovolvióareferirsealtema.

—¿Quéhoraes,reverendo?—preguntóentonces.

—Cercadelasocho.

Miré abajo y vi a Atticus deambulando por allí con las manos en losbolsillos.Despuésdedarunavueltapor lasventanas siguió a lo largode labarandahastaelredildelJurado.Miróal interior, inspeccionóal juezTaylorensutrono,yregresóalpuntodepartida.Yocaptésumiradaylesaludéconlamano.Elcorrespondióamisaludoconunmovimientodecabeza,yreanudóelpaseo.MísterGilmerestabadepiejuntoalasventanas,hablandoconmísterUnderwood. Bert, el escribiente del juzgado, estaba fumando en cadena,arrellanadoenlasillayconlospiessobrelamesa.

Perolosempleadosdeltribunal,losqueestabanpresentes:Atticus,místerGilmer, el juez Taylor, profundamente dormido y Bert, eran las únicaspersonasqueaparentabanprocederdeunmodonormal.Nohevistojamásunasaladetribunaltanatestadayalmismotiempotanquieta.Algunasvecesunpequeñín lloraba medroso, y un chiquillo se escabullía al exterior, pero laspersonasmayoresseportabancomosiestuvieranenlaiglesia.Enlagalería,losnegrospermanecíansentadosodepieanuestrorededorconunapacienciabíblica.

El reloj del edificio sufrió su tirón preliminar y dio la hora, ochocampanadas ensordecedoras que estremecían nuestro esqueleto. Cuando dioonce campanadas, yo no sentía nada; cansada de tanto resistir el sueño,mehabíaconcedidolalibertaddedescabezarlorecostadaenelcómodoapoyodelbrazoyelhombrodelreverendoSykes.Medespertédeunasacudidaehiceunsincero esfuerzo por continuar despierta, bajando la vista y concentrando laatenciónen lascabezasdeabajo:habíadieciséisqueestabancalvas,catorcehombresquepodíanpasarporpelirrojos,cuarentacabezasoscilandoentreelcastañoyelnegro,y...entoncesrecordéunacosaqueJemmehabíaexplicadoenciertaocasión,duranteunbreveperíodoenqueseaficionóa losestudiossíquicos. Decía Jem que si un número bastante grande de personas —un

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estadio entero, quizá— concentrase la voluntad en una cosa, como, porejemplo, en pegar fuego a un bosque, los árboles se encendíanespontáneamente.Yoacaricié la ideadepedir a todos losque estaban abajoqueconcentrasenlavoluntadendejarlibreaTomRobinson,peropenséquesiestabantancansadoscomoyo,nosaldríabien.

Dill estaba profundamente dormido, la cabeza apoyada en el hombro deJem,yéstepermanecíainmóvil.

—¿Nohapasadomuchotiempo?—lepregunté.

—Sinduda,Scout—dijomuygozoso.

—Vaya,segúnlopintabastú,habíandebastarcincominutos.

Jemarqueólascejas.

—Haycosasquetúnoentiendes—replicó.Yoestabademasiadofatigadaparadiscutir.

Pero debí de estar razonablemente despierta, de lo contrario no habríarecibidolaimpresiónqueestabapenetrandodentrodemí.Noeramuydistintadeunaquerecibíelinviernoprecedente,y,apesardequelanocheeracálida,un escalofrío recorriómi cuerpo.La sensación fue en aumento hasta que laatmósfera de la sala fue exactamente la misma que en una fría mañana defebrero,cuandolosruiseñoresestabancalladosyloscarpinteroshabíandejadode darmartillazos en la casa nueva demissMaudie, y todas las puertas demadera de la ciudad estaban tan herméticamente cerradas como las de laMansiónRadley. La calle desierta, vacía, aguardando, y la sala del tribunalatestadadegente.Unanochesofocantedeveranonodiferíadeunamañanadeinvierno.MísterHeckTate,quehabíaentradoenlasalayestabahablandoconAtticus, habríapodido llevar susbotas altasy su chaquetade cuero.Atticushabíainterrumpidosucaminatayapoyabaelpieeneltravesañomásbajodeuna silla; y mientras escuchaba lo que míster Tate iba diciendo, se pasabalentamentelamanoarribayabajodelmuslo.YoesperabaquemísterTatediríaencualquiermomento:'Lléveselo,místerFinch...

PeroloquedijomísterTatefue:

Eltribunalseconstituyedenuevo—conunavozquevibrabacontonodeautoridad;y,abajo,lascabezasselevantaronconunasacudida.

MísterTatesaliódelasalayregresóconTomRobinson.Lecondujohastasu puesto al lado de Atticus, y se quedó plantado allí. El juez Taylor semanifestaba de pronto despierto y alerta; estaba sentado con el cuerpomuyerguido,mirandoelrecintovacíodelJurado.

Loqueocurriódespuéspareciócosadesueño:enunsueñoviregresaralJurado,cuyosmiembrossemovíancomonadadoresbajodelagua,ylavozdel

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juezTaylorllegabademuylejos,ymuytenue.Entoncesviunacosaquesólopodríaesperarsequeviese,quebuscaseconlamiradalahijadeunabogado,yeracomosicontemplaseaAtticussaliendoalacalle,llevándoselaculatadelriflealhombroyapretandoelgatillo,perocómocontemplarlesabiendotodoelratoqueelrifleestabadescargado...UnJuradonomiranuncaalacusadoalcualacabadecondenar:ningunodeaquelloshombresmiróaTomRobinson.El presidente entregó una hoja de papel a míster Tate, quien la pasó alescribiente,elcualladioaljuez...

Yocerrélosojos.EljuezTaylorestabaleyendolosvotosdelJurado:

—Culpable...Culpable...Culpable...Culpable...—YopellizquéaJem;mihermanoteníalasmanosblancasdetantooprimirellarguerodelabaranda,ysushombrossufríanunasacudidacomosicada'Culpable'fueseunapuñaladanuevaquerecibieseentrelosomoplatos.

EljuezTaylorestabadiciendoalgo.Teníaelmazoenlamano,peronoloempleaba.ViconfusamentequeAtticusrecogíapapelesdelamesaylosponíaensucartera.Lacerródegolpe,seacercóalescribientedeljuzgadoyledijoalgo,saludóamísterGilmerconunainclinacióndecabezayluegofueadondeestabaTomRobinsonylesusurróunaspalabras.Mientraslehablabalepusolamanoenelhombro.Despuéscogiólachaquetadelrespaldodelasillaysela echó sobre el hombro. A continuación abandonó la sala, pero no por susalidahabitual.Sindudaqueríamarcharseporelcaminomáscorto,porquesepusoacaminarconpasovivoporelpasillocentralendirecciónalapuertadelsur.Mientrasavanzabahacialasalida,yoseguíaelmovimientodesucabeza.Elnolevantólosojos.

—¡MissJeanLouise!

Miré a mi alrededor. Todos estaban de pie. A nuestro alrededor y en lagalería de la pared de enfrente, los negros se ponían en pie. La voz delreverendoSykessonabatandistantecomoladeljuezTaylor.

—MissJeanLouise,póngasedepie.Pasasupadre.

22

AhoraletocóaJemelturnodellorar.Mientrasnosabríamospasoentrelaalegremultitud,lágrimasdecólerasurcabansucara.

—Estonoesjusto—murmurótodoelcaminohastalaesquinadelaplaza,dondeencontramosaAtticusesperando.

Atticusestabadepiedebajodelfaroldelacalle,conelmismoaspectoque

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si no hubiese ocurrido nada: llevaba el chaleco abrochado, el cuello y lacorbatapulcramenteensusitio,lacadenadelrelojlanzabadestellos;volvíaatenersuaireimpasibledesiempre.

—Esonoesjusto,Atticus—dijoJem.

—No,hijo,noesjusto.

Nosfuimosacasa.

TíaAlexandranosesperabalevantada.Llevabalabata,yyohabríajuradoquedebajoteníapuestoelcorsé.

—Losiento,hermano—murmuro.

Comohastaentoncesnohabíaoídonuncaquellamase'hermano'aAtticus,dirigí unamirada furtiva a Jem, pero éste no escuchaba. Levantaba la vistahaciaAtticusydespuéslafijabaenelsuelo.Yomepreguntésienciertomodoconsideraba responsable a nuestro padre de que hubieran condenado a TomRobinson.

¿Estáperfectamentebien?—preguntótíaAlexandra,indicandoaJem.

—Lo estará dentro de poco —respondió Atticus—. Ha sido demasiadofuerteparaél.—Nuestropadresuspiró—.Mevoyalacama—dijo—.Siporlamañananomedespierto,nomellaméis.

—Desdeelprimermomentonoconsideréprudentepermitirles...

—Esteessupaís,hermana—respondióAtticus—.Selohemosforjadodeestemodo,yvalelapenaqueaprendanaaceptarlotalcomoes.

—Pero no hay necesidad de que vayan al juzgado a revolcarse en esascosas...

—UnascosasquerepresentanelCondadodeMaycombtantocomolostésmisionales.

—Atticus...—LosojosdetíaAlexandramanifestabanansiedad—.Túeresla última persona que hubiera pensado que podía dejarse amargar por esteincidente.

—Noestoyamargado,sinosolamentecansado.Mevoyacama.

—Atticus...—dijoJemcontonoabatido.

Atticus,queestabayaenelumbral,sevolviódecaraanosotros.

—¿Quéhijo?

—¿Cómohanpodidohacerlo;cómohanpodido?

—Nolosé,perolohanhecho.Lohicieronenotrasocasionesanteriores,lo

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han hecho esta noche y lo harán de nuevo, y cuando lo hacen... parece quesólolloranlosniños.Buenasnoches.

Por la mañana todo se presenta siempre mejor. Atticus se levantó a laimpíahoradecostumbreyestabaenlasaladetrásdelMobileRegistercuandonosotrosentramosconpasotardo.LacaradeJemformulabalapreguntaquesuslabiosansiabanexpresarenpalabras.

—Todavía no es hora de inquietarse —le tranquilizó Atticus cuandopasamosalcomedor—.Todavíanohemosterminado.Habráapelación,puedesdarlo por descontado. Santo Dios vivo, Calpurnia, ¿qué es todo esto? —Atticusteníalamiradafijaenplatodedesayuno.

—ElpapádeTomRobinsonlehaenviadoesepolloestamañana.Yoloheguisado.

—Dile que me siento orgulloso al recibirlo; apuesto a que en la CasaBlancanodesayunanconpollo.¿Yesto,quees?

—Bizcochos—contestóCalpurnia—.Estelle,ladelhotel,loshaenviado.—Atticuslamiró,desorientado,yellaledijo—:Valemásquesalgahastalacocinayvealoquehayallá..

NosotrosseguimosdetrásdeAtticus.Lamesadelacocinaestabacubiertade alimento suficiente para enterrar a toda la familia: grandes pedazos detocino salado, tomates, habichuela hasta racimos de uvas. Atticus sonrió alencontraruntarrodepatasdecerdoensalmuera.

—¿Osparecequetiítamelasdejarácomerenelcomedor?

Calpurniadijo:

—Todoestoestabaenlasescalerasdelapartetraseracuandolleguéaquíestamañana.Ellos...Ellosaprecianloqueustedhizo,místerFinch.¿Verdad...verdadquenoseestánpropasando?¿Verdadqueno?,

LosojosdeAtticussellenarondelágrimas.Duranteunmomentonoabrióloslabios.

—Dilesquequedomuyagradecido—dijoluego—.Diles...quenovuelvanahacereso.Lostiemposestándemasiadoduros...

Después, Atticus salió de la cocina, pasó al comedor, se excusó con tíaAlexandra,sepusoelsombreroysefuealaciudad.

Aloír las pisadasdeDill en el vestíbulo,Calpurniadejó el desayunodeAtticus, que continuaba intacto, sobre la mesa. Mientras comía con sumordisco de conejo,Dill nos explicó la reacción demissRachel a lo de lanocheanterior,quehabíasidoasí:siunhombrecomoAtticusFinchquieredarcabezazoscontraunapareddepiedra,suyaeslacabeza.

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—Yoselohubieraexplicadotodo—gruñóDill,mordisqueandounapiernadepollo—,peroellanoteníaaspectodeestarparanarracionesestamañana.Ha dicho que estuvo despierta la mitad de la noche preguntándose dóndeestaríayo;hadichoquehubieraencargadoalsheriffquemebuscase,peroelsheriffseencontrabaeneljuicio.

—Dill, eso de salir sin decírselo, debes terminarlo —dijo Jem—. Sólosirveparaponerlapeor.

Dillsuspiróconpaciencia.

—¡Siyoleexpliqué,hastaponérsemelacaramoradaporfaltadealiento,adónde iba! Lo que pasa es que ve demasiadas serpientes en el armario.Apuestoaqueesamujersebebeunapintacomodesayunotodaslasmañanas;séquebebedosvasosllenos.Lahevisto.

—Nohables de esemodo,Dill—dijo tíaAlexandra—.Aun niño no leestábien.Es...cínico.

—Noescínico,missAlexandra.Decirlaverdadnoescínico,¿verdadqueno?

—Delmodoquetúladices,síloes.

LosojosdeJemlamiraronlanzandodestellos,perodijoaDill:

—Vámonos.Puedesllevarteesearo.

Cuandosalimosalporchede lafachada,missStephanieCrawfordestabaatareadaexplicandoel juicioamissMaudieAtkinsonyamísterAvery.Lostresdirigieronunamiradahacianosotrosycontinuaronhablando.Jemsacódelagargantaungruñidodefiera.Yohabríadeseadotenerunarma.

—Amímemolesta que la gentemayor lemire a uno—dijoDill—.Lehacesentiraunocomosihubierahechoalgomalo.

MissMaudiegritóordenandoaJemFinchquefueseallá.

Jemselevantóconesfuerzoyrefunfuñandodelamecedora.

—Iremoscontigo—dijoDill.

LanarizdemisStephanieseestremecíadecuriosidad.Queríasaberquiénnoshabíadadopermisopara iral juzgado;ellanolosvio,peroestamañanacorría por toda la ciudadque estábamos en la galería de los negros. ¿AcasoAtticus nos puso allá arriba como una especie de...? ¿No se estaba muyencerrado allí con todos aquéllos...? ¿Entendió Scout todas las...? ¿No nosenfurecióveranuestropadrederrotado?

—Cállate, Stephanie. —La dicción de mis Maudie tenía carácter deamenaza—.Notengolamañanadisponibleparapasarlaenteraenelporche.

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JemFinch,tehellamadoparasabersitúytuscolegasestáisencondicionesdecomerpastel.Mehe levantadoa lascincoparahacerlo,demaneraquevalemásquedigáisquesí.Excúsanos,Stephanie.Buenosdías,místerAvery.

En la mesa de la cocina de miss Maudie había un pastel grande y dospequeños.Debíahaberhabidotrespequeños.NoerapropiodemissMaudieelolvidarsedeDill,ysindudanosotroslomanifestamosconlaactitud.PerolocomprendimoscuandocortóunarebanadadelpastelgrandeyseladioaJem.

Mientras comíamos, nos dimos cuenta de que aquélla era lamanera quetenía miss Maudie de decirnos que por lo que a mi se refería no habíacambiadonada.MissMaudie estaba sentadacalladamente enuna sillade lacocina,mirándonos.Deprontodijo:

—Noteinquietes,Jem.Lascosasnuncaestántanmalcomoaparentan.

Dentrodecasa,cuandomissMaudiequeríaexplicaralgunacosaextensa,solía poner los dedos sobre las rodillas y acomodarse el puente de ladentadura.Ahoralohizo,ynosotrosnosquedamosaguardando.

—Quiero deciros sencillamente que en este mundo hay hombres quenacieronparahacer los trabajosdesagradablesquenoscorresponderíana losotros.Vuestropadreesunodetaleshombres.

—Ah,bien—dijoJem.

—No me vengas con 'ah, bien', señorito —replicó miss Maudie,reconociendo los sonidos fatalistas de Jem—; no eres bastante mayor paravalorarloquehedicho.

Jemteníalamiradafijaensurebanadadepastel,amediocomer.

—Escomoserunaorugadentrodelcapullo—dijo—.Escomounacosadormida,abrigadaenunsitiocaliente.YosiemprehabíapensadoquelagentedeMaycomberalamejordelmundo;almenos,parecíanserlo.

—Somoslagentedemásconfianzadeestemundo—afirmómissMaudie—. Pocas veces nos llama la vocación para ser verdaderos cristianos, perocuandonosllama,tenemoshombrescomoAtticusquesalenpornosotros.

Jemsonriótristemente.

—¡Ojaláelrestodelcondadocreyeseeso?

—Tesorprenderíaelnúmerodepersonasquelocreemos.

—¿Quién?—Jemlevantabalavoz—.Enestaciudad,¿quiénhizoalgoporayudaraTomRobinson?¿Quién?

—Susamigosnegros,porunaparte,ypersonascomonosotros.Personascomo el juez Taylor. Personas como míster Heck Tate. Deja de comer y

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empieza a pensar, Jem. ¿No se te ha ocurrido ni un momento que el juezTaylornodesignóporcasualidadaAtticusparadefenderaaquelmuchacho?¿QueeljuezTaylorquizátuvierasusrazonesparanombrarle?

Aquél era un gran pensamiento. Cuando el mismo juzgado había denombrar defensor, solían confiar los casos aMaxwellGreen, el abogado deMaycombingresadomásrecientementeyquenecesitabaexperiencia.ElcasodeTomRobinsoncorrespondíaaMaxwellGreen.

—Piénsalobien—estabadiciendomissMaudie—.Nofueunazar.Anocheyoestabasentadaenelporche,esperando.Esperéyvolvíaesperarhastaqueosvillegaratodosporlaacera,ymientrasesperabapensé:'AtticusFinchnoganará,nopuedeganar,peroeselúnicohombreporestascomarcascapazdetenerocupadotantoratoaunJuradoporuncasocomoéste'.Ymedije:'Bien,estamosdandounpaso;noesmásqueunpasodeniño,peroesunpaso'.

—Hablar de estemodo estámuy bien..., pero los jueces y los abogadoscristianosnopuedenreparareldañodelosJuradospaganos—musitóJem—.Encuantoyoseamayor...

—Esa es una cosa que debes decírsela a tu padre—le interrumpiómissMaudie.

Descendimos las frescas escaleras nuevas de miss Maudie hastasumergirnos en la luz del sol y encontramos amis StephanieCrawford y amíster Avery todavía en la tarea. Habían caminado un poco por la acera yestabandepiedelantedelacasademissStephanie.MissRachelseacercabaaellos.

Cuandoseamayor,creoqueserépayaso—dijoDill.

Jemyyonosparamosenseco.

—Si, señor, payaso—repitió él—. En relación a la gente, no hay cosaalgunaenelmundoquepuedahacersinoesreírme;porlotanto,ingresaréenelcircoymereiréhastaVolvermeloco.

—Lo tomas al revés, Dill —advirtió Jem—. Los payasos son hombrestristes;eslagentelaqueseríedeellos.

—Bien,yoseréunpayasodeunaespecienueva.Meplantaréenmitaddelcírculoymereirédelagente.Miradallánadamás—dijoseñalando—.Todosellosdeberíanirmontadosenescobas.TíaRachelyalamonta.

MissStephanieymissRachelnoshacíanseñasagitandolamanoconfuria,deunmodoquenodesmentíalaobservacióndeDill.

—Oh,cielos—suspiróJem—.Mefiguroqueseríaunagroseríanoverlas.

Pasabaalgoanormal.MísterAvery tenía lacaraencarnadaacausadeun

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accesodeestornudos,ycuandonosacercamosporpoconosechafueradelaacera con un golpe de aire.Miss Stephanie temblaba de excitación, ymissRachelcogióaDillporhombro.

—Vetealpatiotraseroyquédateallí—ledijo—.Seacercapeligro.

—¿Quépasa?—preguntéyo.

—¿Nolohasoídotodavía?Correportodalaciudad...

EnaquelmomentotíaAlexandrasalióalapuertaynosllamó,perollegabademasiado tarde.MissStephanie tuvoelplacer contárnoslo: aquellamañanamíster Bob Ewell había parado a Atticus en la esquina de la oficina deCorreos, le había escupido en el rostro, y le había dicho que le saldaría lascuentasaunqueellolecostaratodoloquelequedabadevida.

23

—DesearíaqueBobEwellnomascaratabaco—fuetodoelcomentariodeAtticussobreelincidente.

SegúnmissStephanieCrawford,sinembargo,AtticussalíadelaoficinadeCorreoscuandomísterEwellseleacercó,lemaldijo,leescupióyleamenazócon matarle. Miss Stephanie (que, después de haberlo contado dos vecesresultó que estaba allí y lo vio todo, pues venia del 'Jitney Jungle'), missStephaniedijoqueAtticusni siquierahabíamovidounpárpado: se limitó asacar el pañuelo y limpiarse la cara, y se quedó plantado permitiendo quemísterEwell ledirigierainsultosqueni loscaballossalvajessoportaríanqueellarepitiese.MísterEwelleraveteranodeunaguerraindeterminada,locual,sumadoalapacíficareaccióndeAtticus,leimpulsóainquirir:

—¿Demasiadoorgullosoparaluchar,bastardoama—negros?

MissStephanieexplicabaqueAtticusrespondió:

—No, demasiado viejo—y se puso las manos en los bolsillos y siguióandando.MissStephaniedecíaquehabíaquereconocerleunacosaaAtticusFinch:avecessabíaserperfectamentesecoylacónico.

AJemyamíaquellononospareciódivertido.

—Despuésdetodo,noobstante—dijeyo—,enotrotiempofueeltiradormáscerterodelcondado.Podría...

—Yasabesquenisiquierallevaríaunarma,Scout.Notieneninguna...—objetó Jem—. Ya sabes que ni aquella noche, delante de la cárcel, tenía

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ninguna.Amímedijoqueel tenerunarmaequivalea invitar alotroaquedisparecontrati.

—Estoesdiferente—dije—.Podemossuplicarlequepidaprestadauna.

Selodijimos,yélcontestó:

—Tonterías.

Dill fue del parecer de que quizá diera resultado apelar a los buenossentimientosdeAtticus: al finy al cabo, simísterEwell lematasenosotrosmoriríamos de hambre, aparte de que nos educaría la tía Alexandra,exclusivamente, y deque todos sabíamosque lo primeroqueharía antes dequeAtticushubierarecibido

sepulturaseríadespediraCalpurnia.Jemdijoqueloqueacasodierafrutoseríaqueyolloraseysimularaunataque,puestoqueeraunaniñaydepocosaños.Perotampocoestosalióbien.

Sinembargo,cuandoadvirtióqueandábamossin rumbopor lavecindad,no comíamos y poníamos poco interés en nuestras empresas habituales,Atticusdescubriócuánprofundamenteamedrentadosestábamos.QuisotentaraJemunanocheconunarevistadeportivanueva;yalverqueJemlahojeabarápidamenteylaarrojabaaunlado,preguntó:

¿Quétepreocupa,hijo?

Jemfuemuyconcreto.

—MísterEwell.

—¿Quéhapasado?

—No ha pasado nada. Tenemos miedo por ti, y creemos que deberíastomaralgunamedidaenrelaciónaesehombre.

Atticussonriótorcidamente.

—¿Quémedida?¿Hacerleencerrarporamenazas?

—Cuandounhombreaseguraquemataráaotro,parecequehadedecirloenserio.

—Cuandolodijolodecíaenserio—adujoAtticus—.Jem,aversisabesponerteenelpuestodeBobEwellduranteunminuto.Eneljuicioyodestruíelúltimovestigiodecréditoquemereciesesupalabra, teníaque tomarsealgúndesquite;losdesuespeciesiempreselotoman.Demodoquesielescupirmeenlacaraconsisteeneso,aceptogustosoestasafrentas.Conalguienhabadedesahogarse, y prefiero que se haya desahogado conmigo antes que con lanidadadechiquillosquetieneencasa.¿Locomprendes?Jemmoviólacabezaafirmativamente.

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TíaAlexandraentróenelcuartomientrasAtticusestabadiciendo:

—NotenemosnadaquetemerdeBobEwell;estamañanahasacadotodalarabiafueradesuorganismo.

—No estaría tan segura, Atticus —dijo ella—. Los de su especie soncapacesdetodoparadevolverunagravio.Yasabescómoesesagente.

—¿QuédemoniospuedehacermeEwell,hermana?

—Te atacará a traición —respondió tía Alexandra— Puedes darlo pordescontado.

—EnMaycomb nadie tienemuchas posibilidades de hacer algo y pasarinadvertido.

Después de aquello ya no tuvimosmiedo. El verano se disipaba poco apoco,ynosotrosloaprovechábamosalmáximo.AtticusnosasegurabaqueaTomRobinson no le pasaría nada hasta que el tribunal superior revisara sucaso,yqueteníamuchasposibilidadesdesalirabsuelto,oalmenosdequeselejuzgasedenuevo.EstabaenlaGranja—PrisióndeEnfield,asetentamillasdedistancia,enelCondadodeChester.Yolepreguntésiasuesposaehijoslespermitíaniravisitarleperomecontestóqueno.

—Sipierdelaapelación,¿quélesucederá?—preguntéunatarde.

—Iráalasillaeléctrica—respondióAtticus—amenosqueelgobernadorleconmutelasentencia.Noestiempodeinquietarsetodavía,Scout.Tenemosbuenasprobabilidades.

JemsehabíatendidoenelsofáleyendolaPopularMechanics.

—Esto no es justo— dijo levantando los ojos—. Aun suponiendo quefueseculpable,nomatóanadie.Noquitólavidaanadie.

—Ya sabes que en Alabama la violación es un delito capital—explicóAtticus.

—Sí, señor, pero el jurado no estaba obligado a condenarlo amuerte; sihubiesenqueridohabríanpodidoponerleveinteaños.

—Imponerle—corrigióAtticus—.TomRobinsonesnegro, Jem.EnestapartedelmundoningúnJuradodiría:'Nosotroscreemosqueustedesculpable,pero no mucho', tratándose de una acusación como ésta. O se obtenía unaabsolucióntotal,onada.

Jemmeneabalacabeza.

—Séquenoesjusto,peronologroimaginarmequéesloquenomarchabien;quizálaviolaciónnodeberíaserundelitocapital...

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Atticusdejócaerelperiódicoalladodesusilla,ydijoquenosequejabaen modo alguno de las disposiciones acerca de la violación, pero que leasaltabandudastremendascuandoelfiscalsolicitaba,yelJuradoconcedía,lapena demuerte basándose en pruebas puramente circunstanciales.Echó unamirada haciamí, vio que estaba escuchando y lo expresó de unmodomásclaro:

—Quierodecirqueantesdecondenaraunhombreporasesinato,digamos,deberíahaberunoodos testigospresenciales.Deberíahaberunapersonaencondicionesdedecir:'Sí,yoestabaallí;yleviapretarelgatillo'.

—Sin embargo, infinidad de gentes han sido colgadas..., ahorcadas...basándoseenpruebascircunstanciales—dijoJem.

—Lo sé, y es probable quemuchos lomereciesen; pero en ausencia detestigosoculares siemprequedaunaduda, a veces sólo lo la sombradeunaduda.Siempreexistelaposibilidad,pormuyimprobablequeseconsidere,dequeelacusadoseainocente.

—Entonces todoel conflicto carga sobre el Jurado.Deberíamos suprimirlosJurados—Jemsemostrabainflexible.

Atticusseesforzóconempeñoennosonreír,peronopudoevitarlo.

—Eresmuyseveroconnosotros,hijo.Yocreoquepodríahaberunrecursomejor: cambiar la ley. Cambiarla demodo que los jueces tuvieran potestadparafijarelcastigoenlosdelitoscapitales.

—Entonces,veteaMontgomeryycambialaley.

—Tesorprenderíaver lodifícilque seria.Yonoviviré lo suficienteparaverlacambiada,ysitúllegasaverlo,serásyaunanciano.

AJemestonolesatisfizobastante.

—No, señor, deberían suprimir los Jurados.Enprimer lugarTomno eraculpable,yellosdijeronqueloera.

—SitúhubiesesformadopartedeaquelJurado,hijo,ycontigootrosoncemuchachos como tú, Tom sería un hombre libre—dijo Atticus—. Hasta elmomento, no ha habido nada en tu vida que interfiriese el proceso derazonamiento. Aquellos hombres, del Jurado de Tom, eran doce personasrazonablesensuvidacotidiana,peroyavistequealgoseinterponíaentreellosylarazón.Vistelomismoaquellanochedelantedelacárcel.Cuandoelgruposemarchó,nosefueroncomohombresrazonables,sefueronporquenosotrosestábamosallí.Hayalgoennuestromundoquehacequeloshombrespierdanla cabeza; no sabrían ser razonables aunque lo intentaran. En nuestrosTribunales, cuando la palabra un negro se enfrenta con la de un blanco,siempreganaelblanco.Sonfeas,perolasrealidadesdelavidasonasí.

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—Locualno lashace justas—dijoJemcon terquedad,mientrassedabapuñetazos en la rodilla—. No se puede condenar a un hombre con unaspruebascomoaquéllas;nosepuede.

—Nosepuede;peroellospodían,ylecondenaron.

Cuantomayortehagas,másamenudoloverás.Elsitiodondeunhombredebería ser tratado con equidad es una sala de Tribunal, fuese hombre decualquieradeloscoloresdelarcoiris;perolagentetieneladebilidaddellevarsus resentimientos hasta dentro del departamento del Jurado.Amedida quecrezcas,verásalosblancosestafandoalosnegros,todoslosdíasdetuvida,peropermítemequetedigaunacosa,ynolaolvides:siemprequeunhombreblanco abusadeunnegro, no importaquién sea, ni lo ricaque sea, ni cuándistinguidahayasidolafamiliadequeprocede,esehombreblancoesbasura.

—Atticus estaba hablando tan sosegadamente que la última palabra fuecomo un estallido en nuestros oídos Levanté la vista y su cara tenía unaexpresiónvehemente.

—Amínadamedamásascoqueunblancodebajaestofaseaprovechedelaignoranciadeunnegro.Noosengañéis,todosesumaalacuenta,yeldíamenospensadolapagaremos.Esperoquenoseadurantevuestrasvidas.

Jemserascabalacabeza.Desúbitoseensancharonsusojos.

—Atticus—dijo—, ¿por qué no formamos los Jurados como nosotros ymissMaudie?NuncaseveanadiedeMaycombenunJurado;todosvienendeloscampos.

Atticusseinclinóensumecedora.PornoséquémotivoparecíacontentodeJem.

—Meestabapreguntandocuándoseteocurriría—dijo—.Hayunsinfínderazones. En primer lugar, miss Maudie no puede formar parte porque esmujer...

—¿Quiere decir que en Alabama las mujeres no pueden...?—yo estabaindignada.

—Enefecto.MefiguroqueesparaprotegeranuestrasdelicadasdamasdecasossórdidoscomoeldeTom.Además—añadiósonriendo—,dudoquesellegara a juzgar por completo un caso; las señoras interrumpiríancontinuamenteconinterminablespreguntas.

Jemyyo soltamos la carcajada.MissMaudie enun Juradocausaríaunaimpresióntremenda.PenséenlaancianamistressDubosesentadaenunsillónde ruedas: 'Basta de golpear, John Taylor, quiero preguntar una cosa a esehombre'.Quizánuestrosantepasadosfueronsensatos.

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Atticusibadiciendo:

Con gente como nosotros... ésta es la parte de la cuenta que noscorresponde.Generalmente, tenemos losJuradosquemerecemos.AnuestrossólidosciudadanosdeMaycombnolesinteresa,enprimerlugar.Ensegundolugar,tienenmiedo.Luego,son...

—¿Miedodequé?—preguntóJem.

—Mira,¿quépasaríasi,digamos,místerLinkDeashubiesededecidirelimporte de los daños para satisfacer a missMaudie cuandomiss Rachel laatropellaseconuncoche?ALinknolegustaríalaideadeperderaningunadeambasdamascomocliente,¿verdadqueno?Asípues, lediceal juezTaylorquenopuedeformarpartedelJuradoporquenotienequiénseencarguedesutiendamientrasélestáfuera.Portanto,eljuezTaylorledispensa.Avecesledispensaconira.

—¿Quéesloquelehacepensarquealgunadelasdosdejaríadecomprarsusgéneros?—pregunté.

Jemdijo:

—MissRachel sí dejaría;missMaudie no.Pero el voto de un Jurado essecreto,Atticus.

Nuestropadreserío.

—Tienesqueandarmuchasmillastodavía,hijo.SedaporsupuestoqueelvotodeunJuradohadesersecreto.PeroelformarpartedeunJuradoobligaaunhombreatomarunadecisiónypronunciarsesobrealgo.Aloshombresestonolesgusta.Avecesesdesagradable.

—ElJuradodeTomhabrátomadounadecisiónatodaprisa—musitóJem.

LosdedosdeAtticusfueronaintroducirseenelbolsillodelreloj.

—No,nosucedióasí—dijo,másparasímismoqueparanosotros—.Estofueloquemehizopensarqueaquellopodíaserlasombradeuncomienzo.ElJuradotardóunashoras.Elveredictoerainevitable,quizá,perogeneralmentesólo les cuesta uno minutos. Esta vez... —aquí interrumpió y nos miró—.Acasoogustesaberquehubounindividuoalcualhubierondetrabajamuchorato; al principio se pronunciaba resueltamente por un absolución pura ysimple.

—¿Quién?—Jemestabaatónito.

Atticusguiñólosojos.

—Yo no puedo decirlo, pero os diré una cosa nada más. Era uno devuestrosamigosdeOldSarum...

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—¿Unode losCunningham?—gritó Jem—.Unode...,yono reconocí aninguno...,estásdebroma—ymiróaAtticusporelrabillodelojo.

—Uno de sus parientes. Por una corazonada, no le taché. Por unacorazonadaúnicamente.Podíarecusarle,peronolohice.

—¡Cielosanto!—exclamóJemreverentemente—.Esteminutotratandematarleyalminutosiguientetratandedejarleenlibertad...Noentenderéaesagenteentodamivida.

Atticus dijo que lo único que se precisa es conocerlos. Dijo que losCunninghamnohabíanquitadonadaanadieniaceptadonadadenadiedesdequeinmigraronalNuevoMundo.Añadióqueotracaracterísticasuyaeraladeque una vez uno había conquistado su respeto, estaban por uno con uñas ydientes.Atticusdijoqueteníalaimpresión,nadamásquelasimplesospecha,dequeaquellanochesealejarondelacárcelconunconsiderablerespetohacialos Finch. Por otra parte, prosiguió, precisaba un rayo, sumado a otroCunningham,paralograrqueunodeelloscambiasedeidea.

—Si hubiésemos tenido a dos de aquel clan hubiéramos conseguido unJuradoendesacuerdo.

Jemdijomuydespacio:

—¿Quieresdecirquepusistedeverdadenel Juradoaunhombreque lanocheanteriorqueríamatarte?¿Cómoteatrevisteacorrereseriesgo,Atticus,cómoteatreviste?

—Si lo analizas, el riesgo era poco.No hay diferencia entre un hombredispuesto a condenar, y otro dispuesto a lo mismo, ¿verdad que no? Encambio,hayunaligeradiferenciaentreunhombredispuestoacondenaryotroencuyamentehapenetradoladuda,¿verdadquesí?Eralaúnicaincógnitadetodalalista.

— ¿Qué parentesco tenía aquel hombre con Walter Cunningham? —preguntéyo.

Atticus se levantó, se desperezó y bostezó. Aún no era la hora deacostarnos,peronosotrosconocíamoscuándoqueríatenerunratoparaleerelperiódico.Locogió,lodoblóymedioungolpecitoenlacabeza.

—Veamos—dijoconvozprofunda,parasímismo—.Yalotengo.Primohermanodoble.

—¿Cómopuedesereso?

Doshermanassecasaroncondoshermanos.Estoes todo loqueosdiré;ahoraadivinadlo.

YomeestrujéelcerebroyconcluíquesimecasaraconJem,yDilltuviera

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una hermana y se casase con ella, nuestros hijos serian primos hermanosdobles.

—Recontra,Jem—dijecuandoAtticushubosalido—,sonunagentemuycuriosa.¿Lohasoído,tiíta?

TíaAlexandraestabaremendandounaalfombraynonosmiraba,peronosescuchaba.Estabasentadaensusillaconlacanastilladelalaboralladoylaalfombraextendidasobreelregazo.Elhechodequeenlasnochesagitadaslasdamasremendasenalfombrasdelananoloentendíbienjamás.

—Loheoído—contestó.

Entonces recordé la lejana y calamitosa ocasión en que me levanté endefensadeWalterCunningham.Ahoramealegrabadehaberlohecho.

—Tanprontocomoempiece laescuela invitaréaWalteracomerencasa—mepropuse,habiendoolvidadolaresoluciónparticulardedarleunapalizalaprimeravezqueleviese—.Además,decuandoencuandopuedequedarsetambién después de las clases. Atticus podría llevarle con el coche a OldSarum. Quizá algún día podría pasar la noche con nosotros. ¿De acuerdo,Jem?

—Veremoscómo lo resolvemos—dijo tíaAlexandra—.Unadeclaraciónqueensuslabioseraunaamenaza,nuncaunapromesa.Sorprendidamevolvíhaciaella.

—¿Porquéno,tiíta?Sonbuenagente.

Ellamemiróporencimadelasgafasdecostura.

—JeanLouise,mimentenoabrigalamenordudadequeseanbuenagente.Peronosongentedenuestraclase.

—Quieredecirquesonpalurdos—explicóJem.

—¿Quéesunpalurdo?

—Bah,undesastrado.Lesgustalajuerga,ycosasasí.

—Puesamítambién...

—No seas necia, Jean Louise —dijo tía Alexandra—. El caso es quepuedes restregar con jabón a Walter Cunningham hasta que brille, puedesponerlezapatosyuntrajenuevo,peronuncaserácomoJem.Porotraparte,enaquellafamiliaexisteunatendenciaalabebidaquesevedesdecienleguasdedistancia.LasmujeresdelosFinchnoseinteresanporaquellaclasedegente.

—Ti—í—ta—dijoJem—,Scoutnohacumplidolosnueveañostodavía.

—Tantodaqueseenteredesdeahora.

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TíaAlexandrahabíapronunciadosusentencia.Meacordéclarísimamentede la última vez que plantó su 'de ahí no paso'. Nunca supe por qué. Fuecuando me absorbía el proyecto de visitar la casa de Calpurnia; yo sentíacuriosidad,meinteresaba;queríasersu'invitada',vercómovivía,quéamigostenía.Lomismohabríadadoquehubiesequeridoverlaotracaradelaluna.Esta vez la táctica era distinta; pero los objetivos de tíaAlexandra eran losmismos. Quizá fuese éste el motivo de que hubiera venido a vivir connosotros:paraayudarnosaescogerlosamigos.Yolamantendríaenjaquetodoeltiempoquepudiese.

—Si son buena gente, ¿por qué no podemosmostrarnos agradables conWalter?

—Yono he dicho que no osmostréis agradables con él.Han de tratarleamistosamenteyconcortesía,habéisdesermagnánimoscontodoelmundo,querida.Peronodebéisinvitarleavuestracasa.

—¿Ysifueseparientenuestro,tiíta?

—Lociertoesquenoloes,perosilofuese,mirespuestaseríalamisma.

—Tiíta—dijoJem—,Atticusdicequeunopuedeescogersusamigos,peronopuedeescogersufamilia,yquetusparientessiguensiendoparientestuyostanto si tú quieres reconocerlos por tales como si no, y que el no quererreconocerlostehaceparecercompletamentenecio.

—Esta es otra de las teorías que retratan a tu padre de padre de pies acabeza—dijotíaAlexandra—,peroyocontinúoasegurandoqueJeanLouisenoinvitaráaWalterCunninghamaestacasa.Sifueseprimohermanosuyoporpartidadoble,unavezfueradeaquínoseríarecibidoenestacasaamenosquevinieraaveraAtticusporasuntosprofesionales.Ynohaymásquehablar.

TíaAlexandrahabíapronunciadosu 'CiertamenteNo',peroestavezdiríalosmotivos.

—PeroyoquierojugarconWalter;tiíta,¿porquénohedepoder?

Ellasequitólasgafasymemirófijamente.

—Tediré por qué. PorqueWalter es basura; he ahí elmotivode que nopuedas jugar con él. No quiero verle rondando cerca de ti para que túadquieras sus hábitos y aprendas Dios sabe qué. Ya eres sobrado problemaparatupadretalcomoestás.

No sé lo que habría hecho, pero Jem me detuvo. Me cogió por loshombros,merodeóconsubrazoymeacompañó,mientrasyosollozabaconfuria,haciasudormitorio.Atticusnosoyóyasomólacabezaporlapuerta.

—No hay novedad, señor—dijo Jem, malhumorado—. No es nada.—

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Atticussefue—.Mascaunrato,Scout—Jemrebuscóporelbolsilloysacóun'TootsieRoll'.Mecostóunosminutosconvertirlagolosinaenunaconfortablealmohadillapegadaalpaladar.

Jem reordenó los objetos de su cómoda. El cabello le crecía hirsuto poratrásycaídohaciadelantecercade la frente;yomepreguntabasi llegaríaatenerloalgúndíacomoeldeunhombre;quizási loafeitasey lecrecieradenuevosecriaríacomoeradebido.Suscejas sehabíanhechomásgruesas,yadvertíensucuerpounaesbelteznueva.Ganabaestatura.

Cuandomiróasualrededor,pensósindudaquemepondríaa llorarotravez,porquemedijo:

—Teenseñaréunacosasinohasdedecírseloanadie.

Yopreguntéquéera.Élsedesabrochólacamisa,sonriendotímidamente.

—¿Qué?

—¿Noloves?

—No.

—Espelo.

—¿Dónde?

—Aquí.Aquímismo.

Jem me había consolado, y, correspondiendo, yo dije que hacía muybonito,peronovinada.

—Estábonitodeveras,Jem.

—Debajo de los brazos también tengo —dijo él—. El año que vieneempezaré a formar parte del equipo de fútbol. Scout, no permitas que tíaAlexandratepongademalhumor.

ParecíaqueeraayercuandomedecíaquenopusierayodemalhumoratíaAlexandra.

—Ya sabes que no está acostumbrada a tratar con muchachas—añadióJem—,porlomenosconmuchachascomotú.Estáprobandoaconvertirseenunadama.¿Nopodríasaficionartealacostura,oaotracosaporelestilo?

—No,diablos.Nomequiere, he aquí todo loquehay, pero amínomeimporta. Lo que me ha sacado de quicio ha sido que dijese que WalterCunningham es basura, y no lo que ha dicho que yo sea un problema paraAtticus.Estolopusoenclaroconunavez;lepreguntésieraunproblema,yélmedijoquenomuygrande;cuantomás,eraunproblemaquesiempresabiacalcular,yquenomeinquietaseniunsegundolaideadesilemolestaba.No,

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hasidoporWalter...;aquelmuchachonoesbasura,Jem.NocomolosEwell.

Jemse libróde loszapatosconunpardesacudidasysubió lospiesa lacama.Serecostóenunalmohadónyencendiólalámparaparaleer.

—¿Sabes una cosa, Scout?Ahora ya lo tengo resuelto.Últimamente hepensadomuchoenelloylotengoresuelto.Haycuatroclasesdepersonasenelmundo.Existenlaspersonascorrientescomonosotrosynuestrosvecinos,laspersonas de la especie de los Cunningham, que viven allá, en el campo; laespecieparecidaalosEwell,delvaciadero;ylosnegros.

—¿QuémedicesdeloschinosydeloscajunsdelCondadodeBaldwin?

—MerefieroalCondadodeMaycomb.Yloqueocurreenesteproblemaes que nosotros no apreciamos a los Cunningham, los Cunningham noaprecianalosEwelldesprecianalagentecolor.

Le contesté que si era así, ¿cómo se explicaba que el Jurado de Tom,compuesto de gente como losCunningham, no le hubiese absuelto a fin defastidiaralosEwell?

Jemrechazólapreguntaconunmanotazo,considerándolainfantil.

—Ya sabes—dijo—, he visto aAtticus golpeando el suelo con los piescuandoenlaradiodanunafiestaalegre,ylegustalajuergamásqueaningúnhombrequehayaconocido...

—Entonces estonoshaceparecidos a losCunningham—dijeyo—.Nocomprendocomotiíta...

—No, déjame terminar; nos hace parecidos, en efecto, pero ciertomodosomos diferentes. En una ocasión Atticus dijo que la causa de que tíaAlexandrahagatantohincapiéenlafamilianacedequetodoloquenosotrostenemosesabolengo,perosinuncuartoanuestronombre.

—Ea,Jem,nosé...Atticusmedijounavezqueenbuenaparteesecuentodela 'familiaantigua'esunatontería,porquelafamiliadeunocualquieraestan antigua como lade cualquierotro.Yo lepregunté si en esto entraban lagentedecolorylosingleses,yélmedijoquesí.

—Abolengo no significa 'familia antigua' —puntualizó Jem—. Imaginoque se trata del tiempo que hace que la familia de uno sabe leer y escribir.Scout,heestudiadoesteasuntoconempeño,yeslaúnicaexplicaciónquesemeocurre.Enalgúnlugar,cuandolosFinchestabanenEgipto,unodeellosdebiódeaprenderunjeroglíficoodos,yluegoenseñóasuhijo—Jemsepusoareír—.Imagínateatiítaenorgulleciéndosedequesubisabuelosupieraleeryescribir...Lasseñoraseligendetalleschocantesparasentirseorgullosas.

—Bien, yo me alegro de que supiera; de lo contrario, ¿quién habría

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enseñadoaAtticusy a losdemás?Y siAtticusno supiera leer, túyyonosencontraríamosenunamalasituación.Nocreoqueestoseaabolengo,Jem.

—Entonces,¿cómoexplicasque losCunninghamseandiferentes?MísterWalter apenas sabe firmar; yo le he visto. Simplemente, nosotros leemos yescribimosdesdemásantiguoqueellos.

—No, todoelmundo tienequeaprender,nadienace sabiendo.Walter estan listocomolepermiten lascircunstancias;avecesse retrasaporque tienequequedarseencasaaayudarasupapá.Notieneningúndefecto.No,Jem,yocreoquesólohayunaclasedepersonas.Personas.

Jemsevolvióydiounpuñetazoalaalmohada.Cuandosesosegóteníaelsemblantenublado.Seestabahundiendoenunadesusdepresiones,yyomepuserecelosa.Suscejassejuntaron;subocaseconvirtióenunalíneaestrecha.Duranteunratoestuvocallado.

—Estopensabayotambién—dijoporfin—cuandoteníatuedad.Sisólohayunaclasedepersonas,¿porquénopuedentolerarseunasaotras?Sitodosson semejantes, ¿cómo salen de su camino para despreciarse unos a otros?Scout, creo que empiezo a comprender una cosa. Creo que empiezo acomprender por qué Boo Radley ha estado encerrado en su casa todo estetiempo...Hasidoporquequiereestardentro.

24

Calpurnia llevaba sudelantalmás almidonado.Transportabaunabandejademermelada demanzanas con tostadas. Se puso de espaldas a la puerta yempujósuavemente.Yoadmirélasolturaylagraciaconquellevabapesadascargasdecosasdelicadas.MefiguroquetambiénlaadmirabatíaAlexandra,porqueaqueldíapermitíaquesirvieseCalpurnia.

Agosto estaba en el borde de septiembre. Dill se marcharía mañana aMeridian; hoy estaba con Jem en el 'Remanso de Barker'. Jem habíadescubiertoconenojadasorpresaquenadiehabíaenseñadoanadaraDill,yélloconsiderabatannecesariocomosaberandar.Habíanpasadodostardesenelrío,perodecíanquesemetíanenelaguadesnudosyyonopodíair;portanto,repartíalashorassolitariasentreCalpurniaymissMaudie.

Hoy, tíaAlexandray sucírculomisioneroestaban librando labatalladelBien por toda la casa. Desde la cocina, oía a mistress GraceMerriweatherdandouninformeenlasaladeestarsobrelamíseravidadelosMerunas,meparecequedecía.Estos,cuandoasusmujereslesllegalahora(seaestoloquefuere), las encerraban en chozas; no tenían sentido alguno de familia—yo

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sabíaqueestoapenabamuchoatíaAlexandra—;cuandolosniñosllegabanalos trece años, los sometían a unas pruebas terribles. Los partos los teníanparalizados; mascaban y escupían la corteza de un árbol dentro de unrecipientecomúnyluegoseemborrachabanconaquello...

Inmediatamentedespués,lasdamasaplazaronlasesiónparamerendar.

Yonosabíasientrarenelcomedoroquedarmefuera.TíaAlexandramedijoquefuesepara losrefrescos;noeranecesarioqueasistiesea lapartedetrabajodelareunión,dijoquemeaburriría.Yollevabamivestidorosadelosdomingos y unas enaguas, y medité en que si derramaba algo, Calpurniatendría que Volver a lavar el vestido para mañana. Y precisamente habíatenidoundíademuchoajetreo.Decidípermanecerfuera.

—¿Puedoayudarte,Cal?—preguntédeseandoserdealgunautilidad.

Calpurniaseparóenelumbral.

Quédate quieta como un ratoncito en aquel rincón y podrás ayudarme allenarlasbandejas,cuandovuelva.

El suave zumbidode lasvocesde lasdamas cobró intensidad cuando seabriólapuerta.

—Vaya, Alexandra, nunca había visto una mermelada así... deliciosa,sencillamente..., jamásconsigoquemequedeesacostra,no,nunca...¿Quiénhabría pensado en tortitas de zarzamora?... ¿Calpurnia...? Quién habríapensado...,cualquieraqueledijesequelaesposadelpastor...,nooo...,puessí,loestá,yelotroquetodavíanoanda...

Sequedaron silenciosas, con lo cual comprendí que las habían servido atodas.Calpurniaregresóypusoelgruesojarróndeplatademimadreenunabandeja.

—Este jarrón de café es una curiosidad—murmuró—; ahora ya no loshacen.

—¿Puedollevarlo?

—Sihasdetenercuidadoynodejarlocaer...Ponloenlapuntadelamesa,alladodelatíaAlexandra.Alláabajo,juntoconlastazasylodemás.Ellaloservirá.

TratédeempujarlapuertaconlaespaldacomolohabíahechoCalpurnia,peronosemovió.Ellamelaabriósonriendo.

—Cuidadoahora,quepesa.Nolomiresynoverteráselcafé.

Mi travesía terminó con éxito; tía Alexandra me dirigió una sonrisaluminosa.

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—Quédateconnosotras,JeanLuise—medijo.Aquelloformabapartedesucampañaparaenseñarmeaserunadama.

Eracostumbrequetodaanfitrionadeuncírculoinvitaseamerendarasusvecinas, fuesen bautistas o presbiterianas, lo cual explicaba la presencia demissRachel (sería comoun juez),missMaudieymissStephanieCrawford.Másbiennerviosa,elegíunasientoalladodemissMaudieymepreguntéporqué se ponían sombrero las señoras sólo para cruzar la calle. Las señoras,tomadasengrupo,siempremellenabandeunavagaaprensiónydeunfirmedeseo de estar en otra parte, pero este sentimiento era lo que tíaAlexandrallamabaser'malcriada'.

Lasdamasbuscabanfrescorenlevestelasestampadas;lamayoríallevabanunabuenacapadepolvos,peronadaderouge;elúnicolápizdelabiosqueseusaba en la sala era 'Tangee Natural'. El 'Cutex Natural' centelleaba en lasuñas, pero algunas de las señorasmás jóvenes usaban 'Rose'.Despedían unaroma celestial. Yo nomemovía, había dominado lasmanos cogiendo confuerzalosbrazosdelsillón,yesperabaquealgunamedirigieselapalabra.

ElpuentedeladentadurademissMaudielanzóundestello.

—Vas muy vestida, Jean Louise —me dijo—. ¿Dónde tienes lospantalones,hoy?

—Debajodelvestido.

No me había propuesto ser graciosa, pero las señoras se rieron. Alcomprender mi error se me pusieron las mejillas encendidas, pero missMaudiememirógravemente.Nuncasereía,amenosqueyohubieraqueridosergraciosa.

En el súbito silencio que vino a continuación, miss Stephan me llamódesdeelotroladodelcomedor.

—¿Quévasasercuandoseasmayor,JeanLouise?¿Abogado?

—No,nolohabíapensado...—contesté,agradecidadequemissStephaniehubiese tenido labondaddecambiarde tema.Ymepuseaelegirprofesión,apresuradamente.¿Enfermera?¿Aviadora?—.Pues...

—Vamos, dilo; yo pensaba que querías ser abogado; has empezado ya aconcurriralasaladelTribunal.

Lasseñorasvolvieronareír.

—EsaStephanielascantaclaras—dijouna.

MissStephaniesesintióanimadaacontinuareltema:

—¿Noquiereshacertemayorparaserabogado?

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LamanodemissMaudietocólamía,yyocontestéconbastantedulzura:

—No;unadama,nadamás.

Miss Stephaniememiró con cara de sospecha, decidió que yo no habíaqueridoserimpertinenteysecontentócon:

—Vaya, no llegarás muy lejos hasta que no empieces a llevar vestidosfemeninosamenudo.

LamanodemissMaudiesehabíacerradoconfuerzaalrededordelamía,yyonodijenada.Elcalordeaquellamanofuesuficiente.

MistressGraceMerriweathersesentabaamiizquierda,ysemeantojóquesería cortés hablar con ella. Al parecer, su marido, míster Merriweather,metodista militante, no veía alusión personal alguna al cantar: 'Graciapasmosa, cuándulceel fondeaderoque salvóaunnáufragocomoyo...'.Sinembargo, enMaycomb era opinión general que su esposa le había puesto araya y le había convertido en un ciudadano razonablemente útil. Porque, enverdad,GraceMerriweatherera laseñoramásdevotadeMaycomb.Busqué,pues,untemaqueleinteresase.

—¿Quéhanestudiadoustedesestatarde?—pregunté.

Oh niña, hemos hablado de los pobresMerunas—dijo, y soltó el disco.Pocaspreguntasmásseríannecesariasya.

Los grandes ojos castaños de mistress Merriweather se llenabaninvariablementedelágrimascuandopensabaenlosoprimidos.

—¡MiraquevivirenaquellaselvasinnadiemásqueJ.GrimesEverett!—exclamó—.Ningunapersonablancaquiereacercarseaellosmásqueesesantode J. Grimes Everett —mistress Merriweather manejaba su voz como unórgano; cada palabra obtenía todo el compás requerido—: La pobreza..., laoscuridad...,lainmortalidad...,nadiemásqueJ.GrimesEverettloconoce.Yasaben, cuando la iglesia me concedió aquel viaje a los terrenos delcampamento,J.GrimesEverettmedijo...

—¿Estabaallí,señora?Yopensaba...

—Estabaencasa,devacaciones.J.GrimesEverettmedijo:

'MistressMerriweather—medijo—,ustednotieneidea,ningunaidea,delaluchaquesostenemosallá'.Estoesloquemedijo.

—Sí,señora.

—Yo le dije: 'Míster Everett —le dije—, las señoras de la IglesiaMetodistaEpiscopaldeMaycomb,Alabama,estánconustedenuncientoporciento'.Estoesloqueledije.Yyasabes,enaquelmomentoylugarhiceuna

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promesaenmicorazón.Medije:

'CuandovayaacasadaréuncursosobrelosMerunasyllevaréaMaycombelmensajedeJ.GrimesEverett',yestoesprecisamenteloqueestoyhaciendo.

—Si,señora.

Cuando mistress Merriweather sacudía la cabeza, sus negros rizosbailoteaban.

—JeanLouise—dijo luego—, túeresunachicaafortunada.Vivesenunhogar cristiano, con personas cristianas, en una ciudad cristiana. Allá en elpaísdeJ.GrimesEverettnohayotracosaquepecadoymiseria.

—Sí,señora.

—Pecado y miseria... ¿Qué decías, Gertrude? —místress Memweatherechómanodesustonosargentinosparalaseñoraquesesentabaasulado—.Ah,sí.Bien,yosiempredigoolvidayperdona,olvidayperdona.Loque laIglesiadeberlahaceresayudarleaproporcionarunavidacristianaasushijosdesdehoyenadelante.Tendríanqueiralláunoscuantoshombresydecirleasupastorquelaestimule.

—Perdone,mistressMerriweather—lainterrumpí—,serefiereaMayellaEwell?

—¿AMay...?, no, niña. A la esposa del negro. A la mujer de Tom, deTom...

—Robinson,señora.

MistressMerrylweathersedirigiódenuevoasuvecina.

—Una cosa creo sinceramente, Gertrude —continuó—, pero algunaspersonasnolovenamimanera.Sileshiciéramossaberquelesperdonamos,quelohemosolvidado,entoncestodoestosedisiparía.

—Oh...MistressMerriweather—la interrumpíunavezmás—¿quées loquesedisiparía?

Nuevamente se dirigió a mí. Mistress Merriweather era una de esaspersonasmayoressinhijosqueconsiderannecesarioemplearuntonodistintodevozcuandohablanconchiquillos.

—Nada,JeanLouise—contestóconunlargomajestuoso—,lascocinerasy los peones de labranza están descontentos, pero ahora empiezan atranquilizarse... El día siguiente al del juicio se lo pasaronmurmurando.—Mistress Merriweather se enfrentó con mistress Farrow—. Te lo digo,Gertrude,nohaynadamáspenosoqueunnegropreocupado.Labocalesbajahastaaquí.Teamargaeldíateneraunoenlacocina.¿Sabesloqueledijeami

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Sophy Gertrude? Le dije: 'Sophy, sencillamente, hoy no eres cristiana.Jesucristo nunca anduvo por ahí refunfuñando y quejándose'; y ¿sabes?, diobuen resultado.Apartó los ojos del suelo y contestó 'No,mizMerriweather,Jezusnuncaanduvorefunfuñando'.Telodigo,Gertrude,unanodeberíadejarpasarunaoportunidadparadartestimoniodelSeñor.

YomeacordédelórganopequeñoyantiguodelDesembarcaderodeFinch.Cuandoeramuypequeñita, simehablaportadobiendurante el día,Atticusme dejaba maniobrar los bajos mientras él interpretaba una tonada con undedo.Laúltimanotaperdurabatantoratocomoquedabaaireparasostenerla.Y juzguéquemistressMerriweatherhabía agotado suprovisióndeairey laestabarenovandomientrasmistressFarrowsedisponíaatomarlapalabra.

MistressFarroweraunamujerespléndidamenteformada,deojospálidosypiesesbeltos.Llevabaunapermanentereciénhechaysucabelloeraunamasadericitosgrises.EntodoMaycombsólootradamalaaventajabaendevoción.Tenía la curiosa costumbre de prolongar todo lo que decía con un sonidosuavementesibilante.

—Sssss, Grace —dijo—, es precisamente como le decía al hermanoHudson el otro día. 'Ssss, hermano Hudson —le decía—, parece que silibráramosunabatallaperdida,unabatallaperdida'.Ledije:Sss,aellosnolesimporta un comino. Pormás que los eduquemos hasta ponérsenos el rostromorado, por más que intentemos, hasta caer desplomados, hacerlos buenoscristianos, esas noches ninguna señora está segura en su cama'. Élme dijo:'Mistress Esrrow, no sé adónde llegaremos'. Ssss yo le dije que era unarealidadmuycierta.

Mistress Merriweather asintió sabiamente con la cabeza. Su voz seremontó por encima del tintineo de las tazas de café y los suaves ruidosbovinosdelasdamasmascandolospastelitos.

—Gertrude—dijo—,teaseguroqueenestaciudadhayalgunaspersonasbuenas,peromalencaminadas.Buenas,peromalencaminadas.Quierodecir,personasdeestaciudadconvencidasdequeobranbien.Diosmelibrededecirquiénes,peroalgunasdedichaspersonasdeestaciudadpensabanqueobrabande acuerdo con su deber, hace poco tiempo, y todo lo que hacían erasoliviantarlos.Estoes loquehacían.Quizáparecieseenaquelmomentoquedebía obrarse de aquel modo, estoy segura de que lo sé, pero murrios...,descontentos...Te aseguroque simiSophyhubiese continuado igual undíamás, la habría dejadomarchar. En aquella cabeza de lana que tiene, no hapenetrado la ideadeque el únicomotivodeque la conserve es porque estadepresión continúa y ella necesita su dólar y cuarto todas las semanas quepuedeganarlos.

—Sucomidanosiguebajando,¿verdadqueno?

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EramissMaudielaquelohabíadicho.Dosligeraslíneashabíanaparecidoenlosángulosdesuboca.Hastaentoncesestuvosentadaensilencioamilado,conlatazadecaféenequilibriosobreunarodilla.Yohabíaperdidoelhilodelaconversaciónhacíarato,ymecontentabapensandoenelDesembarcaderodeFinchyelrío.AtíaAlexandralehabíasalidolacosaalrevés:lapartedetrabajodelareuniónfueescalofriante;lahoradesociedad,monótona.

—Maudie, estoy segura de que no sé lo que quieres decir —asegurómistressMerriweather.

—Yoestoyseguradequesilosabes—contestómissMaudiesecamente.

Y no dijo más. Cuando miss Maudie estaba enojada, su laconismo eraglacial.Algo la había enojado profundamente, y sus ojos grises estaban tanfríoscomosuvoz.MistressMerriweathersepusocolorada,memiróyapartólosojos.AmistressFarrownopodíaverla.

Tía Alexandra se levantó de la mesa y se dio prisa en repartir másgolosinas,enzarzandolimpiamenteamistressMerriweatheryamistressGatesenanimadaconversación.Cuandolastuvobienenmarcha,juntoconmistressPerkins,tíaAlexandravolvióasupuestoydirigióamissMaudieunamiradadepuragratitud.Yomeadmirédelmundodelasmujeres.MissMaudieytíaAlexandranohablansidonuncamuyíntimas,peroahíestabatiítadándolelasgracias calladamente por algo. Cuál fuese ese algo, no sabía. Me contentéenterándomede que era posible herir lo suficiente a tíaAlexandra para quesintieragratitudporlaayudaqueleprestasen.Nocabíaduda,prontoentraríayo en aquel mundo en cuya superficie unas olorosas damas se mecíanlentamente,abanicabanybebíanaguafresca.

Peromeencontrabamásamisanchasenelmundodemipadre.Personascomo míster Heck Tate no le tendían a una la trampa de unas preguntasinocentes para burlarse de ella; ni el mismo Jem exageraba sus censuras amenosqueunadijeseunaestupidez.Lasseñorasparecíanvivirconunligerohorroraloshombres,parecíanmaldispuestasadarleselvistobuenodetodocorazón.Peroamímegustaban.Habíaalgoenellos,pormásquemaldijesen,bebiesen, jugasen y mascasen tabaco; por muy poco deleitosos que fuesen,habíaalgoenellosquemegustabainstintivamente...Noeran...

—Hipócritas,mistressPerkins,hipócritasnatos—estabadiciendomistressMerriweather—.Almenos aquí abajono llevamos el pecado sobrenuestroshombros.Alláarribalagentelesdalalibertad,peronolesvessentadosalamesaconellos.Almenosnosotrosnoincurrimosenelengañodedecirles:'Sí,vosotros valéis tanto como nosotros, pero no os acerquéis'. Aquí abajo noslimitamos a decir: 'Vosotros vivid vuestra vida, y nosotros viviremos lanuestra'. Yo creo que aquellamujer, la talmistress Roosevelt ha perdido eljuicio; ha perdido el juicio, nimás nimenos, bajar a Birmingham y querer

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sentarseconellos.SiyohubiesesidoalcaldedeBirmingham.

Bien, ningunadenosotras era alcaldedeBirmingham,peroyodeseé sergobernadordeAlabamaporundía:soltaríaaTomRobinsontandeprisaquela SociedadMisionera no tendría tiempo de contener el aliento. El otro díaCalpurnialecontabaalacocinerademissRachellomalqueTomseadaptabaalasituación,ycuandoentréenlacocinanodejódehablar.CalpurniadecíaqueAtticusnopodíahacernadaparamitigarsuencierro,yqueloúltimoqueTomdijoaAtticusantesdequelollevaranalcampopenitenciariofue:'Adiós,místerFinch;ahoraustednopuedehacernadaenabsoluto,demodoquenovalelapenaquelointente'.DecíaCalpurniaqueAtticusleexplicoqueeldíaque le encerraron en la cárcel, Tom abandonó toda esperanza. Decía queAtticus había intentado exponerle la situación, recomendándole que seesforzase en no perder las esperanzas porque él hacia cuanto podía paraconseguirsulibertad.LacocinerademissRachellepreguntóaCalpurniaporquéAtticusnodecía llanamente: 'Sí, saldrás libre', sinotras explicaciones...,puesparecíaqueestohabríadadomuchoánimoaTom.Calpurniarespondió:'Túnoestásfamiliarizadaconlaley.Loprimeroqueaprendessiestásenunafamiliadegentede leyesesquenoexisteuna respuestaconcretaparanada.MísterFinchnopodíadecir:'Estoesasí'nosabiendoconseguridadqueseríaasí'.

La puerta de la fachada dio un golpe, y oí los pasos de Atticus en elvestíbulo.Automáticamentemepreguntéquéhoraseria.Noera,niconmuchola de que volviera a casa, aparte de que los días de reunión de la SociedadMisionera,porlogeneral,sequedabaenlaciudadhastayadenoche.

Atticusseparóenlapuerta.Teníaelsombreroenlamano,ylacarapálida.

—Dispensen, señoras —dijo—. Sigan con su reunión; no quisieramolestarías.Alexandra,¿podríasvenirunminutoalacocina?MeinteresaquemeprestesaCalpurniaporunrato.

Nocruzóelcomedor,sinoquesefueporelpasilloposterioryentróenlacocina por la puerta trasera. Tía Alexandra y yo nos reunimos con él. LapuertadelcomedorseabrióymissMaudiesesumóanosotros.Calpurniasehabíalevantadoamediasdesusilla.

—Cal —dijo Atticus—, quiero que vengas conmigo a casa de HelenRobinson.

—¿Quépasa?—preguntó tíaAlexandra,alarmadapor laexpresiónde lacarademipadre.

—Tomhamuerto.

TíaAlexandrasecubriólabocaconlasmanos.

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—Le mataron a tiros —explicó Atticus—. Huía. Ocurrió durante elejerciciofísico.Dicenqueechóacorrerciegamente,cargandocontralavalla,yempezóatreparporella.Ensusmismasbarbas...

—¿No intentaron detenerle? ¿No le avisaron primero? —la voz de tíaAlexandratemblaba.

—Ah, sí los guardianes le gritaron que se parase. Primero dispararon alaire;después,amatar.Leacertaroncuando ibaa saltaralotro lado.Dijeronque si hubiese tenido losdosbrazosbuenos lohabría conseguido; tal era larapidez con que semovía.Diecisiete agujeros de bala en su cuerpo.No eraprecisoqueletirasentanto.Cal,quieroquevengasconmigoymeayudesadarlanoticiaaHelen.

—Si,señor—murmuróella,buscandoporeldelantal.MissMaudieseleacercóyselodesató.

—Estoeslaúltimabarbaridad,Atticus—dijotíaAlexandra.

—Dependede cómo lomires—contestó él—. ¿Quéeraunnegromásomenosentredoscentenares?ParaellosnoeraTom,eraunprisioneroquehuía.

Atticus se apoyó contra la nevera, se echó las gafas hacia la frente y sefrotólosojos.

— ¡Tan buenas posibilidades que teníamos!—exclamó—.Yo le dije loquepensaba,peronopodíaasegurarlehonradamentequetuviéramosotracosaque una buena probabilidad. Me figuro que Tom estaba cansado de lasprobabilidades de los hombres blanco y prefirió intentar la suya. ¿Estásdispuesta,Cal?

—Sí,místerFinch.

—Entonces,vámonos.

TíaAlexandrasesentóenlasilladeCalpurniaysecubriólacaraconlasmanos.Permanecía inmóvil, tan inmóvil que temíque sedesmayase.Oía larespiracióndemissMaudiecomosi enaquelmomentoacabasede subir lasescaleras.Enelcomedorlasdamascharlabangozosamente...

PensabaquetíaAlexandraestaballorando,perocuandosequitólasmanosdelacara,viqueno.Parecíacansada.Hablósuvozsonabaabatida.

—No puedo decir que apruebe todo lo que hace, Maudie, pero es mihermano,ysóloquisierasabercuándoterminarátodoesto—suvozseelevó—.Lehacepedazos.Élnolomanifiestamucho,perolehacepedazos.Yolehevistocuando...¿Quémásquierendeél,Maudie,quémásquieren?

—¿Qué es ese más y quiénes son los que lo quieren, Alexandra? —preguntómissMaudie.

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—Estaciudad,quierodecir.EstánperfectamentedispuestosaqueAtticushaga lo que ellos tendrían miedo de hacer... Se expondrían a perder unamonedita. Están perfectamente dispuestos a permitir que arruine su saludhaciendoloqueaelloslesdamiedo,están...

—Cállate,puedenoírte—dijomissMaudie—.¿Nolohasconsideradodeotromodo,Alexandra?TantosiMaycombsedacuentacomosino,estamosrindiendo aAtticus el tributomásgrandequepodemos rendir a unhombre.Ponemosenéllaconfianzadequeobrarárectamente.Esasí,tansencillo.

— ¿Quién?—tía Alexandra no sabía que se convertía en un eco de susobrinodedoceaños.

—Elpuñadodepersonasdeestaciudadquedicenqueelobrarconequidadno lleva la etiqueta deBlancos Exclusivamente; el puñado de personas quedicen que todo el mundo, y no sólo nosotros, tiene derecho a ser juzgadoimparcialmente; el puñadodepersonas conhumildad suficienteparapensar,cuandomiranaunnegro: 'DenoserporlabondaddeDios,éseseríayo'.—Miss Maudie volvía a recobrar su antiguo aire tajante—: El puñado depersonasdeestaciudadquetienenabolengo,éstossonquiénes.

Siyohubieseestadoatenta,habríarecogidootraañadiduraaladefiniciónde Jem sobre el abolengo, pero me sorprendí sollozando estremecida, sinpoder contenerme. Había visto la Granja—Prisión de Eifield y Atticus mehabíaseñaladoelpatiodeejercicios.Tenía lasdimensionesdeuncampodefútbol.

—Basta de llorar —ordenó miss Maudie, y me callé—. Levántate,Alexandra,lashemosdejadosolasbastanterato.

Tía Alexandra se levantó y se alisó los caballones que le formaban lasballenasenlascaderas.Luego,sesacóelpañuelodelcinturónyselimpiólanariz.

Arreglándoseelcabelloconunosgolpecitos,preguntó:

—¿Semenota?

—Nadaenabsoluto—contestómissMaudie—.¿Vuelvesaserdueñadeti,JeanLouise?

—Sí,señora.

—Entoncesvamosareunirnosconlasdamas—dijoceñudamente.

LasvocesdeéstassonaronmásfuertescuandomissMaudieabriólapuertadel comedor. Tía Alexandra iba delante de mí, y observé que al cruzar lapuertaerguíalacabeza.

— ¡Oh,mistressPerkins—exclamó—,usted necesitamás café!Permita

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queselotraiga.

—CalpurniahasalidoporunosminutosahacerunencargoanunciómissMaudie—.Permitanquelessirvaunastartitasmásdezarzamora.¿Nosehanenterado de lo que hizo el otro día un primo mío, aquél que le gusta ir apescar...?

Y así continuaron, recorriendo la hilera de señoras risueñas, y dieron lavuelta al comedor, llenandootra vez las tazas de café y sirvieron golosinas,comosielúnicopesarquelasafligierafueseeldesastredomésticopasajerodenocontarconCalpurnia.

Elsuavemurmulloempezódenuevo:

—Sí, mistress Perkins, ese J. Grimes Everett es un santo mártir... Eraprecisoquesecasaran,ycorrierona...Enelsalóndebellezatodoslossábadospor la tarde...Encuanto seponeel sol, él se acuesta con las... gallinas,unajaula llena de gallinas enfermas. Fred dice que todo empezó por ahí. Freddice...

TíaAlexandramemiródesdeelotroextremode lasalaymesonrió.Enseguida volvió los ojos hacia una bandeja de pastelillos que había sobre lamesaymelaindicóconunmovimientodecabeza.Yocogílafuentecontodocuidadoyme contemplé amimisma acercándomeamistressMerriweather.Conmismejoresmanerasdeseñoradelacasa,lepreguntésicomeríaalgo.Alfinyalcabo,sitiítasabíaserunadamaenunaocasióncomoaquélla,tambiénsabíayo.

25

—Nohagaseso,Scout.Sácalaalasescalerastraseras.

—Jem,¿estásloco?...

—Hedichoquelasaquesalasescalerastraseras.

Suspirando, recogí el animalito, lo puse en el último peldaño de lasescalerasyvolvíamicatre.Septiembrehabíallegado,perosinlacompañíadeunrastrosiquieradetiempofresco,ytodavíadormíamosenelporchetrasero,cerrado con cristales. Las luciérnagas continuaban dando fe de vida, losgusanosnocturnosylosinsectosvoladoresquegolpeabanloscristalestodoelverano aún no se habían marchado adonde sea que vayan cuando llega elotoño.

Unacochinillahabíaencontradounavíadeentradaenlacasa;yomedecía

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que habría subido las escaleras y pasado por debajo de la puerta. Estabadejandoellibroenelsuelo,alladodelcatre,cuandolavi.Estosbichitosnotienen más de una pulgada de largo, y cuando uno los toca se arrollanformandounaapretadabolitagris.

Metendídebarriga,alarguéelbrazoylaempujé.Lacochinillasearrolló.Luego,creyéndosea salvo, supongo, sedesarrolló lentamente.Cuandohubocaminado unas pocas pulgadas con su centenar de patas volví a tocarla. Searrolló de nuevo. Como tenía sueño, decidí terminar el asunto. Mi manodescendíahaciaelbichitocuandoJemhabló.

Jem fruncía el ceño. Esto formaba parte, probablemente, de la fase queestaba atravesando, y yo deseé que se diera prisa y acabara de atravesarlapronto.Ciertamente, jamás fuecruel con los animales,peroyonomehabíaenteradonuncadequesucaridadabrazaseinclusoelmundodelosinsectos.

¿Porquénopuedoaplastarla?—pregunté.

—Por que no te hace daño—respondió en la oscuridad Jem, que habíaapagadolalamparitadenoche.

Calculo que ahora estás en la fase en qué uno no mata moscas nimosquitos, me figuro—le dije—. Cuando cambies de ideas, avísame. Unacosatediré,sinembargo;voyaestarmesentadayquietecitaporahísinarañarunanigua.

—Bah,cierraelpico—medijoconvozdesueño.

Era Jemelquecadadía sevolvíamáscomounamuchacha,noyo.Contodacomodidad,metendídeespaldasyesperéelsueñoymientrasesperabapensé en Dill. Se había marchado el día primero del mes, asegurándonosfirmemente que regresaría elmismominuto en que terminase las clases; sefigurabaquesusfamiliareshabíanconcebidolaideageneraldequelegustabapasar los veranos enMaycomb.Miss Rachel nos llevó con ellos en el taxihastaelEmpalmedeMaycomb,yDillnoshizoadióscon lamanodesde laventanilladeltrenhastaqueseperdiódevista.Peronoseperdiódevistaenelrecuerdo: le echaba demenos. Los dos últimos días que pasó con nosotros,Jemleenseñóanadar...

Leenseñóanadar.Estabacompletamentedespierta, rememorandoloqueDillmehabíacontado.

El 'Remanso de Eddy' se hallaba al final de un camino que partía de lacarreteradeMeridian,acosadeunamilladelaciudad.Esfácilconseguirqueuncarrodealgodónounmotoristaquepasale lleveauno,yelcortopaseohastaelríoresultahacedero,perolaperspectivadeandarapietodoeltrayectoderegreso,alatardecer,cuandolacirculaciónesescasa,noapetecemucho,y

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losnadadoresponenbuencuidadoennoquedarsehastamuytarde.

SegúnDill,élyJemhabíanllegadoapenasalacarreteracuandovieronaAtticusyendohaciaellosensucoche.Comoparecíaqueno leshabíavisto,amboslellamaronconunademán.Atticusdisminuyólamarchaporfin,perocuandolealcanzaronlesdijo:

—Será mejor que veáis si os lleva alguien. Yo tardaré mucho rato enregresar—Calpurniaibaenelasientotrasero.Jemprotestó; luegosuplicó,yAtticusdijo—:Muybien,podéisvenir, a condicióndequeosquedéis enelcoche.

Dirigiéndose a casa de Tom Robinson, Atticus les explicó lo que habíapasado.

Salieron de la carretera, corrieron despacio por la orilla del vaciadero,dejando atrás la residencia de los Ewell, y bajaron por el estrecho caminohasta lascabañasde losnegros.Dilldijoqueuna turbadechiquillosnegrosjugabaalascanicasdelantedelpatiodeTom.Atticusaparcóelcocheysaltó.Calpurniaibadetrásdeél.

DilloyócómoAtticuspreguntabaaunodelosniños:

—¿Dóndeestátumadre,Sam?—yqueSamrespondía:

—EncasadeHermanaStevens,místerFinch.¿Labusco?

DilldijoqueAtticuspermanecióindeciso,yluegorespondióquesí.Sammarchóalmomento.—Seguidjugando,muchachos—dijoAtticusalosniños.

Unaniñapequeñasalióalapuertadelacabañaysequedómirandoamipadre.DecíaDillquesucabelloeraunaalmohadilladetrencitastiesas,cadaunaterminandoenunbrillantelazo.Laniñasonriódeorejaaorejayquisoirhaciamipadre,peroerademasiadopequeñaparasalvar lasescaleras.SegúnDill,Atticusfuehastaella,sequitóelsombreroyleofrecióeldedo.Laniñalo cogió y él la bajó hasta el final de las escaleras. Luego la entregó aCalpurnia.

Samtrotabadetrásdesumadre.Helendijo:

—Buenasnoches,místerFinch.¿Noquieresentarse?—peronodijonadamás.TampocoAtticusdijonada.

—Scout—medijoDill—,lapobremujersedesplomósobreelsuelo.Sedesplomó sobre el suelo lo mismo que si un gigante con un pie enormehubiesepasadoporallíy lahubiesepisado.Así, ¡bam!—Dillhirióel sueloconelanchopie—.Comosiunopisaraunahormiga.

DilldijoqueCalpurniayAtticuslevantaronaHelenymediolallevaron,medio la acompañaron a la cabaña. Estuvieron dentro largo rato, y Atticus

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saliósolo.Cuandopasaronderegresoporelvaciadero,algunosdelosEwelllesacogieronagritos,peroDillnoentendióloquedecían.

AMaycomb lanoticiade lamuertedeTom le interesódurantedosdías,quefueronlosquebastaronparaquelainformaciónseextendieseportodoelcondado.

—¿Notelohandicho?...¿No?Puesdicenquecorríacomoelrayo.

ParaMaycomb,lamuertedeTomeratípica.Eratípicodeunnegrohuirdepronto,corriendo.Típicodelamentalidaddeunnegronotenerplan,nohaberformado un proyecto para el futuro, sin correr ciegamente a la primeraoportunidad que se le ofrecía. 'Es chocante, Atticus Finch quizá le hubiesepuestoenlibertadsinmás,pero,¿esperar?...No,caramba.Yasabescómoson.Vienenfácilmente,yfácilmentesevan.Estoledemuestraunacosaauno:eseRobinsonestabacasadolegalmente,dicenqueerahonrado,ibaalaiglesiaytodoeso,perocuandosepresentaelmomentodefinitivoresultaqueesacapaexterior es terriblemente delgada. En ellos siempre sale a la superficie elnegro'.

Unosdetallesmás,poniendoencondicionesaloyentepararepetirasuvezsu propia versión, y luego nada de qué hablar hasta que el jueves siguienteapareció The Maycomb Tribune. Traía un breve obituario en la secciónColoredNews,peroademásuneditorial.

MísterB.B.Underwoodlucíasuhumormáscaústico,ynopodíamostrarmayor desdén por si alguien cancelaba anuncios suscripciones. (AunqueMaycombnoreaccionabadeestemodo:místerUnderwoodpodíagritarhastasudaryescribirtodoqueseleantojase;apesardetodoseguiríacontandoconsus suscriptores y anunciantes. Si quería ponerse en ridículo en su propioperiódico,eramuydueñodehacerlo).MísterUnderwoodnohablabademalaadministración de la justicia, escribía de modo que hasta los niños loentendieran. Míster Underwood argumentaba sencillamente que era pecadomatarapersonasmutiladas,estuvierandepie,sentadasohuyendo.Comparabala muerte Tom con los cazadores y los niños que mataban neciamente, sinobjetivo,ruiseñores;peroMaycombnopensósinoquetratabadeescribiruneditorial lobastantepoéticocomoparaque lo reprodujeseTheMontgomeryAdvertiser.

MientrasleíaelartículodemísterUnderwood,mepreguntésieraposibleque fuese así.Matar sin objetivo: Tom había estado sujeto al proceso legalhastaeldíadesumuerte;docehombresbuenoseíntegroslehabíanjuzgadoysentenciado;mipadrehabíaluchadoensufavorentodomomento.Entoncesel sentido de míster Underwood se hizo claro en mi mente: Atticus haempleadotodaslasarmasdequedisponíaunhombrelibrepararescataraTomRobinson, pero en losTribunales secretos de los corazones de los hombres,

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Atticusnoteníadondeapelar.TomerahombremuertodesdeelmomentoenqueMayellaEwellabriólabocaychilló.

ElnombredeEwellmeprovocónáuseas.MaycombsehabíaapresuradoaconocerlaopinióndemísterEwellsobreelfallecimientodeTomyapasarlaal otro lado de aquel Canal de la Mancha de las habladurías que era missStephanieCrawford.MissStephanieexplicóatíaAlexandra,enpresenciadeJem('¡Quecanastos,esbastantemayorparaoírlo!'),quemísterEwelldijoqueaquellosignificabateneraunoenterradoyadosmásquehabíandeseguirelmismocamino.Jemmedijoquenotuviesemiedo:MísterEwellteníamásdecharlatán necio que de otra cosa. Me advirtió que no hablase de eso anteAtticus.

26

Lasclasesempezaron,yconellasnuestrosviajesdiariospordelantedelaMansiónRadley.Jemestabaenelséptimogradoyasistíaal Instituto,detrásdel edificio de primera enseñanza; yo estaba ahora en el tercer grado, ynuestrasrutinaserantandiferentesquesóloveíaaJemaliralaescuelaporlasmañanas, y a las horas de comer. El entró en el equipo de fútbol, pero erademasiadodelgadoydemasiado jovenparahacerotracosaque llevarcubosdeaguaparalosdemás.Unamisiónquecumplíaconentusiasmo:lamayoríadelastardes,rarasvecesllegabaacasaantesdeoscurecer.

La Mansión Radley habla dejado de aterrorizarme, pero no era menoslúgubre,menosheladadebajode losgrandes robles, nimenos repelente.Enlos días serenos continuábamos viendo a míster Nathan Radley, yendo yviniendode laciudad; sabíamosqueBoo,continuabaencasa,por lamismarazón de siempre: nadie había visto todavía que saliera.A veces sentía unapunzadaderemordimiento,alpasarpordelantedelaviejamansión,porhabertomadopartealgunavezencosasquehubierondesignificarunvivomomentoparaArthurRadley...¿Quéreclusorazonablequierequeunosniñosleespíenpor la ventana, le envíen saludos con una caña de pescar y ronden por suscolesdenoche?

Y, sin embargo, también recordaba: dosmonedas con cabezas de indios,gomademascar,muñecosdejabón,unamedallaoxidada,unrelojestropeado,consucadena.Jemdebíadeguardarloenalgúnsitio.Unatardemedetuveymiréelárbol:eltroncocrecíaalrededordelremiendodecemento.Elcementosevolvíaamarillo.

Un par de veces casi le vimos; promedio más que satisfactorio para

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cualquiera.

Contodo,cadavezquepasabaseguíamirandoporsileveía.Quizáalgúndía le veríamos.Me imaginaba cómo sería: cuandoocurriese, al pasar yo élestaríasentadoenlamecedora.'¿Cómoestá,místerArthur?',diríayo,comosilohubiesedichotodaslastardesdemivida. 'Buenasnoches,JeanLouise—diríaél, comosi lohubiesedicho todas las tardesde suvida—; tenemosuntiempo hermoso de veras, ¿no es cierto?' 'Sí, en verdad, muy hermoso'afirmaríayo,ycontinuaríaandando.

Era sólo una fantasía. Nunca le veríamos. Boo salía, probablemente,cuandolalunasehabíaescondido,eibaaespiaramissStephanieCrawford.Yohabríaescogidoacualquierotrapersonaparamirarla;peroalláélconsusgustos.Anosotrosnuncanosespiaría.

—Novais a empezar de nuevo con eso, ¿verdad que no?—dijoAtticusunanoche, cuandoyo expresé undeseo esporádicode poder ver unavez almenos,amisabor,aBooRadleyantesdelfindemisdías—.SípensáisVolveralodeantes,oslodigodesdeestemomento:bastaya.SoydemasiadoviejoparairasacarosdelafincadelosRadley.Porotraparte,escosapeligrosa.Osexponéisaqueosdisparenuntiro.YasabéisquemísterNathandisparacontracualquiersombraquevea,hastacontralassombrasquedejanhuellasdepiesdesnudosdeltamañocuatro.Enaquellaocasióntuvisteissuerteynoosmató.

En aquel momento y lugar me callé. Al mismo tiempo me admiré deAtticus.Eralaprimeravezquenosdabaaentenderquesabíamuchomásdelo que nosotros nos figurábamos acerca de un suceso concreto. Y habíaocurridoañosatrás.No,elveranopasadosolamente...No,elveranoanterioralpasado,cuando...Eltiempomeestabajugandounatreta.TeníaqueacordarmedepreguntárseloaJem.

NoshabíanocurridotantascosasqueBooRadleyeraelmenordenuestrospavores.Atticusasegurabaquenoveíaquepudieraocurrirnadamás,quelascosas tenían la virtud de ponerse en su punto por símismas, y que cuandohubiera pasado el tiempo suficiente la gente olvidaría que un día habíadedicadosuatenciónalaexistenciadeTom.

Quizá Atticus tuviera razón, pero los acontecimientos de veranocontinuabansuspendidossobrenosotroscomoelhumoenuncuartocerrado.LosadultosdeMaycombnuncahablabandelcasoconJemniconmigo;pareceque lo comentaban con sus hijos, y su actitud debía de ser la de que nimihermanoniyopodíamoscambiarelhechodequeAtticusfuesenuestropadre,demodoque sus hijos debían portarse bien connosotros a pesar de él.Loshijosnohabríanllegadojamásporsímismosaestaconclusión:sianuestroscondiscípulos leshubiesendejadoobrar segúnsuspropias iniciativas, Jemyyohabríamos libradounoscuantoscombates rápidosysatisfactorioscon los

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puñoscadaunoyhubiéramosterminadoelasuntoparamuchotiempo.Dadaslas circunstancias, ahora nos veíamos obligados amantener la cabeza alta yser,respectivamente,uncaballeroyunadama.Enciertomodo,eralomismoque en la época de mistress Lafayette Dubose, aunque sin sus gritos. Noobstante, pasaba una cosa rara, que nunca comprendí: a pesar de lasdeficienciasdeAtticuscomopadre,aquelañolagentetuvoabienreelegirleparalalegislaturadeEstado,comodecostumbresinoposición.Yolleguéalaconclusióndeque,simplemente,lagenteeramuyespecial,meapartédeella,ynopensabaensuscosasmásquecuandoeraforzoso.

Undía,en laescuela,meviobligada.Unavezporsemana teníamosunaclasedeNoticiasdeActualidad.Cadaniñoteníaquerecordarunanoticiadeun periódico, enterarse bien de su contenido y comunicarla a la clase. Sesuponíaqueestaprácticaeliminabaunainfinidaddemales:elponersedelantede sus compañeros favorecía la buena postura y daba aplomo al niño; elpronunciarunapequeñacharlaleobligadaasopesarelvalordelaspalabras;elaprenderse la noticia que le correspondía reforzaba su memoria; el verseseparadodelGrupolehacíasentarmásquenuncaelafándeVolverafundirseenélmismo.

Elconceptoeraprofundo,pero,comodecostumbre,enMaycombnosalíademasiadobien.Enprimerlugar,pocoschiquillosdelcampoteníanaccesoalosperiódicos,demodoqueelpesodelasnoticiasdeactualidadlollevabanlosdelapoblación,convenciendomásymásalosqueveníandefueradeque,seacomofuere,losniñosdelaciudadacaparabanlaatencióndelosmaestros.Los chicos campesinos que podían traían recortes del The Grit Paper, unapublicación espuria, almenos a los ojos demissGates, nuestramaestra.LacausadequefruncieraelceñocuandounchiquillorecitabaalgodelTheGritPaper no la he sabido nunca, pero en ciertomodo ello iba asociado con laaficiónalajuerga,elcomerbizcochosdejarabeparadesayunar,elserunpocohereje,elcantarDulcementecantaelasno,pronunciandomallapalabraasno,paraeliminartodolocualpagabaelEstadoalosmaestros.

Aunasí,noeranmuchoslosniñosquesupieranloqueeraunanoticiadeactualidad.LittleChuckLittle, que en lo tocante a saber de las vacas y suscostumbresteníaunsiglodeexperiencia,estabaalamitaddeunanarraciónde'TíoNatchell'cuandomissGatesleinterrumpió.

—Charles, eso no es una noticia de actualidad. Eso es un anuncio.' Sinembargo,CecilJacobssabíadistinguirloqueeraunanoticia.Cuandoletocóelturno,sesituódelantedelaclaseyempezó:

—ElviejoHitler...

—AdolfHitler,Cecil—dijomissGates—.Nuncaseempiezadiciendo'elviejoFulano,oMengano'.

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—Si, señora —convino el chico—. El viejo Adolf Hitler ha estadoprosiguiendo...

—Persiguiendo,Cecil...

—No, miss Gates, aquí dice... Sea como fuere, el viejo Hitler la haemprendidoconlosjudíosylosencarcela,ylesquitalosbienesynopermitequeningunosalgadelpaísylimpiaatodoslosdeficientesmentalesy...

—¿Limpiaalosdeficientesmentales?

—Si, señora, miss Gates, yome figuro que no tienen criterio suficientepara limpiarsepor símismos,me figuroqueun idiotanosabríaconservarselimpio.Seacomofuere,Hitlerhapuestoenmarchaunprogramaparareunirtambién a todos losmedios judíos, y quiere hacer una lista de sus nombresparaelcasodequeellosquierancrearlealgúnproblema,yyocreoqueestoesunacosamala,yéstaesminoticiadeactualidad.

—Muy bien, Cecil —dijo miss Gates. Resollando, Cecil volvió a suasiento.

Enelfondodelasalaselevantóunamano.

—¿Cómopuedehacereso?

—¿Quiényqué?—preguntómissGatesconpaciencia.

—Quiero decir, ¿cómo puede Hitler poner a unmontón de gente en uncorral,asídeestemodo?ParecequeelGobiernodeberíaimpedirlo—dijoelpropietariodelamano.

—Hitler es el Gobierno —explicó miss Gates. Y aprovechando unaoportunidad para hacer dinámica la educación, fue a la pizarra y escribióDEMOCRACIA con letras grandes—. Democracia —dijo—. ¿Sabe algunounadefinición?

—Nosotros—dijoalguien.

Yo levanté la mano, recordando un antiguo latiguillo electoral que mehabíaexplicadoAtticus.

—Derechosigualesparatodos;privilegiosespecialesparaninguno—cité.

—Muy bien, Jean Louise, muy bien —miss Gates sonrió. Delante deDEMOCRACIA escribió entonces NOSOTROS SOMOS UNA—. Ahora,chicos,decidlotodosacoro:nosotrossomosunademocracia.

—Esta es la diferencia entre América y Alemania. Nosotros somos unademocracia y Alemania es una dictadura. Dictadura —repitió—. Aquí, ennuestro país, no creemos que se deba perseguir a nadie. La persecución espropia de personas que tienen prejuicios. Prejuicios —anunció

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cuidadosamente—.Nohayenelmundopersonasmejoresquelosjudíos,yelmotivodequenolocreaasíesparamíunmisterio.

Enelcentrodelasalaunalmainquisitivapreguntó:

—Segúnusted,¿porquénoquierenalosjudíos,missGates?

—No lo sé, Henry. Los judíos ayudan con su aportación a todas lassociedades en que viven, y, sobre todo, son un pueblo profundamentereligioso.Hitlerestátratandodeeliminarlareligión,demaneraquequizáseaéstalacausa.

Ceciltomólapalabra:

—Nolosécierto,claro—dijo—,perosedicequecambiandinerooalgoasí, aunque esto no es motivo para perseguirlos. Los judíos son blancos,¿verdad?

—Cuando estés en la segunda enseñanza, Cecil —dijo miss Gates—,aprenderás que los judíos han sido perseguidos desde el comienzo de laHistoria, incluso expulsadosde supropiopaís.Es unode los episodiosmásterriblesdelaHistoria.HallegadolahoradeAritmética,niños.

Como a mí nunca me había gustado la aritmética pasé aquella horamirando por la ventana. La única ocasión en que veía ponerse ceñudo aAtticuseracuandoElmerDavisnoscomunicabalasúltimashazañasdeHitler.Atticusdabatodalapotenciaalaradioydecía:

—¡Hummm!

UnavezlepreguntécómoseenfadabatantoconHitler,ymecontestó:

—Porqueesunmaníaco.

'Estonosirve',medité,mientraslaclaseseensimismabaenlassumas.Unmaníacoymillonesdealemanes.Amímeparecequedeberíanencerrarleenunacárcel,envezdepermitirlequeéllesencierreaellos.Habíaalgomásquenomarchababien;selopreguntaríaamipadre.

Selopregunté,yélmedijoquenopodíaresponderme,porquenosabíalarespuesta.

—¿PeroestábienodiaraHitler?

—No—dijo—.Noestábienodiaranadie.

—Atticus, hay una cosa que no entiendo. Miss Gates decía que lo queHitlerhaceeshorroroso;hablandodeellosepusocomounaamapola...

—Losupongo,sindudaalguna.

—Pero...

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—¿Qué?

—Nada,señor—ymemarché,puesnoestabaseguradesaberleexplicarloqueteníaenlamente,noestabaseguradepoderclarificarloquenoeramásque una impresión. Quizá Jem pudiera darme la respuesta. Las cosas de laescuelalasentendíamejorJemqueAtticus.

Jem estaba agotado después de un día de transportar agua. En el suelo,cerca de la cama, había al menos doce cortezas de bananas, rodeando unabotelladelechevacía.

—¿Cómotedaseseatracón?—pregunté.

—Elentrenadordicequesiparaelañoqueseguiráalquevieneheganadoveinticincolibras,podréjugar—respondió—.Yéstalamaneramásrápida.

—Sinolovomitastodo.Jem—dijeenseguida—,quieropreguntarteunacosa.

—Dispara—Jemdejóellibroyestirólaspiernas.

—MissGatesesunaseñorabuena,¿verdad?

—Sin duda—contestó Jem—. Cuando estaba en su clase, la apreciabamucho.

—EllaodiaaHitlercontodassusfuerzas...

—¿Yestoquétienedemalo?

—Hoynoshahechoundiscursosobrelomalqueestáquetratelosjudíosde ese modo. Jem, no está bien perseguir a nadie ¿verdad que no? Quierodecir,nisiquieratenerpensamientosmezquinosrespectoanadie,¿verdadqueno?

—No,Diossanto.¿Quétepasa,Scout?

—Pues mira, aquella noche al salir del Juzgado, cuando bajábamos lasescaleras, miss Gates iba delante de nosotros; es posible que no la vieses,estabahablandoconmissStephanieCrawford.Yooíquedecíaqueeshoradeque alguno les dé una lección, que ya se salían de su esfera y que acontinuación se figurarán que pueden casarse con nosotras. Jem, ¿cómo esposiblequeunoodietanterriblementeaHitleryluego,almirarasualrededor,seataninjustoconpersonasdenuestrapropiaPatria?

Jemsepusofuriososúbitamente.Saltódelacama,mecogióporelcuellodelvestidoymezarandeó.

—¡NoquieroquevuelvasahablarmedelJuzgadoésenuncamás,nuncamás'¿Meoyes?¿Meoyes?Nomedigasjamásniunasolapalabradeaquello,¿meoyes?¡Ahoravete!

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Me quedé demasiado sorprendida para llorar. Salí con paso receloso delcuartodeJemycerrélapuertasuavemente,pormiedoaqueunruidoindebidole provocase otro arranque. Repentinamente cansada, sentí necesidad deAtticus.Mipadreestabaenlasala;fuihastaélytratédesentarmeenelregazosonrió.

—Creces tanto ahora que sólo podré sostener una parte de ti —y meestrechócontrasupecho—.Scout—medijodulcemente—,notedesilusionesrespectoaJem.Estápasandounosdíasduros.Heoídoloquedecíais.

Atticusme explicóque Jemponía todo su empeño enolvidar algo, peroqueloquehacíaenrealidaderaapartarlodelamemoriaporunatemporada,hasta que hubiese transcurrido el tiempo suficiente. Entonces estaría encondicionesdemeditarloeinterpretarloshechos.CuandopudierapensarconserenidadJemVolveríaaserelmismodesiempre.

27

Lascosasvolvieronasucauce,hastaciertopunto,talcomoAtticushabladicho que ocurriría. A mediados de octubre sólo dos pequeñosacontecimientos fuera de lo corriente afectaron a dos ciudadanos deMaycomb.No,fuerontresacontecimientos,ynonosafectabananosotros—losFinch—,aunqueenciertomodosí.

ElprimerofuequemísterBobEwellconsiguióyperdió,encosadepocosdías, un empleo, convirtiéndose en un caso único en los anales de los añostreinta de nuestro siglo: era el único hombre del cual tuviese noticia que lohubierandespedidodelW.P.A.porholgazán.Supongoqueelbreveperíododeascensióna la fama trajoconsigounestallidodeamoral trabajo,peroelempleoduróúnicamenteloquedurósunotoriedad:místerEwellsevioprontoolvidado como Tom Robinson. En lo sucesivo reanudó su hábito depresentarsearecogersucheque,ylorecibíasinagradecimiento,enmediodeconfusosmurmullos,protestandodequeloscanallasquecreíanregiraquellaciudad no permitiesen a un hombre honrado ganarse la vida.Ruth Jones, laencargadadelaBeneficencia,decíaquemísterEwellacusabaabiertamenteaAtticus de haberle quitado el empleo, y se sintió lo bastante impresionadacomoparaacudiralaoficinademipadreaexplicárselo.Atticusledijoquenose inquietara, que si Bob Ewell quería discutir que él le 'había quitado' elempleo,sabíaelcaminodesuoficina.

El segundo acontecimiento afectó al juezTaylor.El juezTaylor no solíaasistir al templo los domingos por la noche; su esposa sí. El juez Taylor

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saboreabalahoradeldomingoporlanochedándosesoloensuespaciosacasa,ymientraslaseñoraestabaeneltemploélseencerrabaensuestudioleyendolosescritosdeBobTaylor(quenoeraparientesuyo,aunqueeljuezlehabríaenorgullecidopoder sostener locontrario).Unanochededomingo,un ruidomolesto,irritante,dealguienquearañabaunaventanaarrancódelapáginaqueleía la atención del juez Taylor, perdido en jugosas metáforas y floridaselocuciones.

—Quieta—ledijoa'AnnTaylor',sugordayextravaganteperra.

En seguida se dio cuenta, no obstante, de que estaba hablando a unahabitaciónvacía;elruidoprocedíadelapartetraseradelacasa.EljuezTayloranduvopesadamentehastaelporchetraseroconlaideadedejarsalira'Ann'yencontrólapuertavidrieraabierta.Unasombraenlaesquinadelacasaatrajosu mirada, y aquello fue todo lo que vio de su visitante. Al llegar a casamistressTaylor,deregresode la iglesia,encontróasumaridosentadoensusillónyabstraídoenlosescritosdeBobTaylor,peroconunaescopetasobrelasrodillas.

El tercer acontecimiento le pasó aHelenRobinson, la viuda deTom. SimísterEwellhabíaquedado tanolvidadocomoTomRobinson,éste lohabíaquedado tantocomoBooRadley.Unapersona,empero,nohabíaolvidadoaTom: era su patrono,míster LinkDeas.Míster LinkDeas dio un empleo aHelen.Enrealidadnolanecesitaba,perodecíaqueestabamuydisgustadoporelcursoquehabíanseguido lascosas.Nuncahesabidodequiéncuidabadesus hijos mientras Helen estaba fuera de casa. Calpurnia decía que Helensufríamucho,porqueteníaquedarunrodeodecasiunamillaparaevitaralosEwell, los cuales, segúnHelen, 'embistieron contra ella' la primera vez quetratódeutilizarelcaminopúblico.Coneltiempo,místerLinkDeassefijóenque Helen llegaba al trabajo todas las mañanas viniendo de la direccióncontrariaaladesucasaylehizoexplicarelmotivo.

—Déjelocomoestá,señor,seloruego—suplicóHelen.

—Poreldiabloquelodejaré—dijomísterLink.Yleordenóqueaquellatarde,almarcharse,pasaraporsutienda.Helenobedeció.MísterLinkcerrólatienda,secalóbienelsombreroyacompañóaHelenasucasa,pasandoporelcaminomás corto, por delante de la choza de losEwell.De regreso,místerLink se paró en la desvencijada puerta —. ¡Ewell! —gritó—. ¡Ewell, hedicho!

Lasventanas,habitualmenteatestadasdechiquillos,estabandesiertas.

— ¡Ya sé que estáis todos ahí dentro, tendidos en el suelo! ¡Ahoraescúchame,BobEwell:simellegaelmásleverumordequemicriadaHelenno puede pasar por este camino, antes de la puesta del sol le habré hecho

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encerraraustedenelcalabozo!

MísterLinkescupióenelsueloysemarchóasucasa.

Alamañanasiguiente,Helenfueal trabajoutilizandoelcaminopúblico.Nadie laembistió,perocuandoestuvounospasosmásalláde lacasade losEwell volvió la cabeza y vio a míster Ewell que la seguía. Ella continuóandando, peromísterEwell continuó caminandodetrás, siempre a lamismadistancia,hastaqueellallegóacasademísterLinkDeas.Todoeltrayecto—dijo Helen— oyó detrás una voz baja murmurando palabras injuriosas.Profundamenteatemorizada,telefoneóamísterLinkalatienda,quenoestabalejos de la casa. Cuando míster Link salía de la tienda vio a míster Ewellapoyadoenlavalla.MísterEwellledijo:—LinkDeas,nomemirecomosiyofueseunapiltrafa.Noheasaltadoasu...

—Lo primero que puede hacer, Ewell, es apartar su carroña de mipropiedad. Se está apoyando en ella, y yo no puedo permitirme el gasto depintarladenuevo.Losegundoquepuedehaceresmantenerseapartadodemicocinera,odelocontrarioledetendréporasalto...

—¡Yonolahetocado,LinkDeas,nipiensoarrimarmeaningunanegra!

— ¡No es preciso que la toque, basta con que la asuste, y si con midenuncia por asalto no es suficiente para tenerle encerrado una temporada,echarémanodelaLeydeDamas;demodoqueapártesedemivista!¡Sicreequenolodigoenserio,vuelvaamolestaraesamuchacha!

MísterEwellpensó,evidentemente,que lodecíaenserio,porqueHelennosequejódenuevoscontratiempos.

—Nomegusta,Atticus,nomegustanadaenabsoluto—fuelaconclusióndetíaAlexandraanteaquellosacontecimientosEsehombreparecealimentarun agravio permanente, sin tregua, contra todos los relacionados con estossucesos.Sécomosuelesaldarlosresentimientoslagentedesuespecie,peronoentiendoqueélpuedatenerlo;enelJuzgadosesalióconlasuya,¿verdad?

—Yocreocomprenderlo—dijoAtticus—.Puedeserqueenelfondodesucorazón sepa quemuy pocas personas deMaycomb creyeron de verdad loscuentos que contaron él y Mayella. Pensó que sería un héroe, y el únicopremio que obtuvo por sus esfuerzos fue un: '...Muy bien, nosotroscondenaremos a este negro, pero tú vuelves a tu vaciadero'. Ahora se hadesahogadoyacon todoelmundo;demodoquedeberíaestarsatisfecho.Secalmarácuandocambieeltiempo.

—Pero, ¿para qué había de querer asaltar la viuda de John Taylor?Evidentemente, no sabía que John estuviera en casa, de lo contrario no lohabría intentado.Lasúnicas lucesque sevenencasade John losdomingos

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sonladelporchedelafachadayladelapartetrasera...

—NosesabesiBobEwell forzó lapuertavidriera,nosabemosquién lohizo —dijo Atticus—. Pero me lo imagino. Yo demostré que era unembustero, pero John le puso en ridículo. Todo el rato que Ewell ocupó elestrado,nopudemiraraJohnyconservarelsemblanteserio.Johnlemirabacomosi fueseunagallinacon trespatasounhuevocuadrado.NomedigasquelosjuecesnoprocuranpredisponeralJurado—concluyóAtticus,riendo.

Afinalesdeoctubrenuestrasvidashabíanentradoenlarutinafamiliardeescuela, juego y estudio. Jem parecía haber desterrado de su mente lo quefuesequequeríaolvidar,ynuestrosrespectivoscompañerosdeclasetuvieronlamisericordia de dejarnos olvidar las excentricidades de nuestro padre. Enuna ocasión Cecil Jacobs me preguntó si Atticus era radical. Cuando se lopregunté,aAtticusledivirtiótantoquecasimeenfadé,aunqueélmedijoquenosereíademí.

—Dile aCecil que soy tan radical, aproximadamente, comoCottonTomHeflin.

TíaAlexandraestabamedrando.MissMaudiehabíaacallado,porlovisto,a toda laSociedadMisionera, porque tíaAlexandravolvía a gobernar aquelgallinero.Lasmeriendasquedabafuerontodavíamásdeliciosas.EscuchandoamistressMerriweather,medocumentéalgomássobrelavidadesociedaddelospobresMerunas: tenían tanpocosentidode lafamiliaque la tribuenteraeraunagran familia.Unniño tenía tantospadrescomohombreshabíaen lacomunidad,ytantasmadrescomomujeres.J.GrimesEverettestabahaciendomás de lo que podía para cambiar aquél estado de cosas, pero necesitabadesesperadamentenuestrasOraciones.

Maycombvolvíaaserelmismodeantes.Elmismoexactamentedelañoanterior,ydelotro,consólodoscambiosdepocaconsideración.Elprimeroconsistíaenquelagentehabíaquitadodelosescaparatesdesustiendasydeloscristalesdelosautomóvilesloscartelesquedecían:NRA.—NOSOTROSHACEMOSLOQUENOSCORRESPONDE.PreguntélacausaaAtticus,yél me dijo que era porque la National Recovery Act había muerto. Yo lepreguntéquiénlahabíamatado,yélmerespondióquefueronnueveancianos.

ElsegundocambiosufridoporMaycombdesdeelañoanteriornoeradesentido nacional. Hasta entonces, la víspera de Todos los Santos era enMaycombunafiestaperfectamentedesorganizada,Cadachiquillohacíaloqueseleantojaba,conlaasistenciadesuscompañerossihabíaquetrasladaralgo,como,porejemplo,subiruncalesínligeroaltejadodelestablodecaballosdealquiler.Perolospadresopinaronqueelañoanteriorlascosashabíanllegadodemasiadolejos,cuandosealterólapazdemissTuttiymissFrutti.

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Las señoritas Tutti y Frutti Barber eran dos hermanas solteras algomayores, lascualesvivían juntasen laúnica residenciadeMaycombqueseenorgullecía de tener una bodega. Se rumoreaba que las tales damas eranrepublicanas, habiendo inmigradodeClantonAlabama, en 1911.Sumaneradevivireradistintadelanuestra,ynadiesabíaparaquéquisieronunabodega;perolaqueríanylaexcavaron,ysepasaronelrestodelavidaexpulsandodeellaaloschiquillos.

LasseñoritasTuttiyFrutti(susverdaderosnombreseranSarahyFrances)ademásdetenercostumbresyanquis,eransordaslasdos.MissTuttilonegabayvivíaenunmundodesilencio,peromissFrutti,pocodispuestaaperdersenada,utilizabaunatrompaparaeloído,ytanenormequeJemdeclarabaqueeraelaltavozdeunadeesasgramolasdelperro.

Con estos hechos en lamemoria y la víspera de Todos los Santos en lamano, unos chiquillosmalos habían esperadohasta que las señoritasBarberestuvieron profundamente dormidas, se habían deslizado en su sala de estar(exceptolosRadley,nadiecerrabaporlanoche),sellevaronahurtadillashastaelúltimomueblequehabíaallíy losescondieronenlabodega.Niegohabertomadoparteenesaacción.

—¡Yolosoí!—fueelgritoquedespertó,alalbadelamañanasiguiente,alosvecinosdelasseñoritasBarber—.¡Losoícuandoparabanuncamiónjuntoalapuerta!¡AhoraestaránenNuevaOrleans!

Miss Tutti estaba segura de que los vendedores de pieles que habíanpasadoporlaciudaddosdíasatráslehabíanrobadolosmuebles.

—Eranmorenos—decía—.Sirios.

LlamaronamísterHeckTate.Elsheriffinspeccionóelterrenoydijoqueopinabaqueaquellolohabíahechoalguiendelalocalidad.MissFruttireplicóquehabríaconocidounavozdeMaycombencualquierparte,ynohabíavocesdeMaycomben su salita lanochepasada... 'porque, sí, los invasoreshabíangritadocontinuamente,deverdad.Paralocalizarsumobiliariohabíaqueecharmano nada menos que de perros sabuesos, insistía miss Tutti. Con lo cualmísterTatesevioobligadoacaminardiezmillas,reunirtodoslossabuesosdelcondado,yponerlossobrelapista.

MísterTatelossoltóenlasescalerasdelafachadadelasseñoritasBarber,perotodoloquelosanimaleshicieronfuedarunrodeohacialapartetraseradelacasayponersealadrarantelapuertadelabodega.CuandomísterTatelosviorepetirlamaniobratresvecesseimaginólaverdad.Aqueldía,aesodelasdoce,noseveíaunchiquillodescalzoentodoMaycomb;ynadiesequitóloszapatoshastaquehubierondevueltolosperrosasusdueños.

Asípues,lasdamasdeMaycombdecíanqueesteañolascosasmarcharían

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deotromodo.Abrirían lasaladeactosdelcolegiodesegundaenseñanza,yhabríaunespectáculoparalaspersonasmayores:pescademanzanas,cazadebombones, y otras diversiones para los niños.Habría también un premio deveinticincocentavosalmejordisfrazcreadoporelmismoquelollevase.

Tanto Jem como yo refunfuñamos. No es que nunca hubiésemos hechonada;eraporunacuestióndeprincipiosenrelaciónalcaso.Alfinyalcabo,Jem se consideraba demasiado mayor para tomar parte en las travesuraspropias del día; pero aseguró que no le pescarían por ninguno de losalrededores de la escuela para una cosa semejante. 'Ah, bien—pensé yo—,Atticusmellevará'.

Sin embargo, prontome enteré de que aquella noche se precisaríanmisserviciosenelescenario.MistressGraceMerriweatherhabíacompuestounafunción titulada Condado deMaycomb: Ad astra per aspera, y yo haría dejamón.La autora considerabaque sería adorable que algunosniños llevasentrajes representando los productos agrícolas del condado: a Cecil Jacobs levestiríandevaca;AgnesMooneseríaunaencantadorahabichuela;otroniñoharía el papel de cacahuete, y así continuaba el programa hasta que laimaginacióndemistressMerriweatherylaprovisióndeniñosseagotaron.

Nuestrossolosdeberes,porloquepudecolegirdenuestrosdosensayos,selimitaban a entrar en el escenario por la izquierda cuando mistressMerriweather(nosolamenteautora,sinonarradora)nosmencionara.Cuandoella dijese 'Cerdo' aquello significaría queme llamaba a mí. Luego toda lareunión cantaría: 'Con—dado de Maycornb, Condado de Maycomb; teseremosfielesdetodocorazón',comoapoteosisfinal,ymistressMerriweathersubiríaalescenarioconlabanderadelEstado.

Mi traje no significó un gran problema.Mistress Crenshaw, la costureralocal,teníatantaimaginacióncomomistressMerriweather.MistressCrenshawcogió teladealambredegallineroy ladoblódándole la formadeun jamóncurado, la recubrió de tela parda y la pintó de modo que se pareciese aloriginal.Yopodíaentrarpordebajo,yotrapersonamecolocabaelartefactoporlacabeza.Casimellegabaalasrodillas.MistressCrenshaw...tuvoelbuencriteriodedejardosagujerospara losojos.Hizounbuentrabajo;Jemdecíaqueparecíaexactamenteunjamónconpiernas.Sinembargo,aquellomehacíasufrirvariasincomodidades:

padecía calor, me encontraba muy encerrada; si me picaba la nariz nopodíarascarme,yunavezmetidadentro,sinomeayudaban,nopodíasalir.

CuandollególavísperadeTodoslosSantos,presumíquetodalafamiliaestaríapresenteparacontemplarmiactuación,peroquedédefraudada.Atticusdijo,con todoel tactodeque fuecapaz,quenocreíaenverdadqueaquellanochepudiera resistir una función teatral; se encontraba cansadísimo.Había

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pasadouna semana enMontgomeryy llegó a casa bien entrada la tarde.SefigurabaqueJempodríadarmeescolta,siselopedía.

TíaAlexandra dijo que precisamente tenía que irse a la cama temprano;habíadecoradoelescenario toda la tardeyestabaexhausta...ysedetuvoenmitaddelafrase.Cerrólaboca,laabriódenuevocomosifueraadeciralgo,peronosalióningunapalabradesuslabios.

—¿Quépasa,tiíta?—pregunté.

—Ah,nada,nada—contestó—,semehaidodelacabeza.

Desechó de su pensamiento lo que fuese que le hubiera causado unalfilerazodeaprensión,ymeindicóquedieseunarepresentaciónpreviaparalafamiliaenlasaladeestar.Asípues,Jemmeembutiódentrodemidisfraz,se plantó en la puerta de la sala, gritó: 'Ce—er—do', igual que lo habríagritadomistressMerriweatheryyoentréenescena.AtticusytíaAlexandrasedivirtieronengrande.

RepetímipapelenlacocinaparaquelovieseCalpurnia,lacualdijoqueestabamaravillosa.YoqueríacruzarlacalleparaquemeviesemissMaudie,peroJemdijoque,alfinyalcaboprobablementeasistiríaalafunción.

Despuésdeaquello,yanoimportósilosdemásveníanonoJemdijoquemeacompañaría.Asíempezóelviajemáslargoquehicimosjuntos.

28

Paraelúltimodíadeoctubre,eltiempoestabainusitadamentecaluroso.Nisiquiera necesitábamos chaquetas. El viento arreciaba cada vezmás, y Jemdijo que era posible que lloviese antes de que llegáramos a casa. No habíaluna.

LalámparapúblicadelaesquinaproyectabaunassombrasbiendefinidassobrelacasadelosRadley.OíqueJemreíaporlobajo.

—Apuestoaqueestanochenonosmolestanadie—dijo.Jemllevabamitraje de jamón, con cierta torpeza, pues resultaba difícil cogerlo bien.Yo leconsiderémuygalanteporello.

—De todosmodos, esunacasaquedamiedo, ¿verdadque sí?—dije—.Boonoquierehacerningúndañoanadie,peroyoestoymuycontentadequemeacompañes.

—YasabesqueAtticusnotehabríadejadoirsolaaledificiodelaescuela—dijoJem.

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—Noséporqué;estáaldoblarlaesquina,yentoncessólohayquecruzarelpatio.

—Aquelpatioesterriblementelargoparaquelasniñaspequeñaslocrucensolasdenoche—MezahirióJem—.¿Notemesalosfantasmas?

Nos pusimos a reír. Fantasmas, fuegos fatuos, encantaciones, signossecretos,todossehablandesvanecidoconelpasodelosañoslomismoquelabrumaalremontarseelsol.

—¿Cómoeraaquelloquedecíamos?—preguntóJem—.Ángeldeldestino,vidaparaelmuerto,saldemicamino,nomesorbaselaliento.

—Dejaesoahora—lepedí.EstábamosenfrentedelaMansiónRadley.

—Boonodebeestarencasa.Escucha.

Encimadenosotros,muyarribaenlaoscuridad,unruiseñordesgranabasurepertorio.

Doblamos laesquinayyo tropecéconuna raízquesalíadelsuelo,enelcamino.Jemtratódeayudarme,perotodoloquehizofuedejarcaermitrajeen el polvo. Sin embargo, no me caí, y pronto volvimos a emprender lamarcha.

Salimosdelcaminoypenetramosenelpatiode laescuela.Lanocheeranegracomobocadelobo.

—¿Cómo sabes dónde estamos, Jem? —pregunté cuando hubimoscaminadounoscuantospasos.

—Adivino que estamos debajo del roble grande porque pasamos por unsitiofresco.Tencuidado,ynovuelvasacaerte.

Habíamos acortado el paso, avanzando cautelosamente, y tentábamos elvacíocon lamanoa findenochocarcontrael troncodelárbol.Eraésteunrobleviejoysolitario;dosmuchachosnohabríanpodidoabrazarlotocándoselas manos. Estaba muy lejos de los maestros, de sus espías y de vecinoscuriosos: estaba cerca de la finca de los Radley, pero los Radley no erancuriosos.Debajodesus ramashabía,por tanto,unpequeñopedazodesueloapisonado por una infinidad de peleas y de juegos de azar jugados aescondidas.

Laslucesdelasaladeactosdelcolegiollameabanenladistancia,perosiparaalgoservíaneraparacegarnos.

—Nomiresalfrente,Scout—dijoJem—.Miraalsueloynocaerás.

—Teníasquehabertraídolapilaeléctrica,Jem.

—No sabía que estuviese tan oscuro. A primeras horas de la noche no

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parecíaquehubieradehaberestastinieblas.Sehanublado,heahílacausa.Detodosmodos,tardeotempranodespejará.

Alguiensaltóhacianosotros.

—¡DiosTodopoderoso!—gritóJem.

Uncírculodeluzhabíaestalladosobrenuestrosrostros;detrásdelmismosaltabaregocijadoCecilJacobs.

—¡Aaah,oshecogido!—chilló—.¡Mehefiguradoquevendríaisporestaparte!

Cecilhablaidocómodamenteencocheconsuspadresalasaladeactos,ycomo no nos había visto se había aventurado a tanta distancia porque sabíacon toda seguridad que llegaríamos por aquella ruta. De todos modos, sefigurabaquemísterFinchiríaconnosotros.

— ¡Qué caramba, si esto está casi al doblar la esquina!—dijo Jem—.¿Quiéntienemiedodeirhastaelotroladodelaesquina?

Noobstante,hubimosdeadmitirqueCecil eraunchico listo.Noshabíadadounsusto,ypodíacontarlopor toda laescuela;nadie learrebataríaesteprivilegio.

—Oye—dijeyo—,¿noeresunavacaestanoche?¿Dóndetieneseltraje?

—Arriba, detrás del escenario—contestó—.MistressMerriweather dicequelafunciónnoempezaráhastadentrodeunrato.Puedesdejareltrajejuntoalmío,detrásdelescenario,Scout,ynosreuniremosconlosdemás.

Jem consideró que la idea era excelente. Consideró también muysatisfactorio que Cecil y yo fuésemos juntos. De este modo él quedaba enlibertaddeacompañarseconchicosdesusmismosaños.

Cuandollegamosalasaladeactos,laciudadenpesoestabaallí,exceptoAtticus y las damas agotadas de decorar el escenario, además de losdesterrados y los misántropos de costumbre. Al parecer habla acudido lamayorpartedelcondado;lasalahormigueabadecampesinosendomingados.Enlaplantabaja,eledificiodelcolegioteníaunampliovestíbulo;lagentesearremolinabaalrededordeunospuestosquehabíaninstaladoalolargodesusparedes.

—Oh,Jem,heolvidadomidinero—suspiréalverlos.

—Atticus no —respondió Jem—. Aquí tienes treinta centavos; puedeselegirseiscosas.Osverémástarde.

—Deacuerdo—dijeyo,contentaconmistreintacentavosyconCecil.

En compañía de Cecil bajé hasta la parte delantera de la sala de actos,

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cruzamosunapuertalateralynosfuimosdetrásdelescenario.Melibrédemitrajeconjamónymarchéatodaprisa,porquemistressMerriweatherestabadepie ante el atril, delante de la primera fila de asientos, procediendo a unosretoquesfrenéticos,deúltimahora,delescrito.

—¿Cuántodinerotienestú?—preguntóCecil.

También tenía treinta centavos, con lo cual estábamos a la par.Derrochamos las primeras monedas en la Casa de Horrores, que no nosamedrentónadaenabsoluto;entramosenelcuartooscurodelséptimogradoporelquenosacompañóelvampirodeturnoynoshizotocarvariosobjetosquesepretendíaeranlaspartescomponentesdeunserhumano.

—Aquí están sus ojos—nos dijeron cuando tocamos dos granos de uvapuestos en un platillo—. Eso es el corazón.—Y aquello tenía el tacto delhígado crudo—. Esto son los intestinos.—Y nosmetían las manos en unafuentedespaguettifríos.

Cecilyyovisitamosvariospuestos.Amboscompramosuncucuruchodegolosinas hechas en casa por la señora del juez Taylor. Yo quería pescarmanzanas, pero Cecil dijo que no era higiénico. Sumadre decía que podíacontagiarsecualquiercosa,puestoquetodoelmundohabíapuestolacabezaenlamismajofaina.

—Ahoranohayentodalaciudadnadaquecontagiarse—protesté.

PeroCecilalegóqueeraantihigiénicohacercomolosdemás.Mástardeselo consulté a tíaAlexandra, yme dijo que, por lo común, las personas quesustentabantalesteoríaseranarribistasquequeríansituarseensociedad.

Estábamos a punto de comprar una bolsa de bombones cuando losordenanzas de mistress Merriweather aparecieron y nos dijeron que nosfuéramos entre los bastidores, pues era hora de prepararse. La sala deespectáculossellenabadegente;laBandadelColegioSuperiordeMaycombsehabíacongregadoanteelescenario:lascandilejasestabanencendidas,ylascortinas de terciopelo encarnado semecían y ondulaban con el aire del ir yveniratodaprisadelosqueestabandetrás.

Enelescenario,Cecilyyoentramosenelestrechopasilloagrupándonoscon la gente; adultos con sombreros de tres picos confeccionados en casa,gorrosde confederados, sombrerosde laGuerraHispanoamericanay cascosde laGuerraMundial. Junto a la única y pequeña ventana se amontonabanunosniñosvestidosdediversosproductosagrícolas.

—Mehanaplastadoeltraje—gemídescorazonada.

MistressMerriweathervinoalgalope,volvióadarlaformaconvincentealalambreymeembutiódentro.

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— ¿Estás bien ahí dentro, Scout? —preguntó Cecil—. Tienes una vozdistante,lomismoquesiteencontrarasalotroladodelamontaña.

—Tampocoatiseteoyecerca—dijeyo.

LabandainterpretóelHimnoNacional,yoímosqueelpúblicoseponíadepie.Entoncesseoyóelredobledeuntamborgrande.MistressMerriweather,situadadetrásdesuatril,alladodelabandadijo:

— ¡Condado de Maycomb: Ad aztra per aspera! —El bombo volvió aredoblar—. Esto significa —explicó mistress Merriweather, traduciendo enbeneficio del elemento rústico—: Desde el barro hacia las estrellas. —Yañadió,muyinnecesariamente,amicriterio—:Funciónteatral.

—Imaginoquesinoselohubieradicho,lagentenohabríasabidoloqueera—murmuróCecil— a quien impusimos silencio inmediatamente con unsiseo.

—Laciudadenteralosabe—suspiré.

—Perohanvenidotambiénloscampesinos—contestóCecil.

—Silencioahídetrás—ordenóunavozdehombre,ynoscallamos.

ElbombosubrayabaconfuertetrepidacióncadaunadefrasesquemistressMerriweatheribapronunciando.LalocutorasalmodiabaconvoztristequeelCondadodeMaycomberamásantiguoqueelEstado,queformapartedelosterritorios delMississippi y de Alabama, que el primer hombre blanco quepuso el pie en las selvas vírgenes fue el bisabuelo del juez comarcal cincoveces trasladado, de quien no se tenía noticias posteriores. Luego vino eltemerariocoronelMaycomb,delcualhabíarecibidonombreelcondado...

Andrew Jackson le dio un cargo de autoridad, pero la injustificadaconfianza en sí mismo y el deficiente sentido de orientación del coronelMaycomb llevaron al desastre a todos los que tomaron parte con él en lasguerras contra los creeks. Las órdenes que recibió, y que había llevado uncorredorindioadicto,erandequemarchasehaciaelsur.Despuésdeconsultarunárbolparadeducirdesuslíquenescuáleraladirecciónsur,ynegándoseaprestar oídos a los subordinados que trataron de corregirle, el coronelMaycombemprendióunaobstinadatravesíaparaarrollaralenemigoeinternóasustropasporlaselvaprimitiva,tanlejosendirecciónnoroeste,queconeltiempo hubieron de ser rescatados por los colonos que avanzaban tierraadentro.

MistressMerriweatherinvirtiótreintaminutosdescribiendolashazañasdelcoronel Maycomb. Yo descubrí que si doblaba las rodillas podía meterlasdentrodeltrajeysentarmemásomenoscómodamente.Mesenté,escuchandoelmonótonorecitadodemistresMerriweatheryloszambombazosdeltambor,

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yprontoquedéprofundamentedormida.

Más tarde me contaron que mistress Merriweather, que ponía el almaenteraenelimponentefinal,habíacanturreado—'Ce...erdo'conunaconfianzanacidadequelospinosylashabichuelashubieranentradoapenasmentarlos.Esperóunosminutosy luego llamó '¿Cer...erdo?'Yalverquenadaaparecíagritócontodassusfuerzas:'¡Cerdo!'.

Debí de oírla estando dormida, o fue quizá la banda que estaba tocandoDixie, lo que me despertó, el caso es que en el momento en que mistressMerriweather subía triunfante al escenario con la bandera del Estado fue elqueelegíyoparasaliraescena.Decirqueloelegíesincorrecto:semeocurrióqueseríamejorquemereunieseconlosdemás.

MástardemeexplicaronqueeljuezTaylortuvoquesalirdelasalayallásequedódándosepalmadasalasrodillascontantoentusiasmoquesuseñoraletrajounvasodeaguaylehizotomarunapíldora.

Parecía que mistress Merriweather conseguía un triunfo resonante puestodo elmundo se deshacía en 'bravos' y aplausos, pero a pesar de ello,mecogió detrás del escenario y me dijo que había arruinado la función. Meavergoncé de mi misma, pero cuando Jem vino a buscarme se mostrócomprensivo.Dijoquedesdedondeestabasentadonopodíavermuybienmitraje.Nosécómopodíaadivinarporencimademitrajequeyoteníaelánimodeprimido,peromedijoquelohicemuybien,quesoloentréunpoquitíntardeynadamás.JemestabaadquiriendocasitantahabilidadcomoAtticusenhacerqueunose sintiera sosegadoybiencuando lascosas ibanmal.Casi;nodeltodo...NisiquieraJempudoconvencermedequecruzaseporenmediodelamultitud,yconsintióenaguardardetrásdelescenariohastaqueelpúblicosehubomarchado.

—¿Quieresqueteloquite,Scout?—mepreguntó.

—No,lollevarépuesto—respondí.Debajodeltrajepodíaescondermejormimortificación.

—¿Queréisqueoslleveacasa?—preguntóuno.

—No, señor,gracias—oíquecontestaba Jem—.Esuncortopaseonadamás.

—Cuidado con los aparecidos—dijo la voz—. Omejor quizá, di a losaparecidosquetengancuidadoconScout.

—Ahorayanoquedanmuchaspersonas—medijoJem—.Vámonos.

Cruzamoselteatrohastallegaralpasilloyluegobajamoslasescaleras.Laoscuridadseguíasiendoabsoluta.Loscochesquedabanestabanaparcadosalotroladodeledificio;susfarosnonosservíandemucho.

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—Simarcharanalgunosennuestramismadirecciónveríamosmejor—dijoJem—. Ven, Scout, deja que te coja por el... corvejón. Podrías perder elequilibrio.

—Veoperfectamente.

—Sí,peropodríasperderelequilibrio.

Sentí un ligero peso en la cabeza y supuse que Jem había cogido aquelextremodeljamón.

—¿Mehascogido?

—¿Eh?Sí,sí.

Empezamos a cruzar el negro patio, esforzando los ojos por vernos lospies.

—Jem—dije—,heolvidadoloszapatos;estándetrásdelescenario.

—Bien, vayamos a buscarlos.—Pero cuando dábamosmedia vuelta, laslucesdelasalaseapagaron—.Puedesrecogerlosmañana—dijoél.

—Mañana es domingo—protesté yo—,mientras Jemme hacía virar denuevoendirecciónacasa.

—Pedirásalconserjequetedejeentrar...¡Scout!

—¿Eh?

—Nada.

Hacíamucho tiempo que Jemno salía con esas cosas.Me pregunté queestaría pensando. Cuando él quisiera me lo diría; probablemente cuandollegásemos a casa. Sentí que sus dedos oprimían la cima de mi traje condemasiadafuerza.Yomovílacabeza.

—Jem,nohasde...

—Cállateunminuto,Scout—dijoél,dándomeungolpecito.Anduvimosensilencio.

—Hapasadoelminuto—dije—.¿Quéestabaspensando?Mevolvíparamirarle,perosusiluetaapenaseravisible.

—Creíahaberoídoalgo—respondió—.Párateunmomento.Nosparamos.

—¿Oyesalgo?—preguntóJem.

—No.

Nohabíamosdadocincopasoscuandomehizoparardenuevo.

—Jem,¿tratasdeasustarme?Yasabesquesoydemasiadomayor...

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—Cállate—medijo.Yyocomprendíquenoerabroma.

Hacíaunanochequieta.OíaamiladolasosegadarespiracióndeJem.Devezencuandoselevantabadesúbitolabrisa,azotandomispiernasdesnudas;aquello era todo lo que quedaba de una noche que se prometía de muchoviento.Peinabalacalmaqueprecedealatormenta.Nospusimosaescuchar.

—Loquehasoídoantesseríaunperro—dije.

—No era eso —respondió Jem—. Lo oigo cuando caminamos, perocuandonosparamosno.

—Oyeselcrujidodemitraje.Bah,loúnicoquehayesquesetehametidoenelcuerpolaNochedelasBrujas...

Lodijemáspara convencermeamímismaque a Jem,porque, sindudaalguna,encuantoempezamosaandardenuevo,oíloqueélmedecía.Noeramitraje.

—Será el bueno de Cecil —afirmó Jem al poco rato—. Ahora no nossorprenderá.Noledemosmotivoparacreerqueapresuramoselpaso.

Acortamos lamarcha hasta el límite.Yo pregunté cómo era posible queCecil pudiera seguirnos estando tan oscuro; seme antojaba que toparía connosotros.

Yoteveo.Scout—afirmóJem.

—¿Cómo?Yonoteveoati.

—Tus rayas de tocino destacan más. —Mistress Crenshaw las habíapintado con una pintura brillante, con el fin de que reflejaran la luz de lascandilejas—.Teveomuybien,yconfíoenqueCecilpuedevertelosuficienteparaconservarladistancia.

Yo le demostraría a Cecil que sabíamos que nos seguía y estábamospreparadospararecibirle.

— ¡Cecil Jacobs es una gallina gorda ymoja... a...da!—grité de súbito,volviéndomecaraatrás.

Nosparamos.Nadienoscontestó,exceptoel 'a..da'rebotandoenlapareddistantedelaescuela.

—Yoleharéresponder—dijoJem—.¡¡Hee...y!!

'He—y,ee—y,ee—y',contestólapared.

NoeracreíblequeCecilresistieratantorato;cuandoselehabíaocurridouna broma la repetía una y otra vez.Ya debería habernos asaltado. Jemmeindicóquemeparasedenuevoymedijoenvozbaja:

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—Scout,¿puedesquitarteeso?

—Creoquesí,peronollevomucharopadebajo.

—Aquítraigotuvestido.

—Aoscurasnoséponérmelo.

—Estábien—dijoél—,noimporta.

—Jem,¿tienesmiedo?

—No. Calculo que ahora hemos llegado casi hasta el árbol. Desde allí,unoscuantospasosmásyestamosenelcamino.Entoncesyaveremoslaluzdelacalle.

Jem hablaba con una voz apresurada, llana, sin entonación. Yo mepreguntabacuántoratotrataríademantenerenpieelmitodeCecil.

—¿Creesquedeberíamoscantar,Jem?

—No.Párateotravez,Scout.

Nohabíamosaceleradoelpaso.Jemsabíatanbiencomoyoqueeradifícilandardeprisasindarseungolpeenundedodelpie, tropezarconpiedras,yotros inconvenientes, y, además, yo iba descalza. Quizá fuese el vientosusurrandoen los árboles.Perono soplabanadadeviento,nihabía árboles,exceptuandoelenormeroble.

Nuestro seguidor deslizaba y arrastraba los pies, como si llevase unoszapatosmuypesados.Fuesequien fuere, llevabapantalonesde recia tela dealgodón; lo que yo había tomado por murmullo de árboles era roce suave,sibilante,delateladealgodón;unsuisssacadapaso.

Sentía que la arena se volvía más fresca debajo de mis pies, por elloconocíaqueestábamoscercadelroble.Jemapretólamanosobremicabeza.Nosparamosyescuchamos.

Estavez el arrastra—piesno sehabíadetenidoalpararnosnosotros.Suspantalones producían un suiss, suiss suave pero seguido. Luego cesaron.Ahoracorría,corríahacianosotros,ynoconpasosdeniño.

—¡Corre,Scout!¡Corre!—gritóJem.

Di un paso gigante y noté que me tambaleaba; no pudiendo mover losbrazos,enlaoscuridadnosabíamantenerelequilibrio.

—¡Jem,Jem,ayúdame,Jem!

Algoaplastóelalambredegallineroquemerodeaba.Elmetaldesgarrabala tela, y yo caí al suelo y rodé tan lejos como pude, revolviéndome paralibrarmedemiprisióndealambre.Deunpuntodelascercaníasllegabanhasta

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míruidosdepiesdanzandosobreelsuelo,ruidosdepatadas,dezapatosydecosas arrastradas sobre el polvo y las raíces. Una persona chocó rodandocontramíynotéqueeraJem.Mihermanoselevantóconlarapidezdelrayoyme arrastró consigo, pero aunque tenía la cabeza y los hombros libres,continuabatanenredadaenmitrajequenofuimosmuylejos.

Estábamos cerca del camino cuando sentí que la mano de Jem meabandonabaynotéquesufríaunasacudidaysecaíadeespaldas.Másruidodepisadasprecipitadas; luegoel sonido apagadode algoque se rompía, y Jemlanzóunalarido.

CorríhaciaellugardedondevinoelgritodeJemymehundíenunflácidoestómagodevarón.Supropietarioexclamó:

— ¡Uff!—y quiso cogerme los brazos, pero yo los tenía estrechamenteaprisionados. El estómago de aquel hombre era blando, más los brazos losteníadeacero.Pocoapocomedejabasinrespiración.Yonopodíamoverme.De súbito le echaron atrás de un tirón y le arrojaron al suelo, casiarrastrándomeconél.'Jemsehalevantado',pensé.

Enocasiones,lamentedeunotrabajamuydespacio.Mequedédepieallí,sorprendidayatontada.Elrocedelospiessobreelsueloseapagaba;alguienjadeóunmomento,ylanochequedósilenciosaotravez.

Silencio,exceptopor la respiraciónfatigada,entrecortada,deunhombre.Me pareció que se acercaba al árbol y se apoyaba en el tronco. Tosióviolentamente,conunatosdesollozo,queestremecíaloshuesos.

—¡Jem!

Jemnocontestaba.

Elhombreempezóamoverseporallí,comosibuscaraalgo.Leoígemiryarrastrar un objeto pesado. Yo iba percibiendo lentamente que ahora habíacuatropersonasdebajodelárbol.

—¡Atticus...!

Elhombreandabaconpasopesadoeinseguroendirecciónalcamino.Fuiadondeimaginéquehabíaestadoy tentéfrenéticamenteelsuelovaliéndomedelosdedosdelospies.Unmomentodespuéstoquéaunapersona.

—¡Jem!

Misdedosdelospiestocaronunospantalones,unahebilladecinturón,unacosa que no supe identificar, un cuello de camisa, y un rostro. El ásperorastrojodeunabarbameindicóquenoeralacaradeJem.Percibíelolordewhiskybarato.

Mepuseaandarenladirecciónquecreíquemellevarlaalcamino,aunque

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noestabasegura,porquehabladadodemasiadasvueltascontramivoluntad.Pero lo encontré y miré abajo, hacia la luz de la calle. Un hombre pasabadebajodelfarol.Andabaconelpasocortadodelapersonaquetransportaunpesodemasiadograndeparaella.Estabadoblandolaesquina.TransportabaaJemcuyobrazocolgabaoscilandodeunmodoabsurdodelantedeél.

Enelmomentoenquelleguéalaesquina,elhombrecruzabaelpatiodelafachadadenuestracasa.La lámparade lapuerta recortóporunmomento lasilueta de Atticus. Atticus subió las escaleras corriendo, y juntos, él y elhombre,entraronaJemencasa.

Yoestabaenlapuertadelafachadacuandoelloscruzabanelvestíbulo.TíaAlexandracorríaamiencuentro.

— ¡Llama al doctor Reynolds! —ordenaba imperativamente la voz deAtticus,saliendodelcuartodeJem—.¿DóndeestáScout?

—Está aquí —contestó tía Alexandra, llevándome consigo hacia elteléfono.

TíaAlexandramepalpabaconansiedad.

—Estoybien,tiíta—ledije—.Serámejorquetelefonee.

TíaAlexandralevantóelauriculardelsoporteydijo:

—¡EulaMay,hagaelfavordellamaraldoctorReynolds,enseguida!—Yacontinuación—:Agnes,¿está tupadreencasa? ¡Oh,Diosmío!¿Dóndeseencuentra? Dile, por favor, que venga acá en cuanto llegue. ¡Por favor, esurgente!

No había necesidad de que tía Alexandra dijese quién era; la gente deMaycombseconocíanunosaotrosporlavoz.

Atticus salió del cuarto de Jem. Apenas tía Alexandra hubo cortado lacomunicación,Atticuslequitóelaparatodelamano,Diounosgolpecitosalsoporte,yluegodijo:

—Eula May, póngame con el sheriff se lo ruego... ¿Heck? Soy AtticusFinch.Alguien ha atacado amis hijos. Jem está herido. Entremi casa y laescuela.Nopuedodejaramihijo.Corraallápormí,seloruego,yveasielagresorrondatodavíaporlosalrededores.Dudoqueleencuentreahora,perosileencuentra,megustaríaverle.Debodejarleya.Gracias,Heck.

—Atticus,¿hamuertoJem?

—No,Scout.Cuidadeella,hermana—dijomipadre,mientrascruzabaelvestíbulo.

Desenredandolatelayelalambreaplastadosamialrededor,losdedosde

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tíaAlexandratemblaban.

—¿Teencuentrasbien,cariño?—nosecansabadepreguntarmemientrasmelibrabademiprisión.

Fue un alivio quedar libre. Los brazos empezaban a cosquillearme; losteníaencarnadosyconunaspequeñashuellashexagonales.Melosfroté,ylossentímejor.

—Tiíta,¿estámuertoJem?

—No...,no,cariño,estáinconsciente.NosabremoseldañoqueharecibidohastaquellegueeldoctorReynolds.¿Quéhaocurrido,JeanLouise?

—Nolosé.

Tía Alexandra no insistió. Me trajo ropa que ponerme, y si yo hubieseprestadoentoncesatenciónaello,nolehabríapermitidoluegoqueloolvidasejamás:ensudistracción,tiítametrajoelmono.

—Póntelo,cariño—medijo,entregándomelaprendaquetantodesprecioleinspiraba.

EnseguidaseprecipitóhaciaelcuartodeJem;volvióareunirseconmigoenelvestíbulo,yotravezsefuealcuartodeJem.

Uncocheparódelantedelacasa.YoconocíaelandardeldoctorReynoldscasi tan bien como el de mi padre. El doctor Reynolds nos había traído almundo a Jem y a mí, nos había asistido en todas las enfermedades de lainfanciaqueelhombreconoce,incluyendolaocasiónenqueJemsecayódelachozadelárbol,yjamáshabíaperdidonuestraamistad.

Alaparecerenlapuertaexclamó:

—Diosmisericordioso.—Vinohaciamí.Dijo—:Tú todavíaestásenpie—y cambió de rumbo. Conocía todas las habitaciones de la casa. Sabíatambiénquesiyomeencontrabaenmalestado,aJemlepasaríalomismo.

Despuésdediezeternidades,eldoctorReynoldsapareciódenuevo.

—¿HamuertoJem?—lepregunté.

—Nimuchomenos—respondió,poniéndoseencuclillasdelantedemí—.Tieneunchichónenlacabezaexactamenteigualqueeltuyo,yunbrazoroto.Mirahaciaallá,Scout...No,novuelvaslacabeza,vuelvesolamentelosojos.Ahoramirahaciaelotrolado.Tieneunafracturadifícil;portodoloquepuedocolegir en estos momentos, la tiene en el codo. Como si alguien hubieraqueridoarrancarleelbrazoretorciéndoselo...Ahoramírameamí.

—Entonces,¿noestámuerto?

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—¡Nooo!—EldoctorReynoldssepusoenpie—.Estanochenopodemoshacermucho,comonoseaayudarleapasarlalomejorposible.Tendremosqueobtenerunaradiografíadelbrazo;parecequehabrádellevarlounatemporadalevantado hacia el costado. Pero no te acongojes, saldrá como nuevo. Losmuchachosdesuedadrebotan.

Mientras hablaba, el doctor Reynolds me había estado mirandoatentamente,tentandocondedossuaveselchichónquemesalíaenlafrente.

—Notesientesdestrozadaporningunaparte,¿verdadqueno?LabromadeldoctorReynoldsmehizosonreír.

—¿Demodoqueustednocreequeestémuerto?

Elmédicosepusoelsombrero.

—Claro que podría equivocarme, naturalmente, pero yo creo que estácompletamentevivo.Manifiestatodoslossíntomasdeestarlo.Veaecharleunvistazo,ycuandoyoregresenosreuniremoslosdosydecidiremos.

EldoctorReynoldsteníaelcaminarjovenyresuelto.EldemísterTatenoera así. Sus pesadas botas castigaron el porche y abrió la puerta con gestotorpe,perosoltólamismaexclamaciónquehabíaproferidoeldoctorReynoldscuandollegó.

—¿Estásbien,Scout?—añadióademás.

—Si,señor.VoyaveraJem.Atticusylosotrosestánallídentro.

—Irécontigo—dijomísterTate.

TíaAlexandrahabíaveladolalámparadelecturadeJemcon;unatoalla,yel cuarto estaba sumido en una claridad apagada, confusa. Jem yacía deespaldas.Alolargodetodouncostadodelacarateníaunaseñalfea.Teníaelbrazoizquierdoapartadodelcuerpoyconelcodoligeramentedoblado,perohacialapartequenodebíaestarlo.Jemarrugabaelceño.

—No puede oírte, Scout, está apagado como una lámpara —me dijoAtticus—.Vuelveyaensí,peroeldoctorReynoldshaqueridoquecontinuasesinconocimiento.

—Sí,señor.

Retrocedí.ElcuartodeJemeragrandeycuadrado.TíaAlexandraestabasentadaenunamecedora, juntoa lachimenea.Elhombrequehabía traídoaJem estaba de pie en un rincón, recostado contra la pared. Era algúncampesino al cual yo no conocía. Asistió probablemente a la función y seencontraría en las cercanías cuando ocurrió aquello. Oyó sin duda nuestrosgritosyacudiócorriendo.

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AtticusestabajuntoalacamadeJem.

MísterHeckTatesehabíaquedadoenelumbral.Teníaelsombreroenlamano, y en el bolsillo de los pantalones se le notaba el bulto de una pilaeléctrica.Llevabaeltrajedetrabajo.

—Entre,Heck—dijoAtticus—.¿Haencontradoalgo?Nopuedoconcebirque exista un ser lo bastante degenerado como para cometer una acciónsemejante,peroconfíoenquelehabrádescubierto.

Míster Tate se puso tieso. Miró vivamente al hombre que había en elrincón, lesaludó inclinandolacabezay luegopaseó lamiradaporelcuarto,fijándolaenJem,entíaAlexandray,finalmente,enAtticus.

—Siéntese,místerFinch—dijoentonoagradable.

—Sentémonostodos—propusoAtticus—.Cojaesasilla,Heck.Yotraeréunadelasala.

MísterTatesesentóenlasilladelamesadeJemyaguardóaqueAtticushubiera regresadoy estuviese sentado a su vez.Yomepregunté por quénohabíatraídoAtticusunasillaparaelhombredelrincón,peromipadreconocíalascostumbresde lagentedelcampomejorqueyo.Algunosdesusclienteslabradoressolíanatar suscaballosde largasorejasdebajode loscinamomosdelpatiotrasero,yAtticusdespachabaamenudosusconsultasenlasescalerasdelporcheposterior.Eraprobablequeaquelhombresesintieramásagustotalcomoestaba.

—Míster Finch—empezó míster Tate—, le diré lo que he hallado. Hehallado el vestido de una niña; lo tengo ahí fuera en el coche. ¿Es el tuyo,Scout?

—Si,señor,esunodecolorrosa—contesté.

Míster Tate actuaba como si se hallase en el estrado de los testigos. Legustabadecirlascosasasumodo,sinserimportunadoniporelfiscalniporladefensa,yaveceslecostabaunbuenratoexplicaralgo.

—Heencontradounostrozoscuriososdeunateladecolordebarro...

—Sondemidisfraz,místerTate.

El sheriff hizo deslizar las manos por sus muslos, se frotó el brazoizquierdo e inspeccionó la campana de la chimenea de Jem. Luego parecióinteresadoenelhogardelalumbre.Susdedossubieronenbuscadesularganariz.

—¿Quéesello,Heck?—preguntóAtticus.

MísterTatesellevóunamanoalpescuezoyselorestregó.

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—BobEwellyaceenel suelo,debajodeaquelárbol,conuncuchillodecocinahundidoenlascostillas.Estámuerto,místerFinch.

29

TíaAlexandrasepusodepieysumanobuscólacampanadelachimenea.MísterTateselevantó,peroellarehusósuasistencia.Porunavezensuvida,lacortesíainstintivadeAtticusfalló:mipadrecontinuósentadodondeestaba.

Seapor loque fuere, yonopudepensar enotra cosamásque enmísterEwelldiciendoquesevengarladeAtticusaunquetuvieraqueinvertirenelloelrestodesuvida.MísterEwellestuvoapuntodecumplirsuamenaza,yeraloúltimoquehabíahecho.

—¿Estáseguro?—preguntóAtticusconacentofrío.

—Estámuerto,sindudaalguna—respondiómísterTate—.Muerto,ybienmuerto.YanoVolveráahacerningúndañoaesosniños.

—Noqueríadecireso.—Atticusparecíahablardormido.

Empezaba a notársele la edad, signo seguro en él de que sufría unatormenta interior: laenérgica líneadesumandíbulasedesdibujabaunpoco,unoadvertíaquedebajodelasorejasseleformabanunasarrugasdelatorasyno se fijaba en su cabello de azabache más que en los trechos grises queaparecíanenlassienes.

—¿Noseríamejorquenosfuésemosalasaladeestar?—dijoporfintíaAlexandra.

—Sinoleimporta—objetómísterTate—,preferiríaquenosquedásemosaquí,salvoquehayadeperjudicaraJem.QuieroecharunvistazoasusheridasmientrasScout...noscuentatodoloquehapasado.

—¿Hay inconvenienteenque salga?—preguntó la tía—.Aquíestoydemás.Simenecesitas,estaréenmicuarto,Atticus.—TíaAlexandrafuehaciala puerta, pero se detuvo y se volvió—. Atticus, esta noche he tenido elpresentimiento de que sucedería una cosa así... Yo... esto es culpa mía—empezó—.Debí...

MísterTatelevantólamano.

—Siga su camino, miss Alexandra; ya sé que esto la ha impresionadoterriblemente.Ynoseatormentepornada...¡Caramba!Sisiemprehiciéramoscasodelospresentimientosseriamoslomismoquegatosquequierencazarsela cola.Miss Scout, ve si puedes contarnos lo que ha ocurrido,mientras lo

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tienes fresco en la memoria. ¿Crees que podrás? ¿Viste al hombre que osseguía?Yomeacerquéamipadre,sentíquesusbrazosmerodeabanyhundílacabezaensuregazo.

—Hemosemprendidoelregresoacasa.Yohedicho:'Jem,heolvidadoloszapatos'.Apenasempezábamosaretrocederparairabuscarlossehanapagadolasluces.Jemhadichoquemañanapodríairporellos...

—Levántate,Scout,quemísterTatepuedaoírte—dijoAtticus.

Yomeacomodéensuregazo.

—Luego, Jemmehadichoqueme callase unminuto.Yohe creídoqueestabapensando(siempremehacecallarparapoderpensarmejor); luegohadichoquehabíaoídoalgo.HemossupuestoqueseríaCecil.

—¿Cecil?

—Cecil Jacobs. Esta noche nos ha dado un susto, una vez, y hemospensadoquepodíaseréldenuevo.Llevabaunasábana.Dabanuncuartodedólaralmejordisfraz;noséquiénlohabráganado.

—¿DóndeestabaiscuandohabéispensadoqueeraCecil?

—Apocadistanciadelaescuela.Yolehechilladoalgo...

—¿Quéhaschillado?

—'CecilJacobesunagallinagordaymojada',creo.Nohemosoídonada...yentoncesJemhagritado'Hola',ocosaparecida,convozbastantefuerteparadespertaralosmuertos...

—Unmomentonadamás,Scout—dijomísterTate—.¿Loshaoídousted,místerFinch?

Atticusrespondióqueno.Teníalaradiopuesta.TíaAlexandrateníapuestalasuyaensudormitorio.Lorecordabaporquetiítalehabíapedidoquebajaseun poco la potencia del aparato, con el fin de que ella pudiera oír el suyo.Atticus,sonrió,diciendo:

Siemprepongolaradiodemasiadofuerte.

—Megustaríasabersilosvecinoshanoídoalgo...—dijomísterTate.

—Lodudo,Heck.Lamayoríaescuchalaradioosevaa lacamaconlasgallinas.MaudieAtkinsonesposiblequeestuvieralevantada,perolodudo.

—Continúa,Scout—indicómísterTate.

—Bien, después de haber gritado Jem hemos seguido andando. MísterTate, yo estaba encerrada dentro del traje, pero entonces las he oído pormímisma.Laspisadas,quierodecir.Caminabancuandonosotroscaminábamos,

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y se paraban cuando nos parábamos. Jem ha dicho que me veía porquemistressCrenshawpintóunasrayasenmitrajeconunapinturabrillante.Yoeraunjamón.

—¿Cómoeseso?—preguntómísterTate,atónito.

Atticusledescribiómipapel,asícomolaconstruccióndemidisfraz.

—Deberíahaberlavistocuandohaentrado—dijo—.Lollevabaaplastadoyhechopedazos.

MísterTatesefrotóelmentón.

—Yomepreguntaba cómo tenía aquellas señales elmuerto.Susmangasaparecían perforadas por pequeños agujeros. En los brazos había un par depinchazosqueconcordabanconlosagujeros.Déjemevereseobjeto,siquiere,señor.

Atticus fueabuscar los restosdemi traje.MísterTate lomirópor todosladosylodoblóparahacerseideadesuformaprimitiva.

—Esteobjetolehasalvadoprobablementelavida—afirmó—.Miré.—Yseñalabaconsulargoíndice.Enelcolorapagadodelalambredestacabaunalíneabrillante—.BobEwellseproponíahaceruntrabajocompleto—musitómísterTate.

—Habíaperdidolacabeza—dijoAtticus.

—Nomegustacontradecirle,místerFinch...,perono,noestabaloco,sinoqueeraruincomoeldemonio.Unaalimañarastrera,conbastantelicorenelcuerpo para reunir la bravura suficiente para matar niños. Nunca se habríaenfrentadoconustedcaraacara.

Atticusmoviólacabeza.

—Jamáshabríaconcebidoqueunhombrefuesecapazde...

—Míster Finch, hay una especie de hombres a los cuales es precisopegarles un tiro antes de que uno pueda darles los buenos días. Y aunentonces,novalenelpreciodelabalaquesegastamatándolos.Ewelleraunodeellos.

—Yopensabaquehabíasatisfechosurabiaeldíaquemeamenazó—dijoAtticus—.Yenelcasodequenolahubierasatisfecho,pensabaquevendríapormí.

—Tuvoreañosparamolestaraunapobrenegra, lostuvoparafastidiaraljuezTaylorcuandocreíaquelacasaestabadesierta,¿yustedsefigurabaquelostendríaparapresentarsecaraacaraalaluzdeldía?—MísterTatesuspiró—.Serámejorquecontinuemos,Scout,túleoístedetrásdevosotros...

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—Sí,señor.Cuandollegamosdebajodelárbol...

—¿Cómosabíaisqueestabaisdebajodelárbol?Allánopodíaisvernadaenabsoluto.

—Yoibadescalza,yJemdicequedebajodeunárbolelsuelosiempreestámásfresco.

—Tendremosquenombrarledelegadodelsheriff;sigueadelante.

—Entonces, de repente, alguienme ha cogido y ha aplastadomi traje...Creoquemehecaídoalsuelo...Heoídounrevoloteodebajodelárbol,comosi...lucharanalrededordeltronco,quehacíadeparapeto,segúnparecíaporlosruidos. Entonces Jem me ha encontrado y hemos echado a andar hacia elcamino.Alguien...MísterEwell,mefiguro,hatumbadoaJemalsuelo.Hanforcejeadounpocomásyentonces sehaoídoaquel ruidoextraño... Jemhadadounalarido...—Ymeinterrumpí.ElruidolohabíaproducidoelbrazodeJem—.Seacomo fuere, Jemhadadounalarido,yno leheoídomás,yunsegundo después... míster Ewell trataba dematarme apretándome contra si,calculo...EntoncesalguienhatumbadoalsueloamísterEwell.Jemhadebidolevantarse,supongo.Estoestodoloquese...

—¿Yluego?—MísterTatememirabaconvivaatención.

—Alguien se tambaleaba por allí, jadeaba y... tosía como si fuera amorirse.AlprincipiohecreídoqueeraJem,peroélno tosedeaquelmodo,porlocualmehepuestoabuscaraJemporelsuelo.HepensadoqueAtticushabíavenidoaayudarnosysehabíafatigadoenextremo...

—¿Quiénera?

—Ea,allíestá,místerTate,élpuededecirlecómosellama.

Almismotiempoquepronunciabaestaspalabras,levantéunpocolamanoparaseñalaralhombredelrincón,perobajéelbrazorápidamente,temerosadeque Atticus me reprendiera por señalar. Señalar era un detalle de malaeducación.

Elhombreseguíarecostadocontralapared.Estabayarecostadocontralaparedcuandoentréenelcuarto,yconlosbrazoscruzadossobreelpecho.Alseñalarleyo,bajólosbrazosyapretólaspalmasdelasmanoscontralapared.Eranunasmanosblancas,deunblancoenfermizo,quenohabíanvistonuncaelsol;tanblancasquealaescasaluzdelcuartodeJemdestacabanvivamentesobreelcremamatedelapared.

De lasmanospasé a lospantalones caquimanchadosde arena;misojossubieron por su delgado cuerpo hasta la camisa azul da tela de algodón.Lacara tan blanca como las manos, excepto por una sombra en su salientebarbilla.Tenía lasmejillasdelgadas,chupadas; labocagrande;en las sienes

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aparecían unasmellas poco profundas, casi delicadas, y los ojos eran de uncolorgristanclaroquepenséqueeraciego.Teníaelcabellomuertoyfino,yenlacimadelacabezacasiplumoso.

Cuando le señalé, las palmas de sus manos se deslizaron ligeramente,dejandograsientashuellasde sudor en lapared,yhundió lospulgares en elcinturón. Un ligero y extraño espasmo lo agitó como si oyera unas uñasarañandopizarra,perocuandovioqueyolemirabaconadmiraciónlatensióndesapareciólentamentedesurostro.Suslabiosseentreabrieronenunatímidasonrisa; pero mis repentinas lágrimas difuminaron la imagen de nuestrovecino.

—Hola,Boo—ledije.

30

—MísterArthur,cariño—dijoAtticus,corrigiéndomecondulzura—.JeanLouise,tepresentoamísterArthurRadley.Creoqueélyateconoce.

Si Atticus era capaz de presentarme afablemente a Boo Radley en unmomentocomoaquél,ea...esqueAtticuseraasí.

Boo me vio correr instintivamente hacia la cama en que dormía Jem,porque la misma sonrisa tímida de antes cruzó lentamente por su rostro.Sonrojadadeturbación,tratédeescondermecubriendoaJem.

—Eh,eh,noletoques—dijoAtticus.

MísterHeckTateestabamirandofijamenteaBooatravésdesusgafasdeconcha. Iba a tomar la palabra cuando el doctor Reynolds apareció en elvestíbulo.

—Fuera todoelmundo—ordenóal llegara lapuerta—.Buenasnoches,Arthur;laprimeravezquehevenidonomehefijadoenusted.

LavozdeldoctorReynolds tenía lamismadesenvolturaquesuandar, lomismo que si hubiese dicho aquello todas las noches de su vida; unadeclaración que me dejó más atónita que el hecho de encontrarme en unmismo cuarto con Boo Radley. Por supuesto... hasta Boo Radley se poneenfermoalgunavez,pensé.Aunque,porotraparte,noestabasegura.

El doctor Reynolds traía un voluminoso paquete envuelto en papelperiódico.LodejósobrelamesadeJemysequitólachaqueta.

— ¿Estás convencida de que vive, ahora?Te diré cómo lo he conocido.Cuandotratabadeexaminarlemehadadounapatada.Hetenidoquehacerleperder el conocimiento por completo para tocarle. Así pues, despeja—medijo.

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—Bien...—dijoAtticus,dirigiendounamiradaaBoo—.Heck,salgamosal porche de la fachada. Allí hay sillas suficientes, y todavía hace bastantecalor.

AmímesorprendióqueAtticusnosinvitaraalporchedelafachadaynoalasaladeestar;luegolocomprendí.Laslámparasdelasaladespedíanunaluzexcesivamenteviva.

Todos desfilamos;míster Tate en cabeza... Atticus esperaba en la puertaconelpropósitodequeBoopasaradelante.DespuéscambiódeideaysiguióamísterTate.

En las cosas cotidianas, la gente sigue adicta a sus hábitos aun bajo lascondicionesmáspeculiares.Yonoeraunaexcepción.

—Venga,místerArthur—mesorprendídiciendo—,ustednoconocebienlacasa.Yoleacompañaréalporche,señor.

Elbajólavistaparamirarmeyasintióconlacabeza.

Yolecondujeatravésdelasalaycruzandoelcomedor.

—¿Noquieresentarse,místerArthur?Estamecedoraesbonitaycómoda.

Mipequeñafantasíahabíaentradootravezenactividad:Elestaríasentadoen el porche... 'Nos hace un tiempo hermoso de veras, ¿no es cierto,místerArthur?'

Sí,untiempohermosodeveras.Sintiéndomeunpocofueradelarealidad,le acompañé hasta el asientomás apartado deAtticus y demíster Tate.Unasiento situado en la sombra más profunda. Boo se sentiría más a gusto aoscuras.

Atticus sehabía sentadoenunamecedora;místerTateocupabauna sillapróxima.La luzde lasventanasdelcomedor los iluminabadepleno.YomesentéalladodeBoo.

—Bien,Heck—ibadiciendoAtticus—,yocreoqueloquesedebehacer...BuenDios, estoy perdiendo lamemoria...—Atticus se subió las gafas y seoprimiólosojosconlosdedos—.Jemnohacumplidotrecetodavía...,no,síqueloshacumplido...Nosérecordarlo.Detodosmodos,lacosaseveráeneltribunaldelcondado.

—¿Quécosa,místerFinch?—MísterTatedescruzólaspiernasyseinclinóadelante.

—Naturalmente,fueuncasoinconfundiblededefensapropia;perotendréqueirmealaoficinayrebuscar...

—MísterFinch,¿creeustedqueJemhamatadoaBobEwell?¿Locreede

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veras?

—HaoídoyaloquedijoScout;nocabelamenorduda.HadichoqueJemseha levantadoyhaapartadoaEwelldeun tirón...Probablementesehabráapoderado,enlaoscuridad,delcuchillodeEwell...Mañanalosabremos.

—Párese,místerFinch—dijomísterTate—.JemnohaacuchilladoaBobEweIl.

Atticus estuvo callado un momento. Miró a míster Tate como siagradecieseloquedecía.Peromoviólacabezanegativamente.

—Heck, se porta usted de un modo muy generoso, y sé que lo haceimpulsadoporsubuencorazón;peronomesalgaconesascosas.

MísterTate se levantóy fuehasta laorilladelporche.Escupióhacia losarbustos; luegosepuso lasmanosen losbolsillosyseenfrentóconAtticus,preguntando:

—¿Quécosas?

—Lamento haber hablado con demasiada viveza, Heck —dijo Atticusllanamente—, pero nadie pondrá sordina a lo ocurrido. Yo no vivo de estemodo.

—Nadiepondrásordinaanada,místerFinch.

MísterTatehablabaconvozcalmosa,perosusbotasestabanplantadastansólidamenteenlostablonesdelporchequeparecíaquecrecíanallí.Entremipadreyelsheriffteníalugarunacuriosacontienda,cuyanaturalezaescapabaamipenetración.

Ahora le tocóaAtticusel turnode levantarsee irsehastaelextremodelporche.Exclamó:

— ¡Hum! —y escupió, sin saliva, al patio. Se puso las manos en losbolsillosyseenfrentóconmísterTate—.Heck,ustednolohadicho,peroyoséloqueestápensando.Graciasporello,JeanLouise...—Mipadresevolvióhaciami—.¿HasdichoqueJemhacogidoamísterEwellylohaapartadodeti?

—Sí,señor,estoesloquehepensado...Yo...

—¿Love,Heck?Graciasdesde lomásprofundodemicorazón,peronoquieroquemihijoemprendasucarreraconunacosaparecidasobresucabeza.Elmejormododelimpiarlaatmósferaconsisteenexaminarelcasoalavistade todo elmundo.Dejemosque el condado intervengay traiga sándwiches.No quiero quemi hijo crezca envuelto en unamurmuración, no quiero quenadie diga: '¿JemFinch?...Ah, sí, su padre pagó un puñado de dinero parasacarledelapuro'.Cuantomásprontohayamosresueltoelcaso,mejor.

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—Míster Finch —replicó, imperturbable, míster Tate—, Bob Ewell hacaídosobresucuchillo.Sehamatadoélmismo.

Atticusanduvohastalaesquinadelporcheyfijólavistaenlaenredadera.Yopenséque,asumanera,cadaunodeamboseratantercocomoelotro.Ymepreguntéquiéncederíaprimero.Atticus teníauna terquedadcallada,quepocasvecesseponíaen,evidencia,peroenciertosaspectoseratanobstinadocomolosCunningham.MísterTatecarecíade instrucciónyseponíamásenevidencia,perohacíaundignocontrincantedemipadre.

—Heck—insistióAtticus, que estaba de espaldas—.Si silenciamos estecaso, con ello destruiremos todo lo que he hecho para educar a Jem a mimanera.Avecespiensoquecomopadrehefracasadoenabsoluto,perosoyelúnico que tienen.Antes demirar a nadiemás, Jemmemira amí, y yo heprocuradovivirdeformaquesiemprepuedadevolverlelamiradasindesviarlos ojos... Si consintiéramos en una cosa como ésta, francamente, no podríasostenersumirada,yséqueeldíaquenopudierasostenerlalehabríaperdido.YnoquieroperderniaJemniaScout:sontodoloqueposeo.

MísterTatecontinuabaplantadoenlosmaderosdelsuelo.

—BobEwellhacaídosobresucuchillo.Puedodemostrarlo.

Atticusgirósobresustalones.Susmanoshurgaronlosbolsillos.

—Heck,¿nopuedehacerquealmenosloveaconmisojos?Ustedtambiéntienehijos,peroyoleaventajoenedad.Cuandolosmíosseanmayoresyoseréyaunviejo,siesquesigoenestemundo,peroahorasoy...Enfin,sinosefíandemínopodránfiarsedenadie.JemyScoutsabenloquehapasado.Simeoyendecirporlaciudadquehapasadounacosadistinta...Heck,yanopodrécontarconellosnuncamás.Nopuedovivirdeunmodoenpúblicoydeunmododiferenteencasa.

MísterTatesemeciósobrelostalonesydijoconmuchapaciencia:

—EldifuntohaechadoalsueloaJem,hatropezadoconunaraízdeaquelárbol y... mire, se lo puedo enseñar.—Míster Tate se metió la mano en elbolsilloysacóunalarganavaja.EnaquelmomentollegóeldoctorReynolds.MísterTateledijo—:Elhijode...eldifuntoestádebajodeaquelárbol,doctor,apenasentrarenelpatiodelaescuela.¿Tieneunapilaeléctrica?Serámejorquecojaésta.

—Puedodarlavueltaconelcocheydejarlosfarosencendidos—dijoeldoctorReynolds,peroalmismotiempoaceptó lapilademísterTate—.Jemestá bien. Confío en que esta noche no se despertará, por lo tanto no seinquieten.¿Eseeselcuchillocausantedelamuerte,Heck?

—No,señor,continúahundidoenelcadáver.Porelmangosediríaquees

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uncuchillodecocina.Kendeberíaestaryaallíconelcochefúnebre,doctor.Buenasnoches.

AcontinuaciónmísterTateabriólahojadelcuchillo.

—Ha sido de estemodo—dijo. Con el cuchillo en lamano, fingió quetropezaba; al inclinarse adelante el brazo izquierdo descendió delante delcuerpo—.¿Love?Sehaclavadoelcuchilloenlostejidosblandosdedebajode las costillas. El peso entero del cuerpo ha sido causa de que la hoja sehundiese.

MísterTatecerrólanavajayselametióenelbolsillo.

—Scout tiene ocho años —añadió un instante después—. Estabademasiadoasustadaparaenterarsebiendeloqueocurría.

—Lesorprendería...—dijoAtticustristemente.

—Nodigoquelohayainventado;digoqueestabademasiadoamedrentadapara saber exactamente loquehapasado.Allí laoscuridad era absoluta; lastinieblaserannegrascomolatinta.Seprecisaríaunapersonamuyhabituadaalaoscuridadparaconsiderarlauntestigodecrédito...

—Noloadmito—replicóAtticussuavemente.

—¡¡Malditasea,sinoestoypensandoenJem!!

La hoja demíster Tate hirió losmaderos con tal furia que las luces deldormitorio de missMaudie se encendieron. También se encendieron las demissStephanieCrawford.AtticusymísterTatevolvieronlavistahaciaelotroladodelacalle,luegosemiraronunoaotro.Yaguardaron.

CuandomísterTatetomólapalabradenuevo,suvozapenasseoía.

—Míster Finch, me molesta discutir con usted cuando se pone en esaactitud. Esta noche usted ha pasado por una prueba que ningún hombredeberíasufrirnunca.Nosécómonohaenfermadodelasresultasyahoranoestáenlacama,peroséqueporunavezenlavidanohasidocapazdeatarcabos, y es preciso que dejemos esto resuelto esta misma noche porquemañana sería demasiado tarde. Bob Ewell tiene en el buche la hoja de uncuchillodecocina.

MísterTateañadióenseguidaqueAtticusnoseríacapazdeplantarseallíysostenerqueunmuchachodelapocacorpulenciadeJem,yconunbrazoroto,tendría energías bastante en el cuerpo para luchar con un hombre adulto ymatarle,enmediodelastinieblasmásdensas.

—Heck—dijo Atticus bruscamente—, eso que manejaba ahora era unanavaja.¿Dedóndelahasacado?

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—Selahequitadoaunborracho—contestótranquilamentemísterTate.

Yo procuraba recordar.Míster Ewellme tenía cogida... Luego se cayó...Jemdebíadehaberselevantado.Almenosyopensé...

—¡Heck!

—Hedichoqueselahequitadoestanocheaunborracho.Elcuchillodecocina lo encontró Ewell, probablemente, en algún punto del vaciadero. Loafilóyesperóelmomentooportuno...Esperóelmomentooportuno,nimásnimenos.

Atticus fue hasta la mecedora y se sentó. Las manos le colgaban comomuertasentrelasrodillas.Teníalavistafijaenelsuelo.Sehabíamovidoconlamismalentitudquelanocheaquella,delantedelacárcel,cuandopenséquelecostaríaunaeternidadeldoblarelperiódico,yarrojarlosobrelasilla.

MísterTatedeambulabaconpasopesado,perosilenciosoporelporche.

—No es usted quien ha de tomar una decisión, míster Finch; soy yo,solamente yo. Es una decisión y una responsabilidad que pesa únicamentesobremí.Porunavez,siustednocompartemipuntodevista,pocacosapodráhacerpara imponerel suyo.Siquiere intentarlo,yo le llamaréembusteroensus propias barbas. Su hijo no ha dado ninguna cuchillada a Bob Ewell—añadiómuydespacio—;estuvoamilleguasdeello,yahoraustedlosabe.Suhijonopretendíaotracosaquellegar,élysuhermana,sanosysalvosacasa—místerTatedejódeandar.ParósedelantedeAtticus,dándonoslaespaldaaBooyamí—.Yonovalgomucho,señor,perosoyelsheriffdelCondadodeMaycomb.Hevividoenestaciudadtodamividayvoyacumplircuarentaytresaños.Sétodoloquehapasadoaquídesdequenací.Unmuchachonegrohamuerto sinmotivo alguno, y el responsable de ello ha fallecido también.Dejequelosmuertosentierrenalosmuertosestavez,místerFinch.Dejequelosmuertosentierrenalosmuertos.

MísterTateseacercóalamecedorayrecogióelsombrero,queestabaenelsuelo,alladomismodeAtticus.Luego,empujósusillahaciaatrásysecubrió.

—Nunca me han dicho que exista una ley que prohíba a un ciudadanohacercuantopuedaporevitarquesecometauncrimen,queesprecisamenteloqueélhahecho;peroquizáustedconsiderequetengoeldeberdecomunicarloa toda laciudaden lugardesilenciarlo.¿Sabe loquepasaríaentonces?Quetodas las señoras deMaycomb, incluida mi esposa, correrían a llamar a lapuertadeesehombre llevándolepastelesexquisitos.Amimaneradever, elcogeralhombrequeleshahechoaustedyalaciudadunfavortangrandeyponerle, con su natural tímido, bajo una luz cegadora..., paramí, esto es unpecado.Esunpecadoyno estoydispuesto a tenerlo en la conciencia.Si setratasedeotrohombreseríadistinto.Peroconesehombrenopuedeser,míster

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Finch.

MísterTateestabatratandodeabrirunhoyoenelsueloconlapuntadelabota.Luegosetiródelanarizysefrotóelbrazoizquierdo.

—Es posible que yo no valga nada, míster Finch, pero sigo siendo elsheriffdeMaycom,yBobEwellsehacaídosobresupropiocuchillo.Buenasnoches,señor.

Míster Tate se alejó del porche con pisada recia y cruzó el patio de lafachada.Laportezueladesucochesecerródegolpe,yelvehículopartió.

Atticus permaneció sentado largo rato, con la mirada fija en el suelo.Finalmente,levantólacabeza.

—Scout—dijo—,místerEwellsehacaídosobresupropiocuchillo.¿Erescapazdecomprenderlo?

Por su aspecto, yo habría dicho queAtticus necesitaba que le animasen.Corríhaciaélyleabracéylebesécontodasmisfuerzas.

—Sí, señor, lo comprendo —aseguré para tranquilizarle—. Míster Tateteníarazón.

Atticusselibródelnudodemisbrazosymemiró.

—¿Quéquieresdecir?

—Mira,hubierasidounacosaasícomomatarunruiseñor.

Atticus apoyó la cara en mi cabello y me lo acarició con las mejillas.Cuando se levantó y cruzó el porche, hundiéndose en las tinieblas, habíarecobradosupasojuvenil.Antesdeentrarenlacasa,sedetuvodelantedeBooRadley.

—Graciaspormishijos,Arthur—ledijo.

31

Cuando Boo Radley se puso de pie con gesto vacilante, la luz de lasventanas de la sala de estar arrancó reflejos de su frente. Todos susmovimientos eran inciertos, como si no estuviera seguro de si sus manosestableceríanelcontactoadecuadoconlascosasquetocaba.Tosióconaquellatos estertorosaque tenía, sufriendo tales sacudidasque tuvoque sentarsedenuevo.Sumanofueenbuscadelbolsillotraserodelospantalonesysacóunpañuelo.Despuésdecubrirselabocaconélparatoser,sesecólafrente.

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Como estaba tan acostumbrada a no verle, me parecía increíble quehubieseestadosentadoami lado todoaquel rato,presenteyvisible.Boonohabíaproducidoelmenorsonido.

De nuevo se puso de pie. Se volvió haciamí, y, con unmovimiento decabeza,meindicólapuertadelafachada.

—Legustaríadecirbuenasnochesa Jem,¿verdadquesí,místerArthur?Entre.

Yleacompañéporelvestíbulo.TíaAlexandraestabasentadaalladodelacamadeJem.

—Entre, Arthur —dijo—. Todavía duerme. El doctor Reynolds le haadministradounsedanteenérgico.JeanLouise,¿estátupadreenlasala?

—Si,señora,creoquesí.

—Voyahablarunminutoconél.EldoctorReynoldshadejadounas...—suvozseperdióporotroaposento.

Boosehabíarefugiadoenunángulodelahabitaciónyestabadepie,conla barbilla levantada, mirando tan lejos a Jem. Yo le cogí de la mano; unamanosorprendentementecálidaapesardesupalidez.Tirélevementedeél,ymepermitióquelecondujesehastalacamadeJem.

EldoctorReynoldshabíaarmadounaespeciedepequeña tiendasobreelbrazodemihermano,conelfindequenoletocaselamanta,supongo,yBoose inclinó adelante para mirar por encima de ella. En su cara había unaexpresióndecuriosidadtímida,comosihastaentoncesnuncahubiesevistoaunmuchacho.Conlabocaligeramenteabierta,miróaJemdelacabezaalospies.Sumanoselevantó,peroenseguidavolvióacaersobreelcostado.

—Puedeacariciarle,místerArthur.Estádormido.Siestuvieradespiertonopodría; él no se lo consentiría... —me sorprendí explicando—. Vamos,anímese.

LamanodeBoosequedóinmóvilmásarribadelacabezadeJem.

—Siga,señor;duerme.

LamanobajóaposarselevementesobreelcabellodeJem.

Yoempezabaacomprendersuinglésmudo.Sumanooprimiólamíaconmásfuerza,indicandoquequeríamarcharse.

Le acompañéhasta el porche de la fachada, donde sus penosos pasos sedetuvieron. Seguía teniendo cogidamimano, y no dabamuestras de querersoltarla.

—¿Quieresacompañarmeacasa?

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Lodijocasienunsusurro,conlavozdeunniñoasustadodelaoscuridad.

Yo puse el pie en el peldaño superior y me paré. Por nuestra casa leconduciríatirándoledelamano,perojamásleacompañaríaalasuyadeaquelmodo.

—MísterArthur,dobleelbrazoasí.Asíestábien,señor.

Ydeslicémimanodentrodelhuecodesubrazo.

Él tenía que inclinarse un poco para acomodarse a mí; pero si missStephanie Crawford estaba espiando desde la ventana de la cima de lasescaleras,veríaaArthurRadleydándomeescoltapor laacera,comolohaceuncaballero.

Llegamosal farolde laesquinade lacalle,ymepreguntécuántasveceshabla estado allí Dill, abrazado al grueso poste, espiando, esperando,confiando.PenséenlamultituddevecesqueJemyyohabíamosrecorridoelmismotrayecto...PeroahoraentrabaenlafincadelosRadleyporlapuertadelpatio de la fachada por segunda vez en mi vida. Boo y yo subimos lospeldaños del porche. Sus dedos buscaron la empuñadura.Me soltó lamanodulcemente, abrió la puerta, entró, y cerró tras de sí.Ya nuncamás volví averle.

Los vecinos traen alimentos, cuando hay difuntos, flores cuando hayenfermos,ypequeñascosasentretiempo.Booeranuestrovecino.Noshabíaregaladodosmuñecosdejabón,unrelojdescompuesto,consucadena,unpardemonedasdelasquetraenbuenasuerte,ylavidadeJemylamía.Perolosvecinos correspondían a su vez con regalos. Nosotros nunca habíamosdevueltoaltroncodelárbollosacadodeallí;nosotrosnoleregalamosnuncanada,yestomeentristecía.

Mevolvíparairmeacasa.Losfarolesdelacalleparpadeabancalleabajoen dirección a la ciudad. Jamás vi a nuestros vecinos desde este ángulo.Existían miss Maudie y miss Stephanie.., también nuestra casa (veía lamecedoradelporche), lacasademissRachelestabamásallá,perfectamentevisible.HastapodíaverlademistressDubose.

Volvía lavista atrás.A la izquierdade lapardapuertadeBoohabíaunalarga ventana con persiana. Fui hasta ella, me paré delante y di una vueltacompleta.Alaluzdeldía,pensé,severíalaesquinadelaoficinadeCorreos.

A la luzdeldía...Enmimente lanoche sedesvaneció.Eradedíay losvecinos iban y venían atareados.Miss Stephanie Crawford cruzaba la callepara comunicar las últimas habladurías a miss Rachel. Miss Maudie seinclinabasobresusazaleas.Estábamosenverano,ydosniñosseprecipitabanaceraabajoyendoalencuentrodeunhombrequeseacercabaenladistancia.

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Elhombreagitabalamano,ylosniñosechabanacorrerdisputandoquiénlealcanzaríaprimero.

Continuábamos estando en verano, y los niños se acercaban más. Unmuchachoandabapor la aceraarrastrando trasde síunacañadepescar.Unhombreestabadepieesperando,conlasmanosenlascaderas.Verano;losdosniños jugaban en el porche conun amigo, representandoun extrañoy cortodramadesupropiainvención.

Llegabaelotoño,ysusniñossepeleabanenlaaceradelantedelamoradademistress Dubose. Elmuchacho ayudó a su hermana a ponerse de pie, yambosseencaminaronhaciasucasa.Otoño,ysusniñostrotabandeunladoaotrodelaesquina,pintadosenelrostrolospesaresylostriunfosdeldía.Separabanjuntoaunroble,embelesados,asombrados,aprensivos.

Invierno,ysusniñosseestremecíandefríoenlapuertadelafachadadelpatio,recortadasusiluetasobreelfondodeunacasaenllamas.Invierno,yunhombresalióalacalle,dejócaerlasgafasydisparócontraunperro.

Verano,yviocómoasusniñosselespartíaelcorazón.Otoñodenuevo,ylosniñosdeBoolenecesitaban.

Atticus tenía razón.Una vez nos dijo que uno no conoce de veras a unhombrehastaqueseponedentrodesupellejoysemuevecomosifueraél.Elestardepie,simplemente,enelporchedelosRadley,fuebastante.

Las lámparas de la calle aparecíanvellosas a causa de la lluvia fina quecaía.Mientras regresaba a mi casa, me sentía muymayor, y al mirarme lapuntadelanarizveíaunascuentasfinasdehumedad;maselmirarcruzandolos ojos me mareaba, y lo dejé. Camino de casa iba pensando en la grannoticia que daría a Jem al día siguiente. Se pondría tan furioso por haberseperdidotodoaquelloquepasaríandíasydíassinhablarme.MientrasregresabaacasapenséqueJemyyollegaríamosamayores,peroqueyanopodíamosaprendermuchascosasmás,excepto,posiblementeálgebra.

Subí las escaleras corriendo y entré en casa del mismo modo. TíaAlexandrasehabíaidoalacama,yelcuartodeAtticusestabaaoscuras.VeríasiJemrevivía.Atticusestabaenelcuartodemihermano,sentadojuntoalacama.Leíaunlibro.

—¿NosehadespertadoJemtodavía?

—Duermepacíficamente.Nosedespertaráhastalamañana.

—Oh.¿Estásaquíhaciéndolecompañía?

—Haceunahora,aproximadamente.Vetealacama,Scout.Hastenidoundíalargoyagitado.

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—Mira,creoquemequedaréunratocontigo.

—Comoquieras—respondióAtticus.

Debíadesermásdemedianocheysuafableaquiescenciameasombró.Detodosmodos, él eramás listo que yo; en elmismomomento queme sentéempecéatenersueño.

—¿Queestásleyendo?—pregunté.

Atticusvolvióellibrodelotrolado.

—UnacosadeJem.SetitulaElFantasmaGris.

Deprontomesentíbiendespierta.

—Porquéhasescogidoése?

—Nolosé,cariño.Lohecogidoalazar.Esunadelaspocascosasquenoheleído—dijoconintención.

—Léeloenvozalta,porfavor,Atticus.Damiedodeveras.

—No—dijoél—.Hoyhastenidomiedosobradoparaunatemporada.Estoesdemasiado...

—Atticus, yo no he tenido miedo —mi padre enarcó las cejas, y yoprotesté—:Por lomenosno lo he tenidohasta quehe empezado a contar amíster Tate cómo había ocurrido. Jem tampoco tenía miedo. Se lo hepreguntadoymehadichoqueno.Porotraparte,nohaynadaquedémiedodeverdad,exceptoenloslibros

Atticusabrió los labiosparadeciralgo,pero losvolvióacerrar.Quitóelpulgardelashojas,hacialamitaddellibro,yretrocedióalaprimerapágina.Yomeacerquéyapoyélacabezasobresurodilla.

—Hummm—dijoAtticus—.El FantasmaGris, por SeckataryHawkins.Capítuloprimero...

Yo esforcé la voluntad para continuar despierta, pero la lluvia era tansuave,elcuartoestabatantemplado,lavozdemipadreeratanprofundaysurodillatancómoda,quemedormí.

Unos segundos después, por lo que parecía, su zapato me rozabablandamentelascostillas.Atticusmepusodepieymellevóamicuarto.

—He oído todas las palabras que me has dicho— murmuré—. No hedormidonadaenabsolutohabladeunbarcoydeFred'Tres—Dedos'ydeKid'Pedradas'... Atticusme desató elmono,me apoyó contra sí yme lo quito.Luegomesostuvoconunamano,mientrasconlaotra,cogíaelpijama.

—Sí,y todoscreíanqueKid 'Pedrada'desordenabael localde sucluby

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derramabatintaportodaspartesy...

Atticusme guio hasta la cama yme hizo sentar en ella.Me levantó laspiernasylascolocódebajodelasábana.

—Ylepersiguieron,peronopodíancogerleporquenosabíanque figuratenía,y,Atticus,cuandoporfinlevieron,resultabaquenohabíahechonadadetodoaquello...Atticus,eraunchicobuenodeveras...

Lasmanosdemipadreestabandebajodemibarbilla,subiendolamantayarropándomebien.

—Lamayoríadepersonasloson,Scout,cuandoporfinlasves.

AtticusapagólaluzysevolvióalcuartodeJem.Allíestaríatodalanoche;allíestaríacuandoJemdespertaseporlamañana.

FIN