Las Virtudes Teologales en El Cura Brochero
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I n s t i t u t o T e o l ó g i c o C ó r d o b a
Cic lo de Teo log ía
El Cura Brochero, hombre de fe, caridad y esperanza.1
“La vida cristiana es vida de caridad, por la fe, en la esperanza”2 porque Dios, en su
amor nos los posibilitó, y el hombre capacitado para ello, en su libertad, lo abrazó. Este
hermoso misterio entre el Creador y la creatura encuentra en la santidad del hombre su
expresión más nítida y contundente. Esta realidad es la que me motivó a aproximarme a las
virtudes teologales desde la existencia concreta de quien hoy se constituye para mí en
modelo de vida teologal, el Cura Brochero.
Las virtudes teologales se configuran en la hondura del corazón del hombre, se
fraguan en la geografía que marca el paso, en los hermanos bajo el nombre de paisanos, en
el vértigo de las diferencias culturales que animan a descender al llano… así la fe se vuelve
trabajo bien significado; la caridad, entrega fatigosa y gozosa, y la esperanza, en caminar
firme, contante y animado.
Al aproximarme a las virtudes de José Gabriel, me constituyo en testigo de una
doble fidelidad, la de Dios que camina junto al hombre haciéndolo capaz de caminar junto a
él, y la del hombre que en su libertad enamorada, se deja transformar en un amado-amante.
Presento a continuación las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad desde la vida
y obra de José Gabriel del Rosario Brochero, aportando intuiciones personales enriquecidas
por la lectura de textos especializados en la materia.
La fe del Cura, cimiento de su vida y obra
La fe supone la gracia de haber podido experimentar que el amor de Dios es digno
de confianza, que en él es posible apoyar la vida entera. Es esencialmente un encuentro
fundante con Jesús, que como el Capitán de la “meditación de las dos banderas”, es capaz
de polarizar toda la existencia en su seguimiento.
Desde su más tierna infancia el Cura Brochero creció en un ambienta religioso,
pero la fe debió madurar en su libertad, hasta constituirse en la opción fundamental que
fuera capaz de orientar, motivar, significar y dimensionar su propia entrega existencial.
1 Para la elaboración de esta presentación tomo como textos de referencia los artículos de COZZOLI MAURO, provistos por la Cátedra de Moral fundamental del año 2014, y el Volumen II de la Positio Super Vitutibus.
2 COZZOLI, MAURO, Etica Teologale, Milano, Ed. Paoline 1991, 248-287. Traducción del profesor.
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Brochero, cautivado por la Palabra de Dios, encontró en ella la fuerza
transformadora que le permitió “descubrir y aceptar vitalmente, en todas las cosas, la
voluntad de Dios”3. Pero esto no significó sólo el “alimento esencial de su vida creyente”4,
sino que la fidelidad de la fe, se configuró en apuestas concretas, opciones cotidianas, una
fe viva que configuró su estilo sacerdotal. Su predicación abundante, evangélica,
cotidiana, arriesgada, “a lo criollo”5, manifiesta que aquella fe, capaz de dinamizar y
fundar su persona, opera en su vida poniéndose al servicio de la fe de los más pobres.
El contenido de su predicación está signado por el amor de Dios que en el “Hijo
Unigénito del Padre”, “el divino Capitán”6, se encarna para nuestra salvación. La persona
de Jesús es el contenido de la fe. Creer en él supone alistarse y seguirlo bajo su bandera.
La vida creyente es para Brochero una batalla que se libra deliberadamente en el
campo de la historia. Sin embargo el Cura comprende claramente “que la victoria sobre el
mal espíritu no es fruto de las fuerzas humanas sino siempre es don de la gracia de Dios
implorada en la oración”7. Las palabras escritas en la piedra fundamental de la Casa de
Ejercicios expresa esta certeza: “¡Te jodiste Diablo!”.
Sus carreras apostólicas, sus obras, su entrega denodada en una multiplicidad de
manifestaciones, fueron calibradas en un sentido de fe hondo y maduro, que transfiguró
no sólo su persona, sino la de sus contemporáneos y las de quienes vendrán.
La Esperanza, fuente de coraje
¡Qué gran alegato, contra quienes esgrimen que la esperanza cristiana es alienante
y evasiva, es el testimonio de aquel Cura que enfrenta las sierras, los desafíos culturales,
socioeconómicos, personales, con tal convicción que da a su esperanza un realismo
incuestionable! Esta larga exclamación encierra algo del asombroso poder orientador y
3 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 214 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 205 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 24, nota 40. 6 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 297 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 31
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movilizador de la esperanza que Dios regala al hombre, para que el hombre se anime a
vivir como verdadero hombre.
Esta esperanza que sostiene la promesa de un futuro en Dios, se afirma en el
presente como condición de posibilidad de obrar con una osadía capaz de desafiar los más
lúcidos cálculos humanos.
En Brochero, esta osadía se traduce en una firme certeza en la providencia divina.
El Cura “supo vivir su inmensa actividad pastoral con el equilibrio de aquel que, poniendo
todo lo que está a su alcance, simultáneamente se abandona en las manos de la
todopoderosa bondad de Dios”8.
Afirmar un destino de resurrección y de vida para el hombre es animarse a caminar
en ese sentido, es confiar las manos a Dios para hundirlas en el mundo. Un signo de esta
confianza fundamental es “la alegría y el sano optimismo con los que vivió siempre su
ministerio sacerdotal”9. La certeza de que “todo concurre al bien de aquellos que aman a
Dios” (Rm 8,28), animó a Brochero a asumir los acontecimientos dolorosos y los
contratiempos de su vida ministerial, con una serena disposición que lejos está de ser una
triste resignación.
En la esperanza, Brochero fue capaz de ver de un modo radicalmente distinto las
limitaciones de sus paisanos, los obstáculos geográficos, los avatares de la política, la
enfermedad, los malevos y olvidados; y así se aprestó a trabajar por un Reino que Dios
estaba gestando sin que el hombre pudiera notarlo, y que ya está dando frutos de
eternidad.
“…si no tengo caridad ni a cristiano llego.”
Esconde esta contundente expresión una honda certeza del Cura Brochero: es el
amor lo que nos da la verdadera identidad, en el ser y en el hacer. Se afirmará en la
Positio: “El Cura Brochero es un claro ejemplo de aquella unión con Dios que –centrada en
8 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 509 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 51
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el amor- sigue el ejemplo de Jesús Buen Pastor y se despliega en la acción
evangelizadora”10.
La caridad no es logro humano, o una capacidad de autotrascenderse en una
realidad que emerge como solidaridad o compromiso filantrópico. La Caridad es el amor
de Dios que nos ama, y así nos constituye en amantes. De este modo, amar es docilidad
para comunicar ese amor primero y fundante.
Podemos decir de Brochero que en su vida pudo “ser capaz de ser transparencia
del amor de Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, que da su vida por los
hombres”11.
El amor de Dios en el hombre conlleva intrínsecamente una fuerza que movilizada
y dispone a la entrega total y gratuita. Recibir ese don, ubica al hombre en la dinámica
divina de la oblación cotidiana. De este modo, Brochero es modelo de sacerdote “sobre
todo por la caridad operante que desplegaba a través de sus gestos y palabras”12.
Siguiendo la expresado en la Positio “Podemos decir que la vivencia teologal de la
caridad en el SD posee siempre esta nota dominante: la total donación de sí, haciéndose
todo para todos a fin de llevarlos a Jesús, olvidándose de sí mismo y expresando mediante
gestos bien concretos su amor, que es participación de la misma caridad pastoral de
Cristo”13.
La caridad, la fe y la esperanza son levadura de eternidad que al hombre diviniza.
Es presencia de Dios en el mundo que fecunda la libertad para hacerla verdaderamente
libre en el amor de entrega. La fe ilumina esa entrega como gracia que permite vislumbrar
y experimentar el misterio del Amor que crea y que salva. La esperanza, como horizonte
promisorio, se hace certeza de caminante y así el hombre, como Brochero, es invitado a
entrar en la fiesta de la Vida, en el Reino que ya está entre nosotros, pero que todavía
aguarda su plenitud.
10 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 5411 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 5512 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 5513 Positio Super Virtutibus, Vol II, Romae, 1997. pág. 57