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La venida del Señor Introducción Hoy más que nunca el Señor Jesucristo está a punto de volver, su regreso es inminente. Muchas personas están preocupadas, persuadi- das de que algo grave debe acontecer pronto. Pero los burladores y escarnecedores de los últi- mos tiempos repiten: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento (venida)? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” (2 Pedro 3:4). Y el siervo malo dice: “Mi Señor tarda en venir” (Mateo 24:48); sin embargo, cierto es que “el que ha de venir ven- drá, y no tardará” (Hebreos 10:37). “Por tanto… vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24:44). Estamos seguros de que existe, entre los que son del Señor, una creciente convicción –basa- da en la Palabra de Dios– de que Cristo volverá La venida del Señor (G. Cutting) © Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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La venidadel Señor

Introducción

Hoy más que nunca el Señor Jesucristo estáa punto de volver, su regreso es inminente.Muchas personas están preocupadas, persuadi-das de que algo grave debe acontecer pronto.Pero los burladores y escarnecedores de los últi-mos tiempos repiten: “¿Dónde está la promesade su advenimiento (venida)? Porque desde eldía en que los padres durmieron, todas lascosas permanecen así como desde el principiode la creación” (2 Pedro 3:4). Y el siervo malodice: “Mi Señor tarda en venir” (Mateo 24:48); sinembargo, cierto es que “el que ha de venir ven-drá, y no tardará” (Hebreos 10:37). “Por tanto…vosotros estad preparados; porque el Hijo delHombre vendrá a la hora que no pensáis”(Mateo 24:44).Estamos seguros de que existe, entre los que

son del Señor, una creciente convicción –basa-da en la Palabra de Dios– de que Cristo volverá

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pronto para arrebatar a su querida Esposa, esdecir, para llevarse a todas las personas redimi-das por su preciosa sangre e introducirlas en la“casa del Padre”, donde hay muchas moradas.

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CAPÍTULO 1

Cristo volverá – y ¿por qué?

Tiempo hubo en que la venida del Mesíascomo “Varón de dolores” era todavía una profe-cía sin cumplir. Tras aquella predicción, lasgeneraciones se sucedieron unas a otras; selevantaron imperios y fueron derribados; el reinode Israel (las diez tribus) y más tarde el de Judáfueron destruidos mientras sus habitantes erandispersados o llevados en cautiverio. Solo unresiduo –unos pocos miembros de la tribu deJudá– volvió de Babilonia; pero el Mesías pro-metido no había aparecido aún.Cuatro siglos después, vemos que la gran

mayoría de los que regresaron de Babilonia sehabía establecido confortablemente en Jerusa-lén, olvidándose por completo de Aquel quehabía de venir. De repente hubo una crecienteagitación en la ciudad: unos extranjeros reciénllegados divulgaban la noticia de que el Rey delos judíos –prometido hacía mucho tiempo– porfin había nacido. Desde el palacio de Herodes,

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pasando por los sacerdotes del templo, la noticiase propagó con rapidez por todo el pueblo.

Cristo estuvo aquí una vez

¿Cuál fue el resultado producido por semejan-te revelación? ¿Un cántico o la unánime eleva-ción de alabanzas a Dios por cumplir finalmentesu palabra, enviando al Mesías tanto tiempoesperado? ¿Irradiaba de gozo cada rostro? ¿Seestremecía de alegría cada corazón? ¡Al contra-rio! el cuadro que se nos presenta es muy distin-to: “El rey Herodes se turbó, y toda Jerusaléncon él” (Mateo 2:3). ¿Por qué? Si hubieran cono-cido algo de las Escrituras respecto a la venidadel Mesías, habrían entendido la predicción deIsaías: “He aquí que para justicia reinará un rey,y príncipes presidirán en juicio. Y será aquelvarón como escondedero contra el viento, ycomo refugio contra el turbión; como arroyos deaguas en tierra de sequedad, como sombra degran peñasco en tierra calurosa” (Isaías 32:1-2).Ahora bien, aunque había en la ciudad una

multitud de personas que se consideraban jus-tas ante Dios, muchas otras estaban convenci-das de no hallarse listas para presentarse anteel Mesías, el Justo por excelencia; por consi-guiente, lo que habría tenido que llenar el cora-zón de agradecimiento y de gozo, solo eramotivo de espanto y turbación.4La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Sin embargo, preparados o no, Cristo habíavenido: había aparecido, no solo como el Mesí-as de Israel, sino como el “Salvador del mundo”,para revelar al Padre. Lo que aconteció despuésde este episodio es conocido: siendo odiado ydespreciado por aquellos a quienes había veni-do a salvar, el Hijo de Dios se encaminó al Cal-vario, donde, clavado en el vil madero, murió amanos de injustos, pero al tercer día resucitó.

Cristo vino para cumplir las promesas de Dios

Cuando Dios envió a su Hijo a este mundocumplió las promesas hechas a Abraham, Isaac yJacob. Los judíos, por su parte, al condenar aJesús cumplieron las palabras de los profetasacerca de los sufrimientos del Salvador: “Porquelos habitantes de Jerusalén y sus gobernantes,no conociendo a Jesús, ni las palabras de los pro-fetas que se leen todos los días de reposo (sába-dos), las cumplieron al condenarle… Y nosotros”–prosigue el apóstol Pablo dirigiéndose a los judí-os– “también os anunciamos el evangelio deaquella promesa hecha a nuestros padres, la cualDios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros,resucitando a Jesús…” (Hechos 13:27, 32-34).Poco antes de su muerte, el Señor –objeto de

las promesas– dejó también una promesa. Des-pués que el traidor salió del aposento alto, elSeñor, rodeado de sus discípulos, les mostró la

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terrible sombra de la cruz que iba cayendo sobreellos. ¡Qué momento más solemne! Imaginemosel dolor reflejado en el rostro de los discípulos alinclinarse hacia el Maestro amado para escu-char sus palabras de despedida: “No se turbevuestro corazón; creéis en Dios, creed tambiénen mí” (Juan 14:1).Es como si hubiera dicho: «Habéis creído en

Dios sin haberle visto; ahora, cuando ya no meveáis, seguid teniendo igual confianza en mí.Dios os hizo una promesa, la anunció por bocade los profetas y la cumplió fielmente al enviar-me. Yo asimismo os hago una promesa; confiaden que también la cumpliré».

Cristo prometió volver otra vez

¿Cuál es, entonces, esta nueva promesa? Sileemos atentamente el evangelio según Juan,capítulo 14, la hallaremos entre los primeros ver-sículos: “En la casa de mi Padre muchas mora-das hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y sime fuere y os preparare lugar, vendré otra vez yos tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,vosotros también estéis”. No hay el menor moti-vo para suponer que la venida mencionada porel Señor en estos versículos alude a la “muerte”;creerlo sería cometer la peor de las equivocacio-nes.6La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Hay esperanza eterna para todos los quecreen en Cristo

Tomemos un ejemplo para ilustrar la diferen-cia que media entre estos dos hechos. Un jovenmuy enamorado de su esposa se ve en la peno-sa situación de dejarla. Él tiene que viajar a unpaís extranjero y conseguir el dinero suficientepara luego volver a buscarla y llevarla consigo.Al separarse de ella, mientras ambos luchanpara reprimir sus lágrimas, el marido la consueladiciéndole: «Ten confianza, querida, ahora ten-go que dejarte, pero cuando haya conseguido eldinero para tu viaje, vendré por ti para llevarteconmigo a la casa que te voy a preparar… Serámuy linda, ya lo verás».¿Acaso la joven mujer va a poner en dudas la

promesa de su esposo? Por cierto que no. Puesbien, del mismo modo, las palabras que el Señordirigió a sus desconsolados discípulos no danlugar a dudas. No dijo: «Ahora voy al cielo, voso-tros moriréis, y después de esto os reuniréisconmigo». En cambio dijo: “Vendré otra vez, yos tomaré a mí mismo” (Juan 14:3).En cuanto a los creyentes que duermen en

Cristo, la Escritura dice que se han ausentadodel cuerpo para “estar… presentes al Señor”(2 Corintios 5:8). Pero cuando se trata del regre-so del Señor, en vez de “estar ausentes del

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cuerpo”, o de “ser desnudados” de nuestra casaterrenal (el cuerpo físico), leemos que seremos“transformados”; y, en Filipenses 3:21, que elSeñor Jesucristo “transformará el cuerpo de lahumillación nuestra, para que sea semejante alcuerpo de la gloria suya”. En un momento, en unabrir y cerrar de ojos, al sonar la última trompeta,los muertos en Cristo resucitarán primero, y losque vivimos seremos transformados (1 Corintios15:52).Por lo tanto, vemos que la venida o el regreso

del Señor no debe confundirse con la muerte: esexactamente lo contrario de esta. Es la aniquila-ción o abolición de todo cuanto la muerte hahecho –desde que entró en este mundo– en loscuerpos de los que son hijos de Dios. Será eltriunfo definitivo de Cristo sobre la muerte, victo-ria que compartiremos todos los que somossuyos.

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CAPÍTULO 2

Cristo volverá – y es el únicoque puede hacerlo

Muchos de los que saben algo acerca de la«doctrina» de la segunda venida de Cristo pare-cen tener la mente llena de señales y aconteci-mientos que creen ya cumplidos, que estánverificándose o que se realizarán pronto. Es por-que dichas personas se interesan por los «suce-sos» en vez de hacerlo por la Persona mismaque está viniendo.Una madre viuda está en la terminal de buses

con la mirada clavada en el horizonte. Ha oídodecir que tres camiones regresarán con tropas,tras una victoriosa campaña militar. Entre lossoldados está su hijo, a quien espera ansiosa-mente. Se hacen muchos preparativos para lagran revista que se verificará en cuanto los héro-es bajen a tierra. Pero estas cosas no tienengran atractivo para ella. Las bandas militares,las banderas que ondean, los arcos de triunfo y

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los brillantes uniformes de gala podrán satisfa-cer la curiosidad de un simple espectador; peroella espera a su propio hijo.

Cristo volverá como la estrella de la mañana– ¿por qué?

Puede ser que hoy sucedan cosas que nosindiquen que, según las palabras del profetaMalaquías, no está lejano el día en que “naceráel Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación”para los hijos de Israel que temen a Jehová;mientras que, para los impíos, será “el díaardiente como un horno, y todos los soberbios ytodos los que hacen maldad serán estopa; aqueldía que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová delos ejércitos” (Malaquías 4:1-2).Pero la esperanza inmediata del creyente no

es ese “día grande de Jehová, cercano y muypresuroso…”, ni tampoco “el Sol de Justicia”sino –según las propias palabras de Jesús– “laestrella resplandeciente de la mañana” (Apoca-lipsis 22:16), Ahora bien, la estrella de la maña-na despunta en el horizonte antes de la salidadel sol y, algunas veces, un tiempo considerablelos separa.Precisamente entre la venida del Señor cual

“estrella de la mañana” y el momento en queaparecerá como “Sol de justicia” caerán sobre latierra los juicios descritos en el Apocalipsis.10La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Entonces surgirá aquella terrible personificaciónde suprema maldad y anarquía, el “hombre depecado”, el “hijo de perdición”, “aquel inicuo: elAnticristo” (2 Tesalonicenses 2). Será el “tiempode angustia para Jacob” (Jeremías 30:7) y el dela “gran tribulación” (Mateo 24:21-22); pero unresiduo será preservado en medio de todo eso,del mismo modo que lo fueron los tres jóveneshebreos echados en el horno por orden deNabucodonosor (Daniel 3).Entonces, los que falsamente aparentan ser

cristianos, los que ahora no reciben “el amor dela verdad para ser salvos”, se verán abandona-dos por Dios, entregados a “un poder engañoso,para que crean la mentira, a fin de que sean con-denados todos los que no creyeron a la verdad,sino que se complacieron en la iniquidad”(2 Tesalonicenses 2:10-12).Se harán milagros e innumerables señales

del carácter más espantoso, habrá abundanciade dolores, y lo que verán y oirán aterrorizará alos más valientes: “Y en aquellos días los hom-bres buscarán la muerte, pero no la hallarán; yansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos”(Apocalipsis 9:6).

Cristo podría venir hoy

Pero es necesario recordar que lo anunciadosucederá después y no antes del arrebatamiento

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de la Iglesia, la Esposa celestial de Jesús. ¡Cuána menudo olvidamos que él mismo viene prontopara reunir a su alrededor a aquellos a quienesrescató! Mirar los acontecimientos en vez demirar a Jesús priva al corazón de esa dicha y deesa lozanía que es la verdadera porción denuestra esperanza celestial.Demasiado ha logrado Satanás al presentar-

nos la segunda venida del Señor como unaamenaza terrible y justiciera, mientras que fue laconsolación más eficaz para los discípulos aba-tidos, según vimos en Juan 14. Y cuando, añosmás tarde, el apóstol Pablo escribió su primeracarta a los recién convertidos en Tesalónica –que enfrentaban pruebas y persecuciones– a loque dijo acerca del retorno de Cristo añadió estafrase, corta pero significativa: “Consolaos losunos a los otros con estas palabras”.Examinemos, pues, estas frases de aliento

que, bajo la inspiración divina, él les dirigió:“Porque el Señor mismo con voz de mando,con voz de arcángel, y con trompeta de Dios,descenderá del cielo; y los muertos en Cristoresucitarán primero. Luego nosotros los quevivimos, los que hayamos quedado, seremosarrebatados juntamente con ellos en las nubespara recibir al Señor en el aire, y así estaremossiempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).12La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Notemos que es el Señor mismo en su per-fecta humanidad, como Hombre viviente, quiendescenderá del cielo y al que debemos encon-trar en las nubes. Al convertirse, los tesalonicen-ses supieron que “ese mismo Jesús”, quien loshabía salvado y librado de la ira venidera por sumuerte y resurrección, iba a volver. La epístolanos dice que se habían convertido (esto es, sehabían vuelto definitivamente) “de los ídolos aDios, para servir al Dios vivo y verdadero, yesperar de los cielos a su Hijo” (1 Tesalonicen-ses 1:9-10). Su esperanza no estaba basada enalgún acontecimiento profético, sino en la mismaPersona del Hijo de Dios.Hace algunos años encontré en una ciudad a

un pequeñuelo de unos seis años que iba repi-tiendo una cancioncita, al parecer de su propiacomposición. Era breve, compuesta tan solo portres palabras: «¡A las diez, a las diez, a lasdiez!…». Tantas veces la repetía, tan absortoparecía, que le pregunté qué significaba su estri-billo. Después de unas cariñosas palabras, meabrió su corazoncito y me explicó que su madrese había ausentado de la casa hacía algún tiem-po, pero que su padre había recibido una cartaanunciando que ella volvería ese mismo día «alas diez».Sobra decir que la pequeña copla no precisa-

ba mayor explicación. La llegada de su madre13

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llenaba el corazón del pequeño hasta hacerlorebosar. Por cierto, había extrañado y lamenta-do mucho su ausencia, pero ahora estaba porvolver, y esta noticia le colmaba de tanto gozoque repetía sin cesar: «A las diez, a las diez, alas diez».

Los creyentes esperan el retorno de Cristo –¿por qué?

Ahora bien, ¿por qué habría de ser distintopara ti y para mí cuando oímos hablar del regre-so del Señor? ¿Acaso no experimentamos ladulzura de su amor? ¿No fue él quien sufrió ymurió por nosotros? ¿No nos ha guardado a lolargo del camino, desde el día que le conocimos,llevando nuestros dolores y restaurándonosdespués de muchas caídas? Difícilmente podrí-amos expresar la intensidad de su amor hacianosotros. Amados hermanos, cuando pensamosen él, ¿no arden nuestros corazones con eldeseo de verle?

Cuando pienso en ti, oh Señor,

en tu gracia y en tu amor,

mi corazón arde dentro de mí

ansiando ver tu faz, contemplarte a ti.

Hace poco una hermana en Cristo me decía:«Cuando pienso en la venida del Señor, mi cora-zón arde de alegría». Así tendría que ser para14La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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todos nosotros. Una niña de once años decía alvolver de hacer un mandado: «Mamá, al cruzarla calle, veía las nubes correr tan de prisa queme paré para mirarlas, pensando que si el Señorvolviera ahora mismo, querría ser yo la primeraen verle». ¿Cuál era el secreto de la paz y felici-dad de esta niña cuando sola, al anochecer,meditaba en el regreso de Cristo? Sencillamenteeste: conocía a la Persona esperada y confiabaen ella; la amaba aunque no la había visto; sabíaque por la muerte expiatoria todos sus pecadoshabían sido, no solo perdonados, sino tambiénolvidados por toda la eternidad.Quizás alguien diga: «Aunque confío de cora-

zón en su preciosa sangre, no puedo estar tantranquilo al pensar que, de un momento a otro,Jesucristo puede venir». Esto se debe a queesta persona olvida que se trata del mismoJesús, quien en otro tiempo, cansado del cami-no, le pidió de beber a la mujer samaritana; quese encontró con la viuda de Naín y le restituyó asu único hijo; que le permitió a la pecadora, encasa de Simón el fariseo, tocar Sus pies, regar-los con lágrimas, besarlos, y expresar así suamor por el Salvador.Sí, es el mismo Jesús que dirigió esas mara-

villosas palabras de gracia y de perdón al ladrónen la cruz: “Hoy mismo estarás conmigo en elparaíso”. ¡Él es quien ha de venir!

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¿Quién es este que a encontrarme viene con gran amor, cual estrella de la mañana, de la luz albor? Es Aquel que en cruz cruenta padeció una vez; aun en gloria le conozco, pues él mismo es.

¿Hacen falta pruebas? Leamos, pues, enHechos 1:11, lo que los dos ángeles dijeron a losdiscípulos en el monte de los Olivos. El Señoracababa de dejarlos, al subir al cielo, y demos-trarles de un modo real que él no era un espíritu,algún aparecido, sino un Hombre viviente, decarne y hueso, al que podían tocar y palpar siacaso dudaban de sus palabras. Y los ángelesañadieron: “Varones galileos, ¿por qué estáismirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sidotomado de vosotros al cielo, así vendrá como lehabéis visto ir al cielo”.¡Veinte siglos en el cielo no lo han cambiado

en absoluto! La misma Persona a quien Martafue a encontrar, tras la muerte de su hermano,es la que nosotros esperamos; y si hemos de“dormir” antes de que él vuelva, aquel que es “laresurrección y la vida”, quien dijo: “Nuestro ami-go Lázaro duerme; mas voy a despertarle”, nosdespertará también en su venida, para que –al16La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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igual que Lázaro– nos sentemos a Su mesa, enlas mansiones celestiales.¿Por qué, pues, deberemos temer al saber

que tal Amigo viene en breve a llevarnos? “Cier-tamente vengo en breve” es la feliz promesa quenos hizo. Ante semejante amor, nuestro afectopor él nos animará a exclamar: “Amén; sí, ven,Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

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CAPÍTULO 3

Cristo volverá – y para qué lohará

Es importante entender que, por cuanto supropia nación rechazó y crucificó al Mesías, Diosreveló al apóstol Pablo lo que la Escritura llamael “misterio”, “oculto desde tiempos eternos”(Romanos 16:25) y “escondido desde los siglosen Dios” (Efesios 3:9). Este plan que existía enel corazón de Dios –además de lo revelado en elAntiguo Testamento– consistía en preparar unaEsposa para su amado Hijo; Esposa que se for-maría por la unión “en un solo cuerpo” (la Igle-sia) de judíos y gentiles salvados, unidos por elEspíritu Santo a Cristo, su Cabeza glorificada enel cielo: “Y él (Cristo) es la cabeza del cuerpoque es la iglesia, él que es el principio, el primo-génito de entre los muertos, para que en todotenga (él) la preeminencia”.El Padre “sometió todas las cosas bajo sus

pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas ala iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de18La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Aquel que todo lo llena en todo”. Porque nosotrossomos “miembros del mismo cuerpo y copartíci-pes de la promesa en Cristo Jesús por medio delevangelio”. “Porque somos miembros de sucuerpo, de su carne y de sus huesos… Grandees este misterio: mas yo digo esto respecto deCristo y de la iglesia”. (Véase Colosenses 1:18;Efesios 1:22-23; 3:6; 5:30, 32). Principió el cum-plimento del designio divino en el día de Pente-costés, cuando los discípulos reunidos en elaposento alto fueron bautizados en “un solocuerpo” por el Espíritu Santo.Para que comprendamos mejor este asunto

conviene notar que, cuando se rechazó alSeñor, quedaron sin cumplirse numerosas pro-mesas del Antiguo Testamento referentes a lasbendiciones del pueblo de Israel y de la tierra engeneral. Citemos, por ejemplo, las profecías deIsaías acerca del reinado del verdadero Hijo deIsaí: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardocon el cabrito se acostará; el becerro y el león yla bestia doméstica andarán juntos, y un niño lospastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus críasse echarán juntas; y el león como el buey come-rá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cuevadel áspid, y el recién destetado extenderá sumano sobre la caverna de la víbora. No haránmal ni dañarán en todo mi santo monte; porquela tierra será llena del conocimiento de Jehová,

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como las aguas cubren el mar” (cap. 11:6-9).El capítulo 35:1-2 del mismo libro nos dice:

“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermose gozará y florecerá como la rosa… La gloriadel Líbano le será dada, la hermosura del Car-melo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová,la hermosura del Dios nuestro”.Y Amós retrata estas bendiciones como

sigue: “He aquí vienen días, dice Jehová, en queel que ara alcanzará al segador, y el pisador delas uvas al que lleve la simiente…” (cap. 9:13-15). Mientras que Miqueas añade: “Y martillaránsus espadas para azadones, y sus lanzas parahoces; no alzará espada nación contra nación,ni se ensayarán más para la guerra” (cap. 4:3).“Porque la tierra será llena del conocimiento dela gloria de Jehová, como las aguas cubren elmar” (Habacuc 2:14).Si observamos atentamente estos pasajes y

los comparamos con otros semejantes, vere-mos que el cumplimiento de esas profecías noes el resultado de la conversión del mundo porla predicación del Evangelio, sino la consecuen-cia de los juicios que precederán a dicha eramilenaria. Y no olvidemos que “hasta que pasenel cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasaránde la ley, hasta que todo se haya cumplido”(Mateo 5:18).

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Cristo volverá por su Iglesia; después reinarásobre Israel y el mundo entero

Al volver, pues, al cielo, el Señor dejó sin rea-lizar, sin cumplir dos series de bendiciones pro-metidas:

1. las que se relacionan con la Iglesia;2. las que se vinculan con el pueblo de Israel,enteramente distintas las unas de las otras.

Para dar cumplimiento a la primera serie ven-drá el Señor no con los atributos de un Juez,sino como Isaac cuando salió al encuentro deRebeca, cual esposo lleno de amor (Génesis24). Por el contrario, para dar cumplimiento a lasegunda serie de bendiciones, vendrá comoDavid, cual poderoso conquistador, para tomarposesión de su reino. En otras palabras, Jesúses el Esposo de la Iglesia y el Rey de Israel.La Palabra de Dios menciona dos fases dis-

tintas de la segunda venida de Jesucristo; dosestaciones –por así decirlo– del mismo viaje. Pri-meramente descenderá del cielo para arrebatara sus santos (o sea, a cuantos han depositadosu fe en él para ser salvos) y llevarlos arriba, alas mansiones celestiales. Luego, pasado unbreve período, volverá con ellos con poder y glo-ria para establecer su reino.

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Explicación de las profecías sobreel retorno de Cristo

Tomemos un ejemplo para ilustrar esta partedel tema. Paseando por el campo cierta maña-na, vemos un charquito de agua, lo evitamos y,sin pensar más en él, seguimos caminando.Unos días después, al pasar por el mismolugar, el charco ha desaparecido, el agua ya noestá: hasta las últimas gotas se evaporaron.¿Qué sucedió? Sencillamente que el sol, bri-llando con toda su fuerza, las atrajo a lo alto.Nadie las vio subir, sin embargo, ¡subieron!Más tarde notamos las mismas gotas, peroenteramente transformadas ahora en hermosí-simas gotas de rocío que constituyen la admira-ción de todos.Así será en breve. Jesús descenderá del cielo

y en un instante surgirán del polvo los cuerposresucitados de los que “durmieron” en él, mien-tras que los que vivamos seremos transforma-dos para subir juntos a su encuentro. Nada hayen la Escritura que nos haga suponer que losinconversos nos verán cuando seamos arreba-tados. La repentina desaparición de todos loscreyentes, redimidos por la sangre de Cristo,manifestará lo que ha pasado. “Por la fe Enocfue traspuesto para no ver muerte, y no fuehallado, porque lo traspuso Dios” (Hebreos22La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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11:5). Es precisamente lo que sucederá con laIglesia: casi secretamente arrebatada, volverá aaparecer en gloria con Cristo cuando él se mani-fieste “y todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7).El mismo Señor presenta claramente estas

dos fases de su venida en el capítulo 25 deMateo. En la parábola de las diez vírgenes des-cribe un aspecto de las mismas; y en la de lasovejas y los cabritos, el otro. En el primer ejem-plo, las vírgenes prudentes, con sus lámparasbien provistas de aceite, entran con el Esposo allugar de las bodas; mientras que, en el segundo,se ve salir al Rey para juzgar. Fijémonos en estecontraste. En la primera parábola, los salvos(bajo la figura de las vírgenes prudentes) entrana las bodas, van al cielo, mientras que malva-dos, incrédulos y los que llevan el nombre decristianos sin ser salvos (las vírgenes fatuas),quedan en la tierra, quedan atrás para sufrir lue-go el juicio.En la segunda parábola, los malos van al

suplicio eterno, mientras que los justos quedanen la tierra para gozar de las bendiciones del rei-no milenario. En el primer caso, los santosentran y se cierra la puerta; en el segundo, elcielo está abierto y los santos salen.Los capítulos 5, 6 y 19 del Apocalipsis relatan

lo que se verificará en los cielos una vez que laIglesia entre allí. Los santos, representados por

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los veinticuatro ancianos, están sentados alre-dedor del trono; vestidos de ropas blancas yceñidas sus frentes de coronas de oro, adoran –postrados delante del que está sentado en el tro-no– diciendo: “Digno eres de tomar el libro y deabrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y contu sangre nos has redimido para Dios, de todolinaje y lengua y pueblo y nación…”. En el capí-tulo 19:7 leemos:“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria;

porque han llegado las bodas del Cordero, y suesposa se ha preparado”.¡Qué contraste más grande con lo descrito en

Mateo 25:11! En este pasaje del primer evange-lio, la Palabra nos hace oír el lamento de los quequedaron fuera; mientras que, en Apocalipsis19, percibimos los acentos de gozo triunfal delos que están dentro. Lector, ¿con cuál de estosdos grupos estás? ¡Piénsalo bien, es una pre-gunta solemne de cuya respuesta depende tucondición eterna! ¿Perdido o salvo? ¿Fuera odentro? ¿Cuál es tu estado? ¿Dónde estás tú?“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un

caballo blanco, y el que lo montaba se llamabaFiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea”,prosigue el capítulo 19 del Apocalipsis (v. 11-16), donde vemos salir con sus ejércitos alSeñor de los señores, el Rey de los reyes. “Desu boca sale una espada aguda, para herir con24La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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ella a las naciones, y él las regirá con vara dehierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de laira del Dios Todopoderoso”.

Habrá dos resurrecciones: una paralos salvados y otra para los perdidos

Sabemos que hay dos resurrecciones: la delos salvos y la de los malvados; o, según elSeñor las llama: “la resurrección de vida, y laresurrección de –o para– condenación”. La pri-mera, la de los salvos, se divide en tres fases:

1. Cristo, “primicias de los que durmieron eshecho” (1 Corintios 15:20).

2. Los creyentes que resucitarán –según vimos–cuando el Señor venga a buscar a su Iglesia(1 Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:52).

3. Los que están mencionados en Apocalipsis20:4-6: “Y vi las almas de los decapitados porcausa del testimonio de Jesús y por la Pala-bra de Dios, los que no habían adorado a labestia… y vivieron y reinaron con Cristo milaños”.

Esta es la resurrección primera. “Bienaventu-rado y santo el que tiene parte en la primeraresurrección”.La segunda resurrección, la de los malvados,

será después de los mil años del reinado de25

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Cristo, según lo vemos claramente por este tex-to: “Pero los otros muertos no volvieron a vivirhasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis20:5). Al final de esa era de paz y de justicia,cuando ya no estén la tierra y el cielo actuales,entonces los muertos “grandes y pequeños”serán juzgados delante del gran trono blanco,cada uno según sus obras: será la resurrecciónde condenación (Juan 5:29). “Y el que no sehalló inscrito en el libro de la vida, fue lanzado allago de fuego” (Apocalipsis 20:14-15).Y el que recibió esta revelación añade: “Vi un

cielo nuevo y una tierra nueva”, de los que Pedrodice: “en los cuales mora la justicia” (2 Pedro3:13). “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nuevaJerusalén, descender del cielo, de Dios, dis-puesta como una esposa ataviada para su mari-do”. Así, hasta el versículo 8 del capítulo 21 delApocalipsis que hemos empezado a citar, tene-mos una descripción del estado eterno.¡Bendito sea Dios por habernos revelado

esas maravillosas realidades, y por el don delEspíritu Santo que nos las hace entender! “¡Ohprofundidad de las riquezas de la sabiduría y dela ciencia de Dios!” (Romanos 11:33).

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CAPÍTULO 4

Cristo volverá – y cómo estarpreparado para encontrarle

En la Biblia hallamos dos maneras de estarlistos para aquel momento:

1. “Las que estaban preparadas, entraron con éla las bodas; y se cerró la puerta” (Mateo25:10).

2. “Porque yo” –dice el apóstol Pablo– “ya estoypara ser sacrificado… he peleado la buenabatalla, he acabado la carrera, he guardado lafe; por lo demás, me está guardada la coronade justicia, la cual me dará el Señor, juez jus-to, en aquel día; y no solo a mí, sino tambiéna todos los que aman su venida” (2 Timoteo4:6-8).

En el primer sentido, todos los que son deCristo (1 Corintios 15:23) están listos; por haber

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depositado su fe en él y haber sido lavados desus pecados por su preciosa sangre, son acep-tos delante de Dios y el Espíritu de Cristo moraen ellos (Romanos 8:9), sin que tengan méritoalguno. Pueden dar gracias al Padre que loshizo aptos para participar de la herencia de lossantos en luz (Colosenses 1:12-14).En el segundo sentido vemos que el apóstol

estaba listo, no solo porque era salvo –cosa quesabía desde muchos años antes– sino porquesu servicio y su testimonio habían sido tales quetenía la certidumbre de que recibiría la aproba-ción de su Maestro.Aclaremos esto con un ejemplo. Suponga-

mos, amado lector, que mandas a tu hijo a unaciudad lejana, donde debe llevar a cabo unasunto importante. Al partir, le entregas un pasa-je de ida y vuelta para el viaje; le das las instruc-ciones necesarias acerca del sitio adonde debeir, lo que debe hacer y finalmente le exhortas aque se aplique con diligencia a satisfacer tusdeseos. Cuando llega a aquella ciudad, tu hijoparece muy enérgico y lleno de buena voluntad.Pero, al cabo de algún tiempo, se une con unoscompañeros, olvida tus recomendaciones y pier-de el tiempo en callejear. De repente, sobresal-tado, se da cuenta de que no tiene ni unmomento que perder si quiere alcanzar el últimotren para volver a casa. Corre a la estación, llega28La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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precisamente cuando el convoy arranca y, trasuna breve carrera, el joven sube y viaja, sano ysalvo, hacia su hogar… Pero cabe preguntar-nos: ¿Estaba listo para volver? En cuanto a loque podía exigir la compañía ferroviaria, sí, por-que tenía un pasaje y ningún empleado podíadiscutir la validez del mismo ni su derecho a via-jar. Pero ¿de qué modo había obtenido el bole-to? ¿Por algún esfuerzo suyo? ¿Por lo quehabía negociado o ganado en aquella ciudad?No; únicamente porque tú se lo habías compra-do y se lo habías dado. ¿Y en cuanto a tu encar-go, a tus negocios? ¡Perdió cualquier derecho atu aprobación! No podrás decir a tu hijo: «Estábien, me has servido fielmente». Sin embargo,en cuanto regrese tendrá –como hijo– su sitiocon los demás miembros de la familia en elhogar.

Confiar en Cristo es estar preparado

Ahora bien, cada creyente tiene, por fe en laobra cumplida por el Salvador –muerto pornuestros delitos y pecados, resucitado paranuestra justificación y glorificado en el cielo– loque corresponde al «pasaje» de nuestro ejem-plo; es decir, la indiscutible prueba de que suviaje al cielo está enteramente pagado, pues escierto que la Escritura nos asegura que “en él(Cristo) es justificado todo aquel que cree”

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(Hechos 13:39). “Y a los que justificó, a estostambién glorificó” (Romanos 8:30).Sin embargo, todos los creyentes no recibirán

igual premio: “Cada uno recibirá su recompensaconforme a su labor” (1 Corintios 3:8). Estas doscosas tendrá el Señor en cuenta: la cantidad detrabajo que hayamos realizado, como tambiénsu calidad, según estas medidas: “Acontecióque vuelto él… mandó llamar ante él a aquellossiervos a los cuales había dado el dinero, parasaber lo que había negociado cada uno” (Lucas19:15). Lo que se averigua aquí es la cantidadde trabajo realizado. Asimismo la calidad denuestra obra será manifestada: “La obra de cadauno se hará manifiesta; porque el día la declara-rá, pues por el fuego será revelada; y la obra decada uno cual sea, el fuego la probará. Si per-maneciere la obra de alguno que sobreedificó,recibirá recompensa. Si la obra de alguno sequemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismoserá salvo” (1 Corintios 3:13-15).Quiera Dios que –además del privilegio de

entrar con el Señor Jesucristo a las bodas, ocu-pando el lugar que nos tiene reservado– tanto tulabor como la mía sea la de ser vigilantes, traba-jando para él, enterándonos de sus deseos,tomando a pechos sus intereses, constreñidospor el poder de su inmutable amor, hasta que élvenga.30La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Acordémonos de que, si queremos llevarnuestra cruz, y seguirle con un corazón verdade-ramente consagrado, debemos hacerlo ahora.

Depender de cualquier otra cosa esestar perdido

Si estas páginas llegan hasta ti, que aún notienes un corazón regenerado (aunque tal vez tehayas bautizado y lleves incluso el nombre de«cristiano»), quisiera llamarte la atención sobreel hecho de que la venida del Señor será repen-tina y serás dejado atrás si él te halla “sin aceiteen tu vaso”. Detente y considera –aunque seapor un instante– lo que te reserva el futuro cadavez más cercano. ¡Medita cuán velozmente tearrastran las alas del tiempo hacia la eternidad!Y ¡qué eternidad! Ser dejado en esta tierra –futu-ro escenario de los juicios divinos– mientras quelos salvados (tal vez tus amigos y parientes)hayan sido arrebatados al cielo. Y eso por habercerrado tus oídos a la última advertencia que tehabía sido dirigida por el Espíritu Santo, porhaber escuchado con corazón incrédulo la últi-ma oferta de la gracia de Dios. ¡Qué triste ysolemne será esto! Pero no menos solemneserá el hecho de que tu cuerpo quedará en latumba fría y lóbrega y tu espíritu en el Hadesdurante el milenio de felicidad, cuando la tierraesté llena de la gloria de Dios y el Príncipe de

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Paz extienda su “señorío de mar a mar, y desdeel río hasta los fines de la tierra” (véase Salmo72:19; Zacarías 9:10).Luego tendrás que encararte con la eterni-

dad; ¡no lo olvides! La poderosa voz del Hijo deDios te resucitará de los muertos (Juan 5:25-29)para ser juzgado delante del gran trono blanco.Allí deberás responder por cada acto que hayascometido a lo largo de tu vida, por cualquierpalabra torpe que hayas pronunciado y hastapor cualquier pensamiento malo o impuro en losque te hayas recreado durante cuarenta, setentau ochenta años: “La paga del pecado es muerte”y, como es cierto que Dios no puede mentir, tusuerte estará en el lago ardiendo con azufre yfuego.Entonces, no trates este asunto a la ligera.

Ahora, la puerta de la gracia está abierta. Jesústodavía te convida. Los suyos no han sido arre-batados aún, pero te advierto del peligro y teruego que acudas al Refugio mientras hayatiempo.Jesucristo puede venir aun antes de que ter-

mines la lectura de estas páginas. Presta aten-ción, deja de huir de Dios y vuélvete hacia él,arrodíllate delante del único Salvador, el únicoMediador entre Dios y los hombres, y cree en élpara el perdón de todos tus pecados. Luego, élte dará la bienvenida, te bendecirá y te salvará,32La venida del Señor (G. Cutting)© Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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y su paz inundará tu corazón. ¡Bendito sea parasiempre tan poderoso Salvador!“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos:

que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a lospecadores” (1 Timoteo 1:15). Gracias a Dios,“aún hay lugar” (Lucas 14:22).

La venida del Señor (G. Cutting)ISBN 978-2-88208-053-0

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