MARZO 2010 El arte de complicarse la vida - … · como un lienz o en b lanco , aco ge nuestr as...

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Marzo 2010 EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO 1 Poke Rafferty es escritor. Vive en Bangkok con su novia Rose, ex bailarina de un club de striptease (en efecto, ex-lo que ustedes están pensando), y con Miaow, una niña acogida por Rose que puede permitirse el pequeño lujo de elegir su edad, nueve años, y la fecha de su cumpleaños, aunque seguramente no pueda librarse nunca del recuerdo de su vida en la calle (también aciertan con lo que están pen- sando). La vida transcurre más o menos sosegada para este singular y desde luego encantador grupo humano. Rose dirige una empresa de limpiezas a domicilio cuya plantilla está inte- grada por muchas "ex" que han decidido li- brarse de la sordidez y explotación de su an- terior oficio. Miaow lleva una existencia con- vencional y se siente protegida y querida en su nueva familia. Poke, como escritor que no puede evitar ser, es algo más extravagante: ha contratado los servicios de unos cuantos de- lincuentes, mafiosos, espías y gente de pare- cida catadura, para que le instruyan en las ar- tes del gremio. Es uno de esos escritores anglosajones para los cuales Nulla sapiencia sine experiencia. De cualquier forma, todo parece estar bajo control. Hasta que un día... Todas las buenas historias empiezan con un fenomenal "pero" interpuesto en la vida de los personajes. Surge el conflicto y se des- encadena el argumento. En El cuarto observa- dor es de agradecer la sutileza e imaginación, el esmero con que Timothy Hallinan trama y ejecuta las condiciones bajo las cuales la vida de Poke Rafferty va a convertirse en una ver- tiginosa carrera, huyendo de la muerte y per- siguiendo su salvación y la de quienes ama. Digo que es de agradecer porque la verosi- militud en este tipo de narraciones, o género si se prefiere (el puro thriller contemporáneo), es virtud literaria bastante complicada de en- contrar. Si el argumento de El cuarto observa- dor se formula de manera más espectacular, por ejemplo: "Tailandia - Un escritor y su no- via exprostituta se ven involucrados en el trá- fico de rubíes y en una guerra interna entre falsificadores de moneda, por lo que comien- zan a ser perseguidos implacablemente por las mafias china, tailandesa y coreana...", lo más seguro es que el lector se suponga ante una novela de aventuras difícilmente creíble aunque entretenida. Mas el arranque de esta obra es pausado, de ritmo doméstico, deteni- do en los perfiles psicológicos de los perso- najes (acaso grata influencia de Le Carré, maestro indiscutido), para crear un ambiente de cómoda intimidad, esa conformidad con el entorno que siempre resulta aparentemen- PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 13 MARZO 2010 El arte de complicarse la vida te sólida a los personajes y llena de inquietud al lector, porque éste sabe que tarde o tem- prano aparecerá un capítulo titulado. "Puede que tengamos un problema". Hilvanar cuida- dosamente, con una prosa fluida y en ocasio- nes brillante, cada uno de los pasos que lleva- rá el relato de la "normalidad" a la vorágine de la acción desatada, es otro acierto del au- tor que agradecen sobre todo quienes, como un servidor, no son incondicionales seguido- res del género. Sin embargo, una idea rectora se impone sobre las limitaciones (y la ampli- tud, evidentemente), propias de una historia como El cuarto observador: la asombrosa capa- cidad para complicarse la existencia que tie- nen los seres humanos, una inclinación casi fatídica hacia el desastre que, por tomárnoslo filosóficamente, resumiría nuestra bien acer- tada intuición de que en la vida, sucedan como sucedan las cosas, al final todo acaba mal. Hay verdaderos hallazgos literarios en torno a esta idea, como la fantástica sentencia de una de las empleadas de Rose, la cual se queja de que un cliente la mira demasiado mientras se de- dica a las faenas de limpieza: "Si pudiera de- jarme el trasero en casa, se acabaría el pro- blema". Si pudiéramos desposeernos de cuanto so- mos y nos obstaculiza, de aquellos rasgos de la naturaleza humana que nos abocan sin re- medio al conflicto... si pudiésemos dejar en casa no sólo el trasero sino la vanidad y la torpeza, el orgullo, la codicia y la impostura, probablemente seríamos mucho más felices, dormiríamos en completa beatitud, la vida sería como un largo río tranquilo, como una eterna tarde de domingo. Y no habría litera- tura. Timothy Hallinan nos recuerda con esta novela que vivir, ante todo, significa encarar un enorme reto. Quien lo acepta, siente el pulso de los días. Quien decide renunciar, para su desgracia descubre que las reglas del jue- go no contemplan esa opción. Al final, siem- pre queda la misma enseñanza: Vivir es ries- go. Lo demás, simulacros que llevan invaria- blemente al fracaso. EL CUARTO OBSERVADOR, TIMOTHY HALLINAN. EDITORIAL VIA MAGNA COLECCIÓN: VÍA MAGNA TRILLER, BARCELONA, 2010 412 PÁGINAS 18.95 EUROS JOSÉ VICENTE PASCUAL

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Marzo 2010

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 1

Poke Rafferty es escritor. Vive en Bangkokcon su novia Rose, ex bailarina de un club destriptease (en efecto, ex-lo que ustedes estánpensando), y con Miaow, una niña acogida porRose que puede permitirse el pequeño lujode elegir su edad, nueve años, y la fecha de sucumpleaños, aunque seguramente no puedalibrarse nunca del recuerdo de su vida en lacalle (también aciertan con lo que están pen-sando).

La vida transcurre más o menos sosegadapara este singular y desde luego encantadorgrupo humano. Rose dirige una empresa delimpiezas a domicilio cuya plantilla está inte-grada por muchas "ex" que han decidido li-brarse de la sordidez y explotación de su an-terior oficio. Miaow lleva una existencia con-vencional y se siente protegida y querida ensu nueva familia. Poke, como escritor que nopuede evitar ser, es algo más extravagante: hacontratado los servicios de unos cuantos de-lincuentes, mafiosos, espías y gente de pare-cida catadura, para que le instruyan en las ar-tes del gremio. Es uno de esos escritoresanglosajones para los cuales Nulla sapiencia sineexperiencia. De cualquier forma, todo pareceestar bajo control. Hasta que un día...

Todas las buenas historias empiezan conun fenomenal "pero" interpuesto en la vidade los personajes. Surge el conflicto y se des-encadena el argumento. En El cuarto observa-dor es de agradecer la sutileza e imaginación,el esmero con que Timothy Hallinan trama yejecuta las condiciones bajo las cuales la vidade Poke Rafferty va a convertirse en una ver-tiginosa carrera, huyendo de la muerte y per-siguiendo su salvación y la de quienes ama.Digo que es de agradecer porque la verosi-militud en este tipo de narraciones, o génerosi se prefiere (el puro thriller contemporáneo),es virtud literaria bastante complicada de en-contrar. Si el argumento de El cuarto observa-dor se formula de manera más espectacular,por ejemplo: "Tailandia - Un escritor y su no-via exprostituta se ven involucrados en el trá-fico de rubíes y en una guerra interna entrefalsificadores de moneda, por lo que comien-zan a ser perseguidos implacablemente porlas mafias china, tailandesa y coreana...", lomás seguro es que el lector se suponga anteuna novela de aventuras difícilmente creíbleaunque entretenida. Mas el arranque de estaobra es pausado, de ritmo doméstico, deteni-do en los perfiles psicológicos de los perso-najes (acaso grata influencia de Le Carré,maestro indiscutido), para crear un ambientede cómoda intimidad, esa conformidad conel entorno que siempre resulta aparentemen-

PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 13 MARZO 2010

El arte de complicarse la vida

te sólida a los personajes y llena de inquietudal lector, porque éste sabe que tarde o tem-prano aparecerá un capítulo titulado. "Puedeque tengamos un problema". Hilvanar cuida-dosamente, con una prosa fluida y en ocasio-nes brillante, cada uno de los pasos que lleva-rá el relato de la "normalidad" a la voráginede la acción desatada, es otro acierto del au-tor que agradecen sobre todo quienes, comoun servidor, no son incondicionales seguido-res del género. Sin embargo, una idea rectorase impone sobre las limitaciones (y la ampli-tud, evidentemente), propias de una historiacomo El cuarto observador: la asombrosa capa-cidad para complicarse la existencia que tie-nen los seres humanos, una inclinación casifatídica hacia el desastre que, por tomárnoslofilosóficamente, resumiría nuestra bien acer-tada intuición de que en la vida, sucedan comosucedan las cosas, al final todo acaba mal. Hayverdaderos hallazgos literarios en torno a estaidea, como la fantástica sentencia de una delas empleadas de Rose, la cual se queja de que

un cliente la mira demasiado mientras se de-dica a las faenas de limpieza: "Si pudiera de-jarme el trasero en casa, se acabaría el pro-blema".

Si pudiéramos desposeernos de cuanto so-mos y nos obstaculiza, de aquellos rasgos dela naturaleza humana que nos abocan sin re-medio al conflicto... si pudiésemos dejar encasa no sólo el trasero sino la vanidad y latorpeza, el orgullo, la codicia y la impostura,probablemente seríamos mucho más felices,dormiríamos en completa beatitud, la vidasería como un largo río tranquilo, como unaeterna tarde de domingo. Y no habría litera-tura. Timothy Hallinan nos recuerda con estanovela que vivir, ante todo, significa encararun enorme reto. Quien lo acepta, siente elpulso de los días. Quien decide renunciar, parasu desgracia descubre que las reglas del jue-go no contemplan esa opción. Al final, siem-pre queda la misma enseñanza: Vivir es ries-go. Lo demás, simulacros que llevan invaria-blemente al fracaso.

EL CUARTO

OBSERVADOR,TIMOTHYHALLINAN.EDITORIALVIA MAGNACOLECCIÓN:VÍA MAGNATRILLER,BARCELONA,2010412 PÁGINAS18.95 EUROS

JOSÉ VICENTEPASCUAL

Marzo 2010

2 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Se hace camino al andar. Este sencillo verso deMachado nos coloca ante la dialéctica, elconstante fluir de las cosas, esa terrible huidahacia delante que construye la vida y, al mismotiempo, la endereza hacia su consumación.Creamos, pues, la vida, paso a paso, golpe a golpe,verso a verso; y la vida, al hilo de la última pisada,se redime de su fugacidad gracias a la memoria.

Con estos materiales, Isabel de Rueda (Jerezde la Frontera, 1962) ha escrito su último libro,Pisadas sobre lienzo, cimentado no obstante en laelegancia vaporosa y sugerente que, a propósitode Tu silencio en voces, le valiera el elogio de lacrítica. Fue Mauricio Gil Cano quien definió suescritura como una poética del ensueño, aludiendoa la atmósfera que, unívoca y perfecta, envolvíaal conjunto, imprimiéndole un halo de tenueromanticismo, a la sombra –remota, eso sí, sinpermitir que ocultase su propia voz– deBécquer, Machado y Juan Ramón, sumándosea la estirpe que, como dijo Fernando Ortiz, haforjado los rasgos distintivos de buena parte dela poesía andaluza. Un profundo lirismo, quebusca su agnición en la naturaleza y se expresaa través de la luz, el color y el aroma, expande lamirada de la autora, cuya paleta literaria -si seme permite el símil pictórico- siente predilecciónpor los tonos tenues y consigue plasmarse en elpoema con palabras sencillas, de esas quecomparecen en el texto sin hacer ruido nilevantar el polvo, rozando lo nombrado,temerosas acaso de su profanación.

Isabel es así y así es su poesía: auténtica, en lamedida en que logra expresarse a sí misma,evitando incurrir en dos tópicos peligrosos: elsolipsismo, por una parte, que suele resolverseen la autofagocitación del yo lírico, y laimpostura, por otra, que acaba muchas vecesanulando la voz del poeta o lo arroja al abismodel amaneramiento y la clonicidad. Gusta, porello, recalar en los versos de Isabel de Rueda ysentirse a merced de una propuesta estética enque el ensueño es ley y la palabra es norma. Conesta matemática, el poema se hincha como unavela al recibir el soplo de la música, acompasadasiempre por el latido casi imperceptible delcorazón. De este modo, el navío poéticoemprende su periplo, surca con mansedumbrelas aguas más bravías y mantiene, no obstante,una suave velocidad de crucero, cabeceandoapenas, inmune acaso a las acometidas.

Pienso que hay que ser buzo y lanzarse a las propiasaguas, dijo en cierta ocasión. La poesía, en efecto,puede ser concebida como un ejercicio deexploración del yo. También de ocultación, perono es éste el caso, por más que la voz lírica,escondida detrás de la puerta, mire la realidadpor una rendija, no para enmascararse sino paraevitar que su presencia pueda alterarla y, conello, falsear su conocimiento y desnaturalizar suexpresión. En esto consiste para ella ladeslumbrante transparencia que anida en elpoema, un pequeño -o no tanto- universo en elcual se contiene el misterio de la existencia y, enpalabras de la propia autora, el deseo de transgredirese espacio limitado que a todos nos envuelve.

Dialécticay poesía

En torno aPisadas sobre lienzo,

de Isabel de Rueda

La idea de transgresión aparece con muchafrecuencia en el discurso de Isabel de Rueda.Conviene, sin embargo, aclarar que el conceptono apunta en su poesía al ámbito moral sino alestético y metafísico. Transgredir, en efecto, siatendemos a su etimología, significa ir más lejos,marchar más allá de. Se trata de una idea que, ensí, da mucho juego, pues constituye, de entrada,una declaración de propósitos y una cosmología.

Lo primero, sin duda, nos conduce a unprincipio irrenunciable: la poesía, como actocreativo, supone siempre un salto hacia delante;y si el poeta, como el trapecista, se arroja desdeel trapecio de la tradición literaria hacia losbrazos que le tiende el futuro, queda en medioel tirabuzón, la pirueta que corta el resuello alos espectadores; el asombro, en definitiva, anteel hallazgo, es decir, la pericia de un vuelo que,en palabras de María Zambrano, deberáconducirle al tiempo del sueño, del deseo, y a laanticipación de la realidad.

Lo segundo, naturalmente, nos regresa a unaidea que mencioné al principio: la dialéctica, queno es sino la forma en que todo camina haciadelante, partiendo de un pasado que todo lo vadevorando, pero que, sin embargo, viaja ennuestro magín hacia el futuro, gracias a lamemoria.

Nos hallamos así ante una de las grandesobsesiones que alimentan el discurso poéticode Isabel. De la memoria encajada es el título deuna de sus obras. El ejercicio de la evocaciónaparece como algo consustancial a la vida yconciencia, a su vez, de la misma. Sin ella, ni elespacio ni el tiempo tendrían razón de ser ni lavida, reducida a fenómeno biológico, podríaconstituirse en existencia, es decir, biografía.

Pisadas sobre lienzo es la metáfora, lúcida y bella,de estas reflexiones. La existencia, concebidacomo un lienzo en blanco, acoge nuestras huellasal pisarlo. De este modo escribimos la historia,de la misma manera que creamos el arte, pueslo uno y lo otro convergen en aquella limpísimasuperficie, que espera ser hollada para poderexistir.

El libro, dividido en tres partes, biendelimitadas, cuyos títulos se limitan simplementea ordenar (primera pisada, segunda..., tercera...),evidencia, de entrada, una distribución delespacio poético, asignándose los 13 primerospoemas al conocimiento, los 16 que le siguen alamor y, por último, los 6 restantes al dolor, pormás que interactúen estos temas y atraigan a sucampo otras ideas, conjurándose así cualquierriesgo de estancamiento y evitando igualmenteel de incurrir en lo monotemático.

Por sus versos desfilan lo divino y lo humano.Lo humano, sobre todo, y el amor comoemblema, porque sin él nada sería posible.

Resumiendo: Isabel de Rueda consolida coneste libro la imagen que la acredita como unapoeta con voz propia, cuya obra, pulida conesmero, se ensancha paso a paso y mira, comosiempre, a los adentros, esa gran factoría dondese forja el conocimiento y se templa su música.Alejada de sinecuras y mercadeos, atentaúnicamente al radar que detecta la belleza, vagestando su obra, introduciendo en ella toda laluz que cabe en su mirada. Como todo poetaverdadero, es, sin duda, un vestigio de otra vidamás pura.

Muchos son, desde luego, los motivos porlos que sobrecoge su poesía. A menos que, comoAlicia, el personaje más desvalido de Entre visillos

DOMINGOF. FAILDE

Cultura/Poesía

Marzo 2010

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 3

LA POETAJEREZANAISABELDE RUEDA,AUTORADE PISADAS

SOBRE

LIENZO,PUBLICADOPOR EHEDITORESEN SUCOLECCIÓNHOJAS DEBOHEMIA

–esa obra maestra de Carmen Martín Gaite–,un río sea tan sólo agua que corre, e incapaces dever las diferencias que el devenir imprime a lacorriente, no menos que a la vista de quien loobserva, dejemos escapar el aura de las cosas,su inefable misterio, su belleza, no nos puedepasar desapercibida esa escalofriante serenidadcon que Isabel de Rueda asienta su mirada en elpoema, allegando al discurso la visióntotalizadora que le hace exclamar, como a losclásicos, que nada de lo humano le es ajeno.

Y, en hablando de ríos, asoma sus espumasmitológicas el de Heráclito, que es un cristalcambiante, a cuya constante versatilidad debeel hombre la ciencia y la experiencia, cuantotambién la sana tolerancia que implica el ejerciciode pensar y obtener como conclusión la certezaabsoluta de que lo absoluto no existe, que todoes relativo y está sujeto al cambio. Pero en elcaso de Isabel de Rueda, el torbellino ancestralde esta danza, inspiradora de las de la muerte,allá por el medievo, viene a darse de bruces conel asombro que mana sin cesar de esta poeta,para quien la poesía nace directamente de lacontemplación del misterio gozoso que, al pasarfugazmente, encuentra en su pupila un celosonotario que da fe o una maga que, a golpe depalabras, lo conduce a la eternidad y, a bordode un papel, tan frágil y ustible, le imprimerobustez y transparencia. La realidad, en susmanos, se ha convertido en poema.

Pisadas sobre lienzo es la crónica lírica de esteprodigio. El camino del ser en la propiaexistencia. Pero también las huellas de sus pasos,pues si no las dejamos impresas ¿quién darátestimonio de la vida?

Como a estas alturas de la película literaria grana-dina no vamos a descubrir gran cosa sobre el mundi-llo poético en nuestra ciudad, Andalucía o España,

nos dedicaremos en estas líneas a enumerar impre-siones que un lector cualquiera, que maneje unascuantas claves, pudiera extraer de un libro como el

que ahora tratamos.1º.- Tras una veintena de poemarios, nueve obras

de teatro y un libro de memorias, a nadie se le escapa

que Morón, junto con otros poetas de su quinta (pen-semos en Narzeo Antino, Antonio Carvajal…), co-nocen y enriquecen el mundo poético en el que se

mueven: la tradición española de corte renacentista-barroca, con sus elementos, elaboraciones ytrampantojos no tiene secreto para ellos y les sirve

para concretar un mundo en el que el poeta, lejos dellegar al mutismo, se aposenta como cronista frentea lo perecedero.

2º.- La paradoja entre el título y el contenido (losSonetos al silencio… son cien) se resuelve en una divi-sión de seis temas principales, en los que el poeta no

se separa de los grandes asuntos de la poesía,reelaborando tópicos y ampliando su riqueza imagi-nativa que ya demostrara con solvencia en títulos

como Sereno manantial, Despojos o Senderos de Al-Andalus.

3.- Los maestros reconocibles entre los versos deMorón son de primera categoría: entre Garcilaso,

Lope o Góngora, Quevedo y Villamediana, recono-cemos la musicalidad de Rubén o el dolor trasegadopor lo puro humano de César Vallejo.

4º.- Morón es lector y poeta: reescribe ciertos tó-picos, como dijimos, de las letras españolas que semuestran una y otra vez durante la historia de nues-

tra literatura, y que, de manera intransferible, llegana conformar una serie de símbolos (quizá el bronce,por extensión, sea una personal alegoría de la edad y

el paso del tiempo, recurso tan característico enMorón) que apoyan la lectura y la hacen apacible,segura y solvente.

5º.- Los temas en los que se divide el libro sondiáfanos, así los títulos de las partes, nos van dandoidea de qué nos vamos a encontrar: Naturaleza, Del

amor, Existencial, Intimidad, De la vencida edad, Desola-ción: plenitud ante el mundo, personal y problemáti-co hasta que el paso del tiempo que nos acerca a la

muerte (o, mejor, la idea de un final) aparece, comoiremos viendo.

6º.- Si hemos disfrutado de otros títulos de Morón,

veremos que la elegancia es una de sus fundamenta-les máximas: el soneto (si mal no contamos en estelibro, 39 en versos alejandrinos y el resto en

endecasílabos) es la forma elegida para, a través de lacontención que se impone desde el endecasílabo y laforma propia de la construcción elegida, o el fluir

musical y más denso del alejandrino, no desistir delideal de belleza y comunicación, sin por eso ser ro-cocó o vacuo, y escribir para tres elegidos: conten-

ción, elegancia y maestría que aportan metáforasabarcadoras de mundos tan dispares como lo rural ylo urbano, sin perder rigor y fuerza el mensaje que

desea comunicar.7º.- A través de la naturaleza, a la que el poeta

respeta y venera como punto de partida y del bronce

–símbolo o alegoría del tiempo y la edad que se fue–el poeta nos muestra un mundo pleno de los cuatroelementos –aire, tierra, fuego y agua– donde el líqui-

EL POETA

GRANADINO

ENRIQUE

MORÓN,

AUTOR DE

SONETOS

AL SILENCIO

Sonetos al silenciode Enrique Morón

do forma parte de una imaginería que nos acompa-ña durante la lectura de todo el libro, ya sea para

mecernos con suaves olas, o para asaltarnos el cora-zón con oleajes incontrolables.

8º.- La dicotomía entre campo y ciudad, se resuel-

ve en pos del primero: hay un elemento salvador enlo verde, en la flor, en el árbol que da savia, contra-puesto a calles y callejones que hacen que el autor

recuerde la «inhóspita ciudad» ya descrita anterior-mente en otro poemario.

9º.- Pero no nos engañemos: la belleza que Morón

nos recita íntimamente, está filtrada por un tamizinsoslayable para cualquier persona: la memoria. Ladisuasoria idea del olvido no es posible ante tanta

realidad como Morón quiere expresar: el poeta sesigue sintiendo ajeno a Un mundo donde todo es objeto deculto:/ lo soez, lo vulgar, lo inhóspito, el insulto… […] Son

las secuelas del capitalismo frío,[…]. La experiencia vivi-da y su recuerdo, el amor soñado y el logrado, lapoesía y el reconocimiento… la muerte imposterga-

ble, porque estamos vivos y es trágico saberse finito.10º.- El amor puede salvar: Pues prefiero vivir tu in-

diferencia,/ o sucumbir en tu maledicencia,/ que padecer el

vals de tu partida.; el poema anegado de tiempo, tam-bién: Después fueron llegando los días más serenos/ y aprendía contenerme y a modular los versos/ con precisión, con cal-

ma, sin ansias y sin prisas. Otro elemento salvador, mastambién atravesado por la espada cruel del tiempo,es la amistad tan presente en la poética de Morón y

su círculo (J. J. León, J. Lupiáñez, F. de Villena, A.Enrique, M. Aparicio, Á. Moyano…) que llega a de-cir a sus amigos:

De todo cuanto fue, de cuanto ha sido sólo queda un recuerdo, una pavesa;

rincón del llanto, sombra del olvido.

Y nada puedo hacer, la ligereza

del tiempo nos invade. La tristeza de violetas me dio su colorido.

En conjunto, ni mucho menos un testamento poé-tico como anuncian algunos versos (Es la edad de deciradiós a tantas cosas…), y sí mucho más un poemario

que anuncia cambios que pudieran ser profundos enMorón: Éstos son otros tiempos, pues antes escribía/ a to-das las criaturas de la naturaleza…

Un relámpago (denso y magistral) más, de un poetaque lleva Anclado a la poesía serena y madura, desdeantes de El bronce de los días.

JUANPEREGRINAMARTÍN

Cultura/Poesía

Marzo 2010

4 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Se cumplen doscientos años desde quenació Chopin. Yo no sé nada de música perola amo profundamente y me ha hecho vivirmiles de vidas. Y para mí Chopin es lo esencialde la música. Cuando tenía cinco años mistíos tenían un tocadiscos y solo un disco deChopin y ya ese nombre fue magia en misoídos. Mucho tiempo después visitéZelawowa Wola, la aldea de Polonia dondenació. Era un domingo por la mañana y habíauna concertista japonesa tocando susnocturnos. Y visité la casa de Chopin en lavía real de Varsovia. Y allí escribí: «Chopin esel músico de mi vida». En otro tiempo visitéla cartuja de Valldemosa, en Mallorca, solopara pisar los lugares que él pisó. Me asomé auna balconada oscura sobre unos jardinesdesde el cuarto donde él trabajaba. Y hacepoco me maravilló encontrarlo en elcementerio Pere Lachaise de París. A mí lamúsica me hace sentir la vida, me descubrelos secretos de mi interior, me revela lo queno puede decirse de otro modo. Me hace serextraño y yo mismo infinitas veces. Y Chopinmejor que nadie. El representa lo mejor delromanticismo. Que es, como decía Novalis,indicar lo infinito detrás de lo finito, lo ocultodetrás de lo visible. Ya no se trata de grandessinfonías, de construcciones artificiales ointelectuales, de síntesis abstractas. Se tratade fragmentos, de lo que aporta cada

En el volumen La memoria simétrica (Huerga&Fierro Ed) nos ofre-ció Ricardo Bellveser una antología de su producción poética desde1977 hasta 1993. Con posterioridad publicó los poemarios Julia enjulio y El agua del abedul. A todos estos títulos he dedicado ya mi aten-ción crítica y puedo afirmar que el tema central de la poesía de esteautor valenciano es la tristeza originada por la pérdida de la juventud.

Acaba ahora de aparecer, avalado con el premio «Gil de Biedma»,su libro Las cenizas del nido, una obra de inusual profundidad en lapoesía de hoy, un libro marcado por el desgarramiento, una reflexiónestremecedora sobre el tiempo, el olvido y la fugacidad de todo, salvoel arte. El argumento de la obra es el enfrentamiento del poeta con laantigua casa paterna donde ya nadie vive y donde se acumulan, enespera de ser saldados, muchísimos objetos que un día poseyeron susentido y que al presente son sólo «rescoldos, pecios y trastos de atrezzo,de una comedia acabada a la fuerza, con desgana, con un dolorosofinal previsible y torpe». Impresionante, en verdad, el texto con el quearranca el libro («Lo que quedaba de ellos») e impresionantes muchosde los poemas que conforman sus páginas. Pero, al contrario de loque pudiera pensarse, Las cenizas del nido no es una obra marcada porla nostalgia. Ricardo Bellveser no se recrea apenas en el pasado; mirasiempre adelante; para él detenerse es morir y por ello se aferra a lacerteza de que sólo le «queda una sombra de futuro». Es la visiónpropia de un vitalista, de un buscador. Y en esta búsqueda, con admi-rable sinceridad y con tono confesional, el poeta nos va dejando jiro-nes de sí mismo. Sabe que, como esos emigrantes de color que pue-blan hoy nuestras ciudades, todos somos exiliados ya hasta el fin des-de el momento en que se arrasa el nido, la casa paterna.

El estilo poético de Ricardo Bellveser resulta de una gran moderni-dad y fuerza. Símiles y metáforas originalísimas se suceden sin dejardescanso al lector en versos que fluyen y se encadenan con agilidad.

Un vitalista,un buscador

EL POETA RICARDO BELLVESER

A veces, también se recurre a la intertextualidad, como en el caso delpoema «Anciana tras la ventana» donde algunos versos de Garcilasocobran un sentido completamente nuevo al cambiar de contexto.

La segunda parte del poemario contiene diversas reflexiones: sobrela inmortalidad, sobre la vejez y sobre el arte, la única tabla de salva-ción a la que se aferra el poeta. Comentaba al principio que Las cenizasdel nido ha logrado el XIX premio «Gil de Biedma»; considero de jus-ticia que se alce también con el premio nacional de poesía.

Chopin, noche en silencio

EL ESCRITOR ANTONIO COSTARINDE TRIBUTO A CHOPIN,SU ÍDOLO EN LA MÚSICA,ANTE SU TUMBA,EN EL CEMENTERIOPERE LACHAISE DE PARÍSFOTOGRAFÍA DE CONSUELODE ARCO LOZADA

momento, contradictorio, fugaz, inclasificable.Sin encerrar en esquemas, sin dirigir conintenciones. Solo escuchar la vida como hablaella misma, con sus caprichos, con susirreductibilidades. Se trata de acercarse alsilencio, de callar uno mismo y escuchar loque diga la existencia. Por eso dice Pasternakque Chopin no hace trampas. Chopin provocalo mismo que Rilke: que el más mínimoinstante parezca extraño y profundo. Y se tratade situarse en la noche. Porque en ella surgelo que está más callado, se siente más que semira, se palpa más que se dibuja. La verdaderamúsica pertenece a la noche. Y nadie lomanifiesta mejor que Chopin en sus Nocturnos.Y también Chopin se acerca a las creacionespopulares, que son pura autenticidad (antesde que las manipule la cultura industrial),emoción sencilla, surgir inconsciente, comoen las Mazurcas. Y escucha el sentir de su pueblopolaco, que todos los imperios quisieron aplastar,que los poderosos intentaron barrer, pero siguelatiendo como la noche, en las Polonesas. Una deellas es especialmente memorable, nos lleva alos rincones más recónditos de la celebración yla nostalgia. Todo ello sin retórica, sin dirigirsea las galerías ni a las academias. Componermúsica como se habla a alguien al oído, comose esbozan confidencias en la noche. Sigamosa Chopin en sus leggerisimos como los reflejosdel alma.

FERNANDODE VILLENA

ANTONIOCOSTA

Cultura/Poesía / Viaje

Marzo 2010

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 5

En mi paseo de hoy me acompaña donPróspero Merimée. Quiero decir uno de suslibros, su inolvidable Teatro de Clara Gazul. Unadeliciosa obrita con doce pequeñas piezas deteatro, (teatro más para ser leído que repre-sentado), que tienen por escenario distintasciudades de España: Granada, Toledo, Sevi-lla, etc. Lo escribió Merimée cuando sólo te-nía veinte años y únicamente conocía Espa-ña de referencias. Esas referencias procedíande los hermanos Hugo, Abel y Víctor, sobretodo del primero, que sí conocían España dehaber vivido en ella.

Abel y Víctor eran hijos del general JosephHugo, amigo y protegido de José I de Espa-ña, rey culto y bondadoso, pero intruso. Abelhabía nacido en 1798; Víctor, que despuéssería universalmente famoso, en 1802. Entreambos estaba Eugenio, nacido con el siglo:1800. Cuentan que Víctor fue concebido enun paseo que sus padres hicieron a la cimamás alta de los Vosgues, detalle que se com-pleta con otro muy significativo: el museo quelleva su nombre se encuentra en París, preci-samente en la plaza de los Vosgues. Nació enBensaçon, capital del Franco Condado, don-de todavía quedaban abundantes vestigios desu época española, el 26 de febrero del men-cionado año. Su nombre también tiene unapequeña historia: es el mismo de cierto ami-go de la familia, Víctor Lahorie, padrino delniño, que, poco después, -¡oh ironías del des-tino!-, también sería amante de Sophie, la es-posa de Joseph Hugo.

Mucho antes de que este destacado militarpisara suelo español ya había ocupado impor-tantes puestos de responsabilidad, primero enFrancia y después en Italia; el más importan-te de ellos sin duda fue el de gobernador deAvellino, en Nápoles. De allí pasó a España.Llegó a Madrid llamado por el rey José I que,de la noche a la mañana, lo ascendió de co-mandante a general y, aunque en esa época elmatrimonio Hugo ya se había tirado más deuna vez los trastos a la cabeza y cada unotenía su respectivo «arreglo» fuera del matri-monio, el rey José consiguió que, al menos enapariencias, vivieran en Madrid como unmatrimonio normal. Para los niños Españafue el gran descubrimiento. Tanto Abel comoVíctor quedaron seducidos por el paisaje y lacultura española. Pero, debido a que, al cabode cierto tiempo, doña Sofía volvió a Paríscon los dos más pequeños -el matrimonio sehabía venido irremediablemente abajo-, serásobre todo Abel, el mayor de los hermanosHugo, que había quedado en España comopaje del rey José-, el que, ya derrotadoNapoleón y con el rey José, emigrado a Esta-dos Unidos y convertido en ciudadano co-rriente y moliente, va a ir divulgando entre laelite literaria del Paris de entonces todos losencantos de aquella España que tan precipi-tadamente ellos habían tenido que abando-nar. Tierra de contrastes, a la vez pobre y or-gullosa, con un pasado glorioso y un presen-te cada día más turbio, era para todos aque-llos jóvenes, ganados por el romanticismo dela época, todo un mundo por descubrir. Atodo esto un acontecimiento nuevo e impre-

Merimée

PROSPERO MERIMEE

visto vino a dar más actualidad al tema deEspaña: la intervención francesa, orquestadapor la Santa Alianza, que muy pronto se co-nocería con el nombre de los «Cien mil hijosde San Luís»: invasión en abril de 1823 desesenta mil soldados franceses -los otros cua-renta mil los aportaría el país invadido-, almando del duque de Anguleme, todos movi-lizados para defender el absolutismo del reyNarizotas, quizás el rey más cobardón y de-testable que ha tenido España. Nadie lo haretratado tan bien como Tayllerand: «Sólo estádotado para el bordado de bolillos». Una vezmás la Francia culta y literaria se dividió endos: los partidarios y los que se oponen a talintervención. Entre estos últimos se distin-guió por su vehemencia Prosper Merimeé,joven abogado -aquel mismo año había ter-minado Derecho- y gran promesa de las le-tras francesas.

Ese mismo año apareció su primer libro,El teatro de Clara Gazul. De todos loscuentecillos de este libro el que a mí más meinteresa es el primero, titulado «Las tentacio-nes de San Antonio», cuya acción transcurreen los comienzos del siglo XVIII y en unaciudad que él tan sólo conoce por las refe-rencias de lo hermanos Hugo: Granada. Enesta Granada, para él desconocida y lejana,que muy pronto se convertirá en mito y em-blema de los románticos, una gitana, guapa ycautivadora, ha sido denunciada a la Inquisi-ción por hechicera. Recluida en las mazmo-rras del Santo Oficio, peligra morir en la ho-guera en solemne auto de fe, ya que las prue-bas son concluyentes, pero su belleza la sal-va: el inquisidor mayor de la ciudad termina

colgando los hábitos y huyendo con la gitanaa Gibraltar, recién conquistada por los ingle-ses. Es, qué duda cabe, el precedente másnotorio de Carmen, pero también la victoriadel amor sobre la obcecación religiosa de laInquisición. Eros triunfante de Tánatos, lacarne vencedora del fanatismo. No podía serde otra manera para un romántico.

¿Cómo nos cuenta todo esto Merimé? Aeste respecto prefiero traer a estas líneas laopinión ajena a consignar la mía. Valga la deAzorín. «El estilo de Merimeé -nos diceAzorín en su libro España y Francia- es sobrio,rígido, sin sentimentalidad». ¿Está usted se-guro de esto último, don José?

Hago una pequeña parada para leer un frag-mento de este libro. Es muy posible, pienso,que si Merimée pudiese ver en lo que ha que-dado aquella Granada de ficción y leyenda delos románticos, quizás se volviese apresura-do a la tumba. Ahora sólo es una ciudad ano-dina, desarbolada, sin vega ni jardines, salpi-cada de contenedores de basura, y con unode sus ríos convertido en cloaca y el otro cu-bierto de cemento. Es, en este sentido, dignade admiración la labor, callada y persistente,que la Confederación Hidrográfica del Gua-dalquivir, desde hace ya años, viene desarro-llando en pro del afeamiento y destruccióndel paisaje de los alrededores de Granada. En-tre los gerifaltes de la tal confederación y elactual Ayuntamiento han conseguido laurbitas insulsa perfecta: una ciudad pensadapara comerciantes y ejecutivos de teléfonoportátil que miran con desprecio a todo elque se para un instante a contemplar una es-trella o un atardecer.

FCO. GILGRAVIOTO

Cultura/Clásicos

Marzo 2010

6 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Escribió Rubén Darío unos famosos ver-sos que pertenecen a su poema «Lo fatal» yque comienzan diciendo: Dichoso el árbol, quees apenas sensitivo,/ y más la piedra dura porqueesa ya no siente,/ pues no hay dolor más grande queel dolor de ser vivo,/ ni mayor pesadumbre que lavida consciente. La poeta Dolors Alberola, resi-dente en Jerez de la Frontera, aunque nacidaen Sueca (Valencia) en 1952, obtuvo con Dellugar de las piedras (2009) el Premio Interna-cional de Poesía Alonso de Ercilla 2008.

Entiendo que la autora, que tiene en suhaber una larga lista de títulos y premios deamplia resonancia en nuestro país, ha queri-do con este título ubicar, situar, conceder unespacio a estos objetos que forman parte denuestra realidad más cercana y, por tanto, denuestra vida; así como creo entender, del mis-mo modo, que las piedras son para ella obje-tos dotados de una gran carga simbólica im-pregnada, así mismo, de gran contenido líri-co. El uso del objeto piedra como tal temapoético, podríamos decir que no es nuevo,que pertenece a una larga tradición literariaque se extiende desde la antigüedad hastanuestros días; pero lo que sí resulta novedo-so en este libro es el tratamiento que se da almismo tema y la atribución significativa conque se dota al mismo.

El intimismo poéticode Dolors Alberola

LA POETAVALENCIANA,

AFINCADAEN JEREZ

DE LAFRONTERA,

DOLORSALBEROLA,AUTORA DEDEL LUGAR

DE LAS

PIEDRAS,PREMIO

INTERNACIONALDE POESÍA

ALONSO DEERCILLA, 2008

Dolors Alberola ha escrito un librointimista porque sus versos hablan de un es-pacio interior rememorado, aunque pudo muybien ser vivido o experimentado con anterio-ridad. Para ello le es lícito convertir en alia-dos de esa mirada interior a seres y cosas quecobran sentido emocional para ella y que pue-den ser desde elementos de la naturaleza aedificios significativos, o desde determinadashoras del día a otras de la noche y, por su-puesto, al tiempo, al paso del tiempo; que ami entender se convierte en determinante.Digamos que la autora siente la necesidad deretener el tiempo, de atesorar en su interior ladelicadeza, hermosura y trascendencia de losmomentos que llenaron intensamente su es-píritu. Los poemas de este libro están atrapa-dos por esa rememoración acumulativa deinstantes vividos, dotados de trascendenciapor su alta significación emotiva, aunque nonecesariamente tengan que estar revestidosde especial solemnidad. Se trata del gozo so-segado del espíritu o de recreación pausadade la memoria. Es como si sintiera la necesi-dad de vivir más despacio para vivir más inten-samente los instantes con que la existencia nosregala. De lo contrario se tiene la sensación deque la vida se nos escapa y de que no podemosretener cuanto de valor hay en lo que vivimos.

Las piedras son símbolo para mí de resis-tencia frente al tiempo, de dureza e impertur-babilidad ante sus embates. En cierto senti-do representan la eternidad. A diferencia delos seres humanos, la dureza y resistencia dela piedra choca con la fragilidad de las emo-ciones y vivencias humanas, de cuyo efímeropaso sólo nos queda constancia en la memo-ria y en ella pueden ser atesoradas de algunaforma. No todas las emociones son positi-vas, ni siquiera las más intensas son las másfelices. Y del mismo modo, también las emo-ciones acercan al dolor y el dolor al desgastede vivir y, por consiguiente, a la muerte.

Del lugar de las piedras es un libro profundoporque nos habla de un mundo interior nosiempre fácilmente descifrable para el lectoro el crítico que se aventuran en su interpreta-ción. En él tiene un lugar destacado la pre-sencia de la mirada, pues a través de ella apre-hendemos la realidad circundante en toda sudimensión trágica y hermosa. Y, claro está,interiorizamos esa mirada que proyectamossobre la realidad circundante hasta convertir-la en memoria.

Dolors Alberola ha escrito un libro com-puesto en su inmensa mayoría de poemasextensos que dan curso a cierta disposiciónhacia la narratividad, con tendencia al des-ahogo de emociones que se agolpan en suinterior y pugnan por abrirse paso a través dela página en blanco. Su mundo interior a ellasola pertenece, aunque el lector siempre pue-de encontrar claves que le ayuden a descifrarel misterio oculto. Así, es obvio que en lostextos de este libro está muy presente el temadel amor; si acaso vivido como la más altarepresentación de la vida, pero también conla conciencia de su fugacidad, de su fragili-dad, de su contingencia. Del mismo modo,no podría dejar de mencionar el culturalismode sus guiños hacia el mundo clásico griego yromano o hacia la música clásica y el arte engeneral. Versos, igualmente, revestidos de unbarniz romántico que nos resulta tan finocomo elegante.

En estos poemas hay una imperiosa nece-sidad de atrapar el tiempo y con él las emo-ciones que nos hacen vivir día a día. Las pie-dras suponen la evocación de otras vidas quefueron vencidas por el tiempo y la muerte,pero en las cuales hay siempre algo que lastrae, que las devuelve a nuestra memoria o anuestra conciencia. Y a través de ese ejerci-cio, digamos que son mínimamente devuel-tas a la vida. Pero como decía el poeta nicara-güense, la piedra no siente, y el instinto natu-ral del ser humano le lleva a protegerse detodo aquello que pueda representarle dolor:el intenso dolor se saber su vida perdida ypasto del olvido.

Del lugar de las piedras es trasunto, finalmen-te, de lo caduco de toda vivencia humana, detoda existencia humana. Con delicadeza, consutiliza, así nos lo hace ver Dolor Alberola enestos textos discursivos que sirven de líricodesahogo emocional a su autora. Su mensajeúltimo no puede ser más pesimista y desola-dor (pero esto seguramente habrá de dedu-cirlo el lector avezado) y éste no es otro queel olvido, las cenizas que quedan tras las bra-sas.

JOSÉANTONIO

SÁEZ

Cultura/Poesía

Marzo 2010

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 7

Cultura/Los apuntes del maestro

Alumnos míos, preguntáis qué es la ver-dad. Resulta muy simple: la verdad es la reali-dad. La verdad es aquello que permanececuando la bruma se ha desvanecido. La ver-dad es lo que brota del silencio.

Mis amados discípulos, el mundo vive en-vuelto en la niebla. Todo hombre es un pro-yector. Proyecta sus creencias y éstas se plas-man en la niebla. Y confunde con la realidadcuanto ve ante sí. La mayoría de los hom-bres, pues, sólo se ven a sí mismos. La verdades para ellos su verdad.

Esta no es la verdad que debéis encontrar.Tenéis que aprender a parar la cámara. ¿Cómose hace? Abandonad toda ambición, tododeseo y todo temor y toda lucha. Conside-raos un simple guijarro en la corriente del río.No podéis nada contra el río, pero sí podéiscontemplar su curso, a veces, detenidos; aveces, inmersos en la corriente, camino de lasllanuras y del mar.

No podéis sino permanecer o fluir, perono podéis oponeros a las aguas ni tampocolograr que éstas os ensalcen, que os premien,que os distingan. Cuando se abandona todavoluntad, la verdad desfila ante nosotros.

Comprendo lo difícil que es ser siemprecomo ese flemático guijarro, y no puedoexigíroslo permanentemente, pero sí es ne-cesario cuando se trata de ver la verdad.Amados alumnos, todo se aprende. Y comohabéis aprendido a andar, se aprende a ver laverdad.

¿Cómo podéis saber que estáis viendo laverdad y no vuestras ilusiones? Porque la ver-dad late de otra forma. Cuando vemos la ver-dad, estamos serenos. No hay miedo, no hayrechazo, no hay ataque, no hay vanagloria.Vemos la verdad y sólo podemos aceptarla,ya que todo cuanto puede ser transformadono es verdad. Cuando la verdad está a nues-

ESTAIS PRECISAMENTE PARADESTRUIR LOS ESPEJISMOS,PERO PARA DESTRUIRLOS CON AMOR.EL AMOR NO HUMILLA, SINO QUE ACOGE;EL AMOR NO DESPRECIA, SINO QUEAMAMANTA; EL AMOR NO ODIA,SINO QUE PROTEGE. ALLÁ DONDEHAY AMOR, HAY VERDAD

LecciónSegunda

La VerdadApuntes tomados por Samuel Labor

en el Taller de Pensamiento del maestro León Maraz

tro lado, brota el amor. Lo amamos todo, hastalo que el mundo cree abominable.

Cuanto se considera abominable no es sinoun juicio y, por tanto, una condena de la ver-dad. Lo abominable sólo existe en la mentede los que no pueden ver. Donde habita laverdad no hay contradicciones, no hay pun-tos de vista, no hay zonas oscuras ni lumino-sas, no hay alternativas. Donde habita la ver-dad sólo hay luz.

La verdad es el río que nos inunda y nosconduce. Fluid siempre con ese río. Nuncaos opongáis a él. Cuando veáis algo que noos gusta, os desagrada u os inquieta, vedlocomo una parte de vosotros mismos; vedlocomo una sangrienta división en vosotros; ytratad de restaurar la unidad; tratad de llevaramor a la lucha que hay en vosotros. Y cuan-to os atormenta desaparecerá. Y el mundomanifestará amor y no guerra. Pues todocuanto sea sangre y sufrimiento pertenece alas ilusiones, es un producto de las ilusiones,es la violencia de quienes buscan el amor porcaminos errados; de quienes confunden lapelícula con la realidad, y luchan a ciegas, exi-giendo a los demás lo que nunca lograron desí mismos.

El amor sí que es la realidad. Amor en todo,sobre todo y para todo. ¡Y no hay que bus-carlo! Está ahí, en cantidades ingentes, infini-tas, al alcance de la mano. Pero los ciegos nopueden verlo porque, en su bruma, sólo con-templan ilusiones. De ahí que la verdad sea eldeshacerse de la bruma.

La verdad no puede ser predicada. La ver-dad sólo puede ser vivida. Servid a la verdad,alumnos míos, y el mundo la verá en voso-tros. Os mirarán con ojos extraños, sí, por-que la verdad aterra a quienes viven envuel-tos en ilusiones. Pero al mismo tiempo que-darán fascinados por vosotros, prendidos de

vosotros. Ya que sois el ejemplo vivo de quela verdad puede encarnarse, y que el engañoy el sufrimiento no son el fatal destino delhombre.

Mis queridos alumnos, no debéisconsideraros por encima de los que abriganilusiones. Pues quien vive en la verdad, sólopuede ver la verdad en los demás. Así queallá a donde vais le hacéis un regalo al mun-do: no creéis en sus fantasías y, al no creer enellas, lo liberáis. Como no veis el error, sinola verdad, dignificáis a todo hombre. ¡Quépesada carga le quitáis al mundo!

Mis queridos discípulos, el mundo querrátambién que volváis a él, y os tentará de to-das las formas posibles, con descalificacio-nes, con prebendas, con amenazas, con elo-gios, pero vosotros no creáis en nada; son losmismos espejismos que habéis sobrepasado.Y al no creer en ellos, los deshacéis.

Amados alumnos, cuando hayáis aprendi-do a ver la verdad, ¡os parecerá tan natural!¡Os parecerán tan romas, tan obtusas, tan ri-dículas las apariencias! Pero no descalifica-réis a nadie. Estáis precisamente para destruirlos espejismos, pero para destruirlos conamor. El amor no humilla, sino que acoge; elamor no desprecia, sino que amamanta; elamor no odia, sino que protege. Allá dondehay amor, hay verdad.

¡Pero no hablo del ridículo amor de Occi-dente! De ese amor que es un intercambio decualidades y bienes; de ese amor que es elrefugio de los incompletos y el pretexto delos gregarios. Hablo del amor pleno, de amorincondicional, del amor entre iguales, del amorque hace crecer, del amor que se entrega alrío. Pues todo amor que no se entrega al ríoes la suma de dos soledades. Y donde haysoledad, hay espejismos.

Así que, mis queridos discípulos, nada pue-de hacerse sin el río. La verdad tiene que con-tar con el río. El amor tiene que contar con elrío. Y el río no es sino la fuerza de la quemana todo. El río son las invisibles raíces delcosmos. El río es el campo cuántico donde lamateria se crea. El río es Dios.

Curiosa paradoja la de que, cuando noscreemos poderosos, somos prisioneros; perocuando nos rendimos al río, somos libres. Nohay verdad, alumnos míos, sin libertad. Vo-sotros tenéis que ser absolutamente libres. Lasleyes de los hombres no son vuestras leyes.Vuestras leyes son las leyes del río. Si acatáisesas leyes, nada podrá velaros la verdad.

Una vez que la verdad ha aprendido a ca-minar con nosotros, siempre permanece anuestro lado. ¡Pero hay que alimentarla! Puesde la misma forma que quien no anda se en-tumece, quien no alimenta la verdad vuelve aser pasto de las ilusiones.

Vosotros, mis queridos alumnos, en esteTaller de Pensamiento, sois gimnastas de lamente. Si cumplís vuestros ejercicios, la verdadcobrará en vosotros músculos de acero.

SAMUELLABOR

Marzo 2010

8 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Mientras las savias duermen y el jardín esel cauto escenario de un desnudo desplante,dedico mi silencio a las voces ajenas que quie-ren conjurar los estropicios que ya, muchoantes, habíamos denunciado para que no lofueran; pero ahora, Fernando Aramburu, ha-blando de reivindicaciones literarias, afirmaque éstas hay que hacerlas y, «sin la menorduda, y aquí sí que no transijo, Félix Francis-co Casanova Martín, poeta canario de una sin-gular lucidez, un maestro del misterio, hon-do y liviano… Es, en cierto modo, nuestroRimbaud […] Pienso que no necesita reivin-dicación ninguna; que somos nosotros, losdesinformados, las víctimas de nuestra igno-rancia, quienes debiéramos reivindicarnosfrente a sus obras»… Y si hablamos de rei-vindicaciones, Miguel Albiac también lo hacede la obra de José Jiménez Lozano en estostérminos: «La belleza, ¿qué fue de cuanto lla-mábamos bello?» Y se responde: «El hermé-tico despotismo en el cual vivimos a lo largode las cuatro últimas décadas, no es ya el delas grandes voces destempladas de los viejosautoritarismos. Es el de una homogénea chá-chara castrada, un hilo musical del discursoen el cual todo suena lo mismo». Sí, en defi-nitiva —y teniendo como ejemplo a JiménezLozano— el poeta «ha tratado de recuperarese mínimo de concreción casi imposible deescuchar bajo la ruidosa quincalla que, si noasfixiarlo, ha conseguido borrar su tenue vozentre nosotros»…

Mientras las savias duermen y el jardín dejael triunfo a los pavos reales (parlanchina lacrítica cuenta cosas banales), y así lo testificaVíctor Márquez Reviriego así lo testifica cuan-

LEVANTOLA VISTAAL CIELOPLOMIZOY ME QUEDOATÓNITOANTELA MULTITUDDE PÁJAROSMIGRATORIOSQUE PASAN,SUPONGO,HACIA LOSHUMEDALES,LAS MARISMASDE DOÑANA

Mientras lassavias duermen

do hablando de los hurtos críticos, dice queellos hacen posible el disfrute, en su caso, delo hurtado porque los tales son consecuencia«del habitual mamoneo mediático y de losfavores ministeriales, académicos, autonómi-cos y diputacionales de tanta tradición mazo-rral y cortijera: los circuitos, los corralillos,las reboticas y el monaguilleo… En fin, esetinglado de la vida literaria en el que incluyo a laseditoriales, a la crítica, a los suplementos literarios delos periódicos y a la mayor parte de los poetas (laparte en cursiva corresponde a la novela deJosé Mª Vaz de Soto, Sevilla, estación términus,reivindicada por Víctor Márquez). Recomien-da Reviriego esta novela, así como la deEliacer Cansino, Una habitación en Babel y Elaño de Malandar de Juan Vila, advirtiendo que,«absténganse los de código, bidones ybestsellerías sacro-textil»…

Mientras las savias duermen y el jardín esuna fotografía en sepia de sus ausentes hués-pedes, el crítico sevillano Miguel García-Po-sada, reseñando el volumen dieciséis de Salónde los pasos perdidos (Troppo Vero) de AndrésTrapiello, arremete contra una crítica defini-da por él como aristotélica y croceana, la delunitarismo antropológico; termina la recep-ción de la obra de la siguiente manera: «Lacrítica debiera renovar su utillaje, anclado enel mundo croceano o neoaristotélico. Todolo demás es ir prolongando la interminableagonía del siglo XIX, con Potebnia y TuttiCuanti al frente. Utillaje un tanto oxidado, par-ticularmente ante obras como ésta. La críticatiene que estar a la altura de las obras y no alrevés, como sucede con frecuencia entre no-sotros. […] Un gran teórico francés definió

la actividad crítica como «un discurso sobreotro discurso». Pues eso. No invertir los tér-minos como es la norma al uso y hacer deldiscurso un pretexto, que es lo que aquí, alparecer, gusta al personal»… Y es lo que, endefinitiva él hace, usar el texto de Trapiellocomo pretexto para descalificar a la crítica quea él no le gusta. Pero, en fin, es el mismo vi-cio en el que incurre Armas Marcelo cuandoen sus cursis crónicas de almuerzos y encuen-tros con gente importante, no desaprovechaocasión para zaherir la egolatría del gran poetacanario Justo Jorge Padrón, obviando que Loscírculos del infierno supera, sin comparaciónposible, sus esforzadas e inanes contribucio-nes a la mediocridad de la literatura españolaal uso.

Mientras las savias duermen y el jardín esun pentagrama del que han huido las notas,ha ocurrido la catástrofe de Haití y nos senti-mos sacudidos por el horror sepulto de tan-tas vidas y el insepulto de la injusticia, los massmedia, que de todo se aprovechan, han saca-do a la luz los nombres de los más cualifica-dos escritores y, de uno de ellos, el patriarcahaitiano, René Depestre, hacen una antologíade urgencia; en el poema titulado «Mitos es-fumados», sorprendo estos versos perfuma-dos: La ternura, la leche ha dejado de subir / a lospechitos de las hadas de mi generación.

Dejo esta escritura y me salgo al jardín don-de ha estado lloviendo durante toda la maña-na y celo las macetas en las que ya apuntanlos brotes de azucenas, narcisos, jacintos y losque, en Vejer de la Frontera, llaman nardosde pasión y en mi pueblo, palmiras. Levantola vista al cielo plomizo y me quedo atónitoante la multitud de pájaros migratorios quepasan, supongo, hacia los humedales, las ma-rismas de Doñana. Llamo a Griselda, mimujer, y ambos nos quedamos suspensos con-templando el tránsito maravilloso; luego, depronto, Cesó todo, y dexeme, / dexando mi cuida-do / entre las açucenas olvidado…

FLAMENCOS EN DOÑANA

Cultura/El Canto del Urogallo

PEDRORODRÍGUEZ

PACHECO