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Lenguas y variedades diatópicas ante la discriminación lingüística, con especial atención al andaluz Ígor Rodríguez Iglesias UNED 1 1. Introducción y objeto de estudio Es posible que si partimos de la idea de que no todas las lenguas son iguales, lleguemos a la conclusión de que tampoco podrían ser tenidas como análogas las variedades de una lengua determinada. De este modo, asomándonos a la idea de que el latín o el castellano son lenguas no comparables por la (falsa) superioridad de la lengua de los romanos respecto de los romances, podríamos establecer que el andaluz tampoco puede ser tenido como igual a la variedad de Castilla. A fin de cuentas esta es la que se tiene como estándar y aquella como una variedad regional. Y al hilo de esto podemos preguntarnos: ¿por qué en la última gala de los Goyas la presentadora pedía subtítulos para una película andaluza? ¿Por qué desde ciertos sectores políticos de fuera de Andalucía se tilda el acento andaluz de chiste o se dice que, junto a los niños gallegos, a los escolares andaluces cuesta entenderlos desde otra comunidad de habla? ¿Por qué, según un reciente estudio presentado en el Simposio de la Sociedad Española de Lingüística (Rodríguez Iglesias 2013), el 86,7% de los locutores de radio andaluces elige de manera artificiosa en antena la variedad diatópica de Castilla, en detrimento de la andaluza, que es la suya y la de sus hablantes? El presente trabajo versa sobre la discriminación lingüística hacia las lenguas y las variedades diatópicas, centrando nuestra atención, como hemos anticipado en los dos anteriores párrafos, en el andaluz y la creencia y actitud de sus prejudicadores y de sus enjuiciados hablantes. Muchas de las ideas que aquí se expresarán se apoyan en argumentos previos elaborados por lingüistas en España que antes han dedicado su atención a la igualdad de las lenguas y los prejuicios lingüísticos y que, a su vez, recogen el testigo de otros lingüistas en otros países que en las últimas décadas, en el ámbito de los estudios sociolingüísticos, han prestado una especial atención a las variedades diatópicas y sociales discriminadas hasta entonces por la propia lingüística: variedades de comunidades de habla alejadas de los centros de poder político y económica, variedades sociales de las clases obreras, etc. Si nos atenemos a lo que nos dice Moreno Cabrera en estas breves palabras: «Sólo combatiendo la ignorancia (…) podemos deshacernos de estas opiniones negativas sobre otras formas de hablar» (2000: 77) 2 , es obligada esta mirada atenta que prestaremos en las páginas que siguen a la cuestión que estamos planteando. «A veces, el gramático echa la culpa de su incapacidad al objeto de estudio y no a su ignorancia» (Moreno Cabrera, 2000: 129), por lo que vamos a ver quién o qué erra: ¿errarán lingüistas como M. Alvar, con definiciones sobre el andaluz y sobre conceptos propios de nuestra ciencia difíciles de encajar epistemológicamente, y G. Salvador, para quien abiertamente las lenguas no son para nada todas iguales?, ¿o las lenguas que éste considera menores o minúsculas, y variedades como el andaluz, tenidas como inadecuadas para un buen número de locutores, o susceptibles de ser subtituladas o, peor aún, como unas hablas que no pueden ser tenidas ni como lengua, como veremos a tenor de lo expuesto por renombrados filólogos? Estamos de acuerdo, y nos mueve tal espíritu, con que «El lingüista, si es su voluntad, tendrá todo el derecho de plantar cara a las “supersticiones absurdas” y, acaso más que cualquier otro especialista, podrá desarrollar argumentos poderosos 1 Estudiante de la asignatura Diversidad Lingüística del Máster Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica. Licenciado en Lingüística (Universidad de Cádiz) y en Humanidades (Universidad de Huelva). 2 Hans Rosling expresó algo parecido en el programa Redes de TVE de la siguiente manera: «El problema no está en la ignorancia, sino en las ideas preconcebidas».

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Lenguas y variedades diatópicas ante la discriminación lingüística, con especial atención al andaluz

Ígor Rodríguez IglesiasUNED1

1. Introducción y objeto de estudio

Es posible que si partimos de la idea de que no todas las lenguas son iguales, lleguemos a la conclusión de que tampoco podrían ser tenidas como análogas las variedades de una lengua determinada. De este modo, asomándonos a la idea de que el latín o el castellano son lenguas no comparables por la (falsa) superioridad de la lengua de los romanos respecto de los romances, podríamos establecer que el andaluz tampoco puede ser tenido como igual a la variedad de Castilla. A fin de cuentas esta es la que se tiene como estándar y aquella como una variedad regional.

Y al hilo de esto podemos preguntarnos: ¿por qué en la última gala de los Goyas la presentadora pedía subtítulos para una película andaluza? ¿Por qué desde ciertos sectores políticos de fuera de Andalucía se tilda el acento andaluz de chiste o se dice que, junto a los niños gallegos, a los escolares andaluces cuesta entenderlos desde otra comunidad de habla? ¿Por qué, según un reciente estudio presentado en el Simposio de la Sociedad Española de Lingüística (Rodríguez Iglesias 2013), el 86,7% de los locutores de radio andaluces elige de manera artificiosa en antena la variedad diatópica de Castilla, en detrimento de la andaluza, que es la suya y la de sus hablantes?

El presente trabajo versa sobre la discriminación lingüística hacia las lenguas y las variedades diatópicas, centrando nuestra atención, como hemos anticipado en los dos anteriores párrafos, en el andaluz y la creencia y actitud de sus prejudicadores y de sus enjuiciados hablantes.

Muchas de las ideas que aquí se expresarán se apoyan en argumentos previos elaborados por lingüistas en España que antes han dedicado su atención a la igualdad de las lenguas y los prejuicios lingüísticos y que, a su vez, recogen el testigo de otros lingüistas en otros países que en las últimas décadas, en el ámbito de los estudios sociolingüísticos, han prestado una especial atención a las variedades diatópicas y sociales discriminadas hasta entonces por la propia lingüística: variedades de comunidades de habla alejadas de los centros de poder político y económica, variedades sociales de las clases obreras, etc.

Si nos atenemos a lo que nos dice Moreno Cabrera en estas breves palabras:

«Sólo combatiendo la ignorancia (…) podemos deshacernos de estas opiniones negativas sobre otras formas de hablar» (2000: 77)2,

es obligada esta mirada atenta que prestaremos en las páginas que siguen a la cuestión que estamos planteando. «A veces, el gramático echa la culpa de su incapacidad al objeto de estudio y no a su ignorancia» (Moreno Cabrera, 2000: 129), por lo que vamos a ver quién o qué erra: ¿errarán lingüistas como M. Alvar, con definiciones sobre el andaluz y sobre conceptos propios de nuestra ciencia difíciles de encajar epistemológicamente, y G. Salvador, para quien abiertamente las lenguas no son para nada todas iguales?, ¿o las lenguas que éste considera menores o minúsculas, y variedades como el andaluz, tenidas como inadecuadas para un buen número de locutores, o susceptibles de ser subtituladas o, peor aún, como unas hablas que no pueden ser tenidas ni como lengua, como veremos a tenor de lo expuesto por renombrados filólogos?

Estamos de acuerdo, y nos mueve tal espíritu, con que

«El lingüista, si es su voluntad, tendrá todo el derecho de plantar cara a las “supersticiones absurdas” y, acaso más que cualquier otro especialista, podrá desarrollar argumentos poderosos

1 Estudiante de la asignatura Diversidad Lingüística del Máster Ciencia del Lenguaje y Lingüística Hispánica. Licenciado en Lingüística (Universidad de Cádiz) y en Humanidades (Universidad de Huelva).

2 Hans Rosling expresó algo parecido en el programa Redes de TVE de la siguiente manera: «El problema no está en la ignorancia, sino en las ideas preconcebidas».

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contra la ignorancia y la barbarie. Sus conocimientos técnicos y la modulación lingüística de sus argumentos éticos serán la plataforma necesaria desde la cual podrá contribuir a la construcción de un mundo cuyos hablantes no sean menospreciados por el hecho de ser pocos, o de vivir en un rincón del mundo, o de usar, simplemente, su propia lengua, tanto si es multimillonaria como si no lo es» (Tusón, 1996: 23).

Vamos a ello.

2. Prejuicios extralingüísticos y lingüísticos

El clásico discurso de la filología española sobre el castellano y el andaluz, así como el tratamiento que se le ha dado a términos técnicos en lingüística, como lengua y dialecto, ha sido objeto de revisión primordialmente desde la década de 1990. Lingüistas como J. Tusón, J. C. Moreno Cabrera, J. del Valle, E. Bernárdez, entre otros, han venido a revisar lo que sobre el castellano y el andaluz se ha dicho en la tradición filológica y que se enseña ampliamente hoy, y, en concreto, han venido a revisar parte de la concepción lingüística de filólogos de renombre y cuyas obras son libros de cabecera, como R. Menéndez Pidal, M. Alvar o G. Salvador, poniendo de relieve lo que de ideológico hay en lo que de estos autores se toma como ciencia.

J. Tusón señaló hace dos décadas la existencia de «“sabios” secesionistas que van por el mundo dictaminando qué es una lengua y qué un dialecto, desde la más profunda ignorancia filológica y lingüística» (1996: 36), refiriéndose a Gregorio Salvador en estos términos: «Es sorprendente que se considera dialectólogo y sociolingüista y manifieste su desinterés hacia alguna de las lenguas del mundo» (1996: 64). Es lo que vamos a ver en la siguiente sección, que dedicaremos al primero de nuestros objetos de estudio, las lenguas en el contexto de la discriminación, revisando lo dicho en una conferencia por G. Salvador hace una década. Tanto éste como el segundo de nuestros objetivos (sobre el andaluz) estará motivado por la «defensa de todos los registros lingüísticos» (1996: 86), que aquí asumimos, poniendo de relieve que

«los prejuicios lingüísticos son una subclase de los prejuicios generales e inciden sobre las lenguas y hablantes que alguien puede considerar extraños a niveles diferentes: 1) porque ciertos hablantes usan una lengua que a ese alguien le es poco o nada conocida; o 2) porque aquéllos hablan una variedad de una lengua que no es la propia del prejudicador». (1996: 27-28).

Y, por lo que veremos, según se ha dicho en la tradición filológica hispánica, los propios filólogos de cabecera han sido los primeros en manifestar prejuicios lingüísticos sobre el andaluz, amén de proyectar una imagen interesada sobre el español y sobre las otras lenguas, tanto de España, como de América y África.

J. C. Moreno Cabrera, por su parte, ha denunciado que es la «anteposición de la ideología a la ciencia» lo que caracteriza el discurso de tales filólogos (2008: 186), indicando que «los lingüistas deberían respetar escrupulosamente» que

«los conceptos o instrumentos conceptuales que han sido creados por ellos específicamente para describir todos estos aspectos puramente lingüísticos de las lenguas humanas, no deberían ser utilizados para dar respetabilidad científica y carácter objetivo a análisis que implican aspectos no estrictamente lingüísticos y que intentan apoyar o justificar una determinada opción ideológica (…). Algunos conceptos y expresiones de la terminología lingüística especializada son empleados fraudulentamente por lingüistas y no lingüistas para usos muy distintos de los que inicialmente aconsejaron su creación, de forma que un discurso aparentemente fundamentado en la ciencia lingüística deviene en una mera hojarasca retórica sin contenido probatorio alguno» (2008: 174).

Es, en sus palabras, «una manipulación ideológica inadmisible» (2000: 74).

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Y G. Salvador le contesta: «Hay lingüistas que escriben libros, por ejemplo, sobre la esencial igualdad y dignidad de las lenguas, donde lo mismo les da el cuna que el francés, o el chucoto que el ruso, o el nanái que el español» (2002). Pero, ¿por qué no tenerlas como iguales, si «nuestros conocimientos lingüísticos actuales nos llevan exactamente a la conclusión contraria» de la sostenida por Salvador? (Moreno Cabrera 2000: 18).

3. La igualdad de las lenguas y las culturas

Antes de examinar lo que del andaluz se ha dicho, la discriminación lingüística hacia una variedad de una lengua, veamos cómo tal discriminación forma parte de un conjunto de prejuicios sobre las lenguas del mundo y sobre los pueblos, llegando incluso a constituirse discursos claramente pro etnocidas, de ahí la importancia de este tipo de estudios en el que se enmarca este trabajo.

Hemos citado una frase de G. Salvador extraída de un discurso pronunciado en 2002 en una conferencia. La alusión (no explícita, pues no lo nombra) a Juan Carlos Moreno es lo de menos. Lo peor, desde el punto de vista que adoptamos en clara consonancia por lo manifestado por J. Tusón líneas más arriba, es lo que sigue, y que vamos a ir comentado punto por punto:

1. «Parece más bien una relación de nombres inventados, casi podría tomarse como una broma verbal3; pero son lenguas de África, de Asia, de Oceanía, de América e incluso alguna de ellas de Europa, hablada cada una de ellas por unos cuantos millares de personas». (En referencia a «el bafango, el bamileque, el iquingurimí, el machacha, el ñabungú, el culele, el quiama, el turuca, el siané, el calinga, el carduchara, el queigana, el tirurái, el toarití, el lamuto, el nanái, el conda, el gadba, el pacó, el rengao, el sedí, el coluchano, el chacta, el zuñí, el huavi, el popoloca, el cuna, el jacalteco, el campa, el cocama, el tucuna, el chucoto, el sorio o el coriaco», lenguas claramente inferiores para G. Salvador). ¿Por qué broma verbal? Esta afirmación atenta contra la dignidad de los pueblos que tienen estas lenguas como propias, y supone, junto con las siguientes aseveraciones, un explícito etnocentrismo, esto es, «la creencia de que nuestras propias pautas de conducta son siempre naturales, buenas, hermosas o importantes, y que los extraños, por el hecho de actuar de manera diferente, viven según modos salvajes, inhumanos, repugnantes o irracionales» (Harris 1980: 22).

2. «Tales sean los inescrutables propósitos de la Unesco cuando está dispuesta a invertir enormes cantidades —dice la prensa— en la protección del multilingüismo. Yo no salgo de mi asombro». El argumento de la propia UNESCO es aplastante: «La diversidad lingüística es esencial en el patrimonio de la humanidad. Cada lengua encarna la sabiduría cultural única de un pueblo. Por consiguiente, la pérdida de cualquier lengua es una pérdida para toda la humanidad» (2003: 1).

3. «¿Por qué desaparece una lengua? Pues porque la gente quiere entenderse» (!). Los Preliminares de la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos asumen lo contrario y lo achaca a factores extralingüísticos (1998: 22). Moreno Cabrera (2000: 243) argumenta que «la progresiva desaparición de las culturas y lenguas de minorías étnicas en el mundo actual está propiciada por el imperialismo político y económico y no por ningún factor de carácter puramente lingüístico».

4. «El último hablante del dálmata, la décima lengua románica, había fallecido en 1898, no sin que antes hubieran ido allí todos los romanistas de Europa —alemanes, italianos, franceses— a hacer preguntas a este hombre —que se llamaba Tuore Duina Burbur— para estudiar la lengua y dejarla registrada. Bueno, por lo menos distrajeron al pobre anciano». Tusón se sorprendía líneas más arriba del desinterés de Salvador hacia la desaparición de lenguas. Aquí vemos incluso frivolidad.

5. «Las lenguas desaparecen, y bendito sea que desaparezcan cuando ya no las habla nadie». Ya lo hemos comentado, la mortandad es la consecuencia de determinados factores extralingüísticos (políticos, económicos, militares, sociales...), hecho que no puede ser visto como una bendición, y menos si comportan además el etnocidio.

3 Esta negrita y las siguientes en lo que respecta a G. Salvador son nuestras.

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6. «Hay una cierta tendencia a dar importancia a eso de la variedad, y éste es uno de los males que existen ahora: la importancia de la variación y de la lengua». Precisamente, «la variación es consustancial al funcionamiento de la lengua misma» (Moreno Cabrera 2000: 246). J. Garrido Media (1997: 984, apud Moreno Cabrera 2000: 51) ha escrito que «lo que es mítico no es Babel, sino precisamente lo contrario: que haya una sola lengua, fija e inamovible». La importancia que, por otra parte, se le da a la diversidad lingüística viene motivada grosso modo por el hecho de que «no hay hoy día lengua “primitiva” alguna; toda lengua tiene un valor aproximadamente igual para los propósitos para los que se ha desarrollado» (M. L. Samuels 1972: 15 apud Moreno Cabrera 2000: 21). G. Salvador es del todo intolerante con la diversidad lingüística.

7. «Incluso es posible que haya algún antropólogo que esté viviendo a costa de alguna de esas lenguas que antes he mencionado, y con el cuento de hacer la gramática de esa lengua y de dar noticia de ella en los congresos, pues se va defendiendo en su profesión». La falta de respeto a la fundamental y necesaria labor científica de los antropólogos es una constante en el discurso de Salvador. De nuevo, además, se ataca a las otras lenguas, que no son ni merecedoras de ser objeto de estudio.

8. «Las lenguas están para entenderse y lo que de verdad hace falta es que haya lenguas que hable mucha gente. Las lenguas no son iguales, sino que son esencialmente desiguales». Es obvio, por lo que llevamos dicho, que no es así de ningún modo. De hecho, reiteramos, «no tenemos conocimiento científico de ninguna característica lingüística que permita determinar si una lengua, dialecto, variedad lingüística o habla es mejor o peor (más útil, más rica, más flexible, más adecuada, más avanzada o evolucionada, etc.) que otra, ya sea parcial o totalmente» (Moreno Cabrera: 2000: 16).

9. «Como vehículos de un contenido cultural, naturalmente hay culturas con literaturas de gran tradición que son muy importantes, mientras que hay otras que no lo son, hay miles de lenguas analfabetas, y las lenguas sin escritura están totalmente sometidas a cambio». Todas las culturas tienen y han tenido literatura (Bernárdez 1999: 120) y determinar cuál es mejor y cuál es peor no tiene sentido y es imposible desde un punto de vista objetivo. De nuevo, el etnocentrismo. Ideas como ésta, presente en el siglo XXI en Salvador, «fueron inventadas en el siglo XVIII para dejar bien clara la diferencia entre los pueblos civilizados de Europa y los pobres e ignorantes salvajes de las colonias» (íbid.). La cuestión de qué es literatura y qué no desde el punto de vista de la lingüística es difícil de dilucidar (cf. 1999: 236-238; Báez San José 1996: 149-150). Hablar de lenguas analfabetas, por otra parte, no parece muy adecuado: si se quiere expresar que son ágrafas, basta con usar este adjetivo, pues analfabeto aplicado a una lengua es de tal ambigüedad que, a la luz del pensamiento explícito en su artículo sobre las otras culturas, mucho sospechamos que Salvador está queriendo notar algo más que el simple hecho de que son ágrafas. Y eso de que las lenguas sin escritura están totalmente sometidas a cambio no tiene tampoco sentido si lo que se quiere decir es que con la escritura no cambian, pues todas las lenguas están sometidas a cambio y «por muchos diccionarios que haya y por muchas gramáticas que existan de una lengua, no se produce ningún tipo de fijación lingüística, de estabilidad: la lengua hablada sigue su ritmo y su curso exactamente igual que si esa lengua no fuera escrita. La escritura no paraliza el dinamismo y diversificación de la lengua hablada6» (Moreno Cabrera 2000: 163).

10. «La babelización ha sido considerada, en todo tiempo, tradicional e históricamente, como una maldición divina; el relato bíblico de la Torre de Babel narra un castigo de Dios a aquellas gentes que consistió en que las lenguas se dividieran y se multiplicaran. Pues bien, de maldición divina, la tropa de antropólogos está convirtiendo en los últimos tiempos el multiculturalismo en una especie de bendición cultural; lo cual no deja de ser una aberración». No parece adecuado mezclar la

4 Las citas de un autor tomadas a través de otro las señalamos fuera de la bibliografía y tal apartado el libro de donde se toman. En este caso, la cita de J. Garrido Medina corresponde a Estilo y texto en la lengua, Madrid: Gredos, 1997.

5 Samuels, M. L. (1972): Lingüistic Evolution with Special Reference to English, Cambridge University Press.6 La cursiva es del autor.

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religión con asuntos de carácter científico, dado que la religión se basa en lo sobrenatural y asume el dogma de la fe como prueba de conocimiento, por lo que es del todo antagónica con el proceder de la ciencia. No obstante, se trata de una visión etnocéntrica, que solo toma en consideración la tradición religiosa propia y no la amplia diversidad de creencias y mitos de otras culturas, algo que se explica en el desdén mostrado hacia las mismas por parte de Gregorio Salvador. Por otra parte, la hipótesis del monogenismo no parece plausible (Alonso-Cortés 2002: 495-496). De nuevo, otra vez la falta de respeto hacia los antropólogos. Y en cuanto a que es una aberración el multiculturalismo, ¿está abogando por el etnocidio? Desde nuestro modesto entender, pensamos que no reconocer la riqueza y diversidad multicultural es no entender cómo y qué es la humanidad, así como el devenir de los pueblos.

11. «Una lengua tiene dos posibles motores: o impera el espíritu de campanario —sólo quiero entenderme con mis vecinos— o impera la fuerza de intercambio —quiero entenderme con cuanta más gente mejor— y, afortunadamente, gracias al sentido común de muchos pueblos que han adoptado otras lenguas, la fuerza de intercambio ha podido muchas veces con el espíritu de campanario». No entendemos esta diferenciación en tales términos. Si fuera como descripción, valdría: por un lado, me comunico con las personas que forman parte de mi red de relaciones sociales y adecuo mi discurso en función de las circunstancias y mis interlocutores; y, por otro, lado, tal adecuación es la que me permite conocer a más gente si mis circunstancias personales se ven favorecidas (viajar, internet, etc.), algo que trasciende ya la pragmática. Pero Gregorio Salvador no va por ahí, no está hablando de ser competente lingüística, gramatical, sociolingüística y pragmáticamente. Él aboga por la sustitución lingüística a favor del español, apelando constantemente al sentido común (diferente en cada cultura, grupo social; por tanto, subjetivo y, además, es mutable en el tiempo); en definitiva, aboga por el monolingüismo y la monoculturalización.

12. «Antes de la invasión romana y de la incorporación de Hispania al Imperio Romano, nuestra península estaba habitada por una serie de pueblos que hablaban distintas lenguas —que ahora tratan de descifrar los arqueólogos o los historiadores de la antigüedad; pero, afortunadamente, esos antepasados nuestros, los habitantes de la Hispania prerromana, toda esa serie de pueblos: iberos, celtas, cántabros, astures, vascones —no todos los vascones, pero buena parte de ellos— aprendieron latín, y ese latín, que no dejó de hablarse en ningún momento, se nos convirtió en el español de hoy». Según Salvador, lo mejor que pudieron hacer nuestros antepasados fue renunciar a sus lenguas y culturas, y además se asume que fue motu proprio y una bendición para esos pueblos peninsulares. Nótese que ese afortunadamente aplicado a esa supuesta libre elección, de la que no quisieron participar todos los vascones, deja a este pueblo a la altura del betún: ¡vaya con el empecinamiento de los vascones por preservar su cultura (¡analfabeta durante siglos, encima!)!

13. «Afortunadamente y gracias al sentido común de tantos pueblos, hoy no hay más allá de esas cuatro mil o cinco mil lenguas en el planeta, no muchas más de cien con verdadera entidad y apenas una docena con amplia difusión». Para alguien con un mínimo de sensibilidad y respeto hacia otros pueblos (ya no como científicos del lenguaje, sino como personas), esta afirmación clama al cielo. Salvador no tiene pudor alguno en indicar que es una fortuna que en los últimos 500 años se hayan perdido 10.000 lenguas (cf. Moreno y Otero 2006: 6) y con ellas miles de visiones «singular[es] de[l] mundo, de un universo creativo, de modos de vivir y de saberes ancestrales» (Guyot 2010: 61). La cuestión es más grave aún si sabemos, mediante proyecciones, que en 100 años desaparecerá la mitad de las lenguas actuales y en 200 años sólo quedarán 1.000 (Moreno y Otero 2006: 6). Además, achacar lo que ha sucedido a lo largo de la historia y lo que sucede al sentido común es del todo una frivolidad y una manipulación, porque no pueden contextualizarse tales afirmaciones en el ámbito de la ignorancia, dado de quien se trata. En todas estas afirmaciones de G. S. (y las que siguen) donde todo sucede afortunadamente, hay implícita la ideología del colonialismo glotófago denunciado por L.-J. Calvet (1981: 1167 apud Moreno Cabrera 2008: 115): «Hay, de suyo,

7 Calvet, L.-J. (1981): Lingüística y colonialismo. Breve tratado de glotofagia, Madrid: Júcar.

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dos dogmas de los que el colonialismo glotófago no puede prescindir. El primer dogma es aquél según el cual los colonizados solo tienen cosas que ganar aprendiendo nuestra lengua, que les abrirá las puertas de la civilización, del mundo moderno». El segundo dogma lo veremos a continuación en los fragmentos que hemos seleccionado de Salvador. Calvet dice sobre tal dogma: «El segundo estipula que, de cualquier forma, las lenguas indígenas serían incapaces de cumplir esta función, incapaces de vehicular nociones modernas, conceptos científicos, incapaces de ser lenguas de enseñanza, de cultura o de investigación». Incapaces de nada las lenguas e incapaces de nada sus hablantes para Salvador, a no ser que abandonen su obstinación y entren en razón (apliquen sentido común, dirá G. S.). Lo vemos:

14. «El drama está en esos cuantos centenares de millones de seres que, por su propia condición humana, poseen la facultad de hablar, pero solamente conocen una lengua que comparten con unos pocos miles de coterráneos, cuando no simplemente algunos centenares o incluso menos, y así, confinados en su propia lengua, su perspectiva vital se reduce a los estrictos límites de sus afanes cotidianos, desconociendo el mundo en que viven y hallándose totalmente indefensos ante sus asechanzas». Peligrosas palabras, perfectamente enmarcables en un discurso paternalista sobre las culturas que desde la perspectiva de la metrópolis colonial son inferiores si no adquieren el modelo de la madre patria.

15. «Si el obispo [de Chiapas] hubiera comprendido rectamente esa situación [la del conflicto], habría visto que la solución no estaba tanto en que él aprendiera unas cuantas lenguas locales como en que arbitrara los medios para que a los indios se les enseñara el español, lo que les permitiría acceder a las posibilidades que la nación como tal les ofrece e incluso entenderse y coaligarse entre ellos para otras cuestiones». Es decir, que el problema es... lo leemos:

16. «El problema de la situación en México, tanto en Chiapas como en Oaxaca, es que hay todavía muchas lenguas». Esta frase por sí misma daría para un trabajo como el que aquí estamos presentando. Es lamentable que G. S. no haya sabido hacer una lectura realista de la situación de los indígenas en México, habida cuenta de que, según él explica, conoce de primera mano el país; situación de la que R. E. Hamel trata en un interesante artículo (1999: 177-215). La nefasta orientación monoculturalista del estado mexicano desde la Independencia en el siglo XIX en un territorio con 56 pueblos indígenas y sus correspondientes lenguas, que coexisten con la población resultante de la realidad pos colonial y que es mayoritaria, abogó a través de políticas concretas por la desaparición de los indígenas, mediante políticas de asimilación desde el minuto uno (1999: 180) y que se atenuaron y fluctuaron con otras de protección (que nunca cuajaron por falta de voluntad y recursos) durante el siglo XX. (1999: 181-185). Y precisamente es la cuestión de Chiapas y el levantamiento armado del EZLN el que será fundamental para sentar nuevas bases para una política indigenista alternativa (1999: 186). De hecho, tal y como lo describe Hamel se ha pasado de la diversidad negada por la ideología monoculturalista (pasando posteriormente por un multiculturalismo donde la diversidad era reconocida como un problema) a un pluriculturalismo en el que la «diversidad [es] asumida como recurso enriquecedor para toda la sociedad» (conviene tener en cuenta que la segunda y la tercera coexisten, y la primera no ha desaparecido del todo) (1999: 188-189). La discriminación del indígena ha sido la constante en las repúblicas americanas recién independizadas de España, que lejos de romper las relaciones del estado colonial las agudizaron, como ha puesto de relieve Cerrón-Palomino (1982: 1128 apud Moreno Cabrera 2008: 123-124), explotando literalmente al indígena, al que la lengua española (valga el ejemplo de Perú, con un 82,2% de hispanohablantes), en contra de la infundada opinión de G. S. (o M. Alvar) «no [le] ha sacado de la pobreza». Tal indígena es uno entre tantos «millones de personas que siguen siendo víctimas de la explotación, la marginación, las enfermedades, la malnutrición y la falta de recursos más básicos para subsistir dignamente, provocadas en buena medida por el nuevo orden político heredero del orden colonial originario, en el que una minoría privilegiada se enriquece a costa de la pobreza de la inmensa mayoría de la población»

8 Cerrón-Palomino, R. (1982): “La cuestión lingüística en Perú”, en R. Cerrón-Palomino (comp.), Aula Quechua, Lima, Signo 182: 105-123.

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(Moreno Cabrera 2008: 125). 17. «A mí me hace mucha gracia oír hablar de todo eso del encuentro de dos culturas, porque no fue un

encuentro de dos culturas: fue el encuentro de una cultura con cinco mil culturas que estaban aisladas, que no se conocían unas a otras, que no sabían en qué continente vivían. Y todo porque no habían tenido nunca una lengua común ni lenguas de intercambio y relación». No nos parece adecuado tratar aquel hecho histórico como “encuentro”. Y de nuevo el paternalismo y la ideología de tutela, con afirmaciones como las referidas a pesar de que todos los seres humanos en el seno de una sociedad están relacionados con su territorio; y no hay que olvidar que a la llegada de los españoles a América, éstos encontraron allí, en aquel vasto territorio (5 veces más grande que el europeo), grandes civilizaciones (aztecas, mayas, incas; amén de otros pueblos), con complejas estructuras sociales, comerciales, políticas y militares. Y una vez más la mirada etnocéntrica vuelve a hacer de las suyas: si aquellas sociedades no se comportan (extra)lingüísticamente como las europeas no son dignas de ser ni siquiera consideradas en su contexto: son inferiores, y punto. No tuvieron la “gran suerte” nuestra; veamoslo:

18. «La gran suerte de Europa había sido precisamente tener, sobre todo, dos lenguas de comunicación: el griego, en un momento determinado, y el latín, y tener una base común cultural que le proporcionaba la lengua». La perspectiva está (conscientemente) distorsionada, porque pinta el panorama como si la población europea hubiera sido bilingüe y para el intercambio comercial usara el latín (o el griego, lo que no tiene ni sentido, a no ser que nos refiramos a Grecia). Pero si lo que se quiere decir es que hay lenguas románicas que derivan del latín y que por tanto son “hermanas” entre sí, ¿cómo no caer en la cuenta de que también hay lenguas amerindias emparentada genealógicamente entre sí y que derivan de otra lengua? Bueno, lo que se está diciendo en realidad es que “no es lo mismo” (recordemos, ¡el etnocentrismo!).

19. «En muchas ocasiones, se habla de la glotofagia de las lenguas imperiales, de las lenguas que destrozan otras lenguas y, bajo ese punto de vista peyorativo, se habla del castellano que se trasladó a América y acabó con las lenguas americanas. Afortunadamente para los americanos, he de decir». Etnocentrismo pro etnocida elevado a la máxima potencia, revisión parcial y convenida de la historia, falta de sensibilidad hacia las lenguas, no reconocimiento de la riqueza que supone la diversidad. Es, en pleno siglo XXI, alguien que, con prestigio social (con todo lo que ello conlleva: entre otras cosas que se le tome muy en serio por personas no lo suficientemente informadas), mantiene un discurso anacrónico y racista: el hombre blanco benevolente frente al pobre salvaje que, debido a su obstinación, se empeña en no salir de su miseria. Muchas de las lenguas con las que se acabó fueron las del área del Caribe: ¿dónde están los indígenas, por ejemplo, en Cuba9? “Afortunadamente” para ellos, los americanos, se extinguieron, de ahí que sus lenguas se dejaran de hablar.

20. «El continente americano es hoy el continente de más coherencia lingüística y, realmente, se puede andar por todo él con tres lenguas: el inglés, el español y el portugués; ya casi prácticamente con dos, pues en Brasil (…) el actual Presidente de la República ha decidido que todo el mundo aprenda español». A pesar de que la niegue, la glotofagia (ideológica en este caso) no se pone límites: ya ni el portugués es útil. Difícil lo tendremos sin saber portugués en Brasil y sobre todo si, como demuestran las investigaciones que en la frontera entre Brasil y Venezuela están realizando jóvenes investigadores brasileños, la hegemonía económica brasileña está imponiendo el portugués en las transacciones comerciales locales de las poblaciones fronterizas venezolanas (Paiva y Procópio 2013). Estos investigadores han observado en los últimos años un cambio en la actitud hacia el español y el portugués en las poblaciones del área fronteriza oriental: la hegemonía del español está siendo sustituida por el portugués, y tales lingüistas lo achacan a los cambios experimentados en la economía brasileña a raíz las reformas económicas de Lula da Silva. Esto demuestra que los sentimentalismos se pueden ver frustrados con trabajos de campo objetivos; por otra parte, llevarlos a cabo en la difícil

9 A pesar de su prácticamente total exterminio, «en la costa de Bella Pluma, frente al Turquino, existen numerosos descendientes de los indios», según indica Núñez Jiménez (2002: 12), que lo documenta incluso fotográficamente.

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zona de la Roraima brasileña, no es nada fácil, al decir de los referidos investigadores, debido a lo inaccesible del territorio, protegido y sometido a horario de visita y estancia para no indígenas y la desconfianza de los oriundos (motivada por “años de mucha sangre hacia los indígenas”) respecto de los lingüistas, que son confundidos con “gentes del gobierno” (íbid.).

21. «Eran lenguas de no mucha difusión, pero que dio la casualidad de que fueron las primeras con que se encontraron los misioneros y las extendieron». Precisamente las primeras lenguas con las que se toparon los españoles fueron las del Caribe, extinguidas totalmente, por el etnocidio y las enfermedades transmitidas por los europeos, como hemos indicado.

22. «La libertad, la igualdad y la fraternidad —los tres principios propugnados por la Revolución Francesa— sólo eran posibles con una enseñanza unitaria en una lengua común». Es falso. Tales ideas podrían ser aprendidas en cualquier lengua. ¿De hecho, no las asumieron las Cortes de Cádiz, y no precisamente en francés? Curiosamente, la burguesía de aquellos años, que propugnó esos conceptos que son el santo y seña de la República en Francia, se mostró beligerante hacia la diversidad lingüística: nada de libertad ni de igualdad ni de fraternidad a la hora de usar otras lenguas que no sea el francés: «La primera causa de marginalización de los idiomas es política y tiene que ver con la creación de los Estados-Naciones a partir del siglo XVIII. La elección de una sola lengua oficial, generalmente un idioma vernáculo hablado por las élites, fue una manera de unificar los pueblos alrededor de una identidad común, es decir un tipo de Comunidades imaginadas basada sobre un mito nacionalista (…). La lengua oficializada juega un papel simbólico y conformador importante en la construcción del relato nacional. En este contexto, muchos idiomas nativos fueron directamente atacados. Es lo que sucedió en la Francia revolucionaria con el informe Barrère, publicado en 1794, sobre los idiomas de la República, cuando el autor escribe: “El idioma llamado Bretón, el idioma vasco, las lenguas alemanas e italiana han perpetuado el reino del fanatismo y de la superstición, asegurado la dominación de los sacerdotes y de los nobles, impedido a la Revolución que penetre en nueve departamentos importantes, y por eso pueden favorecer a los enemigos de la Francia”» (Guyot 2010: 59). Ese espíritu de los revolucionarios burgueses está muy presente en G. Salvador, pero su discurso no buscará enemigos, sino víctimas a las que salvar, como vemos en la siguiente frase:

23. «La castellanización —si por fin se lleva a cabo— liberará a esa gente, porque el problema de la fragmentación lingüística es que las gentes fragmentadas lingüísticamente son fácilmente explotables por los demás. Ésta es, por otra parte, la gran desgracia del continente africano, la multiplicidad de lenguas, el multilingüismo, que cada tribu hable su propia lengua». Lo que dijimos antes sobre la pobreza en Perú y México y las condiciones de vida de los indígenas es el argumento adecuado para rebatir esta infundada afirmación de G. S., que no tiene en cuenta que la gran desgracia no es la diversidad lingüística, sino las políticas y economía imperialistas, neocolonialistas, neoliberales, ultraconservadoras y, en definitiva, etnocidas. Volveremos al continente africano.

24. «Esas lenguas no hacen nada más que encerrar en un círculo angustioso al que las habla, que no puede salir de su entorno. Ésta es una de las peores calamidades que agobian en este momento, en este principio de otro milenio, a la humanidad. Y de ello ha habido siempre conciencia. Las tres religiones de libro recuerdan la maldición de Babel». Nótese las calificaciones negativas para con esas lenguas, que son -reiterando la idea por parte de G. S.- una maldición del dios del prejudicador (que puede coincidir o no con la deidad de quien es objeto del prejuicio).

25. «Toda esa serie de tiranías, de dictaduras, de luchas tribales que se producen en África, en gran medida se deben al desbarajuste idiomático». Más manipulación. Porque de hecho, en el contexto multilingüe africano, ese continente se desarrolló social y económicamente antes de la llegada de los europeos, hasta el siglo XV (Rodney 2011: 40). Es más, «el comercio tan fácilmente distinguible en cada parte del continente, entre los siglos X y XV, es un índice excelente de la expansión económica y de otras formas de desarrollo, que denotan un dominio creciente del medio» (2011: 55). Y, nosotros, ciudadanos mínimamente informados, somos consciente del tejemaneje de los países occidentales con los países del llamado Tercer

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Mundo y la “afición” de aquellos a promover cuando menos en éstos gobernantes dóciles para con los intereses económicos de las potencias (neo)imperialistas actuales. No parece que la lengua antes del desbarajuste en todos los sentidos provocado por los europeos desde el siglo XV hacia acá en África tenga que ver con la diversidad lingüística del continente originario de todos nosotros, los homo sapiens sapiens.

26. «Me parece un hecho indudable que a mayor fragmentación lingüística, mayor atraso y mayor pobreza, pero siempre, naturalmente, se puede hacer algo, y en este caso está claro lo que se debe hacer: hay que enseñar lenguas generales, lenguas de intercambio, convertir en bilingües a todos esos seres aislados tristemente en una lengua local o tribal que generalmente es analfabeta, una lengua sin escritura y sin horizonte. Mientras que el plurilingüismo personal enriquece al individuo, el multilingüismo planetario es una desgracia». Si es cierta tal correlación diversidad/mayor atraso, ¿cómo se explica que, en el ámbito hispanohablante, el español de la Península Ibérica presente mayores discontinuidades que el de América, y por tanto sea más diverso y heterogéneo10, y España sea el país con el PIB más alto de toda la hispanofonía? Es que no tiene nada que ver una cosa con la otra. G. S. no lleva tampoco razón en esto, aunque a él le parezca un hecho indudable. En este punto, ya es hora de hacer referencia al multilingüismo de esas sociedades que según Salvador están aisladas y en desgracia. Precisamente, los monolingües (y por tanto los aislados11) somos los habitantes de las zonas no bilingües de España, o los estadounidenses en general12, o los ingleses. Visto así, la “desgracia” lingüística parece nuestra. Los monolingües somos los ciudadanos de los Estados cuyas políticas económica y de asuntos exteriores, entre otras, suelen establecerse en relación de superioridad respecto de otros territorios, normalmente de países subdesarrollados. Pero detengámonos un momento en este punto y hagamos lo que nos dice Gregorio Salvador: ¡vamos a sacar de la pobreza a un puñado de estados africanos! Y lo vamos a hacer con una lengua “general”, “de intercambio”: el francés. Vayamos desde Francia hasta África y enseñemos francés (estamos en el supuesto en el que hacemos lo que G. S. nos pide). Lo hemos hecho en 21 estados13, de norte a sur, de este a oeste. Por doquier, les hemos dotado de una lengua que les va a permitir salir de la pobreza, porque es una lengua general, de intercambio, de una cultura incomparable. Veamos el resultado años después: disponiendo de datos14 de 20 de los 21 estados (sin datos de Comores), 14 tenían un Producto Interior Bruto (PIB) per cápita por debajo de 826 dólares estadounidenses (Burkina Fasso, Burundi, Camerún, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo, Congo, Costa de Marfil, Guinea, Madagascar, Mali, Mauritania, Ruanda y Senegal), dándose el caso de que cuatro de ellos están entre los 10 más pobres del mundo, según PIB per cápita (a saber, Madagascar, República Democrática del Congo, Guinea Bissau y Burundi)15; otros dos estados (Benín y Djibuti) aún estando por encima de esos 14 estados anteriores, son aún más pobres que Haití, en el Caribe (1.500 dólares). Los cuatro que nos quedan son Guinea Ecuatorial (2.700 dólares), Marruecos (4.200 dólares), Gabón (5.900 dólares) y Tunicia (7.100 dólares). Si comparamos estos datos con los países europeos donde se habla francés (y todos son plurilingües, incluyendo la propia Francia -francés, bretón, occitano, vasco, árabe-, aunque su política lingüística no garantice la protección de las lenguas que no sean el francés, cf. Siguán XXXX: 3), tenemos una serie de países que se encuentran entre los más

10 De acuerdo con E. Sapir, en los emplazamientos más antiguos es donde hay que esperar mayor diversidad, porque ha habido más tiempo para la diversificación (Bernárdez 2004: 61).

11 ¿Sirve el español para moverse por Europa? No. Y la inmersión lingüística en una lengua extranjera es prácticamente nula, de ahí, entendemos, una de las causas del fracaso escolar en lo referente a la enseñanza del inglés o el francés en la instrucción obligatoria y en el Bachillerato.

12 Estados Unidos «en su conjunto dista mucho de ser un país hispanohablante, ni tampoco bilingüe», según pone de manifiesto Garrido Medina (2010: 82).

13 Benín, Burkina Fasso, Burundi, Camerún, Comores, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo, Congo, Costa de Marfil, Djibuti, Gabón, Guinea, Guinea Ecuatorial, Madagascar, Mali, Mauritania, Ruanda, Senegal y Tunicia.

14 Vid. Gran Atlas del Mundo, National Geographic Society/RBA, 2007.15 Íbid.

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ricos del mundo: de hecho dos de ellos están entre los 10 primeros, uno de los cuales es número uno económico a escala planetaria: Luxemburgo (58.900 dólares, muy por encima de los 40.100 dólares de EE.UU.). El otro es Suiza (33.800 dólares). Completan nuestro listado de francófonos europeos la propia Francia (28.700 dólares), Bélgica (30.600 dólares), Andorra y Mónaco (estos dos últimos, sin datos), dándose el caso de que ni uno solo de ellos es monolingüe (aunque el más monolingüe podría considerarse Francia)16. A la luz de los datos, no parece existir correlación entre la pobreza y el plurilingüismo, en contra de lo que piensa G. S. Al fin y al cabo, a los luxemburgueses no les ha ido nada mal siendo trilingües. Sin embargo, la clave para entender el desarrollo económico de estos países no está en la(s) lengua(s), es decir, a un país no le va mejor por hablar una sola lengua o más de 800 como es el caso de Papúa Nueva Guinea; la clave está en su hegemonía económica, política, militar, etcétera, esto es, en lo extralingüístico.

27. «Lenguas menores». No tiene sentido hablar de lenguas menores y mayores, ya que «todas las lenguas son equivalentes, no las hay mejores ni peores, más civilizadas ni más primitivas» (Bernárdez 2004: 135). Además, «si hubiera lenguas más y menos primitivas podríamos pensar que nosotros, los más civilizados, podemos aprender con enorme facilidad las lenguas más primitivas (a menos que sean tan primitivas que resulten imposibles), mientras que a los pobres salvajes las nuestras les serán dificilísimas. Pues tampoco» (2004: 133).

28. «Instalando en eso que ahora llamamos la aldea global a todos aquellos millones de seres marginados e incomunicados en sus diminutas aldeas lingüísticas». Pero esto no lo da la lengua “europea”, sino un conjunto de factores de carácter económico y de voluntad política, como ha sucedido en Norteamérica y Europa occidental, donde los gobiernos han invertido ingentes cantidades de dinero público para dotar (sobre todo y especialmente a los grandes núcleos de población) de líneas de alta velocidad para navegar por internet. Si no llegan esas líneas de ADSL o fibra óptica, la tecnología alternativa es el 3G, pero para dar cobertura a la población los recursos económicos también han sido mayúsculos. Y la población ha de contar con los aparatos correspondientes (móviles, portátiles, tablets...) que les permitan acceder a la red. A partir de aquí, de estas condiciones técnicas y de recursos humanos y financieros, entendemos que vale todo lo que M. Diki-Kidiri expone sobre la presencia de una lengua «poco dotada» en Internet (2007: 8-9). Pero adviértase que poco dotada no tiene nada que ver con lo lingüístico, sino con lo extralingüístico: ortografía, libros, prensa escrita, películas, publicaciones científicas, aplicaciones informáticas, etcétera. (2007: 8). Si el español se ha visto favorecido, ha sido principalmente por las condiciones técnicas que permiten la conexión ADLS y wifi, y por tanto el acceso a Internet. Incluso, en países con escasos recursos para llevar esto a cabo, los esfuerzos van encaminados a la creación de una intranet (como sucede, por ejemplo, en Cuba), lo que, en principio, sería análogo a internet, en lo que a la difusión entre la población de la lengua o lenguas en cuestión se refiere. No obstante, esto es algo que debería decidir el pueblo afectado (si tiene las condiciones adecuadas para decidirlo con plena capacidad de elección, sin interferencias interesadas ni limitaciones técnico-económicas) y no alguien desde Europa o Norteamérica.

29. ¿Cómo van a ser todas las culturas iguales?». Por si a estas alturas del discurso de Salvador aún quedaban dudas de su etnocentrismo, he aquí una pregunta retórica que niega la igualdad y validez de todas las culturas. Se le puede objetar que si, tanto él como los de su grupo humano, «hubieran sido endoculturados en el seno de otro grupo, todos estos estilos de vida supuestamente salvajes, inhumanos, repugnantes e irracionales serían ahora los suyos» (Harris 1980: 22). A la luz de sus palabras, sería para él una desgracia.

30. «Naturalmente, la cultura occidental judeocristiana de base grecolatina, que es la que en definitiva ha funcionado y la que ha conseguido todos estos logros, es algo diferente de lo que puedan ofrecer

16 Luxemburgo: luxemburgués, alemán y francés; Suiza: alemán, francés, italiano y romanche; Bélgica: flamenco, francés y alemán; Andorra: catalán, español, francés; Mónaco: francés, monegasco, italiano.

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esas variopintas curiosidades, esas pequeñas culturas que a veces sólo sirven para tener sumida en la miseria y en el desamparo a mucha gente, a todavía centenares de miles de personas que viven aisladas en sus lenguas minúsculas». Nada tiene que ver el desarrollo tecnológico y económico con la cultura judeocristiana de base grecolatina. De hecho, los pueblos más avanzados tecnológicamente de Europa son los menos romanizados y donde la mitología es germánica. No parece en absoluto que el dios de los judíos, los musulmanes y los cristianos tenga algo que ver en todo eso. Toda la tradición de pensamiento, especialmente, griego y los descubrimientos científicos europeos, sin duda, son muy importantes, pero una vez más hay que recordar que sin el favorecimiento de otros factores, como el militar, el económico o el político nuestros pueblos europeos no hubieran tenido el desarrollo cosechado. Y sin embargo, G. S. insiste en que hay variopintas y pequeñas culturas miserables y desamparadas que viven aisladas por sus lenguas minúsculas. Posiblemente, sea el mismo pensamiento que en los centros de poder económico de Estados Unidos tengan sobre los hispanos y Latinoamérica en su conjunto; visto desde el Norte, al fin y al cabo casi todos esos países pobres y de dudosa justicia social a los ojos de los norteamericanos y europeos occidentales hablan español. No parece, por poner otro ejemplo y gravísimo, que el francés sea la salvación de la abandonada a su suerte Haití. Sin duda, estamos en el terreno de otro tipo de cuestiones que, insistimos, tienen que ver con lo hegemónico en el terreno de la economía y la política, con el favorecimiento interesado de las desigualdades y de la persistencia de la pobreza a escala mundial; en definitiva, con el imperialismo y neocolonialismo, esta vez invisible, sin que se vea explícitamente, lo que está siendo más destructivo aún. En este contexto, lenguas y culturas sometidas a estas tropelías por parte de los estados colonialistas (¡los de siempre!) están abocadas a la desaparición, como están advirtiendo comprometidos y responsables lingüistas, antropólogos y otras voces.

31. «El multilingüismo es siempre una cuestión problemática cuando existe, y nosotros vivimos en un continente plurilingüe y en una nación que también lo es, con los conflictos que de ello se derivan y que a veces se presentan con especial virulencia. En España, país plurilingüe, hay problemas lingüísticos porque la existencia de lenguas diferentes siempre es un semillero de problemas». Es el pensamiento de lo que Moreno Cabrera (2008) ha llamado nacionalismo lingüístico y que ataca sin cesar a las otras lenguas peninsulares en territorio español, especialmente al vasco y al catalán, además de, como veremos, a ciertas variedades del mismo español. Lo hemos visto ya, pero insistamos: no parece que en Luxemburgo, sus 3,4 millones de habitantes tengan especiales problemas por el uso de tres lenguas: luxemburgués, alemán y francés; como tampoco los 7,2 millones de ciudadanos de Suiza, por el uso del alemán, francés, italiano y romanche; o en Bélgica (10,4 millones de habitantes), por el flamenco, francés y alemán; o en Países Bajos (16,3 millones), por el neerlandés y el frisón; entre otros. Esta nómina de países no es arbitraria; hemos seleccionado estos conscientemente, por corresponder con territorios sin los graves conflictos sociales ni el atraso económico que G. S. achaca (en el caso de España17 y anteriormente, como vimos, de África) al plurilingüismo. Si alguien estuviera tentado de justificar la paz social y la fortaleza económica con el uso de determinadas lenguas (alemán o francés, que casi todos comparten), habría que recordar que el mismo francés es hablado en Haití (el país más pobre de América Latina18), en buena parte de África, como hemos visto ya, y en la Guayana Francesa, departamento de ultramar de Francia. En la metrópolis francesa el PIB per cápita es de 28.700 dólares, mientras que en su Guayana es de 8.300 dólares. Véase lo dicho más arriba sobre la África francófona.

32. «Al incorporarse a la Unión Europea, España sumó sus problemas lingüísticos a los de esa otra amplísima comunidad a la que ahora, política y administrativamente, pertenece». No parece que los problemas lingüísticos europeos, que efectivamente existen, vayan por esa línea que plantea

17 En referencia a los conflictos políticos, no así al atraso económico, pues precisamente País Vasco y Cataluña gozan de un nivel de riqueza muy por encima de la media española. Pero, insistimos, las lenguas nada tienen que ver: es cuestión de planificación política y de inversión económica, es decir, de la dotación de medios, como veremos.

18 El Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de Haití era en 2005, antes del terremoto, de 1.500 dólares estadounidenses, según National Geographic (cf. Atlas del Mundo, National Geográphic Society/RBA, 2007).

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G. Salvador. Vamos a comentarlo, junto con lo que hemos de objetar al siguiente comentario:

33. «Hemos conseguido unificar la moneda, pero desde luego lo de las lenguas es mucho más complicado, y lo primero que quiero decir sobre el multilingüismo europeo es que cuesta muchísimo dinero, que si Europa no fuera multilingüe ahorraríamos millones y millones de euros y la economía de la Unión podría ser más boyante». Precisamente, uno de los trabajos de evaluación continua de esta asignatura lo dedicamos al asunto de las lenguas de Europa y el español en este contexto, correspondiente al bloque 3 del curso. Como no se puede hacer el trabajo práctico y una de las dos pruebas de evaluación continua del mismo bloque, nos limitaremos solamente a hacer referencia que allí tratamos este otro interesante asunto. Volviendo a lo que dice G. S., es cierto, en Europa hay muchas lenguas, aunque las cifras bailan: 225 lenguas como máximo (Bernárdez 2004: 25), 70 para Siguan, de las que 33 que son oficiales en 36 estados (Siguan, p. 1). Pero en cifras relativas, esas 225 se reducen al 3,4% del total (Guyot 2010: 53-54) y si tomamos las 33, el porcentaje se reduce a 0,5% respecto del total a escala mundial. Visto el bosque en imagen de satélite, no parece tener tantos árboles. Y sobre todo si tenemos en cuenta que la Europa a la que se refiere Salvador es la de la Unión, donde el número oficial se reduce actualmente 23 lenguas oficiales; quedan 31 idiomas fuera de la oficialidad de la Europa de los 25, considerados en gran peligro por la Unesco y la propia UE (Guyot 2010: 54). El pensamiento monolingüístico de Salvador no puede ser más claro, aunque estableciendo paralelismos en cuestiones de naturaleza diferente: al igual que hay una sola moneda, que también haya una sola lengua. No parece que la peseta (o la perra chica), el escudo, el franco, etcétera, nos ofrecieran cada una de ellas una perspectiva original y única de adaptación al entorno natural y cultural en el que se usaban19. Sin embargo, las lenguas sí son así. Muchos de los problemas que podría comportar el monolingüismo, además de la destrucción de visiones singulares del mundo y de las culturas, así como de la monoculturización (¿anglósajona? Tendría todas las papeletas), son bien conocidos en el ámbito de la Traducción. Ejemplos de ello nos lo ofrecen las lagunas reales, pues «hay realidades en unas lenguas inexistentes en otras comunidades»20. Por otra parte, ¿en qué se basa esa proyección económica aproriorística de los defensores de recortar lo que precisamente no hay que recortar? No parece que por traductores en 23 lenguas se vaya a hundir la economía europea. Quizá G. S. también tenga la respuesta al problema que se planteará cuando A. Merkel se dirija a M. Rajoy. ¡De ilusos y ridículo es esperar que la comunicación vaya a ser en español! Y no porque no sea válido, estamos insistiendo en que no hay motivos para argumentar como lo hace G. S. de que hay lenguas que no valen y otras que sí. Son los factores de hegemonía política, económica o demográfica, los que están a favor del alemán y no del español. Pero, bueno, vamos a hacer lo que nos pide G. S.: adiós traductores (y con ellos esas bonitas titulaciones, y esos profesores e investigadores universitarios; en el nuevo orden por el que aboga G. S., para qué sirven). Así, puestos a recortar, alguien podría pedir que Europa ahorre en filólogos de cada lengua (ya que no sirven para nada esas lenguas, ¡según voces tan autorizadas como G. S.!) y que sean sustituidos por los filólogos de la lengua que domine Europa (los lingüistas parecen moverse demasiado para salir en la foto). Y, ya puestos y siguiendo la dinámica (actual), no hará falta argumentar nada, pues si sobran ambulancias, también investigadores en literatura, historia del arte, etc. Y por supuesto esos a los que les da igual el nanai que el español (recordemos: es una aberración).

34. En la última parte de la conferencia, G. S. lamenta que los eurodiputados españoles no hayan defendido ante los demás países que el español se una lengua de trabajo en la Unión Europea. Y apela a su peso demográfico en el mundo (no en Europa, porque no lo tiene) y a

19 Es lo que vimos antes con Moreno Cabrera acerca de las lenguas.20 ¿Cómo traducir el concepto de bodega jerezana al inglés si ni siquiera es igual que el de bodega riojana? No valdría

cellar. Ni en alemán podría decirse Keller o Weinkeller para la bodega de Jerez sin que se pierda todo lo que estamos diciendo con bodega en el contexto jerezano. ¿Y cómo traducir el alemán Wald, que no se corresponde con nuestro bosque ni con nuestra selva (para esto último el alemán selecciona Urwald)? Vid. M. Casas (2003: 562).

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que no se puede tener a esta lengua en tan poca estima si alguien sospecha que el francés (hablado como hemos visto en varios países europeos), el inglés (con peso demográfico en el mundo y conocido y estudiado en todos los países de Europa). Al matón del grupo le ha pasado que se ha topado con otros más fuertes (y no tiene nada que ver con las lenguas, reiteramos; sino con lo extralingüístico, con las circunstancias de las respectivas sociedades).

Como conclusión a esta sección que hemos dedicado a desmontar las ideas prejudicadoras de G. Salvador, traemos a colación estas palabras de Moreno Cabrera (2000: 197):

«No podemos minusvalorar o despreciar una lengua pequeña simplemente porque la comunidad que la habla no ha vencido en una guerra, no ha establecido un vasto imperio, ni se ha dedicado a eliminar toda la variedad lingüística que ha encontrado en ese imperio para imponer su lengua como único medio admisible de comunicación y cultura».

Y todo ello después de haber comprobado que no hay motivos objetivos para pensar en que todas las lenguas son desiguales, como sostiene acientíficamente Gregorio Salvador.

Nuestra mirada, incluso, ha de ir más allá de la simple (que no sencilla) abstracción y asumir que «de las 900 ecorregiones que el WWF ha identificado en el mundo, se considera que 238 (la lista conocida como Global 200) son de la máxima importancia para el mantenimiento de la viabilidad ecológica de nuestro planeta» (UNESCO 2003: 5). ¿Qué tiene que ver esto con la lingüística? Mucho, pues «en esas ecorregiones del Global 200 habita un vasto número de grupos etnolingüísticos. Son pueblos que han acumulado un rico saber ecológico en el curso de su larga historia de ocupación de su medio ambiente. Es necesario que a la conservación biológica acompañe la conservación lingüística», dado que, como hemos visto, cada lengua «nos ofrece una perspectiva original y única de adaptación al entorno natural y cultural en el que se usa» (Moreno Cabrera, 2000: 109), es decir, que existe una adaptación de las lenguas a su entorno: es lo que se conoce como ecología lingüística (vid. Junyent, 1998: 153-16821 apud Moreno Cabrera 2000).

De hecho, está todo tan interrelacionado, que «los investigadores estudian no sólo los paralelismos, sino los vínculos que enlazan la diversidad biológica con la diversidad lingüística y cultural del mundo, así como las causas y las consecuencias de la pérdida de diversidad a todos los niveles. Esta conexión es importante en sí misma, porque indica que la diversidad de la vida se compone de diversidad en la naturaleza, en la cultura y en la lengua. Es lo que Luisa Maffi ha llamado diversidad biocultural, mientras que Michael Krauss utiliza el término logosfera para designar la red que enlaza las lenguas del mundo» (UNESCO 2003: 5).

Dicho en otras palabras: en la diversidad está la riqueza que garantizará nuestra superviviencia. Porque, al fin y al cabo, somos una especie, entre las demás. Y ya hace mucho tiempo que se superó el pensamiento de H. Spencer y que aún hoy sostienen equivocadamente algunos, la nefasta idea de que sobrevive el más fuerte.

4. Todas las lenguas son iguales, pero... lengua es una abstracción a partir de variedades. ¿Todas las lenguas son iguales, pero no todas las variedades?

Muchas de las ideas (no todas) que contribuyen a la discriminación lingüística de las variedades de una lengua que son tildadas de no prestigiosas las han alimentado algunos lingüistas y filólogos. Ya advertimos antes que aquí partimos de una defensa de todos los registros lingüísticos, siguiendo a J. Tusón (1996: 86), lo que supone describir las lenguas en todas sus perspectivas y no sólo desde una variedad diatópica, diastrática y diafásica concreta, porque eso supone describir un porcentaje mínimo de nuestros objetos de estudio. Es como si la química se dedicara a las dos primeras columnas de la tabla de los elementos y, aún reconociendo -porque no podría negar su existencia- que el resto de elementos existen, se encaprichara de aquellos pocos elementos. Nadie se

21 Junyent, C. (1998): Contra la Planificació. Una proposta ecolingüística, Barcelona: Empúries.

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tomaría en serio a esos químicos.El título de la sección es esclarecedor. Si «todos los criterios aducidos para establecer

prelaciones de excelencia en las lenguas no resisten un análisis mínimamente científico, que escape a la pura apariencia» (Moreno Cabrera 2000: 196), y por tanto concluimos que todas las lenguas son iguales, y sabemos que en realidad se trata de abstracciones, que lo tangible son las variedades en que se presentan, ¿cómo sostener que no todas las variedades son iguales, que haya unas más válidas y perfectas que otras? Es de esperar que los prejudicadores de antes, sean los mismos en este terreno. Por motivos de espacio, no podemos detenernos en las variedades sociales, pues queremos dedicar nuestra atención a las variedades diatópicas, en concreto, al andaluz en el contexto de la discriminación lingüística, pero baste con decir que, «desde un punto de vista objetivo y estrictamente lingüístico, no hay unas formas de hablar peores o menos dignas que otras», porque una «norma no es más correcta que otras posibles simplemente porque la acepten o ensalcen determinadas instancias sociales» (Moreno Cabrera 2000: 160).

En los estudios dialectales sobre el andaluz destaca M. Alvar. Veamos lo más general sobre lo que del andaluz escribió y reescribió (el subrayado es nuestro):

«El andaluz está desgajado de la lengua común porque todas las amarras que formaban la unidad han ido saltando violentamente rotas, mientras que en el canario, en el murciano o en el extremeño, la ruptura de los vínculos no ha afectado a la totalidad del sistema lingüístico, sino a parte de él». (Alvar, 1976: 31).

«Le falta el grado más leve de igualación, uniformización o nivelación. Es un caos en efervescencia, que no ha logrado establecer la reordenación del sistema roto» (Alvar, 1976: 31).

«La separación del andaluz del castellano que lo motivó es de tal condición que han venido a romperse en mil casos las amarras de unión. Hasta el extremo de que la norma de la lengua común ha dejado de regir incluso en el habla de gentes instruidas» (Alvar, 1976: 65).

«Mal podemos decir que no esté alterada la estructura “lexicosemántica” del castellano, y no hablemos del uso de los pronombres, tan reiterado frente al septentrional, o sintagmas como no empujéis, nunca más, nada más, vamos ahora mismo, cuanto más... mejor, etc., desconocidos por el castellano bajo las formulaciones andaluzas» (Alvar, 1996: 234-235).

«Las Andalucías que nosotros podamos descubrir carecen por completo de cierta uniformidad o “nivelación” lingüística (...). Los dialectos sólo sirven para una literatura de escaso valor, pues la creación duradera está en la lengua de cultura. No vale decir que entonces no se trata sino de variedades» (Alvar, 1996: 234).

«Decir que el andaluz no “difiere sustancialmente” del español es erróneo históricamente y relativo, porque hay que saber qué se quiere decir con sustancialmente. En cuanto a las discrepancias del andaluz con respecto del castellano me parecen de cierta entidad».(Alvar, 1996: 236).

«El andaluz está suficientemente diferenciado» (Alvar, 1996: 236). «El estudio del mapa 5 del ALEA me hizo ver con claridad cuál era la conciencia lingüística de los

andaluces: hay un ideal mayor de lengua que es el castellano , aunque no siempre ni colectivamente, pero también “una fuerte identificación con su dialecto”» (Alvar, 1996: 236).

«Unas hablas como éstas, muy diferenciadas de la lengua común, sirven para acentuar el sentido dialectal de las gentes que las emplean; más aún crean una autoafirmación de personalidad que les hace descuidar todo aquello que es dispar, y eso desde el catedrático de Universidad hasta el último bracero» (Alvar, 1976: 18).

«“Nosotros no tenemos más que una lengua, que es la española”, las variedades orales pueden mostrar diferencias geográficas o sociales. Aquéllas adoptan diversos registros de lengua; éstas se borran con la educación (no con la zapa ideológica) de las clases menos instruidas. No hacer esto es volver a posiciones retrógradas y a la folclorización cultural» (Alvar, 1996: 237).

En todas estas palabras se puede ver cuánto de ideológico y qué tan poco de lingüístico tienen tales estas afirmaciones. Destaquemos ciertas palabras claves, que son las que intentan dar legitimidad lingüística a su caracterización del andaluz: sistema, norma, estructura lexicosemántica, nivelación lingüística, dialecto; y otras que anteponen la ideología a la ciencia, como denuncia Moreno Cabrera (citado más arriba): literatura de escaso valor, descuido, y todo ello hasta en las gentes instruidas.

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Centrándonos en las cuestiones lingüísticas, decíamos que Alvar echaba mano de términos propios de la ciencia lingüística. Que existe esa aludida anteposición de la ideología a la ciencia es evidente si tenemos en cuenta que nada de lo que dice la Lingüística se corresponde con la caracterización que realiza sobre el andaluz, por mucho que traiga a colación tecnicismos para su explicación. Decir que el sistema está roto, que es un caos en efervescencia, es no respetar los principios más básicos, que él conocía bien, y que sustentan epistemológicamente esta ciencia que practicamos.

E. Coseriu, a la luz de la «insuficiencia de la dicotomía saussureana», en relación a la oposición entre lengua y habla (1952: 43), ha explicado magistralmente que «sobre la base del mismo hablar concreto (…) han de elaborarse (…) los conceptos de norma y sistema, mediante una visión retrospectiva que tenga en cuenta las relaciones entre los actos lingüísticos considerados y sus modelos». Es decir,

«el individuo crea su expresión en una lengua, habla una lengua, realiza concretamente en su hablar moldes, estructuras, de la lengua de su comunidad. En un primer grado de formalización, esas estructuras son simplemente normales y tradicionales en la comunidad, constituyen lo que llamamos norma; pero en un plano de abstracción más alto, se desprenden de ellas mismas una serie de elementos esenciales e indispensables, de oposiciones funcionales: lo que llamamos sistema. Pero norma y sistema no son conceptos arbitrarios que nosotros aplicamos al hablar, sino formas que se manifiestan en el hablar mismo; y el camino para llegar a ellos es el camino que parte del hablar concreto y procede por medio de abstracciones sucesivas» (1952: 94).

Los «distintos grados de formalización de la misma realidad objetiva» (1952: 42) y la propuesta de Coseriu para «hallar eventuales sugerencias en vista de una solución más aceptable del problema» (1952: 43) son ampliados por la Teoría de los Esquemas Sintáctico-Semánticos de Báez San José (1996) y sus discípulos (cf. Penadés, Díaz Hormigo), aunque aquí nos basta con la descripción de Coseriu.

Quiere decir lo expuesto que ya sea el individuo de Huelva, de Burgos, de Londres o de Pekín, de donde quiera que sea, éste va a crear «su expresión en una lengua, habla una lengua, realiza concretamente en su hablar moldes, estructuras de la lengua de su comunidad» (1952: 94). Estos individuos también hacen abstracción, en un primer grado, no sólo los lingüistas, de ahí que reconozcan «lo que en el hablar concreto es repetición de modelos anteriores» (1952: 95), es decir la norma, que «es, en efecto, un sistema de realizaciones obligadas, de imposiciones sociales y culturales, y varía según la comunidad». La siguiente abstracción (y otras como la diferenciación entre la norma individual y la norma social; vid. Coseriu, 1952: 97) es la que atañe a los lingüistas, el sistema: «un conjunto de oposiciones funcionales», contenido en la norma y en el hablar mismo (íbid.). En definitiva, «en puridad, nadie habla una lengua; todos hablamos una variedad lingüística» (Moreno Cabrera 2000: 47). «La lengua sólo conoce dialectos», dijo F. Saussure (1915: 312). Lo que se pueda decir para promover hegemónicamente una variedad entre otras no es lingüístico, sino político.

Dicho esto, ¿estaba Coseriu pensando en un determinado pueblo y en unas hablas específicas para describir la realidad concreta del lenguaje? Ya sabemos que no. Existe una sola especie humana y, por tanto, una sola especie lingüística (Moreno Cabrera 2000: 19) y lo que se describe sobre el hablar, la norma y el sistema vale tanto para los hablantes andaluces (incultos y cultos), como para los hablantes castellanos (incultos y cultos). Así de sencillo.

Hablar, pues, de sistema roto y caos en efervescencia es absurdo, aplicado a cualquier lengua y a cualquier forma colectiva de realización de la misma. Los únicos caos en efervescencia que conocemos en lingüística son aquellos que se producen por voluntad propia, por ejemplo, en literatura (estoy pensando en las jitanjáforas), es decir, en un tipo de lenguaje, el literario; o, más específicamente, las alteraciones de eso que consideramos normal y reconocible como normal, en el sentido coseuriano, y que efectivamente comprobamos en las patologías del lenguaje, que muy bien describe D. Crystal (1983). Obviamente, no es el caso de los andaluces ni como pueblo ni como comunidad de habla ni tampoco como individuos particulares, por más que, como en cualquier otro

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lugar, haya personas con problemas orgánicos o funcionales en lo que respecta al lenguaje. Está claro que un niño de Santiago de Compostela, en Galicia, (es un caso verídico) que presenta diversos problemas de desarrollo cognitivo y una afasia que se caracteriza por un seseo y la imposibilidad de realizar los sonidos interdentales correspondientes al fonema interdental fricativo sordo, que es lo normal en su comunidad de habla, no será un seseante en el sentido en que los son los hablantes de Sevilla capital o de la comarca del Andévalo onubense, en Andalucía, donde tal hecho es norma social y para nada es objeto de la Lingüística Clínica; aquel niño gallego, sí (cf. Fernández Pérez, 2006).

En la concepción de Alvar sobre qué es sistema y qué dialecto está parte de la clave. Alvar (1996: 12) definió lengua como

«un sistema lingüístico caracterizado por su fuerte diferenciación, por poseer un alto grado de nivelación, por ser vehículo de una importante tradición literaria y, en ocasiones, por haberse impuesto a sistema lingüísticos del mismo origen».

Sólo sistema lingüístico es lo estrictamente lingüístico que ha dicho sobre lengua, porque, como bien señala Moreno Cabrera (2008: 183 y 184), las otras cuestiones tratadas en la definición son la excusa perfecta para justificar que haya una variedad «desgajada» de otra que será la que será presentada como aquella que tiene ese alto grado de nivelación y que es vehículo de una literatura importante y no de escaso valor (todo valoraciones subjetivas). Que se haya impuesto al resto de sistemas lingüísticos es tan poco lingüístico que hemos de preguntarnos a la luz de lo que escribe del andaluz o escribió sobre los yaguas (cf. Alvar, 1971) si no está en la línea etnocida de Gregorio Salvador, que hemos visto.

Alvar define dialecto como

«sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o desaparecida; normalmente, con una concreta limitación geográfica, pero sin una fuerte diferenciación frente a otros de origen común»

o «las estructuras lingüísticas, simultáneas a otras, que no alcanzan la categoría de lengua» (1996: 13). Y de nuevo Moreno Cabrera acierta: «Si convenimos en que sistema lingüístico y sistema de signos es exactamente lo mismo, entonces lengua y dialecto son indistinguibles. El dialecto solo se distingue por su desgajamiento de una lengua común, que es un concepto social y no lingüístico (no hay dos tipos de sistemas lingüísticos, los comunes y los no comunes) y sin una fuerte diferenciación» (2008: 185). En cuanto a lo de «estructuras lingüísticas, simultáneas a otras, que no alcanzan la categoría de lengua», ¿está pensando Alvar en algún tipo de loro que sólo repite estructuras lingüísticas, pero que no alcanzan, obviamente la categoría de lengua? No hay ni un solo pueblo que no hable lo que llamamos lengua, por lo que esta segunda acepción tampoco tiene sentido, sino es en otro ámbito que no sea el lingüístico y para justificar cuestiones de carácter ideológico y etnocéntrico, como hemos visto en las propias caracterizaciones sobre el andaluz de Alvar.

Los elementos aducidos son «sociales» y en los mismos está la «dificultad de aplicar los conceptos europeos de lengua y dialecto universalmente», ya que «se trata de ideas típicas de las culturas occidentales» (2008: 46).

Todo lo dicho por Alvar tiene más “pecado” si él mismo reconoce que «el castellano de Castilla puede ser tan variedad o si se quiere tan dialectal como el andaluz respecto del español» (Alvar, 1996: 236). “Puede ser”, no; es que lo es. De ahí que nos preguntemos por qué el andaluz es el que está desgajado y no el castellano de Castilla para Alvar. Al fin y al cabo el tiempo ha pasado por igual tanto para los burgaleses como para los sevillanos con respecto a los siglos precedentes. Es más, ¿por qué no existe el mismo tratamiento bibliográfico para con el castellano de Castilla que para con el andaluz? Si el castellano que se habla en América está basado en el andaluz, también todo lo que allí se habla estará desgajado. Al final, el panorama que queda, en función de lo razonado por Alvar, es que sólo los castellanos y los que hablen como ellos hablan una lengua. Los

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demás no llegan a eso. Una vez más: es absurdo lingüísticamente. “Pecado capital” el de Alvar, porque él es consciente de estar mezclando churras con merinas: «¿Por qué un sistema se llama lengua y otro dialecto? Para mí, hoy, sencillamente por razones de prestigio» (1996: 235), es decir, razones extralingüísticas.

«La dicotomía entre lengua y dialecto, tal como se entiende habitualmente por parte de las personas instruidas y tal como se explota hábilmente desde el punto de vista ideológico, no tiene fundamento estrictamente lingüístico. Esto es ampliamente admitido por los lingüistas» (Moreno Cabrera, 2008: 44). Citado por éste (íbid.), S. Romaine explica que «las nociones de “lengua” y “dialecto” son constructos fundamentalmente sociales y no lingüísticos» (1996: 17 apud Moreno Cabrera 2008: 45)22 y en palabras de M. Cabrera, «el concepto de dialecto, como el concepto habitual de lengua es social más que estrictamente lingüístico» (Moreno Cabrera, 2008: 45) o «político» (Moreno Cabrera, 2000: 47 y 53). En la obra de éste (2000: 48), L.-J. Calvet (1981: 43)23

advierte que «la bibliografía lingüística ha permitido creer, o dejado creer, en la validez teórica de esta oposición [lengua/dialecto] en un terreno que no era el suyo».

Tal vez valdría la pena considerar las siguientes palabras de Moreno Cabrera: «No existe ninguna lengua que tenga una homogeneidad total en cuanto a las formas en las

que se habla» (2000: 48). «Llamamos lengua a lo que tienen en común esas variedades, pero eso es una abstracción y

nadie habla abstracciones». (2000: 48). «Lo que se llama dialecto es mucho más concreto que lo que se llama lengua y aunque es

también una abstracción (los dialectos se conceptúan como lo que hay de común a muchas hablas individuales), es algo que está mucho más cerca de lo que es el uso real de las lenguas humanas» (2000: 48).

«Todas estas ideas de que hay una variedad correcta y de que las demás son incorrectas son falsas y carecen además de fundamento lingüístico o gramatical alguno. Hemos dicho que la lengua es una abstracción hecha a partir de los rasgos comunes entre diversas variedades. Por tanto, esas regularidades y rasgos comunes están en dichas variedades y proceden de ellas. Por consiguiente, la idea de que en el dialecto estamos ante lo irregular y asistemático y en la lengua ante lo sistemático y regular es un puro dislate» (2000: 50).

«La llamada lengua estándar no es más que una variedad entre otras que, por razones sociológicas, ha adquirido un prestigio» (2000: 51).

«Las variedades sobre las que se basa lo que se conviene que es la lengua estándar, culta o común llegan a adquirir un prestigio que no proviene de consideraciones estrictamente gramaticales, sino de otras de cariz político y social» (2000: 53).

«Cualquier variedad lingüística: valenciana, mirandesa, asturiana, balear, extremeña o andaluza, por poner sólo algunos ejemplos, puede dar origen a una lengua estándar si la comunidad que quiere desarrollarla e impulsarla dispone de los medios para ello». (2000: 54).

«La idea de disimular los orígenes dialectales de una lengua estándar o común obedece a unos mecanismos ideológicos determinados que se intentan justificar diciendo que una lengua común fijada y estandarizada es una lengua paradigmática, ejemplar y pura frente a las variedades, que son meras aproximaciones imperfectas de esa lengua ideal».

«Estas idealizaciones, si bien pudieran tener una función en la tarea de la descripción y estudio del sistema lingüístico, nunca han de hacernos olvidar que estas lenguas ideales no son entidades reales y que no definen ningún nivel de lengua real superior» (2000: 55).

«La lengua estándar considerada correcta y ejemplar en una comunidad nunca debería identificarse con el concepto de lengua abstracta que utilizan los lingüistas y gramáticos para darle respetabilidad y objetividad científica que no tiene en modo alguno. Los lingüistas deben ser los primeros en rebelarse contra este uso ideológico o político de los conceptos que utilizan en su quehacer científico» (2000: 56).

22 Romaine, S. (1996): El lenguaje en la sociedad. Una introducción a la sociolingüística, Barcelona: Ariel.23 Calvet, L-J. (1981): Lingüística y colonialismo. Breve tratado de glotofagia, Madrid: Jucar.

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Ya hemos visto cómo Alvar intenta concebir desde la lingüística una definición que esta ciencia no sustenta, pero que es espacio común entre filólogos y dialectólogos. G. Salvador (2002: 3) define el concepto de dialecto en función de la ininteligibilidad: «Dos variedades cualquiera de una misma familia lingüística tienen entre sí una relación que puede ser de dialecto o de lengua, según que los hablantes de una y otra puedan entenderse entre sí sin dificultad apreciable o no».

R. de Andrés (1997: 83-91 apud Moreno Cabrera 2008: 185)24, al tratar de los dialectos, expone cómo este criterio no es válido para la definición de dialecto, ya que «el problema es que la intercomprensión mutua no está determinada exclusivamente por factores lingüísticos, y además depende de factores individuales como la experiencia anterior o la buena o mala predisposición inicial por parte de los interlocutores». Carbonero (2001 y 2003) niega lo que él llama el mito de la ininteligibilidad aplicada al andaluz para rechazar que éste sea un motivo digno de tenerse en consideración para la descripción adecuada de esta variedad diatópica: «Hay cántabros, aragoneses, castellanos... cuyos hábitos articulatorios oscuros o cargados de rusticidad plantean también problemas de comprensión ante quienes los escuchan. La cuestión no se centra en el hecho de pertenecer a una cierta área geográfica, sino en la capacidad personal de cada uno para comunicarse y hacerse comprender» (2001: 14-15 y 2003: 123-124). Carbonero lo hace desde la perspectiva del hablante, Tusón desde la del oyente: «Puede llegarse al punto en que alguien no entienda a los hablantes de la otra variedad dialectal porque ni tan siquiera se toma la molestia de escucharlos: sencillamente, los elimina del ámbito de la comunicación» (1996: 28).

Ni siquiera el profesor Carbonero se escapa de consideraciones extralingüísticas en su explicación lingüística, cuando habla de oscuridad o rusticismo aplicado a otras variedades, aunque lo hace para ejemplificar que lo que se dice (despectivamente) en determinadas ocasiones del andaluz también está presente en otras hablas, incluidas las de Madrid o Salamanca.

Las adjetivaciones sobre variedades o lenguas carentes de cientificidad abundan con respecto al andaluz, al margen de M. Alvar. Es lo que leemos a Majón Pozas y Luque Durán (1997: 218 apud Moreno Cabrera 2000: 85)25, dos veteneranos profesores universitarios, para los que «es perfectamente planteable considerar al andaluz como una variedad más “blanda, suave” que la castellana». Es la explicación lingüística que no escapa de argumentos más cercanos al gusto, a lo cultural, a lo ideológico, incluso a lo personal, que a lo lingüístico como ciencia. Y no son rara avis en esto, pues el propio Menéndez Pidal argumentó de esta forma cómo es el sistema vocálico español: «Castilla muestra un gusto acústico más certero, escogiendo desde muy temprano, y con más decidida iniciativa, las formas más eufónicas» (Menéndez Pidal 1950: 486 apud Moreno Cabrera 2008: 78)26. Moreno Cabrera denuncia en relación a la consideración de Majón y Luque que «los dialectos andaluces se ve[a]n a veces como variedades corruptas, imperfectas y empobrecidas del español estándar».

5. Conclusiones

El punto de vista que adoptamos es el de un modelo basado en una concepción de relación horizontal entre las lenguas y las variedades lingüísticas, al estilo de C. Junyent y A. Parakrama que defiende Moreno Cabrera (2000: 61 y 66).

Hemos visto como no hay motivos desde la ciencia lingüística para concluir que las lenguas son desiguales, que hay lenguas superiores a otras. Y en relación a lo argumentado, podemos decir que las afirmaciones en ese sentido se enmarcan dentro de prejuicios de carácter más general, que sobrepasan lo lingüístico y cuyas máximas expresiones son el etnocidio, el racismo, la xenofobia y

24 De Andrés, R. (1997): “Lingüística y sociolingüística en el concepto de dialecto (I y II)”, Contextos XV/29-30, 1997, pp. 67-108.

25 Manjón Pozas, F. J. y Luque Durán, J. (1997): “Aspectos lingüísticos e ideológicos en la valoración de la diversidad y perfección de las lenguas del mundo”, en J. A. Molina Redondo y J. de Dios Luque Durán (eds.), Estudios de Lingüística General (II), Granada: Método, pp. 203-222.

26 Menéndez Pidal, R. (1950): Orígenes del español. Estado lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo XI, Madrid: Espasa-Calpe.

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el fascismo, que denuncian lingüistas como J. Tusón o J. C. Moreno Cabrera.Todos los datos llevan, pues, a concluir que todas las lenguas son iguales, complejas y

manifiestan la unicidad de la especie humana también en lo relativo al lenguaje. Las desigualdades son sociales, económicas y políticas y son producto del imperialismo y la colonización encubierta y gravísima por los que se caracteriza el momento actual. En este contexto, desde las antiguas potencias coloniales se promueven a través de instituciones oficiales creadas para ello las lenguas a través de las que vehicular el pensamiento y la cultura imperial con el objeto de seguir manteniendo una relación de dominio con los países menos favorecidos, hecho denunciado por L.-J. Calvet y los lingüistas españoles citados. La diversidad lingüística, pues, es vista como un problema para los intereses imperiales, pero no puede ser considerada como tal tomada en sí misma, pues la diversidad lingüística es el reflejo de la diversidad cultural, que caracteriza a la humanidad y es el motor de su evolución y supervivencia como especie animal.

Además, las lenguas son visiones únicas del mundo y en cada una de las que aún en este minuto están vivas en sus hablantes está la clave para los lingüistas en relación al lenguaje: las propiedades de éste, los universales, etc. Y fuera de éstos, la expresión lingüística de cada pueblo, de cada cultura, que se ven perturbados por intereses espurios y siempre egoístas por parte de potencias económicas imperiales que justifican sus acechanzas hacia otras culturas con menor capacidad bélica y tecnológica en la idea de que esos pueblos están atrasados y hay que favorecer su incorporación al progreso. Nada más etnocéntrico.

Tal etnocentrismo comporta en la práctica un etnocidio de consecuencias incalculables que se está llevando a la práctica en la actualidad. La lengua en este asunto está jugando un papel fundamental, pues las potencias imperiales ven a las lenguas de esos pueblos como enemigas de sus intereses, sabedoras de la desestabilización que supone la destrucción de las lenguas y cultura autóctonas y la sustitución de una lengua y cultura impuesta y que son proyectadas como superiores.

En ese etnocentrismo el papel decisivo de algunos lingüistas como vemos ha provocado dentro de la propia ciencia del lenguaje la denuncia de lingüistas como los citados que sólo comprenden la descripción del objeto desde la propia ciencia y no desde la ideología ni desde y por intereses que nada tienen que ver con los objetivos de la lingüística.

En este sentido, Moreno Cabrera ha puesto de relieve cómo además el nacionalismo de corte castellanista ha desprestigiado otras variedades, como la hablada en Andalucía, y promovido con conceptos políticos y sociales, pero disfrazados con ropajes lingüísticos, teorías en las que se ha justificado falazmente que hay una variedad superior y modélica a la que atenerse.

Esto, a nuestro entender, tiene consecuencias mucho más allá de la actitud hacia una forma lingüística debido a la creencia establecida de manera interesada. Así promover que el andaluz es menos válido o menos prestigioso para los medios de comunicación, la enseñanza, la política, etc. es condenar al conjunto de más de 8 millones de personas a la baja autoestima lingüística que tradicionalmente, por los motivos expuestos, han sentido estos ciudadanos y hablantes. Las repercusiones van más allá, como decimos, de lo lingüístico: consecuencias de carácter social y económico que comprometen su desarrollo en términos económicos. Un ejemplo de esto será ilustrador: una empresa que quiera instalarse en España y tenga conocimiento de una tierra donde, según una idea muy extendida (¡prejuicio más que malvado!), hay poca predisposición al trabajo, mucho analfabetismo y encima sus habitantes no saben ni hablar la lengua propia (hablan algo desgajado y que necesita incluso subtítulos, según escuchamos hace poco), difícilmente elegirá esta tierra para constituirse.

En conclusión, el modelo horizontal también lo aplicamos a las variedades diatópicas. Como lingüistas no podemos afirmar ni sostener que las variedades de Castilla sean mejores ni más perfectas que las de Andalucía. En la lingüística no puede tener cabida tal valoración, sino en otro ámbito, en el de las ideas preconcebidas, en lo no científico, en lo xenófobo, racista y discriminador. Anteponemos, pues, la ciencia a la ideología, y sobre todo, a una ideología tan destructiva.

6. Bibliografía

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