Las 10 Leyes de La Simplicidad

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1 LAS LEYES DE LA SIMPLICIDAD, DE JOHN MAEDA. John Maeda recoge las leyes de la simplicidad en 10 puntos. Las diez leyes, reducidas hasta el extremo, que encontramos según él son las siguientes: 1. Reducir: La manera más sencilla de alcanzar la simplicidad es mediante la reducción razonada. Si tienes dudas sobre la inclusión de alguna idea, elimínala. Deja solo lo imprescindible. 2. Organizar: La organización permite que un sistema complejo parezca más sencillo. Agrupar elementos comunes ayuda a que se entienda todo mejor, sin embargo una excesiva creación de subgrupos de ideas lo vuelve a complicar. En el caso límite, un subgrupo para cada cosa, estaríamos como al principio. Así que hay que organizar con moderación. 3. Tiempo: el ahorro de tiempo simplifica las cosas. 4. Aprendizaje: el conocimiento lo simplifica todo. Y eso es algo que escapa a nuestro control, pues depende de la persona que recibe la información/objeto. ¿Un tornillo es fácil de usar o sólo es fácil de usar una vez que sabemos en qué sentido se aprieta y en qué sentido se afloja? 5. Complejidad: simplicidad y complejidad se necesitan. Mantener fresca la noción de complejidad ayuda a valorar las cosas cuando son simples. 6. Contexto: lo que está en el límite de la simplicidad también es importante. Si se trata de una presentación, tan importante como la claridad con la que ésta esté diseñada puede resultar lo «habitable» de la sala de reuniones, la luz, que los asientos sean cómodos, que los asistentes tengan dónde tomar notas... 7. Emoción: es preferible que haya más emociones a que haya menos. Evita el exceso de frialdad, por muy matemático y científico que pueda ser, por muy simple y claro. Quizá a veces es mejor que la cosa se complique un pelín a cambio de algo de contacto. 8. Simplicidad: Confiamos en la simplicidad. Esta es fácil, lo que nos resulta simple también nos resulta menos agresivo, menos peligroso. La persona que recibe algo que resulta simple de entender/usar, tendrá predisposición a aceptarlo. Al menos no saldrá huyendo de «esta cosa tan difícil que me estás explicando». Sobre esta hicimos un post el otro día: confiamos en la simplicidad.

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LAS LEYES DE LA SIMPLICIDAD, DE JOHN MAEDA.

John Maeda recoge las leyes de la simplicidad en 10 puntos. Las diez leyes, reducidas hasta el extremo, que encontramos según él son las siguientes:

1. Reducir: La manera más sencilla de alcanzar la simplicidad es mediante la reducción razonada. Si tienes dudas sobre la inclusión de alguna idea, elimínala. Deja solo lo imprescindible.

2. Organizar: La organización permite que un sistema complejo parezca más sencillo. Agrupar elementos comunes ayuda a que se entienda todo mejor, sin embargo una excesiva creación de subgrupos de ideas lo vuelve a complicar. En el caso límite, un subgrupo para cada cosa, estaríamos como al principio. Así que hay que organizar con moderación.

3. Tiempo: el ahorro de tiempo simplifica las cosas.

4. Aprendizaje: el conocimiento lo simplifica todo. Y eso es algo que escapa a nuestro control, pues depende de la persona que recibe la información/objeto. ¿Un tornillo es fácil de usar o sólo es fácil de usar una vez que sabemos en qué sentido se aprieta y en qué sentido se afloja?

5. Complejidad: simplicidad y complejidad se necesitan. Mantener fresca la noción de complejidad ayuda a valorar las cosas cuando son simples.

6. Contexto: lo que está en el límite de la simplicidad también es importante. Si se trata de una presentación, tan importante como la claridad con la que ésta esté diseñada puede resultar lo «habitable» de la sala de reuniones, la luz, que los asientos sean cómodos, que los asistentes tengan dónde tomar notas...

7. Emoción: es preferible que haya más emociones a que haya menos. Evita el exceso de frialdad, por muy matemático y científico que pueda ser, por muy simple y claro. Quizá a veces es mejor que la cosa se complique un pelín a cambio de algo de contacto.

8. Simplicidad: Confiamos en la simplicidad. Esta es fácil, lo que nos resulta simple también nos resulta menos agresivo, menos peligroso. La persona que recibe algo que resulta simple de entender/usar, tendrá predisposición a aceptarlo. Al menos no saldrá huyendo de «esta cosa tan difícil que me estás explicando». Sobre esta hicimos un post el otro día: confiamos en la simplicidad.

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9. Fracaso: en algunos casos, nunca es posible alcanzar la simplicidad. Bueno, «condiciones extremas demandan respuestas extremas». En ocasiones tenemos que explicar ideas tan complejas, o diseñar un pequeño programa con tantas opciones, que es imposible hacer de él algo simple y amigable. No se puede ganar siempre...

10. La única: La simplicidad consiste en sustraer lo que es lógico y añadir lo específico. Resumen de todo lo anterior. Desde el reducir lo superfluo hasta añadir el toque humano.

LEY 1: REDUCIR El modo más sencillo de alcanzar la simplicidad es a través de una reducción acuciosa.

El modo más sencillo de simplificar un sistema es la de eliminar funcionalidades. Los reproductores para DVD, por ejemplo, tienen demasiados botones de opciones si lo único que deseas es ver una película. Una solución podría ser eliminar los botones para Retornar, Adelantar, Extraer, y así, sucesivamente, hasta que sólo quede un solo botón: el de Reproducir. Pero, ¿si lo que deseas es reproducir es solamente una escena favorita? ¿O pausar la cinta mientras que tú vas a ocuparte de ese para- todos –importante asunto en el baño? La cuestión fundamental es, ¿dónde está el balance entre simplicidad y complejidad? ¿Qué tan simple puedes hacer eso? <—> ¿Qué tan complejo debe ser eso mismo? Por un lado, deseas que un producto o servicio sea de fácil utilización; por otro, quieres que eso pueda hacer lo que toda persona desearía que hiciese. El proceso de alcanzar un estado ideal de simplicidad puede ser verdaderamente complejo, de tal modo que permíteme simplificarlo para ti. El modo más fácil de lograr simplicidad es a través de una reducción acuciosa. Cuando dudes acerca de algo, sólo quítalo. Pero ten cuidado con lo que retires.

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LEY 2: ORGANIZAR La organización logra hacer ver a un sistema más reducido de lo que es.

El hogar es usualmente el primer campo de batalla que me viene a la mente cuando enfrento el reto diario de manejar complejidad. Las cosas inservibles simplemente parecen multiplicarse. Hay tres estrategias consistentes para lograr simplicidad en el ámbito del vivir: 1) Comprar una casa más grande, 2) Poner todo lo que realmente no necesites en almacenaje, o bien, 3) Organizar tus bienes personales en un orden sistemático. Estas típicas soluciones tienen resultados diversos. Primero, una casa grande reduce enormemente el desorden por razón de su espaciosidad. Pero, en última instancia, un espacio más grande posibilita mayor desorden. La ruta del almacenaje incrementa el montón del espacio vacío, pero también, a final de cuentas, puede ser inmediatamente colmado por más objetos inservibles, que a la larga, también ameriten ser almacenados. La opción final de implementar un sistema tiene la forma de seguir el modelo de los organizadores de ropa de los closets, que pueden brindar auxilio, al estructurar el caos, mientras que los principios de la organización puedan ser obedecidos. Yo encuentro que acudir a las tres estrategias para reducir el desorden- solicitar apoyo al mercado inmobiliario, a los servicios de almacenaje, tales como “Door to Door”, y un amueblamiento racional como los de la Container Store (tienda especializada en productos de almacenamiento), están en boga. De acuerdo a la magnitud del desorden, bien sea que se decida por dispersársele o por ocultarlo, ciertamente es un abordamiento poco matizado al problema, según la primera ley, la de Reducir. Existen solamente dos preguntas para llevar a cabo en los procedimientos para reducir complejidades: “¿Qué esconder?” y “¿Dónde ponerlo?” Sin mucho pensar y con suficientes manos de obra, una habitación caótica puede llegar a verse libre de desorden en poco tiempo, y permanecer así, por lo menos unos pocos días, o una semana. Sin embargo, para un largo plazo se precisa un esquema de organización para alcanzar el éxito definitivo en aras de domar a la complejidad. En otras palabras, la pregunta más relevante “¿Qué va con qué cosa?” necesita ser añadida a la lista. De acuerdo a esto, en un closet puede haber grupos de elementos como corbatas, camisas, pantalones, sacos, calcetines y zapatos. Un guardarropa de cien piezas puede ser organizado en seis categorías, y ser manejado con un adecuado nivel y una gran eficiencia. La organización consigue hacer ver a un sistema como si fuese menor a lo que es. Por supuesto, esto será posible sólo si el número de grupos de ordenamiento, fuese menor que la cantidad de elementos para organizar.

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LEY 3: TIEMPO Economizar tiempo hace sentir simplicidad.

Las personas en promedio gastan al menos una hora al día en una fila de espera. Agreguen a esto los incontables segundos, minutos, semanas, desperdiciados esperando en algo por lo cual no amerita formarse para nada. Algo de esas esperas es engañoso. Nosotros esperamos que el agua salga del grifo cuando giramos llave. Esperamos a que se caliente al agua en la estufa y nos sentimos impacientes. Esperamos a que cambien las estaciones del año. Puede ser frecuentemente tenso o molesto: aguardar que se cargue una página web, aguantar un tráfico pesado, o esperar la entrega de los resultados de un examen médico. A nadie le gusta el sufrimiento y la frustración de las esperas. Todos nosotros, consumidores y compañías, frecuentemente tratamos de hallar modos de aligerar los procesos que consumen tiempo. Vamos por nuestra propia cuenta para encontrar la opción más fácil o cualquier otra estrategia para reducir nuestra frustración. Cuando alguna interacción con productos o servicios nos proporciona satisfacción prontamente, nosotros atribuimos su eficiencia, a la simplicidad percibida de su acontecer. El poder lograr una eficiencia notable en tiempos reducidos, está ejemplificado en los turnos nocturnos de entrega de FedEx, y también el proceso de envíos de hamburguesas de McDonalds. Cuando estamos obligados a esperar, la vida parece ser innecesariamente compleja. Economizar en tiempos hace sentir simplicidad. Y nosotros somos felizmente leales cuando eso ocurre, lo que es raro ya.

LEY 4: APRENDER Conocer hace todo más simple

Manipular un tornillo es engañosamente simple. Sólo hay que insertar en la cabeza del tornillo la punta apropiada- ranurada o Phillips- de un destornillador. Lo que sigue no es tan simple, si acaso se ha observado a un niño, o a un lamentablemente obcecado adulto, dar vuelta al tornillo en la dirección equivocada. Mi hijo recuerda esta regla a través de un procedimiento mnemotécnico ideado por mi esposa, “Derechito, correcto, Zurdito, extraviado”.

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Personalmente yo utilizo la analogía de un reloj, y sincronizo el movimiento acorde a las manecillas, a la correcta penetración de la curva del tornillo. Ambos métodos están sujetos a la segunda ley del conocimiento: conocer derecha en contraposición a izquierda, o conocer hacia cual de las manos giran las manecillas del reloj. Así entonces, operar un tornillo no es tan simple como aparenta. ¡Y esto sucede con un objeto tan aparentemente sencillo! Así que, si bien el tornillo es un diseño simple, tú necesitas saber hacia dónde girarlo. Conocer hace todo más simple. Esto es cierto para cualquier objeto, no importa que tan difícil sea su uso. El problema con tomar tiempo para aprender una tarea es que frecuentemente tú piensas que estás perdiendo el tiempo, una violación a la tercera ley, la de Tiempo. Nosotros estamos bien advertidos acerca de la clásica “equivocación de la primera vez” – decir “No necesito estas instrucciones, sólo déjame hacerlo y ya”. Pero de hecho este método frecuentemente motiva más desperdicio de tiempo que seguir las instrucciones de un manual.

LEY 5: DIFERENCIAS La simplicidad y la complejidad se precisan una a la otra.

Nadie desea comer solo el postre. Incluso un chico que tiene permitido comer helado tres veces al día, tendrá alguna vez que llenar su “dulce” dentadura. De la misma manera, nadie desea tener sólo simplicidad. Sin el contrapunto de la complejidad, nosotros podríamos no reconocer la simplicidad cuando nos la encontremos de frente. Nuestros ojos y nuestros sentidos crecen, y a veces retroceden, siempre que experimentamos diferencias. El conocer contrastes ayuda a identificar cualidades que nosotros deseamos- las cuales están frecuentemente sujetas a cambios. Yo personalmente no gusto del color rosa, pero lo prefiero ciertamente como un ámbito de brillantez extrema, a comparación de un monótono mar de verde oliva. El rosa aparece audaz y vibrante comparado con su oscuro y mudo alrededor. Nosotros sabemos cómo apreciar algo mejor cuando podemos compararlo con otra cosa. La simplicidad y la complejidad se precisan una a la otra. En los mercados más complejos, lo más simple es lo que prevalece. Y por el hecho de que la tecnología sólo continuará creciendo en la complejidad, es un claro beneficio económico adoptar una estrategia de simplificación que pueda ayudar a situar tu producto aparte.

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Una que explique como el establecer un sentimiento de simplicidad en el diseño, requiere de hacer la complejidad conscientemente accesible en alguna forma explícita. Esta relación puede ser manifiesta son referencia al mismo objeto o experiencia. O, en contraste, con otros ofertados en la misma categoría- como por ejemplo la simplicidad del iPod en comparación con más complejos competidores en el mercado de los reproductores de MP3.

LEY 6: CONTEXTO Lo que permanece en la periferia de la simplicidad es definitivamente no periférico.

LEY 7: EMOCIÓN Muchas emociones son mejores que pocas.

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LEY 8: CONFIANZA En la simplicidad nosotros confiamos.

LEY 9: ERROR Algunas cosas nunca pueden ser hechas más simples.

LEY 10: LA MÁS IMPORTANTE, LA ÚNICA La simplicidad tiene que ver con sustraer lo obvio, y adicionar lo significativo.

TRES CLAVES

1. LEJOS Más aparenta ser menos simplemente alejándose, alejándose mucho.

2. ABRIR La apertura simplifica la complejidad.

3. ENERGÍA Utiliza menos, gana más.