Los Sistemas de Cargo Andres Medina
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Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica
ANDRS MEDINALos sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico: una primera aproximacin a su trasfondo histrico
Alteridades, vol. 5, nm. 9, 1995, pp. 7-23,Universidad Autnoma Metropolitana Unidad Iztapalapa
Mxico
Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista
Alteridades,ISSN (Versin impresa): [email protected] Autnoma Metropolitana UnidadIztapalapaMxico
www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
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ALTERIDADES, 19955 (9): Pgs. 7-23
Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico:una primera aproximacin a su trasfondo histrico
ANDRS MEDINA*
Introduccin
La etnografa de Mxico tiene en el estudio de los sis-
temas de cargos una de las ms sustanciosas vetas
de investigacin, tanto por la riqueza y complejidad de
sus diversas expresiones y de ello da cuenta una
vasta bibliografa como por los retos que plantea
para la discusin terica, tal como se advierte en la
abundante produccin ensaystica que abarca una
sugerente gama de perspectivas propuestas.
Generalmente se ha supuesto que este tema es
propio del trabajo etnogrfico en las comunidades
indias de raz mesoamericana; y, efectivamente, las
obras consideradas como clsicas proceden de re-
giones con una densa tradicin que se muestra en sus
rasgos sociales y culturales, as como en la presencia
viva de las lenguas amerindias, y sobre todo en una
historia que puede remontarse a siglos, si no es que
tambin a milenios.
Sin embargo, si consideramos la cuestin desde el
campo de la religiosidad popular y de la poltica local,
as como desde el estudio de los sistemas regionales de
carcter pluritnico, entonces nos encontraremos con
que el panorama se ampla considerablemente, porque
entonces lo que se configurar como la problemtica
principal ser el conjunto de procesos generados por
la conjugacin y la confrontacin entre el Mxico
profundo y la inercia irresistible de la globalizacin en
que se sita ese otro polo de tensiones que constituye
el Estado, corazn de lo que tambin Guillermo Bonfil
llamara el Mxico imaginario.
As, el campo terico del sistema de cargos expresa
una complejidad que ha sido reconocida en la medida
en que la propia discusin ha madurado, e incluso ha
avanzado en respuesta a exigencias organizativas
planteadas a los movimientos sociales indios en dife-
rentes regiones intertnicas del pas. Todo esto se ad-
vierte al examinar detalladamente el curso de la discu-
sin terica y de las diferentes propuestas sobre las ca-
ractersticas fundamentales de los procesos implicados.
En este ensayo me propongo hacer una breve dis-
cusin acerca de las posiciones tericas que me pare-
cen significativas para la definicin de mi propuesta,
asimismo remitir mis reflexiones a una regin es-
pecfica, la Cuenca de Mxico, espacio donde se sita
la ciudad de Mxico, donde podemos encontrar comu-
nidades con sistemas de cargos de una inesperada
complejidad, que contrastan marcadamente con aque-
llos de la etnografa clsica y que plantean problemas
sugerentes para la teora, as como para el estudio de
la historia de la cultura en Mxico.
1. La discusin terica
En el extenso conjunto de trabajos hechos acerca de
los sistemas de cargos es posible reconocer diferentes
posiciones tericas, as como variados nfasis tem-
ticos que seguramente reflejan particularidades re-
gionales. Hay desde luego un hecho que acenta el
inters en este tpico, la trascendencia terica y la
importancia que para las propias comunidades indias
tiene el sistema de cargos.
La densidad terica ha sido aludida certeramente
por Manning Nash (1958), quien ha equiparado la* Instituto de Investigaciones Antropolgicas, Universidad
Nacional Autnoma de Mxico.
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Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
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importancia del sistema de cargos para Mesoamrica
con la de los linajes africanos y con las clases socia-
les en las sociedades capitalistas. Hay desde luego un
inters pragmtico en el conocimiento de las estruc-
turas de poder indias y campesinas, como el expre-
sado por Richard N. Adams en sus estudios sobre
Guatemala, hace casi cincuenta aos, o por los es-
tudiosos mexicanos, como Gonzalo Aguirre Beltrn,
comprometidos con la poltica indigenista guber-
namental.
Tambin las propias comunidades indias han de-
dicado una atencin particular a sus jerarquas poltico-
religiosas en el proceso de definir sus reivindicacio-
nes tnicas y culturales en el marco de los movimien-
tos polticos regionales, tal como es el caso de los pue-
blos zapotecos y mixes de la regin del Istmo y del Valle
de Oaxaca.
Sin embargo, en el nutrido paisaje de autores y
teoras, es posible reconocer dos paradigmas para
acudir a la sugerente propuesta de T. S. Kuhn. Uno
es el que llamaremos estructural-funcionalista, que
tiene como fundador a Sol Tax, antroplogo de la Uni-
versidad de Chicago, quien publicara su ensayo semi-
nal en 1937, a partir del cual se desarroll toda una
cauda de investigaciones que habran de consolidarse
en la propuesta de M. Nash (1958) y Eric Wolf (1981).
El otro paradigma es el mesoamericanista y tiene
como punto de partida la respuesta de los antroplo-
gos mexicanos a la ubicacin de la sociedad azteca en
el esquema evolucionista de L.H. Morgan, segn lo
consigna en su obra clsica La sociedad primitiva.
Como se recordar, la definicin del grado de desarro-
llo de los mexica fue motivo de una muy interesante
discusin entre el propio Morgan y su discpulo Adolph
Bandelier, y la cuestin habra de centrarse en la
presencia del Estado, de lo que dependa situar a los
aztecas en la barbarie o en la civilizacin. Morgan con-
sideraba que no haba tal institucin entre los azte-
cas, sino ms bien una confederacin de tribus, como
la que l mismo haba estudiado entre los iroqueses;
opinin que habra de prevalecer finalmente.
Los estudiosos mexicanos desarrollaran diversas
investigaciones para demostrar la existencia del Esta-
do en las sociedades del Mxico antiguo, particular-
mente entre los aztecas. Desde los trabajos de Manuel
M. Moreno y Alfonso Caso hasta las ms recientes dis-
cusiones sobre el carcter del Estado en las socieda-
des mesoamericanas, se ha conformado una tradicin
que contina impugnando la proposicin evolucionista
de L.H. Morgan (vase, por ejemplo, Boehm de Lamei-
ras, 1986; Oliv Negrete, 1985; Medina, 1982).
Cuando nos referimos al paradigma estructural-
funcionalista reconocemos el enfoque propio de la an-
tropologa social, atento a los sistemas de relaciones
sociales, econmicas o poltico-religiosas, en el que se
busca el reconocimiento de modelos generales, la
lgica de su organizacin y sus procesos de cambio.
Por otra parte, el paradigma mesoamericanista alude
a una perspectiva etnolgica, sensible a los grandes
procesos histricos implicados en la configuracin y
dinmica de Mesoamrica como un rea cultural,
para lo cual acudimos a las investigaciones de la lin-
gstica histrica, de la arqueologa, de la antropologa
fsica y de la etnohistoria. En particular asumimos la
propuesta mesoamericanstica de Kirchhoff (1966),
cuando la postula como base de las investigaciones
antropolgicas en Mxico (vase Medina, 1995).
Retornando a nuestra narracin sobre el estatuto
de la sociedad azteca en el discurso evolucionista
morganiano, nos encontramos con que la articula-
cin de esta discusin con la etnografa, y ms espe-
cficamente con el tpico del sistema de cargos, habra
de hacerla G. Aguirre Beltrn en el texto Formas de
gobierno indgena (1991a) que, en mi opinin, funda el
paradigma mesoamericanista. Aqu se establecera
un vnculo histrico directo entre el municipio im-
plantado por las autoridades espaolas en las comu-
nidades indias y el calpulli-barrio de las sociedades
mesoamericanas. En su argumentacin para respal-
dar la importancia que otorga a esta unidad social, pa-
radjicamente, Aguirre Beltrn regresara a la posi-
cin evolucionista y habra de sostener la vigencia del
calpulli o clan geogrfico y la inexistencia del Estado.
No obstante, su perspectiva histrica que conside-
ra tres grandes momentos de la historia mexicana: el
mesoamericano o prehispnico, el colonial y el de la
Revolucin Mexicana, le llevara a distinguir tres
estructuras polticas, a partir precisamente de ellos.
Hay desde luego otros aspectos que complementan y
enriquecen el paradigma, y a los que me referir ms
adelante; por el momento retornar al otro paradigma.
No me parece necesario hacer un recuento de las
numerosas obras que se han hecho en el marco del
paradigma estructural-funcionalista, pues existe una
magnfica sntesis crtica hecha por John K. Chance y
William B. Taylor (1987), y es a partir de ella que har
algunos sealamientos que me parecen oportunos
para la definicin de mi propia propuesta.
Para describir el desarrollo de la discusin que
conformara el paradigma estructural-funcionalista,
Chance y Taylor acuden al recurso de distinguir va-
rias generaciones de trabajos, definidas por el problema
en el que centran su anlisis. La primera generacin
corresponde a los trabajos que dan sustancia a la
propuesta de Sol Tax con investigaciones intensivas
en comunidades especficas. En cambio, la segunda
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Andrs Medina
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generacin discute sobre el papel nivelador, o redis-
tributivo, de la riqueza que implica el financiamiento
de los rituales comunitarios, posicin defendida por
Wolf y por Nash; en tanto que la posicin contraria
(Harris, 1973) insistira en el papel de extractor de la
riqueza de los mismos rituales.
La tercera generacin est representada por la in-
vestigacin de Frank Cancian (1976) en la comunidad
tzotzil de Zinacantn, en el estado de Chiapas, en la
que mostrara que el funcionamiento del sistema de
cargos, lejos de nivelar, legitima las diferencias so-
cioeconmicas que se generan en la comunidad. Fi-
nalmente, la cuarta generacin en la que por cierto
aparece Aguirre Beltrn, pero con un trabajo posterior
al que hemos citado, de 1967, formula una diver-
sidad de posiciones que configura la discusin con-
tempornea. As, frente a la propuesta, defendida por
varios autores, que establece un vnculo entre el sis-
tema de cargos actual y las sociedades mesoamerica-
nas se encuentra otra que rechaza tal antigedad y
sita el origen en los finales del siglo XIX. A esta
posicin se adhieren Chance y Taylor:
Nuestro argumento central es que, si bien la jerarqua
civil y las comisiones de las fiestas existan en comunida-
des indgenas de las tierras altas en tiempos de la Colonia,
la jerarqua cvico-religiosa fue bsicamente un producto
del periodo posterior a la Independencia en el siglo XIX
(op. cit.: 2).
Hay, sin embargo, otros aspectos planteados que
me parece justo mencionar. Por una parte, el recupe-
rar la propuesta de J. Greenberg (1987) de no consi-
derar las diferentes posiciones como excluyentes, sino
de otorgarles la calidad de fases de un desarrollo que
tiene que ver con la dinmica misma de las comuni-
dades estudiadas; y por la otra, el reconocer que existe
una variedad de situaciones, tanto en el tiempo como
en el espacio, que es necesario tomar en cuenta para
la construccin terica. Es decir, advierten sobre la
complejidad del fenmeno y la necesidad de consi-
derarla al momento de las generalizaciones.
Tambin me parece importante, sin embargo, se-
alar aquellas otras cuestiones con las que estoy en
desacuerdo y que me permiten avanzar en mis propios
puntos de vista. En primer lugar, habra que sealar
el carcter extremadamente frgil de definir el siste-
ma de cargos a partir de la promocin individual,
pues, efectivamente, es un rasgo reciente relacionado
tanto con la existencia del trabajo asalariado en las
comunidades indias lo que se vincula con la poltica
liberal de fines del siglo XIX, como con el proceso de
invasin, despojo y comercializacin de las tierras
de las comunidades indias lo que comienza a me-
diados del siglo XVIII con las reformas borbnicas.
Ambos aspectos minaran la base comunitaria del
sustento de los rituales y las fiestas de los pueblos
indios.
El sistema de cargos se inscribe fundamentalmen-
te en la matriz comunitaria india, y si bien es cierto
que la estructura poltico-religiosa es impuesta por los
colonizadores espaoles, y vigilada muy de cerca por
el clero regular responsable y mediador entre la po-
blacin india y las autoridades coloniales, la base
del modo de vida del campesino indio permanece inal-
terable. Es decir, el trabajo agrcola en torno al maz y
cultivos que le acompaan conservara sus particu-
laridades tcnicas e ideolgicas. Esto tendra una im-
portancia fundamental para la reproduccin del cam-
pesino indio y de su cultura de raz mesoamericana,
pues todo el conocimiento y la experiencia en torno a
la agricultura se mantendra en el marco de la cos-
movisin, es decir, de aquellos sistemas de represen-
taciones que explican las relaciones bsicas, genera-
les, entre los hombres y de stos con la naturaleza y el
universo.
El trabajo agrcola reproducira el carcter de las
relaciones del hombre con la naturaleza, sintetizado y
simbolizado en el largo proceso histrico que implica
el surgimiento y desarrollo de las sociedades mesoa-
mericanas. En el proceso de trabajo se transmiten los
conocimientos y las creencias de los campesinos, se
organizan las relaciones sociales que dan forma a la
familia y se constituyen los sistemas de parentesco.
Pero lo que tiene una importancia todava mayor es el
carcter estrictamente ritualizado de todo el proceso
agrcola (vase Medina, 1990). Esto llevara a una
sistematizacin de la experiencia a partir de una ob-
servacin cuidadosa de los fenmenos meteorolgi-
cos y astronmicos, conocimiento que sera desarro-
llado por la clase dirigente de las sociedades mesoa-
mericanas y organizado, para fines prcticos, agrco-
las, polticos y religiosos, en los diversos sistemas
calendricos.
Con este planteamiento trato de definir la dialcti-
ca que habra de establecerse desde el principio de
la colonizacin hispana, entre la comunidad agra-
ria de raz mesoamericana y las autoridades polticas
y religiosas novohispanas. Por una parte encontra-
remos la imposicin de las instituciones coloniales,
orientada hacia la explotacin y el dominio, y por la
otra, la resistencia y el desarrollo de estrategias co-
munitarias para mantener la integridad y la repro-
duccin del modo de vida y la cultura de las comuni-
dades indias. Ahora bien, el proceso, visto en la pers-
pectiva de largo plazo, estara marcado por pocas de
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Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
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feroz explotacin y de un rgimen de acentuada
opresin; pero habra otras en que las crisis econmi-
cas y polticas reduciran la presin sobre las comu-
nidades y haran ms evidente el constante proceso de
reelaboracin de las influencias y las imposiciones
coloniales.
Es decir, se da una especie de metabolizacin de
las influencias externas, desde la matriz agraria de la
comunidad india y desde una cosmovisin que re-
produce las categoras fundamentales de la cultura
india, ahora en los espacios que generaba el rgimen
colonial. En el largo lapso de tres siglos no slo de-
sapareceran diversas sociedades indias, otras se
transformaran sin renunciar a sus viejas identida-
des indias, y otras surgiran como novedosos y origi-
nales resultados de los procesos desatados por la co-
lonizacin.
Aqu vale la pena distinguir entre la perspectiva
interior, correspondiente a la cosmovisin india, y la
exterior, que tiene como referencia los intereses del
sistema colonial. La organizacin impuesta por los
espaoles se preocupara por nombrar e imponer a-
quellas autoridades indias que garantizaran el control
econmico y poltico de las comunidades; el cargo ms
importante en este sentido era el de gobernador. En
los primeros tiempos este cargo recaa en miembros
de la nobleza india, a los cuales, en la Cuenca de
Mxico, se les daba el ttulo de tlatoani. Sin embargo,
la importancia exterior no necesariamente correspon-
da a las caractersticas de la jerarqua comunitaria.
Como lo indica la mayor parte de la informacin etno-
grfica, el ritual agrario involucra a sectores amplios
de la poblacin que van desde el ncleo familiar, pa-
sando por las diversas unidades sociales interme-
dias, como el paraje, el barrio y la mitad, hasta llegar
al conjunto comunal. Todo ello implica una jerar-
qua ritual, responsable tanto del ritual agrario que
abarca prcticamente todo el ao como de las ce-
remonias familiares del ciclo de vida reconocidas
culturalmente como significativas. Entre un ciclo y
otro existe una estrecha interrelacin, y ambos defi-
nen la matriz sobre la que se reproduce la cosmo-
visin.
Con todo esto quiero resaltar lo que constituye la
matriz agraria de la comunidad india, desde la cual
se establece un conjunto de relaciones, de mucha
tensin y contradictorias la mayor parte de las veces,
con las instituciones coloniales, primero, y naciona-
les, despus.
Desde el punto de vista de las cosmovisiones indias
mesoamericanas no existe una distincin entre lo po-
ltico y lo religioso, y aquellos puestos relacionados
con el poder estn profundamente entramados con
los rituales religiosos comunitarios. Para las auto-
ridades coloniales la situacin era estrictamente
pragmtica, por lo que aquellos designados eran res-
ponsables bsicamente del control poltico y de man-
tener las condiciones de exaccin econmica. Sin em-
bargo, en trminos ideolgicos haba una fuerte dis-
posicin catequizante que castigaba duramente las
manifestaciones de la religiosidad india.
El discurso del poder entre las comunidades in-
dias y el sistema colonial se daba en los trminos del
catolicismo dominante. As, mientras el intermedia-
rio indio cumpla con una funcin de mediacin, la
comunidad expresaba su identidad colectiva y le-
gitimaba su posicin poltica por la existencia de un
santo patrn, en torno al cual se organizaba el ritual
comunitario. Esto habra de llevar a una polariza-
cin entre, por una parte, el ritual catlico colectivo
realizado en las cabeceras de los pueblos, sede de los
sistemas de cargos, y el ritual agrario de raz mesoa-
mericana, refugiado en las casas, los manantiales, las
cuevas y los cerros, por la otra. Ambos ciclos ritua-
les, no obstante, se entramaban profundamente en la
vida cotidiana y festiva de las comunidades indias.
El desarrollo de instituciones polticas complejas y
representativas de las comunidades habra de ser un
fenmeno relativamente reciente, prcticamente co-
rrespondiente al periodo de la Revolucin Mexicana, y
ms especficamente a consecuencia de la realizacin
de la reforma agraria durante el periodo cardenista,
cuando se daran las condiciones materiales y polti-
cas para la reconstitucin de numerosas comuni-
dades indias.
Es decir, lo que llamamos el sistema de cargos, las
instituciones poltico-religiosas comunitarias, se ins-
cribe en la matriz agraria de la comunidad, que posee
su propia jeraqua y sus ciclos ceremoniales respecti-
vos. Reducir la discusin a la promocin individual o
a la jerarqua cvico-religiosa como estructura aut-
noma, pierde de vista no slo la base profundamente
agraria que la sustenta, sino tambin el complejo sis-
tema de representaciones que rige su vida, y con ello
se pierde la rica y sugerente perspectiva de la histo-
ria a largo plazo.
Este planteamiento no ignora, desde luego, las
nuevas situaciones que enfrentan las poblaciones
indias: la reduccin y desaparicin del trabajo agr-
cola tradicional, de la milpa, y la organizacin de ins-
tituciones polticas y movimientos de reivindicacin
tnica, los que desarrollan su discurso a partir de una
cosmovisin construida histricamente, en el curso
de milenios, y que mantiene su vigencia y su coheren-
cia en la mayor parte de las comunidades indias con-
temporneas.
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2. Cosmovisin y geografa sagradaen la Cuenca de Mxico
Pocos lugares del pas presentan, como la Cuenca de
Mxico, una situacin tan sugerente para el estudio
del largo proceso histrico que se remonta milenios
atrs y llega hasta nuestros das. Los abundantes
testimonios arqueolgicos dan fe de muy tempranas
manifestaciones de la civilizacin mesoamericana. La
Cuenca habra de ser la sede de grandes sistemas
sociopolticos que ejerceran una vasta influencia en
el espacio mesoamericano; sera, asimismo, el centro
de un original y espectacular desarrollo cultural que
sintetizara los logros y los avances de las sociedades
ah formadas.
La colonizacin espaola construira sobre las
ruinas de la antigua metrpoli mexica la capital del
nuevo virreinato; las antiguas piedras de los templos
y palacios serviran para la construccin de los edifi-
cios civiles y religiosos de los conquistadores, pero la
traza, el subsuelo y la articulacin al entorno social y
natural mantendran las profundas huellas de la ci-
vilizacin mesoamericana.
La ciudad espaola era servida, mantenida, cruzada,
ocupada y vivida cotidianamente por miles de indios
que residan en los alrededores, en los numerosos
pueblos de la Cuenca, llevando su modo de vida me-
soamericano, es decir, su trabajo en las milpas junto
con las antiguas prcticas de recoleccin, caza y pesca
en el medio lacustre y en las boscosas montaas que
le circundaban; continuaban tambin el elaborado
ritual agrario, claro que ahora en formas por dems
discretas. Esos rituales y ese trabajo continuaban y
reproducan, en las nuevas condiciones sociales, la
compleja y altamente estructurada cosmovisin de
los pueblos mesoamericanos. Tal vez no ya la ciencia
avanzada y los conocimientos profundamente es-
pecializados, pero s los elementos fundamentales
sobre los que tal ciencia haba sido construida; es
decir, retenan la matriz agraria bsica.
A partir de entonces habra de darse una intensa
interrelacin entre la ciudad espaola y su entorno
indio; es ms, todo el desarrollo urbano habra de ha-
cerse por el despojo sistemtico de las tierras comu-
nales en un largo proceso signado por la violencia, el
fraude y la usurpacin que llega prcticamente hasta
nuestros das, como lo testimonian elocuentemente
los habitantes de los muy antiguos seoros de Izta-
palapa, Culhuacn y Coyoacn.
Los pueblos indios que sobreviven, no obstante,
mantienen la clave para reconocer una densa cos-
movisin que se encuentra viva no slo en las propias
y viejas comunidades agrarias, sino tambin en los
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Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
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testimonios arqueolgicos, en los cdices, en los ae-
jos pleitos de tierras, en las inscripciones en piedra y,
particularmente, en el paisaje.
Para conocer este movimiento histrico que entra-
ma diligentemente paisaje, cultura y cosmovisin es
indispensable acudir a la extensa obra de la etnloga
Johanna Broda, cuyas minuciosas investigaciones
en la Cuenca de Mxico han revelado complejas e in-
sospechadas relaciones entre la ciencia y la religin
mesoamericanas. Sus trabajos nos ensean no slo la
sorprendente integracin de la historia con el paisa-
je, sino que nos ofrecen los elementos para seguir el
proceso histrico y reconocerlo en su transcurso
hasta nuestros das. Aqu mencionar algunos datos
que me parecen importantes para apoyar mis pro-
puestas sobre el estudio de los sistemas de cargos en
los pueblos de esta regin. Me es muy difcil transmi-
tir la riqueza y la versatilidad de sus observaciones;
apuntar lo que me interesa y extiendo una invita-
cin a los estudiosos para que consulten su amplia
bibliografa.
La Cuenca de Mxico, nos dice Johanna Broda,
guarda una secuencia histrica milenaria en la que
se entrelazan muy estrechamente paisaje, ciudades y
cosmovisin. El punto de partida es el agricultor en-
frentado a condiciones ambientales muy variables y
de las que depende su vida, pues lo mismo pueden
ocasionar abundancia y felicidad que hambre, enfer-
medades y muerte; esto llevaba a una observacin
cuidadosa y sistemtica de la naturaleza, que habra
de expresarse en el culto a los cerros, a la lluvia, a la
tierra y al agua desde los tiempos ms remotos. En
este afn de proteccin y aseguramiento se observaba
el movimiento anual del sol, as como de algunos pla-
netas y constelaciones, y para ello se definan como
puntos de referencia cerros y montaas del paisaje;
pero, a su vez, la construccin de templos y otros edi-
ficios habra de hacerse con orientaciones y con ali-
neaciones establecidas por la conjuncin del movi-
miento del sol y las estrellas con el paisaje.
Lo cierto es que en esta configuracin que marca
puntos en el paisaje en relacin con los movimientos
del sol y que erige templos y adoratorios como referen-
cia, habra de llevar al establecimiento de una red de
coordenadas que abarca la Cuenca de Mxico como
totalidad y la acotara puntualmente; esto lo descri-
bi e investig el gegrafo alemn Franz Tichy.
En estos estudios Tichy investiga los alineamientos entre
los asentamientos prehispnicos, y de ellos hacia los cerros
prominentes, y explora la importancia de estos alinea-
mientos en trminos de la astronoma del horizonte...
La geometra indgena es otro factor que junto con la
arquitectura y las condiciones climticas, configuraron
el paisaje cultural del Mxico prehispnico (Broda,
1993: 24).
Ahora bien, todo el conocimiento cientfico de los
pueblos mesoamericanos se inscribe en su cosmovi-
sin; es decir en las concepciones de tiempo y espacio
culturalmente determinadas. Un excelente ejemplo
de ello es la existencia de numerosos calendarios que
regan la vida ritual y poltica de las ciudades y de los
campesinos que producan los alimentos y ofrecan
los servicios que las mantena. Los calendarios, a su
vez, tenan una estrecha relacin con la astronoma,
ambas
forman parte y son expresin de un mismo proceso: el in-
cipiente desarrollo histrico de las observaciones exactas
sobre la naturaleza, el cielo, el ciclo de las estaciones, y
el medio ambiente; es decir, sobre el cosmos en el cual el
hombre se vea inmerso y del cual se senta partcipe. La
observacin astronmica era la condicin previa para el
diseo del calendario. Sin embargo, debe sealarse que
calendario y astronoma no son idnticos, pues el calen-
dario, como relacin humana, constituye tanto un logro
cientfico como un sistema social. El calendario es vida
social, y el esfuerzo de su elaboracin consiste precisa-
mente en buscar denominadores comunes para ser apli-
cados tanto en la observacin de la naturaleza como en la
sociedad. El calendario se vincula estrechamente con el
ritmo de las estaciones, el clima, y con los ciclos agrcolas
impone una medida del tiempo, socialmente definida
y regulaba las actividades de la sociedad ( ibid.:39).
Uno de los aspectos investigados por J. Broda y que
nos da una idea de la complejidad de la cosmovisin
es el culto a los dioses de la lluvia, del cual forma parte
importante el culto a los cerros. Estos eran considera-
dos como receptculos del agua, la cual era liberada
en la estacin lluviosa y retenida en la de secas. Tam-
bin era el sitio donde se guardaba el maz y otros
alimentos. Para los pueblos mayenses de Chiapas, en
nuestros das, el cerro ms prominente del pueblo
guarda en su interior las almas de sus habitantes,
ordenadas de la misma manera, en las mismas ca-
tegoras sociales.
Es de notarse que el trmino nhuatl para pueblo, era
precisamente altpetl, monte de agua o monte lleno de
agua. Su conocida representacin glfica consiste en un
cerro con fauces y una cueva en su base. Este simbolismo
engloba dentro de un slo concepto la categora socio-
poltica que es el pueblo, y su fundamento ideolgico en
la cosmovisin (Broda, 1994: 16).
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En los cerros sagrados de la Cuenca de Mxico se
hacan grandes rituales en dos momentos claves para
la agricultura, los que marcan el cambio entre la es-
tacin lluviosa y la seca.
Estos ritos prehispnicos encuentran su continuacin
hoy en da en la Fiesta de la Santa Cruz, celebrada el 3 de
mayo en muchas regiones tradicionales de Mxico y
Guatemala. Propongo la hiptesis de que esta fiesta es, al
lado del mucho ms conocido Da de los Muertos, aquella
celebracin anual que ha conservado mayor nmero de
elementos de la cosmovisin antigua y del calendario
prehispnico (ibid.: 12).
Referentes fundamentales en el culto a los cerros
son los grandes volcanes que dominan el paisaje de
la Cuenca de Mxico, como el Popocatpetl y el Iztac-
chuatl, as como tambin otras prominencias como
el Ajusco, la Sierra de Tlloc, el Teutli, el Cerro de la
Estrella; y otras ms pequeas que destacan por su
posicin estratgica en el paisaje, como el Tepetzintli
(ahora conocido como Pen de los Baos), el Zacatpetl
(junto al centro comercial Perisur) o el Cocotl (por el
rumbo de Chalco). La importancia histrica de estos
sitios se advierte por la presencia de ruinas arqueo-
lgicas tanto en la cima como en sitios aledaos. En
ellos se hacan rituales de gran importancia para los
pueblos de la Cuenca, como los consagrados a los dio-
ses de la lluvia, que eran realizados por los dirigentes
de las principales ciudades.
De acuerdo con los estudios hechos por J. Broda,
en el mes Atlcahualo del calendario mexica, que corres-
ponda aproximadamente al mes de febrero, en varios
cerros se hacan peticiones de lluvia, ofreciendo nios
en sacrificio. En el norte, en el Pico Tres Padres de la
Sierra del Quauhtpetl, as como en el Yoaltcatl, un
cerro situado junto al del Tepeyac. En el oriente de
Tenochtitln el ritual se haca en el Tepetzintli y en el
Poyauhtln, as como en el resumidero del lago cono-
cido como Pantitln. En el sureste el cerro marcado
por el ritual era el de Cocotl, ubicado en las cercanas
de Chalco-Atenco; y en el poniente el cerro corres-
pondiente era el Yiauhqueme, en las proximidades
de Tacubaya (Broda, 1991).
Una fiesta del ciclo ritual azteca que tiene una par-
ticular significacin en los estudios de Broda por mos-
trar la estrecha relacin entre cosmovisin, astronoma
y paisaje es la celebrada en el cerro Zacatpetl en el mes
Quecholli. En este cerro sagrado situado en un entorno
de tipo chichimeca, es decir agreste y rido, se ritualiza-
ba una cacera que remita al pasado recolector-cazador
de los pueblos que dominaban la Cuenca, as como se
dramatizaban los orgenes csmicos de la guerra.
En el ritual participaban los tlatoani de los estados
de la Triple Alianza, as como sus respectivas noble-
zas; como parte del ceremonial se sacrificaba a muje-
res que representaban a diosas de la tierra y a diosas-
madres, como eran Coatlicue, Cihuacatl y Tonanzin.
Y aqu J. Broda nos da su interpretacin sealando, en
primer lugar la cercana de Cuicuilco, zona arqueo-
lgica, de una antigedad que data del ao 300 a.C.,
compuesta de una pirmide redonda y de otras cons-
trucciones distribuidas en un amplio espacio. Tanto
las construcciones situadas en la cima del Zacatpetl
como las de Cuicuilco tienen la misma orientacin,
hacia el Popocatpetl, en una lnea sealada por la
salida del sol en el solsticio de invierno. Y si se sita a
Cuicuilco y el Zacatpetl sobre el mapa de coordena-
das diseado por Tichy, se encontrarn dos ejes que
articulan cerros y ciudades. El eje norte-sur tiene
como referente, en el norte, el Yoaltcatl y el cerro de
Tepeyac; y en el sur al Ajusco, cruzando por Tenoch-
titln y el Zacatpetl.
Por otro lado el eje oriente-poniente parte del Po-
pocatpetl, cruza por el cerro Teutli, por los petroglifos
de Santa Cruz Acalpixca, por Xochimilco, por Cui-
cuilco y termina en el Zacatpetl. La importancia de la
relacin entre los puntos que marcan los extremos del
eje norte-sur se indica por la identidad de las diosas
sacrificadas, una de las cuales tiene como lugar de
culto, hasta nuestros das, el cerro del Tepeyac, To-
nanzin en su advocacin guadalupana.
En el mes Huey tozoztli se efectuaba un ritual de
peticin de lluvias en el cerro Tlloc y en el resumi-
dero de Pantitln. En las ceremonias correspondientes
se sacrificaba a nios. J. Broda seala que en el caso
del cerro Tlloc, en cuya cima haba una amplia cons-
truccin, acudan tanto los tlatoani de los estados do-
minantes como el de Xochimilco. En el templo que se
tena con la imagen de Tlloc, haba otras efigies me-
nores que representaban a los cerros de los alrededo-
res, todos los cuales eran cuidadosamente adornados
y vestidos por el gobernante mexica, posteriormente
los otros tlatoani repetan la accin (Broda, 1989).
Este dato me parece significativo por dos razones.
Por una parte, por la evidente participacin de los
pueblos del sur de la Cuenca en este ritual, como
Xochimilco; y por la otra, debido a la importancia del
culto a Tlloc y el sacrificio de nios. Existir alguna
relacin con el culto contemporneo a los nios dioses
que se veneran en Xochimilco, el ms importante ce-
lebrado precisamente en el mes de febrero?
Para concluir permtaseme hacer algunas obser-
vaciones. No podemos ignorar este gran diseo sagrado
establecido desde hace tres milenios en la considera-
cin de las fiestas y rituales agrcolas de la Cuenca de
-
Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
14
Un trabajo que constituye un parteaguas en las
investigaciones histricas sobre el Mxico antiguo es
el que editaran Pedro Carrasco y Johanna Broda en
1978; aqu J. Broda plante diversas cuestiones que
sientan las bases de una lnea de reflexin que es
indispensable para entender la cultura y la historia de
los pueblos de la Cuenca de Mxico, y para reconocer
la compleja trama que los articula de una manera
cambiante y desde procesos de largo alcance. En
efecto, desde los ensayos dedicados a la estructura
tributaria mexica y a las relaciones polticas rituali-
zadas, as como en otros en los que se analiza minu-
ciosamente el complicado ritual agrcola realizado por
los mexica en diferentes lugares de la Cuenca (Bro-
da, 1971; 1978a; 1978b y 1991) se comienza a dibujar
la estrecha relacin que existe entre el paisaje y la
cosmovisin, lo que implicara la integracin de los
pueblos en una estructura poltica y en sistemas ri-
tuales que constituirn una totalidad con una din-
mica histrica milenaria. Para apoyar las conside-
raciones relativas al ritual de los pueblos de la Cuenca
en el siglo XVI apuntaremos brevemente algunos an-
tecedentes, contenidos en trabajos de P. Kirchhoff y
de Pedro Carrasco.
P. Kirchhoff (1963) apunta la existencia de dos
grandes procesos histricos relacionados con las iden-
tidades tnicas y su expresin poltico-religiosa. Por
una parte, est la oposicin entre toltecas y chichi-
mecas, que se nos muestra tambin como un tipo que
Kirchhoff llamara de fusin. Es decir, en la histo-
ria de diversos pueblos de la Cuenca encontramos la
confrontacin entre recolectores-cazadores nmadas
y cultivadores civilizados, lo que frecuentemente re-
sulta en una posterior fusin.
De los cuatro casos a los que se refiere Kirchhoff,
dos son pueblos de la Cuenca; el primer caso, los an-
tiguos mexicanos, son producto de una fusin de los
mexica recolectores-cazadores con los mexitin agri-
cultores. El segundo caso es el de los chichimecas de
Xlotl, que se fusionaran con los antiguos pueblos
de origen tolteca, los acolhua. Estos procesos de fu-
sin se produjeron en la crisis que provocara la desin-
tegracin del imperio tolteca. Sin embargo, la fusin
de los pueblos con identidades contrapuestas no ha-
bra de implicar la prdida de la memoria sobre tales
diferencias; al contrario, seran ritualizadas en diver-
sas ceremonias, una de las cuales es estudiada por J.
Broda (1991), la del mes Quecholli en el cerro Zacatpetl.
Este contraste constituira un episodio importante en
la historia poltica de los estados de la Cuenca.
El otro tipo de relaciones intertnicas se refiere a la
organizacin cuatripartita, manifiesta en los pueblos
que migran y se asientan juntos, siempre en nmero
Mxico; tampoco podemos desdear la estrecha in-
terrelacin entre todos los pueblos y el paisaje como
referente bsico, que articula los ciclos ceremoniales
a una cadencia que viene de hace mucho. Finalmente,
no me parece que exista una separacin rural-urbana
en las fiestas de las comunidades de la Cuenca, cierta-
mente muchas de ellas rodeadas y estranguladas por
la ciudad moderna, cuando no en franco proceso de
connurbacin. Es decir, la lgica de su funcionamien-
to se sita en el conjunto y en una jeraquizacin que
refleja la estructura poltica y la diversidad tnica
vigente en el siglo XVI, la que habra de continuar en
el periodo colonial, con los cambios y reorganizacin
que implantara la corona espaola para los pueblos
de esta estratgica regin.
3. Identidad tnica y organizacin poltica
Uno de los aspectos fundamentales de la organiza-
cin social de los pueblos de la Cuenca que ha sido es-
casamente explorado es el del papel de las relaciones
intertnicas en la constitucin de las diferentes uni-
dades polticas. La mayor atencin ha sido otorgada a
los aspectos especficamente socioeconmicos y a los
de carcter poltico y religioso. Sin embargo, la mane-
ra en que se conjugan simblicamente y se suceden en
el tiempo las identidades tnicas de los pueblos de la
Cuenca, muestra una trama compleja que recupera
las particularidades del desarrollo histrico y la con-
figuracin de la densa cultura que subyace a los pro-
cesos que conducen hasta nuestros das.
El tema es ciertamente atractivo y promete hallaz-
gos importantes, los cuales nos permitirn reconocer
las historias llenas de dramatismo que protagoniza-
rn los grandes estados y los diversos seoros que
emergen en el fastuoso escenario de lagos, volcanes y
bosques. Este conjunto de pueblos y paisaje entreteje
una cultura que constituir el trasfondo del que emer-
ger, original y densa, una gran civilizacin.
Mucha es la informacin reunida, y otra que perma-
nece en numerosos archivos nacionales y del extran-
jero; pocos son, sin embargo, los esfuerzos interpreta-
tivos que se propongan imponer un orden y nos dejen
ver las sorpresas que esperan al investigador curioso.
Indudablemente que uno de los autores fundamenta-
les que aporta un gran proyecto, ambicioso e incon-
cluso, es Paul Kirchhoff; las diferentes pistas dejadas
en su extraordinaria obra han sido seguidas por varios
de sus discpulos; de ellos importa mencionar aqu las
aportaciones de Pedro Carrasco, que nos resultan
trascendentales y una referencia bsica para cualquier
trabajo descriptivo o interpretativo sobre la Cuenca.
-
Andrs Medina
15
de cuatro. Tal es el caso de los mexica, cuyos cuatro
pueblos son los mexitin o mexica, los tlacochcalca, los
huitznahua chalmeca y los cihua tecpaneca. Igualmen-
te se componan de cuatro grupos los tolteca que salie-
ron de Xalixco y se establecen en Texcoco (op. cit.: 257).
Evidentemente, esta composicin cuatripartita
remite a los cuatro rumbos del cosmos; y no slo se ad-
vierte en la organizacin estatal de diversos seoros,
tambin habran de constituir un principio funda-
mental en la organizacin econmica, como es la re-
lativa al funcionamiento del sistema tributario, tanto
en lo que se refiere a la delimitacin de las provincias
como al carcter de los impuestos pagados por los
pueblos sometidos (Broda, 1978a).
Los principios generales de la organizacin poltica
basados en la identidad tnica aparecen ya en lo que
constituye el antecedente poltico inmediato de la
Triple Alianza, el imperio tepaneca; es decir, en la he-
gemona que ejercera Azcapotzalco sobre los pueblos
de la Cuenca bajo el reinado de Tezozmoc. Anterior a
la emergencia de Azcapotzalco como la potencia he-
gemnica de la Cuenca subyace una historia de alian-
zas y de guerras entre varias de las ciudades ms
importantes de la regin, como Colhuacn, Tenayuca,
Xaltocn y Coatlichn; sujetos, todos ellos, a una his-
toria turbulenta de cinco siglos que es cortada por la
conquista espaola.
Las ciudades ms antiguas de la Cuenca se situa-
ban en la parte sur y sureste, de filiacin colhua-
tolteca. Entre ellas estaba Coyoacn. En cambio, en el
lado suroeste, as como en el oeste, haba ciudades y
pueblos de filiacin otomiana. Algunos eran de origen
chichimeca, llegados con Xlotl, quien tuvo como pri-
mer asiento a Tenayuca; otra antigua ciudad otom
que dominaba el norte de la Cuenca antes de la llegada
de los tepanecas era Xaltocn.
Los tepanecas tenan antecedentes culturales que
los relacionaban con los pueblos otomianos; funda-
ran la ciudad de Azcapotzalco, la cual constituira el
centro de un gran imperio y tendra una composicin
tnica integrada por cuatro pueblos: colhuas, chichi-
mecas, tepanecas y mexicas.
El centro original de los tepanecas estuvo en el suroeste de
la Cuenca desde Tlacopan a Coyoacn. Se expandi ms
hacia el norte cuando los chichimecas de Xlotl trasladan
su capital de Tenayocan a Tetzcoco. Los tepanecas funda-
ron Toltitln y conquistaron el reino otom de Xaltocn.
Hacia el sureste, en alianza con los mexicanos, se extendie-
ron hacia la zona chinampaneca y Tenochtitln se convirti
en cabecera del antiguo dominio colhua. Ms tarde la
conquista del Acolhuacn complet el control de la Cuenca,
con la excepcin de parte de Chalco (Carrasco, 1978: 40).
Hay una situacin que muestra la complejidad de
las relaciones intertnicas tanto en el seno de las ciu-
dades como entre los distintos seoros. As por ejem-
plo, por una parte pueblos como los tepanecas y me-
xicas distribuan contingentes en diferentes seoros,
como el Acolhuacn, en que aparecen como barrios o
parcialidades que retienen su identidad cultural. Y
hay tambin una organizacin dual que no slo se ex-
presara en distintas y complementarias identida-
des tnicas, sino incluso en linajes gobernantes pa-
ralelos, tal es el caso de Azcapotzalco Tepanecapan y
Azcapotzalco Mexicapan; o tambin la situacin que
presentaban Tlatelolco y Tenochtitln. En la propia
ciudad de Tlacopan haba una mitad mexica y otra
tepaneca.
Tanto en Azcapotzalco como en Tlacopan, haba dos
lneas reales distintas. Pero no queda claro si haba una
divisin geogrfica bien definida para cada cabecera o si
haba un entreveramiento de los territorios y gente de
cada una (op. cit.: 23).
Coyoacn sera uno de los grandes seoros de la
Cuenca, lo que se reconocera con el ttulo de Huey
altpetl, con una composicin compleja basada en la
concepcin cuatripartita; era una parte importante
del imperio tepaneca, en la que gobernaba Maxtla, el
hijo de Tezozmoc, el seor de Azcapotzalco. As,
mientras Coyoacn comparta una filiacin tepaneca
en lo poltico, en lo cultural se integraba a los pueblos
y ciudades colhuas, como lo eran Culhuacn, Xochi-
milco e Iztapalapa.
La guerra de los mexica contra los tepanecas a fi-
nales del siglo XV significara el dominio de la Cuenca
por las ciudades de la Triple Alianza, entre las cuales
Tenochtitln sera la hegemnica.
A la cada de Tenochtitln bajo el dominio de la co-
rona espaola y al reorganizarse polticamente las
ciudades y pueblos de la Cuenca, Coyoacn pasara a
formar parte del Marquesado del Valle, otorgado al
conquistador Hernn Corts.
Coyoacn se presenta, para este momento de reor-
ganizacin, integrado en una estructura dual, si bien
un tanto asimtrica por la distinta magnitud de sus
dos partes: una pequea, Tacubaya, que reuna a
trece pueblos, llamados tlaxilacalli, y una enorme,
Coyoacn, que abarcaba a cerca de cien.
Mientras Tacubaya tena un nico centro civil y eclesistico
para sus trece subunidades, los tlaxilacalli de Coyoacn
estaban organizados en cinco grupos distintos: Coyoacn,
San Agustn de las Cuevas (Tlalpan), Santo Domingo
Mixcoac, San Jacinto Tenantitln (San Angel) y San Pedro
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Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
16
Quauhximalpan... A lo largo del periodo colonial, un tla-
xilacalli en cada uno de los cuatro grupos que comparta
el nombre del conjunto, adquiri todos o algunos de los
atributos asociados con el status de cabecera (Horn,
1992-93: 38).
Aqu habra que destacar, en primer lugar, la es-
tructura prehispnica del seoro o altpetl Coyoa-
cn; marcando los cuatro rumbos cosmolgicos, y
ocupando la cabecera el que corresponde al centro, el
ms importante. Aunque R. Horn seal que San
Agustn de las Cuevas se haba agregado reciente-
mente, pues antes formaba parte de Xochimilco.
Ms an, toda la poblacin de San Agustn de las Cuevas
y sus sujetos, o un importante segmento de ella, pudo
haber tenido una filiacin tnica distinta a los indios te-
panecas de Coyoacn. Recurdese que dicho distrito for-
maba parte del altpetl de Xochimilco antes de su ad-
quisicin por Coyoacn y por ende, tena como base una
etnicidad xochimilca (ibid.: 43).
De cualquier manera, este contraste constituye un
elemento organizativo de la diversidad tnica, pues en
el propio Coyoacn se consignan asentamientos me-
xicas y otomes. La otom fue una poblacin subor-
dinada durante la conquista, diferenciada cultural y
lingsticamente de los pueblos de habla nhuatl que
dominaban el valle de Mxico (ibid.: 35).
Es importante, en este punto, subrayar las espe-
cificidades de las identidades tnicas en la Cuenca,
particularmente la manera en que se definen a partir
de una organizacin poltica, que lo es tambin social
y econmica. La unidad social bsica era el tlaxilacalli,
en que se hablaba una lengua, que poda ser nhuatl
u otom (hasta donde sabemos, aunque es posible que
hubiera otras lenguas, minoritarias, pues las que do-
minaban el panorama de la Cuenca son las dos men-
cionadas). Dos tlaxilacalli podan hablar la misma
lengua, pero asuman una identidad tnica diferente,
expresada en el dios-patrono y en el culto poltico-
religioso. Es decir, no es la lengua el factor decisivo en
estas identidades, pues de hecho haba diversos pue-
blos que se asuman tnicamente diferentes, aunque
hablaran la misma lengua.
Sin embargo, el hecho fundamental en la organi-
zacin poltica de las ciudades y de los altpetl era
precisamente la diversidad tnica, estructurada de
acuerdo con las concepciones cosmolgicas, compar-
tidas por todos los pueblos mesoamericanos. Ade-
ms, la situacin presenta un extraordinario dina-
mismo; el mismo caso de los tepanecas lo muestra, ya
que si bien su origen era otomiano, pues sus vnculos
-
Andrs Medina
17
histricos estn con la cuna de los pueblos otomianos,
el Valle de Toluca, el antiguo Matlazinco, habra de
establecer relaciones poltico-religiosas y culturales
con pueblos de origen chichimeca y tolteca, que afec-
taran su propia composicin, no slo por la convi-
vencia, las migraciones y diversos procesos de acul-
turacin, sino tambin por los avatares poderosos de
las guerras, que unen y separan, funden y desapare-
cen poblaciones enteras por razones militares y es-
tratgicas.
Si en el momento en que se realiz la reorganiza-
cin poltica de los pueblos de la Cuenca, luego de la
conquista, Tacubaya y Coyoacn se presentaban como
un altpetl dual, lo cual era frecuente en otros conjun-
tos polticos regionales, tambin en la estructura so-
cioeconmica y poltico-religiosa del propio Coyoacn
encontramos una distincin dual basada en la opo-
sicin simblica arriba/abajo. ste era un principio
organizativo importante para la alternancia en la a-
suncin de cargos polticos y en la definicin de res-
ponsabilidades para el trabajo pblico.
Las designaciones de acohuic y tlalnahuac fueron las
bases organizativas de los trabajos pblicos. El vicario del
monasterio dominicano de Coyoacn atestigu ante el vi-
sitador oidor licenciado Gmez de Santilln... acerca de la
manera bajo la cual se organizaba la gente de Coyoacn
para los trabajos en la obra de la iglesia. l afirm que
los tlaxilacalli de Coyoacn estaban divididos en dos
partes, la primera llamada acouya (en la parte del po-
niente) y la segunda llamada tlalnahuac (en la parte del
oriente) (Horn, 1992-93: 45).
Una mirada al mapa de la distribucin de los
pueblos de Coyoacn, de acuerdo con su ubicacin to-
pogrfica no indica que este tipologa pueda referirse
a su pertenencia a la zona boscosa alta o a la lacustre
baja. La propia Rebecca Horn atribuye la distincin a
una antigedad en la constitucin del altpetl que
permitira diferenciar los pueblos originales, o nuclea-
res, llamados entonces superiores, de los incorpo-
rados posteriormente, perifricos o inferiores. Sin
embargo, la clasificacin de los pueblos en estas dos
categoras, que ms bien remiten a la cosmovisin,
parece responder a una distincin, y contraste, a par-
tir de una lnea imaginaria que parte de la cima del
Ajusco y se orienta hacia el cerro de Tepetzinco, pro-
montorio ubicado al centro del lago de Texcoco, y que
corresponde a uno de los ejes que componen el sis-
tema de coordenadas basado en la fijacin de puntos
en el paisaje de los movimientos del sol a lo largo del
ao, como lo subrayan F. Tichy y J. Broda, y que ha-
bran de ser sealados en diferentes rituales.
Hasta aqu he intentado mostrar algunos aspectos
de la organizacin social de los pueblos de la Cuenca
de Mxico, en los que se advierte la conjuncin sobre-
saliente de la identidad tnica y de la cosmovisin, as
como la continuidad de los aspectos bsicos de la es-
tructura social desde las condiciones previas a la co-
lonizacin espaola; y siguiendo por los vericuetos y
vicisitudes de los trescientos aos de dominio colo-
nial, en el que se forjaran los elementos constituti-
vos fundamentales de la nacin mexicana.
Hay varios hechos que definen las particularidades
de los procesos histricos y culturales de la Cuenca de
Mxico. En primer lugar, el carcter profundamente
entramado de las relaciones sociales y culturales, de
tal suerte que es decisivo considerar la totalidad para
entender muchos de los procesos que se dan a nivel
comunitario, de seoro o de imperio. En segundo
lugar, dicha trama tiene en las distinciones tnicas y
en su combinacin simblica un aspecto bsico en la
constitucin de los diversos sistemas polticos que
han aparecido a lo largo de su historia milenaria. En
tercer lugar, habra de establecerse una muy estrecha
relacin entre la cosmovisin y el paisaje, dominado
por la presencia de volcanes, cerros y lagunas, de tal
suerte que en el sistema de coordenadas establecido
con estos referentes geogrficos se trazaran las ciu-
dades y se levantaran templos, palacios y otras cons-
trucciones pblicas, entre los cuales tienen una par-
ticular significacin los marcadores astronmicos,
por ubicarse tanto en las propias ciudades como en el
paisaje circundante. As, el resultado es una situacin
por la que la cosmovisin tendr en el paisaje un
referente fundamental y ser un elemento bsico para
su reproduccin, en tanto se continan los ciclos
rituales, las mitologas y los ceremoniales familiares
relacionados con el ciclo de vida.
Finalmente, nos encontramos con el hecho de que
la organizacin poltica establecida por los espaoles
en el siglo XVI habra de realizarse con base en las uni-
dades polticas ya existentes, es decir el complejo sis-
tema de seoros y ciudades, la cual mantendra vivas
las distinciones tnicas y sociales de las antiguas
relaciones mesoamericanas.
El altpetl precortesiano...implicaba una poblacin y un
territorio bajo el dominio de un linaje dinstico. Cada
altpetl estaba subdividido en unidades menores llamadas
calpulli o tlaxilacalli. Cada una de estas unidades, aunque
gobernada por sus propios oficiales locales, se mantena
sometida a la autoridad de una dinasta dirigente a la que
se deban servicios y tributos. La organizacin de las unida-
des al interior del altpetl era ms bien celular que jerrquica,
siendo cada subunidad equitativa... (Horn, 1992-93: 31).
-
Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
18
El tlaxilacalli o calpulli es la comunidad agraria
unida por un territorio, con una variante dialectal de
la lengua hablada regionalmente, articulada jerr-
quicamente por un sistema de parentesco especfico,
as como con su propia estructura poltico-religiosa y
con su sistema ritual en torno a un conjunto de dioses
que le otorgaban su identidad poltica y tnica.
Aquellos seoros que tenan tlatoani fueron re-
conocidos por los espaoles como cabeceras, lo que
significaba la organizacin de una estructura poltica
espaola, la cual era adaptada, refuncionalizada, por
la clase dirigente, es decir, por la nobleza, para con-
tinuar con sus propios sistemas de organizacin po-
ltica. La condicin de cabecera habra de manifes-
tarse por la existencia de una crcel y de un mercado
local, pero sobre todo por una iglesia o capilla y un
gobierno municipal.
En una inspeccin realizada en 1553 en Coyoacn,
uno de los ms importantes seoros de la Cuenca,
pues controlaba prcticamente los lados sur y ponien-
te, el gobernador, tlatoani, se present con los siguien-
tes funcionarios miembros del cabildo: dos alcaldes,
ocho regidores, dos mayordomos, dos contadores, dos
escribanos, ocho alguaciles y un alcaide de crcel. El
tlatoani de Tacubaya, en su condicin de gobernador,
se presentara, en la misma ceremonia, acompaa-
do por otros miembros de su gobierno entre quienes
estaban un alcalde, dos regidores y siete alguaciles
(Horn, 1992-93: 34). Lo que hay que destacar aqu,
entre otras cosas, es no slo el hecho de que el nme-
ro de los funcionarios expresara la organizacin pol-
tica compleja del seoro, sino tambin las responsa-
bilidades que correspondan a cada cargo, se referi-
rn los mayordomos al cuidado de la iglesia y de sus
santos? Evidentemente la etnografa puede ofrecer-
nos pistas muy sugerentes.
En tanto que durante el siglo XVI la organizacin
poltica prehispnica mantendra su vigencia en los
trminos generales que garantizaban su reproduc-
cin, en los aos siguientes habra de darse un movi-
miento de fragmentacin por el que antiguos tlaxilaca-
lli se convertan en cabeceras y adquiran una condicin
de cierta autonoma en lo poltico.
Cuando un pueblo sujeto adquira atributos asociados
originalmente a su cabecera, a saber, un gobernador y
un concejo municipal o una iglesia independiente, y reci-
ba l mismo el rango de cabecera, el nuevo modelo de
cabecera-sujetos designado poda ser percibido por los
indios beneficiados como una verdadera, o al menos le-
gtima, concrecin de un altpetl, denominndolo as,
por ende... El llegar a ser un centro parroquial autno-
mo y el tener una representacin especfica en el concejo
de Coyoacn, constituyeron expresiones de identidad e
integridad de entidades de origen prehispnico pero ya
en el mbito de la posconquista (Horn, 1992-93: 41-42).
Si bien es cierto que la tendencia en la organiza-
cin poltica fue hacia la constitucin de pueblos in-
diferenciados, ello no rompi con las afiliaciones cul-
turales y polticas de carcter histrico, como lo ha-
bran de mostrar rituales religiosos tanto de origen
cristiano-colonial como agrario-mesoamericano.
Bajo estas circunstancias, los cinco agrupamientos de
tlaxilacalli en Coyoacn no estuvieron inmunes a la ten-
dencia separatista entre sus propias subunidades. Ya
para mediados del siglo XVII, en ciertos tlaxilacalli existan
indicadores de una movilidad hacia el status indepen-
diente. San Andrs Totoltepec y Ajusco, por ejemplo,
fueron conferidos de una representacin especfica en las
elecciones municipales de San Agustn de las Cuevas, con
un alcalde cada uno (Horn, 1992-93: 43).
En nuestros das, la presencia de los antiguos al-
tpetl y tlaxilacalli es reconocible en la delimitacin de
algunas delegaciones que componen el Distrito Fede-
ral, particularmente las del sur y sureste, tales como
Iztapalapa, Tlhuac, Coyoacn, Tlalpan, Xochimilco,
Milpa Alta y Cuajimalpa; as como otras colonias que
retienen su antigua identidad y se presentan como
islotes que resisten la mancha urbana.
4. El desarrollo urbanoy las comunidades indias
Si en alguna regin resulta ilusorio y trivial conside-
rar aisladamente a cada uno de los poblados que la
componen, para conocer su historia y sus caracte-
rsticas culturales, esa es precisamente la Cuenca de
Mxico, espacio geogrfico de rasgos ecolgicos bien
definidos, cuya ocupacin humana es muy antigua
y con una importancia estratgica, en lo poltico y lo
econmico, desde hace varios milenios.
Tanto su muy antigua ocupacin como su centra-
lidad en los diferentes sistemas sociales que se suce-
den, habran de condensarse en una rica historia,
plena de acontecimientos dramticos y de cristaliza-
ciones expresadas en estructuras polticas de crecien-
te complejidad, as como en una intensa interrelacin
con su entorno natural, al grado de constituirlo en la
matriz para la reproduccin de una cosmovisin forja-
da en los siglos (vase Espinosa, 1995).
El conjunto de las poblaciones de la Cuenca de M-
xico habra de configurar una cerrada red de relaciones
-
Andrs Medina
19
histricas, cuyos centros poltico-religiosos cambia-
ran a lo largo del tiempo, no as su base social, com-
puesta por las numerosas comunidades dedicadas
tanto a la agricultura, como a la caza, la pesca y la reco-
leccin, y en cuya consecucin construiran una rica
experiencia y vastos saberes organizados en una cos-
movisin.
Uno de los rasgos llamativos de los pueblos y los
estados de la Cuenca es el de su diversidad tnica y
lingstica a lo largo de su desarrollo histrico; por lo
menos desde sus remotos orgenes mesoamericanos
hasta prcticamente nuestros das. Esa diversidad
habra de constituir un elemento fundamental de la
organizacin social de los diferentes estados formados
en Mesoamrica, y habra de continuarse, con igual
vitalidad a lo largo del periodo colonial, como un hecho
jurdico reconocido en cuanto se refiere a los dos gran-
des conglomerados: la Repblica de los indios y la
Repblica de los espaoles.
El liberalismo del Mxico independiente negara,
en lo jurdico y en lo poltico, la diversidad tnica, aun
cuando la realidad misma se encargara de mostrar-
lo en los hechos cotidianos, como sera evidente en la
sangrienta y trgica historia del siglo diecinueve me-
xicano, el de las guerras de castas, los dos imperios,
las dos invasiones extranjeras y las dos largas dic-
taduras (la de Santa Anna y la de Porfirio Daz).
Ya aludimos antes a la amplia diversidad tnica y
lingstica prevaleciente en las sociedades mesoa-
mericanas previas a la conquista y colonizacin euro-
peas; una situacin que por cierto ha sido escasa-
mente investigada y de la que diferentes autores han
hecho sealamientos significativos, como Paul Kirch-
hoff y Pedro Carrasco, entre otros.
El sistema social impuesto por los espaoles reor-
ganizara las relaciones sociales existentes, reconocien-
do una parte de los sistemas vigentes, como lo apun-
tamos en la seccin anterior, lo que se advertira en la
continuidad de los seoros mayores que habran de
sobrevivir a la violencia de la conquista militar. Aunque
la divisin principal, que se reflejara tajantemente en
la sociedad colonial, era la que separaba a los indios
de los espaoles, unos situados como inferiores, los
primeros, y otros como superiores, los segundos. Esta
diferenciacin cruzara la sociedad colonial en trmi-
nos abiertamente racistas y calara profundamente en
su evolucin posterior.
Esta distincin colonial incidira definitivamente
en la planificacin urbana. La traza de lo que sera la
capital del virreinato separara claramente a los
miembros de las dos repblicas: dentro de la ciudad,
con sus accesos controlados, viviran exclusivamen-
te los hispanos y las llamadas castas, es decir los pro-
ductos de la mezcla racial que no seran un grupo
significativo sino hasta fines del periodo colonial. En
el resto de la isla y en todo el entorno de la Cuenca
estaran los pueblos indios; si acaso en las cabeceras
de los seoros mayores se asentaran algunas au-
toridades eclesisticas y polticas, as como algunos
encomenderos, tal sera el caso de Coyoacn, Tlalpan
y Xochimilco, por ejemplo.
La capital virreinal, Mexico-Tenochtitln, sede de
la poblacin espaola, estara rodeada por la pobla-
cin india organizada en dos parcialidades que con-
tinuaban la organizacin mesoamericana de los dos
estados mexicas: San Juan Tenochtitln y Santiago
Tlatelolco, cuyos miembros ocupaban las tierras al-
rededor de la traza espaola y otras poblaciones ribe-
reas del lago.
As, se estableci una segregacin residencial apli-
cada durante todo el virreinato, y mientras en gran
parte del territorio se llevaba a cabo una movilizacin
masiva de poblacin para concentrarla en poblados
compactos y ejercer de esta manera un mayor control
sobre la misma la llamada poltica de reduccin, que
tendra consecuencias demogrficas catastrficas,
en la Cuenca dicha poltica tendra efectos ms li-
mitados, dada la elevada densidad de sus poblados,
as como la decisin de mantener el sistema poltico y
econmico mesoamericano, dirigido por su nobleza, la
cual se sometera al gobierno civil y religioso de los
colonizadores espaoles.
Esto constituye un muy importante aspecto que
nos va a permitir observar ms de cerca los complejos
y diversos procesos de cambio que vivan las pobla-
ciones asentadas en la Cuenca, pero sobre todo nos
abrir la posibilidad de reconocer aquellos otros pro-
cesos que expresan una continuidad que se remonta
siglos atrs; todo, claro est, en la medida del potencial
analtico de nuestros mtodos y teoras.
El hecho es que al fundarse la ciudad espaola
sobre la antigua ciudad india y al mantenerse la
compleja red de relaciones econmicas y polticas
establecidas entre la poblacin de la Cuenca, se
continuaran las bases y los principios organizativos
tanto del trabajo agrcola, como de las relaciones de
parentesco y de la organizacin poltica a nivel de la
comunidad y del seoro, todo lo cual sostiene una
cosmovisin amparada en el ritual agrario y en el
ciclo de vida cotidiano que encontrara los cami-
nos ms diversos para continuarse y reproducirse
ante la fuerza represiva de la accin proselitista de
los frailes y de la Iglesia en general.
Los pueblos indios, adems de dedicarse a las ac-
tividades agrcolas en torno a los cultivos tradiciona-
les mesoamericanos, seran una fuente fundamental
-
Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
20
de mano de obra y de provisin de productos alimen-
ticios, as como otros bienes incorporados al tributo.
Esto habra de reflejarse cada vez ms acentuadamen-
te en las ocupaciones de aquellas poblaciones ms
cercanas a la traza urbana espaola, de tal suerte que
para 1810,
oficios como la albailera, zapatera, carpintera, tejido,
botonera, etc., son caractersticos de los barrios ms cn-
tricos; al desvanecerse los lmites de la ciudad empiezan
a aparecer los zacateros, hortelanos (chinamperos, en mu-
chos casos), tiradores de patos, pateros, pescadores y sa-
lineros y salitreros (como se llamaba a los que hacan te-
quesquite), y otros oficios que predominaban en los pue-
blos forneos de una y otra parcialidad (Lira, 1983: 40).
Los pueblos de ms al sur, de la parte lacustre, que
se dedicaban al cultivo de las chinampas, y por su-
puesto tambin los que vivan en el somontano, man-
tendran su modo de vida y seran una fuente de
aprovisionamiento de verduras y de granos para la
ciudad.
Las chinampas de pueblos comprendidos en Ixtacalco,
Mexicalcingo, Santa Ana Zacatlamanco, San Juanico o
San Juan Nextipac como se le llama tambin, la
Magdalena Mixiuca y otros pueblos chinamperos del sur,
sujetos a la parcialidad de San Juan fueron celosamente
conservados como patrimonio familiar... Las tierras de los
fondos del lago salobre, aun cuando estaban en lugares
arrendados, fueron objeto de repetidos pleitos, pues de la
industria de la sal y el tequesquite vivan muchas fami-
lias de la Magdalena Salinas y sus barrios. Los zacatales
y lugares de caza y captura de patos y de pesca, fueron
tambin objeto de reclamaciones constantes (ibid.: 47).
Lo cierto es que la ciudad espaola crecera len-
tamente a costa de las tierras de los pueblos indios,
proceso que contina hasta nuestros das. Durante la
mayor parte del periodo colonial se establecera un
control en las construcciones nuevas, de tal manera
que se mantuviera la traza reticular del plano original.
El plano de la ciudad, pues, debe considerarse esttico
hasta los primeros aos del siglo XVIII, centuria en cuyo
curso comenz a manifestarse el crecimiento y la urba-
nizacin de reas intermedias entre el casco de la ciudad
y la margen occidental del lago...(Enciclopedia de Mxico,
1985: 52).
Para el ao de 1794 se realizara un intento por
controlar el crecimiento de la ciudad, que fue aban-
donado para iniciar lenta y significativamente, el cre-
cimiento anrquico. Para el Segundo Imperio se traza-
ra una amplia avenida que rompera la disposicin
reticular de la ciudad. En efecto, lo que sera el Paseo
de la Reforma, que una al Bosque de Chapultepec con
el centro de la ciudad, se convertira en una bella
calzada sobre la que Porfirio Daz mandara cons-
truir los monumentos de Coln, Cuauhtmoc y la In-
dependencia, adems de las estatuas de los hroes de
las entidades federativas a lo largo de las amplias ban-
quetas.
La ciudad de Mxico, erigida en capital federal por
decreto del 18 de noviembre de 1824, cambiara su
rgimen municipal y se gobernara por un regente
nombrado directamente por el presidente a raz de la
reforma constitucional del artculo 73, del 28 de agos-
to de 1928; y de acuerdo con la Ley Orgnica del
Gobierno del Distrito Federal del 31 de diciembre de
1941, la ciudad de Mxico sera una de las doce de-
legaciones de que se compondra el Distrito Federal.
Era reconocible todava, por ese entonces, el antiguo
ncleo urbano que se contrastaba con las poblacio-
nes indias y colonias que comenzaban a aparecer por
diferentes rumbos en terrenos de antiguas haciendas
o de llanos ganados a los pantanos, ahora desecados.
Ya para el ao de 1970, en la Ley Orgnica del 29
de diciembre, apareceran como sinnimos la ciu-
dad de Mxico y el Distrito Federal, cuando la man-
cha urbana haba trascendido esta delimitacin ad-
ministrativa y alcanzado a varios municipios del Esta-
do de Mxico, de tal manera que el rea Urbana de la
Ciudad de Mxico (AUCM) se constitua en un espacio
particular que creca rpidamente y arrasaba a su
paso los antiguos pueblos, asfixiando a la mayora y
detenindose frente a aquellos que defienden su in-
tegridad, como lo muestran actualmente los que com-
ponan los antiguos seoros de Xochimilco, Tlalpan,
Tlhuac y Milpa Alta, ahora transfigurados en dele-
gaciones del Distrito Federal, y sujetos a esa arcaica
inercia urbana que se anidara en la vetusta ciudad
colonial y arrasara prcticamente con una pobla-
cin que, todava a principios del siglo XX, retena a
flor de piel los viejos modos de vida y concepciones
del mundo profundamente mesoamericanas.
El crecimiento de la ciudad de Mxico en este siglo,
que es cuando alcanza dimensiones de gran metr-
poli, presenta tres etapas de acuerdo con Luis Unikel
(1974). La primera corresponde al proceso que llega
hasta 1930, a la que podemos caracterizar como cir-
cunscribindose a los lmites administrativos de la
ciudad de Mxico.
En efecto, en 1930 el 98% de la poblacin del AUCM re-
sida dentro de los lmites de la ciudad de Mxico. El 2%
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restante habitaba en las delegaciones de Coyoacn y Az-
capotzalco, contiguas a la capital (Unikel, 1974: 187).
(La segunda etapa abarca de 1930 a 1950) Este periodo
destac, en primer lugar, porque tanto la ciudad de M-
xico como el Distrito Federal y el AUCM alcanzaron tasas
promedio superiores a las de la etapa anterior. Este hecho
fue notorio durante el decenio 1940-1950, en que las
tasas de crecimiento fenmeno fueron slo un reflejo del
acelerado proceso de urbanizacin del pas... Durante
esta segunda etapa, y en especial de 1940 a 1950, se inici
en forma definitiva la desconcentracin de poblacin del
centro hacia la periferia de la ciudad, bsicamente hacia
el sur y sudeste del Distrito Federal ( ibid.: 187).
La tercera etapa, de 1950 a 1970, corresponde a
una rpida expansin sobre los pueblos de la Cuenca.
L. Unikel estima que en este movimiento se anexara
a localidades menores de 15,000 habitantes, consi-
deradas no urbanas, que habran de sumar en total
254 mil personas, que bien podemos suponer eran
miembros de las viejas comunidades agrarias.
Esta tercera etapa se compone de dos partes, en la
primera (1950-1960), la expansin industrial corres-
ponde a Naucalpan, Ecatepec y Tlalnepantla, mu-
nicipios del Estado de Mxico. En la segunda (1960-
1970), se presenta un acentuado crecimiento demo-
grfico con tasas mayores que las del Distrito Federal.
Naucalpan, Tlalnepantla, Ecatepec y Chimalhuacn
tuvieron en este lapso una tasa de crecimiento de-
mogrfico de 18.6 por ciento anual. Por otro lado, los
municipios de Tultitln, Coacalco, Cuautitln, Huix-
quilucan, La Paz, Chimalhuacn y Nezahualcyotl
parte ya de la Zona Metropolitana de la Ciudad de
Mxico, mostraran una tasa anual de 19.7 por
ciento, con lo cual se advierte que el proceso de me-
tropolizacin ha alcanzado a los municipios conurba-
dos del Estado de Mxico (Unikel, op. cit.: 189-192).
Este extraordinario fenmeno de transformacin
de la ciudad de Mxico en una metrpoli de escala
mundial, alcanzara en la dcada de los aos ochenta
una magnitud que la sita entre las ms grandes del
mundo, tiene una contraparte que escasamente ha
sido investigada y que alude a un sustrato histrico
en que descansa su cultura, su identidad y los impul-
sos profundos que se expresan elocuentemente tanto
en su dinmica poltica como en su pluralidad tnica
y lingstica.
Este sustrato lo componen los antiguos pueblos
campesinos que continan manteniendo y enrique-
ciendo hasta nuestros das un patrimonio cultural
que los vincula con los antiguos seoros de la Cuen-
ca, los cuales, en sus caractersticas culturales sus
manifestaciones religiosas y sociales mantienen,
con ropajes que conjugan lo moderno exterior con lo
especfico propio, una cosmovisin en la que se con-
tienen tanto una rica historia, apenas investigada
desde la perspectiva local, como saberes y creencias
de un muy denso contenido.
5. A manera de reflexin final
El proceso de discusin acerca de la trascendencia
terica del sistema de cargos ha mostrado, ms que
nada, la extrema complejidad del fenmeno estudia-
do. Lo que en un principio se describe como una par-
ticularidad de la estructura social de las comunida-
des indias, pronto mostrara no slo sus compleji-
dades especficas, sino tambin aquellas de orden
econmico, al remitir a la nivelacin, es decir a la
redistribucin. Lo que a su vez sera criticado a partir
de la demostracin de una clara tendencia a la dife-
renciacin social y a la monopolizacin de los pues-
tos dirigentes por las familias ricas.
stas son las lneas de reflexin trabajadas desde
la perspectiva de la antropologa social; habra que
indicar la poca atencin que se ha dado a la temtica
del poder. Lo que ha sido trabajado principalmente en
el caso de las comunidades campesinas, no lo ha sido
en relacin con los sistemas de cargos de las comu-
nidades indias.
Sin embargo, la perspectiva etnolgica que esta-
blece un marco temporal de largo aliento y nos remite
al concepto de Mesoamrica como espacio fundamen-
tal en trminos culturales e histricos, otorga distin-
tos nfasis a las mismas temticas e introduce otros
problemas. Tal vez uno de los de mayor relevancia, por
su actualidad, adems de las dificultades tericas a
las que convoca, sea el de la etnicidad, cuestin que
apela claramente a la historia. Es decir, no podemos
plantear la discusin sobre la identidad tnica de los
pueblos indios si no es en una perspectiva histrica;
adems, es algo que tiene que hacerse en el largo ca-
mino por el que se configura la nacin mexicana.
El punto de partida para reconocer el proceso de
formacin nacional tiene como antecedente funda-
mental la historia mesoamericana, premisa que re-
conoce hasta la misma historia oficial, la del com-
ponente mesoamericano de la cultura nacional; pero
si hay una regin en que se expresa de una manera
extremadamente rica y sugerente la continuidad de
los procesos histricos y la presencia viva de la muy
antigua tradicin mesoamericana sta es precisamen-
te la Cuenca de Mxico, espacio geogrfico e histrico
en que se dio el desarrollo urbano que conducira a la
-
Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...
22
configuracin de la ciudad ms grande del mundo.
Cmo expresa esta ciudad su denso componente
mesoamericano? Qu aspectos de sus procesos cul-
turales lo muestran?
Estas cuestiones son accesibles especficamente
por la etnografa, y uno de los campos que nos con-
ducen a la base de los procesos histricos relaciona-
dos con la diversidad tnica y la reproduccin de la
misma en el marco de los nuevos procesos urbanos es
el de la organizacin poltico-religiosa de los antiguos
pueblos mesoamericanos, ahora convertidos en colo-
nias, barrios, delegaciones y comunidades campesinas.
La clave est no slo en el reconocimiento de la vi-
gencia de estructuras poltico-religiosas que expresan
una antigua raz mesoamericana, sino sobre todo en
el proceso de reproduccin de una cosmovisin que
mantienen las premisas culturales e histricas en
que basan su identidad. Esto slo puede advertirse
cuando se considera el conjunto de la Cuenca, pues
ella constituye una unidad histrica y cultural. O,
como lo dejan ver los ciclos ceremoniales y los ritua-
les en que se intercambian y visitan santos en las pe-
regrinaciones, un espacio sagrado en el que el paisaje
se entrama profundamente con la cosmovisin.
Para abrir el camino a una reflexin que reconozca
los procesos histricos de mayor profundidad, por los
que se establece y define la cultura de la ciudad de
Mxico, tenemos que partir del componente que apor-
tan los antiguos pueblos de raz mesoamericana y de
las diversas formas en que se manifiesta en nuestros
das. La etnografa nos ofrece una perspectiva que
permite definir cuestiones muy sugerentes y articula
los dispersos datos de la arqueologa, la etnohisto-
ria, la lingstica y la historia nacional, de tal manera
que podemos comenzar a reconocer no slo la conti-
nuidad de procesos muy antiguos, sino la vigencia de
una cosmovisin en muchos elementos de la cultura
de los habitantes de esta ciudad capital.
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