Libro del abuelo Pedro

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hestorias i cuentos Murcia, 1865

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hestoriasi cuentos

Murcia, 1865

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I

ER RICACHO QUE SE ZAMPÓ EN LOS CIELOS

Se ice i pué que sea verdá, qu`en cierta ves un rico podrío allegó

a las puertas der Cielo i San Perico no tuvo más tutía c`abrille,

pos s`había ganao er Cielo vaya osté a saber acómo, ya que trayía

toa la decumentación en regla. Pos jue tal er contento i l`alegría

der sucedío -hay que tenel en cuenta qu`era la prímer ves c`un

ricachón dentraba en los Cielos-, que s`hizo una fiesta mu jrande,

con muncho jolgorio i cante flamenco, i muncha comía de toas las

clases i bebercio a porrillo pa too quisque, que no fartaba de ná,

que tiraron la casa por la ventana, vamos, i tóo er mundo estaba en

una nube.

Entuiscovía se arrecuerdan las ánimas der Cielo d`aquella fiesta

tan soná i más d`uno ha pecao con la sesera endeseando de que un angelico de los que s`hacen

ar cargo de los papeles pa traspasal los cielos haga una pifia i

s`enquivoque de nuevas.

Er dicío que d`esta hestoria se asaca es que too Dios s`enquivoca i

s`hace caca.

er ricacho que se zampó en los cielos

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II

ER COMENCIPIO DER MORCIGUILLO

Er ratón de monte enjamás de los jamases habïa esfisao la nieve, no habïa visto un nevazo. Asín, cuandi nievó por ves prime i la vio blanca como la carta, la aciguató i remiró como a una cosa cirimindrángana, con canguelo, i er sol, que s`espejaba nella, lo cegó. En su ceguez, sin ver ni tres amontaos en un burro, trompezó en la primera piedra que pilló como un zote i se cayó pa bajo abajotes dende tóo lo altotes de la montaña a espachurrarse com`un güevo d`un nío de pájaro en er suelo de l`ondo. Pero jue tan larga la caïda, duró tanto tiempo er caepabajo, que le surtieron alas der pellejo de su propia encarnaúra i remontó er güelo sin acerse saldiguera, convirtiéndose-n un morciguillo volan-dero.

er comencipio der morciguillo

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III

SALTARÁN CHISPAS

Era un pueblo tan descreído y herético que casi nadie acudía a

escuchar la santa misa, a confesarse o a comulgar. Y al cura se le

ocurrió una treta para hacer que volvieran los feligreses a los ofi-

cios religiosos; para ello necesitaba la colaboración del sacristán,

pues él solo no era suficiente para llevar la idea a cabo.

Así, que le dice al sacristán en secreto:

-Mira lo que haremos; mañana domingo, a la hora de la misa, que

es de las principales, por lo que acudirá más gente que a las otras,

tú te vas a meter debajo del púlpito con un cubo lleno de brasas,

y cuando me oigas decir ¡saltarán chispas de Nuestro Divino Co-

razón!, tú le soplas fuerte al cubo para que salten chispas y todos

los presentes se crean que es un milagro. Ya verás como a partir de

entonces sí que vendrá mucha gente a misa y nos veremos con la

iglesia y los cepillos llenos a rebosar.

Así se hace. Llega la misa, empieza, y el cura diciéndola y el

sacristán a sus faldas con el cubo lleno de brasas de carbón espe-

rando las palabras para soplar con el fuelle listo. Pero el cura, en

viendo tan llena de gente la parroquia, que daba gloria verla así, se

alargaba en su homilía aprovechando la ocasión.

Así se hace. Llega la misa, empieza, y el cura diciéndola y el

sacristán a sus faldas con el cubo lleno de brasas de carbón espe-

rando las palabras para soplar con el fuelle listo. Pero el cura, en

viendo tan llena de gente la parroquia, que daba gloria verla así, se

alargaba en su homilía aprovechando la ocasión.

El sacristán estaba viendo que las brasas se iban consumiendo y no

podía soplar las brasas para avivarlas porque hubiesen saltado las

chispas antes de tiempo, fastidiándolo todo.

-¡Chisss, chisss…, señor cura!

-Espera –le decía el cura por lo bajini.

-¡Pero señor cura…!

-¡Que esperes un poco!

Así se fue pasando el tiempo hasta que al fin el cura pronunció las

palabras concertadas. Dijo en voz alta para que fuese bien oído por

el sacristán:

-¡Saltarán chispas de Nuestro Divino Corazón!...

Y respondió el sacristán:

-Saltarán puntas de pijo, que se me ha apagado el tizón.

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IV

LOS SIETE CABRITICOS Y`ELL LOBO

En una casica mu bonica en comedio der fosque, vevían siete

cabriticos con su máere, que los

protegía de tuiscas las deficultás. Allí, los alimalicos blincaban y

jubaban, sempre embajo la mirá

vrigilante e su mama.

Tanimentres, dende l`aspesura, esconnío dentre l`arbolea, ell lobo

asperaba er momento en que se fuá ida la galupa, qu`es una cabra

blanca como la carta, pa jalarse a los pequeñiquios.

Un día, la maire se tenió qu`il a mercal a la plaza, i llamó a los

siete mañacos pa dalles las estruciones pa mentres qu`ella estuviá

juera.,

-Hijos míos, me tiengo qu`il ar mercao... Y quió que me prometáis

que no le vis a-bril la puerta a naide hista que no sus hagáis segu-

rao de que soy yo, y naide más.

Er más mayor de los chequeticos, ijo asacando er pecho, ice:

-Asín mesmico s`hará, mama; no se precupe osté.

-Tener muncho cuidiao de que no sus engañufe ell lobo, muchi-

chos; qu`es unu cutimañero redomao.

Se colgó la galupa la capaza der cuello y salió a la puerta la calle.

-Atrancal la puerta mu bien por dentro con er mozo, y no l`abráis a

naide; no sus digo más.

-¡Dicaluego! -dijieron utiquios los cabritiquios rejuntaos.

La galupa echó a-ndar por la verea lante, dasta que s`envesibiló

dentre los árboles de la fosca escura.

Ell lobo, qu`estaba esfisando cómo s`iba la máere, se pasaba la

llengua por los morros i s`arrascaba er cocote con una pata, esflo-

reando anguna e sus chanchas marranchas pa mincharse a la maña-

quería. Jalar zampar i namás, es en lo que sabía pensar er tragón.

Los cabritiquios, en cuanti que se jue ida su mae echaron er mozo

a la puerta, i s`asentaron alreor de la mesa la cocina sin dicir ni

media.

Ell lobo s`acercó dempacio, dempacico a la casa i llamó a la puer-

ta: “Pomm..., pomm...”

Aentro la casa, los cabriticos s`asustaron muncho, i se rejuntaron

toicos en un rinconcico con los los de la lana de punta, tiesos de

canguelo. Endeseguida, er más mayor d`ellos s`encarruchó pa la

puerta.

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Ell lobo s`acercó dempacio, dempacico a la casa i llamó a la puer-

ta: “Pomm..., pomm...”

Aentro la casa, los cabriticos s`asustaron muncho, i se rejuntaron

toicos en un rinconcico con los los de la lana de punta, tiesos de

canguelo. Endeseguida, er más mayor d`ellos s`encarruchó pa la

puerta.

-¿Quién es? -dijió.

-Abrir, hijos míos, que soy güestra máere -ice ell lobo.

-No, qu`eres ell lobo; que mi mamá tié la vos más clara, i tú la tiés

mu ronca.

I ell lobo se jue tóo enfurrunchao pa su lobera, i se zampó una

ocena güevos crúos pa ponerse la vos más clara. I se golvió pa

la casica i llamó otra ves a la puerta, no mu afuerte: “Pomm...,

pomm...”

-¿Quién es? -dijieron ende drento.

-Abrir, hijos míos, que soy güestra máere -ice ell lobo con la vos

mu fina.

-Pos asoma la patica por debajo la puerta.

Ell lobo metió una pata por debajo la puerta, i los cabriticos, ar

vel las jarras afilás i la color tan escura del pelo, negro como la

bruneta, dijeron, icen:

-No, qu`eres ell lobo; que noestra mamá tié las piernas blancas,

i tú las tiés mu negras -i uno e los mengajos le dio una patá en la

pata.

I ell lobo golvió a golverse pa su lobera, s`echó una armostrá

d`harina esturreá por toa la pata, i, dimpués, se jue otra ves a la

casica, i llamó a la puerta: “Pomm..., pomm...”

-¿Quién es?

-Abrir, hijos míos, que soy güestra máere.

-Pos asoma la patica por debajo de la puerta.

Ell lobo coló la pata llena d`harina por debajo la puerta i los cabri-

ticos, ar ver qu`era blanca como la de su mamá, dijieron, icen:

-¡Ah, qu`es la mama!

Esatrancaron la puerta der mozo, i en cuanti que vido ell lobo

qu`estaba la puerta abría, s`entró pa dentro a tóo correr turbio

com`un pelús i principió a preseguil a los cabritiquios i a chis-

queárselos d`un bocao ande los pillaba. “Uno..., dos..., tres...,

cuatro..., cinco..., sais..., y... ¿...?...”

“¿Ánd`estará er que me farta?...”, piensaba ell lobo mentres que

reguscaba por toa la casica sin que resultara por dengún lao. I ya

que s`hartó de dar güeltas Cescarcuñando, se jue; poique la galupa

no tardaría muncho en golver, i poique amás, era er más chiquitujo

er que s`había dejao sin jalar, i no tendría muncho chiche siendo

como era tan mengajo.

Cuandi la máere abocó ar caminico la casa y vido la puerta abría,

s`echó una correntilla, i dentró en la casa tóo atrabiná, i chisclan-

do:

-¿Ánd`estáis, hijos míos?... ¡Vrigen e la Juensanta, qu`esjracia más

jrande ha pasao aquí!...

Y`er más chequitín e los cabriticos, qu`estaba esconnío en la

cajica er reló, ar sintil los chillíos que daba su máere, salió dando

blincos.

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-¡Mama, mama...! Ha vinío ell lobo, y nus ha engañufao, i

l`habemos abrío la puerta creyéndonos qu`era usté, i sa co-

mío a tuicos mis hermanicos. Y`a mí no m`ha pillao poique

m`h`esconnío en la cajica er reló.

La galupa cogió ar pequeñín, i se jueron siguiendo las güellas

dell lobo... A luego, se lo encuentraron acostao all lao d`un pozo

d`agua, espatarragao encima d`un ribazo.

La máere asacó unas estijeras mu jrandes c`allevaba, i, dempaci-

co pa qu`ell lobo no se dispertara, le jue abriendo la pancha hista

que pudieron salir los cabriticos que s`había zampao enantes. Los

mandó a tóos que se callaran poique armaban muncha escandalera

y`estaba a pique de que se dispertara ell lobo. Lluego, le zamparon

dentre tóos una güena montoná e pedruscos y tolmos en la bartola

all lobo, i se la golvió a cierrar la máere, cosiéndosela con una

buja y`hilo. Alluego, se jueron pa su casica, la señá cabra i sus

cabritillos, tan contentos y tan campantes.

Cuandi ell lobo se dispertó de su soñarrera, s`encontró mu pesao

de vientre, i si a pocas no allega ar pozo pa echarse de bruces i me-

terse un trancazo de agüica bien fresca, pa ver si asín se le pasaban

los retortijones que tenía. S`asomó por cima er pozo, i s`abocó pa

beber; cuandi las piedras que tenía nel astógamo se le abajaron pa

la caeza, se cayó entro er pozo con tol peso; con tol equipo, va-

mos. No púo nadar er pobre con tantismo peso cargao, y s`ahogó

com`una piedra en er río

Y`enjamás de los jamases golvió a paecer por allí más ell lobo, i

los cabriticos blincaron i jubaron sin que naide los molestara más

nunca.

I colorín, colorao, este cuento sa rematao.

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V

ER QUINTO PINO

Más tardan en llegar los viejos

cuando el destino está más lejos.

(Refrán)

Er quinto matujo surtió de la tierra poquico a poco. I poquico a

poco jue-chand`ojas i tirando pa riba ribotas. Asín jue creciendo

con los años hista que s`izo árbole. A pesar de qu`estaba mu len-

jos, en er quinto pino; estonces allegaron los ombres i lo cortaron

con un gran serrucho; namás que valía su máera pa-cer tablillas

de poco fuste.

La máera d`un pino, cualquiera

la puede acer sal de higuera.

er quinto pino

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fin