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Coordinación editorial: Raúl Alejandro Valdés PavónEdición: Marta Elizabet Ferrer CutiéCorrección: Ernesto Galbán Rodríguez Diseño y composición: Alina Guerrero Morgade y Diuver Moya Casola Fuentes Fotográficas: Testimonios gráficos de la experiencia médica en Venezuela, cortesía de Julio Baldomero Hernández; Archivo “Trabajadores Digital”, periódico online; y Marcelino Vázquez Hernández (AIN).

© Julio Esmir Baldomero Hernández, 2010© Elfos Scientiae, 2010

ISBN 978-959-235-030-4

Elfos ScientiaeAve. 31 e/ 158 y 190Cubanacán, PlayaApdo. Postal 6162, La Habana 6, CubaTeléfonos: (53-7) 273 1917 / 271 6022, ext. 1031

[email protected]

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Colaboradores cubanos

Especialistas cubanos y venezolanos, que junto a la brigada médica de la misión «Barrio Adentro», desarrollaron el Programa de atención integral al paciente con pie diabético y el uso del Heberprot-P, en Venezuela.

Jorge Berlanga Acosta, investigador titular, Doctor en Ciencias Farmacéuticas, Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, Ciudad de La Habana.

Ernesto López Mola, máster en Ciencias y director del Grupo de Negocios del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, Ciudad de La Habana.

Sissi García Sánchez, coordinadora del Polo Científi co Venezuela.

José Ignacio Fernández Montequín, especialista de II Grado en Angiología y Cirugía Vascular, profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias Médicas Salvador Allende. Investigador auxiliar y asesor científi co del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología. Coordinador técnico del Programa cubano de atención integral al paciente con pie diabético y uso del Heberprot-P, en Venezuela. Labora en el Instituto de Angiología y Cirugía Vascular, de Ciudad de La Habana. Misión médica en el Distrito Capital, Venezuela.

Llipsy Santiesteban-Bonachea, licenciada en Enfermería, profesora de posgrado del Hospital Hermanos Ameijeiras, de Ciudad de La Habana. Misión médica en el Distrito Capital, Venezuela.

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William Orlando Savigne Gutiérrez, profesor del Instituto Superior de Ciencias Médicas de Ciudad de La Habana. Especialista de II Grado en Angiología y Cirugía Vascular. Labora en el Instituto de Angiología y Cirugía Vascular, Ciudad de La Habana. Misión médica en el estado de Sucre, Venezuela.

Cecilio González Benavides, especialista de I Grado en Medicina General Integral y de I Grado en Angiología y Cirugía Vascular, profesor instructor del servicio de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Universitario Arnaldo Milián Castro, de Villa Clara, Cuba. Misión médica en el estado de Lara, Venezuela.

Aurora Natacha Sancho Soutelo, especialista de I Grado en Angiología y Cirugía Vascular. Labora en el Hospital Saturnino Lora, de Santiago de Cuba. Misión médica en el estado de Monagas, Venezuela.

Fidel Rivero Fernández, especialista de II Grado en Angiología y Cirugía Vascular, máster en Urgencias Médicas, profesor e investigador. Labora en el Hospital Manuel Ascunce Domenech, de Camagüey, Cuba. Misión médica en el estado de Zulia, Venezuela.

Yaneth Hernández Jiménez, especialista de I Grado en Medicina General Integral y residente de Angiología y Cirugía Vascular. Misión médica en el estado de Bolívar, Venezuela.

Armando González Expósito, especialista de I Grado en Angiología y Cirugía Vascular, profesor auxiliar. Labora en el Hospital Lucía Íñiguez Landín, de Holguín, Cuba. Misión médica en el estado de Aragua, Venezuela.

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Pablo Rafael Sánchez Pentón, especialista de I Grado en Angiología y Cirugía Vascular, profesor asistente. Labora en Sancti Spíritus, Cuba. Misión médica en el estado de Yaracuy, Venezuela.

Amaurys del Río Martín, especialista de I Grado en Medicina General Integral. Labora en el Departamento de Ensayos Clínicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Ciudad de La Habana. Misión médica en el estado de Sucre, Venezuela.

Rafael Ibargollín Ulloa, especialista en Genética Médica. Labora en el Departamento de Ensayos Clínicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Sancti Spíritus, Cuba. Misión médica en el estado de Bolívar, Venezuela.

Manuel Raíces Pérez-Castañeda, Doctor en Ciencias. Labora en el Grupo de Negocios y Desarrollo de Proyectos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Ciudad de La Habana. Misión médica en el estado de Zulia, Venezuela.

Marianela García Siverio, ingeniera química. Labora en el Grupo de Negocios y Desarrollo de Proyectos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Ciudad de La Habana. Misión médica en el estado de Aragua, Venezuela.

Dunia Martínez Arcia, técnica en Informática, labora en el Grupo de Negocios y Desarrollo de Proyectos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Ciudad de La Habana.

Yamila Peña Cantero, labora en el Grupo de Negocios y Desarrollo de Proyectos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de Ciudad de La Habana.

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Colaboradores venezolanos

Dra. Loida Gáfarro de Varela, Área de Enfermedades endocrinometabólicas del Ministerio del Poder Popular para la Salud.

Lenin Enrique Alegret Amador, ingeniero radiotécnico, director de la empresa Casa de Representación Norville Venezolana S.A.

Dra. Claritza León y Dr. Robín Quintero, Programa Regional Endocrinometabólico, estado de Zulia.

Dra. Norling E. Jiménez Suárez, Ambulatorio del Instituto Venezolano del Seguro Social, La Concepción, estado de Zulia.

Dra. Eulalia Seguín Santos y Dr. José Oviol, Hospital Universitario de Maracaibo, estado de Zulia.

Dra. Joanna Montero, Dra. Kattyuska Valero Leal y Dra. Yoleida Rivas de Casals, Hospital General del Sur «Dr. Pedro Iturbe», estado de Zulia.

Dr. Danilo Malavé, Dra. Lourdes Sierra y Lic. Romi Aranzu, Hospital «Simón Bolívar», estado de Monagas.

Lic. Iraima Noriega y Dr. José Ángel Moreno, Hospital «Manuel Núñez Tovar», estado de Monagas.

Lic. Lennys Josefi na Rodríguez, Proyecto CAREMT, estado de Monagas.

Dra. Esther A. Sira Giménez, Dr. Julio Varga y Lic. Ysmara Gómez, Hospital «Pastor Oropesa de Carora», estado de Lara.

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Dr. Miguel Vázquez, Batallón 51, estado de Lara.

Wilber Peraza, director de Radio Wachirongo, estado de Lara.

Dr. Blas Chacín, Dra. Gabriela Mena y Dra. Sara Brito, Hospital Militar «Carlos Arvelo», Caracas.

Dra. Josefa Velázquez y enfermera Amadora Tallaferro, Centro de Atención al Diabético, Hospital «Julio Rodríguez», Cumaná, estado de Sucre.

Lic. Fanny Silva, coordinadora del Proyecto CAREMT, estado de Sucre.

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Para el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, por haber pensado el futuro y hacerlo nuestro.

Para el presidente Hugo Chávez Frías, por dignifi car a su pueblo.

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La publicación de este libro no hubiera sido posible sin la ayuda brindada al autor por muchas manos generosas:

La Revolución cubana y la bolivariana, por la ética hacia el ser humano. Nuestros cinco héroes, por su ejemplo cotidiano. Nuestros pacientes, por permitirnos escribir estas páginas. Jorge Berlanga, hombre sencillo y capaz. Mi familia, por darme aliento en cada empeño. Adriana Pérez, mujer de estos tiempos. Mayda Mauri, por hacer volar este libro. Alicia, nuestra amiga solidaria. Norma Padilla, maestra de sueños. Todos los trabajadores del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, por su constancia y entrega. Marta Ferrer, por su acuciosa edición. Los diseñadores Alina Guerrero y Diuver Moya, por la magia de su creación. Luis Herrera, por conducir este equipo. Sonia Negrín, por creer en este libro. Pedro López, por sus oportunos consejos. Raúl Alejandro Valdés y Ernesto Galbán, por su ayuda incalculable. Héctor Reyes, que vio nacer estos testimonios. Al Ministerio del Poder Popular para la Salud de Venezuela, por hacer suyo este noble programa. La misión médica cubana «Barrio Adentro», coraza inigualable.

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1 Véase en la página 94.2 Gerardo Hernández Nordelo nació en Ciudad de La Habana el 4 de junio de 1965. Se graduó en 1989 en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales «Raúl Roa García». A mediados de los años noventa, cumplió misiones en Estados Unidos dirigidas a prevenir a Cuba de acciones terroristas, planificadas y ejecutadas por organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami. El 12 de septiembre de 1998 fue arrestado junto a cuatro compañeros, que sufrieron como él un juicio plagado de irregularidades y prejuicios en Miami. Lo condenaron, sin evidencias, a dos cadenas perpetuas más 15 años, que cumple en la prisión de alta seguridad de Victorville, California. (Tomado de «La historia comienza así…», artículo de Alicia Jrapko, publicado en «Especiales» de Cubadebate, el 17 de noviembre de 2009, disponible en http://www.cubadebate.cu/especiales/2009/11/17/historia-gerardo-hernandez-prision-ave-pajaro/)

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[…] El abuelo, con la diabetes a cuestas y sentado en su banco, mira con tristeza a los muchachos del barrio que corretean detrás de una pelota de fútbol. Su memoria se eleva, vuela como papagayo entre los crepúsculos de Lara. Él también fue un niño, un futbolista, un padre de familia; hoy le falta una pierna, su felicidad es incompleta […].

Mucho más de lo escrito aquí pudo haberse refl ejado. De nuevo al camino es solo un minúsculo homenaje tallado en letras de molde, a los cientos de hombres y mujeres de ciencia que a diario dan lo mejor de su intelecto para luchar contra el dolor y la muerte.

Sin más preámbulo cedo la palabra eterna a nuestros pacientes.

EL AUTOR

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De nuevo a la vida

Nunca imaginó Pedro José Mujica que a sus 75 años de edad, con 18 hijos, 56 nietos y 16 bisnietos, iba a «volver a nacer». Lo encontré un lunes bien temprano en el ambulatorio del Oeste de Lara, y con palabras salidas de su corazón nos dio este fi el testimonio de hombre feliz.

Siempre he sido albañil, desde los catorce años no he tenido descanso. Se imagina usted: ayudando primero a mis padres en la crianza de cuatro hermanos, y luego a la familia grande que he logrado con mis cuatro matrimonios.Actualmente vivo en Santa Isabel, La Playa, aquí mismo en Barquisimeto. Padezco tensión1 y diabetes; pero cuando hay que luchar la comida, uno no puede darse el lujo de sentirse ni enfer-mo ni cansado.El viernes 14 de noviembre del año 2008, me sucedió algo trágico. Me levanté como de costumbre antes de las seis de la mañana, pues tenía el compromiso de arreglar el techo para una habita-ción en un tercer piso. Todo marchaba bien, pero a las 12:30 p.m. ocurrió lo inesperado. Fue muy rápido: una línea eléctrica de 4000 voltios se reventó y pegó contra la lámina de cinc del techo donde yo estaba. Caí sin vida, tenía múltiples quemaduras en mi cuerpo, y el pie derecho reventado. Con mucha difi cultad y utilizando una rondana, unos vecinos lograron bajarme. Me daban por muerto.

Pedro José Mujica,75 años.Barquisimeto,estado de Lara

1 Hipertensión arterial.

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En un taxi me llevaron al hospital del seguro, donde estuve media hora inconsciente. Allí me dieron los primeros auxilios y luego me trasladaron al hospital Antonio María Pineda, de Barquisimeto. Ya en la emergencia desperté, y pude ver cómo me cortaban el pantalón y descubrían la carne quemada. Me curaron y decidieron internarme. A medida que pasaban los días, la atención que me daban se convertía en una verdade-ra tortura, casi no me prestaban interés, y el pie derecho se ponía cada vez peor.Así pasé dos meses en aquella sala, hasta que me anunciaron que la única solución para mi pie reventado era la amputación. A pesar de que algunos de mis hijos estaban de acuerdo con esa decisión, yo la desaprobé totalmente. Ante mi negativa, los doctores del Pineda me trasladaron al CDI2 de Los Olivos. Allí llegué desahuciado y con muy pocas esperanzas. Pero, como una bendición de Dios, me encuentro al doctor Cecilio, angió-logo cubano. Muy atento me examina, y no deja de asombrar-se por la gravedad de mi pierna. Entonces consulta el caso con el doctor Jorge del CDI de San Jacinto, y para aliviar mis dolores me hacen un bloqueo en la espalda.3

Sin perder tiempo, el doctor Cecilio me traslada a su consulta aquí en el Obelisco. Ese mismo día me anunció que me inyec-taría un medicamento cubano para intentar salvar mi pie. Su propuesta fue un consuelo para tantos meses de angustia. Confi eso que no sé ni dónde queda Cuba, pero después de esta prueba de amor y de haberme salvado mi pierna, esa isla es mi segunda Venezuela. Ya voy para dos meses de trata-miento. Fueron doce inyecciones en total, y aquí usted me ve, con mi pie completo y con este viejo bastón que ya no necesito. Eso sí, lo guardaré como prueba de mi regreso a la vida, y para regalárselo a mi primer tataranieto, que está por nacer.

2 Centro de Diagnóstico Integral.3 Inyección intravertebral con analgésicos para aliviar dolores fuertes.

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El milagro de una vacuna

Chofer de profesión y llevando a cuestas la diabetes por más de veinte años, Simón Álvarez Biarreta da gracias por haber encontrado un milagro hecho vacuna.1

Tengo 57 años cumplidos; soy padre de seis hijos, y en mi familia no hay uno que no padezca diabetes. Me controlo con pastillas, y nunca había tenido problemas con esta enfermedad.Manejo mi carro por todo Barquisimeto buscándome la vida; pero en diciembre pasado el carrito ya no dio para más, se fundió el motor, y así me quedé sin empleo.Siempre hay un alma generosa. Mi compadre Nerio es dueño de un depósito de telas; y al ver mi situación, me pidió, al igual que otras veces, que le ayudara a ordenar las mercan-cías. Como si fuera un mandamiento, el primer día de trabajo, al levantar una mesa metálica, perdí el equilibrio y el hierro pesado me cayó encima del pie izquierdo. El dolor fue insopor-table. Sentí un líquido caliente que inundó la bota. Al mirar, mis dedos estaban aplastados y tenía una hemorragia que no paraba. Eso ocurrió el 21 de enero de este año 2009.

Simón Álvarez Biarreta,57 años.Parroquia Unión, Barquisimeto,estado de Lara

1 Algunos venezolanos se refieren al Heberprot-P

como una vacuna, por ser inyectable.

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Mi esposa me llevó al ambulatorio del seguro social en la calle 50. Prácticamente nada me hicieron, solo un analgésico y una vacuna para el tétanos. No había más que hacer. Sali-mos descontentos y nos fuimos de una vez para la casa. Pero en la noche, el dolor dijo: «¡Aguante ahí papá!»Era como si un perro me mordiera el pie. Yo no aguantaba. Pedía que me cortaran la pierna. Mis muchachos no espera-ron a que amaneciera, y me llevaron al hospital del seguro Pastor Oropesa. Allí fue peor: ni me miraron. La doctora de guardia se limitó a decir que ese caso no era una emergencia. Seguimos para el CDI2 de Barrio Adentro en la calle 57, y la atención que recibí fue excelente. Me pusieron antibióticos y me hicieron un chequeo. Decidieron ingresarme, pero las camas estaban full.3

Me orientaron regresar en la mañana para que el angiólogo cubano valorara mi caso. Para mi fatalidad, esto no sucedió, porque el doctor Cecilio enfermó con dengue.Ese fi n de semana y empujado por la inseguridad y las viejas costumbres de aquí en Venezuela, reuní la poca plata de la casa y me fui a la clínica privada San Juan. Solo por mirarme la herida, la doctora me cobró 100 bolívares fuertes y 80 más por la cura, sin incluir los antibióticos endovenosos que ordenó que tendría que ponerme.Así aguanté hasta que el angiólogo cubano se recuperó de su enfermedad. Lo visité el 5 de febrero, ya habían pasado 15 días desde el accidente, y mis dedos estaban negros con un hueco por donde cabía una tijera entera. El doctor fue claro: tenía muchas probabilidades de perder el pie. No sé cuántas cosas pensé. De todas, la peor fue no poder trabajar más. El único ofi cio que he hecho en mis 57 años

2 Centro de Diagnóstico Integral.3 Full: ‘lleno’, en inglés.

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ha sido manejar. ¿Se imagina usted, con un pie de menos? ¿Quién sería entonces el sustento familiar?Sin embargo, ¡el cubano me salió arrecho!4 Se fajó con aquel hueco que metía miedo. Eso sí, con mucha paciencia y con una vacuna traída de su país.El dedo gordo del pie izquierdo no pudo salvarlo; pero del lobo un pelo: tengo mi pie para manejar: no tendré que cambiar mi zapato por una muleta.Hasta hoy, siempre he dicho «si Dios quiere». A partir de hoy diré: «si Dios y la milagrosa vacuna quieren».

4 Arrecho: fuerte, duro.

Tenía muchas probabilidades de perder el pie

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Un ángel que llegó

Hombre arrecho1 como dicen acá y con poco tiempo para hablar, Quinteiro Manzano hizo un repaso mental a su vida para darnos detalles de la diabetes que lo acompaña hace más de veinte años.

Voy a empezar diciéndole que soy antichavista, y no sé si es por ignorancia; aunque si Chávez trajo a los médicos cubanos, entonces la verdad es la verdad, y no se puede ocultar: tene-mos que reconocer esa parte.Hay que decirlo: aquí en los hospitales privados solo quieren sacarte la plata, y en los del seguro, no te paran bola.Yo soy taxista, y padre de dos hijos. Mi padre murió y mi madre aún vive. Mis siete hermanos son diabéticos igual que yo.Hace muchos años padecí abscesos, pero nunca fue tan grave como esta vez. Va para dos meses; y gracias a mi mujer, ahora puedo echarle el cuento. Resulta que en el ir y venir de todos los días, dándole con ganas al timón, no me detuve a ver qué era lo que me mojaba el pie derecho. Pero una tarde después del baño, el menor de mis hijos, con la ayuda de un espejo, me enseñó el hueco que tenía en el pie.

Quinteiro Manzano,52 años.

Barquisimeto,estado de Lara

1 Arrecho: fuerte, duro.

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Mi esposa es líder comunitaria; y un poco a regañadientes me dejé conducir por ella hasta los cubanos de Barrio Adentro. Me atendieron bien. Es por eso que repito que en este gobier-no dan prioridad a la salud. El médico cubano que me atendió en el CDI,2 me remitió3 para el ambulatorio del Obelisco, pues mi caso debía ser valorado por un angiólogo.4 Y ahí fue donde encontré al doctor cubano que se llama Cecilio González5 y a la enfermera venezolana Rudy. Fue una bendición ir al Obelisco. Esas dos personas me han tratado con tanta humil-dad y amor, que no hay dinero que pague lo que cada día hacen en esa consulta.Un compadre me sugirió ir a una clínica privada, pero yo aposté por un medicamento6 que comenzó a aplicarme Ceci-lio; y disculpe que no le llame doctor, pero nos tratamos como familia. Me pusieron 18 inyecciones de ese medicamento; y remedio santo: mi hueco cerró completamente. Esto hay que mantenerlo para otros pacientes que, como yo, no tienen dinero y padecen esta enfermedad. Ahorita nos organizamos y ya formamos un comité de voluntariado contra la diabetes mellitus aquí en el Obelisco. Este proyecto vino, llegó, y se queda, ¡Naguará!7

Tengo que decirle que al cubano le celebramos su cumpleaños entre todos los pacientes. Hubo torta, arepas y refrescos. Con mirarle a los ojos veíamos su procedencia campesina, como dicen allá en Cuba. Casi llora de tanta emoción. Una persona así es un ángel que llegó.

2 Centro de Diagnóstico Integral.

3 En el original, «refirió».4 En el original,

«angiología».5 Se refiere al médico

cubano Cecilio González Benavides.

6 Se refiere al Heberprot-P.7 Naguará: expresión

coloquial para indicar con asombro el

comportamiento de algo o de alguien.

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Lo mejor es lo que pasa

Hay hombres a los que les cuesta llorar, pero a otros la vida les ha enseñado que también los hombres tienen lágrimas. No sintió pena conmigo Wilfredo José: hizo una pausa, restregó sus ojos, y poco a poco, como queriendo no olvidar ni un detalle, fue hilvanando esta conversación.

Qué le puedo contar, doctor, soy diabético desde los 30 años, y a veces en broma digo que es un regalo de mi padre, él también padece esta enfermedad, aún vive, igual que mi mamá.Tengo cinco hijos y me dedico al comercio, más que todo a vender envases plásticos. En la familia mi hermana fue la que más estudió: se hizo enfermera y trabaja en el hospital de Siquisiqui.No le voy a negar que me gustara darme los tragos, pero ahorita, puro jugo es lo único que tomo.Mi desgracia llegó en mayo del año pasado, exactamente el día de las madres. Estábamos haciendo un sancocho en la casa, pero tuve que salir a hacer una diligencia, y el maldito carro comenzó con un fallo. Por un descuido mío, afi nqué el pie izquierdo al metal caliente del motor, y pegué un grito de dolor: dejé la piel pegada al hierro. La quemadura era profunda.

Wilfredo José Cordero Méndez,

45 años.Urdaneta, estado de Lara

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Mi hermana corrió conmigo para el hospital. Allí ensegui-da me dieron los primeros auxilios, y decidieron ingresarme. Las curas eran arrechas.1 Unos días mejor y otros peor. Pasé tres meses ingresado, hasta que me dieron el alta, y seguían curándome en el hospital. A las pocas semanas, me atacó un dolor de vesícula, y toda-vía con la quemadura abierta, decidieron ingresarme otra vez para aliviarme el cólico vesicular. Bastaron tan solo tres días para agarrar dos bacterias. De una no me acuerdo el nombre pero de la otra sí: era una Pseudomonas. Vinieron entonces dos meses más de martirio. Aquella infección no se quitaba con nada: me pusieron cuanto antibiótico había. Una mañana, durante el pase de visita, el doctor Méndez [traumatólogo vene-zolano y jefe del operativo quirúrgico] me planteó que la única opción para mi problema era la amputación hasta la rodilla. Mire, en ese momento se me unió el cielo con la tierra. Un hombre fuerte como yo, qué iba a hacer con una sola pierna. Delante de mi familia no, pero lloré toda la noche y no pude dormir al recordar la palabra amputación. La decisión estaba tomada: me operaban el viernes bien temprano. Déjeme aclararle que Siquisiqui está a unas tres horas de Barquisimeto, es una zona montañosa de muy difí-cil acceso. Allí la época de lluvia es dura, ¿oyó?, y el jueves antes de mi operación se mandó un aguacerón que metía miedo. Toda la noche y la madrugada estuvo lloviendo. Mire si fue así, que el puente de entrada al pueblo llevaba 27 años construido y se cayó completo. Es por eso que los médicos no pudieron llegar al hospital y se suspendió la amputación. Al ver la situación, mi hermana fue a ver a unos médicos cuba-nos que conocía, y se trajo con ella a un doctor de Barrio Adentro. Él me dijo que si me trasladaban al CDI2 podía

1 Arrechas: fuertes, dolorosas.

2 Centro de Diagnóstico Integral.

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salvarme la pierna. No lo pensé dos veces, me fui de una vez, y médico cumplidor aquel, me agarró la pierna mala y la cuidó como suya; pero todavía estaba en peligro. Cuando estuvo mejor, hizo las coordinaciones y me remitió3 al ambula-torio del Obelisco. Allí me recibió el angiólogo cubano Cecilio González. Al ver el estado en que llegué, me dio esperanzas de salvar mi pierna. Yo no quería creer en sus palabras, pero no tenía otra alternativa. Comenzó a inyectarme en la úlcera un medicamento cubano, del cual anoté el nombre en un papel, y de tanto repetirlo me lo aprendí: Heberprot-P. Pregunté qué signifi caba, y el doctor me dijo. Sin embargo, me aferré en cambiarlo y llamarlo «He-ben-prot-P», que para mí signifi ca: ‘hecho y bendecido para proteger a los pobres’.Nada más le diré que me pusieron 20 inyecciones, y aquí estoy con mis dos piernas buenas. Doy gracias al descubrimiento de la medicina esa, a la amistad surgida entre nuestros dos países, y al derrumbe del puente de Siquisiqui. Estas son cosas que pasaron, y gracias a ellas, sigo siendo un hombre feliz.

3 En el original, «refirió».

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Hablando con los espíritus

Su barba canosa y su piel arrugada dicen mucho de los años vividos por Indalecio. Con ojos penetrantes y mostrando coherencia en cada palabra, hizo gala de buena memoria para entablar este diálogo, que deja al descubierto su sabiduría innata.

Yo soy un hombre de la montaña. Humucaro es una zona alta del municipio Morán. Padezco diabetes desde que tenía 72 años. Mis padres —que en gloria estén— se llamaron Carlos González y María Félix, igual que la actriz mexicana. Crecí en el campo junto a mis catorce hermanos.Tengo una familia grande: en total diez hijos, y he recorri-do toda Venezuela. En mi vida aprendí unos cuantos ofi cios: zapatería, albañilería y por último fui talabartero.Aunque debo serle franco, a mí me dieron un don espiritual para hacer bien a los demás; para eso no necesito riquezas, apenas un banco y un buen altar que me permita transpor-tarme, alcanzar la energía necesaria y luego, a través de otra persona, sanar al enfermo. Hace unos meses me corté la uña del dedo gordo del pie dere-cho, pero me quedó un cuerito. Le di un tirón, y ahí mismo me pegó la infección. Intenté curarlo en la casa; todo fue inútil. El

Indalecio González, 82 años. Humucaro Alto, Morán, estado de Lara

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pie se puso negro y muy infl amado; el dolor era insoportable. Dos de mis hijos me bajaron hasta el CDI1 de Barrio Aden-tro «La Guajirita». Allí me atendió el doctor Carlos: atento el hombre; pero mi caso estaba complicado, y me remitió2 para el hospital Pineda, de Barquisimeto. Allí urgente decidieron amputarme el dedo enfermo. Me dejaron hospitalizado ante la posibilidad de una nueva intervención.La segunda noche después de la operación, hablé con los espíritus, y fue cuando supe que solo salvaba el pie si me iba a otro lugar.Es así como llego a esta consulta con el angiólogo cubano. Es un médico muy bueno. Me aplicó unas inyecciones traídas de Cuba,3 iguales a las que vi, como le decía en la conversación. Se cumplió lo planteado, el pie derecho lo tengo bueno.Jamás fui a una escuela; aunque me gradué en la universidad de la vida. Tengo en la casa cientos de libros, más que todo de botánica. Me considero un naturalista.A la pregunta que me hacías puedo responderte que los cuba-nos son muy inteligentes y tienen una ayuda espiritual muy fuerte. A los hombres que estudiaron tanto para hacer esa medicina, les diré que les esperan muchos éxitos y que siem-pre deben ir a la montaña: es donde más cerca se está de la materia; ahí tienes el ejemplo de la Sierra Maestra.Por último quisiera contarte que hasta hace un tiempo fui de la oposición, y en cada campaña de Chávez, en mi casa se reunía un grupo de antichavistas para que les dijera con ante-lación los resultados. Escuche bien, en todas dije que Chávez ganaba, y así fue; eso no va a cambiar; ese hombre tiene su coraza y su pueblo.Yo ya fi rmé por él, recibí críticas y enemistades; pero dígame una cosa: ¿Acaso ya no soy mayor de edad para decidir por mí?

1 Centro de Diagnóstico Integral.2 En el original, «refirió».3 Se refiere al Heberprot-P.

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Aquí usted no pasa

Al llegar a Barquisimeto me hicieron esta historia, la cual no podía dejar de escribir: es la historia de una persona que mucho ha tenido que ver en el buen desempeño de este proyecto en tierra larense. De estatura pequeña, esta enfermera venezolana ha defendido hasta con los dientes la consulta de atención integral al paciente diabético, ubicada en el oeste de Lara.

Nunca conocí a mis padres. Fui criada por el señor Jonás Lina-res y su esposa Carolina Jiménez. Ellos me educaron y me permitieron estudiar. Hace 32 años soy graduada de enferme-ría, y durante ese tiempo he podido trabajar en varios hospi-tales y servicios.Desde 1997 trabajo aquí en este ambulatorio, y al implemen-tarse en enero pasado la consulta de pie diabético, fue un verdadero problema con el personal de enfermería.Nos reunieron a todas las enfermeras, pero ninguna quería trabajar con el médico cubano. Después de un buen tiempo de reunión, acepté irme a esa consulta. Me motivó el sufrimiento del paciente diabético y de su familia.Fueron varias las trabas que tuve que enfrentar desde enton-ces, comenzando por los problemas materiales hasta el recha-zo de mis compañeras de trabajo. No fueron pocas las que

Rudith Linares, 55 años. Barquisimeto, estado de Lara

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dejaron de tratarme alegando que en esa consulta y con ese medicamento traído de Cuba,1 yo estaba contaminada. Estuve a punto de irme; pero la dedicación del angiólogo cubano, su incansable labor por hacer el bien, y por el cariño que día a día nos expresaban los pacientes, me permitieron ignorar cada difi cultad.En estos momentos no concibo trabajar con otro doctor que no sea el angiólogo Cecilio González, hasta en confi anza le digo «mi muchacho».Fue triste saber que a su llegada también lo rechazaron. Un médico así de sencillo y capaz, que viene a Venezuela dejando atrás a su familia, y que solo aspira a llenar un saco de satisfac-ciones de sus pacientes curados, es admirable.Cuando el doctor fue a Cuba en el mes de abril, cierta persona, cuyo nombre mejor no digo, trató de indagar en nuestra consulta; pero yo le dije: «Aquí usted no pasa, esta es la consulta del doctor Cecilio, el mismo que usted no recibió en la suya». Yo sabía que esa persona estaba en contra del proyecto: ese proyecto del pie diabético que hoy ha salvado las extremida-des inferiores a más de doscientos larenses.Si un día dudé en venir para la consulta del doctor cubano, hoy doy gracias a la vida por haber aceptado este reto, que para mí se ha convertido en una satisfacción profesional y humana.

1 Se refiere al Heberprot-P.

Fue triste saber que

a su llegada también

lo rechazaron

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Gracias al cubano

María es una mujer que aunque las desgracias han querido arrancarle la felicidad, siempre la encontramos con una sonrisa en los labios.

Yo nací en Lara, rodeada de una pobreza que no tengo palabras para describirla. Eso sí, en mi familia nadie salió «mala cabeza». Mis padres, que en paz descansen, dieron el ejemplo.De todos mis hermanos, fui la única que no me casé, y mujer soltera y sin estudios, es como decía mi tío: «a pasar trabajo se queda». Hice varios ofi cios: primero ayudaba a mamá en los quehaceres; luego fui a emplearme en la casa de perso-nas de dinero; camarera de un hotel; y también moza en un restaurante.Cuando cumplí 30 años, me fui a vivir con unos parientes a La Guaira. Llevaba el deseo de hacer una vida nueva, muchos sueños a cuestas y ninguno fue cumplido.Poco a poco reuniendo los escasos reales que ganaba, me inde-pendicé: armé mi casita. Pero en un abrir y cerrar de ojos,

María Agustina Pérez Pérez, 67 años. Las Tinajitas, Iribarren, estado de Lara

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todo desapareció. Fue en el año 1999, el desastre de Vargas me jugó una mala pasada. De nuevo a la calle. Mis años eran un bulto de escombros. Fue a causa de todo eso que me atacó la diabetes: andando entre el lodo, me hice una cortadura en una pierna, y desde entonces hasta la fecha esta traicionera enfermedad me persigue.Hace años que me regresé a Barquisimeto. Aquí vivo con una sobrina. «A quien Dios no le da hijos, le da buenos sobrinos», ¿verdad? En febrero pasado, estaba en el patio de la casa dando de comer a unas gallinas, y por descuido tropecé con un alam-bre de púas. Uno de sus pinchos me atravesó el pie izquierdo. Tengo que admitir mi abandono: comencé a tratar la lesión con remedios caseros; pero no mejoraba. Mi sobrina no anduvo con muchas, me llevó de una vez al hospital del seguro; pero quedé vestida y sin bailar: nada me hicieron, más bien me llenaron1 de angustia al pronosticarme una segura ampu-tación del pie.Yo soy una mujer fuerte; pero si a usted le dicen2 que le van a picar un pie es algo serio. Desde lo de Vargas, creo infi ni-tamente en los cubanos. Había que ver cómo hacían suyo el dolor de nosotros. Recordé aquellos días, y pedí a mi sobrina me llevara a una consulta de Barrio Adentro. Fuimos al CDI3

más cercano, el de Casa Sindical. Al llegar, me atendió un doctor moreno tan fuerte como un boxeador; su nombre es Paterson. Conversamos mucho: me dijo que su casa en Cuba está en Camagüey; me contó de su niña venezolana, y con amor me examinó. Llamó a otro médico, acordando remi-tirme al ambulatorio del Obelisco; allí me vería el doctor Cecilio, especialista en angiología. Llegué como a las doce, y la consulta estaba full.4 Solo esperé unos veinte minutos, y

1 En el original, «más que todo llenarme».2 En el original, «pero decirle a usted».3 Centro de Diagnóstico Integral.4 Full: en inglés ‘llena’.

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el doctor preguntó por la paciente del doctor Paterson. Se mostró gentil, me limpió la piel dañada y empezó a colocarme una inyección cubana que ayuda a cicatrizar las úlceras en los pies de los diabéticos.5 La mejoría fue rápida: eché carne nueva, y la lesión quedó en el recuerdo.Quiero decirle este mensaje: Yo estoy con mi presidente Chávez, porque no me abandonó en La Guaira, y porque nos ha dado voz a todos los venezolanos. Y quiero agregar: gracias a Cuba, a su presidente y a los cubanos por permitirme seguir en pie.

5 Se refiere al Heberprot-P.

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El tío del doctor Chacín

Miguel Ángel es un diabético de muchos años, caraqueño, que al cruzar la avenida Bolívar no deja de admirarse por los majestuosos cerros que, según él, enamoran a la capital.

Mire, a mí no hay quien me diga que el Heberprot-P no sirve. Yo sufro esta enfermedad desde hace tantos años que ya ni me acuerdo; y como si fuera poco, los riñones no andan bien. Nada, que todo viene junto.Desde inicios del año pasado tenía una llaga inmensa en la pierna derecha. Me llevaron tres veces al quirófano: me quita-ron la carne mala y me pusieron unas mechas para drenar el pus. Pero aquello no mejoraba. Los médicos me pronosticaron un año o un año y medio para curarme. Yo me sentía tan mal, que me encomendé a Dios como última salvación.Tengo un sobrino, hijo de mi hermana, que es mayor del ejército, y jefe de consulta en el Hospital Militar: es el doctor Chacín. Ese muchacho hizo de todo para salvar mi pierna: buscó no sé cuántos colegas, y ninguno resolvió mi problema.La vida le da y le quita a uno. Es por eso que en junio pasado, mi sobrino, en una reunión de trabajo con unos cubanos,

Miguel Ángel Vacca, 70 años.

Distrito Capital

En Venezuela no se conocía

este milagro

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conoció al doctor Montequín, angiólogo y cirujano de profe-sión. Este médico le dijo a mi pariente que ellos tienen un remedio muy bueno para tratar las úlceras en los pies de pacientes diabéticos.1 En Venezuela no se conocía este «mila-gro». Y puedo llamarlo así ahora que soy un paciente tratado con esa medicina. Resulta que entre mi sobrino y el doctor Montequín se esta-bleció algo parecido a un pacto: el médico cubano le planteó que asumía la propuesta de tratar mi úlcera compleja.Tengo que reconocer que fui un poco desconfi ado; pero las manos de aquel hombre me inspiraron y me dieron alien-to ante tanto dolor. Él no escatimó: se mostró seguro, y su destreza con el bisturí y las inyecciones que se trajo de Cuba, me fueron devolviendo el aliento perdido. Apenas bastaron ocho semanas y 24 inyecciones, y mi pierna derecha se cubrió de carne nueva. Casi ni se nota dónde hubo una úlcera.¿Usted cree que alguien puede venir a decirme que el Heber-prot-P no sirve? Al que lo dude, puedo mostrarle las fotografías antes de la primera inyección y la última, justo el día de haberme dado el alta.Mi sobrino quedó sorprendido por los resultados. Fíjese si es así, que hoy trabaja de conjunto con el doctor Montequín, llevando adelante este proyecto humanitario entre los dos países, para que personas como yo podamos seguir soñando al mirar la grandeza de nuestros cerros.

1 Se refiere al Heberprot-P.

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He cambiado mis ideas

Hombre joven y diabético desde su niñez, jamás tuvo afi ción por la escritura; pero después de estar a punto de ser amputado, tomó lápiz, y una cuartilla fue sufi ciente para dejar plasmado su incondicionalidad a Chávez y a la Revolución bolivariana.

Yo pensé que iba a perder mi pie. No entiendo bien el lengua-je de los médicos, pero recuerdo que el diagnóstico1 fue un pie diabético. Tenía lesiones en todos los dedos; me curaban un día sí y un día no.Una mañana se reunieron todos los especialistas, y sus mira-das me llenaron de susto. Era fácil adivinar lo que discutían: casi todos los del servicio de cirugía preferían amputarme. Una joven doctora se opuso, dijo que había un servicio nuevo de pie diabético, con un médico cubano y un producto de Cuba,2 que funcionaba en la misma área de todos ellos. Luego de coordinarlo, hasta allí me llevaron. Lloraba cada vez que iba para el tratamiento, porque pensaba que en cualquier momento me iban a amputar. Otros pacientes venezolanos me animaban, y me mostraban sus heridas en fase de curación. Ese medicamento es cubano, inyectable, gratuito y bueno como no hay otro.

Luis Mogollón, 39 años.

Distrito Capital

1 En el original, «el diagnóstico a mi caso».2 Se refiere al Heberprot-P.

Yo era contrario a

la Revolución bolivariana

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Yo me curé, salvé mi pie. A diario se lo mostraba a los otros médicos, y a la residente que me llevó a la consulta.Debo reconocer que yo era contrario a la Revolución bolivariana.Increíblemente este proyecto: la aplicación del Heberprot-P, y que hayan salvado mi pie, me ha hecho cambiar. Tengo inclusive nexos con el gobierno. Hice una carta al presidente Chávez hablándole del cambio de mis ideas, del cambio de mi vida. Busqué a mi mamá, que es dirigente en el gobierno, para que se la entregara.Hoy llamé al doctor Montequín: «Chávez mencionó el proyec-to, el producto cubano, en su programa Aló Presidente».3 Ya tengo una segunda alegría.

3 Programa de televisión venezolano.

Fragmento de la intervención del presidente venezolano Hugo Chávez Frías, al término de la X Sesión de la Comisión

Gubernamental Cuba-Venezuela.12 de diciembre de 2009. La Habana, Tomado de Cubadebate.

En enero, el primer convenio integral será el Contrato para el programa integral

del paciente con pie diabético. Estos son los programas que Cuba

generosa nos transfiere (…).

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Ya no soy anticubana

Su tez blanca delata que no es venezolana; pero solo su tez, porque el corazón y sus mejores años, Elke Feber los ha dejado correr en la tierra de Bolívar.

Llevo muchos años en Venezuela. Soy alemana de origen, radicada en Caracas. Me he dedicado a mi empresa, y tengo algún dinero que se vuelve nada cuando no hay salud. Dos lesiones en los dedos me hicieron pagar más de diez millones de bolívares en las clínicas privadas. Y me pidieron más, para amputarme dos dedos.Por azar del destino, llegué a conocer a un médico cubano de Barrio Adentro. Hasta él fui buscando con miedo una respuesta mejor. Me examinó con profesionalidad, y durante el interrogatorio me preguntó mis antecedentes. Al expresar-le mi padecimiento de diabetes, me dijo: «Vamos al Hospital Militar, allí vas a encontrar la respuesta». Con su referencia fui al Hospital Militar. Llegué temerosa y desconfi ada, pero ya estaba en el lugar y me dejé curar. Acepté sin más miramiento la medicina cubana que me propusieron aplicar: era un medicamento inyectable tres veces por semana.1

Elke Feber, 66 años.

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1 Se refiere al Heberprot-P.

Soy un nuevo ser humano

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En quince días curó la primera lesión. La segunda demoró algo más, pero también curó.El doctor Montequín fue el médico que me salvó los dos dedos. Y casi al darme de alta, me preguntó: «¿Por qué el temor al inicio del tratamiento?» Tuve que serle sincera: me han tenido engañada muchos años, me han robado el dinero, y aquí me curan gratis, no me preguntan quién soy, me tratan bien, más cariñosamente que en ningún lugar en esta gran ciudad. Fui honesta, le confesé que había sido anticubana; pero el trato recibido de ellos, y ese milagro de medicamento, son más fuertes que cualquier campaña.Este poco tiempo ha sido sufi ciente para cambiar mi forma de pensar. En el verano voy a Cuba, ya tengo amigos médicos cubanos que me han prometido recibirme y pasearme por la isla. Puedo decirlo con toda franqueza: ¡Soy un nuevo ser humano!

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Me mudé de Anzoátegui para Caracas

En el año 2007, un grupo de veinte venezolanos, pacientes diabéticos todos y con úlceras complejas en sus extremidades inferiores, viajaron a Cuba para buscar su cura en un novedoso tratamiento, y así evitar la amputación. Entre ellos estaba la señora Mireya Jiménez, quien rememora esta historia sin evitar que la nostalgia aparezca en su rostro.

Vivo en Anzoátegui. Hace dos años salí de mi casa rumbo a Cuba. ¿Quién me iba a decir en épocas pasadas que yo, una mujer de pueblo, conocería esa isla?Por aquel entonces tenía una llaga inmensa en mi pie derecho, y según los médicos que me vieron acá, ya no había para dónde:1 lo único [que me salvaría] era la amputación. Recuerdo que estaba en la casa, cuando llegaron unos doctores cubanos de Barrio Adentro, y me propusieron el viaje. Me explicaron el objetivo, y casi sin consultarlo con la familia, estuve de acuerdo.Todo el papeleo fue rápido; el vuelo duró unas tres horas. Desde el recibimiento hasta la despedida, el trato fue de primera.En total viajamos veinte pacientes, y llevábamos el anhelo de regresar sanos. Y así sucedió: el empeño de todo el personal que nos atendió, y el prodigio de un medicamento inventado

Mireya Jiménez, 66 años.

Distrito Capital

1 Expresión usada en Venezuela por ‘no había otra opción’.

Por segunda vez salvó mis pies

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por científi cos cubanos,2 permitieron que después de 30 días regresáramos a nuestra querida Venezuela, curados ciento por ciento. De Cuba guardo muchos recuerdos buenos: la calidad de su pueblo, el azul hermoso de su cielo y de su mar, y sobre todo la capacidad de brindar amor.Para mi fatalidad, el año pasado tuve un accidente doméstico: una quemadura con agua caliente me provocó una lesión en el otro pie. Esta era mucho más extensa que la primera. Lloraba en las noches cuando nadie podía verme, porque yo sé bien qué signifi ca una quemadura así para un diabético. Una tarde, y por medio de una vecina, me enteré de que se había fi rmado un proyecto entre Venezuela y Cuba, para aplicar en institu-ciones de salud venezolanas el mismo medicamento que yo había recibido en la isla. También supe que el médico cubano, el mismo de La Habana, estaba en Caracas.Como le dije, vivo en Anzoátegui; pero decidí hacer un cambio en mi vida para curarme. Me mudé provisionalmente para la capital. Fue bonito este segundo encuentro con el doctor Montequín. Ya casi estoy curada: por segunda vez salvó mis pies. No me canso de hablar en todos lados de los cubanos, de la Revolución bolivariana, y del producto. Soy una defensora de ese medicamento, soy una «heber-protpista».

2 Se refiere al Heberprot-P.

Centro de IngenieríaGenética y Biotecnología,Ciudad de La Habana, Cuba, donde se desarrolla, entre otros, el Heberprot-P, para el tratamiento de úlcerasen pies de diabéticos.

De Cuba guardo muchos recuerdos buenos

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Papá de los helados

Oscar Martínez Pérez tiene la nobleza de los andinos. Basta con oírlo, ver sus gestos y compartir con él una conversación. Es agradecido, y su alegría se multiplicó al regresar curado de la úlcera en el pie, que amenazaba con no dejarlo nunca.

Le diré que no me encomendé mucho, agarré un par de ropas y me vine desde el Táchira hasta Caracas. Conocí del produc-to cubano1 en internet, también lo vi en CNN,2 y me dije: «Si la CNN habla bien de un producto cubano, así tendrá que ser». Llevaba 25 meses con una úlcera en el pie, cobrando un seguro de apenas 600 bolívares, y curándome en la Clínica Carpo. Todo ello sin solución defi nitiva. Dos años de mi vida estuve arrastrando ese hueco, y limitándome para trabajar.Llegué a Caracas ya entrada la noche; me sentía nervioso y no dormí casi nada. Deseaba que amaneciera para irme de una vez al Hospital Militar. No traía ninguna referencia, tan solo el propósito de buscar la consulta de pie diabético donde trabajaba un médico cubano. Al llegar al lugar, me recibió un doctor no tan joven, algo calvo y con lentes. Esas características no sé ni por qué me dieron tranquilidad; sus palabras fueron de aliento. Se presen-tó muy correctamente; su nombre es José Montequín.3 Desde ahí

Oscar Martínez Pérez, 63 años.

Estado de Táchira

1 Se refiere al Heberprot-P.2 CNN (siglas del inglés, Cable News Network), red de televisión por cable estadounidense, con sede en Atlanta (Georgia), fundada en 1980.3 Se refiere al doctor cubano José Ignacio Fernández Montequín.

Dos años de mi vida

estuve arrastrando

ese hueco

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todo fue fácil: me hizo comprender mi enfermedad, sus cuida-dos y complicaciones, y yo pregunté hasta el cansancio acerca de la inyección cubana. Montequín tuvo paciencia: me explicó cada detalle. Sus ojos brillaban. Y más de una vez repitió que el producto es cubano, y que su aplicación es gratuita. ¡Ese mismo día le entregué mi destino a aquel médico! Solo necesité ocho inyecciones, y en 21 días me curé. Dejaba así 25 meses de sufrimiento y agonía.Con mucho respeto apodé al doctor Montequín como «el papá de los helados y Papaupa». Esto en Venezuela quiere decir ‘lo máximo’. Cada mañana daba mítines políticos en el área de espera, sin importarme quién estaba delante, fuera chavista u opositor, porque gracias a la Revolución bolivariana y a la cubana, a Fidel y a Chávez, es que bondades como esta llegan hoy hasta nosotros, la gente de a pie.4 Un día le dije: «Doctor, me voy para la Asamblea Nacional a plan-tear los resultados que percibí5 con la vacuna cubana.6 Él, algo asombrado, me preguntó: «Pero Oscar, ¿tú eres diputado?» «Qué diputado ni qué nada, yo me paro en la acera del frente de la asamblea y empiezo a gritar, y alguien me oirá allá dentro». No fui a la Asamblea Nacional, pero sí di entrevistas a la prensa bolivariana: hablé por teléfono con periodistas. Al regresar al Táchira, fui a ver a los médicos cubanos, para que llevaran el producto para allá. Estoy seguro de que poco a poco llegará a toda Venezuela.Con pocas esperanzas intenté ver al actual gobernador de mi estado, para hablarle7 de este tratamiento. Ni se molestaron en atenderme. Me puse molesto y arranqué pasquines.8 No vale la pena verle la cara. ¡Ese no es bolivariano!

4 Gente de pueblo.5 En el original, «obtuve».6 Así llaman los pacientes

venezolanos al Heberprot-P, por ser inyectable.

7 En el original, «decirle».8 Pasquines: carteles

propagandísticos.

Estoy seguro de que poco a poco llegará a toda Venezuela

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Me he convertido de la noche a la mañana en un agitador de primera, un agitador por la salud de los diabéticos; y aunque no lo crea, siempre mezclo los rezos de mi religión con los principios de nuestra Revolución, para dar vida a ese trata-miento y a ustedes los cubanos.

Estados venezolanos donde comenzó a aplicarse el Heberprot-P desde el año 2008.

ZuliaLara Carabobo Caracas Sucre

Monagas

Bolívar

Aragua

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Miro y veo listo mi pie

Hombre sencillo y trabajador, va dejando en sus palabras el aliento de los que, como él, nada tienen, y sin embargo, lo tienen todo. Porque no hay riqueza más grande que vivir allí, en el corazón del pueblo. Dalmiro lanzó de un golpe sus recuerdos, y nos permitió recoger en letras este testimonio.

Tengo 48 años, y 15 de ellos los vengo padeciendo con la diabetes, a la cual debo una lesión en mi pie derecho, por más de dos años. Me apareció luego de un golpe que sufrí con un hierro.Después de ese accidente, no tuvimos paz ni yo ni mi familia. Antes de venir al hospital Julio Rodríguez, me había gastado un dineral en médicos, medicina «adaptógena», y al fi nal de la jornada, uno de los galenos me expresó que no tenía sentido seguir luchando, y que me iban a amputar.Yo soy cristiano, y si algo existe en la vida, es Dios. Cada noche, cuando todos dormían en la casa, le pedía al Señor que salva-ra mi pie. Fueron meses de plegaria; pero no me abandonó, y me puso en manos de un médico digno. Es un galeno cubano llamado William Savigne,1 con el ánimo de los hombres de ciencia, como los quieren Fidel y Chávez.

Dalmiro Lista Marcano, 48 años. Charallave, Carúpano, estado de Sucre

No tengo palabras para agradecer este gesto tan noble

1Se refiere al doctor William Orlando Savigne Gutiérrez.

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Este médico se encuentra colaborando y brindando su solida-ridad para tratar y recuperar a los pacientes afectados por la llamada úlcera del pie diabético. Al llegar a su consulta, todo fue distinto: no escuché las preguntas habituales: ¿tiene usted seguro, tiene usted trabajo, tiene usted plata? Las preguntas se convirtieron en atención esmerada y profesional. Me expli-có de un medicamento cubano que se inyecta en la úlcera del pie. Yo estuve de acuerdo, y después de varias aplicaciones de ese producto que se llama Heberprot-P, superé mi enferme-dad. Ahora me siento recuperado y curado, ya me incorporé a la vida social y al trabajo.Mi familia se siente orgullosa, en especial mis diez hijos, de lo que han hecho conmigo, y también de todos aquellos que de una forma u otra han llegado hasta aquí y se han benefi ciado tras la aplicación del Heberprot-P.No tengo palabras para agradecer este gesto tan noble, tanto de mi presidente Chávez como del Comandante Fidel, y de médicos como este cubano, quien me trató como persona y me salvó mi pie.

Charlas educativas a pacientes diabéticos en

Venezuela.

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El médico cubano devuelve almas completas

Cristina es una mujer fuerte, con ganas de vivir para luchar por la obra humanitaria que el presidente Chávez entrega al pueblo venezolano. Sus ojos brillan al describir su agradecimiento por no haber perdido el alma.

Soy una venezolana más de las tantas que padecemos diabetes. Llevo1 unos siete años con la enfermedad y los tres últimos venía arrastrando una lesión en la planta del pie que según me dijeron era un pie de Charcot.No sé de qué forma yo iba a pedir que me curaran la úlcera. Pasé por varios médicos y nada. Gasté cuanto dinero tenía y nada. Pero miren, cuando se disponían a amputarme la pierna, me enteré de que en el hospital Julio Rodríguez («Los veteranos») había un angiólogo cubano que estaba poniendo un producto, que después de averiguar supe que se llama Heberprot-P.Mi única hija me convenció para ir a ver al médico y así lo hicimos sin dudarlo ni por un momentito. Mientras espe-raba fuera de la consulta veía en los ojos de todos aquellos que venían por primera vez y los que ya habían comenzado 1 En el original, «tengo».

Cristina Ruggeris Salgado, 48 años. Cumaná, estado de Sucre

Gasté cuanto dinero tenía y nada

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el tratamiento, la total satisfacción de que alguien al menos se acordara de curarles su enfermedad, de que les hablaran como seres humanos y les dieran la esperanza de la curación.No me equivoqué al venir, pues gracias a Dios y a este médico que comenzó a luchar con mi lesión, a las pocas semanas de tratamiento ya la úlcera había curado. No tengo palabras para expresar tanto agradecimiento; pero de corazón y juro ante Dios, que esto que se está haciendo aquí debe conocerse en todo el mundo. Por mi parte me compro-meto a que se conozca en toda mi comunidad. Ese doctor devuelve las almas completas.

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Me iban a cortar mi pierna

El miedo es una trampa que nos hace dudar, y en no pocas ocasiones es el momento de la vida en que más valor le damos a todo cuanto amamos. José Bernardo Paredes sintió en unos segundos cómo la vida puede jugarnos una mala pasada. La palabra amputación quisiera olvidarla para siempre de su vocabulario.

Yo estuve a un paso de perder mi pierna, me la iban a cortar, de golpe y porrazo: los doctores me dijeron que tenían que amputarme por encima de la rodilla.Llevaba meses sin poder caminar. Toda la familia se transfor-mó en puro nervios. Es difícil entender por qué si Dios nos hace completos, en un abrir y cerrar de ojos podemos perder una parte de uno.«Movimos cielo y tierra». Solicitamos una segunda opinión a mi problema. La úlcera era mayor de cuatrocientos centímetros cuadrados. Tenía muy pocas conmigo para salvar la pierna.Un miércoles bien temprano en la mañana, llegué al Hospital Militar, cargando mi pena y acompañado por mis seres queri-dos. Allí me recibió una licenciada cubana llamada Llipsy,1 esposa del doctor que luego me atendió. Desde el primer momento llegó a mí esa energía positiva que estos dos profe-sionales brindan. El médico me indicó una radiografía de la

José Bernardo Paredes, 54 años. Caracas

El miedo se reflejaba en mis ojos

1Se refiere a la licenciada en Enfermería, Llipsy

Santiesteban-Bonachea.

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pierna mala y otros exámenes de urgencia; me hizo una cura, y me volvió a ver al día siguiente.Todo estaba listo: me pidió el consentimiento para aplicarme un cicatrizante inyectable hecho en Cuba.1 Yo acepté, pero el miedo se refl ejaba en mis ojos. Sin embargo no decía nada. Así comenzamos: el doctor con mucha dedicación. Y en cada consulta me acompañaba toda la familia, que se asombraba por día de los progresos de mi úlcera. Poco a poco fui agarrando confi anza con mi salvador, y solo me traía de compañía a mi esposa. Para qué tantos familiares, si ya el doctor y su esposa son mis parientes.Estuve cuatro meses curándome, y de aquella gran llaga no quedó nada más que la cicatriz. Desde que los médicos me plantearon amputarme la pierna, pánico tenía yo en llegar a estos lugares. Me enviaron acá, como mi única oportunidad, y mire, mi pierna se ha salvado. Cuando el doctor que me dijo de la amputación me vio, se sonrió y me preguntó:—¿De verdad estás bien?—Soy otro hombre, gracias a las manos cubanas, y al Heber-prot-P.

1 Se refiere al Heberprot-P.

Poco a poco fui agarrando confianza con

mi salvador

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De Islas Canarias a Caracas

Vine en un vuelo directo desde España hasta Caracas. Soy natural de Islas Canarias; y allá resido. La diabetes es una enfermedad muy mala; cuando aparece es para toda la vida.

Hace años que me la diagnosticaron. He tenido alguna que otra descompensación, pero nunca como esta vez. Comencé a sentirme mal, y no me había dado cuenta de la lesión en mi pie izquierdo.Fui al Hospital de Badajoz, y me ingresaron. Los doctores no demoraron en amputarme todos los dedos de mi pie enfermo. Las curas eran muy dolorosas. Así pasé diez días, hasta que me comunicaron que me amputarían la pierna.Toda mi familia vive aquí en Caracas. Mi hermano, al saber el diagnóstico y la conducta de los médicos españoles, me habló de un sistema cubano, un producto hecho en la isla1 para tratar pacientes diabéticos en condiciones como la mía.2 Me explicó que en Venezuela, él lo había visto por Venezolana de Televisión (VTV), y que además lo habían publicado en varios periódicos locales. Me dijo que viniera.

1 Se refiere a Cuba.2 Se refiere al Heberprot-P.

Manuel Betancourt, 52 años. Distrito Capital

En Caracas, un angiólogo cubano me salvó

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Mi familia se comunicó con el médico cubano que aplica el producto en Caracas. Él les dijo que con mucho gusto me podía atender; pero que si estaba planteada la amputación debían apurarse. Fue un largo viaje desde Islas Canarias hasta Caracas; pero fueron menos horas que las que pasé pegado a la cama de aquel hospital, como esperando una sentencia. Vine decidido a recibir ese tratamiento. Por fi n me examinó el médico y se mostró preocupado; pero muy optimista. Y al explicarme en qué consistía el tratamiento, me dejó ver que era mi única oportunidad para salvar la pierna. Poco a poco mi estado de salud ha ido mejorando, ya puedo decir que estoy prácticamente bien. Mi hermano escuchó al presidente Chávez mencionar el producto.Casi nunca sonrío; pero tengo que admitir la esperanza en este tratamiento. Este episodio requiere un segundo capítulo. Algún día se los podré contar, pero espero volver a España y decir a los cuatros vientos que en Caracas, un angiólogo cubano me salvó de terminar el resto de mis días amarrado a una silla de ruedas.

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En Maturín existen los milagros

Adrián es un hombre noble, buen padre y excepcional esposo. Da gracias a Dios porque sus cinco hijos hayan tenido la oportunidad de vivir en este proceso revolucionario y estudiar todo lo que él no pudo.

Vivo del comercio, lo cual no deja mucho para el sostén económico. Soy un paciente diabético desde hace seis años, y llevo tratamiento por vía oral.El mes pasado salí de viaje y estrené unos zapatos. Pasé con ellos un día entero. De regreso en la casa y antes de bañarme, me di cuenta de que tenía una ampolla en el dedo pequeño del pie derecho, a la cual no le presté atención.Como a los seis días fui a una clínica privada de Maturín, llamada Centro Médico de Especialidades. Allí me dijeron que si tenía dinero me hospitalizaban para amputarme la pierna; y si no, que fuera al Hospital Central de Maturín. Yo le expli-qué que no tenía dinero para cubrir un seguro o la clínica, porque yo era un hombre pobre; y entonces me remitieron para el hospital.Sin embargo, decidí regresarme a Capirito, y visitar allí el CDI1 de Barrio Adentro. Me atendieron, y me remitieron al

Adrián Sisco, 44 años. Capirito, estado de Monagas

1 Centro de Diagnóstico Integral.

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Hospital Simón Bolívar, donde está funcionando el Programa de atención integral a pacientes con pie diabético, implemen-tado por el convenio Cuba-Venezuela.En el hospital me examinó la señora Natacha,2 una angióloga cubana. A ella se unió el doctor Yoel, especialista en anestesia y la enfermera Maydelín. Me llevaron dos veces al quirófano por la infección y la poca circulación que tenía en el pie.La atención esmerada del personal médico y la administra-ción de unas inyecciones cubanas me salvaron el pie.3

Ya casi estoy de alta y me siguen atendiendo muy bien. Yo quisiera agradecer eso, porque los quiero mucho, y ojalá todos aquí en Venezuela reconocieran el trabajo, la dedicación y el amor que los cubanos expresan a sus pacientes.Mi esposa cada noche pide a Dios por ustedes, en agradeci-miento a lo que han hecho por mí y por mi familia.

2 Se refiere a la doctora cubana Aurora Natacha Sancho Soutelo.3 Se refiere al Heberprot-P.

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Entre flores y azahares

La señora Salime de Al Tafech cuida con celo su jardín y disfruta del rojo intenso de las rosas. Es tierna, y sus nietos son el mayor regalo que le ha dado la vida.

Mi madre se llama Salime de Al Tafech. Ella vive en el estado de Bolívar junto a mi hermana Silvia, y desde hace algunos años viene padeciendo diabetes mellitus.El lunes 27 de abril recibí una llamada de mi hermana. Era para informarme que nuestra madre tenía una úlcera en su pie izquierdo, por la cual iba a ser ingresada.Gracias a los documentales presentados por la televisora Venezolana de Televisión (VTV) conocí del convenio Cuba-Venezuela para el tratamiento integral a pacientes con úlceras en pies de diabéticos. Los testimonios brindados por los pacientes en ese programa fueron realmente conmovedores.A través de internet también supe que este convenio ya estaba en Maturín, estado de Monagas. No perdí tiempo: esa misma tarde me trasladé al CDI1 Simón Bolívar, ubicado en la Cruz de la Paloma.

Salime de Al Tafech, 64 años. Maturín, estado de Monagas

1 Centro de Diagnóstico Integral.

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Allí contacté a la doctora cubana Natacha Sancho,2 la encar-gada del programa, y le expliqué el estado de mi madre. Ella hizo referencia a un tratamiento novedoso para lograr cicatri-zar úlceras complejas en este tipo de pacientes.3 Y sin mucho protocolo, sugirió recibirla el miércoles. De inmediato le comu-niqué a mi hermana la respuesta positiva. Ellos se trasladaron el martes, y al día siguiente fue la evaluación médica.La extremidad de nuestra madre estaba muy deteriorada, requería antibióticos y una intervención quirúrgica.El optimismo del personal médico nos llenó de esperanzas. Le hicieron exámenes de laboratorio, procedieron a desarticular-le el dedo afectado, y removieron todo el tejido muerto de la superfi cie del calcáneo.Esta intervención fue en el quirófano del CDI de Boquerón, y luego fue remitida4 para el de los Godos. Las consultas de angiología fueron fi jadas en días alternos, sin fallar un día. La curaban con cariño y le aplicaban el tratamiento con Heber-prot-P para la cicatrización.Su evolución es muy favorable: tiene mejor calidad de vida, cuando en otros centros, la única oportunidad para su proble-ma era la amputación del pie.No puedo olvidar el trato gentil del personal cubano durante la hospitalización de mi madre. Brindan una esmerada aten-ción, con calor de hogar y gran sensibilidad humana. Eso posibilitó que nuestro dolor desapareciera.Es de suma importancia difundir este benefi cio gratuito, ya que muchos pueden ser salvados de terminar mutilados.

2 Se refiere a Aurora Natacha Sancho Soutelo. 3 Se refiere al Heberprot-P.4 En el original, «referida».

El optimismo del personal

médico nos llenó

de esperanzas

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A nombre de toda mi familia, agradecemos a las personas que de una manera u otra estuvieron involucrados en la atención de este caso. Que el Dios de los cielos bendiga sus vidas donde quiera que vayan; también a nuestro presidente Chávez. Que el Altísimo le proteja su vida y lo use para la honra de su gloria.

Un producto que favorece la cicatrización de las úlceras del pie diabéticoH

eberprot-P

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Tengo tres sobrinos médicos

Al llegar a la casa de Edesio, es posible respirar aire de amistad. Él y su familia han abierto corazones a los cubanos que luchan por la salud del pueblo larense.

Yo nací en un campo, muy cerca de Tintorero. Eso queda por la vía de Carora, municipio de Torres. De seis hermanos, soy el cuarto. Desde niño fui enfermizo, porque el asma me pegó fuerte. Mis padres se dedicaban a criar chivos, y el polvo de sus excrementos me fatigaba a diario.A los 12 años, mi hermana mayor me trajo a vivir con ella, aquí en Barquisimeto, en la calle 36. Un poco para que estu-diara y un poco para ver si mejoraba.Al llegar a la ciudad hice amigos, y por embullo, comencé a practicar ciclismo, deporte que me duró poco: de nuevo el asma me puso zancadillas. No estudié mucho: solo terminé el sexto grado, y luego a trabajar como ayudante de mecá-nica. Así estuve varios años, hasta que un buen día alguien me ayudó a hacer un curso de mecánica para bombas de inyección en motores diesel. Este curso lo recibí en Caracas.

Edesio Antonio Campos, 71 años.

La Concordia, Barquisimeto,

estado de Lara

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Al terminarlo, me regresé a Barquisimeto. Poco a poco y a fuerza de trabajo, hice mi propio tallercito, y honradamente me fui ganando la vida.Por medio de mi hermana conocí a una muchacha. Su nombre me cautivó: Diosa. Para entonces ella tenía 26 años y yo 28. Basta-ron unos meses para casarnos, y ha sido para toda la vida.Nosotros los seres humanos cometemos errores; y el peor de los míos fue abusar del alcohol. En 1992, padecí una pancreatitis aguda. Estuve a punto de morir. Desde entonces mi salud no ha sido buena. Y al cumplir los 60, la diabetes mellitus comenzó a castigarme. Me controlo con insulina y dieta.Pero en la segunda quincena de noviembre pasado me salió una ampolla horrible en la planta del pie derecho. Yo no sentía nada, fue mi esposa quien se asombró un día después del almuerzo.Como de costumbre me senté a leer la prensa, y al quitarme los zapatos, ella pudo ver la úlcera. Enseguida llamó a Mary, nuestra hija, y rapidito me llevaron al centro médico de Barrio Adentro en Bararida.Yo tengo un sobrino médico, se llama Exavier; y mire usted cómo son las cosas de la vida, llegando yo donde los cubanos, me encontré con él. Al preguntarme qué hacía allí y examinarme el pie enfermo, reaccionó urgente: buscó a un médico cubano, especialista en angiología, y le pidió que me atendiera.Este doctor me inspiró mucha seguridad. Me hizo una buena cura y me propuso aplicarme una inyección inventada en Cuba para cicatrizar la lesión.1 Ni lo pensé: en días alternos me valoraba, y a medida que pasaban las semanas mi úlcera curaba como por arte de magia. Necesité seis semanas para 1 Se refiere al Heberprot-P.

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cerrar la úlcera, debido en gran medida a los graves proble-mas circulatorios que tengo.Sin temor a equivocarme puedo dar fe de la calidad de ese medicamento. Me he convertido en un promotor de este reme-dio, y lo recomiendo a todo diabético que encuentro.Mi vida ha cambiado desde este incidente. Lo digo de forma sincera, porque no solo se cerró mi herida, es que eso ha hecho que me sienta útil otra vez. Primero conocimos a Cecilio1 y hace poco a Julio;2 ambos han venido a formar parte de nues-tra familia. Es por eso que digo que el destino me ha dado tres sobrinos doctores.

1 Se refiere al médico cubano Cecilio González Benavides. 2 Se refiere al médico cubano Julio Baldomero Hernández.

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Mi sueño era ser pelotero

Aunque desde muy temprano conoció los rigores del destino, Jorge es todavía uno de esos niños grandes que no se desaniman con el paso del tiempo, porque dejan volar sus recuerdos y abren con la llave mágica de la bondad, ese baúl repleto de sueños.

Yo nací en este pueblo, al que muchos llaman el de las dos mentiras: porque Aguada Grande es bien pequeño, y aquí el agua no abunda mucho. Desde niño iba con mi padre a su trabajo, y cada fi n de semana corría al campo de fútbol y veía los juegos de pelota organizados entre los caseríos de por acá. Desde entonces ese fue mi sueño: llegar a jugar en un equipo de béisbol de Vene-zuela. Tal vez en este gobierno lo hubiera logrado, pero en gobiernos anteriores, cuando yo era muchacho, solo se podía hacer eso: soñar.Apenas logré terminar la primaria, desde los 14 años comencé a trabajar para ayudar a la familia. Siempre he sido comer-ciante y expendo licores. Podrá imaginarse que entre copas, me fui embullando, y todos los días tomaba alcohol.

Jorge Rodríguez Torín, 43 años. Aguada Grande, Urdaneta, estado de Lara

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Nosotros somos siete hermanos, y dos heredamos la diabetes de nuestra madre. Hace seis meses me salió una ampolla por debajo del dedo grande del pie derecho. Hasta ese momento yo no sabía que era diabético. Le di de largo, y en apenas una semana tenía el pie negro y con mal olor. Subí hasta el hospital de Siquisiqui, y de allí me mandaron para el Centro de Diag-nóstico Integral de Barrio Adentro. Al llegar, todo fue rápido: me hicieron unos exámenes, y en la tarde ya tenía amputado el dedo gordo. Ahí supe lo de la diabetes. Tardé dos meses ingresado; pero el pie estaba feo, y decidie-ron mandarme a Barquisimeto para que me viera un angió-logo. Yo pedí que fuera un cubano, si no me quedaba a riesgo acá arriba. Me garantizaron que el especialista era cubano. Mi traslado fue en una ambulancia nueva, y en menos de tres horas estaba en el ambulatorio del Obelisco. Allí, entre una enfermera y el especialista en angiología, me quitaron toda la carne muerta: fue una cura muy dolorosa. Este doctor me propuso un tratamiento inyectado en la lesión para que cicatrizara la úlcera.1 Ya había escuchado de ese medicamento traído desde Cuba. Yo estuve de acuerdo, si en defi nitiva el pie lo tenía casi perdido. En unos días los cambios en los tejidos fueron asombrosos: cada vez que me quitaban el vendaje, había más carne roja. Bastaron unas cuantas inyec-ciones, y listo. Ya estoy para rehabilitarme y luego a trabajar. Llevo siete meses sin entrada económica, y gracias a mi familia he salido adelante. También agradezco a este proyecto, porque de no existir, me hubieran mochado el pie en una clínica privada, a un costo que yo, como pobre, no tengo esa plata; sin embargo, me salvaron mi pierna, y no pagué ni un centavo. 1 Se refiere al Heberprot-P.

Me tenían lavada

la mente, como a toda

mi familia

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Es mi primera vez con los médicos cubanos. No conocía nada de Cuba. Me tenían lavada la mente, como a toda mi familia. Así era aquí con los gobernantes de atrás. Ahora es distinto: Chávez tiene una gran dedicación por los humildes. Tengo dos hijos, y no pierdo la esperanza de ver a alguno con el uniforme de Venezuela, jugando la fi nal de un mundial de pelota contra el mejor equipo del mundo: Cuba.

Operativo de salud, en Aguada Grande. A la izquierda, Julio Baldomero, autor

de este libro (Nota de la editora.)

Zona rural, Aguada Grande.

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De la tristeza a la alegría

Haber nacido en un hogar de campesinos, no fue obstáculo para que María, con apenas 12 años de edad, escuchara hablar en su casa acerca de Cuba, de su Revolución y de Fidel Castro. Su padre Agustín Mora fue un convencido militante del Partido Comunista de Venezuela. María dice su nombre con orgullo, y sus ojos se nublan al recordar que la Revolución bolivariana de hoy, fueron sus sueños de ayer.

Mis primeros años de vida los viví en el estado de Falcón, en total éramos cuatro hermanos; ya solo quedamos vivos dos. Todos trabajábamos la tierra, que daba poco pero se vivía. Es verdad el dicho que reza: «el trabajo ennoblece», porque ninguno de nuestra familia ha hecho daño nunca, ni siquiera con el pensamiento.Cuando tenía unos 14 años, los viejos deciden mudarse a Barquisimeto, sobre todo para mejorar las condiciones de vida; pero también por sus ideas comunistas.Aquí eché a rodar mi destino: primero mi matrimonio, luego los hijos: cinco mujeres y dos hombres. Los nietos me han puesto vieja: ya suman 13.La diabetes me sorprendió hace 15 años. Para ese entonces comencé con mucho sueño y un decaimiento tan grande que apenas me sostenía. Al hacerme unas pruebas, los médicos

María de Mogollón Leal, 61 años.

San José, Barquisimeto, estado de Lara

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diagnosticaron esta enfermedad tipo 2, que me obliga a tomar tabletas todos los días.En enero de 2008 mi pierna izquierda se infl amó hasta la rodilla. Fueron muchos los tratamientos que recibí: a veces mejoraba y luego empeoraba. Así estuve hasta que en abril pasado, mi hijo José me llevó al CDI1 de San Jacinto, aquí cerquita de la casa. Allí los cubanos me ingresaron duran-te 18 días. Su trato fue excelente: me sentí otra persona, y aunque decirlo sea feo, ningún médico venezolano me ha atendido como ellos.Esa lesión en mi pie era tan grande que me hizo pensar tantas cosas de las cuales no quiero acordarme. El hueco por donde reventó la infl amación era horrible; pero me llené de espe-ranzas cuando me examinó un angiólogo cubano. Con mucha paciencia quitó toda la carne mala, habló conmigo, y después de hacerme unos exámenes, me propuso un tratamiento inyec-tado en mi úlcera.2 No tuve objeción a su propuesta. Desde ese momento mi pierna le pertenece, porque fue él quien la salvó.Ya estoy dando mis primeros pasos para dejar esta silla de ruedas que ya me cansa.En una ocasión, fui al ambulatorio de San José a buscar una receta para unos antibióticos, y el médico de turno era un escuálido hasta la médula. Al saber que me atendía con un cubano, su odio casi lo ahoga, y dijo de mala gana: «Estás loca, te vas a morir por atenderte con esos cubanos».Esta experiencia me ha servido para crecer como persona, para valorar la humildad de esa Revolución de la que escuché por primera vez hace 49 años, y sobre todo para dar hasta la vida por esta obra que Chávez nos brinda, porque aunque más joven, lo veo como a mi padre, siempre hablando de justicia social.

1 Centro de Diagnóstico Integral.

2 Se refiere al Heberprot-P.

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Una historia en tres tiempos

Jesús es de hablar pausado. Su memoria ya no es tan buena y se auxilia de Carmen, su inseparable compañera, para hacernos un recuento de sus vidas. Va repasando etapa por etapa. Le pedí hacer un alto en el camino, para preguntarle si conocía que Alejandro es un nombre muy querido en Cuba. Me dice que no. Al explicarle la causa, se entusiasma en describirnos esta historia.

Yo nací en el año 1943. Mi padre fue campesino y mi madre, ama de casa. Siempre dedicada a los siete hijos que tuvieron. Pude estudiar y terminar el bachillerato aquí en Barquisimeto; luego me fui a Caracas, y por medio de unos familiares que militaban en el Partido Comunista de Venezuela, me conseguí una beca para estudiar ingeniería mecánica en Rumania. No me importaron los comentarios, hablar de socialismo en esos años era un pecado, imagínese usted entonces ir a estudiar allá.Llegué a Bucarest con el ímpetu de la juventud. Allí encontré jóvenes de muchos países, organizados por la Unión Interna-cional de Estudiantes (UIE). Fue la primera vez que conocí a unos cubanos: eran muy sanos. A mediados del año 62, me hice novio de una rumana llamada Carmen Stanescu, que ha sido mi esposa por más de 35 primaveras. En aquel entonces, con ella vivía una cubana; su nombre era Lourdes Betancourt.

Jesús Alejandro Vázquez, 66 años.

Barquisimeto, estado de Lara

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En enero de 1971 me vine con Carmen para Venezuela. Estu-vimos unos meses en Caracas y luego en Guayana, trabajan-do en una mina de hierro. En noviembre de ese mismo año, nació Carmen Luisa, nuestra primera hija, que en su etapa de estudiante universitaria estableció relaciones con profesores cubanos, y estudió su doctorado en La Habana.Yo soy diabético hace poco tiempo; pero he tenido algunas complicaciones. La última fue una úlcera en el pie derecho. Anduve de una clínica a la otra, recibiendo tratamientos, sin lograr la cura total.A través de internet supe de un medicamento que se estaba utilizando para tratar a pacientes como yo.1 Imprimí unas seis hojas, y me informé sobre esa inyección. También supe que se estaba aplicando acá en el estado; y con mucha incredulidad, pero esperanzado en una última tabla de salvación, acudí al ambulatorio del Oeste. Allí me recibieron dos médicos cuba-nos, quienes de forma muy familiar, evaluaron mi caso, y al ver las radiografías, me dieron aliento. Desde ese momen-to supe que no perdería el pie. Hablaron conmigo y con mi señora acerca del medicamento Heberprot-P. Les enseñé todos los datos que había extraído de ese milagro convertido en inyección; casi les doy una conferencia del tema. Acepté ser inyectado, y bastaron solo 11 aplicaciones para curar aquella úlcera, que por más de una vez en los últimos dos años, me puso al borde de un quirófano.Mi vida ha estado muy unida a Cuba y a los cubanos. Hoy esta unión me hace sentir un hombre útil otra vez. Desde mi segundo nombre hasta mi corazón, llevan algo especial por ese país que en algún momento tendré que conocer.

1 Se refiere al Heberprot-P.

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No podía perder mi pie

En Venezuela es frecuente oír entre la gente humilde la frase: «La Revolución bonita». Y en verdad la Revolución bolivariana es bonita, humana y solidaria; cuantos adjetivos positivos se nos ocurran nunca serán sufi cientes para califi carla. Uno que llega desde fuera lo percibe en un segundo; pero resulta más gratifi cante que alguien como Alexis nos dé sus argumentos.

La vida me ha jugado malas pasadas. Muy joven comencé a sentirme mal de la diabetes. Desde los 25 años de edad estoy limitado a los medicamentos todas las mañanas y todas las tardes. Es una enfermedad traicionera, pero uno aprende a vivir con ella o se tira a morir. La vida también es bella y vale la pena disfrutar de esos pocos momentos llenos de colores.Me casé y tengo una familia formada por cuatro hijos. Con ellos todo parecía ir bien, pero de nuevo el destino se ensañó conmi-go: por un accidente, del cual no quisiera acordarme nunca, una descarga eléctrica terminó amputándome las dos manos.Tengo razones para ser optimista: solamente estar vivo me da fuerzas para seguir luchando. A veces pienso que puedo estar triste; pero ¿cómo estarán aquellos que no tengan brazos?, pobres ellos, los compadezco.Si la historia terminara aquí, podría decirse que no he sido tan desafortunado; pero no es así.

Alexis Figueroa del Valle, 45 años.

Cariaco, estado de Sucre

Solamente estar vivo

me da fuerzas para seguir

luchando

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Poco a poco esta enfermedad ha ido provocando pérdida de la sensibilidad en mis pies. Por eso y por la falta de atención, «por darme por no enterado», se me hizo un hueco en uno de mis calcañales, en el que cabía una pinza entera. Tenía mal olor y me asusté.Primero me vieron unos médicos venezolanos, y como casi siempre aquí, su propuesta fue darme cuchilla, así de una vez.Dudé la decisión; pero otro traumatólogo que me vio, también planteó que era necesario amputarme la pierna. Según él era mejor temprano que tarde.Ahí sí pensé que mi historia terminaba: un fi nal amargo, sin mis dos manos y ahora con una sola pierna, me quitarían por completo la vida. Un tanto por casualidad supe del doctor cubano William Savigne.1 Conocí por unas amistades que con un medicamento traído desde Cuba hacía milagros en casos como el mío.2 Nada perdía con ir a ver a ese médico. Fui a la sala y su comportamiento no guardó relación con los otros doctores. Habló conmigo y me propuso intentar salvar mi pierna. Sus palabras me estimularon: «No te preocupes, Alexis, para amputar siempre hay tiempo».Comenzó a inyectarme el medicamento cubano tres veces por semana. Y es verdad que demoré varias sesiones en curarme; pero nada comparado con la vida inválida que me pronosti-caban al picarme la pierna. Hoy siento agradecimiento por muchas personas, sobre todo por el doctor cubano William Savigne; por su sentir y la forma de tratar a los pacientes hasta lograr su restablecimiento.Al inicio de nuestra conversación me preguntabas si esta revolu-ción es bonita, te puedo responder que es mucho más: es bella.1 Se refiere al médico

cubano, William Orlando Savigne Gutiérrez.

2 Se refiere al Heberprot-P.

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Las morochas de Bolívar

Ver a las hermanas McDonald es como mirar a dos pétalos de una misma fl or. Son de origen guyanés, pero radicadas en el estado de Bolívar hace más de 20 años. Jackeline fue la primera en presentar la lesión, y no vaciló un instante para ir a visitar a los cubanos en busca de una cura para su mal.

Mi nombre es Jackeline. Mi hermana y yo padecemos la diabe-tes desde hace 3 años. Somos caminadoras: tenemos un nego-cio de venta de perros calientes, en el que pasamos la mayor parte del día. Ni el sol arrecho1 de acá nos para: en los negocios no se puede perder tiempo, nos movemos en todo el estado. Fue así que aparecieron las lesiones en nuestros pies, casi sin darnos cuenta. Eso fue hace un mes: primero yo y para variar a Eunice la morocha2 conmigo, le brotó el hueco en el pie, 15 días más tarde. Acudo a esta consulta de los cubanos por un artículo que leí en la prensa de Guayana, en el que se habla de ese producto hecho en la isla para tratar las úlceras del pie diabético.3 Yo nunca he tenido miedo a los médicos y menos a estos venidos de Cuba, que son tan amables y de buena reputación. Poco a poco hemos logrado una gran amistad con la doctora Yaneth,4 y debido a que dominamos el inglés, a veces intercambia-

1 Arrecho: fuerte.2 Morocho, -cha: en Venezuela, mellizo (nacido de un mismo parto). Úsase como sustantivo y como adjetivo.3 Se refiere al Heberprot-P.4 Se refiere a la doctora cubana Yaneth Hernández Jiménez.

Jackeline Eunice McDonald y Eunice Glenda McDonald;

ambas de 43 años.Estado de Bolívar

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mos con ella algunas bromas picantes que otros pacientes no entienden. Eso ayudó en la comunicación.Yo me llamo Eunice Glenda, y aunque somos morochas, como se dice aquí a las gemelas, el carácter de nosotras es diferen-te. Somos jaraneras, conversadoras; pero mi hermana es más práctica: casi me arrastró a esta consulta. Reconozco que tenía miedo antes de llegar a la sala. Mi lesión era un poco más compleja que la de ella, porque se unían dos úlceras en el dedo gordo del pie derecho; y aún así dudé en hacerle caso a mi hermana. La causa era el miedo a que me amputaran el dedo: única opción que me habían ofrecido en el Hospital del Seguro. A esto hay que agregarle la desconfi anza por el trato «estirado y reseco» de algunos médicos venezolanos que me vieron primero.Mi hermana tuvo que hablarme, convencerme de que el tratamiento no era para amputar, sino todo lo contrario: era para salvar el pie. Me trajo a la casa un papel del Heber-prot-P y un recorte de periódico con testimonios de otros pacientes de Bolívar.El día que llegué a la Sala de Pie Diabético del Hospital del Tórax, iba con ambas cosas en la mano, y exigí que me trata-ran con ese producto; si no, me retiraba inmediatamente. Al terminar la primera semana de «tratamiento conjunto», fuimos atendidas las dos en sendas camillas una al lado de la otra para mi mayor tranquilidad. Ya cambié de opinión. Una frase resume mi cambio de actitud. Cuando la angióloga cubana me preguntó si asistiría a las próximas sesiones programadas, me sonreí con picardía y dije: «Claro, este bochinche5 yo no me lo pierdo».En estos momentos la lesión de Jackeline ya curó; la mía evolu-ciona bien, pero como llegué de última, demora un poco más.

5 Bochinche: en Venezuela se refiere al momento agradable, de chistes,

bromas, alegría.

Claro, este bochinche yo no me lo pierdo

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Ya vengo sola, sin el respaldo de mi hermana que atiende el negocio de los perros calientes, para seguir viviendo. No me equivoco si le digo que le tengo confi anza al medicamento, a los médicos cubanos que lo aplican, y al sistema social que trajo hasta aquí esta bendición de tratamiento gratuitamente.

Jackeline y Eunice junto a la doctora cubana.

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El valor de sonreír

A pesar de vivir solo, Jesús Figueras es un hombre fuerte y con ganas de vivir. Trabaja cada día para lograr su sostén económico. Siempre ha sido comerciante, y confi esa que nunca será una carga para ninguno de sus nueve hijos.

De no ser por esta diabetes que me atacó hace 28 años, yo sería una persona sana; aunque a decir verdad, los achaques son sufi cientes. A medida que pasa el tiempo, la diabetes no te deja nada sano en el cuerpo.Hace unos días estaba en la casa con unas sandalias de goma que me había comprado en el mercado. Regaba unas matas en el patio y me pinché con un vidrio; pero no sentí nada. Al pasar los días, el pie izquierdo se me hinchó. Su coloración cambió y el dolor era fuerte. Así aguanté una noche; pero en la mañana amanecí con fi ebre. Decidí acudir a un ambulato-rio venezolano y me indicaron antibióticos, unas pastillas para el dolor, y me aseguraron la amputación de mi pierna, para la semana próxima. Me fui muy triste para la casa. No dejaría de ser un hombre si le digo que lloré de angustia y de impo-tencia. Siempre me ha gustado vivir solo, ser independiente,

Jesús Figueras, 61 años. Estado de Monagas

Quedarme inútil para toda la vida

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valerme por mí solo; y ahora de buenas a primera, ¡quedarme inútil por toda la vida!Mis hijos vinieron por mí. Una de las hembras conocía la exis-tencia de esa consulta de atención integral al paciente con pie diabético en el Hospital Simón Bolívar; por eso decidió llevar-me allí. Llegamos pidiendo que no me amputaran la pierna.El equipo médico dirigido por una angióloga cubana me ingresó de inmediato. Mi estado de salud requería aten-ción urgente: la lesión tenía carne negra en toda la parte de arriba del pie, y drenaba una secreción con mal olor hasta la mitad de la pierna.Me entraron al quirófano y limpiaron toda aquella infección. Cuando salí, podían verse todos los tendones. Aún así tenía en peligro la pierna. La doctora cubana se llama Natacha.1 Ella propuso inyectarme un medicamento cubano llamado Heberprot-P. Yo estuve de acuerdo, y las curas las hacía en días alternos. A las tres semanas de tratamiento el cambio era notable: otra vez recuperaba mi felicidad. No hay cómo expresar la cordialidad de estos profesiona-les. De ellos recibí una atención muy buena. Pienso que el producto es algo extraordinario, ya que me ha servido para adelantar la curación de mi lesión, y evitar la amputación. Agradezco mucho a la doctora Natacha Sancho y a su equipo de trabajo, por el tratamiento que he recibido. Agradezco de igual manera a todos los cubanos que en Venezuela y en otras partes del mundo salvan a personas como yo, y permiten que no dejemos de sonreír cada mañana.

Aún así tenía en peligro

la pierna

1 Se refiere a la doctora Aurora Natacha Sancho Soutelo.

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Carta de Luis Alberto Mogollón al presidente venezolano

Hugo Chávez Frías

Señor Presidente:Deseo a través de esta carta darle las gracias, porque debido a su gestión gubernamental (Revolución Socialista) y al inter-cambio cubano-venezolano, yo logré salvar no solo mi pie, sino la alegría de vivir; pero existen miles de venezolanos que padecen esta enfermedad y que lamentablemente quedan incapacitados al no poder contar con este tratamiento, ya que el Dr. José Ignacio Montequín1 es incansable (trabajando inclusive 24 y 31 de diciembre de 2008) sin las condiciones ideales para este milagroso tratamiento. Por eso le ruego a usted que ha demostrado tanto amor por su pueblo, tome en consideración este llamado y haga llegar este tratamiento a tantos jóvenes y adultos que padecen esta terrible enferme-dad. Que Dios lo bendiga a usted, señor Presidente, y permita que se multipliquen sus logros en esta patria, Venezuela, que tanto lo necesita, al Dr. José Ignacio Montequín, por su inte-gridad, profesionalismo y dedicación, ejemplo de lo que en realidad debe ser un médico, y a la Sra. Maritza de Alcalá, por su ayuda e interés en la solución de mi problema.

Logré salvarno solo mi pie,sino la alegríade vivir

1 Se refiere al angiólogo cubano José Ignacio

Fernández Montequín.

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Agradeciendo su atención y esperando que este ruego llegue a usted, se despide un joven que fue simpatizante de la oposi-ción y hoy es el más ferviente revolucionario socialista y boli-variano. Con usted, mi Presidente: Patria socialista o muerte. ¡Venceremos!

Luis Alberto Mogollón RodríguezC.I. 11.157.488

Teléfonos: 0412-01678400212-7160399

Callejón Honduras entre calles Chile y Bolivia, No. 11, 3ª. Av. Los Flores de Catia. Catia, Caracas

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Paciente A. P., masculino, de 60 años de edad, con diabetes mellitus tipo 2 desde hacía 5 años.

Presentó una lesión en la parte inferior de los dedos del pie izquierdo, que tenía desde hacía

2 años y abarcaba 12 cm2. Se le aplicaron 18 inyecciones de Heberprot-P, y en 40 días

evolucionó satisfactoriamente.

Paciente C. L., femenina, de 70 años de edad, con diabetes mellitus tipo 2 desde hacía 10 años.

Llevaba 60 días con una lesión en el talón que abarcaba 45 cm2. Se le aplicaron 15 inyecciones

de Heberprot-P, y en 35 días tuvo una evolución satisfactoria.

Otras evidencias clínicas

Paciente C. L., femenina, de 65 años de edad, con diabetes mellitus tipo 2 desde hacía

20 años. Acudió a consulta por úlcera de 4 cm2 en un dedo del pie izquierdo, que comenzó un

mes antes. Se le administraron 8 dosis de Heberprot-P, y en 18 días curó.

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Paciente M. R., femenina, de 51 años de edad, con diabetes mellitus tipo 1 desde hacía 10 años. Llevaba 2 meses con una úlcera de 180 cm2 en su extremidad inferior derecha. Comenzó el tratamiento con Heberprot-P el 5 de febrero de 2009, y tras 22 aplicaciones curó su úlcera.

Paciente C. P., masculino, de 55 años de edad, con antecedentes de diabetes mellitus tipo 2 desde hacía 12 años. Es tratado por presentar úlcera en pie derecho, de 3 años de evolución, con un área de 4 cm2. Inició tratamiento con Heberprot-P el 17 de octubre de 2008 y curó el 3 de diciembre de ese año.

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Actividades colaterales para desarrollar el Programa de atención integral al paciente diabético con úlceras en sus extremidades inferiores

Personal médico cubano de la misión «Barrio Adentro», junto a paciente con pie diabético en el Centro de Diagnóstico Integral Invilara, estado Lara, Venezuela.

Médicos cubanosaplicando el Heberprot-P a un paciente.

Jornadas científicas de estudiantes venezolanos de Medicina Integral Comunitaria.

Capacitación a médicos cubanos de «Barrio Adentro».

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Artículo del diario La Prensade Venezuela7 de junio de 2009, páginas 16 y 17

Medicina vence al pie diabético La diabetes es la única enfermedad que se comporta como una verdadera pandemia, tanto, que las estadísticas indican que en el 2025 existirán alrededor de 333 millones de diabé-ticos y todos, independientemente de que tengan una lesión o no, tienen un pie en riesgo.Los pacientes que sufren de pie diabético ven una luz fi nal del túnel con un novedoso medicamento cubano creado para disminuir el número de amputaciones que a diario embargan a más venezolanos. El tratamiento obtenido por técnicas de ADN, es un factor de crecimiento humano recombinante que busca regenerar el tejido y así, acelerar la cicatrización de quienes sufren esta patología, permitiéndoles a más personas seguir usando zapa-tos en lugar de muletas.Bajo el nombre de Heberprot-P, este se aplica intralesional-mente en la herida tres veces por semana y en cuestión de seis semanas el susto de terminar en un quirófano con un miem-bro inferior menos, comienza a disminuir ante la evidente aparición de resultados satisfactorios que se completarán luego de 24 dosis, cuando se cerrará totalmente la úlcera gracias a su composición de 50 aminoácidos con bajo peso molecular que tienen características idénticas al factor que normalmente los humanos producen por si mismos para el crecimiento epidérmico.

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«Después de quince años de estudio y de arduo trabajo logra-mos este liofi lizado que viene a romper paradigmas como terapia única y exclusiva en el mundo, pues reduce las estima-ciones estadísticas que hasta ahora indican que más del 45% de los pacientes que sufren de pie diabético en algún momen-to de su vida terminan en un quirófano siendo amputados», considera Julio Baldomero Hernández, especialista en medi-cina general integral e investigador del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana.El especialista también explicó que Heberprot-P, desde su creación en el 2006, fue avalado, regido y auditado por los estándares más exigentes desde el punto de vista de investi-gación a nivel nacional, razón para que Estados Unidos, Asia, Irán, China, Australia, Rusia, México, Ecuador, Brasil y países de Europa patentaran desde entonces el producto.Aunque no fue inmediato, Venezuela también se sumó a los lugares que aplican el tratamiento desde agosto de 2008 como parte de un convenio entre los Ministerios de Salud Pública de ambos países.El Proyecto de Atención Integral al Paciente Diabético, corrió rápidamente por Monagas, Sucre, Caracas, Aragua, Carabo-bo, Zulia y en Lara, en este último estado desde principios de este año.Hasta ahora, son 216 personas que se han sometido al trata-miento en el Hospital de Carora, en el Ambulatorio de Cabu-dare y en el Ambulatorio David Camejo Acosta, de Barqui-simeto, estos tres son los últimos centros asistenciales que lo aplican.«Lara ha tenido resultados bastante satisfactorios al igual que el resto del país y las cifras lo confi rman, pues de estos 216 pacientes solo dos ameritaron amputación porque al llegar

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su estado era sumamente grave», asegura Julio Baldomero, mientras solo ocho amputaciones de 1220 pacientes tratados, se han reportado en el resto del país.

Gratuidad promete más esperanza«Es un servicio gratuito, porque la verdadera esencia de la medicina es que llegue a los pacientes quienes lo necesiten sin costo alguno», indica Julio Baldomero al resaltar que de esta manera serán más las personas que puedan sumarse a este tratamiento y menos familias quedarán con tristezas agónicas al ver que un ser querido pierde la vitalidad.El convenio contemplado entre ambos países mantiene la gratuidad del producto diluido en 5 ml de agua para inyec-ción y que debe aplicarse desde el fondo de la lesión, para apreciar que la granulación sea ascendente y la recuperación sea desde el fondo hasta la superfi cie.Asimismo, el acuerdo maneja la inclusión de cualquier perso-na al programa, sin importar su condición social. Solo es necesario que la persona presente la patología para ser aten-dido en cualquiera de los centros asistenciales que incluyen esta terapia.Sin embargo, el doctor Cecilio González Benavides, especia-lista en angiología y cirugía vascular y cooperante cubano, considera que el tratamiento no es de una solo persona o unas cuantas inyecciones sino un trabaja multidisciplinario.«No se trata solo del internista, traumatólogo, oftalmólogo o cirujano vascular, pues el pilar fundamental es la familia porque el buen cuidado del pie diabético puede evitar hasta en un 50% las amputaciones», resaltó.Lo recomendable es que además del Heberprot-P, los fami-liares se conviertan en cuidadores del paciente diabético y

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contribuyan revisándole los pies constantemente porque, recordó, los diabéticos tienen comprometida la visión y la sensibilidad.

NABETSE DAMAS

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Artículo del periódico Vea, de Venezuela 7 de julio de 2009, páginas 20 y 21

Fruto de la ciencia cubana: nueva oportunidad para el pie diabéticoLa diabetes mellitus es la única enfermedad crónica no transmisible que se comporta como una pandemia, se plantea que para el 2025 el número de diabéticos en el mundo superará los 333 millones. Cada 30 segundos una persona pierde una parte o la totalidad de un pie o una pierna debido a la enfermedad del pie diabético en algún sitio del mundo.En la República Bolivariana de Venezuela casi dos millones de habi-tantes la padecen, ocupando esta la sexta causa de muerte. Para contrarrestar este fl agelo desde el mes de agosto de 2008 se aplica en la nación sudamericana el Heberprot-P, un medicamento cubano prescrito para la terapia de la úlcera del pie diabético basado en el factor de crecimiento [epidérmico] humano recombinante. La terapia con Heberprot-P llena el espacio de una necesidad médica no satisfe-cha para el tratamiento de las úlceras complejas de las extremidades inferiores del paciente diabético.A principios de la década del noventa del pasado siglo, se desarrolló en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana, Cuba; un programa de investigación relacionado con los efectos biológicos de la administración parenteral y repetida del factor de crecimiento epidérmico humano recombinante.La experiencia preclínica acumulada sobre los efectos farmacológicos del citado factor en términos de reparación y de protección celular, la madurez tecnológica alcanzada en su producción como proteína recombinante y la obtención de una adecuada formulación inyec-table, fueron ingredientes activos para el surgimiento del producto Heberprot-P, un medicamento que, administrado a través de fi ltra-

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ción dentro de la lesión, constituye un tratamiento adyuvante para acelerar la cicatrización de úlceras profundas, complejas, derivadas de este desorden metabólico.Cuando estimaciones estadísticas realizadas por autoridades sani-tarias internacionales plantean que más de 45% de los pacientes diabéticos con úlceras complejas en sus miembros inferiores termi-nan siendo amputados, la experiencia cubana con este tratamiento novedoso logra revertir esta situación salvando más del 90% de las extremidades de los pacientes con esta complicación.A partir de agosto del 2008, y como resultado del Convenio de Salud Cuba-Venezuela, establecido a través de los acuerdos ALBA, por ambos gobiernos, un grupo de especialistas cubanos en Pie Diabéti-co, se unieron a médicos venezolanos especializados en cirugía gene-ral, traumatología, enfermería, y encabezados por un médico endo-crinólogo, en 12 centros asistenciales venezolanos, para desarrollar un Programa de Atención Integral al Pie Diabético. Desde entonces, 1.500 pacientes diabéticos, con diferentes grados de lesiones en sus pies, han formado parte de este programa, con sólo 12 amputaciones mayores de las extremidades, ocurridas en los casos más graves de lesiones de los pies, con una tasa de sólo 0.85%, muy por debajo de estadísticas internacionales. De ellos, aproximadamente 400 pacien-tes han salvado de amputaciones, partes de sus extremidades.Los servicios se encuentran ubicados en instituciones de salud de ocho estados. En Caracas en el Hospital Militar Carlos Arvelo, en Maturín los hospitales Núñez Tovar y Simón Bolívar. En el estado de Lara en los ambulatorios Daniel Camejo Acosta, de Barquisimeto, y Felipe Ponte, de Cabudare, y en los hospitales Pastor Oropeza, de Carora, y Rafael Antonio Gil de Duaca. En Zulia se puede acceder a este servicio en el Hospital Universitario de Maracaibo y el Hospital General del Sur; mientras en el estado de Sucre en el Hospital Julio Rodríguez. En Bolívar el hospital del Tórax Julio Criollo, de Ciudad Bolívar, y en Aragua en la clínica Carpo, de Maracay.

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Carabobo recibe el servicio de tratamiento a la úlcera de pie diabéti-co en el Hospital Simón Bolívar, de Mariara, y en el Hospital Ciudad Universitaria Enrique Tejera. Entre los pacientes tratados con Heberprot-P en el estado de Lara está Pedro José Mujica quien relata cómo logró salvar su pie.1

Entre las ventajas del tratamiento con Heberprot-P a las úlceras del pie diabético están la aceleración de la cicatrización de úlceras profun-das y complejas, una disminución del riesgo de las amputaciones en pacientes con esa afección, solo tres semanas de tratamiento con este producto han sido sufi cientes para observar granulación en más de 80% de pacientes con úlceras entre 1 y 80 cm2, contribuye signifi ca-tivamente a mejorar la calidad de vida de los pacientes ya que reduce el número y la extensión de debridaciones quirúrgicas o remoción del tejido necrótico, además de prevenir las recidivas, la reducción del tiempo de cicatrización y con ello, las complicaciones derivadas, tales como la gangrena y la infección o sobre-infección, posibilitando redestinar recursos a pacientes de pronósticos más difíciles.El tratamiento con el Heberprot-P se aplica en toda la red asisten-cial cubana, y en países como Argelia, y Argentina que suman en su totalidad una cifra superior a los tres mil pacientes; está patentado en Estados Unidos, Unión Europea, Australia, México, Sudáfrica, China, Rusia, entre otros.Esta terapéutica está validada por los estándares más altos en cuanto a investigación clínica se refi ere, estando patentado y publicado en múltiples países de América, Europa y Asia. Este factor de crecimien-to es una potente terapia de reemplazo llamada a convertirse en la primera y única opción ante lesiones complejas del pie diabético.

DR. JULIO BALDOMERO HERNÁNDEZ

LIC. HÉCTOR REYES TARRAGÓ 1 Véase en la

página 21.

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Artículo del diario La Prensa, de Venezuela7 de septiembre de 2009, página 6

Restaurando la epidermisDoña Dilia Alvarado viene desde Buena Vista. A las 4 de la mañana ya estaba rumbo al Ambulatorio del Oeste. No podía perder la cita. Desde que le amputaron los dedos del pie izquierdo está postrada en una silla de ruedas. Con sus 78 años de edad no es mucho lo que pide, pero su diabetes ha diezmado también su fortaleza.Comenzó con un dolor suave en el pie y pasados los días ya estaba en cirugía. Su salud empeoró, pero le hablaron del tratamiento que se aplica en el centro asisten-cial. Allí está sentadita y confi ada. Lleva ocho meses asistiendo a la sala de diabéti-cos y cumpliendo con las indicaciones médicas. La aplicación del producto de nueva tecnología llamado Heberprot-P le regresa la confi anza a los pacientes con diabetes. «Es un liofi lizado con ingredientes farma-céuticos activos, con un factor de crecimiento epidérmico, creado en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana-Cuba con métodos de ADN», dice Hernández.Lleva un año en el país, luego del convenio entre los ministerios de Salud Cuba-Venezuela. Se aplica en 8 entidades: Monagas, Zulia, Sucre, Bolívar, Carabobo, Aragua, Lara y Distrito Capital. El proyecto se cumple con éxito en la región larense. Más de 500 pacientes reciben una dosis tres veces por semana, de forma intermedia y se le administra dentro de las úlceras. No es un tratamiento exclusivo para pie diabético. Éste debe ir acompañado de un tratamiento multidisciplinario e individualizado.Los pacientes son atendidos y evaluados por psicólogo, odontólogo, oftalmólogo, traumatólogo, endocrino, angiólogo, cardiólogo y podólogo. Toda una secuencia de exámenes para controlar su estado de salud integral.

BELKYS LARA MENDOZA

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lo 21 de diciembre de 2009Año del 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución

Para un hermanoDe: Dr. Julio Baldomero Hernández, Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, Cuba.

Gerardo, es para mí un honor dirigirme a usted, con el propósito de hacerle llegar un resumen de mi libro De nuevo al camino: fruto de una obra de infi nito amor al ser humano. Lo escribí durante una misión en nuestra hermana patria Venezuela.En este se recogen los testimonios de pacientes diabéticos, perso-nas de escasos recursos, con úlceras en sus pies, que fueron tratados con nuestro medicamento Heberprot-P. De no haber sido por este producto, la solidaridad de nuestro país y la voluntad política del gobierno bolivariano, encabezado por el presiden-te Chávez, estos pacientes hubieran terminado amputados.El Heberprot-P es el factor de crecimiento epidérmico recom-binante humano: un medicamento genuinamente cubano, obtenido por el método de ADN recombinante en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de nuestra capital. Este producto favorece la cicatrización de úlceras complejas en pacientes diabéticos, y constituye un tratamiento único de su tipo en el mundo ante una problemática de salud no satisfecha. El hombre ha hecho cosas tan grandes como subir al cosmos, lograr transplantar el corazón en humanos,

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sin embargo evitar las amputaciones a diabéticos ha constitui-do una deuda con la humanidad. Por esa complicación, en países como Estados Unidos de América, hoy se amputan unos 87 mil pacientes anuales, y cada 30 segundos, una persona en el mundo es víctima de amputación.Nos llenaría de orgullo que usted ponga su diestra y su sensi-bilidad humana en el prólogo de este ejemplar, y al igual que su Cardenal,1 este mensaje surque los cielos con la voz de la paz y el amor al ser humano. Me despido con un abrazo fraternal a ustedes, nuestros cinco hermanos, con la seguridad de que la Victoria nos pertenece.

1 Cardenal: nombre con que Gerardo Hernández Nordelo bautizó a un pajarito que convivió en su cárcel de alta seguridad de Victorville, en California, desde el día de su cumpleaños, el 4 de junio, hasta el 16 de julio de 2009 contra la voluntad de los guardias. (Nota de la editora a partir de «La historia comienza así…», artículo de Alicia Jrapko, publicado en «Especiales» de Cubadebate, el 17 de noviembre de 2009. Disponible en http://www.cubadebate.cu/especiales/2009/11/17/historia-gerardo-hernandez-prision-ave-pajaro/.)

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Una idea convertida en realidad: un producto que impacta en la sociedad

La construcción, el desarrollo y los extraordinarios resultados que hoy muestra el modelo cubano de la biotecnología, es un hecho genuino y fruto de la Revolución cubana. Es una parte de los sueños convertidos en realidad, en la creación ilimitada de Fidel junto a su pueblo en estos últimos 50 años. El Heberprot-P® es un novedoso medicamento de uso inyec-table desarrollado en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de conjunto con instituciones médicas cubanas. Es un fármaco indicado para estimular y sostener la cicatrización de heridas y úlceras crónicas complejas, en estadios terminales de los miembros inferiores de pacientes diabéti-cos. Sus propiedades terapéuticas, su modo de aplicación y su nicho de indicación son únicos a nivel mundial, e impacta en una necesidad médica hasta hoy no satisfecha. Numerosos estudios experimentales en el CIGB durante los últimos 15 años avalan el empleo de este novedoso producto, cuyo principio activo es el factor de crecimiento epidérmico humano recombinante. Los resultados basados en evidencias científi cas y en las experiencias de la práctica médica habitual, en más de 7000 pacientes tratados, confi rman la seguridad y la signifi cativa efi cacia de este medicamento. La úlcera del pie del diabético (UPD), es una de las principa-les y más temidas complicaciones de la diabetes, es un serio problema médico-social no resuelto a escala mundial. La diabetes mellitus (DM) constituye un serio problema de salud. Se estima en 300 millones los enfermos en todo el mundo. Esta cifra pudiera duplicarse en los próximos años,

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de modo tal que esta afección llegue a cobrar más muertes que el sida. Es la única enfermedad no infecto-contagiosa con magnitud de pandemia mundial, y aporta el 84% de las amputaciones de miembros inferiores. Como consecuencia: un ser humano incapacitado. En esencia, cada 30 segundos un paciente diabético está siendo amputado en alguna institu-ción de salud del mundo. De ellos, cerca del 50% puede sufrir una segunda amputación de la extremidad contralateral en un período de 2 a 5 años, lo que entraña un signifi cativo dete-rioro de su calidad de vida y gastos considerables para los siste-mas de salud. Esta situación puede agravarse, ya que tras una amputación mayor, menos del 50% de los amputados sobrevi-virá en los siguientes 5 años. Según reportes internacionales, entre el 15 y el 20% de los pacientes diabéticos desarrollan una úlcera en algún momen-to de sus vidas, y de estos, aproximadamente entre el 10 y el 25% terminan amputados. En Estados Unidos, por ejemplo, el número de diabéticos alcanza los 21 millones; de ellos entre 80 000 y 120 000 sufren algún tipo de amputación cada año. En Cuba, la población diabética se acerca al medio millón de pacientes. Se estima en aproximadamente 12 000 los pacientes con úlceras, y el número de amputaciones sobrepasa las 1000. En la hermana República Bolivariana de Venezuela se estima en más de un millón la población de pacientes diabéticos. Los grandes esfuerzos por extender y llevar los benefi cios de este producto a cuanto cubano, venezolano y otros latinoameri-canos les pueda resultar útil, constituyen uno de los elementos de mayor novedad médica, de impacto social, y es el principal reto al que hoy nos enfrentamos.Los programas nacionales que hoy se desarrollan entre Cuba y Venezuela, incluyen por primera vez, la atención especializa-da e integral en el nivel secundario (hospitales) y en el prima-rio de salud, así como su interrelación. Cuentan con consultas

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y recursos humanos muy entrenados en la atención integral al paciente con esta enfermedad. A partir de los convenios de hermandad entre Venezuela y Cuba en materia de salud, se estableció un Programa nacional para la atención integral al paciente diabético con úlceras en el pie, mediante el uso del Heberprot-P, en agosto de 2008. Su aplicación en ocho estados de Venezuela, permitió atender, en solo 14 meses, a más de 4500 pacientes con esta dolencia. En este periodo se evitaron cerca de 1000 amputaciones a pacien-tes venezolanos con úlceras muy críticas.La alta consagración al trabajo, el amor y la humanidad con que desarrollaron la tarea los especialistas cubanos y venezolanos, y a partir de los vertiginosos resultados y efectividad del tratamiento, sobre todo en aquellos pacientes con estadios muy avanzados y de alto riesgo de sufrir una amputación, ha conmovido e impactado de manera muy signifi cativa a médicos, pacientes, familiares, directivos, estudiantes y comunidades venezolanas, en lo social y lo político, y sin dudas han contribuido al prestigio de la medicina y del desarrollo científi co revolucionario.

MSc. Ernesto López MolaJefe del Grupo de Negocios y Desarrollo de ProyectosCentro de Ingeniería Genética y Biotecnología

El futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento […].

Fragmento del discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el acto por el XX aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, Academia de Ciencias de Cuba, 1960.

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¿Qué pasaba en Venezuela?

En nuestro país teníamos un programa de atención al pacien-te con diabetes mellitus, un programa que atendía múltiples complicaciones derivadas de esta enfermedad; pero no abar-caba el tratamiento de las úlceras del pie diabético; solo esca-sas iniciativas en algunos hospitales, y llevadas a cabo por personas conscientes de esta problemática que atendían a los enfermos aquejados.Por esa razón, en el año 2008, los gobiernos de Cuba y Vene-zuela de conjunto decidieron insertar, dentro del programa existente, el subprograma de atención integral al paciente con pie diabético, con la introducción y suministro del Heber-prot-P, como parte del convenio de cooperación integral entre nuestros dos países, y subvencionado totalmente por el Minis-terio del Poder Popular para la Salud, de Venezuela, lo que signifi ca que es íntegramente gratuito.Por todos es conocido el maltrato, en el sentido más amplio de la palabra, del que son tributarios estos pacientes a nivel mundial. Previendo entonces la necesidad de establecer un diseño de tratamiento integral a esta temida complicación de la diabetes mellitus, sustentamos todas nuestras acciones en tres pilares fundamentales:1. Conformamos las unidades de atención integral al pacien-te con pie diabético, donde se garantiza la evaluación clínica interdisciplinaria, la evaluación de laboratorio e imágenes, el tratamiento convencional, el tratamiento con Heberprot-P, el seguimiento del paciente, y la dotación de medicamentos para el control endocrinometabólico de los pacientes atendidos.

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2. Garantizamos la prevención, promoción y pesquisa activa de estos pacientes en la comunidad y en la atención primaria de salud, de conjunto con las diferentes estructuras comunitarias que facilitan la comprensión de la diabetes mellitus y sus complicaciones por pacientes, sus familiares y por toda la población.3. Establecimos una certera vigilancia epidemiológica y el registro estadístico del universo de pacientes atendidos. Ello nos ha permitido orientar nuestros objetivos y garantizar la excelencia en la atención a esta problemática de salud.Son muchos los impactos de este programa; pero es preciso resaltar la creación de un sistema de tratamiento integral al paciente con pie diabético, estructurado en los diferentes niveles de salud; haber logrado la sensibilización de todos ante un problema tan grave para la salud del diabético en Venezuela; compartir esfuerzos y satisfacciones con nuestros hermanos cubanos; el trabajo en equipo: desde un camillero de un hospital hasta un especialista mejor preparado. Pero el impacto más signifi cativo es el elevado número de pacientes benefi ciados con el Heber-prot-P, que se han salvado de una amputación, lo cual se traduce en una mejor calidad de vida para estos pacientes y sus familias.La felicidad de que conserven sus piernas es la misma felicidad que sentimos cada uno de nosotros, por haber contribuido a que ellos puedan ser seres humanos felices.

Dra. Loida Gáfarro de VarelaFragmento de discurso en el Congreso de Biotecnología Habana 2010

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Dedicatoria 13Agradecimientos 14

Prólogo 15Palabras necesarias 19

TestimoniosDe nuevo a la vida 21

El milagro de una vacuna 23Un ángel que llegó 26

Lo mejor es lo que pasa 28Hablando con los espíritus 31

Aquí usted no pasa 33Gracias al cubano 35

El tío del doctor Chacín 38He cambiado mis ideas 40

Ya no soy anticubana 42Me mudé de Anzoátegui para Caracas 44

Papá de los helados 46Miro y veo listo mi pie 49

El médico cubano devuelve almas completas 51Me iban a cortar mi pierna 53

De Islas Canarias a Caracas 55 En Maturín existen los milagros 57

Entre fl ores y azahares 59Tengo tres sobrinos médicos 62

Mi sueño era ser pelotero 65De la tristeza a la alegría 68

Una historia en tres tiempos 70No podía perder mi pie 72

Las morochas de Bolívar 74El valor de sonreír 77

Carta de Luis Alberto Mogollón al presidente venezolano Hugo Chávez Frías 79

Testimonios gráfi cos 81Artículos periodísticos 84

Carta de Julio Baldomero a Gerardo Hernández Nordelo 94Epílogo 96

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