Los brazos de los mocovíes

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Las inundaciones del 2 de Abril en la comunidad Mocoví de Berisso, Gran La Plata

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Que

Inundaciones

No es Cualquier Verdura

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Por Flavio, mayo 2013

Inundaciones en La Plata“Los brazos de los mocovíes”

“No vino nadie a preguntar si está-bamos inundados, entonces nos pusi-mos a trabajar nosotros ver cómo repartíamos la comida y las donacio-nes que fueron llegando.” “En las casas teníamos el agua hasta las rodillas con anguilas, sapos y ratas que vinieron del campo”. Patricia González es pro-motora de salud y pertenece a la Co-munidad Mocoví del barrio de Berisso, La Plata. Ellos también sufrieron las consecuencias del temporal.

Antes de visitar la comunidad y al recorrer algunos lugares de la ciudad platense, me hice eco de una hipótesis: ante la desatención del Estado, la orga-nización del pueblo. Edi�cios que fun-cionaban como centros de recolección de donaciones recibían familias que ne-cesitaban un colchón, pañales para sus hijos, o simplemente sentir el calor humano de quienes estaban dispuestos a ayudar. En la vereda de una plaza un grupo de jóvenes había montado en tablas de madera y unos caballetes una “feria solida-

ria”, en la que intercambiaban ropa y calzado por alimentos.

La Comunidad Mocoví está a unos quince minutos en auto del centro de La Plata, en las calles 28 y 155. Están organizados por un con-sejo, compuesto por el presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y revisor de cuentas. El Estado compró las tierras por 116 mil pesos y ellos las repartieron entre las cuarenta familias. A cada una le tocó un lote de diez por veinticinco metros. Es un territorio que no puede ser negocia-do. Solamente viven originarios. “Todo lo que ves en la comunidad es producto del esfuerzo nuestro”, dijo González con orgullo.

Los mocovíes tienen un comedor, construido por ellos. Hasta el martes pasado, tenían familias evacuadas que comían y dormían ahí. De las cuarenta familias, alrededor de

veinte estuvieron inundadas con agua hasta las rodillas.

En cuanto a la ayuda de las autori-dades municipales, González comen-tó que recibieron “treinta colchones, veinticinco frazadas y algo de merca-dería para cocinar”. Luego, el martes llegó una ambulancia para vacunarlos contra la gripe A. Pero más allá de eso “no se hicieron presentes para pregun-tar si el agua había bajado”.

Según ella, tienen “chicos internados en el hospital por bronquiolitis y cortes en los pies”. Es que la tierra no está pavi-mentada. Eso hace que con la lluvia se vuelva un barrial, con todos los peligros de enfermedades que eso implica. La única delimitación que marca los luga-res por donde ir son las casas construi-das, algunas con chapas, otras con ladri-llos. Todas con sus brazos.

Sin embargo, González rescató la

solidaridad que hay en la comunidad. Ellos no distinguen jerarquías. No hay jefes ni subordinados. No están quie-nes tienen más que otros. Se conside-ran una gran familia. González contó

que “el que no se inundó, vino a ayudar”. “Inclusive nosotros prepara-mos bolsas con donaciones y se las dimos al barrio de al lado porque nadie les llevó nada”.

Cuando oscureció, un vecino de la comunidad se acercó al comedor y dijo: -ahora tengo una pileta en casa, ¿vieron? Y después agregó: -y parece que pierde agua de a poquito. Todos nos reímos. Hay quienes dicen que ante el mal tiempo, buena cara. Los mocovíes no sólo pusieron buena cara, sino también todos sus brazos para contenerse entre sí. Y al �nal del día me di cuenta de que aquella hipótesis se había corroborado: ante la desatención del Estado, la organización del pueblo.

Barrio de la Comunidad Mocoví (10/04/2013)

Barrio de la Comunidad Mocoví (10/04/2013)

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“No vino nadie a preguntar si está-bamos inundados, entonces nos pusi-mos a trabajar nosotros ver cómo repartíamos la comida y las donacio-nes que fueron llegando.” “En las casas teníamos el agua hasta las rodillas con anguilas, sapos y ratas que vinieron del campo”. Patricia González es pro-motora de salud y pertenece a la Co-munidad Mocoví del barrio de Berisso, La Plata. Ellos también sufrieron las consecuencias del temporal.

Antes de visitar la comunidad y al recorrer algunos lugares de la ciudad platense, me hice eco de una hipótesis: ante la desatención del Estado, la orga-nización del pueblo. Edi�cios que fun-cionaban como centros de recolección de donaciones recibían familias que ne-cesitaban un colchón, pañales para sus hijos, o simplemente sentir el calor humano de quienes estaban dispuestos a ayudar. En la vereda de una plaza un grupo de jóvenes había montado en tablas de madera y unos caballetes una “feria solida-

ria”, en la que intercambiaban ropa y calzado por alimentos.

La Comunidad Mocoví está a unos quince minutos en auto del centro de La Plata, en las calles 28 y 155. Están organizados por un con-sejo, compuesto por el presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y revisor de cuentas. El Estado compró las tierras por 116 mil pesos y ellos las repartieron entre las cuarenta familias. A cada una le tocó un lote de diez por veinticinco metros. Es un territorio que no puede ser negocia-do. Solamente viven originarios. “Todo lo que ves en la comunidad es producto del esfuerzo nuestro”, dijo González con orgullo.

Los mocovíes tienen un comedor, construido por ellos. Hasta el martes pasado, tenían familias evacuadas que comían y dormían ahí. De las cuarenta familias, alrededor de

veinte estuvieron inundadas con agua hasta las rodillas.

En cuanto a la ayuda de las autori-dades municipales, González comen-tó que recibieron “treinta colchones, veinticinco frazadas y algo de merca-dería para cocinar”. Luego, el martes llegó una ambulancia para vacunarlos contra la gripe A. Pero más allá de eso “no se hicieron presentes para pregun-tar si el agua había bajado”.

Según ella, tienen “chicos internados en el hospital por bronquiolitis y cortes en los pies”. Es que la tierra no está pavi-mentada. Eso hace que con la lluvia se vuelva un barrial, con todos los peligros de enfermedades que eso implica. La única delimitación que marca los luga-res por donde ir son las casas construi-das, algunas con chapas, otras con ladri-llos. Todas con sus brazos.

Sin embargo, González rescató la

solidaridad que hay en la comunidad. Ellos no distinguen jerarquías. No hay jefes ni subordinados. No están quie-nes tienen más que otros. Se conside-ran una gran familia. González contó

que “el que no se inundó, vino a ayudar”. “Inclusive nosotros prepara-mos bolsas con donaciones y se las dimos al barrio de al lado porque nadie les llevó nada”.

Cuando oscureció, un vecino de la comunidad se acercó al comedor y dijo: -ahora tengo una pileta en casa, ¿vieron? Y después agregó: -y parece que pierde agua de a poquito. Todos nos reímos. Hay quienes dicen que ante el mal tiempo, buena cara. Los mocovíes no sólo pusieron buena cara, sino también todos sus brazos para contenerse entre sí. Y al �nal del día me di cuenta de que aquella hipótesis se había corroborado: ante la desatención del Estado, la organización del pueblo.

Barrio de la Comunidad Mocoví (10/04/2013)

Barrio de la Comunidad Mocoví (10/04/2013)

Barrio de la Comunidad Mocoví (10/04/2013)