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LOCVS AMŒNVS 5, 2000-2001 53 - 65 Marta Nuet Blanch Universitat de Girona Departament de Geografia, Història i Història de l’Art Pl. Ferrater Mora, 1 17071 (Girona). Spain Resumen Durante la baja edad media nació la predicación destinada a los laicos. El control de la misma dependía de las órdenes mendicantes. La influencia del público se puso de manifiesto con el auge de los exempla en la composición de los sermones. Los exempla se convirtieron en los principales instrumentos de difusión de la penitencia. La imagen del naufragio facilitaba la comparación con determinados valores espirituales íntimamente relacionados con el citado sacramento. El recurso a esta misma metáfora lo encontramos también en la literatura y en los tratados penitenciales de la época. El tema acabó convirtiéndose en un topos, conocido por el público e ilustrado en algunas obras del gótico catalán. Palabras clave: penitencia, naufragio, pintura, gótico catalán. Abstract The Shipwrecked salvation, metaphor of penance in the catalan gothic During the Middle Ages the predication was born destinated to the lays. The control of the same depended of the mendicant orders. The influence of the public was to be manifiest with the arrive of the Exempla, in the composition with the sermons. The Exempla were converted into the principal instruments of difusion of the penance. The image of the shipwreak facilitated the comparation with determined spiritual values closely related with the mentioned sacrament. We also find the use of the same metaphor in literature and penitential teatrise of the time. The subject ended becoming a topos, know by the public and ilustrated in some catalan gotic works of art. Key word: penance, shipwreak, pinture, catalan gothic. El salvamento de náufragos, metáfora de la penitencia en el gótico catalán

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LOCVS AMŒNVS 5, 2000-2001 53 - 65

Marta Nuet BlanchUniversitat de Girona

Departament de Geografia, Història i Història de l’ArtPl. Ferrater Mora, 1

17071 (Girona). Spain

Resumen

Durante la baja edad media nació la predicación destinada a los laicos. El control de la mismadependía de las órdenes mendicantes. La influencia del público se puso de manifiesto con el augede los exempla en la composición de los sermones. Los exempla se convirtieron en los principalesinstrumentos de difusión de la penitencia. La imagen del naufragio facilitaba la comparación condeterminados valores espirituales íntimamente relacionados con el citado sacramento. El recursoa esta misma metáfora lo encontramos también en la literatura y en los tratados penitenciales dela época. El tema acabó convirtiéndose en un topos, conocido por el público e ilustrado en algunasobras del gótico catalán.

Palabras clave:penitencia, naufragio, pintura, gótico catalán.

Abstract

The Shipwrecked salvation, metaphor of penancein the catalan gothicDuring the Middle Ages the predication was born destinated to the lays. The control of the samedepended of the mendicant orders. The influence of the public was to be manifiest with the arriveof the Exempla, in the composition with the sermons. The Exempla were converted into theprincipal instruments of difusion of the penance. The image of the shipwreak facilitated thecomparation with determined spiritual values closely related with the mentioned sacrament. Wealso find the use of the same metaphor in literature and penitential teatrise of the time. Thesubject ended becoming a topos, know by the public and ilustrated in some catalan gotic works ofart.

Key word:penance, shipwreak, pinture, catalan gothic.

El salvamento de náufragos,metáfora de la penitencia

en el gótico catalán

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Durante la alta edad media se inauguró, conel sistema de la llamada penitencia tarifa-da, el ritual de la penitencia privada1. Se-

gún esta disciplina —y a diferencia del sistemaantiguo— el fiel podía acudir a reconciliarse con laiglesia tantas veces como hubiera pecado. El pro-ceso práctico implicaba la confesión ante un prela-do. Ésta se convirtió en la forma externa a travésde la cual poder valorar y fijar el grado de la faltacometida; y a partir de aquí regular la expiaciónadecuada aplicable a cada caso. La tasación fija delas faltas venía inscrita en los libros penitenciales,unos manuales que, además de inaugurar una nue-vo método disciplinario, constituían una guía parael confesor2. La confesión de los propios pecadospodía tener lugar, tanto por propia voluntad, comopor declaración voluntaria al contestar las pregun-tas del sacerdote, o bien a través de la recitación deuna fórmula general en la que el penitente se incul-paba de todos los pecados cometidos. En cualquierade estos tres casos el ámbito de la acusación eraprivado e individual. Después de la autoacusación,el sacerdote se arrodillaba ante el altar con el peni-tente y juntos recitaban algunos salmos de súplica.Acabada la ceremonia, el prelado dictaba la sen-tencia, que según la gravedad de la falta podía serpública o privada. A cada uno de los pecados co-rrespondía la imposición de una pena que normal-mente consistía en mortificaciones más o menosduras, ayunos más o menos largos y abstinenciasprolongadas. Una vez finalizado el cumplimientode las penas impuestas, el acusado recibía la abso-lución y era admitido de nuevo en la comunidad yen el seno de la iglesia.

Evolución y reorganizacióndel sistema penitencial durantela edad media

A partir del siglo XI el sistema penitencial, implan-tado en el seno de la sociedad feudal y conformecon las transformaciones sociológicas y de menta-lidad que ésta supuso respecto a los modelos pre-cedentes, mostró los primeros síntomas dereorganización, que culminaron en una valoriza-ción del padecimiento interior o contrición comovalor fundamental en la remisión de los pecados.En este estadio de la evolución influyó de formadecisiva la ética de Abelardo y su principio de res-ponsabilidad en la acción del pecado. La difusiónde esta doctrina a través de los discípulos del maes-tro marcó el comienzo del fin de la penitencia tari-fada. El prelado que atendía el cuidado de las almas,debía prestar mayor atención a la intención que alpropio pecado en sí. La pena impuesta dependía,ya no del acto sino del propósito con el que aquélse hubiera cometido3. A finales del siglo XII y du-rante el siglo XIII culminó el proceso iniciado unsiglo antes. El sistema penitencial evolucionó co-incidiendo con la práctica sacramental. La nuevadisciplina se organizó orientándose en tres direc-ciones; la penitencia pública solemne, heredera dela antigua y practicada coincidiendo con el iniciode la Pascua; la penitencia pública4, aplicada única-mente como remisión de pecados con una dimen-sión pública, y la penitencia privada, impuesta paratodo tipo de pecado individual. Ésta última, desli-gada de su aspecto comunitario, incidía en el exa-men de conciencia y revalorizaba la confesión comomedio de reconciliación y expiación. El código através del cual se expresó y dirigió —aunque úni-

1. Sobre el tema de la penitencia,véase C. VOGEL, El pecador y lapenitencia en la iglesia antigua,Barcelona, 1968. C. VOGEL, LePécheur et la pénitence au MoyenÂge, París, 1969. G. GARANCINI,«Persona, peccato, penitenza. Stu-di sulla disciplina penitenzialenell’Alto Medioevo», Rivista distoria del diritto italiano, XLVI(1974) p. 19-87. J. CH. PAYEN, «Lapénitence dans le contexte cultureldes XII et XIII siècles», Revue dessciences philosophiques et théo-logiques, LXI (1977), p. 399-428.A. G. MARTIMORT, La iglesia enplegaria. Introducción a la liturgia,Madrid, 1965, p. 666-699.

2. Sobre los libros penitenciales,véase Medieval handbooks of pe-nance, introducción y traducciónJ. T. McNEILL y H.M. GAMER,Nueva York, 1990. C. VOGEL, LesLibri Paenitentiales, Bélgica,1978. P. MICHAUD-QUANTIN,«Textes pénitentiels languedo-ciens au XIII siècle», Le credo, lamorale et l’inquisition. Cahiers deFanjeaux, 6 (1971), p. 151-172.

3. Sobre la ética de Abelardo, véa-se ABELARDO, P., Ética o Conóce-te a ti mismo (traducción,introducción y notas de A. J. Ca-pelletti) Argentina, 1971. Propo-ne el cambio de sistema de lapenitencia tarifada a la peniten-cia sacramental a partir de las teo-rías de este teólogo J. CH. PAYEN,La pénitence…, p. 405.

4. Aunque el uso de la penitenciapública decreció durante los si-glos XI al XIII, ésta continuó prac-ticándose, de forma matizada,hasta el siglo XIII. El modelo decomportamiento acostumbraba aser siempre el mismo. En primerlugar, se expulsaba al penitente dela comunidad cristiana. La recon-ciliación, a menos que no fueraurgente por alguna razón, se de-jaba para más adelante. Si la faltaera muy grave, normalmente secondenaba al acusado a estar des-calzo y desnudo, o vestido úni-

*Quiero agradecer al Dr J. Yarza la revisión crítica de ete trabajo y lasoportunas observaciones sobre el mismo.

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camente de forma oficial— la confesión fue el ma-nual del confesor; uno de los instrumentos a partirdel cual se legislaba el control de las costumbresreligiosas de la población5. Paralelamente a este me-canismo nació una corriente literaria diversa, queincidió de forma particular en el tema de la peni-tencia. Tratada en textos de género diverso, la lite-ratura penitencial fue un medio importante a travésdel cual se difundió el nuevo sacramento.

De la predicación a la confesióny a la práctica de la penitencia.Las órdenes mendicantes

A partir de la aprobación del canon Omnis utrius-que sexus del IV Concilio del Letrán (1215), seimpuso a los creyentes la obligación de confesarlos propios pecados como mínimo una vez al año.Con el fin de difundir esta nueva costumbre y pre-parar a los fieles para el ejercicio de una confesióna conciencia, se recurrió a las predicaciones multi-tudinarias, que generalmente precedían la prácticade la penitencia. La oratoria se asoció —con la in-tención de convencer e inducir a la confesión— ala penitencia, que se convirtió en uno de los temasfundamentales de las pláticas6. Fue necesaria la exis-

tencia de un cuerpo de ministros instruido tantoen teología como en el ministerio de la palabra. Lossacerdotes de las parroquias, los únicos que en unprincipio debían cuidar de la confesión de la feli-gresía, no cumplían —debido seguramente al do-minio de la ruralización de las estructuraseclesiásticas— con dichas expectativas7.

La reforma pastoral del siglo XIII coincidió conel nacimiento y la expansión de las órdenes men-dicantes. En contraposición con la situación pade-cida por el clero secular, las nuevas hermandadesinstruían rigurosamente a sus frailes. Éstas acaba-ron imponiéndose y monopolizando el control dela predicación y la confesión8.

Para santo Domingo de Guzmán (Caleruega,c. 1175) y los miembros de su orden9, la confesióny la penitencia representaban el resultado natural asus pláticas y una de sus principales obligacionesrespecto a los fieles.

San Francisco de Asís, el fundador de una delas órdenes mendicantes de mayor expansión entoda la cristiandad, erigió su hermandad sobre labase ideológica de una vida apostólica dedicada ala predicación y al ejercicio de la penitencia. Parasan Francisco —según explican los textos biográ-ficos—, la predicación significaba la difusión de unmodelo de vida, cuyo tipo original era la propiavida de Cristo. La importancia de la enseñanza através de la palabra quedó reflejada en algunos epi-

camente con una camisa, a laspuertas de la iglesia, en día de pre-cepto, con un cirio encendidoentre las manos. Sobre la funciónde los pórticos de las iglesias ro-mánicas en relación a la peniten-cia pública, en un ámbito másgeneral, véase: O.K. WERCKMEIS-TER, «The lintel fragment repre-senting Eve from saint - Lazare,Autun», Journal Warburg andCourtauld Institutes, 35 (1972) p.1-30. B. DEIMLING, «La portadamedieval y su importancia para lahistoria del derecho», El Romá-nico. Arquitectura, Escultura yPintura, Barcelona, 1996, p. 324-327. En el ámbito de lo hispanola interesante publicación de I.G.BANGO TORVISO, «Atrio y pórticoen el románico español: Concep-to y finalidad cívico-litúrgica»,Boletín del Seminario de Estudiosde Arte y Arqueología de la Uni-versidad de Valladolid, XL-XLI(1975) p. 175-178. También I.G.BANGO TORVISO, Edificios e imá-genes medievales. Historia y sig-nificado de las formas, (Historiade España 11), Historia 16, Ma-drid, 1995. S. MORALEJO, «Laimagen arquitectónica de la cate-dral de Santiago de Compostela»,Atti del Convegno Internazionaledi Studi Il Pellegrinaggio a San-tiago de Compostela e la lettera-tura jacobea, Perugia, 23-25settembre, (1983), p. 60-61. Sobrealgunos programas escultóricos en

portadas relacionados con el temade la penitencia, véanse: S.MORALEJO, «La sculpture romanede la cathédrale de Jaca. État desquestions», Cahiers de Cuixà, 10(1979), p. 94-97. S. MORALEJO, «Leorigini del programma iconogra-fico dei portali del romanicospagnolo», Willigelmo e Lanfran-co nell’Europa romanica, Modena24-27 ottobre 1985, (1993), p. 44-45. S. H. CALDWELL, «penance,baptism, apocalypse: The eastercontext of Jaca catedral’s westtympanum», Art History, 3, nº 1(march 1980), p. 25-40. Tambiénla interesante comunicación de F.ESPAÑOL, sobre La penitencia enla catedral de Barcelona, en el ci-clo de conferencias, dirigido porJ. Yarza, sobre «El Mal y su ima-gen en la edad media» celebradasen Barcelona el año 1990. En elreino de Cataluña hay noticias do-cumentales sobre éste tipo de prác-tica, incluso durante el siglo XVI.En la ciudad de Gerona, sabemosque el obispo Gastón deMontcada, obligó al alcalde de laciudad a realizar una penitenciapública, por haberse entrometidoen asuntos de jurisdicción eclesiás-tica. Otra pena similar se aplicabaa un noble de la ciudad de Vic, acu-sado de asesinato el año 1299. Elperegrinaje penitencial era una delas modalidades de la penitenciapública. Recoge noticias e imáge-nes sobre el tema G. LLOMPART,

«Penitencias y penitentes en lapintura y en la piedad catalanas»,Religiosidad Popular, Palma deMallorca, 1982, p. 145-171.

5. Tratan el tema de la confesióny recogen bibliografía al respec-to L. K. LITTLE, «Les techniquesde la confession et la confessioncomme technique», Faire Croire.Modalités de la diffusion et de laréception des messages religieuxdu XII au XV siècle, Roma, 1981,p. 89-99. R. RUSCONI, «De la pré-dication à la confession: Trans-mission et contrôle des modèlesde comportement au XIII siècle»,Faire Croire. Modalités de la dif-fusion et de la réception des mes-sages religieux du XII au XV siècle,Roma, 1981, p. 75-77. C. CARO-ZZI, «Le ministère de la confessionchez les prêcheurs de la provincede Provence», Les méndiants auPays d’Oc au XIII siècle. Cahiersde Fanjeaux, 8 (1973), p. 321-354.

6. Humberto de Romans, ministrogeneral de los dominicos, citaba ensu Liber de eruditione praedica-torum: «Se siembra con la predica-ción y se recogen los frutos con laconfesión». Cita recogida en J.BERLIOZ, «Quan dire c’est faire dire.Exempla et confession ches Étiennede Bourbon», Faire Croire.Modalités de la diffusion et de laréception des méssages religieux duXII au XV siècle, Roma, 1981, p. 304.

Sobre la asociación del tema de laconfesión a la predicación, véase elartículo de R. RUSCONI, De la pré-dication à la confession…, p. 67-99y el resto de artículos del coloquiosobre predicación que fue recogidoen uno de los volúmenes de FaireCroire. Modalités de la diffusion etde la réception des méssagesreligieux du XII au XV siècle, Roma,1981. H. MARTIN, Le métier deprédicateur à la fin du Moyen Age(1350-1520), París, 1988, p. 386-392.Véase también Historia de los Con-cilios ecuménicos. Lateranense IV,por R. FOREVILLE, Vitoria, 1973, p.174, n. 21.

7. La reforma pastoral del siglo XIII

pretendía la creación de una institu-ción parroquial fuerte, con la que elfeligrés se sintiera comprometido ydesde la que se controlaran las cos-tumbres religiosas de la comunidad.El único medio de instruir al cleroque los reformadores eclesiásticosposeían era la legislación sinodal.Sobre el tema, véase R. FOREVILLE,«Les statuts synodaux et le re-nouveau pastoral du XIII siècle dansle Midi de la France», Le Credo, lamorale et l’inquisition. Cahiers deFanjeux, 6 (1971), p. 119-150. R.RUSCONI, De la prédication à laconfession…, p. 69-71. Este autor re-coge más bibliografía sobre el tema.

8. Sobre las querellas entre el clerosecular y los mendicantes, véase M.

YVES, J. CONGAR, «Aspects ecclésio-logiques de la querelle entremendiants et séculiers dans la secon-de moitié du XIII siècle et le débutdu XIV», Archives d’histoiredoctrinale et littéraire du MoyenAge, XXVIII (1961), p. 35-151. C.UYTENBROECK, «Le droit péniten-tiel des religieux de Boniface VIII aSixte IV», Études Franciscaines,XLVII (1935), p. 170-189; 306-332.H. LIPPENS, «Le droit nouveau desmendiants en conflit avec le droitcoutumier du clergé séculier deConcile de Vienne à celui deTrente», Archivum Franciscanumhistoricum, XLVII (1954), p. 241-292.

9. Entre la abundante bibliogra-fía —que por otra parte escapa alobjetivo concreto de este estudioenumerar al completo— sobresanto Domingo y su orden, véa-se M. GELABERT, J.M. MILAGRO,Santo Domingo de Guzmán vis-to por sus contemporáneos, Ma-drid, 1966. Santo Domingo deGuzmán. Fuentes para su cono-cimiento, (ed.) Lorenzo Galmesy Vito T. Gómez, Madrid, 1987,M. H. VICAIRE, Dominique et sesprêcheurs, Friburgo, 1977. A. Mª,GARCÍA PARAMO, Aportación alEstudio de la Iconografía de lossantos en el Reino de Castilla,Madrid, 1988 (tesis doctoral).Santo Domingo de Caleruega ensu Contexto Socio-Político, 1170-1221, Caleruega, 1993.

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10. La bibliografía publicada so-bre san Francisco es inmensa yrebasa los límites que nos hemosimpuesto en este estudio. Sobresu biografía, véase V. FACCHINET-TI, San Francisco de Asís en la his-toria, en la leyenda, en el arte, 2vols., Barcelona, 1925. A. MARTI

DE BARCELONA, Estudio crítico delas fuentes históricas de san Fran-cisco y santa Clara, Barcelona,1921. San Francisco de Asís. Es-critos, biografías, documentos dela época, Madrid, 1991. G. MIC-COLI, «De la hagiographía a la his-toria: consideraciones acerca delas primeras biografías francisca-nas como fuentes históricas»,Francisco de Asís. Realidad y me-moria de una experiencia cristia-na, Oñate, 1994. SAN FRANCISCO

DE ASIS, Escritos completos. Pri-mera Regla de los frailes menores(ed.) J.R. de Legísima y L. Gó-mez Canedo, Madrid, 1965.VV.AA., Francesco d’Assisi. Do-cumenti e archivi, codici e biblio-teche, miniature, Milán, 1982.VV.AA., Francesco d’Assisi. Storiae arte, Milán, 1982. Saint François,Anvers, 1991. CH. FRUGONI, Vitada san Francesco d’Assissi, Roma,1994. Sobre la imagen de san Fran-cisco predicador, véase CH.FRUGONI, Francesco e l’ invenzio-ne delle stimmate. Una storia perparole e immagini fino a Bonaven-tura e Giotto, Turín, 1993, p. 233-268. P. B. BUGHETTI, «Vita emiracoli di s. Francesco nelletavole istoriate dei secoli XIII eXIV», Archivum FranciscanumHistoricum, 19 (1926), p. 637-732.R. RUSCONI, «Trasse la storia perfarne la tavola: Immagini di pre-dicatori degli ordini mendicantinei secoli XIII-XIV», La predicazio-

sodios de su vida, como por ejemplo la predica-ción a los pájaros o al sultán de Egipto10. Por otraparte, la práctica de la penitencia, además de seruno de los fundamentos de su ideología, represen-taba un modelo de expiación y comportamientomoral según el cual había que instruir a los fieles.

Las órdenes mendicantes asimilaron perfecta-mente las exigencias del IV Concilio de Letrán. Laenseñanza oral pública y la difusión del hábito dela penitencia entre los fieles fueron algunas de susprincipales misiones. Acabaron imponiendo unnuevo modelo de predicación apostólica basado enel ejemplo. La itinerancia, el abandono a la provi-dencia y la voluntad de instruir al pueblo y fomen-tar sus costumbres religiosas, se convirtieron en elfundamento de unas órdenes que modificaron elconcepto que la iglesia tenía sobre la evangeliza-ción. Predicar se convirtió en una profesión social-mente reconocida y de condiciones perfectamentedefinidas —aunque la realidad concreta, siemprecontrapuesta al mantenimiento de los ideales ab-solutos, acabó seguramente matizándola y acep-tando excepciones—. La figura del predicador, asícomo la del confesor, fueron instituyéndose y sudefinición encaminándose hacia un mayor rigoris-mo. Su objetivo principal era el de enseñar y expo-ner las ideas de la fe con arte, viveza expresiva yclaridad. Crear a partir de los sermones un progra-ma de instrucción moral adaptado a un públicoamplio y variado. Era quien debía arrancar las al-mas del pecado e inculcar una moral determinadaen la que la confesión y la penitencia adquirieran

una importancia capital11. Entre las cualidades ne-cesarias para el ejercicio de este ministerio estabala discreción. El confesor conocía los pecados deaquéllos que confiaban en él. Era quien debía orien-tarlos y aconsejarlos. Era, en definitiva, alguien conun sutil, aunque determinante, poder sobre las al-mas. Los frailes, predicadores itinerantes, estabanen principio al margen de las estructuras político-sociales de los pueblos, eran las personas ideales alas que acudir y garantizar la seguridad del secretode confesión. En el Tractatus de Poenitentia, delDecreto de Graciano, el canonista expresa como lapurificación de los pecados a través de la peniten-cia tiene su recompensa en la esperanza de la vidaeterna. Según este autor, la preparación del almacomprende tres etapas preparatorias ineludibles: laatención a la predicación y la sumisión a la confe-sión, la práctica de una penitencia física y finalmen-te la consecución de la purificación a través de lacomunión. En un ejemplar ilustrado hacia 1340 porun miniaturista boloñés, un fraile mendicante pre-dica desde un púlpito ubicado en el exterior de unaiglesia a un extenso auditorio, mientras otro de loshermanos confiesa a algunos de los oyentes en elinterior del edificio. La escena, animada de gentes,muestra también a una mujer arrodillada, orandoen las escaleras que conducen al confesionario (fi-gura 1)12. En el Decreto de Siena del Maestro delGraciano de Nápoles, la predicación penitencial seexpresa en dos ámbitos distintos de la misma página.En la zona superior del folio, al final de la columnacentral, un fraile platica desde un estrado. La apa-

Figura 1.Decreto de Graciano. Tractatus de Poenitentia. Roma,Biblioteca Apostolica Vaticana, vat. Lat. 2492, f. 273.

Figura 2.Decreto de Graciano. Tractatus de Poenitentia. SienaBiblioteca degli Intronati, K.I.3, f. 291.

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riencia condoliente de algunos de los personajes ydel monje sentado al pie del púlpito, conduce apensar en el deseo de querer expresar arrepenti-miento y contrición. La inicial ubicada debajo deesta escena ilustra a un fraile sentado, mientras unlaico le habla al oído (figura 2)13. Estas imágenes ien general el corpus de miniaturas que ilustran eltratado De Poenitentia en los diversos ejemplaresconservados del Decreto de Graciano, muestrancon claridad la importancia que adquirieron no sólolas órdenes mendicantes en la difusión del nuevosacramento, sino también el valor de la relaciónentre la predicación y la confesión a partir de 114014.Otros mendicantes aparecen, más o menos, en lamisma situación en distintos contextos. En unabiblia moralizante del siglo XV, el hermano ubica-do en el interior de la iglesia lleva la cabeza cubier-ta, como signo de reserva y respeto; éste, mientrasescucha, recoge entre sus manos la cabeza de unconfidente arrodillado. En el exterior unos pocosoyentes prestan atención a la viva palabra de otrofraile (figura 3)15. Esta imagen, ilustrada en un ejem-plar tardío, toma como modelo alguna de las esce-nas, que, sobre el mismo tema, encontramos en lasbiblias moralizantes del siglo XIII16. En una minia-tura de inicios del siglo XIV del libro de Ramón dePeñafort Summa de Penitentia, la relación entre lapredicación de san Francisco a los pájaros y el sa-cramento de la penitencia se expresa de forma mássutil. Frente al santo y entre los animales que leatienden, un personaje vestido con hábito y des-calzo llora secándose las lágrimas en señal de con-

ne dei frati dalla metà del’ duecen-to alla fine del’ trecento. Atti deiXXII Convegno Internazionale,Assisi (1994), p. 408-420. Recogemás bibliografía sobre el tema.

11. Francesc Eiximenis, uno de lossobresalientes frailes franciscanosde la Corona de Aragóntrecentista, al reflexionar en el pró-logo de su Ars Praedicandi sobrela figura del predicador, destacaentre los fines que deben guiarlo,el predominio de la enseñanzamoral; la importancia de un dis-curso breve y reservado en adema-nes; la conveniencia de laprudencia a la hora de criticar adeterminados sectores sociales; laejemplaridad en el vestir y en laconducta. Un buen ministro —finaliza— debe propagar la prác-tica de la penitencia y vivir deforma recta y austera. Otro pre-dicador popular de sobras cono-cido fue san Vicente Ferrer,también él dejó entrever en sussermones y en su comportamien-to las cualidades idóneas del buenpredicador. Sobre el tema, véase P.MARTÍ DE BARCELONA, «L’Arspraedicandi de Francesc Eixime-nis», Homenatge a Antoni Rubiói Lluch, II, Barcelona, 1936. Tam-bién F. RICO, Predicación y litera-tura en la España medieval, Cádiz,1977. CH. FRUGONI, «L’immaginedel predicatore nell’iconographiamedioevale (s. XIII-XV)», Medioe-vo e Rinascimento, 3 (1989), p.287-299. En este artículo la auto-ra argumenta la resistencia porparte de la iglesia a representar eltema de la predicación, a menosque ésta no se ubique en un tiem-po y espacios ahistóricos, sin re-lación concreta con la realidad

contemporánea. Las escenas depredicación, así pues, representa-rían un concepto o, más bien, unmodelo y un ideal de comporta-miento. Sobre «los nuevos santospredicadores» en la Corona deAragón durante la baja edad me-dia, véase J. MOLINA i FIGUERAS,Imágenes e ideas en la pinturatardogótica catalana (tesis docto-ral), Barcelona, 1996, p. 75-84.

12. Roma, Biblioteca ApostólicaVaticana Vat. Lat. 2492, f. 273.Reproducida en A. MELNIKAS, TheCorpus of the miniatures in themanuscripts of Decretum Gratia-ni, III (Studia Gratiana, 18), Roma,1975, p. 1079, figura 16. Recogeimágenes sobre el mismo tema in-cluidas en otros manuscritos delDecreto de Graciano. Véanse p.1069-1084 y tab. I-IV. Tambiénrecoge la cita R. RUSCONI, De laprédication a la confession…, p. 67.

13. Siena, Biblioteca degli Intro-nati, K. I. 3 f. 291. También en A.CONTI, La miniatura bolognese.Scuole e bottheghe 1270-1340,Bolonia, 1981.

14. El De poenitentia del Decre-to de Graciano mss.add.15274 I15.275 de la British Library (Lon-dres), iluminado en Cataluña du-rante la década de 1340, estápresidido por una escena en la quese ilustra a un monje sentado enel interior de una capilla, con lacabeza cubierta por una capuchae inclinado hacia un laico arrodi-llado a sus pies. El religioso estáflagelando al fiel mientras éste, enactitud de contrición, cruza losbrazos ante sí. A la derecha de laescena dos laicos arrodillados

oran ante un altar. En esta oca-sión se ha sintetizado el ciclo ha-bitual —predicación, confesión,penitencia— ilustrando, a travésde una sola acción, la confesión yla penitencia. Según G. COLL iROSSELL, Manuscrits jurídics iil·luminació, Barcelona, 1995, p.241-357. G. COLL i ROSSELL, «ElDecretum Gratiani de la BritishLibrary de Londres: Un manus-crit il·luminat a Barcelona entre1342 i 1348», Lambard, VI(1994), p. 265-290, es en la tradi-ción francesa donde acostumbraa aparecer este tipo de escena. Latradición flamenca optaría gene-ralmente por la representación dela confesión y la flagelación,mientras sería únicamente latradición boloñesa la que presen-taría en una sola escena la predi-cación unida a las otras dosacciones. En una Collectio Decre-torum del siglo XIII (Lat. 3898, f.318v, Biblioteca Nacional, París),donde se recoge la pastoral de lossacramentos, la confesión y la fla-gelación aparecen desglosadas, endos tiempos, en una misma esce-na. En este caso de nuevo unmonje encapuchado flagela lasespaldas descubiertas de un laico.VV.AA., Le Credo, la morale etla inquisition. Cahiers de Fan-jeaux, 6 (1971), p. 66, figura 4.

15. Bibliothèque Nationale deFrance, ms.fr. 166, f. 15. Tambiénen VV.AA., La prédication enPays d’Oc (XII-début XV siècle).Cahiers de Fanjeaux, 32 (1997),p. 65, figura 3.

16. A. LABORDE LE COMTE, La bi-ble moralisée illustrée, vols. I-V,París, 1911-1921, vol. I, pl. 96, pl.

Figura 3.Biblia Moralizante s. XV. Fraile confesando. Biblio-thèque Nationale de France, ms fr 166, f. 15.

Figura 4.Ramon de Penyafort. Summa de Penitentia. LüttichUniversitätsbibliothek, ms 137C, f. 17.

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trición (figura 4)17. A partir del siglo XIII, así pues,se ilustró en algunos libros el auge de la predica-ción y la íntima relación de ésta con la confesión ycon el sacramento de la penitencia. Estos ministe-rios acabaron convirtiéndose en un modelo de com-portamiento social controlado por las órdenesmendicantes18.

«Penitencia est secunda tabulapost naufragium». Del Exemplay la metáfora a la iconografía

Durante el siglo XIII nació —tal y como hemos vis-to— la predicación de masas destinada a los laicosy controlada por las órdenes mendicantes. Surgióun medio de catequesis e inducción moral adapta-do a las necesidades de una sociedad más urbana.El aumento de la predicación y el esfuerzo por or-ganizar y orientar este ministerio en la direcciónadecuada conllevó la sistematización de los mate-riales que debían constituir la estructura, ahora re-gular, de los cuerpos de sermones. El esquemacompositivo más habitual partía de un tema, nor-malmente un pasaje escogido de las escrituras o dela liturgia del día, y procedía a la división y subdi-visión lógica del mismo. Siendo este el sistema alque obligaba el modo de composición moderno,codificado en las Artes praedicandi19; el público lai-co, por su parte, exigía la amplificación y argumen-tación de las partes en las que se dividía el sermón,dirigiéndolo hacia una voluntad primordialmentedidáctica y de interés básicamente moral. La im-portancia del auditorio fue tal que influyó en lapropia estructura del sermón, imponiéndole undeterminado nivel de lenguaje. Los oradores aca-baron integrando en sus escritos observaciones dela realidad cotidiana; se recurrió a las anécdotas, alas comparaciones, a los proverbios e incluso a cier-tas composiciones literarias como las fábulas, conel único fin de conseguir que los seglares adquirie-ran una determinada conciencia moral.

Uno de los géneros que nos revela la crecienteinfluencia del público en la predicación es la mul-tiplicación de los Exempla en la composición delos cuerpos de sermones. El Exemplum era un tex-to breve que ilustraba y demostraba un principiomoral. Los predicadores buscaban atraer la aten-ción de sus auditorios narrando escenas que tuvie-ran que ver tanto con la vida cotidiana, como conel interés general de las gentes. Buscaban imágenesconcretas y más o menos familiares que fueran fá-ciles de memorizar y de las que se entendiera in-mediatamente la enseñanza que se pretendíatransmitir. El recurso habitual a este tipo de argu-mentaciones en la predicación popular, favorecióque nacieran los libros de compilaciones. Estos

repertorios permitían la clasificación de losExempla y la utilización de cada uno de ellos comoejemplo de distintas materias de instrucción. Seconvirtieron en corpus de consulta, con unos cuan-tos temas ilustrados en unos pocos relatos, pensa-dos para facilitar la expresión de unas nociones conlas que se consideraba que era esencial aleccionar alos laicos. Las fuentes de las que se nutrían eranmuy variadas e iban de los fabularios a la hagio-grafía y a los tratados penitenciales en el terrenode la moral. Metáforas, alegorías y la cita de imá-genes eran otros de los recursos que o bien com-ponían el mismo Exempla o bien lo completabanpara conseguir un discurso más eficaz. Con la in-tención de comunicar una idea, utilizaban metáfo-ras que, basadas en la realidad, ayudaran a lacomprensión de lo espiritual. Encadenaban imá-genes descifrables por el auditorio. Recurrían alteatro y a la iconografía para estimular la devocióny enseñar los asuntos de la fe. La utilización de es-tas técnicas ayudaba a estimular y entrar de mane-ra más firme y directa en la imaginación deloyente20.

Los Exempla, y más bajo el impulso de las ór-denes mendicantes, se convirtieron en instrumen-tos al servicio, sobre todo, de la difusión de lapenitencia y en medios utilizados para la forma-ción de los penitentes21. Éstos y otros recursos uti-lizados con el mismo fin, debían ser breves ycreíbles. Debían interesar al auditorio y captar suatención. Los predicadores buscaron en la reali-dad cotidiana ejemplos de interés para la granmayoría del público. Es en este sentido que en-contramos, en las compilaciones, numerosas refe-rencias al tema de la comida y la bebida en relacióncon la penitencia y como símbolos de la misma.Otra preocupación general era la enfermedad y lascausas que la producían. La confesión y la expia-ción de los pecados se convirtieron en las causasprincipales de la curación del alma, pues la saludmoral era equivalente a la salud corporal.

Al margen de las experiencias cotidianas, de lamanifestación de enfermedades, de la condena delugares y espacios reservados al vicio…, una de lascircunstancias que obligaban al hombre medievala la confesión de los propios pecados era la pre-ocupación por el inicio de algún viaje, principal-mente si se hacía por mar. Si la idea de un tránsitolargo, difícil e incontrolable en sus circunstanciasinducía a la plegaria y a la confesión, la propia ima-gen de la nave y el naufragio facilitaban la compa-ración con diversas nociones espirituales, yprincipalmente con el sacramento de la penitencia.

La figura de la nave representaba en algunosExempla la imagen de la Virgen María, aludida enel libro de los Proverbios (31, 14); en otros ilustra-ba la barca en la que subió y se durmió Cristo, o lacruz en la que fue martirizado, según sugerenciadel mismo libro bíblico. Pero si la referencia más

156, pl. 57. Véanse, a modo deejemplo, Oxford, Bodl, 270b, f.96. Donde un fraile, sentado enel interior de una iglesia, confiesaa un hombre arrodillado. Ésteapoya la mejilla en una de susmanos, como muestra de dolor ycontrición. Al mismo tiempo,otro fraile bendice a un grupo degente también compungida y do-lorosa, ubicada en el exterior deledificio. Esta escena se repite conalgunas variantes en, por ejemplo,Oxford, Bodl, 270b, f. 156, don-de mientras un fraile confiesa a unpersonaje en el interior de un edi-ficio, otro grupo de gente esperasu turno en el exterior, y enOxford, Bodl, 270b, f. 57v, don-de mientras un fraile confiesa ysostiene entre sus rodillas la ca-beza de un hombre, otros herma-nos entregan la comunión a ungrupo de laicos arrodillados enoración.

17. Lüttich, Universitätsbiblio-thek, ms. 137C f. 17. También enR. RUSCONI, Trasse la storia perfarne la tavola…, Tav. XXXI, fi-gura 44.

18. Sobre la predicación y la con-fesión de las órdenes mendican-tes, véase H. MARTIN, Le métierde prédicateur…, p. 146-189. C.DELCORNO, La predicazione nell’età comunale, Florencia, 1974, p.7-10; 23-44. C. CAROZZI, Le mi-nistère de la confession chez lesprêcheurs…, p. 321-354. M.H.VICAIRE, «La prédication nouve-lle des prêcheurs méridionaux auXIII siècle», Le credo, la morale etl’inquisitión. Cahiers de Fan-jeaux», 6 (1971), p. 21-64.

19. Sobre las Artes Predicandi yla composición y estructura de lossermones, véase M. G. BRICOE,Artes Praedicandi, Bélgica, 1992.C. DELCORNO, La predicazio-ne…, p. 15-18. M. ZINK, La pré-dicatione en langue Romaneavant 1300, París, 1976. F. RICO,Predicación y literatura…, p. 10-11.

20. Sobre los Exempla y la impor-tancia del público, véase C. DEL-CORNO, La predicazione…, p.19-22. M. ZINK, La prédicatione enlangue Romane…, p. 204-216. M.ZINK, «Le traitement des sourcesexemplaires dans les sermons oc-citans, catalans, piémontais du XIII

siècle», La réligion populaire enLanguedoc du XIII s. à la moitié duXIV s. Cahiers de Fanjeaux, 11(1976), p. 161-186. CL. BREMOND,J. LE GOFF, J. CL. SCHMITT,L’Exemplum, Turnhout, 1982(non. vid). J. BERLIOZ, «L’auditoiredes prédicateurs dans la litteratu-re des Exempla (XIII-XIV s.)»,Medioevo e Rinascimento, III(1989), p. 125-158. H. MARTIN, Lemétier de prédicateur…, p. 485 ys. Este autor, al estudiar los recur-sos narrativos de la predicación,analiza otras funciones del Exem-plum además de la didáctica. Ve-rifica en uno de los apartados larelación entre la predicación y laiconografía. Profundiza tambiénsobre este tema L. J. BATAILLON,«Les images dans les sermons duXIII siècle», Freiburger zeitschriftfür philosophie und theologie, 37

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habitual fue la que relacionó la imagen de un navíocon la iglesia romana22, la metáfora más frecuentefue la comparación entre un barco y las virtudesde la penitencia. En multitud de compilaciones deExempla las distintas partes de una embarcaciónilustran los siete pecados capitales, el naufragio desus tripulantes, el alma pecadora, los restos flotan-tes después del hundimiento, la penitencia a la queel hombre debe sujetarse para ponerse a salvo. Unabuena fragata, sólida y estable, puede también serla encargada de conducir al marino a buen puerto;símil de como la penitencia conduce al pecador ala salvación. Las distintas partes de una nave pue-den incluso llegar a representar los valores modelode una vida santa. Los peligros del viaje, la luchacontra los demonios y la resistencia a los vicios ypecados más habituales en el hombre23.

En todos los casos aquí citados —y en la ma-yoría de alegorías referentes a la navegación reco-gidas en la literatura medieval— el relato secomenta en relación con unas intenciones moralesque se espera que el público o el lector interiorice.La imagen del naufragio la encontramos ya en laliteratura antigua occidental; en la edad media seráinterpretada principalmente como símbolo de laperdición del alma y del pecado, contrapuesta a lapenitencia, segunda tabla de salvación. Autorescomo san Jerónimo, quien narró la misma analo-gía en su Comentario a Isaías y en su Comentarioa Ezequiel, santo Tomás de Aquino, en su SummaTeológica, o el franciscano Antonio de Padua, enalgunos de sus sermones y escritos, profundiza-ron sobre el tema. Este topos, de tan vasto rendi-miento entre predicadores y moralistas, sirvió parailustrar el camino del pecador y la correspondien-te vía de salvación en la tierra, basándose en la ideaque del Mare Magnum bíblico se recoge en los Sal-mos (Ps. 103, 25-35)24.

En la Corona de Aragón, los oradores, litera-tos y teólogos de la baja edad media también recu-rrieron a esta misma metáfora. San Vicente Ferrer(1350-1419), eminente predicador dominico, reco-nocido por las procesiones penitenciales que orga-nizaba al finalizar sus pláticas, divulgaba en sussermones la conveniencia de la contrición y el arre-pentimiento ante los propios pecados. Movía a susfeligreses, una vez acabado el oficio, a la prácticade la penitencia. En un sermón predicado en Va-lencia durante la Cuaresma de 1413, el santo sepronunció sobre la necesidad de la práctica de lapenitencia dando las siguientes razones «

[…] a persones que han peccat mortalmentapres lo babtisme, no’y ha altre remey sino pe-nitencia. Rahó: quant alguna nau va navegantper mar, e per alguna fortuna de temps la nau seromp, los marinés altre remey no han, sinó si’spoden aferrar ab alguna taula e poden —se es-talviar si la nau es rompuda; e qui no s’afferre

alguna taula, negat es. […] S’is romp la nau, affe-rrats— vos a la taula de penitencia, que a bonport vos portará […].

En otro sermón la penitencia es el medio a travésdel cual combatir las tentaciones, figuradas en losdistintos elementos del mar25. La misma intenciónmoral, respecto a esta metáfora, la encontramos enlos manuales de confesión y otros tratados. El ma-llorquín fray Joan Eixemeno compuso, a instan-cias del rey Martín el Humano, un tratado tituladoContemplació de la Santa Quarentena. El libro,escrito con la intención de extender el sacramentode la penitencia como práctica de la confesión, fueconcebido conforme a las reglas de la predicación,respetando los registros apropiados de la oración,según guiaban los usos litúrgicos. Sabemos que elaño 1406, el mismo año en que murió la reina Ma-ría, el monarca escribía al fraile, mandándole en-viar la continuación, todavía pendiente, del tratado.

(1990), p. 327-395. M. A. POLO DE

BEAULIEU, «Des histoires et desimages au service de la prédication:La Scala Coeli de Jean Gobi junior(1350)», De l’Homélie au sermon.Histoire de la prédication médié-vale, Louvain-la-Neuve, 1993, p.279-312. Sobre las compilacionesde Exempla entre las órdenesmendicantes, véase J. C. SCHMITT,«Recueils franciscains d’Exemplaet perfectionament des techniquesintellectuelles du XIII au XV siècle»,Bibliothèque de l’École des Char-tes, CXXXV (1977), p. 5-21. Ana-liza el impacto de los sermonespopulares en la audiencia TH. L.AMOS, «Early medieval sermonsand their audience», De l’Homélieau sermon. Histoire de la prédica-tion médiévale, Louvain-la-Neuve, 1993, p. 1-14.

21. Sobre el tema, véase J. BERLIOZ,«Quand dire c’est faire dire. Exem-pla et confession chez Étienne deBourbon», Faire Croire, modalitésde la diffusion et de la réception desmessages réligieux du XII au XV

siècle, Roma, 1981, p. 299-335.

22. La identificación del tema dela nave con la iglesia partió de lainterrelación de distintos textosevangélicos, dedicados —todos—a contar diferentes episodios ocu-rridos en el lago Tiberíades (Ma-teo, IV, 18-22; XIV, 24-35); (Juan,XXI, 4-11); (Lucas V, 3-11). So-bre el tema, véase DANIELOU, Lessymboles chretiens primitifs, Pa-rís, 1961, p. 66 y s. H. TOUBERT,«Dogme et pouvoir dansl’iconographie gregorienne. Lespeintures de la Trinité de Vendô-me», Un Art Dirigé. Reforme gré-gorienne et iconographie, París,1990, p. 365-402. H. BELTING,«The new role of narrative in pu-blic painting of the trecento: His-toria and allegory», Studies in theHistory of Art, 16 (1985), p. 154-157. G. LLOMPART, «La nave de

san Pedro y sus afines en la Co-rona de Aragón», Homenaje aVicente García de Diego, Madrid,1976. J. YARZA, «Los primeros ta-lleres de escultura en la Seu Vellade Lleida», Congrés de la SeuVella de Lleida, Lleida, 1992. Es-tos autores recogen más bibliogra-fía sobre el tema.

23. J. BATAILLON, Les images dansles sermons…, p. 336-349. H.MARTIN, Le métier de prédica-teur…, p. 426.

24. SAN JERÓNIMO, «Commenta-rium in Isaiam prophetam», P.L.,24, col. 65 y SAN JERÓNIMO,«Commentarii in Ezechielem»,C.L., Lib. 5, cap. 16. «[…] secun-da post naufragium tabula est,cum peccaveris, erubescere, et nonilli subiacere increpationi […]»TOMÁS DE AQUINO, SummaTeologica, 3, q. 84, art. 10 «La pe-nitencia es segunda tabla despuésdel naufragio» y sigue «Se llamametafóricamente segunda tabladespués del naufragio. La prime-ra protección a la hora de cruzarel mar es coger una nave en buenestado; pero después del naufra-gio, la segunda solución es aga-rrarse a una tabla. Entonces; laprimera protección en el mar dela vida del hombre es preservar laintegridad espiritual; pero si sepierde en el pensamiento del pe-cado, la siguiente solución es re-cuperar el pensamiento en lapenitencia […]». San Antonio dePadua, al comentar el pasaje delEvangelio de Mateo (IX, 1) «Etascendens in naviculam…», en unsermón correspondiente al primerdomingo después de Pentecostés,interpreta en este mismo sentidoel motivo de la nave «[…] El árbolo palo, designa el corazón contri-to; la vela la confesión oral; por-qué así como la vela se ata al palo,así la confesión va unida a la con-trición; los remos son las obras de

satisfacción: el ayuno, la oración,y la limosna; la áncora el recuerdode la muerte que nos ayuda a nodesgajarnos en las rocas o artima-ñas del pecado […]» A. G. HAUF,D’Eiximenis a sor Isabel de Ville-na. Aportació a l’estudi de la nostracultura medieval, Valencia-Barce-lona, 1990, p. 275. Véase tambiénsobre el tema J. POLZER, «Andreadi Bonaiuto’s via veritatis anddominican though in late medie-val Italy», Art Bulletin, 2, LXXVII(1995), p. 279-280. J. PUJOL, «Lapoètica nau de l’enteniment i elnaufragi d’Ulisses: opinions,teologia i poesia a l’obra de Felipde Malla», Boletín de la Real Aca-demia de Buenas Letras de Barce-lona, XLIV (1993-94), p. 275-302.

25. Quaresma de sant VicençFerrer predicada a Valencia el 1413,(ed.) Josep Sanchís Sivera, Barce-lona, 1927, p. 21-26. SANT VICENT

FERRER, Sermons, (ed.) Josep San-chís Sivera (I, II) y Gret Schib(III-VI), 6 vols., Barcelona, 1932-88, vol. V, 125. Este dominico in-cluía entre sus sermones, ademásde numerosas referencias sobrelos beneficios de la penitencia, se-cuencias cantadas relativas a ésta.Una de ellas llamó la atención aun notario gerundense, cuando laescuchó de boca del predicador.Otro predicador reconocido en laCorona de Aragón fue Mateo deAgrigento; un franciscano quepredicaba sus sermones discipli-nantes por la región central delreino de Cataluña por esta mis-ma época, seduciendo al pueblo.Sobre el tema, véase también P. M.GARCÍA CATEDRA, Sermón, socie-dad y literatura en la Edad Me-dia. San Vicente Ferrer en Castilla(1411-1412), León, 1994, p. 618.G. LLOMPART, «Penitencias y pe-nitentes en la pintura y en la pie-dad catalanas bajomedievales»,Religiosidad Popular, Palma deMallorca, 1982, p. 145-171.

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Ordenado como si tratara de ofrecer una regla devida para una comunidad monástica, la obra pre-tendía ofrecer un material útil para la meditación,durante los cuarenta días del período cuaresmal.La clave de todo el tratado es la penitencia, temaque glosa a partir de los autores escolásticos y delos cuales toma también seguramente la alegoríadel naufragio. Antoni Canals, fraile dominico con-temporáneo de Eixemeno, capellán del rey y teó-logo de la corte, se sirvió de la misma imagen alhablar del sacramento de la penitencia, en su Trac-tat de Confessió. Felip de Malla, otro teólogo cer-cano a las élites cortesanas, escribió el Manual delPecador Remut; aunque en el tratado aparezcanabundantes figuras náuticas y diera distintos sig-nificados a la misma metáfora, tampoco él escapóa una interpretación de tipo moral y salvífico26. Elmotivo del naufragio del hombre y la ulterior sal-vación gracias a la práctica del sacramento de lapenitencia, acabó convirtiéndose en un topos tra-tado en la mayoría de sermones, manuales… y co-nocido del público que asistía multitudinariamente

a escuchar las predicaciones en las plazas de las ciu-dades.

En el retablo pintado por Lluís Borrassà en1415, para el altar mayor del convento de santaClara de Vic27 —pieza de devoción particular aun-que expuesta a los fieles—, una de las tablas ilustraa santo Domingo junto a la orilla del mar, bendi-ciendo y acercando un bastón a un grupo de náu-fragos, para salvarlos de la tempestad (figura 5). Elfundador de la orden de los predicadores, tonsu-rado y descalzo, viste con el hábito propio de lacomunidad. Frente a él, un mar embravecido seeleva y choca contra las montañas del fondo, per-diéndose paulatinamente en la lejanía. El mar cu-bre con sus aguas el barco medio hundido en elque viajaban unos peregrinos. Acompañan al san-to dos personajes vestidos con ropas de civil, estana su espalda y observan la escena del salvamentocon signos de devoción. Sentado en unas rocas cer-canas a la orilla y a los pies del fundador, un fraile,también dominico, lee en un libro los primeros ver-sículos del salmo penitencial número 37 «Domine

Figura 5.Lluís Borrassà. S. Domingo salvando náufragos. Retablo de Santa Clara de Vic, 1415, Museo Episcopal de Vic.

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en in furore arguas tuas me: neque in ira tua corri-pias…». Los motivos principales para la invoca-ción de este tipo de salmos acostumbran a ser lamuerte prematura, la enfermedad, la falsa acusa-ción, la conciencia de los propios pecados y todolo referente a las tribulaciones del alma. De entretodos los himnos penitenciales, siete de ellos, en-tre los que se incluía el número 37, eran especial-mente apropiados para la confesión de los pecados.Por otra parte, no es nada extraño encontrar unaescena relativa al tema de la penitencia en la pintu-ra de un convento de clarisas; pues sabemos de laespecial atención, tanto en sus oficios como en susobras y sobre todo en sus sermones, que losmendicantes dedicaron al tema. A finales de la edadmedia, las órdenes mendicantes implantaron la re-citación de los salmos penitenciales, seguida de ple-garias comunes de absolución28.

Las biografías sobre santo Domingo y las obrassobre los orígenes de la orden recogen, entre losnumerosos milagros realizados por el santo, dosepisodios referentes al salvamento de unos náufra-gos. Rodrigo de Cerrato (2ª mitad s. XIII) cuenta ensu Vida de santo Domingo como unos peregrinosingleses que se dirigían a Santiago, para evitar en-trar en la ciudad de Toulouse, subieron a una barcaque atravesaba el río. Debido al número excesivode pasajeros, la barca se sumergió bajo las aguasarrastrando con ella a sus pasajeros. Santo Domin-go, quien estaba por aquel entonces orando en unaiglesia, acudió al lugar del desastre al oír el clamorde la gente. Se postró con los brazos en cruz y orópidiendo la salvación de los náufragos, que comen-zaron a renacer de las aguas. El padre Frachet(1207-1271) recogió el mismo episodio en su Vidade los Hermanos. A la narración anterior añadióúnicamente la participación de unos ciudadanos,que colaboraron en el salvamento. Si este milagrosucedió durante la vida del santo, otro milagro si-milar aconteció una vez muerto el fraile. Fue denuevo el padre Frachet el encargado de recoger elepisodio: navegaba una embarcación, del puerto deTrapani en Sicilia, en dirección a Génova, cuandose desencadenó una fuerte tormenta que hizo zo-zobrar la nave. Viéndose perdidos, estaban los tri-pulantes confesándose unos a otros, cuando unfraile dominico que estaba en la embarcación lesexhortó a invocar el nombre de santo Domingo,quien, a cambio de la promesa de un voto, les pro-curaría la salvación. Al aclamar todos al unísono elnombre del santo, se tranquilizaron las aguas y sesosegó la tempestad29. En la tabla de Vic, la presen-cia activa de santo Domingo en el salvamento, juntoa dos ciudadanos en oración, nos acercaría más alrelato de los peregrinos embarcados camino deSantiago. En el retablo dedicado a santo Domingo(Pisa, Museo Civico), firmado por Traini y docu-mentado hacia 1344-45, se ilustró el mismo tema(figura 6). La escena, representada con cierto aire

26. A. G. HAUF, D’Eiximenis a sorIsabel de Villena…, p. 194; 219-288 y más específicamente p. 275,n. 87 y 276, n. 88, donde recoge,además de esta cita de Eixemeno,[…] Si la nau de la gràcia baptis-mal naufraga i es perd en la marde la vida a causa de la tempestadel pecat mortal, Crist ens propor-ciona una segona oportunitat desalvació, és a dir, una taula aprésdel naufragi, qui és dita peniten-cia […]» la propia de Canals «[…]Tota la vida present és maramargosa, plena de vents detemptacions e de ones de tribula-ció; e d’ ellà a la mar, a la riba delsports, estan tots los sants qui en lagran maror nos criden que anemal port de paradís, é cascú té unapost que gita com la nau trencha…O benaventurada taula! O barcade vida!, ab la qual aquell qui hatrenchada la nau de innocència hiés caigut en lo perill de negar, potvenir al port de salut […]» y otrosautores que tratan sobre el tema.Véase también Contemplació de lasanta Quarentena, a cura d’A. G.Hauf i Valls, Barcelona, 1986. J.

Figura 6.Traini. S. Domingo salvando náufragos. Retablo de Santo Domingo. Pisa, Museo Cívico.

PUJOL, La poètica nau del’enteniment i el naufragid’Ulisses…, p. 277. M. BALASCH,Felip de Malla, Memorial del Pe-cador Remut (Manuscrit de Bar-celona), Barcelona, 1981-86.

27. S. ACOLEA I BLANCH, «LluísBorrassà i el primer estil interna-cional al Museu de Vic», Revistade Vic, 1984, p. 58-65. DALMASES

I PITARCH, Historia de l’Art ca-talà. sgs. XIV-XV, III, Barcelona,1983. J. GUDIOL, «Un documentinèdit sobre el Pintor Lluís Bor-rassà», La Veu de Catalunya, 24d’agost de 1911. J. GUDIOL, ElPintor Lluís Borrassà., Barcelona,1925, p. 43-51. J. GUDIOL RICART,«Obres de Lluís Borrassà a Vic»,Ausa I, nº 1, Vic (1952). J. GU-DIOL RICART, Borrassà, Barcelo-na, 1953. p. 29, 68 i s., 114. J.GUDIOL RICART, Museo Episcopalde Vich, Barcelona, 1954. J. GU-DIOL RICART, Historia de la Pin-tura Gótica en Cataluña,Barcelona, 1944. R. CH. POST, AHistory of Spanish painting,Cambridge-Massachusetts, vol.

II, 1930-66, p. 322-327. F. RUIZ

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28. J. GUDIOL, El pintor Lluís Bo-rrassà…, p. 50. La transcripcióndel versículo al latín se ha contras-tado con el Breviarium Ordo fra-trum Praedicatorum, Roma,1782. Sobre el tema, véase tam-bién A. G. MARTIMORT, La igle-sia en plegaria…, p. 666-669.

29. Santo Domingo de Guz-man…, p. 356, 416, 433.

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risueño, estaría acompañada, en la zona baja delala derecha de la obra, por la tabla de la defuncióny las exequias del fraile. En el salvamento de losperegrinos, el santo de pie junto a la orilla del río,está en actitud de bendecir. Le acompañan dos frai-les de la orden, que observan el milagro. Las tresfiguras forman un triángulo central alrededor delcual se desarrolla el resto de la acción. Un grupode náufragos rodea, abalanzándose en actitud deoración, al fundador. Uno de ellos, encorvado ycon la falda de la túnica mojada alzada entre lasmanos, es señalado por unos niños en actitud bur-lesca. Cerca del grupo de peregrinos, unas mujeresajenas al suceso se bañan y lavan la cabeza. Enmedio de las aguas asoma el vértice de la embarca-ción volcada. Del conjunto de escenas analizadassobre el tema, solo en Vic y en el compartimentode Traini aparece el santo de pie a orillas del río.En una tabla de escuela florentina, fechada hacia elsiglo XV, hoy en los Uffizi, la embarcación, con lasvelas hinchadas por el viento, ocupa el centro de la

escena. Santo Domingo aparece después de sumuerte a unos marinos implorantes, que se diri-gían por mar a Génova. El santo desciende volan-do por el ángulo de la tabla, y conduce la nave,salva, hasta el puerto. En unos frescos del segundocuarto del siglo XV, para el oratorio dedicado a santoDomingo, en san Filiastro de Brescia, se represen-tó la misma escena. En esta ocasión libra del nau-fragio a los pasajeros de una embarcación que, conla vela caída, está a punto de naufragar en un martempestuoso y bravo. Encontramos otra escena si-milar en una tabla atribuida a Jaume Cabrera en laColección Baroness Cassel van Doorn en En-glewood, New Jersey (figura 7). El episodio mues-tra al santo bendiciendo a los marinos desde elángulo derecho de la escena, mientras éstos inten-tan aligerar la nave de su pesada carga30.

Teniendo en cuenta, además de las razones ex-puestas hasta el momento, la importancia funda-mental de la penitencia en la pastoral mendicantey la relación de ésta con la imagen del naufragio31,piedra angular de la predicación en estas órdenes ytema recurrente en sus compilaciones de sermonesy Exempla, pensamos desde un comienzo, debidoa las elevadas proporciones del retablo destinadoal altar mayor de la iglesia de santa Clara de Vic, ya la ubicación a una altura excesiva de la inscrip-ción —que otorga un claro sentido penitencial a laescena—, en relación con sus medidas, que el sen-tido de la escena era obvio para un público que obien no alcanzaba a leer la cita, o bien no sabía leer-la. La cartela con el salmo seguramente se inscri-bió con el fin único de reforzar un significadoevidente para los fieles.

La escena del salvamento de unos náufragos fueatribuida a otros santos mendicantes. San PedroMártir, discípulo directo de santo Domingo, en sulucha contra las herejías, fundó e impulsó distin-tos modelos de cofradías; unas, erigidas con un sen-tido mayor de devoción al programa espiritual delsanto, se definieron por la práctica de una severapenitencia, y expandieron el movimiento discipli-nante. Otras, menos rigurosas, simplemente inclu-yeron la práctica de la penitencia en sus estatutos;pero todas destacaron fundamentalmente por laaplicación de este sacramento32.

Según ha demostrado Dondaine, uno de los tex-tos fundamentales sobre la biografía de san Pedrode Verona, debido a las fuentes que consulta y a lasinfluencias que transmite a otros documentos pos-teriores, es la Leyenda Dorada de Santiago de laVorágine. Este texto, estructurado en dos partesperfectamente delimitadas, narra primero la vidadel santo mártir, para incluir después una serie demilagros cumplidos durante su vida y cerrar final-mente la primera parte con la minuciosa descrip-ción del asesinato del santo. En la segunda secuenciareúne, sin un orden claro, los milagros postmortem33. Es en este capítulo de la leyenda donde

30. CH. R. POST, A history of Spa-nish painting, vol. X, Cambridge-Massachussets, 1964, p. 308-310;figura 116. Tradicionalmente, elmilagro de esta tabla venía atribu-yéndose a san Pedro Mártir. Elsanto tonsurado, y vestido con elhábito propio de los dominicos,que aparece suspendido sobre lasvelas de la embarcación, única-mente lleva como atributo que leidentifique, un libro en la manoizquierda. Por otra parte, tampo-co aparecen en escena los ciriosencargados de disipar la niebla,característicos del milagro atribui-do a san Pedro de Verona.

31. Si algún ciclo de pinturasmuestra el ideario de la ordendominica, éste es el que Andreade Bonaiuto pintó en la capilla,hoy llamada de los Españoles, ensanta Maria Novella. El progra-ma de los frescos, centrado en lapasión de Cristo, está dedicado alos cuatro santos principales delos predicadores y a la misión dela orden dominica. Enfrente deltriunfo de santo Tomás y entre lapasión de Cristo y la vida de san

Figura 7.Jaume Cabrera. Tabla de S. Domingo salvando náufragos.Col. Particular, Englewood, New Jersey.

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se recoge el episodio de san Pedro Mártir salvandoa unos náufragos. El acontecimiento no es muydiferente del que protagoniza santo Domingo. Enel caso de san Pedro parece únicamente que el po-der de obrar milagros le viene otorgado a causa desu martirio. Es gracias a éste —según cita la Leyen-da Dorada— que el santo salva a unos náufragos:

[…] estando un navío a punto de zozobrar, losmarinos y tripulantes se pusieron de acuerdoen invocar al santo para que mediara por ellosen mitad de los elementos. Al punto de iniciarsus plegarias aparecieron unos cirios encendi-dos sobre la antena de la vela que disiparon lastinieblas y se les apareció el mismo san Pedro,quien amansó la tormenta34.

En la iglesia de santo Domingo de Puigcerdà sehan conservado fragmentos de unas pinturas mu-rales, que seguramente debían decorar la mayorparte de las capillas del templo. En la tercera capi-

Pedro Mártir, se ilustró la ViaVeritatis; en este mural se identi-fica la orden de santo Domingocon el conjunto de la iglesia; serevela la misión pastoral de la or-den y su consagración a la des-aparición de las herejías.

Los frescos fueron pintadoscon los fondos donados a los do-minicos, por Buonamico di LapoGuidalotti, después de su muerteen 1355. La obra fue supervisadapor Jacopo Passavanti, prior de lacomunidad hasta 1357. Se ha dis-cutido mucho sobre la influenciadel pensamiento de Passavanti enel conjunto mural. Este domini-co fue el autor de un opúsculo ti-tulado Specchio della verapenitenza, donde reunió de for-ma sistemática la mayor parte delos sermones que predicó en1354. La mayoría de estos textostratan sobre la penitencia. Al mar-gen de si existió, o no, una in-fluencia directa de suspensamientos en el programa delas pinturas, sí que las figuras queutilizó para ilustrar sus Exemplase enmarcan dentro del ideal quesobre la actividad pastoral teníanlos mendicantes. En algunos desus sermones penitenciales,Passavanti utilizó la imagen delnaufragio, símbolo de la perdi-ción del alma y del pecado, con-trapuesta a la penitencia, segundatabla de salvación. Sobre el tema,véase J. POLZER, «Andrea diBonaiuto’s Via Veritatis anddominican thought in late medie-val Italy», The Art Bulletin,LXXVII, 2 (1995), p. 262-289. M.MEISS, Pintura en Florencia ySiena después de la Peste negra,Madrid, 1988, p. 106-128.

32. Sobre la biografía de san Pe-dro Mártir, véanse los textos fun-damentales de A. DONDAINE,«Saint Pierre Martyr», ArchivumFratrum Praedicatorum, XXIII(1953), p. 66-162. G. MEERSSE-MAN, «Études sur les anciennesconfréries dominicaines. Les con-freries de saint Pierre Martyr»,Archivum Fratrum Praedicato-rum, XXI (1951), p. 51 -113.

33. A. DONDAINE, Saint PierreMartyr…, p. 117. C. DELCORNO,«Il racconto agiografico nella pre-dicazione dei secoli XIII-XV»,Agiografia nell’occidente cristia-no. Atti dei Convegni dei Lincei,Roma, 1989, p. 88-91. S. DE LA

VORAGINE, La Leyenda Dorada,vol. I, Madrid, 1989, p. 265-276.

34. S. DE LA VORAGINE, La Leyen-da Dorada…, p. 271.

35. C. CID PRIEGO, «Las pinturasmurales de la iglesia de santo Do-mingo de Puigcerdá», Anales delInstituto de Estudios Gerunden-ses, XV (1962), p. 5-96.

Figura 8.Pinturas murales de la Iglesia S. Domingo de Puigcerdà, Puigcerdà. S. Pedro Mártir salvando náufragos.

lla del lado del Evangelio, se dedicó un pequeñociclo a la vida de san Pedro Mártir. Junto a una cru-cifixión, ubicada en el centro de la franja inferior,quedan restos de una escena en la que san PedroMártir salva a unos náufragos. Centra la composi-ción una nave de dos mástiles con velas cuadradas,una de las cuales está arriada. En el interior de laembarcación una serie de personajes de distintasedades, o bien intentan gobernar la nave o bien re-zan mirando hacia el cielo. Atrae su atención laaparición, sobre la verga mayor, de la pequeña fi-gura de san Pedro en actitud de bendecir el barcoy con un cuchillo clavado en el pecho, y el fenó-meno maravilloso de los cirios encendidos sobrela vela (figura 8)35.

Al margen de la escena que aquí nos ocupa ysobre la que volveremos más adelante, dentro delciclo dedicado a san Pedro de Verona, en Puigcer-dà, hallamos un Calvario estrechamente relaciona-do con las escenas que lo rodean. A pesar de laimportancia del Cristo crucificado en el ideario y

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Figura 9.Giovanni di Balduccio. Sarcófago de S. Mártir, 1336-39. S. Eustorgio de Milán.

en la espiritualidad mendicante, la inclusión de estetema en medio de la ilustración secuenciada de lavida del mártir, implica seguramente la búsquedade una intimidad mayor entre algunos de estosepisodios y la crucifixión; ubicada en el centro dela franja inferior, junto al milagro del salvamentode los náufragos y en diagonal a la escena del mar-tirio. Uno de los episodios principales de la bio-grafía de san Pedro de Verona y que la mayoría deautores narra con minuciosidad, es su muerte. Entodos los textos, los biógrafos se esfuerzan en po-ner de relieve las analogías entre el asesinato delsanto a manos de los herejes y la muerte de Jesúscondenado por los judíos. A imitación del Cristoclavado en la cruz, el mártir dominico también pro-nuncia, justo antes de morir, el versículo del Salmo(30,6) y recita el Credo. El suplicio de san Pedrode Verona se equipara al sacrificio de Jesús en lacruz36. El martirio, en la hagiografía mendicante,es la forma suprema de la penitencia; y ésta, a suvez, es uno de los sacramentos fundamentales desu ideario, un modelo de vida y el motivo centralde sus predicaciones. Representa un seguir a Cris-to camino del Calvario hasta su muerte en la cruz.La penitencia encontraría su sentido final en la cru-cifixión. El viaje hacia la salvación del alma, paralos mendicantes, tendría como etapa fundamentalla penitencia; razón, en algunas ocasiones, por lacual aparece la Magdalena llorando a los pies de lacruz. La redención del género humano a través dela muerte de Cristo exigiría la expiación de los pe-cados. Quizás en este sentido se pueda atribuir unsignificado penitencial al naufragio y a algunas delas escenas relacionadas más directamente con elCalvario.

El tema de san Pedro Mártir salvando a unosnáufragos se repite en uno de los compartimentosdel sarcófago del santo, esculpido por Giovanni diBalduccio y sus colaboradores, y conservado en laiglesia dominica de San Eustorgio de Milán (figura9)37. La atribución de numerosos milagros postmortem, ya en las primeras biografías del santo, sehizo con la intención de introducir su culto entreel pueblo38. Una vez aceptada y extendida su famade santo prodigioso, los fieles acudían a la tumbadel mártir para recibir favores a cambio de votos39.Enfermos, endemoniados, penitentes, peregrinos…rezaban después de confesar sus pecados, invoca-ban al santo y pedían un milagro a cambio de unvoto. Lo mismo sucede con los marinos a puntode naufragar. Sintiendo la muerte cercana, invocana san Pedro Mártir, que se les aparece y amansa latormenta. Los navegantes acuden después al san-tuario del mártir para rezar y cumplir con sus vo-tos. La escena recordaba al público el valor de laatrición y exhortaba a los fieles a la oración. Lospeligros que implicaba un viaje, ya fuera por tierrao por mar, eran uno de los motivos importantesque llevaban al hombre medieval al arrepentimiento

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de los propios pecados. El milagro del naufragioesculpido en el sarcófago de san Pedro de Veronatenía el valor de recordarles la salvación a través dela penitencia y la invocación. La representación deesta escena en la misma faz anterior del sarcófago,donde se han representado dos escenas relativas ala deposición del cuerpo del santo, ante la presen-cia de un grupo de frailes llorosos y del puebloorante y apenado, creo que podría aludir, a pesarde la estructura narrativa del ciclo, a este significa-do penitencial del naufragio, entendido como sím-bolo del alma pecadora que puede alcanzar susalvación a través de la expiación de los pecados40.

Otro mendicante tratado por la hagiografíacomo atleta y modelo de penitencia fue san Anto-nio de Padua41. Este santo, dedicado desde su in-fancia al estudio y las cuestiones de la fe, entró aprofesar durante su juventud en la orden francis-cana, optando por el aislamiento del mundo y elsometimiento a una vida ascética y severa. Satisfe-cho de haber encontrado su vocación, se desplazaa Coimbra para pactar con sus superiores su en-trada en la orden de los menores. Convencido delacierto de su decisión, en el viaje por mar de Lis-boa a España, camino inicial de su retiro, una tem-

36. Las biografías más antiguasdel santo, al narrar el episodio delasesinato, describen como al pun-to de morir, éste recitó el Credo.La iconografía nos presenta ge-neralmente a san Pedro inclina-do sobre el suelo y con el dedoensangrentado escribiendo la pa-labra Credo, símbolo apostólico.En este caso el paso del lenguajeescrito al visual supuso una mo-dificación a los textos originarios.Sobre el martirio del santo y suparalelismo con la muerte deCristo, véase V. ALCE, «Iconogra-fia di S. Pietro da Verona martiredomenicano», Memorie domeni-cane, fasc II (1953), p. 100-114;150-168. C. DELCORNO, Il rac-conto agiografico…, p. 91-92 y enparticular S. DE LA VORAGINE, LaLeyenda Dorada…, p. 268-269.

37. V. ALCE, «La tomba de S. Pie-tro Martire e la Capella Portinariin S. Eustorgio di Milano», Me-morie Domenicane, fasc I (1952),p. 3-34.

38. Sobre las dificultades de laaceptación del culto de san PedroMártir, véase C. DELCORNO, Ilracconto agiografico…, p. 88.

pestad lo arroja a las costas de Sicilia, cambiandosu futuro. Es a partir de este momento que los tex-tos, y sobre todo la Leyenda Assidua, profundizanen la transformación del santo en apóstol de la pe-nitencia. San Antonio se nos presenta durante losúltimos años de su vida dedicado a la predicacióny a la confesión de los fieles42. El hagiógrafo de laAssidua relata la multitud de gentes que acudían aescuchar a san Antonio vestidos de penitentes ycomo al acabar el acto confesaba de sus pecados alos creyentes. Después de la muerte del santo, pro-cesiones de fieles acudían a su sepulcro esperandomilagros. Enfermos, lisiados, peregrinos y peniten-tes recibían sus favores después de haber confesa-do sus culpas. Entre los salvados gracias a lacontrición y a la invocación del santo de Lisboa,hallamos de nuevo a los marinos de un barco apunto de naufragar. En esta ocasión, un sacerdoteque viajaba con ellos es el encargado de la confe-sión. El tema se representa en una tabla de Maria-no d’Antonio Nutoli, en Perugia. Entre los santosmendicantes también salvan náufragos san Luisd’Anjou en los frescos Bonfigli de Perugia y sanVicente Ferrer en el retablo de Santo Domingo deCastelvetrano, entre otros43.

39. Sobre el culto a los santos,véase B. DE GAIFFIER, «Pelerina-ges et culte des saints», Pellerina-ggi e culto dei santi in Europa finoalla prima crociata, Todi, 1961, p.11-35. Trata también el tema yreúne más bibliografía sobre elmismo J. MOLINA, Imágenes eideas en la pintura tardogótica ca-talana…, p. 191-195.

40. Encontramos a san PedroMártir salvando náufragos en uncantoral del siglo XIII (n. IV, c. 209del Museo de Gubbio, Italia) deautor desconocido. Véase V.ALCE, Iconografia di S. Pietro daVerona…, p. 106. G. KAFTAL, Ico-nography of the saints, Florencia,1962-1976, vol. II, p. 910, figura1082. G. CASTELFRANCO, «I coraliminiati di s. Domenico di Gu-bio», Bollettino d’Arte, 1929, p.63. En una tabla del Museo Na-cional de Poznan, tradicional-mente atribuida a santoDomingo, aunque en este caso elsanto lleva una palma del marti-rio en la mano. La pieza, atribui-da a Bernardo Daddi, formaríaparte de la predela de un retablodedicado a santo Domingo, sanPedro de Verona y santo Tomás

de Aquino, que hasta 1570 se en-contraba en la iglesia de SantaMaria Novella en Florencia. Delconjunto, hoy disperso, se hanidentificado algunas de las tablasde la predela (el milagro de la pre-dicación de san Pedro Mártir, lavisión de santo Domingo reci-biendo de san Pedro y san Pabloun libro y una espada y santoTomás ayudado por unos ánge-les), seguramente coronada porun panel único de grandes dimen-siones. G. KAFTAL, Iconographyof the saints…, I, p. 319, figura369; IV, p. 239, figura 336.VV.AA., Retables. La collectiondu Musée des Arts Décoratives,París, 1998, p. 22-23. Y en unatabla del retablo dedicado a sanPedro Mártir y san Marcos, pin-tado por Joan Figuera, durante suestancia en Cerdeña, para la igle-sia de santo Domingo de Caglia-ri. En esta ocasión el santoaparece en medio de la claridadque desprenden los cirios encen-didos sobre la vela. CH. R. POST,A history of Spanish painting…,vol VII, X, p. 315-332; 379.

41. Sobre la penitencia en las bio-grafías y en el pensamiento de

san Antonio de Padua se han es-crito diversos estudios. Véase A.BASILE, «Dimensione peniten-ziale della vita cristiana nei ser-moni di s. Antonio di Padova»,Il Santo, 18 (1978), p. 3-71. B.COSTA, «La penitenza insant’Antonio di Padova», Il San-to, 22 (1982), p. 579-606. M.D’ALATRI, «La penitenza nellaleggenda Assidua di sant’Antoniodi Padova», Aetas Poenitentialis,Roma, 1993, p. 211-220.

42. San Antonio de Lisboa tam-bién recurrió en sus sermones ala imagen del naufragio comometáfora de la penitencia. Sobreel tema, véanse las páginas 14-16de este estudio y en especial la n.23. Sobre la vida del santo, véaseM. D’ALATRI, La penitenzanella leggenda Assidua, p. 211-220, y sus obras completas enSA N AN T O N I O D E L I S B O A,Obras Completas, (ed.) Enri-que Pinto Rema, 3 vols., Lis-boa, 1970.

43. Véase G. KAFTAL, Iconogra-phy of the saints…, I, p.111, figu-ra 125; II, 805, 1147; figs. 826,1335.