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Los setenta convulsionan el mundo

Irrumpe el presente histórico

Dirigida porHugo Fazio Vengoa

Universidad de los AndesFacultad de Ciencias Sociales

Departamento de Historia

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Primera edición: septiembre de 2014

© Hugo Fazio

© Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia

Ediciones UniandesCarrera 1.ª núm. 19-27, edificio Aulas 6, piso 2Bogotá, D. C., ColombiaTeléfono: 3394949, ext. 2133http://[email protected]

Departamento de HistoriaPublicaciones Facultad de Ciencias Sociales Carrera 1 No 18A-1o, piso 6Bogotá, D. C., ColombiaTels: 3394999, ext. 4819 http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.copublicacionesfaciso@uniandes.edu.co

ISBN: 978-958-774-042-4ISBN e-book: 978-958-774-043-1

Corrección de estilo: Guillermo DíezDiagramación interior: Víctor GómezDiseño e imagen de cubierta: Víctor Gómez, “Los sesenta”.

Impresión: Editorial Kimpres Ltda.Calle 19 sur núm. 69C-17Teléfono: 4136884Bogotá, D. C., Colombia

Impreso en Colombia – Printed in Colombia

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito

de la editorial.

Fazio Vengoa, Hugo Antonio, 1956-Los setenta convulsionan el mundo. Irrumpe el presente histórico / Hugo Fazio Vengoa. – Bogotá:

Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Ediciones Uniandes, 2014.

168 p.; 17 x 24 cm.

ISBN 978-958-774-042-4

1. Historia moderna – 1968- 2. Globalización 3. Modernización I. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Historia II. Tít.

CDD 909.827 SBUA

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ContenidoIntroducción · 1

1. 1968: nace un mundo nuevo · 11El estreno de la globalidad histórica · 27La dilatación del presente y la interacción local-global · 36

2. Modernización, Revolución Industrial y gestación del capitalismo de mercado · 45Los modelos económicos en los tres mundos · 51Sincronicidad y “descalabro” · 60La Tercera Revolución Industrial. Sus principales innovaciones · 71Hacia el fordismo global · 74Transnacionalización y ecualización económica · 83Los albores de la globalización de las finanzas · 93Transformaciones en el vértice y capitalismo global · 104Chile: experiencia neoliberal avant la lettre · 111

3. Inflexión de la Guerra Fría y cambios en el mapa político · 119El 68 trastorna el orden mundial · 125Política y geopolítica en los setenta · 135Distensión y guerras de baja intensidad · 138El afianzamiento del transnacionalismo social y político · 141

Conclusiones · 147

Bibliografía · 151

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Introducción

El eje temático que atraviesa mis intereses investigativos se ha desplegado al-rededor de dos asuntos que se encuentran entrelazados: por una parte, el diseño de una propuesta de historización del presente contemporáneo, y por la otra, el análisis del carácter global del mundo actual. O, para decirlo en palabras más simples, las preocupaciones por el presente y la globalidad representan dos face-tas de una misma gran trama: el entendimiento y la explicación de las coordenadas fundamentales del presente contemporáneo a la luz del desarrollo histórico.

Varios factores me han llevado a interesarme por este tema. Uno de ellos se encuentra en el convencimiento al que he llegado en torno a la ne-cesidad de comprender aquello que el filósofo Marcel Gauchet entendía como la “condición histórica” de la contemporaneidad, que se representa como una conciencia de la condición humana, que impone la necesidad de comprender el despliegue del presente desde su trasegar en el tiempo1. En efecto, una observación rápida de ciertas situaciones conflictivas actuales –v. gr., el problema ruso- ucraniano en torno a Crimea– pone en evidencia que la contemporaneidad está sobrecargada de historia, pues el presente no representa únicamente lo actual, dado que el presente tiene un espesor que está conformado de variados estratos históricos2.

Y es que, como demostró magistralmente el sociólogo Wolfgang Streeck, en sus lecciones sobre Adorno –en el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt, en junio de 2012, cuyo libro sirvió de inspiración de un buen número de pasajes del texto que el lector tiene entre sus manos–, lo social no sólo se despliega en el tiempo, sino que su naturaleza se comprende mejor en y con el tiempo. “Podemos comprender lo que tenemos ante los ojos sólo si sabemos cómo se presentaba ayer y si comprendemos el camino recorrido en el intervalo de tiempo […] Incluso los nexos causales y los mecanismos que

1 Marcel Gauchet, La condition historique, París, Gallimard, 2003, p. 10.2 Robert Castel, “Michel Foucault y la historia del presente, en Con-ciencia Social, N°. 17, 2013, p. 95.

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interesan a los sociólogos se despliegan en el tiempo, y cuando se trata de una adecuación o una transformación de las instituciones sociales, los tiempos son aún más largos”3.

Además de la experiencia personal y del convencimiento en torno a la im-portancia de entender el presente en su duración, otra preocupación me ha impulsado a acometer esta tarea: por lo general, los análisis ex post tienden a ser examinados a partir de sus resultados, sus trayectorias subsecuentes, sus desenlaces, corriéndose el riesgo de que la perspectiva quede prisionera de la manera como se configuró el “después” y de cómo éste se apropia y “construye” un “antes” que le sea consecuente.

Cuando la actualidad es analizada como un presente que se despliega en su duración, es decir, en el momento en que la contemporaneidad es examinada como un dilatado intervalo de tiempo, se propende a una perspectiva que des-cubre otro tipo de conectores, se revisita la relación con un pasado, el cual, al ser vinculado con el ahora, acciona otras historias, además de develar una gran variedad de itinerarios posibles, muchos de los cuales han permanecido en el olvido, pues quedaron atrapados dentro de la lógica implacable del “después” y/o de la manera como se impuso un determinado discurso.

La historización de un período específico del presente, es decir, la natura-leza históricamente cambiante de los fenómenos sociales4, tal como aquí se propone, permite elaborar una narrativa sobre el significado que comporta la contemporaneidad, la cual fue sugerida hace un buen número de años por Re-inhart Koselleck, cuando sostuvo que “puede que la historia a corto plazo sea hecha por los vencedores, pero los avances en el conocimiento de la historia –a largo plazo– se deben a los vencidos”, porque “[…] la experiencia que se extrae de una derrota contiene un potencial de conocimiento que sobrevive a quien lo ocasiona, en particular cuando, en razón de su propia historia, el vencido está obligado a reescribir la historia general”5.

Evocar la tesis de este pensador alemán resulta muy conveniente en el día de hoy porque pocas veces en las ciencias sociales y en la opinión pública general ha primado con tanta contundencia una cierta cosmovisión del “bando vencedor” y la correspondiente desazón de que frente a su lógica implacable nada se puede hacer. Las denuncias al llamado “pensamiento único”, aunque a veces sean muy tendenciosas e ideologizadas, contienen, sin embargo, una gran dosis de verdad. Las reiteradas crisis económicas y financieras, las revueltas sociales, las rebelio-nes estudiantiles, el malestar ciudadano bastante generalizado, los temblores

3 Wolfgang Streeck, Tempo guadagnato. La crisi rinviata del capitalismo democratico, Milán, Feltrinelli, 2013, pp. 12 y 14.4 Stephen Toulmin, Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad, Barcelona, Península, 2001.5 Reinhart Koselleck, L’expérience de l’histoire, París, Gallimard, Seuil, 1997, p. 239.

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geoeconómicos y políticos, entre tantas otras tensiones, imponen la necesidad de construir enfoques que cuestionen ese tipo de discursos hegemónicos y permitan observar desde otros ángulos la realidad mundial contemporánea.

Así, por ejemplo, a la luz de las disyuntivas y exigencias que se desprenden del hoy, el examen de los grandes logros alcanzados por aquellos modelos socioeconómicos de la posguerra, que se centraban en el crecimiento inter-no y que sólo secundariamente desarrollaban su proyección internacional, constituye una clara demostración de que el “pensamiento único” –que se impuso a partir de los ochenta, el cual ha asegurado, sin ambages, que la principal o única palanca del desarrollo se basa en una economía comple-tamente abierta– es inconsistente con la evidencia histórica. En general, los Estados que lograron concebir modelos nacionales de inserción en el mundo terminaron siendo los casos más exitosos6.

Como preámbulo introductorio preliminar de esta inquietud política e in-telectual, publiqué el año pasado un libro7 en el cual me trazaba el propósito de desarrollar una reflexión teórica y metodológica sobre la manera como puede es-cenificarse la historia del mundo que nos ha correspondido vivir, procedimiento que permite visibilizar historias que han permanecido en la sombra, entender los grandes procesos y mostrar además las incongruencias, las disyuntivas, los dilemas y las contradicciones que habitan la contemporaneidad.

El texto que el lector tiene en sus manos constituye una nueva pieza –la segunda– de este gran proyecto: apunta a explicar los años iniciales de este período, es decir, engloba un intervalo de tiempo que cubre grosso modo la pri-mera década de este presente histórico contemporáneo. Para que el lector no se vaya a extraviar en las sinuosidades terminológicas y pueda seguir de mejor manera la argumentación que aquí será expuesta, diré, de forma escueta, que por presente histórico contemporáneo entiendo el período que comprende la contemporaneidad incluida la inmediatez más actual. Las fronteras temporales de este presente abarcan un intervalo de tiempo un poco menor al del último medio siglo. El momento germinal se sitúa a finales de la década de los sesenta y se prolonga hasta hoy, aunque cierta información disponible permite conje-turar que este período puede estar llegando a su fin, idea que enuncié en el libro anterior y en cuyo desarrollo me ocuparé en su debido momento.

A primera vista, esta tesis, la de un presente cuyos orígenes se remontan a finales de los sesenta, puede sonar un poco extravagante, y seguramente una rápida recordación de algunos acontecimientos emblemáticos ocurridos en el transcurso de estos lustros puede ocasionar más incertidumbres que certezas,

6 Véase, Vicenç Navarro, Globalización económica, poder político y Estado de bienestar, Barcelona, Ariel, 2000, capítulo primero.7 El mundo global. Una historia, Bogotá, Uniandes, 2013.

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más perplejidades que seguridades, porque todavía sigue siendo fuerte la ten-dencia que identifica el período en cuestión con otras configuraciones o perio-dizaciones históricas.

Esta confusión es bien comprensible porque las grandes narrativas históricas del siglo XX, al igual que aquellas referidas al XIX, fueron bastante enérgicas al determinar sus fronteras temporales. Las periodizaciones podían presentar ciertos vaivenes y disimilitudes en cuanto a algunos énfasis (los epoch-making events), pero, en general, concordaban en que alrededor de la Primera Guerra Mundial debutaron los orígenes, con 1989 como gran momento de finalización, reconociéndose un importante punto de inflexión durante la Segunda Guerra Mundial. Es decir, si uno se atiene a la lógica de ese tipo de periodizaciones, ocu-rre que las dos primeras décadas del período que engloba el presente histórico quedan inscritas dentro de una trama argumentativa que identifica esos lustros con un período irremediablemente concluido, o sea, con un período “pasado” concluido, y no con el presente.

Siguiendo con la argumentación que arroja ese tipo de perspectivas, la con-temporaneidad queda, de ese modo, reducida a un espacio de tiempo de poco más de dos décadas8; claro que, eso en el mejor de los casos, porque no han faltado autores que han sostenido que el 11 de septiembre de 2001 representa el verdadero inicio del presente. Un editorial del periódico New York Times afir-maba categóricamente que dicha fecha constituye “uno de esos momentos en los que la historia se desgarra y permite definir el mundo según un antes y un después”9. Tan a la deriva queda la contemporaneidad con este tipo de enfoques cortoplacistas que no es de extrañar que buena parte de la literatura y de los comentarios periodísticos que se ciñen al estudio de este intervalo de tiempo sugieran una imagen de caos, desorden y anomia, debido a que no logran captar sus principales cadencias y desarrollos, con lo cual crean la imagen de que el presente se asemeja a un mar tormentoso, con corrientes erráticas, imposibles de descifrar, además de angustioso, por las incertidumbres que comporta.

Por mi parte, desde hace un buen tiempo he sido de la opinión de que este tipo de perplejidades pueden ser disipadas o fuertemente aminoradas cuando el presente es observado como un proceso, es decir, cuando la contemporaneidad es examinada como un registro de tiempo que comporta una duración expan-dida. Cuando el problema es analizado desde esta perspectiva, se entiende que este período comporta una “unidad de sentido” y se comprende que se encuentre atravesado por un conjunto de procesos que le confieren una fisonomía general.

8 Timothy Garton Ash, Historia del presente. Ensayos, retratos y crónicas de la Europa de los 90, Barcelona, Tusquets, 2000.9 Citado en James T. Patterson, El gigante inquieto. Estados Unidos de Nixon a G. W. Bush, Barcelona, Crítica, 2006, p. 27.

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Cuando estas corrientes subterráneas llegan a ser descifradas, entonces, quedan al descubierto las características que le confieren un manto de significación a todo el período.

Soy consciente de las aprensiones que puede suscitar en más de un lector la tesis de que el presente comporta un sentido. Más aún en épocas como las ac-tuales, cuando es recurrente la desconfianza con las grandes narraciones, con las explicaciones de carácter general. Sobre el particular, de manera reciente, el historiador François Hartog reflexionaba sobre un asunto similar y exponía los distintos “usos” que antes y hoy se le han asignado a la historia. El primero consiste en “creer” en la historia, es decir, imaginarla como una fuerza trascen-dental, es decir, a la manera en que Fidel Castro la vislumbraba cuando proclamó que la historia lo absolvería. Como una derivación de la premisa anterior se en-cuentra el “creerle a la historia”, ya sea bajo la premisa de pensarla a partir de la fórmula de leyes sociales o de invariantes antropológicas. El tercero se organiza en torno al “hacer” la historia, que puede expresarse como la actividad que forja el historiador (la comprensión) o siendo su actor (la acción)10.

Me valgo de esta digresión del historiador galo para sostener que una re-flexión sobre el sentido de la historia entraña necesariamente ciertos elemen-tos del “creer” y del “hacer”, desacreditados ambos por los grandes crímenes cometidos en el siglo XX y por el reconocido elemento subjetivo que entraña toda producción histórica. Por estas razones, al sentido en la historia no le atribuyo tan altas pretensiones, simplemente lo entiendo como la necesidad de comprender lo ocurrido, como la capacidad de aprehender la existencia de ciertas regularidades, continuidades, discontinuidades y cambios, todos ellos de carácter general, y por el ineludible entrelazamiento entre el pasado y el fu-turo a través del presente.

Tal como sugerí en trabajos adelantados en años anteriores, estas grandes transformaciones societales se han expresado en radicales transformaciones en los espacios y tiempos sociales, en el desfogue de una globalización de alta inten-sidad, en el advenimiento de un régimen de historicidad presentista y global, en la multiplicación de experiencias de modernidad que se traslapan, todo lo cual, además, ha transcurrido en condiciones en que el capitalismo, el Estado y la democracia han experimentado fuertes reestructuraciones, en el sentido de su transnacionalidad y de una “gran divergencia”, tal como argumentó de manera esclarecedora el economista Paul Krugman11. Vistos desde este ángulo, muchos eventos, procesos y situaciones que han venido desarrollándose desde finales de los sesenta mantienen su vigencia en la actualidad y, en ese orden de ideas, repre-sentan una parte constitutiva de la historia del siglo XXI. Un buen ejemplo de este

10 François Hartog, Croire en l’histoire, París, Flammarion, 2013, pp. 9-36.11 Paul Krugman, Acabemos ya con la crisis, Bogotá, Crítica, 2012.

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entrelazamiento entre el hoy y finales de los sesenta lo brindó hace poco Néstor García Canclini, cuando recordaba que la memoria del 68 representa “parte del patrimonio de los movimientos de protesta”12. En otras palabras, quien se interese por la contemporaneidad inmediata debe propender a un entendimiento de la actualidad que se construye con base en este tipo de determinaciones.

Si se vuelve la mirada al asunto del marco temporal que planteé anteriormen-te, se puede aseverar que las fronteras de tiempo pueden ser aprehendidas por medio del enfoque retrospectivo de la historia del tiempo presente. Esta pers-pectiva me fue sugerida por una interesante disquisición del historiador inglés Geoffrey Barraclough, cuando escribió, en una obra clásica sobre la historia con-temporánea, que la contemporaneidad se inicia “cuando los problemas que son actuales en el mundo de hoy asumieron por vez primera una clara fisonomía”13.

De este razonamiento se infiere que el presente comporta una densidad y una extensión temporal, cuyos orígenes deben ser rastreados a través de un enfoque genealógico, que reconoce la importancia de las transformaciones históricas. Su perímetro se establece a partir del reconocimiento de las diná-micas medulares que caracterizan el momento en que se encuentra situado el observador, que, en nuestro caso, es el tercer lustro del siglo XXI. Esto significa que la actualidad más inmediata constituye el punto de arranque para la deter-minación del contorno inicial del período. A continuación, se vuelve la mirada atrás y se recorre el desarrollo de estas continuidades hasta que se llega a su fuente original, o sea, a aquel momento cuando, como sugería el mencionado historiador británico, los problemas actuales asumieron por vez primera una fisonomía más o menos clara. Es a través de un procedimiento tal que puede identificarse el momento original del presente. Una vez alcanzado este estadio en el conocimiento, se reconstruye la proyección temporal de estos procesos en su secuencialidad hasta retornar a la coyuntura en la que se encuentra situado el observador (el día de hoy)14.

La “unidad de sentido” del presente histórico con la coyuntura germinal puede ser respaldada con las tesis que ha desarrollado un par de importantes historiadores. El primero es Charles Maier, quien ha puesto en duda la concep-ción habitual que se ha popularizado sobre la historia del siglo XX, al sugerir la necesidad de emprender una periodización con base en la noción de territo-rialidad. En su argumentación, el historiador norteamericano sostiene que los últimos años de los sesenta del siglo XX marcaron la finalización de un inmenso

12 Néstor García Canclini, La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia, Buenos Aires, Katz, 2013, p. 74.13 Geoffrey Barraclough, Guida alla storia contemporanea, Bari, Laterza, 2005, p. 18.14 Para el desarrollo de esta argumentación, véase, Hugo Fazio Vengoa, La historia del tiempo presente, Bogotá, Ediciones Uniandes, 2011.

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período y el inicio de uno nuevo, porque fue en el fragor de esos años cuando se puso fin a una tendencia predominante en el mundo durante los últimos cien años (c. 1860-1970), la cual se caracterizaba por un marcado énfasis en la deli-mitación de la territorialidad de los Estados, que activaba el espacio nacional dentro de unos confines determinados, a lo que se sumaba una obsesiva pro-pensión en la dirección de demarcar fronteras de todo tipo, fueran nacionales, de clase, privadas, públicas, etcétera.

A finales de los sesenta empezó el ocaso de dicha tendencia, confirmada por una “disminución” de la centralidad del Estado-nación y de la soberanía15, ade-más de ser un momento en el cual se fortalecieron ciertas prácticas encaminadas en la dirección de intensificar la compresión espaciotemporal y el despliegue de una globalización con elevados niveles de intensidad. El punto más álgido de este “vaciamiento” del ordenamiento territorial moderno se produjo pocos después, a finales de la década de los ochenta, “con el clamoroso colapso del socialismo estatal y de las economías planificadas”16. El advenimiento de este nuevo “régimen de territorialización” denota en el fondo el debilitamiento de la relación jerárquica de lo nacional frente a otras formas de integración en un contexto de creciente intensidad de dinámicas transnacionales17.

El otro historiador que brinda una reflexión interesante para comprender la naturaleza medular de este período y de su momento fundacional es Geoff Eley18, para quien los finales de la década de los sesenta se caracterizaron por la implantación de nuevas formas de explotación del trabajo, situación que él analiza a partir del establecimiento de unas economías posfordistas y globali-zadas en el mundo capitalista.

Maier y Eley muestran, desde ángulos distintos, que, en efecto, durante esos trascendentales años de finales de los sesenta fue cuando comenzó a con-formarse una historia del mundo que empezaba a globalizarse a partir de sus mismos fundamentos, y que dichas prácticas y tendencias definen el conjunto de la contemporaneidad que nos ha correspondido vivir19.

15 Charles S. Maier, “Secolo corto o época lunga? L’unità storica dell’età industriale e le trasformazioni della territorialità”, en Claudio Pavone, a cargo de, Novecento. I tempi della storia, Roma, Donzelli, 2008, p. 33.16 Charles S. Maier, “Consigning the Twentieth Century to History: Alternative Narratives for the Modern Era, en American Historical Review, vol. 105, N°. 3, 2001, p. 821.17 Matthias Middell y Katja Naumann, “Global History and the Spatial Turn: From the Impact of Area Studies to the Study of Critical Junctures of Globalization”, en Journal of Global History, N°. 5, 2010, p. 164.18 Geoff Eley, “Historizing the Global, Politicizing Capital: Giving the Present a Name”, en History Workshop Journal, N°. 63, 2007.19 Kristina Spohr Readman, “Contemporary History in Europe: From Mastering National Pasts to the Future of Writing the World”, en Journal of Contemporary History, N°. 46, 2011.

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Estas reflexiones me han llevado a sostener que una historia del presente con-temporáneo del mundo debe comportar un conjunto de particularidades. Ésta no puede ser una historia que se circunscribe al esclarecimiento de los grandes acontecimientos propios del período. Historias de este tipo existen en abundancia, y muchas son de una calidad que nunca podré emular. Tampoco puede ser una exposición que se mantenga apegada, como ha ocurrido con la mayoría de las his-torias contemporáneas, a las dimensiones políticas, nacionales e internacionales20, es decir, que esboce el mundo con base en el binomio nacional/internacional. Debe ser una historia que propenda a la inclusión de otras dinámicas y trayectorias de modernidad que se traslapan, debido a la pluralización de trayectorias sincrónicas en el mundo, perspectiva que muestra que las realizaciones históricas no deben ser confundidas con ciertos contenidos, lo que, para el caso, ha estado generalmente representado por la matriz de la modernidad21.

Todo lo anterior me lleva a concluir que la historia que aquí se propone debe ser, ante todo, una historia de procesos, muchos de los cuales transcurren en clave subterránea, y de tendencias que catalizan y personifican una determinada época. Es una historia que se diseña como un gran relato porque se centra en el despliegue de grandes procesos y tendencias, procedimiento que permite preve-nir el error frecuente de las historias de los fenómenos actuales, que carecen de la distancia necesaria –recurso cognitivo– para “estabilizar la perspectiva”22. En ello radica precisamente la importancia que le asigno a la simbología contenida en el 68 como año inaugural de este presente extendido.

En lo que respecta al intervalo que recorre este libro, la línea temporal abarca el primer momento o fase de este presente histórico; se extiende entre el “año-acontecimiento” de 1968 y 1979, par de años que se encuentran cargados de significación histórica; el primero, puesto que simboliza el inicio de todo este nuevo período y sirve de evidencia de la novedad que entrañan las interaccio-nes sincrónicas heterogéneas que han hecho que el mundo se haya convertido en una “unidad operativa”, en una “categoría histórica”, y, el segundo, en un registro menor –por ser un año más secuencial que estructural–, representa un importante punto de inflexión que dio lugar al despliegue de un nuevo ciclo que se desarrolló durante gran parte de la década siguiente.

Es cierto que en trabajos anteriores propuse el análisis de estos dos ciclos, es decir, los setenta y los ochenta, como una sola larga fase. En esta ocasión, sin embargo, decidí separarlos porque si bien este par de décadas tienen muchos

20 Jan Palmowski y Kristina Sporh Readman, “Speaking Truth to Power: Contemporary History in the Twenty-first Century”, en Journal of Contemporary History, vol. 36 N°. 3, 2011.21 Renato Ortiz, Modernidad y espacio. Benjamin en París, Bogotá, Norma, 2000, p. 10.22 Eric Hobsbawm, “Un historien et son temps présent”, en Institut d’Histoire du Temps Présent, Écrire l’histoire du temps présent, París, 1993, p. 102.

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elementos en común, comportan, al mismo tiempo, importantes particulari-dades, peculiaridades que sugieren una lectura diferenciada.

El libro ha sido dividido en tres capítulos, y en cada uno de ellos se proyecta el análisis de un estrato social en particular. Inicia con una presentación del “año-acontecimiento” germinal del presente histórico, episodio que servirá para ilustrar el complejo carácter que encierra la globalidad en la historia. En su diseño me he valido de un par de análisis previos: el capítulo conclusivo del libro La historia y el presente en el espejo de la globalización, dedicado al año 68, y el artículo “Los años sesenta y sus huellas en el presente”.

El segundo, más detallado y específico, versa sobre sobre elementos tales como la Tercera Revolución Industrial, el agotamiento de los modelos econó-micos en el Norte, el Este y el Sur, el tránsito hacia esquemas de acumulación más flexible y la financiarización de la economía y la política, todo lo cual sirve para mostrar el nuevo rostro que comenzó a adquirir el capitalismo en vías de globalización en las postrimerías del siglo XX. Para la elaboración de este ca-pítulo recurrí a ciertos desarrollos que alguna vez esbocé, principalmente, en tres publicaciones: La globalización en su historia; La globalización en Chile. Entre el Estado y la sociedad de mercado, y El mundo frente a la globalización. Diferentes maneras de asumirla23.

En el tercero se analizan los principales cambios en el orden político mun-dial, con especial énfasis en la aparición de un sustrato transnacional en la polí-tica. La disimilitud en cuanto al volumen entre estos dos últimos capítulos, uno extenso y detallado y otro más breve, no es gratuita; obedece al convencimiento de que en esos años se presentó un cambio de gran amplitud en la vida mun-dial, que no fue otro que el desplazamiento de lo internacional de lo político a lo económico, proceso que alcanzó su mayor paroxismo en las dos décadas siguientes. Responde también al hecho de que las capas sociales tienen ritmos, alcances y profundidades diferentes.

Deliberadamente, un libro como el que aquí se ofrece es selectivo en los temas y en las situaciones que analiza. Soy consciente de que muchos asuntos han quedado en la sombra. A ello se suma el hecho de que ningún capítulo está dedicado a cubrir la totalidad del mundo con sus regiones, matices y vicisitu-des, porque el interés que les subyace consiste en analizar, explicar e ilustrar procesos históricos que informen sobre la emergencia de la condición global y sobre la forma en que esta dinámica determina e interseca los fenómenos y las situaciones particulares, a la manera de “portales de la globalización”, como han

23 Hugo Fazio: La globalización en su historia, Bogotá, Universidad Nacional, 2002; La globalización en Chile. Entre el Estado y la sociedad de mercado, Bogotá, Universidad Nacional, 2004; El mundo frente a la globalización. Diferentes maneras de asumirla, Bogotá, Ediciones Uniandes, 2002.