Literatura y publicaciones para niños y adolescentes · La literatura es una, y a lo largo de la...

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Literatura y publicaciones para niños y adolescentes JOSE ANTONIO PEREZ-RIOJA Doctor en Filosofía y Letras Bibliotecario Director de la Casa de Cultura de Soria No es la primera vez que en estas mismas páginas de la REVISTA DE EDUCACION (1), en algún libro (2) y en otras publicaciones periódicas (3) trato de este tema que no sólo por mi profesión de bibliotecario, sino por una especial preferencia, me preocupa desde hace bastantes años. Pero es tan amplio y complejo, que permite abordarlo desde los ángulos y aspectos más diversos. Hoy intento recoger algunos con el propósito de patentizar mi firme convicción de que se hace precisa, cada día más, la exigencia de una preocupa- ción y de una cooperación colectivas para crear un clima propicio y estimular una auténtica literatura y unas publicaciones adecuadas a los niños y a los adolescentes. HACIA UN NECESARIO CAMBIO DE MENTALIDAD ANTE EL COMPLEJO PROCESO EDUCATIVO Abunda todavía entre numerosos docentes de primera y segunda enseñanzas el rígido criterio según el cual la educación se separa en compar- timientos estancos: de un lado, la Enseñanza ele- mental, con sus cartillas y sus enciclopedias es- colares y, del otro, la Enseñanza media, con sus libros de texto, sin apenas resquicio para la li- teratura ni para otras publicaciones —infantiles, juveniles— que no sean estrictamente de estudio. Dijerase que se respira —pese a los intentos de modernizar los métodos educativos— esa viciada atmósfera del «libro de texto», autoritario y solo, que impide a ciertos maestros y profesores abrir- se ellos mismos y abrir a sus alumnos ante el amplio horizonte de la literatura, sin que se pue- da extender ni arraigue verdaderamente el há- bito de las lecturas comentadas. De igual modo, en gran número de nuestros hogares —y no siempre por falta de recursos eco nómicos—no se ven libros: apenas, y por pura necesidad, los de carácter escolar. Una reciente y estremecedora encuesta, efectuada entre más (1) Cfr. mis artículos : En torno a la lectura infan- til y juvenil (núm. 137, 2. quino. junio 1961). Algunas consideraciones sobre los libros de texto (núm. 54, oc- tubre 1963), Hacia una educación de la lectura (nú- mero 130, 1. quinc. marzo 1961), Fisonomía de la lec- tura (núm. 134, 1. quinc. mayo 1961), La lectura ante el futuro (núm. 93, 2. qunc. febrero 1959) y La tele- visión como problema vital y educativo (núm. 150, ju- nio 1962). (2) Cfr. Mil obras para los jóvenes (Madrid, Minis- terio de Educación Nacional, 1952) y La biblioteca en la escuela (Madrid . Ministerio de Educación Nacional, 1961). (3) En el «Boletín de la Dirección General de Ar- chivos y Bibliotecas», Familia española, El libro es- pañol, etc. de 16.000 niñas y niños de Barcelona (4), nos confirma que en la gran Ciudad Condal, en el 41,5 por 100 de los hogares hay menos de 25elli- bros, que se reducen a las cartillas y enciclope- dias de la escuela. En esa misma encuesta, un 46 por 100 de niños ha respondido que su primer libro «leído» fue la cartilla escolar; un 56 por 100, que sólo han recibido un libro como regalo en Navidad o Reyes, o en el día de su santo, otro 25 por 100... Estos y otros datos más son un índice revelador de la penuria cultural de nuestra vida familiar —al menos en gran parte— y de las viejas rutinas educativas, si no oficialmente vigentes, sí incrustadas aún en diversos sectores pedagógicos de nuestro país. Si a ello se añade la falta de bibliotecas escolares y la extensión —muy escasa todavía— de bibliotecas infantiles o de secciones infantiles dentro de nuestras bi- blitecas públicas, comprenderemos con facilidad esa lamentable confusión en muchas mentes in- fantiles al identificar el libro —un libro cual- quiera— con el texto escolar, lo que conduce a menudo a la no afición a la lectura, por creer que ésta es un trabajo árido, una pesada obli- gación de la escuela y no un placer y una nece- sidad vital —como correr y jugar— que, a la vez de divertir, forma y educa. El proceso educativo es mucho más complejo de lo que parece. La rigidez, el achatamiento, la rutina de los conceptos y los viejos métodos aún en uso requieren un cambio urgente de men- talidad. Es preciso llegar a un equilibrio entre las exigencias del entendimiento y las del senti- miento en la preparación de los niños para la (4) Cfr. el interesante folleto Los niños quieren leer libros, editado por «Amigos de la Cultura y el Libro» (Barcelona, 1961).

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Literatura y publicaciones paraniños y adolescentesJOSE ANTONIO PEREZ-RIOJA

Doctor en Filosofía y LetrasBibliotecarioDirector de la Casa de Cultura de Soria

No es la primera vez que en estas mismas páginas de la REVISTADE EDUCACION (1), en algún libro (2) y en otras publicacionesperiódicas (3) trato de este tema que no sólo por mi profesión debibliotecario, sino por una especial preferencia, me preocupa desdehace bastantes años. Pero es tan amplio y complejo, que permiteabordarlo desde los ángulos y aspectos más diversos. Hoy intentorecoger algunos con el propósito de patentizar mi firme convicciónde que se hace precisa, cada día más, la exigencia de una preocupa-ción y de una cooperación colectivas para crear un clima propicioy estimular una auténtica literatura y unas publicaciones adecuadasa los niños y a los adolescentes.

HACIA UN NECESARIO CAMBIODE MENTALIDAD ANTE EL COMPLEJO

PROCESO EDUCATIVO

Abunda todavía entre numerosos docentes deprimera y segunda enseñanzas el rígido criteriosegún el cual la educación se separa en compar-timientos estancos: de un lado, la Enseñanza ele-mental, con sus cartillas y sus enciclopedias es-colares y, del otro, la Enseñanza media, con suslibros de texto, sin apenas resquicio para la li-teratura ni para otras publicaciones —infantiles,juveniles— que no sean estrictamente de estudio.

Dijerase que se respira —pese a los intentos demodernizar los métodos educativos— esa viciadaatmósfera del «libro de texto», autoritario y solo,que impide a ciertos maestros y profesores abrir-se ellos mismos y abrir a sus alumnos ante elamplio horizonte de la literatura, sin que se pue-da extender ni arraigue verdaderamente el há-bito de las lecturas comentadas.

De igual modo, en gran número de nuestroshogares —y no siempre por falta de recursos económicos—no se ven libros: apenas, y por puranecesidad, los de carácter escolar. Una recientey estremecedora encuesta, efectuada entre más

(1) Cfr. mis artículos : En torno a la lectura infan-til y juvenil (núm. 137, 2. • quino. junio 1961). Algunasconsideraciones sobre los libros de texto (núm. 54, oc-tubre 1963), Hacia una educación de la lectura (nú-mero 130, 1. • quinc. marzo 1961), Fisonomía de la lec-tura (núm. 134, 1. • quinc. mayo 1961), La lectura anteel futuro (núm. 93, 2.• qunc. febrero 1959) y La tele-visión como problema vital y educativo (núm. 150, ju-nio 1962).

(2) Cfr. Mil obras para los jóvenes (Madrid, Minis-terio de Educación Nacional, 1952) y La biblioteca enla escuela (Madrid . Ministerio de Educación Nacional,1961).

(3) En el «Boletín de la Dirección General de Ar-chivos y Bibliotecas», Familia española, El libro es-pañol, etc.

de 16.000 niñas y niños de Barcelona (4), nosconfirma que en la gran Ciudad Condal, en el41,5 por 100 de los hogares hay menos de 25elli-bros, que se reducen a las cartillas y enciclope-dias de la escuela. En esa misma encuesta, un46 por 100 de niños ha respondido que su primerlibro «leído» fue la cartilla escolar; un 56 por100, que sólo han recibido un libro como regaloen Navidad o Reyes, o en el día de su santo, otro25 por 100... Estos y otros datos más son uníndice revelador de la penuria cultural de nuestravida familiar —al menos en gran parte— y delas viejas rutinas educativas, si no oficialmentevigentes, sí incrustadas aún en diversos sectorespedagógicos de nuestro país. Si a ello se añadela falta de bibliotecas escolares y la extensión—muy escasa todavía— de bibliotecas infantileso de secciones infantiles dentro de nuestras bi-blitecas públicas, comprenderemos con facilidadesa lamentable confusión en muchas mentes in-fantiles al identificar el libro —un libro cual-quiera— con el texto escolar, lo que conduce amenudo a la no afición a la lectura, por creerque ésta es un trabajo árido, una pesada obli-gación de la escuela y no un placer y una nece-sidad vital —como correr y jugar— que, a la vezde divertir, forma y educa.

El proceso educativo es mucho más complejode lo que parece. La rigidez, el achatamiento,la rutina de los conceptos y los viejos métodosaún en uso requieren un cambio urgente de men-talidad. Es preciso llegar a un equilibrio entrelas exigencias del entendimiento y las del senti-miento en la preparación de los niños para la

(4) Cfr. el interesante folleto Los niños quieren leerlibros, editado por «Amigos de la Cultura y el Libro»(Barcelona, 1961).

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vida. Como ha dicho Ortega y Gasset (5), «elproblema de la educación es siempre un proble-ma de eliminación, y el problema de la educaciónelemental es el problema de la educación esen-cial», porque «no es lo más urgente educar parala vida ya hecha, sino para la vida creadora».

No sólo es preciso renovar y mejorar las car-tillas, las enciclopedias escolares y los libros detexto al uso. Hace falta, además, llevar al con-vencimiento de padres y educadores que los ni-ños y los adolescentes requieren también otroslibros con alas, capaces de abrirles los más am-plios horizontes. La literatura como algo vital, lacuriosidad intelectual, abierta y porosa, han deser exigencias ineludibles en ese cambio de men-talidad que nuestro tiempo reclama a padres yeducadores, porque, como ya dijo Herbart, «cuan-do se sabe llevar al alma juvenil un gran círculode ideas interiormente unidas en todas sus par-tes, ideas capaces de vencer lo desfavorable delmedio ambiente y de apropiarse lo favorable delmismo, sólo entonces puede decirse que se es due-ño de la educación».

NUESTRA ACTITUD ANTE EL NIÑOY EL ADOLESCENTE DE HOY

Es evidente que hasta los siglos xvin y xix nose ha empezado a sentir en el mundo cierta pre-ocupación por la Infancia y la juventud. Perocasi siempre se ha hecho una pedagogía y unaliteratura para niños y adolescentes conforme anuestro criterio o a nuestro punto de vista deadultos. Es preciso pensar en las necesidades, enlas exigencias infantiles y juveniles. Por otraparte, también hay que reflexionar sobre los cam-bios producidos en el niño y el joven de hoy. Y,sobre todo, se debe meditar en el cambio extra-ordinario de nuestro tiempo, debido al enormeavance de la técnica, con sus consiguientes trans-formaciones sociales, que producen, de modo in-evitable, una profunda crisis de valores humanos.No son el niño y el adolescente un hombre en pe-queño, sino un hombre en sus etapas iniciales.De la adecuación o no de la educación, de la li-teratura, de la vida cultural que ofrezcamos alniño, al adolescente de hoy, tendremos o no elhombre que ya reclama la sociedad del futuro yal cual cabe valorar anticipadamente por cuantopueda llegar a ser no sólo gracias a su inteligen-cia y a su esfuerzo, sino a lo que seamos capacesde ofrecerle. Si se tiene en cuenta que la inf an-cla y la adolescencia son los períodos más difí-ciles desde el punto de vista formativo, aún se vemas patente nuestra enorme responsabilidad. Elniño, por otra parte, imagina una realidad dis-tinta de la verdadera. A medida que se va ha-ciendo mayor diríase que la vida le desilusiona,porque los Reyes Magos y tantas otras cosas noeran sino bellos símbolos que adornaron sus pri-

meros arios. Luego, ya adolescente, cambia a cadapaso, como las imágenes fluctuantes de un calei-doscopio, en esa búsqueda incesante por encon-trarse a si mismo, tanto que, como ha dicho Fran-çois Mauriac (6), «la juventud es un dios con mi-llares de rostros».

En esa inevitable desilusión ante el bello mundoinfantil, trocado en el más prosaico de la reali-dad circundante, y en esa contradictoria agita-ción juvenil en busca del propio «yo», y en mediode un mundo cambiante en plena transformacióntécnica, social y económica, es donde se hace pre-cisa una equilibrada y comprensiva actitud anteel niño y el adolescente, a los cuales se debe cui-dar más que nunca, a fin de que no pierdanciertos valores humanos permanentes —pero hoyen crisis—, a la vez de hacerles más ágiles y deprepararles mejor para afrontar un futuro dis-tinto y difícil, que ya se perfila con firme trazosobre el horizonte actual.

¿LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL O,MEJOR, LITERATURA PARA NIÑOS

Y ADOLESCENTES?

La expresión literatura infantil y juvenil dis-minuye, con la adición de tales adjetivos, el valorpleno del sustantivo literatura. Con el uso deaquéllos se hace referencia más bien a las sobraso migajas del banquete literario, o, por caminosdistintos, a esas otras publicaciones —escolares,didácticas o puramente recreativas— que no sonliterarias. La literatura es una, y a lo largo de lahistoria universal, cuando se ha escrito con pul-critud, con claridad y con sencillez, se ha escritotambién —aunque los propios autores no se die-ran cuenta— para los niños o los jóvenes. Será,en efecto, más exacto decir literatura para niñosy adolescentes, pues si no siempre se escribe deli-beradamente para ellos, desde hace un par desiglos se siente esta necesidad, y ya en nuestrotiempo es cuando va adquiriendo su clima, suautonomía y mundo propios. Conviene, pues, pre-cisar este concepto, perfilar sus límites, fijarse ensus características y en su temática y, de otraparte, en las especiales aptitudes, motivaciones ocircunstancias de los escritores que la cultiven.

Aunque haya de ser indispensablemente moral,no le basta con esta sola cualidad, porque paraser literatura ha de ser obra de arte. Un cuentomoralizador pero mal escrito, sin ningún valorestético, será una bien intencionada publicaciónInfantil, pero jamás podrá figurar en el acervode la literatura para niños o adolescentes.

Como caractersticas esenciales de ésta, la soli-dez estética y la validez moral, a las que puedenañadirse la invención y la intuición, la amenidad,la claridad y la sencillez dentro de cualquiera delas facetas de la temática infantil (lo maravillo-so o lo fantástico, el sentido de aventura, elamor hacia lo natural) o del inquieto dinamismo

(5) Cfr. O. C. : Ei espectador, II, 268 y sigs. (6) Cfr. Le jeune homme, Paris (s. a.), pág. 20.

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juvenil (la acción o la actualidad, dirigidas hacialo novelesco, lo histórico, lo científico, lo social,etcétera). Toda esta gama de matices ha deofrecer al niño y al adolescente una evidenteseguridad afectiva, una firme orientación artís-tica y un recto estímulo ético, llevándole gra-dualmente desde lo fantástico y lo maravilloso odesde el mundo de la naturaleza al mundo de larealidad, para ya en éste —desde el encuentro conla sociedad— llegar al propio conocimiento de Simismo. Cualquiera de los géneros al uso —loscuentos de hadas, las narraciones de aventuras,las novelas, los viajes, las biografías— puedenarmonizar, si son verdaderas obras literarias, loestético con lo moral. Dependerá de la calidad yde la intención de los autores, es decir, no sólode su aptitud como escritores capaces de intere-sar a la niñez o la juventud, cuanto de ceñirse,gustosa, espontáneamente, a unas determinadasmotivaciones o circunstancias que no son otrassino las de situarse entre los mismos niños oadolescentes como uno más entre ellos para sen-tir con ellos. Se trata, pues, de ser escritor y, ala vez, de una especial predilección o preocupa-ción hacia la niñez y la juventud, las cuales,si no en la extensión que sería deseable, sí cuen-tan con grandes figuras que más o menos se hanInteresado por ellas dentro de la literatura uni-versal: Lafontaine, Perrault, Fénelon, GeorgeSand, Daudet, Dickens, Kingsley, los hermanosGrimm, Andersen, Selma Lagerlöff, Stevenson,Kipling, Tagore, Tolstoi, Mark Twain, Lichten-berg, Peguy, Collodi, Benavente, Mauriac, Girau-doux o Saint-Exupéry, entre otros.

Actualmente se observa una tendencia cada vezmás acusada, por la cual escritores consagradosdedican su atención—más o menos frecuente— alos niños y los jóvenes: así, por ejemplo, los no-ruegos Thorbjorn Egner, Alf Pröysen y Anne-Cath Vestly, algunos novelistas yugoslavos o, en-tre nosotros, poetas como Carmen Conde, RafaelMorales y José García Nieto, escritores como JoséMaría Sánchez Silva o novelistas como CarmenKurtz y Ana Maria Matute, entre otros más quepodrían citarse.

Grandes escritores de todos los tiempos y paí-ses, como Cervantes, Swift, Defoe, Shakespeare oJuan Ramón Jiménez, por ejemplo, que no hanescrito para niños o adolescentes, no hubieranpodido sospechar que Don Quijote, Gulliver, Ro-binson Crusoe, Hamlet, El rey Lear y El mercaderde Venecia, o el burrillo Platero iban a ser per-sonajes familiares en el mundo infantil. De estosy otros casos análogos que, al igual de los adul-tos, los mejores escritores para los niños y losjóvenes pueden serlo también los grandes escri-tores universales, con tal de seleccionarse biendeterminadas obras o fragmentos o de adaptarseaquellas otras que pudieran requerirlo. Las adap-taciones —es cierto— son peligrosas si falsean elespíritu y empequeñecen el estilo del escritor.Pero si quien las realiza es asimismo un buen es-critor y lo hace con amoroso respeto hacia la obra

adaptada, no sólo son posibles, sino deseables.Así, gracias al acierto y al talento de CharlesLamb pueden leer los niños a Shakespeare. Es,además, muy necesario renovar la temática (7)no sólo merced a las nuevas aportaciones de losescritores actuales interesados por la infancia yla juventud, sino gracias a una laboriosa e inte-ligente labor de espigueo a través de la literaturauniversal. Muchas obras que siguen editándosepara los niños y los jóvenes de hoy están com-pletamente fuera de tiempo y de lugar, puestoque resultan insípidas, acarameladas y despro-vistas del más mínimo interés. En estos casosdebe romperse con esa rutina editorial e intentaruna renovación a fondo, basada en la más res-ponsable y acertada selección.

Por otra parte, no se debe exagerar sobre esetan temido foso que aparenta separar dos mun-dos distantes y distintos: el maravilloso o f an-tästico de la infancia y el mundo real de los hom-bres. Muchas veces no existen, o al menos no tandiferenciado como se cree. Por tanto, entre lasobras que constituyen el acervo de la literaturauniversal y, lo que resulta más difícil, en algunasde las que hoy se escriben «pensando en», o, me-jor, «sintiendo para» los niños y los jóvenes sepueden espigar páginas sanas, claras y sencillasque, lejos de ahondar el dantesco foso divisoriode esos dos mundos —más bien exagerados porla miopía de los hombres—, ofrezcan a los niñosy a los adolescentes la más amplia comprensiónde la vida y de las cosas, aunque sin romper ja-más en ellos su innata capacidad para el en-sueño...

OTRAS PUBLICACIONES PARA NIÑOSY ADOLESCENTES

Hay que dignificar también la que sin ser lite-ratura propiamente dicha supone una valiosaaportación cultural para la formación de niñosy adolescentes: desde esos álbumes, iniciaciónindispensable en la lectura —y a los que Faucher,más conocido por Pere Castor, dedica especialatención en Francia—, hasta las revistas paraniñas o para muchachos, pasando por las obrasde divulgación —ya de auténticos científicos comoStoppani o Fabre, ya de narradores de extraor-dinaria fantasía como Verne— o por las biogra-fías de personajes ejemplares.

Pero la divulgación para niños y adolescenteses mucho más difícil de cuanto parece si lograacercarse a la literatura en su belleza estilísticay si sabe armonizar la exactitud del tema con elatractivo y la amenidad para presentarlo. Ha deofrecer los aspectos más precisos de la ciencia, dela historia y de la vida dentro de ese ritmo he-roico o deportivo que late en todo adolescente.Como ejemplos de la mejor divulgación actualrecordemos La historia de nuestro amigo el áto-

(7) Cfr. mi artículo : Sobre los autores y la temáticade la literatura infantil, en «El Libro Espafiol» nú-mero 11, noviembre 1958, Pägs. 580-82.•

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mo, precioso libro en que Heinz Haber —con lavaliosa colaboración gráfica del famoso Walt Dis-ney— presenta a los chicos una sugestiva intro-ducción al mundo de la física atómica. He aquí,por otro lado, una muestra perfecta de equilibrioentre dibujo y texto, debido a la inteligente co-laboración del artista con el escritor. El dibujogracioso y el bello colorido de estas ilustracionesde Disney son el incentivo justo y el medio másbello para que el contenido didáctico de la obrade Haber no se quede en mero proceso mecánicode memoria, sino que se transforme al mismotiempo en un proceso plástico capaz de enriquecerlo simplemente cognoscitivo en el interior de lasmente infantiles.

Idéntica armonía de textos e ilustraciones alservicio también de una dignidad moral de con-tenido, de cierta altura y variedad temáticas yde unos criterios estimulantes de la más ampliacuriosidad intelectual —amena siempre y asequi-ble— es lo que hoy requieren las revistas infanti-les y juveniles. En la falta de contenido, de buengusto y de equilibrio que caracteriza hoy —en ge-neral— a estas publicaciones es donde radica enla más amplia extensión, y en mucha mayor pro-fundidad de cuanto se cree, el más agudo proble-ma creado en torno a la lectura para la infanciay la adolescencia. Salvo muy contadas excepcio-nes, el panorama actual de tales revistas es, en-tre nosotros, lamentable y desolador. Pero aúnresulta más triste que cuanto se ha escrito enrevistas especializadas, y hasta en la prensa dia-ria, sobre este agudo problema haya quedado enel vacío y que hasta ahora tampoco hayan con-seguido nada positivo las comisiones designadas—desde hace algunos años—para estudiarlo y re-solverlo. Es un problema que ya no admite es-pera. No se trata tan sólo de la más cuidadosao decidida intervención de la censura oficial has-ta aquí —por otra parte— mal enfocada en lo queatañe a esta clase de publicaciones, tanto comoen los criterios al uso respecto a la calificaciónde películas en relación con los niños y adoles-centes, para quienes —por lo general— cualquiertruculencia más o menos del Oeste americanoo la exaltación de la violencia delictiva o simple-mente de la fuerza bruta suele «tolerarse» paralos catorce o los dieciséis arios, y a veces por de-bajo de esas edades. Se hace preciso en esto, comoen las revistas infantiles, una muy meditada yenérgica intervención estatal. Se requiere unareglamentación y una vigilancia efectiva que exi-jan a las revistas infantiles y juveniles una dig-nidad estética y moral de la que hoy suelen ca-recer. Y si para determinados editores no resul-tasen rentables tales publicaciones sometidas aesa rigurosa reglamentación, tanto mejor, porqueante el riesgo de desaparición de muchas de lasactuales —lo cual significaría una especie de ne-cesaria operación quirúrgica, de inevitable catar-sis— se verían impulsados los propios organismosdocentes y culturales a crear o a impulsar esasotras auténticas revistas infantiles y juveniles

que hoy se echan de menos. ¿Por qué no creardesde ahora ya, con el apoyo estatal y bajo ladirección de escritores, religiosos, educadores yprofesores, artistas y bibliotecarios, algunas re-vistas infantiles y juveniles que fueran no sóloun estímulo, sino un modelo a seguir por los de-más editores en este género de publicaciones?Creo que tal sugerencia bien podría estudiarse yconvertirse en realidad con la urgencia que estegrave problema reclama: los medios materialespueden allegarse, las personas capaces de reali-zarlo existen, y sólo es cosa de acertar a selec-cionarlas y de ponerlas en contacto. Sería ésta,sin duda, una de las más serias y eficaces tareaseducativas del momento actual.

CARA Y CRUZ DEL CINE Y LA TELEVISIONEN TORNO A LA LECTURA

INFANTIL Y JUVENIL

Si, por un lado, el cine y la televisión suponenun magnífico elemento sugeridor para la lectura,por el otro absorben de tal modo al niño y aladolescente que se ofrecen como los más peligro-sos enemigos del libro. No debieran serlo, sinounos estímulo constantes a la lectura. Y en algúncaso lo son, pero entre la mayoría el uso abusivode la televisión especialmente es de consecuenciasen extremo negativas. Si en el adulto disminuyesu afición a la lectura, en el niño pequeño cabeel peligro de que no llegue nunca a ser verdaderolector. Nos hallamos ya ante un uso abusivo, in-discriminado, de la televisión, por el cual, y enprincipio, se acaba con el diálogo familiar, aun-que las familias se hallen reunidas en una mismahabitación, de igual modo que podrían estarloen un cine: juntos, pero distantes, sin comuni-cación ni ahondamiento alguno en su mundointerior. En cuanto a los niños, cambian muchashoras libres de juego por la inercia —sin aire ysin sol— de una habitación oscura, sometidos auna prolongada y prematura fatiga visual y ex-puestos a dormir menos y a otros efectos negati-vos sobre su desarrollo físico y psíquico: menostiempo y deseo de estudiar, ninguna o muyescasa afición a leer, atrofia progresiva del pensa-miento y de las propias ideas —por excesivo in-flujo de la imagen— y mayor pereza para su des-arrollo lingüístico, porque el telespectador de cor-ta edad ve y oye, pero apenas se ejercita enhablar. Este panorama desolador —que en EstadosUnidos, hoy a la cabeza en televisión, alcanzaya proporciones desmesuradas (8)— irá en au-mento en nuestro país si no se adoptan urgentesmedidas de protección, tales como la reducciónde horarios de programación, la adecuación yelevación de los de carácter infantil —a fin deque no sean un elemento propicio a la estupidiza-ción colectiva— y muy especialmente la rigurosa

(8) Estadísticas recientes confirman que en los Es-tados Unidos hay receptores de televisión en el 90 por100 de las casas, y que los niños se hallan ante el tele-visor tres o más horas diarias, y los más pequeños, unpromedio que no baja de cuatro a cinco horas.

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vigilancia por parte de los padres, si es que noestán ya ellos mismos atacados por el virus tele-

visionis, para que sus hijos usen, pero no abusen,de tan maravilloso invento, de esa magnífica ven-tana abierta al mundo que es —o que podría ser.bien dosificada— la televisión.

EXIGENCIA DE UNA PREOCUPACIONY DE UNA COOPERACION

COLECTIVAS

El problema de la literatura y de las publica-ciones para niños y adolescentes, y consiguiente-mente el de la lectura infantil y juvenil, es —comose ve— enormemente complejo y presenta grandiversidad de aspectos y de relaciones que hacealgunos años no ofrecía, tales como la poderosainfluencia negativa del abuso de cine y de televi-sión. Por ello, bien poco lograremos fomentandouna literatura y unas auténticas publicaciones yrevistas para niños y adolescentes si, en el casodeseable del destierro definitivo de absurdos «te-beos» y anodinos y chabacanos «coyotes», nosseguimos encontrando con que las atractivas pan-tallas del televisor y del cinema ofrecen voces eimágenes inconvenientes para las inteligenciasinfantiles y juveniles. Por otro lado —como yaseñalé al principio—, la falta de libros en tantosy tantos hogares, la rutina de viejos moldes peda-gógicos aún en uso, el exceso de memorismo y lorecargado de asignaturas y de horarios de nues-tros planes de enseñanza sin resquicios abiertosa la lectura, la escasez de bibliotecas infantiles, elmínimo o ningún espacio en la prensa diaria aestos problemas son, entre algunos más, los fac-tores negativos que van minando de continuo elpleno desarrollo de una literatura y de unaspublicaciones auténticas para la infancia y lajuventud.

Nos hallamos, pues, ante la necesidad de unapreocupación y de una cooperación colectivas afin de crear un clima propicio y unas condicionesIdóneas, que suponen un conjunto de exigenciastales como éstas:

1.a Que los padres consideren como uno de susdeberes más esenciales el de estimular y orientar—dentro de sus posibilidades— la lectura en sushijos, •

2.a Que tal preocupación familiar inicial secontinúe y regule debidamente por los maestrosen la escuela primaria y luego sea especialmenteorientada y vigilada por los profesores dentro delas diferentes modalidades de las Enseñanzas me-dias.

3. a Que dentro de la Enseñanza universitariay de las Escuelas Técnicas Superiores ocupen unlugar importante dentro de sus programas espe-cíficos de las diferentes carreras las horas desti-nadas a la lectura comentada, al coloquio sobre

determinadas obras propuestas en los cursos, et-cétera.

4.a Que ocupen espacios adecuados, dentro delas revistas, periódicos, radio y televisión, la crí-tica y los comentarios dedicados a la literaturay publicaciones para niños y adolescentes.

5. 3 Que merezcan especial atención y vigilan-cia los programas infantiles de televisión, en sucalidad, horarios, etc., y que se persiga idénticafinalidad en la censura de películas «toleradas».

6.a Que se regulen adecuadamente las publica-ciones infantiles y juveniles, suprimiéndose todasaquellas de carácter anodino, chabacano, violentoe inconveniente.

7.3 Que se extienda —aún en mayor propor-ción que hasta ahora— el fomento de la literaturay de otras publicaciones y revistas para niños yadolescentes no sólo mediante los premios yaexistentes y otros que pudieran establecerse, sinomediante asesoramientos, ayudas oficiales, etc.

8. 3 Que se invite y se asocie a estas tareas deasesoramiento y orientación a padres, educado-res, psicólogos, religiosos, profesores, críticos ybibliotecarios mediante la solicitud por el Estadode informes, opiniones, críticas, sugerencias, et-cétera; y

9.3 Que se estrechen cada vez más nuestrasrelaciones con otros organismos y centros inter-nacionales que desde hace algunos arios se ocu-pan de estos problemas, tales como el Club deJóvenes Lectores, fundado en Viena por RichardBamberger; el Conseil International de Littéra-ture de Jeunesse, debido a Jeanne Cappe; el Cen-tro Didattico Nazionale di Studi e Documenta-zione, de Florencia, dirigido por Enzo Petrini, o laBiblioteca Internacional para la Juventud, fun-dada en Munich por Jella Lepman, entre otros.

La reciente celebración en Madrid del IX Con-greso de la Unión Internacional para el LibroJuvenil ha sido buena ocasión para contrastarlo que se ha hecho —fuera y dentro— y lo muchoque nos cabe hacer en esta importantísima tarea.Y, sobre todo, para hacer un sincero examen deconciencia, imponiéndonos el quehacer que tanarduo y complejo problema nos exige en estahora. Porque, como ha dicho un ilustre educa-dor (9), «en un mundo que atraviesa una crisistan grave y peligrosa, con un proceso técnicovertiginoso que se aleja más cada día del len-tísimo progreso moral y social de los individuosy de las comunidades y que mira con suficiencia,si no con desprecio acaso, algunos bienes funda-mentales heredados del humanismo, es necesariomás que nunca dirigirse a los jóvenes para sal-var en ellos y por ellos todo lo que es esencial delhumanismo perenne, lo que no puede faltar alhombree.

(9) Cfr. ENZo PETRINI : Estudio critico de la lite-ratura juvenil. Trad. espafiola. Madrid, 1963.