Mario Morvelí Salas - Freehugo.alatristasalas.free.fr/Archivos/Antropologia.pdfprimero está...
Transcript of Mario Morvelí Salas - Freehugo.alatristasalas.free.fr/Archivos/Antropologia.pdfprimero está...
FACULTAD DE MISIONES Y CIENCIAS RELIGIOSAS(FAMICIR)
ALCANCES PARA UNA ANTROPOLOGÍA DE LAS MISIONES
Mario Morvelí Salas
Cusco, 2009
1
ALCANCES PARA UNA ANTROPOLOGÍA
DE LAS MISIONES
Mario Morvelí Salas
PUBLICACIONES LA ROCADE LA FACULTAD DE MISIONES Y CIENCIAS RELIGIOSAS DEL CUSCO
(FAMICIR)
Los Nogales T-28San Sebastián – CuscoTelef. (084)272143E-mail: [email protected], 2009Prohibida la reproducción de este texto por cualquier medio, total o parcial,sin el permiso expreso de los editores.
2
CONTENIDO Pág.
Algunas palabras 04
1. Deslinde conceptual 051.1. La antropología 051.2. La misión 061.3. La antropología de las misiones 09
A. El Evangelio y la cultura 10B. La inculturación del Evangelio 17
2. La antropología en las misiones internacionales 20
3. La antropología en la experiencia de la cristianización colonial según Marzal 243.1. Sobre la misión andina en el tiempo colonial 243.2. Sobre el misionero cronista José de Acosta (15401600) 25
A. La evangelización y diversidad cultural 26B. La tipologización de los indios para la evangelización 26C. La postura pastoral ante la dominación y la dependencia 28D. ¿Se debe preservar o cambiar la cultura indígena? 29
Bibliografía 31
3
ALGUNAS PALABRAS
El presente ejemplar, “ALCANCES PARA UNA ANTROPOLOGÍA DE LAS MISIONES”, está dirigido a los estudiantes de institutos y seminarios teológicos o bíblicos, asimismo a los líderes de las iglesias cristianas comprometidos con el quehacer de la Gran Comisión. Por lo tanto, considerando este escenario, se busca generar un espacio para los debates de la denominada antropología de las misiones. Para ello, revisaremos algunos conceptos como antropología, misión, cultura, Evangelio, inculturación del Evangelio, globalización, etcétera, que son términos que nos permiten reflexionar e impulsar la discusión referida a esta especialidad y luego desplegar su trascendencia en el mundo de las misiones internacionales.
Pues admitimos que todos aquellos que han sido convocados a la profesión de fe y al anuncio del Reino de Dios a todas las naciones deben gozar no sólo de herramientas teóricas y metodologías teológicas o misionológicas, sino también antropológicas. Por lo tanto, esta edición anhela sumarse a esta preocupación.
Por supuesto, este libro es resultado de la revisión de literaturas antropológicas, misionológicas, bíblicas, recapitulación del dictado de asignaturas teológicas y misionológicas en diversos institutos teológicos y misionológicos, así como de las reflexiones de experiencias evangelizadoras. Claro que los postulados que presentamos deben ser tomados no como la última expresión, sino como posibilidades que deben ser discutidas.
Para el logro de nuestro objetivo, este libro se ha organizado en tres temas. El primero está referido al deslinde conceptual, pues definimos conceptos como antropología, misión, antropología de las misiones, entre otros, con el fin de que las discusiones y las reflexiones se encuadren en la línea académica rigurosa. El segundo asunto está encaminado a la reflexión acerca de lo que se entiende por antropología de la misión, la delimitación entre el concepto de cultura y el Evangelio, el convertido y su cultura, la inculturación del Evangelio y la problemática de las misiones en el contexto de la globalización. El tercer tópico es una sistematización de la aplicación de la antropología por los jesuitas en el proceso de la cristianización de la época colonial.
Finalmente, hago público mi reconocimiento al CONCILIO MISIONERO INTERNACIONAL “CRISTO A LAS NACIONES” en la persona del Dr. Aristóteles Melgarejo y del Misionero Lindorf Chamorro por permitirme exponer estos alcances en el III CONGRESO MISIONERO INTERNACIONAL “CRISTO A LAS NACIONES” llevada a cabo en agosto del 2005, Ventanilla – Callao, Lima. Por último, mi compromiso con la FACULTAD DE MISIONES Y CIENCIAS RELIGIOSAS DEL CUSCO (FAMICIR) que hicieron posible esta publicación.
M.M.S
4
1. DESLINDE CONCEPTUAL
El objetivo de esta primera parte es aproximarnos a la comprensión de tres conceptos básicos: antropología, misión y antropología de las misiones. Afirmamos que son términos o herramientas conceptuales útiles para la reflexión de la acción misionera y que todo Misionero debe emplearlos con precisión.
1.1. LA ANTROPOLOGÍA
La antropología se ha conceptuado como el estudio del hombre y sus obras (Herskovits, 1968:17). Esta definición que es extensa y general no cubre la intención de ser el estudio completo de la humanidad, aunque se aproxime a serlo (Silva Santisteban, 1977:16).
Por ello, Lischetti (1986:15) puntualiza que esta disciplina apunta a un conocimiento global del hombre y abarca el objeto en toda su extensión geográfica e histórica. Impulsa la búsqueda de un conocimiento que sea aplicable al conjunto de la evolución del hombre, desde el homínido hasta los rasgos modernos. Tiende a conclusiones positivas o negativas, sin duda válida para todas las sociedades humanas desde la más pequeña tribu hasta la gran ciudad moderna.
Silva Santisteban (1977) refuerza también señalando que la antropología tiene que ver con la investigación científica de los factores fundamentales del desarrollo humano a través del tiempo y del espacio. Pues parte del supuesto que para comprender la naturaleza del hombre es necesario observarlo en donde quiera que exista y en el tiempo a fin de comprobar los cambios que ha experimentado en toda su existencia, e incluso en la trayectoria evolutiva que le dio origen.
Harris (1990:111,17) contribuye, igualmente, puntualizando que la antropología es el estudio de la humanidad, de los pueblos antiguos y modernos, así como de sus estilos de vida. Así, dada la amplitud y complejidad del tema, las diferentes ramas de la antropología se centran en distintos aspectos o dimensiones de la experiencia humana. Algunos antropólogos estudian la evolución de nuestra especie; otros investigan cómo el homo sapiens llegó a poseer la facilidad humana para el lenguaje, desarrollo y diversificación de los lenguajes y los modos en que las lenguas modernas satisfacen sus necesidades de comunicación humana; otros, por último, se ocupan de las tradiciones aprendidas del pensamiento y conducta que denominamos cultura, investigando cómo surgieron y se diferenciaron las culturas antiguas y cómo y por qué cambian o permanecen iguales.
Marzal (1986:14) es más específico al fijar que la antropología es aquella ciencia social que estudia el funcionamiento y evolución de “otras” sociedades. A esta definición, Arguedas (1986:135) acota precisando que es el estudio de la diversidad de grupos humanos, sus costumbres, sus factores y sus causas, así como los diferentes modos de ser de los pueblos.
En suma, dada la abundancia y multiplicidad del contenido de esta especialidad, enunciamos que la antropología es una disciplina que nos ofrece un amplio conocimiento científico y teórico para comprender el proceso y funcionamiento de las sociedades humanas y su cultura. Vale decir, la función que cumplen las instituciones socioculturales y los estilos de vida de los distintos pueblos antiguos, modernos y post modernos, así como los cambios que han experimentado. La antropología nos alcanza, también, las teorías y los
5
modelos para impulsar el desarrollo humano prestando atención a la diversificación cultural y económica que experimenta el mundo.
Por eso, el antropólogo y el misionero encuentran su campo de estudio y acción dondequiera que exista o hayan existido pueblos o naciones. Pues se interesan por todos los aspectos y manifestaciones humanas sean estas externas (relaciones sociales, rituales, elementos culturales, complejos culturales, etc.) o internas (conciencias, creencias, sentimientos, etc.). Dicho interés es para comprender y explicar la problemática humana (su historia, dinámica, desarrollo, estancamiento o atraso, formas de satisfacer necesidades, maneras cómo se enfrentan y sobreponen a la naturaleza) a fin de promover los cambios y desarrollos integrales y globales de las sociedades humanas. Desde este contexto, admitimos que la acción misionera tiene que ver también con este propósito, para ello, los alcances teóricos de la antropología son fuentes de información para aproximarse a la realidad de las naciones e intervenir en el desarrollo humano a la luz del principio bíblico y ético evangélico como fue el caso de Estados Unidos1.
1.2. LA MISIÓN
El vocablo misión viene del latín missio onis. Significa dos escenarios o momentos: El primero hace mención a la acción de enviar o también poder o facultad que se da a alguien de ir a desempeñar algún cometido o una comisión (encargo), en este caso, quien goza de poder o facultad es Dios que envió a su hijo unigénito para redimir a la humanidad, para que vivamos por él y tengamos vida eterna (Jn. 3:16; 1Jn. 4:9), o también Jesús quién envió a sus discípulos a anunciar su resurrección (Mat. 28:19). El segundo escenario se refiere a la salida o peregrinación que hacen los religiosos y varones apostólicos de pueblo en pueblo predicando el mensaje de salvación, aquí, la Iglesia o cristianos son los actores responsables de salir y consumar la Gran Comisión de anunciar el Evangelio del Reino de Dios a todas las naciones (culturas). No obstante, pese a lo señalado, el concepto sigue siendo un tópico ampliamente debatido en el terreno teológico, eclesiástico y misionológico, acarreando naturalmente múltiples declaraciones.
Así pues, de las cuantiosas definiciones existentes y ubicándonos en su segunda acepción, en esta ocasión, es pertinente nombrar a Bergsman quien citando a Bavinck define la misión en los siguientes términos:
“La obra misionera es la actividad de Cristo ejercida por medio de la Iglesia, por la cual la Iglesia, en este periodo interino, antes de la proclamación definitiva del Reino de Dios, llama a los pueblos de la tierra al arrepentimiento y fe en Cristo para que sean constituidos en sus discípulos e incorporados por el bautismo a la comunión de los que esperan la venida del Reino” (Bergsman, 1998:3840)
Según esta definición, la Iglesia es el cuerpo divino de la misión, es la que actúa y realiza la obra misionera. Esta declaración, ubicada en el contexto del segundo escenario, nos lleva a puntualizar tres razonamientos para la discusión referida a la misión. Un primer razonamiento es que la misión, en el Nuevo Testamento y en el actual contexto de la globalización y cambio social acelerado, es toda acción de proclamación de la resurrección
1 Max Weber en su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” demuestra que el capitalismo maduro en Estados Unidos se estableció debido a la adopción de la ética protestante (ahorro, el trabajo, el tiempo es dinero, el crédito es dinero, la puntualidad y justicia, etc.). Pues con la prosperidad de las empresas lucrativas y racionales se dio el auge del capitalismo norteamericano y alemán, para el efecto, la ética protestante cumplió un papel decisivo.
6
de Cristo a todas las culturas del orbe, siendo los miembros de la Iglesia los responsables directos de esta Gran Comisión (Mar. 16:118; Mat. 28:1920).
Según este razonamiento, la tarea de la proclamación no es una acción individual. Es ante todo un acto eclesiástico. La iglesia, como una comunidad de santos (Ef.1:1; Fil.1:1; Rom.1:7,16:15,12:25), organiza, prepara y envía a sus miembros llamados a esta hazaña a anunciar que Cristo resucitó. Esta es una operación que de por sí es una diligencia conjunta y no individual. Tal vez el prototipo clásico e ideal de la Gran Comisión sea la experiencia de Jesús que preparó y envió a los doce de dos en dos (Mar.6:7), o el caso del envió de los setenta también de dos en dos (Luc.10).
Esta acción significa que hoy la iglesia debe de instituir o bien fortalecer una estructura o un régimen administrativo especial que permita o viabilice la proclamación del Evangelio a distintas culturas. Es una configuración que debe posibilitar o encauzar la misión bajo el criterio conjunto con la iglesia, desde la iglesia y para la iglesia. Aunque esta no es una primicia, pues ya existen experiencias sobre esto, por lo que es necesario su fortalecimiento a fin que la misión sea plasmada según los preceptos bíblicos.
Un segundo razonamiento, válido para la discusión, es que se da por hecho que la misión de la Iglesia como actividad trascendental busca materializar la visión2 y misión3 de Dios. A este respecto, tal vez los aportes de Costas sinteticen de mejor modo la visión y misión de Dios:
“Dios quiere y espera que su iglesia crezca, pero no cojeando, ni anímicamente, ni anormalmente. Quiere que su iglesia crezca en anchura, numéricamente, como comunidad apostólica. Quiere que su iglesia crezca en profundidad, vivencialmente, orgánica y conceptualmente, como comunidad de adoración y de nutrición. Quiere que su iglesia crezca en altura, como modelo viviente y visible, como signo del nuevo orden de vida introducido por Jesucristo que está desafiando a las potestades y principados de este mundo” (Costas 1979:7678)
Costas nos revela que la misión y visión de Dios es el crecimiento de la Iglesia en sus tres dimensiones: anchura, profundidad y altura. De modo que la misión de la Iglesia consiste justamente en la consolidación de esa visión y misión de Dios: el crecimiento de la Iglesia en sus tres dimensiones.
La realización de la visión y misión de Dios, así como perciben por ejemplo los de la Comunidad Misionera Gospel en Lima, es llevada a cabo mediante el modelo de los doce (G12). Esta pauta es tal vez el prototipo del modelo empleado por Jesús y que de hecho supone el crecimiento de la Iglesia en sus tres dimensiones. Sobre esto, César Castellanos escribe:
2 Citando a Castellanos (1999:27), “la visión es la idea de Dios revelada a la mente del hombre para que éste la ejecute. La visión de Dios es cumplir con su propósito en esta tierra” (“Liderazgo de éxito a través de los 12”. G12 Editores, Colombia, 1999 pp. 16, 21) Este propósito es justamente la materialización de la historia de la redención, y el crecimiento de la Iglesia es un indicador de este propósito. Ampliando, “la visión de Jesús no fue convertirse en un mártir, ni tener una multitud de seguidores, ni que el mundo lo conociera como un gran maestro o estupendo líder religioso. Su visión iba más allá: redimir a la humanidad de una condenación segura. Aparte de El no existía otra esperanza para el hombre, pero Jesús tuvo la visión de salvarnos pagando un precio elevado: por nosotros dejó su trono de gloria y esplendor, y se hizo hombre, vivió como hombre, y al morir en la cruz consumó su visión de salvación para todo aquel que creyera en El”.3 La misión en este caso sería, ejecutar la idea creativa de Dios, por supuesto enfrentando pequeñas batallas a diario, para lograr metas, realizar sueños y de ese modo forjar el destino de toda una nación (Castellanos, 1999:19). La misión, en otras palabras, es obedecer el Gran Mandato de anunciar la resurrección de Cristo y de ese modo construir la Iglesia de Cristo como medio de la acción redentora.
7
“Desde un principio Dios estableció el modelo de los doce, y es a través de éste que se reproduce la visión de Jesús. El Maestro se dedicó a discipular, a centrar su atención en doce personas que fueron seleccionadas luego de una noche de oración, y de esta manera estableció el secreto de éxito para discipular a las naciones, aplicando un proceso de reproducción que ayudaba a la propagación de la visión” (Castellanos, 1999:28)
Naturalmente, esta operación encauza la nominada escalera del éxito fundamentada en cuatro pilares: ganar y/o convocar, consolidar, discipular y enviar. Vale decir, invitar y ganar vidas por medio de células, consolidar que no es sino preparar al creyente para su primer encuentro, discipular mediante la escuela de líderes para un próximo reencuentro y de este modo ir formando los grupos de doce, finalmente enviar para proclamar la resurrección de Cristo. Todo este ejercicio debe ser encaminado prestando atención al dilema de la interculturalidad4.
Así como el modelo de los 12 (G12) es una estrategia para viabilizar la visión y misión de Dios, hay también otras estrategias importantes como el caso del denominado crecimiento de la iglesia mediante células aplicado actualmente por la Iglesia “La Vid” de Cusco. Por cierto, es una interesante experiencia de materialización de la visión y misión de Dios; pues mientras el crecimiento sea en anchura, profundidad y altura, no hay motivo para el cuestionamiento y al contrario se debe reproducir según sean los casos.
Es también importante recordar el modelo del Evangelismo a Fondo experimentado en la década de los sesenta. Esta fue una estrategia que permitió el crecimiento de la Iglesia Evangélica Peruana en el Perú, sin duda, los resultados del crecimiento son incuestionables.
Las estrategias para la difusión de la visión y misión de Dios no se inventan. Pues se encuentran prioritariamente en la Biblia (como el caso del G12), en la acción, en la realidad y en la experiencia. En América Latina existen extraordinarias experiencias de evangelización y de crecimiento eclesiástico; lo que falta es recoger, sistematizar y teorizar, para seguidamente reproducir previo un análisis crítico. Así, pueden citarse muchas experiencias de materialización de la visión y misión de Dios a través de la historia de la salvación.
Pero bueno, la visión y misión no concluye aquí, el mundo sigue su proceso de desarrollo. De modo que esta es la ocasión para señalar que, actualmente, se viene experimentando un mundo de constante cambio y de diversificación cultural, siendo esta una situación de reto en el sentido que hay la urgencia de establecer nuevas estrategias de acuerdo a la circunstancia actual para materializar la visión y misión de Dios según áreas culturales.
Un tercer razonamiento, igualmente valioso y siempre situándonos en la segunda designación del término misión, es que la misión de la Iglesia supone, a la par, impulsar el desarrollo humano a la luz de las normas, valores y conductas reglamentadas en la Biblia y adecuadamente contextualizadas por áreas culturales. A manera de ejemplo mencionamos que algunas normas bíblicas pueden ser leídas en Ef. 4:16, ciertos valores bíblicos están expresados en las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús o también en la manifestación de la carne y la manifestación del Espíritu (Gál. 5:1623), las conductas se revelarían, justificadamente, en la materialización de estas normas y valores tales como el ser sobrio, 4 Este proceso de operación encauzada por la escalera del éxito fundamentada en cuatro pilares se viene desarrollando exitosamente en la Comunidad Misionera Gospel de Ventanilla – Lima. Los resultados son justamente el crecimiento cuantitativo de fieles.
8
justo, piadoso, etcétera (Tito 2:12). Claro está, la sociedad humana desatiende cada vez más el Derecho bíblico y ello conduce a que la gente actúe como vea por conveniente y persiguiendo cualquier circunstancia para favorecerse, produciendo normas legales que protegen únicamente a ciertos sectores sociales y lastimando a otros, y así no es viable el desarrollo humano. Por esto, la misión de la Iglesia supone también la responsabilidad de debatir por una sociedad humana digna, amparado en el modelo social instituida por la Iglesia “primitiva” y leída en Hechos 2:4147 y 4:3237. Este es el arquetipo social que expresa el desarrollo humano y, por ello, la Iglesia tiene que impulsarlo por ser una forma de revelación del reino de los cielos.
Aquí debemos deslindar que los teóricos, políticos, empresarios, etcétera, que luchan por el bienestar humano, lo hacen inspirados en un modelo social y desde ella promocionan el progreso humano. Estos luchadores a favor del bien humano buscan implementar un modelo socioeconómico (el modelo socialista y su correspondiente modelo económico de planificación, o el modelo capitalista y su respectivo modelo económico de mercado), aunque detrás de estos modelos subyacen los intereses de las clases sociales.
En esta discusión es importante señalar que es posible referirse a un tercer modelo socioeconómico: el modelo eclesiástico. Pues se trata de una muestra cuyo precedente es la experiencia de los primeros cristianos y narrados en Hechos 2:4147 y 4:3237. Aquí apreciamos la descripción concreta de una experiencia socioeconómica en el que se han resuelto los problemas sociales, económicos, culturales y políticos; es una práctica que evitó aprovechamientos o intereses de una clase social, política o económica, ya que siempre buscó satisfacer las necesidades de la población humana. Fue una comunidad eclesiástica en el que los fieles promocionaron el bienestar humano a partir de la ética eclesiástica con resultados de la auténtica conquista de la libertad y la igualdad. Para que esto funcione, el sistema de vida establecida por estos cristianos fue regulado por la ley bíblica en el que el valor, la conducta y las palabras de Jesús fueron la norma central. Así, para nosotros es un aspecto cardinal ya que también corresponde a la misión de la iglesia. Sin duda, esta gestión no se lleva a cabo al azar, pues al igual de los casos anteriores, la difusión del bienestar humano se debe conducir a partir del registro bíblico. Entonces, la difusión e implementación de este modelo social eclesiástico es responsabilidad exclusiva de la iglesia, de modo que el primero y el segundo postulado referidos deben consumarse con la implementación de este tipo de sociedad que no es sino la viva expresión del reino de los cielos.
1.3. LA ANTROPOLOGÍA DE LAS MISIONES
Antes de referirnos a la antropología de las misiones, es oportuno hacer alusión fugaz a la denominada misionología por ser, ciertamente, “el estudio científico de la actividad misionera de la Iglesia” (Bergsman, 1998:38). Naturalmente, las expresiones frecuentes sobre esta materia han permitido que la gran mayoría acoja el concepto como un conjunto de conocimientos referidos a la problemática de las misiones y, por supuesto, como resultado del enlace entre la Teología y las Ciencias Sociales (Antropología, Historia, Sociología, Psicología).
Por lo señalado, como indica Tippett, la misionología es un área interdisciplinaria de estudio. Es la disciplina académica que investiga, registra y aplica datos relacionados con el origen bíblico, la historia, los principios y técnicas antropológicas, siendo la base teológica de la misión cristiana. Según Costas es la reflexión crítica de la praxis de la misión (Bergsman, 1998:38,39).
9
Así pues, la antropología de las misiones es un área y/o componente de la denominada misionología. Su materia de análisis o reflexión se resume en dos postulados: la correspondencia existente entre la cultura y el Evangelio (la problemática de la predicación del Evangelio según contextos culturales, o bien las barreras culturales de la comunicación del Evangelio) y, el asunto de la inculturación del Evangelio o mejor dicho el posicionamiento del Evangelio en las personas.
En general, podemos mencionar que la antropología de las misiones, valiéndose de las teorías y metodologías antropológicas, examina la problemática cultural de la humanidad en el marco de la globalización. A partir de ello busca establecer los mecanismos o estrategias para la proclamación de la resurrección de Cristo según áreas culturales, evitando o aprovechando las barreras culturales, precaviendo o utilizando la estructura cultural de las naciones y procurando inculturar o posicionando el Evangelio en las personas.
En seguida, pasamos a exponer los dos supuestos que atañen a la antropología de las misiones:
A. El Evangelio y la cultura
Delimitando el concepto EvangelioPara puntualizar el concepto Evangelio es conveniente acudir a la Escritura. En esta
ocasión lo hacemos desde el Evangelio de San Marcos 16:915. Aquí se describe con claridad la esencia del término Evangelio. Pues en cuanto Jesús resucitó, el primer día de la semana se apareció frente a María Magdalena, ella al ver al Maestro resucitado se fue donde estaban los discípulos para hacer saber esta noticia de que había resucitado, pero no lo creyeron. En una segunda ocasión, cuando dos de sus discípulos iban al campo, Jesús se les apareció y éstos de inmediato al igual que María Magdalena volvieron para dar a conocer a los otros que Cristo había resucitado pero tampoco habían creído. Finalmente, mientras los discípulos estaban reunidos y sentados al contorno de la mesa, Jesús se apareció y esta vez para reprocharles por la incredulidad y dureza de su corazón porque no habían creído los anuncios de aquellos que le habían visto resucitado. En seguida Jesús les ordenó para que vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio, vale decir, prediquen que Cristo resucitó. Este era el mensaje central, la buena nueva como escribe San Mateo, era buena nueva porque las esperanzas supuestamente perdidas con la muerte de Cristo se habrían tornado nuevamente en esperanza por la resurrección.
Así pues, el Evangelio es en sí la resurrección de Cristo y eso es lo que se debe predicar. Por eso que la resurrección de Cristo fue el fundamento central de la primera predicación de Pedro (Hech. 2:24, 31, 32), de la misma manera, fue el fondo preferente de la misión de los apóstoles (Hech. 4:33). Jesús mismo, antes de ser ensalzado o levantado y le tomara una nube para encubrirla de los ojos de sus apóstoles, les encargó que sean testigos de Él, de su resurrección, en todas las culturas empezando por Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y así sucesivamente hasta lo último de la tierra (Hech. 1: 8, 9, 22).
El suceso de la resurrección de Cristo sólo era viable por el poder de Dios. Por ello que el Apóstol Pablo documentó que el Evangelio y/o resurrección de Cristo es Poder de Dios (Rom. 1:16). Subrayó también que “…si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1Cor. 15:1017); expresando con justa razón que “nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1Cor. 1:23). Así pues, el Evangelio es esa
10
resurrección sobre el que se funda la fe cristiana y la Iglesia, este es el Evangelio de Cristo motivo de misión.
Delimitando el concepto culturaEl hombre como ser biológico, social, económico, cultural y religioso, establece un
modelo ideal de comportamiento concreto y particular de acuerdo al medio geográfico en el que se ha ubicado. Al respecto se dice:
“las relaciones entre hombre social y su medio determinan formas específicas y particulares de resolver su existencia, que es lo que permite establecer las diferencias entre unos y otros pueblos. No es su inteligencia ni su manera particular de ser, mucho menos su origen étnico. Es simple y llanamente que frente a un bosque un hombre se comporta de manera distinta que frente al desierto o frente a la puna. Resuelven su existencia de modo diferente y las formas de resolver la existencia social constituyen, naturalmente, aquello que denominamos cultura. En primera y última instancia, la cultura no viene ha ser otra cosa que la manera cómo el hombre resuelve su existencia concreta” (Lumbreras, 1994:51)
En esta perspectiva, se sobreentiende que la cultura es la manera de cómo los hombres han resuelto y siguen resolviendo su existencia. Es el modo de vida que establecen los hombres entre sí (modos de hacer, de creer, de pensar y de sentir) en un determinado tiempo y espacio. Se trata, pues, de una experiencia de creación cultural como un mecanismo o artificio que le permite adaptarse a la naturaleza, a su medio social y su correspondiente intercambio. Así, el ser humano con el afán de sobreponerse y sobrevivir ha encarado la naturaleza de manera directa, hoy sigue afrontando directa o indirectamente, y toda esta experiencia fue y aún sigue siendo motivo de endoculturación.
Para el ecologista Cambell (1985:114), la sociedad y la cultura se han desarrollado justamente como una respuesta al ambiente. Pues explica que la cultura como un sistema de conocimientos, comportamientos y utensilios, permite a los seres humanos comunicarse con el mundo externo. Nombra también que dentro de la rúbrica de cultura están los sistemas de parentesco, casas, mitos, herramientas, ideas, tradiciones, etc., y que estos se adquieren por aprendizaje. Resalta que la cultura son los medios de adaptación aprendidos por la humanidad y que se transmiten mediante los símbolos, siendo esta acumulativa. Así pues, la cultura ha permitido al hombre extenderse de regiones tropicales a templados y a zonas árticas desarrollando variedad de costumbres, ha permitido también que el hombre estudie su lugar en el medio ambiente.
En suma, la cultura es la manera cómo los hombres han resuelto su existencia. Para ello el hombre ha creado elementos, pautas y patrones culturales que los hacen característicos. Consiste también en un sistema integrado de normas, valores, conductas, instituciones y organizaciones; estos son los que unen a la sociedad concediéndoles el sentido de identidad, dignidad, seguridad, continuidad y subsistencia.
Afrontando los conceptosLa delimitación de los conceptos nos lleva a afirmar que no existe relación o
correspondencia próxima entre el término cultura y Evangelio. La cultura es creación humana, en cambio el Evangelio es la resurrección de Cristo y nada tiene que ver con la cultura. El Evangelio no es cultura puesto que no es creación humana, pero sí es para las culturas o naciones (Mat. 28:19). Así, la predicación de la resurrección de Cristo debe ser efectuada en el contexto cultural de los pueblos. El pasaje de Marcos 16:915, comentado
11
líneas antes, no termina con la llamada de atención a los discípulos por la incredulidad y dureza de corazón, antes bien, les dice que vayan por todo el mundo y prediquen el acontecimiento de la resurrección a toda criatura (v.15). Esa resurrección de Cristo no es creación humana y/o cultura, es obra sobrenatural y por eso es poder de Dios.
La humanidad está conformada por individuos que integran una nacionalidad (cultura). Cada nacionalidad está instalada en un área histórica cultural. Comparten una cultura peculiar que les permite adaptarse a su medio natural y social, así es cómo satisfacen sus necesidades existenciales y axiológicas. Este escenario nos conduce a declarar que el Evangelio debe ser comunicada en la variedad de la pluriculturalidad que caracteriza al mundo y, en ese sentido, el Evangelio debe ser encarnado en la cultura humana, debe comunicarse en la concepción y lenguaje (conceptos) propio de las culturas.
El mensaje del Evangelio es como una semilla que si no cae en tierra firme muere y no crece. Las culturas de este mundo son como la tierra que recibe la semilla para hacer germinar. La parábola del sembrador narrada en Mar. 4:134 es tal vez el mejor ejemplo de lo señalado, puede ser explicada en el sentido que la semilla no es tierra sino semilla que debe ser puesta en la tierra para que germine, crezca y de fruto; en esa misma orientación declaramos que el Evangelio no es cultura sino más bien debe ser colocada o sembrada (anunciada) en las culturas del mundo para que germine, crezca y se multiplique.
No obstante, en la actualidad, la predicación del evangelio ha descuidado su esencia, su razón y sentido de ser. La exposición se efectúa con fuerte contenido teológico, filosófico, ideológico y cultural; pues con el actual anuncio del Evangelio se violenta a los pueblos, se dogmatiza y se aliena a los feligreses; todo es barajado para satisfacer intereses, destruyéndose o confundiéndose el fundamento de la comunidad misionera de los primeros cristianos descrita en el libro de Hechos. Se ha dejado de predicar la resurrección de Cristo y a cambio se anuncian elementos ideológicos que no son sino postulados que responden a una baga filosofía con carencia de sustento teórico y hermenéutico. Se predican juicios de valor contra las culturas, prohibiciones de patrones culturales, etcétera, obviando que el Reino de Dios no es comida ni bebida (cultural), sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom. 14:17)
Hay que hacer notar también, por un lado, que los paradigmas (ideológicos, religiosos, políticos y culturales) propios de la modernidad se han desvanecido y, por el otro, han surgido nuevas teologías filosofantes con fuerte contenido de la ideología de la tercera vía (modelo económico y político de la sociedad post capitalista) y de la mística asiática. En este marco, la práctica evangélica también va tomando nuevas formas culturales, políticas e ideológicas con fuerte contenido de mística asiática. Esta situación es una evidencia para advertir que el anuncio de la resurrección de Cristo está siendo reemplazado por prédicas con sabor a juicios de valor y mágico religioso, con el único objetivo de ganar súbditos y haciéndoles sentir que todo aquello que les rodea es pecaminoso. Así es como se van imponiendo comportamientos o formas culturales que hacen perder la identidad cultural y el compromiso con la problemática humana, dejando de lado que Jesús se ha preocupado por los problemas de ese entonces, o a los primeros cristianos que se han interesado por los problemas sociales y económicos (ver el caso de la vida de los primeros cristianos en Hech. 2:4347; 4:3237)
Admitimos que si se observa la realidad desde la concepción mística o dogmática se vivirá una falsa realidad con actitud acrítica, y en ese caso el anuncio del Evangelio será subjetivo. En cambio, la observación y reflexión crítica de la realidad garantizará que la
12
acción misionera y el anuncio del Evangelio sean encaminadas de manera real, objetiva y con compromiso con la situación sociocultural. En ese entender, la ciencia social es una herramienta útil para el quehacer teológico y misionológico de las iglesias, pues ayudará a comprender la problemática de la comunicación del Evangelio a los pueblos.
Por último, en la Biblia leemos que Dios para revelarse y comunicarse con su pueblo, con otros pueblos, con los profetas, etcétera, ha tenido que utilizar símbolos y lenguajes propios de éstos a fin de hacerse entender; por el contrario la comunicación no habría funcionado. Dios, en aquel tiempo, se ha revelado en el contexto cultural histórico de cada pueblo, para ello basta citar dos casos que ayudarán nuestra reflexión:
• Caso Jonás:El lenguaje como un componente substancial de la cultura tiene importancia
preponderante en el proceso de la comunicación humana, pues no existe correspondencia humana sin el lenguaje. Por ello que Dios para darse a conocer al hombre recurrió al lenguaje humano (creencias, voz, símbolos, signos, concepciones, etc.) característico de cada pueblo como un medio para predisponerse, caso contrario el hombre no le hubiera entendido. La siguiente descripción evidencia la forma cómo Dios para manifestarse y hacer cumplir el plan de salvación apeló al uso y manejo de la cultura del pueblo:
(A) Dios convocó a Jonás para enviarle a Nieve. Pero éste, evadiendo el llamamiento, se fue a Tarsis en una barca. Empero, Jehová Dios hizo levantar en alta mar una gran tempestad, los tripulantes frente a esta situación echaron al mar todo aquello que había en la barca para no naufragar y al mismo tiempo cada tripulante clamaba a su Dios para que la tormenta calme. En ese momento, Jonás que se encontraba durmiendo en la parte baja de la nave fue despertado por el patrón para que también clamara a su Dios y haber si él tendría compasión de lo que sucedía. En ese transcurso los tripulantes decidieron echar suerte para saber por causa de quién venía el mal, curiosamente el azar cayó sobre Jonás y éste al ser interrogado respondió que era Hebreo y temía a Jehová Dios de los cielos que hizo el mar y la tierra; los hombres escuchando lo referido temieron de sobremanera, luego Jonás mismo pidió que lo echen al mar y así fue. Luego de este episodio la tempestad calmó y todos de la nave clamaron a Dios, pero la escena continúa, pues Jehová Dios que tenía preparado un gran pez en alta mar tragó a Jonás y estuvo tres días y tres noches en el vientre, luego fue expulsado a tierra.
(B) Es necesario destacar que Níneve era la capital del Imperio Asirio y enemigo de Israel. En el tiempo de Jonás, este pueblo era orgulloso por su prosperidad y porque adoraban al DIOS DAGON que era un pez. Pues creían que Dagón, saliendo del mar, había fundado la nación de ellos; de modo que era imposible que una gran ciudad “pagana” y creyente en Dagón y orgullosa pudiera haber aceptado a un predicador Hebreo, desconocido y venido del pueblo enemigo. Pero ¿Cómo han podido aceptar a Jonás y luego ser convencidos?, ¿Cómo han podido abandonar al Dios Dagón y arrepentirse a Jehová Dios hasta proclamar ayuno y vestirse de silicio?
La respuesta es dada en el sentido que Dios tuvo en cuenta el factor cultural del pueblo. Mediante el manejo adecuado de la cultura Dios logró revelarse por medio de Jonás, vale decir, Dios para hacer cumplir su plan de salvación, a través de un profeta, utilizó simplemente un elemento cultural, en este caso al Dios Dagón que cumplía el papel de sagrado. Dios usó esta creencia e hizo salir a Jonás por la boca del pez que lo tragó (Dios Dagón). Los ninevitas al enterarse de este acto no dudaron en aceptar a Jonás porque había salido del pez, según ellos este pez sagrado les había enviado un Profeta, sólo así
13
lograron aceptar y escuchar la voz de Dios y arrepentirse. De este modo, Jehová Dios hizo presente su Palabra sin cometer error alguno y bajo los márgenes de respeto de la cultura.
(C) Asimismo, en el caso descrito, encontramos el detalle que cuando Jonás fue despertado por el patrón de la nave para que clamara a su Dios, pronto los tripulantes echaron suerte para saber por causa de quién venía el mal. Extrañamente el azar cayó sobre Jonás y, luego de una interpelación, éste pidió que le lancen al mar y así fue cómo sosegó la tempestad. Este acontecimiento no fue una casualidad, antes bien, Dios para hacer cumplir el plan de salvación habría incluso utilizado esta creencia mágica de los tripulantes. Así es cómo Dios actúa sin necesidad de lanzar juicios de valor sobre la cultura del pueblo.
• Caso Pablo:En el Nuevo Testamento se relata un caso de acción evangelizadora llevada a cabo
por Pablo en Atenas (Hechos 17:1634). En tal ocasión el Apóstol predicó la resurrección de Cristo a hombres practicantes de una religiosidad sin afectar la cultura y la fe. Se menciona que cuando Pablo llegó a Atenas había observado finamente y con profundo respeto los muchos altares levantados para los dioses. Pues los atenienses se caracterizaban por una cultura de inseguridad, por eso mismo estos habían levantado altares para todos los dioses que ellos conocían, y por sí acaso habían también levantado un altar para algún Dios que por allí desconocían y que exhibía la frase: al Dios no conocido. Pablo llegando a Atenas se encontró con esta religiosidad y pasó a merodear los numerosos altares con el que quedó tal vez fascinado, y por allí vio un altar alzado prevenidamente para el “Dios no conocido” al cual prestó curiosidad, él optando una actitud de sensibilidad y habilidad utilizó este elemento cultural propio de ellos para predicarles el Evangelio (al Dios no conocido) y el que fue sin duda recibido por el pueblo. En esta experiencia evangelizadora se debe subrayar que no hubo enfrentamiento entre la creencia del pueblo y la predicación del Apóstol, así como no hubo juicios de valor contra la religiosidad.
En suma, Dios y el Apóstol Pablo lograron comunicar el mensaje de redención previo conocimiento de la realidad cultural. De este modo permitieron que la historia de la salvación, que no es sino la visión y misión de Dios, sea encaminada según el propósito divino. Lo que significa que hoy, en esta realidad de la globalización cuya característica es la diversificación de la cultura, se anuncie la resurrección de Cristo a las distintas culturas o naciones existentes en el mundo sin necesidad de desculturizar.
• El convertido y la cultura:En primer lugar, deslindemos que en este momento se hace dificultoso afrontar la
cuestión del convertido y la cultura, precisamente porque cada vez más la cultura se va diversificando. Tal vez para mayores precisiones, demandamos de una investigación y por ahora nos limitaremos a las monografías ocasionales de Lausana que se han hecho funcionalmente clásicas en tópicos referidos al Evangelio y la cultura. Entonces, en relación a este caso se dice:
“La conversión no debiera ‘desculturalizar’ al convertido. Cierto es, como hemos visto, que ahora el Señor Jesús reclama su lealtad, y todo lo que contiene el contexto cultural debe ser sometido al examen de su Señor. Esto se aplica a todas las culturas, y no solamente a la hindú, la budista, la musulmana o la animista… La crítica resultante puede conducir a un choque, cuando aparecen elementos culturales que, al ser juzgados por Cristo, tienen que ser rechazados. A esta altura, recíprocamente,
14
el convertido puede intentar la adopción en su lugar de la cultura del evangelista; tales intentos deben ser resistidos con firmeza a la vez que con bondad.Se debe alentar al convertido a que vea su relación con el pasado como una combinación de ruptura y continuidad. Por grandes que sean las renuncias que los nuevos convertidos sientan que deben hacer por amor de Cristo, ellos siguen siendo las mismas personas con la misma herencia y la misma familia. ‘La conversión no deshace: hace de nuevo’. Aunque en ciertas situaciones es inevitable, siempre resulta trágico, cuando la conversión de una persona a Cristo es interpretada por otros como una tradición a sus propios orígenes culturales. De ser posible, a pesar de los conflictos con su propia cultura, los nuevos convertidos deberían procurar identificarse con las alegrías, las esperanzas, los pesares y las luchas de su cultura.Los casos presentados demuestran que los convertidos a menudo pasan por tres etapas: (1) ‘rechazo’ (cuando se ven como ‘nuevas personas en Cristo’ y repudian todo lo que tiene asociación con su pasado), (2) ‘acomodación’ (cuando descubren su herencia étnica y cultural, con la tentación a comprometer esa fe cristiana recién aceptada, relacionándola con su herencia), y (3) ‘la recuperación de la identidad’ [cuando aumenta el rechazo del pasado o la acomodación a él, o, preferentemente, cuando adquieren en Cristo y en la cultura una equilibrada autoconciencia]” (Willowbank informe 1978:25261)
Como se ha dicho, la conversión no debe ser entendida como un acto de desculturalización al convertido o como aquella que deshace la cultura, sino como dice Vergote (1973:279,285) como un “cambio de opinión… en las que la presencia de Dios se manifiesta repentinamente y por sí misma como un valor radicadamente nuevo”. El Apóstol Pablo se refiere también a la conversión como un cambio de opinión cuando dice: “Cambien vuestra manera de pensar para que cambie vuestra manera de vivir” (Rom.12:2). Así, la conversión no tiene por qué afectar a la cultura del hombre ya que se produce en el nivel de la estructura mental por acción repentina de Dios. Esta experiencia es personal y trascendente y no cultural, por eso que el convertido sigue siendo la misma persona, con la misma herencia cultural y la misma familia; aunque un aporte atrayente sería que el convertido someta al examen de su Señor todo lo que contiene el contexto cultural y de acuerdo a ello cambiar o fortalecer lo que es conveniente. Pero bueno, pese a los conflictos con su propia cultura, los nuevos evangelizados deberían procurar identificarse con las alegrías, las esperanzas, los pesares y las luchas de su cultura, de modo que el convertido no tenga por qué abandonar su cultura, al contrario hacer que la práctica Evangélica crezca en esa particularidad cultural.
Por lo señalado, la comunicación del Evangelio debe efectuarse en el marco de las culturas. La experiencia de Jonás y la de Pablo en Atenas son ejemplos que nos facultan reflexionar en el sentido que Dios para dar continuidad a la historia de la salvación recurrió al uso estratégico de los elementos culturales para revelarse. En esa orientación, volvemos a expresar que el Evangelio es acción divina y la cultura es acción humana. Por consiguiente, la acción divina debe ser comunicada a las realidades culturales y esta es una de las temáticas de estudio y evaluación de la denominada antropología de las misiones.
En segundo lugar, la asociación existente entre el convertido y su cultura nos compromete a tener que nombrar también el caso de las barreras culturales en el proceso del anuncio de la resurrección de Cristo. Ciertamente, nadie puede divulgar dicha resurrección como un acto cultural u obviando el factor cultural, ya que de una u otra manera se torna en barrera cultural; aunque frecuentemente sucede. Pues quien anuncia el Evangelio lo hace a personas que son actores de una realidad cultural, así como él mismo es hechura de una experiencia cultural, situación que de por sí implica problema de
15
comunicación transcultural. Afortunadamente, a este respecto, las monografías ocasionales de Lausana advierten:
“Dos son los problemas principales que tienen que afrontar. Algunas veces la gente rechaza el mensaje, no porque piensa que sea falso, sino porque lo consideran como una amenaza a su propia cultura y a su solidaridad nacional o tribal. Hasta cierto punto esto no puede evitarse. Jesucristo es tanto un perturbador como un pacificador. El es Señor y, como tal, exige nuestra lealtad total. Por ello, algunos judíos del primer siglo vieron en el Evangelio un elemento que socavaba el judaísmo, y acusaron a Pablo de enseñar ‘por todas partes… a todos contra el pueblo, la ley y este lugar’, es decir, el templo (Hech. 21:28). De modo similar, algunos romanos del primer siglo temían por la estabilidad del estado, ya que, según su punto de vista, los misioneros cristianos, al decir ‘que hay otro rey, Jesús’, eran desleales a César y proponían costumbres cuya práctica no eran lícitas para los romanos (Hech. 16:21; 17:7). Aún hoy Jesús desafía muchas de las creencias y costumbres apreciadas por las culturas y sociedades. Al mismo tiempo, hay rasgos de toda cultura que no son incompatibles con el señorío de Cristo, y que por lo tanto no han de verse amenazados, ni tienen por qué descartarse, sino que más bien ha de ser preservados y transformados. Los mensajeros del evangelio necesitan desarrollar una profunda comprensión y un genuino aprecio de la cultura local. Solo entonces podrán percibir si la resistencia es contra algún desafío inevitable de Cristo Jesús, o contra alguna amenaza a la cultura.El otro problema es que el Evangelio con frecuencia se presenta a la gente en las formas de una cultura foránea. Así surge el resentimiento contra los misioneros y se rechaza su mensaje porque su obra aparece, no como un intento de evangelizar, sino como un intento de imponer sus propias costumbres y manera de vivir. Cuando los misioneros traen consigo modos extraños de pensar y de comportamiento, o actitudes que evidencian superioridad racial, paternalismo o preocupación por las cosas materiales, se verá estorbada la comunicación. A veces, estos errores culturales se cometen juntos, y los mensajeros del Evangelio se hacen culpables de un imperialismo cultural que socava innecesariamente la cultura local y al mismo tiempo procura imponer en su lugar una cultura foránea… Por contraste, el apóstol Pablo sigue siendo el supremo ejemplo de una persona a quien Jesucristo primero privó de su orgullo por sus propios privilegios culturales (Fil.3:49), y luego enseñó a adaptarse a las culturas de otros, haciéndose esclavo de ellos, de modo que pudo decir que ‘a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos’ (1Cor. 9:1923)” (Willowbank informe 1978:1415)
Como se lee, el informe nos alcanza dos barreras culturales que todo misionero enfrenta: 1) Que algunas veces la gente rechaza el mensaje no porque piensa que sea falso, sino porque lo consideran como una amenaza a su propia cultura y a su solidaridad nacional o tribal; 2) Que el Evangelio con frecuencia se presenta a la gente en las formas de una cultura foránea. Así surge el resentimiento contra los misioneros y se rechaza su mensaje porque su misión aparece no como una tentativa de evangelizar, sino como una intención de imponer sus propias costumbres y manera de vivir. Esta circunstancia debe ser resuelta con los alcances de la antropología de las misiones y sólo el entendimiento y la explicación EMIC de las culturas (motivo de misión), así como la adaptación y contextualización del misionero a las realidades culturales, refrendará el sobreponerse a las barreras culturas a fin de que el anuncio sea contextual, eficiente y de acuerdo a la misión y visión de Dios.
16
B. La inculturación del Evangelio
El concepto inculturación del evangelio es sencillamente un proceso de posicionamiento del evangelio a las culturas, o mejor dicho, en la mente del individuo. Sobre esto citamos:
“Inculturación (el prefijo “in” indica inserción) es la inyección de un mensaje, de una fuerza espiritual en una cultura, buscando transformar lo imperfecto, eliminando lo negativo de la misma y perfeccionando con un mensaje nuevo que responda a la necesidad del hombre formado en la misma. En otras palabras, es un proceso de evangelización, mediante el cual el mensaje cristiano es asimilado por una cultura de manera tal que a partir de los elementos propios de la misma se forma el principio de inspiración que unifica, transforma, recrea y anima esa cultura, sin destruirla, ni sobreponerse o acomodarse. Es un proceso directamente unido a la misión evangelizadora de la Iglesia.Por inculturación se recupera una de las características de esa misión, la de proporcionar a la fe divina una índole cultural propia de aquellos que la acogen y viven.La inculturación no fue una simple adaptación exterior, sino una lenta y continua transformación interior de los auténticos valores culturales, muchas veces dolorosa, hasta el punto de que la verdad cristiana se haya impuesto sobre bases erróneas o falsas interpretaciones de los hombresAsí, la inculturación inteligente e inspirada ayudará a una mejor ubicación del mensaje cristiano en las diversas culturasLa Iglesia se presenta al judío, como así también a las demás religiones paganas, no como una “aculturación” por la que se entiende un encuentro de diferentes culturas. Antes bien, la predicación cristiana, mediante el ejemplo y la Palabra, tiende a un dinamismo de inserción de la Iglesia en las diversas culturas, tiende a abrazar al hombre con todos sus valores” (Glinka, 1993:36)
De la cita deducimos que la inculturación del Evangelio es ese proceso de incrustación del mensaje referido a la resurrección de Cristo en la estructura mental. No es suficiente la proclamación de la Palabra con un fluido discurso o un rico verbo, ni es suficiente un buen ejemplo de estilo de vida, pues es también primordial inculturar el Evangelio en la estructura de la mente de los sujetos, o sea lograr insertar el mensaje de la resurrección de Cristo en la estructura mental de los hombres; de modo que los sujetos adopten la resurrección de Cristo, así como la misión y visión de Dios como parte de su dinámica cultural y no como resultado de un proceso de aculturación5.
A modo de amplificación, advertimos que la inculturación es un proceso de posicionamiento, Así señala la siguiente cita:
“El posicionamiento es posicionar un producto en la mente del sujeto.Es un sistema organizado que permite encontrar ventanas en la mente, dicho sistema se basa en la idea de que la comunicación sólo puede tener lugar en el momento preciso y en las circunstancias apropiadas.En el posicionamiento, lo importante es llegar primero, el caos en el mercado es un reflejo de que la publicidad ya no funciona como antes.Como mecanismo de defensa en contra de la voluntad de comunicación actual, la mente rechaza la información que no puede ‘computar’. La mente sólo acepta la
5 El término aculturación o también transculturación se refiere a un tipo de cambio cultural como resultado del contacto de dos o más culturas diferentes. La aculturación se puede presentar bajo las formas de adaptación, asimilación, inducción, sincretismo, simbiosis, etc. (Silva Santisteban, 1998:249251)
17
información nueva que corresponde a su estado actual y elimina todo lo demás” (Ries y Trout, 2002:3,21,24,26,33)
De lo nombrado se puede deducir, análogamente, tres tesis. Primero, la inculturación del Evangelio como producto divino implica posicionar la Palabra en la mente de la persona. Segundo, la proclamación del Evangelio como sistema organizado supone el uso de estrategias orientadas a encontrar ventanas en la mente del sujeto a evangelizar y buscar el momento preciso y oportuno para posicionar la Palabra en la mente o pensamiento del individuo. Tercero, para el posicionamiento del Evangelio en la estructura mental de las personas hay que llegar primero, o mejor dicho ser los primeros; lo que significa que la evangelización es una acción constante y sólo así podemos ser los primeros, sin duda, buscando que el anuncio siempre sea información nueva o si se quiere buena nueva.
Ahora bien, ¿Por qué apasionarse con la inculturación o posicionamiento del Evangelio en la estructura mental de los evangelizados? Las contribuciones de Yonggi Cho tal vez ayuden a responder, citemos lo que refirió:
“Dios se relaciona con cada uno de nosotros por medio de nuestros pensamientos. Cuando Pedro recibió el rhema6 de Jesucristo, renovó sus pensamientos, y creyó que era capaz de andar sobre las aguas y así lo hizo. Pero cuando volvió a cambiar sus pensamientos y a pensar a la manera antigua, empezó a hundirse de nuevo.Este es un concepto importante, porque así como un hombre piensa, así es y así actúa. Si usted piensa que es un rey, o una reina, actuará como un rey o una reina. Si usted piensa que es un ser indigno, vil, sin valor ninguno, entonces actuará en la vida de una manera consecuente, aceptando que no sirve para nada” (Yonggi Cho, 1996:101)
Naturalmente, como señala el mismo Yonggi Cho, Dios trabaja a través de los pensamientos y las creencias. Allí la importancia de la inculturación o el posicionamiento del Evangelio. Vale decir, si el evangelizado adopta el mensaje cristiano en su estructura mental, éste renueva el modo de pensar restringido originando una nueva visión: la visión de Dios; esta es la que faculta moverse en la cuarta dimensión, en el reino invisible. Allí es donde se encuentra a Dios, allí se conversa y se contempla a Dios, allí en ese mundo del pensamiento Dios toca los pensamientos, y esto es posible en tanto y cuanto el Evangelio haya sido posicionado en la mente. Sobre el caso, notemos el diálogo de Yonggi Cho con su hijo:
“…La Biblia dice que Dios es la Palabra. Y dime, hijito, ¿qué es la Palabra? La palabra es el pensamiento vestido de vocabulario. Y si Dios es pensamiento cubierto con vestidos chinos, los chinos lo pueden entender. Y si Dios se viste de inglés, los que hablan inglés lo pueden entender. Y a nosotros los coreanos los pensamientos de Dios nos vienen vestidos de coreano, para que nosotros los coreanos lo podamos entender.Hijito mío – proseguí, yo me encuentro con Dios cuando leo la Escritura, que es la Palabra de Dios. Y los pensamientos de Dios escritos en idioma coreano tocan mis pensamientos en un reino invisible, y puedo tener una conversación con mi Padre celestial por medio de la Palabra de Dios. Dios es lo mismo que un pensamiento.Dios es como un pensamiento. Si usted no tiene ningún pensamiento, entonces Dios no tiene cauces para hablar a usted… Los pensamientos de Dios nos vienen sólo a través de su Palabra o del Espíritu Santo. Sus pensamientos tocan nuestros pensamientos, y es allí donde se encuentra a Dios. De modo que si usted no renueva
6 Rhema según Yonggi Cho (1996:76) es una palabra específica, dada a una persona específica, en una situación específica.
18
cada día su vida de pensamiento, y si usted no renueva totalmente su mente después de su conversión, entonces Dios no puede manifestarse a usted.Mucha gente vive todavía con sus antiguos pensamientos después de su conversión. Este antiguo modo de pensar es muy limitado, de modo que Dios también se encuentra limitado…” (Yonggi Cho, 1996:9799)
Esto mismo indicó el apóstol Pablo al dirigirse a la Iglesia de Roma: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente, al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios (Rom. 12:2 Versión Dios Habla Hoy).
Entonces, la inculturación del Evangelio es esa acción que se tiene que alcanzar. Pues consiste en incrustar el mensaje de la resurrección de Cristo en la estructura mental de los hombres.
De estas aserciones, pasemos a fundamentar el rol de la antropología en el mundo de las misiones internacionales en los siguientes términos:
19
2. LA ANTROPOLOGÍA DE LAS MISIONES INTERNACIONALES
Para justificar el lugar de la antropología en el mundo de las misiones internaciones, es oportuno esclarecer el concepto de globalización. Pues citando a Ugarteche (1999:4770), el término ha sido y es usado para referirse a diversos fenómenos y procesos con distintos significados. Para los de la escuela inglesa, el concepto se relaciona con la universalización de las reglas del juego neoliberales. Para los norteamericanos, la frase tiene que ver con la expansión de las empresas transnacionales en un mundo sin fronteras. Y para los franceses, el concepto hace referencia a la expansión del capital hacia las economías del llamado Tercer Mundo. Empero, estos conceptos, como observa Touraine (2000:13,28), parecen tener efectos narcóticos debido a que son una representación puramente ideológica7, se trata de una construcción ideológica propia de la sociedad capitalista con la que se busca provocar la desesperación y angustia de quienes participan de las nuevas tecnologías. Por lo tanto, mientras estemos inmersos en el discurso de la globalización, estaremos privados de la demostración concreta de nuestra impotencia social y política con relación a la ofensiva capitalista.
En Latinoamérica estos conceptos se manejan indistintamente, por lo que su comprensión aún es insuficiente y difusa. Así, la interacción con el resto de los países del mundo es desigual debido a que la universalización la hace más dependiente, las empresas transnacionales arrinconan a las empresas locales, la propagación de capitales adeuda cada vez más, etcétera. La situación latinoamericana, en dicho ambiente, es de subordinación o dependencia. Con justa razón, Ugarteche (1999:51) escribe que en el Perú existe un severo problema de empleo, pues se percibe el deterioro de servicios públicos de educación y salud, privatizaciones de un conjunto de empresas, invasión por capitales de corto plazo y con resultados de humillación.
Por tanto, el concepto de globalización esconde un conjunto de procedimientos de subordinación y que evita que la realidad se refleje como tal. La sociedad moderna que estuvo caracterizada por factores como el desproporcionado monopolio del mercado, del conocimiento y la verdad, colonización, producción en serie, guerra fría, etc., está en plena transformación. Esta situación está dando lugar a la liberalización y segmentación del mercado, a la producción especializada para satisfacer necesidades específicas, a la restricción del Estado en los asuntos económicos y sociales, al desvanecimiento de los monopolios, entre otros; lo que significa que hoy, nadie es dueño de la verdad, los pueblos son relativamente autónomos en sus decisiones, crecen las identidades culturales y todos tienen que aprender a convivir interculturalmente. Esto expresa que la actualidad está identificada por el auge de la diversificación, la competencia desigual y las contradicciones socioculturales con resultados de mayor diferenciación entre países ricos y pobres, y eso es globalización. Y claro, los diversos pueblos del orbe se hallan más bien conectados con el mundo mediante los sistemas de comunicación en red, lo que significa que la universalización que los capitalistas difunden debe ser entendida únicamente en términos de comunicación y no como si los pueblos del mundo estén concurriendo a la experiencia de la homogeneidad cultural y económica.
7 Aquí el término ideología es definido como una falsa concepción de la realidad, aquella que no se ajusta a la realidad y cuyo discurso es elaborado por los capitalistas de una manera trastocada a fin de mostrar el capitalismo como único modelo socio económico y cultural y que todos tendrían que encaminarse por esas rutas.
20
Hardt y Negri (2002:5758) coinciden con este pensamiento, por eso advierten que la globalidad no debería entenderse en términos de homogeneización cultural, política o económica. Pues al igual que la localidad, debe ser percibida como un régimen de la producción de identidad y diferencia, debe ser entendida como homogeneización y heterogeneización. La globalización o desterritorialización operada por la maquinaria imperial no se opone a la localización o a la reterritorialización, sino que pone en juego circuitos de diferencia e identificación móviles y flexibles.
De igual forma, Touraine (2000:2627) advierte que es legítimo hablar de mundialización pero no se puede afirmar que se esté poniendo en práctica un nuevo modelo integral. Se trataría exactamente de la progresiva separación del sistema económico y de unas reacciones socioles, culturales y políticas cada vez más identitarias, fijadas sobre la afirmación de ciertos intereses que ya no son económicos sino que se alimentan de su propia conciencia colectiva (ya sea ésta étnica, nacional o religiosa). El mundo no tiende a unificarse, sino más bien a fragmentarse cada vez más.
Por su parte, Vallaeys (2003:3) reconoce, igualmente, que hoy, en la era planetaria, experimentamos un mundo multicultural. Por ello, resaltó que es imprescindible en este mundo y especialmente en países latinos en donde conviven muchos grupos étnicos y socioeconómicos muy dispares, enseñar al estudiante “el otro”, quién es él o ella, cómo construye su propia realidad (al igual que nosotros la construimos sin darnos cuenta) y cómo el otro nos trata como su otro. La relativización de la propia cultura y la lucha contra el etnosociocentrismo, mediante la promoción de una visión plural “etnológica” de las diversas maneras de ser e inventarse humano, es una necesidad para que los jóvenes puedan ser agentes del desarrollo solidario y no reproduzcan más el imperialismo cultural disfrazado detrás de la ambigua noción de “progreso”.
Beck (2000:56,57) contribuye también revelando que los teóricos de la tradición cultural contradicen de manera decidida el extendido concepto de globalización al estilo capitalista, señalando que la globalización cultural no significa que el mundo se haga homogéneo culturalmente. La globalización significa sobre todo “glocalización”, o sea un proceso lleno de muchas contradicciones tanto en sus contenidos como en la multiplicidad de sus consecuencias, se advierte que son dos las consecuencias de la difusión de la globalización en la sociedad mundial: la riqueza y la pobreza local, y el capitalismo sin trabajo.
Finalmente, Comas d’Argemir (1998:45), citando a Friedman, manifiesta que el sistema global es el contexto en el que surge la conciencia de diferencia y la identidad de grupos humanos como pueblo. Es el marco, pues, en el que surge la configuración de lo que denominamos “culturas”. El propio proceso de globalización conduce a la fragmentación de las identidades. De ahí que mientras se insiste en la homogeneización cultural que parece estar produciéndose en el mundo, aparecen nuevos movimientos que reivindican la especificidad.
Así, recurriendo a los teóricos de la tradición cultural, la globalización es ese sistema mundial caracterizado por la multiculturalidad o diversificación cultural, por un régimen de la producción de identidad y diferencia o, en realidad, de homogeneización y heterogeneización. El mundo se está fragmentando culturalmente más y más, especialmente en países latinos donde conviven muchos grupos étnicos y socioeconómicos muy dispares, y que la ansiada unificación se halla cada vez más distante.
21
Ahora bien, si la actual situación mundial está caracterizada por la multiculturalidad, la discusión de la proclamación del Evangelio y las discusiones de las referidas misiones internacionales en el contexto global se hacen trascendentales. De modo que es significativo resaltar la importancia de la antropología para las misiones internacionales, ya que ella nos alcanza las teorías y metodologías para comprender cada realidad cultural, para conocer la estructura de las culturas y establecer las estrategias de misión para el posicionamiento del Evangelio de manera eficaz.
Toda proclamación de la resurrección de Cristo, voluntaria o involuntariamente, se resuelve en la realidad de la diversidad cultural. Es entonces todo un desafío que exige la búsqueda de metodologías antropológicas para la contextualización de la Palabra según áreas culturales. De allí que las misiones internacionales puedan disfrazar la Palabra con la cultura, así como sugirió Yonggi Cho.
Además, se debe esclarecer que la contribución antropológica al mundo de las misiones internacionales no concluye exclusivamente con el uso de las teorías y metodologías para comprender la realidad cultural y establecer estrategias de misión para el posicionamiento del Evangelio, o disfrazar la Palabra con la cultura. Antes bien, sus alcances teóricos permiten también vislumbrar la misión evangelizadora como un acto de liberación y desarrollo humano.
La liberación no sólo es espiritual, sino también política y económica. La liberación espiritual es esa independencia interior que el individuo adquiere por la gracia de la obra completa de Cristo Jesús. Sobre esto, tal vez los alcances de Melgarejo expresen mejor esta afirmación:
“Gloria a Dios que hay libertad por la obra completa de Cristo Jesús, su grande amor que nos alcanza, su vida que nos da ejemplo, su sangre que nos limpia de todo pecado, su crucifixión que nos quita todo decreto que estaba en contra de nosotros, su muerte que nos da vida, su resurrección que nos da la absoluta victoria, su Espíritu Santo que nos da su poder, su nombre que nos da la autoridad, su palabra que nos da el conocimiento para seguir en la libertad que Él nos da” (Melgarejo, s/f)
Con relación a la liberación política y económica, cierto es que el mundo está dividido en dos grandes bloques político económicos: ricos y pobres. Esta diferencia se explica en razón de que los poderosos del mundo se han apropiado indebidamente de los recursos naturales que pertenecen a Dios quien confió al hombre para que administre de una manera sostenible (Gen.1:2830). No obstante, estos sectores sociales simplemente se apropiaron y explotaron los recursos sólo para sus fines y evitaron mediante gestiones políticas que los otros no gocen de este beneficio. Por lo tanto, la misión evangelizadora supone también denunciar esta irregularidad o injusticia y exigir que los políticos del mundo apliquen programas político económicos para la gestión sostenible de los recursos naturales, respetando los derechos humanos y culturales, y así reestablecer la liberación política o económica de las naciones subordinadas. Supone igualmente predicar para que la gente tome conciencia respecto de la problemática mencionada, que hombres y mujeres se sumen a esta preocupación y así se liberen cambiando su manera de pensar para que cambien su manera de vivir (Rom.12:2).
Referente al desarrollo humano, advertimos que una de las iniciativas bíblicas es justamente ser radiantes en la vida. Las bienaventuranzas de Jesús precisamente tienen que ver con este bienestar (Mateo 5:216). El desarrollo humano como indica MaxNeef y Sen
22
se concentran y sustentan en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales8, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, así como en haber logrado la expansión de capacidades que hacen alusión a las habilidades y potencialidades para alcanzar dichas condiciones de vida (Sagasti, Iguiñiz y Schuldt, 1999:127146). Sin duda, Dios está listo para bendecir con este privilegio, pues ya lo dijo Jesús:
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?...” (Mat. 6:2526)
Esta es una de las tareas por anunciar y la antropología nos permite gozar de esta proyección. Pues para promocionar el desarrollo humano es valioso la reivindicación de las normas, valores y conductas (Derecho) provechosas de las culturas para incorporarlas a la experiencia evangélica, de modo que la predicación de la Palabra involucre también la divulgación del Derecho Consuetudinario; este es el Derecho que resuelve los problemas sociales y que permite el crecimiento económico de los pueblos (Fernández Sessarego, 1995:3444).
A la par, resaltamos también que las acciones misioneras internacionales, de por sí son interculturales. Sin duda, por concepto, cada cultura es una nación. De allí, referirse a misiones internacionales es lo mismo que ocuparse de las misiones interculturales. Esto mismo fue nombrado por Jesús cuando dijo:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…” (Mat. 28:19)
Los ejemplos mencionados como el caso Jonás o el caso de Pablo en Atenas nos llevan a declarar que el conocimiento de la estructura cultural de los pueblos permite el uso adecuado y estratégico de los elementos, complejos y patrones culturales para inculturar el Evangelio. De este modo es posible aportar integralmente con el progreso humano.
8 Las necesidades humanas fundamentales según Manfred MaxNeef se dividen en: necesidades axiológicas (subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación. Identidad, libertad) y necesidades existenciales (ser, tener, hacer, estar)
23
3. LA ANTROPOLOGÍA EN LA EXPERIENCIA DE LA CRISTIANIZACIÓN COLONIAL SEGÚN MARZAL
Apelando al libro de Marzal (1992:185), la acción misionera de los jesuitas en el Perú hasta su expulsión en 1767 tuvo dos campos principales: la misión andina que fue una actividad misional de los jesuitas en Juli con los indios Lupaqas del altiplano a partir de 1576, así como en otras regiones costeñas o serranas entre indios ya bautizados y, un siglo después, en 1675, la misión de Mojos que fue un trabajo misionero con los indios sin bautizar de la selva boliviana. De este último, la información es escasa y sólo se alcanzan algunos datos etnológicos recogidos por el Misionero Francisco Eder (17271772). En esta ocasión, únicamente abordaremos la Misión Andina a partir de la experiencia del Misionero Jesuita José de Acosta y que dichas experiencias pueden ser válidas para refrescar la discusión misionológica.
3.1. SOBRE LA MISIÓN ANDINA EN EL TIEMPO COLONIAL
Para vislumbrar la misión andina es importante una mirada, aunque sea fugaz, a las expediciones misioneras de los jesuitas durante la colonia y relatados por Marzal (1992:185186). La primera expedición de la Compañía que llegó al Perú fue en 1568 y enviada por el 3er General San Francisco de Borja quienes emprendieron su trabajo pastoral, para ello implementaron en Lima el primer colegio con el nombre de San Pablo y uno de los primeros novicios fue justamente el mestizo Blas Valera que fue un gran estudioso de la cultura andina. La segunda expedición que llegó al Perú fue en 1569 con una representación de 12 jesuitas, en este grupo vino el misionero y lingüista Alonso de Barzana que se hizo cargo de la doctrina de Huarochirí junto con Blas Valera todavía estudiante, siendo el primer trabajo pastoral de los jesuitas peruanos con la población quechua. La tercera expedición que llegó al Perú fue en 1572 y en esta ocasión conformada por tres jesuitas, entre ellos estuvo José de Acosta y cumplieron el papel decisivo en la naciente Iglesia peruana y en todas las misiones de la Compañía de América. Hubo igualmente una cuarta expedición que llegó en 1575 con 15 jesuitas (Marzal, 1992:185186).
En este proceso, como advierte Marzal (1992:186), dos puntos inquietaron a los jesuitas de la nueva provincia del Perú: el carácter pastoral y el carácter ético. La acción pastoral consistió en enseñar la doctrina de la Iglesia a los indios ya cristianizados, y la acción ética residía en la colaboración al régimen colonial y en la predicación y administración de los sacramentos a los españoles que eran encomenderos e implicados en la explotación, como a los indios víctimas de la misma. Vale decir, la pastoral y la acción ética aplicada por los jesuitas no estaba centrada en otorgar o quitar títulos a tierras indígenas, sino a ayudar a que estos conozcan a Dios y sean bien tratadas pastoralmente y que se sobreponga el carácter ético a las formas de explotación de los indios.
Así pues, la actividad pastoral en Juli fue sin duda la más importante de la misión andina. Por eso que Marzal señaló que el historiador Meiklejohn hizo un estudio global de la evangelización de los Lupaqa coloniales y, allí los califica a los jesuitas de Juli de “doctrineros modelo” porque hicieron un trabajo inusual y exitoso. En una parte de su estudio afirma:
“Caben pocas dudas de que las ideas y actitudes de Acosta ejercieron una profunda impresión sobre los sujetos de Juli, ya que era él quien tenía el mando al iniciarse la
24
experiencia... Estos hombres intentaron a su vez poner fin a las borracheras y uniones ilícitas y fomentar la ‘pulicía’, es decir un estilo de vida ‘civilizado’. Ellos hicieron todo cuanto se hallaba a su alcance para que los indígenas conociesen y apreciasen el mensaje cristiano y penetrasen sus profundos misterios. Así se entiende el esfuerzo que los primeros jesuitas desplegaron para realizar el adoctrinamiento de su gente a cabalidad y para ayudar a cada uno a fin de que hicieran una buena confesión... El respeto que tenían a los indígenas explica el que muy pronto se preocupasen de que confesaran con frecuencia, recibieran la comunión los que se encontraban preparados y más adelante también en forma continua, y finalmente de que los moribundos recibieran los últimos auxilios de la Iglesia. En el término de una generación, numerosos hombres y mujeres de Juli llegaron a formar parte de las cofradías, se consagraron fervorosamente a la oración y a las obras de caridad y empezaron a solicitar que se establecieran otras cofradías... En el plano humano, los jesuitas les brindaban una ayuda compensatoria al distribuirles limosnas equivalentes a millares de pesos diaria, semanal, anualmente. Tomaban éstas la forma de chuño, carne y lana. A veces proporcionaban llamas a los más pobres que, siendo destinados a trabajar un año de mitayos en Potosí, carecían de bestias para transportar sus vituallas y su equipaje a la ida y al retorno. Gracias a la planificación y organización jesuítica este mismo mitayo podía volver a Juli y encontrar que su casa había sido mantenida en buenas condiciones y sus chacras trabajadas y cosechadas. Los indígenas que por uno u otro motivo no podían ganar o encontrar dinero para pagar el tributo anual, recibían ayudas económicas del fondo tributario de los Padres. De hecho, hay un documento que establece cómo el objetivo de los jesuitas era pagar los impuestos de todos los habitantes de Juli con las rentas de las haciendas...” (Marzal, 1992:189)
En efecto, la evangelización llevada a cabo por los Jesuitas en Juli es un caso de misión con contenido antropológico. O sea, la misión no sólo consistió en que los indios conozcan el cristianismo y se conviertan, sino también, a partir de ella, fomentaron un estilo de vida “civilizado” y con ayudas humanitarias según necesidades. Sin duda, esta experiencia permite sugerir que toda acción misionera no sólo debe fundamentarse únicamente en el anuncio de la resurrección de Cristo, pues debe estar asistida con proyectos que encaucen a que los evangelizados vivan satisfaciendo sus necesidades existenciales y axiológicas.
3.2. SOBRE EL MISIONERO CRONISTA JOSÉ DE ACOSTA (15401600)
Marzal (1992:192208), refiriéndose a José de Acosta, escribió que éste al acabar su formación se dedicó a dos grandes actividades: la predicación y la enseñanza de la teología en distintos colegios. En 1572 llegó a Lima y se dedicó a predicar y a enseñar Teología en el Colegio de San Pablo. En 1573 fue enviado por el Provincial a estudiar la situación pastoral de Cusco, La Paz, Potosí, Chuquisaca y Arequipa, para establecer la compañía en dicha región y al mismo tiempo predicar en sus lenguas maternas. Al retornar a Lima, y por deseo del virrey, trasladó su cátedra de Teología a la Universidad de San Marcos. En 1576 es nombrado como 2da Provincial del Perú y ese mismo año preside la 1ra Congregación Provincial del Perú que luego se consagra a estudiar la pastoral de los jesuitas en el Perú.
Entre 1582 y 1583, Acosta se desempeñó como teólogo del 3er Concilio Limense, que como es sabido, influyó en la modelación religiosa de la Sudamérica española y publicó muchos libros. Algunas tesis referentes a antropología y misión y trascendentales para nosotros son por ejemplo:
25
A. La evangelización y la diversidad cultural
Para José de Acosta, señala Marzal (1992:186), fue difícil hablar correcta y acertadamente sobre el ministerio de la salvación de los indios precisamente por su complejidad en todo aspecto. Sin embargo, pese a la innumerabilidad de estos pueblos bárbaros y muy diferentes entre sí tanto por el clima, regiones, modo de vestir, ingenio, costumbres y tradiciones, estableció una norma común para adaptarles a todos ellos el Evangelio, así como educarlos y gobernarlos con propiedad y certeza según áreas culturales.
De modo que, desde el ensayo de José de Acosta, es inapropiado constituir evangelizaciones con normas fijas y duraderas en un contexto de diversidad cultural. Cada sistema cultural debe ser evangelizado de un modo particular. Así, los que tienen la misión de la pastoral, de enseñar teología, de predicar el Evangelio, entre otros, deben preferentemente emplear distintos procedimientos y buscar mecanismos eficaces para el proceso de la inculturación del Evangelio según áreas culturales. La evangelización debe estar orientada prestando atención a la diversidad cultural, a la conversión en sí y al progreso de la fe cristiana. Los modos particulares serán señalados por los misioneros según la investigación del área cultural, para ello es importante acudir a las teorías y metodologías antropológicas que ayudan a conocer las realidades socioculturales. Así por ejemplo, los jesuitas lograron tipologizar a los indios para proceder con la evangelización.
B. La tipologización de los indios para la evangelización
Continuando con Marzal, José de Acosta postuló que:
“Es un error común limitar con estrechez las Indias a una especie de campo o ciudad y creer que, por llevar un mismo nombre, son de la misma índole y condición... Los pueblos indios son innumerables, tienen cada uno de ellos determinados ritos propios y costumbres y se hace necesaria una administración distinta según los casos” (Marzal 1992:197198)
Para el efecto, indica Marzal, José de Acosta había tipologizado a los indios en tres categorías de bárbaros y para cada tipo de bárbaro propuso una estrategia de evangelización, veamos:
Primer tipo de bárbaros“Una primera clase es la de aquellos que no se apartan gran cosa de la recta razón y de la práctica del género humano. Estos son ante todo los que tienen régimen estable de gobierno, leyes públicas, ciudades fortificadas, magistrados de prestigio, comercio próspero y organizado y, lo que más importa, uso bien reconocido de las letras. A esta clase parecen pertenecer los chinos, los japoneses y una buena parte de las provincias de la India Oriental. Estos pueblos, aunque en realidad sean bárbaros y diferentes en múltiples cuestiones de la recta razón y ley natural, han de ser llamados a la salvación del Evangelio casi a la manera misma como lo fueron en otros tiempos los griegos y romanos por los apóstoles, así como los demás pueblos de Asia y Europa. Porque destacan por su capacidad y su no despreciable sabiduría humana, y es sobre todo por su propia razón, con la actuación interior de Dios, como se ha de lograr la victoria sobre ellos y su sumisión al Evangelio. Si nos empeñamos en someterlos a Cristo por la fuerza y el poder, no seguiremos más que apartarlos totalmente de la ley cristiana” (Marzal, 1992:199)
26
La cita nos sugiere que la evangelización para este tipo de bárbaros debe ser llevada a cabo mediante el análisis y la reflexión, atendiendo a su capacidad, sabiduría y razón.
Segundo tipo de bárbaros“En la segunda clase incluyo a bárbaros que, aunque no han conocido el uso de la escritura ni las leyes escritas ni la ciencia filosófica o civil, tienen, sin embargo, sus magistrados bien determinados, tienen su régimen de gobierno, régimen de administración política, tienen sus jefes militares organizados y un cierto esplendor de culto religioso; tienen, finalmente, su determinada norma de comportamiento humano. De esta clase eran nuestros mejicanos y peruanos, cuyos imperios, sistemas de gobierno, leyes e instituciones eran admirados. Y suplieron la falta de escritura con tal derroche de ingenio que guardan memoria de sus historias, ritos y leyes y, lo que es más, de la trayectoria de los tiempos y del recuento de los números con unos signos y memoriales que ellos inventaron, que llaman quipos. Pero como en sus costumbres, ritos y leyes se hallan tantas desviaciones monstruosas y tanta aceptación para excederse con los súbditos que, de no mediar una fuerza y autoridad de gobierno superiores, a duras penas recibirían, al parecer, la luz del Evangelio y llevarían una vida digna de hombres honrados o, una vez recibida, se prevé que difícilmente perseverarían en ella; con razón la situación misma exige y la autoridad de la Iglesia así lo establece que, a quienes de ellos hayan dado el paso a la vida cristiana, se les ponga bajo autoridad de príncipes y magistrados cristianos. Pero de tal suerte que se les ha de permitir el libre uso de sus bienes y fortunas y de las leyes que no son contrarias a la naturaleza y al Evangelio” (Marzal, 1992:199,200)
En otros términos, para este tipo de bárbaros, la evangelización es un proceso cultural y por principio, la autoridad y la subordinación es una norma social. Por consiguiente se deduce que los evangelizadores deben gozar de suficiente autoridad moral, cultural, etcétera, y subordinar a los evangelizados sólo con motivo de alcanzarles el Evangelio y permitir su continuidad en la fe cristiana en torno a las normas de autoridad legítima.
Tercer tipo de bárbaros“En ella entran los hombres salvajes, semejantes a las bestias, que apenas tienen sentimientos humanos. Sin ley, sin rey, sin pactos, sin magistrados ni régimen de gobierno fijo, cambiando de domicilio de tiempo en tiempo y aun cuando lo tienen fijo, más se parece a una cueva de fieras o a establos de animales. A este grupo pertenecen aquellos que se alimentan de carne humana, andan desnudos, ejemplo los caribes, los chunchos, chiriguanás, mojos, entre otros. A todos estos hombres o medio hombres es preciso darles instrucción humana, para que aprendan a ser hombres, educarlos como a niños. Y si con halagos se dejan promocionar, tanto mejor; de no ser así, no se les ha de dejar a su suerte: si se resisten con terquedad a su propia regeneración y desvarían contra sus propios maestros y médicos, hay que obligarles por la fuerza y hacerles alguna conveniente presión para que no pongan obstáculos al Evangelio y hay que hacerles cumplir sus obligaciones; y convendrá hacerles fuerza para que se trasladen de la selva a la convivencia humana de la ciudad y entren, aunque sea un poco a regañadientes, en el reino de los cielos” (Marzal, 1992:200201)
En otras palabras, este modelo de evangelización está establecido para las sociedades primarias en el que debe predominar la educación y la promoción social. Si no se dejan, se propone la fuerza.
Así pues, de la referencia, se puede deducir que el proceso de la evangelización, de entre tantos casos, debe prestar atención especial a los distintos sectores sociales. Cada sector social desarrolla una particularidad cultural, y es ese factor la que debe ser motivo de
27
conocimiento para seguidamente establecer las estrategias de evangelización. Los jesuitas encontraron tres clases sociales con particularidades culturales propias: El primero hace referencia a un sector social que goza de todos los privilegios de poder y de conocimiento y que también deben ser llamados a la salvación del Evangelio casi a la manera misma como efectuaron los apóstoles con los griegos y romanos que destacaban por su capacidad y su no despreciable sabiduría humana; para estos la proclamación del Evangelio debe estar asociada al conocimiento y a la ciencia. El segundo hace advertencia a un sector social, digamos media, que está identificada por una determinada norma de comportamiento humano, para este sector la presentación del Evangelio debe ajustarse a esa particularidad social. El tercer sector social es el segmento mayoritario y que por sus características socioculturales se apegan a sus costumbres lo que hace más dificultoso la presentación del Evangelio, para ellos es conveniente implementar otros proyectos como capacitación, ayuda humanitaria, etc.
C. La postura pastoral ante la dominación y la dependencia
José de Acosta prestó también atención especial a la dureza del trabajo en las minas y a la explotación de perlas y su prohibición. Citemos lo que mencionó:
“Muy dura parece la legislación que obliga a los indios a trabajar en las minas. Este trabajo los antiguos lo tuvieron por tan duro y afrentoso que, como ahora castigan a los facinerosos a servir en galeras por los horrendos crímenes que han cometido, así ellos entonces los condenaban a trabajar en las minas. Esta condena era la más cercana a la pena de muerte. Forzar, pues, a estos trabajos a hombres libres y que ningún mal han hecho, parece algo ciertamente truculento. Además es un hecho que los pozos de plata fueron a la vez cementerio de indios. Muchos miles han perecido por ese tipo de trabajo. Las noches son perpetuas y horrendas, aire espeso y subterráneo, la bajada sumamente difícil, lucha durísima con la peña viva. Pararse es peligroso y se escurre el pie, se acabó. Frecuentemente las venas de plata están en lugares fragosos e inaccesibles y en parajes inhabitables. Para beneficiarlas, los indios han de venir desterrados de sus tierras, abandonando sus esposas e hijos, y mudando de suelo y de aire. Contraen enfermedades con facilidad y terminan muriendo. En torno a la explotación de perlas, la esclavitud que allí sufren los indios por parte de los cristianos, se les mantenía toda la noche en vela con los pies amarrados con correas de cuero. A la mañana temprana los llevaban a unas lanchas y bajaban al fondo del mar, muchas veces a gran profundidad. Por espacio de casi media hora completa, aguantando la respiración como hacen los buscadores, buscaban y recogían conchas y ostras con inmenso trabajo y peligro. Si no cogían las perlas que se esperaba, la paliza era segura; la comida era de la peor calidad...” (Marzal, 1992:202206)
Frente a esta situación, José de Acosta postuló:
“No han de faltar, primeramente, a los que trabajan en las minas ministros para su educación y cuidado espiritual. Haya quien les haga misa, quien los instruya en los rudimentos de la fe, quien los confiese a la hora de la muerte y les administre los demás sacramentos necesarios. Después, para velar por su salud, que no se obliga a emigrar a los que están acostumbrados a climas y aires muy contrarios, ni se los haga venir de distancias muy remotas, ni se los oprima con trabajos inmoderados, además, que vean que no se deja de tener algún interés y preocupación por sus propias haciendas, sino que se compensa con precio justo un trabajo duro. Permítaseles que de vez en cuando logren algún beneficio y ganancia modesta. Provéase también que no falten alimentos convenientes para los sanos y remedios y el alivio necesario para los enfermos. Finalmente, que el trabajo se reparta
28
cómodamente por turnos convenientes, a fin de que no se vean forzados contra su voluntad a estar demasiado tiempo ausente de sus pueblos. Si los nuestros observan, como es razón, estas condiciones de la ley, tal como han sido ideados por varones doctos, nos parece que hay que ser tolerantes con ellos, no sea que, acabándose el comercio, se abandone también el trabajo de la predicación del evangelio. Pero si no se cumplen estas premisas y tratan cruelmente a los indios como si fueran esclavos, vean ellos la cuenta que habrían de dar a Dios, que es padre de los pobres y juez de los huérfanos” (Marzal., 1992:205, 206)
Por cierto, lo enunciado nos revela que el Jesuita prestó atención a la dureza de la dominación y dependencia. Frente a los castigos y múltiples sanciones inhumanas a los indígenas, de parte de los dominadores, planteó que a la acción evangelizadora se incluya la pastoral de contenido filantrópico, así como la protección constante con la educación y sobre todo respeto a quienes no estén en condiciones de trabajar en espacios distintos a su formación. Estas experiencias nos llevan a señalar que toda operación misionera es encaminada inevitablemente en un escenario de dominación y dependencia, condición que predispone que la evangelización, la pastoral y la enseñanza, debe incluir proyectos de desarrollo humano orientados a levantar no sólo los niveles de vida de las familias, sino también, y sobre todo, levantar la calidad de vida de las generaciones.
D. ¿Se debe preservar o cambiar la cultura indígena?
En cuanto a la preservación o el cambio de la cultura indígena, José de Acosta argumentó:
“hay que ir poco a poco imbuyendo a los indios, en las costumbres cristianas y en nuestra forma de vivir. Y hay que cortar paso a paso los ritos supersticiosos y sacrílegos y los hábitos de bárbara fiereza. Pero en los puntos en que sus costumbres no se oponen a la religión o a la justicia, no creo que se las deba cambiar así porque sí. Hay que conversar sus costumbres patrias y tradicionales que no vayan contra la justicia, y organizarles jurídicamente conforme a ellas, tal y como ordenan las disposiciones del Consejo de Indias. Para ratificar este punto cita a Plutarco, ‘hay que tratar de conocer – según él – las costumbres de los ciudadanos y descubrir cuáles son realmente sus sentimientos y aspiraciones profundas. Empeñarse en cambiar de golpe las costumbres y manera de ser del pueblo y querer transformarlas de repente mediante nuevas leyes, no solamente no es una tarea fácil, sino que es un procedimiento absolutamente aleatorio, pues tal empresa requiere mucho tiempo y prolongado esfuerzo’. Por consiguiente, en muchos casos hay que disimular y en otros hay que alabar. Cuando se trata de costumbres tenazmente arraigadas y gravemente dañinas, hay que transformarlas en otras parecidas y que sean buenas, con habilidad y destreza... El propio San Gregorio pone como ejemplos de sus enseñanzas al pueblo de Israel, que estaba acostumbrado a los sacrificios de los egipcios. Dios, queriéndolo apartar del culto de los ídolos, mandó que le ofreciesen a él, único Dios verdadero, sacrificios de animales... En definitiva, la caridad de Cristo – combinada con grandes dosis de prudencia y moderación – nos dirá exactamente qué es lo que hay que permitir y tolerar y, por el contrario, qué es lo que hay que cambiar o lo que de ninguna manera hay que consentir” (Marzal, 1992:206208)
De la cita resaltamos que la evangelización Jesuita no estuvo necesariamente atraída por preservar la cultura de los indígenas ni cambiar la cultura de estos. El interés estuvo concentrado en examinar la cultura de los evangelizados y superar aquellas que puedan originar comportamientos bárbaros y preservar aquellas que puedan fortalecer la organización comunal mediante leyes que favorezcan a estos grupos. Tal vez la aplicación
29
de la evangelización de Pablo en Atenas o el caso de Jonás descrito al inicio de este documento sea el procedimiento análogo o aproximado a lo que se viene reflexionando. Sin duda, sugerimos que el proceso de evangelización debe mostrarse neutral a los compromisos de conservación o cambio de las culturas, debe prestar mayor interés a cómo sembrar la Palabra por áreas o contextos culturales y en examinar qué aspectos culturales deben ser preservados para que sean el sostén de la consolidación del crecimiento de la Iglesia o, qué otros aspectos culturales deben ser motivo de superación y que permitan dar mayor fortaleza a la vida eclesiástica.
30
BIBLIOGRAFÍA
Arguedas, José María1986 Nosotros los maestros. Edit. Horizonte, LimaBeck, Ulrich2000 ¿Qué es la globalización? Paidós, Barcelona.Bergsma, Pablo1998 Misión transcultural, un acercamiento, en: Iglesia y Misión Revista Internacional
de Orientación Cristiana. Impreso en Colombia, Número 65 (Vol. 17, Nº 3).Cambell, Bernard1985 Ecología humana. Salvat, Barcelona.Castellanos, César1999 Liderazgo de éxito a través de los 12. Edit. G12, Colombia.Costas, Orlando1979 Compromiso y misión. Edit. Caribe, colección CELEP, Miami.Fernández Sessarego, Carlos1995 Derecho y persona. Editora Normas Legales, Trujillo.Glinka, Luis1993 La inculturación cristiana en los escritos de los padres. Lumen, Argentina.Harris, Marvin1990 Introducción a la antropología general. Alianza Edit., Madrid.Hardt, Michael y Negri Antonio2002 Imperio. Paidós, Buenos Aires.Leuridan Huys, Johan1997 José de Acosta y el origen de la idea de misión Perú siglo XVI. CBC, Cusco. Lischetti, Mirta1986 Antropología. Eudeba, Buenos Aires.Lumbreras, Luis G.
1994 Cuadernos de COMUL No.06, Lima.
Marzal, Manuel1986 Historia de la antropología indigenista: México y Perú. PUC del Perú, Lima.1992 La utopía posible. (Tomo I) Pontificia Universidad Católica de Perú, Lima. 1994 La utopía posible. (Tomo II) Pontificia Universidad Católica de Perú, Lima. Melgarejo, AristótelesS/F Principios básicos de la liberación. (Copia). Concilio Internacional Cristo a
las Naciones. Pasadena, CA.Melville, Herskovits1968 El hombre y sus obras. FCE, México.Padilla René (Comp.)1974 Fe cristiana y latinoamérica hoy. Edic. Certeza, Buenos Aires.1986 Misión integral. Nueva creación, FTL, Buenos Aires.Paredes, Tito2006 Con permiso para danzar: Renovación de la música y liturgia en las iglesias
evangélicas de América Latina 19702004. CEMAA, Lima.Ries, Al y Trout, Jack 2002 Posicionamiento: la batalla por su mente. McGraw Hill, México.Silva Santisteban, Fernando
31
1998 Antropología. Universidad de Lima y FCE, Lima y México.Sagasti, Francisco; Iguiñiz Javier / Schuldt Jurgen1999 Equidad, integración y desarrollo. Universidad del Pacífico, LimaTouraine, Alain2000 ¿Cómo salir del liberalismo? Paidós, Barcelona.Ugarteche, Oscar1999 La arqueología de la modernidad. Desco, Lima.Vallaeys, François2003 Enseñar la ética y el desarrollo en la universidad en la era planetaria. Montevideo.
Artículo en Internet:http://www.iadb.org/etica/sp4321/DocHit.cfm?DocIndex=1263Vergote, Antoine1973 Psicología religiosa. Taurus, Madrid.Warren, Max1978 Creo en la gran comisión. Edit. Caribe, EE.UU.Willowbank informe. Informe de la Consulta sobre el Evangelio y la cultura – Monografías
ocasionales de Lausana. Edic. Especial PUSEL, Celebrada en Willowbank, Somerset Bridge, Bermudas, 1978.
Yonggi Cho, David1996 La cuarta dimensión. Edit. Vida, La Florida, EEUU.
32