MACARENA BUSTAMANTE ÁLVAREZ Nuevos datos

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EX OFFICINA HISPANA – CUADERNOS DE LA SECAH, 1, 2013 / ISSN: 2255 - 5560 / Páginas 91 – 116 MACARENA BUSTAMANTE ÁLVAREZ Instituto de Arqueológia de Mérida [email protected] Nuevos datos estratigráficos para el conocimiento de la TSHT en Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) EX OFFICINA HISPANA, 1 91 Recibido: 1/03/2012 - Aceptado: 27/06/2012 Resumen: En el siguiente trabajo realizamos una sucinta valoración del comercio cerámico vinculado a la Terra Sigillata Hispánica Tardía en Augusta Emerita durante los siglos III-V d.C. Para ello hacemos uso de una serie de contextos cerámicos localizados en esta ciudad. Palabras clave: Cerámica, Terra Sigillata Hispánica, Augusta Emerita, contextos cerámicos, tardoantigüedad. Abstract: In this paper we present is a brief assessment of the ceramic trade linked to the Late Hispanic Sigillata in Augusta Emerita in the centuries III-IV a.D. Key Words: Pottery, Late Hispanic Sigillata, Augusta Emerita, ceramic contexts, late antiquity. INTRODUCCIÓN En este trabajo damos a conocer nuevos datos sobre el comercio de TSHT en base a los hallazgos estratigráficos aportados por el yacimiento de Augusta Emerita (Mérida) –Fig. 1–. Recogemos aquí unos conjuntos estratigráficos acotados cronológicamente entre los siglos III-V d.C. El estudio que presentamos forma parte de una investigación mayor (realizada sobre 10000 piezas), en la que se ha efectuado una valoración de la TSH en clave cronotipológica en la capital de la Lusitania desde época augustea hasta el siglo VI (Bustamante 2013). Los materiales proceden, fundamentalmente, de un vertedero extraurbano, ubicado en la zona oriental de la ciudad, es decir, no constreñido a un lugar delimitado espacial y funcionalmente (Heras et alii 2011). Con este estudio queremos aportar datos cronológicos a una producción cerámica que, en el caso emeritense, ha quedado relegada a estudios de corte decorativo y exentos de datos contextuales. Gracias a la información aportada por estos trabajos sabemos que, aunque Augusta Emerita no fue paradigma del comercio de TSHT, sí gozó de un repertorio variado de formas, caso de la 5, 6, 8, 24/25, 37, 71, 74, 80, Paz 83a, Palol 1 u 11, entre otras (Jerez 2006). Metodológicamente planteamos la necesidad de no presentar estas producciones como elementos estancos independientes sino más bien como una continuación a la producción de sigillata altoimperial pero en un estadio evolutivo distinto y de acorde con los nuevos tiempos de crisis que acechan a Hispania en el siglo III d.C. Debemos recordar que la época

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MA CA RENA BUS T AM AN TE ÁLV AREZ Instituto de Arqueológia de Mérida [email protected]

Nuevos datos estratigráficos para el conocimiento de la TSHT en Augusta Emerita (Mérida, Badajoz)

E X O F F I C I N A H I S P A N A , 1 91

Recibido: 1/03/2012 - Aceptado: 27/06/2012

Resumen: En el siguiente trabajo realizamos una sucinta valoración del comercio cerámico vinculado a la Terra Sigillata Hispánica Tardía en Augusta Emerita durante los siglos III-V d.C. Para ello hacemos uso de una serie de contextos cerámicos localizados en esta ciudad.

Palabras clave: Cerámica, Terra Sigillata Hispánica, Augusta Emerita, contextos cerámicos, tardoantigüedad.

Abstract: In this paper we present is a brief assessment of the ceramic trade linked to the Late Hispanic Sigillata in Augusta Emerita in the centuries III-IV a.D.

Key Words: Pottery, Late Hispanic Sigillata, Augusta Emerita, ceramic contexts, late antiquity.

INTRODUCCIÓN

En este trabajo damos a conocer nuevos datos sobre el comercio de TSHT en base a los hallazgos estratigráficos aportados por el yacimiento de Augusta Emerita (Mérida) –Fig. 1–. Recogemos aquí unos conjuntos estratigráficos acotados cronológicamente entre los siglos III-V d.C. El estudio que presentamos forma parte de una investigación mayor (realizada sobre 10000 piezas), en la que se ha efectuado una valoración de la TSH en clave cronotipológica en la capital de la Lusitania desde época augustea hasta el siglo VI (Bustamante 2013). Los materiales proceden, fundamentalmente, de un vertedero extraurbano, ubicado en la zona oriental de la ciudad, es decir, no constreñido a un lugar delimitado espacial y funcionalmente (Heras et alii 2011).

Con este estudio queremos aportar datos cronológicos a una producción cerámica que, en el caso emeritense, ha quedado relegada a estudios de corte decorativo y exentos de datos contextuales. Gracias a la información aportada por estos trabajos sabemos que, aunque Augusta Emerita no fue paradigma del comercio de TSHT, sí gozó de un repertorio variado de formas, caso de la 5, 6, 8, 24/25, 37, 71, 74, 80, Paz 83a, Palol 1 u 11, entre otras (Jerez 2006).

Metodológicamente planteamos la necesidad de no presentar estas producciones como elementos estancos independientes sino más bien como una continuación a la producción de sigillata altoimperial pero en un estadio evolutivo distinto y de acorde con los nuevos tiempos de crisis que acechan a Hispania en el siglo III d.C. Debemos recordar que la época

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FIGURA 1. Mapa de localización de Augusta Emerita.

tardoantigua en Augusta Emerita, a diferencia de lo que ocurre con otras capitales, es un momento de auge económico y político. Esta ciudad, tras la reforma administrativa de Diocleciano a fines del III d.C., adquiere el rango de capital de la Diocesis Hispaniarum dependiente de la Praefectura Galliarum (Arce, 2005: 15-19). Con todo ello este enclave recibe la llegada de un fuerte contingente poblacional con un alto nivel adquisitivo que se traduce en un resurgimiento económico, político y urbanístico de la ciudad. La llegada de comerciantes así como cerámicas orientales (García Moreno 1972: 138, De Hoz 2007), las reformas de algunos edificios públicos, caso del teatro o la aparición de ricos mosaicos, son ejemplo de lo dicho. Religiosamente en estos momentos se produce una reordenación espacial de la ciudad, apareciendo edificios tan importantes como la Basílica de la mártir Eulalia o incluso la construcción de alberges para peregrinos que, con tanta afluencia, estaban llegando a la zona (Mateos 1993, 1995 y 2002). Así mismo, este panorama de eclosión también se observa en su territorium en el que proliferan grandes villas productivas y fuertes complejos residenciales. Teniendo presente este contexto

histórico, la ciudad se hace así la idónea para el consumo de productos de aparición poco usual y, sobre todo, privativos para el pueblo llano. Quizás este alto nivel adquisitivo demandante de piezas “suntuosas”, sea el motivo de la menor entidad que tiene esta categoría cerámica –con calidad inferior a otras que sí se comercializaron- en suelo emeritense.

Ceramológicamente hablando para esta época los productos consumidos en la ciudad son los siguientes: ánforas - principalmente lusitanas, africanas y en menor medida sudhispanas-, ARSW-C/D o sigillatas hispánicas tardías contando incluso con una producción de imitación en cerámica común local. También se destaca la aparición de cerámicas paleocristianas galas (Caballero 1982) y muy esporádicamente Late Roman C (Bustamante e.p.).

El estudio estratigráfico realizado nos ha permitido acotar cronológicamente las piezas y valorar su evolución. En los contextos estudiados, las piezas en ARSW-C y D, Late Roman C o el repertorio monetal han sido básicos para el establecimiento de las cronologías propuestas.

Además del estudio estratigráfico, se han realizado análisis arqueométricos que han determinado un

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origen principalmente riojano de las piezas localizadas en Mérida (Madrid y Buxeda 2013). Esto supone la cristalización de las redes comerciales altoimperiales.

Como veremos, el comercio emeritense parece dejar en un segundo lado a la producción hispánica tardía, apareciendo en porcentajes sensiblemente inferiores a los momentos precedentes. La dismi-nución en algunos momentos -caso del IV-V d.C.- llegaría hasta un 70%. Bajo nuestra opinión esta reducción viene de la mano de una población con un nivel adquisitivo mayor, un gusto extremo por lo centro-mediterráneo así como un fuerte contingente poblacional comercial oriental presto a hacer penetrar los productos centro-mediterráneos y orientales (García Moreno 1972 y De Hoz 2007).

EL SIGLO III Y LA CONTINUIDAD DEL COMERCIO

ALTOIMPERIAL

Durante el siglo III, y más concretamente en sus últimos años, Mérida vive su época dorada. Frente a la galopante crisis que parece afectar a la Península Ibérica, esta ciudad adquiere la capitalidad de la Diócesis Hispaniarum, dependiente de la Praefectura Gallliarum. El enclave se convierte así en un gran ente burocrático al servicio del Vicarius Hispaniarum que, presumiblemente, establece su residencia en el solar emeritense. Junto a esto, la llegada de gentes procedentes de todos los puntos del imperio, sobre todo “orientales”, y una fuerte presencia de cristianos en la zona, como atestigua la Carta de Cipriano de Cartago al obispo de la ciudad, hacen replantearnos la posición económica del lugar.

Los contextos estudiados para estos momentos nos permiten observar una continuidad patente del comercio altoimperial, sobre todo, en lo referido a la producción hispánica. El predominio de las piezas procedentes de los centros productores de valle del Najerilla y no de otros puntos peninsulares nos parece indicar esto.

Las piezas que presentamos proceden de contextos focalizados en el siglo III d.C. A esta datación hemos llegado por los materiales foráneos aparecidos, sobre todo, ARSW-A (caso de una Hayes 27 –Fig. 2, n. 2- o 15 –Fig. 2, n. 9-), ARSW-C (del tipo Hayes 49 –Fig. 2, n. 8- y 50 –Fig. 2, n. 6-) y para finalizar las ARSWA-D (formas Hayes 28 –Fig. 2, n. 4-, 31 -Fig. 2, n. 3- y 32/33 –Fig. 2, n. 1, 5, 7 y 10-).

Las piezas halladas en el siglo III d.C. siguen siendo las habituales que llegan a Mérida en el siglo II d.C. Las formas 7, 8, 15/17, 27, 33, 35 y 37 continúan formando parte del servicio cerámico. Como novedades se da la aparición de dos fragmentos

de forma 77, así como de un fondo burilado en su parte interior hasta el momento no documentado en la producción hispánica. También las formas 37 presentan esquemas decorativos mucho más simplistas que los de los siglos previos.

El servicio estrella en estos momentos lo conforma la forma 15/17 y la 27, siendo esta última la más abundante. La forma 27 (Fig. 3 y 4) se presenta como copa formada por dos cuartos de círculo, con borde variable y pie anular más menos alto, atendiendo a su mayor o menor antigüedad. Ésta ha sido una de las formas más difundidas en lo que concierne a la producción hispana (Delgado et alii 1975: 154 y Roca 1976: 39), de hecho desde época altoimperial se conformó como el servicio hispánico característico junto con los platos 15/17, siendo por consiguiente su desarrollo muy prolífico. Esta afirmación ha sido puesta en entredicho recientemente (López Pérez 2004: 204) no hablándose de formación de servicio sino de “desarrollo paralelo de la comercialización”.

Dentro del estudio estratigráfico realizado, observamos cómo estas formas desde el fin del reinado de Alejandro Severo presentan una serie de variantes ausentes en época anterior. En primer lugar, el borde pierde cualquier tipo de identidad autónoma. En segundo lugar, se observa un exvasado de 60-80º del borde con respecto al eje central de la pieza. También se percibe un aumento del tamaño del cuarto de círculo superior, alcanzando la mitad de la pieza y dándole una amplitud que en época altoimperial no poseía. Para finalizar, el fondo desciende, anulándose cualquier atisbo de “uña” que en época precedente sí presentaba. No hay que olvidar que la amplia aparición de sellos que vimos para la primera época de desarrollo de las piezas sufre un descenso considerable que va parejo al declive de la producción y al cierre de algunos centros productivos.

El grado de alfabetización de la población comienza a disminuir, tal y como podemos sacar de conclusión al hacer balance de las piezas grafitadas aparecidas y que, sobre todo, se presentan anepigrá-ficamente.

Junto con estas características que hemos ido comentando, el cambio en la coloración de las pastas así como en el barniz son motivos a tener en cuenta, siendo las pastas muy degradadas y anaranjadas.

Los ejemplos de forma 27 localizados en estos contextos se pueden insertan en las determinadas como quinto grupo establecido en Conimbriga para los siglos III d.C.-IV d.C. (Delgado et alii 1975: 184, nº 296-300).

En estos contextos hemos localizados siete sigilla, de los cuales cuatro pertenecen a Valerius Paternus, uno a Mase y otro a Agilianus (Fig. 3, n 5 y 9-12 y

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FIGURA 2. Contexto cerámico del siglo III d.C.

Fig. 4, n. 4, 7-8 y 20). De todos ellos creemos que los dos últimos sí se pueden plantear como residuales mientras que los de Valerius Paternus presentan unas características compositivas de sus pastas que quizás nos hablen de una posible producción en esta época. Junto con estas copas, el plato con el que formaría servicio sería la forma 15/17 (Fig. 5). Estamos ante un plato de características muy variables. La pared puede ir de desde una tendencia perpendicular y

moldurada hasta exvasada y lisa, todo ello acompañado por un cuarto de círculo interno en la unión entre la pared y el fondo. El fondo puede variar, siendo casi plano al interior – opuesto al abombamiento sudgalo- y su “molduración” inferior externa.

Para los platos, ha habido varios intentos por establecer cronotipologías más menos precisas. Las más utilizadas para el caso riojano son las de Mayet

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(Mayet 1984: 70-71, pl. LVII-LX), quien establece cuatro subgrupos diferenciables. Las piezas documentadas en el solar emeritense durante el siglo III d.C. responden, sobre todo, a los grupos 3-4 de la citada división. El tercer grupo (Mayet 1984: pl. LIX), aumenta sensiblemente la talla así como la curvatura exterior del borde, caso del ejemplar nº 1878 del Museo de Cantabria (Álvarez Santos 2005:

Fig. 28), Valeria (Sánchez Lafuentes 1985: nº 182-183), La Coruña (López Pérez 2004: Fig. 103, nº 336, Fig. 104, 113-116) o en Tricio (Garabito 1978: Fig. 99, nº 4-5). Este grupo, junto con el anterior, sería el segundo determinado en Conimbriga (Delgado et alii 1975: 183-184). Recordemos que en el cuarto grupo el borde ya es casi imperceptible (Mayet 1984: pl. LX), la pared es lisa y el cuarto de círculo interior,

FIGURA 3. Ejemplos de forma 27 localizados en el siglo III.

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FIGURA 4. Ejemplos de forma 27 localizados en el siglo III.

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FIGURA 5. Ejemplos de forma 15/17 localizados en el siglo III.

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FIGURA 6. Ejemplos de formas variadas (8, 33, 35 o 77) localizadas en el siglo III.

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debido a la mayor abertura de la pared, se va estilizando, perdiendo así su visibilidad. Para Tricio es característico uno de los platos publicado en 1978 (Garabito 1978: Fig. 100, 8). Este grupo, equiparado con el tercero de Conimbriga, ha sido establecido como propio del III-IV d.C. (Delgado et alii 1975: 183), hecho que podemos constatar por la ausencia de estas formas en enclaves altoimperiales como Lérida (Pérez Almoguera 1990). A rasgos generales estas piezas, según Mayet (1984, 71) no se pueden llevar a época tardía debido a su ausencia en contextos claros de este periodo.

En la propuesta tipológica que hemos realizado con los ejemplares emeritenses (Bustamante 2013), hemos establecido hasta seis grupos en función de su morfología con una variante del siglo III d.C. donde se percibe un alargamiento de la pared del plato, un desinfle del cuarto de círculo y un exvasamiento de hasta unos 40 grados. Recordemos que encontramos una interesante dialéctica sobre si tenemos que seguir viendo su desarrollo hasta el siglo IV –tal y como apostaba Mezquíriz- y puntualizado por Paz hasta la mitad del IV d.C. (Paz 1991: 61), o si bien debemos establecer el final de la producción a fines del III d.C. o como mucho a inicios del IV d.C. (Juan 1992: 49). Los ejemplares más tardíos han aparecido en la zona norte peninsular, como viene ocurriendo con la mayor parte de la producción hispánica tardía, caso de Uxama (García Merino et alii 2008: Fig. 11, nº 6-8), Palencia (Juan 1992: 48) o Zaragoza (Paz 1991: 61). De igual modo, Juan apuesta por no estandarizar los rasgos que se han considerado como tardíos puesto que a partir de algunos estudios de paralelos, caso de Arcaya, se visualizan platos de similares características en época altoimperial. Los ejemplares estudiados con estas características tipificadas como tardías se pueden percibir a mitad del II d.C. pero por pastas y barniz el desarrollo amplio parece darse en torno al III d.C. En este punto creemos que es a fines del III d.C. el momento en el cual se produce el fin de la llegada de estas piezas a Mérida. Aunque poseemos piezas datables en los siglos posteriores, éstas poseen características compositivas altoimperiales y no las típicas del momento como son su carácter anaranjado y débil engobe. Su aparición en contextos claros del siglo III d.C. es una de las grandes incógnitas en el panorama de su estudio siendo el caso de los Matagallanes un ejemplo al respecto (Bernal 1998: Fig. 70, nº 82).

Por consiguiente, vemos una intensa variedad de formas que son el reflejo de un gusto extremo por estas piezas, hecho que también vemos por la abundancia de talleres que las fabrican a lo largo de la geografía peninsular.

El siguiente tipo en cuanto a número de piezas localizadas, es la forma 8 (Fig. 6, n. 6-16), entendida ésta como un bol de cuerpo hemisférico, borde simple y pie bajo. Se caracteriza por ser una de las formas más básicas del repertorio hispano. En el estudio realizado, esta forma aparece ampliamente representada, con unos ejemplares muy concretos en el siglo III d.C. El borde es simple con carácter perpendicular tirando a exvasado o saliente con respecto a su eje. Los fondos suelen descender, estando en todos los casos el pie anular hispánico muy marcado. Es muy característico el grosor de paredes que es más amplio en las piezas de mayores dimensiones. Las piezas no suelen tener un tamaño muy considerable sino más bien son de pequeño formato. Para este grupo tenemos varios ejemplos paralelos a los presentados, caso de los de Conimbriga (Delgado et alii 1975: pl. XLVI, nº 201), Funes (Mezquíriz 1961: tav. II, 6 y 1985, 4), Arcaya (Ciprés 1987: lám 23, 14, 15 y 18), algunos ejemplares del museo de Cantabria (Álvarez Santo 2005: 116, nº 2636 y 3083), Varea (Luezas y Sáenz 1989: lám. VII, nº 51-53) o La Coruña (López Pérez 2004: Fig. 94, nº 298).

La forma 35 (Fig. 6, n. 18-19), también aparece representada con dos ejemplares con desarrollo muy amplio de su sección. Las piezas con estas características aparecen muy esporádicamente a mitad y fines del II d.C. reduciéndose en dimensiones y aumentando su profundidad a medida que avanzamos el siglo III d.C. El final de la circulación de las piezas –sin contar las que residualmente quedan en contextos más modernos- lo debemos ubicar a principios del IV d.C. gracias a los ejemplares datados en esos momentos. Las piezas localizadas en los contextos estudiados responden a una variación generada por la evolución del primer tipo desde época trajanea y alcanza las cotas de mayor expresión durante el siglo II y el III d.C. Se caracterizan por poseer el borde a modo de gancho, bastante grueso y anulando cualquier juego cóncavo en la zona inferior de las piezas a pesar de que los ejemplares más antiguos sí parecen dar un cierto juego en este sentido. En cuanto a la técnica de la barbotina, observamos cómo los ejemplares ubicables a fines del II e inicios del III d.C. aún no la pierden. Sus fondos, comienzan un descenso considerable de su altura pero en ningún momento alcanzan las cotas de las piezas de la hispánica tardía.

Uno de los elementos más innovadores en cuanto al repertorio estudiado es la forma 77 (Fig. 6, n. 4-5). Estamos ante un plato hondo de pie alto y anular en época altoimperial (y bajo en época tardía) la pared se caracteriza por ser oblicua con un borde simple redondeado y con una tendencia más o menos

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exvasada. Las principales características se reducen a sus dimensiones (entre 22-30 cm.) y a su oblicuidad que la diferencian de la Forma 8.

En relación a su ordenación tipológica, fue Mezquíriz (Mezquíriz 1961: 77, lám. 23) la primera que lo insertó en el elenco de la Terra Sigillata Hispánica, pero con una denominación distinta, la de Forma 6. Así recogía únicamente su faceta más tardía a partir de los ejemplares hallados en los niveles del III-IV d.C. de Pompaelo (Mezquíriz 1958: 137, Fig. 58, nº 18 y 1961, 77, lám. 23), Andión (Mezquíriz 1961: 59, Fig. 1 y 1961, lám. 23, nº 1), Peñaforúa (Mezquíriz 1961: lám. 23, nº 3 y 4) o Tritium Magallum (Garabito 1978: 405, Fig. 105, nº 38). Nuestros ejemplares parecen asemejarse a los de Andión y Pompaelo, también a otros hallados en Arcaya (Ciprés 1987: 36, lám. 37, Fig. 159), Pedrosa de la Vega (Palol y Cortes 1974: 162, Fig. 63), la forma L4 de Libia (Marcos Pous 1979: 149) o La Coruña (López Pérez 2004: 226).

Su escasa aparición en contextos altoimperiales así como lo controvertido de su denominación se advierte como un reflejo de su tortuoso proceso de identificación y sistematización. En relación a su posible orígen podemos establecerlo en la sudgálica altoimperial Drag. 32. Esto ya fue apuntado por Mezquíriz y Garabito, pero debido a su consideración de las piezas como tardías, no quedó más en una mera cita que ahora rescatamos (Mezquíriz 1961: 77; Garabito 1978: 405, Fig. 105, nº 38). A tenor de la estratigrafía que hemos estudiado vemos un desarrollo diacrónico desde época altoimperial hasta bajoimperial.

Debemos advertir dos grandes grupos, uno altoimperial y otro claramente bajo imperial, determinado por las características físicas así como por algunas variantes morfológicas. Los ejemplares tardíos presentan un borde con tendencia a invasarse, su conformación abandona el apelativo de plato para ser una copa a similitud de la Forma 8 pero sin el carácter hemisférico que les viene caracterizando. Este ejemplar es en el único en el que podemos valorar el pie. El mismo presenta un leve carácter anular, que van perdiendo nitidez, vislumbrándose la moldura inferior hispana.

Cronológicamente ha sido muy controvertido el debate establecido en torno a la citada pieza. Así, Mezquíriz (1961: 77), Garabito (1978: 405) o Roca y Fernández (1999: 288) apuntaban a fechas tardías de los siglo III-IV d.C. y Paz las ampliaba hasta el V d.C. (Paz 1991). A tenor de los resultados de este estudio estratigráfico creemos que las piezas en cuestión deben alzarse como altoimperiales teniendo un periodo de vida prolongado al menos hasta fines del III d.C. En este sentido podemos hablar de su gestación a inicios

del II d.C., apogeo a mitad del citado siglo y declive en la centuria siguiente, siendo lo interesante de la propuesta ampliarlo al siglo II d.C., repunte que ya fue propuesto por Solovera (1987).

Por consiguiente, nos movemos ante un plato de origen claro altoimperial, al menos de principios del II d.C. que se desarrolla hasta finales del III o principios del IV d.C. aunque hay autores que retrasan su cronología hasta el V d.C. Observamos una evolución tipocronológica clara desde ejemplares más cercanos a platos hondos hasta conformarse como copas profundas de pared oblicua y nunca hemisférica a similitud de la Forma 8.

En este conjunto también aparecen ejemplares de tapaderas, forma 7 (Fig. 6, n. 1-3). Presenta el borde redondeado y con tendencia vertical, lo que anula la posibilidad de que estos formen parte de un servicio con piezas con borde bífido hecho que sería lo normal para los ejemplares anteriormente tratados. El único ejemplar de fondo localizado nos habla de una posible polivalencia que se puede observar en algunos ejemplares aquí propuestos con botones más amplios de lo normal y con tendencia casi plana. El elemento indicador de su funcionalidad como tapadera es el distinto tratamiento entre la zona externa y la interior. Así mismo, podemos observar cómo se produce un abombamiento de las piezas, siendo los ejemplares más antiguos más bajos. Podemos decir que la citada polivalencia pudo ser más fuerte al inicio de la producción, quizás para cubrir las deficiencias de unos servicios que aún no estaban desarrollados en plenitud. Cronológicamente se observa su generación en época flavia pero con amplio desarrollo durante todo el siglo II d.C. llegando incluso al siglo III d.C. como es el caso planteado.

En estos momentos se documenta una forma hasta el momento no hallada en suelo hispano y que denominamos Mérida 3 (Fig. 7, n. 10). En lo que respecta a la forma, poco podemos decir puesto que nos movemos únicamente con su fondo pero nos sirve para ver una producción formal hasta ahora inexistente en el repertorio hispánico. Estamos ante un fondo anular muy bajo. El anillo inferior cuadrangular es pequeño y muy marcado. De igual modo, encontramos una pequeña moldura central que nos puede evocar a la típica moldura hispana. Las divergencias en la pieza nos llegan cuando aparece decorada a buril por ambas partes. En la zona superior aparece una doble franja burilada amplia y espaciada. Por el contrario en la zona inferior vemos una franja más amplia con burilado poco espaciado. La existencia de este doble burilado por ambas partes nos da pistas de una posible polivalencia a modo de plato-tapadera.

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FIGURA 7. Ejemplos de forma 37 localizados en el siglo III.

Para finalizar destacar un conjunto poco significativo de piezas decoradas (Fig. 7) con un estilo a medio camino entre las producciones altoimperiales y las tardías. Principalmente aparecen composiciones geométricas separadas por elementos fitomórficos y serpenteantes. Se observa el predominio de punzones muy desgastados que refuerzan la idea de una

tradición altoimperial basada en la “sobre utilización” de los moldes y útiles de los decenios previos. Las formas principalmente se restringen a los tipos 37a y b, 37 de formato pequeño así como una forma 44 claramente residual. Durante la primera mitad del II d.C. observamos un desarrollo similar a los momentos iniciales de la producción. Durante el siglo III d.C.,

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más concretamente durante la primera mitad, observamos un cambio claro de la producción, sobre todo, en lo que concierne a las características compositivas de la pasta así como a la decoración, que podemos caracterizar como sigillata hispánica intermedia.

EL SIGLO IV ENTRE UNA CRISIS Y LA OPULENCIA

EMERITENSE

Además de la importancia política adquirida por Mérida durante el siglo III d.C., que lleva consigo toda una serie de obras reconstructivas en la ciudad, caso del anfiteatro o el acueducto, se comienza a ver una organización totalmente “cristianizada” de la ciudad. Templos, necrópolis así como otras evidencias cristianas crean un caldo de cultivo apto para que el siglo V d.C. sea el siglo cristiano por excelencia de Mérida.

En el siglo IV en lo que respecta a las formas en TSHT, se produce un fuerte hiato de la producción con respecto a los momentos altoimperiales. En los contextos estudiados desaparecen de la escena las formas más sobresalientes, caso de la 27 o la 15/17. Los boles aparecen bajo el predominio de la forma 8, junto con una amplia variedad de la forma 37 con la eclosión de las buriladas. Los platos 15/17 se cambian por otros típicamente tardíos (caso de las formas 82 o la Palol 2). La producción altoimperial parece que deja paso a una en la que los aires imitativos africanos son amplios.

Los contextos utilizados presentan una fuerte presencia de formas en ARSW-D - Hayes 52 (Fig. 8, n. 4), 54 (Fig. 8, n. 5), 58a (Fig. 8, n. 1 y 6), 59 (Fig. 8, n. 2), 61 (Fig. 8, n. 3)- así como ARSW-C -Hayes 55 (Fig. 8, n. 8) así como elementos en africana de cocina (Lamb. 9 -Fig. 8, n. 8-)-. Todas estas piezas nos hablan del intenso comercio de Mérida con África.

La forma 8 (Fig. 9), en los contextos del siglo IV d.C. presentan dos variantes según su borde. Una primera similar a las localizadas en el siglo III d.C., es decir, con borde simple y tendencia perpendicular tirando a exvasada o saliente con respecto a su eje. Los fondos suelen descender, estando en todos los casos el pie anular hispánico muy marcado. Una segunda donde el borde se diferencia del resto del cuerpo por la aparición de un pequeño bastoncillo apuntado o semicircular. También se advierte un mayor diámetro y altura de estos ejemplares y una disminución del diámetro de sus fondos. Aquí entrarían los grandes ejemplares que, moldurados o no, parecen recordarnos a las formas Drag. 37 lisas. Podemos ya

afirmar que estamos ante una producción tradicionalmente considerada de factura tardía. Estas piezas se integrarían dentro de la tipología de Paz Peralta como forma 4.2. que establece para fines del IV inicios del V d.C. pero por los contextos estudiados debemos adelantarlos pleno siglo IV d.C. En este conjunto entrarán las formas de Corella que ya sus excavadores situaron en los siglos III-IV d.C. (Mezquíriz 1961: 53), Almenara de Adaja (Delibes y Moure 1974: Fig. 13, nº 29), Arcaya (Ciprés 1987: lám 24), Conimbriga (Delgados et alii 1975: XLVI, nº 199), Funes (Mezquíriz 1961: tabl. II, I y 1985, tav. XXVII, 1), Mérida (Aquilué y Dehesa 2006: 168-169, atribuida como pieza tardía meridional), Pedrosa (Palol y Cortes 1974: 133, Fig. 36), Relea, Palencia (Juan y Pérez 1987), Uxama (García- Merino et alii 2008: Fig. 11, nº 1 que lo ubican en el s. III d.C.) o el Museo de Cantabria (Álvarez 2005: 116, nº 3809). Esta forma estaría ausente en contextos previos como ocurre en Lérida (Pérez Almoguera 1990). A pesar de que en la primera época productiva de estas piezas también vimos ejemplares de reducidas dimensiones, la diferencia con respecto a los de factura tardía, es que éstas se achatan de manera amplia, siendo 4 o 5 cm. la altura alcanzada. A pesar de lo dicho, en época tardía nos movemos en momentos de contrastes de grandes piezas

De nuevo observamos la aparición de dos fragmentos de tapadera de la forma Hisp. 7 (Fig. 10, n. 1-2). En esencia guarda la estética de momentos previos, pero si se observa detenidamente podemos determinar una diferencia clara, tal y como es la sobre elevación del borde y la gran altura que poseía en su desarrollo. Éste será el contexto más moderno en los que aparezcan estas piezas, estando ausente en los niveles del V d.C. También aparece una pieza de variante Hisp. 4 (Fig. 10, n. 3) con un borde horizontal sensiblemente más corto que en los ejemplares altoimperiales y un cuerpo más estrecho. Las forma Hisp. 37 (Fig. 12, n. 1) aparece con escasos fragmentos, pero con unas características compositivas y decorativas que se pueden englobar dentro del grupo de las tardías. Destacamos una forma completa decorada con un punzón romboidal que aparece como motivo de relleno dentro del gran círculo. Un punzón similar aparece, repetido múltiples veces, en un fragmento hallado en el castro de “Castillo Billido” (Soria) (López Rodríguez 1985: p. 213, nº 1692) que este autor incluye en la nómina de “motivos seriado de pequeños elementos” 2A1/46. También aparecen dos ejemplares de Paz 4.18-4.22 (2008) (Fig. 12, n. 2-3). Planteamos este último grupo tan heterogéneo ya que el volumen de piezas que hemos hallado no nos permiten llevar a cabo mayores cotas de precisión,

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FIGURA 8. Contexto cerámico del siglo IV d.C.

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FIGURA 9. Ejemplos de forma 8 localizados en el siglo IV.

lo único que sí podemos precisar es que el contexto de aparición se concentra a fines del IV d.C. e inicios del V d.C. encontrándose ausentes después. Este hecho nos ayudaría a concentrar la dilatada cronología propuesta para estas piezas que se llevaban hasta el siglo VI d.C. (Paz 2008: 529).

Si comparamos todas las piezas decoradas sacamos de conclusión que el perfil se abomba y su borde así como su tercio superior cada vez más se diferencian del cuerpo propiamente dicho. Podemos decir, que el siglo que aporta más novedades al registro hispánico

tardío emeritense es éste. En este sentido aparecen nuevas formas cerámicas hasta el momento no docu-mentadas en suelo local.

En primer lugar hemos localizado un ejemplo de Palol 8/Paz 5 (Fig. 11, n. 1). Recordemos que estamos ante un plato de grandes dimensiones, pudiendo variar desde los 12 a los 50 cm. (Juan 2000: 55) –siendo nuestro ejemplar de 22 cm.-. Su difusión suele ser escasa, en parte, propiciada por la situación del mercado hispano volcado con las producciones africanas, que parecen ser sus prototipos, tipológica-

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mente hablando. La primera ordenación se la debemos a Palol y Cortes (1974: 123, Fig. 36), con su número 2. Estos pretendieron buscar el origen en las producciones ARSW-D de los tipos Lamb.1/Hayes 99, Lamb. 60/Hayes 84, 86 y 103 así como 104. Posteriormente Paz intentó rastrear su origen en la forma Hayes 61b, con el fin de adaptarla mejor a la cronología de las formas hispánicas (Mezquíriz 1985: 163-164, tav. XXXIX, nº 1). De igual modo, también se han querido buscar paralelos para la misma en las producciones gálicas tardías, caso de las Rigoir 11 y 33 (Juan 2000: 55).

Aunque no han sido muchas las ordenaciones tipológicas existentes, la más acorde a nuestro ejemplar reside en la efectuada por Juan (2000), a partir de los materiales de Quintanilla de la Cueza. El mismo establece seis grupos tipológicos en función de su borde, quedando nuestro ejemplar adscrito al cuarto. Este grupo, como advierte este investigador, es muy heterogéneo en cuanto a ordenación, de hecho existen autores como Paz que lo incluyen en otra ordenación distinta, la forma 83B, que luego comentaremos. A pesar de ello creemos que las formas que expondremos como 83B se articulan muy distintamente, de ahí que la hayamos separado tipológicamente. De igual modo, en la última revisión efectuada por este autor le da una nueva terminología, la de Paz 8.10, a partir del ejemplar publicado por los investigadores de la Olmeda (Paz 2008: 525, Fig. 13), pero ubicándolo cronológicamente de la mitad del V d.C. en adelante.

Morfológicamente nos movemos ante un plato con borde de solapa pegada al cuerpo, muy corto, apuntado y vertical, que nos evoca a las formas Hayes 61b de fines del IV-mitad del V d.C. En este sentido el ejemplar que proponemos se ubica cronológicamente en un estrato de fines del IV e inicios del V d.C., ajustándose muy bien a dicha cronología.

Son muy pocos los ejemplares publicados, destacándose los de Solosancho (Ávila), Segobriga, Mérida, Villagarcía de Campos (Valladolid) (Juan 2000: 58), La Olmeda (Palol y Cortes 1974: 123, Fig. 36; Mezquíriz 1985: 163-164, tav. XXXIX, nº 1) o Conimbriga (Delgado et alii 1975: pl. LXXXIV, nº 30 y Mayet 1984: pl. CCXLVII, nº 64). Por consiguiente, vemos un circuito muy restringido al cuadrante Noroeste de la Península Ibérica.

Centrándonos ya en el ejemplar propuesto, nos movemos ante una pieza muy fragmentada y adscrita a nuestro grupo de pastas tardías. Su grado de conservación es bastante deficiente, estando muy desgastada e incluso faltándole el engobe externo en su totalidad. La misma posee unos 22 cm. de

diámetro y unos 4 cm. de altura. Uno de los elementos que más nos llama la atención es su decoración central a partir de un doble círculo concéntrico, que actúa de cartela para la decoración fitomórfica central de rosas pentapétalas, jalonadas por otra central posiblemente para cubrir el posible desperfecto generado por el compás del círculo central. Las flores se caracterizan por ubicarse aleatoriamente, sin seguir una equidistancia entre ellas. Así mismo, se observa cómo su impresión es muy leve por lo que no descartamos que estemos ante un punzón ampliamente utilizado, pues se ha podido apreciar su uso en otros ejemplares, caso de Quintanilla (Juan 2000: Fig. 28). De igual modo, es muy interesante el hecho de que este motivo simple esté repetido con distinto número de pétalos, lo que indica la monotonía decorativa a la que llega la producción en este momento.

En relación a la cronología apostamos por la de fines del IV - principios del V d.C. y la consideramos como plena por el grado de conservación de la pieza, y la inexistencia de indicios de residualidad. Para el caso, esta cronología es por la que se apuesta en los nuevos estudios sobre estas piezas, ampliándose su vida hasta el siglo VI d.C. (Paz, 2008: 529).

Una de las novedades, en cuanto a formas se refiere, es el tipo Palol 5/Paz 82a (Fig. 10, n. 4-7). Nos referimos a unos platos más menos hondos, que parecen dividirse en dos registros: uno superior con pared con tendencia recta y uno inferior a modo de plato simple, con el pie bajo y estando en algunas ocasiones exento el mismo. Se han localizado cuatro ejemplares que, aunque suponen un número mínimo para nuestro estudio, hay muy pocos lugares que hayan dado un número superior, caso de Quintanilla de la Cueza –Palencia- (Juan 2000: 68-71). Para el caso emeritense ocurre lo mismo que vemos con las producciones tardías, es decir, escasas secuencias estratigráficas e incoherencias en el repertorio tipo-lógico. La dificultad de llevar a cabo una ordenación tipológica de este ejemplar nos viene de la mano de su propia denominación, que ha pasado por diversos cambios. Mezquíriz (1961: 77, Lám. 23), nos ofrecía dentro de su repertorio la forma con la numeración Forma 6 con varios ejemplos procedentes en su totalidad del norte peninsular. Este grupo, que se caracterizó por ser muy variopinto, generó nuevas tipologías que engloban estas piezas de manera desmembrada en distintos tipos. Posteriormente se habló de la Forma 77 que, como veremos, posee un perfil de carácter típicamente altoimperial (1985, tav. XL, 3-6). Para ver esta pieza dentro de ordenaciones tipológicas tardías, nos tenemos que acercar a los estudios de La Olmeda (Palol y Cortes 1974: 127-128), donde se aportó una nueva ordenación en la

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FIGURA 10. Formas variadas (tapaderas, Hisp. 4 y Palol 4) del siglo IV d.C.

que adquiría la denominación nº 5. Posteriormente Paz ha efectuado nuevas ordenaciones con la citada forma otorgándole una nueva numeración, 82 y 83 con sus variantes (Paz 1991: 162) y 8.2-8.9 (Paz 2008: 525).

Las piezas que presentamos proceden de un conjunto de la segunda mitad del IV d.C. Las mismas, a pesar de que son cuatro, se presentan de manera muy homogénea, insertas dentro del grupo de las formas Paz 82a y 82c. Las primeras se caracterizan por poseer la parte superior exvasada, encontrándose representada para estos casos la carena de unión entre la parte inferior y la superior. De igual modo, la variante 82c aparece con decoración impresa fitomórfica de palmetas. Cronológicamente se le atribuyó a las citadas piezas los siglos III-IV d.C. para el primer grupo y la mitad del IV d.C. para el segundo grupo. El contexto estudiado apunta a una pervivencia algo mayor de las mismas, al menos hasta

la segunda mitad del IV d.C., siendo la homogeneidad del contexto un elemento a tener en cuenta a la hora de valorarlo. Ejemplares paralelos a los localizados son los de la Olmeda (Palol y Cortes 1974: 127, Fig. 32, nº 56), Zamora (Mañanes 1977: 39, Fig. 45), Zaragoza (Paz 1991: 87-93), Conimbriga (Delgado et alii 1975: lám. LXXXV, nº 36 -la incluimos aquí por las constantes alusiones efectuadas por los autores a la hora de efectuar los elencos pero creemos que el prototipo se aleja notablemente de la pieza a estudiar-), Toledo (Carrobles y Rodríguez 1988: 113 y 119-120), Herrera del Pisuerga (Pérez González 1989: 351-352) o Quintanilla de la Cueza (Juan 2000: 68-71).

La forma 61 (Fig. 11, n. 3) también aparece en el siglo IV. Nos encontramos ante un pequeño vaso con tendencia acampanada y triple moldura superior. Han sido muy pocos los vasos encontrados, remitiéndonos todos ellos a una cronológica claramente tardía. La

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FIGURA 11. Formas variadas (cuencos, botella y plato Palol 2) localizadas en contextos del siglo IV d.C.

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FIGURA 12. Formas decoradas del siglo IV d.C.

primera vez que encontramos en la bibliografía el vaso fue con motivo de la publicación de la necrópolis de San Miguel de Arroyo (Palol 1969: 137, Fig. 23, nº 6). Mezquíriz lo integró en su tipología con la denominación Forma 61 en 1985 (Mezquíriz 1985: 161, tav. XXXVIII, 4) estableciendo como arco cronológico de vida fines del IV e inicios del V d.C.

Hemos localizado un ejemplar que sigue aportándonos la misma cronología que la propuesta por Palol Este vaso, de clara factura tardía, ha aparecido en contadas ocasiones. Posee un radio de dispersión claramente norteño, siendo esto otro indicio más para considerar a Augusta Emerita como

un núcleo absorbente de redes comerciales tarraconenses. Otros ejemplos los encontramos en el Museo de Palencia (López 1978: 238-239, lám. XII, nº 87), en La Serna datada a fines del III e inicios del IV d.C. (Nozal et alli 1990: 378), así como en Quintanilla de la Cueza (Juan 2000: 92, Fig. 37, nº 145). Juan afirmó la posible existencia de otro ejemplar mal atribuido en Fuentespreadas (Zamora) (Caballero 1974: 19, Fig. 5, nº 3 en Juan, 2000, 92).

En las últimas ordenaciones tipológicas, Paz (2008) estableció como arco cronológico el periodo comprendido entre mitad del IV y fines del V. Estamos ante otro ejemplo de imitación cerámica de

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formas en vidrio, en este caso, la Isings 108a. Frente a los ejemplares aparecidos, el aquí estudiado se carac-teriza por pertenecer quizás a un segundo estadio formal a partir de las incisiones que percibimos en el borde. Por ello, creemos que la cronología de La Serna debe ser la tomada como inicio de los vasos en su modo más sobrio. Por el contrario, el aditamento de esta ornamentación nos puede indicar su evolución en plena mitad del IV d.C.

EL SIGLO V:

NUEVAS GENTES, NUEVOS CONSUMIDORES

El siglo V, es el momento de las presiones migratorias ejercidas por las poblaciones centroeuropeas. Los vándalos arrasan con algunos de los monumentos emblemáticos de la ciudad, caso del de la mártir Eulalia (Arce 2002: 185). Posteriormente los suevos con Requila proclaman a la ciudad como capital de su reino.

Este siglo se articula como el último de llegada de las producciones hispánicas tardías a suelo emeritense. Estas fechas concuerdan con la tónica general de la producción y comercio de estas piezas. A pesar de ser un momento de declinar se observa en Mérida la llegada de piezas que, hasta el momento, no habían hecho acto de aparición. Así mismo se observa un tipo que no estaba documentado en suelo hispano y que parece seguir los cánones productivos africanos.

Entre las piezas foráneas consumidas destacamos platos ARSW-D de los tipos Conimbriga 1979, XX, 19 (Fig. 13, n. 1), 58b (Fig. 13, n. 3 y 6), 82b (Fig. 13, n. 2), 87 (Fig. 13, n. 5) y 91 (Fig. 13, n. 7). También aparece un plato en Hayes 50 del tipo ARSW-C de carácter residual (Fig. 13, n. 4).

Entre las formas hispanas que aparecen se destaca la Hisp. 74/Palol 3 (Fig. 14, n. 1-3). A la hora de valorar los platos efectuados en Terra Sigillata Hispánica Tardía nos encontramos con un problema inicial que dificulta grandemente nuestro estudio. Éste se refiere al grado de fragmentación de las piezas que no nos permite llevar a cabo una adscripción fiable a los tipos cerámicos. De igual modo, el escaso número de piezas pertenecientes al grupo de las hispánicas tardías tampoco nos da margen para afrontar estudios más profundos.

Hemos determinado un grupo heterogéneo de formas Palol 3 y 4 pues nos movemos ante dos tipos de platos muy semejantes entre ellos.

La primera forma, la Palol 3, es un plato de borde plano levemente inclinado hacia el interior, pudiendo tener decoración burilada (Palol y Cortes 1974: 124, Fig. 37; Paz 1997: 99). Presentan un borde plano,

engrosado en su parte más extrema y ligeramente inclinado hacia el interior. Los mismos, poseen un diámetro que va desde los 26 a los 27 cm. La citada forma se articula como clara imitación de las formas africanas Hayes 45/Lamb. 42, aunque para algunos autores estas piezas son muy tempranas para haber sido prototipos de las hispanas (Juan 2000: 60). En la última ordenación tipológica efectuada por Paz (2008, Fig. 17) este grupo pasaría a denominarse como forma 10.1, aportándonos una cronología que va desde fines del IV al VI d.C.

Cronológicamente los contextos geográficos en los que estas piezas han aparecido son claramente bajoimperiales. En la Olmeda los platos se insertan en el siglo V d.C., mientras que en lo referente a los hallazgos de Zaragoza la cronología apunta al tercer cuarto del IV d.C. Para nuestro caso los dos ejemplares propuestos indican una cronológica aún más tardía, que engloba la mitad del V y la mitad del VI d.C.

En relación a la distribución establecida atañe, sobre todo, a la mitad norte peninsular, destacándose el mapa de dispersión efectuado por Juan a propósito de las piezas de Quintanilla de la Cueza (2000, Fig. IV).

La Forma 74/Palol 4, es un plato plano con borde ancho y horizontal, con alguna que otra estría, hecho que aparece muy marcado en nuestros ejemplos, dándonos la sensación de ser un borde de carácter bífido.

En relación a la cronología, los dos ejemplares se ubican claramente en la mitad del V d.C. coincidiendo así con la cronología aportada en Zaragoza (Paz 1991: 99), mientras que Mezquíriz y Palol optan por el siglo IV d.C.

Lo mismo que ocurre con la forma antes tratada, se observa cómo Paz, reorganizando recientemente la tipología de las hispánicas, le da una nueva numeración a estas piezas, la 8.5 y la 10.4-10.7, siendo la más cercana a nuestros ejemplares, la 8.5 pero de dimensiones mayores, alcanzando los 25-26 cm. de diámetro.

Observamos cómo su difusión es otra vez tarraconense encontrándose ejemplares en La Olmeda (Palol y Cortes 1974: 124-127, Fig. 37), Pamplona (Mezquíriz 1958: 250, Fig. 112, nº 2, 1961, lám. 26 y 1985, 164, lám. XXXIX, nº 6-9) o Zaragoza (Paz 1991: 99). De nuevo nos referimos a la obra de Juan (2000) donde se nos presentan unos ejemplares hallados en Augusta Emerita (Caballero 1982, 190-192, lám. 5, nº 2; Mayet 1984, pl. CCXLI, nº 30, CCXLIII, nº 39 y 41 y CCXLIV, nº 46 y 51). De igual modo las investigaciones realizadas en el foro

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FIGURA 13. Contexto cerámico del siglo V d.C.

provincial de Mérida nos aportan datos de estas piezas en esta época (Aquilué y Dehesa 2006, 168). Aunque se advirtieron como tardías meridionales, el grosor de su pared plantean su asociación a la producción de TSHT.

Las piezas que ahora presentamos siguen dándonos muestras de la gran diversidad existentes en época tardía. Debemos tener en cuenta que nos movemos en un circuito, el del mediodía peninsular que, a excepción de Augusta Emerita, presenta pocas piezas.

Destacamos la aparición puntual de formas de alta tradición altoimperial, caso de una Forma 15/17 (Fig. 14, n. 4), con el aditamento de una línea burilada en la pared externa hecho que nos daría indicios de una innovación técnica en los últimos años de la producción hispánica.

En lo que respecta a la forma Mérida 4 -establecida recientemente (Bustamante 2013)- (Fig. 14, n. 5), poco podemos decir puesto que nos movemos únicamente con su fondo pero que nos sirve para ver una producción formal hasta ahora

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inexistente en la producción hispánica. Estamos ante un fondo anular muy bajo. El anillo inferior cuadrangular es pequeño y muy marcado. De igual modo, encontramos una pequeña moldura central que nos puede evocar a la típica moldura hispana. Las divergencias en la pieza nos llegan cuando aparece decorada a buril por ambas partes. En la zona superior a una doble franja burilada amplia y espaciada. Por el contrario en la zona inferior vemos una franja más amplia con burilado poco espaciado. La existencia de este doble burilado por ambas partes, incluso por la inferior siendo el vaso muy bajo, nos da pistas de una posible polivalencia a modo de plato-tapadera. De nuevo estamos ante una pieza no documentada hasta el momento en el registro hispano.

En cuanto a los boles localizados destacamos la aparición de una forma Palol 8 (Fig. 14, n. 4). Estamos ante un cuenco de cuerpo hemisférico o bitroncocónico, con borde en alerón, bien de tendencia horizontal, oblicua, curvada o bitroncocónica, pudiendo presentar a partir del IV d.C. decoración burilada, gracias a la influencia de las formas gálicas tardías y ARSW, sobre todo, de la forma Hayes 44 y 52 (Palol y Cortes 1974: 130-132; Mezquíriz 1985: 252; Paz 1991: 69 y 73). De igual modo, Carandini también entró en el debate, afirmando su origen en las piezas africanas Hayes 93, más tardías que las propiamente hispánicas de ahí lo erróneo de la afirmación (Mayet 1984: 252; Paz 1991: 73). Tampoco descartamos que estemos ante una pieza tardía generada al amparo de las formas hispánicas altoimperiales. Su similitud con la Forma 5 altoimperial es clara. A partir de aquí, se pudo generar un hiato productivo no reactivado hasta el III d.C., momento en el cual se produjo el resurgimiento de esta pieza con características plenamente tardías. Estas características se concretan en una mayor profundidad y un menor desarrollo del fondo.

Al igual que viene ocurriendo con otros ejemplares efectuados en sigillata hispánica nos encontramos con un caos nominal a la hora de otorgarle un apelativo. En este sentido, Mezquíriz ha cambiado la denominación 5 (1961: 75-77, lám. 22a, nº 4-5) por la 6 (1985: 144, lám. XXV). La primera gran ordenación tipológica tardía efectuada por Palol y Cortes (1974: 130-132, Fig. 42) la hacía insertarse en su forma 8 a (burilada), b (estampada) y c (lisa). Por el contrario, poco después Paz volvió a la ordenación de Mezquíriz con la forma 5 (Paz 1991: 69), hecho que a día de hoy ha rectificado, proponiéndolo en su nueva ordenación como forma 4.8 (Paz 2008: Fig. 3, nº 4.8). De igual modo, ha habido ordenaciones tipológicas que no han sabido dar un número a la citada forma, caso de lo ocurrido con Mayet quien la

insertó dentro del compendio de cuencos con “marli” (Mayet 1984: 252, lám. CCXXXVIII).

Cronológicamente se establece el inicio de las mismas en el siglo III d.C. (Mayet 1984: 252), apareciendo decoradas de manera amplia en momentos posteriores al IV d.C. (Paz 1991: 69) y estando presentes durante el V d.C. (Paz 1991: 73) y el VI (Paz 2008: 529), tal y como vemos en los ejemplares estudiados en este caso. En el estudio que planteamos, estas piezas únicamente aparecen representadas con dos ejemplares en contextos de la mitad del V d.C. Éstas aparecen decoradas con burilado y con la característica de presentar en el borde un reborde exterior vuelto. Como ya se ha advertido previamente, la aparición de la decoración a burilamiento parece ser una característica propia de momentos posteriores al IV d.C., hecho confirmado por los ejemplares propuestos. Se han localizado en Mérida estas piezas en contextos con cronologías similares, siendo de destacar los contextos del Foro Provincial (Aquilué y Dehesa 2006: 168).

Entre las piezas que podemos reseñar en suelo hispano destacamos los ejemplares de la Olmeda (Palol y Cortes 1974: 130-132, Fig. 42), Nájera (Garabito 1978: 423, Fig. 116, nº 2), Pompaelo (Mezquíriz 1958, 130, Fig. 52, nº 5, 43, nº 41; 1978, 196, Fig. 101, nº 6 y 7), Valladolid (Mañanes 1983: Fig. 39, nº 15), Complutum (Fernández Galiano 1984: Fig. 163, nº 209 y Fig. 198, nº 23), Zaragoza (Paz 1991: 69-75, Fig. 10 y 11), Arcóbriga (Juan 1992: 137, Fig. 1.5.1, nº 2 y 3), Quintanilla de la Cueza (Juan 2000: 92, Fig. 37, nº 141-144) o Mérida (Mayet 1984: pl. CCXXXVIII; Jerez 2006: 61-62, Fig. 13, nº 15-22).

Por consiguiente, a pesar del escaso número de piezas de este tipo en el conjunto estudiado, las mismas ayudan a reforzar la cronología final establecida que, por algunos autores, fue insertada en la primera mitad del V d.C. (Juan 2000: 137) y con los contextos estudiados apuntamos a la segunda mitad del V d.C. abriéndose un nuevo debate al respecto.

La forma 8 (Fig. 14, n. 7-11), aparece con unos rasgos productivos similares al siglo precedente, es decir, con bordes apuntados pero también sin apuntar. De esta forma destacamos la aparición de una cenefa burilada en su zona externa. También se ha localizado un borde de una 24/25 (Fig. 14, n. 12), con una pared muy recta y solapa muy vertical y pegada. De igual modo, aparece una forma 13 que es un tintero de pequeño formato (Fig. 14, n. 13) y una forma 1 biansada con borde abierto con acabado redondeado (Fig. 14, n. 14).

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FIGURA 14. Formas variadas del siglo V d.C.

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FIGURA 15. Formas decoradas del siglo V d.C.

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En estos momentos es cuando se produce la eclosión de la forma Paz 4.18-4.22 (2008) (Fig. 15, n. 1-3, 5-7 y 10). También aparecen elementos decorativos del segundo estilo así como el de cestería. Junto a los contextos estudiados por nosotros, hemos localizado en la producción historiográfica emeritense un conjunto muy interesante que podemos datar en el V d.C. por las ARSW-D (Hayes 63 y 61) en una intervención realizada en el entorno del acueducto de S. Lázaro (Olmedo 2006: Fig. 7). Se localizó un interesante conjunto de sigillatas hispánica tardía, destacándose las formas 37 buriladas así como dos formas con segundo estilo decorativo de grandes círculos a compás. Este conjunto apoya los datos aportados sobre la mayor proliferación de las formas buriladas en esta época.

Junto a las piezas que podríamos caracterizar como hispánica tardías canónicas, destacamos la aparición de un borde de recipiente semicerrado con decoración circular estampada localizada en las recientes intervenciones del Proyecto Teatro y Anfiteatro de Mérida en contextos del V d.C. Su característica fundamental es el acabado cromático negro, a similitud de otras producciones tardías que acechan a las costas mediterráneas. A día de hoy no podemos dar un origen preciso de la pieza, pero tenemos muy presente la producción zamorana de Villanueva del Azoague (López y Regueras 1987). Piezas con estas características físicas no han aparecido en Mérida hasta la actualidad. A pesar de lo indicado, son muy comunes en el Norte de la provincia de Cáceres destacándose el enclave de Cáparra, en curso de estudio.

CONCLUSIONES: HACIA UNA SISTEMATIZACIÓN

DEL COMERCIO HISPANO EN ÉPOCA TARDO-

ANTIGUA EN AUGUSTA EMERITA

En el presente trabajo hemos realizado una valoración general del comercio cerámico de sigillata hispánica intermedia y tardía consumida en Augusta Emerita. La propia entidad política y económica de la ciudad así como su ubicación geográfica hacen del enclave un punto bastante interesante para la comercialización de estos productos. A medio camino entre la dinámica comercial sureña y la norteña esta ciudad se puede articular como el punto más meridional en el que se consume con mayor o menor asiduidad la producción hispánica tardía.

A rasgos generales podemos establecer un predominio de los talleres norteños del entorno del Najerilla lo que nos da muestras de una continuación de la dinámica comercial altoimperial. Ésta se

caracteriza por estar volcada al Norte planteándose incluso la constitución de Mérida como centro de distribución o sucursal de Tricio.

Además de las características estilísticas de las piezas, insertas sobre todo en el primer estilo productivo focalizado en el valle del Ebro, así como un conjunto de analíticas arqueométricas realizadas por los Drs. Buxeda y Madrid (2013), nos permiten hablar de este predominio.

A rasgos generales los tres siglos estudiados (III-V d.C.) se pueden determinar cruciales para el comercio a valorar. En primer lugar el III d.C. se puede considerar como continuador de la dinámica altoimperial, de hecho el servicio fundamental se circunscribe a las formas 8, 15/17 así como 27. En segundo lugar, el siglo IV, las formas van adquiriendo tintes tardíos no sólo morfológicamente sino también en la coloración y composición de sus pastas. Las formas 63, 82, Palol 2 así como la 37 burilada y del segundo estilo “círculos a compás” son las principales piezas del momento. En tercer lugar, el siglo V d.C., a pesar de ser el momento de declive total de la producción, se advierten algunas novedades que quizás se conformen como el último intento por revitalizar una producción abocada al fracaso. Así destacamos las Palol 3, 8 así como una mayor proliferación de las piezas 37 buriladas. Destacar también la aparición de una pieza de nueva conformación y con aires africanos.

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