LOS CUATRO VIENTOS

111
..¡i ""'..- i'.i i¿, :': .:, Los Cuatro Vientos Dan Yaccarino

description

Cuentos infantiles Lectura a partir de los 7 años

Transcript of LOS CUATRO VIENTOS

Page 1: LOS CUATRO VIENTOS

..¡i ""'..-

i'.i i¿,: ' : . : ,

Los Cuatro VientosDan Yaccarino

Page 2: LOS CUATRO VIENTOS

>'" .. I r^,'J r¿af ¡ - \ i 7 .

Los Uuatro VlentosDan Yaccarino

f,o'J.?" de olga Martín

a & u s { )f sllq!l f 1nofma

Roeorá, B¿rcelon¡, Bueno: Atr¿r, Cara.as, Guit.nrl,,

Lim¡, Móxi.o, Mi¡nr, P¡n¡mr, Quito, S¡¡Jos¡,5¡nj!¡r,

San Srlvador Sxntiaso Je Chil¿, Santo DonÍnso

Page 3: LOS CUATRO VIENTOS

Los cr¡atro vientos / Dan Yacc¡rrno I ilust¡ado por el autor Itraducción Olga Martín. - Bogorá ' Crupo Editorial Norrna,2003.

116 p. , il. ; 18 cm. -- (%rrc d€ papel. Toüe roj¡)tsBN 958-04-7606-l1. Cucnros infantiLes estadounidcnses 2. Ven¡r - Cuentos

infantiles 3. Padre e hijos - Cuenrc,s nrf:rntiles L Martín, Olga,t¿ IL Tít. lll. SerieI i l13.5 cd 20 ed.Ar'tR2917

CEP.Banco de la Rcpública-Bibltutec¡ Luis'Ansel Arango

Titulo original en inglés:Whore The Four Winds BlowTexto e ilustraciones de Dan Yaccarino.Copyr¡ght @ Dan Yaccarino., 2001Publicado en español dc acuerdo con Harpercollins Children'sBooks, una división de Harpercollins Children's, New York.Copyright O Editoria¡ Norma, S.A., 2003, para Estados Unidos,México, Guatemala, Puerto Rico, Costa Rica, Nicaragua, Honduras,San Salvadot República Dominicana, Panamá, Colombia, venezuela,Ecuador, Perú, Boliv¡a, Paraguay, Uruguay, Arg€ntinay ChileA.A. 53550, Bogotá, Colomb¡a

Rerervados totlgs li,s derechos.P¡ohibid¡ la ¡eprodu€cia)n total o p;rrcial cle esra obra strr p¿rmisocs.rito llc ta Editorial.

lq,rcso por E{lito¡i¡l Bucnr Senrillalmpreso en Colon¡bi¡ - Prirted in Colo¡nhi¡

Dirección ed¡ioriali María Candelaria PosadaEdición: Crist¡na PuertaDiagramación y armadai Sonia Rubio

c .C . l 1724 |ISBN 9i6,95¡l-04-760ó-lISBN 958,04.?606,1

Page 4: LOS CUATRO VIENTOS

Contenido

Capítulo UnoCapítulo DosCapítu1o Ties

Capítulo CuatroCapítulo CincoCapítulo SeisCapítulo SieteCapítulo OchoCapítulo NueveCapítulo Diez

Capítulo Once

72335+J5 l63677383B9101

Page 5: LOS CUATRO VIENTOS

Para Lucia Rr¡se

Page 6: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Uno

LJnn ,rnu. brisa entró en la ha-bitación de Mateo, desordenandotodos sus papeles"

-Rayos -di¡o, al cerrar la ven-tana. Su habitación era el único lugaren el que podía estar a salvo de Paula,

su fastidiosa hermana mayor. Cuandono andaba por ahí diciéndole "Ca-

bezón" y haciéndole la vida imposible,estaba hablando Por teléfono, Pei-nándose o en el centro comercial

Page 7: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Uno

u.u ,l.r"rr" brisa entró en la ha.bitación de Mateo, desordenandotodos sus papeles.

-R.ayos -dijo, al cerrar la ven-tana. Su habitación era el único lugaren el que podía estar a saivo de Paula,su fastidiosa hermana mayor. Cuandono andaba por ahí diciéndole "Ca-bezón" y haciéndole la vida imposible,estaba habiando por teléfono, pei-nándose o en el centro comerci¿rl

Page 8: LOS CUATRO VIENTOS

-iEres un bebé grandel lQué vasa hacer si estás en el trabajo y llegauna tempestad? lVas a esconderte de-bajo de tu mesal

Y estalló una discusión. Mateollamó a mamá para que lo respaidara,pero eila estaba ocupada hablandopor teléfono, organizando algunareunión social, pidiendo una cita conla manicurista o algo por el estilo.

-Después, cariño -le había di-cho memá-. iDeja de pe lear con tuhermanal lNo ves que estoy ha.blando por teléfono?

Papá, por su parte, casi nunca esta.ba en casa. Y cuando estaba, se lapasaba trabajando en su estudio ohablando por teléfono. Así que cadavez que Mateo y Paula peleaban -y

esto sucedía muy a menudo- papáregañaba a Mateo automáticamente,aun cuando é1 no tuviera ia culpa.

-Oy., capitán -solía decir pa-pá-, tú sabes hacer cosas muchomejores que andar peleando con unaniña.

Page 9: LOS CUATRO VIENTOS

A papá parecía no importarle que,aunque fuera una niña, Paula eramucho más alta que Mateo y le dabauna paliza cada vez que se le presen-taba la oportunidad. Mientras quenadie estuviera mirando, por supuesto.

Lo único que los padres de Mateo10 hacían juntos era ir a fiestas y cocteles,

o jugar golfy teñis en el club. Y cuandose veían, hacían cosas bastanteridículas. A Mateo le parecía espe-

| | t rcralmente clesagradable que su mamale clijera "gordito" o "mi vida" o cual-quier otro apodo estúpido a su papá.

El verano pasado lo habían man-dado a un campamento de fútbol. Nopodía ver televisión, la comida eraespantosa y lo único que hacían erajugar fútbol. El les había rogado queno lo obligaran a ir, pero mamá y papá1o mandaron de todos modos; iban apasar seis semanas en Europa y nopodían dejar a Mateo y a Paula solos.

--Ni que estuvieran mucho encasa normalmentq -protestó Mateo.

Pero lo castigaron por esto. Des-pués papá le regaló un juego de trenes

Page 10: LOS CUATRO VIENTOS

que no compensó nada: se quedóguardado en la caja.

Sin embargo, ahora estaba felizporque ya se habíatr acabado lasclases, no había ningún campalnentoy tenía todo el verano para dedicarsea sus proyectos científicos. En rea-lidad, a Mateo síle gustaba el colegio,pero solamente hasta el año pasado,cuando iba al de su antiguo vecin-dario. Todo cambió cuando a papá loascendieron. La familia se mudó auna casa nueva en un vecindar ionuevo, en donde a Mateo ya no leinteresaba nada más que quedarse encasa, haciendo los experimentos deun libro que había encontrado porahí Diuertirse con Ia ciencia. Todo 1oque necesitaba estaba dentro de suhabitación y prefería no tener quesalir. El aire libre, pensaba, estabasobrevalorado.

A veces, los fines de semana lafamilia se reunía para cenar... o algoparecido. lbdos se sentaban a la mesay comían alguna receta extraña quemamá había preparado o pedido a

Page 11: LOS CUATRO VIENTOS

domicilio, pero sin hablar entre sí. Yesto no quiere clecir que f,uera unacena tranquiia, pues no io era enabsr¡iuto. Fapá hablaba por teléfonocon algún cliente del trejano Oriente,rnamír m.iraba el progralna del chefdc moda en su mini televisión, Paulaescuchaba su música a toctro volumeny Matco jugaba con n lgún apurat i rode video terriblemente estridente.Nrd ie podía cscuchar n i s iqu iera supropio crujido al masticar ias patasde pulpo rebozado, los huevos de co.dorniz estofados o 1o que fuera cluemamá había visto en su programa detelevisión esa semana y que "simple-mente tenían que probar".

Page 12: LOS CUATRO VIENTOS

-lMamá? -preguntó Mateo undía.

-Violeta. Rectrerda, querido, quedebes hablarle a mamá por su primernombre -dijo mamá.

-,{h... Voleta, lpor qué no hacescomidas normales? lHambursuesas opollo asado o algo así?

Ella io miró como si hubiera olidopescado podrido.

-Jlsrl¡6 -le respondió-, ahorava no tenemos que comer esas cosas.

trn las nocnes que papa y mama noestaban en casa, mamá les dejabanotas pegadas al microondas coninstrucciones para calentar las comi-das congeladas, o una lista de los me-nús que podían pedir a domicilio. Dehecho, Mateo pedía tantas veces sucomida a domicilio, que los repar-tidores no sólo sabían su nombre dememoria, sino que además sabían quele gustaba lapizza con porción extrade queso o que prefería que su pollotailandés con ajonjolí no llevara ajon-jolí. Mamá también les dejaba unalista de razones oor las cuales no

Page 13: LOS CUATRO VIENTOS

podría regresar a casa antes de la horade acostarse, así que él debía estar enla cama cuando ella lleeaia.

La casa en la que vivían era grande.Bueno, más grande que la casa en laque Mateo había vivido hasta cumplirocho años. Antes, había tenido quecompartir una habitación con suhermana. Ahora, ella tenía una habi-tación propia, ni más ni menos quecon teléfono, y él se hatría convertidoen el Cabezón.

Si había algo que a mamá y a papáles encantara, además de hablar porteléfono, ir a fiestas y.lecirse mutua-mente nombres tontos, era dar re-galos. En sus cumpleaños o en lasnavidades, Mateo recibía guantes debéisbol, cascos de jockey y balones defútbol.

-Pero a mí no me gustan los de-portes, papá.

Eso no importaba.-Cy", tigre, todo el mundo de-

bería hacer deporte.Y después, como un relojito, venía

la historia de cómo papá había sido

Page 14: LOS CUATRO VIENTOS

i:l capit:iiL ;.ici ¡:t,rr tiltit

e'l* it[rt.ho! '¡ rJr:,i ¡ie:l.-.1!¡' cl ue r i',i tlrlslrnott eir!11{1.

]r;i,l La rienl¡rre re-

r:j[:i¿, ]; .;ire l:liiti que.

ríi: iii-r;ú:1 " fJ. unca

¡.ení¡ suticirntc. itla-

te' 1 ¡.trL,ir r"tribía lo

i.1iri di rirli:lí;1, pr,rrc

tr:ltal¡¿-, ¡10,1 9:i¡.¡¡[i; p ir.i1'/¡.]{--. i-)'. ) i i¡ r:l lt:

I , ! - . . . . ) . : '

i¡ u c i-it c al-..'¡i¡i u,-t, j ¡ .¡ t: l ¡ l a -n ii -it

;., 1 r;n': s,

cr,-nstr¡-iyil l-i;ii si¡telL]l¡r ¡i¡ j.i,i 'j' ll,.l gl. a'Ü¡

i¡li:e r.{erj¡ rr r.Xe ¡r, i,"ali,ilI dt: haj.sr¡ue,t.',¡,,jlli,,-:.., tl: .r¡j:ir i ir 5¡.¡.1lbir li-,n míls

ir.ie,::.1, l-"irr ar I'i ' i¡ i.ari i istati,';'r lii¡rltr.,'-

ii-:lrj:', t-i'. ¡rl r,it i.ii ¿.:ir,tiill li;l ii* iil,':"'.'iliilln

1:¡,.,rrl'jt:1, 'j.....1,:,'i'it.a'ri.4,,ti!lí:\.s r.le li¡ ;:.ier"u:.i'¡¡.

I : '

, '

üila:\:tj i ¡i!ir l i l i|.l la];u l ';1"-r;-,'ti i: ' r¡- l]Ue

a busr:al :i :li;;.;rr.1Íh y [r: ll'.:rgl;, que 5{] lo

co¡rLrr:;ra. ll¡;ili;-' s iit¡,r.'¡tr l-1, c:lla i:gta!:a

h¡bli--.1¡.tr¡ -úi )tr- :rii::1:j-!í.r. ,: lll "rl¡itt.,scan-a:,11,,-..': g;,., i,:r,,,:.,r-i l'.l l :, li l il i,' ', '- ;-, ;'l r ¡ 3 1 ;.¡ r¡r

,:cail: l x{lnd;:.r l/.1a, , i i . '-. i la.¡;. j l .].

Page 15: LOS CUATRO VIENTOS

-Mamá, quiero el telescopio queestán anunciando en la tele -dijo

Mateo.-Corazón, lqué te he dicho yo?

-preguntó ella, un poco enojada.-Vio le ta -suspi ró Mateo- ,

quiero el telescopio que están anun.ciando en la tele.

- iNoi iG he d icho que no in te-rrumpas a mamá cuando esté hablan-do por teléfonol -le contestó brus-camente, apuntando con su uñaperfectamente limada y pintada.

Mateo se alejó, arrastrando los piesy refunfuñando para sí mrsmo.

Entró en el estudio de su padrepara exponer sus argumentos, pero(qué sorpresa) papá también estabaocupado en el teléfono y sonaba dis-gustado con la persona con la queestaba hablando. Mateo lo in te-rrumpió de todos n-rodos.

-lCuántas veces tengo que de-cirte, campeón, que no me molestescuando estoy aquí adentro? -gruñó,y continuó gritándole a la otra per-sona. Mateo se fue, murmurando

Page 16: LOS CUATRO VIENTOS

entre dientes que las cosasno solían ser así.

Una gran tormen-ta arnenazaba conatravesar la ciudad,y cuando Mateo re.gresó a su habi-tación, allí estabaPaula esperándolo pa-ra burlarse.

-iViene una gran tormental iMe-jor ve y pídele a mamá que te arropedebajo de la cama esta nochel

Y se fue, riéndose.A Mateo no le pareció gracioso.Estaba preparado: linterna, cronó-

metro y barómetro en mano. Podíaescuchar los t ruenos le janos y vertenues desrellos reflejados en el te-cho.

"Debe de estar al menos a unos 15kilómetros de distancia", pensó. Ma-teo hacía este cálculo por el tiempoque había entre la luz del rayo y elsonido del trueno.

Butnun, eI trueno. í Ewtwn! í Buwun!'tBuuum! Mateo supuso que ahora

Page 17: LOS CUATRO VIENTOS
Page 18: LOS CUATRO VIENTOS

estaba mucho más cerca, a unos seiskilómeros. Entonces llegó la peorparte: el viento. Mateo tenía muchacuriosidad (y al mismo tiempo estabaaterrado) por el poderoso vienro quehacía temblar los vidrios de lasventanas, hacía girar la veleta delviento que había en el techo, y quehacía ese ruido tan aterrador.

¡UUUUUUUUUI, gemía el viento.Mientras escuchaba la temPestad,

acostado en su cama, Mateo se volvióa enfurecer.

Tiacd., trTca, tracd. Una rama delviejo roble chocó contra la pared.

Mateo pensó en cómo sus padreshabían ignorado su petición deltelescopio.

ICABUM!, bramó el trueno.A decir verdad, ellos nunca escu-

chaban nada de 1o que él les decía.ICRAAACI, rugió el rayo, i lu-

minando toda su habitación.Mateo escuché cómo el vendaval

tumbaba árboles, arrastraba los mue-bles de los patios y se llevaba los botesde basura.

Page 19: LOS CUATRO VIENTOS

Entre más lo pensaba, más enojadose sentía. Mateo estaba tan furioso,que sal tó de su cama y abr ió laventana de par en par.

Una inmensa ráfaga de viento y delluvia lnvadió su habitación. Lospapeles volaron por todas partes, elsistema solar giró enloquecido y elglobo terráqueo se cayó al piso.

-Deseo que te lleves a mamá ypapá bien lejos -gritó enire el vientoque le soplaba en la cara.

Y en ese momento se acabó. Todoquedó en calma.

Después de un rato, Mateo podíaver vagos destellos de algún rayo yescuchar los sonidos lejanos de algúntrueno.

La tormenta se había ido.Todo b que Mateo podía escuchar

era la lluvia cayendo sobre el techo.

Page 20: LOS CUATRO VIENTOS

j

Page 21: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Dos

La a-arilla luz del sol, que en-traba a raudales por la ventana, des-pertó a Mateo y lo hizo parpadear. Lacasa estaba extrañamente silenciosa.Después de vestirse, bajó las esca-leras: no había nadie. Mamá debía deestar en su clase cle tenis y papá, ju-gando goll No había ninguna notapor ningún lado. Desperté a Paula.

-Vete de aquí, Cabezón -refun-fuñó su hermana, y se tapó la caracon las cobiias.

Page 22: LOS CUATRO VIENTOS

Después de molestarla un buenrato, lv{ateo logró sacarla de la cama.Buscaron en el jardín, en el garaje,en el sótano y por toda la casa, dearriba a abajo. Pero papá y mamá noestaban, eso estaba ciaro.

-lDónde estarán? -preguntózq Paula.

-De pronto se fueron a Aruba oa Cancún, o a algún otro lugar, y seles olvidó contarnos.

-Espero que mamá haya dejadosu tarjeta de crédito -se dijo Paulaa sí misma.

Esperaron y esperaron, peromamá y prpá no vo lv ie-

ron a. casa ni llamaronpor teléfono. Mateodecidió aprovechar laoportunidad para lle-

var a cabo. fi-A- .- \ natmente, el

expenmento

Page 23: LOS CUATRO VIENTOS

que consideraba como el más revela-

dor de su serie de proyectos cicn-tíficos. Reunió líquido blanqueador,renrcJi.rs parr el resfriaJo, aceite ve-getal y ulgunos líquiJos l l l isteri( )s( rs

cie un juego de química que habíarecibido después de juntar 28 cajas

de un cereal espantoso que habíabotado secretamente al inodoro.

Echó todo en la bañera. La mezclapasó Je un gr is rosaJo ranc i , ' a unprofundo azul morado, despuésburbujeó y cruct t ' t , cor ) l ( ) s i estuv ieraenojada. Olía a huevo podrido y apies apestosos. Mateo dejó ia venta'na del baño abierta todo el día y todala noche, tratando de desh¿rcerse del

Page 24: LOS CUATRO VIENTOS

fétido olor. Hasta ahí llesaron susgrandes avances en materia cle cien-cia "bañística".

Al día siguiente, Mateo entró cui-dadosamente al baño para ver cómoiba su experimento, pero la bañeraestaba vacía. lSe habría ido por el

;6 desagüe por su cuenta, o Paula le ha-bría quitado el tapón? Ella insistió enque en ningún momento había tocadoesa "cosa asquerosa", pero Mateo sabíaque lo más seguro era que esruvieramintiendo. La mezcla, obviamente, nose podía haber escapado por sí misma.Mateo hizo un gran esfuerzo para olvi-darse del asunto.

Después de tres días de comer ga-l letas, de usar la misma ropa interiory de acostarse mucho después de Iahora establecida, Mateo propuso losisuiente: -Thl vez deberíamos ir abuscaramamáypapá.

Paula aceptó, pero solamente por-que se estaba aburriendo y quería iral centro comercial, Mateo empacóalgunos mapas, sus diagramas y elglobo terráqueo, por si acaso.

Page 25: LOS CUATRO VIENTOS

-En una expedición como esta-di¡o-, uno nunca puede estardemasiado preparado.

Al caminar hacia la puerta de lacasa, Paula se resbaló y se cayó. Miróla suela de sus zapatos.

-Oy", Cabezón, ¿regaste merme-lada en el piso? iMamá te va a matarl

Mateo negó haber comido merme-lada, pero ese extraño color moradole pareció bastante conocido. Decidióno decirle nada a Paula. Además, yase iban en busca de mamá y papá.

Como no tenían ni la menor ideade adónde ir, Mateo y Paula decidie-ron darle una vuelta al vecindario.Pero cuando apenas se estaban acer-cando a la calle, escucharon una vozextraña.

-Kíkirikiii. Bueno, bueno, bueno.Ya era hora de darse cuenta de queno van a regresar.

Paula y Mateo no podían ver dedónde venía aquella voz, que leshabló de nuevo:

-Kíkiriki. Apuesto a qlre no tienenni idea de adónde ir, lcierto?

Page 26: LOS CUATRO VIENTOS

-iQuién dijo eso? -preguntóPaula.

Arriba, en el techo, el gallo de laveleta del viento sonrió y sacudió lasatras.

-No sabía que pudieras hablar-dijo Mateonmás que sorprendido.

-Pues sí, hay muchas cosas queno sabes, nli¡o.Kíkiriki. Deberías salirde la casa más a menudo. Tír tam-bién, niñita, iy el centro comercial nocuental

La velem del viento los miró, mien-tras giraba lentamente por la suavebrisa del mediodía.

-Apuesto a que están buscandoa sus padres, aunque no sé por qué.Mateo, hace un par de días no queríasni verlos, lverdad?

-iCómo lo sabes?El corazón le latía tan rápido, que

dejó caer el globo terráqueo y tuvoque salir corriendo a perseguirlo.

-Oy" -exclamó la veleta delviento-, uno no se la pasa dandovueltas en este tccho para no ente-rarse de nada. Kíkiriki. lQué sucede,

Page 27: LOS CUATRO VIENTOS

querida, se te acabaron los lacitospara el pelo? -se burló de Paula.

-iCállatel lQuién te preguntó/iPollo babosol -le gritó ella.

-Sigue así, hermanita, y no lesdiré dónde están.

Mateo se acercó y le pidió al galloque les dijera qué les había pasado asus padres.

-Les voy a contar. No porque us-tedes me agraden, sino porque odioa los Cuatro Vientos -cacareó laveleta del viento.

-l Recuerdan la tormenta quehubo hace como tres nochesJ -Ma-

teo asintió con la cabeza-. Bueno,pues los Cuatro Vientos atravesaronla c iudad buscando problemas.

Page 28: LOS CUATRO VIENTOS

p, : : : . : : : : : :,rr,:i::l:

. , : , i : :

Page 29: LOS CUATRO VIENTOS

iUuuu-Huuul Me h ic ieron g i rarcomo loco. Odio que hagan eso.Arrancaron árboles de raí2, tumbaroncahlcs de e lecmic idad y . . .

-iAl granol -exigió Paula, im-paciente.

-Bucno -expl icó la ve lera- ,eilos decidieron que, como ya noquer ías que t us padres estuv ieran p( ) rahí, Mateo... ¿Acaso no deseaste quese los llevaranl

-lDeseaste esol -excl¿rmó Pau-la , ernpujando a Mateo- . lEresestúpido, o qué/

-¿Ah, sí? Apuesto a que tú tam-bién qu is ieras que e l lc ls desapa.recie¡an de vez en cuando -dijo é1,defendiéndose.

-iClaro, pero no antes de que ob-tenga mi licencia de conducir, tontol

Se insultaron mutuamente duranteun rato, hast r qrre: -Ejcm -inrer-

vino Ia veleta del viento, levantandoIas alas-. lQuieren saber por dóndese fueron, o no/

Mateo y Paula contestaron que síy le pidieron que lo hiciera rápido. El

l i

Page 30: LOS CUATRO VIENTOS

32

les inclicó que, para encontrar a losCuatro Vient t . rs, debían caminarhasta el hor izonte y doblar a laizquierda en el soi poniente.

-No hay forma de perderse.Mateo se burló de esto y explicó

que nunca podrían alcanzar e lhor izonte, porque la Tierra eraredonda.

-Kíkiriki. Eso es 1o que tú crees,pequeñín -se r io la veleta,moviéndose cada vez más rápido.

Entonces Paula y Mateoemprendieron la marcha.Abandonaron su vecindar io,atravesaron el estadio donde papáhabía intentado enseñarle a Mateo ajugar béisbol, dejaron atrás árboles ycolinas, se alejaron de todo 1o queconocían.

Cam inaron y caminaron ycaminaron hacia el horizonte y el solponiente, discutiendo todo el tiempo.

Page 31: LOS CUATRO VIENTOS

l:

Page 32: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Ties

AAhí estaba: iel horizonrei Matecr

no podía creerlo. Se terminaba en 1oque parecía ser ninguna parte. lEraposible que sus libros y sus mapasestuvieran equivocados? A Paula,que estaba agotada, parecía no im-portarle. Todo lo que quería era en-contrar a papá y mamá para poder iral centro comercial antes de que ce-rrara. El calor era insoportable; el solponiente disminuía delante de eilos.

Page 33: LOS CUATRO VIENTOS

-Bueno, mira nada más -dijo elSol anaranjado, muy sorprendido deverlos-. rQué están haciendo uste.des por aquí, niños? iVáyanse a casalilargo de aquíl iEste no es un lugarpara jovenzuelos! -se rio entre dien-tes.

j6 -Deja la charlatanería, motañero.Necesitamos que nos des indicacio-nes -le gritó Paula.

El Sol frunció el ceño: -No rneagrada esa actitud, señorita.

-Pues vas a tener que aguantártela. buñuelo -respondió ella brus-camente.

El Sol volvió a fruncir el ceño eirradió tanto calor, que los hizo sudary les dolieron los ojos. Uno de losmapas de Mateo se encendió, y éltuvo que tirarlo al suelo y pisar lasllamas.

-Está bien, está bien, entendemos-se rindió Mateo-. Por favor, dinosdónde podemos encontrar a los Cua.tro Mentos y nos iremos.

-iLos Cuatro Vientos! lPor quéravos v centellas están buscando a los

Page 34: LOS CUATRO VIENTOS

.{¡,i¡&¡¿!.,--

--,.J:lr ):I

¡

t ,uatroSo1.

Vientos? -les preguntó el

-Ellos se llevaron a nuestros pa-dres -rcsp, rnJió Mare, r.

iEstán seguros dc quc sus vicjosno se escaparon? -quiso sabe r el Sol,malicios¿rmentc.

-Escucha, amigo, ¿por qué no teguardas el comentario y nos indicasquÉ d i rccc i , in Jcbem,t . ¡ep¿¡) - i ¡ -

tervino Paula.Mateo le lanzó a Paula una mir:rda

cort¿rnte y le expliccl al Sol: -Alguien

Page 35: LOS CUATRO VIENTOS

nos dijo que cuando llegáramos alhorizonte, debíamos voltear a la iz-quierda. Pero ahora ya no estamosseguros.

-2Voltear a la izquierda? iQuien-quiera que les haya,Jicho eso no tieneni el menor sentido de la orientaciónl

is -opinó el Soi, ansioso por conrinuarcon su trabajo y poco ansioso porhablar con dos niños malcriados.

-Oy" -dijo bruscamente Paula-. No te pedimos tu opinión. Todolo que queremos es saber cómo pode.mos encontrar a los Cuatro Ventos.

-Pues bien... iVáyanse a perseguirsus sombrasl -gritó el Sol.

Con esto, las sombras de Paula yMateo, que hasta entonces habían

Page 36: LOS CUATRO VIENTOS

imitado fielmente fodr¡s sus movr-mientos, salieron corriendo. Paul:r yMateo corrieron tan rápido comcipudieron para atraparlas, pero entremás aceleraban, más rápido huían lassombras. En rnedio de la persecución,Mateo perdió algunos de sus dia-gramas y un mapa, y como si fuerapoco, se estaban acercando a unbosque enorme y oscuro.

-iGuácalal -dijo Paula, hacien-do una rrueca-. lCuándo fue la

Page 37: LOS CUATRO VIENTOS

última vez que te bañaste? iTüs piesapestanl

Mateo se quedó paralizado, perci.biendo un tufillo del inconfundibleolor a huevo podrido.

-lPor qué te detienes? iVamos aperder nuestras sombras, CabezónliAndandol -chilló Paula.

-Espera *-diio Mateo, olfateandoIa brisa-. ktá aquí-afirmó aterrado.

-lQué está aquí?Mateo le contó lo de su experimen-

to en la bañera. Tál vez la mezcla seIas había ingeniado para seguirloshasta allí.

-Bueno, lo lograste Jijo e11a-.Ya se te zafó un tornillo.

Mateo podía jurar que había visto,con el filo de un ojo, un pedazo detierra morada sobre una colina, alláa lo lejos. "lSerá posible?", pensó.ttNooott.

-Vamos liio Paula-. Tenemosque seguir andando.

Todar'ía tenían que alcanzar a sus.omhras fug i t ivas, así que se in ter -naron en el bosque. Al poco riempo,

Page 38: LOS CUATRO VIENTOS

se vieron rodeados por árboles fron-dosos y matorrales gigantes. El aireestaba húmedo y pegachento, yparecía que iba a llover. Esto le recor-dó a Mateo un documental sobre lasselvas tropicales que había visto entelevisión.

Page 39: LOS CUATRO VIENTOS

Capítuio Cuatro

P".,1" y Mateo avanzaron sigilo-samente por el bosque, buscando sussombras. No había ningún rastro deellas, v entre más caminaban, más seperdían. Atravesaron viñedos y seabrieron camino entre plantas de uncolor verde intenso, con hojas másgrandes que ellos mismos.

Paula descubrió a su sombra, ligeray quieta, tumbada en un lecho dehojas mojadas y mugre. Se ie acercó

Page 40: LOS CUATRO VIENTOS

silenciosamente y se le echó encima.La sombra intentó escaparse, pero notuvo suerte, la pobre estaba atada ala despiadada Paulita para siempre.Los enormes árboles susurraban. vMateo se movía cuidadosamente, dis-puesto a saltar sobre su sombra fugi-

44 tiva, a unos cuantos pasos de é1.-lQuiénes son ustedesl -pre-

guntó, mientras Mateo atrapaba susombra, una suave voz que venía des-de arriba.

Page 41: LOS CUATRO VIENTOS

Mateo y Paula levantaron la mira-da y se encontraron con una mujerhermosa, que medía por lo menosunos 30 metros. Tenía guirnaldas deflores en la cabeza, a su alrededor re-voloteaban mariposas y pájaros can-tantes, y sostenía una sombrilla gigan-te, de donde salía lluvia.

-Oiga, señora -la llamó Paula-.lUsted está haciendo que llueva?

Apenas podía ver la cara de la mu-J er.

-Sí, lpor qué? -dijo la encan-tadora mujer, mirándolos con temura.

-iPues deje de hacerlol -chlllóPaula-. iEstá arruinando mi vestidol

Con esto, la mujer provocó un cha-parrón, y al poco tiempo Paula y Ma-teo estaban completamente empa-pados.

-Bien, lqué me decías, linda?-No importa -respondió Paula,

con el lacito del pelo chorreando.-Muchas gracias -le dilo Mateo,

escurriendo su camisa.La hermosa mujer les contó que

ella era la Lluvia y que trabajaba en

45

Page 42: LOS CUATRO VIENTOS

armonía con el Sol para dar vida yhacer que las cosas crecieran. Mien-tras les explicaba esto, pequeñosretoños de colores brotaron de la tie-rra mojada, donde estaban paradosPaula y Mateo, y se estiraron hacia elcielo.

46 -Oh, yo sé cómo se da la lluvia-di¡o Mateo-. Según la ciencia, lamayoría de las nubes están hechas degotitas de agua diminutas. A veces,cuando el aire se enfría, estas gotascrecen hasta ser lo suficientementegrandes y pesadas como para caerconvertidas en lo que ustedes, los no-científ icos, l laman l luvia.

-Ay, hermanito -gimió Paula.La mujer sonrió: --Es una forma

de verlo. Uno puede aprender mu-chas cosas en los libros... pero el restose aprende salienclo al mundo y vi-viéndolo.

-iEstá bromeando, señora? -se

rio Paula-. iEste cabezón ni siquierasale de debajo de su camal

Mateo se enfureció y empujó aPaula, y Paula le devolvió el empujón.

Page 43: LOS CUATRO VIENTOS

wr:i i31{&-

: ilii ti r :.¡ r _ . a t r , ' - r - . ,

¡ - t ' 1- 4 t ,' .#" '

. 1 , ; r ! r $ ' -! L :' ' ¡

Page 44: LOS CUATRO VIENTOS

48

Lo que desencadenó una nueva dis-cusión entre los dos.

La mujer interrumpió la pelea y ledijo a Mateo: -Así como yo trabajoen armonía con el Sol, tú deberíashacerlo con tu hermana. Es la únicamanera de encontrar a tus padres.

Todos los retoños a su alrededorhabían florecido. I-a mujer miró aPaula y a Mateo, envueltos hasta lasrodillas por miles de flores de colores,y sonrió al ver su asombro. Les dijoque si seguían caminando hacia elnorte, en algún momento encontra-ían a los Cuat¡o Vientos y a sus padres.

-lCómo supiste que los estába-mos buscando? -preguntó Mateo.

Ella les contó que lo sabía todo.Paula y Mateo eran apenas pequeñasgotas de lluvia dentro del vasto y ma-ravilloso mundo y...

-Ya entendimos -diio Paula, lomás corrésmente posible.

-Gracias -le di¡o Mateo.Después, siguiendo sus indica-

ciones, se encaminaron hacia el nor-te, teiiendo su rumbo entre las flores,

Page 45: LOS CUATRO VIENTOS

con mucho cuidado para no ir a pi-sarlas.

Entre tanto, una cierta rnanchababosa y morac{a se desiizaba por elbosque, en su bírsqtiecia silenclosa,hasta quedar atrapactra en rneclit¡ cieuna tormenta de verano. Entonces yano tuvo que seguir cieslizándose, aho.ra podía caminar. Lln poco torpe alprincipio, pero caminaba. Y era, tam.bién, mucht¡ más grande

49

,.*a ¡.ry t'-'

Page 46: LOS CUATRO VIENTOS

!

\

g

'' ,!!rtttt

,&!*!*

Page 47: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Cinco

Lu r.l'on.".,berante y húmeda diolugar a colinas verdes y frescas, sal.picadas de árboles. Mateo y Paula sesentaron a descansar debaio de ungran manzano. Observaron cómocaían sus hojas amaril las y rojas, ycómo se iban revoloteando entre labrisa. Mateo se veía triste y cansado,mientras masticaba una manzana queacababa de recoger. Empezaba a ex.trañar a papá y a mamá en serio.

Page 48: LOS CUATRO VIENTOS

-lQué te pasa? -le preguntóPaula bruscamente.

-Nada -contestó Matee. lPorqué/ lA ti qué te pasa?

Los dos se quedaron sentados ensilencio. El día se oscureció y se en'frió, y muy pronto se durmieron. Unavez dormidos, se abrazaron temblan-do y se preguntaron si algún día vol-verían a ver a sus padres.

Una fresca brisa nocturna le rozólanariz a Mateo, despertándolo. Es-taba oscuro, más oscuro que nunca.Estaban perdidos en un espeso marde negro salpicado de estrellas titi-lantes. Mateo sentía que podía estirarla mano y agarrar alguna. La llevaríaa casa y la guardaría en su armarlo.Extrañaba su habitación.

Paula, que también se había des.pertado, le ordenó que dejara de mo'lesrarla y dijo, -Deheríamos seguircaminando. lPor dónde es que quedael norte?

Mateo miró a su alrededor: a lolejos podía ver la Estrella del Norte.Entonces carninaron juntos hacia

Page 49: LOS CUATRO VIENTOS

ella, a través de un terreno estéril.Todo estaba en silencio. No habíabrisa, nada. El único sonido queescuchaban era e l de sus p isadassuaves sobre la dens¿r hierba. Mateosiempre le había tenido miedo a laoscuridad, pero estaba especialmenteasustado ahora que no sabían haciadónde se dirigían ni con qué podíane ncontrarse. Paula percibió su miedoy lo tomti de 1¿r mano:

-Eres un bebé grande -murmu-

ró--, que se asusta con cu¿rlquicr cosa.

Page 50: LOS CUATRO VIENTOS

ella, a través de un terreno estéril.Todo estaba en silcncio. No habíabr isa, nada. E l ún ico sonido queescuchaban era e l de sus p isadassuaves sobre la densa hierba. Mateosiempre le habí¿r tenido miedo a Iaoscuridad, pero estaba especialmenteasustado ahora qr.re no sabían haciadónde se dirigían ni con qué podíane ncontrarse. Paula percibió su micdoy lo tomti de la mano:

-Eres un bebé grande -murmu-

ró-, que se asusta con cualquier cosa.

Page 51: LOS CUATRO VIENTOS

Después de 1o que parecieron horasy horas de caminata, amaneció. Losniños llegaron hasta unas rocas Yescucharon el sonido distante de unasirena de niebla. Siguieron caminan'do con mucho cuidado. No sabíanqué esperar ni qué estaban buscando.Una leve bruma les cubrió ios Pies;estaba fría y húmeda y, al seguir cami'nando, los envolvió Por comPleto.Paula apretó con más fuerza la manode Mateo. I-a sirena siibaba v silbaba,haciéndose cada vez más fuerte' En'tonces se dieron cuenta de que esta-ban en el borde de lo que apenaspodían distinguir como un gran pre'cipicio que conducía a una PlaYarocosa, cubierta por una densa nieblablanca.

De repente, la mano de Mateo sesolté de la de Paula, y se lo tragó laneblina. Faula escuchó rocas quechocaban y ramas que chasqueattan.Después, todo quedó en silencio denuevo, a exccpción de Ia sirena.

-iPaula! -aulló Mateo en un ecoieiano.

Page 52: LOS CUATRO VIENTOS

-lDónde estás? -imploró Paula.No podía ver nada y estaba más asus-tada que nunca.

-Estoy aquí abajo. Me resbalé ycaí.

-iNo puedo vertel lDónde estásJ-Sigue mi voz. Pero ten cuidado

porque es muy empinado.Después hubo un largo silencio,

hasta que Mateo gritó débitrrnente:-Marco.

-lQué? **preguntó Paula, nrien-tras negociaba con las rocas.

-Marco. Como Marco Poio. Di"Fo1o" -le aclaró.

-Poio.-Marco.-Polo.Faula logró bajar lentamente hasta

la playa. I-a nebiina empezaba a des-vanecerse y pudo enconrrar a su her-mano. Estaba sentado en una ¡riedra,con una rodiila entre las manos. Es-taba asustado y herido. Paula lo miró,aiiviada de verlo. Lo abrazó y sotriozó:-No vuelvas a hacerlo, Cabezón.

l)espués le dio un golpe.

Page 53: LOS CUATRO VIENTOS

Mateo se había lasdmado bastantela rodilla. Igual que ia vez que quería

ver el eclipse solar y se cayó del techodel garaje. Paula le examinó la herida.Se desató del pelo su lazo azul favoritoy 1o amarró cuidadosamente ahe-dedor del rasguño. Ninguno de losdos dijo nada.

Siguicron el sonido de la sirena,rnientras escalabzrn peñascos afilados,rodeados de rocas inmensas. Ahoratan-rbién podían oír algo más que elsilbido. Poco después (isería posible?)escucharon el traclueteo de platos y

el entrechocar de unos cubiertos. Sí,cso era. Pero... laquí?

Page 54: LOS CUATRO VIENTOS

-lUn pedazo, o dos, querido?-preguntó la Dama de Niebla.

-Uno, por favor -respondió elCaballero de Niebla.

Paula y Mateo se sorprendieron alver una pareja de señores elegan-temente vestidos y con unos modalesext raord in ar ios. Medían unos se ismetros, estaban hechos de niebla ytomaban el té.

-ioh, Diosl -exclamó la Damade Niebla, mientras se acomodaba losanteojos para poder ver a los dimi.nutos intrusos-. Qué inapropiadode su partr: presentarse a la hora delté -dijo con un resoplido.

-Tianquilízate, querida mímentó el Caballero de Niebla-. Nodebemos ser descorteses.

Invitó a Paula y a Mateo a merendarcon ellos. l,os niños, hambrientos, yahabían ojeado las galletas, la cremabatida y los mini sándwiches, así queaceptaron con gran entusiasmo. Y selanzaron a devorarlo todo, con unosmodales espantosos. Los scñores deNiebla no pudicron tolerarlo.

Page 55: LOS CUATRO VIENTOS

' ' ' ' " ' ' ' i t ". : . . -

:\ ]

Y:::::;

diti

Page 56: LOS CUATRO VIENTOS

-Por todos los cie¡os, nlriil¡r, l'.-.,1. !-J t ' t , t l , ¡ - s "s r r * , l .1^ . , '

Cabatrlero dc irJi*bii¡i, i'¡i; L¡i-i. r.Elios ]le"¡an¡ai{lra, ii ri,':,:,'iri i-1.:r :..rr:

piatos, coi l 1üs cai: ,1¡ ! : [ : i . , i i , ]r i :r :rr r . . :a e ' r rü . l . . . . . " , " ,1 . t .t$anter{riiLla"

¡¡;-*:*i..-: - -. .:.

.;i*_._... __

-Sién'rense derei:lr.¡is. i i/ :x iilir iri r, ) l-orr-Íenii ei {ia'b:iilcic; ¿lii: irrq:bllr.--ÍY quiielr lurs cnr(ir.rs i iir l:r .f:,- r¡,1l

* [1r] aLiui i¿ D¡:rnr,'ir]t'hi,:,,,,.i):liri;l ¡r it,lir,:i:u¡ ic; ii-rre 5i.:.. il,r i..r.:r

si.r :il{l;1cii-¡n. L)ur¿.,¡li:.: 17 ¡1¡i ¿r.-,¡ i-1,,, -,;;rl citrrie: i.i1l .il la c tras¡ f-a¡:il.,i j.i: r::r rr, r r:; : {lir,cle ios nlod:rles ,r, i:i diliri,!(jr!: if, l.-i

xllcsa" Airrendierorr cic tr;r;, :. r-l¡:.i.j;:cuílli'r ¡en siii o illiiizi.'; h;i ii [i. ]i r i. :.r. :ir.hai¡lar con i:¡ boc:i iiieii,;1. Er":,rir, r.r.,,,¡resturli:lntcs ll ' l '"ly iivlilos, i;r:"!:r] I.i:i i ' i: ,l

lxlr.ichii har¡¡.ble"

Page 57: LOS CUATRO VIENTOS

-Caballero de Niebla -preguntó

Mateo, después de haber masticado32 veces y haber tragado-' ldóndepodemos encontrar a ios Cuat¡oVentos?

La dama y ei caballero se lanzatonuna mirada de preocupación.

-2Por qué desean encontrarlos ?-preguntó la Dama de Niebla.

Paula y Mateo les explicaron su

travesía y cómo habían ido a Parar a

la Playa de Niebla.-Queremos encontrar a nuestros

padres -di¡o Mateo.--Sí, ya nos están haciendo falta

-añadió Paula.Los señores de Niebla les indicaron

el camino hacia el norte, que los lle-vaba a los Cuatro Vientos.

La Dama de Niebla los envoivió a

los dos con la mejor bufanda del Ca'

ballero de Niebla.-El lugar al que se dirigen es ate'

rradoramente frío -les advirtió a losniños-. Manténganse bien abri-gados.

Page 58: LOS CUATRO VIENTOS

Mateo y Paula se despidieron de losseñores de Niebla y les agradecieronpor la bufanda y la provlsión de ga-lletas que les habían dado para elviaje.

-iNo olviden sus modalesl -lesgritó la Dama de Niebla, mientras selos tragaba la bruma y desaparecíande su vista.

Page 59: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Seis

Trot"ndo sobre rocas y piedras,Paula y Mateo llegaron al norte. Loscristales y las arenitas crujían debajode sus zapatos y les hacían doler lospies. Nunca habían caminado tanroen su vida, sobre todo en un terrenosin pavimentar. A Mateo le dolían losbrazos de tener que cargar los mapas,los diagramas y el globo terráqueo. Lepidió a Paula que le ayudara con elgiobo por un rato.

Page 60: LOS CUATRO VIENTOS

-iOlvídalol iNi siquiera sé porqué tenías que traer ese estúpidoglobo! -le dijo-. iCárgalo túl

Mateo 1o dejó caer, y Paula 1o espe-ró impacientemente mientras iba arecogerlo.

Mateo creyó escuchar unos pasos.Claramente no eran los suyos, y ob-viamente no eran los de Paula.

-lOíste eso? -preguntó.-Ojalá que no -di¡o Paula, em-

pezando a temblar.Los dos se voltearon y vieron una

enorme figura morada que se acer-caba a ellos.

Gritaron y salieron corriendo.-iDetrás de esa rocal -señaló

Mateo.Se agacharon detrás de un gran

peñasco.-lQué vamos a hacer? iNos va a

comerl -exclamó Paula.Mateo se asomó por un lado del

peñasco. Ahí seguía, eso estaba claro.Parecía que corría y que ademásgruñía. Estaba enojada y se veía ham-brienta. Mateo desató rápidamente

Page 61: LOS CUATRO VIENTOS

la bufanda y puso unas cuantaspiedras adentro. Se levantó y le diovueltas a la bufanda sobre su cabeza,so l tándola de un lado. A lgunaspiedras le pasaron a la baba moradapor encima, pero una le dio justo enun ojo. Bueno, en io que parecía unoJo.

-iGgggrrrl -gruñó, al caer aisuelo. Había quedado completa-nente atont¿rda.

Paula y Mateo recogicron sus cosasy se alejaron rápidarnente, mirandotodo el tiempo hacia atrás.

Page 62: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Siete

T}l í a u la y Mateo apenas podían ver

el camino, inclinados por el vientotorrencial y abriéndose paso entre lanieve que les llegaba hasta las rodillas.Estaban perdidos. Ninguna de lasindicaciones de los osos polares o delos pingüinos les había resultado degran ayuda. Siguiendo las señales deuna morsa, se dirigían hacia las incesdel norte, escls destciios multicoloresque se veían en la distancia. For

Page 63: LOS CUATRO VIENTOS

desgracia, se toparon con un pequeñoproblema; el océano.

-No debimos haberle hecho castra esa morsa estúpicla -se quejó Paula.

-f6 ¡¡vs que escribir un infclrmesobre las lnorsas para mi clase de

cienciirs -dijo M¿lteo-, y en todolo que investigué, nunca leí clue tu'vieran mal scntido de la orient¿rción.

El trozo de hielo en el que estabanparados ernpezó a romperse y a des-prenderse de la tierr¿r firme .

Al caer la nochc, Mateo le explicír¿i Paui¿r que en la región ártica, de-pcndiendo de la époczr, por supuestollos días er¿rn muy cortos y las nochespodían durar varios días.

-Cállate -le respondió Paula.Cuando se dieron cuenta, se ha-

bían alejado tanto de la orilla, que su

trozo de hielo parecía una rebanadablanca y diminuta dentro del mar azulgrisáceo. Una vez más, Paula lc echó

la cuipa a Mateo:-iTodo esto es Por tu culpa, Ca-

bezón estúpidol-Ah, icállatel -gimió Mateo-.

Page 64: LOS CUATRO VIENTOS

lPor qué no te callas y me ayudas apensar en qué vamos a hacer?

Paula se quedó sentada contem-plando, sin la nlenor esperanza, laniebla glacial que flotaba inmóvilsobre el océano profundo, oscuro yhelado. Después de un rato, Mateoescuchó algo. Era un sonido apagado,pero reconocible. Paula estaba 11o-rando. El se acercó a su parte del tém-pano, sin saber muy bien qué hacer.La última vez que P¿iula había lloradofue cuando se le perdió su mascota,

rrrr

Page 65: LOS CUATRO VIENTOS

un periquito llamado Lorenzo. Lohabía dejado salir de la jaula para quehiciera un poco de ejercicio y el ani-mal se había ido voiando derecho através de la ventana. Paula 1o esperódurante días y días, pero Lorenzonunca regresó. Mateo se sentó a sulado y la abrazó.

-No te preocupes, Paula -le di-jo-. Vamos a enconrrar a mamá y apapá, te lo prometo.

Paula apoyó su cabeza en ei hom-bro de Mateo y lloro un poco más.Después de un rato, se quedó dormi-da, arropada por la bufanda gigante.Vajaron horas y iroras a la deriva.N4ateo se envolrrió en los pocos dia-gramas y mapas que le quedaban y sequedó dormido. Mientras flotabansobre aquellas aguas gélidas y oscuras,tuvo varios sueños extraños. Las si-renas cantaban misteriosas melodías;las ballenas flotaban tranquilamentea su alrededor como grandes cru-ceros; y cuando éi miraba hacia lasesÍellas, estas volaban como si fueranuna bandada de pájaros. Pero el

Page 66: LOS CUATRO VIENTOS
Page 67: LOS CUATRO VIENTOS

sueño más intenso fue que un osopolar en un kayak se tres acercabasilenciosamente, los cargaba a los dosy se alejaba remando entre la nocheimpenetrable.

Page 68: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Ocho

l flVlateo se despertó, sin saber si

todo aquello hab?a sido cierto. Seenderezó y se frotó los ojos adormi.Iados, sin poder distinguir todavía sihabía ocurrido en realidad. Paulaestaba revolviendo algo dentro deuna olla negra gigante que colgabasobre una llama roja en una enorlnechimenea. Fuera lo que fuera, olíamuy bien. El oso polar del sueño deMateo estaba parado frente a é1, son-riendo.

Page 69: LOS CUATRO VIENTOS

-Ya era hora de que te desper-taras, Mateo -le dijo.

EI personaje que lo miraba desdearriba era alto pero amable, llevabapuesto un chaquetón de piel de focay tenía la sonrisa rnás grande que unose pueda irnaginar. Y no era ningúnoso polar: era un hoinbre.

-Qué bien que te despertasteJijo Paula, acercándose a Mateo-.Ya casi esrá listo el desayuno"

El estaba todavía un poco confun-dido. ¿Dónde estabanl lQuién era el

Page 70: LOS CUATRO VIENTOS

hombre del chaquetón/ lPor qué es-taba cocinando Paula? Ella jamáshabía trabajado en toda su vida.

Se sentaron alrededor de una mesahecha de una nieve muy compacta.En realidad, todo 1o que había enaquella habitación con techo debóveda parecía estar hecho de nievebrillante, incluyendo la gran chime-nea de donde el hombre del chaque-tón sacó la olla negra. Pero era unlugar acogedor y caliente. Y esto notenía mucho sentido.

Lo que olía tan bien era una sopade pescado. Mateo odiaba el pescado,pero quizás comería un poquito, sólopor educación. La probó y... iestabadeliciosal Paula contó la historia desus viajes (el encuentro con el Sol, elpaso por la selva húmeda, ia Playa deNiebla, los Cuatro Vientos y suspadres) hasta el preciso momento enque se habían quedado a la deriva,abandonados en medio del mar sobreun témpano de hielo.

El señor Nieve, el hombre delchaquetón, les dijo que como andaba

Page 71: LOS CUATRO VIENTOS

76

por ahí en su kayak, los había reco-gido mientras dormían y los habíallevado a su iglú, donde habían se.guido durmiendo casi dos días en-teros.

-Estaba probando una nieve queacabo de hacer, porque estoy ensa-yando una nueva receta. Algunos demis ciientes se han quejado de la ca.iidad de ciertas bolas de nieve, así quehe estado experimentando con nue-vos ingredientes.

Mateo ahora estaba más confun.dido que nunca.

-Yo pensaba que la nieve se for-maba por ias temperaturas heladas enla zona superior de una nube, que danlugar a ios cristalcs de hielo. Cuanclolas gotas de agua se evaporan y secondensan en partículas de hielo, loscristales crecen rápidamente y caena ia tierra. Si ia temperatura de lasuperficie de la tierra es muy baja, loscristales de hielo caen en forma denieve. Según la ciencia, por supuesto.

El señor Nieve sonrió: -No. Di-gan 1o que digan los libros, la nieve

Page 72: LOS CUATRO VIENTOS
Page 73: LOS CUATRO VIENTOS

se sigue haciendo a la manera anti-gua. lQuieres ver cómo la hagol

De la emoción, Mateo apenaspodía controlarse a sí mismo. Logróasentir con entusiasmo y decir: -Sí,

sí quiero. Gracias.Sisuieron al señor Nieve a través

n de un largo corredor, hecho de ladri-llos de nieve centelleante, que de-sembocaba en un salón enorme. Sutamaño era de unos 20 metros cua'drados, según calculó Mateo, y en elcentro estaba el horno más grandeque había visto en su vida. Las llamas(rojas, moradas, verdes, amarillas ynaranja) rugían en la rejilla por la quepequeños hombres de nieve, vestidoscon overoles, empujaban el carbón.Mientras veía cómo bailaban loscolores, Mateo pensó qüe esas debíande ser las luces de las que les habíahablado la morsa. Le contó al señorNieve que la gente las llamaba unorabcrealisy que pensaban que se tratabade un fenómeno científico.

-Mmmm, interesante -dijo elseñor Nieve, sonriendo para sí mismo,

Page 74: LOS CUATRO VIENTOS

se sigue haciendo a Ia manera anti'gua. iQuieres ver cómo la hago?

De la emoción, Mateo apenaspodía controlarse a sí mismo. Logróasentir con entusiasm.o y decir: -Sí,

sí quiero. Gracias.Siguieron al señor Nieve a través

78 de un largo corredor, hecho de ladrillos de nieve centelleante, que de-sembocaba en un salón enorme. Sutamaño era de unos 20 metros cua-drados, según calculó Mateo' Y en elcentro estaba el horno más grandeque había visto en su vida. Las llamas(rojas, moradas, verdes, amarillas Ynaranja) rugían en la rejilla por la quepequeños hombres de nieve, vestidoscon overoles, empujaban el carbón.Mientras veía cómo ,bailaban loscolores, Mateo pensó qüe esas debíande ser las luces de las que les habíahablado la morsa. Le contó al señorNieve que la gente lasllamaba mnorakrealky qtepensaban que se tratabade un fenómeno científico.

-Mmmm, interesante -dijo el

señor Nieve, sonriendo para sí mismo'

Page 75: LOS CUATRO VIENTOS

Luego llevó a los niños hasta unabanda transportadora que salía delhorno y se deslizaba a lo largo de lasparedes heladas de la gran fábrica. Lasbandas se enroscaban en una espiral,una encima de la otra, cientos de eilasquizás, hasta llegar al techo, que erade color blanco azuloso.

-Cada copo de nieve que hagodebe ser totalmente único. Cada unt-res analizado cuidadosamente antesde ser aprclbado. No se pueden ima-ginar la canddad de copos de nieveque son ¡echazados.

Les explicó que los copos recha-zados se derretían y se reciclaban. Nose despcrdiciaba naJa. Después, elseñor Nieve y Mateo se enfrascaronen una larga discusión acerca de Io quese podía hacer para mejorar la calidad

de las bolas de nieve.-Yo creía que

estábamos bus-cando a mamáypapá*-pt'otestó

Page 76: LOS CUATRO VIENTOS

Su hermano la alejó.-Dame un minuto -le di¡o.Mateo sugirió añadir algún pega.

mento o incluso azicar, que era blan-ca y pegajosa. Esto irnpresionó n-ruchoal señor Nieve.

-lNo te gustaría quedarte aquí ytñ mabajar conmigo? -tre preguntó.

Tiabajar para el señor Nieve seríamuy emocionante y divertido. Mateoestaba a punto de aceptar, cuando viola cara triste de su hermana v diio:

-Agradezco mucho tu oferta, pe-ro necesitamos encontrar a los Cua.tro Vientos.

-Y a nuestra mamá y nuestro pa-pá. Los extrañamos demasiado --diioFaula con una tristeza repennna.

El señor Nieve nodía notar 1o tris-tes que estaban con sólo mirarlos. Loscondujo hacia la puerta trasera de lafábrica y hacia el frío de la mañana.Afuera había un trineo gigante, decokrr rojo brillante, cubie¡to hasta lamitad por una gruesa capa de nieve.

-*Yo puedo llevarlos casi todo elcamino, pero tendrán que recorrer

Page 77: LOS CUATRO VIENTOS

solos los últimos kilómetros. Y deboadvertirles algo acerca de los CuatroVientos.

Les contó que, en su negocio,necesitaba a los Cuatro Vientos paraque distribuyeran la nieve:

-Pero debo estar pendiente deellos todo el tiempo, pues son famosospor su deshonestidad y por llegar aser, a veces, realmente crueles"

El señor Nieve empezó a desen.terrar el trineo. Mateo y Paula le ayu-daron a destaparlo para ponerse enmarcha. Ni Paula ni Mateo habíarrtenido que limpiar nunca la nieve enla entrada de su casa. Papá siemprele pagaba a alguien para que lo hi-ciera, y Mateo no sabía 1o divertidoque esto podía ser.

Al poco tiempo, iban zumbandoentre la nieve a toda velocidad. Lascolinas biancas y relucientes, los ár-boles cubiertos de blanco y algúnpingüino ocasional pasaba volando,borrosamente, a su lado. Llegaron adonde se dirigían en un instante.

B 1

Page 78: LOS CUATRO VIENTOS

**. ,'*49tirrtl*'*rtr'!*!

Page 79: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Nueve

El t.l.,.o se detuvo. El sol brillaba,el ambiente estaba un poco más tem-plado que antes y la nieve estabaaguada y suavecita.

-Hasta aquí puedo llevarlos -di-jo el señor Nieve. Mateo y Paula sebajaron de un brinco y le agradecie.ron una y otra vez. Se despidieron agi-tando la mano mientras se aieiaban.Él también se despidió con la mano ydesapareció entre el cielo gris y la

Page 80: LOS CUATRO VIENTOS

nieve btranca"Luego, todclquedti en si-lenc io . Ex-cepto poruna cosa. {Jn

sonido tan dé-bil, que Mateo y

Paula ni io sintie -

ron al principio. En realidad, era unpeclueño cco. Mientr¿rs caminaban,ci ligero sonido crecía poco a poco.Cada vcz era más y más fuertc, hastahacer clue ¡r Mateo se lc erizaran lospckrs de la nuca. Los dos se qued:rronparaiiz:rdos sobre sus propias huellas.

-Oh, oir -dijo Firula, ai voltearsey encontrarse con la figura mot¿rda.

Ahora medí¿r, por lo menos, unoscinco rnetros. Tenía brazos y la carar-nás fea del mundo. Mateo y Paulainlentatcrn moverse tan rápido comopuclieron entre 1¿'r nieve grucsa, perclno habí¿r forma: era imposible escapard-e ia i¡estia.

-iF{aci:'r arriba, hircia esa colinal-le gritó Mateo a Paula, aferrándose

Page 81: LOS CUATRO VIENTOS

a su globo terráqueo y a lo que lequedaba de sus mapas y sus dia-gramas. Paula hizo su mejor esfuerzopor trepar la empinada loma.

-iApúratel -chilló Mateo, em.pujándola por la espaida para quc semovlera más rápido. La criaturamorada se acercaba.

-Mateo, lpor qué estamos ha-ciendo esto?

-iTú sólo trepa! Yo tengo unaidea. iApúratel -exclamó é1.

Finalmente, lograron llegar a lacima y \4ateo empezó a armar unagran bola de nieve.

-lEstás loco? -aulló Paula-.Esa masa gigante de baba que, déjamerecordarte, tú mismo creaste, está apunto de comernos o quién sabequé... lY tú estás haciendo un muñe-co de nieve?

-. No podrías dejar de quejartc pordos segundos y lyuJarmcl -gritó i ' l .

-De acuerdo, de acuerdo -re-

funfi.rñí¡ etrla"Ah.rra, el renegado cxpenimento

de ciencia estaba subiendo la lorna.

Page 82: LOS CUATRO VIENTOS

\ \ , *

Podían ver su ojo amaril lo y susdientes afiladcls. I claro, ese olor.Estaban concienados.

- .,,Ay'udanrc a empujar, Parrlci ---gri-

tó h4ateo, rnientras intenraba itrevarla bola de nieve hacia etr borde de lacolina. I-e dierr¡n un empujón y estasalió rodando hacia abajo. I-a granmasa asqLlerosa no sabía con qué sehabía chocado.

La bola de nieve gigante rodó, lomaabajo, con la criatura atrapada en suinterior. Al fin se c{etuvo contra unmontén de nieve. Paula seguía para-lizada, parpadeando silenciosamente,

Page 83: LOS CUATRO VIENTOS

con la nariz chcrreándole. Mateo seirguió, orgulloso, en la cima de la

colina: con una gran sonrisa, las ma-

nos en la cadera y el viento aleteandoen su cabeza.

-Con que estoy loco, inoJ -le

dijo.Incluso Paula tuvo que admitir que az

su hermano podía estar loco, pero eramuy inteligente. Y no dijo ni una solapalabra al cargar el globo terráqueo,mientras bajaban por el otro lado dela colina.

Page 84: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Diez

Mi"rl,.", avanzaban trotando,Mateo brillaba. Iba con la cabeza enalto y sonreía para sí mismo. Porprirnera vez, Paula no podía decirle"Cabezón". El sol se asomaba detrás deuna nube en medio del cielo azuldespejado. Podían escuchar el lejanocanto de ios pájaros y Mateo se puso asilba¡ con ellos. Pero, de repente, sequedó frío y callado al sentir que unasombra gigante recaía sobre ellos. Losdos se voltearon y miraron hacia arriba.

Page 85: LOS CUATRO VIENTOS

-iGgggrrrrrrmr!Se quedaron pálidos y helados. La

masa había regresado: grande, mora-da y más furiosa que nunca.

-íGgggrrrrrrrrrl -gruñó una vezmás; su ojo amarillo centelleaba y sushorribles dientes rechinaban.

Mateo se desmayó.Cuando se despertó, estaba solo.

Paula se había ido. La criatura se lahabría llevado o se la habría comidoallí misrno, en un segundo. Todo loque Mateo podía ver ahora era un ca-mino de huellas chuecas. Se incor'poró y siguió el camino ondulante,con ese horripilante olor a huevopodrido flotandq en el aire' Avanzócon dificultad entre la nieve fangosa,hasta llegar a una hierba verde y uncielo azul. Para ese momento, Mateoya se había deshecho de la granbufanda de los señores de Niebla' Elfin de la nieve era también el fin delas huellas.

"Me imagino que debo seguircaminando en esta dirección", se dijoa sí mismo y se acercó a un bosquecillo

Page 86: LOS CUATRO VIENTOS

que había en la cima de una pequeña

montaña. Mientras se movía entre ios

árboles, escuchó un llanto ciébil'- iAux i l io l iQue a lgu ien me ayu-

de, por favorl -decía una voceclla.

Mateo miró hacia arriba, Pero n0pudo ver nada.

-iPor favor, sáquenlne de aqilíl-volvió a implorar la vocecit r l .

Esta vez, Mateo pudo ver de qué

se trataba: una Pequeña nube estaba

atascada entre las ramas de un árbol

muy alto. Se meneaba y se retorcía'pero no lograba liberarse.

-No te preocupes -le gritó Ma-

teo- .TévoyaaYudar .

Page 87: LOS CUATRO VIENTOS

Mateo se trepó ágilmente al árbol,resbalándose tan sólo una vez. Sesorprendió de 1o fácil que era, ya quenunca antes lo había hecho. Subióhasta la iama en donde estaba ara-pada la nube y Ia sacudió tan fuerteque pudo liberarla, pero él perdió elequilibrio y se resbaló. La nube bajóen picada, y Mateo afercizó en unaesponjosidad suave y blanca. Esta lollevó delicadamente a tierra.

-Gracias, muchas, muchas gra-cias -le dijo Mateo.

-No, gracias a ti. Llevaba comouna hora atrapada entre esas ramas ycreía que jamás iba a poder salir.

Mateo Ie contó a la nubecita quenecesitaba encontrar a su hermana.

-Ya no hay más huellas -le dijo-, solamente está ese olor terrible.

La nubecita le dijo a Mateo que semontara en su espalda, para poderbuscar a Paula observando desde arri.ba. Así que subieron y subieron ysubieron. Mateo nunca había estadotan arriba en toda su vida. Estaba aunrnás alto que aquella vez en que su

Page 88: LOS CUATRO VIENTOS
Page 89: LOS CUATRO VIENTOS

"*t'e\¡.*rr"{**

****6¡,,'"&*r'

,r.{*¡,,.r,;r,{-

padre lo había llevado a la oficina ylc¡s dos habían mirac{o 1a ciudacl desdemitres de kiiómetros de attura"

El cr . ic l hcdor l lcgó hrsra su nar jz .-For aquí --gritír, señalando ha-

cia ,¡ll montón cle coL.irras retorcidasy rocosas. En poco t iemPo, a te-rrizaron en una pequeña meseta.h.,fateo olfateó ei aire y siguió el oiorh:rsta nnil apertura q¡-le había en Ltnc.Jstado cie la coiina.

-Mejor qr-rédate aquí afuera. Yaregreso... espero -le dijo a la nr,rbe-CTtA"

M¡q. '1 ' E¡ ¡ ¡ , i "o lu ,

s i le nc ios ¡ n l cn I e .

Fodía escuchar una voz retumbando

Page 90: LOS CUATRO VIENTOS

en la cueva y percibir un tufo a piesapestosos. Serpenteó por un laberintode pasil los oscuros, patinando enbaba morada de vez en cuando, hastallegar a una grieta en el muro de lacaverna. La voz se iba haciendo másclara.

-Escúchame, enorme saco de ba-ba: ivas a estar muy arrepentido si mecomesl

Por supuesto que era Paula. Y es-taba bien; hasra el momento, por lomenos. Mateo suspiró aliviado y seagachó para acercarse, cuidándose depermanecer detrás de una gran rocaque había en la grieta. Cbservó rápi-damente desde ahí y vio que Paulaestaba atada a una estalagmita. Eimonstruo morado frotaba dos palitos

entre sí, intentando encender unfuego, probablemente para cocinar asu hermana.

"Oh, no", pensó Mateo, "iesta cosaes más inteligente de lo que yo creíalDebo tener un plan. Un plan que seabrillante e ingenioso. Mmmm, si cons-truyo un pequeño sistema de palancas

95

Page 91: LOS CUATRO VIENTOS

con estas piedras y estas ramas po-dría...".

De repente, el globo rerráqueo seIe deslizó de las manos y salió de lagrieta en la que él estaba escondido.Intentó agarrario, pero se resbaló yaterrizó justo frente a ia bestia mora.da. Esta 1o miró desde arriba, cho.rreando espuma morada por la boca.

-iMateol -gritó Paula-. iSáca-me dc aquíl

Cuando Mateo miró a la criatura,esta achicó su ojo amarillo y lanzó ungruñido largo y hambriento.

-iHaz algo, Mateol -chilló Pau-1a-. iNo te quedes allí sentadol

La cabeza le d¿rba vueltas. No teníaningún plan. No tenía nada. Nada denada. El monstruo se lamió los labiosy, acercándose a Mateo, abrió com-ptretamente la boca. Mateo se echópara atrás 1o más que pudo, y toctialgo redondo con la m¿rno. Sin darsecuenta, le metió el globo terráqueoen l : r h , ,cota a la . 'nornrc cr ia l ur l .iQué punteríal

Page 92: LOS CUATRO VIENTOS
Page 93: LOS CUATRO VIENTOS

-|Aaaarrrgggl -rugió el mons.truo, agarrándose el cuello con susmanos delgadas, intentando sacarseel globo de la boca. iNada mal paraun chico al que siempre escogían deúltimo en clase de Gimnasial

El monstruo se convirtió en unaeB intensa sombra morada y luego se

desplomó. Estaba más muerto que unclavo. Para asegurarse, Mateo lo pin-

chó con una astilla.-Te dije que ne.cesi tábamos elglobo -dijo.

Desató a Pau-la, y miennas bus-caban la salida dela caverna ella sevolteó hacia é1.

-Sabes, s ii no fueras mi, ] r rv

i : hermano, di-, rla que ere-s un

l .' cnlco muy va-liente -le con.

fesó, abrazándolo.

Page 94: LOS CUATRO VIENTOS

Afuera, Mateo le presentó a lanubecita. Los dos niños le explicaronque necesi taban encontrar a suspadres, pero cuando mencionaron aIos Cuatro Vientos, la nubecita scasustó y se puso más blanca que antes.

-Van a tener que hablar con mipapá y mi mamá, pues no me dejanacercarme sola a donde ellos viven-les explicó.

Paula y Mateo se encaramaron ensu espalda y subieron flotando haciael cielo; hacia arriba y más arriba, en-vueltos en una capa de niebla blanca.

-tA quién tenemos por aquíl -pre-guntó mamá Nube.

La nubecita les contó a sus padresadónde querían ir Paula y Mateo.

-Mmmm -dijo papá Nube-.lEstán seguros de que quieren ir hastaallá/

Mamá Nube se veía realmente preo-cupada.

-Ese nu es u n luga r pr ra I r iños-dijo.

-Pero, mamá -dijo la nubeci.tu - , l , ts Cuatro Vientor t ic l rcn a su

99

Page 95: LOS CUATRO VIENTOS

papá v a su mem:i. Tíenen que ir"L¡s nubes aceplarun. l [ ,nr . a ayu-

der len a Pauta ' ¡ a Matc , r d ' t , tn i rsc

con sus pai:rás. Despliés de peinsartro,decidieron esllerar h:lstia que oscu-reciera para lLevar ;l 10s dr¡s hcrruanosa ¡.]t¡nde vivían los Cuirtro Vientt¡s"

"*[email protected]"¡:""

,,/-'-'P''"r' #

,**;*P.

\

!I6&

Page 96: LOS CUATRO VIENTOS

Capítulo Once

-Ul c ie l , ' pasó de u l ) ( r ) lor r rzu l pá-lido a un clurazno brillante y despuésa un morado profunclo. Paula, Mateoy las Nubes flotaron en silencio hastallegar al borde de un tcrrcno oscuroy desolado en una t ic r ra p lana ypolvorienta. A lo lcjos, apenas podíandistinguir un¿r casa vieja y clestarta-lacla, con unas débiles luccs que cen-telleaban en l¿ls ventanao.

-Ahí viven -susurrír papá Nu-be-. Nosotros iríamos con usredes

Page 97: LOS CUATRO VIENTOS

si pudiéramos, pero los Cuatro Ven-tos nos soplarían y nos separaríanpara siempre, si nos acercamos.

-Por favor, tengan mucho cuida-do -imploró mamá Nube.

-iUstedes pueden hacerlo ! -los

animó la nubecita, dándoles la esponjo-sa mano a Paula y Matetr-. Buena suelte.

Los dos niños les agradecieron in-sistentemente a las Nubes por todasu ayuda. Mientras estas se alejaban,Paula y Mateo caminaron despacio,tomados de la mano, a través de unlargo sendero y bajo un cielo oscuro.Podían escuch¿rr los si lbidos y loszumbidos del viento resollando portoda la casa destartalada. El corazónles latió con más fuerza aún, cuandopisaron el primer esc¡rlón de la en-trada. I-a vieja casa se tambalcó ytraqueteó, azotada por el viento. Scpodían escuchar risas iejanas y coto-rreos chirriantes.

Al acercarse a la puerta, esta seabrió de golpe y con estrépito. Unafuerte ráfaga hizo t¿rmbalear a Paulay a Matco, pcro ellcls se inclinaron ' '

Page 98: LOS CUATRO VIENTOS
Page 99: LOS CUATRO VIENTOS

sobre ei viento y entraron. La casaera enorme, Apenas podían ver eltecho, de 1o alto que quedaba. I isan-to cielo, qué desastrel Polvo, basuray periódicos volaban en pequeñostornados por todas partes.

Allí estaban: papá y mamá, escla-vos de los Cuatro Vientos. Mamá,cansada y desarreglada, iba de un ladopara otro tratando de limpiar y de-sempolvaq pero los Vientos seguíanhaciendo más y más mugre. Papá es.taba ocupado sirviéndoles unos enor-mes platos de comida, y ellos le se.guían pidiendo más.

-iMás rápidol iMás rápidol iVa-gos perezososl iCon razón que sushi¡os no los queríanl *dijo soca-rronamente el Viento gordo. Des-pués, los Cuatro Vientos se rieron ylanzaron a mamá y a papá en espiraleshacia el techo.

-Bueno, bueno, bueno. Los está.bamos esperando. lPor qué tardarontanto? -dijo silbando el Viento feo.Después se rio y les sopló un vientofrío en ias caras, cerrando la puerta.

Page 100: LOS CUATRO VIENTOS

-iMamál iPapál -gritó Mateo.-iMateol -exclamó papá-. iTú

y Paula: salganya mismo de aquíl ilesvan a hacer dañol

Y con esto, uno de los Cuatro \4en-tos, más gordo y más feo que ios dosprimeros, le lanzó a papá una ráfagade viento que lo hizo volar aún másalto, revoloteando en medio de unhuracán de basura y porquería. ElViento grande alzó a Mateo y le dijo:

-Tú debes ser Mateo... iel niñitomalcriado que ya no quería a suspadresl No te preocupes, inosotrosles estamos dando su merecidol

-iDeje en paz a mis hijosl -gritómamá, tratando de bajar del techohacia donde estaban Paula y Mateo.

-lPor qué no los deja ir? iUsted,inmensa bcllsa de aire caliente! -gri-tó Paula.

-iY tú debes ser la hermanitaconsentidal iMe han dicho que eresaún peor que el pequeño cabezónl-dijo el Viento, levantando a Paula.

- iSuél te la i -exig ió Mateo, agi-tando los puños.

Page 101: LOS CUATRO VIENTOS

I-os Vientos se rieron con tantafuerza, que ias paredes te mblaron.

St ,p lar t 'n t rna ró faga podcr . rsacontra M:rteo y Paula, que los hizovolar hasta el techo donde seguíanmamá y papá. Ahora t,¡dos flotabany g i raban cn rn l 'J io Je sr rs prop iosre molinc¡s"

-iMateol -gritó papír, mientrasla seccitin financiera del periódico lerozaba 1a cabeza- . lQué estánhaciendo aquí tú y Paula?

-iVinimos a resc?rtarios, papál-gritó Mateo.

-iPaulal iMateol iNo debieronvenirl -gritó m¿rmá a través del ven-t:rrrón. Estaba flotando en un remo-lino de revistas estropeadas, zapatosabandonados y viejos utensilios decocina.

-iRobertoi,- le dijo a papá-.iHaz nlgol

Papá estaba lidiando con sus pro-pios problemirs, tratando de quitarseurlos trozos de computador y unoscables que se le enroscaban entre laspiernas. F¿rula luchaba con el moño

Page 102: LOS CUATRO VIENTOS

rlc un viejo vr:stir-lo rq¡s;rdo alr.ra ixrr i:tí:.,rcn nletrirsete a tr¡ l.rl-,ca.

- i i , ! , r ¡ t ' " t ' ¡ ' ,

h/{ iim á y papii il¡; ii,ri,.;ri.r :l ;r,. ¡l i,tLi.{',.: .

l t l i ¡ ¡ . 1 : . ' . t : , ! - : l " .

h4aieo también kr r.¡¡l: ',.,,1, D..r.i) 3.rsr,ilpclcllnrlLr hilst ;;, u¡¿ ll "r't :ti: :l u ititíit::ist : t ] ¡¡l( - i : ¡ r t , \ l i . ' , , ' : .

t-nás gt anr-ie.r ,-ir:iliti-' :t ilrr-r arrir.i;l:,,r.,i.i,- l . i i \ . . ¡ , . f ú . : : . . .

qiglini:es --itl, llrt,.l¡,,ri irl 'r ri.-r.r.

Hl l t t s l t : r i i Í -a i t : [ j , - i i : . 1 r : : j ¡ i : l j i . . i . ; . ; ,1 iL i t . - ! ,

y uno cle ellos l,; di1'.i;--.1)t-- ,,:nl-lll,t, iir ¡riir.-. i lir:ir'¡-:,; Lr.ir.-ii,¡r;

j ; , n ; , ¡ , ' j . . l r ! :

sigi l i rL r f e.'Ylt

r-ltt",. ifrr :rr-, :'::; i,.:iri¡' I nii.tr,1,.tii"f p{iró h4 al:ec, ti l,ri:ri',r"1,. ¡ l li. r'; r,.,r',;-

taL {t I ;:-rtr-t11si } i/i:rr1{iil,,/lli

Page 103: LOS CUATRO VIENTOS

-;Ah. síl -le nresrrnró el rnásgrande. Los Cuatro Vientos inhalarony soplaron rachas de viento y tem-pestad. Le lanzaron relámpagos, y elestrépito de los truenos retumbósobre su cabeza. Mateo resistió y re-sistió. Apretó los puños y los dientes,y iuchó por conservar ei equilibrio.Los Mentos se reían y se reían. Des-pués vino un huracán que lo empujóde vuelta hasta el techo.

Paula Io agarró de la mano. Mateo,Pauia, mamá y papá f lotaban ygiraban todos en el centro de un grantorbellino. Tomados de la mano,Paula y Mateo ernpezaron a descen-der hacia el piso. Parecía que al estarunidos de las manos, los Vientosdebíar-r soplar el doble para man-tenerios arriba.

Mateo se dio cuenta de esto.-iMamál iPapál iAgárrense de

nLrestras manos I --gritó e intentóacercarse a el los. Mamá y papátambién lucharon por bajar hastaJonJc estrban los n iños, quienesseguían descendiendo. Finalmente,

Page 104: LOS CUATRO VIENTOS

r i .r i¿]. i l -rá, papíi , f?i lü1:i y l lateo se- t . l r h . t i , J , - , 1 , i , . ' ' ^ , ¡ , " ' . , f . l f -

Lniil-ILXo u cífcrilo. Li:tjrxr:rn fiorando

J¡,iilv,'-'fl[cxilc, ir l]rs:itf '-1e r;rie tri¡s Cuil-trü Vienir-)s se gr.]íaxl ilii;lrncio tocto Íir

fro¡ibl. tf,o!: sep;r.if arlirJs. Cinillr¡.lo iaf:iinill:-¡, tcll) i:1 sL:el.il, {os \oáen¡cis sr.:( r - 5 r ' q 1 " r 1 : : ! i . l r : J \ I \ : l . f ¡ ) ; ) 1 : l ' '

tatlos y.jadeanilo. llr. famrtir, r-rnrcia

Page 105: LOS CUATRO VIENTOS

todavía de las manos, atravesó lo másrápido posible la puerta principal ybajó las escaleras.

Mateo, Pauia, mamá y papá corrie-ron como locos a través de la tierrarocosa y dura, tropezando y ayudán-dose entre sí por todo cl camino.

Poco después, ilegaron hasta unviejo árbol retorcido, lejos de lacasucha de los Cuatro Vientos. Papáaconsejó que descansaran un rato asu sombra. Mamá abrazó a Paula ycubrió de besos a Mateo. Por primeravez, él no le dijo: "iDeja eso, mamá|",sino que la abrazó con fuerza. Nadiese atrevió a confesarlo, pero todos sealegraban mucho de estar juntos denuevo.

Mamá acarició cada herida y cadarasguño de los niños. Papá ios regañópor haber ido a buscarlos:

-iNo quiero ni pensar en lo queles podría haber pasadol

Pero después los abrazó una y on-a vez.-Estamos bien, papá-dijo Paula.-Sí tti ' rr-r q nr á se ñ'v . , \ . . , . . l e rec l an que

viniéramos -di1o Mateo.

Page 106: LOS CUATRO VIENTOS

Papá sonrió mientras les ayudabaa levantarse' -Gracias, Mateo. Gra-cias, Paula.

-No hay de qué -dijo Mateosonriendo.

Marná se levantó, se limpió los ojosy dijo: -Muy bien. Y ahora, /cuál esel camino a casa, Mateol r j i

É1 *ir¿ hacia el oscuro cielo noc-turno, huscando alguna pista, pero noencontró nada.

-No estoy seguro...-lNecesitan ayuda? -preguntó

una voz desde arriba. La familia Nubebajó flotando y aterrizó suave y silen-ciosamente junto a Mateo y su fan-ri-1 .l l a .

-Me imagino que todo salió bien-dijo la nubecita, mientras le dabala mano a Mateo.

Page 107: LOS CUATRO VIENTOS

-Mamá, papá, esta es ia familiaNube. Ellos nos ayudaron a buscarlos.

Papá le preguntó al papá Nubecómo podían regresar a casa, y papáNube propuso llevarlos flotando so-bre sus espaldas.

Así que se montaron y empren-dieron la marcha. Flotaron lenta-mente entre la noche, pasando pormontañas rocosas y campos verdes.Poco después, el Sol apareció y los sa-ludó:

-iVeo que encontraron a su papáy su mamál -exclamó a través delcielo anaranjado. Los dos, Paula yMateo, agitaron las manos y le dieronlas gracias.

Mateo y Paula se acurrucaron en-tre Ias capas suaves y calientes de lasnubes, mientras atravesaban los vas.tos campos cubiertos de nieve.

- iBuena suer le , Mateol -gr i tó

el señor Nieve desde la lejanía. Mateosonrió y se despidió con la mano.

Vieron cómo chocaban las olascontra la costa rocosa, y apenas pu-dieron vislumbrar al Caballero y a la

Page 108: LOS CUATRO VIENTOS
Page 109: LOS CUATRO VIENTOS

Dama de Niebla saludándolos ma-jestuosamente.

-Qu" te vaya bien, Mateo. Quete vaya bien, Paula -murmuró laLluvia, cuando Mateo y su familia pa-

saron por encima de una manchaverde y café de árboles.

ii? Pocodespués, las cosas empezarona parecerles conocidas. El parque, elcolegio de Mateo, su calle. Y' final-mente, su casa.

El día siguiente sorprendió a todala familia reunida en el jardín de Iacasa. Papá y Mateo intentaban man-tener una cometa bien arriba en elcielo. Paula hablaba con mamá, Ymamá estaba preparando un verda'dero asado. Bueno... de tofu, pero almenos era un comienzo. Al correrpara hacer que la cometa volara,Mateo se chocó contra Paula acci'dentalmente y la hizo caer entre unmatorral.

-iCabezón estúpidol -le gritó.

Pero, sentada en el suelo, se diocuenta de lo tonta que se veía Y ser io . Mateo la ayut ló a levantarse '

Page 110: LOS CUATRO VIENTOS

Dama de Niebla saludándolos ma-jestuosamente.

-Qrre te vaya bien, Mateo. Quete vaya bien, Paula -murmuró laLluvia, cuando Mateo y su familia pa-saron por encima de una manchaverde y café de árboles.

1,14 Poco después, las cosas empezarona parecerles conocidas. El parque, elcolegio de Mateo, su calle. Y, final-mente, su casa.

El día siguiente sorprendió a todala familia reunida en el jardín de lacasa. Papá y Mateo intentaban man-tener una cometa bien arriba en elcielo. Paula hablaba con mamá, vmamá estaba preparando un verda-dero asado. Bueno... de tofu, pero almenos era un comienzo. Al correrpara hacer que la cometa volara,Mateo se chocó contra Paula acci-dentalmente y la hizo caer entre unmatorral.

-iCabezón estúpidol -le gritó.Pero, sentada en el suelo, se diocuenta de lo tonta que se veía y serio. Mateo la ayudó a levantarse.

Page 111: LOS CUATRO VIENTOS

Después lograro:r mantener la come'ta en el aire e incluso pudieron hacerun par de volteretas con ella.

No hubo llamadas telefónicas, niclases de tenis, ni fiestas, ni televisión.Mateo estaba feliz. Tán feliz como nolo había estado en mucho tiempo.

_.y