Martires de nuestro tiempo, Pasión y gloria de la Iglesia abulense

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    Andrs Snchez Snchez

    Mrtires

    de nuestro tiempo

    Pasin y gloria de la Iglesia abulense

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    vila, 2003

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    ANDRS SNCHEZ SNCHEZ (Carpio Medianero, vila, 1926)

    es sacerdote diocesano de vila (1950). Se forma en

    Estudios Eclesisticos en el Seminario Diocesano de

    vila; en Historia de la Iglesia en la UniversidadGregoriana de Roma, donde completa los cursos de

    doctorado al tiempo que ejerce como capelln de la

    Iglesia Nacional Espaola de Santiago y Montserrat

    (1954); y en Filosofa y Letras, seccin Historia, en la

    Universidad Central de Madrid, donde obtiene la

    licenciatura en 1967. En vila es profesor de Historia de laIglesia en el Seminario Mayor y de Historia en el Colegio

    Diocesano, y en diversos institutos de enseanza media

    de la ciudad. Desarrolla su actividad pastoral en Cebreros

    y en el Cabildo catedralicio abulense, especialmente como

    cannigo archivero (desde 1962), arcediano (desde 1982)

    y den. Entre sus publicaciones destacan Pasin y gloriade la Iglesia abulense. Datos para la historia de 1936

    (1987), Resumen de actas del Cabildo catedralicio de

    vila, 2 t. (1995- 1998), Antonio de Honcala y Gaspar

    Daza. Dos abulenses ilustres del siglo cc, (1998), La

    beneficencia en vila. Actividad hospitalaria del Cabildo

    catedralicio. Siglos XVI-XVI (2000), y Cinco sacerdotes

    abulenses mrtires en el verano de 1936 hacia los altares

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    (2002). A ellas hay que unir una prolongada relacin de

    artculos en diversas revistas especializadas de mbito

    nacional. Es miembro de nmero de la Institucin Gran

    Duque de Alba desde 1980.

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    Motivo de cubierta:

    El Martirio de San Esteban, de Juan de Carrin.

    En un cantoral de la catedral de vila.

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    Al prelado y presbiterio actuales de la dicesis de vila. Alos seminaristas y fieles abulenses. Para todos nosotros los 29

    sacerdotes mrtires abulenses durante el verano de 1936

    siguen siendo aleccionador ejemplo de virtudes. Su sangre

    generosamente vertida sigue fertilizando nuestra tierra.

    A los familiares de nuestros sacerdotes mrtires. A

    quienes en sucesivos momentos me han proporcionadovaliosos informes acerca de cada uno de los 29 presbteros. A

    los habitantes de los pueblos en los que nacieron nuestros

    mrtires. Al seminario y profesores que les formaron. A las

    parroquias, que fueron escenario de su ministerio sacerdotal,

    especialmente al pueblo en el que derramaron generosamente

    su sangre de abnegados pastores.

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    En este mismo ao se cumple el cincuenta aniversario delcomienzo de la Guerra Civil [] La misin pacificadora de la Iglesia

    nos mueve a decir una palabra de paz con ocasin de este

    aniversario. Tanto ms cuanto que las motivaciones religiosas

    estuvieron presentes en la divisin y enfrentamiento de los

    espaoles []

    Los espaoles necesitamos saber con serenidad lo queverdaderamente ocurri en aquellos aos de amargo recuerdo [...].

    Saber perdonar y saber olvidar son, adems, de una

    obligacin cristiana, condicin indispensable para un futuro de

    reconciliacin y de paz.

    Aunque la Iglesia no pretende estar libre de todo error,

    quienes le reprochan el haberse alineado con una de las partescontendientes deben tener en cuenta la dureza de la persecucin

    religiosa desatada en Espaa desde 1931. Nada de esto, ni por

    una parte ni por otra, se debe repetir. Que el perdn y la

    magnanimidad sean el clima general de los nuevos tiempos.

    Recojamos todos la herencia de los que murieron por su fe,

    perdonando a quienes los mataban, y de cuantos ofrecieron susvidas por un futuro de paz y de justicia para todos los espaoles,

    CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLA

    Constructores de la Paz(1986), Cap. 4 n. 1.

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    La Iglesia del primer milenio naci de la sangre de los

    mrtires. [...] En nuestro siglo han vuelto los mrtires, con

    frecuencia desconocidos, casi militi ignotide la gran causa de Dios.

    En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sustestimonios. Como se ha sugerido en el Consistorio, es preciso que

    las iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo

    de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la

    documentacin necesaria.

    JUAN PABLO II

    Carta apostlica: Terttio Millennio Adveniente(1994), n. 37

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    Contenido

    Nota del editor

    Prlogo a la nueva edicin

    Presentacin

    I Introduccin

    II Actividades antirreligiosas previas al 18 de julio de 1936

    III La dicesis de vila antes del da 18 de julio de 1936

    IV En las estribaciones de Gredos (arciprestazgo de Arenas de

    San Pedro)

    V Por la zona alta del Alberche (arciprestazgo de Burgohondo)

    VI En el valle del Titar (arciprestazgo de Casavieja)

    VII Entre pinares y vias (arciprestazgo de Cebreros)VIII Por tierras de Oropesa (arciprestazgo de Oropesa)

    IX Zona toledana del Titar (arciprestazgo de El Real de San

    Vicente)

    X Don Jos Mximo Moro Briz (prroco de Cebreros)

    XI Principales testigos y sus declaraciones en referencia a don

    Jos Mximo Moro Briz, prroco de CebrerosXII Don Damin Gmez Jimnez (prroco de Mombeltrn)

    XIII Principales testigos y sus declaraciones en referencia a don

    Damin Gmez Jimnez, prroco de Mombeltrn

    XIV Don Agustn Bermejo Miranda, prroco de Hoyo de Pinares

    XV Principales testigos y sus declaraciones en referencia a don

    Agustn Bermejo Miranda, prroco de Hoyo de Pinares

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    XVI Don Jos Garca Librn (prroco de Gavilanes)

    XVII Principales testigos y sus declaraciones en referencia a don

    Jos Garca Librn, prroco de Gavilanes

    XVII Don Juan Mesonero Huerta (prroco de El Hornillo)XIX Principales testigos y sus declaraciones en referencia a don

    Juan Mesonero Huerta, prroco de El Hornillo

    XX La memoria del martirio de estos cinco sacerdotes abulenses

    sigue muy viva an

    XXI Invitando a la reflexin

    XXII Signo de contradiccin

    XXIII Causa de beatificacin de cinco sacerdotes abulenses

    XXIV Sacerdotes abaleases martirizados en 1936

    Bibliografa

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    Nota del editor

    En el ao 1987 vea la luz la obra Pasin y gloria de la Iglesia

    abulense. Datos para la historia de 1936, a cargo de la editorial Tau

    de vila. En aquella ocasin, el autor del texto que ahorarecuperamos daba cuenta en certeros trminos de cuanto acaeci

    en los trgicos y fratricidas instantes de la Guerra Civil espaola en

    la dicesis de vila. Reproducimos la presentacin que redacta con

    aquella ocasin el Emmo. seor cardenal don Marcelo Gonzlez

    Martn, entonces arzobispo de Toledo.

    Transcurridos ahora ms de quince aos, se hace necesariala revisin de algunos planteamientos de fondo al tiempo que la

    significativa aportacin de nuevos datos que emergen como

    resultado de la investigacin sobre la fama de santidad de los

    Siervos de Dios de que se trata, revitalizado el proceso de

    canonizacin por el obispo diocesano monseor don Adolfo

    Gonzlez Montes desde su llegada a la sede de San Segundo en

    julio de 1997. El mismo prelado abulense prologa esta entrega

    renovada en la que se han incorporado tambin algunos ndices

    que faciliten su lectura.

    El cabildo catedralicio abulense, al costear esta nueva edicin,

    tributa sentido homenaje a los sacerdotes de esta tierra de santos,

    mrtires en la persecucin religiosa espaola de 1936, como

    servicio al clero y a la comunidad cristiana de vila.

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    Prlogo a la nueva edicin

    El presente volumen es una edicin revisada y ampliamente

    aumentada del libro Pasin y gloria de la Iglesia abulense,

    publicado en 1987. Cuando su autor, a Andrs Snchez, me habl

    de reeditar sta su obra de investigacin de los hechos histricos

    que jalonaron la persecucin religiosa de 1936, no dud un

    momento en apoyar la idea. Agotada la primera edicin del libro,

    urga poner manos a la obra por las razones que explicar. El texto

    escrito en 1987 cobraba ahora una especial relevancia despus deque como Obispo de la Iglesia de vila decidiera retomar, con el

    apoyo del presbiterio diocesano, la causa de canonizacin de los

    sacerdotes martirizados en odio a la fe en aquella terrible

    persecucin, la ms cruel y extensa padecida por la Iglesia en

    Espaa y una de las ms sangrientas de la historia del cristianismo.

    La causa haba sido iniciada con el edicto de recogida deinformacin dado e 1958 por mi venerado predecesor monseor

    don Santos Moro Briz. El proceso se instruy de 1960 a 1963 en la

    curia diocesana de vila, declarando en el mismo setenta y siete

    testigos de los hechos o relacionados con los mismos. La primera

    edicin de este libro recoga justamente la investigacin histrica

    que dio soporte a este proceso.El proceso haba quedado parado, como otras muchas causas

    de martirio de aquella persecucin, esperando un momento ms

    oportuno en la vida de la Iglesia. Cambiada la situacin y

    desbloqueadas stas por Su Santidad Juan Pablo II, apenas ocup

    la sede episcopal de vila decid llevar adelante una causa iniciada

    que, como en su lugar dice el autor en la nueva redaccin del libro,rezaba as: Causa de beatificacin o declaracin de martirio de los

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    Siervos de Dios Jos Mximo Moro Briz, Damin Gmez Jimnez,

    Agustn Bermejo Miranda, Jos Garca Librn, Juan Mesonero

    Huerta y otros sacerdotes mrtires de esta dicesis de vila.

    Desde el 26 de octubre de 1998, fecha en que firm el decretode constitucin de una Comisin de peritos en Historia y

    Archivstica, con el encargo de investigar todos aquellos

    documentos que puedan aportar nuevos elementos sobre la vida y

    el martirio de los Siervos de Dios Jos Mximo Moro Briz y

    compaeros, es decir; slo los cinco antes mencionados, se ha

    abierto una nueva etapa en la aproximacin a los acontecimientos

    de 1936. Si en un primer momento fue oportuno retomar la causa

    de los cinco sacerdotes cuyo martirio haba sido objeto de

    elaboracin de una primera informacin con el depsito de las

    actas en la Congregacin para la Causa de los Santos en 1963,

    una vez concluida la Positioel 5 de julio del ao jubilar de 2000,

    pareca ahora urgente la apertura de un nuevo proceso, ahora en

    espera de ulteriores decisiones en la Congregacin de los Santos.

    Con tal propsito comenz la revisin de su libro don Andrs

    Snchez, deseando aportar datos complementarios y una

    redaccin revisada a la investigacin histrica publicada en 1987.

    As, con la informacin obtenida por la Comisin antes mencionada

    y nuevas informaciones de contraste o confirmacin de los hechos,

    el autor fue revisando las pginas de su obra y disponiendo, conlos materiales que obran en su haber, una monografa nueva, muy

    aumentada, que contribuir, sin duda alguna, a llenar de contenido

    el nuevo proceso de los 24 sacerdotes abulenses mrtires no

    incluidos en el primer proceso.

    Este nuevo proceso ha requerido asimismo algunos pasos de

    los que dejo aqu constancia. Caba la posibilidad de abrir el nuevo

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    proceso en la dicesis de vila o bien, siguiendo el parecer de la

    Congregacin para la Causa de los Santos y las orientaciones de la

    Conferencia Episcopal Espaola, sumar la causa de los sacerdotes

    abulenses a la causa de canonizacin abierta en la provinciaeclesistica de Toledo. En vila hemos hecho opcin por esta

    ltima va, con el propsito de contribuir as a la unificacin de los

    procesos y reducir con ello su nmero, dado que stos han sido

    abiertos en un buen nmero de dicesis y promovidos por stas o

    por las distintas rdenes e institutos religiosos.

    La nueva edicin de este libro que hace de l un texto

    ampliamente remozado es una buena prueba del inters que

    demanda la nueva causa de los sacerdotes mrtires, vencidas ya

    las reticencias de otros momentos y despolitizada la memoria de su

    martirio, verdadero testimonio del amor a Jesucristo por el que

    murieron estos sacerdotes, sin que nada pudiera separarlos de l.

    El lector podr percatarse de la crueldad de la persecucin

    vivida en aquel verano de 1936 y asistir sin duda aleccionado por

    el valor de los mrtires a la descripcin de su martirio. Podr

    constatar con fe la asistencia de Cristo a sus mrtires, ayer como

    hoy envueltos en los avatares de un mundo que vuelve una y otra

    vez sobre sus propios pasos para retomar un camino de esperanza

    despus del paso devastador del huracn. Cuantos aman a Cristo

    podrn sentir cmo se fortalece su fe con la lectura de estaspginas de herosmo martirial que componen la persecucin y

    muerte cruenta de los ministros del Crucificado; pero si el lector es

    un sacerdote encontrar en este texto un particular estmulo para

    afrontar en tiempos de dificultad el ejercicio de un ministerio

    desasistido del soporte social y cultural de otros tiempos, cuando

    ser ministro de Cristo se ha convenido en motivo de arriesgo

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    testimonial de la causa de Cristo como certera causa del hombre,

    necesitado de la obra redentora y de salvacin del Hijo de Dios

    humanado y sacrificado por l.

    Porque son palabras de Cristo: No est el discpulo porencima de su maestro, ni el siervo par encima del Seor (Mt

    10,24; cf. Lc 6,40 y Jn 13,16), el martirio de estos sacerdotes fue

    vivido por ellos como forma suprema de configuracin con su

    Seor para, de esta suene, alcanzar la inmolacin de la existencia

    hasta revelar en su propia prdida que nadie tiene amor mayor que

    el que da la vida por aquellos a quienes ama (cf. Jn 15,13) y que,

    por eso mismo, quien ama su vida la pierde; y el que odia su vida

    en este mundo, la guardar para la vida eterna (Jn 12,25).

    Es la consumacin de aquella sabidura divina que slo es

    asequible a la fe y que tiene su piedra de toque en el martirio.

    Porque es as, se han escrito desde la primera hora del

    cristianismo exhortaciones al martirio, que han alentado en el

    corazn de los mrtires aquel valor capaz de estremecer la vida de

    los fieles y acobardar a los enemigos de la cruz de Cristo.

    Deseara vivamente que la lectura de este libro alentara ahora

    la vida de los sacerdotes del presbiterio diocesano en forma tal que

    la aspiracin a la configuracin existencial con Cristo fuera capaz

    de remover los obstculos con que tropieza el seguimiento del

    Seor al que estn llamados sus ministros. Como deseo con la

    misma intensidad que los fieles cristianos todos encuentren en la

    inmolacin de los sacerdotes mrtires, unidos en ella a la de tantos

    testigos de la fe que dieron su vida por el Seor; hombres y

    mujeres de vida consagrada y fieles laicos de coherencia

    testimonial acreditada con los hechos, la expresin de la caridad

    pastoral con la que se edifica la Iglesia.

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    vila, 29 de junio de 2002.

    ADOLFO GONZLEZ MONTES

    Obispo de vila

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    Presentacin

    Escribo estas lneas movido por sentimientos de veneracin y

    respeto a la memoria de los sacerdotes de la dicesis de vila, que

    murieron por amor a Jesucristo y a la Iglesia en los trgicos das de

    1936. Quince de ellos regentaban parroquias que hoy pertenecen

    al arzobispado de Toledo.

    El autor del libro, don Andrs Snchez, cannigo archivero de

    la catedral de vila, ha realizado un benemrito trabajo que hemos

    de agradecer todos, por lo que tiene de servicio a la historia y de

    proclamacin del herosmo con que dieron testimonio de su fe los

    que perdieron su vida por defenderla y propagarla. En su da

    recorri los lugares donde sucedieron los hechos que se narran,

    habl con quienes conocieron a las vctimas y a veces a los

    asesinos, capt los sentimientos de las gentes del pueblo que

    fueron testigos impotentes de la persecucin desatada, y redactdespus con pluma serena y dolorida la crnica conmovedora que

    ahora sale a la luz.

    Cuando estas parroquias de vila pasaron a pertenecer a la

    dicesis de Toledo se sintieron unidas enseguida por los lazos de

    la fraternidad cristiana con las de nuestro arzobispado, no slo por

    la fe comn y las costumbres, sino tambin por la sangre de lossacerdotes mrtires, que se incorporaba a la que haban

    derramado ms de trescientos ministros del Seor en tierras

    toledanas. Humanamente hablando qu espantosamente intil

    carnicera y qu barbarie! Pero a la luz del misterio de la Iglesia

    signo de contradiccin, como Jesucristo, en el mundo, qu

    torrente de energas del espritu al servicio del evangelio! Este libro,como los que en su da escribi don Juan Francisco Rivera sobre el

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    martirologio de Toledo, servir tambin para que los sacerdotes

    que hoy van destinados a aquellas o a estas parroquias alimenten

    su capacidad de abnegacin pastoral y sacrificio constante con el

    recuerdo no lejano de esos otros que entones murieron, cuyasfirmas pueden encontrar en los libros parroquiales de aquellos

    aos, si es que el vandalismo destructor se detuvo a las puertas de

    los modestos archivos que los guardaban.

    La Guerra espaola tuvo mucho de cruzada en defensa de la

    fe, tanto por lo menos como de enfrentamiento social y de odio

    poltico entre hermanos llevado hasta la desesperacin. Los

    historiadores y socilogos han escrito infinidad de pginas sobre el

    gran drama, y se esfuerzan por explicar los acontecimientos segn

    los criterios que adopten como fruto de sus anlisis personales.

    Qu cmodo es hacer esto aos despus, no obstante la dificultad

    que supone un estudio riguroso y documentado! Me refiero sobre

    todo a los que tratan de dar su versin inapelable, con sus

    enjuiciamientos e interpretaciones en las que tantas veces seinterfieren modos de pensar de hoy con los hechos que sucedieron

    ayer. Seguirn hacindolo, sin duda, porque es vocacin

    irreprimible de los hombres cultos reflexionar sobre la historia de s

    mismos y de sus pueblos, y ms de una vez, cuando se unen en el

    historiador la rectitud de espritu con la competencia cientfica,

    podrn ofrecernos lecciones provechosas, extradas de la amplia yfundada visin general por ellos alcanzada.

    Admitido esto de buen grado, pienso que es absolutamente

    necesario acercarse a los hechos individualizados y concretos y

    narrarlos tal como sucedieron para que no se pierda el valor de los

    mismos entre la fronda de las reflexiones subjetivas. Cuando se

    habla de los ms de siete mil sacerdotes asesinados en nuestra

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    guerra, surgen enseguida referencias a la inadaptacin de la Iglesia

    espaola a los tiempos, su beligerancia en el campo de la poltica,

    su separacin de la clase obrera, la alianza con los ricos, etc., con

    lo cual se incurre en graves inexactitudes, en tpicos que impidenun juicio sereno, en parcialismos apasionados. Y se pierde el valor

    de los hechos que terminan por ser olvidados en fciles

    consideraciones a las que se inclina el gusto de quien escribe o

    habla.

    La muerte violenta de tantos sacerdotes espaoles, y aun de

    muchos seglares catlicos, en aquellos das, tiene caractersticas

    propias y singulares: el odio a la fe por parte de quienes mataron, y

    el testimonio esplndido en favor de esa fe por parte de quienes

    murieron. Aceptacin humilde de la persecucin, confianza en

    Dios, fortaleza ejemplar; perdn y amor a sus mismos enemigos,

    fueron actitudes que brillaron con singular esplendor en aquellos

    buenos pastores del pueblo de Dios a la hora de ser arrancados de

    su grey para condenarlos a muerte ignominiosa. ste es el valor delos hechos, que la Iglesia no puede olvidar porque son el obsequio

    que ellos, hijos suyos, ofrecieron a Jesucristo, el primer mrtir, a

    quien quisieron imitar con amor innegable.

    De ah el inters de un libro como ste del archivero de la

    catedral de vila. A lo largo de estas pginas el autor nos invita,

    con frecuencia, al logro de una plena y sincera reconciliacin entretodos los espaoles. Para conseguir este clima reconciliador sera

    tan injurioso como vano sepultar en el olvido las lecciones de vida

    que con su muerte nos dieron los sacerdotes de tantas dicesis de

    Espaa. El autor, en una admirable Introduccin al libro, fija los

    criterios que le han guiado: nada de polmicas, nada de

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    consideraciones polticas, ningn ataque o impugnacin a nadie;

    que hablen los hechos, esto basta.

    Se podr decir que no hubiera habido tantos mrtires, si

    antes hubiera habido muchos ms apstoles de la doctrina socialde la Iglesia. Bien. Se pueden decir tantas cosas, con

    posterioridad a los hechos, y en relacin con cualquier

    acontecimiento de la historia...!

    Pero quin no inclinar su frente y cerrar sus ojos, cegado

    por tanta luz, cuando contempla la muerte de ese prroco de

    Almendral de la Caada, don Jos Sainz Rodrguez, de 35 aos deedad, y cuando vea el comportamiento de sus hermanas con el que

    le asesin? O entre el sacrificio del coadjutor de Oropesa, don

    Nicforo Prez Herrez, lidiado en el patio del castillo que

    convirtieron en plaza de toros, y ultrajado en su cuerpo con saa

    infernal y de la manera ms inverecunda imaginable? O cuando

    don Csar Eusebio Martn, tambin de Oropesa, ordenado

    sacerdote slo cinco aos antes, se vuelve hacia los milicianos que

    iban a fusilarle y exclama: Que Dios os perdone como yo os

    perdono? De l dijo despus su madre: Mi hijo se pasaba

    aquellos das leyendo historias de mrtires y rezando. Expresaba

    muy anhelantes deseos de ser uno de ellos. Por eso, no opuso

    resistencia alguna cuando llegaron los milicianos a buscarles.

    Y as tantos otros, que nunca hicieron dao a nadie, que

    amaron a todos, que predicaron el evangelio como mejor supieron

    y pudieron hacerlo, que creyeron en Jesucristo hasta el final, que

    sirvieron a la Iglesia y a la sociedad, a esta suya y nuestra patria

    espaola de ayer y de hoy, tan fcil para olvidar, para cambiar,

    para acusar.

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    MARCELO GONZLEZ MARTN

    Cardenal-Arzobispo de Toledo

    Primado de Espaa

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    I

    Introduccin

    Intentar que las siguientes pginas sean una aportacin al

    mejor conocimiento de la historia abulense en alguno de sus

    aspectos. Me refiero a los acontecimientos durante los meses del

    verano del ao 1936. Fecha clave para la vida de los espaoles en

    estos ltimos tiempos.

    Todo lo referente a la Guerra Civil espaola est de

    actualidad. El tema es interesante, aunque no exento de

    dificultades.

    Debido a mi edad no tuve que tomar parte activa en la trgica

    contienda fratricida. Algunos recuerdos s conservo en mi memoria.

    Y no son gratos. No obstante, me interes siempre conocer todocuanto se relacionara con la historia vivida por los espaoles en

    aquellos aos. Por eso he ido acumulando datos, al menos, en

    algn aspecto. El darlos, ahora, a conocer puede resultar

    interesante. sa es mi esperanza.

    Se refieren a un aspecto muy concreto de la historia de la vida

    abulense durante los primeros meses de la Guerra Civil. Al escribir

    sobre este asunto, considero a vila como dicesis, no como

    provincia. En aquel ao 1936 no coincidan ambos conceptos. Me

    interesa, ahora, el aspecto religioso.

    Al producirse el Alzamiento nacional del 18 de julio, la dicesis

    qued dividida en dos sectores, bien delimitados. Me referir, tan

    slo, a la parte dominada por las autoridades republicanas. Se trata

    de la zona meridional.

    24

  • 7/31/2019 Martires de nuestro tiempo, Pasin y gloria de la Iglesia abulense

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    Eclesisticamente la dicesis estaba dividida en 20

    arciprestazgos. De ellos, tan slo 6 quedaron bajo el dominio

    republicano. Las parroquias pertenecientes a esos 6 arciprestazgos

    se extendan por las provincias de vila, Toledo y Cceres. Enninguno de ellos hay grandes ncleos de poblacin. La capital de la

    provincia, desde el primer momento, queda bajo la direccin del

    llamado Ejrcito Nacional.

    Me voy a referir al aspecto religioso, durante unos meses del

    ao 1936. Y en la zona abulense dominada por los comits

    marxistas, republicanos. Queda, as, bien deslindado el espacio, el

    tiempo y el aspecto del objeto de este libro.

    En la recogida de datos he recorrido todos los pueblos. Lo

    hice, en su mayor parte, a lo largo del ao 1955. Considero

    importante sealar la fecha. Ni muy cercana a 1936, ni

    excesivamente lejana a los acontecimientos. Me pareci

    conveniente ir recogiendo cuantas noticias fuera posible. Haban

    pasado casi veinte aos desde aquellos trgicos acontecimientos.

    Dejar transcurrir ms tiempo imposibilitara hallar testigos

    fidedignos y de primera mano.

    Todo fueron facilidades. Pude acumular toda la informacin

    posible. Complet, as, la que ya posea por otros conductos. La

    confrontacin de muchos pormenores me fue resultando muy til e

    iluminadora.

    Se me permiti examinar detenidamente todos los archivos

    parroquiales. Pude tambin leer las actas de los ayuntamientos o

    comits rojos. Aparecen en ellas reflejadas las relaciones oficiales

    entre el prroco y las autoridades civiles durante el ao 1936. En

    los libros de difuntos, al ser escrita la partida de defuncin del

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    sacerdote asesinado, aparecen consignados datos muy concretos

    y valiosos, con la precisin propia de una inscripcin oficial.

    An vivan algunos testigos. Habl con ellos. Sus sinceras

    declaraciones me resultaron de inestimable valor. Testigosconocedores de los hechos y a quienes razonablemente consider

    dignos de todo crdito. Cuantos datos llevaba ya recogidos en aos

    anteriores, y por otros medios, pudieron ser avalados o rechazados

    escrupulosamente. Creo poder afirmar que todo fue confrontado

    con rigurosidad histrica.

    No en pocas ocasiones pude sentir la emocin de contemplarel mismo escenario de los hechos, que ir narrando en las

    siguientes pginas. Cierto que ya haban transcurrido algunos

    aos. Casi veinte. Es conveniente tener en cuenta esta

    circunstancia para estimar en su justo valor las declaraciones de

    los testigos por m interrogados. Si bien es verdad que su

    testimonio no pudo ser muy detallado, sin embargo los datos

    aportados tienen, en cierto sentido, un valor ms autntico. Los

    nimos se encontraban ya ms sosegados. Lo que hayan perdido

    en riqueza y minuciosidad de pormenores, lo han ganado en

    serenidad y equilibrio. Haba ido desapareciendo la enorme carga

    pasional de aos anteriores. Sin deformaciones partidistas, su

    relato era ms imparcial y asptico. Si se recordaban tragedias, era

    para apagar rencores.

    Previamente a esta visita por todos los pueblos de la zona roja

    en la dicesis abulense, fui reuniendo muchos datos. Quiz la

    fuente ms valiosa y ms detallada sea la documentacin existente

    en el archivo diocesano. He ledo todo cuanto se refiere a los

    acontecimientos religiosos en las parroquias abulenses durante el

    ao 1936.

    26

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    Esta informacin escrita corresponde a los datos enviados al

    obispado por los respectivos prrocos, en la mayora de los casos.

    El especial inters demostrado por el seor obispo, don Santos

    Moro Briz, en la colaboracin de dichos informes merece todonuestro agradecimiento. Gracias a ellos podemos hoy conocer

    unas pginas de nuestra reciente historia abulense.

    Con fecha de 9 de noviembre de 1936 escriba el prelado una

    circular a los sacerdotes, en estos trminos:

    Que aquellos seores prrocos, en cuyo territorio haya sido

    martirizado algn sacerdote, religioso o seminarista, considerencomo una honrosa obligacin el recoger con toda diligencia los

    datos ms interesantes relativos al martirio (aun los que sean

    desfavorables al paciente, si los hubiere), por ejemplo: gnero de

    martirio que se le dio (sin omitir circunstancias, por tristes y

    vergonzosas que sean), si lo sufra con paciencia, con valor, con

    alegra, o bien hizo lo posible por defenderse... palabras exactas

    que pronunciara...

    El seor obispo, doctor don Santos Moro Briz, pide a los

    prrocos que, en la elaboracin del informe, sean interrogados

    testigos oculares. Y que se distinga escrupulosamente lo cierto de

    lo dudoso.

    Al ao siguiente, en circular del 22 de febrero, nuevamente elprelado diocesano pide a los prrocos un detallado informe acerca

    de las devastaciones de iglesias en la dicesis de vila. Indica

    varios puntos en los que ha de centrarse la contestacin oficial. He

    aqu algunos: relacin minuciosa de los edificios destinados al culto

    que hayan recibido deterioro, a partir del 18 de julio de 1936, a

    causa de la persecucin religiosa desencadenada por las

    autoridades comunistas. Deben enviar cuantas noticias puedan

    27

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    recabar. Relacin de los retablos y dems objetos de culto; mxime

    si son de algn valor artstico, histrico o de especial devocin.

    Relacin de altares destruidos, imgenes profanadas, ornamentos

    sagrados quemados, etc.La detenida lectura de estos informes y las declaraciones, que

    fui recogiendo, son las principales fuentes documentales que me

    permiten conocer aquellos hechos. Gracias a ello puedo escribir

    estas pginas del presente libro.

    Han pasado ya bastantes aos. Considero, no obstante,

    conveniente recordar aquellos acontecimientos de 1936, por muydolorosos que hayan sido. Ya van siendo menos las personas que

    hicieron la Guerra Civil; la gran mayora de los espaoles en activo

    no tomamos parte en tan cruel contienda. Algunos s conservamos

    imborrables recuerdos de aquellos aciagos aos, aunque no

    tuviramos que intervenir en sucesos tan sangrientos. A otros

    muchos espaoles les suena todo ello a algo muy lejano. Nadie

    desea que vuelvan tales enfrentamientos fratricidas. El conocer o

    recordar aquellos tiempos puede y debe evitar las premisas de tan

    funestas consecuencias.

    En no pocas ocasiones, una campaa persistente, dirigida, a

    veces, desde el extranjero, quiz, y orquestada desde aqu,

    pretende llevar adelante el empeo de que se olvide, desfigure o

    desvirte todo lo que en Espaa sucedi, principalmente lo que se

    refiere a la persecucin religiosa durante la Segunda Repblica. La

    novela tendenciosa y el cine simplista han venido secundando tales

    propsitos, en no pocas ocasiones. Forzoso es reconocer que el

    transcurso del tiempo y la proverbial falta de memoria de algunos

    espaoles van haciendo el juego a ciertos grupos de presin

    poltica e ideolgica.

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    Creo que las generaciones que van tomando el relevo en la

    multiforme actividad del pas deben conocer o recordar la historia

    reciente de nuestra patria. Contina siendo verdad que quien olvida

    el pasado est castigado a volverlo a vivir. A nadie le deseamos laexperiencia de aquel ao 1936.

    Cierto que no se puede vivir mirando permanentemente hacia

    el pasado. Hay que volver la cara hacia el futuro. Es una actitud

    joven, ms creadora, ms sincera (dicen), ms valiente, ms

    arriesgada. Pero, tambin es cierto que no podemos desligarnos de

    un pasado tan cercano y tan aleccionador.

    El verdadero historiador es un profeta vuelto de espaldas. Y

    con su penetrante y escrutadora mirada hacia el pasado, puede ir

    viviendo conscientemente el presente, a la vez que se va

    preparando para el inquietante futuro.

    Han sido pocos y muy aislados los esfuerzos serios y

    documentados por mantener fiel y tenaz el recuerdo de tantoherosmo cristiano ante la cruenta persecucin religiosa por parte

    del comunismo en la Espaa de 1936-1939 especialmente. La

    conjuracin enemiga encuentra, a veces, su cmplice en el silencio

    de muchos y en la pasividad de un gran sector.

    En cuanto al tema general de nuestra Guerra Civil del 36, se

    van matizando algunos estudios serios y documentados. La

    bibliografa va siendo numerosa, bastante intrincada y

    frecuentemente fruto de actitudes muy partidistas y pasionales. Y

    eso no es escribir historia.

    Quiero convencerme de que ltimamente se va despejando el

    camino al ir apareciendo estudios ms ponderados, ms

    documentados, menos partidistas. Quiz esta visin ma sea un

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    sincero y ardiente deseo, ms que una consoladora y autntica

    realidad.

    Cierto que los nimos pueden estar ya ms serenos. Y van

    accediendo a las tareas historiogrficas una serie de hombres ymujeres no implicados de una manera personal y directa, o

    ideolgica, en aquellos accidentados aos de la dcada de los

    treinta en el quehacer nacional.

    Nos podemos referir a los acontecimientos aquellos de una

    manera desapasionada. Ya no hay que juzgar a nadie. Nos debe

    preocupar solamente describir unos hechos, indagar sus causas,analizar sus consecuencias, aprender sus lecciones. Y todo ello sin

    pasin y sin odio. Sin colocamos previamente en una determinada

    postura.

    Por lo que a m se refiere, al decidirme ahora a escribir estas

    pginas, expreso mi sincero deseo de contribuir algo a esos

    estudios serios y serenos de algn aspecto de la historia patria y eneste rincn del suelo nacional, correspondientes al lejano ao

    1936. Deseo contribuir, as, a mantener fiel y tenaz el recuerdo de

    tantos actos heroicos realizados en nuestras parroquias abulenses.

    Ser tambin un grano de arena en favor de la reconciliacin

    nacional, que es la suma de comprensivos y eficaces encuentros

    entre particulares y entre pequeos grupos. Tenemos que

    olvidarnos por completo de vencedores y vencidos, de perseguidos

    y perseguidores. Aun recordando tragedias, deseo que estas

    pginas sirvan para apagar rencores. Esto exige que todos

    hagamos el difcil aprendizaje de la convivencia sincera, vigilando a

    nosotros y apartndolos decididamente de cuantos brotes pudieran

    devolvemos a las intransigencias, que en el pasado nos condujeron

    a una experiencia tan dramtica. Se trata de un renovado esfuerzo

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    diario de todos los espaoles por integrarnos en unos grandes

    objetivos comunes.

    Es mi intencin, al escribir las pginas de este libro, evitar

    todo impulso de sentimientos pasionales. Es en las claras cumbresdel relato histrico donde quiero permanecer.

    Ningn aspecto poltico, militar o econmico de la dicesis

    abulense ser tratado en el libro. Es, tan slo, tema religioso el que

    ahora me preocupa. Y esto, muy lejos de toda finalidad polmica, y

    s adoptando una manifiesta posicin de firme equilibrio y rigurosa

    verdad histrica.Al hacer referencia a las personas que sufrieron persecucin

    religiosa, tan slo tratar de los sacerdotes diocesanos. No es que

    pretenda, con ello, minimizar o cubrir con la tupida sombra del

    olvido actitudes y muertes heroicas de algunos seglares. Forzoso

    es, no obstante, circunscribir el tema para que lo que pierda en

    extensin lo gane en profundidad y detallado estudio.Aun movindome en un terreno meramente histrico, quiero

    acercarme a los sacerdotes abulenses, asesinados por el

    comunismo con una actitud de sentida reverencia. Espero que la

    contemplacin de los ltimos momentos de su vida vaya destilando

    un jugoso nctar y confortante aroma de espiritualidad viva y abne-

    gada entrega.

    Procurar ahorrar la expresin verbal de piadosos

    sentimientos en prrafos laudatorios y devotas frases. No deseo

    oscurecer con ese ropaje literario la ntida, slida y sencilla

    exposicin histrica. No es mi intencin caer en el sentimentalismo

    fcil, ni en el fro y seco relato de los hechos. Tolerara ms

    gustosamente que se me acusara de lo ltimo.

    31

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    La sangrante realidad de los hechos, sencilla y llanamente

    narrados, aparecer con toda su fuerza y emotiva riqueza para

    iluminar nuestra inteligencia, refrescar nuestra memoria y mover el

    corazn.Ir indicando tambin los violentos destrozos causados en las

    iglesias, ermitas, imgenes, vasos sagrados, objetos de culto,

    ornamentos religiosos, etc. En el recuento de estas destrucciones

    podr aparecer con mayor certeza la saa de quienes las

    perpetraron. Este martirio de las cosas no pudo ofrecer a los

    perseguidores ftiles y particulares pretextos para su accin

    profanadora y destructora.

    La dicesis de vila supo sufrir su calvario y escribir su

    historia religiosa con generoso derramamiento de sangre, incendio

    de templos y destruccin de objetos sagrados en aquel ao 1936.

    La fama del martirio de los 29 sacerdotes abulenses,

    asesinados durante los primeros meses de la Guerra Civil, fue ycontina siendo opinin unnime entre todos los diocesanos y

    cuantos los conocieron. Slo se explica lo ocurrido por el odio

    contra la religin y la fe catlicas. No contra ellos, si excluimos su

    condicin sacerdotal, pues su vida estuvo siempre consagrada al

    amor a Dios y al prjimo. No podan sus perseguidores esgrimir

    ninguna causa poltica o de ndole personal para matar a estos

    sacerdotes abulenses.

    A lo largo de las siguientes pginas, espero, quedar bien

    claro que: a) la muerte violenta a cada uno de estos 29 sacerdotes

    fue causada por sus asesinos en odio a la fe; b) que fue realizada

    por enemigos de la fe catlica; c) que tal muerte y los sufrimientos

    previos fueron aceptados voluntariamente; d) que todos estos

    sacerdotes derramaron su sangre generosa y conscientemente,

    32

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    con gestos y palabras de amplio y sincero perdn hacia sus

    perseguidores.

    Los 29 sacerdotes abulenses, martirizados durante el verano

    de 1936, como aparece en las siguientes pginas, respondieroncon su adhesin inquebrantable a Jesucristo, el Testigo fiel, a

    cambio de lo ms preciado y precioso que posean, la propia vida.

    Todos ellos fueron testigos. Todos murieron a causa de su fe en

    Cristo. Ninguno apostat.

    Algunos de ellos derramaron su sangre en plena juventud. Por

    ejemplo, don Juan Mesonero Huerta, con 22 aos de edad; y donFidelio Gonzlez Navarro, con 25 aos, tan slo. Y con muy pocos

    das de ministerio sacerdotal. Otros entregaron su vida, ya madura,

    cargada de aos en su actividad parroquial, gastada al servicio de

    Dios y de los hombres. Por ejemplo, don Julin Gonzlez Mateos

    tena 68 aos de edad; y don Damin Gmez Jimnez, con 65

    aos. Recibieron y supieron responder a la gracia del martirio.

    Por mi edad no pude conocer directamente a ninguno de

    estos 29 sacerdotes martirizados en la dicesis de vila durante

    el verano de 1936. Pero s he hablado con muchos testigos acerca

    de la actuacin pastoral de dichos sacerdotes. Y de su

    prendimiento y martirio. Tales testigos, a quienes considero

    plenamente fidedignos, s los conocieron. Y convivieron con ellos.

    Su testimonio, por tanto, fielmente recogido en las pginas de este

    libro, es de total solvencia y validez.

    Mi conversacin con algunos de los declarantes ha venido

    desarrollndose desde hace varios aos. El tema viene

    preocupndome largamente. Mi inters por ir recogiendo datos al

    respecto se inici en 1936. Y an perdura. Los datos se han ido

    ampliando y depurando meticulosamente. En lo fundamental son

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    muy coincidentes en el fondo y en la forma, puesto que arrancan

    de la misma realidad de los hechos. El paso del tiempo no ha

    conseguido borrarlos. Su memoria sigue mantenindose muy viva.

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    II

    Actividades antirreligiosas previas al 18 de

    julio de 1936

    El siglo XIX en Espaa

    No son frecuentes los cambios bruscos en la Historia. Cada

    perodo tiene afianzadas sus races en el anterior y prepara al quele sigue. La evolucin histrica es una constante y no permite

    ruptura tajante entre el pasado y el presente del humano quehacer.

    Refirindonos a la actividad antirreligiosa anterior al da 18 de

    julio de 1936 en Espaa, nadie podr exigimos muchas y apretadas

    pginas para demostrar que la explosin antirreligiosa del Frente

    Popular espaol fue el captulo final de un largo y devastadorproceso histrico en la descristianizacin de nuestra patria.

    En estas pginas pretendo, tan slo, indicar algunos

    antecedentes, no con pretensiones exhaustivas del tema.

    Solamente como teln de fondo, para comprender mejor lo

    referente a la dicesis de vila. Todo ello muy brevemente. No se

    trata de exponer las causas. Ni de ir describiendo los efectos.

    Intento recordar las fechas ms significativas en el desarrollo de la

    persecucin religiosa en pocas que ltimamente nos han

    precedido.

    Sin el afn de ir a recoger aguas muy lejos, s podernos

    descubrir en el siglo XIX un poderoso punto de arranque en la

    progresiva descristianizacin de nuestro suelo, aunque en algunos

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    momentos se produjera alguna meritoria reaccin de las fuerzas

    catlicas.

    Todo el siglo XIX fue para nosotros un conglomerado de

    fechas, que van indicando el descenso del termmetro nacional enno pocos aspectos. Tantas constituciones promulgadas, tantos

    parlamentos disueltos, tan frecuentes pronunciamientos militares y

    tan crueles guerras civiles son un sntoma de la inestabilidad

    nacional.

    Ftiles y peregrinos pretextos ocasionaron fuertes medidas

    persecutorias contra la Iglesia en Espaa, teniendo comodesenlace la consabida matanza de eclesisticos. Sacerdotes,

    religiosos y monjas conocieron, en el sobrecogedor ambiente de su

    sangre vertida, torturas y brutalidades mil.

    Turbia y agitada, en verdad, la historia eclesistica de Espaa

    en la centuria decimonnica. Sucesin, apenas interrumpida, de

    persecucin religiosa en los mltiples cambios de gobierno. Todauna serie de rupturas y reanudaciones diplomticas con Roma.

    Aquel anticlericalismo, abierto unas veces y solapado otras; las

    tenebrosas maquinaciones de la influyente e importada masonera;

    aquel obrerismo, con excesivo espritu y actividad revolucionaria,

    iban preparando los tiempos de la repblica espaola, con su

    intensa y clara actuacin persecutoria contra la Iglesia catlica.

    En aquel ambiente tan enrarecido, bastaba que alguien ideara

    una calumnia, por muy peregrina y absurda que fuera, para que

    una parte del pueblo, un tanto irresponsable, se lanzara, vido de

    sangre, contra todo lo que tuviera carcter religioso. As sucedi

    con la patraa burda del envenenamiento de las fuentes por los

    frailes, a quienes se consider causantes del clera. El populacho

    embravecido fue el material ejecutor del llamado pecado de

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    sangre, aquel da negro del 17 de julio de 1834. Un centenar de

    frailes fueron asesinados impunemente en la capital de la nacin.

    El devastador eco de tan espeluznante matanza fue

    repercutiendo en otras capitales, originando parecidos atropelloscontra la Iglesia. Espaa caminaba vertiginosamente por el

    sendero del mal, salpicndose de sangre inocente de ministros del

    Seor.

    Llegara, pocos aos despus, el gran robo del siglo,

    iniciado en 1835. La catastrfica desamortizacin de los bienes

    eclesisticos, realizada principalmente por el ministro Mendizbal,caus un grave dao a las benficas actividades de la Iglesia en

    los campos de la cultura y de la asistencia social. Ningn provecho

    econmico sac la hacienda pblica. Mediante precios irrisorios

    pasaron fructferas haciendas y valiosas obras de arte desde las

    llamadas manos muertas, legtimas y caritativas, a manos

    demasiado vivas. El erario pblico no aument su riqueza y s

    tuvo que cargar el Estado con las muchas obras de beneficencia,

    antes en manos de la eficiente y maternal iglesia de Espaa.

    Innumerables y valiosas obras de nuestro rico patrimonio

    histrico, documental y artstico, creado con esfuerzo y custodiado

    con diligente cuidado por la Iglesia catlica, sufrieron irreparables

    deterioros. En no pocas ocasiones fueron destruidas y en otras

    muchas pasaron a manos de particulares, quienes no demostraron

    la suficiente sensibilidad artstica capaz de conservarlas hasta

    nuestros das. Se unan, ah, el anticlericalismo espaol y la

    prdida o deterioro de gran parte de nuestra anterior riqueza

    artstica y documental, como causa y efecto.

    Disposiciones sectarias e intromisiones mil por parte del

    Gobierno iban apareciendo ya con cara de abierta persecucin

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    eclesistica. El papa Gregorio XVI, en su especial encclica,

    sintetiz la universal repulsa del mundo catlico contra tales

    medidas gubernativas en Espaa.

    Con Bravo Murillo y, antes, con Narvez, reaparece lanormalidad religiosa durante algunos aos. Fue un parntesis de

    bonanza, aprovechando para la firma del concordato de 1851,

    vigente hasta el de 1953.

    No durara mucho la calma. El oleaje revolucionario, llevando

    en sus entraas una gran dosis antirreligiosa, creca ms y ms,

    especialmente cuando vuelve desde Inglaterra el generalEspartero. Vejmenes sin cuento y ttricos incendios de iglesias y

    conventos iluminan con resplandores de barbarie la geografa

    espaola, al amparo de radicales y extremistas disposiciones del

    Gobierno.

    Cuando en 1873 queda instaurada la Primera Repblica, se

    da un paso en firme por el camino de la descristianizacin. Seamansaran un poco las turbulentas aguas al ser restaurada la

    monarqua borbnica en la persona de Alfonso XII, en el ao 1874.

    Llegado ya el siglo XX, el triste experimento de la Semana

    Trgica de Barcelona (julio de 1909) produjo el incendio de unos

    cincuenta templos y conventos.

    Aos despus, el da 4 de julio de 1923, caa asesinado enZaragoza el cardenal Soldevila.

    Alguna consistencia religiosa adquiere nuestra patria mientras

    Alfonso XIII se sinti apoyado por el firme brazo de don Miguel

    Primo de Rivera. La enrgica actitud y enraizado sentido catlico

    del marqus de Estella, fueron capaces de proporcionar a Espaa

    algunos aos de consolidacin religiosa y prestigio poltico, social y

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    econmico. Fue un consolador parntesis de bonanza, despus de

    atormentadas etapas.

    La Guerra Civil espaolaSabido es de todos que la cruel Guerra Civil espaola (1936-

    1939) fue realmente una persecucin religiosa contra la Iglesia

    catlica, aunque tuviera tambin otros aspectos. Y en elevado

    grado. Por ejemplo, polticos y sociales, con toda la importancia

    que tienen tambin los dos ltimos. Hubo miles de sacerdotes,

    religiosos y monjas asesinados en odio a la fe. Hubo tambinmiles de templos quemados, destrozados, profanados. Y el nmero

    de imgenes religiosas destrozadas fue inmensamente ms

    elevado. Podemos hablar del martirio de personas eclesisticas y

    del martirio de las cosas.

    Es cierto que tan amplia e intensa persecucin religiosa,

    extendida por casi todo el territorio nacional, fue previamentepreparada y sostenida durante aos por el ms virulento marxismo

    ateo y activamente eficiente contra todo lo sagrado. Socialismo,

    sindicalismo, anarquismo y comunismo fueron preparando y cal-

    deando el ambiente tambin en Espaa contra toda manifestacin

    religiosa, especialmente contra la Iglesia catlica, y muy en

    concreto, contra sus sagrados ministros.

    La propaganda atea, beligerante, cnica y calumniosa gozaba

    de poderosos medios de difusin entre el pueblo espaol. No era

    fcil resistir a su poderoso embate.

    Ya Lerroux haba dicho a sus jvenes brbaros de

    Barcelona que haba que destruir la Iglesia.

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    Entrad a saco les gritaba en la civilizacin decadente y

    miserable de este pas sin ventura; destruid sus templos; acabad

    con sus dioses; alzad el velo de las novicias y elevadlas a la

    categora de madres para virilizar la especie. No os detengis ni

    ante los sepulcros, ni ante los altares. No hay nada sagrado en la

    tierra. El pueblo es esclavo de la Iglesia. Hay que destruir la

    Iglesia. Luchad, matad, morid.

    La Segunda Repblica

    Esta actividad antirreligiosa y anticlerical aument en Espaadesde el ao 1931 con la constitucin del Gobierno republicano, en

    el que la extrema izquierda ocup los puestos clave en la vida

    nacional.

    Por todos los medios, el poder gubernativo excitaba a las

    masas contra la Iglesia catlica. Ya en marzo de 1931 fueron

    incendiadas varias iglesias y casas de religiosos. En Madrid, enValencia, en Alicante, en Sevilla, en Mlaga, en Crdoba y en otras

    ciudades.

    Tales atropellos, si es que no eran provocados o instigados

    por las autoridades gubernativas, al menos no eran reprimidos.

    Con su cnica pasividad iba creciendo la agresin a todo lo

    religioso. No se apagaban los incendios provocados. No se

    reparaban los destrozos voluntariamente causados en los templos.

    Una bien organizada propaganda por todos los medios

    posibles iba atacando con insospechadas e inverosmiles

    calumnias a sacerdotes y a religiosos.

    En el ao 1931, desde los primeros meses, el ambiente

    general en Espaa era fuertemente anticlerical y antirreligioso. Ellaicismo, cada da ms virulento, iba llegando al poder. Fue

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    tomando cuerpo una legislacin laicista. Y se iba tolerando

    cualquier manifestacin callejera y violenta de armados grupos

    revolucionarios.

    Del sentimiento anticlerical y terico de algunos intelectualesse baj al ms burdo y simple de la masa popular. Y de aqu se

    pas al antirreligioso en no pocas ocasiones. Junto con los

    oradores y demagogos, actuaron los tribunos de la plebe,

    responsables directos de disturbios callejeros y de atentados a las

    personas.

    Tambin desde el mundo de las letras se iban fomentandoesta actitud contra la Iglesia, en peridicos, revistas, obras teatrales

    y escritos diversos. Por este medio se haca llegar a los ambientes

    populares, entre obscenidades, blasfemias, chabacanadas y todo

    gnero de libertinaje, imgenes estereotipadas y falsas de una

    Iglesia espaola, presentada como nica responsable de todos los

    males de la sociedad y, consiguientemente, merecedora de los

    mayores castigos.

    Esta fobia anticristiana y anticlerical estall, beligerante, a

    partir del da 14 de abril de 1931, principio de la Segunda

    Repblica espaola.

    Fueron surgiendo publicaciones y casas editoriales al servicio

    del ms furibundo ataque contra la religin y contra la Iglesia

    catlica. Libros y peridicos minaban e iban apagando la fe

    cristiana en el pueblo sencillo, en cuya cabeza iban metiendo ideas

    anticatlicas. Contra la religin, contra el Papa, contra los

    sacerdotes.

    Cuando el da 14 de abril de 1931 empieza en Espaa la

    Segunda Repblica, queda iniciada la etapa ms agresiva, hasta

    entonces, contra la catlica nacin.

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    La Repblica es la forma de gobierno establecido en Espaa; en

    consecuencia, nuestro deber es acatarla.

    La mayora de los obispos recomendaron sensatez y cordura

    a los sacerdotes, prohibindoles intervenir en asuntos polticos. Yen esta misma lnea actu la Santa Sede. Por medio del nuncio

    Tedeschini llegaron desde el Vaticano claras instrucciones a los

    obispos, pidindoles que mostraran el mximo respeto hacia el

    Gobierno republicano para asegurar el orden y el bien comn.

    A pesar de esto, poco despus del da 14 de abril de 1931,

    fecha de la proclamacin de la Segunda Repblica, fueronsurgiendo dificultades en las relaciones entre Gobierno y

    Episcopado. Cierto que hubo algunos obispos que se mostraron un

    tanto crticos ante los graves atropellos que iba sufriendo la Iglesia

    en Espaa. Dentro del Gobierno republicano no fue idntica su

    actitud ante el problema religioso. Junto a ministros moderados

    haba otros muy radicales y en extremo anticlericales. Y triunfaron

    estos ltimos.

    Ya en el mismo mes de mayo de 1931, durante los primeros

    das de la Segunda Repblica, se constituy la Liga Anticlerical

    Revolucionaria. Llegan muy pronto la expropiacin de bienes

    religiosos, la expulsin de los jesuitas y de otras rdenes religiosas.

    Crece la lucha anticlerical y la propaganda atea. Se van

    organizando comits revolucionarios y antirreligiosos.

    Durante los das 11, 12 y 13 de mayo del mismo ao 1931 se

    produjeron en varias capitales espaolas violentas manifestaciones

    de furibundo anticlericalismo con asaltos, saqueos e incendios de

    iglesias, monasterios y conventos. Y no hubo reaccin por parte de

    las fuerzas del orden, ni de los bomberos. Ms de un centenar de

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    edificios religiosos quedaron, en gran parte o completamente, des-

    truidos. Tampoco intervino la autoridad judicial.

    Parece ser que algn ministro dijo ante tales desmanes:

    Todos los conventos de Espaa no valen la vida de unrepublicano. Y, cuando en Mlaga estaban ardiendo el palacio

    episcopal y la residencia de los jesuitas, el gobernador militar

    orden la retirada de la fuerza pblica, que intentaba dominar el

    incendio. La misma autoridad militar envi al ministro de la Guerra

    el siguiente telegrama: Hoy ha comenzado quema de conventos.

    Maana continuar.

    El nuevo ministro de Gobernacin, don Miguel Maura, recibi

    del alcalde de un pueblo este telegrama: Proclamada la repblica.

    Diga qu hacemos con el cura.

    Los violentos ataques a la Iglesia catlica, iniciados a los

    pocos das de la proclamacin de la Segunda Repblica,

    continuaron ms intensa y extensamente durante los mesessiguientes. Todo ello iba haciendo imposible la respetuosa relacin

    entre Iglesia y Repblica espaolas.

    Una ola cruel de insensato vandalismo iba apoderndose del

    territorio nacional. Nada consigue el enrgico escrito que el da 3

    de junio de 1931 elev al Gobierno el cardenal Pedro Segura, en

    nombre de todos los metropolitanos de Espaa. Tan valiente

    actitud ocasionara al Primado el forzoso destierro y la renuncia a la

    sede toledana, con el consiguiente canje de notas entre la

    nunciatura y el Gobierno, cuyas relaciones iban siendo cada da

    ms tirantes.

    Mediante ley se suprimi el voto de obediencia al Papa. Todas

    las rdenes religiosas quedaron sujetas a una ley especial, que

    impeda su normal desarrollo y actividad. Sus bienes quedaron

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    nacionalizados. Con eficaces normas legales, emanadas del

    Gobierno republicano, quedaba, de hecho, abolida la religin cat-

    lica en Espaa. No es necesario, ni hay tiempo ahora para

    concretar muchos de estos pormenores.La Gaceta se encargaba de ir promulgando frecuentes

    disposiciones antirreligiosas. Secularizacin de cementerios;

    establecimiento del divorcio y matrimonio civil; arranque de todo

    signo religioso en las escuelas; limitacin del culto catlico y

    sumisin a la autoridad civil; secularizacin de todos los bienes

    eclesisticos; inspeccin meticulosa y dura sobre las rdenes

    religiosas, etc.

    Cuando el Episcopado espaol dirige su carta colectiva a los

    obispos de todo el mundo, ya que el pensamiento de un gran

    sector de opinin extranjera est disociado en la realidad de los

    hechos ocurridos en nuestro pas, habla del quinquenio que

    precedi a la Guerra Civil. Esta carta colectiva tiene la fecha de 1

    de julio de 1937.

    He aqu algunas frases en tal documento contenidas:

    La constitucin y las leyes laicas, que desarrollaron su

    espritu, fueron un ataque violento y continuado a la conciencia

    nacional. Anulados los derechos de Dios y vejada la Iglesia,

    quedaba nuestra sociedad enervada en el orden legal, en lo quetiene de ms sustantivo la vida social, que es la religin.

    Sigue hablando de los incendios de los templos en Madrid y

    provincias, en mayo de 1931. Fue un quinquenio de continuos

    atropellos de los sbditos espaoles en el orden religioso.

    Muy bien conoca el papa Po XI la situacin, que se iba

    creando en Espaa en cuanto al aspecto religioso. En su

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    El cardenal Vidal i Barraquer, arzobispo de Tarragona, en

    nombre del Episcopado espaol, con fecha 22 de diciembre el

    mismo ao 1932, agradeca a los obispos de Chile la:

    condolencia por los graves males que afligen a nuestraIglesia, haciendo coro a las innumerables protestas de adhesin y

    solidaridad con nuestros sufrimientos, que de todo el mundo

    cristiano hemos recibido, empezando por el padre comn, el

    romano Pontfice...

    Ha sido dura la prueba para nosotros, nacidos en este pas

    eminentemente cristiano, amamantados y educados en el espritude la Iglesia, cuya saludable y vivificadora savia penetraba y

    sostena las principales instituciones y ha informado los ms

    grandes y trascendentales acontecimientos de nuestra historia.

    Podramos recordar ms testimonios y datos. Los hay en

    abundancia. Y son muy expresivos. Muy claros y muy significativos.

    Pero, no es necesario. No es el objeto de este trabajo. Por otraparte, nos alargaramos demasiado.

    Los primeros meses de 1936

    Con las elecciones del da 16 de febrero de 1936 se afianza

    en Espaa el Frente Popular. Y con ello se incrementa la prensa

    antirreligiosa. Durante los cinco meses de Gobierno del FrentePopular (16 de febrero al 18 de julio de 1936) varios centenares de

    iglesias fueron incendiadas y saqueadas. Otros templos quedaron

    incautados por las autoridades civiles. Varias decenas de

    sacerdotes fueron amenazados y obligados a salir de sus

    respectivas parroquias. Otros fueron expulsados de forma violenta.

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    Algunas casas parroquiales quedaron saqueadas. Otras pasaron a

    manos de la autoridad civil del municipio.

    Se obstaculizaba y, a veces, se impeda la celebracin de

    actos de culto catlico. Algunos sacerdotes fueron encarceladoscon el ms mnimo pretexto. Se iba, as, intensificando un clima de

    terror contra la Iglesia catlica en Espaa. Para fomentar y

    acrecentar el odio contra todo lo eclesistico se propagaban

    intencionadamente falsas acusaciones. Con ello provocaban el

    asalto e incendio de templos y colegios religiosos.

    La extrema izquierda y grupos revolucionarios afines iban, conhabilidad demaggica e insistencia constante, envenenando a la

    masa. El futuro cardenal Enrique y Tarancn, entonces joven

    sacerdote, refirindose a la situacin de la Iglesia en Espaa

    durante el primer semestre de 1936, nos ha dejado escrito en sus

    Recuerdos de juventud:

    Se inventaban calumnias absurdas para atacar brutalmente areligiosas indefensas, como un grupo numeroso de personas en

    Puente Vallecas, que atac a unas religiosas al salir de su

    convento. Se insultaba fcilmente a los sacerdotes...; las

    izquierdas haban hecho imposible la convivencia en paz.

    Este clima antirreligioso, intensificado en Espaa durante los

    primeros meses de 1936, se convierte en cruel persecucinreligiosa con toda su crueldad y eficacia en la zona republicana

    desde el da 18 de julio, inicio de la Guerra Civil.

    La consigna, que llegaba desde Mosc, era muy clara: Hay

    que matar a los sacerdotes. Y lo hacen exclusivamente por su

    condicin sacerdotal. El diseo ateo quedaba bien claro y preciso

    en estas palabras:

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    III

    La dicesis de vila antes del da 18 de julio

    de 1936

    Una la dicesis de vila

    La superficie de la dicesis de vila en el ao 1936 era de

    9.760 km2, ocupando el vigsimo lugar en relacin con las dems

    dicesis espaolas. Tal superficie diocesana coincida no con la dela provincia. La extensin provincial es de 8.048 km2. Menor, pues,

    que la de la dicesis en aquel ao. Reformas eclesisticas

    posteriores han hecho coincidir la superficie diocesana con la

    provincial.

    Si atendemos a la poblacin, tambin hay en 1936 una

    notable diferencia entre dicesis y provincia. Mientras losdiocesanos ascendan a 332.720, los habitantes de la provincia

    eran, tan slo, 251.000. Haba, pues, una diferencia de 81.720 a

    favor de la dicesis.

    A referirme en el presente libro a cada una de las parroquias,

    sometidas al dominio rojo en aquel ao 1936, ir indicando el

    nmero de habitantes.

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    Los seis arciprestazgos aparecern por orden alfabtico, tanto

    ellos entre s, como los pueblos que cada uno de ellos comprenda.

    Adelanto este resumen:

    Nombre del arciprestazgo N de parroquias Habitantes

    Arenas de San Pedro 13 28.848

    Burgohondo 12 18.561

    Casavieja 17 26.513

    Cebreros 8 19.820

    Oropesa 14 33.494

    El Real de San Vicente 7 7.923

    TOTAL 71 135.159De estas parroquias abulenses, sometidas al dominio marxista

    durante el verano de 1936, pertenecen a la provincia de vila 44; a

    la de Toledo 25 y a la de Cceres 2.

    Como el tema al que se refiere este libro es eclesistico y trata

    del ao 1936, las presentes pginas considerarn a todos los 71

    pueblos, aunque no sean todos de la provincia de vila, nipertenezcan y a esta dicesis abulense.

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    Como en el ao anterior, resultaba necesario pedir

    autorizacin gubernativa siempre que se deseara celebrar algn

    acto de culto catlico fuera del templo. Tal autorizacin era

    frecuentemente denegada.Al cabildo de la catedral no se le permiti realizar cuatro

    procesiones durante el mes de mayo de 1933. Obra en el archivo

    catedralicio un documento en el que el Gobierno civil de la

    provincia comunica tal prohibicin.

    No queremos alargarnos mucho al recordar las condiciones en

    las que se encontraba la Iglesia catlica en la Espaa anterior al 18de julio de 1936. Bastaranos ir siguiendo, entre otros documentos,

    la declaracin del Episcopado espaol con motivo de la Ley de

    Confesiones y Congregaciones Religiosas. Tiene la fecha el da 25

    de mayo de 1933.

    Permtasenos remitir a la carta encclica Dilectisima Nobisde

    Po XI sobre la injusta situacin creada a la Iglesia catlica enEspaa. El da 3 de junio de 1933 es su fecha.

    Como ya qued indicado, al referirme al ao 1932, la priora

    del monasterio de San Jos (Las Madres) solicita del cabildo

    catedralicio que nombre una comisin para que asista a la misa

    solemne el da de San Bartolom para conmemorar el aniversario

    de la fundacin de dicho monasterio por Santa Teresa de Jess

    aquel dichoso da 24 de agosto de 1562. Pide la priora que vaya

    una representacin del cabildo, aunque sea privado,

    ya que persisten desgraciadamente las mismas

    circunstancias que le impiden acudir procesionalmente, segn lo

    vena haciendo desde tiempo inmemorial.

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    IV

    En las estribaciones de Gredos

    (arciprestazgo de arenas de San Pedro)

    ARENAS DE SAN PEDRO

    En la cabecera del arciprestazgo. En el ao 1936 figuraba con

    un censo de 6.589 habitantes. La bella ciudad de Arenas de San

    Pedro se encuentra en un lugar privilegiado de la provincia

    abulense. Dormida en una hondonada, reposa en la vertiente sur

    de la imponente sierra de Gredos. Es la parte meridional del

    impresionante macizo. Es la llamada Andaluca de vila.

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    a desobedecer dicha ley de la Iglesia. Todo ello en medio de

    insultos y burlas.

    Iglesia parroquialDon Julin Gonzlez Mateos era el prroco-arcipreste de

    Arenas de San Pedro. Ya en el mes de julio iba encontrando

    frecuentes dificultades en el desarrollo de su ministerio sacerdotal.

    A mediados de julio del 36, el comit rojo exige violentamente

    las llaves de la iglesia. Tiene que entregrselas el prroco. Pudo

    antes consumir las sagradas especies.Prohibida la celebracin de la misa. Ni tocar las campanas.

    Hubo que realizar dos o tres entierros. Fue necesario prescindir de

    todo signo religioso. Sin intervencin ninguna del sacerdote. Lo

    organizan los del comit rojo. Para mayor burla y sarcasmo contra

    la religin, sin ser el paso obligado ni ordinario, aquella civil y

    ridcula caravana fue discurriendo por delante de la casa del seorcura.

    La maravillosa iglesia queda convertida en almacn de

    vveres. Quiz esta utilidad que les reportaba result poderosa

    razn para que no fuera destruido el templo. Cierto que en algunas

    ocasiones estuvo en peligro. La orden de destruccin estaba dada,

    segn parece. Al fin, como les resultaba muy til, no fue incendiadala monumental iglesia. Despus servira tambin como crcel.

    Cierto da unos miembros de la FAI se muestran decididos a

    quemarla. El alcalde se opone, con la promesa de hacerlo ms

    adelante. Tampoco fueron destruidas las imgenes. Menos suerte

    tuvieron algunos objetos sagrados. Cuanto estimaron de valor, se

    lo llevaron. Parte de ello pudo ser recuperado. Un cliz sera

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    utilizado para beber caf, en medio de risas y mofas. No faltaron

    mltiples profanaciones.

    En Arenas de San Pedro viva el sacerdote don Jos Serrano

    Cabo. Era su lugar de nacimiento. Fue testigo de excepcin. Mefue informando extensamente.

    Con fecha de 4 de marzo de 1937 escriba al obispado:

    En la parroquia se han llevado un copn grande de plata, la

    cruz procesional, un portaviticos, un crucifijo de madera de

    Jerusaln con las catorce estaciones, un crucifijo pequeo de

    plata... una arquita de plata repujada... los remates y adornos de lacustodia... la escultura de la Virgen de los Dolores del centro del

    porta-paz, un candelero... casi todas las alhajas de la patrona....

    La carta es amplia. Muchos pormenores me fue comunicando

    en mis entrevistas con l. Y no solamente en relacin con los

    objetos sagrados.

    La iglesia de las monjas agustinas, vulgarmente conocida con

    el nombre de iglesia de la Plazuela, fue utilizada tambin como

    almacn de vveres. Por esta razn, tampoco sufri importantes

    destrozos en su fbrica e imgenes.

    Convento de San Pedro de Alcntara

    Se encuentra a unos tres kilmetros de la ciudad arenense.

    Delicioso su emplazamiento. Lugar muy venerado por todos

    aquellos contornos. All reposan los restos mortales del portento

    de la penitencia y reformador de la orden franciscana, San Pedro

    de Alcntara.

    Hecho de races de rboles le llam, en frase lapidaria,

    Santa Teresa de Jess. Ella le conoci muy bien. De l recibi la

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    Santa eficacsima ayuda. En el convento se conserva la humilde y

    diminuta cueva donde pas gran parte de su vida, en penitente y

    constante oracin.

    Forma parte del convento una magnfica capilla. De rica yvariada policroma en sus mrmoles. Grandes y valiosos ngeles

    de bronce en su interior. El renombrado Ventura Rodrguez fue su

    arquitecto.

    Un modesto lego franciscano, fray Diego de Extremera, logr

    interesar a Carlos III. Y, gracias al rey, pudo ser construida tan

    monumental y bella capilla, destinada a contener los restosmortales de San Pedro de Alcntara.

    El tesn y la audacia santa de otro humilde lego, fray Jos

    Trinidad, conseguiran restaurar en este siglo tan magnfico edificio.

    Casi todos los datos referentes a este convento, durante el

    dominio rojo, se los debo al indicado fray Jos Trinidad. l fue el

    mejor testigo directo de los hechos en cuestin.Principalmente en el ao 1955 mantuve con l prolongadas

    entrevistas en los mismos lugares en los que se haban

    desarrollado los acontecimientos. Los datos por l aportados son

    muy concretos, muy fidedignos. Su relato siempre result muy vivo.

    Nadie como l poda informarme.

    Aun con el decidido empeo de resumir mucho, me esforzartambin por ser muy fiel en la descripcin. Quiero con ello ofrecer

    un agradecido recuerdo a quien tantas veces me habl acerca de

    hechos intensamente vividos por l en aquellos meses de 1936.

    El da 20 de julio la comunidad de padres franciscanos unos

    catorce tuvo que emprender la huida. Las circundantes montaas

    les van prestando fcil escondite. Viajando al amparo de laoscuridad, permanecen ocultos entre la maleza durante el da.

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    Salen del comedor. Hay que continuar revisando el convento.

    Vuelven a la capilla. An se encontraban all las imgenes. Alguien

    intenta quemar la preciosa talla de San Pedro de Alcntara. Pero

    uno de los milicianos se interpone enrgicamente.Al que toque el santo, lo mato.

    Y nadie se atrevi a destruir la imagen. No debe

    sorprendernos tal gesto. Fue frecuente encontrar mezclados

    sentimientos de especial veneracin hacia alguna imagen y

    rabiosos ataques a la religin o cosas sagradas.

    Otras imgenes, menos veneradas por el pueblo, estaban

    corriendo peligro de ser profanadas y destruidas. Tuvo que

    intervenir el lego franciscano.

    Dejad esas imgenes. No habis dicho que se ha

    terminado la religin? No es ya este convento para el pueblo? Lo

    podemos utilizar como escuelas. Yo soy maestro y puedoencargarme de vuestros hijos. Con las imgenes podrn jugar las

    nias. No las rompis vosotros. Si lo hacen vuestras hijas, se

    divertirn ms que hacindolo vosotros.

    Llegan a la hermosa y monumental capilla del Santo. Varios

    ngeles de bronce adornan sus altares y las paredes de mrmol.

    Intentan descolgar alguno. No les resulta fcil. Tienen que desistir.Lo haran ms tarde.

    Ya han recorrido el convento. Al salir, uno de los milicianos

    rojos est decidido a quemar el edificio, porque ya no volvern a

    existir los frailes... Interviene fray Jos. Y logra convencerle. Ya lo

    haran en otra ocasin. Les recuerda que podra servir para

    hospital, escuelas, o... casa para ellos mismos.

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    Arenas, permaneci hasta la fecha de su martirio, acaecido el da

    20 de agosto de 1936.

    Por su notable cultura y extraordinario prestigio, gozaba de

    gran simpata entre sus feligreses. Su reconocida bondad le hacaacreedor de generales muestras de cario y amor.

    Todos los testigos, interrogados principalmente en mi visita del

    ao 1955, coinciden en afirmar que don Julin haba sabido

    granjearse la veneracin y el respeto de los mismos socialistas y

    rojos del pueblo. Los mltiples favores, del prroco recibidos, eran

    la causa de tal aprecio general.Esto no obstante, se le fue complicando la situacin. Todo

    obedeca a la consigna recibida. Habra que olvidar las muestras

    de amor, tan prolijamente demostradas por don Julin. Haba que

    hacer desaparecer todo cuanto oliera a religioso. Y ante esta

    consigna, de nada valan razones de agradecimiento.

    Revueltas y motines insistentes, suscitados por personas designificada tendencia izquierdista, iban enrareciendo el ambiente.

    Cada da con mayor frecuencia. El comit rojo dominaba por

    completo la situacin de la ciudad arenense. Tena todas las

    riendas del poder. Medios para amedrentar no le faltaban. Intencin

    de conseguirlo, tampoco.

    Don Julin conoca la tormenta que se estaba avecinando. Denada le sirve redoblar sus obras de caridad y su afable trato para

    con todos. l nunca crey que aquellas muestras de amor,

    prdigamente dadas por l, iban a tener tan inexplicable e indigna

    correspondencia. Se haba formado la idea de que los tena a todos

    de su parte.

    Le proporcionaron los mismos miembros del comit rojo unsalvoconducto. Esto le afianz en su creencia de que nada malo le

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    ocasiones escuch el vivo relato. Ahora resumo los datos. Tan slo

    indicar los ms importantes.

    Sera la una y media de la madrugada. En la noche del 20 al

    21 de agosto. Ao 1936. He aqu el dilogo:

    A dnde me llevis a estas horas?

    Al comit le responden los rojos.

    Pero... si yo he sido siempre bueno con todos vosotros. Siempre

    os he defendido.

    T no te preocupes. No te pasar nada. T vienes ahora con

    nosotros. Y... nada ms.

    Decidme, dnde me vais a llevar?

    Iremos a Candeleda. Debes prestar una declaracin.

    Le obligan a salir de la casa rectoral. Se lo llevan calle abajo.

    En vano insiste nuevamente recordndoles el salvoconducto. De

    nada servan los innumerables beneficios de l recibidos.

    Me habis engaado. Me fie de vosotros.

    Para perderme yo, te pierdes t le contest el que

    actuaba de jefe.

    Llegan a la carretera. Es muy poca la distancia. All tienen

    preparada una camioneta. Tiene que subir. Y emprenden la marchare direccin a Candeleda.

    Qu pas a partir de este momento? No han podido ser

    muchos los pormenores seguros que me han podido comunicar.

    Han sido varios los esfuerzos realizados para lograr referencias

    ciertas. No ha sido mucho lo averiguado. Ni en mi recomido por

    aquella zona, ni en el informe oficial existente en el archivo dioce-

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    Junto a la carretera apareci el cadver. Un guarda de

    aquellos contornos le descubre. Tena un odo destrozado. Un

    escapulario y un rosario permanecan junto a su cuerpo. Parte de

    los restos mortales aparecan quemados.Pocos das despus del 8 de septiembre, fecha de la

    conquista de Arenas por las tropas nacionales, se pudo proceder al

    traslado del cadver. Me cont la escena, hace aos, un testigo

    presencial. Estaban los restos mortales del prroco un poco

    enterrados. A flor de tierra fueron apareciendo algunos huesos

    calcinados. La tierra circundante estaba como impregnada de

    grasa. Algn trozo de ropa no estaba quemado por completo. S

    apareca chamuscada. Cuantos restos pudieron ser recogidos son

    trasladados al cementerio.

    En el libro de difuntos, existente en el archivo parroquial, he

    ledo una lista de personas asesinadas por los rojos en Arenas de

    San Pedro. Aparecen 30, en total. Hay consignados algunos datos

    referentes a cada una de ellas.

    En dicho libro de difuntos, n 8, folios 157 v., 158 y 159, entre

    otros datos, puede leerse lo siguiente:

    Don Julin Gonzlez Mateos, presbtero cura prroco de

    sta, natural de Cebreros, hijo de Basilio y Eugenia, de edad de

    sesenta y nueve aos: llevaba once aos de prroco de sta;asesinado por las hordas marxistas el 20 de agosto de 1936 en el

    camino y cerca de Candeleda; fue identificado su cadver e

    inspeccionado por Alvaro Rodrguez, caminero y vecino de

    Candeleda, natural de Arenas de San Pedro; el cadver fue

    quemado despus; y unos trocitos de huesos calcinados, que

    quedaron, se trasladaron al cementerio de est villa en 19 de

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    noviembre del mismo ao e inhumados cerca de la capilla, a lado

    del sepulcro del seor prroco de Santa Cruz, don Manuel Surez.

    Unos aos despus, varios testigos, en sus declaraciones, me

    fueron ampliando cuantos datos aparecen resumidos en el acta dedefuncin.

    En la iglesia parroquial hay dos inscripciones. La primera, de

    cermica, colocada en la pared, junto al altar de San Pedro de

    Alcntara, dice as:

    A la santa y gloriosa memoria de don Julin Gonzlez

    Mateos y don Fidelio Gonzlez Navarro, prroco y coadjutor de

    esta iglesia, que recibieron la palma del martirio inmolados por los

    marxistas en odio a la fe el 20 de agosto y 4 de septiembre de

    1936. Martyres Domini. Dominum Benedicite in Aeternum.

    Al indicar la fecha de la muerte del cura prroco, don Julin,

    en algunos documentos aparece sealado el da 20, mientras que

    en otros se indica el 21. No hay contradiccin. Esta diferencia es

    debida al hecho de haber sucedido precisamente durante la noche

    entre los dos das.

    La segunda inscripcin, tambin de cermica, colocada en

    una pared de la iglesia, junto al altar de la Virgen del Pilar, dice as:

    El da 8 de septiembre, fiesta de nuestra patrona,encontrndose esta villa bajo el dominio del comunismo, fue

    liberada a las ocho de la noche por el glorioso ejrcito nacional, sin

    tener orden de ocuparla. Para perpetuar la memoria de tan insigne

    merced de nuestra patrona la Virgen del Pilar, se coloc esta

    lpida conmemorativa costeada por su asociacin y por todo el

    pueblo.

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    En la parte superior de la lpida se encuentran representados

    la Virgen del Pilar de Arenas, San Pedro de Alcntara y San

    Agustn. Debajo de estas figuras; el escudo de la ciudad de Arenas

    y este lema: Siempre incendiada y siempre fiel. Sigue la fecha dela colocacin: 8 de septiembre de 1937.

    Como queda indicado en la trascripcin de la primera lpida,

    aparece en ella tambin el nombre de don Fidelio Gonzlez

    Navarro. Era el coadjutor. Tambin fue asesinado por los

    comunistas. Ms adelante me referir a l. Cuando trate de su

    pueblo natal, San Esteban del Valle. All se desarrollaron los

    ltimos acontecimientos de su vida.

    Durante el ao 2002 he intentado recoger algunos datos

    complementarios entre algunos vecinos de Arenas de San Pedro.

    No han podido ser muy concretos, dado el tiempo transcurrido. Don

    Jess Bermdez lvarez, de 87 aos, y su hermano don Jos, de

    85, han afirmado lo siguiente.

    Don Jos fue monaguillo del prroco don Julin. Le acompa

    mucho en los actos religiosos en la parroquia. Le tiene an un gran

    cario y veneracin. Se ha preocupado de cuidar su sepultura

    hasta hace unos aos. Ya no puede hacerlo debido a su avanzada

    edad. Sigue afirmando que reza todos los das y le pide la

    perseverancia final. Afirma esta declarante que estuvo con el

    prroco la vspera de su prendimiento. Habindole aconsejado la

    huida, don Julin no lo hizo. Dice que algunos testigos del

    prendimiento le contaron los pormenores, que ya figuran en lo

    anteriormente escrito.

    Los dos hermanos declarantes, don Jos y don Jess, afirman

    en el ao 2002 que don Julin era muy recto [...]; era muy bueno,

    muy compasivo. Antes de celebrar la misa se pasaba un buen rato

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    de rodillas ante el sagrario; y despus daba gracias por lo menos

    un cuarto de hora. Era muy caritativo. Todos los das visitaba a los

    enfermos. [...] l fue siempre muy bueno, muy recto y amable con

    todos.Se mostr muy valiente, dispuesto a lo que Dios quisiera. Por

    eso, no quiso huir.

    Esos dos declarantes corroboran lo que anteriormente he

    escrito, en referencia al martirio del prroco de Arenas de San

    Pedro.

    Segn ellos, le cogieron, le llevaron primero a Candeleda.Luego le trajeron hacia Arenas. Y le fusilaron en el camino.

    Adems, lo quemaron. Quedaron muy pocos restos. No hubo

    testigos, ms que los asesinos. Por eso, no se conoce el momento

    preciso de su martirio.

    Siguen afirmando, en el ao 2002, que los rojos mataron a

    don Julin slo por ser sacerdote. A la pregunta de si fueconsiderado como verdadero mrtir de Cristo, responden: S,

    desde el primer da. Se conserva la memoria viva de su martirio.

    Los pocos restos que pudieron ser recogidos, ya que fue quemado

    su cadver, se encuentran enterrados en el cementerio. Estaran

    muy contentos si este bondadoso sacerdote fuera elevado a los

    altares y declarado verdadero mrtir de Cristo.

    Ramacastuas

    En aquel ao 1936, figuraba como anejo de Arenas de San

    Pedro el pequeo pueblo de Ramacastaas. Unas lneas, tan slo,

    acerca del dominio rojo en esta localidad.

    Para ello he contado con detallados informes, proporcionadosen el ao 1955.

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