Manifiesto Racismo 2011

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MANIFIESTO CONTRA EL RACISMO Y LA XENOFOBIA En un mundo cada vez más globalizado, lo que sucede en una parte puede llegar al conocimiento, casi de forma instantánea, y afectar, a cualquier otro punto del planeta. Los movimientos migratorios, desde los países en vías de desarrollo o emergentes, hacia los que tienen mejores condiciones socioeconómicas, son en este contexto un aspecto destacado. El flujo de personas, motivado por razones de diversa necesidad en su países de origen, genera un contacto directo entre quienes llegan y quienes ya están. La relación no siempre es fácil: unos y otros deben poner su mejor voluntad para que la convivencia sea plena y armoniosa. En esta cadena que se forja, el eslabón más débil es el que se incorpora: su estatus social, económico, legal y hasta puede que político, suele ser inferior al de la media del entorno del país que lo acoge, A ello, habría que unir otras condiciones personales derivadas, como los miedos, tristezas, inseguridades y tensiones producidas por el desarraigo, la indefensión, o la ausencia de familia, amigos y demás referentes afectivos; y, en muchos casos, desorientación por las diferencias culturales. Así, hoy y aquí, MANIFESTAMOS: 1-La sociedad de acogida, a través de sus diversos actores institucionales e individuales, en este contexto, debería facilitar la situación. Es una cuestión, simplemente, de ética, de derechos humanos, de responsabilidad. Y, visto desde una perspectiva histórica global, hasta de justicia. Ello, sin menoscabo de que el emigrante, aun estando en la parte baja de la escalera, también haya de amoldarse, de manera obligatoria, en el ámbito legal, y recomendable, en el sociocultural. 2-Nosotros, los gallegos, lo sabemos bien, y por fortuna tenemos la empatía, y la experiencia de generaciones, suficientes para estar a la altura. Pero nunca hay que bajar la guardia: la xenofobia es una lacra que ha de combatirse en cuanto se detecta, bajo riesgo de que se expanda como la gripe. 3-No tiene justificación objetiva ninguna, como tampoco el racismo, sustentados ambos en prejuicios, desconocimiento, miedo o desconfianza a lo diferente, a lo que no se entiende; y, en todo caso, basado no en la razón, sino en las pasiones y las emociones que con frecuencia nacen de la generalización simplista. Si uno o varios miembros de una etnia, raza o nacionalidad, tienen un comportamiento incívico, o delictivo, han de ser ellos quiene sufran las consecuencias, pero nunca ha de extrapolarse a los que compartan color de piel o pasaporte con ellos. De la misma manera que no se sanciona a los vecinos de alguien que comete una falta; o se manda a la cárcel a sus familiares. Del mismo sinsentido se trata. 4-La xenofobia y el racismo son pólvora, cuando la llama de la inestabilidad social se agita y prende. Es muy fácil cargar contra el débil, el inmigrante, acusándolo directa o indirectamente de nuestro propio fracaso, como sociedad, como ciudadanos. En la época en que vivimos, tremendamente convulsa y en la que se adivina un gran cambio por el agotamiento de un sistema de vida, de desarrollo económico y social, los equilibrios en la relación entre migración y país de acogida se hacen más difíciles. 5-Corresponde, en definitiva, a todos nosotros, personas, individuos de aquí y de allá, hacer que funcione. Y la clase política debe ser la vanguardia, el faro de guía en el proceso de entendimiento y enriquecimiento mutuo. Sin importar raza, país o religión. Todos somos sociedad.

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Para ls alcaldes das 7 grandes cidades

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MANIFIESTO CONTRA EL RACISMO Y LA XENOFOBIA

En un mundo cada vez más globalizado, lo que sucede en una parte puede llegar al conocimiento, casi de

forma instantánea, y afectar, a cualquier otro punto del planeta. Los movimientos migratorios, desde los

países en vías de desarrollo o emergentes, hacia los que tienen mejores condiciones socioeconómicas, son

en este contexto un aspecto destacado.

El flujo de personas, motivado por razones de diversa necesidad en su países de origen, genera un contacto

directo entre quienes llegan y quienes ya están. La relación no siempre es fácil: unos y otros deben poner su

mejor voluntad para que la convivencia sea plena y armoniosa.

En esta cadena que se forja, el eslabón más débil es el que se incorpora: su estatus social, económico,

legal y hasta puede que político, suele ser inferior al de la media del entorno del país que lo acoge, A ello,

habría que unir otras condiciones personales derivadas, como los miedos, tristezas, inseguridades y

tensiones producidas por el desarraigo, la indefensión, o la ausencia de familia, amigos y demás referentes

afectivos; y, en muchos casos, desorientación por las diferencias culturales.

Así, hoy y aquí, MANIFESTAMOS:

1-La sociedad de acogida, a través de sus diversos actores institucionales e individuales, en este

contexto, debería facilitar la situación. Es una cuestión, simplemente, de ética, de derechos humanos, de

responsabilidad. Y, visto desde una perspectiva histórica global, hasta de justicia. Ello, sin menoscabo de

que el emigrante, aun estando en la parte baja de la escalera, también haya de amoldarse, de manera

obligatoria, en el ámbito legal, y recomendable, en el sociocultural.

2-Nosotros, los gallegos, lo sabemos bien, y por fortuna tenemos la empatía, y la experiencia de

generaciones, suficientes para estar a la altura. Pero nunca hay que bajar la guardia: la xenofobia es una

lacra que ha de combatirse en cuanto se detecta, bajo riesgo de que se expanda como la gripe.

3-No tiene justificación objetiva ninguna, como tampoco el racismo, sustentados ambos en prejuicios,

desconocimiento, miedo o desconfianza a lo diferente, a lo que no se entiende; y, en todo caso, basado no

en la razón, sino en las pasiones y las emociones que con frecuencia nacen de la generalización simplista.

Si uno o varios miembros de una etnia, raza o nacionalidad, tienen un comportamiento incívico, o delictivo,

han de ser ellos quiene sufran las consecuencias, pero nunca ha de extrapolarse a los que compartan color

de piel o pasaporte con ellos. De la misma manera que no se sanciona a los vecinos de alguien que comete

una falta; o se manda a la cárcel a sus familiares. Del mismo sinsentido se trata.

4-La xenofobia y el racismo son pólvora, cuando la llama de la inestabilidad social se agita y prende.

Es muy fácil cargar contra el débil, el inmigrante, acusándolo directa o indirectamente de nuestro propio

fracaso, como sociedad, como ciudadanos.

En la época en que vivimos, tremendamente convulsa y en la que se adivina un gran cambio por el

agotamiento de un sistema de vida, de desarrollo económico y social, los equilibrios en la relación entre

migración y país de acogida se hacen más difíciles.

5-Corresponde, en definitiva, a todos nosotros, personas, individuos de aquí y de allá, hacer que funcione. Y

la clase política debe ser la vanguardia, el faro de guía en el proceso de entendimiento y

enriquecimiento mutuo.

Sin importar raza, país o religión. Todos somos sociedad.