Maquiavelo o la alabanza de la disensión
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7/30/2019 Maquiavelo o la alabanza de la disensin
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Maquiavelo o la alabanza de la disensin
por Asuncin Velilla
Este ttulo es conclusin obtenida de El Prncipe y pulida con el texto de Skinner,
Maquiavelohttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-
Maquiavelo.pdf En l atenderemos a dos preguntas propuestas: Podemos hablar de
una revolucin maquiavelana? En qu sentido? Y, los anlisis de Maquiavelo conllevan
a una nueva moralidad?
Maquivelo revoluciona las concepciones clsicas de la moral que haban encontrado su
desarrollo en los manuales para prncipes, que, con carcter pedaggico, se producan en
la Europa del momento y que derivaban bsicamente de Cicern. El mismo Maquivelo lo
aclara desde el comienzo de El Prncipe: no se trata de mostrar cmo deberan ser los
hombres, a la luz de una celosa propuesta moral, sino de advertir y admitir como son
realmente.
El recorrido que lo lleva a esa decisin se fundamenta en su propia historia de vida: hondo
conocimiento de los clsicos y ejercicio profesional como embajador de los prncipes, delos Mdici de su amada Florencia. Ejercicio empeado en la eficiencia para aceptar y
optimizar la oportunidad de las ocasiones que se les presentan a los hombres, en
particular a los hombres que gobiernan a otros, pues del saber ser y hacer del prncipe, en
las ocasiones que presenta la Fortuna, se ha de derivar el buen gobierno de la ciudad, su
esplendor y desarrollo. Si consideramos, como seala Maquiavelo, que la historia depara
un prncipe capaz cada diez aos, este regalo, cuantificable y renovable, sera suficiente
para gobernar a unos seres que se caracterizan por ser mitad hombres, mitad bestias.
Cabe entonces educar al prncipe, y con este fin echa mano de los tratados en boga y
desarrolla el propio, con una diferencia sustancial: la que ha permitido su pervivencia y
persistencia, incluso la que ha constatado que los mismos detractores pueden ser sus
seguidores (nada extrao, por lo dems), y en una coyuntura personal nada desdeable:
cuando Maquiavelo escribe ha dejado de ser favorito de los prncipes. Solo
posteriormente, con el encargo de la Historia de Florencia, recobrar ese favor. Pero la
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http://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdfhttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdfhttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdfhttp://www.infinitumwebpage.mx/teoriapolitica/Quentin-Skinner-Maquiavelo.pdf -
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historia se encargar de propiciar nuevos reveses, tanto en lo poltico-social, como en lo
personal; ambos indisolubles en Maquiavelo, ms si cabe, que en otro ser humano.
Este entramado de hombre y contexto es lo que nos permite formular y responder
afirmativamente a la cuestin de si cabe hablar de una revolucin maquiavelana.Revolucin semejante a la desarrollada por la geometra no euclidiana, cuando construye,
con los mismos postulados de la geometra euclidiana, lo que sta afirmaba un imposible.
En nuestro caso nos hallamos en el mundo moral y poltico, con el que han de habrselas
todos los hombres como un reto para su condicin. Lo que dice Maquiavelo es simple y
contundente: nada va a adornar, ningn camino insondable o imposible va a tomar, solo el
de la condicin humana y el de la posibilidad que sta otorga a la misma Fortuna a la que
se halla sometida.
Maquiavelo usa el trmino Fortuna en una de las significaciones que usar con otro:
Necesidad. La Necesidad le es dada al hombre. Convivir con ella con toda la cabalidad y
gallarda que implica construye al hombre de virt. Pero esto es una receta, si bien
deseada, poco frecuente, aunque suficiente para las hornadas de prncipes capaces, si
nace uno cada diez aos. Sin embargo, el vulgo es movido por la necesidad -en
minscula-, el pervivir que lo obliga a dejarse llevar por lo que sus ojos ven y a interpretar
los xitos como xitos, de resultas de la inmediatez de sus ojos. Al vulgo se lo puede
mover en este tablero de juego, todo prncipe encontrar a quien engaar si se lo
propone, pues esta es la condicin de estos seres mitad hombres, mitad bestias.
Condicin que ha de obligar al prncipe a entregarles mensajes a sus ojos y a la
inmediatez que reclaman los mismos.
Por lo anterior, la ciudad nueva es la ms difcil de gobernar, la ms exigente para el
prncipe. La ciudad nueva no ha pulido todava el desorden que facilite al prncipe mover
las piezas de su intrincado ajedrez de modo que reporte xitos en el plazo deseado, aquel
que se ajuste a la memoria de su pueblo. Aqu es ineludible la severidad inicial, para que
con pocos ejemplos quede expedito al pueblo el orden de la ley y de la fuerza, porque no
ha de olvidar nunca el prncipe que solo cuenta con sus propias medios. De ah que sea
necesaria su avaricia, pues la liberalidad que eligen algunos prncipes dura breve tiempo y
el castigo producto de esa prodigalidad hunde en la ruina a la ciudad. Una avaricia bien
administrada por el prncipe mantiene viva la posibilidad de la liberalidad, que el pueblo, o
vulgo, acaba por descubrir cuando advierte que gracias a la avaricia del prncipe no ha
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sido gravado con costos que degeneraran en odio contra el prdigo y en ruina de la
ciudad.
Este es uno de los ejemplos, quiz el ms significativo, de que lo que se presenta como
virtud es vicio y a la inversa. Ahora bien, Maquiavelo realiza una labor arqueolgica en latarea pedaggica propuesta en El Prncipe. Desentierra una ciudad, como si desenterrara
una realidad oculta pero viva y armnicamente latente. Llamar a los ciudadanos mitad
hombres, mitad bestias, quiz no sea una afrenta, como tampoco, como lo es para
nuestra sensibilidad, tratarlos de vulgo. Aflora de este modo una moral que no comparte y
opone su propuesta: afirmar que subyace un orden moral a lo pretendidamente inmoral.
As la invitacin al prncipe a obrar, si la Necesidad lo exige, contrariando hasta la religin
(con toda su reigambre poltica), de modo tal, sin embargo, que no se note el engao.
Que no se note, porque la Fortuna se presenta en la ocasin que dura breve tiempo.
Siendo la razn principal de su breve duracin el estrecho lmite de visin de los hombres.
Porque un prncipe ha de gobernar a su pueblo, ha de atenerse a cmo es su pueblo, y
del mismo modo que los hombres de guerra acabaran por rechazar una disciplina
impropia, por ms que procurara humanizarlos; as un pueblo tendra fuera de su campo
de visin esa voluntad que, llamndose moral, no se atiene a sus posibilidades y acaba
lanzndolo a la ruina, necesariamente. Es obligado contrariar hasta la religin, por obra de
la Necesidad, que guarda cierta relacin paternalista con la necesidad.
Cul es entonces el campo de libertad del hombre, pues no ha lugar a moral sin libertad:
la capacidad de disentir y el consecuente reconocimiento y aprovechamiento moral y
poltico de la disensin. Piedra angular y rueda de molino que ofreci a comulgar a su
poca. Y germen de un arduo esfuerzo posterior que llega a nuestros das como tica del
discurso. Siempre hace falta el tiempo, para que al sernos obligado en su curso a los
hombres, se deslice a nuestro tacto y de esta manera se acabe cumpliendo para los
pocos el percibir con las manos1, ya que a los muchos est dado el percibir con los ojos.
Al fin y al cabo, a los pocos se cumple en la espera de los siglos impuesta desde los
exabruptos de Maquiavelo.
Arstteles recogi y guard la reflexin de Anaxgoras: el hombre piensa porque tiene
manos. Pensar o darse tiempo, a que obliga (simblicamente para el filsofo, con sus
1 MAQUIAVELO, Los hombres en general juzgan ms por los ojos que por las manos El Principe. Captulo XVII
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necesidades bsicas resueltas), el hacer las cosas con las manos. El mismo Aristteles
dot a muchas generaciones de hombres de la confianza en la vista, como sentido
primordial. Maquiavelo advirti la torpeza de la vista que obliga a xitos y a xitos
inmediatos que pueda percibir el hombre, y propuso un prncipe capaz de habrselas con
el tiempo. Afortunadamente lo limit para cada individuo principal a diez aos.
Si Aristteles ocupa un plato de la balanza, el otro lo ocupa Kant. Maquiavelo es el fiel de
la misma. El sugerente ensayo de Kant Idea de una historia universal en sentido
cosmopolita, equilibra este derrotero: solo la distancia suficiente, el punto de vista
adecuado, permite ver que lo que el hombre hace atropelladamente en busca de sus
xitos particulares y puntuales, obedece a un designio ms alto, que permanece
afortunadamente desconocido para el mismo hombre; pues de conocerlo, sera capaz decontrariarlo.
Maquiavelo le dice a su prncipe: engaa al vulgo, tendrs ms oportunidades de hacerlo
que de destruirlo. Hoy esto nos exige la mayor atencin a otras oportunidades,
descubiertas por la fsica de la relatividad y sus consecuencias nucleares, y por la
bioqumica. Porque aqu la bestia del hombre no se ve detenida por las manos: el tiempo-
de pensar, y se deja llevar por los xitos inmediatos que reclaman los ojos. Que la tica
dialgica ocupe el lugar que le corresponde de fiel en la balanza.
Sea nuestro punto final luz para los ojos en la obra del coetaneo de Maquiavelo: El jardn
de las delicias de El Bosco,
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