Los deberes y los padres
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Recomendaciones con sentido común para ayudar a nuestros
hijos con las tareas escolares en casa
El padre/madre no debe sentarse en una silla al lado del estudiante porque
transmite mensajes negativos: “No sabes hacerlo solo”, “descuida, que yo me ocupo”.
Las funciones del padre/madre son organizar y orientar.
El verdadero papel del padre/madre debe centrarse en crear las condiciones de
organización de la vida en el hogar de modo que haya tiempo y espacio para la
realización de esos deberes.
El niño tiene que anotar en una agenda los deberes, lecciones a estudiar, trabajos a
entregar y fechas de examen. Este es el primera paso: ORGANIZARSE.
No hay que corregir los ejercicios en casa. El objetivo no es llevarlos perfectos, sino
tratar de hacerlos para ser conscientes de la dificultad. El profesor corrige mejor; hay
que oírle.
Hay que comprobar que ha corregido en clase los deberes y en qué ha fallado.
Hay que reforzar con estímulos positivos la autoestima: felicitar por la tarea bien
hecha.
No se debe dedicar toda la tarde a estudiar. El deporte (ir al parque o a una clase
extraescolar deportiva) mejora la concentración al llegar a casa. Por el contrario, los
móviles, ordenadores y videoconsolas cansan la vista y disminuyen la concentración en
las tareas.
Consejos para organizar el tiempo de estudio:
o Hay que comenzar por una tarea breve y sencilla para calentar motores y luego
hacer la menos agradable. Reservar para el final algo liviano y entretenido.
o Un reloj en la mesa ayuda a controlar el tiempo.
o Recordar que no es posible mantener la atención ininterrumpidamente más de
40 minutos.
Es recomendable estudiar en un lugar de la casa que no sea de uso común, con el
móvil apagado, sin distracciones (el ordenador encendido sólo cuando sea necesario),
bien iluminado y ventilado.
Fuente bibliográfica:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/17/actualidad/1358445608_550169.html
En la siguiente página, se muestra el artículo completo:
Ayudarle a hacer los deberes no es ayudarle “Los padres y, sobre todo, las madres de todos los estratos sociales dedican varias horas diarias a ayudar
a sus hijos con los deberes o a vigilar que los hagan. Y esta realidad contrasta con el extendido y falso
discurso de que el fracaso escolar se debe a que los padres no se preocupan por la educación de sus
hijos”, sostiene Enrique Martín Criado, profesor de Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de
Sevilla. El 80% de los estudiantes de primaria reciben ayuda y el 45% de los de secundaria, según la
Encuesta sobre los hábitos de estudio de los niños españoles de TNS Demoscopia.
“Los padres empezaron a involucrase hace más de una década. No solo por las medidas de conciliación
familiar, también porque los padres de ahora tienen al menos estudios medios, algo de lo que no
disfrutaron las generaciones anteriores”, explica la pedagoga Maite Rodríguez Estévez, que imparte
cursos para educadores y terapeutas. “Eso ha hecho que la relación padre-hijo se escolarice. Lo que
importa son los resultados académicos. Todo gira alrededor de esa necesidad y se ha olvidado el inculcar
valores, el juego, la responsabilidad... No hay tiempo para otras cosas en las horas que pasan juntos”. La
también maestra pone como ejemplo las actividades extraescolares que ya no son en su mayoría
deportivas —como tradicionalmente—, sino clases de refuerzo o de inglés. “Hay una obsesión por la
cantidad, cuando no se trata de echarle horas”.
Implicarse no puede significar hacerle los deberes al alumno. “El padre se tiene que poner en la posición
del entrenador. Un entrenador no corre con el jugador ni tiene que comer las mismas calorías, ni, por
supuesto, sufrir sus lesiones. Un entrenador tiene dos funciones fundamentales: organizar y asesorar
con el objetivo de mejorar el rendimiento”, argumenta la psiquiatra Orlanda Varela.
Como ella opina la mayoría de expertos. “Las tareas deben entenderse como un compromiso que el
alumno debe adquirir, pero sin precisar de la orientación constante de otra persona”, recalca el equipo
pedagógico del Liceo Francés de Madrid. En otras palabras, codos sin nadie en la silla de al lado.
“Hacer los deberes con él genera dependencia y si el niño tiene dificultades refuerza la idea de que no es
capaz de hacerlo él solo”, enfatiza Rodríguez Estévez, que coordina la página
www.preparadosparaaprender.com. “En Finlandia apuestan por el aprendizaje cooperativo y los deberes
en casa son individualizados, para ampliar o investigar conocimiento. Si un niño va mal en lectura hace
una actividad que tenga que ver con eso. Si va mal en matemáticas, problemas...”.
“Pero hay muchas diferencias en la posibilidad que tienen las familias de ayudar escolarmente a los hijos.
Los padres que tienen menor nivel de estudios solo pueden en los cursos inferiores de primaria. Más allá,
están perdidos. Y si intentan socorrer explicándoles conceptos que ellos no aprendieron bien, pueden
incluso empeorar las cosas”, alerta Martín Criado, que trabaja en estos momentos en un estudio sobre
maternidad y clase obrera. Pregunta a las mujeres encuestadas por su rutina y las madres le explican que
dedican una o dos horas (dependiendo del curso) al día a ayudar a sus hijos con las tareas escolares.
Muchos estudios —como el informe PISA de 2009 (véanse los gráficos)— demuestran que el
rendimiento académico está muy asociado al origen social del estudiante, la profesión de sus padres, la
estructura de su familia y, finalmente, el género. Es decir, existe un desequilibrio en las oportunidades
educativas. “Los padres con estudios superiores pueden ayudar a sus hijos hasta cursos avanzados. Ello
produce una enorme desigualdad por origen social, que se acentúa a medida que se asciende de curso. A
ello se le suma, además, que las familias con más recursos materiales pueden contratar academias o
clases particulares”, se lamenta Martín Criado, autor de La escuela sin funciones: crítica de la sociología
de la educación.
“Es mucho más igualitario y eficaz que los deberes se hagan en la escuela bajo la supervisión de
profesores. Mandarlos a casa genera desigualdad, al traspasar parte de la responsabilidad de la
instrucción a las familias. El colegio deja que actúen todas las desigualdades de recursos culturales y
económicos entre unos y otros”, cuenta sobre su apuesta el sociólogo. “Que las tareas se hagan en el
colegio es lo que propone la nueva ley educativa que está preparando el Gobierno de François Hollande”,
prosigue esperanzado.
El pasado octubre, al poco de llegar a la presidencia de Francia, Hollande informó de este cambio en los
deberes escolares. Su ministro de Educación, Vicent Peillon, lo argumentó así en una entrevista en Le
Monde: “Deseamos una sociedad justa. Una escuela que ofrezca las mismas posibilidades de éxito a
todos. Y eso pasa por acompañar a los alumnos en su trabajo personal, en vez de hacer uso de recursos
privados, como ocurre demasiado hoy día”.
El apoyo mal hecho puede generar dependencia, dice una profesora En la Comunidad Valenciana el próximo año se pondrá en marcha un proyecto pionero, Club de
Deberes, que aún se está perfilando y que sigue esta senda igualitaria que está dispuesto a implantar
Hollande. “Ha sido una propuesta de un grupo de profesores jubilados que quieren apoyar en horario
extraescolar en los centros. La idea es que actúen de voluntarios ellos y estudiantes de Magisterio que
quieran adquirir experiencia”, explica la popular Beatriz Garbó, directora general de Calidad Educativa de
la Comunidad Valenciana. “No todos los padres saben hacer una integral o analizar sintácticamente una
frase. Pensamos, sobre todo, que vayan los hijos de familias desfavorecidas. Ahora tenemos que ver qué
colegios se apuntan, que las asociaciones de padres y madres nos pasen una relación de nombres…”. La
localidad que va a servir de conejillo de indias es Castellón: “Una ciudad de 200.000 habitantes fácil de
controlar. Si va bien, extenderemos el club a otros sitios”.
Intervenir en los deberes no es bueno, pero familiarizarse en el hogar con otros idiomas les facilita a los
niños el aprendizaje. En el Estudio europeo de competencia lingüística (2012), Sara de la Rica y Ainara
González San Román, de la Universidad del País Vasco, han comparado a los alumnos españoles, con
muy bajos resultados en inglés, con los suecos, orgullosos de su excelente nivel. Y, además de otros
condicionantes, consideran que es importante el uso de inglés en el entorno familiar “para que este
pueda desarrollar una capacidad auditiva desde edades tempranas que mejore su rendimiento en
comprensión lectora en inglés, y a su vez progrese su expresión escrita y destreza auditiva”.
Claro que hablar la lengua franca en casa no es fácil cuando solo el 20,4% de los padres españoles la
domina, frente al 78% de los suecos. Aunque, paradójicamente, los españoles comienzan a estudiar
inglés antes y le dedican muchas más horas a la semana, “el hecho de que [los suecos] en el hogar
puedan estar más expuestos compensa”, subrayan en su informe De la Rica y González San Román.
Escolarizar al niño en un idioma que no es el propio causa cierto miedo a los padres. Quieren que, a
diferencia de ellos, su hijo se desenvuelva en otra lengua, pero temen no poder ayudarle en las tareas o
entenderse con su profesorado. El bilingüismo en la enseñanza está en plena expansión y en no mucho
tiempo no habrá opción de elegir si se prefiere o no este sistema. “Aunque se tenga miedo a no controlar
el idioma, en realidad es mejor, porque no hay la tentación de corregir los deberes”, tranquiliza Varela,
que trabaja en Sinews, un gabinete madrileño de terapia multilingüe. Pero matiza: “Por supuesto, las
cosas se complican si el hijo tiene alguna dificultad de aprendizaje en otro idioma y los padres no dominan
suficiente la otra lengua. Puede necesitar una ayuda extra y lo ideal es tener un profesor de apoyo que le
enseñe a estudiar y el idioma. Nosotros tenemos cada vez más clases de este tipo”.
En el Liceo Francés de Madrid también consideran que la función paterna es la de organizar el tiempo y el
espacio adecuados para las tareas, pero añaden: “Si además quieren participar en el contenido de los
deberes pueden hablar de estos en su propia lengua y posteriormente sus hijos escribir en francés o en
otros idiomas”.
La gran mayoría de los alumnos del Colegio Británico de Madrid son niños de origen español y eso
condiciona —y les gusta remarcarlo de antemano— la forma de trabajar del profesorado del centro. “Todo
está muy medido, coordinado por cada departamento, no es cada profesor quien decide sus deberes.
Están pensados para que los haga el niño solo en un tiempo determinado: 10 minutos, 20… Si no es
capaz de terminarlos o no sabe cómo, hay que informar al colegio para adaptar las tareas al niño”, explica
Silvia Prado, directora de comunicación de este colegio del British Council.
“La metodología británica de enseñanza es distinta a la española y los padres tienen algo de miedo
cuando los niños son pequeños, pero en cuanto se habitúan todo va bien. Por ejemplo, las matemáticas
británicas a los cinco o seis años son muy distintas y por eso organizamos talleres para padres. Muchos
acuden. Aunque trabajen mucho se implican en la educación de sus hijos. También les despista el
sistema de lectura, que es muy fonético”, cuenta Prado.
La enseñanza en las lenguas cooficiales también preocupa. Según el estudio Creencias y actitudes
lingüísticas de la población castellanohablante hacia el euskera, del grupo de investigación Amarauna de
Unesco Etxea, el 53% de los padres aprende o aprendería este laberíntico idioma (solo uno de cada 10 lo
hace) en primer o segundo lugar para ayudar a sus hijos con los deberes. Atrás quedan la comunicación
con los vascohablantes, el sentido de pertenencia a una tierra o el deseo de preservarla.
Interesarse por los deberes ya está en la cabeza de todos los padres, el objetivo ahora es implicarles
en las actividades del centro. Por ahora, una utopía. Acuden a ellas un 32%, el doble que a las
reuniones, y eso por no hablar de la engorrosa organización, a la que solo se anima un pírrico 4% de los
padres, según el estudio La participación de las familias en la escuela pública (2008), de Jordi Garreta.
Tiempo al tiempo.
20 Oct 2007
¿PARA QUÍÉNES SON LOS DEBERES ESCOLARES? Escrito por: gomezcobelojr el 20 Oct 2007 - URL Permanente
Quien hace la tarea a su hijo lo despoja del elemental derecho de hacer y crecer. Así de fácil,
para el que aprende es útil el trabajo; el proceso de realizar una búsqueda bibliográfica, definir
un elemental concepto o ejercitar de alguna manera lo aprendido en el aula, es un proceso
necesario para el alumno. Entonces, si UD. asume su papel le está privando a ese hijo
idolatrado o a ese vecinito inteligente, de la oportunidad de desarrollar sus propias
capacidades. Muchas personas confunden la orientación y la ayuda con la realización de
trabajos que los escolares deben hacer. Es una norma bastante generalizada que, en la
elaboración de las respuestas a las preguntas de las tareas o deberes para la casa, se compita
con más calidad y presentación que las que ordinariamente se logra en el proceso docente
bajo la supervisión directa del maestro. Todo sería diferente si se conociera que es mejor una
respuesta errónea, elaborada por un estudiante, que una excelente respuesta elaborada
por un tercero y asumida como propia para engañar al maestro y lo peor, aprender a
engañarse a sí mismo.
Queda claro entonces, que las tareas realizadas por terceros y asumidas por el estudiante
constituyen un mal al desarrollo de la personalidad niño o joven. Un mal que, en la medida que
se acentúa, mutila más y más la capacidad de hacer y ser. Se sabe que se aprende solo lo
que se descubre.
Los padres pueden ser menos obsesivos con el talento de sus hijos y no anticiparles el mundo
que ellos tienen el derecho a descubrir. Los maestros deben constatar en lo posible el dominio
que los estudiantes poseen de los deberes realizados en casa. Todos los docentes, con
independencia de su formación, poseen habilidades profesionales para identificar de conjunto
con el alumno cuando un resultado le es propio o no. Nadie está autorizado a seguir usurpando
el derecho a trabajar para descubrir. El placer de aprender, descubrir y hacer, le ha cedido
demasiado espacio a creer que siempre debemos ser los mejores.
Muchos padres no profesionales sienten pena al no poder asumir la dirección y/o realización
del proceso docente en casa. No hay que apenarse, los deberes para la casa no deben estar
dirigidos a los padres sino a los estudiantes. El verdadero papel del padre debe centrarse en
crear las condiciones de organización de la vida en el hogar de modo que haya tiempo y
espació para la realización de esos deberes. Un local bien iluminado, ventilado y
relativamente aislado del medio hostil permite cierta concentración que es necesaria
para estos menesteres. La visita frecuente a la escuela y la conversación oportuna con el
maestro les permitirá a los padres conocer si hay que mejorar la disciplina, revisar el horario de
estudio o tomar alguna medida en el hogar para mejorar los resultados. Piénsese que la
escuela ha de preparar al niño para la vida; entonces, si en la escuela no se es capaz, no se es
honesto y se presentan ante los maestros resultados que en realidad no son auténticos ¿será
este adulto maña capaz de resolver, dignamente, los complicados problemas de la vida? La
frustración es muy común entre los que han suprimido su propio yo, pero cuando el hombre se
conoce a si mismo prefiere lo que está dentro a lo de afuera.
Estas ideas pedagógicas pueden hacer entender, la ya anunciada opinión, de que nuestro hijo
no siempre tiene que ser el de los mejores resultados en la escuela y que la excelencia de
los verdaderos resultados, que lo enaltecen en su clase, son los que haya alcanzado por sí
mismo. Es posible que debamos observar también sus resultados en la vida; cómo trata a las
demás personas, como se relaciona con la naturaleza en general, como respeta y admira lo
bello y armónico del Universo, y cómo ama e intercambia con su entorno. Esto nos indicaría
que se está preparando realmente para la vida; mientras que una nota excelente en la
respuesta a una tarea que no se hizo por el presunto autor, demuestra que falta preparación
científica y ética a alguien más que al alumno.
¿Si los docentes son unos de los profesionales más supervisados, por qué quienes los
supervisan no han enfatizado en la falta de autenticidad tareas?
La atención a resultados y no al proceso de formación a propiciado equívocos como este y
aun peores, pero si uno quiere resolver un problema lo primero es reconocerlo. Cada maestro
debe elevar, cada vez más, el sentido de la justicia que es sin duda el punto culminante de la
libertad. La relación entre justicia, cultura y libertad es el fundamento que debe sustentar
nuestra razón y nuestra ética. ¿Cómo será posible premiar con la excelencia a un autor
apuntalado, a veces remplazado y privar de sus méritos a aquel que con sus ideas, su trabajo y
su propio esfuerzo presenta sus auténticos resultados? La justicia social debe reclamar y
conquistar su espacio en la educación de niños y jóvenes para que luego no haya que
imponerla en la vida.