Luna Zamora Emociones y Subjetividades

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1 TEXTO BORRADOR DEL PUBLICADO EN Luna, R. y Scribano, A. (Comp.) Contigo Aprendí…Estudios Sociales de las Emociones. ISBN 978-987-9357-74-3 CEA-CONICET- Universidad Nacional de Córdoba–CUSCH- Universidad de Guadalajara. Córdoba. 2007, Pag. 233-47 Emociones y subjetividades. Continuidades y discontinuidades en los modelos culturales. Dr. Rogelio Luna Zamora( 1 ) Departamento de Estudios Socio-Urbanos. Universidad de Guadalajara Introducción En este trabajo se contemplan a las emociones y los sentimientos como respuestas bio-psico-sociales de los individuos en su interacción social. En otros términos, las emociones y sentimientos constituyen respuestas neurofisiológicas heredadas de nuestra evolución biológica, pero siempre vinculadas a esquemas y modelos –lingüísticos y conceptuales- culturales. Se entiende aquí a las emociones como un sentimiento experimentado por los individuos, pero que sólo es posible explicarlas y darles sentido a partir de una evaluación –cognición- vinculado a prescripciones de corte moral y creencias existentes en el orden social en el cual el individuo se desenvuelve a lo largo de su vida. Es decir, los sentimientos y emociones subjetivas además de tener una intercontextualidad –situación-, tienen que ver con un contexto histórico cultural determinado, que es el que le ofrece al individuo sus códigos para sentir y expresar sus vivencias emocionales y afectivas de manera efectiva. La perspectiva que aquí se sostiene es la de una sociología construccionista que se constituye en una ciencia que permite dar cuenta de la cultura como una estructura de parámetros normativos, significados y creencias, que hacen legible lo que el individuo piensa y siente; y aún más, determinándole en gran medida lo que puede sentir y vivir en la vida cotidiana y aún en sus pensamientos más íntimos.

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TEXTO BORRADOR DEL PUBLICADO EN Luna, R. y Scribano, A. (Comp.) Contigo

Aprendí…Estudios Sociales de las Emociones. ISBN 978-987-9357-74-3 CEA-CONICET-

Universidad Nacional de Córdoba–CUSCH- Universidad de Guadalajara. Córdoba. 2007,

Pag. 233-47

Emociones y subjetividades. Continuidades y discontinuidades en los modelos culturales. Dr. Rogelio Luna Zamora(1) Departamento de Estudios Socio-Urbanos. Universidad de Guadalajara Introducción

En este trabajo se contemplan a las emociones y los sentimientos como

respuestas bio-psico-sociales de los individuos en su interacción social. En otros

términos, las emociones y sentimientos constituyen respuestas neurofisiológicas

heredadas de nuestra evolución biológica, pero siempre vinculadas a esquemas y

modelos –lingüísticos y conceptuales- culturales. Se entiende aquí a las emociones

como un sentimiento experimentado por los individuos, pero que sólo es posible

explicarlas y darles sentido a partir de una evaluación –cognición- vinculado a

prescripciones de corte moral y creencias existentes en el orden social en el cual el

individuo se desenvuelve a lo largo de su vida. Es decir, los sentimientos y

emociones subjetivas además de tener una intercontextualidad –situación-, tienen

que ver con un contexto histórico cultural determinado, que es el que le ofrece al

individuo sus códigos para sentir y expresar sus vivencias emocionales y afectivas

de manera efectiva.

La perspectiva que aquí se sostiene es la de una sociología construccionista

que se constituye en una ciencia que permite dar cuenta de la cultura como una

estructura de parámetros normativos, significados y creencias, que hacen legible lo

que el individuo piensa y siente; y aún más, determinándole en gran medida lo que

puede sentir y vivir en la vida cotidiana y aún en sus pensamientos más íntimos.

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Después de destacar los componentes socioculturales de las emociones, se

hace un breve recorrido por la sociología y sus pensadores clásicos, para arribar a la

constitución de la sociología de las emociones y concluir con las características

teórico-metodológicas del construccionismo.

Las dimensiones sociales de las emociones

¿Es la emoción lo que se “siente” o lo que decimos que “sentimos”? ¿Cómo

podemos explicar y definir la reververancia afectiva (fisiológica-afectiva) que en un

momento o estado de confusión podemos sentir, pero que no presenta nitidez

analítica-conceptual alguna, y que ya sea conceptual o descriptivamente somos

incapaces de interpretar? (Solomon, 1984)

Cualquier emoción puede ser analizada a partir de sus cuatro componentes: a)

sentimiento, b) gestualización expresiva, c) conceptos relacionados y d) normas

regulativas (Gordon, 1990:147). El primero se refiere a la génesis de la emoción, es

decir, cómo se vive o se experimenta una emoción o sentimiento –es la sensación-.

Este ha sido el punto más controversial dentro de los dos grandes enfoques que

estudian las emociones: los organicistas o naturalistas, versus, los construccionistas.

El segundo componente se refiere a la expresión y gestualización fisiológica, corporal;

típicamente, es la conducta, la gestualización y manifestación corporal que involucra

una emoción. Estos dos primeros componentes son la sustancia de aquellas

emociones que son más fácilmente observables en términos fisiológicos y

conductuales. Las ciencias de la conducta y neurofisológicas que observan los

mecanismos neuro-psico-motores que están en la base de las sensaciones –

sentimientos-emociones-, han ofrecido importantes avances en el conocimiento de

las bases orgánicas donde descansan nuestras estados emocionales.

Los dos componentes restantes relacionados con creencias y normas

prescriptivas, tienen una clara y directa relación con procesos socioculturales, en los

cuales los procesos lingüísticos son más evidentes, de aquí su privilegio de ser

1. Correos electrónicos: [email protected]; [email protected]

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perspectivas estudiadas por la sociología y en particular, desde una perspectiva

construccionista (Hochschild, 1990; Armon-Jones, 1986; Kemper, 1990a).

La emoción para la perspectiva construccionista, podría definirse como la

consciencia de la experiencia sentida, psicológica, subjetiva, que típicamente y de

manera simultánea, combina los cuatro elementos siguientes y en el orden

expuesto: a) evaluación de la situación, b) cambios en las sensaciones fisiológicas, c)

la libertad o la inhibición de gestos expresivos, d) un nivel cultural identificando

específicamente la constelación de los tres primeros elementos (Hochschild, 1990).

El concepto de construcción social y para los fines de este trabajo, tiene

relación con al menos dos dimensiones: la primera se refiere al proceso de

construcción de sentidos y significados de los conceptos emocionales que de

manera “natural” realiza todo grupo social en la interacción entre sus miembros, así

como con su entorno físico o natural. Una de las construcciones arquetípicas de

esta dimensión, sería lo que en las ciencias sociales se conoce como cultura

popular o folcklórica. Por supuesto, cualquier grupo social o clase social, que se

distingue por ciertos razgos de identidad y “homogeneidad” cultural (en referencia a

sentidos compartidos), sean éstos hegemónicos o subalternos dentro de la

macroestructura social, genera este proceso de apropiación y generación de sus

propios vocabularios y sentidos, no sólo de las emociones propiamente dichas, sino

del conjunto de actividades de diversa índole que realizan sus miembros.

La segunda dimensión, tiene que ver con el papel del observador(a)

científico(a). Aquí la perspectiva del observardor(a) es crucial en el sentido de

orientar su estudio hacia la “reconstrucción” de la construcción que hacen de las

emociones -y de cualquier otra actividad sociocultural- la sociedad local o grupo

social en estudio, para lo cual debe conocer a profundidad los códigos culturales

locales, las significaciones precisas y situacionales en que se refieren a sentir una

emoción específica con un significado muy preciso y particular.

Esta corriente parte de la consideración de que es el pensamiento social,

construido sobre la base de un repertorio cultural (lenguaje, normas y valores, juicios

y creencias) el que otorga significados cambiantes a una misma emoción y a las

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diversas emociones, constituye el marco de referencia sobre el cual los actores

nativos definen la situación y la emoción correspondiente a tal situación e

interacción, las cuales típicamente se encuentran estructuradas y ordenadas, es

decir, inmersas en relaciones de jerarquía, de convenciones, intereses y normas

reguladoras. Es a partir de la valoración y definición del actor en correspondencia

con este andamiaje de significados, como el actor regula su vivencia y expresión

emocional. Pero también ocurre lo inverso, la interacción social a veces procede

sobre la base de que emociones parecen estar presentes, no necesariamente sobre la

base de cuales son las que están siendo sentidas. La organización social de una

emoción puede ser total o parcialmente independiente de lo que un individuo en

privado esta viviendo.

En otros términos, la coherencia de los elementos de una emoción están

mantenidos por fuerzas psicológicas y sociales. El significado de una situación

particular evoca sentimientos específicos que son manifestados a través de ciertos

gestos expresivos y acciones instrumentales, a lo cual otras personas pueden

responder con aprobación o desaprobación, simpatía o indiferencia.

Estructura y modelos del pensamiento psicosocial

Geertz (1973:90) plantea que los modelos culturales a la vez que son reflejo de

la realidad psicosocial –objetivándola, haciéndola concreta y contundente-, pero a la

vez generando pensamientos y formas de ver el mundo social en a partir de la

interacción cotidiana y en su reproducción diaria de los significados y parámetros que

definen las interacciones de los actores.

Los miembros de una comunidad reciben estos significados y sentidos

aprendidos en su cultura de suerte que le permiten dar sentido a su subjetividad –

pensamientos, deseos y emociones- y le habilitan para desenvolverse de manera

correcta en sus interacciones cotidianas con su entorno social. Socialización,

diferenciación, jerarquización, entre otros parámetros, permiten que al actor individual

ubicarse en su entorno social, definiendo su situación respecto de los miembros que le

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rodean. Es papel del sociólogo considerar la definición del actor respecto a su propio

mundo emocional, considerando las situacionales estructuradas, esto es los

modelos relativamente sostenidos y perdurables de las relaciones sociales, de

donde se deriva que aún las llamadas emociones primarias y universales(2) las

cuales están también sujetas a estos condicionamientos de la estructura social

(Gordon, 1990:150).

Efectivamente, la estructura social afecta el flujo de la emoción a través de al

menos tres procesos interactivos. Por diferenciación, las sociedades o subgrupos

distinguen en su lenguaje y conducta social una emoción dentro de muchos otros tipos

-el enojo puede ser culturalmente identificado en muchas de sus variaciones, por

ejemplo, irritación, furia, celos o venganza-. A través de la socialización, los individuos

aprenden a sentir, a atender, a expresar y reconocer la particular emoción identificada

en su grupo social. Finalmente, el manejo de los sentimientos es la regulación tanto

de la expresión y el sentimiento mismo, de acuerdo a las normas de rectitud. Estos

tres procesos sociales ligan la gran estructura social con la experiencia y conductas

emocionales de los individuos (Gordon, 1990:151).

De esta manera, los modelos culturales conforman una estructura más o

menos estable, que ofrece al individuo una vía de organizar su propio lenguaje y

pensamiento. Cualquier emoción, desde esta perspectiva, no es otra cosa que un

constructo o herramienta que vamos aprendiendo a manejar desde nuestra infancia,

internalizando su significado y sentido, apropiándonos de cuándo corresponde su

expresión y hasta dónde sentir y hasta dónde externala, haciéndola visible a los

demás. Las emociones están así participando en todo proceso y en todo momento, en

las interacciones cotidianas (Walton, 2005).

Para nuestros fines vamos a entender por estructura social la configuración o

modelo persistente de las relaciones sociales que establecen contingencias

2. Se le llaman emociones básicas a un reducido grupo de emociones, conocidas también como primarias o primitivas, las cuales tienen carácter universal en cuanto se observan y se presentan en prácticamente todo tipo de sociedad, en todo los periodos históricos, y aún son observables en diversas especies de animales superiores y en los bebes humanos. Típicamente se incluyen en este grupo, el miedo, la ira, el regocijo, entre otras pocas. Es decir, aquellas que tienen o presentan claramente un diseño fisiológico o somatización (Ekman, 1994; Panksepp, 1994).

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situacionales y constreñimientos, motivando conductas y emociones (Gordon, 1990).

La intensidad y cualidad, el objeto y la forma de las reacciones emocionales

dependen de la cultura emocional, por ejemplo, las mujeres en contextos rurales es o

era común permitirles ser más espontáneas en el contexto privado, pero inexpresivas

en público o al menos más recatadas, el control sobre su conducta pública es

característicamente más estricto que la conducta pública de los varones.

La cultura emocional incluye el vocabulario emocional, normas (regulación de la

expresión y el sentimiento), creencias acerca de las emociones (por ej. la idea de que

reprimir las emociones es un hecho desequilibrante, o vivir una emoción con mucha

intensidad puede llegar a enfermar) y valoraciones (el juicio de que tener miedo y

sucumbir al miedo es cobardía). Es decir, para cada emoción, aprendemos diferentes

vocabularios asociados a ella, normas y creencias acerca de cada una de las

emociones, de acuerdo a estándares determinados por una cultura local (Gordon,

1990:145, 152).

En ocasiones, la estructura social y la cultura emocional producen efectos

emocionales independientes. Es decir, que no siempre las reacciones de una relación

estructurada son las esperadas por la prescripción social (Gordon, 1990:146).

Los efectos de la estructura social de gran escala en la emoción, están

mediados por grupos más pequeños o instituciones en las cuales los individuos

participan directamente. La articulación de la estructura social depende de

interacciones microsociales, de nexos interpersonales, por ejemplo, matrimonios,

relaciones en el crecimiento de los hijos, las redes sociales, a través de los cuales las

estructuras macrosociales tienen sus efectos. Estas transformaciones en los roles

sociales y familiares, implican cambios emocionales ligados a cambios en la estructura

familiar que van de la mano con cambios de estructuras mayores.

La construcción social es más evidente en el vocabulario emocional y en la

regulación que gobierna la expresión y el sentimiento, en situaciones definidas de

relevante significado para la emoción, y en la instrumentación de la conducta.

(Gordon, 1990:147-8) Por ejemplo, la regulación emocional que imponen las reglas y

tradiciones del cortejo para conseguir un compañero(a) amorosa (o).

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El control social tiene relación con el tiempo (intensidad y duración sentida y su

expresión) de la emoción. Desde el hecho de que hay emociones que por su gran

intensidad son “disruptivas” como la rabia en su versión de ‘coraje intenso’, las cuales

suelen ser de de corta duración, mientras que, en contrapartida, hay emociones de

largo plazo, cuasi “permanentes” de tipo pasionales. Estas últimas pueden dividirse a

su vez, en suaves o lights, sentimientos ligeros, mesurados en su sentimiento y

expresión –como el aprecio, el amor maduro, la lealtad, la gratitud-, o bien, como el

deseo de venganza, el odio y el rencor, permanecer en el trasfondo del pensamiento

de un individuo y aún de una colectividad durante largo tiempo y aún generaciones,

como lo demuestran las pugnas interétnicas que recientemente han aflorado al

escenario sociopolítico como rencillas de trayectoria histórica en la región de los

valcanes europeos, o algunos países africanos y árabes, donde por razones políticas

y de dominación de ciertas fuerzas, permanecieron “unidad” diferentes naciones y

etnias.

Breves antecedentes de la sociología de las emociones

La sociología de las emociones, en tanto campo disciplinario propiamente

dicho, emerge hacia la mitad de la década de 1970 (Kemper (1990b). Para este

autor, su surgimiento fue posible por las nuevas perspectivas teóricas de la

sociología que surgieron en los años 1960, criticando el predominio del positivismo,

de la lógica lineal y del exceso en su énfasis de las estructuras y sistemas.

Efectivamente, la sociología estaba predominantemente preocupada por

análisis macrosociales, no acababa de conformar todavía las herramientas

conceptuales para el estudio de las dimensiones microsociales y los fenómenos que

ocurren en la esfera de la vida cotidiana. No sería sino hasta el desarrollo de nuevos

paradigmas como el interaccionismo simbólico (fuertemente influenciado por el

análisis de la dimensión social del pensamiento individual de George H. Mead) por

una parte, y la sociología del conocimiento, por la otra, que la sociología prestó

atención al análisis del individuo y sus interacciones más inmediatas, como objetos

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dignos de estudio de la sociología. Estas serían las influencias teóricas más

determinantes, para la emergencia de este nuevo campo de análisis sociológico. La

sociología de las emociones exige una mayor atención al “yo”, al actor social

propiamente dicho, subraya la necesidad de entender los fenómenos emocionales

como fenómenos sociológicos (McCarthy, 1989:63).

Ciertamente en la sociología clásica las emociones no fueron del todo ajenas,

sin embargo, su abordaje fue tangencial e implícito la mayor de las veces. Esto es,

las emociones aparecen como un elemento importante, y aún el fin último, de

algunas instituciones sociales, pero la esfera emocional en sí misma parece jugar un

papel secundario, dependiente y aún oculto e instrumental, no aparece aquí como

objeto de estudio propiamente, sino como arena en la que se expresan y depositan

los cambios globales de la sociedad. En las teorías propuestas por Durkheim y

Parsons, el orden social y la cohesión descansan en los valores morales

compartidos. Pero en última instancia, como Collins sugiere, los valores no son otra

cosa que "conocimientos amalgamados con emociones”, de aquí la importante

función social de las emociones y los sentimientos en sus respectivas teorías. Para

Collins (1990:27-28) los conflictos que movilizan a la gente en los enfrentamientos de

la lucha de clases (Marx) la legitimidad/ilegitimidad que mantiene

respetuosa/irrespetuosa a la sociedad civil ante las instituciones (Weber), la

solidaridad que cohesiona a los grupos y a la sociedad en general (Durkheim), entre

otras teorías, nos conducen al reconocimiento de que tales teorías no solo analizan

cuestiones estructurales y de conocimiento, sino que los fenómenos que analizan se

refieren también a cuestiones que tienen -necesariamente- un sustrato emocional.

Dentro del campo de la sociología y con fuerte influencia de la psicología y el

psicoanálisis se desarrollaron varias corrientes que hicieron énfasis en el estudio de

la personalidad. Con otra orientación, hacia la década de 1930, se generó una

corriente influenciada por la psicoantropología, que posteriormente fue conocida

como análisis psicocultural, con los trabajos de Malinowski, R. Benedict, M. Mead y

H. Lasswell.

La antropología ve las experiencias emocionales como un asunto cultural

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desde que los individuos definen sus realidades emocionales individuales en relación

con los esquemas de la cultura local. Pero las culturas son parte de un sistema

dominante que se vale de estructuras colectivas, que son sociales en el más amplio

sentido y constituyen el campo de los órdenes morales que penetran en nuestras

vidas de un modo u otro, en especial, en la formación de nuestras emociones

culturalmente diferentes (Harre, Clark y De Carlo, 1989:10)

La sociología de las emociones se constituye así como una respuesta crítica

a la tradición de los clásicos, no solo en tanto que “rescata” la vida emocional o la

sitúa en el centro de la reflexión sociológica, sino que, por sobre todo, se sitúa

señalando que los sentimientos y las emociones forman parte de un proceso

constructivo, mostrando que la esfera emocional está permanentemente atravesada

por una enorme racionalidad que es “activada” no sólo por el individuo como actor

social, sino por los grandes aparatos donde descansa el orden social.

La sociología de las emociones

Hochschild (1990:117) define a la sociología de las emociones como un

nombre para un cuerpo de trabajo que articula las ideas culturales, los arreglos

estructurales, y varias otras cosas relacionadas con los sentimientos..: la manera en

que nosotros deseamos sentir, la manera en que nosotros intentamos sentir, la

manera en que sentimos, la manera en que mostramos lo que sentimos, y la forma en

que prestamos atención, nombramos y hacemos sentido de lo que sentimos. “Si la

sociología debería de incluir a los hombres, entonces mejor traerlos con sus

sentimientos”.

La sociología no presta atención al diseño fisiológico de la emoción por más

universal que éste parezca, ya que a la sociología le interesa el carácter social de las

emociones y sus consecuencias en la interacción. La sociología se interesa por la

interpretación y estado emocional que el actor elabora y siente ante x fenómeno o

situación, otorgándole sentido e inscribiéndolo dentro de sus esquemas conceptuales,

los cuales son intrínsecamente socioculturales. La mayor parte de las emociones

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tienen un origen eminentemente moral y valorativo y cuentan con un repertorio de

prescripciones sobre cómo sentirlas y expresarlas de acuerdo a sociedades

específicas, no son universales en este sentido.

La atención que la sociología ha de prestarle al análisis de las emociones, es

precisamente, en lo que se refiere a las consecuencias sociales de la emoción. Un

enfoque funcionalista como el que plantea (Armon-Jones, 1986), quien argumenta

que, “Las emociones cumplen la función de regular las conductas indeseables y

promueven las actitudes que aprueban el orden social, religioso, político, moral y las

prácticas estéticas de la sociedad”. Este enfoque le prestaría atención a las

funciones de las emociones, en tanto su papel de auxiliares e instrumentales para la

adaptación social del individuo, en tanto su rol rector de la propiedad de la forma de

expresión de las respuestas emocionales y en su rol moral.

Sin embargo, observar la función observar la función de las emociones es

situarse desde una perspectiva teleológica que la integración y reproducción del

orden social, y perder de vista, precisamente, su papel disruptivo (qué no

disfuncional, como lo plantearía un neofuncionalista) y de transformación del orden

social. Los construccionistas funcionalistas que buscan señalar rasgos teleológicos

a las emociones, pierden de vista precisamente el papel también contradictorio de

las emociones en tanto los valores y juicios que intrínsecamente involucran las

emociones y que dan cuenta, y permiten entender, precisamente, los cambios

emocionales entre un periodo histórico y otro, entre una generación y otra, aún

dentro de una misma comunidad o grupo social, y todavía más, no permite ver

expresiones emocionales de resistencia, o del proceso de re-significación y

generación de nuevas expresiones y contenidos emocionales que en momentos de

transición o de cambio cultural acelerado como el que vivimos actualmente, en virtud

a la masificación de los medios de comunicaciones, de exposición e interacción de

individuos y grupos sociales con la diversidad multicultural en la era de la

globalización y la informática, de la cual dan cuenta muy bien los teóricos

postmodernistas, en tanto multiplicidad de espacios de re-significación simultáneas.

En este sentido, Rodríguez (2006: 38) retomando los planteamientos de Pierre

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Bourdieu, analiza tres niveles de lo que la autora observa como “cultura afectiva”; en

la primera dimensión de esta cultura, se encuentra la cultura institucionalizada,

referida a los discursos de larga configuración y que ocupa un lugar hegemónico en

el contexto sociocultural; la segunda dimensión, la refiere a la cultura incorporada,

merced al cual el individuo internaliza los códigos ofrecidos por la primera;

finalmente, la tercera dimensión es aquella que viven los sujetos pero hace

referencia a su capacidad creativa, a su actoría que le permite dar ciertos giros

propios –de aquí los cambios generacionales en la cultura y en los esquemas

mentales y discursivos-; esta última dimensión la denomina cultura en

movimiento.(3)

Una premisa fundamental que expresa muy bien el sentido de que la

sociología debe explicar los fenómenos emocionales con el uso de conceptos

sociológicos adecuados y propios de ésta área de conocimiento (McCarthy,

1989:53). De aquí que no tiene sentido preguntarse ¿qué es una emoción? pues es

una ilusión ontológica de que las emociones existen fuera, por sí mismas, y que la

emoción en tanto palabra es una mera representación. Las emociones reflejan una

operación de ordenar, seleccionar e interpretar situaciones y acontecimientos que

estamos manejando. Nosotros hacemos o podemos hacer únicamente lo que nuestro

repertorio lingüístico y nuestras prácticas sociales nos permiten hacer. Hay un mundo

concreto de actividades y contextos.

McCarthy (1989) sostiene que las emociones son procesos eminentemente

sociales, de suerte tal que ni siquiera cabría la posibilidad teórica de preguntarse

acerca de cualquier emoción que no sea socialmente construida, conformada,

orquestada. En el mismo sentido como plantea Matthews (1992:151): "La emoción

no es un estado interno de la existencia como tampoco es producto de las acciones

propias, individuales, más aún, es un sentimiento directamente dirigido a, y causado

por, la acción de los otros."

En este sentido, la sociología debe explicar las emociones en función de

aspectos sociales y no desde ninguna otra perspectiva. La sociología de las

3. Cursivas de la autora citada.

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emociones presta atención a lo no estrictamente subjetivo e ideosincrático, va más

allá de la dimensión personal, más allá de la subjetividad, de lo que “sentimos” en

determinadas circunstancias y en relación a las historias de vida personales. Por el

contrario, encuentra que las experiencias emocionales conservan un patrón

sociocomunicacional, son una especie de scripts cultural y socialmente aprendido

(Shweder, 1994:32-33). De esta suerte, se interesa por comprender hasta qué

punto, sentir determinadas emociones y expresarlas de un modo u otro, esta

estrechamente relacionado con la clase social, con el lenguaje y los referentes

aprendidos, con las nociones de qué es lo “propio” o más exactamente, lo apropiado a

cada género y edad, y finalmente, se interesa por comprender las emociones en el

contexto particular en el que emergen y se explican, esto es, en función de

determinados contextos histórico-culturales. Sostiene que los términos “emociones”

son nombres para un esquema particular de interpretación (remordimiento, culpa,

vergüenza) de un tipo particular de narrativa o script, que cualquier persona en el

mundo podría (o no) usar para dar significado y forma a sus “sentimientos”

somáticos y afectivos.

De aquí la importanca manejar los códigos culturales locales. Las emociones

tienen constituyen un texto que se despliega en un intertexto situacional y el cual sólo

es posible explicárselo a partir de los costreñimientos estructurales (relaciones de

jerarquía, poder, tradición y convenciones).

Las emociones constituyen entonces, textos lingüísticos que encierran un

concepto del cual hacemos uso para dar sentido a lo que sentimos y justificar el

porqué actuamos como actuamos; nos valemos de las emociones para establecer

comunicación y dar sentido a la interacción social específica. Es decir, la sociología

parte de que las experiencias emocionales individuales están determinadas en

relación a las normas sociales, las costumbres, las tradiciones, las creencias en

torno a las emociones mismas, las ideologías y prácticas culturales de contextos

sociales específicos que promueven ciertas emociones o restringen otras.

Harré (1986: 4-5) sostiene que las emociones se sustentan en el sistema

moral de cada sociedad particular, y que en tal sentido, cada cultura y periodo

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histórico presenta una particularidad en sus conceptos emocionales. Las emociones

en tanto conceptos, no representan la perturbación que está siendo “sentida”, ni es

la representación de ese estado afectivo. Las emociones son operaciones de

ordenamiento, de selección e interpretación de situaciones y acontecimientos que

estamos manejando.

Conclusión

Para la sociología, hoy por hoy, sin lugar a dudas que la postura

construccionista es la que ofrece mayor riqueza en el análisis de las emociones, es

por así decirlo, la perspectiva “natural” a la sociología, la que mejor le acomoda a su

perspectiva intrínseca en tanto disciplina que ha de tomar como objeto de estudio,

un tema que se presenta como irreductible a la dimensión biológica, tal como ocurre

con las emociones. Y esto es válido tanto para enfoques que privilegien la

perspectiva individual como desde una perspectiva que privilegie la búsqueda de

patrones o modelos culturales de un grupo o clase social.

De este modo, la sociología de las emociones que es un campo de reflexión

que hoy por hoy ocupa la atención de un número creciente de estudiosos,

investigadores y lectores, incursiona y aporta frescas e interesantes perspectivas

dentro de los estudios de la esfera de “lo emocional” y lo sociocultural. Enriquece así

el análisis de los grupos sociales, las organizaciones y las instituciones.

Partir de la existencia de modelos psicosociales ofrece una perspectiva que

permite explicar lo común a la experiencia de vivir una emoción determinada los

individuos, explicarla en la dimensión interior, subjetiva, pero siempre en relación

con el contexto sociocultural que da sentido y condiciona lo que el individuo siente y

su potencialidad expresiva. Los cambios psicológico aparecen así entrelazados

entre la subjetividad individual y la realidad psicosocial.

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