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31 JULIO CÉSAR I Cayo Julio César tenía dieciséis años de edad cuando perdió a su padre; al año siguiente, habiéndosele nombrado flamen de Júpiter, repudió a Cossucia, hija de una familia ecuestre aunque extremadamente rica, y a la que había desposado cuando todavía llevaba la toga pretexta, tomando por esposa a Cornelia, hija de Cinna, que había sido cónsul cuatro veces, y de la que poco después nació Julia; sin que a ningún precio pudiese conseguir el dictador Sila que la repudiase. Por esa razón lo despojó del sacerdocio, del dote de su esposa y de las herencias de su casa, poniéndolo entre el número de sus enemigos, a tal punto que tuvo que ocultarse, y, aunque enfermo de fiebre cuartana, veíase obligado a cambiar de asilo casi todas las noches y a rescatarse a precio de oro de manos de los que le perseguían; hasta que por medio de las vírgenes vestales, de Mamerco Emilio y Aurelio Cota, parientes y aliados suyos, consiguió el perdón. Es cosa cierta que Sila lo negó durante mucho tiempo a las súplicas de sus mejores amigos y de los personajes más importantes, y que vencido al fin por la perseverancia de éstos, exclamó como movido por adivinación o secreto presentimiento: Vencéis y lo lleváis con vosotros; regocijaos, mas sabed que llegará un día en que ése, que tan caro os es, destruirá el partido de los nobles, que todos juntos hemos defendido, porque en César hay muchos Marios . II En Asia hizo sus primeras armas en el estado mayor del pretor Marcos Termo, y enviado por éste a Bitinia en busca de una flota, detúvose en casa de Nicomedes, corriendo el rumor de que se prostituyó a él, rumor que aumentó a causa de haber regresado pocos días después a Bitinia so pretexto de hacer entregar a un liberto, cliente suyo, cierta cantidad de dinero que le debían. El resto de la campaña favoreció más a su fama; y en la toma de Mitilene, Termo le otorgó una corona cívica. III Sirvió también en Cilicia, a las órdenes de Servilio Isáurico, aunque por poco tiempo; porque al tener noticia de la muerte de Sila, contando con las nuevas agitaciones provocadas por Marco Lépido, se apresuró a regresar a Roma. Sin embargo, aunque Lépido le hizo ventajosos ofrecimientos, negóse a secundar sus proyectos, porque desconfiaba de

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JULIO CÉSARI

Cayo Julio César tenía dieciséis años de edad cuando perdió a su padre; al año siguiente, habiéndosele nombrado flamen de Júpiter, repudió a Cossucia, hija de una familia ecuestre aunque extremadamente rica, y a la que había desposado cuando todavía llevaba la toga pretexta, tomando por esposa a Cornelia, hija de Cinna, que había sido cónsul cuatro veces, y de la que poco después nació Julia; sin que a ningún precio pudiese conseguir el dictador Sila que la repudiase. Por esa razón lo despojó del sacerdocio, del dote de su esposa y de las herencias de su casa, poniéndolo entre el número de sus enemigos, a tal punto que tuvo que ocultarse, y, aunque enfermo de fiebre cuartana, veíase obligado a cambiar de asilo casi todas las noches y a rescatarse a precio de oro de manos de los que le perseguían; hasta que por medio de las vírgenes vestales, de Mamerco Emilio y Aurelio Cota, parientes y aliados suyos, consiguió el perdón. Es cosa cierta que Sila lo negó durante mucho tiempo a las súplicas de sus mejores amigos y de los personajes más importantes, y que vencido al fin por la perseverancia de éstos, exclamó como movido por adivinación o secreto presentimiento: Vencéis y lo lleváis con vosotros; regocijaos, mas sabed que llegará un día en que ése, que tan caro os es, destruirá el partido de los nobles, que todos juntos hemos defendido, porque en César hay muchos Marios.

II

En Asia hizo sus primeras armas en el estado mayor del pretor Marcos Termo, y enviado por éste a Bitinia en busca de una flota, detúvose en casa de Nicomedes, corriendo el rumor de que se prostituyó a él, rumor que aumentó a causa de haber regresado pocos días después a Bitinia so pretexto de hacer entregar a un liberto, cliente suyo, cierta cantidad de dinero que le debían. El resto de la campaña favoreció más a su fama; y en la toma de Mitilene, Termo le otorgó una corona cívica.

III

Sirvió también en Cilicia, a las órdenes de Servilio Isáurico, aunque por poco tiempo; porque al tener noticia de la muerte de Sila, contando con las nuevas agitaciones provocadas por Marco Lépido, se apresuró a regresar a Roma. Sin embargo, aunque Lépido le hizo ventajosos ofrecimientos, negóse a secundar sus proyectos, porque desconfiaba de sus condiciones, y no le parecía tan propicia la ocasión como aquél creía.

IV

Calmada la sedición civil, acusó de concusión a Cornelio Dolabella, varón consular a quien se habían concedido los honores del triunfo; y absuelto el acusado, decidió César retirarse a Rodas, tanto para sustraerse a la envidia, como para oír durante este período de inacción y de ocio al esclarecidísimo maestro Apolonio Molón. Durante la navegación, que hizo en los meses de invierno, lo capturaron unos piratas cerca de la isla Farmacusa, y, presa de la mayor indignación, permaneció en poder de ellos cerca de cuarenta días, sin más compañía que su médico y dos cubicularios; porque en el primer momento había enviado a todos sus compañeros y a sus otros esclavos a buscar el dinero necesario para el rescate. Elevóse éste a ciento cincuenta talentos, y en cuanto le desembarcaron, persiguió a los piratas al frente de una flota, apresándolos y sometiéndolos al suplicio con que muchas veces los había amenazado como en broma. Devastaba por entonces Mitrídates las regiones inmediatas, y no queriendo parecer César

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inactivo frente al peligro de los aliados, partió de Rodas; pasó al Asia, y con los auxilios que encontró en ella, expulsó de la provincia al prefecto del rey y robusteció la fidelidad de las vacilantes ciudades.

V

De regreso a Roma, la primera dignidad con que le invistió el voto del pueblo fue la de tribuno militar, ayudando entonces con todas sus fuerzas a los que intentaban restablecer el poder tribunicio, disminuído por Sila. También hizo votar la ley Plocia, para la repatriación de L. Cinna, hermano de su esposa, y de todos aquellos que, en las turbulencias civiles, se adhirieron, como él, a Lépido, y se refugiaron en las filas de Sertorio después de la muerte de aquel cónsul y hasta pronunció un discurso sobre este asunto.

VI

Siendo cuestor, pronunció en la tribuna de las arengas, según la costumbre, el elogio de su tía Julia y de su esposa Cornelia, que acababan de morir. En el primero estableció de esta manera la doble ascendencia de su tía y de su propio padre: Por su madre, mi tía Julia descendía de reyes; por su padre, se vincula con los dioses inmortales; porque de Anco Marcio descendían los reyes Marcios, cuyo nombre llevó mi madre; de Venus descendían los Julios, y nosotros somos una rama de esa familia. Se ven, pues, unidas en nuestra familia, la majestad de los reyes, que son los dueños de los hombres, y la santidad de los dioses, de quienes los reyes dependen . Después de la muerte de Cornelia, casó con Pompeya, hija de Q. Pompeyo y nieta de L. Sila, de la que más adelante se divorció por sospecha de adulterio con P. Clodio, a quien tan públicamente se acusaba de haberse introducido en sus habitaciones, disfrazado de mujer, durante las ceremonias religiosas, que el Senado ordenó una investigación por presunción de sacrilegio.

VII

Durante su cuestura, obtuvo la España Ulterior, donde, al visitar las asambleas de esta provincia, para administrar justicia por delegación del pretor, llegando a Cádiz y viendo cerca de un templo de Hércules la estatua de Alejandro Magno, suspiró profundamente como deplorando su inacción; y lamentando no haber realizado todavía nada grande a la edad en que Alejandro había conquistado ya el universo, dimitió inmediatamente su cargo para regresar a Roma y esperar alli ocasión de grandes cosas. Los augures acrecentaron sus esperanzas, interpretando un sueño que había tenido la noche precedente y que turbaba su espíritu (porque había soñado que violaba a su madre), prometiéndole el imperio del mundo: porque -según ellos- aquella madre que había visto sometida a él, no era otra que la tierra, que es considerada nuestra madre común.

VIII

Habiendo partido antes del tiempo señalado, visitó las colonias latinas que pretendían el derecho de ciudadanía romana; y las hubiera impulsado a intentar alguna audaz empresa, si, previniendo sus proyectos, los cónsules no hubiesen retenido algún tiempo las legiones destinadas a la Cilicia.

IX

Mas no por esto dejó de meditar vastos proyectos que poco después habían de estallar en la misma Roma. En efecto, pocos días antes de tomar posesión de la edilidad, se tuvo la sospecha de que conspiraba -con M. Craso, varón consular, y con P. Sila y L. Autronio, condenados estos

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dos por cohecbo, después de haber sido designados cónsules- para que al principio del año atacasen al Senado, degollasen algunos de sus miembros, ya señalados, y diesen la dictadura a Craso, que nombraría a César jefe de caballería; y después de organizar a su modo el Estado, devolver a Sila y a Autronio el consulado que les había quitado. Tanusio Gémino en su historia, M. Bíbulo en sus edictos y C. Curión, padre, en sus discursos, hablan de esta conjuración. Hasta el mismo Cicerón parece que alude a ella en una carta a Axio, donde dice que César se aseguró durante su consulado la soberanía que proyectó siendo edil. Tanusio añade que Craso, bien por miedo, bien por arrepentimiento, no se presentó el día designado para la matanza, y que por esta razón no dió César la señal convenida. Esta señal, dice Curión, era dejar caer del hombro la toga. El mismo Curión y también M. Actorio Nasón le atribuyen otra conspiración con el joven Cn. Pisón, y pretenden que por las sospechas que despertaron los manejos de éste en Roma, le dieron, a título de comisión extraordinaria, el gobierno de España, concertando, sin embargo, promover movimientos simultáneos, el uno fuera y el otro en la misma Roma por medio de los ambrones y los transpadanos, pero que la muerte de Pisón destruyó ambos proyectos.

X

Siendo edil, no se limitó a adornar el Comicio, el Foro y las basílicas, sino que también decoró el Capitolio, donde hizo construir pórticos provisionales, en los que exhibió al público parte de los numerosos objetos de arte que había reunido. Unas veces con su colega y otras separadamente, ofreció juegos y cacerías de fieras, consiguiendo recabar para sí toda la popularidad por gastos hechos en común; por cuya razón, su colega M. Bíbulo decía que le había ocurrido lo mismo que a Pólux, pues así como se acostumbraba a designar con el solo nombre de Cástor el templo erigido en el Foro a los dos hermanos, llamábanse magnificencias de César las liberalidades de César y de Bíbulo. César añadió a estas liberalidades un combate de gladiadores, en el que, sin embargo, hubo algunas parejas menos de las que él hubiera deseado; porque tantos había hecho llegar de todas partes, que, alarmados sus enemigos, hicieron limitar, por una ley expresa, el número de gladiadores que, en lo venidero, podría un ciudadano poseer en Roma.

XI

Habiéndose captado de ese modo el favor popular, trató, por la influencia de algunos tribunos, de que se le diese, mediante un plebiscito, el gobierno de Egipto; encontrando ocasión para obtener un mando extraordinario debido a que los habitantes de Alejandría habían expulsado a su rey, llamado amigo y aliado por el Senado, conducta generalmente reprobada. El partido de los optimates hizo fracasar las pretensiones de César, quien, para debilitar entonces la autoridad de éstos por todos los medios posibles, reconstruyó los trofeos de C. Mario sobre Yugurta, los cimbrios y teutones, monumentos que en tiempos anteriores destruyó Sila; y cuando se formó proceso a los sicarios, hizo figurar entre los asesinos, no obstante las excepciones previstas por la ley Cornelia, a todos aquellos que, durante la proscripción, recibieron dinero del erario público como precio por las cabezas de ciertos ciudadanos romanos.

XII

Encontró también quien acusase de crimen capital a C. Rabirio, que algunos años antes ayudó más que nadie al Senado a reprimir las sediciones suscitadas por el tribuno L. Saturnino: y designado por la suerte como juez, con tanta pasión condenó, que nada sirvió tanto como esta parcialidad al reo en su apelación al pueblo.

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Perdida la esperanza de obtener una provincia, pretendió el pontificado máximo, y tales larguezas prodigó, que alarmado por la enormidad de sus deudas, parece que dijo a su madre, besándola, antes de acudir a los comicios, que no volvería sino como pontífice. Y así venció a sus dos competidores, aunque muy temibles y superiores a él por edad y dignidad, obteniendo él solo más sufragios en sus propias tribus que las que consiguieron ellos en todas las demás.

XIV

Era pretor César cuando se descubrió la conjuración de Catilina; y habiéndose acordado por unanimidad en el Senado la muerte de los conjurados, él solo opinó que se les debía tener custodiadas separadamente en las ciudades municipales confiscándoles los bienes. Más aun: a los que habían propuesto castigos severísimos, les aterró de tal manera con la reiterada amenaza del odio de la plebe que algún día se desencadenaría contra ellos, que Décimo Silano, cónsul designado, se atrevió a dulcificar por medio de una interpretación el voto que dignamente no podía modificar, y que habían entendido, según dijo, en un sentido mucho más riguroso que el que él le había dado. César iba a triunfar: muchos senadores se habían puesto a su lado, y con ellos Cicerón, hermano del cónsul; y la victoria hubiera sido segura, si el discurso de Catón no hubiese infundido energía al vacilante Senado. Pero lejos de mitigar su oposición, de tal manera persistió César en ella, que un grupo de caballeros romanos que guardaba armado el salón del Senado amenazó darle muerte: espadas desnudas se dirigieron contra él, de suerte que los senadores que estaban sentados cerca de él se apartaron, y sólo apenas algunos amigos, teniéndole en sus brazos y cubriéndole con sus togas, consiguieron salvarle. Dominado entonces por el miedo, no sólo cedió, sino que en todo el resto del año se abstuvo de asistir al Senado.

XV

El primer día de su pretura citó ante el pueblo a Q. Catulo, encargado de la reconstrucción del Capitolio, y propuso que se confiriese a otro el cuidado de esos trabajos. Mas viendo que los optimates, en vez de acudir a saludar a los nuevos cónsules marchaban apresuradamente a la asamblea para oponerle tenaz resistencia, considerándose demasiado débil frente a ellos, desistió de la empresa.

XVI

Con grandísimo ardor y pasión sostuvo al tribuno Cecilio Metelo, autor de las leyes más turbulentas contra el derecho de oposición de sus colegas; hasta que un decreto del Senado suspendió a ambos en sus funciones públicas. César tuvo la audacia de permanecer en posesión de su cargo y de administrar todavía justicia. Mas cuando supo que se preparaban a emplear con él la violencia y las armas, despidió a los lictores, se despojó de la pretexta, y se retiró secretamente a su casa, decidido, en mérito a las circunstancias, a permanecer tranquilo. Dos días después calmó a la multitud que espontáneamente se había aglomerado delante de su puerta ofreciéndole tumultuosamente su apoyo para restablecerlo en su dignidad. Asombrados ante aquella moderación, los senadores, que ante la noticia del tumulto se habían reunido apresuradamente, enviaron para darle gracias a los más ilustres de entre ellos; luego fue llamado a la Curia, donde se le tributaron pomposos elogios, restableciéndolo en su cargo y retirando el primer decreto.

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No tardaron en sobrevenirle nuevos disgustos, pues fue denunciado como cómplice de Catilina ante el cuestor Novio Niger por L. Vettio Judex, y ante el Senado por Q. Curión, a quien se concedieron recompensas públicas por haber sido el primero en revelar los proyectos de los conjurados. Curión pretendía saber por Catilina lo que decía, y Vettio prometía presentar un autógrafo de César dado por éste a Catilina. Entonces creyó César que no debía tolerar aquellos ataques, e imploró el testimonio de Cicerón para demostrar que él mismo le había suministrado espontáneamente algunos detalles acerca de la conjuración, consiguiendo privar a Curión de las recompensas que le habían ofrecido: en cuanto a Vettio, a quien se había pedido caución de comparencia, se lo despojó de sus muebles, se lo maltrató personalmente y estuvo a punto de que lo despedazasen en la asamblea, al pie de la tribuna de las arengas; después, César le hizo encarcelar y consiguió lo mismo con respecto al cuestor Novio por haber consentido que se acusase ante su tribunal a un magistrado superiór a él.

XVIII

Al terminar su pretura, fue designado por sorteo para la España Ulterior; pero retenido por sus acreedores, no se vió libre de ellos hasta que prestó fianzas; y sin esperar que, según las costumbres y las leyes, se hubiese dispuesto todo lo concerniente a las provincias, partió, bien para librarse de una acción judicial que querían intentarle al cesar en su cargo, bien para llevar más protito socorros a los aliados que imploraban la protección de Roma. Cuando hubo pacificado su provincia, regresó con igual precipitación y sin esperar a su sucesor, pidiendo a la vez el triunfo y el consulado. Mas, estando señalado ya el día de los comicios, no podía presentarse su candidatura si no entraba en la ciudad como simple particular; y cuando trató que se le exceptuase de la ley, encontró vigorosa oposición, por lo que tuvo que renunciar al triunfo para no quedar excluído del consulado.

XIX

De sus dos competidores al consulado, L. Luceyo y Marco Bíbulo, unióse al primero, que gozaba de poca influencia, pero que poseía considerable fortuna, a condición de que uniría el nombre de César al suyo en sus larguezas a las centurias. Enterados los nobles de este pacto, cuyas consecuencias temían, y persuadidos de que César, investido con la magistratura más alta del Estado y con un colega de acuerdo con él, no pondría límites a su audacia, quisieron que hiciese Bíbulo iguales promesas a las centurias, y la mayor parte de ellos contribuyeron con dinero para conseguirlo; diciendo el mismo Catón que por aquella vez la corrupción sería provechosa a la República. Así, pues, César fue nombrado cónsul con Bíbulo, y los optimates no pudieron hacer otra cosa que asignar a los futuros cónsules cargos sin importancia, como la inspección de bosques y caminos. Movido César por esta injuria, no perdónó medio alguno para atraerse a Cn. Pompeyo, irritado entonces contra los senadores, que vacilaban en aprobar sus actos, después de sus victorias sobre el rey Mitrídates, reconciliándole también con M. Craso, que continuaba siendo su enemigo desde las violentas querellas que habían tenido durante su consulado, concluyendo con ellos una alianza en virtud de la cual nada se haría en el Estado que desagradase a cualquiera de los tres.

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Lo primero que ordenó al tomar posesión de su dignidad, fue que se consignasen en un diario todos los actos del Senado y del pueblo, y que se publicasen. Restableció también la antigua costumbre de hacerse preceder por un ujier y seguir por sus lictores, durante los meses en que tuviese los haces el otro cónsul. Promulgó también una ley Agraria, y no pudiendo vencer la resistencia de Bíbulo, lo arrojó del Foro a mano armada. Al día siguiente produjo éste sus quejas ante el Senado, pero no se encontró nadie que se atreviese a informar acerca de aquella violencia o a proponer alguna de aquellas resoluciones vigorosas que con tanta frecuencia se habían adoptado en peligros mucho menores: y desesperado Bíbulo, se retiró a su casa, donde permaneció oculto todo el tiempo de su consulado, no ejerciendo oposición más que por medio de edictos. Solo desde aquel momento, dirigió César todos los asuntos del Estado a su arbitrio; hasta el punto de que algunos, antes de firmar sus documentos, los fechaban por burla, no en el consulado de César y Bíbulo, sino de Julio y de César, haciendo así dos cónsules de uno solo, separando el nombre y el cognombre; y también se hicieron circular estos versos:

Non Bibulo quiddam nuper, sed Casare factuin est:Nam Bibulo fieri consule nit memini (1).

El territorio de Stella consagrado al Estado por nuestros mayores, y los campos de Campania sometidos a impuesto para las necesidades de la República, quedaron distribuídos, sin sorteo, entre veinte mil ciudadanos padres de familia con tres o más hijos. Pidieron reducción los arrendatarios del Estado; César les perdonó la tercera parte de los arrendamientos, y les exhortó en público a no encarecer inconsideradamente la próxima adjudicación de impuestos. De la misma manera obraba en todo, concediendo generosamente cuanto se le pedía, porque nadie osaba oponérsele, y si alguno se atrevía era víctima de su venganza. Un día le apostrofó Catón, y mandó a un lictor que lo sacase del Senado y le condujese a prisión. Habiéndole resistido L. Lúculo con energía, tanto le asustaron sus imputaciones calumniosas, que le pidió perdón de rodillas. Por haber deplorado Cicerón en un juicio el estado de los asuntos de la República, el mismo día, a la hora nona, hizo pasar al orden plebeyo al patricio P. Clodio, su enemigo, que desde mucho antes lo solicitaba en vano. Queriendo en fin terminar con sus adversarios, instigó a uh delator a fuerza de oro para que declarase que algunos de éstos le habían incitado a matar a Pompeyo y para que, llevado al Foro, nombrase, de acuerdo a sus indicaciones, a algunos de los pretendidos autores de la trama; pero habiéndose confundido sobre uno o dos nombres, pronto se sospechó el fraude, y desesperando César del éxito de aquella imprudente empresa, hizo, según se cree, envenenar al denunciador.

XXI

Por este tiempo se casó con Calpumia, hija de L. Pisón, que iba a sucederle en el consulado, y dió en matrimonio a Cn. Pompeyo su hija Julia, repudiando a su prometido esposo Servilio Cepión, que poco antes le había ayudado más que nadie a combatir a Bíbulo. Después de esta nueva alianza, comenzó en el Senado a tomar en primer lugar el parecer de Pompeyo, cuando acostumbraba a interrogar a Craso antes que a ningún otro, y era costumbre que el cónsul conservase todo el año el orden establecido por él mismo en las calendas de enero para recibir los dictámenes.

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Apoyado, pues, por su suegro y su yerno, eligió entre todas las provincias romanas la de las Galias, que, entre otras ventajas, ofrecía recursos y vasto campo de triunfos. Recibió en primer lugar la Galia Cisalpina con la Iliria, en virtud de la ley Vatinia; y después le dió el Senado la Galia Transalpina, persuadido de que el pueblo había de dársela, si los senadores se la negaban. No pudiendo dominar la alegría que lo embargaba, pocos días después se jactó en pleno Senado de haber llegado al colmo de sus deseos, a pesar de la resistencia y las lamentaciones de sus enemigos, y exclamó que en adelante marcharía sobre sus cabezas: y habiendo dicho un senador para afrentarle: Eso no será fácil a una mujer, respondió como en broma: En Siria, sin embargo, reinó Semíramis, y las Amazonas poseyeron gran parte del Asia.

XXIII

Terminado su consulado, los pretores Cayo Memio y Lucio Domicio pidieron que se examinasen los actos del año precedente, llevando César el asunto al Senado. Pero como éste no se encargaba del asunto, después de tres días de inútiles discusiones, partió para su provincia; inmediatamente, para perjudicarle, procesóse a su cuestor por varios crímenes. Poco después le citó a él mismo el tribuno del pueblo L. Antistio, pero gracias a la intervención del colegio de los tribunos consiguió no ser acusado por estar ausente en servicio de la República. Para ponerse en adelante al abrigo de aquellos ataques, tuvo gran cuidado en atraerse, por medio de favores, a los magistrados de cada año, y en no ayudar con su influencia, ni dejar que ascendiesen a los honores más que a aquellos que se comprometiesen a defenderlo durante su ausencia; no vaciló en pedir a algunos juramento y hasta promesa escrita.

XXIV

Así, pues, habiéndose vanagloriado públicamente L. Domicio, que aspiraba al consulado, de realizar como Consul lo que no había podido hacer como pretor, y de quitar además a César el ejército que mandaba, llamó a Craso y Pompeyo a Luca, ciudad de su provincia, exhortándoles a que pidiesen ellos también el consulado, para apartar a Domicio, y hacer en seguida prorrogar su mando por cinco años, consiguiendo las dos cosas. Tranquilo por este lado, añadió otras legiones a las que había recibido de la República, y las mantuvo a su costa; formó otra en la Galia Transalpina, a la que conservó el nombre gajo de Alauda, adiestrándola en la disciplina romana, armándola y equipándola al uso de la República y concediendo después a toda ella el derecho de ciudadanía. En lo sucesivo no dejó escapar ninguna ocasión de hacer la guerra, por injusta y peligrosa que fuese, atacando indistintamente a los pueblos aliados y a las naciones enemigas o salvajes; hasta que el Senado decretó enviar comisarios a las Galias para que le informasen del estado de aquella provincia, llegando a proponer algunos que se le entregase a los enemigos. Pero el próspero éxito de todas aquellas empresas hizo que se le tributaran rogativas públicas más frecuentes y por mayor número de días que las que habían conseguido otros generales antes que él.

xxv

Durante los nueve años que desempeñó su mando, he aquí lo que hizo. Toda la Galia comprendida entre los Pirineos. y los Alpes, las Cevenas, el Ródano y el Rin, y cuyo contorno mide alrededor de tres millones doscientos mil pasos, la redujo a provincia romana, exceptuando las ciudades aliadas y amigas, imponiendo al territorio conquistado tributo anual de cuarenta millones de sestercios. Fue el primero que, después de echar un puente sobre el Rin, atacó a los germanos al otro lado de este río, y consiguió sobre ellos señaladas victorias. Atacó también a los

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bretones, desconocidos hasta entonces, los venció y les exigió dinero y rehenes: y en medio de tantos triunfos solamente sufrió tres reveses; uno en Bretaña, donde una tempesrad estuvo a punto de destruir su flota; otro en la Galia, delante de Gergovia, donde fue derrotada una legión; y el tercero en el territorio de los germanos, donde perecieron en una emboscada sus legados Titurio y Aurunculeyo.

XXVI

Durante estas expediciones, perdió primeramente a su madre, después a su hija, y poco más adelante a su nieto. Entre tanto, la muerte de P. Clodio había ocasionado disturbios en Roma, y el Senado pensaba no nombrar más que un cónsul, y designar a Cn. Pompeyo. Los tribunos del pueblo querían darle por colega a César; mas éste, no queriendo regresar por esta candidatura antes de terminar la guerra, se entendió con ellos para que el pueblo le concediese permiso de solicitar, ausente, su segundo consulado, cuando estuviese para expirar el plazo de su mando. Concediósele este privilegio; y concibiendo desde entonces proyectos más vastos y más elevadas esperanzas, nada omitió para atraerse partidarios, a fuerza de favores públicos y privados. Con el dinero extraído a los enemigos comenzó la construcción de un Foro, cuyo terreno solamente costó más de cien millones de sestercios. Prometió al pueblo, en memoria de su hija, un combate de gladiadores y un festín, cosa desusada y sin ejemplo; y para satisfacer la impaciencia pública, empleó en los preparativos de aquel festín a particulares, pese a que había encomendado a contratistas. Tenía en Roma comisionados que, por la fuerza, se apoderaban de los gladiadores más famosos, en el momento en que los espectadores iban a pronunciar su sentencia de muerte, para reservárselos a él. Y en cuanto a los gladiadores jóvenes, no les hacia preparar en escuelas o por lanistas, sino en casas particulares y por caballeros romanos, y hasta por senadores diestros en el manejo de las armas, a quienes suplicaba, como muestran sus cartas, que se encargaran ellos mismos de la enseñanza de aquellos gladiadores y dirigieran sus ejercicios. César duplicÓ a perpetuidad el sueldo de las legiones. En los años abundantes, distribuía el trigo sin regla ni medida, y algunas veces se le vió dar a cada hombre un esclavo tomado del botín.

XXVII

Con objeto de conservar el apoyo de Pompeyo con nueva alianza, ofrecióle a Octavia, nieta de su hermana, aunque estaba casada con C. Marcelo, y le pidió la mano de su hija, destinada a Fausto Sila. A cuantos rodeaban a Pompeyo y a la mayoría de los senadores, los había hecho deudores suyos, sin exigirles interés o siendo éste muy módico; haciendo también magníficos regalos a los ciudadanos de otras clases que acudían a él invitados o espontáneamente. Sus liberalidades se extendían hasta los libertos y esclavos, según la influencia que tenían sobre el ánimo de su señor o patrono. Los acusados, los ciudadanos agobiados de deudas, la juventud pródiga, encontraban en él seguro apoyo, a menos que las acusaciones fuesen demasiado graves, la ruina demasiado completa, o los desórdenes demasiado grandes para que pudiese remediarlos: a éstos les decía francamente que necesitaban una guerra civil.

XXVIII

No desplegó menor cuidado en atraerse el favor de los reyes y las provincias en toda la extensión de la tierra, ofreciendo a unos, a título de obsequio, millares de cautivos, mandando a otros tropas auxiliares, donde y cuando querían, sin consultar al Senado ni al pueblo. Decoró con magníficos monumentos, no solamente las ciudades más importantes de la Italia, las Galias y las Españas, sino también las de Grecia y Asia; y todo el mundo comenzaba a presentir con terror el fin de

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tantas empresas, cuando el cónsul M. Claudio Marcelo publicó un edicto, por el cual, después de anunciar que se trataba de la salvación de la República, proponía al Senado dar sucesor a César antes de que expirase el tiempo de su mando, y, puesto que había concluído la guerra y estaba asegurada la paz, que licenciase al ejército victorioso; pidió también que en los próximos comicios no se tuviese en cuenta a César ausente, puesto que el mismo Pompeyo había anulado el plebiscito dado en favor suyo. En efecto, había ocurrido que en la ley acerca de los derechos de los magistrados, en el capítulo en que se prohibía a los ausentes la petición de honores, se olvidó exceptuar a César; error que Pompeyo no corrigió hasta que la ley estuvo ya grabada en bronce y depositada en el Tesoro. No contento Marcelo con quitar a César sus provincias y sus privilegios, opinó también, apoyado en la ley Vatinia, que se retirase a los colonos que había establecido en Novocomo el derecho de ciudadanía que les concediera movido por su ambición y en contra de las leyes.

XXIX

Conmovido por estos ataques, y persuadido como muchas veces se le había oído decir, que sería más difícil, cuando ocupase el puesto supremo del Estado, hacerle descender al segundo lugar que desde éste hasta el último, resistió. con todo su poder a Marcelo, oponiéndole unas veces los tribunos, otras veces el otro cónsul, Servio Sulpicio. Al año siguiente, habiendo sucedido en el consulado Cayo Marcelo a su primo hermano Marco, el cual persistía en el mismo empeño, se proporcionó defensores, por medio de considerables larguezas, en Emilio Paulo y Cayo Curión, tribunos violentísimos. Pero encontrando en todas partes obstinada resistencia, y viendo que los cónsules designados le eran contrarios también, escribió al Senado conjurándole que no le quitase el beneficio acordado por el pueblo, o al menos que ordenase que los demás generales dejasen también sus ejércitos; confiando, según se cree, que reuniría cuando quisiese a sus veteranos más fácilmente que nuevos soldados Pompeyo. Ofreció, sin embargo, a sus adversarios licenciar ocho legiones, dejar la Galia Transalpina y conservar la Cisalpina con dos legiones, o la Iliria con una sola, hasta que fuese nombrado cónsul.

XXX

Pero negándose el Senado a sus peticiones y rehusando sus enemigos someter a un pacto los asuntos de la República, pasó a la Galia Citerior, y después de celebrar los comicios provinciales, detúvose en Ravena, dispuesto a vengar con la fuerza de las armas a los tribunos partidarios suyos, si el Senado tomaba medidas violentas con ellos. Éste fue efectivamente el pretexto de la guerra civil, mas créese que tuvo otras causas. Cn. Pompeyo decía que, no pudiendo César terminar los trabajos comenzados, ni satisfacer con sus recursos personales las esperanzas que el pueblo había fundado en su regreso, quiso trastornarlo y agitarlo todo. Otros aseguran que temía que le obligaran a dar cuenta de lo que había hecho en contra de las leyes, contra los auspicios e intercesiones durante su primer consulado: porque M. Catón declaraba con juramento que lo citaría en justicia en cuanto licenciasen al ejército; y generalmente se decía que, si regresaba en condición privada, veríase obligado, como Milón, a defenderse delante de los jueces rodeados de soldados armados; dando probabilidad a esta opinión lo que Asinio Polión refiere, esto es, que en la batalla de Farsalia, contemplando a sus adversarios vencidos y derrotados, pronunció estas palabras: Ellos lo quisieron; después de realizadas tantas empresas me hubiesen condenado, a mí, a Cayo César, si no hubiera pedido auxilio a mis soldados . Otros opinan, en fin, que le dominaba la costumbre del mando, y que habiendo comparado las fuerzas de sus enemigos y las suyas, creyó propicia la ocasión de apoderarse del poder soberano, que codiciaba desde su juventud. Así, según parece, lo creía también Cicerón, que, en el libro tercero

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del Tratado Sobre los deberes, dice que César tenía siempre en los labios los versos de Eurípides que tradujo de esta manerá:

Nam si violandum est jus, regnandi gratiaViolandum est: aliis rebus pietatem colas (2).

XXXI

Cuando supo que, rechazada la intércesión de los tribunos, éstos habían tenido que salir de Roma, hizo avanzar algunas cohortes secretamente para no despertar sospechas; y con objeto de disimular, presidió un espectáculo público, ocupóse del plano de una construcción para un circo de gladiadores, y se entregó como de costumbre a los regocijos del festín. Pero en cuanto se ocultó el sol hizo enganchar a su carro los mulos de una tahona inmediata, y con corto acompañamiento, tomó ocultos caminos: consumidas las antorchas, extravióse y vagó por mucho tiempo al azar, hasta que al amanecer, habiendo encontrado un guía, siguió a pie estrechos senderos hasta el Rubicón, que era el límite de su provincia, donde le esperaban sus cohortes; detúvose breves momentos, y reflexionando en las consecuencias de su empresa, dijo, dirigiéndose a los más inmediatos: Todavía podemos retroceder, pero si cruzamos ese puentecillo, todo habrán de decidirlo las armas.

XXXII

Mientras vacilaba, lo decidió un prodigio. Un hombre de estatura y hermosura extraordinarias apareció de pronto sentado, a corta distancia, tocando la flauta: además de los pastores, soldados de los puestos inmediatos, y entre ellos trompetas, acudieron a escucharle, y arrebatando a uno la trompeta, encaminóse hacia el río, y arrancando enérgicos sonidos de aquel instrumento, llegó a la otra orilla. Entonces, dijo César: Marchemos a donde nos llaman los signos de los dioses y la iniquidad de los enemigos. La suerte está echada.

XXXIII

Cuando el ejército hubo pasado el río, hizo presentarse a los tribunos del pueblo, que, arrojados de Roma, habían venido a su campamento, arengó a los soldados e invocó su fidelidad llorando y rasgándose las ropas sobre el pecho. Creyóse también que había prometido a cada uno el censo del orden ecuestre, error que se debió a que, durante la arenga, mostró con frecuencia el dedo anular de la mano izquierda, afirmando que estaba dispuesto a darlo todo con gusto, hasta su anillo, por aquellos que defendiesen su dignidad; de suerte que los que se encontraban en las últimas filas, en mejores condiciones para ver que para oír, dieron a aquel movimiento una significación que no tenía; y no tardó en divulgarse el rumor de que César había prometido a sus soldados los derechos y rentas de caballeros, es decir, cuatrocientos mil sestercios.

XXXIV

El orden y resumen de lo que hizo después es el siguiente. Ocupó en primer lugar el Piceno, la Umbría y la Etruria; a Lucio Domicio, nombrado sucesor suyo durante los disturbios, y que defendía con una guarnición a Corfinio, le hizo rendirse, y dejándole en libertad, costeó el mar Adriático y marchó sobre Brindis, donde se habían refugiado los cónsules de Pompeyo, con propósito de pasar cuanto antes el mar. Después de intentarlo todo inútilmente para impedir la realización de este proyecto, dirigióse a Roma, convocó el Senado, y corrió a apoderarse de las mejores tropas de Pompeyo, que estaban en España a las órdenes de los tres legados M.

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Petreyo, L. Afranio y M. Varrón; habiendo dicho a los suyos antes de partir que iba a combatir a un ejército sin general para volver a combatir a un general sin ejército. Y aunque retrasado por el sitio de Marsella, que le había cerrado sus puertas, y por la extraordinaria escasez de víveres, consiguió, sin embargo, muy en breve su propósito.

XXXV

En seguida regresó a Roma, pasó a Macedonia. acometió a Pompeyo, manteniéndole encerrado durante cuatro meses detrás de formidables fortificaciones, y al fin lo venció en Farsalia, persiguiéndole en su fuga hasta Alejandría, donde le encontró asesinado. Allí tuVo que hacer al rey Ptolomeo, que le tendía también a él asechanzas, una guerra dificilísima, muy peligrosa para él por las desventajas del tiempo y el lugar; el riguroso invierno, la actividad de su enemigo, provisto de todo en el recinto de su capital, y su propia desnudez en una lucha que estaba. muy lejos de prever. Vencedor, dió el reino de Egipto a Cleopatra y a su hermano menor, no queriendo hacerlo provincia romana, por temor de que algún día, en manos de un gobernador turbulento, pudiera dar ocasión a nuevas discordias. De Alejandrfa pasó a Siria, y de allí al Ponto, donde le llamaban urgentes mensajes, porque Farnaces, hijo del gran Mitrídates, aprovechaba los disturbios para hacer la guerra, habiendo conseguido ya numerosos triunfos que le habían enorgullecido mucho. Bastaron a César cuatro horas de combate al quinto día de su llegada, para destruir a aquel enemigo, por cuya razón se burlaba con frecuencia de los triunfos de Pompeyo, que había debido en mucha parte su gloria militar a la debilidad de tales enemigos. En seguida venció a Escipión y a Juba, que habían recogido en Africa los restos del partido adverso, y deshizo a los hijos de Pompeyo en España.

XXXVI

Durante estas guerras civiles no experimentó reveses más que en las personas de sus legados; de ellos, C. Curio pereció en Africa, C. Antonio cayó en manos de sus enemigos en la Iliria, P. Dolabella perdió en la misma Iliria su flota, y Cn. Domicio Calvino su ejército en el Ponto. En cuanto a él, vencedor siempre, no le abandonó la fortuna más que dos veces: en Dirraquio, donde, rechazándole Pompeyo y no persiguiéndole, dijo que aquel adversario no sabía vencer; y otra en el último combate librado en España, donde su causa estuvo tan desesperada que pensó en darse la muerte.

XXXVII

Terminadas las guerras, gozó cinco veces de los honores del triunfo, cuatro en el mismo mes, después de la victoria sobre Escipión, con algunos días de intervalo, y la quinta después de la derrota de los hijos de Pompeyo. El triunfo primero y más brillante fue el de las Galias; después el de Alejandría, el Ponto, Africa, y en último lugar el de España, siempre con aparato y fausto diferentes. En su triunfo sobre las Galias, cuando pasaba por el Velabro, casi fue lanzado del carro por haberse roto el eje, y subió al Capitolio a la luz de las antorchas que llevaban encerradas en linternas cuarenta elefantes alineados a derecha e izquierda. Cuando celebró su victoria sobre el Ponto, veíase entre los demás ornamentos triunfales un cartel con las palabras veni, vidi, vici (vine, vi, vencí), que no expresaban como las demás inscripciones los acontecimientos de la guerra, sino su rapidez.

XXXVIII

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Además de los dos mil sestercios que había dado a cada infante de las legiones de veteranos al principio de la guerra civil, les dió, a título de botín, veinticuatro mil sestercios, asignándoles también terrenos, aunque no cercanos, para no despojar a los propietarios. Distribuyó al pueblo diez modios de trigo por cabeza y otras tantas libras de aceite, con trescientos sestercios, en cumplimiento de una antigua promesa, a los cuales agregó cien más por la demora. Rebajó el alquiler de las casas: en Roma hasta la suma de dos mil sestercios, en el resto de Italia hasta la de quinientos. A todo esto añadió distribución de carnes, y después del triunfo sobre España dos festines públicos, y no considerando el primero bastante digno de sus magnificencias, el que ofreció cinco días después fue abundantísimo.

XXXIX

Dió también espectáculos de varios géneros: combates de gladiadores; comedias en todos los barrios de la ciudad, desempeñándolas actores de todas las naciones y tOdos los idiomas; además, juegos en el circo, atletas y una naumaquia. En el Foro combatieron entre los gladiadores, Furio Leptino, de familia pretoria, y Q. Calpeno, que había formado parte del Senado y defendido causas delante del pueblo. Los hijos de muchos príncipes de Asia y de Bitinia bailaron la pírrica. El caballero romano Décimo Liberio representó en los juegos un mimo de su composición, recibiendo quinientos sestercios y un anillo de oro y pasó después desde la escena por la orquesta a sentarse entre los caballeros. En el circo se ensanchó la arena por ambos lados; abrióse alrededor un foso, que llenaron de agua, y jóvenes nobilísimos corrieron en aquel recinto cuadrigas y bigas, o saltaron en caballos adiestrados al efecto. Niños divididos en dos bandos, según la diferencia de edad, ejecutaron los juegos llamados troyanos. Dedicáronse cinco días a combates de fieras, y finalmente se dió una batalla entre dos ejércitos, cada uno de los cuales comprendía quinientos infantes, treinta jinetes y veinte elefantes. Con objeto de dejar a las tropas mayor espacio, habían quitado las barreras del circo, formando a cada extremo un campamento. Durante tres días lucharon atletas en un estadio construído expresamente en las inmediaciones del campo de Marte. Abrióse un lago en la Codeta menor (3), y allí trabaron combate naval: birreb1es, trirremes y cuatrirremes, figurando dos flotas, una tiria y otra egipcia, cargadas de soldados. El anuncio de estos espectáculos había atraído a Roma prodigioso número de forasteros, cuya mayor parte durmió en tiendas de campaña, en las calles y plazas, y muchas personas, entre ellas dos senadores, fueron aplastadas o asfixiadas por la multitud.

Notas 1º parte(1) No es Bíbulo sino César quien ha hecho últimamente tal cosa; pues el cónsul Bíbulo ¿qué hace? Nada, que yo sepa.(2) Si hay que violar el derecho, violadlo todo por reinar: pero en los otros casos, respetad la justicia.(3) Un lugar del otro lado del Tiber.

XL

Dedicándose en seguida a la organización de la República, corrigió el calendario, en el que había tal desorden por culpa de los pontífices y por el abuso, antiguo ya, de las intercalaciones, que las fiestas de la recolección no caían ya en estío, ni las de las vendimias en otoño: ajustó el año al curso del sol, y lo compuso de trescientos sesenta y cinco días, suprimiendo el mes intercalario y aumentando un día a cada cuarto año. Para que este nuevo orden de cosas pudiese comenzar en las calendas de enero del año siguiente, añadió dos meses, entre noviembre y diciembre, teniendo por consiguiente este año quince meses, contando el antiguo intercalario que ocurría en él.

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XLI

Completó el Senado, creó nuevos patricios, aumentó el número de pretores, de ediles, de cuestores y de magistrados inferiores; rehabilitó a los que los censores habían despojado de su dignidad o condenado los jueces por cohecho. Compartió con el pueblo el derecho de elección de los magistrados; de suerte que, exceptuando sus competidores al consulado, los demás candidatós los designaban por mitades el pueblo y él. Los suyos los designaba en tablillas que mandaba a todas las tribus conteniendo esta breve inscripción: César dictador, a tal tribu. Os recomiendo a tal y cual para que obtengan su dignidad por vuestro sufragio . Admitió a los honores a los hijos de los proscriptos. Restringió el poder judicial a dos clases de jueces, a los senadores y a los caballeros, y suprimió los tribunos del Tesoro, que formaban la tercera jurisdicción. Hizo el censo del pueblo, no de la manera acostumbrada, ni en el paraje ordinario, sino por barrios y según padrones de los propietarios de las casas: redujo el número de aquellos a quienes suministraba trigo el Estado, de trescientos veinte mil, a ciento cincuenta mil; y para que la formación de estas listas no pudiese ser en lo venidero causa de nuevos disturbios, decretó que el pretor pudiese reemplazar a los que fallecieran, por medio del sorteo, con los que no estaban inscriptos.

XLII

Distribuyéronse ochenta mil ciudadanos en las colonias de ultramar, y para que no quedase exhausta la población de Roma, decretó que ningún ciudadano mayor de veinte años y menor de sesenta, que no estuviese obligado por cargo público, permaneciese más de tres años seguidos fuera de Italia; que ningún hijo de senador emprendiese viajes lejanos, si no era en compañía o bajo el patronato de algún magistrado; y en fin, que los que criaban ganado tuviesen entre sus pastores, por lo menos, la tercera parte de hombres libres en edad de pubertad. Concedió el derecho de ciudadanía a cuantos practicaban la medicina en Roma o cultivaban las artes liberales, debiendo este favor fijarlos en la ciudad y atraer a otros. En cuanto a las deudas, en vez de conceder la abolición, con afán esperada y reclamada sin cesar, decretó que los deudores pagarían según la estimación de sus propiedades y conforme al precio de estos bienes antes de la guerra civil, y que se deduciría del capital todo lo que se hubiese pagado en dinero o en promesas escritas a título de usura, con cuya disposición desaparecía cerca de la cuarta parte de las deudas. Disolvió todas las asociaciones, exceptuando aquellas que tenían origen en los primeros tiempos de Roma. Aumentó la penalidad en cuanto a los crímenes, y como los ricos los cometían frecuentemente porque pagaban con el destierro sin perder nada de su caudal, decretó contra los parricidas, como refiere Cicerón, la confiscación completa y contra los demás criminales la de la mitad de sus bienes.

XLIII

En la administración de justicia fue celoso y severo. Privó del orden senatorio a los convictos de concusión. Declaró nulo el matrimonio de un antiguo prelor que se había casado con una mujer al segundo día de separada de su marido, aunque no se la sospechaba de adulterio. Estableció impuestos sobre las mercancías extranjeras. Prohibió el uso de literas, de la púrpura y las perlas, exceptuando a ciertas personas, ciertas edades y en determinados días. Vigiló principalmente la observancia de las leyes suntuarias; mandaba a los mercados guardias que secuestraban los

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artículos prohibidos y los llevaban a su casa, yendo algunas veces lictores y soldados a recoger e los comedores lo que había escapado a la vigilancia de los guardias.

XLIV

>Para la policía y ornato de Roma y para el ensanche y seguridad del imperio, concebía César de día en día proyectos cada vez más vastos y numerosos. Ante todo quería construir un templo de Marte, mayor que cualquier otro del mundo, rellenando hasta el nivel del suelo el lago en que dió la naumaquia, y un teatro grandísimo al pie del monte Tarpeyo; quería reducir a justa proporción todo el derecho civil, y encerrar en poquísimos libros lo mejor y más indispensable del inmenso y difuso número de leyes existentes; quería formar bibliotecas públicas griegas y latinas, lo más numerosas posible, y encargó a M. Varrón el cuidado de adquirir y clasificar los libros; proponíase secar las lagunas Pontinas, abrir salida a las aguas del lago Fudno, construir un camino desde el mar Adriático hasta el Tíber a través de los Apeninos, abrir el istmo de Corinto, reprimir a los dados, que se habían extendido por el Ponto y la Tracia; en seguida llevar la guerra a los partos, pasando por la Armenia Menor, y no combatirlos en batalla campal hasta haberles medido sus fuerzas. En medio de estos proyectos y trabajos le sorprendió la muerte; pero antes de hablar de su fin, no será inútil decir brevemente algo de su figura, aspecto, trajes y costumbres, como también de sus talentos civiles y militares.

XLV

Dícese que su estatura era elevada, blanca la tez, bien conformados los miembros, cara redonda, ojos negros y vivos, salud robusta, aunque en sus últimos tiempos acometíanle repentinos desmayos y terrores nocturnos que le turbaban el sueño. Dos veces también experimentó ataques de epilepsia en el desempeño de sus cargos públicos. Daba mucha importancia al cuidado de su cuerpo, y no contento con que le cortasen el pelo y afeitasen con frecuencia, hacíase arrancar el vello, según le censuraban, y no soportaba con paciencia la calvicie, que le expuso más de una vez a las burlas de sus enemigos. Por esta razón se traía sobre la frente el escaso cabello de la parte posterior, y de cuantos honores le concedieron el pueblo y el Senado, ninguno le fue tan grato como el de llevar constantemente una corona de laurel. También era cuidadoso de su traje. Usaba laticlavia guarnecida de franjas que le llegaban hasta las manos, poniéndose siempre sobre esta prenda el cinturón muy flojo. Esta costumbre hacía decir frecuentemente a Sila, dirigiéndose a los nobles: Desconfiad de ese joven tan mal ceñido.

XLVI

Al principio habitó modesta casa en la Suburra, pero cuando le nombraron pontífice máximo tuvo por morada un edificio del Estado en la Vía Sacra. Muchos aseguran que tuvo grandísima afición al lujo y la magnificencia: había hecho construir en Aricia una casa de campo cuya edificación y adornos le habían costado considerables cantidades, y dícese que mandó demolerla porque no respondía a lo que esperaba, a pesar de que entonces era corta su fortuna y tenía muchas deudas. En sus expediciones llevaba pavimentos de madera y de mosaico para sus habitaciones.

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XLVII

Asegúrase que le hizo ir a Bretaña la esperanza de encontrar allí perlas, y que se complacia en comparar el tamaño y pesarlas en la mano; que buscaba con increíble avidez las piedras preciosas, esculturas, estatuas y cuadros antiguos; que pagaba a precios exorbitantes los esclavos bellos y diestros, y que. prohibía anotar estos gastos: tanto le avergonzaban a él mismo.

XLVIII

Durante su gobierno en provincias tuvo siempre dos mesas, una para sus oficiales y otra para los magistrados romanos y personas más importantes del país. La disciplina doméstica era severísima en su casa, tanto en las pequeñas cosas como en las grandes, haciendo encarcelar en una ocasión a su panadero por haber servido a los convidados pan diferente del que le sirvió a él: a un liberto al que quería mucho le castigó con pena capital por haber cometido adulterio con la esposa de un caballero romano, a pesar de que nadie propuso querella contra él.

XLIX

Su íntimo trato con Nicomedes mancha su reputación, cubriéndole de indeleble y eterno oprobio, y exponiéndole a multitud de sátiras. Omito los conocidísimos versos de Lucinio Calvo:Bithynia quidquidet pradicator Casaris umquam habuit (1).Paso. en silencio las acusaciones de Dolabella y Curión, padre, en las que Dolabella le llama rival de la reina y espalda del lecho real, y Curión establo de Nicomedes y mal lugar de Bitinia. Tampoco me detendré en los edictos de Bíbulo contra su colega, en los que le trata de  reina de Bitinia y en los que le censura a la vez su antigua afición por un rey y ahora por un reino. Refiere M. Bruto que por esta época, un tal Octavio, especie de loco que decía cuanto se le antojaba, dió a Pompeyo, delante de numerosa concurrencia, el título de rey y a César el de reina. C. Memio le acusa de haber servido a la mesa a Nicomedes con los eunucos de este monarca y de haberle presentado la copa y el vino delante de numerosos convidados, entre los que se encontraban muchos comerciantes romanos cuyos nombres cita. No contento Cicerón con haber escrito en algunas cartas que César fue llevado a la cámara real por soldados, que se acostó en ella cubierto de púrpura en un lecho de oro, y que aquel descendiente de Venus prostituyó en Bitinia la flor de su juventud, le dijo un día en pleno Senado, estando César defendiendo la causa de Nisa, hija de Nicomedes, y cuando recordaba los favores que debía a este rey: Omite, te lo suplico, todo eso, porque demasiado sabido es lo que has recibido y lo que le has dado . En fin, al día de su triunfo sobre las Galias, los soldados, entre los versos con que acostumbraban a celebrar la marcha del triunfador, cantaron los conocidísimos:

Gallias Caesar subegit, Nicomedes Caesarem.Ecce Caesar nunc triumphat, qui subegit Gallias:Nicomedes non triumphat, qui subegit Casarem. (2)

L

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Constante opinión es que fue muy dado a la incontinencia y espléndido para conseguir estos placeres, habiendo corrompido considerable número de mujeres de elevado linaje, entre las que se cita a Postumia, esposa de Servio Sulpicio; a Lollia, de Aulo Gabinio; a Tertula, de M. Craso, como también a Mucia, de Cn. Pompeyo; pero lo cierto es que los Curiones, padre e hijo, y muchos otros, censuraban a Pompeyo haber tomado por esposa, movido por la ambición, a la hija de aquel a quien en sus amargos recuerdos acostumbraba a llamar nuevo Egisto, repudiando otra que le había dado tres hijos. Pero a ninguna amó tanto como a la madre de Bruto, Servilia, a la que dió durante su primer consulado una perla que le había costado seis millones de sestercios; y en la época de las guerras civiles, además de otras ricas donaciones, le hizo adjudicar a bajo precio las propiedades más hermosas que se vendieron entonces en subasta; y cuando se extrañaban todos de aquella baratura, dijo sarcásticamente Cicerón: Para que comprendáis bien la venta, sabed que se ha deducido la tercia; aludiendo a que se decía que Servilia favorecía el comercio de su hija Tercia con César.

LI

En las provincias de su mando tampoco respetó el lecho conyugal, según los' versos que cantaban en coro sus soldados el día de su triunfo sobre las Galias:

Urbani, servate uxoreS; maechum calvum adducimus (3).

LII

También tomó a reinas por amantes, entre otras Eunoé, esposa de Bagud, rey de Mauritania, y según refiere Nasón, hízole, lo mismo que a su marido, numerosos y ricos regalos; pero amó mucho más a Cleopatra, con la que frecuentemente prolongaba sus festines hasta la aurora, y hubiese penetrado con ella en una nave suntuosamente aparejada desde Egipto a Etiopía, si el ejército no se hubiera negado a seguirle; finalmente, la hizo venir a Roma, dejándola marchar sino colmada de dones y consintiendo en que llevase su nombre el hijo que tuvo de ella. Algunos escritores griegos dijeron que este hijo se parecía a César en el rostro y apostura. M. Antonio aseguró en pleno Senado que César lo había reconocido, e invocó el testimonio de C. Macio, G. Opio y otros amigos de César; pero C. Opio refutó el aserto publicando un libro sosteniendo que no era hijo de César el que Cleopatra decía. Helvio Cinna, tribuno del pueblo, manifestó a muchas personas que tuvo redactada y dispuesta una ley, que César le mandó proponer en su ausencia, por la que se le permitiría casarse con cuantas mujeres quisiese para tener hijos. En fin, tan desarregladas eran sus costumbres y tan notoria la infamia de sus adulterios, que Curión, padre, le llama en un discurso marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos.

LIII

Ni sus mismos enemigos niegan que fue muy sobrio en el uso del vino. Conocida es la frase de Catón: De cuantos han querido derribar la República, solamente César fue sobrio. C. Opio nos dice que era tan indiferente a la calidad de los manjares, que habiéndole servido un día en un convite aceite rancio por fresco, él fue el único que no lo rechazó, y hasta repitió de él para que no se creyese que achacaba al anfitrión descuido o grosería. No fue desinteresado ni en sus mandos ni en sus magistraturas.

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LIV

En efecto, en algunos escritos de su época está probado que siendo procónsul en España recibió cantidades de los aliados, mendigadas por él mismo, como auxilio para pagar sus deudas, y que entregó al pillaje muchas ciudades de Lusitania, aunque no le opusieron resistencia, abriéndole las puertas a su llegada. En la Galia saqueó las capillas y los templos de los dioses, repletos de ricas ofrendas; y destruyó algunas ciudades, antes por rapiña que en castigo de delitos; esta conducta le proporcionó mucho oro, que hizo vender en Italia y en las provincias al precio de tres mil sestercios la libra. Durante su primer consulado robó en el Capitolio tres mil libras de peso de oro, sustituyéndolas con igual cantidad de bronce dorado. Vendió alianzas y reinos, obteniendo así solamente de Ptolomeo, en su nombre y en el de Pompeyo, cerca de seis mil talentos. Por lo demás, solamente a costa de sacrilegios y evidentísimas rapiñas pudo subvenir a los enormes gastos de la guerra civil, de sus triunfos, y de los espectáculos.

LV

En elocuencia y conocimientos militares igualó y hasta superó a los más famosos. Por su acusación contra Dolabella fue considerado unánimemente entre los primeros oradores. Cicerón, en su epístola a Bruto, cuando enumera los oradores, dice que no ve a quién deba ceder César, y añade que en su elocuencia tiene elegancia y brillantez; magnificencia y grandeza; y en otra a Comelio Nepote, hablando de lo mismo, dice: ¿Qué orador te atreverías a anteponerle entre los que solamente han cultivado este arte? ¿Quién le es superior en la abundancia y finura del pensamiento? ¿Quién más elegante y distinguido en la expresión? Parece que desde muy joven adoptó César el género de elocuencia de Strabon, y en su Adivinación reprodujo, del discurso de este orador titulado Pro Sardis, muchos párrafos literalmente. Dícese también que hablaba con sonora voz, y con ademanes bellos y enérgicos. Ha dejado algunas oraciones, pero se le atribuyen falsamente otras, y no sin razón consideraba Augusto la oración Pro Q. Metello más bien como copia infiel de los escribientes,que no podían seguir la rapidez de su dicción, que como obra publicada por él mismo. En muchos ejemplares veo escrito en vez de Discurso en favor de Metelo, Escrito por cuenta de Metelo; sin embargo, es César quien habla para defenderse, al mismo tiempo que Metelo, de las acusaciones de sus comunes enemigos. Augusto duda también en atribuirle la arenga A los soldados de España, aunque existen dos con este título, una como pronunciada antes del primer combate y la otra antes del último; ahora bien, Asinio Polión dice que en la última batalla el repentino ataque de los enemigos no le dió tiempo para arengar.

LVI

Dejó también comentarios sobre sus campañas en las Galias y sobre la guerra civil contra Pompeyo. En cuanto a la historia de las guerras de Alejandría, Africa y España, ignórase quién sea el autor. Unos señalan a Opio y otros a Hirtio, que habría completado también el último libro sobre la guerra con los galos, que César dejó incompleto. Cicerón en su Epístola a Bruto, habla así de los Comentarios: Sus Comentarios son dignos de todo elogio: el estilo es sobrio, puro, elegante, despojado de toda pompa de lenguaje, como belleza desnuda: al querer suministrar materiales dispuestos a los futuros historiadores, tal vez ha hecho cosa agradable a los necios,

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que no dejaron de sobrecargar con frívolas galas estas gracias naturales; pero ha quitado a los discretos hasta el deseo de tratar este asunto. Hirtio dice también, hablando de los mismos Comentarios: Tan reconocida es su superioridad, que parece que ha quitado, más bien que dado a los histonadores la facultad de escribir después que él. Tenemos más motivos que nadie para admirar este libro. Todos saben con cuánto talento y pureza está escrito; nosotros sabemos, además, con cuánta facilidad y rapidez lo hizo. Asinio Polión pretende que estos Comentarios no son siempre eXactos y fieles, por haber consignado César con demasiada fe las acciones de los otros, y haber alterado conscientemente o por falta de memoria la verdad de sus propios hechos; según su opinión, César se proponía rehacer y corregir su obra. También dejó un tratado en dos libros sobre la Analogia; otro, en igual número de libros, llamado Anticatón, y un poema intitulado El viaje. El primero lo compuso al pasar los Alpes para reunirse a su ejército, después de presidir los comicios de la Galia Citerior; el segundo, en la época de la batalla de Munda; y el último en los veinticuatro días que empleó para trasladarse desde Roma a la España Ulterior. Existen también sus cartas al Senado, y parece que fue el primero en escribir sus comunicaciones en hojas dobladas en forma de oficio, cuando hasta entonces las habían escrito los cónsules y generales en toda la extensión de la hoja. Consérvanse, en fin, sus cartas a Cicerón, y las que escribió a sus amigos acerca de sus asuntos domésticos; para los asuntos secretos empleaba una especie de cifra que hacia el sentido ininteligible, estando ordenadas las letras de manera que no podía formarse ninguna palabra; y si alguno quisiera descifrarlas, cambie el orden de las leocas, tomando la cuarta por la primera, esto es, d por a, y así las demás. Cítanse también algunos escritos del tiempo de su niñez y de su juventud: las Alabanzas de Hércules, una tragedia con el título de Edipo y una Colección de frases notables. Augusto prohibió la publicación de estos escritos en una carta, tan corta como sencilla, dirigida a Pompeyo Macer, a quien tenía encargado el cuidado de las bibliotecas.

LVII

Era muy diestro en el manejo de las armas y caballos y soportaba la fatiga más de lo que puede creerse: en las marchas precedía al ejército, algunas veces a caballo, y con más frecuencia a pie, con la cabeza descubierta a pesar del sol y de la lluvia. Salvaba largas distancias con increíble rapidez, sin equipaje, en un carro de alquiler, recorriendo de esta manera hasta cien millas por día: si le detenían ríos, los pasaba a nado o sobre odres henchidos, y con frecuencia se adelantaba a sus correos.

LVIII

No podría afirmarse si en sus expediciones fue más cauto que audaz. Jamás llevó su ejército a terreno propicio a emboscadas sin explorar previamente los caminos, ni le hizo pasar a Bretaña hasta asegurarse por sí mismo del estado de los puertos, del modo de navegación, y de los parajes que permitían el desembarco. En cambio, este hombre tan precavido, enterado un día de que habían asediado su campamento en Germania, se vistió con un traje galo y se reunió a su ejército, atravesando el de los sitiadores. De la misma manera hizo en invierno la travesía desde Brindis a Dirraquio, entre las flotas enemigas; y como no llegaban, a pesar de sus frecuentes mensajes, las tropas que tenían orden de seguirle, concluyó por montar una noche en una barquilla, cubierta la cabeza, y ni se dió a conocer, ni permitió al piloto ceder a la tempestad, hasta un momento en que iban a sumergirle las olas.

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LIX

Los escrúpulos religiosos no le hicieron jamás abandonar ni diferir sus empresas. Aunque la víctima del sacrificio escapase al sacrificador, no por eso dejó de marchar contra Escipión y Juba. En otra ocasión, habiendo caído al saltar del barco, tornó en favor suyo el presagio, exclamando: Ya eres mía, Africa. Mas, para eludir los vaticinios que unían fatalmente en aquella tierra las victorias al nombre de los Escipiones, tuvo constantemente en sus campamentos un obscuro descendiente de la familia Cornelia, hombre abyecto y a quien sus desarregladas costumbres habían hecho dar el apodo de Salviton.

LX

En cuanto a las batallas, no se guiaba solamente por planes meditados, sino que también aprovechaba las oportunidades, ocurriendo muchas veces que atacaba inmediatamente después de una marcha, o con tiempo tan espantoso que nadie podía suponer que se hubiese puesto en movimiento; y solamente en los últimos años de su vida fue más cauto en presentar batalla, convencido de que, habiendo conseguido tantas victorias, no debía tentar a la fortuna, y de que menos ganaría siempre con una victoria que perdería con una derrota. Nunca derrotó a un enemigo sin apoderarse inmediatamente de su campamento, ni dejó que los vencidos se repusieran del terror. Cuando la victoria era dudosa, hacía alejar todos los caballos, empezando por el suyo, para imponer a los soldados la necesidad de vencer, quitándoles todos los medios de huir.

LXI

Montaba un caballo extraordinario, cuyos cascos parecían pies humanos, porque eataban cortados a manera de dedos; ese caballo había nacido en su casa, prometiendo los augures a su dueño el imperio del mundo; por cuya razón le crió con cuidadoso esmero, encargándose él mismo de domarlo, elevándole más adelante una estatua delante del templo de Venus Genitriz.

LXII

Frecuentemente se le vió restablecer él solo su línea de batalla cuando vacilaba, lanzarse delante de los fugitivos, detenerles bruscamente y obligarles, con la espada a la garganta, a volver al enemigo; a pesar de que algunas veces llegó a dominarles el terror en términos tales, que un portaestandarte, detenido de esta manera, dirigió contra él la punta de su enseña, y otro, cuya águila había cogido, se la dejó en las manos.

LXIII

En otras circunstancias dió muestras más brillantes aun de su valor. Después de la batalla de Farsalia, habiendo mandado sus tropas al Asia, y pasando él en un barquichuelo el estrecho de Helesponto, encontró a C. Casio, uno de sus enemigos, con diez galeras de guerra, y lejos de huir, marchó hacia él, le intimó la rendición y le recibió suplicante en su nave.

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LXIV

En Alejandría atacó un puente, pero una brusca salida del enemigo le hizo saltar a una barca, y precipitándose muchos contra él, se lanzó al mar, y recorrió a nado el espacio de doscientos pasos hasta otra nave, sacando la mano izquierda fuera del agua para que no se mojasen los escritos que llevaba, y apretando con los dientes su manto de general para no dejar aquel despojo al enemigo.

LXV

No apreciaba al soldado por sus costumbres ni por su fortuna, sino solamente por su valor, y le trataba unas veces con suma severidad y otras con grande indulgencia. No siempre ni en todas partes era rígido, pero siempre se mostraba severo delante del enemigo: en estos casos mantenía rigurosamente la disciplina; no anunciaba a su ejército los días de marcha, ni los de combate, deseando que, en continua espera de sus órdenes, estuviese siempre dispuesto a marchar a la primera señal a donde le llevase. Muchas veces le ponía en movimiento sin necesidad, especialmente los días festivos y lluviosos. En ocasiones daba orden de que no le perdiesen de vista, y se alejaba de pronto, de día o de noche, y forzaba el paso para cansar a los que le seguían sin alcanzarlo.

LXVI

Cuando a los ejércitos enemigos precedía temible fama, no tranquilizaba al suyo negando ni despreciando las fuerzas contrarias, antes bien, las exageraba hasta la mentira. Así, cuando la aproximación de Juba había puesto miedo en el corazón de todos los soldados, reunióles y les dijo: Sabed que dentro de pocos días el rey estará delante de vosotros con diez legiones, treinta mil caballos, cien mil hombres de tropas ligeras y trescientos elefantes. Absténganse todos de preguntas y conjeturas y descansen en mí, que conozco la verdad; de lo contrario embarcaré a los noticieros en un barco viejo e irán a parar a donde les lleve el viento.

LXVII

No siempre castigaba las faltas ni proporcionaba el castigo a los delitos; pero era severísimo con los desertores y sediciosos, y suave con los demás. Algunas veces, después de una gran batalla y una gran victoria, dispensaba a los soldados de los deberes ordinarios y les permitía entregarse a todos los excesos de una desenfrenada licencia, soliendo decir que sus soldados, aun perfumados, podían combatir bien; en las arengas no les llamaba soldados, sino que empleaba la palabra más lisonjera de compañeros; gustaba de verles bien vestidos, y les daba armas adornadas con plata y oro, tanto para gala como para enardecerles en el día del combate por el temor de perderlas. De tal manera les quería, que cuando supo la derrota de Titurio se dejó crecer la barba y el cabello y no se lo cortó hasta después de vengarle.

LXVIII

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De esta manera les inspiró inquebrantable adhesión a su persona e invencible valor. Al comenzar la guerra civil, los centuriones de cada legión se comprometieron a suministrarle cada uno el equipo de un jinete, pagado de su peculio particular, y todos los soldados quisieron servirle gratuitamente, sin ración ni paga, debiendo atender los más ricos a las necesidades de los más pobres. Durante aquella guerra tan larga ninguno le abandonó, y hasta muchos que cayeron prisioneros rehusaron la vida que se les ofrecía a condición de volver las armas contra él. Sitiados y sitiadores, con tanta paciencia soportaban el hambre y las demás privaciones, que en el sitio de Dirraquio, habiendo visto Pompeyo la especie de pan de hierba con que se alimentaban, dijo  que tenía que habérselas con fieras, y lo hizo desaparecer en seguida por temor de que aquel testimonio de la paciencia y pertinacia de sus enemigos desconcertase a su ejército. Prueba de su indomable valor es que, después del único revés que sufrieron cerca de Dirraquio, pidieron castigo ellos mismos, y el general, antes tuvo que consolarlos que castigarlos. En las demás batallas deshicieron fácilmente, no obstante su inferioridad numérica, las innumerables tropas que se les oponían. Una sola cohorte de la legión sexta, encargada de la defensa de un fuerte, sostuvo durante algunas horas el ataque de cuatro legiones de Pompeyo y sucumbió casi entera bajo una nube de flechas, encontrándose dentro del fuerte ciento treinta mil de éstas. No asombrará tanta bravura si se consideran los hechos aislados de algunos como el centurión Casio Sceva o el soldado C. Acilius. Sceva, aunque le habían vaciado un ojo, y atravesado un muslo y un hombro, y roto el escudo con ciento veinte golpes, permaneció firme en la puerta de un fuerte cuya custodia se le había confiado. Acilio, en un combate naval cerca de Marsella, imitó el memorable ejemplo que dió Cinegiro entre los griegos: con la mano derecha cogió un barco enemigo, se la cortaron, pero no por eso dejó de saltar al barco rechazando con el escudo cuanto se le oponía.

LXIX

No ocurrió sedición alguna en el ejército durante los diez años de guerra en las Galias; algunas estallaron durante las civiles, pero las aplacó en seguida, con autoridad más bien que con indulgencia. No cedió nunca ante los amotinados, sino que constantemente marchó a su encuentro. En Placencia licenció ignominiosamente toda la novena legión, aunque Pompeyo estaba aún en armas; y no sin gran trabajo, después de numerosas y apremiantes súplicas y el castigo de los culpables, consintió rehabilitarla.

LXX

Los soldados de la décima legión pidieron un día en Roma recompensas y licencia, profiriendo terribles amenazas que exponían la ciudad a graves peligros, y a pesar de que entonces estaba encendida la guerra en África, y aunque sus amigos trataron en vano de retenerle, no vaciló en presentarse a los amotinados y licenciarlos; pero con una Rola palabra, llamándoles ciudadanos en vez de soldados, cambió por completo sus disposiciones. Somos soldados, exclamaron en seguida y le siguieron a África a pesar de su rechazo, lo cual no impidió castigase a los instigadores con la pérdida de la tercera parte del botín y de las tierras que les estaban destinadas.

LXXI

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Desde su juventud brilló por su celo y fidelidad para con sus clientes. Defendió a Masinta, joven de familia distinguida, contra el rey Hienipsal, y con tanta energía, que en el calor de la discusión cogió por la barba a Juba, hijo de este rey; y declarado su cliente tributario del rey, arrancóle de manos de los que lo llevaban y le ocultó durante largo tiempo en su casa; en fin, cuando partió para España, al cesar en la pretura, llevóle en su litera, bajo la protección de sus lictores y de numerosos amigos.

LXXII

Con tantas consideraciones y bondad trató siempre a sus amigos, que habiendo caído repentinamente enfermo C. Opio, que le acompañaba por un camino agreste y difícil, le cedió la única cabaña que encontraron y se acostó él en el suelo a la intemperie. Cuando consiguió el poder soberano, elevó a los primeros honores a algunos hombres de baja condición, y cuando se lo censuraron, contestó: Si bandidos y asesinos me hubiesen ayudado a defender mis derechos y dignidad, les mostraría igualmente mi agradecimiento.

LXXIII

Nunca, por otra parte, concibió enemistades tan hondas que no las desechase al presentarse ocasión. C. Memio le había atacado en sus discursos con extraordinaria vehemencia, contestándoJe por escrito César con igual aspereza; y, sin embargo, poco después le ayudó con toda su influencia a conseguir el consulado. C. Calvo le había dirigido epigramas difamatorios, y cuando pretendía reconciliarse con él por la mediación de algunos amigos, él mismo se adelantó a escribirle. Confesaba que Valerio Catulo, en sus versos sobre Mamurra, le había marcado con eterno estigma, y en el mismo día en que le dió satisfacción, le admitió a su mesa, sin haber roto nunca sus relaciones de hospitalidad con el padre del poeta.

LXXIV

Era por naturaleza dulce, hasta en las venganzas. Cuando se apoderó de los piratas, de quienes fue prisionero, y a quienes en aquella situación juró crucificar, no les hizo clavar en este instrumento de suplicio hasta después de estrangularlos. Jamás quiso vengarse de Cornelio Fagita, que le había preparado todo linaje de asechanzas en la época en que para librarse de Sila se veía obligado, aunque enfermo, a cambiar todas las noches de asilo, y que sólo había cesado de inquietarle mediante el pago de una suma. A Filemón, esclavo y secretario suyo, que había prometido a sus enemigos envenenarle, no le impuso otro castigo que la muerte, cuando podía someterlo a tormentos espantosos. Llamado como testigo contra P. Clodio, acusado de sacrilegio y convicto de adulterio con su esposa Pompeya, aseguró no haber visto nada, aunque su madre Aurelia y su hermana Julia habían declarado a los jueces toda la verdad; y como se le preguntaba por qué, pues, había repudiado a Pompeya, contestó: Es necesario que los míos estén tan exentos de sospecha como de crimen.

LXXV

Pero deben admirarse principalmente su moderación y su clemencia durante la guerra civil y después de sus victorias. Había dicho Pompeyo que consideraría enemigos a los que no

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defendiesen la República, y César declaró que tendría por amigos a los que permaneciesen neutrales entre los dos partidos; y a aquellos a quienes había dado grados por recomendación de Pompeyo, les autorizó a pasar al ejército de su rival. En el sitio de Ilerda trabáronse amistosas relaciones entre los dos ejércitos, a favor de las negociaciones que entablaron los jefes para la rendición de la plaza; pero abandonando repentinamente el proyecto Afranio y Petreyo, hicieron pasar a cuchillo a los soldados de César que se encontraban en su campamento, no conSiguiendo este acto de perfidia arrastrarle a las represalias. En la batalla de Farsalia mandó que no se hiciese daño a los ciudadanos, y acordó a cada soldado de su partido la gracia de un prisionero, a elección suya. No se sabe tampoco que ningún enemigo suyo pereciera más que en el campo de batalla, exceptuando Afranio, Fausto y el joven L. César, y hasta se cree que éstos no murieron por orden suya, a pesar de que los dos primeros se habían rebelado contra él después de haber obtenido el perdón, y el tercero había hecho perecer cruelmente por el hierro y el fuego los esclavos y libertos de su bienhechor, mandando degollar a las fieras que César había comprado para los espectáculos romanos. Finalmente, en los últimos tiempos permitió a todos los que no habían obtenido gracia todavía, regresar a Italia y aspirara magistraturas y mandos. Levantó de nuevo las estatuas de Sila y de Pompeyo, que el pueblo había derribado. Cuando sabía que se tramaba contra él algún proyecto siniestro o que hablaban mal, prefería contener a los culpables a castigarlos. Así es que, habiendo descubierto conspiraciones y reuniones nocturnas, limitó su venganza a declarar, por medio de un edicto, que las conocía; y a los que le ultrajaban en discursos, se contentaba con aconsejarles públicamente que no continuasen, llegando a sufrir, sin quejarse, que Aulo Cecino quebrase su reputación en un libelo injurioso, y Pitolao en un poema difamatorio.

LXXVI

Impútansele, sin embargo, acciones y palabras que demuestran el abuso del poder y que parecen justificar su muerte. No contento con aceptar honores excesivos, como varios consulados seguidos, la dictadura perpetua, la prefectura de las costumbres, el título de emperador, el sobrenombre de Padre de la patria, una estatua entre las de los reyes, un estrado en la orquesta, consentía, además, que le decretasen otros superiores a la medida de las grandezas humanas; tuvo silla de oro en el Senado y en su tribunal; en los juegos del circo un carro en el que se llevaba religiosamente su retrato; templos y altares y estatuas al lado de las de los dioses; como éstos tuvo lecho sagrado; un flamen, sacerdotes lupercos, y, en fin, el privilegio de dar su nombre a un mes del año. No hubo distinciones que no recibiese según su capricho y que no diese de la misma manera. Cónsul por tercera y por cuarta vez, limitóse a llevar el título, contentándose con ejercer la dictadura que le habían concedido al mismo tiempo y designó dos cónsules suplentes para los tres últimos meses de estos dos años, durante los cuales no reunió los comicios más que para la elección de tribunos y ediles del pueblo. Estableció prefectos en lugar de pretores, para que administrasen los intereses de la ciudad en su ausencia. Habiendo muerto repentinamente un cónsul la víspera de las calendas de enero, revistió con la dignidad vacante, por las pocas horas que quedaban, al primero que la solicitó. Con igual desprecio de las leyes y costumbres patrias estableció magistraturas para muchos años, concedió insignias consulares a dos antiguos pretores, elevó a la dignidad de ciudadanos y hasta de senadores a algunos galos semibárbaros. En fin, dió la intendencia de la moneda y de las rentas públicas a esclavos de su casa, y

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abandonó el cuidado y mando de tres legiones que dejó en Alejandrfa a Rufión, hijo de un liberto suyo y compañero de orgías.

LXXVII

Públicamente solía pronunciar palabras que, como dice T. Ampio, no muestran menos orgullo que sus actos: La República es una palabra vana, sin realidad ni valor. Sila ignoraba la ciencia del gobierno, porque depuso la dictadura. Los hombres debían hablarle en adelante con más respeto y considerar como leyes lo que dijese. Llegó a tal punto de arrogancia, que respondió a un augur que le anunciaba tristes presagios después de un sacrificio, porque no se había encontrado corazón en la víctima, que serían los vaticinios más dichosos cuando quisiese, y que no se debía mirar como prodigio una bestia sin corazón.

LXXVIII

Pero lo que le atrajo odio violentísimo e implacable fue lo siguiente. Habiendo marchado los senadores en corporación a presentarle decretos muy lisonjeros para él, les recibió sentado delante del templo de Venus Genitriz. Dicen algunos escritores que Cornelio Balbo le retuvo cuando iba a levantarse; otros que ni siquiera se movió, y que habiéndole dicho C. Trebacio que se pusiese en pie, le dirigió severa mirada. Este desaire pareció tanto más intolerable cuanto que él mismo, en uno de sus triunfos, mostró profunda indignación cuando al pasar su carro por delante de las sillas de los tribunos, uno de ellos, Poncio Aquila, permaneció sentado, llegando a exclamar: Tribuno Aquila, pídeme la República"; y durante muchos días no prometió nada a nadie sin añadir esta condición irónica: Por supuesto, si lo permite Poncio Aquila.

LXXIX

A este grave ultraje inferido al Senado añadió un rasgo de orgullo más ofensivo aun. Regresaba a Roma, después del sacrificio acostumbrado de las ferias latinas, cuando en medio de las extraordinarias e insensatas aclamaciones del pueblo, un hombre se destacó de la multitud y colocó sobre su estatua una corona de laurel, atada con una cinta blanca. Los tribunos Epidio Marullo y Cesesio Flavo mandaron quitar la corona y redujeron a prisión al que la puso; pero viendo César que aquella tentativa de realeza había tenido tan mal éxito, o como pretendía que le había privado de la gloria de rehusarla, apostrofó duramente a los tribunos y les despojó de su autoridad; mas no pudo librarse de la censura deshonrosa de haber ambicionado la dignidad real, aunque respondió un día al pueblo, que le saludaba con el nombre de rey: Soy César y no rey, y a pesar de que en las fiestas lupercales rechazara e hiciese llevar al Capitolio, a la estatua de Júpiter, la diadema que con insistencia quiso el cónsul Antonio colocarle en la cabeza en la tribuna de las arengas. Sobre este asunto propagóse un rumor que adquirió bastante consistencia, asegurándose que pensaba trasladar a Alejandro o a Troya la capital y fuerzas del Imperio, después de dejar exhausta la Italia con levas extraordinarias, y haber encargado a sus amigos el gobierno de Roma; añadiendo que en la primera reunión del Senado el quindecenviro L. Cota debía proponer que se diese a César el título de rey, puesto que estaba escrito en los libros del destino que solamente un rey podía vencer a los partos.

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LXXX

Temiendo los conjurados verse obligados a dar su asentimiento a esta proposición, creyeron necesario apresurar la ejecución de su empresa. Reuniéronse, por tanto, y agruparon en un solo plan los que antes se habían convenido aisladamente en grupos de dos o tres personas; el pueblo se encontraba descontento del estado de los negocios, mostrando en toda ocasión su repugnancia a la tiranía, y pedía abiertamente libertadores. Cuando se concedió a extranjeros el título de senadores, por todas partes se fijaron pasquines: Salud a todos: prohíbese mostrar a los nuevos senadores el camino del Senado; y se cantó también por las calles:Gallos Casar in triumphum ducit. idem in curiam.Galli bracas deposuerunt, latum clavum sumpserunt (4).Habiendo anunciado el lictor en el teatro, según costumbre, la entrada del cónsul Q. Máximo, que César había sustituído por tres meses, gritáronle por todos lados que no era cónsul. Después de la destitución de los tribunos Casecio y Marullo, en la primera reunión de los comicios aparecieron muchos boletines que les nombraban cónsules. Al pie de la estatua de L. Bruto escribieron: ¡Ojalá viviese! y bajo la de César:Brutus, quia reges ejecit, consul primus factus est:Hic, quia consules ejecit, rex postremo factus est (5).El número de conjurados se elevaba a más de sesenta, siendo C. Casio y Marco y Décimo Bruto jefes de la conspiración. Éstos deliberaron primeramente si, dividiendo sus fuerzas, le precipitarían unos desde el puente durante los comicios del campo de Marte, en el momento en que convocase las tribus para las elecciones, esperándole los otros abajo para asesinarle, o bien si le atacarían en la Vía Sacra o a la entrada del teatro; pero habiéndose acordado para los idus de marzo una reunión del Senado en la sala de Pompeyo, convinieron por unanimidad no buscar momento ni paraje más oportunos.

LXXXI

Prodigios evidentes anunciaron a César su próximo fin. Pocos meses antes los colonos a quienes la ley Julia había otorgado tierras en Capua, queriendo construir casas de campo. destruyeron antiquísimos sepulcros, y con tanto más afán, cuanto que solían encontrarse en las excavaciones vasos de trabajo sumamente antiguo. En un sepulcro en que se decía descansaban los restos de Capys, fundador de Capua, hallaron una plancha de bronce que conservaba en caracteres y palabras griegas la siguiente inscripción: Cuando se descubran las cenizas de Capys, un descendiente de lulo perecerá a manos de sus parientes, y muy pronto quedará vengado por las desgracias de Italia; y para que no se crea que esto es fábula inventada a capricho. citaré en mi apoyo a Comelio Balbo, íntimo amigo de César. Pocos días antes de su muerte supo que los caballos que había consagrado a los dioses antes de pasar el Rubicón y que había dejado vagar sin amo, se negaban a comer y lloraban; y por su parte, el arúspice Espurina le advirtió durante un sacrificio que se preservase del peligro que le amenazaba para los idus de marzo. La víspera de estos mismos idus, habiendo entrado en la sala del Senado llamada de Pompeyo un reyezuelo con una ramita de laurel en el pico, aves de diferentes clases, salidas de un bosque vecino, se lanzaron sobre él. y lo despedazaron. En fin, la noche que precedió al día de su muerte, parecióle en sueños que se remontaba sobre las nubes y ponía su mano en la de Júpiter; y su esposa

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Calpumia soñó a su vez que se desplomaba el techo de su casa y que mataban a su esposo en sus brazos, y las puertas de su habitación se abrieron violentamente por sí mismas. Todos estos presagios y su mala salud le hicieron vacilar por largo tiempo acerca de si permanecería en su casa, aplazando para otro día lo que había propuesto al Senado; pero habiéndole exhortado Décimo Bruto a no hacer esperar en vano a los senadores, que estaban reunidos desde temprano, salió hacia la hora quinta. Un desconocido le presentó en el camino un escrito en el que le revelaba la conjuración; cogióle y lo unió a los demás que llevaba en la mano izquierda, como para leerlo más tarde. Las muchas víctimas que inmolaron en seguida dieron presagios desfavorables; pero despreciando los escrúpulos religiosos, entró en el Senado y dijo burlándose a Espurina que eran falsas sus predicciones porque habían llegado los idus de marzo sin traer ninguna desgracia, contestando éste que sí habían llegado, pero que aún no habían pasado.

LXXXII

En cuanto se sentó, lo rodearon los conspiradores so pretexto de saludarle, y en el acto, Cimber Tilio, que se había encargado de comenzar, se le acercó como para dirigirle algún ruego; pero negándose a escucharle e indicándole con el gesto que dejase su petición para otro momento, éste lo cogió de la toga por ambos hombros, y al exclamar César:  Esto es violencia, uno de los Casio, que estaba a su espalda, le hirió algo más abajo de la garganta. César le tomó el brazo, se lo atravesó con el punzón y quiso levantarse, pero le detuvo otra herida. Viendo entonces puñales levantados por todas partes, envolvióse la cabeza en la toga, y con la mano izquierda se bajó los paños sobre las piernas, a fin de caer con más decencia, teniendo oculta la parte inferior del cuerpo. Recibió veintitrés heridas, y solamente a la primera lanzó un gemido, sin pronunciar palabra. Sin embargo, algunos dicen que al ver acercarse a M. Bruto, le dijo: ¡Tú también, hijo mío!. En cuanto murió, huyeron todos, quedando por algún tiempo tendido en el suelo, hasta que al fin tres esclavos le llevaron a su casa en una litera, de la que pendía un brazo. Según testimonio del médico Antistio, entre tantas heridas, solamente era mortal la segunda, recibida en el pecho. Los conjurados intentaban arrastrar su cadáver al Tíber, confiscar sus bienes y anular sus actos; pero el temor que les infundiera el cónsul M. Antonio y Lépido, jefe de la caballería, les hizo desistir de su intento.

LXXXIII

A petición de su suegro L. Pisón, abrióse su testamento, y se leyó en casa de Antonio. César lo había hecho en los últimos idus de septiembre, en su propiedad de Labico, encargando después su custodia a la Gran Vestal. Dice Q. Tuberón que en todos los que hizo desde su primer consulado hasta el principio de la guerra civil, instituía heredero a Cn. Pompeyo, y que lo había dicho así en sus arengas al ejército. Pero en el último instituía tres herederos, que eran los nietos de sus hermanas, a saber, Q. Octavio en las tres cuartas partes, y L. Pinario con Q. Pedio en la restante, en la última cláusula adoptaba a C. Octavio y le daba su nombre; nombraba tutores de su hijo, para el caso en que naciese alguno, a la mayor parte de los que le hirieron, estando Décimo Bruto inscripto en la segunda clase de sus herederos. Legaba, en fin, al pueblo romano sus jardines cerca del Tíber y trescientos sestercios por cabeza.

LXXXIV

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Fijado el día de sus funerales, se preparó la pira en el campo de Marte, al lado de la tumba de Julia, y se construyó delante de la tribuna de las arengas una capilla dorada, según el modelo del templo de Venus Genitriz: en ella colocaron un lecho de marfil cubierto de púrpura y oro, y a la cabecera de este lecho un trofeo; con el vestido que llevaba al ser asesinado. No creyéndose sufíciente el día para el solemne desfile de los que querían llevar presentes fúnebres, decidióse que cada cual iría, sin observarse orden alguno y por el camino que quisiese, a depositar sus dones en el campo de Marte. En los juegos fúnebres se cantaron versos encaminados a inspirar piedad hacia el muerto y odio a los asesinos, versos tomados de Pacuvio en su Juicio de las Armas:Men servasse, ut essent qui me perderenti (6)y otros de la Electra de Atilio, que podían ofrecer iguales alusiones. A manera de elogio fúnebre, el cónsul Antonio hizo que un heraldo leyese los senadoconsultos que otorgaban a César todos los honores divinos y humanos, y además, el juramento que obligaba a todos los senadores a defender la vida de César, añadiendo por parte suya muy pocas palabras. Magistrados en ejercicio o que acababan de cesar en sus cargos, llevaron el lecho al Foro. delante de la tribuna de las arengas. Querían unos que se quemase el cadáver en el templo de Júpiter Capitolino; otros, en la sala de Pompeyo; mas de pronto, dos hombres, que llevaban espada al cinto y dos dardos en la mano, le prendieron fuego con antorchas, y en seguida todos comenzaron a arrojar leña seca, las sillas de las tribunas de los magistrados y cuanto se encontraba al alcance de la mano; en seguida los flautistas y cómicos, que para aquella solemnidad habían revestido los trajes dedicados a las pompas triunfales, se despojaron de ellos, los hicieron pedazos y arrojaron a las llamas; los legionarios veteranos arrojaron de igual manera las armas con que se habían adornado para los funerales, y la mayor parte de las matronas lanzaron a su vez joyas y hasta las bulas y pretextas de sus hijos. Multitud de extranjeros tomó parte en aquel duelo público, acercándose sucesivamente a la hoguera y mostrando cada uno su dolor a la manera de su país, notándose principalmente a los judíos, que velaron durante muchas noches junto a las cenizas.

LXXXV

En cuanto terminaron los funerales, corrió el pueblo con antorchas a las casas de Bruto y Casio, siendo rechazado con gran trabajo: en su camino encontró a Helvio Cinna, y a consecuencia de un error de nombre, tomándole por Cornelio, a quien odiaba por haber pronunciado el día anterior un discurso vehemente contra César, lo mató y paseó su cabeza clavada en una pica. Más adelante se alzó en el Foro una columna de mármol de Numidia, de una sola pieza y de más de veinte pies de altura, con esta inscripción: Al padre de la patria, y por largo tiempo fue costumbre ofrecer sacrificios al pie de ella, hacer votos y terminar ciertas diferencias jurando por el nombre de César.

LXXXVI

César hizo sospechar a algunos parientes suyos que no quería vivir más y que veía declinar su salud, motivo por el cual creían que había despreciado los presagios religiosos y los consejos de sus amigos. Otros opinan que tranquilizado por el último senadoconsulto y por el juramento prestado a su persona, había despedido a la guardia española que le seguía espada en mano. Otros, por el contrario, le atribuyen la idea de que prefería sucumbir en una asechanza de sus

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enemigos a tener que temerlas continuamente. En opinión de algunos, acostumbraba decir que su conservación interesaba más a la República que a él mismo; que había adquirido para ella desde muy antiguo gloria y poderío; pero que la República, si él pereciera, no tendría tranquilidad y caería en los espantosos males de la guerra civil.

LXXXVII

Pero generalmente convienen todos en que su muerte fue, sobre poco más o menos, como él la había deseado. Porque leyendo un día en Jenofonte que Ciro, durante su última enfermedad, dió algunas órdenes relativas a sus funerales, mostró su aversión por aquella muerte tan lenta, y manifestó deseos de que la suya fuese rápida. La misma víspera del día en que pereció, cenaba en casa de M. Lépido, y habiéndosele preguntado cuál era la muerte más apetecible, contestó:  La repentína e inesperada.

LXXXVIII

Sucumbió a los cincuenta y seis años, y se colocó en el número de los dioses, no solamente por decreto, sino también por el vulgo, que estaba persuadido de su diVinidad. Durante los juegos que había prometido celebrar y que dió por él su heredero Augusto, apareció una estrella con cabellera, que se presentó hacia la hora undécima, brillando durante siete días consecutivos; se creyó así que era el alma de César recibida en el cielo, siendo ésta la razón de representarle con una estrella sobre la cabeza. Mandóse tapiar la puerta de la sala donde le mataron; llamóse día parricida los idus de marzo, y prohibióse para siempre que se reuniesen los senadores en este día.

LXXXIX

Casi ninguno de sus asesinos le sobrevivió más de tres años, ni murió de muerte natural. Condenados, perecieron todos de diferentes maneras; unos en naufragios, otros en combates y algunos se clavaron el mismo puñal con que habían herido a César.

Notas(1) Todo lo que la Bitinia y el amante de César poseyó jamás.(2) César sometió las Galias y Nicomedes a César. He aquí a César que triunfa porque sometió las Galias y Nicomedes no triunfa, habiendo sometido a César.(3) Ciudadanos, esconded vuestras esposas; aquí traemos al adú1tero calvo.(4) Encadenados en su trionfo trajo a los galos, y después los llevó al Senado: los galos depusieron sus harapos y tomaron las latic1avias.(5) Bruto, porque arrojó a los reyes, fue el primero a quien se nombró cónsul; y a éste, porque arrojó a los cónsules, se le ha hecho al fin rey.(6) ¡Los he perdonado para que me perdiesen!

SVETONI TRANQVILII VITA DIVI IVLI

* * * [1] Annum agens sextum decimum patrem amisit; sequentibusque consulibus flamen Dialis destinatus dimissa Cossutia, quae familia equestri sed admodum dives praetextato desponsata fuerat, Corneliam Cinnae quater consulis filiam duxit uxorem, ex qua illi mox Iulia nata est; neque ut repudiaret compelli a dictatore Sulla ullo modo potuit. Quare et sacerdotio et uxoris dote et gentilicis hereditatibus multatus diversarum partium habebatur, ut etiam discedere e medio et quamquam

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morbo quartanae adgravante prope per singulas noctes commutare latebras cogeretur seque ab inquisitoribus pecunia redimeret, donec per virgines Vestales perque Mamercum Aemilium et Aurelium Cottam propinquos et adfines suos veniam impetravit. Satis constat Sullam, cum deprecantibus amicissimis et ornatissimis viris aliquamdiu denegasset atque illi pertinaciter contenderent, expugnatum tandem proclamasse sive divinitus sive aliqua coniectura: vincerent ac sibi haberent, dum modo scirent eum, quem incolumem tanto opere cuperent, quandoque optimatium partibus, quas secum simul defendissent, exitio futurum; nam Caesari multos Marios inesse.

[2] Stipendia prima in Asia fecit Marci Thermi praetoris contubernio; a quo ad accersendam classem in Bithyniam missus desedit apud Nicomeden, non sine rumore prostratae regi pudicitiae; quem rumorem auxit intra paucos rursus dies repetita Bithynia per causam exigendae pecuniae, quae deberetur cuidam libertino clienti suo. Reliqua militia secundiore fama fuit et a Thermo in expugnatione Mytilenarum corona civica donatus est.

[3] Meruit et sub Servilio Isaurico in Cilicia, sed brevi tempore. Nam Sullae morte comperta, simul spe novae dissensionis, quae per Marcum Lepidum movebatur, Romam propere redit. Et Lepidi quidem societate, quamquam magnis condicionibus invitaretur, abstinuit, cum ingenio eius diffisus tum occasione, quam minorem opinione offenderat.

[4] Ceterum composita seditione civili Cornelium Dolabellam consularem et triumphalem repetundarum postulavit; absolutoque Rhodum secedere statuit, et ad declinandam invidiam et ut per otium ac requiem Apollonio Moloni clarissimo tunc dicendi magistro operam daret. Huc dum hibernis iam mensibus traicit, circa Pharmacussam insulam a praedonibus captus est mansitque apud eos non sine summa indignatione prope quadraginta dies cum uno medico et cubicularis duobus. Nam comites servosque ceteros initio statim ad expediendas pecunias, quibus redimeretur, dimiserat. Numeratis deinde quinquaginta talentis expositus in litore non distulit quin e vestigio classe deducta persequeretur abeuntis ac redactos in potestatem supplicio, quod saepe illis minatus inter iocum fuerat, adficeret. Vastante regiones proximas Mithridate, ne desidere in discrimine sociorum videretur, ab Rhodo, quo pertenderat, transiit in Asiam auxiliisque contractis et praefecto regis provincia expulso nutantis ac dubias civitates retinuit in fide.

[5] Tribunatu militum, qui primus Romam reverso per suffragia populi honor optigit, actores restituendae tribuniciae potestatis, cuius vim Sulla deminuerat, enixissime iuvit. L. etiam Cinnae uxoris fratri, et qui cum eo civili discordia Lepidum secuti post necem consulis ad Sertorium confugerant, reditum in civitatem rogatione Plotia confecit habuitque et ipse super ea re contionem.

[6] Quaestor Iuliam amitam uxoremque Corneliam defunctas laudavit e more pro rostris. Et in amitae quidem laudatione de eius ac patris sui utraque origine sic refert: 'Amitae meae Iuliae maternum genus ab regibus ortum, paternum cum diis inmortalibus coniunctum est. Nam ab Anco Marcio sunt Marcii Reges, quo nomine fuit mater; a Venere Iulii, cuius gentis familia est nostra. Est ergo in genere et sanctitas regum, qui plurimum inter homines pollent, et caerimonia deorum, quorum ipsi in potestate sunt reges.' In Corneliae autem locum Pompeiam duxit Quinti Pompei filiam, L. Sullae neptem; cum qua deinde divortium fecit adulteratam opinatus a Publio Clodio, quem inter publicas caerimonias penetrasse ad eam muliebri veste tam constans fama erat, ut senatus quaestionem de pollutis sacris decreverit.

[7] Quaestori ulterior Hispania obvenit; ubi cum mandatu praetoris iure dicundo conventus circumiret Gadisque venisset, animadversa apud Herculis templum Magni Alexandri imagine ingemuit et quasi pertaesus ignaviam suam, quod nihil dum a se memorabile actum esset in aetate,

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qua iam Alexander orbem terrarum subegisset, missionem continuo efflagitavit ad captandas quam primum maiorum rerum occasiones in urbe. Etiam confusum eum somnio proximae noctis – nam visus erat per quietem stuprum matri intulisse – coiectores ad amplissimam spem incitaverunt arbitrium terrarum orbis portendi interpretantes, quando mater, quam subiectam sibi vidisset, non alia esset quam terra, quae omnium parens haberetur.

[8] Decedens ergo ante tempus colonias Latinas de petenda civitate agitantes adiit, et ad audendum aliquid concitasset, nisi consules conscriptas in Ciliciam legiones paulisper ob id ipsum retinuissent.

[9] Nec eo setius maiora mox in urbe molitus est: siquidem ante paucos dies quam aedilitatem iniret, venit in suspicionem conspirasse cum Marco Crasso consulari, item Publio Sulla et L. Autronio post designationem consulatus ambitus condemnatis, ut principio anni senatum adorirentur, et trucidatis quos placitum esset, dictaturam Crassus invaderet, ipse ab eo magister equitum diceretur constitutaque ad arbitrium re publica Sullae et Autronio consulatus restitueretur. Meminerunt huius coniurationis Tanusius Geminus in historia, Marcus Bibulus in edictis, C. Curio pater in orationibus. De hac significare videtur et Cicero in quadam ad Axium epistula referens Caesarem in consulatu confirmasse regnum, de quo aedilis cogitarat. Tanusius adicit Crassum paenitentia vel metu diem caedi destinatum non obisse et idcirco ne Caesarem quidem signum, quod ab eo dari convenerat, dedisse; convenisse autem Curio ait, ut togam de umero deiceret. Idem Curio sed et M. Actorius Naso auctores sunt conspirasse eum etiam cum Gnaeo Pisone adulescente, cui ob suspicionem urbanae coniurationis provincia Hispania ultro extra ordinem data sit; pactumque ut simul foris ille, ipse Romae ad res novas consurgerent, per Ambranos et Transpadanos; destitutum utriusque consilium morte Pisonis.

[10] Aedilis praeter comitium ac forum basilicasque etiam Capitolium ornavit porticibus ad tempus extructis, in quibus abundante rerum copia pars apparatus exponeretur. Venationes autem ludosque et cum collega et separatim edidit, quo factum est, ut communium quoque inpensarum solus gratiam caperet nec dissimularet collega eius Marcus Bibulus, evenisse sibi quod Polluci: ut enim geminis fratribus aedes in foro constituta tantum Castoris vocaretur, ita suam Caesarisque munificentiam unius Caesaris dici. Adiecit insuper Caesar etiam gladiatorium munus, sed aliquanto paucioribus quam destinaverat paribus; nam cum multiplici undique familia conparata inimicos exterruisset, cautum est de numero gladiatorum, quo ne maiorem cuiquam habere Romae liceret.

[11] Conciliato populi favore temptavit per partem tribunorum, ut sibi Aegyptus provincia plebiscito daretur, nanctus extraordinarii imperii occasionem, quod Alexandrini regem suum socium atque amicum a senatu appellatum expulerant resque vulgo inprobabatur. Nec obtinuit adversante optimatium factione: quorum auctoritatem ut quibus posset modis in vicem deminueret, tropaea Gai Mari de Iugurtha deque Cimbris atque Teutonis olim a Sulla disiecta restituit atque in exercenda de sicaris quaestione eos quoque sicariorum numero habuit, qui proscriptione ob relata civium Romanorum capita pecunias ex aerario acceperant, quamquam exceptos Corneliis legibus.

[12] Subornavit etiam qui Gaio Rabirio perduellionis diem diceret, quo praecipuo adiutore aliquot ante annos Luci Saturnini seditiosum tribunatum senatus coercuerat, ac sorte iudex in reum ductus tam cupide condemnavit, ut ad populum provocanti nihil aeque ac iudicis acerbitas profuerit.

[13] Deposita provinciae spe pontificatum maximum petit non sine profusissima largitione; in qua reputans magnitudinem aeris alieni, cum mane ad comitia descenderet, praedixisse matri osculanti fertur domum se nisi pontificem non reversurum. Atque ita potentissimos duos competitores

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multumque et aetate et dignitate antecedentes superavit, ut plura ipse in eorum tribubus suffragia quam uterque in omnibus tulerit.

[14] Praetor creatus, detecta coniuratione Catilinae senatuque universo in socios facinoris ultimam statuente poenam, solus municipatim dividendos custodiendosque publicatis bonis censuit. Quin et tantum metum iniecit asperiora suadentibus, identidem ostentans quanta eos in posterum a plebe Romana maneret invidia, ut Decimum Silanum consulem designatum non piguerit sententiam suam, quia mutare turpe erat, interpretatione lenire, velut gravius atque ipse sensisset exceptam. Obtinuisset adeo transductis iam ad se pluribus et in his Cicerone consulis fratre, nisi labantem ordinem confirmasset M. Catonis oratio. Ac ne sic quidem impedire rem destitit, quoad manus equitum Romanorum, quae armata praesidii causa circumstabat, inmoderatius perseveranti necem comminata est, etiam strictos gladios usque eo intentans, ut sedentem una proximi deseruerint, vix pauci complexu togaque obiecta protexerint. Tunc plane deterritus non modo cessit, sed et in reliquum anni tempus curia abstinuit.

[15] Primo praeturae die Quintum Catulum de refectione Capitoli ad disquisitionem populi vocavit rogatione promulgata, qua curationem eam in alium transferebat; verum impar optimatium conspirationi, quos relicto statim novorum consulum officio frequentes obstinatosque ad resistendum concucurrisse cernebat, hanc quidem actionem deposuit.

[16] Ceterum Caecilio Metello tribuno plebis turbulentissimas leges adversus collegarum intercessionem ferenti auctorem propugnatoremque se pertinacissime praestitit, donec ambo administratione rei publicae decreto patrum submoverentur. Ac nihilo minus permanere in magistratu et ius dicere ausus, ut comperit paratos, qui vi ac per arma prohiberent, dimissis lictoribus abiectaque praetexta domum clam refugit pro condicione temporum quieturus. Multitudinem quoque biduo post sponte et ultro confluentem operamque sibi in adserenda dignitate tumultuosius pollicentem conpescuit. Quod cum praeter opinionem evenisset, senatus ob eundem coetum festinato coactus gratias ei per primores viros egit accitumque in curiam et amplissimis verbis conlaudatum in integrum restituit inducto priore decreto.

[17] Recidit rursus in discrimen aliud inter socios Catilinae nominatus et apud Novium Nigrum quaestorem a Lucio Vettio indice et in senatu a Quinto Curio, cui, quod primus consilia coniuratorum detexerat, constituta erant publice praemia. Curius e Catilina se cognovisse dicebat, Vettius etiam chirographum eius Catilinae datum pollicebatur. Id vero Caesar nullo modo tolerandum existimans, cum inplorato Ciceronis testimonio quaedam se de coniuratione ultro ad eum detulisse docuisset, ne Curio praemia darentur effecit; Vettium pignoribus captis et direpta supellectile male mulcatum ac pro rostris in contione paene discerptum coiecit in carcerem; eodem Novium quaestorem, quod compellari apud se maiorem potestatem passus esset.

[18] Ex praetura ulteriorem sortitus Hispaniam retinentes creditores interventu sponsorum removit ac neque more neque iure, ante quam provinciae or[di]narentur, profectus est: incertum metune iudicii, quod privato parabatur, an quo maturius sociis inplorantibus subveniret; pacataque provincia pari festinatione, non expectato successore ad triumphum simul consulatumque decessit. Sed cum edictis iam comitis ratio eius haberi non posset nisi privatus introisset urbem, et ambienti ut legibus solveretur multi contra dicerent, coactus est triumphum, ne consulatu excluderetur, dimittere.

[19] E duobus consulatus competitoribus, Lucio Lucceio Marcoque Bibulo, Lucceium sibi adiunxit, pactus ut is, quoniam inferior gratia esset pecuniaque polleret, nummos de suo communi nomine per centurias pronuntiaret. Qua cognita re optimates, quos metus ceperat nihil non ausurum eum in

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summo magistratu concordi et consentiente collega, auctores Bibulo fuerunt tantundem pollicendi, ac plerique pecunias contulerunt, ne Catone quidem abnuente eam largitionem e re publica fieri.

Igitur cum Bibulo consul creatur. Eandem ob causam opera ab optimatibus data est, ut provinciae futuris consulibus minimi negotii, id est silvae callesque, decernerentur. Qua maxime iniuria instinctus omnibus officiis Gnaeum Pompeium adsectatus est offensum patribus, quod Mithridate rege victo cunctantius confirmarentur acta sua; Pompeioque Marcum Crassum reconciliavit veterem inimicum ex consulatu, quem summa discordia simul gesserant; ac societatem cum utroque iniit, ne quid ageretur in re publica, quod displicuisset ulli e tribus.

[20] Inito honore primus omnium instituit, ut tam senatus quam populi diurna acta confierent et publicarentur. Antiquum etiam re[t]tulit morem, ut quo mense fasces non haberet, accensus ante eum iret, lictores pone sequerentur. Lege autem agraria promulgata obnuntiantem collegam armis foro expulit ac postero die in senatu conquestum nec quoquam reperto, qui super tali consternatione referre aut censere aliquid auderet, qualia multa saepe in levioribus turbis decreta erant, in eam coegit desperationem, ut, quoad potestate abiret, domo abditus nihil aliud quam per edicta obnuntiaret.

Unus ex eo tempore omnia in re publica et ad arbitrium administravit, ut nonnulli urbanorum, cum quid per iocum testandi gratia signarent, non Caesare et Bibulo, sed Iulio et Caesare consulibus actum scriberent bis eundem praeponentes nomine atque cognomine, utque vulgo mox ferrentur hi versus:

non Bibulo quiddam nuper sed Caesare factum est: nam Bibulo fieri consule nil memini.

Campum Stellatem maioribus consecratum agrumque Campanum ad subsidia rei publicae vectigalem relictum divisit extra sortem ad viginti milibus civium, quibus terni pluresve liberi essent. Publicanos remissionem petentis tertia mercedum parte relevavit ac, ne in locatione novorum vectigalium inmoderatius licerentur, propalam monuit. Cetera item, quae cuique libuissent, dilargitus est contra dicente nullo ac, si conaretur quis, absterrito. Marcum Catonem interpellantem extrahi curia per lictorem ducique in carcerem iussit. Lucio Lucullo liberius resistenti tantum calumniarum metum iniecit, ut ad genua ultro sibi accideret. Cicerone in iudicio quodam deplorante temporum statum Publium Clodium inimicum eius, frustra iam pridem a patribus ad plebem transire nitentem, eodem die horaque nona transduxit. Postremo in universos diversae factionis [indicem . . . . . . ] inductum praemiis, ut se de inferenda Pompeio nece sollicitatum a quibusdam profiteretur productusque pro rostris auctores ex conpacto nominaret; sed uno atque altero frustra nec sine suspicione fraudis nominatis desperans tam praecipitis consilii eventum intercepisse veneno indicem creditur.

[21] Sub idem tempus Calpurniam L. Pisonis filiam successuri sibi in consulatu duxit uxorem suamque, Iuliam, Gnaeo Pompeio conlocavit repudiato priore sponso Servilio Caepione, cuius vel praecipua opera paulo ante Bibulum inpugnaverat. Ac post novam adfinitatem Pompeium primum rogare sententiam coepit, cum Crassum soleret essetque consuetudo, ut quem ordinem interrogandi sententias consul Kal. Ianuariis instituisset, eum toto anno conservaret.

[22] Socero igitur generoque suffragantibus ex omni provinciarum copia Gallias potissimum elegit, + cuius emolumento et oportunitate idonea sit materia triumphorum +. Et initio quidem Galliam Cisalpinam Illyrico adiecto lege Vatinia accepit; mox per senatum Comatam quoque, veritis patribus ne, si ipsi negassent, populus et hanc daret. Quo gaudio elatus non temperavit, quin paucos post

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dies frequenti curia iactaret, invitis et gementibus adversaris adeptum se quae concupisset, proinde ex eo insultaturum omnium capitibus; ac negante quodam per contumeliam facile hoc ulli feminae fore, responderit quasi adludens: in Syria quoque regnasse Sameramin magnamque Asiae partem Amazonas tenuisse quondam.

[23] Functus consulatu Gaio Memmio Lucioque Domitio praetoribus de superioris anni actis referentibus cognitionem senatui detulit; nec illo suscipiente triduoque per inritas altercationes absumpto in provinciam abiit. Et statim quaestor eius in praeiudicium aliquot criminibus arreptus est. Mox et ipse a Lucio Antistio tr. pl. postulatus appellato demum collegio optinuit, cum rei publicae causa abesset reus ne fieret. Ad securitatem ergo posteri temporis in magno negotio habuit obligare semper annuos magistratus et e petitoribus non alios adiuvare aut ad honorem pati pervenire, quam qui sibi recepissent propugnaturos absentiam suam; cuius pacti non dubitavit a quibusdam ius iurandum atque etiam syngrapham exigere.

[24] Sed cum Lucius Domitius consulatus candidatus palam minaretur consulem se effecturum quod praetor nequisset adempturumque ei exercitus, Crassum Pompeiumque in urbem provinciae suae Lucam extractos conpulit, ut detrudendi Domitii causa consulatum alterum peterent, perfecitque [per] utrumque, ut in quinquennium sibi imperium prorogaretur. Qua fiducia ad legiones, quas a re publica acceperat, alias privato sumptu addidit, unam etiam ex Transalpinis conscriptam, vocabulo quoque Gallico – Alauda enim appellabatur –, quam disciplina cultuque Romano institutam et ornatam postea universam civitate donavit. Nec deinde ulla belli occasione, [ne] iniusti quidem ac periculosi abstinuit, tam foederatis quam infestis ac feris gentibus ultro lacessitis, adeo ut senatus quondam legatos ad explorandum statum Galliarum mittendos decreverit ac nonnulli dedendum eum hostibus censuerint. Sed prospere [de]cedentibus rebus et saepius et plurium quam quisquam umquam dierum supplicationes impetravit.

[25] Gessit autem novem annis, quibus in imperio fuit, haec fere. Omnem Galliam, quae saltu Pyrenaeo Alpibusque et monte Cebenna, fluminibus Rheno ac Rhodano continetur patetque circuitu ad bis et tricies centum milia passuum, praeter socias ac bene meritas civitates, in provinciae formam redegit, eique CCCC in singulos annos stipendii nomine inposuit. Germanos, qui trans Rhenum incolunt, primus Romanorum ponte fabricato adgressus maximis adfecit cladibus; adgressus est et Britannos ignotos antea superatisque pecunias et obsides imperavit; per tot successus ter nec amplius adversum casum expertus: in Britannia classe vi tempestatis prope absumpta et in Gallia ad Gergoviam legione fusa et in Germanorum finibus Titurio et Aurunculeio legatis per insidias caesis.

[26] Eodem temporis spatio matrem primo, deinde filiam, nec multo post nepotem amisit. Inter quae, consternata Publi Clodi caede re publica, cum senatus unum consulem nominatimque Gnaeum Pompeium fieri censuisset, egit cum tribunis plebis collegam se Pompeio destinantibus, id potius ad populum ferrent, ut absenti sibi, quandoque imperii tempus expleri coepisset, petitio secundi consulatus daretur, ne ea causa maturius et inperfecto adhuc bello decederet. Quod ut adeptus est, altiora iam meditans et spei plenus nullum largitionis aut officiorum in quemquam genus publice privatimque omisit. Forum de manubiis incohavit, cuius area super sestertium milies constitit. Munus populo epulumque pronuntiavit in filiae memoriam, quod ante eum nemo. Quorum ut quam maxima expectatio esset, ea quae ad epulum pertinerent, quamvis macellaris ablocata, etiam domesticatim apparabat. Gladiatores notos, sicubi infestis spectatoribus dimicarent, vi rapiendos reservandosque mandabat. Tirones neque in ludo neque per lanistas, sed in domibus per equites Romanos atque etiam per senatores armorum peritos erudiebat, precibus enitens, quod epistulis eius ostenditur, ut disciplinam singulorum susciperent ipsique dictata exercentibus darent.

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Legionibus stipendium in perpetuum duplicavit. Frumentum, quotiens copia esset, etiam sine modo mensuraque praebuit ac singula interdum mancipia e praeda viritim dedit.

[27] Ad retinendam autem Pompei necessitudinem ac voluntatem Octaviam sororis suae neptem, quae Gaio Marcello nupta erat, condicionem ei detulit sibique filiam eius in matrimonium petit Fausto Sullae destinatam. Omnibus vero circa eum atque etiam parte magna senatus gratuito aut levi faenore obstrictis, ex reliquo quoque ordinum genere vel invitatos vel sponte ad se commeantis uberrimo congiario prosequebatur, libertos insuper servulosque cuiusque, prout domino patronove gratus qui esset. Tum reorum aut obaeratorum aut prodigae iuventutis subsidium unicum ac promptissimum erat, nisi quos gravior criminum vel inopiae luxuriaeve vis urgeret, quam ut subveniri posset a se; his plane palam bello civili opus esse dicebat.

[28] Nec minore studio reges atque provincias per terrarum orbem adliciebat, aliis captivorum milia dono offerens, aliis citra senatus populique auctoritatem, quo vellent et quotiens vellent, auxilia submittens, superque Italiae Galliarumque et Hispaniarum, Asiae quoque et Graeciae potentissimas urbes praecipuis operibus exornans; donec, attonitis iam omnibus et quorsum illa tenderent reputantibus, Marcus Claudius Marcellus consul edicto praefatus, de summa se re publica acturum, rettulit ad senatum, ut ei succederetur ante tempus, quoniam bello confecto pax esset ac dimitti deberet victor exercitus; et ne absentis ratio comitiis haberetur, quando nec plebiscito Pompeius postea abrogasset. Acciderat autem, ut is legem de iure magistratuum ferens eo capite, quo petitione honorum absentis submovebat, ne Caesarem quidem exciperet per oblivionem, ac mox lege iam in aes incisa et in aerarium condita corrigeret errorem. Nec contentus Marcellus provincias Caesari et privilegium eripere, re[t]tulit etiam, ut colonis, quos rogatione Vatinia Novum Comum deduxisset, civitas adimeretur, quod per ambitionem et ultra praescriptum data esset.

[29] Commotus his Caesar ac iudicans, quod saepe ex eo auditum ferunt, difficilius se principem civitatis a primo ordine in secundum quam ex secundo in novissimum detrudi, summa ope restitit, partim per intercessores tribunos, partim per Servium Sulpicium alterum consulem. Insequenti quoque anno Gaio Marcello, qui fratri patrueli suo Marco in consulatu successerat, eadem temptante collegam eius Aemilium Paulum Gaiumque Curionem violentissimum tribunorum ingenti mercede defensores paravit. Sed cum obstinatius omnia agi videret et designatos etiam consules e parte diversa, senatum litteris deprecatus est, ne sibi beneficium populi adimeretur, aut ut ceteri quoque imperatores ab exercitibus discederent; confisus, ut putant, facilius se, simul atque libuisset, veteranos convocaturum quam Pompeium novos milites. Cum adversariis autem pepigit, ut dimissis octo legionibus Transalpinaque Gallia duae sibi legiones et Cisalpina provincia vel etiam una legio cum Illyrico concederetur, quoad consul fieret.

[30] Verum neque senatu interveniente et adversariis negantibus ullam se de re publica facturos pactionem, transiit in citeriorem Galliam, conventibusque peractis Ravennae substitit, bello vindicaturus si quid de tribunis plebis intercedentibus pro se gravius a senatu constitutum esset.

Et praetextum quidem illi civilium armorum hoc fuit; causas autem alias fuisse opinantur. Gnaeus Pompeius ita dictitabat, quod neque opera consummare, quae instituerat, neque populi expectationem, quam de adventu suo fecerat, privatis opibus explere posset, turbare omnia ac permiscere voluisse. Alii timuisse dicunt, ne eorum, quae primo consulatu adversus auspicia legesque et intercessiones gessisset, rationem reddere cogeretur; cum M. Cato identidem nec sine iure iurando denuntiaret delaturum se nomen eius, simul ac primum exercitum dimisisset; cumque vulgo fore praedicarent, ut si privatus redisset, Milonis exemplo circumpositis armatis causam apud iudices diceret. Quod probabilius facit Asinius Pollio, Pharsalica acie caesos profligatosque adversarios prospicientem haec eum ad verbum dixisse referens: 'hoc voluerunt; tantis rebus gestis

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Gaius Caesar condemnatus essem, nisi ab exercitu auxilium petissem.' Quidam putant captum imperii consuetudine pensitatisque suis et inimicorum viribus usum occasione rapiendae dominationis, quam aetate prima concupisset. Quod existimasse videbatur et Cicero scribens de Officiis tertio libro semper Caesarem in ore habuisse Euripidis versus, quos sic ipse convertit:

nam si violandum est ius, [regnandi] gratia violandum est: aliis rebus pietatem colas.

[31] Cum ergo sublatam tribunorum intercessionem ipsosque urbe cessisse nuntiatum esset, praemissis confestim clam cohortibus, ne qua suspicio moveretur, et spectaculo publico per dissimulationem interfuit et formam, qua ludum gladiatorium erat aedificaturus, consideravit et ex consuetudine convivio se frequenti dedit. Dein post solis occasum mulis e proximo pistrino ad vehiculum iunctis occultissimum iter modico comitatu ingressus est; et cum luminibus extinctis decessisset via, diu errabundus tandem ad lucem duce reperto per angustissimos tramites pedibus evasit. Consecutusque cohortis ad Rubiconem flumen, qui provinciae eius finis erat, paulum constitit, ac reputans quantum moliretur, conversus ad proximos: 'etiam nunc,' inquit, 'regredi possumus; quod si ponticulum transierimus, omnia armis agenda erunt.'

[32] Cunctanti ostentum tale factum est. Quidam eximia magnitudine et forma in proximo sedens repente apparuit harundine canens; ad quem audiendum cum praeter pastores plurimi etiam ex stationibus milites concurrissent interque eos et aeneatores, rapta ab uno tuba prosilivit ad flumen et ingenti spiritu classicum exorsus pertendit ad alteram ripam. Tunc Caesar: 'eatur,' inquit, 'quo deorum ostenta et inimicorum iniquitas vocat. Iacta alea est,' inquit.

[33] Atque ita traiecto exercitu, adhibitis tribunis plebis, qui pulsi supervenerant, pro contione fidem militum flens ac veste a pectore discissa invocavit. Existimatur etiam equestres census pollicitus singulis; quod accidit opinione falsa. Nam cum in adloquendo adhortandoque saepius digitum laevae manus ostentans adfirmaret se ad satis faciendum omnibus, per quos dignitatem suam defensurus esset, anulum quoque aequo animo detracturum sibi, extrema contio, cui facilius erat videre contionantem quam audire, pro dicto accepit, quod visu suspicabatur; promissumque ius anulorum cum milibus quadringenis fama distulit.

[34] Ordo et summa rerum, quas deinceps gessit, sic se habent. Picenum Umbriam Etruriam occupavit et Lucio Domitio, qui per tumultum successor ei nominatus Corfinium praesidio tenebat, in dicionem redacto atque dimisso secundum Superum mare Brundisium tetendit, quo consules Pompeiusque confugerant quam primum transfretaturi. Hos frustra per omnis moras exitu prohibere conatus Romam iter convertit appellatisque de re publica patribus validissimas Pompei copias, quae sub tribus legatis M. Petreio et L. Afranio et Marrone in Hispania erant, invasit, professus ante inter suos, ire se ad exercitum sine duce et inde reversurum ad ducem sine exercitu. Et quanquam obsidione Massiliae, quae sibi in itinere portas clauserat, summaque frumentariae rei penuria retardante brevi tamen omnia subegit.

[35] Hinc urbe repetita in Macedoniam transgressus Pompeium, per quattuor paene menses maximis obsessum operibus, ad extremum Pharsalico proelio fudit et fugientem Alexandriam persecutus, ut occisum deprehendit, cum Ptolemaeo rege, a quo sibi quoque insidias tendi videbat, bellum sane difficillimum gessit, neque loco neque tempore aequo, sed hieme anni et intra moenia copiosissimi ac sollertissimi hostis, inops ipse omnium rerum atque inparatus. Regnum Aegypti victor Cleopatrae fratrique eius minori permisit, veritus provinciam facere, ne quandoque violentiorem praesidem nacta novarum rerum materia esset. Ab Alexandria in Syriam et inde Pontum transiit urgentibus de Pharnace nuntiis, quem Mithridatis Magni filium ac tunc occasione

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temporum bellantem iamque multiplici successu praeferocem, intra quintum quam adfuerat diem, quattuor quibus in conspectum venit horis, una profligavit acie; crebro commemorans Pompei felicitatem, cui praecipua militiae laus de tam inbelli genere hostium contigisset. Dehinc Scipionem ac Iubam reliquias partium in Africa refoventis devicit, Pompei liberos in Hispania.

[36] Omnibus civilibus bellis nullam cladem nisi per legatos suos passus est, quorum C. Curio in Africa periit, C. Antonius in Illyrico in adversariorum devenit potestatem, P. Dolabella classem in eodem Illyrico, Cn. Domitius Calvinus in Ponto exercitum amiserunt. Ipse prosperrime semper ac ne ancipiti quidem umquam fortuna praeterquam bis dimicavit: semel ad Dyrrachium, ubi pulsus non instante Pompeio negavit eum vincere scire, iterum in Hispania ultimo proelio, cum desperatis rebus etiam de consciscenda nece cogitavit.

[37] Confectis bellis quinquiens triumphavit, post devictum Scipionem quater eodem mense, sed interiectis diebus, et rursus semel post superatos Pompei liberos. Primum et excellentissimum triumphum egit Gallicum, sequentem Alexandrinum, deinde Ponticum, huic proximum Africanum, novissimum Hispaniensem, diverso quemque apparatu et instrumento. Gallici triumphi die Velabrum praetervehens paene curru excussus est axe diffracto ascenditque Capitolium ad lumina quadraginta elephantis dextra sinistraque lychnuchos gestantibus. Pontico triumpho inter pompae fercula trium verborum praetulit titulum VENI : VIDI : VICI non acta belli significantem sicut ceteris, sed celeriter confecti notam.

[38] Veteranis legionibus praedae nomine in pedites singulos super bina sestertia, quae initio civilis tumultus numeraverat, vicena quaterna milia nummum dedit. Adsignavit et agros, sed non continuos, ne quis possessorum expelleretur. Populo praeter frumenti denos modios ac totidem olei libras trecenos quoque nummos, quos pollicitus olim erat, viritim divisit et hoc amplius centenos pro mora. Annuam etiam habitationem Romae usque ad bina milia nummum, in Italia non ultra quingenos sestertios remisit. Adiecit epulum ac viscerationem et post Hispaniensem victoriam duo prandia; nam cum prius parce neque pro liberalitate sua praebitum iudicaret, quinto post die aliud largissimum praebuit.

[39] Edidit spectacula varii generis: munus gladiatorium, ludos etiam regionatim urbe tota et quidem per omnium linguarum histriones, item circenses athletas naumachiam. Munere in foro depugnavit Furius Leptinus stirpe praetoria et Q. Calpenus senator quondam actorque causarum. Pyrricham saltaverunt Asiae Bithyniaeque principum liberi. Ludis Decimus Laberius eques Romanus mimum suum egit donatusque quingentis sestertiis et anulo aureo sessum in quattuordecim [e] scaena per orchestram transiit. Circensibus spatio circi ab utraque parte producto et in gyrum euripo addito quadrigas bigasque et equos desultorios agitaverunt nobilissimi iuvenes. Troiam lusit turma duplex maiorum minorumque puerorum. Venationes editae per dies quinque ac novissime pugna divisa in duas acies, quingenis peditibus, elephantis vicenis, tricenis equitibus hinc et inde commissis. Nam quo laxius dimicaretur, sublatae metae inque earum locum bina castra exadversum constituta erant. Athletae stadio ad tempus extructo regione Marti campi certaverunt per triduum. Navali proelio in minore Codeta defosso lacu biremes ac triremes quadriremesque Tyriae et Aegyptiae classis magno pugnatorum numero conflixerunt. Ad quae omnia spectacula tantum undique confluxit hominum, ut plerique advenae aut inter vicos aut inter vias tabernaculis positis manerent, ac saepe prae turba elisi exanimatique sint plurimi et in his duo senatores.

[40] Conversus hinc ad ordinandum rei publicae statum fastos correxit iam pridem vitio pontificum per intercalandi licentiam adeo turbatos, ut neque messium feriae aestate neque vindemiarum autumno conpeterent; annumque ad cursum solis accommodavit, ut trecentorum sexaginta quinque dierum esset et intercalario mense sublato unus dies quarto quoque anno intercalaretur. Quo autem

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magis in posterum ex Kalendis Ianuariis novis temporum ratio congrueret, inter Novembrem ac Decembrem mensem interiecit duos alios; fuitque is annus, quo haec constituebantur, quindecim mensium cum intercalario, qui ex consuetudine in eum annum inciderat.

[41] Senatum supplevit, patricios adlegit, praetorum aedilium quaestorum, minorum etiam magistratuum numerum ampliavit; nudatos opere censorio aut sententia iudicum de ambitu condemnatos restituit. Comitia cum populo partitus est, ut exceptis consulatus conpetitoribus de cetero numero candidatorum pro parte dimidia quos populus vellet pronuntiarentur, pro parte altera quos ipse dedisset. Et edebat per libellos circum tribum missos scriptura brevi: 'Caesar dictator illi tribui. Commendo vobis illum et illum, ut vestro suffragio suam dignitatem teneant.' Admisit ad honores et proscriptorum liberos. Iudicia ad duo genera iudicum redegit, equestris ordinis ac senatorii; tribunos aerarios, quod erat tertium, sustulit. Recensum populi nec more nec loco solito, sed vicatim per dominos insularum egit atque ex viginti trecentisque milibus accipientium frumentum e publico ad centum quinquaginta retraxit; ac ne qui novi coetus recensionis causa moveri quandoque possent, instituit, quotannis in demortuorum locum ex iis, qui recensi non essent, subsortitio a praetore fieret.

[42] Octoginta autem civium milibus in transmarinas colonias distributis, ut exhaustae quoque urbis frequentia suppeteret, sanxit, ne quis civis maior annis viginti minorve + decem +, qui sacramento non teneretur, plus triennio continuo Italia abesset, neu qui senatoris filius nisi contubernalis aut comes magistratus peregre proficisceretur; neve ii, qui pecuariam facerent, minus tertia parte puberum ingenuorum inter pastores haberent. Omnisque medicinam Romae professos et liberalium artium doctores, quo libentius et ipsi urbem incolerent et ceteri adpeterent, civitate donavit.

De pecuniis mutuis disiecta novarum tabularum expectatione, quae crebro movebatur, decrevit tandem, ut debitores creditoribus satis facerent per aestimationem possessionum, quanti quasque ante civile bellum comparassent, deducto summae aeris alieni, si quid usurae nomine numeratum aut perscriptum fuisset; qua condicione quarta pars fere crediti deperibat. Cuncta collegia praeter antiquitus constituta distraxit. Poenas facinorum auxit; et cum locupletes eo facilius scelere se obligarent, quod integris patrimoniis exulabant, parricidas, ut Cicero scribit, bonis omnibus, reliquos dimidia parte multavit.

[43] Ius laboriosissime ac severissime dixit. Repetundarum convictos etiam ordine senatorio movit. Diremit nuptias praetorii viri, qui digressam a marito post biduum statim duxerat, quamvis sine probri suspicione. Peregrinarum mercium portoria instituit. Lecticarum usum, item conchyliatae vestis et margaritarum nisi certis personis et aetatibus perque certos dies ademit. Legem praecipue sumptuariam exercuit dispositis circa macellum custodibus, qui obsonia contra vetitum retinerent deportarentque ad se, submissis nonnumquam lictoribus atque militibus, qui, si qua custodes fefellissent, iam adposita e triclinio auferrent.

[44] Nam de ornanda instruendaque urbe, item de tuendo ampliandoque imperio plura ac maiora in dies destinabat: in primis Martis templum, quantum nusquam esset, extruere repleto et conplanato lacu, in quo naumachiae spectaculum ediderat, theatrumque summae magnitudinis Tarpeio monti accubans; ius civile ad certum modum redigere atque ex immensa diffusaque legum copia optima quaeque et necessaria in paucissimos conferre libros; bibliothecas Graecas Latinasque quas maximas posset publicare data Marco Varroni cura comparandarum ac digerendarum; siccare Pomptinas paludes; emittere Fucinum lacum; viam munire a mari Supero per Appennini dorsum ad Tiberim usque; perfodere Isthmum; Dacos, qui se in Pontum et Thraciam effuderant, coercere; mox Parthis inferre bellum per Armeniam minorem nec nisi ante expertos adgredi proelio.

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Talia agentem atque meditantem mors praevenit. De qua prius quam dicam, ea quae ad formam et habitum et cultum et mores, nec minus quae ad civilia et bellica eius studia pertineant, non alienum erit summatim exponere.

[45] Fuisse traditur excelsa statura, colore candido, teretibus membris, ore paulo pleniore, nigris vegetisque oculis, valitudine prospera, nisi quod tempore extremo repente animo linqui atque etiam per somnum exterreri solebat. Comitiali quoque morbo bis inter res agendas correptus est. Circa corporis curam morosior, ut non solum tonderetur diligenter ac raderetur, sed velleretur etiam, ut quidam exprobraverunt, calvitii vero deformitatem iniquissime ferret saepe obtrectatorum iocis obnoxiam expertus. Ideoque et deficientem capillum revocare a vertice adsueverat et ex omnibus decretis sibi a senatu populoque honoribus non aliud aut recepit aut usurpavit libentius quam ius laureae coronae perpetuo gestandae.

Etiam cultu notabilem ferunt: usum enim lato clavo ad manus fimbriato nec umquam aliter quam [ut] super eum cingeretur, et quidem fluxiore cinctura; unde emanasse Sullae dictum optimates saepius admonentis, ut male praecinctum puerum caverent.

[46] Habitavit primo in Subura modicis aedibus, post autem pontificatum maximum in Sacra via domo publica. Munditiarum lautitiarumque studiosissimum multi prodiderunt: villam in Nemorensi a fundamentis incohatam magnoque sumptu absolutam, quia non tota ad animum ei responderat, totam diruisse, quanquam tenuem adhuc et obaeratum; in expeditionibus tessellata et sectilia pavimenta circumtulisse.

[47] Britanniam petisse spe margaritarum, quarum amplitudinem conferentem interdum sua manu exegisse pondus; gemmas, toreumata, signa, tabulas operis antiqui semper animosissime comparasse; servitia rectiora politioraque inmenso pretio, et cuius ipsum etiam puderet, sic ut rationibus vetaret inferri.

[48] Convivatum assidue per provincias duobus tricliniis, uno quo sagati palliative, altero quo togati cum inlustrioribus provinciarum discumberent. Domesticam disciplinam in parvis ac maioribus rebus diligenter adeo severeque rexit, ut pistorem alium quam sibi panem convivis subicientem compedibus vinxerit, libertum gratissimum ob adulteratam equitis Romani uxorem, quamvis nullo querente, capitali poena adfecerit.

[49] Pudicitiae eius famam nihil quidem praeter Nicomedis contubernium laesit, gravi tamen et perenni obprobrio et ad omnium convicia exposito. Omitto Calvi Licini notissimos versus:

                                Bithynia quicquid et pedicator Caesaris umquam habuit.

Praetereo actiones Dolabellae et Curionis patris, in quibus eum Dolabella 'paelicem reginae, spondam interiorem regiae lecticae,' at Curio 'stabulum Nicomedis et Bithynicum fornicem' dicunt. Missa etiam facio edicta Bibuli, quibus proscripsit collegam suum Bithynicam reginam, eique antea regem fuisse cordi, nunc esse regnum. Quo tempore, ut Marcus Brutus refert, Octavius etiam quidam valitudine mentis liberius dicax conventu maximo, cum Pompeium regem appellasset, ipsum reginam salutavit. Sed C. Memmius etiam ad cyathum + et vi + Nicomedi stetisse obicit, cum reliquis exoletis, pleno convivio, accubantibus nonnullis urbicis negotiatoribus, quorum refert nomina. Cicero vero non contentus in quibusdam epistulis scripsisse a satellitibus eum in cubiculum regium eductum in aureo lecto veste purpurea decubuisse floremque aetatis a Venere orti in Bithynia contaminatum, quondam etiam in senatu defendenti ei Nysae causam, filiae Nicomedis, beneficiaque regis in se commemoranti: 'remove,' inquit, 'istaec, oro te, quando notum est, et quid

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ille tibi et quid illi tute dederis.' Gallico denique triumpho milites eius inter cetera carmina, qualia currum prosequentes ioculariter canunt, etiam illud vulgatissimum pronuntiaverunt:

Gallias Caesar subegit, Nicomedes Caesarem:Ecce Caesar nunc triumphat qui subegit Gallias,Nicomedes non triumphat qui subegit Caesarem.

[50] Pronum et sumptuosum in libidines fuisse constans opinio est, plurimasque et illustres feminas corrupisse, in quibus Postumiam Servi Sulpici, Lolliam Auli Gabini, Tertullam Marci Crassi, etiam Cn. Pompei Muciam. Nam certe Pompeio et a Curionibus patre et filio et a multis exprobratum est, quod cuius causa post tres liberos exegisset uxorem et quem gemens Aegisthum appellare consuesset, eius postea filiam potentiae cupiditate in matrimonium recepisset. Sed ante alias dilexit Marci Bruti matrem Serviliam, cui et proximo suo consulatu sexagiens sestertium margaritam mercatus est et bello civili super alias donationes amplissima praedia ex auctionibus hastae minimo addixit; cum quidem plerisque vilitatem mirantibus facetissime Cicero: 'quo melius,' inquit, 'emptum sciatis, tertia deducta'; existimabatur enim Servilia etiam filiam suam Tertiam Caesari conciliare.

[51] Ne provincialibus quidem matrimoniis abstinuisse vel hoc disticho apparet iactato aeque a militibus per Gallicum triumphum:

Urbani, servate uxores: moechum calvom adducimus.Aurum in Gallia effutuisti, hic sumpsisti mutuum.

[52] Dilexit et reginas, inter quas Eunoen Mauram Bogudis uxorem, cui maritoque eius plurima et immensa tribuit, ut Naso scripsit; sed maxime Cleopatram, cum qua et convivia in primam lucem saepe protraxit et eadem nave thalamego paene Aethiopia tenus Aegyptum penetravit, nisi exercitus sequi recusasset, quam denique accitam in urbem non nisi maximis honoribus praemiisque auctam remisit filiumque natum appellare nomine suo passus est. Quem quidem nonnulli Graecorum similem quoque Caesari et forma et incessu tradiderunt. M. Antonius adgnitum etiam ab eo senatui adfirmavit, quae scire C. Matium et C. Oppium reliquosque Caesaris amicos; quorum Gaius Oppius, quasi plane defensione ac patrocinio res egeret, librum edidit, non esse Caesaris filium, quem Cleopatra dicat. Helvius Cinna tr. pl. plerisque confessus est habuisse se scriptam paratamque legem, quam Caesar ferre iussisset cum ipse abesset, uti uxores liberorum quaerendorum causa quas et quot uellet ducere liceret. At ne cui dubium omnino sit et impudicitiae et adulteriorum flagrasse infamia, Curio pater quadam eum oratione omnium mulierum virum et omnium virorum mulierem appellat.

[53] Vini parcissimum ne inimici quidem negaverunt. Marci Catonis est: unum ex omnibus Caesarem ad evertendam rem publicam sobrium accessisse. Nam circa victum Gaius Oppius adeo indifferentem docet, ut quondam ab hospite conditum oleum pro viridi adpositum aspernantibus ceteris solum etiam largius appetisse scribat, ne hospitem aut neglegentiae aut rusticitatis videretur arguere.

[54] Abstinentiam neque in imperiis neque in magistratibus praestitit. Ut enim quidam monumentis suis testati sunt, in Hispania pro consule et a sociis pecunias accepit emendicatas in auxilium aeris alieni et Lusitanorum quaedam oppida, quanquam nec imperata detrectarent et advenienti portas patefacerent, diripuit hostiliter. In Gallia fana templaque deum donis referta expilavit, urbes diruit saepius ob praedam quam ob delictum; unde factum, ut auro abundaret ternisque milibus nummum in libras promercale per Italiam provinciasque divenderet. In primo consulatu tria milia pondo auri

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furatus e Capitolio tantundem inaurati aeris reposuit. Societates ac regna pretio dedit, ut qui uni Ptolemaeo prope sex milia talentorum suo Pompeique nomine abstulerit. Postea vero evidentissimis rapinis ac sacrilegis et onera bellorum civilium et triumphorum ac munerum sustinuit impendia.

[55] Eloquentia militarique re aut aequavit praestantissimorum gloriam aut excessit. Post accusationem Dolabellae haud dubie principibus patronis adnumeratus est. Certe Cicero ad Brutum oratores enumerans negat se videre, cui debeat Caesar cedere, aitque eum elegantem, splendidam quoque atque etiam magnificam et generosam quodam modo rationem dicendi tenere; et ad Cornelium Nepotem de eodem ita scripsit: 'quid? oratorem quem huic antepones eorum, qui nihil aliud egerunt? quis sententiis aut acutior aut crebrior? quis verbis aut ornatior aut elegantior?' genus eloquentiae dumtaxat adulescens adhuc Strabonis Caesaris secutus videtur, cuius etiam ex oratione, quae inscribitur 'pro Sardis,' ad verbum nonnulla transtulit in divinationem suam. Pronuntiasse autem dicitur voce acuta, ardenti motu gestuque, non sine venustate. Orationes aliquas reliquit, inter quas temere quaedam feruntur. 'Pro Quinto Metello' non immerito Augustus existimat magis ab actuaris exceptam male subsequentibus verba dicentis, quam ab ipso editam; nam in quibusdam exemplaribus invenio ne inscriptam quidem 'pro Metello,' sed 'quam scripsit Metello,' cum ex persona Caesaris sermo sit Metellum seque adversus communium obtrectatorum criminationes purgantis. 'Apud milites' quoque 'in Hispania' idem Augustus vix ipsius putat, quae tamen duplex fertur: una quasi priore habita proelio, altera posteriore, quo Asinius Pollio ne tempus quidem contionandi habuisse eum dicit subita hostium incursione.

[56] Reliquit et rerum suarum commentarios Gallici civilisque belli Pompeiani. Nam Alexandrini Africique et Hispaniensis incertus auctor est: alii Oppium putant, alii Hirtium, qui etiam Gallici belli novissimum imperfectumque librum suppleverit. De commentariis Caesaris Cicero in eodem Bruto sic refert: 'commentarios scripsit valde quidem probandos: nudi sunt, recti et venusti, omni ornatu orationis tamquam veste detracta; sed dum voluit alios habere parata, unde sumerent qui vellent scribere historiam, ineptis gratum fortasse fecit, qui illa volent calamistris inurere, sanos quidem homines a scribendo deterruit.' De isdem commentariis Hirtius ita praedicat: 'adeo probantur omnium iudicio, ut praerepta, non praebita facultas scriptoribus videatur. [Cuius tamen rei maior nostra quam reliquorum est admiratio; ceteri enim, quam bene atque emendate,] nos etiam, quam facile atque celeriter eos perscripserit, scimus.' Pollio Asinius parum diligenter parumque integra veritate compositos putat, cum Caesar pleraque et quae per alios erant gesta temere crediderit et quae per se, vel consulto vel etiam memoria lapsus perperam ediderit; existimatque rescripturum et correcturum fuisse. Reliquit et 'de analogia' duos libros et 'Anticatones' totidem ac praeterea poema quod inscribitur Iter. Quorum librorum primos in transitu Alpium, cum ex citeriore Gallia conventibus peractis ad exercitum rediret, sequentes sub tempus Mundensis proelii fecit; novissimum, dum ab urbe in Hispaniam ulteriorem quarto et vicensimo die pervenit. Epistulae quoque eius ad senatum extant, quas primum videtur ad paginas et formam memorialis libelli convertisse, cum antea consules et duces non nisi transversa charta scriptas mitterent. Extant et ad Ciceronem, item ad familiares domesticis de rebus, in quibus, si qua occultius perferenda erant, per notas scripsit, id est sic structo litterarum ordine, ut nullum verbum effici posset: quae si qui investigare et persequi velit, quartam elementorum litteram, id est D pro A et perinde reliquas commutet. Feruntur [a puero et] ab adulescentulo quaedam scripta, ut 'Laudes Herculis,' tragoedia 'Oedipus,' item 'Dicta collectanea': quos omnis libellos vetuit Augustus publicari in epistula, quam brevem admodum ac simplicem ad Pompeium Macrum, cui ordinandas bibliothecas delegaverat, misit.

[57] Armorum et equitandi peritissimus, laboris ultra fidem patiens erat. In agmine nonnumquam equo, saepius pedibus anteibat, capite detecto, seu sol seu imber esset; longissimas vias incredibili

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celeritate confecit, expeditus, meritoria raeda, centena passuum milia in singulos dies; si flumina morarentur, nando traiciens vel innixus inflatis utribus, ut persaepe nuntios de se praevenerit.

[58] In obeundis expeditionibus dubium cautior an audentior, exercitum neque per insidiosa itinera duxit umquam nisi perspeculatus locorum situs, neque in Britanniam transvexit, nisi ante per se portus et navigationem et accessum ad insulam explorasset. At idem obsessione castrorum in Germania nuntiata per stationes hostium Gallico habitu penetravit ad suos. A Brundisio Dyrrachium inter oppositas classes hieme transmisit cessantibusque copiis, quas subsequi iusserat, cum ad accersendas frustra saepe misisset, novissime ipse clam noctu parvulum navigium solus obvoluto capite conscendit, neque aut quis esset ante detexit aut gubernatorem cedere adversae tempestati passus est quam paene obrutus fluctibus.

[59] Ne religione quidem ulla a quoquam incepto absterritus umquam vel retardatus est. Cum immolanti aufugisset hostia, profectionem adversus Scipionem et Iubam non distulit. Prolapsus etiam in egressu navis verso ad melius omine: 'teneo te,' inquit, 'Africa.' Ad eludendas autem vaticinationes, quibus felix et invictum in ea provincia fataliter Scipionum nomen ferebatur, despectissimum quendam ex Corneliorum genere, cui ad opprobrium vitae Saluitoni cognomen erat, in castris secum habuit.

[60] Proelia non tantum destinato, sed ex occasione sumebat ac saepe ab itinere statim, interdum spurcissimis tempestatibus, cum minime quis moturum putaret; nec nisi tempore extremo ad dimicandum cunctatior factus est, quo saepius vicisset, hoc minus experiendos casus opinans nihilque se tantum adquisiturum victoria, quantum [ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ] hostem fudit, quin castris quoque exueret: ita [ut] nullum spatium perterritis dabat. Ancipiti proelio equos dimittebat et in primis suum, quo maior permanendi necessitas imponeretur auxilio fugae erepto.

[61] Utebatur autem equo insigni, pedibus prope humanis et in modum digitorum ungulis fissis, quem natum apud se, cum haruspices imperium orbis terrae significare domino pronuntiassent, magna cura aluit nec patientem sessoris alterius primus ascendit; cuius etiam instar pro aede Veneris Genetricis postea dedicavit.

[62] Inclinatam aciem solus saepe restituit obsistens fugientibus retinensque singulos et contortis faucibus convertens in hostem et quidem adeo plerumque trepidos, ut aquilifer[o] moranti se cuspide sit comminatus, alius in manu detinentis reliquerit signum.

[63] Non minor illa constantia eius, maiora etiam indicia fuerint. Post aciem Pharsalicam cum praemissis in Asiam copiis per angustias Hellesponti vectoria navicula traiceret, L. Cassium partis adversae cum decem rostratis navibus obvium sibi neque refugit et comminus tendens, ultro ad deditionem hortatus, supplicem ad se recepit.

[64] Alexandriae circa oppugnationem pontis eruptione hostium subita conpulsus in scapham pluribus eodem praecipitantibus, cum desilisset in mare, nando per ducentos passus evasit ad proximam navem, elata laeva, ne libelli quos tenebat madefierent, paludamentum mordicus trahens, ne spolio poteretur hostis.

[65] Militem neque a moribus neque a fortuna probabat, sed tantum a viribus, tractabatque pari severitate atque indulgentia. Non enim ubique ac semper, sed cum hostis in proximo esset, coercebat: tum maxime exactor gravissimus disciplinae, ut neque itineris neque proelii tempus denuntiaret, sed paratum et intentum momentis omnibus quo vellet subito educeret. Quod etiam sine causa plerumque faciebat, praecipue pluviis et festis diebus. Ac subinde observandum se

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admonens repente interdiu vel nocte subtrahebat, augebatque iter, ut serius subsequentis defetigaret.

[66] Fama vero hostilium copiarum perterritos non negando minuendove, sed insuper amplificando ementiendoque confirmabat. Itaque cum expectatio adventus Iubae terribilis esset, convocatis ad contionem militibus: 'Scitote,' inquit, 'paucissimis his diebus regem adfuturum cum decem legionibus, equitum triginta, levis armaturae centum milibus, elephantis trecentis. Proinde desinant quidam quaerere ultra aut opinari mihique, qui compertum habeo, credant; aut quidem vetustissima nave impositos quocumque vento in quascumque terras iubebo avehi.'

[67] Delicta neque observabat omnia neque pro modo exsequebatur, sed desertorum ac seditiosorum et inquisitor et punitor acerrimus conivebat in ceteris. Ac nonnumquam post magnam pugnam atque victoriam remisso officiorum munere licentiam omnem passim lasciviendi permittebat, iactare solitus milites suos etiam unguentatos bene pugnare posse. Nec milites eos pro contione, sed blandiore nomine commilitones appellabat habebatque tam cultos, ut argento et auro politis armis ornaret, simul et ad speciem et quo tenaciores eorum in proelio essent metu damni. Diligebat quoque usque adeo, ut audita clade Tituriana barbam capillumque summiserit nec ante dempserit quam vindicasset.

[68] Quibus rebus et devotissimos sibi et fortissimos reddidit. Ingresso civile bellum centuriones cuiusque legionis singulos equites e viatico suo optulerunt, universi milites gratuitam et sine frumento stipendioque operam, cum tenuiorum tutelam locupletiores in se contulissent. Neque in tam diuturno spatio quisquam omnino descivit, plerique capti concessam sibi sub condicione vitam, si militare adversus eum vellent, recusarunt. Famem et ceteras necessitates, non cum obsiderentur modo sed et si ipsi alios obsiderent, tanto opere tolerabant, ut Dyrrachina munitione Pompeius viso genere panis ex herba, quo sustinebantur, cum feris sibi rem esse dixerit amoverique ocius nec cuiquam ostendi iusserit, ne patientia et pertinacia hostis animi suorum frangerentur.

Quanta fortitudine dimicarint, testimonio est quod adverso semel apud Dyrrachium proelio poenam in se ultro depoposcerunt, ut consolandos eos magis imperator quam puniendos habuerit. Ceteris proeliis innumeras adversariorum copias multis partibus ipsi pauciores facile superarunt. Denique una sextae legionis cohors praeposita castello quattuor Pompei legiones per aliquot horas sustinuit paene omnis confixa multitudine hostilium sagittarum, quarum centum ac triginta milia intra vallum reperta sunt. Nec mirum, si quis singulorum facta respiciat, vel Cassi Scaevae centurionis vel Gai Acili militis, ne de pluribus referam. Scaeva excusso oculo, transfixus femore et umero, centum et viginti ictibus scuto perforato, custodiam portae commissi castelli retinuit. Acilius navali ad Massiliam proelio iniecta in puppem hostium dextera et abscisa memorabile illud apud Graecos Cynegiri exemplum imitatus transiluit in navem umbone obvios agens.

[69] Seditionem per decem annos Gallicis bellis nullam omnino moverunt, civilibus aliquas, sed ut celeriter ad officium redierint, nec tam indulgentia ducis quam auctoritate. Non enim cessit umquam tumultuantibus atque etiam obviam semper iit; et nonam quidem legionem apud Placentiam, quanquam in armis adhuc Pompeius esset, totam cum ignominia missam fecit aegreque post multas et supplicis preces, nec nisi exacta de sontibus poena, restituit.

[70] Decimanos autem Romae cum ingentibus minis summoque etiam urbis periculo missionem et praemia flagitantes, ardente tunc in Africa bello, neque adire cunctatus est, quanquam deterrentibus amicis, neque dimittere; sed una voce, qua 'Quirites' eos pro militibus appellarat, tam facile circumegit et flexit, ut ei milites esse confestim responderint et quamvis recusantem ultro in Africam sint secuti; ac sic quoque seditiosissimum quemque et praedae et agri destinati tertia parte multavit.

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[71] Studium et fides erga clientis ne iuveni quidem defuerunt. Masintham nobilem iuvenem, cum adversus Hiempsalem regem tam enixe defendisset, ut Iubae regis filio in altercatione barbam invaserit, stipendiarium quoque pronuntiatum et abstrahentibus statim eripuit occultavitque apud se diu et mox ex praetura proficiscens in Hispaniam inter officia prosequentium fascesque lictorum lectica sua avexit.

[72] Amicos tanta semper facilitate indulgentiaque tractavit, ut Gaio Oppio comitanti se per silvestre iter correptoque subita valitudine deversoriolo[co], quod unum erat, cesserit et ipse humi ac sub divo cubuerit. Iam autem rerum potens quosdam etiam infimi generis ad amplissimos honores provexit, cum ob id culparetur, professus palam, si grassatorum et sicariorum ope in tuenda sua dignitate usus esset, talibus quoque se parem gratiam relaturum.

[73] Simultates contra nullas tam graves excepit umquam, ut non occasione oblata libens deponeret. Gai Memmi, cuius asperrimis orationibus non minore acerbitate rescripserat, etiam suffragator mox in petitione consulatus fuit. Gaio Calvo post famosa epigrammata de reconciliatione per amicos agenti ultro ac prior scripsit. Valerium Catullum, a quo sibi versiculis de Mamurra perpetua stigmata imposita non dissimulaverat, satis facientem eadem die adhibuit cenae hospitioque patris eius, sicut consuerat, uti perseveravit.

[74] Sed et in ulciscendo natura lenissimus piratas, a quibus captus est, cum in dicionem redegisset, quoniam suffixurum se cruci ante iuraverat, iugulari prius iussit, deinde suffigi; Cornelio Phagitae, cuius quondam nocturnas insidias aeger ac latens, ne perduceretur ad Sullam, vix praemio dato evaserat, numquam nocere sustinuit; Philemonem a manu servum, qui necem suam per venenum inimicis promiserat, non gravius quam simplici morte puniit; in Publium Clodium Pompeiae uxoris suae adulterum atque eadem de causa pollutarum caerimoniarum reum testis citatus negavit se quicquam comperisse, quamvis et mater Aurelia et soror Iulia apud eosdem iudices omnia ex fide re[t]tulissent; interrogatusque, cur igitur repudiasset uxorem: 'quoniam,' inquit, 'meos tam suspicione quam crimine iudico carere oportere.'

[75] Moderationem vero clementiamque cum in administratione tum in victoria belli civilis admirabilem exhibuit. Denuntiante Pompeio pro hostibus se habiturum qui rei publicae defuissent, ipse medios et neutrius partis suorum sibi numero futuros pronuntiavit. Quibus autem ex commendatione Pompei ordines dederat, potestatem transeundi ad eum omnibus fecit. Motis apud Ilerdam deditionis condicionibus, cum, assiduo inter utrasque partes usu atque commercio, Afranius et Petreius deprehensos intra castra Iulianos subita paenitentia interfecissent, admissam in se perfidiam non sustinuit imitari. Acie Pharsalica proclamavit, ut civibus parceretur, deincepsque nemini non suorum quem vellet unum partis adversae servare concessit. Nec ulli perisse nisi in proelio reperientur, exceptis dum taxat Afranio et Fausto et Lucio Caesare iuvene; ac ne hos quidem voluntate ipsius interemptos putant, quorum tamen et priores post impetratam veniam rebellaverant et Caesar libertis servisque eius ferro et igni crudelem in modum enectis bestias quoque ad munus populi comparatas contrucidaverat. Denique tempore extremo etiam quibus nondum ignoverat, cunctis in Italiam redire permisit magistratusque et imperia capere; sed et statuas Luci Sullae atque Pompei a plebe disiectas reposuit; ac si qua posthac aut cogitarentur gravius adversus se aut dicerentur, inhibere maluit quam vindicare. Itaque et detectas coniurationes conventusque nocturnos non ultra arguit, quam ut edicto ostenderet esse sibi notas, et acerbe loquentibus satis habuit pro contione denuntiare ne perseverarent, Aulique Caecinae criminosissimo libro et Pitholai carminibus maledicentissimis laceratam existimationem suam civili animo tulit.

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[76] Praegravant tamen cetera facta dictaque eius, ut et abusus dominatione et iure caesus existimetur. Non enim honores modo nimios recepit: continuum consulatum, perpetuam dictaturam praefecturamque morum, insuper praenomen Imperatoris, cognomen Patris patriae, statuam inter reges, suggestum in orchestra; sed et ampliora etiam humano fastigio decerni sibi passus est: sedem auream in curia et pro tribunali, tensam et ferculum circensi pompa, templa, aras, simulacra iuxta deos, pulvinar, flaminem, lupercos, appellationem mensis e suo nomine; ac nullos non honores ad libidinem cepit et dedit. Tertium et quartum consulatum titulo tenus gessit contentus dictaturae potestate decretae cum consulatibus simul atque utroque anno binos consules substituit sibi in ternos novissimos menses, ita ut medio tempore comitia nulla habuerit praeter tribunorum et aedilium plebis praefectosque pro praetoribus constituerit, qui apsente se res urbanas administrarent. Pridie autem Kalendas Ianuarias repentina consulis morte cessantem honorem in paucas horas petenti dedit. Eadem licentia spreto patrio more magistratus in pluris annos ordinavit, decem praetoriis viris consularia ornamenta tribuit, civitate donatos et quosdam e semibarbaris Gallorum recepit in curiam. Praeterea monetae publicisque vectigalibus peculiares servos praeposuit. Trium legionum, quas Alexandreae relinquebat, curam et imperium Rufioni liberti sui filio exoleto suo demandavit.

[77] Nec minoris inpotentiae voces propalam edebat, ut Titus Amp[r]ius scribit: nihil esse rem publicam, appellationem modo sine corpore ac specie. Sullam nescisse litteras, qui dictaturam deposuerit. Debere homines consideratius iam loqui secum ac pro legibus habere quae dicat. Eoque arrogantiae progressus est, ut haruspice tristia et sine corde exta quondam nuntiante futura diceret laetiora, cum vellet; nec pro ostento ducendum, si pecudi cor defuisset.

[78] Verum praecipuam et exitiabilem sibi invidiam hinc maxime movit. Adeuntis se cum plurimis honorificentissimisque decretis universos patres conscriptos sedens pro aede Veneris Genetricis excepit. Quidam putant retentum a Cornelio Balbo, cum conaretur assurgere; alii, ne conatum quidem omnino, sed etiam admonentem Gaium Trebatium ut assurgeret minus familiari vultu respexisse. Idque factum eius tanto intolerabilius est visum, quod ipse triumphanti et subsellia tribunicia praetervehenti sibi unum e collegio Pontium Aquilam non assurrexisse adeo indignatus sit, ut proclamaverit: 'repete ergo a me Aquila rem publicam tribunus!' et nec destiterit per continuos dies quicquam cuiquam nisi sub exceptione polliceri: 'si tamen per Pontium Aquilam licuerit.'

[79] Adiecit ad tam insignem despecti senatus contumeliam multo arrogantius factum. Nam cum in sacrificio Latinarum revertente eo inter inmodicas ac novas populi acclamationes quidam e turba statuae eius coronam lauream candida fascia praeligata inposuisset et tribuni plebis Epidius Marullus Caesetiusque Flavus coronae fasciam detrahi hominemque duci in vincula iussissent, dolens seu parum prospere motam regni mentionem sive, ut ferebat, ereptam sibi gloriam recusandi, tribunos graviter increpitos potestate privavit. Neque ex eo infamiam affectati etiam regii nominis discutere valuit, quanquam et plebei regem se salutanti Caesarem se, non regem esse responderit et Lupercalibus pro rostris a consule Antonio admotum saepius capiti suo diadema reppulerit atque in Capitolium Iovi Optimo Maximo miserit. Quin etiam varia fama percrebruit migraturum Alexandream vel Ilium, translatis simul opibus imperii exhaustaque Italia dilectibus et procuratione urbis amicis permissa, proximo autem senatu Lucium Cottam quindecimvirum sententiam dicturum, ut, quoniam fatalibus libris contineretur Parthos nisi a rege non posse vinci, Caesar rex appellaretur.

[80] Quae causa coniuratis maturandi fuit destinata negotia, ne assentiri necesse esset. Consilia igitur dispersim antea habita et quae saepe bini ternive ceperant, in unum omnes contulerunt, ne populo quidem iam praesenti statu laeto, sed clam palamque detrectante dominationem atque

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assertores flagitante. Peregrinis in senatum allectis libellus propositus est: 'Bonum factum: ne quis senatori novo curiam monstrare velit!' et illa vulgo canebantur:

Gallos Caesar in triumphum ducit, idem in curiam: Galli bracas deposuerunt, latum clavum sumpserunt.

Quinto Maximo suffecto trimenstrique consule theatrum introeunte, cum lictor animadverti ex more iussisset, ab universis conclamatum est non esse eum consulem. Post remotos Caesetium et Marullum tribunos reperta sunt proximis comitiis complura suffragia consules eos declarantium. Subscripsere quidam Luci Bruti statuae: 'utinam viveres!' item ipsius Caesaris:

Brutus, quia reges eiecit, consul primus factus est: hic, quia consules eiecit, rex postremo factus est.

Conspiratum est in eum a sexaginta amplius, Gaio Cassio Marcoque et Decimo Bruto principibus conspirationis. Qui primum cunctati utrumne in Campo per comitia tribus ad suffragia vocantem partibus divisis e ponte deicerent atque exceptum trucidarent, an in Sacra via vel in aditu theatri adorirentur, postquam senatus Idibus Martiis in Pompei curiam edictus est, facile tempus et locum praetulerunt.

[81] Sed Caesari futura caedes evidentibus prodigiis denuntiata est. Paucos ante menses, cum in colonia Capua deducti lege Iulia coloni ad extruendas villas vetustissima sepulcra dis[s]icerent idque eo studiosius facerent, quod aliquantum vasculorum operis antiqui scrutantes reperiebant, tabula aenea in monimento, in quo dicebatur Capys conditor Capuae sepultus, inventa est conscripta litteris verbisque Graecis hac sententia: quandoque ossa Capyis detecta essent, fore ut illo prognatus manu consanguineorum necaretur magnisque mox Italiae cladibus vindicaretur. Cuius rei, ne quis fabulosam aut commenticiam putet, auctor est Cornelius Balbus, familiarissimus Caesaris. Proximis diebus equorum greges, quos in traiciendo Rubiconi flumini consecrarat ac vagos et sine custode dimiserat, comperit pertinacissime pabulo abstinere ubertimque flere. Et immolantem haruspex Spurinna monuit, caveret periculum, quod non ultra Martias Idus proferretur. Pridie autem easdem Idus avem regaliolum cum laureo ramulo Pompeianae curiae se inferentem volucres varii generis ex proximo nemore persecutae ibidem discerpserunt. Ea vero nocte, cui inluxit dies caedis, et ipse sibi visus est per quietem interdum supra nubes volitare, alias cum Iove dextram iungere; et Calpurnia uxor imaginata est conlabi fastigium domus maritumque in gremio suo confodi; ac subito cubiculi fores sponte patuerunt.

Ob haec simul et ob infirmam valitudinem diu cunctatus an se contineret et quae apud senatum proposuerat agere differret, tandem Decimo Bruto adhortante, ne frequentis ac iam dudum opperientis destitueret, quinta fere hora progressus est libellumque insidiarum indicem ab obvio quodam porrectum libellis ceteris, quos sinistra manu tenebat, quasi mox lecturus commiscuit. Dein pluribus hostiis caesis, cum litare non posset, introiit curiam spreta religione Spurinnamque irridens et ut falsum arguens, quod sine ulla sua noxa Idus Martiae adessent: quanquam is venisse quidem eas diceret, sed non praeterisse.

[82] Assidentem conspirati specie officii circumsteterunt, ilicoque Cimber Tillius, qui primas partes susceperat, quasi aliquid rogaturus propius accessit renventique et gestu in aliud tempus differenti ab utroque umero togam adprehendit: deinde clamantem: 'ista quidem vis est!' alter e Cascis aversum vulnerat paulum infra iugulum. Caesar Cascae brachium arreptum graphio traiecit conatusque prosilire alio vulnere tardatus est; utque animadvertit undique se strictis pugionibus peti, toga caput obvoluit, simul sinistra manu sinum ad ima crura deduxit, quo honestius caderet etiam

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inferiore corporis parte velata. Atque ita tribus et viginti plagis confossus est uno modo ad primum ictum gemitu sine voce edito, etsi tradiderunt quidam Marco Bruto irruenti dixisse: καὶ σὺ τέκνον; Exanimis diffugientibus cunctis aliquamdiu iacuit, donec lecticae impositum, dependente brachio, tres servoli domum rettulerunt. Nec in tot vulneribus, ut Antistius medicus existimabat, letale ullum repertum est, nisi quod secundo loco in pectore acceperat.

Fuerat animus coniuratis corpus occisi in Tiberim trahere, bona publicare, acta rescindere, sed metu Marci Antoni consulis et magistri equitum Lepidi destiterunt.

[83] Postulante ergo Lucio Pisone socero testamentum eius aperitur recitaturque in Antoni domo, quod Idibus Septembribus proximis in Lavicano suo fecerat demandaveratque virgini Vestali maximae. Quintus Tubero tradit heredem ab eo scribi solitum ex consulatu ipsius primo usque ad initium civilis belli Cn. Pompeium, idque militibus pro contione recitatum. Sed novissimo testamento tres instituit heredes sororum nepotes, Gaium Octavium ex dodrante, et Lucium Pinarium et Quintum Pedium ex quadrante reliquo[s]; in ima cera Gaium Octavium etiam in familiam nomenque adoptavit; plerosque percussorum in tutoribus fili, si qui sibi nasceretur, nominavit, Decimum Brutum etiam in secundis heredibus. Populo hortos circa Tiberim publice et viritim trecenos sestertios legavit.

[84] Funere indicto rogus extructus est in Martio campo iuxta Iuliae tumulum et pro rostris aurata aedes ad simulacrum templi Veneris Genetricis collocata; intraque lectus eburneus auro ac purpura stratus et ad caput tropaeum cum veste, in qua fuerat occisus. Praeferentibus munera, quia suffecturus dies non videbatur, praeceptum, ut omisso ordine, quibus quisque vellet itineribus urbis, portaret in Campum. Inter ludos cantata sunt quaedam ad miserationem et invidiam caedis eius accommodata, ex Pacuvi Armorum iudicio:

men servasse, ut essent qui me perderent?

et ex Electra Acili ad similem sententiam. Laudationis loco consul Antonius per praeconem pronuntiavit senatus consultum, quo omnia simul ei divina atque humana decreverat, item ius iurandum, quo se cuncti pro salute unius astrinxerant; quibus perpauca a se verba addidit. Lectum pro rostris in forum magistratus et honoribus functi detulerunt. Quem cum pars in Capitolini Iovis cella cremare pars in curia Pompei destinaret, repente duo quidam gladiis succincti ac bina iacula gestantes ardentibus cereis succenderunt confestimque circumstantium turba virgulta arida et cum subselliis tribunalia, quicquid praeterea ad donum aderat, congessit. Deinde tibicines et scaenici artifices vestem, quam ex triumphorum instrumento ad praesentem usum induerant, detractam sibi atque discissam iniecere flammae et veteranorum militum legionarii arma sua, quibus exculti funus celebrabant; matronae etiam pleraeque ornamenta sua, quae gerebant, et liberorum bullas atque praetextas.

In summo publico luctu exterarum gentium multitudo circulatim suo quaeque more lamentata est praecipueque Iudaei, qui etiam noctibus continuis bustum frequentarunt.

[85] Plebs statim a funere ad domum Bruti et Cassi[i] cum facibus tetendit atque aegre repulsa obvium sibi Helvium Cinnam per errorem nominis, quasi Cornelius is esset, quem graviter pridie contionatum de Caesare requirebat, occidit caputque eius praefixum hastae circumtulit. Postea solidam columnam prope viginti pedum lapidis Numidici in foro statuit [in]scripsitque PARENTI PATRIAE. Apud eam longo tempore sacrificare, vota suscipere, controversias quasdam interposito per Caesarem iure iurando distrahere perseveravit.

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[86] Suspicionem Caesar quibusdam suorum reliquit neque voluisse se diutius vivere neque curasse quod valitudine minus prospera uteretur, ideoque et quae religiones monerent et quae renuntiarent amici neglexisse. Sunt qui putent, confisum eum novissimo illo senatus consulto ac iure iurando etiam custodias Hispanorum cum gladiis + adinspectantium + se removisse. Alii e diverso opinantur insidias undique imminentis subire semel quam cavere [semper sollicitum maluisse. Quidam dicere etiam] solitum ferunt: non tam sua quam rei publicae interesse, uti salvus esset: se iam pridem potentiae gloriaeque abunde adeptum; rem publicam, si quid sibi eveniret, neque quietam fore et aliquanto deteriore condicione civilia bella subituram.

[87] Illud plane inter omnes fere constitit, talem ei mortem paene ex sententia obtigisse. Nam et quondam, cum apud Xenophontem legisset Cyrum ultima valitudine mandasse quaedam de funere suo, aspernatus tam lentum mortis genus subitam sibi celeremque optaverat; et pridie quam occideretur, in sermone nato super cenam apud Marcum Lepidum, quisnam esset finis vitae commodissimus, repentinum inopinatumque praetulerat.

[88] Periit sexto et quinquagensimo aetatis anno atque in deorum numerum relatus est, non ore modo decernentium, sed et persuasione volgi. Siquidem ludis, quos primos consecrato ei heres Augustus edebat, stella crinita per septem continuos dies fulsit exoriens circa undecimam horam, creditumque est animam esse Caesaris in caelum recepti; et hac de causa simulacro eius in vertice additur stella. Curiam, in qua occisus est, obstrui placuit Idusque Martias Parricidium nominari, ac ne umquam eo die senatus ageretur.

[89] Percussorum autem fere neque triennio quisquam amplius supervixit neque sua morte defunctus est. Damnati omnes alius alio casu periit, pars naufragio, pars proelio; nonnulli semet eodem illo pugione, quo Caesarem violaverant, interemerunt.