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LOS ABRIGOS VII , VIII Y IX DELES COVES DE LA SALTADORA

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La serie Monografías del Instituto de Arte Rupestre tiene por objetivo promover el estudio y la divulgacióndel arte rupestre de la Comunidad Valenciana; Bien de Interés Cultural, según establece la Ley 4/1998 delPatrimonio Cultural Valenciano, y Patrimonio Mundial desde diciembre del año 1998.

Dirección de la serie: Rafael Martínez Valle (Instituto Valenciano de Conservación y Restauración de Bienes Culturales.Generalitat Valenciana)Pere M. Guillem Calatayud (Instituto de Arte Rupestre. Generalitat Valenciana)

Consejo científico:- Jean Clottes (IFRAO International Federation of Rock Art Organizations)- Mauro S. Hernández Pérez (Departament de Prehistòria, Universitat d’Alacant)- Julián Martínez García (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Junta de Andalucía)- Pilar Utrilla Miranda (Departamento de Prehistoria, Universidad de Zaragoza)- Valentín Villaverde Bonilla (Departament de Prehistòria i d’Arqueologia, Universitat de València)

© del texto: los autoresI. Domigo Sanz. Dept. de Prehistòria i d’Arqueologia. Universitat de València

E. López Montalvo. Dept. de Prehistòria i d’Arqueologia. Universitat de València

V. Villaverde Bonilla. Dept. de Prehistòria i d’Arqueologia. Universitat de València

R. Martínez Valle. Instituto Valenciano de Conservación y Restauración de BienesCulturales. Generalitat Valenciana

© del Anexo I: C. RoldánInstituto de Ciencia de Materiales.Universitat de València

J. FerreroInstituto de Ciencia de Materiales.Universitat de València

S. Murcia-MascarósInstituto de Ciencia de Materiales.Universitat de València

P.M. GuillemInstituto de Arte Rupestre, Generalitat Valenciana.

y los autores del texto

© del material fotográfico e ilustraciones: los autores y el Instituto deArte Rupestre© de la edición: Generalitat Valenciana

Diseño, realización e impresión: LAIMPRENTA CG

Impreso en España

ISBN: 978-84-482-4845-1Depósito legal: V-5186-2007

Esta publicación se ha visto beneficiada de una ayuda económica de la

Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio

de Cultura, al proyecto Arte rupestre y poblamiento prehistórico en el

Parque Cultural de Valltorta-Gassulla (24.03.337B.757).

Los abrigos VII, VIII y IX de Les Coves de la Saltadora (Les Coves de

Vinromà, Castelló) / Inés Domingo Sanz…[et al.] – València:

Generalitat Valenciana, 2007

216 p. : il. ; 30 cm. – (Monografías del Instituto de Arte rupestre; 2)

Bibliografía: p. 211-214

D. L.: V-5186-2007 - ISBN: 978-84-482-4845-1

1.Coves de la Saltadora (Les Coves de Vinromà, Comunidad

Valenciana: yacimiento arqueológico) 2. Arte rupestre Levantino –

Comunidad Valenciana 3. Castellón (Provincia)-Restos arqueológicos

prehistóricos. 4. Análisis no destructivo de pigmentos prehistóricos. I.

Domingo Sanz, Inés

7.031.1(460.31)

903(460.31)

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LES COVES DE VINROMÀ, CASTELLÓ

MONOGRAFÍAS DEL INSTITUTO DE ARTE RUPESTRE

Inés Domingo Sanz, Esther López Montalvo, Valentín Villaverde Bonilla y Rafael Martínez Valle

2007

LOS ABRIGOS VII , VIII Y IX DELES COVES DE LA SALTADORA

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LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA (LES COVES DE VINROMÀ, CASTELLÓ)I. Domingo Sanz; E. López Montalvo; V. Villaverde Bonilla y R. Martínez Valle.

9 PRESENTACIONES

13 INTRODUCCIÓN

17 LA SALTADORA: UN CONJUNTO SINGULAR DEL BARRANC DE LA VALLTORTA.

23 INVENTARIO Y DESCRIPCIÓN DE LOS MOTIVOS PINTADOS.

101 ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO.

191 ANEXO I: ANÁLISIS IN SITU DE PIGMENTOS DE LAS PINTURAS RUPESTRES DE LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LA SALTADORA MEDIANTE FLUORESCENCIA DE RAYOS-X. C. Roldán; J. Ferrero; S. Murcia-Mascarós; V. Villaverde; R. Martínez; P. Guillem; I. Domingo y E. López.

206 ANEXO II: CUADROS DE RELACIÓN DE MOTIVOS DECORADOS EN LOS ABRIGOS VII-IX DE LA SALTADORA.

211 BIBLIOGRAFÍA

ÍNDICE

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Las pinturas rupestres prehistóricas ocupan un lugar destacado en el amplio reperto-rio del Patrimonio Cultural Valenciano, por lo que estamos orgullosos de poder presentar unnuevo estudio sobre estas manifestaciones artísticas, que trata en profundidad los abrigosVII, VIII y IX de les Coves de la Saltadora; uno de los enclaves más representativos del arterupestre levantino peninsular.

La trascendencia patrimonial del arte rupestre valenciano es consecuencia, no sólo desus indiscutibles valores estéticos, sino también de su importancia como documentos histó-ricos al constituir la expresión más directa de nuestros antepasados; la imagen más real yantigua de las últimas comunidades de cazadores-recolectores. Nuestro arte rupestre es unfenómeno cultural compartido con otras regiones del mediterráneo peninsular; sin embargo,es en nuestra geografía donde alcanza una mayor densidad. Se trata de un arte naturalistaen el que la figura humana desempeña un papel fundamental ante el que resulta imposibleno sentir fascinación.

Esta importancia ha sido amparada y reconocida por las instituciones autonómicas alconcederles el máximo grado de protección patrimonial declarándolas Bien de InterésCultural. En el ámbito internacional también han merecido uno de los máximos niveles dereconocimiento al ser declarado el Arte rupestre del Arco Mediterráneo Patrimonio Mundialpor la UNESCO, en 1998 y a instancias de la Generalitat.

Por todo ello, es motivo de satisfacción el presentar una publicación como esta dedi-cada a Les Coves de la Saltadora, un lugar que desde su descubrimiento en el año 1917 haconstituido un referente constante en los estudios sobre arte rupestre europeo. Satisfacciónque se incrementa por los excelentes resultados conseguidos y la calidad de los estudios,fruto de la colaboración institucional entre la Dirección General de Patrimonio CulturalValenciano, a través del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración de BienesCulturales, y la Universitat de València, representada por el Departament de Prehistòria id’Arqueologia y el Instituto de Ciencias de Materiales.

PAZ OLMOS PERIS

Directora General de Patrimonio Cultural Valenciano

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Dentro del impresionante conjunto de pinturas rupestres del Barranc de la Valltorta,les Coves de la Saltadora constituyen uno de los enclaves más singulares, tanto por el núme-ro de representaciones como por su variedad estilística y formal.

Pese a esta importancia, diversas circunstancias de la historia de la investigación noshabían privado de tener un conocimiento minucioso de este conjunto. Por ello, la presenteobra constituye un trabajo necesario que viene a llenar ese vacío. Y lo hace desde los posi-cionamientos metodológicos más avanzados, tanto en la documentación, mediante el uso dela tecnología digital, como en los estudios de composición y estilo o por medio de las analí-ticas no destructivas de los pigmentos, un aspecto cada vez más necesario para abordar laconservación de estas pinturas.

Por lo tanto, debemos felicitarnos al disponer ya de una obra que será referente de losnuevos métodos de estudio del arte rupestre. Y por supuesto felicitamos a los autores porhaber conseguido tan buenos resultados en una de las líneas de investigación que desde elInstituto Valenciano de Conservación y Restauración de Bienes Culturales vamos a impul-sar con más ánimo.

CARMEN PÉREZ GARCÍA

Directora del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración de Bienes Culturales

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Este trabajo da cuenta del estudio de los abrigosVII, VIII y IX de Les Coves de la Saltadora (Les Covesde Vinromà, Castelló). Se trata de los tres abrigos deco-rados que cierran este importante conjunto de ArteLevantino por su lado Sur y no han sido hasta ahoraobjeto de publicación detallada, a pesar de que las pri-meras noticias sobre los mismos remontan al año 1919,fecha en la que H. Obermaier y P. Wernert publicaronlos resultados de su estudio en los conjuntos rupestressituados en el tramo norte del Barranc de la Valltorta,incluyendo en sus valoraciones estilísticas algunas delas representaciones mejor conservadas y sobresalientesde La Saltadora.

Lo ideal hubiera sido enfrentarnos al estudio dela totalidad de los abrigos decorados de La Saltadora,pero las malas condiciones de visualización de los situa-dos en el Sector Norte, nos ha llevado a aplazar su docu-mentación y estudio al momento en que se aborde la lim-pieza de este conjunto. Los tres abrigos que ahora pre-sentamos poseen continuidad y conforman un espaciodotado de una cierta amplitud y variedad, lo que justifi-ca su estudio de manera separada de los demás. Contodo, a nadie se le escapará que los resultados que ahorase ofrecen alcanzarán su completo valor cuando puedanir referidos a la totalidad de los abrigos de La Saltadora.Sólo entonces podremos comprobar si las fases estilísti-cas y las pautas compositivas y escenas descritas ennuestro trabajo son significativas también del resto delconjunto y sólo entonces podremos valorar también si losabrigos forman unidades totalmente independientes o siexiste alguna tendencia común en el ritmo de incorpora-ción de la decoración en algunas de las paredes del con-junto. Será ese el momento en el que se podrá estable-cer la síntesis de uno de los abrigos decorados másimportantes de La Valltorta.

Esta publicación se integra en los resultados delproyecto de investigación de la CYCIT (HUM-2004-05643): “Simbolismo y territorio en la Prehistoria valen-ciana: Arte Levantino y secuencia cultural holocena”.Su arranque, sin embargo, sobrepasa ampliamente loslímites temporales de este proyecto y remite al año2000, fecha en la que Inés Domingo Sanz realizó los cal-cos y un primer estudio del abrigo VII de La Saltadora,constituyendo su Tesis de Licenciatura, y en la queEsther López Montalvo hizo otro tanto con los abrigosVIII y IX.

De entonces a ahora nuestra investigación en losconjuntos rupestres levantinos del núcleo Valltorta-Gassulla ha avanzado bastante y se han ido

INTRODUCCIÓN

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construyendo los cimientos sobre los que se apoyanuestra visión actual del Arte Levantino de este núcleoregional. En ese camino podemos citar, centrándonossólo en los trabajos abordados por el Instituto de ArteRupestre en relación con el Arte Levantino, el estudio ypublicación de la Cova dels Cavalls, efectuada en el año2002; el estudio y publicación del Abric del Cingle delMas d’en Josep, realizada el año 2003; y el estudio, yaen avanzada fase de elaboración, de los ricos conjuntosdel Cingle de la Mola Remigia, la Cova Remigia y elAbric de Centelles. Les Coves del Civil o de Ribassalshan sido objeto de un primer estudio, quedandopendiente la obtención de nuevos calcos.

A estos trabajos cabe sumar la realización de lasTesis doctorales de Inés Domingo Sanz y Esther LópezMontalvo, leídas en la Universitat de Valencia el año2005 y tituladas respectivamente “Técnica y ejecuciónde la figura humana en el Arte rupestre levantino. Haciauna definición actualizada del concepto de estilo: vali-dez y limitaciones” y “Análisis interno del ArteLevantino: la composición y el espacio a partir de la sis-tematización del núcleo Valltorta-Gasulla”.

Por la envergadura de estos dos últimos trabajos,a nadie se le puede escapar que una buena parte de lapropuesta que se formula en los capítulos dedicados a lacomposición y estilo de las figuras de estos tres abrigosde Saltadora se nutre de las conclusiones alcanzadas enlos mismos. Pero tampoco está de más señalar que laincorporación de nuevos estudios y la ampliación, día adía, de la base documental a otros nuevos conjuntosrupestres nos ha permitido progresar en algunas ideas yconceptos. Dicho de otra manera, el libro que ahora pre-sentamos constituye un trabajo colectivo en el que lapropuesta de clasificación estilística de las figuras y lavaloración de las pautas y procesos de composición delos tres abrigos estudiados traduce la visión que posee-mos a fecha de cierre de la publicación y quiere volun-tariamente quedar abierta a las transformaciones que sevayan produciendo en la propuesta regional a medidaque se concluyan los estudios de los restantes conjuntosrupestres ahora en proceso. El peso que han de jugar enesta propuesta los datos obtenidos en las distintas cavi-dades y abrigos de los conjuntos de Cova Remigia yCingle de la Mola Remigia es innegable, tanto en lo quese refiere a la caracterización de determinados horizon-tes estilísticos como en lo que respecta al estableci-miento de las pautas de composición y uso del espacio.En la propuesta que aquí efectuamos el peso del núcleode abrigos decorados del Barranc de la Valltorta es muy

elevado y deberá ser matizado a nivel regional por losresultados obtenidos en estos otros abrigos de Gassulla.

Se trata de un aspecto al que queremos otorgarla adecuada importancia, porque nos ha obligado a serprudentes a la hora de presentar la propuesta elaboradaen las páginas que siguen y, en coherencia, nos ha movi-do a no rehuir, en ocasiones, la discusión de las distin-tas alternativas de clasificación estilística que nos sus-citan algunas figuras. Aquéllas que con los datos dispo-nibles todavía no nos atrevemos a clasificar de maneradefinitiva.

La elaboración de una propuesta secuencialregional lleva implícita esa dinámica. Cada conjuntoestudiado aporta elementos importantes que permitencomprender la variabilidad de las distintas fases u hori-zontes estilísticos. Cada gran conjunto permite precisarno solo la variabilidad formal de las figuras, sino definirlas pautas compositivas del horizonte y concretar suvalor en la propia definición del estilo. En relación a laelaboración de esta propuesta, el estudio que ahora pre-sentamos se encuentra en una situación bastante avan-zada, ya que, con la excepción de los abrigos deSaltadora Norte, los grandes conjuntos levantinos de laregión han sido ya objeto de un primer análisis docu-mental, pero queda por concluir su estudio definitivo.

Otra cuestión que queremos reseñar en estaslíneas de introducción tiene que ver con el proceso deestudio del Arte Levantino y la posición que ocupa estapublicación de los abrigos VII, VIII y IX de Saltadora ennuestro enfoque de carácter regional. Señalamos en lapublicación dedicada a la Cova dels Cavalls que nuestraforma de entender el estudio del Arte RupestrePrehistórico no es otra que la de vincular el fenómenográfico a los grupos humanos que lo ejecutaron y valorar,por tanto, la expresión artística en el contexto social ycultural a la que remite. En aquella monografía estaperspectiva dio paso a la incorporación de unos capítu-los dedicados a la descripción del marco geográfico delnúcleo Valltorta-Gassulla y a una puesta al día de nues-tro conocimiento del poblamiento prehistórico, incorpo-rando los resultados de las actividades de campo reali-zadas en el marco del anterior proyecto de investigacióncentrado en la zona, el PB98-1507-C02-01, titulado“Arte Rupestre Levantino y ocupación humana en laPrehistoria de la Valltorta-Gassulla”. Dentro de esamisma actividad cabe reseñar la realización de otras dosTesis doctorales, una leída en la Universitat de Valènciael año 2002, realizada por Rosa García Robles y titula-da “Aproximación al territorio y el hábitat del Holoceno

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15INTRODUCCIÓN

inicial y medio. Datos arqueológicos y valoración delregistro gráfico en dos zonas con Arte Levantino. LaRambla Carbonera (Castellón) y la Rambla Seca(Valencia)”, y otra leída en la Universitat d’Alacant elaño 2005, realizada por Javier Fernández López dePablo con el título “ El contexto arqueológico del ArteLevantino en el Riu de les Coves (Castellón)”. El pocotiempo transcurrido desde la realización de estos dostrabajos de síntesis aconseja que no dediquemos uncapítulo específico a esta cuestión y que esperemos alresultado de nuevas intervenciones que han seguido rea-lizándose en la zona para volver en próximos trabajossobre este particular. Está prevista la próxima publica-ción de otros dos conjuntos rupestres levantinos de lazona y esa forma de enfocar el trabajo se repetirá tam-bién en ellos. Sólo dedicaremos un capítulo a la valora-ción del entorno inmediato y a un encuadre historiográ-fico de los respectivos yacimientos.

Por lo que respecta a la metodología empleadaen la obtención de los calcos y en la propia presentaciónde la documentación, hemos seguido las pautas marca-das en el estudio de la Cova dels Cavalls y en trabajosposteriores. El método de restitución de figuras quedóadecuadamente expuesto en aquella primera publica-ción (Domingo Sanz y López Montalvo, 2002) y ha sidoampliado en otro trabajo posterior (López Montalvo yDomingo Sanz, 2005). Así que no trataremos de maneraparticular este tema y nos limitaremos a señalar que eneste volumen nos ha parecido también importante man-tener la idea, ya entonces planteada, de proporcionar allector una parte gráfica completa, en la que se incluyanlos calcos, las fotos y las restituciones espaciales nece-sarias para una comprensión de la expresión gráfica con-servada en cada uno de los abrigos. Para ello, hemosdedicado un capítulo al inventario de los motivos, trata-dos por abrigos y unidades, adjuntando a su descripción,el calco y la fotografía. Sólo en aquellos casos en los quelos motivos se encontraban muy alterados o perdidos,hemos recurrido a una parte gráfica que incluye distin-tos temas agrupados. En cuanto a las escalas de las imá-genes que reproducen los motivos, éstas han pivotado entorno a valores del 100, 75 y 50 % del tamaño real.

El momento en el que se inscribe esta investi-gación explica los criterios a los que reiteradamente nosreferiremos a la hora de elaborar la síntesis dedicada ala composición y el estilo. Entendemos que el estudio delos conjuntos rupestres del Maestrat ha de ser abordadode manera regional. Pero el proceso implica partir de larevisión de los abrigos decorados, buscando la obtención

de calcos que permitan una lectura integral de los mis-mos, y no un acercamiento individualizado a algunasfiguras o escenas. No decimos nada nuevo al señalar laimportancia que posee una adecuada descripción de lasfiguras y una cuidada parte gráfica en los estudios deArte Rupestre Prehistórico. Sin embargo, las deficien-cias en este apartado tampoco se le escapan a nadie queconozca el actual panorama de estudio del ArteLevantino. Son pocos los conjuntos adecuadamentepublicados y abundan, por el contrario, aquellos que tansolo conocemos de forma parcial, a veces mediantepublicación exclusivamente fotográfica o sin una docu-mentación que permita valorar la disposición espacialde las figuras. De ahí la importancia que concedemos enesta publicación a la presentación de la documentación.

La declaración del Arte Rupestre de la vertien-te mediterránea peninsular como Patrimonio de laHumanidad (Tokio, 1998), además de constituir un hitoen el reconocimiento de la importancia de las distintasmanifestaciones de Arte Rupestre Prehistórico en esteámbito, ha supuesto también la necesidad de asumir unaimportante responsabilidad por la Administración y porla comunidad investigadora. El estudio, la protección yla difusión del arte rupestre constituyen los tres ejessobre los que debe asentarse esa responsabilidad, facili-tando el disfrute actual y futuro de esa viva expresión delas sociedades prehistóricas, como tan acertadamente serefiriera al Arte Levantino el Profesor E. Bandi. Ennuestro caso, y sin tener necesidad de insistir en laimportancia de la investigación para conseguir un acer-camiento histórico y no meramente estético al arte pre-histórico, hemos querido prestar la adecuada atención ala documentación, dada la función patrimonial que éstatiene en relación con un arte potencialmente sujeto a lapérdida o la degradación. Es éste entre otros motivos elque ha propiciado la elaboración y puesta en marcha deun corpus que, siguiendo un modelo de fichas digitali-zadas, combina la elaboración de documentación gráficacon la sistematización de datos técnicos referidos a cadauna de las representaciones.

Junto a este capítulo dedicado a la descripción ydocumentación, el otro central del libro se construye entorno al estudio de la composición y del espacio gráficoy la consiguiente propuesta estilística que vertebra eseanálisis. El aparato gráfico de este capítulo intenta faci-litar la comprensión de las asociaciones espaciales yofrecer unas láminas capaces de visualizar con rapidezlos motivos que sucesivamente son objeto de análisis. Esen este apartado donde incluimos la restitución del

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soporte, siempre que incida en la lectura o comprensiónde motivos y escenas, siguiendo convenciones y pará-metros que ya especificamos en anteriores trabajos y quese resumen en la leyenda que acompaña a las figuras.

Como ya hemos indicado, este trabajo se inscri-be en una línea de investigación que tiene previsto avan-zar en breve plazo la publicación de otros conjuntos, asícomo dar a conocer un inventario actualizado de los con-juntos de arte rupestre en la provincia de Castelló. Porello, no nos ha parecido oportuno incluir en él un capí-tulo de conclusiones. Las consideraciones que puedenargumentarse como tales han sido recogidas en los apar-tados dedicados al estudio de la composición y el estilode los tres abrigos estudiados, mientras que las pro-puestas de carácter global quedan aplazadas hasta unafase algo más avanzada de la investigación, momento enel que podremos ofrecer resultados distintos de los obte-nidos en la publicación de Cavalls o en las dos TesisDoctorales realizadas por Inés Domingo Sanz y EstherLópez Montalvo.

Finalmente, un apartado importante del libro loconstituye el dedicado al estudio de los pigmentos. Setrata de un apéndice en el que participan otros investi-gadores además de los cuatro firmantes del estudiogeneral, y es fruto de un plan de trabajo en el que tam-bién nos proponemos progresar en el futuro. La partici-pación en el mismo de los miembros del Instituto deCiencia de los Materiales de la Universitat de Valènciaha sido esencial y nos ha permitido en esta fase inicial

obtener algunos resultados relevantes. La caracteriza-ción de los componentes de los pigmentos a partir de laaplicación de técnicas no destructivas nos ha facilitadouna primera evaluación de la cuestión y constituye unaherramienta de primer orden para perfilar la utilizaciónde otras técnicas de análisis. En esta primera actuación,que podríamos calificar de sistemática, se han consegui-do además resultados de interés, como la caracterizacióndel pigmento que interviene en la ejecución de algunasfiguras negras del abrigo IX, la determinación de unrepinte o superposición en otra figura de ese mismo abri-go y la determinación de algunos componentes específi-cos para ciertas figuras. La capacidad de diagnosticar elgrado de conservación del pigmento constituye, de igualmanera, una ventaja a la hora de elegir los puntos y figu-ras que habrán de ser objeto de posteriores análisis.

La ausencia de estudios detallados que dencuenta de la restitución completa de estos abrigos y lapropia entidad del conjunto de La Saltadora en el encla-ve de Valltorta-Gassulla justifica plenamente su elec-ción como objeto de análisis, siguiendo la línea de tra-bajo iniciada ya hace algunos años. La reflexión y losresultados reflejados en este volumen son fruto de unalabor de equipo y de la experiencia que hemos desarro-llado a lo largo de estos años de investigación en elnúcleo castellonense. Deseamos, por tanto, que los obje-tivos que trazamos inicialmente queden recogidos enestas páginas.

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El conjunto de abrigos de La Saltadora se localiza en la mar-gen izquierda del Barranc de La Valltorta, parte central delRiu de Les Coves, también denominado Riu de Sant Miquel(Fig. 1). Este río de caudal discontinuo drena parte de lacomarca de l’Alt Maestrat, en las tierras del norte de la pro-vincia de Castelló; un nudo orográfico formado por las estri-baciones orientales del Sistema Ibérico y por las sierrasmeridionales de las alineaciones costero-catalanas.

Las alturas máximas de este territorio se alcanzanen varios relieves amesetados como la Mola d’Ares (1.318m), la Mola del Vilà (1.315 m) y el Tossal de la Marina(1.232 m), y la menor altitud en el interior del Barranc dela Valltorta, aguas abajo de La Saltadora (210 m.s.n.m.).Esta diferencia altitudinal permite la existencia en uncorto recorrido de variados ecosistemas pertenecientes alos pisos termo, meso y supramediterráneo. Durante laPrehistoria esta diversidad paisajística, consecuencia dela orografía, debió constituir un factor fundamental para elestablecimiento de grupos cazadores recolectores e inclu-so ganaderos por el potencial que entraña el acceso arecursos diversos en un corto recorrido.

Todo el territorio se articula en torno a tres cuencashidrográficas. Al norte de las cimas más elevadas losbarrancos vierten al Bergantes, afluente del Ebro. Al surlo hacen a la Rambla Carbonera, afluente del Millars, y ala Rambla de la Morellana y al Barranc Fondo, principa-les afluentes del Barranc de la Valltorta.

LA SALTADORA: UN CONJUNTO SINGULAR

DEL BARRANC DE LAVALLTORTA

Fig. 1. Barranc de La Valltorta con el Cingle de La Saltadora al fondo

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A pesar de que en este territorio se registran preci-pitaciones superiores a 600 mm anuales, la estructurageológica no permite el desarrollo de una escorrentía per-manente. El agua superficial es escasa en el Riu de lesCoves y se localiza en tramos separados por amplios espa-cios secos. Hay surgencias que mantienen una ciertaescorrentía en su curso alto, en el Barranc de Sant Miquel;y un segundo punto con agua permanente justo a los piesde La Saltadora en los denominados Tolls del Puntal, peroel tramo de mayor escorrentía se localiza dos kilómetrosaguas abajo de La Saltadora donde La Valltorta se abre alvalle de Les Coves y recibe las aguas del Riu Segarra.

La Valltorta fue descrita como “unidad geográfica”a partir del descubrimiento de sus pinturas rupestres elaño 1917 (Obermaier y Wernert, 1919). Ese mismo añoL’Institut d´Estudis Catalans, a través del Servei Geogràficde la Mancomunitat, realizó la primera topografía delbarranco con la localización de los abrigos conocidos y losprincipales yacimientos arqueológicos. A partir de estostrabajos se generalizó una visión de La Valltorta relativa-mente aislada del contexto más amplio de la cuenca delRiu de Les Coves. Bajo la denominación de La Valltorta seconocen los siete kilómetros comprendidos entreMontegordo y el Valle de Les Coves de Vinromà, entre lascotas de 420 y 210 metros, que atraviesan los términosmunicipales de Tírig, Albocàsser y Les Coves de Vinromà(Albert et al, 1976; Ullastre-Martorell, 1978).

La Saltadora es uno de los parajes de “mayor fuer-za” del Barranc de La Valltorta (Fig. 2). Se trata de unalarga pared rocosa orientada a poniente, de más de 200metros de longitud, abierta en la parta alta de la margen

izquierda del barranco. Sus dimensiones y el color ana-ranjado de sus paredes la hacen muy visible desde buenaparte del entorno, especialmente en los desplazamientosque transcurran desde el Oeste hacia el Este.

La particularidad del enclave se ve reforzada por laabundancia de agua y por la monumentalidad de los relie-ves inmediatos. Frente al Cingle de la Saltadora, a suderecha, se localiza el Cingle de L´Aigua. El topónimopuede tener su origen en la existencia de una fuente a lospies del cinto y también en el salto de agua que debió pro-vocar el Barranc de la Rabossa que vierte a La Valltortaformando una auténtica cascada, actualmente seca dadala escasez de precipitaciones. El mismo efecto debió pro-vocar un pequeño barranco que vertía sus aguas albarranco en los propios cintos de La Saltadora, que expli-ca el topónimo de este lugar, y del que quedan como tes-timonio coladas de barro carbonatado en un largo tramode sus paredes. El agua abunda también en el lecho delbarranco, en Els Tolls del Puntal, uno de los puntos deaguada más seguros de todo el entorno (Fig. 3).

Frente a La Saltadora, a su izquierda, se alza elPuntal, delimitado por el Barranc de Matamoros y el pro-pio curso de La Valltorta. Visto desde La Saltadora elPuntal se percibe como una larga península que apuntahacia la concavidad de la ladera donde se abren los abri-gos pintados.

La vegetación también distingue a este emplaza-miento. En este sector del barranco todavía se conservanretazos de las formaciones originales del carrascal litoraltermófilo (Rubio longifoliae-Quercetum rotundifoliae) enlos que predomina la encina (Quercus rotundifolia). Esta

Fig. 2. Vista del Cingle de La Saltadora desde el fondo del barranco

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19LA SALTADORA: UN CONJUNTO SINGULAR DEL BARRANC DE LA VALLTORTA

formación ha adquirido una cierta madurez en la laderasituada al pie de los abrigos de La Saltadora, dondeencontramos ejemplares adultos de encina (Quercus rotun-difolia) acompañados por palmitos (Chamaerops humi-llis), lentiscos (Pistacea lentiscus), sabinas (Juniperusphoenicea), labiérnagos (Phillirea sp) y lianas como la zar-zaparrilla (Smilax aspera) y la madreselva (Lonicera sp).En el fondo del barranco se conservan numerosos ejem-plares de boj (Buxus sempervivens), que tienden a ser másabundantes en las laderas de umbría, y que forman unautentico bosquete en las laderas norte del Puntal y de LaBastida.

Estos factores geográficos: la orografía monumen-tal, la abundancia de agua y la riqueza biológica, patenteen la actualidad por la variedad botánica persistente en unentorno muy antropizado, pudieron condicionar en algunamedida la elección de este lugar como escenario paraplasmar las numerosas pinturas rupestres hoy conserva-das.

Pero hay otros posibles factores que no queremosdejar de mencionar. El núcleo de La Saltadora se percibecomo un lugar cerrado en sí mismo, sobre todo como con-secuencia de su accidentada topografía, pero tambiénpodemos describirlo como una encrucijada de caminos,dado que allí confluyen el Barranc de Matamoros, queconstituye un camino de acceso hacia la Serra d’enGalcerán y los llanos de Albocàsser, y el propio Barrancde La Valltorta por el que podemos ascender hacia el nor-oeste en dirección al valle de Catí.

No obstante una aproximación más completa a esteaspecto ha de fundamentarse en información arqueológi-

ca, en la actualidad todavía muy parcial. Buena parte delos trabajos arqueológicos desarrollados por el Institutd´Estudis Catalans tuvieron lugar en cavidades localiza-das en el entorno inmediato de los abrigos de LaSaltadora: la Cova de la Rabosa o dels Melons, el Forat deL’Estaró, la Cova de la Pipa y la Cova Gran del Puntal.

Durante muchos años la secuencia arqueológica defi-nida en la Cova de la Rabosa, reconstruida por MartínAlmagro (Almagro, 1944) a partir de los diarios de excava-ciones de M. Pallarés, constituyó el referente arqueológicosobre el poblamiento prehistórico del Barranc de la Valltortaatribuido de forma reiterada a los periodos Neolítico yEneolítico. En esta misma dirección apuntaban los abun-dantes materiales líticos recogidos en Els Planells, como eldel Puntal. La abundancia de microburiles en estos yaci-mientos al aire libre llevarían a otros autores (Maluquer,1938; Martín Almagro, 1944) a plantear un poblamientomesolítico. Décadas después, Mª José de Val reestudio estasindustrias y llegó a la conclusión de que estos yacimientos,en los que se identifican unos rasgos comunes, como la coe-xistencia de foliáceos con microburiles y la abundancia derestos de talla, son testimonio de la perduración de elemen-tos epipaleolíticos en contextos avanzados del Neolítico oincluso del Eneolítico (De Val, 1977).

En esas mismas fechas, las excavaciones del SIAPen el Cingle de l’Ermità, en el Barranc de la Valltorta,pusieron de manifiesto la existencia de poblamiento, almenos, desde el Mesolítico (Gusi, 1975).

Los trabajos desarrollados por el Instituto de ArteRupestre en la cuenca de La Valltorta han venido ademostrar que el poblamiento de la zona se remonta amomentos anteriores al Epipaleolítico antiguo (Fernándezet al., 2002). En yacimientos como Sant Joan Nepomucenose ha recuperado una industria de componente laminaradscrita a la facies Sant Gregori (García Robles, 2003), yexisten otros yacimientos al aire libre, con abundantesmuescas y denticulados, que no dudamos en atribuir a lafacies macrolítica del Epipaleolítico, bien representada enyacimientos del Bajo Aragón (Utrilla y Rodanes, 2003).Para el Mesolítico reciente y el Neolítico antiguo conta-mos con más evidencias: el Abrigo del Mas de Martí con-tiene una secuencia con niveles mesolíticos y neolíticos(Fernández et al., 2005) y otros yacimientos al aire librecomo el Mas Vell, el Mas de Martí de Sant Pau y el Masde Sanç también han proporcionado materiales de estascronologías (Fernández et al., 2002). Se confirma así lovisto para entornos inmediatos como el de Ares delMaestrat, donde las excavaciones de Cova Fosca y elCingle del Mas Nou evidenciaron una presencia humanapermanente desde el Magdaleniense superior.

Fig. 3. Abrigos de La Saltadora desde els Tolls del Puntal

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Si la secuencia arqueológica comienza a perfilarse apartir de los trabajos desarrollados en las últimas décadas,todavía persiste mucha incertidumbre a la hora de relacio-nar estas fases con las numerosas pinturas existentes, paralas que ya hemos propuesto una primera ordenaciónsecuencial, en la que La Saltadora juega un papel destaca-do.

En efecto, la importancia de La Saltadora en ladefinición de la secuencia artística de La Valltorta esdoble: como núcleo central del sector del barranco en elque hay un número mayor de conjuntos pintados y, dentrode este espacio, como lugar en el que se concentra unmayor número de motivos. La Saltadora forma un conti-nuum con los conjuntos de Mas d’en Josep, la Cova Altadel Llidoner, Calçades del Mata y el grupo del Puntal, conlos que mantiene una comunicación visual. Dentro de estegrupo es el que cierra por el sur la dispersión de abrigospintados de La Valltorta, ya que aguas abajo de sus cintosno se han localizado pinturas rupestres, a pesar de existircavidades susceptibles de poder haberse usado en untramo del barranco de varios kilómetros.

La Saltadora fue uno de los últimos conjuntos en des-cubrirse durante el invierno del año 1917. Como ya se hadescrito en numerosas ocasiones, tras el descubrimiento dela Cova dels Cavalls Albert Roda amplió sus prospeccionesen la zona SE del Barranco, donde localizó nuevos conjun-tos, entre ellos Coves de la Saltadora (Fig. 4).

Según describe el propio Obermaier (Obermaier yWernert, 1919) en los primeros días de abril el equipobarcelonés dirigido por F. Martorell y J. Colominas se hizocargo del estudio de estos últimos hallazgos. A este equi-po se incorporó Juan Cabré, quien años después describeesta circunstancia en los siguientes términos:

“… al descubrir a los pocos días ambos señoresotras estaciones de arte rupestre, entre ellas la denomina-da La Saltadora, escriben a dicho ilustre prócer (Marquésde Cerralbo) comunicándole el hallazgo y diciéndole que aél sólo, exclusivamente, le reservan el estudio, no comoPresidente de la Comisión de InvestigacionesPaleontológicas y Prehistóricas, sino como investigador, elque aceptó, delegando en el que suscribe, para llevar aefecto la copia de sus pinturas...

Desde Barcelona hice el viaje con una nueva comi-sión que eligió el Institut d´Estudis Catalans para queampliase los estudios que hizo la primera, integrada por D.Francisco Martorell, como Director, D. José Colominas, D.Matias Pallarés y D. Francisco Pons, éste último comoayudante artístico.

Durante el trayecto hube de resolver amigablementecon los señores de Barcelona la cuestión de la prioridad delos nuevos descubrimientos objeto de mi viaje, para estudiarsus pinturas de común acuerdo y el señor Martorell meexpuso, con una alteza de miras que tanto le honra y lecaracteriza, que respetaría el que yo copiase primero las

Fig. 4. Fotografía tomada en La Saltadora en abril de 1917. En primer plano, Albert Roda

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pictografías de las nuevas y principales estaciones y que, asu vez, esperaría algún tiempo prudencial para que laspublicase el Marqués de Cerralbo, y que pasado éste, reca-baría el derecho de publicarlas el Institut d´EstudisCatalans, si así lo acordase…” (Cabré 1923, p. 3 ).

Según extracto del diario de Cabré, éste copia LaSaltadora entre la tarde del día 5 –Jueves Santo– y lamañana del martes día 10 de abril de 1917 (Fig. 5).Terminados su estudios en la Valltorta presentó los resul-tados en el Congreso de la Asociación Española para elprogreso de las Ciencias, celebrado en Sevilla en el mesde mayo de ese mismo año (Obermaier y Wernert, 1917).

El equipo de l’Institut d’Estudis Catalans, ademásde realizar la topografía del barranco y la prospección yexcavación de yacimientos, realizaron el calco y estudiode las pinturas rupestres de los abrigos descubiertos porRoda en el sector SE, tal y como acordaron conObermaier, aunque solamente publicaron algunas figurasaisladas. Los calcos realizados pasaron a engrosar los fon-dos del Museu Arqueològic de Barcelona, siendo utiliza-dos en posteriores publicaciones.

No sabemos en qué medida estas demoras se debie-ron al compromiso que estos investigadores habían adqui-rido con Cabré, en el sentido de que fuera el Marqués deCerralbo el que publicara dichas investigaciones, peroCerralbo falleció el año 1922, y Cabré, con su paso alCentro de Estudios Históricos, se dedicó preferentementea otras tareas. Así, la suerte que corrieron las investiga-ciones de l’Institut d’Estudis Catalans en el núcleo SE deLa Valltorta se reflejan en las palabras de Durán iSampere: “Quan tots els calcs produits i tot el materialarqueològic estigué endreçat al Museu de Barcelona, nos’arribà a trobar l’hora del seu estudi i menys encara de laseva publicació” (Durán i Sampere, 1961).

De este modo, tras aquellos trabajos pioneros en LaValltorta, La Saltadora quedó relegada al desconocimien-to, ya que tan solo se publicaron algunas referencias afiguras de este conjunto en la obra de Obermaier yWernert y en la escueta nota del anuario de l’Institutd’Estudis Catalans (Durán y Pallarés, 1915-1920)

Tras estos primeros estudios, se produce un parén-tesis de más de cuarenta años en los que se publican esca-sos trabajos relativos a La Saltadora. De este periodo tansólo podemos hacer referencia a las breves notas publica-das por Porcar, centradas en la descripción iconográfica ytemática de los temas levantinos. El autor se sirve de laspinturas de La Saltadora y de otros conjuntos de LaValltorta como nexo de unión con las pinturas del núcleode Ares del Maestrat (Porcar, 1932; 1934; 1945a y 1945b).

Fig. 5. Arquero herido del abrigo VII de La Saltadora. a) Imagen tomada porJuan Cabré el año 1917. b) Calco realizado por Obermaier y Wernet. c) Imagende la figura tomada el año 1977

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b

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Durante este periodo de tiempo se produce unimportante deterioro de las pinturas. Ya en los años vein-te Cabré publicó un trabajo donde se refiere a la desapa-rición de algunas pinturas de La Valltorta (Figs. 5a, b y c).Conviene recordar que hasta el año 1942 La Valltortacarece de vigilancia y que en esta fecha toda su custodiarecae en la persona de Serafí Adell, que se esfuerza enproteger el conjunto con muy mermados medios. En elcaso de La Saltadora, además del arrancado de motivos, seproduce la acumulación de graffitis y el perfilado en negrode algunas figuras, como los ciervos de la unidad l.A delabrigo VIII.

A finales de los sesenta, se retoman los estudios enla zona y La Saltadora es objeto de atención por parte deinvestigadores como Beltrán y Ripoll. Es precisamenteeste último quien, dentro de un programa de investigacióny publicaciones iniciado por l’Institut de Prehistòria iArqueologia de la Diputació de Barcelona y financiado engran parte por la Wenner-Green Foundation forAnthropological Research, procedió al estudio de LaSaltadora con el propósito de plasmar sus resultados enuna monografía, de la que finalmente y por circunstanciasajenas al autor tan sólo se distribuyó un extracto (Ripoll,1970). En él, Ripoll se centra fundamentalmente en ladescripción estilística de algunas de las figuras que com-ponen La Saltadora, así como en la explicación de lascomposiciones que conforman las distintas cavidades,basándose en los calcos realizados en los primeros traba-jos de L’Institut durante 1917-1920 y que, en su mayoría,habían quedado inéditos. Este trabajo se configura final-mente como una mera puesta en conocimiento de las figu-ras y de la posible relación escénica entre ellas, ya que noelabora un estudio temático y estilístico previo que funda-mente las conclusiones extraídas en torno a la composi-ción.

Es a partir de estos momentos cuando encontramosreferencias a La Saltadora en obras de diversa índole, biencomo elemento comparativo y base de ejemplificación entorno a diversos aspectos, como son principalmente elestilo, la temática o la composición, bien como referenciasparciales de la totalidad del conjunto en obras de consul-ta o en monografías sobre el Arte Levantino, en las que sehace especial hincapié en el inventario y descripción delas figuras que componen los abrigos conocidos hasta elmomento.

Un análisis bibliométrico de dichas obras, y másconcretamente de aquellas centradas en abrigos con ArteRupestre Levantino (López Montalvo, 2000), nos ha per-mitido establecer ciertas pautas en el tratamiento de La

Saltadora y la distinción de tres grandes categorías: por unlado, citas comparativas en las que al estudiar un conjun-to rupestre determinado se recurre a La Saltadora comoelemento comparativo en alguno de los aspectos estilísti-cos, de composición o temáticos. Por otro, citas en las queLa Saltadora aparece como ejemplo de aspectos temáticosespecíficos dentro del estudio del Arte Levantino. Por últi-mo, citas sectoriales en las que se hace breve referencia alconjunto, estudiando tan sólo de forma somera su ubica-ción, descripción y enumeración de figuras, fundamental-mente por conferirse en elemento relevante de cara alestudio general del Arte Levantino. En este sentido, mere-cen especial atención los trabajos de R. Viñas en la zonade La Valltorta en particular y en el Maestrazgo en gene-ral. A principios de la década de los ochenta publicó esteinvestigador una monografía sobre el Barranc de LaValltorta (Viñas, 1982), donde se intenta recopilar la infor-mación existente sobre los abrigos rupestres que lo con-forman, aportando, a su vez, nuevos datos de los estudiosque bien solo, bien en colaboración, venía realizandodesde finales de los setenta en la zona (Viñas 1979-80;etc,). Estos trabajos fueron un intento de puesta al día delos estudios de los abrigos existentes en la zona, lo queimpidió, al mismo tiempo, un tratamiento pormenorizadode cada uno de ellos. A pesar de las objeciones que pudie-ran hacerse, puesto que son numerosas las figuras, temaso problemas que quedaron sin estudiar, se trata de unaobra de obligada referencia en el análisis del núcleo de LaValltorta y cumplió sobradamente los objetivos que sehabía propuesto.

De esta forma, y a pesar de ser considerado uno delos conjuntos más relevantes del Levante, por la diversi-dad y número de figuras, si nos detenemos brevemente enel tratamiento que ha tenido en la bibliografía, observa-mos que carece de un estudio definitivo que trate en pro-fundidad un análisis de conjunto.

Esta situación no es exclusiva de La Saltadora,sino que se inserta en la dinámica que sufren la mayorparte de los conjuntos levantinos peninsulares. Así, losestudios realizados sobre el Arte Levantino en nuestropaís –y un ejemplo claro de ello es La Saltadora– se hancentrado fundamentalmente en la descripción de las figu-ras y en el inventario de conjuntos. Esta descripción,necesaria en todos y cada uno de los trabajos como pasoprevio al análisis de conjunto, ha dejado de ser la antesa-la del estudio estilístico y de la composición, para confi-gurarse en el objetivo principal de infinidad de trabajospublicados hasta el momento.

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Este apartado se ha realizado tomando comounidad básica de descripción el abrigo, dando cuentade las divisiones topográficas mayores y menores queen su seno se han establecido: cavidades y unidades.La nomenclatura que se utiliza en los distintos apar-tados recurre al uso de cifras romanas para la indica-ción del abrigo, a cifras árabes para el número de lacavidad y a letras para distinguir las diversas unida-des. Al no existir ninguna publicación que haya abor-dado previamente de manera sistemática la descrip-ción de los motivos, la numeración sigue un orden deizquierda a derecha y de parte superior a inferior,recurriendo al uso de letras minúsculas en aquelloscasos en los que la entidad del pigmento y el grado deconservación impiden afirmar que se trate de temasindependientes.

En la descripción se incluyen, cuando esnecesario, aspectos relacionados con la obtención delcalco que explican los problemas relacionados con lairregularidad del soporte o el grado de conservacióndel motivo.

Los calcos que acompañan la descripción sehan presentado en tamaño natural siempre que susdimensiones lo han permitido. En los demás casos,todos aquellos en los que las figuras son de ciertotamaño, se ha recurrido a reproducirlas a un 75 o un50 % de su tamaño. En todos los casos la escalaacompaña al calco.

La lectura sintética del soporte se ofrece, yasea en este apartado ya en el dedicado a la composi-ción, únicamente en aquellos casos en los que expli-ca la lectura del motivo o incide en el sentido narra-tivo de la acción descrita. La restitución espacial delos paneles sigue los criterios metodológicos descritosen anteriores trabajos, de manera que ofrecemos ladistribución espacial de figuras en cada una de lascavidades. De este modo, para obtener una visión deconjunto, el lector debe recurrir a los croquis de dis-tribución de cada uno de los abrigos.

El color, para el que hemos seguido la con-vención Munsell, se ofrece, junto con la relación com-pleta de figuras y su identificación, en un cuadroresumen dedicado a cada uno de los abrigos en elAnexo II (Cuadro 1, 2 y 3).

INVENTARIO Y DESCRIPCIÓN DE LOSMOTIVOS PINTADOS

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ANÁLISIS INTERNO DE LA COMPOSICIÓN Y ELESTILO

El tratamiento por separado de la composición y el usodel espacio y del estilo resulta un recurso expositivo encierto modo artificioso, pues es bien sabido que en ladelimitación de las distintas composiciones escénicas elestilo de las representaciones resulta uno de los elemen-tos determinantes. Nosotros optamos, sin embargo, poresa solución para no complicar excesivamente la discu-sión, mezclando factores espaciales y temáticos con otrosmás estrictamente estilísticos, lo que no implica que losdos campos de análisis no hayan sido considerados con-juntamente a la hora de formular las propuestas de losdos apartados. En las líneas que siguen dedicaremos, portanto, un primer apartado al estudio de la composición yel uso del espacio en las distintas unidades topográficas,para dar seguidamente paso a una propuesta de síntesissobre la agrupación en distintos horizontes de las figurashumanas y animales cuyo grado de conservación permiteuna propuesta de este tipo.

LA COMPOSICIÓN Y EL USO DEL ESPACIO GRÁFICOEl importante conjunto de la Saltadora se puede estruc-

turar en dos grandes sectores, el Norte, que incluye loscinco primeros abrigos, y el Sur, en el que se integran loscuatro restantes (Fig. 1). Los abrigos VII, VIII y IX de laSaltadora presentan unas condiciones de conservaciónbastante buenas para su documentación y estudio. No esasí en el abrigo VI, con el que se completaría el estudio deeste sector. Aquí, la necesidad de una intervención previade limpieza que garantizase la calidad de los calcos a obte-ner nos ha llevado a postergar su estudio al momento en elque también se aborde la limpieza de los abrigos del SectorNorte, notablemente afectados por la deposición de unapelícula de barro que dificulta tremendamente la visión delos temas pintados.

A pesar de que nuestro estudio se centra en unaparte de los abrigos de Saltadora, es importante señalarque estamos ante un conjunto rupestre levantino de unaexcepcionalidad incuestionable. No sólo se trata de ladimensión global de la superficie decorada, sino de suimponente posición en el paisaje, con un claro dominiosobre un amplio tramo del cauce del Barranco que permi-te a su vez la reciprocidad visual con otros conjuntos deco-rados de menor entidad, como el Cingle del Mas d´en Josepo el grupo de Covetes del Puntal (Fig. 2a-c). Sin duda, elcarácter abierto de esta formación rocosa y la proyección

ESTUDIO DE LACOMPOSICIÓN Y

EL ESTILO

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de una potente plataforma natural poco accidentada debiófavorecer la consideración de este conjunto como lugar derepresentación, máxime si tenemos en cuenta que laamplitud del espacio favorecería igualmente la reunión degrupos más o menos numerosos.

Es posible que estas variables topográficas, juntocon otras motivaciones que probablemente se nos escapen

y la existencia misma de una caída de agua que da nom-bre al conjunto, justifiquen el uso reiterado de este espa-cio como lugar de representación. La variedad en el estiloy técnica de los motivos, así como las variantes temáticasrepresentadas, apuntan en este sentido, y nos obligan aconsiderar a La Saltadora como un punto reiteradamentefrecuentado a lo largo de la secuencia levantina.

102 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Fig. 1. La imagen superior muestra la planta, secciones y perfil del Sector Sur de La Saltadora. En la inferior se indica la distribución de las distintas cavidades enlos abrigos analizados (a partir de Viñas, 1982)

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De manera similar a como se ha señalado para elArte Paleolítico (Vialou, 1986), la propia estructura físicade los abrigos nos advierte de la dificultad de trazar mode-los pautados o normativos en el uso del espacio gráfico, ynos obliga a considerar cada uno de estos lugares como unaunidad independiente de análisis a partir de su topografíaparticular. En nuestro discurso, por tanto, tendrá un pesoimportante la estructuración interna en unidades topográ-ficas de distinta entidad (abrigo, cavidad y unidad), quecaracterizamos siguiendo criterios anteriormente apunta-

dos (Domingo y López-Montalvo, 2002). Junto con esa estructuración interna, que no deja de

estar sometida a un arbitrio subjetivo, manejamos otro tipode variables, como la proyección topográfica de pared ycornisa, por su consideración como espacio gráfico poten-cial, así como los distintos grados de integración de losaccidentes del relieve en el discurso gráfico; o la propiaplataforma natural, por lo que su estructura puede suponerde cara a favorecer la posición y estabilidad de las perso-nas que participaron en el proceso de ejecución y, por

103ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 2. La situación topográfica de Coves de La Saltadora (a y c) ofrece un destacado control visual sobre el tramo del Barranco y el territorio más inmediato.Su posición permite mantener reciprocidad visual con conjuntos como Covetes del Puntal (b) o Mas d´en Josep

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c

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tanto, su posible influencia dentro de la selección de pun-tos de representación preferentes o destacados.

La conjugación de estas variables en cada uno de losestadios figurativos nos ha permitido delimitar ciertas ten-dencias en la concepción del espacio y la integración signi-ficativa del soporte a lo largo de la secuencia artística delnúcleo Valltorta-Gassulla (López Montalvo, 2005 y e.p),toda vez que no parece dibujarse un patrón de actuaciónprevisible que permita, por el momento, afirmar la existen-cia de una consideración normativa del espacio gráfico encada uno de los horizontes estilísticos propuestos.

La valoración del uso del espacio gráfico que avan-zamos en estas páginas se limita al estudio exclusivo delos tres abrigos que cierran el Sector Sur de La Saltadora.Nuestras conclusiones, por tanto, serán parciales y signi-ficativas en la medida que se ciñen al análisis de tres abri-gos yuxtapuestos que pueden, en base a sus diferenciastopográficas, apuntar ciertas pautas de uso y estimacióndel espacio gráfico potencial.

Si tenemos en cuenta la estructura física del espa-cio que delimitan estos tres abrigos del Sector Sur, apre-ciamos diferencias considerables entre el abrigo VII, porun lado, y el VIII y IX, por otro. El primero se caracterizapor la ausencia de una visera prominente y por la escasaconcavidad de la pared a lo largo de los casi diez metrosen los que se desarrolla, lo que potencia la desprotecciónde pinturas y soporte frente a las inclemencias climáticas(Fig. 3). Los abrigos VIII y IX, por el contrario, dibujanuna estructura cóncava, más marcada en el caso del VIII,que favorece la proyección de una ligera visera que pro-bablemente ha mediado en la mejor conservación de laspinturas localizadas en estos puntos (Fig. 4 y 5)

La plataforma que recorre el Sector Sur se caracte-riza por un relieve poco escarpado, que apenas marca undesnivel en puntos concretos que se corresponderían conla cavidad VII.1, en la que apreciamos una marcada ele-vación, con el abrigo VIII, donde nos topamos con distin-tos niveles escalonados, y finalmente con el abrigo IX, enel que una brusca ruptura divide la plataforma en dosniveles elevados que jalonan una pequeña depresión.

La distribución espacial de la decoración muestrauna concentración significativa en los puntos correspon-dientes a la zona media-inferior de las distintas cavidadesdel abrigo VII, evitando así la zona más escarpada que dainicio a un ligero saliente que las corona. En ningún casola posición de las figuras excede el margen superior deejecución que obligaría al uso de algún tipo de alzamien-to, situándose por lo general en niveles que se correspon-derían con posiciones cómodas, que oscilarían desde lapostura erguida (motivos situados en la unidad VII.1 y

104 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Fig. 3. Abrigo VII

Fig. 4. Abrigo VIII

Fig. 5. Abrigo IX

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VII.3.A) a la sedente o en cuclillas del resto de motivosque se reparten a lo largo del abrigo.

Estas pautas de selección del espacio relacionadascon la disposición frente a la pared durante el proceso deejecución vuelven a apreciarse en los abrigos VIII y IX, enlos que la franja espacial de representación se reitera enrelación a posturas cómodas que aportarían estabilidad yafianzamiento, si bien en estos dos abrigos, especialmenteen el IX, se recuperan los espacios más elevados, y es enestos puntos donde representan las figuras de mayor tama-ño (abrigo IX) o las escenas más complejas. De este modo,la plataforma escalonada que circunda la estructura cón-cava del abrigo VIII actúa como base para alcanzar losniveles más elevados, donde se sitúa la única escena com-prensible y compleja desde el punto de vista del número defiguras y fases que la conforman (motivos 2-12.VIII).

Si bien éste es un comportamiento que resulta gene-ralizado en la mayor parte de los abrigos analizados hastael momento en la zona, es por ello que resultan especial-mente significativos los momentos puntuales en los que seaprecia un cambio de tendencia, y en los que se seleccio-nan puntos de representación que exceden el margensuperior de representación, bien por encima o en la propiacornisa, que en muchos casos se apunta como un límitetopográfico al desarrollo gráfico, bien en niveles que supe-ran los dos metros de altura y que, en consecuencia, reque-rirían del uso de algún tipo de alzamiento poco improvisa-do, a modo de escala o andamio. Estas pautas se observanen los primeros abrigos de La Saltadora, en el Sector Norte,donde grandes figuras humanas (Viñas, 1980: 18) y ani-males ocupan puntos que se elevan por encima del nivel dela cornisa, excediendo los dos metros de altura. Esa mismadeterminación en el uso del espacio se observa en otrosconjuntos próximos, como en el Cingle de la Mola Remigia,donde junto al uso reiterado de los puntos correspondien-tes a la cornisa (abrigo VI) nos topamos con la representa-ción de un gran bóvido que ocupa un nivel superior a los2,50 m de altura y que, sin duda, necesitó de algún alza-miento que facilitara el acceso, estabilidad y precisión a lapersona que lo representó.

Hasta el momento, y a partir de nuestros estudios enla zona, las ocasiones en que documentamos el uso excep-cional de estos niveles asociados necesariamente alempleo de escalas o andamios se corresponden con larepresentación de grandes figuras, animales o humanas,que por su tamaño y posición dentro del conjunto sugieren,entre otras motivaciones posibles, el deseo de que pudie-ran ser avistados desde mayor distancia. Una situación queahora, con la pérdida de la intensidad del pigmento, resul-ta difícil de imaginar. Sin duda la selección de estos espa-

cios deja poca cabida a la improvisación e incide directa-mente en el modo en que se concibió el espacio de repre-sentación y su posible funcionalidad.

El hecho de haber tratado anteriormente estos yotros aspectos (López Montalvo, 2005 y e.p; Villaverde,2005) relativos al uso del espacio gráfico nos exime demayores comentarios al respecto, pero nos permite reinci-dir en el interés que suscita, de cara a configurar lasecuencia regional, trazar valoraciones que contemplenconjuntamente variables espaciales y estilísticas como unmodo de avanzar en la consideración que se tuvo de estosespacios como lugar de representación.

Junto con la distribución de la decoración en el ejevertical de representación que acabamos de comentar, ycentrándonos nuevamente en el Sector Sur, cabe reseñarigualmente la densidad decorativa que se sucede en lostres abrigos tratados, de la que podemos señalar puntos conuna alta concentración de figuras frente a otros donde ladensidad decorativa desciende drásticamente o, incluso,carecen de contenido artístico, aunque, como ocurre en lacavidad IX.1, no descartamos que esta ausencia sea con-secuencia de la alteración que muestra el soporte.

Es el abrigo VII el que concentra un mayor númerode representaciones a lo largo de las distintas cavidadesque lo conforman y que se suceden yuxtapuestas en lahorizontal, brevemente separadas por estalagmitas osalientes de mayor o menor entidad. Esta concentracióndecorativa no solo resulta significativa por el número derepresentaciones –un total de 99 motivos frente a los 34del abrigo VIII o los 20 del IX– sino porque en sus pane-les están representadas todas las variantes señaladas en eldiseño de la figura humana, a la vez que aporta nuevos for-matos cuya entidad como horizonte artístico solamentepodrá ser definida a medida que avancen nuestros estudiosen la zona.

El número de representaciones y su variedad formal ytemática remite a un uso reiterado y preferencial de estos pun-tos concretos como espacio de representación a lo largo de lasecuencia, aun a expensas de que esa concentración merme laclaridad expositiva y la lectura narrativa de las escenas.

Estos condicionantes pueden contrastarse perfecta-mente en la unidad VII.2.A, aunque sospechamos queotros puntos de este abrigo, como la unidad VII.1.A-B,podrían apuntar una concentración semejante, a pesar deque es evidente que la alteración del soporte como conse-cuencia de una potente colada ha mermado la conserva-ción de la decoración original.

En la segunda unidad del abrigo VII observamosuna concentración destacada de un total de 53 motivos enun espacio que apenas alcanza los 110 cm en su

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desarrollo horizontal. La distribución de las figuras gravitaen torno a bandas que se suceden en la vertical, delimita-das por una franja aparentemente vacía de contenido, sinque estemos en condiciones de afirmar que esta divisiónsea a priori producto de los condicionantes del soporte.

En la zona superior, la densidad de motivos, tiposformales y temáticas generan una cierta sensación de caosespacial y una gran complejidad en la lectura y desarrollográfico de las escenas, que se solapan reiteradamente en elespacio, sin que en muchos casos seamos capaces de dis-cernir con total seguridad qué motivos participan de quénarración. La determinación en el uso de estos espacios sehace más evidente si cabe al observar la representación denuevas figuras en puntos que previamente ocupaban otrasmás antiguas, como es el caso de la relación que mantie-nen el arquero 26.VII y la representación de una figura fle-chada que agrupamos como 28.VII. La dilatada secuenciade adición que da lugar a la agrupación de figuras de launidad VII.2.A no responde, como tendremos ocasión decontrastar en otros paneles del Sector Sur, a una voluntadreal de integración narrativa, o al menos esto no ocurre endeterminadas fases, por lo que resulta difícil valorar quétipo de motivación llevó a explotar de manera tan signifi-cativa este punto concreto del panel.

No obstante, la búsqueda de encuadre tan ajustadaque traducen algunos motivos no dejan lugar a dudas de lavoluntad de integrar gráficamente a estas figuras dentro delpanel, aunque con ello incidan en el margen espacial deotras escenas y provoquen una cierta ruptura de la coheren-cia narrativa y limpieza expositiva que las caracteriza.

La densidad o concentración decorativa disminuyesensiblemente en el resto de unidades que cierran el abri-go VII, con motivos aparentemente aislados (unidadVII.2.B) o escenas sencillas (unidad VII.3.A), que única-mente alcanzan mayor complejidad en la última unidad,donde el fuerte grado de alteración del soporte limita nues-tros comentarios en torno a su temática.

Frente al abrigo VII, la sensación que desprenden losdos restantes es bien distinta. No solo la densidad decorati-va es marcadamente menor, con 34 motivos en el abrigo VIIIy 20 en el IX, sino que su ordenación en el espacio respon-de a un planteamiento distinto en el que la estructura topo-gráfica ha tenido un papel destacado en la compartimenta-ción del espacio y la narración. Se trata, tanto en el abrigoVIII como en el IX, de composiciones sencillas, y aunquediacrónicas, son resultado de fases decorativas que tiendena la integración narrativa y espacial.

Si descendemos a un nivel de análisis más concre-to, uno de los aspectos que claramente desvela la reflexiónprevia de los grupos autores, en cuanto a las característi-

cas del espacio de representación, es el uso e integraciónsignificativa del soporte que se produce en determinadosmomentos y a lo largo de toda la secuencia. Como hemosanunciado al tratar el análisis de la distribución espacialde la decoración, no parece existir una normativa en cuan-to a la integración y uso de los accidentes del relieve, deello ya nos advierte la propia estructura de cada uno deestos conjuntos, diferente y única. Sin embargo, es evi-dente que estos espacios no son lienzos en blanco que des-aparecen bajo las figuras, sino que en ocasiones han juga-do un papel activo dentro de la representación y el senti-do narrativo figurado (López Montalvo, 2005 y e.p).

En el Sector Sur de La Saltadora el estudio de ladistribución de la decoración nos ha demostrado un usopuntual de las características físicas del espacio, en el quelos mismos accidentes que nos servían arbitrariamentepara delimitar las distintas estructuras topográficasactuaban a modo de márgenes imaginarios en el desarrolloespacial de composiciones y escenas. Pero el papel delrelieve excede en algunos casos su mera participacióncomo delimitador espacial. Su integración dentro delsentido gráfico-narrativo es evidente en algunas figuras delos tres abrigos analizados, principalmente por lo que serefiere al aprovechamiento de aquellos accidentes quepotencian y realzan la posición de algunos motivos dentrodel espacio gráfico. Este tipo de prácticas cobra especialsignificado en el abrigo IX, con un tratamiento destacadode la figura animal, que conjuga naturalismo y tamaño conla posición que ocupan en relación a la topografía delabrigo. El desfile de los grandes ciervos (8, 11-12 y 16) nosolo ocupa el nivel más alto, sino que en su disposición seadapta a una especie de friso oblicuo ascendente,delimitado en la zona inferior por una arista marcada queharía las veces de suelo. Sin duda es la representaciónsolitaria de la cabra 10.IX dentro de una hornacina detendencia elíptica el ejemplo que mejor justifica laintencionalidad en el aprovechamiento de accidentesremarcados con la intención de ensalzar, aislar oindividualizar a las figuras. Este tipo de tratamiento recaeprincipalmente en la representación animal, aunque nofaltan los ejemplos protagonizados por figuras humanas,como el que proporciona el arquero 72.VII, situado entredos estalagmitas que lo enmarcan claramente; una pautaque ya habíamos observado en la representación de losgrandes arqueros tipo Centelles en la Cova dels Cavalls(motivos 12a-c), donde incluso se recurría al recubrimientoparcial en un intento de ofrecer dos planos derepresentación distintos (Villaverde et al, 2002 a y b). Enambos casos parece evidente que, junto con la función derealce, el soporte formaría parte del sentido narrativo de la

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acción, a modo de estructura o escondite donde seapostarían estos personajes. Sin duda, esta afirmación esmucho menos problemática en el conjunto de Cavalls,puesto que la representación de Saltadora, debidoprobablemente a la alteración del soporte, se muestraaislada de cualquier narración evidente.

Otras valoraciones del uso significativo del soportedentro de la propia narración entrarían dentro del terrenode lo subjetivo, de manera que solamente un estudio pro-fundo en relación a los distintos formatos estilísticos de lazona nos permitiría delimitar posibles pautas o tendenciasen este sentido. Dentro del Sector Sur de Saltadora, algu-nos episodios de caza potencian el sentido de la tácticaempleada a partir de la situación de presa y cazador endos planos diferenciados reforzados por salientes más omenos prominentes del soporte: escena de caza entre elarquero 78.VII y el ciervo 79.VII; y la que protagonizanlos arqueros 14 y 15 con el cáprido 10.IX. En amboscasos, las depresiones, salientes o cambios de plano máso menos acusados simulan el contexto donde tiene lugar laacción, que algunos autores no han dudado en asociar alpaisaje más inmediato a las propias pinturas (Alonso yGrimal, 1989; Mateo Saura, 1999, etc).

Junto con estos, uno de los aspectos menos consi-derados en el Arte Levantino, que creemos observar en LaSaltadora, es la modificación voluntaria de irregularidadesdel soporte de cierta entidad que podríamos considerarcomo una “preparación” del soporte, de manera que sueliminación total o parcial favorece el planteamiento com-positivo al “despejar” el espacio de representación. Estapráctica es hasta cierto punto evidente en los nivelessuperiores del abrigo IX, donde se suceden una serie deestalagmitas muy pronunciadas que se interrumpen brus-camente en su extremo inferior, en lo que consideramosuna ruptura voluntaria con el claro objetivo de adecuar lasuperficie de representación en un espacio menos estruc-turado, que facilite de este modo no solo la representaciónsino también la continuidad del sentido narrativo descri-to. Algo parecido, pero afectando la base, se observa en lasegunda unidad del abrigo VII.

De ser cierta esta observación, que sin duda tendre-mos que contrastar en otros conjuntos de la zona, estecomportamiento no hace sino confirmar las ideas quehabíamos avanzado al comenzar este apartado y quevuelven a cuestionar el grado de aleatoriedad que a prio-ri parecía explicar la distribución de las representacio-nes levantinas en el espacio gráfico. La posible modifi-cación de la estructura física de los abrigos reincide enla idea de la existencia de una cierta determinación, o almenos elección, en el uso del espacio y la existencia de

unos criterios de selección que, sin duda, debemos con-seguir delimitar en futuros trabajos y que nos ayudarán acompletar la caracterización de cada uno de los horizontesartísticos de este ámbito levantino.

ABRIGO VIISus cerca de diez metros de longitud quedan delimi-

tados por dos coladas estalagmíticas de cierta entidadque lo individualizan del resto. La ausencia de visera haprovocado el lavado superficial del soporte y la desapa-rición de un cierto número de motivos, reducidos a sim-ples manchas. Atendiendo a criterios topográficos esposible individualizar tres cavidades, como ya señalaraViñas (1982: 147), con sus respectivas unidades internas(Fig. 6). No obstante, como veremos a lo largo de estaslíneas, los cambios estructurales que en unas fases limi-tan el desarrollo escénico, en otras son excedidos sinalterarlo, lo que sin duda revela que nuestra subdivisióndel conjunto no necesariamente coincide con la concep-ción que tuvieron los pintores levantinos de la topografíade los emplazamientos analizados.

La primera cavidad, con un desarrollo longitudinal de215 cm, está integrada por dos unidades contiguas: 1.A(motivos 1 a 8) y 1.B (motivos 9 a 17), separadas por unacolada de cierta potencia. La segunda cavidad, de unos290 cm, se halla también integrada por dos unidades,2.A (motivos 18 a 70) y 2.B (71 a 77), entre las quemedia otra colada de menor entidad. Por último, la ter-cera cavidad, de unos 260 cm, muestra una superficiealgo más accidentada que permite individualizar hastacuatro unidades: 3.A (motivos 78 y 79), 3.B (motivos 80a 86), 3.C (motivos 87 a 90) y 3.D (motivos 92 a 99).

El análisis individualizado de las diversas unidadesfacilitará su comprensión, si bien es cierto que algúnhorizonte estilístico pudiera abarcar más de una cavidad.

Unidad VII.1.ASus 75 cm de anchura incluyen hasta cuatro agrupacio-

nes en las que predominan los restos informes. Tan solo enla primera, ubicada en la parte superior izquierda (motivos1 a 5), es posible observar un cuadrúpedo naturalista, tal vezun cáprido o un cérvido incompleto (motivos 4a y b), cuyaactitud de carrera, insinuada por la ligera extensión de lasextremidades posteriores, podría indicar su participación enuna escena desaparecida en la actualidad. El deterioro delresto de motivos nos exime de realizar un análisis composi-tivo o del uso del espacio más detenido, ya que no aportaríanada a la discusión del conjunto (Fig.7).

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Fig. 6. Croquis de la distribución espacial de motivos en el abrigo VII

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Unidades VII.1.A y VII.1.B

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Fig. 7. Unidades VII.1.A y VII.1.B

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Unidad VII.1.B Se documenta una única agrupación de figuras (moti-

vos 9 a 17), en la que la ausencia de unidad técnica, for-mal y escénica sugiere que nos encontramos ante un pro-ceso de adición compositiva. Su enorme deterioro quedapatente en el carácter incompleto de la mayor parte de lasfiguras y en la pérdida de intensidad de sus colores. Elcuadrúpedo 17, cuya mitad anterior se asemeja a la tona-lidad de los motivos 13 y 14 y la posterior a la del 15 y 16,pone en relieve que las diferencias cromáticas no siempreresultan indicativas de un cambio en la composición delpigmento, y por tanto producto de diversas fases, sino deun simple proceso de erosión diferencial. De este modo, elanálisis del color tendrá un escaso valor en la seriaciónestilística de esta agrupación y concederemos mayorimportancia a aspectos como el tamaño, la variación for-mal, la trayectoria y el grado de coherencia narrativa delas figuras en la individualización de diversos horizontesy unidades escénicas.

A partir del tamaño podemos dividir los motivos en dosagrupaciones. La primera, integrada por el bóvido 9, elarquero 11 y la flecha 12, corresponde a un tipo de figurasde cierta envergadura, pero que no guardan unacoherencia interna, ya que el bóvido es proporcionalmentemenor que el arquero y el supuesto dardo resulta asímismo desmesurado. Bóvido y arquero siguen trayectoriashorizontales enfrentadas que, al ubicarse en dos planosparalelos diferenciados, difícilmente permiten defender suvinculación escénica, por lo que se trata de tresrepresentaciones inconexas cuya lectura debemos efectuarde forma individualizada (Figs. 8 y 9). La figuración debóvidos aislados en el Arte Levantino es una constante(Domingo et al., 2003), pero no son tan frecuentes lasfiguras aisladas que corresponden al horizonte estilísticodel arquero 11. Se trata de un tipo humano característicode este núcleo geográfico, que rara vez se representa ensolitario, sino que suele integrar escenas en las que

Fig. 8. Agrupación de motivos 9-12.VII

12

11

10

9

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motivo 20 y, tal vez los motivos integrados por lasagrupaciones de restos 22 a 25 y 27-28, y 30 a 32). Noobstante, la disposición y la temática de los dos primeros,dos arqueros heridos por diversas flechas, no parececoncordar con una escena del tipo de las antes descritas,sugiriendo que estamos ante dos intervenciones distintasen las que se diseñan dos unidades temáticas y escénicasdiferenciadas. En cuanto al tercero, su analogía conrespecto a algunas figuras de la escena de marcha oencuentro del Abric de Centelles, sobre la que volveremosmás adelante, nos resultó sugerente para buscar unavinculación con el arquero 11. Sin embargo, la distanciaque media entre ambos motivos y la ausencia de restosentre ellos, que pudieran revelar la destrucción de unaantigua escena de marcha, obligan a descartar dichavinculación, al menos en el estado actual del panelanalizado. En consecuencia, se considerará al motivo 11como una figura aislada de arquero en marcha, con unadisposición destacada y elevada en el panel, queconcuerda con la distribución espacial de esas grandesescenas mencionadas. De hecho, la figura se encuentra enel punto de arranque de la plataforma que da paso a losabrigos VII y VIII y, aunque el desvanecimiento del colordificulta su visualización en la actualidad, lo cierto es queoriginalmente debió resultar cuando menos llamativa.

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interviene un número variable de individuos,especialmente cuando adopta una disposición de marcha.Como más adelante veremos al realizar la propuesta declasificación estilística de las figuras, sus paralelos máspróximos se encuentran en los abrigos de Centelles,Cavalls y Civil, con importantes composiciones escénicasen las que intervienen numerosos individuos. Perotampoco faltan otros ejemplos en los que, bien por pérdidade las figuras a las que inicialmente estuvieran asociados,bien por haberse representado solas, este tipo de figurasaparecen aisladas. Es el caso del Mas dels Ous, el Abricde la Belladona, o alguno de los abrigos del Sector Nortedel conjunto de Saltadora (Villaverde, Guillem y Martínez,2006, Viñas, 1980: 18). Si nos ceñimos a esta figura, laspautas de desarrollo gráfico características de este tipohumano observadas en otros conjuntos (Fig. 10), donde losaccidentes topográficos no limitan el desarrollo escénicode grandes agrupaciones de individuos que recorrenextensas superficies en actitud de marcha (Domingo, 2005;López-Montalvo, 2005), nos llevaron a revisar lasagrupaciones inmediatas con el fin de determinar laposible vinculación de esta figura con alguna de lasubicadas en las cavidades adyacentes. En este sentido,algunas figuras de la cavidad VII.2 muestran los rasgosformales que definen a ese horizonte (fundamentalmente el

Fig. 9. Unidad VII.1.B (motivos 9 a 12)

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La segunda agrupación abarca los motivos 13 a 17(Figs. 11 y 12). Se trata de tres individuos y dos cuadrúpedos bastante coherentes en tamaño y trayectoria,lo que sugiere su asociación escénica, a pesar de que susdiferencias formales evidencien que la escena se ha con-cebido por acumulación. Los arqueros responden a dosconceptos formales diferenciados, ya que mientras los dosprimeros han sido efectuados en tinta plana (motivos 13 y14), el tercero (motivo 15a) es de trazo lineal. No obstante,el deterioro de los primeros dificulta la caracterización deltipo y, por tanto, su comparación con el resto de arquerosdocumentados en este núcleo. Su armamento resulta ilegi-ble, aunque no parecen dispuestos en actitud de disparo,sino de marcha. Sus trayectorias, ligeramente oblicuas des-cendentes, convergen hacia los cuadrúpedos reproducien-do un episodio de persecución de la presa herida. El enor-me deterioro que afecta a los dos cuadrúpedos impide tantola identificación de la especie, tal vez bóvidos a juzgar por

la excesiva prolongación de la cola del 16, como la carac-terización formal del tipo, fundamental para la secuencia-ción del Arte Levantino. La representación de los cazado-res en planos sub-paralelos de trayectorias ligeramenteconvergentes introduce una cierta profundidad de campoque confiere mayor realismo a la escena y parece reprodu-cir de forma implícita el relieve irregular del escenariodonde se realiza la persecución. Por otro lado, la diferenciade tamaños entre los cuadrúpedos 16 y 17 podría debersetanto al diseño de las figuras en perspectiva, lo que indica-ría que el cuadrúpedo 17 se halla a mayor distancia, comoa una evocación de diferencias de edad, que implicaría larepresentación de un animal joven y otro adulto. Frente alos individuos 13 y 14, el arquero 15a se dispone a la carre-ra y su trayectoria no converge hacia las presas sino quetranscurre paralela a ellas, lo que nos hace dudar acerca desu vinculación escénica, a no ser que su objetivo sea el deinterceptar la trayectoria de ambos cuadrúpedos.

Fig. 10. Escena del Abric de Centelles (Albocàsser, Castelló) (Guillem y Martínez, 2004)

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Fig. 12. Agrupación motivos 13-17.VII

Fig. 11. Unidad VII.1.B (motivos 13 a 17)

14

13

15a 15b

16

17

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Unidad VII.2.A

39a

39b

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Fig. 13. Unidad VII.2.A

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Unidad VII.2.ASe trata de una de las unidades más complejas de

toda La Saltadora, ya que en un espacio de apenas 180cm de longitud se documentan un total de 53 motivosque se agrupan sin configurar una unidad escénica(Figs. 13 y 14a). La concentración complica enorme-mente la identificación de escenas y horizontes estilísti-cos y, sin embargo, se evitan las superposiciones entrefiguras, que hubieran resultado de gran utilidad para elestablecimiento de la secuencia de ejecución. Esaausencia de superposiciones, cuando nos encontramosante una elevada concentración de motivos, formalmen-te tan dispares y sin vinculación escénica, sugiere quelas sucesivas intervenciones se realizaron cuando granparte de los motivos de las fases iniciales ya habían des-aparecido, lo que sin duda revela que el lapso temporalexistente entre cada una de ellas debió de ser importan-te. La existencia de un vacío gráfico en la parte mediadel panel permite individualizar dos grandes agrupacio-

nes: una superior (motivos 18 a 49) y otra inferior, quediscurre en lo esencial paralela a la anterior (motivos50 a 70).

Un total de 26 motivos integran la agrupación supe-rior, con un desarrollo eminentemente horizontal queviene a coincidir con una superficie irregular y ligera-mente cóncava, delimitada por dos concreciones latera-les y un ligero saliente en la parte superior (Fig. 14b).En ella se diferencian: un arquero flechado (motivo 20)y una figura humana, que identificamos con reservas,integrada por los restos 22, 23, 24, 25, 27 y 28; cuatrofiguras humanas (motivos 29, 37 y 46 y quizás la for-mada por los antiguos motivos 30 a 32, así como la 36y la 49), cuatro arqueros (motivos 26, 42, 47, 48), unaflecha (Motivo 19), un animal indeterminado (motivo43), dos jabalíes (motivos 44 y 45), cinco agrupacionesde trazos (motivos 35a-g, 38a-c, 40a-c), dos restos depigmento de aspecto puntiforme (motivos 34 y 39b) y

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Fig. 14a. Unidad VII.2.A

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restos de siete figuras indeterminadas (motivos 18, 21a-d, 33, 39a y 41). El elevado porcentaje de restos inde-terminados, por el mal estado de conservación, damuestra del enorme deterioro que ha sufrido el panel,por lo que la lectura espacial de los temas que configu-ran la agrupación puede inducirnos a interpretacioneserróneas. No obstante, la diversidad técnica y formal delas figuras que la integran sugiere, de entrada, que setrata del resultado de un proceso de adición, sin que laúnica superposición existente, la que se produce entrelas figuras 22 y 26, nos ayude a fijar el orden de incor-poración.

Atendiendo al color pueden establecerse tres agru-paciones: figuras de tonalidad rojiza, que oscilan entrelas gamas 7.5R, 3/6- 3/8, (motivos 20, 37 y 39 y lapequeña mancha localizada en torno al extremo superiordel motivo 22); figuras de tonalidad violácea, que semueven en las gamas 7.5 R, 2.5/4- 2.5/2, que engloba alresto de las representaciones excepto al motivo 48, queconstituye el único ejemplar pintado en negro. En cual-

quier caso, las variedades cromáticas engloban estilosde representación muy diversos, por lo que la relativahomogeneidad cromática de las figuras, unida a sucarácter incompleto, dificulta más que ayuda a la carac-terización de tipos y escenas. Tampoco el tamaño va aser significativo para el establecimiento de la secuen-cia, aunque nos parece interesante destacar el predomi-nio de las representaciones pequeñas, frente al tamañomedio-grande característico de los dos abrigos conti-guos.

Es por tanto el análisis formal, combinado con losaspectos temáticos y compositivos, el que da mayorjuego a la hora de individualizar las diversas interven-ciones, si bien es cierto que la ausencia de superposi-ciones nos impide profundizar en la determinación delritmo de ejecución.

La figura más destacada del conjunto es sin duda elarquero 20 (Fig. 15-a). Situado en el extremo superiorizquierdo de la composición, este arquero se individua-liza del resto por sus rasgos naturalistas, el marcado

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Fig. 14b. Unidad VII.2.A-Agrupación superior

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Fig. 15. Representación de arqueros heridos en el entorno Valltorta-Gassulla.

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volumen corporal de las extremidades inferiores y sutamaño superior a la media. Su trayectoria oblicua des-cendente le aleja así mismo del resto de motivos de lacomposición, lo que nos lleva a considerarla como unarepresentación aislada. Su singularidad lo convierte enuno de los motivos más citados en la historiografía(Obermaier, 1925: 292; Beltrán, 1968: 54; Ripoll, 1970:18; Viñas, 1982: 155; Blasco, 1992) al reproducir unainstantánea del momento en el que un arquero se des-ploma, asaetado por diversas flechas. La disposición decaída se deduce por la excesiva elevación de su extre-midad posterior, actualmente desaparecida, pero repro-ducida en los calcos de Obermaier (1925); por la dispo-sición del armamento y por la inclinación de cabeza ytorso hasta prácticamente sobrepasar la horizontal, loque provoca incluso el desprendimiento del adorno queexhibía en la cabeza. Los paralelos temáticos se docu-mentan en el propio contexto regional, con dos figurasen Cova Remigia (Porcar, 1945: 147) (Fig. 15-c), relati-vamente afines desde el punto de vista formal, y otra enla Cova Alta del Llidoner (Viñas y Rubio, 1988: 88), for-malmente dispar (Fig. 15-d). La procedencia de las fle-chas no queda explícita, al contrario de lo que ocurre enfases más tardías con los individuos de tipo Lineal, enlas que junto a un personaje herido se dibuja un pelotónque ejecuta la acción. Este tipo de prácticas violentas sedocumentan en el Arte Levantino desde las fases másantiguas, ya que muchas de las figuras mencionadasremiten al horizonte gráfico Centelles. Sin embargo,resulta difícil determinar si tras este tipo de representa-ciones se esconde un relato simbólico o de tipo bélico,o está narrando homicidios o puniciones puntuales vin-culadas con el incumplimiento de normas jurídicas ysociales. Son diversas las propuestas que se han efec-tuado en este sentido. Sarriá (1989) señala su posiblevinculación con sacrificios “relacionados con normasjurídicas sobre el territorio de caza”, mientras Viñas yRubio sugieren una doble interpretación: “muertes poraplicación de reglas jurídicas o políticas, o muertes porrituales estrictamente religiosos” (Viñas y Rubio, 1988:93). Si recurrimos a la etnografía, con todas las limita-ciones y polémicas que plantea la búsqueda de parale-los etnográficos, observamos como la práctica social dealgunas comunidades aborígenes de Arnhem Land(Territorio del Norte, Australia) lleva pareja toda unaserie de normas internas que pretenden regular el fun-cionamiento de la sociedad. La violación de las reglasconlleva una punición que consiste en ser asaetado enlas piernas por varios representantes de la comunidad,

en un lugar alejado del hábitat cotidiano. Generalmenteesta práctica no deja secuelas ni sociales ni físicas, yaque los infractores se integran de nuevo en el grupo sinque sea necesario recurrir a sistemas de reinserciónsimilares a los nuestros. Las heridas provocadas securan sin demasiada dificultad y rara vez provocan lainvalidez parcial (o cojera) del infractor o su muerte.Pese a todo, las pautas de inserción de las flechas en losmotivos levantinos no permiten deducir un tipo de puni-ción que sólo hiera al arquero, ya que las flechas inva-den prácticamente al individuo. Sin embargo, tambiénla muerte de un miembro del grupo es puntualmentejustificada entre las comunidades de Arnhem Land ensituaciones extremas (comunicación personal deJackson y Smith, en 2002). Ejemplos similares se hancitado en diversos trabajos etnológicos de síntesis, auncuando es conocida la evitación de la violencia en lasbandas de cazadores y recolectores (Service, 1966;Silberbauer, 1981; Burch, 1991). No obstante, no faltantampoco evidencias de violencia en sociedades prehis-tóricas previas a la aparición del Neolítico o de esteperiodo (Roksandic et al., 2006; Christensen, 2004;Guilaine y Zammit, 2002; Knauft, 1987). Es evidenteque la convivencia en sociedad, sea cual sea el tamañodel grupo, requiere una serie de normas que deben serrespetadas por el bien de la comunidad y que, aunqueno seamos capaces de reconstruirlas, debieron existir enla Prehistoria. Unas normas que pudieron quedar refle-jadas en este tipo de representaciones, bien como avisoo recordatorio, bien como delimitación de los espaciosdedicados a tal fin. No obstante, tampoco debemos des-cartar las opciones planteadas por otros investigadores,su vinculación con temas bélicos o su carácter de seña-lización con objeto de limitar el acceso a un determina-do lugar, por razones económicas o simbólicas, mostran-do las consecuencias que implica la trasgresión dedicho límite. El hecho de que únicamente un individuosea objeto de punición parece más propio de un castigoque de una acción violenta de tipo bélico. Sin embargo,en las fases tardías, con los individuos de tipo Lineal,los brazos alzados del pelotón de ejecución podríansugerir la celebración de una victoria (Fig.15-e), lo queresulta impropio de un castigo, a no ser que se trate deun recurso gráfico encaminado a dar cuenta del arma-mento.

Inmediatamente debajo del arquero 20 podría iden-tificarse un segundo individuo flechado, integrado pordos brazos alzados (motivos 22 y 24), una flecha de pro-cedencia desconocida que se inserta en ellos (motivo

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25), similar a otra aislada que se dirige hacia abajo pro-cedente desde lo alto del panel (motivo 19), y toda unaserie de restos de tonalidad similar (motivos 23, 27 y28). Su carácter incompleto impide precisar su aspectoformal y, por tanto, determinar si responde al del tipoanterior, naturalista, proporcionado y de piernas masi-vas, o se asemeja más al individuo de la Cova Alta delLlidoner (Viñas y Rubio, 1988), dada su similitud en eldiseño de los brazos, en los que aparecen detallados losdedos de la mano (Fig. 15-b). Así mismo es difícil reco-nocer su orden de ejecución con respecto a los arqueros20 y 26, en el primer caso por la falta de superposicióny en el segundo por la similitud de las tintas. Sin embar-go, un análisis del espacio gráfico nos permite deducirsu diseño anterior al arquero 26, ya que tanto el arcocomo las flechas del citado arquero aparecen en el espa-cio que debió ocupar el cuerpo del personaje flechado(Fig. 16). Al margen de la posible coincidencia formalentre los dos arqueros heridos, lo cierto es que sus dife-rencias cromáticas incitan a pensar en su realizaciónindependiente.

Inmediatamente a la derecha de este individuo apa-

recen dos representaciones de tonalidad similar e inter-pretación nuevamente compleja. La primera (motivo29) parece corresponder al tercio superior de un indivi-duo visto de frente y de cuerpo elipsoidal. Sus rasgosformales recuerdan a algunos individuos localizados enel Cingle de la Mola Remigia (Ares del Maestrat), conlos que coincide también en el diseño globular de lacabeza y la linealidad de los brazos. No obstante, laausencia de sus extremidades, unido a su desvincula-ción escénica, dificulta la identificación del tipo.

La segunda (motivos 30-32), cuyo deterioro nos llevóa interpretarlo como un posible jinete (Domingo, 2000:196), recuerda a las pautas de representación de dosfiguras del Abric de Centelles que reproducen a dosmujeres cargadas con fardos, sobre los que se sientandos pequeños (Viñas, 1981; Guillem y Martínez, 2004:115) (Fig. 17). La analogía con respecto a estas dosfiguras incluye la representación de un individuo depequeño tamaño con los brazos extendidos en disposi-ción similar y el posible diseño de unos fardos median-te trazos continuos. No obstante, la lectura actual deesta figura es compleja, conservándose tan solo el indi-

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Fig. 16. El análisis del espacio gráfico actúa como único indicador de cronología relativa, sugiriendo que el motivo 26 es posterior en el tiempo al parcialmente des-aparecido motivo 28.VII

26

28

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viduo de pequeño tamaño, aunque perdido a partir de lacintura, y parte de la supuesta carga sobre la que sesentaría. Algo similar ocurre si nos referimos a la inter-pretación del jinete. El supuesto caballo está incomple-to y sus proporciones y forma resultan algo extrañas,sobre todo en lo que se refiere a la cabeza. Así mismo,la actitud de monta es imposible de establecer, comoconsecuencia de la pérdida de la parte de la figura queresultaría más necesaria para definir la acción. Portanto, es relativamente sencillo buscar argumentos afavor de una u otra interpretación (jinete o figura huma-na con fardos y niño), si bien es cierto que los escasosjinetes atribuidos al Arte Levantino resultan algo pro-blemáticos y en algún caso incluso se alejan del con-cepto de representación levantino. Una u otra opciónnos conduciría, además, a horizontes cronológicos biendiferenciados.

Si continuamos a la derecha, pero en un nivel supe-rior, localizamos los restos de otra posible figura huma-

na incompleta, de rasgos esquemáticos (motivo 37), queno parece relacionarse con ninguna figura de la agrupación, a no ser que proyectemos su trayectoriahasta el supuesto cesto (motivo 39a) al que se asemejadesde el punto de vista cromático. No obstante, pocopodemos inferir acerca de su significación, su vínculoescénico o de su orden en la secuencia del panel.

El resto de motivos identificables (motivos 26 y 41 a48) muestran una trayectoria oblicua descendente queconverge hacia la parte central de la cavidad, dandolugar a una composición escénica que parece concebidapor adición, a juzgar por las diferencias formales de losarqueros que la integran. No obstante, la distancia quemedia entre las figuras y la multitud de restos que seinterponen entre ellas dificulta la interpretación de laescena y de su orden de ejecución. La relación entre losjabalíes 44 y 45 y los arqueros 46 y 47 parece lógica,dado que en su huida hacia la izquierda los jabalíestrazan una trayectoria oblicua descendente, cuya

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Fig. 17. Propuesta de interpretación (c) del motivo 30-32.VII (a): la similitud con respecto a algunas figuras femeninas de l´Abric de Centelles (b - según Guillem y Martínez,2004) sugiere la representación de una figura similar, aunque no descartamos la representación de un jinete, poco frecuentes y algo polémicos en el Arte Levantino. En elámbito que nos ocupa, algunos autores han interpretado como tal el motivo 13-14 del abrigo VIII del Cingle de la Mola Remigia (d) y el 58 del abrigo X del mismo conjun-to (e -ambos según Ripoll, 1963). En el Bajo Aragón, encontramos representaciones similares en el Abrigo de Los Borriquitos (f- según Beltrán, 1968 ) y en el de LosTrepadores (g-según Almagro, 1956)

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diagonal ascendente coincide con la posición de estosdos arqueros 46 y 47, lo que parece plasmar la acciónde persecución. Son éstas pautas que repiten las que seobservan en otros conjuntos en los que el jabalí esobjeto de actividades cinegéticas (Fig. 18). Confirmaesta idea el hecho de que el jabalí 45 presente al menosuna flecha clavada en su lomo, procedente de algúnlugar situado en la parte posterior, lo que redunda en laidea de una persecución protagonizada por individuosubicados en su parte trasera. En dicha persecuciónpudo haber intervenido también el motivo 49, tal vezrestos de un tercer arquero, pero no así el 48, unindividuo filiforme que se diferencia por su color, suactitud y su trayectoria, prácticamente horizontal. Lapresencia de un desconchado en su parte anteriorpodría haber provocado la pérdida de otras figurasrelacionadas con ella. En cualquier caso, la diferenciade solución naturalista de las figuras, de colores y detamaños entre cazadores y presas introduce una nota dedistorsión en el realismo de la escena que permite,cuando menos, pensar en una composición por adición.

Las pautas compositivas de la pareja de jabalíes

resultan interesantes. Ambos se vinculan mediante yux-taposición estrecha, con uno de ellos ubicado sobre elotro en disposición invertida, con las extremidades pos-teriores en extensión rígida y las anteriores replegadas,como si trataran de figurar un animal muerto (Fig. 19).Dichas pautas repiten las observadas en la cavidad V deCova Remigia (Ares del Maestrat), en la que un mínimode cinco arqueros, de tronco estilizado y torso triangu-lar, relativa proporción en la relación torso/extremida-des y piernas con ligero modelado muscular y detalle dejarreteras, se disponen al vuelo para proceder a la per-secución de dos jabalíes (Fig. 20).

A nivel formal, los arqueros que protagonizan lamencionada escena resultan más afines a los arqueros26 y 42 de Saltadora que a los de tipo Lineal. Esto noslleva a reconsiderar la escena analizada ya que, a nues-tro juicio, los horizontes artísticos de la secuencia delArte Levantino repiten ciertas pautas formales, temáti-cas y compositivas que son las que los hacen suscepti-bles de individualización. De este modo se abre la posi-bilidad de que originariamente los jabalíes 44 y 45 estu-vieran vinculados con los arqueros 26 y 42, dos indivi-

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Fig. 18. Posibles integrantes en la caza de los jabalíes. Escena concebida por adición

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duos de torso estilizado y triangular, de extremidadesligeramente modeladas con detalle de jarreteras y en losque la altura media del cuerpo se sitúa a la mitad de sulongitud, como observamos en los protagonistas de lasescenas cinegéticas de Mas d’en Josep. La trayectoria deambos personajes parece dirigida a interceptar la deljabalí en su estampida, el primero dispuesto al vuelo encarrera oblicua descendente y el segundo en su marchahorizontal, mientras trata de emponzoñar la flecha en labolsa que se distingue en su torso. Las causas de laestampida son algo inciertas, ya que los únicos arquerosque se conservan en la parte posterior son de tipo Lineal,probablemente adheridos con posterioridad. Algo que yase ha documentado en otras escenas protagonizadas porarqueros de tipo Mas d’en Josep en el abrigo epónimo, enla propia Cova Remigia y en otros conjuntos del Maestraty Teruel, en los que los protagonistas originales sonarqueros de tipo Mas d’en Josep, a los que se adhierenarqueros de tipo Lineal sin modificar la temática cinegé-tica (Domingo et al., 2003).

Sin embargo, es importante señalar, tal y como condetalle se especifica en el apartado dedicado a unaidentificación preliminar de los componentes de lospigmentos (Anexo I), que los dos jabalíes presentan, porla presencia de manganeso ligado al mineral de hierroutilizado en el pigmento, elementos comunes y distintosde los de las restantes figuras que aparecen en el panel.Una situación que puede indicar que fueronrepresentados en un momento diferenciado del resto oque en la elaboración del pigmento se emplearon

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Fig. 19. Jabalíes 44-45.VII

Fig. 20. Escena de caza de jabalíes en Cova Remigia (Ares del Maestrat, Castelló) (según Porcar, Obermaier y Breuil, 1935)

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43, cuyo desarrollo corporal se ve seriamente limitado porla presencia del arquero 42 y que al hallarse incompletono sabemos cómo interpretar. Por otro, toda una serie detrazos que pudieron corresponder a figuras vinculadascon el primer horizonte de representación, protagonizadopor las que denominamos figuras de tipo Centelles, o concualquiera de las fases de intervención posteriores, que anuestro juicio y de forma consecutiva estarían integradaspor la escena de caza de jabalíes, protagonizada porarqueros de tipo Mas d’en Josep, sobre los que en unafase posterior se adhirieron arqueros de componenteLineal. A la vista de lo expuesto, parece que en torno a larepresentación de los dos jabalíes se centró una parteimportante de la atención decorativa del panel, generan-do un proceso de adición con una o dos fases de incorpo-ración de figuras humanas, mientras que en la parteizquierda del panel, el peso de la decoración parece queestuvo vinculado a la fase Centelles, probablemente dete-riorada pronto, tal y como indica el que en el espacio queinicialmente ocupaban se incorporaran figuras levantinasde otros estilos.

Si pasamos a la agrupación inferior, de desarrolloigualmente horizontal, se halla integrada por un total de21 motivos sin unidad formal: seis figuras humanas (moti-vos 53, 56a, 59, 61, 64, 70), más otras tres dudosas (moti-vos 50, 51 y 63); un cérvido o cáprido (motivo 55), dosposibles jabalíes de carácter tosco o tal vez figuras de tipoesquemático (motivo 62 y 65), restos de dos cuadrúpedosindeterminados (motivos 60 y 69) y toda una serie de res-tos informes de pigmento cuya presencia delata el enormedeterioro que ha sufrido el panel (motivos 52, 54, 56b, 57,58, 66, 67 y 68) (Fig. 22).

Si comenzamos su análisis por la izquierda observamosuna primera agrupación de figuras (motivos 50 a 52) que seindividualizan del resto por la morfología y el tamaño de lostrazos. Su lectura resulta especialmente compleja comoconsecuencia del deterioro. Tan solo el motivo 50 parecereproducir una figura humana cuyo carácter tosco se veacentuado por el grosor excesivo de los brazos y la insólitadisposición que adopta, arrodillado en el suelo yextendiendo sus brazos hacia delante. El motivo 51,bastante deteriorado y de lectura complicada, podríarelacionarse también con el anterior. En este caso, la zonaque podría corresponder a la cabeza estaría provista de untocado. Este tipo de figuras y disposición cuenta conescasos paralelos en el Arte Levantino, aunque recuerdaalgunos motivos del Abrigo de Falfiguera (Chulilla,València), (Martínez-Valle, 2002: 72). Su significaciónciertamente se nos escapa, si bien parece estar relacionadacon la esfera de lo social o lo simbólico. El mal estado de

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componentes distintos a los de otras figuras, sin que porello haya necesariamente debido mediar diferenciacronológica (Fig. 21).

Ante la ausencia de estudios de pigmentos levanti-nos, será necesario profundizar en el futuro si las mate-rias empleadas en figuras de componente lineal o pocasuperficie fueron las mismas que las empleadas en figurascon importante superficie pintada, ya sea por razones deincremento de la carga o de obtención de un tipo particu-lar de fluidez y color.

Por último, alrededor de la escena e incluso en el cen-tro de la misma se documentan diversas figuras que pare-cen ajenas a la acción. Por un lado, los restos del animal

Fig. 21. El análisis del pigmento indica la presencia de manganeso exclusiva-mente en los dos jabalíes y el arquero 56, del que, sin embargo, aquéllos pare-cen desvincularse desde el punto de vista escénico

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conservación que presentan estas dos figuras impideprofundizar en la caracterización estilística de este tipohumano, aunque bien podemos señalar que se alejan delnaturalismo que caracteriza a las figuras de Falfiguera.

Por debajo de estos motivos encontramos una segundaagrupación, que tal vez pudiera considerarse de carácterescénico, a pesar de las diferencias cromáticas y de tama-ño entre los dos protagonistas. Se trata de un individuo detonalidad rojiza (motivo 53), del que únicamente se con-serva el tercio superior, que exhibe un tocado alto y obser-va desde una posición elevada la insólita carrera al vuelode un animal ubicado a su derecha (motivo 55). La pérdi-da de la parte inferior del motivo 53 y la ausencia de arma-mento nos impide considerarlo como un arquero, aunqueno descartamos dicha posibilidad. En cualquier caso, laposición de sus brazos, oblicuos al cuerpo, no parece refle-jar una disposición de disparo. Entre ambas figuras se con-serva un trazo de difícil interpretación y de tonalidad simi-lar al motivo 53, que Sebastián (1993: 769) interpretacomo un cáprido de gran cornamenta. Sin embargo, un exa-men detenido del soporte nos ha permitido comprobar quelos trazos que interpretó como la cornamenta del animalcorresponden, en realidad, a dos grietas de la roca. El dete-rioro del individuo protagonista impide profundizar en lacuestión estilística, si bien la parte conservada recuerda en

cierta medida al arquero de La Joquera (Borriol, Castelló),tanto por la morfología de su tocado como por su disposi-ción, quien a su vez se asemeja, desde el punto de vista for-mal, a los arqueros de la escena bélica del abrigo IX delCingle de la Mola Remigia. Si nos detenemos en el análi-sis de la composición, ciertamente no encontramos másargumentos a favor de la consideración de una escena quela proximidad de las dos figuras y la convergencia de sustrayectorias, mientras que son distintos el tamaño y la tona-lidad. Lo que nos lleva a pensar que la escena, si es queasí puede considerarse, se construyó en dos fases distintas.En cualquier caso, el deterioro de esta parte del panel obli-ga a la prudencia a la hora de valorar estas figuras.

Avanzando hacia la derecha encontramos una nuevaagrupación heterogénea de motivos humanos y animalesque traducen una vez más una composición producto de laadición, pero en la que predominan los tipos humanos deconcepto lineal y los animales escasamente naturalistas. Tansólo el arquero 56a escapa a tal descripción, al ser de tiponaturalista proporcionado, a pesar de la morfología de sucabeza, excesivamente achatada como consecuencia de laestructura del soporte. Junto al arquero 59, este individuo serepresenta en la parte superior de la composición, dondeambos se dirigen a la izquierda, aparentemente ajenos a laescena que se desarrolla en su parte inferior. Es difícil

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Fig. 22. Agrupación de los motivos 50-70.VII

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establecer el grado de relación existente entre ambos, yaque responden a dos conceptos de representacióndiferenciados, a pesar de mostrar una trayectoria yunas dimensiones similares. Además, el arquero 56a presenta en la composición de su pigmento unapeculiaridad que no se observa en ninguna otra figurade esta agrupación. Como se verá más detenidamenteen el apartado dedicado al análisis de los pigmentos,de nuevo encontramos en este motivo la presencia demanganeso, pero en este caso, y a diferencia de losmotivos 44 y 45 de la agrupación superior, el colorantedebió ser añadido al mineral de hierro que tambiénaparece en la composición del pigmento, lo que indicaun proceso de elaboración del mismo distinto delobservado en el pigmento de estas otras dos figuras. Laausencia de esta composición en las restantes figurasdel panel contribuye a aislar esta figura al menos entérminos de ejecución.

Por otra parte, la existencia de una zona de mayorconcavidad por debajo de ambos individuos pareceenmarcar a los motivos 58 a 66, que podrían dar cuen-ta de diversas fases de una misma acción, relacionadacon la manipulación de animales abatidos. La disposi-ción insólita de los animales 62, 65 y 69, en posiciónvertical como si reprodujeran animales muertos o des-peñados, confiere a estas representaciones una ciertaunidad de planteamiento. Sin embargo, existen dife-rencias formales entre estos animales, naturalista elcuadrúpedo 69 y mucho más toscos los otros dos ejem-plares. Una situación que parece consecuencia de una

inercia imitativa en la disposición de las representa-ciones fruto de la progresiva adición de figuras a lacomposición, si bien es cierto que difícilmente pode-mos establecer el orden de las incorporaciones, nipresuponer la mayor antigüedad del ejemplar másnaturalista. Los motivos 62 y 65 no sólo compartentamaño, estilo y disposición, sino que en ambos casosaparecen claramente vinculadas a una figura humana.Por su parte, aunque el cuadrúpedo 69 se halla juntoa un individuo de tendencia lineal, su asociación essimplemente por yuxtaposición estrecha sin que seproduzca un contacto directo entre ambos que nospermita deducir una acción similar de la que se dedu-ce de las otras dos asociaciones.

Si nos centramos en los motivos 61 a 65, es difícildefinirse sobre el carácter sincrónico o diacrónico defiguras humanas y animales (Fig. 23). No obstante, lassimilitudes cromáticas nos llevan a pensar, en contrade la opinión de Sebastián (1993), que se trata de unaasociación escénica de tipo sincrónico concebida conuna intencionalidad narrativa, dado el carácter repe-titivo de la acción representada. El individuo 61 sesitúa a la izquierda del animal 62, cuyo parecido conlos jabalíes representados en el Racó de Nando, conlos que coinciden en la prolongación del cuello dealguno de los ejemplares, nos permite identificarloscomo animales de esta especie. La figura humana, detamaño notablemente inferior al del animal, extiendesus brazos hacia el lomo del jabalí, sin que sea fácilreconocer la acción representada, a no ser que se tratede una escena de manipulación o de recuperación deun animal abatido. Una posibilidad que no parecedescabellada dada la existencia de algunos paralelosen el Cingle de la Mola Remigia VI, y que podríamosvincular a la práctica de eviscerar a la presa en el pro-pio lugar de caza tras abatirla.

La acción prosigue con las figuras adyacentes(motivos 64 y 65), cuya interpretación, debido a sudeterioro, sólo es posible por comparación con lasfiguras anteriores. En esta ocasión el personaje sesitúa en la parte inferior del animal, correspondienteal morro, donde extiende sus brazos. El animal pre-senta las extremidades en su parte superior, lo queunido al cambio de plano de la figura, que dibuja unatrayectoria oblicua descendente, nos sugiere la posi-bilidad de que el personaje estuviera arrastrando losrestos del animal muerto.

Entre las dos asociaciones descritas se localizan

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Fig. 23. Agrupación de los motivos 62-65.VII

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restos de una posible figura humana (motivo 63), deestilo y tamaño similares a las 61 y 64, sin que puedaestablecerse en la actualidad su pertenencia a la esce-na. Y una consideración similar se puede efectuar delmotivo 67, que por analogía podría representar unafigura humana con brazos extendidos hacia una repre-sentación cuya morfología recuerda a la cabeza de losdos jabalíes previamente descritos. Al margen de queaceptemos o no esta última interpretación, lo cierto esque nos encontramos ante una composición complejade temática repetitiva que pudiera dar cuenta de unaacción encadenada, reproducida en diversas secuen-cias consecutivas, a no ser que se tratara de la simplerepresentación de una acción de caza en la que sehubieran abatido varias presas. Esta posibilidad nopuede descartarse, habida cuenta de la habitual ten-dencia a representar las escenas de caza del jabalímediante la representación de varios ejemplares.

Por último, la relación entre los motivos 69 y 70 nose puede definir por su enorme deterioro, sus diferen-cias métricas y cromáticas y su diseño en planos dis-tintos. Así mismo, existe una cierta similitud formalentre los motivos 59 y 70, dos individuos de conceptolineal y cabeza globular diseñados en disposicionesanálogas. La existencia de toda una serie de restos dedifícil identificación en la zona que media entreambas figuras parece indicar que esta zona de la com-posición presentaba una mayor complejidad de la quehoy podemos valorar. La disposición periférica deestas figuras no es un argumento suficiente paradefender su carácter tardío en la secuencia de estaagrupación inferior, ya que podrían constituir los úni-cos representantes de una fase previa a la de las esce-nas de manipulación de jabalíes, conservados precisa-mente por su ubicación en las áreas marginales. Portanto, ningún argumento nos permite establecer elorden de las adiciones individualizadas en esta parteinferior de la unidad 2.A ni tampoco con respecto a losmotivos de la agrupación superior. Sin embargo, laexistencia de un amplio grupo de figuras humanas entorno a las representaciones de los animales abatidosreforzaría la idea de que podría tratarse de la repre-sentación de una escena de caza centrada en unamanada de jabalíes.

Parece claro, por otra parte, que el estado de con-servación de las figuras de esta cavidad es peor cuantomás bajas se encuentran. Una circunstancia que pudie-ra estar en relación con los roces producidos sobre lapared de los animales que hayan frecuentado el lugar.

Unidad VII.2.BEn esta unidad documentamos un total de siete

figuras entre las que predominan los trazos y los res-tos informes, y en los que solamente el motivo 72 esidentificable. La similitud formal de los trazos disper-sos en esta unidad podrían traducir la existencia deuna composición de arqueros lineales, pero su malestado de conservación impide avanzar en esa direc-ción (Fig. 24).

En cuanto al arquero 72, se trata de un individuode gran formato y torso triangular ancho, que contras-ta con el carácter lineal de sus brazos, en los que sos-tiene un arco y un haz de flechas. Está enmarcado pordos coladas de desarrollo vertical que parecen previasal momento de ejecución, por lo que su presencia con-dicionó el diseño y fue aprovechada para encuadrar lafigura (Fig. 25). Un aspecto técnico y compositivo quese repite en la vecina Cova dels Cavalls, en la que tresarqueros de tipo Centelles aparecen flanqueados pordos coladas de cierta entidad y aparentemente previas,como si reprodujeran algún elemento estructural delpaisaje (Villaverde et al. 2002a y b). El mal estado deconservación que presenta este arquero 72, del queprácticamente han desaparecido la cabeza y las extre-midades, impide precisar los rasgos propios del estilo,y aunque el tamaño de los restos conservados y elaprovechamiento del soporte para el desarrollo escéni-co resultarían acordes con las figuras del horizonteCentelles, no así la morfología de los brazos, excesiva-mente lineales, ni la forma del tronco o su alarga-miento. El carácter corto de los brazos no resultaríadiscordante con la forma que poseen las figuras detipo Civil.

Unidad VII.3.AEsta unidad, diferenciada a partir de un escalona-

miento de la superficie bien visible, posee una únicaasociación escénica integrada por dos motivos vincu-lados por yuxtaposición estrecha: un arquero de ten-dencia lineal (motivo 78) y un cérvido (motivo 79)(Fig. 26). Las irregularidades y cambios de plano delsoporte parecen aprovechados para reproducir elentorno en el que se desarrolla la acción, un instanteconcreto de la caza en el que el arquero se aproxima ala presa desde un ángulo superior para interceptar sutrayectoria sin que el animal advierta su presencia (Fig.27). La coherencia cromática y métrica refuerza la ideade su carácter unitario, a pesar de que el tratamiento

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Unidad VII.2.B

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Fig. 24. Unidad VII.2.B (motivos 71-77)

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recibido por ambas representaciones es marcadamentedispar, contrastando el naturalismo y cuidada ejecucióndel cérvido con la simplicidad de trazos del arquero.

La disposición que adopta el arquero es algo pecu-liar. Una de las piernas se mantiene vertical mientras laotra se extiende horizontal hacia delante, conformandoentre ambas un ángulo de 90º. Es difícil determinar sidicha postura trata de reproducir una actitud de marchao de apoyo, ajustado a la irregularidad del soporte, endisposición de acecho para la caza. El brazo izquierdose extiende hacia abajo, acercándose a lo que, a pesarde la curvatura e irregularidad de los trazos, debe repre-sentar un haz de flechas. No obstante, sus movimientosno parecen los propios del momento de empuñar el arcopara el disparo sino tal vez de la fase previa, cuando sedispone a preparar la flecha para montar el arma. Por suparte, el cérvido no muestra una actitud propia de lahuida, ya que si bien se halla a la carrera, se dirige a laizquierda aproximándose al arquero como si ignorara supresencia.

Atendiendo a criterios estilísticos, la figura delarquero se encuadra con claridad entre las representa-

ciones de componente lineal, individualizándose porel tamaño y la excesiva estilización del tronco, queresulta en un individuo marcadamente paticorto para elque encontramos pocos paralelos. Por su parte el cérvidopresenta una tendencia similar al alargamiento del cuer-po, que deriva en una estructura corporal grácil más pro-pia de un ejemplar joven que de un adulto. Esa aparienciade individuo joven se enfatiza a su vez por el escaso des-arrollo de la cornamenta, en forma de vara y con una únicaramificación, como es propio de los ejemplares de estaespecie tras el primer año de vida. No obstante, el lavadosuperficial que afecta a la zona de la cabeza podría estargenerando una lectura errónea.

A diferencia de lo que ocurre en otras unidades de esteabrigo, ambas figuras han sido reproducidas por Viñas,aunque fueron publicadas sin establecer ninguna relaciónentre ellas y sin ofrecer su localización exacta: por un ladose dio cuenta de la figura del cérvido, relacionándola pro-bablemente por error con otra cavidad del Sector Norte deLa Saltadora (Viñas, 1982: 148; 149, fig. 222; y 179, fig.255, 11), y por otro del arquero, sin indicar a qué cavidadpertenecía (Viñas, 1982: 175, fig. 252,17).

132 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Fig. 25. La representación del motivo 72.VII entre dos salientes del soporte traduce un uso intencional del espacio que contribuye a realzar su posición

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133ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 26. Unidades VII.3.A (motivos 78 y 79), VII.3.B (motivos 80-86) y VII.3.C (motivos 87-90)

Fig. 27. Escena de caza protagonizada por los motivos 78-79.VII

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grada en una escena, rodeada de una serie de trazos que, porsu tonalidad, parecen realizados en momentos distintos y quetal vez pudieron guardar relación con los arqueros de com-ponente lineal de la tercera unidad de esta misma cavidad.

Unidad VII.3.C Más deteriorada si cabe que la unidad anterior, con la que

pudo mantener cierta relación escénica, la unidad 3.C estáintegrada por una figura humana de tendencia lineal en acti-tud muy dinámica (motivo 90) y cuatro restos indeterminados(motivos 87, 88, 89 y 91) (Fig. 26). La similitud técnica y cro-mática de los motivos 89 y 91 con respecto a la figura huma-na 90 sugiere la posible representación de otros dos indivi-duos de concepto similar, aunque en la actualidad se encuen-tran seriamente dañados.

De igual modo, el parecido cromático de estas represen-taciones y las de la unidad previa (motivos 84 y 86) y su con-cepto lineal nos llevan a proponer su lectura simultánea, for-mando una composición que excedería los límites impuestospor las irregularidades del soporte que nos llevaron inicial-mente a considerarlas como dos unidades distintas. Sinembargo, el mal estado de conservación de todas estas repre-sentaciones impide establecer la temática representada o laspautas de diseño y composición.

Unidad VII.3.DEsta última unidad del abrigo VII se compone de un total

de ocho motivos: tres arqueros (motivos 95, 97 y 98), dosfiguras humanas dudosas, por su mala conservación (motivos92 y 93), dos restos informes (94 y 96) y una figura indeter-minada (motivo 99), a caballo entre un lepórido y una figurahumana portando algún tipo particular de tocado, cuya clasi-ficación, como ya se indicó, suscita dudas (Fig. 28)

La composición se desarrolla a lo largo de un panel deunos 72 cm de alto por 108 de ancho, de superficie bas-tante irregular como consecuencia del desprendimiento dediversas lajas, lo que acentúa su concavidad (Fig. 29). Noobstante, si proyectamos los planos a partir de los descon-chados, da la impresión de haber presentado una superfi-cie más homogénea. La pérdida de parte de los motivos 97y 98 parece producto del desprendimiento de una mismalaja, mientras que otros desconchados, situados en la parteizquierda del panel, han provocado la desaparición de laparte superior del motivo 93 y probablemente del objetivodel disparo del arquero 95.

La tendencia a que las figuras se sitúen, por tanto, rela-tivamente aisladas, formando diversas agrupaciones,puede ser resultado de esas pérdidas, por lo que no parececonveniente extraer excesivas conclusiones de la disposi-ción espacial.

En líneas generales, las figuras presentan un tamaño y

134 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Unidad VII.3.BEsta unidad, ubicada en la parte inferior de la anterior,

está integrada por siete motivos indeterminados (motivos 80,81, 83, 85) y una figura humana (motivo 82, a la que cabríasumar con dudas la 84 y la 86) que constituyen una únicacomposición no escénica en la que los cambios cromáticos ylas dimensiones de los restos conservados apuntan a variasintervenciones (Fig. 26).

La interpretación que ofrece Sebastián de los motivos 82y 83, “personaje ¿jugando con un animal?”, tal vez una mujero un niño que enlaza o captura a un cánido o cáprido de ore-jas agachadas y extremidades anteriores levantadas(Sebastián, 1993: 775-776), no nos parece del todo acertada,aunque tampoco es fácil ofrecer una interpretación alternati-va debido a la superposición de pigmentos que se documen-ta en esa área. No obstante, si nos detenemos en el análisis desu parte superior, el individuo 82 muestra unos rasgos afinesa los del arquero 20, del que no obstante difiere en cuanto atonalidad y disposición. Del mismo modo, la postura de losbrazos, entrecruzados por delante del torso, recuerda a la queadoptan diversas representaciones femeninas de tipoCentelles, o algunos arqueros bien conocidos de este horizon-te estilístico, como es el caso del motivo 12b de Cavalls. Unosrasgos que en todo caso podría indicar su relación con esehorizonte inicial de figuras de gran tamaño, relativa propor-ción en la relación tronco/extremidades y piernas masivas,que protagonizan escenas de temática eminentemente social.Sin embargo, su parte inferior le aleja de este tipo humano, yaque la lectura de las piernas es algo compleja y contrastanotablemente con el relativo naturalismo que muestra la eje-cución de su parte superior, por la disposición de piernasabiertas, pero flexionadas a la altura de la rodilla y tal vez dedisposición algo forzada que articularían a un torso orientadoclaramente a la derecha. Por tanto, es difícil que nos defina-mos acerca de la caracterización tipológica de esta figura a noser que su extraña disposición se deba a un proceso de repin-te, que no resulta muy evidente por la homogeneidad de latinta en las partes conservadas. La lectura de los restos depigmento que quedan en la parte posterior resulta imposiblepor el estado de conservación, lo que nos lleva a desecharcualquier interpretación compositiva para el tema.

Por otro lado, los motivos 84 y 86 son claramente ajenos alos previamente descritos y recuerdan, tanto por su colorcomo por su actitud y orientación, al arquero 90 de la unidadadyacente. No obstante, su mal estado de conservación impi-de avanzar en su interpretación, si bien la posibilidad de queoriginariamente formaran parte de una composición de perso-najes lineales distribuida por ambas unidades no resulta deltodo descabellada.

En resumen, apenas podemos identificar con seguridaduna figura humana en el centro del panel, que no parece inte-

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135ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 28. Unidad VII.3.D (motivos 92-99)

a

b

c

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una tonalidad relativamente similar, que se mueve en la gamade los rojos entre 7.5R, 3/4 y 3/6, a excepción del arco y eladorno corporal del arquero 98, de tonalidad ligeramente máspálida. Desde el punto de vista formal muestran así mismouna cierta unidad, a pesar de que solo dos arqueros se con-servan completos (motivos 95 y 98), dos individuos clasifica-dos como de tipo Lineal aunque con reservas, que carecen demodelado anatómico y cuya disposición al vuelo acentúa suactitud dinámica. Al igual que el individuo 97, estos arque-ros han sido ejecutados en el instante en el que se disponena disparar la flecha empuñada. Sin embargo, las trayectoriasde los disparos resultan discordes, ya que mientras ambosapuntan en sentido oblicuo descendente, el arquero 97 dis-para en sentido oblicuo ascendente, más o menos en direc-ción al punto donde se sitúa la figura 95, sin que quede evi-dencia del objetivo del disparo (ya fuera presa o humano). Elespacio disponible entre ambas representaciones, aunquesuficiente como para permitir la ubicación de otra figura, noparece adecuado para la construcción de una escena, ya que

el soporte presenta un saliente en la parte intermedia deambas figuras y por tanto, de haber existido otra representa-ción se hallaría en un plano prominente. Esto nos lleva acuestionarnos si realmente estamos ante una escena unitariao los diversos arqueros protagonizaron escenas distintas.

Resulta igualmente complejo reconocer la temáticarepresentada, ya que el blanco de los disparos ha desapare-cido en casi todos los casos, salvo en los motivos 98 y 99, queparecen integrar una misma narración a juzgar por la simili-tud de la flecha que empuña el arquero 98 y la que hiere almotivo 99 (Fig. 30).

Frente a la homogeneidad de las figuras humanas hastaahora analizadas contrasta la representación 99, una figuracuyos rasgos morfológicos permite, como ya se señaló en ladescripción de los motivos, dos posibles interpretaciones,ambas problemáticas. En primer lugar, ha de señalarse quedescartamos la posibilidad de que la figura esté compuestapor dos motivos superpuestos en base a la homogeneidad delpigmento y a la ausencia de rupturas entre su parte anterior

136 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Fig. 29. Unidad VII.3.D

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y posterior. A primera vista, y centrándonos fundamental-mente en su mitad anterior, la figura recuerda a un lepórido apesar de que el aspecto de las extremidades posteriores esanálogo al de los arqueros 95 y 98, cuya terminación recuer-da más al diseño de un pie humano. No obstante, el modo deflexionar las extremidades posteriores no se aleja del que sue-len presentar los ejemplares de esta especie, que a su vez tie-nen las extremidades anteriores más cortas, como parece queocurre con el motivo representado. Sin embargo, las repre-sentaciones de lepóridos son muy escasas en el arte levanti-no y la búsqueda de paralelos nos obligan a traspasar los lími-tes del Maestrat, ya que se menciona un único ejemplar en elTorcal de las Bojadillas (Nerpio, Albacete) (Alonso y Grimal,1996) y su clasificación tampoco está exenta de dificultad.Además, la proporción de las extremidades posteriores resul-taría exagerada con relación al tamaño del cuerpo.

Por otra parte, teniendo en cuenta el parecido formal entrelas piernas de este motivo y las de los arqueros antes descri-tos, se podría considerar que estamos ante la representaciónde una figura humana, dotada quizás de rasgos animalísticos,un procedimiento bien conocido en otros conjuntos de estemismo núcleo. Todo ello, claro está, fijándonos en la zona dela cabeza e interpretando como orejas los trazos que arrancande su parte posterior.

Para ambas interpretaciones es posible encontrar argu-mentos a favor y en contra. Aunque es difícil aceptar la repre-sentación de un lepórido por la falta de paralelos y sus dimen-siones desmesuradas en relación al cazador, también es cier-to que los arqueros lineales suelen intervenir, cuando segeneran procesos de adición a figuras preexistentes, sobrepresas con las que no guardan concordancia métrica.Además, las figuras con rasgos animalísticos documentadasen este ámbito geográfico parecen corresponder a un horizon-te previo (bien documentado en el Cingle de la Mola Remigia)al de las figuras lineales, por lo que resulta extraña su coe-xistencia con arqueros de tipo Lineal. Pero incluso este últi-mo argumento no está exento de problemas, pues como severá en el apartado dedicado al estilo, las figuras que inter-vienen en esta composición presentan rasgos formales queobligan a una cierta cautela a la hora de proponer su adscrip-ción a un determinado horizonte gráfico regional.

Además, ningún elemento escénico nos permite defenderuna composición por adición, ya que tanto los colores comolas flechas asociadas a ambos motivos resultan similares. Dehecho, la flecha que presenta el motivo 99 en su parte supe-rior parece provenir del arquero 98. Por tanto, en una u otralectura, la sincronía parece probada.

Al margen de la interpretación que nos parezca más ade-cuada, hay algunos elementos escénicos y compositivos queresulta interesante señalar. En primer lugar, a pesar de que latrayectoria del disparo del arquero 98 es oblicua descenden-

te, si proyectamos la línea trazada por la flecha empuñada ypor las extremidades, todo parece indicar que el arquero ensu carrera sobrepasaría a la figura inferior por su lado izquier-do. Una composición que lejos de indicar diacronía parececondicionada por las irregularidades del soporte, ya que en ladiagonal trazada por la trayectoria del lepórido existe un esca-lón que dificultaría el diseño del arquero. Por otra parte, lacarrera del arquero contrasta con la disposición del motivo99, ya que sus extremidades replegadas sugieren la presenciade un individuo o presa agazapado o tumbado. Una disposi-ción que podría revelar el éxito del disparo y por tanto que elobjetivo ha sido abatido.

En resumen, la unidad VII.3.D muestra una composiciónde formación bastante homogénea en la que el tipo humanoprotagonista está constituido por figuras que hemos optadopor clasificar en el horizonte Lineal, aunque con reservas, queparticipan en actividades de naturaleza algo imprecisa. Setrata en cualquier caso de motivos fundamentales, que formanescena por sí mismos sin adherirse a una escena preexisten-te, y cuyo objeto de caza, de aceptar la interpretación de lafigura 99 como un lepórido, indica un diversificación en laselección de las presas que incluye nuevas especies que noaparecen representadas en periodos anteriores. No obstante,queremos ser cautos con este tipo de interpretaciones ya queestamos, en primer lugar, ante una especie raramente repre-sentada y que resulta difícil de evaluar si fue objeto de cazacon arco y, en segundo lugar, ante una composición que, endefinitiva, no deja de presentar problemas de lectura en eltema que serviría para definir la escena.

137ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 30. Composición protagonizada por los motivos 98-99.VII

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ABRIGO VIIIMide 7,80 m de longitud máxima, con estructura de

tendencia cóncava especialmente pronunciada hacia sumitad derecha. El suelo desnudo del abrigo se presentacomo una superficie escalonada poco pulida, mientras queen el techo se dibuja una ligera cornisa que protege laspinturas. La pared muestra un aspecto accidentado, espe-cialmente en su parte superior, mientras que en la inferiorla tendencia menos escarpada del soporte ha sido aprove-chada para la ejecución de las pinturas.

La conservación se ha visto afectada por el desprendi-miento de lajas, generalmente de pequeño tamaño, y laexistencia de concreciones calcáreas de potencia variableque afectan sobre todo a la zona superior izquierda.

Atendiendo a criterios topográficos el abrigo VIIIpuede subdividirse en tres cavidades claramente diferen-

ciadas (Fig. 31), aunque únicamente las dos primerasalbergan decoración: la primera (VIII.l) mide 3,40 m ycuenta con 23 motivos de desigual conservación distribui-dos en dos unidades (VIII.1.A y VIII.1.B), mientras que lasegunda cavidad (VIII.2) mide 3,10 m y conserva 11 moti-vos localizados en una sola unidad (VIII.2.A).

Unidad VIII.1.ASiguiendo un orden descriptivo de izquierda a derecha,

podemos distinguir en la primera unidad (VIII.1.A) unafigura aislada (motivo 1) y una agrupación de cierto des-arrollo que incluye del motivo 2 al 15 (Fig. 32)

La figura aislada corresponde a un posible cérvido ysu individualización espacial se complementa con otrosrasgos que la apartan claramente de las restantes repre-sentaciones: es de menor tamaño, el color resulta más

138 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Abrigo VIII

Cavidad VIII.1

VIII.1.A

VIII.1.B VIII.2.A

Cavidad VIII.2 Cavidad I

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claro y la estructura corporal está más próxima de lasrepresentaciones esquemáticas que de las levantinas. Loscomentarios efectuados en el capítulo de inventario y des-cripción nos eximen de mayores consideraciones sobreeste cuadrúpedo.

La única agrupación que compone esta unidad ocupaun punto destacado del espacio, tanto por su posición en elcentro de la cavidad, su elevada situación con respecto alnivel del suelo y la estructura menos accidentada delsoporte que, sin duda, favorece la ejecución y lectura delas figuras.

Dentro de esta agrupación podemos individualizarhasta 16 figuras: un rastro (motivo 2), dos arqueros (moti-vos 4a, y 8), tres figuras humanas indeterminadas (moti-vos 10, 13 y 14), cinco animales, peor o mejor conserva-dos (motivos 5, 6, 7, 9 y 11), un trazo lineal quebrado

(motivo 4b) y cuatro figuras indeterminadas (motivos 3,4c, 12 y 15).

Un simple vistazo parece situarnos ante una nuevaescena de corte cinegético que se centra en torno a unamanada de ciervos machos adultos. Aparentemente, ycomo tendremos ocasión de comprobar, es la única narra-ción comprensible que se desarrolla en las tres cavidadesque conforman este abrigo. No debe ser casual, por tanto,la destacada posición que ocupa en el entramado decorati-vo, ni la atracción que generó en campañas decorativasposteriores (Fig. 33a-b).

La representación de una temática tan reiterada en lospaneles levantinos no debe impedirnos apreciar la existen-cia de un complejo proceso de ejecución en el que la frag-mentación del sentido temporal de la acción constituye unode los rasgos más destacados.

139ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 31. Croquis de la distribución de motivos en los abrigos VIII y IX.

IX.2.A

IX.2.B

Cavidad IX.1 Cavidad IX.2

Abrigo IX

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Unidad VIII.1.A

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141ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 32. Unidad VIII.1.A (motivos 1- 15). La distancia espacial entre algunosmotivos ha sido modificada por imperativos de la publicación. En estos casos, seindica la dimensión real que media entre la posición de las figuras afectadas

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Aunque éste es un recurso todavía no lo suficientemen-te valorado y contrastado en el Arte Levantino (Villaverde,2005), algunas pautas observadas nos permiten apuntarque el control del sentido temporal trascendió el caráctersincrónico o inmediato de las acciones representadas eintrodujo en ocasiones en una sola composición escénicaelementos evocadores de una cierta dimensión temporal,ya fueran el pasado y/o el futuro inmediato a la acciónprincipal.

De este modo interpretamos el rastro (motivo 2) querecorre con trazado sinuoso el plano superior de la escenahasta aproximarse a la posición del cazador 4a. Su forma-to, con trazos despreocupados, se alejan del que caracteri-za a las pistas de huellas animales, que suelen dar cuenta,incluso, de la estructura bisulca de la pezuña, y se aproxi-ma más a los regueros de sangre que dejan los animalesheridos tras de sí (Molinos, 1975). La asociación del arque-ro al rastro indica su seguimiento hasta localizar al animalherido que escapó del primer encuentro en el que fue asae-teado.

De ser cierta esta interpretación, el rastro evocaría uncontacto previo cazador-presa que no se representa demanera explícita, y que remite a una situación pasada que

adquiere significación en la acción representada en tiem-po presente: un arquero solitario se enfrenta a una mana-da de ciervos opuestos frontalmente. La indicación de queentre una y otra acción ha pasado un cierto tiempo pro-viene de la disposición misma de los animales, orientadosen una dirección distinta a la que sugeriría el rastroseguido. Esto es, localizados no inmediatamente despuésde la huída, sino en un momento ya algo distante en eltiempo.

La otra posibilidad, el que se trate del rastro dejado porlas pisadas del animal, remitiría igualmente a una compo-sición atenta al seguimiento de la pista y evocadora tam-bién de la dimensión temporal de la escena.

No todos los ejemplos constatados de animales asocia-dos a su rastro de huellas o sangre, en esta u otras regio-nes con manifestaciones levantinas, muestran tal comple-jidad en la lectura del sentido temporal de la acción, y noen todos ellos está presente la figura humana como prota-gonista. Lo cierto es que la representación de este tipo derastros asociada a animales heridos redunda en la idea deéxito que imprimen los grupos autores en el diseño de epi-sodios de componente cinegético, en sus distintas varian-tes compositivas y estratégicas, así como en el detalle con

142 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

Fig. 33a. Agrupación de los motivos 2-15.VIII

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el que reproducen las tácticas empleadas en la persecu-ción y muerte de sus presas.

Algunos de los trabajos que han tratado el tema de lacaza durante la Prehistoria (Quesada, 1998) defienden, yasí parecen corroborarlo trabajos etnológicos (Strehlow,1964-citado en Soleilhavoup, 1996), la importancia delrastreo como una de las tácticas más empleadas y que, asu vez, mayor conocimiento y control de pautas etológicasy de comportamiento conlleva. No es de extrañar, portanto, que se otorgara tal grado de importancia a estasrepresentaciones como una variante destacada, con altaprobabilidad de éxito, dentro de los episodios de caza.

Dentro de la concepción gráfica de los grupos autores,si bien los rastros de sangre actúan como enlace narrativoentre un contacto previo, no figurado, y la muerte inmi-nente del animal, las pistas de huellas, por el contrario,introducen los “preparativos” a una incursión cazadora,sobre la que se destaca la táctica empleada y no el posibleéxito de la misma. Estos dos planteamientos temáticos con-llevan una representación de la secuencia temporal narra-tiva bien distinta: mientras que en el primer caso, la ins-tantánea captada requiere que la imaginación del especta-

dor recree momentos pasados; en el segundo, es necesarioimaginar el desenlace para dar sentido completo al episo-dio cinegético representado.

Probablemente la reproducción de pistas de huellas seauno de los temas con más amplia proyección territorial ymenor grado de variación formal en su representación, conun esquema que suele reproducir la impronta bisulca propiade los ungulados a partir de dos trazos pareados ligeramenteconvergentes en su extremo, y una ordenación alineada quereproduce fielmente las pistas que aún en la actualidad esposible apreciar en nuestros bosques.

Estas pistas, que en el caso de los conjuntos de Valltorta-Gassulla alcanzan amplias dimensiones en su recorrido,suelen mantener ciertas reglas de proporcionalidad entre eltamaño de las improntas y el animal al que se asocian,ejemplares que, por lo general, no suelen superar el rango detamaño medio, con cierta predilección por los cérvidos y loscápridos. Otra cosa sería valorar el formato de los ejemplaresque se insertan en este tipo de temáticas, con una ampliavariabilidad formal, incluso en el propio ámbito que nosocupa, que nos previene ante la posible amplitud temporal deeste tipo de temas en los abrigos levantinos. Semejante

143ESTUDIO DE LA COMPOSICIÓN Y EL ESTILO

Fig. 33b. Posibles fases de adición que conforman la escena de caza

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afirmación podríamos hacer al referirnos a los rastreadoresque, en ocasiones, protagonizan estos episodios, con unadiversidad formal que incluye hasta el momento a los tiposMas d´en Josep, Lineal y Cingle de la Mola Remigiadelimitados en esta región castellonense.

Nuestro actual grado de conocimiento de los tipos

formales y su ordenación en la secuencia regional nos impidehacer mayores comentarios sobre cuestiones tan interesantescomo el momento en que se introducen estas tácticas en lospaneles levantinos o qué variabilidad temática y compositivamanifiestan en cada uno de los estadios estilísticos, entreotros. Sí que podemos avanzar, no obstante, que la

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Fig. 34. Detalle de los distintos modos de resolución de los ciervos que integran la manada: a) patas traseras del ciervo 9.VIII. b) Tren trasero del ejemplar 7.VIII. c)relación espacial entre los ciervos 6 y 9.VIII

a b

c

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representación de pistas de huellas aisladas o asociadas aanimales es un tema ciertamente recurrente en el núcleo deValltorta-Gassulla, con concentraciones hasta cierto puntosignificativas en los distintos abrigos que conforman, porejemplo, el Cingle de la Mola Remigia. Tan solo en el abrigoX se recogen, por el momento, hasta cinco pistas distintas,aunque no en todos los casos es evidente su asociacióndirecta a la figura animal. Sin salirnos de este conjunto, losabrigos IV y VI reproducen al menos tres ejemplos más, a losque cabría sumar los rastros seguidos por distintos cazadoresen la V Cavidad de Cova Remigia; els Tolls; Roure o Racó deNando, estos dos últimos fuera del núcleo Valltorta-Gassulla.Hemos de desplazarnos a la provincia de Alacant para poderrecopilar tal índice de representaciones, aunque en este caso,frente a las pistas de huellas, parecen tener un tratamientopreferente los rastros de sangre asociados a animales heridoso a punto de sucumbir.

Centrándonos en el análisis del resto de la composiciónde Saltadora VIII, parece evidente que en ella se puedendistinguir al menos dos fases de realización: una primera,que incluiría los elementos descritos hasta ahora, las figuras2, 3 y 4a-c y los ciervos 5, 6, 7, 9 y 11, a los que muy pro-bablemente podría sumarse el indeterminado 12; y una adi-ción posterior que incluiría a las figuras humanas 8 y 10 y alos motivos 13 a 15.

Los criterios que pueden esgrimirse para incluir las dis-tintas figuras de la primera fase en una escena son lossiguientes:

• en primer lugar, y partiendo de criterios referentes a lacoherencia narrativa, todas las figuras pueden integrarse confacilidad en una acción común, cuyo significado se desprendede los propios elementos gráficos y su relación espacial. Comoya hemos avanzado, en este caso se observa una fragmentaciónnarrativa en dos secuencias temporales complementariasentre sí. Por una parte, una acción pasada o secundaria gráfi-camente, constituida por el primer contacto con el animal y suflechado, momento que se evidencia en el rastro de sangre; ypor otra, una acción presente y principal, el instante en el queel arquero 4a está a punto de rematar o de volver a disparar alciervo más adelantado del grupo (motivo 5), figura a la queprobablemente pertenecería el rastro de sangre que evoca laacción anterior.

• en segundo lugar, la consideración de criterios formaleso estilísticos ofrece una visión homogénea de las figuras queincluimos en esta primera fase. Todas ellas responden a uncriterio más o menos naturalista, con atención por el detalleanatómico, tanto en los animales como en la figura del arque-ro. Así, los ciervos que mejor se conservan muestran unaestructura corporal proporcionada que sirve para diferenciar-los de las representaciones vistas en el abrigo VII, de cuerpos

más alargados y anatomía simplificada. El arquero, aunquepresenta una cierta desproporción corporal y el modelado selimita a la representación de las jarreteras, resuelve con acier-to la disposición del cuerpo en el momento de tensión del arcoprevio al disparo. Por último, el criterio de relación proporcio-nal de tamaños resulta importante a la hora de delimitar elcarácter unitario de una composición escénica, y esa sensa-ción parece desprenderse de la asociación entre el arquero yla manada de ciervos.

• en tercer lugar, y aunque éste es un criterio que sola-mente utilizamos de manera relativa, el pigmento con que hansido ejecutadas las figuras es de idéntico color, a pesar de quealgunas partes del contorno de los ciervos se conservan deforma diferencial debido a la acción de una colada, lo que leshace adoptar una tonalidad algo más clara.

• por último, y en base a criterios espaciales y de relaciónde fuerzas visuales, la trayectoria de cada una de las figurascoincide en una misma dirección: los ciervos aparecen dis-puestos hacia la izquierda, enfrentándose al arquero, cuyo dis-paro se orienta en el sentido contrario, con una trayectoriarecta dirigida al ciervo 5, del que únicamente se conservandos candiles de su cornamenta, pero cuyo cuerpo se interpon-dría en la línea de disparo.

La valoración de la manada de ciervos exige un comenta-rio particular. El elevado grado de deterioro de la mayoría delas figuras impide una apreciación detenida del estilo de lasdistintas representaciones, pero no queremos dejar de señalarque existen algunos elementos que podrían sugerir que lacomposición pudo haberse ejecutado en distintas etapas o, almenos, que carece de la uniformidad de tamaños y detallesque suele caracterizar a los animales que se agrupan en esce-nas de carácter marcadamente sincrónico. Así la disparidadde tamaño entre los motivos 6, 7 y 9 es evidente, tal y comoindica la comparación de las patas posteriores de los ciervos 7y 9 o el tamaño del cuerpo de los ejemplares 6 y 9. Tambiénes distinta la disposición de las patas posteriores del ciervo 7y el 9, más estático el primero y en ese sentido de disposiciónmás parecida al 6, y de extremidades en extensión oblicuarígida y simétrica el ciervo 9, de cornamenta aparentementemás desarrollada que la del 6 (Fig. 34).

A la derecha de los ciervos comentados hasta ahoraaparece una zona con restos de pigmento de desigualconservación (motivo 12). Su interpretación se ve limitadaprecisamente por el deterioro de la pintura, lo cual noimpide que nos parezca identificar en su parte superior laexistencia de unos trazos que pudieran corresponder a lasextremidades de un animal. En cualquier caso, lacontinuación del pigmento por debajo de esta zona en laque el trazo parece más definido estaría indicando que allídebió existir la representación de más de un animal, y

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aunque la uniformidad temática de las figuracionesanimales hasta ahora analizadas podría sugerir que podríatratarse de otras representaciones de ciervos, lo cierto esque esa consideración carece del necesario soporte gráficopara cobrar valor argumental. Su presencia nos sirve sólocomo indicio, por tanto, de la posibilidad de que lamanada de ciervos estuviera integrada por un número máselevado de animales de los que hoy se identifican total oparcialmente.

Por otro lado, resulta especialmente significativa laestructura compositiva que se deriva de la ordenación delos ciervos dentro de la manada. A pesar del número deejemplares representados en un espacio no excesivamenteamplio, la búsqueda de encuadre rige su distribución den-tro de un esquema espacial que traduce una estructurareticulada, compuesta por líneas paralelas asimétricas;una estructura que se reitera en la ordenación espacial defiguras de otras composiciones más complejas del ámbitoValltorta, dentro de fases figurativas claramente diferen-ciadas (Domingo, 2004; López Montalvo, 2005). La posi-ción adelantada del ciervo 5.VIII centra la atención delespectador en su enfrentamiento con el cazador, mientrasque el resto de ejemplares se distribuyen en la retaguardiaabriendo su posición dentro de la manada.

La actitud estática de los ciervos ha sido el principalargumento manejado por otros autores para afirmar la dia-cronía entre la ejecución de la manada y su inmediato caza-dor. De tal manera que esta adición modificaría el sentidooriginal de la composición, transformando en una escena decaza lo que inicialmente habría sido la representación de ungrupo de ciervos (Sebastián, 1993: 779-781).

En nuestra opinión, este tipo de argumentacionesresultan siempre problemáticas y es difícil encontrar cri-terios para argumentar que el arquero y los ciervos perte-nezcan a distintos momentos, a no ser que partamos de laidea de que gran parte de las representaciones animalesde carácter naturalista corresponden a una fase inicial delArte Levantino. Sin embargo, ante el peligro de que estetipo de argumentación se convierta en circular, preferimosllamar la atención sobre el efecto de integración escénicaque la figura del arquero 4a representa con respecto a lamanada de ciervos. Es más, pensamos que el enlace entrela figura del arquero y la manada estaría en el ciervo 5,perdido casi totalmente. Los problemas de conservaciónque presenta esta figura sesgan en parte la lectura del des-arrollo narrativo de la escena, aunque no modifican susentido.

Creemos que los argumentos manejados líneas arriba –estilo, relación espacial, coherencia narrativa, etc.– sonsuficientes para probar la integración escénica de esta

agrupación de figuras, con independencia de que su eje-cución fuera sincrónica o el resultado de la adición denuevas figuras a una composición inicial.

Los trazos de ejecución lineal y algo descuidada queaparecen en un plano superior al arquero 4a potencian elsentido temático de la estrategia de caza que se describe.Los paralelos documentados en otros conjuntos cercanosnos inclinan a pensar que se trata de referentes topográfi-cos, probablemente escondites, naturales o fabricados,que servirían a los cazadores para aproximarse a su presa,o los límites del espacio disponible para la colocación delos arqueros Los ejemplos que hemos constatado en otrosconjuntos, como en la cercana Cova dels Cavalls, ponenen evidencia la integración de este tipo de grafías enaquellas escenas de caza de estrategia compleja, siempreasociados a los cazadores que, apostados, esperan escon-didos o en posiciones destacadas a sus presas.Nuevamente, este elemento gráfico, aparentemente insig-nificante en la lectura de la escena, redunda en la cohe-rencia narrativa de este episodio de caza que, como vimos,es un claro exponente de maestría al introducir la frag-mentación temporal y secuencial de la acción y la recrea-ción de los mínimos detalles que envuelven el desarrollode la táctica cinegética empleada.

La destacada posición espacial de esta composicióndentro del abrigo y la atracción que posiblemente generóla temática cazadora en fases posteriores constituyen ele-mentos que permiten entender la adición de nuevas repre-sentaciones a la escena, unas adiciones que no en todoslos casos responden a una auténtica voluntad integradora(López Montalvo, 2005b).

La adición de los motivos 8 y 10 es un claro ejemplode los dos extremos que suelen observarse en la dinámicade transformación de escenas previas. La posición de laprimera figura, en la zona superior de la composición, serealiza dentro de los parámetros de respeto espacial ynarrativo, con una transformación puntual de su sentidotemático que, en cualquier caso, no altera la lectura finalde la escena. Por el contrario, la ejecución del motivo 10,que interpretamos como representación humana, pareceresponder a una motivación distinta, ajena a un auténticodeseo de integración narrativa, como prueba la posiciónque ocupa en el espacio, incidiendo prácticamente en elciervo 9, o la dirección opuesta que describe en su movi-miento (Fig. 35).

En ambos casos, atribuimos al denominado “factoratracción” la selección de estos espacios y no otros en laadición de nuevas figuras, aunque la motivación últimadebe responder a otro tipo de elementos que se nosescapan. Lo cierto es que, en cualquier caso, el ritmo de

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adición que marca la transformación puntual de estasescenas se caracteriza por la ejecución de un reducidonúmero de figuras –apenas exceden en ocasiones la pareja– lo que, en cierto modo, traduce más un deseo de reflejargráficamente la ocupación de un espacio que detransformar radicalmente su contenido.

La indefinición que genera la lectura de los motivos 13al 15, situados en el espacio que media entre dos estalag-mitas del límite derecho, condiciona tanto su interpreta-ción como cualquier valoración relativa a su participaciónen la escena. Su presencia y el punto significativo queocupan en un saliente del soporte nos advierte, nueva-mente, de una decoración y temática más compleja de laque podemos avanzar en la actualidad, con una ocupaciónmúltiple y reiterada de este espacio como lugar de repre-sentación destacado.

Una lectura global de la escena, a expensas de las fasesdecorativas, pone en evidencia los parámetros de los quese sirve el/la artista para aunar figuras producto demomentos distintos. Los recursos de integraciónprescinden de factores estilísticos y formales,probablemente porque estos sirven para reafirmar laocupación del mismo espacio por distintos grupos oautores, y entre esas omisiones destaca la falta de uncriterio de proporcionalidad en los tamaños. Se trataprobablemente de un procedimiento que genera ciertodesconcierto al espectador actual. Frente a esareafirmación de los rasgos propios de fase que identificanen última instancia al grupo, se desarrollan otro tipo derecursos que potencian la integración de nuevas figuras: elmás reiterado es la imitación narrativa; el mássignificativo, el diseño de elementos gráficos, como laflecha que impacta en el ciervo 6, procedente del puntoque ocupa el arquero 8 (Fig. 36). Unos elementos quefuncionan como auténticos conectores temporales entrefases distintas y que contribuyen a otorgar una ciertacoherencia al resultado de la adición (López Montalvo,2005a y b).

Unidad VIII.1.BEl panel donde se ubica la unidad B de la primera

cavidad (VIII.1.B) mide un total de 3,4 m de longitud. Elsoporte es de tendencia lisa y se configura como un lien-zo ideal para la representación de las figuras, aunquepresenta ciertos desconchados en la roca que impiden lacorrecta definición e interpretación de los motivos allírepresentados y, por extensión, de la composición o delas posibles escenas que pudiera integrar.

En esta unidad se puede distinguir una agrupaciónformada por los motivos 16 a 19, y cuatro figuras

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Fig. 35. Relación espacial entre el ciervo 9 y la figura humana 10.VIII

Fig. 36. Un trazo de coloración más tenue podría sugerir la representación deuna flecha que impacta sobre el ejemplar 6.VIII

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Unidad V.III.1.B

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Fig. 37. Unidad VIII.1.B (motivos 16- 23)

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Fig. 38. Agrupación de los motivos 16-18.VIII

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aisladas (motivos 20 a 23), estas últimas reducidas arestos de pigmento de carácter informe y tendencialineal, cuya lectura e interpretación resultan imposiblesen la actualidad (Fig. 37)

En la agrupación podemos distinguir una representa-ción humana de tronco largo e incurvado (motivo 16) querelacionamos con el horizonte del Cingle de la MolaRemigia; restos de un ciervo, reducido al prótomo, queaparece asaeteado, de ejecución naturalista y proporcio-nada (motivo 18) y tres restos indeterminados (17a, 17by 19).

No hay ningún elemento que nos indique que lasfiguras que se insertan en esta agrupación formen unaescena, al menos no somos capaces de dar lectura a unsentido temático comprensible en la actualidad. Los ras-gos que, por lo general, nos permiten valorar e indivi-dualizar las fases de ejecución (estilo, y en menor medi-da cromatismo) nos remiten a un dilatado proceso de adi-ción que es significativo por la concentración espacialque provoca, sin que en ella parezca existir una claramotivación de integración narrativa. Las distintas tra-yectorias y sentido descriptivo de las figuras así lo corro-bora al no permitir establecer relaciones claras entreellas; tampoco el criterio de proximidad espacial en estecaso es determinante a la hora de proporcionarles un sig-nificado escénico (Fig. 38).

Una descripción ordenada de izquierda a derecha nospermitirá incidir en esa aparente desvinculación narrati-va y en las distintas interpretaciones que se han vertidosobre las singulares representaciones que se concentranen este punto del abrigo.

Quizás la representación más enigmática y que mayoratención ha recibido en trabajos anteriores sea precisa-mente la número 17a y 17b, de la que no hemos podidoencontrar paralelos en la zona. Sebastián estableció enella la presencia de tres figuras antropomorfas de carác-ter esquemático, ejecutadas siguiendo las convencionesexistentes en conjuntos como el Abrigo de las FigurasDiversas y las Covachas de las Figuras Amarillas, ambasen Albarracín (Teruel) (Sebastián, 1993). En el nuevocalco, obtenido tras la revisión del conjunto, no se apre-cian esas convenciones gráficas con que son representa-das las falanges de figuras simplificadas y trazo lineal enlas que se apoya la interpretación de esta autora.Tampoco compartimos la opinión de Viñas cuando rela-ciona estos trazos con las extremidades del ciervo 18,como si se representara al animal descuartizado (Viñas,1982: 157); interpretación que se deriva de la conside-ración del prótomo del ciervo 18 como una representa-ción parcial intencionada. Hemos de tener en cuenta que

un desconchado afecta a la parte trasera del animal,donde en origen podría haber sido representado el cuer-po, si bien es cierto que otros ejemplos constatados en lazona ponen en evidencia el uso de aristas y salientespara la ejecución de este tipo de figuras animales frag-mentadas, dentro de un recurso técnico que potencia laejecución en planos diferenciados (López Montalvo,2005). Todas las interpretaciones realizadas hasta ahoradejan fuera de sus argumentos al motivo 17b, probable-mente relacionado con los trazos que conforman el 17a,a pesar de que un desconchado reciente interrumpe laconexión en su zona media.

En definitiva, resulta complicado avanzar una inter-pretación coherente basándonos en criterios objetivos o enparalelos documentados en ésta u otras regiones artísticas.Sin duda, se trata de una representación singular, de com-plicada lectura, que difícilmente podemos integrar en unsentido narrativo comprensible en la actualidad.

Por otro lado, la representación de figuras animalesfragmentadas, generalmente reducidas al tren delantero,es un recurso bien documentado en el ámbito que nosocupa. Tan solo en el Sector Sur de Saltadora podemosavanzar el magnifico prótomo de ciervo localizado en elabrigo VI, mientras que abrigos cercanos, como Masd´en Josep, concentran hasta tres ejemplos de figurasfragmentadas de especie variada (Domingo et al, 2003).

Unidad VIII.2.APor lo que respecta a la segunda cavidad, las figuras

que la componen (24 a 34) ocupan la única zona lisa quepresenta el soporte de la cavidad, la cual se localiza enla parte baja de la misma y se desarrollan a lo largo de3,10 m de longitud. Un escalón pronunciado favorece elposicionamiento, de manera que con una actitud seden-te sucesiva se pudo fácilmente ejecutar la totalidad deesta agrupación de motivos.

A pesar de la extensión que ocupan los motivos deco-rados, no es posible establecer en esta zona mayoresdivisiones topográficas, y la mala conservación impideavanzar en contenidos temáticos y compositivos, por loque la descripción se efectuará atendiendo a la simpledistribución espacial de las figuras.

De izquierda a derecha contamos primero con laagrupación formada por los motivos 24 a 26; aparecendespués dos representaciones aisladas, la 27 y 28; unanueva agrupación que comprende los motivos 29 a 32 yotras dos representaciones aisladas, la 33 y 34. (Fig. 39).

El escaso grado de conservación dificulta la lectura detodas ellas y solamente sólo en algún caso aislado podemosapuntar la presencia de figuras humanas de formato

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Unidad VIII.2.A

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Fig. 39. Unidad VIII.2.A (motivos 24- 34). La distancia espacial entre algunosmotivos ha sido modificada por imperativos de la publicación. En estos casos,se indica la dimensión real que media entre la posición de las figuras afectadas

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simplificado y reducido tamaño (24a y, quizás, 29). El restode motivos se corresponden con fragmentos de pigmentoapenas identificables que se extienden a lo largo de estapequeña concavidad de la pared.

Teniendo en cuenta esa relativa conservación no es deextrañar que las agrupaciones de figuras que hemos señala-do sean ficticias y producto de la degradación progresiva deeste conjunto. Los restos dispersos de pigmento anuncianuna complejidad compositiva y temática de la que nadapodemos decir en la actualidad.

Llama la atención, no obstante, que en este punto delabrigo se concentren representaciones de reducido tamañoy formato aparentemente lineal o simplificado, especial-mente si tenemos en cuenta que algunos aspectos, como sonla estructura lisa del soporte, el fácil acceso o, incluso, lamáxima protección que le concede la concavidad de lapared, le constituiría a priori como espacio excepcional derepresentación.

Al valorar conjuntamente la decoración de este abrigo,apreciamos rasgos singulares que le individualizan clara-mente de la tónica observada en el abrigo precedente, porlo que a la composición y al uso del espacio se refiere.

A pesar de que la estructura topográfica del conjunto,con una acentuada concavidad en puntos concretos, seríafavorable a la ejecución de composiciones extensas desdeel punto de vista espacial, tan sólo puntos determinados hansido reiteradamente utilizados como espacio de representa-ción. Y estos se asocian a niveles superiores, correspon-dientes con posturas cómodas, pero erguidas, que seríanfácilmente visualizados por el espectador desde la platafor-ma natural que enmarca al abrigo (López Montalvo, 2005a).

Frente al uso intensivo que apreciábamos en cavidadesconcretas del abrigo VII, mucho menos favorables a la eje-cución por su carácter abierto y desprotegido, el abrigo VIIImuestra una concentración puntual de motivos y fases entres zonas claramente delimitadas por estructuras topográ-ficas más o menos relevantes. En este sentido, podríamossugerir que el propio relieve jugó una baza importante en laestructuración del espacio utilizado.

Esa baja frecuencia de ocupación de este abrigo, con rit-mos de ejecución que se limitan a la representación de figu-ras solitarias, mayoritariamente humanas, contrasta con laplasmación de temáticas inusuales en el ámbito que nosocupa, de difícil comprensión y de las que, en algún caso,nos cuestionamos su inclusión en el horizonte levantino.

ABRIGO IXEl último abrigo que cierra el Sector Sur de La

Saltadora mide 7,20 m de longitud y se subdivide en trescavidades. Solo en la central, o cavidad IX.2, se concentra

la totalidad de motivos documentados en la actualidad,aunque no hemos de descartar que la presencia de impor-tantes coladas procedentes de la cornisa sellara a su pasootras decoraciones en las cavidades anexas.

En esta segunda cavidad (IX.2) podemos distinguir dosunidades topográficas: la más pequeña –apenas supera elmetro de longitud– se sitúa en el extremo izquierdo(IX.2.A). Una fuerte inflexión en el soporte es el límite quesepara esta primera unidad de la segunda, con una longi-tud de casi tres metros, y en la que se concentra la mayorparte de los motivos documentados (IX.2.B) (Fig. 40).

Unidad IX.2.ASe pueden distinguir en esta unidad dos agrupaciones

formadas por un total de seis motivos (1, 2, 4, 5, 6 y 7.IX)más una figura aislada (motivo 3.IX).

La primera agrupación, situada en la parte izquierda,está formada por los motivos 1 y 2, los dos indeterminados.Su mala conservación, producto de la capa de calcita quelas cubre, no permite mayor precisión ni en su lectura nien su interpretación, pero nos previene de una incorrectavaloración del factor de “ausencia”, algo que no siemprees tenido en cuenta en los estudios de Arte Rupestre. Enlo que a nosotros respecta, solamente podemos señalar quela complejidad compositiva y temática de este punto delpanel debió ser mayor de lo que el grado de conservaciónnos permite afirmar en la actualidad. A este argumento sesuma la presencia de una figura aislada (motivo 3) en elplano superior derecho, muy próxima a las figuras de launidad contigua. Se trata, de nuevo, de restos de pigmen-to de identificación imposible que, más allá de señalar supresencia, nada aportan a la discusión compositiva de lohoy conservado.

La segunda agrupación está constituida por tres figurashumanas (motivos 5, 6 y 7) y una especie de panopliacazadora compuesta por dos arcos y un haz de flechas(motivo 4). Su situación en la parte inferior derecha haceque aparezca ligeramente desplazada del resto de figurasde esta primera unidad, ocupando el plano más bajo deejecución en el abrigo, aproximadamente a unos 50 cm porencima del nivel del suelo.

La orientación de los motivos 5-7, contraria a la mayorparte de los ciervos que conforman la parte superior de ladecoración de la unidad contigua, y la distancia espacialque les separa, acentuada por la ruptura visual que gene-ra la grieta que actúa como límite entre unidades, sugiereuna evidente desconexión narrativa entre la agrupaciónformada por los motivos 4-7 y el resto de figuras que sesitúan a la derecha del abrigo.

El comentario de esta agrupación resulta ciertamente

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controvertido, y ello por la indefinición que suscita la iden-tificación del género de las figuras, la acción que realizan ysu discutida vinculación con los arcos y el haz representado.

Por lo que se refiere al primer aspecto, la discusiónsobre el posible género femenino de estas figuras reapare-ce continuamente en la literatura especializada. Los argu-mentos manejados apuntan principalmente al destacadovolumen de sus caderas y, en menor medida, a la disposi-ción de una de ellas (Sebastián, 1993: 793), la 5, que fle-xiona los brazos sobre la nuca en una postura que recuer-da a la denominada Venus de la Valltorta, figura femeninalocalizada en les Covetes del Puntal. Estos dos argumen-tos, sin embargo, pierden fuerza cuando integramos en ladiscusión aspectos relacionados con el diseño de este tipode figuras, que hemos definido como de tipo Centelles opaquípodas, de recurrir a la terminología empleada porObermaier y Wernert. Si comparamos los motivos 5-7 conotros individuos masculinos pertenecientes a este tipo,comprobamos que ese modelado de las caderas no res-ponde exclusivamente a una cuestión de género y sí aunas pautas formales en la construcción de las represen-taciones humanas, tanto por lo que se refiere al volumencomo a la manera en que se insertan el tronco y la cadera(López Montalvo, 2005a). La posibilidad de que se tratede representaciones masculinas se refuerza al considerarla ausencia de las típicas convenciones anatómicas y deindumentaria que definen a las mujeres en el ArteLevantino. Por lo que se refiere al primer aspecto, nadapermite corroborar la insinuación de los pechos en elmotivo 5 (Sebastián, 1993); la alteración de pigmento ysoporte en ese punto impediría cualquier valoración obje-tiva a favor o en contra, si bien es cierto que algunas delas figuras femeninas documentadas en la zona, que podrí-amos incluir potencialmente dentro de este tipo, no secaracterizan por la representación de los senos. Por otrolado, la perfecta definición del recorrido de muslos y pan-torrillas, al menos en los motivos 5 y 7, pone en evidenciala ausencia de faldas o polainas que, con diseños diversos,suelen engalanar a las mujeres en este estadio figurativo(Racó Gasparo o Abric de Centelles entre otros). A estosdos argumentos hemos de sumar el hecho de que dos delas tres figuras cubran sus cabezas con tocados relativa-mente sencillos, formados por dos apéndices o antenasopuestas; un rasgo que acompaña a los hombres represen-tados en esta fase y que contrasta con las cabezas desnu-das de las mujeres, con melenas cortas que apenas supe-ran la longitud de los hombros. En cualquier caso, y apesar de estos argumentos, la mala conservación del pig-mento tampoco nos permite ser categóricos con respecto almotivo 6, quizás algo más ancho de caderas que los otros

dos, y en el que un pequeño engrosamiento del trazo en laparte superior del tronco podría estar dando cuenta de unode los pechos.

El vínculo con el armamento representado en el motivo4 sería un último argumento a favor del género masculinode estas figuras, a pesar de que algunos autores se hanmostrado reacios a admitir esta premisa, en base a la posi-ción desplazada de la panoplia, a la trayectoria que siguenlas tres figuras y al hecho de que su número no se corres-ponda con el de los arcos representados (Sebastián, 1993).Algunos aspectos, sin embargo, permiten avanzar en unaargumentación distinta. Por un lado, la posición del arma-mento en un nivel superior al de las figuras, aunqueinusual, no impide relacionar ambas representaciones,sugiriendo así la existencia de dos planos narrativos yuxta-puestos en la vertical, una pauta compositiva que se repiteen agrupaciones más complejas dentro de este horizonteestilístico (Centelles, Cavalls). Por otro lado, los paralelosformales de este tipo de figuras apuntan a una concepciónde la figura masculina ataviada con arcos de estructuradoble o biconvexos, con diseños cuidados que dan cuentade la cuerda, y que se acompañan generalmente de hacesde dos, tres o hasta cuatro flechas, siguiendo el modelorepresentado en la referida panoplia. Si admitimos que,efectivamente, el armamento pertenece a este grupo defiguras, cabría preguntarse entonces por qué no existecorrelación entre el número de arcos e individuos; un razo-namiento que ha llevado a algunos autores a sugerir la pre-sencia de una mujer en la agrupación, si bien los argu-mentos expuestos líneas arriba nos obligan a ser cautosante tal sugerencia.

El sentido narrativo que traduce esta agrupación tam-bién ha atraído la atención de los investigadores; desde unasimple agrupación de corte costumbrista (Beltrán, 1965)hasta un posible episodio de danza ritual (Almagro, 1947)han sido algunas de las aportaciones más reiteradas. Peromás interesante que las elucubraciones interpretativas, quedejaremos en un segundo plano, es la propia disposiciónque mantienen las figuras en el espacio. Su ordenación obe-dece a una yuxtaposición extremadamente abigarrada queprovoca la superposición parcial reiterada, sin que ello alte-re la lectura individualizada de los temas. Esta convenciónparece cumplir una doble función gráfico-narrativa: por unlado, traduce la idea de profundidad y perspectiva en variosplanos, un aspecto en el que también jugaría un papelimportante la propia ordenación oblicua de la trayectoria;por otro lado, potencia la sensación de unidad, coordi-nación y cohesión narrativa. Esta pauta compositiva noes exclusiva de esta fase figurativa, ni siquiera de estaregión artística, muy al contrario parece responder a un

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Unidad IX.2.A-B

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Fig. 40. Unidad IX.2.A-B

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modo común de concebir la ordenación espacial ynarrativa de las figuras a lo largo de una buena parte dela secuencia levantina (López Montalvo, 2005). La orde-nación en ligerísima diagonal de las tres figuras, visibleen la disposición de cabezas y cinturas, no rompe lasensación de unidad ni supone una supresión de deta-lles propios de la individualización de cada uno de lostemas: la inclinación del tronco es más pronunciada enel motivo 6.IX, mientras que brazos y piernas adoptandisposiciones diferentes.

Por lo que se refiere a la interpretación narrativa, larepresentación de agrupaciones más o menos extensasde figuras humanas en actitud de marcha coordinada esuna de las temáticas más llamativas de las figuras delhorizonte Centelles. Lo podemos comprobar tanto enCavalls como en la magnífica composición del Abric deCentelles, donde hasta treinta individuos, entre ellosmujeres y niños, marchan de manera ordenada en direc-ción Noreste. Pero no sólo estas grandes concentracio-nes de individuos traducen una temática excepcionaldentro de este arte, sino que dentro de esta misma fase,y con una destacada representatividad en el Maestrat yel Bajo Aragón, encontramos a su vez figuras solitariasque se muestran en actitud parada o en plena marcha,siguiendo unas convenciones que acentúan la tensióndel movimiento en una apertura considerable de laspiernas. Teniendo en cuenta estos paralelos, las tresfiguras de Saltadora IX podrían sumarse a esos episo-dios de concentración, aunque difícilmente podríamosargumentar un episodio de marcha o movimiento por elterritorio; la posición de piernas y brazos no parecentraducir el compás propio del movimiento coordinadoque describen casi convencionalmente otros individuosde este tipo representados en la zona y entre los quepodríamos señalar como ejemplo cercano al arquero 11del abrigo VII. Otros aspectos nos acercarían a unanueva variante temática dentro de esta fase figurativa.En este sentido, resulta especialmente llamativa la pos-tura del motivo 5, con los brazos ligeramente apoyadossobre la nuca y abriendo el desfile, en una actitud deligero avance. Algunas figuras pertenecientes al mismomomento muestran una posición parecida de los brazosen aquellos casos en que portan algo cargado a los hom-bros, de ahí que pudiera pensarse que los trazos quecorren paralelos al tronco pudieran estar dando cuentadel armamento, lo que explicaría la falta de correlaciónentre el número de arcos representados en la panoplia 4y el número de figuras representadas de esta agrupa-ción. Sin embargo, se trata de una posibilidad quevemos también algo forzada, ya que el grado de alza-

miento de los brazos, que corren paralelos a la proyec-ción de la clavícula parece exagerado en relación conuna actitud de carga, y no se corresponde con la posi-ción que suelen adoptar estas figuras cuando transpor-tan el armamento, petates o incluso niños sobre loshombros (Val del Charco del Agua Amarga-Teruel).Incluso parece poco probable que el detalle de la carga,sea armamento u otra cosa, no haya sido representadocon detalle, pues los casos conocidos al respecto pre-sentan una clara atención por este tipo de precisiones.Se puede dudar sobre lo que se trasporta, pero no sobresu entidad y volumen.

Descartada, por tanto, esta posibilidad, resulta cier-tamente complicado comprender la posición y actitudde esta figura dentro de esta agrupación. Por la dispo-sición de los brazos podríamos incluso sugerir el apre-samiento de un individuo, de manera que los trazos quependen y discurren a ambos lados del tronco funciona-rían como el cordaje que sujetaría la figura posterior, la6. De estar en lo cierto, este tipo de episodios se inte-graría en otro tipo de temáticas documentadas dentro deesta fase que redundan en aspectos relacionados conconflictos sociales y modos de reglamentación internade estos grupos. Baste señalar al respecto el ejemplo dearquero herido documentado en el abrigo VII de estemismo conjunto o en la primera cavidad de CovaRemigia.

Considerar que una de las tres figuras pudiera ser desexo femenino, en nuestra opinión preferentemente lacentral al no presentar tan claramente los adornos deantenas en la cabeza, poseer algo más de volumen enlas caderas y no poder descartar la existencia de larepresentación de los pechos, abre indudablemente otrotipo de interpretación también coherente con lo quesabemos de este horizonte estilístico. De hecho, la inte-gración de hombres y mujeres en escenas comunes, conparticipación activa de los dos sexos en una mismaacción, constituye uno de los rasgos más interesantesde esta fase, con varios y buenos ejemplos procedentesdel Abric Centelles.

Las múltiples interpretaciones que ha suscitado estaagrupación de figuras nos obliga a ser cautos en nues-tras valoraciones. Hasta aquí hemos querido exponerúnicamente aquellas observaciones que podemos con-textualizar dentro de la coherencia que nos aporta elhecho de haber delimitado claramente esta fase figura-tiva en la zona del Maestrat. Como veremos en el apar-tado estilístico, se trata de figuras de tamaño medio-grande, que destacan en el contexto del espacio gráficopor ocupar de manera extensiva los niveles medios y

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superiores del entramado decorativo. Las escenas queprotagonizan describen actividades que se alejan deacciones económicas de corte cinegético para centrarseen otros pasajes que parecen insistir en la importanciadel grupo, de la relación del individuo con sus seme-jantes y en el vínculo con el territorio, abundando en laidea de su movilidad por el mismo.

Unidad IX.2.BSe contabilizan en esta unidad un total de 13 figuras

dentro de una única agrupación, ordenada a partir dedos alineaciones paralelas, la superior en plano ascen-dente y la inferior en plano descendente, ambas con ungrado de inclinación cercano a los 45º. La sensacióngeneral que ofrece este panel es la de un planteamientoespacial cuidado, cuyo esquema no parece querer alte-rarse a pesar de las distintas fases de ejecución. Esteesquema responde a pautas de ordenación sustentadasen la yuxtaposición estrecha y en la orientación contra-puesta que describen las figuras dentro de dos ejes com-positivos de tendencia subparalela, en los que, además,los accidentes del soporte se integran como parte delentramado decorativo.

La incontestable superioridad numérica de las repre-sentaciones animales, su cuidado tratamiento formal yla significativa ocupación de puntos destacados delespacio gráfico sugiere un ensalzamiento de la figuraanimal –en especial de los ciervos machos adultos– quedesplaza a la figura humana a un papel secundario enesta segunda unidad.

En el eje superior, donde la roca muestra un relievemenos escarpado, más favorable a priori para la ejecu-ción de las pinturas, se localizan cuatro ciervos machosadultos de tamaño similar (8, 11, 12 y 16), pero forma-to, técnica y color variable. En su disposición parecejugar un papel importante la inclinación ascendente quepresenta el soporte en ese punto, de manera que inclu-so una fina arista refuerza la sensación de que los cier-vos marchan sobre el suelo.

La parte superior de la pared, inmediatamente porencima de la zona donde se ubica esta sucesión de ani-males, presenta la fractura sistemática de todas las for-maciones estalactíticas o rebordes calcáreos que pudie-ran haber afectado la zona decorada (Fig. 41). Las cica-trices parecen antiguas, por la pátina común al resto delsoporte, y la acción parece buscar la preparación de lapared para disponer de un espacio regular, sin interrup-ciones o rebordes entre las figuras. La voluntariedadparece clara en relación con los motivos 11 y 12, porquede lo contrario la zona se habría visto afectada por un

reborde de cierto tamaño que hubiera impedido la com-posición de los dos ciervos parcialmente yuxtapuestosque allí se dibujaron. Es obvio que no estamos en con-diciones de afirmar que la fractura estuviera ligada alproceso de ejecución de las figuras, pero la coinciden-cia obliga a considerar la posibilidad, y aunque se tratade un procedimiento que con anterioridad no había sidoseñalado para el Arte Levantino, parece que en el futu-ro este tipo de acciones habrán de evaluarse con másatención .

Volviendo al comentario de la agrupación de ciervos,su tamaño y destacado naturalismo contrasta no solo conel resto de representaciones que ocupan esta unidad,sino que disiente de la tónica que observábamos enabrigos contiguos dentro de este mismo sector. Ambosaspectos, tamaño y cuidada ejecución, junto con la posi-ción que ocupan en la parte más alta del abrigo poten-cian la sensación de preeminencia de estos ciervos en elespacio gráfico.

Hasta tres fases de ejecución distintas pueden deli-mitarse dentro de esta agrupación. La simple agregaciónde nuevas figuras, siguiendo los principios de respeto eimitación de conceptos tan comunes dentro de este arte,parece primar sobre cualquier sentido narrativo explíci-to. No es inusual en ésta y otras regiones artísticas larepresentación de auténticas concentraciones de figurasanimales, de igual o distinta especie, en puntos deter-minados de los paneles. En todas ellas parece jugar unpapel importante el “factor atracción” que se desprendede la representación de grandes cuadrúpedos, siendolos ciervos machos de imponentes cornamentas uno delos temas más destacados. La composición del Abric dela Tenalla (Viñas, 1987) constituiría un claro ejemplo eneste sentido, especialmente significativo si tenemos encuenta su proximidad geográfica al conjunto de LaSaltadora. No sería el único documentado en la zona, yfuera de ella, aunque sin agotar los conocidos hasta elmomento, bastaría señalar las agrupaciones existentesen el Bajo Aragón (Roca dels Moros, Plano del TíoPulido o Cañada de Marco) (Cabré, 1915; Eiroa, 1985;Beltrán y Royo, 1996), Alacant (Abric I de la Sarga)(Hernández, Ferrer y Catalá, 1988) o Murcia (Cantos dela Visera) (Breuil, 1920) para constatar la importanciade este tipo de composiciones formadas por animales degran tamaño y presencia dominante en el espacio gráfi-co. Esta preeminencia se conjuga, volviendo al caso deSaltadora, con una desvinculación narrativa de las esce-nas de contenido cinegético que les acompañan y quecomentaremos más adelante. Esa desvinculación hapropiciado en ocasiones su interpretación en un nivel

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narrativo distinto de las escenas cinegéticas, sobre elque se han vertido distintas visiones, casi siempre vin-culadas con el carácter totémico de estos animales y, enúltima instancia, con el modo de vida cazador-recolec-tor de los grupos autores. En esta visión la representa-ción del animal trasciende los valores específicos de lapresa potencial y aparece dotada de un valor simbólicoy religioso. La sacralización del animal representadoque contrasta abiertamente con la de su inclusión enuna escena de caza: de su integración mítica en lavisión cosmogónica del mundo a su individualizacióncomo fuente de alimento o símbolo de prestigio delcazador-guerrero. Sin embargo, la dualidad de culto adeidades femeninas-masculinas y animales es una rea-

lidad en el arte Neolítico y en el Arte Esquemático nofaltan composiciones de ciervos y cabras no integradasen escenas de caza, de lo cual se deduce que no es tanmecánica la asociación de animales aislados o enmanadas a economías o cosmogonías cazadoras-reco-lectoras.

Si bien las diferencias formales y técnicas quemuestran estos ciervos (Fig. 42) –trazo listado y pig-mento negro– permiten distinguir modos de ejecucióndistintos, resulta más complicado valorar, en base a cri-terios objetivos, cuál fue el orden de agregación alpanel. El respeto “gráfico” por lo previamente repre-sentado se potencia con la búsqueda de encuadre y elajuste espacial entre figuras, de manera que tan solo la

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Fig. 41. La fractura sistemática e intencionada de las formaciones estalactíticas que coronan el abrigo IX podría explicarse por la necesidad de adecuar un espacio derepresentación regular

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superposición parcial de los ciervos 11 y 12 en suscuartos traseros rompe ligeramente esta tónica (Fig. 43).

El mimetismo en la representación de ambosejemplares, que se extiende a aspectos tan significativoscomo la proporción anatómica, el color y tipo depigmento empleado o la técnica de listado en el relleno,nos sitúa ante una superposición sincrónica, productode una misma fase de ejecución, algo que, sin embargo,difícilmente nos permite avanzar en el proceso deconstrucción gráfica de esta composición. La curiosadisposición de estos dos ciervos tanto podría responderal deseo de encajar a estos dos ejemplares en el espacio

que media entre el 8 y el 16 como, lo que es más probable, a la reiteración de un concepto que sedocumenta en ésta y otras regiones artísticas levantinas.Nos referimos a la agrupación solitaria de dos machosadultos que, contrapuestos o no, recurren a lasuperposición parcial como elemento que a la vez quefavorece la unidad narrativa potencia la sensación deperspectiva en distintos planos. Un ejemplo cercano,aunque mal conservado, se documenta en Mas d´enJosep, donde dos ciervos de imponentes cornamentas

marchan en paralelo (Domingo et al, 2003); también ydentro de esta misma provincia la Cova del Polvorínofrece un ejemplo muy semejante (Vilaseca, 1947), quede nuevo se repite en el Bajo Aragón, en la Roca delsMoros de Calapatá (Cabré, 1915). Menos reiterado, almenos en el Maestrat, es el concepto compositivo quenos ofrecen los ciervos 11 y 12 de Saltadora, conparalelos tan distantes en el territorio como losdocumentados en Alacant, en el Abric de Pinós, con unconcepto formal menos naturalista pero que recurre

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Fig. 42. Detalle de la técnica de listado empleada en el diseño de los cier-vos 11-12.IX

Fig. 43. Detalle de la superposición entre los ejemplares 11 y 12.IX

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nuevamente al listado como técnica de relleno(Hernández, Ferrer y Catalá, 1988) (Fig. 44).

Junto con la disposición de la pareja de ciervos 11 y12, otro aspecto sumamente llamativo es la asociacióndel ciervo 8 a un manchón de coloración más tenue quedificulta la lectura en detalle de esta figura (Fig. 45). Laintensidad y extensión que alcanza esta mancha, sobre-pasando al ciervo hacia la zona inferior del abrigo, noslleva a cuestionar la posibilidad de que se trate simple-mente de un corrimiento debido a la combinación de lanaturaleza excesivamente acuosa del pigmento y laporosidad de la roca. De estar en lo cierto, tanto podríatratarse de una preparación previa del soporte como deun episodio de corrección en la posición del propio cier-vo 8. Ambos recursos están perfectamente atestiguadosen otros conjuntos de la zona, pero es quizás la recu-rrente corrección de figuras lo que otorga una nuevadimensión a las pautas compositivas de los grupos auto-

res, puesto que nos obliga a matizar la supuesta aleato-riedad que tradicionalmente se había atribuido a laordenación de las figuras en el espacio gráfico (LópezMontalvo, 2005a y e.p). Ciñéndonos al ejemplo concre-to del ejemplar 8, la existencia de una pronunciadagrieta de trayectoria ascendente podría ser motivo sufi-ciente como para modificar la posición del ciervo (Fig.46). Lo que quizás disienta de otros ejemplos contras-tados en la zona es que la ejecución del nuevo ciervo serealice sobre los restos del primero, con poca preocu-pación por su borrado. La experiencia en otros conjun-tos de la zona pone en evidencia cómo se suele modifi-car la posición de la figura abandonando el boceto ini-cial, raramente eliminándolo por frotación o piquetea-do, y cómo se traslada la nueva figura a un punto dondelos restos anteriores no dificulten su lectura, algo queno podemos afirmar en este caso (López Montalvo,2005). Una situación en cierto modo similar podría ser

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Fig. 44. Es posible rastrear la representación de parejas de grandes ciervos que marchan en paralelo en algunos conjuntos del Maestrat y del Bajo Aragón, como la dela Cova del Polvorín (Pobla de Benifassà) (a- calco según López Montalvo, 2005) o la del Abrigo de Els Gascons (Teruel) (b-calco según Cabré, 1915). La oposición deestos ejemplares por los cuartos traseros es menos recurrente, con ejemplos algo lejanos en la Cova del Mansano (Xaló) (c- calco según Aparicio, Beltrán y Boronat,1988) o en el Abric de Pinós (Benissa) (d-calco según Hernández, Ferrer y Catalá, 1988) ambos en la provincia de Alacant

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la de la cierva 33 de Cavalls (Villaverde et al., 2002a yb), donde su dibujo inicial se interrumpe cuando lacabeza parece que estaba dibujada (32b), para despla-zarla a un plano inferior y algo más bajo, evitando así lasuperposición con la figura de otra cierva, la 32a. Eneste caso también obedeciendo, aparentemente, a unaclara voluntad de ordenación del espacio gráfico(Domingo, 2004; López Montalvo, 2005a y e.p).

Resulta difícil valorar qué motivó la modificación deposición del ciervo 8.IX. Hemos avanzado la posibilidadde que la grieta incidiera en su definición, ya que nosparece que hay que descartar que esa modificacióntuviera que ver con un error a la hora de hacer encajarla figura al espacio que media con respecto al ciervo11.IX. De hecho, parece que la figura borrada o perdi-da había sido completada tanto en lo que se refiere alvolumen corporal como a la cornamenta, que no sobre-pasaban sensiblemente el espacio de la segunda ejecu-ción. En el análisis de los pigmentos de esta figura, taly como se expone detalladamente en el capítulo dedica-do al estudio de los mismos, hemos observado diferen-cias entre los componentes que aparecen en el halo querodea al ciervo y determinados puntos de este último.Mientras que las muestras tomadas en algunas zonas delcuerpo (cabeza, pecho y cuello) presentan una baja pre-sencia de arsénico, este compuesto no aparece en otraszonas (lomo y vientre) ni en el halo de color más claro oen el soporte pétreo inmediato al motivo. Esta circuns-tancia obliga a considerar la existencia de un proceso derepinte parcial del motivo, con la utilización de, almenos, dos pigmentos distintos. En el momento actual,y a falta de otros análisis, no es posible ir más allá enesta cuestión, pero esta circunstancia permite plantearla posibilidad de que algunas figuras levantinas hayansido objeto de repintes. A no ser que, habida cuenta delbuen tamaño de esta figura, nos encontremos ante labúsqueda de una determinada calidad de pigmento,pensando en la intensidad del color o en su densidad ofluidez, a la hora de realizar determinadas partes de lamisma, en contraposición a las zonas donde el trazodebía ser menos cuidadoso. Una posibilidad que parecemás remota que la anterior y que debería ser contrasta-da experimentalmente para poder ser evaluada una vezse haya establecido con mayor precisión la exacta com-posición del pigmento en los dos casos.

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Fig. 45. Detalle del manchón de color más tenue que se extiende alrededor dela silueta del ciervo 8.IX

Fig. 46. La presencia de una potente grieta podría incidir en la ejecución finalde la figura 8.IX

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La ausencia de superposiciones que nos permitanestablecer diacronía en este grupo nos obliga a valorarargumentos relativos, como la disposición espacial y eluso del espacio disponible. Sin embargo, tanto la posi-ción de este ciervo como la del 11 nos ofrecen argu-mentos contrapuestos en relación al orden en que fueronejecutadas. Si valoramos positivamente la posiblecorrección del ciervo 8, podríamos sugerir una adiciónposterior a los ejemplares 11 y 12.IX; por el contrario,la orientación contrapuesta del ciervo 11 y el cambio enel grado de inclinación, en este caso ascendente haciala izquierda, bien podría justificarse desde la necesidadde ajustar su posición a la presencia previa del ciervo 8.Ambos argumentos nos parecen igualmente válidos yambos nos obligan a ser cautos en nuestras afirmacio-nes, en espera de que avancen nuestros estudios enrelación a la secuencia estilística de la zona.

Sea como fuere, el hecho de que estos cuatro ejem-plares de ciervos machos se concentren en un puntoconcreto del abrigo, sin que aparentemente esta deci-sión responda a una falta significativa del espacio gráfi-co, obedece a un marcado factor de atracción con unamotivación que desconocemos y que, probablemente,estaría impulsada por las creencias o rituales de estosgrupos. El proceso de agregación de nuevas figuras,cuya dimensión temporal no es posible determinar, serealiza dentro de unos parámetros de imitación quereproducen sólo parcialmente aspectos como el tamaño,la actitud y la ordenación en el espacio, a expensas dela reafirmación de los rasgos técnico-estilísticos propiosde cada fase decorativa. Ésta es una pauta compositivaque, por otra parte, es posible contrastar en los distintosestadios figurativos que conforman la secuencia levanti-na (López Montalvo, 2005a).

El resto de figuras que componen este panel se sitú-an en el nivel inferior inmediato a la agrupación de cier-vos. El sentido del movimiento se contrapone, aunque elgrado de inclinación de las figuras no varía con respec-to al anterior; una sensación que, quizás, tenga mayoraplomo en el extremo derecho de esta segunda alinea-ción, en la ordenación que describen el cérvido 17 y elarquero 19. En cualquier caso, la disposición en elcalco de los motivos 19 y 20 no da cuenta de un cambioimportante de pendiente en esta zona, lo que contribuyea marcar una cierta diferenciación espacial entre estegrupo y el precedente. A su vez, el arquero 19 se sitúaen un ligero saliente que parece jugar un papel en elsentido de la narración, pues resulta evocador de la tác-tica cinegética seguida por el cazador.

La disposición forzada de la cabeza del animal 17,

con una cornamenta que se desarrolla hacia delante, noparece tener otra explicación que la realización tardíade esta figura con respecto al ciervo 16. En ese sentido,hay que tener en cuenta que la estructura cóncava de lapared por debajo de las patas del animal 17, con uncambio de plano, limita el espacio disponible para suubicación.

En general, en esta zona el soporte adquiere unrelieve más abrupto e irregular, hasta el punto de que laejecución y lectura de las figuras resulta complicada. Aello hemos de sumar la presencia de una potente cola-da procedente de la cornisa del abrigo que sella a supaso la zona media del ciervo 16 y diluye completa-mente la cabeza del ejemplar 17.

Las figuras situadas en este nivel inferior de repre-sentación se articulan en dos escenas de claro conteni-do cinegético que mantienen ciertos paralelismos com-positivos, a pesar de que las figuras integrantes mues-tran rasgos formales que les harían partícipes, a priori,de fases o campañas decorativas distintas. En efecto, enambos casos nos enfrentamos a episodios con un plan-teamiento compositivo relativamente sencillo, unitarioso con un ritmo de adición limitado a lo sumo a dosmomentos, y en los que el soporte parece jugar un papelimportante dentro del desarrollo narrativo.

El carácter abrupto del relieve, su ennegrecimientocomo consecuencia del humo de las hogueras y la tenuetonalidad del pigmento empleado en algún caso dificul-ta la lectura de estas figuras, hasta tal punto que laobservación directa de algunas de ellas es francamentecomplicada.

La escena situada a la izquierda describe un episo-dio de caza sobre un cáprido (motivo 10), al que se aso-cian espacialmente dos figuras humanas de tamaño dis-tinto (14 y 15). La desigual disposición, actitud y rela-ción espacial de estos motivos traduce una estrategia decaza que podría tener distintas lecturas al analizar con-juntamente y por separado aspectos como: fases de eje-cución, acción descrita y función del soporte como ele-mento espacial y narrativo.

Es el criterio de estilo el que nos permite delimitarel carácter acumulativo y el número de fases que dalugar a esta composición escénica. De este modo, alhabitual contraste entre el planteamiento naturalista delas representaciones animales y humanas,tremendamente difíciles de valorar en relación con sutemporalidad de ejecución, se suman en el caso deéstas últimas conceptos distintos de animación, tamañoo perspectiva, así como diferencias acusadas endetalles de armamento y adorno, que, sin duda,

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implican la participación de distintos autores.La cabra 10, único ejemplar de esta especie en el

abrigo, dibuja una incipiente cornamenta y una estruc-tura anatómica acorde con un macho joven o una hem-bra adulta. Su formato responde al mismo criterio natu-ralista y proporcionado, con trazo que modela cuidado-samente los detalles anatómicos, característico de lasrestantes representaciones animales de esta cavidad, delas que solamente se distinguiría por su menor tamaño.Un dato que probablemente avale su incorporación alpanel en un momento distinto, pero que no permitemayores precisiones sobre cuál fue la dimensión de esteintervalo temporal.

Esa misma indefinición surge al valorar la secuenciade ejecución entre el cáprido y los dos cazadores. Laposibilidad de que se trate de una escena acumulativa apartir de la integración de una figura animal en origenaislada (Sebastián, 1993: 789-790) cobra fuerza al con-trastar aspectos técnico-estilísticos relativos, comopodría ser el color diferencial del pigmento con el quese ejecutan cada uno de estos temas. El punto en que seencuentran nuestros estudios en la zona no permite apli-car, por el momento, criterios objetivos sustentados enla correlación formal de tipos humanos y animales quedefinan y ordenen cada una de las fases estilísticas quehemos podido delimitar hasta el momento en el ámbitoValltorta-Gassulla.

En muchos casos, esta indefinición nos obliga aintroducir argumentos de claro componente subjetivo enla interpretación de las escenas, especialmente por loque se refiere a la relación narrativa potencial entre dis-tintas figuras y el carácter sincrónico o diacrónico de suejecución. Estos argumentos pueden resumirse en labúsqueda por parte del investigador de una “coheren-cia” interna, como mecanismo principal que permitadiscriminar las figuras que conforman una acción con-junta, y que trasciende en ocasiones criterios estilísti-cos y/o espaciales. Esos argumentos resultan ser tanrecurrentes como peligrosos en el análisis interno delarte (López Montalvo, 2005a).

Como hemos avanzado anteriormente, tan solo ladiferente tonalidad del pigmento podría sustentar obje-tivamente el origen diacrónico de la cabra 10 con res-pecto a los arqueros 14 y 15, siempre y cuando otorgue-mos un carácter temporal al uso de distintas recetas ocolores. Si aceptamos este argumento, nos enfrentaría-mos a una estructura muy reiterada en el ArteLevantino: composiciones formadas a partir de la “apro-piación” gráfica de figuras animales, en origen aisladasy aparentemente desprovistas de cualquier sentido

narrativo complejo, que pasan a formar parte de escenasde caza en las que comparten protagonismo con figurashumanas añadidas en una o sucesivas fases decorativas.Por lo general, este tipo de procesos se caracteriza porun ritmo de adición reducido a una o dos figuras porfase, y en el que factores técnicos, como la mera corres-pondencia proporcional de tamaños, no suelen ser teni-dos en cuenta. En el caso que nos ocupa, la relación detamaño entre cazadores y presa rompe las reglas de pro-porcionalidad que observamos en las escenas de ejecu-ción unitaria; un aspecto en el que también podría inci-dir una idea no lo suficientemente contrastada en elArte Levantino: el hecho de que la diferenciación detamaños entre figuras que interaccionan dentro de unamisma narración implique la traslación gráfica de laproyección de fuga o perspectiva espacial.

La posibilidad de que los grupos autores concibieranla representación de una escena en distintos planoscobra especial significado en esta composición deSaltadora. En la consecución de esta idea incidiría nosólo la reducción progresiva del tamaño de las figuras,sino también su ordenación en el espacio y el juegocombinado de los accidentes del soporte. Estas trespautas técnicas pueden apreciarse claramente en estacomposición: el reducido tamaño del arquero 15, laposición desplazada que ocupa en el panel y la trayec-toria oblicua que describe en el movimiento son, sinduda, elementos que se combinan para ofrecer al espec-tador la sensación de proyección o lejanía en el espacio.A su vez, las depresiones y saltos del relieve facilitan lasituación de las figuras en distintos planos, lo que, ensuma, potencia la idea de que la acción se desarrolla enun contexto, aunque no se represente gráficamente. A laidea de proyección espacial hemos de sumar la sensa-ción de situarnos ante una acción en la que se describenlíneas paralelas en el tiempo, lo que, sin duda, aumen-ta la complejidad de una escena relativamente sencillapor su número de componentes y fases de ejecución.

Dentro del proceso de “apropiación” gráfica al quealudíamos anteriormente, observamos que la integra-ción de la figura animal supone una transformaciónpuntual de su sentido narrativo anterior; una transfor-mación que no sólo recae en la imagen en sí, sino enelementos que creemos forman parte indisoluble de sulectura, como es en este caso la significativa estructuradel soporte donde se ha representado esta cabra. Deeste modo, la pequeña hornacina que enmarca a lacabra 10 parece actuar en origen como un marco espa-cial que realza la figura de este animal en el espacio (Fig. 47).La integración de la cabra en una escena de caza provoca una

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estructuración distinta del espacio desde el momento en quelos dos arqueros ocupan la zona inmediata superior. La actitudexpectante del cazador 14 introduce un nuevo sentido a laacción, de manera que el soporte cobra un papel de clara refe-rencia al paisaje. El cazador se situaría sobre un alto desdedonde controlaría a sus presas potenciales. La situación de loscazadores fuera de esta hornacina no es casual, y no debe úni-camente interpretarse como un factor de respeto, sino quetiene una clara intencionalidad narrativa en la que el relievejuega un papel activo.

En el extremo derecho de esta segunda alineación se sitú-an cuatro nuevas figuras que integramos dentro de una mismaescena, a pesar de que únicamente dos de ellas, el cérvido 17y el arquero 19, permiten una interpretación acertada.

Sobre esta escena, de claro contenido cinegético, se hanemitido interpretaciones controvertidas, tanto por la indefini-ción que suscita la actitud del arquero 19 como por su propiaparticipación dentro de la escena y en relación al resto de cier-vos documentados en la alineación superior. Nuevamente,

resulta complicado manejar argumentos objetivos que nospermitan delimitar los márgenes espaciales y narrativos en losque tiene lugar una escena. Si tenemos en cuenta la proximi-dad espacial como elemento en el que sustentar la posiblevinculación entre figuras, la posición que ocupa el arquero 19no invalidaría su relación potencial con el friso formado porlos ciervos machos. Tampoco su actitud, que para muchospodría relacionarse tanto con un acto ritual de veneraciónhacia la figura del gran ciervo (Ripoll, 1970), como un episo-dio de caza inminente (Viñas, 1982; Sebastián, 1993, etc.)que en cualquier caso le vincularía con la totalidad de ciervosrepresentados en el panel. Tan solo si tenemos en cuenta lasreglas de proporcionalidad de tamaño que suelen gobernar lasescenas de carácter unitario y algunas pautas temáticas ycompositivas que hemos podido individualizar en torno a estetipo de figuras (López Montalvo, 2005a), podemos cuestionarde manera objetiva la vinculación narrativa entre el cazador yla manada de grandes ciervos.

El arquero 19 dibuja un formato que le acercaría a las

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Fig. 47. Restitución de los principales accidentes del soporte que inciden en la lectura de la agrupación formada por las figuras 10, 14 y 15.IX

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figuras de componente naturalista, con una proporción ana-tómica que acentuaría ligeramente la proyección del tronco.Este prototipo humano suele participar, en el ámbito deValltorta, de episodios de caza individual, donde la escasezde “efectivos” se contrarresta con una táctica eficaz queevita el enfrentamiento directo con la presa. Es dentro de lafase que define este tipo humano cuando las estrategias deacecho cobran especial significado en los paneles levanti-nos de Valltorta; solo en el Sector Sur de Saltadora docu-mentamos hasta tres ejemplos repartidos en los abrigos VI,VIII y IX. Por otro lado, en las escenas de carácter unitariopertenecientes a esta fase observamos una clara relaciónproporcional de tamaños entre la figura animal y la huma-na, lo que dota de coherencia a la imagen (escena de cazade Mas d´en Josep). Por tanto, y si tenemos en cuenta ambosargumentos, resulta complicado mantener la idea de que elarquero 19 forme parte de una escena en la que estén inte-grados los ejemplares de mayor tamaño.

La actitud, posición y relación espacial entre el cérvido 17y el arquero 19 tiene significado en sí misma y conforma unaescena aparentemente unitaria, en la que la presencia de losmotivos 18 y 20, a pesar de su complicada definición, no alte-ra el sentido final de la acción representada. La actitud sigilo-sa del cazador describe el momento de vigía previo al ataque;su posición en un ligero saliente del soporte contextualiza la

escena en un marco espacial destacado en el paisaje, desdedonde el cazador vigila a su presa, que es ajena a su presen-cia (Fig. 48). La inclinación que dibuja la línea cérvico-dorsaldel animal y la disposición de la cabeza la hemos explicadopor motivos de encuadre, aunque tampoco podría descartarseuna intención naturalista que recuerda a la acción de pasturao abrevar, y que le haría especialmente vulnerable al ataquede los cazadores. Dentro de esta escena de acecho resultacomplicado integrar la lectura de los motivos 18 y 20, aparen-temente trazos sueltos e informes que, sin embargo, muestranuna coloración similar a las figuras a las que se asocian. Losparalelos documentados en otros conjuntos abren la posibili-dad de que se trate de auténticos referentes topográficos o deobjetos que favorecen la contextualización espacial de lasfiguras, una pauta poco habitual en el Arte Levantino perorecurrente en este tipo de figuras humanas.

En efecto, algunas de las figuras que hemos podidoindividualizar en el ámbito de Valltorta se asocian, en aquéllasescenas que describen estrategias cinegéticas complejas, atrazos caligráficos despreocupados, de estructura anárquica,que se sitúan tras la figura del cazador, como ocurre en el casodel motivo 20. Su formato, su asociación estrecha a la figuradel cazador y el papel que desempeñaría como recursoestratégico nos ha llevado a sugerir la posibilidad de que setrate de una especie de escondrijo, natural o fabricado, que

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Fig. 48. Escena de acecho protagonizada por el ciervo 17 y el arquero 19.IX

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favorecería la labor de vigía del cazador sobre su presa. Estainterpretación, que también habíamos apuntado en la escenade caza del abrigo VIII, se integra perfectamente en la accióndescrita y traduce, sin duda, un alto grado de precisión en eldetalle con el que se representan gráficamente las estrategiasempleadas en la caza mayor (López Montalvo, 2005b) (Fig. 49)

Si admitimos esta explicación, la interpretación del motivo18 podría redundar nuevamente en una alusión al marco espa-cial, esta vez referida a la posición del ciervo 17; una alusiónque se concreta en trazos poco elaborados y de formas abs-tractas, que parecen cobrar relativa importancia durante estafase estilística. En cualquier caso, somos conscientes de la fra-gilidad de esta interpretación y de las dificultades para podercontrastarla, pero no queremos dejar de añadirla a aquellasotras que simplemente han abordado la interpretación delmotivo 20 en términos de una panoplia escasamente definida.Líneas o trazos similares a los del motivo 18 recuerdan, sinduda, a las grafías que enmarcan a las cabras afrontadas de lasegunda cavidad de Cavalls.

Desde el punto de vista de la composición, esta escena

permite delimitar algunas pautas que inciden en la definiciónde la fase que nos ocupa. Se trata de una escena unitaria, sen-cilla si tenemos en cuenta el número de figuras integradas,pero en la que destaca la conjunción de elementos gráficos ytopográficos que potencian la coherencia y fuerza del sentidovisual de la acción representada. Quién la diseñó manejamagistralmente el sentido de la temporalidad al contraponerdos acciones paralelas: la tensión del cazador frente a la pasi-vidad de su presa. El detalle con el que se recogen todos loselementos que envuelven la táctica empleada dirige la aten-ción del espectador al desarrollo y no al desenlace. El realis-mo con el que se transmite la actitud de los protagonistas secomplementa con la referencia gráfico-topográfica al contex-to o marco espacial en el que tiene lugar la acción. El usocombinado de los accidentes del soporte con el diseño abs-tracto de lo que pensamos haría referencia a elementos topo-gráficos integrados en la acción potencian el realismo con elque se pretende trasladar gráficamente este episodio de caza.

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Fig. 49. Al igual que el arquero 4.VIII de Saltadora (b) otras representaciones humanas en posición de ataque de la zona, como los cazadores 24a (a), 25a (d) y 26a (c)de Cavalls, se asocian a trazos de grafía despreocupada que podrían tener una lectura integrada en la acción cazadora

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214 LOS ABRIGOS VII, VIII Y IX DE LES COVES DE LA SALTADORA

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