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    24.La tercera edad y la enfermedad como contextos pastorales.

    a) El valor de la madurez y la plenitud propia de la ancianidad. El respeto y lacomprensin por los mayores. La sensibilidad por sus problemas. La valoracin desus experiencias y enseanzas. La riqueza objetiva de su participacin en la

    comunidad humana, y de su testimonio de fe.Ancianos

    CaractersticasEn la tercera edad las caractersticas que constituyen la personalidad normalmente se acentan,

    como si se tratase de una lente de aumento: quien fue ahorrador puede volverse avaro; el prudente,desconfiado; el carcter severo puede tornarse implacable; la persona sensible se torna fcilmentesusceptible y el escrupuloso puede obsesionarse.

    Pero la vejez es tambin el resultado de lo que cada uno ha labrado a lo largo de su vida, y lasvirtudes que ha adquirido le sostendrn en esa nueva etapa: quien ha vivido con ilusin y abierto a

    los otros ser una persona mayor benevolente, tranquila y acogedora ms madura an; por elcontrario quien se ha aferrado toda la vida a la norma como criterio absoluto y ha sido egostaaparecer amargado. No es nicamente la edad lo que envejece, sino una serie de problemasaadidos: la sensacin de inutilidad a veces causada por limitaciones fsicas normales o aconsecuencia de la enfermedad, la soledad, el cansancio, la desilusin y la infelicidad.

    Han pasado ya los tiempos en que se consideraba la vejez como una etapa de deterioro oinvolucin general. Hoy, quien conserva el abanico de sus intereses encuentra ocasiones paradisfrutar, para servir a la familia o la colectividad, para sacar partido a la experiencia adquirida.

    Pero tambin es verdad que, a medida que se avanza en edad, cada persona debe enfrentarse a loque se suele llamar crisis de reduccin. El ciclo conduce progresivamente a un estrechamiento de

    las dimensiones de la vida: salud, protagonismo social, relaciones humanas..., para terminar muchas

    veces en una falta de autonoma (crisis de impotencia) que le har depender cada vez ms de losdems.

    El acompaamiento espiritual: sus fundamentosEl otoo de la vidaQu es la vejez? A veces se habla de ella como del otoo de la vida como ya deca

    Cicern1, por analoga con las estaciones del ao y la sucesin de los ciclos de la naturaleza.Basta observar a lo largo del ao los cambios de paisaje en la montaa y en la llanura, en los prados,los valles y los bosques, en los rboles y las plantas. Hay una gran semejanza entre los biorritmosdel hombre y los ciclos de la naturaleza, de la cual l mismo forma parte.

    Al mismo tiempo, sin embargo, el hombre se distingue de cualquier otra realidad que lo rodeaporque es persona. Plasmado a imagen y semejanza de Dios, es un sujeto consciente y responsable.An as, tambin en su dimensin espiritual el hombre experimenta la sucesin de fases diversas,igualmente fugaces. A San Efrn el Sirio le gustaba comparar la vida con los dedos de una mano,bien para demostrar que los dedos no son ms largos de un palmo, bien para indicar que cada etapade la vida, al igual que cada dedo, tiene una caracterstica peculiar, y "los dedos representan loscinco peldaos sobre los que el hombre avanza"2.

    1Cfr. Cato maior seu De senectute, 19, 70.2Sobre " Todo es vanidad y afliccin del espritu ", 5-6.

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    Por tanto, as como la infancia y la juventud son el periodo en el cual el ser humano est enformacin, vive proyectado hacia el futuro y, tomando conciencia de sus capacidades, hilvanaproyectos para la edad adulta, tambin la vejez tiene sus ventajas porque como observa SanJernimo, atenuando el mpetu de las pasiones, "acrecienta la sabidura, da consejos msmaduros"3. En cierto sentido, es la poca privilegiada de aquella sabidura que generalmente es frutode la experiencia, porque "el tiempo es un gran maestro" 4. Es bien conocida la oracin del Salmista:"Ensanos a calcular nuestros aos, para que adquiramos un corazn sensato" (Sal 90 [89],12)5.

    Despus de presentar los ejemplos de ancianos notables en la Sagrada Escritura, Juan Pablo IIpuntualiza: As pues, a la luz de la enseanza y segn la terminologa propia de la Biblia, la vejezse presenta como un "tiempo favorable" para la culminacin de la existencia humana y forma partedel proyecto divino sobre cada hombre, como ese momento de la vida en el que todo confluye,permitindole de este modo comprender mejor el sentido de la vida y alcanzar la "sabidura delcorazn". "La ancianidad venerableadvierte el libro de la Sabidurano es la de los muchosdas ni se mide por el nmero de aos; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y

    la edad provecta, una vida inmaculada" (4, 8-9). Es la etapa definitiva de la madurez humana y, ala vez, expresin de la bendicin divina6.

    Depositarios de la memoria colectivaEn el pasado se tena un gran respeto por los ancianos. A este propsito, el poeta latino Ovidio

    escriba: "En un tiempo, haba una gran reverencia por la cabeza canosa"7. Siglos antes, el poetagriego Foclides amonestaba: "Respeta el cabello blanco: ten con el anciano sabio la mismaconsideracin que tienes con tu padre"8.

    Si nos detenemos a analizar la situacin actual, constatamos cmo, en algunos pueblos, laancianidad es tenida en gran estima y aprecio; en otros, sin embargo, lo es mucho menos a causa deuna mentalidad que pone en primer trmino la utilidad inmediata y la productividad del hombre. Acausa de esta actitud, la llamada tercera o cuarta edad es frecuentemente infravalorada, y losancianos mismos se sienten inducidos a preguntarse si su existencia es todava til.

    Se llega incluso a proponer con creciente insistencia la eutanasia como solucin para lassituaciones difciles. Por desgracia, el concepto de eutanasia ha ido perdiendo en estos aos paramuchas personas aquellas connotaciones de horror que suscita naturalmente en quienes sonsensibles al respeto de la vida. Ciertamente, puede suceder que, en casos de enfermedad grave, condolores insoportables, las personas aquejadas sean tentadas por la desesperacin, y que sus seresqueridos, o los encargados de su cuidado, se sientan impulsados, movidos por una compasinmalentendida, a considerar como razonable la solucin de una "muerte dulce". A este propsito, espreciso recordar que la ley moral consiente la renuncia al llamado "ensaamiento teraputico",exigiendo slo aquellas curas que son parte de una normal asistencia mdica. Pero eso es muydiverso de la eutanasia, entendida como provocacin directa de la muerte. Ms all de lasintenciones y de las circunstancias, la eutanasia sigue siendo un acto intrnsecamente malo, unaviolacin de la ley divina, una ofensa a la dignidad de la persona humana9.

    3"Augest sapientiam, dat maturiora consilia", Commentaria in Amos, II, prol.4CORNEILLE, Sertorius, a. II, sc. 4, b. 717.5Juan Pablo II, Carta a los ancianos, n. 5.6Juan Pablo II, Carta a los ancianos, n. 8.7" Magna fuit quondam capitis reverentia cani ",Fastos, lib. V, v. 57.8Sentencias, XLII.9Cfr. Juan Pablo II, Carta enc.Evangelium vitae, n. 65.

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    Es urgente recuperar una adecuada perspectiva desde la cual se ha de considerar la vida en suconjunto. Esta perspectiva es la eternidad, de la cual la vida es una preparacin, significativa en cadauna de sus fases. Tambin la ancianidad tiene una misin que cumplir en el proceso de progresivamadurez del ser humano en camino hacia la eternidad. De esta madurez se beneficia el mismo gruposocial del cual forma parte el anciano.

    Los ancianos ayudan a ver los acontecimientos terrenos con ms sabidura, porque lasvicisitudes de la vida los han hecho expertos y maduros. Ellos son depositarios de la memoriacolectiva y, por eso, intrpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen yguan la convivencia social. Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus races elpresente, en nombre de una modernidad sin memoria. Los ancianos, gracias a su maduraexperiencia, estn en condiciones de ofrecer a los jvenes consejos y enseanzas preciosas.

    Desde esta perspectiva, los aspectos de la fragilidad humana, relacionados de un modo msvisible con la ancianidad, son una llamada a la mutua dependencia y a la necesaria solidaridad queune a las generaciones entre s, porque toda persona est necesitada de la otra y se enriquece con losdones y carismas de todos10.

    "Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano " (Lv 19, 32). Honrar a losancianos supone un triple deber hacia ellos: acogerlos, asistirlos y valorar sus cualidades. Enmuchos ambientes eso sucede casi espontneamente, como por costumbre inveterada. En otros,especialmente en las Naciones desarrolladas, parece obligado un cambio de tendencia para que losque avanzan en aos puedan envejecer con dignidad, sin temor a quedar reducidos a personas que yano cuenta nada. Es preciso convencerse de que es propio de una civilizacin plenamente humanarespetar y amar a los ancianos, porque ellos se sienten, a pesar del debilitamiento de las fuerzas,parte viva de la sociedad. Ya observaba Cicern que "el peso de la edad es ms leve para el que sesiente respetado y amado por los jvenes"11.

    El espritu humano, por lo dems, an participando del envejecimiento del cuerpo, en un ciertosentido permanece siempre joven si vive orientado hacia lo eterno; esta perenne juventud seexperimenta mejor cuando, al testimonio interior de la buena conciencia, se une el afecto atento yagradecido de las personas queridas. El hombre, entonces, como escribe San Gregorio Nacianceno, "no envejecer en el espritu: aceptar la disolucin del cuerpo como el momento establecido para lanecesaria libertad. Dulcemente transmigrar hacia el ms all donde nadie es inmaduro o viejo, sinoque todos son perfectos en la edad espiritual "12.

    Todos conocemos ejemplos elocuentes de ancianos con una sorprendente juventud y vigor deespritu. Para quien los trata de cerca, son estmulo con sus palabras y consuelo con el ejemplo. Esde desear que la sociedad valore plenamente a los ancianos, que en algunas regiones del mundo pienso en particular en frica son considerados justamente como "bibliotecas vivientes" desabidura, custodios de un inestimable patrimonio de testimonios humanos y espirituales. Aunque esverdad que a nivel fsico tienen generalmente necesidad de ayuda, tambin es verdad que, en suavanzada edad, pueden ofrecer apoyo a los jvenes que en su recorrido se asoman al horizonte de laexistencia para probar los distintos caminos.

    Mientras hablo de los ancianos, no puedo dejar de dirigirme tambin a los jvenes parainvitarlos a estar a su lado. Os exhorto, queridos jvenes, a hacerlo con amor y generosidad. Losancianos pueden daros mucho ms de cuanto podis imaginar. En este sentido, el Libro delEclesistico dice: "No desprecies lo que cuentan los viejos, que ellos tambin han aprendido de

    10Juan Pablo II, Carta a los ancianos, nn. 9 y 10.11"Levior fit senectus, eorum qui a iuventute coluntur et diliguntur", Cato maior seu De senectute, 8, 26.12Discurso al retorno del campo, 11.

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    sus padres" (8, 9); "Acude a la reunin de los ancianos; que hay un sabio?, jntate a l" (6,34); porque "qu bien parece la sabidura en los viejos!" (25, 5).

    La comunidad cristiana puede recibir mucho de la serena presencia de quienes son de edadavanzada. Pienso, sobre todo, en la evangelizacin: su eficacia no depende principalmente de laeficiencia operativa. En cuantas familias los nietos reciben de los abuelos la primera educacin enla fe! Pero la aportacin beneficiosa de los ancianos puede extenderse a otros muchos campos. ElEspritu acta como y donde quiere, sirvindose no pocas veces de medios humanos que cuentanpoco a los ojos del mundo. Cuntos encuentran comprensin y consuelo en las personas ancianas,solas o enfermas, pero capaces de infundir nimo mediante el consejo afectuoso, la oracinsilenciosa, el testimonio del sufrimiento acogido con paciente abandono! Precisamente cuando lasenergas disminuyen y se reducen las capacidades operativas, estos hermanos y hermanas nuestrosson ms valiosos en el designio misterioso de la Providencia.

    Tambin desde esta perspectiva, por tanto, adems de la evidente exigencia psicolgica delanciano mismo, el lugar ms natural para vivir la condicin de ancianidad es el ambiente en el que lse siente "en casa", entre parientes, conocidos y amigos, y donde puede realizar todava algnservicio. A medida que se prolonga la media de vida y crece del nmero de los ancianos, ser cadavez ms urgente promover esta cultura de una ancianidad acogida y valorada, no relegada al margen.El ideal sigue siendo la permanencia del anciano en la familia, con la garanta de eficaces ayudassociales para las crecientes necesidades que conllevan la edad o la enfermedad. Sin embargo, haysituaciones en las que las mismas circunstancias aconsejan o imponen el ingreso en "residencias deancianos", para que el anciano pueda gozar de la compaa de otras personas y recibir una asistenciaespecfica. Dichas instituciones son, por tanto, loables y la experiencia dice que pueden dar unprecioso servicio, en la medida en que se inspiran en criterios no slo de eficacia organizativa, sinotambin de una atencin afectuosa. Todo es ms fcil, en este sentido, si se establece una relacincon cada uno de los ancianos residentes por parte de familiares, amigos y comunidades parroquiales,que los ayude a sentirse personas amadas y todava tiles para la sociedad. Sobre este particular,cmo no recordar con admiracin y gratitud a las Congregaciones religiosas y los grupos devoluntariado, que se dedican con especial cuidado precisamente a la asistencia de los ancianos,sobre todo de aquellos ms pobres, abandonados o en dificultad?13

    Acompaamiento espiritual

    Es muy oportuno que quien acompae espiritualmente al anciano conozca las caractersticaspropias de su edad para poder ayudarle ms eficazmente en su vida espiritual. Puntos lgidos de lacrisis de reduccin son:

    El desplazamiento social: su papel en la familia deja de ser central y laboralmente ha deretirarse. Si la jubilacin no se ha preparado y los centros de inters han sido exclusivamenteprofesionales se trata de un momento espacialmente crtico.

    La disminucin fsico-psquica es su compaera de viaje: goteras o enfermedadespermanentes, prdida de la memoria y vivencia de recuerdos que le llevan a refugiarse en el pasado.

    La presencia de la muerte como una realidad cercana y, como consecuencia, la falta deproyectos para un futuro. Quiz ha quedado viudo; quiz han desaparecido sus compaeros y sesienta solo, abandonado a su suerte.

    Hay que ayudarles a aceptar, a amar, la realidad que los rodea y ver en ella una manera deidentificarse con Cristo que sufre: esa realidad la acepta Dios como parte de la Obra de laRedencin; Dios cuenta con ellos! La fe ilumina as el misterio de la muerte e infunde serenidad enla vejez, no considerada y vivida ya como espera pasiva de un acontecimiento destructivo, sino

    13Juan Pablo II, Carta a los ancianos, nn. 12 y 13.

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    como acercamiento prometedor a la meta de la plena madurez. Son aos para vivir con un sentido deconfiado abandono en las manos de Dios, Padre providente y misericordioso; un periodo que se hade utilizar de modo creativo con vistas a profundizar en la vida espiritual, mediante laintensificacin de la oracin y el compromiso de una dedicacin a los hermanos en la caridad 14.

    Tambin hay que ayudarles para que mantengan siempre viva la vibracin apostlica y elespritu deportivo ante la lucha, evitando las pequeas rutinas, que llevan al acostumbramiento. Aveces conviene mover su nimo para que hagan redescubrimientos, generalmente en cosaspequeas, pero vistas con nueva luz e ilusin: que sepan mirar las cosas de Dios, de la Iglesia, de laentrega personal, de las almas, con una fe y una esperanza ms teologal.

    Adems, conviene insistirles en el valor de la ejemplaridad: deseos efectivos y prcticos deayudar a los ms jvenes; hacer y desaparecer; saber ensear sin hacerse imprescindible; agradecer aDios el fruto de tantos aos de esfuerzo.

    Hay que fomentar una gran sinceridad siempre: en lo pequeo y en lo grande; facilitarla demanera amable, salindoles al encuentro. Puede suceder que alguno de habitualmente una visin enexceso positiva, sin problemas (o al revs: que haya siempre muchas quejas, por cansancio, por losachaques de la edad, etc.); y, por otra parte, se ve del modo como trabaja, las reacciones que seobservan, etc. que esa imagen serena y optimista no responde cabalmente a la realidad. Estopuede ser debido a que, quiz por el tiempo que lleva, las responsabilidades que ha tenido, etc., se haforjado una idea no completamente acertada de s mismo, figura que se confunde con lo que piensaque debera ser: las virtudes que se esperan de l, el deseo de no querer ser problema, etc.Entonces, hay que ayudarles con paciencia y cario a que se reconozcan como son, para seguirsubiendo por el plano de la santidad.

    Con todos, pero especialmente si alguno pasase por un momento de desconcierto, convendr:rejuvenecer y vigorizar su piedad: dar consistencia a la vida interior, a las escaramuzas de la

    lucha asctica; que no se pierdan en pequeeces, y recuperen enseguida la visin de conjunto; queredescubran el valor de eternidad de las cosas pequeas de cada da, la presencia real de Jesucristoen el Sagrario, la renovacin sacramental del Sacrificio de la Cruz, el amor maternal de la SantsimaVirgen Mara, el cario a San Jos, la realidad de la compaa del ngel Custodio y la intercesinde nuestro Padre;

    recordarles que la Redencin se est haciendo, y que han de mandar a toda la Iglesia, por laComunin de los Santos, sangre arterial buena. Es particularmente importante ayudarles a quemantengan la unidad de vida, por ejemplo, encontrando a Dios tambin en los necesarios momentosde descanso;

    tratarles con especial desvelo: es justo, despus de tantos aos de esfuerzo, aunque haya sehayan equivocado muchas veces. Comprensin y, a la vez, exigencia amable: que noten que se lesquiere y por eso se les exige;

    procurar que tengan un quehacer agradable que pueda desempear con mayor facilidad y que

    14Juan Pablo II, Carta a los ancianos, n. 18; Por eso son loables todas aquellas iniciativas sociales que permiten alos ancianos, ya el seguir cultivndose fsica, intelectualmente o en la vida de relacin, ya el ser tiles, poniendo adisposicin de los otros el propio tiempo, las propias capacidades y la propia experiencia. De este modo, se conserva yaumenta el gusto de la vida, don fundamental de Dios. Por otra parte, este gusto por la vida no contrarresta el deseo deeternidad, que madura en cuantos tienen una experiencia espiritual profunda, como bien nos ensea la vida de losSantos (Ibid.).

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    contribuya a aumentar su vibracin en el apostolado y en la vida interior, como se ha dicho, hay quemantener siempre encendido el afn de almas;

    evitar que puedan caer en una actitud contrada, rgida, violenta: ayudar a remozarse consuavidad, a poner ternura en la piedad y en la vida en familia en sus hogares o donde viven;

    que sepan tambin que hay que aprender a ser mayores, santificando las nuevascircunstancias de la edad, de la situacin profesional, etc.: los achaques naturales se pueden y sedeben santificar; en la vida espiritual debemos ser siempre jvenes, que en la asctica cristianasignifica estar enamorados del Amor, y las que dolencias se superan con amor de Dios.

    Si el que acompaa espiritualmente es ms joven, debe tener una profunda humildad paraayudarles. Esto se traducir en una especial delicadeza y respeto, y en detalles de servicio; al mismotiempo, sabindose instrumento, deber exigir con prudencia caridad y fortaleza, especialmente si veque tienden a abandonarse fsica y mentalmente: deben cuidarse, para poder aportar todo lo quepuedan.

    Es el momento de hacer algunas cosas para las cuales antes no se ha tenido tiempo yperfeccionar el propio desarrollo cultural, siempre que su salud se los permita: no se debenabandonar. Es el momento de dar todo lo que tienen, al mismo tiempo que disfrutan de lo que Diosles ha dado: hijos, nietos, acoger con serenidad, ser apoyo por la experiencia y virtud, ser referenciaa una vida coherente, servicios que slo puede prestar una persona mayor.

    En su oracin, pueden releer su historia a la luz de la fe y ver como el Seor ha sido bueno ygeneroso a pesar de sus errores por encima de los cuales est su misericordia y su plan amorososobre cada uno de sus hijos por quienes ha dado su vida.

    Los ancianos en familiaHay culturas que manifiestan una singular veneracin y un gran amor por el anciano; lejos de

    ser apartado de la familia o de ser soportado como un peso intil, el anciano permanece inserido en

    la vida familiar, sigue tomando parte activa y responsable aun debiendo respetar la autonoma dela nueva familiay sobre todo desarrolla la preciosa misin de testigo del pasado e inspirado desabidura para los jvenes y para el futuro.

    Otras culturas, en cambio, especialmente como consecuencia de un desordenado desarrolloindustrial y urbanstico, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables demarginacin, que son fuente a la vez de agudos sufrimientos para ellos mismos y deempobrecimiento espiritual para tantas familias.

    Es necesario que la accin pastoral de la Iglesia estimule a todos a descubrir y a valorar loscometidos de los ancianos en la comunidad civil y eclesial, y en particular en la familia. En realidad,"la vida de los ancianos ayuda a clarificar la escala de valores humanos; hace ver la continuidad delas generaciones y demuestra maravillosamente la interdependencia del Pueblo de Dios. Losancianos tienen adems el carisma de romper las barreras entre las generaciones antes de que seconsoliden: Cuntos nios han hallado comprensin y amor en los ojos, palabras y caricias de susancianos! y cunta gente mayor no ha suscrito con agrado las palabras inspiradas "la corona de losancianos son los hijos de sus hijos"7915

    79 Juan Pablo II. Discurso a los participantes en el "International Forum en Active Aging", 5 (5 de septiembre de1980). Insegnamenti di Giovanni Paolo II, III, 2 (1980), 539.

    15Juan Pablo II, Exh. Apost.Familiaris consortio, n. 27.

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    b) El sentido del dolor, fsico o moral. La luz que sobre este misterio proporcionala pasin de Cristo. La enfermedad como nueva llamada al apostolado.

    La vida y la salud fsica son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellosracionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los dems y el bien comn16; pero el Seornos pide un desprendimiento total para poder entrar en su reino: "Todos los cristianos...han de

    intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a lasriquezas no les impidan, en contra del espritu de pobreza evanglica, buscar el amor perfecto" (LG42)17. El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de loscielos18.

    Dentro de este marco del desprendimiento total que el Seor nos pide, os sealar otro puntode particular importancia: la salud. Ahora, la mayor parte de vosotros sois jvenes; atravesis esaetapa formidable de plenitud de vida, que rebosa de energas. Pero pasa el tiempo, einexorablemente empieza a notarse el desgaste fsico; vienen despus las limitaciones de lamadurez, y por ltimo los achaques de la ancianidad. Adems, cualquiera de nosotros, en cualquiermomento, puede caer enfermo o sufrir algn trastorno corporal.

    Slo si aprovechamos con rectitud cristianamente las pocas de bienestar fsico, lostiempos buenos, aceptaremos tambin con alegra sobrenatural los sucesos que la genteequivocadamente califica de malos. Sin descender a demasiados detalles, deseo transmitiros mipersonal experiencia. Mientras estamos enfermos, podemos ser cargantes: no me atienden bien,nadie se preocupa de m, no me cuidan como merezco, ninguno me comprende... El diablo, que andasiempre al acecho, ataca por cualquier flanco; y en la enfermedad, su tctica consiste en fomentaruna especie de psicosis, que aparte de Dios, que amargue el ambiente, o que destruya ese tesoro demritos que, para bien de todas las almas, se alcanza cuando se lleva con optimismo sobrenatural cuando se ama!el dolor. Por lo tanto, si es voluntad de Dios que nos alcance el zarpazo de laafliccin, tomadlo como seal de que nos considera maduros para asociarnos ms estrechamente asu Cruz redentora.

    Se requiere, pues, una preparacin remota, hecha cada da con un santo desapego de unomismo, para que nos dispongamos a sobrellevar con garbosi el Seor lo permitela enfermedado la desventura. Servos ya de las ocasiones normales, de alguna privacin, del dolor en suspequeas manifestaciones habituales, de la mortificacin, y poned en ejercicio las virtudescristianas19.

    Y aade Juan Pablo II en su Carta a los ancianos::Mis queridos ancianos, que os encontris en precarias condiciones por la salud u otras

    circunstancias, me siento afectuosamente cercano a vosotros. Cuando Dios permite nuestrosufrimiento por la enfermedad, la soledad u otras razones relacionadas con la edad avanzada, nos dasiempre la gracia y la fuerza para que nos unamos con ms amor al sacrifico del Hijo y participemos

    con ms intensidad en su proyecto salvfico. Dejmonos persuadir: l es Padre, un Padre rico deamor y misericordia! Pienso de modo especial en vosotros, viudos y viudas, que os habis quedadosolos en el ltimo tramo de la vida; en vosotros, religiosos y religiosas ancianos, que por muchosaos habis servido fielmente a la causa del Reino de los cielos; en vosotros, queridos hermanos en

    16Catecismo de la Iglesia catlica, n. 2288.17Catecismo de la Iglesia catlica, n. 2545.18

    Catecismo de la Iglesia catlica, n. 2544.19Escriv de Balaguer, Josemara,Amigos de Dios, n. 124.

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    el Sacerdocio y en el Episcopado, que por alcanzar los lmites de edad habis dejado laresponsabilidad directa del ministerio pastoral. La Iglesia an os necesita. Ella aprecia los serviciosque podis seguir prestando en mltiples campos de apostolado, cuenta con vuestra oracinconstante, espera vuestros consejos fruto de la experiencia, y se enriquece del testimonio evanglicoque dais da tras da.

    "Me ensears el sendero de la vida, me saciars de gozo en tu presencia"(Sal 15 [16],11)

    Es natural que, con el paso de los aos, llegue a sernos familiar el pensamiento del "ocaso dela vida". Nos lo recuerda, al menos, el simple hecho de que la lista de nuestros parientes, amigos yconocidos se va reduciendo: nos damos cuenta de ello en varias circunstancias, por ejemplo, cuandonos juntamos en reuniones de familia, encuentros con nuestros compaeros de la infancia, delcolegio, de la universidad, del servicio militar, con nuestros compaeros del seminario... El lmiteentre la vida y la muerte recorre nuestras comunidades y se acerca a cada uno de nosotrosinexorablemente. Si la vida es una peregrinacin hacia la patria celestial, la ancianidad es el tiempoen el que ms naturalmente se mira hacia umbral de la eternidad.

    Sin embargo, tambin a nosotros, ancianos, nos cuesta resignarnos ante la perspectiva de estepaso. En efecto, ste presenta, en la condicin humana marcada por el pecado, una dimensin deoscuridad que necesariamente nos entristece y nos da miedo. En realidad, cmo podra ser de otromodo? El hombre est hecho para la vida, mientras que la muerte como la Escritura nos explicadesde las primeras pginas (cf. Gn 2-3) no estaba en el proyecto original de Dios, sino que haentrado sutilmente a consecuencia del pecado, fruto de la "envidia del diablo" (Sb 2, 24). Secomprende entonces por qu, ante esta tenebrosa realidad, el hombre reacciona y se rebela. Essignificativo, en este sentido, que Jess mismo, "probado en todo igual que nosotros, excepto enel pecado" (Hb 4, 15), haya tenido miedo ante la muerte: "Padre mo, si es posible, que pase de mesta copa" (Mt 26, 39). Y cmo olvidar sus lgrimas ante la tumba del amigo Lzaro, a pesar deque se dispona a resucitarlo (cfr. Jn 11, 35)?

    An cuando la muerte sea racionalmente comprensible bajo el aspecto biolgico, no es posiblevivirla como algo que nos resulta "natural". Contrasta con el instinto ms profundo del hombre. Aeste propsito ha dicho el Concilio: "Ante la muerte, el enigma de la condicin humana alcanza suclmen. El hombre no slo es atormentado por el dolor y la progresiva disolucin del cuerpo, sinotambin, y an ms, por el temor de la extincin perpetua"20.

    Ciertamente, el dolor no tendra consuelo si la muerte fuera la destruccin total, el final detodo. Por eso, la muerte obliga al hombre a plantearse las preguntas radicales sobre el sentido mismode la vida: qu hay ms all del muro de sombra de la muerte? Es sta el fin definitivo de la vida oexiste algo que la supera?

    No faltan, en la cultura de la humanidad, desde los tiempos ms antiguos hasta nuestros das,respuestas reductivas, que limitan la vida a la que vivimos en esta tierra. Incluso en el AntiguoTestamento, algunas observaciones del Libro del Eclesiasts hacen pensar en la ancianidad como enun edificio en demolicin y en la muerte como en su total y definitiva destruccin (cfr. 12, 1-7).Pero, precisamente a la luz de estas respuestas pesimistas, adquiere mayor relieve la perspectivallena de esperanza que se deriva del conjunto de la Revelacin y especialmente del Evangelio: Dios"no es un Dios de muertos, sino de vivos" (Lc 20, 38). Como afirma el apstol Pablo, el Dios queda vida a los muertos (cfr. Rm 4, 17) dar la vida tambin a nuestros cuerpos mortales (cfr. ibd., 8,11). Y Jess dice de s mismo: "Yo soy la resurreccin y la vida. El que cree en m, aunquemuera, vivir; y todo el que vive y cree en m, no morir jams" (Jn 11, 25-26).

    20Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, n. 18.

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    Cristo, habiendo cruzado los confines de la muerte, ha revelado la vida que hay ms all deeste lmite, en aquel "territorio" inexplorado por el hombre que es la eternidad. l es el primerTestigo de la vida inmortal; en l la esperanza humana se revela plena de inmortalidad. "Aunquenos entristece la certeza de la muerte, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad" 21. A estaspalabras, que la Liturgia ofrece a los creyentes como consuelo en la hora de la despedida de unapersona querida, sigue un anuncio de esperanza: "Porque la vida de los que en ti creemos, Seor, notermina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansin eterna enel cielo"22. En Cristo, la muerte, realidad dramtica y desconcertante, es rescatada y transformada,hasta presentarse como una "hermana" que nos conduce a los brazos del Padre23.

    La fe ilumina as el misterio de la muerte e infunde serenidad en la vejez, no considerada yvivida ya como espera pasiva de un acontecimiento destructivo, sino como acercamiento prometedora la meta de la plena madurez. Son aos para vivir con un sentido de confiado abandono en lasmanos de Dios, Padre providente y misericordioso; un periodo que se ha de utilizar de modocreativo con vistas a profundizar en la vida espiritual, mediante la intensificacin de la oracin y elcompromiso de una dedicacin a los hermanos en la caridad.

    Por eso son loables todas aquellas iniciativas sociales que permiten a los ancianos, ya el seguircultivndose fsica, intelectualmente o en la vida de relacin, ya el ser tiles, poniendo a disposicinde los otros el propio tiempo, las propias capacidades y la propia experiencia. De este modo, seconserva y aumenta el gusto de la vida, don fundamental de Dios. Por otra parte, este gusto por lavida no contrarresta el deseo de eternidad, que madura en cuantos tienen una experiencia espiritualprofunda, como bien nos ensea la vida de los Santos.

    El Evangelio nos recuerda, a este propsito, las palabras del anciano Simen, que se declarapreparado para morir una vez que ha podido estrechar entre sus brazos al Mesas esperado: "Ahora,Seor, puedes, segn tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos

    tu salvacin" (Lc 2, 29-30). El apstol Pablo se debata, apremiado por ambas partes, entre el deseode seguir viviendo para anunciar el Evangelio y el anhelo de "partir y estar con Cristo" (Flp 1, 23).San Ignacio de Antioqua nos dice que, mientras iba gozoso a sufrir el martirio, oa en su interior lavoz del Espritu Santo, como "agua" viva que le brotaba de dentro y le susurraba la invitacin: " Venal Padre" (Rm 7, 2). Los ejemplos podran continuar an. En modo alguno ensombrecen el valor dela vida terrena, que es bella a pesar de las limitaciones y los sufrimientos, y ha de ser vivida hasta elfinal. Pero nos recuerdan que no es el valor ltimo, de tal manera que, desde una perspectivacristiana, el ocaso de la existencia terrena tiene los rasgos caractersticos de un " paso ", de unpuente tendido desde la vida a la vida, entre la frgil e insegura alegra de esta tierra y la alegraplena que el Seor reserva a sus siervos fieles: "Entra en el gozo de tu Seor!" (Mt 25, 21).

    Un augurio de vidaCon este espritu, mientras os deseo, queridos hermanos y hermanas ancianos, que vivis

    serenamente los aos que el Seor haya dispuesto para cada uno, me resulta espontneo compartirhasta el fondo con vosotros los sentimientos que me animan en este tramo de mi vida, despus dems de veinte aos de ministerio en la sede de Pedro, y a la espera del tercer milenio ya a laspuertas. A pesar de las limitaciones que me han sobrevenido con la edad, conservo el gusto de lavida. Doy gracias al Seor por ello. Es hermoso poderse gastar hasta el final por la causa del Reinode Dios.

    Al mismo tiempo, encuentro una gran paz al pensar en el momento en el que el Seor me llame:de vida a vida! Por eso, a menudo me viene a los labios, sin asomo de tristeza alguna, una oracinque el sacerdote recita despus de la celebracin eucarstica: In hora mortis meae voca me, et iube

    21Misal Romano, Prefacio I de difuntos.22Misal Romano, Prefacio I de difuntos.23Cf. S. Francisco de Asis, Cntico de las criaturas.

  • 7/25/2019 Lectura Ancianos

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    me venire ad te; en la hora de mi muerte llmame, y mndame ir a ti. Es la oracin de la esperanzacristiana, que nada quita a la alegra de la hora presente, sino que pone el futuro en manos de ladivina bondad.

    Iube me venire ad te!: ste es el anhelo ms profundo del corazn humano, incluso para el queno es consciente de ello.

    Concdenos, Seor de la vida, la gracia de tomar conciencia lcida de ello y de saborear comoun don, rico de ulteriores promesas, todos los momentos de nuestra vida.

    Haz que acojamos con amor tu voluntad, ponindonos cada da en tus manos misericordiosas.Cuando venga el momento del "paso" definitivo, concdenos afrontarlo con nimo sereno, sin

    pesadumbre por lo que dejemos. Porque al encontrarte a Ti, despus de haberte buscado tanto, nosencontraremos con todo valor autntico experimentado aqu en la tierra, junto a quienes nos hanprecedido en el signo de la fe y de la esperanza.

    Y t, Mara, Madre de la humanidad peregrina, ruega por nosotros "ahora y en la hora denuestra muerte". Mantennos siempre muy unidos a Jess, tu Hijo amado y hermano nuestro, Seorde la vida y de la gloria24.

    24Juan Pablo II, Carta a los ancianos, nn. 14 a 18; Morirse?... Qu comodidad!, repito. Como aquel santo obispo,anciano y enfermo, di: "non recuso laborem": Seor, mientras te pueda ser til, no rehso vivir y trabajar por Ti(Escriv de Balaguer, Josemara,Forja, n. 1040); El cristiano, aunque sea un anciano de ochenta aos, al vivir en unincon Jesucristo, puede paladear con toda verdad las palabras que se rezan al pie del altar: entrar al altar de Dios, delDios que da alegra a mi juventud(Sal 42, 4.) (Ibid. Conversaciones, n. 102).