Lima, junio 2019 CRISIS POLÍTICA: procesos, actores...

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1 Edición extraordinaria digital Lima, junio 2019 Ojo Zurdo, revista de política y cultura Editorial Editorial Este número extraordinario de Ojo Zurdo responde a las circunstancias planteadas por el último episodio de crisis política que ha sacudido la política perua- na. Ante el comportamiento mafioso y desvergon- zado del fujimorismo y su control del Congreso, la presentación de cuestión de confianza por parte del gobierno de Vizcarra despertó muchas expectativas. Era obvio que las mismas podían canalizarse hacia una salida propia de Lampedusa: que todo cambie para que nada cambie. Ni siquiera a eso llegamos. Al final no hubo mucho cambio y todo sigue más o menos igual. Solo el tema de una reforma política disminuida a la mitad –el planteamiento original alcanzaba una docena de propuestas y el gobierno se quedó al final con seis- queda puesto en el tablero, y veremos en los próximos meses cómo los distintos actores intentan mover sus fichas. Mientras el gobierno ve aumentar sus índices de popularidad, el espectáculo de un fuji- morismo que se aferra a su poder merced a una ver- gonzosa manipulación del Congreso, serán factores claves hacia el 2021 (si es que el actual gobierno llega efectivamente a dicha meta). Entretanto, la crisis se ahonda, el propio modelo neoliberal comienza a mostrar fuertes goteras, y se aprecian nuevas expresiones de descontento y mo- vilización social, aunque todavía insuficientes para dar pie a una plataforma organizada de influencia nacional. Son muchos los retos planteados para la izquierda, la cual –desde dentro y fuera del Congre- so- se ve empujada a buscar renovadas fórmulas para dejar atrás décadas de crisis y desorientación. Ante este escenario, resulta necesario insistir, des- de la orilla de la izquierda en la cual esta revista se inscribe, en la necesidad de pensamiento y debate dirigidos a esclarecer opciones de cambio y trans- formación. La complejidad de la situación peruana requeriría un esfuerzo que no está a nuestro alcan- ce. Pero podemos dar algunos pasos en ese sentido, y ello explica la decisión de sacar a luz este número extraordinario, en formato digital, dedicado al tema de la crisis política. Obviamente nos interesa alcanzar materiales que nos ayuden a mirar más allá de lo episódico, y de los sentidos comunes expandidos por los medios de comunicación. Es por ello que optamos por abordar –a través de la colaboración de un grupo de intelec- tuales afincados sin ambages en las trincheras de izquierda- distintos ámbitos, temas o facetas de la crisis política. El escenario abierto por la cuestión de confianza es analizado en relación a cuestiones de fondo: el devenir de la hegemonía neoliberal en el país, la influencia del escándalo Odebrecht, la crisis de representación política y social, las sucesivas me- CRISIS POLÍTICA: procesos, actores, alternativas

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1

Edición extraordinaria digital

Lima, junio 2019

Ojo Zurdo, revista de política y cultura

EditorialEditorialEste número extraordinario de Ojo Zurdo responde a

las circunstancias planteadas por el último episodio

de crisis política que ha sacudido la política perua-

na. Ante el comportamiento mafioso y desvergon-

zado del fujimorismo y su control del Congreso, la

presentación de cuestión de confianza por parte del

gobierno de Vizcarra despertó muchas expectativas.

Era obvio que las mismas podían canalizarse hacia

una salida propia de Lampedusa: que todo cambie

para que nada cambie. Ni siquiera a eso llegamos.

Al final no hubo mucho cambio y todo sigue más o

menos igual.

Solo el tema de una reforma política disminuida a

la mitad –el planteamiento original alcanzaba una

docena de propuestas y el gobierno se quedó al final

con seis- queda puesto en el tablero, y veremos en los

próximos meses cómo los distintos actores intentan

mover sus fichas. Mientras el gobierno ve aumentar

sus índices de popularidad, el espectáculo de un fuji-

morismo que se aferra a su poder merced a una ver-

gonzosa manipulación del Congreso, serán factores

claves hacia el 2021 (si es que el actual gobierno llega

efectivamente a dicha meta).

Entretanto, la crisis se ahonda, el propio modelo

neoliberal comienza a mostrar fuertes goteras, y se

aprecian nuevas expresiones de descontento y mo-

vilización social, aunque todavía insuficientes para

dar pie a una plataforma organizada de influencia

nacional. Son muchos los retos planteados para la

izquierda, la cual –desde dentro y fuera del Congre-

so- se ve empujada a buscar renovadas fórmulas

para dejar atrás décadas de crisis y desorientación.

Ante este escenario, resulta necesario insistir, des-

de la orilla de la izquierda en la cual esta revista se

inscribe, en la necesidad de pensamiento y debate

dirigidos a esclarecer opciones de cambio y trans-

formación. La complejidad de la situación peruana

requeriría un esfuerzo que no está a nuestro alcan-

ce. Pero podemos dar algunos pasos en ese sentido,

y ello explica la decisión de sacar a luz este número

extraordinario, en formato digital, dedicado al tema

de la crisis política.

Obviamente nos interesa alcanzar materiales que

nos ayuden a mirar más allá de lo episódico, y de

los sentidos comunes expandidos por los medios de

comunicación. Es por ello que optamos por abordar

–a través de la colaboración de un grupo de intelec-

tuales afincados sin ambages en las trincheras de

izquierda- distintos ámbitos, temas o facetas de la

crisis política. El escenario abierto por la cuestión de

confianza es analizado en relación a cuestiones de

fondo: el devenir de la hegemonía neoliberal en el

país, la influencia del escándalo Odebrecht, la crisis

de representación política y social, las sucesivas me-

CRISIS POLÍTICA:procesos, actores, alternativas

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tamorfosis del gobierno de Vizcarra, así como el alcance de

las protestas y movimientos sociales.

Acompañamos estos textos con otros materiales más especí-

ficos, referidos a los primeros 50 años de la reforma agraria

peruana, los problemas del diálogo en el caso de Las Bambas,

así como el perfil de la actual política limeña, a través de dos

de sus personajes.

Por razones estrictamente económicas, debido a que somos

un proyecto autofinanciado y autogestionario, este número

extraordinario de Ojo Zurdo circulará solamente en formato

digital. No rehuimos a la responsabilidad de entregar mate-

riales útiles para la comprensión de la situación crítica actual

del país, a pesar de que nos hubiese gustado mantener un for-

mato impreso. Guardamos la esperanza de que las facilida-

des del mundo digitalizado de hoy, permita una distribución

efectiva y gratuita de una revista que nació hace varios años,

y a pesar de todas las dificultades, piensa continuar la tarea

que se propuso al inicio de su labor: aportar a un proyecto de

transformación social en el país, desde una perspectiva socia-

lista y por ende democrática.

Junio de 2019

Editorial Del Vizcarra I al Vizcarra IV: crisis, coaliciones y proyectosCarlos MongeContinuidad neoliberal y salidas democratizadorasAnahí Durand GuevaraConflictividad social y crisis política con actores débilesEduardo Ballón Entre confianzas y desconfianzas. Genealogía de la crisis peruana y retos para otra izquierdaRamón Pajuelo Teves¡La tierra para quien la trabaja! Medio siglo de la reforma agraria peruanaComité Editorial Ojo ZurdoForsyth y Bruce: personajes y escándalos de la pituquería limeñaComité Editorial Ojo Zurdo

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20

Ojo Zurdo, revista de política y culturaEdición extraordinaria digitalLima, junio 2019

DIRECTORRamón Pajuelo Teves

COMITÉ EDITORIAL Lina Arenas RomeroÁlvaro Campana OcampoAnahí Durand GuevaraYuri Gómez CervantesAlonso Marañon TovarRamón Pajuelo TevesCarlos Pinto LachiraLuis Rodríguez Salcedo

COLABORADORES Mariella Belleza Carlos Pinto (diagramación)

ESCRIBEN EN ESTE NUMERO Carlos MongeAnahí Durand GuevaraEduardo BallónRamón Pajuelo Teves

CUIDADO DE EDICIÓN: Comité Editorial de Ojo Zurdo

DIRECCIÓN:Jr. Sáenz Peña 525, dpto. 1803, Magdalena del Mar. Lima, Perú.

[email protected]/RevistaOjoZurdorevistaojozurdo.pe

Próximamente... Ojo Zurdo #8Tema central: Feminismos y luchas de mujeres

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Del Vizcarra I al Vizcarra IV: crisis, coaliciones y proyectosCarlos Monge*

trafa, y la gente fue en masa a votar respaldándolo

abrumadoramente con más de 80% de los votos en fa-

vor de las tres primeras reformas y en contra de esa

cuarta reforma que venía con truco fujiaprista.

Días más tarde, después que en la noche del Año

Nuevo el impresentable Fiscal General de la Nación

Chávarry anunciase que despedía el equipo Lava

Jato de la fiscalía, Vizcarra lo paró en seco y lo pre-

sionó públicamente hasta que Chàvarry tuvo que

reponer al equipo de Rafael Vela y, poco después,

renunciar. Fue su mejor momento, y las encuestas

así lo graficaron.

Vizcarra III.Pero el Presidente y su lucha por las reformas per-

dieron momentum. Y tampoco tenía como avanzar

en otros temas de gran interés ciudadano. De fuerte

convicción neo liberal y pro minera, no concibe cam-

biar el modelo económico para crecer con diversifi-

cación y redistribución, sino que está a la espera de

dos o tres megaproyectos que relancen la economía.

Sin alternativas creativas y viables sobre el tema

de la seguridad, no tiene capacidad de responder al

tema central de preocupación de la ciudadanía. Y la

tarea de la reconstrucción, que supone alinear a casi

una decena de gobernadores regionales, decenas de

alcaldes provinciales y centenas de distritales, es un

reto que hunde a cualquiera en este país.

Retomó la iniciativa al nombrar a la Comisión Tues-

ta para generar propuestas de reforma de la política

pero, mientras esta trabajaba, los demás problemas

permanecían sin solución y el nuevo Primer Minis-

tro se mostraba conciliador con una mayoría con-

gresal que volvía a mostrar las garras. El gobierno

parecía caminar sin rumbo. El respaldo ciudadano

conseguido por Vizcarra II comenzó a derrumbarse.

Vizcarra III se estaba tomando una profunda y mo-

queguana siesta mientras los problemas se amonto-

naban en la puerta de la casa.

Los Vizcarras

Vizcarra I.Después de heredar la Presidencia de la República,

Vizcarra I quiso gobernar como PPK, negociándolo

todo con la mayoría fujimorista y aprista en el Con-

greso. Igual que a PPK, no le fue bien. Fujimoristas

y apristas le arrancaron nombramientos y políticas

sin darle nada a cambio. Es que las bancadas de Kei-

ko y Alan se habían deshecho de un indefendible

PPK no para frenar la corrupción ni para afirmar la

democracia, sino para gobernar desde el Congreso.

Ese era el deseo expreso de una Keiko Fujimori que

seguía negándose a aceptar que había perdido la

elección el 2016. Incapaz de aceptar su derrota, se

cerró en que le habían robado, y su venganza era no

dejar gobernar a PPK desde el Congreso y después

tumbárselo, adelantar elecciones, y por fin ser Pre-

sidenta. Alan, dueño de una bancada pequeña pero

ávida de estar cerca del poder real, se alineó. Sin

mandato ciudadano directo, sin nada que remota-

mente se parezca a una bancada o partido oficialis-

ta, Vizcarra I era un Presidente débil. Auto someti-

do al poder de una mayoría congresal prepotente y

abusiva, no tenía otro destino que el de gobernar de

rodillas, y caer como su antecesor.

Vizcarra II.Hasta que llegó el escándalo de los audios, en los que

el Juez Hinostroza y compañía negociaban todo lo

imaginable. Y apareció Vizcarra II. Entendió que, sin

bancada y sin partido, le iría mucho mejor empatan-

do con esa indignación ciudadana. En su Mensaje

a la Nación del 28 de Julio del 2018 este nuevo Viz-

carra pechó al Congreso, anunció que presentaría

reformas judiciales y políticas y que la gente –no el

Congreso- debería decidir sobre ellas en un Referén-

dum. La Comisión Wagner preparó las propuestas,

el Premier Villanueva las presentó al Congreso, se

convocó al referéndum, la mayoría aprista y fuji-

morista quiso meterle un par de contrabandos a la

propuesta de bicameralidad, Vizcarra II denunció la

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Vizcarra IV.Ya jugando al filo de la hora, Vizcarra hizo suyas las

propuestas de la Comisión Tuesta (dejando fuera

solamente la de la bicameralidad) y las presentó al

Congreso. Pero aun hasta ese momento, el Presiden-

te y su Primer Ministro parecían estar aún medio

dormidos, con esa modorra que se siente al desper-

tar en medio de la tarde después de un buen descan-

so. El tono era de quien dice algo como “yo ya cumplí

con mi parte, ahora les toca a ustedes y confío en

que lo harán bien”. Y la respuesta de la mayoría con-

gresal fue no solo no dar prioridad a las reformas

sino declarar de forma categórica, por boca de Luz

Salgado, que no habría reformas que cambiasen las

reglas del juego de las elecciones del 2021.

Pero, al parecer, hasta para Vizcarra y del Solar la

prepotencia de la mayoría fujiaprista tenía un lími-

te. En este caso, para ser más precisos, dos límites.

El blindaje a Chávarry impidiendo que se le abra

investigación en el Congreso fue una primera señal

de hasta adonde podía llegar esa mayoría en defen-

sa de personajes corruptos. Sabemos ahora, por las

recientes denuncias de las fiscales del Callao, que el

asunto es que media bancada de Fuerza Popular está

enredada hasta el cuello en actos de corrupción con

la mafia de los Cuellos Blancos. Segundo, la tirada

al tacho de la basura de la propuesta de reforma de

la inmunidad parlamentaria por la mayoría fujimo-

rista y aprista en la Comisión de Constitución, impi-

diendo que siquiera se discuta en el Pleno.

Y entonces apareció Vizcarra IV en Mensaje a la

Nación, rodeado de su gabinete y los Gobernadores

Regionales, para hacer cuestión de confianza sobre 5

-al final fueron 6- de las 12 propuestas presentadas, y

ponerle plazo al Congreso hasta el 15 de junio (fin de

la legislatura) para aprobarlas sin alterar su conteni-

do fundamental, so pena de disolverlo y convocar a

nuevas elecciones legislativas.

Vizcarra IV debió de haber presentado y hecho cues-

tión de Estado por las 12 propuestas inicialmente

presentadas. Y debió haber exigido que al final la

gente las apruebe o rechace mediante un nuevo re-

feréndum. Pero aun con estas limitaciones, lo cierto

es que ha vuelto a sintonizar con la mayoría ciuda-

dana, harta de la corrupción y ávida de cambios.

Un escenario inciertoLa cuestión de confianza resultó aprobada con 77

votos a favor, 44 en contra y 3 abstenciones. Pero es

difícil predecir con certeza el escenario inmediato.

Parte de la mayoría fujimorista votó a favor con el

objetivo de ganar tiempo para trabajar las propues-

tas de reforma hasta el fin de la legislatura extraordi-

naria que seguramente será acordada en estos días.

El tema se zanjará pronto al terminar esta legislatu-

ra o la extraordinaria que pueden convocar, y ahí

veremos cuántas de las reformas aceptará la banca-

da fujimorista a cambio de seguir cobrando sus suel-

dos por 18 meses más, y cuántas alteraciones a las

reformas está dispuesto a aceptar Vizcarra IV para

no tener que cerrar el Congreso y abrir la Caja de

Pandora de una elección parlamentaria adelantada.

Las coalicionesVizcarra I y Vizcarra III expresaron en los hechos

una coalición política entre un ejecutivo sin base

propia y las mafias representadas por Fuerza Po-

pular y el APRA en el Congreso Nacional, coalición

sustentada en un pacto de precaria estabilidad: te

dejo pretender que gobiernas desde la Presidencia si

me dejas seguir administrando la corrupción desde

el Congreso. En este escenario, para las izquierdas

y las organizaciones cívicas y sociales los blancos

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eran por igual un ejecutivo neoliberal pasivo ante

la corrupción y una mayoría congresal tan neolibe-

ral como el ejecutivo, pero que además representa y

protege a las mafias de la corrupción.

En cambio, Vizcarra II fue -y ahora Vizcarra IV pa-

rece que vuelve a ser- la expresión de una coalición

entre un ejecutivo que se enfrenta a una mayoría

congresal corrupta, organizaciones de izquierda y

organizaciones cívicas y sociales que, si bien man-

tienen discrepancias con el neoliberalismo presi-

dencial, cierran filas en el enfrentamiento contra el

enemigo principal, encarnado en la alianza fujimo-

rista y aprista

El voto de Nuevo Perú y Fa contra la confianza pe-

dida por el ejecutivo parecería contradecir la exis-

tencia de esta coalición, pero en realidad expresan

una táctica diferente para conseguir el mismo resul-

tado político, cual es la derrota de la alianza mafiosa

que domina el Congreso. Su meta era la disolución

de este y la elección de uno nuevo en el que –con

certeza- esa mayoría no existiría más y habría mejo-

res condiciones para avanzar con las reformas que

ambas partes –izquierdas y Vizcarra IV- ven como

deseables.

Hay, por supuesto, matices entre las izquierdas, pero

que se explican por cálculos políticos de corto pla-

zo. Por ejemplo, el FA está en contra de elecciones

internas abiertas a la ciudadanía y está también en

contra de desaparecer la valla de las firmas para fa-

cilitar nuevos registros, posturas ambas que tienen

que ver con asegurar la ya proclamada candidatura

de Marco Arana a la Presidencia de la República y

hacerle difícil a Verónika Mendoza participar con

registro propio. Pero nada de esto niega que, en los

hechos, ambas fuerzas hayan cerrado filas con Viz-

carra II y III en su enfrentamiento al Congreso.

Sin negar para nada estas cambiantes coaliciones

políticas de corto plazo que se construyen en torno a

las broncas entre las dos variantes del neoliberalis-

mo encarnadas en el ejecutivo y la mayoría del con-

greso, existe a la base una coalición neoliberal más

estable que abarca a ambos, los liderazgos empresa-

riales y los medios masivos de comunicación. Para

muestra un botón: las críticas que ya recibido tanto

desde su propio gobierno como desde el fujiapris-

mo el Ministro Zevallos cuando ha expresado que

quizás el Perú debiera tener una línea área nacio-

nal. Tremenda confrontación entre transparencia

y corrupción; entre liberalismo y conservadurismo;

entre institucionalismo y redes mafiosas; pero… ¡el

modelo no se toca!

Los proyectos

Mientras estas coaliciones se definen y redefinen

fluidamente en torno a los conflictos de corto plazo

entre la cara mafiosa y conservadora del neolibera-

lismo y su cara más liberal, detrás de los bastidores

se vienen construyendo diferentes proyectos políti-

cos para el mediano y largo plazo.

De un lado tenemos un reagrupamiento del pensa-

miento conservador peruano que se ha expresado

recientemente en el “Manifiesto a Nuestros Com-

patriotas” publicado en el Diario Expreso el pasado

mes de Mayo del 2019, suscrito por lo más rancio del

pensamiento conservador, varios con obvia militan-

cia aprista y fujimorista, que se propone tres obje-

tivos: defender la democracia contra el populismo

plebiscitario de (se entiende que de Vizcarra);

recuperar la autonomía de la fiscalía y el poder

judicial para evitar su uso contra rivales polí-

ticos (se entiende frenar las investigaciones,

procesos y sentencias relacionadas a la corrup-

ción); y luchar contra la infiltración estatal de

aquel “pensamiento moralizante, políticamen-

te correcto” (es decir, respaldar a Con Mis Hijos

no te Metas en su lucha contra una educación

en derechos para niñas, mujeres y homosexua-

les en general).

Puede ser que estemos presenciando los ester-

tores finales del APRA y/o que el proyecto fuji-

morista esté seriamente dañado, pero las ma-

fias existen y una parte de la sociedad peruana

sigue siendo conservadora, y las mafias y los Foto: Andina

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conservadurismos religiosos o laicos siempre busca-

rán una representación política. El Manifiesto es, me

parece, una expresión de la voluntad de articulación

de una nueva representación política de esos secto-

res neoliberales conservadores.

De otro lado tenemos gracias a Vizcarra la apertura

de un espacio político propio para un proyecto neo-

liberal liberal, que es de continuismo neoliberal en

lo económico pero que es de afirmación liberal en

el terreno de los valores, lo que se ve claramente en

su consecuente defensa y afirmación del enfoque de

género en la educación pública y la profundización

de la democracia representativa en las reformas po-

líticas hoy en debate. No estoy diciendo que Vizca-

rra tenga clara la visión de este proyecto y que obre

conscientemente como líder del mismo. Pero sí creo

que en los hechos le abre espacio. Y creo que nuevos

líderes políticos como Julio Guzman y ahora Salva-

dor del Solar buscara recorrer ese camino, ocupar

ese espacio.

Tenemos también el espacio para un proyecto auto-

ritario nacionalista, encarnado en la figura de An-

tauro Humala, que puede capitalizar el hartazgo con

la corrupción y las políticas neoliberales en combi-

nación con el rechazo al racismo y la discrimina-

ción y la permanencia de valores conservadores en

un solo proyecto político. ¿Se puede en el Perú ser

nacionalista y estatista al mismo tiempo que misógi-

no, homofóbico y autoritario? Si se puede, es la res-

puesta. La campaña electoral de Antauro Humala ya

arrancó y si su demanda legal de libertad por exceso

de carcelería tiene éxito, será un elemento a tomar

en cuenta en proceso de conformación de proyectos

políticos electorales y de mediano y largo plazo.

Los diversos sectores de izquierda tienen hoy el reto

de decantar cuál es su proyecto político, más allá de

su participación en la coalición de facto que en de-

terminadas circunstancias se establece con el sector

neoliberal liberal en el conflicto abierto con el fujia-

prismo neoliberal, conservador y corrupto. En ese

proceso se jugará la posibilidad de una confluencia

política de electoral y de construcción partidaria.

En ambos casos, hay que poner por delante la nece-

sidad de acuerdos sobre valores (no hay lugar para

la corrupción, el machismo o la homofobia), sobre

programa (cómo articulamos propuestas socialis-

tas, ecologistas, indigenistas, feministas, democráti-

cas, liberales) en una nueva propuesta al país, y so-

bre procedimientos (elecciones primarias abiertas a

la ciudadanía para los cargos de representación). Si

estas son condiciones mantenidas con firmeza, no

todos quienes ahora están en las conversaciones se-

rán parte de un mismo proyecto electoral ni menos

de construcción de un proyecto partidario.

En este terreno, un tema tan polémico como indis-

pensable es el de la inserción de valores liberales

en un proyecto socialista, indigenista y ecologista.

Desde mi perspectiva, frente a derechas siempre

conservadoras y autoritarias, ha sido la izquierda

la que ha promovido causas propiamente liberales

como las de las libertades políticas básicas, el debido

proceso, los derechos de las mujeres y de la comu-

nidad LGTBI+. Frente a la posible emergencia de un

proyecto neoliberal – liberal, pienso que la izquierda

debe mantenerse firme en la promoción de esos y

otros derechos, y que estos pasarán a ser un terreno

en disputa entre izquierdistas y liberales. Sería una

verdadera tontería desde la izquierda abdicar de la

pelea por estos derechos porque corresponden a un

proyecto liberal.

En sumaLas sucesivas encarnaciones del Presidente Vizca-

rra en sus cambiantes relaciones con la alianza fu-

jiaprista han generado coaliciones de facto, depen-

diendo en cada caso de la naturaleza conciliadora o

confrontacional de esas relaciones. En estos últimos

días, la coalición anti mafia tomará fuerza con las

izquierdas y la ciudadanía movilizada exigiéndole a

Vizcarra IV que sea consecuente, que no acepte re-

formas políticas trucadas en el Congreso, y que de

ser el caso disuelva el Congreso e incluso adelante

elecciones generales y convoque a una Asamblea

Constituyente para cambiar todas las reglas del jue-

go.

Al mismo tiempo, esa misma izquierda que deberá

seguir tomando partido en el pleito abierto entre las

dos caras del neoliberalismo, deberá procesar rápi-

damente sus decisiones electorales rumbo al 2021

al mismo tiempo que ir decantando las fronteras de

una apuesta estratégica de construcción de un pro-

yecto político para el país que sea alternativo a todas

las formas del neoliberalismo pero que también cie-

rre el paso al nacionalismo autoritario y conserva-

dor. Y todo esto en un escenario incierto respecto de

cuáles serán las reglas de juego de esas elecciones,

las que dependen de la resolución final del conflicto

en curso entre el ejecutivo y la mayoría congresal.

* Antropólogo e investigador social.

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Continuidad neoliberal y salidas democratizadorasAnahí Durand Guevara*

ciclo político pero las elites gobernantes optaron por

continuar el modelo con renovados aires. El inten-

to de transición democrática no contó con la fuerza

social ni política para plantear reformas sustancia-

les. Exitosamente, la continuidad del neoliberalismo

fujimorista fue presentada como la única forma de

estabilidad democrática posible y deseable.

El 2016, los hechos de corrupción vinculados al caso

Lava Jato asestaron un duro golpe al régimen insta-

lado en 1992 y renovado el 2001. Quedó al descubier-

to que las principales fuerzas políticas que se turna-

ron el poder los últimos 27 años, gobernaron en base

a un afinado engranaje de coimas, sobornos, contra-

tos arreglados, adendas y millonarios financiamien-

tos de campañas. Se reveló así una articulación de

Una crisis y varios episodiosA inicios de los 90, el Perú vivía una profunda crisis

signada por la hiperinflación y el conflicto armado

interno. Ante tal situación, las fuerzas políticas de

la época -incluida una izquierda ahogada en sus

propios problemas- fueron incapaces de brindar

una salida democrática. El auto golpe Fujimorista,

decantó la crisis de régimen de ese entonces por

la vía autoritaria, teniendo como soporte legal a la

Constitución de 1993. El modelo neoliberal se impu-

so a sangre y fuego como forma de administrar la

economía favoreciendo al mercado, como gestión

del Estado a favor de los privados y también como

régimen de convivencia que exalta el emprendedu-

rismo, el exitismo y el sálvese quien pueda. El 2001,

la caída del Fuji montesinismo pudo abrir un nuevo

Foto: Andina

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los tres poderes del Estado, para delinquir y garan-

tizar la impunidad de los delitos cometidos. Todos

los ex presidentes desde Alejandro Toledo, Ollanta

Humala, el finado Alan García y Pedro Pablo Kuczy-

nski (PPK), ex candidatos presidenciales como Keiko

Fujimori, la ex alcaldesa de Lima Susana Villaran,

gobernadores regionales y una serie de ex minis-

tros y altos funcionarios asumieron este entramado

corrupto y mafioso como la forma de gobernar, en

complicidad con empresarios como ya el conocido

“Club de la construcción”.

El caso Lavajato en Perú, abrió un nuevo ciclo de cri-

sis política ante al cual el establishment se abocó a

salvaguardar la continuidad del modelo. La apurada

juramentación de Martín Vizcarra como reemplazo

de PPK fue una salida temporal que instaló un pre-

sidente sin bancada y acorralado por una mayoría

parlamentaria fujiaprista decidida a someterlo. La

crisis no se resolvió, por el contrario, se agudizó con

la revelación de audios que comprometían a jueces

y fiscales en graves casos de corrupción conectados

con políticos y empresarios. Ante esta grave situa-

ción que indignó y movilizó a la ciudadanía, Vizca-

rra tuvo el reflejo de convocar a un referéndum que

permitió a la población expresarse para reformar

cuatro capítulos de la Constitución básicamente re-

feridos al sistema de justicia. En el referéndum, la

gente voto masivamente en la línea presidencial,

sancionando además mayoritariamente al legislati-

vo al votar por impedir la reelección parlamentaria.

El régimen en decadencia ganó nuevamente algo de

aire, aunque no era difícil prever que sería un aire

de corto plazo.

Efectivamente, un nuevo episodio de la crisis no

tardó en estallar. Condicionado por su empeño en

mantener la gobernabilidad neoliberal, Vizcarra y

su gabinete priorizaron empujar políticas favora-

bles a las elites privilegiadas mostrándose incapaces

de resolver demandas concretas de la gente como

derechos laborales, seguridad ciudadana o detener

los feminicidios. Frente a la crisis política, el Ejecu-

tivo encargó a una Comisión de notables la formu-

lación de una propuesta que culminó en la entrega

de 12 proyectos de Ley bastante tímidos en cuanto a

asegurar cambios favorables a mayor democracia y

menos corrupción en la política. Por supuesto el Fu-

jimorismo ignoró esas reformas y rápidamente pasó

a la ofensiva descartando el proyecto contra la in-

munidad (impunidad) parlamentaria y “blindando”

al cuestionado fiscal Chávarry, dejándolo apto para

volver a ser fiscal supremo. Con un nuevo escenario

de ofensiva Fuji aprista Vizcarrra optó por apelar a la

“cuestión de confianza” presentando seis proyectos

de Ley que deberán ser aprobados por el Congreso

la presente legislatura. Si el Congreso no otorgaba la

confianza, el presidente estaba constitucionalmente

facultado para cerrar el Parlamento ejecutando una

medida que además es un clamor de la ciudadanía...

pero optó por no hacerlo, manteniendo el escenario

de crisis latente que vivimos.

Insistir en salidas democratizadorasLlegado a este punto, vale preguntarse si ante esta

crisis de tantos episodios era, y es posible aún, plan-

tear una salida democrática alternativa a la asumida

por la clase político empresarial que aun gobierna.

En efecto, luego de la renuncia de PPK pudieron

abrirse otros escenarios democráticos. Por ejemplo,

pudo convocarse a una Asamblea Constituyente

para discutir y aprobar una nueva Constitución,

pero debe reconocerse que no existía correlación

política favorable en tal sentido ni tampoco una

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mayoría social que lo demandara. Pero si pudo con-

figurarse otro escenario mucho más realista e in-

mediato, en el cual Vizcarra asumiera un gobierno

de transición, abocado principalmente a asegurar

medidas contra la corrupción y reformas políticas

mínimas indispensables para convocar a nuevas

elecciones generales adelantadas. Así lo plantearon

fuerzas críticas al sistema como el Nuevo Perú, pero

el establishment se encargó de presentar esta salida

como catastrófica para las inversiones y fatal para

la (su) estabilidad… Prefirieron forzar una precaria

continuidad, como si adelantar el calendario electo-

ral no fuera una práctica democrática aceptada en

múltiples países ante escenarios de crisis y entram-

pamiento.

En el último episodio de la crisis, puestos a elegir en-

tre otorgar la confianza al ejecutivo y un probable

cierre del Congreso, predeciblemente la mayoría de

parlamentarios incluyendo numerosos fujimoristas

optaron por otorgar la confianza, aprobando discu-

tir los seis proyectos de ley referidos a la reforma

política. Claramente, si el presidente Vizcarra no tu-

viera como principal propósito sobrevivir hasta el

2021, hubiera apelado a la confianza para cerrar el

Congreso y convocar a nuevas elecciones generales

adelantadas. Ante la creciente pérdida de legitimi-

dad de las autoridades y las instituciones lo más de-

mocrático que corresponde es devolver al soberano

el poder de revocar o renovar esa legitimidad daña-

da. Así lo expresaron las agrupaciones de izquierda

que votaron contra la confianza afirmando que su

opción era el cierre de este Congreso absolutamente

deslegitimado. Por ejemplo, la ex candidata presi-

dencial Verónika Mendoza, sustentó que la posición

del Nuevo Perú y su bancada contra la cuestión de

confianza expresaba el rechazo a la permanencia

de un Parlamento dominado por congresistas cuyo

único objetivo es y será garantizar su impunidad,

mantener sus salarios, y asegurar clientelas.

Así las cosas, la cuestión de confianza entregada al

gobierno ha demostrado tener como principal obje-

tivo darle otro aire, otrito más, a un régimen neolibe-

ral agotado que no termina de colapsar por decisión

deliberada de quienes se benefician del mismo. Es

mucho lo que está en juego y así lo han entendido la

embajada norteamericana, la CONFIEP y los dueños

de los principales medios de comunicación, quienes

saben que corre riesgo la permanencia misma del ré-

gimen y prefieren asegurar este escenario decadente

antes que generar zozobras que afecten sus privile-

gios. Aunque no puede descartarse alguna sorpresa,

todo indica que los siguientes dos años asistiremos

a un nuevo período de tensa calma, donde el Fuji

aprismo seguirá apertrechado en el Congreso como

espacio de recomposición, mientras Vizcarra inten-

tará gobernar centrándose en medidas económi-

cas lesivas para las mayorías, pero favorables a los

grupos de poder. De fondo, tendremos una reforma

política inconclusa, con medidas poco sustanciales

para democratizar el sistema político cerrado, que

muy probablemente mantenga la corrupta valla de

firmas y permita la permanencia de agrupaciones

que cada período electoral trafican con su inscrip-

ción. Será difícil también avanzar en cerrar ciclo de

corrupción, pues el actual Parlamento seguirá sien-

do el espacio privilegiado para blindar corruptos. Es

muy probable también entonces, que el desenlace de

la crisis se postergue hasta las elecciones del 2021.

Pero alargar la crisis puede terminar abonando a

salidas autoritarias, como las que ya se vienen con-

figuran en las coincidencias entre (ex) fujimoristas,

fundamentalistas evangélicos (y su plataforma Con

Mis Hijos No te metas) y otros que buscan sintonizar

con una ciudadanía cada vez más angustiada por

la inseguridad, el crimen organizado y la constante

precarización de la vida. Ante ello, las fuerzas crí-

ticas al sistema, de izquierda y progresistas tienen

la responsabilidad de empujar una salida democra-

tizadora a la crisis, que abra el sistema político y

ponga al Estado al servicio de la gente. Ello requiere

de la articulación de una mayoría política y social

capaz de atender las demandas de la población, ex-

presadas en la movilización de los vecinos de Lima

norte contra de los peajes abusivos, de los trabajado-

res que exigen derechos y se oponen a la política de

competitividad, de los agricultores que exigen mejo-

res precios o las mujeres que reclaman por una vida

libre de violencia. No debe postergarse la tarea cons-

truir el instrumento político social que dote de re-

presentación efectiva a las mayorías expoliadas por

el neoliberalismo, un proyecto de arraigo popular

que con más convicción y menos ideologicismo sea

capaz de cerrar el ciclo de corrupción y constituirse

en opción de poder y gobierno. Todavía está abierta

la posibilidad de llegar al Bicentenario con un país

más democrático y emancipado, sostenido en un

nuevo pacto constitucional que garantice bienestar

y justicia social a todos los peruanos y peruanas. Ha-

cia allá caminemos para recuperar el Perú.

* Docente de sociología UNMSM e integrante del Comité Editorial de Ojo Zurdo.

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Conflictividad social y crisis política con actores débilesEduardo Ballón*

los políticos, focalizado claramente en un Congreso

prepotente y abusivo.

En febrero, la paralización de los transportistas de

carga pesada que le reclamaban al gobierno por el

alza del combustible, la devolución del impuesto se-

lectivo al consumo del diesel, la resistencia al uso del

GPS y la reducción en el cobro de los peajes, entre

otras exigencias, además de costar más de 250 millo-

nes de dólares al país, aceleró la renuncia del enton-

ces Premier César Villanueva, según varios diarios,

por diferencias con el MEF en la solución a la que se

llegó. A partir de ese momento, la calle empezó a “ca-

lentarse” con distintas movilizaciones y medidas de

protesta de diversas organizaciones y sectores, de-

mandando atención a sus necesidades y expectati-

En lo que va del año, el gobierno del Presidente Viz-

carra perdió parte del capital político que acumuló

con el referéndum. Los resultados de este premiaron

a un Ejecutivo que encontró en la lucha contra la

corrupción el camino para golpear y debilitar al fu-

jiaprismo, fortaleciéndose al abrir espacio para las

reformas judicial y política. La aprobación del man-

datario ascendió a 66% en diciembre; la misma me-

dición en mayo evidenciaba una caída de 24 puntos,

alcanzando 42% de aprobación1

. En esa caída, nos

encontramos con la impericia de un mandatario

claramente comprometido con el modelo vigente,

que creyó ingenuamente que el respaldo recibido se

explicaba por su enfrentamiento a la corrupción y

su gestión, sin percibir que a la base del mismo se

encontraba el hartazgo de la gente con la política y

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vas. Los conflictos sociales y las acciones de protesta

que en el 2018 llegaron a un pico de 202 (septiembre

y mayo, respectivamente), que habían descendido a

179 y 109 en el mes de febrero, aunque lentamente,

empezaron a crecer desde entonces todos los meses2

,

evidenciando las debilidades y la precariedad del go-

bierno en la materia.

La calle se reactiva: cuando el río suenaEn marzo, Las Bambas empezó a atraer la atención:

alcaldes y comunidades de Paruro denunciaban que

la carretera Cusco-Paruro era afectada en su estruc-

tura por los vehículos de carga pesada de la empresa

MMG Las Bambas, además de la contaminación am-

biental que producían. Asimismo, el alcalde provin-

cias y las organizaciones de Chumbivilcas exigían al

Estado y a la empresa la modificación el estudio de

impacto ambiental del proyecto minero Las Bambas,

debido a los impactos que ocasiona el transporte de

mineral por el corredor vial Sur que cruza la pro-

vincia. Además, pidieron al Estado la creación de

un fondo social que atienda sus necesidades bási-

cas y un shock de inversiones por tres años para los

proyectos de la Mesa Técnica para el Desarrollo de

Chumbivilcas (la cual tiene un comité de seguimien-

to desde el 2017) que tiene proyectos que no se ejecu-

tan o expedientes técnicos sin financiamiento, y el

pago a las comunidades campesinas por el corredor

vial sur que cruza su propiedad para el asfaltado de

dicha carretera.

Los primeros días de abril el conflicto se desató. Las

protestas iniciadas por la comunidad de Fuerabam-

ba, fueron seguidas por paros y bloqueos de carre-

tera en Abancay, Andahuaylas, Cotabambas, Santo

Tomás, Quispicanchi y Paruro. A la base de esta con-

flictividad, además de los cambios en el proyecto ori-

ginal –un mineroducto, una carretera asfaltada por

la empresa para trasladar suministros, nueve mo-

dificaciones al proyecto original y nuevas normas

legales para que aquellos se realicen rápidamente

y sin participación de la población3

–, aparecen las

sobre expectativas que se generaron, los compro-

misos que se incumplieron sistemáticamente y una

carretera que se construyó sin que el Ministerio de

Transportes y Comunicaciones consulte e incorpore

a las comunidades propietarias, ignorando incluso,

sus propias directrices4

. La negociación, aunque con

grandes dificultades, está instalada.

Ese mismo mes se produjo el enfrentamiento entre

la población de Trompeteros y la empresa Pluspetrol

con varias personas heridas, así como la toma del

campamento petrolero del Lote 8, por los pobladores

nativos de la zona, exigiendo, entre otras cosas, la

declaratoria de la emergencia ambiental y mejores

condiciones laborales en dicho Lote. Casi simultá-

neamente, en San Gabán (Carabaya, Puno), una in-

terdicción para la erradicación de cultivos de hoja

de coca realizada por el CORAH, dejó 2 muertos y

varios heridos y detenidos ocasionando el bloqueo

de la Vía Interoceánica Juliaca - Madre de Dios, exi-

giendo la presencia del Ministerio Público. En am-

bos casos, las mesas de diálogo están en curso.

En mayo fue el paro agrario. Organizado y condu-

cido por dos gremios, Conveagro (donde participan

CCP y CNA) y las Juntas de Usuarios de Riego, que lo-

graron movilizarse después de muchos años, exigía

medidas para defender la producción nacional de la

competencia desleal e impulsar la producción agro-

pecuaria, demandando, entre otras cosas, medidas

de protección a la producción del arroz, maíz ama-

rillo duro, leche, algodón, papa y pequeños sembra-

dores de caña de azúcar y palma aceitera. Además,

equipamiento con maquinaria y logística a la comi-

siones y juntas de usuarios, el establecimiento de

una mesa de diálogo entre el MINAGRI, la JNDURP y

CONVEAGRO, entre otras demandas. Como resulta-

do del mismo, el gobierno creó una mesa de diálogo

temporal y multisectorial para analizar e identificar

alternativas frente a la problemática agraria.

Finalmente, hay que mencionar el paro del Macro-

sur, del 6 de junio pasado, que demandaba entre

otras cosas, el reinicio de las operaciones del proyec-

to del gasoducto, además del rechazo al recorte de

derechos laborales público y privados, a la recentra-

lización alentada por el MEF y al proceso de privati-

zación de recursos estratégicos para favorecer a las

mineras, respaldando a fiscales y jueces en la lucha

contra la corrupción.

Mirar con detenimiento la conflictividadLas principales movilizaciones de los últimos meses,

evidencian varias cosas. De un lado, la naturaleza

de los distintos malestares de la población que los

llevan a la acción. En todos los casos reseñados es-

tamos hablando de movimientos5

, en tanto que tie-

nen alguna “historia” y temporalidad previas, cierta

organización jerárquica, apuntan a formas distintas

de representación social y tratan de cambiar algu-

nas relaciones de poder instituidas, apropiándose

conflictivamente de espacios públicos, por sus inte-

reses.

Dichos movimientos, aunque con contenidos pun-

tuales y distintos, interpelan claramente el modelo.

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Las movilizaciones del corredor minero como las de

Trompeteros, no siendo de resistencia (anti extrac-

tivas) sino fundamentalmente de convivencia, es

decir de demanda de condiciones y derechos, evi-

dencian y cuestionan si, el carácter extractivista del

modelo, donde a la enorme asimetría de poder entre

la gente y las empresas, se suma la protección irres-

tricta del Estado a las primeras y sus exigencias in-

saciables. Recordemos simplemente que hay más de

130 convenios que les facilitan protección policial y

que el Estado hace tabla rasa de sus propias normas,

como lo evidencian ambos casos. El paro agrario,

por su parte, resulta de la insoportable marginación

de la pequeña agricultura y la agricultura familiar

de las políticas públicas de sucesivos gobiernos dedi-

cados a apoyar la gran agro-exportación.

Simultáneamente, estos movimientos evidencian

también el carácter puntual y fuertemente territo-

rial de los actores y sus demandas. En ello se pare-

cen mucho a protestas o activismos que no llegan

a ser movimientos –carecen de temporalidad, son

más fugaces, tienden a autoconvocarse, no pugnan

por representación pero tratan también de producir

algunos cambios y alimentan vínculos y formas de

agrupamiento6

–, como las recientes movilizaciones

limeñas contra los peajes, especialmente en Puente

Piedra y Lurín.

En los movimientos, como en las protestas, parti-

cipan quienes son directamente afectados y lo ha-

cen alrededor de plataformas concretas y precisas.

Cuando aquellas son más amplias y las plataformas

más abiertas, como ocurrió con el paro agrario a

pesar de su carácter sectorial, o la movilización del

Macrosur, los resultados –sin perder importancia–

son más difusos. Así, en el primer caso, los alcances

de la mesa instalada, se limitan a la mejora de as-

pectos productivos, cuando lo central de la proble-

mática del sector son las condiciones de vida y las

limitadas oportunidades que tienen los productores

y sus familias7

. Por su parte, la movilización del sur

mostró la limitada posibilidad que existe en el sur

para generar un ambiente de enfrentamiento con el

gobierno, no obstante su desaprobación, cinco pun-

tos por encima del promedio nacional.

Desde el lado del Estado, en este contexto, a las di-

ficultades del Ejecutivo para enfrentar la crisis po-

lítica, se añade su precariedad para responder a la

conflictividad que se observa, agravada por sus

dificultades para gobernar. Si bien muchos de los

conflictos son “herencia” de gestiones anteriores, el

compromiso del Ejecutivo con el modelo, le impide

mirar más allá de cada uno de ellos y sus circuns-

tancias. Su persistencia en las mesas de diálogo, que

por lo general no pueden resolver el problema que

genera la protesta, porque muchas de las demandas

no son de solución inmediata o no reposan exclu-

sivamente en decisiones del Ejecutivo, son parte de

las ataduras que no logran resolver. Su falta de expe-

riencia, que les impide prevenir movilizaciones lar-

gamente “anunciadas” –las Bambas, Trompeteros,

San Gabán o los peajes–, se agrava por su falta de

Norte: en lo que va de la gestión Vizcarra, la Secre-

taría de Gestión Social y Diálogo ha tenido ya cinco

responsables distintos, con los consiguientes cam-

bios e inestabilidad en los procesos y negociaciones

a su cargo.

Para terminarLa debilidad de los actores políticos en la crisis que

vivimos, Ejecutivo y oposición, es un lugar común

hace ya varios meses. En el descenso de la aproba-

ción de Vizcarra, un factor estratégico son los cre-

cientes sectores de la población que esperan resulta-

dos sobre los temas que los afectan cotidianamente.

Significativamente ubicados en el interior del país

y en los segmentos con menores recursos económi-

cos, antes que en la reforma política que les interesa

poco, buscan resultados en el día a día; desconfiados

y alejados de la clase política y de los límites de la de-

mocracia representativa, pero también relativamen-

te distantes de la sociedad civil instituida, buscan en

su acción colectiva y en la movilización, instrumen-

tos que les permitan avanzar puntualmente.

Como vemos, pueden generar protestas y movimien-

to, pero serán débiles, de carácter local y focalizados

en demandas específicas, mientras no exista capaci-

dad de recuperar la política y de darles sentido a los

partidos.

* Investigador principal de DESCO.

1. IPSOS: Opinión Data, Perú, Lima, mayo 2019.2. Defensoría del Pueblo: Reporte mensual de Conflictos Sociales No.182, Lima, mayo 2019.3. Sobre el tema ver, Leyva, Ana: “Las Bambas: desde las demandas de los actores sociales”, en Signos, Año XXXIX, N° 2. Lima: CEP, 2019.4. https://elcomercio.pe/politica/bambas-comunidad-organizacion-criminal-jose-echave-noticia-6218945. Vizer, E.A. (2003): La trama (in)visible de la vida social: comunicación, sentido y realidad. Buenos Aires: La Crujía.6. Vizer, E. A. La trama (in)visible de la vida social: comunicación, sentido y realidad. Buenos Aires: La Crujía, 2003.7. Eguren, Fernando: “El Paro agrario y el diálogo con el gobierno”, en: http://www.otramirada.pe/el-paro-agrario-y-el-di%C3%A1logo-con-el-

gobierno

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Entre confianzas y desconfianzasGenealogía de la crisis peruana y retos para otra izquierdaRamón Pajuelo Teves*

El resultado de la transición incompleta que repre-

sentó Paniagua, lo hemos tenido a la vista durante

los sucesivos gobiernos de Toledo, García, Humala,

Kuczynski y ahora Vizcarra: el péndulo entre cam-

bio y continuidad siempre se ha inclinado hacia una

fórmula pragmática, consistente en someterse a las

reglas de juego neoliberales. Las mismas son con-

sideradas seguras, pero sobre todo legítimas. Todo

lo demás, es decir cualquier opción alternativa al

orden neoliberal actual, es visto como un salto al

vacío, un riesgo de retorno al pasado. De allí el es-

pectáculo de la sucesión de gobiernos elegidos con

propuestas de cambio electoral, pero que una vez en

el poder simplemente se acomodan a las circunstan-

cias y a la simple continuidad (fue en cierto modo el

caso de Toledo, pero sobre todo de Humala).

El famoso “piloto automático neoliberal”, no se redu-

ce entonces a una orientación económica, sino más

bien a una visión sobre el modo de organización del

conjunto de la vida social. El gobierno en el Perú

funciona dentro de los límites del modelo y punto.

El régimen de Vizcarra, a pesar de su talante refor-

mista, no es una excepción a esta norma. Se trata, a

pesar de todas las apariencias, de un tipo de régimen

peculiar, sin duda, pero que en el fondo prosigue la

danza de la sucesión de diferentes gobiernos supedi-

tados por entero a la reproducción del poder.

Representación En el plano de la representación, la situación no es

menos asfixiante. Vivimos en una sociedad carente

de institucionalización de la mediación política. La

imposición del actual orden hegemónico supuso,

durante el fujimorismo y con base en las cenizas

dejadas por una guerra interna inmisericorde, el

desmontaje brutal de todo el tejido social y organi-

zativo constituido durante décadas. La dictadura

Durante las últimas semanas, con el planteamien-

to de cuestión de confianza por parte del Ejecutivo,

hemos presenciado un capítulo más de la profunda

crisis de la política que define desde hace buen tiem-

po el funcionamiento del gobierno, la representa-

ción y la protesta social en el país. Una mirada de

la superficie de esta crisis, enfocada en los roles de

los actores e incluso en las carencias de la malla ins-

titucional, resulta insuficiente para comprender su

dimensión, pero sobre todo para mirar de otro modo

las expectativas y posibilidades para una propuesta

de transformación real (es decir, para la reconstruc-

ción de una izquierda con auténtico arraigo social).

Por ello, sin dejar de considerar los aspectos de la

política institucional, es pertinente una visión ge-

nealógica, que brinde luces sobre las raíces y evo-

lución de una crisis que debe ser entendida como

“estructural”. No en el sentido burdo que reduce lo

estructural a lo material, sino en una perspectiva

histórica y que incorpora el horizonte cultural (los

sentidos, expectativas y formas de comprensión) y

social (el tejido social y sus formas de articulación y

expresión política-organizativa).

Poder y gobiernoDesde la última transición democrática, luego del

colapso del fujimorismo a inicios del presente siglo,

todos los gobiernos elegidos se han adecuado a los

límites de funcionamiento y reproducción de una

profunda hegemonía neoliberal, que logró imponer

en el país un nuevo patrón de relaciones entre Esta-

do, sociedad y mercado. Quizá la gran oportunidad

de reorientar el rumbo del país, se perdió con una

breve transición democrática en la cual el régimen

de Paniagua abrazó la esperanza de una reforma

institucional desvinculada del régimen de hegemo-

nía neoliberal (es decir, sin nueva Constitución y sin

nuevo modelo de acumulación y desarrollo).

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fujimorista fue el vehículo político-institucional

de una profunda reorganización del conjunto de la

vida social, y de la imposición de un nuevo patrón

de poder neoliberal.

Este proceso de transformación del poder, se ali-

mentó de dos factores sumamente gravitantes hasta

la actualidad: la destrucción de las formas de orga-

nización social, y la extensión de un sentido común

neoliberal profundamente enraizado en la vida coti-

diana de la gente. Como resultado de esta transfor-

mación, la situación del Perú no corresponde al de

un sistema político sustentado en formas efectivas

de representación social, donde por tanto los parti-

dos, liderazgos y sobre todo los horizontes ideoló-

gico-programáticos que los sustentan, representan

fuerzas políticas reales. La arena de la contienda

política peruana es más bien gelatinosa y episódica.

No depende de actores plenamente constituidos –no

existe desde hace décadas un sistema de partidos-

sino más bien de sucesivos episodios electorales, en

los cuales se constituyen liderazgos políticos de dis-

tinto calibre, que van y vienen mientras la hegemo-

nía del poder existente permanece.

Sin representación de lo social, la política funciona

como un negocio más, supeditado a los caprichos

de algunos jefes o dueños de partidos y sus redes de

allegados. Los pocos partidos que hay, sumamente

personalizados, muestran el funcionamiento, a du-

ras penas, de algo que muy difícilmente puede ver-

se como un sistema de mediación y representación.

Los actores políticos flotan o simplemente se dejan

llevar por el vaivén de la marea neoliberal, al mar-

gen de cualquier posibilidad de arraigo social efec-

tivo, capaz de expresar fuerzas políticas de cambio

con posibilidades de disputar el orden de cosas vi-

gente en el país.

Protesta socialEn una sociedad completamente desarticulada en

términos organizativos, donde todo gira de mane-

ra vertiginosa en torno a los condicionamientos

de mercado, a duras penas subsisten en la actuali-

dad algunas plataformas organizativas sumamente

débiles, muchas veces controladas por pequeñas

redes o grupos de poder que se aferran a ellas por

razones pragmáticas. Con base en una profunda re-

orientación del sentido común y de las expectativas

en torno al futuro, se ha instalado firmemente una

ética del lucro, el ventajismo y el aprovechamiento

individual. Perú es uno de los países con mayor de-

bilitamiento de la esfera pública, en tanto espacio de

coexistencia democrática de las personas. Lima es

un buen ejemplo de ello: se trata de una megalópolis

prácticamente despojada de espacios públicos. Bajo

las fauces del libre mercado descontrolado, la vida

cotidiana de los limeños transcurre al margen de la

posibilidad de gozar de amplios espacios abiertos, de

servicios públicos de calidad y de verdaderas formas

de comunicación pública.

Pero a pesar de todo, no ha sido completamente des-

alojada la expectativa de cambio y transformación

Foto: Andina

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entre la gente. Podemos notar esto si pensamos los

sucesivos momentos electorales o en el vaivén de la

protesta social. En términos electorales, de cuando

en cuando aparecen liderazgos que logran encauzar

las ilusiones de cambio y transformación. Toledo

arrastró esas expectativas en un momento, y luego

Humala, pero ambos simplemente terminaron trai-

cionando los votos que los llevaron al poder.

De otro lado, en ausencia de representación social y

política, la protesta social y la movilización de los de

abajo, si bien no han desaparecido, apenas existen de

forma sumamente localizada y fragmentada. Es que

las expectativas de transformación no tienen como

cuajar en una sociedad licuada por décadas de dete-

rioro y avalancha neoliberal. Además, la situación

prevaleciente es más bien contradictoria: los deseos

de cambio coexisten muchas con la complacencia o

apoyo –pasivo o activo- a la vigencia del modelo.

Entre los movimientos de protesta, destaca el que

protagonizan comunidades opuestas a la expansión

minera. Se trata de un sector que expresa una no-

ción crítica sobre los efectos de la industria extrac-

tiva sobre el medio ambiente u otras opciones de

desarrollo, como las de tipo agropecuario. Siendo el

más amplio movimiento de resistencia al modelo, se

trata de un sector desarticulado, donde grupos loca-

les asumen sus luchas en medio de una situación de

extrema soledad y precariedad.

Otras formas de protesta sacuden de cuando en

cuando la escena nacional. Diversos tipos de movili-

zaciones de pobladores, productores y trabajadores,

pero que no han logrado articular plataformas, y so-

bre todo proyectos u horizontes de transformación

de escala nacional. Más allá de lo electoral, enton-

ces, se aprecian diversas modalidades de protesta.

Son pocas, pero son. Y a pesar de su debilidad, resul-

tan muy importantes porque muestran la activación

de descontento basado en lo Eduardo Ballón deno-

mina como “demandas de la vida de la gente”. Se

trata entonces de protestas sociales que movilizan

lo más profundo de las expectativas de cambio, bajo

las condiciones del presente neoliberal en la socie-

dad peruana. Es desde el interior de ellas que puede

encontrarse un sentido alternativo a la vigencia del

orden neoliberal. Entonces, como reza una conocida

canción, podríamos decir: ¿Quién dijo que todo está

perdido?

Entre confianzas y desconfianzas: la crisis últimaDesde una perspectiva centrada en los aspectos

más o menos visibles, epidérmicos de la crisis pe-

ruana, nos hallaríamos ante una suerte de impasse

político-institucional, reflejado en aspectos como la

recurrente tensión entre Ejecutivo y Legislativo. El

problema sería la calidad de los actores: la debilidad

de los partidos, así como la casualidad de acceso al

poder de un mandatario desprovisto de bancada

parlamentaria e incluso de partido propio. Pero más

Foto: La República

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concretamente, el origen de la crisis estaría en el re-

sultado electoral del 2016: Kuczynski logró derrotar

a duras penas a Keiko Fujimori (por un margen de

apenas 40,000 votos), con el resultado de un Legis-

lativo controlado por el fujimorismo y un Ejecutivo

prácticamente atado de pies y manos.

Lo que sobrevino después en la política peruana, ha-

bría sido una mezcla de azar y mucha sangre en el

ojo de un fujimorismo que se creía ganador legítimo

de las elecciones. Para colmo de males, arreciaron

después el escándalo Odebrecht, las peleas dinásti-

cas entre los hermanos Fujimori y la estrepitosa caí-

da de Kuczynski. La súbita reaparición de Vizcarra,

quien saltó del exilio diplomático en Canadá a ocu-

par el sillón de Pizarro, podría verse como solución

temporal, aunque ciertamente conveniente, hasta

los próximos comicios del 2021 que podrían estabili-

zar el orden de cosas.

Desde una óptica más amplia, cabe sugerir que la

crisis actual de la política peruana no muestra solo

un desfase institucional post electoral. Se trata de

una situación mucho más profunda, que deja en-

trever los límites del propio funcionamiento de la

política y las reglas de juego actuales, en relación a

dos factores de fondo: la inexistencia de represen-

tación política efectiva, así como el reacomodo de

la hegemonía neoliberal vigente desde hace casi tres

décadas en el país.

El 29 de mayo, en un mensaje a la Nación inusual,

rodeado por ministros y gobernadores regionales, el

mandatario Martín Vizcarra anunció al país que el

Ejecutivo presentaría cuestión de confianza frente

al obstruccionismo del Congreso a la reforma polí-

tica y la lucha anticorrupción. Se trató de un nue-

vo cortocircuito de las relaciones entre Ejecutivo y

Legislativo: un momento de choque entre el ánimo

reformista del régimen de Martín Vizcarra y el áni-

mo controlista del fujimorismo y sus aliados en el

Congreso.

Con la presentación de cuestión de confianza me-

diante una carta que parecía mostrar a un Ejecutivo

dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, se

habló bastante respecto a la posibilidad de cierre del

Congreso. No faltaron quienes plantearon que era el

momento propicio para convocar a elecciones gene-

rales o a una Asamblea Constituyente. También se

escucharon voces de alerta respecto a la gravedad

del impasse, en relación a un riesgo autoritario, o

bien al peligro de desmontaje del modelo vigente.

Luego de la sustentación de la cuestión de confianza

por parte del premier Salvador del Solar, el debate

posterior en el Congreso mostró que la votación fi-

nal no reflejaría ideas ni convicciones, sino más bien

el puro cálculo personal y de grupo. En medio de un

ambiente de mutuas hipocresías sobreentendidas,

los dos días destinados al debate mostraron una ver-

dadera parodia congresal. Y es que las cosas, desde

los días previos, no se estaban decidiendo en el he-

miciclo sino más bien tras bambalinas, a través de

conversaciones entre algunas bancadas interesadas

fundamentalmente en mantener sus privilegios (léa-

se ingresos, inmunidad e impunidad). El resultado:

la ironía consistente en la aprobación de la cuestión

de confianza gracias a los votos de los opositores a la

reforma política, mostró el predominio de una clase

política desvergonzadamente entregada a su propia

sobrevivencia.

El único gesto digno de resaltar en medio de la paro-

dia, fue el de las dos bancadas de izquierda –Nuevo

Perú y Frente Amplio-, que votaron en contra de la

aprobación, con el fin de expresar el amplio repudio

ciudadano al Congreso. Pero este gesto bien inten-

cionado volvió a mostrar, a fin de cuentas, a una iz-

quierda política que sigue a la zaga de la iniciativa

política de sus enemigos. Como perdida en la galaxia

insondable de sus ilusiones, la izquierda actual no

ha sido capaz de emprender un auténtico proceso de

reelaboración ideológica y programática, dirigida a

reinventar desde sus cimientos la idea de transfor-

mación social y revolución. Es decir, de comenzar

a dar los primeros pasos para constituir una fuerza

social y política capaz de transformar en serio el sis-

tema neoliberal desde sus cimientos.

Más allá del entrampe del presente

Podemos bautizar este último capítulo de la crisis

política como “cuestión de confianza 2”. Como en un

remake de cine, el resultado ha sido un desenlace ya

antes visto: el incremento de la popularidad presi-

dencial y la permanencia del amplio repudio ciuda-

dano al Congreso. Pero no se asoma ningún cambio

de fondo en la correlación de fuerzas dejado por el

episodio de crisis anterior (cuando Villanueva, el

actual operador de un consenso continuista con el

fujimorismo, encabezó la presentación de cuestión

de confianza).

Más allá de este resultado tragicómico, sazonado

por algunas novedades como el desempeño de Sal-

vador del Solar como premier –quien de ese modo

viene quemando sus opciones de llegar a ser presi-

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denciable– es necesario ver algunas cuestiones de

fondo que acompañan el desempeño de los distintos

actores. Comencemos a concluir, entonces, con los

actores.

Uno de ellos es lo que podemos denominar como

vizcarrismo. Se trata de un tipo de régimen pecu-

liar altamente personalizado, sin partido, bancada

parlamentaria ni ideario propio, que apenas busca

llegar de cualquier forma al traspaso del 2021. El ac-

tual presidente Vizcarra ocupa el rol estelar en un

gobierno completamente desprovisto de horizonte

propio, más allá de respirar aire de las encuestas y

atizar la bandera anticorrupción con el fin de llegar

con algún respaldo al 2021. Cuando el vizcarrismo

parecía irse a pique, halló justamente un respiro en

el último suceso de crisis y cuestión de confianza.

Pero nada indica que hasta las próximas elecciones

no vuelva a enfrentar el riesgo de desbarrancarse

antes de la meta del 2021.

El otro actor clave es el fujimorismo. Es sin duda la

más nefasta y repugnante presencia en el tinglado

actual de la política peruana. Un auténtico zombie

político que sigue negándose a morir, a pesar de te-

ner a sus principales líderes –Alberto y Keiko Fuji-

mori- presos por delitos que incluyen crímenes de

lesa humanidad y corrupción. La bancarrota social

del fujimorismo, o sea su pérdida de legitimidad y

arrastre entre una base social popular, es el dato

central de una recomposición que en los próximos

años dejará ver su verdadera consistencia. Por aho-

ra, se trata más bien de algo parecido a una mafia

política con varios tentáculos, que opera con im-

punidad merced a su control del Congreso, y con

el único objetivo de salvar la cabeza de su jefatura.

Sin embargo, es posible que esta situación muestre

un cambio en las próximas legislaturas, en tanto re-

aparecerá en escena la fracción dirigida por Kenji

Fujimori.

El resto de actores políticos, todos ellos sumamente

débiles y desarticulados, sobre todo después de los

maremotos que han sacudido en estos años su des-

empeño en el Congreso, espera también la oportuni-

dad de dar el gran salto en las próximas elecciones

generales. Subsistir hasta entonces parece cuestión

de vida o muerte. Pero el escenario, en medio de una

reforma de las reglas de juego electorales que parece

inevitable, a pesar de las maniobras de los oposito-

res a cualquier democratización y mejora de la re-

presentación política, no se pinta tan fácil.

En este contexto, especialmente en el campo de la iz-

quierda, queda planteado el reto de acompañar una

auténtica reinvención ideológico-programática, con

la búsqueda de arraigo social y consolidación orga-

nizativa. Esto es algo distinto a la simple fórmula

–más imaginada que real- de buscar un crecimiento

basado en la articulación de los fragmentos disper-

sos, resultantes de la gran explosión que hizo añicos

a la izquierda del pasado reciente. Un nuevo bloque

social y político alternativo, solo puede nacer de un

verdadero encuentro con aquellas “demandas de la

vida de la gente” (Ballón) que siguen incubando sue-

ños –y luchas- de auténtica transformación social

pos neoliberal. Ello supone una ruptura de múltiples

escalas –desde el discurso a la práctica- capaz de

reencontrar a la izquierda con la idea de democra-

cia, como fuente de nuevas utopías revolucionarias.

Porque en realidad, más allá del chantaje liberal que

busca atarnos a una idea meramente procedi-

mental de democracia, ocurre que la democracia es

una revolución y viceversa. Dicho horizonte plantea

un proceso de crítica desde adentro necesaria en el

campo de la izquierda. Una crítica capaz de de-

nunciar, por ejemplo, las atrocidades autoritarias de

toda dictadura, pero especialmente de aquellas de

izquierda (léase obviamente Venezuela y Nicaragua

actuales) sin olvidar que cargamos, nos guste o no,

una larga lista en el pasado.

Finalmente, cabe conectar este reto con el escena-

rio concreto del Perú. Y es que la crisis presente no

resulta solo de los aspectos político-institucionales

más o menos visibles. Lo que estamos apreciando es

el crujir de la hegemonía neoliberal, en un escenario

aún caracterizado por una profunda crisis de repre-

sentación. El factor que ha desatado, que ha confi-

gurado las condiciones de la actual crisis, se llama

Odebrecht. El tsunami del escándalo Odebrecht ha

desnudado toda la podredumbre de la hegemonía

neoliberal a la peruana y su andamiaje de actores po-

líticos e institucionales. Y está permitiendo que cada

vez sea más visible la necesidad de una salida alter-

nativa de base Constituyente y pos neoliberal. Una

salida consistente por tanto en un auténtico proceso

de transformación que llegue al fondo de los asun-

tos planteados por la propia crisis. Ello supone otra

izquierda y otra idea de cambio y revolución: una

reencontrada de veras con sus primigenios sentidos

de justicia social, igualdad y auténtica democracia.

En suma, claro que otro mundo y otra izquierda, re-

sultan ahora más posibles y necesarios que nunca.

* Investigador del IEP y miembro de Ojo Zurdo.

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¡La tierra para quien la trabaja!Medio siglo dela reforma agraria peruanaComité Editorial Ojo Zurdo

Se cumplen 50 años de la reforma agraria peruana.

Desde su anuncio por parte del gobierno ve-

lasquista, el 24 de junio de 1969, dicha medida fue

objeto de enconados debates. A la reforma agraria se

le acusó de ser el motivo del secular atraso perua-

no. Fue tildada de abusiva, de asalto a la propiedad

privada y de ocasionar el estancamiento de la agri-

cultura nacional. Tal fue, hace cinco décadas, el dis-

curso de los viejos señores de horca y cuchillo que se

regocijaban con la servidumbre y el sufrimiento de

los campesinos de sus haciendas. Y es hoy, en nues-

tros días, el pretexto de quienes impulsan una nueva

acumulación de tierras, bajo el auspicio de un libre

mercado salvaje que buscan aprovechar para volver

al pasado: convertir al campo peruano en el latifun-

dio privado de su propio bolsillo.

La memoria de millones de campesinos peruanos

es otra. Ellos saben que la reforma agraria fue una

medida justa, y que representó a la larga un signi-

ficativo avance hacia una mayor democratización

social en el país. Saben además que no fue ningún

regalo de la dictadura de Velasco, sino que fue arran-

cada merced a las luchas de sus padres y abuelos.

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Un impresionante proceso de tomas de tierras, ini-

ciado desde la década de 1950, mostró a los militares

nacionalistas que la reforma agraria resultaba ina-

plazable en la sociedad peruana. A pesar de ello, al

velasquismo no le resultó fácil dar el paso definitivo

hacia su aplicación, pues hubo quienes hasta el final

se opusieron a la medida, incluso dentro del propio

gobierno.

Así se llegó a la Ley de reforma agraria de hace cin-

cuenta años. Pero lo más difícil vino después. Una

vez decretada, la reforma agraria fue la base de una

profunda transformación de la propiedad agraria.

Las expropiaciones de tierras fueron el mecanismo

para reemplazar el viejo modelo hacendario por un

nuevo modelo cooperativista, que se quiso implan-

tar “desde arriba”. De ese modo, muchas comuni-

dades, así como grupos campesinos formados por

ex siervos y ex arrendatarios, no accedieron direc-

tamente al control de sus tierras, sino que fueron

incorporados por la fuerza a las flamantes coopera-

tivas. En medio de muchos conflictos, fue el propio

campesinado el que después, durante las dos déca-

das siguientes, procedió al desmontaje de las coope-

rativas, recuperando plenamente la tierra y multi-

plicando el número de comunidades campesinas,

como principal forma de organización y propiedad

en el campo.

La reforma agraria no solo produjo una significati-

va transformación de la propiedad de la tierra rural.

También fue el acta de defunción de la clase terrate-

niente tradicional, la cual fue completamente des-

mantelada. Ello fue posible no solo por el sentido de

justicia y reivindicación que animó a un sector del

velasquismo, sino fundamentalmente por las pro-

pias luchas del campesinado.

Hoy por hoy, la reforma agraria sigue siendo el

mayor fantasma de la clase dominante peruana, el

“cuco” traumático que hasta la fecha no han logrado

superar. Resulta escandaloso seguir escuchando las

mentiras de los áulicos del neoliberalismo en torno

a la histórica reforma agraria peruana. Felizmente

sus argumentos se estrellan con la realidad diaria

de millones de personas que siguen reivindicando

dicha medida, pues la reforma agraria les aseguró

para siempre la justicia de trabajar sus propias tie-

rras.

Como hace cincuenta años, siguen escuchándose

los gritos que hicieron posible en el Perú una refor-

ma agraria que ha sido el mayor avance hacia una

nueva sociedad de auténtica justicia, democracia y

libertad para todos: ¡Tierra u muerte! ¡Campesino, el

patrón no comerá más de tu pobreza! ¡La tierra para

quien la trabaja!

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Forsyth y Bruce:personajes y escándalos de la pituquería limeñaComité Editorial Ojo Zurdo

cultural y geográfico- que sustenta la reproducción

de un sistema de poder, dominación y discrimina-

ción de larga data en nuestro país, el cual beneficia

principalmente a la clase alta, sobre todo limeña.

A lo largo de nuestra historia, dicho poder ha sido

sacudido desde sus cimientos en varios momentos,

avanzándose así hacia una mayor democratización

de la sociedad y del Estado. Sin embargo, aún esta-

mos lejos de constituir una sociedad efectivamente

nacional, con una firme noción de igualdad por el

simple hecho de ser peruanos y peruanas.

En las últimas décadas, en medio del vertiginoso ci-

clo neoliberal que aún vivimos, se aceleró el desmo-

ronamiento de algunos aspectos, tales como el racis-

mo. Sin embargo, la ilusión de igualdad es algo que

la primacía del mercado salvaje neoliberal requiere

mantener a flote, a fin de extender los márgenes del

El más grande de los grupos étnicos no contactados

del Perú se refugia cada verano en las lujosas playas

del sur de Lima. Esta descripción no corresponde a

los editores de esta revista, sino más bien al recor-

dado antropólogo Carlos Iván Degregori, quien supo

acompañar la profundidad del análisis cultural con

la creación de imágenes e ideas que le permitían

hacer visible lo más oculto de nuestra vida social:

aquellos aspectos que nos conforman todos los días

como sociedad, con los cuales prácticamente convi-

vimos, pero que a simple vista resultan difíciles de

percibir en su real dimensión. El clasismo, racismo,

homofobia y minusvaloración de lo provinciano,

por ejemplo.

Hace rato que lo mejor de las ciencias sociales pe-

ruanas ha mostrado el cruce de múltiples formas de

desigualdad –étnica, de clase, de género, de origen

Foto: Correo

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consumismo desenfrenado que le favorece. Por ello

la supuesta igualdad en el mercado –expresada en

el protagonismo atribuido a “consumidores” y “em-

prendedores”- se halla tan lejos de una verdadera

democratización ciudadana, social y cultural. Y

como en una película sin fin, que solo culmina para

volver a comenzar, siempre regresan los fantasmas

que pensábamos lejanos. Es lo que acabamos de ver

con los escandalosos casos de George Forsyth y

Carlos Bruce.

El primero, futbolista convertido en político prag-

mático y eficaz en atacar temas sensibles en la

Municipalidad de La Victoria, hizo noticia con su

matrimonio con la actriz Vanessa Terkes en plena

campaña electoral, y luego ha escalado según diver-

sas encuestas al primer plano de las preferencias

políticas en el país, merced a su reorganización del

centro comercial de Gamarra y otras acciones. El

segundo, viejo político ducho de múltiples caras y

camisetas, ex ministro de vivienda y actual congre-

sista, se mantiene como parte del stablishment de

una clase política encaramada en cargos de repre-

sentación sin tener en realidad ningún arraigo so-

cial, ideológico ni partidario real.

Se trata de dos personajes de la política limeña que

de ninguna manera pueden ser contemplados como

simples estampas de la farándula nacional. Por el

contrario, sus roles públicos y sus últimos exabrup-

tos, pintan de cuerpo entero lo más repugnante de la

clase alta que aún continúa manejando las riendas

del país. Son una muestra lamentable de una pitu-

quería limeña que se resiste a morir. Reciclada bajo

el orden neoliberal, sigue viendo el Perú apenas su

chacra privada para aprovechar y manejar a su gus-

to y conveniencia.

Sin embargo, se trata de dos estilos distintos de una

reciclada clase alta limeña bruta y achorada. Fors-

tyh es el pituco revestido de apariencia populache-

ra, con cara de buenachón y de chico emprendedor

no contaminado por la política e ideologías. La de-

nuncia de su aún esposa en su contra por abusos

y maltrato psicológico, sin embargo, desviste las

mascaretas y pinta de cuerpo entero a un persona-

je de carne y hueso completamente distinto. Como

parte del escándalo, pesan ahora también sobre su

padre, el embajador Harold Forsyth una acusación

muy grave que mostraría un inaceptable machismo

y misoginia (al comparar a Terkes con un pollo a la

brasa y relegarla a un rol doméstico secundario). Es

indignante ver que se trata de nada menos que el

ex representante en Perú de la revista socialista Le

Monde Diplomatique.

La imagen de Bruce es otra. Evoca el salto a la po-

lítica neoliberal, completamente desprovista de es-

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crúpulos, de un personaje que parece regodearse de

su tufo aristocrático. Una aristocracia u oligarquía

limeña más imaginada que real, por cierto, además

completamente periférica en un mundo globalizado,

pero sobreviviente de la reforma agraria y la explo-

siva democratización desde abajo ocurrida el Perú

en las últimas décadas. Pero el señor sigue pensán-

dose Rey sin corona. Centro radiante de un virreina-

to que debería ofrecerle palmas. La policía nacional,

en su imaginada superioridad, debería existir para

cuidar sus negocios privados. Y por supuesto, el ser

provinciano y cholo en un país de provincianos y

cholos, sigue siendo para su arcaica contemplación

un estigma de inferioridad.

Con evidente resentimiento por haber sido descarta-

do de un Ministerio que cree suyo, acusado de nada

menos que tráfico de influencias, “techito” Bruce

decidió vengarse con un despecho irrefrenable que

logró sacar a luz que no se trata de un moderniza-

do primo hermano del entrañable Julius de Bryce,

sino más bien de un politiquero pre diluviano y pre

liberal. Su gran revelación fue que Vizcarra había

sido incluido en la lista de “blancos” de PPK por ser

provinciano de un lugar casi insignificante. Léase

entrelíneas, a pesar de sus buenas intenciones, que

en realidad admitieron al ahora presidente por no

limeño y “cholo”, o sea sin la pureza de sangre del

resto de blanquitos ppkausas.

Felizmente el Perú de estos tiempos, aún bajo los

tiempos actuales del carnaval neoliberal, en reali-

dad se halla bastante lejos del sueño de opio de es-

tos personajes. Porque la pituquería limeña que se

siente superior y cree justificada su prepotencia, es

más bien la rara avis de un país que se ha sacudido

realmente de muchas taras. No se ha completado

la eliminación del racismo y ultra centralismo, por

supuesto, pero jamás las cosas volverán a ser como

antes. Una extendida noción democrática de perua-

nidad, a pesar de todos los arcaísmos de algunos per-

sonajes de la clase alta limeña, pugna más bien por

la plena constitución de un proyecto que encumbre

en la política y el gobierno, lo que ha venido ocu-

rriendo históricamente en el terreno de la vida so-

cial: el parto de un Perú nuevo en un mundo nuevo

(Mariátegui), la creación de auténtico país de todas

las sangres (Arguedas).

Ojo Zurdo, revista de política y cultura para el Perú de estos tiempos

AVISAJES

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Fechas de próximas ediciones del 2019: N° 8: julio, N° 9: noviembre.

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