Los Sistemas de Cargo Andres Medina

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=74711352002 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica ANDRÉS MEDINA Los sistemas de cargos en la Cuenca de México: una primera aproximación a su trasfondo histórico Alteridades, vol. 5, núm. 9, 1995, pp. 7-23, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa México ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Alteridades, ISSN (Versión impresa): 0188-7017 [email protected] Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Antropología, sistema de cargos, religión

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    ANDRS MEDINALos sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico: una primera aproximacin a su trasfondo histrico

    Alteridades, vol. 5, nm. 9, 1995, pp. 7-23,Universidad Autnoma Metropolitana Unidad Iztapalapa

    Mxico

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Alteridades,ISSN (Versin impresa): [email protected] Autnoma Metropolitana UnidadIztapalapaMxico

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • ALTERIDADES, 19955 (9): Pgs. 7-23

    Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico:una primera aproximacin a su trasfondo histrico

    ANDRS MEDINA*

    Introduccin

    La etnografa de Mxico tiene en el estudio de los sis-

    temas de cargos una de las ms sustanciosas vetas

    de investigacin, tanto por la riqueza y complejidad de

    sus diversas expresiones y de ello da cuenta una

    vasta bibliografa como por los retos que plantea

    para la discusin terica, tal como se advierte en la

    abundante produccin ensaystica que abarca una

    sugerente gama de perspectivas propuestas.

    Generalmente se ha supuesto que este tema es

    propio del trabajo etnogrfico en las comunidades

    indias de raz mesoamericana; y, efectivamente, las

    obras consideradas como clsicas proceden de re-

    giones con una densa tradicin que se muestra en sus

    rasgos sociales y culturales, as como en la presencia

    viva de las lenguas amerindias, y sobre todo en una

    historia que puede remontarse a siglos, si no es que

    tambin a milenios.

    Sin embargo, si consideramos la cuestin desde el

    campo de la religiosidad popular y de la poltica local,

    as como desde el estudio de los sistemas regionales de

    carcter pluritnico, entonces nos encontraremos con

    que el panorama se ampla considerablemente, porque

    entonces lo que se configurar como la problemtica

    principal ser el conjunto de procesos generados por

    la conjugacin y la confrontacin entre el Mxico

    profundo y la inercia irresistible de la globalizacin en

    que se sita ese otro polo de tensiones que constituye

    el Estado, corazn de lo que tambin Guillermo Bonfil

    llamara el Mxico imaginario.

    As, el campo terico del sistema de cargos expresa

    una complejidad que ha sido reconocida en la medida

    en que la propia discusin ha madurado, e incluso ha

    avanzado en respuesta a exigencias organizativas

    planteadas a los movimientos sociales indios en dife-

    rentes regiones intertnicas del pas. Todo esto se ad-

    vierte al examinar detalladamente el curso de la discu-

    sin terica y de las diferentes propuestas sobre las ca-

    ractersticas fundamentales de los procesos implicados.

    En este ensayo me propongo hacer una breve dis-

    cusin acerca de las posiciones tericas que me pare-

    cen significativas para la definicin de mi propuesta,

    asimismo remitir mis reflexiones a una regin es-

    pecfica, la Cuenca de Mxico, espacio donde se sita

    la ciudad de Mxico, donde podemos encontrar comu-

    nidades con sistemas de cargos de una inesperada

    complejidad, que contrastan marcadamente con aque-

    llos de la etnografa clsica y que plantean problemas

    sugerentes para la teora, as como para el estudio de

    la historia de la cultura en Mxico.

    1. La discusin terica

    En el extenso conjunto de trabajos hechos acerca de

    los sistemas de cargos es posible reconocer diferentes

    posiciones tericas, as como variados nfasis tem-

    ticos que seguramente reflejan particularidades re-

    gionales. Hay desde luego un hecho que acenta el

    inters en este tpico, la trascendencia terica y la

    importancia que para las propias comunidades indias

    tiene el sistema de cargos.

    La densidad terica ha sido aludida certeramente

    por Manning Nash (1958), quien ha equiparado la* Instituto de Investigaciones Antropolgicas, Universidad

    Nacional Autnoma de Mxico.

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    8

    importancia del sistema de cargos para Mesoamrica

    con la de los linajes africanos y con las clases socia-

    les en las sociedades capitalistas. Hay desde luego un

    inters pragmtico en el conocimiento de las estruc-

    turas de poder indias y campesinas, como el expre-

    sado por Richard N. Adams en sus estudios sobre

    Guatemala, hace casi cincuenta aos, o por los es-

    tudiosos mexicanos, como Gonzalo Aguirre Beltrn,

    comprometidos con la poltica indigenista guber-

    namental.

    Tambin las propias comunidades indias han de-

    dicado una atencin particular a sus jerarquas poltico-

    religiosas en el proceso de definir sus reivindicacio-

    nes tnicas y culturales en el marco de los movimien-

    tos polticos regionales, tal como es el caso de los pue-

    blos zapotecos y mixes de la regin del Istmo y del Valle

    de Oaxaca.

    Sin embargo, en el nutrido paisaje de autores y

    teoras, es posible reconocer dos paradigmas para

    acudir a la sugerente propuesta de T. S. Kuhn. Uno

    es el que llamaremos estructural-funcionalista, que

    tiene como fundador a Sol Tax, antroplogo de la Uni-

    versidad de Chicago, quien publicara su ensayo semi-

    nal en 1937, a partir del cual se desarroll toda una

    cauda de investigaciones que habran de consolidarse

    en la propuesta de M. Nash (1958) y Eric Wolf (1981).

    El otro paradigma es el mesoamericanista y tiene

    como punto de partida la respuesta de los antroplo-

    gos mexicanos a la ubicacin de la sociedad azteca en

    el esquema evolucionista de L.H. Morgan, segn lo

    consigna en su obra clsica La sociedad primitiva.

    Como se recordar, la definicin del grado de desarro-

    llo de los mexica fue motivo de una muy interesante

    discusin entre el propio Morgan y su discpulo Adolph

    Bandelier, y la cuestin habra de centrarse en la

    presencia del Estado, de lo que dependa situar a los

    aztecas en la barbarie o en la civilizacin. Morgan con-

    sideraba que no haba tal institucin entre los azte-

    cas, sino ms bien una confederacin de tribus, como

    la que l mismo haba estudiado entre los iroqueses;

    opinin que habra de prevalecer finalmente.

    Los estudiosos mexicanos desarrollaran diversas

    investigaciones para demostrar la existencia del Esta-

    do en las sociedades del Mxico antiguo, particular-

    mente entre los aztecas. Desde los trabajos de Manuel

    M. Moreno y Alfonso Caso hasta las ms recientes dis-

    cusiones sobre el carcter del Estado en las socieda-

    des mesoamericanas, se ha conformado una tradicin

    que contina impugnando la proposicin evolucionista

    de L.H. Morgan (vase, por ejemplo, Boehm de Lamei-

    ras, 1986; Oliv Negrete, 1985; Medina, 1982).

    Cuando nos referimos al paradigma estructural-

    funcionalista reconocemos el enfoque propio de la an-

    tropologa social, atento a los sistemas de relaciones

    sociales, econmicas o poltico-religiosas, en el que se

    busca el reconocimiento de modelos generales, la

    lgica de su organizacin y sus procesos de cambio.

    Por otra parte, el paradigma mesoamericanista alude

    a una perspectiva etnolgica, sensible a los grandes

    procesos histricos implicados en la configuracin y

    dinmica de Mesoamrica como un rea cultural,

    para lo cual acudimos a las investigaciones de la lin-

    gstica histrica, de la arqueologa, de la antropologa

    fsica y de la etnohistoria. En particular asumimos la

    propuesta mesoamericanstica de Kirchhoff (1966),

    cuando la postula como base de las investigaciones

    antropolgicas en Mxico (vase Medina, 1995).

    Retornando a nuestra narracin sobre el estatuto

    de la sociedad azteca en el discurso evolucionista

    morganiano, nos encontramos con que la articula-

    cin de esta discusin con la etnografa, y ms espe-

    cficamente con el tpico del sistema de cargos, habra

    de hacerla G. Aguirre Beltrn en el texto Formas de

    gobierno indgena (1991a) que, en mi opinin, funda el

    paradigma mesoamericanista. Aqu se establecera

    un vnculo histrico directo entre el municipio im-

    plantado por las autoridades espaolas en las comu-

    nidades indias y el calpulli-barrio de las sociedades

    mesoamericanas. En su argumentacin para respal-

    dar la importancia que otorga a esta unidad social, pa-

    radjicamente, Aguirre Beltrn regresara a la posi-

    cin evolucionista y habra de sostener la vigencia del

    calpulli o clan geogrfico y la inexistencia del Estado.

    No obstante, su perspectiva histrica que conside-

    ra tres grandes momentos de la historia mexicana: el

    mesoamericano o prehispnico, el colonial y el de la

    Revolucin Mexicana, le llevara a distinguir tres

    estructuras polticas, a partir precisamente de ellos.

    Hay desde luego otros aspectos que complementan y

    enriquecen el paradigma, y a los que me referir ms

    adelante; por el momento retornar al otro paradigma.

    No me parece necesario hacer un recuento de las

    numerosas obras que se han hecho en el marco del

    paradigma estructural-funcionalista, pues existe una

    magnfica sntesis crtica hecha por John K. Chance y

    William B. Taylor (1987), y es a partir de ella que har

    algunos sealamientos que me parecen oportunos

    para la definicin de mi propia propuesta.

    Para describir el desarrollo de la discusin que

    conformara el paradigma estructural-funcionalista,

    Chance y Taylor acuden al recurso de distinguir va-

    rias generaciones de trabajos, definidas por el problema

    en el que centran su anlisis. La primera generacin

    corresponde a los trabajos que dan sustancia a la

    propuesta de Sol Tax con investigaciones intensivas

    en comunidades especficas. En cambio, la segunda

  • Andrs Medina

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    generacin discute sobre el papel nivelador, o redis-

    tributivo, de la riqueza que implica el financiamiento

    de los rituales comunitarios, posicin defendida por

    Wolf y por Nash; en tanto que la posicin contraria

    (Harris, 1973) insistira en el papel de extractor de la

    riqueza de los mismos rituales.

    La tercera generacin est representada por la in-

    vestigacin de Frank Cancian (1976) en la comunidad

    tzotzil de Zinacantn, en el estado de Chiapas, en la

    que mostrara que el funcionamiento del sistema de

    cargos, lejos de nivelar, legitima las diferencias so-

    cioeconmicas que se generan en la comunidad. Fi-

    nalmente, la cuarta generacin en la que por cierto

    aparece Aguirre Beltrn, pero con un trabajo posterior

    al que hemos citado, de 1967, formula una diver-

    sidad de posiciones que configura la discusin con-

    tempornea. As, frente a la propuesta, defendida por

    varios autores, que establece un vnculo entre el sis-

    tema de cargos actual y las sociedades mesoamerica-

    nas se encuentra otra que rechaza tal antigedad y

    sita el origen en los finales del siglo XIX. A esta

    posicin se adhieren Chance y Taylor:

    Nuestro argumento central es que, si bien la jerarqua

    civil y las comisiones de las fiestas existan en comunida-

    des indgenas de las tierras altas en tiempos de la Colonia,

    la jerarqua cvico-religiosa fue bsicamente un producto

    del periodo posterior a la Independencia en el siglo XIX

    (op. cit.: 2).

    Hay, sin embargo, otros aspectos planteados que

    me parece justo mencionar. Por una parte, el recupe-

    rar la propuesta de J. Greenberg (1987) de no consi-

    derar las diferentes posiciones como excluyentes, sino

    de otorgarles la calidad de fases de un desarrollo que

    tiene que ver con la dinmica misma de las comuni-

    dades estudiadas; y por la otra, el reconocer que existe

    una variedad de situaciones, tanto en el tiempo como

    en el espacio, que es necesario tomar en cuenta para

    la construccin terica. Es decir, advierten sobre la

    complejidad del fenmeno y la necesidad de consi-

    derarla al momento de las generalizaciones.

    Tambin me parece importante, sin embargo, se-

    alar aquellas otras cuestiones con las que estoy en

    desacuerdo y que me permiten avanzar en mis propios

    puntos de vista. En primer lugar, habra que sealar

    el carcter extremadamente frgil de definir el siste-

    ma de cargos a partir de la promocin individual,

    pues, efectivamente, es un rasgo reciente relacionado

    tanto con la existencia del trabajo asalariado en las

    comunidades indias lo que se vincula con la poltica

    liberal de fines del siglo XIX, como con el proceso de

    invasin, despojo y comercializacin de las tierras

    de las comunidades indias lo que comienza a me-

    diados del siglo XVIII con las reformas borbnicas.

    Ambos aspectos minaran la base comunitaria del

    sustento de los rituales y las fiestas de los pueblos

    indios.

    El sistema de cargos se inscribe fundamentalmen-

    te en la matriz comunitaria india, y si bien es cierto

    que la estructura poltico-religiosa es impuesta por los

    colonizadores espaoles, y vigilada muy de cerca por

    el clero regular responsable y mediador entre la po-

    blacin india y las autoridades coloniales, la base

    del modo de vida del campesino indio permanece inal-

    terable. Es decir, el trabajo agrcola en torno al maz y

    cultivos que le acompaan conservara sus particu-

    laridades tcnicas e ideolgicas. Esto tendra una im-

    portancia fundamental para la reproduccin del cam-

    pesino indio y de su cultura de raz mesoamericana,

    pues todo el conocimiento y la experiencia en torno a

    la agricultura se mantendra en el marco de la cos-

    movisin, es decir, de aquellos sistemas de represen-

    taciones que explican las relaciones bsicas, genera-

    les, entre los hombres y de stos con la naturaleza y el

    universo.

    El trabajo agrcola reproducira el carcter de las

    relaciones del hombre con la naturaleza, sintetizado y

    simbolizado en el largo proceso histrico que implica

    el surgimiento y desarrollo de las sociedades mesoa-

    mericanas. En el proceso de trabajo se transmiten los

    conocimientos y las creencias de los campesinos, se

    organizan las relaciones sociales que dan forma a la

    familia y se constituyen los sistemas de parentesco.

    Pero lo que tiene una importancia todava mayor es el

    carcter estrictamente ritualizado de todo el proceso

    agrcola (vase Medina, 1990). Esto llevara a una

    sistematizacin de la experiencia a partir de una ob-

    servacin cuidadosa de los fenmenos meteorolgi-

    cos y astronmicos, conocimiento que sera desarro-

    llado por la clase dirigente de las sociedades mesoa-

    mericanas y organizado, para fines prcticos, agrco-

    las, polticos y religiosos, en los diversos sistemas

    calendricos.

    Con este planteamiento trato de definir la dialcti-

    ca que habra de establecerse desde el principio de

    la colonizacin hispana, entre la comunidad agra-

    ria de raz mesoamericana y las autoridades polticas

    y religiosas novohispanas. Por una parte encontra-

    remos la imposicin de las instituciones coloniales,

    orientada hacia la explotacin y el dominio, y por la

    otra, la resistencia y el desarrollo de estrategias co-

    munitarias para mantener la integridad y la repro-

    duccin del modo de vida y la cultura de las comuni-

    dades indias. Ahora bien, el proceso, visto en la pers-

    pectiva de largo plazo, estara marcado por pocas de

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    10

    feroz explotacin y de un rgimen de acentuada

    opresin; pero habra otras en que las crisis econmi-

    cas y polticas reduciran la presin sobre las comu-

    nidades y haran ms evidente el constante proceso de

    reelaboracin de las influencias y las imposiciones

    coloniales.

    Es decir, se da una especie de metabolizacin de

    las influencias externas, desde la matriz agraria de la

    comunidad india y desde una cosmovisin que re-

    produce las categoras fundamentales de la cultura

    india, ahora en los espacios que generaba el rgimen

    colonial. En el largo lapso de tres siglos no slo de-

    sapareceran diversas sociedades indias, otras se

    transformaran sin renunciar a sus viejas identida-

    des indias, y otras surgiran como novedosos y origi-

    nales resultados de los procesos desatados por la co-

    lonizacin.

    Aqu vale la pena distinguir entre la perspectiva

    interior, correspondiente a la cosmovisin india, y la

    exterior, que tiene como referencia los intereses del

    sistema colonial. La organizacin impuesta por los

    espaoles se preocupara por nombrar e imponer a-

    quellas autoridades indias que garantizaran el control

    econmico y poltico de las comunidades; el cargo ms

    importante en este sentido era el de gobernador. En

    los primeros tiempos este cargo recaa en miembros

    de la nobleza india, a los cuales, en la Cuenca de

    Mxico, se les daba el ttulo de tlatoani. Sin embargo,

    la importancia exterior no necesariamente correspon-

    da a las caractersticas de la jerarqua comunitaria.

    Como lo indica la mayor parte de la informacin etno-

    grfica, el ritual agrario involucra a sectores amplios

    de la poblacin que van desde el ncleo familiar, pa-

    sando por las diversas unidades sociales interme-

    dias, como el paraje, el barrio y la mitad, hasta llegar

    al conjunto comunal. Todo ello implica una jerar-

    qua ritual, responsable tanto del ritual agrario que

    abarca prcticamente todo el ao como de las ce-

    remonias familiares del ciclo de vida reconocidas

    culturalmente como significativas. Entre un ciclo y

    otro existe una estrecha interrelacin, y ambos defi-

    nen la matriz sobre la que se reproduce la cosmo-

    visin.

    Con todo esto quiero resaltar lo que constituye la

    matriz agraria de la comunidad india, desde la cual

    se establece un conjunto de relaciones, de mucha

    tensin y contradictorias la mayor parte de las veces,

    con las instituciones coloniales, primero, y naciona-

    les, despus.

    Desde el punto de vista de las cosmovisiones indias

    mesoamericanas no existe una distincin entre lo po-

    ltico y lo religioso, y aquellos puestos relacionados

    con el poder estn profundamente entramados con

    los rituales religiosos comunitarios. Para las auto-

    ridades coloniales la situacin era estrictamente

    pragmtica, por lo que aquellos designados eran res-

    ponsables bsicamente del control poltico y de man-

    tener las condiciones de exaccin econmica. Sin em-

    bargo, en trminos ideolgicos haba una fuerte dis-

    posicin catequizante que castigaba duramente las

    manifestaciones de la religiosidad india.

    El discurso del poder entre las comunidades in-

    dias y el sistema colonial se daba en los trminos del

    catolicismo dominante. As, mientras el intermedia-

    rio indio cumpla con una funcin de mediacin, la

    comunidad expresaba su identidad colectiva y le-

    gitimaba su posicin poltica por la existencia de un

    santo patrn, en torno al cual se organizaba el ritual

    comunitario. Esto habra de llevar a una polariza-

    cin entre, por una parte, el ritual catlico colectivo

    realizado en las cabeceras de los pueblos, sede de los

    sistemas de cargos, y el ritual agrario de raz mesoa-

    mericana, refugiado en las casas, los manantiales, las

    cuevas y los cerros, por la otra. Ambos ciclos ritua-

    les, no obstante, se entramaban profundamente en la

    vida cotidiana y festiva de las comunidades indias.

    El desarrollo de instituciones polticas complejas y

    representativas de las comunidades habra de ser un

    fenmeno relativamente reciente, prcticamente co-

    rrespondiente al periodo de la Revolucin Mexicana, y

    ms especficamente a consecuencia de la realizacin

    de la reforma agraria durante el periodo cardenista,

    cuando se daran las condiciones materiales y polti-

    cas para la reconstitucin de numerosas comuni-

    dades indias.

    Es decir, lo que llamamos el sistema de cargos, las

    instituciones poltico-religiosas comunitarias, se ins-

    cribe en la matriz agraria de la comunidad, que posee

    su propia jeraqua y sus ciclos ceremoniales respecti-

    vos. Reducir la discusin a la promocin individual o

    a la jerarqua cvico-religiosa como estructura aut-

    noma, pierde de vista no slo la base profundamente

    agraria que la sustenta, sino tambin el complejo sis-

    tema de representaciones que rige su vida, y con ello

    se pierde la rica y sugerente perspectiva de la histo-

    ria a largo plazo.

    Este planteamiento no ignora, desde luego, las

    nuevas situaciones que enfrentan las poblaciones

    indias: la reduccin y desaparicin del trabajo agr-

    cola tradicional, de la milpa, y la organizacin de ins-

    tituciones polticas y movimientos de reivindicacin

    tnica, los que desarrollan su discurso a partir de una

    cosmovisin construida histricamente, en el curso

    de milenios, y que mantiene su vigencia y su coheren-

    cia en la mayor parte de las comunidades indias con-

    temporneas.

  • Andrs Medina

    11

    2. Cosmovisin y geografa sagradaen la Cuenca de Mxico

    Pocos lugares del pas presentan, como la Cuenca de

    Mxico, una situacin tan sugerente para el estudio

    del largo proceso histrico que se remonta milenios

    atrs y llega hasta nuestros das. Los abundantes

    testimonios arqueolgicos dan fe de muy tempranas

    manifestaciones de la civilizacin mesoamericana. La

    Cuenca habra de ser la sede de grandes sistemas

    sociopolticos que ejerceran una vasta influencia en

    el espacio mesoamericano; sera, asimismo, el centro

    de un original y espectacular desarrollo cultural que

    sintetizara los logros y los avances de las sociedades

    ah formadas.

    La colonizacin espaola construira sobre las

    ruinas de la antigua metrpoli mexica la capital del

    nuevo virreinato; las antiguas piedras de los templos

    y palacios serviran para la construccin de los edifi-

    cios civiles y religiosos de los conquistadores, pero la

    traza, el subsuelo y la articulacin al entorno social y

    natural mantendran las profundas huellas de la ci-

    vilizacin mesoamericana.

    La ciudad espaola era servida, mantenida, cruzada,

    ocupada y vivida cotidianamente por miles de indios

    que residan en los alrededores, en los numerosos

    pueblos de la Cuenca, llevando su modo de vida me-

    soamericano, es decir, su trabajo en las milpas junto

    con las antiguas prcticas de recoleccin, caza y pesca

    en el medio lacustre y en las boscosas montaas que

    le circundaban; continuaban tambin el elaborado

    ritual agrario, claro que ahora en formas por dems

    discretas. Esos rituales y ese trabajo continuaban y

    reproducan, en las nuevas condiciones sociales, la

    compleja y altamente estructurada cosmovisin de

    los pueblos mesoamericanos. Tal vez no ya la ciencia

    avanzada y los conocimientos profundamente es-

    pecializados, pero s los elementos fundamentales

    sobre los que tal ciencia haba sido construida; es

    decir, retenan la matriz agraria bsica.

    A partir de entonces habra de darse una intensa

    interrelacin entre la ciudad espaola y su entorno

    indio; es ms, todo el desarrollo urbano habra de ha-

    cerse por el despojo sistemtico de las tierras comu-

    nales en un largo proceso signado por la violencia, el

    fraude y la usurpacin que llega prcticamente hasta

    nuestros das, como lo testimonian elocuentemente

    los habitantes de los muy antiguos seoros de Izta-

    palapa, Culhuacn y Coyoacn.

    Los pueblos indios que sobreviven, no obstante,

    mantienen la clave para reconocer una densa cos-

    movisin que se encuentra viva no slo en las propias

    y viejas comunidades agrarias, sino tambin en los

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    12

    testimonios arqueolgicos, en los cdices, en los ae-

    jos pleitos de tierras, en las inscripciones en piedra y,

    particularmente, en el paisaje.

    Para conocer este movimiento histrico que entra-

    ma diligentemente paisaje, cultura y cosmovisin es

    indispensable acudir a la extensa obra de la etnloga

    Johanna Broda, cuyas minuciosas investigaciones

    en la Cuenca de Mxico han revelado complejas e in-

    sospechadas relaciones entre la ciencia y la religin

    mesoamericanas. Sus trabajos nos ensean no slo la

    sorprendente integracin de la historia con el paisa-

    je, sino que nos ofrecen los elementos para seguir el

    proceso histrico y reconocerlo en su transcurso

    hasta nuestros das. Aqu mencionar algunos datos

    que me parecen importantes para apoyar mis pro-

    puestas sobre el estudio de los sistemas de cargos en

    los pueblos de esta regin. Me es muy difcil transmi-

    tir la riqueza y la versatilidad de sus observaciones;

    apuntar lo que me interesa y extiendo una invita-

    cin a los estudiosos para que consulten su amplia

    bibliografa.

    La Cuenca de Mxico, nos dice Johanna Broda,

    guarda una secuencia histrica milenaria en la que

    se entrelazan muy estrechamente paisaje, ciudades y

    cosmovisin. El punto de partida es el agricultor en-

    frentado a condiciones ambientales muy variables y

    de las que depende su vida, pues lo mismo pueden

    ocasionar abundancia y felicidad que hambre, enfer-

    medades y muerte; esto llevaba a una observacin

    cuidadosa y sistemtica de la naturaleza, que habra

    de expresarse en el culto a los cerros, a la lluvia, a la

    tierra y al agua desde los tiempos ms remotos. En

    este afn de proteccin y aseguramiento se observaba

    el movimiento anual del sol, as como de algunos pla-

    netas y constelaciones, y para ello se definan como

    puntos de referencia cerros y montaas del paisaje;

    pero, a su vez, la construccin de templos y otros edi-

    ficios habra de hacerse con orientaciones y con ali-

    neaciones establecidas por la conjuncin del movi-

    miento del sol y las estrellas con el paisaje.

    Lo cierto es que en esta configuracin que marca

    puntos en el paisaje en relacin con los movimientos

    del sol y que erige templos y adoratorios como referen-

    cia, habra de llevar al establecimiento de una red de

    coordenadas que abarca la Cuenca de Mxico como

    totalidad y la acotara puntualmente; esto lo descri-

    bi e investig el gegrafo alemn Franz Tichy.

    En estos estudios Tichy investiga los alineamientos entre

    los asentamientos prehispnicos, y de ellos hacia los cerros

    prominentes, y explora la importancia de estos alinea-

    mientos en trminos de la astronoma del horizonte...

    La geometra indgena es otro factor que junto con la

    arquitectura y las condiciones climticas, configuraron

    el paisaje cultural del Mxico prehispnico (Broda,

    1993: 24).

    Ahora bien, todo el conocimiento cientfico de los

    pueblos mesoamericanos se inscribe en su cosmovi-

    sin; es decir en las concepciones de tiempo y espacio

    culturalmente determinadas. Un excelente ejemplo

    de ello es la existencia de numerosos calendarios que

    regan la vida ritual y poltica de las ciudades y de los

    campesinos que producan los alimentos y ofrecan

    los servicios que las mantena. Los calendarios, a su

    vez, tenan una estrecha relacin con la astronoma,

    ambas

    forman parte y son expresin de un mismo proceso: el in-

    cipiente desarrollo histrico de las observaciones exactas

    sobre la naturaleza, el cielo, el ciclo de las estaciones, y

    el medio ambiente; es decir, sobre el cosmos en el cual el

    hombre se vea inmerso y del cual se senta partcipe. La

    observacin astronmica era la condicin previa para el

    diseo del calendario. Sin embargo, debe sealarse que

    calendario y astronoma no son idnticos, pues el calen-

    dario, como relacin humana, constituye tanto un logro

    cientfico como un sistema social. El calendario es vida

    social, y el esfuerzo de su elaboracin consiste precisa-

    mente en buscar denominadores comunes para ser apli-

    cados tanto en la observacin de la naturaleza como en la

    sociedad. El calendario se vincula estrechamente con el

    ritmo de las estaciones, el clima, y con los ciclos agrcolas

    impone una medida del tiempo, socialmente definida

    y regulaba las actividades de la sociedad ( ibid.:39).

    Uno de los aspectos investigados por J. Broda y que

    nos da una idea de la complejidad de la cosmovisin

    es el culto a los dioses de la lluvia, del cual forma parte

    importante el culto a los cerros. Estos eran considera-

    dos como receptculos del agua, la cual era liberada

    en la estacin lluviosa y retenida en la de secas. Tam-

    bin era el sitio donde se guardaba el maz y otros

    alimentos. Para los pueblos mayenses de Chiapas, en

    nuestros das, el cerro ms prominente del pueblo

    guarda en su interior las almas de sus habitantes,

    ordenadas de la misma manera, en las mismas ca-

    tegoras sociales.

    Es de notarse que el trmino nhuatl para pueblo, era

    precisamente altpetl, monte de agua o monte lleno de

    agua. Su conocida representacin glfica consiste en un

    cerro con fauces y una cueva en su base. Este simbolismo

    engloba dentro de un slo concepto la categora socio-

    poltica que es el pueblo, y su fundamento ideolgico en

    la cosmovisin (Broda, 1994: 16).

  • Andrs Medina

    13

    En los cerros sagrados de la Cuenca de Mxico se

    hacan grandes rituales en dos momentos claves para

    la agricultura, los que marcan el cambio entre la es-

    tacin lluviosa y la seca.

    Estos ritos prehispnicos encuentran su continuacin

    hoy en da en la Fiesta de la Santa Cruz, celebrada el 3 de

    mayo en muchas regiones tradicionales de Mxico y

    Guatemala. Propongo la hiptesis de que esta fiesta es, al

    lado del mucho ms conocido Da de los Muertos, aquella

    celebracin anual que ha conservado mayor nmero de

    elementos de la cosmovisin antigua y del calendario

    prehispnico (ibid.: 12).

    Referentes fundamentales en el culto a los cerros

    son los grandes volcanes que dominan el paisaje de

    la Cuenca de Mxico, como el Popocatpetl y el Iztac-

    chuatl, as como tambin otras prominencias como

    el Ajusco, la Sierra de Tlloc, el Teutli, el Cerro de la

    Estrella; y otras ms pequeas que destacan por su

    posicin estratgica en el paisaje, como el Tepetzintli

    (ahora conocido como Pen de los Baos), el Zacatpetl

    (junto al centro comercial Perisur) o el Cocotl (por el

    rumbo de Chalco). La importancia histrica de estos

    sitios se advierte por la presencia de ruinas arqueo-

    lgicas tanto en la cima como en sitios aledaos. En

    ellos se hacan rituales de gran importancia para los

    pueblos de la Cuenca, como los consagrados a los dio-

    ses de la lluvia, que eran realizados por los dirigentes

    de las principales ciudades.

    De acuerdo con los estudios hechos por J. Broda,

    en el mes Atlcahualo del calendario mexica, que corres-

    ponda aproximadamente al mes de febrero, en varios

    cerros se hacan peticiones de lluvia, ofreciendo nios

    en sacrificio. En el norte, en el Pico Tres Padres de la

    Sierra del Quauhtpetl, as como en el Yoaltcatl, un

    cerro situado junto al del Tepeyac. En el oriente de

    Tenochtitln el ritual se haca en el Tepetzintli y en el

    Poyauhtln, as como en el resumidero del lago cono-

    cido como Pantitln. En el sureste el cerro marcado

    por el ritual era el de Cocotl, ubicado en las cercanas

    de Chalco-Atenco; y en el poniente el cerro corres-

    pondiente era el Yiauhqueme, en las proximidades

    de Tacubaya (Broda, 1991).

    Una fiesta del ciclo ritual azteca que tiene una par-

    ticular significacin en los estudios de Broda por mos-

    trar la estrecha relacin entre cosmovisin, astronoma

    y paisaje es la celebrada en el cerro Zacatpetl en el mes

    Quecholli. En este cerro sagrado situado en un entorno

    de tipo chichimeca, es decir agreste y rido, se ritualiza-

    ba una cacera que remita al pasado recolector-cazador

    de los pueblos que dominaban la Cuenca, as como se

    dramatizaban los orgenes csmicos de la guerra.

    En el ritual participaban los tlatoani de los estados

    de la Triple Alianza, as como sus respectivas noble-

    zas; como parte del ceremonial se sacrificaba a muje-

    res que representaban a diosas de la tierra y a diosas-

    madres, como eran Coatlicue, Cihuacatl y Tonanzin.

    Y aqu J. Broda nos da su interpretacin sealando, en

    primer lugar la cercana de Cuicuilco, zona arqueo-

    lgica, de una antigedad que data del ao 300 a.C.,

    compuesta de una pirmide redonda y de otras cons-

    trucciones distribuidas en un amplio espacio. Tanto

    las construcciones situadas en la cima del Zacatpetl

    como las de Cuicuilco tienen la misma orientacin,

    hacia el Popocatpetl, en una lnea sealada por la

    salida del sol en el solsticio de invierno. Y si se sita a

    Cuicuilco y el Zacatpetl sobre el mapa de coordena-

    das diseado por Tichy, se encontrarn dos ejes que

    articulan cerros y ciudades. El eje norte-sur tiene

    como referente, en el norte, el Yoaltcatl y el cerro de

    Tepeyac; y en el sur al Ajusco, cruzando por Tenoch-

    titln y el Zacatpetl.

    Por otro lado el eje oriente-poniente parte del Po-

    pocatpetl, cruza por el cerro Teutli, por los petroglifos

    de Santa Cruz Acalpixca, por Xochimilco, por Cui-

    cuilco y termina en el Zacatpetl. La importancia de la

    relacin entre los puntos que marcan los extremos del

    eje norte-sur se indica por la identidad de las diosas

    sacrificadas, una de las cuales tiene como lugar de

    culto, hasta nuestros das, el cerro del Tepeyac, To-

    nanzin en su advocacin guadalupana.

    En el mes Huey tozoztli se efectuaba un ritual de

    peticin de lluvias en el cerro Tlloc y en el resumi-

    dero de Pantitln. En las ceremonias correspondientes

    se sacrificaba a nios. J. Broda seala que en el caso

    del cerro Tlloc, en cuya cima haba una amplia cons-

    truccin, acudan tanto los tlatoani de los estados do-

    minantes como el de Xochimilco. En el templo que se

    tena con la imagen de Tlloc, haba otras efigies me-

    nores que representaban a los cerros de los alrededo-

    res, todos los cuales eran cuidadosamente adornados

    y vestidos por el gobernante mexica, posteriormente

    los otros tlatoani repetan la accin (Broda, 1989).

    Este dato me parece significativo por dos razones.

    Por una parte, por la evidente participacin de los

    pueblos del sur de la Cuenca en este ritual, como

    Xochimilco; y por la otra, debido a la importancia del

    culto a Tlloc y el sacrificio de nios. Existir alguna

    relacin con el culto contemporneo a los nios dioses

    que se veneran en Xochimilco, el ms importante ce-

    lebrado precisamente en el mes de febrero?

    Para concluir permtaseme hacer algunas obser-

    vaciones. No podemos ignorar este gran diseo sagrado

    establecido desde hace tres milenios en la considera-

    cin de las fiestas y rituales agrcolas de la Cuenca de

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    14

    Un trabajo que constituye un parteaguas en las

    investigaciones histricas sobre el Mxico antiguo es

    el que editaran Pedro Carrasco y Johanna Broda en

    1978; aqu J. Broda plante diversas cuestiones que

    sientan las bases de una lnea de reflexin que es

    indispensable para entender la cultura y la historia de

    los pueblos de la Cuenca de Mxico, y para reconocer

    la compleja trama que los articula de una manera

    cambiante y desde procesos de largo alcance. En

    efecto, desde los ensayos dedicados a la estructura

    tributaria mexica y a las relaciones polticas rituali-

    zadas, as como en otros en los que se analiza minu-

    ciosamente el complicado ritual agrcola realizado por

    los mexica en diferentes lugares de la Cuenca (Bro-

    da, 1971; 1978a; 1978b y 1991) se comienza a dibujar

    la estrecha relacin que existe entre el paisaje y la

    cosmovisin, lo que implicara la integracin de los

    pueblos en una estructura poltica y en sistemas ri-

    tuales que constituirn una totalidad con una din-

    mica histrica milenaria. Para apoyar las conside-

    raciones relativas al ritual de los pueblos de la Cuenca

    en el siglo XVI apuntaremos brevemente algunos an-

    tecedentes, contenidos en trabajos de P. Kirchhoff y

    de Pedro Carrasco.

    P. Kirchhoff (1963) apunta la existencia de dos

    grandes procesos histricos relacionados con las iden-

    tidades tnicas y su expresin poltico-religiosa. Por

    una parte, est la oposicin entre toltecas y chichi-

    mecas, que se nos muestra tambin como un tipo que

    Kirchhoff llamara de fusin. Es decir, en la histo-

    ria de diversos pueblos de la Cuenca encontramos la

    confrontacin entre recolectores-cazadores nmadas

    y cultivadores civilizados, lo que frecuentemente re-

    sulta en una posterior fusin.

    De los cuatro casos a los que se refiere Kirchhoff,

    dos son pueblos de la Cuenca; el primer caso, los an-

    tiguos mexicanos, son producto de una fusin de los

    mexica recolectores-cazadores con los mexitin agri-

    cultores. El segundo caso es el de los chichimecas de

    Xlotl, que se fusionaran con los antiguos pueblos

    de origen tolteca, los acolhua. Estos procesos de fu-

    sin se produjeron en la crisis que provocara la desin-

    tegracin del imperio tolteca. Sin embargo, la fusin

    de los pueblos con identidades contrapuestas no ha-

    bra de implicar la prdida de la memoria sobre tales

    diferencias; al contrario, seran ritualizadas en diver-

    sas ceremonias, una de las cuales es estudiada por J.

    Broda (1991), la del mes Quecholli en el cerro Zacatpetl.

    Este contraste constituira un episodio importante en

    la historia poltica de los estados de la Cuenca.

    El otro tipo de relaciones intertnicas se refiere a la

    organizacin cuatripartita, manifiesta en los pueblos

    que migran y se asientan juntos, siempre en nmero

    Mxico; tampoco podemos desdear la estrecha in-

    terrelacin entre todos los pueblos y el paisaje como

    referente bsico, que articula los ciclos ceremoniales

    a una cadencia que viene de hace mucho. Finalmente,

    no me parece que exista una separacin rural-urbana

    en las fiestas de las comunidades de la Cuenca, cierta-

    mente muchas de ellas rodeadas y estranguladas por

    la ciudad moderna, cuando no en franco proceso de

    connurbacin. Es decir, la lgica de su funcionamien-

    to se sita en el conjunto y en una jeraquizacin que

    refleja la estructura poltica y la diversidad tnica

    vigente en el siglo XVI, la que habra de continuar en

    el periodo colonial, con los cambios y reorganizacin

    que implantara la corona espaola para los pueblos

    de esta estratgica regin.

    3. Identidad tnica y organizacin poltica

    Uno de los aspectos fundamentales de la organiza-

    cin social de los pueblos de la Cuenca que ha sido es-

    casamente explorado es el del papel de las relaciones

    intertnicas en la constitucin de las diferentes uni-

    dades polticas. La mayor atencin ha sido otorgada a

    los aspectos especficamente socioeconmicos y a los

    de carcter poltico y religioso. Sin embargo, la mane-

    ra en que se conjugan simblicamente y se suceden en

    el tiempo las identidades tnicas de los pueblos de la

    Cuenca, muestra una trama compleja que recupera

    las particularidades del desarrollo histrico y la con-

    figuracin de la densa cultura que subyace a los pro-

    cesos que conducen hasta nuestros das.

    El tema es ciertamente atractivo y promete hallaz-

    gos importantes, los cuales nos permitirn reconocer

    las historias llenas de dramatismo que protagoniza-

    rn los grandes estados y los diversos seoros que

    emergen en el fastuoso escenario de lagos, volcanes y

    bosques. Este conjunto de pueblos y paisaje entreteje

    una cultura que constituir el trasfondo del que emer-

    ger, original y densa, una gran civilizacin.

    Mucha es la informacin reunida, y otra que perma-

    nece en numerosos archivos nacionales y del extran-

    jero; pocos son, sin embargo, los esfuerzos interpreta-

    tivos que se propongan imponer un orden y nos dejen

    ver las sorpresas que esperan al investigador curioso.

    Indudablemente que uno de los autores fundamenta-

    les que aporta un gran proyecto, ambicioso e incon-

    cluso, es Paul Kirchhoff; las diferentes pistas dejadas

    en su extraordinaria obra han sido seguidas por varios

    de sus discpulos; de ellos importa mencionar aqu las

    aportaciones de Pedro Carrasco, que nos resultan

    trascendentales y una referencia bsica para cualquier

    trabajo descriptivo o interpretativo sobre la Cuenca.

  • Andrs Medina

    15

    de cuatro. Tal es el caso de los mexica, cuyos cuatro

    pueblos son los mexitin o mexica, los tlacochcalca, los

    huitznahua chalmeca y los cihua tecpaneca. Igualmen-

    te se componan de cuatro grupos los tolteca que salie-

    ron de Xalixco y se establecen en Texcoco (op. cit.: 257).

    Evidentemente, esta composicin cuatripartita

    remite a los cuatro rumbos del cosmos; y no slo se ad-

    vierte en la organizacin estatal de diversos seoros,

    tambin habran de constituir un principio funda-

    mental en la organizacin econmica, como es la re-

    lativa al funcionamiento del sistema tributario, tanto

    en lo que se refiere a la delimitacin de las provincias

    como al carcter de los impuestos pagados por los

    pueblos sometidos (Broda, 1978a).

    Los principios generales de la organizacin poltica

    basados en la identidad tnica aparecen ya en lo que

    constituye el antecedente poltico inmediato de la

    Triple Alianza, el imperio tepaneca; es decir, en la he-

    gemona que ejercera Azcapotzalco sobre los pueblos

    de la Cuenca bajo el reinado de Tezozmoc. Anterior a

    la emergencia de Azcapotzalco como la potencia he-

    gemnica de la Cuenca subyace una historia de alian-

    zas y de guerras entre varias de las ciudades ms

    importantes de la regin, como Colhuacn, Tenayuca,

    Xaltocn y Coatlichn; sujetos, todos ellos, a una his-

    toria turbulenta de cinco siglos que es cortada por la

    conquista espaola.

    Las ciudades ms antiguas de la Cuenca se situa-

    ban en la parte sur y sureste, de filiacin colhua-

    tolteca. Entre ellas estaba Coyoacn. En cambio, en el

    lado suroeste, as como en el oeste, haba ciudades y

    pueblos de filiacin otomiana. Algunos eran de origen

    chichimeca, llegados con Xlotl, quien tuvo como pri-

    mer asiento a Tenayuca; otra antigua ciudad otom

    que dominaba el norte de la Cuenca antes de la llegada

    de los tepanecas era Xaltocn.

    Los tepanecas tenan antecedentes culturales que

    los relacionaban con los pueblos otomianos; funda-

    ran la ciudad de Azcapotzalco, la cual constituira el

    centro de un gran imperio y tendra una composicin

    tnica integrada por cuatro pueblos: colhuas, chichi-

    mecas, tepanecas y mexicas.

    El centro original de los tepanecas estuvo en el suroeste de

    la Cuenca desde Tlacopan a Coyoacn. Se expandi ms

    hacia el norte cuando los chichimecas de Xlotl trasladan

    su capital de Tenayocan a Tetzcoco. Los tepanecas funda-

    ron Toltitln y conquistaron el reino otom de Xaltocn.

    Hacia el sureste, en alianza con los mexicanos, se extendie-

    ron hacia la zona chinampaneca y Tenochtitln se convirti

    en cabecera del antiguo dominio colhua. Ms tarde la

    conquista del Acolhuacn complet el control de la Cuenca,

    con la excepcin de parte de Chalco (Carrasco, 1978: 40).

    Hay una situacin que muestra la complejidad de

    las relaciones intertnicas tanto en el seno de las ciu-

    dades como entre los distintos seoros. As por ejem-

    plo, por una parte pueblos como los tepanecas y me-

    xicas distribuan contingentes en diferentes seoros,

    como el Acolhuacn, en que aparecen como barrios o

    parcialidades que retienen su identidad cultural. Y

    hay tambin una organizacin dual que no slo se ex-

    presara en distintas y complementarias identida-

    des tnicas, sino incluso en linajes gobernantes pa-

    ralelos, tal es el caso de Azcapotzalco Tepanecapan y

    Azcapotzalco Mexicapan; o tambin la situacin que

    presentaban Tlatelolco y Tenochtitln. En la propia

    ciudad de Tlacopan haba una mitad mexica y otra

    tepaneca.

    Tanto en Azcapotzalco como en Tlacopan, haba dos

    lneas reales distintas. Pero no queda claro si haba una

    divisin geogrfica bien definida para cada cabecera o si

    haba un entreveramiento de los territorios y gente de

    cada una (op. cit.: 23).

    Coyoacn sera uno de los grandes seoros de la

    Cuenca, lo que se reconocera con el ttulo de Huey

    altpetl, con una composicin compleja basada en la

    concepcin cuatripartita; era una parte importante

    del imperio tepaneca, en la que gobernaba Maxtla, el

    hijo de Tezozmoc, el seor de Azcapotzalco. As,

    mientras Coyoacn comparta una filiacin tepaneca

    en lo poltico, en lo cultural se integraba a los pueblos

    y ciudades colhuas, como lo eran Culhuacn, Xochi-

    milco e Iztapalapa.

    La guerra de los mexica contra los tepanecas a fi-

    nales del siglo XV significara el dominio de la Cuenca

    por las ciudades de la Triple Alianza, entre las cuales

    Tenochtitln sera la hegemnica.

    A la cada de Tenochtitln bajo el dominio de la co-

    rona espaola y al reorganizarse polticamente las

    ciudades y pueblos de la Cuenca, Coyoacn pasara a

    formar parte del Marquesado del Valle, otorgado al

    conquistador Hernn Corts.

    Coyoacn se presenta, para este momento de reor-

    ganizacin, integrado en una estructura dual, si bien

    un tanto asimtrica por la distinta magnitud de sus

    dos partes: una pequea, Tacubaya, que reuna a

    trece pueblos, llamados tlaxilacalli, y una enorme,

    Coyoacn, que abarcaba a cerca de cien.

    Mientras Tacubaya tena un nico centro civil y eclesistico

    para sus trece subunidades, los tlaxilacalli de Coyoacn

    estaban organizados en cinco grupos distintos: Coyoacn,

    San Agustn de las Cuevas (Tlalpan), Santo Domingo

    Mixcoac, San Jacinto Tenantitln (San Angel) y San Pedro

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    16

    Quauhximalpan... A lo largo del periodo colonial, un tla-

    xilacalli en cada uno de los cuatro grupos que comparta

    el nombre del conjunto, adquiri todos o algunos de los

    atributos asociados con el status de cabecera (Horn,

    1992-93: 38).

    Aqu habra que destacar, en primer lugar, la es-

    tructura prehispnica del seoro o altpetl Coyoa-

    cn; marcando los cuatro rumbos cosmolgicos, y

    ocupando la cabecera el que corresponde al centro, el

    ms importante. Aunque R. Horn seal que San

    Agustn de las Cuevas se haba agregado reciente-

    mente, pues antes formaba parte de Xochimilco.

    Ms an, toda la poblacin de San Agustn de las Cuevas

    y sus sujetos, o un importante segmento de ella, pudo

    haber tenido una filiacin tnica distinta a los indios te-

    panecas de Coyoacn. Recurdese que dicho distrito for-

    maba parte del altpetl de Xochimilco antes de su ad-

    quisicin por Coyoacn y por ende, tena como base una

    etnicidad xochimilca (ibid.: 43).

    De cualquier manera, este contraste constituye un

    elemento organizativo de la diversidad tnica, pues en

    el propio Coyoacn se consignan asentamientos me-

    xicas y otomes. La otom fue una poblacin subor-

    dinada durante la conquista, diferenciada cultural y

    lingsticamente de los pueblos de habla nhuatl que

    dominaban el valle de Mxico (ibid.: 35).

    Es importante, en este punto, subrayar las espe-

    cificidades de las identidades tnicas en la Cuenca,

    particularmente la manera en que se definen a partir

    de una organizacin poltica, que lo es tambin social

    y econmica. La unidad social bsica era el tlaxilacalli,

    en que se hablaba una lengua, que poda ser nhuatl

    u otom (hasta donde sabemos, aunque es posible que

    hubiera otras lenguas, minoritarias, pues las que do-

    minaban el panorama de la Cuenca son las dos men-

    cionadas). Dos tlaxilacalli podan hablar la misma

    lengua, pero asuman una identidad tnica diferente,

    expresada en el dios-patrono y en el culto poltico-

    religioso. Es decir, no es la lengua el factor decisivo en

    estas identidades, pues de hecho haba diversos pue-

    blos que se asuman tnicamente diferentes, aunque

    hablaran la misma lengua.

    Sin embargo, el hecho fundamental en la organi-

    zacin poltica de las ciudades y de los altpetl era

    precisamente la diversidad tnica, estructurada de

    acuerdo con las concepciones cosmolgicas, compar-

    tidas por todos los pueblos mesoamericanos. Ade-

    ms, la situacin presenta un extraordinario dina-

    mismo; el mismo caso de los tepanecas lo muestra, ya

    que si bien su origen era otomiano, pues sus vnculos

  • Andrs Medina

    17

    histricos estn con la cuna de los pueblos otomianos,

    el Valle de Toluca, el antiguo Matlazinco, habra de

    establecer relaciones poltico-religiosas y culturales

    con pueblos de origen chichimeca y tolteca, que afec-

    taran su propia composicin, no slo por la convi-

    vencia, las migraciones y diversos procesos de acul-

    turacin, sino tambin por los avatares poderosos de

    las guerras, que unen y separan, funden y desapare-

    cen poblaciones enteras por razones militares y es-

    tratgicas.

    Si en el momento en que se realiz la reorganiza-

    cin poltica de los pueblos de la Cuenca, luego de la

    conquista, Tacubaya y Coyoacn se presentaban como

    un altpetl dual, lo cual era frecuente en otros conjun-

    tos polticos regionales, tambin en la estructura so-

    cioeconmica y poltico-religiosa del propio Coyoacn

    encontramos una distincin dual basada en la opo-

    sicin simblica arriba/abajo. ste era un principio

    organizativo importante para la alternancia en la a-

    suncin de cargos polticos y en la definicin de res-

    ponsabilidades para el trabajo pblico.

    Las designaciones de acohuic y tlalnahuac fueron las

    bases organizativas de los trabajos pblicos. El vicario del

    monasterio dominicano de Coyoacn atestigu ante el vi-

    sitador oidor licenciado Gmez de Santilln... acerca de la

    manera bajo la cual se organizaba la gente de Coyoacn

    para los trabajos en la obra de la iglesia. l afirm que

    los tlaxilacalli de Coyoacn estaban divididos en dos

    partes, la primera llamada acouya (en la parte del po-

    niente) y la segunda llamada tlalnahuac (en la parte del

    oriente) (Horn, 1992-93: 45).

    Una mirada al mapa de la distribucin de los

    pueblos de Coyoacn, de acuerdo con su ubicacin to-

    pogrfica no indica que este tipologa pueda referirse

    a su pertenencia a la zona boscosa alta o a la lacustre

    baja. La propia Rebecca Horn atribuye la distincin a

    una antigedad en la constitucin del altpetl que

    permitira diferenciar los pueblos originales, o nuclea-

    res, llamados entonces superiores, de los incorpo-

    rados posteriormente, perifricos o inferiores. Sin

    embargo, la clasificacin de los pueblos en estas dos

    categoras, que ms bien remiten a la cosmovisin,

    parece responder a una distincin, y contraste, a par-

    tir de una lnea imaginaria que parte de la cima del

    Ajusco y se orienta hacia el cerro de Tepetzinco, pro-

    montorio ubicado al centro del lago de Texcoco, y que

    corresponde a uno de los ejes que componen el sis-

    tema de coordenadas basado en la fijacin de puntos

    en el paisaje de los movimientos del sol a lo largo del

    ao, como lo subrayan F. Tichy y J. Broda, y que ha-

    bran de ser sealados en diferentes rituales.

    Hasta aqu he intentado mostrar algunos aspectos

    de la organizacin social de los pueblos de la Cuenca

    de Mxico, en los que se advierte la conjuncin sobre-

    saliente de la identidad tnica y de la cosmovisin, as

    como la continuidad de los aspectos bsicos de la es-

    tructura social desde las condiciones previas a la co-

    lonizacin espaola; y siguiendo por los vericuetos y

    vicisitudes de los trescientos aos de dominio colo-

    nial, en el que se forjaran los elementos constituti-

    vos fundamentales de la nacin mexicana.

    Hay varios hechos que definen las particularidades

    de los procesos histricos y culturales de la Cuenca de

    Mxico. En primer lugar, el carcter profundamente

    entramado de las relaciones sociales y culturales, de

    tal suerte que es decisivo considerar la totalidad para

    entender muchos de los procesos que se dan a nivel

    comunitario, de seoro o de imperio. En segundo

    lugar, dicha trama tiene en las distinciones tnicas y

    en su combinacin simblica un aspecto bsico en la

    constitucin de los diversos sistemas polticos que

    han aparecido a lo largo de su historia milenaria. En

    tercer lugar, habra de establecerse una muy estrecha

    relacin entre la cosmovisin y el paisaje, dominado

    por la presencia de volcanes, cerros y lagunas, de tal

    suerte que en el sistema de coordenadas establecido

    con estos referentes geogrficos se trazaran las ciu-

    dades y se levantaran templos, palacios y otras cons-

    trucciones pblicas, entre los cuales tienen una par-

    ticular significacin los marcadores astronmicos,

    por ubicarse tanto en las propias ciudades como en el

    paisaje circundante. As, el resultado es una situacin

    por la que la cosmovisin tendr en el paisaje un

    referente fundamental y ser un elemento bsico para

    su reproduccin, en tanto se continan los ciclos

    rituales, las mitologas y los ceremoniales familiares

    relacionados con el ciclo de vida.

    Finalmente, nos encontramos con el hecho de que

    la organizacin poltica establecida por los espaoles

    en el siglo XVI habra de realizarse con base en las uni-

    dades polticas ya existentes, es decir el complejo sis-

    tema de seoros y ciudades, la cual mantendra vivas

    las distinciones tnicas y sociales de las antiguas

    relaciones mesoamericanas.

    El altpetl precortesiano...implicaba una poblacin y un

    territorio bajo el dominio de un linaje dinstico. Cada

    altpetl estaba subdividido en unidades menores llamadas

    calpulli o tlaxilacalli. Cada una de estas unidades, aunque

    gobernada por sus propios oficiales locales, se mantena

    sometida a la autoridad de una dinasta dirigente a la que

    se deban servicios y tributos. La organizacin de las unida-

    des al interior del altpetl era ms bien celular que jerrquica,

    siendo cada subunidad equitativa... (Horn, 1992-93: 31).

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    18

    El tlaxilacalli o calpulli es la comunidad agraria

    unida por un territorio, con una variante dialectal de

    la lengua hablada regionalmente, articulada jerr-

    quicamente por un sistema de parentesco especfico,

    as como con su propia estructura poltico-religiosa y

    con su sistema ritual en torno a un conjunto de dioses

    que le otorgaban su identidad poltica y tnica.

    Aquellos seoros que tenan tlatoani fueron re-

    conocidos por los espaoles como cabeceras, lo que

    significaba la organizacin de una estructura poltica

    espaola, la cual era adaptada, refuncionalizada, por

    la clase dirigente, es decir, por la nobleza, para con-

    tinuar con sus propios sistemas de organizacin po-

    ltica. La condicin de cabecera habra de manifes-

    tarse por la existencia de una crcel y de un mercado

    local, pero sobre todo por una iglesia o capilla y un

    gobierno municipal.

    En una inspeccin realizada en 1553 en Coyoacn,

    uno de los ms importantes seoros de la Cuenca,

    pues controlaba prcticamente los lados sur y ponien-

    te, el gobernador, tlatoani, se present con los siguien-

    tes funcionarios miembros del cabildo: dos alcaldes,

    ocho regidores, dos mayordomos, dos contadores, dos

    escribanos, ocho alguaciles y un alcaide de crcel. El

    tlatoani de Tacubaya, en su condicin de gobernador,

    se presentara, en la misma ceremonia, acompaa-

    do por otros miembros de su gobierno entre quienes

    estaban un alcalde, dos regidores y siete alguaciles

    (Horn, 1992-93: 34). Lo que hay que destacar aqu,

    entre otras cosas, es no slo el hecho de que el nme-

    ro de los funcionarios expresara la organizacin pol-

    tica compleja del seoro, sino tambin las responsa-

    bilidades que correspondan a cada cargo, se referi-

    rn los mayordomos al cuidado de la iglesia y de sus

    santos? Evidentemente la etnografa puede ofrecer-

    nos pistas muy sugerentes.

    En tanto que durante el siglo XVI la organizacin

    poltica prehispnica mantendra su vigencia en los

    trminos generales que garantizaban su reproduc-

    cin, en los aos siguientes habra de darse un movi-

    miento de fragmentacin por el que antiguos tlaxilaca-

    lli se convertan en cabeceras y adquiran una condicin

    de cierta autonoma en lo poltico.

    Cuando un pueblo sujeto adquira atributos asociados

    originalmente a su cabecera, a saber, un gobernador y

    un concejo municipal o una iglesia independiente, y reci-

    ba l mismo el rango de cabecera, el nuevo modelo de

    cabecera-sujetos designado poda ser percibido por los

    indios beneficiados como una verdadera, o al menos le-

    gtima, concrecin de un altpetl, denominndolo as,

    por ende... El llegar a ser un centro parroquial autno-

    mo y el tener una representacin especfica en el concejo

    de Coyoacn, constituyeron expresiones de identidad e

    integridad de entidades de origen prehispnico pero ya

    en el mbito de la posconquista (Horn, 1992-93: 41-42).

    Si bien es cierto que la tendencia en la organiza-

    cin poltica fue hacia la constitucin de pueblos in-

    diferenciados, ello no rompi con las afiliaciones cul-

    turales y polticas de carcter histrico, como lo ha-

    bran de mostrar rituales religiosos tanto de origen

    cristiano-colonial como agrario-mesoamericano.

    Bajo estas circunstancias, los cinco agrupamientos de

    tlaxilacalli en Coyoacn no estuvieron inmunes a la ten-

    dencia separatista entre sus propias subunidades. Ya

    para mediados del siglo XVII, en ciertos tlaxilacalli existan

    indicadores de una movilidad hacia el status indepen-

    diente. San Andrs Totoltepec y Ajusco, por ejemplo,

    fueron conferidos de una representacin especfica en las

    elecciones municipales de San Agustn de las Cuevas, con

    un alcalde cada uno (Horn, 1992-93: 43).

    En nuestros das, la presencia de los antiguos al-

    tpetl y tlaxilacalli es reconocible en la delimitacin de

    algunas delegaciones que componen el Distrito Fede-

    ral, particularmente las del sur y sureste, tales como

    Iztapalapa, Tlhuac, Coyoacn, Tlalpan, Xochimilco,

    Milpa Alta y Cuajimalpa; as como otras colonias que

    retienen su antigua identidad y se presentan como

    islotes que resisten la mancha urbana.

    4. El desarrollo urbanoy las comunidades indias

    Si en alguna regin resulta ilusorio y trivial conside-

    rar aisladamente a cada uno de los poblados que la

    componen, para conocer su historia y sus caracte-

    rsticas culturales, esa es precisamente la Cuenca de

    Mxico, espacio geogrfico de rasgos ecolgicos bien

    definidos, cuya ocupacin humana es muy antigua

    y con una importancia estratgica, en lo poltico y lo

    econmico, desde hace varios milenios.

    Tanto su muy antigua ocupacin como su centra-

    lidad en los diferentes sistemas sociales que se suce-

    den, habran de condensarse en una rica historia,

    plena de acontecimientos dramticos y de cristaliza-

    ciones expresadas en estructuras polticas de crecien-

    te complejidad, as como en una intensa interrelacin

    con su entorno natural, al grado de constituirlo en la

    matriz para la reproduccin de una cosmovisin forja-

    da en los siglos (vase Espinosa, 1995).

    El conjunto de las poblaciones de la Cuenca de M-

    xico habra de configurar una cerrada red de relaciones

  • Andrs Medina

    19

    histricas, cuyos centros poltico-religiosos cambia-

    ran a lo largo del tiempo, no as su base social, com-

    puesta por las numerosas comunidades dedicadas

    tanto a la agricultura, como a la caza, la pesca y la reco-

    leccin, y en cuya consecucin construiran una rica

    experiencia y vastos saberes organizados en una cos-

    movisin.

    Uno de los rasgos llamativos de los pueblos y los

    estados de la Cuenca es el de su diversidad tnica y

    lingstica a lo largo de su desarrollo histrico; por lo

    menos desde sus remotos orgenes mesoamericanos

    hasta prcticamente nuestros das. Esa diversidad

    habra de constituir un elemento fundamental de la

    organizacin social de los diferentes estados formados

    en Mesoamrica, y habra de continuarse, con igual

    vitalidad a lo largo del periodo colonial, como un hecho

    jurdico reconocido en cuanto se refiere a los dos gran-

    des conglomerados: la Repblica de los indios y la

    Repblica de los espaoles.

    El liberalismo del Mxico independiente negara,

    en lo jurdico y en lo poltico, la diversidad tnica, aun

    cuando la realidad misma se encargara de mostrar-

    lo en los hechos cotidianos, como sera evidente en la

    sangrienta y trgica historia del siglo diecinueve me-

    xicano, el de las guerras de castas, los dos imperios,

    las dos invasiones extranjeras y las dos largas dic-

    taduras (la de Santa Anna y la de Porfirio Daz).

    Ya aludimos antes a la amplia diversidad tnica y

    lingstica prevaleciente en las sociedades mesoa-

    mericanas previas a la conquista y colonizacin euro-

    peas; una situacin que por cierto ha sido escasa-

    mente investigada y de la que diferentes autores han

    hecho sealamientos significativos, como Paul Kirch-

    hoff y Pedro Carrasco, entre otros.

    El sistema social impuesto por los espaoles reor-

    ganizara las relaciones sociales existentes, reconocien-

    do una parte de los sistemas vigentes, como lo apun-

    tamos en la seccin anterior, lo que se advertira en la

    continuidad de los seoros mayores que habran de

    sobrevivir a la violencia de la conquista militar. Aunque

    la divisin principal, que se reflejara tajantemente en

    la sociedad colonial, era la que separaba a los indios

    de los espaoles, unos situados como inferiores, los

    primeros, y otros como superiores, los segundos. Esta

    diferenciacin cruzara la sociedad colonial en trmi-

    nos abiertamente racistas y calara profundamente en

    su evolucin posterior.

    Esta distincin colonial incidira definitivamente

    en la planificacin urbana. La traza de lo que sera la

    capital del virreinato separara claramente a los

    miembros de las dos repblicas: dentro de la ciudad,

    con sus accesos controlados, viviran exclusivamen-

    te los hispanos y las llamadas castas, es decir los pro-

    ductos de la mezcla racial que no seran un grupo

    significativo sino hasta fines del periodo colonial. En

    el resto de la isla y en todo el entorno de la Cuenca

    estaran los pueblos indios; si acaso en las cabeceras

    de los seoros mayores se asentaran algunas au-

    toridades eclesisticas y polticas, as como algunos

    encomenderos, tal sera el caso de Coyoacn, Tlalpan

    y Xochimilco, por ejemplo.

    La capital virreinal, Mexico-Tenochtitln, sede de

    la poblacin espaola, estara rodeada por la pobla-

    cin india organizada en dos parcialidades que con-

    tinuaban la organizacin mesoamericana de los dos

    estados mexicas: San Juan Tenochtitln y Santiago

    Tlatelolco, cuyos miembros ocupaban las tierras al-

    rededor de la traza espaola y otras poblaciones ribe-

    reas del lago.

    As, se estableci una segregacin residencial apli-

    cada durante todo el virreinato, y mientras en gran

    parte del territorio se llevaba a cabo una movilizacin

    masiva de poblacin para concentrarla en poblados

    compactos y ejercer de esta manera un mayor control

    sobre la misma la llamada poltica de reduccin, que

    tendra consecuencias demogrficas catastrficas,

    en la Cuenca dicha poltica tendra efectos ms li-

    mitados, dada la elevada densidad de sus poblados,

    as como la decisin de mantener el sistema poltico y

    econmico mesoamericano, dirigido por su nobleza, la

    cual se sometera al gobierno civil y religioso de los

    colonizadores espaoles.

    Esto constituye un muy importante aspecto que

    nos va a permitir observar ms de cerca los complejos

    y diversos procesos de cambio que vivan las pobla-

    ciones asentadas en la Cuenca, pero sobre todo nos

    abrir la posibilidad de reconocer aquellos otros pro-

    cesos que expresan una continuidad que se remonta

    siglos atrs; todo, claro est, en la medida del potencial

    analtico de nuestros mtodos y teoras.

    El hecho es que al fundarse la ciudad espaola

    sobre la antigua ciudad india y al mantenerse la

    compleja red de relaciones econmicas y polticas

    establecidas entre la poblacin de la Cuenca, se

    continuaran las bases y los principios organizativos

    tanto del trabajo agrcola, como de las relaciones de

    parentesco y de la organizacin poltica a nivel de la

    comunidad y del seoro, todo lo cual sostiene una

    cosmovisin amparada en el ritual agrario y en el

    ciclo de vida cotidiano que encontrara los cami-

    nos ms diversos para continuarse y reproducirse

    ante la fuerza represiva de la accin proselitista de

    los frailes y de la Iglesia en general.

    Los pueblos indios, adems de dedicarse a las ac-

    tividades agrcolas en torno a los cultivos tradiciona-

    les mesoamericanos, seran una fuente fundamental

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    20

    de mano de obra y de provisin de productos alimen-

    ticios, as como otros bienes incorporados al tributo.

    Esto habra de reflejarse cada vez ms acentuadamen-

    te en las ocupaciones de aquellas poblaciones ms

    cercanas a la traza urbana espaola, de tal suerte que

    para 1810,

    oficios como la albailera, zapatera, carpintera, tejido,

    botonera, etc., son caractersticos de los barrios ms cn-

    tricos; al desvanecerse los lmites de la ciudad empiezan

    a aparecer los zacateros, hortelanos (chinamperos, en mu-

    chos casos), tiradores de patos, pateros, pescadores y sa-

    lineros y salitreros (como se llamaba a los que hacan te-

    quesquite), y otros oficios que predominaban en los pue-

    blos forneos de una y otra parcialidad (Lira, 1983: 40).

    Los pueblos de ms al sur, de la parte lacustre, que

    se dedicaban al cultivo de las chinampas, y por su-

    puesto tambin los que vivan en el somontano, man-

    tendran su modo de vida y seran una fuente de

    aprovisionamiento de verduras y de granos para la

    ciudad.

    Las chinampas de pueblos comprendidos en Ixtacalco,

    Mexicalcingo, Santa Ana Zacatlamanco, San Juanico o

    San Juan Nextipac como se le llama tambin, la

    Magdalena Mixiuca y otros pueblos chinamperos del sur,

    sujetos a la parcialidad de San Juan fueron celosamente

    conservados como patrimonio familiar... Las tierras de los

    fondos del lago salobre, aun cuando estaban en lugares

    arrendados, fueron objeto de repetidos pleitos, pues de la

    industria de la sal y el tequesquite vivan muchas fami-

    lias de la Magdalena Salinas y sus barrios. Los zacatales

    y lugares de caza y captura de patos y de pesca, fueron

    tambin objeto de reclamaciones constantes (ibid.: 47).

    Lo cierto es que la ciudad espaola crecera len-

    tamente a costa de las tierras de los pueblos indios,

    proceso que contina hasta nuestros das. Durante la

    mayor parte del periodo colonial se establecera un

    control en las construcciones nuevas, de tal manera

    que se mantuviera la traza reticular del plano original.

    El plano de la ciudad, pues, debe considerarse esttico

    hasta los primeros aos del siglo XVIII, centuria en cuyo

    curso comenz a manifestarse el crecimiento y la urba-

    nizacin de reas intermedias entre el casco de la ciudad

    y la margen occidental del lago...(Enciclopedia de Mxico,

    1985: 52).

    Para el ao de 1794 se realizara un intento por

    controlar el crecimiento de la ciudad, que fue aban-

    donado para iniciar lenta y significativamente, el cre-

    cimiento anrquico. Para el Segundo Imperio se traza-

    ra una amplia avenida que rompera la disposicin

    reticular de la ciudad. En efecto, lo que sera el Paseo

    de la Reforma, que una al Bosque de Chapultepec con

    el centro de la ciudad, se convertira en una bella

    calzada sobre la que Porfirio Daz mandara cons-

    truir los monumentos de Coln, Cuauhtmoc y la In-

    dependencia, adems de las estatuas de los hroes de

    las entidades federativas a lo largo de las amplias ban-

    quetas.

    La ciudad de Mxico, erigida en capital federal por

    decreto del 18 de noviembre de 1824, cambiara su

    rgimen municipal y se gobernara por un regente

    nombrado directamente por el presidente a raz de la

    reforma constitucional del artculo 73, del 28 de agos-

    to de 1928; y de acuerdo con la Ley Orgnica del

    Gobierno del Distrito Federal del 31 de diciembre de

    1941, la ciudad de Mxico sera una de las doce de-

    legaciones de que se compondra el Distrito Federal.

    Era reconocible todava, por ese entonces, el antiguo

    ncleo urbano que se contrastaba con las poblacio-

    nes indias y colonias que comenzaban a aparecer por

    diferentes rumbos en terrenos de antiguas haciendas

    o de llanos ganados a los pantanos, ahora desecados.

    Ya para el ao de 1970, en la Ley Orgnica del 29

    de diciembre, apareceran como sinnimos la ciu-

    dad de Mxico y el Distrito Federal, cuando la man-

    cha urbana haba trascendido esta delimitacin ad-

    ministrativa y alcanzado a varios municipios del Esta-

    do de Mxico, de tal manera que el rea Urbana de la

    Ciudad de Mxico (AUCM) se constitua en un espacio

    particular que creca rpidamente y arrasaba a su

    paso los antiguos pueblos, asfixiando a la mayora y

    detenindose frente a aquellos que defienden su in-

    tegridad, como lo muestran actualmente los que com-

    ponan los antiguos seoros de Xochimilco, Tlalpan,

    Tlhuac y Milpa Alta, ahora transfigurados en dele-

    gaciones del Distrito Federal, y sujetos a esa arcaica

    inercia urbana que se anidara en la vetusta ciudad

    colonial y arrasara prcticamente con una pobla-

    cin que, todava a principios del siglo XX, retena a

    flor de piel los viejos modos de vida y concepciones

    del mundo profundamente mesoamericanas.

    El crecimiento de la ciudad de Mxico en este siglo,

    que es cuando alcanza dimensiones de gran metr-

    poli, presenta tres etapas de acuerdo con Luis Unikel

    (1974). La primera corresponde al proceso que llega

    hasta 1930, a la que podemos caracterizar como cir-

    cunscribindose a los lmites administrativos de la

    ciudad de Mxico.

    En efecto, en 1930 el 98% de la poblacin del AUCM re-

    sida dentro de los lmites de la ciudad de Mxico. El 2%

  • Andrs Medina

    21

    restante habitaba en las delegaciones de Coyoacn y Az-

    capotzalco, contiguas a la capital (Unikel, 1974: 187).

    (La segunda etapa abarca de 1930 a 1950) Este periodo

    destac, en primer lugar, porque tanto la ciudad de M-

    xico como el Distrito Federal y el AUCM alcanzaron tasas

    promedio superiores a las de la etapa anterior. Este hecho

    fue notorio durante el decenio 1940-1950, en que las

    tasas de crecimiento fenmeno fueron slo un reflejo del

    acelerado proceso de urbanizacin del pas... Durante

    esta segunda etapa, y en especial de 1940 a 1950, se inici

    en forma definitiva la desconcentracin de poblacin del

    centro hacia la periferia de la ciudad, bsicamente hacia

    el sur y sudeste del Distrito Federal ( ibid.: 187).

    La tercera etapa, de 1950 a 1970, corresponde a

    una rpida expansin sobre los pueblos de la Cuenca.

    L. Unikel estima que en este movimiento se anexara

    a localidades menores de 15,000 habitantes, consi-

    deradas no urbanas, que habran de sumar en total

    254 mil personas, que bien podemos suponer eran

    miembros de las viejas comunidades agrarias.

    Esta tercera etapa se compone de dos partes, en la

    primera (1950-1960), la expansin industrial corres-

    ponde a Naucalpan, Ecatepec y Tlalnepantla, mu-

    nicipios del Estado de Mxico. En la segunda (1960-

    1970), se presenta un acentuado crecimiento demo-

    grfico con tasas mayores que las del Distrito Federal.

    Naucalpan, Tlalnepantla, Ecatepec y Chimalhuacn

    tuvieron en este lapso una tasa de crecimiento de-

    mogrfico de 18.6 por ciento anual. Por otro lado, los

    municipios de Tultitln, Coacalco, Cuautitln, Huix-

    quilucan, La Paz, Chimalhuacn y Nezahualcyotl

    parte ya de la Zona Metropolitana de la Ciudad de

    Mxico, mostraran una tasa anual de 19.7 por

    ciento, con lo cual se advierte que el proceso de me-

    tropolizacin ha alcanzado a los municipios conurba-

    dos del Estado de Mxico (Unikel, op. cit.: 189-192).

    Este extraordinario fenmeno de transformacin

    de la ciudad de Mxico en una metrpoli de escala

    mundial, alcanzara en la dcada de los aos ochenta

    una magnitud que la sita entre las ms grandes del

    mundo, tiene una contraparte que escasamente ha

    sido investigada y que alude a un sustrato histrico

    en que descansa su cultura, su identidad y los impul-

    sos profundos que se expresan elocuentemente tanto

    en su dinmica poltica como en su pluralidad tnica

    y lingstica.

    Este sustrato lo componen los antiguos pueblos

    campesinos que continan manteniendo y enrique-

    ciendo hasta nuestros das un patrimonio cultural

    que los vincula con los antiguos seoros de la Cuen-

    ca, los cuales, en sus caractersticas culturales sus

    manifestaciones religiosas y sociales mantienen,

    con ropajes que conjugan lo moderno exterior con lo

    especfico propio, una cosmovisin en la que se con-

    tienen tanto una rica historia, apenas investigada

    desde la perspectiva local, como saberes y creencias

    de un muy denso contenido.

    5. A manera de reflexin final

    El proceso de discusin acerca de la trascendencia

    terica del sistema de cargos ha mostrado, ms que

    nada, la extrema complejidad del fenmeno estudia-

    do. Lo que en un principio se describe como una par-

    ticularidad de la estructura social de las comunida-

    des indias, pronto mostrara no slo sus compleji-

    dades especficas, sino tambin aquellas de orden

    econmico, al remitir a la nivelacin, es decir a la

    redistribucin. Lo que a su vez sera criticado a partir

    de la demostracin de una clara tendencia a la dife-

    renciacin social y a la monopolizacin de los pues-

    tos dirigentes por las familias ricas.

    stas son las lneas de reflexin trabajadas desde

    la perspectiva de la antropologa social; habra que

    indicar la poca atencin que se ha dado a la temtica

    del poder. Lo que ha sido trabajado principalmente en

    el caso de las comunidades campesinas, no lo ha sido

    en relacin con los sistemas de cargos de las comu-

    nidades indias.

    Sin embargo, la perspectiva etnolgica que esta-

    blece un marco temporal de largo aliento y nos remite

    al concepto de Mesoamrica como espacio fundamen-

    tal en trminos culturales e histricos, otorga distin-

    tos nfasis a las mismas temticas e introduce otros

    problemas. Tal vez uno de los de mayor relevancia, por

    su actualidad, adems de las dificultades tericas a

    las que convoca, sea el de la etnicidad, cuestin que

    apela claramente a la historia. Es decir, no podemos

    plantear la discusin sobre la identidad tnica de los

    pueblos indios si no es en una perspectiva histrica;

    adems, es algo que tiene que hacerse en el largo ca-

    mino por el que se configura la nacin mexicana.

    El punto de partida para reconocer el proceso de

    formacin nacional tiene como antecedente funda-

    mental la historia mesoamericana, premisa que re-

    conoce hasta la misma historia oficial, la del com-

    ponente mesoamericano de la cultura nacional; pero

    si hay una regin en que se expresa de una manera

    extremadamente rica y sugerente la continuidad de

    los procesos histricos y la presencia viva de la muy

    antigua tradicin mesoamericana sta es precisamen-

    te la Cuenca de Mxico, espacio geogrfico e histrico

    en que se dio el desarrollo urbano que conducira a la

  • Los sistemas de cargos en la Cuenca de Mxico...

    22

    configuracin de la ciudad ms grande del mundo.

    Cmo expresa esta ciudad su denso componente

    mesoamericano? Qu aspectos de sus procesos cul-

    turales lo muestran?

    Estas cuestiones son accesibles especficamente

    por la etnografa, y uno de los campos que nos con-

    ducen a la base de los procesos histricos relaciona-

    dos con la diversidad tnica y la reproduccin de la

    misma en el marco de los nuevos procesos urbanos es

    el de la organizacin poltico-religiosa de los antiguos

    pueblos mesoamericanos, ahora convertidos en colo-

    nias, barrios, delegaciones y comunidades campesinas.

    La clave est no slo en el reconocimiento de la vi-

    gencia de estructuras poltico-religiosas que expresan

    una antigua raz mesoamericana, sino sobre todo en

    el proceso de reproduccin de una cosmovisin que

    mantienen las premisas culturales e histricas en

    que basan su identidad. Esto slo puede advertirse

    cuando se considera el conjunto de la Cuenca, pues

    ella constituye una unidad histrica y cultural. O,

    como lo dejan ver los ciclos ceremoniales y los ritua-

    les en que se intercambian y visitan santos en las pe-

    regrinaciones, un espacio sagrado en el que el paisaje

    se entrama profundamente con la cosmovisin.

    Para abrir el camino a una reflexin que reconozca

    los procesos histricos de mayor profundidad, por los

    que se establece y define la cultura de la ciudad de

    Mxico, tenemos que partir del componente que apor-

    tan los antiguos pueblos de raz mesoamericana y de

    las diversas formas en que se manifiesta en nuestros

    das. La etnografa nos ofrece una perspectiva que

    permite definir cuestiones muy sugerentes y articula

    los dispersos datos de la arqueologa, la etnohisto-

    ria, la lingstica y la historia nacional, de tal manera

    que podemos comenzar a reconocer no slo la conti-

    nuidad de procesos muy antiguos, sino la vigencia de

    una cosmovisin en muchos elementos de la cultura

    de los habitantes de esta ciudad capital.

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