Los Medios en La Democracia Avanzada

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1 Lo medios n la d mocra a aya a ¿H u d In era a ... di ti Juan El espectro La mediocrada Típicamente, el cumplimiento del ideal democrático depende de la capacidad de los esta- dos para mantener en equilibrio los siguientes elementos: a) un gobierno que garantice un régimen :de libertades tanto en el ámbito de la actividad económica privada como dc las li- bertades públicas; b) una economía de mercado con un cierto grado de regulación pública; y c) una esfera pública en la que confluyen y se expresan los mecanismos de deliberación y participación de la sociedad civil. Para que el funcionamiento del sistema sea verdadera- mente democrático, es imprescindible que la esfera pública sea relativamente autónoma, a fin de que pueda formarse una ciudadanía responsable, debidamente informada y capaz de elaborar opiniones juiciosas sobre la actuación de los diversos poderes, evitando así la im- posición ideológica de éstos, sean religiosos, políticos o económicos. Desde hace mucho tiempo, la prensa viene cumpliendo una función decisiva en la con- formación de una esfera pública autónoma, haciendo posible el debate sobre las cuestiones de interés general mediante el ejercicio de la independencia y la libertad de juicio. Sólo así es posible el control democrático de la clase política y de los agentes económicos por parte de la ciudadanía. En los tiempos del capitalismo libcral, las empresas de la comunicación eran empresas de corte familiar cuyo principal capital estaba asociado a una tradición de independencia informativa que venía dada por su relativa especialización en el campo de la información y la no mediatización por otros intereses. El modelo de partido político que 1 El autor agradece los comentarios y sugerencias realizados por Fennín Bouza, Elisa Chuliá, Javier Ca- llejo, Rafael Díaz-Salazar, José Antonio Olmeda, Félix Ortega, José Luis Sánchez Noriega y Antón R. Castromil a una primera versión de este capítulo. Juan Jesús González y Miguel Requena, Tres décadas de Cambio Social en España, 2ª edición, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

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  • 1 Lo medios n la d mocra a aya a

    H ~u d In era a ... di ti Juan

    El espectro La mediocrada

    Tpicamente, el cumplimiento del ideal democrtico depende de la capacidad de los estados para mantener en equilibrio los siguientes elementos: a) un gobierno que garantice un rgimen :de libertades tanto en el mbito de la actividad econmica privada como dc las libertades pblicas; b) una economa de mercado con un cierto grado de regulacin pblica; y c) una esfera pblica en la que confluyen y se expresan los mecanismos de deliberacin y participacin de la sociedad civil. Para que el funcionamiento del sistema sea verdaderamente democrtico, es imprescindible que la esfera pblica sea relativamente autnoma, a fin de que pueda formarse una ciudadana responsable, debidamente informada y capaz de elaborar opiniones juiciosas sobre la actuacin de los diversos poderes, evitando as la imposicin ideolgica de stos, sean religiosos, polticos o econmicos.

    Desde hace mucho tiempo, la prensa viene cumpliendo una funcin decisiva en la conformacin de una esfera pblica autnoma, haciendo posible el debate sobre las cuestiones de inters general mediante el ejercicio de la independencia y la libertad de juicio. Slo as es posible el control democrtico de la clase poltica y de los agentes econmicos por parte de la ciudadana. En los tiempos del capitalismo libcral, las empresas de la comunicacin eran empresas de corte familiar cuyo principal capital estaba asociado a una tradicin de independencia informativa que vena dada por su relativa especializacin en el campo de la informacin y la no mediatizacin por otros intereses. El modelo de partido poltico que

    1 El autor agradece los comentarios y sugerencias realizados por Fennn Bouza, Elisa Chuli, Javier Callejo, Rafael Daz-Salazar, Jos Antonio Olmeda, Flix Ortega, Jos Luis Snchez Noriega y Antn R. Castromil a una primera versin de este captulo.

    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

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    del gran capitalismo

    y partidos de

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    predominaba por entonces, conocido partido de masas, por hacer

    prensa de partido un de formacin ideolgica al servicio de un proyecto polti

    co casos, empresas

    sociedad civil que

    el proceso democrtico o (:,empresas familiares

    municacin, ostentaban la titularidad prestigio, fueron ciendo en grandes gmpos multimedia en C.uc el peridico de prestigio, caso

    existir, es tan slo una parte una industria cultural en la que se inserta y a la que sirve de Por su parte, el Estado liberal paso al Estado de bienestar de posguerra, que ha una gran diversidad de funciones, las fun

    ideolgico-culturales, con su correspondiente dotacin de Con su desarrollo, el nuevo ha acabado por engullir los de masas, hasta convertirlos en partidos cartel, trmino que designa la progresiva tendencia de los partidos a convertirse en agencias paraestatales o en del aparato del con todas sus consecuencias sobre el proceso democrtico (Katz y Mair 2004). As las cosas, la prensa partido ha perdido su razn de ser, por cuanto los partidos ya no wn la expresin de la civil (no, al menos, su ms genuina); y los partidos se debaten entre el control de los medios estatales cuando estn en el gobierno) y el apoyo de los grupos multimedia, el cual depende, a su vez, del respaldo poltico que dichos grupos puedan conseguir en la defensa de sus intereses corporativos.

    En su efecto acumulado, estos procesos conforman una dinmica de concentracin de poderes (y no slo de poder econmico) que hace cada vez ms borrosas las fronteras entre unos y otros. Por un lado, los grupos multimedia requieren cantidades ingentes de capital, 10 que los vincula a la banca y a las grandes corporaciones, difuminando las fronteras entre la economa y la esfera pblica. En su desarrollo ilimitado, estos modernos emporios multimedia a tener no slo 'sus propias radios y sino tambin sus

    audiovisuales y sus propias redes comerciales. La interrelacin y la deJerdenC!!a de intereses se estrechan en la medida en que la publicidad co

    la fuente principal de financiacin de medios, en virtud de la cual los principales anunciantes protegen sus intereses ante amenaza derivada de la libfe informacin 2.

    Por otro lado, los partidos dependen de los grupos multimedia tanto, al menos, como stos dependen de aqullos, lo que difumina, a su vez, las fronteras entre la esfera pblica y los gobiernos, debido a la existencia de toda una maraa de regulaciones que permiten a los gobiernos moldear la configuracin de los multimedia, as como utilizar la creciente publicidad institucional como mecanismo de influencia y persuasin (en paralelo con lo que ha

    2 El periodista Javier Orz proporciona numerosos ejemplos. En Mundo], una empresa energtca y unos grandes almacenes, que estaban a punto de finnar al alimn un contrato de patrocinio de una serie de coleccionables, nos dijeron que se echaban atrs. La primera, porque habamos sacado una noticia sobre contaminacin que contrariaba sus intereses. La segunda, porque el reportaje que habamos publicado sobre la apertura de un nuevo centro comercial suyo haba disgustado a algunos de sus directivos. En tiempos de Liberacin, Telefnica nos retir una campaa publicitaria porque habamos dado cuenta de que la compaa tena detemnados problemas laborales (Ortiz 2002: 80-81).

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    proyectos que requieren el la opiaquellas iniciativas que dicho

    los viejos proliferado en la poca

    y dieron lugar a novelas ge OrwelL En su ms actual, la concentracin medios en manos de unas pocas grandes estara contribuyendo a la desvirluacin de la democracia, al 'Sustituir el debate parlamentario por el espectculo y al reemplazar los mecanismos de poltico-electoral por la servidumbre de los polticos, ms preocupados el favor de los medios que el electores, y dedicados a trabajar principalmente para la prensa, en lugar de hacerlo para sociedad civil 4. En un mundo lP'rlfOH-'" atomizados y dispersos,

    los poLticos al servicio de sus Una segunda variante de este

    unas audiencias diseadas por los

    encontraran as terreno poner a y de las corporaciones que

    de razonamiento supone a los al servicio de tericos representantes de una pblica

    acrtica y moralmente devaluada, en la que el dominio de los medios se con-con el gobierno de los mediocres, en virtud de un mecanismo perverso (sondeocracia)

    que alimenta una poltica de ficcin (videopolitica) (Sartori 2000). En sociedades complejas, dominadas por una pluralidad de intereses en conflicto, es poco probable, sin embargo, que prospere cualquiera de las dos opciones anteriores. Esto no quiere decir que no haya lugar a la manipulacin y a la dominacin del pblico por parte de las elites mediticas, si por tal entendemos

  • a poco fijemos que las audiencias hacen mensajes y opiniones vertidos los medios, enseguida se ob- para e: serva la extraordinaria diversidad de usos y estrategias por parte de las audiencias a la la mee de con las propuestas comunicativas de los medios, as como de descodificar sus Un mensajes 2005; Gams"i Callejo

    Conviene, la in1eracc;,n en-los medios y pblico menos activo o instrumental el tipo audiencia

    de que se trate. En la interaccin, los medios realizan una labor de mediacin (los medios median) entre el Estado, el mercado y la sociedad civil, que da lugar a una agenda temtica y a repertorio (fe argumentos, en tanto que la audiencia decide, por su si exponer-- Deml se o no a la de los y si o no la en cuestin. el

    de entre la propuesta y propia personal En principio, cada una las esferas mencionadas (el Estado, el mercado y la sociedad

    civil) tiene autonoma y una lgica propia" En la esfera del Estado, el protagonismo corresponde a los partidos polticos, que actan con arreglo a la lgica de la competicin poltico-electoraL En la esfera del mercado, las empresas compiten, a su vez, por la captacin de A fin

    recor;consumidores" En la esfera de la sociedad civil, la ciudadana acta con arreglo a una lgica asociativa orientada a la discusin y la participacin pblica" Cada una de estas esferas cin I tiene, tambin en principio, capacidad para generar una agenda propia, dado el alcance senta' conseguido por los gabinetes de prensa, que se han extendido por toda la sociedad civiL El desig problema es que estas agendas han de superar el filtro de los medios, lo que coloca a stos tara en un lugar y mediador haciendo (u ocultando) a los diversos agentes e instituciones sociales. En la prctica, los medios hacen algo ms que mediam, por cuanto pueden erigirse en representantes de las otras esferas y llegar a reemplazarlas (Ortega y Humanes 2000: 53). Ahora bien, que los medios tengan xito a la hora de conseguir este lugar central y meqiador depende, por lo pronto, del patrn de opinin pblica existente en cada pas, tal como veremos ms adelante" 000

    De momento, dedicaremos el prximo apartado a presentar un modelo para el estudio papel de los medios en la democracia avanzada, modelo que representa no slo una ten

    dencia constatable de las democracias avanzadas sino tambin un ideal normativo de transicin desde una democracia de partidos hacia una democracia de audiencia, en virtud de la c~al la esfera poltica protagonizada por los partidos y la esfera pblica protagonizada por los medios serian cada vez ms autnomas" El modelo de democracia de audiencia supone, por contraste con la democracia de partidos, una esfera pblica con dos caractersticas: unos medios pblicos relativamente autnomos del gobierno, capaces, por tanto, de actuar En como un verdadero servicio pblico y no como un servicio gubernamental (al servicio del Has

    cinpblico y no al servicio del gobierno), y unos medios privados relativamente autnomos de primlos partidos polticos, capaces de establecer un mbito de arbitraje y regulacin del conflicriodito poltico. Slo as se puede garantizar la existencia de una audiencia debidamente inforHizo

    mada y capaz de elaborar opiniones fundadas sobre la agenda del momento" BJait Conviene advertir, sin embargo, que la democracia de audiencia no tiene por qu ser ne por

    cesariamente el destino final de la democracia de partidos, sino que, de acuerdo con lo ex Carl puesto hasta aqu, el espectro de la mediocracia se cierne como una amenaza sobre las de lidac mocracias avanzadas centradas en los medios" De ah la importancia del patrn de opinin G Er pblica predominante en cada caso, al que dedicaremos un apartado ms adelante, por deci:

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    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • que

    lora sus sus implicaciones, dedicare

    mos sendos en el captulo lela (prensa de

    tica 1cr- Dempcrada de partidos y democrada de audiencia 1 el

    dad La batalla por la comunicacin es la forma que hoy parece tomar la (antigua) lucha de clases (Bouza 2000: 11res

    ltiA fin de comprender el papel de los medios en la democracia avanzada, vamos a comenzar l de

    )gi recordando los postulados de Manin (l sobre la de la representa~ras cin democrtica en las democracias contemporneas. De acuerdo con este autor, la reprence sentacin democrtica estara experimentando una transicin cntre dos tipos ideales que . El designa como democracia de partidos y democracia de audiencia. Dicha transicin es;tos tara afectando, cuando menos, a los siguientes rasgos o principios constitutivos del orden

    democrtico:ltes por as La eleccin y el grado de de los representantes: mientras en la democracia lse de partidos los representantes se reclutan entre los activistas y los funcionarios del

    partido, la democracia de audiencia prima la relevancia meditica de los candidatos, Ika dando protagonismo a los expertos en medios y a los candidatos de mayor habilidad

    ,.dio meditica 5. En la democracia partidos, el representante es un simple delegado del :en partido, el ocupa un lugar central y mediador entre representantes y representaI1SI dos, en tanto que la democracia de audiencia pone en primer al representante, el

    cual se vale de la citada relacin de confianza personal con los representados para gada nar autonoma personal respecto al partido 6.por

    me,

    :as:

    nar 5 En un amplio reportaje sobre Tony Blair, el autor relata lo sucedido en una entrevista con este dirigente:

    del Hasta ese momento, el director de comunicacin, Alastair Campbell, haba estado presente en la habita

    cin sin decir nada. Pero cuando e! periodista, de la revista neoyorquina Vanity Fair, pretendi interrogar al ; de primer ministro britnico sobre su fe cristiana, Campbell respondi como perro pavloviano. Ladr al pelicriodista, y a su jefe, dejando claro que de eso no se hablaba. Lo curioso es que Blair apenas parpade. for-Hizo exactamente lo que le pidi Campbell. El autor de! reportaje concluye as: El mero hecho de que Blair aceptara sin rechistar la prohibicin que le impuso Campbell de hablar de la religin, la cosa ms im

    ne portante de su vida, por el efecto perjudicial que podra tener en su carrera poltica lo dice casi todO. John ex Carlin: Un lder con exceso de convicciones, El Pais Domingo (01/05/05). Sobre la gestin de la visibide lidad de los polticos, vase Thompson 1998: 180 ss. in 6 En la misma lnea de argumentacin, otros autores sealan un desplazamiento del proceso de toma de por decisiones desde los rganos representativos de los partidos hacia el crculo restringido de asesores de ima

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    Las bases sociales de la poltica: mientras en la demacrada partidos las divisiones electorales reflejan divisiones de clases, eOil ~o que la rcpfcscntacin se primariamente en UD reflejo de la estructura : 255 la democracia de audiencia propicia una personalizacim> de la poltica que pone en primer plano las relaciones de confianza en los (ibd.: 267 Y mientras b en tre representantes y representados era una expresin de identidad y destino social (ibd.: 256), la audiencia favorece mtica de la poltica, en virtud la cual los electores se comportan como una audiencia que qll'c se escenario potico 7 (ibd.: 273).

    de opinin en la todas la pblica estn estructuradas siguiendo divisiones partidistas, como lo prueba la cxis

    asociaciones partidarias, pensa de etc. (ibd,: la los canales de comunicacin son en su mayor parte polticamente no partidistas, lo que propicia una cierta uniformizacin de los mensajes vertidos por los medios, as como una cierta transversalidad de las preferencias ciudadanas (con relativa independencia de sus preferencias electorales) 8.

    Dnde situar el caso espaol, a la vista de estas coordenadas? No se observa, para empezar, en la democracia espaola modificacin sustancial alguna en lo que se refiere a los

    gen que rodean al candidato. El control personal del carisma meditico que puede ser estratgicamente desplegado (por el crculo de asesores) reemplaza progresivamente la legitimacin por procedimientos democrticos y el discurso orientado a educar a la opinin pblica. De esta manera el carisma meditico se convierte en un recurso independiente y frecuentemente dominante (Meyer 2002: 63). 7 A primera vista, el argumento de Manin parece suponer una tendencia uniformizadora de la audiencia que entra en colisin con la visin de otros autores como Castclls, para ,quien la aparicin del mundo multimedia amenaza, ms bien, con profundizar en la segmentacIn de las audiencias. El poder unificador de la televisin de masas (de la que slo una elite cultural se escap en el pasado) se reemplaza ahora por la diferenciacin social estratificada, que lleva a la coexistencia de medios de comunicacin de masas personalizados y una red de comunicacin electrnica interactiva de comunas autoseleccionadas (2005: 447). 8 PartiCUlar relevancia atribuye Mallin a los sondeos, como mecanismo de interaccin entre representantes y representados, por cuanto tienen la virtud de reducir los costes de expresin poltica individual (ibd.: 279 ss.), si no fuera -aadimos por nuestra parte- por el uso que de ellos hacen los medios (Gonzlez 1998). Como dice el citado Ortiz: Supongo que los lectores de peridicos repararn en la facilidad con la que los resultados de Jos sondeos parecen confinnar siempre la lnea editorial del medio que los publica. Las empresas demoscpieas se encargan de que sea as, redactando las preguntas de modo que inciten a responder de manera adecuada a los intereses de quien paga el trabajo. A veces basta con que las personas que hacen las entrevistas anuncien al potencial respondedor para qu medio se hace el sondeo: si dicen que es para El Pas, un porcentaje notable de los simpatizantes del PP rehsan contestar; si anuncian que es para El Mundo, son los votantes del PSOE los refractarios. Lo cual sesga ya la muestra en el sentido adecuado. Llegado el caso, y cuando todos los medios utilizados han resultado intiles para que el sondeo diga lo que se desea, el medio puede optar incluso por no publicarlo (esto ha llegado a suceder)>> (ibd.: 115). Por su parte, Sartori critica la sondeo-dependencia con el siguiente argumento: la mayora de las opiniones recogidas por los sondeos es: dbil [ ... ]; voltil [ ... ]; y sobre todo produce un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicacin (2000: 77-78).

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    hace al prjm~ matizada: no tada por ~,,1ar lo que afecta

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    De los t opinin pu tas hacia !;: tivamente: trata slo proceso de periodism< que guard y credibili concuerda eracia cen

    9 Sobre el (

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    los representantes: los partidos entre sus propios activistas y funcionarios. Ni siquiera el de! PSOE por instaurar vH..vc..nn,,",, pnmanas en su seno producido cambio:

    de seleccin de cualquier caso, refluentes a mantener este tipo). S

    de los partido:: autonoma de las si es a esto a lo que siguiendo una larga de zacin que la presin meditica no ha hecho que agudizar (Maravall 2003). Por lo que hace al primero de democrticos la debe ser, por tanto, matizada: no se observan, en el caso espaol, modificaciones sustanciales en la lnea apuntada por Manin en que se refiere al criterio de de representantes, pero s en lo que afecta a su aW-UH.UHua.

    Ms ntida es la al segundo de los enunciados, por cuanto no se aprecian modificaciones sustanciales de las bases sociales de la poltica, sino., ms bien, v,.,.aU1LHUU~ en particular de las la clase social (vase el lo que asegura la continuidad de los sociopolticos, al tiempo que nos afirmar que el caso espaol no democracia de audiencia si por tal entendemos

    segmentada a la manera como estn segmentadas las audiencias (vase En la medida en quc las audiencias de la prensa y, en menor de la

    radio estn segmentadas por el estatus social, cabra suponer una correlacin entre el nivel de acceso a la informacin y el nivel de participacin poltico-electoral. Puesto que esta participacin es cada vez ms exigente en materia informativa, debido a la creciente complejidad de los procesos polticos, cabra suponer incluso que la participacin estuviese reservada a los ciudadanos mejor informados, los nicos con recursos cognitivos suficientes para discriminar en el proceloso mundo de la poltica mediatizada (es de-

    la poltica hecha a la medida de los medios). sta es, de hecho, una interpretacin iTPC'll,pnlp del caso de Estados Unidos, la participacin electoral muy influida por el estatus, en paralelo con el consumo informativo 9. Pero poco de esto se ha podido registrar en el caso espaol, y, si lo la tendencia general parccc ser de sentido

    por cuanto la abstencin se desplazado ligeramente los niveles estatus hacia los altos 1

    De los tres principios enunciados, el que ms nos importa aqu es el ltimo: el patrn de opinin pblica, que, segn Manin, estara evolucionando desde unas coordenadas partidistas hacia la configuracin -sin que Manin utilice el trmino-- de una esfera pblica relativamente autnoma de los partidos. La cuestin es tanto ms importante por cuanto no se trata slo de un ideal normativo, sino de una tendencia constatable: La consecuencia del proceso de modernizacin de los medios se traduce, en muchos pases, en el avance de un periodismo polticamente neutral que atrae la atencin de una audiencia a nivel nacional y que guarda celosamente su independencia Y al hacerlo puede hablar con ms autoridad y credibilidad que antes [ ... ] Hasta tal que si las instituciones informativas de un pas COllClllCnlarJ con esta descripcin, este est bien orientado en el camino hacia la democracia centrada en los medios (Swanson 1995: 14).

    y Sobre el caso norteamericano, vase Kerbo y Gonzlez 2003.

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  • Se advcrtir -scala este autor- la radical diferencia que entre este espectculo abierto al pblico pero gratuito, y los otros modclos El espectculo dc la Cortc francesa, aunque fuera estaba sin embargo cerrado al pblico, que qucdaba excluido de l: de ah la radical separacin entre las esfcras pblica y privada. Y el espectculo deportivo ingls, aunque est abierto al pblico, no es poltico sino comercial, mercantil y profesional, pues no es gratuito sino que hay que pagarlo, como sucede con los bicncs lo que tambin el mismo resultado de mantener separadas las esferas pblica y

    Slo el cspectculo latino cs a la vcz poltico, abierto al pblico y gratuito, como los bienes pblcos (bd.:

    necesidad lr que las radio-televisiones

    de propaganda del que en debates electorales entre candidatos por

    econmico de la televisin pblica no se con la '-'aAH.W.U que no hay consejos audiovisuales independientes de partidos y en

    nes de controlar a los e) que las concesiones de licencias de suelen estar Q.U.UH,:tU'''' de

    Bustamante

    y f) en la oferta audiovisual no satisface los que cabra esperar (Fernndez y Santana 2000; Sampedro

    11).

    10 Maravall admite explcitamentc quc la oposicin parlamentaria sigue la estrategia de los medios, cn vcz de dirigirla. Pcro si los medios consiguen imponer su estrategia a la oposicin, por no habran de hacerlo cuando esta oposicin asume tareas de gobierno? 11 A Jo que habra que aadir que la funcin de servicio pblico se ha debilitado por el efecto combinado de la competencia de los medios privados y de la globalizacin de la informacin, que hace cada vcz ms dificil mantener el perfil nacional de las noticias y, con ello, defender algn rasgo, por difuso que sea, de identidad nacional (Mancini 2002).

    i I J

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    )ero el caso:asdemocracias podemos tomar como referencia Hallin y Mancini (2004) que clasifica temas mediticos syslerlLs) segn tres grandes tipos: el modelo liberal (anglosajn),

    r su el o y norte .Europa ji rncditerr nos neo de atiende cuatro o mClSlOne,: :nsa principales: la circulacin de prensa, el de profcsionalizacin de Jos periodistas, la

    politizacin de los medios y el grado de intervencin estatal sobre ellos (ibd.: 21 ss.). mucho su . que H,d.in y Mancni Espaa

    ms- modelo mediterrneo por cuatro razones

    nes Por una relativamente baja circulacin de prensa 12, resultado combinado de, ; en una dbil y, otro, lustor1a m- ca frecuentementc interrumpida por de falta de libertades y/o por recortes y

    restricciones a las mismas (ibd.: 89 ss.). Asimismo, se tratara de prensa principalLin mente dirigida a las elites polticas y culturales, lo que dejara al grueso de la pobla:lis cin a merced de los medios audiovisuales y de la prensa gratuita. pn En segundo lugar, la lucha por las libertades en la que tradicionalmente se han visto l5). envueltos los medios habra trado consigo el alineamiento poltico de stos, que com

    petiran entre s no slo por razones comerciales, sino tambin como resultado de su o al propia politizacin . 106 ss.). En ltimo trmino, este alineamiento poltico de los :ico, medios los apartara de su primigenia misin informativa y los conducira hacia tareas : las de adoctrinamiento propias de un aparato ideolgico. tico

    En tercer lugar, y en parte consecuencia de lo anterior, Jos periodistas veran mermada los su autonoma profesional y veran aumentado el riesgo de instrumentalizacin por

    :a y parte no slo de los intereses corporativos del medio para el que trabajan, sino tam,bli bin de las presiones de los partidos polticos 13.

    Por ltimo, el modelo mediterrneo estara caracterizado por el intervencionismo esta

    tal, 10 que implicara, en el caso espaol, dosis ms o menos altas de arbitrariedad gu

    lue bernamental en el uso de los medios pblicos, as como en la concesin de licencias 14. ma len Este carcter intervencionista del modelo mediterrneo lleva en ocasiones a Hallin yes Maneini a poner un excesivo nfasis en la instrumentalizacin de los medios como una lte10:tar

    12 Segn el Infomle Anual de la Comunicacin, Espaa presentaba en 1999 un ndice 104,7 de difusinlos de prensa diaria, claramente por debajo del ndice medio de la UE-15: 214,8 (el ndice mide el nmero de ITO ejemplares difundidos por mil habitantes). Muy por encima de la media se situaban los pases nrdicos (Suecia y Finlandia, por encima de 400) y algo por encima se situaban Alemania y Reino Unido (en torno a 300). Espaa, junto a Italia (103,6), se situaba por detrs de Francia (149,4) y por delante de Portugal

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    , pero q la n. aljdLJd se" m:; lay qtW tener en cuenta que, en el decurso de la democracia cspaola, los medios se han convertido en indu:,tri( en lano que ,os ,se han litado como consecuencia de la fragmentacin territorial de la poltica espaola y de su

    Ir" lo qUi; los cau; v( m:, los medios para promover y legitimar sus estrategias.

    En cualquier caso, el efecto combinado de una escasa !cctura de prensa 17, la politizacln de medios, la instrumentalizacin de periodistas y el intervencionismo estatal daran como resultado una situacin ms o menos tpica de democracia de partidos, tal como la entiende Manin,c':pero lejos ideal de democracia de audiencia que propone este mi~mo autor, caracterizado por una clara demarcacin entre la esfera poltica de los partidos y la esfera de la opinin pi)blca IR.

    El patrn de opinin pblica

    El modelo de democracia de audiencia supone, por contraste con la democracia de partidos, una esfera pblica con dos caractersticas: unos medios privados relativamente autnomos de los partidos polticos, capaces de establecer un mbito de arbitraje y regulacin del conflicto poltico, y unos medios pblicos relativamente autnomos del gobierno, capaces, a su vez, de actuar como un verdadero servicio pblico y no como un servicio gubernamentaL sta es la mejor manera de mantener una audiencia debidamente informada y capaz de elaborar opiniones fundadas sobre la agenda del momento.

    De los muchos problemas que la democracia hered del rgimen franquista, el problema de los medios, entendido como la dificultad para configurar un patrn de opinin pblica que se

    1\ Halln y Mancini argumentan como si la instrumentalizacirt de los periodistas y la instrumentalizacin de los medios fuesen una misma cosa, cuando justamente lo que aqu sugerimos es que podra darse el caso de que los medios eludiesen la instrumentalizacin de los partidos, al tiempo que instrumentalizan a los periodistas. 16. Un ejemplo lo tenemos en la pgina web del PSOE, en la que, en el momento de redactar estas pginas,

    la mayor parte de la oferta son noticias de prensa y agencias, lo que parece dar por buena la idea de que,

    en la sociedad meditica, slo tiene existencia lo que est certificado por los medios. Nada de propuestas

    ni de ofertas propias, las cuales han dejado paso a la tienda del PSOE, donde se pueden adquirir desde

    camisetas a artculos de decoracin.

    17 Por comparacin con otros pases, pero tambin por contraste con un alto consumo televisivo (Hallin y

    Mancni 2004: 25).

    18 Caba la posibilidad de que esta caracterizacin del patrn de opinin pblica estuviera asociada a pro

    blemas de credibilidad y falta de confianza por parte del pblico respecto de los medios, si bien la infor

    macin disponible no es concluyente en este sentido. Pues, por un lado, las series del CIS relativas a con

    fianza en las instituciones insisten en colocar a la prensa, en trminos de confianza. en zona de aprobado

    alto (en torno al seis, en una escala de Oa 10), claramente por delante de otras instituciones como la Igle

    sia, los paliidos o los sindicatos (Del Pino 2004: 109). En tanto que, por otro, los propios informes de la

    profesin periodstica plantean la existencia de una crisis de confianza: Credibilidad menguante, Infor

    me Anual de la Profesin Periodstica, Asociacin de la Prensa de Madrid, http://instituciona1.apma

    drid.es/laapmlpub_anuacestadistico_presentacion.aspx

    te, ca, acom

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    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • 355

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    acomode al modeo ,"efemio de diJTIOCn1i.;ia de: es uno los re sisientes y de los ms reacios a cualquier tratamiento teraputico. De manera ritual y rccurren

    vez que se uIla altcmancii en el entrante ha acompaado su llegada de sentidas promesas de regeneracin democrtica que incluyen cambios ms o menos en uso oe los promesas ar~ompaadas por lo general de quejas no menos sentidas de buena parte del pblico y, en parlicu]ar, del pblico acadmico sobre la haja calidad de la democracia y, ms concretamente, la falta de transparencia eu:mdo la al servicio de

    Como no poda ser de otra manera, tambin la llegada al gobierno del Partido Socialista estuvo seguida de este lipo de tanto ms ineludibles por cuanto las

    promesas de regeneracin de Aznar terminaron por ser una de las mayores frustraciones de su paso por el vez que cotas dif cilmente superables degradacin y despilfarro 19. En esta ltima ocasin, el compromiso de Rodrguez Zapatero se concret en la redaccin de un dictamen a cargo de un grupo de expertos, ms conocido como Comit de Sabios, que ha sido el encargado de establecer la filosofa general y las coordenadas de la reciente Ley de la Radio y la Televisin de Titularidad Estatal.

    Si bien el citado comit no consigui reunir el consenso de todos sus miembros, elabor un informe (

  • 356

    Es pronto todava para hacernos una idca cabal del alcance dc tales propuestas y la adaptacin que de ellas hechD Par1anrGnto la cit:ua Ley la Rad y la de Titularidad Estatal (Bustamante 2006: 237 ss.). De momcnto, dichas propuestas son tiles por cuanto ponen de relicve algunas de las peculiaridadcs y deficiencias del patrn dc opinin pblica que se ido en a largo los ltnnos tr(~i1la aos y que, precisamente por su persistencia, nos hablan de hbitos y vicios profundamente arraigados en la clase poltica espaola y, en particular, de su tendencia a anteponer intereses de partido intereses sistema a la dad la den'ocraej,L reclc;1e eon senso de los partidos polticos acerca del nombramiento del nuevo consejo directivo de la Corporacin RTVE parece devolver la institucin a los tiempos del consenso con que se InIClO del Estatuto la pero el clima poltico reinank; reco~ mienda cautela antes deenjuiciar la nucva experiencia.

    Comenzaremos por recordar 1m: pasos han a la situacin actual y, concretamente, la transicin del monopolio televisivo al sistema de comp> tencia pblico-privado, en el que el sector pblico tiene una doble caracterstica: a) es un sector gubernamental, ms que pblico, por cuanto no tanto al servicio del pblico como del gobierno; y b) es un sector fragmentado, por cuanto el Estado de las Autonomas ha permitido replicar el modelo ad nauseam, multiplicando as sus defectos hasta la caricatura.

    A riesgo de simplificar, cabra decir que, desde la perspectiva de los medios pblicos, la transicin poltica se sald, por un lado, con la liquidacin de buena parte de la antigua cadena de prensa del Movimiento, que se haba convertido en un lastre demasiado oneroso en tiempos de crisis econmica y mudanza ideolgica, y, por otro, con la conformacin de un modelo de control gubernamental del monopolio televisivo. Si bien el desorden organizativo de la VCD permiti albergar, durante algn tiempo, la ilusin de un medio abierto y plural, la llegada del Partido Socialista al gobierno despej enseguida cualquier duda al respecto. La televisin estaba considerada un recurso poltico demasiado importante como para dejarlo al albur de la agenda parlamentaria.

    A la altura de 1980, la VCD y el PSOE pactaron un Estatuto de RTVE, vigente hasta 2006, que, si bien postulaba los ideales de un servicio pblico autnomo y plural, dejaba en la prctica en manos del gobierno la posibilidad de controlarlo. Hasta ese momento (en la ~poca en que Rafael Anson y Fernando Arias Salgado fueron directores), el ente pblico estuvo asediado no slo por acusaciones ms o menos habituales de manipulacin, sino tambin por acusaciones de corrupcin y despilfarro, tal como qued probado en una clebre auditora del Ministerio de Hacienda (Fernndez y Santana 2000: 94 ss.). Con estas premisas, VCD y PSOE estrenaron el nuevo Estatuto del ente pactando el nombramiento del nuevo director general, Fernando Castedo, pero el acuerdo no sent precedente. Castedo cont con la confianza del gobierno de Adolfo Surez, pero no con la del gobierno de Calvo Sotela (sucesor de Surez tras el golpe del 23-F), que le hizo objeto de reiteradas acusaciones. Castedo trat de defenderse de ellas cesando al director de informativos, Iaki Gabilondo (cuyos telediarios eran, sin duda, los ms independientes y con mayor audiencia que haba emitido TVE; ibid.: 11 ), pero termin por abandonar y ceder a las presiones del gobierno, que no volvi a pactar nombramiento alguno.

    La prctica autodisolucin de la VCD y la consiguiente mayora absoluta del PSOE, la ms abultada de la democracia, dejaron al gobierno socialista amplio margen para acabar

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    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • 357

    la con las ambigedades. Los socialistas heredaron de la ln una larga relacin problcm

  • poltico Y

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    nin y po,' '.sa resislciIcia gn: a que los medios disputen poder poltico el derecho a la agenda (Pradera 1993. v,:l1ci

    Hay que tener en por otra parte, que la contestacin social subi dc tOllO en fianz segunda mitad :OS ochenta. En diciembre de j general convocada los 20 de re!" por entre amplios sectores la poblacin, cada ms con gestin. No es casual El que la huelga inaugurase un ao de vrtigo en trminos de opinin pblica: 1989 no fue gobi slo ao electoral, coyuntura qUl.': los gobiernos para j'ltfoducir des en materia de vez que el trmino impide: dichas lHJ\'e

    afectcn al proceso electoral), sino que tambin el ao de irrupcin de Mundo, porP portavoz destacado del malestar creciente de las nuevas medias urbanas y de los j- de Si

    con 1989 ser sobre todo como ao liberalIZacin de televisi,-: as una (

    varios aos amagando con diversas iniciativas, el gobierno ya no pudo demorar por ms prete tiempo la regulacin de un tema tan sensible 21. Convienc recordar que la sociedad espaola polr viva por cntonces una coyuntura de euforia econmica y que:, una vez conseguida la inte cone gracin europea, proliferaban los grupos econmicos, no slo nacionales, interesados en perm participar del negocio televisivo. Conviene recordar tambin que, segn datos del EGM, las T( audiencias de los diversos medios se haban estabilizado en los aos ochenta: no slo el dc le monopolio televisivo haba tocado techo techo que se acerc a los 24 millones de es del pectadores en la segunda mitad de los ochenta; vase el apndice), sino que tambin la (la 1 audiencia de radio se estanc en esos aos en torno a los 15 milloncs de oyentes e incluso se Si la prensa diaria se mantuvo estable en la segunda mitad de los ochenta (ligeramente por en bata] cima de los 8 millones de lectores 22). En suma, el panorama de los medios no reflejaba el en 11 dinamismo de la economa ni mucho menos el de la sociedad civil. desd

    Tras sondear a los grupos mediticos mejor situados para acceder a una licencia de tele pbl visin, el gobierno promovi una ley regulatoria que estableca, entre otras condiciones, las idn siguientes: que la concesin se hara por periodos de di~z aos, que la publicidad no poda exceder del 10% del tiempo de emisin y que el 40% de la programacin deba ser produc

    '] L cin nacional. A fin de limitar el riesgo de concentracin empresarial, se estableca como

    es qutope mximo de participacin accionarial el 25%, que se reduca al 15% en aquellos casos 426 : en Que el accionista dispusiera de otro 1 en otros medios, lo que fue interpretado por el po!ti

    igual 20 xito que, dicho sea de paso, obedeci en parte al monopolio televisivo, por cuanto permiti que una es in sola accin de un piquete provocase un apagn televisivo la medianoche anterior al da de huelga, que por ( brando de forma automtica la n0l111alidad ciudadana. judic 21 Segn Pablo Sebastin, que fuera director de El Independiente a finales de los aos ochenta, los contac la ex tos para la adjudicacin de canales televisivos se remontan al referndum de la OTAN: En 1986, Asensio na di [principal directivo de] grupo Zeta] nos dijo que acababa de estar con Felipe Gonzlez y que le haba pro y su: metido un canal de televisin [oo.] La batalla de las televisiones fue e! primer punto de inflexin grave de jovel las connivencias del poder con las intrigas periodsticas (Femndez 2007: 221-222). pez 22 Para hacemos una idea comparativa de lo que esto representaba, baste decir que a principios de los aos rant, ochenta la prensa diaria tiraba en Espaa unos tres millones de ejemplares, una cifra similar a la que se ti ins! raba a principios de los aos treinta (cuando haba mucha menos poblacin). Si comparamos con Europa, (Sn la lectura de prensa en Espaa representaba en los aos ochenta un tercio de la media europea (Femndez que I 2007: 26). Pocos datos ilustran mejor la herencia de! franqllismo que los relativos a la lectura de prensa. su Jl

    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • la

    ms

    ntc; en , las marc un de inflexin en la dinmica J el se transformaron en pocos aos: es- a una dura competencia entre las tres cadenas

    11 la (la 1 de TVE y las dos cadenas de nueva creacin: Antena 3 y a la que uso se sumaron los canales autonmicos. Por otro la operacin una en batalla por el control de los medios que se traslad a la radio a la prensa, como veremos

    situados suscitada por la concesin de Cana]

    concesionarios el carcter de servicio pblico, lo que denunciar el carcter poltico de la

    las audiencias aumentaroll se

    a en apartados, de tal suerte que los medios en su conjunto desde entonces en una espiral de polarizacin poltica que ha hecho

    relativamente autnoma idneo para el desarrollo de la del escndalm> 23.

    Ulla partidos, al tiempo que se creaba el caldo de

    23 La poltica dcl cscndalo cs el a1l11a elegida para luchar y competir en la poltica informacional No es que los medios sean el Cuarto Poder: son ms bien el campo de las luchas por cl podeD> (Castells 2003: 426 ss.). Sohre los escndalos de finales de los ochenta y primeros noventa, as como sus consecuencias polticas y electorales, vanse Jimnez (1995), Prez-Daz (1996, cap. 3) y Mal'aval! cap. Al igual que ocurriera cn otros pases como Francia, la poltica del escndalo que surge en el caso espaol es inseparable de la aparicin de una nueva generacin de jueces y magistrados, tpicamcnte representada por el juez Garzn, que inaugura una relacin hasta entonces indita entre las ms altas instancias de la judicatura y los medios. La llegada de Baltasar Garzn a la Audiencia Nacional [1988] coincida con la explosin meditica ms importante de este pas Durante los aos ochenta, apenas media docena de medios mantenan un redactor destacado en la Audiencia Nacional. Con Garzn cristaliz el cambio y surgi la figura pblica del "juez estrella" Desde el principio de su andadura como instructor, el joven Garzn trab amistad con algunos de los ms comprometidos reporteros de Madrid Lo que empez siendo un soporte [oO.] con el paso de los aos se convirti en una estrategia de supervivencia Durante diecisis aos Garzn ha aparecido pblicamente en casi cuarenta mil ocasiones Un rcord inslito que jalona la construccin del ltimo hroe meditico inventado por la democracia espa.ola (Snchez Soler 2006: Este impacto meditico del juez estrella por excelencia contrasta con lo que este mismo autor considera la cuenta de resultados de Garzn: el volumen de asuntos resueltos por su juzgado ronda en tomo al 16% [oo.] Una cifra similar a la de sus compaeros instructores (ibd.: 66).

    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • 360

    Ms cadenas teJcVi de '''''''"''''vH qued de dos cadenas comerci,llcs que competan

    por la captacin de cidad 24, gencrando una dinmica de degradacin y empobrecimiento de la oferta televisiva que arrastr a la 1 de TVE y las autonmicas, dejando en soli

    . a la 2 TVE como pdra seguir el carcter de RTVF 19()7: 207 ss.

    Vista en la se nos aparece como una la configuracin de una estera pblica propiamente dicha, oportunidad no perdida sino traicionada por decisiones polticas de sucesivos gobiernos, ya fueran socialistas (como acabamos de ver) o (como veremos ms adelante). En consecuencia, el panorama de los medios en Espaa slo parece del modelo de

    U"H~~"~, sino que parece avanzar la namentalizado y polarizado.

    Conviene, en este tener una cabal de las implicaciones que conlleva un patrn de opinin pblica de estas caractersticas. Pues, en su efecto acumulado, la secuencia histrica que acabamos de enunciar (y que desarrollaremos en sucesivos apartados) implica la ausencia de una esfera pblica que permita la adecuada identificacin y el diagnstico

    aquellas cuestiones que deberan considerarse verdaderos problemas nacionales. Cualquier posibilidad de establecer una agenda temtica de los problemas del pas queda sepultada, por tanto, bajo el ruido meditico de quienes intentan imponer su propia voz a toda costa. En lugar de argumentacin y debate, la opinin pblica se ha ido acostumbrando a la contraposicin ritual de proclamas y acusaciones que no apelan tanto a la capacidad de deliberacin racional de la audiencia como a su identificacin afectiva e ideolgica con alguno de los bandos en contienda.

    En consecuencia, la argumentacin racional y el debate de ideas son sustituidos por un periodismo de trinchera cuya agresividad slo es comparable a su laxitud y permisividad, dada su falta de compromiso con las reglas ms elementales de imparcialidad informativa y contrastacin de las fuentes. No es slo que opinin e Informacin se entremezclen hasta confundirse o que los periodistas ms acreditados eludan sistemticamente los requisitos bsicos de justificacin de la noticia y presentacin de pruebas, sino que utilizan su prestigio para erigirse en referentes morales y arrogarse la capacidad de absolver o condenar a cu

  • 361

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    '~',h',Havl"'H de ,.;;dad mCd!;'jIC~1 mediante cualquier otra lUla se conviertan en una quimera y sean invariablemente conteslaas por la profesin pe, riodstica con invocaciones a la autorregulacin, cuando slo sirve, en la prctica, de coartada a la permisividad infrmativa y de subterfugio corporativo para la elusin de responsabilidades

    guarda se ha ido

    vez menos con las tpicas no slo como compromiso informativo sino tambin como capacidad para contribuir a la formacin opinin por parte de la audiencia, implacablemente desplazadas, como bien ha sealado Daz Nosty, por la nica funcin con sentido en ausencia de una verdadera es-

    medios,

    pblica: la de partido de uno u otro bando (Daz 2006: De "h la informacin poltica que a la espaola

    rada de invectivas y descalificaciones que slo para encuadrar la poltica corno un deporte agnico e intil, desprovisto de finalidad que no sea alimentar la espiral del cinismo (Humanes 2006),

    Dado que la mayor parte de la democracia espaola ha transcurrido dominada por el Socialista, sera fcil ilustrar esta situacin mediante el contraste entre unos

    pblicos al servicio del gobierno socialista y unos medios privados al servicio de una oposicin poltica dispuesta a pagar cualquier precio con tal de desplazar al Partido Socialista del gobierno. No obstante, en sucesivos apartados vamos a seguir una estrategia alternativa, tratando de mostrar en qu medida los medios que han surgido por afinidad al gobierno socialista tampoco han conseguido escapar de la polarizacin que informa el caso espaol.

    El xito de El Pas y la emergencia del planeta Prisa: de prensa de referencia a industria culturaL 25

    De acuerdo con la tipologa de Hallin y Mancini quc nos sirve de referencia, el modelo meditco mediterrneo se caracteriza, entre otras cosas, por un escasa circulacin de prensa en general, al tiempo que por la existencia de una prensa de referencia expresamente dirigi

    25 El seor Garca pone el despertador a las seis de la maana, Mientras desayuna escucha por la radio a laki Gabilondo y su programa Hoy por hoy en la cadena la ms poderosa de Espaa. De camino al trabajo, compra El Pas en el kiosco, el diario ms influyente, sin duda, y de paso, se lleva el diario As para saber cmo le va a su equipo de ftbol favorito. En el trabajo lec el rotativo econmico Cinco Das. A la hora de comer, nuestro personaje se acerca a una tienda y aprovecha para llevar a su hija un libro de texto de la editorial Santillana, y la revista Cinemana. Ya en casa ve los informativos de CNN+ y se entretiene con la pelcula de Canal Plus, producida por Sogecine. Antes de irse a la cama, un poco de lectura con la ltima obra de Arturo Prez-Reverte, el mayor escritor de best-sellers, de la editorial Alfaguara. Dulces sueos, Libros, msica, televisin, peridicos, pelculas .. , Quiz el seor Garca no lo sepa, pero detrs de todo lo que ha visto, ledo y odo est Jess de Palanca, presidente de Prisa, la mayor empresa de comunicacin de este pas, Rafael Pascual, Por qu Polanco es ahora tan poderoso, Capital (05/05/04). Tras el retomo del PSOE al gobierno, tal como veremos ms adelante, el nuevo gobierno socialista concedi a Prisa un canal de TV en abierto, Cuatro, y el citado Iaki Gabilondo pas a ser el conductor de los informativos del nuevo canal.

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    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • da ~as elites y medios audiovisuales y la prensa gratuita

    que dejarla en ella. En Asimismo, las peculiares trayectorias mediterrneos contribuitravs edo al alineamiento poltico de los medios, con el consiguiente riesgo de polarizacin ideo-los ao Cada una estas mu.ndodualizacin la opinin dividida

    ilustradas, muy exigentes en de consumo inCormativo con un nivel acceso Echeva prefere reglOm

    moviescenario privilegiado de la polarizacin. turista:Se entiende por prensa de referencia cabeceras de prensa diaria que, debido a su imal Pan plantacin y prestigio, cumplen una funcin de liderazgo en la creacin de opinin pblica. Diarictrata del nivel de estatus en el mundo de la comunicacin y se le supone, por dro 1la mxima capacidad de influencia sobre la opinin pblica, al menos en el mbito deseolde la informacin de contenido poltico y socioeconmico. Segn un especialista, en Escon elpaa consideramos diarios de referencia a Pas, El Mundo, ABe y La Vanguardia (Reig maci1998: 154). De los cuatro, los dos ltimos responden al modelo de empresa familiar surgiparecldo con el capitalismo liberal que se adaptaron con o menos conviccin o pragmatismo

    Enal rgimen de Franco y que consiguieron sobrevivir a todas las vicisitudes del siglo xx. Los primeros surgieron, en cambio, en el clima de libertad de expresin propio de la transi

    del mcin (a decir verdad, El Mundo surge posteriormente, en Jos aos ochenta, pero, en lo que as p(

    aqu nos interesa, puede considerarse heredero de otro peridico emblemtico de la transicultulcin: Diario 16).

    Al principio de la transicin, el panorama meditico estaba muy concentrado en los medios de titularidad pblica, sometidos a control gubernamental, en particular la RTVE y la se a cadena de diarios Movimiento, apenas contrapesados por un par de cadenas privadas

    3 TVde radio (la SER y la COPE, esta ltima tutelada por la Conferencia Episcopal) y un par de su caperidicos anteriores al franquismo (ABC y La Vanguardia). Durante el franquismo, la cen

    Esura haba sido ejercida de manera frrea hasta mediados los aos sesenta, momento a par

    do dtir cual comenz a reblandecerse (la Ley Fraga de 1966 aboli la censura previa), pero la arbitrariedad gubernativa sigui haciendo estragos en la incipiente libertad prensa (Chuli 2001: 203-209). Con la transicin, la censura desaparece y el panorama meditico

    forrrse diversifica, el Estado se deshace de la prensa del Movimiento y la competencia entre ra

    abscdios y entre peridicos se anima extraordinariamente. elOlComo adelantamos, los peridicos que tenan una trayectoria previa al franquismo,

    como ABC y La Vanguardia, representan un modelo de capitalismo familiar que consigue sobrevivir a las vicisitudes del siglo xx, en virtud su mayor o menor capacidad de adap 26 E tacin o acomodacin a las exigencias del franquismo. En el caso de La Vanguardia, vincu la ce lado desde sus orgenes (finales del siglo XIX) a la familia God, se trata de un peridico tillaJ

    roenque oscil entre liberales y conservadores y que, en los aos treinta, lleg a alcanzar tiradas 27 ede 250 mil ejemplares (Reig 1998: 91). Desde entonces, ha sido el diario de mayor difusin inte

    plante;} e!

    relativamente alto a la prensa de informacin general y a tido, como certeramente ha sealado Daz Nosty, a una televisiva, al tiemp9 que muy pobre desde el punto de proporciona Nosty 2005).

    en el segundo: riesgo de medios, ]0 que recomienda detenernos pO!

    y un gran pblico somcmeditica abrumadoramente

    de los nutrientes culturales que nos cenx,ITcmos

    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • Pues vincular

    en el

    esgo

    :ceso

    lente

    ;illOS

    , por

    1 Es

    urgi[smo Los En este un canal de televisin, objetivo largamente

    acariciado por la prensa alcanzado por Prisa cuando la primera liberalizacin

    como veremos ms peridicos emblemticos

    a la creacin de descontento creciente de amplios sectores con el socialista. Pero as como el xito de

    grupo

    que medio la adjudicacin de Canal Plus, a finales de los pero no as por el punto en la configuracin de ia industria cultural. Esto distingue tambin la suerte corrida por dos cabeceras decanas de la prensa

    me- catalana y madrilea: La y y se a Tele 5 de la mano grupo Correo, dando adas haba conseguido entrar inicialmente en posicin tr 3 perdi el control en beneficio del grupo Zeta, lo que ha limitado considerablemente cen su capacidad de par panorama se completa con la entrada del grupo Planeta 26 en el accionaria-Jero do de Antena 3 tras el fracaso de la operacin meditica del de Jos

    ~nsa Mara Amar y el intento de involucrar a la compaa Telefnica en la de un grupo multimedia afin al Partido Popularo La que inclua un de plata~ ra- forma digital Digital) en competencia con el de Prisa (Canal con la

    absorcin de Va por Canal Satlite y con el reemplazo de Telefnica por Planeta en mo, el ncleo duro del de Antena 3 27 0 gue

    26 El grupo Planeta era, antes de tomar control de Antena 3 TV y Onda Cero radio (ambas controladas por lCU- la compaa Telefnica), el segundo grupo editorial espaol, ligeramente por detrs del grupo Timn-San

    tillana (Prisa), pero muy por delante del tercer gran grupo editorial (Anaya), que facturaba aproximadaLdas mente la mitad de Planeta. ;in 27 Con el de Planeta ya son tres los intentos de control de Antena 3 por parte de un grupo cataln (tras los

    intentos previos de los grupos God y Zeta). I ~

    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • 364

    En suma, la comparacin de las cuatro cabeceras de referencia del mundo periodsco espaol arroja un resultado desigual, tanto por lo que se al volumen de sus audiencias como l su capacidad pa":1 coaligarsc 8 medios que amplifican extraordinariamente el de sus mensajes. euante Lay que en para empezar, el xito temprano de El Pais, que ostenta liderazgo indiscutible desde naies de la transicin (198] -1982), triplicando el tamao de la audiencia de sus tres inmediatos seguidores La Vanguardia y Diario J durante de los ochenta. advertir, Dbstante, nos movemos de niveles modestos de lectura: el peridico ms ledo, El ronda por entonces el milln y medio de lectores, lo que, unido a la audiencia de los otros tres peridicos citados, apenas rebasa tres millones de lectores, una audiencia total de de prensa diaria 110 rebas diez 1990 el apndice). En palabra:), a audiencia de la prensa de referencia representaba apenas un tercio del total de lectores de prensa diaria (vase el grfico 12.1 apndice), en tanto que el total de lectores de prensa diaria representaba apenas un tercio la audiencia potencial total (que aparece como universo en el grfico 12.3 mismo apndice). situacin de claro liderazgo de El Pas se hace ms fluida con la irrupcin de El Mundo a finales de los aos ochenta y la dura competencia con El Pas en los primeros aos noventa, coincidiendo con la escandalera y la crispacin de finales de la etapa socialista.

    Pero adems de resultados desiguales en volumen de audiencias, la comparacin las cuatro cabeceras de referencia del mundo periodstico espaol arroja resultados desiguales tambin en cuanto a su capacidad de hacer llegar sus mensajes a travs de otros medios, por cuanto dos de cabeceras (El Pais y ABe) estn coaligadas a un canal de televisin que hace las veces de caja de resonancia de las opiniones emitidas por el peridico. Hay que tener en cuenta, no obstante, que el grupo Prisa y el grupo Vocento son el resultado de dos estrategias empresariales alternativas. Mientras que el primero es el resultado de una estricta divisin trabajo en el seno grupo, a partir de la consolidacin de su cabecera principal (El Pais) y de su diversificacin posterior (radio, televisin de pago y, finalmente, televisin en abierto), el grupo Vocento agrupa una docena de cabeceras regionales y provinciales, al tiempo que ha debido negociar las condiciones de su entrada en ABe y Tele 5, 10 que limitfl sensiblemente la capacidad de coordinacin imperativa en el seno del grupo 28. Este dato es fundamental para entender la capacidad de circulacin de la informacin, incluidas opiniones e imgenes, en la sociedad meditica de hoy. Desde esta perspectiva, la emergencia del grupo multimedia Prisa, a partir del xito de El Pais, se configura como el paradigma de moderna industria culturaL

    Del xito de El Pas se han dado muchas interpretaciones, que van desde la de quienes lo convierten en un paradigma de profesionalidad hasta la de quienes identifican la suerte del peridico con la de la democracia espaola, sin que la de quienes la identifican con la

    28 En sus memorias de la COPE, Jimnez Losantos hace sucesivas referencias a la obsesin de Aznar por promover un grupo multimedia de acuerdo con el modelo de Prisa. As, por ejemplo: La idea de la fusin por absorcin de la COPE en el grupo supermultimedia de Telefnica (Antena 3 TV, Onda Cero, Va Digital y todos los que se fueran incorporando) era simplemente otra versin -una ms- de la sempiterna idea aznarista de crear un grupo semejante al de Polanco -incluida, en primer y casi nico lugar, la fiera disciplina poltica y la obediencia ciega a sus designios ... (Jimnez Losantos 2006: 159).

    del cu,mto oncnta( Cul se progre Impuso idcolf conse

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  • 366

    nos dicho modelo. Comenzaremos por referirnos a la manera como se neamientos lo cual conviene la grupo

    diante una de 15 LHHR'H'_0 Y representantes de una muy moderada, lo que docena de ellos llegasen a ser ministros con Surez (Seoane y Sueiro editorial estuvo iCalmente a Manuel Fraga, pero ni

    promotor de la ley de 1966 que la censura previa en un pnmer grado de libertad de que el proyecto traspasase espesa maraa administrativa del tardofranquismo, por lo que el peridico no vio la luz hasta la primavera de 1976 vez muerto Franco). Su primer director Juan Lus Cebrin, que jefe de servicios informativos de TVE en la poca de Po Cabanillas como ministro de Informacin el cese de ste, que puso aperturista de Arias Navarro en las del franquismo. Con la de Fraga en el primer gobierno postfranquista de Arias Navarro, la estrella poltica declin y Cebrin se distanci del proyecto fraguista.

    En el dilema de atender las demandas y expectativas sociales derivadas de la transicin o mantenerse leal al espritu fundacional de los promotores de El Pas, Cebrin opt por lo primero, con el consiguiente divorcio entre la direccin del peridico y la mayor parte de los accionistas, que intentaban poner lmites a la actuacin de aqulla. Por fortuna para Cebrin, Jess de Polanco, propietario de la editorial Santillana y principal accionista de Prisa, se fue haciendo poco a poco con el control del accionariado hasta salvar la crisis a su favor . 88 ss.). Entre tanto, el peridico una apuesta, en este caso por Jos Mara Areilza, que pareca salir ms que Fraga de la nefasta experiencia de gobierno Arias Navarro, pero esta segunda apuesta slo sirvi, a la postre, para U'~H"'JV-ner al peridico con el elegido del Rey para a Arias Navarro, que fue Adolfo rez, en perJUicIO Areilza. Esta secuencia es para entender, primero, los probh~mas de El Pais para convertirse en el peridico gubernamental de la UCD (a lo que pareca predestinado en caso de que el favorecido hubiese sido Areilza) y, finalmente, el encuentro estratgico entre El Pas y el PSOE, imprevisible desde las premisas iniciales.

    De hecho, El Pas nunca estuvo en sintona con Surez. Desde un principio, Cebrin expres su temor de que el eventual triunfo de UCD en las primeras elecciones democrticas no respondiera al verdadero centro sociolgico del pas, pues, ya fuera Fraga o Surez, todos son lo mismo: franquistas ms o menos redivivos, En consecuencia, Cebrin no dudaba en reclamar una alternativa de izquierda, una fuerza socialista unida y poderosa, cuyo proyecto sea algo ms que una democracia fonual, que asuma un nuevo modelo de sociedad (ibd.: 143-144). Hay que tener en cuenta que, al ao de su lanzamiento (coincidiendo con primeras elecciones democrticas, Pais ya haba rebasado los cien mil ejemplares de tirada, aunque iba todava por detrs de los decanos de la prensa madrile~ a (ABC) y catalana (La Vanguardia), y que, al tercer ao (coincidiendo con las segundas elecciones generales y primeras municipales, 1 El se pondra por delante de ABC, con cerca de ciento cincuenta mil ejemplares, lo que, dada la adscripcin catalana de La

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    Juan Jess Gonzlez y Miguel Requena, Tres dcadas de Cambio Social en Espaa, 2 edicin, Alianza Editorial, Madrid, 2008.PP.345-381

  • Vanguardia, lo converta ya en el primer diario en cuanto a difusin nacional (ibd.: 264). otra acuerdo condn sondeo del ICO, d lector de Pas de esa

    ve! poca tena un perfil muy joven. bastante feminizado para 10 que era habitual C'1tonces y de alto nivel de estudios. Es decir, clases medias ilustradas jvenes y escoradas a la Izquierda

    :era del espectro poltico-ideoJ('gico, con un lle- Pero el idilio con el PSOE no estuvo exento de dificultades. Durante algn tiempo, El

    Pas no ocuIt que, al menos determinadas se sentido ms a gusto con nen un partido radical a la italiana que nunca lleg a prosperar en Espaa. De manera quel de por un lado, HLs prest un servicio Impagable para que Felipe Gonzlez Impusiese su ~cto liderazgo y consiguiese desmarxistizacin otro no dej de lba expresar reparos ante la tibieza reformadora del PSOE. De ah la reivindicacin Ce

    brin, a la de 1980, de: un partido bisagra que viniese a el hueco entre la aa VCD y el PSOE, evitando as a las clases medias ilustradas el engorroso dilema de tener 'era que elegir entre un falso centrismo, con un denso componente confesional y democrisido tiano (adems con imborrables vinculaciones con la oligarqua capitalista), y una , de izquierda dedicada a proteger los intereses corporativos especficos de la clase obrera lrro (ibid.: 182) 32. rno Curiosamente, esta suspicacia de El Pas con el PSOE aumentara tras la llegada de este d ltimo al gobierno y el cariz intervencionista de su poltica informativa, todo lo cual lleva

    ra a Cebrin a denunciar, a mediados dc los aos ochenta, la patrimonializacin del Estain do por parte del Partido Socialista (ibd.: 312), junto a otros excesos del socialismo, inpor vectivas que tenan tanta ms resonancia por cuanto el resto de los medios se dedicaba, porlrte su parte, a denunciar a El Pas por su carcter gubernamental y por haberse convertido en ara el soporte ms firme del nuevo rgimen que a su juicio se estaba instalando en Espaa.

    Eran, como se recordar, los momentos ms dulces de la etapa socialista, cuando el PSOE [SU careca todava de una verdadera oposicin poltica. Empero, la liberalizacin del medio tepor levisivo a finales de los ochenta result crucial en el proceso de acercamiento estratgico de entre El Pais y el gobierno socialista, por cuanto aquella primera concesin gubernamental po de canales privados de televisin permiti al grupo Prisa el usufructo del nico canal de mi~ pago disponible en ese momento (Canal Plus). Puesto que Prisa ya se haba hecho con el 'ro control de la cadena SER a mediados de los ochenta 33, la concesin de Canal Plus supuso lue -c;, la diversificacin audiovisual del nuevo holding y el despliegue de una estrategia corporati,el va con la que El Pas se jugaba su propia independencia.

    La concesin de Canal Plus estuvo rodeada de polmica, toda vez que la ley promulgain da al efecto exiga a los concesionarios el carcter de servicio pblico, lo que no casaba ti bien con un canal de pago. La polmica llegara al Tribunal Constitucional, que tard aos 'ez, en pronunciarse, aumentando la confusin y encrespando las protestas de los grupos que, no como el grupo Zeta, se sentan perjudicados por la concesin, al quedar fuera del reparto, sa, los cuales aprovecharon para denunciar el carcter poltico de la operacin, al servicio del de .CIlen

    32 Esta proclama de Cebrin habra hecho las delicias de los tericos de la nueva clase que comenzaban lea surgir por entonces. las 33 El control completo culminara en 1992, cuando el gobierno socialista decidi vender el 25% de particile, pacin estatal en el accionariado de la empresa de radiodifusin a Prisa (Sinova 1995: 83).

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    cuenta socialista debilitado por los v,,,~auualV" Aznar: del cable, pero que por ms Satlite desde entonces como Jess del se a pesar de un una exl informe del Tribunal de Defensa de la Competencia que reconoca en ella tanto G restrictivas de la competencia como al reneJa.

    Machado 1999: 1 01). Dur As las cosas, se entiende mejor el contraste entre aquellas antisocialistas nacin

    mediados de los aos ochenta a las que hicimos referencia y la estrategia informativa de El nes mi Pas en la fase declinante del gobierno socialista. Tal como reconoce la historia autorizada bilidac de El Pas que nos sirve de referencia, prcticamente nunca revel El Pas un escndalo conce< de corrupcin que afectase a los gobiernos socialistas y desde luego nunca los amplific con s (Seoane y Sueiro 2004: 402). Esta secuencia de acontecimientos es fundamental para en lamist tender la dinmica de polarizacin ideolgica caracterstica del modelo meditico medite Aznar rrneo, de tal manera que la polarizacin no es slo resultado de una dinmica histrica de la previa (salida de la dictadura, en nuestro caso), sino tambin de decisiones polticas y eco el gol nmicas adoptadas a lo largo del periodo democrtico. Por si faltaba algo, el intento (in hasta fructuoso) de acoso y derribo del grupo Prisa promovido por Jos Mara Aznar a poco de direct llegar al gobierno (ms conocido como caso Sogecable 36), con el objetivo explcito de aca etarra bar con el ltimo baluarte del felipismo, no sirvi ms que para cerrar la alianza estrat Po gica de El Pas con el PSOE, sellando de manera irreversible el comn destino de ambos 37. puest

    autor las c(34 Recordemos que en la foto de la candidatura de Canal Plus aparecan, junto a Polanco y Cebrin, el De a!presidente del Real Madrid, Ramn Mendoza, y los representantes de la gran banca avalista de la opera

    cin: Snchez Asian (Banco de Bilbao), Pedro de Toledo (Banco de Vizcaya) y Carlos March, banqueros a pal prxirpos a la dirigencia socialista. Sobre la polmica suscitada por la concesin, Fernndez y Santana se ce (200

  • el Canal

    369 el

    Con estas premisas, no es preciso extenderse sobre la incmoda cohabitacin del grupoontrol 35 Prisa con los gobiernos de Aznar ni sobre la torpeza dc stos (cspecialmente el primero,

    cuando la y caso a la hma de rdacionar:,c con aqul. Pero mc:ceder rece la pena detenerse en el desenlace final del aznarato, por cuanto representa el momentoDstruculmimmte en la de] venl,d que, el de vista laIlerno cuenta de resultados, el grupo Prisa difcilmente poda tener queja de los ocho aos acin

    A>:nar: y la SF:R haban su al

    Satlite Digital haba salido victorioso de la batalla digital, pero todo ello de un una extraordinaria beligerancia entre Prisa y el que puso en entredicho el propio Libro de Estilo de El Pais, as como la ecuanimidad que cabe esperar de la prensa de refe:ado renCIa"

    Durante la de elecciones generales 2004 Pas se preparaba con resigas de nacin para recibir al sucesor Aznar, con el que esperaba, cuando menos, tener relaciode El nes ms cordiales que con propio Aznar. AS, El Pary se esforz por atribuir respOl'lsaizada bilidad de los errores de los ocho aos de gobierno del gobierno del PP a su presidente 38,ldalo concediendo el beneficio dc la duda al candidato Rajoy. Todo apuntaba a que la relacinfic con ste iba a estar libre de las tensiones y excesos hasta que la irrupcin del terrorismo isa enlamista en la recta final de la campaa dio la oportunidad a Prisa de ajustar cuentas con ~diteAznar. En la confusin de los primeros momentos, los medios de Prisa, como el conjuntorica

    eco- de la sociedad, secundaron un movimiento ms o menos espontneo de cierre de filas con el gobierno, tal como es habitual en coyunturas crticas, dndose la circunstancia, indita I (inhasta entonces 39, de que el presidente del gobierno mantuviese una conversacin telefnica

    :0 de aca- directa con el director de Pas a fin dc certificar la versin del gobierno sobrc la autora

    etarra de los atentados. ratPor parte del gobierno, el encuadre de la situacin no poda ser ms claro ni coherente: os 37.

    puesto que la lucha contra el terrorismo etarra constitua un capital indiscutible del Pp, la autora etarra no dejaba a los votantes indecisos otra salida que el mencionado cierre de fi

    in, el las con el gobierno, bajo la bandera de la unidad de los demcratas y la condena terrorista. pera De ah la insistencia en la pista etarra. El problema es que esta pista comenz a difuminarse lIeros a partir del viernes cuando la manifestacin multitudinaria convocada por el gobiernoltana

    se convirti en canal de comunicacin de versiones contradictorias, abriendo la puerta al encuadre alternativo ofrecido por el grupo Prisa a lo largo del fin de semana. Puesto que

    10 cn las informaciones que iban apareciendo encajaban mal en la versin del gobierno, caba la 000: posibilidad de que el gobierno estuviese tratando de engaar a la opinin pblica con fines

    yen electorales. Al fin y al cabo, el gobierno del PP tena ya una abultada lista de episodios inacho formativos de dudosa gestin que podan interpretarse como precedentes ms o menos des

    afortunados de manipulacin (el seguimiento informativo de la huelga general de junio de porle la

    colaboradores. La prudencia que se haba mantenido en asuntos mucho ms graves en el pasado se tomPas aqu ira furibunda. Borrell, se deca, tena que asumir su responsabilidad y dimitir. Y as lo hizo, efectiva1 simente (Santesmases 2002). DCU38 Vase, por ejemplo, la serie de artculos que el peridico public como balance de Ocho aos de Az:tros

    ada nar, a lo largo de la campaa elcctoral. ~uos 39 Aznar presuma de haber conseguido mayOla absoluta en las elecciones generales de 2000 sin haber

    concedido entrevista alguna a El Pas.

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    victorioso 2005).

    A de conclusin <

    N o es intencin de este captulo de una vez por todas a la que nos ha servido de se encamina la diencia? La es demasiado ambiciosa para ser un texto de estas caractersticas, y su respuesta cabal gacin. Pretendemos aqu tan slo establecer un marco

    hacia una democracia de de forma inequvoca en

    todo un programa de investialgunas de las cuestiones

    que habra que antes de responder a la Ahora bien, respuestas que podemos ir y, en particular, hay dos que

    podemos avanzar a la luz del caso espaol. En ambos casos, la respuesta es negativa. En qu sentido podemos decir que el caso espaol representa una democracia de audiencia? Comenzando por 10 ms fcil, podemos afirmar que el caso espaol no representa una democracia de audiencia si por tal entendemos una democracia segmentada a la manera como estn segmentadas las audiencias. En la medida en que las audiencias de la prensa y, en menor medida, de la radio estn influidas por el estatus social, cabra suponer una correlacin entre el de acceso a la informacin (mucho mayor en el caso de la prensa que en el de la televisin) y el de participacin politico-

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    A 10 po: in y nos servido de molde para caracterizar el sistema de medos que se viene configurando en Espaa dcs

    la cuyos rasgos mas son: a) el medios, con el consiguiente riesgo de poJ~rizacin ideolgica; b) la merma de autonoma profesional de los periodistas, eon el consiguiente riesgo de nstrumentalizacin poltica; y e) el intervencioni,mw, con el riesgo de El problema es que el efecto combinado de estos riesgos puede ser demoledor para la configuracin una esfera opinin pblica relativamente autnoma de los partidos y para la con ello, la de partidm: tipi ficada por Manin.

    Es verdad que los medios de comunicacin han cumplido un servicio impagable a la de-espaola, a la hora de los polticos y a los agentes sociales y

    econmicos, as como de mantener una opipin pblica informada y vigilante ante los eventuales abusos de unos y otros. Pero no 10 es menos que en el despliegue de un sistema meditco caracterizado por el de los estamos asistiendo a una fase en la que stos ya no se conforman con ser altavoces de los partidos afines, sino que intentan imponerles su agenda poltica. De tal suerte que, en lugar de confoffilar una esfera de opinin pblica relativamente autnoma de los partidos, con capacidad para arbitrar y regular el conflicto poltico, los medios son factores de polarizacin y parte activa de ese mismo conflictoo

    Con frecuencia, el ruido meditico producido por esta situacin se interpreta como sntoma de una vigorosa democracia de audiencia, cuando el ruido no es tanto sinnimo de su vigor como de su profunda perversin. Es verdad que, por primera vez en la democracia espaola, el gobierno de tumo ha decidido acometer la reforma de la televisin pblica, y que eso poda ser el principio de un nuevo crculo virtuoso, pero la experiencia dice que los hbitos y las tradiciones en materia tan idiosincrsica como es el patrn de opinin pblica son muy resistentes al cambio.

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    nes. Nada tan elocuente, desde este punto de vista, que la perseverancia de medios como El Mundo o la COPE por tratar de mantener a toda costa el encuadre del gobierno de Jos Mara Aznar sobre la autora etarra del JI-M, a fin de sustentar una opcin estratgica del PP basada en la des legitimacin del gobierno salido de aquellas elecciones,

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    1. Comenzaremos este apartado final presentando la evolucin de las audiencias, tanto de prensa como de radio y televisin, desde la transicin hasta 2004, y terminaremos presen

    f tando el perfil sociolgico de dichas audiencias, a fin de ilustrar su variacin segn el tipo l- de medio. Tal como venimos diciendo, la prensa de referencia debe su capacidad de in

    fluencia no tanto a su impacto directo sobre el gran pblico como a su capacidad para lley gar a un segmento muy determinado del pblico, las clases medias ilustradas, que integran

    el mundo de los profesionales y expertos y constituyen, por ende, un sector socialmente minoritario pero muy influyente a la hora de crear opinin pblica.

    Idealmente, podemos suponer un proceso de gnesis de la opinin pblica que arranca de la prensa de referencia y se expande a travs de las radios y televisiones, las cuales hacen las veces, como ya dijimos, de altavoces o cajas de resonancia de las noticias y opiniones vertidas por aqulla. Ahora bien, las audiencias estn segmentadas en funcin del tipo de soporte, de tal manera que mientras que la prensa de referencia tiene un perfil directamente influido por el nivel de estatus (a mayor estatus, mayor lectura de este tipo de prensa), el perfil de las grandes televisiones est ligeramente invertido respecto del de aqulla (a menor nivel de estatus, mayor exposicin a la televisin), tal como veremos enseguida.

    Comenzaremos presentando la evolucin de las audiencias desde 1976, en sus tres apartados: prensa de referencia, radio generalista y principales canales de televisin. A continuacin, presentaremos por separado los perfiles de la audiencia de cada uno de estos soportes, en trminos de nivel de estatus, entendiendo por tal una combinacin del nivel de

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    cualificacin de las ocupaciones y el nivcl de estudios 41. Los estn tomados del Estudio General de Medios (EGl\1, en adelante

    Por 10 que se refiere a la prensa, la serie del EGM empieza en 1977, toda vez que C"C,,,,,~,j de los diarios de referencia (El Pas y Diario 16) aparecen en 1 lo que impide calcular los promedios anuales de lectores para ese ao. En gcneraL b serie se mueve dcntro de unos niveles de lectura de prensa bajos en comparacin con los pases del entorno. En 1977 (ao de las primeras elecciones democrticas), el promedio de lectores de prensa diaria considerada en su totalidad (incluyendo la prensa deportiva) no llega a los ocho millones de k:ctores, segn el EGM 4.1. Hay que tener en cuenta, adems, que el nmero de lectores desciende en los dos aossiguientes (los aos desencanto), hasta registrar los 6 millones de lectores en 1979, fenmeno que afecta a la prensa referencia (claramente, a La Vm guardia y Diario tal corno se puede apreciar en el grfico, y algo menos a El Pas Entre 1979 y 1983, se produce un aumento apreciable de la lectura de prensa, que llega a los casi 9 millones de lectores, del que se beneficia casi toda la prensa de referencia y, en particular, El Pas, que el milln de lectores en 1981 (ao del frustrado golpe de Estado del 23-F) y que est a punto de doblar esa cifra durante el primer ao de gobierno socialista (1983). A partir de ese momento, la lectura de prensa se estabiliza durante los aos ochenta, bajo el liderazgo indiscutible de El Pas, que se consagra como la referencia dominante, repuntando de nuevo hacia el final de los ochenta y la primera mitad de los noventa (la lectura de prensa rebasa los 10 millones de lectores en 1990 y se acerca a los 13 millones en 1996). Tambin la prensa de referencia se estabiliza durante los aos ochenta, salvo la irrupcin de El Mundo, que aparece en 1988 y consigue rebasar el milln de ejemplares en 1994, al calor de los escndalos que proliferaron al final de la etapa socialista. A partir de ah, la competencia por el liderazgo de la prensa de referencia se agudiza.

    Tras la llegada del PP al gobierno, en 1996, la lectura de prensa vuelve a estabilizarse, incluida la prensa de referencia, estabilidad que viene a coincidir con la estabilidad de los gobiernos de Aznar. Mediada su segunda legislatura (hacia 2002), se altera la paz social que haba presidido la gestin de Aznar hasta ese momento y se radicaliza la discusin poltica con motivo de la guerra de lrak, lo que se traduce en un nuevo despegue de la lectura de prensa, en general, y de prensa de referencia, en particular, que bate rcord en 2004, ao electoral con el que ponemos fin, por el momento, a las series del EGM.

    J-os datos del EGM relativos a la radio arrancan de 1976.Js, el ao de la aprobacin del proyecto de Reforma Poltica, y presentan cierto paralelismo con los de la prensa, si bien la

    41 Esta variable da lugar a una distribucin del pblico en virtud de la cual un 7,1% de los entrevistados

    pertenecen al nivel alto de estatus, un 14,2% al nivel medio-alto, un 40,3% al nivel medio-medio, un

    30,3% al nivel medio-bajo y un 8,1% al nivel bajo.

    42 El autor agradece a la Asociacin para la Investigacin de Medios de Comunicacin, propietaria del

    EGM, el acceso a la infonnacin; a ODEC, el