los santos en el diccionario de Sebastián de Covarrubias

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CRITICÓN, 92, 2004, pp. 47-64. Metahagiografía áurea: los santos en el diccionario de Sebastián de Covarrubias Dominique Reyre LEMSO-FRAMESPA Universidad de Toulouse-Le Mirail También hay santos en los diccionarios. En ellos los varones canonizados y bienaventurados, las vírgenes y los mártires hallan lugar al lado de los papas, reyes y otros insignes personajes de todos los tiempos. Pero ¿qué santos? y ¿Por qué tan sólo unos cuantos reciben derecho de entrada en las columnas del diccionario? ¿Forman parte de la "pequeña vida" de su autor o, al contrario, tienen quever con las grandes ideas que éste defendió a costa de su pluma? En ambos casos, no cabe duda de que, vislumbrando la multitud de los santos, todo diccionarista, semejante a SanPablo que ya en los albores de la cristiandad exclamaba: «¡Envueltos como estamos en una gran nube de mártires!» (Heb. 12, 1), no dejaría de experimentar una sensación de vértigo frente a la constelación de mártires a quienes contemplaría a la hora de elegir tan sólo a unos cuantos predestinados a la gloria lexicográfica. Tales angustias debieron de asaltar al canónigo Sebastián de Covarrubias, cuando se encontró en la rigurosa necesidad de seleccionar tan sólo a algunos mártires, confesores, santos y vírgenes para insertarlos en la nomenclatura del primer diccionario monolingue de la lengua española ¡y, más que todo, cuando se halló en la obligación de no herir la delicada sensibilidad de sus coetáneos, la de las regiones, ciudades y hermandades de España, protegidas todas ellas por «su» santo! Covarrubias no podía ignorar que los lectores de su Tesoro escudriñarían cada página en busca de sus santos patronos y que, al no hallarlos, se sentirían agraviados y no dejarían de reprochar al autor su descuido,

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CRITICÓN, 92, 2004, pp. 47-64.

Metahagiografía áurea:los santos en el diccionario

de Sebastián de Covarrubias

Dominique ReyreLEMSO-FRAMESPA

Universidad de Toulouse-Le Mirail

También hay santos en los diccionarios. En ellos los varones canonizados ybienaventurados, las vírgenes y los mártires hallan lugar al lado de los papas, reyes yotros insignes personajes de todos los tiempos. Pero ¿qué santos? y ¿Por qué tan sólounos cuantos reciben derecho de entrada en las columnas del diccionario? ¿Formanparte de la "pequeña vida" de su autor o, al contrario, tienen que ver con las grandesideas que éste defendió a costa de su pluma? En ambos casos, no cabe duda de que,vislumbrando la multitud de los santos, todo diccionarista, semejante a San Pablo queya en los albores de la cristiandad exclamaba: «¡Envueltos como estamos en una grannube de mártires!» (Heb. 12, 1), no dejaría de experimentar una sensación de vértigofrente a la constelación de mártires a quienes contemplaría a la hora de elegir tan sólo aunos cuantos predestinados a la gloria lexicográfica.

Tales angustias debieron de asaltar al canónigo Sebastián de Covarrubias, cuando seencontró en la rigurosa necesidad de seleccionar tan sólo a algunos mártires, confesores,santos y vírgenes para insertarlos en la nomenclatura del primer diccionario monolinguede la lengua española ¡y, más que todo, cuando se halló en la obligación de no herir ladelicada sensibilidad de sus coetáneos, la de las regiones, ciudades y hermandades deEspaña, protegidas todas ellas por «su» santo! Covarrubias no podía ignorar que loslectores de su Tesoro escudriñarían cada página en busca de sus santos patronos y que,al no hallarlos, se sentirían agraviados y no dejarían de reprochar al autor su descuido,

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cuando no su menosprecio. Y es lo que pudo ocurrir, según refiere el propio canónigoen la entrada FERNANDO del Suplemento1 donde dice:

Atemorizado con la multidud de cosas a que había que acudir, desconfiando pudiera llegar alfin y cumplimiento de esta obra, fui atracando mucho de lo que había de decir, y por estacausa me han hecho cargo algunos curiosos de haber sido tan sucinto... (Sup., 244)

Así es como, para dar satisfacción a estos «curiosos», emprendió Don Sebastián laredacción de un Suplemento (concebido para completar, revisar y enmendar el Tesoro),multiplicando por dos el número de entradas que había dedicado a los santos en suTesoro, y logrando reunir por fin en su díptico lexicográfico más de un centenar dedefiniciones de índole hagiográfica, cifra de razonable importancia si se compara con lade los santos evocados en los martirologios de la época (que ofrecen un promedio denovecientas rúbricas)2.

Huelga decir que en el presente estudio no pretendemos comparar diccionario ymartirologio, por ser ambos géneros muy distintos tanto por su funcionamiento comopor su finalidad. Tan sólo quisiéramos investigar los criterios adoptados por nuestrocanónigo en su selección de santos y santas3 y, a partir de ahí, proponer unos elementosinterpretativos y unos principios que pudieron informar la concepción del santoralcovarrubeño.

Primero y sin lugar a dudas, imperaron las exigencias impuestas por el génerolexicográfico de aquel entonces, exigencias que se derivan de su triple función: ladidáctica (transmite una enseñanza), la normativa (establece reglas) y la ideológica(emana de las clases cultas y pudientes de la sociedad, reflejando su propio sistema decreencias)4. De ahí que la clave interpretativa más fehaciente sea la del contextopolítico-religioso, y que, en el caso de un Covarrubias, la selección de santos y santasoperada al hilo de las páginas del Tesoro de la lengua castellana o española publicadoen 1611, refleje los preceptos dictados por el Concilio Tridentino en materia dehagiografía. Recordaremos tan sólo el más importante de dichos preceptos, que es elrespeto a la verdad de los hechos, que todos los obispos y todas las personas encargadasde enseñar tenían que acatar para que

intruyesen con exactitud a los fieles ante todas cosas sobre la invocación e intercesión de lossantos, honor de las reliquias y uso legítimo de las imágenes, según las costumbres de la

1 A partir de aquí Tes. y Sup. seguidos de la página de referencia.2 Recuento realizado a partir del Martyrologue ou idée genérale de la vie des saints, Paris, Couterot,

1680. Un martirologio incluye a todos los mártires y confesores de la fe, muertos desde la creación del mundohasta la época de su redacción.

3 Véase la definición que da Covarrubias de esta voz: «SANTO. En su primitiva derivación viene del verbosantio, is, ui, tum, xi, ctum, stabilio, consacro, ratum fado, firmo; hinc deducitur sanctus, a, um, por el santoo cosa santa dedicada a Dios. Y santos, los hombres a quien Dios ha escogido para sí, principalmente laSantísima Virgen María, los apóstoles, los mártires, los confesores y vírgines, tenidos y admitidos en la IglesiaCatólica. Y fuera desto llamamos santos a los hombres virtuosos, religiosos, de buena vida y ejemplo, inverbo sanctis vide D. Thomam, 2,2, quaest. 8, artic. ultimo. San Isidoro, lib. 10 Etymologiarum, lit. S:Sanctus veteri consuetudine appelatus, eo quod hiqui purifican volebant sanguine hostiae tangebantur et exhoc sancú nomen acceperunt, etc. Quasi a sanguine» (Tes., 926).

4 Véase Buzón, 1979, p. 41.

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Iglesia Católica y Apostólica, enseñándoles que los santos que reinan juntamente con Cristo,ruegan a Dios por los hombres, que es bueno y útil invocarles humildemente y recurrir a susoraciones, intercesión y auxilio. Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocaciónde los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes [...]. Así seconfirmará al pueblo recordándole los artículos de la Fe [...], exponiendo a los ojos de losfieles los saludables ejemplos de los santos.5

Esta preocupación fundamental por la «exactitud» fue el constante norte que, en laépoca, debía guiar a cuantos escribían sobre los santos, y en este contexto postridentinotenemos que reinscribir la labor lexicográfica de Covarrubias si queremos apreciar laespecificidad de su aportación a la hagiografía áurea. Así podremos entender por quénuestro canónigo pudo utilizar su diccionario como una valiosa arma para lucharcontra confusiones y falsas devociones, intentando puntualizar de qué santo se hablaba,quién había sido, dónde se había hecho la deposición de su cuerpo, dónde se hallabansus reliquias y, por consiguiente, dónde, cuándo y cómo se había de venerar e invocar.Cierto es que a todas estas preguntas no pretendía responder Covarrubias de manerasistemática, dado el reducido espacio del que disponía en el marco de las entradas de sudiccionario. Sin embargo, no será cosa descabellada pensar que nuestro canónigoseleccionó y desarrolló preferentemente las vidas de santos que conllevaban los aspectosmás controvertidos o litigiosos en su época. Tanto es así que, para nosotros, el"Santoral6 de Covarrubias" constituye un relevante exponente de las cuestiones y de losdebates que, en la España áurea, se entablaban en torno a la hagiografía.

Teniendo esto en mientes, y sin perder de vista las exigencias de la escrituralexicográfica que hacen que la presentación de la vida de un santo en un diccionario seanecesariamente fragmentaria y elíptica, intentaremos en este trabajo apreciar laaportación de Covarrubias a la hagiografía áurea. Para ello, iremos desglosando losartículos del Tesoro y del Suplemento que tratan de santos y santas, dejando de lado, demomento, los comentarios esparcidos en otras definiciones. Para mayor claridad delanálisis, distinguiremos tres apartados sucesivos: el primero se dedicará a los elementosde apertura y clausura de las entradas, como son respectivamente las glosasetimológicas de los nombres de los santos y las fechas del calendario (pueden darsecasos en que éstas aparezcan inmediatamente después de la etimología o de laidentificación del santo, véase infra JORGE); el segundo estudiará la información dadasobre las vidas de los santos; y el tercero examinará los comentarios personales deCovarrubias sobre la devoción, la iconografía y la paremiología.

LAS E T I M O L O G Í A S DE L O S N O M B R E S DE S A N T O S Y SUS G L O S A S

Suele encabezar la entrada dedicada a un santo —después del lema que declina suidentidad— la etimología de su nombre, cosa nada sorprendente en un diccionario

5 Véase el texto del decreto de la Congregación General, aprobado en Roma, el 3 y 4 de diciembre de1563, en la sesión XXV del Concilio Tridentino (citado por Civil, 1996, pp. 80-82).

6 Empleamos la voz «Santoral» en el sentido general de «relación cronológica o alfabética escrita desantos de especial devoción, por una determinada iglesia, orden o región geográfica. El Santoral incluye elMartirologio, los ritos litúrgicos, todo tipo de advocaciones, la dedicación a determinadas basílicas,acontecimientos históricos relacionados con la Iglesia...» (véase Montes, 2001, p. 205).

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realizado fundamentalmente para documentar las raíces de los vocablos y de losnombres, ni tampoco nueva puesto que, desde la Edad Media, las leyendas de santossolían contener comentarios etimológicos7 con miras a exaltar la figura de sus héroes.Como es sabido, dichos comentarios remiten a la teología bíblica del nombre, según lacual Dios cifró en el nombre del personaje la especificidad de su vocación a la santidad.Así, la Biblia enseña que Daniel ('Justicia de Dios' en hebreo) alcanzó la santidadcumpliendo con la misión inscrita en su nombre, o sea restaurando la «justicia de Dios»en la corte de Nabucodonosor. Será inútil detenernos en este aspecto de la cuestión dela teología bíblica de los nombres, tan utilizada en otros géneros como el teatro o lapoesía, pero merecerá la pena fijarse en la aplicación específica que Covarrubiaspropone de dicha teología en su diccionario.

Leamos, a modo de ejemplo, la entrada AMBROSIO (en la anterior consta laetimología «Ambrosía: néctar de los dioses»), en la cual el canónigo apunta que el grandoctor de la Iglesia «no sin misterio tuvo este nombre por el dulcísimo pasto de sudoctrina, infundida de la divina gracia...» (Tes., 112). El empleo de la voz «misterio»,que aparece, bajo la pluma de los biblistas de la época, cuando interpretan elsimbolismo de los nombres, con el sentido de 'secreto divino'8, confirma queCovarrubias es el heredero de la teología bíblica del nombre y que se vale de las glosasetimológicas para demostrar que el nombre propio del santo es una pieza clave de susantidad. Para él y para sus coetáneos, la etimología sigue siendo una ciencia auxiliar dela hagiografía. La etimología permite descubrir y enseñar cuál es la vocación específicade un santo en el marco más general de la historia de la Salvación. Así, en la entradaJERÓNIMO, Covarrubias, tras señalar la etimología griega de 'ley o regla sagrada' añade:«bien cuadró el nombre al glorioso dotor san Jerónimo, pues tan observante de la leydel Señor, y la regla de su orden tan santa...» (Tes., 637). Covarrubias acostumbra usarde este verbo «cuadrar» para poner de manifiesto el ajuste del nombre con la vida delsanto considerado. Insistimos: estos comentarios etimológicos no son simples juegos depalabras sino piezas de convicción para probar la santidad y fomentar la devoción delos fieles. Por eso, Covarrubias, en la entrada GINÉS, no vacila en aconsejar a lospredicadores que se valgan de los significados literales y espirituales de los nombres delos santos. Después de indicar el significado de la raíz Genesius ('luchador, que entra enla palestra desnudo') y subrayar su significado espiritual («y assí el enemigo no tiene dedonde asirle»), Covarrubias dice: «podrá el predicador aprovecharse de ellos en esteconcepto, si predicare en iglesia y fiesta de san Ginés» (Tes., 640).

Pero hay más: la atención otorgada a la onomástica no sirve tan sólo para fomentarla devoción, sino también para concretarla y afinarla. En efecto, al documentar las

7 Véase, por ejemplo, en La leyenda dorada (tomo I, p. 29), lo referido a Andrés, que empieza así: «Si elsustantivo Andrés etimológicamente deriva de ánder (varón), significa 'hermoso, firme, varonil'; y si provienede anthropos, palabra compuesta de ana (arriba) y de tropos (vuelto), equivale a 'vuelto hacia arriba, hacialos cielos'; es decir, 'hombre erguido en actitud de mirar constantemente a su Creador'. Eso fue sanAndrés...».

8 Véase el prólogo de la Políglota Complutense (Alcalá, 1515), donde el Cardenal Cisneros, valiéndosede la expresión «arcanos misteriosos», aconseja se interpreten con mucha exactitud los nombres propios delos personajes bíblicos, «cuya imposición prevista, desde la eternidad, aporta una ayuda increíble paradescubrir los sentidos espirituales y abstrusos, y desvelar los arcanos misteriosos que el Espíritu Santo veló enla misma penumbra del sentido literal...» (traducido del latín y citado por Andrés, 1983, tomo I, p. 635).

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formas originales de los nombres, lo que pretende Covarrubias es ante todo identificaral santo con exactitud para que los fieles no lo confundan con otro. Así, en la entradaEGIDIO, el canónigo cuida de precisar que se trata de «un santo abad natural confesor,natural de la provincia narbonense» y que los españoles han «corrompido» este nombreen san Gil, pero que se trata de un solo santo (Tes., 493). A la inversa, en la entradacorrespondiente al nombre SAELICES, Covarrubias señala la confusión, en uno sólo dedos nombres de santos, «san Pedro» y «san Félix», tomados ambos por patrones de unaermita cerca de Toledo que lleva el nombre de «san Pedro Saelices», por lo que algunoscreen que se trata de un solo santo, nombrado Saelices: «Dicen que este santo cae en lascalendas de agosto, junto con la fiesta vincula santi Petri» (Tes., 920). Pero el canónigorestablece la verdad y disipa las falsas creencias aportando un dato fiable: «Es nombrede lugar [...] tomado del santo Félix», a quien los catalanes llaman «san Felio» (ibid.).

Otro ejemplo revela la misma preocupación por la identificación exacta del santo, elde san Erasmo, del que en la entrada correspondiente a su nombre dice Covarrubias quees «Nombre propio, y abreviado Ermo, y corrompido Elmo, como Santelmo; al cualinvocan los marineros cuando se ven en tormenta» (Tes., 529). Aquí la mención delpatronazgo sirve de apoyo a la escrupulosidad onomástica, para no dejar nada sumidoen la imprecisión.

Una escrupulosidad tal que hasta podríamos preguntarnos si Covarrubias no tienecierta propensión a seleccionar para su Tesoro a santos y santas cuyo nombre presentaalguna dificultad lingüística, como el de SANTIAGO, a propósito de quien Covarrubiasdice: «Declararemos el nombre de Santiago, que está algo dificultoso...»(Tes., 926).Este objetivo se hace más patente aún en la entrada correspondiente a SANTÍS y SANTOTIS, «nombres corrompidos de san Tirso» (Tes., 927) o en los artículos dedicados asantos cuyos nombres se prestan a ambigüedades, por presentar afinidades sonoras conotros, como Lucía y Lucilla (Sup., 352) o Margarita y Marina (Sup., 367)9.

Desempeñan el mismo papel que las glosas etimológicas de los nombres, pero estavez, más bien, como elementos de clausura de las definiciones, las fechas de las fiestasde los santos (que son las de la deposición de su cuerpo). Sacadas de los martirologios,permiten distinguir a un santo de sus epónimos y evitar las confusiones. Paradocumentar dichas fechas, Covarrubias se vale de consabidas fórmulas como «reza laiglesia de ella a...» (ÁGUEDA, Tes., 52) o «y su fiesta celebra la iglesia a...» (BENITO,Tes., 206).

En suma, mediante las glosas etimológicas de los nombres y los datos del calendario,Covarrubias pretende disipar inexactitudes y confusiones relativas a los santos y afinarla devoción de los fieles, empezando por identificar claramente al objeto de suveneración.

I N F O R M A C I Ó N SOBRE LA VIDA DEL SANTO

Más allá de las etimologías de los nombres de los santos o de otras consideracionesonomásticas, Covarrubias acostumbra ofrecer al lector algunas informaciones quepermiten identificar a los santos en la larga serie de sus posibles epónimos. Dichas

9 Véase la entrada MARGARITA del Suplemento que reza: «Adviértese que, como refieren Beda y Usuardo[véanse infra], por otro nombre la llaman Marina» (Sup., 367).

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informaciones pueden versar, según el esquema minimalista de los martirologios, sobrelos orígenes geográficos, históricos y sociales del santo, la heroicidad de sus virtudesdurante su vida y las circunstancias y fecha de su muerte, con evocación de lossufrimientos padecidos para gloria de Dios. Pero, en realidad, Covarrubias manifiesta lamás extrema libertad al respecto, omitiendo o añadiendo datos a su antojo. Unas vecescondensa la vida del santo en unas palabras (véanse FRANCISCO, Tes., 606; MADALENA,Tes., 777; MARTA, Tes., 791; MARTÍN, Tes., 792, etc.), mientras que otras, se extiendeen dos folios manuscritos o más aún (véanse JUAN, Tes., 717-718 y Sup., 304; JULIÁN,Tes., 722; SANTIS, Tes., 927; etc.). Y es que en ningún momento pretende el canónigocompetir con sus fuentes, sino tan sólo remitir a ellas, que son globalmente de tres tipos:los martirologios que tenía obligación de leer cada día en la hora de Prima (desde losprimeros martirologios10 hasta las obras más flamantes del final del siglo xvi)11, lasvidas de santos12 y los libros litúrgicos13.

10 Entre los martirologios alegados por Covarrubias, constan, por orden cronológico, el MartyrologiumVetus Hieronymi realizado en Italia a mediados del siglo v y falsamente atribuido a san Jerónimo, que nodocumenta más que los nombres de los santos y los lugares de su deposición —citado en las entradasHILARIÓN (Sup., 288), INÉS (Tes., 735) o LUCAS (Sup., 351)—; el martirologio de Beda el venerable (672-735) aducido en la entrada ELENA (TÉS., 503), y las obras de sus continuadores Adón de Viena (853-875) yUsuardo (841-872), autores ambos de los martirologios medievales más famosos, referidos en el Tesoro en lamisma entrada ELENA (Tes., 503). Covarrubias cita también estas últimas fuentes a través de sus editores másrecientes: Luigi Lippomano para Adón de Viena (Venecia, 1554) y Francisco Mauroiico para Usuardo(Venecia, 1568); véase Dubois, 1993, pp. 106 y siguientes.

11 Entre los martirologios más recientes, la obra más citada por Covarrubias es el MartirologiumRomanum ad novam kalendarü rationem et ecclesiasticae historiae veritatem restitutum, Gregorü XIII pont,max. jussu editum... (Roma, 1586), obra realizada en gran parte por el Cardenal Baronio (1538-1607),sucesor del fundador de la Congregación del Oratorio, Felipe Neri. Baronio empezó por redactar susAnnotationes ad martyrologium romanum (Roma, 1586), que insertó luego en el Martirologium (Roma,1586) y utilizó para sus Annales ecclesiastici (Roma, 1588), obra que relata año por año la historia de laIglesia desde sus comienzos (véase Dubois, 1993, p. 121). Covarrubias remite a los Annales en la entradaMAURO (Sup., 304). Nótese por otra parte que el Martirologium Romanum es el único martirologio que fuedeclarado auténtico por el Papa Gregorio XIII (1584) y que por consiguiente representó la máxima autoridaden la materia. Pasajes enteros de esta obra en latín suele copiar Covarrubias diciendo: «Las palabras delmartirologio son éstas...» (BERNABÉ, Tes., 207); también la parafrasea en castellano (EGIDIO, Tes., 493); o,finalmente, remite a ella mediante la fórmula: «verás al Cardenal Baronio» (AURELIO, Sup., 83).

12 Covarrubias suele espigar datos sobre las vidas de santos en el Flos Sanctorum (Madrid, 1599-1601)del Padre jesuita Pedro de Ribadeneyra (1526-1611), uno de los primeros discípulos de Ignacio de Loyola,que representa para él la obra de referencia en materia de vidas de santos (véase JUSTO y PASTOR, Sup., 310).Del mismo autor, nuestro canónigo, en la entrada CLÍMACO (Sup., 135), cita las Vidas de santos quecomúnmente llaman extravagantes (Madrid, 1599).

13 Entre los libros litúrgicos citados por Covarrubias destacan los breviarios (de breviarium: 'abreviado')que contienen el rezo eclesiástico de todo el año (fueron reformados por el Papa Clemente VII en 1602). Conellos el canónigo rezaba las horas canónicas, especialmente el segundo oficio nocturno de Maitines (según lasdisposiciones del Papa Pío V en 1568, los tres oficios nocturnos se distribuían de la manera siguiente: en elprimero se leía la Sagrada Escritura, en el segundo una leyenda de santo y en el tercero un sermón); véaseDubois, 1993, p. 96. Al breviario remite Covarrubias en la entrada JOSEPH diciendo: «tenérnosle en elsegundo nocturno de su leyenda» (Tes., 717) o en la de IGNACIO apuntando: «Todo esto se refiere en laslecciones del segundo noturno de su leyenda...» (Tes., 730). Remite también a los breviarios en la entradaELENA (Tes., 503), aludiendo a «su leyenda que está en el breviario antiguo de la iglesia de Burgos». Y, en laentrada SANTIS (Tes., 927), cita uno de los breviarios toledanos a propósito de «San Tirso del cual se reza enel breviario mozárave en 28 de enero».

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LOS S A N T O S EN EL TESORO DE C O V A R R U B I A S 5 3

No entra por supuesto en este estudio explorar las fuentes hagiográficas deCovarrubias, que requerirían un análisis específico cuyo objetivo podría ser el dedescubrir qué libros hacían autoridad en la época en la materia y cómo se trenzaba lacadena de transmisión de las tradiciones. Pero ya podemos conjeturar que tanto laabundancia de las referencias como la diversidad de los libros consultados atestiguaríanque Covarrubias quiso ante todo guiar al lector y darle orientaciones de lecturaM.

L O S C O M E N T A R I O S P E R S O N A L E S

Contrastan con el carácter relativamente escueto, y en todo caso elíptico, de lainformación relativa a vidas de santos, los abundantes comentarios personales deCovarrubias a propósito de cuestiones hagiográficas. Quizás constituyan dichoscomentarios el aspecto más interesante del estudio de la aportación de Covarrubias a lahagiografía áurea, por hacernos vislumbrar algunas de sus prácticas personales dedevoción. Así, en la entrada CATALINA del Tesoro Covarrubias se asoma en tercerapersona, después de evocar a la virgen y mártir de Alejandría, apuntando que: «Celebrala Iglesia católica su fiesta a los 25 de noviembre, que acierta a ser el mesmo día queesto se escribe, en Valencia, año de 1606» (Tes., 318). He aquí un valioso detalle quepermite a la vez fechar un momento de la redacción del Tesoro, y recordar la costumbreque tenían los hombres de la época de acudir a las fiestas de los santos para marcar loshitos temporales de la vida social.

En los demás casos que hemos podido analizar, la función del lexicógrafo consisteen dar su opinión sobre casos controvertidos, logrando así, mediante esta incrustaciónde dictámenes personales en las entradas hagiográficas, difundir modelos normativos dedevoción, cosa nada extraña por parte de un calificador del Santo Oficio15,acostumbrado a censurar manuscritos y a examinar libros. A la hora de redactar laspáginas relativas a los santos, Covarrubias se deja simplemente llevar por su hábito de

14 Véase la entrada CLÍMACO (Sup., 104), en la cual Covarrubias señala la traducción al castellano, porfray Luis de Granada, de una obra del santo, la Escala Espiritual (Lisboa, 1562). Véase también, en laentrada LEOCADIA, la remisión a «un catálogo de los santos de España» en el que Covarrubias debió dehallar toda la materia necesaria para ensalzar a los santos propios de su nación. Aunque no señale el títulopreciso de dicho catálogo, podemos conjeturar que se trata de la obra del dominico Juan de Marieta, que fuepublicada en la ciudad de Cuenca en 1596, en cinco partes reunidas en un volumen único bajo el título de:Historia ecclesiástica de todos los santos de España..., 2da parte de la Historia de España, que trata de la vidade san Domingo ... y de san Vicente Ferrer y otros santos naturales de España...; 3° parte..., que trata de lavida de san Diego de Alcalá y de san Antonio de Padua, de la orden de san Franscisco, y otros ... de lamesma orden...; 4a parte..., que trata de algunos santos de las órdenes de san Benito, san Agustín y cartuxos.Si privilegiamos la fuente de Cuenca no descartamos otro libro que bien podría haber servido a Covarrubias:se trata de la obra de Alonso Villegas Selvago publicada en cinco partes en Barcelona, entre los años 1589 y1594, con el título: Flos sanctorum y Historia general de la vida y hechos de Jesu Cristo, Dios y señornuestro, y de todos los santos de que reza y hace fiesta la Iglesia católica... junto con las vidas de los santospropios de España y de otros extravagantes (citado por Dubois, 1993, p. 43).

15 Covarrubias ascendió al prestigioso cargo de calificador del Santo Oficio en premio a los sufrimientospadecidos durante tres años pasados en la región valenciana, adonde había sido enviado para conseguir ladotación económica de treinta rectorías destinadas a la catequización de los moriscos. Poco preparado parasemejante negocio, Covarrubias tuvo que renunciar tras sufrir humillaciones por parte de los grandespropietarios y de las parroquias.

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«calificar» casos litigiosos16. Nuestro canónigo alude a este examen inquisitorial en laentrada BRÍGIDA del Suplemento, señalando que sus colegas autorizaron el libro de lasvisiones de la santa de Suecia después de censurarlo: «Hay un libro de sus revelacionesbien examinado y finalmente aprobado por el Cardenal Fray Juan de Torquemada porcomisión del Concilio Basiliense» (Sup., 105).

Veamos ahora cuáles son los principales temas sobre los que Covarrubias da suopinión. Se trata fundamentalmente de cuanto atañe a la representación de los santos enla época, sea por medios iconográficos, sea por medios formulísticos paremiológicos. Enambos casos, nuestro canónigo censura lo «apócrifo», es decir lo que no correspondecon los textos considerados como canónicos. Así, en la entrada «Cristóval» delSuplemento, después de documentar la etimología del nombre del santo, Covarrubiasapunta que:

A san Cristóbal mártir le pintan comúnmente en estatura de jayán con un pino por báculo, yel niño Jesús sobre su hombro izquierdo pasando un río. Todo esto es apócrifo. Lo verdaderoy cierto es que fue gloriosísimo mátir, cananeo de nación y de profesión cristiano, por lo cualen la ciudad de Samo, provincia de Licia, fue preso, y procurando el juez ablandarle conruegos y halagos, sirviéndole esto de poco, ejecutó en él crudelísimos tormentos, los cualestodos el santo padeció con grande ánimo y fortaleza, y en este tiempo y antes, por supredicación y ejemplo se convirtieron muchos paganos a la fe de Cristo. Finalmente fuedegollado, y está recibido que antes de morir pidió a Dios que en el lugar o comarca dondeestuviese su cuerpo sepultado, ni pestilencia, ni hambre, ni fuego hiciesen daño, y ésta debióde ser la causa de la general devoción que con este mártir se tiene... (Sup., 153)

La composición de este nutrido comentario de Covarrubias revela el triple propósitoque persigue en su diccionario: primero, acrisolar la devoción censurando lasrepresentaciones que pudieran engendrar el irrespeto (en el caso referido se trata delCristobalón»17 que, por su tamaño descomunal, carece de verosimilitud); segundo,restablecer y difundir la versión auténtica de la vida de san Cristóbal («Lo verdadero ycierto es que...»); y, tercero, proponer explicaciones de la devoción específica de que esobjeto el santo («y ésta debió de ser la causa...»). Mediante este triple propósitoCovarrubias repercute las reglas postconciliares que mandaban se tratara con lamáxima deferencia a los santos y no se toleraran caricaturas ni deformacionesburlescas18.

16 Véase la definición que el mismo Covarrubias da de la función de calificador: «CALIFICAR. Tenerciertas cualidades; y así calificar proposiciones en el tribunal del Santo Oficio es declarar y demostrar cómolas tales son heréticas, erróneas, escandalosas, etc. Y el tal acto se llama calificación y calificador el letradoque las califica...» (Tes., 269).

17 «Cristobalón» es el nombre que lleva este tipo de representación agigantada del santo en frescos,lienzos o tapices que aún se ven en ciertas iglesias de España, como, por ejemplo, en las catedrales deGranada, Sevilla o Toledo.

18 Véase la declaración del Sínodo diocesano de Toledo (1586): «Se prohibe no se pinten historias desantos ni retablos sin que sean examinadas por los vicarios y visitadores, y las que estén pintadas siendoapócrifas o mal pintadas se quiten y pongan otras que más convenga». Véase también el artículo XII delíndice del Cardenal Quiroga (1583), que precisa: «Asimismo se prohiben todas y cualesquier imágenes [...]que sean irrisión de los santos y en desacato e irreverencia suya» (textos citados por Civil, 1996, pp. 82 y100).

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Menudean en el diccionario los comentarios de este tipo, manifestando la mismapreocupación por poner tasa a los elementos emocionales y sensibles que a vecessustentan la devoción a los santos. Lo que Covarrubias intenta hacer es justificar lasprácticas y creencias en torno a los santos o, como él mismo dice en una expresiónreiterada en varios artículos, «dar razón» de ellas. De este anhelo explicativo la entradaBÁRBARA ofrece un relevante exponente, siendo toda ella construida a partir de unadoble línea argumentai formulada en una frase inicial: «La razón de pintar suimagen...», repetida más adelante en un segundo momento de la demostración: «ésta esla razón porque invocamos a santa Bárbara cuando tenemos los rayos» (Sup., 87).

Pero, no siempre logra Covarrubias aquilatar la devoción popular, y a veces tieneque confesar los límites de la eficacia del principio tridentino de exactitud. Así, en laentrada LUCÍA del Suplemento, después de referir el martirio de la virgen de Sicilia, ellexicógrafo añade:

Pintan comúnmente a esta preciosa virgen con un plato en las manos y en él unos ojos, ydicen que tiniéndolos muy hermosos se los sacó por causa que un galán lascivo la perseguía.Esto no se halla en su historia, pero como quiera que sea, encomendándose con devoción aella los enfermos de ojos han sanado. Prado Espiritual, libro antiguo, atribuye este hecho auna doncella de Alejandría. Y podría ser que por Lucilla se equivocasen con Lucía. Ésta fuevirgen y mártir. (Sup., 351)

¡He aquí una graciosa manera de sugerir el desajuste existente entre los preceptoselaborados por los «señores teólogos» tridentinos y la realidad de la devoción popular!Finalmente, Covarrubias zanja la cuestión, confesando que se puede tolerar unapráctica de devoción «apócrifa» siempre que sea eficaz y proveedora de milagros.Nótese sin embargo que Covarrubias matiza esta abdicación de la razón explicativaalegando una posible confusión con otra santa («una doncella de Alejandría»).

En los demás casos, Covarrubias sigue aferrándose al precepto tridentino deexactitud, como se puede ver en la entrada JORGE del Tesoro, en la que se lee:

Algunos santos ha habido de este nombre; pero el que particularmente celebramos yveneramos, y la Iglesia reza de él a los ventitrés días del mes de abril, es san Jorge mártir, elcual era caballero principal en Capadocia; y habiendo perdido su padre en una guerra,militando por el imperio romano, dicen haberse ido a vivir con su madre a Palestina, dondetenía muchas y ricas posesiones. Murió su madre, y siendo ya de edad para tomar armas,siguió la milicia, vino a Roma, y el emperador Diocleciano le hizo tribuno de una capitanía decaballos; pero constándole ser cristiano, le mandó atormentar cruelísimamente, y finalmentecortar la cabeza, a los veintitrés de abril, el día mismo que la Iglesia celebra su fiesta. De lavida y milagros deste santo hay escritas algunas cosas que se tienen por fabulosas, de que hayuna censura en el decreto Distinctione 15, capite 3, que empieza: Sancta Romana Eccclesia,de Gelasio Papa, en un concilio que tuvo en la ciudad de Roma de setenta obispos. (Tes., 716)

Adviértase que Covarrubias cambia el orden de exposición respecto al artículo dedicadoa san Cristóbal. Para san Jorge, prefiere empezar por exponer la «verdadera» historiade la vida del santo y aludir tan sólo al final a los abusos censurados por un concilio

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antiguo19. Pero, en realidad, nuestro canónigo persigue el mismo objetivo, o sea, comoya hemos dicho, no dejar lugar para dudas ni confusiones, por lo que añade algunasexplicaciones tocantes a la representación iconográfica del santo:

La pintura de san Jorge, armado de punta en blanco, sobre un caballo, que con la lanzaatraviesa un dragón espantable, y a un lado, sobre un peñasco, está una doncella de rodillas,con las manos puestas como que le está pidiendo favor. Los hombres de discurso entiendenser pintura simbólica, y que la doncella sinifique alguna provincia o ciudad que, hallándoseinfestada o de peste o de otra persecución del enemigo, implorase el auxilio de estebienaventurado santo. (Ibid.)

Bien prueban estas líneas que Covarrubias quiere encauzar la devoción evitando que losfieles se rían de la fealdad del dragón o se dejen embaucar por la belleza de la donzella,por lo que ofrece la interpretación simbólica y espiritual de las representacionesvisuales.

No acaba aquí esta larga entrada dedicada a san Jorge. En ella Covarrubias sepronuncia también a favor del culto de las reliquias, escribiendo a continuación:

En la ciudad de París tienen, entre otras grandes reliquias, un brazo de san Jorge, el cual trujosan Germán, obispo de París, cuando fue en peregrinación a Jerusalén, y volviendo porConstantinopla, el emperador Justiniano le dio esta reliquia entre otras muchas que trujo, y lacolocó en la iglesia de san Vicente, de donde nació el ser los franceses tan devotos de estesanto mártir, y los de la corona de Aragón no lo son menos. (Ibid.)

Esta sabrosa advertencia que alaba a los «devotos» aragoneses es de hondo significadopara nuestro estudio pues evidencia el carácter nacional de la escritura hagiográfica deCovarrubias, carácter perceptible en no pocos comentarios personales insertados en losartículos del Tesoro y del Suplemento dedicados a santos y santas.

Este último aspecto, que a veces roza el hispanocentrismo, entronca con la líneaapologética de la obra lexicográfica del canónigo20, obra concebida ante todo paradefender a España contra las pretensiones de los extranjeros y exaltar su lengua y sucultura, empezando por sus propios santos. Conviene precisar sin embargo que elcarácter nacional de la escritura hagiográfica de Covarrubias no ha de buscarse en elplano cuantitativo, puesto que los santos españoles no representan más que la cuartaparte de la nómina. Donde se hace muy patente, en cambio, es en la forma y en elcontenido de los artículos. Covarrubias, en efecto, se complace en emplear confrecuencia la primera persona del plural, el pronombre «nosotros» («los españolestenemos») y los posesivos «nuestra España» o «nuestro santo», que le convierten enportavoz de su nación. Por otra parte, su hispanocentrismo se observa en unos temas

19 El Concilio Romano aludido había sido convocado y presidido por el Papa san Gelasio I (492-496)para hallar los medios de combatir unas cuantas herejías (las de los maniqueos, pelagianos y arríanos).

20 Véase la «Dedicatoria al Rey» del Tesoro, en la que Covarrubias precisa su objetivo: «dándomelicencia le ponga nombre de Tesoro por conformarme con las demás naciones que han hecho diccionarioscopiosos de sus lenguas; y de éste no sólo gozará la española, pero también todas las demás, que con tantacodicia procuran deprender nuestra lengua, pudiéndola agora saber de raíz, desengañados de que no se debecontar entre las bárbaras, sino igualarla con la latina y la griega, y confesar ser muy parecida a la hebrea ensus frasis y modos de hablar».

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predilectos como son la afirmación de los orígenes españoles de algunos santos, auncuando sigue siendo una cuestión controvertida (DÁMASO, Sup., 178, LAURENCIO, Sup.,331; SANTIS, Tes., 927, citado infra) o la indicación del lugar exacto del martirio en elsuelo hispánico, como para san Félix de quien se dice: «padeció en nuestra España, enla ciudad de Girona» (SAELICES, Tes., 920), o como san Justo y Pastor que «padecieronmartirio en Alcalá...» (JUSTO y PASTOR, Sup., 310). Para recordar la preeminencia deEspaña en materia de devoción a los santos, Covarrubias se vale también de referenciasa patronazgos de ciudades —san Fructuoso para Segovia (Sup., 261), santa Justa ysanta Rufina para Sevilla (Sup., 310), san Julián para Cuenca (Tes., 722) etc.— o dealusiones a dedicaciones de iglesias y monasterios (FÉLIX Tes., 588), o bien deprecisiones relativas a reliquias de santos (véase infra VICENTE FERRER).

Asoma también el orgullo nacional de Covarrubias cuando, en la larga serie de lossantos epónimos, distingue al que fue nativo de España, como en la entrada DOMINGO:«Ha habido muchos santos de este nombre, y por antonomasia se debe entender desanto Domingo, nuestro confesor español» (Tes., 481), o en la entrada EMILIANO: «Deel nombre Aemiliano tenemos en España un santo confesor dicho vulgarmente sanMillán. Verás el Martirologio Romano a trece de noviembre y allí al Cardenal Baronio.Hay otros siete santos de este nombre, mártires y confesores» (Sup., 211). Desde lamisma perspectiva, entre los nueve santos nombrados "Isidoro", Covarrubias hacenotar que tres son de estirpe española:

En España ha habido tres varones célebres Isidoros: uno que fue obispo de Córdoba, al cualen respeto de los demás llamaban el más viejo. El segundo Isidoro Hispalense, que escribió loslibros de las Etimologías y otros muchos de gran erudición, hermano de padre y madre de sanLeandro y san Fulgencio. El tercero fue Isidoro, obispo Dacense. (Tes., 742)

Nada hay, sin embargo, de sistemático en este recurso al sentimiento nacional: porejemplo, cuando Covarrubias trata del santo que en la época era todavía el únicopatrón de España, Santiago, desiste de la empresa de narrar su vida, y decide noalargarse declarando: «No tengo que referir aquí su historia y su leyenda, pues a todoses notoria, y particularmente a nosotros los españoles que le tenemos por patrón. [...]Hay corónica particular de señor Santiago, y por esta causa yo no me alargo» (Tes.,926).

Puede sorprender también la ausencia de algunos santos de España, aunque figuranen los libros litúrgicos más antiguos, como las dos santas Eulalias (Olalla en el hablapopular) —la de Barcelona (304) y la de Mérida (351)—, cuyas actas de mártires datandel siglo vu, o como san Eulogio de Córdoba (859) presente en el Pasionario de Alvarde Córdoba del siglo vu, o bien san Hermenegildo martirizado en Tarragona en 586 ycuya Vita se escribió en la misma época21.

Queda que, en la mayoría de los casos, la preeminencia otorgada a los santosespañoles se manifiesta en la extensión de las entradas que les corresponde. Éstasrevelan, sin lugar a dudas, las preferencias de Covarrubias (por Cuenca, la ciudaddonde pasó gran parte de su vida; por Toledo, donde nació; por Valencia, donde vivióunos años). Nuestro canónigo se explaya en la evocación del santo protector de Cuenca,

21 Véase Díaz y Díaz, 1981.

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«el glorioso y bienaventurado san Julián obispo de Cuenca y su patrón»,distinguiéndole de la serie de los treinta y cinco Julianes canonizados y tributándole, aguisa de homenaje, un panegírico de los más fervorosos. No escatima los epítetoslaudatorios, refiriendo que san Julián era

natural de la ciudad de Burgos, a quien el rey don Alonso el Nono, informado de su muchasantidad y doctrina, le forzó a que aceptase la iglesia de Cuenca. Fue padre de pobres,consuelo de viudas y amparo de pupilos y huérfanos; repartía con todos la renta de suobispado, sustentábase del trabajo de sus manos, haciendo cesticas. Faltando el trigo en sustrojes se las hincharon de él los ángeles, porque no faltase su caridad y limosna. Hizo muchosmilagros en vida, y muchos ha hecho y hace en muerte; la cual tuvo habiendo vivido cerca deochenta años y trabajado y extenuado su cuerpo con ayunos, cilicios, disciplinas, vigilias,enseñando y predicando el Evangelio con espíritu divino. Murió año de mil y doscientos yocho. Está su cuerpo en una caja en la capilla mayor de la santa iglesia de Cuenca, en un arcosuntuoso y bien adornado con muchas lámparas de plata; y con haber cuatrocientos años quefalleció, está su cuerpo hasta hoy día entero, sin faltar cosa alguna de él. Hay historiaparticular de san Julián, ultra de las tres lecciones del segundo nocturno de su oficio propio, aque me remito. (Tes., 722)

Nótese que Covarrubias no sigue aquí el referido mandamiento tridentino de laexactitud, pues omite los datos más concretos del culto a san Julián como son el día desu fiesta (a ocho de marzo) y las circunstancias precisas de su vida. Éstas las resume enla expresión «mucha santidad y dotrina», mientras que multiplica las alusiones al gradoheroico de las virtudes de humildad y caridad del santo. De modo que todo baña en losobrenatural (ángeles, milagros, integridad del cuerpo después de la muerte), sin que sehalle la menor tentativa de prueba por los hechos. Queda claro que, en la redacción deeste artículo, el canónigo dio rienda suelta a su propio fervor avivado por lafrecuentación asidua de la capilla próxima al coro donde asistía a los oficios.

Después de Cuenca, Toledo, cuna de los Covarrubias22, es también otro foco desantidad en el que se polariza Covarrubias, evocando a santa Leocadia (martirizada enel siglo iv y patrona de la ciudad) con estas palabras:

Tenemos en España una santa dicha Leocadia, virgen y mártir, que padeció en la ciudad deToledo y estuvo su cuerpo sepultado en una iglesia de su vocación extra muros, adonde secelebraban muchos concilios en tiempo de los godos. Padeció en la persecución deDiocleciano y Maximiano, siendo presidente Daciano. Verás su leyenda en el catálogo de lossantos de España. La fiesta se celebra a nueve de diciembre, adonde se refiere el gran milagrode haber salido del sepulcro y dado gracias a san Ilefonso [sic] de parte de la Virgen María,nuestra señora, por haber defendido su inmaculada virginidad contra los herejes que laimpugnaban, hallándose presente el rey Recesvinto y una gran multitud de gente. Hasta hoydía se guarda en el sagrario de la santa iglesia de Toledo un pedazo del velo que esta virgentraía sobre la cabeza, envuelto en él la daga o puñal con que se le cortó. (Tes., 761)

Aquí, si Covarrubias evoca el famoso milagro de la aparición de la santa toledana aotro santo toledano, san Ildefonso23, es que dicho milagro remite a un tema clave para

22 Para más datos sobre Covarrubias y su familia, véase González Palencia, 1925.

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la época, el de la inmaculada concepción de María, tema exaltado posteriormente pordramaturgos como Calderón en su drama religioso La Virgen del Sagrario (Madrid,1637) y escogido por los españoles como arma privilegiada de la reforma católica en elcombate contra los protestantes. Sabido es que en dicho combate España quiso aparecercomo el heraldo divino, el faro de la cristiandad, y que los teólogos españoles abogaronen pro de esta causa en el Concilio tridentino para conseguir el reconocimiento oficial yla extensión a todo el mundo católico de lo que desde hacía tiempos remotos había sidoen España una creencia de la vox populi (creencia que tardó tres siglos en acceder alrango de dogma). Ecos de esta lucha hay sin duda en el Tesoro, cuando Covarrubiascita al «doctor de la virginidad de María»24 que fue san Ildefonso y designa a ladevoción de los fieles las huellas del milagro que son el trozo de velo y la daga25.Además de esta asociación semántica entre la pureza de la Virgen María y la de santaLeocadia, debió de guiar la pluma de Covarrubias un acontecimiento de primeraimportancia para la ciudad de Toledo, ocurrido en las últimas décadas del sigloanterior: la traslación en 1587 de las reliquias de santa Leocadia desde un monasteriode Flandes26 gracias a los esfuerzos personales y a la afanada búsqueda de reliquias delrey Felipe II cuya aficción por los restos de santos hizo que a su muerte poseyera nadamenos que unas 7. 422 piezas...

Otro santo toledano, san Eugenio, recibe derecho de entrada en el Tesoro, sin dudapor el mismo motivo de haber vuelto sus reliquias desde el extranjero (de la Basílica deSan Denis de Francia) hasta la ciudad imperial unos veinte años antes que las de santaLeocadia, en 1565. Pero, esta vez, Covarrubias acorta y, después de documentar laetimología griega del nombre del santo (Eugenius, nobilis, generosus), solamente nosdice de él que fue el primer «arzobispo de Toledo, mártir, patrón de aquella iglesia»(Tes., 574). Esta brevedad contrasta con la amplitud del discurso sobre los demássantos de la capital del Tajo27, y puede sorprender tanto más cuanto que en la época losrelatos de la traslación de las reliquias de san Eugenio fueron ampliamente difundidos yque en ellos no se dejaba de hacer hincapié en la presencia del rey Felipe II llevando lasreliquias en sus hombros como nuevo Atlante de la Fe católica. Quizá, en este caso,

23 San Ildefonso fue hecho obispo de Toledo en el año 657 y redactó numerosas apologías sobre laVirgen y la Santísima Trinidad (véase Montes, 2001 , p. 101).

2 4 Tes., 761 .25 Según la tradición el milagro ocurrió «el día de santa Leocadia, estando san Ildefonso en oración

sobre su sepulcro, se elevó la lápida de la santa mártir, quien tocándole con la mano, le dijo: "Por ti vive lagloria de mi señora, Ildefonso". Los concurrentes quedaron admirados ante el milagro, y él, con una daga,cortó parte del velo que cubría la cabeza de la santa, que se conserva en la ciudad como prueba fehaciente delo ocurrido» (ver Historia de la gloriosa virgen y mártir santa Leocadia, descripción e historia de Toledo,Toledo, Pedro Rodríguez impresor, 1605, p. 29).

26 Las reliquias de Santa Leocadia habían sido llevadas (con las de San Tirso) a Oviedo durante lainvasión de los árabes, y ofrecidas en el siglo xn , en recompensa de su ayuda al rey Alfonso III durante lareconquista, a Balduino I (1171-1205), conde de Flandes y de Hainaut, uno de los jefes de la cuarta cruzada yemperador latino de Constantinopla. A su vez, Balduino había regalado las reliquias a los monjes delmonasterio de San Ghislein en Flandes (íbid.).

2 7 Eugenio III (fines del siglo vi-657), gran versificador latino y excelso músico (enriqueció la liturgia conhimnos y melodías), ocupó la sede primada y convocó tres concilios en Toledo en los que se ilustró por susrepetidas tentativas de promulgar edictos destinados a favorecer la conversión de los judíos (véase Montes,2001 , p. 77).

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haya prevalecido el imperativo de la brevedad, tan fuerte en todo lexicógrafo, y quehace que Covarrubias tan sólo se extiende cuando el dato le parece emblemático o deexcepcional relevancia.

Es lo que pasa, según parece, con los santos de Valencia, ciudad en la cual, comohemos visto, vivió Covarrubias. Evoca a dos de los santos valencianos en la entradaVICENTE de su Tesoro, diciendo, no sin orgullo nacional:

Muchos mártires ha habido en la Iglesia católica de este nombre, y en España tenemos uno,natural de Huesca o de Zaragoza, según la más recibida opinión, y padeció en Mombriedro,cerca de la ciudad de Valencia, en la décima persecución que comenzó en el año de trescientosy seis, imperando Diocleciano y Maximiliano. Celébrase su fiesta en veinte y dos de enero; susanto cuerpo estuvo en Valencia, hasta que los cristianos de ella, por temor de los moros, letrasladaron cerca del año de 757 al Algarve, al cabo marítimo llamado por esta misma razónde san Vicente (Tes., 1004).

Luego Covarrubias menciona a su santo favorito, san Vicente Ferrer, de quien dice:

El glorioso confesor san Vicente Ferrer también fue español, natural de Valencia, de la ordende santo Domingo; su cuerpo está en Vannes, ciudad marítima de Bretaña, a donde murió,año de mil y cuatrocientos y diez y ocho, o diez y nueve, según otros, en cinco de abril. Hayreliquias suyas en el Aseu de Valencia y capilla propia, y el patriarca de Antioquía, don Juande Ribera, arzobispo de Valencia, hubo otra reliquia, con gran diligencia y gasto que hizopara haberla enviando persona propia a ello, con favor que de allá se le ofreció de un granpersonaje, y ésta tiene puesta en la capilla de su colegio. (Ibid.)

Notemos el carácter autobiográfico de esta última referencia a la prestigiosa figura dedon Juan de Ribera. A su sombra y amparo pasó Covarrubias tres años y de aquellaépoca conservó el recuerdo de un ardiente defensor de los soportes de la fe de losespañoles. Por eso insiste en el empeño del que llevaba el título de Patriarca deAntioquía en recuperar una parte del bien nacional que representaban las reliquias desan Vicente Ferrer. Y si no se explaya en narrar la vida del santo dominico, granteólogo y predicador, es porque considera que lo más importante es señalar que Españaconserva también unos cuantos testimonios de la presencia física de «su» santo en «su»suelo, aunque éste haya muerto en Francia (en Vannes). Vemos una vez más que lacuestión de las reliquias ocupa un lugar de primera importancia en el diccionario deCovarrubias, hasta el punto de sustituir a la «leyenda» del santo, o sea al relato de suhistoria.

Tanta insistencia de Covarrubias en la reinvindicación de los restos de los santosespañoles revela que en ella está en juego la defensa del patrimonio espiritual de lanación y de la monarquía católica, la cual utilizaba la traslación de las reliquias parareafirmar su poder. Este aspecto de las cosas se hace más patente aún en la entradaSANTIS en la que no se habla de reliquias sino de restos arqueológicos atestiguando losorígenes españoles de uno de los santos nombrados Tirso. Para establecer esta «verdad»el canónigo evoca a cuatro santos epónimos, apuntando para los tres primeros quefueron martirizados respectivamente en 165, en 254, en 291 y explayándose tan sólo enel último (un mártir de Cesárea de Bitinia del siglo m que fue muy venerado en laEspaña visigoda):

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V

LOS SANTOS EN EL TESORO DE COVARRUBIAS 61

El cuarto san Tirso padeció en la ciudad de Alejandría con san Saturnino. En un libro godoque está en la librería de la santa iglesia de Toledo se halla una carta escrita por Sillo, rey deOviedo, a Zigila, que a la sazón se entiende era arzobispo de Toledo, en que se refiere haberledado cuenta cómo edificava en la dicha ciudad un templo en honor de san Tirso mártir, y eldicho rey y su mujer doña Adosinda o doña Usenda enviaban algunos dones para ornato deldicho templo, y entre otros especifica un cáliz de plata con su patena y un aguamanil con picoy en la cubierta o tapador la corona de su reino, con los nombres en cifra del dicho rey deZigila, en dos letras Z y S, que vale Zigila y Silo. En estos años atrás, en abriendo loscimientos del Hospital Real cerca de la plaza mayor de Zocodover, se hallaron ruinas yvestigios de un templo antiguo, que dicen haber sido de san Tirso mártir, que padeció en laciudad de Apolonia, en Albania, y se halló el tapador del aguamanil con las letras de cifraarriba contenidas. De lo susodicho hay un libro moderno impreso, y tiene por opinión quesan Tirso, del cual se reza en el breviario mozárabe en 28 de enero, fue natural de la ciudad deToledo. (Tes., 927)

Se observará cómo Covarrubias, que no se pronuncia personalmente sobre el caso delpretendido hallazgo en Toledo en 1594 de restos de un San Tirso español, a diferenciade un historiador toledano como el Padre jesuíta Jerónimo de la Higuera (1538-1611)28, se deja en el tintero las referencias exactas del «libro moderno» del queentresaca una argumentación a favor de los orígenes españoles del cuarto san Tirso,basada toda ella en las «fehacientes» pruebas de la arqueología. En todo ello se puedeentrever cómo colabora el diccionario a la construcción de un pasado de santosmártires, aunque fuese de manera elíptica y sucinta las más veces.

No podemos cerrar este estudio sin aludir brevemente a los comentarios personalesde Covarrubias sobre frases hechas, fórmulas y refranes relativos a los santos. Pasamosasí al análisis de otra modalidad de la representación de los santos, diferente de lavisual, pero regida como ella por la norma tridentina. En efecto, Covarrubias, en estecampo, rompe lanzas contra los abusos verbales que desfiguran a los santostransformándoles en objetos de risa. Así, en la entrada BENITO, nuestro canónigo saleen defensa del santo:

En el vulgo hay un término algo usado de llamar a este santo san Benito el achacoso,advirtiendo que su fiesta se guarda con mucha reverencia, y es que por este tiempo, en lospostreros de marzo, suele haber algunos malos temporales, o de piedra, o de otrasimpresiones que estragan los frutos mostrados, que hablando con verdad el santo no es elachacoso, nosotros somos los achacosos, si por nuestros pecados Dios, nuestro Señor, nosquiere castigar, y buscamos achaques para no darnos por entendidos de la causa de estasdesgracias. Para decir que uno se nos ha puesto delante desnudo y despojado, decimos queestaba como el diablo se apareció a san Benito. En la vida de este santo, la cual escribieronmuchos, como el demonio procurase inquietarle con ilusiones, pudo ser que alguna vez se lemostrase en figura de hombre desnudo; no hay que hacer mucha fuerza en esto. (Tes., 206)

Esta última afirmación revela el deseo de «limpiar» la imagen de los santos. A estepropósito es de señalado interés la larga entrada JUAN del Tesoro. Covarrubias empieza

28 Ver Jerónimo de la Higuera, Historia eclesiástica de la imperial ciudad de Toledo y su tierra, Toledo,1606.

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por explicar un refrán relativo al santo29 y, luego, respaldado por la autoridad de sanAgustín, justifica una práctica muy arraigada en la memoria colectiva: la de la fiesta desan Juan30, tratando así de probar que no es ninguna superstición:

Las hierbas cogidas la mañana de san Juan dicen tienen más virtud que en otro día. Dejemosaparte lo que puede ser devoción; es cosa natural (a lo menos fuelo en años atrás, cuandoconcurrían el solsticio vernal y el día de san Juan en un mesmo día) ir tomando virtud lasplantas hasta el día del dicho solsticio, y desde allí en adelante enjugarse y recogerse. Y de queesto sea así, se comprueba con un lugar de san Agustín, sermone 21, de Sanctis... (Tes., 718).

Distinta es la suerte de otra creencia y de otros refranes relacionados con san JuanEvangelista: son los que conciernen a Juan de Espera en Dios o Juan de Voto a Dios, apropósito de los cuales Covarrubias empieza por censurar abusos diciendo:

También está recibido en el vulgo que hay un hombre, al cual llaman Juan de Espera en Dios,que ha vivido y vive muchos siglos, y que todas las veces que ha menester dineros halla cincoblancas en la bolsa. Todo eso es burla. (Ibid.)

Pero luego, alega una autoridad31 para proponer explicaciones y evocar un puntocontrovertido de la leyenda de san Juan:

El maestro Alejo de Vanegas, hablando en este Juan de Espera en Dios o Juan de Voto a Dios,dice que puede tener este fundamento, que el modo de hablar se entienda Juan devoto a Dios,y que sea san Juan Evangelista, y que haya tomado ocasión de lo que nuestro Redentorrespondió a san Pedro, preguntándole qué había de ser de san Juan, y el Señor le respondió:Sic eum voló manere doñee veniam, quid ad te? Tu me sequere. Lo que se tiene por más ciertoes que murió, de cuyo tránsito escribe san Jerónimo estas palabras: Confectus senio,sexagésimo octavo post passionem Dotnini anno mortuus, iuxta urbem eandem sepultus est,etc. Podrás ver a Cesar Baronio, en su Martirologio, día veintisiete de septiembre. El cardenalToledo, en las anotaciones que hace sobre san Juan, cap. 21, que es el último, es también deopinión que san Juan murió. Santo Tomás, sobre este lugar, trae varias opiniones. SanAmbrosio, en el sermón veinte sobre el psalmoll8, refiere la opinión de algunos que dicenhaber muerto san Juan, y que volvió a resucitar; y también san Jerónimo in sermone deAssumptione beatae Mariae, pero no la aprueba ni reprueba. Siguióla Nicéforo, librosegundo, cap. 42. (Ibid.)

Como se ve, Covarrubias, mediante una intrincada y laberíntica argumentación, ofreceal lector el estado de la cuestión de la identidad de este misterioso personaje de Juan de

2 9 El refrán aludido y explicado es el siguiente: «"Riña por san Juan, paz para todo el año"; fúndase enesto, que como por este tiempo se alquilan las casas, suelen reñir unos vecinos con otros sobre lasservidumbres, de vistas o vertederos, o pasos y otras cosas, y cuando lo averiguan en fresco, quedan todo elaño en paz» (Tes., 718,).

30 Esta práctica de la fiesta de san Juan está también sugerida por refranes como el que consta en elVocabulario de refranes... de Correas donde se lee: «Mañana de san Juan, mozas, vamonos a coger rosas» (p.490).

31 La autoridad alegada es la del toledano Alejo Venegas del Busto (1493-1554), famoso gramáticoautor de la Agonía del Tránsito de la Muerte (Toledo, 1543).

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LOS S A N T O S EN EL TESORO DE C O V A R R U B I A S 6 3

Espera en Dios32. Sirva este ejemplo de muestra de los debates hagiográficos que teníanlugar en la época y no se olvide que la actitud de nuestro lexicógrafo frente al personajeproverbial de Juan de Espera en Dios es la de un teólogo deseoso de proponer, explicary justificar las creencias.

Pero Covarrubias no sería hombre de su tiempo si no expresara su afición a losrefranes. Con alguna nota alegre suele rematar sus artículos sobre santos y santas. Así alfinal de la entrada EGIDIO el canónigo apunta que «quedó en proverbio lo que el otrodixo: Que nunca falta un Gil que nos persiga» (Tes., 493). Y, en la entrada SAELICEScita al insigne cosechador de refranes que fue Hernán Núñez: «Dice el ComendadorGriego en un refrán: "San Pedro y san Elices, frío en las narices", vale lo mesmo que«agosto frío en rostro» (Tes., 920). Sin olvidar a otra santa castiza, santa Casilda33, apropósito de la cual añade: «quedó en proverbio de cierto entremés: "Casildica conremedio", cuando a una moza fea y contrecha le traen por marido hombre lisiado,contrecho y de mal talle» (Tes., 316).

Hay más refranes relativos a los santos que, para abreviar, dejamos para otroestudio, limitándonos de momento a subrayar su sustancial presencia en la lexicografíaprincipiante y, por consiguiente, su impacto nada despreciable en el sistema derepresentación de los santos en'el Siglo de Oro.

Detendremos aquí nuestro análisis, reconociendo que queda mucho por explorar(entre otras cosas las fuentes que podrían ser el objeto de una investigación mássistemática y más honda). Hemos intentado reconstruir el continuum de un discursohagiográfico fragmentado por el orden alfabético y encontrar el hilo de Ariadna queune todas estas entradas de santos. Entre ellas hay una coherencia didáctica ynormativa, y entran en diálogo a través del propio Covarrubias. Y es que, a diferenciade los autores de martirologios, vidas de santos o libros litúrgicos, el canónigo no selimita a narrar sucesos o a puntualizar fechas y lugares, sino que se implicapersonalmente emitiendo juicios de valores y preceptos. Todo ello hace que, endefinitiva, el Tesoro y su Suplemento se nos presentan como un manual de hagiografía,una manera de guía para orientar al lector en la selvática literatura del género,indicándole los buenos libros, dándole consejos de lectura y elementos dediscernimiento sobre puntos controvertidos, señalándole errores y desviaciones en larepresentación de los santos y, por fin, designando a sus propios héroes, cuyos restos ycuya memoria sanctifican el espacio y el tiempo de la comunidad nacional y anunciandofuturas canonizaciones (la de san Ignacio [1622] y de san Fernando [1672])34.

En una palabra, el discurso hagiográfico del Tesoro y de su Suplemento tiende adifundir una versión oficial de la santidad, y en esta perspectiva metahagiográfica radica

32Véase Bataillon, 1941, pp. 81-82.33 Covarrubias insiste en los orígenes toledanos de santa Casilda (siglo xi) y en el culto que le tributan

muchas ciudades de España que le «hacen fiesta a 15 de abril» (Sup., 972).^Véanse la entrada IGNACIO: «y se espera la canonización del quarto Ignacio [de Loyola], instituidor de

la sagrada Compañía de Jesús» (Tes., 730) y la entrada FERNANDO, donde el canónigo alude a la fama desantidad que antecedió a la canonización del rey Fernando III: «fue tal su vida y ejemplo que le dieron porrenombre el santo» (Sup., 562).

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la peculiaridad de la aportación del díptico lexicográfico de Covarrubias a lahagiografía áurea.

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Resumen. A partir del análisis de las entradas dedicadas a los santos en el Tesoro de la Lengua Castellana oEspañola (Madrid, 1611) del canónigo Sebastián de Covarrubias, el presente artículo ofrece elementos deinterpretación sobre los aspectos normativos y didácticos que informaron la elaboración del discursohagiográfico del Siglo de Oro.

Résumé. À partir de l'analyse des entrées consacrées aux saints dans le premier dictionnaire unilingue del'Espagne, le Tesoro de la Lengua Castellana o Española (Madrid, 1611) du chanoine Sebastián deCovarrubias, le présent article offre des éléments d'interprétation à propos des aspects normatifs etdidactiques inhérents à la construction du discours hagiographique du Siècle d'or.

Summary. The purpose of this paper is to give some éléments of interpretion about didactic and normativeaspects of the hagiographie production in the sixteenth-century in Spain, through the analysis of the firstSpanish dictionary, the Tesoro de la Lengua Castellana o Española published in Madrid (1611) by Sebastiánde Covarrubias.

Palabras clave. COVARRUBIAS, Sebastián de. Hagiografía. Lexicografía. Tesoro de la Lengua Castellana oEspañola.