Laboratorio de Discursividad y Formaciones Discursivas

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Instituto de Psicología Social Programa de Estudios de las Formaciones Subjetivas Proyecto para un Laboratorio de Discursividad y Formaciones Discursivas Equipo Académico : Carmen Dangiolillo, Lissette Grebert Dearmas, Natalia Laino Topham, Hermes Millán Redín, Cecilia Montes Maldonado, Javier Romano Silva, Liliana Zufiaurre Segundo. Coordinador Responsable : Gabriel Eira Charquero 1

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Instituto de Psicología SocialPrograma de Estudios de las Formaciones Subjetivas

Proyecto para un

Laboratorio de Discursividad y Formaciones Discursivas

Equipo Académico:

Carmen Dangiolillo, Lissette Grebert Dearmas, Natalia Laino Topham, Hermes Millán Redín, Cecilia Montes Maldonado, Javier Romano Silva, Liliana Zufiaurre Segundo.

Coordinador Responsable:

Gabriel Eira Charquero

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Indice

1-. Resumen del desarrollo del Proyecto 2

2-. Área-problema en la que se propone trabajar

2.1-. Territorialidad temática 42.2-. Justificación y antecedentes 72.3-. Perspectiva; la mirada y lo mirado 17

3-. Organigrama Operativo

3.1-. Características Generales 233.2-. Co-gestión integral 233.3-. Coordinación con otros Servicios Universitarios 243.4-. Investigación 243.5-. Extensión 253.6-. Enseñanza 25

4-. Referencias Bibliográficas 27

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1-. Resumen del desarrollo del Proyecto:

El “Laboratorio de Discursividad y Formaciones Discursivas” se propone como un proyecto orientado hacia la producción de una especificidad meta-disciplinaria caracterizada por la tematización de lo discursivo como orientador operativo.

Atender, entonces, a la “Discursividad” (“cualidad de”) y a las “Formaciones Discursivas” (“acción y efecto de formar o formarse”) implica priorizar una mirada que, conjugando la definición de la R.A.E. con los aportes de la “Teoría de la Discursividad Social” (Verón, E., 1987) y el arsenal epistemo-técnico de los “Estudios del Discurso”, permita dibujar comprensiones específicas sobre los socio-sistemas del animal humano.

En una delimitación amplia, las áreas de trabajo serían aquellas que se generarían en las interrelaciones entre “Estado”, “Sociedad”, “Cultura”, y “Economía”. Se trata, en otros términos, de una mirada dirigida hacia el universo constituido -y constituyente- de la semiosis. Desde una mirada que se propone trans-disciplinaria, se aspira a contribuir con el acceso al universo vital (la “realidad”), en el cual se inscribe el mundo de las relaciones humanas.

A estos efectos, se proyecta el desarrollo de un plan operativo que contempla dispositivos de coordinación y gestión colectiva, ejecución de proyectos de investigación y extensión universitaria, actividades de docencia directa (grado y posgrado), así como espacios de formación docente e intercambio académico.

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2-. Área-problema en la que se propone trabajar:

2.1-. Territorialidad temática:

discurso.(Del lat. discursus).1. m. Facultad racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios o conociéndolas por indicios y señales.2. m. Acto de la facultad discursiva.3. m. uso de razón.4. m. Reflexión, raciocinio sobre algunos antecedentes o principios.5. m. Serie de las palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o siente. Perder, recobrar el hilo del discurso.6. m. Razonamiento o exposición sobre algún tema que se lee o pronuncia en público.7. m. Doctrina, ideología, tesis o punto de vista.8. m. Escrito o tratado de no mucha extensión, en que se discurre sobre una materia para enseñar o persuadir.9. m. Transcurso de tiempo.10. m. Gram. oración (‖ palabra o conjunto de palabras con sentido completo).11. m. Ling. Cadena hablada o escrita.12. m. ant. Carrera, curso, camino que se hace por varias partes.(R.A.E., 2001)

Coincidiendo con que “lo que conocemos no es el mundo en sí, es el mundo con nuestros conocimientos” (Morín, E., 1998), pasamos a admitir que el estudio de las “Formaciones Discursivas” posibilita un acceso al mundo de lo real tal y como éste se configura en dichas “Formaciones”. Accedemos, así, a lo real en tanto construcción social. Pensada así, la “socio-semiótica” de Verón se constituye en una teoría de los discursos sociales cuya posibilidad

de todo análisis del sentido descansa sobre la hipótesis según la cual el sistema productivo deja huellas en los productos y que el primero puede ser (fragmentariamente) reconstruido a partir de una manipulación de los segundos. Dicho de otro modo: analizando productos, apuntamos a procesos (Verón, E., 1987).

De este modo, la analítica discursiva no sería más que la identificación de las huellas de las condiciones productivas en los discursos; las condiciones de enunciación.

Los juegos del discurso, no son otra cosa que el marco, el contexto, donde, en el seno de determinadas relaciones sociales, tiene lugar la producción social de sentido. Y una de las propiedades fundamentales del sentido, cuando se analiza en el marco de su matriz social, es el carácter no lineal de su circulación (Verón, E., 2004: 19).

Si se pretende analizar los efectos en el campo deben analizarse los productos (discursos) en sus condiciones productivas específicas. Este procedimiento implica la consideración de una dispersión de lectores en condiciones de reconocimientos

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heterogéneas y, por tanto, con efectos posibles de consecuente heterogeneidad. Por ello, el discurso no operaría según una causalidad lineal sino con un “principio de la indeterminación del sentido” (Verón, E., 2004). En el caso del sistema de producción de sentido, la semiosis social, no sería posible conocer el todo, sin embargo en los discursos (partes) hay huellas del sistema productivo en las que las mismas se inscriben. En paráfrasis a Edgar Morin (1998), es posible señalar no sólo el producto está en el sistema productivo, sino que también el sistema productivo está en las partes.

Las huellas permiten reconstruir, aunque sea parcialmente, el sistema productivo de la inscripción; algo que por sí mismo resulta invisible. El investigador accede a marcas indeterminadas para las cuales necesita de abordajes que habitualmente trascienden las fronteras de su disciplina. La posibilidad de reconstrucción de dichas huellas requieren de conocimientos y miradas que aportan distintos campos de saber. Por ello...

La semiótica, en tanto teoría de la producción de sentido, puede (y debe) articularse con las conceptualizaciones de la historia, la antropología, sociología, las ciencias políticas y la economía (Verón, E., 2001).

Por estas razones. los “Estudios del Discurso” suelen ser considerados con carácter de transdisciplina de las ciencias humanas y sociales; transdisciplina orientada hacia el estudio sistemático del discurso como una forma de uso de la(s) lengua(s), como evento de comunicación, como interacción, como estrategia de semiotización, y como acto de construcción performativa; en sus contextos cognitivos, sociales, políticos, históricos, y culturales. Entre 1960 y 1970 se consolida en varias disciplinas, y en varios países, al mismo tiempo: antropología, lingüística, filosofía, sociología, psicología, historia, derecho y ciencias de la comunicación. Esta consolidación surge en forma paralela con la emergencia de otras transdisciplinas, como semiótica, pragmática, sociolingüística, psicolingüística, socioepistemología y etnografía de la comunicación. Desde 1990, los “Estudios del Discurso” adquieren particular relevancia como aproximación cualitativa en las ciencias humanas y sociales.

Entendido el discurso como práctica social, éste ocupa una posición privilegiada para estudiar la conexión entre las prácticas discursivas y el entramado donde éstas se inscriben. Desde allí, es posible sacar a la luz la diagramática del lenguaje como una práctica constituyente y regulativa (Íñiguez, L., y Antaki, C., 1994). Esta mirada conjuga distintos elementos que derivan de la corriente filosófica inglesa del lenguaje; la perspectiva foucaultiana de las relaciones de poder, y los conceptos desarrollados por la corriente inglesa de “Análisis del Discurso”. Conjugar estos elementos en el análisis nos permite una aproximación a la realidad social que tenga en cuenta las relaciones de poder que en ella se desarrollan y que constituyen un elemento central de las relaciones sociales (Íñiguez, L., 2011).

Las reglas que definen cada época operan como un constituyente necesario de la estructura semántica de los entramados de enunciados. De este modo, operan como condiciones de producción y no como categoría ontológicamente independiente de las Prácticas Discursivas. Es decir; las Prácticas Discursivas a la vez construyen y presuponen una escena desde donde establecen sentido y se legitiman, que no puede ser concebida

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como causa o fuerza exterior mecánica que actúa sobre una estructura inmanente de enunciados. Estas reglas o escenarios no pueden ser reducidos a las variables socio-psicológicas de la situación de comunicación, y no son concebidas como algo que las constituye, así como también, como algo que estas Prácticas Discursivas reflejen. Estos entramados de enunciados, se definen también como prácticas de carácter dialógico, debido a que lo interhumano es constitutivo de lo humano, y por tanto todo enunciado (todo lo que ha sido dicho o expresado) se sitúa fuera del(os) autor(es) y no le pertenece exclusivamente, estando así la palabra (y de manera general el signo), necesariamente localizada en el “entre”; la “interfase”, en vínculo en tanto acción. Los términos con los que damos cuenta y conseguimos la comprensión del mundo no están dictados por los “objetos”; ellos son productos del intercambio que se da entre personas, están situados histórica y culturalmente y son el resultado de la coordinación humana de la acción. La racionalidad de la acción y el comportamiento no surgen desde procesos ubicados en el interior de los sujetos, sino que desde un tipo de vida cultural, y formas de acción, producto de la participación en un sistema que está previamente constituido, en las formas del lenguaje (Gergen, K., 1996). El sujeto es concebido como producto de sus relaciones y realización particular de las estructuras y configuraciones sociales en que habita, no en un sentido determinista, que asigna mecánicamente su constitución a las circunstancias externas. Más bien se concibe al sujeto como una posición (posición-sujeto) o función (función-sujeto) de relaciones de fuerza, en donde éste no se haya completamente disuelto en lo social, sino mediante el pliegue de estas fuerzas sociales sobre sí mismas se posibilita la capacidad de afectarlas y afectarse a sí mismo (Íñiguez, L., 2011).

La racionalidad de la acción y el comportamiento no surgen desde procesos ubicados en el interior de los sujetos, sino que desde un tipo de vida cultural, y formas de acción, producto de la participación en un sistema que está previamente constituido, en las formas del lenguaje (Gergen, K., 1996). El sujeto es concebido como producto de sus relaciones y realización particular de las estructuras y configuraciones sociales en que habita, no en un sentido determinista, que asigna mecánicamente su constitución a las circunstancias externas. El sujeto sería producto de la capacidad reflexiva de lo humano (Ibañez, T., 1994) según la cual un sistema de significación se vuelve sobre sí mismo (Lax, W., 1996) con efectos de modificación tanto de la actividad del sistema objeto como de la actividad objetivadora (Navarro, P, 1990).

Las aplicaciones de los productos de los “Estudios del Discurso” se encuentran en todas las áreas de la sociedad; medios de comunicación (estudio de los efectos), educación (como los textos escolares, la interacción en el aula, aprendizaje de las lenguas), la publicidad y la propaganda, la política, y la salud.

El progresivo proceso de institucionalización del “Análisis del Discurso”1 -desde la década de 1960- en tanto “transdisciplina de las ciencias humanas”, deviene en una creciente consolidación del abordaje del discurso como una forma particular del uso de la

1 El primer lingüista que parece haber comenzado a utilizar la categoría "analisis del discurso" -la cual denotaría luego una rama de la lingüística aplicada- sería Zellig Harris (1991). Su propuesta consistía en utilizar un criterio de la distribución complementaria al igual que realizada el campo de la fonología, retomando procedimientos de la lingüística descriptiva y enfocándose también en las conexiones entre la situación social y el uso lingüístico.

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lengua, entendida como evento de comunicación, interacción y -en especial- como ejercicio de particular “cualidad performativa”2. Ello implica, necesariamente, en concebirlo como inscripto en una compleja trama de configurada por contextos (o, lo que podría ser más acertado; co-textos) cognitivos, sociales, políticos, históricos y culturales. Van Dijk (l992) sugiere que en todos los niveles del discurso podemos encontrar "huellas del contexto". Estas huellas o indicios permiten entrever características constituyentes de l@s actores en tanto tales; sexo, clase, etnicidad, edad, procedencia, posición..., así como otras modalidades de pertenencia. De allí que el propio Van Dijk se configurara como referente ineludible de una perspectiva específica; el “Análisis del Crítico del Discurso” (ADC), enfocado particularmente sobre la manera que el discurso opera en el establecimiento de los ejercicios de dominación; se interesa sobre todo por el análisis del racismo, del sexismo, el clasismo, y la pobreza, y se relaciona con movimientos sociales, como el feminismo, el pacifismo, el ecologismo, la antiglobalización, despsiquiatrización de la diferencia, etc.

En este sentido, la propuesta promueve aportar al “Programa de Estudios de las Formaciones Subjetivas” desde profundización de estas estrategias de abordaje en el marco de un régimen de “Laboratorio Operativo”, colaborando con el accionar de cada uno de sus Proyectos y contribuyendo también con la constitución de redes académicas con otros servicios universitarios (locales, regionales e internacionales).

2.2-. Justificación y antecedentes

Entre las reflexiones que configuran los antecedentes que conducirían a la consolidación de la necesidad para la comunidad académica de configurar un espacio específico para esta transdisciplina (o metadisciplina), se emerge la obra póstuma (1953) del filósofo y lingüista austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951); la cual ha pasado a ser conocida como “el segundo Wittgenstein”. La característica más importante, de esta segunda época, radica en el convencimiento de que búsqueda más pertinente debe adquirir una modalidad pragmática: No se trataría, entonces, de buscar o identificar las estructuras lógicas del lenguaje, sino de estudiar el comportamiento de sus usuarios; cómo se aprende a hablar y para qué. En las “Investigaciones Filosóficas” (1999), sostiene que el significado de las palabras y el sentido de las proposiciones está en su uso (“Gebrauch”) (Wittgenstein, L.; 1999) en el lenguaje; preguntar por el significado de una palabra, o por el sentido de una proposición, equivale a preguntar cómo se usa. Por otra parte, puesto que dichos usos son muchos y multiformes, el criterio para determinar el uso correcto de una palabra -o de una proposición- estará determinado por el contexto al cual pertenezca, que siempre será un reflejo de la forma de vida de los hablantes. Este contexto, para el filósofo austríaco, recibe el nombre de “juego de lenguaje” (“Sprachspiel”) (Wittgenstein, L.; 1999). Los “juegos de lenguaje” no comparten una esencia común sino que mantienen un

2 El adjetivo “performativa” refiere directamente a Austin (1971); enunciado que “por el mismo hecho de ser nombrado se convierte en acción”. La acción performativa del lenguaje deviene en realizativa; “el acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella, acción que a su vez no sería normalmente descrita como consistente en decir algo“. Aguilar (2010) propone definir -provisoriamente- a la performatividad como “la capacidad del lenguaje en funcionamiento para instaurar realidades en el mundo. En este sentido, creemos que el fenómeno performativo constituye una dimensión constitutiva y constante del fenómeno (…), y no un rasgo aleatorio o secundario del funcionamiento de la lengua”

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“parecido de familia” (“Familienähnlichkeiten”) (Wittgenstein, L.; 1999).

Su tesis fundamental radica en la imposibilidad de un lenguaje privado. Un lenguaje es un conglomerado de juegos, regidos cada uno por sus propias reglas. Se trata, entonces, de comprender que estas reglas no pueden ser privadas; no se puede seguir privadamente una regla. El único criterio para saber si se sigue correctamente la regla está en el uso habitual de una comunidad. Lo mismo ocurre con los juegos de lenguaje: pertenecen a una colectividad. Tal conclusión colabora con la posterior subversión de la dicotomía entre el adentro y el afuera, transformando la tensión entre lo singular y lo colectivo en una ficción meramente operativa; ¿qué sucede con esos términos que refieren a nuestras experiencias privadas, los llamados términos mentales, como "dolor"? El significado de la palabra "dolor" es conocido por todos, sin embargo, nadie puede saber si otro llama "dolor" a lo mismo que él, ya que no puede experimentar su dolor, sino solamente el suyo. Por este camino, Wittgenstein llega a comprender que el uso de la palabra "dolor" viene asociado a otra serie de actitudes y comportamientos (quejas, gestos o caras de dolor, etc.) y que sólo en base a ello es posible asociar la palabra "dolor" a eso que se siente privadamente. Desde este mismo lugar, los llamados "problemas filosóficos" devienen en “perplejidades”. Al hacer filosofía, se despliega un enredo dispuesto en un juego de lenguaje cuyas reglas no están determinadas, ya que es la propia filosofía la que pretende establecer esas reglas; una suerte de círculo vicioso. De ahí que la misión de la filosofía sea, para Ludwig Wittgenstein, "luchar contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio del lenguaje" (1999).

Otro de estas antecedentes inaugurales se encuentra en la obra de su contemporáneo Martín Heidegger (1889-1976) quien, pese a su comprometedora participación como Rector de la Universidad de Friburgo durante el régimen nacionalsocialista alemán (1933) (Nationalsozialistische Deutsche), es tomado por la mayoría de los filósofos, estudiosos e investigadores actuales, pese a que resulta difícil evadir su pasado nazi, en su sentido estrictamente filosófico; también controvertido, aunque de otra manera. El pensamiento heideggeriano ha suscitado adhesiones entusiastas: así, una serie de representantes de la filosofía francesa; Sartre, Merleau Ponty, Lévinas, Foucault, Derrida, Ricoeur, Fédier, entre otros, admiraron la capacidad de precisión de su lenguaje, así como su aportación al discurso poshumanista. En efecto, Heidegger introdujo la obra de Friedrich Nietzsche en la filosofía académica, y fue uno de los primeros pensadores en apuntar hacia la «destrucción de la metafísica» (movimiento que sigue siendo repetido), en «quebrar las estructuras del pensamiento erigidas por la Metafísica (que domina al hombre occidental)», que planteó que «el problema de la filosofía no es la verdad sino el lenguaje» (GA, 2001), con lo que hizo un aporte decisivo al denominado giro lingüístico, problema que ha revolucionado la academia contemporánea.

El punto central de su crítica se dirige contra la metafísica de la presencia (tarea que será posteriormente retomada por Jacques Derrida), la cual sostiene que el pensamiento (del cual el lenguaje configuraría su expresión) es el reflejo de la realidad, aquello que la representa:

Ciertamente que -de acuerdo con Heidegger y en términos de la Briefe über den Humanismus - la verdadera esencia del hombre no descansa en esta idea del

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sujeto como centro y su capacidad de hacer presente la totalidad de los entes en una imagen que se le contrapone. Es necesario entonces volver hacia la historia de la metafísica, retornar hacia ese lenguaje heredado que está, de parte a parte, atravesado por el dominio de los conceptos de la ontología griega, para “disolver las capas encubridoras de una tradición endurecida”. Ese retorno constituye el“camino de regreso destructor de la historia de la ontología”, camino que tiene como tarea la destrucción, lo que no implica ni sepultar en el olvido ni relación negativa; por el contrario, se trata del objetivo positivo de reiterar una pregunta fundamental. (Fragasso, L.. 1996).

La Metafísica de la Presencia pretende como ley única la mirada del Hombre. Pero su mirada está siempre afectada por una irritación que perturba la pura facultad de ver y contra la cual se vuelve permanentemente para acceder a la pureza; sin poder reconocer que esa irritación no es otra cosa que la misma facultad de ver. (Heidegger, M; GA, 2001).

En esta sucesión de referencias fundacionales resulta obviamente inevitable referir al aporte del filósofo y criptólogo británico John Langshaw Austin (1911-1960), cuyo trabajo “Cómo hacer cosas con palabras”3, editado póstumamente (1962)4, constituye la culminación de su teoría de los actos de habla. Probablemente a partir de dicha obra, Austin -quien descartó cualquier tipo de influencia de filósofos posteriores a Wittgenstein- pasa a ser considerado como la figura más relevante en lo que se ha dado en llamar filosofía del lenguaje. Su trabajo en torno a la cualidad performativa del lenguaje constituiría, desde allí, un referente indispensable para el trabajo de Jacques Derrida, la teoría preformativa del sexo (Butler, J; 2001) y, en general –y junto con J. Derrida- para el post-feminismo académico (Joan Scott, Beatriz Preciado, Rosi Braidotti, y Donna Haraway, entre otr@s).

Austin llamó “enunciado performativo” a aquel enunciado que no se limita a describir un hecho sino que por el hecho de ser expresado realiza el hecho. Es posible identificar diversos tipos de “enunciados performativos”, como, por ejemplo, aquellos que derivan de determinados verbos, como "prometer". Cuando se expresa un enunciado del tipo "Yo prometo", éste no puede evaluarse en términos de verdad o falsedad. En efecto, no se trata de evaluar la sinceridad del locutor, puesto que eso excede los límites del análisis lingüístico. El hecho de prometer se realiza en el preciso instante en que el enunciado es emitido; no se describe un hecho, sino que se realiza. Ciertos “enunciados performativos”, no obstante necesitan de ciertos rituales que configuran “criterios de autenticidad”. Para que una expresión del tipo "Yo te bautizo" pueda ser performativa (es decir transforme a la persona que es bautizada en miembro de la comunidad religiosa en la que ese acto tiene sentido) es necesario que quién la pronuncie sea sacerdote católico y el destinatario una persona aún ajena a dicha comunidad. La misma frase expresada a la vez que se derrama un vaso de líquido encima de alguien carecería de dicho carácter performativo y entraría en otra categoría de enunciados. Y es que la expresión “performativa también puede requerir de un contexto, en el caso anteriormente citado un

3 Versión en español: Austin, John Langshaw (1971); Cómo hacer cosas con palabras, Buenos Aires, Paidos

4 trabajo, que recoge las conferencias que Austin pronunciara en el año 1955 en la Universidad de Harvard

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templo en el que haya una pila bautismal (o un río o pileta según las diversas religiones). En caso de que los “criterios de autenticidad” no se configuren, la “performatividad” no se hace posible.

Tomando estos aportes, Garay, Iñiguez y Martinez reconocen que

El trabajo del filósofo John Austin y, específicamente, su “Teoría de los Actos de Habla”, representa también otra de las fuentes de influencia. Para Austin (1962), el lenguaje no sólo tiene como función la descripción de la realidad, sino que realiza acciones. Dicho de otra manera, el lenguaje es una práctica social y, de hecho, en muchas ocasiones sólo es posible construir determinadas realidades haciendo uso de él en el sentido de que posee propiedades realizativas; o lo que es lo mismo, en la interacción, el lenguaje actúa, y tomar este hecho en consideración es necesario para comprender la interacción humana.” (Garay, A,, Iñiguez, L., y Martínez, L., 2005)

Estos antecedentes configuran lo que se ha dado en llamar el “Giro lingüístico” (Ibáñez, T,: 2003), “boom lingüístico” o “The linguistic turn” (Rorty, R.; 1998). que logra instaurar, en sus diferentes vertientes el estudio del lenguaje en el centro de la atención de diversas disciplinas. Bajo su forma de discurso, el lenguaje comienza a atraer –bien como campo de estudio, bien como instrumento, o bien como simple fuente de información- el interés de disciplinas tan diversas como la sociología, la antropología, la psicología social, la historia y/o la filosofía. De este modo, comienza a abandonarse una separación histórica entre la lingüística y las restantes ciencias sociales. El surgimiento de un nuevo objeto y campo interdisciplinario contribuyó a resolver las disputas internas en cada disciplina acerca del carácter axiomático de determinadas categorías y desarrolló una creciente conciencia sobre el lugar central del lenguaje/discurso como sistema modulador de lo social y cultural. Con distintas denominaciones y definiciones (diálogo, acción, interacción verbal, prácticas discursivas, texto, etc.), el discurso fue considerado como el lugar y el medio a través del cual los sujetos constituyen, reproducen y transforman el orden y las relaciones sociales.

La relevancia de estas influencias estriba en que a partir de ellas el lenguaje adquiere una posición central, asumiéndose que la mayor parte de las acciones humanas son lingüísticas (...) Asimismo, estas contribuciones permitieron oponer el lenguaje cotidiano (el habla corriente u ordinaria), al lenguaje científico especializado y formal abriendo espacio, de este modo, a la pregunta de si es necesario, o no, elaborar un lenguaje distintivo y específico que sea capaz de explicar cómo es el mundo realmente. (Garay, A,, Iñiguez, L., y Martínez, L., 2005).

El impacto de esta fractura en la linealidad de una “episteme”5 hasta entonces instituida como única modalidad legítima, radica en la emergencia de una necesidad de pensar de una manera diferente tanto al conocimiento como a las modalidades responsables de su producción. Del mismo modo que, recuperando una consideración

5 La episteme, (ie πιστήμη) tal como aquí es referida, nace en un conocimiento, en una forma de racionalidad, que tiene como objetivo construir un sistema de postulados y axiomas, que pretende viajar un campo ilimitado de relaciones, en torno de continuidades y discontinuidades.

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nietzscheana hasta el momento relegada al olvido, el propio concepto de “realidad” pasa a ser reformulado y para diagramar otros abordajes en la investigación y en los procesos de naturalización inherentes al lenguaje.

Desde la década de 1980 se instituye una línea específica del “Análisis del Discurso” que pasa a ser denominada “Análisis Crítico del Discurso” (ACD), que reconoce sus fuentes fundamentales en Marx, Gramsci y Althusser. Conjunto de investigador@s cuyos exponentes más significativos podrían ser el británico Norman Fairclough, la austríaca Ruth Wodak, el holandés Teun van Dijk, y el australiano Theo van Leeuwen. No obstante a que el ACD reconoce en Michel Foucault una de sus procedencias conceptuales, los trabajos de estos académicos se inclinan más hacia la concepción athusseriana del poder (modelo jurídico-discursivo) que a la estrictamente foucaultiana (modelo estratégico), lo cual otorga un perfil con un carácter de corte estructuralista a sus producciones. El “Análisis Crítico del Discurso” se fundamenta en el acceso desigual a los recursos lingüísticos y sociales, recursos que son controlados por las instituciones (“AIE”, para Althusser). Los patrones de acceso al discurso y a los eventos comunicativos son un elemento esencial para el “ACD”. En términos de método, el “ACD” se puede describir por norma general como hiper o supra-lingüístico, en el sentido de que los investigadores del “ACD” consideran el contexto discursivo de manera no restringida o el significado que existe más allá de las estructuras gramaticales. Esto incluye la consideración de los contextos político e incluso económico del uso de la lengua.

El análisis crítico del discurso es un tipo de investigación analítica sobre el discurso que estudia primariamente el modo en que el abuso del poder social, el dominio y la desigualdad son practicados, reproducidos, y ocasionalmente combatidos, por los textos y el habla en el contexto social y político. El análisis crítico del discurso, con tan peculiar investigación, toma explícitamente partido, y espera contribuir de manera efectiva a la resistencia contra la desigualdad social. Ciertos principios del análisis crítico del discurso pueden rastrearse ya en la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt desde antes de la segunda guerra mundial (Rasmussen, 1996). Su orientación característica hacia el lenguaje y el discurso se inició con la «lingüística crítica» nacida (principalmente en el Reino Unido y Australia) hacia finales de los años setenta (Fowler, Hodge, Kress y Trew, 1979; Mey,1985). (van Dijk, T.A., 1999)

En razón de ello, los temas fundamentales a los cuales el “ACD” ha atendido se relaciona con el estudio de todo tipo de desigualdades. En particular; racismo, xenofobia y desigualdades de género.

Mención especial merece la obra de Michel Foucault, referente ineludible para todas las perspectivas presentes en los “Estudios del Discurso”. Su obra posibilita la construcción de un abordaje al tema del discurso de una manera inédita, adquiriendo, por sí misma, un estatuto merecedor hacia un espacio específico. Esta preocupación por el discurso comienza a desplegarse completamente a partir de “La Arqueología del saber” (1970), obra dedicada a la producción de una metodología para el tratamiento del problema. Considerada, por ello, el corolario pragmático de su más brillante obra epistemológica; “Las palabras y las cosas” (1968). Allí definiría al discurso como el

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(…) conjunto de enunciados que provienen de un mismo sistema de formación; así se podría hablar de discurso clínico, discurso económico, discurso de la historia natural, discurso psiquiátrico

El discurso aparece allí

(…) constituido por un número limitado de enunciados para los cuales se puede definir un conjunto de condiciones de existencia”.

A medida que Foucault sustituye la noción de “episteme” por la de “dispositivo” y, finalmente, por la de “práctica”, el análisis del discurso comenzará a entrelazarse cada vez más con el análisis de lo no-discursivo (prácticas en general). Este cambio está sujeto, a su vez, a modificaciones, puesto que Foucault varía su concepción del poder. De este modo, desde un punto de vista metodológico, es necesario abordar la cuestión del discurso en relación con la arqueología, la genealogía y la ética, es decir, los ejes del trabajo de Foucault.

Si bien la concepción teórica de la obra foucaultiana aparece ampliamente reconocida como parte del cuerpo teórico de todas las ciencias sociales (en particular la sociología, la historia, las ciencias políticas y la Psicología Social), es en el espacio de los “Estudios del Discurso” donde se proyecta con mayor impacto. Efectivamente, su aporte trasciende las especificidades disciplinares para acceder a un protagonismo que lo torna ineludible. Tal vez una de las razones de este impacto académico resida en que Foucault conceptualiza al discurso y a la práctica discursiva como estructura (aunque con características disipativas) y práctica social, respectivamente.

Para este autor, la meta de la Arqueología del saber (1970) consiste en dedicarse a la mera descripción de eventos discursivos, que tratan su material en su original neutralidad, sirviendo como horizonte para la investigación de las unidades construidas dentro de las mismas. Y en ese contexto, FOUCAULT, en primer lugar, examina los conceptos de "tradición", "disciplina", "desarrollo" o "autor" en los que localiza la ilusión de la continuidad histórica. Donde las representaciones de continuidad son afirmadas, FOUCAULT introduce la categoría de discontinuidad gracias a los conceptos de "escisión", "umbral", "series", "ruptura" y "transformación". En segundo lugar, FOUCAULT problematiza la categoría de significado. Su deseo es examinar el discurso en lo que hace referencia al hecho de su aparición manifiesta y no insistir en el contenido que puede estar oculto en ello, su preocupación concierne completamente a las transformaciones que este discurso efectúa con su mencionada irrupción. Por último, FOUCAULT abandona la noción de sujeto soberano en tanto que concibe el discurso como auto-contenedor de orden, que es inaccesible a partir de la consideración de las intenciones de los individuos implicados en él que ignora tanto los objetos como los contextos del discurso. (Diaz-Bone, R; Bührmann, A.; Gutiérrez, E.; Schneider, W.; Kendall, G.; y Tirado. F.; 2007)

En el mismo sentido, desde Barcelona se señala que:

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(…) resulta ineludible mencionar el análisis de Michel Foucault sobre el papel de los discursos en la construcción de diferentes objetos (como la locura o la sexualidad) y prácticas, así como el análisis de las condiciones de posibilidad de discursos y prácticas (Foucault, 1966, 1969). Para Foucault, un discurso es algo más que el habla, algo más que un conjunto de enunciados. El discurso es una práctica, y como para cualquier otra práctica social, se pueden definir sus condiciones de producción. En ese sentido, todo discurso tiene un contexto de producción. Ese contexto es la formación discursiva. Foucault la concibe como un conjunto de relaciones que articulan un discurso, cuya propiedad definitoria es la de actuar como regulaciones del orden del discurso mediante la organización de estrategias, facultando para la puesta en circulación de determinados enunciados en detrimento de otros, para definir o caracterizar un determinado objeto. Los discursos son pues, desde el punto de vista de Michel Foucault, prácticas sociales por lo que a partir de Foucault (1969) se habla más de prácticas discursivas, entendidas como reglas, constituidas en un proceso histórico que van definiendo en una época concreta y en grupos o comunidades específicos y concretos, las condiciones que hacen posible una enunciación. Aunque Foucault no niegue que los discursos estén conformados por signos, rechaza que los discursos tan sólo se sirvan de los signos para mostrar o revelar cosas. Los discursos hacen algo más que utilizar signos, lo que los vuelve irreductibles a la lengua y la palabra (Foucault, 1969). En ese sentido, la tarea en el análisis consiste en tratar los discursos como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan (Foucault, 1966) y abandonar la consideración de los discursos como conjuntos de signos o elementos significantes que son la representación de una realidad. (Garay, A,, Iñiguez, L., y Martínez, L.; 2005).

El planteo foucaultiano ha sido retomado por la contemporánea academia post-femista (Butler, Braidotti, Iregaray, Preciado, Haraway), y en particular por Patricia Amigot Leache desde su brillante tesis doctoral (2005). En Latinoamérica, aparecen asociados al análisis de discurso foucaultiano los nombres de Román Brugnoli, Esther Díaz, Henrique Caetano Nardi, Diaz-Bone, y Haidar. En los Estados Unidos, donde se da por sentada la influencia foucaultiana para el análisis del discurso, la figura más prominente parece ser la de Todd May. En Francia; Robin, Guilhaumou, y Maingueneau,. En Alemania; Link, Jäger, Luhman, Keller y Angermüller. En el Reino Unido; Fairclough, Wodak, Chilton, Parker y Bulman ... (Diaz-Bone, R; Bührmann, A.; Gutiérrez, E.; Schneider, W.; Kendall, G.; y Tirado. F.; 2007).

Otro antecedente referencial resulta ser la propuesta deconstructiva de Jacques Derrida, pese a que (o, tal vez, precisamente por ello) suele ser considerado el pensador de finales del siglo XX que más polémica ha levantado y que más se ha hecho acreedor al concepto de Iconoclasta. En efecto;

Saber algo de la corriente deconstructiva es tan duro como leer a su padre creador Derrida. Aquel lector que aspire a establecer conceptos claros o ideas simples en la lectura de las obras derrideanas se dará cuenta desde las primeras líneas hasta los últimos capítulos de que es una empresa vana” (Huaman, M.A.; 2003).

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Dicha dificultad obedece a una multiplicidad de factores. En primer lugar, nos enfrentamos a un estilo críptico, denso, y particularmente barroco; en una suerte de juego irónico con el lector, abunda la recurrencia a un extenso desarrollo fraseológico circular, jugando -hasta el punto del abuso- con neologismos, malabarismos retóricos, y paradojas. Por otra parte, la lectura de Derrida exige un conocimiento relativamente riguroso de los pensadores con los cuales el autor polemiza, lo cual obliga a a reformular(se) la evidencia de la propia ignorancia (cosa que atenta contra cualquier narcisismo intelectual);

En realidad, quien lee dicha escritura, sin la información previa sobre los libros y autores a los que se menciona indirectamente, tiene la sensación de participar en una conversación entre personas que no conoce y sobre temas que desconoce, por lo que no resulta extraño el juicio negativo (Huaman, M.A.; 2003).

Sin embargo, aunque resulta difícil rebatir los señalamientos del párrafo anterior, es posible intuir que la principal resistencia que genera la “deconstrucción” no reside tanto en el estilo escritural de su creador como en su voluntad casi terrorista de destruir cualquier tipo de certidumbre, obligando al lector a reconocer la necesidad de iniciar desde la nada un camino que hacia la nada conduce; su radical negación de cualquier tipo de esencia obliga a enfrentar la evidencia de que el propio concepto de su negación también es resultante de una ficción discursiva por lo cual nada de lo que pueda ser dicho puede ser considerado como ontológicamente serio; el señalar toda certeza como falsa también falsea la falsedad; sólo se trata de un “juego de diferencias”. La deconstrucción no se limita a constituirse en una crítica del discurso, sino también una crítica de sí misma en tanto discurso. Por ello, el lector deberá hacerse cargo de su propia inserción en una cadena que –al mismo tiempo- diferencia y difiere los significados en una sucesión infinita... Precisamente en ello consiste el juego fonético/gráfico con el término “différance” (Derrida, J.; 1971); comprometer el absurdo de la búsqueda de un significado natural; subvertir la pretensión correspondentista entre el texto y el significado natural, así como entre el texto y el autor ausente: no hay naturaleza, sino procesos de naturalización y desnaturalización. Derrida no sólo se dedica –continuando la obra de Heidegger- a develar la “Metafisica de la Presencia”, o a mostrar cómo en un sistema de oposiciones la jerarquización entre sus términos se derrumba en una mutua pertenencia donde ambos tienen igual razón o igual falta de razones. Lo que busca es el espacio para una intervención que abra la posibilidad para pensar de una manera diferente. Este procedimiento altera radicalmente todo modo de pensar (incluso aquel del cual parte el mismo procedimiento). Nos señala que hay algo incompleto en la comprensión; del texto, de la realidad, e incluso del propio concepto (diferenciado/diferido) de realidad. Huaman (2003) propone –recurriendo a los juegos paradójicos de la ironía derrideana- como tarea definitoria de la “deconstrucción” la búsqueda de los koans6 en los discursos. Tal radicalidad es lo que le ha merecido ser considerado como “el nuevo Friedich Nietzsche” por Richard Rorty (1993), o el “nuevo Kant” por Emmanuel Lévinas (1993).

Por todo ello, la influencia de Derrida (difundida, fundamentalmente, a partir de

6 Un kōan (japonés) o gōng'àn (mandarin) es, en la tradición zen, una pregunta paradójica que excede sus posibilidades formales de respuesta. Muchas veces el 'kōan parece un problema absurdo, ilógico o banal. Para resolverlo el novicio debe desligarse del pensamiento racional y aumentar su nivel de conciencia para acceder a al sentido literal de las palabras; su carencia de sentido..

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las generaciones posteriores al mayo del ’68), es posible identificarla (sea por adhesión, refutación, reciclaje, reformulación, o simple expropiación) en la mayor parte de los trabajos contemporáneos destinados a interpelar al discurso como campo de problemas. Y esto, mas allá de las diferentes perspectivas teóricas o territorialidades académicas puestas en juego. Junto con su contemporáneo, Michel Foucualt, constituye una de las ineludibles procedencias conceptuales y metodológicas de los Estudios del Discurso de corte post-estructural.

Del mismo modo, una referencia ineludible la constituye la extensa obra de Gilles Deleuze y su cercano compañero Félix Guattari. En efecto, como señalaría Hernández Bentancur (2009);

Sin duda, la preocupación básica del pensamiento de Gilles Deleuze es la ontología. Siempre basado en una reflexión ontológica este filósofo abordará otros campos como la política y la estética. Sin embargo, poco se ha atendido al papel que el lenguaje desempeña con respecto al tema ontológico en esta obra. De hecho el lenguaje parece no ser una de las preocupaciones centrales de Deleuze, a pesar de que los casos en que lo considera con cierta exclusividad son muy significativos, pues terminan constituyendo lo que podría considerarse una teoría sobre el lenguaje que lo pone en una relación esencial con la ontología.

La obra de Deleuze bien podría estratificarse desde dos procesos mutuamente diagramantes. Al finalizar sus estudios en 1948, se consagró a realizar una serie de monografías sobre algunos filósofos (Bergson, Foucault, Hume, Kant, Leibniz, Nietzsche, Spinoza) y artistas (Bacon, Jarry, Kafka, Proust, Sacher-Masoch), los cuales, pese a su eminente valor didáctico, contienen las primeras instancias de consolidación del devenir de su pensamiento. Es posible identificar la configuración mas plena de dicho pensamiento en la publicación tanto de “Diferencia y repetición” como de “Lógica del sentido”, el primero de 1968 y el segundo de 1969. De otra parte, escribió tomos filosóficos eclécticos alrededor de un concepto (por ejemplo, diferencia, sentido, esquizofrenia, cine, filosofía). No obstante, independientemente del tema, Deleuze consistentemente desarrolló variaciones sobre ideas semejantes.

Hernández Bentancur (2009) considera que, quizás, la lista de textos que abordan específicamente el tema discursivo -y de esta manera- podría agotarse con “Lógica del sentido”, de 1969, “Postulados de la lingüística”, -escrito con Félix Guattari en 1980 como parte de “Mil mesetas”-, y “Foucault”, de 1986. Si bien resultan relevantes para la cuestión varios pasajes de otras obras, en ellas siempre podría tratarse de un ejemplo incidental, de una intuición poco desarrollada, o de implícitas consecuencias posibles derivadas del tema literario. “Postulados” y “Foucault” parecen presentan como más preocupados por la tematización política específica que por el lenguaje mismo, como si tratara de ocultarse allí la voluminosa dimensión teórica de las tesis que se sostienen. “Lógica del sentido” empezó a experimentar una especie de destierro teórico pocos años después de su publicación, a pesar de constituir un intento de continuación del pensamiento expuesto en “Diferencia y repetición”, texto aparecido el mismo año, y que enunciaba por primera vez los principios ontológicos que fundamentarían el pensamiento

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deleuziano en adelante. La explicación oficial de este fenómeno es que la obra estaba presa de compromisos con el estructuralismo y en particular con el psicoanálisis, y que dichas doctrinas serían repudiadas con la mayor fuerza en “El Antiedipo”, escrito con Félix Guattari. Pero a pesar de ello, es posible extraer de “Lógica del sentido” un cuerpo teórico de tesis sobre el lenguaje, que reaparecerá tanto en “Postulados de la lingüística” como en “Foucault”. Esta cuasi-clandestina subsistencia no se dará sin alteraciones de la mayor importancia, alteraciones capaces justamente de superar las limitaciones de “Lógica del sentido”. Este cuerpo teórico que atraviesa la obra no sólo es internamente consistente sino que es -desde la perspectiva de Hernández- consistente con los principios básicos de la ontología deleuziana, tal como se exponen en “Diferencia y repetición” y se ratificarán en adelante.

Efectivamente, después de los trabajos sobre la(s) historia de la(s) filosofía(s), Deleuze emprende un proyecto ambicioso: construir una metafísica de la diferencia. “Diferencia y Repetición” hace una crítica de la subordinación de la diferencia a la identidad, crítica desde la cual desarrolla planteos tales como la “diferencia en sí misma” y la “repetición para sí misma”, ambos anteriores a la “identidad”. En la obra - influenciada por Spinoza, Leibniz y Bergson- Deleuze se apropia de sus sistemas de pensamiento respectivos y los lleva a su límite "diferencial"; privándolos de “Dios”, el “Mundo” y el “Ser”; puntos terminales de la metafísica tradicional que subordinan la “diferencia” a la “identidad”. Habitualmente, la “diferencia” ha sido considerada como una relación empírica entre dos términos; cada uno con una identidad anterior propia (“x” es diferente de “y”). Deleuze invierte esto anteponiendo la relación entre diferenciales (“dx” en lugar de “no-x”) de donde se desprende la identidad. La diferencia deja de ser una relación empírica y se convierte en un principio trascendental que constituye la razón suficiente de la diversidad empírica. Acá, lo diferente se relaciona con lo diferente a través de la diferencia misma y sin la mediación de una identidad.

La “con-de-construcción” de la referencia a la diagramación del problema discursivo se torna ineludible desde las propias configuraciones de los devenires lingüísticos en tanto “sistemas de diferencias”, desde cualquiera de los términos del binomio dialogal entre Saussure y Peirce. Junto con Kant y Bergson, Deleuze considera que las nociones comunes de tiempo y espacio son formas unificantes impuestas por el sujeto. Concluye que la diferencia pura es “no-espacio-temporal”; se trata de una idea, lo que llamará "lo virtual" haciendo referencia a la definición de Proust sobre aquello que es constante tanto en el pasado como en el presente. Aunque las ideas virtuales de Deleuze parezcan semejantes a las formas platónicas o a las ideas de razón pura en Kant, no se trata de originales o de modelos ni trascienden la experiencia. Por el contrario, se trata de condiciones de una experiencia particular, de su diferencia interna en sí misma. La diferencia en Deleuze es un sistema de relaciones diferenciales que crea espacios, tiempos y sensaciones particulares. Refiriéndose a Kant y a Schelling, Deleuze habla de un empirismo trascendental. Para Kant, en el idealismo trascendental la experiencia solo adquiere sentido cuando se ordena mediante formas de sensibilidad (tiempo y espacio) y categorías del intelecto (como causalidad). Según Kant, al asumir el contenido de estas formas y categorías como cualidades del mundo en tanto que existe independientemente de nuestro acceso perceptual, genera creencias metafísicas seductoras pero sin sentido. Deleuze invierte el planteamiento kanteano afirmando que la experiencia sobrepasa

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nuestros conceptos al introducir novedades, y esta experiencia pura de la diferencia actualiza una idea, irrestricta por nuestras categorías previas y forzándonos a inventar nuevas maneras de pensar.

Su conceptualización del asunto histórico desde una mirada del(os) discurso(s) aparece particularmente vehiculizada en sus últimos trabajos. Para él, las viejas “Sociedades de Soberanía” manejaban máquinas simples; pero las “Sociedades Disciplinarias” se equipan con máquinas energéticas. Las “Sociedades de Control” operan sobre máquinas de tercer tipo, máquinas informáticas. Es una evolución tecnológica, una mutación del capitalismo bien conocida que puede resumirse así: en la situación actual, el capitalismo ya no se basa en la producción, que relega frecuentemente a la periferia del tercer mundo. Es un capitalismo de superproducción. Ya no compra materias primas y vende productos terminados: compra productos terminados o monta piezas. Lo que quiere vender son servicios y lo que se quiere comprar son acciones.

En sus propias palabras:

Es sencillo buscar correspondencias entre tipos de sociedad y tipos de máquinas, no porque las máquinas sean determinantes, sino porque expresan las formaciones sociales que las han originado y que las utilizan. Las antiguas sociedades de soberanía operaban con máquinas simples, palancas, poleas, relojes; las sociedades disciplinarias posteriores se equiparon con máquinas energéticas, con el riesgo pasivo de la entropía y el riesgo activo del sabotaje; las sociedades de control actúan mediante máquinas de un tercer tipo, máquinas informáticas y ordenadores cuyo riesgo pasivo son las interferencias y cuyo riesgo activo son la piratería y la inoculación de virus. No es solamente una evolución tecnológica, es una profunda mutación. (Deleuze, G., 1990)

2.3-. Perspectiva; la mirada y lo mirado:

Si, tomando a Wittgenstein (1999), reconocemos la posibilidad de identificar infinidad de “juegos de lenguaje”; ¿qué habría en común -en tales “juegos” articulados en discursos- como para permitirnos hablar de ellos como pertenecientes a un “algo”?; ¿cual sería esa “comunidad” (común-unidad) de cosas que nos permita configurarla como “cuerpo” (aquello capaz de afectar y ser afectado)?.

El autor nos proporciona una respuesta que podría ser adjetivada como sorprendente: no hay nada en común en ese conjunto de fenómenos que llamamos lenguaje. Lo cual no implica, necesariamente, que la polisemia del signo torne imposible definir algo en concreto. Sostiene, por el contrario, que ese “algo” -el lenguaje- constituye “familia” de fenómenos “emparentados” entre sí de diversas maneras. Agrega a la metáfora familiar el uso analógico de los “juegos” para ilustrar este perspectiva. Reconociendo que cada juego es -por definición- diferente¨; ¿qué sería aquello que nos permite agruparlos en “familias” tales como “juegos de mesa”, “juegos de pelota”, … etcétera? Es más, incluso, ¿qué sería aquello que nos permite agruparlos a todos bajo la categoría “juegos”? No hay nada que aparezca en común para todos los juegos, sin embargo, así los denominamos y así los agrupamos en función de algunas semejanzas.

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En vez de indicar algo que sea común a todo lo que llamamos lenguaje, digo que no hay nada en absoluto común a estos fenómenos por lo cual empleamos la misma palabra para todos — sino que están emparentados entre sí de muchas maneras diferentes. Y a causa de este parentesco, o de estos parentescos, los llamamos a todos «lenguaje». Intentaré aclarar esto. Considera, por ejemplo, los procesos que llamamos «juegos». Me refiero a juegos de tablero, juegos de cartas, juegos de pelota, juegos de lucha, etc. Y podemos recorrer así los muchos otros grupos de juegos. Podemos ver cómo los parecidos surgen y desaparecen. Y el resultado de este examen reza así: Vemos una complicada red de parecidos que se superponen y entrecruzan. Parecidos a gran escala y de detalle. No puedo caracterizar mejor esos parecidos que con la expresión «parecidos de familia»; pues es así como se superponen y entrecruzan los diversos parecidos que se dan entre los miembros de una familia: estatura, facciones, color de los ojos, andares, temperamento, etc., etc. — Y diré: los 'juegos' componen una familia. (Wittgenstein, L., 1999, p. 32)

El uso de la imagen “familia” refiere al conjunto de “parecidos” presentes en algunas personas. “Parecidos” que nos permitiría identificarlas como pertenecientes a una familia sin, por ello, desdibujar las diferencias por las cuales se discriminan unas de otras. Visto en forma inversa; si bien resultaría posible percibir las especificidades que definen a una persona en particular, no por ello dejaríamos de percibir aquellas semejanzas que permitirían identificarlas como integrantes de ciertas familias, antes que de otras. Si se me concede la expropiación a Wittgenstein de esta metáfora de las familias, o de los “parecidos de familia”, podremos ir aproximándonos al asunto al que se convoca en este texto. Como el recurso nos resulta útil, sigamos entonces con su auxilio.

Recordando la razón de uso del significado de las palabras (el significado de una palabra no sería otra cosa que su uso), habría que reconocer que identificar una “familia” en los “juegos de lenguaje” implica identificar las “formas de vida” allí articuladas. Es así como los “parecidos de familia” no se configurarían exclusivamente entre los diferentes “juegos de lenguaje”, sino también entre los propios significados de las palabras; ellas mismas se configurarían en el plano de los “juegos”. Cada palabra jugada en distintos juegos de lenguaje posee distintos usos (roles de “juego” diferentes). Esto no implica decir que tenga significados completamente diferentes, sino que cada palabra poseería una “familia” de significados posibles. La “familia” de significados se inscribiría, entonces, en “familias” de “juegos de lenguaje”.

Dicho de otro modo, los procesos de significación dependerían de la interrelación entre todos los componentes del “juego de lenguaje”, juegos en los que éstos se inscriben y en donde constituyen su con-texto. Este “con-texto” trascendería las simples emisiones lingüísticas para comprometer también acciones no estrictamente lingüísticas. No se trata, entonces, de buscar las estructuras lógicas del lenguaje sino de estudiar el comportamiento de sus usuarios; cómo se aprende a hablar y para qué. El significado de las palabras y el sentido de las proposiciones está en su uso en el lenguaje; preguntar por el significado de una palabra o por el sentido de una proposición equivale a preguntar cómo se usa. Por otra parte, puesto que dichos usos son muchos y multiformes, el criterio para determinar el uso correcto de una palabra o de una proposición estará determinado

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por el contexto al cual pertenece, que siempre será un reflejo de la forma de vida de los hablantes; una práctica.

Ello evidencia la imposibilidad de un lenguaje privado. Un lenguaje es concebido como un conglomerado de juegos, regidos cada uno por sus propias reglas. Se trata, entonces, de comprender que estas reglas no pueden ser privadas; no se puede seguir privadamente una regla. El único criterio para saber si se sigue correctamente la regla está en el uso habitual de una comunidad. Lo mismo ocurre con los juegos de lenguaje: pertenecen a una colectividad. Tal conclusión colabora con la posterior subversión de la dicotomía entre el adentro y el afuera, transformando la tensión entre lo singular y lo colectivo en una ficción meramente operativa.

¿Qué sucede con esos términos que refieren a nuestras experiencias privadas? El significado de la palabra "dolor" es conocido por todos, sin embargo, nadie puede saber si otro llama "dolor" a lo mismo que él, ya que no puede experimentar su dolor, sino solamente el suyo. Por este camino, Wittgenstein llega a comprender que el uso de la palabra "dolor" viene asociado a otra serie de actitudes y comportamientos (quejas, gestos o caras de dolor, etc.) y que sólo en base a ello es posible asociar la palabra "dolor" a eso que se siente privadamente. Desde este mismo lugar, los llamados "problemas filosóficos" devienen en “perplejidades”. Al hacer filosofía, se despliega un enredo dispuesto en un “juego de lenguaje” cuyas reglas no están determinadas, ya que es la propia filosofía la que pretende establecer esas reglas; una suerte de círculo vicioso. De ahí que la misión de la filosofía sea, para Wittgenstein, "luchar contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio del lenguaje" (1991).

Vistos así, en los “juegos de lenguaje”, y sus “formas de vida” se constituirían acciones de producción de la realidad; acciones que convocan, “invocan”, a los procesos de constitución de lo real. Pensada desde esta perspectiva, la cualidad “performativa” (Austin, J., 1971) del lenguaje aparece configurada en articulación con diversas dimensiones de la performatividad; más allá de lo específicamente lingüístico. Sería, considero que más precisamente, una suerte de “invocación performativa”; un conjunto de “actos performativos” en el sentido que para “performance” aparece adjudicado desde la obra de Judith Butler (2007). Así como el auxilio de Wittgenstein posibilita el uso de una metáfora instrumental como “juegos de lenguaje”, Butler usa a Austin (para quien la filosofía posterior a Wittgenstein abría perdido interés) y quien firma estas líneas usa la “performance” de Butler para diagramar el “asunto que se convoca en este texto”.

Si el cuerpo no es un «ser» sino un límite variable, una superficie cuya permeabilidad está políticamente regulada, una práctica significante dentro de un campo cultural en el que hay una jerarquía de géneros y heterosexualidad obligatoria, entonces ¿qué lenguaje queda para entender esta realización corporal, el género, que establece su significado «interno» en su superficie? Sartre quizás habría llamado a este acto «un estilo de ser», y Foucault «una estilística de la existencia ». Y, en mi interpretación anterior de Beauvoir; afirmo que los cuerpos con género son otros tantos «estilos de la carne». Estos estilos nunca se producen completamente por sí solos porque tienen una historia, y esas historias determinan y restringen las opciones. Hay que tener en consideración

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que el género, por ejemplo, es un estilo corporal, un «acto», por así decirlo, que es al mismo tiempo intencional y performativo (donde performatioo indica una construcción contingente y dramática del significado). (Butler, J., 2007, p. 271) Todo “juego” posee aquellas reglas que lo diferencian de otro, aunque la

particularidad de cada partida haga que ella se configure como diferente. Las tienen aunque éstas sean violadas, la propia valoración (“violada”) reafirma la necesidad de que haya un “algo” (una regla) pasible de ser violado(a). Ahora bien, las reglas de este “juego” no constituyen por sí mismas ningún tipo de “objeto” concreto, sino una práctica establecida desde lineamientos que se establecen por el propio uso de dicha práctica. Como todo juego, sus prácticas y sus reglas de práctica, son las que se establecen desde la existencia pragmática de dicho juego. El ejercicio de las reglas no constituye una actividad privada sino la participación en un juego que compromete a otro(s). Por ello la regla se asienta sobre las prácticas que la hacen posible; se trata de la “forma de vida”. Estas “formas de vida” se sostienen en sistemas de creencias a las que Wittgenstein (1991) nomina “imagen del mundo”. Dicha “imagen” se sustenta en núcleos rígidos de creencia que carecen de fundamento, ya que el límite de la fundamentación posible se encuentra en la propia actuación que habita el fondo del “juego del lenguaje”; se trata, entonces, de configuraciones de actos lingüísticos y no lingüísticos regidas por reglas, reglas adquiridas por repetición que remiten a una determinada “forma de vida”.

El “juego” que nos convoca implica, como señalaría Wittgenstein, “formas de vida” consecuentes. Atender a dicho “juego” obliga a atender a dichas “formas”; condiciones de uso, colectivos, reglas, procedimientos; “agenciamientos colectivos de enunciación”, de acuerdo a la nomenclatura de Deleuze y Guattari (1985). Pero ¿qué agencian los colectivos?, ¿cómo lo hacen?, y ¿dónde?. Teresa de Lauretis nos proporciona una orientación en este discurrir:

Las concepciones culturales de lo masculino y lo femenino como dos categorías complementarias aunque mutuamente excluyentes en las que los seres humanos están ubicados, constituye en cada cultura un sistema de género, un sistema simbólico o sistema de significados que correlaciona el sexo con contenidos culturales de acuerdo con valores sociales y jerarquías. A pesar de que los significados cambien en cada cultura, un sistema sexo-género está siempre íntimamente interconectado en cada sociedad con factores políticos y económicos. Siguiendo esta línea de pensamiento, la construcción cultural de sexo en género y la asimetría que caracterizan a todos los sistemas de género a través de las culturas (aunque en cada una en un modo particular) son entendidos como ligados sistemáticamente a la organización de la desigualdad social. El sistema sexo-género, en suma, es tanto una construcción sociocultural como un aparato semiótico, un sistema de representación que asigna significado (identidad, valor, prestigio, ubicación en la jerarquía social, etc.) a los individuos en la sociedad. Si las representaciones de género son posiciones sociales que conllevan diferentes significados, entonces, para alguien ser representado y representarse como varón o mujer implica asumir la totalidad de los efectos de esos significados. Así, la proposición que afirma que la representación de género es su construcción, siendo cada término a la vez el producto y el proceso del otro, puede ser reformulada más exactamente: la construcción del género es tanto el producto como el proceso de su

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representación. (de Lauretis, T., 1989, p. 11)

Si seguimos jugando con la retórica deleuziana, podremos divisar al campo social agenciando signos y cuerpos como piezas heterogéneas de una misma máquina. Ello nos concede la probabilidad de aceptar que, en la producción de enunciados, no hay sujetos sino agentes colectivos. Literalmente, agenciar se sinonimia con lograr, obtener, conseguir, procurar, alcanzar, solicitar, intentar, gestionar, organizar, disponer, buscar, adquirir, tomar, y atrapar; “hacer las diligencias conducentes al logro de algo” (R.A.E., 2001). Si entendemos el “agenciamiento” como la acción de agenciar, tal acción se conformaría -al menos- por dos actores que lo definen como plural.

Todo “agenciamiento”, entonces, puede ser definido por su conformación como colectivo; pone en juego poblaciones, multiplicidades, afectos, intensidades, territorios. Hablar, hacer, pensar, constituyen acciones que parten desde un “agenciamiento”, que cada uno de los elementos pone en juego. “La unidad mínima no es la palabra, ni la idea o el concepto, ni tampoco el significante. La unidad real mínima es el agenciamiento” (Deleuze, G., 1980), la cual comportaría componentes heterogéneos de todo orden. Los “agenciamientos colectivos de enunciación” remiten a los enunciados a un “régimen de signos, a una máquina de expresión cuyas variables determinan el uso de los elementos de la lengua” (Deleuze, G., 1980). Su producción solo puede ser efectiva en el propio socius en el que se inscribe, ya que hace referencia a un régimen de signos compartidos, un lenguaje, a un estado de palabras y símbolos. Por todo ello, el agenciamiento colectivo es básicamente una redundancia, que se define como la capacidad inutilizada de un código semiótico subyacente. Las máquinas semióticas constituyen un “phylum”7 comparable a los de las especies vivientes. Se engendran en forma recíproca, se seleccionan, se eliminan, haciendo aparecer nuevas líneas de potencialidad.

Desde allí, se busca atender a los procesos; a la producción de Sentido (Deleuze, G., 1980) antes que a significados específicos. En referencia a lo señalado anteriormente; a los “agenciamientos” y su carácter procedimental. Se busca, entonces, discriminar algunas de las estrategias de semiotización que allí se ponen en juego. Así, el lenguaje -considerado en su acepción no restrictiva (es decir; sistema de diferencias en el sentido derridiano; “Différance”, 1989)- puede ser pensado como una “territorialización” (Deleuze, G.; Guattari, F., 1985) de signos. “Territorialización” en la cual se realizaría una economía-política entre símbolo y materialidad; palabras y cosas presupuestas recíprocamente (Foucault, M., 1985).

La noción de territorio aquí es entendida en sentido muy amplio, que traspasa el uso que hacen de él la etología y la etnología. Los seres existentes se organizan según territorios que ellos delimitan y articulan con otros existentes y con flujos cósmicos. El territorio puede ser relativo tanto a un espacio vivido como a un sistema percibido dentro del cual un sujeto se siente ‘una cosa’. El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación fichada sobre si misma. El es un conjunto de representaciones las cuales van a desembocar, pragmáticamente, en una serie de comportamientos, inversiones, en tiempos y espacios sociales, culturales, estéticos, cognitivos (Guattari, F., y Rolnik, S., 2006, p. 323)

7 Término acuñado por Ernst Haeckel; rango de clasificación que está entre reino y clase.

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Si discurso implica carrera (latín, “discursus”; correr de un lugar a otro), o -sencillamente- discurrir (latín, “discurrere”; correr en todos los sentidos), la actividad discursiva -sea ésta fonética o gráfica- compromete al(os) autor(es) ante un compromiso inaugural cuyo peso argumenta tal imposibilidad. Tal vez por ello las citas parecen acompañar el encabezamiento de escritos de diversa índole. Como si los escribientes se auxiliaran, para sostener tal peso, con la fuerza de la autoridad adjudicada a las procedencias de sus lecturas. La cita colabora desdibujando el protagonismo del “yo” reconociéndolo como ficción; no habría un “yo” escribiendo, sino una multitud expresándose tras las palabras utilizadas por la escritura. Esto permite considerar, para el hablante, la posibilidad de ser hablado por aquello que pretende hablar. De ese modo, se logra renunciar al papel protagónico del “yo”; así aparece refugiado tras las palabras de quienes le anteceden. A través de este procedimiento, el “yo” adquiere el carácter de un mero recurso formal de la gramática. Se trataría apenas de una simple posibilidad retórica con particular tendencia a ser naturalizada; un tropo que termina negándose como tal cuando, bajo efecto de la repetición, pasa a naturalizarse como procedencia última del pensamiento. Así, si el recurso de utilizar la cita resulta instrumental para el juego de la retórica, será -entonces- éste recurso el que nos habilite a transitar el paso siguiente; una suerte de interfase hacia el próximo lapso.

La prueba empírica es una sentencia autorreferente; materia que mide la materia, vida que mide la vida; sociedad que mide la sociedad. La prueba teórica es una sentencia autorreferente: pensar el pensamiento. Ambas son sentencias paradójicas. Como el microfísico utiliza instrumentos hechos de materia para medir la materia, el sociólogo utiliza la materia del lenguaje como objeto y como instrumento: sólo capta el individuo (partícula) o la sociedad (onda), de ahí la bifurcación de la ciencia social en psicologías/sociologías. "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse", decía Wittgenstein. Sin embargo, Wittgenstein encontró el modo de decir una buena cantidad de cosas sobre aquello de lo que nada se puede decir. ¿Cómo fue posible? Russell creyó encontrar la salida, jerarquizando los lenguajes: "todo lenguaje tiene, como Wittgenstein dice, una estructura de la cual nada puede decirse en el lenguaje, pero puede haber otro lenguaje que trata de la estructura del primer lenguaje y que tenga una nueva estructura, y que esta jerarquía de lenguajes no tenga límites". (Ibáñez, J., 1991 p. 20)

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3-. Organigrama Operativo:

3.1-. Características Generales:

Como se ha señalado, la propuesta promueve aportar al “Programa de Estudios de las Formaciones Subjetivas” desde la profundización en estrategias de abordaje específicas. Dichas estrategias se conformarían en el marco de un régimen de “Laboratorio Operativo”, colaborando con el accionar de cada uno de los Proyectos del Programa y contribuyendo también con la constitución de redes académicas con otros servicios universitarios (locales, regionales e internacionales). En razón de ello, la estrategia operativa se diagrama a partir de un esquema que podría articularse desde los siguientes apartados:

1. Co-gestión integral 2. Coordinación con otros Servicios Universitarios3. Investigación 4. Extensión 5. Enseñanza

3.2-. Co-gestión integral:

Espacio constituido por dispositivos orientados hacia la consulta, el intercambio, y la producción de actividades académicas referentes a los “Estudios del Discurso”. Estos dispositivos se dirigirán a atender planos temáticos, metodológicos, y académico administrativos. En una primera instancia, tales dispositivos se constituirán de la siguiente manera:

• Grupo de Coordinación : Instancia semanal cuya responsabilidad se identifica con la gestión del relacionamiento intra y extra Laboratorio, así como con la coordinación de las actividades. Dicha instancia se constituirá con la presencia del coordinador del Laboratorio, así como con la de l@s involucrad@s y/o interesad@s.

• Ateneos de apoyo y revisión académica : Encuentro de carácter semanal dedicado exclusivamente al análisis crítico de un proyecto (de investigación, extensión y/o enseñanza) localizado bajo la responsabilidad operativa de algun@ de l@s integrantes del Laboratorio. Los objetivos de tales ateneos se relacionarán con la identificación sus dificultades y potencialidades, así como con la proposición de posibles estrategias alternativas. Dicha instancia se constituirá con la presencia del coordinador del Laboratorio, así como con la de l@s involucrad@s y/o interesad@s.

• Plenario de Gestión General : Encuentro de carácter mensual dedicado al tratamiento de todos los devenires de la gestión académica en (y desde) el Laboratorio. Dicha instancia se constituirá con la presencia del coordinador del Laboratorio, así como con la de l@s involucrad@s y/o interesad@s.

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3.3-. Coordinación con otros Servicios Universitarios:

El Laboratorio se propone coordinar con otros Servicios (locales, nacionales e internacionales) todas las actividades correspondientes a la triada operativa de su carácter universitario; Investigación, Extensión, y Enseñanza.

A la fecha de elaboración del presente proyecto, el Laboratorio de Discursividad y Formaciones Discursivas ya ha establecido nexos efectivos con:

• Universidad de la República : Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Facultad de Derecho, Facultad de Artes, Facultad de Ciencias Sociales, Facultad de Arquitectura, y Centro Universitario Regional Este.

• Universidade Federal do Rio Grande Do Sul (Porto Alegre, Brasil): Núcleo de Pesquisa em Sexualidade e Relações de Gênero.

• Universidad Nacional de Córdoba (Córdoba, Argentina): Facultad de Psicología.• CESUN Universidad (Tijuana, Baja California, México).• Universidad Autónoma de Barcelona : Departamento de Psicología Social, Grupo

de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, y el Grupo de Investigación en Metodología Cualitativa).

• Universidad de La Habana (Cuba): Facultad de Comunicación Social.• UNIAL Red del Universo Audiovisual de la Niñez Latinoamericana (red

UNESCO).

Desde dicho punto de partida, y en articulación con su operativa, el Laboratorio se propone extender su red de nexos hacia otros espacios de producción académica.

3.4-. Investigación:

Líneas y proyectos específicos de investigación caracterizados por la jerarquización del estudio de las conexiones entre las prácticas discursivas y el entramado en el cual éstas se inscriben.

• Los Procesos de Significación de las practicas asociadas al consumo de alcohol, vinculados con la construcción de la(s) identidad(es) de género. Proyecto inscripto en el marco del Régimen de Dedicación Total (CSIC), en la Maestría en Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UdelaR, y en el Doctorado en Psicología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba.

• La narrativa como constructora de subjetividad. El discurso constitutivo de la matriz comunitaria como alternativa a la familia en la Comunidad del Sur. Se encuentra en fase de elaboración para postulación a Doctorado en Psicología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba.

• Significaciones imaginarias y procesos de normalización en relación a las TIC e Internet. Estudio desde una perspectiva generacional. Proyecto inscripto en la Maestría de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UdelaR.

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• Cultura Psi: La producción de significaciones y narrativas en relación a las TIC e Internet en docentes-psicólogos de la Facultad de Psicología. Los agenciamientos colectivos de sentido y enunciación entre la disciplina y la práctica profesional en el ámbito clínico en la singularidad de los procesos psicoterapéuticos. Proyecto inscripto en la Maestría en Ciencias Humanas opción Antropología de la Cuenca del Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UdelaR.

• La construcción social de la peligrosidad. Metáforas sobre la(s) identidad(es) del delincuente. Proyecto en proceso de elaboración inscrito en la Maestría de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UdelaR.

• Procesos de subjetivación en el campo de la salud mental. Un estudio de las relaciones entre la construcción espacio/tiempo y cuerpo/palabra en el Hospital Psiquiatrico. Proyecto en proceso de elaboración inscrito en la Maestría de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UdelaR.

• La terapéutica del discurso: un dispositivo de intervención comunitaria. Tesis de Doctorado en Comunicación Social, Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana, Cuba.

• Gramáticas y dramáticas de la movilidad. Tesis inscripta en el Programa de Doctorado en Psicología Social de la Facultad de Psicología, de la Universidad Autónoma de Barcelona. España.

3.5-. Extensión:

Líneas y proyectos de extensión universitaria caracterizados por la jerarquización del estudio de las conexiones entre las prácticas discursivas y el entramado en el cual éstas se inscriben.

• Pasantía: Los alcances de la prisión. Acciones de extensión en el Centro de Rehabilitación Molino (cárcel de mujeres que viven con sus hijos), acompañamiento en los procesos de egreso de mujeres que salen en la libertad de la prisión

• Pasantía: Expresiones de la violencia de género: violencia doméstica y egreso del establecimiento. Se trabaja en dos vertientes de la expresión de la violencia de género. Por un lado en los Consultoríos Jurídicos Barriales (CED, Fac. Derecho), en el acompañamiento psicosocial de mujeres que viven situaciones de violencia doméstica. Por otra parte en el abordaje psicosocial de mujeres en proceso de egreso (pre-egreso-egreso) del Centro Metropolitano de Rehabilitación Femenino.

3.6-. Enseñanza:

Cursos y actividades de enseñanza (Grado y Posgrado) articulados en una línea permanente de intercambio horizontal.

• Grado:

1. Ciencia y Producción de verdad (Articulación de Saberes)2. Discursividad y Formaciones Discursivas (Módulo Metodológico)

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3. Género, Performatividad, Performance, e Invocación Performativa (Optativo)4. Psicología Social y Construcción Social de la Realidad (Optativo)5. Ciudad, ciudadanía y Territorio (Optativo )6. Aproximaciones etnográficas (Optativo)7. Agenciamientos tecnológicos: TIC, procesos colectivos y de subjetivación social,

redes sociales y lo generacional. (Optativo)8. Prácticas de encierro. Com-posición de libertad (Optativo)9. Aproximaciones a la intervención en la privación de libertad (Módulo

Metodológico)10. Violencia doméstica. Una metodología y una mirada para poder intervenir.

(Módulo Metodológico) 11. Los alcances de la prisión (Módulo Prácticas y Proyectos)12. Análisis Crítico del Discurso y Prácticas Sociales (en proposición para Optativo)13. De incompetentes a científicas, un acercamiento al legado social de las

perspectivas de género. (Articulación de saberes)14. Violencia de género: tensiones entre lo público y lo privado en las dimensiones del

problema (Articulación de Saberes)

• Para Graduados:

1. De Nietszche a Verón; estudios de la Discursividad2. Identidad de Género: Performatividad, Performance, e Invocación Performativa

(CURE, sede Rocha)3. La terapéutica del Discurso como dispositivo de intervención comunitaria

• Posgrado:

1. La construcción social de la realidad (en colaboración con Nicolás Guigou del Instituto de Antropología)

2. El análisis crítico del discurso como instrumento metodológico.

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