Maquiavelo o la alabanza de la disensión

download Maquiavelo o la alabanza de la disensión

of 4

Transcript of Maquiavelo o la alabanza de la disensión

  • 7/30/2019 Maquiavelo o la alabanza de la disensin

    1/4

    Maquiavelo o la alabanza de la disensin

    por Asuncin Velilla

    Este ttulo es conclusin obtenida de El Prncipe y pulida con el texto de Skinner,

    Maquiavelohttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-

    Maquiavelo.pdf En l atenderemos a dos preguntas propuestas: Podemos hablar de

    una revolucin maquiavelana? En qu sentido? Y, los anlisis de Maquiavelo conllevan

    a una nueva moralidad?

    Maquivelo revoluciona las concepciones clsicas de la moral que haban encontrado su

    desarrollo en los manuales para prncipes, que, con carcter pedaggico, se producan en

    la Europa del momento y que derivaban bsicamente de Cicern. El mismo Maquivelo lo

    aclara desde el comienzo de El Prncipe: no se trata de mostrar cmo deberan ser los

    hombres, a la luz de una celosa propuesta moral, sino de advertir y admitir como son

    realmente.

    El recorrido que lo lleva a esa decisin se fundamenta en su propia historia de vida: hondo

    conocimiento de los clsicos y ejercicio profesional como embajador de los prncipes, delos Mdici de su amada Florencia. Ejercicio empeado en la eficiencia para aceptar y

    optimizar la oportunidad de las ocasiones que se les presentan a los hombres, en

    particular a los hombres que gobiernan a otros, pues del saber ser y hacer del prncipe, en

    las ocasiones que presenta la Fortuna, se ha de derivar el buen gobierno de la ciudad, su

    esplendor y desarrollo. Si consideramos, como seala Maquiavelo, que la historia depara

    un prncipe capaz cada diez aos, este regalo, cuantificable y renovable, sera suficiente

    para gobernar a unos seres que se caracterizan por ser mitad hombres, mitad bestias.

    Cabe entonces educar al prncipe, y con este fin echa mano de los tratados en boga y

    desarrolla el propio, con una diferencia sustancial: la que ha permitido su pervivencia y

    persistencia, incluso la que ha constatado que los mismos detractores pueden ser sus

    seguidores (nada extrao, por lo dems), y en una coyuntura personal nada desdeable:

    cuando Maquiavelo escribe ha dejado de ser favorito de los prncipes. Solo

    posteriormente, con el encargo de la Historia de Florencia, recobrar ese favor. Pero la

    1

    http://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdfhttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdfhttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdfhttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdf
  • 7/30/2019 Maquiavelo o la alabanza de la disensin

    2/4

    historia se encargar de propiciar nuevos reveses, tanto en lo poltico-social, como en lo

    personal; ambos indisolubles en Maquiavelo, ms si cabe, que en otro ser humano.

    Este entramado de hombre y contexto es lo que nos permite formular y responder

    afirmativamente a la cuestin de si cabe hablar de una revolucin maquiavelana.Revolucin semejante a la desarrollada por la geometra no euclidiana, cuando construye,

    con los mismos postulados de la geometra euclidiana, lo que sta afirmaba un imposible.

    En nuestro caso nos hallamos en el mundo moral y poltico, con el que han de habrselas

    todos los hombres como un reto para su condicin. Lo que dice Maquiavelo es simple y

    contundente: nada va a adornar, ningn camino insondable o imposible va a tomar, solo el

    de la condicin humana y el de la posibilidad que sta otorga a la misma Fortuna a la que

    se halla sometida.

    Maquiavelo usa el trmino Fortuna en una de las significaciones que usar con otro:

    Necesidad. La Necesidad le es dada al hombre. Convivir con ella con toda la cabalidad y

    gallarda que implica construye al hombre de virt. Pero esto es una receta, si bien

    deseada, poco frecuente, aunque suficiente para las hornadas de prncipes capaces, si

    nace uno cada diez aos. Sin embargo, el vulgo es movido por la necesidad -en

    minscula-, el pervivir que lo obliga a dejarse llevar por lo que sus ojos ven y a interpretar

    los xitos como xitos, de resultas de la inmediatez de sus ojos. Al vulgo se lo puede

    mover en este tablero de juego, todo prncipe encontrar a quien engaar si se lo

    propone, pues esta es la condicin de estos seres mitad hombres, mitad bestias.

    Condicin que ha de obligar al prncipe a entregarles mensajes a sus ojos y a la

    inmediatez que reclaman los mismos.

    Por lo anterior, la ciudad nueva es la ms difcil de gobernar, la ms exigente para el

    prncipe. La ciudad nueva no ha pulido todava el desorden que facilite al prncipe mover

    las piezas de su intrincado ajedrez de modo que reporte xitos en el plazo deseado, aquel

    que se ajuste a la memoria de su pueblo. Aqu es ineludible la severidad inicial, para que

    con pocos ejemplos quede expedito al pueblo el orden de la ley y de la fuerza, porque no

    ha de olvidar nunca el prncipe que solo cuenta con sus propias medios. De ah que sea

    necesaria su avaricia, pues la liberalidad que eligen algunos prncipes dura breve tiempo y

    el castigo producto de esa prodigalidad hunde en la ruina a la ciudad. Una avaricia bien

    administrada por el prncipe mantiene viva la posibilidad de la liberalidad, que el pueblo, o

    vulgo, acaba por descubrir cuando advierte que gracias a la avaricia del prncipe no ha

    2

  • 7/30/2019 Maquiavelo o la alabanza de la disensin

    3/4

    sido gravado con costos que degeneraran en odio contra el prdigo y en ruina de la

    ciudad.

    Este es uno de los ejemplos, quiz el ms significativo, de que lo que se presenta como

    virtud es vicio y a la inversa. Ahora bien, Maquiavelo realiza una labor arqueolgica en latarea pedaggica propuesta en El Prncipe. Desentierra una ciudad, como si desenterrara

    una realidad oculta pero viva y armnicamente latente. Llamar a los ciudadanos mitad

    hombres, mitad bestias, quiz no sea una afrenta, como tampoco, como lo es para

    nuestra sensibilidad, tratarlos de vulgo. Aflora de este modo una moral que no comparte y

    opone su propuesta: afirmar que subyace un orden moral a lo pretendidamente inmoral.

    As la invitacin al prncipe a obrar, si la Necesidad lo exige, contrariando hasta la religin

    (con toda su reigambre poltica), de modo tal, sin embargo, que no se note el engao.

    Que no se note, porque la Fortuna se presenta en la ocasin que dura breve tiempo.

    Siendo la razn principal de su breve duracin el estrecho lmite de visin de los hombres.

    Porque un prncipe ha de gobernar a su pueblo, ha de atenerse a cmo es su pueblo, y

    del mismo modo que los hombres de guerra acabaran por rechazar una disciplina

    impropia, por ms que procurara humanizarlos; as un pueblo tendra fuera de su campo

    de visin esa voluntad que, llamndose moral, no se atiene a sus posibilidades y acaba

    lanzndolo a la ruina, necesariamente. Es obligado contrariar hasta la religin, por obra de

    la Necesidad, que guarda cierta relacin paternalista con la necesidad.

    Cul es entonces el campo de libertad del hombre, pues no ha lugar a moral sin libertad:

    la capacidad de disentir y el consecuente reconocimiento y aprovechamiento moral y

    poltico de la disensin. Piedra angular y rueda de molino que ofreci a comulgar a su

    poca. Y germen de un arduo esfuerzo posterior que llega a nuestros das como tica del

    discurso. Siempre hace falta el tiempo, para que al sernos obligado en su curso a los

    hombres, se deslice a nuestro tacto y de esta manera se acabe cumpliendo para los

    pocos el percibir con las manos1, ya que a los muchos est dado el percibir con los ojos.

    Al fin y al cabo, a los pocos se cumple en la espera de los siglos impuesta desde los

    exabruptos de Maquiavelo.

    Arstteles recogi y guard la reflexin de Anaxgoras: el hombre piensa porque tiene

    manos. Pensar o darse tiempo, a que obliga (simblicamente para el filsofo, con sus

    1 MAQUIAVELO, Los hombres en general juzgan ms por los ojos que por las manos El Principe. Captulo XVII

    3

  • 7/30/2019 Maquiavelo o la alabanza de la disensin

    4/4

    necesidades bsicas resueltas), el hacer las cosas con las manos. El mismo Aristteles

    dot a muchas generaciones de hombres de la confianza en la vista, como sentido

    primordial. Maquiavelo advirti la torpeza de la vista que obliga a xitos y a xitos

    inmediatos que pueda percibir el hombre, y propuso un prncipe capaz de habrselas con

    el tiempo. Afortunadamente lo limit para cada individuo principal a diez aos.

    Si Aristteles ocupa un plato de la balanza, el otro lo ocupa Kant. Maquiavelo es el fiel de

    la misma. El sugerente ensayo de Kant Idea de una historia universal en sentido

    cosmopolita, equilibra este derrotero: solo la distancia suficiente, el punto de vista

    adecuado, permite ver que lo que el hombre hace atropelladamente en busca de sus

    xitos particulares y puntuales, obedece a un designio ms alto, que permanece

    afortunadamente desconocido para el mismo hombre; pues de conocerlo, sera capaz decontrariarlo.

    Maquiavelo le dice a su prncipe: engaa al vulgo, tendrs ms oportunidades de hacerlo

    que de destruirlo. Hoy esto nos exige la mayor atencin a otras oportunidades,

    descubiertas por la fsica de la relatividad y sus consecuencias nucleares, y por la

    bioqumica. Porque aqu la bestia del hombre no se ve detenida por las manos: el tiempo-

    de pensar, y se deja llevar por los xitos inmediatos que reclaman los ojos. Que la tica

    dialgica ocupe el lugar que le corresponde de fiel en la balanza.

    Sea nuestro punto final luz para los ojos en la obra del coetaneo de Maquiavelo: El jardn

    de las delicias de El Bosco,

    4