Las Contradicciones de La Comunicacion

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Gauthier, Gilles. Comunicación y política. España : Gedisa, 1998. 413p. 6 Las contradicciones de la comunicación política y Dominique Wolton CNRS, París La política es inseparable de la comunicación y, por lo demás, la historia de la democracia es la historia de las relaciones entre ambas. Hoy el problema reside principalmente en determinar mejor el carácter específico de la “comunicación política” en el momento en que, con la radio, la televisión y los sondeos, la comunicación se encuentra en plena expansión. En última instancia, toda política llega a ser comunicación política en el sentido en que la política es constantemente objeto de debates y de comunicaciones./Hay que comprender, pues, lo que distingue la comunicación política de todos los demás fenómenos comunicacionales que hoy rodean a la política. La comunicación política no es la comunicación pública del Estado y de las instituciones destinadas a la sociedad. No es tampoco la mediatización de la política aun cuando esta mediatización desempeña un papel importante; tampoco es sinónimo de marketing político ni puede referirse a todo intercambio de discursos relacionados con el objetivo de poder, pues entonces se trataría de una definición demasiado amplia, sin capacidad de discriminación. Yo he tratado de elaborar una definición que, en cambio, distinga la comunicación política de todos los otros fenómenos de comunicación que rodean a la política y sobre todo que dé cuenta de su dimensión dramática. Esa definición recuerda que en la comunicación hay siempre movilización de recursos diferentes y contradictorios que se oponen en una acción dinámica en la que lo que entra en juego es siempre el poder. Por eso, en 1989, di una definición restrictiva de la comunicación política, a saber: ”es el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que legítimamente se expresan en público sobre la política y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos”. 110 He tratado de mostrar así la importancia de los enfrentamientos discursivos por oposición a la idea clásica de la comunicación política que la reduce a una estrategia para”hacer pasar un mensaje”. La comunicación política se concibe aquí como un proceso dinámico y abierto, no como una técnica; se trata de un lugar de enfrentamiento de discursos políticos opuestos apoyado o bien por los periodistas, o bien por los políticos, o bien por la opinión pública en virtud de los sondeos. Tiene así la característica de terminar siempre con la victoria frágil de un argumento sobre el otro. La comunicación política así entendida muestra, por un lado, que se trata de un lugar de enfrentamiento de discursos de desenlace incierto y, por otro lado, muestra también que ese enfrentamiento se realiza partiendo de tres discursos que se expresan legítimamente en una democracia: la información, la política y la opinión pública. La comunicación política asume pues formas diferentes según los períodos normales, de crisis o de elecciones. Pero siempre tiene la doble función de seleccionar los temas sobre los cuales habrá de disputarse y de eliminar aquellos en los que ya no hay más enfrentamiento. La comunicación política cambia pues de sentido y de forma en el tiempo, pero cada uno de esos capítulos de alguna manera termina con una elección, antes de la ulterior apertura de otro capítulo. Decía yo en otro lugar:”... la comunicación política es un cambio político tan importante en el orden de la política, como los medios masivos lo han sido en el orden de la información y los sondeos en el orden de la opinión pública” (op. cit.). Asimismo he procurado mostrar que no hay comunicación política sin un espacio público2 distinto del espacio común y del espacio político. La comunicación política es la intersección más pequeña entre los otros tres espacios simbólicos que son el espacio público, el espacio político y el espacio comunicacional. Es el lugar en el que se concentran y se leen los temas políticos en debate, los cuales se desprenden del espacio público y del espacio político. Esta definición restrictiva tiene el interés de mostrar lo que

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Dominique Wolton trata el tema de la comunicación y sus contradicciones, en tanto comunicación política.

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Gauthier, Gilles. Comunicacin y poltica. Espaa : Gedisa, 1998. 413p. 6 Las contradicciones de la comunicacin poltica y Dominique Wolton CNRS, Pars La poltica es inseparable de la comunicacin y, por lo dems, la historia de la democracia es la historia de las relaciones entre ambas. Hoy el problema reside principalmente en determinar mejor el carcter especfico de la comunicacin poltica en el momento en que, con la radio, la televisin y los sondeos, la comunicacin se encuentra en plena expansin. En ltima instancia, toda poltica llega a ser comunicacin poltica en el sentido en que la poltica es constantemente objeto de debates y de comunicaciones./Hay que comprender, pues, lo que distingue la comunicacin poltica de todos los dems fenmenos comunicacionales que hoy rodean a la poltica. La comunicacin poltica no es la comunicacin pblica del Estado y de las instituciones destinadas a la sociedad. No es tampoco la mediatizacin de la poltica aun cuando esta mediatizacin desempea un papel importante; tampoco es sinnimo de marketing poltico ni puede referirse a todo intercambio de discursos relacionados con el objetivo de poder, pues entonces se tratara de una definicin demasiado amplia, sin capacidad de discriminacin. Yo he tratado de elaborar una definicin que, en cambio, distinga la comunicacin poltica de todos los otros fenmenos de comunicacin que rodean a la poltica y sobre todo que d cuenta de su dimensin dramtica. Esa definicin recuerda que en la comunicacin hay siempre movilizacin de recursos diferentes y contradictorios que se oponen en una accin dinmica en la que lo que entra en juego es siempre el poder. Por eso, en 1989, di una definicin restrictiva de la comunicacin poltica, a saber: es el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que legtimamente se expresan en pblico sobre la poltica y que son los polticos, los periodistas y la opinin pblica a travs de los sondeos. 110 He tratado de mostrar as la importancia de los enfrentamientos discursivos por oposicin a la idea clsica de la comunicacin poltica que la reduce a una estrategia parahacer pasar un mensaje. La comunicacin poltica se concibe aqu como un proceso dinmico y abierto, no como una tcnica; se trata de un lugar de enfrentamiento de discursos polticos opuestos apoyado o bien por los periodistas, o bien por los polticos, o bien por la opinin pblica en virtud de los sondeos. Tiene as la caracterstica de terminar siempre con la victoria frgil de un argumento sobre el otro. La comunicacin poltica as entendida muestra, por un lado, que se trata de un lugar de enfrentamiento de discursos de desenlace incierto y, por otro lado, muestra tambin que ese enfrentamiento se realiza partiendo de tres discursos que se expresan legtimamente en una democracia: la informacin, la poltica y la opinin pblica. La comunicacin poltica asume pues formas diferentes segn los perodos normales, de crisis o de elecciones. Pero siempre tiene la doble funcin de seleccionar los temas sobre los cuales habr de disputarse y de eliminar aquellos en los que ya no hay ms enfrentamiento. La comunicacin poltica cambia pues de sentido y de forma en el tiempo, pero cada uno de esos captulos de alguna manera termina con una eleccin, antes de la ulterior apertura de otro captulo. Deca yo en otro lugar:... la comunicacin poltica es un cambio poltico tan importante en el orden de la poltica, como los medios masivos lo han sido en el orden de la informacin y los sondeos en el orden de la opinin pblica (op. cit.). Asimismo he procurado mostrar que no hay comunicacin poltica sin un espacio pblico2 distinto del espacio comn y del espacio poltico. La comunicacin poltica es la interseccin ms pequea entre los otros tres espacios simblicos que son el espacio pblico, el espacio poltico y el espacio comunicacional. Es el lugar en el que se concentran y se leen los temas polticos en debate, los cuales se desprenden del espacio pblico y del espacio poltico. Esta definicin restrictiva tiene el inters de mostrar lo que est en juego en la comunicacin poltica: la seleccin de los temas y de los problemas sobre los cuales se

ajustan los enfrentamientos cognitivos e ideolgicos del momento. En definitiva, la historia de la democracia es la historia de la sucesin de las figuras de la comunicacin poltica que paulatinamente han dominado y estructurado la vida democrtica. Su funcin consiste en llegar a seleccionar en los discursos contradictorios del momento aquel discurso o aquellos discursos a los cuales habrn de adherirse los pblicos. No todos los discursos pblicos y polticos entran en la comunicacin poltica del momento. nicamente forman parte de ella, aquellos sobre los cuales se estructuran los enfrentamientos. Esto muestra la importancia de la interaccin conflictiva de las tres dimensiones de la democracia: la informacin, la poltica y la comunicacin. Muestra asimismo el lugar del pblico en este proceso a travs de la opinin pblica y muestra el papel en ltima instancia dominante de la poltica en relacin con la comunicacin. En efecto, el empeo de toda fase de comunicacin poltica es ciertamente la decisin y la accin poltica, y no la comunicacin. En virtud de su funcin de integracin, de legitimacin y de exclusin de los temas que no forman parte de los empeos polticos del momento, la comunicacin poltica es el verdadero motor del espacio pblico. Por lo dems, es un concepto clave del funcionamiento de la democracia de masas. Slo que curiosamente ha sido objeto de escasa atencin por parte de los analistas, quienes terminaron por identificar la comunicacin poltica con todo lo que tiene que ver con el marketing o con el lugar cada vez mayor que ocupa la comunicacin en la poltica. Se han concentrado en la funcin de agenda que en definitiva no es ms que un aspecto de la comunicacin poltica, es el caso en que los periodistas logran ms o menos imponer su propia jerarqua de los problemas. Pero esta funcin de agenda es demasiado simple, aunque nos resulta seductora para comprender ese juego complejo de enfrentamiento y de legitimacin del discurso. En ltima instancia, hay tantas funciones de agenda como combinaciones entre los principales actores: periodistas, polticos, organizaciones pblicas, acontecimientos. El xito del vocablo agenda se debe a la racionalizacin simple que introduce en un juego complejo e imprevisible de relacin de fuerzas. Por ejemplo, ese concepto no permite hacer aparecer con suficiente nitidez lo que distingue las situaciones normales de crisis o de elecciones. 111 En el sentido que yo le doy, la comunicacin poltica permite pasar de los puntos de vista sectoriales de la poltica, que se expresan por los medios o bien por sondeos o por discursos polticos, a un enfoque que trata de comprender la interaccin entre los tres rdenes. Por otra parte, la comunicacin poltica es un concepto ms importante en el caso de la democracia de masas que en el de la democracia elitista de ayer. En efecto, la comunicacin poltica de ayer incumba a una lite; hoy, considerando el sufragio universal, es una comunicacin en gran escala. Y son precisamente las modalidades de articulacin de las tres dimensiones constitutivas de la poltica en esta gran escala las que dan toda su importancia a la comunicacin poltica. Pero en lugar de interesarse por las modalidades de interaccin entre estas tres lgicas, la mayor parte de los analistas hace hincapi ya en los discursos, ya en las elecciones, ya en los sondeos, ya en los medios y rara vez en el resultado de su interaccin. En realidad, la comunicacin poltica es un equilibrio inestable entre lgicas contradictorias, equilibrio inestable pero que da sentido a los enfrentamientos de la democracia de masas. En este trabajo, me propongo estudiar las contradicciones de la comunicacin poltica tales como existen en las democracias de la Europa occidental donde quizs hayamos desarrollado con la mayor claridad estas tres direcciones contradictorias, equivalentes desde el punto de vista de la legitimidad: la informacin, la poltica y la comunicacin. Cules son las contradicciones que amenazan este */ equilibrio precario e inestable? Las contradicciones resultan de la ruptura de ese equilibrio entre las tres lgicas. Para decirlo con una expresin que est de moda en la investigacin sobre la comunicacin, la comunicacin poltica es el objeto de un enfrentamiento en su propio seno que tiende a alcanzarel dominio de la funcin de agenda. 112 Pero aqu se trata de una funcin de agenda un tanto compleja, pues presenta dos niveles. El primer nivel es el de la relacin de fuerzas entre estos tres discursos, cada uno de los cuales procura imponer su representacin de la situacin poltica a los otros dos, a fin de obtener un dominio parcial y siempre frgil de la agenda de la comunicacin poltica. Y el segundo nivel es el la relacin entre la comunicacin oficial (la que se ve) y el estado real de los debates en la sociedad. Lo peor sobreviene cuando se produce undesacoplamiento entre la comunicacin poltica, por un lado, y las contradicciones y los problemas que aquejan a la sociedad, por otro. La comunicacin poltica es pues el empeo de una lucha para obtener el dominio de la agenda en dos niveles: en el nivel interno de la comunicacin poltica entre los discursos y en el nivel externo entre la comunicacin poltica y el resto de la sociedad. Las diez contradicciones que examinamos aqu ilustran las dos funciones de agenda de la comunicacin poltica y la fragilidad de ese espacio simblico plagado de conflictos. La comunicacin poltica no llega a administrar estos dos niveles y lo que est en discusin es su condicin misma como lugar de representacin, de simbolizacin y de lectura de los objetivos polticos del momento. Por ltimo, la comunicacin poltica es una de las piezas esenciales del modelo democrtico, junto con el principio de soberana y el principio de eleccin. 1. La sociedad civil absorbida por el espacio pblico Si la sociedad civil es histricamente anterior al nacimiento del espacio pblico y, desde un punto de vista terico, condiciona la aparicin de ste, hoy corremos el riesgo de ver el fin de esa separacin. Para Dominique la sociedad civil es la vida social organizada segn su propia lgica, especialmente asociativa, que asegura la dinmica econmica, cultural y poltica. Para Franfois Rangeon, Antes de ser una concepcin, una idea, la sociedad civil evoca en primer lugar un conjunto de valores positivos: la autonoma, la responsabilidad, el hecho de que los individuos mismos se hagan cargo de sus propios problemas. Por su dimensin colectiva, la sociedad civil parece escapar a los peligros del individualismo e incitar a la solidaridad. Por su dimensin civil, evoca la emancipacin de la tutela estatal, pero tambin de los valores ms afectivos, tales como la intimidad, la familiaridad. 113 As se explica la reactivacin reciente de la pareja sociedad civil/ Estado.4 En otras palabras, la sociedad civil es uno de los procesos dominantes de la representacin que la sociedad tiene de s misma. Esa representacin se extiende paulatinamente con el proceso de laicizacin y separacin del orden temporal y del orden espiritual. La influencia de la poltica sobre esta sociedad civil contribuye a hacer que sta sea aun ms visible y est ms presente. En cuanto al espacio pblico, su extensin est vinculada con la democratizacin. El espacio pblico traduce el fenmeno de politizacin de la mayor parte de las cuestiones de la sociedad, en el sentido de que en la democracia casi todas las cuestiones son objeto de enfrentamientos y de negociaciones. El espacio pblico es el espacio simblico en el que se oponen y se responden los discursos en su mayor parte contradictorios, formulados por los diferentes actores polticos, sociales, religiosos, culturales, intelectuales, que componen una sociedad (Wolton, 1990). Ese espacio es una zona intermedia constituida en la poca de la Ilustracin -Kant fue el primero en hablar de la cuestin- entre la sociedad civil y el Estado. Esa zona est vinculada pues con el doble fenmeno de laicizacin y racionalizacin de la sociedad. Cul es la consecuencia de esta extensin del espacio pblico? Una consecuencia es la disminucin del papel de la sociedad civil. Pero, simultneamente, la extensin del espacio pblico logra ampliar el espacio poltico y por lo tanto, la poltica. El riesgo que se corre entonces es la sobredimensin de la comunicacin poltica, con una especie de superposicin de los diferentes espacios: comunicacin poltica, espacio poltico, espacio pblico, sociedad civil. Todo se hace poltico, como se suele decir, cuando en realidad el esquema democrtico implica, por el contrario, una autonoma de las instancias, una distincin entre lo pblico y lo privado, una separacin entre la poltica y todo lo dems. 114 Hasta podemos decir, como lo ha recordado Jean-Michel Besnier, quela separacin es el smbolo de la democracia, si se la compara con todas las otras formas de rgimen poltico no democrticas que valorizan en cambio la unidad. La separacin es el reconocimiento del principio fundamental del derecho a la oposicin, el reconocimiento del hecho de que la legitimidad no es algo que se adquiere para siempre. El efecto perverso de la democratizacin, al socializar sta todos los aspectos de la realidad social, al hacerlos entrar en el espacio pblico, y luego al politizarlos, consiste en reducir esa separacin entre los diferentes espacios, una separacin que tiene una importancia terica cierta puesto que evita la confusin de las referencias y explica la funcin de la comunicacin poltica. En efecto, sta es el proceso en virtud del cual, en una duracin de tiempo dada, se distinguen entre numerosas cuestiones potenciales los temas alrededor de los cuales se realiza el enfrentamiento poltico. Si todo es poltica, ya no cabe hablar de comunicacin poltica puesto que todo es comunicacin poltica! Dicho de otro modo, lo que importa aqu es preservar un lmitems all del cual la lgica poltica no debe extenderse. Si ya no existe ninguna frontera entre los espacios civil, pblico y poltico, tampoco existe ya un proceso dinmico permanente de la comunicacin poltica que discrimine lo que, en un momento dado, habr de constituir el empeo poltico del momento. En consecuencia tampoco habr entonces funcionamiento democrtico.

2. La confusin entre espacio pblico y espacio poltico; el fin de la frontera entre vida pblica y vida privada La existencia de la comunicacin poltica supone pues la distincin entre lo pblico y lo privado, a saber, por un lado, lo que en un determinado momento es tema de discursos pblicos que pueden ser objeto de un enfrentamiento poltico y por otro lado, lo que permanece dentro de la esfera privada, en una escala interpersonal o de pequeos grupos y que en todo caso no est destinado a ser debatido en la plaza pblica. En treinta aos de vida poltica hemos visto no pocos ejemplos en los que los temas del desempleo, de la ciudad, de la educacin, de la seguridad, de la formacin profesional, de la autonoma regional, de la condicin de las mujeres, de la inmigracin, del acondicionamiento de la ciudad, de las relaciones internacionales, de la descolonizacin... no han ocupado el mismo lugar en el espacio pblico y a fortiori en la comunicacin poltica. Ciertos temas relativos al individuo, como las costumbres y la reproduccin, hastasalieron de la esfera privada para hacersepblicos. En cambio, otros temas como el de los ex combatientes o el de la descolonizacin, hasta hace poco muy importantes, abandonaron la esfera pblica por falta de objeto. Otros temas, como por ejemplo el de la posicin de los comerciantes, han seguido el mismo camino, en tanto que otros discursos, correspondientes al sector terciario y a la informatizacin, por ejemplo, que antes no presentaban ningn problema, entran progresivamente en la esfera poltica a causa de su peso social y de las mutaciones tcnicas. Estos pocos ejemplos demuestran que la comunicacin poltica como forma temporaria de los enfrentamientos cambia con el correr del tiempo. Y es esa sucesin de formas diferentes lo que cada vez estructura y da sentido a los empeos de la poltica, esencia de la vida democrtica. 115 En otras palabras, hay tres niveles: privado /pblico, sociedad civil/ espacio pblico, espacio pblico / espacio poltico. La comunicacin poltica supone estas tres distinciones. La politizacin o, por lo menos el hecho de hacer pblica la esfera privada, reduce esta separacin de los tres niveles. Al hacerlo, la politizacin altera tambin el carcter especfico de la comunicacin poltica como articulacin temporaria de los tres discursos y de las tres lgicas. Por ejemplo, hoy todos los problemas, incluso los ms privados (ayer se habra dicho,hasta los ms morales) como la sexualidad, las costumbres, la reproduccin, la moral, estn en el dominio pblico y son objeto de enfrentamiento poltico. Esos problemas hasta son objeto de legislaciones y entran as directamente en la esfera de la comunicacin poltica. Los problemas del SIDA asimismo favorecieron el paso de lo privado a lo pblico y a lo poltico. La relacin entre esfera privada, espacio pblico, espacio poltico y comunicacin poltica nunca fue tan directa como hoy. Cuanto ms se comunican los espacios y las lgicas de naturaleza diferente, ms difcil es discernir la funcin de esa forma especfica de interaccin que es la comunicacin poltica y lo que en ella est en juego. La eficacia de la comunicacin poltica dentro del sistema poltico general depende justamente de esta autonoma y separacin de instancias. Para decirlo de otra manera, cuanto ms se comunica todo, ms necesario es mantener la distincin, o bien, es posible que una sociedad viva sin la distincin de lo pblico y lo privado, es decir, sin una autonoma de estas tres instancias: lo privado, lo pblico, lo poltico?5 Lo peor es creer que hay unprogreso en la desaparicin de estas distinciones, siendo as que ellas constituyen la esencia del funcionamiento de la sociedad democrtica. En este aspecto, la comunicacin poltica es un concepto central, pues permite discernir si se mantiene una diferencia entre esas lgicas donde se distinguen los espacios, o bien, por el contrario, si se da una fusin de los espacios. Si la comunicacin poltica desempea un importante papel particular, esto es seal de que las instancias en cuestin permanecen separadas y son autnomas. Si la comunicacin poltica lo devora todo, sta es seal de que la autonoma indispensable para el funcionamiento de las sociedades democrticas ha desaparecido. 3. El igualitarismo o el fin de la responsabilidad social de las lites Alexis de Tocqueville fue el primero en mostrar (y lo hizo brillantemente) la contradiccin ineluctable, y desastrosa para la democracia, entre libertad e igualdad. La libertad es la condicin para que aparezca la democracia, la igualdad representa el destino normal del movimiento de democratizacin. El igualitarismo que resulta d este proceso hace ms difcil la manifestacin y el tratamiento de 1 poltica, sobre todo hoy cuando el movimiento igualitario es ms fuerte que en la dcada de 1850. El discurso sobre la igualdad va acompaado progresivamente de una descalificacin de las lites. Por 1o dems, es la idea misma de lite la que se ha ido atacando, aunque en virtud de los diplomas y de los concursos las sociedades igualitaria han mantenido el peso y el papel de las lites. Lo cierto es que lo que hoy se pone en tela de juicio es la idea de jerarqua social, de la cua la lite es el smbolo, por ms que paralelamente surjan nuevas des igualdades. En realidad, se ha formado una situacin de verdadera; engaada alrededor del elitismo. Condenado en nombre del igualitarismo, el elitismo subsiste en nombre de la meritocracia que aparentemente no est en contradiccin con el igualitarismo. 116

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La meritocracia ha vuelto a gozar de todos los privilegios de elitismo de ayer, pero no tiene el sentido de la responsabilidad social, moral y esttica que acompaaba a las lites de antes. En otras palabras, la meritocracia tiene todas las ventajas en cuanto a privilegios y ninguna responsabilidad social. Mejor dicho, el discurso oficial contina negando, en nombre del igualitarismo, los valores de] elitismo, cuando en realidad hasta nuestras sociedades igualitarias continan estando marcadas por la conservacin del papel de las lites. Ese papel ya no se presenta como un valor que hay que defender o merecer, pues existe como una realidad privilegiada. En este sentido, cabe pues hablar de un engao de bobos. La igualacin nos da el falso sentimiento de una democratizacin. Y esto resulta particularmente cierto en poltica: cada uno cree encontrarse en el nivel de todos para concebir y analizar los problemas de cualquier ndole. El igualitarismo poltico expresa cierta deslegitimacin del lugar de las lites, cuando en realidad la jerarqua social no slo permanece en los hechos, sino que asimismo contina siendo esencial desde el punto de vista del funcionamiento social. Una vez aceptado el principio de la igualdad, hay que admitir el principio complementario de las diferencias. No como fuente de desigualdades, sino como condicin de funcionamiento de una sociedad. Reconocer, valorizar y hacer responsables a las lites es preferible a lo que se observa hoy, a saber, la negacin de su papel. En nombre del igualitarismo dominante, las lites estn poco legitimadas, cuando en realidad su poder es verdadero aunque no tengan las responsabilidades ticas y estticas que deberan resultar de su posicin. Para decirlo de otra manera, desde el punto de vista de los valores de una sociedad democrtica, sera mejor reconocer y valorizar el papel de las lites asignndoles las responsabilidades que resultan de su posicin, en lugar de abrazar la postura actual del avestruz que, en nombre de cierto discurso igualitario, les niega valor, siendo que la realidad de su influencia es segura, aunque no tenga las responsabilidades correlativas. 117 En definitiva, la comunicacin poltica como lugar del enfrentamiento de los discursos con miras a la conquista y el dominio del poder poltico y de los discursos conexos, desempea as un papel central: o bien refuerza esa ideologa de la igualdad que niega la realidad, o bien contribuye a preservar el rol esencial de las diferencias que de ninguna manera est en contradiccin con la igualdad poltica. Si todos los discursos tienen la misma ndole, desaparece la diferencia de potencial que anima, justifica y estructura los enfrentamientos discursivos. No por eso desaparece la poltica, pues las contradicciones permanecen, pero desaparece uno de los dispositivos esenciales de la puesta en escena6 (en el sentido objetivo del trmino) del sistema democrtico. La falsa perspectiva ofrecida por la comunicacin poltica es entonces contradictoria del objetivo democrtico, el cual consiste en asegurar el enfrentamiento de los discursos, y no en hacer creer en su ilusoria igualdad. Cul es el resultado? La comunicacin poltica puede fortalecer el poder de los expertos que poseen una autoridad, a menudo desproporcionada, por el simple hecho de que en un universo de discursos iguales es ciertamente necesario preservar criterios de jerarqua. El fortalecimiento del poder de los expertos puede ser el resultado paradjico del fenmeno de la igualacin de los discursos. Por ltimo, el igualitarismo suprime las diferencias que permiten a los discursos estructurarse y enfrentarse. Y puede ser importante la responsabilidad de la comunicacin poltica en la degradacin y mala comprensin del concepto de igualdad. La manera en que la comunicacin poltica admite o no admite las diferencias es esencial para luchar contra cierta ideologa igualitaria. Esto nos recuerda algunas crticas del discurso aristocrtico formuladas hace ms de un siglo respecto del discurso democrtico. Por eso la victoria de los valores democrticos debe ocupar el centro de los debates esenciales a fin de asegurar el buen funcionamiento de la democracia de masas. 118

4. La mediatizacin sin lmites No me propongo volver a considerar aqu lo que ya he analizado en otro lugar sobre las contradicciones del espacio pblico mediatizado7: tirana del suceso, desproporcin entre una gran capacidad de acceso a la informacin y una escasa capacidad de accin, omnipresencia de la imagen... No, quisiera evocar aqu uno de los efectos ms perversos del proceso, por lo dems democrtico, de hacer pblicas todas las cuestiones, el proceso de la mediatizacin sin lmites. Hemos visto que los medios, al hacer pblicas las cuestiones, ofrecen la ventaja de facilitar el paso de los problemas y discursos al espacio pblico: ahora todo es susceptible de discusin. El inconveniente est, como ya lo vimos, en la desaparicin de la frontera entre lo pblico y lo privado. Pero hay otro efecto cuestionable en lo tocante al equilibrio precario de la comunicacin poltica. trata del hecho de que los medios llegan a ser el nico patrn c legitimidad. En otras palabras, la lgica de la comunicacin llega ser el criterio ltimo, en virtud del siguiente silogismo: lo que i conoce se mediatiza y por lo tanto lo que es legtimo se mediatiza. I que no es mediatizado, no slo no se conoce, sino que en definitiva no es legtimo. Es el nexo conocido-legtimo lo que se ha vuelve demasiado fuerte. Mientras el espacio pblico estuvo limitado, toe el mundo saba que existan discursos, valores, representaciones que conservaban su legitimidad en el exterior del espacio pblico. Cuanto ms se extiende el espacio pblico y cuanto ms la comunicado acelera la circulacin de los discursos y de los valores, tanto ms impone esta ecuacin simple, pero falsa. Todo lo que es conocido mediatiza; por lo tanto, todo lo que est mediatizado es legtimo. S: embargo, existen numerossimos actores, discursos, representaciones que no estn dentro del espacio pblico y que, sin ser objeto (mediatizacin, desempean as y todo una parte esencial en la sociedad. La ampliacin del espacio pblico desde hace un siglo, p efectos de la democratizacin, no nos debe llevar alegremente a conclusin de que lo que est dentro del espacio pblico es el un criterio de legitimidad. 119 Hoy, lo mismo que ayer, lo que se conoce no es siempre sinnimo de calidad. Es muy importante preservar esta diferencia en el m ment en que justamente muchos fenmenos estn en la pa: pblica y en que la reputacin conferida por los medios es ms ii portante que nunca. Cul es el impacto de ese desequilibrio en comunicacin poltica? El efecto es desnaturalizar su funcin de regulacin que consiste precisamente en incluir y en excluir del cambio poltico ciertos temas y ciertos discursos. Y esto supone la capacidad de distinguir lo que es exterior a ese campo de la comunicad poltica. Si el espacio meditico se considera como representativo del co junto de los discursos o preocupaciones, esta idea nos lleva a ilegitimar lo que existe fuera de l y por lo tanto a contribuir a que la comunicacin poltica se encierre en s misma, lo cual es lo inverso de papel. Hoy, por ejemplo, el discurso periodstico meditico se impone: a todos y limita as el esfuerzo y el papel de cualquier otro enfoque No solamente cierta mirada echada al mundo, la mirada del pen dista, se convierte en el patrn de las dems miradas y discurso sino que sobre todo, el discurso periodstico privilegia cierto modo expresin, cierta simplificacin, que si bien es enteramente legitimar en el orden de los medios, resulta poco legtima fuera de ellos. Es sobrevaloracin del discurso periodstico refuerza la tirana que ejerce el suceso sobre cualquier otro enfoque de carcter estructural o sil plenamente complejo, que escape al cdigo dominante del momento. La comunicacin poltica tiene la ventaja de acelerar la circulacin de los temas e ideas que se encuentran en el seno del espacio pblico, pero desvaloriza en demasa los temas e ideas que no se encuentran en l. Esto se aprecia muy bien en el ejemplo simple del mercado del libro. Ayer, el papel de los periodistas consista en valorizar los libros; medios y libros pertenecan a diferentes espacios culturales. Hoy, los libros que no cuentan con la sancin de los medios sufren un evidente efecto de ilegitimacin. Pero lo peor es que cada vez son ms numerosos los periodistas que escriben libros para fortalecer su propia legitimidad profesional que es siempre precaria. 120 Como los periodistas saben mejor que cualquier otro grupo la manera de utilizar los medios, llegamos al siguiente resultado paradjico: los medios hablan poco de los libros y los pocos libros citados son en su mayora libros de periodistas. Esto presenta un doble inconveniente: reforzar todava un poco ms la influencia de los discursos periodsticos sobre la realidad y excluir un poco ms todos los otros discursos. Este ejemplo ilustra el fenmeno general en el cual la mediatizacin se convierte en el proceso nico de legitimacin. Ahora bien, la fuerza de la comunicacin poltica, que consiste en organizar en un momento dado el choque de las cuestiones que estn enjuego, es precisamente dejar lugar a otras lgicas diferentes de la lgica periodstica. Si sta predomina, lo que queda desequilibrado es el juego de las diferencias. 5. La representatividad omnipresente Cuantos ms discursos hay en el espacio pblico, por obra de los medios y del uso de la palabra de los diversos actores, tanto ms profundamente se les plantea a los periodistas el problema del criterio en nombre del cual dar la palabra a los actores. No todo el mundo puede hablar o expresar sus ideas. La comunicacin exige pues una lgica de representatividad. En ltima instancia, habla y se expresa el que tiene legitimidad para hacerlo, es decir, el que es representativo. Este proceso democrtico entraa aqu un riesgo de rigidez, en el sentido de que ese criterio procede ms del espacio poltico que del espacio pblico. Si la representatividad es la transcripcin directa del principio de legitimidad en el orden poltico, nada justifica a priori que la representatividad organice igualmente la jerarqua de los valores del espacio pblico. Hasta se corre el riesgo de un empobrecimiento, pues los valores cientficos, estticos, culturales, religiosos... no se organizan principalmente segn ese principio de representatividad, sino que lo hacen segn principios de calidad que les son especficos. 121 En otras palabras, puede haber simultneamente mediatizacin y conformismo. Conformismo pues cada cual sabe que el proceso de representatividad puede desnaturalizarse en defensa de intereses creados. Y la historia de las sociedades est llena de conflictos en los que las instancias representativas fueron puestas en tela de juicio por conflictosviolentos. El proceso de la comunicacin poltica que trata el problema central del criterio de acceso (para incluir o no en el campo de los enfrentamientos a los actores y discursos) puede muy bien contribuir a hacer rgida la comunicacin poltica, en lugar de flexibilizarla. El inconveniente consiste entonces en que esa comunicacin ya no favorece el constante movimiento de flujo y de negociaciones de los discursos y de los intereses. En ese caso, la comunicacin poltica ya no desempea su rol de captacin que asegura el movimiento de ida y vuelta entre los espacios pblicos y polticos; por lo tanto puede no llegar a reducir las amenazas de explosin social vinculadas con cierta flexibilidad del juego poltico. La lgica de la representatividad puede desembocar .pues en un efecto perverso: en lugar de acercar los diferentes intereses, la representatividad contribuye en cambio a separar la comunicacin poltica de la realidad social y cultural. En efecto, el inevitable microcosmos, constituido por el conjunto de los polticos, de los encuestadores y de los periodistas, tiene constantemente la sensacin de dar una buena representacin de la realidad y de haber vencido as la tentacin natural de replegarse sobre s mismo. Este es el efecto debocal del que haba hablado en 1981 con Jean-Louis Missika en la La folie du logis. Quince aos despus el proceso no ha mejorado. La comunicacin poltica nunca es ms que una figura transitoria del enfrentamiento poltico, una especie de delegacin antes que una representacin. Verdad es que la representacin democrtica de las realidades constituye un progreso, pero slo con la condicin de no hacerla demasiado rgida. Hoy se puede decir que la comunicacin poltica es a la vez el proceso que en sociedades abiertas permite preservar mejor la fuerza del principio representativo y por el contrario el proceso que puede perjudicar ese principio. 122

6. La simplificacin de la argumentacin poltica La poltica democrtica tiene la ventaja de obligar a una simplificacin del discurso poltico: la poltica hecha a la vista del pueblo debe ser comprensible. La televisin, despus de la radio, facilita este fenmeno. Evidentemente el inconveniente est en ir demasiado lejos en esta simplificacin de la argumentacin poltica y llegar al punto de reducirla a un juego de estereotipos. Hasta dnde es posible esta simplificacin? Sobre todo ahora cuando el juego de la poltica institucional, en virtud del ritmo de las elecciones, contribuye tambin l a una especie de simplificacin. Cul es el riesgo? Reducir la heterogeneidad de los discursos intercambiados en el seno de la comunicacin poltica y empobrecerla y, por lo tanto, no hacerla desempear ya ese papel esencial de puesta en escena de los discursos polticos del momento. Y la consecuencia? En un primer momento, una especie de calma poltica en la que la poltica se muestra juiciosa y en un segundo momento, el surgimiento de una poltica violenta que pone en tela de juicio la poltica institucional. Este riesgo es constante y resulta peligroso si se llega a poner en duda la eficacia de la comunicacin poltica. Una simplificacin excesiva es tan peligrosa como una representatividad excesiva.8 Y el corolario de esta situacin es el siguiente: la ilusin de dominar el tiempo. Pues tal es la consecuencia ambigua de esta simplificacin: comprimir la escala del tiempo, ya reducida por el juego de los calendarios electorales. Al simplificar los argumentos y al renovar en cada eleccin los temas de los debates, se puede correr el peligro de dar la falsa sensacin de una solucin rpida a los problemas de la sociedad y de la poltica. El problema del desempleo, que desde hace unos quince aos nos aflige, ilustra bien este fenmeno. El tema figur en el centro de los debates hasta el punto de que se encontraba en la agenda del momento y todas las fuerzas polticas crean que podan hallarle una solucin. Hoy, el tema casi desaparece de los debates, aunque la realidad es ahora aun ms pesada que antes, sencillamente porque las soluciones son demasiado difciles y porque el tema parece haber sufrido cierto desgaste. 123 No es seguro que los debates que progresivamente se entablan alrededor de las disposiciones del tipo de trabajo, de la reduccin de horas, de la reduccin del personal... basten para rendir cuentas de la complejidad del problemadesocupacin. La ventaja de la democracia mediatizada consiste en poder hablar simplemente de todo; pero el inconveniente es el desgaste de los temas cuando los problemas persisten, como ocurre en el caso del desempleo. La simplificacin, que es la condicin de esta comunicacin ampliada, hasta puede llegar a ser una desventaja. Asistimos a un fenmeno anlogo con la persistencia de un discurso poltico de extrema derecha, relativo a la inmigracin y en ltima instancia, a la identidad. Como por el momento las dems fuerzas polticas no han logrado encontrar argumentos contrarios simples y convincentes y como el problema contina siendo delicado para el porvenir de la Europa poltica, se lo deja momentneamente en barbecho por miedo a reactivar un debate poltico cuyos trminos en el fondo no estn fuera de lugar. Mientras tanto se espera que progresivamente la reactivacin econmica resuelva lo que el discurso poltico no ha logrado solucionar... En pocas palabras, la simplificacin de la comunicacin poltica no cambia en nada la complejidad de la poltica. Al contrario! Esa simplificacin acenta los defectos de nuestras sociedades modernas que difcilmente aceptan la duracin y el tiempo. La aceleracin de los debates, de los intercambios de ideas, de los argumentos, de los temas que entran en la comunicacin poltica y salen de ella no tiene una consecuencia directa en lo tocante a la solucin de los problemas polticos. La dificultad est en admitir esa diferencia y en confundir la simplificacin de los debates con la simplificacin de la resolucin de problemas. 124

7. La unidimensionalizacin de los discursos Este es el riesgo complementario del anterior. La simplificacin y la institucionalizacin reducen la heterogeneidad de los discursos polticos y as va despojando progresivamente a la comunicacin poltica de su funcin de plataforma simblica a la que pueden tener acceso los diferentes medios sociales. La paz civil depende de la representacin que las diferentes fuerzas sociales se forman de su visin del mundo y de la manera en que la encuentran en el seno de la comunicacin poltica. Una excesiva racionalizacin favorece el retorno de la poltica violenta. La comunicacin poltica asegura el ajuste y la puesta en escena del discurso poltico, aunque tropieza con el doble escollo de un abanico demasiado amplio o demasiado estrecho. La institucionalizacin de la poltica entraa, antes bien, un segundo riesgo, con la amenaza de la espiral del silencio: los actores y los grupos que no se reconocen en el juego de la comunicacin poltica tienden a excluirse cada vez ms de ella sin darse cuenta. Se trata del bien conocido y paradjico fenmeno de encogimiento del campo de la comunicacin poltica. El fenmeno es paradjico porque el aumento del nmero de temas y la importancia creciente que tienen los medios habra debido contribuir en cambio a ampliar el campo de la comunicacin poltica. Pero esta comunicacin ms fcil no favorece la diversidad de los discursos en circulacin; por el contrario, fortalece los conformismos. Circulan principalmente los discursos que estn en el aire en un determinado momento. Y hoy, lo mismo que ayer, es difcil hacer pasar ideas originales. La omnipresencia de la informacin acrecienta casi mecnicamente el lugar y el papel de los discursos comunes del momento. Y como los mediadores, sobre todo los periodistas, tienen una conciencia aguda de su propia funcin y estn en gran medida influidos por el estado de la comunicacin poltica que ellos mismos contribuyen a organizar, fcilmente llegan a cambiar su condicin de mediadores. Ya no se contentan con ser los presentadores o los animadores de la comunicacin poltica, sino que creen que son en definitiva sus legisladores. 125 De manera que simultneamente puede haber ampliacin de la comunicacin poltica y unidimensionalizacin de los discursos. En pocas palabras, sta es una conclusin derivada de la observacin de este ltimo medio siglo. No hay una relacin directa entre el lugar cada vez mayor que ocupa la comunicacin y la tolerancia respecto de ideas y de discursos ms heterogneos. Todo transcurre normalmente. Pero, en un segundo momento, se produce el riesgo de conflicto. Una parte del pblico y de las fuerzas sociales, que ya no se siente representada en los discursos opone a stos obras y hechos. Este es el caso de esos conflictos sociales que regularmente llegan a poner en tela de juicio los mecanismos institucionales encargados de resolver los problemas. Los hechos y los golpes rudos se transcriben en discursos con la condicin de obtener cierta ganancia. Si ello no es as, los hechos sustituyen nuevamente a las palabras. Y lo cierto es que lo que importa siempre en la comunicacin poltica es aceptar que el enfrentamiento de las palabras es preferible al de los hechos. 8. El desequilibrio entre los tres discursos de la comunicacin poltica Segn vimos, la comunicacin poltica presenta un equilibrio frgil entre los tres discursos (el periodstico, el poltico y el de la opinin pblica) en los cuales lo que entra en juego es el dominio momentneo de la interpretacin de la realidad en una perspectiva que siempre tiene que ver con la adquisicin de poder o con el ejercicio de ste. -El primer riesgo es aquel en que los medios se alimentan de la poltica; trtase de un riesgo bien conocido comola poltica espectculo. En ese caso, los medios pierden su autonoma y su credibilidad ante la sociedad civil. Esta ya no los considera como asociados-aliados contra los polticos. Es la autonoma de la lgica meditica y mediadora lo que entonces se pone en tela de juicio. Y es su condicin de contrapoder lo que entonces se ataca. Al acercarse demasiado, periodistas y polticos llegan a ser rechazados por el pblico. En otras palabras, una cosa es quejarse permanentemente de la poltica y de los medios, sin dejar de reconocer la alteridad de los respectivos puntos de vista; y otra cosa es no ver ya la diferencia entre ambos mbitos y por lo tanto reducir el trpode de la comunicacin poltica a una simple dualidad. 126 El segundo riesgo es el que se corre cuando los sondeos se alimentan de la opinin pblica y dan la sensacin de una representacin posible de sta. Lo que se gana aqu en simplicidad se pierde en complejidad y verdad. Hoy la tendencia es la de que ya no hay otra representacin de la opinin pblica que no sea la de los sondeos. Esto evidentemente determina cierto empobrecimiento y con el tiempo una expresin violenta de las opiniones exgenas al juego de la cuantificacin. En el seno de la comunicacin poltica, existe una especie de convencin implcita que identifica opinin pblica y sondeos, de manera que cuanto ms parece realizada esa identificacin, tanto mayor es el riesgo, no slo de empobrecimiento de la comunicacin pblica, sino tambin el riesgo de que otras formas de manifestaciones desborden la representacin de la opinin pblica. La representacin de la opinin pblica en el seno de la comunicacin poltica tiene siempre el inconveniente de ser insatisfactoria y parcial en relacin con la otra representacin que es la del sufragio universal. Lo paradjico est en que es preferible darse por satisfecho con esta representacin a medias antes de creer en el isomorfismo que pueda haber entre ambas esferas. El riesgo es grande para la representacin poltica de la opinin pblica, pero por lo menos existe el voto que en seguida reequilibra la situacin. El peligro es mayor para todos los otros temas de la sociedad en los que no hay votacin. Se produce, en ese caso, un deslizamiento en lo relativo al papel y al valor del sondeo. Este, en lugar de tomarse como un medio parcial de comprensin, se convierte verdaderamente en el nico factor explicativo. Sobre la ciencia, sobre Dios, sobre la sexualidad, sobre la cultura... el conocimiento aportado por los sondeos es de escasa utilidad pero tranquilizador. Lo peor es que cada uno reconocer la necesidad de otro modo de aprehender esas realidades aunque aceptando finalmente esta representacin cuantitativa. -El tercer desequilibrio se debe a la ruptura de la relacin entre medios y opinin pblica. Los medios representan la opinin pblica ante los polticos. Se trata de una representacin libre y subjetiva, puesto que por definicin, el periodista habla en su propio nombre personal, y en esto, por lo dems, est su grandeza. 127 Pero en la teora democrtica, el periodista es tambin el portavoz implcito de esa opinin en nombre de la cual hace preguntas y plantea cuestiones a los polticos o bien los critica. Existe pues una especie de competencia entre las dos representaciones de la opinin pblica: la representacin de los sondeos y la de los periodistas. Una es cuantitativa, la otra cualitativa. La dificultad y el inters del modelo democrtico estn en que no existe una relacin directa entre pblico, opinin pblica y cuerpo electoral. El pblico no es la opinin pblica y sta no es el cuerpo electoral. Se trata cada vez de representaciones parciales de una realidad difcilmente representable, sobre la cual se admite que la mejor representacin es la representacin electiva. El riesgo consiste, pues, en que los periodistas, para ser crebles, apuntalen menos ese papel de portavoces cualitativos de la opinin pblica y se refugien ms detrs de los sondeos como representacin de la opinin pblica para hablar a los polticos. Aparentemente los periodistas ganan as en objetividad, pero pierden en cuanto a libertad de crtica. No por ello resultan ms crebles a los polticos que siempre temen el espritu crtico de los periodistas. Estos hasta se exponen a que los polticos les opongan el hecho de no representar bien la opinin pblica y les respondan con los sondeos a sus preguntas. Puede ser, sobre todo, porque los sondeos plantean menos cuestiones embarazosas que un periodista...La fragilidad del equilibrio entre las tres lgicas de la comunicacin poltica es el reverso de su eficacia. Es ciertamente el motor del espacio pblico, pero bien vemos que a cada instante una de esas tres lgicas puede imponerse a las otras. 9. Una comunicacin que est fuera de la escala humana La comunicacin poltica, como proceso de delegacin de las cuestiones polticas, slo es posible si los ciudadanos se identifican, de una manera u otra, con los discursos y los objetivos del momento. Ahora bien, el drama en la sociedad individualista de masas actual es la distancia que hay entre la escala de la experiencia individual y la escala en la cual se organizan la poltica y la economa. 128 El individuo se encuentra en el centro del sistema poltico, pero est perdido en medio del nmero de las grandes organizaciones. Soberano y libre, el individuo est en realidad solo y carece de poder. No tiene capacidad de accin sobre las grandes decisiones. Tal es la paradoja del ciudadano de la sociedad individualista de masas. Todo el empeo de la comunicacin poltica consiste en establecer la conexin entre una experiencia individual y limitada y un sistema colectivo y distante de organizacin y de decisin. Esta situacin difcil est reforzada por la aceleracin de la informacin y de ninguna manera compensada por un aumento de la capacidad de accin. Como he dicho con frecuencia, el ciudadano occidental es un gigante en materia de informacin y un enano en materia de accin. Lo cual de ningn modo simplifica el proceso de la comunicacin poltica. No slo la comunicacin poltica debe enfrentar un problema de conexin entre esas dos escalas alejadas la una de la otra, sino que tambin debe afrontar el problema de desfase entre el ritmo de sucesin de los problemas debatidos y su integracin en las conciencias colectivas. Los dos fenmenos amplifican un efecto de separacin, en virtud del cual la comunicacin poltica queda divorciada de la realidad socio-histrica. Separacin poco visible porque los polticos, lo mismo que los periodistas, parecen ligados a la opinin pblica que est representada ella misma por los sondeos. La visibilidad de los objetivos nada tiene que ver con su integracin en las conciencias colectivas, ni con la metabolizacin que de ellos hacen los actores. 129

10. La comunicacin poltica separada de los mbitos nacionales Comprobamos aqu el desfase estructural entre las realizaciones de la comunicacin que permiten saberlo todo sobre todo y el hecho de que la comunicacin poltica, como lugar de lectura y de legitimacin de los empeos del momento, requiere coacciones limitadas de tiempo y de espacio. En pocas palabras, las formas y el sentido de la comunicacin poltica son diferentes en Pars, en Bonn o en Roma, por ms que en gran parte sean evidentemente los mismos problemas los que en general se debaten. Pero todo, la lengua, las tradiciones, el vocabulario, las representaciones, las referencias histricas, los smbolos, todo es diferente. No hay comunicacin poltica que no sea nacional. Y tampoco hay un ciudadano mundial. No porque ciertos problemas sean mundiales, la poltica es mundial. No puede haber poltica sino referida a un territorio fsico y simblico sobre cuya base los ciudadanos se comprometen. Ningn ciudadano puede vivir en la escala mundial. Ese es el lmite puesto al universalismo de cierto modelo democrtico, o mejor dicho, el lmite de un modelo que ignora el peso decisivo de las variables locales. Las variables locales no son restos del pasado, no son arcasmos, sino que constituyen las condiciones esenciales del funcionamiento de la democracia. Si existe cierto modelo universal, ste se encuentra mediatizado por realidades locales. En otras palabras, no hay contradiccin entre el papel universal de la comunicacin poltica en el modelo terico, por un lado, y las formas empricas de su funcionamiento, por otro. Las caractersticas nacionales de un modelo de comunicacin poltica no son extrapolables de un pas a otro: qu tienen de comn la comunicacin poltica de Italia, de Dinamarca, de los Pases Bajos, de Espaa, de Canad..., salvo el hecho de que las reglas democrticas son comunes en todos esos pases? Esto significa que las identidades culturales son tan importantes como las reglas del ejercicio democrtico. Este carcter especfico nacional de la comunicacin poltica explica, por ejemplo, las actuales dificultades para constituir una comunicacin poltica en Europa, pues all no existe una tradicin poltica especficamente europea. 130 Es esa contradiccin entre los elementos constitutivos casi universales de la comunicacin poltica, como los espacios pblicos y los espacios polticos, por un lado, y el peso de las identidades nacionales, por otro, lo que explica la forma especfica de cada comunicacin poltica. Como hube de decirlo en otro lugar, en Europa hay un espacio comn, hay apenas un espacio poltico y todava no hay un espacio pblico. Esto es normal si se tiene en cuenta la gran rapidez con la que se constituy la Europa actual. Y sta es la razn por la que hay que desconfiar de las promesas de la aldea global y de la democracia directa en escala planetaria, situacin que podran asegurar las nuevas tecnologas de la comunicacin. Pero la sobremediatizacin nada puede hacer contra esta situacin irremediable. Por qu insistir en el carcter relativo y obligado de los modelos de comunicacin? Lo hacemos para recordar la importancia de los datos culturales y evitar la globalizacin que aparentemente permite, como se lo comprueba en casi todas partes, el peso idntico de los medios, de los sondeos y de las reglas del juego democrtico... Precisamente, a partir del momento en que las reglas formales de la comunicacin poltica son casi iguales de un pas a otro, es cuando hay que comprender el peso determinante de las identidades. En otras palabras, ni la mundializacin de los problemas, ni la de los medios, bastan para asegurar la mundializacin de la comunicacin poltica. Y esto por una sencilla razn: no hay un ciudadano mundial que sea el objeto de esta mundializacin. La sobremediatizacin no asegura la mundializacin de la comunicacin poltica: y hasta puede provocar el efecto inverso de repliegue y de litigio, como ocurri en ocasin de la guerra del Golfo con las opiniones pblicas rabes.12 Las opiniones pblicas rabes no recibieron la informacin occidental como una forma de libertad, sino que vieron en ella una manifestacin del imperialismo occidental. 131 La verdadera dificultad que hay que comprender es la siguiente: cuanto ms fcil es difundir informacin y debatir grandes problemas, mundializar los objetivos y las formas de la comunicacin, tanto ms importante es al mismo tiempo admitir las coacciones y los lmites de la comunicacin poltica. Para que sta tenga un sentido, es decir, para que asegure esa funcin de identificacin para los ciudadanos, debe estar organizada en la escala en que existe la unidad de una cultura poltica, ya se trate del Estado nacin, ya se trate de la regin o bien del condado o la provincia. Si la escala vara de un pas a otro, la importancia de su principio ciertamente no vara. Cules son las ideas esenciales evocadas aqu en lo relativo a las contradicciones de la comunicacin poltica? En primer lugar, que la comunicacin poltica presenta un equilibrio frgil entre componentes contradictorios. Cada uno de ellos aspira a dominar la orientacin de los intercambios simblicos en los que lo que est en juego es siempre el dominio de la interpretacin del espacio poltico del momento: los periodistas, los polticos y la opinin pblica compiten por orientar el sentido de los debates polticos. Este equilibrio entre los tres discursos contradictorios, que son el fundamento de la comunicacin poltica, es inestable y nada garantiza a priori el equilibrio perfecto. La segunda idea se refiere a la importancia del tiempo en la comunicacin poltica, es decir, lo inverso de la lgica del suceso que domina en los medios y en los sondeos. El objetivo de la comunicacin poltica es, en efecto, el dominio de la interpretacin poltica de los sucesos en una perspectiva de poder, es decir, de accin. Pero la poltica exige tiempo, ese tiempo que cada vez est en mayor contradiccin con la lgica de la instantaneidad vinculada con el triunfo de la informacin y de las mediciones de opinin. Lo que est en juego entonces no es slo el dominio del discurso poltico, sino tambin una representacin del tiempo. Por el momento, y al cabo de medio siglo de dominacin de este modelo de comunicacin poltica, la lgica poltica no ha logrado distinguir claramente la importancia vital de estas dos escalas de tiempo. 132 Por ahora, es ms bien la poltica la que corre tras el tiempo de los medios y de los sondeos, cuando en realidad, desde el punto de vista de un anlisis estructural, la opinin pblica y los medios no se comprenden sino en un largo perodo de tiempo. Sin duda encontramos aqu una de las dificultades mayores de la poltica moderna: la confusin entre lo que logran los instrumentos de medicin o de informacin y la naturaleza de los fenmenos a los cuales aqullos se aplican. En otras palabras, es el problema de la relacin con el tiempo, acontecimiento y estructura, lo que presenta probablemente la mayor fragilidad de nuestro modelo poltico. En sntesis, las democracias podrn soar con que la poltica se ajuste a un ritmo determinado de comunicacin, aun cuando por su naturaleza misma la poltica se opone a esa determinacin. El riesgo es evidentemente el de que todas las tcnicas de la comunicacin impongan finalmente su lgica a esta otra lgica de las relaciones humanas que es la poltica. La tercera y ltima idea se refiere al conflicto entre experiencia y representacin. El drama de la poltica moderna consiste en el alejamiento del ciudadano de los lugares de poder y la disminucin de su capacidad de accin. Ya vimos que el lugar cada vez mayor ocupado por la comunicacin permite saberlo todo en seguida, sin poder compensar sin embargo esa diferencia entre nuestra condicin de gigantes de la informacin y enanos de la accin. El peligro, para reducir esta contradiccin estructural, est en acentuar el papel de la comunicacin poltica entendida como una especie de representacin fiel de los empeos de la poltica. Pero lo que la representacin gana en fidelidad lo pierde en capacidad de accin y el riesgo es el siguiente: una comunicacin representativa como sustituto de una capacidad de accin insuficiente. En una palabra, hoy el problema de la comunicacin poltica como escena simblica del enfrentamiento de discursos contradictorios, no es el dominio de uno u otro de estos tres componentes. Es antes bien la capacidad para preservar la dimensin antropolgica de la comunicacin poltica y defenderla de todas las realizaciones tcnicas que aparentemente deben hacerla ms viva. 133 Lo que est en juego en la comunicacin poltica contina siendo ciertamente la interpretacin de una situacin poltica, y no la velocidad de circulacin de las informaciones o de las mediciones de las reacciones de la opinin pblica o de la capacidad de innovacin discursiva de los polticos. Se trata ciertamente de la relacin con la realidad, con sus contradicciones, con sus lentitudes, y se es el desafo de la comunicacin poltica. En otros trminos, la fuerza y la fragilidad de la comunicacin poltica son la gestin contradictoria de las dos escalas de tiempo constitutivas de la poltica: la del acontecimiento y la de la estructura. En medio siglo todo ha marchado hacia un desarrollo creciente de la primera. El riesgo sera restar legitimidad a la segunda que nos remite a la antropologa cultural sin la cual no hay poltica y a fortiori democracia. En una palabra, cuanto ms domina el acontecimiento, tanto ms debe conservar su lugar el largo plazo. Pues es en la interseccin de ambos donde se estructura la comunicacin poltica: el tiempo breve de las comunicaciones y de los sucesos y el tiempo largo de la poltica y de la historia. 134