Las Relaciones Entre España y La Rusia Soviética Durante La II Republica
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CAPTULO 4. Las relaciones entre Espaa y la Rusia Sovitica durante la IIRepblica.
(...) En los trenes, en las calles, en los caminos,donde menos se esperaba, el pueblo sovitico vena
hacia nosotros con los brazos tendidos de susnios, sus mujeres, sus trabajadores. Espaay su tragedia tienen una resonancia profunda
en el corazn popular de la URSS.Miguel Hernndez1
Las relaciones entre Espaa y la URSS fueron ms estrechas durante la II
Repblica y la guerra civil. En estos aos se produce el reconocimiento espaol a la
Unin Sovitica y el establecimiento de relaciones diplomticas, aunque el intercambio
de embajadas se produjo en plena guerra civil. La URSS se present como una
defensora de la legitimidad republicana en distintos foros internacionales, hasta que el
curso de la guerra trunc una experiencia de colaboracin, la Repblica asediada
sucumbi. Pero sobre la ayuda sovitica pesan muchos tpicos, mitificada por la
militancia comunista, dara tambin lugar al antimito sovitico que prevaleci en la
dictadura franquista alimentado por el anticomunismo.
No obstante, el inters por el Pas de los Soviets de los sectores progresistas
espaoles es previo, y a pesar de los impedimentos en tiempos de la monarqua
alfonsina, a mediados de febrero de 1922, se cre en Espaa la Comisin Espaola de
Socorro a favor de los hambrientos de Rusia y otros comits de ayuda, sobre todo
obreros, que recaudaba fondos en solidaridad con la Rusia sovitica.2 Los contactos
culturales se materializaron en viajes en uno y otro sentido que tuvieron hondo reflejo
en una literatura de contenido social revolucionario en Espaa y en las crnicas de
cientficos rusos. Esta relacin unida a la diplomtica, contaban con una historia que se
remonta en el tiempo, siglos atrs, pero constituyeron los cimientos sobre los que se
asentaron las relaciones entre ambos pases.
1. Precedentes de las relaciones poltico - culturales hispano rusas.
Los contactos entre Espaa y Rusia tienen su sustrato en las iniciativas consulares
con fines bsicamente comerciales y polticos iniciadas en los siglos precedentes. Las
relaciones oficiales entre ambos reinos se iniciaron a fines del siglo XVII, aunque no
1CANO BALLESTA, Jos: Una imagen distorsionada de Europa: Miguel Hernndez y su viaje a
la Unin Sovitica,RILCE, 2 (1985), p. 206.2 VV. AA.: Espaa y el mundo. Coleccin Ciencias Sociales Contemporneas, Academia deCiencias de la URSS. Mosc, Nauka, 1990.
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fueran plenamente estables. Lo cierto es que el inicio de las relaciones, derivadas del
inters entre individuos o grupos de poder acaba, con el paso del tiempo, dando lugar a
una relacin entre pueblos.3
La alianza poltica e intercambio comercial se consolid por el inters del zar
Pedro I que moderniz y reactiv el servicio diplomtico. El 22 de septiembre de 1722
era designado embajador el prncipe Golitsyn y por parte espaola el duque de Liria. El
reconocimiento del rango imperial al zar no lleg hasta el reinado de Carlos III. La
proximidad espaola con Rusia era mayor cuando as lo aconsejaba la situacin de
tensin internacional entre Espaa y las potencias ms cercanas, Francia y Gran
Bretaa.4 Las relaciones entre ambas Cortes empeorara a fines del siglo XVIII,
llevando incluso a la ruptura de relaciones hasta 1801.5
En el siglo XIX, los acontecimientos espaoles se siguieron con inters en Rusia.
Mxime la proclamacin de la constitucin de 1812 y la revolucin de 1820, que
motiv una hispanofilia calificada de peligrosa por el gobierno ruso. Los diplomticos
rusos, presentes en Espaa, estaran vinculados con los decembristas, es el caso de Ivn
Muriariov Apstol. Por este motivo el zar habra de contribuir al retorno del monarca
espaol y de su poltica absolutista en 1823.6Los crculos intelectuales rusos siguieron
con inters los acontecimientos revolucionarios y la cultura espaola que inspiraron a
autores de prestigio, como Turgenev, Pushkin y Glinka, en sus obras y reflexiones.
Para hallar la huella de los contactos culturales es preciso adentrarnos en el mundo
artstico - literario de influencias recprocas y en el de la traduccin, que muestra el
impacto de ciertas obras en las sociedades receptoras. Autores del siglo de oro espaol
3No obstante, desde el siglo XV hay documentos que prueban la presencia de viajeros rusos enEspaa, y noticias sobre la Inquisicin. Incluso sta sirvi de inspiracin para perseguir herejes rusos.En el siglo XVI comienzan las relaciones comerciales. En 1525, tiene lugar la primera embajadamoscovita enviada por el gran prncipe Vasili Ivnovich a Carlos V. Bajo el reinado de Felipe II se trat
de encontrar en Mosc una aliada para la lucha contra Inglaterra e integrarla en la liga antiturca. Adems,queda constatada la presencia de rusos, liberados de los trtaros de Crimea, que hicieron escala en Espaade regreso a su patria, donde informaban sobre todos sus avatares. ALEKSEV, Mijail: Rusia y Espaa:una respuesta cultural. Madrid, Seminarios y Ediciones, 1975, pp. 13-15.
4Para mayor informacin sobre este periodo vase: SCHOP, Ana M: Un siglo de relacionesdiplomticas y comerciales entre Espaa y Rusia 1733-1833. Madrid, MAE, 1984.
5 En 1740, el gobierno espaol propone el intercambio de embajadas y firma de un tratadocomercial, propuesta que fue aceptada. La primera oficina comercial espaola llegara en 1771 en SanPetersburgo y, dos aos ms tarde, la segunda. El consulado ruso, sito en Cdiz, databa de 1723. Elconflicto estuvo motivado por la falta de reconocimiento del gobierno de Carlos IV del ttulo de GranMaestre al zar Pablo I, protector de la orden de Malta. ESPADAS BURGOS, Manuel: Corpusdiplomtico hispano ruso (1667-1799). Madrid, MAE, 1991.
6Incluso el historiador Trachevski enLa administracin rusa de Espaa (1872) destac la notable
influencia del embajador ruso Tatschev en Fernando VII. Esta rusofilia acab cuando el gobierno del zaren 1818 vendi una escuadra que result ser inservible. Vase: ALEKSEV, Mijail: Rusia y Espaa: unarespuesta cultural..., op. cit., p. 125
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encontraron inspiracin en la historia rusa. As, Lope de Vega en su drama El gran
duque de Moscoviay emperador perseguidoaborda las noticias sobre la entronizacin
de Demetrio el Falso. Quevedo escribe: El Gran duque de moscovia y los tributos, en
los que el pueblo ruso destaca por su sencillez y lucha para desenmascarar a aquellos
que saquean las riquezas nacionales. Cervantes, en Persiles y Segismundo,readapta el
encuentro entre marinos holandeses y pescadores rusos que le inspir para el encuentro
amistoso entre el rey Catril con los hombres de Persiles. Pero las referencias a Rusia no
quedan all, algunas de las novelas ejemplares como el argumento del Celoso
extremeo, en el que una bella mujer es liberada, figuran en algunos cuentos rusos.
Estas similitudes obedecen a fuentes comunes de una tradicin que alcanz amplia
difusin en Europa. Por otro lado, existan obras de carcter histrico y geogrfico a
travs de las cuales se encontraban referencias de ambas naciones.7
La imagen espaola proyectada en la Rusia decimonnica es similar a la de otras
naciones europeas. No obstante, en Rusia queda matizada por el reflejo de las distintitas
tendencias poltica - intelectuales. As, los occidentalistas se sienten ms atrados por
los aspectos polticos y sociales de Espaa. En cambio, los eslavfilos y otros
conservadores muestran un mayor inters por aspectos eruditos, en el terreno de la
investigacin, y por temas recurrentes sobre Espaa en el mbito literario. Precisamente,
en la literatura predomina el tpico romntico de Espaa, basado en la religiosidad y el
carcter celoso y apasionado de los hispanos. El atractivo es el exotismo de una Espaa,
ms idlica que real, con paisaje semiafricano, y, adems, preservadora de tradiciones.
Aunque al mismo tiempo se produce una reaccin contra este tpico tanto en la
literatura como por un mayor inters en la Espaa real y su cultura.8Es precisamente en
este siglo cuando los contactos directos entre Espaa y Rusia por medio de los viajeros
son mayores y al mismo tiempo hay un mayor intercambio cultural. El hispanismo
alemn penetr en Rusia, la influencia de Caldern fue notable para autores rusos comoIazykov, aunque tambin hubo reservas a la interpretacin del romanticismo alemn por
parte de Katenin, que prefera los dramas histricos y comedias de costumbres de Lope
de Vega. La hispanofilia motiv incluso el aprendizaje del espaol por parte de Pushkin
7Las altas esferas instruidas de Mosc, sobre todo las relacionadas con el Ministerio del Exterior,conocan Espaa no slo por lo que contaban los viajeros rusos y extranjeros, sino por las publicacionesde carcter histrico y geogrfico, como la Crnica de todo el Mundo,de M. Belski, traducida al ruso en1584. Vase: ALEKSEV, Mijail: Rusia y Espaa: una respuesta cultural..., op. cit., pp. 7-39.
8
VIDAL, Elena: La imagen de Espaa en Rusia a mediados del siglo XIX (1840-1860).Barcelona, 1978. Vase tambin: FERNNDEZ SNCHEZ, Jos: Viajeros rusos por la Espaa delsiglo XIX.Madrid, El Mundo Universal, 1985.
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y se inspir para su Don Juan,cuyo amoralismo contrastaba con los prejuicios sociales
y religiosos de la Espaa en la que se ubica el personaje. Aunque el clsico con ms
ediciones y comentarios es El Quijote. El escritor Fedor Dostoievski fue un gran
admirador de esta obra cervantina, considerndola eterna por sus observaciones sobre la
naturaleza humana. Para el autor, trata del descubrimiento de la verdad a travs del
protagonista y cmo salvarla por medio de otra ilusin, aunque ms fantstica an. Por
este motivo recomienda vivamente su lectura, al estar repleta de significados:
Cuan de desear sera que nuestros jvenes conociesen esa gran obra! No s lo que ahorapasar en las escuelas, con la Literatura; pero s s que ese libro, el ms grande y triste decuantos libros ha creado el genio de los hombres, levantara el alma de ms de un joven con elpoder de una gran idea, sembrara en su corazn la semilla de grandes problemas y apartara suespritu de la sempiterna adoracin del estpido ideal de la mediana, del orondo amor propio yla vulgar sabidura prctica!.9
Paralelamente, la literatura espaola del siglo XIX tiene en Emilia Pardo Bazn
una pionera de los estudios rusos en los pases hispanohablantes. A Rusia dedic su
libro La revolucin y la novela en Rusia, publicado en 1887. La procedencia de sus
fuentes fue, principalmente, francesa. En su libro, Pardo Bazn apunt una relacin
etnogrfica entre los primitivos habitantes de Espaa y Rusia, incluso entre los celtas y
los eslavos. Las similitudes no quedaron all, la escritora consideraba que el desarrollo
de ambos pases haba sido similar. Adems, como otros autores, mostr un intersespecfico por el mir, que lleg a asociar con las suertes labrantas gallegas. Otro de
los aspectos que ms llamaban su atencin era la situacin de las mujeres en Rusia, y
sus logros como el instituto educativo fundado por Cristina Altchewsky en Jarkov. De
sus impresiones, contrasta en cambio, su actitud negativa frente a la implantacin y
extensin de la religin ortodoxa en Rusia, debido a su catolicismo. La imagen sobre
Rusia ofrecida por Pardo Bazn difiere de la de Castelar enLa Rusia Contempornea
(1881) en la que se muestra como una nacin amenazante. Por el contrario, la autoramuestra simpata por la propaganda socialista de Tolstoi, a quien consideraba el mejor
escritor de su tiempo, y no se mostraba temerosa ante una posible revolucin en Rusia
que no consideraba probable. Morira cuatro aos despus de que se produjera, sin que
se pronunciara al respecto.10
En el siglo XX se acrecientan los contactos recprocos entre la sociedad rusa y
espaola. Trostki estuvo en Espaa unos das, preso en la Crcel Modelo de Madrid
9
DOSTOIEVSKI, F.: Diario de un escritor. Buenos Aires, 2000, p. 15610HILTON, Ronald: Doa Emilia Pardo Bazn, a Pioneer of Russian Studies,American Slavicand East European Review, 3 (October 1952), pp. 215-225.
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hasta que pudo salir hacia Amrica. Paralelamente otros espaoles frecuentaban, aunque
por motivos diversos, Rusia, como Julio lvarez del Vayo en calidad de periodista;
Andreu Nin, gran admirador de clsicos literarios rusos, vivira cerca de nueve aos en
Mosc, donde trabajara en la Internacional Sindical Roja.11 Adems, los encuentros
cientficos y literarios congregaron en distintos escenarios a especialistas soviticos y
espaoles.
Desde la Revolucin rusa, la injerencia sovitica en la formacin del PCE en
Espaa, el restablecimiento de relaciones oficiales y el exilio espaol producto de la
revolucin de Octubre de 1934 haban hecho que las relaciones entre ambos pases
fuesen ms frecuentes. Pero, sera a raz de la guerra civil, y nuevamente, el exilio
forzoso el motivo por el cual los contactos entre ambas sociedades se consolidaran.
2. El impacto de la Revolucin de Octubre en el movimiento obrero y
partidos polticos.
Las noticias sobre la Revolucin Rusa llegaron a la sociedad espaola,
principalmente, a travs de las agencias de informacin extranjeras y su tratamiento
difiri segn el cariz ideolgico de las interpretaciones de los hechos aparecidas en la
prensa, discursos polticos y literatura. Sin embargo, hubo testigos de excepcin de los
acontecimientos revolucionarios, fue el caso de Sofa Casanova que envi crnicas al
diarioABC:
Me telefonean que la situacin es grave, que estamos cercados en este barrio, de losinsurrectos militares, y me conturba hondamente su suerte. Toda nuestra historia del siglopasado sangra de pronunciamientos semejantes! Suenan los metrallazos y me desconciertan... esla lucha fraticida... el hermano contra el hermano.
12 de la noche. Estamos en plena revolucin... han destrozado las puertas frreas de lacrcel poltica, y libertaron a 2.100 presos. Tomaron la Duma y en ella se ha constituido unGobierno provisional de 12 miembros, que preside Ropdzianko... Pero, Es que no saben elpeligro que corren si las tropas leales vulvanse contra los insurrectos? Estn cerradas las
tiendas, todo movimiento que no sea el revolucionario ces. Y el gobierno? Se ignora. El zarest en el frente (...) Se lucha en el Imperial Palacio de Invierno. San Petersburgo, marzo1917.12
En un momento posterior tuvo lugar la plasmacin de las impresiones de quienes
viajaron a la URSS o fueron meros espectadores pasivos, bajo distintos prismas
11SOLANO, Wibaldo:El POUM en la historia (Andreu Nin y la revolucin espaola).Ediciones
de la Catarata y Fundacin Andreu Nin,1999.12 CASANOVA, Sofa:De la Revolucin rusa en 1917. Madrid, Renacimiento 1917, p. 34. EnSANZ GUITIN, Pablo: Viajeros espaoles en Rusia. Madrid, Compaa Literaria, 1995, pp. 208-209
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ideolgicos.13 Lo cierto es que fue un acontecimiento reseable que no dej indiferente
y suscit controversias a escala internacional.
En Espaa, las repercusiones de la Revolucin de Octubre se materializaron en el
proceso de radicalizacin de las organizaciones obreras en el denominado trienio
bolchevique, caracterizado por el impulso en las muestras de lucha entre el campesinado
andaluz, los obreros catalanes y socialistas ante la salida de la Unin Sovitica de la I
Guerra Mundial. La Revolucin Rusa fue, en palabras de Juan Avils:
Un factor no desdeable en el proceso de radicalizacin de este partido (PSOE) ... ycontribuy al creciente autoritarismo de la derecha espaola.14
Este hecho coincida con el desmoronamiento del sistema de la Restauracin, se
evidenciaba en el anquilosamiento del sistema canovista y la multiplicidad de huelgas.
As, en 1917 la huelga del transporte, que comenz en Valencia, lleg a paralizar al
setenta por ciento del sector.
En el verano de 1917, el PSOE particip junto a los republicanos en un intento
revolucionario, a semejanza de la Revolucin Rusa de febrero, para derrocar el rgimen
ya deteriorado, y con este fin formaron un comit provisional en junio. El gobierno, en
prevencin, procedi a la detencin de sospechosos. Sin embargo, esta empresa qued
frustrada debido al fracaso de la huelga general de 13 de agosto de 1917. Tan slo fue
un xito en los centros industriales de Madrid, Barcelona, Valencia, Vizcaya,
Guipzcoa y Asturias. El fracaso radic en la falta de vnculos con el campesinado y la
falta de apoyo del ejrcito, que permaneci leal. Lo que hizo que, tras la declaracin
del estado de guerra, el ejrcito restableciera el orden pblico rpidamente, el 16 de
agosto en la capital, aunque a costa de vctimas mortales. Las cifras oficiales apuntan
un total de 71 muertos, doscientos heridos y dos mil detenidos. Los lderes del
movimiento revolucionario haban sido detenidos, otros tuvieron que esconderse o huir
al extranjero. De la experiencia revolucionaria espaola y la bolchevique en Rusia, seextraen las siguientes conclusiones:
13El Socialistainterpret los acontecimientos revolucionarios en Rusia conforme a los interesesaliados en la I Guerra mundial. As, la Revolucin Rusa de febrero de 1917 fue vista de forma favorabledado que implicaba una nueva Rusia democrtica. En cambio, la Revolucin de Octubre implicaba lasalida de Rusia de la guerra, a pesar de llevar a cabo una revolucin socialista, de ah el silencio de surgano de expresin. Las publicaciones anarquistas como Tierra y Libertad o Solidaridad Obreravertieron opiniones favorables a los bolcheviques. Los medios conservadores, como el peridico ABC,criticaron abiertamente los acontecimientos revolucionarios acaecidos en Rusia, representndola como uncaos.
14
AVILS FARR, Juan: El impacto de la Revolucin Rusa en Espaa, 1917-1922, en VV.AA.:La poltica exterior de Espaa en el siglo XX. Madrid, UNED, 2000, p. 133
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A diferencia de los bolcheviques en Rusia, que, cuando se dieron cuenta de que elmomento oportuno para iniciar su ofensiva an no haba llegado, consiguieron retener a lasmasas, los socialistas espaoles se dejaron empujar por el curso de los acontecimientos. Elpartido de Lenin resurgira tres meses ms tarde con ms fuerza que nunca. Por el contrario, enEspaa el gobierno de Dato, al verse con la oportunidad de cortar de raz la insurreccin, nodud ni un momento. Utilizando el control total que le proporcionaba la censura, el gobiernopudo difundir todo tipo de rumores y fantasas, llegando incluso a proclamar que era el salvadordel orden pblico.15
Gran parte de los partidos de izquierda miraban hacia la Unin Sovitica, como
referente o espejo en el que reflejarse y de ello se deriva un proceso de mitificacin
habida cuenta de las realizaciones logradas en la repblica de los Soviets, que
representaba un cambio inusitado:
El laboratorio social donde se gestaba un nuevo mundo, que en los ltimos aos habaaprendido adems a vender esplndidamente su imagen. Ningn otro grupo revolucionario
contaba con un referente comparable: en la URSS tenan lugar la construccin del socialismo yla emancipacin de la humanidad. Ni ms ni menos. Ante esa deslumbrante realidad losanarquistas apenas podan exhibir sus ensoaciones del comunismo libertario, y lo que fue anms decisivo, los socialistas tropezaban con el fracaso frente a Hitler, del que fuera su modelopoltico, la socialdemocracia alemana. As que la Unin Sovitica proyectaba su luz, en esperade que se disipasen las sombras del sectarismo poltico todava dominante en la Comintern. Laorganizacin deber su supervivencia al xito de un espejismo ideolgico.16
Sin embargo, las ideas, los espejismos ideolgicos tienen su base y son parte de la
realidad y de la coyuntura, desde la Revolucin de Octubre de 1917, se proyecta una
experiencia revolucionaria marxista - leninista y se generan unas expectativas decambio por quienes se identifican con sus ideales o simpatizan con ellos por cuanto
implica un gran avance social.
Los partidos polticos de izquierda y las organizaciones obreras debatieron en su
seno lo sucedido en Rusia y extrajeron sus conclusiones y pautas de actuacin. El
influjo sovitico fue evidente ante la cuestin de la integracin o no en la III
Internacional que tanto sindicatos como partidos tuvieron que dirimir en sus filas.
Desde la publicacin anarquista Tierra y Libertad, la Revolucin de Octubre fue
bien acogida, incluso se crey inspirada en los principios del anarquismo y apelaban a
seguir el ejemplo que representaba. En tanto que Solidaridad Obrera es ms cauta,
puesto que existan lagunas informativas sobre cuanto suceda, pero acogan con
entusiasmo las gestiones hacia la paz, del mismo modo que anhelaban la consecucin
15 TUN DE LARA, M.: Poder y sociedad en Espaa 1900-1931. Madrid, 1992, p. 262
recogido en ROMERO, F. J.:Espaa, 1914-1918.Barcelona, Crtica, 2002, pp. 146-147.16 ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta: Queridos camaradas. La InternacionalComunista y Espaa. Barcelona, Planeta, 1999, p. 448.
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del mximo de libertad o libertad absoluta.17 Tras estas primeras manifestaciones, la
actitud respecto a la Revolucin rusa se debatira en el Congreso de diciembre de 1919
de la Confederacin Nacional del Trabajo (CNT). Tal y como queda expresado en los
dictmenes aprobados, aunque la organizacin era defensora de los principios de la I
Internacional, se adheran de manera provisional a la III Internacional, alegando los
siguientes motivos para aclarar su posicin:
(...) Por el carcter revolucionario que la preside, mientras se organiza y se celebra elCongreso Internacional en Espaa que ha de sentar las bases por las que ha de regirse laverdadera Internacional de los trabajadores.
Las intervenciones sobre la URSS mostraron el apoyo que se le expresaba al
proletariado ruso, y la alegra que produca cambios notables como el control de los
medios de produccin por parte del proletariado:Manuel Buenacasa: ... Nosotros, que somos enemigos del Estado, como lo hemos
demostrado en algunas de las mociones aprobadas por este Congreso, entendemos que larevolucin rusa, por el hecho de ser una revolucin que ha trastornado todos los valoreseconmicos o, mejor dicho, por el hecho de ser una revolucin que ha dado al proletariado elPoder, los instrumentos de produccin y la tierra, debe interesarnos siquiera sea en este aspectoy para impedir que esta revolucin, que ese gobierno de los soviets, quede estrangulado por losEstados capitalistas... .18
No obstante, al mismo tiempo se criticaba el concepto de dictadura del
proletariado, por tanto, el modo de consolidar la revolucin, que distaba de lospostulados libertarios:
Hilario Arlandis: ... Se justifica la teora de la dictadura del proletariado, no ya comoideal ltimo ( ... ), sino como una solucin media inevitable, necesaria, fatal, una medidacontradictoria para derrocar de una vez y por completo los poderes de los privilegiados; y, porotra parte, para capacitar ( ... ) a las masas obreras que han sido durante siglos expoliadas yreducidas a la ms cruel ignorancia .....19
Los principios anarquistas son la base por la cual se establecieron las opiniones
sobre lo que suceda en Rusia, mostrando las cautelas pertinentes ante un hecho, sin
duda, importante pero no idlico conforme a sus ideales:
17 La revolucin rusa en marcha, Solidaridad Obrera, 11 de noviembre de 1917 enFORCADELL, C.: Parlamentarismo y bolchevizacin. El movimiento obrero espaol, 1914-1918.Barcelona, Crtica, 1978, p. 261. Otras publicaciones de limitada duracin de cariz bolchevique fueron:
El Bolchevista, El Maximalista, El Soviet. Tras los que se encontraban grupos anarcosindicalistaspartidarios de la revolucin Rusa o radicales.
18
Memoria del Congreso de 1919, Barcelona, 1932. En PEIRATS, Jos: Represin ymartirologio (captulo segundo):Los anarquistas en la crisis poltica de Espaa. 1976.
19Ibidem.
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Eleuterio Quintanilla: Pero la dictadura rusa, responde a nuestro concepto libertario... ?No. La dictadura rusa, tal como se ha ejercido, constituye para nosotros un serio peligro que sino est a nuestro alcance combatir si lo est, y debe estarlo, no aplaudir....20
Este desmarque ideolgico de la Revolucin de Octubre por parte de los
anarquistas no impidi que los cambios que estaban aconteciendo en el pas de losSoviets sirvieran de ejemplo e impulsaran la agitacin reivindicativa campesina en
Andaluca, estimulada ante las noticias del reparto de tierra que haba tenido lugar en
Rusia.
La opinin generalizada dentro del socialismo europeo era la consideracin de la
Revolucin de Octubre como un paso atrs respecto a la de febrero e incluso
consideraban que la experiencia maximalista no sera muy prolongada, opinin tambin
generalizada en otros sectores, diametralmente opuestos, como el conservador.El rgano de expresin del Partido Socialista Obrero Espaol (PSOE), El
Socialista, mantena una lnea de precaucin informativa sobre los acontecimientos
rusos, hasta el punto de que la minora socialista, el sector ms proclive a la Revolucin
Rusa, representaba a sta como la ejecucin del mximo de aspiraciones del programa
socialista, y de ah que se mostraran favorables a la inclusin de la III Internacional, una
vez fuera creada. Este grupo se aglutin en torno al semanario Nuestra Palabra,
dirigido por Mariano Garca Corts.
21
La prioridad informativa era Rusia en detrimentode las noticias sobre la I Guerra Mundial. As, en el semanario aparecen claras alusiones
a la revolucin como la realizacin de una utopa y se muestran favorables a la tctica
seguida respecto a la toma del poder frente a la va parlamentaria defendida por las
direcciones de las agrupaciones socialistas. Adems, desde sus pginas se encargan de
promover mtines probolcheviques en 1918, y manifestar as su apoyo y afinidad.22
El PSOE dilat la decisin sobre su incorporacin en la III Internacional. En el
congreso extraordinario de junio de 1920, se acord la frmula bajo la cual estara en
condiciones de integrarse en dicha organizacin: la autonoma del PSOE en lo que
respecta a la tctica de lucha, derecho a revisar en su congreso los acuerdos de la
Internacional, y perseverar en la unidad de todas las fuerzas socialistas. En cambio, la
20Ibidem.21Eran integrantes de la minora socialista: R. Mill (sera fundador del PCE en abril de 1920. En
1921 pasara a ser secretario general de los partidos comunistas unificados y redactor jefe de LaAntorcha), que junto a Verdes Montegro pertenecan a la agrupacin socialista de Alicante. Almoneda,
Nez de Arenas y Ovejero de la agrupacin madrilea y Virginia Gonzlez delegada del GrupoFemenino Socialista.
22FORCADELL, C.: Parlamentarismo y bolchevizacin..., op. cit.,pp. 250-257.
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Unin General de Trabajadores (UGT) decidi su no inclusin en la III Internacional
con una amplia mayora ese mismo ao.
El PSOE sufri el embate de la escisin de su partido debido al rechazo del
ingreso en la III Internacional, decisin tomada en el congreso extraordinario de abril de
1921. Mientras la minora socialista insista en su visin de la Revolucin Rusa como la
aplicacin del programa total de sus reivindicaciones, la directiva apostaba por la va
parlamentaria de acceso al poder. El Congreso fue favorable a los partidarios de la
Internacional de Viena (afines a la II Internacional), que constituan el sector
mayoritario dentro del partido, pero miles de entusiastas de la III Internacional
abandonaron las filas socialistas y formaron el Partido Comunista Obrero, que no cont
con las simpatas de los integrantes del PCE. El futuro de estas dos organizaciones
pasaba por la unidad, pues slo se reconoca una seccin de la Internacional Comunista
en cada pas.23
La impronta de Octubre en las organizaciones socialistas locales tambin es
ilustrativa a este respecto. Mxime en enclaves obreros como el de la sierra cartagenera,
en donde el eco revolucionario fue perceptible, y se dej sentir en manifestaciones cuya
nota caracterstica era el entusiasmo ante los cambios producidos en el pas de los
Soviets. As se refleja en un mitin celebrado en La Unin, en enero de 1918: ...El
capitalismo ha sido destruido en Rusia, donde ya no existen ttulos ni guerra, slo paz y
libertad.... Del mismo modo, aparecan en publicaciones obreras artculos que
denostaban la intervencin extranjera contra la Rusia sovitica. Estas reacciones eran
producto de la favorable acogida que los trabajadores y sus representantes haban
brindado a la aniquilacin del zarismo y su inherente carga opresora, al mismo tiempo
supona una esperanza para la consecucin de avances sociales notables. La solidaridad
con el pueblo ruso se hizo notar por medio de las mociones presentadas por la minora
socialista en el ayuntamiento de Cartagena para conseguir el reconocimiento de larepblica de los Soviets de Rusia, as como gestionar fondos de ayuda asistencial
destinados a los nios rusos que haban sufrido los efectos devastadores de una guerra
civil y eran ms vulnerables a las repercusiones de la grave crisis econmica en la que
estaba sumergido el pas.24
23 AVILS FARR, Juan: El impacto de la revolucin rusa en las organizaciones obrerasespaolas (1917-1923),Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, Historia Contempornea, 13 (2000), pp. 26
y 27 24EGEA BRUNO, P.: El distrito minero de Cartagena en torno a la I Guerra Mundial. Murcia,Universidad de Murcia, 1986, pp. 349-350.
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No obstante, haba divisiones dentro de las organizaciones polticas y sindicales y
estas muestras de simpata eran contrarrestadas por las reticencias al modelo ruso. El
sector mayoritario saldra reforzado por su afianzamiento parlamentario en la sociedad
a travs de su reformismo gradualista.
La influencia sovitica se constata de forma ms evidente en la formacin del
PCE.25Los inicios del PCE se remontan a 1920, su constitucin se deriva de la escisin
de parte de las Juventudes Socialistas y de un sector de los anarcosindicalistas, as como
de la actividad precedente desarrollada en Espaa por los delegados de la Internacional
Comunista (IC), cuyos propsitos eran: aglutinar en su seno a los grupos comunistas y
extender la revolucin socialista al resto de Europa para romper con la II Internacional
tanto en el mbito estratgico como orgnico. A la IC corresponda marcar las lneas de
actuacin, seguidas por las direcciones de los partidos comunistas, stas eran: la
extensin del modelo de organizacin bolchevique, y participacin en la financiacin de
los partidos comunistas, junto con los ingresos regulares espordicos, de las cuotas de
los militantes y las colectas, y, en menor medida, las requisas de otras organizaciones,
junto con la venta de libros, folletos, insignias, para paliar los gastos de congresos,
conferencias, y la edicin de su propaganda, en la que jugaba un rol importante la
impronta del paraso sovitico. El PCE era un partido minsculo que tena, en funcin
del nmero de afiliados, mayor base de apoyo en Andaluca, seguida del Pas Vasco y
Asturias.
Durante el periodo republicano se sucedieron etapas legales, semilegales y
clandestinas en la vida poltica y organizativa del PCE, lo que prueba cules fueron las
relaciones con el Estado espaol de los mximos defensores de la experiencia
revolucionaria rusa. Desde el inicio de la II Repblica hasta octubre de 1934, el partido
fue tolerado, pero se persegua a los militantes si stos realizaban alguna tarea que
pudiera calificarse de antirrepublicana, tal y como se expresaba en la ley de Defensa dela Repblica de 1931 y la ley de Orden pblico de 1933, restringindose as derechos y
libertades que afectara a los comunistas, entre otros. Desde octubre de 1934 a las
25 Con respecto a la constitucin del PCE y su papel durante la II Repblica vase: CRUZ, R.:ElPartido Comunista de Espaa en la II Repblica.Madrid, Alianza, 1987. La obra se divide en dos partes,la primera est dedicada a la organizacin del partido, su composicin, medios de adoctrinamiento ymovilizacin, principales actividades y actitudes as como las relaciones con el pas de los Soviets. Entanto que la segunda parte versa sobre la poltica comunista, desde la actitud reacia hacia el rgimenrepublicano a la participacin en el Frente Popular. Una visin ms actualizada de los inicios del PCE y
de las relaciones del gobierno republicano con la URSS, a travs de fondos documentales de archivosrusos, puede seguirse en ELORZA, Antonio y BIZCARRONDO, Marta: Queridos camaradas. La
Internacional Comunista y Espaa. Barcelona, Planeta, 1999.
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elecciones de febrero de 1936 el partido pas a la ilegalidad, con alguna tolerancia. A
partir de febrero de 1936 es cuando se produce la vuelta a la legalidad, pero con
restricciones.
La prensa comunista es el cauce por el que cual se divulga su ideario poltico
acorde con los principios marxistas leninistas y se difunden referencias del Pas de los
Soviets. El peridico Mundo Obrero comenzara en 1930. Al igual que otras
publicaciones comunistas, como La Lucha, estuvieron sujetas a suspensiones. Para
aumentar el nmero de suscriptores, el Comit Central del Partido organiz en 1933
una rifa de papeletas, cuyo ganador viajara a la URSS. En sus contenidos sobresale las
referencias crticas a la poltica republicana calificada de contrarrevolucionaria y
ediciones especiales sobre la Unin Sovitica, como el discurso de Stalin Crisis,
amenaza de guerra y poltica exterior. Del mismo modo, aparecan en las pginas de
Mundo Obrero textos de Lenin, resoluciones de la Internacional Comunista, que a su
vez servan para adoctrinar y cohesionar a sus afiliados, e incluso recetas de cocina rusa
dirigidas ms al ama de casa, en consonancia con los estereotipados roles de gnero. 26
Los comunistas, en sus inicios, no conquistaran un espacio cultural destacable, sino que
lo compartan con otros grupos cratas, socialistas y republicanos. No obstante, las
caractersticas de la prensa comunista se basaran en: la radicalizacin en las actitudes,
voluntarismo, encumbramiento del activismo, cuidado por una propaganda ms
subliminal que intelectiva, y una retrica de los actos de masas y oratoria, que a su vez,
eran compartidas tanto por la izquierda como por sectores de la derecha, aunque
distanciadas en lo que respecta a los objetivos. Jorge Ura califica de fracaso la
construccin de una identidad cultural comunista, su especificidad se desarrollaba con la
creciente influencia del PCE en la guerra, pero el corte abrupto del desenlace de la
misma, impedira su cristalizacin. Adems, carecan de opciones especficas en el
campo de la alta cultura y de la cultura popular. En cambio, vigilaban la pureza de unoscomportamientos sociales acordes con un cdigo moral compartido con un amplio
espacio ideolgico y una arraigada tradicin cultural. La explicacin radicara en una
militancia escasa y dispersa, aunque estos factores no fueron bice para estrechar lazos
26CRUZ, Rafael: La prensa del PCE en la Segunda Repblica, en GARITAONANDA, Carmelo(Ed.):La prensa de los siglos XIX y XX. Metodologa, ideologa e informacin. Aspectos econmicos y
tecnolgicos. I Encuentro de Historia de la Prensa dirigido por Manuel Tun de Lara. Bilbao,SALINGRAF, 1986. pp. 265, 267 y 274.
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entre comunistas, y la prensa poltica contribuy en este sentido, mostrndose til para
el desarrollo y articulacin orgnica del Partido.27
Durante el periodo de 1914 a 1918 se haban gestado las condiciones y
presupuestos de la escisin del proletariado en Espaa que se mantendran durante la II
Repblica y la guerra civil. Tras la Revolucin Rusa se asiste al proceso de
radicalizacin del proletariado, en contraste con la parlamentarizacin del PSOE y la
escisin dentro del socialismo. El PCE no fue un partido mayoritario, y sera en los
aos de confrontacin blica cuando se muestre como el baluarte de la resistencia en la
guerra civil. El fin de la misma, fue el ocaso de un proyecto, aunque entre las consignas
estuviera primero ganar la guerra y despus desarrollar la revolucin, sta tan slo fue
iniciada por grupos anarcosindicalistas.28Para muchos fue una oportunidad perdida tras
la que slo quedaba la difcil resistencia en el interior y el exilio.29
3. Tres lecturas de la Unin Sovitica en la izquierda espaola.
Las resoluciones de los partidos polticos y la literatura de viajes de la dcada de
los veinte y treinta nos ofrecen el imaginario de la URSS en Espaa bajo diversos
prismas ideolgicos. Dentro de la ideologa de izquierdas nos aproximaremos a la
URSS a travs de los ojos de un anarquista, de un socialista y un comunista, para
establecer las peculiaridades y matices derivados de sus observaciones.
Para gran parte de la izquierda la Rusia sovitica ofreca un modelo loable, as
desde los escritos comunistas, la URSS era el ideal a seguir, haba fascinado a sectores
socialistas y anarquistas, en cambio la derecha, reflejaba la existencia de la URSS en
tono condenatorio. Sin embargo, la acogida favorable a los bolcheviques en la izquierda
no est reida con las opiniones crticas vertidas por el POUM hacia la poltica
27 URA, J.: Asturias 1920-1937. El espacio cultural comunista y la cultura de la izquierda.Historia de un dilogo entre dos dcadas, en ERICE, F.: Los comunistas en Asturias 1920-1982..., op.cit., pp. 249-311.
28Respecto a los distintos proyectos vase: ARSTEGUI, Julio: Guerra, poder y revolucin. LaRepblica espaola y el impacto de la sublevacin,Ayer, 50 (2003), pp. 103-113.
29El exilio republicano fue una realidad plural y compleja, nutrido de mltiples experiencias, unode los destinos ms significativos cualitativa y numricamente fue Francia. El estudio ms completo es elrealizado por la historiadora francesa DREYFUS-ARMAND, Genevive: El exilio de los republicanosespaoles en Francia: de la Guerra civil a la muerte de Franco. Barcelona, Crtica, 2000. Adems, lamemoria de la Repblica ha generado cohesin identitaria en el imaginario colectivo de los exiliados,
vase el artculo de la misma autora: La memoria de la Segunda Repblica en el exilio republicano enFrancia,Historia del presente, 2 (2003), pp. 41-50
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estalinista, o los escritos anteriores de anarquistas y socialistas.30As se desprende de
las percepciones de ngel Pestaa y Fernando de los Ros, tras haber visitado el
paraso sovitico.
Dentro del anarcosindicalismo espaol destaca la figura de ngel Pestaa.31Fue
contrario al pistolerismo, mecanismo de presin contra la clase obrera propio de la
dcada de los veinte, y al ejercicio del crimen y el terror como medios de lucha.
Designado director de Solidaridad Obrera desde 1918. Fue detenido en diversas
ocasiones, una de ellas, en abril de 1919 en plena huelga, que llev implcita la
suspensin de la edicin del peridico que diriga. Su papel es tambin clave dentro del
pensamiento anarcosindicalista respecto a la percepcin de la Unin Sovitica, que se
deriva de su toma de contacto con la realidad sovitica y la plasmacin de sus
observaciones.
Particip en Mosc en el II Congreso del Comit Ejecutivo de la Internacional
Comunista, que proyectaba una nueva Internacional Sindical Revolucionaria. Sin
embargo, en las declaraciones que empezaban a esbozarse se ensalzaba la dictadura del
proletariado. Adems, las organizaciones sindicales de signo apoltico eran atacadas.
Pestaa se neg a firmar documento alguno, puesto que dependera de los acuerdos que
tomase la CNT a este respecto.
Sobre el desarrollo del congreso, Pestaa seal la pugna que se produjo por la
ocupacin de la presidencia y percibi que sta era en realidad el Congreso, y ste, a su
vez, una caricatura. La presidencia acaparaba el poder, as presida el congreso, creaba y
modificaba las proposiciones unilateralmente, mientras que las intervenciones crticas y
protestas eran zanjadas y desodas respectivamente. Tampoco se votaba por
delegaciones, sino por delegados. Estaba previsto el voto proporcional, pero no se
aplicaba. El Partido Comunista Ruso se aseguraba as una mayora. En este congreso se
aprob para los venideros la representacin de las organizaciones sindicales adheridaspor parte de sus delegados nacionales pertenecientes al Partido Comunista. Pestaa
abandon Rusia el 6 de septiembre de 1920.32A su regreso a Barcelona fue detenido.
30EGIDO LEN, M. .: Del paraso sovitico al peligro marxista. La Unin Sovitica en laEspaa republicana 1931-1936, Cuadernos de Historia Contempornea, 10 (1988), pp. 139- 154.
31Naci el 14 de febrero de 1886 en Santo Toms de las Ollas, poblacin cercana a Ponferrada, enel seno de una familia humilde, por este motivo desde joven tuvo que ganarse el sustento. Contrario a lainfluencia ejercida por la Federacin Anarquista Ibrica (FAI), fundada en 1927, dentro de la CNT,acabara siendo expulsado y fund el Partido Sindicalista en 1932. No obstante en la guerra civil volvi a
jugar un papel importante dentro de la CNT. Muri en Barcelona, en diciembre de 1937.32PESTAA, ngel: Memoria que al Comit de la Confederacin Nacional del Trabajo presentade su gestin en el II Congreso de la Tercera Internacional, el delegado ngel Pestaa, Madrid, s/f. El
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Estas observaciones seran recogidas en un informe presentado al Comit Nacional de la
CNT en 1922. La crtica realizada al PCUS por su autoritarismo fue tenida en cuenta
para que la CNT no se incorporara a la III Internacional e impulsara la Asociacin
Internacional de Trabajadores, heredera de la I Internacional, que haba sido fundada en
Berln en 1922.
En efecto, de las impresiones de ngel Pestaa sobre la Unin Sovitica se
desprende una spera crtica, pero para l y muchos otros anarcosindicalistas, Rusia era
tambin la patria de Bakunin y Kropotkin, figuras que apreciaban sobremanera como
queda constancia en Setenta das en Rusia. Lo que yo v, en el que relata su emotivo
encuentro con Kropotkin:
Ante la aparicin de aquella figura de renombre universal, a la que daba aspecto de
apstol la barba blanca que cubra su rostro, sentimos una profunda emocin.Mientras la compaera de Kropotkin nos preparaba sillas en un amplio mirador que serva
de acceso a la vivienda, Pedro se nos acerc y abraz estrechamente. La emocin nos invada.Nos hallbamos ante una de las ms recias mentalidades del pensamiento europeo, y el
exacto conocimiento de nuestra insignificancia nos sobrecoga como unos nios.Kropotkin, que conoca bastante bien el movimiento anarquista y sindicalista espaol,
solicit que ampliramos sus ltimas noticias.Hablamos largo, explicndole detalladamente la intensidad del movimiento anarquista
durante los ltimos cinco aos, mas soslayando toda alusin respecto a la actitud suya frente a laguerra (....)
Pasamos todo el da en compaa de aquella familia, que slo atenciones ymiramientostuvo para nosotros.33
En contrapartida a este hecho, en sus pginas describi la nueva sociedad
sovitica como la dictadura impuesta por un partido, el comunista.
La visin de la URSS de Joaqun Maurn y Gastn Leval difiere
sustancialmente. Mientras el primero, sin ocultar las dificultades por las que atravesaba
Rusia, ofreci una valoracin positiva, no sucedi igual con el segundo. Ambos fueron,
junto a otros cenetistas, delegados del I Congreso de la Internacional Sindical Roja,
celebrado en Mosc en el verano de 1921. All, defendieron la autonoma sindical y laaceptacin de la dictadura del proletariado, siempre y cuando sta fuera ejercida por los
sindicatos, as como la coordinacin entre la ISR y la Internacional Comunista. Estas
tesis eran contrarias a las comunistas en las que primaba el partido sobre el sindicato y
trabajo est firmado en: "Barcelona y crcel, noviembre de 1921". Recogido por PEIRATS, Jos: Los
anarquistas en la crisis poltica de Espaa. 1976.33PESTAA, .: Setenta das en Rusia.Lo que yo v. Barcelona, Tipografa Cosmos. (Sin fecha),p. 196.
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por tanto no fueron admitidas. Adems, el desencanto hizo mella ante la represin
ejercida contra los anarquistas en la URSS.34
La explicacin de este acercamiento no puede entenderse sin la influencia de la
Revolucin Rusa en las organizaciones obreras. Las crticas desde el anarquismo
procederan de la toma de contacto con el pas de los soviets y de sucesos como el
aplastamiento de los marinos del Kronstadt, que motivara que muchos anarquistas
como Emma Goldman se sintieran decepcionados y plasmaran sus experiencias por
escrito, aunque no seran conocidas en Espaa hasta un momento posterior.35 Otros
sectores sociales, entre los que se destacaban los intelectuales vanguardistas, y partidos
como el PCE, siguieron bajo el influjo de la Revolucin rusa y sus logros.
Desde el PSOE, partido marxista, la Revolucin de Octubre no colmaba sus
expectativas. El anlisis de Fernando de los Ros de la URSS es el mejor exponente de
las opiniones socialistas sobre lo acontecido en Rusia y de los beneficios y deficiencias
derivadas de su sistema poltico, tal y como expuso en Viaje a la Rusia Sovietista.36
Fernando de los Ros fue delegado junto con Daniel Anguiniano por parte del PSOE en
el II Congreso de la III Internacional y, en este sentido, coincidi con el cometido
designado a ngel Pestaa dentro de sus respectivas organizaciones. Rafael Merino
hizo lo propio para el incipiente PCE, como representante de la III Internacional en
Espaa. Pero mientras ste ltimo qued encantado con el pas anfitrin, no les sucedi
igual al resto de representantes. Las opiniones vertidas eran a su vez muestras de la
afinidad y disciplina otorgada a Mosc o, por el contrario, la crtica a su intransigencia.
Fernando de los Ros no slo analiz la poltica de la Rusia sovitica, sino que
apunt ciertas similitudes culturales entre los cnticos rusos y espaoles como un lazo
de unin entre ambos pases:
34 AVILS FARR, Juan: El impacto de la revolucin rusa en las organizaciones obrerasespaolas (1917-1923)..., loc. cit., pp 28-29.
35 El libro de Luis Fabbri, Dictadura y revolucin, aunque se escribi entre 1919 y 1920, noapareci en italiano hasta 1921. La edicin espaola de este mismo libro se public en Argentina en 1923.Uno de los primeros folletos anticomunistas es Soviet o dictadura?, escrito por Rudolf Rocker, perono apareci en castellano hasta 1920, publicado por Argonauta en Argentina. Bolchevismo y anarquismo,del mismo autor, escrito en 1921, vio la luz en Argentina al ao siguiente. Hasta 1923 no se public enalemn la obra de Pedro Archinof: Historia del movimiento macknovista. El mismo ao, se publica enEstados Unidos Mi desilusin en Rusia, de Emma Goldman. En tanto que El mito bolchevique, deAlejandro Berkman, no se ofreci al pblico hasta 1925.
36Fernando de los Ros naci en Ronda en 1879 y muri en el exilio neoyorquino en 1949. Fuediscpulo de Francisco Giner de los Ros, profesor de la Institucin Libre de Enseanza, Catedrtico de
Derecho poltico de Granada. Respecto a su carrera poltica, se destac como diputado socialista en laslegislaturas de 1919 y 1923. Fue Ministro de Justicia en 1931, de Instruccin Pblica en 1932, al aosiguiente, de Estado. Durante la guerra civil fue embajador espaol en Estados Unidos.
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Por qu se han sentido ellos, los rusos, tan fuertemente conmovidos por nuestra msicae impulsados a estudiarla? Por qu Glinka vive en esta Granada, por el ao 1846, en contactocon los literatos y artistas de la cuerda y compone las primeras grandes obras de lrica musicalespaola? Por qu se repite el mismo fenmeno, ms tarde, con Rimsky Korsakov y Borodin, yambos componen esplndidos poemas musicales a base de cantos populares espaoles Por quStravinsky afirma asimismo hoy esta semejanza? Como un da hablsemos de ello, al volver deRusia, con nuestro gran maestro Falla, ste nos dijo que la analoga era efectiva y obedeca aque sobre la msica de ambos pueblos influyen de un modo decisivo, al punto de darle carcter,la tradicin litrgica y la oriental.37
Ms all de las similitudes en las manifestaciones culturales rusas y espaolas,
apunt la proximidad de ambas sociedades en el sufrimiento:
Tal vez no hay pas alguno con tanta capacidad para soportar los sufrimientos yprivaciones como Rusia, incluyendo entre los que pueden compararse con l a este desdichadopueblo de Espaa.38
De los Ros, como testigo presencial de los cambios operados en el pas de los
Soviets, tres aos despus de la Revolucin de Octubre, mostr una imagen bastante
completa de la praxis poltica y la situacin social. No qued indiferente ante la
situacin de los habitantes de Petrogrado:
Casi todo el mundo lleva un saco a la espalda; esta imagen de hombres, mujeres yjvenes con un bulto de tela tosca, de yute o camo, no podr fcilmente olvidarla quien hayavisitado la Rusia actual. En muchas personas, especialmente seoras no acostumbradas y dealguna edad, se observa a menudo un gesto de fatiga y dolor que impresiona.39
Por esta imagen se pregunta qu determina el aspecto de muchos hombres y
mujeres en Rusia, en tales trminos: Son restos de la antigua desigualdad o un indicio
de que sta pervive en el rgimen actual?. Los datos que arroja sobre las condiciones
de vida en 1920 parecen indicar lo segundo.
Tras los muros de los hogares moscovitas habitan seres famlicos, muchos de
ellos aferrados a sus principios:
La vida ntima de hogar, la vida espiritual, es tan pobre y srdida como lo son lascondiciones materiales de la vivienda; ambas se corresponden, y el eje de las preocupaciones decada familia es el mismo: comer (...) (En) los encendidos por la fe comunista, la privacin esasimismo grande, sobre todo entre los antiguos adheridos al partido, pero sobrellevan la penuriacon el entusiasmo del sacrificio del ideal.40
Esta situacin era producto de los aos de guerra, del dficit alimenticio y del
bloqueo internacional. El autor vislumbra una sociedad que no haba dejado de sufrir
37DE LOS ROS, Fernando: Mi viaje a la Rusia sovietista. Madrid, Alianza, 1970, p. 71(vaseportada en anexo documental)
38
Ibidem, p. 81.39Ibidem, pp. 52-5340Ibidem, p. 89
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privaciones en aras de un fin mesinico como era librarla de la injusticia, sin embargo,
los ciudadanos quedaban sujetos al terror y a la divisin, puesto que no se haban
anulado las distinciones sociales. De los Ros estableca la siguiente taxonoma de la
poblacin rusa:
1 Los que comercian con los asuntos del Estado, 2 Los que no hacen objeto decomercio su conciencia y venden cuanto tienen, 3 Los especuladores, 4 Los que no tienen quevender ni pueden robar, y languidecen.41
El mecanismo a travs del cual la poblacin poda surtirse de los productos ms
esenciales era el mercado clandestino la Zugaretzka, aunque no estaba al alcance del
bolsillo de todos, por los precios desorbitados de las mercancas. No obstante, quienes s
conseguan realizar el pago no siempre podan librarse del castigo, que no era otro que
la crcel y el trabajo forzoso.Una imagen tpica que ofrecan las ciudades soviticas era la marcada presencia de
la propaganda del Partido a travs de la que comunicaba sus mensajes al pueblo y as
queda recogido por De los Ros:
Junto a nuestro departamento hay un tren dispuesto para la propaganda: uno de esosadmirables focos de luz con que el partido bolchevique se interna en Rusia, impresiona lasensibilidad del pueblo y derrama su ideario sobre las conciencias. El tren lo componen dos otres vagones, pintados en amarillo y rojo, en cuyo exterior se ven representados a campesinosque acuden anhelantes a escuchar a los que predican la buena nueva de la redencin y lesreparten folletos y libros. La cornisa de los vagones est adornada con pequeas banderas rojasque se mantienen enhiestas. (Ya en Mosc) En las esquinas se ven con frecuencia grandescarteles, pintados a veces con gran maestra artstica y en colores muy vivos; mediante ellos, elgobierno anuncia alguna fiesta, recuerda alguna fecha, hace algn llamamiento al pas para finesmilitares, econmicos, de sanidad, etc., o expone, mediante grficos abundantes y llamativos,los resultados de la requisa de granos y patatas, o de la difusin de organismos con quecombatir el analfabetismo (...) El pueblo es como un nio (...) En las paredes, y con relativaabundancia, se fijan a diario los peridicos, de modo que todos los transentes puedanleerlos.42
La ciudad, decorada con lemas, consignas adoctrinadoras, es hermtica para el
visitante que no dispone de la documentacin especial pertinente, que puede llegar a ser
detenido. Adems de estas medidas restrictivas a la libertad de movimiento, estaban las
cortapisas del Partido Bolchevique y la destruccin del importante papel de los soviets
en la Revolucin de Octubre, los cuales gozaban de las simpatas del escritor:
La necesidad del partido de conservar el Poder, ha viciado toda la estructura del rgimen,y el comit de fbrica como el Soviet de aldea, el econmico como el poltico, estn plenamentesubvertidos; desde el instante en que el grito de asalto de noviembre de 1917: Todo el poderpara los soviets fue sustituido por todo el poder para el partido comunista, qued aqul vacode realidad, y para hacer ste efectivo hubo necesidad de sojuzgar al soviet con el terror poltico
41Ibidem, p. 8742Ibidem, pp. 53 y 63
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(...) En las fbricas nos contaban cuantas personas interrogbamos la propaganda estvedada a quienes no son comunistas, en cambio, stos gozan de un poder absoluto, y cuandoalguien presenta candidatura que no les es grata, lo denuncian por contrarrevolucionario y esdetenido.43
Los principios polticos por los que se rega el Partido comunista en el poder y el
pas que visit Fernando de los Ros eran: la dictadura del proletariado ejercida por un
partido, el privilegio de ste para interpretar todos los mtodos y fines sociales; la
dictadura como principio de gobierno en la poca de transicin; sta debe llevar a la
plena socializacin, y, por tanto, a la consecucin de la supresin de clases y estados;
pero no haba derecho para la conciencia humana, los hombres eran insolidarios, slo
exista derecho objetivo definido por el partido que sustenta el poder. Por estos motivos,
el autor asever:
Y esos principios... no pueden ser aceptados por los dems partidos socialistas deEuropa, ya que significan la negacin de los valores culturales que no como elemento variable,sino con el carcter de constante, se dan toda civilizacin moderna. Civilizacin capitalista!Dir alguien. Y nosotros contestamos que en el proceso secular de esas civilizaciones... Laforma capitalista concreta, un obstculo a superar si es que la historia ha de ir eliminando como creemos firmemente- las grandes arbitrariedades y ha de seguir un proceso de plenitud deintegracin.44
Respecto a la libertad, entendida como un fin subsumido a la consecucin de la
plena sociedad socialista, De los Ros consideraba que ataba polticamente al hombre.
De ah el pesimismo latente en su escrito sobre la Rusia sovitica, puesto que el pueblo
queda reducido a una mera comparsa. Las ltimas reflexiones de su libro dirigen serias
advertencias por la ausencia de libertad del sistema sovitico.
En cambio, la imagen ms favorable de la URSS la encontramos en libros de
viajes escritos por afines a los postulados comunistas. Tal es el caso de los artculos de
Ramn J. Sender y de su libro Madrid Mosc notas de viaje. Respecto a las naciones
integradas en la URSS y la salud cultural de las mismas, el autor valoraba los logros
procurados por la Revolucin:Desde los primeros das del rgimen actual, los soviets declararon expresamente Los
derechos de los pueblos de Rusia (...) Todo esto es fundamental para comprender luego laextensin de las tareas culturales llevadas a cabo. Hay que aadir que el treinta por cien de esospueblos hablaba idiomas que no haban sido traducidos en signos jams. O sea, no conocan anla escritura. Otros usaban un alfabeto turco o chino muy confuso. Hoy han adoptado el alfabetolatino setenta nacionalidades (...) Hoy reciben enseanza gratuita milln y medio de nios y haytres universidades, donde se educan, tambin gratis, ochocientos estudiantes. Durante el imperiono haba en todo el pas ni un solo peridico, y hoy hay veintitrs diarios, de los cuales en unasola ciudad aparecen cuatro... hay que aadir a estos datos centenares de clubs con sus
43Ibidem, p. 11944Ibidem, p. 122
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pequeas colecciones de prensa y libros de otra nacionalidad y millares de rincones rojos. Estos,cuyo carcter educador e instructor adquiere formas muy diversas, tienen por fin que la culturase filtre en todos los casos y condiciones por la masa entera del pas, dentro y fuera de loscuadros de la instruccin oficial. Rincones rojos hay en todas partes. En los clubs, en losvestbulos de los teatros y cines, en los koljoses, en las fbricas y talleres, en los parques... estesistema de educacin directa, individual, no lo registran los soviets en sus estadsticas, perotiene una gran importancia.45
Igual ocurre con las impresiones de Dolores Ibrruri sobre Rusia, en el pas que
sera su referente ideolgico. Pero, adems, quedara vinculada a la URSS por slidos
lazos familiares, all perdera a su hijo Rubn, en la mtica batalla de Stalingrado frente
al nazismo, y all fue donde vio crecer a sus nietos. Para ella Rusia representaba un
ideal hecho realidad, la patria del proletariado, y Mosc el epicentro desde el que se
diriga la construccin del socialismo. A pesar de las discrepancias surgidas con el
PCUS guardara siempre fidelidad a la URSS. Dentro del mismo espectro ideolgico,
Jos Daz consideraba a la URSS un ejemplo a seguir para el pueblo espaol durante la
guerra civil, como manifestaba en sus discursos:
Tiene tanto parecido la guerra civil que se desarroll en Rusia con el hecho que en estosmomentos se est desarrollando en Espaa, que tenemos forzosamente que aprender de aquelloscomunistas y de aquellos obreros no comunistas, que lo daban todo por ganar la batalla, que lodaban todo por conseguir el triunfo. Tambin nosotros en Espaa debemos hacer y haremosexactamente igual que nuestros hermanos y Espaa no ser jams del fascismo (Aplausos).Espaa ser salvada por los obreros, por los campesinos, por las fuerzas democrticas; pero,
para asegurar esto hay que tener esa organizacin y disciplina que tuvieron nuestros hermanosdurante la guerra civil en Rusia. Slo as derrotaremos a nuestros enemigos y abriremos unapoca de paz, trabajo, bienestar y libertad para nuestro pas (...) Hoy ms que nunca estamosunidos a nuestros aliados, porque la causa por la que combatimos nos es comn. Perocamaradas, no olvidis nunca el papel del Partido, las responsabilidad que contrae en la luchaactual. En la Unin Sovitica se destruy al enemigo, bajo la direccin del Partido Bolcheviquey en alianza del proletariado con todas las capas laboriosas de la poblacin. En Espaa estamosunidos tambin con todas las fuerzas trabajadoras.46
No obstante, tambin eran proclives a una visin favorable de la Unin Sovitica
burgueses como Diego Hidalgo, notario y miembro de los AUS, de cuya posicin social
y visin de la URSS se obtenan indudables rditos propagandsticos. El inters de
Hidalgo en Rusia resida de las lecturas realizadas sobre el cdigo civil de los soviets y
45SENDER, Ramn J.:Madrid Mosc. Notas de viaje (1933-1934).Madrid, 1934, p. 145 y ss.46DAZ, Jos: Tres aos de lucha. Por el Frente. Por la libertad. Por la independencia de Espaa.
Pars, Coleccin Ebro, 1970, p. 244 y ss. Jos Daz naci en Sevilla en 1896 y muri en Tiflis, Georgia en
1942. En 1932, fue elegido Secretario General del PCE. En diciembre de 1938 march a la UninSovitica debido a la precariedad de su salud. En Mosc trabaj como miembro del secretariado delKOMINTERN hasta su muerte.
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el libro de lvarez del Vayo,La nueva Rusia,publicado en 1926.47Pero tampoco estaba
exento de buenos propsitos su viaje a Rusia:
Ya estoy cansado de esta vida aburguesada que llevo... venciendo la resistencia de miscuarenta aos corridos, y sabiendo que, segn me dicen, me expongo a pasar las mayores
calamidades y a encontrar quiz la muerte, quiero ir a Rusia, y sea lo que Dios quiera.
48
Hidalgo queda sobrecogido por la humildad de los hogares rusos y la vasta
cultura de muchos de sus habitantes, como Korsunsky:
Uno de los jvenes ms cultos, que dedicado al estudio de la literatura y de la historiadel arte, conoce a la perfeccin nuestra lengua y nuestros clsicos.
La casa tiene un aspecto de pobreza; se ve que los que en ella viven no nadan en laabundancia (...) y en aquella habitacin humilde, de muebles toscos, que debe ser a la vezalcoba y lugar de trabajo, junto a una cama llena de libros, revistas, papeles, y entre ellosencima de todos, dejando ver claramente el uso constante de que es objeto, el tomo Espaa, dela enciclopedia Espaa, y un peridico espaol.
Salgo de all triste, al ver que un hombre de tan vasta cultura vive en medio de la mayorestrechez, pero fortalecido considerando que esto honra a un comunista militante (...)
(En otro de sus encuentros) Cmo haba yo de esperar encontrarme en Mosc quien mediga cosas de Espaa con el mismo lenguaje y con igual sentido que las que en voz baja dicen lamayora de los espaoles.
(La respuesta ante su asombro quiz est en las palabras de su anfitrin) Y la enseanzaes antes que nada la misin de los gobernantes nuevos, que ven en su fruto, a la cultura, laverdadera piedra filosofal del comunismo. Y a los pocos das que est usted aqu le sernsuficientes para llevar la impresin de los inauditos esfuerzos de las autoridades para ilustrar alpblico y del afn de ste por aprender y saber.49
Estas alusiones ofrecen la percepcin de una poblacin con grandes valoreshumanos y culturales. Hidalgo recomienda para conocer ms con detalle la Unin
Sovitica la Gua a travs del territorio de la URSS, editada por la VOKS, en diferentes
idiomas. Precisamente en su relato hace escala por la institucin encargada de organizar
los contactos interculturales soviticos con el exterior. La describe como:
(Una) Sociedad neutral. En ella ni se hace poltica, ni propaganda comunista. All sefacilitan, a los extranjeros que vienen a Rusia para fines culturales, los medios necesarios paraque puedan cumplir su misin, y los mdicos, ingenieros, profesores, abogados, etc., encuentrantoda clase de facilidades para informarse de cuanto deseen. Hay varias secciones o negociados,en los que, aparte de la secretara general, que se deca a la recepcin de extranjeros, encuentrauno alguien que, dominando una especialidad de las artes, las ciencias o las letras, se ponga a sudisposicin, para ayudarles, si lo desea, a la investigacin o estudio que le interese.
Una de las grandes dificultades de este pas, para un extranjero, es el idioma, y en la Voksese problema est totalmente resuelto, pues all se hablan a la perfeccin todas las lenguas de laTierra. (...)
Vayo es aqu casi popular; en la Secretara, amplia habitacin cuadrangular, con grandesventanales por los que entraba un sol esplndido, el secretario, todo gentileza, corri a estrechar
47 Tambin es autor de Rusia a los doce aos. Madrid, Espasa Calpe 1929. Hay alusiones a laURSS en su libroEn la lucha. Memorias, Mxico, Editorial Grijalbo, 1975.
48
HIDALGO, Diego: Un notario espaol en Rusia. Madrid, Alianza, 1985 p. 29. Publicado porprimera vez en la editorial Cnit en 1929. (Vase portada en el anexo documental)
49Ibidem, pp. 89, 109 y 111. Korsunsky era colaborador de la gran Enciclopedia Sovitica.
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la mano de nuestro paisano... las secretarias, activas y graciosas... atendiendo a visitantes,hombreando con ellos en diferentes idiomas(...).50
El contacto con Delental, que trabajaba para el Bureau de la prensa latina y era
uno de los redactores del Boletn de Informacin de la VOKS, le dej impresionado.
Delental era un apasionado de la cultura espaola, que trab contactos con insignes
escritores como Prez Galds, Valle Incln y Baroja. De la presidenta de la VOKS
Kameneva, hermana de Trosky, correcta en el trato, coment:
Tiene su cara el gesto inconfundible, nico, propio, que se observa en las fotografas delNapolen del comunismo. Claro que me refiero a las fotografas que he visto de Trotsky enFrancia, o en Espaa, pues aqu en Mosc no he visto ninguna, ni creo que las ver. La luchacontra la oposicin es implacable y alcanza caracteres jams conocidos en otros pases entre dospartidos rivales.51
A pesar de muchos comentarios de admiracin hacia la Unin Sovitica, su propia
experiencia e intuicin le sirven para comparar la imagen de una Rusia organizada de
forma similar a una institucin religiosa, en concreto, a la de los jesuitas, y esbozar,
como en los cuadros costumbristas, notas pintorescas de la poblacin rusa como el uso
abusivo del telfono, la belleza de sus mujeres, sus libertades, la insalubridad, la comida
y la bebida, los defectos de su organizacin administrativa o sus iconos y emblemas
tursticos. Estas observaciones, ms prosaicas, son sin embargo, las que ms nos
aproximan a la sociedad sovitica.Por tanto, las visiones hasta el momento apuntadas ofrecen la pluralidad de
enfoques de una misma realidad, la sovitica, con sus pros y contras, aunque sin lugar a
dudas la posicin oficial del gobierno espaol era la ms determinante en las relaciones
bilaterales con la URSS.
4. Poltica exterior y cultural de la II Repblica.
La II Repblica, constituida el 14 de abril de 1931, tena ante s una ardua tareapor llevar a la praxis aspiraciones sociales y modernizar al pas. El contexto
desfavorable europeo con el ascenso de los regmenes autoritarios y fascistas en el
periodo de entreguerras, y las repercusiones de la crisis econmica dificultaban su tarea,
del mismo modo que muchos sectores sociales conservadores en el interior del pas no
50Ibidem, pp. 139-14051Ibidem, p. 146
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transmitir la herencia cultural burguesa, y a las distintas propuestas autnomas de una
cultura de clase a travs de los grupos socialistas y anarquistas. stos ltimos a travs
de los Ateneos libertarios, aunque todos ellos estaran influidos por el estigma de la
mimetizacin comunista, abalada por la experiencia de la Rusia sovitica.56
Las experiencias de las revoluciones rusa y mexicana estaban todava recientes y
proporcionaban lneas para la instauracin de un cambio en Espaa. Algunos elementos
forneos, incluso de la Alemania de los aos treinta, sirvieron para tratar de consolidar
una nacin democrtica, mediante programas culturales y pedaggicos susceptibles de
ser aplicados. No obstante, tambin estaba presente el sustrato nacional de la Institucin
Libre de Enseanza y las misiones pedaggicas de Manuel Cosso.57Los pedagogos
espaoles haban comprobado en sus visitas a la URSS cmo cada institucin serva
para transmitir los valores de la revolucin socialista y de ah su aplicabilidad en
relacin con la difusin cultural. El modelo mexicano estableca una amplia red de
escuelas para integrar los grupos indgenas en el Estado mexicano. De este modelo la
Repblica poda llevar a la prctica el esfuerzo por promover la educacin e incorporar
a todos los grupos nacionales o marginales. Puesto que la mayora de intelectuales
republicanos y socialistas pensaban que la democracia, la unidad nacional y el progreso
podan alcanzarse por medio de una cultura comn.58 En palabras de Juan Pablo Fusi:
La II Repblica fue, en suma, sobre todo en los aos 1931-1933, algo parecido a unEstado cultural, pero los aos treinta fueron tambin los aos en los que los intelectuales sepolitizaron. Toda la izquierda espaola experiment un intenso proceso de ideologizacin yrevisin terica de sus postulados doctrinales y de sus estrategias polticas.59
Desde el Ministerio de Instruccin Pblica convertido primero en oficina de
propaganda grfica-, partirn la mayor parte de las iniciativas culturales tales como: las
misiones pedaggicas, trabajos de conservacin del patrimonio artstico, las campaas
de alfabetizacin, pero tambin de mimetismo de la experiencia sovitica, como es el
caso de crear un realismo socialista aplicado al caso espaol. Por otro lado, se crea un
56GAMORAL TORRES, Miguel ngel: Imagen, propaganda y cultura en la zona republicanadurante la guerra civil espaola.Tesis doctorales de Granada, 1985, pp. 7-8.
57 Por Decreto de 29 de mayo de 1931, Niceto Alcal Zamora, presidente de gobierno enfunciones, y Marcelino Domingo, ministro de Instruccin Pblica, se creaba el patronato de misionespedaggicas con el fin de llevar a los habitantes de las zonas rurales la cultura. Al mismo tiempo queformaban ciudadanos demcratas y no meros sbditos como lo haban sido hasta la fecha. Para lainfluencia de las misiones vase: HOLGUN, Sandie: Repblica de ciudadanos. Cultura e identidadnacional en la Espaa republicana. Barcelona, Crtica, 2003, pp. 69-77 (1 edicin en ingls en 2002).
58
GAMORAL TORRES, Miguel ngel: Imagen, propaganda y cultura en la zona republicanadurante la guerra civil espaola..., op. cit., p. 60.
59 FUSI, Juan Pablo: Un siglo de Espaa. La cultura. Madrid, Marcial Pons, 1999, p. 88.
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Ministerio de Propaganda, a imitacin de los regmenes totalitarios, aunque sus
contenidos fueran diametralmente opuestos.60
Las Memorias de las misiones pedaggicas recogen fotografas de los ms
humildes, son sus rostros annimos los que muestran la ingente tarea del gobierno
republicano, de sus pequeas conquistas y de sus grandes metas:
Rostros de estupor, incredulidad, sorpresa y alegra (ante la proyeccin de una pelcula),pero rostros tambin que no pueden disimular en el fondo de sus miradas la tristeza profunda yel dolor secular por la dura vida cotidiana de quienes, ms que cultura, necesitaban pan, justicia,tierra y libertad.61
De ah que el problema educativo - cultural no pueda separarse del problema
econmico, reflejado ste en los presupuestos del Estado republicano, que, sin embargo,
hizo esfuerzos para incrementar las partidas destinadas a la esfera educativa, sobre todo,
a la enseanza primaria.62
En el periodo republicano tambin destacaron iniciativas culturales de diverso
signo poltico al margen de la poltica estatal. As desde Mundo Obrerose ofrecen las
orientaciones culturales del Partido Comunista. En el equipo redactor participa ngel
Pumarega, traductor de textos rusos. La publicacin cuenta con el folletn La Tierra
60Este Ministerio estuvo precedido en varios meses por el Comisariado de la Generalidad. Esta
institucin autonmica va a instrumentar una poltica cultural independiente, que tiene sus rasgos deoriginalidad debido a la mayor persistencia al menos sobre el papel- de los representantes de la pequeaburguesa liberal al frente de los rganos de gobierno autonmicos, debido al desinters anarquista por lasinstituciones estatales como medio propicio para la toma de poder y la transformacin revolucionaria dela sociedad. Aparte, hubo otras iniciativas regionales, como por ejemplo, el Consejo Regional Asturiano,cultura popular, etc. Por tanto, se deduce de estos ejemplos, la importancia dada a la organizacin de lacultura y la propaganda, en la que otros organismos efmeros, como la Junta de Defensa de Madrid,representaran un papel importantsimo como prefiguradores de las constantes referenciales del periodo.En GAMORAL TORRES, Miguel ngel:Imagen, propaganda y cultura en la zona republicana durantela guerra civil espaola.Tesis doctorales de Granada, 1985.
61AZNAR SOLER, Manuel: La literatura espaola durante la Segunda Repblica, en VV. AA.:Cultura republicana: 70 aos despus. Valencia, Universitat de Valencia, 2002, p. 50.
62 Vase cuadro estadstico en GARCA SALMERN, M Pilar: Educacin y Repblica en
Cuenca 1931-1939. Cuenca, Diputacin provincial de Cuenca, 2003, p. 106. Elaborado por la autoracotejando los datos aportados por los especialistas en la materia. El gasto total del Ministerio deInstruccin Pblica ascendi de los 4.469 millones de pesetas de 1932 a los 5.170 millones de pesetas en1936. Dentro del dossier: historia de la lectura de la revista Ayer son interesantes para el periodorepublicano los siguientes estudios: MARTNEZ MARTN, Jess M.: La lectura en la Espaacontempornea: lectores, discursos y prcticas de lectura, Ayer, 58 (2005), pp. 15-34 y MARTNEZRUS, Ana: La lectura pblica durante la Segunda Repblica, Ayer, 58 (2005), pp. 179-203. En elprimero de ellos se aborda el mundo editorial y las prcticas de lecturas desde leer escuchando a laindividual y militante. Asimismo se acenta el papel de: la educacin e instruccin del pueblo en sentidocolectivo como instrumento de progreso social, la veta regeneracionista que adjudicaba a la escuela y ladespensa las vas para remediar los males del pas y la dimensin pblica de la cultura entendida comoderecho poltico universal. En el segundo artculo se aborda la extensin de la lectura a raz de lasbibliotecas municipales creadas por la Junta de Intercambio y Adquisicin de Libros (Decreto de 13 de
junio de 1932). Aparte de sealar los hitos en el mundo editorial y la diversificacin de consideracionessociales de la lectura como: agente de instruccin, instrumento de trabajo, vehculo de progreso,entretenimiento, smbolo de emancipacin social.
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nueva de Galdkov, listas de clsicos comunistas, anunciadas por la Editorial Roja o
Cenit.63Acompaadas de artculos sobre cine sovitico, reseas teatrales, entre otras.
Desde sus pginas se apel a los intelectuales y artistas para poner su capacidad al
servicio de tareas prcticas y llevar la cultura al pueblo. Entre los mecanismos
empleados para la difusin de la cultura proletaria destac la formacin de grupos de
teatros proletarios. As, Nosotros, fundado por Csar e Irene Falcn, dara a conocer
al pblico obras rusas como Albergue de noche de Gorki, entre otras, cuyas notas
distintivas eran su contenido social. Esta lnea de marcada tendencia obrerista de los
primeros aos dio un giro en 1936 y otorg un mayor reconocimiento de los
intelectuales comprometidos como R. Alberti y M Teresa Len. Tambin se
fomentaban actividades deportivas y se proponan deportes de arraigo en Rusia como el
salto de longitud y altura, gimnasia, entre otros. Criticando las escasas posibilidades que
tenan las clases populares para practicar los deportes y la corrupcin del deporte
profesional. Adems, bajo los auspicios de organizaciones comunistas promovieron
maratones populares y unas Olimpiadas contrarias a las celebradas en Berln, bajo el III
Reich. Estas actividades pretendan socializar a la poblacin rural y se vieron reforzadas
con la creacin de la seccin Cultura Popular, antes del inicio de la guerra.
4. 2 Cultura y propaganda en guerra: por la defensa de unos ideales
En la guerra civil se dirimen ideas contrapuestas sobre el tipo de sociedad y los
principios por los que debe regularse. En ambos bandos existe una estrecha relacin
entre cultura y propaganda. Puesto que la propaganda es el arma a travs del cual se
difunden unos ideales acordes a la causa defendida. La cultura y la informacin en
63COBB, Christopher H.: Mundo obrero y la elaboracin de una poltica de cultura popular, enGARITAONANDA, Carmelo (Ed.): La prensa de los siglos XIX y XX. Metodologa, ideologa einformacin. Aspectos econmicos y tecnolgicos. I Encuentro de Historia de la Prensa dirigido porManuel Tun de Lara. Bilbao, SALINGRAF, 1986. pp. 277-278. La comisin encargada de regular elfuncionamiento de las ediciones espaolas aglutinaba, desde 1932, a Krebs, Marty, Codovilla y GabrielLen Trilla en Mosc. En la reunin se acordaba utilizar las editoriales burguesas, en primer lugar a Cenit(sesenta mil ejemplares al ao) para sacar el mximo de obras de gran volumen. Su director eraWenceslao Roces, catedrtico comunista, su gerente y organizador fue Rafael Gimnez Siles. EnELORZA, A. y BIZCARRONDO, M.: Queridos Camaradas..., op. cit., p. 86. El mundo editorialexperiment un crecimiento considerable en cuanto a novedades y tiradas, con libros de viajes (como los
analizados en el apartado tercero de este captulo), novelas pacifistas o novela sovitica y publicacionesde marxismo clsico, aparecidas sobre todo en Cenit. AZNAR SOLER, Manuel: La literatura espaoladurante la Segunda Repblica, en Cultura republicana: 70 aos despus,..., op. cit.,p. 49
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ambos bandos est instrumentalizada e ideologizada, ligada directamente a las
instancias polticas.64
El Frente Popular tuvo, al principio, una fuerte cohesin, como aglutinante de
las voluntades antifascistas, pero efmera por las continuas luchas internas, lo que
redundaba en la ineficacia del mismo. Los comunistas vertan crticas al Frente Popular,
para que no fuera un organismo meramente administrativo sino poltico. Desde la
prensa de la poca se hacan llamamientos a la unidad para conseguir el triunfo
antifascista, pero los proyectos de unidad, concretados a travs del PSOE y el PCE en
Comits de enlace, sufrieron rupturas, debido a la lucha por el poder.65No obstante, en
la esfera cultural hubo proyectos para la capacitacin cultural de los integrantes
antifascistas de los distintos departamentos del Estado. El nfasis en la formacin
cultural redundara en un mejor servicio al Frente Popular por lo que entre las medidas
aprobadas estimaron oportuno realizar: cursillos de cultura general, la publicacin de un
peridico mural y la creacin de una biblioteca.
La educacin era eminentemente prctica y cclica pasando por distintos niveles
segn el grado de consecucin de habilidades y conocimientos. El peridico mural era
la pgina de expresin de ideas e inclua como secciones fijas las relacionadas con:
poltica, tcnica y cuestiones consultivas. A travs de las cuales se defenda la poltica
64La guerra de las ondas entre ambos bandos hizo de la radio un instrumento de propagandapara sus respectivas causas. La radio en zona de ocupacin nacional transmita los discursos de Queipode Llano caracterizados por su estilo: paradigmtico de lo que puede considerarse la manipulacin dela audiencia, utilizando un estilo llano, directo, sin preocupacin alguna por la verdad ni el mnimorespeto a los dirigentes de la Repblica a los que injuriaba con los ms soeces insultos. Un ejemplorelevante de este talante fue la imputacin por Radio Requet y Radio Salamanca a las fuerzasrepublicanas del bombardeo de Guernica. Respecto al uso de la radio por parte republicana. En unprimer momento trat de tranquilizar a la poblacin y despus movilizarla. As tuvieron lugar los comitsejecutivos populares para controlar las emisoras condicionando los contenidos a sus planteamientosideolgicos. La manipulacin consista en encubrir o disminuir fracasos militares. El gobiernorepublicano cre su emisora oficial bajo el indicativo la Voz de Espaa que dependa del Comisariado de
Guerra y el Altavoz del Frente, dependiente del Ministerio de Guerra y dentro del Subcomisariado dePropaganda, con control comunista. Las autoridades intentaron encauzar la informacin sobre la guerra atravs de un circuito nico, el Gabinete de Radio del Ministerio de Gobernacin, que confeccionaba lospartes de guerra. En ambas zonas se requisaron emisoras no oficiales. En VALLS, ANTONIO: LaRadio en la Repblica, en VV. AA.: Cultura republicana: 70 aos despus..., pp. 93-105. Valencia,Universitat de Valencia, 2002, p. 50. Para un anlisis del discurso y contenidos de la radio en Espaadesde su aparicin, vase: BALSEBRE, Armand: Historia de la radio en Espaa. Volumen I (1874-1939). Madrid, Ctedra, 2001. Distingue entre una radio para las elites de la dictadura de Primo deRivera, de la radio para el aprendizaje informativo y comunicativo de la etapa republica, que habaconsolidado un mercado (audiencias y publicidad), y necesit de la experiencia terrible de una guerracivil para transformarse en un verdadero medio de comunicacin de implantacin universal y popular,usado por radioyentes de todas las clases sociales. (BALSEBRE 2001, 369). Para un anlisis completosobre distintos medios de comunicacin y expresin artstica y sus fines propagandsticos, vase. VV.
AA.: Propaganda en guerra.Salamanca, Consorcio de Salamanca, 2002.65GONZLEZ MARTNEZ, Carmen: Guerra Civil en Murcia: un anlisis sobre el poder y loscomportamientos colectivos.Murcia, Universidad de Murcia, 1999.
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del Frente Popular, se publicaban trabajos de divulgacin de materias relevantes y se
aclaraban dudas.66
La cultura poltica, la difusin de ideas e intercambio informativo lleg al Ejrcito
popular por medio de los comisarios de guerra y las milicias de la cultura, que tienen
como exponente ms destacado la enorme proliferacin de prensa de combate hasta en
las mismas trincheras de los campos de batalla. En los que las noticias referidas a la
URSS y la proyeccin de sus pelculas tenan una gran demandada. Adems, ciertas
pelculas soviticas tenan carcter aleccionador de las pautas a seguir en la lucha contra
los enemigos de la Repblica. En este sentido, el discurso de Jos Daz en el
Monumental Cinema de Madrid, tras la proyeccin de Los marinos del Cronstadt, es
significativo:
Los marinos del Cronstadt no es todos lo sabis bien- una pelcula ms, como tantasotras que acostumbramos ver cuando vamos al cine en un momento de distraccin del trabajodespus de la lucha. Habis visto una pelcula que es un episodio de la vida vivida durante laguerra civil en Rusia. Hoy la Unin Sovitica. La importancia de la pelcula consiste en que,posiblemente, vosotros vais a vivir tambin prcticamente escenas de esa pelcula que acabamosde contemplar... En Madrid no podrn desembarcar los marinos de Cronstadt porque aqu soloexiste el Manzanares; pero tendremos la ayuda de las brigadas de choque del Ejrcito de obrerosy campesinos que se estn organizando y que cercarn a los sitiadores (...) pero para que eso seaposible, es preciso que nosotros, en todo el pas defendamos las trincheras, repito, comonuestros hermanos defendieron las trincheras de Petrogrado. Hay que hacer como deca Lenin:Estar dispuestos a dar hasta la ltima gota de sangre. Entonces s que todos podremos gritar
por las calles de Madrid; Madrid no podr ser nunca tomado por los fascistas y Madrid es latumba del fascismo.67
Durante el periodo blico, el comunista Jess Hernndez Toms estara al frente
del Ministerio de Instruccin Pblica y es cuando se percibe un mayor mimetismo
sovitico, derivado de un estrecho contacto logstico, cultural y humano.68
En efecto, las relaciones culturales entre la URSS y la Repblica se haban
incrementado considerablemente desde los ltimos meses de 1936, aunque antes de que
empezara la guerra se haba enviado a Espaa gran cantidad de material
66 Archivo de la Fundacin Pablo Iglesias (AFPI). 67-5. Proyecto de capacitacin culturalpropuesto a la Jefatura por funcionarios del Frente Popular de este departamento. Valencia, septiembre de1937.
67DAZ, Jos: Tres aos de lucha.., op. cit.,pp. 242 y 246-247.68 Jess Hernndez fue Ministro de Instruccin Pblica hasta casi el final de la guerra. Fue
Ministro de Instruccin Pblica del 4 septiembre- 4 de noviembre de 1936. Ministro de InstruccinPblica y Bellas Artes, del 4 de noviembre de 1936 al 17 de mayo de 1937. Ministro de InstruccinPblica y Sanidad, del 17 de mayo de 1937 al 5 de abril de 1938. Desde su entrada en el Ministeriotransforma la Direccin General de Bellas Artes en el cuartel de la agit-prop. Se rodea de un equipovinculado al PCE en los distintos sectores del Ministerio, controlando as los distintos niveles deenseanza a la que llega la enseanza del marxismo. As como la cultura grfica y bibliografa al servicio
del Frente Popular. VZQUEZ LIN, Miguel: Propaganda y poltica de la Unin Sovitica en laguerra civil espaola (1936-1939). Madrid, Facultad de Ciencias de la Informacin, UniversidadComplutense de Madrid, tesis doctoral, Servicio de Publicaciones, 2003, pp. 117-120.
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propagandstico. Desde noviembre de 1936 fueron sustanciales los envos de libros,
panfletos y peridicos soviticos, adems de carteles, msica grabada y pelculas. Las
pelculas rusas eran especialmente populares, pero en un primer momento la propaganda
y los servicios culturales soviticos no estaban preparados para abordar un gran
volumen de actividad en Espaa, y una parte del material inicial estaba en otros idiomas
occidentales. Adems, hubo un amplio contacto con las numerosas organizaciones
sociales y culturales comunistas y pro