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«Más les hubiera no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás» (2 Pe 2, 21). La regla de la fe no es el conocimiento humano, sino la verdad divina. La Iglesia no se hace históricamente, según vaya evolucionando la mente de los hombres. No existe la verdad gradual. Sólo existe la verdad objetiva. Muchos están en la Iglesia y no son Iglesia, no la hacen, no la construyen, no ponen los cimientos de la verdad sobre el único fundamento, que es Jesucristo. Están en la Iglesia y son detestables. Han conocido la verdad, el camino de la justicia, pero se han vuelto atrás. Han mirado a los hombres, a lo que ellos piensan, a como ellos obran, a lo que hablan en sus lenguajes, que son claramente soberbios y orgullosos. ¡Cuántos luchan contra la fe recibida! ¡Cuántos rechazan el Evangelio corrompiéndolo, interpretándolo a su manera! ¡Cuántos resisten a la fe! «No es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa; porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden tener causa justa de cambiar o poner en duda esa misma fe» (C. Vaticano I - DS 3014). No hay causa justa para llamar a Bergoglio como Papa. No se puede. No es una opinión teológica. Como no hay una causa justa para que los malcasados puedan comulgar o que los homosexuales puedan casarse o que las mujeres accedan al gobierno de la Iglesia. Nadie puede poner en duda o cambiar la fe divina. La fe católica enseña que un hombre hereje no puede ser Papa. Esta es una verdad objetiva: revelada y dogmática. Está en la sagrada Escritura, transmitida por toda la Tradición y enseñada

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«Más les hubiera no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás» (2 Pe 2, 21).

La regla de la fe no es el conocimiento humano, sino la verdad divina.

La Iglesia no se hace históricamente, según vaya evolucionando la mente de los hombres. No existe la verdad gradual. Sólo existe la verdad objetiva.

Muchos están en la Iglesia y no son Iglesia, no la hacen, no la construyen, no ponen los cimientos de la verdad sobre el único fundamento, que es Jesucristo.

Están en la Iglesia y son detestables. Han conocido la verdad, el camino de la justicia, pero se han vuelto atrás. Han mirado a los hombres, a lo que ellos piensan, a como ellos obran, a lo que hablan en sus lenguajes, que son claramente soberbios y orgullosos.

¡Cuántos luchan contra la fe recibida!

¡Cuántos rechazan el Evangelio corrompiéndolo, interpretándolo a su manera!

¡Cuántos resisten a la fe!

«No es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa; porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden tener causa justa de cambiar o poner en duda esa misma fe» (C. Vaticano I - DS 3014).

No hay causa justa para llamar a Bergoglio como Papa. No se puede. No es una opinión teológica.

Como no hay una causa justa para que los malcasados puedan comulgar o que los homosexuales puedan casarse o que las mujeres accedan al gobierno de la Iglesia. Nadie puede poner en duda o cambiar la fe divina.

La fe católica enseña que un hombre hereje no puede ser Papa. Esta es una verdad objetiva: revelada y dogmática. Está en la sagrada Escritura, transmitida por toda la Tradición y enseñada en el magisterio de la Iglesia.

Por tanto, el que cree tiene que refutar los errores, tiene que enfrentarse a todos los hombres, a todos aquellos que quieren presentar a un hombre hereje como Papa legítimo y verdadero.

Muchos disputan dudando de la fe. Y cometen un gran pecado, porque quieren enseñar sus errores como verdaderos. Quieren probar una mentira: Bergoglio es el papa reinante. Hay que obedecerlo, hay que someterse a él. Hay que seguirlo en todas las cosas.

«Como la palabra imprudente arrastra al error, el silencio indiscreto deja en el error a aquello que podían haber sido instruidos» (San Gregorio –

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II Pastor – C. 4; ML 77, 30).

No se puede callar la verdad divina: Bergoglio no es Papa. Ni tampoco es el Obispo de Roma.

Callar esto es dejar en el error a muchos: es condenar almas dentro de la Iglesia.

¡Bergoglio no es Papa!

Esta es una verdad divina, no humana. Es una verdad que está en la Mente de Dios, que no ha nacido de la mente del hombre. Pero nadie, en la Iglesia, quiere esta verdad divina, porque no creen. No tienen fe divina. Tienen su fe humana, científica, histórica, natural, filosófica, teológica, etc…

¡Bergoglio no es Papa!

¿Por qué? Porque es un hereje manifiesto. Es decir, un hombre que no pertenece a la Iglesia católica.

Bergoglio no es sólo un pecador, sino que también es un hereje.

Papas pecadores han habido muchos en la Iglesia, pero ninguno hereje.

Papas pecadores, que están en el infierno, los hay. Pero ninguno de ellos está en el infierno por su herejía, sino por su pecado.

Bergoglio es hereje: no puede ser Papa nunca. Porque no pertenece a la Iglesia Católica.

¡Esta es la verdad objetiva que nadie sigue!

Pedro es una verdad objetiva en la Iglesia. Es un dogma. Nadie puede tocar a Pedro. Nadie puede poner en duda lo que es Pedro ni cambiar su forma de gobierno en la Iglesia.

¡Nadie!

Bergoglio lo ha hecho: ha tocado a Pedro. Ha cambiado su gobierno vertical en la Iglesia. Es decir, ha cometido su pecado de herejía, que es siempre un pecado de infidelidad a la gracia recibida.

Y lo obra porque no pertenece a la Iglesia.

Nadie que pertenezca a la Iglesia obra una herejía. Es imposible. En la Iglesia se puede pecar mucho, pero no se es hereje. Quien está fuera de la Iglesia es por su pecado de herejía. Sólo se puede pecar de herejía fuera de la Iglesia, no dentro.

Quien obra una herejía destruye la verdad, la Iglesia. Nunca la edifica.

Bergoglio está destruyendo el Papado: a Pedro y su gobierno vertical.

¿Cómo es que los católicos no pueden ver esta verdad?

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¿Un hereje puede proclamar santos en la Iglesia? No; nunca.

Entonces, ¿por qué llaman muchos católicos a Juan Pablo II como santo? Juan Pablo II es sólo beato. Fue proclamado beato por el Papa legítimo Benedicto XVI.

¿Por qué lo llamáis santo, si es sólo beato?

Bergoglio no es Papa, porque es hereje. Luego, no puede proclamar santos en la Iglesia. NO PUEDE. Consecuencia: Juan Pablo II es beato, no santo.

Pero, como esta cuestión – para muchos que se dicen católicos- es sólo algo opinable, no es una verdad objetiva, entonces cada cual hace y dice lo que le da la gana en la Iglesia.

¡Toda alma, en la Iglesia, está capacitada para discernir si el hombre que se sienta en la Silla de Pedro es Papa o no es Papa!

Porque Pedro no es una verdad de los hombres, de la historia de la Iglesia, de las circunstancias que vive la Iglesia. Pedro no es una opinión de los hombres. Es una verdad dogmática, objetiva, revelada.

La fe es para el individuo, no para la masa de la gente.

El protestantismo niega esta individualidad de la fe. Bergoglio la niega. Lean en su lumen fidei. Pero muchos, leyendo la herejía, lo siguen llamando Papa u Obispo de Roma.

En la Iglesia se entra por la fe. Y se sale de Ella por la herejía.

En la Iglesia no se fuerza a creer a nadie, pero sí se fuerza a no poner obstáculos a la fe de Cristo.

¡Hay que promover la guerra contra los herejes! Eso es ser Iglesia. Eso es hacer la Iglesia.

El hereje ataca la Iglesia. Ataca la fe en Cristo del Rebaño. Uno no puede estar con los brazos cruzados, como hay muchos católicos.

¡Cuántos, que se llaman tradicionalistas, tienen a Bergoglio como Papa!

¿Qué tradición están siguiendo?

¿Cuál es su Fe en Cristo?

¿Qué es, para ellos, un Papa en la Iglesia? ¿Una opinión teológica, histórica? ¿Una fuerza de la costumbre? ¿Una rutina más que hay que aceptar para estar en la Iglesia?

¡Cuántos sede-vacantistas anulan la Iglesia calumniando a los Papas! ¡Y defienden la tradición y el magisterio de la Iglesia! ¡Pero no son Iglesia! ¡Ni pueden serlo!

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Jesús levanta Su Iglesia en Pedro. Y sólo en Pedro. Y nadie puede cambiar esta verdad revelada y dogmática porque no le guste el lenguaje de un Concilio o de un Papa.

Es lo que hacen muchos con todos los Papas después del Concilio Vaticano II.

Es lo que hacen muchos teniendo a Bergoglio como Papa.

Y quien toca una verdad revelada, ya está metido en la herejía. Ya se sale fuera de la Iglesia.

«…el terror de las leyes fue tan provechoso que muchos han llegado a decir: gracias al Señor, que rompió nuestros lazos» (San Agustín – Ad Vincent – Epis. 93, c5; ML 33, 239).

Ya no se excomulga a nadie. Ya no se saca –aplicando las leyes- fuera de la Iglesia a nadie. Y, por eso, vemos lo que vemos: herejes gobernando la Iglesia.

La excomunión rompe el pecado de herejía. Rompe lazos con el demonio. El castigo es lo que salva a las almas.

San Pablo, para creer, primero fue castigado por el Señor:

«Donde resuene el griterío acostumbrado de quienes dice: es libre creer o no creer, ¿a quién hizo Cristo violencia?, reconozcan esos tales que a San Pablo Cristo le obligó primero y después le enseñó» (San Agustín – Ad Bonifacium – Epis. 185 c6; ML 33, 803).

¿Es libre creer o no creer que Bergoglio no es Papa? No; no es libre.

Es un pecado contra la fe argumentar que Bergoglio es Papa. Un gran pecado. Es otro pecado, contra la fe, llamar a Bergoglio Papa. Y es otro pecado, contra la fe, decir que Bergoglio obra como Papa en la Iglesia.

Son tres pecados diferentes, que hacen tres caminos de maldad en la Iglesia.

Quien pone a Bergoglio como Papa, pide la obediencia a un hereje. Está pidiendo una blasfemia contra el Espíritu Santo. Nadie puede obedecer la mente de un hereje. En la Iglesia, toda alma tiene que obedecer la mente del Papa. TODA. Porque esa mente humana está asumida, de manera espiritual y mística, por Cristo. Es el Misterio de la Iglesia en Pedro. Aunque el Papa sea muy pecador, no hay manera que su mente se deslice fuera de la verdad, en la herejía. Y así, con el carisma de Pedro, pueda gobernar siempre la Iglesia en la verdad. Su pecado no impide el carisma, la unión de Cristo con Pedro.

Quien llama a Bergoglio como Papa, está usurpando el nombre de Dios en la Iglesia. No sólo es un pecado contra el segundo mandamiento, que prohíbe no usar el Nombre de Dios en vano, sino que es un pecado mucho más grave: no se puede llamar a un hereje como el nombre de Papa. Porque el Papa es el

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Vicario de Cristo, actúa como Cristo, habla como Cristo, es otro Cristo. Quien ve al Papa, ve al mismo Cristo. Un hereje llamado Papa es un hombre que se hace pasar por Cristo, y no lo es en la realidad. Es un hombre que usurpa, que roba el nombre de Cristo. Y ese robo es un sacrilegio, una simonía y un escándalo para toda la Iglesia.

Quien dice que Bergoglio obra como Papa en la Iglesia está obligando a que las almas obren las mismas obras de ese hombre. Y eso es el pecado de odio. No sólo, en la Iglesia, hay una obediencia a la mente del Papa, sino a sus obras. Y esto es ir en contra de la misma caridad divina. La Iglesia es la obra del Espíritu, no es la obra de los hombres. Es una obra divina, que comienza en Su Cabeza, en el Papa, y que continúa en los demás, que imitan lo que obra el Papa. No se puede imitar las obras de un hereje sin caer en su herejía. No se puede pensar lo que piensa un hereje sin caer en el pecado de herejía. Ni el pensamiento ni la obra de un hereje pertenecen a la Iglesia, porque no son ni la Mente de Cristo ni Su Obra de Redención en su Iglesia. Son otra cosa. Sólo en la verdad se obra el amor; en la mentira, en la falsedad, en el error, en la duda, en la oscuridad, sólo se obra el odio, la maldad, la abominación.

Son tres pecados distintos, que producen tres caminos:

El camino de la herejía: obedeciendo la mente de un hereje.

El camino de la apostasía de la fe: obrando con la voluntad de un hereje.

El camino del cisma: viviendo fuera de la ley de Dios, como el hereje.

Tres cosas son las que se ven en el Vaticano. Tres maldades. Y cada cual es un abismo de pecado; es decir, contienen muchos pecados diferentes.

El pecado de cisma: el gobierno horizontal. Un organismo exterior al Papado, contrario a la autoridad divina del Papa. Impuesto por la autoridad de los hombres. Que conduce a toda la Iglesia, a todo el Rebaño, fuera de la Iglesia. FUERA.

Bergoglio está levantando su nueva iglesia: quien esté en esa nueva estructura no pertenece a la Iglesia. No puede.

Por eso, es tan peligroso ver la cuestión Bergoglio como una opinión en la Iglesia. Eres libre de creer si Bergoglio es Papa o no es Papa. Libre para creer o no creer. En la Iglesia no se da esta libertad, porque Pedro es un dogma, una verdad objetiva. Por lo tanto, cada alma, en la Iglesia, sabe si Bergoglio es o no Papa. Cada alma lo CONOCE.

Pedro no es una verdad histórica: la Iglesia no se merece a Bergoglio como Papa. No es una verdad que venga de la historia de los últimos acontecimientos y que haya que aceptarla como inevitable.

La Iglesia sólo se merece el Papa que Cristo da. Y sólo a ese Papa. Por lo

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tanto, la Iglesia sólo se merece al Papa Benedicto XVI. Y a nadie más. Porque no hay nadie más. No existe el Papa emérito. Lo emérito está fuera del dogma del Papado. No se puede llamar a Benedicto XVI como Papa emérito. Es un pecado llamarlo así.

Benedicto XVI es el Papa de la Iglesia Católica: el legítimo, el verdadero. Punto y final.

¡Esta es la verdad objetiva que nadie sigue! ¡NADIE!

Todos creen en el lenguaje humano: nos inventamos el nombre de emérito. ¡Qué nombre más bello, más bonito!

Nadie en la Iglesia es libre para creer o no creer.

Nadie en la Iglesia es libre para llamar a Bergoglio como Papa.

La verdad no es libre, sino que obra la libertad cuando es aceptada.

Nunca la verdad es libre. Por eso, la mente del hombre no es libre para pensar lo que quiera. Ha sido creada para la Verdad. Y sólo para la verdad. La voluntad del hombre es la que la puede sacar de esa verdad objetiva

Quien llama a Bergoglio como Papa está pecando. Ya es esclavo de su pecado.

Nadie, en la Iglesia, puede obligar a aceptar una verdad, pero sí todos pueden atacar a aquel no la acepta.

No aceptar una verdad es destruir la Iglesia. Si eres Iglesia tiene que luchar contra aquellos que la destruyen.

No puedes conformarte diciendo lo de todos: Bergoglio es Papa; Juan Pablo II es santo, Benedicto XVI es el Papa emérito, etc..

Para implantar una idea en la Iglesia es necesario vivirla: eso es lo que produce el pecado de cisma. El cisma es siempre una obra fuera de la verdad, ejercida por un poder, avalada por un poder.

Es lo que los Cardenales han puesto en un Cónclave: la vida del cisma. Un hombre, con un poder humano, que está levantando un edifico que no es la Iglesia. Y la gente, pronto, se conforma con esas obras, con esa vida de ese personaje.

Bergoglio vive su vida de herejía. No sólo tiene la mente de un hereje; no sólo obra con la apostasía de la fe, llevando fuera de la fe a muchos con sus obras humanas, materiales, sociales; sino que vive su vida y otros la imitan sin ningún problema.

Bergoglio vive su humanismo. Y esto es lo que le encantan a muchos católicos: un Papa humano, que se ocupe de los marginados, de los machacados, de los que están el periferia. Católicos que no ya no saben pensar su fe, sino sólo vivir imitando a los hombres, lo que ven en los otros.

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La gente imita a Bergoglio: este es el pecado de cisma. ¿Con qué autoridad lo imitan? Con el poder humano de Bergoglio. Como Bergoglio es el Papa, entonces se puede hacer. Ya no interesa el argumento. No interesa si esa obra se puede o no se puede hacer.

Bergoglio ha bendecido hojas de cosas, entonces los Obispos y los sacerdotes también pueden hacer esa clase de bendición. Es la vida lo que se imita siempre al principio.

Que Bergoglio dice que hay que dar de comer a los pobres, ocuparse de los enfermos, de los ancianos, etc… Pues eso es lo que hay que vivir en la Iglesia: la dictadura del proletariado. Si no hace eso, te echan del sacerdocio.

Bergoglio no llega a la gente por su palabra: es un idiota en su mente y un estúpido en su palabra.

Bergoglio llega por su vida. Y sólo por eso. Y arrastra por el poder humano que tiene en su gobierno horizontal. Si no lo tuviera, a Bergoglio nadie le haría caso.

El pecado de cisma lleva al pecado de apostasía de la fe. Si se vive sin ley, en el pecado, entonces se obra siempre el pecado. El alma se va apartando de la Voluntad de Dios. Y quien obra el pecado de apostasía, va pensando en la mentira; medita el error. Y lo pone como verdad, cometiendo así el pecado de herejía.