Libro Historia Del Cuerpo de La Edad Media Jacques Le Goff y Nicolas Truong

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PAlDGS ORlGENES Ultimos lflUlos publicados: 10, M, Friedman y G, W, Friedland, Los dtez mayores descubrrmienlos de' ta medicina 11. P. Grimal. HI amor en fa Romo anligua 12. J. W. Rogerson, Una mlroducci6n a fa BIMo 13. E. Zolla, Los misltcos de Oeadenle. J 14. E Zolla, Los mis/icos de Occide11te, II 1.5, E Zalla, Lo.( misilCOS de Occidel1le, III 16 E, Zolla, Los mlrtleos de Ocddellle, TV 17. S. Whitfield, l..LI VIda en fa ruta de la seda 18, ]. Freely, En eI serralln 19. ]. Lamer, Marco Polo y el deseubrimienlo det !nunda 20. B. D. Ehonan, Jesus, el profCfa Judio apocaliptlco 21. .J. Flon, Caballeros y cabal/eria en la Edad MedltJ 22. L,.J- Calvet, llistoria de La eserilm'o 23. W. Treadgold, Brelle hiaona de BiZ/mclO 24. K Annslrong, Una h/Storta de Dios 2.5. E. Brescial1l, A ordlas del Nilo 26. G. Chaliand y J.. P. Rageau, Atlas de los impenos 27. J.·P Vernant, EI mdividuo, to muerle y el amor enla antigua GreC/o 28. G. S. Kirk, l..LI natura!eza de los m/tos griegos 29. J..p Vernant y P Vldal·Naquet, Milo y tragedia en la Grecio antigua, va! I 30. J.·P Vernam y P. Vida\·Naquet, Mito y Irogedw en la Creaa antIgua, Jl 31. I. Mereu. Historia de fa InlOteroncia en Europa 32. P Burke, Hl:ftorio social del cOf/odmiel7lO 33, G, Leick, Mesopotamia 34. J. SeIher, Atlas de !OJ puebtos de! As/a meridionaL y oriental 35. D. C. Lmdberg, Loy i7l1cio$ de fa ciencia occidental 36. D.] Kertzer y M. Barbagli (comps.), Historia de La jamiLta europea, J 37. D. L Kertzer y I\t BarbagJi (comps.), Hlsloria de 10 familia europea, J1 38. D, I. Kertzer y M. BarbagJi (comps,), His/oria de ta famdlo europea, III 39, J. M. Bloom y Sh, S. Blair, Islam 40. J. Dugast, La VltLJ culturaL en Europa entre los sigLos XIX y XX 4] J. Brotto!), EI bazar del RemlClmiento 42, J Le Goff. En bl/sca de La Edad Medza 43. Th. Dutour, La audad medieval 44. 0 Buisseret, La r(:Vutucio1t carlogl'd/lca en Europa, 1400·1800 45. F. Seibt, La frmdaC/OIi de Europa 46. M Restall, Los stete mltos de ta col1qtllJ/a eSpl1l10!a 47. P. Grima!. Flis/oria de Roma .10 l C' .... 11: ....... 11,',.,.. J ..... .... , .... l../ ....... rliC' JACQUES LE GOFF Y NICOLAS TRUONG UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA del (p.VN\t.Y) 8o.u- O Cc l+6 PAIDOS Barcelona

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PAlDGS ORlGENES

Ultimos lflUlos publicados:

10, M, Friedman y G, W, Friedland, Los dtez mayores descubrrmienlos de' ta medicina 11. P. Grimal. HI amor en fa Romo anligua 12. J. W. Rogerson, Una mlroducci6n a fa BIMo 13. E. Zolla, Los misltcos de Oeadenle. J 14. E Zolla, Los mis/icos de Occide11te, II 1.5, E Zalla, Lo.( misilCOS de Occidel1le, III 16 E, Zolla, Los mlrtleos de Ocddellle, TV 17. S. Whitfield, l..LI VIda en fa ruta de la seda 18, ]. Freely, En eI serralln 19. ]. Lamer, Marco Polo y el deseubrimienlo det !nunda 20. B. D. Ehonan, Jesus, el profCfa Judio apocaliptlco 21. .J. Flon, Caballeros y cabal/eria en la Edad MedltJ 22. L,.J- Calvet, llistoria de La eserilm'o 23. W. Treadgold, Brelle hiaona de BiZ/mclO

24. K Annslrong, Una h/Storta de Dios 2.5. E. Brescial1l, A ordlas del Nilo 26. G. Chaliand y J..P. Rageau, Atlas de los impenos

27. J.·P Vernant, EI mdividuo, to muerle y el amor enla antigua GreC/o 28. G. S. Kirk, l..LI natura!eza de los m/tos griegos 29. J..p Vernant y P Vldal·Naquet, Milo y tragedia en la Grecio antigua, va! I 30. J.·P Vernam y P. Vida\·Naquet, Mito y Irogedw en la Creaa antIgua, ~'o!. Jl 31. I. Mereu. Historia de fa InlOteroncia en Europa

32. P Burke, Hl:ftorio social del cOf/odmiel7lO

33, G, Leick, Mesopotamia 34. J. SeIher, Atlas de !OJ puebtos de! As/a meridionaL y oriental 35. D. C. Lmdberg, Loy i7l1cio$ de fa ciencia occidental 36. D.] Kertzer y M. Barbagli (comps.), Historia de La jamiLta europea, J 37. D. L Kertzer y I\t BarbagJi (comps.), Hlsloria de 10 familia europea, J1 38. D, I. Kertzer y M. BarbagJi (comps,), His/oria de ta famdlo europea, III 39, J. M. Bloom y Sh, S. Blair, Islam 40. J. Dugast, La VltLJ culturaL en Europa entre los sigLos XIX y XX 4] J. Brotto!), EI bazar del RemlClmiento

42, J Le Goff. En bl/sca de La Edad Medza 43. Th. Dutour, La audad medieval 44. 0 Buisseret, La r(:Vutucio1t carlogl'd/lca en Europa, 1400·1800 45. F. Seibt, La frmdaC/OIi de Europa 46. M Restall, Los stete mltos de ta col1qtllJ/a eSpl1l10!a 47. P. Grima!. Flis/oria de Roma .10 l C' .... 11: ....... 11,',.,.. J ..... I;~,.. .... , .... l../ ....... rliC' Af.t"~rl

JACQUES LE GOFF Y NICOLAS TRUONG

UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA

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Introducci6n: Historia de un olvido

£1 cuerpo ha sido olvidado porIa historia y por los historiadores, por mucho que fuera y continue siendo el protagonista de un drama.

Esta abrupta formula ignora la diversidad de los discursos y de los recorridos, la p1uralidad de las investigaciones historicas. E1 enuncia­do de la regIa se mofa de la excepcion, ya que se han ido dibujando nuevos enfoques, desde los trabajos de Norbert Elias sobre la civiliza­ci6n de las costwnbres, las investigaciones de Marc Bloch y de Lucien Febvre sobre las mentalidades medievales 0 las de Michel Foucault sa­bre la locura en la epoca cla.sica, el nacimiento de la prisioo y de 1a cli­nica, as! como sus ultimas reflexianes sabre la antigua «preocupaci6n por uno mismo». Basta entonces, y con la notable excepci6n de Jules Michelet, que en el siglo XIX deseaba «evocar, rehacer, resucirar las edades» mediante la «resurrecci6n integral del pasado» sospechando de este modo algo en este ambito, la historia del euerpo ha sido olvi­dada. A pesar de algunos saludables redeseubrimientos, como el de la historia de la sexualidad en torno a las decadas de 1960 y 1970 -tribu­tarias, a veees hasta el paroxismo, de la demanda social expresada pOl' las preocupaciones del tiempo presente, y que ocultanin tanto como marcaran la historia del cuerpo-, la manera de vestirse, de morir, de alimentarse, de trabajar, de habitar la carne propia, de desear, de soi1ar, de relr 0 de liorar no ha accedido al estatuto de objeto digno de interes l..;~~~"';~~ .

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18 UNA HISTORIA DEL CUERPO EN LA EDAD MEDIA

En Ia disciplina historica, durante mucho tiempo ha reinado Ia idea de que eI euerpo perteneda a la naturaleza, y no a la euItura. Ahora bien, el cuerpo tjene una historia. Forma parte de ella. Incluso Ia cons­tituye, tanto como las estrueturas eeonomicas y sociales 0 las represen­taciones mentales de las que es, de algLm modo, su producto y agente.

La excepci6n notable de Michelet merece que nos derengamos. 1

Explicando la iniciativa singular y so1iraria que Ie lleva a redactar El pueblo (1837), obra destinada a conocer <<1a vida del pueblo, sus traba­jos, sus sufrimientos», Michelet confiesa que los detalles diseminados que va recopilando a fin de constituir su empresa no son «ni piedras ni guijarros, sino los huesos de mis padres». Se trata de un buen ejemplo de un metodo hisr6rico encarnado que se propone resucitar los cuer­pos de los hombres del pasado, pero tambien de la intuici60 de la importancia del cuerpo a traves de las edades, cuando escribe,_ en La bruja (1862), que <<1a gran revolucion que efeetuan las brujas, el mayor paso contra el espiritu de la Edad Media, es 10 que podriamos denomi­nar Ia rehabilitacion del vientre y de las funciones cligestivas». Y obser­va que, en 1a Edad Media, habia «partes del cuerpo que son nobles, y otras no, aparentemente plebeyas».

Mientras que la escola.stica se encerraba en la esterilidad y la moral ascetica, nos dice, la bruja, «realidad caliente y fecunda», redescubria la naturaleza, la medicina, el cuerro. Michelet ve, pues, en la bruja otra Edad Media. Ya no aquella que, «bajo el nombre de Satan, persigue la libertad», sino una Edad Media en la que se despliega el cuerpo, tanto en sus excesos como a traves de sus sufrimientos, en su pulsi6n de vida y a traves de sus epidemias. «Hablar de Satan era tal vez una manera de nombrar un malestar que se situa "en etra parte", en un Jugar dis­tinto de la conciencia 0 la sociedad, y en primer lugar en el cuerpo», segun se.i)ala la etnografaJeanne Favret-Saada/ «.Michelet 10 presiente

1. Jules Michele(, Oeuvres complhes, bajo Ia direcci6n de Paul Viallaneix, Paris, Flammarion, 1971. Tambien La Soreiere, Paris, Flammarion, col. «GF», 1966. Sobre la vision maravillosa de la Edad Media propuesta par Jules Michele! en 1833, y luego sombria y tenehrosa a partir de 1855, vease Jacques Le Goff, «Le Moyen Age de Mi­chelel}), en Un oulre MO}'eI1 Age, Paris, Gallimard, col. «Quarto», 1999.

2. Jeanne Favret-Saada, Critique, ahril de 1971, retomado en Corps pour corps EII­quae sur ta sorcetlcrie dAns Ie bocage (con Josee Contreras), Paris, Gallimard, 1981. ;'7c_~_ ~ L~~_ .J_l __ :,,_ ... ... ~_~ 'T __ 1/_,_ I. __ ., J~_ ~" ..... _ D ..... : .... r-~'l;_",~J ~(l"7"i'

INTRODUCCl6N 19

-y can una intensidad mucho mas fuerte gue ia de sus sucesores, his­tariadores, etn6grafos y folkloristas- wando enuncia que las tres fun­clones de la bruja se refieren al cuerpo: "Curar, hacer amar, hacer re­gresar a los muertos".»

En su penetrante Michelet (1954), Roland Barthes insiste en la do­ble cara de este «comedor de historia», tan sensible a las manifestacio­nes del cuerpo a traves de la historia -muy particularmente a 1a san­gre- como trabajado el mismo par un cuerpo «enfermo de historia». Michelet cornedor de historia: «[Michelet] la "rumia", es decir, que al mismo tiempo la recorre y la ingiere. El gesto corporal gue ilustra me­jor esta doble operacion es Ia marcha», explica Roland Barthes. Mi­chelet enfermo de historia; <<£1 cuerpo eotem de Michelet se comrler­te en el producto de su propia creaci6n, y se establece una especie de simbiosis sorprendente entre el historiador y la Historia», prosigue. «Las nauseas, los vertigos, las opresiones no proceden tan s610 de las estaciones y de los dimas; es el horror mismo de la historia narrada 10 que los provoca: Michelet tiene jaquecas "hist6ricas". No debe verse ahi ninguna metmora, se trata de jaquecas reales: septiembre de 1792, los inicios de 1a Convencion, d Terror, tantas enfermedades inmedia­tas, concretas como dolores de muelas. [ ...JEstar enfermo de la His­toria no es solo constituir la Historia como un alimento, como un pescado sagrado, sino tambiffi como un objeto poseido; las "jaquecas" historicas, por su parte, no tienen otra finalidad que la de fundar a Mi­chelet como manducador, sacerdote y propietario de la Historia.»

Sin embargo, hasta que se swnerge en las ciencias sociales, la histo­ria no concede un lugar a las «aventuras del cuerpo» en las que Bloch recomendaba comprometerse. En las confluencias de 1a sociologia y de la antropologia, Marcel Mauss (1872-1950) fue el primero en inte­resarse por las <<tecnicas del cuerpo». Eo 1934, a raiz de su camunica­cion a la Sociedad de Psicologia, el autor del Ensayo sabre el don de­clara que por esta expresion entiende <<1as maneras mediante las cuales los hombres, sociedad por sociedad, de una manera tradicional, saben utilizar su cuerpo». 3 Partiendo tanto de consideraciones cientificas

3. Marcel Mauss, «Les techniques du corps» (1934), Journal de psych%gle, vol. XXXTI. n° 3-4 119,(.,) "n "f1/"f1If1ni~ pi /"'IJ-,."'''nf''M~ P~.;o PT TJ:; 1 O<;().•~~..I __1 f\ .. _

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como de observaciones empfricas y personales -la manera de nadar, de correr 0 de cavaI-, Marcel Mauss 10gIa convertir las «tecnicas del cuerpo» en la entrada ideal al analisis del ~<hombre totah a traves de Ia historia yel estudio de las sociedades.

«En el hospital tove una especie de revelaci6n», escribe. «Estaba enfermo en Nueva York. Me preguntaba d6nde habra visto antes a unas senoritas caminando como enfermeras. Tenia tiempo para pen· sarlo. AI fin encontre que era en el cine, Tras regresar a Francia, obser­ve, sobre todo en Pads, Ia frecueocia de esta marcha; las jovenes erao fraocesas y tambien caminaban de este modo. De hecho, los modos de m~ucha americanos, gracias al cine, comenzaban a llegar entre noso­tros. Era una idea que podia generalizar. La posicion de los brazos, la de las manos mientras caminamos, forma una idiosincrasia social, y no simplemente un producto de no se que arreglos y mecanismos pura­mente individuales, casi enteramente psiquicos.» La tecnica la entien­de aquf Marcel Mauss como «un acto tradicional eficaz», y el cuerpo como «el primero y mas natural instrumento del hombre». Recurrien­do a la nocian del «habitus», termino que volveremos a encontrar en la escolastica medieval-que segun Tomas de Aquino designa una «dis­posicion habitual»-, y que Mauss toma prestado justamente al «psic6­logo» Aristoteles, el soci610go rnuestra que estas tecnicas que rigen el cuerpo «varian sobre todo con las sociedades, las educaciones, las coo­veniencias y las modas, los prestigios».

Lo que Marcel Mauss entreve y generaliza para la antropologia y la sociologia tambien se puede aplicar a la historia y se dirige al historia­dor. Nacimiento y obstetricia, reproducci6n, nutrici6n, frotado, lavado, enjabonado... Enumerando todas las «tecnicas del cuerpo» del hom­bre, Marcel Mauss muestra que el cuerpo es y tiene una historia.

«La noci6n segCm Ia eual el acto de acostarse es alga natural es com­pJetamenre ioexacta», escribe a proposito de las «tecnicas del suefio», evocando en particular la manera de dormir de pie de los massai a su propia experiencia de sueno rudimentario en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. «La forma de sentarse es fundamental}/, observa a prop6sito de las «tecnicas de reposo/~. Mauss Uegara incluso a distinguir «In humanidad en cuelillas y la humanidad sentada», y a deplorar que nosotros, los occidentales, «ya no sahemos ponernos en

INTRODuce ION

tras razas, civilizaciones y sociedades» en relacion can el resto de la humanidad que sigue adoptando esta posici6n pnictica yestrategica, «Finalmente», senala, «es preciso saber que 1a dama en pareja es un producto de 1a civilizacion moderna. Lo cual demuestra que una serie de casas realmente naturales para nosotros son historicas.» EI cuerpo tiene, pues, una historia. Y la historia del cuerpo tal vez comenzo con esta conferencia de Marcel Mauss, 0 en cualquier caso la de la antra· pologia hist6rica a la que se vincula el presente ensayo.

I

En su dntroduccion a la obra de Marcel Mauss», Claude Levi­Strauss puso de relieve perfectamente 10 que el conjunto de las «ciencias hwnanas~} debfa al sobrino de Emile Durkheim, yen particular a este tex· to sobre «las tecnicas del cuerpo» en el que se estudia <Ja manera en la que cada sociedad impone al individuo un uso rigurosamente determi­nado de su cuerpo».4 No obstante, prosigue Levi-Strauss, <<naelie, en rea­lidad, ha abordado todavia esta tarea inmensa cuya urgente necesidad subrayaba Mauss, a saber, el inventario y la descripcion de todos los usos que los hombres, en el curso de la historia y sobre todo a traves del mun­do, han hecho y siguen hacienda de sus cuerpos. Co1eccionamos los pro­ductos de 1a industria humana; recogemos los textos escritos y Ol'ales, Pero las posibilidades tan nwnerosas y variadas de las que es susceptible

I esta herramienta, que no obstante es universal y de la que puede dispo­ner cada persona, como es el cuerpo del hombre, las seguimos ignoran. do, salvo aqueUas, siempre parciales y limitadas, que se integran en las exigencias de nuestras culturas particulares». La constancia del olvido del cuerpo es manifiesta en este sentido. La historia del cuerpo se apJa­za si[(cesar, se programa, se reivindica. Pera apenas se practica 0 asume,

Y sin embargo, unos anos despues de las observaciones fundacio­nales de Marcel Mauss, una de las contribuciones mayores ala historia del euerpo se difundia gracias a La civilizaci6n de las costtlmbres y La dinamica de Occidente, de Norbert Elias (1897-1990), dos entregas de una misma obra consagrada a1 estudio del «praceso de civilizaei6m>.5

4. Claude Levi-Strauss, "Introduction a l'oeuvre de Marcel Mauss», en /l.larcel Mauss. Sodologie et anhtropologie, Paris, PDF, 1950,

5. Norbert Elias, La CIVilisatION des mocurJ (1939), Paris, Calmann-Levy, 1973; reed, Presses Pockee col. «Agora», 1976; La Dylltllnlquc dr {'Occident, Paris, Calmann-I ,;.,~, 107<;. "~~.-l Or_N_< P~~I__ , "~I "A ~~"~'" 1 aall. 1 " ~~".~,£ ~o ~A',~ P~~:c r ~l

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v La obra de este soci6logo aleman refugiado en Inglaterra bajo el nazis­mo no se conoei6 hasta muy tarde.6 En esta empresa de sociolog1a his­t6rica, Norbert Elias intenta comprender el «ptoceso de civilizaci6n» -que descansa, simplificando, en el autocontrol de la violencia y la in­teriorizaei6n de las emociones- a traves del estudio de las costumbres y de las «tecnicas del 'cuerpo», en particular en la Edad Media y el Re­nacimiento.

Formado en la medicina, en la filosofia y sobre todo en la sociolo­gia de Max Weber en la Republica de Weimar, en plena revoluci6n psi"­coanalftica, Norbert Elias eleva las funciones corporales al rango de objeto hist6rico y sociologico. Y no cualquiera de estas fLmciones. Re­daetada entre 1936 y 1937, y publicada en 1939 cuando su autor ya ha­bra huido de la Alemania nazi, La civilizacion de las costumbres se toma en serio 10 que para numerosos investigadores resultaba £Util: las mane­ras de comportarse en la mesa, los modos, autorizaciones 0 prohibieio­nes de mocarse, de escupir, de vomitar, de defecar, de orinar, de copular o de 1avarse. A traves de los manuales de urbanidad, cuya culmina­cion sera el de Erasmo en el siglo XVI, Elias muestra a su vez que estas funciones corporales llamadas naturales son cuJturales, es decir, histo­ricas y sociales.

«La actitud del cuerpo, los gestos, los vestidos, la expresion del rostro, todo el comportamiento exterior que detalla el tratado es la ex­presion del hombre en su conjunto», escribe. Norbert Elias 10 sabra: ademas de la reduccion tradicional del cuerpo ala naturaleza, la resis­tencia 0 la repugnancia para estudiar estos fenomenos, juzgados indig­nos 0 innobles en el seno de W1a cultura determinada, tal vez es una de las razones par las que 1a historia del cuerpo tard6 tanto en aparecer.

«Nuestra conciencia no siempre es capaz de operar un retorno se­mejante a la prirnera fase de nuestra historia», escribe. «Ya no tenemas la costumbre de la franqueza ingenua can la que Erasmo podia dete­nerse en todos los aspectos del comportamiento humano; para nuestra sensibilidad, a menudo supera el umbra! de 10 tolerable. Pero este for­ma parte precisamente de los problemas que son d objeto de nuestro estudio.»

6. Vease Norbert Eli~s. La Politique et t'Histoire, baio la direccion de Alain Garri­gou y Bernard Lanais, 1~. La Decouverte, 1997.

La mcorporaclon de Jas proOlO1ClOnes y oe las norma::; ::;UCJa.lO ~3

evoluciona: verguenza, incomodidad y pudor tienen lIna historia. Y el «proceso de civilizacion» de Occidente, que pretende reprimir, inte­rlorizar y privatizar los gestos que los hombres asimilaban 'a la animali­dad pasa por un cuerpo igualmente actor y receptor de este proceso. La invenci6n de la escupidera, del pafiuelo 0 del tenedor, par ejemplo, testimonia la codificacion social de las «tecnicas» corporales. Poco a poco, estas se controlan, se disimulan, se civilizan: «Profundamente in­corporados y sentidos como naturales, estos sentimientos acarrean la formalizacion de reglas de conducta, que construycn un consenso 50­

bre los gestos que conviene 0 no conviene hacer, gesros que a su vez contribuyen a modelar la sensibilidad».7

Hasta las apoftaciones fundamenta!es de la «sociogenesis» y de la «psicogenesis» formuladas pOl' Norbert Elias -«1a historia de una sociedad se refleja en 1a historia interna de cada individuo», escri­be-, solo EI olono de la Edad Media (1919) de Johan Huizinga, en el siglo xx, representa una aproximacion de la disciplina hist6rica a una atencion particular al cuerpo. Como 10 testimonia el capitulo de esta obra tan cientifico como poetico consagrado al «aspero sabor de 1a vida» en e1 que el historiador neerlaodes pide al 'lector que -«se acuer­de de esta receptividad, esta facilidad de ernociones, esta propension a las lagrimas, estos retornos espirituales, si queremos concehir la aspereza de gusto, 1a violencia de color que tenia la vida en aquellos tiempos».8

Perc sera preciso esperar a Lucien Febvre (1878-1956) y sobre rodo a Marc Bloch (1886-1944), es decir, a los trabajos de la «escuela de los Anales», para que la intuicion hist6rica disfruce de una autenti· ca atencion, y se transforme realmente en un programa de investiga­cion. En su Apologia para fa historia,9 texto inacabado y publicado por Lucien Febvre en 1949, Marc Bloch 00 desea separar al hombre de sus

7. Nathalie Heinich, La Soci%gie de Norbert Elias, Paris, La Decouverte, 1997. 8. Johan Hui2inga, I;Automne du Moyen Age (1919), Paris. Payot, 1932. Nueva

edidon col. «Petite bibliotheque Payot», preccdido por una eotrevista de Claude Met­tra con Jacques Le Goff, 2002.

9. Marc Bloch, Apo!ogie pour this/olre ou Metler d'historien, prefacio de Jacgues Le Goff, Paris, Armand Colin, 1993 y 1997.

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vfsceras. E1 cofundador de la revista Annales lO (1929) escribe incluso que «e1 buen historiador se parece a1 ogro de la leyenda. Alli donde hude carne humana, sabe que se encuentra su presa». En efecto, «de­tra.s de ios rasgos sensibles del paisaie, [las herramientas 0 las maqui­nas], dewis de los escritos en apariencia mas frios y las instituciones en apariencia mas completamente desapegadas de quienes los han esta­blecida, estan los hombres que la historia pretende captar». Una cons­Cante atraviesa roda su obra: Marc Bloch se niega a mutilar al hombre de su sensibilidad y de su cuerpo. Ahara bien, 5i de un lado es preci50 que exista «en 1a oaturaleza humana yen las sociedades humanas un fonda permanente, sin e1 cualios propios nombres de hombre y de sociedad no querrian decir nada», prosigue, es forzoso constatar que «el hombre tambien ha cambiado mucho: en su espfritu y, sin duda, hasta en los meeanismos mas delicados de SLI cuerpo. Su atm6sfera mental se ha transformado profunJamenre; su higiene y su alimenta­cion, no menos».

Desde su primer libra, Los Reyes taumaturgos (1924), Eoco de la historia de las mentalidades y del cuerpo, de los rituales y de 1a gestua­lidad, cimientos de la antropologia politica historica en la que el histo­riador estudia la curacion milagrosa de las escrOfulas por parte de los reyes de Francia y de Inglaterra mediante el simple tacto de las manos, hasta ~u Apologia para fa historia, Marc Bloch no dej6 de manifestar su sensibilidad historiadora por las «teenicas del cuerpo». En La sociedad /eudal ll afirma que una historia «mas digna de este nombre que los timidos ensayos a los que nos reducen hoy en dia nuestras medios re­servaria un lugar para las aventuras del cuerpo». Fusilado por los ale­manes en 1944 sin haber desarrollado este prayecto, nos 10 lege entre numerosas pistas que seguir.

Ya sea azar a necesidad, numerosos intelectuales «sumergidos en tiempos sombrios», para retomar La expresi6n tan cara a Hannah Arendt, parecen haber acordado un lugar particular a1 cuerpo. Desde sus exilios en Esrados Unidos, cuando intentaban comprender «POl'

10. Fundada en 1929 bajo d titulo Anna!es d'histoire iconomique 0'1 socia!e, la re­vista se llama, a partir de 1946, Annates, economie, soditis, civitisations, y hoy. Annates, histoire, sciences socia/es.

I!. Marc Bloch, La Societe jeodale (1939), prefacio Je Robert Fossier, Paris, Albin Michel. 1994.

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;ts/que 1£1 humanidad, en lugar de empeiiarse en condiciones realmente humanas», se hunde «en W1a nueva forma de barbarie», los fil6sofos y

soci6logos Max Horkheimer y Theodor Wiesengrund Adorno insisten tambi6l, en una de sus <~notas y esbows», en la «importancia del cuer­po» en Ia historia occidental.

Para los dos representantes del Instituto de Investigaciones socia­les de Francfort (1923-1950), «Europa tiene dos historias: una, bien conocida y escrita, la otra subterd.nea. La segunda esta constituida pOl' el destino de los instintos y de las pasiones humanas reprimidas, des­naturallzadas por la civillzaci6n», escriben en i944 en Dialectica de fa ilustraci6nY Para los fundadores de 1a «escuela de Frankfurt», empe· fiados en releer e1 conjunto de 1a culrura occidental segu.o la vara del te­rror nazi, «el regimen fascism actual, en el que rodo aquello que perma­neda oculto sale a la luz, revela la re1aci6n entre la historia manifiesta y

'la eara oseura, desatendida en las leyendas oficia1es tanto de los Esta­dos nacionalistas como de los progresistas que las critican». La histo, ria del euerpo seria, de este modo, 10 no pensado de la civilizaci6n oc­cidental.

Horkheimer y Adorno, a medio camino entre el marxismo y el freu, disma, piensan que «el cuerpa explotado debra representar e1 mal para los inferiores, y el espiritu, al que los demas tenian todo el tiempo para cansagrarse, el bien supremo. Este estado de cosas permiti6 que Europa realizara sus creaciones culturales mas sublimes, pero e1 pre­sentimiento de la supercheria evidente desde eI principio reforzo, al mismo tiempo que el control ejercido sabre eI cuerpo, el amor-odio hacia este cuerpo que ha impregnado el pensarnienro de las masas en el curso de los siglos y que encontr6 su expresion autentica en [a len­gua de Lutero».

Lugar, sede y agente del «proceso de civilizaci6n» en Norbert Elias, este cuerpo tanto tiempo reprimido 10 perciben Horkheimer y Ador­no como la instancia de L1na venganza, e1 proceso de LIn,.) b<.lrbarie: «En esta denigracion de su propio cuerpo practicada por eJ hombre, la na­turaleza se venga del hecho de que el hombre 10 redujera <11 estaelo de objeto de la dominaci6n, de materia brma. Esra necesidaJ de ser cruel

12. Max Horkheimer y Theodor W. Adorno. La D/(/(CCIIf/U<' d(' I" nJison (J 944), Paris, Gallimard, 1974.

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2.7 l,.{"

y de destruir es el resultado de una represi6n organica de toda relaci6n intima entre el cuerpo yel espfritu».

La misma voluntad de interrogar y criticar 1a racionalidad occiden­tal condueini a Michel Foucault 0926-1984) a integrar el cuerpo en una «microfisica de los poderes». Desde su Historia de fa lomra en ta epoca cldsica (1961) pasando par El nacimiento de fa clfnica (1963) y

hasta su Historia de la sexualidad (1976-1984), y mas en particular en Vigilar y castigar (1975), obra de rderencia acerca del «nacimiento de la prisiom>, Michel Foucault interroga la manera en que «el cuerpo se sumerge directamente en un terreno poli"tiCO».13 Puesto que, segun es­cribe, <das relaciones de poder operan en el un decto inmediato, 10 cerean, 10 marean, 10 enderezan, 10 torturan, 10 obligan a trabajos, a ce­remonias, exigen de eI signos».

Desde el ritual poutico del suplicio que se extiende hasta la segun­da mitad del siglo XVIII hasta la «artopedia social» que cornienza a apli­carse en la reforrna del sistema penal a rai2 de la cual Europa se cubre de prisiones, un «saber» del cuerpo, que es tambien un poder sobre el cuerpo, acompana al movimiento de una sociedad que tended. mas a «vigilar» que a «castigar», a enderezar mas que a penar. En unas Hocas que no dejan de recordar a Marcd Mauss, Michel Foucault demues­tra que en Europa se establece una «tecnologia politica del cuerpo» di­fusa, irreducible linicamente a las instituciones de coercion. «Se trata de sustituir las tecoicas punitiv8s -Y3 sea que estas se apropien del cuerpo en el ritual de los suplicios 0 se Jirijan al alma- en la historia de este cuerpo polftico», escribe.

Mientras que los te6ricos de La escuela de Frankfurt intentan haeer emerger «la historia subteminea» de Europa, en particular a traves de la del cuerpo, sucesivamente «objeto de atraccion y de repulsion», Mi­chel Foucault se pregunta acerca dellugar del cuerpo en el sena de un «bio-poder», es decir, de un poder «cuya funcion mas elevada ya no puede set ahora la de matar, sino la de investir la vida en su totalidad», escribe en La lJoluntad de saber. El ana de su muertc, en 1984, Michel

13. Michel Foucault, SurveiLler et pUllir, Paris, Gallimard, 1975. Tambien, Histoi­re de ta folie d l'dge claSS/que, Paris, Plon, 1961; Hlstom: de ta sexualiti: lorna I, La Vo­lonte de saVOlr (1976); WillO 11, L'Usage des pLaisirs; y tomo III, Le Saud de soi, Paris, Gallimard, 1984.

t'oucault proporClOl1O una contllluaCion lOesperada a esta pnmera entrega de la Historia de la sexualidad, con El uso de los placeres y La inquietud de sf, donde Figura en particular un capitulo sobre el cuerpo. En eI, Michel Foucault estudia -tras la estela dellibro de Jackie Pi­geaud sobre la enfermedad del alma- 14 las concepciones y las pnic· ticas del cuerpo a partir de la medicina antigua. Pero concluye -y conviene citar aquf esta pagina tan esclarecedora-: «Entre estas reco­mendaciones dieteticas y los preceptos que se podran encontrar mas tarde en la moral cristiana y en el pensamiento medico, las analogias son numerosas: principio de una economia estricta oriemada hacia la rareza; obsesi6n de las desdichas individuales 0 de los males colecti­vos que pueden venir suscitados por un desarreglo de la conducta se­xual; necesidad de un dominio riguroso de los deseos, de una lucha contra las imagenes y de una anulacion del placer como fin de las rela­ciones sexuales. Estas analogfas no son semejanzas lejanas. En ellas pueden detectarse continuidades. Algunas son indirectas y pasan por 1a mediaeion de las docuinas filos6ficas: 1a regla del placer que no debe ser un fin ha transitado sin duda par el cristianismo mas a causa de los filosofos que de los medicos. Pero tambien hay continuid<lJes di­rectas; el tratado de Basilio de Ancira acerca de 1a yirginilbJ -de he­cho su autor pasa por haber sido medico- se refiere a consiJenlcinnes roanifiestamenre medicas. San Agustin se sirve de 50ranus en Sll pole­mica contra]uliano de Ecbana [' .. J 5i 5610 consideramos estas 1"<lSgOS

comunes, podemos tener la impresion de que la etica sexLl<ll ,nribuiJ,1 al cristianismo 0 incluso al Occidente moderno ya estaba vi genre, ,11 menos en algunos de sus principios esenciales, en la epoca en la que culminaba la cultura grecorromana. Pero ello represenr,lria descono­cer diferencias fundamentales que conciernen al tipo de relaci6n en si yen consecuencia a la forma de integracion de estos preceptos en la experiencia que el sujeto hace de S1 mismo».

Michel Foucault seiiala aquf el corazon del problema que nos pro­ponemos analizar. Al mostrar 1a conrinuidad entre la AntigiieJad yel cristianismo primitivo, insiste en las diferencias yen las novedades que separan 130 etica corporal---en este caso sexual- de la religion de Esta­

14. Jackie Pigeaud, La Maladle de tame. Etude ,'!lY La relation de tdme el du corps dansla traditIOn midiro·ph:!osophlqlle I/tlll~~Ut:, Pads, Les Belles Lettres, 1981,

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28 29 UNA HIS'IORIA oa CUERPO EN LA ED:\O MEDIA

do que se impondra en la Europa medieval de la de los tiempos greco· rromanos.

Resulta imposible mencionar aqui a rodos los historiadores que, en la estela 0 la crttica de los autores evocados con anterioridad, han hus­meado 1a carne humana como «ogros historiadores», como decia Marc Bloch. Muchos de eUos nos acompanaran en este viajc, participaran en estas «avenruras del cuerpo» en la Edad Media. Entre eUos, es pre­ciso mencionar a Ernst H. Kantorowicz (1895-1968), euyo libro Los dos cuerpos del rey (1957), aunque discutible, constituye un mooumen­to de estudio de teologia medieval al que nos referiremos cuando se trate de analizar las metaforas corporales de la Edad Media; Mijail Bajtin (1895-1975) que, con La cultura popular en La Edad Media yen el Renacimiento: el contexto de Franfois Rabelais (1970), ha orientado la preseote obra hacia la oposicion entre Cuaresma y Carnaval y ha proporcionado valiosos analisis acerca del nacimiento de la risa y de 10

comico en las plazas publicas; Georges Duby (1919-1996), cuya apor­tadon sobre eI feudaHsmo y las ffiujeres (EL caballero, la mujer)' el cura, 1981; Damas del siglo XII, 1995-1996) es indiscutible y cuyo Male Moyen Age, pOl' ejempLo, alimentanl. nuestra reflexion sobre ellugar que ocupa el cuerpo de la mujer en el Occidente medieval. Mas re­cientemente, Paul Veyne y Peter Brown no han cesado de aportar sus contribuciones criticas a la «renuncia a la carne» que marca la Anti­giiedad tardia y la sociedad romana can su huella.

La sociologia -en particular con Emile Durkheim, que veia el cuerpo como «factor de individuacion»-,15 la antropoLogia -Maurice Godelier y Michel Panoff han intentado comprender recientemente de que modo se representan las sociedades «Ia production del cuetpo hu­man»_,16 la filosofla, que de Platon a Spinoza, de Diderot a Merleau­Ponty, 00 ha dejado de preguntarse acerca de las relaciones entre el alma yel cuerpo, son disciplinas que la investigacion historiea no pue­

l5. Emile DurkheJnl. Les [ormes ilemcntalres de la vie rellgi(!usc, Paris, PUF. 1968, Veanse asimismo David Le Breton, SOCIOlogic du corps. Paris, PUF, 2002, y Anthropolo­gle dll corps ct moderm!e. Parl~, PUF. 1990.

16. Maurice Godelier y Michel Panoff (comps.), L(I Production du corps, Amster·

lNTRODUCC16N

de ignorar. Tampoco debe descartarse el psicoanalisis, puesto que su preocupaci6n por dar razon al euerpo, desde e) suefio hasta eL deseo, desde la histeria hasta el placer, fue esencial para que la historia dec­tuara un giro corporal, como 10 testimonian, entre otros, los trabajos de Michel de Certeau l7 (1925-1986). Una lista semejante, unas deudas semejantes, relativizan la asercion de partida. Como escribfa Michel Foucault, <<.1a historia del cuerpo la iniciaron los historiadores hace mucho tiempo».

Pero, a pesar de estos tributos y de estas contribuciones, se trata de seguir reparando este olvido, es decir, de volver a dar razon de ser a1 cuerpo en la Edad Media. (Por que 1a Edad Media? En primer lugar, porque. sea cua! sea la novedad del giro en Las actitudes con relacion al cuerpo y la sexualidad que, como bien han demostrado Michel Fou­cault, Paul Veyne, Aline Rousselle y Peter Brown, se manifesto en el Imperio Romano induso antes de la Antigi.i.edad tardfa, la Edad Media, desde el triunfo del cristianismo eo los siglos IV y V, aporto una cuasi revoluci6n en las concepciones y en las practicas corporales. Y luego, porque la Edad Media aparece, mas que cualquier otra epoca -inclu­so si decidimos que teonina a finales del siglo XV-, como la matriz de nuestro presente.

Muchas de nuestras mentalidades y de nuestros comportamientos se concibieron en la Edad Media. Por ejemplo las actitudes en rela­cion con el cuerpo, pese a que se produjeron dos giros mayores en el siglo XIX (can el resurgimiento del deporte) yen el xx (en el terreno de la sexualidad). En efecto, en la Edad Media se instala este elemento fundamental de nuestra identidad colectiva, el cristianismo, atormen­tado por 1a cuestion del cuerpo, ala vez glorificado y reprimido, exalta­do y rechazado,

.' En la Edad Media asistimos a la aparicion de la formacion del Es­tado y de la ciudad <<moderna», de la que el cuerpo sera una de las metaforas que mas se impondra y cuyas instituciones se encarganl.n de modelarlo. Antes de ir mas alla en 1a importancia del cuerpo en 1a Edad Media, es preciso, una vez mas, recordar que La Edad Media no fue ni la epoca de las tinieblas ni una larga transicion estancada. Los

17. Michel de Ceneau, His/oirl' et psycbol1olyse entre science et [ic/zon, Paris. Ga­

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)'0 progresos teclllcos de la epoca tueron deClsivos: e1 nuevo arado, 1a rotacion trienal de cultivos 0 bien el rastrillo, por ejemplo, que se pue­de apreciar en concreto en la tapiceria de Bayeux, marcan el inicio de la agricultuLa moderna. El molino es, ciertamente, la primera maquina de Occidente, pero la principal Fuente de energi'a sigue siendo el cuer­po humano, que pasa a sel' mas eficaz y mas productivo. Las revolu­dones del artesanado nos aproximan al nacimiento de la industria: el telar se perfecciona, el sector textil se desarroUa, 1a construcci6n esta en expansi6n, y aparecen las primeras minas.

El1 el terreno cultural, en la Edad Media se despliegan el auge ur­bano y las nuevas estructuras de la ciudad, centro de producci6n (y no s610 de consumo), centro de diferenciaci6n social (el cuerpo del bur­gues no es el cuerpo del artesano 0 del obrero), centro politico (los ciu­dadanos forman un cuerpo), centro cultural en el que el cuerpo no ocupa el mismo lugar fundamental que en el campo (Ia Edad Media es una epoca euya soeiedad esta compuesta en un 90 % por campesinos que realizan un trabajo ffsico) pero que desarrolla la pra.ctica de la es­critura, otra practica de la mano. 18 El teatro, prohibido como pagano y blasfematorio, renace en primer lugar en los conventos yen las igle­sias, en torno a temas religiosos, como el drama pascual, e1 drama de la crucifixi6n y de la resurreccion de Jesucristo, 0 en el juego del Apoca­lipsis, evocaci6n de los cuerpos masacrados pOl' el Anticris!o, y par los tres caballeros del hambre, 1a peste y la guerra salvados en la espera de1}wcio Final. Pero renace sobre todo en las eiudades a partir del si­glo XIII. De este modo, en Arras se sucedieron «juegos» teatrales que sugieren 1a imagen de un festival de Avignon medieval. En el siglo xv, frente a las catedrales, los misterios traducen la historia santa en espec­taculos corporales. £1 critico ruso Mijail Bajtin, no sin alguna exagera­ci6n, eonvirti61as plazas publieas urbanas en lugar de renacimiento de la risa, de intereambio de chistes y de farsas improvisadas.

Esta Edad Media de nuestra infancia, que no es ill negra ni dorada, se instaura en tomo al cuerpo martirizado y glorificado de Cristo. Crea nuevos heroes, los santos, que en primer lugar son martires en su cuer­

\;-). Voi,lse en particular Jacques Le Goff, Pour un autre Moyen Age. Temps, travail cI (/I1'are ('II Occidellt, PariS, Gallimard, 1977; reed. col. «Teb, 1991. Retomado en Un o/llre MoyeN Age, Paris, Gallimard, col. «Quarto», 1999.

po. Fero tambien, a partir del siglo XIII, can la Inquisici6n, haee de la "31 tortura una praetiea legitima que se aplica a todos los sospechosos de herejia y no s610 a los esdavos, como en la Antigiiedad.

cFor que el cuerpo en la Edad Media? Porque el cuerpo es ellugar crucial de una de las tensiones generadoras de dinamica de Oeciden­teo Ciertamente, ellugar central acordado al cuerpo no es una novedad en Occidente; basta para ello recordar el culto de que fue objeto en la Grecia antigua, par ejemplo, donde el entrenamiento y la estetizaci6n del cuerpo superan ampliamente la cultura del cuerpo practicada en la Edad Media por los caballeros en la guerra y en los tomeos, 0 por los campesinos en los juegos rusticos. Pero, mientras que en la Edad Me· dia se asiste a un hundimiento de las pnicticas corporales, asi como a la supresi6n 0 bien ala relegaci6n de los 1ugares del cuerpo de la Anti­guedad, el cuerpo se convierte paradojicamente en el coraz6n de la 50­

ciedad medieval. Como sugiereJean-Claude Schmitt, gran historiador de los gestos

en el Occidente medieval, es preciso sostener que «Ia cuesti6n del cuerpo ha alimentado a partir del siglo vel conjunto de los aspectos ideo16gicos e institucionales de la Europa medieva1».19 De un lado, la ideologfa del cristianismo eonvertido en religion de Estado reprime el cuerpo, y del otro, con la encarnaci6n de Dios en el cuerpo de Cris­to, hace del cuerpo del hombre «eI tabernacu10 del Espiritu Santo». De un lado, el clero reprime las pnkticas corporales, del otro las glori­fica. De un lado, la Cuaresma se abate sabre 1a vida cotidiana del hom­bre medi~val, del otro e1 Carnaval retoza en sus excesos. Sexualidad, trabajo, suefio, vestimenta, guerra, gesto, risa ... el cuerpo es en la Edad Media una fuente de debates, algunos de los euales han experimenta­do resurgimientos contemponmeos.

Sin duda no es, pues, por azar que el unico fundador y represen­tante de 1a escuela historica llamada de los Anales que se interes6 por la cuesti6n del cuerpo fuera un historiador de la Edad Media, al tiem­po que fue uno de los intelectuales mas sensibles a las convulsiones del mundo contemponmeo: Marc Bloch. Este ensayo, modesta tentativa de «hacer un lugar a las aventuras del cuerpo», lleva su huella. Y tambien

19. Jean-Claude Schmitt, Le Corps, fes rites, fes reves, Ie temps. Essais d'anthropo­logie midiivale, Pans, Gallimard, 2001.

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-'31­!leva su marca por ese precepto metodo16gico y etico que ie Uev6 a for­mular que «si 1a incomprensi6n del presente nace fatalmente de la ig· norancia del pasado, 00 es meoos ciefto que es preciso comprender d pasado a partir del presente».

En efec!O, el cuerpo es hoy la sede de la metamorfosis de los tiem­pas nuevos. De la demiurgia genetica a las armas bacterio16gicas, del tratamiento de las epidemias modernas a las nuevas forroas de domi­naci6n en el trabajo, del sistema de la moda a los nuevos modos de nutriei6n, de la glorificacion de los canones corporales a las bombas humanas, de la liberaci6n sexual a las nuevas alieoaciooes, el desvio ha­cia la historia del cuerpo en 1<1. Edad Media puede permitir compren­der alga mejor nuestro tiempo, tanto a traves de sus asombrosas coo­vergencias como de sus irreductibles divergencias.

Capitulo 1

Cuaresma y Carnaval: una dinamica de Occidente

En la Edad Media, el cuerpo es, repitamoslo, ellugar de una para­doja. De un lado, el cristianismo no cesa de reprimirlo. «El cuerpo es el abominable vestido del alma», dice e1 papa Gregorio Magno. Del otro, se glorifica, en particular a traves del cuerpo sufriente de Cristo, sacralizado en la Iglesia, cuerpo mlstico de Cristo. «E1 cuerpo es e1 ta­bernaculo del Espiritu Santo», dice Pablo. La humaoidad cristiana descansa tanto en e1 pecado original-transformado en la Edad Media en pecado sexual- como en la encarnaci6n; Cristo se hace hombre para salvar a este de sus pecadas. En las pnicticas populares, el cuerpa -es encauzado por la ideologia anticarporal del cristianismo institucio· nalizado, pero resiste a su represi6n.

La vida cotidiana de los hombres de la Edad Media oscila entre Cuaresma y Carnaval, un combate inmortalizado par Pieter Bruegel, en el celebre cuadra de 1559 El combate entre carnaval y cuaresma. De un lado 10 magro, del otro 10 graso. De un lado el ayuno y la abstinen­cia, del otro la comilona y la gula. Este balanceo est" relacionado sin duda can ellugar central que oeupa d cuerpo en el imagmario y la rea­lidad de la Edad Media.

Los tres ordenes que componen la sociedad tripartita medieval, oratores «,Jos que rezan»), bellatores «.Jos que combaten») y laborato­res «Jos que trabajan»), se definen en parte por su relacion con el cuerpo. Cuerpos sanos de los sacerdotes que no deben ser ni mutila­